Nin, Anais - Invierno de Artificio

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    Le espera. Le ha estado esperando durante veinte aos. Y llega hoy.Ese cuenco de cristal con el pez de cristal y el barco de cristal, ha sido el mar para ella, y el barco que la alej de

    l cuando l la abandon. Por qu la han fascinado tan intensamente los barcos, por qu ha deseado siempre alejarsede este mundo en un barco? Por qu ha soado siempre con la huida, con la partida?

    Hoy, ese pasado del que ha luchado por escapar durante tanto tiempo la golpea como un ltigo. Pero hoy puedesoportar ese azote porque l llega, y sabe que se cerrar el crculo de la intil espera.

    Qu bien recuerda la casa junto al mar, la villa ruinosa. Tena nueve aos. Lleg all con su madre y sus doshermanos. Su padre estaba de pie tras una ventana, mirndoles. Estaba plido; no pareca alegrarse de verles. Ellasinti que no les quera, que no la quera. Su enojo pareca dirigido contra todos ellos, pero a ella la afectaba msvivamente, como si se dirigiese slo a ella. No les quera, y ella no saba por qu. La madre le dijo a l: Este lugar lesentar bien a tu hija. Pero l no sonri. No pareci advertir que estaba consumida por la fiebre, que se mora por unasonrisa.

    Nunca apareca una sonrisa en su cara, excepto cuando haba visitas, excepto cuando haba msica y charla.Cuando estaban solos en casa siempre haba guerra: grandes explosiones de clera, odio, rebelda. Guerra. Guerradurante las comidas, guerra en el piso de arriba cuando sus hermanos y ella quedaban acostados por las noches, guerra

    en el piso de abajo mientras ellos jugaban. Guerra. Guerra...En el estudio cerrado, o en la sala de estar, haba siempre una actividad misteriosa. Msica, ensayos, visitas,

    risas. Vea a su padre en movimiento, siempre activo, tenso, apasionadamente alegre o apasionadamente enojado.Cuando se abra la puerta apareca l, luminoso, incandescente. Una racha de vida, incluso cuando pasaba de unahabitacin a otra. Una rfaga de viento. Un misterio. No una realidad como su madre, con sus mejillas rojas,saludables, su apetito y su risa franca, natural.

    Jams un poco de calma, jams tiempo para las caricias, para la ternura. Siempre tensin. Una vida destrozadapor la discordia. Incluso mientras jugaban, se cerna sobre ellos la oscura furia de aquella eterna guerra en forma deamenazas, maldiciones y reproches. Jams un momento de alegra total. Siempre conscientes de las batallas queestaban a punto de estallar.

    Un da hubo una escena tan violenta que ella qued aterrorizada. La invadi un terror inmenso, irracional. Sumadre estaba incitando a su padre a una clera tal que pens que iba a matarla. El tena la cara de un blanco azulado.Ella se puso a gritar.

    Grit hasta que se asustaron. Durante unos das hubo un intervalo de tranquilidad. Una tregua. Una paz fingida.Las paredes de la gran biblioteca de su padre estaban cubiertas de libros. Ella sola entrar all a hurtadillas y

    lea los libros que encontraba, libros que no comprenda. Haba en ella un manantial de pensamientos secretos que nopoda expresar, que tal vez habra formulado si alguien se hubiese detenido a mirarlos con ternura. La nica personaque habra podido ayudarla la aterrorizaba. La mirada de su padre era siempre fra, crtica, escptica. No crea que losdibujos que le mostraba los hubiese hecho ella. Pensaba que los haba calcado. No crea que ella hubiese escrito lospoemas que le entregaba. Pensaba que los haba copiado. Se encolerizaba porque no lograba encontrar los libros de los

    que imaginaba que ella haba copiado sus poemas y dibujos.Pona en duda cuanto se refera a ella, incluso sus enfermedades. Una vez, en el tren, camino de Berln donde l

    deba dar un concierto, ella sufri un dolor de odo tan intenso que se ech a llorar. "Si no callas y te duermes, le dijol, te pegar". Ella meti la cabeza debajo de la almohada para que l no oyese sus sollozos. Llor durante todo elviaje. Al llegar a Berln, descubrieron que tena un absceso en el odo.

    En otra ocasin, l sufri un ataque de apendicitis. La madre le cuidaba, corra ansiosa de aqu para all. Estabaacostado en la amplia cama, muy plido. Ella volvi de la calle, donde haba estado jugando, y le dijo a su madre quele dola mucho el vientre. Inmediatamente, su padre dijo "No le hagas caso, est haciendo comedia. Me estimitando". Pero lo cierto era que tena un ataque de apendicitis. Hubo que llevarla al hospital y operarla. Su padre, encambio, se recuper. Slo estuvo en cama tres das.

    Cunta crueldad! Era realmente cruel, se pregunt ella ahora, o se trataba de simple egosmo? Era slo unnio grande que no poda soportar tener un rival, ni en la persona de su propia hija? No lo saba. Ahora le esperaba.

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    Quera contrselo todo. Quera or lo que l tuviese que decir. Quera orle decir que la quera. No saba por qu lequera tanto. No poda creer que tanta crueldad hubiese sido intencionada. Le quera.

    l se haba mostrado tan crtico, tan severo, tan suspicaz con ella que ella se haba vuelto reservada, mentirosa.Nunca deca lo que realmente pensaba. Tena miedo de l. Menta como una rabe. Menta para eludir sus durasmiradas, sus fros y amenazadores ojos azules. Haba inventado otro mundo, un mundo de apariencias, de ilusin, dejuegos, de comedias. Tiranizaba a sus dos hermanos, les enseaba juegos, les diverta, actuaba para ellos, les tena en-candilados. Era una fierecilla, y ellos la adoraban. Nunca la abandonaban, ni por un momento. Eran sencillos,sinceros. Ella lo complicaba todo, incluso los juegos a los que jugaban.

    En Berln, cuando tena cinco aos, se haba escapado. A la vuelta de la esquina la esperaba un chiquillo desiete aos. Se llamaba Heinrich.

    Era una nia plida y enfermiza. El mdico berlins haba dicho: "Tiene que vivir en su clima nativo. Vuelvanall". Pero no haba dinero para eso. Acababa de nacer su hermano ms pequeo. En casa no haba dinero, exceptopara libros y msica, para un abrigo forrado de piel, para el agua de colonia con que su padre tena que rociar suspauelos, para las camisas de seda que exiga cuando sala en una gira de conciertos.

    En la villa junto al mar, se meti en cama y llor durante toda la noche sin saber por qu. Pero la villa tena un

    jardn. Un hermoso jardn en el que uno poda perderse. Se sentaba junto al ventanal gtico adornado con piedras decolores y miraba al exterior por una piedra tallada que haba en el centro del ventanal; permaneca all durante horas yhoras contemplando aquel otro mundo misterioso. Colores. Deformaciones. rboles color rub. Cielos color naranja.Senta que existan otros mundos, que se poda escapar de este mundo tan lleno de dolor. Pensaba mucho en aquel otromundo.

    Rodeaba a su padre una aureola de fragancia, de pulcritud inmaculada, de elegancia. Nunca llevaba un trajearrugado, se cambiaba de ropa todos los das, y era una delicia acariciar el cuello de piel de su abrigo. La madre erauna persona atareada, maternal; nunca haba sido elegante.

    Como l les dejaba a menudo para emprender sus giras, estaban tan acostumbrados a sus despedidas que apenasinterrumpan sus juegos para darle un beso. Ella record ahora el da que sali para una de aquellas giras. Estaba de

    pie en el umbral, elegante, aristocrtico. Pareca el mismo de siempre. De pronto, movida por una intensapremonicin, ella corri hacia l y le abraz apasionadamente. No te vayas, padre! No me dejes! , le suplic.Tuvieron que apartarla a la fuerza. Llor con tal violencia que su padre se sorprendi. An ahora poda sentir elesfuerzo que hizo su madre por romper su abrazo. An poda ver la vacilacin en el rostro de su padre. Le rog eimplor que se quedase. Se aferr a l desesperadamente, clavndole los dedos en las ropas. Recordaba el esfuerzoque l hizo para desasirse, y cmo se alej rpidamente sin mirar atrs una sola vez. Tambin recordaba que su madrese haba sorprendido ante su desesperacin; no alcanzaba a comprender qu fuerza se haba apoderado de ella.

    Desde aquel da, no haba vuelto a ver a su padre. Han pasado veinte aos. Y l llega hoy.Entraron en el puerto de Nueva York, su madre, sus dos hermanos y ella, en medio de una violenta tempestad.

    Los espaoles que iban a bordo estaban aterrorizados; algunos estaban de rodillas y rezaban. No les faltaba razn para

    estar aterrorizados: haba cado un rayo en la proa del barco. Ella se afanaba en hacer una entrada de ltima hora en sudiario, que haba empezado cuando salieron de Barcelona.

    Era un monlogo, o un dilogo, dedicado a l, inspirado por la superabundancia de pensamientos y sentimientosque le caus la separacin. Con el ocano entre ellos crea que al menos poda intentar revelarle con absolutasinceridad el gran amor que senta por l, as como su tristeza y aoranza.

    Llegaron a Nueva York con grandes cestos de mimbre, una jaula llena de pjaros, un violn en su estuche, y sindinero. Ella llevaba el diario en un cestito. Era tmida, reservada.

    Captaba slo fragmentos fugaces de la nueva realidad que la rodeaba. En el muelle les esperaban tas y primos.Los mozos negros se lanzaron sobre su equipaje. Recuerda vvidamente cmo se agarr al estuche del violn de suhermano. Quera que todo el mundo supiese que era una artista.

    Al entrar en el metro observ inmediatamente lo extraa que era aquella ciudad de Nueva York, con susescaleras que se movan solas arriba y abajo. Y en el vagn cientos de bocas mascaban, masticaban. Su hermanopequeo pregunt: Son rumiantes los americanos?.

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    Tena once aos. Su madre estaba ausente casi todo el da buscando trabajo. Haba que zurcir calcetines y lavarplatos. Tena que baar y vestir a sus hermanos. Tena que entretenerles, ayudarles a estudiar. Los das estaban llenosde aburrido esfuerzo; se les exigan a todos grandes sacrificios. Aunque experimentaba un tremendo alivio al ayudar asu madre, al servirla fielmente, no dejaba de sentir que el color y la fragancia haban desaparecido de sus vidas.Cuando oa msica, risas y charlas en la sala donde su madre daba lecciones de canto, la entristeca la sensacin dehaber perdido algo.

    Y as, poco a poco, se fue encerrando entre los muros de su diario. A travs de l mantena largasconversaciones consigo misma. Le hablaba, le llamaba por su nombre, como si se tratase de una persona viva, su otroyo quiz. Mirando por la ventana que daba al feo jardn trasero, se imaginaba estar contemplando parques, castillos,cancelas doradas y flores exticas. Entre las cubiertas del diario cre otro mundo en el que contaba la verdad, encontraste con las mltiples mentiras que urda cuando conversaba con los dems, como cuando les contaba a suscompaeras de juegos que haba viajado por todo el mundo, y les describa los lugares sobre los que haba ledo algoen la biblioteca de su padre.

    El anhelo por su padre se convirti en un quejido largo, continuo. Cada pgina contena largos ruegos dirigidosa l, invocaciones a Dios para que les reuniese. Horas y horas de angustia, de sueos y fantasas, de febril inquietud,

    de recuerdos y ansias mrbidos y sombros. No poda soportar la msica, sobre todo las arias que cantaba su madre:Desde aquel da, Algn da volver, etctera. Su madre pareca elegir slo las canciones que despertaban susrecuerdos.

    Ella se senta lisiada, perdida, trasplantada, rebelde. Pasaba muchas horas sola. Su madre era una mujer sana,exuberante, llena de planes para el futuro. Cuando ella estaba de mal humor, la reprenda. Cuando le haca algunaconfesin, se rea de ella. Su madre pareca dudar de la sinceridad de sus sentimientos. Atribua sus cambios de humora su imaginacin desbordante, o a la herencia. Cuando estaba enfadada, le gritaba: Mauvaise graine, va!Ahora seenfadaba a menudo, aunque no con ellos. Se vea obligada a luchar por ellos todos los das de su vida. Necesitaba todosu valor, de todo su empuje y optimismo, para enfrentarse al mundo. Nueva York era hostil, fra, indiferente. Eraninmigrantes, y se lo hacan sentir. Incluso en Nochebuena su madre tuvo que cantar en la iglesia para ganar algunos

    centavos.La madre les haca sentir que su gran crimen era parecerse a su padre. Cada llamarada temperamental, cada

    estallido trgico era severamente condenado. Hasta la palidez de la nia serva para traerle a la madre su recuerdo.Tambin l haba estado siempre plido y enfermizo, pero todo era comedia, deca ella. Cada da aada una pequeapincelada a la imagen que tenan de l. Las rabietas del hermano menor, su rebelda, su destructividad, venan de supadre. La imaginacin de la nia, sus exageraciones, sus fantasas y mentiras venan de su padre.

    Y era cierto. Todo vena de l, hasta las mentiras que nacan de los libros que ella haba ledo en su biblioteca.Cuando les cont a los nios de la escuela que una vez haba viajado por Rusia en una carreta cubierta, no era unamentira, porque mentalmente haba recorrido muchas veces aquel camino cubierto de nieve. El fro de Nueva Yorkreaviv los recuerdos de los libros de su padre, de los viajes que ella haba ansiado emprender con l cuando l se

    marchaba.Enfrentarse al fro de Nueva York requera esfuerzos sobrehumanos. Mientras daba de comer a las palomas en

    Central Park, de pie en medio de la nieve, hubiese deseado morir. El terror de enfrentarse cada maana a la nieve y alhielo la paralizaba. La escuela estaba a la vuelta de la esquina, pero ella no tena valor para salir de casa. Su madretuvo que pedirle al portero negro que la acompaase a la fuerza. Pobecita, le deca, tendraj que viv en el s. Leprestaba sus guantes de lana y le daba palmadas en la espalda para hacerla reaccionar.

    Slo en el diario poda desvelar su verdadera personalidad, sus verdaderos sentimientos. Lo que realmentedeseaba era que la dejasen sola con su diario, con sus sueos en torno a su padre. En la soledad era feliz. Su menterebosaba de ideas. Describa cada fase de su vida con detalle, con detalles minsculos, infantiles, que ahora parecenridculos y absurdos, pero que tenan por objeto explicarle a su padre la necesidad que senta de su presencia. Aunque

    aborreca Nueva York, pintaba su imagen en trminos brillantes, con la esperanza de que ello le incitase a venir.Cuando, para entretener a sus hermanos, representaba el papel de Mara Antonieta avanzando orgullosamentehacia la guillotina, de pie en un carro de sillas y con un gorro de encaje, verta lgrimas autnticas. Lloraba por el

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    diario que haba pensado enviar a su padre, que tena que ser una revelacin de su amor hacia l, se convirti por unaccidente del destino en algo secreto, en otro muro entre ella y aquel mundo al que pareca tener prohibida la entradapara siempre.

    Ella hubiese deseado un gran amor y una gran ternura, confianza, franqueza. Estaba segura de que su padre lahabra rechazado, pues sus exigencias eran demasiado severas. Una vez le escribi que crea que l la habaabandonado porque no era una hija lo bastante inteligente o bonita. Era una persona eternamente ofendida queimaginaba que nadie la quera. Este temor a no ser querida la aplastaba como una helada condena a perpetuidad.

    Hoy, cuando l llegue, ser capaz de erguir la cabeza? Ser capaz de mantener la cara alta, ser capaz demirarle a los ojos, de resistir su mirada fra? No temblar su cuerpo al or su voz? Despus de veinte aos laobsesiona an el temor al padre. Pero ahora le parece que l puede absolverla de todo temor. Quizs es l quien lateme a ella. Quiz viene a escuchar el juicio que slo ella puede pronunciar. Hoy se romper el crculo de la intilespera. Ella espera que l la abrace, que le diga que la quiere. Le convirti en un Dios y fue castigada por ello. Ahora,cuando llegue, desea convertirle en un padre humano. No quiere seguir temindole. No quiere escribir una lnea msen el diario. Quiere que l destruya ese monumento que ella le erigi, quiere ser aceptada por derecho propio.

    Ya llega. Oye sus pasos.

    Haba esperado al hombre de las fotografas, al hombre joven de las fotografas. No haba intentado imaginar elefecto de los aos en su rostro.

    Aquel rostro no estaba envejecido, ni mostraba arrugas, pero lo cubra una mscara. Su rostro llevaba unamscara. La piel no era igual que la piel de sus muecas. Pareca hecha de tierra y de papiermach,no pareca pielverdadera. Deba de haber un pequeo espacio entre la mscara y el rostro real, una separacin por la que pudiesecantar la brisa, y detrs de la mscara deba de haber otra sonrisa, otra cara, y una piel como la de las muecas, blancay vulnerable.

    Cuando la vio esperando en el umbral le sonri, con una sonrisa femenina, y avanz hacia ella con una graciantida, compacta, con aire desenvuelto y juvenil. Se sinti desconcertada. Aquel hombre que se le acercaba no parecatener nada que ver con su padre.

    Sus primeras palabras fueron de disculpa. Cuando se hubo quitado los guantes, y hubo comprobado con el relojque llegaba puntual la puntualidad era muy importante para l, despus de besarla y de decirle que se habaconvertido en una mujer muy hermosa, a ella le pareci casi inmediatamente estar escuchando una disculpa, unaexplicacin de por qu les haba abandonado. Era como si detrs de ella hubiese un juez, un juez imponente a quienslo l poda ver, como si le dirigiese un hermoso y cuidado discurso, un discurso magnfico que ella escuch conadmiracin, pues su lgica era impecable; el suave cambio de las frases, la larga y completa enumeracin de lasimperfecciones de su madre, de todo lo que l haba sufrido, el modo en que present todos los hechos de su vida encomn, todo esto formaba una perfecta y elocuente defensa, dirigida a un juez a quien ella no vea y con el que nadatena que ver. Su padre no estaba libre de su pasado. Mientras sacaba un cigarrillo de punta dorada, y lo colocaba congran delicadeza en una boquilla que contena un filtro para la nicotina, le relat la historia que ella haba odo de labios

    de su madre, siempre con un tono de disculpa y deferencia.No tuvo tiempo de decirle que comprenda que ellos dos no haban sido hechos para vivir juntos, que no era

    cuestin de culpas ni de defectos, sino de alquimia, que aquella alquimia haba provocado la guerra, que no se tratabade juzgar ni de echarle las culpas a nadie. Su padre estaba ya embarcado en la explicacin de por qu haba pasadotodo el invierno en el sur; no dijo que lo haba pasado bien, sino que se trataba de algo absolutamente esencial para susalud. Mientras hablaba, a ella le pareca que se senta tan avergonzado de haberles abandonado como de haber pasadotodo el invierno en el sur cuando habra debido estar en Pars dando conciertos.

    Esper a que l se olvidase de aquel juez que se ergua tras ella, y entonces, lanzndose al presente, le dijo:Es escandaloso tener un padre tan joven!Sabes lo que me daba miedo? le pregunt l. Que llegases demasiado tarde para verme rer, que

    llegases cuando yo hubiese perdido la capacidad de hacerte rer. En junio, cuando vuelva al sur, tienes que venirconmigo. Creern que eres mi amante; ser delicioso.

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    Paseaba arriba y abajo, a todo lo largo del estudio, haciendo preguntas, y cada respuesta que ella daba era el ecoen el alma de l. Ecos. Ecos. Ecos. Ecos. Ecos de la sangre. S, s a todo. Exactamente. Ella ya lo saba. Esto era lo queesperaba. Padre e hija, iguales. Al unsono. Al mismo ritmo.

    No hablaban. Se limitaban a corroborar las teoras del otro. Sus frases se entrelazaban.Era una mujer, tena que vivir en un mundo construido por el hombre a quien amaba, vivir segn sus normas.

    En el mundo que se haba construido para ella, se senta sola. Por ser una mujer, tena que vivir en un mundo hechopor el hombre, no poda imponer el suyo, pero ahora encontraba el mundo de su padre y le pareca adecuado a ella.Con l poda recorrer el mundo con las botas de siete leguas. El pensaba y senta las mismas cosas al mismo tiempoque ella.

    Nunca he conocido otra cosa que la soledad dijo su padre. Nunca he conocido a una mujer a la quepudiese llevar a mi mundo.

    No hablaron del dao que se haban hecho el uno al otro. No revelaron la dolencia que llevaban dentro. El nosupo que la tragedia que haba marcado los primeros aos de la vida de ella segua marcndola hoy. No supo que elsentimiento de haber sido abandonada segua teniendo en ella la misma fuerza, por ms que ahora supiese que no eraella la que haba sido abandonada sino su madre, que en realidad l no la haba abandonado sino que haba intentado,

    simplemente, salvar su propia vida. No supo que aquel sentimiento era an tan fuerte en ella que cualquier cosa que separeciese a un abandono provocaba en ella una violenta tempestad interior: una puerta que se cerraba bruscamenteante ella, una carta sin respuesta, un amigo que se iba de viaje, la sirvienta que se despeda para casarse, el menorindicio de descuido, dos personas que hablaban olvidando incluirla en la conversacin, o alguien que felicitaba a otrosy se olvidaba de ella.

    El menor incidente poda suscitar una angustia tan grande como la que causa la muerte, y poda reavivar eldolor de la separacin hasta hacerlo tan agudo como lo haba sentido el da que su padre se march.

    En un esfuerzo por combatir esa angustia haba enriquecido su vida con amigos, amores y creaciones. Pero,pasado el momento de la conquista, apareca otra vez el desierto. Las alegras que le deparaban las amistades, losamores, un libro recin terminado, estaban en peligro por el temor a la prdida. Tal como algunas personas son

    constantemente conscientes de la muerte, ella era constantemente consciente del dolor de la separacin y de su inevi-tabilidad.

    Y adems de esto, trataba al mundo como si ste fuese tambin un nio doliente, abandonado. Jams pona fin auna amistad por iniciativa propia. Jams abandonaba a nadie; se pasaba la vida curando a otros de este temor alldonde empezaba a vislumbrarlo, compadeciendo al mundo entero y dndole la ilusin de la fidelidad, de lapermanencia, de la solidez. Era incapaz de reprender, de rechazar, de cortar lazos, de romper relaciones, deinterrumpir una correspondencia.

    Su padre estaba contndole la ancdota de la modesta institutriz a la que haba hecho el amor porque de otromodo ella nunca hubiese sabido lo que era el amor. La llev al campo en su hermoso coche y la hizo echarse en elbrezal cuando se pona el sol, para no tener que verle demasiado la cara. Disfrut de la felicidad de ella por el hecho

    de tener una aventura, la nica que tendra en su vida. Cuando ella acudi a su habitacin, en el hotel, cubri lalmpara con un pauelo, y disfrut nuevamente de su felicidad. Y le ense a peinarse, a pintarse los labios y aempolvarse la cara. Aquella aventura la volvi casi hermosa.

    Le hablaba de sus escapadas, describiendo la periferia de su vida, entretenindose en sus aventuras. No seatreva a entrar en el reino del amor profundo, por miedo a descubrir que ella haba entregado su vida a otro. Querandarse mutuamente la ilusin de haber permanecido siempre fieles el uno al otro, y de ser libres para dedicar toda suvida al otro, ahora que l haba vuelto.

    An no haban mencionado el amor. Pero el amor era lo nico que les obsesionaba. No era la msica, ni laliteratura, la pintura, le decoracin ni el vestido, sino el amor, la orquestacin del amor, su metamorfosis. Ella viva enun horno de amor, rodeada de llamas. Amor obsesivo, amor apasionado, amor sensual, amor misterioso, en tinieblas,

    en resistencia, en contraste, amor en fraternidad, gratitud, imaginacin.

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    Creo dijo l que deberamos abandonar todo esto para ocuparnos el uno del otro. Esas mujeres nosignifican nada para m. Pero la idea de dedicarte toda mi vida, de sacrificar las aventuras por algo mucho msmaravilloso y profundo, me atrae tanto...

    Pero lo mo no es una aventura...Deberas dejarle. Eso no es amor. Sabes que tu nico gran amor he sido yo...Ella no quiso decir: No has sido el nico, pero l pareci adivinar su pensamiento porque apart los ojos de

    ella y aadi:Recuerda que ya soy viejo; no me quedan muchos aos para disfrutar de ti...Con esta frase, que en realidad era falsa porque estaba ms joven que la mayora de los hombres de su edad,

    pareca estar pidindole la vida, pareca casi alargar la mano para tomar plena posesin de su vida, tal como se haballevado su alma cuando era nia. Le pareci que quera volver a llevarse su alma ahora que era una mujer en suplenitud. A l le pareca natural que ella hubiese llorado su prdida durante toda su infancia. Era cierto que l ya habaemprendido el camino hacia la muerte, que se acercaba ms y ms a ella; y tambin era cierto que ella le amaba tantoque quizs una parte de ella le siguiese y pereciese con l. Le seguira ao tras ao, mientras decaa y desapareca?Era su amor algo separado, o formaba parte de la vida de su padre? Era capaz de abandonar la tierra con l, hoy

    mismo? l le estaba pidiendo que abandonase la tierra hoy mismo, pero esta vez no le seguira. Esta vez saba queluchara para no entregarse totalmente. No quera morir una segunda vez.

    Haber permanecido tan fiel a su imagen, haber amado su imagen en otros hombres, haber sentido emocin antelos hombres que tocaban el piano, los hombres que hablaban con brillantez, ante intelectuales, profesores, filsofos,doctores, ante cada hombre de ojos azules, ante cada hombre de vida aventurera, ante cada Don Juan... no era estohaberle entregado su amor absoluto? Por qu se echaba atrs, dndole la ilusin que deseaba pero no el amorabsoluto?

    El sur de Francia. Seis maletas color gris plateado, el aroma del Tabac Blond,el brillo de las uas arregladas, elondear de las manos inmaculadas. Su padre salt del tren y empez inmediatamente a contar una historia.

    En el tren haba una mujer. Me ha enviado una nota preguntndome si quera cenar con ella. Lo saba todo de

    m; ha cantado mis canciones en Noruega. Pero estaba demasiado cansado, por este maldito lumbago que empiezo atener, y adems ya no puedo concentrarme en las mujeres. Slo puedo pensar en mi prometida.

    En el ascensor le dio una propina exagerada al mozo negro, le pregunt por su esposa, que estaba enferma, leaconsej un medicamento, reserv hora en la peluquera para el da siguiente, se inform de las previsionesmeteorolgicas, encarg unas galletas especiales y unos mens estrictamente vegetarianos. La fruta haba que lavarlacon agua esterilizada. Y pregunt si an viva en el barrio aquel flautista que no le dejaba dormir.

    En el dormitorio, no le permiti a ella ayudarle a deshacer las maletas. Maldeca el lumbago. Pareca sentir untemor a la intimidad, casi como si hubiese escondido un crimen en su equipaje.

    Tengo que dominar a este viejo esqueleto dijo.Se mova como un gato, con gran suavidad. Pero cuando quera poda mostrar unos msculos poderosos. Crea

    que haba que ocultar la propia fuerza.Salieron al sol, l con un aspecto de Grande de Espaa. Poda mirar fijamente al sol, y la tensin de su voluntad

    cuando deca, por ejemplo: Quiero, le pona rgido de la cabeza a los pies, como el slex.Mientras le vea inclinarse para recoger tiernamente de la carretera un insecto, para depositarlo a salvo sobre

    una hoja, sermonendole en un tono suave y caprichoso por su temeridad al cruzar de aquel modo una carretera por laque pasaban tantos automviles, ella se pregunt por qu, siendo nia, slo haba podido recordarle como un hombrecruel. Por qu no poda recordar ternura ni afecto algunos? Slo accesos de clera y severidad, de enojo cuandohacan ruido, palizas, una expresin fra y reservada durante las comidas.

    Mientras le vea jugar con el perro del portero se pregunt por qu no recordaba que jams se hubiese sentado ajugar con ellos; se pregunt si aquella conviccin que tena de la crueldad de su padre no sera enteramente fruto de su

    imaginacin. No poda hacer encajar su bondad con los animales y su dureza con sus hijos. Viva en su mundo comoun cientfico atento a los fenmenos de la naturaleza. Las costumbres de los insectos despertaban su curiosidad; le

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    agradaba experimentar, pero los fenmenos que presentaban las vidas de sus hijos, sus secretos, sus perplejidades, notenan para l el menor inters, es ms, le molestaban.

    Era en realidad miopa espiritual.Al da siguiente de su llegada fue incapaz de levantarse de la cama. Hubo que encontrar una medicina especial.

    Se envi a buscarla a Samba, el ascensorista. El conductor del autobs fue enviado a comprar una marca especial degalletas inglesas. Hubo que telefonear a Pars para asegurar que enviaran las revistas musicales. Telegramas y cartas,llamadas telefnicas, Samba sudoroso, el chfer cubierto de polvo, la peluquera cancelada, encargar un men especialpara la cena, telefonear al mdico, ir a buscar un peridico, Samba sudoroso, el ascensor arriba y abajo...

    En el hotel no haba ningn otro husped; pareca que slo funcionase para ellos. Les servan las comidas en lahabitacin. Les colocaron mosquiteras, cambiaron muebles de sitio, hicieron la cama con sus sbanas de lino marcadascon grandes iniciales, ordenaron sus cepillos de plata en el tocador, se encarg al fontanero que silenciara una caeraruidosa, se engrasaron los oxidados postigos, y el propietario fue informado de que todas las habitaciones de hoteldeberan tener doble puerta. El ruido era su peor enemigo. Sus nervios, vibrantes corno las cuerdas de un violn, lehaban dotado, o maldecido, con un odo agudsimo. Una mosca en la habitacin poda impedirle dormir. Tena quellevar algodn en las orejas para atenuar aquella excesiva sensibilidad.

    Se puso a hablar de su infancia, tan vvidamente que ella tuvo la impresin de haber regresado con L a Espaa.Volvi a sentir el calor del medioda, oy abrirse las cortinas de cuentas, los pasos en los suelos de baldosas, lasfrescas sombras verdes de las persianas bajas, las mujeres con sus batas blancas, el olor de los claveles, el aguabendita, los palmones secos sobre la cabecera de la cama, las imgenes de la Virgen hechas de encaje y satn, lossillones de mimbre, las sirvientas cantando en el patio...

    Le cont que sola leer debajo de la cama, a la luz de una vela, para que no le descubriese su padre. Slo ledaban un cntimo a la semana para sus gastos. Tena que hacerse cigarrillos de paja. Siempre estaba hambriento.

    Rieron juntos.No tena dinero para subir al tiovivo. Su madre cosa por la noche para que l pudiese alquilar una bicicleta al

    da siguiente.

    Mir por la ventana, desde la cama, y vio los pjaros posados en los cables del telgrafo, uno en cada cable.Mira le dijo, te voy a cantar la meloda que forman as posados y la cant. Est en clave de humor.Cuando era pequea, escriba cuentos en los que me quedaba hurfana y me vea obligada a enfrentarme al

    mundo sola.Queras deshacerte de m? le pregunt su padre.Creo que no. Creo que slo quera enfrentarme sola a la vida, luchar sola. Era orgullosa, y esto tambin me

    impeda venir a ti hasta que me sintiese preparada...Qu pasaba en esos cuentos?Me encontraba con dificultades y obstculos enormes, y los superaba. Me afligan sufrimientos mayores de lo

    habitual. Sin padre ni madre, tena que luchar contra el mundo, contra mares embravecidos, contra el hambre, contra

    malvados padrastros y madrastras. Y haba tambin misterios, persecuciones, torturas, peligros de todas clases...No crees que todava buscas todo eso?Puede ser. Y haba otro cuento, sobre un barco que estaba en un jardn. De pronto me encontraba navegando

    por un ro, corriente abajo, y daba vueltas y ms vueltas durante veinte aos sin desembarcar en ninguna parte.Era porque no me tenas a m?No lo s. Quizs esperaba a convertirme en una mujer. En todos los cuentos de hadas en que la nia

    desaparece, regresa cuando tiene veinte aos, o bien regresa el padre cuando ella tiene veinte aos.El padre espera a que le pase la edad de tener que sonarle la nariz. Espera a que llegue a la edad interesante.Los celos de su padre comenzaron con la lectura del diario. Advirti que, despus de aorarle obsesivamente

    durante dos aos, haba llegado a agotar el sufrimiento y haba alcanzado la serenidad. Despus de la serenidad se

    haba enamorado de un muchacho irlands, y despus de un violinista. Su padre se sinti ofendido al ver que ella nohaba muerto completamente, que no haba pasado el resto de su vida aorndole. No comprenda que ella le haba

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    amado mejor viviendo por l que muriendo por l. Le haba amado en la vida, haba vivido por l y creado para l.Haba escrito el diario para l.

    Le haba amado al enamorarse, a los once aos de edad, del capitn de barco que habra podido devolverla aEspaa. Le haba amado al ocupar su lugar al lado de su madre y al convertirse en una persona lgica e intelectual aimitacin de l, sin poseer para ello disposicin natural. Le haba amado al asumir el papel de padre ante sushermanos, de esposo ante su madre, al inspirar valor, fuerza, al negar su personalidad femenina, emocional. Le habaamado en la vida, creativamente, al escribir sobre l.

    Es cierto que no muri completamente; vivi en sus creaciones. Ni tampoco se visti de luto ni en ningnmomento les dio la espalda a los hombres o a la vida.

    Pero cuando advirti sus celos empez inmediatamente a darle lo que l deseaba. Comprendiendo sus celos, sepuso a relatar los incidentes de su vida de modo despectivo, en tono burln, dndole a entender que no haba amadoprofundamente nada ni a nadie ms que a l. Comprendiendo su deseo de ser arriado con exclusividad, de estar en elcentro de toda vida con la que entraba en contacto, ella no se atrevi a hablar con entusiasmo ni admiracin de lascosas que amaba o prefera. Aquella conciencia tan clara de los sentimientos de su padre la oblig a asumir un papel.Describi su pasado de un modo que poda ser interpretado como: nada de lo que ocurri antes de tu llegada tiene la

    menor importancia...El resultado fue que nada apareci en su verdadera luz y que ella deform su verdadera personalidad.Hoy, su padre, mirndola, leyendo su libro, observando sus ropas, examinando su casa, analizando sus ideas,

    dice:Eres una amazona. Antes de que llegaras, me senta morir. Ahora me siento renovado, fortalecido.La imagen que ella le dio de su vida le depar la preciada oportunidad de emitir un juicio, un juicio ideal sobre

    aquel tipo de vida.Pero ella era tan feliz por haber encontrado un padre, un padre de voluntad firme, sabio, de juicio infalible, que

    olvid momentneamente todo lo que saba, abandon sus certezas. Olvid sus propios esfuerzos, su propia sabidura.Era tan dulce tener un padre, creer que poda existir alguien que le llevara tantos aos de ventaja en la vida, que

    reflexionara sobre la vida de ella y sus errores, que poda guiarla y salvarla, darle fuerzas. Renunciaba a sus convic-ciones slo para orle decir:

    En esa ocasin fuiste demasiado crdula. O bien:Ese sacrificio fue intil. Por qu salvar a la escoria? Deja hundirse a los fracasados. Lo que les hace fracasar

    es algo que llevan en s mismos.Tener un padre, el vidente, el dios. Le resultaba difcil mirarle a los ojos. Y nunca miraba la comida que se

    llevaba a la boca. Le pareca que el vegetarianismo era la dieta adecuada para un ser divino. Tena una gran necesidadde adorar, de abandonar su poder. Ello la haca sentirse ms mujer.

    Volvi a pensar en su observacin: Eres una amazona. Eres fuerte. Sorprendida, se mir al espejo. Su cuerpono era ciertamente el de una amazona.

    Qu era lo que vea su padre? Estaba muy delgada; su cuerpo era tan ligero que un caricaturista la habadibujado una vez flotando contra el techo como un globo, mientras los dems intentaban alcanzarla con escobas yescaleras. No se trataba, pues, de la mujer del espejo, sino de sus palabras, de sus escritos, de su trabajo. Fuerza en lacreacin, en la vida, en las ideas. Haba demostrado ser capaz de construir un mundo ella sola. Amazona! Capazde cualquier audacia en la vida, pero vulnerable en el amor...

    Tradujo para s misma aquella observacin de su padre, de esta manera: Cuando alguien te dice eres, lo quequiere decir es quiero que seas! . l quera que ella fuese una amazona. Con un seno cercenado como en el mito,para poder usar el arco y las flechas. Y el otro seno demasiado suave, demasiado vulnerable.

    Por qu? Porque una amazona no necesitaba un padre. Ni un amante, ni un esposo. Una amazona era una ley yun mundo por s misma.

    l estaba abdicando de su papel de padre. Para l, para el artista, un mundo gobernado por una mujer norepresentaba ninguna molestia, pues en l ocupaba un lugar privilegiado. Tena toda la dulzura de su nico seno, y almismo tiempo toda la fuerza de la amazona. Poda apoyar la cabeza en aquel seno y soar, pues a su lado haba una

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    mujer armada con arco y con flechas para defenderle. l, el escritor, el msico, el escultor, el pintor, poda yacer ysoar junto a la amazona capaz de alimentarle y de luchar por l contra el mundo...

    Le mir. Tena la misma estatura que ella. Estaba un poco encorvado por la fatiga y por la conciencia de sufragilidad. Sus nervios, su sensibilidad, su dependencia de las mujeres. Pareca ms esbelto y plido. Dijo:

    Antes tena miedo de que muriese mi actual esposa. Qu hara yo sin una esposa? Y pensaba que queramorir con ella. Pero ahora te tengo a ti. S que eres fuerte.

    Muchos hombres le haban dicho lo mismo, y no le haba preocupado. La proteccin era un ritmo. Era posibleintercambiar los papeles. Pero aquella frase de labios de un padre era diferente... Un padre.

    Por todo el mundo... buscando un padre... buscando ingenuamente un padre... enamorndose de los cabellosgrises... el smbolo... todos los smbolos del padre... por todo el mundo... hurfana... necesitada del hombre gua... paraser hecha mujer... para que se le volviese a pedir... que fuese la madre... siempre la madre... siempre hacer acopio desus fuerzas, pero no saber nunca dnde descansar, dnde apoyar la cabeza y recuperar fuerzas... siempre sacar fuerzasde s misma... de s misma... fuerza... para derramar amor... por todo el mundo buscando un padre... amando al padre...esperando al padre... y encontrndose con el nio.

    Su lumbago, y la parlisis casi total que le produca, le parecan a ella como una rigidez en las articulaciones del

    espritu, provocada por su constante representar y fingir. Haba asumido tantos papeles, se haba disciplinado paraaparecer siempre alegre, siempre inmaculado, rasurado, impecable; jugaba al amor tan a menudo que era como si pa-deciese un calambre debido a las posiciones forzadas que mantena durante demasiado tiempo. Era incapaz derelajarse. El lumbago era como la rigidez y la fragilidad de las emociones que haba controlado constantemente. Elmoverse con naturalidad en el terreno de los impulsos le produca una sensacin semejante al dolor. Ahora era tanincapaz de experimentar un impulso como su cuerpo era incapaz de moverse; era incapaz de abandonarse al gran flujoirregular de la vida con su necesario desorden y fealdad. Cada gesto de meticuloso cuidado para comer sin vulgaridad,para lavarse los dientes, desinfectarse las manos, comportarse de una manera ideal, mantener la ilusin de laperfeccin, era como una bisagra oxidada, pues cuando un programa y un objetivo, cuando un orden esttico impregnatan profundamente los movimientos de la vida, acaba corroyendo su espontaneidad como la herrumbre, y esa

    orientacin mental, ese obligar a la naturaleza a seguir un programa, ese constante vencer y controlar la naturaleza, sehaban convertido en herrumbre, la herrumbre que haba acabado por paralizar su cuerpo...

    Se pregunt cun lejos habra que remontarse en la corriente de la vida de su padre para encontrar el momentoen que l haba quedado congelado de aquel modo en una actitud. En qu momento haba petrificado la voluntad susemociones? Qu golpe, qu incidente haba producido aquella mineralizacin semejante a las que tenan lugar bajotierra, debidas a intensas presiones?

    Cuando l hablaba de su infancia, ella vea a un nio luminoso que no cesaba de bailar, de correr, que estabasiempre alerta, siempre receptivo. Toda su persona estaba tensa, ilusionada, ardiente. Sunariz olisqueaba el viento congrandes esperanzas de tormentas, tragedias, aventuras, belleza. Los ojos no se retraan bajo la frente, sino que seabran como los de un vidente.

    No pudo localizar el origen de aquella enfermedad de su padre, de aquel cncer de celos. Quizs ese origenestaba muy lejano en su infancia, en los celos que senta de su hermana enfermiza que era la preferida de su padre, ensus celos del hombre que le haba robado a su novia, en la traicin de sta, en el inmenso impacto doloroso que leoblig a abandonar Espaa.

    En la actualidad, si lea un recorte de prensa en el que no se le otorgaba el primer lugar en el reino de la msica,sufra. Si un amigo le retiraba su admiracin... Si en una habitacin no era el centro de la atencin de todos... Alldonde haba un rival, senta la fiebre y el veneno de la inseguridad, el temor a la derrota. En todas sus relaciones, conhombres y con mujeres, tena que haber una batalla y un triunfador.

    Empez dicindole a ella que no le deba nada; y despus se puso a buscar todo lo que de s mismo haba enella.

    Del diario, slo se fij en los pasajes que revelaban su identidad. Y ella, lgicamente, empez a pensar que supadre slo amaba en ella lo que en ella haba de l mismo, que ms all del reino del auto-descubrimiento, del auto-amor, no senta curiosidad alguna.

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    Su padre dijo:Aunque se me impidi educarte, tu sangre me ha obedecido.Al decir esto, su rostro brill con la luminosidad de sus retratos ms antiguos, aquella esplendorosa luminosidad

    que era la nica caracterstica que nunca se haba desvanecido en la memoria de ella. Irradiaba una alegre sabiduragriega.

    Nosotros hemos de buscar luz y claridad dijo l, porque nos desequilibramos demasiado fcilmente.Ella estaba sentada a los pies de su cama.Qu fuertes son tus alas... dijo l. Se siente que en tu vida no hay muros.Soplaba el mistral, clido y seco. Llevaba diez das soplando.Ahora me doy cuenta de que todas esas mujeres a las que persegu estn en ti. Pero t eres mi hija, y no

    puedo casarme contigo! Eres la sntesis de todas las mujeres que he amado.El solo hecho de habernos encontrado nos har ms fuertes para toda la vida.Samba, el negro, entr con el correo. Cuando su padre vio las cartas dirigidas a ella, dijo: Voy a tener celos tambin de tus cartas?Despus de cada una de estas frases se produca un largo silencio. Una gran simplicidad de tono. Se miraban

    el uno al otro como si estuviesen escuchando msica, no como si dijesen palabras. En el interior de sus cabezas,

    mientras estaban all sentados, l recostado en una almohada y ella apoyada contra el pie de la cama, se

    desarrollaba un concierto. Dos cajas llenas de las resonancias de una orquesta. Cien instrumentos tocando a la vez.

    Dos largos carretes de hilo de flauta entretejindose entre su pasado y el de ella, las cuerdas del violn vibrando

    constantemente como los nervios del interior de sus cuerpos, los nervios nunca tranquilos, los fuertes golpes del

    tambor como los fuertes embates de la sexualidad, el latido de la sangre, la pulsacin del deseo ahogando todas las

    vibraciones, ms ruidosa que cualquier instrumento, el arpa cantando dios, dios, y los ngeles, la pureza de la frente

    de l, la claridad de sus ojos, dios, dios, dios, y los tambores golpeando como el deseo en las sienes. La orquesta

    convertida ahora en una sola voz, por un instante, enamorada, enamorada del arpa que canta dios y los violines que

    agitan los cabellos, y ella deslizndose suavemente el arco del violn entre las piernas, sacando msica de su cuerpo,

    su cuerpo espumoso, el arpa cantando dios, el tambor golpeando, el violoncelo cantando tina endecha por debajo delnivel de las lgrimas, por caminos subterrneos con notas centelleando a derecha e izquierda, notas como escalinatas

    hacia el arpa que canta dios, dios, dios, y el fauno de la flauta burlndose de las notas que se han vuelto negras,

    penitenciales, las notas negras que ascienden por el polvoriento camino de las lgrimas del violoncelo, un temblor de

    tierra dividiendo la msica en dos muros derruidos, los muros de la fe de los dos, el llanto del violoncelo, el trmolo

    de los violines, la pulsacin del sexo irrumpiendo por la mitad y se-parando las notas blancas de las negras, y la

    escalinata de sonidos del piano entrando en el infierno del silencio porque, a lo lejos, por detrs de los violines, viene

    la segundavoz de la orquesta, la voz oscura que sale de los vientres de los instrumentos, por debajo de las notaspulsadas por dedos clidos, en oposicin a estas notas viene la cancin de los vientres de los instrumentos, nacida del

    polen que

    contienen, del viento de los dedos que pasan, la alfombra de notas se queja con voces de encaje negro y dadosen cables telegrficos. Las tristezas de l encerradas en el violoncelo, los sueos de los dos cubiertos de polvo dentro

    de la caja del piano, esa caja sobre sus cabezas llenas de resonancias, el pasado cantando, una orquesta rebosante de

    plenitud, amores perdidos, caras que se desvanecen, los celos retorcindose como un cncer, royendo la carne, la

    carta que no lleg nunca, el beso que no se dio, el arpa cantando dios, dios, dios, que re a un lado del rostro de l,

    dios era el hombre de ancha boca que habra podido devorarla entera, cantando en las cajas de sus cabezas. Amigos,

    traiciones, xtasis. Las voces que les llevaron a la serenidad, las voces que hicieron resonar el tambor en ellos, el

    arco de los violines deslizndose entre las piernas, las curvas de las espaldas femeninas rindindose, la batuta del di-

    rector, la segunda voz de los instrumentos entrelazados, el chasquido de las cuerdas, las disonancias, la dureza, el

    llanto de la flauta.

    Bailaron porque estaban tristes, bailaron por toda su vida, y la peonza dorada que bailaba en su interior hacagirar las notas, las blancas y las negras, las palabras que queran or, las nuevas caras del mundo volvindose

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    blancas y negras, subiendo y bajando, arriba y abajo por escalinatas inclinadas desde los vientres del violoncelo

    lleno de lgrimas saladas, el agua subiendo lentamente, un mar de olvido.

    Ayer sonando en campanillas y castauelas, y hoy una nica nota completamente sola, como el miedo que le

    tienen a la soledad, disputando, la orquesta tomando todo su ser y levantndoles juntos de latierra donde el dolor es

    una cancin larga y suave como el viento nocturno y no un cuchillo sanguinario a su contacto de msica desde la

    distancia mucho ms all de la orquesta que responda al arpa, a la flauta, al violoncelo, a los violines, a los ecos en

    el techo, al sabor en el techo de sus paladares, msica en la lengua, en los dedos cuando los dedos buscan la carne, el

    rojo pistilo del deseo en los dedos que pulsan las cuerdas del violn, subiendo y cayendo los gritos de los dos, sus

    gritos llevados por las alas de la orquesta, daados y heridos por su conocimiento de ella, pues lloraban y rean como

    las campanillas y las castauelas, iban de escalinatas negras a escalinatas blancas, soando espirales de deseo.

    Dnde est la serenidad? Las fuerzas de los dos en un trabajo conjunto, sus dedos movindose, sus voces,

    estallndoles la cabeza por la plenitud del sonido, crescendo de exaltacin y confusin, caos, plenitud, sin tiempo

    para reunir todas las notas, acurrucados en la telaraa de su pasado, de sus fracasos, de sus derrotas.

    Ella escribiendo un diario que era como un canto perpetuo, obsesivo, l y ella bailando con cigarrillos de

    dorada boquilla en los dedos, ropas arrugadas, vanidad, y adoracin, fe y duda, desangrndose lentamente por el

    excesivo amor, el amor una herida en ellos, demasiadas delicadezas, demasiados pensamientos en torno al amor,

    demasiadas vibraciones, fatiga, nerviosismo, la orquesta de su deseo dividindose en sus muchas facetas, canciones

    tristes, canciones de dios, bsqueda y hambre, idealizacin y cinismo, humor en el rostro partido del trombn

    henchido de risa. Muros que caen por la

    embestida de las voluntades, muros del absoluto que caen mientras cada fragmento de ellos insufla msica a

    los instrumentos, agitando los brazos, las voces, los amores, los odios, una orquesta de conflictos, un tema enfermizo,

    el canto del dolor, la cancin de las cuerdas que nunca dejan de vibrar, pues cuando la orquesta ha callado en sus

    cabezas, el eco persiste, el concierto es eterno, el solo es una ilusin, los dems esperan detrs de uno para

    acompaar, acallar, silenciar, anegar. Msica brotando de los ojos en lugar de lgrimas, msica brotando de la gar-

    ganta en lugar de palabras, msica cayendo de los dedos de l en lugar de caricias, msica intercambiada entre ellos

    en lugar de amor, anhelo en cinco lneas, las cinco lneas de los pensamientos de los dos, de sus ensueos, de susemociones, de su yo desconocido, de su yo gigantesco, de su sombra.

    La clave situada irnicamente, como la mitad de un signo de interrogacin, como el conocimiento que los dos

    tienen del destino. Pero ella estaba sentada sobre las cinco lneas maldiciendo el mundo por sus golpes, amndole

    por sus dentelladas, llorando por el absoluto inalcanzable, la quinta lnea y la voz, diciendo siempre: ten fe, hasta las

    maldiciones hacen msica. Cinco lneas discurriendo juntas con una cancin simultnea.

    La pobreza, el cepillo del pelo roto, el vestidito

    azul, crepsculo de sensaciones,MUSIQUE ANCIENNE,objetos flotantes. Una lnea diciendo constantemente creo en dios, en un dios, en un padre que me mirar y

    comprender todas las cosas. Necesito absolucin! Creo en la pureza de los dems y nunca me hallo yo lo bastante

    pura. Necesito absolucin! Otra lnea en la que haca vestidos de colores, casas decolores, y en la que bailaba. Debajo de sta vena la lnea de la enfermedad, la duda, la vida como peligro, la

    vida como una burla de boca maligna. Todo viva simultneamente, el amor, el impulso, la duda del amor, la

    conciencia de la muerte del amor, el amor, el amor a la vida, la duda, el xtasis, el conocimiento de su germen de

    muerte, todo como una orquesta. Podemos vivir al unsono, padre? Podemos sentir al unsono, padre? Podemos

    pensar al unsono, padre? Unsono... unsono... unsono.

    A medianoche abandon la habitacin de su padre y sigui el largo pasillo, bajo los arcos, con las lmparasmirndola, arrojando su sombra sobre las alfombras, pasando junto a puertas mudas en el hotel vaco, la cola de suvestido de seda acariciando el suelo, mientras silbaba el mistral.

    Cuando abri la puerta de su habitacin se cerr violentamente la ventana, y se oy ruido de vidrios rotos.

    Puertas, puertas cerradas y silenciosas de habitaciones vacas, arcos conventuales, como decorados de pera, y elmistral soplando...Sobre su cama, la blanca mosquitera penda como un antiguo dosel nupcial...

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    La esposa mstica de su padre...Fue ella quien dijo la primera mentira, con profunda tristeza por no haberse atrevido a decirle a su padre:

    Nuestro amor debe ser lo bastante grande para estar por encima de los celos. Evtame esas mentiras que les decimos alos dbiles.

    Algo en los ojos de l, un parpadeo ms rpido, una vacilacin de la superficie azul, el leve temblor por el queella haba aprendido a detectar los celos

    en una cara, le impidieron decirle aquello. La verdad era imposible.Al mismo tiempo haba momentos en los que senta un extrao y oscuro placer ante la idea de engaarle. Saba

    cun falso era l. Saba, en el fondo, que era incapaz de veracidad, que tarde o temprano la engaara, ladecepcionara. Y quera ser ella quien engaase primero, y de manera ms grave. La alegraba estar tan por delante desu padre, que era casi un mentiroso profesional.

    Cuando vio a su padre en la estacin la sobrecogi un gran dolor. Permaneci sentada, inerte, re cordando cadapalabra que l haba dicho, cada sensacin.

    Le pareci que no le haba amado bastante, que l haba cado sobre ella como un gran misterio, que otra vezhaba en ella una confusin entre dios y padre. Su severidad, su luminosidad, su msica le parecieron otra vez

    elementos no humanos. Ella haba fingido amarle humanamente.Sentada en el tren, estremecida por el movimiento, por la sensacin de la creciente distancia entre ellos,

    angustiada por la frialdad que senta reconoci los signos de un amor inhumano. Reconoci por algunos signos supropio fingimiento. Cada vez que finga sentir ms de lo que senta, experimentaba aquel malestar en el corazn,aquellas tensiones y calambres en el cuerpo. Por este signo reconoci ahora sus insinceridades. En el fondo nuncahaba nada falso. Sus sentimientos no la engaaban jams. Era su imaginacin la que la engaaba. Su imaginacin eracapaz de dar a las cosas un color, un aroma, una belleza, incluso una calidez, que su cuerpo saba muy bien que eranirreales.

    En su mente poda desarrollarse un verdadero teatro, y podan ocurrir en ella muchas cosas extraas, pero susemociones eran sinceras y se rebelaban, le impedan perderse en los profundos corredores de sus invenciones. Por

    medio de sus emociones llegaba a saber. Ellas eran sus ojos, su vara adivinatoria, su verdad.Ahora reconoca un amor inhumano.Echada en la chaise longue con algodones sobre los ojos, envuelta en mantas de coral, los pies en un

    almohadn. Echada, con una sensacin parecida a la de la convelescencia. Todo peso y angustia apartados del cuerpo,y la vida como algodn sobre los prpados.

    Reconoci un estado que le sobrevena a menudo, a pesar de la luz y el sonido, a pesar de las calles por las quecaminaba, de sus actividades. Un estado entre el dormir y el soar, en el que vea el cruce de dos calles la calle delos sueos y la calle de la vida en la palma de su mano, y las contemplaba simultneamente como quien contemplalas lneas del propio destino.

    Haba algodn sobre sus ojos y largas e ininterrumpidas ensoaciones, ntidas, intensas y continuas. Empez a

    ver con gran claridad que lo que la destrua en aquel drama silencioso con su padre era que ella intentaba siempredecir algo que nunca habla ocurrido, o, mejor dicho, que todo lo que haba ocurrido, los numerosos incidentes, el viajeal sur, le produca un estado semejante al sopor del ter del que le costaba enormemente despertar. Era una lucha conunas sombras, una historia de no encontrarse con el ser amado sino de amarse a s mismo en el otro, de no ver nuncaal ser amado sino slo

    reflejos de su presencia en todas partes, en todas las personas; de no dirigirse nunca al ser amado excepto atravs de un diario o de un libro escrito acerca de l, pues en realidad no exista contacto entre ellos, no haba ningnser humano con el que tomar contacto. Nadie haba estado nunca unido a su padre, y, sin embargo, ellos dos habancredo posible llegar a una fusin en virtud de su semejanza. Pero esta misma semejanza pareca crear mayoresseparaciones y confusiones. Era una semejanza sin comprensin, una semejanza sin proximidad, sin continuidad.

    Ahora que el mundo estaba cabeza abajo y la figura de su padre se haba hecho inmensa, como salida de unmito, ahora que a fuerza de pensar en l haba olvidado el sonido de su voz, quera volver a abrir los ojos y asegurarsede que todo aquello no haba matado la luz, la estabilidad de la tierra, el esplendor de las flores y el calor de sus otros

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    amores. Por ello abri los ojos y vio: la imagen del pie de su padre. Un da, en el sur, mientras iban en automvil, sedetuvieron junto a la carretera y l se quit un zapato que le molestaba. Y, cuando se quit el calcetn, ella vio el piede una mujer. Era delicado y perfectamente formado, sensible y pequeo. Ella sinti como si se lo hubiese robado: erasu propio pie el que estaba mirando, su propio pie el que l tena en la mano. Tuvo la sensacin de conocer aquel pieperfectamente. Era el suyo: tena exactamente el mismo tamao y el mismo color, las mismas venitas azules y eImismo aire de no haber dado un paso en toda la vida.

    A aquel pie hubiese podido decirle: Te conozco. Reconoca su ligereza, su velocidad. Te conozco, pero sieres mi pie no te quiero. Yo no quiero a mis pies.

    Confusin de pies. No est sola en el mundo. Tiene un doble. l est sentado en el estribo del coche, y mientrasl est all ella no sabe dnde est. Est all compadecindose del pie de su padre y odindolo al mismo tiempo, debidoa aquella confusin. Si se tratase del pie de otra persona, su amor podra brotar libremente en torno a l, pero ahora suamor sigue dentro de ella, inmovilizado por una especie de temor.

    No hay ninguna distancia que tenga que atravesar; el sentimiento se asfixia en su interior, como las espirales delamor a s mismo, y no puede sentir amor alguno por ese pie dolorido porque ese amor vuelve a retraerse en su interiorcomo una serpiente que se enrosca constantemente, y ella quiere siempre saltar fuera de s misma. Ella quiere

    derramarse, y su amor yace enroscado en su interior y la asfixia, porque su padre es su doble, su sombra, y no sabecul de los dos es real. Uno de los dos tiene que morir para que el otro pueda hallar los lmites de s mismo. Para saltarlibremente ms all del yo, el amor debe derramarse y saltar ese muro de identidades confundidas. Ahora, ella sientetodos sus lmites confundidos. No sabe dnde comienza su padre, dnde comienza ella, dnde acaba l, cul es ladiferencia entre ambos.

    Empieza a ver que la diferencia consiste en que l se pone guantes para trabajar en el jardn y ella tambin, perol teme la pobreza y ella no. Puede demostrar eso? Tiene que demostrarlo? Para qu? Para ella misma. Tiene quesaber en qu es diferente a l. Debe deshacer la confusin de sus dos personalidades.

    Sali al sol. Se sent en un caf. Un hombre le envi una nota por medio del camarero. Se neg a leerla. Lehabra gustado ver al hombre. Quiz le habra gustado, de haberle visto. Quizs algn da le gustar un hombre de lo

    ms corriente, al que conocer en un caf. Nunca le ha ocurrido. Todo debe ser inmenso y profundo. En esto eracompletamente distinta de su padre, a quien slo agradaban las aventuras ms superficiales.

    Pasear, entrar en el corazn de un da de verano, como en un fruto maduro. Mirar las pintadas uas de los pies,el blanco polvo de las sandalias. Aspirar el olor a pan de la tahona, donde se detiene a comprar un panecillo. (Cosa quesu padre no habra hecho.)

    Muy cerca de ella pas una mujer lisiada. Tena el rostro quemado, lleno de cicatrices, color de hierro. Todorastro de sus facciones haba desaparecido, como en el rostro de un leproso. Tena los ojos inyectados en sangre, laspupilas dilatadas y nubladas. Vio en aquella carne la carne de un animal, la grasa, los tendones, la sangre ennegrecida.

    Su padre le haba dicho una vez que era fea. Lo haba dicho porque al nacer era una nia esplndida, conhoyuelos, sonrosada, repleta de salud y alegra. Pero a los dos aos haba estado a punto de morir de unas fiebres.

    Perdi de repente toda su lozana. Volvi a aparecer ante l plida y flaca, y el esteta que haba en l dijo framente: Qu fea eres!Nunca haba podido olvidar aquellas palabras. Haba tardado toda la vida en convencerse de lo contrario. Una

    vida entera para borrar aquellas palabras. Fue necesario el amor de los dems, la adoracin de los pintores, parasalvarla de sus efectos.

    Su actuacin como padre poda resumirse en una sola palabra: crtica. Jams un impulso de alegra, desatisfaccin, de elogio. Siempre aquellos tristes ojos azules, implacables, crticos.

    De ah proceda su amor a la fealdad, su esfuerzo por ver ms all de la fealdad, considerando la carne siemprecomo una mscara, como algo que nunca posea la misma forma, color y rasgos que el pensamiento. De ah procedasu amor a las creaciones de los hombres. Lo que un hombre deca o pensaba era su cara, su cuerpo; lo que un hombre

    inventaba era su andar, su sabor, sus colores; lo que un hombre escriba, pintaba, cantaba era su piel, su cabello, susojos. Para ella, las personas estaban hechas de cristal. Poda ver a travs de su carne, a travs de la estructura de sushuesos, y ms all. Sus ojos les despojaban de sus defectos, de sus torpezas, de sus titubeos. No se fijaba en las orejas

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    grandes, en el cuerpo esculido, en la espalda encorvada, en las manos hmedas, en el andar patoso... perdonaba... seconverta en vidente. Un sexto sentido que haba nacido en ella descubra el aroma del alma de aquellas personas, lasombra que arrojaban sus penas, el fulgor de sus deseos. Ms all de las palabras y las apariencias captaba todo lo quequedaba sin decir: las chispas elctricas de su coraje, el alcance de sus sueos, los aspectos lunares de sus estados denimo, el aliento animal de sus anhelos. Nunca vea al individuo fragmentado, jams vea el aspecto o la cualidadgrotesca, sino siempre la personalidad completa, la mscara y la realidad, los resultados y las intenciones, el ncleo yel fututro. Vea siempre el hombre real y el potencial, la simiente, el ensueo, las intenciones, como un todo...

    Ahora, debido al amor hacia su padre, ese inters por la verdad subyacente a la superficie y las apariencias seconvirti en obsesin, pues en l la mscara era ms completa. El abismo que haba entre su apariencia, sus palabras,sus gestos, y su verdadera personalidad, era ms hondo.

    A travs de aquella mscara de frialdad que la aterrorizaba cuando era nia, poda detectar mejor, por ser mujer,la enfermedad del espritu de su padre. Su espritu estaba enfermo. En lo ms hondo, su padre estaba muy enfermo. Semora por dentro; sus ojos ya no podan ver lo clido, lo prximo, lo real. Pareca haber venido de muy lejos ydisponerse a marchar otra vez inmediatamente. Finga siempre estar presente. Su cuerpo estaba presente pero su esp-ritu no: su espritu escapaba siempre por cien fisuras, hua siempre, hacia el pasado, o hacia el maana, estaba en

    cualquier parte salvo en el presente.Se miraban, pero les separaban millas y millas. Sus ojos no se encontraban. Su miedo a la emocin le envolva

    en un cristal que le aislaba del calor de la vida, de los olores humanos de la vida. Haba levantado a su alrededor unacasa de cristal que le separase de todo sufrimiento. Quera que la vida se filtrase a travs de ella, que le llegasedestilada, limpia de crudezas y sobresaltos. Las paredes de vidrio eran un prisma destinado a eliminar lo peligroso, yen esa eliminacin artificial resultaba deformada la misma vida. Con lo malo se perda el calor humano, laproximidad.

    Su amor a ella no cambi, pero la mscara volvi a su rostro tan pronto como regres a Pars. Volvi acomenzar todo el engranaje de su vida artificial. Dej de hablar como haba hablado en el sur; ahora conversaba. Erael principio de su vida de saln. A su alrededor haba siempre gente con la que mantena un tono de ligereza y humor.

    Por las noches ella deba aparecer en su saln y hablar sin ganas de las cosas que ms alejadas estaban de supensamiento.

    Aquel fue el invierno de artificio.En aquel saln, con sus ventanas de vidrio emplomado, su suelo reluciente, los oscuros sofs bien asentados en

    las alfombras orientales, sus tenues luces y libros exquisitos, haba slo un msico de moda inclinndose en saludos.Aunque en realidad no la haba abandonado, ella senta que su padre haba entrado en un mundo al que no

    quera seguirle. Se senta movida a interpretar de principio a fin la escena del abandono. El aislamiento en que ladejaba la superficialidad de su padre la haca llorar. Le dijo que por l haba abandonado a todos sus amigos yactividades. Le dijo que no poda vivir de las conversaciones que mantenan en su saln. Cada frase que ellapronunciaba era casi automtica.

    Era la escena que conoca mejor, la que le era ms familiar aunque se haba convertido en una absoluta mentira.Era la misma escena que la haba impresionado de nia, y a partir de la cual haba elaborado un modelo de vida.Mientras hablaba con lgrimas en los ojos, se compadeca a s misma por haber vuelto a amar a su padre y a confiar enl, por haberse entregado a l, por haberlo esperado todo de l. Al mismo tiempo saba que esto no era cierto. Mientrashablaba, su pensamiento discurra en dos direcciones, y lo mismo hacan sus sentimientos. Continuaba la habitualescena de dolor: Me entregu a ti una vez, y me heriste. Me alegra no haberme vuelto a entregar. En el fondo notengo la menor confianza en ti como ser humano.

    La escena que mejor interpretaba y la que ms profundamente senta era la del abandono. Se senta movida ainterpretarla una y otra vez. Saba de memoria todas las frases. Estaba familiarizada con las emociones que suscitaba.Le sala fcilmente, aunque saba muy bien que, salvo el momento en que l les abandon aos atrs, nunca haba

    experimentado un verdadero abandono excepto en su imaginacin, o por el temor a experimentarlo, o por una malainterpretacin de la realidad.

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    Pareca existir una memoria ms profunda que la habitual, una memoria de los tejidos y clulas del cuerpo enlos que tatusemos algunas escenas que configuran los hbitos del espritu y de la vida. Era as como ella recordaba,de la manera ms vvida, que siendo nia un hombre la haba torturado; an hoy no poda evitar sentirse torturada,interpretar el mundo actual como se le haba aparecido entonces a la luz de su incomprensin de los motivos de laspersonas. No poda evitar acusar a su padre de estar destruyendo el amor absoluto que senta por l; aunque saba queeso no era cierto porque su amor absoluto no era l. Pero esa afirmacin slo era falsa en el aspecto temporal; es decir,fue su padre quien quebrant su fe en lo absoluto, fue su conducta, que en su niez ella haba sido incapaz decomprender, lo que destruy su fe en la vida y en el amor.

    Saba que haba engaado a su padre en cuanto a la extensin de su amor, pero la idea que tena en la mente era: qu sentira ahora si hubiese confiado toda mi felicidad a mi padre, si realmente hubiese esperado de l alegra yapoyo? Estara completamente desesperada. Esta idea aument su tristeza, y en su rostro se manifest una angustia talque su padre qued abrumado.

    Despus de aquella escena, l continu su vida de marioneta: una cadena de conciertos de moda, de veladas,peluqueros, camiseros, recortes de peridicos, llamadas telefnicas...

    Comenz a odiarle por evaporarse en la frivolidad, por disfrazar su espritu con tales puerilidades.

    Estaba llena de dudas. Le vea en una sombra constantemente obsesiva, la sombra de algo que no era. Aquelhombre que l no era interfera con lo que ella encontraba en la realidad. Aquellos encuentros en los que el amornunca alcanzaba la comprensin, en los que todo acababa en frustracin, aquel amor que no creaba nada, aquel amorestrangulaba su vida. Tan pronto como l se alejaba, empezaba otra vez a imaginarle tal como hubiese podido ser. Leimaginaba sosteniendo con ella conversaciones profundas, imaginaba ternura y comprensin.

    Imaginaba! Como una enfermedad contagiosa que marchitase su vida real, aquel encuentro imaginario, aquelhablar imaginario, en el que ella volcaba toda su inventiva. Tan pronto como l llegaba, todas estas esperanzas erandestruidas. Su conversacin era vaca, marginal. Todo su ingenio se dedicaba a rehuir cualquier punto vital, apermanecer en la superficie mediante hbiles descripciones de naderas; mediante un gil encadenamiento depuerilidades, largos discursos triviales, premiosas descripciones de insignificancias.

    Aquel fantasma de lo que su padre hubiese podido ser la atormentaba como un hambre de algo que saba quehaba sido inventado o creado nicamente por ella, pero que tema que no adquiriese nunca forma humana. Dndeestaba el hombre al que realmente amaba? Las ventanas que l haba abierto en el sur eran ventanas abiertas al pasado.El presente y el futuro parecan aterrorizarle. Nada era esencial salvo mantener puertas abiertas para la huida.

    Aquel anhelo constante por el hombre oculto tras la mscara, aquel pasar por alto la mscara, era tambin pasarpor alto el dao que inevitablemente produca su utilizacin. Le costaba creer, como crean otros, que la mscaracontaminase la sangre, que sus colores se mezclasen con los colores de la naturaleza, envenenndola. No poda creerque, como en el caso de las mujeres que haban sido pintadas con purpurina y haban muerto envenenadas, la mscaray la carne pudiesen fundirse y dar lugar a una infeccin.

    Su amor se basaba en su fe en la naturaleza pura de las personas. Ello le haca olvidar las deformidades que

    pudiesen producirse en el espritu a causa de una mscara. Ello le haca pasar por alto el deterioro que poda afectar alrostro verdadero, los hbitos que poda determinar la mscara si se la llevaba durante largo tiempo. No poda creerque, si una persona finga indiferencia durante el tiempo suficiente, el germen de la indiferencia poda llegar adesarrollarse, que el espritu poda contaminarse con el fingimiento prolongado, que poda llegar un momento en quela mscara y la persona se uniesen una con otra, se fundiesen, y que esta confusin entre las dos corroyese el ncleovital destruyndolo...

    No poda creer an que ese deterioro se estuviese produciendo en su padre. Esperaba que ocurriese un milagro.Tantas veces haba visto desaparecer la dureza de un rostro, apartarse el velo que cubra unos ojos, cambiar una vozfalsa, y tantas veces se le haba permitido entrar, con su visin, en el verdadero yo de otras personas.

    Cuando tena diecisis aos, senta las visitaciones de su padre. A menudo descenda sobre ella cuando estaba

    bailando y riendo. Caa como una plaga, pues, al sentir su presencia, ella senta una lluvia de crticas que lo cubratodo. En aquellos momentos miraba a travs de los ojos de l, y no a travs de los suyos. Su madre le deca siempre:

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    re y baila, pero el padre que llevaba en ella se mostraba desdeoso. Era una extraa intuicin, ya que por entonces nosaba que su padre no saba bailar.

    Una vez ella estaba bailando en un escenario. Acababa de empezar su primer nmero. La msica espaola latransportaba, su torbellino la llevaba a un estado prximo al delirio. Poda sentir que el pblico se le entregaba.Bailaba, y arrastraba las miradas de la gente, sus sentidos, a sus giros y vueltas.

    Al mirar casualmente la primera fila, vio en ella a su padre. Vio su cara plida medio oculta entre el pblico.Sostena un programa ante el rostro para que ella no le reconociese. Pero ella vio su cabello, su frente, sus ojos. Era supadre. Sus pasos fallaron, perdi el ritmo. Slo un momento. Despus dio media vuelta, taconeando con fuerza,bailando tempestuosamente y sin mirar ms hacia l, hasta el final.

    Cuando volvi a ver a su padre, aos despus, le pregunt si haba estado all. l respondi que no slo no habaestado all, sino que, de haber podido, le habra impedido bailar, porque no quera que su hija subiese a un escenario.Ella haba percibido su actitud crtica incluso a distancia. Ahora le vea tal como le haba adivinado, fro, formal yconvencional; y la irritaban los muros carcelarios de su severidad.

    Tan pronto como se alej de l todo se puso a cantar otra vez. Cada persona con la que se cruzaba en la calle lepareca una caja de msica. Oy el organillo, la cancin del rodar de las ruedas. El movimiento era msica. El msico

    era su padre, pero, en la vida, cerraba el paso a la msica. La msica rene y funde todas las partes de nuestroscuerpos que estaban dispersas. Cada fragmento oxidado, cada pieza suelta, podan ser fundidos en un nico ritmo. Unanota era un todo, era movimiento, ascendente o descendente, henchido de plenitud o desechado, lanzado al aire, perosiempre en movimiento.

    Tan pronto como se alej de su padre volvi a or msica. Msica que caa de los rboles, que brotaba de lasgargantas, que brillaba en los faroles, que bajaba por las alcantarillas. Su fe en el mundo volva a danzar. Su esperanzade milagros haca sonar como fragmentos de una sinfona los sonidos ms miserables.

    La msica no era separacin, sino unidad.Padre, djame marchar sola hacia la msica de mi fe. Cuando estoy contigo el mundo est quieto y silencioso.

    T ordenas que se haga el silencio y la vida se detiene como un reloj que ha cado al suelo. Trazas lneas

    geomtricas en torno a formas lquidas, y lo que extraes del caos est ya cristalizado.Tan pronto como me alejo de ti todo lo fijo se convierte en olas, mareas, se transforma en agua, y fluye. De

    nuevo oigo latir mi corazn desordenadamente. Oigo la msica de mis gestos, y mis pies echan a correr como corre y

    salta la msica. La msica no sube por escalinatas. La msica corre y yo corro con ella. La fe hace brotar msica de

    los rboles, de la madera, del marfil.

    No podra bailar a tu alrededor, padre, no podra bailar a tu alrededor!

    T empuabas la batuta del director, pero ninguna msica pudo brotar de la orquesta debido a tu severidad.

    Tan pronto como te alejaste mi corazn lati con gran desorden. Todo se fundi en msica, y yo pude cantar y bailar

    por las calles, sin director de orquesta. Pude cantar y bailar.

    Bajando por la Rue Saturne oy a los estudiantes del Conservatorio que tocaban la Sonata en re menor de

    Bach. Y oy tambin la bella voz de su madre que cantaba el J'ai pardonn de Schumann... Era curioso que sumadre, que nunca haba perdonado a su padre, pudiese cantar aquella cancin de un modo ms conmovedor quecualquier otra pieza.

    Bajando por la Rue Saturne cantaba J'ai pardonn en voz baja y al mismo tiempo pensaba cunto habaodiado aquella calle pues era la que cruzaba siempre cuando iba a casa de su padre. Las tardes de invierno, la lujosamorada de su padre estaba caldeada como un invernadero, y ella le encontraba plido y tenso, trabajando en cualquiernimiedad que l se tomaba muy en serio. O ensayando, o recin levantado de su siesta.

    La siesta era algo que su padre cumpla como un rito religioso, como si de ella dependiera la continuidad de suvida. En el fondo, le pareca que la vida representaba un peligro, un proceso no de crecimiento sino de deterioro. Amarcon excesiva intensidad, deca, hablar demasiado, rer demasiado, era desperdiciar energas. Para l la vida era un ene-

    migo, y cualquier seal del desgaste que produca le causaba angustia. No poda soportar una grieta en el techo, undesconchado en la pintura, una escalera desgastada, una zona descolorida en el papel de la pared. Como nunca vivatotalmente el momento, una parte de l se preparaba ya para el maana.

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    Cuando ella vea a su padre salir de su habitacin despus de la siesta, siempre tena la impresin de que estabahaciendo esfuerzos artificiales para retrasar el proceso de crecimiento, fruicin, decadencia y desintegracin, que esorgnico e inevitable.

    Crea que apartndose de la vida retrasaba la muerte, cuando, por el contrario, lo que le fatigaba era su temor ala vida y los esfuerzos que haca por evitarla. Ella crea que el vivir nunca agotaba tanto como el esfuerzo por no vivir,y que slo si se viva libre y plenamente se poda descansar completa y profundamente. Al no confiar en la vida, al noabandonarse a ella, su padre no lograba dormir profundamente por las noches sin temor a la muerte... Ella salasiempre de su casa con una sensacin de haberse aproximado a la muerte, pues todo en aquella casa representaba muyclaramente la lucha contra ella.

    Abandonaba la ms pulcra, la ms inmaculada calle de Pars, donde los jardineros se ocupaban en podar yrecortar unos pocos arbustos raros que crecan en macetas, en pequeos y tranquilos jardines; donde los mayordomosse ocupaban en sacar brillo a los tiradores de las puertas; donde los automviles bajos se acercaban silenciosamente yle cogan a uno por sorpresa; donde los leones de piedra miraban a mujeres envueltas en pieles que besaban a susperritos... Todo lo que ella haba rechazado...

    La luz caa de lleno sobre el recin pintado rtulo de la calle. Y entonces vio que haban cambiado el nombre.

    El rtulo deca ya: Antigua Rue Saturne... ahora....Ahora... El nombre de la calle cambiado como haba cambiado ella, empezando a alejarse del pasado. Dese

    cambiar con la ciudad, dese que todas las casas del pasado fuesen por fin derruidas, que desapareciese toda la ciudaddel pasado. Que todo cuanto haba visto, escuchado, vivido dejase de caminar con ella por calles de nombres cambia-dos, por el laberinto de prdida y cambio en el que todo es olvidado...

    Cada paso que daba por la Rue Saturne corresponda a un milln de pasos que daba para alejarse de su padre.En la misma ciudad en la que l viva, mil pasos la llevaban a un ambiente diferente, a ideas diferentes, a personasdiferentes.

    Caminar bajo la lluvia para pasar delante de su casa, mirar la ventana de vidrio emplomado, pensar: por lomenos te he eludido. Mi vida ms profunda, t no sabes dnde est. En la parte ms profunda de mi ser nunca has

    penetrado. La mujer que est aqu en la calle no es tu hija. Es la mujer que ha escapado a los estigmas del amorpaterno.

    Para escapar de l haba huido hasta el fin del mundo. Para liberarse de l haba corrido a lugares a los que l noiba nunca. Le haba perdido al vivir en una direccin opuesta a la de l. Buscaba a los fracasados porque a l no leagradaban los que tropezaban, los que caan; buscaba a los deformes porque l le volva la cara a la fealdad; buscaba alos dbiles porque a l le irritaban los dbiles. Buscaba el caos porque l insista en la lgica. Haba viajado hasta elotro extremo de la vida y se haba reunido con los vulgares, los disolutos, los dbiles, los que se manchaban yempapaban de vino, entre los cuales estaba segura de no hallar el menor rastro de l. Ni rastro de l en toda la longituddel Boulevard Clichy, por donde pasaba la gente del mercado con sus carritos de verduras; ni rastro de l a las dos dela madrugada en el pequeo caf frente a La Trinit; ni rastro de l en el cinema du quartier,en el Bal Musette, en el

    teatro de variedades. Nunca nadie que hubiese odo hablar de l. Nunca nadie que oliese como l. Nunca una vozcomo la suya.

    Fue su padre quien la arroj a los negros y sucios rincones del mundo. Dio la espalda a todo lo que la atraaporque era tambin lo que le atraa a l. El lujo con su serpentina de luz, su disfraz de alegra, todo lo que brillaba, loque reluca, lo que desprenda perfume, le habra recordado a su padre. El vencer aquella atraccin le cost aosdedeambular por calles mugrientas, de dormir en sbanas sucias, de recorrer lo desconocido. No fue feliz hasta quelogr perderle.

    Su padre y ella paseaban por el Bois. En los labios de l era visible an la seal de un beso apasionado.Nos encontramos en Notre Dame explic l. Ella empez con el ms vulgar de los interrogatorios,

    acusndome de no quererla. Yo segu hacindole a ella un anlisis detenido. Le dije que se haba enamorado de m del

    modo en que suelen enamorarse las mujeres de un artista apuesto, que toca con vehemencia y elegancia; le dije que setrataba de un sentimiento literario e imaginario, alimentado por la lectura de mis libros, que nuestra relacin no tenauna base slida, que a nuestros encuentros los separaban intervalos de dos aos. Le dije que ningn amor poda

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    sobrevivir con tan escaso alimento, y que adems ella era una mujer demasiado bonita para haber estado dos aos sinun amante, sobre todo teniendo en cuenta que aborrece a su marido. Me respondi que notaba que no le hablaba decorazn. Yo le dije que no saba si le hablaba de corazn o no teniendo como tenamos slo veinte minutos en un taxi,sin cortinillas, en una ciudad inundada de luz.

    Lehablaste en este tono irnico? pregunt ella.Estuve an ms cortante. Me molestaba que slo hubiese podido concederme veinte minutos.(Haba olvidado que haba ido a decirle que no la amaba. Lo que ms le haba ofendido era que ella slo hubiese

    podido escapar a la vigilancia de su marido durante veinte minutos.)Estaba tan dolida aadi, que ni siquiera la bes.Mientras caminaban, ella le observ cuidadosamente el labio. Estaba un poco enrojecido y mostraba una seal

    azulada en la comisura, donde sin duda haban mordido con mayor pasin los dientes delicados de la condesa. Pero nole dijo nada. Estaba reconstruyendo la escena con mayor exactitud en su mente. Probablemente la condesita haba lle-gado a la escalera de Notre Dame muy exaltada, con una expresin grave. Probablemente l se haba sentidoimpresionado. Ella no crea que a su padre le hubiesen molestado los celos y la adoracin de la condesa, sino queaquello haba halagado su vanidad. Ocultaba su placer tras un aire de indiferencia, para que su oyente le tomase por un

    cnico Don Juan, el burlador de las mujeres.Y repiti algo que ya le haba contado antes, que un da la condesa se haba hecho un corte en la cara para

    justificar su tardanza ante su marido. Esta historia siempre le haba parecido a ella inverosmil, pues es raro que unamujer enamorada ponga en peligro su belleza. Cualquier explicacin habra sido ms fcil que aquella rebuscadamentira sobre un accidente automovilstico.

    Pero, por qu senta aquella necesidad de falsificar todo cuanto le ocurra? Haca tiempo que ella le habapedido que dejase de crear aquella ilusin de un amor exclusivo, que fuese sincero con ella. Se haba ofrecido a ser suconfidente. El se lo haba prometido... y ahora volva a inventar.

    Cuando ella lleg al da siguiente su padre no haba dormido en toda la noche, pensando: voy a perderte. Y, si tepierdo, no podr seguir viviendo. T lo eres todo para m. Antes de que t llegaras mi vida estaba vaca. De cualquier

    modo, mi vida es un fracaso y una tragedia.Pareca profundamente triste. Sus dedos recorran el teclado, vacilantes. Tena los ojos como si hubiese estado

    caminando por un desierto.T me haces comprender le dijo cun vaca es toda mi actividad. Al no ser capaz de hacerte feliz pierdo

    la razn ms importante que tena para vivir.Volva a ser el hombre que ella haba conocido en el sur. Su voz tena un acento de sinceridad. Pero era incapaz

    de dejarla ser como era. Si ella prefera Dostoievsky a Anatole France, l tena la impresin de que le atacaba y ponaen peligro todo su edificio ideolgico. Se ofenda si ella no fumaba los mismos cigarrillos que l, si no asista a todossus conciertos, si no admiraba a todos sus amigos.

    Y ella... ella quera que l abandonase sus superficialidades, sus vanidades y engaos. Eran incapaces de

    aceptarse mutuamente.Al comprender cada vez con mayor claridad que no le amaba, senta una alegra extraa, como si estuviese

    presenciando el justo castigo por su frialdad de padre cuando ella era nia. Y este sufrimiento, que en realidad leinfliga sin ningn esfuerzo, pues guardaba su secreto, le causaba alegra. Le haca sentir que estaba compensando enella misma toda la injusticia de la vida, que restableca en su propio espritu una especie de simetra con respecto a losacontecimientos de la vida.

    Era la realizacin de una simetra espiritual. Una afliccin aqu,, una afliccin all. Abandono ayer, abandonohoy. Traicin hoy, traicin maana. Dos columnas idnticamente situadas. Un engao aqu, un engao all, comocolumnatas gemelas: un amor para hoy, un amor para maana; un castigo para l, un castigo para el otro... y un castigopara ella misma... Geometra mstica. La aritmtica del inconsciente que determinaba aquel equilibrio de

    acontecimientos.Senta deseos de rer cada vez que su padre repeta que l era lcido, simple, lgico. Ella saba que aquel ordeny aquella precisin eran slo aparentes. El haba elegido vivir en la superficie, y ella descender ms y ms. El deseo

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    fundamental de l era evitar el sufrimiento, el de ella enfrentarse totalmente a la vida. En lugar de salir de sucaparazn para enfrentarse a la desintegracin de su relacin con ella, eluda la verdad. No haba descubierto, comoella, que, al ver a la persona a la que tema ver, al leer la carta que tema leer, al dar a la vida ocasin de golpearla,haba descubierto que la vida golpeaba con menos crueldad de lo que ella imaginaba. El imaginar era mucho msterrible que la realidad, porque tena lugar en un vaco, era imposible de comprobar. En aquella cmara interior defantasmales torturas no haba manos con las que golpear o defenderse. Pero en la vida la realizacin movilizabaenergas, fuerzas, valor, brazos y piernas con los que luchar, de modo que la guerra se converta casi en un goce. Elcombatir una afliccin real, una prdida real, un insulto real, una desilusin real, una traicin real, era infinitamentemenos difcil que pasar una noche en vela luchando con fantasmas. La imaginacin es mucho ms capaz de inventartorturas que la vida, porque la imaginacin es un demonio que existe en nuestros interior y sabe dnde golpear, dndepuede herir. Conoce el punto vulnerable, cosa que la vida ignora, y que ignoran nuestros amigos y amantes porquecasi siempre carecen de la imaginacin necesaria.

    Su padre le dijo que haba pasado toda la noche en vela pensando cmo podra resolverse a decirle a unacantante que no tena voz.

    Ayer casi se produjo un drama, aqu, con Laura, a causa de esa cantante. Intent convencerla de que no se

    enamorase de m asegurndole que era simplemente vctima del espejismo que rodea a todo artista, que si llegase aconocerme de cerca se sentira desilusionada. Ayer, pues, despus del recital, estuvimos hablando durante tres cuartosde hora, y cuando le dije que no quera entablar una relacin con ella (en otra poca de mi vida quiz lo hubiese hecho,como un juego, pero ahora tengo otras cosas por las que vivir) se ech a llorar violentamente y se le corri el rimel.Cuando hubo empapado su pauelo, no tuve otro remedio que prestarle el mo. Despus se le cay el lpiz de labios, yyo lo recog y lo limpi con otro de mis pauelos. Despus de los primeros accesos de llanto, se puso a maquillarsetranquilamente y se limpi el carmn que se le haba corrido con las lgrimas. Cuando se hubo ido, tir los pauelos ala colada. Lafemme de chambrelos recogi y dej toda la colada fuera de mi habitacin, mientras la limpiaba. PasLaura, vio los pauelos y pens inmediatamente que la haba engaado. Hube de explicrselo todo; le dije que no lehaba hablado de aquella mujer porque no quera dar la impresin de jactarme constantemente de que las mujeres me

    persiguen.A ella no le molestaba aquella aventura, pero deseaba saber la verdad. Saba que l menta, porque cuando una

    mujer llora se le corre el rmel pero no el carmn de los labios, y adems, todas las mujeres elegantes han aprendido latcnica de llorar sin causar efectos fatales en el maquillaje. Se llora lo suficiente como para llenar lo