N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

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IIANUAL DE ELOCUENCIA ESPAÑOLA ,

DEL NUE\"0 .PLAN DE

POR

MADRID: fR45 : lliPftB~TA DI! DOX IG~ACIO BOIX.

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Cesó ya de negarse la utilidad y be­lleza de la elocuencia, ósea el don feliz de imprimir en el corazon de los demas las ideas que se agitan en el nuestro, y por consiguiente la importancia del ar­te que enseña las reglas de perfeccio­narla : asi lo conocieron desde tiempos muy remotos las naciones mas cultas, elevando á sus profesores á los prime­ros puestos del Estado. Es verdad que entre nosotros no ha llegado todavía á aquel grado de lustre y explendor que la hizo tan célebre en las repúblicas griegas, y la distinguió muy particular-

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mente en la romana; pero al menos po­demos asegurar que es una de las car­reras de mas prestigio en el día, en que se ha abierto ya el campo á la ambicion literaria para no volver jamás á cerrar­se, y en que todos pueden aspirar á en­trar en los salones de la Representacion nacional , digno palenque de esta arte, de la que con frecuencia dependen los intereses mas sagrados del hombre y de la sociedad.

Triste es, sin embargo, ver enseñar la Retórica á los jóvenes precisamente á una edad en que, si nos es permitido decirlo , carecen del criterio necesario para sacar de ella todas las ventajas crue pudieran apetecerse si se les explicase desP.u~, y lo que aun es mas malo, el que · se adopten para su enseñanza au­tores fl·ecuentemente difusos y á la edad en que los aprenden fastidiosos : razon

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m sin duda por la cual es mirado despues su estudio como frívolo 6 de ninguna ventaja aun por sus afectos. Pero pues que asi encontramos las cosas y no nos es dado variarlas, cumpliremos nues- · tros deseos y buena intencion publi­-cando este 1\ianual. Él á la verdad no es una obra nueva, porque tampoco pu­diera ya serlo en esta materia aunque se intentára. La que ofrecemos, no obs­tante, reune por su concision, exacti­tud y buen orden el interés de Jos ma­gistrales y las yentajas de los tratados elementales , por su claridad y su bre­Yedad, y principalmente por el corto precio á que se puede obtener. En lo demas no hemos hecho mas que reunir y copiar á veces lo que hemos hallado en Blair, Conclillac, Araujo, Hermosi­lla y Capmani , limpiándolo sin embar­go de la redundancia con que el deseo

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de lucir y la erndicion lo habían re­cargado. Asi, pues, siendo muchos los que han escrito y aun escriben sobre la Retórica , explicándose cada cual se­gun su estilo y carácter , concluire­mos encargando á nuestros lectores mi­ren sin pasion la balanza que mas pesa: si el celo , objeto y fin con que hemos escrit.o para su mayor aprovechamien­to; si el desaliño con que se ofrece y presenta.

Et veniam pro laude peto: lauda tus abunde Non fastiditus si tibi lector ero.

Ovtoto.-De trislibus.

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RETORICA.

PARTE PRIMERA.

REGLAS GBNBRALBS DB LA ORATORIA.

De{inicion ck 14 Retórica: sus partes ,

&a Retórica es el arte que ensena á persuadir por medio de la palabra; mas para conseguirlo, cualquiera que sea la clase de discurso en que se pretenda, necesita el orador indispensablemente: primero, pensar: segundo, ordenar sus pensa­

.,mientos: tercero, elegir expresiones combinán-

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MANUAL dolas despues en cláusulas y períodos bajo las mejores formas para enunciarlos: y cuarto, usar el modo mas conveniente de comunicarlos. Lo primero se llama invencíon, lo segundo, disposi­cion; lo tercero, elocucion; y lo cuarto, supues­ta la viva voz, pronunciacion. 'l'ales, pues, son los puntos que se explicarán sumariamente.

SECCION PRIMERA.

DB LA INVBNCION.

La invencion, segun aquí la entendemos , !es una séríe de pensamientos que surgen ó deben surgir del alma del orador. Pensamiento no es otra cosa que la reunion de una idea y del juicio formado de ella, con los afectos escitados por una y otra en el corazon; pero como estos afectos, aquella idea y aquel juicio, para ser buenos han de tener cierto origen, algunas cualidades deter­minadas y un enlace general, nos ocuparemos de cada uno de los tres puntos por su orden.

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DE ELOCUENCIA. 3

ARTICULO l.

Del origen de los pensamientos.

Dirigiéndose el orador comunwente 1!. probar el asunto que se propone por una parte, y á mo­ver por otra los ánimos, sus pensamientos por precision han de tener asimismo estos dos obje­tos. De aquí, {lues, la_ division de ellos en convin­centes y persuasivos.

NUMERO l.

Pensamientos de conviccion.

De los pensamientos que tienden á hacer la prueba, unos son intrfnsecos que salen de las en­trañas del mismo asunto, y otros son extrfnsecos porque se buscan de fuera. Los primeros, que tam· bien se llaman tópicos, ó lugares intdnsecos, son, segun algunos retóricos, diez y seis, á saber: de­finicion, division, notacion, etimologia, conjuga-

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MANUAL ta, género, forma, semejanza, desemejanza, com­paracion, contrarios, repugnantes, adjuntos, an­tecedentes, consiguientes, causas y efectos. No nos acordemos jamás de la notacion, etimologfa y conjugata, porque no son mas que un juego de pa­labras sin meollo : omitamos tambien el género, forma, contrarios y repugnantes que se habrán ya explicado en filosofia; y porque basta el cono­cimiento de la antítesis y de los nombres comu­nes y propios para saberlas manejar¡ reunamos en una sola la semejanza, desemejanza y compara­cion , pues que no hay otra diferencia que aque­llas se hacen ·con las cualidades, y esta con las cantidades; por ejemplo: es mas astuto que U Ji­ses, no es tao sabio como Tulio¡ semejanza y de­semejanza: es mas alto que una montaña, es mas pequeño que un grano de mostaza; comparacion.

¿Qué lugares quedan? Delinicion, division, adjuntos, antecedentes, consiguientes, causas y efectos, los que expondremos por su orden.

Delinicion es explicar la naturaleza de una cosa por sus predicados ó partes esenciales sin las cuales no puede existir; por ejemplo: el hom-

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DE ELOCUENCIA. 5

bre, en su ser fisico, es un compuesto de esplri­tu y materia, y en su ser moral es animar discur­sivo, capáz de castigo y premio.

Division, es considerar un todo en sus partes componentes; v. g. la vida humana en puericia, adolescencia, juventud y vejéz.

Adjuntos, las circunstancias que pueden ha­llarse en la cosa, y comunmente son ocho: pri­mera, la persona de quien se trata y todo lo que á

ella pertenece, como su linaje, educacion, cos­tumbres etc.: segunda, la accion, asunto ó pre­dicado que se le atribuye: tercera, el lugar ó si­tio en donde esta se ejecute: cuarta, los cómpli­ces ó compañeros en-ella: quinta, las veces que se ejecutó ó intentó: sesta, el motivo porque se hizo: sétima, el órden, modo y série con que se practicó: y octava, el tiempo en que la tal cosa se realizó. Ejemplo de todo: Catilina babia re­suelto incendiar á Roma el veinte y siete de oc­tubre en los días saturnales. ¿Quién era Catilina? P1·imera circunstancia: un foragido de rotas cos­tumbres. ¿Qué intentó? Segunda: el incendio de su patria. ¿En donde pensaba cometer este deli-

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to? Tercera: en la capital del mundo, á vista y presencia del Gobierno. ¿De quiénes se valió,? de Maulio Lucio y otros tales que él. ¿Cuántas ve­ces intentó esta maldad? Quinta: no una sino en diferentes ocasiones. ¿Por qué? por mandar y en­tronizarse de tirano. ¿Cómo tenia tramada esta iniquidad? Sétima: sobornando, robando, talan­do etc. ¿Y en qué ocasion, en qué dia? Octava: en el mas memorable de regocijo público.

Antecedentes y consiguientes, cuando supnes· ta una cosa necesariamente se ha de seguir otra¡ v. g., eres hombre, luego has de morir: el arbol ha tenido mucha fruta , luego ha babido mucha flor.

Causas y efectos: aquellos son el a.gente que produce y estos sus resultados; por ejemplo : el esceso del vino causa la cmhriaguéz, y la em­briaguéz es el efecto inmediáto del esceso del_vi­no. Las hay eficientes que son las que producen un efecto flsico ó moral: físico, como el veneno causa la muerte, la tierra produce los frutos: mo­ral, como las persuasiones, halagos y promesas producen una accion buena ó mala. Las hay tam·

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DE E.LOCUENCIA. 7

bien materiales ó de que se forma una cosa: for­males que dan el ser á la tal cosa ; y finales que denotan el obJe.to para que se hace. Ejemplo : el Rey mandó construir un palacio y en efecto se construyó. El Rey es la causa moral de la cons­truccion: los arquitectos la causa ellciente: la piedra, madera, argamasa , etc. causa material: la disposicion y estructura arquitectónica del pa­lacio, causa formal: ¿y para que se hito? para v~ viren él, causa final.

Omitimos tratar individualmente de los fuga­res extrlnsecos, pues que solo se suelen usar en los asuntos forenses. De ellos se cuentan siete: primero; el testimonio ú autoridad, corno es para los cristianos la sagrada Escritura, la iglesia, etc. segundo; la ley, que es lazo que sostiene la socie­dad, los pactos, convenios ó contratos: enarto; el juramento entre los cristianos: quinto; los prejui­cios ó juicios anteriores por tribunales competen­tes , porque si en caso semejante se falló en un sentido lo mismo debe esperarse: sesto; la fama pública bien calificada: sétimo; los testigos por su orden, primero el ocular, etc.

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S lli~Ufi.L

NUli ERO 11.

Pensamientos de pe1·suasion.

Para que Jos pensamientos que se hayan de dirigir á escitar los ánimos se presenten al enten­dimiento del orador, es indispensable : primero; que se posea totalmente de los afectos mismos que se propone inspirar, segun el aforismo de Hora­cío: Si vis me {lere flendun~ est tiói ipsi prins: se­gundo ; que conozca á fondo las ·inclinaciones, sentimientos y resortes del corazon, con especia­lidad el amor, el ódio, el miedo, la esperanza, la misericordia , la indignacion, la pereza, la emu­lacion y ambician; porque siendo éstas las pasio­nes que mas dominan, ellas son las que con mas esfuerzo debe el orador escitar ó calmar oportu­namente segun su ;intento: y tercero; que á un profundo estudio del asunto ú hecho de c¡ue se trate y sus circunstancias, reuna un buen talen­to y una grande instruccion.

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DE ELOCUENCIA. 9

ARTICULO !l.

De las cualidades de los pensamientos.

Sean de la clase que se quiera los pensamien­tos, para que produzcan el efecto deseado, debe­rán ser verdaderos absoluta. ó relativamente, el a­ros, nuevos, naturales, sólidos y oportunos. Ab­solutamente verdaderos serán cuando estén de acuerdo .con la naturaleza de las cosas cuales existen ó han existido; y lo serán relativamente cuando lo estén con las cosas tales como debieron ó deben ser admitidas algunas suposiciones. Su claridad ha de ser tanta , que á. primera vista se entiendan; si el auditorio sin embargo fnese ins-truido , podrán tambien ser profundos, ó de tal :~. clase qne se necesite alguna meditacion para comprenderlos , pero nunca oscuros, confusos, embrollados 1 ni ;enigmáticos. Cuando no sean nuevos, ó sean usados , deberán siquiera tener cierta novedad en sus accesorios. A la naturali-dad podrá sustituir aunque muy rara vez la i1,1ge.- ..

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niosidad; jamás, empero , la fuerza ni la violen­cia. Sin solidéz ó con suti leza nada se puede pro­bar. La oportun idad depende por fin del objeto á

que se encamina el discurso: si aquel es grandio­so, grandiosa será la idea; si desaliñado, desali­ñada, y si sublime, sublime deberá s·er.

ARTICULO 111 .

Del enlace de los pensamientos.

El enlace de dos ó mas pensamientos , de los cuales el uno confirma al otro por la verdad que en sí encierra, y por la conexion que tiene con et que trata de confirmar se llama argumento. Este, pues, coust.a. de dos extremos, conocido el uno y el otro desconocido: al primero suelese dar el nombre de principio , y al segundo el de conclrt­sion. Segun el¡n·inc-ipio se dividen los argumen­tos en varias clases. Si les sirve de base una no­cion comun ó admitida generalmente, se llama­rán positivos: si un dicho ó hecho del contrario, de aquel á quien el discurso ha de dirigirse, per­sonales; si una cosa falsa ó no sucedida, pero que

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DE ELOCUENCIA. 1'J hipotéticamente se admite como verdadera ó co­mo existente, condicionales: si un hecho privado de ~a misma especie que el que se agita, ejempla- ' res: si solo tienen con él cierta analogía , seme­jantes; :y si se •compusics.eu por Jin de muchos ejemplares reunidos, se llamarian inductivos. Ci­cerou nos orrece muestras de todas estas espe­cies. Queriendo probar en su o.racion pro :A.si­lone que, en .suposicion de ·que Glodio hubiese acechado contra la wida de ásilou, pudo éste ma­tarle justamente en defensa propia, alega el dere­cho natural, el constituído y la costumbre de lle­var armas para el efecto: argumentos todos posi­tivos. En seguida \lace ver que Asilon no pudo meditar ó intentar la muer.te de 6Iodio, supuesto que aparecía de las declaraciones de Jos testigos contrarios, (¡ue salió éste para no voll'er en aque­lla tarde, y que si vot.vió fue por ).IDa casualidad que Asilon no pudo prever'; argumento personal. Asimismo, tratando de demostrar en su primera Catilinaria que el silencio del ScJJado, mientras ex­hortaba él á Catilina á que saliese de Roma equi­valia á un decreto formal de destierro, supone por

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un instante haberse dirigido en iguales térmiuos

á dos buenos ciudadanos, en cuyo caso otra seria

sin duda la conducta del Senado; argumento con­

dicional. Hace ver despues por una série de ejem­

plos que babia podido quitar legalmente á Catili­

na la vida; argumentos ejemplar é inductivo ; y

concluye diciendo que asi como los calenturien­

tos si heben agua fresca se alivian al parecer

momentáneamente, pero luego se agravan mas,

asi tambien se agravarían los males de la Repú­

blica con la muc•·te sola de Catilina, cuyo argu­

mento es ya semejante.

De todos ellos los personales son los mas fuer­

tes, y hablao:lo generalmente, se debe hacer uso

de los positivos en asuntos de mera especulacion,

y cu los teóricos, principalmente si se trata del

pon·enir, de los ejemplares. De los semejantes-se

de he usar solo por adorno y con sollriedad.

SECC!OX SEGO 'DA.

DE LA D!SPOS!CION.

Esta no e> otra co~a que la coorc!inacion de

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DE ELOCUENClA. t3 I'Os pensamientos; para lo cual se debe saber que todo discurso, sea el que fuere, consta esencial­mente de dos parles, proposicion y confirmacion, sin las cuales no puede existir. A veces, sin em­bargo, se le hace constar de otras accesorias, co­mo exorllio y tm·orac-ion. El exordio , aunque no siempre es necesario, lo suele ser de costumbre. La peroracion ordinariamente se omite áunq1le algunas veces seria del caso. Pudiendo, pues, usarse de todas las cuatro parLes, las explicare­mos con brevedad.

ARTICULO l.

Del exm·dio.

El exordio , ·por donde generalmente em¡>ieza · el 4iscurso, tiene por único o!Jjeto hacer á los oyentes atentos, dóciles y benév~los: benévolos, presentándose el or·ador con modestia , compos­tura y hn:nildail: dóciles, proponiendo el asunto con claridad, b_revcdad y verdad; y atentos, pro­metiendo cosas útiles, srandes y provechosas.

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14 lllA~U.I.L

Puede ser natural ó legítimo , que es el que

regularmente se debe osar, el cual ha de salir de

las en~railas del mismo asunto, mas sin anticipar

en ~1 pru~bas ó puntos que se hayan de enunciar

despues. Lo hay tambien repentino ó ex-abrupto, cuan­

~o el orador agitado de una vehemente pas,ion,

comienza á hablar arrebatadameute sin prevenir

el ánimo det auditorio, como .Ciceron en su pri­

mera Catilinaria. « ¿Quousque taudem abuteie,

Catilina patientia nostra ?» Dice: ¿basta cuándo,

Catilina, has de abusar de nuestra paciencia? Es­

te casi nunca se ha de emplear.»

Lo lHty ademasde insinuacion, cuando el ora·

dor usa de algun rodeo para exponer el fin á que

se dirige, poFque teme no le sea favorable la dis­

posicion de los ánimos, en cuyo caso necesita ir

preparándolos poco á poco autes de descubrir en·

teramente su idea. El mismo Ciceron nos ofrece

\lll helto ejemplo de este exordio en su oracion

contra la ley Agraria propuesta al pueblo por Ru­

lo. Viendo pues In p~edisposicion que había para

volar el proyecto, y no atreviéndose desde luego

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DE ELOCUENCIA. 15

á impugnarlo, empieza confesando los favores que tenia recibidos del pueblo y la predileccion con <¡ue éste le babia mirado: se congratula con el de ser magistrado popular, aunque como de paso di­occ algunos habían abusado de este nombre; en­salza y llena de elogios á .los Gracos y otros favo­riws del pueblo: descubriendo despues su objeto algo mas, afiade: que él en un principio estaba <lispuesw á apoyar la ley si la hubiera encontra­do just.'\, pero que habiéndola examinado babia visto oon dolor que no lo era; y avanzando por fin concluye que su parecer era rechazarla; pero que si no ·estaba bien, esto es, que si no era éste ~1 voto de los demas retiraria el suyo y la apo­yaría.

Lo hay tambjen ilegitimo ó vicioso cuando sea vulgar, ó comun y separado del asuuw; ó no ten_ ga conexion con el cuerpo del discurso; mas de este siempre se debe huir.

El exordio, por último, debe ser breve,. claro, sencillo, correcto y variado.

Por lo que wca á su mecanismo suele empe­urse por una proposicion general: ésta se ilustra

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•Ji) MANUAL en las cláusulas que convengan: se desciende des­pues á otra m((s circunscrita que se prueba igual· mente, y se termina con una que toc¡ue ya el mis­mo asunto, y como que le sin·a de transiciou, se­gun puede verse en el de la oracion Pro lege Ma­nilia de Ciceron. 'En discursos muy breves una sola proposicion bastará para componerlo.

ARTICULO 11.

De la pt·oposicion.

, La proposicion es la exposictOn del asunto que el orador quiere dar á conocer en sn discur· so. Si abraza dos ó mas puntos se divide, cuando así: convenga al mejor método y claridad, atendi: das l:is circunstancias. A esta operacion se da el nombre de division, pero si fuese necesario ilus­trar el asunto con relaciones ó recuerdos de al­gunos hechos tomará el nombre de narracion.

Sobre la simple proposicion bastará decir que se debe' hacer con sencilléz, con concision y con

, claridad, y que si la hubiesen de_ acompañar re-

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DE ELOGOENCii\. 17

llexiones, deberán estas ser oportunas, cscogid<is é interesantes.

La division ha de ser absolutamente necesa­ria, ·cla1'a, completa, de tres partes á lo mas y to­das ellas distintas. La referida oracion P1·o lege ltl anilia es un modelo de esta clase.

La narracion consiste en exponer un hecho como· sucedió. Debe ser breve, clara, verosímil y gilstosa. ·Es, pues, la historia de los sucesos : y en tal .co·ncepto los expondrá el orador favorable­mente por el 6rden de su acaecimiento , con na­turalidad, exactitud y puntualidad , explicando nombres, datas, parajes y cualesquiera circuns­tancias importantes , omWendo las menudencias ·uiúiiles y todo lo que no contribuya á la claridad y energía:

·Di!icilmeúte, sin embargo, se llegará á la per­feccion é¡l.las narraciones, á no ocuparse prime­ro en·peq.ííeñoS ensayos ó progimnasmas, como ol cuento de que hablaremos en la tercera parte de este tratado· y la· anécdota.

Esta, llamada tambien ebria ó anécdota, es un discur~;o pequeño en que se celebra algun dicho

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ó hecho particular pero muy notable. sr el dicho es por ejemplo el i·t·tepatabile ttm¡nts de Virgi~ Ji o ó eiJ>alida mo1·o de Horacio, se llama: ebria verbal: si fuese algun hecho se llama: activa; y si uno y. ot1:o mixta: ejemplo; bincóse de rodillas el filósofo Diógenes delante de una esk'\tua de már­mol, y. alaTgando la mano permaneció asi mucho tiempo· en ademan de suplicar que le socorriese. Preguntado por algunos ¿.qué' hacia?' respondió: acostumbrarme á padecer ~epulsas en mis preten­siones. La anécdota debe ser clara, exacta verí­dica y natural.

Las 6guras mas á propósito para adornar la narracion son la descripcion, suspensiotf, comu­nicacion, interrogacion y exclamacion.· En tito Livio son scfialadas y dignas de leerse las narr~­eiones históricas del combate de los Horacios y Curacios, de la muerte de Lucrecia, de la extin­cion de los Tm·quinos y otras varias. En Giceron pued<ln, servir de modelo las .de las oraciones en defensa. de Ligario Asilon y Roscio. Amerin'o.

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DE ELOCUENCIA. 19

ARTICULO m.

lJe la confinnacion.

La cónfirmacion, tambieu dicha pru·ebit, 6 sea la demostl•acion del asunto que se ha propuesto, se puede obtener de dos modos; 6 alegando ar­gumentos direC'tainente favorables , 6 refutando los de contrario. La forma mas á> propósito para exponer unos y otros es el silogismo filosófico en todas sus especies; pero se debe advertir que- en la oratoria es mas extensivo y variable á gqsto del orador. Sus partes pue.den ser tres, cuatro y aun cinco: primera, proposicion 6 premisa ma­yor: segunda, prueba de ella: tercera, asuncion, proposiéion: 6 premisa menor: cuarta, su prueba; y quinta., su conclusion. El asunto, sin embargo, es a vecl'.s tan claro que no necesita prueba, por lo cual no siempre se emplean todas estas parte&.

En orden ii la colocacion de los argumentos, • se delren obseFvar estas reglas: primera, separar los que sean entre sí de distinta naturaleza: se­

- gunda, examinar sus· grados de fuerza, y con ar-

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20 ' MANUAL reglo á ella, ó bien e,mpezar por los débiles cuan­do la causa sea clara, y por el convincenle si es único, cuandq sea dudosa , ó bien, si existiesen muchos, poner al principio unos, otros al fin y en el-medio los menos sólidos, asi ·como en un ejér­cito l·a trqpa mas fuerte se coloca en la '•anguar­dia ·-y retaguardia y la mas débil en el centro: t.Crcer,ar no presentarlos con distincion ni de por si. cada-uno, sino-cuando sean conélu'yenles y api­ñarlos y expoue'rlos por el contrario, digámoslo asi, de ·un golpe cuando no lo sean : cuarta, en fin•¡ no extendernos demasiado ni . considerarlos bajo todas· sus fas~s para que el artificio no se descubra.

Con el .objeto de dar mas-fuerza á la-prueba, conviene y generalmente ~e suele usar la ampll:­ficacion, que consiste en presentar un hecho en , toda su exteosioo, poniendo á la vista· cuanto en él haya de bueno y malo. Ciceron recomienda mucho este m'edio que en su dictámen ·ha de constar de conceptos grandiosos expresados con cuanta pasion, bellllza y gallardia sea posible co-mo él lo hizo en sus verrlnas. ·

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DE ELOCUENCIA. 21

Finalmtlnle, aun cuando en el exordio y pe­roracion se pueden exponer tambien aquellos pensamientos que tienden solo 11 escitar los áni­mos, y que constituyen lo que se llama parte pa­tética del discurso, á veces no necesaria, será me­jo!' casi siempre que su exposicion se haga aquí; pero para ello es indispensable que el orador ba­ya colocado 6 que conduzca y coloque á sus oyen­tes en el estado moral mas á propósito á su inten­cion, y que cuente sobre ·todo con su confianza, ó trate de aaquirlrsela si no la tiene, hablando de si mismo ventajosa y modestamente. Esta· es la ope­racion que se designa por expresion de costum­bres. Sobre ella parece inútil exponer reglas, su­puesto que segun la defioicion de los antiguos, t~ir bonus dicendí peritus, ninguna seria bastante si el orador no estuviese adornado de aquellas prendas que en cualquier pais y tiempo inspiran por sl mismas veneracion. Valga, sin embargo, por lo que quiera, un ejemplo de semejante ras-

. go oratorio, en la o1·acion de Ciceron Pro lege lrfa­nilia se encontrará.

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2-2 !IIANUAL

,Á·RTH!ULO !V.

De la peroracion.

L~ peroraC'ion ó epilogo es !a reunicin ·ó reco­pilacion de· lo mas fuerte y convhrcente, la cual ·será útil cuando ·el orador no na ya: éonsegufdo el ·OlJjeto que se propone, porque en otro caso· sería im'portuno. En el de emplearlo debe cuidarse· de que sea breve, de que abrace los puntos princr­·.pales de la oracion, y de aílrrdir en él' reOexi?n:es _- cortaS'_ que realcen lo ya probado. ·

SECCiON TÉll'CERA:.

DB LA J!LOCUCION.

Por elocucioli se de be entender la ~raduccion

- del pensamiento á un lenguaje. Pero como. e~ ha­cerla seria imposible ·sin elegir expresiones .y sin combinarlas en cláusulas, y aun asi sería toda-vía incompleta si el pensamiento no se expusiese ha-

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DE ELOCUENCIA. ~3

jo las formas mas á propósito , analizaremos ~r su orden estas tres diferentes opera.c!on.es.

ARTICULO I.

De las expresiones. •

.La e¡¡presion , considerada oratot•iameute, es el signo total de una idea, ora conste de una pa· labra ó de muchas. Las palabras, y por consi­guiente las expresiones son propias ó impropias. Llámanse propias aqueU~ que deben entenderse literalmente ó en su primitiva y mas usual sig­nificacion ; y toman el nombre de impropias ó

figuradas, y mas comunmente el de tropos aque­llas cuyo sentido se infiere por su conexion y ana­logia con algunas otras.

. NUWIRO l .

Expresiones propi-as.

La expresion, cualquiera que .sea , para S!!r

buena ha de tener estas cualidades: .pureza, cor­reccion, propiedad, precision y exactitud, conci­sion ,. claridad , naturalidad , cnergla , decencia,

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24 ' !tlA.NUAL melodía ó suavidad, y .col)formidad por últiiuo con la clase del . discurso en que se pronuncien. A continuacion de cada uno de estos puntos , si· es posible, se darán reglas.

• La pureza es. la conformidail·de la expresion con el uso. Por tanto, par~ ser pura, es indispen­sable que lo sean 6 que sean cástiza~, corrientes y usuales las palabras 6 los términos qne·CQm­p¡:enda y que t~mbien lo sea su combiuacion ~ Las vocc:s anticuadas rara vez deberán usarse sino .en las composiciones jocosas. Las nuevas, si son e~tranjeras, solo se han, de emplear por necesidad, y aun así castellanizá]ldolas. Las derivadas po­drán usarse, mas sin esceso. Se evitará siempre que se pueda la reunion en una sola de dos a.dje-· tivos, ó~edos ~ustantivo.s; 6 de un. sustantivo y un adjetivo, pero no de proposiciones separables o inseparables., En cuanto á la conslruccion ó com­binacion de los térmiÍ1os, por regla general debe hu irse de la anticuada y de la extránjera, si ·bien se podrá hacer un uso escaso de la priÍn~ra. Em­pero, aun siendo las voces usuales y sin que sea extranjera ni anticuada su congtruccion , puede

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DE ELOCUENCIA.. 25 todavía ser la expresion defectuosa. Primero, por querer que signifique algnn término lo que no puede significar en su acepcion literal comun, ha­ciendo por ejemplo posesivo ó asimilativo un ad­jetivo al>Undancial, como si se dijese: selvosa es­pllsura por selva espesa; y segundo, por variar jos accidentes gramaticales de alguna voz, ha­ciendo transitivo un rer~o que no lo es, como el decir, v. g., yo le muero por yo te mato. A es­tos dos defectos de la expresion suele darse el nombre de neologismo.

La correcciones la estricta observancia de las reglas gramaticales en la concordancia y régimen de la exprcsion. lo útil y hasta ofensivo seria ex­plicar ó desenvolver aquí tales reglas, supuesto que en estu<lios anteriores se han debido deseo ­voh·er. Solo, pues, notaremos en cuanto á los descuidos de correccion, que para que alguna vez sean susceptibles de escusa, se han de haber in­fringido preceptos poco importantes, y han de Ila­ller recaído en discursos por su clase algo ahan­llonados, cuando con ellos gane el eslilo en sen­cilléz y naturalidad.

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2G lll.ANUAL Propiedad, ·precision y exactitud. ·La pr.imera

consiste en que la expresion no ·represente una idea distinta de la que se pretende significar. La segúnda en que no la enuncie en término~ gené­

.r-icos que ·convengan tamhicn á .otNt. Y la .ter­cera .en que no la presente mas ce.mplexa· de lo. que' en sí misma sea. Para dar á una expresiou estas· eualidades es necesario estudiar mucho el idioma, y tener ~icn conocido y fijado el valor etimológico y usual de todas sus voc.es , princi­palmente de las sinónimas. Estas significan, á no dudarlo, una misma idea que otras; pero cada.uirá dc;ellas la expresa con alguna diversidad .en sus cir.cunstancias; de manera que.si no se deslinda­sen bien tales diferencias seria· muy fácjl deeis mas ó menos de Jo:propuesto.

La concision•es la exacta representacion·de I:J idea, sin mas que aquellas.palabras necesarias pa­ra entenderla, y sin otras partículas ni formas gramaticales que.!a qu.e exige 1~ claridad. Del1e, pues, ·huirse de la re.d_ondancia, que es la cualiilad contrariá á la c0ncisioi). ~.ta, sin emliargo, pue­de sacrificarse atguu tanto en ftwor. de la 1.\rmo-

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DE ELOCUENCIA. 27 nía y nnmerosidad de la cláusula, mas solo en aquellos discursos cuyo objeto s;m deleitar, no en los que se dirijan á instr.uír.

La claridad consiste en que ofrezca la cxpre­siorl un solo sentido, y no·puc·da dejar de cnten­dcrs~ por aquel á quien se dirige. Mas compo­niéndose ésta de palabras, será indispensable re­chazar aL efecto las que senil' oscuras, ó las que puede succtler que el audito no 110 entienda, aun siendo única su accpcion, en cuya clase com­prendemos las cultas así llamadas, porque sin ser usuates se toman de lenguas sabias ya muertas. Las técnicas ó consagradas á objetos de ciencias, artes y oficios, podrán emplearse entre personas instruidas en la facultad Ir que pertenezcan. Per­mitido es tambien :dgun uso , aunque solo en obras jocosas, de las palabras ambiguas ó equi­vocas, ó sean lás que tienen varías significacio­nes distintas, asi como de las homominas, que son las que escribiéndose y pronunciándose del mis­mo modo que algunas otras tienen no obstante muy diferente uccpcion.

Naturalidad. Posee la exprcsion esta cualidad, 3

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28 1\IANUAL

cuando es tal que al oírla juzga cualquiera que á

él mismo se habría ofrecido, y que al orador no ha

debido costarle trabajo hallarla. Las reglas para

expresar con naturalidad las ideas, son: prime­

ra, no tratar sino de cosas que conozca mucho el

autor, de que esté bien persuadido y que le in­

teresen: segunda, no intentar singularizarse: ter­

cera, analizar detenidamente la expresion antes

de emplearla; cuarta, traducirla á otros idiomas

si es posible, y desecharla si en cualquiera de

ellos sentase mal, á no ser que fuese modismo ó

frase particular de alguno: quinta, en !in , ensa­

yarse y componer mucho.

Energla. Será enérgica la expresion si presen­

ta las cualidades mas interesantes del objeto, de

u•tHI manera capflz de producir en el ánimo cier­

ta impresion vi1·a y profunda. Esto, pues, se con­

seguirá. empleando oportunamente los epítetos y

las imágenes. Epi teto se llama á los adjcti vos, ya sean so­

los ó modificados, á los suslan ti vos de adposicion

y á las proposiciones incidentes que explican una

cualidad, cu~·a idea se trata de escilar separada-

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DE ELOCUENCIA. 29 mente de las de.nas que escita el nombre solo del objeto; como si se dijese por ejemplo: el hombre honrado, el apoyo de la desgracia. Las reglas que se deben t.cner presentes para la adopcion de los cpitctos son estas : primera, que sean oportunos 6 interesantes, lo que <1uierc significa¡· que expli­quen cunlidades relativamente directas al punto de ,·isla en que por entonces se considere el ob­jeto, como en esta expresion: «dificil es sobornar al justo,» porque el epit.clo justo, que en tal ca­so se ha.dado al hombre, contribuye á demostrar la dificultad de que llegue á ser sobomado ; mas si se dijese por el contrario, «dificil es sobornar al sabio• el epi teto seria entonces inoportuno, y la proposicion toda seria ridícula, porque la ciencia es mur dirercnte y no incompatible con el sobor­no; segunda, que lambieu sean propios ó expre­sen las cualidades que mas convengan il los ob­jetos á que sc aplican, como por ejemplo: «el feroz leon, • porque la rcrocidad es en efecto el carác­ter del rey de los .animales: tercera, que no sean vagos ó no expresen cualidades que á la vez cou­veug·to it otros ohjctrs; v.g. , que se llame Iras-

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30 i\IANÜAL

pat'entc pero no ligero al cristal, porque la ligere­za es propiedad de otros muchos cuerpos. En cuanto á los epítetos morales de las personas. se debe decir lo mismo; tan solo han de emplearse

los mas genéricos como ilustres, etc. cuando se pongan las unas en paralelo con otras á las que no convenga su apli~acion: cuarta, que no repug­nen á los :objetos á que se dan; esto es, que no sean de naturaleza contraria ti opuesta á la idea que su nombre escita, y tal sucedería por ejem­plo si se llamase á la muerLe alegre: quinta, que al propio tiempo sean. útiles, es decir, que expre­sen .siempre una-cualidad cuya idea no escite el nombre solo del objeto, á u o ser e¡ u e esta cualidad sea precisamente la que convenga hacer resal­tar; por ejemplo, dar á. la luz el epíteto de clara seria supérlluo, pero si se trata de la claridad. y esta es la idea <toe se quiere fortificar, dejaría de serlo: sesta, q_ue uo sean comunes, y que si son algo usados se les de cierta novedad. Los epí­tetos, en liu , no deben multi¡>licarse ni distri­huirsc con monotonía, simetría, ni solo hajo una forma en las oraciones, y lllCIIOS todavía acumu-

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DE ELOCUENCIA. 31

larse sobre uu objeto, a no ser <rue se haga de in­tento la euumeracion de sus cualidades. En el ca­so , sin embargo, de que interese calificarlo con dos ó mas epítetos deberán todos expresar cuali­dades que sean análogas, y que, por decirlo asi, se Tefuercen , no inconexas y divergentes. Si se dijese, por ejemplo, desastroso y terrible dia, ha­bría ciertamente conexion en los epítetos, por­que los desastres suelen en efecto causar terror; pero si no se dijese así, sino desast·roso y osc1wo dia, aq ui no habría consecuencia, porque la os­curidad, á no tomarse en una acepcion impropia, no puede seguirse de los desastres.

Imagen, es la expresíon compuesta solo de palabras que sígnítican objetos visibles, como si se dijese aun hombre á caballo», porque entram­bos se puaden pintar. Si constase por consiguian­te de palabras de las cuales solo una significase alguna idea abstracta ó algun objeto incorpóreo que no se pudiese dibujar no seria imagen, y es­to no obstante, la expresion podría ser encrgica y aun metafórica si se tomasen sus términos en sentido figurado.

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32 l\IAi.'iUAL

La decencia de la expresion consisle en que se tenga cuenta con el respeto debido a las cos­tumbres y con las atenciones que exige la urba­nidad, esto es, que no sean indecentes, groseras ó torpes. Llámanse indecentes aquellas que es­citan algun sentimiento asqueroso por designar ó referirse directamente á órganos, cosas ó funcio­nes no limpias. Groseras son las contrarias á Lina ]mena crianza y educacion. Y torpes ú oscenas las que ofenden el pudor y ht honestidad. Para evitarlas no puede darse otra regla que el cono­cimiento y trato de la sociec1a(1.

· Melodía, suavidad ó armonía es la imprcsion agradable que prodLLCe la cxpresion en el oido.

' Debe, pues, evitarse que la cause ingrata, áspe­ra ó dura: mas dependiendo esto de los términos, es necesario huir, para conseguirlo, de tres de.:­fectos: primero, el que consiste en continuas aso­nancias y consonancias, cacofonías, paronoma­sias y sonsonetes, como juntamente, absoluta­mente, padt·e, abre, raton, en el rincon, etc.: se­gundo, el que depende del uso de sinalefas con­tinuadas, como á U, ci mí, á aquel; y tercero , el

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DE ELOCUE~ClA. 33

que resulta de In reunion u e consona o tes (1spcras

y de dificil pronunciacion , como error , remo­

lO etc. Tales. vicios son, sin embargo, fáciles de

evitar, mezclando las consonantes asperas entre

vocales blandas, y las silabas largas con breves,

de manera que resulte lo que se llama número

ó ritmo, ó sea la misma melodía y agradable so­

noridad de la voz . . De advertir es, por último, que

la armonía ó su:widad se debe sacrilicar cuando

lo exijan la propiedad, claridad, exactitud y ener­

gla de las expresiones.

La conformidad, finalmente, de la expresion

con l:t clase del discurso en que se use , quiere

decir, que segun él sea familiar ó noble, deberá

ser ella. La nobleza de esta resulta de (¡ue sus

palabras no sean muy comunes, 6 de que sean so­

lo usadas por personas de fina cducacion y de

elevada categoría en asuntos graves é interesan­

tes ; y la familiaridad se deriva por el contrario

de que sean usuales entre la clase media tic la so­

ciedad, en convcrsacion ordinaria y en materias

de poca importancia; mas entre estas palabras

hay que distinguir las llamatla.s bajas, vulgares,

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34 MANUAL triviales y cbavacanas, propias tail solo de las el~ses mas ignorantes del pueblo, porque á lo mas se podrá permitir cuando se trate de imitar su .cqmun lenguaje.

NUMERO (1,

Expresiones impr·opia.s.

La acepcion impropia de una palabra debe su origen á la imperfeccion del lenguaje. que no pue­de individualizar todos los objetos, y á la del en­tendimiento humano que ni aun uno solo puede abar·car il. veces en todas sus relaciones. La ne­cesidad, por tanto, ha~e dar dos, tres ó mas sen­tidos á un mismo término, cuando hay conexion entre la idea del primer objeto que designó , y la del otro ú otros á que se extiende; pero como se­gun el enlace natural de los pensamientos se for­ma s)(}l)lprc es ta concxion cutre las impresiones simultáneas, sucesivas y semejantes, ó lilosólica­mente hablando, por coexistencia de lugar, por inmediata sucesion de tiempo , y por semeja¡¡za

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DE BLOCUEl"iCIA. 35 de cualidad, los tropos á que sirve de rundamen­to no pueden ser mas que tres. Al primero, lla­mado sitwcd()que, corresponde toda traslacion de sentido, apoyada en las relaciones de coexisten­cia. El segundo, que lleva el nombre de tnewni­mia , comprende las traslaciones de sentido en virtud de la sucesion inmediata de tiempo. Y el tercero, 6 sea la metlí{ora, cuantas conocen por base la semejanza.

Sinecdoque, es el uso del nombre de un ob­Jeto qua .abraza otros por el de alguno de los abrazados y a la inversa. Tiene lugar esta tras­lacion cuando se toma: primero , el todo por la parte y al revés, v. g. el hombre¡ por el cuerpo y la cabeza por todo el hombre: segundo, el géne-

. ro por la especie y al contrario; por ejemplo , el viento por solo ·el cierzo y el cierzo por todo el viento: tercero, la especie por el individuo, 6 gra­maticalmente hablando , el nombre apelativo por propio y viceversa, v. g. el apostol por san Pa­blo, y el mentor por el maestro: á esta traslacion se llama comunmcnte tutonomasia: cuarto, el plu­ral por el singular y al rel'és; por ejemplo , ora-

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36 DIANUAL uores por orador, y el orador por los oradores: quinto, la materia de que se forma una cosa por la misma cosa, v. g. el acer·o por la espada : ses­to, el continente por el conteoillO; por ejemplo, España por españoles: sétimo, el signo por la co­sa sigojucada, v. g., la mitra por el obispo; y oc­tavo el abstracto por el concreto; por ejemplo, la ignorancia por el atrevimiento.

Metonimia ó trasnominacion, es el uso del nombre de una cosa posterior, segun el órden na­tural y h s instituciones humanas, para significar la anterior y al revés. Esta traslacion ·se hace cuando se toma: primero, el antecedente por el consiguiente y fi la inversa, Jo que se suele lla­mar metalepsis: v. g. el capullo por la flor, .y es­ta por el capullo: segundo, la causa por el efecto y al contrario; por ejemplo, el agua por la hume­dad, y la bu m edad por el agua : tercero, el in­·veutor por la cosa invl!ntada, y el protector por la protegida, v. g. Baco por el vino y Marte por la guerra: cuarto , el autor por sus obras ; por ejemplo, Ciceron por sus oraciones; y quinto, el instrumento con que se forma una cosa, por el

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DE BLOCU.Bi'\CIA. 37 c¡ue la forma y por la manera de formarla, v. g., la pluma por el cscrit{)r y por el estilo.

Met.'lfora es el uso del nombre de una cosa para designar otra que en rigor no designa, pero con la cual tiene semejanza; por ejemplo, la na­ve por el Estado. Tres va riedades se conocen de la met.'\fora: primera ó simple, cuando no bay en una cláusala mas que an S{)lo término metafóri­co, v. g., las pasiones son el huraca1~ de la an­cianidad :• segunda ó continuada, cuando hay dos ó mas, pero reunidos con otros que no lo son, por ejemplo , « las pasiones son el humean que conmueven la débil wfta de la ancian idad ; » y tercera ó alegórica, cuando son todos los térmi­nos de una cláusula metáforicos, v. g., cedicí el huracan que conmooia la débil caíia. Estas dos postreras variedades se deben á. que en la última pueden tomarse todas las expresiones en un sen­tido propio ó impropio, al paso que e11la anterior se tienen por necesidad que tomar algunas en su literal signiflcacion. Tal es, por tanto, el motiv.o de que nc pueda ser equívoca la metáfora conti­nuada, si estan bien escogidos los términos y bien

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38 llll\NUAL

l~echa la ,construcciou, al propio tiempo que pue­de serlo la alegoria.

V ése, pues, por lo expuesto, que la 'VCFdade- · ra, la absoluta traslacion de sentido tan solo se verifica en el tercer tropo , y que en los otros únicamente tiene lugar su extension 6 'limitacion. V ése, asimismo, que estas tres clases en que se los ha dividido, comprenden cuantos modos ·se han inventado, y por ,consiguiente, que ·si hasta el día se han contado otros muchos mas, ó .en el fondo no son vercladeros tropos, 6 si lo son , han de corresponder por precision á cualquiera de ellas . .!\.si la an tonomasia pertenece 11. la sinecdo­que; á. la metonimia, la metalepsis y la alcgoria á la metáfora. En cuanto á la alusion, hipérbole, descripcion, atenuacion, perifrasis é ironía ·que han contado varios retóricos como tropos, son verdaderas figuras de que dcspues nos ocupare­mos. Por lo que toca á. la hipalage ~s solo una licencia de coustruccion. De la onomatopeya ha­blaremos luego porque se roza con la armonía de las cláusulas. La catacresis no puede menos -de ser 6 metMora ó sinecdoque: lo primero si se fun-

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DE ELOCUENCIA. 39 da la traslaciou en la semcjan1.a , como ·cuando decimos, hoja de papel por su analogía. con la. de los arboles; y lo segundo, si se fundil en la coe­xistencia, como cuando se dice lo mismo, pero porque en. lo antiguo se formaron los libros, se­gun algunos, de las hojas de ciertos árboles , en cuyo caso se tomfi la materia de una cosa por la misma cosa. La silepsis oratoria , examlnese co­mo quiera, no es otra cosa que una exprcsion en parte metafórica y en parte no, ó literal. r el eu­femismo es,-en fin, el uso de las figuras y de Jos tropos cuando por respeto, decencia 6 suavidad, hay que emplearlos, pero no es tropo.

A la. manera que se dan reglas para la elec­cion de lliS expresiones en general, se dan taro­bien para el uso ele los tropos en especial. De es­tas, sin embargo, unas son comunes á todos ellos, otras tan solo 11 la sinecdoque y metonimia., y otras propias y exclusivas de la metáfora.

Las comunes á todos ros tropos son las si­guientes: primera, que resulte alguna ventaja de su empleo. ~luchas son las que puede proporcio­nar. Ellos contribuyen , á no dudarlo , de la nra-

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l\IAi'\UA.L

nera mas eficáz para que los pensamientos se ex­presen con toda la precision, claridad y cnergia posibles: ellos prestan tambiM gracia, dignidad, nobleza y hermosura al lenguaje: ellos le enri­quecen multiplicando el uso de sus palabras, dán­dolas nueva a<:epcion : sirven al par para disfra­zar las ideas tristes, groseras y nausealmn(las, y sobre Lodo y especialmente pMa da1· cierta nove­dad á las mas comunes : segunda, que la que se gane con su uso por un concepto ' no se pierda por otro, es decir, v. g., qne si por hacer la ex­presion mas concisa se ba de hacer t.ambicn mas impropia, débil ú oscura, será mejor no emplear­los: tercera , que se acomoden a la naturaleza y tono del discurso á la situacion en que se supon­ga el autor; y cuarta y mas principal, que aque­lla idea cuyo nombre se sustitu.ya al de la otra, sea, atendidas las circunsta11Cias, la que prime­ramente deba herir la imaginacion, la mas inte­resante entre todas sus coasociadas, y la que mas directa relacion tenga con la cualidad ó circuns­tancia que se quiera hacer resalta~·, como el t·ec­ta a!'llebunt de Ciceron en su primera Catilinaria,

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DE E-LOGUEi'iCIA. 41 figurándose, hablando del incendio de Roma, <¡ue ,·eia salir ya las llamas por los tejados, porque es tal en efecto la idea primera que se presenta c·uantlo se trata de un fuego.

Para la elcccion ele sinecdoques y metonimias no hay mas que una regla comun á las dos espe­cies, a saber, c¡ue el uso baya autorizado la tras­lacion c¡ue se emplee. Esta regla es mas esencial en las traducciones de una lengua á otra, c¡ue en las composiciones originales, aunque en ellas lo sea tambien. La autorizacion ó es formal y cir­cunscrita á ht voz empleada, como la de alma por pcrso11a, ó inductiva por estar ya nprohadas otras análogas, en cuyo caso, siendo clara y acomoda­da la nueva se podrá usar. Asi, lJOr ejemplo, se­ria bien empleada la palabra cru: por el caballe­ro, aunque nadie basta entonces la hubiese usa­do, admitida una vez la acepcion ele la dignidad por el distintivo: mas no se entienda por esto c¡ue pueden variarse las traslaciones ya usadas.

Las reglas particulares de ·la metáfora, son: ¡¡riniera. c¡ue la cxpresion sea absoluta, no com­parativa; porque si se dice, por ejemplo, «es fiero

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·12 1\IANUAL como un leon,» esta será semejanza, mas no me­táfora, para la cual deberá decirse, «es un leon: »· segunda, que el objeto de donde se fome sea co­nocido del público, ante el cual se emplea, ó lo que es: igual, que sea la metáfora: fa! que aquel para-quien se compone la entienda-~ tercera, que sea:-capáz de ennoblecer y elevar el· objeto á <¡ue· se la aplica, ó lo q:ue es Jo mismo, que el obj,eto de que se tome sea mas bello, elegante y noble que el otro: cuarta, que la metáfora sea decente. Recuérdese acerca de esto lo dicho en cuanto a la decencia de la expresion: quinta, que resallen bien las cualidades en que se asemejan los dos oh­jetos, esto es; que su semejanza sea grande y fá­cil de descubrir. La metáfora, pues, seria impro­pia si no hay semejanza entre el uno y el otro oh­jeto; mas si hay alguna, aun<rne débil. y muy ge­nérica y vaga, sera ya oscura, violenta, dura, es­tudiada ó forzada: sesta, que una vez presentado cualquier objeto bajo la imagen de otro a que se asemeja, es necesario no decir de él, ya sea .me­tafórica ó literalmente en aquella cláusula, mas que lo que convenga á aquel cuya imágen se ha

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DE ELOCUENCIA.. 43 presentado; por ejemplo, si se toma por un guer­rero al leou podrá decirse de aquel: «se arrojó sobre su enemigo • porque se pudiera tambien decir de este; mas seria impropio si se dijese que desencainó la ts¡Jada, tiró la adarga, sac6 el pu­íial ele., porque elleon nunca lleva puiial, espa­da ni adarga alguna. Cuando se observa esta re­gla, ya se ha notado que la metáfo ra es sosteni­da: sétima, consecuencia y aplicacion de la an­tecedente, que en la metáfora continuada se to­men todos los términos metafóricos de objetos de la misma clase que el primero para no fal tar á ltt regla anterior, diciendo acaso del uno lo que no conviniera al otro cuyo nombre se empleó ya. El tomarlos de varias clases es lo que constituye la met..'ifora llamada mixta, de que siempre se debe huir: octava, que aun con una gran conexion no se prolongue escesivamenlc la nHlláfora conti ­nuada para no hacerla oseara, alambicada ó su­til, echando mano por sostenerla de semejanzas casi nulas ó imperceptibles; y novena, en fin, que no se multipliquen 6 se amontonen demasiado asi las metaforas simples como las continuadas, por-

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l\IA~UAL.

que .entonces resaltaria, á no dudarlo, el esttlo

hillchado y pomposo, y menos todavía se aglo­

meren sobre un solo objeto porque lo confun­

dirían.

AJITICULO Il.

De las clátesulas.

Llámase cláusula una reunion de palabras por

cuyo medio se expresa un pensamiento acabado

ó se perfecciona un sentido. Para su composicion

hay reglas relativas, unas á su extension y á su

forma, y otras á las cualidades que las deben

acompañar.

NUMBRO l.

Extension y (or·mas de las cláusulas.

Por lo que toca á su dimensioo, las cláusulas

se di vid en en cortas y largas, pero ni todas ni la

mayor parte han de ser de una misma clase, por-

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DE ELOGOENGIA. 45 que asi se cometería un gran defecto, ni se han de reunir muchas c1ue sean iguales para evitar otro; en caso, sin embargo, de haber de incurrir en alguu extremo, ba de preferirse el de breve­dad.

En cuanto á la forma, se dividen tambien las cláusulas en simples y compuestas. Son simples las que comprenden una sola proposicion princi­pal, incluya esta 6 no expresiones secundarias que la ilustren ó modifiquen. Acerca de las sim­ples sin ninguna ilustracion ó modificacion, y de las que contienen solo una 6 algunas, pero no mu­chas, como por ejemplo : «Dios es bueno , de h\ primera clase,» ce! sol con su explendor vivifica la naturalc1.a, de la segunda," y el valor dificil­mente se aviene con la baja intriga, de la terce­ra:» no es necesario prevenir nada porque su construccion es sencilla. No asi sobre las envuel­tas en muchas modificaciones ó ilustraciones del ·sugeto, del atributo y del verbo de que constan por razon del tiempo, lugar, modo, etc., en cu­ya coordinacion se deben observar estas reglas; primera: que la. modilicacion del sugeto se colo-

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4G J\IANUAL

que inmediata á él: segunda, que la que baya de

recaer sobre el verbo le anteceda ó subsiga in­mediatamente, si consiste en alguu adverbio ó

frase adverbial: tercera, que habiéndose de ilus­

trar el objeto, lugar, modo , etc., se anteponga una de estas circunstancias cualquiera, porque si todas se colocasen despues del verbo harían la cláusula violenta. Véase como ejemplo de la ob­

servancia de estas reglas el primer párrafo del Quijote <¡oe empieza oEu un lugar de la Mancha cte.» cuarta, que cuando los complementos que

hayan de seguir al verbo , sean poco mas ó me­nos de igual extension, se ponga primero el ob­

jeto ú acusativo, despues el término ú el dativo,

y (lltimamente el ablativo; por ejemplo: . • voy

a e1wiar este libro á un a m~ por el correo ; • mas si alguno fuese mas largo dcherá dejarse pa­ra final.

Cláusulas compuestas son las que contienen

dos ó mas proposiciones principales, por cjem- ·

plo, la de Escipion el africano al tiem.ro de ser ju1.gado. «Romanos, dijo, tal dia como este ven­cí yo a Annibal y sujeté á Cartago : ramos á dar

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DE ELOCUENCIA.. 47 gracias á tos dioses in¡nortates., Semejantes pro­posiciones, cuando de algunas consta una cláu­sula, se llama u miembTos: si se hallan éstos mú­tuamente ligados por conjunciones expresas, ge­run¡Jios relativos, etc. como al decir, «Si los l\fa­ccdemonios saben pelear con los hombres, los Es­citas saben resistir al hambre y á la sed», la climsula se denomina periódica; mas si no Jo es­tan, suelt:t: tal es la penúltima que se ha expues­to. Las proposiciones 'incidentes y los complemen­tos lliunause inásos. De todas, pues, debe usarse rncderadameute con a rre.:.:1o á. la distinta clase de composiciones. Omitimos, por último, detenernos en explic,tr los periodos bimembres, t·1imembres, y cua¡lt·imcm.bres; los que se dicen condicionales, ca~tsales, 1·elativos, etc. el llamado I'Odco periódi­co y la tasis, prola$iS y apoclosis; [iualmeute, por­que todo esto no es ot1 a cosa que una tccnologia. vária y sin sentido.

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48 niANUAL

NU~IEDO 11.

CuaHdades de las cláusulas.

Toda cláusula ha de tener cinco cualidades, á saber: claridad, unidad, energía, elegancia y armonía.

Respecto á la claridad, se ha de poner gran cuidado en colocar cada voz en el lugar en que mas indudablemente baga ver cual es ac1uclla á

que se refiere, es decir, ampliando esta regla, que el atl:verbio y frase adverbial {lUe modifica el

-sentido de una palabra ó exprcsion se debe sen­tar inmediatamente despues de ella, y que losar­tículos conjuntivos quien, que, cu1ll, cuyo, asi co- _ m o los pronombres el, ella, ellos, cllitS, y Jos po­sesivos su, sus, su,yo, suya etc. se deben poner despues de su antecedente.

Acerca de la unidad, que consiste en que to­das las parles de uua cláusula estén tan estrecha­mente enlazadas que causen en el ánimo la irn­presion de un objeto solo, se han de observar es-

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DE ELOCUENCIA. 49

tas reglas: primera, que se pase lo menos que sea posible de una á otra persona en la misma cláu­sula, es decir, por ejemplo, que empleado una vez el yo se economice despues el/u, aquel, eLe.: segunda, que no se acumulcr1 cu uua cláusula pensamientos tan inconexos que pudieran colo­carse cómodamente en otra ú otras mas: tercera, que se evi.ten los paréntesis cuando no sean muy necesarios y naturales; y cuarta, que se termine la cláusula rotunda y perrectamentc, ó lo que es igual, que no se la ailada nada que se pueda ó de­ba omitir.

En cuanto á la energ!a, cualidad que resulta de que las di versas partes de una cláusula se coordinen de modo que presentando las ideas ventajosamente pueda producir la impresion que se solicita, deben guardarse estas reglas: prime­ra, que 110 se emplee palabra ninguna inútil por­c¡ue nada auada al sentido, ni redundante por­que no diga mas que alguna otra de las prece­dentes: segunda, que no se multipliquen sin ne­cesidad los términos demostratil·os y relativos esto, esta, cte.; tercera é importanl!sima, que las

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50 ~UAL

palabras capitales ó enfáticas, ó sean las mas in­teresantes del pensamiento, se coloquen en cuan­to lo permita el genio de la lengua en el paraje en que deben causar una expresion mas profun­da; cuál sea no obstante el sitio que las conven­ga, es imposible determinarlo por una regla co­mun: las circunstancias lo indicarán. Las lenguas declinables como la griega y laLina llevan en es­ta parte mucba ventaja á la nuestra y á varias otras que no admiten declinacion: cuarta , que estas mismas palabras se coloquen siempre de modo que no puedan ser confundidas por las de­mas, es decir, <1ue se coordine la cláusula de tal suerte, que siempre se distinga su mas importan­te objeto: quinta, que los complementos modifi­cativos ó circunstanciales se distribuyan ó se se­paren, si puede hacerse, intercalando otras vo­ces: sesta, que las palabt·as homólogas se colo­quen segun sus grados de fuerza, esto es, en una gradacion constante.de mas á menos, ó vicever­sa, porque solo asi podrá verse el órden, ya sea de Liempo, de lugar, de importancia ó de inten­cion que entre si tienen las cosas ó ideas que re-

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DE ELOCUENCIA. 51

presentaren. Llámanse palabras homólogas , pri­mero varios sugetos referidos á un mismo atribu­to, y al contrario, varios atributos ó epítetos apli­cados á u11 mismo sugeto: segundo, varias cir­cunstancias de una misma clase; y tercero, una série de objetos cuya enumeraciou se hace. La gradacion de tiempo consiste en seguir el natu­ral sin interrupcion, por ejemplo: antes de ayer, ayer y hoy , ó al revés. La de lugar en no andar saltando de siluacion en situacion, de oriente á oc­cidente y del medio dia. al norte, diciendo, v. g., Toledo, Cuenca, Ciudad Real, Guadalajara, etc. en vez de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Cuen­ca, Guadalajara, etc. y al contrario. La de impor­tancia en no subvertir el mérito que tienen res­pectivamente las cosas , como si dijésemos por ejemplo: delito, culpa, crimen, en vez de decir culpa, delito y cr{mcn, y al revés. Y la de inten­cion ó fuerza en no trastornar las ideas acerca del poder, de la voluntad; como sucedería á no du­darlo, si se dijese: los vicios esclavizan, embru­

tecen y enervan, por decir que nos enervan, nos esclavizan y nos embrutece1l: esto se fuuda en que

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52 IIIANOAL

es mas ser esclai'O que débil, y mas ser brulo que esclavo: sétima, que en cláusula de miembros desiguales se deje el mas largo para el postrero: octava, que si es posible no se concluyan las cláu­sulas ni los miembros con pronomiH·c, adverbio, ú otro signo menor á no ser estas palabras las ca­pitales: novena, que cuando en los diferentes miembros de alguna cláusula se comparen 6 con­trapongan varias ideas se observe el mismo con­traste en las palabras y hasta en su construccion; por ejemplo, «tu ríes y yo lloro, tu eres rico y yo pobre. » Aqui ademas del contraste bay tam­bien igualdad de miembros. Si esta estructura de palabras se usa moderadamente es muy buena: mas prodigándola degenera fácilmente en afecta­cion: décima, que cuando en los miembros de una cláusula se deban poner ideas que mútua­mente se correspondan, se cuide de colocar para­lelamente las ¡mlabras q11e la designen, es decir, que se observe al exprcsu el pensamiento cor­respondiente el mismo orden que se guardó al expresar el correspondido. Como modelo de la observancia de este precepto se puede ver en la

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DE ELOCUENCIA. 53

oracion de Ciceron Pt·o Quintio, ·el período si ·ve­t·itate amicitia etc.

La elegancia consiste en la construccion de las cláusulas con cierta gallardía y nol>leza, y aun á veces con energía. Esta cualidad nace de omi­tir ó de no omitir alguna ó algunas voces cuando en rigor se pudiera hacer: de repetir sin necesi­dad ciertas otras, y de reunir varias análogas en~ tre sí por el sonido , por los accidentes gramati­cales 6 por la acepcion. Hay, pues, tres modos de embellecer una cláusula: el primero abraza las elegancias de polisíndeton, disyunciou 6 asínde­ton y adyuocion: el segundo las de repeticion, que segun ~l lugar y las circunstancias toman el nombre de simple repeticion , conversion, com­plexiou, reduplicaciou, couduplicacion, coucate­nacion, epanadiplosis 6 sobrereduplicacion y con­mutacion, que se llama tambien retruécano; y el tercero las de aliteracion, asonancia, equívoco y paronomasia por la analogía del sonido; delibe­racion, traducciou y similicadencia por la de los accidentes gramaticales; y sinonimia y paradias­.tolc por la de la acepcion.

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51 iiiANUAL Polisíndeton, es el uso de una misma conjun­

cion en el principio de dos ó mas miembros se­guidos para que cada uno de sus óhjetos sea con­siderado en particular, lo cual en rigor. se puede omitir por elipsis, v. g. Ooreció Pompeyo en la justicia, y en la fortaleza y en la templanza. Si las conjunciones fuesen distintas su uso se llamaría polisíndeton.

La disyuncion ó asíndeton ha lugar con el mismo fin que la precedente cuand9 á. cada su­get-O se da su verbo, siendo asi que podrían pasar todos con uno solo, por ejemplo los Calofornios dicen que Homero fue ciudadano suyo, los Quien­ses le hacen de su dominio, los Salamiuos le pi­den yi los Esmirnos aseguran que es suyo. En cuanto se usan aqui los verbos sin conjunciones se llama este juego de voces asíndeton y frecuen­temente disoluciou.

Adyuuciou es presentar reunidos y como aglo­merados los objetos en uno solo para que asi amontonados hagan mas fuerte impresi!>n, o mi­tiendo las conjunciones que en rigor se podrían emplear. Esto se verifica, ó refiriendo muchos

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DE ELOCUENCIA. 55 verbos á un nombre, como si se dijera por ejem­plo: e viene, llega , pasa, trota, corre , salta el ciervo ,~ ú refiriendo por el contrario muchos nombres ft un verbo, como si se dijese: «disgus­tos, males, c¡uebrantos, cien mil pesares le ago­vian.»

La repeticion, sea de la clase que quiera, tiende siempre á llamar mas y mas la atencion del público hácia una idea, ó lo que es lo mismo á grabarla profundamente en su ánimo: pero el lugar de la clausula en que se haga y las circuns­tancias que la acompañen la darán un nombre particular. Siempre, sin embargo, deberil. ser útil: cuando sea inútil tomará el nombre de ha­tologia, que quiere significar palabra tartamudea­da, porque en erecto los tartamudos repiten mu­cho.

Simple repeticion es colocar una misma voz al principio de dos ó mas incisos, miembros ó cláusulas seguidas, por ejemplo, «Dios es el au­tor magntnco de cuanto existe, Dios es el justo premiador de los bu~nos, Dios es el castigador de los delitos. • De esta elegancia se pncde nsar

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56 i\lA~UAL

cuando la idea que comprende la voz repetida sea muy interesante atendidas las circunstancias.

Conversion, es repetir una misma voz al fin de varios incisos, miembros ó cláusulas sucesi­vas·, por ejemplo : « destrozó los ejércitos Anto­nio, perdió á los ciudadanos Antonio, el buen ór­den lo trastornó Antonio.»

Complexion , es empezar dos ó mas cláusulas por una misma palabra y acabarlas con otra igual, pero distinta de la primem; v. g., ¿Quién quitó la ley? Rulo. ¿Quién a_tacó los derechos del pue­blo? Rulo. ¿Quién presidió las juntas? El mismo Rulo.

Reduplicacion·, es repetir una misma palabra consecutivamente eru un mismo incisO', como: si se dijese, quien·, quien, sí, si, vives,. v1ves.

Conduplicacion, es repetir al principio de un ­. miembro la últin1a palabra del precedente , por

ejemplo·: '«la fiera leona sigue al lobo, el· lobo á la c~brilla, y la cabrilla al llor~ciente tomi·llo:,

De estas· dos elegancias se puede usar con frecuencia en los Jugares patéticos , alguna vez en los pasajes graciosos, y casi nunca en los sé-

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DE ELOCUENCIA.. 57

ríos, á no ser que se ofrezcan naturalmente si o estudio oi afectacion.

Concatenacion, es empezar dos ó mas incisos ó miembros con palabras tomadas del anterior, pero sin que en este sean las postreras, v. g., el lujo nace en la capital, del lujo resulta necesaria­mente la avaricia, de la avaricia se origina la osadía, y de la osadía se engendran t~dos los de­Ji tos y las maldades.

Epanadiplasis,. es empezar y acabar una mis­ma cláusula con una misma palabra , por ejem­plo: «crece el amor al dinero cuanto el mismo dinero crece.»

Conmutacion ó retruécano, es componer una clausula de las mismas palabras que la anterior, pero invertido el orden y el caso, de suerte que la que fue en la primera, por ejemplo, sugeto, sea en la segunda atributo, y que la que en aquella estaba en nominativo se ponga en esta en ablativo y al revés, v. g., «los esclavos en cierto caso vie­mm á ser am~s. y los amos se vienen á hacer es­clavos.»

Aliteracion, es colocar en la cláusula varias

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MANUAL

voces, en las cuales se repita una misma letra, ora sea vocal, ora consonante. De esta elegancia solo se debe usar cuando se trate de imitar el ruido ó movimiento de algnn cuerpo, segun se dirá despues, porque en otro caso seria un defec­to contra la suavidad ó melodía de la cláusula y del estilo.

Asonancia, es terminar en dos ó mas in­cisos ó miemi)I'OS con palabras cuya última ó ú1· timas silabas sean idénticas, por ejemplo: vives torpemente, morirás desgraciadamente : busca el pudor y tendrás honor: me halló, me reprendió, me castigó. La asonancia en nuestra lengua y otras que tienen rima, si se usa mucho, suele ser un defecto.

Equivoco, es poner en una cl'áusnla dos 6 ma5 palabras homonimas, ó una ambigua repetida en ­dos acepciones distintas , v. g., triste ama, sin consuelo· ama. Esta elegancia no debe emplearse mas que en olnas jocosas.

Paronomasia, es colocar en la cláusum dos ó mas voces que no siendo equivocas suena sin em­hargo casi lo mismo, con la diferencia de al·guna

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DE ELOCUENCIA. 59 síh1ba ó letra, como arador y orador, tanta, tin­ta, ele. En obras serias nunca se debe usar.

Derivaciou , es reunir en la cláusula · varias voces sacatl'as de una radical misma , como va­liente, valeroso, etc. En las lenguas declinables esta el!lgancia es bellísima ; pero en las indecli­Dables, corno la nuestra, suele se1· un defecto.

Traduccion, es emplear una misma yoz bajo diferentes formas gramaticales como un adjetivo en sus diversas terminaciones, un su~tantivo en entramlJOS aúmeros, un verbo en sus varios tiem­pos, cte. v. g.lleaos están los libros, lteuas las vo­ees de los sábios, llena la antigucdad de ejemplos.

Similicaduocia, es terminar dos ó mas miem­bros ó incisos con nombres puestos en un mismo caso, ó con tiempos homólogos de verbos en una misma persona, por ejemplo: «no hay nada mas comun que el espíritu para los vivos, la tierra para los muertos, el mar para los navegantes, y la vlaya para los náurragosn ó.- nquello de Cice­ron: aCives assenserint, socii oblempcrarint, hos· tes obedicrint et tempestates obsecundarint.» En algunos casos suele ~ tambi-eo haher asonancia

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60 !IIA.riUAL

De estas dos últimas bellezas se podrá hacer t1SO cuando resulte de la afinidad lógica de las ideas que sus signos tienen entre si la analogía gramatical en que aquellas est!ln fundadas :·mas se ha de evitar la cacofonía.

Sinonimia, es amontonar palabras <¡ne signi­fican una misma cosa, mas sin indicar la diferen­cia de sus accidentes ó circunstancias, v.g., ca­mina Catilina por donde empezaste, salte de la ciudad, vete, marcha. Para que este juego de palabras se pueda emplear, es indispensable que haya cierta. gradacion de ideas en los términos de que consten y que segun ella. se coloquen. A su uso sin gradacion se llama datismo que es un ver­dadero vicio , porque ninguna palabra dice.mas que otra.

Paradiástole, es reunir palabras sinónimas in­dicando, empero, su diferencia como cuando se distinguen por ejemplo los dos verbos querer y

amat· , diciendo , uantcs te qucria, ahora ya te amo.» Esta elegancia es muy útil, principalmen­te para lijar con precision el valor exacto de las voces.

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DE ELOCUENCIA. 61

En la armonía de las cláusulas, finahnente, hay que atender á la melodia .ó suavidad que es el sonido ó modulaciou agrad~ble en general, sin expresion ó imitacion de ninguna especie, lo cual se llama simplemente armonía, y á la disposicion artificiosa de los sonidos para que expresen ó imi­ten alguna cosa, ·que tambien se llama armonía pero imitativa.

La armonía general de una cláusula, depende de la distribucion de sus miembros é incisos y de ~u cadencia final.

Dificil es dár rt\gla ninguna fija acerca de la primera: será buena si están colocados sus miem­bros de un modo que no fatigue la respiracion para recitados, y si sus pausas de mayor y me­nor sentido caen ademas á distancias tales , que tengan ent.re·si cierta proposicion musical. No hay, empero, maestro mejor para la armonía que un o ido atento, delicado .y lino, el cual se podrá adqui rir y perfeccionar con la frecuente lectura de los clásicos y principalmente de Cilleron.

En cuanto á la cadencia (inal , que por ser la parte mas sensible al oido, es tambien la que exi-

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62 MANUAL

ge mayor cuidado, se han de tener presentes tres reglas: primera, que el sonido en las composicio­nes oratorias vaya creciendo hasta el fin: segun­da , que' en general , asi como deben reservarse para lo último los miembros mas largos, asi se han de terminar con las palabras mas llenas y mas sonoras, nu.uca por consiguiente con mono­silabos, ni aun en las obras de menos pompa y ornato: tercera, que. no se pongan seguidas mu­chas cláusulas medid·as musicalmente , y sobre todo, que no se pcodigue la armonía y m en os to­davía se anteponga á la claridad, precision, natu­ralidad, coucision Y' eaergía de estilo.

Aunque la armonfa imitativa es mas propia del ''erso que. de la prosa, con todo, porque tam­bien en esta puede caber, daremos de ella una idea. Dos., pues, son los grados tie que consta: el primero es cierta conveniencia vaga y genérica del sonido. dominante en uua cláusnla con la na­turaleza del pensamiento que encierra: y el se­gundo coooiste en. la analogía particular que tie­nen con. algun objeto los sonidos .empleados para describi rlo.

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DE ELOCUENCIA. 63

Aceren del primero es sabido que no puede haher im tono tan general que convenga á toda clase de composiciones y en una misma á todas sus parles; por consiguiente, siendo uno v. g. en la arenga púi)liCit, otro en la con versacion fami­liar, distinto el del discurso tranc¡uilo del que se

· debe usar en el arrebatado, y asi de todos segun su diversn clase, es indispensahie imittu siempre en la locucion el que;corresp·onda:, ora dando en lo posible á los sonidos de cada cláusula aquella disposicion artificial que cuadre mejor con el te­nor y la clarida:d de los pensamientos, ora varián­dola segun lo exija la naturaleza de la composi­cion y la de sus parl~.

Por lo que toca al segundo grado, ósea á la imitacion de algun objeto por medio de l<is soni­dos, debe saberse que los imitables son, ú otros sonidos, ó el movimiento físico y visible de los cuerpos ó las pasiones.

La imitacioo de-los primeros, cuando se trate de describir los objetos que los producen , como por ejemplo, el susurro del agua, es muy faci l, reuniendo y combinando al efecto ciertas y cier·

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64 i\IANU'AL tas voces. Si Jos sonidos cuya imitaciorr de he ha­cerse son suaves, dulces y blandos, las palabras mas á propósito serán aquellas que tengan mas liquidas y vocales: y cuando quieran imitarse por el contrario sonidos duros y broncos, ló serán las que tengan mas consonantes y mas sílabas de áspera y dificil pronunciacion. La estructura mis­ma del lenguaje se presta maravillosamente á es­te fin, porque de tal modo estilo formados los sig­nos de muchos sonidos particulares que se ad­vierte siempre al pronunciarlos eierta afinidad con aquellos, que representan á lo que se llama onomatopeya y onomatopieas las ·voces, como el susurro ya dicho , el bramido del toro, el rugido

. delleon, el zumbidó del'viénto, etc. La imitacion dé! movimiento; sea de '-Ja·clase

que quiera, por· medio del· sonido es tambien sen­cilla. Parece á primera vista que ninguna cone­xion hay entre los dos : pero el efecto c¡ue.,eo nuestra imaginacion causan la música y el baile, son, á no dudarlo, la mejor prueba de lo contra-

. rio. Así, que para imitar un movimiento lento y pausado serán á propósito las silabas y 1•oces lar-

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DE ELOCUENCIA. 65

gas, y por el contrario , las breves retractarán siempre bien el vi yo y acelerado.

La imitacion de las pasiones, por último, co­mo que son invisibles parece algo mas dificil, la impresion sin embargo que la música ejerce so­bre ellas demuestra que tienen tamhien con los sonidos afinidad. Por tanto, para imitar las con­mociones ó pasiones gratas, como la alegria , el placer , la satisfaccion, etc. se deberán emplear las voces que mas abunden en sonidos blandos, claros y suaves. Para las sensaciones ardientes, sonidos vivos y agudos, palabras cortas; y al con­trario, para los sentimientos sombríos y tristes, sonidos oscuros , palabras largas. Téngase en cuenta, no obstante, ·que será mas ó menos cono­cida la imitacion segun el estado moral del pú­IJlico: tal persona, por ejemplo,, la bailará exacta, cuando alguna otra uo descubrirá en ella la mas mínima conexion ..

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GG DI ANUAL

ARTICULO 111.

De las formas.

A la exposicion de los pensamientos, de ma­nera que unos sé distingan de otros, ora consten de unas mismas 6 de diferentes ideas, ora se ex­presen con unos mismos ó con diferentes signos, se ha dado el nombre de ligura , y mas propia­mente el de forma. Un pensamiento, en efecto, puede presen tnrse de varios modos y todos ellos distintos; asi por ejemplo «¿es el Rey?» bajo la forma interrogatoria no significa lo mismo que «eS

el Rey. bajo la afirmativa, y siendo sin eroiJargo, idénticas las voces :y las ideas, comprenderán, á no dudarlo, dos pensamientos diversos segun la mañera en que se enuncien. Las formas oratorias no son, por tanto, otra cosa, que las varias mo·­dificaciones que reciben los ·pensamientos de la imaginacion, la razon, la situacion moral y la in­tenciou del autor. Las modificaciones de la ima­ginacion, .son las formas que empleamos para dar

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DE ELOCUENCIA. 67 á conocer los objetos en si mismos, como la dcs­cripcion, enumeracion y distribucion. Las que se deben á la razon, son las que usamos para enun­ciar simples raciocinios, como la antítesis, con­ccsion, epifonema, e:<policioo, gradacion, para­doja, comparacion, sentencia, prolepsis, rcvoca­cion, reyeccion y 11·ansicion. Las que produce la situacion moral del autor, son las que nos sirven para expresar las pasiolles como Ja·apóstrofe, co­municacion, conminacion , correccion, depreca­cion, exclamacion, hipérbole, histerologia, opta­cion, imprccacion, exccracion, permisioo, proso­popeya, meticcncia, imposible, interrogacion y subyeccion. Y las que se derivan de su intencion, aprovechan para presentar .Jas ideas con cierto disimulo ó disfráz, cuando asi conviene á la de­cencia, dignidad ó buen gusto del lenguaje, como la alegoría, alusion, dialogismo , duda, estenua­cion, parresia, pretericion, perífrasis é ironía.

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68 1\lANUAL

ARTICULO l.

F&rmas de imagi1tacion.

La descripcion , consiste en hacer visible ea

cierto modo uu objeto, individualizando sus pro­

piedades y cit·cuostancias. Pueden muy bien des­

cribirse los séres abstractos uo personificados los

objetos materiales inanimados; los hechos y su­

cesos pasados ó venideros, las épocas del tiempo,

el exterior de una· persona verdadera ó ficticia,

sus cualidades morales y las de toda una clase. ·

Si se quieren describir seres abstractos, de­

berilo hacerse enumerando las causas y efectos

que exclusivamente les correspondan, pero con

concisiou y verdad. A si Ciceron , en su oracion­

Pt·o ll!arcello, ~ara dcscrihir la gloria enunció sus

causas diciendo: «es una brillante y muy cxten­

didafama que el hombre adquier!l por haber pres­

tado muchos y grandes servicios !\los particula­

res, ó á su patria, ó á todo el género humano.»

«Gloria cst illustris ac pergavata multorum el

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¡,i ill!l'lUA.(.

ro, qu,é mujer infame, qué corruptor-de la juven­tud .• qué hoii)bre corrompido , qué perdid.o hay en toda Ital.ia f{Ue no confiese haber vivido fami­liarmente con Catilina. » ¿Quis tota Italia benéli­cu~? q¡¡is laVo?. quis sicnrius? quis parricida? quis. testamentowm. subjector'? quis;,circunscrip­tor? quis gane.o? quis.nepos? quis atlult.er~ qua~ q¡uHer infamis? quis corruptor juventutis? quis. corruptus? quis perditus? qui se cum Catiliua non. familiarissime vivisse fateatur? La enurneraeior~ tan solo se deberá usar cuando convenga indivi­dualizar una idea general, y aun entonces cor\ mucho discernimiento.

La distribucion es una verdadera enumera­cion acompañada ademas de afirmaciones ó.nega­ciones sobre cada una de las cosas que se enu­meran. Tambicn nos ofrece Ciceron un huen· ejemplo de esta forma en su oracion PTo ;lsilo­ne. Enumerando irónicamente todos los· que ha­bian sentido la l.llllerte de Clodio, dice de· cada uno de ellos cosas distinta.s en estos términos: •jnconsolablcs están todos p(H' la muerte de Pu­hlio Clodio: llora el Senado, el órd,•p ecuestre es-

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DE ELOCUENCIA. 75 tá lleno de tristeza, la ciudad entera tr:ispasada de dolor, los municipios se visten de luto, lasco· Jonias se aOigen, y los campos mismos sienten la falta de tan benéfico, tan útil y tao pacílico ciu­dadano.• P. Clodii mortero requo animo ferre ne­rno polest: lugct Senatus, mooret equester ordo, tola civitas coufecta senso cst, squalent munici­pia afllictuiltur coloniro, agri deniquc ipsi tarn bc­nelicum, tam salutarem, tan mansuetum civeru clesiderant. J,a distribucion, al revés de la sim­ple enumeracion, supone cierto grado de tran­quilidad en la fantasla del au tor, las circunstan­cias por tauLo indicarán siempre cual de estas formas deba preferirse en cada nuo de los casos.

l'iUliBRO 11.

Formas de raciocinio.

La antítesis se verillca cuando hay 6 s~ opo­nen ¡i unas ideas otras que las sean contrarias,

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7G MANUAL por ejemplo: du andas y yo estoy quieto, aquel ayuna y yo como. 11 Para observar y hacer nolar la\ contraste se necesita cierta calma en el ra­ciocinio, y por tanto es indispensable no emplear esta forma sino en los pasajes tranquilos y solo cuando lo exija la naturaleza misma del pensa­miento en los fogosos, patéticos ó apasionados.

La coucesion consiste e u otorgar franca ó ar­tificiosamente algnna cosa que á primera vista parezca perjadici_al pero para sacar de ella ma­yor ventaja. !Las concesiones francas son raras, y de las artificiosas puede servir de ejemplo la siguiente de Ciceron en su segunda filipica con­tra Antonio. Pero sea beneficio dice, (el no ha­berme asesinado } puesto que este es el mayor que pudo hacer un ladron, en qué puedes llamar­me ingrato? ¿acaso no debllamentar la ruina de la República por no parecer ingrato para conti­go? Sed sit beneficium, <¡uandoc¡uidem majus ac­cipi á latrone nullum potuit? iu e¡ no potest me di­cere ingratum? Ande interilu Reipuhlicre queri non debui ne in le ingratos viderer? Seau de la clase que se quieran las conexiones , deberán ser

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DE ELOCUENCIA.. 77 oportunas y naturales, y aun si es posible disi ­m u lados, por cuMto oculten el artificio y no con· tengan las fórmulas de concedamos, sttpongamos, contltngarnos, etc.

La epifonema ó exclamacion final, se llam·a á la reOexion con que i\ veces se concluye un pa­sajé ·y segun que es inspirada esta refiexion por la razou ó por los afectos, pues por una y otros lo puede ser, corresponde la epifonema á la se­gunda ó á la tercera clase de las figuras. Cice­ron, por cjémplo, al tratar de la ansiedad con que desean los jóvenes llegar á la mayor edad, y de las acusaciones que hacen, en llegando al tiempo concluye con la epifonema siguiente inspirada por la.rnzon: «tanta es 1:~ inconstancia, necedad y perversidad humana! • Y como inspirada por los afectos se puede ver la de «desg~aciada mujer, funesta fecundidad; • cor1 que aludiendo el mis­mo orador en su segunda liHpica á lo fllnesta que había sido y seria á la j.\epública la existencia de Antonio, dió fin á la relacion de los escandalosos viajes que este hizo por Italia siendo tribuno del pueblo. Siempre que sea posible ha de procurarse

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78 iiiANUAL que sea, la epifonema una cousecueueia y como la prueba de Jo .ya dicho.

La expolicion, conmoracion ó amplificacion, consiste en prescnt.~r una idea bajo diferentes as­pectos ó eu variar la expresion, ya individuali­zando las ideas parciales de que consta, ya acu­mulando otras varias, que aunque materialmente no sean idénticas vengan sin embargo á decir lo mismo. Sirva de ejemplo del primer modo la<1ue pone Homero en su !liada en boca de Agame­non hablando á N estor contra Aquiles. Anciano, dice, en todo la verdad dij.iste, pero Aquiles pre­tende sobre todos los otros ser·, á todos domi­narlos, sobre todos mandar, y como gefe dictar leyes á todos, y su orgullo infl,exible será: y :co­mo ejemplo del otró módó'vease·la que empleó Ciceron en su oracion No 'ASilcme. «Si tern'es á Asilon, dice á Pompeyo; s• piensas que este ó

medit.lt 'ahora ó alguna vez meditó un atentado contra tu vida, si las levas 4ue se hacen en toda Italia, si estas tropas que roilcao el foro , si las cohortes situadas en 'el cil'pltoli<i, si las numero­sas guardias repúlidas poda cii•dad, si las pit-

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DE ELOCUENCIA.. 79 tr.ullas que roudan toda la noche, si la escogida juventud que guarnece tu persona y casa, s~ ha armado para contener el impetu de Asilon y se han tomado en fin todas aquellas precauciones contra este solo, etc. Si Asilonem times, si huuc de tu a vita nefari~, aut nunc cogitarc, aut mo­litum aliquando aliquid putas, si ltaliro d~lec­tus, si bree arma, si capitolinro cohortes, si ex­cubiro; si vigiliro, si delecta juventus quro tuuru corpus domumque custodit, contra 1\Iilonis im­petum ~u-mata est, atque illa omnia in hunc un u m insti tuta, pareta, intenta sunt, etc. La expolicion deberá ser siempre natural,.oportuna y adecuada á la situacion en que se encuentre el autor; de lo contrario, si consiste en la repeticion de una idea misma en otros términos , se cometerá el defecto designado con el nombre de tantoloyia-, que sigui­fica literalmente decir lo QJismo, y si en insistir sobre un pensall)iento, ext!)nderlo, y sobre tollo en acumular otros que ~ean idénticos en sustan­cia; el llamado ¡Jerisoloyia ó nimia verbosidad.

La gra~aci_on ó clima consiste en exponer una série de ideas en tu~a. progresion tan con~tante de

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80 1\IANUAI,

m~s á ·rn!)DOS; 6 de.mcnos á mas, que cada una de e!!as ·diga $icmpre algo mas 6 .menos que la ante­rior.. Gil;erQn pos sumi.nistra un buen ejemplo de :¡,w.bíl$ e.n su primera Catilinaria. «Nada tratas, na4a maql)inas, n~da. pieosa.s que yo no sepa, no ve¡~_, 0o . a~ivine." Nihil agis, nihil moliris, nihil e9g1t~ quod egp npn modo. non audiam: sedetjam non videam plancque senliam. Como se ve la pri• mera gradaciqn, aq t~i es de· mas 4 menos y la sc­gq¡¡da de menos á mas, porque en efecto es mas ~Q un conspira~or con.certar·el plan, -que tantear ~·Sil~ <;omP.~ileros , y . menos .en un. magistrado d.esQql)rir. u1,1.a coospiraci.on por. 11\Cdio de sus age:n\()S! que adivinarla. De esta forma debe de­cirs.e .• IQ qu~. de,,Ja p,recedcJlte, ' á saber: que de­l;Jer~. pr~entarse . c.on .. nat.uralida,!l y. QpOFtonidad, lilas sobFc es.tOT.dif\cilmente"se darán reglas. L~ grada¡¡ion en las ideas. de <¡ue ahora nos ocupa­lllo!!i se difc~euci¡~.. de la·coucatenacion. en las fr:ar ses ,cpu ([\le,q.lgu!l.O.S¡la bau co\}fnlldido,._en que siempre que. hay coucatenacion hay tambien.gra­~acion au¡¡qqemo· al co.iltrariol• · .•

La p:g11_dojí\'; QQnsiste; en •re.unir en un mismo

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DE ELOCUEl'lCIA. 81

objeto cualidades (1 u e á primera vista parecen contradictorias, como por ejemplo : estéril abun­dancia, dificultosa facilidad. Mas pudiendo suce­der que dcgen~re esta. forma en conceptillos epi­gramáticos, es in•J ispensablc que. su empleo sea muy raro , y que cuando parezca estudiada se añada alguna expresion clara y sencilla del pen­samiento. Asi lo hizo. Ciceron en su tratado de Amicitia, diciendo: e Los ausentes esl<\n presen­tes, los pobres son ricos; los desvalidos son pc>­derosos, y lp ;que es mas aun vh·en despues de muertos; tanto es, añade para aclarar esta idea, lo ·que sus amigos los honran, lanto lo que dé ellos se acuerdan, lant.o lo que sien len su pérdi­da.» Absentes ad sunt, egenles abundan\, imbé­cílles valen\, eL quod dificillius dictu est, mortni vivunl: lantus co bonos, memoria, dcsiderium prosequitur amicorum. A pesar, sin embargo, de la precauciou indicada¡ quizá; fuera mejor no usar tales paradojas porque tienen siempre algo de concepto.

La comparacion, t.ambien llamada símil ó se­mejanza, consiste en expresar que dos objetos son

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8~ - ~I-A:NU.AL

a,e~)ogos entres!. Los símiles ó se traen para.pto­.bar alguu hecho por su, cone~ion íntima con otro ó_ para materializar, digámoslo asi, una idea abs­-tracta, ó ilustra~ ó hermosear un objeto. Como ejemplo de la primera clase se puede citar el pa­saje siguiente de Ciceron en su oraciou contra Catilina, cuando queriendo proba1· que la muer.te ·de éste solo no era bastante para :extinguir la conspiracion, y que mas bien agravaria los ma­·les de la República, dijo: « Asi como Jos enfer­mos si beben agua cuando estáu·poseidos del ar­dor fe.b.ril, p~rece por el , pronto,que se mejoran y ·luego se agravan !Das; asi ¡tambien-esla-cnrerme­d<!d de la República aliviada momentáneamente por el suplicio de Ca!ilina se.agravaria mas y _mas· si quedasen vivos,sus·c'OmpañeFoS,»•Ut srope-ho­mioes rogri morbo gravi cunhrestll • febrique'jac­ta.ntur, si.aquam gelidam hiberint, primo relevari ·vid,entur,.:deinde multo gravius :vehementiusqne affiictantur; sic hic morilus qui1cst>in ,R'espublica relevatus istius,prena vebemcntius <VIvis··reliquis ·ingravescit. De ¡la . segund~ ·clase es un bello si­mil el siguiente<dé Osian: r. La música del· Carril

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DE ELOGlJENGIA. 83 era como la memoria de las alegrias pasadas, agradable y triste al alma. • Los objetos compren­didos en este ejemplo no son á la verdad semejan­tes en si mismos; mas lo son en sus efectos, y es­to es bastante y quizá mas delicado que si la mú­sica de Carril se hubiera compa1·ado al cauto del ruiseiior, aunque el símil fuera así mas exacto. En cuanto á la siluacion en que se deben emplear los similes ilustrativos, téngase presente que los formales y expresos jamás se han de introducir en los lugares patéticos, porque es solo propia es­ta forma de llenguaje tranquilo y de reOexion, no del de las pasiones; así que para expresar los afectos se podrá usar alguna vez de la metáfora mas del si mil circunstanciado ó extendido, al me­nos debiendo asimismo advertí~ que si por lo re­gular se acomodan bien en boca del orador ó es­critor, nunca ó muy pocas veces en la de los per­sonajes, ó -en. la de un:. tercero. Por lo e¡ u e Loca· á. la naturaleza de los, objetos de· que se deben sa­car los si miles, convendrá guardar rigorosamen­te estas reglas: )lrimera ,. que no se lomen d·e aquellos cuya conexion con el que se agita sea

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s.t · 1\IANUAL

tao Intima y conocida que advierta cualquiera á primera vista su. aoalogla, como sucederia, por

ejemplo, si se comparase un di a á otro, ó nna tem­pestad á otra tempestad: segunda. que tampoco se funden por .. el contrario en conexiones de'masiado xemotas,.enigmáticas ó sutiles como sucederia si s.e comparase una cárcel á un ataud : tercera, que aun siendo inmediata la conexioo no se tome de objetos enteramente desconocidos: cuarta, que sean estos nuevos ú originales, ó que cuando sean ya usados no lo sean com.unmente ni se empleen sin buen juicio. propiedad y oportunidad. Contra esta regla se peca con grao rrecuencia por pla­giar ó trasladar sin discernimiento algunos similes graciosos peto trillados: quinta, que jamás seto­men dos objetos bajos ó innobles, á lo menos en las composiciones sérias y magestuosas: y sesta, que aun cuando sean claros, oportunos y bien es­cogidos los si miles, no se usen con demasía y so­bre todo no se amontonen para ilustrar una mis­ma idea.

Sentencia se llama á cualquier reflexion pro­funda y luminosa que tiene por objeto una ver-

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DE ELOCUENCIA. 85 .:·c~d interesante, ya sea fundada en el raciocinio 6 en la experiencia. Cuando es puramente especu~ laliva loma el nombre de p1'incipio: si se dirige á la práctica se llama m.áa:i111a: si la refiexion no es hija del mismo que habla, sino <le un tercero, se denomin!\ apotegma, y si es vulgar, adagio, pro­verbio ú re(l'an. De principios sirva de ejemplo el siguiente: • todo lo que nace muere.• De má­ximas este otro: aNo hagas ni digas cosa que no quieras que lodo el mundo vea y oiga.» En euaa­lo á apotegmas véanse las de los tacedemo­nios en el tratado de Plutarco. Y por lo que loca á. refranes, recórrase el Don Quijote en donde se hallará un almacen. ·Nótese, empero, que las sentencias morales no se ban de prodigar en las composiciones sean de la clase que quieran, y que los adagios se han de evitar en las elevadas ó s~ rías porque son jocosos y· familiares.

Prolepsis, revocacion,,reyeccion ó rernision y transicion. La primera, consiste en prevenir ó combatir de antemano alguna objccion que to­davía no se ha hecho pero que se teme y se pue­de hacer. Este es un medio ingenioso de des~ruir

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8G MANUAL

ó debilitar a lo menos las ratones . contrarias, siempre que se prevengan con exactitud -y fideli­dad. La segunda, consiste en anunciar que se en­tra de nuevo en el asunto despues de una digre­sioo. La. tercera, en declarar que por entonces se omite tratar un punto, pero indicando que· se tra­tará despues: y la cuarta en anunciar que se ·pa­sa de un· punto á otro: si se indican el que acaba y el que comienza la transicion se llama perfecta, é imperfecta· si solo se anuncia el último. Con res­pecto a estas ;formas hastará decir que son mas propias del género didáctico y del oratorio que de los demas, porque en aquellos conviene á ve­ces remitirse á otros puntos, prevenir alguna ob­jecion y anunciar expresamente la transicion, al par que en las restantes composiciones suele ser mejor hacerlo sin anunciarlo.

NUMEJ\0 11[.

Formas de los afectos.

Apóstrofe , es dejar el hilo del discurso c¡ue

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DE ELOCUENCIA. 87 se lleva y'convcrtirse de repente no al auditorio á quien se dirige, sirio á alguna otra. cosa parti­cular, ya sea persona verdadera , viva ó muerta, ausente ó presente, ya- sean séres ú objetos invi­sibles, abstractos ó inanimados, por ejemplo: «¡O vosotros santos cielos, oidme! tu' tierra no des.:. precie mis lágrimas: selvas, peilascos, grutas de la Livia, oid mis gemidos,• Si se interpelase por el contrario al mismo auditorio, esta forma no se­ria apóstrofe sino .comunicacion, por ejemplo: «Si es justo que gasteis-el iiempo en frivolidades, ó que lo empleeis en cosas útiles á vüestro espíritu y bienestar , decidlo y sentcnciadlo iOsotros , á

vuestro juicio apelo. » Adviértase que cuando el apóstrofe se dirige á "cosas inanimadas. ó á enti'­dades abstractas se usa á la 'vez de la ptoso¡lope~ ya ó personificacion de que·n'os oéu~aremos des­pues. Semejantes apóstrofes , finalmente , no se deben prolongar demasiado , ·porque ni la natu­raleza ni el buen gusto lo pueden autorizar.

La conminacion consiste en amenazar á fin de intimidar con castigos y males t<lrribles, inviola-. bies 6 ¡iróxiinos) v( g. «'si 'rlo hiciércis·peniténcia

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88 JIIA.NUA.L

todos perecereis. » En los agitados discursos que

sugieren la ira, la venganza, los celos y otras grandes pasiones, son comunísimas esta y la for­

ma anterior, aun cuando en el caso de la actual

no ltayan de realizarse las amenazas. La correccion consiste en enmendar ó modHi .:.

car lo ya dicho, porque parezca en medio de la ag1tacion de un afecto que la primera idea es al­

go débil y se pretenda sustituir con otra que sea mas fuerte, por ejemplo : aconsejando Ciceron á Catilina en su primera oraciou contra el que re­

nunciase á sus proyectos , pues c¡ue se habían descubierto, que volviese en si, mudase de con.:.­

ducta y saliese de Roma suponiendo, si asi que­ria, que iba desterrado como lo andaba diciendo por la ciudad para hacer al cónsul odioso, añadió

corrigiéndose: «¿pero qué digo? ¿á tí abatirte los contratiempos? ¿enmendarte tú jamás? ¿tú resol­

verte á ihuir? ¿pensar tú en \u destierro? ¡ojalá te inspirasen los dioses inmortales tales pensamien­tos!» Quam quam quid loquor? te ut ulla res fran­

gat? tu ut umquam te corrigas? tu út ullam fu­gam meditere? ut ullum tu exilium cogites? U ti-

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DE ELOCUBl'iCIA. 89 nam tibi islam mentem dii inmoriales"donarent! Bellísimo es este pasaje por su oportunidad, su• puesta la situacion apasionada en <roe el orador supo celocarse.

La deprecacion ú observacion consiste en sus­tituir á las reflexiones las súplicas y los ruegos. La siguiente de Ciceron en su oracion Pro Dejo­tare es apreciable. «Te ruego, oh Cesar, por esa diestra, que tú ·siendo huesped concediste á De­yotaro tambien h'uesped, etc.» Per dexteram te is­tam oro quam Regi Dejotat:i, hospes hospitari pw rexisti, .etc.

La exclamacion consiste én expresar vivamen­te y por lo regular con iuterjcccioues los violen­tos afectos del corazoli, por ejemplo: «oh tiem­pos, ó costumbres!» Inútil fuera advertir que el ·mérito de la exclamacion no consiste,en el uso es­ccsivo de interjecciones si uo •se abusara de ellas;

·pero como se ven tantas y tan vanas ex-clamacio­·ues que acaso no .Jo son mas que por ir acompa­.fladas de ¡ah! ¡ay! ¡hé! ¡ó! y varias otras del mis­mo género, no estará por demas decir que lo pa­tético del pasaje ó del pensamiento es solo. lo que

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n 1 ifi"Si rr.!_J.~ a~'"" 90 ' 1\fANU.iu.

éoHWtü~e"re~lm~'nte 1~ 'iíelleza ~~~ ia exctáJi'ta-"1 .. . • .d .. ,. ,fl : ur . ·H L· _ :J .•• · CIOD.

Lá' hi¡iérliole Ó e'xageJ:ácion, consisthn atri­bui'r'á'alguil objeto Ciérta cualiélad q\¡J rigurosa-­mé\i'té le corresponde, péro nb eíí-;!hri·~ito grado cómo se diée, v.g., es' nul~ 'iige'ro' que 'er'viento. Esta ·roi'iua ·es· grandiosa ~bandb sé en1plea con· cuidado, naturalidad y oportunidad. Para1jHigár de fa oportunid~d del' liip~í·ff8í'e·~~néc~sarih te­ner presente la1sigullni'begia de'Qu'ílliiiikab , 'á saber: que aunq\ie' lb qúe sé'diga s'ea invéroshbi) para quien lo oye, nó lo sea· pa~a quieillo dieei pero es indispensable tanib'ierl·, 6 1q'u'e soto se·use en los lugares patéticos, ó que él objeto á que se refiera 'seii 'grande 'y digno' cuando se einplee en. los tranquilos.' En ·nirlgün '¿a·so',' 'sin embargo, se hade decir mas ni menos de Jo· que exige la ri'go­rosa verdad; nótese, empero, que n<f Se faltara á

este. precepto en las exageraciones usuales: e~ po­ner el grito' en las ntJbes» y otras semej'aní.es, por­que se $abe ya hacen en 'ella~')la coii'venicn~· re~ ·baja para· que la idea ciüedé áa~fá-· ·' · ' ,.

La histe'rologia·; ·consiste en dééir iúifés'IQ q11c

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DE ELOCUEi'iCIA. 91 segun. el onleu del tiempo y del pen~amicnto s.e debiera decir despues, como cuando dijo Virgilio d luramos y arrojémonos en medio de los ene­migos.» Esta forma como no es otra cosa que la exposicion desordenada de las ideas, á conse­cuencia de los vehementes afectos que agitan al orador, solo se debe emplear en los lugares apa­sionados.

La optacion, CQ~sist~ en manifestar vivos de­seos de una cosa, por ejemplo: ¡ojalá, divino nii1o, que rompieses los ciclos y bajases! ó si vinieses á mis brazos!» Tambicn exige es ta forma pasajes patéticos, porque como la anterior, es hija de la~ pasiones. Cuando el deseo que se manifiesta es de que á otro suceda algun mal, la optacion toma entonces el nombre de imprecacion, y cuando asi­mismo se lo desea el de execrncioo, De impreca­cion hay un bello ejemplo en la oracion P.ro Dejo­taro de Ciceron, cuando indignado éste de la per­fidia de un esclavo de aquel que le babia acusado, exclamó: apicrdante los dios~s fugitivo vil escla­vo.• Dii te perdaot fugitive. De cxccracion puede serx.i r.de mucstra.la siguiente: apcrczc~ el día en . 7

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92 ~UAL

que yo naci, maldito sea el tiempo en que me de­

leité.• Una y otra forma son siempre la exp¡·csion

de la ira, rabia, desesperacion y furor.

La permisiou, consiste en dar licencia y co­

mo convidar con despecho á que se nos bagan

mayores males que los que sufrimos y de que nos

queJamos. Véase por ejemplo la últim:t estancia

de la cancion de Crisóstomo en Don Quijote, <¡ ue

empieza: «Venga, que es tiempo ya, del hondo

abismo, cte.» Esta forma es solo propia del len­

guaje ~· lugar de las pasiones m:lS violentas.

La prosopopeya ó pe.rsonificacion, consiste en

atribuir cualidades propias de los s~res animados

y corpóreos, principalmente de los hombres á los

inanimados, incorpóreos ó abstractos. Cuatro son

las diferencias de la prosopopeya; primera, cuan­

do il objetos insensibles se dau epítetos que solo

con\' iencn á los sensibles: segunda, cuando se

suponen animados los que realmente no tienen

vida: tercera, cuando se les habla como si pudie­

sen entender lo que se les dice : y cuurk't, cuan­

do se les inlroduce hablando entre si. Para em-

. plMI' n ~ tural y oportunamente esta fonna , hija

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DE ELOCUENCIA. 93 siempre de las pasiones, es indispensable no in­troducirla en pasajes enteramente tranquilos, si­no en aquellos en que el autor se suponga mas ó

menos conmovido segun sea la diferencia que se proponga usar. Para las de la primera clase bas­

ta una ligcm agitacion de ánimo, 6 cierta exalta• cion en la fantasía, producidas ambas por el inte­rés del asunto. Para las de la segunda, es ya in­dispensable una pasion mas fuerte pero no tan

profunda ni \'iolenta como en las de la tercera.

Las de la cuarta suponen siempre un grande en­tusiasmo y cxaltaciop que arrebate, digámoslo así, la imaginaciou del autor. 1\fas aun cuando se

escoja la situaciou mas á propósito para emplear

la prosopopeya, todavia será insulsa si no es ade­cuada al estilo dominante de la composicion. Las · de la 1>rimcra clase podrán por tan lo deducirse en la composicion menos elevada si no se resienten de afectacion. Ciceron tiene un ejemplo muy bueno de ellas en su oracion Pt·o Asilonc. «Sé yo por experiencia, dice, cuán tímida es la ambicion

y cuán grande y aranosa la pretcnsion del consu­lado. • Scio c¡uam tímida sit amllitio e¡ uno taque

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94 JIIAl'WAL el quam sol\icita cupidilas consulatus. Aquí, pues, se ve personilicada la ambicion con el epi­teto de tímida y con el de afanosa una prclen­sion. Las de la clase segunda no se dcstle~an, y acaso no cuadran bien sino en composiciones al­go elevadas. El mismo orador nos ofrece lambicn como ·ejemplo de estas el siguiente pasaje de di­chaoracion: <<¿Quién habrá, pues, que juzgue que si ha sido· muerto un hombre, háyalo sido de cual­quier mod·o , ha de castigarse necesariamente á su matador, cuando está viendo que á veces las mismas leyes nos dan la éspada para privar de la vida á alguno? ¿Quis est igitur qui, quoc¡uo mo­do, c¡uis interfectus sil puuiendum putet; cum l'i­deat aliquando gladium no bis acl occidendum ho­mincm ab ipsis porrigi: legilíu\i? La prosopopeya está aqui funtlada en cjue se personifica la ley en accion de entregar la espada. Las de la tercera clase tan solo deben usarse en composiciones pa­téticas, nunca en 'l~s sérias, á no ser que se per­sonifiquen 'objetos ina'nim'ados que lcngan en sí .cierta dignidad. Poclrh. g. pe\·shnilicarsíi'opor­tunamente á uria mujer llor:ln'dó la 'r\iú'erte de su

1 .,,

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DE ELOCUENCIA. 95 hijo, y dirigiéndole la palabra como si fuera ca­páz de oírla, porque el dolor de su pérdida auto­riza en cierto modo aquella ilusion; pero el que hablase con su mortaja, seria, como dice un cé­lebre autor, una frialcl<!-d que no podria nacer de su corazon. llor haber, pues, observado esta re­gla será siempre hermoso este ejemplo sªcado de la defensa de Asilon: «A vosotros invoco, colla­dos y bosques de Alba, á vuestro testimonio ape­lo. » Vos ó Albaní tumuli atque luci, vos imploro et obtcstor'. En este pasaje no solo personifica }'a el orador un objct? insensible, si que tambien se dirige á él, y como que. le interpela y pide contes­tacion. J,as de la cuarta clase son aun mas atre­vidas, y solo á propósito para arensas púl!licas de grande ornato, y sobre asuntos muy importan­tes, en cuyo género es ciertamente recomenda­ble el primer razonamiento que pone Ciceron en boca de la patria, en su primera oracion contra Catilina, cuya lectura recomendamos. De paso, por último, advertiremos para que se compren­dan los nomhres técnicos, que cuando en la pro­sopopeya se introduce hablando á un ser racio-

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96 l\IA~UAL

mil' vivo, •se llama ethologia, y cuando muerto

idolopeya, ó sea personificacion de la sombra ó

imagen de alguno. Tambien se suele referir il es­

ta. forma el artificio con que á. las veces se pone

un razonamiento en boca de una. persona verda­

dera y viva, segun lo hizo Ciceron en su oracion

Pt'o Roscio Ameri11o, suponiendo que el reo apos­

trofaba á sus acusadores en estos términos: o: A

mi padre, sin se1· prosc1·ipto , le degollásteis y le

pusisteis despues en las listas de proscripcion: á

mí me habeis arrojado-violentamente de mi casa,

y posecis mi patrimonio;• ¿qué mas quereis?» Pa­

trem menm, cum proscriptus non csset, jugulas­

tis; oécisum in proscriptorum numerum retulis­

t.is; 'me domo 1me.'lfperJvim expulistis: patrimo­

nium meum possidetis? quid vultis amplius? Tén­

gasé·cnten'dido, no obstante, qtre cuando el razo­

namiento, aunque de persona verdadera y \:iva es

fingido, mas que prosopopeya y-mas propiamente es dialogismo. 1 q .,¡(',, d ,,., ,., ,.¡,¡

La reticencia, consiste en dejar incompleta

una frase ya comenzada sin aoahar de enunciar

la idea, como cuandd se dice pór ejemplo: •aquc-

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DE EDOCT:JENCJA. llos ·tiempos emn apetecibles, la ju$tic.ia tlorccia, el candor se echaba de ver: pero ahora, ahora ... no, no aflijamos nuestro corazon.» ])e esta forma no·debe usarse mas que en moment.os de dolor, de ira, rabia etc.

Imposible ó adynaton, es la asercion de que primero han de trastornarse las leyes de la natu­raleza en el 6rdcn fisico 6 moral, que se verifi­que 6 deje de verificarse el suceso que. se preve, P.or ejemplo: ((perderá su luz .el sol antes que el avaro reparta en vida.su hacienda.»

Interrogacion y suhyeccion; aquella consiste en preguntar, no para recibir respuesta, sino para dar mas (uerza. al dis.curso; y esta en añadir la contesLacion. De oria y otfa nos ofrece Ciceron un bello pasaje en . st~ oracion P.t:o. lege .illanilia. "Qué mayor novedad, .dice•, que la d!f, qt¡.e un jo­vencito, simple·patticular,,levantase y .organiza­se un ejército en, el tienw.o..ma;s calamit.oso de la Republica? Pues lo levantó. Quid enim tan no­vum qual!l adoles.centulum, privatum, exercitum difficili tempore conlicere? Confecit. No falta.n autores que dan el nombre de.s\ll~yecci0n á una

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98 séric de pensamientos , en la cual cada uno de

ellos ra acompañado de otro correlativo que le sirve de ilustracion ó causal, y que contrasta con él bajo algun aspecto. Como esta forma es la que se emplen. en los pn.ralelos, recomendamos, por­que es magnifico el que hizo 'Demóstenes en su

oracion Pro corona, entre su vida pública y la de Esquines: «Fuiste maestro de niiíos, dice, yo

concurría á la escuela; fuiste ministro subalter­no eu las iniciaciones, yo era iniciado; fuiste dan­

zante, yo costeaba las danzas; fuiste amanuens!l

del scc•·etario en las juntas• públicas, yo era el

que arengaba al pueblo: fuiste tercer galan, ya era espectador: hiciste mal tu papel, yo te si lba­ba: en el gobierno del Estado tu has sostenido

siempre los intereses de los enemigos, !O los de la patria. Este pasaje es tod:wia mas hermoso en

el original. n¡

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DE ELOGU<El'lCIA. 99 ·

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NUMEnO IV., ' Híf, 11. t, ~qd

Formas de intencion. ~. ·• · 1 ' • 1

La alegoría se puede considerar como una me~áfora continuada,. con las diferencias que al tratar de esta·última se.l1an marcado. El salmo 7.9 de la Escritura; en que se·represe!lta como una viiía al pueblo de Israel, es alegórico. «:r.raspor­t.aste; dice·, tu viña de Egipto' lanzaste las gcntes·y 1>lantásttlas : guia fuiste · en el.cami no delante ele ella: hicistela arraigar y allanado la tierra. La sombra de -elltkcubrió los montes , y sus· rayos semejan. los cedros de Dios. Extendió sus sar, mientos hasta la mar •Y bastit-el· r.iP· sus mugro­nes. Por,qué has .. desLruido _¡¡u,ccrc¡t. y. la vendi­mian todos los que pasan por el camino. El jaba­lí de la selva la ha destruido y pació la la fiera so­litaria. Dios de las virtudes, vuélvete, mira des­de el cielo y atiende y visita esta viíia. » Aqui no hay una circunstancia q¡¡e en rigor no cuadre á una viíia y al estado del pueblo hebreo <1ue re-

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100 MA'NUAL presenta, que es en lo que se diferencia de la me­táfora con~inuada. Los apólogos, llamados vul­garmente fabulas, son tambicn por Jo regular verdaderas alegorías.

La alusion consiste eu llamar la atencion bá­cin algun objeto que no se nombra, empleando al efecto cierta expresion que indireetamenLe y en virtud del enlace deJas ideas lo recuerda, como cuando se dice: udepil.rete Dios buena estrella," aludiendo á la de los i\Iagos. Esta forma puede referirse á pasajes fabulosos ó históricos, á di­chos, hc·chos, usos y costumbres particulares, á noml>rcs propios y; á una palabra cualquiera; sin embargo, en composiciones de estilo grave y elevado , deberá siempre referirse á objetos no­bles: las respectivas á nombres propios, y en ge­neral a palabras, solo pueden entrar en composi­ciones ligeras y jocosas; y sobre todo, cualquiera ¡¡ue sea la alusion y composicion en que se in­troduzca ha de ser siempre clara y fáciJ, de com-prender. •1

El dialogismo, consiste en introJducir bablan­do entro si dos ó mas personas verdaderas y vi-

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DE ELOCUENCIA. !Ot•

vas, presentes ó ausentes. Su razonamiento ha de ser fingido, pues no hay verdadero dialogismo en las. arengas directas ó indirectas que ponen los historiadores en boca de sus personajes, porque unas y otras deben ser reales, á lo menos sustan­cialmente. Asi, por··ejemplo, seria dialogismo si· no fuese histórico el siguiente razonamiento que pone .san· Lucas en el capitulo IX de los hechos de los apóstoles 'sobre la conversion de san Pa­blo : Hallándose y.a cerca· de Damasco , dice , se vió rodeado repentinamente. de una luz que ba­jaba .del cielo; y cayendo en tierra percibió una voz que le·decia, Saulo, Saulo, por qué me persi­gues? y él respondió: Señor, quién sois vos? con­testó le el Señor diciéndole: yo soy Jesus á quien tu persigues: .en vano, te es dar coces contra el aguijon ,. resistiéndote. á fuerzas,superiore$. En­tonces Saulo todo tembJando, .y· como fuera de sí, dijo: Señor, ¿qué:quereis.que haga.? Levllntate, le respondió el Señoq y entra en la. ciudad, y all i te ~e dirá lo que debes hacer.>> Tamhien se sue­le referir al dialogismo el artificio con c¡ue ha­blando en su nombre dicen á veces los oradores,

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l\IAl'íUAL que si se hubieran hallado en tal ó cual situacion hubieran expuesto tal ó cual cosa ; ó que si se hallan la enunciarán, ó que la hubieran enuncia­do ó la enuriciarian si no los hubiesen contenido ó los contuviesen tales respetos. De esta especie de di~logisrl10',"ql1e es á no dudarlo la1mas finá y oraJ toria, tenemos un bello ejemplo en la arenga que pone Livio en hoc:t de Cato o, el Censor, contra las matronas romanas que halló en las calles suplican­do á los ciudadanos la revocacion de la ley sump­tuaria, dada durante la segunda guerra contra Car­tago. «Si los respetos debidos á su dignidad , di­ce Cl CÓnsul, y el temor de SOnrojarlas mas biCI\ á cada una en j>articular que á todas en comuu, no me hubiera detenido', porque el pueblo no vie­se que el cónsul las reprendía, las hubiera dicho: ¿qué costumbre es esta de presentarse asi en pú­blico, de llenar las calles y de hablar con hom­bres que no sor}' vuestros maridos·? No pudo cada uná hacer e~a misr\¡a saplica al suyo en su pro­pia casa? ó sois'aci\Áo' mas am~bles en público que en secreto, y nías con los agenos q'ue con los pro­pios? Aunque ni aun en ruestra casa, si supié-

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DB ELOCUENCIA. l03 seis conteneros en Jos límites del pudor, deberíais cuidaros de las leyes que se trataban de esLable­ccr ni de revocar.» Nisi me verecundia mn¡esta:­·lis el pudoris singularum mngis quam universa­rum temissel, ne compellatro á consule videren­tur, divisenl? qui hic mos csl in publicum pró­currendi el obsidendi vías el viros alicnos ape­llandi? ¿ lslud ipsum suos qureque domi rogare non poluistis? ¿An btandiores in publico quam in privato el nlieris quam vestris estis? Qunmquam ne domi qu idem vos, si sui juris liuibus matro­nas contineret pudor, qure teges hic rogarentur ahrognrcnturve curare dccuit. Debe advertirse que el dialogismo deja de ser forma particular en las composiciones o~~lorias en que el autor nun­ca hahtn, y en aquellas otras cuya forma es el mismo diálogo. Cuando se introduce, en lio, una sota persona hablando ~ons'igo-misma ~e llama el razonamiento soliloquio ? sermocinacion. A esta especie corresponde .~! que¡¡,~ el salmo 48, capí­tulo 8, vers. 4, pone el profeta Amós en hoca de los especulad,ores y esquilmadores del pobre, di­ciendo: uCuándo pasará el mes (d(l la cosecha) y

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DE ELOCUENCIA. t05 quemadmodum loquar, nec consilium, nec oratio suppeditat, quos, ne quo nomine quidem apel­lare debeam, scio. Cives? ;qui á patria vestra descistis? An milites? qui imperium auspicium­que habuistis, sacramenti religionem rupistis? Hostcs? corpora ora, vestitum, babitum civiu'm agnosco : facta, dicta, cousilia, animos hostium video. Esta forma presentada oportunamente es ruagnUica , y de una gran :rucrza al pensamiento que se insinúa. Cuando el orador por medio de la duda tiene los.ánimos mucho tiempo en especta­tiva hasta decidirse, toma la forma el nombre dé suspension ó sustentacion; mas siendo imposible y ademas in{ttil determinar el número de fra­ses de que hn de constar la duda para que sella­me ya suspension,.diremos tan solo que como fi­~ura de un grande aparato se debe usar pocas veces y no mas que en situaciones extraordina­rias.

La esteuuncion ó atenuacion , consiste en re­l>ajar artHiciosamente las bueuas ó malas cuali­dades de alguu objeto, no para que el auditorio lo tenga por tan pequeño sino pua que lo apre-

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DE ELOCUENCIA. 1 07 • 1 t 1 ' ~ ,. ti -'i ~l)h, .. ;.. 1;

ditla la guerra civil, y estando ya adelantada fui· yo de mi propia voluntad, por mi propia opio ion y sin que nadie me violentase , á unirme c9p. el ejército que· militaba en tu contra.• M. Cícero a.~ud te defendit alium, i•' ca._volunta\e non fHi~­~e in qua se 'i_psum conlitetur fuisse: nec tuas ta­citdS cogitaciones extimescit, nec c¡uid tibi •. de 11tfr; H.; J alío audicnti, de se ipso ocurrat rcformidat. Vide quam non rérormidem: vide cuan t.'\ lux' liberali­tatis el sapientire t~~· mihi apud te dicenti obo-\ • , t \ ' riatur. Quarnfum potero voce contcndam ut hcc populus romanus exaudiat. Susceplo bello, Cesar,

, 1'1 H

gesto ctiam ex magna parte, nulla vi coactus, ju-dicio ac vol unta te ad ea arma profectus su m qu¡c cranl sumpta cootr~ te. Para' conocer la oportuni-

' ' 1 dad de este pasaje es necesario estar al corriente de las circunstancias en oue se encontró el orador. 'L'l'Hb :J?. ·tJ ,<J~ J') ii •• "'' •,.~,. La prctcnct n, constslc en aparentar que no

" &Ji! ~e quiere ó no se puede decir alguna cosa que 1 ' '111 ' ' entonces se está dicie1~do expresa ó iudirecta-

mcntc, pero siempre de manera que se compren. da, por ejemplo : «Nada. diré de las virtudes de " 1

j Sócrates: no me detci1dré en poodcrar su· extrc­s

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108 MANUAL

mada pobreza: para qué emplearme ahora en ma­

nifestar aquella casi divina abstinencia y hones­

tidad .ll El orador por escelencia de los romanos

tiene muchas y muy buenas pretericiones que se

deben estudiar en sus oraciones.

·La perífrasis, consiste en sustituí r á una idea

particular y circunscrita otra genérica y vaga,

pero que atendidas las circunstancias, dé á co­

nocer suficientemente el peusamiento que se de­

sea enunciar. Esta forma es un verdadero defec­

to cuando no se emplea para disfrazar ideas tris­

tes ó iodeceutes 1 ó para presentar c.on novedad

las muy usadas. De ella se valió Ciccron en su

oracion Pro Asilone, para no expresar de un mo­

do duro y chocante que los siervos de Asi lon ha­

bían muerto á Clodio. «Tiicieron los siervos de

Asilon 1 dice, sin que su amo se lo mandase , lo

supiese y ni aun lo presenciase, lo que cualquie­

ra hubier" deseado que hiciesen los suyos en

igual c.1so,~ es decir lo mataron. Fcceruat id ser­

vi Asilonis; neque imperante, neque scieolel oc­

que prroseote domino: quod suos quisque servos

in t:~lirc facere voluisset.

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DE ELOCUENCIA. 109

La ironía, consiste en querer decir lo contra-, .\' 1

r ío de lo que significan las palabras, lp cual de-be conocerse por el aderuao, por el tono de.la voz y por las circunstancias en que á la_sazon se halle el orador. Si la ironía se comete dando á una cosa el nombre contrario en su .rigorosa sig­nificacion á las cualidades que tiene, llamando por ejemplo pelon al que no tiene pelo, se denomina antífrasis. Si se hace aparentando c1ue se vitupe­ra ó reprende á alguno para alabarle con mas fi­nura ó al revés, se llama asteisroo ó urbanidad, por ejemplo: '' Voiture , en una carta al famoso conde, ent{)nccs duque de Enghien, dándole la enhorabuena de una victoria que babia ganado, le dice: «La gente está incomoda-la de ver que un jóven y novel capitan haya tenido tao poco res­peto á unos gcn,erales antiguos y llenos de canas, les hay,a tomado ~autos cai¡.ones y les baya hecho huir vergonzosaru~o~. » Cuando la ironía consis· te en burlarse de alguna cosa, de manera que so­lo se deje traslucir la intencion sin darla á cono­cer claramente, se denomina carientismo ó gra­ciosidad, v. g. habiendo en 110a ocasion pregun-

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ti O DIAl'iUAL

tado el rey de Francia al gran duque tle AliJa si

en la batalla de El va en que éste se halló se ba­

bia parado el sol , segun se decia , como en los

diasdeJosué; el duque, que al parecer no lo creía,

contestó evasiva y agudamente, que él en aquel

dia estuvo tan ocupado en la tierra, que no tuvo

tiempo para observar lo que pasaba en el cielo.

Si para burlarse de alguno se le 'atribuyen cuali­

dades buenas que no le convienen ó que com•ie­

·nen }lOr el contrario al que hace la burla, ó á la

inversa, se •atribuye éste las malas cuRiidadcs de

aquel, se llama cleoasmo, irrision ó mofa. De una

y otra especie tiene Virgilio dos bellos ejemplos en

los libros X y XI de su Eneida: el primero cuan­

do Turno, en su respuesta á Drances, atribuye

irónicamente a éste las hazañns que él habia he­

cho, y el segundo cuando Juno pregunta del mis­

mo modo si ella había sido Cllusa del robo de Ele­

na, que era obra de Venus, á quien se dirigía la

interrogacion. Si el que trata de burlarse no atri­

buye sus buenas cualidades iL aquel de quien se

quiere burlar, 6 no se atribuye las malas de es­

te , pero sin embargo , se burla de él por otro

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DE ELOCUE:NCIA. tll cualquier medio picante y maligno, se llama dia­sirmo, chanza pesada ó silbido, por ejemplo: en una ocasion en que incomodado con nuesLr;¡, cor­te .Luis XIV, dijo á nuestro embajador que; ven.,. dría á Madrid, dando á entender que conquista­ría á la .Espaíia, contestó aquel: •no hay incon­veniente, tamhien fue á Madricl Francisco 1 , en lo que aludió á la prisiou que éste sufrió de que se averguenza la Francia. Si la burla llega á ser un i11sulto y se dirige ademas contra una pcrso.na que no puede devolverla por estar muerta ó mo­ribunda, ó en un estado tal de desgracia que ins­pire lástima, se llama sarcasmo ó escarnio, mas esta es indigna de todo hombre bien educado. Si la ironía, !in~lmente, cualquiera que sea su acri­mmlia y mordacidad consiste en imitar con ma­licia el tono de voz, el gesto, la postura ó los mo­vimientos y ademanes de alguno, refiriendo di­recta ó indi1·ectamente un discurso suyo verda­dero 6 fingido, se lla1na aninesis ó remedo, véase en el capitulo XX, parte primera del Quijote, la <¡ue pone en boca de Sancho que empieza asi: <( has de saber Sancho amigo etc.>>

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1121

ltJAl'\UAL

Tales son, por último, las principales figuras de la Retórica, de las que depende en gran parle la belleza del estilo de la oracion. Algunas reglas se han dado ya para cada una de estas formas en especial; pero ahora daremos otras que son co­munes á todas ellas: primera, pa.-a emplearlas es necesario atender ante todas cosas á lo que per­mite el genio de la lengua y la buena práctica de los autores: segunda, ban de ser oportunas segun la persona que las use, lugar, tiempo, situacion y circunstancias en que se empleen: tercera, se han de acomotlar al género en que se escribe y al to­no dominante de la-obra: cuarta, han de ser á

propósito para producir el efecto r¡ue se desea, pues aunt1ue á ninguualde ellas está ligado el don precioso de mover los ánimos, consta, no obstan­te, por la experiencia y observacion de hombres muy ilustres que suelen ser mejor para persuadir

la¡;,.quc nos si r~en ,ra~a..e~presar ,los afe1ct~s •. así 1 ' .

como todas las demas para dele1tar; cada una cm-pero, es utilisima en su línea, puesto c1ue es una

,, ¡ •

gran verdad 11ue sin agradar al oido 110 se 'puede

1>ersuadit· al enlendimienlo , y que sin que ésle se

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DE BLOCUBl'\CIA. 113

persuada no puede conmoverse la voluntacl: quin­

ta deben sobre todo enunciar la idea con cuanta

claridad, energia y belleza sea dado: sesta, y úl­

tima, no ha de repetirse una misma forma dema~

siado , porque la mono ton la produce siempre el

fastidio.

SECClON CUARTA.

De la pronunciacion.

Esta no es otra cosa que la rccitacion de un

discurso acompañada del gesto y accion que la

correspondan: es, pues. necesario explicar cual

ha de ser la voz, el semhl¡\nte, y el ademan de

los oradores.

ARTICULO Uii'ICO. 1 1 ' ',f

Del semblante, de la voz y clel ademan . '

Sobre estos puntos nos contentaremos con de­

cir que serán casi inútiles todas las· reglas f¡ue

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114 •. ~)Al'iUAL puedan prescribiese, si cuando se habla no se de­ja á la naturaleza que siga el curso ó derrumba­dero de los afectos que la ocupan , puesto que ella nos dice cuando hemos de alzar y. acentuar la voz, cuando nos hemos de airar, cuando en­tristecer, cuando alegrar , y cual ha de ser el semblante y adcman dd cuerpo y las manos. El orador, sin embargo, debe poseerse asimismo pa­ra no dejarse arrebatar tal vez como furiosa ba­canal en voces desentonadas y estrepitosas pata­das, precaviéndose igualmente de Lodo sonsone­te y tonillo, sin afectar palabras mujeriles ui eco dulce y cantoricio.

Adernas de esta primera y principal regla son tambien dignas de notarse las Cllalidades siguien­tes que pueden adquirirse por el estudio: prime­ra: clarid-ad y distincion de las palabras, "e.sto es, que se pronuncien completas en sus sílabas y le­tras: segunda, que se marc¡ue bien la puntuacion y final del periodp: tercem, lentitud para·respi­rar mejor y no cansarse, aunque no tanta que cause fastidio: porque si es veloz ó arrehatada la pronunciacion, ó no hará impresionen los áni-

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; \ ."'" . v¡ 1

DE ELOCUENCIA. 115

mos en el primer caso' ' ó el qúÜable pareder~ un energúmeno en el segundo: ciiarta, <jue la re­citacion sea adecuada al asúnto' y Jugar del dis-

. ' ' eur.so; pues tio· es lo mismo hablar en una'plaza que en üna·sala, ni estaría. bien usar de palabras dulces para persuadir una 'cos:\, terrible: y qul~~ la, que la pronunciacion sea variada, ya por co­modidad dél mismo ·orador, y tanihien pára (¡ue pueda. agradar al público, ptn\s 'liO' bay'cosa mas pesada, como se ha' dicho '; que ·¡a: moO:otonia en un discurso. . "

APÉNDICE '·¡ 111 r;! 1 ! 1 • ~~ •

del estilo., t.lengU!J;je> •Y teno de las>~ composiciones, uli·lenar;ias ) (¡ jll

,,1 1 ... ,~, •Jh 1111l J!fllf"IIJ 1 lt;}JilLl

Es~iloi ¡;IIJamado :asilddl ip1lil~ó'(í1edtl qúe sóbre tablas. ence~adas~escPibinll' . láS"áiHiguos , no -es otra cosa que aquel"moll:ó· cáracteristico que· ca­da uno tiene de- explicarse~··y: · au'nc¡ue puede ser tan variado ·como' lo's• rost•·os· bumauos;··con todo, segun el grado •de claridad .. ú oscuridad, de nove-

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116 illANOAL

dad ó trivialidad, de naturalidad ó afectacion, de pureza ó barbarie, de correccion ó incorreccion, de precision ó gravedad, de concision ó redun­

dancia, de energía ó debilidad, de aspereza 6 sua­vidad, de nobl~za 6 familiaridad, de ligereza 6 pesadéz, de enlace ó desunion, de uniformidad ó

variedad, de ornato y desalino, de soltura ó en­cadenamiento en las frases que domina general­mente en una composicion, si se dice que su es­tilo respectivamente es claro, oscuro, confuso,

embrollado, original, comun , natural , af'!ctado, hinchado , puro , castizo, hárllaro , latinizado, afrancesado, etc. si allunda de .idiotismos de al­guna lengua, correcto, incorrecto, descuidado,

preciso, vago, conciso, prolijo, redundante, enér­gico, débil, suave, melodioso, duro, aspero, no­ble, familiar, vulgar, chabacano, ligero, pesado,

arrastrado, compacto, desunido, desencajado, va­

riado, uniforme, monotono , amanerado, fuerte , nervioso, flojo, magnílico, gr¡tndioso, vehemen­te, elegante, adornado, florido, lla¡¡,o, ténue, t.cm­

plado, rucdio, arido, seco , dcsaliuado , inculto,

suelto , facil , embarazoso, cortado, periódico,

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DE ELOCUEr\CIA. J 17

igual, desigual, compasado, simétrico ;•clausulo­

so, etc. porque todavía pueden inventarse otras

mil denominaciones intermediarias.

Hemos omitido la division del estilo en subli­

me, templado é ínfimo, porque sobre ser solo re­

lativa á la elevacion del lenguaje, que al fi'n no es

mas que una de las cosas que bay que atender

para clasificarlo oportunamente, es tambien ine­

xacta en razon á que el sublime no puede exten­

derse por toda la composiciou, pues es solo pro­

pio de algunos trozos. Verdad es , no obstante,

que se ha hecho comuu esta Mrision: mas para

desautorizarla 'completamente, bastará indicar las

diferencias que hay entre lenguaje y estilo que

algunos han confundido. l-enguaje en una obra

es la colcccion da las expresiones con que se

enuncian los· pensamientos; así que será muy

bueno si las· expt·e~iones son 'puras, correctas y

propias, y sera malo si carecen de alguna ó de

todas estas cualid;u.Jes. Estilo es el caráctar do­

minante que dan 11 uo1 cornposicio11 los pem;.;'t­

mientos da que consta, las formas bajo las cuales

sa han pmsentádo, las expresiones c¡ue las anu11-

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118 ' lUA:NUAL

cian;·Y el modo con que las cláusulas se. han cons· truido .. El lenguaje por tant.o puede set puro, correcto y propio, y ser sin embargo el estilo muy malo por coustar de pensamientos falsos, fu.tiles ú oscur.os; etc., porque las formas no,·sean opor­t.unas; ó las. expvesiones aunque castizas y gra­maticalmente buenas sean débiles., redundantes, bajas, duras,. 6 en otra manera .dtlfecluosas, ó

porque lás· cláusulas no tengan en fin la unidad, claridad, energía, elegancia y numcrosidad que las cor.respooda.

,t:l estilo, si abundan con esceso)as metáfo­ras, se llama tam bien alegórico ú oriental.

Igualmente recibe otras denominaciones del género de las composicion~s segun es propio de cada clase y de cada· especie. Asi se dice, orato­J•io, llistórico, forense·, didáctico, epistolar, etc. ·· Toma a..~imismo los non1bres de los escritores que han tenido aquella manera particular·, y en tal sentido se. llama á veces ciceroniano, etc., y ciertos de paises en cuyos escritores sea domi­nante, como asiático, lacónico, ático, rodio.

Y los recibe por·. último del tono dominante

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DE ELOCU'ENCIA. de la obra, como cuando se dice, clcl'ado, mages­tuoso, •bumildc, .bajo, vulgar, sério, jocoso, bur­lesco, ·cb·ocarrcro·, irónico, satirico, austero·, 'fes­üvo, etc.

Por tono se entiende aquel carácter particu­lar ·que las COJ)lposiciones reciben de la elevacion ó bajeia del estilo, y de•la.jntencion y situaciou moral del que habla; asi q·ue se llama al dl! toda una obra 6 al de cada una de sus part·cs, elcl'.ado, ·noble, magestuoso, familiar, ·bajo, humilde, esfor­zado, val iente1 sério, gra1•c, risueño, cháncero; burlesco, chor.arrero , irónico, satírico, afinnati­''o; dccisivo, tlogmá.tico, profetico, de inspirnoion; de oráculo., ,aleg¡rc,· t1·isto; iracundo, .colérico, pa­cUieo, ·patético, lastimoso , amena:aador , tierno, amoroso, persuasivo, .etc .. , 6cgun la diversidad de las pasioncsJ¡,f.lmanas, ,&us, moditicaciones•y varia­ciones¡. y :como, cadahc.omposicion• ellige por otra parte diforcnte<gFado 1dc elevaciou en el estilo, y en cada tillO, sc·suponen•eo'lnuy·diversa situacion · moral, el orador.y·los·persomtges•que se intr'odu­ceu, de.ahi es que•.tambi'Cn el tono, 6 ·sea la •ína~

yonó mcnor•elcvacion"dc la •voz •, ·y ;Ja particular

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120 i ~IA.NUA.L

modulacion que recibe de (¡t intencion y situa­cion moral del que habla, se clasifica con res­pecto á la diversa especie de composiciones en oratorio, histórico, forense, didáctico, familiar, cte.

No se crea que son una misma cosa el estilo y tono , porc¡ue siendo aquel el resultado de las cualidades buenas ó malas de los pensamientos, de las formas , de las expresiones y de las cláu­sulas, y este otro la conveniencia que todas. es­tas cosas pueden tener con la naturaleza del asun­to y con la intencion y situacion moral del autor, no conformándose varias de aquellas cualidades con estas tres últimas circunstancias, se infiere bien claramente r¡ue el tono es muy distinto del estilo, que se. circunscribe mas que éste, y que no le pueden cuadrar las denominaciones ó epí­tetos de embrollado , alambicado, latinizado, afrancesado, adornado, florido, elegante, árido,

· .etc. que á aquel conv¡enen, asi como tampoco puede llamarse al esti lo afirmativo, decisivo, tran· quilo, iracundo, etc. Eo conclusioo, el tono se re­liere mas particularmente á las formas , y el esti-

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DE ELOCUENCIA. 1~1

lo no solo á ellas , si que tambieo á los pensa­mientos, á las expresiones ~· á las cláust1las como va dicho.

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PARTE SEGUNDA.

IIBGLAS PAIITICUL\1\JlS DE T,OS DJSTU'il"OS

GENBilOS Dll OIIATOI\IA,

A unque la materia de la Relóricn sean todos los objetos que esciten, pues no hay uno solo so­bre el cual no pueda hahlar·se con elocuencia, sus principales géneros que distinguieroll ya los ;;ntiguos son tres: primero, el judicial cuyo lin es acusar al reo 6 dcrcnderle: segundo, moral 6 de­liberativo, cuyo objeto es persuadir · 6 disuadir: y tercero, el demostrativo que se dirige á ahtbar ó vituperar. Esta divisiones tan ingeniosa y exac-

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DE BLOCUB~CIA. 123 la, ([u e no bay ni puede haber un razonamiento r1uc no se halle comprendido en alguna de di­chas tres clases. Los nndcrnos, sin embargo, en mzon al nuevo género de oratoria introducido por ht religion cristiana, han dividido todos los rliscursos en forenses, políticos y sagrados, de ca­da uno da los cuales, asi como del género demos­trativo de los antiguos, nos ocuparemos por su o r.­den.

SECCION PRil\lEllA.

DE f.A OIIA'FOfiiA FOIIENSB.

Couocidas ya las reglas generales de la ora­toda, el orador judicial <lcben\ sobre to<lo estu­d.iar y comprender bien la legislaci~,n de .. su país, en el punto principalmente que se proponga des- · ll'llvolver para acusar ó dcfeadc• i\ alguno civi l ó criminalmente ante un tribunal. Esta es, pues, la regla mas importante general, digámoslo asi, al discurso, puesto que las demas qnc se notariln sc;·an solo respectivas en cierto modo ~1 exordio, proposicion, coafirmacion ó peroraciori.

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MANUAL

/.RTICULO l.

Del exordio.

En esta parte de los discursos rorenses es mas

necesario que en los de los otros géneros, que el

orador se concilie la benevolencia no del públi­

co, al que nunca ha de dirigirse, sino de los jue­

ces ó magistrados: para ello ha de procurar in­

teresados á su favor, y si ya lo están, confirmar­

los en tan bue11a disposicion; pero si no lo estu­

vieren, ba de aprovechar para conseguir este ob­

jeto cuantas reOerioues puedan sugerirle la cau­

sa misma, las personas de los jueces, de los liti­

gantes ó de los reos, el tiempo, el lugar y todas

las demas circunstancias en que se encuentre.

En asuntos de poca importancia., el exordio debe

ser hrerc ó ninguno.

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DE ELOCUENCIA. t25

ARTICULO ![.

De la prfJposicion.

Esta parle es sin duda la que requiere mas ti ­no en los discursos for·cnses, ya para que el ora­dor no pierda tiempo en probar lo que no le nie­gan, ya para t¡ue los jueces vean bien lo que se disputa. Débese, pues, fijar con la mayor preci­sion y exactitud qt1e se pt¡.cdlt el verdadero pun­to de cuestion, tirando, digámoslo asl, una linea de separacion entre las pretensiones de los liti­brantes. Los retóricos han distinguido al efecto tres clases de controversias. Primera, si no cons­ta el hecho de que se· trata, ó si, auur¡ue conste, se duda si lo ha ejecutado aquel á quien se le imputa, porque no apa•·ezcan contra~~ mas que indicios, sospechas, probabilidades ó presuncio­nes de cualquier grado , la cuestiou se llama de . ccmjeturM. Segunda, si constando el hecho y el autor, se disputa sobre si la acciou es ó no legal­.mente justa, ¡la cueslion entonces se llama de

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126 MANUAL

cualidad. Tercera, si gi ra la controversia siendo

la accion reprobada sobre si está ó no compren­

dida en tal ó cual clase determinada, se llama de

de{inicion. Ejemplo: Una persona ha desapareci­

do, se sospecha que ha sido muerta violentamen­

t.c, y recaen las sospechas sobre tal 6. cual' indi­

viduo. Si este niega que el otro ha~'a sido muer­

to con violencia, ó una vez averig•Jaclo, que él

haya sido su matador, el estado de la cucslion se

Uama conga!ttral. Supongamos que ni lo uno ni lo

otro niega, si dice, no obstante, que queriendo

matarle , aquel se vió absolutamente obligado á

privarle de la vida para libertarse, la cuestion se­

rá entonces de cualidad. Está por !in convicto y

confeso de haber hecho la muerte cxpontánca­

mente, pe1·o se duda si fue simple ó ale\•osa , el

estado será ya de definicion. Tales son los tres

grados de cuestiones de que tanto hablan los re­

tóricos. Los jurisconsultos en este punto las han

distinguido mejor en cuestiones de lleclto y de

tk1·eclw. De la primera clase son aquellas en que

se trata. de averiguar una accioo·y su autor; y de

la segunda aquellas otras en que averiguados ya

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DE ELOCUENCIA. 127 estos extremos se trata solo de decidir si se ba de absolver ó condeoar al perpetrador, y en el últi­mo caso qué pena se le impondrá. Nótese, empe­ro, que en ocasiones depende la cuestion de dere­cho de otra de Ttcclto, corno en el segundo estado del <'jemplo anterior , porque para resolver si al homicida debía penarse, cuestion que era de de­t·ccho, se hacia indispensable saber primero si la muerte se babia causado alevosamente, que es, á .no dudarlo, cuestion de /lecho.

AJ\TlCULO 111.

· De la confinnacion.

Esta parle de los discursos forenses se subdi­vide ordinariamente en dos, llamadas prueba y ¡·e[utacio11. En la primera se alegan las razones que demuestran di rectamente la proposicion ; y en la segunda se com1Jate1tlas de contrario. Unas y otras clasi:lcao los retóricos en 11Murales y ar­tificictlcs, que con mas propiedad se podri~n lla­mar l6yicas y legales. Lógicas son las que con so-

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128 MANU·At

lo el auxilio de la razoo natural se sacan del mis­

mo asunto, de sus causas , erectos, etc. como se

ha dicho, y legales las que se deducen de las le­

yes, declaraciones de los litigantes y los testigos,

y demas documentos que orrezca la misma cau­

sa. Sobre las primer;ts se dijo ya lo bastante al

tratar de las pruebas en general; y acerca de las

segundas no es necesario mas que advertir, que

cuando sean ravorables se esruerccn, y cuando ad·

versas, 6 se combatan abiertamente, 6 se procu­

ren debilitar por medio de la prevencion.

En cuanto (\. la ¡·erutacion, si'empre que con •

franqueta y verdad se realice, no se haga decir

al contrari,o lo, que ~o ha dicho, se impugnen sus

objeciones sólidamenLc, no con sutilezas 01 con "-so!ismas, y si ser puede .~s,e saque de ellas mis-

+ 1 JI He 1 1'1

mas el mejor argumento en pro ~ se habrá hecho. . cunntp, es p.psible,.

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DE ELOCUEI.'\ClA. 129

ARTICULO IV.

De la peroracion.

En el género judicial, ademas de la recapitu­lacion, podrá hacerse eu esta parte del discurso unabreveexposiciou de lo que se haya dicho y he· cho extra¡udicialmentc durante la causa por ca­da una de las partes, cuando asi convenga para desvanecer los rumores que se hayan esparcido, á fin de pervc~·tir la opinion del público y de los jueces, segun lo hi'ZO Ciceron en una de sus ver­rinas y en su oracion P1·o Asilonc. La peroracion tiene mucha gracia y energía cuando el orador reasume no solo sus argumentos sino tatubien los contrarios, COill¡>arándolos entre sí uno á uno, ó todos juntos, para hacer ver la ruerta de los pri­meros y la debi lidad de los últimos. En cuanto á la mocion de arcctos jamás aconsejaremos, como lo han hecho muchos retóricos, que se eche ma­no de las pasiones, ó se haga un llamamiento á 1 as de los jueces , porque á hombres de ley que

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130 l\IA:!'iUAL·

con ella y por ella han de decidi1·, es por lo me­nos atormentarlos y ponerlos en uu conflicto. Los antiguos, sin embargo, lo acostumbraron , y á ello precisamente se deben algunos borrones de la historia del foro de Grecia y Uoma.

Se debe advertil·, por fin, á los t¡ue deseen acreditarse en los tribunales; que lean mucho ~­

estudien atentamente las oraciones forenses de Demós.tenes y Ciceron: las primeras por su sen­cilléz y analogla con las de ahora, y las segun­das por la fuerza de sus raciocinios y la sutil dia­léctica de sus cuestiones; pero no se olvide que el uso de los tribunales en tiempo de este último permitía ciertas licencias contra los acusadores y los testigos que-en el diajamás se permitirían.

' • il'

SECCION SEGUNDA.

DE I;A OR,~TOR[,\ POLITlCA Ó TnJIIONICI·A.

Son obj~io dr, este género de discursos todas las cuestiones de interés p\tblico, que se. hayan de r~solver en juntas ó 1:enuiones; .y-como pueden

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DE ELOCUENCIA. 131 ser aquellas de legislacion, economía política, ha­cienda, adminislracioo, esladlstica, diplomacia, gue1·ra , marina, etc. serit necesario que el ora ­dor, ademas de las reglas generales de la orato­ria , haya estudiado y comprenda bien todas es­tas materias, ó al menos aquellas sobre que quie­ra bablar, si tiene por otra parle las prendas na­turales que se requiereti para este llu : sin ellas de poco ó nada aprovecharán las reglas que pue­dan darse aunque no son muchas.

ARTICULO UNICO .

De la disposicion de los discursos políticos.

En el exordio de los discursos de este género convendrá enunciar los pensamientos llamados comunmente costurnbres oratorias, porque como en tules casos hace el orador oficio hasta cierto punto de consejero, es muy importante <¡u e des­de luego acredite sin arectaciou y modestamente

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132 DIAl'\UAL

su prudencia., veracidad, recta inteucion y otraS!

buenas cualidades que puedan inspirar confianza.

En cuanto á la proposiciou, no suele haberla

formal: pero si alguna vez conviniese enunciarla

se hará muy ligeramente ailadiendo en seguida

las reflexiones, ó recordan4o los hechos que se

deban tener presentes, sin descender á narracio­

nes extensas sino en niuy raro caso en que la

e:<ijan las circunstancias. Esto se funda en que

se supone al auditorio ntU)' instruido y que le·

dehcu bastar ligeras indtcaciones: cuando asi no

sea . esta regla se variará segun convc¡nga pa;·a

hacerse comprender bien.

La conllrmacion se hace del mismo modo que

en los di se u rsos forenses , con la diferencia de

que contiene ordinariamente ¡;nas nú~Dero decjcm·

plos que de argumentos positi1•os : la razon es

porque tratúrtdose de. acciones futuras, y siendo

lo pnsado la regla del porveuir, e~ argumento mas

fuet·Lc de que unn cosa saldril bic)l en-lo sucesi­

vo, será siempre el que haya tenido buen éxito

en lo pasado y al revés.

La peroracion podrá y deberá co.mpreilder,.

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DE ELOGtrnNCIA. 133~

adcmas de una breve recopilacion de lo dicho~

parte de la expresion de costumbres de que se ba hablado en el e:~:ordio , en razon á que siendo lo que mas inOuye en la voluutad de los oyentes. el crédito del orador, no solo se deberá ir prepa­rando en aquella parte , sí que tambicn en las.

otras, y muy especialmente en el epilogo para concluir.

Deber nuestro es advertir, linalmente, que el

que se quiera guiar en la actualidad por las re­glas contenidas en las ~obras de los autiguos~retó­

ricos , se llevará un grande chasco , porque te­niendo un carácter particular del de las suyas nuestras"oraciones políticas, en virtud del lugar

en que se pronuncian, y la clase del auditorio á

que se dirigen, precisamente han de ser ya en sa mayor parte inexplicables é inútiles ó inoportu­

nas. Por lo mism<f no recomendaremos tampoco como modelo sobre este punto las célcl}rcs ora­

ciones de Dcmóstenes1 y Ciceron: en su tiempo se dirigían por lo general á una plebe ignormilc; te- .

niendo por consiguiente necesidad de hablarles á

hL~ pasiones y declamar , lo hacían ademas en la.

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134 MANUAL plaza' pública, y si en recinto cerrado y ante per­sonas instruidas, la costumbre de hacerlo del pri­mer modo les había impuesto un hábito de que siempre se resentían : ahora por el contrario se dirigen las oraciones regularmen.te á un cuerpo ilustrado, al éual es mas necesario convencer que ·Conmover, y eu un recinto cerrado que obliga mas á guardar la templanza de la. voz y la rigorosa -exactitud lógica. ·

SECClON TERCERA.

DE L;\ ORATORIA SAGRAI>A.

Serian inútiles, al que se propusiese proaun­ciar un discurso en asuntos de religion, las re­glas que aquí daremos, si al efecto no conociese .las generales de la clocu<lncia; si no hubiese hc­.cho un profuado estudio de lt\ sagr¡:dn Escritura, de ht teología dogmí1tica y moral , de la historia, legislar-ion Y. disciplina eclesiásticn; si no estu­viera \Cersado en la lectura de los santos padres, d~loscscritor(\s ascéticos mas recomendables y de

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DE ELOCUEl'lCIA. 135 los oradores sagrados mas célebr~; si no tuviese á la vet el talento que se requiere para este gé­nero de oratoria, y si sobre todo no reuniese una virtud sólida é incontestable, una gran piedad, única prenda que daria á sus palabras, cuando fuesen tambien dictadas por el Esplritu Santo, aquella union que se insinoa en los ánimos y en­ternece los corazones. Supuesto pues, esto, pa­semos á dar las pocas reglas que pueden darse para esta clase de composiciones.

ARTICULO l.

Reglas generales ·de la omtm·ict sag-rada.

Primera. El orador, al medil.'lr un discurso de este género, no ha de olvidarse que se va á diri­gir ~ uu público compuesto en su mayor parte de ¡>crsooas iliteratas. Así evitará inserta•· en él pun­tos, doctl'inas, pcnsaniientos, alusiones y pala­bras. ininteligibles para: sus oyentes 6 superiores á sus alcances com? las técnicas, anticuadas, fl­losórieas y poéticas : el púlpito requiere mucha

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136 MAl'\UAL

<dignidad y nobleza de estilo, siendo en 61 tan in­

tolerables las expresiones hinchadas, estudiadas

y altisonantes como las débiles y vulgares; pero

esta elevacion es muy compatible con la claridad

y la sencilléz. El lenguaje de la Escritura em­

pleado oportUJlamente, es el que dá á los sermo­

nes magestad, gracia y energía , ya sea que se

citen algunos tes tos , }'a que se al. u da á algunos

hechos históricos y pasajes de los libros santos

en que abundan las expresiones figttradas mas

enérgicas y valientes, hacióndolo sin embargo

con tino y discernimiento para evitar los hebraís­

mos, extraordinarias hipérboles y metáforas atre­

vidisimas que ya no se pueden emplear. El fue­

go sagrado de que se supone inflamado al que es­

tá en el púlpito, y la importancia de las materias

de que habla, justifican, casi exigen expresiones

animadas y ardientes, y hacen á veces muy natu­

rales las personi flcaciones, las metáforas y todas

las formas propias del lenguaje de las pasiones,

pero solo cuando el asunto las está indicando , y

cuando parece que el orador está conmovido pro·

.fundamente; si el discurso, no obsk'\llte, se desti-

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DE ELOCUENCIA. 131

.nare á un auditorio escogido, podrán introduci rse en tal caso conceptos mas elevados y emplearse un lenguaje algo mas pomposo.

Segunda. Como el discurso ha de ser persua­~ivo, y no siempre basta el convencimiento a per­suadir, el orador sagrado dehera no solo ilustrar el entendimiento de S\IS oyentes con sól idas y lltlcmas razones que le hagan ver la verdad, uti­lidad ó necesidad de lo que propone, si que tra­tará tambien de conmover! os en sus afectos. Pa­ra esto aprovechan las amplificaciones de·<l ue en la primem parte se ha hablado , es decir, la pin­tura viva y animada de ciertos objetos que, pues­.tos á la vista del auditorio, le esciten aquellos mismos seotimientos.quc se tratan de suscitar.

Tercera. Es necesario que, al elegir el asu.n­.to, cu ide mucho el predicador de c¡ue tenga di­recta ·relaciou con la' p1·ofesion, el género de vida y lasdemascircunstanciasde sus oyentes. No pue­.dc, pues, darse.cosa mas absurda que hablar con­tra el lujo á los jornaleros 6 contra los vicios de una gran ciudad á los habitantes de una. alde­huela.

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t3'S' ~;¡¡¡ANUAL !>ual'ta. 'Qúe 'sen el asnil:to uno solo, amH¡ue se­

divida én ótros accesórios ó subarterilos , es de­cir, 'qíic"úó' s'é collftindán varios inconexos é in­dependientes, como si en un mismo ,discurso se­hahlase''lfor"ejemplo de la caridad y de la' sobcr-

• ..,, J' ¡ ... ¡

hia. E~ta regla se funda en que , segi.m'las léye!: de nue'stra orga~1i'tacion lisica, nci"nos ·e"s 'cla<io atend~r "en un solo·tiempo ·á vationbje'!Ós 'df~-' tintos<¡ sin que se d~bil ite ' la iinpresiÓif 4u'e· erada uno de ·cllos produciría aisladamente. r '' · • '

. Qbinta: Que el asunto no sea general y va­go sino circunsci'ito ó individual. Está regla es en éierto modo' dependiente de la anterior, por­que si bien á uü punto general puede dársele mü­dad, oúilca será tan perfecta como cuando aquel es deteniliuado y par~icular. En tanto, pues, q'u'e no sale el preclicadot· de los lugares· comunes, es decir, de' obsérvaciones y descri pciones gcné¡·i­cas,acerca, por ejemplo, de la felicidad de los jus­tos, la predicacion no produce ni producir puede el gpi.ñde ·efecto de moral izar á los hombres, por­que ninguno se cree comprendido en aquello c¡u.c­oye ; pero si el orador sabe p,or el contrario e~--

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DE ELOCUENCIA. 139 poner cuadros individuales en que el oyente se vea retratado, le es ya imposible desentenderse, y á su pesar tiene que reconocer la semejanza de sus acciones con las descritas.

Sesta. El predicador ha de procurar hacer in­teresantes sus instrucciones. La mayor habilidad de quien se dedica al púlpito consiste en empe­ñar vivamente la atencion de los que le escuchan. para lo cual es indispensable no engolfarse en razonamientos intrincados, no tratar las cuestio­nes meramente especulativas, y no exponer las verdades practicas eh un lenguaje abstracto, me­tafisico ú cm brollado. El touo de estos discursos debe s.er fam iliar, cuidando de aplicar su parte didáctica y doctrinal á lo que tiene relacion con la práctica, y de contraerla principalmente á"cier­tos caractéres y situaciones particulares. Por .es­to los ejemplos que se fundan en hechos históri­cos, y se toman de la vida comun, ejemplos de que la Escritura está llena, cscitan cu gran ma­nera la atcncion cuando su elcccion no es io­opQrtuna.

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140 IIIAi'\UAL

ARTICULO 11.

De la disposicion de los discursos sag1·ados.

El exordio debe ser corLO y no comprender vagas generalidades. Nunca será mejor que cuan­

do contenga la explicacion del testo ó la narra­ciou de algun hecho histórico sagrado que tenga conexion con el resto de la oracion; mas cuando

esto no pueda hacerse naturalmente deberá o mi­

tirse el exordio, 6 limitarlo á una ó dos clausulas

no muy largas. En vez de la proposicion, convendrá explicar

concisa, clara, sencilla }' correctamente algun punto doctrinal, pero si u adornos. La narracion, cuando sea oportuna porque lo requiera la natu­

raleza misma del asunto , deberá ser breve y nunca circunstanciada. La di vision del discurso

en dos ó tres partes, pero no mas, suele ser !me­

na para hacerlo con claridad, para que se entien-

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DE ELOCUENCIA. 141

damas racilmente, para fijar la atencion del público y ¡>ara que pueda este recordar lo que se le dice.

En cuanto a la conlirmaciou, como nadie nie­ga al orador la doctrina, hechos y principios que sienta, bastará que los amplifique atinadamcnte pero sin apurar la materia. Es muy cierto qtte «quien no sabe callar, ni escribir sabe,» es decir, que el predicador no ha de exponer cuanto se le ocurra, sino elegir entre todo lo que mas pueda interesar; y como en esta clase de composiciones se ;trata especialmente de persuadir , y nada se opone tanto á este objeto como la difusion , en ningunas , por consiguiente, se ha de cuidar de la coucision mas que en las sagradas. Un orador que se empenase en agotar la materia de que tra­tase, seria oído con disgusto y perdería sin nin­guna duda el vigor necesario para la mocio1t de afectos que es su principal Un.

Para concluir , nada .será m¡ts útil que una fervorosa y patética exhortacion, ó la deduccion de algunas consecuencias interesantes que surjan, como por su propia virtud, de la doctrina enseña­da; pero en el último caso es menester no mez-

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142 ·, i'IIANUAL

ciar ningun nuevo. objeto gue pueda distraer el ánimo del auditorio., ó debilitar el efecto que las primeras partes d'e la oracion hayan producido.

'Fe.rminaremos por fin este artículo, previ­niendo que se evite cuidadosamente la imitacion servil de taló cual modo de predicar, y de tal ó cual manera, de este ó aquel orador, asi como el tomar por modelo o11ingml.o de los estilos que al­ternativamente se usan, porque no es esto mas que un torrente, que se bincha por la noche y a la mailana está- seco; ·segun un .célebre autor.

SECCJON CUARTA.

H \ ~ \ \'. ' ~ \"

Ya se ha dicho que el objeto d'e esta especie de oratoria es alábar ó vituperar; pero como una y otra cosa·se .. puede bacer ·con respecto á las ac­ciones'en sí-mismas,.y J11SUS autores, sen\ bueno distinguir.. •El .yituperio;' diríjase á la pcrsona-ó al hecho, s~ llama,invectívM•La alabanza, si se diri­ge á la accion', toma.el nombre de elogio y el de

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DE ELOCUENCIA. 143

panegfrico, si á la persona ú á otro objeto cual­

quiera aunque inanimado que se deba personifi­car. Los panegiricos se subdividen en varias cla­ses segun las circunstancias y el motivo con que se hacen. Si se celebra algun nacimiento, sella­ma gcnetliiUaco: si un feliz casamiento, epithalá­

fllico nupcial: si se trata da un fallecimiento, fú­mbre: si es en accion de gracias cucharistico: y si por alguna victoria señalada epinicio. Todo es­to es 111 u y escolástico, pero necesario ahora ya

para comprender .estas voces técnicas.

ARTICULO UNICO,

Del exordio, pr·oposicion, confinnacion y perm·acion del génet·o

demostrativo.

El exordio :de esta clase de composiciones, cuando absolutamente sea necesario, porque no

siempra lo es y en las breves menos, deberá ser gustoso, llorido y brillante, aunque no tanto que degenere ya en alectado. La razon es, porque no

teniendo que convencer en estos discursos en que

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sO') o se trata de deléi tar , no hay por lo como o que desvanecer preocupaciones IÜ ganar tampo­co la atencion del público á quien se supone ga­nado por su· misma curiosidad. En las invectivas podrá ser patético y anri ex-abrupto, si lo hacen legítimo y veros!mil las circunstancias como en la- segunda filípica. de Ciceron.

JJa proposicion, ó no se enuncia 6 se enuncia concisamente si asi conviene. La division del dis­curso, cuando alguna muy ram vez sea precisa, deberá hacerse con arreglo á las bases generales que se han sentado.

La confirmación en estos rlisctirsos podrá pa­recérsé á la "que se practica en las judiéiales cuan­do los hechos sean dudoSos é iocreiblcs, ó éuan­do alguien qt1iera negar el m~rito 6 gloria de la persona de' quien se trata; pero este c.-íso· será rriÚy raro' porque los elogios· recaen ordinaria­mente ·sol\ re hazañas incontestables Juyo autbr es bien conocido. Solo, púes, ()eber~n áihplificar­se opofttwamente· haciendo ver su grandeza , su utilidad, la gloria qu'e han producido a su autor, y todo aquello "qu~ sea conveniente pára ensal-

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DE ELOCUENCIA. 145

zarlos. Esto se puede hacer, ó recorriendo por ór­

den cronológico la vida entera del héroe, k cuyo

panegirico se llama analítico, ó escogiendo una ó

mas de sus buenas prendas morales, y refiriendo

á ellas como pruebas sus principales acciones, al

cual se da el nombre de sintélico. En ambos ca­

sos las hazañas que se hayan de celebrar, poilrán

referirse pintoresca y noridamente en una narra­

cion seguida como las judiciales, cuando el pane­

girico sea sintélico, ó interrumpida con la ampli­

ficacion de cada hecho ¡Jarticular cuando sea ana­

lítico. La peroracion será comunmentc una recapi­

tul acion enérgica de los hechos, para que asi

amontonados parezcan de mayor bulto y causen

mayor impresion. El elogio y la invectiva podrán

terminarse con una e:~:hortacion breve al público,

a jfin dp que practiqlfe ~~~. vi~tudes que se han

alabado, ó de que evite los ''icios cuyo vituperio

se ha hecho. En el panegírico podrá tambien afia­

d irse un ligero elogio del cuerpo ó profesion á

'JUe pertenezca el héroe, ó si ya ha muerto, de

aquel 6 aquella á que haya pertenecido.

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PARTE TERCERA.

REGLAS PARTICULARES DE LAS DEMAS

CLASES DE COMI'OSICIONES E N PR OSA.

~recriamos dejar incompleta esta obra si no diésemos una reseña de las principales reglas de las composiciones históricas, didácticas y epis­tolares. Ellas, á la verdad, no hacen parte de la Retórica propiamente dicha; pero su uso frecuen­te autoriza hasta cierto punto la digresion. Su­puesto, pues, esto, las expondremos con todo el órden, claridad y brevedad que nos sea posible.

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148 :t\IAl'iUAL

SECCION PRThiERA.

DE LAS CO~IPOSICIONES niSTÓRICAS.

Siendo la historia el panteou, por decirlo asi,

de los hechos, las composiciones históricas de­

berán ser aquellas en que se expongan los mis­

mos hechos; pero como pueden ser estos verda­

deros y lingidos, y las reglas para la exposicion

de cada uno de ellos son diferentes, las explica­

rCI)lOS con separacion.

ARTICULO l.

De la historia ve1·dadem.

Por t.al se entiende la relacion de sucesos pa­

sados, real y efectivamente hecha para instruc­

ciou de los hombres actuales y venideros. La na­

turaleza de estas obras y el fin con que se com­

ponen , indican bic1t que sus reglas, unas son re­

laLivas á las cualidades que debe tener el histo-

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DE ELOCUENCIA. 149

riador, y otras á la historia en sí misma; por con­siguiente se explicarán por su órdcn.

NUMERO J.

Cualidades de un historiador.

Si la historia es el recuerdo de los hechos, el historiador deberá eslar instruido ante todas co­sas de los que intenta exponer y dé cuanto sea necesario para darlos á conocer: aun mas; debe­rá referirlos fielmente como pasaron Sin' destigu­rarlos por causa alguna. Empero, dirigiéndose la historia á instruir, el historiador deberá asimis­mo tener buen discemimiento, para elegir entre todos los del periodo de que trate aquellos he­chos que sean mas útiles; y aun esto no bastará, porque habiéndose' de referir la instruccion algo­bierno de los· particulares y·de los pueblos , será igualnietllc preciso que profese buena moral y sana poHtica para no destruir con erradas máxi­mas sobre el··uno y el otro punto el fruto de sus lecciones. Las< cualidades, por lanto, de un his-

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1SO MilUAL toriador, deberán ser cuatro , á saber : instruc­

cion, fidelidad, discernimiento y moralidad.

lnstruccion. Dificil seria que el historiador

pudiese describir y apreciar bien los hechos sin

el conocimiento de la geografía. Es, pues, nece­

sario que conozca perfectamente la topografia del

lugar ó de los lugares en que ocurrieron Jos su­

cesos que va á exponer, y si es posible que no so­

lo los cono:~;ca por los libros y por los mapas, que

á veces son incomplet.os ó equivocados, sino por

haberlos visto y cori"ido. Necesario es támbien que antes de escribir

haga un grande acopio de materiales; que con­

sulte los documentos mas fidedignos; que coteje

y compare con buena crítica las relaciones pu­

blicadas é inéditas en que se bailen consignados

los hechos que va á tratar; que fije sus datas

exactamente, y que nada, por fin, deje incierto,

si puede ser, en lo que toque á sus circunstan­

cias. Faltaría sin embargo, ·y á pesar de esto, á lo

que se Llama filosofia de la historia, que es cabal­

mente lo que distingue al historiador del compi­

lador, si al tiempo de. .. coordinar y presentar los

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DE EJ,Q(!WEl'iCIA. 151 sucesos, no bi¡:ies~ ~mérito de sus causas, de su mútuo enlace', del .enc.adenamiento secreto de circunstancias y hechqs anteriores que los prepa­raron, y del inOujo que cada uno de ellos tuvo en los .sucesivos. ' , _

Le es indispensable igualmente un profundO, estudio 4e .)¡\ política, de la ciencia de gobierno y de.la,estad.ístic.a de·los pueblos de que .se ocu­pe. Sjn esta instrucciou no. se podrá formar .una idea cabal .de su fuerza, riqueza y poder, ni de. l¡~_

de los otros con quienes hayan tenido.algun p¡¡o,­to de .contactq, ni podrá: dar á conocer.su col)sti­tucion y, estaqo..p¡¡líJj¡:o y,comercial, .ni señalar j¡¡.s causas d~, ~qs rfe\iOluciones, ni determinar SUS re­lacio_nes particulares é intereses mútuos. '"

Conviene en· fin, muy pducipalmeote.que co~ nozc.a-bicu. állos nombres., y que •por ,.decirlo así los! haya C4lado.thasta cl;corozon. De:>lo ·contrario ni podrá jamás disc.urr.ir ·alinadamcnte sobre la conducta y caractcr. de :los• actores, ni podrá tam­poco acertar con• los· secretos •resortes, ó sea'n las pasiones,•quc les. hicieron obrar de taló cual.lllo­.do en circunstancias determinadas . . En es~ :pav

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1~2

.te niogun historiador aventaja á Tácito: ninguno

como él ha conocido tan bien al hombre, y nin­

guno ha descorrido con tanto acierto los pliegues

mas ocultos del corazon.

Fidelidad. En vano seria la instruccion, y fue­

ra acaso perjudicial, si el historiador no escri­

biese con veracidad é imparcialidad. En el mo­

mento, por tanto, que fingiese un hecho, ó que

lo alterase sin lingirlo omitiendo, añadiendo, re­

ba¡ando ó abultando alguna de sus circunstancias,

siquiera le diera así mayor mérito ó iuterés, en

aquel momento, decimos, 6 solo escribiría una fa­

bula 6 faltaría por lo menos á la primera cuali­

dad de las composiciones históricas, que es refe­

rir sucesos en todas sus partes ciertos, y á su

principal fin que es el instruir. Asimjsmo, si por

favorecer 6 adular algun personaje, partido ó pue­

blo, 6 por miedo, 6 por interés, presentase los

hechos adulterados, ó en otro caso los comentase

lorcidamente, perjudicando á algunos actores, ó

empcilándose en ver en otros mims secretas ó

un refinamjenlo de maldad de que acaso estuvie­

ron lejos, que sus intereses no aconsejasen y que

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DE ELOCUENCIA. tó3 no resultase de sus acciones, ora asi obrase por aparentar imparcialidad, ora por mostrarse sagáz, faltaría siempre á los dos extremos que se hau marcado. En el prime•· defecto incurren frecuen­temente los historiadores contemporáneos, por u o tener el valor ó el heroísmo que se requiere 1mra escribir con independencia; y en el segun­do los que por no parecer afectos á su país casi se declaran .sus enemigos, y los que por hacer gala de una gran perspicacia se atreven á tras­pasar casi siempre Jos limites del buen juicio.

Discernimiento. Si se pudieran referir todos los sucesos grandes y pequeños, generales y par­ticulares de un pueblo, por limitado que fuese el periodo de existencia que se abmzase, sin definir la iuOucncia que ejercieron en sus destinos, re­sultaría CLLando mas una obra cul'iosa pero no instructiva. Es, pues, preciso que sepa elegir el historiador los hechos mas i11fiuycntes y de im­portancia gcne1:al , porque siendo lo pasado la historia del porvenir, y dirigiéndose á instruir las generaciones, de poco valdría que se refiriesen acaecimientos de ningun mérito, insignificau•~-

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t54 lllA~UAL

y aislados. Esto 6-la verdad no es muy fácil cuan~ do se trata de grandes pueblos, de muchos siglos: y de multitud de acontecimientos, pero el saber­lo hacer constituye por lo mismo uno de los prin­cipales méritos del autor.

l\loralidad. Si en el modo· mismo de exponer los hechos no manifiesta siempre el historiador su amor ferviente por la virtud y su Mio irrecon­ciliable al vicio; si alaba una accion injusta y no escusa ni desaprueba altamente la politica de los· gobiernos cuando no está fundada en los rigoro­sos principios de la justicia, fatt.:lrá á. todas lu­ces á la mas sagrada y principal condicion de su ministerio. ¡Ojalá hubiesen meditado bien los his­toriadores su elevada y respetable mision 1 Aca­so no hallaríamos· entonces en las historias tanta sangre inútilmente vertida, tantos famosos con­quistadores, tanto oropel y apariencia, y tan po­cas grandes acciones, tan pocos nobles espíritus, casi ningunas virtudes y ninguna gloria real.

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DE ELOCUENCIA. 155 '

NUMERO 11,

De la h:ist01·ia·.ver.dade1·a en s{ misma.

nos cosas hay en ella que disting\i ir: el plan y la. 11ar~ac.i.on. El plan es di verso segun 1:\ disti¡.tt.a c)ase de historias. Las generales, que son las. de una p~cion, prov~ncia ó ciudad ~!l t~do el curso .de., su. existencia, .. como por ejemplÓ; la

' '. • • 'i. de Espaiía ¡ior el P. l\Iariana, han de ser unas en l9 posible; JlS decir, que de tal manera s.e han de

.._ . • • l .•

presentar unidos y enc~d~nados los hechos, que los últimos .v~ngan á parecer corno consecuencia de los pri~er.os. Esto es dificil , sobre todo cuan­dq comprenden muchos siglos y acaecimientos á primera vista inconexos, pero tanto mas necesa­rio cua.nto que de otro, mod~ s~ria in: posible ha­cerlas útiles é instructivas. Saber para tener tan

1 ·•¡ 11• •) .

solo noticia de lo ocurri4o, podra. servir si se quiere de pasatiemp~; e~pe~o para instruir , es indispen~able ademas hac;r ver el¡)~!' qué y có­mo han inlluido unos acontecimicnlos en los de­mas. La historia universal del mundo puede ser

11

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156 ~IAl'WAL

tambieu una si se saben encadenar sus diversas épocas y sus diferentes revoluciones , de modo que se vea por qné grados y por qué serie de causas, de uno en otro estado, ha llegado hasta el que tiene en la actualidad.

Las historias particulares, aquellas en que se relierc algun suceso parcial, como v.g., !aguer­ra de la independencia por el conde de Torcno, son mas suscep~ibles de unidad de plan; y falta­ría groseram!lnte á este gran principio quien li ­mitándose á un solo hecho memorable no tuviese maña para enlazar los demas subalternos de que constase, de manera que formasen un solo todo.

Los anales, ó sean las relaciones de los suce­sos memorables acaecidos en una época corta 6 larga, como por ejemplo, los de Aragon por Zu­rita, y las memorias históricas, que son las com­posiciones en que el autor se propone dar cuenta de a¡1uellos hechos no mas en que él intervino, 6 que solo él pudo conocer por su posicion con to­das sus circunstancias, como las del marqués de Mi m flores para la historia de la Revolucion Espa­i1ola ; en razon á que mejor que historias forma-

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DE ELOCUENCIA. 157

les se pueden llamar materiales, apuntes y tro­zos sueltos para la historia, se deberán arreglar por su Úden cronológico rigoroso.

No asi las vidas 6 historias particulares de una persona, como por ejemplo, la crónica de los Re­.yes Católicos por Hernando Pulgar, pues que for­mando un todo completo, una verdadera historia en la mayor extension de la voz, se pueden y ar­reglar deben al principio de la uniclad. En estas historias por tanto, lo mismo que en las genera­les, háse de tomar como centro en el que se ven­gan á reunir todos los sucesos que se refieran al último estado de elevacion 6 de abatimiento , de prosperidad 6 de decadencia del héroe, de mane­ra que parezca que .los anteriores no han hecho mas que prepararlo, y aunque era inevitable en su consecuencia.

La narracion histórica, ya sea la historia ge­neral 6 particular, ora sea vida, ora se presente en forma de anales 6 de memorias , ha de tener ciertas dotes , á saber: claridad, brevedad y or­nato.

La · claridad consiste en que se expongan los

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158 DIAl'WAL

acaecimientos con órden y de tal modo que se no­te su conexion. Para conseguir este objeto, es me­nester que el historiador sig<\ la marcha del tiem­po sin eguivocar fecl1as, lugares, ni otras cir­cunstancias dignas de distincion: que no pase re­pentinamente de un país á otro: que no interrum­pa la referencia de un hecho para intercalar otros inconexos: que no corte el hilo con disertaciones filosóficas, lecciones de política y de moral, razo­namientos, opiniones propias ni reflexiones, á no ser que sean muy sólidas, ligeras, interesantes, profundas, útiles y como nacidas del pensamien­to de la narracion para esclarecer un punto du­doso, ó ilustrar un suceso singular y de grande influjo: que ademas no las prodigue en su caso demasiado: que cuando haya de pasar de uno á otro acontecimiento, Jo haga na.turalmenle fun­dandq, la transicion, no en vagas y arbitrarias ra­zones de conexion, sino en la dependencia misma de los hechos; y que halle, por último , el medio de encadenar tantos y tantos sucesos incoheren­tes al parecer. Todo esto , necesita ciertamente gran dé destreza y habilidad, y aun con ellas, si

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DE ELOCUENCIA. 159 el historiador no domina y ve la materia al pri­mer golpe de vista, jamás lo conseguirá.

La brevedad consiste en que el historiador re­llera con rapidéz los sucesos poco importantes; en que omita aun en los de mayor consideracion por si mismos, ó mas fecundos en resultados, las circunstancias que sean inútiles; cu que escoja las mas relevantes de estas, y en que las presen­te por el lado mas luminoso. Unas pocas circuns­tancias notables, si se han elegido bien, pondrán á. la vista mucho mejor que la enumeracion indi­vidual de todas, sin dejar una, porque siempre hay entre ellas algunas de poca ó de nin~una im­portancia que el lector adivinará y suplirá. fácil­mente aun cuando no se le indiquen. Esta feUz eleccion de. las circunstancias, es lo que sella­ma pintum hi.st61·ica, en la que nadie ha sobre­salido como los cuatro autores latinos, Cesar, Sa­lustio, Tito Livio y Tácito.

El ornato consiste en el buen uso de las cláu­sulas de los tropos, de las elegancias de elocucion y de las figuras, y en la oportuna eleccion de los retratos, arenga y estilo. De las cláusulas bastará

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160 1\IANUAL

aqui añadir á lo que en su lugar se enunció, que cuando sea simple la narracion, deberán ser cor­tas y sueltas, y que cuando sea pintoresco podrán ser largas y periódicas: la razones, porque al que pinta ó describe, le es mas fácil reunir muchas ideas en uil. solo grupo, que al que refiere senci­llamente. De los tropos, elegancias y formas se ha dicho ya lo bastante. Por lo que toca á retra­tos, dice un célebre autor, que es preciso pintar á los hombres por sus acciones, no de pura ima­ginacion. Los retratos no son interesantes sino en cuanto son parecidos, y es menester mucho jui-

. cio para hacer uno que lo sea. Ellos constituyen, á no ditdarlo, uno de los mas expléndidos al par que dificultosos adornos de las composiciones históricas, como que se consideran generalmente lo mas delicado de la obra; pero es necesario no buscar al hacerlos el lucimiento , ni dejarse lle­var de un refinamiento escesivo por mostrarse pe­netrante y profundo. Acaso, y aun absolutamen­te seria mejor, no empeñarse en hacerlos forma­les, que amontonar tantos y tan sutiles contras­tes, que mas bien nos deslumbran que caracteri-

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DE ELOCUENCIA. 161

zan al parsonaje. En esta parte quizá no aventa­

je nadie al conde de Toreno en su historia de la

guerra de la Independencia. Los historiadores

griegos, mas bien que retratos tienen elogios: los

de Salustio son arbitrarios, y Tácito, que dió con

frecuencia pinceladas muy vigorosas, nunca reu­

nió en solo un cuadro las cualidades morales y po­

liticas de sus héroes, para que se viese su carác­

ter mas do~inaute, que es en lo que consiste el

retrato. Acerca de las arengas que se suponen en

boca de los personajes, se ha disputado y todavía

se disputa si sirven ó no de adorno á las compo­

siciones históricas. Nosotros, sin decidir la cues­

tion , creemos que cuando las circunstancias en

que se encuentren aquellos, sean tales que de­

biesen pronunciar, ó sea probable que en ellas se

p1·ouuuciasen discursos, podrán sin inconvenien­

te intercalarse directa ó indirectamente en la uar­

racion; mas cuando esas mismas circunstancias

los hagan inverosímiles, ridículos ó inoportunos,

creemos por el contrario que el exponerlos seria

un borrou. Ll:i.manse arengas directas aquellas

e¡ u e se refieren testualmente; é indirectas, aque-

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tG2 MAl'iUAL llas otras de cuyo contenido tan solo sa dá un rc­súmen. Las primeras tienen por lo regular el in­conveniente de ser muy largas; pero cuando sean cortas y se hubiesen hecho en tiempos y lugares en que pudieron circular sin alleracion, deberán· copiarse literalmente•todas sus partes, ó solo las mas notables segun convenga.· Las posteriores al descubrimiento de la imprenta, y al de la taqui­graria en especial, si se pronunciaron en juntas deliberantes, son susceptibles de esta especie de relacion; no asi las hechas en campamentos ó en otros sitios en que no se pudiesen consignar por medio de la taquigrafia ó de la prensa, pues estas como las anteriores á tan extraordinarios descu­brimientos, ora se pronunciasen en tales juntas, ó en otras cualquier circunstancias, se dcbenin extractar. De ambas clases tienen, no obstante, muchas los historiadores antiguos, y acaso Tucí­dides en la historia de la guerra del Peloponeso prodigó las directas demasiado. Verdad es t.am­bien que escr!bieron éstos la historia de unos Estados en que todo se deliberaba en juntas y en que se hacia todo con arengas ; mas si por esta

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DE ELOCUENCIA. 163 razon están en .sus obras muy bien tantos y tantos discursos que explican por otra parte la política , los intereses y demas móviles de sus pueblos, no lo estarían asi en las modernas, porque se delibera menos ó :ya no se delibera. Cuando, sin embargo, haya de escribirse la historia de las naciones ó gobiernos representativos actuales, se podrán emplear con economía las arengas que se hayan hecho. El estilo debe ser noble, grave , y digno del objeto á que se :dirige esta clase de composiciones: en ellas no cuadra bien el vulgar, jocoso, satlrico ni burlesco, asi como tampoco las convendrían los adornos frivolos, la brillantéz es­cesiva, las sutilezas, los juegos de palabras y los conceptos epigramáticos por un lado, ni las agu­dezas, chistes y chocarrerías por el otro. El his­toriador ha de sostener siempre el cárácter de un sabio que habla con la posteridad, sin descender nunca á hacer el papel de gracioso ó bufon. No es esto decir que no pueda variar á veces el tono de seriedad, que dehe ser el dominante, para ha­cer sentir si conviene las miserias, debi lidades y aun ridicnleces,qne suelen andar mezcladas con

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164 1\IA.lSUA.L

las cualidades mas nobles y elevadas en el carác­ter y la conducta de algunos héroes; pero no ha de abusar de esta libertad, y cuando crea útil dar á conocer una anécdota satírica, baria mejor, di­ce Blair, eu ponerla por nota que eu introducir­la en el cuerpo de la obra, exponiéndose á ser cu demasía familiar.

ARTICULO 11 .

De la historia ficticia.

Llámasc asi la relacion de sucesos fingidos he­chos principalmente para moralizar á los hombres. De la naturaleza de esta clase de obras y del fiJl con que se componen, se deduce á primera vista que sus reglas, como en la historia verdadera, unas bau de ser relativas á las cualidades del au­tor y otras á la composicion en sí misma.

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DE ELOCUENCIA. 165

NUII!BilO I.

De l'lls cualidades del autor.

Siendo la historia ficticia una leccion de mo­ral fundada en hechos fingidos, claro es que sola esta circunstancia ha de e:\:imir al autor de cuan- · tas obligaciones lleva consigo el cargo de llisto­riador. Pero si no le exige tan vasta instruccion ni una fidelidad tan escrupulosa, puesto que que­

da .á su arbitrio la inversion de las ocurrencias, se requiere en cambio que tenga moralidad, ima­ginacion, discernimiento, habilidad y sensibili­dad.

Moralidad. Siempre, desde el principio del mundo ha habido historias fingidas, mas su prin­

cipal fin c\ebió ser entonces el pasatiempo: ahora ya se dirige.n tamhien á.· mejorar las costumbres, y tratandose bajo este apreciable aspecto de ha­

cer amar la virtud y de odiar al vicio, de disipar las ilusiones de las pasiones, y de corregir hasta los defectos menos graves y aun las solas ridicu-

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166 DIAl'IUJ\L

feces del hombre, será necesario auLe todas co­sas que reine en ellas constantemente la moral mas pura, que sus autores no se permitan la mas minima. liviandad, que no siembren ruiCxímas per­judiciales y opuestas á las buenas costumbres, que no autoricen·errores pel igrosos en ningun gé­nero, y que procuren por el contrarío combatir con finura las erradas opiniones y las supersticio­nes del pueblo.

lmagiuaciou. De nada servirá la moralidad s¡ no va envuelta en hechos capaces de interesar al lector: es indispensable, por tanto, que sepa el autor crear una série de sucesos tales que poJ' su. novedad, por su variacion y por las apuradas si­tuaciones en que coloque al personaje principal, pues que debe haber siempre una especie de protagonista, cautiven la atencion vivamente y la mantengan despierta. Para esto se necesita una rica, viva y profunda imagiuacíon.

Discernímieoto. Si la severa razon y el buen JUicio no preside i1 la eleccíon de los becbos, es d ecír, si los lances aunque nuevos so o increí­bles, aunque varios muy complicados, y las si-

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DE ELOCUENCIA.. tr.7

tuaciones del héroe hasta tal punto desesperadas que sin un milagro no haya podido evitar el ries­go que 1~ amen ataba; en suma, si aquellos son tan in1•eroshniles y el desenlace es tan imposible que se resista á la renexion, se agradara a?aso por u u instante, mas no se interesará. Esto cabal­mente ocurrió á Cervantes por no haber distin­guido dos cosas que son distintas, cautivar y sos- . tener la ateociou y sorprender la imagioacion. La verosimilitud es, pues, la primera cualidad que debe tener la accion, á no ser <¡ ue las composicio­nes sean alegóricas ó satíricas. En estas dos cla· ses, con tal que la alegoria sea iustru'ctiva en unas y la sátira fi na en otras, se disimulará su defecto .

. La habilidad consiste en variar y diversificar mucho los caracteres de los personajes; en dibu­jarlos con exactitud ó individualidad , seMiando hasta los perfiles, en contrastarlos debidamente y cu sostenerlos. De ningun otro modo se realza mas el méri to de estas obras.

SeosiÍJilidad. Esr¡uisita, una y ejercitada la necesit¡t el autor si ha de piolar toda suerte de. escenas patétiras, ora se:\0 tiernas, ora horroro-

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168 niANUAL

sas, ya sean akgres, ya tristes, y si por este me­

dio ha de conmover el cornzon del lector, que e!;

el fin á que se dirigen semejantes composiciones.

Y aunque lo patético se<\ mas propio de las oh ras

sentimentales que de las de imagioacion y de las

de costumbres, con lodo, encaminándose éstas al

coratoo pam hacerle amar lo que es bueno y de­

testar lo que es malo , se necesita tambien hacer

un grande uso de ello.

NU:UEnO 11.

De la historia ficticia en sí mtsma.

Bajo es te título comprendemos las composi­

ciones llamadas novelas y cuentos. Unas y otras

son siempre historias ficticias masó menos ex­

tensas de empresas amorosas, hechos· heróicos y

maravillosos, sucesos trájicos, acontecimientos se­

mejantes 11 los de la vida comun , y aun aventu­

ras puramente cómicas. La novela se diferencia

del cuento, en que abraza mas sucesos y un pe­

riodo mayor de tiempo; pero no es fácil fijar con

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Page 181: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

DE ELOCUEJ.'ICL\. 169 exactitud cual sea la extension que han de tener respectivamente para merecer éste ó aquel nom­bre. Bl de {ábtfla se da tambien como general á todas estas composiciones ; mas en particular se distingue del cuento en que aquella es poética, .Y éste no. y en que en la primera á veces habla el autor y á veces los personajes que se introducen, y en el último solo aquel. Supuesto, pues, esto, pasemos á hablar de la unidad de plan, de la for­ma y del estilo de la novela.

Unidad de plan. Cuanto se ha dicho sobre es­te punto en el artículo de la historia verdadera, otro tanto se debe entender repetido aquí. Lamo­ralidad que resulta del desenlace final, es el cen­tro al cual deben venir á parar todos los sucesos por divergentes que sean á primera vista, como que no han debido inventarse sino para condu­cir al héroe á aquella situacion de abatimiento ó de triunfo, de infortunio ó felicidad, de que re­sulta la lcccion que el autor se propone dar fi. los hombres. Los funestos efectos , po•· ejemplo, de la mala educacion, de la pasion del JUego, de un amor considerado, de un matrimonio de especu-

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Page 182: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

t71l

lacion et.c. , serian en otras tantas novelas el pun­

to céntrico á que se deberían referir todos sus su­

cesos. La forma de la novela puede ser de dos clases,

ó como narracion .histórica en persona del mis­

·mo autor, ó como correspondencia epistolar entre

los personajes que se introducen. Una y otra tie­

nen sus inconvenientes y 1•entajas. La forma epis­

tolar hace la .exposicion mas dramática, el autor

no se muestra nunca, los personajes están en la

escena siempre, y por este medio se pueden in­

tercalar con naturalidad muchas circunstancias

y cabos sueltos, digámoslo asi, que una narra­

cion continuada seria dificil reunir con la accion

principal; pero en cambio obliga tambien á entrar

en varios pormenores poco ó nada importantes,

a repetir muchas cosas y á aumentar inútilmen­

te el volúmen con todas las fó rmulas epistolares

de fechas, corteslas etc. Todo, pues, bien mira­

do parece preferible la narracion seguida en bo­

ca del escritor, variada con los discursos directos

de los actores cuando oportunamente se puedan

introducir, amenizada con las descripciones c¡uc

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DE ELOCUENCIA. lit

el asunto exija, adornada con episodios ó cortas

digresiones que tengan sin embargo conexion con los hechos que se refieran , y sembrada de oportunas y juiciosas reflexiones ala manera que

ya se ha dicho al tratar de la VCI'(l:\dera historia. El es tilo ha de ser tan elegante como permita

el asunto, atendidas las circunstancias. Las nove­

las sl)o precisamente entre todas las composicio­nes en prosa l.as que exigen en esta parte mayor esmero; y aun en las que piden el tono familiar,

es imperdonable el menor descnido, la menor ne­gligencia, el mas ligero desalifio: porque como se leen por entretenimiento, lo que principalmen­

te se busca en ellas es el placer. Ln moralidad misma que encierran y la instrucciou que pue­den suministrar, serian muy mal recibidas si no

estuviesen ataviadas con las galas del estilo: por consiguiente, al tiempo de escribirlas, es necesa­rio tener p1·esente cuanto previene el arte en ór­

dcn á la ve rdad, solidéz, claridad y n:tturalidad de los 'pensamientos, á la pureza, corrcccioo,

energía y demas cualidades de lns expresiones, al

buen uso de las formas oratorias, al del sentido ~~

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ta nlA.NUAL

ligurado, y á la fácil desembarazada ~· armoniosa

coordinacion de bs cláusulas.

SECCION SEGUNDA.

IJE LAS COliPOSICIO:'lllS DIVACTICAS.

Llámanse así, ó didascálicas , aquellas en que

el autor se propone instruir sobre objetos de cien­cias 6 artes. Semejantes obras son iunomerablcs,

pues la mayor parte de las que existen y existi­rár1 son y serán de esta clase; mas• si se·advierte

que son todas ellas ó discursos sueltos sobre al­gun punto determinado, ó cuerpos enteros y sis­

temáticos de doctrina sobre una ciencia ó a.rte en toda su extension, ó sobre una sola de sus partes,

y que estos tratados completos 6 se dirigen á las personas iniciadas, ya en su contesto, ó á las que

todavía no lo' han sah.tdado /se comprenderá con facilidad t¡ue las composiciones didácticas ·pueden reducirse á tres· clases: primera, disertaciones; sc¡;un,la, obrAS magistrales: tercera, ele uentos.

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DE ELOCUENCIA. 113

ARTICULO J.

Disertaciones. ' \

Tale.s son, no solo las que materialmente· llevan su titulo, si que tambicn todos los trata­dos sucllos sobre objetos de ciencias y artes , ya se dirijan al P.úblico, ya á un cuerpo literario con el nombre de artículos periodísticos, memorias, informes, etc.

Acerca de estas o.bras, todo lo que puede pre­venir·se es, que escogida ya la malcría, meditada y estudiada á fondo, que 1 es lo esetlcial, no se descuide el estilo por creer acaso que los adornos y Dores de la elocuencia esk'\n reiíídos con la austera gravetlad de la ftlosolia y de las ciencias. Estas desechan.- á la verdad todo ornato frívolo, afectado , relumbrante y pueril ; pero admiten muy bíer1 y. aun exigen cier.ta mod,erada belleza. Sobre todo requieren .el mas alto grado de clari­dad y de prcoísíou; y .como. para que un escrito le tenga han de ser buenos sus pensamientos,

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174 MAlWA.L. ,

escogida, sus expresiones y bien combinadas sus cláusulas, resulta que quien se proponga escri­bir sobre algun asunto científico ha de conocer mucho y nunca ha de desatender el carácter de la lengua que haya de emplear y las reglas ge­nerales de la elocuencia. Aun así no logrará probablemeute· instruir á sus lectores, si no sa­be empciíat· su atcncion é intcresarlos en el asun-19, por . ~L'1lt?do misJ)l9 d.e, p~c,seo{a.rlo. lJn len­guaje in,co.r,rccto.,y ppco. c(ls~¡zo, ~~~. estilo desali-: ñado Y .. conru.so, unq~ cl~~s,u]as,o¡;c.u~as,erJ'lbllrar.

zos~ y mal ,,co¡lSt(uida,~ .. ,, h¡~~jaq¡, que e),, ~ratado t!J<l-~ illl.port¡~l).Le p~r· S!l fo.n,d,o, J>e ¡ P<\.Y~?C. de , las ¡p~n~s,¡.¡.porq~e .. a~nqu~:.se,. p\J,Sqa priJlCÍP.~\m!JQ.te

la .jnstru<¡t;ÍPH·~se f!~c~, HW1~i~P, ,gl\e s~dl9}.11Ulli­~u~ di( u¡!.,no,do_.ag~l\~aPJSS.; AO Ji\sti~j9~Q,,~ ~as fqrm,(l~ o,ratp;:i,a,s que mas. c¡¡nvieneuA 1,<"\~ •. com­posiciones.,ii.d.~\iC!!S so.n, l~s .\lílr\adas de rapio ­c¡~~o, s~~f\l~'I!P~Ht~Áos, §iqlil~siJ~strati.vo~ .y los elCQWlos ~omad,o¡S,.d~ .!o~ b~!<~\l~1 y;. cavact,e.\'f'lS del homl¡re.,;¡;odp asun.to morat y p,oJítipp;ios admi­te sin,ni}lgUI\;jlsfuerzo y, sierupt:e ,q~¡e Se •int,rodu~

cel) pon oport1.1ni~ad hacev,,l)!len .ef~lo,! pues sa~

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DE ELOCUENCIA. t75 cando !'a. tilosofia, dice Blair, del campo de las abstracciones hacen en cierto modo sensibles y palpables'iodas sus verdades.

' .

ARTICULO 11.

Obms magistr.ales.

Estas pid(ln ante todas cosas un estilo puro, correcto, preciso, claro y limpio de toda super­fluidad: requ'ieren principalmente el orden y en­cadenamiento de las ideas, la· claridad del plan, la buena distribuciou de todas sus par'tés y 'el cui­dado mas csquisito de distingtiir las cosas que en realidad deban distinguirse: admiten ménós ornato que- los tratados sueltos y disdi-taciones académicas , 'y recbazá'n las d<Jilla'siado' prolijas divisiones" y stilidi\'i~iotl'l!s escolás'ilcas.

E u esCa' clase de •escritos no ha de descender­se jamás á los .últimos pormenores, y se ha de eYitar recargarlos con aquellas ideas intermedias que los lectores á quienes se destinan podrim su­plir fácilmente. Como se les supone iniciados,

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• '1 '· •1"'·• t TJ ,.u ·.¡ 176 illAi'i AL

r· · i' i. r, , •' • •· 1 ,¡. · 1 , 1 cuando no instruidos en los ·misterios de la cien-ci~, es necesario no enírar en largas explicacio-

1 • ; f ' lj ..... ' • ""' -J ,, • ' . ! nes de lo mismo que saben ó dellen saiJer.

''Fi;{ ci~ ~vilarse ta:nihi.en 'hacer gala de erudi-''•ttfl¡ ltl•,,. .. . 1•

cion. El autor de una: óhra cien(ifica: puede indi-car en el prólogo las fíaenies e'n que ha bchi'do y ll l!j,l 1 ' ' .. • 1 ) ¡.' ' los autores que ha consultado; puede dt~r una

r H' !! 1 , "'!' 1 1 • 1 ! brev.e historia de la ciencia basta: sü tiempo, des-cribir sus progrésos )~'marcar e1 pün'lo en que la ha ¿~cbntrado ; 'pero ' llcn'n·r de cilas y tes tos el cuerpo 'del uátdilo 1 y '¡:c'sui:itar úha 'muchedumbre

f ..... • ' ¡ ' ···'! f ... 1 1 J de autores para que d1gan lo que, ~eguo la gra-ciosa expresion' de 'Cervahlcs, sdhria tlccir él sin ello~, es 'ri1 'u~· ridlculo. Las citas vienen muy lJien paraap6ya'h J1d'óéMn'á 6' 'cónípr'ob1ar un'heéhó l!on autoridádcs: los 't~stoY só'n o)lijl·'t~'noS''y aü'n ne­cesarios cuando otro escritor Ji'a ex¡il:bs&do ya tan felizinenl'e el' pensamiento que 'ha de enuociarse, que variando ac¡uclla expresion hahri(t de deh il i­társele.

Por la misma razon es menester no emplear demasiados términos técnicos de los ya usados, ni introducir olros nuevos sin urgente necesidad.

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DE ELOCUEi'\CIA. 177

Es ridículo, dice Condillac, recurrir á una lengua

sabia para expresar ideas que tienen en las vul-1 ! '.

gares su propio nombre. Esto es poner obstácu-

los al progreso de las ciencias, aumentar su dili-·1 '

cultad, y querer persuadir que se sabe mucho

cuando se saben palabras.

El autor, po_r fin , no debe hablar de si mismo

demasiado como hacen aquellos que inrorman al

público de sus estudios, de sus vigilias y de los

inconvenientes que h,an. superado, los que hacen

la enumeracion de cuanto en la materia se les ha

ocurrido y han de.~echado, y de la~ opiniones que

en otro tiempo tuvieron y ya no tienen, los que

sobre c,ada punto ,dan la ,historia de todas las ten­

tativas que se hao hecho sin resultado, y los que

indican, por ,último , para,pada cucstio~ muchos

medios de reso~verla cuando se busca uno solo.

Todo esto , es; g¡¡~tl\r11 p),; ~icmp9 y ,papel en val­

de.

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f.iS M~ UAL .,

-' 1

ARTICULO 111.

Elementos.

Cuanto se ha dicho de los tratados magistra­les tiene aplicacion á los elementos cou ras ex­cepciones siguientes. En esta clase de composi­ciones no han de omitirse las ideas intermedias, p9rque los lcctore~ que todavía no sahe,n. la cien­cia, no las podrían suplir. Es menester entrar en explicaciones mas largas, porque se trata con P,er~~n~~ que oyen hablar de la materia por prj¡ mera vc,7. y p~ra quienes. es todo nuevo. Convie­ne hacer transicion~S f~~males, y ~O hay iOCjln­V~9ÍC!ltC etl d¡,vidir y suMivi,dir la,¡nat9ria. C!l~l),­to sea necesario para presentar los objetos con 1!\ debida separacion.

Los elementos, ademas, no solo no ad1miten ,. , •'1 , "'" ; t"' "P ;,t..,r los tropos de que hasta cierto punto son susceo-, i ~1 ')

tibies los tratados magistrales, sino que desechan formalmente los que no sean muv necesarios pa-

• , J •'I'.ÜI1H J•' •

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DE ELOCUENCIA. 179

ra llar á las expresiones el grado de claridad y de precision que tal vez sin _ellos no se obtendría. Propiedad en los términos, cláusulas faci1 y clara:nente construidas, sumo órden y encadena·

miento en las ideas, bé aqui lo que unos elemen­tos de cualqttier ciencia ó arte exigen mas impe­riosamente que ninguna otra clase de composi­cion.

En cuant~ á los términos técnicos, es necesa­

rio irlos definiendo y fijando con exactitud su significado á medida que se empleen, y no como hacen algunos que colodan al fren'te de la obra tina larga lista ó eSpecie da ¿atálogo de todos los

' 1 1 "·l E 1 d. <¡u e se usan en . a matCl'Ja. •sta regase pue e

dispensar en los trata3os magistrales, porque se

supone que saben ya los lectores el idioma de aquella ciencia. Cuando se empleen voces racui­tativas ya usadas ·y Fecibídas, oo"sc variará su acepcion, porque estando escritas en la misma

lengua r¡ue las antcl·iores, parecerá en otro caso que son solo 'uuli' iradrlccion y no se ilifcrenciá~ rán de ellas sino'por el dialecto. Autores, uo obs­

tante, ha habido que creyeron formar elementos

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180 MANUAL

nuevos por aiLerar la signilicacion de los térmi­

nos técnicos. En órden á las definiciones de los objetos y

fenómenos de que se hable, ademas de no empll­ilarse en darlas de todas las CQsas, tampoco han

do darse cuando aun no so puedan entender, si­no cuando por medio de anitlisis bien hechas se

haya facilitado su inLeligencia. Hay ideas efecti­vamente que no son susceptibles de lldinirse, y las definiciones que como tales se diesen de ellas

no serian mas que oscuras perífrasis, palabras vacías de sentido y explicaciones á lo mas de sus causas, como sucedcria, por (ljemplo, con la del

calor si quisiese darse.

ARTICULO IV.

De la forma de las obras didácticas.

La mas comun y la que rcalrnente las·convic­

nc es la cxposioion 'seguida hecha por el autor. Algunos, sin emhargo, han usado la del diálogo,

y aunque a primera vista ofrezca alguna ventaja

110rquc dando aJas COill(IOSiCiOI\CS cierto filre dra-

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DE ELOCUENCIA. t81 málico las delie hacer mas interesantes, ·y pot·­que introduciendo personajes de diferentes opi­nioñes'se p11eden ·ex·poner con mas fuerza los ar­gumentos en pro ·y en contra; con todo , bien compensado son·mas·sus inconvenientes. La in­cesante' repeticion·de las fórmu las dijo, contest6. t·cplico; 'etc. ó'la'necesidad por llo menos de po­net· al margen las iniciales, la precision de intro­ducir· mi l cosas distintas extrañas al fondo de ·la cuestión para' hacer' nat01·al y verosímil el di<il1>­go',' la: inevitable duplicaciou de las objeciones al exponerlos el ·uno•y· ·Combatirlos el ott·o ,' la fre­cuente interrupcion de las relaciones para hacer hablar á los demas interlocutores que no han de ser mudos, la. oscuridad que resultaría de la mez­cla de los principios que se quisieran establecer, y de las\,renexiones.que,se,pudiesen• Imcer en contra y el tono dramático y casi poético que se habia de•usar.·enmatcnias.que no le admiten na­turalmente 1• todas estas y algunas mas desven­tajas•que·se podrían aiiadir, hacen preferible la llxposicion co~tinuada en boca del mismo autor.

El dialogo no obstante cuadra muy bien en

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t82 -~ -JIIANUAL

composiciones saliricas sobre asuntos ya de mo­ral, ya de critica. En esta clase de escritos real-7.a mucho su merito y produce un grande in­terés , porque como se trata de censurar las extravagancias, los defectos y las ridiculeces que se observan, ya en la conducta de los hombres, ya en sus usos -y costumbres, ya en sus creen­cias supersticiosas, ó el mal gusto, la ignorancia y la pedantorla de los escritores, resaltarán y se harán notar mas y mas todas estas faltas si se los pone en accion y conversacion, haciendo como se debe, que ellos mismos se caractericen y se re­traten: mas pa·ra esto' es menester, dice el auto¡· ingMs ya citado, que se pongan en boca de cada uno de ellos los penstuniéotos y las expresiones que emplearían efectivamente' si hablasen eu rea­lidad. Dincil es el encargo y acaso por esto ha habido tan pocos que haya11 imitado á Luciano, que es el modelo cu semejantes composiciones.

1!1 1 t 1 J , j .. 1

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DE ELOCUENCIA.

SECCION TERCERA..

DE LAS OB)lAS JlPISTOLARES Ó CARTAS.

Bajo este titulo no .comprendemos la forma epistolar que Huede d.a1;, un autor á cualquiera composicion, sino las ¡:artas privadas_y familia­res qu() ~in.intencion de publicarlas suele. escri­bir un amig!Í. á otro,. ,y ,, las que cualquiera. puede dirigir á. . ~D, f\uscn~!\ sQhre negocios particulare.s. ó púhlicos .. Ll\s,.ca.~t¡~s son .. d¡: dis.tintas clases se­gun !os lint)s CO,ll. que, se es.crihen y los asuntos sobre .. qut¡ ;r.e.r~an.1;l,.,as. ~ay de pésame, de enho­rabpena y recomendacion: consolatorias , soaso­rías y di~ua$\1\'i~~: .rlc, ouci\) y farnilia~e~ •. 1Y¡ , ~e pe., ticiop.. .y -~~p~q)l,,cl,e 1f>c~~qj!!-;¡ 1,ó ~s,c~.,e.t¡c!Jar.istjca§;. .. To,das1 ,eJlas,1i$i,n 1 !liD~1lf9QI se,rige.n por unas re,., glas .en,,c!JaModt ~l!; .~~ti\9, Jenguaj~ y tono .r$i bieo ceden estas al prudente arbitrio del escritor y admiten sus excepciones.

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184 illANUAI.l ,

ARTICULO 1.

Del estilo de las composiciones epistolares.

El estilo resulta de la elecciou de los pensa­mientos, de los ·términos, de las expresiones y de las cláusulas; y del uso de los tropos, de las ele­gancias de elocucion y de las figuras. El ba·de ser natural y sencillo en el mas alto grado posi­ble, porque la afcctacion•, nimio adorno y. erudi­ción esccsiva, tan mal viene. en·• una carta como en la conversacion ordinaria. No ha de ser por1 tanto descuidado y desuliiJado : escribiendo al amigo mas Intimo se debe poner algunaaLencion en el estilo para evitar los defectos de pureza y correccion: una ligera falta en esta última es di­simulable, pero una constante negligencia daria muy mala itlea (\el gusto del1 escritor. • •

La naturalidad y sencilléz que recomendamos no excluyen los pensamientos ingeniosos y pro­fundos, al contrario, ellos hacen las carlas gra-

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DE ELOCUENCIA. 185"

ciosas é interesantes si las agudezas no son estu­diadas y las sente~cias se economizan.

En las composiciones epistolares no vienen l1ien por lo general los términos p·oco usados ni las expresiones conocida_mente violentas. Su ~:oordiuacion y la combiuaciou de las cláusulas no ha de ser demasiado dunt ni musical. Por lo regular tampoco deberán ser muy numerosas, largas ni periódicas estas últimas. La soltura y facilid:td en· las constrocl:iones son uno de los ca­racteres dominantes del estilo epistolar; pero no se ha de entender tan literahnentc que si alguna vez con vida el peus,unieuto. á una construccion periódica , .seo deje de emplear. Todo lo que se ocurre naturalmente y todo lo que sale del cora­zon en órdcn á ias ideas y al modo de presentar­las )l de ex.presarlastes· hueno:. el vicio se encuen-tnt en la•aféctacionz: ,:JI o. ,., •

Las alusiones remotas .y oscuras· y los similcs muy extendidos y·.circonstauciados, las per.soui~ ticac.iones, las apóstrofes a objetos inanimados, y otros movimientos 'oratorios del mismo género, no son á propósito regularmente para las corupo~

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Page 198: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

186 • iliA!\UAL siciones epistolares. Sin embargo, pueden mediar tales circunstancias, estar tan acalorada la ima­gioacion del autor y tao conmovido su corazou , que se puedan emplear con naturalidad y opor­tunidad.

ARTICULO 11 .

. Del lenguaje y del tono de lalf composiciones epistolares.

Ni el uno ni el otro ban de ser remontados si­no familiares en aquel grado que corresponda it la mayor ó menor intimidad que exista entre los :corresponsales , á. la mayor ó menor impor­tancia del nsunto sobre que verse la correspon­dencia, y it In mayor ó menor dignidad de la per­sona. á quien se dirija. Si la carta no es de oficio, sino de particular á particular, aun siendo escri­ta al mas alto personaje, dehc· conscrvar ·cicrto aire de familiaridad :rcro ·noble, de manera que se trasluzca el respeto debido á su elevado ca­rae ter.

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DE ELOCUENCIA. 181

APÉNDICE.

Del buen 6 mal gust.o de las composiciones literarias.

Por gusto en general se entiende la facultad de recibir placer de las bellezas de la naturaleza y del arte; y ~plicado a las composicioJ!es litera­rias se dice que tiene buen gusto aquel que al ha­cerlas ó leerlas sabe distinguir, adoptar y apreciar .Jo bueno, y que lo tiene malo el que no sabe dis­tinguirlo, ó distinguido lo alaba en vez de negarle su aprobacion si es defectuoso ; mas como en el aprecio y·dcsprecio de lo bueno puede haber tan­tos y tantos gFados segun la mayor ó menor.linu­ra y delicadeza del talento é instruccion de la per­sona· que haga el cxámen, el gusto bajo este as­pecto se podrá dividir y subdividir hasta el infl­o ito en bueno, malo, sublime, rematado, etc.

No es mas en rigor lo que se debiera decir sobre la . materia; pero babiéndose disputado si esta facultad de pércibir las bellezas es mccánic.a

13

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i88 ~UAL

y debida al órgano de la ~ensibilidad con inde­pendencia del talento y d() Ja·instruccion, y si bay cosas en s( mismas buenas y bellas con exclusiotl del aprecio y juicio que de ellas pueda formarse, c9ncluiremos declarándonos por la negativa en la primera cuestion, y por la alirmativa en la últi­ma, sin dar no obstante las razones de nuestro fallo que por cierto no importan mucho y á cual­c¡uiera.se alcanzará~ ... , .·

l{ :r r,

MT.t.. Si e~te ~~.~'1.144M;~\I,v·ws~)!I\!•Í}'Cgulilr-·éxilo-s~ dará :l continuacion el Prontual'io de poesía .

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. 'L''f..!W· l(t''l'''lí-,

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1 ••

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Page 201: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

p,,ólogo . . 1

'fi.~fDU~~~ ---:E>~«--

t,rl! df¡ j¡ 11 ••••• o • •

{' ,. "'. 1 l·

RETÓRICA.

PARTE P}.\IMERA.

l'ógiou.

L

llBGLAS GBNBRALBS DE LA ORATORIA •

.Deji1ti'cion •de >i~t -Retor'ic'a:"sus partes. . . ¡~;-.'1.1· ; .,,, ...... 1 rr·r, 1 •. •• • ,! ! u:;•

· SECCION' PRIMERA .

.De la invencio11. . . . . . . . . . . 2

.Artículo primero . .Del Ol'igtn . de los ptn-samientos. . . . . • . . • . . . . . . . !!

Número primero. Pensamimtos de con-·viccion. . . . . . . . . • . . • . . • • id.

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Page 202: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

Segundo .. Pensami.entos ·de persuasion.. . 8 Artículo segundo; :1Je··lás·cuáZidades·de,los

pensami,ntos. . . . . . : . . •. . .. • . 9

Tercero. Del enlace:de los pensamientos. 40

SECCION SEGUNDA. 1 J "'.i· ·- ..

De la clisposicion. . . . . . . . . . ~ 2

Artículo primero. Del exm·dio, . . , 13

Segundo. ··De· la~p·r.oposicion .. · .. . u . - • •• 16

Tercero. De la confirmacion . . .,, • . . 19

Cuarto. Ddl.i peró.t:ac,f~ . •. •)'. ,._, . • .. 22

SECCION TERCERA. MI.tm;-~aa a. ;-w,

De la elocucion. . . · . . . . . . . . . id. Articulo primer{). 1Je., la.s .ex¡medones: . . 2.'! Número primero. Eatpresi011es propias. . ill. Segundo Expresiones impropias. . . . . 34 Artículo ·segutída ..• !DéTtasliilíii~fila.s. . . . u Número primero. Extension y forma ele

i<1s cldu.sulas. . . . . .. .· ·., ., '· . . , ' .• . • ' id. Segundo. Cualidades•de /as.cltíusulas .• . ''·· 48

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Page 203: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

Artículo tercero. De las formas.. . . . . 66 Número primero. J1onTU~S de imaginacioo. 68 Segundo. Fortnas de-raciocinio. . . . . . 75 Tercero. Formas M los afectos. . 86 Cuarto. Fortnas de intencíon. . . . 99

' '

SECClON CUARTA.

De/a tJronunciacion... . . . . . . . H 3 Articulo único. Del semblante, de la 11oz y

del ademan . . .• ·'-· . . . . . . . . . id. Apéndice. Del estilo , lengtw.je. y tono 1M

las composiciones literarias. . . . 14 5 ,J'Jf!'.T'f 'fí T

PARTE SEGUNDA.

lleglas particulares, de los distintos géttet·os de oratoria,,·l·P· 1tr.it~~ ·\~-~ . . . •. 4 22

• ·\ ~ ·~\W.•t\')\ \

De la oratoria fonnse. . . . . . . 123 Articulo primero. Del exordio.. . 424

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Page 204: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

Segundo. Ddi!. .proposicion . .. Tercero. De la confirmacion . . . cuarto. De [{!. peromcion. . .

SECCION SÉGUND.A.

De la oratOI'ia política ó tribunicia. i 30 Articulo único. De la di$fiosicion de los

discursos políticos ... .. ., . . .... ... · , . . • i 31

SECCION TERCERA. ¡•: ' l \~\ i l • ; ,,

De la oratoria sagrat[a. . . . . : . : . "'4 3i ,Artículo P.rim~~P·~ l,legla~ ,gm~rales,¡de la . oratoria sagrada.· . . . . . . . . . . . , , . . A 311

Segundo. ,De.,lq.,1difln9Ricipr¡\fte ,!et!l[sc_tlr.., u 1 1

sos sagradps,,_,,\, , ... ?ti,¡ • . ,\'¡. ·o1' '·'H'"i' ... l,,,,.¡~e¡\0

,¡1• '·' $,ECCI.ON .CUA.RT !to: .,, ol>tw

/Jel g6nero demostrativo. . . . . . . . U 2 Artículo único .. > De( twor4io,: pr.oposicion,

confirmacion y pe¡·oracion del género demostrati·vo. . . . · ~ ·· . .' '!'··:'•:· ·!'t!•I'P . ···' 4 t3

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Page 205: N Julio 3_Manual de Elocuencia Española

PARTE TERCERA.

Reglas particulares de las demas clases ~ composiciones e~ p1·osa. . . . . . . ·147

SECCION PRIAIERA.

])e las composiciones hist6ricas. . . ~ t8 ArUculo primero. ])e la flistoria '!Jtrda-

dera. . . . . . . . . . . . . . . . . . id. Numero primero. Cualidades de tm histo-

riador .. ..... . .. '. . . . . . . . N9 Segundo. "])e' la 11í~tórítt·vmlacle1'a c11 si

misma.. . . . . . . . . . . . . . . . . "¡¡:¡ Artículo segundo. ])e ¡¡, llisto1·ia ficticia. "64. Número primero. ])e las cualidades del

autor.. . . . . . . . . . . . . . . . . Hi5 Segundo. ])e la hfstofib. f{ctlcia en s( mis-

ma . . 168 ·1"1' ,.

SECCION SEGUNDA. 1 •

])e las composiciones didácticas.. n2

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