NEGAR LA FALSEDAD. La única sostenibilidad

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Negar la falsedad. Insostenibilidad y División. Alejo Etchart 22 febrero 2015 1.Introducción Bueno sería que cuando hablásemos o escuchásemos entendiésemos de las palabras lo mismo que nuestro contertulio. En concreto, sorprende la generalizada opinión de que hay que ser optimista. El diccionario 1 dice que optimismo es “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Por tanto, el optimismo es una actitud estúpida, y puede además ser muy peligrosa. Un optimista no sólo falsea la realidad tanto como un pesimista, sino que además, puesto que tiende a entender que todo va a ir bien, no actúa ante un peligro que tiende a no ver. Optimismo, pesimismo y realismo son tendencias de interpretación de la realidad, no actitudes, y son incompatibles entre sí. Un optimista o pesimista no es realista –la única tendencia de interpretación plausible. Se puede entregar a la vida una actitud intensa y muy positiva sin ser optimista. “Españoles: Hace 40 años estábamos al borde del abismo. Hoy hemos dado un paso al frente”, se dice que dijo Francisco Franco. Esta frase, traída al día de hoy con sorna, es tristemente aplicable a todo el mundo. Parecido es el tiempo transcurrido desde que se publicó Los Límites al Crecimiento (Meadows et al. 1972 ), que advertía que “Si se mantiene la tendencia actual de crecimientos de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años”. La actualización de Los Límites al Crecimiento publicada en 32 años después (Meadows et al. 2004 ) –con la que es más que acorde la posterior de 2011 (Bardi 2011 )— constata que sus predicciones han sido holgadamente cumplidas y superadas y advierte de que “el resultado más probable será un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial, provocando un medio ambiente deteriorado 1 Diccionarios de la R.A.E. (http://lema.rae.es/drae/?val=optimismo ) 1

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Una invitación a negar la falsedad en la que vivimos, manifestada especialmente en una economía profundamente corrupta y en una sociedad desquiciada, pero arraigada en nuestros propios miedos y la consiguiente búsqueda de una seguridad que es ajena a la Vida. La Vida se sostiene por si sola –es irrisoriamente pretencioso creer que los humanos nos erigiremos en sus salvadores, y menos utilizando para salvarla la misma forma de pensar con la que la estamos dañando. El que cuente con nosotros, de nosotros depende, aunque ciertamente con nuestra civilización no puede contar. Negando nuestra propia falsedad comienza a asomar la Verdad. En descubriéndola, toda otra intención queda desbaratada, y la acción se funde en la visión en el mismo instante, sin dilación, en cada presente. La Verdad –y no otra cosa o persona— es el único referente para la sostenibilidad; no hay sostenibilidad en la falsedad.

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Negar la falsedad.Insostenibilidad y División.

Alejo Etchart

22 febrero 2015

1. Introducción

Bueno sería que cuando hablásemos o escuchásemos entendiésemos de las palabras lo mismo que nuestro contertulio. En concreto, sorprende la generalizada opinión de que hay que ser optimista. El diccionario1 dice que optimismo es “propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más favorable”. Por tanto, el optimismo es una actitud estúpida, y puede además ser muy peligrosa. Un optimista no sólo falsea la realidad tanto como un pesimista, sino que además, puesto que tiende a entender que todo va a ir bien, no actúa ante un peligro que tiende a no ver. Optimismo, pesimismo y realismo son tendencias de interpretación de la realidad, no actitudes, y son incompatibles entre sí. Un optimista o pesimista no es realista –la única tendencia de interpretación plausible. Se puede entregar a la vida una actitud intensa y muy positiva sin ser optimista.

“Españoles: Hace 40 años estábamos al borde del abismo. Hoy hemos dado un paso al frente”, se dice que dijo Francisco Franco. Esta frase, traída al día de hoy con sorna, es tristemente aplicable a todo el mundo. Parecido es el tiempo transcurrido desde que se publicó Los Límites al Crecimiento (Meadows et al. 1972), que advertía que “Si se mantiene la tendencia actual de crecimientos de la población mundial, industrialización, contaminación ambiental, producción de alimentos y agotamiento de los recursos, este planeta alcanzará los límites de su crecimiento en el curso de los próximos cien años”. La actualización de Los Límites al Crecimiento publicada en 32 años después (Meadows et al. 2004) –con la que es más que acorde la posterior de 2011 (Bardi 2011)— constata que sus predicciones han sido holgadamente cumplidas y superadas y advierte de que “el resultado más probable será un súbito e incontrolable descenso tanto de la población como de la capacidad industrial, provocando un medio ambiente deteriorado para siempre y un nivel de vida material mucho más bajo del que habría sido posible si nunca se hubiera sometido al medio ambiente a tensiones excesivas; y quebrando los grandes ciclos de sostenimiento de la naturaleza que regulan el clima, purifican el aire, regeneran la biomasa, preservan la biodiversidad y convierten los residuos en nutrientes”. El análisis de Turner (2014), entre otros, también confirma que la tendencia se ha mantenido y las barreras se han superado con creces. Es la fatal consecuencia del Dilema del Prisionero (Tucker 1950) y de su derivada Tragedia de los Bienes Comunes (Hardin 1968), fruto de la forma convencional de estar en el mundo de la civilización occidental, en la que cada uno mira por sus intereses como algo distinto y separado de los de los demás.

Esta ponencia apenas trata sobre economía sostenible porque habla de realidades, no de conceptos. La economía se lleva a la práctica como sistema económico, y el sistema capitalista o de mercado es radicalmente insostenible. Un sistema económico que,

1 Diccionarios de la R.A.E. (http://lema.rae.es/drae/?val=optimismo)

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- por una parte, es incapaz de tener en cuenta o al medio ambiente

por ser público y de libre acceso; y por obviar conceptos evidentes en microeconomía como

la amortización –sorprendentemente en macroeconomía no se amortiza la base de recursos físicos sobre la que se generan las rentas—;

el tamaño óptimo –por encima del cual el rendimiento marginal es negativo—, o el más elemental principio de prudencia; ni

o al trabajo, por no ser un recurso escaso sino superabundante; queo utiliza la tierra como un instrumento de ahorro y especulación financiera; y que,

- por otra, está basada en valores egocéntricos o, como mucho, socio- o etno-céntricos,

necesariamente ha de verter sus rentas en la acumulación en muy pocas manos. Y así seguirá siendo. La economía de mercado sirve sola y exclusivamente a la acumulación de capital, para cuya remuneración (sea en forma de intereses, de plusvalías o de dividendos) es imprescindible el crecimiento económico (Etchart 2012). Sin crecimiento es perfectamente posible más empleo, mayor justicia social y ‘más naturaleza’; pero no es posible remunerar al capital. Este es el único motivo verdadero para el crecimiento económico. Las consecuencias de esta realidad se derraman por toda decisión económica sin que apenas lo percibamos; o, cuando lo percibimos, sin que nos creamos capaces de otra cosa que maldecirlo. Simms y Woodward (2006), de la New Economics Foundation, apuntan: “la noción de que el crecimiento económico es la única forma de sacar de la pobreza a los más pobres es la retórica autocomplaciente de quienes ya disfrutan de la mayor parte los ingresos mundiales”. Más aún, cuanto mayor sea el crecimiento económico, más será a costa de los recursos que la economía no sabe considerar: el medio ambiente (en términos de degradación atmosférica, pérdida de biodiversidad y erosión del suelo) y el trabajo (en términos de masa salarial y desigualdad de rentas).

El capital no tiene rentas por la vía de intereses si no hay endeudamiento. ¿Y qué supone endeudarse? Que en un fututo se será lo suficientemente más rico como para pagar lo que entonces se necesite más lo que hoy se supone que necesitábamos (?) pero no podíamos pagar. Es decir, que se va a ser más rico. Esto supone hipotecar el futuro, tomar prestados los recursos que entonces se necesitarán. El gráfico que sigue (Figura 1) muestra el endeudamiento exterior de todos los países del mundo a 2012. Prácticamente todo el mundo está endeudado. España, que en breve alcanzará el 100%, aún figura por debajo del 80%. ¿Hay quien se atreva a decir que esto es sostenible? Pues sí, los hay; y, por inverosímil que parezca, son muchos. Alguno publicaba en prensa semanalmente (Etchart 2014), al menos hasta que dejé de leerla.

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Figura 1- Endeudamiento sobre PIB 2013 (CIA 201 3)

El endeudamiento hay que pagarlo. Sin embargo, se puede afirmar con práctica certeza que las deudas ya no se pueden pagar con enriquecimiento otro que especulativo, y menos se podrá en adelante –al decrecer la población en edad productiva en términos relativos (por inversión de la pirámide poblacional), al tender a la baja ostensiblemente los ingresos personales (por no ser el trabajo un recurso escaso) y al estar la base de recursos naturales muy desgastada (por la incapacidad de la economía para internalizar las externalidades medioambientales) (Etchart 2013), especialmente de materias primas energéticas. Y el crecimiento especulativo, como bien sabemos, sólo tiene un destino posible: explotar. Esto ha demostrado ser un hecho en la crisis de 2008 aún presente (por mucho tiempo, probablemente), que supuso un colapso sólo financiero, y no civilizacional, a base de inyecciones ingentes de dinero público y garantías a los inversores absolutamente obscenas. El capital sabe bien que no hay ya posibilidad de crecimiento real, por lo que ha ideado la forma de generar intereses en base a un crecimiento puramente especulativo. Ahí está, entre otros productos de ingeniería financiera, el reciente invento de las Quantitative Easing o expansión cuantitativa: compras masivas de deuda con dinero nuevo por parte de los bancos centrales, que favorecen un crecimiento artificial ayudando de paso a una nueva redistribución de renta hacia los más pudientes y a la formación de burbujas financieras gracias a la reducción manipulada de los tipos de interés a largo plazo, que ha posibilitado la inversión en fracking en EE.UU (Garzón 2015) hasta que ha caído por su propio peso (Mobbs 2014).

Así, las alarmantes evidencias que tenemos respecto al deterioro medioambiental, a las desigualdades sociales o al agotamiento de la energía aprovechable. Ahora no vamos a repasarlas porque se supone que los presentes en esta sala han de ser conscientes de ello. Únicamente dos apuntes:

- Respecto al medio ambiente, para ser sostenible un sistema económico debería alimentarse sólo con las rentas del patrimonio (en este caso, el patrimonio es la base de recursos naturales la que permite generar rentas en cada período), dejando el principal disponible para las siguientes generaciones; o, si no lo hace, debería amortizar ese patrimonio para asumir consecuentemente que su capacidad de generar riqueza disminuye –pues, de otro modo, se descapitaliza o agota, y cesa de producir rendimientos. No lo hacemos así. No tomamos prestado del futuro, sino que robamos

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recursos de él, puesto que nunca los devolveremos. Las leyes de la física nos rigen y no son negociables a conveniencia política o económica. Pues bien, la confusión que empapa al sistema es de tal envergadura que dos organizaciones gubernamentales como el Gobierno Vasco y la Diputación Foral de Bizkaia apoyan esta Feria Vasca de la Sostenibilidad mientras promueven el tren de alta velocidad (Etchart et al 2011, El Correo 2015) o el fracking (Armentia 2014), entre otras aberraciones (Armentia 2013; 2014b ; 2015) sólo concebibles desde la absoluta falta de comprensión de lo que es la sostenibilidad que presumen de perseguir –como queda manifestado de nuevo en el nombre de esta feria, que adjetiva como medioambiental una sostenibilidad que no puede ser sino global—. Son demostraciones de que la política sirve a la economía (Naredo 2012) y de que la economía sirve capital. Estamos atentando flagrante y directamente contra la propia definición de desarrollo sostenible dada por el informe Brundtland (WCED 1987): “aquél que permite a la generación presente satisfacer sus necesidades sin perjudicar las posibilidades de las siguientes generaciones para satisfacer las suyas propias”.

- Respecto a la desigualdad, refiero únicamente, por su novedad, la advertencia que hace el renombrado libro de Thomas Pikkety ‘El Capital en el Siglo 21’ (2013): el dominio de los postulados de un sistema económico insostenible ha creado un primer mundo en la periferia del tercer mundo y un tercer mundo en el corazón del primer mundo: el 1% de la población es cada día más rico, el 0,1% lo es aún más, y el 0,01% lo es aún más; y esta tendencia se agudizará si no hay un cambio radical. Es al capital a quien están sirviendo realmente un crecimiento económico que no cuenta con los límites físicos ni los costes medioambientales ni sociales y que ya está empezando a no poder pagar siquiera sus costes a corto plazo en forma de deuda.

2. ¿Economía sostenible?

Esta es una crisis sistémica, sí; no sólo de corrupción, ni de ineptitud, ni de coyuntura. Estamos donde estamos porque con el sistema de mercado no podríamos estar en otro sitio. Pero, más profundamente, la crisis es de valores. Acaso la humanidad tenía que pasar por esta fase destructiva de sí misma y de cuanto le rodea para transcenderla, tomando de ella lo bueno que sin duda tiene y desterrando lo malo. La competencia, el crecimiento y la acumulación algún día darían paso, si hubiere tiempo para ello, a la cooperación y la suficiencia, bajo la asunción fundamental de que todos somos, si no lo mismo, sí al menos parte de lo mismo. Hasta entonces no habrá sistema social ni económico sostenible en modo alguno. Mientras no asumamos que nuestro interés no es otro que el interés de todo lo demás, ¡de la propia Vida!, no haremos sino condenarla a morir.

Cuando hace un mes me propusieron esta charla llevaba más de un año sin investigar temas de sostenibilidad general. Para preparar esta presentación busqué apoyos a la aseveración de que esta es una crisis de valores –aún más que sistémica—, y pronto di con una publicación que recomiendo muy encarecidamente a quien no la haya leído , y de la que esta ponencia emplea abundante material: la recopilación de posts ‘Hasta qué Punto Es Posible el Colapso Civilizacional ’ , del blog de divulgación científica sobre cambio climático y escasez energética ustednoselocree, de Ferrán Vilar, que en 150 páginas (más otras 120 de referencias

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comentadas muestra los resultados de aplicar la teoría de sistemas al análisis de la sostenibilidad, evidenciando y concluyendo rotundamente que: - esta es, efectivamente, una crisis sistémica; que- desde principios de los 80 se han sobrepasado de largo varios puntos de no retorno, cuyo

agravamiento seguimos cultivando; que- la energía que sostiene al sistema se está agotando aceleradamente; que- no hay la menor posibilidad de que la energía renovable sustituya a la convencional a los

niveles de uso actuales (podríamos extraer un máximo de alrededor de 5 TW, a comparar con los cerca de 12 TW que empleamos ahora); que

- incluso a pesar del agotamiento de combustibles fósiles, el sobrecalentamiento planetario es inevitable; que

- las fuerzas que resisten al cambio persistirán triunfantes por medio del negacionismo, el fraude y la falacia, igual que en la historia de la humanidad han colapsado decenas de civilizaciones siempre ante la pasividad de sus élites (Montesharrei et al 2014); que

- el desarrollo sostenible es ya una imposibilidad física, matemática; que- el colapso de la civilización es inevitable y la única incertidumbre es cuándo llegará; y que- el único desarrollo que ahora cabe es el de la supervivencia –en otras palabras, el de la

resiliencia.

Para acabar con los comentarios sobre el colapso, recogemos dos afirmaciones de Carlos de Castro2 y una de Jared Diamond3:

- “Si al problema energético se le añaden realimentaciones con el caos climático, incluso siendo muy optimistas con una transición renovable rápida y sin tener en cuenta otros problemas y sobrepasamientos, los modelos tienden a dar resultados de colapso”(De Castro 2014a)

- “La inercia nos llevará primero a abandonar las ciudades y regresar al campo, a cultivar y sobrevivir donde está la riqueza real: la tierra” (De Castro 2014b)

- “El proceso por el que sociedades pasadas socavaron su existencia dañando su medio ambiente caen en ocho categorías (…): deforestación y destrucción de hábitats; problemas del suelo (erosión, salinización y pérdida de fertilidad); gestión del agua; exceso de caza; exceso de pesca; efectos de la introducción de especies no nativas; sobrepoblación humana y aumento del impacto per capita en la naturaleza. (…) Los problemas que hoy afrontamos hoy incluyen esos mismos ocho, más otros cuatro nuevos: cambio climático antropogénico, proliferación de químicos tóxicos en el medio ambiente, recortes de energía y apropiación humana de la capacidad fotosintética de la Tierra” (Diamond 2005)

Cultivar la resiliencia, gestionando el decrecimiento ineludiblemente consecuente, es, pues, el único objetivo político plausible frente a un colapso cierto. No haremos más hincapié en ello. Los datos están ahí, al alcance de quien quiera ver la realidad rechazando el estúpido optimismo. ¿Y entonces? Pues bueno, hay varias formas de reaccionar –que en ningún caso evitan el colapso—, pero sólo una única acción libre posible.

2 Grupo de Energía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid3 Doctor por la Universidad de Cambridge y profesor en la Universidad de California en Los Ángeles

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2.1.Opción 1- Reformas

En sus últimos capítulos, la publicación de Vilar analiza eventuales posibilidades para evitar y gestionar el colapso. Expone de forma detallada y (como el resto del documento) prolífica en referencias, la vía propuesta por Jack Harich (2010), cuyo amplio estudio causa-efecto de la gran crisis es muy interesante. No así, a mi entender, la vía que propone: un índice de sostenibilidad atribuible a las empresas a fin de año, que sería aplicado para la disponibilidad del beneficio: en un extremo, los accionistas dispondrían de todo él y en el otro, de nada, destinándose entonces a compensaciones sociales –todo esto recuerda mucho a la Economía del Bien Común, popularizada por Christian Felber (2010) poco después. Sin embargo, esto no sería sino otro parche a una economía radicalmente fallida, que no haría sino albergar nuevos ciclos de corrupción.

Quienes confíen en que una innovación tecnológica sirva por si sola para frenar el colapso, ya pueden ir olvidándose. Como demuestra la ecuación I=P·A·T, la innovación en desacoplamiento entre crecimiento económico y uso de los materiales que compensase los aumentos de poder de compra y de población tendría que ser de tal calibre que resulta inimaginable (Population Matters 2011, Etchart 2012).

La llamada Economía Verde es una propuesta de reforma tan volátil como las demás (Etchart 2012). Los 15 principios que la definen (Stakeholder Forum 2012) constituyen parches prosociales y promedioambientales que se pretende añadir a la economía de mercado.

Pero no es bueno adaptarse bien a un sistema insano. Cualquier propuesta, por bienintencionada que sea, que trate de poner los apellidos verde o sostenible a una economía radicalmente insostenible no ayudará sino a hacerla perdurar, retrasando su caída a base de elevar su cima de insostenibilidad o punto de caída. La RSC, la generación eléctrica mediante grandes centrales (por renovable que sean sus fuentes), la agricultura industrial (por ecológica que sea), cualquier valorización económica de los servicios de la naturaleza, el tratamiento industrial de residuos, los coches eléctricos, o los sistemas de calefacción de distrito, entre otras muchas propuestas, no conseguirán otra cosa. El sistema funciona sólo para sus objetivos implícitos, siempre presentes y determinantes. Para servir a esos objetivos adopta y adapta lo útil, y rechaza el resto. Y ¿cómo demonios pretendemos que sea sostenible un sistema que no puede dejar de crecer? (Jackson 2009) ¿Acaso puede un cáncer ser sostenible?

La población, en general, sabe bien qué comportamientos contribuyen más a la insostenibilidad, y mucha gente hace el intento de evitarlos. Pero si se pone el foco en los comportamientos individuales aislados –siendo el problema sistémico—, estos comportamientos son engullidos por las fuerzas reactivas del sistema, que los pone a actuar a su favor. La acción verdadera sí está en los comportamientos individuales; pero no en los que simplemente laven nuestras conciencias mediante acciones de conveniencia en separación de residuos, compra de vegetales ecolocales, uso preferente de transporte público, etc.; sino en la radical negación de la falsedad. Radical negación de la falsedad. Luego hablamos de ello.

Más que en el sistema, el problema radica en la cultura o valores colectivos que soportan al sistema; y, en definitiva, en el propio nivel de conciencia (o de inconsciencia) individual que soporta a esta cultura. Si los objetivos implícitos de un sistema consisten en enriquecer a las

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élites, entonces ese sistema desarrollará tecnologías y mercados que se orientan a optimizar las ganancias de esas élites aun a costa de destruir el medio ambiente y ensanchar la distancia entre pobres y ricos, conduciendo inexorablemente al colapso –acelerándolo en ocasiones y agravándolo siempre. Reformar no es transformar.

2.2.Opción 2- Revoluciones

Cada vez más personas, a la vista del esperpento de la gestión política y el declive socioeconómico, claman por una revolución mediante un alzamiento popular en busca de una alternativa completamente nueva. Sin embargo, la historia prueba que muchas revoluciones se han escapado de las manos de sus acaso bienintencionados precursores cuando éstos no pudieron controlar los movimientos extremistas incluidos en la suma caótica de fuerzas que les borraron del mapa. El destino de las revoluciones profundas suele ser muy distinto al pretendido. (Alperovitz 2012).

3. Los Cuatro Cuadrantes

Figura 2- Los cuatro cuadrantes de Ken Wilber (elaboración propia)

Antes de ver otras dos vías alternativas, es momento para comentar la Teoría de los Cuatro Cuadrantes de Ken Wilber (1996) –para algunos el pensador filosófico más completo de nuestra época (quienes así lo afirman cometen una necedad, porque muchas de las mentes más evolucionadas en conciencia e inteligencia habitan el silencio). Wilber, por motivos bien fundados que no son relevantes ahora, propone que todo aspecto de la realidad se manifiesta en cuatro cuadrantes conformados por dos ejes: en abscisas, de lo interior a lo exterior; en ordenadas, de lo individual a lo colectivo (Figura 2). Así, en el cuadrante superior izquierdo (SI) (individual, interior) está la conciencia individual, en el superior derecho (SD) (individual, exterior) la conducta o comportamientos manifiestos; en el inferior izquierdo (II) (colectivo, interior) la cultura o valores compartidos; y en el inferior derecho (ID) (colectivo, exterior), la

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sociedad, sistemas e instituciones. Toda realidad tiene sus manifestaciones y su evolución en cada uno de estos cuatro cuadrantes.

Lo importante ahora es que una realidad o se da en los cuatro cuadrantes o no se da, sea cual sea su objetivo. Si uno se enroca en propuestas que no tengan todo ello en cuenta, la transformación, en caso de darse, comenzará sin nosotros. De hecho, podría estar ya ocurriendo, pero muchos seguimos apoltronados en nuestro cuadrante favorito: discursando unos sobre transformaciones interiores, meditación, etc (SI); otros sobre energía, reciclaje, agricultura ecológica, transporte sostenible, estilos de vida, alimentación, etc. (SD); otros sobre la cultura cooperativa, la solidaridad, la compasión, etc. (II); y otros sobre protocolos de Kioto, mercado de emisiones, ecoaldeas, movimientos de transición, ciudades sostenibles (?), etc (ID); explicando a quien se preste a escuchar que somos los verdaderos portadores del nuevo paradigma necesario, mientras la transformación zarpa sin nuestra miopía. Si emprendemos una transformación que no tenga en cuenta algunos de los cuadrantes, naufragará (ibid.).

3.1.Opción 3- Sistemas resilientes

Analicemos ahora la realidad que está pugnando por manifestarse (Figura 3). Podemos usar distintos términos para referir las distintas etapas de evolución dentro de cada cuadrante, porque hay literatura diversa sobre ello. Con la terminología que utiliza Wilber, y centrándonos en el cuadrante de la cultura o valores compartidos (ID) y en el cambio de nivel que ahora está ocurriendo, la cultura convencional o predominante está cambiando de un estado sociocéntrico o etnocéntrico, en el que las personas se identifican con un rol en su grupo hasta confundirse con él, compitiendo por su supremacía personal o la de su grupo en casi todos los ámbitos de la vida, a un estado mundicéntrico, en el que la persona entiende que ni su tribu ni su religión ni su ideología es la única, y que lo que no es bueno para todos tampoco lo es ni para su grupo ni para sí misma. Esta cultura se identifica con valores universales en la localidad: los principios generales de sostenibilidad (armonía con el medio ambiente, equidad y cohesión social, responsabilidad intergeneracional, viabilidad económica), y, en particular, con el de la resiliencia, que ahora adquiere una importancia vital. Esta etapa de la evolución de la conciencia colectiva o cultura está prevista por casi todas las grandes tradiciones espirituales. Ervin Laszlo (2004), al que luego nos referiremos, utiliza otra narración para describirla: habla de que la cultura convencional está abandonando su actual etapa estratégica que es materialista, consumista, preocupada por el éxito, la imagen y el estatus, orientada al crecimiento; hacia una etapa más consensual, de igualitarismo y orientación hacia los sentimientos, la autenticidad, la solidaridad, la generosidad, dentro de una comunidad. En algunos grupos muy minoritarios la cultura puede estar consolidándose un paso más allá, en una etapa ecológica, centrada en la naturaleza, el cooperativismo y las realidades múltiples.

En el cuadrante SI, el cambio de conciencia individual está ocurriendo desde una etapa reflexiva-formal, en el que se sitúa la racionalidad moderna que opera sobre una forma de pensar lógica aristotélica y dicotómica (del tipo ‘esto o aquello’), hacia un estadio de visión lógica, global e integrador, que unifica partes separadas y ve redes de interacciones, que configura un yo que ha superado el egocentrismo y el sociocentrismo para adentrarse en dominios más espirituales que no se consuelan con lo trivial. Ésta es una transformación interior sumamente infrecuente que sirve de soporte a una personalidad integrada en la que la

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persona puede comenzar realmente a asumir una perspectiva global y no simplemente hablar de sí misma o de su grupo. (Wilber 1996).

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Figura 3.- Los Cuatro Cuadrantes de Ken Wilber aplicados al estado actual de evolución (elaboración propia)

En los cuadrantes derechos o de exterioridad, algunos de las manifestaciones de este cambio de conciencia pueden ser: - a nivel individual, autolimitación de consumo, prioridad por lo local como forma de cuidar

lo universal, comportamientos ecológicos y ocupación en las injusticias que ocurren en otras partes del mundo; y

- a nivel colectivo o de sistemas, ONGs, redes de agricultura ecológica, movimientos de transición, etc. –como manifestaciones sistémicas parciales— o algunas ecoaldeas –como manifestaciones integradoras de más ámbitos de la realidad—. De todos ellos, sólo las propuestas que tratan de abarcar todos los ámbitos de la vida son, de hecho, alternativas integrales–es, dicho con un término muy simplificador, el caso de algunas ecoaldeas. Las demás son más bien etapas intermedias. Los enfoques de vida en comunidad integral pueden ser muy buenas respuestas para hacer frente a las grandes amenazas que se ciernen sobre el sistema. Prepararse para un sistema global en colapso puede ser más importante que intentar evitarlo.

El equilibrio en un nivel de conciencia de visión lógica, una cultura mundicéntrica, unos comportamientos amables con la naturaleza global y un sistema comunitario que acoja tales comportamientos y cultura, genera resiliencia para que los impactos de un colapso cierto no sean totalmente destructivos. Dice Peter Senge (2011) que “si alguna esperanza existe para la humanidad, reside en regenerar la vida en comunidad, rescatando de nuestro ADN la característica de animales sociales”.

Sin embargo, tal equilibrio podría no conseguir sino volver a postergar la insostenibilidad, si es que no se fundamenta en mentes conscientes al menos de ser parte de una misma Vida; porque no hay sostenibilidad donde hay conflicto, y siempre que haya separación habrá conflicto.

Las ecoaldeas, por integrales que se pretendan, son frecuentemente juegos de apariencia que no acogen a conciencias que han transcendido una visión sociocéntrica; o se conducen a sí

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mismas hacia objetivos que poco tienen que ver con el cultivo de la resiliencia; o son más escenario conveniente para resolver problemas individuales que cuna de acciones efectivas; o, se agotan junto con la paciencia y la ilusión de sus precursores; o, al igual que ocurre con muchas de las innovaciones tecnológicas ‘verdes’, son fagocitadas por el sistema y puestas al servicio una economía falaz e insostenible –con el consentimiento, aun a regañadientes, de sus protagonistas—. Y es que, como decíamos, sólo tendrán una cierta duración si están equilibradas en los cuatro cuadrantes. Si estas iniciativas fracasan es porque realmente ese equilibrio no se da: se habría puesto en marcha el sistema (cuadrante ID) sin que la cultura compartida (cuadrante II) o, fundamentalmente, las conciencias individuales (SI) estuviesen a su altura.

En definitiva, para todo equilibrio en los cuatro cuadrantes el punto de partida debería ser las interioridades individuales: el cuadrante SI. Los movimientos de comunidades locales son necesarios para afrontar la crisis sistémica creando resiliencia (Etchart 2012), pero si comienzan viciados por unos niveles de conciencia individual inferiores a los apropiados no llegarán lejos.

3.2.Más allá del mundicentrismo

La conciencia individual no tiene su meta evolutiva en una visión lógica. A partir de tal nivel comienzan los estadios superiores, de conciencia post-convencional, de mentes verdaderamente religiosas (no confundan religión con –ismo alguno; todo -ismo es siempre una manipulación de la verdadera religión, del religar toda la energía presente para ver y actuar inmediatamente); estadios en los que el ocio es la única política, en los que la Vida es asumida como realidad única, en el que la persona no existe como entidad separada y funde su propósito con el único que la Vida puede tener: vivirse a sí misma en permanente novedad y florecimiento. En tales niveles de conciencia se niega crecientemente la separación entre países, personas, intereses, aspectos, disciplinas –economía especialmente incluida— o cualquier otra partición de la unidad. Entonces, y sólo entonces, se puede empezar a hablar de sostenibilidad.

Debemos ser claros y reconocer que no sabemos lo que en la práctica es la sostenibilidad, más allá del concepto dado por el Informe Brundtland. En realidad, sostenible significa perdurable, y nada que la humanidad conozca perdura infinitamente. Lo que de hecho se da no es la perdurabilidad o sostenibilidad, sino la insostenibilidad, en mayor o menor grado. La sostenibilidad es la ausencia completa de insostenibilidad –o un mero concepto que hemos inventado para entender la insostenibilidad.

Son innumerables los puntos de vista desde los que se puede concluir que la humanidad evoluciona de forma insostenible: guerras, pobreza, desigualdad, migraciones masivas, dependencia alimenticia, dependencia energética, pérdida de biodiversidad, degradación del suelo, cambio climático, insuficiencia de agua, agotamiento de minerales básicos, corrupción política, endeudamiento (financiero, cambioclimatístico y de recursos), crecimiento económico y un largo etcétera. Pero todo ello tiene un denominador común: la separación. Porque mientras haya separación, habrá conflicto; y mientras haya conflicto, habrá insostenibilidad. Aun en una etapa de conciencia mundicéntrica en la que se asuma que si algo no es bueno para todos entonces no es bueno para uno ni para su grupo, los egos (permanentemente

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insatisfechos) seguirán ansiando y codiciando, demandando reconocimiento, estima o cualquier otro tipo de interés similar, y el conflicto permanecerá, y con él la insostenibilidad.

Ken Wilber denomina ‘nivel psíquico’ al más básico de los niveles transpersonales, en el que uno se identifica con su entorno, de forma que dentro y fuera pierden todo significado. A partir de este nivel de conciencia y cultura, en el que la separación comienza a desaparecer, podríamos empezar a hablar de sostenibilidad.

Una ponencia sobre economía sostenible puede no parecer adecuada para hablar de conciencia transpersonal, pero lo es: porque todos los temas son en realidad el mismo, con todas las disciplinas y con todas las realidades de una misma Vida que no hace sino vivirse a sí misma en infinitas manifestaciones, único y verdadero sujeto de cuanto acontece. Mientras haya un interés distinto a ser cauce de la Vida, habrá separación entre sujeto y objeto, entre uno y el mundo natural que equivocadamente creemos que se halla fuera. Y seguiremos cebando la espiral autodestructiva que nos aboca al colapso. Si tratamos de aplicar fórmulas habidas en el pasado o en otros lugares o dictadas por gurús con una intención, estaremos negando la novedad inherente a la vida, condicionando su flujo, activando el pasado, el conocimiento, proyectando sus formas y sus metas. Sólo se puede prosperar con la vida si nos vemos a nosotros mismos como parte del todo, cuando no como manifestaciones de él. Incluso si la intención es crear resiliencia, habrá conflicto, porque habrá separación, sea –aplicado al caso de una ecoaldea integral— entre el grupo y el exterior o entre las personas que lo formen. Cualquier conflicto -ya sea entre cónyuges, parientes, grupos sociales o naciones– únicamente se resolverá de forma definitiva si los implicados son conscientes de ello y abrazan totalmente el vínculo en el que son uno.

Todo proceso intencional pone en marcha la separación. Utilizando los instrumentos creados por las mentes que causaron el desorden, intentando cambiar la realidad a partir del conocimiento acumulado por ellas, fragmentadas, basadas en el conocimiento del pasado, nada será nuevo: seguiremos cultivando la separación, prolongando la situación de la que queremos salir. Sólo en la novedad existe vida. Toda intención ha sido probada, toda la historia ha sido intencional desde que el homo sapiens sapiens puebla la tierra hace unos 40.000 años. La única novedad que queda es la pasión de vivir sin metas ni objetivos; sin querer cambiar el mundo, ni a uno mismo, ni a los demás; floreciendo en lo que se hace, sin reaccionar a lo que otros hacen, sin ser alternativa a nada. Vivir libres de la presión de alcanzar cualquier meta, sin pretender que lo que hacemos sirva para algo.

Sólo en sistemas comunitarios (ID) así, conformados por unas culturas (II) y unas conductas (SD) a su altura, fundamentalmente nacidas de unas conciencias individuales (SI) que hayan transcendido la visión lógica, la separación de la persona o su grupo, se puede hablar de sostenibilidad en una comunidad para la Vida. Una comunidad tal no es un movimiento alternativo o reactivo, ni un grupo de presión o competencia, ni otra cosa que la expresión de su propio florecimiento –un movimiento educativo que aprehende permanentemente la frescura de la Vida siendo Ella y habitándola, renovando cada día la comunión con su hábitat de modo tal que sus distintos aspectos se direccionen, a través del muto apoyo, a espacios no especializados en los que desaparezcan las dependencias y los conflictos.

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Déjenme simplemente apuntarlo, porque no soy quién para hablar más de ello. Apuntarlo no es baladí. Es todo lo que se puede hacer; más aún, quizá sea lo que quepa hacer por la sostenibilidad. Me explico:

4. El Campo Akásico

A la hora de hablar de eventuales salidas Vilar simplemente se hace eco de la teoría científica del Campo Akásico planteada por Ervin Laszlo (2004); un campo físico-cuántico que estaría recogiendo y transmitiendo, desde el origen del universo, información de cuanto sucede, de forma que se puede tener conocimiento de cuanto ha ocurrido en el mismo instante a decenas miles de kilómetros (como en física cuántica ya se ha demostrado que ocurre entre electrones), así como de algo que ocurrió hace muchísimo tiempo. Vilar no profundiza en la salida que se ofrece por vía de este campo, pero, a mi entender, es aquí donde radica la única posibilidad de algún grado de sostenibilidad post-colapso del homo sapiens sapiens. No es que Vilar crea más viables otras posibilidades, ni que desdeñe ésta, sino que simplemente la deja apuntada por no poder profundizar en ella desde la ciencia. Y es que, si alguna respuesta hay, queda fuera del alcance de una visión convencional o de la ciencia cartesiana. La ciencia empírica es un instrumento necesario pero insuficiente para avanzar en la comprensión de la realidad. Señalaba Wittgenstein (1922) que incluso si todas las cuestiones científicas fueran contestadas, lo que él llamaba ‘los problemas de la vida’ ni siquiera serían rozados.

A través de este campo akásico, se configura un universo informado, del que todo participa con todo. Con base en la revolución cuántica, incluso la ciencia convencional ha comenzado a incorporar paradigmas hasta hace poco considerados acientíficos, muchos de ellos en este ámbito. Al nivel más fundamental, el cuerpo y la mente humanos no están separados de su entorno, sino que son fuerzas en constante interacción con la energía que les rodea. Todo y todos estamos inevitablemente conectados, desde las células hasta las sociedades, desde las rocas hasta los seres vivos. Precisamente éste, y no otro, es el asunto de la meditación, de tradición oriental. Según la meditación va interesando a un número creciente de personas y al haber dejado de ser considerada como algo ridículo o sospechoso, el misticismo está empezando a ser tomado en serio también por la comunidad científica. Los paralelismos con el misticismo oriental están apareciendo no sólo en el campo de la física, sino también en la biología, en la psicología y en otras ciencias (Capra 1975). Hoy, en los laboratorios de algunos psicólogos, biólogos y físicos de vanguardia, está surgiendo una nueva comprensión: lo que importa no es la entidad aislada, sino el espacio único de todas las relaciones (McTaggart 2011).

El Campo Akásico es, en realidad, el fondo de conciencia colectiva tanto de la humanidad, como de la realidad toda. Es un campo (cuya materialidad –por lo que sé— es aún desconocida), en el que los individuos, los grupos sociales, las generaciones y culturas enteras han ido dejando su traza. Es un campo de conciencia que no se limita a cada persona, sino que abarca a todos; y no a todos los humanos, ni a todos los seres vivos, sino a todo; y ni siquiera al planeta ni al Universo sino al Multiverso.

En el Campo Akásico todas las cosas del mundo, orgánicas e inorgánicas, desde los cuantos hasta las galaxias y más allá, estarían comunicadas hasta el punto se ser una sola entidad. Nuestro cerebro y nuestra mente pueden acceder a una banda ancha de información que late

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en él, yendo mucho más allá de la información que nos transmiten nuestros cinco sentidos físicos. En los estados más elevados de conciencia podemos estar, cuando no reprimimos nuestras intuiciones, literalmente en contacto con casi cualquier parte del mundo, sea en la Tierra o en el cosmos. En particular, más probable es la conexión con mentes que ocupadas en asuntos similares.

Por ello, este simple apunte no es baladí. Tomar conciencia de ello, abrir nuestras mentes a esta percepción de conexión más amplia, conversar sobre ello participando de una nueva cultura y ser consecuentes negando la falsedad implícita en cualquier manifestación de separación y conflicto quizá sea lo mejor que podamos hacer por la sostenibilidad.

5. El cuadrante SD

Quizá haya quienes piensen que todo esto es muy teórico, inaplicable a la realidad. Quizá tengan razón. Pero emprender la transformación es un imperativo categórico. Y, para ello, el punto de partida no puede ser otro que tomar conciencia de nuestro propio desorden interior. Observándolo con honestidad y veracidad, una mente seria inmediatamente comienza a rechazarlo, igual que se para uno cuando el siguiente paso es el abismo. No es fácil asumir el condicionamiento que el sistema impone al individuo, porque el propio sistema conspira para que esta percepción resulte reducida; para empezar, favoreciendo una alimentación pésima, que nos priva de energía para ver y comprender. El sistema funciona solo, perfectamente orientado hacia a unos objetivos implícitos, apenas visibles, pero determinantes. La inconsciencia nos hace atascarnos en dinámicas inconscientes emocionales y mentales bloqueantes que, una vez que se reconocen, se disuelven por si mismas. Pero hay que reconocerlas, sacarlas del inconsciente y verlas “desde arriba” o “desde fuera (Jung n.d.4, Vilar 2015).

Por ello, no podremos ser veraces al adjetivar nuestra conciencia individual per se. Lo que sí podemos ver con cierta objetividad es nuestros comportamientos, y en el espejo que ellos son se refleja nuestra verdadera conciencia; no la que decimos o creemos tener, sino la que realmente tenemos. Acaso así comprendamos nuestra propia falsedad. Preguntémonos:

- ¿He venido en coche teniendo tren o autobús?- ¿Limito el uso de electricidad a lo estrictamente necesario? ¿Cuánta luz y qué bombillas he

encendido esta mañana? ¿Cómo y cuánto he calentado el desayuno? ¿Desconecto el ordenador, la televisión y otros aparatos cuando no los uso?

- ¿Sé lo que como? Ya que en nuestra educación ni se toca el fundamental asunto de la alimentación y que ni hay ni puede haber negocio interesado en ello, ¿cuánto tiempo he ocupado en aprender sobre algo tan básico? ¿Me he informado, por ejemplo, sobre las consecuencias de comer tanta carne roja, azúcar refinado, pan blanco, leche de vaca, cereales no integrales, etc. etc.?

- ¿Cuánto alimento enlatado o congelado he consumido en los últimos días? ¿Dónde lo he comprado? ¿Es alimento local?

- Si vivo en un piso, ¿cómo bajo a la calle: en ascensor o por las escaleras?

4 “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad... lo que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino”

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- ¿Cuánto de mi tiempo vende al objetivo del negocio que me remunera? - ¿Cuánto tiempo libre (es decir, no esclavo) dedico a otra cosa que preocupaciones? En la

última semana, ¿cuánto tiempo he ocupado en otra cosa que participar de un sistema tan preocupado y preocupante? ¿Cuánto he dedicado a distraerse, es decir, a no estar presente: a ver la televisión, leer la prensa, leer novelas, ir al gimnasio o de compras, asistir a ensayos, espectáculos o actividades culturales organizadas, mantener casa o coche, llevar a sus hijos a actividades organizadas o atender a cursos de formación para trabajo?

- ¿A quién compro la electricidad? - ¿Dónde guardo mi dinero? - ¿Cómo ocupo las vacaciones?- ¿En qué invierte el dinero mi plan de pensiones, si lo tengo?- ¿Qué ropa visto? - ¿Cuántos relojes tengo?- En general, y en definitiva, ¿de cuánta falsedad acaso he participado y cuánta han negado

mis actos?

6. Conclusión

Termino con el mismo consejo con el que Vilar culmina su publicación: “Ahora es su turno. Haga usted su elección”. No espere solución desde la política institucional: ni se la dará ni se la debe. Depende de cada uno de nosotros.

Esta lectura ha querido ser una invitación a negar la falsedad en la que vivimos, manifestada especialmente en una economía profundamente corrupta y en una sociedad desquiciada, pero arraigada en nuestros propios miedos y la consiguiente búsqueda de una seguridad que es ajena a la Vida. La Vida se sostiene por si sola –es irrisoriamente pretencioso creer que los humanos nos erigiremos en sus salvadores, y menos utilizando para salvarla la misma forma de pensar con la que la estamos dañando. El que cuente con nosotros, de nosotros depende, aunque ciertamente con nuestra civilización no puede contar. Negando nuestra propia falsedad comienza a asomar la Verdad. En descubriéndola, toda otra intención queda desbaratada, y la acción se funde en la visión en el mismo instante, sin dilación, en cada presente. La Verdad –y no otra cosa o persona— es el único referente para la sostenibilidad; no hay sostenibilidad en la falsedad.

Investigue cada uno su conciencia observando el espejo que son sus comportamientos, o refleje en su conducta su conciencia pretendida. Sólo de ahí pueden nacer nuevas culturas, y sistemas que las alberguen, sean para proporcionar resiliencia o para la vedadera sostenibilidad. Sea cada uno responsable con lo que ve; y si ello implica abrazar la incertidumbre, hágalo. Como decía Krishnamurti, Una mente seria, responsable y libre debería ser consciente de que, por encima de cualquier conveniencia, ver es hacer (Krishnamurti 1967).

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