Na' Rosa

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NaRosa Polvo ojos de madre, renovada estrella; así vuelves al fuego (en tu corona de flores) junto al copal... Cortamos leña, entonces, secamos las hojas para los tamales; chamizo era la boca de la casa recibiendo las velas... Crecimos a tu lado abriendo camino en esta tierra pisoteada en que nuestra risa se vistió de negro, pero no la rabia; fue una extraña lucidez y luego una sombra, la que nos trajo a este lugar silencioso. Ya no más lágrimas, ya no más gritos de bronce ahumando la noche; aquí descansan tus días, nada te falta: luz, agua, viento, sol. Para nosotros el mole, para nosotros la cerveza; nada nos falta NaRosa, nada. Ya la sangre nos hierve ante la injusticia y la voz de la aventura nos llama a cruzar fronteras, como nos enseñaste. Seguimos pues, como si en tu ausencia el maíz de la nostalgia madurara en un buen sueño, y no en angustia. La casa cambió, es cierto: de sangre firme la base y una enramada de tiempo son ahora los rumbos de nuestros cuerpos. En tu honor la fiesta de los años, el color amargo con que nos tomó por sorpresa la noticia; y el cariño con que músicos, viajeros y cocineras llegaron hasta aquí para agradecerte y reclamarte por convivir con ellos. Hasta aquí la palabra dulce, ahora: el recuerdo.

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Elegía para Na' Rosa

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Page 1: Na' Rosa

Na’ Rosa Polvo ojos de madre, renovada estrella; así vuelves al fuego (en tu corona de flores) junto al copal... Cortamos leña, entonces, secamos las hojas para los tamales; chamizo era la boca de la casa recibiendo las velas... Crecimos a tu lado abriendo camino en esta tierra pisoteada en que nuestra risa se vistió de negro, pero no la rabia; fue una extraña lucidez y luego una sombra, la que nos trajo a este lugar silencioso. Ya no más lágrimas, ya no más gritos de bronce ahumando la noche; aquí descansan tus días, nada te falta: luz, agua, viento, sol. Para nosotros el mole, para nosotros la cerveza; nada nos falta Na’ Rosa, nada. Ya la sangre nos hierve ante la injusticia y la voz de la aventura nos llama a cruzar fronteras, como nos enseñaste. Seguimos pues, como si en tu ausencia el maíz de la nostalgia madurara en un buen sueño, y no en angustia. La casa cambió, es cierto: de sangre firme la base y una enramada de tiempo son ahora los rumbos de nuestros cuerpos. En tu honor la fiesta de los años, el color amargo con que nos tomó por sorpresa la noticia; y el cariño con que músicos, viajeros y cocineras llegaron hasta aquí para agradecerte y reclamarte por convivir con ellos. Hasta aquí la palabra dulce, ahora: el recuerdo.