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VOCES EN MI

CABEZA

Donald E. Westlake Richard Stark Tucker Coe Timothy J. Culver

Tras cinco novelas de gusto chandleriano, Tucker Coe dejó de escribir hacia 1970. La única novela pu­blicada de Timothy J. Culver, Ex officio, sólo provo­có indiferencia general. Parker, un sicario con cora­zón de granito, es el protagonista de las dieciséis no­velas de Richard Stark. Y God save the mark le valió a Donald E. Westlake el premio Edgar de autores americanos de novela policíaca. Lo que sigue es la transcripción de una mesa redonda con los cuatro escritores, en presencia de un moderador y de una grabadora de fabricación japonesa.

MODERADOR: Las historias de detec­tives, la novela negra o policíaca o co­mo quiera que se llame, ha tenido una importancia fundamental en la histo­

ria de la novela, ya desde la antigüedad griega y romana. Si Edgar Allan Poe es el padre de la no­vela policíaca moderna, no es menos cierto que Edipo rey relata una investigación cuya influen­cia resultará evidente en el curso de los siglos. Las novelas de crímenes, de pasiones, de sus­pense, pueden hoy incluir con orgullo en su ár­bol genealógico a Shakespeare, Dostoievski y los hermanos Grimm. lQué opina usted, Tucker Coe, de todo esto?

TUCKER COE: Que está muy bien. MODERADOR: Ya. Y ... Richard Stark, en ca­

lidad de ... RICHARD STARK: Presente. MODERADOR: Sí. En calidad de gran inno­

vador en materia criminal, en historias de sus­pense o serie negra o como quiera que se lla­men, lcuál es su opinión sobre el futuro de la novela policíaca? Usted es ...

RICHARD STARK: Creo que ... MODERADOR: ... un innovador, por supues­

to, con su creación de Parker, ese profesional del crimen que nunca se deja atrapar. No se tra­ta, además, del clásico luchador en defensa de pobres tipos, al estilo de Robín de los Bosques, el Santo o el Arquero Verde. Probablemente, la reacción de Parker frente a uno de esos pobres desgraciados sería la de tumbarlo de una patada.

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Así que como innovador de la forma de la nove­la policíaca, lcuáles son, en su opinión, las pers­pectivas de futuro?

RICHARD STARK: Supongo que ... MODERADOR: Hemos dicho novela policía­

ca; un género muerto, el de la historia criminal, asesinado por el hecho de que las mismas histo­rias se repiten una y otra vez y sin tregua, agota­das las posibilidades que ofrece dicha forma de escritura, reemplazada por sólo Dios sabe qué gustos del público, ya sea género cómico, histó­rico, pastoral, pastoral-cómico, histórico-pasto ...

RICHARD STARK: Bueno, sí. Espere un momento.

MODERADOR: O, por ejemplo, el western, la ciencia ficción, la saga. Sea como sea, la histo­ria criminal o policíaca o de suspense, o como quiera que se llame, sigue portándose bien, igual que esa «vieja dama» de los teatros de Broadway, y que con tanta frecuencia ...

RICHARD STARK: Escuche. MODERADOR: ... han declarado muerta. Pe­

ro si se me permite tomar prestada una cita, «Hermana Bea, lno ve venir nada?», lQué le es­pera en el futuro a la novela policíaca, a la histo­ria de detectives ...

RICHARD STARK: Creo que ... MODERADOR: ... a la novela negra, a las his­

torias de policías, llámense ... RICHARD STARK: Escuche: O consigo res­

ponder a la pregunta o no respondo de lo que pueda cometer.

MODERADOR: ... como se quiera? Lo funda­mental... lCómo? iAh! Sí, claro. Faltaría más. Adelante.

RICHARD STARK. Bien. Entonces ... lCuál era la pregunta?

MODERADOR: Lo fundamental... RICHARD STARK: Le decía a Tim. TIMOTHY J. CULVER: El futuro de la nove-

la policíaca. RICHARD STARK: Sí. No tiene futuro. MODERADOR: lNo tiene futuro? RICHARD STARK: Lleva muerta unos trein-

ta años, pero eso no tiene ninguna importancia.

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---�� La poesía murió hace cientos y siempre habrá poetas. La entiendo «muerta» como centro del interés del público. En los años treinta todavía se podían encontrar whodunits en las listas de best sel/ers. Ellery Queen, por ejemplo. Las his­torias de detectives se han vendido mucho cuando la ciencia se convirtió en novedad, con el alumbrado de gas y luego la electricidad, el te­léfono, el automóvil, todo cuanto se puso en marcha, el mundo mismo que pareció entonces comprendido de golpe, y todo ello en el espacio de una generación. La Segunda Guerra Mundial hizo centrar la atención no ya en la adquisición del saber sino en la manera en que iba a ser uti­lizado ese saber, o sea: Matar a la gente. Así pues, el gran detective de posguerra es Mike Hammer, incapaz de subir una simple escalera mediante el poder de la deducción. El interés ya no se centra en quién lo hizo sino en quién va a ser la víctima. El género Mike Hammer nos con­duce a todos esos miembros de comités de vigi­lancia cuyos pretenciosos nombres andan por li­bros de bolsillo: El Ejecutor, el Justiciero, el Desfacedor de Entuertos. De la deducción, de la resolución del enigma, se burlan continua­mente.

MODERADOR: Pero eso quiere decir que usted mismo ha abandonado el enigma policía­co, la novela policíaca, o como quiera que sea la etiqueta que se elija.

RICHARD STARK: Grrrrrrrr. MODERADOR: Perdón. Pero no se ha publi­

cado ninguna novela de Parker desde 1974. En­tonces, usted ha dejado de escribir historias cri­minales, novelas policíacas o... hum.

RICHARD STARK: Parker es un personaje de la Depresión, es Dillinger mitificado y con­vertido en máquina. Durante el período de abundancia de los años sesenta fue una creación interesante, pero ahora que de nuevo el dinero vuelve a escasear, sus relaciones con los bancos de repente resultan a la vez contemporáneas y pasadas de moda. Todavía no sabe funcionar en un mundo en el que lo más racional que se pue­de hacer en semejante situación es romper con el siglo.

MODERADOR: lEstá Tucker Coe de acuer­do?

TUCKER COE: Sí y no, supongo. De alguna forma. Al examinar esta cuestión -sin implicar­se de manera demasiado personal en ello, si es que implicarse personalmente en una discusión sobre tu propio trabajo puede evitarse- supongo que la respuesta más sencilla es que, para mí, el marco de la novela policíaca resultó finalmente demasiado estrecho. Por supuesto que otros acertaron encontrando en él posibilidades que se me han escapado. El problema está tanto en mí como en la elección del género y de los per­sonajes.

MODERADOR: lQuerría ampliar esto último para entenderlo mejor?

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RICHARD STARK: Menuda plancha. Sigue, Tuck.

TUCKER COE: Gracias. El problema que se me planteaba era que Mitch Tobin no era un personaje estático. Si lo hubiese dejado sentirse culpable para siempre, eternamente desdichado, se habría convertido en un quejica imposible, siempre lamentándose de sí mismo. Una vez que Mitch Tobin consigue encontrar un nuevo equilibrio, cuando de nuevo logra servir para al­go en el mundo que le rodea, mi problema era que no hacía otra cosa que aumentar la lista de detectives privados de pasado infeliz. No quiero citar a nadie, pero lno conocemos ya suficientes detectives privados de pasado infeliz que se des­loman por nada?

MODERADOR: Pero, ciertamente, la novela policíaca ha sido utilizada como vehículo para analizar personajes. Nedra Tyre, por ejemplo. Patricia Highsmith. Raymond Chandler.

RICHARD STARK: Sus frases eran demasia­do ampulosas.

MODERADOR: lNo le interesaban los perso­najes?

RICHARD STARK: Era la literatura, lo que interesaba. Es lo peor que le puede suceder a un escritor.

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TIMOTHY J. CULVER: En eso estoy de acuerdo. Pero permitidme decir que mi punto de vista es diferente del vuestro. Los demás es­criben lo que quieren escribir pero yo escribo lo que otros quieren que escriba. Y o escribo por encargo. Hay que vivir. Utilizo mis apuntes para una tarea profesional que no me concierne per­sonalmente. Mi opinión es que los mejores es­critores son gente que no se ocupa de otra cosa que de contar lo que tienen en la cabeza y sin aburrir al lector. La pasión y el oficio. El Conti­nental Op no necesitaba de vida privada infeliz ni de un montón de tics y manías porque Ham­mett podía dotarlo de aliento con su propia rea­lidad.

MODERADOR: Pero los escritores de nove­las policíacas son autores nada menos que co­merciales, lno? No entiendo su distinción, se­ñor Culver.

TIMOTHY J. CULVER: La diferencia entre un negro y un escritor es que el negro rellena sus folios con cosas en las que no cree. Dick Stark ha citado a Mike Hammer. Pero Mickey Spillane no era un negro, o al menos no lo era en ese momento en el que verdaderamente creía en todo ese blablablá paranoico. Quienes no creían en ello fueron los cientos de imitado­res que tuvo. Recuerdo que un día estaba yo con un profesional de la Universidad de Pensilvania, que debía retirarse temprano para trabajar en un artículo para una de esas revistas muy eruditas. Le pregunté sobre qué tema y me respondió que eso no tenía importancia, precisamente se trata­ba del blablablá. «No tengo más remedio que se­guir haciéndolo si quiero asegurar mi renta -me dijo-; en este oficio o escribes o revientas». «Más o menos como en el mío», le respondí.

MODERADOR: Francamente, vaya cinismo por su parte, señor Culver.

TIMOTHY J. CULVER: Actúo según la opi­nión que tengo del mundo, soy realista.

MODERADOR: lA usted, señor Westlake, Timothy J. Culver le parece realista?

DONALD E. WESTLAKE: Por supuesto que sí. Un realista piensa siempre que el mundo es lo bastante sencillo como para comprenderlo. Pero eso no es verdad.

TIMOTHY J. CULVER: Yo lo comprendo lo suficiente como para salir del apuro.

DONALD E. WESTLAKE: Quieres decir que sabes atarte los zapatos tú solo. Es formidable.

MODERADOR: Señores, por favor. Por fa­vor, señores ... Señor W estlake, lno comenzó us­ted escribiendo novelas policíacas tradicionales?

DONALD E. WESTLAKE: Mi primera histo­ria trataba de un asesino profesional que se car­gaba al jefe de una banda. Creía que estaría bien un decorado de despacho sofisticado y que el je­fe de la banda fuese un hombre de leyes o un médico. Tendría yo entonces once años, la his­toria unas doscientas palabras, y todo cuanto ocurría era que este tipo entraba, sacudía a los

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guardaespaldas, disparaba al jefe sentado en su mesa y salía. Me entusiasmaba lo que, creo, era mi primer descubrimiento como escritor: Lo que hay de maravilloso en el contraste entre la acción y el decorado. Ese simple contraste entre el qué y el dónde puede él solo acaparar todo el interés. Claro que ahora me doy cuenta de que quien me muestra todo eso es la comicidad ( el cuesco en la iglesia, por ejemplo, que tanto ha divertido siempre a los niños), aunque nunca llegara a pensar que el género cómico es el que me conviene. En mis años de escuela nunca fui el que hacía reír sino el mejor amigo del que ha­cía reír. Era un público formidable.

MODERADOR: Y sin embargo, ahora es us­ted célebre como autor de novelas repletas de bromas, de cómicos enigmas policíacos, la comi­cidad del peligro según Anthony Boucher o llá­mese como se quiera ...

DONALD E. WESTLAKE: Tarabiscoti. MODERADOR: lPerdón? DONALD E. WESTLAKE: Llámese como se

quiera ... Pues yo los llamo tarabiscotis. Tarabis­cotis tortillous.

MODERADOR: Tarabiscotis ... DONALD E. WESTLAKE: Tortillous. MODERADOR: Bien. Pues eso ... Usted es

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célebre precisamente por eso. lQué le ha lleva­do entonces de la novela policíaca a eso? lEh?

DONALD E. WESTLAKE: Que ya no podía tomarla en serio. He escrito cinco, y comenzado una sexta, y siempre tendieron a inclinarse hacia lo cómico. Dick Stark lo ha apuntado, lo poco que se gana escribiendo novelas policíacas, así que no arriesgaba gran cosa dejándome llevar hacia una novela cómica. En ese momento no había ninguna novela policíaca cómica en el mercado por lo que no podía prever su acepta­ción. Craig Rice había sido la última en escribir­las. Pero como las ideas y los sentimientos flo­tan en el aire, en aquel mismo momento un tipo llamado John Godey, después tan célebre, escri­bía una novela policíaca cómica titulada A thrill a minute with Jack Albany. Siempre pasa esto: Escritores que no se conocen y que en un mo­mento dado aportan el mismo cambio del centro de interés o la novedad de un mismo tema iné­dito. Está claro que nos bañamos en una misma cultura.

MODERADOR: lAdmitiría usted la influen­cia de Craig Rice?

DONALD E. WESTLAKE: No. Ella, ella es quien acusa la influencia de Thome Smith, que era un escritor maravilloso. Pero cada vez que yo intento tomar algo prestado de Thome Smith, todo se me desvanece bajo la pluma. Es difícil ser verdaderamente divertido sin burlarse de nada. Y o no lo consigo.

MODERADOR: ¿y P. G. Wodehouse? DONALD E. WESTLAKE: Tampoco. En mi

opinión, por supuesto. MODERADOR: lPodría citar los nombres de

quienes realmente han influido en su trabajo? DONALD E. WESTLAKE: No antes de que

se hagan célebres. MODERADOR: Supongo que no será la pri­

mera vez que le preguntan de dónde saca sus ideas.

DONALD E. WESTLAKE: Pues sí. lQuién podría plantear semejante cosa?

MODERADOR: Ya veo. Bien. Volviendo a su primer ... ltarabiscoti?

DONALD E. WESTLAKE: The dead nephew. MODERADOR: lCómo? Según mis notas es

The fugitive pigeon. DONALD E. WESTLAKE: Sus notas están

del lado de los comerciantes. No siempre he te­nido suerte con los títulos. En su momento me convencieron de la conveniencia de cambiar el título original pero ahora, dieciséis años des­pués, prefiero ser el autor de The dead nephew que de The fugitive pigeon.

MODERADOR: lPor qué? DONALD E. WESTLAKE: Es más divertido

y más mezquino, conque más a propósito. MODERADOR: Volviendo a nuestro tema,

usted ha escrito su primer tarabiscoti tortillou ... DONALD E. WESTLAKE: Bien dicho. MODERADOR: Gracias . ... Porque ya no po­

día tomar en serio a la novela policíaca. lQuiere

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eso decir que comparte la opinión de Richard Stark acerca del sombrío futuro del enigma poli­cíaco, de la novela negra, de las historias de de­tectives o llámense como se quiera?

DONALD E. WESTLAKE: Depende de có­mo se las llame.

MODERADOR: lPerdón? DONALD E. WESTLAKE: Tengo un amigo,

Robert Ludlum, ... TIMOTHY J. CULVER: El señor se rela­

ciona. DONALD E. WESTLAKE: ... que escribió li­

bros, además muy buenos, llenos de suspense, de enigmas a esclarecer, de asesinatos, investi­gaciones, persecuciones, de todos los elementos de la novela policíaca. Si se les llamase novelas policíacas o historias de detectives y se incluye­sen en la colección «Policíaca» de un editor, no se venderían la décima parte de lo que se ven­den. Las listas de best sellers están llenas de cor­deros disfrazados de lobos. Sidney Sheldon, Frederick Forsyth, Jack Higgins bajo sus nume­rosos seudónimos.

TIMOTHY J. CULVER: Mira quien fue a ha­blar.

DONALD E. WESTLAKE: Eres verdadera­mente insoportable, Tim.

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TIMOTHY J. CULVER: Pero indispensable. DONALD E. WESTLAKE: Como el Servicio

de Higiene: Retiras la basura. MODERADOR: Señores, por favor. Si las no­

velas policíacas figurasen en las listas de best se­llers bajo otra denominación, lestarían dispues­tos a decir bajo cuál?

DONALD E. WESTLAKE: «Blockbuster». Si un libro se anuncia como un «blockbuster», eso quiere decir que se trata de una voluminosa no­vela policíaca, de más de 40.000 palabras, que pretende hacer mucho dinero.

MODERADOR: En ese caso, lpor qué no todas las novelas policíacas se llaman «blockbusters»?

DONALD E. WESTLAKE: Porque tiene que ser una novela de los años cincuenta, llena de personajes en plan Kirk Douglas. Salir del ghet­to resulta imposible si lo que se escriben son novelas policíacas de los años treinta, whodunits con enigmas y homicidas inteligentes (nunca simples asesinos) y detectives aún más listos, o historias de detectives privados de los años cua­renta, en las que «un tipo sospechoso fatiga nuestras calles desiertas».

MODERADOR: ¿y Ross MacDonald? DONALD E. WESTLAKE: El antiguo redac­

tor jefe de la sección literaria del New York Ti­mes reconoció por escrito que fue el resultado de un plan concebido para comprobar si verda­deramente podía convertir en best se/lera un au­tor que le gustaba. Como fue la única vez, según declaró, que estuvo al tanto de semejante ma­niobra, resulta que le debemos a la casualidad el conocimiento de MacDonald.

MODERADOR: lQué opina de su obra? DONALD E. WESTLAKE: Que usaba papel

carbón de primera calidad. MODERADOR: Se ha referido usted a las no­

velas policíacas de los años treinta, cuarenta y cincuenta. ¿y las de los sesenta?

DONALD E. WESTLAKE: La novela policía­ca de los años sesenta está llena de chascarrillos, drogas y fanfarronadas y le encanta que en sus listas de personajes haya muchos negros y ho­mosexuales. Las únicas novelas policíacas de los años sesenta que tienen algún valor han sido es­critas en los cincuenta por Chester Rimes. Pero por otra parte los western de esos años eran to­davía peores: lRecordáis Dirty Dingus Magee (Duelo de pillos)?

RICHARD STARK: Está bien. Ya basta. iTo­do el mundo de pie!

MODERADOR: iDios mío! iTiene un revól­ver!

RICHARD STARK: Vacíen los bolsillos so­bre la mesa. Venga, deprisa.

TIMOTHY J. CULVER: Estás de broma, Dick. Somos tus amigos.

RICHARD STARK: Sin publicar nada desde 1974, lcómo te crees que vivo? Dadme todo lo que tengáis.

DONALD E. WESTLAKE: lAceptas che­ques?

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RONALD STARK: Beat the devi/ (La burla del diablo), de 1953, Robert Morley a Humphrey Bogart. Es a mí a quien deberían preguntar dón­de encuentras tus ideas. Levántate, Tucker.

MODERADOR: No se mueve. Parece ... iEstá muerto!

TIMOTHY J. CULVER: Este vaso, claro. Jus­to lo que pensaba. Un veneno raro, que no deja huella, de América del Sur. Tucker Coe ha sido asesinado.

DONALD E. WESTLAKE: Yo no he sido. MODERADOR: Un momento. Si el veneno

no deja huella, lcómo creer esa versión? TIMOTHY J. CULVER: Ni una señal en el

cadáver, el líquido del vaso es incoloro e inodo­ro y ninguno de nosotros ha salido de aquí. lNo

es evidente? RICHARD STARK: Os olvidáis de mí y del

revólver. Venga, escupid la pasta y los objetos de valor.

MODERADOR: No puedo creerlo. RICHARD STARK: Pero bueno, Culver. lNo

tienes más que esto? TIMOTHY J. CULVER: Los realistas no nos

paseamos con mucho dinero encima. RICHARD STARK: Vacíe los bolsillos de

Coe, moderador. MODERADOR: lQuiere que despoje a un ca­

dáver? RICHARD STARK: O lo despojas ya o te de­

jo hecho un despojo, elije cuanto antes. TIMOTHY J. CULVER: Vamos a ver. .. MODERADOR: Se están peleando ... iCui­

dado! RICHARD STARK: Tú lo has querido. MODERADOR: iLo ha matado! iTimothy J.

Culver está muerto! RICHARD STARK: Ningún misterio con es­

te cadáver. DONALD E. WESTLAKE: iYo no he mata­

do a Tucker Coe ! RICHARD STARK: No iréis ahora a creeros

héroes, lverdad? No os mováis de aquí en media hora.

MODERADOR: iDios mío! iSe escapa! DONALD E. WESTLAKE: Quiero que que­

de clara una cosa. Y o no he matado a Tucker Coe.

MODERADOR: lNadie se atreve a levantar­se? lVamos a quedarnos aquí con un par de ca­dáveres? lQué podemos hacer en media hora?

DONALD E. WESTLAKER: Podríamos ju­gar a los enigmas. Se me ocurre algo � mitad vegetal, mital mineral. íi.�

MODERADOR: Una granja. �

(Traducción: Manuel González)