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Número suelto € 1,00. Número atrasado € 2,00 L’O S S E RVATORE ROMANO EDICIÓN SEMANAL Unicuique suum EN LENGUA ESPAÑOLA Non praevalebunt Año LI, número 1 (2.598) Ciudad del Vaticano 4 de enero de 2019 El amor da plenitud a todo Editorial La esperanza para el nuevo año pasa a través de la fraternidad L a palabra con la que se abre el 2019 es la que lanzó el Santo Padre en su discurso Urbi et Orbi el día de Navi- dad: fraternidad. Una palabra que indica la verdad que «es- tá en la base de la visión cris- tiana de la humanidad», una visión basada en la armonía entre unidad y diversidad, el corazón de la fraternidad. Si esta armonía existe «entonces nuestras diferencias no son un daño o un peligro, son una riqueza. Como para un artista que quiere hacer un mosaico: es mejor tener a dis- posición teselas de muchos colores, antes que de pocos». De esta visión surge la ima- gen del poliedro, tan impor- tante para el Papa Francisco, una imagen que da razón de la complejidad humana más que la imagen plana e ideoló- gica de la esfera. Porque la fraternidad no es un ideal abstracto, es una experiencia concreta que todos conoce- mos gracias a esa realidad, convincente y dramática, que es la familia: «La experiencia de la familia nos lo enseña: siendo hermanos y hermanas, somos distintos unos de otros, y no siempre estamos de acuerdo, pero hay un vín- culo indisoluble que nos une, y el amor de los padres nos ayuda a querernos». El Papa habla con el realismo que lo distingue, el realismo de la Biblia que desde el principio presenta historias de herma- nos ciertamente no ejempla- res, desde Caín y Abel a Esaú y Jacob hasta José vendido por sus hermanos. Pero luego está Jesús, el Unigénito que se convierte en el Primogéni- to y se convierte en el herma- no de todos los hombres («id y contadle a mis hermanos», así se expresa una vez resuci- tado), invitándonos a amar- nos como hermanos, todos hijos del único Padre. La modernidad es la era histórica que mató al padre (a todos los padres, mayúsculos y minúsculos) y no es una SIGUE EN LA PÁGINA 5 Francisco se dirige a los obispos de la Con- ferencia episcopal de Estados Unidos en una sentida misiva en la que aborda el tema de los abusos PÁGINAS 14-16 A los obispos estadounidenses

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L’O S S E RVATOR E ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

EN LENGUA ESPAÑOLANon praevalebunt

Año LI, número 1 (2.598) Ciudad del Vaticano 4 de enero de 2019

Elamor

daplenituda todo

EditorialLa esperanza

para el nuevo añopasa a través

de la fraternidad

La palabra con la quese abre el 2019 es laque lanzó el SantoPadre en su discurso

Urbi et Orbi el día de Navi-dad: fraternidad. Una palabraque indica la verdad que «es-tá en la base de la visión cris-tiana de la humanidad», unavisión basada en la armoníaentre unidad y diversidad, elcorazón de la fraternidad. Siesta armonía existe «entoncesnuestras diferencias no sonun daño o un peligro, sonuna riqueza. Como para unartista que quiere hacer unmosaico: es mejor tener a dis-posición teselas de muchoscolores, antes que de pocos».De esta visión surge la ima-gen del poliedro, tan impor-tante para el Papa Francisco,una imagen que da razón dela complejidad humana másque la imagen plana e ideoló-gica de la esfera. Porque lafraternidad no es un idealabstracto, es una experienciaconcreta que todos conoce-mos gracias a esa realidad,convincente y dramática, quees la familia: «La experienciade la familia nos lo enseña:siendo hermanos y hermanas,somos distintos unos deotros, y no siempre estamosde acuerdo, pero hay un vín-culo indisoluble que nos une,y el amor de los padres nosayuda a querernos». El Papahabla con el realismo que lodistingue, el realismo de laBiblia que desde el principiopresenta historias de herma-nos ciertamente no ejempla-res, desde Caín y Abel a Esaúy Jacob hasta José vendidopor sus hermanos. Pero luegoestá Jesús, el Unigénito quese convierte en el Primogéni-to y se convierte en el herma-no de todos los hombres («idy contadle a mis hermanos»,así se expresa una vez resuci-tado), invitándonos a amar-nos como hermanos, todoshijos del único Padre.

La modernidad es la erahistórica que mató al padre (atodos los padres, mayúsculosy minúsculos) y no es una

SIGUE EN LA PÁGINA 5

Francisco se dirige alos obispos de la Con-ferencia episcopal deEstados Unidos enuna sentida misiva enla que aborda el temade los abusos

PÁGINAS 14-16

A los obisposestadounidenses

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L’OSSERVATORE ROMANOEDICIÓN SEMANAL

Unicuique suum

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página 2 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

Construir lapaz significa

imitar a Dios, que haquerido hacer las paces connosotros: nos ha enviado a suHijo y nos ha perdonado(@pontifex_es, 02 de enero, 13:30)

Lleven laternura y la

misericordia de Dios a todoslos que son descartados porla sociedad(@pontifex_es, 29 de diciembre, 13:30)

Hoy más quenunca, nuestras

sociedades necesitan“artesanos de la paz”,mensajeros y testigos de DiosPadre que quiere el bien y lafelicidad de la familia(@pontifex_es, 01 de enero, 13:30)

Que Jesús,María y Josébendigan y

protejan a todas las familiasdel mundo, para que en ellasreinen el amor, la alegría yla paz(@pontifex_es, 30 de diciembre, 13:30)

Pa z

M i s e r i c o rd i a

Las sociedades

Fa m i l i a s

La semana del Papalocada en la entrada

explica claramente la misióndel nuevo centro médico quela Limosnería apostólica abrebajo la columnata de Berninien la Plaza de San Pedro.Reemplaza al de San Marti-no, que funcionaba desde fe-brero de 2016, y es uno de losregalos de Navidad del PapaFrancisco a las personas sinhogar, que ya pudieron reci-bir en otras ocasiones bajo lacolumnata una primera asis-tencia médica. Allí también seofrecen otros servicios muyfrecuentados como las duchasy la barbería. El ambulatorioestá compuesto por tres salasequipadas para exámenes mé-dicos, un estudio para la ad-ministración, dos baños y unasala de recepción. El centrose encuentra en los localesbajo la columnata derecha,ocupados anteriormente porla Oficina de Correos del Va-ticano. Todo se hizo con gransobriedad y dignidad, perotambién utilizando técnicasmodernas y respetando los re-quisitos de higiénico-sanita-rios necesarios. Las salas es-tán equipadas con equipos ymaquinaria para visitas médi-cas y algunos análisis instru-mentales.

Felicitaciones a lostrabajadores del Vaticano

Ser santos para ser feli-ces: este es el deseoque el Papa Franciscodirigió a los emplea-

dos de la Santa Sede al reci-birlos en audiencia, junto consus familias, en la mañana delviernes 21 de diciembre, en lasala de audiencias de Pablovi. En su discurso, el Papasubrayó: «Santos y santas decarne y hueso, con nuestrocarácter, nuestras faltas, inclu-so nuestros pecados, —p edi-mos perdón y seguimos ade-lante— pero listos para dejar-nos «contagiar» por la pre-sencia de Jesús en medio denosotros, listos para correrhacia él, como los pastores,para ver este evento, esta in-creíble señal que Dios nos hadado».

La felicitacióna Benedicto XVI

A última hora de latarde del viernes 21de diciembre, a las18.15 horas, el Papa

Francisco se trasladó, comotodos los años, al monasteriode Mater Ecclesiae, en los jar-dines del Vaticano, para feli-citar la Navidad a su predece-sor Benedicto XVI.

Carta al director eméritode L'Osservatore Romano

El Papa Francisco ex-presó «gratitud sin-cera» a GiovanniMaria Vian, director

emérito de «L'OsservatoreRomano», por «el amor y ladiligencia» con los que ha di-rigido el periódico de la San-ta Sede durante más de onceaños. El Pontífice recuerda ensu carta de agradecimiento alProfesor Giovanni MariaVian, que fue llamado a diri-gir el periódico de la SantaSede, por su venerado prede-cesor, Benedicto XVI, y desta-ca que llevó a cabo sus fun-ciones con competencia, «ha-ciéndose apreciar por su cali-ficada profesionalidad, soste-nida por su adhesión ejem-plar al magisterio y por sucoherente empeño cristiano».

Francisco le agradece suvaliosa colaboración y la dis-ponibilidad constante que leha demostrado en el esfuerzopor promover la aplicación delas reformas que ha iniciado,especialmente en el ámbito dela comunicación. Y escribe:«Le estoy muy agradecidopor su fidelidad al referir lapalabra del Papa».

Una mirada hacia China

Uno de los protago-nista en la misa dela noche de Navi-dad en san pedro

fue China. Dos niños chinos,de seis y siete años, llevaronflores a la estatuílla del NiñoJesús, con Francisco y otrosdiez «amigos» africanos, asiá-ticos, europeos y estadouni-denses. Y precisamente enidioma chino se recordó alPapa, en la primera oraciónde los fieles, para que «Dioslo mantenga firme en la fe,reavive en él la esperanza y lohabite siempre con su cari-dad». Una oración que, en elcorazón de la Navidad, es unmensaje fuerte de fraternidad,esperanza y paz. También enesa línea resonó de forma sig-nificativa la segunda inten-ción de oración, en inglés,«por los gobernantes y los or-ganismos internacionales».En árabe, se rezó después«por todos los niños» paraque «Dios los libre de todaslas formas de violencia», y enruso por «los pobres y losque sufren».

Donación a los sintecho

Clínica ambulatoria -Madre de la Miseri-cordia: la placa co-

Ayuda a Indonesiagolpeada por el tsunami

El Papa Francisco en-viará una primeracontribución paraayudar a las pobla-

ciones indonesias afectadaspor el tsunami. Lo hará a tra-vés del Dicasterio para el ser-vicio al desarrollo humano,que en una declaración publi-cada el 29 de diciembre expli-ca cómo la suma, que se defi-nirá en los próximos días,quiere ser una expresión in-mediata del sentimiento decercanía espiritual y alientopaternal por parte del Pontí-fice.

La contribución acompañala oración del Papa a favor dela amada población indone-sia, y forma parte de la ayudaque se está activando en todala red de beneficencia de laIglesia Católica. Como se sa-be, el tsunami golpeó en par-ticular algunos distritos de lasislas de Java y Sumatra, obli-gando a más de dieciséis milpersonas a evacuar sus hoga-res y causando, según estima-ciones preliminares de laO N U, 430 víctimas y casi 1500heridos, más los ingentes da-ños materiales.

Aniversarioen el continente americano

Francisco nombró alCardenal GregorioRosa Chávez, Auxi-liar de San Salvador,

El Salvador, su enviado espe-cial a la clausura de las cele-braciones del 525º aniversariode la Primera Eucaristía en elcontinente americano, que secelebra el 5 de enero. El día29 de diciembre el pontíficemandó una carta a su enviadoen la que afirma que «la eu-caristía es el mayor regaloque nos ha dado nuestro Sal-vador». Continúa diciendoque la tarea de la Iglesia si-gue siendo animar en la fe yla esperanza en los fieles. Asícomo el Papa, anima a losobispos y a todos los que rea-lizan una labor pastoral.

Les pide siempre estar cer-ca de la eucaristía, porque esfuente de comunión y ener-gía para la misión. La prime-ra eucaristía fue celebrada enla Isabela, Puerto Plata el 6de enero de 1494, por el sa-cerdote Bernardo Boil, quienera parte de la comitiva delsegundo viaje de CristóbalColón. La misa fue celebradaen una capilla improvisada.

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 3

El Ángelus del 23 de diciembre

Cercanía y apoyo a IndonesiaCercanía y oración para las poblacionesindonesias afectadas por graves desastresnaturales en los últimos días fueron expresadospor el Papa en el Angelus el domingo 23 dediciembre, en la Plaza de San Pedro. Elpontífice habló al respecto al final de la oraciónmariana, después de haber dedicado la reflexióninicial al episodio evangélico de la visita deMaría a Isabel.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenosdías!

La liturgia de este cuarto domingo de Ad-viento se centra en la figura de María, la Vir-gen Madre, que espera dar a luz a Jesús, elSalvador del mundo. Fijemos nuestra miradaen ella, un modelo de fe y caridad; y pode-mos preguntarnos: ¿Cuáles fueron sus pensa-mientos durante los meses de espera? La res-puesta proviene del pasaje del Evangelio dehoy, la historia de la visita de María a su pa-riente anciana, Isabel (cf. Lucas 1, 39-45) Elángel Gabriel le había dicho que Isabel esta-ba esperando un hijo y que ya estaba en elsexto mes (cf. Lucas 1, 26.36). Y entonces laVirgen, que acababa de concebir a Jesús porla obra de Dios, partió apresuradamente deNazaret, en Galilea, para llegar a las monta-ñas de Judea y encontrar a su prima.

El Evangelio dice: «Entró en casa de Zaca-rías y saludó a Isabel» (v.40). Seguramenteella estaba feliz con ella por su maternidad, ya su vez Isabel saludó a María diciendo:«Bendita tú entre las mujeres y bendito elfruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que lamadre de mi Señor venga a mí?» (Vv. 42-43).E inmediatamente elogia su fe: «¡Feliz la queha creído que se cumplirían las cosas quefueron dichas de parte del Señor» (v.45). Esevidente el contraste entre María, que teníafe, y Zacarías, el esposo de Isabel, que habíadudado y no había creído la promesa del án-gel y, por lo tanto, permaneció en silenciohasta el nacimiento de Juan. Es un contraste.

Este episodio nos ayuda a leer con una luzmuy especial el misterio del encuentro delhombre con Dios. Un encuentro que no estábajo la bandera de prodigios asombrosos, si-no en nombre de la fe y la caridad. De he-cho, María es bendecida porque creyó: el en-cuentro con Dios es el fruto de la fe. Zaca-rías en cambio, quien dudó y no creyó, per-maneció sordo y mudo. Crecer en fe duranteel largo silencio: sin fe, inevitablemente per-manecemos sordos a la voz consoladora deDios; y seguimos sin poder pronunciar pala-bras de consuelo y esperanza para nuestroshermanos. Y lo vemos todos los días: las per-

sonas que no tienen fe o que tienen una femuy pequeña, cuando tienen que acercarse auna persona que sufre, les dicen palabras decircunstancia, pero no pueden llegar al cora-zón porque no tienen fuerzas. No tiene fuer-za porque no tiene fe, y si no tiene fe, las pa-labras que llegan al corazón de los demás novienen. La fe, a su vez, se nutre de la cari-dad. El evangelista nos dice que «se levantóMaría y se fue con prontitud» (v. 39) haciaIsabel: apresurada, no ansiosa, no ansiosa, si-no con prontitud, en paz. «Se levantó»: ungesto lleno de preocupación. Podría habersequedado en casa para prepararse para el na-cimiento de su hijo, en lugar de eso, se preo-cupa primero de los demás que de sí misma,demostrando, de hecho, que ya es una discí-pula de ese Señor que lleva en su vientre. Elevento del nacimiento de Jesús comenzó así,con un simple gesto de caridad; además, laauténtica caridad es siempre el fruto delamor de Dios. La visita del evangelio de Ma-ría a Isabel, que escuchamos hoy en la misa,nos prepara para vivir bien la Navidad, co-municándonos el dinamismo de la fe y la ca-ridad. Este dinamismo es obra del EspírituSanto: el Espíritu de amor que fecundó el se-no virginal de María y que la instó a acudiral servicio de su pariente anciana. Un dina-mismo lleno de alegría, como vemos en elencuentro entre las dos madres, que es todo

un himno de júbilo alegre en el Señor, quehace grandes cosas con los pequeños que sefían de él.

Que la Virgen María nos obtenga la graciade vivir una Navidad e x t ro v e r t i d a , pero nodispersa, extrovertida: en el centro no estánuestro «Yo», sino el Tú de Jesús y tú de loshermanos, especialmente aquellos que necesi-tan ayuda. Entonces dejaremos espacioalamor que, también hoy, quiere hacerse carney venir a vivir entre nosotros.

Después del llamamiento por Indonesia, el Papasaludó a los fieles presentes y dirigió unpensamiento particular «a todos los que estánlejos de su familia y de su tierra».

Queridos hermanos y hermanas:Mis pensamientos se dirigen ahora mismo

a las poblaciones de Indonesia, afectadas pordesastres naturales violentos, que han causa-do graves pérdidas en vidas humanas, nume-rosas personas desaparecidas y sin hogar yun gran daño material. Invito a todos a unir-se a mí en oración por las víctimas y sus se-res queridos. Estoy espiritualmente cerca delos desplazados y de todas las personas afec-tadas, implorando a Dios que los alivie en susufrimiento. Solicito a nuestros hermanos yhermanas que no falten nuestra solidaridad yel apoyo de la comunidad internacional.

Recemos juntos... Ave, Marí …Os saludo a todos vosotros, fieles de Ro-

ma y peregrinos de Italia y de diversos paí-ses. Pasado mañana será Navidad y mis pen-samientos se dirigirán especialmente a las fa-milias que se reúnen en estos días: aquellosque viven lejos de sus padres se van y regre-san a sus hogares; Los hermanos tratan deencontrarse... En Navidad es hermoso e im-portante estar juntos en la familia. Pero mu-chas personas no tienen esta posibilidad, pordiferentes motivos; y hoy me gustaría dirigir-me de manera especial a todos aquellos queestán lejos de su familia y de su tierra.

Queridos hermanos y hermanas, nuestroPadre celestial no os olvida y no os abando-na. Si sois cristianos, deseo que encontréis enla Iglesia una verdadera familia, donde po-dáis experimentar la calidez del amor frater-nal. Y a todos, lejos de su familia, cristianosy no cristianos, digo: las puertas de la comu-nidad cristiana están abiertas, Jesús nace paratodos y les da a todos el amor de Dios. Osdeseo un buen domingo. No os olvidéis derezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

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página 4 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

En la misa de la noche el Papa invita a romper la espiral de avidez

Demasiados no tienen pan para vivir

«Unos pocos banquetean espléndidamente y muchosno tienen pan para vivir». Es lo que denunció elPapa Francisco en la homilía de la misa de lanoche de Navidad celebrada el lunes, 24 dediciembre, en la basílica vaticana.

José, con María su esposa, subió «a la ciudad deDavid, que se llama Belén» (Lc 2, 4). Esta no-che, también nosotros subimos a Belén para des-cubrir el misterio de la Navidad.

1. Belén: el nombre significa casa del pan. Enesta «casa» el Señor convoca hoy a la humani-dad. Él sabe que necesitamos alimentarnos paravivir. Pero sabe también que los alimentos delmundo no sacian el corazón. En la Escritura, elpecado original de la humanidad está asociadoprecisamente con tomar alimento: «tomó de sufruto y comió», dice el libro del Génesis (3,6).Tomó y comió. El hombre se convierte en ávidoy voraz. Parece que el tener, el acumular cosas espara muchos el sentido de la vida. Una insacia-ble codicia atraviesa la historia humana, hasta lasparadojas de hoy, cuando unos pocos banque-tean espléndidamente y muchos no tienen panpara vivir.

Belén es el punto de inflexión para cambiar elcurso de la historia. Allí, Dios, en la casa delpan, nace en un pesebre. Como si nos dijera:Aquí estoy para vosotros, como vuestro alimento.No toma, sino que ofrece el alimento; no da al-go, sino que se da él mismo. En Belén descubri-mos que Dios no es alguien que toma la vida, si-no aquel que da la vida. Al hombre, acostumbra-do desde los orígenes a tomar y comer, Jesús ledice: «Tomad, comed: esto es mi cuerpo» (Mt26, 26). El cuerpecito del Niño de Belén propo-ne un modelo de vida nuevo: no devorar y aca-parar, sino compartir y dar. Dios se hace peque-ño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos deél, Pan de Vida, podemos renacer en el amor yromper la espiral de la avidez y la codicia. Desdela «casa del pan», Jesús lleva de nuevo al hom-bre a casa, para que se convierta en un familiarde su Dios y en un hermano de su prójimo. Anteel pesebre, comprendemos que lo que alimentala vida no son los bienes, sino el amor; no es lavoracidad, sino la caridad; no es la abundanciaostentosa, sino la sencillez que se ha de preser-v a r.

El Señor sabe que necesitamos alimentarnostodos los días. Por eso se ha ofrecido a nosotrostodos los días de su vida, desde el pesebre deBelén al cenáculo de Jerusalén. Y todavía hoy,en el altar, se hace pan partido para nosotros:llama a nuestra puerta para entrar y cenar con

nosotros (cf. Ap 3, 20). En Navidad recibimos enla tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimentoque no caduca nunca, sino que nos permite sa-borear ya desde ahora la vida eterna.

En Belén descubrimos que la vida de Dios co-rre por las venas de la humanidad. Si la acoge-mos, la historia cambia a partir de cada uno denosotros. Porque cuando Jesús cambia el cora-zón, el centro de la vida ya no es mi yo ham-briento y egoísta, sino él, que nace y vive poramor. Al estar llamados esta noche a subir a Be-lén, casa del pan, preguntémonos: ¿Cuál es elalimento de mi vida, del que no puedo prescin-dir?, ¿es el Señor o es otro? Después, entrandoen la gruta, individuando en la tierna pobrezadel Niño una nueva fragancia de vida, la de lasencillez, preguntémonos: ¿Necesito verdadera-mente tantas cosas, tantas recetas complicadaspara vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantoscomplementos superfluos, para elegir una vidamás sencilla? En Belén, junto a Jesús, vemosgente que ha caminado, como María, José y lospastores. Jesús es el Pan del camino. No le gus-tan las digestiones pesadas, largas y sedentarias,sino que nos pide levantarnos rápidamente de lamesa para servir, como panes partidos por losdemás. Preguntémonos: En Navidad, ¿parto mipan con el que no lo tiene?

2. Después de Belén casa de pan, reflexione-mos sobre Belén ciudad de David. Allí David,que era un joven pastor, fue elegido por Diospara ser pastor y guía de su pueblo. En Navi-dad, en la ciudad de David, los que acogen a Je-sús son precisamente los pastores. En aquella no-che —dice el Evangelio— «se llenaron de gran te-mor» (Lc 2, 9), pero el ángel les dijo: «No te-máis» (v. 10). Resuena muchas veces en el Evan-gelio este no temáis: parece el estribillo de Diosque busca al hombre. Porque el hombre, desdelos orígenes, también a causa del pecado, tienemiedo de Dios: «me dio miedo […] y me escon-dí» (Gn 3, 10), dice Adán después del pecado.Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del«no» del hombre, allí Dios dice siempre «sí»: se-rá para siempre Dios con nosotros. Y para quesu presencia no inspire miedo, se hace un niñotierno. No temáis: no se lo dice a los santos, sinoa los pastores, gente sencilla que en aquel tiem-po no se distinguía precisamente por la finura yla devoción. El Hijo de David nace entre pasto-res para decirnos que nadie estará jamás solo; te-nemos un Pastor que vence nuestros miedos ynos ama a todos, sin excepción.

Los pastores de Belén nos dicen también có-mo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por lanoche: no duermen, sino que hacen lo que Jesústantas veces nos pedirá: velar (cf. Mt 25, 13; Mc13, 35; Lc 21, 36). Permanecen vigilantes, esperandespiertos en la oscuridad, y Dios «los envolvióde claridad» (Lc 2, 9). Esto vale también paranosotros. Nuestra vida puede ser una espera, quetambién en las noches de los problemas se confíaal Señor y lo desea; entonces recibirá su luz. Pe-ro también puede ser una pretensión, en la quecuentan solo las propias fuerzas y los propiosmedios; sin embargo, en este caso el corazónpermanece cerrado a la luz de Dios. Al Señor legusta que lo esperen y no es posible esperarlo enel sofá, durmiendo. De hecho, los pastores semueven: «fueron corriendo», dice el texto (v. 16).No se quedan quietos como quien cree que hallegado a la meta y no necesita nada, sino quevan, dejan el rebaño sin custodia, se arriesganpor Dios. Y después de haber visto a Jesús, aun-que no eran expertos en el hablar, salen a anun-ciarlo, tanto que «todos los que lo oían se admi-raban de lo que les habían dicho los pastores»(v. 18).

Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar labelleza: son gestos de amor. El buen Pastor, queen Navidad viene para dar la vida a las ovejas,en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todosnosotros, la cuestión final: «¿Me amas?» (Jn21,15). De la respuesta dependerá el futuro delrebaño. Esta noche estamos llamados a respon-der, a decirle también nosotros: «Te amo». La

respuesta de cada uno es esen-cial para todo el rebaño.

«Vayamos, pues, a Belén»(Lc 2, 15): así lo dijeron y lo hi-cieron los pastores. Tambiénnosotros, Señor, queremos ir aBelén. El camino, también hoy,es en subida: se debe superar lacima del egoísmo, es necesariono resbalar en los barrancos dela mundanidad y del consumis-mo. Quiero llegar a Belén, Se-ñor, porque es allí donde meesperas. Y darme cuenta de quetú, recostado en un pesebre,eres el pan de mi vida. Necesitola fragancia tierna de tu amorpara ser, yo también, pan parti-do para el mundo. Tómame so-bre tus hombros, buen Pastor:si me amas, yo también podréamar y tomar de la mano a loshermanos. Entonces será Navi-dad, cuando podré decirte:«Señor, tú lo sabes todo, tú sa-bes que te amo» (cf. Jn 21, 17).

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 5

El mensaje Urbi et Orbi de Francisco

Una Navidad para redescubrir la fraternidad

La esperanzapara el nuevo

año pasaa través

de la fraternidad

Editorial

coincidencia que de las grandesideas de la revolución francesasea precisamente la fraternidadla que esté más descuidada.Viene a la mente la esperanzasegún Peguy: «La pequeña es-peranza avanza entre sus dosgrandes hermanas, la fe y la ca-ridad, y no se nota siquiera.Casi invisible, la pequeña her-mana parece ser guiada por lasmanos de las dos mayores, perocon su corazón de niña ve loque las otras no ven. Es ella, lapequeña, la que lo arrastra to-do». Necesitamos una reden-ción de la fraternidad porqueOccidente en los últimos dossiglos ha pisado el aceleradorde la libertad y la igualdad, pe-ro sin el «asta en el centro» dela fraternidad, el resultado fueel de un mundo desequilibradoy esquizofrénico.

En el siglo XX teníamos unasociedad, la comunista, total-mente centrada en la igualdadpero privada de libertad, quetuvo como resultado el aplana-miento, la homologación con lamortificación de las diferenciasen un régimen inhumano hechode burocracia, sospecha y vio-lencia brutal. Por otra parte, seafirmó un modelo de sociedad,donde la libertad se llevó hastalímites extremos, terminandopor acentuar las desigualdadesy generando un individualismociego y sordo frente a los de-más, que vive en un disfrute ili-mitado, rompiendo todos losvínculos y el sentido de comu-nidad.

Estos opuestos que terminancoincidiendo, el igualitarismo yel liberalismo, son visionesideológicas de la realidad («es-feras» en lugar de poliedros)que surgen de la pérdida de esaconcreción que solo la fraterni-dad podría transmitir a las dosideas de igualdad y libertadque, una vez desconectados dela fraternidad, están como lo-cos, creando las inestabilidadesen las que Occidente todavía sedebate hoy. Está clara, y es,cuanto menos urgente, la ad-vertencia del Santo Padre quenos recuerda que «sin la frater-nidad que Jesucristo nos ha da-do, nuestros esfuerzos por unmundo más justo no llegaríanmuy lejos, e incluso los mejoresproyectos corren el riesgo deconvertirse en estructuras sinespíritu»

A.M.

VIENE DE LA PÁGINA 1

A mediodía del martes 25 de diciembre, el Pontíficese seasomó a la Logia de la Bendición de la basílica vaticana—después de que el cardenal arcipreste Angelo Comastripresidiera la misa en el altar de la Cátedra— para dirigirel mensaje navideño a los cincuenta mil fieles presentes enla plaza de San Pedro y a quienes lo escuchaban a travésde la radio, la televisión y los nuevos medios. El Papa teníajunto a él al cardenal protodiácono Renato RaffaeleMartino y al cardenal Kevin Joseph Farrell, prefecto delDicasterio para los laicos, la familia y la vida. Entre lospresentes, se encontraban el cardenal Angelo De Donatis,vicario general para la diócesis de Roma, los arzobisposEdgar Peña Parra, sustituto de la Secretaría de Estado yPaul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con

los Estados, los monseñores Paolo Borgia, asesor, y AntoineCamilleri, subsecretario para las Relaciones con los Estados.Estuvieron presentes también el arzobispo Georg Gänswein,prefecto de la Casa Pontificia, y el regente de la Prefectura,monseñor Leonardo Sapienza. Antes de asomarse a laLogia, el Papa visitó el pesebre instalado en la CapillaSixtina. En la anteiglesia de la basílica, se alinearon lasdivisiones de honor de la guardia suiza pontificia y delejército italiano. La banda musical pontificia y la de losCarabinieri ejecutaron los himnos italiano y pontificio. Y undeseo particular, a través de un vídeo, dirigió el Papaprecisamente a los militares italianos, mujeres y hombres que«viven la Navidad lejos de casa, en servicio». El mensajedel Papa fue relanzado por las redes sociales del Ejército.

Queridos hermanos y hermanas, ¡fe-liz Navidad!A vosotros, fieles de Roma, a voso-tros, peregrinos, y a todos los queestáis conectados desde todas laspartes del mundo, renuevo el gozo-so anuncio de Belén: «Gloria a Diosen el cielo, y en la tierra paz a loshombres de buena voluntad» (Lc 2,14). Como los pastores, que fueronlos primeros en llegar a la gruta,contemplamos asombrados la señalque Dios nos ha dado: «Un niñoenvuelto en pañales y acostado enun pesebre» (Lc 2, 12). En silencio,nos arrodillamos y adoramos. ¿Yqué nos dice este Niño, que nos hanacido de la Virgen María? ¿Cuál esel mensaje universal de la Navidad?Nos dice que Dios es Padre bueno ynosotros somos todos hermanos. Es-ta verdad está en la base de la visióncristiana de la humanidad. Sin lafraternidad que Jesucristo nos hadado, nuestros esfuerzos por unmundo más justo no llegarían muylejos, e incluso los mejores proyectoscorren el riesgo de convertirse en es-tructuras sin espíritu.

Por eso, mi deseo de feliz Navi-dad es un deseo de fraternidad. Fra-ternidad entre personas de toda na-ción y cultura. Fraternidad entrepersonas con ideas diferentes, perocapaces de respetarse y de escucharal otro. Fraternidad entre personasde diversas religiones. Jesús ha veni-do a revelar el rostro de Dios a to-dos aquellos que lo buscan. Y elrostro de Dios se ha manifestado enun rostro humano concreto. No apa-reció como un ángel, sino como unhombre, nacido en un tiempo y unlugar. Así, con su encarnación, elHijo de Dios nos indica que la sal-vación pasa a través del amor, laacogida y el respeto de nuestra po-bre humanidad, que todos comparti-mos en una gran variedad de etnias,de lenguas, de culturas…, pero to-dos hermanos en humanidad.

Entonces, nuestras diferencias noson un daño o un peligro, son unariqueza. Como para un artista quequiere hacer un mosaico: es mejortener a disposición teselas de mu-chos colores, antes que de pocos. Laexperiencia de la familia nos lo en-seña: siendo hermanos y hermanas,somos distintos unos de otros, y nosiempre estamos de acuerdo, perohay un vínculo indisoluble que nosune, y el amor de los padres nosayuda a querernos. Lo mismo valepara la familia humana, pero aquíDios es el «padre», el fundamento yla fuerza de nuestra fraternidad.Que en esta Navidad redescubramoslos nexos de fraternidad que nosunen como seres humanos y vincu-

lan a todos los pueblos. Que hagaposible que israelíes y palestinos re-tomen el diálogo y emprendan uncamino de paz que ponga fin a unconflicto que desde hace más de se-tenta años lacera la Tierra elegidapor el Señor para mostrar su rostrode amor. Que el Niño Jesús permitaa la amada y martirizada Siria quevuelva a encontrar la fraternidaddespués de largos años de guerra.Que la Comunidad internacional seesfuerce firmemente por hallar unasolución política que deje de ladolas divisiones y los intereses creadospara que el pueblo sirio, especial-mente quienes tuvieron que dejar laspropias tierras y buscar refugio enotro lugar, pueda volver a vivir enpaz en su patria.

Pienso en Yemen, con la esperan-za de que la tregua alcanzada pormediación de la Comunidad inter-nacional pueda aliviar finalmente atantos niños y a las poblaciones, ex-haustos por la guerra y el hambre.Pienso también en África, dondemillones de personas están refugia-das o desplazadas y necesitan asis-tencia humanitaria y seguridad ali-mentaria. Que el divino Niño, Reyde la paz, acalle las armas y hagasurgir un nuevo amanecer de frater-nidad en todo el continente, y ben-diga los esfuerzos de quienes secomprometen por promover cami-nos de reconciliación a nivel políticoy social. Que la Navidad fortalezcalos vínculos fraternos que unen laPenínsula coreana y permita que secontinúe el camino de acercamientopuesto en marcha, y que se alcancensoluciones compartidas que asegu-ren a todos el desarrollo y el bienes-tar. Que este tiempo de bendición lepermita a Venezuela encontrar denuevo la concordia y que todos losmiembros de la sociedad trabajenfraternalmente por el desarrollo del

país, ayudando a los sectores másdébiles de la población. Que el Se-ñor que nace dé consuelo a la ama-da Ucrania, ansiosa por reconquistaruna paz duradera que tarda en lle-gar. Solo con la paz, respetuosa delos derechos de toda nación, el paíspuede recuperarse de los sufrimien-tos padecidos y reestablecer condi-ciones dignas para los propios ciu-dadanos. Me siento cercano a lascomunidades cristianas de esa re-gión, y pido que se puedan tejer re-laciones de fraternidad y amistad.

Que delante del Niño Jesús, loshabitantes de la querida Nicaraguase redescubran hermanos, para queno prevalezcan las divisiones y lasdiscordias, sino que todos se esfuer-cen por favorecer la reconciliación ypor construir juntos el futuro delpaís. Deseo recordar a los pueblosque sufren las colonizaciones ideoló-gicas, culturales y económicas vien-do lacerada su libertad y su identi-dad, y que sufren por el hambre y lafalta de servicios educativos y sanita-rios. Dirijo un recuerdo particular anuestros hermanos y hermanas quecelebran la Natividad del Señor encontextos difíciles, por no decir hos-tiles, especialmente allí donde la co-munidad cristiana es una minoría, amenudo vulnerable o no considera-da. Que el Señor les conceda a ellosy a todas las comunidades minorita-ria vivir en paz y que vean reconoci-dos sus propios derechos, sobre to-do a la libertad religiosa. Que el Ni-ño pequeño y con frío que contem-plamos hoy en el pesebre proteja atodos los niños de la tierra y a todapersona frágil, indefensa y descarta-da. Que todos podamos recibir pazy consuelo por el nacimiento delSalvador y, sintiéndonos amados porel único Padre celestial, reencontrar-nos y vivir como hermanos.

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página 6 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

La denuncia del Papa en el Te Deum de agradecimiento por el cierre del año civil

En Roma hay personas en condiciones de esclavitud

«En este año que llega a su fin,muchos hombres y mujeres han vivido y

viven en situaciones de esclavitud,indignas de personas humanas.

También en nuestra ciudad de Roma»:Es lo que el Papa Francisco denunció

en la celebración de las primerasvísperas de la solemnidad de María, laSantísima Madre de Dios, el canto delTe Deum y la adoración y la bendición

eucarística, presididas en la basílicavaticana el lunes 31 de diciembre, por

la tarde.

Al final del año, la Palabra de Dios nosacompaña con estos dos versículos delapóstol Pablo (cf. Ga 4, 4-5). Sonexpresiones concisas y densas: una sínte-sis del Nuevo Testamento, que da senti-do a un momento “crítico”, como sueleser un cambio de año.

La primera expresión que nos llamala atención es «plenitud del tiempo».En estas últimas horas del año solar, enel que sentimos aún más la necesidad dealgo que llene de significado el tran-scurrir del tiempo, dicha expresión tieneuna resonancia especial. Algo o, mejor,alguien. Y este «alguie» ha venido,Dios lo ha enviado: es «su Hijo», Jesús.Acabamos de celebrar su nacimiento:nació de una mujer, la Virgen María;nació bajo la ley, un niño judío, sujeto ala ley del Señor. Pero, ¿cómo es posi-ble? ¿Cómo puede ser este el signo dela «plenitud del tiempo»? Es cierto quepor el momento aquel Jesús es casi invi-sible e insignificante, pero en poco másde treinta años desatará una fuerza sinprecedentes, que todavía permanece yperdurará a lo largo de toda la historia:la fuerza del Amor. El amor da plenituda todo, incluso al tiempo; y Jesús es el“concentrado” de todo el amor de Diosen un ser humano.

San Pablo dice claramente por qué elHijo de Dios nació en el tiempo, y cuáles la misión que el Padre le ha enco-mendado: nació «para rescatar». Esta esla segunda palabra que llama la aten-ción: rescatar, es decir, sacar de unacondición de esclavitud y devolver a lalibertad, a la dignidad y a la libertadpropia de los hijos. La esclavitud a laque se refiere el apóstol es la de la«ley», entendida como un conjunto depreceptos a observar, una ley que cierta-mente educa al hombre, que es pedagó-gica, pero que no lo libera de su condi-ción de pecador, sino que, en cierto mo-do, lo «sujeta» a esta condición, impi-diéndole alcanzar la libertad de hijo.

Dios ha enviado al mundo a su Hijounigénito para erradicar del corazón delhombre la esclavitud antigua del pecadoy restituirle así su dignidad. En efecto,del corazón humano —como enseña Je-

sús en el Evangelio (cf. Mc 7, 21-23)—salen todas las intenciones perversas, lasmaldades que corrompen la vida y lasrelaciones. Y aquí debemos detenernos,detenernos a reflexionar con dolor y ar-repentimiento porque, también en esteaño que llega a su fin, muchos hombresy mujeres han vivido y viven en situa-ciones de esclavitud, indignas de perso-nas humanas. También en nuestra ciu-dad de Roma hay hermanos y hermanasque, por distintos motivos, se encuen-tran en esta situación.

En particular, pienso en tantas perso-nas sin hogar. Son más de diez mil. Susituación es especialmente dura en losmeses de invierno. Todos son hijos ehijas de Dios, pero diferentes formas deesclavitud, a veces muy complejas, loshan llevado a vivir al borde de la digni-dad humana. También Jesús nació enuna condición análoga, pero no por ca-sualidad o por accidente: quiso nacer deesa manera para manifestar el amor deDios por los pequeños y los pobres, ylanzar así la semilla del Reino de Diosen el mundo. Reino de justicia, de amory de paz, donde nadie es esclavo, sinotodos hermanos, hijos del único Padre.La Iglesia que está en Roma no quiereser indiferente a las esclavitudes de nue-stro tiempo, ni simplemente observarlasy socorrerlas, sino que quiere estar den-tro de esa realidad, cercana a esas perso-nas y a esas situaciones. Cercanía, ma-terna. Al celebrar la divina maternidadde la Virgen María, quiero animar esaforma de maternidad de la Iglesia. Con-templando este misterio, reconocemosque Dios ha «nacido de mujer» paraque nosotros pudiésemos recibir la ple-nitud de nuestra humanidad, «la adop-ción filial». Por su anonadamiento he-mos sido exaltados. De su pequeñez havenido nuestra grandeza. De su fragili-dad, nuestra fuerza. De su hacerse sier-vo, nuestra libertad.

¿Cómo llamar a todo esto, sinoAmor? Amor del Padre y del Hijo y delEspíritu Santo, a quien esta tarde lasanta madre Iglesia eleva en todo elmundo su himno de alabanza y de agra-decimiento.

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 7

En el discurso a la Curia romana el Pontífice reafirma la voluntad de continuar en el camino de la purificación

Nunca más abusos encubiertos o subestimadosInfidelidad y corrupción espiritual siembran división y desconcierto en la Iglesia

«Nunca debe volver a suceder» que loshombres de la Iglesia traten de«encubrir o subestimar» los casos deabusos contra menores. Es la nuevaadvertencia del Papa que resonódurante la tradicional audiencianavideña en la Curia Romana, quetuvo lugar el viernes 21 de diciembrepor la mañana en la Sala Clementina.

Queridos hermanos y hermanas:Inundados por el gozo y la esperan-za que brillan en la faz del Niño di-vino, nos reunimos nuevamente esteaño para expresarnos las felicitacio-nes navideñas, con el corazón puestoen las dificultades y alegrías delmundo y de la Iglesia.

Os deseo sinceramente una santaNavidad a vosotros, a vuestros cola-boradores, a todas las personas queprestan servicio en la Curia, a losRepresentantes pontificios y a loscolaboradores de las nunciaturas. Ydeseo agradeceros vuestra dedicacióndiaria al servicio de la Santa Sede,de la Iglesia y del Sucesor de Pedro.Muchas gracias.

Permitidme también darle una cá-lida bienvenida al nuevo Sustitutode la Secretaría de Estado, Mons.Edgar Peña Parra, que el pasado 15de octubre comenzó su delicado eimportante servicio. Su origen vene-zolano refleja la catolicidad de laIglesia y la necesidad de abrir cadavez más el horizonte hasta abarcarlos confines de la tierra. Bienvenido,Excelencia, y buen trabajo.

La Navidad es la fiesta que nosllena de alegría y nos da la seguri-dad de que ningún pecado es másgrande que la misericordia de Dios yque ningún acto humano puede im-pedir que el amanecer de la luz divi-na nazca y renazca en el corazón delos hombres. Es la fiesta que nos in-vita a renovar el compromiso evan-gélico de anunciar a Cristo, Salvadordel mundo y luz del universo. Por-que si «Cristo, “santo, inocente, in-maculado” (Hb 7, 26), no conoció elpecado (cf. 2 Co 5, 21), sino que vi-no únicamente a expiar los pecadosdel pueblo (cf. Hb 2, 17), la Iglesiaencierra en su propio seno a pecado-res, y siendo al mismo tiempo santae inmaculada y necesitada de purifi-cación, avanza continuamente por lasenda de la penitencia y de la reno-vación. La Iglesia «va peregrinandoentre las persecuciones del mundo ylos consuelos de Dios» —entre laspersecuciones del espíritu mundanoy las consolaciones del Espíritu deD ios— anunciando la cruz del Señorhasta que venga (cf. 1 Co 11, 26). Es-tá fortalecida, con la virtud del Se-ñor resucitado, para triunfar con pa-ciencia y caridad de sus aflicciones ydificultades, tanto internas como ex-ternas, y revelar al mundo fielmentesu misterio, aunque sea entre pe-numbras, hasta que se manifieste entodo el esplendor al final de lostiempos» (Conc. Ecum. Vat. II,Const. dogm. Lumen gentium, 8).

Apoyándonos en la firme convic-ción de que la luz es siempre másfuerte que la oscuridad, me gustaría

reflexionar con vosotros sobre la luzque une la Navidad —es decir la pri-mera venida en humildad a la Paru-sía— segunda venida en esplendor- ynos confirma en la esperanza quenunca defrauda. Esa esperanza de laque depende la vida de cada uno denosotros y toda la historia de laIglesia y del mundo. Sería fea unaIglesia sin esperanza.

Jesús, en realidad, nace en una si-tuación sociopolítica y religiosa llenade tensión, agitación y oscuridad. Sunacimiento, por una parte esperadoy por otra rechazado, resume la lógi-ca divina que no se detiene ante elmal, sino que lo transforma radical ygradualmente en bien, y también lalógica maligna que transforma inclu-so el bien en mal para postrar a lahumanidad en la desesperación y enla oscuridad: «La luz brilla en la ti-niebla, y la tiniebla no lo recibió»(Jn 1, 5).

Sin embargo, la Navidad nos re-cuerda cada año que la salvación deDios, dada gratuitamente a toda lahumanidad, a la Iglesia y en particu-lar a nosotros, personas consagradas,no actúa sin nuestra voluntad, sinnuestra cooperación, sin nuestra li-bertad, sin nuestro esfuerzo diario.La salvación es un don, esto es ver-dad, pero un don que hay que aco-ger, custodiar y hacer fructificar (cf.Mt 25, 14-30). Por lo tanto, para elcristiano en general, y en particularpara nosotros, el ser ungidos, consa-grados por el Señor no significacomportarnos como un grupo depersonas privilegiadas que creen quetienen a Dios en el bolsillo, sino co-mo personas que saben que sonamadas por el Señor a pesar de ser

pecadores e indignos. En efecto, losconsagrados no son más que servi-dores en la viña del Señor que de-ben dar, a su debido tiempo, la co-secha y lo obtenido al Dueño de laviña (cf. Mt 20, 1-16). La Biblia y lahistoria de la Iglesia nos enseñanque muchas veces, incluso los elegi-dos, andando en el camino, empie-zan a pensar, a creerse y a compor-tarse como dueños de la salvación yno como beneficiarios, como contro-ladores de los misterios de Dios yno como humildes distribuidores,como aduaneros de Dios y no comoservidores del rebaño que se les haconfiado. Muchas veces por un celoexcesivo y mal orientado en lugar deseguir a Dios nos ponemos delantede él, como Pedro, que criticó alMaestro y mereció el reproche mássevero que Cristo nunca dirigió auna persona: «¡Ponte detrás de mí,Satanás! ¡Tú piensas como los hom-bres, no como Dios!» (Mc 8, 33).

Queridos hermanos y hermanas:Este año, en el mundo turbulento, labarca de la Iglesia ha vivido y vivemomentos de dificultad, y ha sidoembestida por tormentas y huraca-nes. Muchos se han dirigido alMaestro, que aparentemente duerme,para preguntarle: «Maestro, ¿no teimporta que perezcamos?» (Mc4,38); otros, aturdidos por las noti-cias comenzaron a perder la confian-za en ella y a abandonarla; otros,por miedo, por intereses, por un finulterior, han tratado de golpear sucuerpo aumentando sus heridas;otros no ocultan su deleite al verlazarandeada; muchos otros, sin em-bargo, siguen aferrándose a ella con

la certeza de que «el poder del in-fierno no la derrotará» (Mt 16, 18).

Mientras tanto, la Esposa de Cris-to continúa su peregrinación en me-dio de alegrías y aflicciones, en me-dio de éxitos y dificultades, externase internas. Ciertamente, las dificulta-des internas siguen siendo siemprelas más dolorosas y más destructivas.

Las afliccionesSon muchas las aflicciones: cuántosinmigrantes —obligados a abandonarsus países de origen y arriesgar susvidas— hallan la muerte, o sobrevi-ven pero se encuentran con las puer-tas cerradas y sus hermanos de hu-manidad entregados a las conquistaspolíticas y de poder. Cuánto miedoy prejuicio. Cuántas personas ycuántos niños mueren cada día porla falta de agua, alimentos y medici-nas. Cuánta pobreza y miseria.Cuánta violencia contra los débiles ycontra las mujeres. Cuántos escena-rios de guerras, declaradas y no de-claradas. Cuánta sangre inocente sederrama cada día. Cuánta inhumani-dad y brutalidad nos rodean por to-das partes. Cuántas personas son sis-temáticamente torturadas todavíahoy en las comisarías de policía, enlas cárceles y en los campos de refu-giados en diferentes lugares delmundo. Vivimos también, en reali-dad, una nueva era de mártires. Pa-rece que la persecución cruel y atrozdel imperio romano no tiene fin.Continuamente nacen nuevos Nero-nes para oprimir a los creyentes, solopor su fe en Cristo. Nuevos gruposextremistas se multiplican, tomandocomo punto de mira a iglesias, luga-res de culto, ministros y simples fie-les. Viejos y nuevos círculos y conci-liábulos viven alimentándose delodio y la hostilidad hacia Cristo, laIglesia y los creyentes. Cuántos cris-tianos, en tantas partes del mundo,viven todavía hoy bajo el peso de lapersecución, la marginación, la dis-criminación y la injusticia. Sin em-bargo, siguen abrazando valiente-mente la muerte para no negar aCristo. Qué difícil es vivir hoy libre-mente la fe en tantas partes delmundo donde no hay libertad reli-giosa y libertad de conciencia.

Por otro lado, el ejemplo heroicode los mártires y de numerosos bue-nos samaritanos, es decir, de los jó-venes, de las familias, de los movi-mientos caritativos y de voluntaria-do, y de muchas personas fieles yconsagradas, no nos hace olvidar, sinembargo, el antitestimonio y los es-cándalos de algunos hijos y minis-tros de la Iglesia. Me limito aquí so-lo a las dos heridas de los abusos yde la infidelidad.

Desde hace varios años, la Iglesiase está comprometiendo seriamentepor erradicar el mal de los abusos,que grita la venganza del Señor, delDios que nunca olvida el sufrimien-to experimentado por muchos me-nores a causa de los clérigos y perso-nas consagradas: abusos de poder,

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO páginas 8/9

borrar del diccionario. Cuando en la fe hay es-pacio para la Madre de Dios, nunca se pierde elcentro: el Señor, porque María jamás se señala así misma, sino a Jesús; y a los hermanos, por-que María es Madre.

Mirada de la Madre, mirada de las madres.Un mundo que mira al futuro sin mirada mater-na es miope. Podrá aumentar los beneficios, pe-ro ya no sabrá ver a los hombres como hijos.Tendrá ganancias, pero no serán para todos. Vi-viremos en la misma casa, pero no como herma-nos. La familia humana se fundamenta en lasmadres. Un mundo en el que la ternura mater-na ha sido relegada a un mero sentimiento po-drá ser rico de cosas, pero no rico de futuro.Madre de Dios, enséñanos tu mirada sobre lavida y vuelve tu mirada sobre nosotros, sobrenuestras miserias. Vuelve a nosotros tus ojos mi-s e r i c o rd i o s o s .

Dejémonos abrazar. Después de la mirada,entra en juego el corazón, en el que, dice elEvangelio de hoy, «María conservaba todas es-tas cosas, meditándolas» (Lc 2, 19). Es decir, laVirgen guardaba todo en el corazón, abrazabatodo, hechos favorables y contrarios. Y todo lomeditaba, es decir, lo llevaba a Dios. Este es susecreto. Del mismo modo se preocupa por la vi-da de cada uno de nosotros: desea abrazar to-das nuestras situaciones y presentarlas a Dios.

En la vida fragmentada de hoy, donde corre-mos el riesgo de perder el hilo, el abrazo de laMadre es esencial. Hay mucha dispersión y so-ledad a nuestro alrededor, el mundo está total-mente conectado, pero parece cada vez más de-sunido. Necesitamos confiarnos a la Madre. Enla Escritura, ella abraza numerosas situacionesconcretas y está presente allí donde se necesita:acude a la casa de su prima Isabel, ayuda a losesposos de Caná, anima a los discípulos en elCenáculo… María es el remedio a la soledad ya la disgregación. Es la Madre de la consola-ción, que consuela porque permanece con quienestá solo. Ella sabe que para consolar no bastan

La homilía de Francisco en la misa de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios

La Iglesia de la ternura

las palabras, se necesita la presencia; allí estápresente como madre. Permitámosle abrazarnuestra vida. En la Salve Regina la llamamos«vida nuestra»: parece exagerado, porque Cris-to es la vida (cf. Jn 14, 6), pero María está tanunida a él y tan cerca de nosotros que no haynada mejor que poner la vida en sus manos yreconocerla como «vida, dulzura y esperanzanuestra».

Entonces, en el camino de la vida, dejémonostomar de la mano. Las madres toman de la ma-no a los hijos y los introducen en la vida conamor. Pero cuántos hijos hoy van por su propiacuenta, pierden el rumbo, se creen fuertes y seextravían, se creen libres y se vuelven esclavos.Cuántos, olvidando el afecto materno, viven en-fadados consigo mismos e indiferentes a todo.Cuántos, lamentablemente, reaccionan a todo ya todos, con veneno y maldad. La vida es así.En ocasiones, mostrarse malvados parece inclu-so signo de fortaleza. Pero es solo debilidad.Necesitamos aprender de las madres que el he-roísmo está en darse, la fortaleza en ser miseri-cordiosos, la sabiduría en la mansedumbre.

Dios no prescindió de la Madre: con mayorrazón la necesitamos nosotros. Jesús mismo nosla ha dado, no en un momento cualquiera, sinoen la cruz: «Ahí tienes a tu madre» (Jn 19, 27)dijo al discípulo, a cada discípulo. La Virgen noes algo opcional: debe acogerse en la vida. Es laReina de la paz, que vence el mal y guía por elcamino del bien, que trae la unidad entre loshijos, que educa a la compasión.

Tómanos de la mano, María. Aferrados a tisuperaremos los recodos más estrechos de lahistoria. Llévanos de la mano para redescubrirlos lazos que nos unen. Reúnenos juntos bajotu manto, en la ternura del amor verdadero,donde se reconstituye la familia humana: «Bajotu protección nos acogemos, Santa Madre deDios». Digámoslo todos juntos a la Virgen:«Bajo tu protección nos acogemos, Santa Ma-dre de Dios».

«Todos los que lo oían se admiraban de lo queles habían dicho los pastores» (Lc 2, 18). Admi-rarnos: a esto estamos llamados hoy, al final dela octava de Navidad, con la mirada puesta aúnen el Niño que nos ha nacido, pobre de todo yrico de amor. Admiración: es la actitud que he-mos de tener al comienzo del año, porque la vi-da es un don que siempre nos ofrece la posibili-dad de empezar de nuevo, incluso en las peoressituaciones.

Pero hoy es también un día para admirarsedelante de la Madre de Dios: Dios es un niñopequeño en brazos de una mujer, que nutre asu Creador. La imagen que tenemos delante nosmuestra a la Madre y al Niño tan unidos queparecen una sola cosa. Es el misterio de estedía, que produce una admiración infinita: Diosse ha unido a la humanidad, para siempre. Diosy el hombre siempre juntos, esta es la buena no-ticia al inicio del año: Dios no es un señor dis-tante que vive solitario en los cielos, sino elAmor encarnado, nacido como nosotros de unamadre para ser hermano de cada uno, para estarcerca: el Dios de la cercanía. Está en el regazode su madre, que es también nuestra madre, ydesde allí derrama una ternura nueva sobre lahumanidad. Y nosotros entendemos mejor elamor divino, que es paterno y materno, como elde una madre que nunca deja de creer en loshijos y jamás los abandona. El Dios-con-noso-tros nos ama independientemente de nuestroserrores, de nuestros pecados, de cómo hagamosfuncionar el mundo. Dios cree en la humani-dad, donde resalta, primera e inigualable, suM a d re .

Al comienzo del año, pidámosle a ella la gra-cia del asombro ante el Dios de las sorpresas.Renovemos el asombro de los orígenes, cuandonació en nosotros la fe. La Madre de Dios nosayuda: Madre que ha engendrado al Señor, nosengendra a nosotros para el Señor. Es madre yregenera en los hijos el asombro de la fe, por-que la fe es un encuentro, no es una religión.

La vida sin asombro se vuelve gris, rutinaria; lomismo sucede con la fe. Y también la Iglesianecesita renovar el asombro de ser morada delDios vivo, Esposa del Señor, Madre que engen-dra hijos. De lo contrario, corre el riesgo de pa-recerse a un hermoso museo del pasado. La«Iglesia museo». La Virgen, en cambio, lleva ala Iglesia la atmósfera de casa, de una casa ha-bitada por el Dios de la novedad. Acojamoscon asombro el misterio de la Madre de Dios,como los habitantes de Éfeso en el tiempo delConcilio. Como ellos, la aclamamos «Santa Ma-dre de Dios». Dejémonos mirar, dejémonosabrazar, dejémonos tomar de la mano por ella.

Dejémonos mirar. Especialmente en el mo-mento de la necesidad, cuando nos encontra-mos atrapados por los nudos más intrincadosde la vida, hacemos bien en mirar a la Virgen, ala Madre. Pero es hermoso ante todo dejarnosmirar por la Virgen. Cuando ella nos mira, nove pecadores, sino hijos. Se dice que los ojosson el espejo del alma, los ojos de la llena degracia reflejan la belleza de Dios, reflejan el cie-lo sobre nosotros. Jesús ha dicho que el ojo es«la lámpara del cuerpo» (Mt 6, 22): los ojos dela Virgen saben iluminar toda oscuridad, vuel-ven a encender la esperanza en todas partes. Sumirada dirigida hacia nosotros nos dice: «Que-ridos hijos, ánimo; estoy yo, vuestra madre».

Esta mirada materna, que infunde confianza,ayuda a crecer en la fe. La fe es un vínculo conDios que involucra a toda la persona, y que pa-ra ser custodiado necesita de la Madre de Dios.Su mirada materna nos ayuda a sabernos hijosamados en el pueblo creyente de Dios y a amar-nos entre nosotros, más allá de los límites y delas orientaciones de cada uno. La Virgen nosarraiga en la Iglesia, donde la unidad cuentamás que la diversidad, y nos exhorta a cuidarlos unos de los otros. La mirada de María re-cuerda que para la fe es esencial la ternura, quecombate la tibieza. Ternura: la Iglesia de la ter-nura. Ternura, palabra que muchos quieren hoy

En la mañana del primer día de 2019,solemnidad de María Santísima, elmartes 1 de enero, el Papa celebró la misapor la 52ª Jornada mundial de la paz enel altar de la Basílica Vaticana. Lasintenciones de oración de los fieles fueron:en inglés por la Iglesia, en coreano por losgobernantes, en alemán por los padres, enchino por los consagrados y lasconsagradas, en español por las personassolas y angustiadas. Como es tradición,participaron en la procesión del ofertorioalgunos «sternsinger», los cantores de laestrella, niños vestidos como los ReyesMagos que en el área lingüística alemanarecogen ofertas especialmente para loscompañeros más pobres. Veintitréscardenales y catorce obispos concelebraron.En el momento de la consagración, seunieron al Papa alrededor del altar de laConfesión los cardenales Parolin, secretariode estado, y Turkson, prefecto, delDicasterio para el servicio del desarrollohumano integral; y los arzobispos PeñaParra y Gallagher, respectivamentesustituto de la Secretaría de Estado ysecretario de Relaciones con los Estados.Con el cuerpo diplomático acreditado antela Santa Sede estuvo el jefe del Protocolo,monseñor Murphy. Estuvieron tambiénpresentes el arzobispo Gänswein, prefectode la Casa Pontificia, y monseñorSapienza, regente de la Prefectura.Publicamos la homilía pronunciada porFrancisco tras la proclamación delEvangelio.

Todos responsables del bien comúnEn el Ángelus de la Jornada mundial de la paz

Cuarenta mil fieles abarrotaron laPlaza de San Pedro el martes porla mañana, 1 de enero, para el rezodel Ángelus dirigido por el PapaFrancisco, quien instó a no pensar«que la política está reservadasolamente a los gobernantes: todos—dijo— somos responsables de lavida de la "ciudad", del biencomún». A continuación, susp a l a b ra s .

Queridos hermanos y hermanas,¡buenos días y feliz año a todos!

Hoy, octavo día después deNavidad, celebramos a la SantaMadre de Dios. Al igual que lospastores de Belén, permanecemoscon la mirada fija en ella y en elNiño que tiene en sus brazos. Yde esta manera, mostrándonos aJesús, el Salvador del mundo,ella, la madre, nos bendice. HoyNuestra Señora nos bendice a to-dos, a todos. Bendice el caminode cada hombre y cada mujer eneste año que comienza, y que serábueno, precisamente en la medidaen la que cada uno haya recibidola bondad de Dios que Jesús vinoa traer al mundo. En efecto, es labendición de Dios lo que da sus-tancia a todos los buenos deseosque se intercambian en estos días.Y hoy, la liturgia reporta la anti-gua bendición con la que los sa-cerdotes israelitas bendijeron alpueblo. Escuchemos bien, rezaasí: «Yahveh te bendiga y teguarde; ilumine Yahveh su rostrosobre ti y te sea propicio; Yahvehte muestre su rostro y te concedala paz» (N ú m e ro s 6, 24-26). Estaes la bendición antigua. Tres ve-ces el sacerdote repetía el nombrede Dios, «Señor», extendiendosus manos hacia el pueblo reuni-do. De hecho, en la Biblia, el nombre representa larealidad misma que se invoca, y así, «colocar elnombre» del Señor en una persona, una familia, unacomunidad significa ofrecerles la fuerza benéfica quebrota de Él.

En esta misma fórmula, dos veces se nombra el«rostro», el rostro del Señor. El sacerdote reza paraque Dios lo «haga resplandecer» y lo «dirija» haciasu pueblo, y así le conceda misericordia y paz. Sabe-mos que, según las Escrituras, el rostro de Dios esinaccesible para el hombre: nadie puede ver a Dios yestar vivo. Esto expresa la trascendencia de Dios, lagrandeza infinita de su gloria. Pero la gloria de Dioses todo Amor, y por lo tanto, mientras permaneceinaccesible, como un Sol que no se puede mirar, irra-dia su gracia sobre cada criatura y, de manera espe-cial, sobre los hombres y mujeres, en los que se refle-ja. «Al llegar la plenitud de los tiempos» (Gálatas 4,4) Dios se reveló en el rostro de un hombre, Jesús,«nacido de una mujer». Y aquí volvemos al ícono dela fiesta de hoy, desde donde comenzamos: el íconode la Santa Madre de Dios, que nos muestra al Hijo,a Jesucristo, al Salvador del mundo. Él es la Bendi-ción para cada persona y para toda la familia huma-na. Él, Jesús, es fuente de gracia, misericordia y paz.

Por eso, el santo Papa Pablo VI quiso que el pri-mero de enero fuera el Día mundial de la paz; y hoycelebramos el quincuagésimo segundo, que tiene co-mo tema: La buena política está al servicio de la paz.No creemos que la política esté reservada solo a losgobernantes: todos somos responsables de la vida dela «ciudad», del bien común; y la política también esbuena en la medida en que cada uno hace su parteal servicio de la paz. Que la Santa Madre de Diosnos ayude en este compromiso diario.

Quisiera que todos la saludemos ahora, diciendotres veces: «Santa Madre de Dios». Juntos: «Santa

Madre de Dios», «Santa Madre de Dios», «SantaMadre de Dios».

Al final de la oración mariana, el Papa agradeció alpresidente de la República italiana, Sergio Mattarellalos los buenos deseos que le había dirigido a él y alentólas iniciativas de oración y compromiso por la pazmantenidas en varias partes del mundo. A continuación,sus palabras.

Queridos hermanos y hermanas:El día de Navidad dirigí un mensaje de fraterni-

dad a Roma y al mundo. Hoy lo renuevo como undeseo de paz y prosperidad. Y recemos todos losdías por la paz.

Doy las gracias al Presidente de la República ita-liana por los saludos que me dirigió anoche. Que elSeñor siempre bendiga su alto y valioso servicio a lositalianos.

Mis cordiales saludos van especialmente para vo-sotros, queridos romanos y peregrinos que estáis hoyaquí en la plaza San Pedro, ¡tan numerosos! ¡Pareceuna canonización, esto! Saludo a los participantes enel evento «Paz en todas las tierras», organizado porla Comunidad de Santo Egidio. Y aquí quiero expre-sar mi aprecio y mi cercanía a las innumerables ini-ciativas de oración y compromiso por la paz que secelebran este Día en todas partes del mundo, promo-vidas por las comunidades eclesiales; Recuerdo enparticular la de ayer por la tarde en Matera.

Que, a través de la intercesión de la Virgen María,el Señor nos permita ser artesanos de la paz, y estocomienza en casa, en la familia: artesanos de la paz,todos los días del nuevo año. Y os deseo, de nuevo,un año bueno y santo. Por favor no os olvidéis derezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.

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página 10 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

de conciencia y sexuales. Pensandoen este tema doloroso me vino a lamente la figura del rey David, un«ungido del Señor» (cf. 1 S 16, 13 -2 S 11-12). Él, de cuyo linaje derivael Niño divino —llamado también el«hijo de David»—, a pesar de ser unelegido, rey y ungido por el Señor,cometió un triple pecado, es decir,tres graves abusos a la vez: abuso se-xual, de poder y de conciencia. Tresabusos distintos, que sin embargoconvergen y se superponen.

La historia comienza —como sabe-mos— cuando el rey, siendo un gue-rrero experto, se quedó holgaza-neando en casa en vez de ir a la ba-talla en medio del pueblo de Dios.David se aprovecha, para su conve-niencia y su interés, de ser el rey(abuso de poder). El ungido, aban-donándose a la comodidad, comien-za un irrefrenable declive moral y deconciencia. Y es precisamente en es-te contexto que él, desde la terrazadel palacio, ve a Betsabé, mujer deUrías, el hitita, mientras se bañaba yse siente atraído (cf. 2 S 11). Mandallamarla y se une a ella (otro abusode poder, más abuso sexual). Así,abusa de una mujer casada y sola y,para cubrir su pecado, llama a Uríase intenta sin conseguirlo convencerlode que pase la noche con su mujer.Y, posteriormente, ordena al jefe delejército que exponga a Urías a unamuerte segura en la batalla (otroabuso de poder, más abuso de con-ciencia). La cadena del pecado sealarga como una mancha de aceite yrápidamente se convierte en una redde corrupción. Él se queda holgaza-neando en casa.

De las chispas de la pereza y de lalujuria, y del «bajar la guardia» co-mienza la cadena diabólica de peca-dos graves: adulterio, mentira y ho-micidio. Presumiendo que al ser reypuede hacer todo y obtener todo,David también trata de engañar almarido de Betsabé, a la gente, a símismo e incluso a Dios. El rey des-

cuida su relación con Dios, infringelos mandamientos divinos, daña supropia integridad moral sin siquierasentirse culpable. El ungido seguíaejerciendo su misión como si nadahubiera pasado. Lo único que le im-portaba era salvaguardar su imageny su apariencia. «Porque quienessienten que no cometen faltas gravescontra la Ley de Dios, pueden des-cuidarse en una especie de atonta-miento o adormecimiento. Como noencuentran algo grave que repro-charse, no advierten esa tibieza quepoco a poco se va apoderando de suvida espiritual y terminan desgastán-dose y corrompiéndose» (Exhort.ap. Gaudete et exsultate, 164). De pe-cadores acaban convirtiéndose en co-r ru p t o s .

También hoy, hay muchos «ungi-dos del Señor», hombres consagra-dos, que abusan de los débiles, va-liéndose de su poder moral y de lapersuasión. Cometen abominacionesy siguen ejerciendo su ministerio co-mo si nada hubiera sucedido; no te-men a Dios ni a su juicio, solo te-men ser descubiertos y desenmasca-rados. Ministros que desgarran elcuerpo de la Iglesia, causando es-cándalo y desacreditando la misiónsalvífica de la Iglesia y los sacrificiosde muchos de sus hermanos.

También hoy, queridos hermanosy hermanas muchos David, sin pes-tañear, entran en la red de corrup-ción, traicionan a Dios, sus manda-mientos, su propia vocación, la Igle-sia, el pueblo de Dios y la confianzade los pequeños y sus familiares. Amenudo, detrás de su gran amabili-dad, su labor impecable y su rostroangelical, ocultan descaradamente aun lobo atroz listo para devorar a lasalmas inocentes.

Los pecados y crímenes de laspersonas consagradas adquieren untinte todavía más oscuro de infideli-dad, de vergüenza, y deforman elrostro de la Iglesia socavando su cre-dibilidad. En efecto, también laIglesia, junto con sus hijos fieles, es

víctima de estas infidelidades y deestos verdaderos y propios «delitosde malversación».

Queridos hermanos y hermanas:Está claro que, ante estas abomi-

naciones, la Iglesia no se cansará dehacer todo lo necesario para llevarante la justicia a cualquiera que hayacometido tales crímenes. La Iglesianunca intentará encubrir o subesti-mar ningún caso. Es innegable quealgunos responsables, en el pasado,por ligereza, por incredulidad, porfalta de preparación, por inexperien-cia —tenemos que juzgar el pasadocon la hermenéutica del pasado— opor superficialidad espiritual y hu-mana han tratado muchos casos sinla debida seriedad y rapidez. Estonunca debe volver a suceder. Esta esla elección y la decisión de toda laIglesia.

En el próximo mes de febrero, laIglesia reiterará su firme voluntad decontinuar, con toda su fuerza, en elcamino de la purificación. La Iglesiase cuestionará, valiéndose tambiénde expertos, sobre cómo proteger alos niños; cómo evitar tales desven-turas, cómo tratar y reintegrar a lasvíctimas; cómo fortalecer la forma-ción en los seminarios. Se buscarátransformar los errores cometidos enoportunidades para erradicar esteflagelo no solo del cuerpo de laIglesia sino también de la sociedad.De hecho, si esta gravísima desgra-cia ha golpeado algunos ministrosconsagrados, la pregunta es: ¿Cuán-to podría ser profunda en nuestrasociedad y en nuestras familias? Poreso, la Iglesia no se limitará a curar-se a sí misma, sino que tratará deafrontar este mal que causa la muer-te lenta de tantas personas, a nivelmoral, psicológico y humano.

Queridos hermanos y hermanas:Hablando de esta herida, algunos,

dentro de la Iglesia, se alzan contraciertos agentes de la comunicación,acusándolos de ignorar la gran ma-

yoría de los casos de abusos, que noson cometidos por ministros de laIglesia, —las estadísticas hablan demás del 95%— y acusándolos de que-rer dar de forma intencional unaimagen falsa, como si este mal gol-peara solo a la Iglesia Católica. Encambio, me gustaría agradecer since-ramente a los trabajadores de losmedios que han sido honestos y ob-jetivos y que han tratado de desen-mascarar a estos lobos y de dar voza las víctimas. Incluso si se tratasesolo de un caso de abuso que ya esuna monstruosidad por sí mismo laIglesia pide que no se guarde silen-cio y salga a la luz de forma objeti-va, porque el mayor escándalo en es-ta materia es encubrir la verdad.

Todos recordamos que fue solo através del encuentro con el profetaNatán como David entendió la gra-vedad de su pecado. Hoy necesita-mos nuevos Natán que ayuden amuchos David a despertarse de suvida hipócrita y perversa. Por favor,ayudemos a la santa Madre Iglesiaen su difícil tarea, que es reconocerlos casos verdaderos, distinguiéndo-los de los falsos, las acusaciones delas calumnias, los rencores de las in-sinuaciones, los rumores de las difa-maciones. Una tarea muy difícil por-que los verdaderos culpables sabenesconderse tan bien que muchas es-posas, madres y hermanas no pue-den descubrirlos entre las personasmás cercanas: esposos, padrinos,abuelos, tíos, hermanos, vecinos,m a e s t ro s … Incluso las víctimas, bienelegidas por sus depredadores, a me-nudo prefieren el silencio e incluso,vencidas por el miedo, se ven some-tidas a la vergüenza y al terror deser abandonadas.

Y a los que abusan de los meno-res querría decirles: convertíos y en-tregaos a la justicia humana, y pre-paraos a la justicia divina, recordan-do las palabras de Cristo: «Al queescandalice a uno de estos pequeñosque creen en mí, más le valdría quele colgasen una piedra de molino alcuello y lo arrojasen al fondo delmar. ¡Ay del mundo por los escán-dalos! Es inevitable que sucedan es-cándalos, ¡pero ay del hombre por elque viene el escándalo!» (Mt 18, 6-7).

Queridos hermanos y hermanas:Ahora permitidme hablar también

de otra aflicción, a saber, la infideli-dad de quienes traicionan su voca-ción, su juramento, su misión, suconsagración a Dios y a la Iglesia;aquellos que se esconden detrás delas buenas intenciones para apuñalara sus hermanos y sembrar la discor-dia, la división y el desconcierto;personas que siempre encuentranjustificaciones, incluso lógicas, inclu-so espirituales, para seguir recorrien-do sin obstáculos el camino de lap erdición.

Y esto no es nada nuevo en la his-toria de la Iglesia. San Agustín, ha-blando del trigo bueno y de la ciza-ña, afirma: «¿Pensáis, hermanos, quela cizaña no sube a las cátedras epis-copales? ¿Pensáis que está abajo yno arriba? Ojalá no seamos cizaña.[…] En las cátedras episcopales haytrigo y hay cizaña; y en las comuni-

Nunca más abusos encubiertos o subestimados

VIENE DE LA PÁGINA 7

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 11

dades de fieles hay trigo y hay ciza-ña» (Sermo 73, 4: PL 38, 472).Estas palabras de san Agustín nosexhortan a recordar el proverbio:«El camino del infierno está lleno debuenas intenciones»; y nos ayudan acomprender que el Tentador, elGran Acusador, es el que divide,siembra la discordia, insinúa la ene-mistad, persuade a los hijos y los lle-va a dudar.

En realidad, las treinta monedasde plata están casi siempre detrás deestos sembradores de cizaña. Aquí lafigura de David nos lleva a la de Ju-das el Iscariote, otro elegido por elSeñor que vende y entrega a sumaestro a la muerte. David el peca-

tidad de la “puerta de al lado”»(Thomas Georgeon, Nel segno dellaf ra t e r n i t à : L’Osservatore Romano, 8diciembre 2018, p. 6); el elevado nú-mero de fieles que reciben el bautis-mo cada año y renuevan la juventudde la Iglesia como una madre siem-pre fecunda, y los numerosos hijosque regresan a casa y abrazan denuevo la fe y la vida cristiana; fami-lias y padres que viven seriamente lafe y la transmiten diariamente a sushijos a través de la alegría de suamor (cf. Exhort. ap. postsin. Am o r i slaetitia, 259-290); el testimonio demuchos jóvenes que valientementeeligen la vida consagrada y el sacer-docio. Un gran motivo de alegría es

vida con sencillez, fe, celo, santidady caridad. Personas olvidadas porlos medios de comunicación pero sinlas cuales reinaría la oscuridad.

Queridos hermanos y hermanas:Cuando hablaba de la luz, de las

aflicciones, de David y de Judas,quise evidenciar el valor de la con-ciencia, que debe transformarse enun deber de vigilancia y de protec-ción de quienes ejercen el serviciodel gobierno en las estructuras de lavida eclesiástica y consagrada. Enrealidad, la fortaleza de cualquierinstitución no reside en la perfecciónde los hombres que la forman (estoes imposible), sino en su voluntad

inaccesible e increado, en su bondadinfinita e inimaginable, ha tomadocuerpo y se ha hecho pequeño. Ensu bondad descendió de su gloria.Nadie en el cielo y en la tierra pue-de entender la grandeza de Dios ynadie en el cielo y en la tierra puedeentender cómo Dios se hace pobre ypequeño para los pobres y los pe-queños. Igual que su grandeza es in-comprensible, también lo es su pe-queñez» (cf. Homilías I V, 9-10; XXXII,7: en Spirito e fuoco. Omelie spirituali.Colección II, Qiqajon-Bose, Magna-no 1995, pp.88-89.332-333).

Recordemos que la Navidad es lafiesta del «gran Dios que se hacepequeño y en su pequeñez no deja

dor y Judas Iscariote siem-pre estarán presentes en laIglesia, ya que representanla debilidad que forma par-te de nuestro ser humano.Son iconos de los pecados yde los crímenes cometidospor personas elegidas y con-sagradas. Iguales en la gra-vedad del pecado, sin em-bargo, se distinguen en laconversión. David se arre-pintió, confiando en la mi-sericordia de Dios, mientrasque Judas se suicidó.

Para hacer resplandecer laluz de Cristo, todos tene-mos el deber de combatircualquier corrupción espiri-tual, que «es peor que lacaída de un pecador, por-que se trata de una cegueracómoda y autosuficientedonde todo termina pare-ciendo lícito: el engaño, lacalumnia, el egoísmo y tan-tas formas sutiles de auto-rreferencialidad, ya que «elmismo Satanás se disfrazade ángel de luz» (2 Co 11,14). Así acabó sus días Salo-món, mientras el gran peca-dor David supo remontar sumiseria» (Exhort. ap. Gau-dete et exsultate, 165).

Las alegríasPasamos a las alegrías.

Han sido numerosas esteaño, por ejemplo la felizculminación del Sínodo de-dicado a los jóvenes, de losque hablaba el Cardenal

de ser grande. Y en estadialéctica, lo grande es pe-queño: está la ternura deDios. Esa palabra que lamundanidad desea siemprequitar del diccionario: ter-nura. El Dios grande que sehace pequeño, que es gran-de y sigue haciéndose pe-queño » (cf Homilía en San-ta Marta, 14 diciembre 2017;Homilía en Santa Marta, 25abril 2013).

La Navidad nos da cadaaño la certeza de que la luzde Dios seguirá brillando apesar de nuestra miseria hu-mana; la certeza de que laIglesia saldrá de estas tribu-laciones aún más bella, pu-rificada y espléndida. Por-que, todos los pecados, lascaídas y el mal cometidospor algunos hijos de la Igle-sia nunca pueden oscurecerla belleza de su rostro, esmás, nos ofrecen la pruebacierta de que su fuerza noestá en nosotros, sino queestá sobre todo en CristoJesús, Salvador del mundoy Luz del universo, que laama y dio su vida por ella,su esposa. La Navidad esuna manifestación de quelos graves males cometidospor algunos nunca oculta-rán todo el bien que la Igle-sia realiza gratuitamente enel mundo. La Navidad nosda la certeza de que la ver-dadera fuerza de la Iglesia yde nuestro trabajo diario, amenudo oculto, como el dela Curia, donde hay santos-

Decano. Los pasos que se han dadohasta ahora en la reforma de la Cu-ria. Muchos se preguntan: ¿Cuándoterminará? Jamás terminará, pero lospasos son buenos. Como puedenser: los trabajos de clarificación ytransparencia en la economía; los en-comiables esfuerzos realizados por laOficina del Auditor General y delA I F; los buenos resultados logradospor el IOR; la nueva Ley del Estadode la Ciudad del Vaticano; el Decre-to sobre el trabajo en el Vaticano, ytantos otros logros menos visibles.Recordamos, entre las alegrías, losnuevos beatos y santos que son las“piedras preciosas” que adornan elrostro de la Iglesia e irradian espe-ranza, fe y luz al mundo. Es necesa-rio mencionar aquí los diecinuevemártires de Argelia: «Diecinueve vi-das entregadas por Cristo, por suevangelio y por el pueblo argelino…modelos de santidad común, la san-

también el gran número de personasconsagradas, de obispos y sacerdo-tes, que viven diariamente su voca-ción en fidelidad, silencio, santidady abnegación. Son personas que ilu-minan la oscuridad de la humanidadcon su testimonio de fe, amor y cari-dad. Personas que trabajan paciente-mente por amor a Cristo y a suEvangelio, en favor de los pobres,los oprimidos y los últimos, sin tra-tar de aparecer en las primeras pági-nas de los periódicos o de ocuparlos primeros puestos. Personas que,abandonando todo y ofreciendo susvidas, llevan la luz de la fe allí don-de Cristo está abandonado, sediento,hambriento, encarcelado y desnudo(cf. Mt 25, 31-46). Y pienso especial-mente en los numerosos párrocosque diariamente ofrecen un buenejemplo al pueblo de Dios, sacerdo-tes cercanos a las familias, que cono-cen los nombres de todos y viven su

de purificarse continuamente; en suhabilidad para reconocer humilde-mente los errores y corregirlos; en sucapacidad para levantarse de las caí-das; en ver la luz de la Navidad quecomienza en el pesebre de Belén, re-corre la historia y llega a la Parusía.

Por lo tanto, nuestro corazón ne-cesita abrirse a la verdadera luz, Je-sucristo: la luz que puede iluminarla vida y transformar nuestra oscuri-dad en luz; la luz del bien que ven-ce al mal; la luz del amor que venceal odio; la luz de la vida que derrotaa la muerte; la luz divina que trans-forma todo y a todos en luz; la luzde nuestro Dios: pobre y rico, mise-ricordioso y justo, presente y oculto,pequeño y grande.

Recordamos las maravillosas pala-bras de san Macario el Grande, pa-dre del desierto egipcio del siglo IVque, hablando de la Navidad, afir-ma: «Dios se hace pequeño. Lo

reside en el Espíritu Santo, que laguía y protege a través de los siglos,transformando incluso los pecadosen ocasiones de perdón, las caídasen ocasiones de renovación, el malen ocasión de purificación y victoria.

Muchas gracias y Feliz Navidad ato dos.

(Bendición)También este año me gustaría de-

jaros un pensamiento. Es un clásico:el Compendio de la teología ascética ymística de Tanquerey, pero en la re-ciente edición elaborada por elObispo Libanori, Obispo auxiliar deRoma, y por el Padre Forlai, padreespiritual del Seminario de Roma.Creo que es bueno. No leedlo delprincipio al fin, sino buscad en el ín-dice esa virtud, esa actitud, ese argu-mento... Nos hará bien, para la re-forma de cada uno de nosotros y pa-ra la reforma de la Iglesia. Es parav o s o t ro s .

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página 12 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

Comienza en la primera audiencia general de 2019 las catequesis sobre el Padre nuestro

El enigma desvelado de un nombrei m p ro n u n c i a b l e

Queridos hermanos y hermanas,¡buenos días y también feliz año!

Continuamos nuestras catequesissobre el «Padre nuestro», ilumina-dos por el misterio de la Navidadque hemos celebrado hace poco.

El Evangelio de Mateo coloca eltexto del «Padre nuestro» en unpunto estratégico, en el centro deldiscurso de la montaña (cf. 6, 9-13).Mientras tanto, observemos la esce-na: Jesús sube la colina, cerca del la-go, se sienta; a su alrededor tiene asu círculo de sus discípulos más ínti-mos y después una gran multitud derostros anónimos. Es esta asambleaheterogénea la que recibe por prime-ra vez la consigna del «Padre nues-t ro » .

La colocación, como se ha men-cionado, es muy significativa; por-que en esta larga enseñanza, que lle-va el nombre de «discurso de lamontaña» (cf. Ma t e o 5, 1-7, 27), Jesúscondensa los aspectos fundamentalesde su mensaje. La introducción escomo un arco decorado para la fies-ta: las Bienaventuranzas. Jesús coro-na con felicidad una serie de catego-rías de personas que en su tiempo,—¡pero también en el nuestro!— nofueron muy considerados. Bienaven-turados los pobres, los mansos, losmisericordiosos, los humildes del co-razón... Esta es la revolución delEvangelio. Donde está el Evangelio,hay revolución. El Evangelio no dejaquietud, nos empuja: es revoluciona-rio. Todas las personas capaces deamor, los operadores de paz quehasta entonces habían terminado enlos márgenes de la historia, son, encambio, los constructores del Reinode Dios. Es como si Jesús dijera:adelante vosotros, que lleváis en elcorazón el misterio de un Dios queha revelado su omnipotencia en elamor y en el perdón.

Desde este portal de entrada, querevierte los valores de la historia,surge la novedad del Evangelio. LaLey no debe ser abolida sino quenecesita una nueva interpretación, loque lo lleva de nuevo a su significa-do original. Si una persona tiene unbuen corazón, predispuesto al amor,entonces entiende que cada palabrade Dios debe encarnarse hasta susúltimas consecuencias. La ley no de-be abolirse, pero necesita una nuevainterpretación que la reconduzca a

su sentido original. Si una personatiene un buen corazón, predispuestoal amor, entonces comprende quecada palabra de Dios debe estar en-carnada hasta sus últimas consecuen-cias. El amor no tiene confines: sepuede amar al propio cónyuge, alpropio amigo y hasta al propio ene-migo con una perspectiva completa-mente nueva. Dice Jesús: «Pues yoos digo: Amad a vuestros enemigosy rogad por los que os persigan, pa-ra que seáis hijos de vuestro Padrecelestial, que hace salir su sol sobremalos y buenos, y llover sobre justose injustos» (Ma t e o 5, 44-45)

He aquí el gran secreto que estáen la base de todo el discurso de lamontaña: sed hijos del Padre vuestroque está en los cielos. Aparentemen-te estos capítulos del Evangelio deMateo parecen ser un discurso mo-ral, parecen evocar una ética tan exi-gente que parece impracticable, y, encambio, descubrimos que son sobretodo un discurso teológico. El cris-tiano no es alguien que se compro-mete a ser mejor que los demás: sa-be que es pecador como todos. Elcristiano sencillamente es el hombreque descansa frente al nuevo Arbus-to Ardiente, a la revelación de unDios que lo lleva el enigma de un

nombre impronunciable, sino quepide a sus hijos que lo invoquen conel nombre de «Padre», que se dejenrenovar por su poder y que reflejenun rayo de su bondad para estemundo tan sediento de bien, así enespera de buenas noticias.

He aquí, por lo tanto, cómo Jesúsintroduce la enseñanza de la oracióndel «Padre nuestro». Lo hace distan-ciándose de dos grupos de su tiem-po. En primer lugar, los hipócritas:«No seáis como los hipócritas, quegustan de orar en las sinagogas y enlas esquinas de las plazas bien plan-tados, para ser vistos de los hom-bres» (Ma t e o 6, 5). Hay personasque pueden tejer oraciones ateas, sinDios y lo hacen para ser admiradospor los hombres. Y cuántas veces ve-mos el escándalo de aquellas perso-nas que van a la iglesia y se quedanallí todo el día o van todos los díasy luego viven odiando a los demás ohablando mal de la gente. ¡Esto esun escándalo! Mejor no ir a la Igle-sia: vive así, como si fueras ateo. Pe-ro si tú vas a la iglesia, vive comohijo de Dios, como hermano y daun verdadero testimonio, no un con-tratestimonio. La oración cristiana,en cambio, no tiene otro testigo máscreíble que la propia conciencia,donde se entrecruza, intenso, un diá-logo continuo con el Padre: «Cuan-do vayas a orar, entra en tu aposen-to y después de cerrar la puerta, oraa tu padre, que está allí en lo secre-to» (Ma t e o 6, 6).

Luego, Jesús toma distancias de laoración de los paganos: «No charléismucho: [...] se figuran que por supalabrería van a ser escuchados»(Ma t e o 6, 7). Aquí quizás Jesús alu-de a esa «captatio benevolentiae» queera la premisa necesaria de muchasoraciones antiguas: la divinidad te-nía que ser algo sosegada por unalarga serie de alabanzas, incluso deoraciones. Pensemos en esa escenadel Monte Carmelo cuando el profe-ta Elías desafió a los sacerdotes deBaal. Gritaron, bailaron, pidierontantas cosas para que su dios los es-cuchara. Y en cambio, Elías estabacallado y el Señor se reveló a Elías.Los paganos piensan que hablando,hablando, hablando, hablando, sereza. Y también pienso en muchoscristianos que creen que rezar es,—discúlpadme—, «hablar con Dioscomo un loro». ¡No! La oración sehace desde el corazón, desde dentro.Tú, en cambio —dice Jesús— cuandoreces, dirígete a Dios como un hijo asu padre, que sabe lo que necesitaantes de pedírselo (Ma t e o 6, 8). Po-dría ser también una oración silen-ciosa, el «Padre nuestro»: en el fon-do basta con ponerse bajo la miradade Dios, acordarse de su amor dePadre y esto es suficiente para serre a l i z a b l e .

Es hermoso pensar que nuestroDios no necesita sacrificios para con-quistar su favor. No necesita nada,nuestro Dios: en la oración pide soloque nosotros tengamos abierto uncanal de comunicación con Él paradescubrirnos siempre como hijos su-yos amados. Y Él nos ama tanto.

Descubrirse siempre «hijos amados» por Dios: es este el«gran secreto que está en la base de todo el discurso de lamontaña», aquel discurso que «revierte los valores de lahistoria» y de ahí surge «la revolución del Evangelio». Lorecordó el Papa Francisco en el aula Pablo VI en laaudiencia general del miércoles 2 de enero, la primera delnuevo año, durante la cual retomó las catequesis sobre laoración del Padre nuestro, comentando el pasaje delevangelista Mateo 6, 5-6.

Cambio en la direcciónde la Oficina de prensa vaticana

Nombramiento

El Santo Padre ha aceptado la renuncia del director y de la vicedirec-tora de la Sala de Prensa de la Santa Sede, el doctor Greg Burke y ladoctora Paloma García Ovejero, y ha nombrado director ad interim dela Sala de Prensa de la Santa Sede al doctor Alessandro Gisotti, hastaahora coordinador de las redes sociales del Dicasterio para la Comuni-cación. La disposición se anunció el 31 de diciembre.

Declaración del prefecto del Dicasterio

Estoy informado de la decisión de Greg Burke y Paloma García Ove-jero. Y de la aceptación por parte del papa Francisco de su renuncia.En estos pocos meses de trabajo juntos, he podido apreciar su profe-sionalidad, su humanidad, su fe. Por eso les agradezco la dedicacióncon la que han realizado su trabajo hasta el momento.

Hoy, frente a lo que es su elección autónoma y libre, solo puedo res-petar la decisión que han tomado. Greg y Paloma (para esta tarea in-dicados por mi predecesor, monseñor Dario Edoardo Viganò) han sidoel primer director y la primera vicedirectora de la Sala de prensa des-pués del inicio de la reforma del sistema de comunicación de la SantaSede decidida por el Santo Padre. Su compromiso significativo hacontribuido al camino de la reforma que hoy —según ellos mismos—para ser llevada a término requiere un paso rápido de testigo, en el es-píritu de servicio a la Iglesia que todos compartimos.

Es precisamente con este espíritu de servicio y fidelidad al Santo Pa-dre que yo mismo seguiré el complejo camino de esta importante re-forma. El año que se abre ante nosotros está lleno de eventos impor-tantes que requieren el máximo esfuerzo de Comunicación. Tengo ple-na confianza en que Alessandro Gisotti, hasta ahora coordinador delas redes sociales del Dicasterio para la comunicación y ex viceredadtorjefe de Radio Vaticana, sabrá guiar la Sala de prensa, a la espera deque el nuevo equipo se defina lo antes posible.

PAOLO RUFINI

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 13

Llamamiento por la República Democrática del Congo en el Ángelus del día 30

La Sagrada Familia de Nazaret

Un Avemaría por quienes en la«República Democrática del Congosufren a causa de la violencia y delébola» se elevó desde la plaza San

Pedro a petición del Pontífice alfinalizar el Ángelus del domingo 30

de diciembre. Con anterioridad,Francisco comentó el pasaje

evangélico de la fiesta de la SagradaFamilia deNazaret.

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!Hoy celebramos la fiesta de la Sagrada Fa-

milia y la liturgia nos invita a reflexionar so-bre la experiencia de María, José y Jesús, uni-dos por un inmenso amor y animados poruna gran confianza en Dios. El pasaje delEvangelio de hoy (cf. Lucas 2, 41-52 ) narra elviaje de la familia de Nazaret a Jerusalén, pa-ra la fiesta de Pascua. Pero, en el viaje de re-greso, los padres se dan cuenta de que el hijode doce años no está en la caravana. Despuésde tres días de búsqueda y temor, lo encuen-tran en el templo, sentado entre los doctores,concentrado discutiendo con ellos. Al ver alHijo, María y José «quedaron sorprendidos»(v. 48) y la Madre expresó su temor diciendo:«Tu padre y yo, angustiados, te andábamosbuscando» (ibíd.).

El asombro, ellos «quedaron sorprendidos»,y la angustia, «tu padre y yo, angustiados»,son los dos elementos sobre los que me gusta-ría llamar tu atención: asombro y angustia.

En la familia de Nazaret, el asombro nuncacesó, ni siquiera en un momento dramáticocomo la pérdida de Jesús: es la capacidad desorprenderse por la manifestación gradual delHijo de Dios. Es el mismo asombro que tam-bién afecta a los doctores del templo, admira-dos «por su inteligencia y sus respuestas»(v.47). Pero, ¿qué es el asombro, qué es sor-prenderse? Sorprenderse y maravillarse es locontrario a dar todo por sentado, es lo contra-rio a interpretar la realidad que nos rodea ylos acontecimientos de la historia solo deacuerdo con nuestros criterios. Y una personaque hace esto no sabe lo que es la maravilla,lo que es el asombro. Sorprenderse es abrirsea los demás, comprender las razones de losdemás: esta actitud es importante para sanarlas relaciones comprometidas entre las perso-nas y también es indispensable para sanar he-ridas abiertas dentro de la familia. Cuandohay problemas en las familias, asumimos quetenemos razón y cerramos la puerta a los de-más. En su lugar, uno debe pensar: «¿Quétiene de bueno esta persona?» Y maravillarsecon eso «bueno». Y esto ayuda a la unidad

de la familia. Si tenéis problemas en la fami-lia, pensad en las cosas buenas que tiene el fa-miliar con el que tenéis problemas, y maravi-llaos con eso. Y esto ayudará a sanar las heri-das familiares.

El segundo elemento que me gustaría com-prender del Evangelio es la angustia que ex-perimentaron María y José cuando no encon-traban a Jesús. Esta angustia manifiesta lacentralidad de Jesús en la Sagrada Familia. LaVirgen y su esposo habían acogido a ese Hijo,lo custodiaron y lo vieron crecer en edad, sa-biduría y gracia en medio de ellos, pero sobretodo creció en sus corazones; Y, poco a poco,su afecto y comprensión por él aumentaron.He aquí por lo que la familia de Nazaret essanta: porque estaba centrada en Jesús, todaslas atenciones y cuidados de María y José es-taban dirigidas a él.

La angustia que sintieron en los tres días dela pérdida de Jesús también debe ser nuestraangustia cuando estamos lejos de Él, cuandoestamos lejos de Jesús. Debemos sentir angus-tia cuando nos olvidamos de Jesús durantemás de tres días, sin rezar, sin leer el Evange-lio, sin sentir la necesidad de su presencia ysu amistad consoladora. Y muchas veces pa-san los días sin que yo recuerde a Jesús. Peroesto es malo, esto es muy malo. Debemos sen-tir angustia cuando suceden estas cosas. Maríay José lo buscaron y lo encontraron en el tem-plo mientras enseñaba: nosotros también, essobre todo en la casa de Dios donde podemosencontrarnos con el divino Maestro y acogersu mensaje de salvación. En la celebración eu-carística hacemos una experiencia viva deCristo; Él nos habla, nos ofrece su Palabra,nos ilumina, ilumina nuestro viaje, nos da suCuerpo en la Eucaristía, del cual obtenemosfuerzas para enfrentar las dificultades de cadadía.

Y hoy volvemos a casa con estas dos pala-bras: asombro y angustia. ¿Sé experimentar elasombro cuando veo las cosas buenas de losdemás, y así resuelvo los problemas familia-res? ¿Me siento angustiado cuando me heapartado de Jesús?

Recemos por todas las familias del mundo,especialmente aquellas en las que, por diver-sas razones, hay una falta de paz y armonía.Y las confiamos a la protección de la SagradaFamilia de Nazaret.

Después del rezo de la oración mariana, el Papalanzó el llamamiento por el país africano ysaludó a los grupos de fieles y las numerosasfamilias presentes.

Queridos hermanos y hermanas:Recemos juntos por todos aquellos que en

la República Democrática del Congo sufren acausa de la violencia y el ébola. Espero quetodos estén comprometidos a mantener un cli-ma pacífico que permita un desarrollo regulary pacífico de las elecciones. Recemos juntos:«Dios te salve, María ...».

Os saludo a todos vosotros, romanos y pe-regrinos; grupos parroquiales, asociaciones yjóvenes. Hoy dirijo un saludo especial a lasfamilias presentes aquí. Un aplauso para lasfamilias que están aquí, todas ellas, y tambiénpara quienes participan desde casa con la tele-visión y la radio. La familia es un tesoro:siempre debemos guardarlo, defenderlo. Quela Sagrada Familia de Nazaret siempre protejae ilumine vuestro camino.

Saludo a los religiosos Mercedarios, junto alos monaguillos de varias partes de Italia, asícomo a los fieles de Legnaro y Gragnano. Sa-ludo a los scouts de Villabate; a los jóvenesde la Confirmación de la unidad pastoral deCodognè (diócesis de Vittorio Veneto) y a losde algunas parroquias de la diócesis de Bérga-mo: Curno, Palazzago, Gromlongo, Barzana,Almenno. Y saludo a estos dos grupos demonjas con la bandera española y la banderap olaca.

Os deseo a todos un buen domingo y unsereno fin de año. Terminar el año con sereni-dad. Os agradezco nuevamente por vuestrosdeseos y vuestras oraciones. Y por favor, con-tinuad rezando por mí. Buen almuerzo y has-ta pronto.

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página 14 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

A los obispos estadounidenses

La cultura del abuso, una heridaen la credibilidad de la Iglesia

Para superar la lógica del particularismo y del descrédito

Publicamos el texto original en lengua española dela carta que el Papa Francisco envió a los obisposde la Conferencia episcopal de Estados Unidos,reunidos en Chicago, del 2 al 8 de enero conocasión de los ejercicios espirituales

Queridos hermanos,El pasado 13 de setiembre, durante el en-

cuentro que mantuve con la Presidencia de laConferencia Episcopal, sugerí que Ustedes hi-cieran juntos los Ejercicios Espirituales: untiempo de retiro, oración y discernimiento co-mo eslabón necesario y fundamental en el ca-mino para afrontar y responder evangélicamen-te a la crisis de credibilidad que atraviesan co-mo Iglesia. Lo vemos en el Evangelio, el Señoren momentos importantes de su misión se reti-raba y pasaba toda la noche en oración e invi-taba a sus discípulos a hacer lo mismo (Cf. Mc14, 38). Sabemos que la envergadura de losacontecimientos no resiste cualquier respuestay actitud; por el contrario, exige de nosotrospastores, la capacidad y especialmente la sabi-duría de gestar una palabra fruto de la escuchasincera, orante y comunitaria de la Palabra deDios y del dolor de nuestro pueblo. Una pala-bra gestada en la oración del pastor que, comoMoisés, lucha e intercede por su pueblo (Cf.Ex 32, 30-32).

En el encuentro le manifesté al card. DiNar-do y a los obispos presentes mi deseo deacompañados personalmente un par de días,en estos Ejercicios Espirituales, lo cual fue reci-bido con alegria y esperanza. Como sucesor dePedro quería unirme a Ustedes y con Ustedesimplorar al Señor que envíe su Espíritu capazde «hacer nuevas todas las cosas» (Cf. Ap 21,5) y mostrar los caminos de vida que, comoIglesia, estamos Ilamados a recorrer para elbien de todo el pueblo que nos fue confiado.A pesar de los esfuerzos realizados, por proble-mas de logística no podré acompañados perso-nalmente. Esta carta quiere suplir, de algunamanera, el viaje fallido. También me alegra quehayan aceptado el ofrecimiento que el predica-dor de la Casa Pontifica sea quien guíe con susapiente experiencia espiritual estos EjerciciosEspirituales.

Con estas líneas, quiero estar más cerca y co-mo hermano reflexionar y compartir algunosaspectos que considero importantes, así comoestimularlos en la oración y en los pasos quedan en la lucha contra la «cultura del abuso» yen la manera de afrontar la crisis de la credibi-lidad.

«Entre Ustedes no debe suceder así, el quequiera ser grande, que se haga servidor de Us-tedes; y el que quiera ser el primero, que se ha-ga servidor de todos». (Mc 10, 43-44). Estaspalabras, con las que Jesús cierra el debate ypone luz a la indignación que se produjo entrelos discípulos al escuchar a Santiago y Juanpedir sentarse a la derecha y a la izquierda delMaestro (Cf. Mc 10, 37) nos servirán de guía enesta reflexión que quiero realizar junto a Uste-des. El evangelio no teme develar y evidenciarciertas tensiones, contradicciones y reaccionesque existen en la vida de la primera comuni-dad discipular; es más, pareciera hacerlo exprofesso: búsqueda de los primeros puestos, ce-los, envidias, arreglos y acomodos. Así tambiéncomo todas las intrigas y complots que, secre-tamente unas veces y públicamente otras, se or-ganizaron en tomo al mensaje y persona de Je-sús por parte de las autoridades políticas, reli-giosas y de los mercaderes de la época (Cf. Mc11, 15-18). Conflictos que aumentaban a medidaque se acercaba la Hora de Jesús en su entregaen la cruz cuando el príncipe de este mundo,el pecado y la corrupción parecían tener la úl-tima palabra contaminando todo de amargura,desconfianza y murmuración. Como lo habíaprofetizado el anciano Simeón, los momentosdifíciles y de encrucijada tienen la capacidadde sacar a la luz los pensamientos íntimos, lastensiones y contradicciones que habitan perso-nal y comunitariamente en los discípulos (Cf.Lc 2, 35). Nadie puede darse por eximido deesto; estamos invitados como comunidad a ve-lar para que, en esos momentos, nuestras deci-siones, opciones, acciones e intenciones no es-tén viciadas (o lo menos viciadas) por estosconflictos y tenciones internas y sean, por so-bre todo, una respuesta al Señor que es vidapara el mundo. En los momentos de mayorturbación, es importante velar y discernir paratener un corazón libre de compromisos y deaparentes certezas para escuchar qué es lo que

más le agrada al Señor en la misión que nos haencomendado. Muchas acciones pueden serútiles, buenas y necesarias y hasta pueden pa-recer justas, pero no todas tienen «sabor» aevangelio. Si me permiten decirlo de maneracoloquial: hay que tener cuidado de que «el re-medio no se vuelva peor que la enfermedad».Y eso nos pide sabiduría, oración, mucha escu-cha y comunión fraterna.

1. «Entre ustedes no debe suceder así».En los últimos tiempos la Iglesia en los Es-

tados Unidos se ha visto sacudida por múlti-ples escándalos que tocan en lo más íntimo sucredibilidad. Tiempos tormentosos en la vidade tantas víctimas que sufrieron en su carne elabuso de poder, de conciencia y sexual porparte de ministros ordenados, consagrados,consagradas y fieles laicos; tiempos tormento-sos y de cruz para esas familias y el Pueblo deDios todo. La credibilidad de la Iglesia se havisto fuertemente cuestionada y debilitada porestos pecados y crímenes, pero especialmentepor la voluntad de querer disimularlos y escon-derlos, lo cual generó una mayor sensación deinseguridad, desconfianza y desprotección enlos fieles. La actitud de encubrimiento, comosabemos, lejos de ayudar a resolver los conflic-tos, permitió que los mismos se perpetuasen ehirieran más profundamente el entramado derelaciones que hoy estamos llamados a curar yrecomponer. Somos conscientes que los peca-dos y crímenes cometidos y todas sus repercu-siones a nivel eclesial, social y cultural crearonuna huella y herida honda en el corazón delpueblo fiel. Lo llenaron de perplejidad, des-concierto y confusión; y esto sirve también mu-chas veces como excusa para desacreditar con-tinuamente y poner en duda la vida entregadade tantos cristianos que «muestran ese inmensoamor a la humanidad que nos ha inspirado elDios hecho hombre» (Cf. EG 76). Cada vezque la palabra del Evangelio molesta o se vuel-ve testimonio incómodo, no son pocas las vo-ces que pretenden silenciarla señalando el pe-cado y las incongruencias de los miembros dela Iglesia y más todavía de sus pastores. Huellay herida que también se traslada al interior dela comunión episcopal generando no precisa-

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número 1, viernes 4 de enero de 2019 L’OSSERVATORE ROMANO página 15

mente la sana y necesaria confrontación y lastensiones propias de un organismo vivo sino ladivisión y la dispersión (Cf. Mt 26, 31b), frutosy mociones no ciertamente del Espíritu Santo,sino «del enemigo de natura humana»1 que sa-ca más provecho de la división y dispersiónque de las tensiones y desacuerdos lógicos yesperables en la coexistencia de los discípulosde Cristo. La lucha contra la cultura del abuso,la herida en la credibilidad, así como el des-concierto, la confusion y el desprestigio en lamisión reclaman y nos reclaman una renovaday decidida actitud para resolver el conflicto.«Ustedes saben que aquellos a quienes se con-sideran gobernantes —nos diría Jesús— domi-nan a las naciones como si fueran sus dueños,y los poderosos los hacen sentir su autoridad.Entre Ustedes no debe suceder así». La heridaen la credibilidad exige un abordaje particularpues no se resuelve por decretos voluntaristaso estableciendo simplemente nuevas comisio-nes o mejorando los organigramas de trabajocomo si fuésemos jefes de una agencia de re-cursos humanos. Tal visión termina reduciendola misión del pastor y de la Iglesia a mera ta-rea administrativa/organizativa en la «empresade la evangelización». Dejémoslo claro, mu-chas de estas cosas son necesarias, pero insufi-cientes, ya que no logran asumir y abordar larealidad en su complejidad y corren el riesgode terminar reduciéndolo todo a problemas or-ganizativos.

La herida en la credibilidad toca neurálgica-mente nuestras formas de relacionarnos. Pode-mos constatar que existe un tejido vital que sevio dañado y, como artesanos, estamos llama-dos a reconstruir. Esto implica la capacidad —ono— que poseamos como comunidad de cons-truir vínculos y espacios sanos y maduros, quesepan respetar la integridad e intimidad de ca-da persona. Implica la capacidad de convocarpara despertar y dar confianza en la construc-ción de un proyecto común, amplio, humilde,seguro, sobrio y transparente. Y esto exige nosólo una nueva organización sino la conversiónde nuestra mente (metánoia), de nuestra mane-ra de rezar, de gestionar el poder y el dinero,de vivir la autoridad así también de cómo nosrelacionamos entre nosotros y con el mundo.Las transformaciones en la Iglesia siempre tie-nen como horizonte suscitar y estimular un es-tado constante de conversión misionera y pas-toral que permita nuevos itinerarios eclesialescada día más conformes al Evangelio y, portanto, respetuosos de la dignidad humana. Ladimensión programática de nuestras accionesdebe ir acompañada de su dimensión paradig-mática la cual muestra el espíritu y el sentidode lo que se hace. Una y otra se reclaman ynecesitan. Sin este claro y decidido enfoque to-do lo que se haga correrá el riesgo de estar te-ñido de autoreferencialidad, autopreservación yautodefensa y, por tanto, condenado a caer en«saco roto». Será quizás un cuerpo bien es-tructurado y organizado, pero sin fuerza evan-gélica, ya que no ayudará a ser una Iglesia máscreíble y testimonial sino «campana que resue-na o platillo que retiñe» (1 Cor 13, 1). Unanueva estación eclesial necesita, fundamental-mente, de pastores maestros del discernimientoen el paso de Dios por la historia de su puebloy no de simples administradores, ya que lasideas se discuten, pero las situaciones vitales sedisciernen. De ahí que, en medio de la desola-ción y confusión que viven nuestras comunida-des, nuestro deber es —en primer lugar— en-contrar un espíritu común capaz de ayudarnosen el discernimiento, no para obtener la tran-quilidad fruto de un equilibrio humano o deuna votación democrática que haga «vencer» aunos sobre otros, ¡esto no! Sino una maneracolegialmente paterna de asumir la situaciónpresente que proteja —sobre todo— de la deses-peranza y de la orfandad espiritual al puebloque nos fue encomendado2. Esto nos posibilitasumergirnos mejor en la realidad, intentandocomprenderla y escucharla desde dentro sinquedar presos de la misma. Sabemos que los

momentos de turbación y de prueba suelenamenazar nuestra comunión fraterna, pero sa-bemos también que pueden convertirse en mo-mentos de gracia que afiancen nuestra entregaa Cristo y la hagan creíble. Esta credibilidadno radicará en nosotros mismos, ni en nuestrosdiscursos, ni en nuestros méritos, ni en nuestrahonra personal o comunitaria, símbolos denuestra pretensión —casi siempre inconsciente—de justificamos a nosotros mismos a partir denuestras propias fuerzas y habilidades (o de ladesgracia ajena). La credibilidad será fruto deun cuerpo unido que, reconociéndose pecadory limitado es capaz de proclamar la necesidadde la conversión. Porque no queremos anun-ciarnos a nosotros mismos sino a Aquel quepor nosotros murió (2 Cor. 4, 5) y testimoniarcómo en los momentos más oscuros de nuestrahistoria el Sector se hace presente, abre cami-nos y unge la fe descreída, la esperanza heriday la caridad adormecida.

La conciencia personal y comunitaria denuestros límites nos recuerda, como dijo SanJuan XXIII que «la autoridad no puede consi-derasse exenta de sometimiento a otra supe-rior»3 y por tanto no puede aislarse en su dis-cernimiento y en la búsqueda del bien común.Una fe y una conciencia despojada de la ins-tancia comunitaria, como si fuese un «trascen-dental kantiano», poco a poco termina anun-ciando «un Dios sin Cristo, un Cristo sin Igle-sia, una Iglesia sin pueblo» y presentará unafalsa y peligrosa oposición entre el ser personaly el ser eclesial, entre un Dios puro amor y lacarne entregada de Jesucristo. Es más, se pue-de correr el riesgo de terminar haciendo deDios un «ídolo» de un determinado grupoexistente. La constante referencia a la comu-nión universal, como también al Magisterio y ala Tradición milenaria de la Iglesia, salva a loscreyentes de la absolutización del «particularis-mo» de un grupo, de un tiempo, de una cultu-ra dentro de la Iglesia. La Catolicidad se juegatambién en la capacidad que tengamos los pas-tores de aprender a escuchamos, ayudar y serayudados, trabajar juntos y recibir las riquezasque las otras Iglesias puedan aportar en el se-guimiento de Jesucristo. La Catolicidad en laIglesia no puede reducirse solamente a unacuestión meramente doctrinal o jurídica, sinoque nos recuerda que en esta peregrinación noestamos ni vamos solos: «¿Un miembro sufre?Todos los demás sufren con él» (1 Cor 12, 26).Esta conciencia colegial de hombres pecadoresen permanente conversión, pero también des-concertados y afligidos con todo lo sucedido,nos permite entrar en comunión afectiva connuestro pueblo y nos librará de buscar falsos,rápidos y vanos triunfalismos que pretendanasegurar espacios más que iniciar y despertarprocesos. Nos protegerá de recurrir a segurida-des anestesiantes que impidan acercamos ycomprender el alcance y las ramificaciones delo acontecido. Por otra parte, favorecerá la

búsqueda de medios aptos no ligados a vanosapriorismos ni petrificados en expresiones in-móviles que han perdido la capacidad de ha-blar y mover a los hombres y mujeres de nues-tro tiempo4. La comunión afectiva con el sentirde nuestro pueblo, con su desconfianza, nosimpulsa a ejercer una colegial paternidad espi-ritual que no banalice las respuestas ni tampo-co quede presa de una actitud a la defensiva si-no que busque aprender —como lo hizo el pro-feta Elías en medio de su desolación— a escu-char la voz del Señor que no se encuentra nien las tempestades ni en los terremotos sino enla calma que nace de confesar el dolor en su si-tuación presente y se deja convocar una vezmás por Su palabra (1 Re 19, 9-18). Esta acti-tud nos pide la decisión de abandonar comomodus operandi el desprestigio y la deslegiti-mación, la victimización o el reproche en lamanera de relacionarse y, por el contrario, darespacio a la brisa suave que sólo el Evangelionos puede brindar. No nos olvidamos que «lafalta colegial de un reconocimiento sincero, do-lorido y orante de nuestros límites es lo queimpide a la gracia actuar mejor en nosotros, yaque no le deja espacio para provocar ese bienposible que integra en un camino sincero y realde crecimiento»5. Todos los esfuerzos que ha-gamos para romper el círculo vicioso del repro-che, la deslegitimación y el desprestigio, evi-tando la murmuración y la calumnia en pos deun camino de aceptación orante y vergonzosode nuestros límites y pecados y estimulando eldiálogo, la confrontación y el discernimiento,todo esto nos dispondrá a encontrar caminosevangélicos que susciten y promuevan la recon-ciliación y la credibilidad que nuestro pueblo yla misión nos reclama. Eso lo haremos si so-mos capaces de dejar de proyectar en los otroslas propias confusiones e insatisfacciones, queconstituyen obstáculos para la unidad (Cf. EG

96), y nos atrevamos a ponernos juntos de ro-dillas delante del Señor y dejarnos interpelarpor sus llagas, en las que podremos ver las lla-gas del mundo. «Ustedes saben que aquellos aquienes se considera gobernantes —nos diríaJesús— dominan a las naciones como si fueransus dueños, y los poderosos los hacen sentir suautoridad. Entre Ustedes no debe sucederasí».

2. «el que quiera ser grande, que se hagaservidor de Ustedes; y el que quiera ser elprimero, que se haga servidor de todos».El Pueblo fiel de Dios y la misión de la

Iglesia han sufrido y sufren mucho a causa delos abusos de poder, conciencia, sexual y de sumala gestión como para que le sumemos el su-frimiento de encontrar un episcopado desuni-do, centrado en desprestigiarse más que en en-contrar caminos de reconciliación. Esta reali-

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página 16 L’OSSERVATORE ROMANO viernes 4 de enero de 2019, número 1

Una herida en la credibilidad de la Iglesia

dad nos impulsa a poner la mirada en lo esencialy a despojamos de todo aquello que no ayuda atransparentar el Evangelio de Jesucristo.

Hoy se nos pide una nueva presencia en elmundo conforme a la Cruz de Cristo, que se cris-talice en servicio a los hombres y mujeres denuestro tiempo. Recuerdo las palabras de san Pa-blo VI al inicio de su pontificado: «hace falta ha-cerse hermanos de los hombres en el momentomismo que queremos ser sus pastores, padres ymaestros. El clima del diálogo es la amistad. Mástodavía: el servicio. Debemos recordar todo esto yesforzamos por practicarlo según el ejemplo y elprecepto que Cristo nos dejó (Jn 13, 14-17)»6.

Esta actitud no reivindica para sí los primeroslugares ni el éxito o el aplauso de nuestros actossino que pide, de nosotros pastores, la opciónfundamental de querer ser semilla que germinarácuando y donde el Señor mejor lo disponga. Setrata de una opción que nos salva de caer en latrampa de medir el valor de nuestros esfuerzoscon los criterios de funcionalidad y eficiencia querige el mundo de los negocios; más bien el cami-no es abrirnos a la eficacia y al poder transforma-dor del Reino de Dios que al igual que un granode mostaza —la más pequeña e insignificante detodas las semillas— logra convertirse en arbustoque sirve para cobijar (Cf. Mt 13, 32-33). No po-

hay judío o pagano, esclavo ni hombre libre, va-rón y mujer, porque todos Ustedes no son másque uno en Cristo Jesús» (Gal 3, 28). Este es sumayor servicio, más aún cuando vemos el resurgi-miento de nuevos y viejos discursos fratricidas.Nuestras comunidades hoy deben testimoniar demodo concreto y creativo que Dios es Padre detodos y que ante su mirada la única clasificaciónposible es la de hijos y hermanos. La credibilidadse juega también en la medida en que ayudemos,junto a otros actores, a hilar un entramado socialy cultural que no sólo se está resquebrajando sinotambién alberga y posibilita nuevos odios. ComoIglesia no podemos quedar presos de una u otratrinchera, sino velar y partir siempre desde el másdesamparado. Desde allí el Señor nos invita a ser,como reza la Plegaria Eucarística Vd: «en mediode nuestro mundo, dividido por las guerras y dis-cordias, instrumentos de unidad, de concordia yde paz».

¡Qué altísima tarea tenemos entre manos her-manos; no la podemos callar y anestesiar pornuestros límites y faltas! Recuerdo las sabias pala-bras de Madre Teresa de Calcuta que podemosrepetir personal y comunitariamente: «Sí, tengomuchas debilidades humanas, muchas miseriashumanas. [...] Pero él baja y nos usa, a Usted y amí, para ser su amor y su compasión en el mun-do, a pesar de nuestros pecados, a pesar de nues-tras miserias y defectos. Él depende de nosotros

Resp onsabilidady claridad

demos permitirnos, en medio de la tormenta, per-der la fe en la fuerza silenciosa, cotidiana y ope-rante del Espíritu Santo en el corazón de loshombres y de la historia. La credibilidad nace dela confianza, y la confianza nace del servicio sin-cero y cotidiano, humilde y gratuito hacia todos,pero especialmente hacia los preferidos del Señor(Mt 25, 31-46). Un servicio que no pretende sermarketinero o estratégico para recuperar el lugarperdido o el reconocimiento vano en el entrama-do social sino —como quise señalarlo en la últimaExhortación Apostólica Gaudete et Exsultate— p or-que pertence «a la sustancia misma del Evangeliode Jesús»7. El llamado a la santidad nos defiendede caer en falsas oposiciones o reduccionismos yde callarnos ante un ambiente propenso al odio ya la marginación, a la desunión y a la violenciaentre hermanos. La Iglesia «signo e instrumentode la unión íntima con Dios y de la unidad de to-do el género humano» (LG 1) Lleva en su ser yen su seno la sagrada misión de ser tierra de en-cuentro y hospitalidad no sólo para sus miembrossino con todo el género humano. Pertenece a suidentidad y misión trabajar incansablemente portodo aquello que contribuya a la unidad entrepersonas y pueblos como símbolo y sacramentode la entrega de Cristo en la Cruz por todos loshombres sin ningún tipo de distinción, «ya no

Para abordar el problema del abuso, sinencubrimientos ni subestimaciones, esnecesaria «una aclaración de los procedi-

mientos y un cambio de actitud porque las le-yes no cambian el corazón». No escatima pala-bras el jesuita Hans Zollner, miembro de laPontificia Comisión para la Protección de Me-nores y miembro del comité organizador de lareunión programada del 21 al 24 de febrero enel Vaticano. En la entrevista concedida a FabioColagrande para Vatican News, el Padre Zoll-ner reitera la «firme voluntad» de la Iglesia,expresada con fuerza por el Papa Francisco,«de continuar en el camino de la purificacióndel abuso sexual, cuestionando cómo protegera los niños y evitar tales desgracias, curar yreintegrar a las víctimas». Además, explica eljesuita, «queremos poner sobre la mesa la cues-tión de la responsabilidad de los obispos paratener una mayor claridad sobre quién debe ha-cer qué y quién debe verificar si las cosas queel Santo Padre y la Iglesia han ordenado hacerrealmente se hacen». Respecto a los procedi-mientos, el padre Zollner señala «que no sontan claros, especialmente cuando hablamos dela corresponsabilidad de un obispo o provin-cial o del jefe de una iglesia oriental en compa-ración con lo que hacen otros obispos, otrosprovinciales e incluso superiores». De «unagran expectativa para el evento de finales defebrero» habla el padre Federico Lombardi,presidente de la Fundación Ratzinger – Bene-dicto XVI: «Debemos entender que el problemaes muy grave, muy importante para la sociedady para la Iglesia, que hay una verdadera reno-vación por hacer en la Iglesia, y que tambiénhay un largo camino por recorrer», en la con-ciencia «de que no partimos de cero».

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para amar al mundo y demostrarle lo mucho quelo ama. Si nos ocupamos demasiado de nosotrosmismos, no nos quedará tiempo para los demás»8.Queridos hermanos, el Señor sabía muy bien que,en la hora de la cruz, la falta de unidad, la divi-sión y la dispersión, así como las estrategias paraliberarse de esa hora serían las tentaciones másgrandes que vivirían sus discípulos; actitudes quedesfigurarían y dificultarían la misión. Por eso pi-dió Él mismo al Padre que los cuidara para que,en esos momentos, fueran uno, como ellos dosson uno, y ninguno se perdiese (Cf. Jn 17, 11-12).Confiados y sumergiéndonos en la oración de Je-sús al Padre queremos aprender de Él y, con de-terminada deliberación, comenzar este tiempo deoración, silencio y reflexión, de diálogo y comu-

nión, de escucha y discernimiento, para dejar queÉl moldee el corazón a su imagen y ayude a des-cubrir su voluntad. En este camino no vamos so-los, María acompañó y sostuvo desde el inicio ala comunidad de los discípulos; con su presenciamaternal ayudó a que la comunidad no se «des-madrara» por los caminos de los encierros indivi-dualistas y la pretensión de salvarse a sí misma.Ella protegió a la comunidad discipular de la or-fandad espiritual que desemboca en la auto-refe-rencialidad y con su fe les permitió perseverar enlo incomprensible, esperando que llegue la luz deDios. A ella le pedimos que nos mantenga unidosy perseverantes, como el día de Pentecostés paraque el Espíritu sea derramado en nuestros corazo-nes y nos ayude en todo momento y lugar a dartestimonio de su Resurrección.

Queridos hermanos, con estas reflexiones meuno a Ustedes en estos días de Ejercicios Espiri-tuales. Rezo por Ustedes; por favor háganlo pormí.

Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa loscuide.

Fr a t e r n a l m e n t e ,

Ciudad del Vaticano, 1° de enero de 2019.

1 San Ignacio, Ejercicios Espirituales, 135.2 Cf. Jorge M. Bergoglio, Las cartas de la tribulación, 12. Ed. Diego De Torres, Buenos Aires (1987).3 Juan XXIII, Pacem in Terris, 47.4 Pablo VI, Ecclesiam Suam, 395 Francisco, Gaudete et Exsultate, 50.6 Pablo VI, Ecclesiam Suam, 39.7 Francisco, Gaudete et Exsultate, 97.8 Madre Teresa de Calcuta, Cristo en los pobres, 37-38. Francisco, Gaudete et Exsultate, 107.