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NATURALEZA INTERRUMPIDA

Bryan Romero G

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Título original: Naturaleza Interrumpida

Copyright © 2010 by S. I. Bryan Romero Guzman

All Rights Reserved

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Agradecimientos

A Dios, a mis padres y a toda mi familia.

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ADVERTENCIA: Todos los hechos, lugares, instituciones, personajes y nombres mencionados en esta obra son pura ficción; cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

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PROLOGO

Andrea deambulaba por una de las calles en el centro de la ciudad, las personas en su camino solamente atinaban a observarla de pies a cabeza – otra drogadicta – pensaban algunos. Un adolecente que transitaba por ahí con un grupo de amigos le sacó una fotografía con su celular; es que era todo un espectáculo, su gran estatura, el pelo alborotado, la ropa ancha y sucia, parecía un hombre, pero de cerca, se notaba sus rasgos femeninos. Tenía un rostro pálido casi cadavérico, incluso por su mirada perdida daba la impresión de tener algún problema mental.

Nadie sospechaba que esta aparente zombi ganaba diez mil dólares por sesión fotográfica y que fue nominada como futura supermodelo en varios medios de comunicación. Esta sensación del internet y portada de dos revistas internacionales ya casi a punto del desmayo se recostó a un lado de la acera y cerró los ojos.

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Mucha gente pasaba por ahí ignorándola, criticándola, insultándola, sintiendo pena por ella pero nadie la ayudaba…

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El diagnóstico rápido que se le había realizado era anemia y deshidratación, algo típico en los indigentes de la ciudad. Mientras ella recibía un suero que le devolvía la vida, una enfermera terminaba de bañarla. El oficial O'Brady y su compañero la habían encontrado desmayada y la llevaron a la posta médica más cercana, aunque no estaba el doctor, la hábil enfermera pudo resolver la pequeña emergencia sin problemas.

También informaron a la oficina central el hallazgo de Andrea Thomson quien había sido reportada como desaparecida tres días atrás por sus familiares.

Algunos medios de comunicación habían especulado bastante sobre su paradero, incluso algunos periodistas no descartaban un posible secuestro, ya que no se presentó a un desfile de modas donde ella era una de las atracciones principales y tampoco asistió al

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siguiente día a otro evento organizado por una reconocida marca de cosméticos. Las empresas afectadas no descartaban realizar demandas judiciales ya que tenían contratos firmados con sus apoderados.

Ahora el detective Marcus que había llegado al centro médico examinaba las prendas de vestir que llevaba Andrea cuando la encontraron, estas despedían un fuerte olor a alcohol, marihuana y tabaco, estaban completamente sucias e incluso se observaban algunas manchas de sangre. En los bolsillos sólo había un par de monedas, una factura de supermercado y una fotografía bastante arrugada, al extenderla observó que era la imagen de un bebe en gestación, una ecografía, había sido tomada casi dos meses atrás. En una esquina estaba impreso el nombre de “Andrea Thomson” y sobre la foto estaba dibujado a mano un corazón grande de color rojo y adentro estaba escrito también a mano un nombre, “Jonathan”.

Marcus llamó a la enfermera que había revisado a Andrea.

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– ¿Según sus observaciones, es posible que la joven tenga unos dos meses de embarazo?

Ella casi instantáneamente respondió frunciendo el seño.

– ¿embarazada? ¿Esa pobre niña? es imposible – afirmó la enfermera de unos 50 años –. Ese vientre esta como una tabla, si parece un esqueleto andante, pero si quiere puedo sacarle una muestra de sangre para confirmar.

– No será necesario, gracias por su ayuda – replicó cortésmente

Él también la había visto y era obvio que no estaba embarazada. Era muy posible que Andrea hubiera perdido a su bebé de forma natural o por un aborto provocado, algo muy frecuente en chicas de su edad. Además ella vivía solamente con su madre, su padre la había abandonado al nacer.

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Marcus entró en la habitación de Andrea y se acomodó en una silla al lado de su cama. La observó con detenimiento, la había visto por la televisión y en varios calendarios con muy poca ropa y en poses bastante sensuales, incluso había una gigantografía de ella en una de las calles más transitadas de la ciudad. Sin todo ese maquillaje que usaba frecuentemente se revelaba un rostro bastante infantil y para nada era la mujer más hermosa del mundo como algunos la proclamaban. Cuando ella entró al negocio del modelaje hace unos seis meses, causo una sensación inmediata entre los medios, tal vez por esa apariencia ambigua entre niña y mujer.

El celular del policía vibro y emitió un sonido estridente que lo saco de sus pensamientos, era su esposa, apretó el pequeño botón para contestar y hablo en voz baja.

– No podré llegar a cenar, luego te llamo – después guardó silencio esperando alguna respuesta, pero simplemente se cortó la llamada.

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Hace dos años que habían empezado los problemas con su mujer, ahora la situación era casi insostenible y estaba pensando seriamente en separarse de ella.

El breve altercado había despertado a la supermodelo que movía los ojos tratando de ubicarse.

– Agua, un vaso de agua por favor– musito con una voz tenue.

El policía le acerco un pequeño vaso de agua y esperó unos segundos a que ella lo bebiera un poco.

– Andrea, soy el detective de la policía Steven Marcus – explicó, entregándole una pequeña tarjeta – ¿recuerda donde estuvo estos tres días?

Después de una larga pausa respondió titubeante, mientras algunas lágrimas empezaban a rodar por su rostro.

– Estuve… con… una amiga –

El detective cambió a un tono de voz más suave y se acercó un poco hacia ella.

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– ¿Tuvo algún problema en su casa? o ¿tal vez alguna pelea con su madre?

– Mmm. – Vaciló – ¿problemas? no, ninguno.

– ¿Usted se realizó un aborto recientemente, verdad?

Ella se llevó las manos al vientre, cerró los ojos y empezó a llorar profusamente. Aunque se reprimía para no gritar el rio de lágrimas que le mojaban el rostro demostraban su pena.

– No, yo no quería, me quitaron a mi bebé… ¡ese maldito lo mato! – gritó –. Yo no quería, yo no quería… – repitió

El dolor que sentía ya no le permitía hablar así que, simplemente, se cubrió el rostro con la sábana y se hundió en la cama dándole la espalda al policía. No quería que la vieran llorar.

Marcus decidió dejarla descansar un poco más, ya eran casi las siete de la noche, se levantó y caminó hacia la puerta en busca de una taza de café.

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– ¿Puedo llamar a una amiga para que pase por mí? – preguntó Andrea

– Ya avisamos a su madre y está en camino –

– Preferiría ir a la casa de mi amiga, por favor –

– Lo siento, como usted es menor de edad tendrá que esperar.

Cerró completamente la puerta y se quedó meditando sobre la posibilidad de que el novio de Andrea o alguien la hubieran presionado a realizarse un aborto y si eso hubiera pasado ¿era acaso un delito? Era algo de todos los días, el aborto era legal y ampliamente practicado en su mayoría por adolecentes y mujeres de escasos recursos.

– Esta juventud está cada vez peor – pensó Marcus, remedando a su difunto padre.

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A las siete y media de la noche llegaron a la posta médica dos grandes camionetas negras con los vidrios raybanizados. De una de ellas bajó la madre de Andrea, Sharon, al contrario de su hija era bajita de estatura, más rellenita y vestía una ropa no muy a la moda actual. Traía una bolsa semitransparente que parecía contener la ropa de Andrea. La acompañaba un hombre de traje y corbata más joven, de unos treinta y cinco años. Sharon y la enfermera ingresaron a la habitación de Andrea mientras el encorbatado se quedo en la puerta, parecía a un comandante dando órdenes.

– ¡Solamente los zapatos! – gritaba el hombre – mas rápido, más rápido.

Sharon hizo levantar a su hija y le calzo unas zapatillas apresuradamente, querían evitar a la prensa y salir de ahí lo más rápido

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posible. En ese momento, Marcus volvió a la habitación sosteniendo una taza café.

– Soy el detective de la policía Steven Marcus, estoy a cargo de la investigación –

– Robert Martínez, abogado de la familia y representante legal de Andrea – le contestó – muy buen trabajo oficial sólo les llevó tres días encontrarla.

Madre e hija salían a galope de la habitación, pero tuvieron que detenerse ya que el detective bloqueaba el estrecho pasillo. Robert tomó la palabra.

– Sharon te presento al detective de la policía Marcus, él fue quien estuvo vigilando a Andrea –

– Gracias por encontrar a mi hija oficial – exclamó, estrechándole cándidamente la mano.

– Ahora si nos disculpa queremos evitar a los periodistas – dijo Robert, mirando hacia la salida, bastante ansioso.

Marcus no se inmutó y se dirigió a Sharon.

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– ¿Ya le comentó Andrea, dónde estuvo estos tres días? –

– ¡No es obvio! – interrumpió Robert – drogándose y bebiendo como siempre, usted no conoce a esta niña oficial es un dolor de cabeza para todos.

Marcus continúo.

– ¿Señora, sabía usted que su hija estuvo embarazada y perdió a su bebe? –

Sharon guardó silencio y miro al piso, avergonzada.

– Si, se hizo un aborto, no hay nada ilegal en eso – dijo Robert, luego ordenó – Sharon vayan a la camioneta.

Madre e hija obedecieron, mientras Robert continuaba hablando.

– Le agradecería que esa información no se filtre a la prensa, como sabe Andrea es menor de edad – se metió la mano al bolsillo y sacó un buen fajo de billetes – quisiera compensarlo por sus molestias – le dijo.

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Marcus lo miró fijamente a los ojos, entendía por qué hacia eso, había muchos policías que recibían dinero.

– No es necesario, sólo hago mi trabajo – respondió, tratando de simular normalidad.

Robert se quedó un poco sorprendido, guardó el dinero y sacó una tarjeta de su billetera.

– Ah!… bueno… si necesita alguna información, acá esta mi número de teléfono – luego se alejó casi corriendo.

Segundos después se escuchó el ruido de las dos camionetas partiendo a toda prisa, a Marcus le impactaba cómo para algunas personas practicarse un aborto era como sacarse una muela, en otros países era un delito. Cuando era joven su padre lo había llevado a participar en varias campañas anti–aborto, pero desde su fallecimiento se alejó de todo ese movimiento.

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Eran casi las diez de la noche, Marcus prendió la televisión mientras calentaba una hamburguesa en el microondas. En el dormitorio estaba Cecilia, su esposa, leyendo un libro. Como siempre ella no había salido a saludarlo ni él tampoco quiso molestarla. En los últimos seis meses Marcus había estado durmiendo en el sofá, la sala se había convertido en su nuevo dormitorio. Al moverse entre los canales de televisión vio a Andrea dando una conferencia de prensa, toda maquillada y con un hermoso vestido rojo, ya no era la niña que horas atrás lloraba junto a él.

– Me tomé unas vacaciones, pero ahora estoy lista para volver a trabajar – les decía al grupo de periodistas que la saturaban con todo tipo de preguntas.

En las siguientes semanas iba a firmar un contrato de dos millones de dólares con

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una empresa de lencería reconocida en todo el mundo. Ese contrato ya casi lo había perdido debido a que en los últimos dos meses paulatinamente había ido fallando a varios compromisos profesionales, pero lo peor era que estaba siendo etiquetada como una chica “DRAPA” (drogadicta, alcohólica y promiscua). Todo esto causó que varias empresas ya no la buscaran para trabajar.

Mientras pensaba, Marcus se quedó dormido con su ropa de trabajo, la televisión encendida y una caja de hamburguesas vacía sobre el pecho. Su esposa entró a la sala sigilosamente, levantó la caja de hamburguesas, apagó el televisor y volvió a su dormitorio.

A las cuatro y media de la mañana el celular volvió a emitir ese sonido estridente, una y otra vez, hasta que Marcus todavía con los ojos cerrados contestó.

– Si, ¿hola? – pasaron unos segundo y nadie contestó. Al otro lado de la línea sólo se escuchaba un gimoteo intermitente, volvió a repetir – Hola, ¿Quién habla?

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– Ellos mataron a mi bebe – respondió una voz de mujer.

Y antes de que Marcus pudiera decir algo más, la llamada se corto. Pero había reconocido la voz, era Andrea.

– Parece que está pasando por un mal momento – pensó.

Muchas mujeres que se practican un aborto quedaban con algunos traumas y secuelas emocionales. El Síndrome Post–Aborto o S.P.A como le llamaban algunos especialistas, sus manifestaciones más comunes eran la depresión, anorexia, alcoholismo y pesadillas, entre muchas otras.

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Marcus estaba en su oficina terminando unos informes, eran casi las once de la noche, pero no le molestaba quedarse a trabajar hasta tarde, así tenía una buena excusa para no llegar temprano a su casa.

Había pasado una semana del incidente con la supermodelo. La había visto un par de veces más por la televisión y parecía que ya había vuelto a su rutina normal.

Después de terminar salió hacia la calle en dirección a su vehículo, por lo avanzado de la hora no vio a nadie transitando, había una espesa niebla y varias luces del alumbrado eléctrico no funcionaban, así que apenas pudo distinguir dónde estaba su automóvil parqueado. Cuando se disponía sacar las llaves de su auto, vio una persona sentada en el piso y apoyada contra el automóvil, estaba totalmente vestida de negro, por eso no la

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había visto antes. Era una mujer que parecía estar inconsciente.

– ¿Andrea? – pregunto Marcus, acercándose aun mas.

Ella no contestó, estaba un poco ebria, pero logró ponerla de pie y meterla en la parte de atrás del automóvil.

– La voy a llevar a su casa para que descanse –

– No quiero volver a mi casa, ¡no quiero ver más a mi madre! – protestó – ella me obligó a abortar.

Luego rompió en llanto, Marcus condujo por unos veinte minutos, sin rumbo, hasta que ella se calmara. Luego se estacionó en una callecita vacía.

– Su madre lo hizo por su bien – le dijo, reflexivamente – usted no está preparada para ser madre.

– ¡Yo iba a dejar todo por mi bebe! –

– La vida no es tan fácil, tiene suerte de tener una mamá que se ocupe de usted.

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– La odio, ¡ya no quiero vivir con ella! –

– Sólo tiene que esperar un par de años para ser mayor de edad y…

– Sharon y mi abogado se están llevando todo mi dinero, firmaron un contrato por cinco años para que yo trabaje en otro país pero no quiero viajar.

¡Eso es explotación infantil!, claro que a otro nivel. – pensó Marcus. – pero la experiencia le decía que poco o nada se podía lograr en estos casos.

– ¿No tiene algún tío o familiar que pueda ayudarla?

– Hablé con un amigo que es abogado – continuó Andrea – me dijo que necesito alguna prueba de que mi madre me obligó a abortar, así podré salirme de mi casa.

– Eso será muy difícil de conseguir – aseveró Marcus.

– En la clínica de aborto donde me llevaron, habían varias cámaras. Esa noche yo había bebido mucho, cuando llegué a mi casa discutimos con mi madre y luego me puse

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muy mal, mi madre me subió a su automóvil, al principio pensé que me estaba llevando a un hospital, pero luego me di cuenta que era una clínica de abortos. Yo no quería entrar pero mi madre con mis dos tíos me metieron a la fuerza y una enfermera me puso unos calmantes que me dejaron casi inconsciente. Después solo tengo recuerdos borrosos, me ingresaron a una habitación donde un médico me realizo un aborto. Al día siguiente, cuando volvimos a mi casa, me escapé y me fui con unos amigos… sólo necesito que me ayude a conseguir ese video, ¡le pagare muy bien! – Dijo angustiada.

Marcus encendió su auto y la llevó a su hogar, estaba en un barrio muy alejado y la casa estaba bastante descuidada, no esperaba que una supermodelo que ganaba miles de dólares viviera en ese lugar.

Andrea había tenido que dejar de estudiar a los trece años. Primero trabajó en pequeñas campañas publicitarias pero repentinamente tuvo grandes contratos y bien pagados. Pero todo el dinero se lo repartían entre sus familiares, tenía tres

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hermanos mayores que se beneficiaban, sin contar a sus tíos y otros parientes.

Cada semana venían personas que nunca había conocido, para prestarse dinero y luego nunca más se les volvía a ver, además su madre viajaba constantemente con varias parejas diferentes gastándose su dinero en todo tipo de frivolidades.

Pero Marcus no quería meterse en esos problemas familiares. Esperó por unos minutos… pero Andrea no quería bajarse del auto y él ya estaba un poco molesto con toda esa situación.

– Lo mejor que puede hacer es tener paciencia, busque otro abogado que la aconseje mejor – dijo Marcus tratando de terminar la conversación.

Se bajó del auto, y le abrió la puerta a su indeseada pasajera, pero Andrea continuaba inmóvil, ya desesperada jugó su última carta.

– Cuando estaba en esa clínica vi algo. Después de mi aborto me sentía muy mareada por los medicamentos, pero quería irme de ese lugar, así que salí de la

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habitación, bajé por unas gradas y creo que llegué al sótano, entré a una habitación donde habían dos médicos con sus barbijos, parecía que estaban operando a alguien, cuando me acerqué un poco más vi que en la mesa de operación había un feto pequeño que se movía y se retorcía, abría su pequeña boca para gritar pero no emitía sonidos, incluso me pareció que lloraba, todo su cuerpo estaba cubierto de sangre. Luego busque una salida pero me desmaye en el camino. Al día siguiente desperté en mi habitación.

– ¿A cuál clínica la llevaron? – preguntó el policía un poco escéptico

– A la clínica Brawn –

Al escuchar ese nombre Marcus suspiró y miró al cielo, que para ese momento ya se había despejado.

– Otra vez esa clínica – pensó.

Solamente en esa ciudad había unas cien clínicas de abortos entre legales e ilegales. Y se calculaba que por año en todo el país se realizaban unos dos millones de abortos a un costo de quinientos dólares cada uno. Era un

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negocio redondo para un procedimiento que llevaba menos de una hora. Sin contar las ganancias adicionales que recibían las clínicas después del aborto vendiendo la placenta, el líquido amniótico o por tratamientos psicológicos post–aborto a las madres.

Pero habían todo tipo de denuncias sobre estas clínicas que iban desde tráfico de bebes, tráfico de órganos, malas praxis con la muerte de la madre, mujeres que quedaron estériles o se infectaron de algunas enfermedades venéreas. La lista era larga, sin embargo, la mayoría de las denuncias se arreglaban económicamente o nunca se denunciaban.

En una ocasión se detuvo a un hombre que realizaba abortos en su camioneta, en lugares alejados de la ciudad, a muy bajo precio, éste ni siquiera sabía leer pero había aprendido a realizar abortos trabajando para un médico durante varios años.

Últimamente un periódico había denunciado que algunas clínicas les pagaban dinero a las mujeres que ingresaban a sus clínicas para realizarse abortos. Estas clínicas se habían vuelto proveedores de los restos

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orgánicos, como la placenta y otros más valiosos, que resultaban de los abortos. Tenían varios contratos con empresas en otros países, la demanda creció de tal forma que requerían por lo menos de cien abortos cada mes para cumplir sus contratos. Algunas clínicas comercializaban la “sustancia nigra fetal”, que era extraída de los fetos aún estando vivos para ser trasplantada a individuos adultos con problemas de Parkinson u otras enfermedades del sistema nervioso. Esta sustancia tenía mucho valor en el mercado negro.

Marcus estuvo investigando varios casos de este tipo y había logrado meter a la cárcel a algunas personas, pero le daba la impresión que cuando cerraban una clínica se abrían dos en otros lugares.

La clínica Brawn era parte de un grupo de clínicas de aborto diseminadas por todo el país, que tenían un solo dueño, el Doctor Lucius Brawn. Le habían llegado rumores muy insólitos sobre estas clínicas pero sorpresivamente no tenían ninguna denuncia legal, lo cual le parecía muy extraño. En una ocasión intento investigar una posible

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denuncia pero la afectada extrañamente viajo al exterior de un día para otro renunciando a su trabajo y no la volvió a ver más.

– La próxima semana la voy a llamar – le dijo, un poco aburrido – voy a ayudarla, pero quiero que esté tranquila por algunos días.

Andrea se bajó un poco más calmada y por primera vez se dibujó una tímida sonrisa en su rostro.

– Gracias – le dijo – si me ayuda prometo pagarle muy bien cuando tenga mi dinero.

– No se moleste, sólo hago mi trabajo – le contestó, luego dijo en voz baja – ¿porqué todo el mundo quiere darme dinero?

Cuando se dio la vuelta, Andrea lo abrazó muy fuerte por la espalda. Y lloró por unos segundos, algunas lágrimas se escurrieron por su cuello y sintió pena por primera vez en mucho tiempo. Sus diez años de trabajo en la policía lo habían vuelto casi insensible y bastante calculador.

Mientras conducía a su casa pensaba en que Andrea no tenía muchas posibilidades, no importaba mucho si ella fue obligada a

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realizarse un aborto, las leyes no protegían a los niños no nacidos, si un niño estaba dentro del vientre de la madre, estaba totalmente indefenso, pero al salir del vientre adquiría “la protección del estado”. Era como si el vientre materno fuera otro país sin leyes, donde se podía matar sin castigo. Pero el tema de fondo era otro y Marcus lo conocía muy bien.

– No pierdo nada investigando un poco – pensó – Además es mi trabajo – dijo para sí mismo.

Luego continuó conduciendo con una pequeña sonrisa en el rostro, sentía especial simpatía por las mujeres que tenían problemas, e investigar cosas nuevas lo llenaba de adrenalina.

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Marcus estacionó su automóvil a unos doscientos metros de la clínica Brawn, desde afuera parecía un cuartel y no un centro médico. De rato en rato se observaban personas de todo tipo de esferas sociales, entrando y saliendo. La seguridad del lugar era excelente, un muro de tres metros rodeaba todo el lugar, tenía alambre de púas y cercas electrificadas. Además cámaras de video y guardias bien armados.

El dueño y fundador de la clínica, el Doctor Lucius Brawn, consolidó el aborto como un negocio familiar ya que entre su esposa, sobrinos, hermanos y otros familiares administraban unas quince clínicas en todo el país. Estas clínicas eran reconocidas por tener a “los mejores profesionales” y la “última tecnología”.

El doctor Brawn fue uno de los primeros en iniciarse en este negocio desde que se

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había vuelto legal hace treinta años y con el paso del tiempo había amasado una enorme fortuna. Él y todo su personal mantenían un perfil bajo, no daban entrevistas, no hacían eventos ni tampoco participaban en campañas pro–aborto.

Entrar a ese lugar sería casi imposible y más difícil todavía tratar de obtener una orden judicial para ver los archivos ya que entre las clientes de estas clínicas estaban algunas hijas y esposas de políticos, militares, jueces y grandes empresarios. Según los datos el 25 % de las mujeres entre 15 y 30 años se había practicado un aborto.

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Ya habían pasado dos semanas, Marcus meditaba en una pequeña capilla en un barrio alejado de la ciudad, en ese lugar él jugaba cuando era niño. Rodeaba a la capilla un extenso jardín lleno de flores de todas las variedades y colores. Ahí encontraba una cierta paz lejos de su casa y el trabajo.

Ya había encontrado la forma de entrar a la clínica, pero estaría corriendo un riesgo muy grande.

– ¿Que haría mi padre? – pensaba.

Cuando él tenía unos quince años, su padre estaba iniciándose en la política logrando ocupar un cargo como suplente de un congresista, asistía a las sesiones una o dos veces por mes solamente para estar al tanto de todo o cuando su amigo, el congresista, viajaba que no era muy seguido.

Un sábado por la noche recibió una llamada, tenía que presentarse en su puesto

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de trabajo para una sesión especial ya que el titular no había llegado.

Al llegar al congreso había un revuelo, sin muchas explicaciones un militar lo metió a una de las oficinas donde lo esperaba un alto funcionario del gobierno. Le explico que debería votar a favor para aprobar la ley E2013 ya que era muy necesaria e importante para el país y sin mucha ceremonia le puso un pequeño paquete al frente con una gran cantidad de dinero, para acallar cualquier duda.

– Es un pequeño bono, por su servicio a nuestro país. – Le dijeron.

Más tarde cuando comenzó la votación, su padre, simplemente hizo lo que le indicaron, y la ley se aprobó a las cuatro de la mañana.

La ley E2013 era una ley que despenalizaba el aborto totalmente, en una de sus partes indicaba que:

“No son consideradas personas los niños nonatos”

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Se realizaron varios reportajes en los medios de comunicación sobre las irregularidades que rodeaban la promulgación de esta ley, pero los políticos de la oposición no hicieron nada, ni tampoco la mayor parte de la sociedad. Hubo una serie de protestas aisladas pero no fueron suficientes para cambiar esa ley.

En los círculos más altos del gobierno se conocían las verdaderas razones de esa ley. La delincuencia estaba en aumento y la mayor parte de los malhechores y drogadictos provenían de familias numerosas de escasos recursos, de familias disfuncionales donde el padre había abandonado el hogar o donde los progenitores no tenían la madurez suficiente para criar a sus hijos de una manera correcta. También la corrupción en la policía y las instituciones del estado judicial no mejoraba la situación. Algunos políticos extremistas propusieron aplicar la pena de muerte para disminuir la delincuencia. Pero después de varias horas de analizar informes y estadísticas, un grupo de ellos propuso legalizar el aborto.

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– ¡Si, maten a esos delincuentes! – dijo un hombre que sostenía un vaso de whisky, sentado en una esquina de la amplia habitación donde la luz no alumbraba mucho – y mejor si es antes que nazcan – luego profirió una carcajada casi maquiavélica.

Así que idearon una estrategia para socializar el aborto, primero dieron a los padres la potestad de decidir si sus hijos podrían vivir o morir y luego los bombardearon con una propaganda bastante liberal y una serie de mensajes subliminales. Daban a entender que los nonatos no eran personas, sino “algo”, algo indeterminado, eran embriones, fetos, óvulos fecundados, pero definitivamente no eran personas. Manifestaban que era más importante la tranquilidad familiar que una vida y que la madre podía decidir sobre su cuerpo y como el niño estaba momentáneamente dentro de su cuerpo, lo podía extraer como si se tratara de un tumor que crecía dentro de ella.

Hubo debates muy acalorados, pero como siempre, los más pequeños deben sufrir. Era más fácil matar a los bebes que obligar a los padres a ser más responsables.

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Era más fácil asesinar, que proteger a las niñas para que no quedaran embarazadas y luego fueran abandonadas. O tratar de debatir contra una compleja sociedad machista-feminista y hacerles entender que las mujeres no son trofeos u objetos para venderse.

Después de todos esos acontecimientos, su padre dejó para siempre la política.

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Marcus había hecho contacto con uno de los guardias de seguridad que trabajaba en la clínica Brawn, Antonio, quien tenía unos veinticinco años de edad, hace mucho tiempo había estado en la prisión unos dos años y se había hecho cambiar el nombre para no aparecer en los registros de la policía, así que no fue muy difícil convencerlo para que lo ayudara a entrar.

Ya eran las tres de la mañana, Antonio conducía su auto y Marcus estaba escondido en el asiento posterior, pasaron por la puerta principal y luego ingresaron hasta el parqueo. Primero se bajó Antonio y se fue a la oficina de seguridad, diez minutos después bajo Marcus vestido con una bata blanca y la identificación de un médico para pasar inadvertido.

Siguiendo las indicaciones de Andrea entró al último edificio del ala norte. La

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planta baja estaba casi vacía y en penumbras ya que luces tenues alumbraban los pasillos. De rato en rato, a lo lejos se escuchaba pisadas de alguna enfermera.

Marcus se asomó a una de las habitaciones y observó cómo le estaban realizando un aborto a una niña que no parecía tener más de doce años. La escena era aterradora. En otras habitaciones encontró mujeres durmiendo y las demás estaban vacías.

Bajó unas escaleras hacia el subsuelo que estaba mucho más oscuro y entró por una puerta ancha que llevaba a una habitación bastante grande, muy poco iluminada; en el centro había una estanque gigantesco de vidrio lleno de lo que parecía sangre, unas masas de varios tamaños flotaban dentro de esa sustancia viscosa, al acercarse más observó que eran fetos, eran como unos cien de varios tamaños que se movían, daban pequeñas patadas y otros incluso ya tenían abiertos los ojos, los latidos de sus pequeños corazones parecían estar sincronizados haciendo eco en la enorme habitación.

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Continúo caminando y en la siguiente habitación encontró un montón de grandes frascos de vidrio, no pudo contarlos ya que parecían llenar la habitación hasta que se perdían en la oscuridad, cada uno era de aproximadamente treinta centímetros de alto y unos veinte de ancho. Algunos estaban vacios pero la mayoría contenían un feto, comparándolos con los que había observado en la otra habitación estos eran mucho más pequeños. Encima de cada frasco había otro de igual diámetro pero más achatado que el primero. Este frasco contenía una especie de licuado color naranja. Estos dos frascos estaban unidos por un cilindro metálico con varias luces pequeñas, botones y visualizadores numéricos.

Palpó un frasco que contenía un pequeño ser y estaba tibio, luego colocó su oído mucho más cerca del frasco y escuchó el latido acelerado de su diminuto corazón. De súbito sintió unas pisadas detrás de él y se dio la vuelta tratando de sacar su arma, pero fue muy tarde, sintió un golpe fuerte en la cabeza que lo llevó al piso.

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El hombre que lo había golpeado era Antonio, le sacó el arma de su bolsillo y luego lo ayudó a ponerse de pie.

– Tendrá que disculparnos por ese golpe oficial – dijo un anciano que estaba al fondo de la habitación – pero era necesario, entenderá que las armas me ponen un poco nervioso. – hizo un gesto y Antonio salió de la habitación.

– ¿Qué está buscando detective?

Marcus reconoció a doctor Lucius Brawn, aunque lo había visto más joven en las fotografías.

– ¿Qué clase de experimentos está haciendo acá Doctor?

– Me parece que no es de su incumbencia.

– Pues tendrá que decírmelo, porque voy a llegar al fondo de todo esto. ¿Qué están haciendo en este lugar?

Marcus jaló un pequeño dispositivo que estaba pegado a su solapa, era una mini cámara de video, conectado a un pequeño

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dispositivo, que transmitía una señal de audio y video a un receptor que estaba afuera del edificio, manejado por Andrea, que había estado grabando todo lo ocurrido en su computador, desde su automóvil.

Lucius sonrió y caminó hacia uno de los frascos. Y dijo con una sonrisa.

– Los mantenemos vivos.

– ¿Vivos? ¿Y para qué? – pregunto confundido Marcus.

El doctor tocó el frasco suavemente.

– ¿Para qué? Cómo para qué. Este pequeñín tiene derecho a que se lo alimente y se le dé un hogar, como a cualquiera.

Marcus miro más de cerca el bebe, su cordón umbilical se unía a una delgada manguerita metálica, que lo alimentaba.

– ¿Cómo lo ha logrado? – musitó

– Gracias a la tecnología y un poco de voluntad para hacer lo correcto, acá sólo atendemos a los bebés que podemos salvar, si son muy grandes es imposible, porque las madres no quieren realizarse una cesárea.

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Claro que no les decimos que los vamos a mantener vivos, además a ellas no les importa mucho lo que se haga con estos bebés y tampoco al estado.

Andrea apareció al otro lado del pasillo, escoltada por Antonio. Cuando ya estuvo cerca de ellos, Lucius caminó a otro de los frascos donde flotaba un bebe y le preguntó cariñosamente.

– ¿Andrea, quiere conocer a su hijo?

Andrea camino hacia ese pequeño ser que flotaba tranquilo sin percatarse de todo lo que pasaba a su alrededor.

– Hola Jonathan, te extrañe mucho – le habló al pequeño, que pareció reconocer su voz haciendo un leve movimiento.

– Esa noche, su madre llego frenética y nos advirtió que si no se hacia el aborto aquí lo haría en otro lugar, así que tuvimos que correr el riesgo – explico el doctor.

Más que un hijo para Andrea ese bebe era su compañero de infortunio, desde que supo que lo tenía en su vientre, le hablaba todo el tiempo, le contaba todas sus penas,

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alegrías y sueños. Ahora si nadie te llevara lejos de mí, te lo prometo por mi vida – pensó.

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Pasaron dos horas hasta que el doctor Brawn convenciera a Andrea de que se fuera a su casa, asegurándole que la dejaría visitar al niño todos los días.

Ella había cambiado totalmente su estado de ánimo, su rostro estaba radiante. Le hacía muchas preguntas al doctor y no dejaba planificar, hablaba de comprarse un departamento, un automóvil y buscar otro agente pero por momentos se quedaba en silencio como previendo que no iba a ser tan fácil. Incluso Marcus, contagiado de la alegría de la joven se comprometió a ayudarla con sus problemas familiares y le dio ánimo para seguir adelante.

Los tres caminaban por el patio principal hasta llegar a un lujoso auto, donde esperaba Antonio.

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– Antonio la llevara hasta la casa de su amiga – le indico el Doctor. – Mañana la espero.

Después de abrazar efusivamente a sus dos benefactores subió al auto que lentamente la condujo a su nueva vida.

– ¡Detective Marcus! – exclamo el doctor mientras habría el folder que llevaba en la mano. – Detective Steven Marcus – repitió suavemente.

Después de unos segundo logró encontrar la hoja que buscaba entre todo ese pápelo y se puso los anteojos que le colgaban del cuello para leer mejor.

– Conoce a una tal… ¿Cecilia Cruz?

Marcus pensó durante unos tres segundos.

– Si – le contestó confundido.

– Ella estuvo acá hace unos dos años y se realizo un aborto.

Cecilia Cruz, era el nombre de soltera de su esposa.

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Dos años atrás Marcus llegaba a su casa y Cecilia le había preparado una cena muy especial, para celebrar sus diez años de matrimonio, unas rosas rojas adornaban la mesa, las luces tenues y una música de antaño traían bellos recuerdos de sus primeros encuentros amorosos.

Al final de la velada se acostaron en el amplio sofá, Cecilia lo tomo de la mano, lo miro a los ojos detenidamente y guardo un largo silencio, él ya sabía lo que ella quería, desde los primeros años de casados le hacia la misma interrogante con la esperanza de que algún día respondiera de manera afirmativa.

– ¿Mi amor, cuando vamos a tener un hijo?

A Marcus le molestaba de sobremanera que Cecilia tocara ese tema en los momentos

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menos oportunos. Pero aún así se contuvo y contesto cortésmente.

– Amor sabes que ahora no es el momento.

– Pero vida, llevamos ya casados diez años y siempre me dices lo mismo.

Marcus sabía que no iban a llegar a ninguna parte.

– Ya te dije mil veces que no, ahora no es el momento.

– Yo creo que si me vieras embarazada se te quitarían todos esos miedos que tienes.

– ¡Te dije que no, no quiero tener hijos ahora!

– ¡Pues estoy embarazada! – le grito, poniéndose de pie.

Marcus entro en shock por unos segundos, en silencio sintió como todos sus músculos se tensaban y un vacio enorme le llenó el estomago, luego la tomo del brazo bastante fuerte y le gritó.

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– Cecilia no juegues conmigo, si quedas embarazada abortas o nos divorciamos. ¡Me entiendes! – La empujo al sofá y luego salió de la casa golpeando la puerta, mientras ella lloraba.

Que difícil encrucijada para cualquier mujer, desde esa noche, ya no se volvió a tocar el tema, pero su relación fue enfriándose cada día más.

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El doctor condujo a Marcus a una habitación donde habían unas diez cunas, en una de ellas estaba una niña que reía y jugaba con unos adornos que colgaban del techo.

– Ella es Cecilia – dijo suavemente para no despertar a los otros niños – le pusimos el nombre de su mamá.

Marcus miro a su hija y vio algo que era casi imposible, vio el rostro de su madre, de su padre y de su esposa al mismo tiempo. Esa pequeña representaba tantas cosas y a la vez era tan frágil. El doctor continúo.

– Puede dejarla acá, en este hogar crecerá y no le faltará nada, pero si quiere puede adoptarla legalmente.

Cuatro horas después los esposos Cecilia y Steve Marcus estaban en la puerta del hogar para niños huérfanos de Lucius Brawn, iban a iniciar los trámites para adoptar a su hija.

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Habían pasado dos años desde la última vez que salieron juntos tomados de la mano.

Cecilia mamá llevaba un pequeño pijama rosado envuelto en una hoja de regalo. Ella había tenido razón, cuando Marcus vio a su hija se le quitaron todos sus miedos.