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MYRNA ALONZO CALLES AV. DE LOS CASTILLOS 18-3ºB SAN JOSE DE VALDERAS 28925 ALCORCON, MADRID
V JORNADAS DE ECONOMIA CRITICA SANTIAGO DE COMPOSTELA 17 Y 18 DE MAYO DE 1996 PONENCIA PARA PRESENTAR EN EL AREA: "FUNDAMENTOS DE ECONOMIA CRITICA" "CRITICA A LA TEORIA DEL CAPITAL HUMANO"
CRITICA A LA TEORIA DEL CAPITAL HUMANO
T.W. Schultz, quien es considerado el padre de la economía de la educación y de la
teoría del capital humano, comienza uno de sus artículos más famosos1 refiriéndose a
los motivos por los cuales "los economistas omiten tratar el tema de la inversión
humana". Es evidente que treinta años después de este artículo el problema ha
cambiado, más aún, es el inverso, esto es, se han adoptado con poca crítica las
teorías del capital humano y las concepciones subyacentes. Así que habríamos de
comenzar por explicar por qué los economistas han acogido tan acríticamente el tema
de la inversión humana.
1T.W. Schultz (1961) "Inversión en capital humano", en M. Blaug (1968)
Economía de la Educación, Tecnos, Madrid, 1972.
El concepto de Capital Humano ha tenido una amplia aceptación, la mayoría de las
veces sin ninguna reflexión sobre su significado más profundo, quizás por el hecho de
considerar el concepto de capital en su acepción "positiva" y vulgar predominante en el
sentido de ser algo "valioso", y que en algún momento futuro premiará a su poseedor
(individuo-empresa-país).2 Las objeciones de los estudiosos del tema, aceptan,
implícita o explícitamente, la concepción subyacente limitándose a señalar las
dificultades de cálculo o las consecuencias de su aplicación en la toma de decisiones
de política económica.3 Sin embargo, por lo que la formulación teórica y su significado
conceptual implican en la concepción y desarrollo de los fenómenos económicos,
consideramos de interés detenernos en al análisis y crítica de estos aspectos. Nos ha
parecido muy sugerente el texto de Howard Botwinick,4 dado que, aunque sólo en la
medida en que está relacionada con el tema de la determinación de los diferenciales
salariales, esboza una crítica a la teoría del capital humano, ubicándola con rigor en el
lugar que le corresponde dentro de la teoría ortodoxa y aportando importantes
elementos de crítica a su concepción económica en general y sobre la determinación
de los salarios en particular.
Abordamos a continuación la crítica a esta teoría, de ninguna manera exhaustiva, la
cual centramos en su aspecto teórico metodológico, en sus limitaciones empíricas y en
su manejo conceptual. Ello nos parece pertinente debido al peso e influencia que ha
tenido este enfoque tanto en su aplicación práctica como, sobre todo, en el
pensamiento económico.
2El reconocimiento y uso que ha alcanzado el concepto de capital humano
muchas veces obedece al énfasis y éxito que ha tenido en destacar la importancia de las personas en el proceso de desarrollo. Su uso genérico se ha hecho equivalente al de riqueza humana, o al de lo humano como eje nodal del universo. Véase por ejemplo el artículo de Carlos Fuentes en El País. 17 de junio de 1995.
3Ver por ejemplo H.G. Shaffer (1961) "Una crítica al concepto de capital humano", en M. Blaug (1968) Economía de la Educación. Tecnos, Madrid, 1972.
4Howard Botwinick: Persistent Inequalities. Wage Disparity under Capitalist Competition. Princeton University Press. N. Jersey. 1993.
Reivindicación de la teoría ortodoxa. Botwinick ubica a la teoría del capital humano
dentro de los intentos de la teoría ortodoxa de ir ajustando a cada paso el modelo
neoclásico para tratar de hacerlo más coherente con la realidad y más útil como
herramienta de análisis económico.
"Escrito en 1964, el libro sobre la teoría del capital humano de Gary Becker
inicialmente pareció ser un gran avance repentino, ideológico y metodológico, para la
teoría neoclásica. No sólo proporcionaba a los economistas conservadores
neoclásicos la oportunidad de realizar algo de su propio trabajo empírico dentro del
mercado de trabajo, sino que desarrolló un marco teórico de la elección, que
básicamente hacía recaer la responsabilidad de las notorias desigualdades de la
distribución del ingreso no en el sistema sino en las propias víctimas. El argumento
sostiene que si los trabajadores realmente quieren mejorar su status económico dentro
del sistema, todo lo que tienen que hacer es una elección racional para `invertir' en
más educación y formación profesional. Esta inversión en capital humano mejoraría su
productividad marginal, y los mecanismos de la competencia dentro del mercado de
trabajo garantizarían su recompensa correcta. Esto sería claramente decisión suya."
(Botwinick, 1993:32, cursivas nuestras) Uno de los elementos clave de la crítica de
Botwinick es, a semejanza de lo que hace Shaikh al tratar sobre el comercio
internacional,5 desmistificar el papel de la libre competencia, dejando claro que la
competencia capitalista no solamente no corrige los desequilibrios (caso fuera
"perfecta") sino que es precisamente ella la que los genera constantemente. No
"recompensa" adecuadamente a cada individuo, sino que es un generador de
desigualdades constantes y persistentes.
Algunos autores (Kaufman 1988, v. Botwinick 1993) consideran que la ascendencia de
la escuela de Chicago fue una especie de contrarrevolución (o "revolución" del
pensamiento económico, Bowman 1966) pues ponía nuevamente a la teoría neoclásica
como marco de referencia en los 70 cuando en los 50 era ya vista con escepticismo.
De allí que, por ejemplo, no resulte casual que los salarios logrados por los sindicatos
o regulados por los gobiernos, que en los años 50 eran vistos como beneficiosos, sean
5Cfr. Anwar Shaikh, Valor, acumulación y crisis. Ensayos de Economía Política.
Tercer Mundo Editores. 1990. Colombia.
vistos después como distorsionadores o fuente de ineficiencias del mercado.
(Botwinick, 1993:33)
Paradójicamente fue en los años 70 que empezó a verse afectada la "popularidad" de
la teoría del capital humano, después de haber demostrado tener muchas debilidades
y limitaciones, lo que no impide, sin embargo, que muchos autores se sigan apoyando
en ella y que, sobre todo, nos encontremos el concepto de capital humano muy
afianzado y con un uso muy amplio en muchos estudios y discursos, tanto de carácter
teórico como político.
Su marco y postulados. Las limitaciones de la teoría del capital humano, de su modelo
y metodología, se derivan del propio marco teórico y concepción económica de la que
participan. Por tanto la idealización y falta de consistencia con la realidad de la
economía neoclásica son aplicables a la teoría del capital humano. Sus supuestos son
tan buenos como los del cuerpo teórico del que forma parte, y éstos, sabemos, han
sido ya muy cuestionados. Como han remarcado muchos autores, el individuo ni se
comporta siempre de una manera racional, ni, aunque lo hiciera, tiene toda la
información necesaria para hacer la mejor elección, y muchas veces ni siquiera está
ante la posibilidad de elegir.6
Así, y esta es una de las primeras cuestiones que saltan a la mente y que ha sido
objeto de las principales críticas, se tendría que pensar en los padres, o los mismos
estudiantes, calculando el valor presente de los ingresos futuros vinculados a cada
nivel de estudios y comparándolos con los costes de obtener dichos niveles educativos
(costes directos e indirectos -costes de oportunidad) y con otras oportunidades de
"inversión", dado que la tasa de retorno de una familia (individuo) que invierte en
educación deberá ser comparada con la tasa de retorno de otras inversiones
alternativas. Se invertiría en educación si ésta ofreciera la tasa de retorno mayor.
6Las modernas teorías de la empresa, siendo más realistas rechazan estos
supuestos de la teoría económica y consideran que el comportamiento de los individuos se basa en una racionalidad limitada, información incompleta y actitud oportunista.
(Gillis, 1992:232)
Y aquí se desencadenan una serie de limitaciones. La primera es la dificultad de
conocer los ingresos futuros y sobre todo calcularlos por nivel y tipo de educación,
además de los costes (sobre todo si se tiene la confusión entre consumo e inversión).
Uno de los problemas es que la estructura de los ingresos futuros es impredecible. Los
ingresos actuales son una mala guía para los futuros, dado que la tasa de retorno para
un determinado nivel de escolaridad varía en el tiempo, tiende a disminuir. (Gillis,
1983:233-234).
Otro problema es el de si la relación educación-ingreso es verdaderamente causal, y
cual es primero, o sea cual es la variable independiente. Ambos pueden ser resultado
de una misma causa, como la habilidad del individuo o su origen y situación
socioeconómica. Aún así, como dice Gillis (1983), si se acepta que la educación
aumenta los ingresos aún no se sabría cómo, si es que lo aprendido tiene en sí mismo
un valor económico o la escuela solamente socializa para que la gente trabaje mejor.
Por otro lado, los estudios empíricos, tanto a nivel de países como de colectivos, han
fortalecido la tesis de que lo aprendido en la escuela, especialmente leer y escribir,
cuenta para las diferencias de ingresos, (Ibíd. 235) pero para fines de política
educativa esto no aporta ningún criterio sobre si debe o no gastarse en educación
básica o alfabetización, pues éstas se han convertido ya en parte de las necesidades
sociales. Independientemente de su rentabilidad u otra consideración económica la
necesidad de este tipo de gasto es indiscutible.
Una objeción más es el asumir que las categorías educativas especifican
adecuadamente los tipos de ocupaciones relevantes en el mercado de trabajo, o sea
que hay una sustituibilidad perfecta entre categorías. El análisis tendría que hacerse
en forma desagregada (por carrera) y no por nivel educativo, e inclusive habrían
diferencias según la institución donde se hicieron los estudios (según el prestigio o
calidad). (Gillis, 1983:235)
Dice Gillis que como herramienta de planeación este método puede dar información
pero no puede ser utilizado mecánicamente para obtener soluciones. Sin embargo nos
parece importante ir más allá del señalamiento de sus limitaciones prácticas y poner el
acento en los aspectos teórico conceptuales, ya que si bien la teoría del capital
humano tuvo el "mérito" de poner el acento en la importancia de la educación y el darle
una formalización dentro de la ciencia económica su elaboración no ha sido ni
desinteresada ni inocua. Decir que mientras más preparada esté la fuerza de trabajo
existen mejores posibilidades de desarrollo es casi una tautología, en cambio cargar
en este aspecto los problemas de la productividad, del crecimiento económico y de la
distribución del ingreso es ya otro asunto. Y es precisamente en este punto que la
crítica de Botwinick a la teoría del capital humano pone el acento.
Afortunadamente, como dice Gillis et. al.: "A pesar del atractivo de la teoría del capital
humano --al menos para aquellos que admiran la teoría económica neoclásica-- el
método del costo beneficio es de uso muy limitado en la práctica de la planeación
educativa". (Gillis, 1983:236)
Sobre la determinación de las diferencias salariales. Es en esta relación que la teoría
del capital humano ocupa la crítica de Botwinick, dado que una de las principales
afirmaciones de esta teoría es que son las diferencias de cualificación de la fuerza de
trabajo lo que determina las diferencias de salarios.
A partir de los estudios de Bécker y Schultz surgieron una serie de trabajos que
concluían en que la educación (utilizada como variable "proxy" de capital humano) era
un factor muy importante en la determinación de las diferencias salariales,
pretendiendo haber así restablecido uno de los postulados básicos de la teoría
marginalista. (Botwinick 1993:33) "Dada esta oportunidad de reivindicar la teoría
ortodoxa tanto en el mundo real como en el ideal, los economistas neoclásicos
comenzaron a hacer sus propios estudios empíricos sobre las causas de la
diferenciación salarial inter e intra industrial entre trabajadores de aparentemente la
misma cualificación. Esperaban claramente reafirmar el viejo postulado marginalista de
que las diferencias en los niveles salariales tienden a reflejar en primer lugar
diferencias individuales de cualificación y niveles de productividad en oposición a las
variaciones de las condiciones del mercado de productos." (Botwinick, 1993:32) Sin
embargo, como señala Botwinick, las cualificaciones no son la variable determinante
en el establecimiento ni del nivel general de salarios ni de sus diferencias, dado que
no se explicarían entonces las grandes diferencias existentes entre trabajadores de
igual cualificación.
En todo caso, a una mayor cualificación corresponde, como lo señalara Marx, un valor
mayor de la fuerza de trabajo, pero esto sólo opera como el centro en torno al cual
gravitan los precios reales (salarios). A diferencia de la teoría neoclásica, en que la
determinación de los salarios en el largo plazo tiende a la uniformidad para
trabajadores de igual habilidad y cualificación, para Marx esto se da sólo como ley
tendencial (en el largo plazo y como media, a través de constantes desviaciones) y ley
estadística (en un número grande de casos), y no como ley determinista (siempre y en
cada caso).
Para Marx la competencia produce una tendencia a la igualación de las tasas de
ganancia (lo mismo sucede con los salarios) que sólo tiene lugar a través de una
constante corrección de diferencias sustanciales en las tasas de ganancia que a
menudo persisten por varios años. Es una regulación tendencial que incluye una
constante diferenciación y desequilibrio constante. La igualación se da sólo como
promedio y en un largo período de tiempo. (Botwinick 1993:141) En lapsos muy cortos
no se puede ver ninguna tendencia a la igualación.
El que el ingreso, que tiene para el trabajador, por más cualificado que se encuentre,
la forma de salario, y no dejará esta forma al menos que se termine la relación laboral
(o cambie su relación en el proceso productivo), el que el ingreso, decíamos, pueda
ser más elevado en la medida en que se trate de un trabajo más cualificado no hace
sino confirmar el hecho de que el valor de la fuerza de trabajo no es más que el tiempo
de trabajo socialmente necesario para producirla, y el salario su precio. Es evidente
que un trabajador altamente cualificado representa una inversión de tiempo de trabajo
mayor que el trabajo simple o no cualificado. En última instancia es este valor el que
determinará el salario, pero antes tendrá que pasar por el mercado, donde la oferta y
la demanda decidirán si el tiempo de trabajo invertido corresponde o no con el
socialmente necesario. Una vez establecido el nivel general, siempre presionado en
este sentido por la existencia del ejército industrial de reserva, son factores
estructurales del mercado y el nivel de organización de los trabajadores los factores
que permiten explicar las diferencias salariales entre fuerzas de trabajo de igual valor.
El valor de la fuerza de trabajo está determinado, como el de todas las mercancías, por
el tiempo de trabajo socialmente necesario para su reproducción. En el caso del
trabajo no cualificado se requiere asegurar la subsistencia del trabajador y su familia
en un estado normal y saludable. El valor de este trabajo está entonces determinado
por el valor los medios diarios de subsistencia. "En el caso de la fuerza trabajo
cualificada, los costes de su formación deben también <entrar por tanto en el valor
total invertido en su producción> (Marx 1867,172). Así, diferentes tipos de fuerza de
trabajo tienen diferentes costes de producción y por tanto, diferentes centros de
gravedad en torno a los cuales las tasas de salario diarias tienden a fluctuar."
(Botwinick, 1993:67) Es el valor de su fuerza de trabajo el que en última instancia va a
regular las diferentes y complejas formas de pago del salario.
Sin embargo, por muy cualificado que esté el trabajador, si está en empresas menos
eficientes verá difícil un aumento salarial. De hecho, en la presencia de diferencias
sustanciales en los costes unitarios, Marx señala que los trabajadores cualificados que
están empleados por los capitales más atrasados pueden verse forzados aceptar tasas
de salarios que están realmente por abajo de los salarios de los trabajadores no
cualificados que están empleados por los capitales más avanzados. (Botwinick,
1993:241)
Lo determinante es la eficiencia pero la del capital constante, no la del trabajo: "Así,
dentro del análisis de Marx de la competencia capitalista, la competencia de los
capitales no tiende necesariamente a la ecualización de las tasa de salario de
trabajadores con similar cualificación y habilidad. De hecho, la verdadera competencia
capitalista a menudo milita en contra de la igualación de la tasa de salarios entre y
dentro de las industrias en la medida en que los capitales menos eficientes son
continuamente compelidos a pagar menos que la tasa media de salarios para poder
prolongar su sobrevivencia. Diferentes niveles de eficiencia proveen un fundamento
importante para diferentes tasas de salarios. Pero contrariamente a la teoría
neoclásica, es la eficiencia de la planta y el equipo lo que constituye el factor crucial, y
no las diferencias en cualificación y destreza individuales de los trabajadores".
(Botwinick 1993:240) Y citando a Marx anota: "que los factores materiales del proceso
sean de calidad normal o no, no depende de los trabajadores, sino totalmente del
capitalista. (Marx, 1867,196)." (Ibíd.)
Así, en cuanto al papel de las diferencias de cualificación individuales dentro de la
determinación del salario, Botwinick concluye lo siguiente: "Dentro del análisis clásico
de la determinación del salario de competencia, el coste diferencial de producción para
diferentes niveles de cualificación es un componente importante de los diferentes
valores de la fuerza de trabajo. Entonces, las diferencias reales en los niveles de
cualificación pueden proveer diferentes centros de gravedad para las fluctuaciones en
las tasas de salario reales de diferentes grupos de trabajadores. Incluso, cuando
revisamos la evidencia de las correlaciones interindustriales entre niveles de
cualificación y tasas de salario, parece a menudo que los niveles de cualificación
tienen poco que ver con la determinación de los salarios. Para probar el argumento
marxista, sin embargo, es importante recordar que estos centros de gravedad para las
tasas de salario ultimadamente pertenecen a la economía en su conjunto. Así, aunque
tanto los trabajadores cualificados como los no cualificados en las industrias centrales
pueden consistentemente recibir salarios más elevados en relación con los
correspondientes trabajadores en otros sectores, puede ser que los salarios promedio
de los trabajadores no cualificados a través de la economía en su conjunto se
desplacen a un centro de gravedad más bajo en relación con los trabajadores
cualificados." (Botwinick, 1993:266)
Organización y ejército de reserva. La organización de los trabajadores, junto con el
cambio tecnológico y el ejército de reserva son variables fundamentales en la
explicación de las disparidades salariales entre trabajadores de igual cualificación.
Pero no sólo eso, sino que los sindicatos, como expresión de la lucha entre capital y
trabajo, son uno de los determinantes más importantes del nivel general de salarios.
Esto es, incide en que la remuneración de la fuerza de trabajo sea por encima o por
abajo de su valor, en el caso de las diferencias salariales, y en la determinación misma
del valor de la fuerza de trabajo. Y esto tiene que ver con el hecho de que el valor de la
fuerza de trabajo tiene componentes físicos, históricos y morales, y aunque en términos
sociales tiende a aumentar en determinadas circunstancias y momentos puede
disminuir, lo que tiene mucho que ver, no sólo con el abaratamiento de los bienes que
componen la "canasta" de consumo obrera, sino con el hecho de que la falta de lucha
u otras condiciones que conducen a los trabajadores a hacer concesiones, vgr.
amenaza de cierre de la empresa, una depresión económica o una correlación de
fuerzas desfavorable,7 permiten que el trabajador acepte condiciones de existencia por
abajo del nivel que se había establecido como tradicional.
7Efectos combinados de estos fenómenos se presentan, y en forma dramática,
actualmente. Tenemos como representativo el caso alemán donde la organización sindical ha permitido alcanzar condiciones laborales superiores a las de trabajadores de otros países y que ahora se ve fuertemente presionada para acceder a la reducción de estas conquistas.
De acuerdo con Marx, señala Botwinick, el elemento social e histórico de los salarios
puede ser expandido, reducido o incluso extinguido. El capital presiona
constantemente para reducirlo y lo logra en términos relativos, pero no es que Marx
piense como dicen algunos que los salarios siempre están siendo reducidos a su nivel
de subsistencia, sino que los salarios reales tienden a aumentar en función de dos
condiciones: que el sistema esté en un período de acumulación sano y la tasa de
plusvalía8 esté en aumento, y que los trabajadores estén organizados para luchar por
estos aumentos y mejora de condiciones. Es fundamental que los trabajadores luchen
por alterar los elementos histórico y social del valor de su fuerza de trabajo. Se tiene
que ir aumentando el standard de vida. Este standard no tiene que ver sólo con el
salario, sino con la duración e intensidad de la jornada de trabajo y el número de
miembros de la familia que se tiene que integrar al mercado de trabajo. "El punto clave
aquí es reconocer que es precisamente a través de la lucha por alterar los elementos
históricos y sociales del valor de la fuerza de trabajo que los trabajadores pueden
obtener beneficios de largo plazo en su estándar de vida". (Botwinick, 1993:69-70)
Este es un elemento clave en la lucha sindical, y debe ser parte fundamental de la
estrategia y objetivos del movimiento obrero. Resulta evidente que las actuales
políticas tendentes a la "distribución del trabajo" con contratos de tiempo parcial y
determinado o reducción de la jornada con reducción del salario significan una
disminución de estos elementos históricos y sociales. Además, a diferencia de lo que
postula la teoría neoclásica, el abaratamiento del salario no genera una reducción del
desempleo, porque la oferta de trabajo no se comporta a la manera neoclásica y una
disminución del salario no disuade más que a unos cuantos mientras que hace
aumentar la oferta de trabajo y por tanto la población activa. Ni genera tampoco mayor
número de puestos de trabajo. El resultado más probable, y este ha sido el caso
concreto y reciente de España, es la precarización del trabajo y el incremento de los
beneficios del capital.
8Aquí, como en otros apartados en que Botwinick habla por ejemplo de que los
incrementos salariales no son inflacionistas, o donde aborda el problema de la rentabilidad o las crisis, nos parece que sería conveniente hacer referencia explícitamente al salario relativo.
Diferencias entre mercado de productos y mercado de trabajo. Es importante insistir, y
esto lo hace Botwinick continuamente, en la importancia de la organización, la cual es
necesaria porque siempre va a existir el ejército de reserva para presionar a la baja de
los salarios, y "[a] diferencia de los otros bienes donde las continuas desviaciones
hacia arriba o hacia abajo del precio regulador tienden a asegurar que los productos
generalmente se venderán a su valor (o precio de producción), la fuerza de trabajo
debe contender siempre con el ejército de reserva inclusive en períodos de rápido
crecimiento. Así, mientras que en los descensos los salarios con toda seguridad van a
caer por debajo del valor de la fuerza de trabajo, las tasas salariales no van a subir
automáticamente con la recuperación económica." (Botwinick 1993:88) Los
trabajadores tienen que luchar para mantener el estándar de vida durante todo el ciclo
industrial. Si no consiguen aumentar el salario no van a obtener el pago del valor de su
fuerza de trabajo como promedio, pues no compensarán la caída de los salarios en la
crisis o depresión. Además, una vez alcanzados los niveles físicos del valor de la
fuerza de trabajo no se debe esperar a que intervenga el Estado, pues éste permitirá
que el componente social disminuya, como ha sucedido en Estados Unidos a partir de
los años 80, en condiciones de extrema debilidad de los sindicatos. (Ibíd.) Y sucede
ahora en la Unión Europea y prácticamente en todo el mundo.
Para Marx, los trabajadores que perdían su empleo debido a la mecanización o el
permanente declive de sus sectores originales de empleo (un ejemplo muy actual
serían los mineros y astilleros a España) se veían en circunstancias muy difíciles
durante una gran parte del resto de su vida laboral. Esto es particularmente verdadero
para trabajadores más viejos, que se ven sometidos a la competencia de trabajadores
más jóvenes que pueden trabajar más duro y adaptarse con mayor facilidad a las
cambiantes condiciones del trabajo moderno. (Botwinick, 1993:98)
Independientemente de la edad y el nivel de cualificación, sin embargo, todos estos
trabajadores desplazados deben intentar restablecer su conexión con el ejército activo
en un mercado de trabajo generalmente caracterizado por un exceso de oferta incluso
en períodos de rápido crecimiento. Como resultado, la competencia puede resultar
feroz, e inclusive los mejor cualificados y fuertes dentro de los desempleados
encontrarán difícil reintegrarse al ejército activo, y si lo consiguen generalmente es en
peores condiciones salariales y laborales que las que tenían anteriormente. (Botwinick
1993:98)
Cuando Marx afirma que el mercado de trabajo está sujeto a leyes diferentes a las de
los otros mercados debemos tener en cuenta por lo menos las siguientes
circunstancias: 1º , al obrero no se le paga su trabajo, sino el valor de su fuerza de
trabajo; 2º , por mucho que se reduzca el valor de los componentes físicos del salario,
la fuerza de trabajo no puede abaratarse a la manera de las otras mercancías debido a
los factores histórico-sociales; 3º , variables como organización sindical y ejército de
reserva actúan (en sentido opuesto) en el establecimiento del salario real; 4º La fuerza
de trabajo "excedente" no puede desecharse a la manera en que, por ejemplo, se echa
al mar o se quema la sobreproducción agrícola o pesquera, y gravita constantemente
en torno al mercado de trabajo.
Limitaciones empíricas. A pesar de su "renacimiento" no pasó mucho tiempo para que
la realidad volviera a levantar grandes retos a la teoría ortodoxa. "La alarmante
persistencia de grandes sectores de trabajadores extremadamente mal pagados a
pesar de las dosis sustanciales de programas gubernamentales de formación
profesional destinados a incrementar su capital humano levantó muchas suspicacias.
De la misma manera, la existencia de severas diferencias inexplicadas entre hombres y
mujeres y entre negros y blancos resultó ser otro problema irresoluble. De acuerdo con
el argumento neoclásico, las fuerzas de la competencia deberían de haber actuado
para eliminar esas diferencias discriminatorias (Becker 1957), pero estas evidentes
desigualdades se siguen reproduciendo." (Botwinick, 1993:33)
En la medida en que los economistas ven más cuidadosamente la teoría del capital
humano surgen críticas sustanciales, como el de usar el promedio de escolarización
como variable clave para indicar la inversión individual en capital humano, o el hecho
de que muchos individuos no la conciben como un bien de inversión, o que en algunas
empresas está siendo más importante la formación en el trabajo y que los años de
estudio a menudo son irrelevantes como indicadores del nivel de cualificación.
Recientemente se ha advertido sobre las limitaciones empíricas en el uso del nivel de
escolaridad como indicador en los estudios sobre salarios, y que al tomar en cuenta
otras variables como intensidad de capital, dimensión de la planta y costes materiales
por trabajador9 la educación general tiene poco significancia estadística. (Botwinick,
1993:34)
9Ese tipo de variables se hayan prácticamente ausentes en todos los estudios.
El acelerado incremento de los niveles educativos en los países europeos,
particularmente a nivel universitario, y las alarmantes cifras de desempleo en muchos
de ellos (particularmente España) permite pensar que aunque la gente intuye que con
estudios le puede ir menos mal, no los concibe exactamente como una inversión
libremente elegida, sino que la "acumulación" de estudios rebasa las consideraciones
de tipo económico y puede incluso obedecer a una situación contraria a la esperada,
esto es, al paro, a la decisión de seguir estudiando mientras se consigue un empleo o
para "no perder el tiempo". La racionalidad económica neoclásica no deja, pues, de ser
un mero ejercicio de abstracción teórica, de suponer como serían las cosas si fueran
distintas a como son.
El capital humano y el trabajador como "capitalista". El concepto de Capital Humano,
hemos dicho, ha tenido una amplia aceptación, muy acrítica casi siempre. Queremos
señalar, por último, un par de cosas. En primer lugar, el ahistoricismo con el que se
maneja la categoría de capital, misma que, como todas las categorías económicas,
está vinculada a determinadas condiciones sociales de producción. En tal sentido
habría que decir que no puede considerarse en abstracto el desarrollo y potenciación
de las cualidades del individuo como capital. El capital es una relación social y, dice
Marx, aunque todo capital es una suma de mercancías, de valores de cambio, no toda
suma de mercancías es capital, para ello es necesario "el imperio del trabajo
acumulado, pretérito, sobre el trabajo vivo", trabajo vivo que al contacto con el trabajo
pasado lo incrementa y lo hace aparecer como "una potencia social independiente, es
decir, como el poder de una parte de la sociedad."10
10Ver C. Marx, Trabajo asalariado y capital.
Y no puede pasar sin crítica la afirmación de que: "Los trabajadores se han convertido
en capitalistas, no por la difusión de la propiedad de las acciones de las sociedades,
como lo hubiera querido la tradición, sino por la adquisición de conocimientos y
habilidades que tienen un valor económico". (T.W. Schultz, 1961a:17) O sea que el
que "invierte" en sí mismo es capitalista, o todos lo somos de alguna manera pues
todos somos en mayor o menor medida poseedores de "conocimientos y habilidades
que tienen un valor económico" y hemos decidido en algún momento estudiar o dejar
de hacerlo. Sobre esto diremos brevemente un par de cosas.
Si bien es cierto que, en el capitalismo, las cualidades humanas incrementadas se
constituyen en "capital" desde el punto de vista de la sociedad en su conjunto (aunque
sea sólo en el sentido de constituir un acervo explotable para la producción), ellas no
son más que un capital potencial, y no para los individuos que las poseen. Esto es, la
adquisición de conocimientos, el desarrollo de habilidades, la expansión de los
saberes, además de la mejoría en la salud y otras adquisiciones que inciden en el
aumento de la calidad de vida (y en la cantidad de vida) de las personas solamente se
convierten en capital cuando el individuo establece una determinada relación social, o
entra en contacto, con los medios de la producción, y será el lugar que ocupe en esta
relación lo que definirá si estas capacidades convertidas en capital han hecho de él un
capitalista o no. Y la realidad muestra que en la mayoría de los casos en el mismo
momento en que estas cualidades se convierten en capital (capital variable) es en el
que dejan de pertenecer al individuo y pasan a pertenecer a quien las ha adquirido
(independientemente de que esta adquisición no sea más que temporal y nunca se
separe físicamente del individuo), esto es, a quien a través de un contrato va a
disponer de ellas, el capitalista. En ese momento el individuo deja de disponer y de
tener poder de decisión sobre su trabajo (que incluye la aplicación de todas sus
capacidades) y el producto de su trabajo (por mucho que en la gestión moderna de las
empresas se pretenda que se les concede mayor participación). Generalmente esto es
lo que sucede con el "capital humano": en el momento preciso en que la fuerza de
trabajo se convierte en capital es porque ya ha dejado de pertenecer a su poseedor,
quien la ha cambiado por un salario.
A estas alturas está claro que no se trata solamente de falta de rigor en el manejo de
las categorías, sino que existe una intencionalidad en los postulados.
BIBLIOGRAFIA
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