Niños Mimados

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Cuidado: consentir demasiado a los niños puede traerles más de un problema a futuro. ¿Cuándo se puede decir que un niño es mimado? ¿Se pueden corregir? De todo esto conversamos con la psicóloga Verónica Gubbins. Detrás de muchos adultos que enfrentan dificultades en su relación de pareja, o que no tienen éxito en la vida laboral debido a sus problemas para trabajar en equipo, está una infancia demasiado consentida. Los niños mimados, en efecto, tienen más probabilidades de desarrollar conductas agresivas en la adultez, y les cuesta más ser felices. Por eso vale la pena recordar que un exceso en la permisividad puede a fin de cuentas no ser tan beneficioso para nuestros hijos. Verónica Gubbins, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, dice no tener una definición académica de “niño mimado”, pero, sostiene, se trata más de un proceso que de un resultado: “no es que uno pueda decir: ya ahora este niño está mimado, sino que es una condición que se va constituyendo desde bebés, y que se hace más evidente cuando los niños empiezan a relacionarse con adultos que no pertenecen a la familia o con sus pares cuando entran a la escuela”. Los niños mimados son reconocidos, de acuerdo al juicio social que se hace de ellos, como niños que se resisten a acatar normas. No se mantienen sentados mucho rato en clases, no hacen silencio en momentos en que se requiere concentración por una actividad en particular, etc. Cuando se les pide que no hagan algo insisten en su conducta para conseguir lo quieren, sobre todo cosas materiales: golosinas, juguetes, etc. Esto puede tomar la forma de una escena en un lugar público, que va en escalada, y puede llegar a que sin ningún pudor el niño se tire al suelo a llorar. ¿Cómo evitar mimar a los niños? De acuerdo a la especialista, ha habido mucho debate sobre cuán importante es estructurar la vida de los recién nacidos y

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Cuidado: consentir demasiado a los niños puede traerles más de un problema a futuro. ¿Cuándo se puede decir que un niño es mimado? ¿Se pueden corregir? De todo esto conversamos con la psicóloga Verónica Gubbins.

Detrás de muchos adultos que enfrentan dificultades en su relación de pareja, o que no tienen éxito en la vida laboral debido a sus problemas para trabajar en equipo, está una infancia demasiado consentida. Los niños mimados, en efecto, tienen más probabilidades de desarrollar conductas agresivas en la adultez, y les cuesta más ser felices. Por eso vale la pena recordar que un exceso en la permisividad puede a fin de cuentas no ser tan beneficioso para nuestros hijos.

Verónica Gubbins, académica de la Escuela de Psicología de la Universidad Alberto Hurtado de Santiago de Chile, dice no tener una definición académica de “niño mimado”, pero, sostiene, se trata más de un proceso que de un resultado: “no es que uno pueda decir: ya ahora este niño está mimado, sino que es una condición que se va constituyendo desde bebés, y que se hace más evidente cuando los niños empiezan a relacionarse con adultos que no pertenecen a la familia o con sus pares cuando entran a la escuela”.

Los niños mimados son reconocidos, de acuerdo al juicio social que se hace de ellos, como niños que se resisten a acatar normas. No se mantienen sentados mucho rato en clases, no hacen silencio en momentos en que se requiere concentración por una actividad en particular, etc. Cuando se les pide que no hagan algo insisten en su conducta para conseguir lo quieren, sobre todo cosas materiales: golosinas, juguetes, etc. Esto puede tomar la forma de una escena en un lugar público, que va en escalada, y puede llegar a que sin ningún pudor el niño se tire al suelo a llorar.

¿Cómo evitar mimar a los niños? De acuerdo a la especialista, ha habido mucho debate sobre cuán importante es estructurar la vida de los recién nacidos y lactantes. “En los 60 el doctor Benjamín Spokc planteaba que no había que poner límites, cosa que influyó mucho en la libre demanda del pecho materno, esto es, que las mamás dieran pecho cada vez que los bebés lo pidieran. Progresivamente algunas teorías de la psicología del desarrollo llamaron la atención sobre este punto, bajo el supuesto de que estimular la libre demanda al pecho podría ser el primer paso para que después los padres no tuvieran claro dónde poner control a la demanda”.

En efecto, el niño debe aprender a reconocer una infinidad de límites, debe saber, por ejemplo, que no se puede orinar en cualquier parte o lugar, y así, a medida que la relación del niño con el mundo se hace más compleja, aumenta la necesidad de que aprenda a armonizar sus necesidades con las del entorno. “Si esto no se aprende (continúa Gubbins), más tarde pueden venir los problemas con los horarios de dormir, las comidas, etc. Si uno le permite al niño que duerma en cualquier momento, se puede trastornar su ciclo de sueño – vigilia a futuro. Si se le da alimento a cualquier hora, le será más difícil adaptarse a la vida escolar, y con el tiempo le será más difícil controlar sus propios impulsos”.

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Es necesario enseñar al niño a contener la satisfacción de sus impulsos dentro de un sistema razonable, asegurando su sobrevivencia y placer dentro de un mínimo de estructuración. Se puede hacer estimulando la imaginación a través de los juegos. El frustrar determinadas necesidades cuando se supone que están satisfechas permite a los niños encontrarse con el ocio, y, sostiene Verónica Gubbins, no hay nada más creativo que un niño aburrido.

Padres con estrés “Hay mucho de ensayo y error en la crianza, aquí son importantes las intuiciones parentales, pero cuando los padres trabajan todo el día, tienen poco tiempo cronológico para aplicar el ensayo y error y les cuesta un poco más reconocer dónde poner los límites. Además si llegan a la casa con el umbral de tolerancia sobrepasado por el exceso de fatiga y la exigencia externa, se reduce el margen de tolerancia a los tiempos de los hijos”.

He aquí algunos consejos para aprender a tratar a esos pequeños a los que "se quiere demasiado", se les da todo lo que piden y aún así se muestran tristes, ansiosos o agresivos.

La actitud de algunos padres puede conducir a que los hijos se conviertan en tiranos de la familia. Si crees que tienes un problema con la educación de tu pequeño, te damos algunos consejos de la doctora Maggie Mamen que pueden ayudarte.

Cómo recuperar el control

Estos son algunos de sus consejos para establecer un equilibrio adecuado entre cuidar y querer a los hijos y, a la vez, imponerles autoridad y respeto:

1. Los niños deben saber que a veces hay que sufrir un poco para obtener un beneficio más adelante. Hay que hacerles ver que no tienen porqué obtener todo lo que quieren en el mismo instante en que lo desean, y eso si llegan a tener alguna vez.

2. Para que aprendan a gestionar el tiempo de tranquilidad o las situaciones aburridas, monótonas o normales, no hay que evitárselas sino dejar que las experimenten.

3. Los hijos deben saber que es responsabilidad de sus padres protegerles de sus decisiones cuando éstas son peligrosas, poco saludables o inmorales, y que se reservan el derecho de impedir que las lleven a cabo

4. Los niños tienen derecho a estar implicados en las decisiones que les conciernen, pero hay algunas de ellas que deben ser tomadas únicamente por adultos sin 'someterlas a votación'.

5. Hay que intentar tratar a cada hijo de acuerdo a sus necesidades, pero también hay que enseñarles que la vida no es siempre justa y que a veces simplemente 'hay que aguantarse'.

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6. Estimular la autonomía de los niños, proponiéndoles que realicen actividades por su cuenta, y que no dependan de la ayuda de un adulto. Por ejemplo, ponerles un juguete en la mano.

7. Enseñarles diferentes formas de divertirse, que no sean tan básicas como mirar televisión, dormir o comer.

8. Mantenerse firmes respecto a los horarios de comida, estudio y descanso

Los padres deben ser conscientes de que los logros conseguidos personalmente, la superación de la adversidad y el aprender de los errores son experiencias valiosas, que contribuyen a mejorar la autoestima, la humildad y el auto-conocimiento de sus hijos.

Nueve consejos para echar a perder a un niño

Nueve consejos para echar a perder a un niño

La licenciada Mónica Coronado, autora del libro "Padres en Fuga. Escuelas Huérfanas", repasa, con ironía, las diversas maneras en que los adultos convierten a un niño que podría ser "sano" y "feliz" y en un chico terrible, incapaz de convivir en un entorno reglado.

1) El niño REY, tirano, dictador:

Cuando nazca dejá de lado todo: pareja, salud, otros familiares, hobbies o actividades deportivas. Dedicate al niño en forma exclusiva y excluyente. Tu pareja puede esperar, lo mismo tu salud, tu vida personal... ¿Qué es eso? Eso que hacías y te hacía feliz, como hacer ejercicio, leer, tener un hobby, charlar con amigos, etc. Tu objetivo de vida debe ser estar pendiente del niño. Hacé de tu maternidad/paternidad una cruzada.

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2) "Lo que quieras con tal que dejes de chillar":

Los niños, todos, tienen berrinches. Si querés echarlo a perder no dejes que el berrinche llegue, apenas frunza el ceño tratá de concederle todo lo que desea, aunque sea inadecuado. Apenas ensaye unos pucheros porque no le comprás ese juguete, corré a conseguirlo, no vaya a ser que el niño sufra por no tener lo que el 0,02% de los niños tienen.

3) No...pero:

Si considerás que lo que el niño quiere es descabellado (como, por ejemplo, jugar con el florero de cristal de tu tía Clarita), intentá parecer una buena madre o un buen padre y decile un NO adornado de excusas, explicaciones e intentos de razonamiento. Indudablemente el niño hará un berrinche de proporciones descomunales, con cortes de respiración y sofocos fríamente calculados como para causarte la suficiente ansiedad, inquietud o culpa como para que, finalmente cedas real o vicariamente a sus deseos.

4) No quiero traumatizarte:

Los límites verbales, penitencias, retos o cualquier medida de sanción no le van a funcionar cuando quieras echarlo a perder, todo lo contrario. Insistí en que el niño debe desarollarse según su "naturaleza", sin que le pongas restricciones de ningún tipo. Si quiere dormirse a las 12 y media de la noche, dibujar las paredes recién pintadas, comer en el piso, hacer pis en una maceta, acariciar abofeteando a padre y abuelos, atropellar a otros niños para obtener un juguete, tenés que dejarlo que actúe a sus anchas, o ¿no son así todos los niños/as? No permitas que ninguna frustración, por pequeña que sea, nuble su esplendorosa infancia.

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5) El niño florero:

en cualquier reunión social, tu niño debe ocupar un lugar preeminente. Las conversaciones, por más elevadas que sean, deben interrumpirse para escuchar primero sus balbuceos, luego sus gritos, canciones o lo que el niño haga, incluyendo, por supuesto, sonidos indecorosos.

6) Pero... ¡Si es superdotado!:

Ya seguramente te habrás dado cuenta de que tu niño es especial; todas sus acciones manifiestan una inteligencia muy por sobre lo normal, a su lado cualquier niño de la misma edad parece una lechuga mustia. Debe haber algo de cierto en eso de "de tal palo tal astilla", el niño seguramente es una copia mejorada de vos. Por eso, aun cuando el resto de la gente lo considere perfectamente común, vos sabrás que es extraordinario y que no tenés que dejar de lado cualquier oportunidad de mostrarlo al mundo.

7) ¡Qué va a saber tu maestra/o!.

Si querés continuar tu tarea de echar a perder al niño, cuando ingrese a la escuela no pierdas la oportunidad de hablar mal de su maestra/o, de contradecirla/o en sus pautas o de discutir con ella/él frente al niño. Si querés echar a perder a tu niño debés descalificar la acción educativa de cualquier agente externo a su propia persona y, sobre todo, interferir en cualquier puesta de límites.

8) Y todo a medio hacer...:

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Para echarlo a perder debés permitir que deje todo a medio camino. Si se sienta a comer puede levantarse cuantas veces quiera, no le exijas guardar los juguetes luego de jugar, ni los útiles dentro de la mochila, ni promuevas la formación de ningún hábito que coarte la libre expresión de su personalidad. Que se lave los dientes o tire la cadena si quiere, pues vos no te vas a fijar en esas nimiedades.

9) El cliente, perdón... El niño, tiene siempre la razón:

Ya te debés haber dado cuenta de que la gente no advierte lo especial, inteligente y destacado que es tu niño. Si lo querés echar a perder y la gente que lo rodea no colabora en tu tarea, podés pensar que todos se la agarran con él o lo rechazan porque es superior en belleza, inteligencia, talento y demás a los otros niños. Debés apañarlo, cubrirlo o justificarlo en cualquier acción, por deleznable que sea, también excusarlo permanentemente o defenderlo a muerte. Siempre le echan la culpa a él, pero ¡si no ha hecho nada!

Empiezan entronizados, idolatrados, adorados, como pequeños tiranos, dorados reyes o emperadores, pronto se convierten en temibles dictadores, y muchos de ellos llegan a ser esos adolescentes sin rumbo. El exceso de atención, la sobreprotección, obstaculiza los procesos de desarrollo y el logro progresivo de autonomía, que es un proceso que tiene muchas pequeñas frustraciones (cosas que no puede hacer, que no puede tener), que además de ser parte de la vida, le permiten aprender a soportarlas (tolerarlas), avanzando en su madurez y preparándose para la vida.

Los niños necesitan muy poco para vivir: alimento, cuidados, amor, respeto, abrigo, oportunidades para aprender, límites, compañía, diversión, etc. Muchas de esas cosas no tienen precio. Todos hemos visto estas escenas: el niñito malcriado tirándole arena a los demás en el parque; el lloroncito de 3 años que no se calla hasta que sus padres le compran un dulce en el supermercado; la niña que le falta el respeto a su madre gritando "¡porque no quiero!" en el restaurante.

Y hemos mirado a sus padres con cierto desdén, seguros de que nosotros nos portaríamos de manera muy diferente si nuestros hijos se estuvieran portando de tan espeluznante manera.

Hasta que nos pasa a nosotros: nuestro niñito tiene un ataque que nos agarra completamente de sorpresa. Y de repente, eres tú esa mamá o papá que no sabe qué hacer frente a tan difícil situación. La verdad es que todos los niños presentan problemas de conducta que ocurrirán en

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edades diferentes, y será responsabilidad nuestra encontrar la mejor manera de solucionarlos.

¿Por qué es la disciplina un dilema tan grande? Porque ponerla en práctica es como caminar por una cuerda floja. Por un lado está el peligro de ser demasiado permisivos, porque nadie quiere criar a niños consentidos y tiranos; por el otro, está el miedo de controlarlos excesivamente, porque tampoco queremos ser tan duros que lleguemos a criar a niños miedosos, tímidos y tristes.

Lo que necesitamos es encontrar un término medio para lograr educar a niños respetuosos, afectuosos y bien portados.

Primero, las reglas básicasPara preparar el escenario y disciplinar a los niños con éxito, éstas son las reglas básicas con las que concuerdan muchos expertos:

1. Todos tenemos responsabilidades. Hay que enseñar a los niños, desde el principio, que en la familia hay un sistema de apoyo recíproco, por el cual todos se ayudan y colaboran. Hasta una bebé puede "ayudarte" a alzarla, levantando sus bracitos hacia ti.

2. El respeto tiene que ser mutuo. Una de las quejas más comunes de los padres con relación a sus hijos y viceversa es: "No me estás escuchando". Procura dar un buen ejemplo desde el principio, y cuando tu niñito trate de decirte algo, interrumpe lo que estés haciendo, ponle atención y escúchalo. Así más tarde podrás exigirle el mismo comportamiento.

3. La clave está en la constancia. ¿Quieres criar a un niño con fortaleza emocional? Sé constante y firme con relación a las normas y tareas. Es preferible insistir en que el niño ayude con una única tarea que no exigirle absolutamente nada. Tu firmeza y constancia le enseñarán a tu hijito que le quieres lo suficiente como para esperar que se comporte responsablemente.

4. La vida no siempre es justa. Los padres tenemos mucho miedo de decepcionar a nuestros niños, demasiado, dicen muchos expertos. Pero, si los niños nunca pasan por situaciones dolorosas o frustrantes, como al tener que compartir un juguete o esperar su turno, o si nunca sienten tristeza ni desilusión, no tendrán la oportunidad de desarrollar las habilidades psicológicas esenciales para su felicidad. O sea que si tu niño se enfada porque a su hermanito más pequeño le tocó un castigo diferente, por ejemplo, está bien que le digas: "Sé que te parece injusto, y siento que te moleste, pero la vida no siempre es justa".

Las herramientas: Bebés, niños pequeños y niños mayoresAtención: Nuestras herramientas no están garantizadas, y ninguna de ellas será perfecta para todos los padres y niños. Pero sí te ofrecerán opciones a la hora de disciplinar a tus hijos, ¿y a qué

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padre no le gustaría contar con más "armas secretas"?

Herramienta: Dale amor en abundancia. Edad: De recién nacido a 12 meses (¡y mucho más!). Cómo funciona: Seguramente te habrás preguntado si tu bebé se está saliendo con la suya cuando vas y lo alzas por la enésima vez. ¿Debes de empezar a imponerle límites? Todavía no, dicen los profesionales. Al responder a las necesidades de tu bebé no lo estás consintiendo ni "malcriando", ya que es imposible consentir o mimar demasiado a un bebé.

De hecho, el resultado será precisamente lo contrario: al darle a tu bebé todo el amor y atención posibles ahora, le estás ayudando a transformarse en una persona bien equilibrada y comportada. Tu bebé está aprendiendo a confiar en sus padres, y su forma de hacerlo es comprobando que siempre estás presente para responder a sus necesidades.

Con el tiempo, esa confianza hará que tu hijito se sienta más seguro y menos ansioso, sabiendo que reconoces y atiendes a sus deseos y necesidades. Y cuando más tarde llegue la hora de imponer límites y normas, tu pequeño confiará también en tus decisiones y entenderá que lo quieres aunque tengas que corregirlo.

Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu bebita de 4 meses está llorando, a pesar de que le diste el pecho hace media hora. Tu suegra dice que la dejes llorar. Está equivocada, dicen los expertos. Su llanto es su forma de decirte que necesita algo, aunque no sepas lo que es. Prueba caminar un rato con ella, volverla a amamantar, o mecerla y cantarle una canción. Tu hijita necesita saber que estás ahí para asistirla, aunque lo único que necesite sea una siesta.

Herramienta: Elimina y sustituye. Edad: 6 a 18 meses. Cómo funciona: Como todos nosotros, los niños aprenden haciendo. Eso significa que cuando tu niñito tira al suelo su plato de frijoles es porque quiere ver qué va a pasar, y no porque tiene ganas de enojarte o ensuciar el suelo de la cocina.

Esto no quiere decir que tengas que permitirle hacer todo lo que quiera, o algo que a ti no te guste, y muchísimo menos que juegue con algo peligroso. Cuando eso ocurra, quítale el objeto o lleva a tu niño hacia otro lugar. Ofrécele entonces algo más seguro, que ensucie menos o no sea tan destructivo. Al sustituir el objeto por otra alternativa evitas que se desespere.

Es importante que le expliques lo que estás haciendo, aunque sea demasiado pequeño para entenderlo del todo. Le estás enseñando la importante lección de que algunos comportamientos son inaceptables y que, cuando sea necesario, tú le cambiarás de actividad.

Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu bebé de 8 meses insiste en morder las cuentas de tu collar favorito. En lugar de permitírselo (ya que podría romper el hilo y atragantarse con una

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cuenta) o continuar sacándole el collar de las manitas una y otra vez, quítate el collar y guárdalo, explicándole que "el collar de mamá no se puede morder". Dale entonces una mordedera o juguete para morder y dile, "esto sí se puede morder".

Herramienta: Arreglen juntos el problema. Edad: 12 a 24 meses. Cómo funciona: Volviendo al ejemplo del plato de frijoles, es importante diferenciar entre un bebé que juega a tirar su comida al suelo y un niñito que lo hace intencionalmente, sabiendo que está ensuciando la cocina para que luego mamá o papá la limpien.

Ese punto de transición ocurre cuando el niño es capaz de entender que está haciendo algo que no debe de hacer, normalmente alrededor de su primer cumpleaños. Cuando te mira con expresión traviesa y luego tira los frijoles, es hora de reaccionar. Lo que tienes que hacer es empezar a enseñarle el concepto de ser responsable de sus acciones.

Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu hijito ha ensuciado todo el piso bajo su sillita a la hora de comer. Cuando termine, sácalo de la sillita, ponlo en el suelo y pídele que te alcance unos frijoles y te "ayude" a recoger. Háblale sobre lo que están haciendo: "Hemos tirado comida al suelo, o sea que ahora tenemos que limpiar".

Herramienta: Refuerza lo positivo. Edad: 12 meses en adelante. Cómo funciona: Este truco es fácil: Cuando tu niñito se esté portando bien, díselo, en lugar de sólo hablarle para llamarle la atención por hacer algo mal. Recompensar el buen comportamiento en lugar de reprochar el malo es un hábito que requiere un poco de práctica, pero a la larga es más eficaz.

Cómo usar esta herramienta en el cotidiano: Es la hora de la siesta (lo cual a veces se transforma en un momento de disputa con tu niñita). Motívala elogiando hasta el mínimo esfuerzo de su parte: "Qué bueno que has dejado de jugar cuando te lo pedí. Eso significa que tendremos tiempo para leer un cuento. Si te acuestas rapidito, tendremos aún más tiempo y podremos leer dos cuentos". Sigue felicitándola por todo y cualquier cambio positivo en su conducta a la hora de la siesta, y recompensa sus intentos con cuentos o canciones.

Herramienta: Solicita la ayuda de tu niño. Edad: 12 meses a 8 años. Cómo funciona: Los estudiosos han descubierto algo que muchos padres todavía no han percibido: los niños llegan al mundo programados para ayudar y cooperar. Todo lo que tenemos que hacer como padres es aprovechar esta tendencia natural. Muchas veces, nosotros los padres no lo notamos porque no esperamos que los niños quieran ayudar.

Un estudio realizado en 2006 apoya esta idea. Investigadores del Instituto Max Planck de

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Antropología Evolucionaria, en Alemania, descubrieron que, desde los 18 meses, los niños demuestran cualidades altruistas y cooperativas.

Lo demostraron de una manera muy sencilla: un investigador fingía que le costaba tender una toalla con una pinza o apilar una serie de libros. Cuando al investigador se le caía la pinza o se le desmoronaba la pila de libros, los niñitos corrían y le alcanzaban la pinza o volvían a ordenar los libros. Pero cuando el investigador cometía esos mismos errores sin fingir que le costaba hacerlo, o sea, sin que pareciera necesitar ayuda, los niñitos no se movían. Eso prueba que entendían lo que significa ayudar a los demás.

Haz que tu niñito participe (aunque lo haga a su manera) en las tareas del hogar, con eso le estás enseñando que en la casa todos cooperan y trabajan juntos. Dependiendo de su edad, puede lavar una verdura, alimentar al perro o separar la ropa que se ha lavado por cada miembro de la casa. Le estarás enseñando a ser un buen ayudante, lo cual es una de las habilidades más importantes en la vida porque los expertos han comprobado que las personas con mayor salud mental son aquéllas que han aprendido a ayudar a los demás.

Aunque ésta no parezca ser una estrategia disciplinaria, lo comprobarás cuando la empieces a aplicar. Una vez que hayas enseñado a tu hijito a cooperar, esta cualidad te será muy útil porque al delegarle un "trabajo" evitas ciertas situaciones que podrían provocar un berrinche o rabieta.

Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Estás en el supermercado (uno de los escenarios predilectos de los niños para las rabietas). Cuando tu niñito empiece a agitarse, tratando de escapar del carrito de compras, enséñale una caja de cereal y dile: "Tengo que comprar comida, y necesito que me ayudes". Entonces dale la caja de cereal y deja que él la coloque dentro de la canasta. También puedes pedirle que sea tu "buscador" y te ayude a encontrar las comidas y los productos que necesitan.

Herramienta: Controla su coraje. Edad: 12 a 24 meses. Cómo funciona: Los niños de 12 a 24 meses son susceptibles a las rabietas porque aún no son capaces de controlar sus emociones, explican los expertos.

El primer paso que hay que tomar en estas situaciones es permitir que el niño se tranquilice como pueda. Si te permite que lo abraces, mécelo entre tus brazos hasta que se calme. Si cuando lo tocas se enfurece más todavía, dale espacio para que logre calmarse él solito.

No trates de charlar sobre lo ocurrido hasta que haya pasado su tormenta emocional. Pero una vez que se calme, no dejes de hablar con tu niñito sobre lo que ocurrió, aunque te parezca que todo se ha solucionado. Rebobina la película y vuelve a la escena del crimen. Ésa es la única forma de corregir los errores que se hayan cometido.

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Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu niñito se negó a vestirse y se puso como loco, tirando sus juguetes por la habitación. Una vez que se haya calmado, llévalo hacia los juguetes que ha tirado y dile con calma pero con firmeza que es hora de recogerlos. Si la tarea parece ser demasiado grande para él, divídela. Señala algunos juguetes y di, "tú recoges los de ahí y yo recojo los de allá". Quédate con él hasta que haya terminado su parte.

Si se niega o empieza a tener otra rabieta, el ciclo se repite, pero esta vez espera un poquito más hasta que se calme completamente, y asegúrate que sepa que vas en serio. Vuelve entonces a decirle que recoja los juguetes.

Herramienta: Háblale en su idioma. Edad: 12 a 24 meses. Cómo funciona: A veces el secreto para que los niños hagan lo que tienen que hacer o dejen de hacer lo que no deben depende, simplemente, de que nos comuniquemos con ellos de una forma que realmente entiendan. El pediatra Harvey Karp, autor del libro El bebé más feliz del barrio sugiere que los padres vean a su niñito como un "hombrecito prehistórico" y que le hablen como tal. En otras palabras, háblale de forma casi primitiva, de la manera más sencilla posible.

Karp se refiere a esta estrategia de comunicación como la "regla de la comida rápida" porque te portas básicamente como el cajero en una ventanilla de comida rápida: repites la orden y dices el precio. Usa frases cortas y mucha repetición, gestos y expresividad para mostrarle a tu niño que entiendes perfectamente lo que él quiere o piensa.

Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu hijito le arranca un juguete de las manos a su amiguito. En lugar de sentarlo para un tiempo de castigo o tratar de explicarle por qué lo que hizo está mal (dos estrategias en las que asumes que tu niño ha avanzado lo suficiente en su desarrollo como para comprender lo que ha sucedido), repítele lo que crees que está pensando o sintiendo: "Tú quieres el juguete".

Al reconocer sus sentimientos, le estás ayudando a tranquilizarse. Y una vez que se haya calmado lo suficiente para poder escucharte, podrás transmitirle tu mensaje disciplinario, aunque en la versión simplificada: "Agarrar, no. Juguete de Pablo". Aunque al principio te parezca raro, verás como sí funciona.

Herramienta: Obedece sus "no". Edad: 12 a 36 meses. Cómo funciona: "No" suele ser una de las primeras palabras que aprenden los niños, y casi inmediatamente se transforma en la que más les gusta. Como sabemos los papás, esa negatividad y rechazos constantes se vuelven un poco fastidiosos. Aunque parezca mentira, una de las maneras de prevenir los incansables "no" es procurando tomarlos en serio cuando tu hijito los pronuncie. Al fin y al cabo, todos nosotros tenemos la costumbre de repetir lo que decimos cuando creemos que no nos están escuchando, ¿no es cierto?

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Ejemplo de cómo usar esta herramienta: Tu hijito está corriendo de un lado a otro con el pañal sucio, pero se niega a dejar que lo cambies. Primero pregúntale si quiere que le cambies el pañal, y si te responde que no, dile: "muy bien", y espera unos minutos más. Al cabo de cinco minutos vuelve a preguntárselo, y si otra vez te dice "no", espera un poco más. Seguro que para la tercera vez que se lo preguntes, ya le estará molestando tener el pañal sucio y te responderá que sí. Al darse cuenta que su "no" tiene valor, tu hijito dejará de usarlos a modo de respuesta automática.

vitar la sobreprotección del niño

Desde el nacimiento, el niño se enfrenta con frustraciones y pequeñas derrotas. Para él, constituyen los primeros momentos difíciles de la vida. Ayúdale así.

La mamá y el papá tienen el deber de ayudar a su hijo a construir una imagen interior de sí mismo lo más positiva posible, en la que también se deberá apoyar cuando la realidad no le sea muy favorable. Para conseguirlo, es preciso medir la protección necesaria, así como los estímulos para conocer el mundo y para ser autónomo. 

Qué hacer 

- Transmitir al niño una percepción tranquilizadora del mundo. Ver peligros por todas partes y no concederle gradualmente la autonomía necesaria le crea mucha inseguridad. Añadir también una dosis de ansiedad constante significa correr el riesgo de bloquear o retrasar muchos de sus descubrimientos.

- Tratar de darle ejemplo, mostrándole que, aunque se equivoque y las cosas no vayan como querría, siempre existe la posibilidad de solucionar los problemas. El niño hace suya esta actitud a partir del ambiente en el que crece, y la “absorbe” por imitación.

- Recordar que la sobreprotección de los padres, a la larga, afecta al niño. El pequeño sobreprotegido puede desarrollar una sensación de inferioridad y de incapacidad, permaneciendo excesivamente ligado y dependiente de los padres.

- Hay que dar confianza al niño cuando asegura que “no puede” hacer algo. En los primeros años, el niño debe aprender muchas habilidades, y sus movimientos se deben perfeccionar. Cuando se desanima y habla de sí mismo subrayando únicamente la parte negativa (“no puedo”), es importante rebatir su punto de vista, demostrándole que sí sabe hacer muchas cosas solo.

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- El hecho de sentir que mamá y papá se ocupan de él le aporta una gran seguridad. Elogiarle cuando logra hacer algo solo, o ayudarle sin dramatizar cuando tropieza y se cae, son otros estímulos que le ayudan a aumentar su autoestima.

- Inculcar demasiado miedo puede frenar la vitalidad de los niños y, en cualquier caso, hacerles escoger el camino equivocado. Algunos estudios han relacionado un comportamiento excesivamente timorato de los padres con comportamientos transgresivos y agresivos de los hijos, una vez son mayores.

Qué no hacer

- No infravalorar los miedos del niño, pero tampoco exagerar con la compasión. Cuando se le dice “pobrecito”, en realidad, sólo se están atenuando los efectos del consuelo. De hecho, al niño le parecerá que existe una amenaza real a la que debe temer.

- No excederse con las advertencias del tipo “cuidado, que te vas a caer”, o “no vayas allí, que es peligroso”. Repetir estas frases continuamente tratando de evitar el enfrentamiento inevitable con el riesgo puede crear en el niño el miedo a no ser capaz de defenderse y dominar su integridad.

- No hacer las cosas por él cuando no puede hacer algo. Protegerle de las frustraciones no le ayuda a ser autónomo. La autoestima del niño se forma en los primeros años de vida, en función de los juicios que se expresan sobre su persona y sobre sus capacidades.

- No intervenir enseguida en cuanto el pequeño sufre un acto de prepotencia por parte de otro niño de su edad. De lo contrario, nunca aprenderá a defenderse solo y siempre recurrirá a la ayuda de sus papás.

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