Niños de la ciudad durante la guerra con Chile
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Los niños durante la Guerra con Chile Margarita Mora Ponce
1
LOS NIÑOS DE LA CIUDAD DE LIMA DURANTE LA OCUPACIÓN DEL
EJÉRCITO INVASOR CHILENO
El presente artículo trata de la condición social de los niños limeños durante la
guerra con Chile. Principalmente se enfatiza el papel de los niños1 durante la
guerra con Chile en la ciudad de Lima.
Los niños2 también forman parte de la historia, es decir son sujetos históricos3.
Por ello, me interesa conocer cuál fue la situación y condición social de ellos
durante la guerra4. Los niños fueron partícipes de la guerra con Chile, esta
guerra fue catastrófica y abominable. Muchos niños se inmolaron y participaron
para defender a la bicolor, ellos se entregaron para defender a la patria, no les
importaba la edad ni las distracciones. Esta acción patriótica la reflejaron los
niños del colegio Guadalupe5 y de la Escuela de Cabitos6, principalmente. Ellos
eran menores, adolescentes, que dieron todo de sí para defender a la patria;
ellos participaron en diferentes batallas, las cuales son: la batalla de San Juan
y la de Miraflores. Además, algunos de ellos participaron en la Campaña de
Breña.
1 Este artículo forma parte de la Tesis de Licenciatura que vengo desarrollando. En este artículo les muestro un
panorama general de los niños durante la guerra con Chile en la ciudad de Lima. A mí entender, el estudio sobre
los niños es amplio, y se puede estudiarlo por varias ramas. En este caso, me he dedicado a estudiar a los
niños durante la guerra. Sobre todo, enfatizando el papel y la participación de ellos durante la guerra.
2 «La infancia, concebida como una etapa diferente del desarrollo del ser humano, es un concepto que en el
continente americano empieza a parecer en Estados Unidos después de la revolución (1775-76) pero su extensión
al resto del continente debe esperar hasta los albores del siglo XX». (Jaramillo, 2007 p. 233. “Los guerreros
invisibles. El papel de los niños en los conflictos civiles del siglo XIX en Colombia”. En: Historia de la Infancia
en América Latina).
3 «Si los historiadores no han reparado hasta ahora en estos hechos es porque durante mucho tiempo se ha
considerado que la historia seria debía estudiar los acontecimientos públicos, no privados. Los historiadores se
han centrado tanto en el ruidoso escenario de la historia, con sus fantásticos castillos y sus grandes batallas, que
por lo general no han prestado atención a lo que sucedía en los hogares y en el patio de recreo.
Y mientras los historiadores suelen buscar en las batallas de ayer las causas de las de hoy, nosotros en cambio
nos preguntamos cómo crea cada generación de padres e hijos los problemas que después se plantean en la
vida pública». (Lloyd deMause; 1994, p.15)
4 «Siendo la guerra una de las más antiguas actividades del hombre, la participación de la infancia en ella es tan
vieja como la guerra misma. Si bien la base en la que se apoya la práctica para llevar a los infantes a la guerra
reside en la poca aceptación de los elementos que los distancian del adulto, tal como y como hoy se acepta, en el
pasado a esto se le agregaban otros fenómenos que coadyuvaban a invisivilizar tales diferencias, como la escasa
población y las reducidas expectativas de vida que, por ejemplo, en la época de Alejandro Magno eran de apenas
36 años. Todos estos hechos hacían que el tránsito entre la niñez y la adultez se diera de manera vertiginosa sin
dejarle espacio a la infancia, quedando los niños convertidos en adultos casi desde el mismo momento en que
eran capaces de valerse por sí mismos, la mayoría de los investigadores ubica esta transición a la edad de 7 años».
(Jaramillo, 2007 p. 233. En el libro: Historia de la Infancia en América Latina).
5 Lagos; s. f. p. 27
6 Sánchez; 2007, pp. 5-6. Es necesario revisar, también, El libro, Historia General del Ejército Peruano (1989).T
.V. Vol.1, p.406. En el cual explica sobre la Escuela de Clases. “Durante el mismo gobierno de Manuel Pardo,
mediante Resolución de 24 de Julio de 1873 se crea la Escuela de Clases, comúnmente denominada de
“Cabitos”, cuya finalidad era de proveer clases bien instruidas a todas las armas del ejército de línea.
Los niños durante la Guerra con Chile Margarita Mora Ponce
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Estos niños valerosos lucharon en la batalla de San Juan y de la batalla de
Miraflores, eran de distinta clase social. En ese momento se unieron todas
las sangres. Por el ideal sublime. El honor ¡Nada más que el honor!7 de la
patria.
«En los históricos reductos de Miraflores, la lucha fue sumamente encarnizada. El ejército de reserva,
formado en su gran mayoría por elementos civiles de toda condición social y en el que habían varios
ancianos, adolescentes y hasta niños, cumplió su promesa de batirse con denuedo. La mortalidad fue
enorme, así como el número de heridos. Muchos de estos fallecieron en el sitio que cayeron, debido a las
hemorragias, la gangrena, el tétano, la peritonitis o como resultado del macabro “repase” de las huestes
chilenas. Varios heridos pudieron haberse librado de la muerte, pero o recibieron oportunos auxilios
médicos, ni fueron trasladados con prontitud a los hospitales de Sangre. Fatalmente no existían
ambulancias civiles ni militares por las razones que han sido mencionadas. Los médicos y practicantes de
medicina que recorrían las líneas de los reductos, confundidos con los batallones, a los que pertenecían
como miembros de la reserva, se esforzarán por atender a los heridos con los escasos recursos que
disponían». (Schereiber y Zanutelli; 1984, 88 p.)
Estos Héroes fueron grandes servidores de la patria8. Es importante
recordarlos y homenajearlos, ya que forman parte de nuestra memoria
nacional. El gran historiador Jorge Basadre, también menciona en sus obras a
estos grandes héroes.
«[…]De la generación más nueva sucumbieron, entre otros muchos, Enrique y Augusto Bolognesi,
hijos del héroe de Arica; José Andrés Torres Paz, el joven chiclayano legendario en el Perú que
había paseado el estandarte carolino entre el humo y el estruendo de San Francisco y de Tarapacá,
de Tacna y de San Juan; Enrique Lembeke que dejó a su tierna novia destinada a seguirlo loca a la
tumba; el adolescente Carlos Fernán González Larrañaga; Felipe Valle Riestra y Latorre, articulista
inteligente de La Opinión Nacional que a los 22 años llevó la espada enarbolada por su tío político
Guisse y probó ser digno de ella; Hernando de Lavalle y Pardo, de 22 años, hijo del diplomático
cuya gestión intentó detener la guerra y más tarde celebró la paz; Toribio Seminario , de 17 años,
muerto con su hermano Alberto de 18, abrazados a la bandera; Juan Alfaro y Arias, alumno de
Letras y de Ciencias Políticas y contador del Huáscar el 8 de octubre de 1879; Genaro Numa Llona
y Marchena, combatiente en las dos batallas; niños como Alejandro Tirado, Grimaldo Amézaga que
sólo contaba 15 años y era hermano de Carlos Germán, presente en Miraflores; Biviano Paredes,
huaracino de 16 años, Emilio Sandoval, de 14 años y Manuel Bonilla de 13. Otros de los muertos en
San Juan fue, a los 22 años, con el grado de sargento mayor Enrique Delhorme que, siendo niño, se
distinguió en el combate de 2 de mayo de 1866 en el Callao, por lo cual el Congreso, mediante la
resolución de 18 de noviembre de 1868, le concedió una beca en uno de los colegios del Estado y
una pensión mensual» (Basadre; 1969, Tomo 7, pp. 1867- 1868).
7 Esta expresión se encuentra en el libro, Recuerdos de la Campaña de Breña, Antonia Moreno de Cáceres. p.99
8 «Por todo ello es fácil de comprender por qué los estudiantes de entonces, acudieron prestamente al llamado de la
patria, para defender con las armas o cuerpo esta gran herencia cultural de los peruanos no obstante la desventaja
con el opositor, una gran mayoría frisaba entre los catorce y quince años de edad, otros llegaban a los veinte. Los
estudiantes se juntaban alrededor de sus profesores en la formación de los respectivos batallones; de todo el Perú
acudían en defensa de Lima, en forma tal que causaba la admiración y temor de los chilenos» (En: Diario La
Crónica, 3 de enero de 1981, p. 13) Asimismo, estos grandes héroes fueron convocados por el Presidente para que luchen en la guerra. «Piérola,
mediante Decreto Supremo fechado el 17 de junio de 1880, ordenaba el alistamiento en masa de todos los
peruanos habitantes de Lima, que no hubieran cumplido sesenta años ni fueran menores de dieciséis. Poco
después, el coronel Juan Martín Echenique, Prefecto de Lima y comandante en jefe del ejército de Reserva,
promulgó un bando mediante el cual disponía la inscripción de los ciudadanos en las diez divisiones que se
habían formado, junto con dos brigadas, una de caballería y otra de artillería» (Suplemento de El Comercio,
“Dominical”, 16 de noviembre de 1986, 23 p.).
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La ciudad de Lima estuvo ocupada y saqueada por los chilenos desde 1880
hasta 1883. Durante la guerra, esta ciudad alegre y hermosa como era antes
de la guerra, estuvo mortificada; la guerra y la invasión del ejército chileno,
enlutaron, saquearon y destruyeron la ciudad de Lima. Principalmente,
arrasaron con los pueblos elegantes de Chorrillos, Barranco y Miraflores.
Debido a la guerra diferentes instituciones se aunaron a la causa constitucional
tales como, los hospitales, los bomberos y la Cruz Roja, es decir, ellos
colaboraron con sus servicios durante la guerra; ellos salvaban y atendían a
muchos heridos, moribundos y muertos (a chilenos y a peruanos). Hicieron
todo lo posible, a pesar de no contar con los medios necesarios.
A causa de la guerra muchas tiendas comerciales, escuelas fueron saqueadas
y destruidas entre ellos la Facultad de Medicina y la Universidad Mayor de San
Marcos. Los daños eran terribles durante la ocupación chilena en Lima. Los
chilenos codiciaron todo lo que veían de la bella ciudad de Lima e inclusive
raptaban a las mujeres. Los pueblos de Miraflores y Chorrillos fueron los más
devastados, porque estos eran lujosos, elegantes y hermosos. Antes de la
guerra, la élite limeña solía pasear y hacer fiestas en estos lugares.
Respecto a los niños y niñas de las clases altas, en su mayoría estudiaban en
el Colegio Guadalupe, porque era una institución de prestigio y calidad. Por
otro lado, las niñas solían estudiar en el convento de las Hermanas del
Sagrado Corazón de Belén. En este convento les preparaban para el
tradicional rol, para que sean buenas mujeres y buenas esposas.
Por otro lado, tenemos a los niños y niñas que no participaron en la guerra.
Ellos permanecían con sus padres o estaban estudiando y refugiados en
conventos o monasterios. Los padres de ellos no permitieron que vayan a la
guerra, prefirieron refugiarse y cuidarse del mal que ocasionaba la guerra.
Asimismo, velando y protegiendo a sus pequeños. Por ello, los padres
decidieron que los Conventos y Consulados extranjeros (franceses e ingleses)
eran lugares seguros para la protección de sus pequeños.
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«A la siguiente mañana el 13 de enero me hallaba desayunando temprano para poder coger el tren
para Ancón, cuando el teniente Savile del “Shannon” me informó que los chilenos habían atacado
las posiciones peruanas de Chorrillos al amanecer y que la lucha proseguía a lo largo de toda la
línea, así como que los heridos peruanos ya estaban llegando a la ciudad.
A sugerencia del Señor ST. Jhon, y sintiendo que le podría ser de mayor ayuda permaneciendo en
Lima que regresando al “Triumph me instalé en la legación, que ya estaba casi llena de mujeres y
niños de toda nacionalidad. A nadie se le rehusó la administración; las puertas estuvieron abiertas a
mujeres y niños de todas las clases, colores y nacionalidades.
[…], no pueden haber habido menos de 600 mujeres y niños en la legación británica solamente. Me
imagino que así otras legaciones también estuvieron bastante concurridos». (Wu; 1986, 132 p.)
«El Almirante se pone en acción perder un minuto. Desde un principio trató de obtener de todas
maneras la circulación de los trenes en todas las direcciones, que había sido suspendida, a fin de
poder hacer salir de Lima a las mujeres y a los niños.
Después de dar varios pasos sin conseguir resultado, tuvo que ir a ver en persona al Presidente
Piérola; quien “al principio trepidó en acordarle lo que le pedía, pero cuando le explicó que en las
plazas sitiadas era costumbre permitir la salida de las mujeres y de los niños, accedió y dio
inmediatamente la orden que solicitaba”.
Al mismo tiempo, procuró asistencia los heridos de la batalla de Chorrillos, haciendo venir de sus
buques, cuatro cirujanos con sus enfermeros, ocho marinos expertos y varios oficiales”
(Jochamowitz; 1948, 14 p.)
En las citas notamos que las familias y los niños concurrían a diferentes
lugares para estar seguros, principalmente a legaciones extranjeras francesas
e inglesas. Sólo en esos lugares había tranquilidad, a pesar de los terrores que
ocasionaba la guerra.
Las niñas en su mayoría estuvieron en el colegio de Belén y en la Casa de
Educandas del Buen Pastor9. Desarrollaban sus clases; pero las Madres
estaban a la expectativa y velando por las niñas, para que no sufrieran ningún
daño del ejército invasor chileno. Asimismo, otros niños estuvieron en sus
clases a puertas cerradas en sus respectivos colegios y monasterios. A pesar
de la guerra, las clases se dictaban a puerta cerrada en el colegio de Belén y
en algunos colegios de la capital.
9 «En 1882 la guerra del Pacífico no ha terminado, las clases continúan y se lee en las Memorias: “Nunca se podría
creer que un año comenzando con auspicios tan triste debiera transcurrir tan apaciblemente, las alumnas entraron
puntualmente el primer Lunes de Marzo de 1882. Hubiera podido suponerse que nada había cambiado si las visitas
que recibían cada domingo no las hubieran puesto al corriente de las consecuencias de la guerra tan desastrosas para
su patria. Las familias apreciaban cada vez más la calma y la paz que reinaban en el Sagrado Corazón». (Recavarren;
2003, 27p.)
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Según el testimonio de Adriana de Gonzalez Prada, estudiante del colegio de
Belén en plena guerra, ella fue testigo desde pequeña de la guerra 1870 en
Francia. Estuvo en Lima durante la guerra con Chile. Para ella la guerra era
espantosa y un fenómeno raro. Aquí su testimonio:
«Poco había de durar nuestra paz conventual ese año; apenas empezadas las clases, el 5 de abril,
llegada de Chile la noticia de la declaratoria de guerra.
Yo en el acto juzgué la noticia a través de mis recuerdos: la palabra “Guerra” hacía siempre eco
doloroso en mi corazón y fenómeno raro, yo que me sentía tan francesa cuando me reprochaban de
serlo, me sentí igualmente muy peruana al saber la noticia, espantada al pensar que se iban a renovar
aquí los tristes episodios presenciados por mí el 70 en Francia
Mis compañeras se extrañaban de mi actitud, sin comprender que la experiencia adquirida a los seis
años, era la que se reflejaba en mis catorce, acabados de cumplir: ¡Ya yo sabía lo que era la
guerra!...
Volví a contarle a Margarita lo que cien veces le había referido al llegar al colegio, cuando todavía
de luto por mi hermana, estaban aún sangrando mis recuerdos.
Ella ahora me comprendía mejor y me escuchaba temblando por la suerte de los que ella quería,
como a su propia familia. Y así entre esas divagaciones nuestras, pasaban los días, esperando
ansiosas que nos llegaran noticias de los acontecimientos» (Adriana de Gonzalez Prada; 1947, p.
79).
Respecto a la ayuda social y a la solidaridad, las mujeres trabajaron
arduamente para proveer todo lo necesario para los combatientes. Madres e
hijas alistaban y preparaban todo lo necesario para los soldados combatientes
durante la guerra.
«Puede asegurarse, de manera general, que no hubo persona que dejara de contribuir a formar el fondo
de guerra, citándose hasta el caso, de aquellos (sic) dos niñas, que no pudiendo… de un donativo,
pobre que fuera, se cortaron de manera voluntaria, las hermosas trenzas, que formaban su más lindo
ornato.
Cada una de las señoras, que formaban las comisiones, llegaron a dirigirse a las damas residentes en
Lima, y en los balnearios, consiguiendo, sin esfuerzo, que todas correspondieran a espectativas
nacionales.
Como siempre, la mujer peruana, brilló por su entusiasmo y generosidad» (García y García; 1924,
412 p. T. I.).
Asimismo, las señoritas apoyaron a sus hermanos, y padres que defendían a
la patria durante la guerra. Las señoritas y sus madres cocían los uniformes
para los soldados y preparaban sus alimentos. Además, ellas cuidaban a los
niños, niñas y a ancianos. Algunas de ellas eran ricas (tenían riquezas), a
pesar de ello, ellas dejaron a un lado su poder. No hubo distinción social.
Las damas buscaron la manera de ayudar y solventar los gastos de la guerra.
Ellas fueron idóneas para los combatientes e inclusive mujeres de otras
nacionalidades se sumaron a la causa. Las mujeres eran trabajadoras, velaron
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y cuidaron a sus niños y a los huérfanos. Algunas de ellas, también mandaron
a la guerra a sus niños.
Estas mujeres luchadoras fueron: Rosa Vernal Ugarte, Isabel Gonzales de
Prada, Antonia Moreno de Cáceres, entre otras. Notamos que la mujer peruana
brilló por su entusiasmo y generosidad.
«Sacudido dolorosamente por la noticia de la guerra, la mujer se apresuró a desarrollar una serie de
actividades que sirvieran para sostener la economía que el país requería para hacer frente a la
contienda, ya que no estaba preparado en ese aspecto. Uno de los actos muy repetidos, cuyos
resultados permitieron habilitar hospitales de sangre con todas los implementos que se requerían
para los heridos, fueron los conciertos y actuaciones que permitieron en medio de la tristeza de la
adversidad que invadía el ambiente, resaltar el arte movido por el recóndito dolor de la destrucción y
de la muerte que se avecinaban» (Prieto; 1980, p. 529).
Esta guerra fue cruel y abominable, ya que muchos niños sufrieron traumas,
temores y no disfrutaron su infancia. En gran medida, los niños quedaron en la
orfandad a causa de la guerra. Ellos sufrían duramente, pero los hospitales, las
parroquias, los consulados extranjeros recurrían a ellos para protegerlos. Por
ejemplo cito un caso: La señora Antonia García10
llevó a su hija al Monasterio
de Santa Clara para que se eduque en el claustro. La niña se quedó en el
claustro con sus ropas y su gallina para que se entretenga. La señora García le
llevó al monasterio porque el Perú estaba en guerra. Este caso de la señora
García nos demuestra que los padres dejaban a sus hijos en los monasterios
para que estén seguros durante la guerra. Sin embargo, los niños sufrieron
traumas, muchos niños no disfrutaron su infancia, ya que algunos murieron por
enfermedades y otros eran víctimas de asalto.
La guerra fue terrible y catastrófica para los niños, puesto que afectaba su
infancia, y su mentalidad prematura. A su corta edad percibieron la guerra;
dejando huellas en sus vidas. A continuación, presentaré tres testimonios de
los niños que vivieron durante la guerra.
10 Monasterio Santa Clara. Legajo XXXIV: 122, Lima. 1884. En el Archivo Arzobispal de Lima.
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El testimonio de Adriana de Gonzalez Prada, nos cuenta sobre la situación de
Lima y su colegio de Belén.
«Todo Lima se había vuelto un campamento donde venían a reunirse indios reclutados en la sierra
para formar batallones; arrastrando el paso, cansados antes de haber llegado, daba lástima verlos pasar
seguidos de sus pobres “rabonas” tan inconscientes como ellos que fielmente los seguían hacia el
matadero. Las gentes de Lima compadecidas, los animaban hablándoles:--¿A qué has venido? les
preguntaban,--“A matar chileno, animal grandazo con sus botas”…contestaban ingenuamente en su
ignorancia de saber contra quien iban a batirse.
Sin embargo, rápido pasaba el tiempo impasible como siempre ante nuestra felicidad o
desgracia…Volví al colegio, sola esa vez, sin mi querida compañera; pero ya aclimatada al ambiente,
formando parte del medio, encariñada con su buena o mala fortuna. Muy pocas niñas vinieron ese año
al colegio no sólo de provincias sino del mismo Lima sin quererse separar de los seres queridos, en el
momento del peligro que todos presagiaban. Mi papá por el contrario, prefirió que yo regresara al
colegio, creyéndome más protegida en medio de las madres y sobre todo más libres ellos dos, en
espera de los acontecimientos» (Adriana de Gonzalez Prada; 1947, p. 83).
Asimismo, presentamos otro testimonio del niño José Santos Chocano, quien
nos manifiesta que desde párvulo percibió la guerra; apenas tenía 4 años. Él
dice que su niñez fue la guerra del Pacífico. Aquí su testimonio:
«Había empezado apenas la ocupación de Lima. Los clarines del ejército que entró a ocuparla sonaron de
tal modo en mis oídos cuando me faltaba aún mucho para cumplir seis años, que ensordecieron para
siempre mi niñez. Mi niñez quedó encerrada en casa en el enclaustramiento impuesto por la ley marcial
de un ejército vencedor en una ciudad cautiva. Durante dos pasados años cayó sobre mi espíritu de niño la
lápida de un silencio sepulcral…Yo no corrí, yo no reí, yo no jugué, yo no tuve propiamente niñez»
(Chocano, 1940: p. 45)
Durante la guerra, su familia sufrió mucho; fueron momentos desagradables. La
familia estaba acongojada, porque su padre participó en las batallas en Lima.
«Uno de los recuerdos más vivos de mi infancia es la despedida de mi padre, vestido con sus viejos arreos
militares, a cumplir el deber. Es una estrofa viva de la “Iliada”, que nunca olvidaré.
Estoy yo en brazos de mi madre. Mi hermano mayor reza, arrodillada ante un bello calvario que impone
su sobrio misticismo en el dormitorio paternal. Mi padre mudamente nos abraza, a mi hermana primero, a
mí después, a mi madre finalmente. Mi madre no derrama una lágrima, mientras que mi hermana solloza»
(Chocano, 1940: p.44)
A pesar de la guerra, el niño Chocano se entretenía con las lecturas que su madre la leía cada día. La lectura fue su entretenimiento. «Los únicos entretenimientos de mi niñez fueron los cuentos de mi madre y los relatos militares de mi
padre. Mis únicos juguetes fueron los libros: leí, estudié; supe mucho más de lo que debí saber para mis
años. Carecí, en cambio, del candor infantil.
Precoz mi inteligencia, precoz mi corazón» (Chocano, 1940: p. 48)
El niño Chocano siempre estaba al lado de su madre, pues el amaba mucho a
su mamá. Por eso él le seguía a donde ella iba. Su madre también colaboró,
atendiendo a los heridos y enfermos.
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«En uno de los hospitales de sangre— recuerdo bien que denominado de la Cruz Blanca— mi madre
asiste hasta la muerte a un jefe chileno apellidado Supper, uno de cuyos hijos— Carlos— hace constar,
con gentileza marcial, su más profundo reconocimiento por la prolijidad de la asistencia. Es éste el primer
contacto en que mi niñez se halla con el ejército vencedor: u viejo y bravo jefe chileno que se muere bajo
el cuidado de mi madre, ante la que me parece estoy viendo inclinarse con respeto a los dos hijos,
militares también de gallarda y en aquella ocasión dolorida presencia. En el fondo del cuadro, se me
antoja ahora que ha de haber pasado la sombra del Maestro de Maestros, balbuceando tal vez: Amaos los
unos a los otros…» (Chocano, 1940: p. 45)
La niña Dora Mayer, también sintió los efectos de la guerra. En esa época, ella
tenía 12 años. Para ella, la guerra era terrible; según su testimonio, los
alimentos habían escaseado, por eso, ella y sus padres tratan de comprar los
alimentos básicos para su sustento. Aquí su testimonio:
«Fue el 6 de abril de 1879 que regresabamos de Lima en la tarde en el tren ferrocarril Inglés, entraban los
muchachos vendedores de periódicos, que sólo ahora llevan desde unos tantos años el apodo de
“canillitas”, pregonando la declaratoria de guerra de parte de Chile. Mis padres la cara seria; ellos
tomaron la noticia el peso que yo no podía apreciar». (Mayer, 1992, Vol. I: p. 125)
«Previendo las perturbaciones comerciales mi papá compró un quintal de arroz y un quintal de frijoles
cocachos; una arroba de azúcar, dos panes de azúcar, y un cajón de té chino. Mi mamá que apuntaba los
gastos diarios anotó precios del pan y otros artículos de primera necesidad muy parecidos a los que rigen
en la presente post-guerra. Sin duda no había carne, pues en esa época llegué a conocer todas las clases de
pescado […].
No se hacía cola para el pan, sino que se luchaba por este artículo a codazo limpio ante los kioscos
municipales que se había instalado en la plaza de abastos. Debe de haber escaseado completamente el pan
a consecuencia del bloqueo en 1880, pues recuerdo que mi mamá cocinaba camotes para el desayuno
mientras yo me entretenía con un libro ilustrado, acompañándola en el corral». (Mayer, 1992, Vol. I: pp.
125 -126)
Aparte de ello, la iglesia11 fue respetada por el ejército invasor chileno; pero
algunas de ellas fueron saqueadas. Esta guerra, también llamada guerra del
Salitre, trajo consecuencias deplorables para la iglesia del Perú;
específicamente en el orden económico (préstamos, diezmos y ofrendas).12
Asimismo, la iglesia alentó a sus hijos, al pueblo peruano, a defender el suelo
patrio. Además, en todo instante, estuvo al lado del pueblo, compartiendo sus
dolores y tratando de aliviar los males que la guerra traía consigo a la patria.
11 Véase el libro para conocer sobre la iglesia durante la guerra. La Historia de la Iglesia, T. V. Rubén Vargas
Ugarte, pp. 308-310
12 Expone que los moradores del Colegio Seminario de Lima tiene ha dispuesto la remisión de 100 soles mensuales
para los gastos de la guerra con Chile. (CMN XXX: 190. Lima 1879, abril, 30. Oficio. Seminario Conciliar de
Santo Toribio de Lima- Amador Sotomayor, Arzobispo de Lima). 1f. 1b. Así como este colegio, otros conventos
y monasterios también colaboraron con sus diezmos y mesnadas para cubrir los gastos de la guerra.
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La iglesia, también, propuso que todos los cuerpos del ejército que han de
luchar contra el enemigo tuviesen sus respectivos capellanes.
La solidaridad y el amor de la iglesia se reflejaron al recibir a los niños y niñas
y familias en sus monasterios y conventos, para así protegerlos del ejército
invasor chileno.
En la carta Pastoral del Dr. Francisco Orueta y Castrillón expresa el ánimo y
confianza para que los combatientes luchen en la guerra.
« ¡Soldados y Marinos! ¡Id a los campos del honor a enaltecer, con vuestros grandes hechos, el
nombre glorioso del Perú! Id, con la bendición de vuestro Pastor y vuestro Padre, que os la da, de lo
íntimo de su corazón, y que no cesará de orar y ofrecer sacrificios por vosotros, durante vuestra
ausencia. Id a segar nuevos laureles para coronar la frente inmaculada de la Patria, como los hicisteis
en Mayo del 66 y lo hicieron vuestros padres en las memorables jornadas de la independencia. Pero no
olvidéis, amados hijos, que nuestro Dios es el Dios de los ejércitos, que da la victoria confianza, según
su beneplácito. Invocadle, pues, humildemente y poned en El vuestra confianza, para que os proteja y
proteja nuestra causa. No olvidéis, asimismo, que el soldado cristiano, si debe ser léon invencible ante
el enemigo, debe ser igualmente manso cordero y amigo generoso para el vencido, en quien ha de
mirar un hermano, que hacen dos veces sagrado la Religión y la Humanidad
Carta Pastoral que el Ilustrisimo y Rmo. Sr. Dr. Francisco Orueta y Castrillón, Arzobispo de Lima, dirige al Clero
y fieles de su Arquidiocesis con motivo de La Guerra declarada al Perú por la República de Chile. (Esta Carta
Pastoral se ubica como apéndice de la conferencia realizada por Armando Nieto. p. 165)
Esta carta pastoral nos da a entender que la iglesia de entonces, también
intervenía alentado y animando a los combatientes para que sigan luchando
en la guerra. Asimismo pongan su confianza en Dios.
A manera de Conclusión
A manera de conclusión: Los niños durante la guerra con Chile en la ciudad de
Lima sufrieron traumas, muchos niños no disfrutaron su infancia; ya que
algunos murieron por enfermedades, o eran víctimas de asalto o formaron
parte del escuadrón de guerra.
Esta guerra perjudicó a grandes y a pequeños, sobre todo a los niños, ya que
la ciudad estaba saqueada y destruida. Sin embargo, hubo manos caritativas y
solidarias que velaron por ellos, principalmente por los huérfanos o
desamparadas. Isabel Gonzales de Prada estuvo con los huérfanos en su
hogar, ella les cuidaba y velaba por el bienestar de estos pequeños13.
Los niños durante la Guerra con Chile Margarita Mora Ponce
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Los niños héroes nacieron del colegio Guadalupe, de la Escuela de Cabitos y
de otras zonas del Perú. Esto muchachos, de distintas clases sociales, fueron
valientes y se guiaron por el espíritu patriótico para luchar por amor a la
patria14. A pesar de ser menores de edad, no fue obstáculo para inmolarse en
la guerra. Estos niños héroes demostraron que unidos podían hacer frente al
ejército invasor chileno. Esta actitud lo tuvieron, por ejemplo, los hijos del
coronel Francisco Bolognesi15, Enrique y Augusto, quienes lucharon duramente
por la patria, siguiendo el ejemplo de su querido padre.
Respecto a las niñas, ellas no pelearon en la guerra; pero varias de ellas
tuvieron enseñanzas escolares en los conventos; y otras permanecían con su
familia. Asimismo, ellas también percibían la catastrófica guerra, sobre todo de
algunas de ellas sus padres y hermanos estaban luchando en la guerra, por
eso, esta situación les preocupaba mucho.
En resumen, los niños durante la guerra con Chile sufrieron mucho de
diferentes maneras. A pesar de ello, surgieron niños héroes, valientes
soldados, que dieron todo de sí por mantener el nombre alto de nuestra patria.
Estos pequeños son muy valerosos y siempre debemos recordarlos y
homenajearlos, puesto que forma parte de nuestra memoria nacional e
histórica. Asimismo, tener presente a los niños16, en todo momento, puesto
que, la guerra es un acto abominable y ellos son sus principales víctimas.
13 Véase el libro, Mi Manuel. Adriana de Gonzalez de Prada. Editorial Cultura Antártica S.A. 1947. Lima, Perú.
101-102 pp.
14 Cabe resaltar que los niños que lucharon por su patria durante la guerra con Chile. Concebían el concepto de
patria, tal como se concebía en la época. Es decir, el concepto de patria estaba en formación. Estos niños
lucharon por defender la patria, en su conciencia, sabían que luchaban guiándose por el sentimiento
individual y no nacional. Sobre todo, ellos se guiaban de los grandes hombres como Grau, Bolognesi, y
Cáceres. Estos grandes héroes eran su modelo a seguir. Para su mejor comprensión, véase el estudio realizado
por el Dr. Miguel Maticorena, “La Idea de patria”, quien estudió claramente este asunto.
Al respecto el Dr. Maticoena nos explica: “En Grau y los héroes de la guerra con Chile, la Patria o la Nación, son
un sentimiento, hay que reconocer que la Nación en el sentido moderno estaba en gestación. La estructura
material de la nación se estaba formando”.
15 Véase el libro, Bolognesi y sus hijos. Familia de héroes. Ismael Portal. 2ª. Edición. 1950. Lima, Perú. 57-58 pp.
16 A mí parecer, el Estado siempre debe velar por la niñez; y los padres deben cuidar y educar a sus hijos, puesto
que de ellos depende el futuro de la nación. Y no permitir más, estos actos como la guerra, puesto que lastima a
la niñez.
A partir de los testimonios presentados, tengamos presente que cada niño y niña que sobrevive a la guerra tiene
dos historias: una de la guerra y otra de sus consecuencias.
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FOTOGRAFÍAS DE LOS NIÑOS Y NIÑOS HÉROES
LOS HIJOS DEL CORONEL FRANCISCO BOLOGNESI
AUGUSTO BOLOGNESI. Tomado del Archivo Courret. ENRIQUE BOLOGNESI. Tomado del Archivo
Courret.
NÉSTOR BATARENO. Tomado del Texto. Niño Héroe de la guerra de 1879, José A. Gamarra Puertas.
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HUÉRFANOS DE LA GUERRA. Tomado del Libro. La Batalla de Lima, Guillermo Thorndike.
LAS HIJAS DEL MARISCAL ANDRÉS AVELINO CÁCERES. SOBREVIVIERON LA FUNESTA GUERRA.
Tomado del libro. Recuerdos de la Campaña de Breña, Antonia Moreno de Cáceres.
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LOS CABITOS
Los cabitos. Los jóvenes y adolescentes con el uniforme de soldado, las armas en defensa de la integridad territorial, la ha erigido el Monumento a ellos. Tomado del libro. La Gesta de Lima. 1881-13/15-Enero-1981.
Batallón Los Cabitos, conformado por alumnos de la Escuela de Clases, que funcionó desde 1874. Tomado del libro. Historia General del Ejército Peruano, T. V. El Ejército en la República: Siglo XIX. Volumen I. Alejandro Seraylan Leiva.
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LOS HIJOS DEL HÉROE MIGUEL GRAU SEMINARIO
Carlos Grau Cabero, año 1877.*
María Luisa Grau Cabero, año 1886.*
Miguel Grau Cabero, año 1883.*
(*) Estas fotos fueron tomadas del libro. Autorretrato 1850 Perú 1900, Guillermo Thorndike.
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