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1 CUADERNOS CIUDADANOS NÚMERO 3 VIOLENCIAS, MEMORIA Y RECONCILIACIÓN EN LA CIUDAD Observatorio de Realidades Sociales Arquidiócesis de Cali Cali - Colombia, Febrero de 2015

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Violencias, memoria y

reconciliación en la ciudad

observatorio de realidades sociales arquidiócesis de Cali

Cali - Colombia, Febrero de 2015

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Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía arzobispo de Cali

Jesús Darío González Bolaños Coordinador observatorio de realidades sociales

equipo de TrabajoMónica Delgado CañeteMarlyn Vanessa Vargas

Rubén Darío Gómez Posada

Santiago de Cali, Mayo de 2014Observatorio de Realidades Sociales

Carrera 4 No 7-17 • Cali - ColombiaTeléfono: 889 0562 Ext. 1010 al 1013

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PRESENTACIÓN

memorias de la Jornada de reFleXión: Violencias, memoria y reconciliación en la ciudad.

maniFiesTo Por la PaZ. Hernando Llano - universidad Javeriana

conVersaciones y coneXiones enTre las orGaniZaciones sociales, iGlesia y academia. Jesús darío González - observatorio de realidades sociales

Primera sesión orGaniZaciones sociales:

“Nosotros tenemos que empezar a hacer nuestro proceso de paz con la gente, por ello estamos creando círculos de paz…” nelly núñez Viveros - Fundación Paz y Bien

“Debemos superar nuestras propias violencias y para ello debemos generar procesos formativos, educativos, y organizativos en las comunidades”. nilson moreno - aCJ

Primera ronda de inTerCamBioPreguntas y comentarios de los asistentes: “Lo étnico y lo estético en las territorialidades del conflicto”.

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seGunda sesióninVesTiGadores y acadÉmicos:

“La sociedad entera debe coadyuvar a que la función pública se aleje de las instancias ilegales…”Germán ayala - universidad autónoma de occidente “La academia tiene la responsabilidad de abrir mayores escenarios de diálogo…” Carmen Helena urrea y Patricia Lasso - universidad san Buenaventura.

“Ese honor del grupo, ese orgullo de la identidad de la pandilla, está siendo remplazado por el culto al dinero y por las reglas del negocio…”Jorge ordoñez - universidad iCesi

“La memoria debe ser un instrumento de reconciliación, cuando no hay memoria hay servidumbre, cuando no hay memoria hay olvido” Gildardo Vanegas - universidad del Cauca

“La investigación se debe reflejar en las comunidades, es el reclamo que la gente nos hace a todos…” Padre robert alberto Velásquez - universidad Católica Lumen Gentium

“La integración de lo legal e ilegal en cali pasa por la violencia” Boris salazar - universidad del Valle

seGunda ronda de inTerCamBio,Preguntas y comentarios de los asistentes: “seguirnos convocando, porque esto es parte de un proceso de encontrarnos como ciudadanos…”

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1. PresenTaCiÓn

En medio de los agites y las convulsiones de una ciudad como Santiago de Cali, en constante relación con el andén pacífico y con la influencia andina que nos constituye, el ir y venir mi-gratorio de sus gentes es complejo y difícil. Por esta razón es fundamental avivar la reflexión permanente sobre el devenir de las realidades que nos afectan y afectamos como ciudadanos, haciendo esfuerzo para superar las indiferencias.

En esta oportunidad, presentamos un ejercicio de reflexión, que corresponde a aquella necesidad de encuentro, el cual se dio en el marco de la Semana por la Paz realizada en septiembre de 2014, donde confluyeron a las instalaciones de la Pontificia Universidad Javeriana de Cali, organizaciones sociales, barriales, comunitarias, eclesiales y académicas para dialogar de un tema particular, de preocupación común y que como nombre iden-tificó a la jornada: Violencias, Memoria y Reconciliación en la Ciudad.

El documento expresa nuevas emergencias y escenarios crí-ticos en la ciudad que apremian conexiones entre la iglesia, las academias, las organizaciones sociales y las instituciones, que de-mandan atender la dispersión de la organización y movilización social, pero sobre todo que requieren activar la participación de las ciudadanías, con miras a transformar aquellas realidades que nos duelen, tal vez potenciando aquellas que nos unen y nos llenan de alegría.

En ese sentido, este Cuaderno Ciudadano # 3 se constituye en insumo para procesos y compromisos de trabajo colectivo, de cara a la consolidación de nuevos espacios en los que se fortalezcan los emprendimientos en el territorio, como nuevo punto de convergencia en el 2015 para construir iniciativas de buen vivir.

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memoriasde La

Jornada de reFLeXiÓn

Violencias, memoria y

reconciliación en la ciudad

santiago de Cali, septiembre 11 de 2014

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Estamos aquí para estimular al máximo las reflexiones, pro-puestas e iniciativas de “paz-es” que de parte de todos poda-mos ir tejiendo en este desafío de recuperar las memorias de las violencias, para incorporarlas en un contexto propositivo de transformación y de reconciliación.

Considero pertinente empezar esta Jornada de reflexión so-bre “Violencias, Memoria y Reconciliación”, con la lectura de “El manifiesto por la paz”, que ha sido promovido por la Arquidió-cesis de Cali con varias organizaciones civiles, la Universidad Ja-veriana y también la administración municipal, presidida por el alcalde y el Concejo Municipal, pues dicha proclama contiene el espíritu que nos anima en esta Semana por la Paz y especialmen-te en esta jornada. Dice así:

VioLenCias, memoria YreConCiLiaCiÓn en La Ciudad

maniFiesTo Por La PaZ

Santiago de Cali, septiembre 11 de 2014

Moderador - Hernando Llano

“Los firmantes de este manifiesto en el marco de la Semana por la Paz 2014, somos ciudadanos y ciudadanas habitantes de la ciudad de Cali, algunos miembros de or-ganizaciones sociales, civiles y eclesiásticas que hemos uni-do esfuerzos para trabajar y reiterar nuestro compromiso decidido por la paz, buscando responder desde nuestras opciones cotidianas e institucionales al lema de la Semana de la Paz de este año “por la paz de que soy capaz” mani-fiesto por la paz.

Sabemos que para prevenir conflictos y violencias es absolutamente necesario que la paz comience a vivirse como un valor en el interior de cada persona, así podrá

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extenderse a las familias y a las diversas formas de agre-gación social, hasta alcanzar a toda la sociedad. Por eso nos creemos capaces de promover relaciones centradas en el dialogo, el respeto de las diferencias y la búsqueda de consenso para la toma de decisiones. Estamos seguros de que en un dilatado clima de concordia y respeto a la justicia, a la verdad y a las víctimas, seremos capaces de ir configurando una autentica cultura de paz que se pueda extender a todos los rincones del país.

Nos creemos capaces de trabajar para que la paz sea el fruto de unos acuerdos entre los actores del conflicto armado en Colombia, apoyados en una justicia transicional y restaurativa, que sepa reconocer y reparar la dignidad de las victimas heridas por la guerra, pero al mismo tiempo que sea capaz de reintegrar a los colombianos y colom-bianas atrapados en la guerra, y de liberar a quienes son rehenes del odio y no creen en horizontes de reconcilia-ción nacional, para que puedan retornar como población desmovilizada a la legalidad, en forma sostenible, contribu-yendo a la paz, la seguridad y la convivencia ciudadana.

Nos comprometemos a trabajar por una Colombia que se prepara para el fin del conflicto armado y la violen-cia política, promoviendo un perdón auténtico, sustentado en la verdad y la reparación. Generoso, capaz por la paz de reconciliar a los compatriotas enfrentados en esta do-lorosa guerra para dar paso a una justa y sana convivencia, generando espacios de reflexión profunda, leal, valiente, que promueva la confianza y la esperanza, para todos los que compartimos la vida en este bello país y en nuestro hermoso Valle del Cauca.

Por todo lo anterior firmamos este manifiesto por la paz, como signo de nuestro compromiso personal e insti-tucional que busca trabajar cada día, respondiendo al inte-rrogante, “por la paz de que soy capaz”.

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Reciban un afectuoso saludo de Monseñor Darío de Jesús Monsalve, quien ha estado muy atento a estos ejercicios de re-flexión con una amplia vocación ciudadana.

Esta invitación en el marco de la Semana por la Paz, es una sencilla conversación de un asunto que es de honda preocu-pación cotidiana, la violencia urbana, sobre todo si tenemos en cuenta que a pesar de los anuncios institucionales, acciones di-suasivas, comisiones o nuevos referentes de inversión en tecno-logía, a pesar de todo esto, en 20 años los indicadores de violen-cia se mantienen y esos no son sólo indicadores, son vidas que se pierden, son duelos que hay en nuestras familias, en nuestro vecindarios, en nuestros entornos de sociabilidad de la vida. Si lo vemos de esta manera tendremos pistas de esa memoria que hoy guarda mucho de duelo y de dolor, pero también mucho de lógica vengativa, guarda mucho de aquella narrativa del mal que se sostiene en la lógica de confrontación, desestructuración de la vida social y la vida personal.

Recuerdo que la jornada está dividida en dos momentos: un primer diálogo en clave comunitaria con Nelly Núñez Viveros y Nilson Moreno, ambos con un especial compromiso social por la ciudad; y un segundo conversatorio con un amplio grupo de per-sonas que vienen trabajando el tema desde la investigación social y la compresión de los fenómenos urbanos. Todos ellos en re-presentación de las diferentes universidades: ICESI, Autónoma de Occidente, San Buenaventura, Unicatólica, Univalle y Unicauca.

Que sea éste un encuentro para las diversas expresiones ciu-dadanas, un espacio para la escucha de las ciudadanías que habi-tamos en esta ciudad; bienvenidos todos y todas, investigadores, estudiantes, miembros de las organizaciones sociales, eclesiales, dirigentes cívicos y comunales.

ConVersaCiones Y ConeXionesenTre Las orGaniZaCiones soCiaLes, iGLesia Y aCademia

Jesús darío González - observatorio de realidades sociales

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RESUMEN:

Nelly Núñez nos habla de su experiencia de trabajo en comu-nidad, especialmente de su vida y labor en barrios del oriente de Cali, barrios como Potrerogrande y Llano Verde; cuenta cómo son los acompañamientos a las familias reubicadas o desplazadas, cómo son los procesos restaurativos con jóvenes vulnerables o pertene-cientes a pandillas. Nos habla acerca de los logros obtenidos a tra-vés del trabajo colectivo, las dificultades que a diario enfrentan y las estrategias que les han permitido mantenerse y ganar el reco-nocimiento por parte de sus comunidades. Por otro lado, cuestiona los intereses y las condiciones en las que se desarrollan los nuevos planes de vivienda de interés social en la ciudad, advierte acerca de los confinamientos, la exclusión y la manera como se disimulan los despojos de familias que son desplazadas del campo y revicti-mizadas en la ciudad. Como propuesta nos comparte acerca de los Círculos de Verdad – Reconciliación y las Escuelas de Paz, entre otros emprendimientos, que desarrollan en sus comunidades para que los procesos de paz y reconciliación se vivan y se construyan en el territorio con las comunidades que los habitan.

Primera sesiÓn orGaniZaCiones soCiaLes

Panelistas: nelly núñez Viveros - Fundación Paz y Bien

nilson moreno - asociación Cristiana de Jóvenes

“nosoTros Tenemos Que emPeZar a HaCer nuesTro ProCeso de PaZ Con La GenTe, Por eLLo esTamos

CREANDO CÍRCULOS DE PAZ…”

Nelly Núñez Viveros - Fundación Paz y Bien

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Mi nombre es Nelly Núñez Vi-veros, hago parte de la Fundación Paz y Bien desde hace 17 años. Paz y Bien es una Red Social que traba-ja en las Comunas 13, 14, 15 y 21 del Distrito de Aguablanca, en los barrios Potrero Grande y recien-temente en Llano Verde. El sujeto social de nuestra intervención son niñas, niños adolescentes, jóvenes en alta vulnerabilidad social y víc-timas de desplazamiento forzado, especialmente personas adultas ma-yores, asentadas en el Distrito de Aguablanca y en el Oriente de Cali. Nosotras empezamos a trabajar en esta zona de la ciudad, como resi-dentes que nos interesaba mejorar las condiciones de vida propias y las de nuestro vecindario. Poco a poco fuimos superando las limitaciones de escolaridad, de formación aca-démica y profesional lo que nos ha permitido afinar nuestro liderazgo y hoy en día somos Gestoras Sociales que impulsamos el desarrollo y la convivencia pacífica en nuestro con-texto social.

En Potrero Grande hemos he-cho una presencia muy significativa. Hemos acompañado a muchas de estas familias desde que estaban ubicadas en el Jarillón del río Cauca, las hemos apoyado en su reubica-ción en este lugar y hemos vivido con ellas el proceso de reacomodo y búsqueda de nuevas oportunida-des de generación de ingresos. No

ha sido fácil, porque la mayoría de ellas venían del campo, se instalaron en el Jarillón, en donde no tenían que pagar sus servicios, tuvieron el acompañamiento de los Misioneros Combonianos: el Padre José Luis y el Padre Franco, quienes compartieron por mucho tiempo con ellas la vida en ese lugar ; los misioneros deriva-ban recursos para su manutención de la fabricación y venta de leche de soya, esto no sólo fue una actividad productiva sino pedagógica y pasto-ral. También les enseñaron a convivir en comunidad y les alimentaban su espiritualidad en la capillita, la Euca-ristía diaria era en un cambuche, a la orilla del río. ¡Qué duro fue para todos la partida de estos misioneros para quienes no hubo lugar en Po-trero Grande!

Ahora acompañamos a las fami-lias que han sido trasladadas al barrio Llano Verde en la Comuna 15, apa-rentemente en mejores condiciones porque hay un acondicionamiento exterior mejor, vías pavimentadas o pequeños antejardines, pero las viviendas son de 43 m2 para fami-lias amplias del pacífico colombiano, que son numerosas, con más de 5 miembros por familia. Es un nuevo asentamiento humano en donde se vive la exclusión. Allí acompañamos a esta comunidad, muchos de cuyos miembros son víctimas de desplaza-miento forzado que viven no sólo la marginalidad socioeconómica, sino

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la angustia de que sus hijos sean en-ganchados por bandas criminales. Es en este campo en el que interveni-mos para prevenir el reclutamiento de menores de edad y organizar a la comunidad que apenas se está ins-talando.

Mi primer trabajo en Paz y Bien fue con jóvenes vulnerables, de las llamadas Pandillas, que azotaban las calles de los barrios con sus actua-ciones violentas y sus manifestacio-nes de rebeldía. A mí siempre me había gustado el trabajo social y esta oportunidad se convirtió en mi “es-cuela de formación”. Empecé con la Pandilla de “Los Chingas” un grupo que estaba enfrentado con otro por límites de territorio y se estaban matando. Estos jóvenes no tenían vínculos familiares, me demoré más de un año en conocer a su familia, en este caso a la mamá que era el único familiar reconocido por ellos; no tenían hábitos de higiene, me to-caba bañarlos, arreglarles el cabello y las uñas, y darles la formación más elemental para la vida. En esa época mis hijos eran adolescentes como ellos, yo reflejaba mis sentimientos de madre en estos jóvenes tenien-do cuidado de no generar vínculos, pero sí de llenar un vacío que les impedía sentirse humanos y ver a los demás como iguales. Cuando logré vincular a sus mamás, y forta-lecer la relación afectiva madre-hijo, la misión se agilizó y pude aplicar

el modelo de Justicia Restaurativa para lograr el restablecimiento de las relaciones personales y sociales de “mis pelados” con ellos mismos y con la comunidad.

Así aprendí a transformar las vio-lencias que se vivían entre los jóvenes pandilleros de hace diez años, quie-nes por el robo de una bicicleta, una gorra, y a veces de un celular entra-ban en conflictos y usaban cuchillo o “changón”, que eran las armas pode-rosas que manejaban para demostrar su liderazgo y defenderse, o recupe-rar lo perdido. A estos casos aprendí a aplicarles Justicia Restaurativa, de manera que identificaba al ofensor y a su víctima, los relacionaba con sus comunidades (familia y vecinos) y así quedaba constituido el Triángulo de Restauración de este modelo.

Hoy en día la violencia juvenil en los barrios se ha transformado. Ya el joven no hace parte de una pandilla barrial que se parcha en las esquinas. Ahora es una adolescente o joven organizado que pertenece a una banda, tiene jefe, devenga un salario básico por hacer parte de ese grupo y tiene que estar disponible para los servicios que soliciten sus patrones. Para nosotras en Paz y Bien es muy doloroso cuando uno de nuestros jóvenes nos dice: “mire, Profe, no me vaya a sacar del programa Francis-co Esperanza. Yo voy cuando pueda, lo que pasa es que ahora tengo pa-trón…”

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Nosotras como Tutoras del Pro-grama de Restauración Juvenil Fran-cisco Esperanza, tenemos un enor-me reconocimiento de parte de la juventud y de la comunidad en el Distrito de Aguablanca, en Potrero Grande y a dónde vamos. El pro-grama es para ellas y ellos como un “paraguas” en donde se sienten reconocidos y protegidos. No te-nemos que salir a buscar a los mu-chachos, ellos y ellas nos buscan, nos reclaman; las familias y la comunidad nos identifican como Gestoras de paz.

Nuestra experiencia en la Funda-ción Paz y Bien ha sido importante en el sentido de que hoy podemos mostrar más de 1200 jóvenes que han restaurado su proyecto de vida y sus relaciones, hoy son ciudadanos activos, con sus familias constitui-das y con un proyecto productivo o empleo que les permite generar sus ingresos legalmente. También va-rios de los egresados del programa, hoy se han formado y trabajan para replicar su experiencia y ayudarles a otros adolescentes y jóvenes a su-perar sus dificultades.

Otro gran logro es el que se haya conformado un valioso y com-petente equipo de trabajo, integra-do por personas de Aguablanca, en su gran mayoría mujeres, jóvenes y mayores, que se han formado en nuestra escuela, y hoy en día son Tutoras y Tutores que se la juegan

toda para sacar del profundo pozo de la violencia y de la muerte tem-prana a centenares de jóvenes. Este equipo con el apoyo de profeso-res de la Universidad Javeriana, es el autor del Modelo Pedagógico de Restauración Juvenil, Francisco Espe-ranza.

No sólo hay logros, también vi-vimos grandes dificultades. Somos conscientes de que nuestra gestión con los jóvenes se mueve entre la vida y la muerte, de una equivocada u omitida intervención puede de-pender la muerte de uno de nues-tros beneficiarios. Nuestro modelo pedagógico no es escolar sino de tutoría; por esto mismo, no tene-mos alumnos sino discípulos a quie-nes acompañamos en la definición, construcción y puesta en marcha de su proyecto de vida. En la Tutoría co-nocemos la verdad, hacemos justicia, reparamos el daño causado y res-tauramos las relaciones rotas.

Nosotras como Tutoras tenemos el reconocimiento de la Comunidad, el afecto y gratitud de adolescentes y jóvenes. Aunque nunca hemos sido agredidas o amenazadas, usamos un chaleco que nos distingue y genera respeto del vecindario en donde ac-tuamos. Sin embargo, en las actuales condiciones nos sentimos atemori-zadas porque los actores principales del conflicto no residen en nuestros barrios, somos desconocidas y en cierta manera estorbamos.

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También es muy compleja y difícil la situación de barrios como Potrero Grande y más recientemente Llano Verde. Son urbanizaciones de vivien-da de interés social aparentemente muy bien dotadas de servicios, con una logística moderna, amplias ave-nidas y zonas verdes. Pero cuando se entra en contacto cercano con las familias residentes se encuentra un asentamiento urbano con difíci-les relaciones de vecindad, barreras invisibles, desplazamientos forzados, extorsión con la exigencia de pagos de vacunas o “vigilancias”, locales de microtráfico…

En el año 2013 hicimos desde Paz y Bien un trabajo con el Ob-servatorio de Realidades Sociales, en cabeza de Jesús Darío González, para diseñar una estrategia de in-tervención sociopedagógica para el barrio Potrero Grande en los sec-tores 2 y 3. Allí encontramos este contexto de violencia que la ciudad desconoce o no le interesa conocer. Lo mismo estamos encontrando ahora en Llano Verde, y con mucho dolor vemos cómo se dan todas las condiciones para que se constituya en otra zona de violencia urbana. Es-tos modelos de vivienda, nos parece que son tretas para disimular el des-pojo de Tierra, Techo y Trabajo a las familias víctimas del desplazamiento forzado de los campos del Pacífico colombiano principalmente y el so-metimiento a las ciudades capitales

a un proceso de tugurización y em-pobrecimiento. Lo grave de esta si-tuación es que ni las autoridades ni los ciudadanos y ni siquiera las vícti-mas de este atropello son conscien-tes de la situación ni se han puesto a pensar cómo será la ciudad en unos años y en qué condiciones tendrán que vivir.

Con mis compañeras de Paz y Bien me pregunto: ¿será que al Es-tado colombiano no le interesa esta situación? Esa manera de poblar es-tas nuevas zonas de vivienda, ¿tiene alguna intención? La adjudicación de vivienda desde el Gobierno Nacio-nal ¿busca superar las condiciones de Los Sin Techo o responde más a favores de la politiquería? Porque en nuestro trabajo en estos secto-res nos encontramos varios casos en los que en una sola familia, dos o tres de sus miembros han sido favo-recidos con una casa en Llano Ver-de. O también, personas de Potrero Grande y de otros barrios de Agua-blanca, que ya tienen su vivienda propia y lograron conseguir vivienda en Llano Verde. Este “desorden” nos confunde y preocupa mucho.

Todo el esfuerzo que durante tantos años hemos hecho aquí y el que hacen otras personas en mu-chos lugares de la ciudad y del país, ¿en qué queda? Nos duele, pero no queremos bajar los ánimos, y con mis compañeras nos proponemos seguir. Por eso nos hemos vinculado

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de manera consciente y compro-metida al proceso de paz. Hemos diseñado una estrategia que lla-mamos CÍrCuLos de Verdad Y reConCiLiaCiÓn, isaÍas duarTe CanCino. Son grupos ecuménicos de vecinos, familias o participantes de unos de nuestros programas que se reúnen una vez a la semana para conversar sobre lo que está pasando de cara al proce-so de paz, analizar las noticias, leer y profundizar documentos, expresar los sentimientos frente a la situación y tomar decisiones personales y de grupo ante la misma. Oramos con mucho respeto para las diferentes confesiones religiosas. Queremos reconocer a Monseñor Isaías Duar-te Cancino como nuestro profeta y mártir por la Verdad y la Paz.

También creamos la Escuela de Paz; todos los martes en la mañana tenemos formación como Gestoras y Gestores de Paz. A este programa asisten las personas que están ani-mando programas de la Fundación Paz y Bien en el Distrito de Agua-blanca y en otros barrios del orien-te de Cali; también personas que animan los Círculos de Verdad y Re-conciliación Isaías Duarte Cancino. El objetivo es conocer la situación de nuestras comunidades y prepararnos para hacer la paz en ellas y con ellas.

Creemos que ese es el primer paso que hay que dar, que la gen-te de los barrios, las víctimas, los

victimarios sepan qué es eso del “proceso de paz”, porque nosotras, el pueblo colombiano que es el di-rectamente afectado, no sabemos qué es lo que hacen en la Habana y pensamos que toman decisiones por nosotras, que después nos van a comprometer. La mayoría de la gente que atendemos en estos ba-rrios son de una u otra forma ac-tores en este conflicto por acción o por sufrir las consecuencias. Han llegado huyendo de la guerra y se encuentran con el conflicto urbano que les revictimiza. Esa es la pobla-ción que nosotras atendemos, en un enfrentamiento disimulado que está dejando cantidades de muertos, de-masiados muertos en nuestra ciu-dad, y es una guerra que podemos llamar silenciosa, porque el Estado sólo está mirando la guerra de las FARC. Ahí tenemos una pregunta en un paréntesis grande: cuando se firme el pacto de paz, ¿a dónde van a llegar los personajes que dejen las armas? Nosotras nos imaginamos que llegarán a lugares como Llano Verde, es decir al oriente de Cali, que es donde se han proyectado los programas de vivienda de interés social o prioritario, ¿o no? Entonces nos imaginamos una nueva guerra en la ciudad. En ese sentido deci-mos que tenemos que prepararnos y preparar a la gente de los barrios para que podamos recibir a estas fa-milias bien, acogerlos e integrarlos a nuestro proceso de paz.

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Es decir, pensamos que el proce-so de paz no sólo es con los grupos alzados en armas, sino con todo el pueblo colombiano, de todos los sectores sociales. Todas creemos que “otra Colombia es posible y la queremos hacer”. Yo me pongo a pensar que gran parte de nuestra juventud es vulnerable, está espe-rando a ver qué posibilidades hay, qué pasa. Uno de estos muchachos se levanta por la mañana sin pro-grama, sin oportunidades. Uno llega a Potrero Grande y los encuentra “parchados” en una esquina. Por ejemplo, hoy fui a Potrero Gran-de, llegué a las nueve de la mañana y me fui caminando por el barrio. Me encontré en los parqueaderos, en los “shuts” a los muchachos, les digo: hola muchachos ¿qué hacen? Me dijeron: “¡pues bien! Esperando a ver qué pasa”. Y “qué pasa” es a ver si viene el señor de la leche para decirle que le brindan seguridad y que el señor de la leche les pague algo o les dé algo. Igual con el de la gaseosa, el de la cerveza, los que llevan los recibos del teléfono, de la energía, etc. Esa es la vida de los muchachos que llaman vulnerables. Cuando a estos barrios lleguen los señores del fusil que no saben ha-cer nada más y cuando les digan: “oigan, ¿qué vamos a hacer? y les muestren una dinámica de conflicto violento, los muchachos se van a ir involucrando en eso.

Nosotras decimos que la comu-nidad, nuestra Aguablanca, nuestros sectores populares deben preparar-se para poder recibir a todas las per-sonas que van a venir después que firmemos la paz, y que ese proceso tenemos que hacerlo todas y todos, tenemos que iniciar la preparación para la paz con nuestros jóvenes, nuestra comunidad y nuestras fami-lias también. Yo escuché en un en-cuentro que se realizó este año en Cartagena a uno de los invitados, un señor que nos habló del caso de Ruanda. Un ex presidente de Estado Unidos que también estuvo, le de-cía a nuestro presidente Santos que lo primero que él tenía que hacer era llevar la paz a toda la comunidad, a los lugares más apartados. Que eso no está en ir y decirles: esto es la paz. Sino enseñarles a hacer la paz; y también le decía, en últimas, si la gente no cono-ce la paz, no sabe de paz, Ustedes no pueden hacer la paz, así la firmen en la Habana. Por eso en Paz y Bien eso es lo que hemos asumido y es lo esta-mos haciendo, le estamos aportando al proceso de paz, nos hemos com-prometido toda nuestra organización en el tema de la construcción de los Círculos de Verdad y Reconciliación, con toda nuestra población benefi-ciaria: los niños, las niñas, los jóvenes, la familia, todos estamos haciendo los Círculos de Paz.

Esta semana ha sido súper chéve-re para nosotras en todos nuestros

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programas. Hemos iniciado el pro-ceso de paz. Toda la semana se han hecho los Círculos de Paz, salimos a unas caminatas, hicimos carteleras. La idea es que la gente se empiece a sentir involucrada en este proceso, que la gente se sienta parte del pro-ceso de paz que se está haciendo en el país y del cual todos vamos a ser beneficiarios y tenemos que participar. Esa es mi aporte. Vuelvo y les digo, mi experiencia en el trabajo pastoral y social en la Fundación Paz y Bien son 17 años de caminar las calles, ver la realidad, conocer la si-tuación de nuestros jóvenes y estar ahí acompañando. Nuestro proceso siempre lo hemos orientado con el Evangelio y con la Justicia Restaura-tiva, apoyadas por la Universidad Ja-veriana que ha sido abanderada de este proceso con nosotras. Creemos que la Justicia Transicional que es la que es la que aplica para el proceso de paz, tiene que darse a conocer y complementarse con la Justicia Restaurativa. Las colombianas y co-lombianos tenemos que aprender a reparar. No podemos perdonar si no nos sentimos reparados. Si uno siente que ha sido vulnerado en sus derecho fundamentales y no ha te-nido reparación no puede perdonar, porque siempre va a estar allí con el dolor a flor de piel, y siempre pue-den aflorar sentimientos de odio, venganza o se puede entrar en una depresión que le impide actuar y su-perar la situación. Entonces nuestra

meta es: Reconocer la Verdad, hacer Justicia, reparar para que podamos reconciliarnos y así como un don de Dios, ¡Perdonar!

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“deBemos suPerar nuesTras ProPias VioLenCias Y Para eLLo deBemos Generar ProCesos FormaTiVos, eduCaTiVos Y orGaniZaTiVos

EN LAS COMUNIDADES”

RESUMEN:

Nilson Moreno comparte una narrativa a través de la cual en-treteje historias de vida personal, familiar y profesional, hablándonos de los colores y la diversidad del plexo cultural que constituyen la ciudad – región, de allí que hace énfasis en el territorio como expre-sión de múltiples formas de vivir. Las experiencias hechas historias, que comparte Nilson, hablan de la cotidianidad de la ciudad y su conformación migratoria, así mismo de la fractura y las realidades que enfrentan las familias al llegar del Pacífico colombiano a la ciudad; los cambios en las formas de crianza y los márgenes que enfrentan los jóvenes entre las escasas oportunidades y las diná-micas propias de la violencia urbana. En ese sentido, cuestiona las propuestas tradicionales de hacer educación, como son las jornadas complementarias, y propone jornadas en la comunidad, a través de las cuales los ciudadanos y ciudadanas puedan asumirse como actores transformadores de sus realidades. Por otro lado, habla de la necesaria relación entre la producción académica y los saberes po-pulares, relación dialogante que reconozca los lenguajes y saberes propios de las comunidades. Finalmente cuestiona los imaginarios de una sociedad violenta en todos sus enclaves o el discurso de una violencia multicausal, los cuales por un lado no dejan entrever las potencialidades y resiliencias de sus comunidades y por otro encubren las responsabilidades Estatales frente a la atención de las causas de la violencia.

nilson moreno - asociación Cristiana de Jóvenes

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Yo trabajo con la Asociación Cristiana de Jóvenes, es un movi-miento mundial creado hace 150 años, está presente en 144 países y en 11 ciudades de Colombia; tiene unos principios y valores cristianos. En su estructura organizacional hay voluntarios y personas que trabajan contratadas para desarrollar proce-sos, pero de alguna manera todos compartimos un compromiso con las comunidades y sus realidades sociales. Nuestro trabajo se centra en la formación de jóvenes y el lide-razgo juvenil. Ese es a grandes ras-gos el fondo del movimiento. Se me ha invitado un poco a hablar de mi experiencia de vida y digamos que ello tiene mucha relación con la vida institucional, de ambas experiencias les voy a hablar.

Voy a empezar hablando de un pueblo que está ubicado en el Pací-fico Colombiano, que tiene la cuali-dad de que el río rompe la tierra y de cuando en cuando va formando islas, entonces si yo tengo mi casi-ta, allí donde está esa mesa, y el río rompe la tierra, me toca levantar mi casa y pasarme a la otra islita que está armando el río. De alguna ma-nera aquel pueblo llamado Cañave-rales, atravesado por el río Sipí, es todavía nómada, allí se encuentran diversas expresiones… la gente vive feliz en ese medio. Yo viajaba cada año porque de allá es mi papá, des-pués de que me volé como a los 16

para conocer el Chocó y con lo que me encontré allí fue con una mane-ra distinta de vivir en este país Co-lombia, recuerdo que apenas llegué me dijeron:

- “Vea, usted es el hijo de Vicente, entonces vamos a darle una gallina y un gallo y usted nos paga cuando ya tenga gallitos y gallinas”.

De alguna manera entre todos hi-cieron un rancho para que yo viviera y pagaba con días de trabajo, no era muy necesario circular el dinero.

Me encontré con unas lógicas distintas de relación y me sentía, de alguna manera, como en un mundo mágico, después de un tiempo em-pecé a ver muchos cambios en ese pueblo, entonces ya estaba la pre-sencia del ejército, de la guerrilla, de los paramilitares, etc. Y la gente que antes decía: “yo no vendo un árbol porque un árbol no es mío” ya ven-día el árbol y lo talaba, ya no se cul-tivaba la comida, sino lo que daba plata. Y de alguna manera todos los actores que tenían armas estaban metidos en el tema de lo que se cul-tivaba, que no era comida. La gente empezó a sentir el valor de la plata y con esa ingenuidad empezó a darle poderes mágicos al dinero.

Entonces claro, el dinero me pue-de dar para comprar, ya no la pinta del domingo, sino 10, 15, 20 pintas… y generan otro tipo de relaciones

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entre sus compañeros y amigos. Esa gente de ese pueblo y mucha otra gente está ahora en el Distrito de Aguablanca, mucha gente. Y de al-guna manera no se trae solamente esos aprendizajes que hicieron en toda su experiencia de vida desde África hasta nuestros días, sino que también se trae lo que están apren-diendo a partir de los nuevos acto-res que llegan, entonces vienen con todas esas historias.

Hay una historia, en medio de todo, que me causó mucha curiosi-dad, es la de una familia que por esa ruta llega… de la canoa a Istmina, de Istmina al bus a Cali y al llegar a Cali enfrentarse a otra realidad. El señor era un señor rico allá, era rico por-que tenía tres mudas para domingo, generalmente uno tiene una muda para domingo, pues él tenía tres mu-das y un poco más que sus cultivos. Y llegó rico a la ciudad y cuando lle-gó, se dio cuenta de que era pobre, porque sólo tenía tres mudas para domingo.

Es una manera de iniciar la po-breza de un hombre que llega rico a la ciudad y era bonito en su pueblo, pero llega a donde lo miran feo, lo llaman feo y lo tratan feo. De una vez entra a ser una persona fea… cuando él era bonito al igual que su compañera con la que trabajaban la tierra. Ya aquí en la ciudad, salen a trabajar en lo que toque y dejan a sus hijos, porque los hijos se crían

solos y esa conciencia de que hay una abuela de tras de todo, se pier-de. La mujer está con sus hijos, pero ella dejó a la abuela y los hijos en la ciudad terminan criándose solos.

De esos hijos que se crían solos, hay uno que se crió en medio de la comunidad, el referente de crian-za ya no era la abuela. Y de alguna manera, en medio de esta ciudad él aprende cosas que son muy propias del contexto; a este muchacho me lo encontré cuando tenía 18 años y entonces vivía en el barrio La Isla, pero en ese momento se encontra-ba en el Saladito; un muchacho con una habilidad muy fuerte para pintar, para expresar desde el arte plástico, recuerdo que le pregunté: “ve, vos porque no seguiste estudiando con toda esa capacidad que tenés” en-tonces me llamó y me dijo: “vea pro-fe lo que pasa es que yo desde los 13 años soy sicario y pues estoy acá es-condido porque me metí con alguien grande y estoy amenazado y escondi-do… la policía me tiene la pista, por eso estoy acá”.

De alguna manera, para el joven, haber participado de los procesos de trabajo juveniles le permitió caer en cuenta que hay otras cosas en la vida, porque para él la vida era ganarse la plata con un arma desde los 13 años. Descubrió otras posi-bilidades en la vida, pero a los tres meses vino la policía y se lo llevó… hoy está en la cárcel y nos seguimos

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comunicando. Tiene una expectativa diferente al salir, quien sabe qué en-cuentre cuando salga…

Me llamó mucho la atención esa historia y muchas historias que uno encuentra en el camino, a medida que se van teniendo experiencias, muchas historias que tienen que ver directamente con uno y su familia.

Cuando hablamos del tema de violencia, en los discursos se dice que la violencia es solamente una manifestación de muchas cosas que hay atrás, pero en la experiencia uno ve cómo vive la gente la exclusión y cómo no es la violencia la respuesta más acertada, porque no nos lleva a ningún lado, pero vemos como es la respuesta que encuentra mucha gente. Entonces, desde el trabajo que nosotros realizamos con jóve-nes, la fuerza que estamos haciendo es por la formación de esos lideraz-gos juveniles en esos contextos de violencia, saber que el trabajo con los jóvenes no es: “vea, lo que pasa es que la paz es muy bacana, ven-ga y apuéstele a la paz y el tema de la violencia dejémosla atrás que no sé qué…” porque ellos preguntan: “pero entonces qué tengo para comer, dónde duermo, cuando quiero invitar a mi novia a tomarse algo o a salir con ella a rumbear de dónde saco la plata”.

De alguna manera es más com-plejo el tema, nosotros nos pode-

mos acá rebanar los sesos 10 horas, 20 horas, el día entero pensando cuales son las salidas, tenemos la capacidad y creatividad para inven-tárnosla.

Yo pienso, por ejemplo, que con el tema de las jornadas complemen-tarias no debemos meter a los mu-chachos nuevamente a un aula, yo no metería en una jornada comple-mentaria a los jóvenes con el pro-fesor de teatro. Porque el teatro es muy bacano y yo me dedico a eso, pero el teatro no te va a resolver todas las relaciones que tenés que generar si, primero, no tenemos un enfoque hacia allá. Porque no pue-de ser que yo me exprese a través del teatro y luego salga a hacer lo mismo, por eso debe estar muy vin-culado al contexto en el que se está.

Yo por eso creo que el tema de las jornadas complementarias se de-bería trabajar con unas jornadas en la comunidad, convocando a la co-munidad a otras cosas, a organizarse y a formarse primero para superar sus propias violencias. Pero uno dice, “bueno vamos a recibir un poco de gente que está acostumbrada a la vio-lencia”, ¿pero a quiénes? Pues a no-sotros mismos que también hemos estado acostumbrados a las relacio-nes de violencia. Entonces lo prime-ro que debemos preguntarnos es cómo superamos nuestras propias violencias, y para ello tiene que ha-ber procesos formativos, educativos,

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organizativos en las comunidades. No le veo otra salida.

Cuando Nelly se refería a las per-sonas que en un futuro se espera dejen las armas y sobre las que nos preguntamos, ¿a dónde van a llegar?, yo pienso que es claro que van a llegar a Potrero Grande, Marroquín, el Retiro, etc… y me pregunto: si al lado de mi casa llega una perso-na con esta historia, yo, que estoy hablando aquí de la inclusión, ¿qué diría? Si es que yo tengo dos hijas, y yo mismo entro en pánico, enton-ces me doy cuenta que no es tan sencillo. Pienso que hay que trabajar mucho el tema de la organización y hay metodologías que aportan a esas construcciones, está todo el tema de la justicia restaurativa, está la animación sociocultural y también la educación popular, hay muchas al-ternativas fusionadas para poder en-frentar desde lo pedagógico el tema de la formación, pero también creo que el Estado debe hacer su par, que es garantizar todas esas condi-ciones y es donde nosotros también vamos a tener que generar esa re-clamación, porque el Estado a veces se nos queda en el discurso, pero en el tema de la acción no está el compromiso directo.

Otra historia que puedo com-partir desde mi experiencia, es la de una señora que llegó desde este mismo pueblo con un saíno, un saí-no es como una especie de marra-

no salvaje. La señora llegó con el animal teniendo la convicción de que el marrano cuida la casa, ella lle-gó a uno de nuestros barrios, se iba y cuando regresaba… coincidencial-mente encontraba todo en su casa. Cuando por todos los reclamos de la gente y los escándalos porque ha-bía un saíno en una casa, al saíno se lo llevaron y a la señora al tiempo les desvalijaron la casa, claro, ya no había quien la cuidara.

De alguna manera, hay procesos de fe, porque la señora cree en el tema del saíno y yo no soy nadie para desmentirle que el saíno le está cuidando su casa. Procesos de fe que son distintos a los proceso de fe que hay en la ciudad, además porque están atravesados también por todo el tema normativo, enton-ces usted no puede tener el saíno en una casa. Entonces, uno dice… ¿quiénes son los que están llegan-do aparte de los que van a venir después de toda esta historia, pero quienes son los que van a llegar a la ciudad? Es decir, a la ciudad no van a venir solamente los muchachos o las personas que vienen del proce-so de paz. Van a seguir llegando las personas del campo, van a seguir llegando otro tipo de actores, que yo creo que no podemos descuidar en esta construcción que estamos haciendo de la paz, no podemos descuidar que van a seguir viniendo ríos de personas a la ciudad y vamos

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a tener que seguir construyendo un espacio, una ciudad para todos.

Voy a cerrar un poco… yo ano-che me acosté a las dos de la mañana preparándome y después dije: “no, yo para qué me voy a preparar tanta cosa que la gente ya sabe” porque la intui-ción de nosotros está y los investiga-dores investigan pero terminan con-cluyendo también las cosas que hace rato nosotros intuimos… solamente que lo demuestran, es una manera también de contar.

Entonces de alguna manera un muchacho de esta misma familia tuvo la oportunidad de estudiar, en-tonces él salió, se preparó, estudio una carrera social y cuando llegó después de mucho tiempo a su casa, se sentó con la mamá y ella le pre-gunto: “bueno mijo, ¿qué aprendió?”, el muchacho empezó diciéndole “yo aprendí de construcción, peda-gogía, aprendí psicología, alternati-vas de solución de conflictos, etc.” El muchacho en media hora le dijo un montón de palabras que había aprendido, la mamá que ya era se-ñora de edad se quedó mirándolo y le dijo “mijo vaya a reposar y tómese su sancocho”. El muchacho se fue a reposar y mientras se tomó el san-cocho pensó, que tenía que volver a reaprender la vida, y la mamá pensó: “ve, es bueno el silencio”.

Por qué traigo esta historia como extraña: de alguna manera a veces la

academia construye, pero eso que construye no lo baja. Yo pienso que una de las cosas que tenemos que generar en la relación academia, posconflicto, relación con la comu-nidad, es cómo esos discursos que construimos y que son necesarios, como lo son los términos y to-das las técnicas de investigación, se vuelven de verdad una piedrita allí, porque muchos de los muchachos formados en la academia llegan a la comunidad a hablar inglés. La gen-te queda como… “bueno mijo, yo lo crie, yo puse la plata y usted viene a hablar una cosa que de pronto ni en-tiende”. Entonces en la formación de los muchachos se debe generar esa relación, esa capacidad de recono-cer que hay unos lenguajes propios de las comunidades, que no se pue-den perder y que hay unos conoci-mientos también allí.

Y para cerrar con el tema de la violencia yo difiero un poco de que nosotros somos un país violento. Cuando yo voy a la comunidad y voy a las 5 cuadras del barrio San Marino donde me crié. Yo digo, está la familia tal y tal, que vende, roba y no sé qué más, pero ahí hay por lo menos 40 familias que no tienen nada que ver con eso y con los que usted se puede sentar a hablar, a conversar y no va a salir chuzado ni agredido.

De alguna manera hay unos dis-cursos que nosotros mismos nos

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creemos, es decir, nosotros somos un país en guerra, violento, desalma-do, etc. Pero cuando uno mira, hay más potencialidades para construir un mejor país que aquellas cosas que son visibles y que generan esa imagen. Séptimo Día sacó un pro-grama televisivo, sobre lo que es la violencia en Cali y uno se hace la imagen de que Cali es eso, si uno no conoce a Cali, lo que ve son mu-chachos encapuchados matando un poco de gente, montando videos a YouTube de toda su historia crimi-nal. Entonces yo digo, uno vive al lado de un vecino que no es así, de una novia que no es así, tengo ami-gos que no son así, y bueno, enton-ces… ¿cuántos son los que son así? Esto creo que es importante para el tema de la organización social,

pues no es sólo el tema de la des-movilización, es también el tema de nuestra perspectiva como sociedad y para ello debemos resignificar co-sas como éstas, nosotros no somos ese país de violencia, nosotros so-mos creativos, somos artistas, etc. Somos muchas más cosas que vio-lencia.

Les agradezco a ustedes porque están aquí, porque podemos con-versar de esto. Finalmente, les invi-taría a que la conversación se acom-pañe de la acción y esa acción es ya, porque puede ser que esto dure 15 años, pero puede ser que a los 3 años ya tengamos a la gente en la casa, en la sala y toda la cosa, enton-ces tenemos que ir haciendo como vamos hablando. Muchas gracias.

nilson moreno asociación Cristiana de Jóvenes

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Primera ronda de inTerCamBioPreGunTas Y ComenTarios

Lo ÉTniCo Y Lo esTÉTiCoen Las TerriToriaLidades deL ConFLiCTo

Hernando Llano: Sin sobredi-mensionar los efectos funestos de la violencia, voy a insistir en algo que creo es muy importante, que lo mencionó Nelly. Y es que en sus 17 años de trabajo con la Fundación Francisco Esperanza han logrado que más de 1200 jóvenes hayan su-perado ese círculo de violencia, de venganza y retaliaciones, lo cual es supremamente importante. Nelly también hablaba de que la justicia restaurativa apuesta por la trans-formación de esos 1200 jóvenes, entonces unas de las preguntas que creo que nos surgen a todos es:

¿Cómo logró la Fundación Fran-cisco Esperanza que esos jóvenes rompieran ese círculo de vulnerabili-dad a que están expuestos por estas bandas que ya no son pandillas, sino bandas delincuenciales organizadas? ¿Se ha transformado la violencia en los sectores donde trabaja Nelly y la Fundación Paz y Bien? ¿Cómo han sido todos esos cambios y esas transformaciones de la violencia, y específicamente en las casas en Lla-no Verde? ¿Cómo es el trabajo que están haciendo de territorializar lo que sucede en las conversaciones

en la Habana y bajarlas justamente al barrio? ¿Qué representaría, even-tualmente, la llegada de personas que se reintegren a la sociedad?

En relación con Nilson, fue má-gico rememorar su infancia en su vereda natal y de todo ese mundo todavía ajeno al ánimo de lucro, pero que luego con los actores armados y el cultivo de coca, se transforma por completo, degradando lazos comu-nitarios y solidarios. Y luego con el desplazamiento a la ciudad, se gene-ra discriminación, desarraigo, pérdida de autoestima, etc. Creo que Nilson anota algo, la violencia estructural de la exclusión, de la injusticia, inevitable-mente genera dinámicas de violencia directa y de supervivencia en el mun-do de la delincuencia.

Así pues, ¿hay posibilidades, de organizar a la comunidad en térmi-nos de animación sociocultural y de alternativas diferentes, e insistir en que el Estado debe generar con-diciones y comprometerse en esa acción?

Jesús darío González: A mí me parece que sería interesante que Nelly nos cuente acerca de las casas

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todas partes, y cómo lo que el otro tiene que decir también es escucha-do y aporta a la construcción del co-nocimiento de las personas.

Frente a la pregunta por el traba-jo en comunidad y la presencia de jefes de bandas en los barrios hay una relación muy complicada de construir, yo no tendría la respuesta de cómo se hace, es muy complica-do porque el arma mía es ponerme a contar historias en la esquina y el señor (el patrón) de pronto no está muy interesado en que yo le cuente un cuento. La salida es fortalecer la comunidad, y su espíritu para que la gente pierda el miedo, que la gen-te sepa que los que están haciendo mal son sólo cinco o seis. Por otro lado, en los barrios no es sólo con “el patrón”, a veces también es con la autoridad oficial. A veces uno tie-ne una estructura y pensamos que el problema de la violencia son úni-camente las bandas criminales y lí-deres de la banda, pero no, hay unos tejidos que van más allá de eso.

Por otro lado, la estética es una cosa que está puesta en nosotros, no es una cosa que se enseñe o se inyecte. Generalmente intentamos hacer las cosas bonitas y desde allí construimos las relaciones familiares y de comunidad. El arte en este pro-ceso no solamente nos lleva al cam-po de la estética, lo hago porque me atrae y es bonito, pero sobretodo porque construye relaciones.

en Potrero Grande y sobre cómo se da la socialización en las cuadras del vecindario.

Los asistentes:

-¿Cómo es el manejo, cómo se ha pensado, cómo ha sido la cuestión de la exclusión y la discriminación en relación a todo este contexto de la violencia y de la paz en el Distrito?

-¿Cómo han logrado concertar el diálogo de saberes frente al cau-dillismo que ejercen los jefes de las bandas de los diferentes barrios?

-¿Cuál puede ser la causa princi-pal de la violencia que afecta a los jóvenes en el Distrito? ¿Cuál puede ser la salida a esta crisis de violencia?

-Esa violencia que a veces no se expresa tanto, que no es tan visible y que tiene que ver con una violen-cia institucional. Nelly lo ha mostra-do cuando cuenta la manera como a los habitantes de Potrero Grande los han llevado hasta allá, la forma como los han confinado; en ese sentido, ¿cómo es la oferta educa-tiva para los chicos que van a Llano verde?

respuestas de los panelistas:

nilson moreno: Pienso que el asunto desde lo étnico va más allá de señalar si se es negro, si es blanco, si es indio,la pregunta entonces es cómo esos saberes propios conversan en la institución educativa, en el barrio, en

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Por otra parte, no quisiera me-terme con las causas de la violen-cia de los jóvenes, porque pienso que eso tiene una respuesta en lo estructural, puesto que estructural-mente hay una validación de la vio-lencia como medio de relación.

Finalmente, con relación al tema de las jornadas complementarias, pienso que hay muchas organizacio-nes sociales en la ciudad que están desarrollando trabajos desde el arte, el deporte, con estrategias lúdicas para construir ciudad. Esa es una opción que nos debe llevar a pen-sar cómo generar redes de amigos y organizaciones que quieran realmen-te un proceso de transformación. Si generamos esas redes tendríamos mucho más impacto que aquellos programas que aparecen y se acaban cuando cambian el alcalde. Debe-mos saber que ya hay unos proce-sos sociales que se han establecido en las comunidades, y reconocerlos y establecer redes de trabajo con ellos, para acercarse a las jornadas complementarias es muy importante para que la estrategia funcione.

nelly núñez: El tema racial es mucho más que señalarnos blancos o negros, tiene que ver con el tema de la inclusión. Nosotros debemos no señalarnos más, pero sí incluirnos a to-das y a todos, negros, blancos, indios como seres humanos iguales. Hay ex-clusiones que hacen que la gente no pueda acceder a los servicios.

Frente al tema del diálogo con los grupos y sus jefes, lo que la Funda-ción hace es lo siguiente: nosotros llegamos a un territorio y no traba-jamos directamente con los jóvenes, nosotros primero llegamos a cono-cer el territorio. Conocer el territo-rio significa estar allí caminándose el barrio, conocer el líder comunitario, conocer la señora que hace la arepa, la señora que hace el tinto, la señora que trabaja con los niños de la guar-dería y lo que hacemos es incluirnos en esa comunidad. Cuando nosotros ya tenemos reconocimiento por la comunidad nos acercamos a los jó-venes. Eso lo que genera es un res-paldo, porque ya cuando el líder vie-ne, el jefe ya sabe que nosotros es-tamos aceptados por la comunidad. Entonces no somos tan vulnerables, porque cuando uno llega primero a buscar a los jóvenes uno se hace vulnerable porque estos señores se alarman y dicen: “bueno, y ustedes qué, vienen a llevarse a nuestros jó-venes, pero si nuestros jóvenes son nuestra materia prima para el ne-gocio”. Y cuando iniciamos nuestro trabajo con los jóvenes, nosotros no les decimos dejen lo que están ha-ciendo, nosotros iniciamos un diálogo sencillo y sin presiones para estable-cer una relación de amistad, con el objetivo de que ellos transformen su proyecto de vida.

Entonces, iniciamos con los jó-venes hablando sobre sus sueños, acerca de lo que han venido hacien-

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do y sobre temas que no tienen que ver con los grupos y menos con la ilegalidad. Cuando ya nos ganamos la confianza de los jóvenes, son los mismos jóvenes los que deciden es-tar en el programa o no estar.

Muchos jóvenes quieren ir a la universidad, entonces nosotros ha-cemos una actividad que la llama-mos salidas pedagógicas, nos lleva-mos los jóvenes a que conozcan las universidades sin ningún compromi-so, a que conozcan Cali, porque mu-chos de ellos se mueren y no salen del Distrito de Aguablanca. Cuan-do uno a los jóvenes les empieza a mostrar que hay otras posibilidades, que tienen derecho a ingresar a una universidad, los jóvenes empiezan a transformar su forma de pensar y se empiezan a involucrar en cosas diferentes.

Frente al tema de las casas de Potrero Grande el área de la casa es de 38 m2 de los cuales les entregan construidos 4 m2 y los otros, están en tierra. En Llano Verde se las están entregando completas, allí llegan fa-milias que tienen aproximadamente entre 4 y 7 personas, aunque hay unas en las que hay 12, 14 y hasta 16 personas que viven en esa área. Entonces el espacio de socialización, juego y participación de las familias es la calle. En Potrero Grande usted llega desde las 7 am y los niños ya están en la calle, porque adentro no pueden estar, además el calor que

hace en esas casitas es impresionan-te, ya que Potrero Grande está a la ribera del río Cauca, y es una llanura, tiene agua pero no hay árboles; esa zona es totalmente desértica, todo está pavimentado.

Acerca de la institución educativa que preguntaban ahora, específica-mente Llano Verde es una zona de solución de vivienda para personas que han sido reubicadas de diferen-tes partes de la ciudad, y si bien les han hecho las viviendas, no les han cumplido todavía con los colegios. Entonces, el colegio más cercano es el Isaías Duarte Cancino, el cual es una belleza pero lo ubicaron en una zona de Mojica, un barrio que siempre ha sido de asentamientos y de desalojo de habitantes; problema que lleva más de 20 años. Entonces, llega el colegio a esa zona que ya está estigmatizada, y yo les pregunto quién quisiera mandar a su niño o a su niña a estudiar a un lugar de esos, pues nadie.

Así pues, lo que la comunidad de Llano Verde realmente está pidien-do es el derecho a tener un colegio en su barrio, pero sabemos que se puede presentar un problema como el que se ha presentado en Potrero Grande, donde tienen un buen cole-gio allí dentro, pero muchos niños de los sectores que están hacia adentro no pueden ir al colegio porque las barreras invisibles se han apoderado del sector, y muchos jóvenes, niñas y

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niños, si van pueden ser víctimas de una agresión a su vida. El problema de Cali es que la mayoría de colegios públicos están en zonas que tienen altos índices de violencia, entonces

si muchos jóvenes no estudian no es porque no quieran, sino porque los colegios no brindan las condicio-nes de seguridad para que los niños puedan ir a estudiar.

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seGunda sesiÓn inVesTiGadores Y aCadÉmiCos

Panelistas: German ayala - universidad autónoma de occidente

Carmen Helena urrea y Patricia Lasso - universidad san Buenaventura Jorge ordoñez - universidad iCesi

Padre robert alberto Velásquez - universidad Católica Lumen GentiumGildardo Vanegas - universidad del Cauca

Boris salazar - universidad del Valle

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RESUMEN:

La presentación del profesor Germán Ayala interpela acerca de las diferentes concepciones de Estado, la cooptación mafiosa que existe sobre las instituciones y la manera como esto se expresa en las for-mas de violencia y segregación en las principales ciudades del país. En sus palabras se da una “captura” por parte de élites sobre el Estado, captura en la que estaría la respuesta a las diferentes expresiones de violencia, sobre todo en lo concerniente a un estrecho vínculo en el que conviven lo legal con lo ilegal. De allí que hable de la incapa-cidad del Estado local, en el caso de Cali, para garantizar la vida y la seguridad de sus ciudadanos; y de la ilegitimidad que los ciudadanos reconocen en las instituciones gubernamentales. Por otro lado, pone en cuestión el tratamiento explicativo que se da a las muertes violen-tas en la ciudad, toda vez que siempre se justifican las víctimas en razón de sus victimarios, es decir “muertes de gente pobre y narcos”. Ante todo esto, el llamado del profesor Ayala es a recuperar un Estado local que busque acabar las redes de tráfico que se establecen entre lo legal y lo ilegal, al tiempo que la sociedad contribuya a que la insti-tucionalidad se desligue de las prácticas criminales.

“La soCiedad enTera deBe CoadYuVar a Que La FunCiÓn

PúBLiCa se aLeJe DE LAS INSTANCIAS ILEGALES…”

German Ayala - Universidad Autónoma de Occidente

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Buenos días a todos y todas. Gra-cias a Jesús Darío por la invitación. Este texto tiene cuatro momentos. En el primero, expongo algunas consideraciones alrededor del Esta-do; en el segundo, hablaré de la vio-lencia que de tiempo atrás se hace presente en la ciudad de Cali y que en parte es el tema que nos con-voca en este evento; en un tercer momento, haré una corta referen-cia a dos asentamientos del jarillón del río Cauca y a Potrero Grande. Y en un cuarto y último momento, propongo una caracterización y, si se quiere, una diferenciación entre paz y convivencia.

1.ConCePCiones de esTado

Y ÉLiTes de Poder

Lo que ha sucedido no sólo en Cali sino en Colombia, tiene que ver con disímiles concepciones de Esta-do que han impedido consolidar una idea de cómo se deben manejar los asuntos estatales y lo público. De allí que el Estado colombiano devenga “privatizado”, cooptado o captura-do1 por actores y agentes de poder que lo usan para garantizar benefi-cios y extender privilegios para unas pocas familias o específicos sectores de la sociedad civil.

1 Véase: Garay Salamanca, Luis Jorge. La captura y reconfiguración cooptada del Estado en Co-lombia. Método. Avina. Transparencia por Co-lombia. Septiembre de 2008.

Hay, sin duda, una cooptación mafiosa (clientelismo) del Estado. Entonces, bajo qué referentes es-tamos creciendo como sociedad y comunidad. Este y otros asuntos hay que mirarlos detenidamente, de cara a comprender qué es lo que viene pasando en la ciudad de Cali alrededor de las múltiples expresio-nes de violencia que a diario autori-dades, observatorios y medios masi-vos registran.

Esas disímiles concepciones de Estado no están articuladas a lo que realmente es la Nación. Es más, han sido pensadas desde oficinas ubica-das en Bogotá y desde sus “espejos” en ciudades capitales como Cali, desde donde suelen tomarse deci-siones que no consultan las realida-des y necesidades de la población de los sectores intervenidos.

Quizás el siguiente ejemplo dé mayor claridad a lo que digo con respecto a que subsisten concep-ciones de Estado e incluso, de lo público, que terminan haciendo más complejos los problemas y las solu-ciones.

Traigo a colación lo sucedido en Bogotá con el alcalde Gustavo Petro Urrego, cuando cambió el modelo de recolección de las basuras en la capital del país, lo que motivó que el Procurador General de la Nación, Alejandro Ordóñez Maldonado, in-vestigara lo sucedido con el caos

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en la recolección y posteriormente lo sancionara y lo inhabilitara2 para asumir cargos públicos.

Sin duda, la decisión del Jefe del Ministerio Público se dio en el con-texto de una fuerte polarización política e ideológica que subsiste en Colombia alrededor de las respon-sabilidades que tiene el Estado fren-te a asuntos públicos. De un lado, están quienes defienden la idea de un Estado mínimo que entrega a los privados privilegios y que poco control hace sobre monopolios pri-vados que crecen de manera des-medida y que aceleradamente priva-tizan lo público. Del otro lado, están aquellos que, como el alcalde Petro, buscan que el Estado recupere su papel interventor en el mercado y su capacidad de competir con las empresas privadas que prestan ser-vicios públicos esenciales. Es decir, un Estado fuerte, responsable y capaz de cumplir con las obligaciones que le impone la nomenclatura constitu-cional Estado Social de Derecho.

Señalo que la polarización polí-2 Hay que recordar que Petro recibió medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Posteriormente, el Conse-jo de Estado las concedió ante el pedido que hiciera la CIDH de la OEA. Petro Urrego pudo regresar a la Alcaldía. Falta del fallo de fondo del Consejo de Estado. Recientemente la Fisca-lía archivó la investigación penal que se seguía en su contra por el mismo caso del cambio del modelo de recolección de basuras en la capital del país.

tica e ideológica se finca sobre dos tipos de Estado: en un extremo, un Estado confesional, premoderno y mínimo, en el que creen profunda-mente agentes como el ex presi-dente Álvaro Uribe, el hoy Presi-dente de Colombia, Juan Manuel Santos y el Procurador, Ordóñez Maldonado, entre otros muchos más. Cada uno, eso sí, con algu-nos matices. Idea de Estado míni-mo que es defendida por la gran prensa bogotana y regional. En el otro extremo, un Estado moder-no, fuerte y capaz de intervenir el mercado y competir en él, defendi-do por la administración Petro, por una izquierda minoritaria, así como por reducidos sectores liberales y progresistas con mínimo poder po-lítico y económico.

En últimas, la discusión está en-tre elegir entre un Estado privatiza-do y débil, que ofrece ayudas, o un Estado sólido, que asume responsa-bilidades sociales, culturales, ambien-tales y políticas3. Esa diversidad de concepciones de Estado también se ha hecho presente en el Estado lo-cal (Cali). Y en varias administracio-nes esas disímiles concepciones de Estado se han expresado a través de políticas públicas y/o decisiones administrativas de claro beneficio 3 Ideas tomadas del artículo El caso Petro, modelo de Estado y medios de comunicación. Véase http://otramerica.com/opinion/el-caso-petro-modelo-estado-medios-comunicacion-colombia/3071

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privado4.

Por lo anterior, cualquier análisis que se quiera hacer sobre asuntos públicos y estatales debe revisar las responsabilidades de las élites eco-nómicas, sociales y políticas con fe-4 Tan solo recuérdese que el caso de Sicali, em-presa privada que recaudó durante varios años el impuesto de renta que pagaban los caleños. “La ciudad de Cali, como Estado local, entregó, por espacio de siete años, a manos privadas, el recaudo de los gravámenes que deberían pagar los caleños. Por decisión del entonces alcalde, Apolinar Salcedo Caicedo, el municipio terceri-zó una responsabilidad moderna vital, que ape-nas hoy, años después, regresa a la instancia esta-tal que de forma natural debe cumplir con dicha tarea: la Hacienda municipal. La administración de Rodrigo Guerrero Velasco recientemente acaba de dar por terminado el contrato con la Unión Temporal Sicali, ente del orden privado, contratado para recaudar los impuestos de los caleños. Más allá de un triunfo económico y ju-rídico, lo sucedido con este asunto del recaudo de los impuestos de los habitantes de la ciudad de Cali advierte una falencia de carácter políti-co e ideológico en torno al tipo de Estado que los políticos tienen en mente cuando alcanzan el poder político. Pareciera que no bastara con principios constitucionales y marcos legales para impedir el sometimiento del Estado social de derecho a las fuerzas del mercado o a las inten-ciones patrimonialistas de alcaldes, gobernado-res o presidentes que buscan entregar el Estado a quienes patrocinaron sus aventuras electora-les. El carácter del Estado, como orden político, económico, social y cultural no puede afectarse por decisiones político administrativas de claro corte patrimonialista en favor de terceros, tal y como lo fue la entrega de la tarea de recaudo de impuestos a una empresa privada”. Véase http://laotratribuna1.blogspot.com/2012/08/el-estado-local-moderno-o-premoderno-el.html

nómenos de cooptación o “captura” del Estado. Los análisis que se han hecho de las élites no han sido lo su-ficientemente contundentes como para señalar las arbitrariedades, la mezquindad y la avaricia de nuestras élites.

2. La VioLenCia esTruCTuraL

en CaLiLa violencia en Cali es un asun-

to estructural. Ya va siendo hora de exigirle al Estado local5, a sus élites y a específicos y claves agentes de la sociedad civil respuestas y accio-nes que expliquen los alcances de las íntimas relaciones que parecen subsistir entre agentes y actores le-gales y sus pares ilegales. Relaciones éstas que tienen mucho que ver con la consolidación de la ciudad de Cali como una de las urbes más violen-tas de Colombia.

Los reiterativos consejos de se-guridad y las medidas policivas y re-presivas sólo sirven para ocultar un hecho histórico: el orden social, po-lítico, económico y cultural de Cali deviene en una profunda crisis de liderazgo y de legitimidad, circuns-tancia que le impide erigirse como un referente moral y ético (ética pú-blica) para los ciudadanos caleños.

5 Apartes publicados en http://laotratribuna1.blogspot.com/2014/10/una-dosis-de-verdad.html y en el Boletín número 28, del Observa-torio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali. Octubre de 2014, páginas 3, 4 y 5.

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Aceptar esa condición quizás no sirva para frenar las múltiples violen-cias y nuevos episodios como ho-micidios y masacres como los ocu-rridos en Ciudad Jardín, entre otros que se han presentado reciente-mente en la capital del Valle, pero si puede convocar a todas las fuerzas vivas de la ciudad para hacer un gran mea culpa, pero sobre todo, para iniciar un proceso de reconocimien-to de una circunstancia que parece inobjetable: legalidad e ilegalidad vie-nen actuando en contubernio, de allí que se necesite de una gran dosis de verdad para reconocer esa dolo-rosa situación.

Si en el contexto del proceso de paz de La Habana se está exigiendo verdad a las Farc y al Estado como actores armados violadores de los derechos humanos, en el contexto de las múltiples violencias que hacen de Cali una ciudad insegura y peligro-sa, también es urgente exigirle a las autoridades y a la sociedad la verdad sobre rumores e interpretaciones académicas que señalan que agentes estatales de diversa índole, de tiempo atrás actúan en connubio con bandas criminales y el crimen organizado.

Propongo que para estas horas aciagas que vive Cali, el Estado local empiece por reconocer que es inca-paz de conservar para sí el monopo-lio de las armas, bien porque sus au-toridades se hincaron ante el poder del crimen organizado y porque para

el resto de la ciudad, de los caleños y de sus instituciones, las muertes de unos cuantos ciudadanos poco importan en la medida en que esos muertos vivían en sectores margi-nales y populares, o porque cuando aparecen en exclusivos barrios al sur de la ciudad, de inmediato las autori-dades explican que se trata de ajus-tes de cuentas entre narcos6.

La relativa preocupación social y gubernamental que esos hechos de violencia, estructurales y coyuntura-les, generan en la opinión pública, se explican quizás porque los ciudada-nos a diario deben resolver proble-mas como la movilidad, el raponazo callejero y la falta de empleo, hechos y circunstancias que no solo conso-lidan profundas incertidumbres indi-viduales y colectivas, sino que cons-truyen y posicionan la indiferencia social como respuesta ante nuevos hechos de violencia.

Se suma a lo anterior, el interés mayor del Estado local y otros ac-tores sociales y económicos por continuar ‘vendiendo’ la idea de que Cali es la Sucursal del Cielo, la Capi-6 El titular del diario El País recoge la versión que dieron las autoridades, que hace parte del repertorio de respuestas de unas autoridades que al parecer poco pueden hacer para en-frentar el crimen y las diversas expresiones de violencia en la ciudad de Cali: Disputa entre nar-cos, detrás de la masacre de ocho personas en el sector de La María, en Cali (sic). http://www.elpais.com.co/elpais/judicial/noticias/masacre-ocho-personas-sector-pance-sur-cali

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tal Deportiva de América y la Capital Mundial de la Salsa, etiquetas éstas que sólo sirven para ocultar gra-ves problemas de convivencia y un desprecio evidente por la vida, que cuestionan los procesos civilizato-rios que la Escuela, las Familias y el Estado promueven y agencian.

De esta manera, parece que al caleño promedio le preocupa más que esas disímiles formas de violen-cia terminen por cambiar o afectar los imaginarios y las representacio-nes sociales (RS) construidas sobre aquellas cosméticas frases. Finalmen-te, esas muertes violentas siempre encuentran la misma explicación de las autoridades: son ajustes de cuentas entre bandas criminales o se trata del enfrentamiento entre pandillas. Es decir, se trata de gente pobre y de narcos, por lo tanto, solo hay que esperar a que aparezcan las próximas víctimas.

Explicaciones vacías que hacen parte de un repertorio de respues-tas que se da y se exhibe como si-guiendo el guión de una mala pelí-cula en la que la violencia es la pro-tagonista. El llamado, entonces, es a que la Alcaldía tome las riendas del orden público y que el Alcalde de forma directa tome decisiones por ejemplo en lo que concierne al por-te de armas y la venta de éstas a los civiles.

Se necesita de un Estado local

decidido a desmantelar las redes de tráfico de armas en las que clara-mente aparece el matrimonio entre lo legal y lo ilegal. Y la sociedad en-tera debe coadyuvar a que la fun-ción pública se aleje de las instancias ilegales y criminales que operan sin control en los territorios de la ciu-dad.

De manera clara se propone un control efectivo de las armas de-comisadas. Así mismo, un efectivo seguimiento al uso de las armas de dotación de policías y militares; la destrucción de aquellas armas no necesariamente involucradas en ho-micidios y de aquellas que habien-do sido usadas en crímenes, puedan con el tiempo ser fundidas, sin que ello ponga en riesgo el acervo pro-batorio con el que se incrimina y se procesa a homicidas y sicarios.

Es claro que se alquilan armas oficiales7 y no oficiales. Es claro que hay un lucrativo negocio de compra, venta y alquiler de armas. Que hay fábricas clandestinas de armas hechi-zas. Entonces, lo que hay que hacer es empezar por desmantelar esas redes. Con una decidida acción gu-bernamental, con el acompañamien-to de grupos de la sociedad civil, a lo mejor podamos romper los lazos que hacen posible la existencia de ese connubio entre actores legales 7 Véase http://www.las2orillas.co/en-cali-se-alquilan-por-horas-las-armas-ya-fueron-decomi-sadas-monsenor-dario-monsalve/

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e ilegales. Pero ello necesita de un gran pacto social, ético y moral que los principales actores de ese orden político, social y económico local pa-rece no querer firmar o pactar.

Quizás reconocer que hay un fuerte virus que carcome de tiempo atrás la legitimidad de este orden lo-cal no salve vidas, pero si podría ser el primer paso para reconocer una verdad sobre la que diversos crimi-nales, organizaciones delincuenciales y disímiles formas de violencia ac-túan con pasmosa tranquilidad.

Por dolorosa que sea la verdad, es hora de que reconozcamos que como orden social y político esta-mos fracasando de manera clara. En especial el fracaso se confirmaría por cuenta de una lectura de clase que deambula en quienes tradicio-nalmente vienen tomando decisio-nes en materia de orden público.

Para el caso de Cali, hay que dis-cutir y revisar muy bien cómo se representan las élites de poder la ciudad, los caleños y las diversas ex-presiones culturales que se dan en la capital del Valle del Cauca, gracias a la presencia de ciudadanos afroco-lombianos, indígenas y campesinos que por razones asociadas de ma-nera directa al conflicto armado y a la violencia política, se han visto en la necesidad de desplazarse y asentar-se en la ciudad.

Las representaciones sociales (RS) que las élites construyen y que se imponen a través de diversos discursos, entre ellos el periodístico-noticioso, han hecho de Cali una ciu-dad segregadora, según varios aca-démicos. Y por ese camino, el nuevo proyecto de Ecociudad Navarro o recientemente bautizada como Eco-vida, servirá para confirmar a Cali como una ciudad segregadora.

3. asenTamienTos en eL

JariLLÓn Y eL Caso PoTrero Grande

Las políticas públicas o las decisio-nes administrativas tomadas por va-rias administraciones poco han servi-do para solucionar los problemas de los asentamientos que subsisten aún sobre el jarillón del río Cauca.

Recientemente, junto a los cole-gas Carmen Jimena Holguín y Her-nando Uribe Castro, caracterizamos dos asentamientos en el Jarillón del río Cauca: Los Samanes del Cauca y Navarro. Del primero hay que de-cir que fue construido “gracias” a la CVC, es decir, el propio Estado local y regional creando asentamientos ilegales o informales.

El mismo Estado creó Los Sama-nes del Cauca y el mismo Estado local quiere sacarlos hoy para me-terlos en Potrero Grande como ya lo hizo, en un ejercicio de reasenta-miento, con quienes vivían en “Villa

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Mosca”, muy cerca a Los Samanes del Cauca. “Villa Mosca” era el sec-tor más peligroso por las arremeti-das del río Cauca, que en varias oca-siones pusieron en peligro la vida de los habitantes de ese asentamiento subnormal.

La propuesta del Estado local es llevarlos a vivir en unas casas de 39 m2, cuando las lógicas de vida son distintas. En Los Samanes del Cauca, por ejemplo, sus habitantes tienen cultivos de pan coger, frutales, gana-do, marranos y lagos de pesca, entre otras actividades.

Entonces ahí no hay un trabajo serio de pensar qué es lo que quiere la gente, qué es lo que necesitan esas familias y si realmente le importa a las autoridades solucionar el proble-ma de los asentamientos sobre el jarillón, sin crear otros problemas en los sectores en donde serían reubi-cados. Por ejemplo, con la reubica-ción que se hizo en Potrero Grande de población desplazada que vivía en otros sectores de invasión, así como habitantes del jarillón del río Cauca. La administración cometió errores con la construcción de Po-trero Grande. Dichos errores están muy bien registrados y ambientados en la publicación Potrero Grande, vi-das en busca de la reconciliación.8

8 Cuadernos Ciudadanos, Observatorio de Realidades Sociales. Nro 2. Edición Especial, oc-tubre de 2014. Arquidiócesis de Cali.

Miremos ahora, brevemente, el caso del asentamiento en Navarro. Allí, el jarillón lo construyeron se-guramente burócratas sentados en una oficina, que sin conocer la zona y el territorio, hicieron posible que el colegio y la inspección de policía quedaran del lado del río, es decir, en la parte del jarillón que se inunda cada temporada invernal. Los pobla-dores de Navarro también tienen vocación agrícola, pero también los quieren reubicar en Ecociudad Na-varro o Ecovida. Es decir, soluciones de vivienda que no consultan las ne-cesidades y mucho menos tienen en cuenta la vocación agrícola de sus habitantes.

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4. CaraCTeriZaCiÓn de Las nomenCLaTuras

PaZ Y ConViVenCia:

PaZ

Presencia de un conflicto armado interno, tipo guerra irregular.

Hay expresiones de violencia de origen político que devienen de-gradadas. Terrorismo. Violencia dis-cursiva y física.

Es un asunto estrictamente políti-co desde la perspectiva del Poder, aunque hay circunstancias y even-tos prepolíticos (terrorismo) que aparecen dentro de la dinámica de la guerra interna.

Los factores identitarios aparecen especialmente en las víctimas (in-dígenas, afrocolombianos y cam-pesinos desplazados y reclutados por los actores armados, incluyen-do al Estado).

Hay actores armados estructura-dos como organizaciones (ejérci-tos) en donde se reconoce una unidad de mando. Estructuras mo-nolíticas.

Hay un trasfondo de lucha por la distribución del poder político.

ConViVenCia

Presencia de conflictos no necesa-riamente artculados a la lógica de la guerra interna.

Hay expresiones de múltiples for-mas de violencia. Contra las mu-jeres, comunidad LGTBI, desplaza-dos y reinsertados, entre otros.

No necesariamente los conflictos y los problemas de convivencia tienen o alcanzan un carácter po-lítico. Históricamente dichos con-flictos han demandado respuestas exclusivamente policivas.

Los factores identitarios hacen parte del problema de conviven-cia dado que víctimas y victima-rios son fruto de un sistema social, económico, político y cultural que históricamente los ha excluido.

No hay actores armados, desde la perspectiva organizacional que se les reconoce por ejemplo a las Farc. Pero sí hay estructuras delin-cuenciales asociadas a “oficinas de cobro”.

No hay una lucha por el poder político, pero sí por el dominio de

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Factores y variables culturales (ca-pital social acumulado) son deter-minantes para la negociación.

Búsqueda de reconocimiento po-lítico.

Lucha anclada al modelo de desa-rrollo económico y a la ampliación de la democracia. Lucha rural.

Negociación política del acceso al poder históricamente restringido.

territorios para el desarrollo de actividades ilícitas o simplemente, para la consecución de reconoci-miento y “prestigio” en una lógica de dominación.

Procesos civilizatorios fallidos que dificultan la puesta en marcha de soluciones.

Búsqueda de reconocimiento so-cial y económico. Inclusión en la ciudad.

Lucha territorial urbana asociada a territorios simbólicos en disputa. Dentro de la ciudad, crecen otros espacios urbanos en donde apa-recen lógicas y prácticas culturales rurales que suelen ser avasalladas o transformadas por el sentido hegemónico de lo urbano.

Negociación por búsqueda de re-conocimiento social y de acepta-ción del otro.

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“La aCademia Tiene La resPonsaBiLidad

de aBrir maYores ESCENARIOS DE DIÁLOGO…”

Carmen Helena Urrea y Patricia Lasso Universidad San Buenaventura

RESUMEN:

El diálogo que proponen las docentes Carmen Helena Urrea y Patricia Lasso acerca de las diferentes trayectorias investigativas en las que ha participado la Universidad San Buenaventura, entre las cuales referencian el trabajo con menores desvinculados del conflicto armado; la investigación con mujeres en situación de desplazamiento forzado; los ejercicios de recuperación de memoria histórica; el progra-ma de atención Psicosocial y salud integral a víctimas; la investigación memorias, identidades y poblamiento en el Distrito de Aguablanca, les permite hablar de la necesidad de vincular la práctica investiga-tiva con los sentidos e intereses de las comunidades, destacando la responsabilidades de la academia para con los procesos de reconcilia-ción en la ciudad, sobre todo en lo concerniente a propiciar espacios de reflexión y diálogo que redunden en acciones conjuntas y sinergias de los diversos sectores.

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La Universidad de San Buenaven-tura —USB— Cali, se hace presente en este escenario de conversación, representada por la Facultad de Psicología a través de la Decana de Facultad Carmen Elena Urrea y la docente Patricia Lasso T.

La USB participa en la Red de Universidades del Observatorio de la Arquidiócesis de Cali desde sus inicios y este conversatorio es un espacio de interlocución ciudada-na para escucharnos, compartir re-flexiones, hacerse preguntas y ojalá ir trazando rutas colectivas, acerca de lo que es posible, pero también que es lo pertinente y cuál es la res-ponsabilidad y el compromiso que nos asiste como actores sociales desde nuestros territorios.

Nuestra presencia en el diálogo reconoce el aporte fundamental de las ONG´s como agentes construc-tores de paz y desde la academia en esta ocasión, es una oportunidad para socializar algunas reflexiones que surgen de las investigaciones en temas relacionados con el asunto de la jornada y tomar consciencia de que para efectivamente sentir que estamos construyendo paz, de-bemos conectar nuestros esfuerzos, nuestras perspectivas, pero sobre todo nuestros aprendizajes.

En este punto de los aprendiza-jes la USB Cali a través de sus Fa-cultades de Derecho, de Educación,

Economía y de Psicología ha veni-do, como muchas otras universi-dades de la región, haciéndose la pregunta sobre cómo responder a una alta exigencia que se nos hace como formadores de profesionales y como ciudadanos, frente a las ne-cesidades del contexto y en parti-cular, como lo plantea esta agenda, sobre la memoria, las violencias y las posibilidades de reconciliación en la ciudad. Para tal diálogo se com-partirán algunas de las trayectorias investigativas de la USB Cali, más es-pecíficamente desde la Facultad de Psicología, con el ánimo de colocar en el escenario algunos lugares de posibilidad que se han ido tejiendo y abrir nuevas rutas de trabajo coo-perativo.

Los procesos de investigación, hoy por hoy, exigen a las universida-des cada vez mayor pertinencia so-cial, compromiso y retorno de ese saber a los escenarios y contextos que lo requieren. Conscientes de esa tarea y a su vez de la crecien-te demanda que implica la misma, se han ido tejiendo poco a poco en la USB Cali, líneas de investigación que dialoguen con nuestras realida-des. Desde hace casi 12 años por ejemplo, la facultad de psicología ha venido trabajando el tema de los menores desvinculados del conflicto armado. Este estudio por ejemplo, presenta un conjunto de reflexiones a partir de las cuales resultan formas

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posibles de interpretación y aborda-je del fenómeno de la reintegración social de jóvenes que pasaron por la experiencia de participación en una organización armada al margen de la ley (Moreno, MA, 2009; 2012; 2014). Así mismo el tema del des-plazamiento forzado ha sido lugar de interés en las investigaciones. Uno de los antecedentes de estos estudios regionales se llevó a cabo en el Municipio de Florida, Valle (Guevara, 2011) donde a partir de un trabajo que recupera historias de vida de mujeres que han vivido el desplazamiento forzado, permite acercarse más sensiblemente a sus vivencias y también sus formas de resistencia.

En el año 2009 la Universidad de San Buenaventura Cali, a raíz de una invitación que extiende la Mi-sión de Apoyo del Proceso de Paz MAPP – OEA, en alianza local con la Universidad del Valle y el Consejo Comunitario de Sabaletas y la Co-misión Nacional de Reparación y Reconciliación (CNRR) acompaña uno de los procesos comunitarios más valiosos, donde se esperaba del mismo, el fortalecimiento de la convivencia comunitaria en la vere-da de Sabaletas a raíz de la ruptu-ra del tejido social generada por el conflicto armado. Esta experiencia en la que participaron docentes, es-tudiantes y comunidad, consistió en un ejercicio de reconstrucción de

la memoria histórica a partir de la fotografía (Duque & Gordon, 2012; MAAP OEA, 2012). Tal iniciativa nos requirió como programa una alta exigencia de involucrarse realmente con la población de Sabaletas para entender cómo aproximarnos a ese objetivo de la recuperación de la memoria histórica e intentar hacer un ejercicio de reparación colectiva. Uno de los elementos quizá más valiosos de la iniciativa fue la parti-cipación comunitaria, quienes con el insumo de un taller de fotografía orientado por la escuela de comu-nicación social de la Universidad del Valle, lograron contar en imágenes muchas de sus historias, reconstruir relatos y a través de ellos intentar recomponer tejido social. El ejerci-cio se convirtió también en un lla-mado ciudadano de interpelaciones e invitaciones a la academia acerca de su lugar como actor en términos de continuidad de los procesos, par-ticipación en mesas de acción ciuda-dana y mayor interlocución estatal.

Esta interacción comunitaria pro-fundiza las dimensiones del compro-miso del trabajo con la comunidad y en esa dirección y desde las tra-yectorias que ha ido recorriendo USB Cali, en el año 2013 participa del reto de implementar El Progra-ma de Atención Psicosocial y Salud Integral a Víctimas (PAPSIVI) en el Valle del Cauca en convenio con la Organización Internacional de Mi-

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graciones OIM a través del Minis-terio de Salud. Un nuevo desafío a partir del cual ya no sólo desde la postura de investigadores sino de operadores de un macro proyecto, se pusieron en juego muchos de los aprendizajes acerca del trabajo con comunidades, con población víctima del conflicto armado, con las insti-tuciones que representan lo estatal y diversos actores participantes del proceso. Experiencias como ésta in-vitan constantemente a reconocer el lugar de la academia más allá de sus paredes y reposicionarla como un necesario interlocutor en las re-laciones estado/sociedad civil. Hay que anotar que a nivel investigativo el proceso ha sido acompañado a su vez de investigación alrededor de las posturas acerca del abordaje psicosocial de las víctimas del con-flicto armado, proyecto que aún se encuentra en curso (Moreno, 2013; Ordoñez & Moreno, 2013).

Desde el 2012 también en con-venio de cooperación local con la Fundación Paz y Bien, Cali, y con el respaldo de la Federación de Uni-versidades Católicas FIUC, se ha venido llevando a cabo el proyecto de investigación: Memorias, identi-dades y poblamiento en el Distrito de Aguablanca, desplazados y terri-torialidad en Cali, Colombia. Es una experiencia desde el territorio pero con una mirada nacional y global, entendiendo que el desplazamien-

to forzado es un asunto de orden histórico, mundial, complejo y que comporta diferencias territoriales importantes de reconocer en aras de situar saberes localmente perti-nentes.

El estudio parte del reconoci-miento de la memoria de pobla-miento del distrito de Aguablanca y la forma como históricamente el po-blamiento en el oriente de la ciudad, (en particular) ha sido fruto de un flujo de diversas oleadas migratorias que han ocurrido en los últimos 35 años, empezando por la migración derivada del maremoto en Tuma-co en 1979 y de allí en adelante las continuas oleadas de violencia que generaron desplazamientos masivos de población y desplazamientos in-dividuales. (González, 2012; Figue-roa, 2014).

Además de la mirada socio-histórica, se plantea como eje de análisis en esta investigación, una categoría que usualmente en lo que respecta a desplazamiento forzado podría quedar en “segundo orden”, teniendo en cuenta que lo que se suele privilegiar en lo que respecta a población en situación de despla-zamiento forzado está relacionado con asuntos de necesidades básicas inicialmente, siendo éstas vivienda, alimentación, salud, seguridad. En este sentido, el tema educativo, en particular comprender la llegada de la población en situación de despla-

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zamiento a la ciudad y las vicisitudes que debe enfrentar no sólo para in-gresar al sistema educativo sino para lograr sentirse vinculada realmente al mismo desde el reconocimiento de sus saberes culturales, prácticas y situaciones vividas, no ha sido eje de central atención. Ha habido algunos avances y existen lineamientos de política pública para atender pobla-ciones vulnerables, sin embargo, el lograr transferir la política a los con-textos y situarla de modo pertinen-te requiere de acompañamientos. No se trata solamente de cómo ha sido el énfasis, de garantizar la vincu-

lación e ingreso al sistema educativo, sino también la continua formación docente y ajuste de procesos de educación inclusiva que acoja las di-versidades (Lasso, 2013).

Todas estas reflexiones se con-vierten en invitaciones para com-prender que en aras de la reconcilia-ción en la ciudad, la academia tiene la responsabilidad de abrir mayores escenarios de diálogo, reflexión, creación de acciones conjuntas y mayores esfuerzos intersectoriales que propicien redes de trabajo sos-tenible, un trabajo que sea a largo y mediano plazo.

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Moreno, M. (2013). Psicoanálisis e intervención social. Revista CS. No. 11, enero – junio de 2013, pp. 115-141. Universidad ICESI. ISSN 2011-0324.

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“ese Honor deL GruPo, ese orGuLLo de La idenTidad

de La PandiLLa, esTÁ siendo remPLaZado Por eL CuLTo aL dinero

Y POR LAS REGLAS DEL NEGOCIO…”

Jorge Ordoñez - Universidad ICESI

RESUMEN:

El profesor Jorge Ordoñez comparte su experiencia de investi-gación con pandillas en Cali, desde ese lugar habla de aquello que dialogó con jóvenes del barrio Marroquín, resaltando los elementos comunes o los hallazgos que encontró fruto de dicha relación. Entre ellos el profesor destaca una estructura honorífica de la pandilla que moviliza las representaciones de masculinidad agresiva de los mucha-chos, al igual que un aislamiento emocional para emprender acciones violentas contra otros y la representación mágica que les quita res-ponsabilidad a los jóvenes sobre sus actos, todo ello según Ordoñez sirvió de insumo para diseñar una estrategia de atención, centrada en la ganancia de autonomía y el reconocimiento del otro. En ese mismo sentido, se destacan elementos de la justicia restaurativa, como son las mediaciones entre víctima – ofensor y la importancia de que en esa mediación surjan el desahogo, la identificación con el otro y el remordimiento. Finalmente, se pone en cuestión los cambios que han sufrido las dinámicas de violencia en la ciudad y como algunos jóve-nes de las pandillas han sido cooptados para ello, a través de bandas criminales sobre las cuales aún no se tiene la suficiente comprensión.

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Muchas gracias por tan amable invitación a volver a esta casa a la que recuerdo con mucha nostalgia. También felicitar a la Arquidiócesis por esta iniciativa que creo de fun-damental importancia, la de conciliar esfuerzos, la de hacer conexiones, la de poner en contacto a las institu-ciones, a las personas que estamos trabajando la problemática social. Creo que estos foros son importan-tes para que podamos conocernos, conversar y hacer alianzas.

Con Nelly, con la hermana Alba Estela, con la Fundación Paz y Bien, con la casa Francisco Esperanza, hi-cimos un trabajo a partir del año 2000 con los jóvenes de pandillas en el Distrito de Agua Blanca, par-ticularmente en el sector de Marro-quín, inspirados en la filosofía de la justicia restaurativa. Quiero en un primer momento contarles un poco lo que fue mi experiencia como in-vestigador en el contacto con los muchachos y luego proponer algu-nas ideas para pensarse el tema de la violencia y posibles alternativas de solución.

Cuando llegamos, hace ya casi 15 años, el fenómeno de la violencia pandillera era bastante incompre-sible, lo recuerdo como una cosa bastante oscura, yo no entendía porque era posible que estos gru-pos de jóvenes de la misma raza, de los mismo barrios, del mismo estra-to social, se matasen de esa manera,

en defensas de territorios que no abarcaban más de dos cuadras y en interminables cadenas de venganza, a partir de conflictos que uno podía considerar nimios, la famosa guerra de Retiro y Vallado costó 41 muer-tos y se inició por el robo de una bicicleta. Entonces en términos ra-cionales, uno dice: ¡bueno!, cómo es posible que el robo de una bicicleta genere una escalada de un conflicto que genere 41 muertes. Es bastante incomprensible desde afuera.

Iniciamos un trabajo de conver-sación con los jóvenes, empezamos a visitarlos en la casa Francisco, in-cluso, a “parchar” con ellos en la es-quina, a andar el barrio y con el paso del tiempo, esas entrevistas grabadas y estos talleres como muy metodo-lógicos fueron reemplazados por un intercambio dialógico, por una con-versación. Nos íbamos en las tar-des y conversábamos con ellos un par de horas, tres horas, depende de cómo se dieran las cosas. Y yo siempre le preguntaba por la vio-lencia, por los hechos de violencia, por los episodios en los cuales había muerto un “socito” como dicen ellos o algún tipo de enfrentamiento con la pandilla rival, particularmente la pandilla “El Palo” contra la pandilla de “La Gallera”.

Me contaban de esas situaciones tan desafortunadas, cuando em-piezo a ver en sus discursos, es sus relatos, unas constantes bastantes

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interesantes, siempre hablaban de la venganza, siempre hablaban de la solidaridad con el grupo, siempre hablaban de la audacia, de la valen-tía, del compañerismo, con lo cual empieza a configurarse lo que po-dríamos llamar un código de honor, es decir estos jóvenes encontraban la justificación para las cadenas de venganza, para esos conflictos que funcionan como crímenes de sangre.

Recuerdo por ejemplo, que lo im-portante cuando había una muerte dentro de la pandilla era vengar esa muerte con cierta independencia del autor, es decir, si los de La Ga-llera le mataron a los de El Palo un compañero, ellos tenían que matarle uno, cualquiera, no necesariamente el autor del homicidio, aunque si coincidían las dos cosas pues su-pongo que estarían más satisfechos, pero era más o menos uno a uno, ojala uno dos – uno más para irles ganando. Estas muertes por ejemplo, definían también las llamadas fronte-ras imaginarias, donde la pandilla le pone un muerto a la pandilla rival hasta allí hay un dominio territorial.

Entonces empezó a adquirir fuerza la idea de una estructura ho-norifica, un comportamiento de una comunidad fuertemente emocional como la pandilla, fuertemente con-troladora como la pandilla, en la cual hay unos reglamentos que guían su vida y su conducta y que están asociados a un conjunto de valo-

res que justifican la violencia, que la enaltecen, el hombre capaz de más violencias es más hombre, hay una idea, unas representaciones de masculinidad dominante, una mas-culinidad agresiva, ventajista, valiente, sin compasión por el otro. Que se convierte como en un valor que los muchachos quieren, que los mucha-chos admiran, y los combates son la ocasión de privilegio para poner en escena toda esa ritualidad honorifi-ca de la pandilla, ahí se ve quien es el más guapo, quien es el que fren-tió, en que se paró, el que no corrió, el que socorrió al amigo, el que fue más audaz de penetrar dentro de las huestes rivales, etc.

No es que las pandillas vivan sin Dios ni Ley, y sin reglas como podría pensar uno desde afuera, no, tienen más reglas que nosotros, tienen un conjunto de interdicciones, previsio-nes, reglas, intercambios regulados, por una idea cohesionadora muy intensa que es la idea del honor, por una parte. De los mecanismos del honor había una cosa que me lla-mó poderosamente la atención y es una suerte de entrenamiento para domesticar el miedo, una suerte de domesticación de la agresividad. Aprenden a ser más bravos, en el momento que el grupo de la pandi-lla convence, le gritan a un compa-ñero para que apuñale a otro, para que lo hiera, para que le dispare, le dicen “¡sin mente parce, no le meta

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mente, hágale!”. Entonces uno pue-de apreciar allí una educación de la sensibilidad de tal manera que pue-da focalizarse la agresividad en un efecto túnel, sin pensar en nada, sin pensar en las consecuencias de la acción y proceder al acto criminal.

No todos lo tienen, todos los pandilleros dicen que al principio les da miedo, el primer muerto les cuesta mucho, les da remordimien-to, se lo encuentran hasta en la sopa, me decían todos, ellos sufren, es de-cir, tienen que controlar la culpa y lo logran. Parte del entrenamiento de la vida pandillera es poder contro-lar la culpa y el remordimiento me-diante un mecanismo de aislamiento emocional, es decir, no sienten com-pasión por el otro, tratan de edu-carse de tal manera, que no puedan sentir compasión ni remordimiento por lo que hacen.

Otro ingrediente bastante atrac-tivo de la conversación con los mu-chachos era la referencia constante al mundo sobrenatural, tal vez sea una particularidad de estos jóvenes de raza negra, del Pacifico, cierto vínculo con la santería tal vez, no es-toy seguro si a las pandillas de otros países u otros lugares les ocurra lo mismo. Pero los jóvenes de estas pandillas refieren toda suerte de portentos, sortilegios, encantamien-tos, maleficios, que de alguna mane-ra justifican y organizan su represen-tación del mundo.

Por ejemplo mataron a un pan-dillero peligroso y lo mataron por-que debía varias muertes, es decir lo ajusticiaron, hubo varias ocasiones de esas en que los rivales, los enemi-gos y a veces la misma policía bus-caba a los jóvenes para eliminarlos y más o menos uno se hacia la idea de que él de alguna manera, y a tra-vés de una forma de justicia bárbara estaba pagando sus crímenes. Yo les preguntaba a los amigos, por qué fue que mataron a Chaplin, esperan-do una respuestas de que “no, es que Chaplin mató a este señor y entonces vino el hermano…” me dijeron “nooo, es que el ángel de la guarda lo dejo tirado”, “no, es que ya estaba planilla-do”, algo así como si Dios lleva una planilla y entonces Él va anotando el día en que cada cual muere.

Él tenía su hora, era un destino, era una fatalidad, era algo que ya es-taba escrito antes de que ellos na-cieran. Es la idea de que la vida esta conducida de tal manera que ellos no gobiernan su destino, no gobier-nan su vida sino que está controla-da por poderes externos de origen divino o quizás sobrenatural, y que lo que pasa, son cosas que pasan, pero no se deben a sus acciones, ni son producto de sus actos, y no asumen ninguna responsabilidad por lo que hacen. Entonces en el primer mecanismo del honor, de la domes-ticación del miedo y la compasión, hay un aislamiento emocional muy

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fuerte, hay un desconocimiento to-tal del otro.

Y en el otro mecanismo, el de la representación mágica del acontecer diario hay también otro mecanismo de proyección que hace que con-secuentemente ellos no sean res-ponsables de absolutamente nada, lo cual se reafirma en otras frases como la de un muchacho al que le pregunte que por qué lo habían he-rido y él me dijo “yo me fui para el otro barrio y yo no estaba haciendo nada malo, yo nada más estaba ro-bando, no estaba haciendo nada malo y estos me agredieron y me hirieron”. Ellos, en primer lugar, no consideran que robar sea algo malo, no creen que sea un delito o una actividad in-debida, pero tampoco sienten que lo que les pasa es producto de sus acciones y su responsabilidad, siem-pre hay una externalidad, siempre hay una justificación exterior de los motivos de su conducta.

Todos esos hallazgos en torno a violencia pandillera del sector nos sirvieron de insumo para una estra-tegia de atención, para reforzar cier-tos aspectos que denominamos en esa época de una manera un tanto complicada, “ganancia de autono-mía” y “construcción de alteridad”, yo no sé aquí, a qué hora se nos ocurrió hablar de ese concepto filo-sófico de alteridad en Marroquín en Aguablanca, y todavía usan la palabra ¿no? Allá los pandilleros dicen: “no, es

que estoy construyendo alteridad”. Bueno, se nos quedó la palabra, esa palabra complicada de la academia, pero la idea era aprender a recono-cer al otro, a ponerse en los zapatos del otro, para decirlo de una manera más coloquial.

La ganancia de autonomía era entender que sí son responsables de las consecuencias de su acción, se diseñaron un conjunto de talleres que apuntaban a esos objetivos y la justicia restaurativa se mostró útil en dos aspectos importantes. La justicia restaurativa, como ustedes saben, es un modelo alternativo que procura, no tanto el castigo al infractor, sino la reparación del daño.

Hay varias metodologías para apli-car justicia restaurativa, nosotros utili-zábamos una que era mediación vícti-ma ofensor o utilizábamos otros que se llaman grupos circulares. Y la idea es que antes de reunir a la víctima y al ofensor hay un proceso previo al encuentro, en el cual ocurre algo que podríamos llamar, según la preceptiva de la estilística griega: catarsis.

Es la idea del desahogo, porque alguien que ha sido victimizado, ha sido maltratado, herido, dañado, siente miedo, siente rabia, tiene pro-blemas psicológicos. Esas personas hacen un proceso de hablar de lo que le ocurrió, de desahogarse, de dejar emerger las emociones asocia-das al sufrimiento, y en ese proceso

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puede ocurrir algo que se denomi-na catarsis, es decir, una purga del alma, pero satisfactoria, liberadora, de descanso, de llorar pero encon-trando de alguna manera, algo que lo reconforte, esa catarsis es el tra-bajo previo con el ofensor y con la víctima, se realiza previo a la reunión restaurativa. En esa reunión de las dos personas en conflicto ocurre otro proceso importante que es de la mímesis, es decir, la identificación con el otro, el ofensor no reconoce al otro, por eso lo puede lastimar, por eso lo puede herir, por eso lo puede agredir. Pero cuando tiene en frente la víctima y la víctima le habla y le explica, le habla y le pregunta, “usted ¿por qué me hizo eso?, yo me sentí de tal manera, me dañó de va-rias formas”. Hace emerger un prin-cipio de identificación con el otro, reconoce lo que le ocurrió al otro y eso es importante para la construc-ción de un vínculo y es el inicio del sentimiento de culpa, el inicio del re-mordimiento. Yo creo que sin culpa y sin remordimiento no hay posibili-dad de restauración.

Sé que se trabaja desde varios frentes aquí en Cali, con mucha-chos de libertad asistida que han sido delincuentes, etc. Es muy difícil lograr que ellos logren sentir culpa por lo que hacen, pero cuando tie-nen en frente la víctima, y la víctima les interroga sobre las razones de su conducta, ellos podrían even-

tualmente sentirlo y si eso ocurre, el proceso es exitoso. Yo creo que esos dos elementos son claves para poder tener una eficacia en la in-tervención que se hace con jóve-nes pandilleros.

En otras ocasiones hablamos un poco del éxito, del trabajo en la casa Francisco Esperanza, de los 1.220 jóvenes que han pasado por allí y cuáles son las razones del éxito, porque ha funcionado con algunos, y encontramos que a diferencia de la esquina, de la pandilla, donde hay marihuana, donde hay futbol, don-de hay calle, donde hay agresividad, donde hay conflicto, el espacio de la casa Francisco Esperanza que que-daba cerca a esas esquinas, era un espacio completamente distinto. Los jóvenes nos reiteraban una frase “es que yo antes era muy grosero” y ellos entienden la palabra “grosero” como ser muy violentos, muy agresivos, no solamente el lenguaje vulgar, sino la conducta hostil. Y ellos dicen que se aterraban de ver que en la casa Francisco Esperanza las reglas eran completamente otras, había niñas que participaban de la actividad, ha-bía recreación, había películas, había talleres, había un espacio diferente al tiempo de la esquina, el tiempo del delito, el tiempo de la agresividad, de la violencia, de la marihuana, a un tiempo de encuentro de diálogo, de apoyo emocional.

Creo que ese tránsito a los dos

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espacios fue fundamental para que los jóvenes ganaran confianza y dijeran “de pronto me gusta esto y me animo”, “de pronto hasta me salgo de la pandilla” hay otra manera de vivir y en este punto nos pasó un poco como a Mafal-da, “cuando nos sabíamos todas las respuestas nos cambiaron las pre-guntas”. Ya habíamos encontrado una manera de trabajar con estos jóvenes de pandillas pobres, de barrios marginales, cuando el con-flicto empieza a transformarse de manera muy acelerada, empiezan las bandas criminales a cooptar a algunos de los jóvenes de pandi-llas para negocios extraordinaria-mente rentables y la conflictividad urbana está transformándose en dirección a algo que todavía no al-canzamos a vislumbrar.

Ese espacio de la esquina, de la pandilla, del fútbol, de la recocha, de la violencia, es ahorita no un referente identitario, sino que se ha transformado en un espacio de corredores estratégicos que vincu-lan barrios y zonas de expendio de droga, por las cuales circulan armas, dinero, psicoactivos, el tiempo del muchacho que era el pandillero des-parchado todo el día, etc. Pensando en la hora en que se reúne con los amigos o con un celular esperando una llamada para hacer una vuelta, y ahorita ese honor del grupo, ese orgullo de la identidad de la pandilla, está siendo remplazado por el culto al dinero y por las reglas del nego-cio. Entonces es un proceso que se transforma aceleradamente y que a veces nos deja un poco atrás pero que hay que seguir pensando para poder seguir intentando alternativas para el conflicto urbano en Cali.

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“La memoria deBe ser un insTrumenTo de reConCiLiaCiÓn,

Cuando no HaY memoria HaY serVidumBre,

Cuando no HaY memoria HAY OLVIDO”

Gildardo Vanegas - Universidad del Cauca

RESUMEN:

La reflexión acerca de las memorias es puesta por el profesor Gildardo Vanegas, como elemento vital para los procesos de reconci-liación. En ese sentido hace un recorrido en el que habla de las vio-lencias desde los años 40 hasta las últimas postrimerías, poniendo en evidencia cómo hay unos olvidos que ocultan las violencias sufridas y con esto poca capacidad para prever o intervenir sobre ellas. En dicho recorrido, Vanegas pone en cuestión los dispositivos institucionales que han sido usados para abordar el tema, como lo son la epidemiologia y el manejo de tasas y estadísticas, toda vez que éstos desdibujan la dimensión humana de los hechos, lo cual sería el tema central, si es que se pretende generar procesos de transformación hacia una ciu-dad diferente. De allí que a manera de propuesta se insta a recuperar la dimensión de las memorias y la dimensión de los actores buscando con ello develar las formas como las violencias han operado y como los victimarios han quedado velados, en algunos casos con extrañas coincidencias con la política Estatal.

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Quisiera aprovechar algunas de las menciones de Jorge Ordoñez para recuperar un aspecto que hace parte de esta convocatoria: “vio-lencias, memorias y reconciliación”, Jorge mencionó algo que denomi-nó “hablar de lo ocurrido”. En ese sentido, quisiera referirme a una dimensión importante en nuestra sociedad que tiene que ver con la memoria: “la ausencia o la pérdida de memoria en cualquier sociedad es un asunto de la mayor impor-tancia, apoderarse de la memoria, administrar lo que se recuerda o lo que se calla, es una de las máximas aspiraciones de distintas formas de dominación que se instalan en nues-tra sociedad”. La memoria debe ser un instrumento de reconciliación, cuando no hay memoria hay ser-vidumbre, cuando no hay memoria hay olvido. Junto con Boris Salazar y Jesús Darío hemos iniciado un pro-ceso de investigación que aún no tiene toda la formalidad académica requerida, pero que intenta precisa-mente recuperar eso que se ha ca-llado en nuestra sociedad.

Cali es una ciudad que se reco-noce por las altas dosis de violencia homicida y siempre quedamos atra-pados en la versión última de este tipo de violencia, que se nos presen-ta como amenaza y se convierte en la cabeza de turco a partir de la cual se construyen las contingentes y efímeras intervenciones que se nos

presentan como política pública. Los hechos más recientes de violencia calla y de alguna manera vela una larga historia de violencias que la Cali de hoy ha olvidado.

A riesgo de ser superficial vale mencionar las violencias de los años 40, el asesinato de liberales. Asesina-tos que se hacían en “Berlinas”, en movimiento, quizá precursores de los sofisticados sicarios de nuestras violencias recientes. De esto, valga decirlo, sabemos muy poco.

Otro ciclo de violencias son aquellas ligadas al proceso de mo-dernización que la ciudad vivió ha-cia los años 70 del siglo XX. Como parte de esas iniciativas se constru-yeron categorías para personas que amenazaban el orden que se pre-tendía construir ; que sistemática-mente fueron eliminados físicamen-te o expatriados. Los primeros fue-ron víctimas de anónimos y elusivos justicieros; los segundos, capturados y llevados hasta la frontera con el Ecuador en camiones. Se trataba en los dos casos de habitantes de la calle, dementes, prostitutas, homo-sexuales, consumidores de droga y todos aquellos con “porte ilegal de apariencia”. Cali se preparaba para ese punto de inflexión tan impor-tante que fueron los juegos pana-mericanos de 1971.

Allí nacieron las llamadas vio-lencias de limpieza social, que se

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profundizaran en los años 80 y se prolongarán hasta postrimerías de los años 90 que como se sabe se di-señaban desde una lógica de un or-den social bajo amenaza, que debe ser defendido de un conjunto de actores con identidades estigmatiza-das. Así, pasamos de los habitantes de la calle, después a homosexuales y prostitutas, más adelante en los años 80 a militantes, simpatizantes de la izquierda; y en los años 90, a todos aquellos que se desviaban de las derivas que fijaron aquellos que tomaron el poder y las riendas de la ciudad. Entre los perpetradores de estas olvidadas orgías de sangre participaban miembros activos de las fuerzas de seguridad del Estado.

Posteriormente aparecieron tam-bién los jóvenes como actores impor-tantes. En los años 90 ellos se consti-tuyeron en la principal amenaza de la seguridad, del orden y de la conviven-cia en la ciudad. Esas violencias tam-bién han sido silenciadas, no sabemos mucho sobre cómo realmente opera-ron y no hemos hecho ni la recupera-ción de la memoria de esas muertes ni nos hemos preguntado por las po-sibilidades de reparación.

En los años 90 también conoci-mos las violencias ligadas al tema del narcotráfico, a los ajustes y compe-tencias de las economías ilegales, de las cuales —de nuevo— conocemos muy poco. Además, bien se sabe que estas violencias contaron con una al-

tísima participación de las fuerzas de seguridad del Estado, que estaban en las nóminas de los grandes señores de esta ciudad, rasgo que está sufi-cientemente comprobado.

Además ligadas a unos ejercicios que arrancaron en los años 90, que conocemos con el nombre de epi-demiologia de la violencia, que se han instalado como el dispositivo institucional para abordar este pro-blema tan complicado y los actores que hacían los homicidios en algu-nas entrevistas que recientemente he recogido, me comentaba uno de estos personajes, me decía: “pues como en la alcaldía, los comandantes estaban presionando porque en Cali habían muchos muertos, pues nos to-caba ir a arrojar los muertos a Puerto Tejada o a Palmira para bajar los ín-dices de violencia y así pues que todo el mundo estuviera tranquilo, porque finalmente los homicidios disminuían en la ciudad”. Sabemos muy poco de esos enfrentamientos que se produ-jeron en los años 90 y sobre los cua-les insisto, habría que darles un lugar en la historia de esta ciudad.

En los años 2000, estamos asis-tiendo con lo que ustedes han co-mentado, con Jorge que ha mencio-nado en detalle, lo que dijo Nilson, lo que dijo Nelly, respecto de lo que está pasando en la ciudad. Es una violencia mucho más desorga-nizada, es una violencia que ya no tiene la hegemonía de los señores

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que controlaban la guerra y decidían sobre la vida en la ciudad, entonces creo que estamos en una etapa muy complicada y sobre todo con una distancia enorme de las agencias pú-blicas que intentan intervenir estos problemas, porque están presos de ese afán de contar, de ese afán de medir, ese afán de disminuir las tasas de homicidios en Cali, que pareciera ser la única manera en que se ex-presa la violencia en la ciudad.

Nosotros estamos, y cuando digo “nosotros” me refiero al grupo que está trabajando en ello, Jesús Darío, Boris y las personas que me acompañan desde la universidad en esta tarea, por rescatar la dimensión relacional de la violencia que parece ser, una verdad de perogrullo, pero la violencia siempre se ubica en uno de los polos de la relación, entonces la violencia la hacen los jóvenes o en fin, siempre tiene esa lógica de señalamiento.

Lo otro es recuperar la dimensión de los actores, los homicidios recaen sobre personas y son cometidos por personas, hay unas vinculaciones di-rectas de agentes institucionales en esas muertes, esa dimensión hay que recuperarla. También tiene que ver con el tema de los recursos que se utilizan para la violencia, cuando uno rastrea, este proceso en el que esta-mos, hay una gran coincidencia en-tre las políticas que se definen para la ciudad y las violencias sistemáticas

que se desatan.

Para dar dos ejemplos, en los años 70 había que organizar la ciu-dad, prepararla para los juegos pa-namericanos, a mediados de los años 80 con el tema de la Cali lin-da, Cali cívica, Cali ordenada, y casi hasta mediados de los años 90, pues esas disposiciones en las que parti-cipaban muchas personas, desde el gobierno, desde organizaciones muy notables en esta ciudad, pues curio-samente coincidían con esos dispo-sitivos de eliminación sistemática de personas que amenazaban ese mo-delo de ciudad.

Ahora cuando escuchaba a Jorge y las personas que me han precedi-do en la palabra, pues yo hice una investigación sobre pandillas juve-niles en los años 90. Si bien tenían unas violencias muy intensas, por-que se comprometía igualmente la vida, había lesiones, en fin. Pero era una violencia con una instrumentali-dad muy precaria, ya lo decían, con cuchillos, con changones, y aquí ha habido un afán por resaltar desde la institucionalidad y de estigmatizar desde la institucionalidad a ciertos actores de esta sociedad, específica-mente a los jóvenes.

Recuerdo un evento particular, Jesús Darío es testigo y excepción de esto, Alfayma y seguramen-te otras personas que están en el auditorio, que revelan por un lado

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la incapacidad de recuperar con to-dos sus elementos, algunas aventuras, unas irresponsables aventuras que se han ensayado en esta ciudad. Estoy hablando del acuerdo de paz del 94 con las pandillas juveniles en el Dis-trito de Aguablanca, pandillas que conocimos con todo el detalle por nuestros procesos de investigación y por la cercanía que tuvimos con al-gunos de los muchachos que partici-paban en estas formas de asociación.

Bueno, esos muchachos no te-nían armas, esos muchachos no te-nían granadas, no tenían armas de largo alcance, sin embargo para el acto público de representación, para el acto donde se iba a presentar este proyecto, este ejemplarizante proce-so de pacificación, a los muchachos les llegaron la noche anterior con una caja de una armería, de algún sitio. Granadas, pistolas, revólveres, escopetas, para hacerlas visibles en el acto público, con una lectura ab-solutamente perversa sobre lo que el Estado hacía. Esa es una historia que no se ha contado muy bien, que tiene unos visos que muestran por un lado la participación de ciertos actores en esta ciudad, aún muy no-torios y por el otro la incapacidad de producir de manera creativa con imaginación, rutas y alternativas para salirle al paso a las violencias.

Para redondear un poco estas cosas que les he mencionado, que hacen parte de una ruta que esta-

mos construyendo, de ahí un poco mi desorden en esto. Por un lado es la necesidad de trabajar sobre la me-moria, aquí hemos escuchado mucho sobre las violencias, incluso sobre el tema de reconciliación, menos sobre las memorias. Entonces yo creo que una tarea para nosotros los acadé-micos en principio, es recuperar esa dimensión de las memorias. Creo que para el caso de la violencia hay que pelearse con la epidemiologia, hay que pelearse con cierta fenome-nología de la violencia que se centra fundamentalmente en las cifras.

Yo he sostenido que si en Cali más o menos desde 1980 hasta la fecha han sido asesinadas aproxima-damente 60.000 personas, eso es una cifra absolutamente escandalo-sa que cuando se hacen los análisis de tasas pues tiende a perderse la dimensión humana, la tragedia, el dolor, la ruptura, la pérdida de vidas preciosas, de gente extraordinaria, gente que se encuentra sin duda en los barrios populares, en las bandas, en las pandillas, con personas que a pesar de haber incurrido por los caminos erráticos de la violencia tie-nen sueños, tienen anhelos, tienen los deseos de construir un futuro mejor para ellos, para sus familias, para sus hijos.

Ese aspecto yo creo que hay que trabajarlo y hay que pelearse con esa manera que se ha impuesto, con esa ruta institucional que nos han

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impuesto, de mirar y de reducir la violencia al tema exclusivo de los homicidios y al análisis de las tasas, que insisto dejan de lado la dimen-sión más humana que es la que tie-ne que preocuparnos si queremos intervenir, si queremos transformar, si queremos construir una ciudad con mayor y con mejor inclusión.

Por un lado el tema de la me-moria, por el otro la dimensión re-lacional y esa nos involucra a todos, la dimensión de los actores, qué quiero decir con esto, cuando uno hace investigación en los barrios esas categorías de ajustes de cuen-tas y categorías como venganzas personales o crímenes pasionales se desestiman y en los barrios cuando se hace investigación profunda con los actores de la violencia, pues uno sabe que hay razones para los ho-micidios, hay razones para los aten-tados, tienen nombre propio los que ordenan y determinan la muerte. Tienen nombre propio quienes eje-cutan los actos, es decir, los sicarios tienen nombre, apellido o cédula, lugar de residencia y eso se cono-ce, pero creo que hay una manera perversa de abordar las violencias y hay una institucionalidad que se ha tomado la memoria, se ha to-mado el abordaje de las violencias que impide que nosotros podamos intervenir de manera decidida y de manera concreta.

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“La inVesTiGaCiÓn se deBe reFLeJar

en Las Comunidades, es eL reCLamo Que La GenTe

NOS HACE A TODOS…”

Robert Alberto Velásquez Universidad Católica Lumen Gentium

RESUMEN:

El padre Robert Velásquez nos habla de unas violencias que no sólo se expresan con el uso de las armas sino también con políticas y con actitudes; de allí que pone en cuestión prácticas educativas excluyentes, de mala calidad, abrigadas por mafias políticas que son expresiones generadoras de violencia. En ese sentido, llama la aten-ción sobre la situación de los jóvenes en relación a las oportunidades, garantías y beneficios, que a todas luces son escasas para su desarro-llo. Por otro lado, cuestiona la relación que la academia ha establecido con las comunidades a través de los procesos de investigación, de manera que propone recuperar una ética de la investigación que pro-penda por incluir a la academia en las realidades de las comunidades y a las comunidades en las posibilidades transformadoras que tiene la educación, en otras palabras, que la academia asuma un papel com-prometido y transformador con las realidades de las comunidades.

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Nosotros en la Arquidiócesis de Cali tenemos una experiencia bien particular y es que en todas las reali-dades que ha vivido la ciudad ahí ha estado la Iglesia, en todos los secto-res, en todas las esferas sociales. De-sarrollando diferentes trabajos, ahí ha estado la Iglesia y hemos apren-dido mucho, pero tal vez nunca lo habíamos conceptualizado ni lo ha-bíamos sistematizado.

Es por eso que el señor Arzobis-po creó el Observatorio de Reali-dades Sociales, porque empezaban a surgir desde las parroquias, desde los colegios, toda una cantidad de in-formación pero no sabíamos qué ha-cer con esa información, es más no lográbamos comprender en ciertos momentos la dimensión de la infor-mación, es por eso que uno de los elementos para construir nuestro plan pastoral son los resultados que el Observatorio ha empezado a dar.

Es que en esa práctica que no-sotros los sacerdotes —primero voy a hablar desde mi punto de vis-ta personal, me disculpan que me tome esa libertad— nos hemos ido dando cuenta de que la violencia no es sólo con armas, sino también con políticas, sino también con ac-titudes. Que la violencia no es algo meramente de unos sectores socia-les marginales, sino que también un gran número de la sociedad se en-cuentra inmiscuido en las razones y las consecuencias de la violencia.

Yo sé que hasta este momento suena como predicación, pero no me lo vayan a tomar a mal, miren, resulta que en esa praxis uno va aprendiendo cosas y va observando realidades y trata de sistematizarlas. Ahorita las doctoras de la San Bue-naventura hablaban del tema educa-tivo y me llamó mucho la atención porque es ahí donde la Arquidióce-sis de Cali se ha desarrollado más, en el aspecto educativo. Si ustedes me preguntan ¿cuál es el aporte que la Arquidiócesis de Cali en este mo-mento le hace a la ciudad?, yo les podría decir que es a través de la educación.

37.000 estudiantes en educación básica y en educación media y 6.000 estudiantes en educación superior, ese es el aporte que le hacemos, pero desde ahí hemos descubier-to que la educación también se ha vuelto una herramienta de violencia, porque la educación en nuestra ciu-dad y me disculpan los académicos, la educación en muchos aspectos no es incluyente, desde las acade-mias marginamos, y eso es construir violencia.

Es más, ahorita la doctora habla-ba de los contratos de la Secretaría de Educación. Con conocimiento de causa, puedo decirles que los con-tratos de ampliación de cobertura son la cosa más nefasta que hay en la ciudad, donde los estudiantes van a unos colegios que son de 100

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m², que son unas casas literalmen-te, donde en esos contratos están unas mafias políticas y no se ofrecen garantías ni de calidad y no quiero hacer más juicios de valor respecto a eso.

Pero de ahí parten muchos de los problemas que en las comu-nidades tenemos, porque para el joven no hay horizontes de creci-miento. ¿Cuáles son las garantías o los beneficios que puede tener un joven que entra a un colegio de mala calidad?, ¿qué garantías o be-neficios puede tener un joven que se vincula a un proceso de paz? Es más, yo les interrogo a los investi-gadores y creo que al interior de la universidad es uno de los interro-gantes que yo he planteado fuerte, y es bueno, hacemos investigación con los muchachos y cómo aplica-mos la investigación.

Esos que nos dieron la informa-ción, esos que se vincularon, que ca-minaron con nosotros, que se inte-resaron en el tema, bueno, cuál fue la consecuencia, los vinculamos o los dejamos, porque ese es un elemen-to importante. Ahorita que el doc-tor hablaba de los procesos de paz, hoy se mencionan los proceso de paz que se han desarrollado en la ciudad. También como sacerdote yo puedo decir, yo he evidenciado que muchos de esos procesos de paz han concluido en la evidencia de los líderes y el asesinato de esos líderes,

a través de grupos paramilitares, a través de grupos de limpieza social.

Yo pienso que más que detener-nos a hacer consideraciones acadé-micas, tenemos que cuestionarnos cómo es la aplicación de todos estos resultados que vemos. Hemos con-ceptualizado muy bien el conflicto, hemos conceptualizado muy bien la memoria, hemos conceptualiza-do muy bien las problemáticas de la ciudad, ¿pero la aplicación?, ¿cuál es la apuesta académica desde la uni-versidad? Yo pienso que en las áreas transversales de la educación tiene que empezar también a reflejarse la aplicación de todo este conocimien-to, es que lo que puede transformar la violencia es la educación, sólo des-de ahí y de eso yo estoy plenamen-te convencido, sólo desde ahí po-demos transformar. Miren el poder que hay en aula de clase, el poder que tiene una universidad, una insti-tución educativa de transformar, de abrir horizontes, de mejorar calidad de vida, no la tienen los programas del gobierno que regalan casas; y lo digo de esa manera porque pensa-mos que es simplemente subsidiar o dar, no, es traer, vincular, favorecer.

Es ahí donde yo pienso que en la academia tenemos que empezar a cuestionarnos, porque la investi-gación no puede quedarse en unos meros resultados, la investigación tiene que enfocarse a la transforma-ción de la realidad. Bonitos nosotros

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con una cantidad de libros, pero son la transformación que esos libros tienen que lograr en nuestra socie-dad, yo pienso que nosotros tene-mos que reconocer que por omi-sión también hemos contribuido a la violencia.

También tenemos que recono-cer que hemos instrumentalizado a las comunidades al momento de desarrollar las investigaciones, y creo que ahorita lo enunciaban: vamos, estamos con la comunidad, recoge-mos la información y adiós. Eso es instrumentalizar, y creo que enton-ces los valores éticos de quienes desarrollan investigación tienen que ser examinados.

Ahora, esto nos lleva —y no pien-sen que vine a hacer crítica—, a que desde este espacio que la Arquidió-cesis, que ustedes universidades, han propiciado, debe permitir que enri-quezcamos la ética de la investigación. Ahora, cómo se refleja esa ética de la investigación, es fácil, incluyéndonos en la realidad de nuestras comunida-des, incluyéndonos en los sueños, en las ilusiones de las comunidades. Yo me pregunto y constantemente uno logra verlo, los jóvenes tienen sueños, los que están en el conflicto tienen sueños, lo que pasa es que no tienen la facilidad de acceder a esos sueños.

Entonces lo más fácil es meter-se en las redes del microtráfico, eso por lo menos le garantiza el alimen-

to, la moto y poder tener con que salir con la novia, perdónenme lo coloquial, pero es así, y nosotros te-nemos ese poder tan grande desde la educación, de poder hacer una educación incluyente y creo que en eso todavía no hemos avanzado. Sencillito, fácil, hagámonos esta pre-gunta: ¿cuántos jóvenes salidos del conflicto tienen en las universida-des? Yo quisiera que en el Observa-torio hiciéramos un análisis de eso, cuántos jóvenes salidos del conflicto, que se retiraron de la pandilla, que se retiraron de la esquina, que ya no se parchan, que quieren cambiar sus vidas, cuántos de esos mucha-chos tenemos en las universidades, a cuántos de esos hemos logrado atraer a formarlos.

Yo creo que ahí las cifras ya no nos cuadran a todos por igual. En-tonces nosotros en la Arquidiócesis nos hemos propuesto, a través de la universidad, apostarle al tema de la inclusión y en ese tema de inclusión se han dado unos resultados intere-santes, porque esos mismos líderes o esos mismo jóvenes salidos de las violencias se vuelven gestores y no solamente eso, sino que logran transformar la vida de ellos y la vida de sus familias, la vida de los que están a su lado. Yo creo que Jesús Darío en eso pudiese darnos mucha cátedra, pero creo que vos has lo-grado evidenciar que la gente a la que se saca del conflicto y se forma

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es gente a la que convencemos de que hay otras formas, y entonces cuando en el barrio ven que la vida de uno de sus jóvenes cambió, en-tonces eso significa que la vida de los otros también puede cambiar.

Entonces sí hay otros horizontes, sí hay otros caminos. Ahora, tenga-mos siempre presente que a la aca-demia a veces le pasa como a la igle-sia y por eso asumo la crítica desde aquí. En los años 60 – 70, la iglesia logró hacer una transformación al in-terior y una de las críticas que surgió 20 años después en los años 90, en una reunión de los obispos que hubo en Santo Domingo, era, “en los años 60 hicimos opción por los pobres, pero los pobres hicieron opción por las sectas”, es decir, íbamos atrás, un paso atrás y creo que desde la aca-demia corremos ese riesgo, desde la investigación corremos ese riesgo, el mismo riesgo que ha corrido la igle-sia, hacemos opción por lo humano, cuando ya lo humano ha avanza-do, hacemos opción por la realidad, cuando la realidad ya es otra, vamos a aplicar nuestros conocimientos, cuando esos conocimientos pueden ser obsoletos.

Ahora la dinámica de la ciudad es impresionante, Cali es una ciudad que está creciendo y no solamente está creciendo, sino que está vivien-do una serie de variables que hace que nosotros desde la académica tengamos que estar construyen-

do constantemente y revalorando nuestras apreciaciones, creo que esto nos tiene que llevar y quiero dejarles esa inquietud, creo que esto o esta reflexión que pretendo plantear, nos tiene que llevar pre-cisamente a no quedarnos en los meros resultados de la investigación, sino que esto nos tiene que llevar a que la investigación se refleje en las comunidades, creo que es el recla-mo que la gente nos hace a todos.

Ahora, eso requiere también que en el estatuto epistemológico de los investigadores la ética tenga un fuer-te componente, porque esa ética del deber ser es no instrumentalizar las comunidades, no instrumentalizar a los jóvenes para obtener un resul-tado y cumplir con una investigación para una academia o porque la uni-versidad me lo requiere, sino que me lleva a comprometerme con lo que los griegos llamaban la paideia, me lleva a comprometerme con co-ger esa comunidad, sacarla a delante y mostrar el resultado de mi trabajo. Y creo que eso, alguno aquí ahorita lo expresó, yo aprendí, yo me metí, yo me vinculé, me parché, me metí en la realidad de la gente, es eso.

No es simplemente que saque-mos resultados para publicar, es que logremos conectarnos con la reali-dad, es que logremos dar respuestas a la realidad, la educación tiene el poder. Nosotros los académicos, los que estamos en este cuento de la

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universidad, los que tenemos a car-go procesos investigativos, tenemos el poder de transformar y si nos detenemos desde las publicaciones podemos hacer presión social, po-demos generar política pública, es que la política pública no cae del cielo, esto es resultado de proceso.

Hay políticas públicas que son resultados de intereses, pero tam-bién las hay que son resultados de investigación y eso es la universidad y somos nosotros la universidad los que tenemos que decirle al Munici-pio, al Departamento, al Gobierno Nacional, pilas con esto y retomo el tema de la educación, pilas con la educación, pilas con esos colegios de ampliación de cobertura, pilas mi-nisterio con los programas de mala calidad, pilas con las universidades de garaje, tenemos que hacer tam-bién un política pública educativa, que busca contrarrestar la violencia, vuelvo y les digo desde la academia hacemos violencia, la universidad de garaje que se hace en el centro, eso es hacerle violencia a la ciudad, ofrecer un programa académico de mala calidad eso es hacerle violencia

a la ciudad, tener colegios de amplia-ción de cobertura de 100 m2 eso es hacerle violencia a la ciudad.

El problema no nos toca a noso-tros. Mira nuestras universidades son grandes y buenas, tienen una infraes-tructura, una tradición, etc. Pero mu-chos de nuestros conciudadanos del Distrito de Aguablanca no pueden venir a nuestra universidad, no pue-den vincularse a procesos académi-cos. Entonces qué política pública va a corresponder a eso, qué política va a hacer de la educación algo que sea incluyente y de calidad.

Pienso que de manera más propositiva, nosotros en nuestras universidades debemos sitiar esa reflexión, vamos a intervenir comu-nidades, pero vamos a traer comu-nidades a la universidad. Nosotros vamos pero en contra posición, las comunidades también tienen que venir a la universidad, también no-sotros tenemos que certificar, que valorar esos proceso. Les agradez-co y espero que esta reflexión nos sirva para enriquecernos como Red de Universidades.

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“La inTeGraCiÓn de Lo LeGaL e iLeGaL en CaLi

PASA POR LA VIOLENCIA”

Boris Salazar - Universidad del Valle

RESUMEN:

La presencia continuada y la reproducción de la violencia en la ciudad son parte de los elementos sobre los que se pregunta el pro-fesor Boris Salazar, de allí que inquiriendo acerca de las causas o los mecanismos que permiten la reproducción de la violencia, nos habla acerca de aquellas economías que se establecen entre lo legal y lo ilegal. Para ello muestra dos etapas, la primera en la época de los 80 en la que el narcotráfico se posiciona asumiendo un rol de ciudad Estado que controla principalmente la seguridad y la economía; y una segunda, presente en las última década, en la que hay un decli-ve de esos poderes, pero emergen nuevas fracciones o grupos más pequeños en disputa territorial, que reproducen y masifican prácticas como la extorsión. Por otro lado, retoma la discusión frente al vínculo y papel de la academia con las realidades sociales, cuestiona el carác-ter público de las políticas y propone establecer “conexiones directas con las comunidades” a través de las cuales las comunidades puedan asumirse como sujetos de las investigaciones, para la comprensión y transformación de sus realidades. Finalmente Salazar, trae a colación expresiones de la resistencia social en La Paz, Bolivia y las pone en contraste con los procesos de revictimización y profundización de la desigualdad que se han dado en el oriente y las laderas de Cali.

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Yo hablo desde la abstracción de la academia, entonces no tengo muchas anécdotas en el sentido de trabajo de campo. El posible atracti-vo de lo que yo diga va a ser dema-siado pálido frente a lo que hemos escuchado, porque estoy de acuer-do en que en el desarrollo del tra-bajo académico, es más el desarrollo de las investigaciones en las univer-sidades, por muy diversos motivos ha estado desligado de una manera muy radical de las realidades socia-les. Y el compromiso nuestro que es obviamente con el conocimiento y con la verdad no se ha extendido hasta el compromiso real, con la suerte y el destino, y la superviven-cia de las comunidades, de las per-sonas de Cali.

Yo quiero referirme a esto, des-pués de lo que han planteado mis antecesores, a la idea que tengo de Cali, la idea que estamos traba-jando últimamente con Gildardo y con Jesús González, es que Cali no ha dejado de recibir personas que huyen de la violencia en los últimos 60 años, sin embargo la tragedia de Cali que es en parte la tragedia de Colombia también, es que en esos 60 años las personas que han hui-do de la violencia, han llegado a Cali para huir de ella, para salvarse de ella, para sobrevivir. Sin embargo han seguido viviendo en la violencia.

Las primeras personas que lle-garon aquí, que fueron miles de

personas que venían huyendo de la violencia clásica del Tolima, Cal-das, Quindío, Nariño, pues cuando llegaron a Cali se encontraron con una Cali que podría dar algo de la esperanza que tenían de alcanzar la paz. Pero Cali cambió muy rápido, y a partir de principios de los años 80 se inició una cúspide de violen-cia que no ha terminado y que no ha cedido. Podemos decir con toda seguridad que no ha dejado de cre-cer, ha tenido altibajos, pero no ha dejado de crecer desde 1982-83 y desde 1994 más o menos se ha mantenido alrededor de unas cifras escandalosas, pero ese no es el pro-blema que yo quisiera tratar.

El punto es que hay una cone-xión muy fuerte entre el conflicto armado, la violencia que llamaron partidista y lo que estamos vivien-do hoy, aunque el Padre Robert lo dijo antes, a mí se me había ocurrido escuchando mis antecesores: la aca-demia, la investigación, las políticas públicas siempre han ido un paso detrás, a veces dos pasos detrás, a veces tres pasos detrás de los cam-bios tan rápidos en la realidad, en la dinámica de la violencia, en ciudades como Cali.

Entonces, la primera idea que tengo es que Cali al ser un absor-bente de desterrados, los desterra-dos que van llegando a Cali tienen que reintegrarse a una ciudad que está en pleno proceso de cambio y

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al hacerlo tiene que construir una vida social para la cual no estaban equipados. Esa vida social sin embar-go se ha ido construyendo alrededor de la violencia. En ese sentido, cuan-do alguien preguntaba esta mañana, cuáles son las causas de la violencia entre los jóvenes, de hecho una de las respuestas inmediatas son causas demasiado triviales, incluso banales.

Pero lo que podemos ver y el horizonte que tenemos de inmedia-to es que la violencia siempre ha es-tado allí, es cómo que a uno le hicie-ran la pregunta, cuáles son las causas, uno no puede responderlas, porque no puede decir, cuál es el origen de esta violencia, porque la idea central es que siempre ha estado allí, ha es-tado permanentemente enfrente de nosotros y ha tenido la capacidad de reproducirse.

Las intervenciones que ha habi-do, los trabajos que ha habido, las políticas públicas que se han aplica-do en Cali, no han producido ningún resultado en términos de disminuir ni la cantidad de violencia ni la di-versidad en la violencia ni la capaci-dad para absorber en ella cada vez a nuevas generaciones de jóvenes y ahora hasta de niños en ese tipo de violencia. Entonces pareciera que todo el conocimiento, todas las po-líticas públicas, la intervención del Estado, la financiación, la inversión que ha hecho el Estado en tratar la violencia, sin embargo, han sido ab-

solutamente inefectivas y han sido inútiles.

Lo que uno se pregunta es ¿cuá-les son las causas o los mecanismos que permiten que la violencia se siga reproduciendo y siga creciendo de manera tan rápida, permanen-te y además tan cambiante como ocurre en Cali?, entonces es ese el problema que me interesa en este momento de investigación y tiene dos cosas. El primer punto es que la integración a la economía y a la so-ciedad de las personas desterradas que llegan a Cali, que en la última etapa del conflicto armado colom-biano, a lo que se refirió ahora Jorge Ordoñez, del 2000 para acá, son los que venían de Nariño, de Caque-tá, de Putumayo, esa integración se hizo a través de una sociedad en la cual, primero no tenía un lugar, pero además se hizo a través de una eco-nomía y de una sociedad que estaba determinada por lo ilegal.

Lo que quiero decir es que cuan-do las personas llegaban aquí, des-terradas del conflicto armado, se metieron a una situación nueva, no se enfrentaron al remanso de paz al que podían llegar, sino que se en-frentaron a una situación en la cual la posibilidad de integrarse a la so-ciedad pasaba por lo ilegal de mu-chas maneras, una de esas maneras es que las posibilidades de encon-trar un empleo formal eran casi que nulas, con educación baja, con un

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pasado y una cultura que no estban integrados a la vida ciudadana, las únicas posibilidades que se hacían eran a través de lo ilegal o del re-busque.

Pero además, había un nuevo aprendizaje en el cual, los que tenían algún tipo de fuerza militar o de ca-pacidad violenta podían de alguna manera, usarla contra sus víctimas: los recién llegados y la población desterrada. Entonces, el punto cen-tral es que el conflicto colombiano y la historia de Colombia es tan terri-ble, que los desterrados llegan a ciu-dades como Cali y lo que encuen-tran es una situación nueva para la cual no están preparados y en la cual tienen que iniciar una nueva guerra, estas nuevas guerras pasan por varias etapas.

Voy a referirme a dos cosas, en la etapa a la que se refería Gildardo, que es en la época de los 80, las organiza-ciones del narcotráfico crearon cier-to orden en la ciudad, la integración se hizo a través de las posibilidades de ligarse a lo legal, no todos lo hicie-ron, algunos lo pudieron hacer. Pero ese legal implicaba costos, para po-der regular una actividad ilegal como el narcotráfico, se requería violencia, se requería seguridad.

La Cali de esa época de los 80, generó una especie de seguridad que la hizo parecerse a una ciudad Estado, en la cual los grandes seño-

res de la droga, las grandes organi-zaciones de la droga, podían pagar por toda la seguridad de la ciudad y se encargaban de ella, esa seguridad generó un cierto orden en el cuál no todo el mundo podía ser violen-to, podían ser violentos los que es-taban autorizados, los que estaban bajo la protección, o estaban ligados a las grandes organizaciones de la droga.

Los que lo hacían por fuera, los que lo hacían de manera delictiva o delincuencial o independiente, o au-tónoma, pues pagaron con su vida el atrevimiento de hacerlo. En ese sentido había una especie de orden que se mantuvo en los años 80, ese orden comienza a colapsar cuando hay el enfrentamiento con la otra ciudad Estado que era Medellín y también comienza a colapsar desde adentro, por otros motivos del de-sarrollo de los grupos del narcotrá-fico, pero lo que se plantea es que en ese momento el Estado no tenía control de la seguridad.

Esa seguridad la mantuvieron los grupos organizados de narcotráfico. Cuando los grupos de narcotráfico son golpeados, tanto por la guerra contra las drogas, lanzada desde Es-tado Unidos, como por el Estado mismo, como por la guerra inte-rior entre ellos, este orden colapsa y aparecen unas nuevas formas de violencia y nuevas formas de repro-ducción de la violencia, en grupos,

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pandillas, combos y parches que aparentemente actúan en desorden y que no responden a ningún tipo de jefe o de orden.

En la Cali de los 80, para eliminar a alguien había que pedir autoriza-ción, había una cierta jerarquía. En la Cali de los 90, cuando el cartel de Cali cae o colapsa, empieza una lucha violenta por el control de los territorios, eran territorios nuevos, a los cuales llegaban los desterrados de todas partes de Colombia, sobre todo del Suroccidente de Colombia y por tanto eran territorio en los cuales se estaba creando un nuevo orden.

Las personas llegaban de Nariño, de Putumayo, de Caquetá sin cono-cer la ciudad y pasaban a ser vícti-mas de los que estaban organizados para ejercer la violencia, luego vino la siguiente etapa, que es a la que nos estamos enfrentando hoy, con el colapso de las grandes organiza-ciones de narcotráfico, con el apa-rente triunfo de la guerra contra las drogas. Ocurrió un fenómeno muy especial para ciudades como Cali y es que los ingresos por narcotráfico que generaban empleos, que gene-raban cierto orden en la ciudad, ge-neraban ocupación, sobre todo para los especialistas en violencia y para los especialistas en negocios ilegales, pero de pronto se desfondó y de-cayó muy rápidamente. Esto llevó a la aparición de una sobre población

de personas con capacidades para la violencia, para organizarse, para hacer actos criminales, además de una población de jóvenes vulnera-bles creciente —ya varias personas lo han dicho aquí muy bien—, la forma en que se crean las vías de vulnerabilidad. Son muchas vías que hay para ello, todo eso llevó a que aparecieran de nuevo expresiones como la extorsión a los más pobres, algo que era inimaginable para la Cali de hace 20 años.

La nueva violencia que hay en Cali implica que hay una doble vic-timización: no sólo las personas que están viviendo las desigualdad están viviendo la situación de pobreza más grande, sino que ahora viene un proceso de extorsión de pequeños grupos que están disputándose los territorios, y esa extorsión sobre las personas que tienen un empleo o pequeños negocios, o pequeñas for-mas de conseguir ingresos. Ese tipo de extorsión ha crecido y solamen-te se puede mantener a través de la violencia.

Es una violencia demostrativa y ritual, en la que el que no paga, pues se muere, y por tanto la fuerza de la amenaza sólo se puede hacer clara, creíble, cuando se ejerce la violencia sobre las personas que no lo hacen. Esto genera nuevos circuitos de vio-lencia. La hipótesis que tenemos es que cada vez que hay un proceso de extorsión, cada vez que esa extor-

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sión se vuelve continua y permanen-te, golpea incluso la posibilidad de generar ingresos en esas comunida-des, incluso golpea la vida cotidiana económica de esas comunidades.

Hay una respuesta obvia que es la de buscar protección contra los extorsionistas o extorsionadores, esa respuesta obvia genera nuevos circuitos de violencia. Una pregunta que nunca se hacen cuando se habla de violencia y a mí me da risa, cuando buscando culpables, siempre dicen “ah no, son los jóvenes de los distri-tos más pobres”, etc. Casi nadie se pregunta quién los contrata, quién les paga y esos pagos y esos contratos, esas demandas que hacen por las ac-tividades de esos jóvenes, no vienen siempre de sectores ilegales, muchas veces viene de sectores legales, de empresas o de personas perfecta-mente constituidas que sin embargo han aprendido que pueden utilizar la violencia para definir negocios, para saldar cuentas o para simplemente sacar del camino a alguien.

Lo que quiero decir es que la in-tegración de lo legal e ilegal en Cali pasa por la violencia. Entonces de estos muchachos que están en las pequeñas bandas o pandillas, que en un principio —esto hay que tener-lo claro— no son todos los jóvenes de esas zonas, son pocos los jóvenes que tienen talento para el crimen y sobreviven en él, es decir, no todos los jóvenes están organizados en

bandas delincuenciales en esas zo-nas, hay también infinidad de organi-zaciones juveniles distintitas que no tienen ese tipo de objetivo.

Ahora bien, cuando los jóvenes vinculados a prácticas violentas al-canzan a tener algún tipo de éxito, de desarrollo o de estatus en lo que hacen, pues simplemente son contratados u organizados por per-sonajes exteriores a ese mundo. El personaje conocido como “el pa-trón”, que alguien mencionaba esta mañana, es fundamental para enten-der esas relaciones. La organización de los jóvenes es espontánea, por supuesto, pero el salto a la violencia criminal organizada no lo hacen di-rectamente esos grupos, lo hacen a través de la aparición de “patrones”, de personajes que incluso pueden tener cierta influencia y cierta po-sición de dominio en la vida social y comunitaria.

Incluso yacen entrecruzamientos entre los jefes de oficina o de pandi-llas y de organizaciones futbolísticas o deportivas. Digamos, hay un entre-cruzamiento entre lo social, lo eco-nómico, lo ilegal, para poder contra-tar la violencia y para poder usar la violencia en toda la estructura social. En ese sentido, para poder enten-der la violencia de Cali no podemos seguir simplemente estudiando a los jóvenes en su conducta y lo que les ocurre, que es importantísimo por supuesto, pero está la otra parte,

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nosotros nunca hemos pensado, porque es muy difícil además, quién los contrata, quién les paga, quiénes desde el otro lado de la ciudad. La ciudad digamos, en la que vivimos nosotros, que está entre el norte y el sur, la franja que está alrededor de la quinta, que es la ciudad decente y tranquila y segura. Quiénes desde esa ciudad están pagando.

De hecho las únicas conexio-nes que hay entre una ciudad y la otra, además de la gente que trabaja aquí, que viene desde el Distrito de Aguablanca o La Ladera, son las co-nexiones que se dan ilegales, quién le paga a quién para eliminar a quién. Esa parte no se ha estudiado, esa parte no se conoce y sin conocer esa parte va a ser muy difícil que cualquier política pública pueda ser útil y pueda tener efecto real sobre lo que está pasando.

Si ustedes observan en la Cali de los últimos 23 años, creo que sola-mente en un año se disminuyó la cifra de 1.500 homicidios, de resto ha estado fluctuando entre 2.400 y 1.800 permanentemente. Esa esteri-lidad supone que hay unas conduc-tas sociales permanentes, eso no es casual, no son explosiones casuales de violencia sino que tienen que ver con una estructura social perma-nente que se reproduce a sí misma. Entonces, esa parte tendríamos que estudiarla, redescubrirla y tiene que ver también con el hecho de que

esos circuitos de violencia tienden a reproducirse continuamente en la ciudad.

Ahora, la pregunta es: ¿cómo rom-per eso? El Padre Robert decía ahora que, nosotros en las universidad, y es cierto además, nos hemos dedicado a investigar. Nosotros llegamos a co-nocimientos bastante cercanos a la realidad empírica pero que nuestra capacidad para ayudar a transformar las situaciones es muy poca. Eso es cierto, yo creo que tiene que ver con varias cosas. Primero, las políticas públicas sobre violencia y seguridad en Cali no son públicas en el sentido estricto de la palabra, es decir, yo qui-siera saber hasta qué punto las uni-versidades, los institutos de investiga-ción, pueden realmente participar de esas políticas públicas y pueden tener un efecto real sobre ellas, salvo de un instituto que tiene unas ligazones permanentes y muy antiguas.

En otro sentido, la posibilidad de impacto de la universidades va a ser muy poca. Lo que no quiere decir que no pueda hacerlo, lo que yo veo es que las universidades y nosotros los académicos investigadores, va-mos a tener que buscar otras vías, que son las conexiones directas con las comunidades, el paso a través de la política no ha sido afortunado, el paso a través de las políticas públi-cas no ha contribuido mucho a que las universidades podamos colocar nuestros productos de investigación

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al servicio de la transformación de la realidad social.

Creo yo que se requeriría, por-que ahora está en discusión un nue-vo acuerdo sobre la educación su-perior y buena parte de la debilidad de la universidad Colombiana, de la universidad pública es que tiene muy pocas conexiones con las co-munidades, muy pocas conexiones con la realidad social. No lo digo solamente en el sentido de ir allá y hacer investigación, tener uno da-tos y de pronto ayudar a hacer una intervención, sino en el sentido en que la misma investigación contribu-ya a la formación de esos jóvenes, de esas comunidades, es decir, a que ellos mismo se conviertan en suje-to de investigación y no solamente en el objeto de investigación. Eso implicaría transformar nuestras uni-versidades, tocaría hacer un cambio mucho más radical de lo que pode-mos hacer desde una conversación como ésta.

Yo simplemente diría que para avanzar en esa transformación, nos tocaría cambiar el tipo de relacio-nes con las que se unen las univer-sidades con las comunidades rea-les y ese cambio implicaría, incluso, cambiar nuestra forma de trabajo y nuestros tiempo de trabajo, creo que eso es necesario. Por otra parte, porque hay un vacío muy terrible de políticas públicas, lo que decían aho-ra sobre la violencia en términos del

robo continuo de los fondos para la educación es clave.

Mientras nosotros discutimos el diseño de una política educativa, lo fundamental, lo que hay o lo que el Estado a partir de sus impuestos da para la educación es captado y es robado por unos grupos corrup-tos que, además, están en todo el país. Si uno se enfrenta a eso, ten-dría que entender que para que las universidades tengan una capacidad de transformación y de impacto hay que transformar esas realidades so-ciales que hay allí. Esas estructuras en las cuales los fondos para la edu-cación pueden ser fácilmente cap-tadas por ciertas mafias y grupos políticos.

Finalmente yo quería mostrar al-gunas similitudes y diferencias entre lo que ocurrió entre Bolivia y Co-lombia. En Bolivia las élites, después de la hiperinflación de 1985, gol-pearon de manera terrible el cam-po boliviano. Allá no hubo guerra ni hubo conflicto armado, pero envia-ron a más de un millón de personas a vivir a La Paz, la capital, a vivir en algo que se llama El Alto, la cual es la concentración más grande, en tér-minos relativos de pobres, de indí-genas, de campesinos, en una capital de Latinoamérica.

Cuál fue la diferencia: mientras en El Alto se conformó una gigantesca resistencia social, de la cual partie-

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ron las dos revoluciones que hubo en Bolivia en 2000 y 2005, que derroca-ron dos presidentes, que cambiaron absolutamente la realidad del país. Lo que uno nota en situaciones como la de Aguablanca y La Ladera de Cali es que la construcción de resistencia social no ha tenido el mismo tipo de empuje, en ese sentido el resultado del proceso ha sido totalmente dis-tinto, han sido procesos en los cuales ha aumentado la victimización, en los cuales a pesar de que obviamente hay una cantidad de focos de resis-tencia social y de lucha comunitaria, sin embargo, la construcción de una movilización social no ha resultado. Yo quiero que vean allí los efectos de la guerra colombiana, del conflicto colombiano y de esta violencia de 70 años.

El resultado de Bolivia no pode-mos verlo acá. En Bolivia esa concen-tración de gentes pobres generó una gigantesca resistencia social, generó dos revoluciones, que entre otras en Colombia no son muy comentadas ni conocidas, es como si no hubieran existido. En Cali que tenemos un mi-llón de personas en el Distrito y unas 200 mil en La Ladera, sin embargo no ocurre nada de eso, al contrario estamos viendo es un proceso de victimización, de profundización de la desigualdad, etc. Entonces habría que ver allí esos efectos y para ver el de-safío de lo que tenemos que enfren-tar. Muchas gracias.

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Hernando Llano: Quiero resaltar algunos elementos que se han ex-presado en las diferentes interven-ciones.

El primero tiene que ver con la necesidad de confluir entre las uni-versidades de la región, para pasar de los diagnósticos a las propuestas, entonces veo que ese es un hori-zonte muy importante, muy positi-vo, pero falta buscar sinergias con el sector de las Organizaciones No Gubernamentales, pues seguimos siendo como un archipiélago, allí uni-versidades y en la otra orilla ONGs, cuando en esta ciudad se requiere un esfuerzo mancomunado para afrontar semejantes desafíos.

En segunda medida, la necesidad de acudir a la memoria es impres-cindible porque realmente es el hilo de Ariadna que nos va permitir salir de estos laberintos de violencia en que estamos extraviados. Pero para salir de esos laberintos, como lo se-ñalaba Gildardo hay que también ser muy valientes y lucidos en señalar responsabilidades tanto institucio-

nales y en este caso, políticas públi-cas, concepciones sobre la violencia que reducen todo a epidemiologia y a estadísticas, y atreverse a supe-rar esos esquemas maniqueos que terminan siendo a veces justificado-res de ciertas violencias y ocultan realmente los intereses y los actores que hay detrás de ellos.

Me recordaba Gildardo con su presentación una reflexión de Al-bert Camus, hace muchos años en un conflicto también cruzado por violencias y por exclusiones, como lo fue la guerra de liberación en Ar-gelia contra Francia, que me parece vale perfectamente para lo que aquí se ha expuesto. Decía el escritor ar-gelino: “En toda ocasión se realiza un progreso, cada vez que un problema político es sustituido por un proble-ma humano”. Creo que este asunto de las violencias a veces equivoca-damente se ha sobrepolitizado y se ha dejado al margen el problema humano, que efectivamente repre-senta, más allá de los enfoques de las administraciones municipales, muchas veces más empeñadas en

seGunda ronda de inTerCamBioPreGunTas Y ComenTarios

La ProPuesTa es seGuirnos ConVoCando, PorQue esTo es ParTe de un ProCeso de

enConTrarnos Como Ciudadanos.

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salvar sus responsabilidades que en afrontar en toda su complejidad las dinámicas de la violencia en Cali, donde lamentablemente muchas veces miembros y agentes de la Fuerza Pública tienen enorme res-ponsabilidad por omisión, complici-dad y hasta acción.

Un tercer elemento clave es que efectivamente en la academia esta-mos en mora de pasar de la inves-tigación diagnosticadora a la inves-tigación transformadora, pero esa investigación transformadora no es una responsabilidad exclusivamente de la universidad, sino que tiene que hacerse desde espacios comunes y compartidos y creo que de nuevo el Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis es un punto de convergencia y de confluencia para dinamizar esa investigación transfor-madora y no solamente quedarnos en los diagnósticos y en las críticas.

En cuarta medida, es necesa-rio tener en cuenta que en ciuda-des como la nuestra, y en general todas las capitales, los procesos de urbanización en Colombia podrían resumirse como una especie de alu-viones sociales generados por la vio-lenciasinterpartidistas entre liberales y conservadores, luego la violencia entre fuerzas insurgentes y el Esta-do, luego las violencias catalizadas por el narcotráfico, las violencias ar-ticuladas por el paramilitarismo, et-cétera. Todo eso produce aluviones

sociales que desembocan inconteni-blemente en las ciudades.

Como quinto elemento clave, es necesario tener en cuenta, la inte-gración de lo legal y lo ilegal, como lazo biológico de la violencia en las ciudades, entonces esto nos lleva a tener que abordar el fenómeno de la violencia desde una perspectiva absolutamente libre de maniqueís-mos y de estigmatizaciones que van generando sujetos violentos en los imaginarios colectivos, y de acuerdo con las coyunturas, o con los perio-dos críticos de las ciudades, o la au-sencia de políticas públicas, entonces van cayendo esos estigmas sobre al-gunos sectores de la población, por lo general jóvenes pobres y margi-nados, de los cuales supuestamente hay que limpiar la ciudad, por eso la inefable y criminal expresión de “limpieza social”, que irresponsable-mente los medios masivos de co-municación y periodistas sensacio-nalistas y frívolos han naturalizado.

Finalmente, me parece muy suge-rente de lo que planteaba Boris Sa-lazar en esa analogía, o en esa com-paración entre lo que sucedió, o ha sucedido en Bolivia y en La Paz, y lo que sucede en nuestras ciudades, es que en Bolivia la politización de lo social, expresado en la margina-lidad y en la exclusión social, logró transformaciones en el sistema po-lítico. Y allí hay una veta muy valiosa para encontrar las claves de cómo

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se politiza lo marginal, y cómo tiene efectos sobre el sistema político. En Colombia, nos ha sucedido todo lo contrario, lo que ha habido es una criminalización creciente de lo social que ha impedido su politización en términos de proyectos colectivos, de sujetos colectivos, etcétera, que incidan y transformen efectivamen-te las políticas públicas. Aunque este esquema que estoy planteando un poco a la ligera, de pronto podría tener horizontes esperanzadoras y excepcionales si uno mira, por ejemplo, transformaciones sociales de políticas públicas, más o menos coherentes y sostenidas, aunque también con grandes baches y crisis en ciudades como Bogotá y Mede-llín, donde ha habido unos proyec-tos de políticas públicas mucho más integradas a reivindicaciones socia-les, en el terreno de la educación, transporte y demás.

asistentes:

andrea ascuntar: Creo que así como no hay investigaciones en el tema de microtráfico y narcomenu-deo, también se hacen muchas es-peculaciones sobre cuáles son esos “salarios” supuestamente exorbitan-tes que los pelaos se están ganando, y pienso que ahí, en ese tema, es muy importante hacer una investi-gación seria, porque lo que nosotros conocemos, en el barrio de “Las Or-quídeas” es que esos salarios exor-bitantes no existen. Otro elemento

importante es que debemos supe-rar un lugar común, que muchos proyectos institucionales dicen, “que al narcotráfico nadie le compite”, entonces los programas de inclusión social y empleabilidad no llegan, por-que hay ese lugar común entre fun-cionarios públicos en el que se pien-sa que nadie le va a lograr competir, a las líneas de narcotráfico.

Finalmente, es necesario revisar las relaciones que se establecen con las comunidades, ya que se han ge-nerado muchas desconfianzas, sobre todo a partir del llamado “empode-ramiento” que terminó convirtién-dose en actores sociales trabajando gratis, y por ello la gente está dicien-do: “ya no más, a las fundaciones, ya no más a los programas instituciona-les que llegan a pensar que nosotros somos remunerados solamente a través de capacitaciones”.

elber andrés Bonilla: Soy miem-bro de la asociación “Nuestra He-rencia” y me preocupan los discur-sos de la paz, sobre todo porque la paz no llega a los barrios, creo que debemos darnos cuenta de que hay poderes que mientras tienen discur-sos de paz, también al mismo tiem-po desarrollan prácticas de guerra, eso las comunidades muchas veces no lo entendemos; por eso nece-sitamos que las organizaciones, las instituciones y los funcionarios que actúan directamente con las comu-nidades, entren realicen un trabajo

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articulado en las comunidades.

daniel achetbro: Desde la Ofi-cina en Colombia del Alto Comisio-nado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, creemos que la construcción de la paz no debe entenderse como la firma de un documento, sino como proce-sos de cambio sociales, psicológicos, políticos, que deben acompañar ese documento que se está trabajando en la Habana.

Por otro lado, este diálogo ha derivado en algunas reflexiones: en algunos momentos hemos escu-chado como las comunidades y los sectores donde se genera la vio-lencia eran comunidades aisladas y confrontadas a su propio destino, como si las comunidades vinieran de otros horizontes para pertur-bar la tranquilidad de la ciudad, y en otros momentos hemos escuchado también que la situación de esas co-munidades resulta de políticas públi-cas, de procesos políticos, de intere-ses diversos. De ahí me surge una reflexión: si estamos conscientes de que esta violencia resulta de políti-cas públicas, de procesos políticos e intereses económicos que existen en la ciudad, debemos preguntarnos cómo llegar a estos actores que es-tán detrás de estas políticas públicas, porque se ha hablado de un en-cuentro entre barrios y organizacio-nes pero para ello debemos pensar en cómo involucrar a esos actores

que son los principales generadores de esas políticas públicas, pensemos cómo traerlos también al debate.

-Nilson Moreno: Personalmente creo que nos quedan varias pregun-tas por resolver, entre ellas: ¿qué difi-cultades encuentra la academia para hacer la articulación con los proce-sos comunitarios? ¿Cómo la acade-mia puede ser un apoyo importante para las organizaciones de base co-munitarias en temas organizativos y en temas de construcción de meto-dologías y pedagogías pertinentes?

alfayma sánchez: Creo que la pregunta por el lugar de lo políti-co no es de un único sector sino de todos, entonces no es la idea de “vamos ayudarles a las comunida-des para que sean actores políticos” porque esa es una pregunta que es bastante desagradable, sino una pre-gunta por ¿cómo recuperamos un lugar político? En ese sentido sería interesante pensarnos en torno a las realidades barriales, para mirar cuál es el lugar y los lugares en los que podemos conjugarnos en una dinámica de interlocución pública, sin dejarle delegado eso a nadie, in-gresemos en una dinámica en la que todos podamos reclamar un lugar y en ese lugar concurrir.

Gustavo adolfo Valencia: Viendo “La Constitución Política de Colom-bia ” me encuentro con esa canti-dad de glosas, de enmendaduras de

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los diferentes años y me pregunto hasta qué punto los ciudadanos nos estamos involucrando en la vida po-lítica y hasta qué punto estamos to-mando parte de actos de legislación que se están tomando para nuestra propia vida, porque el peso que está ahí en esa Constitución nos afecta a todos, entonces ¿cómo es la parti-cipación del ciudadano en este tipo de espacios de reflexión y acción?

daniela nava: Hago parte del área de intervención social de los colegios de la Fundación Santa Isa-bel de Hungría y la Fundación Alber-to Uribe Urdaneta, y para nosotros como gestores de la educación, es muy importante hablar del conflicto y hacerle memoria a los estudian-tes de lo que pasa en nuestra socie-dad. Creo que debemos hablarles a nuestros jóvenes de la importancia de la vida.

Padre José González: Creo que hay una pareja clave en esta re-flexión, y es el par perdón y reconci-liación. Ese par debe darse en nues-tras bases, en nuestros barrios, en nuestras familias, conseguir el per-dón para llegar a la reconciliación. Ojala que en los barrios podamos apuntarle a las dos cosas.

Jesús darío González: Prepa-rando este evento coincidimos en que este momento podría ser la semilla de un espacio de encuentro, entre diversidades, barrios y ciuda-

des; lo hemos venido conversando con diferentes organizaciones, con el mismo Arzobispo, y tenemos una propuesta que la queremos espe-cialmente dejar en la jornada de hoy, y es que queremos invitarlos a que en Marzo del 2015, hagamos una minga entre universidades y organi-zaciones, un encuentro de barrios y ciudades, para pensar perspectivas de ciudad, es decir que este even-to sea una primera referencia para los futuros encuentros en el 2015, y que eso busque comprometer las universidades en ese esfuerzo social, busque comprometer los es-tudiantes, los profesores, las organi-zaciones, los trabajos de base y los territorios, entendiendo que esto que hoy iniciamos es parte de un proceso de encontrarnos como ciu-dadanos.

Hernando Llano: Luego de esta reflexión, es necesario que tenga-mos en cuenta que el conocimiento académico debe estar articulado al vital de las comunidades y para que pueda transformarse en responsa-bilidad ciudadana y en participación política, generando ese saber qué es la política en clave ciudadana, para poder superar y enfrentar con cla-rividencia, pero también con capa-cidad transformadora las realidades de la violencia que tenemos en la ciudad, que son muy complejas y que no pueden solucionarse desde el activismo de las Organizaciones

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No Gubernamentales ni desde la universidad por aparte, sino que tie-nen que ser resueltas en sinergias.

Se cierra el evento resaltando la propuesta fraterna de organizar en

el 2015 un encuentro de Universi-dades, Barrios y Ciudades que for-talezca las capacidades ciudadanas para hacer de Santiago de Cali y sus entornos territorios de paz y buen vivir.