Niños de cielo y mar

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NIÑOS DE CIELO Y MAR POESÍA Cirilo D. López Salvatierra

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NIÑOS DE CIELO Y MARPOESÍA

Cirilo D. López Salvatierra

Título:Niños de cielo y marPoesíaAutor:Cirilo Donato López SalvatierraIlustraciones de carátula e interiores:Losalva

Por todo el amor que les debo.A Noelia, Helem y Trilce

mis hijas adoradas.

PRESENTACIÓN

Uno de los críticos más serios de la poesía Infantil, Jesús Cabel, nos habla deaquellos poemas que sin pretenderlo han sido acogidos por los niños y de aquellospoemas que han sido concebidos y escritos exprofeso para dirigirse al infante lector.Éste último conjunto de poemas, según Cabel, se inicia, en el Perú, con Rinono yPapagil (1932) de Luis Valle Goicochea. En tal sentido estamos hablando de unaproducción poética peruana de más de ochenta años, en la que han contribuido losmismo niños como lectores o autores, los autores adultos, las entidades académicascomo las universidades, las agrupaciones como la Asociación Peruana de LiteraturaInfantil y Juvenil (APLIJ) y muchísimas editoras. Entre las últimas resulta relevanteel aporte de la Derrama Magisterial y su premio Horacio a la Poesía para Niños;premio que anualmente convoca a los docentes peruanos quienes tienen un estrechovínculo, a través del sistema de enseñanza-aprendiza, con este particular receptorliterario. En tal contexto de producción, el poemario que en esta ocasión presentamosnos ofrece la perspectiva de quien entiende la trayectoria de su infantil lector, de quienlos conoce en el día a día. Y justamente porque los entiende el poeta y maestro CiriloLópez Salvatierra no los subestima; por lo que los cuatro poemas que les ofrece noestán formulados para resolverle al niño la tarea de vivir sino que, restituyéndole alpoema –en especial al poema infantil– su fundante naturaleza mimético-pedagógica,

les da las posibilidades vallejianas de aproximarse a un tema dolorosísimo peroplenamente vital: la muerte y su correspondiente duelo.

En Niños de cielo y mar, Cirilo López Salvatierra le otorga la voz a un infantilyo poético quien desde sus dos lugares de enunciación, el cielo y el mar, nos conducecual Caronte por el sendero inevitable de la muerte. En los cuatro poemas el cielo esel lugar de la nostalgia y el mar es aquella ineludible zona donde es posible navegarentre los recuerdos que nos permiten volver a observar el tiempo vivido, un cortotiempo por cierto, pues como dijimos el yo poético es un niño cuyo cuerpo yace en lamar; más su voz celestial y poética retorna a la tierra. Retorno que, como se señalaen el epígrafe, es un acto de amor.

En los cuatro poemas –“El loco Miguel”, “El duende Ushiel”, “Mamá vieja” y“Retorno a las yerbas– hay un ser que está ausente por lo que la atmósfera es llenadacon versos que aligeran el peso simbólico de la muerte. Es más, el mismo yo poéticodel poemario es un ser ausente: un niño que debido a una enfermedad ha muerto.

Una primera ausencia con la que nos encontramos, en el primer poema, es conla del otro, la del loco Miguel: el otro que se ha ido. Se trata de la experiencia de vidade quien vive en los márgenes (de la locura y la pobreza) y cuya presencia viva irritala existencia de aquellos que se percatan de su presencia en el diario transitar por lascalles, la escuela, la iglesia y por supuesto por el cementerio.

Miguel, el “loco”, es aquel agente extraño que toda familia y pueblo tiene comoprueba de la existencia de lo no normal, de lo no propio que al mismo tiempo sí lo es,de la presencia de aquel que sigue de lejos “los pasos del sol.” (V). De aquel quiencuenta “…los nichos / como si faltara uno”; el suyo. Tumba que ha de contener sucuerpo más no el contenido simbólico de su presencia, el mismo que vuelvetransustancializado en “una mariposa roja / con manchas negras / [que] parece esquiaren el jardín.” (XII).

En los poemas de López Salvatierra podemos observar que todo muerto poseeun cuerpo que se transustancializa, que se simboliza y por lo tanto se trata de un cuerpoque siempre tiene la potencialidad de retornar y despedirse, y de este modo consolara los deudos. En síntesis podemos decir que, como poemario, Niños de cielo y mar,trata del retorno del ausente. Por la especificidad de cada poema se aborda el retornodel nombre del ausente, retorno que se hace posible en el poemario, gracias alacontecimiento poético. Esta lógica del retorno nos permite comprender por qué lasdedicatorias de los cuatro poemas están recargados de nombres próximos al poeta:Miguel, Jesús, Esteban, Rufino y Norma “que ya se fueron al cielo” pero que al igualque Miguel, el loco, retornan entre los elementos de la naturaleza poética, entre laslíneas de cada verso.

En la perspectiva descrita líneas arriba los cuatro poemas constituyen cuatroactos en los que la memoria poética permite el retorno no sólo del significado delnombre, sino y sobre todo de las resonancias poéticas de aquellos nombres cuyoscuerpos ya no están, como no lo está el de aquel niño, el sujeto poético, autor deaquellos actos de memoria, quien habita entre el cielo y el mar. Pero entre ambosespacios de gestación poética se sitúa el territorio habitado por el receptor ideal de los

poemas: el habitante de la tierra de aquella zona de colores, aves, mariposas, flores ycascadas.

Dijimos que los poemas son cantados por un niño, digamos ahora que se tratade alguien que es absolutamente consciente de su estado “inmortal”. De alguien, cualOdiseo, Dante o Eneas, sabe que su cuerpo ha alcanzado el mar; de quien sabe tambiénque su presencia “física” está en el cielo; de quien, finalmente, sabe que su ausenciaen la tierra, en la tierra de sus deudos, puede y tiene que hacerse presente y manifiestaa través del poema; de aquel poema que más que vencer a la muerte, la transforma enaquel territorio de la escritura poética. Y el niño sabe todo aquello porque es herederodel legado de Mama vieja, de aquella que supo interpretar el esquiar de la “mariposaroja” como el acto de despedida del loquito Miguel (XII).

“Mamá vieja”, se titula el tercer poema; en el cual el niño yacente le confiesaa su abuela y mamá su principal “quizá”; es decir su primordial duda ante la cercaníay estado de la no presencia. “a dónde iré” le pregunta el niño. La importancia de estaduda tiene que ver con la concepción del eterno retorno que en el poemario se resuelveen lo físico, de ahí el título del cuarto poema, el “Retorno a las yerbas”, a la tierra.Pero el eterno retorno también es posible en el hecho poético. El fluir entre la vida yla muerte, la muerte y la vida es un flujo que sucede en el territorio de lo poético.

Para comprender mejor la concepción poética de este flujo entre muerte y vidaresulta importante tener presente la figura del dasein sugerido por el filósofo MartínHeidegger. El dasein (ser-ahí) tiene que ver con el sujeto definido desde su "poder-ser”; desde el existente que tiene especial cuidado de su ser como existente para lamuerte. Es decir de aquel ser que entiende la muerte como una posibilidad, de aquelque concibe la muerte como un estado del ser. Que define la muerte como un estarallí; es decir de un ser que se hace de un lugar. De quien está ahí en el mar, en el cieloy en la tierra. Los poemas de López Salvatierra nos devuelven al aquí al ser “muerto”.Como decíamos, estos poemas nos ofrecen la perspectiva de un flujo continuo entrela vida y la muerte, un flujo de amor, un flujo poético. De este modo la poesía no sóloforma parte del ritual del duelo, sino y sobretodo, de la memoria del ser ausente queno se clausura en el duelo, que hace imposible el fin del duelo, pero no se entiendaesta imposibilidad como aciaga y torturante, sino de una imposibilidadvivificantemente, ritual y nutricia.

Niños de cielo y mar nos ofrece la posibilidad del reencuentro simbólico, en lopoético, con la persona muerta. La muerte es vista como un ciclo que no acaba con laaceptación pasiva de su naturaleza fáctica sino con la reconstrucción del hecho comoun fluir de la vida misma al interior de la muerte. De ahí que los desoladores bloquespoéticos del cuarto poema tienen que ser leídos en paralelo con el epígrafe delpoemario en el que el “retorno” del niño, el retorno de su voz de ultratumba es un actode búsqueda de amor. En otras palabras si en el cuarto poema el niño retorna a lasyerbas, en el conjunto del poemario, incluido el poema cuarto, el niño retorna a lamemoria del deudo, a aquel terreno donde su ser puede hacerse presente.

En los cuatro poemas el yo poético va “ensayando” y aprendiendo a perder: alloco Miguel, a Ushiel (el duende), a Mama vieja, a su papá y finalmente, se confronta

con la pérdida, de sí mismo. El segundo y cuarto poema están estrechamentevinculados. En el segundo poema el niño es atendido en el hospital por el duendeUshiel, quien ya no está para acompañarlo en el cuarto poema, como tampoco está lamadre del niño, cuya ausencia él reclama: “Madre / ahora que te necesito / no estás.”Consecuentemente, a las ausencias del primer, segundo y tercer poema se suma lamayor ausencia, la de él mismo para los demás.

Con lo dicho hasta aquí, podemos subrayar que los poemas de LópezSalvatierra le ofrecen al niño –potencial lector– la posibilidad de conocer y saber dela muerte. Le ayudan a entender que la muerte está ahí, como el cielo o como el mar,y que la poesía también está allí para hacer navegable el luto de quienes la padecen.De este modo, en los cuatro poemas, la muerte es dolorosa, sí, pero absolutamentenatural, como natural es la imaginación del niño y como natural es el flujo poético.

Jorge Yangali Vargas

NIÑOS DE CIELO Y MAR

Camino de trébolbrisa de luna

otra vez he retornadoen un barquito de brumas

navegando librebuscando tu amor.

EL LOCO MIGUEL

A Miguel,que se fue arando aguaceros

para plantar daliasen el corpiño de los días.

I

En la torre de la iglesiauna bandada de jilguerosparados en una patamiran al loco Miguel.

Camina agazapadoarrastrando los piesparece cansadocomo la cruz de hojalatanegra y amarillade tanto picotear el crepúsculo.

II

La maestra Gabrieladespués de la lluviatoca la campananiñas y niñossalen de la escuela gritando.

¡El loco Miguel!¡El loco Miguel!

Le regalan dulceso panecillos de anísluego correnríenintentan volarcolgarse del arcoírisgritansaltanrepletos de vidacomo palomitas de maíz.

III

Gitana del cielogolondrina de rosasqué estarás soñandoacostadita con tu chal azulsobre los tunales de la quebradade morados y deliciosos frutos.

Mientras Pipoel perrito plomizoladra en las callesbuscando a Miguel.

IV

Sentadolos ojos cerradosen la orilla del acantilado.

Con los codosunidos a las rodillaslas manos en el rostrohasta el amanecer.

Así está Miguelnoches enterasesperando que la lunale regale una fresa.

V

Todos le aborrecencomo a un perro desvalido.

Toca las puertasse pone de rodillassuplica juntando las manosfamélico.

Le arrojan un pedazo de panluego le dicen:—Vete Miguelcorrepor el camino que has venido.

El loquito se vasiguiendo de lejoslos pasos del sol.

VI

Cruzó de largo el parquelevantando las manoscorriendo al cementerio.

Presuroso contó los nichoscomo si faltara unoluego sonríeal ver que el sol se multiplicaen las flores de los crisantemos.

VII

La tardecon el cabello sueltoatrapa una gaviotaal pie del rosal.

La lunasube al techovestida de blanco liriozapatos de cristal.

VIII

La puerta abiertael café servidolos panes caparazón de tortugaimpacientes sobre la mesa.

En el campo hace frioaún duermen copos de nieveen las piedrecillas del ríolos bueyes descansan en el establo.

Es vana la esperasolitario el caminosólo el ruiseñor está cantandoen las uvas del diablo.

IX

En el silencio de la nochecaen luciérnagas del cielo.

María Eugenia dice:—Son pétalos del alma.Raquelita responde:—No hermanitala luna está llorandoayer se fue Miguelcaminando lentocargando su mundocomo un caracol dormido.

X

Miguel retornó a las alturastras los caballitos del diabloiluminado por la luna.

Se alejópara construir su hogaren algún lucero del albacomo torcazacuando llega el invierno.

XI

Ahoraestará cerca de las cataratasentre los helechos del ríocontemplando felizlos membrillos de la luna.

XII

Esta mañana de nieveazuluna mariposa rojacon manchas negrasparece esquiar en el jardín.

Es el loquito Miguelque viene a despedirse—dice mamá vieja.

Adiós Miguelen una cestita de arrebolte enviaremos panes tres puntasmargaritas y fresascolumpiándose de la lunacolumpiándose del sol.

EL DUENDE USHIEL

A mi hermano Jesúsmolle goteando sus ojos

como arbusto huérfano de amor.

I

El duende Ushieles un niño triste—mamá vieja dice—porque nunca lo vio reír.

Cuando está alegrese ilumina su rostrocomo las adormiderasal salir el sol.

Corre por todas parteshaciendo aspas con los brazossaltando cercasalborota los pajarillos.

Las avesmirando atrásvuelan a las laderashaciéndose los asustados.

Luego retornantrinan y cantanen los árboles del parquecantan y trinanhasta el anochecer.

II

Si alguna vez tuve un amigofue el duende Ushielque una noche de aguacerose apareció en el hospital.

Con las frazadascubría mi cuerpo escuálidoy limpiaba mi frente afiebradopara no encontrarme en soledad.

III

El duende no cantatrinano correvuela.

Trinar y volar es su vidavolar y trinarni más ni menos.

Hace calortrina y vuelallueve a chorrosvuela y trinano hay para comertrina y vuela.

IV

La otra vezlo amarramos de pies y manos:¡Ahora vuela!—le dijimos—y él se ríe.

Sin perder tiempole anudamos el pico:¡Ahora trina!él se levanta y se vasaltando alegreimitando a los chiwacos.

V

El sol cae lentamentesobre las casas de esteras.

El toro rojosale del crepúsculocon el duende Ushielse esconden tras los saucossilenciososoliendo las santamatas.

El toro rojocon sus ojos rojoscon sus cuernos rojossu poder rojoestá esperando quietoa los niños de la escuela.

Los pequeños caminan felicesdesprevenidosde pronto el toro rojosale bramandolevantando polvo con las patasafilando sus cuernos en la tierra.

¡El toro rojo!¡El toro rojo!

Niñas y niños escapan gritandotirando sus cuadernoscayéndose y levantándose.

¡El toro rojo!¡El toro rojo!

El toro rojo se alejamugiendotras el duende Ushielse van contentos

elevándose por los airesencima de los cerrossobre las nubes.

VI

De nochecuando tú duermesel duende pinta estrellaspinta de amarillopinta de rojopinta de azulpinta de nieveescuchando en el marel canto de las sirenas.

MAMÁ VIEJA

A Ceferinami viejita adorada.

I

El sol permanece adormecidoen las verdes hojas del alfalfarsetiembre ha llegadoy pronto también se irá.

Miramira mamácómo sudacómo pintacómo vade aquí para allá.

Ven pronto¡apúrate!no nos vaya a dejar.

II

Madremañanas viejascaminan por la acera del frentecalladas y sin pisar.

Quizá retorne papáen el humo de una pipa olvidadacomo siempre a regalar.

Luego se vayachic chic chicen un trencito de hojalatasin voltear.

III

Madreen qué manzana de hambrientoDios te habrá dado vidapara luego olvidarte.

En qué sepulcro del mundohabrá sembrado margaritaspara devolver tus lágrimas.

IV

Madrecuando todo duerme—si duermen las cascadas—en la plenitud de la nochelas estrellas construyen sus nidosaleteandoen las flores de los maceteros.

V

Madreen los jardines ningún niño juegasin parejas el barrancosin gaviotas el litoral.

En esa inmensa soledadlas olas del marse abrazan al corazón de la nochey lloran juntoscomo dos hermanitosque no tienen papá.

VI

Madreaún camino expuesto al vidrioa la escarchaal olvido.

Sueño cogiendo una frutaun poco de comidaque al despertarde mis manos se esfumarán.

VII

Madrede las goteras de enerovuelan hacia la tardebandadas de inquietas ventanaspor ellas veremosen los geranios a la tristezaporque hoy primero de noviembreno hemos visitado a papá.

VIII

Madrea dónde iréahora que la mañana renaceen los tapiales de campanillas azulesy tu canto se hace dulceen las ubres de las granadillas.

A dónde iréahora que setiembrese llevó las estrellasen blancas carretas de magnoliasconducidos por lejanos aguaceros.

RETORNO A LAS YERBAS

A Esteban, Rufina y Normaque ya se fueron al cielo.

I

Llegué hasta la orilla del marsólo para ver mis pasosperdiéndose en el senderoque dibuja el crepúsculosobre el mar y el cielo.

II

Dejo mis sueñosen sobres de viejas cartasacurrucadas en las grietas del pensamiento.

Dejo mis tristezasen el canto de los gallosperdidos en galpones distantespara que nadie las pueda encontrar.

III

Cuando amanecealgunos niños del hospitalabren las ventanasmiran la playabuscando un retazo de vidaolvidada en el puertoo en alguna astilla del mar.

IV

El sol revoloteaen las flores del mastuerzoy en la playacanta un negritosu voz alegrevuela como una garzahasta la otra orilla del mar.

V

Ahora que no tengo a nadieme preocupan mis rodillascansadas de mi presencia.

Me preocupan las orquídeasreflejadas cada tardeen el rostro de mi ventana.

VI

Empiezan a volar los petirrojosse van dejando sus nidos.

Qué difícil poner cada cosaen su lugar de siempre.

Qué difícil olvidarlos días grisescuando te acompañaun álamo triste.

VII

Ahoraque ya no puedo caminarlos pétalos de los tulipanescaen de sus talloscomo palomas anaranjadasmuertas al atardecer.

VIII

Ya son las seis de la mañanavoy camino hacia el trenlos duendes se escondentras los espejos.

El sol se aproximael tren se aleja de la estación.

Todos sabenque voy al hospitalque mi retorno es a las yerbasal canto desconocido del gorrión.

IX

Madreahora que te necesitono estás.

Detrás de la nocheen el nido de tus ojosestoy jugando solocon la cabeza del sol.

X

Ahora que hallé mi destinoen el vuelo de una gaviota azulla nostalgia se quedará gateandoen las telarañas de mi balcóny en las ramas retorcidas del tiempoanidará solitaria la ventisca.

XI

Perdidoen un mundo muy distanteentre las raíces de los cañaveralespienso en ti.

Ya no tengo hogarya no tengo edadal inicio de mi viajeel viento y las olasdestruyeron mi barca.

Mi voz se quedósolomusitando tu nombreentre los álamos del ríoy las flores blancas del mar.

Primer lugarPremio Horacio Zevallos – Edición XXII – 2014

Mención: Poesía para niñosJurados:

Rosella Wanda Olga Di Paolo FerrariniDaniel Arturo Corcuera Osores

Carmen Rosa Ollé Nava

Muchos de los poemas que conforman este poemario ─tan lleno de breveshojas de sol─ no nos son desconocidos para quienes hemos seguido el trabajo y latrayectoria de este poeta mayor, Cirilo D. López Salvatierra (Huancayo, 1963). Susarduos años de trabajo escribiendo, corrigiendo, puliendo, han fructificado un librode sobresaliente poesía para niños que, a decir verdad, son lectores exigentes. Maseste libro trasciende a los jóvenes lectores a quienes va dirigido. Lectores decualquier edad encontrarán en estos poemas, ritmos, giros, variedad, color, y sobretodo profunda sensibilidad.

Hará falta mucho tiempo para que se repita una obra tan capital y trascendentecomo la presente, y no solo en el ámbito de la poesía para niños. Tengo plenaconfianza que este poemario ya encontró su propio camino ─ajeno ya al autor─,como se abren paso las obras que marcan un hito en la historia de la literatura.

Enrique Contreras Gutiérrez