¿Nacionalismo o internacionalismo?

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El dilema del Partido Socialista ante las fiestas patrioticas

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¿Nacionalismo o internacionalismo? El dilema del

Partido Socialista ante las fiestas patrióticas

Melisa Aita Camps

[email protected]

Sabrina Asquini

[email protected]

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Resumen:

A fines del siglo XIX, el socialismo se encontraba en un proceso de expansión favorecido en parte,

por las condiciones sociales que empujaban a miles de trabajadores a abandonar Europa. Los

nuevos reagrupamientos socialistas, fueron constituyendo partidos modernos sobre la

resignificación del material simbólico de cada nación enfrentando así tensiones permanentes con

los principios básicos del internacionalismo.

Esto se agrava cuando se analizan las consecuencias socio-culturales de la inmigración. La

divergencia cultural dio origen a prácticas sincréticas impidiendo que la identificación como

“argentinos” fuese algo lineal o evidente.

La propia “historia oficial” del Partido Socialista ha dado cuenta del origen extranjero de las

organizaciones obreras del país cuyas publicaciones recién hacia 1890 se pueden leer en castellano.

Esta herencia, por sí misma, plantea el problema de la cuestión nacional al interior de las filas

partidarias y la ruptura -o no- con los derechos y obligaciones con el país de origen.

El objetivo de este trabajo es, entonces, analizar cómo intervenía el socialismo frente a los

aniversarios nacionales y qué problemas político-partidarios generó el advenimiento del Centenario

de la Revolución de Mayo.

Para ello se presentarán extractos de publicaciones como La Vanguardia, además de notas,

pronunciamientos y declaraciones sobre las fiestas nacionales a fin de dilucidar los debates internos

y posibles divergencias a la hora de intervenir en la realidad con un programa proletario.

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Introducción:

Consideramos a la lucha de clases como parte constituyente de las clases sociales. En esta

perspectiva, la acción y reacción son las claves para entender las especificidades de los

grupos sociales y finalmente, de la realidad social. Esto quiere decir que el problema de qué

hacer ante la acción de la burguesía es parte de la lucha consciente del proletario - para la

conquista del poder - y al mismo tiempo, es definitoria. Por esta razón, en este trabajo nos

preocuparemos en indagar un aspecto específico de la acción que despliega un sector de la

clase obrera frente a la iniciativa burguesa respecto a la constitución de identidades

nacionales.

Para el socialismo, desde muy temprano, la cuestión de la patria se ha constituido como un

problema. Ya el Manifiesto Comunista decía que “se acusa también a los comunistas de

querer abolir la patria, la nacionalidad. Los obreros no tienen patria. No se les puede

arrebatar lo que no poseen” (Marx y Engels, 2003:39). Esa frase describe supuestos de una

época, la forma en que una sociedad veía a los comunistas o por lo menos, ideas con las

cuales Marx y Engels decidieron discutir. Digámoslo de nuevo: los obreros no tienen ni

patria ni nacionalidad.

Décadas después, esta idea sería discutida, constituyendo un asunto refractario de la

relación de la clase obrera con el Estado Nacional. La inserción de los partidos socialistas

en el escenario político colocó en debate la cuestión nacional –por lo menos en el terreno

de la práctica–, llegando incluso a atravesar a la socialdemocracia hasta finalmente

partirla. Consideramos que esta discusión continúa aún hoy pendiente.

A lo largo de este trabajo intentaremos analizar el significado que tenían las fiestas patrias

para los socialistas argentinos agrupados en el Partido Socialista. Primeramente, se deberá

indagar si este significado es uno solo, es decir, si hay un consenso interno sobre la

cuestión, o si existen diferencias. De no haber habido acuerdo –como suponemos

previamente–, nos preguntaremos por las consecuencias conflictivas a las que se pudo

haber enfrentado la organización.

Para la búsqueda de estas cuestiones, nos hemos sumergido en las páginas del semanario

La Vanguardia. Seleccionamos el período comprendido entre los años 1900 y 1910 dado

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que creemos que de haber existido ese consenso, éste se tendría que haber constituido en

los años de mayor iniciativa de la burguesía. Debemos tener en cuenta que en este período

se encuentra el primer centenario de la Revolución de Mayo de 1810. En un primer

apartado contextualizaremos el período seleccionado. Posteriormente examinaremos el

contenido de las notas con el objetivo de evaluar los conflictos o diferencias en las

apreciaciones sobre la cuestión de la patria y lo “nacional” durante el proyecto burgués de

conformación de la identidad argentina, diferenciando notas de opinión de aquellas que se

plantean como la línea oficial del partido. Cabe aclarar que no hay indicaciones sobre las

editoriales, por ende suponemos que son las primeras notas de la primera hoja que, en

general, no contienen firma. A su vez, desconocemos el uso o no de seudónimos, por lo que

intentaremos dilucidar abreviaciones en las firmas. Finalmente, daremos cuenta de

aquellos conflictos detectados.

Contexto social y político. Grandes transformaciones sociales

Durante la década de 1880 el país emprende un proceso acelerado de modernización.

Completada la unificación nacional, el fenómeno de la inmigración masiva plantea el

problema de la integración nacional, a la vez que comienza a acrecentarse la preocupación

por la nacionalidad en torno a las fiestas patrias. La consolidación del Estado Nacional

hacia este período ejerce un estrecho vínculo con esta inquietud.

De los cientos de miles de trabajadores que arriban al país, solo unos pocos se

nacionalizan. Debido a ello, las grandes mayorías permanecen alejadas de los canales de

participación formal y ello comienza a ser percibido como un riesgo para la elite nativa. De

hecho, el crecimiento de las comunidades extranjeras en el país acrecentaba esta

preocupación por la desintegración social. Es importante contextualizar estos miedos en el

período de expansión territorial de las grandes potencias, y tener en mente los reclamos

que -por ejemplo- la diplomacia oficial italiana hacía sobre sus emigrados.

Con profunda preocupación el diario La Prensa describía los festejos previos al año 1881 –

momento en que es federalizada la ciudad porteña-, resaltando la participación popular y

el fervor hacia la patria. Es decir, desde la década de 1880 sectores de la burguesía

lamentaban públicamente la falta de interés popular en las fiestas patrias –en ese

momento sólo el 25 de mayo y 9 de julio-. En esa época, no existían festejos institucionales

ni una actividad regular que ubicara esas fechas dentro del calendario escolar. La

participación de los escolares en dichas ceremonias comenzó a efectuarse con mayor

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regularidad a partir de ese año, a través de la actividad organizada por el director de la

Escuela de Graduados del Distrito 1, Pablo Pizzurno. Al parecer la participación escolar en

los actos patrios contribuyó al entusiasmo popular otrora dormido, y habría sido un eficaz

instrumento para despertar el sentimiento de nacionalidad en una época donde era

necesario terminar de consolidar el Estado Nacional.

Con posterioridad, el Estado se apropia de la iniciativa y coloca al Ejército en el centro de

las celebraciones patrias. Esto provocó un quiebre, puesto que “los antiguos protagonistas

terminaron por convertirse en público” (Bertoni, 2007: 84). No obstante, ese no es el único

cambio que se procesa. A raíz de los frutos del accionar de Pizzurno, en adelante, los niños

serán la mayor fuente de atracción “popular” de esta nueva liturgia nacional. En tal

sentido, Lilia Ana Bertoni (2007) explica que la formación de batallones de niños soldados

participando en los actos oficiales adquiría una función específica, en tanto se utilizaba

como vinculo emotivo entre un pasado heroico y fundacional para el nacimiento de la

patria, y un futuro próspero para estos niños como defensores de la misma. Dicho de otra

manera, además de incentivar la formación patriótica de los niños, se lograba alimentar el

espíritu y el entusiasmo general.

La iniciativa de la burguesía

Este período es testigo de grandes debates en el Congreso acerca de qué hacer con la

inmigración y sus consecuencias. Según el trabajo de Bertoni, se plantea el problema de la

nacionalización y el significado de la nacionalidad, es decir si se trata de un simple

derecho o si debe implicar una pertenencia determinada al conjunto social. Sin resolverse

esta cuestión, desde mediados de 1880, se promoverán proyectos de ley en pro de integrar

las masas al Estado y garantizar la cohesión social que faltaba. Fernando Devoto (2005)

explica que este movimiento reformador no fue anti- liberal, puesto que el liberalismo

continuaba su hegemonía en el pensamiento de la elite argentina. Así, para resolver la

conflictividad social y la inestabilidad política la burguesía criolla comenzó a mezclar

métodos de represión y reforma social. En otro trabajo Devoto (2003) explica que la elite

utilizó, por un lado, las herramientas del Estado, y por el otro, las experiencias europeas –

fundamentalmente francesas- que habían demostrado tres vías básicas para la

construcción nacional: el servicio militar obligatorio, la educación y la política.

Por su parte, el Ejército se presentaba como un pilar del naciente Estado Nacional,

participaba en las fiestas nacionales haciendo gala de grandes desfiles y desde mediados de

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la década del noventa, promovió reiteradas iniciativas de reclutamiento que concluyeron

finalmente en la ley de Servicio Militar Obligatorio (1901). Desde la función educativa del

Estado también se trabajaría duramente. La ley 1420 (educación universal, laica y gratuita)

fue sancionada a fines de la década de 1880 y continuada por la ampliación escolar que

proponía la ley Láinez (1905). En el medio hubo diversos proyectos como la propuesta de

obligatoriedad del idioma nacional en las escuelas (1894) o la incorporación de los cantos

de niños en los festejos patrios (desde 1887).

Estas tareas de formación se realizaron en dos dimensiones. Una, discursiva, que buscaba

la creación de una historia y su difusión a través de la inclusión en los contenidos básicos

de las escuelas (en esto fue sumamente detallista el Consejero Escolar José María Ramos

Mejía). Y la otra, de tipo simbólica y ritual, que fue organizada como una verdadera

religión cívica cuya adoración a la nación podía asemejarse a la de un Dios. Esto último

condujo a muchos historiadores y políticos a referirse a las fiestas patrias y todo lo que las

rodea como liturgia patriótica. Término cuyo significado está asociado a las ceremonias

religiosas de la antigüedad en las cuales los rituales, los cantos y demás formas que éstas

tomaran, eran considerados parte de la vida colectiva de la población. En la modernidad, la

adoración supersticiosa del pasado es una fuente de legitimidad a la que apela la

burguesía para gobernar. La justificación de su reinado no puede salir de sí misma y tiene

que recurrir por ello a la mistificación de la comunidad nacional.

Estructuración de la respuesta

“Y allí en el hall central adornado con las banderas de todos los pueblos allí representados, al ver la

bandera argentina comprendí una vez más que nadie la honra como el pueblo trabajador de mí país

cuando se educa y organiza para elevar su situación, cuando en esa lucha se solidariza con el

movimiento obrero mundial” (Dickmann, 1993).

Este fragmento proviene de las notas tomadas por el dirigente más reconocido del Partido

Socialista, Juan B. Justo, en ocasión del Congreso de la Internacional Socialista en

Copenhague en 1909. En él se encuentran incluidos los dos aspectos que queremos

analizar: la bandera como representación de la comunidad nacional y el carácter mundial

de la lucha del movimiento obrero -socialista-. Estas dos esferas deben necesariamente

vincularse de una manera especial en medio de la acción “nacionalizadora” de la

burguesía. Particularmente, dicha organización genera un discurso totalizante-

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generalizante a través del cual pretende encaminar a toda la sociedad argentina en las vías

del progreso.

Para principios de siglo, los socialistas son una tendencia relativamente joven en el país. Se

constituyeron en partido recién a mediados de la última década del siglo XIX, y disputaban

a las corrientes anarquistas la dirección del movimiento obrero. Los militantes del Partido

Socialista se percibían a sí mismos como aquel sector de la clase cuya acción consciente

promueve la elevación de las condiciones de vida de la clase obrera. No obstante, su

concepción de la política como un espacio superador de las confrontaciones económicas, y

la idea de que el partido político es “una escuela de cultura y civismo” (Camarero y

Herrera, 2005: 13), los llevaron a proponerse como la alternativa social a la barbarie en

que la clase gobernante había sumergido al país.

A nuestro entender, por todo esto adquiere mayor importancia la posición que toma dicho

partido respecto a la “cuestión nacional”. En un trabajo titulado “Fiestas patrias o fiestas

socialistas”, Marina Becerra trata de pensar la conformación de una identidad socialista

frente a los rituales escolares, la oposición negativa o resignificación en momentos en

que la búsqueda burguesa de una aglutinante social pone en primer plano la cuestión

nacional. Para la autora, es conflictiva la coexistencia de la cuestión social y la nacional

(Becerra, 2005: 100).

Continuando con esta dicotomía, Patricio Geli (2005), va a generalizar la cuestión a los

partidos socialistas del mundo. Según él, los partidos socialistas a fines del siglo XIX

atraviesan un doble proceso: de institucionalización y nacionalización. El primero está

directamente vinculado a la creciente intervención en el interior de los estados y las

consecuencias que promueve en la estructuración organizativa. El segundo, de

nacionalización, es resultado de la apropiación de las características de la realidad nacional

cuyas diferencias -grados de desarrollo y ritmos económicos, relaciones de fuerza entre las

clases- contribuyeron a profundizar. Estas organizaciones al re-significar los materiales

pre-existentes retoman de ellos muchas de sus características definitorias.

Consecuentemente, el sustrato socialista –generalmente marxista- funcionaría sólo como

fuente de legitimidad.

El caso del Partido Socialista Argentino parece no diferir del esquema propuesto

anteriormente. José Aricó (1999), quien discute con las interpretaciones que ubican al

socialismo como una corriente externa a la realidad nacional, describe al pensamiento

justiano como inscripto dentro de la intelectualidad liberal. Según el autor, es innegable la

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relación entre éste y el pensamiento sarmientino de última hora: ambos comparten la

necesidad de la ampliación de los canales del sistema representativo (Aricó, 1999:44). De

hecho, la campaña desarrollada por Sarmiento en pos de la naturalización en masa de los

residentes extranjeros, será recuperada y convertida en una de las propuestas centrales del

Partido Socialista Argentino. No obstante, vale la aclaración que realizan los profesores

Patricio Geli y Leticia Prislei (1993), cuando explican que la nacionalización propuesta por

el Partido Socialista tiene por centro desacralizar la noción de nacionalidad y se le confiere

a ésta un carácter meramente instrumental.

En resumen, si bien se puede inscribir esta concepción al interior del pensamiento de la

elite letrada argentina, el Partido Socialista es superador en la medida que revierte las

mistificaciones a la vez que propone un método de acción racional y científico. Es decir, la

ruptura con la hipótesis liberal se dará a través de la introducción de un nuevo sujeto social

a cargo de la transformación: la clase obrera. Es el desarrollo social el que promueve el

surgimiento de dicho sector –y no una elite letrada-. En el carácter científico de su

proyecto modernizador residía la verdadera impronta “nacional” de la nueva Argentina.

Entonces, para Aricó, no existiría relación problemática entre las esferas nacional e

internacional en las que tiene que intervenir el partido. Hay que tener en cuenta que el

trabajo de Aricó está centrado en la concepción política de Justo y no en la del partido,

aunque es sabido que luego del Congreso de 1900 su figura comienza a hegemonizar la

dirección partidaria.

La patria como cuestión teórica.

La construcción de una identidad propia implicaba para el Partido Socialista -como para

cualquier otra organización- una diferenciación necesaria respecto de lo existente. Como

representante de la clase oprimida, los socialistas debían redefinir el relato histórico oficial

que se constituyera luego de la batalla de Pavón cuando se planteó la posibilidad real de

unificación del país. El Partido Socialista era parte de esa realidad nacional -a la que

además, contribuyó a constituir- y a la vez, tenía el objetivo de demostrar las raíces

internacionales del capital y el trabajo. Es decir, funcionaría como una síntesis histórica

donde se entrelazan las tradiciones de lucha europeas con el pasado de las masas

argentinas (Geli y Prislei, 1993:29).

Concretamente, en el terreno local, la nueva caracterización de la Revolución de 1810

buscaba desmitificar las imágenes elaboradas por el liberalismo mitrista. Esta re-

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elaboración se realizó en una clave economicista (“La naciente burguesía argentina” no

habría perseguido “realizar los sueños de libertad ni de democracia sino obtener la

autonomía económica del país”) y en ocasiones, estructuralista: “no fueron los hombres ni

fracciones del pueblo sino el rompimiento natural de los antiguos moldes que cubrían a

esta tierra y que su desenvolvimiento económico hacía libre”.

De las fuentes recolectadas, encontramos tan solo tres notas que dan cuenta de esta

resignificación histórica. Una primera nota escrita en 1909, aparentemente editorial,

comienza discutiendo la Revolución de Mayo entendiéndola como la realización de un

puñado de grandes hombres. La razón de los hechos que se adjudicaba a los “padres” de la

patria, era el producto de las necesidades estructurales –como adelantamos más arriba-.

Es manifiesta la oposición que recorre el artículo, entre el desarrollo de las fuerzas

productivas y el dominio español. No obstante, es menos clara la relación entre estas

fuerzas en desarrollo y el accionar de esos revolucionarios. Es decir, desde nuestra

perspectiva, hace falta mayor delimitación de éstos hombres. ¿A qué clase social

pertenecían, quiénes eran, bajo el rol de quién actuaron?

En éste sentido, una segunda nota, más completa, es el artículo firmado por Rienzi en el

año 1907. Según el Diccionario biográfico de la izquierda argentina éste sería el

seudónimo que solía utilizar Enrique Dickmann, quien fuera parte del Comité Ejecutivo. El

texto da cuenta de una solidez teórica, de la cual la mayoría de las notas carece. El autor

comienza explicando la etapa histórica presente que se caracteriza por desarrollos técnicos

e intelectuales que provocan un desdibujamiento de las fronteras. En paralelo, se

expandiría en igual proporción un nacionalismo crónico fundado en la necesidad de

supervivencia de los grupos dirigentes. Es por su propia supervivencia que estos grupos

transforman la patria en un ídolo, al mismo tiempo que promueven sentimientos de odio y

rechazo al extranjero.

El texto plantea que la patria no le pertenece al pueblo y por ello, hace una caracterización

de la revolución que la fundaría. La revolución es burguesa, y la prueba de ello son los

límites conservadores que ha tenido una vez que la burguesía se ha consolidado en el

poder. De hecho, en las reivindicaciones democráticas reclamadas por la burguesía “en

realidad, [el pueblo] poco ha ganado (...) Teóricamente libre, es esclavo en la práctica.

Leyes escritas le conceden derechos y privilegios; pero cuando de ellos quiere el pueblo

aprovecharse como medios para su elevación económica é intelectual, tales leyes se

convierten en letra muerta”. No obstante, “la independencia argentina fue real y verdadera

para nuestra burguesía; pero de un valor muy relativo para el pueblo trabajador. Apenas

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puede considerarse como un jalón insignificante en la larga vía de su emancipación”. Es

correcto, entonces, que la clase obrera sea indiferente a los festejos que organiza la

burguesía. El rol del partido revolucionario sería desenmascarar a los festejos burgueses,

mostrarlos ante el pueblo como lo que son: festejos de una clase mezquina y egoísta. Como

se verá más adelante, podría haber más de una forma de desenmascararlos.

La pregunta que nos queda pendiente de respuesta es: ¿por qué un miembro de la

dirección firma con un pseudónimo? ¿Significará eso, que la línea desarrollada es a título

personal y no de la organización?

La tercera nota corresponde a la Conferencia dictada en mayo de 1909 específicamente, a

las palabras de Nicolás Repetto. En ella propone una explicación materialista de la

revolución burguesa. Se dedicó a destruir la concepción de los grandes hombres

movilizados por ideales de libertad, explicando las raíces económicas del proceso social. La

participación de Palacios en dicha conferencia será retomada más adelante.

La patria como cuestión práctica. Liturgia patria y las masas

La mayoría de las notas del período trabajado incluyen en su interior la descripción de los

festejos organizados por el gobierno de turno. Se describen arreglos sumamente ostentosos

que incluyen alternadamente el abanderamiento de edificios públicos, el uso de fuegos

artificiales, magníficos banquetes, bailes y el uso de luces eléctricas en el caso de la

iluminación de la Avenida de Mayo para el Centenario. Pero fundamentalmente, la fiesta

cívica organizada por los distintos gobiernos de turno había puesto como elementos

centrales los desfiles militares y misas o Tedeum, como suelen llamarlo los socialistas, en

la catedral. Ante tal tipo de evento, las páginas de La Vanguardia no dejan de denunciar su

carácter reaccionario: “Es un anacronismo bien resaltante que estas fiestas celebradas

entre aclamaciones a la triple <libertad, libertad, libertad>, predominen las farfaicas

ceremonias del catolicismo y la exhibición de las tropas en las calles, simbolizando ambas

cosas respectivamente el oscurantismo y la fuerza bruta, que no coinciden con el ideal de

progreso y civilización atribuido à los revolucionarios de la fecha que se rememora”. Se

trata de una burla o farsa del pasado. En casi todos los casos puede observarse la alusión al

término “farsa” para referirse a las festividades en las que se trataba de incluir a una

población realmente excluida a través de engaños.

Por otro lado, las notas denuncian la ausencia del pueblo en esos festejos. La indiferencia

de las grandes masas de la población se ve enfrentada por diversos recursos a los que apela

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el estado para atraer a diversos sectores populares: desde espectáculos hasta los cantos de

los niños de las escuelas de la ciudad. Aún así parece claro que cada vez asistiría menos

población y que el mito tendería a desarmarse tanto que, finalmente, “han de reducirse con

el tiempo á un cortejo de caballería escoltando á algún presidente por las calles desiertas.

Porque el pueblo ha de llegar á comprender que en el fondo de estas escenas sólo hay una

mentira. Y muchos que engordan explotándola”. Es común en las notas que se haga

referencia a quién paga las festividades: “Gratuitos? Así lo cree el pueblo en su ingenuo y

simple raciocinio, porque no le cobra para asistir a la fiesta que él paga buenamente sin

advertirlo al momento”.

Problemas partidarios

“Me llamo argentino, y quiero que este sea el nombre de un pueblo respetado por sus propósitos

sanos y sus acciones eficientes; veo que todavía con cada pueblo tiene una bandera que, mientras la

humanidad no tenga una, la argentina o la sudamericana flamee en estas tierras”.

El problema de cómo intervenir frente a las fiestas patrias, cómo entenderlas, generó en el

partido rispideces, discusiones y hasta incluso separaciones. Pruebas de la existencia de

estos problemas son los cuidados en las formas retóricas con que los militantes introducen

sus opiniones.

Estas divergencias confluyeron en por lo menos dos formas de intervención distintas. La

primera la podríamos pensar como abstencionista en tanto niega las fechas patrióticas

como parte del calendario popular. Esta línea continúa con la idea presente en el

Manifiesto Comunista de que los obreros no tienen patria. Un referente de esta posición

puede verse en Mario Bravo. En un texto casi literario que narra una charla familiar entre

un padre y un niño –quien acaba de jurar lealtad a la bandera nacional-, el padre le explica

que le han hecho prometer una mentira: “Hijo mío, no es cierto… [la bandera azul y

blanca] es el símbolo de los que nos gobiernan, de los que mandan, de los dueños de la

tierra, de los ricos. Nosotros, que somos pobres, que somos gobernados, mandados (…) no

tenemos esa bandera (…) Los trabajadores los que hoy no tenemos nada, tenemos por

símbolo en nuestro partido socialista y en nuestra sociedad gremial una bandera roja, que

es la misma que tienen por símbolo los obreros, como yo, de todos los países del mundo”.

La segunda línea de intervención se presenta como continuadora de la revolución burguesa

que se ha quedado trunca, que se ha convertido -como dijo Dickmann- en letra muerta.

Dentro del pensamiento materialista se trataría de una síntesis dialéctica, posterior a la

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negación absoluta de la patria y la nacionalidad. En esta línea podemos pensar la nota de

Atilio Regulo, cuya publicación le reconoce a la bandera azul y blanca los significados que

le asigna el discurso burgués pero explica el significado que tienen para el proletariado.

Pero fundamentalmente, debe incluirse el pensamiento de Alfredo Palacios, quien en la

Conferencia de 1909, como segundo orador explica que el socialismo es el verdadero

continuador de la obra desplegada por la burguesía. En esa función histórica, se basaría la

concepción de patria que tiene la clase obrera: “entendemos que cabe la nacionalidad

dentro de la internacionalidad como cabe la familia dentro de aquella. (...) No creemos que

la bandera roja excluya la bandera argentina, y nos parece repudiable locura la afirmación

de Hervé cuando dice que la bandera de Francia débese colocar sobre un estercolero.

Somos patriotas en el sentido amplísimo de la palabra”.

Estas dos propuestas de acción están en constante choque dentro de la estructura

partidaria. Tal es así, que las palabras de Palacios despertaron la instantánea respuesta de

Alejandro Comolli (hijo): “Me cuento entre los socialistas que no respetan la bandera

patria. Por lo tanto, las palabras del compañero Palacios, pronunciadas anoche en Unione

e Benevolenza, me obligan á manifestarme públicamente, en la creencia de que mi

concepto respecto á la enseña nacional no es equivocado”. La nota es extensa y repleta de

preguntas retóricas que buscan desestructurar las palabras de Palacios.

En La Vanguardia pueden verse discusiones que se reiteran con cierta frecuencia, debido

a que en el terreno concreto estas diferencias conducen a concurrir o no a los festejos

organizados por la burguesía.

Una nota de lectores de 1904, firmada por A.S -quien suponemos que debió haber sido

Ángel Sesma, ex redactor del semanario- señalaba: “Yo no veo pecado en que los

compañeros de causa hayan concurrido a formar en la columna cívica ese día. Cuanto más

revelará eso que todavía hay de los prejuicios patrióticos en esos compañeros; y para quitar

esos prejuicios, necesaria es la instrucción”, manifestando que es necesario un mayor

trabajo de educación partidaria, finalmente, explica que el prejuicio proletario es tan malo

como el burgués.

El año siguiente, en Mayo son descriptos con entusiasmo la participación de los alumnos

de las escuelas de la Boca en el acto de la Plaza de Mayo. La nota titulada “Síntomas muy

buenos”, relataba la acción de los jóvenes quienes cantaron el himno revolucionario <hijos

del pueblo> en lugar del Himno Nacional. El cronista describe el momento comentando la

represión de los docentes, la reincidencia de los niños y el color rojo de los moños que

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éstos llevaban. En el artículo contiguo, con el mismo entusiasmo se hacía referencia a los

alumnos de las escuelas salesianas -también de La Boca- quienes generaron un gran

escándalo cuando a coro entonaron el mismo himno revolucionario.

No obstante, ese mismo año con motivo de la celebración del 9 de Julio, una acción

también dentro del ámbito escolar, no desató el orgullo del partido sino que terminó en la

expulsión de tres pedagogos. Nos adentraremos en el hecho.

En la ciudad de La Banda en la Provincia de Santiago del Estero funcionaba desde

principios de siglo una escuela socialista. La misma era sostenida por el Partido Socialista y

desde sus inicios había sido dirigida por Bernardo Irurzun. El Partido Socialista le

reclamaba al Estado los insumos y materiales para sostener la educación laica y le

reprochaba el mantenimiento de escuelas parroquiales. Ante la negativa reincidente del

Estado argentino de cederle recursos a la llamada escuela popular, los socialistas optaron

por autofinanciarla.

El hecho conflictivo se generó en torno a la celebración del 9 de julio que organizó el

consejo escolar de la localidad de La Banda. En esa ocasión Irurzun decidió participar del

festejo con sus niños. Según la declaración de los participantes, que son rescatadas por un

miembro del Comité Ejecutivo que difiere de la resolución adoptada, Irurzun habría

participado con los niños, pero estos llevaban en sus ojales escarapelas rojas y cantaban el

himno de los Trabajadores en lugar del Nacional. Su discurso habría sido “netamente

socialista, estudiando la independencia argentina con criterio de lucha de clases”.

Paradójicamente, para el autor, el discurso habría despertado la censura de la prensa

burguesa y la expulsión del Centro Socialista. En el partido la noticia fue recibida con

revuelo. Irurzun y su compañera, Salasvery renunciaron a sus cargos y finalmente, un año

después, fueron apartados del partido.

Lo interesante son los argumentos y las posiciones que se leen en el periódico acerca del

conflicto. Las discusiones parecen estar más centradas en las formas que en el contenido.

Sin embargo pueden leerse varias notas que manifiestan desacuerdos y miedos acerca de la

decisión que finalmente se expresa como metodológica.

El propio Irurzun explica esta participación justificado su acción para evitar un conflicto

con las autoridades. Es decir, él mismo no vincula su actuación como una política

alternativa sobre la cuestión nacional.

La cuestión concluye en 1906, con una nota titulada “Correspondencia”, enviada por el

Centro C. Obrero de la Banda. En ella se desmiente la posibilidad de que la concurrencia en

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esa fecha haya sido como fue señalada por Enrique Dickmann. Explica que si las

características del acto hubiesen generado una situación de censura, las relaciones

posteriores con el maestro no hubiesen terminado con la asignación del cargo de maestro

en la Escuela Nocturna Fiscal de La Banda. Es decir, el asunto se cierra marcando el

acercamiento de Irurzun con el gobierno local.

Hacia la conclusión

“Tienen en verdad una noción muy distinta de la patria y el patriotismo que el pobre soldado

fallecido en el hospital á consecuencia de las penurias de la campaña; que el chacarero esclavizado

al señor por el dogal de los arrendatarios; ó que el trabajador á quien fusilan por la espalda si

levanta su protesta frente a las cadenas que lo oprimen”.

Como nos imaginamos no hay una única concepción de patria o nacionalidad. Es posible

que sea esta falta de homogeneidad sobre la caracterización de la historia y la patria lo que

haya provocado tantos inconvenientes.

Hasta 1909, la única nota que propone una caracterización más o menos explícita de la

acción revolucionaria de la burguesía en tanto clase, es la que aparece un 24 de mayo de

1902 en La Vanguardia. No obstante, la nota no avanza en la caracterización histórica de la

revolución. Recupera el pasado, explicando que la independencia política fue el

entronizamiento de la burguesía en la silla que ocupaban los virreyes. Frente a la bandera

nacional se expone que “es un símbolo, pero no es la libertad. Simboliza la libertad

democrática que luego se restringió. Simboliza la libertad económica pero hoy estamos

abrumados de impuestos y nuestros trabajadores modernos tienen más del paria que del

libre”. Dado que la burguesía, hoy, habría negado o restringido las conquistas

revolucionarias, concluye que no hay que asistir a los festejos: “¡Ay! Asistir á esta fiesta en

la cual las instituciones libres están representadas por sus verdugos, es renunciar á la

libertad, es mirar á la puesta del sol y no á su nacimiento”.

Asimismo, está presente en varias notas el problema del extranjero, es decir, el concepto de

patria burgués es leído como el odio al extranjero, al vecino, al que está fuera de la frontera

nacional: “Hay que odiar al vecino, al extranjero porque es enemigo de la <patria>. (…) de

aquí nacen las rivalidades nacionales, las envidias y los odios; de ahí nace el militarismo

con todos sus terribles consecuencias”.

En 1909 se desarrolla un debate en torno al significado a asignar al 25 de mayo y al 9 de

julio. Se puede observar en el periódico varios militantes que opinan sobre la patria. En

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primer lugar, podemos citar la nota de un tal José Muzzilli, quien por un lado define el

significado teórico como “pedazo de tierra que te ve nacer”, y por el otro, en el terreno de lo

práctico la caracteriza como “sinónimo de inequidad”, de “carácter banal y mezquino”.

Mientras tanto, una segunda nota firmada por Eliseo Ibañez culpabiliza al pueblo por los

gobernantes que tiene y las farsas que éste organiza.

Otro texto del mismo año abordando la esta idea de falsedad del concepto, explica que el

carácter de un pueblo no se puede modificar con leyes artificialmente. El autor, José

Caminos, compara esta iniciativa con los tiempos de Felipe II de Francia y escribe:

“Imagina el actual gobiernoconsolidar la <la nacionalidad argentina> implantando el culto

a la bandera, glorificando la música marcial, levantando pedestales á los héroes del sable, y

proscribiendo de la enseñanza y de las instituciones todo lo que no lleve cuño

genuinamente nativo”. En definitiva, este artículo de opinión discute la posibilidad de

construcción y la calidad de los elementos con que se procuraban constituir ese

nacionalismo. En las escuelas los niños sabían de batallas, de cantidad de hombres pero no

de proyectos o ideas. Este intento de constitución de un sentimiento nacional, se hace a

través “[del] ruido de la charangas y de los <oíd mortales>, créese inculcar á las

generaciones nacientes el sentimiento patrio. Todo lo que es tradicional ó nativo está

santificado por la divinidad, sin excluir la bota de potro y la lanza de caña del montonero.

Sin embargo, aquel sentimiento es tan impreciso que se vería en duros aprietos el maestro

que pretendiera explicarlo”.

El texto de José Caminos aporta un punto de vista interesante: la vinculación de la patria a

la condición social, aunque no hay clarificación respecto a la clase. “Roca, recibiendo

sesenta leguas de tierras después de su campaña del desierto; el perito Moreno gratificado

con igual ó mayor extensión de campo flor –lejos por cierto de la Puna de Atacama ó de la

árida zona litigiosa; Unzué y Anchorena, creando el latifundio merced á las leyes que les

otorgan diputados venales; Figueroa Alcorta tapando sus delitos electorales con cátedras

de moral cívica- tienen en verdad una noción muy distinta de la patria y del patriotismo

que el pobre soldado fallecido en el hospital á consecuencia de las penurias de la campaña;

que el chacarero esclavizado al señor por el dogal de los arrendamientos; ó que el

trabajador á quien fusilan por la espalda si levanta su protesta contra las cadenas que lo

oprimen”. En cuanto a los escritores de estas notas podemos cerciorar que no son

desconocidos – a excepción de José Caminos, posiblemente un seudónimo - ya que en

diferentes averiguaciones hemos podido corroborar que pertenecían a primeras y segundas

líneas partidarias.

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En pocas notas está claramente definido el carácter de las fiestas y o caracterizada la acción

socialista ante las mismas. Esta incertidumbre impide dar una respuesta satisfactoria al

interrogante que nos planteábamos al comenzar este trabajo puesto que existieron

problemas partidarios alrededor de esta cuestión que, por lo que pudimos constatar, no

habrían sido resueltos por una verdadera discusión política. Ante las divergencias

existentes, la dirección partidaria no se dio una tarea de homogeneización, ni fue capaz de

una posición superadora. ¿Es posible que se considerase la cuestión nacional al margen de

la conceptualización de la etapa imperialista? ¿No caeríamos en el patriotismo en un

sentido amplísimo, en el amor terruño? Cabe la posibilidad, también, de formularnos un

interrogante más de lo que probablemente sucedía hacia el interior de las filas del Partido

posiblemente para algún trabajo futuro. Respecto a estas discordancias, ¿estaremos en

presencia de una ruptura que dará a luz a una nueva corriente del movimiento obrero?

Page 17: ¿Nacionalismo o internacionalismo?

Referencias

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