México: Legalizar las plantas, combatir las drogas

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México: Legalizar las plantas, combatir las drogas Published on Servindi - Servicios de Comunicación Intercultural (https://www.servindi.org) Imprimir articulo Exportar a PDF Volver México: Legalizar las plantas, combatir las drogas Una distinción simple puede ordenar el debate en México: drogas y plantas no deben confundirse. Más bien, en contextos de sanación espiritual, son antagónicas. Por qué legalizar las plantas es el primer paso para combatir las drogas. Por: Claudio Fabián Guevara TeleSUR, 16 de agosto, 2018.- México, una tierra habitada por culturas milenarias, se apresta a debatir un conjunto de normas en torno a la legalización de las drogas. Así definido, el debate parece estrecho, reducido a las premisas del consumismo occidental. Incorporar la mirada de las culturas ancestrales sobre el uso de sustancias, puede arrojar luz sobre el tema. La drogadicción, un fenómeno moderno La drogadicción es estrictamente un fenómeno de la sociedad industrial. El uso de sustancias que alteran la conciencia atraviesa todas las culturas y todos los tiempos: alcohol, tabaco y otras plantas maestras son el centro de rituales religiosos y prácticas colectivas que tienen en común el intento por trascender la individualidad y conectarse con otras capas de realidad. El significado antropológico de esta pauta común a la naturaleza humana está lejos de ser revelado. Con todo, en las sociedades tradicionales no existen las adicciones como patología masiva. El uso de sustancias “mágicas” está regulado por su uso ritual -controlado por chamanes, autoridades o sacerdotes- y por la disponibilidad cíclica y limitada de estas sustancias, atada a los tiempos de la naturaleza. La sociedad industrial capitalista ha convertido en un problema el abuso de sustancias, a partir de Page 1 of 5

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México: Legalizar las plantas, combatir las drogas

Una distinción simple puede ordenar el debate en México: drogas y plantas no debenconfundirse. Más bien, en contextos de sanación espiritual, son antagónicas. Por quélegalizar las plantas es el primer paso para combatir las drogas.

Por: Claudio Fabián Guevara

TeleSUR, 16 de agosto, 2018.- México, una tierra habitada por culturas milenarias, se apresta adebatir un conjunto de normas en torno a la legalización de las drogas.

Así definido, el debate parece estrecho, reducido a las premisas del consumismo occidental.Incorporar la mirada de las culturas ancestrales sobre el uso de sustancias, puede arrojar luz sobreel tema.

La drogadicción, un fenómeno moderno

La drogadicción es estrictamente un fenómeno de la sociedad industrial. El uso de sustancias quealteran la conciencia atraviesa todas las culturas y todos los tiempos: alcohol, tabaco y otras plantasmaestras son el centro de rituales religiosos y prácticas colectivas que tienen en común el intentopor trascender la individualidad y conectarse con otras capas de realidad. El significadoantropológico de esta pauta común a la naturaleza humana está lejos de ser revelado.

Con todo, en las sociedades tradicionales no existen las adicciones como patología masiva. El uso desustancias “mágicas” está regulado por su uso ritual -controlado por chamanes, autoridades osacerdotes- y por la disponibilidad cíclica y limitada de estas sustancias, atada a los tiempos de lanaturaleza.

La sociedad industrial capitalista ha convertido en un problema el abuso de sustancias, a partir de

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tres factores: la multiplicación artificial de opciones –muchas de ellas de alto contenido tóxico ypoder adictivo-; la creación de un mercado de suministro continuo (para aquellos que lo puedenpagar); y la separación de su uso del significado ritual que reviste en las sociedades tradicionales.

Así, los estados alterados de conciencia, una práctica sanadora y terapéutica en entornoscontrolados, se convierte en un acto de consumo solitario y compulsivo, desprovisto de significadoespiritual: un vicio enfermante del cuerpo y el espíritu de millones de personas que buscan mitigarun extendido sentimiento de desconexión.

Ciertamente, criminalizar las sustancias y su consumo sólo agrava el sufrimiento humano, refuerzael poder de los cárteles de la droga y muestra una profunda ignorancia sobre las raíces delproblema.

Sustraer este problema del ámbito penal y policíaco es un primer paso para evitar los resultadosindeseados de las políticas prohibicionistas.

Sin embargo, esta simple medida no responde a todas las preguntas: ¿Legalización irrestricta delconsumo, producción y comercialización de cualquier sustancia? Y si no de todas: ¿Cuáles sí y cuálesno?

Legalizar las plantas: una reverencia a lo sagrado

Hay una distinción simple que puede ordenar el debate, donde los conocimientos de las culturasancestrales se dan la mano con la ciencia moderna.

Prohibir ciertas plantas es una absurda pretensión antropocéntrica. Es como declarar ilegal al mar, alviento o a las montañas. Es desconocer que en la delicada trama de seres e interconexiones que sonlos ecosistemas, hay circunstancias y equilibrios más allá de nuestro entendimiento. Ante este ordensagrado, se impone la prudencia como la más sabia conducta colectiva.

El uso de plantas no debe estar sujeto a leyes humanas, más allá de aquellas que aconsejen saberesmilenarios o de amplísimo consenso. La relación que asumimos con ciertas especies vegetales debeformar parte del libre albedrío de cada individuo y cada colectividad en el entretejido de culturasancestrales y modernas que conforma el mundo de hoy.

Este simple principio permite despejar de una vez varios debates parlamentarios inútiles yengañosos, y desarmar las pretensiones de algunas corporaciones por reglamentar y patentar el usode la naturaleza.

Legalizar las plantas, en forma genérica y como principio universal, permite bloquear los intentos delos intereses farmacéuticos por prohibir las plantas medicinales, o reglamentar su uso en favor deintereses privados y en detrimento de las libertades humanas.

Legalizar las plantas también resuelve de una vez todas las controversias en torno al uso de lamarihuana, la ayahuasca, el peyote, los hongos y otras plantas maestras.

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Principios antiguos, ciencia moderna

Los interminables debates en torno al efecto perjudicial o benéfico de estas plantas se resuelvenapelando a principios simples del saber antiguo que hemos olvidado, y conocimientos científicosmodernos que al parecer queremos ignorar.

Hace siglos, el eximio Paracelso definió: “Nada es veneno, todo es veneno. La diferencia está en ladosis”.

Más recientemente, Gregory Bateson el resumió mismo principio en términos científicos: “En biologíano hay valores monótonos”.

Para el metabolismo de los seres vivos, ninguna sustancia es buena o mala en sí misma. Su efectodepende de umbrales máximos o mínimos de administración.

Eso explica por qué –de la misma manera que ciertas drogas industriales- la marihuana puede ser uneficaz antidepresivo en una etapa, y un potenciador de depresión en otra. O por qué para algunos seconvierte en una prisión de dependencia, y para otros en una herramienta para una vida mejor.

Frecuentemente estigmatizadas, las plantas maestras tienen un enorme poder sanador yterapéutico. Las ceremonias de ayahuasca, peyote y otras plantas, provenientes de culturasancestrales, reparan angustias, miedos y traumas profundos. Debido al tabú en torno a su uso y a laambigua situación legal, su uso en ambientes urbanos es reducido, aunque cada vez más seexperimenta en tratamientos profesionales.

Las plantas inductoras de estados alterados de conciencia no deben ser tratadas con liviandad. Suuso conlleva una potencial peligrosidad en cuanto a los efectos sobre la percepción, la capacidad deautocontrol y otros aspectos que aconsejan su administración en entornos controlados. Sulegalización no debe asumirse como un alegre llamado a su conversión en mercancía de usocotidiano.

Sin embargo, la legalización de las plantas como política sanitaria general, tiene una salvaguardaadicional: el peligro químico que entrañan, en comparación con las drogas y el alcohol, es

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infinitamente menor. La experiencia indica que las plantas contienen su propio mecanismo reguladordel exceso, que no provoca la espiral de consumo compulsivo que puede observarse en las drogas yel alcohol.

Como corolario, hace falta admitir que, en esta era de manipulación genética en todos los niveles, esborrosa la frontera que separa a las plantas “originarias” de las plantas de diseño y las drogasproducidas mediante la manipulación industrial de productos naturales. Este debate pendiente noslleva al segundo punto del planteamiento.

Combatir las drogas: un cambio cultural

En la sociedad occidental, la prohibición de las plantas maestras y la ilegalización de ciertas drogas,va acompañada de un paradójico fomento del uso generalizado de drogas legales como políticahegemónica de salud, en desmedro de las terapias metabólicas y naturistas.

Hay un discurso engañoso en torno a la “seguridad” y la “eficacia” que esta estrategia le ofrece a losenfermos. La medicina centrada en fármacos basa su poder en una red de intereses que impone esavía como la “única solución” en casi todos los niveles, y ha convertido a la corporación médica en unpoder de facto, pero tanto su seguridad como su eficacia deben ser puestas en tela de juicio. En losEE.UU. la Iatrogenia –la muerte del paciente como consecuencia del tratamiento médico dispuesto-es la tercera causa de muerte, detrás del cáncer y el infarto. No se trata de muertes por mala praxis,o por error del enfermo en seguir las instrucciones: se trata de muertes por seguir el tratamiento alpie de la letra, ya sea a causa de los efectos secundarios, errores en el diagnóstico o complicacionesevitables.

Es decir que las drogas legales, incluso cuando son administradas profesionalmente, entrañan almenos tantos peligros como las ilegales. ¿Debemos, a la vista de esas estadísticas, prohibir losfármacos y la investigación médica asociada al uso de drogas?

Evidentemente no. A la par de las víctimas, millones de personas encuentran alivio y cura en lostratamientos en base a fármacos.

De lo que se trata es de visualizar que las políticas prohibicionistas de sustancias no tienenfundamento en los presuntos “peligros”, ya que de ser así, debiera prohibirse un enorme porcentajede medicamentos con un alto potencial tóxico, o el ejercicio mismo de la medicina alopática. Ni quédecirse del alcohol, que lidera la tabla de efectos dañinos, accidentes y enfermedades derivadas desu abuso.

Se trata también de incorporar una visión más comprehensiva del problema de las drogas –tanto laslegales como las ilegales- y poner en su correcta perspectiva la distinción con las plantas.

Legalizar las plantas, combatir las drogas

Combatir las drogas comprende no solamente una batalla contra el abuso de drogas químicas comola cocaína, heroína y otros enervantes, sino también contra una cultura que santifica el uso deantidepresivos, ansiolíticos y pastillas para dormir. Es absurdo constatar que, al mismo tiempo, estamisma cultura criminaliza elementos sagrados provenientes del mundo natural, cuyos riesgos ycontraindicaciones son incomparables.

Legalizar las plantas es un principio simple que reduce la violencia del control policial sobre laspersonas. Es un camino intermedio entre el Estado policial que pretende controlarlo todo, con susaduanas, sus requisas y sus listados de “sustancias prohibidas” y “permitidas”, y la irresponsableliberación de un supermercado de sustancias tóxicas en nombre del derecho individual alaturdimiento.

Drogas y plantas no deben confundirse. Más bien, en contextos de sanación espiritual, sonantagónicas. Entender a las plantas como seres aliados en el camino del hombre, enseñar suconsumo en entornos de cuidado mutuo, con fines terapéuticos, puede ser el primer paso que nos

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abra el camino hacia más respuestas para combatir el estrago de las adicciones.

---Fuente: TeleSUR: https://www.telesurtv.net/opinion/Legalizar-las-plantas-combatir-las-drogas-20180816-0023.html [1]

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