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21 de agosto de 2010 • Número 35 Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver Suplemento informativo de La Jornada TEMA DEL MES Pág 20 Pág 16

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En los rústicos tablados de Aridoamérica la escenificación, aunque menos conocida, es tan emocionante como la que tiene lugar en los prestigiosos teatros mesoamericanos del centro y sur

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21 de agosto de 2010 • Número 35

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

TEMA DEL MES

Pág 20 Pág 16

21 de agosto de 20102

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Me-dios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en Imprenta de Medios, SA de CV, avenida Cuitláhuac 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, delegación Azcapotzalco, México, DF, teléfono: 5355-6702. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo en trámite. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores.

Suplemento informativo de La Jornada 21 de agosto de 2010 • Número 35 • Año III

Moctezuma era un rey como Carlos V, Tenochtitlan una ciu-dad igual que Sevilla pero algo mayor y los aztecas la cabeza de un imperio comparable al

castellano, semejanzas que en Mesoamérica les amortiguaron el choque cultural a los españoles. En cambio, Aridoamérica era en verdad otra cosa y las regiones que hoy llamamos Sinaloa y Sonora, pobladas por tribus seminómadas que encaraban al invasor, fueron escenario de una peculiar y cruenta historia de conquista y resistencia que se inicia a principios del siglo XVI con las incursio-nes de Diego Hurtado de Mendoza y continúa con los avances modernizadores de gente como Albert Kinsey Owen y Benjamin Francis Johnston. Pero tanto la espada y la cruz que vienen del sur, como el arado y el riego que vienen del norte, son con-frontados por mayos, yaquis, seris, pápagos, pimas y ópatas pueblos originarios que en su terca resis-tencia apelan primero a los recursos de la tradición y luego también a las armas de la modernidad.

Ese drama, el que selló nuestra colonialidad, ha sido representado por diferentes actores en dis-tintos escenarios del territorio nacional. En los rústicos tablados de Aridoamérica la escenifica-ción, aunque menos conocida, es tan emocio-nante como la que tiene lugar en los prestigiosos teatros mesoamericanos del centro y sur. Basten tres escenas emblemáticas de la saga del noroeste para documentarlo: a principios del XVI, el reen-cuentro de Alvar Núñez Cabeza de Vaca con sus compatriotas, las utopías modernizadoras socia-lista-capitalistas de fines del XIX y principios del XX, y algunos episodios de la llamada guerra del yaqui coincidentes con la revolución de 1910.

Adelantados de la interculturalidad. El encuen-tro entre el “nuevo” y el “viejo” mundo fue una masacre. ¿Pudo haber sido un diálogo? Quisiera creer que sí, pero lo impidió no la lobuna natu-raleza humana sino la inercia imperial de los españoles. La saga de Cabeza de Vaca, que por ocho años compartió carencias y alegrías con los indios seminómadas de Aridoamérica, prueba que se podía confraternizar pero también cons-tata algo más importante: es posible trascender fugazmente la otredad, vivir así sea por breves instantes el éxtasis de ser el otro, única forma le-gítima de que el diálogo intercultural trascienda el frío, distanciado y “tolerante” conversatorio.

En 1536, nueve años después de naufragar en La Florida y habiendo recorrido a raíz lo que hoy es Luisiana, Texas, Nuevo México, Sonora y Sina-loa, Alvar, tres compañeros de infortunio y el gru-po de nebomes que los acompaña se topan con los hombres del capitán Diego de Alcaraz, que andaban a la caza de indios para esclavizarlos.

Así describe la estrafalaria facha de los extraviados el jesuita Andrés Pérez de Ribas: “En su traje y vis-ta no se diferenciaban de los nativos, porque vesti-dos ya hacía años que no los alcanzaban y estaban tan tostados del sol y criado el cabello como los bárbaros en cuya compañía habían peregrinado”. Alvar lo cuenta desde el otro lado: “De mañana al-cancé cuatro cristianos de caballo, que recibieron gran alteración de verme tan extrañamente vesti-do y en compañía de indios. Estuviéronme miran-

do mucho espacio de tiempo, tan atónitos, que ni me hablaban ni acertaban a preguntarme nada”.

Una intensa experiencia transcultural de ocho años culmina en el momento en que el jerezano se ve en los ojos “tan atónitos” de sus compatrio-tas como el indio en que se ha convertido. Pero no sólo eso, ve también a quienes habían sido los suyos como los hideputas que en verdad son: conquistadores desalmados a los que Alvar llama cristianos, como si él fuera –siguiera siendo– el infiel chichimeca que por nueve años había sido.

Después de la primera sorpresa y hablando un castellano que tenía casi olvidado, el extraviado se identifica y trata de defender a sus camaradas nativos. Ésta es la versión de Pérez de Ribas: “Valióles la plática para no caer en las cadenas y collares de esclavos, pero no para que parase la codicia del capitán que prosiguió en su intento de capturar indios”. Y así lo cuenta Alvar, en un pasaje prodigioso que sintetiza la diferencia en-tre confraternizar y oprimir, entre sanar y matar, entre compartir y saquear, entre venir de donde sale el sol y venir de donde el sol se pone.

“Pasamos muchas y grandes pendencias con ellos (los españoles) porque nos querían hacer los indios que traímos esclavos (…) Vímonos con los indios en mucho trabajo porque se volviesen a sus casas (…) Ellos no querían sino ir con nosotros (…) A los cristianos les pesaba esto y hacían que su lengua (traductor) les dijese que nosotros éramos de ellos mismos, y que nos habíamos perdido muchos tiempos había, y que éramos gente de poca suerte y valor, y que ellos eran los señores de aquella tie-rra, a quien había de obedecer y servir. Más todo eso los indios tenían en muy poco o nada de lo que les decían; antes, unos con otros entre si platica-ban, diciendo que los cristianos mentían, porque nosotros veníamos de donde salía el Sol, y ellos de donde se pone; y que nosotros sanábamos los enfermos, y ellos mataban los que estaban sanos; y que nosotros veníamos desnudos y descalzos, y ellos vestidos y en caballos y con lanza; y que no-sotros no teníamos codicia de ninguna cosa, antes todo cuanto nos daban tornábamos luego a dar, y con nada nos quedábamos, y los otros no tenían otro fin sino robar cuanto hallaban, y nunca da-ban nada a nadie; y de esta manera relataban todas nuestras cosas y las encarecían, por el contrario de los otros (…) Finalmente nunca pudo acabar con los indios creer que éramos de los otros cristianos”. Y es que, en verdad, ya no lo eran.

Tres siglos y medio después, en 1872, llega a la región el ingeniero civil Albert Kimsey Owen con el proyecto de un ferrocarril que, cruzando Chi-huahua y saliendo al mar por Sinaloa, acercaría el este industrial de Estados Unidos con la costa oeste de ese país. La vía férrea no cuaja pero a cambio Albert emprende la confección de una co-lonia socialista con cabecera en la bahía de Topo-lobampo. Visionario, colectivista e igualitario, el plan era al mismo tiempo colonizador y tecnocrá-tico pues buscaba poblar la zona con blancos de “ideas avanzadas” que aprovecharan el potencial agrícola del valle del Río Fuerte, una iniciativa netamente yori en la que mayos y otras etnias no serían más que fuerza de trabajo. Así describe la utopía William Slocum, uno de los editores del periódico de la colonia: “Esta región no puede fra-casar. Es rica en recursos naturales; lo único que necesita es que se le desarrolle con trabajo inteli-gente: en unos cuantos años habrá aquí cientos de miles de sinaloenses progresistas y esta región (…) llegará a ser, como California lo es hoy, uno de los mejores lugares sobre la faz de la tierra”.

Los socialistas se dividen, entre otras cosas por el control del agua de riego, y el falansterio fracasa. Pero ciertamente lo región no, pues Benjamín Francis Johnston, que a fines del XIX había finan-ciado a Owen, retoma el proyecto modernizador

pero liberado de sus pretensiones colectivistas. El estadounidense se adueña del agua y la tierra del Valle del Fuerte, crea la empresa Sinaloa Sugar Company que controla toda la producción azu-carera y es constructor y patriarca de la ciudad de Los Mochis. El emporio se mantiene hasta me-diados de los años 20s del pasado siglo, cuando los intereses económicos de Johnston chocan con planes empresariales de Álvaro Obregón que le ha echado el ojo a su mayor ingenio azucarero.

Aunque doctrinariamente antagónicos, Owen, Johnston y Obregón tienen ideas análogas sobre cómo colonizar las tierras costeras de occidente. Visiones muy semejantes a la que formulara el porfirista Ramón Corral, pensando en el Valle del Yaqui: es la región “una fuente inexplorada de riqueza que solamente necesita la pacificación de las tribus y la laboriosidad e inteligencia del hom-bre civilizado (…) para cambiar la faz del estado”.

Socialistas o capitalistas, porfiristas o revolucio-narios, todos coinciden en un mismo proyecto modernizador: hacer de los valles costeros del noroeste, desde Mexicali hasta Culiacán, un emporio de agricultura industrial en el que los pobladores originales salen sobrando salvo como mano de obra barata.

Pero los indios están ahí para contradecir. Por casi 500 años los “naturales” resisten a la domina-ción: a veces guerreando, otras remontándose en la sierra, y también dejándose incorporar al siste-ma dominante aunque sin renunciar a cultura y costumbres. En algún momento todos se rebelan, pero los yaquis son emblema de insumisión pues sobreviven a masacres y deportaciones alternan-do sabiamente la condición de mansos con la de broncos. Les falta, quizá, visión de conjunto: tras-cender los conflictos entre tribus para enfrentar juntos las amenazas y, en tiempos de revolución, acercarse otras fuerzas campesinas insurrectas.

Aunque por momentos avizoran esa posibilidad. En febrero de 1918, acosados militarmente por Álvaro Obregón, los yaquis llaman a la unidad de las tribus de occidente, en un manifiesto sor-prendente que firman con el lema del Partido Liberal Mexicano, “Tierra y libertad”, por enton-ces ya adoptado por el zapatismo de Morelos y por el socialismo maya de Yucatán.

“Mientras el gobierno insista en no entregar nues-tras tierras, la lucha seguirá dura y encarnizada –proclaman–. El gobierno no tiene palabra (…) ya no queremos más arreglos con el gobierno más que con ustedes, los pobres de esos pueblos (…) La opresión que el tirano gobierno ejerce sobre noso-tros (…) los pobres hijos de los descendientes de nuestros hermanos pimas, pápagos y ópatas (…) causa que nos estemos matando unos a otros (…) Invitamos a ustedes para que si les conviene unir-se todos los pobres, como antes, entonces los ricos no volverán nunca jamás a cortar los derechos de los hombres”. Rubrican: “Tierra y libertad”.

Con su llamado a la unidad india de las diferen-tes –y a veces contrapuestas– tribus y con el uso de una consigna en curso de globalización, los yaquis se iban apropiando de la tradición revolu-cionaria de los campesinos modernos al tiempo que le añadían una dimensión propiamente in-dígena: la exigencia de respeto a su hábitat an-cestral, a su cultura y a sus formas de gobierno. Los jefes Cosari y Periat bien hubieran podido parafrasear la clásica consigna de los rústicos, ru-bricando su manifiesto con un lema campesindio entonces incipiente: “Territorio y libertad”.

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OCCIDENTE: TIERRA INDÓMITA

Carlos Rodríguez Wallenius, Carlos Cortez Ruiz, Milton Gabriel Hernández y Mauricio González González fueron coeditores del presente número del suplemento

Nacido en Jerez de la Frontera, Andalucía, España, en 1490, participa en la expedición de Pánfi lo de Narváez a la Florida, en 1527. La incursión sufre toda clase de percances por los que mueren cerca de 600 embarcados y sólo sobreviven cuatro –entre ellos Alvar– quienes durante nueve años recorren lo que hoy son Texas, Nuevo México y Arizona, en Estados Unidos, y los estados mexicanos de Sonora y Sinaloa.

En su odisea, los náufragos se integran a las tribus de la región, cuyo pensamiento y visión de las cosas terminan por compartir, de modo que cuando se aproximan a los soldados españoles que incursionaban por los ríos Yaqui y Mayo, perciben el genocidio en curso con una para ellos inédita mirada de indio.

No como español arrepentido sino como indio de piel clara, describe el jerezano el choque con los “cristianos”, en el libro Naufragios, del que tomamos los siguientes fragmentos.

Anduvimos mucha tierra, y toda la hallamos despoblada, porque los moradores de ella andaban huyendo por las sierras, sin osar tener casas ni labrar, por miedo de los cristianos.

Fue cosa que tuvimos muy gran lástima, viendo la tierra muy fértil, y muy hermosa y muy llena de aguas y de ríos, y ver los lugares despoblados y quemados, y la gente tan fl aca y enferma, huida y escondida toda; y como no sembraban, con tanta hambre, se mantenían con cortezas de árboles y raíces.

De esta hambre a nosotros alcanzaba parte en todo este camino, porque mal nos podían ellos proveer estando tan desventurados, que parescía que se querían morir.

Trujéronnos mantas de las que habían escondido por los cristianos, y diéronnoslas, y aun contáronnos como otras veces habían entrado los cristianos por la tierra, y la habían destruido y quemado los pueblos, y llevado la mitad de los hombres y todas las mujeres y muchachos, y que los que de sus manos habían podido escapar andaban huyendo.

Como los víamos más atemorizados, sin osar parar en ninguna parte, y que ni querían ni podían sembrar ni labrar la tierra, antes estaban determinados a dejarse morir, y que esto tenían por mejor que esperar y ser tratados con tanta crueldad como hasta ahora allí.

Alvar Núñez Cabeza de Vaca: cronista del etnocidio

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21 de agosto de 20104

Mauricio González González

Los comcáac o seris, descen-dientes de infranqueables bandas nómadas que llevan el orgullo de un pasado in-

dómito, es uno de los pueblos que actualmente dan vida a la costa de Sonora. Su lengua forma parte de la agrupación hokano-coahuilteca, única en el país que contrasta con cualquiera de sus vecinos hablantes de yuto-nahua, como el yaqui, mayo, pima y pápago. Son un pueblo pescador-recolector con vocación artesana, que por su historia se sabe guerrero. Los com-cáac son uno de esos pueblos que ha resignifi-cado el término de “tribu” para autoafirmarse y además se reconocen nación.

Bajo exterminio hasta la segunda década del siglo XX, hoy día se asientan principalmente en dos poblados: en Punta Chueca, munici-pio de Hermosillo, y El Desemboque, en el de Pitiquito. No obstante, detentan un ma-jestuoso territorio; por un lado, en la zona costera se encuentra el ejido que desde 1970 les dota de 91 mil 322 hectáreas. Hacia el mar, el Canal del Infiernillo es zona de ex-clusividad pesquera desde 1974 y desde 1975 la Isla Tiburón �la más grande del país con 120 mil 756 hectáreas� es territorio comunal, refugio milenario que les había sido vedado a inicios de los años 60s y que, junto a la Isla Patos, conforman su posesión insular.

Pero la territorialidad de este pueblo no se limita a la condición de posesión material y, basados en su espiritualidad, conciben

al cielo, al mar y la tierra como hermanos mayores, conformando una sociedad amplia-da con fuerte arraigo a linajes. La tradición caracteriza diferentes tipos de personas cuya fuerza deviene del “Gran Espíritu”. Se busca contacto con él para sanar, pensar con clari-dad, tener buena fortuna e, incluso, lanzar infortunios. Ceremonias y cantos son la ma-teria para tratar con este poder.

Lo radicalmente extenso de estas familias establece diversos sistemas de ayuda mu-tua. Así, el kimusi da derecho a todo miem-bro de la “tribu” a la comida que se consume en cualquier casa, mientras que el amaj im-pone el intercambio de bienes entre diferen-tes familias durante algunas fiestas. En ellas las mujeres utilizan pintura facial, delinean-do diferentes figuras en sus mejillas. Usan collares de conchas, semillas, de chaquira y torote que en ocasiones se acompañan de piezas de hueso, palo fierro o palo blanco. La pintura facial denota salud, alegría, con-flicto, cortejo o buena suerte. En los ritos de pubertad, funerarios, año nuevo (celebrado el primer día de julio), en la fiesta de la ca-guama Siete Filos y en la de la canasta sig-nan la condición de convivencia.

Y si esos trazos son los que dan rostro a su pueblo, no lo son menos los aprovechamien-tos que establecen en todo el territorio. Si bien la pesca es la principal actividad, dife-renciada por épocas, especies, zonas y gé-nero, hoy en día la combinan con manejo cinegético de borrego cimarrón y venado bura. Asimismo, diversas actividades de con-

servación son realizadas por equipos técni-cos de cada comunidad. Mediante observa-ción y censo llevan el control de población de varias especies y la gestión de permisos, cuidando a su vez la formación de jóvenes. Asimismo, en El Desemboque se ha inicia-do un proyecto ecoturístico que cuenta con todos los servicios para estancias recreativas y de investigación, acompañadas de recorri-dos, pesca deportiva y caza.

Sin embargo, aunque el de los seris es un te-rritorio ampliamente reconocido, también es uno al que le imponen numerosos conflictos. Es común encontrar barcos sardineros y ca-maroneros bordeando las islas y el Canal del Infiernillo, que no sólo depredan fauna a la que llaman de acompañamiento, sino que �en el caso de los camaroneros� destruyen el fondo marino a causa de sus arrastres. Asimismo, la caza furtiva, tanto de campamentos pesqueros en la Tiburón como en los linderos del ejido, obliga la vigilancia constante de la guardia tra-dicional. Aunado a ello, los circuitos de comer-

cialización de producción pesquera y de arte-sanía les son ajenos, por lo que la batalla no sólo se ejerce en el aprovechamiento y la de-fensa territorial, sino también en el mercado.

Pero guerreros como son, enfrentan la ad-versidad bajo el saber tradicional que les permitió trascender el tiempo, saber que se fomenta no sólo en el aprovechamiento de especies marinas y del desierto, sino en la re-cuperación de herbolaria y gastronomía, en la protección del palo fierro y el mezquite, así como en la recuperación de danzas y can-tos. El rastro de la nación comcáac es indele-ble y nadie como ellos lo sabe. INAH/UAM-X/CEDICAR

Mauricio González y Néstor B. Ramos

Los pimas y guarijíos son pueblos indígenas que se asientan en Sonora y Chi-huahua, descendientes de

bandas nómadas provenientes de Canadá y del suroeste de Estados Unidos. Se calcula que arribaron a México hace unos dos mil años, siendo cazadores-recolectores y pesca-dores que desarrollaron una incipiente agri-cultura, lo que les permitió semi-sedentari-zarse en algunas partes de la Sierra Madre Occidental. Al pie de la misma, en Sonora, hoy se localiza a los guarijíos en una región atravesada por el Río Mayo y pequeños afluentes, en comunidades de difícil acceso aledañas a los municipios de Álamos y El Quiriego. Por su parte, la presencia de pimas en Sonora se concentra en el municipio de Yécora, principalmente en la comunidad de Maycoba, y en el municipio de Arivechi.

Fueron evangelizadores jesuitas quienes fundaron las misiones-pueblo en toda esta re-gión, espacios en donde se les catequizó y ocu-pó en minas, misiones y presidios. Ese fue el gran giro que produjo su gran transformación, aquella que les hizo totalmente sedentarios y que les condujo a consolidar su agricultura. Actualmente, tanto pimas como guarijíos tie-nen una economía de subsistencia basada en

cultivos como el maíz, frijol y calabaza, que en ocasiones incluye trigo, papa y algunas hortalizas. Complementan sus actividades económicas vendiendo su fuerza de trabajo en la industria minera, en empresas forestales y como jornaleros en campos agroindustriales.

Las condiciones de marginación, pobreza extrema e inaccesibilidad de las comuni-dades han favorecido fenómenos como el desplazamiento y la desterritorialización de estos pueblos, ya que su región es estratégica para que grupos delictivos disputen su con-trol, provocando un clima de violencia que se suma a los legendarios abusos del racismo de los “blancos” y de “la guerra contra el nar-cotráfico”. Las sórdidas disputas de bandas criminales provocan que los pobladores ya no quieran circular por la carretera que une a Hermosillo con Chihuahua, pues temen asaltos y el encuentro con dichos grupos. La situación de violencia que viven estas comu-nidades ha alcanzado niveles inimaginables,

tal como ocurrió el pasado nueve de abril, cuando un comando armado con más de cien sicarios tomó la carretera interestatal y las comunidades de Maycoba y Kipor, mató a dos habitantes pimas, quemó las instala-ciones de la Policía Estatal Investigadora y sembró el terror en los alrededores.

Estas circunstancias han propiciado que numerosas familias abandonen sus hogares,

emigren, dejando atrás una tierra marcada por la sangre de sus ancestros y por todo un legado cultural desplegado por la historia de estos pueblos, saldos de una disputa que ellos no buscaron y a la que se les arroja en condi-ciones desventajosas.

¿Estas dos importantes culturas estarán con-denadas a la desaparición? ¿Se perderá para siempre la celebración del yúmare?, festividad guarijía en la que se agradece con danzas los beneficios otorgados durante el año. ¿Acaso San Francisco de los Pimas entristecerá por el dolor de un pueblo devoto al que la inercia y sinrazón de la violencia impide el curso de su vida? ¿Se olvidará la tenaz búsqueda del pa-dre Pfeifer por introducir la espiritualidad de estas “tribus” en la vida de la Iglesia?

Los pimas y guarijíos son pueblos ya de por sí reducidos. Se calcula que en Sonora ha-bitan tan sólo 732 guarijíos, siendo un total de 917 los hablantes de esta lengua en todo el país. Por su parte, el o’ob o pima suma 349 hablantes en Sonora, siendo 337 los que se encuentran en Maycoba

La pregunta está en el aire pero, de seguir esta tendencia, se destruirá el invaluable pa-trimonio intangible de estos pueblos, su len-gua, ritualidad, mitos, producción artesanal, gastronomía, normas y regulaciones, saberes y formas de aprehender el mundo inéditas al devenir de la humanidad. De seguir en esta vía estamos por perder lo más sólido que da fortaleza e identidad a este país, la vida y cul-tura de sus pueblos indios. Maestría en Desarrollo Rural, UAM Xochimilco

El territorio como hermano

LOS TRAZOS DE LA NACIÓN COMCÁAC

LA OTRA CARA DE LOS DESPLAZADOS: PIMAS Y GUARIJÍOS DE LA SIERRA

Son un pueblo pescador-

recolector con vocación

artesana, que por su historia

se sabe guerrero. Los comcáac

son uno de esos pueblos que

ha resignifi cado el término de

“tribu” para autoafi rmarse y

además se reconocen nación

La presencia de pimas en Sonora

se concentra en el municipio

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Fidel Camacho Ibarra

Ubicados en la región fronteriza de los actua-les territorios de Sonora y Sinaloa, los yoremem o

mayos integran uno de los grupos indígenas del noroeste que más han padecido el emba-te contra sus instituciones.

Las políticas de dominación desarrolladas por el Estado repuntaron durante la segunda mi-tad del siglo XX, cuando las entidades fede-rativas superaban los niveles de productividad agroindustrial. Si el reconocimiento parcial del territorio yaqui por el gobierno federal en la década de los 30s supuso un éxito relativo para esa “tribu”, este hecho “oficializó” la de-rrota de los mayos. Con ello, el gobierno pos-revolucionario legitimó la nueva colonización de los valles del Mayo y del Fuerte sin ningún tipo de concesión para los poblados yoremem.

También implicó que a los mayos les fuera negado injustamente su desempeño en la lu-cha armada, pues fueron de los primeros en alistarse en los batallones obregonistas y de los que continuaron en la contienda bajo su propia bandera (aunque ya diezmados y sin capacidad política de negociación). Desde entonces, las subsiguientes administraciones gubernamentales han rehusado reconocer-los, por omisión o ignorancia, como actores sociales con demandas auténticas. Una vi-sión inmerecida que continúa ocasionando estragos sensibles en las comunidades mayos.

A pesar de esta adversidad, los yoremem conservan uno de los sistemas religiosos más coloridos y fastuosos de los habidos en la región. En efecto, los lazos rituales logra-ron reactivar su cultura aun bajo el clima de la represión: una estrategia de persistencia que sigue favoreciendo la autoafirmación y el imaginario sobre el otro. Así, para los mayos, ser miembro del grupo significa, más que ninguna otra cosa, participar en el tekipanoa: el trabajo ritual dedicado a los

santos. En este sentido, la reconfiguración de elementos en el complejo ceremonial permite, por ejemplo, la simbolización del rechazo de la dominación mestiza. Es el caso del “Malhumor” o Judas, el monigote al que le han adaptado la figura del yori o mestizo para quemarlo el Sábado de Gloria. Entre tanto, el ciclo de Pascua, conformado por la Waresma y la Semana Santa, es una de las festividades más difundidas y famosas de los mayos. En la ribera de los ríos que bautizan ambos valles, se localizan princi-palmente aquellas comunidades que dan soporte al complejo ceremonial a niveles subregionales. En Sonora, podemos contar a Pueblo Viejo Navojoa, Etchojoa y El Júpare; en Sinaloa: San Miguel Zapotitlán, Tehueco y Mochicahui, entre los más emblemáticos.

La dramatización de la venida de Jesucristo o Itom Atchay O’ola revela el espacio físico de los mayos como contenedor de “secretos”. Se dice que por Él cobra nuevo verdor el va-lle y se abren las flores; también, que nazcan en los próximos días las crías de venado. El drama de la muerte y resurrección del O’olasimboliza, en cierta forma, la victoria sobre

el período de la sequía primaveral. La Pas-cua da la bienvenida, con las primeras lluvias de mayo, al principal ciclo de tormentas que va de junio a agosto. No obstante, para que se produzca este “milagro” es necesario que los chapakóobam o judíos lo persigan y le den “muerte”: sólo cuando hayan desparramado la sewa (flor) por los valles, es que éstos rever-decerán. La aparición en las comunidades de dichos captores le confiere la representa-tividad indígena al ceremonial Pascual. Su atributo es antropomorfo: destaca la máscara de cuero de chivo, muy peluda, de orejas y nariz grande; una sabanilla que cuelga de la espalda y los característicos tenábarim (capullos de mariposa acordonados en las pantorrillas); nunca hablan y se comunican mediante pantomimas. Con su destrucción, se espera que los ventarrones lleguen junto con los calores de más de 40 grados. Atrás ha quedado el rastro de la pajko, con la cual los mayos han conseguido invertir el orden social y favorecido la germinación de la vida en los valles.

Epílogo. La lluvia arrecia y el agua se tras-mina por la enramada. Los fiesteros drenan a chorros el agua estancada a lo largo de un camino que han excavado alrededor de la estancia y del fogón. El aguacero hace que nos concentremos en un solo lugar. Cons-tantemente limpiamos de nuestros rostros el agua salpicada con lodo. Casi por instin-to atrapo un insecto que se ha parado en mi hombro. Lo observo con curiosidad y, como si se aprestara a detenerme, el rezador me sorprende: “¡No lo mates, no lo mates! Es un ‘torito’. Dicen los antepasados que les echa-ban ceniza y les decían: ‘vuela, ve por agua’, y los dejaban ir”. Abro el puño y lo veo alejar-se, libremente, en la tormenta. Escuela Nacional de Antropología e Historia

Mariana Báez y Thor Morales

La tierra es nuestro cuerpo. El agua, los mares y los ríos son

la sangre que corre por nuestras venas; el viento es el espíritu,

la vida y el corazón, es quien convive con la naturaleza

amándola y respetándola… Y el corazón somos todos.

Efraín Estrella QEPD, Consejo de Ancianos de la Nación Comcáac

El dominio histórico de esta etnia iba desde el Delta del Río Colorado hasta Guaymas, pasando por

Hermosillo y navegando hasta las Grandes Is-las del Golfo de California. Muchas cosas han cambiado en la forma de vida, pero otras tantas también han quedado y los comcáac de hoy, como sus antepasados, siguen teniendo un vín-culo muy fuerte con el mar y el desierto. Hoy en día la mayor parte de ellos y ellas tienen un enérgico ímpetu por conservar sus recursos na-turales y su tradición. Esto los ha llevado a un “cambio de ideas”, como lo dice Alfredo López Blanco, miembro del Consejo de Ancianos, lo cual ha permitido la llegada de visitantes.

En este compromiso por conservar han buscado nuevas formas de usar sus recur-sos, encontrando en el ecoturismo una opor-tunidad para mejor la situación económica a la vez que compartir su conocimiento y hermoso hogar. Gabriel Hoeffer, uno de los jóvenes que se destacó por su labor de con-servación de tortugas marinas, ahora dirige Hoeffer’s Adventour’s, que ofrece actividades cinegéticas, paseos en lancha o kayak, cami-natas guiadas, safaris fotográficos o bien un rato de relajamiento en lindas cabañas frente

al Mar de Cortés. Alfredo López, quien es ecólogo tradicional, es guía experto para gru-pos de turistas, científicos y estudiantes de diversas partes de México y Estados Unidos.

Éstas son dos de las tantas estrategias para conservar la naturaleza, seguir sus tradicio-nes y mejorar la situación económica. Los comcáac siempre nos han dicho que ese pedazo de tierra y mar lleva la sangre de sus antepasados, no es sólo un conjunto de “recursos naturales”. Es parte de su familia, protegerlo y respetarlo no es algo necesario para ellos, es innato. Cuidarlo significa ver por sus hijos, honrar la memoria de sus an-cestros y asegurarse un futuro.

MAYOS: DE LA INVERSIÓN DEL ORDEN AL REVERDECIMIENTO DE LOS VALLES

los lazos rituales lograron

reactivar su cultura aun bajo

el clima de la represión: una

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CONSERVACIÓN

INDÍGENA EN EL

GOLFO DE CALIFORNIA

21 de agosto de 20106

Milton Gabriel Hernández García

Ecosistema marino de una alta productividad pesque-ra; espacio sagrado para la tribu yoreme-mayo; zona de

refugio en los tiempos del exterminio yaqui. La Bahía del Tóbari y la Isla Huivulai, comparti-das por las zonas litorales de los municipios de Cajeme, Benito Juárez y Etchojoa en Sonora, han sido espacios de vital importancia para la reproducción sociocultural de los pueblos y comunidades de la costa sur de ese estado. Sin embargo, desde los años 40s del siglo XX, un complejo de políticas de desarrollo las ha lleva-do a un escenario casi apocalíptico.

La construcción de una de las regiones agríco-las más prósperas en el noroeste del país, a partir del desmonte y canalización de los valles del Ya-qui y del Mayo y sobre todo de la introducción del paquete tecnológico de la revolución verde, implicó para sus promotores el problema de la

disposición de las aguas residuales utilizadas en el riego. La solución más cercana y sencilla, al estar enclavado este esfuerzo productivo en una zona costera, fue descargar las aguas excedentes en el Mar de Cortés o Golfo de California, tan-to en esteros como en lagunas costeras y bahías.

Al paso de las décadas, los efectos se han hecho sentir: miles de toneladas de azolve arrastradas desde los campos agrícolas hacia los esteros con una alta presencia de agrotóxi-cos que se utilizan en los cultivos. Desde hace tres décadas, la Bahía del Tóbari se encuentra cubierta por el lodo agrícola que hace cada vez más imposible no sólo la navegación de los pescadores ribereños en sus aguas, sino la reproducción de especies marinas que paula-tinamente han dejado de existir, como tortu-gas, totoabas, sierras y tiburones, entre otras.

En la Zona Federal Marítimo-Terrestre de este cuerpo de agua, hacia 1938 fue fundada por pes-cadores pertenecientes a la tribu mayo una de

las primeras cooperativas ribereñas promovidas por el gobierno de Lázaro Cárdenas: la Paredón Colorado. Los primeros pescadores asentados en la bahía basaban su subsistencia en artes de pesca confeccionadas artesanalmente, como las atarrayas y las trampas para jaiba elaboradas con arbustos y raíces de manglar. Sin embargo, al acumularse el azolve y la contaminación de la bahía, muchas de estas especies dejaron de re-producirse o de refugiarse en el Tóbari. Pronto se vio la necesidad de innovar con novedosas artes de pesca como los chinchorros y embarcaciones de mayor potencia como las pangas impulsadas con motores fuera de borda. Sólo de esta ma-nera se podía salir a mar abierto a capturar las especies que, cautelosas, evitaban incursionar en aguas con un alto nivel de contaminación. Estas condiciones empezaron a establecer una clara diferenciación social de carácter jerárqui-co entre quienes podían adquirir estos nuevos insumos de pesca y quienes no podían hacerlo.

Desde la década de los 40s, la productividad pesquera de la bahía ha subsistido precaria-mente a pesar de una tendencia progresiva ha-cia el descenso, al grado que muchas especies marinas definitivamente desparecieron de las aguas yoreme. A la catástrofe en curso se ha sumado la acción depredadora de la industria acuícola que ha instalado dos granjas orienta-das a la producción de camarón de estanque: instaladas desde hace diez años y promovidas por el gobierno estatal y por inversionistas de Ciudad Obregón vinculados a la familia Bours (una de las más poderosas y acaudaladas del estado), han terminado por extinguir virtual-mente la poca naturaleza que quedaba en la bahía: sequía de manglar, más contaminación de agua salobre de los esteros y nuevamente desechos de aguas residuales hacia el mar, con altas concentraciones de calhidra.

Hoy en día, a propios y extraños les resul-ta evidente la decadencia con sólo pararse frente a la bahía. La playa ha cedido ante la presencia del azolve, y la imagen de los pescadores impulsando sus embarcaciones “a palanca” en medio del fango, debido al bajo nivel del agua, se ha vuelto cotidiana. A pesar de la crisis de la pesca, existen ribe-reños que se empeñan en seguir vinculados al mar, capturando especies que se resisten a desaparecer, como el camarón, la jaiba y algunos peces que antes carecían valor co-mercial. Pero lo cierto es que la gran mayoría se ha visto obligada a alternar el “trabajo en marea” con la venta de su fuerza de trabajo en los campos agrícolas de la región; preci-samente en aquellos que por consecuencia de sus efectos residuales, han condenado a muerte al “pedazo de mar” del cual depen-día la existencia de los pescadores, ahora también jornaleros.

A pesar del panorama desolador que sugie-ren las líneas anteriores, es imprescindible señalar que algunas organizaciones como el Centro Cultural Indígena Mayo, así como las federaciones regionales de sociedades de producción que aglutinan a 33 cooperativas, han mantenido una lucha ejemplar para re-vertir los efectos de los distintos modelos de desarrollo hegemónico que tienen a la pro-ducción pesquera contra la pared. Sin em-bargo, para muchos ribereños de la bahía es claro que el tiempo se acaba y que sólo la acción organizada de un movimiento social del sector pesquero de carácter nacional po-drá enfrentar a quienes ven en el mar no un territorio, una praxis, una forma de vida, sino un receptáculo para los desechos del mundo terrestre que produce el capital. INAH/UAM-X/CEDICAR

BAHÍA DEL TÓBARI:

CRÓNICA DE UN

ECOCIDIO ANUNCIADO

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PRESUPUESTO RURAL 2011 ¿más de lo mismo?

Es la oportunidad de reorientar el presupuesto rural para enfrentar el cambio climático y la crisis del campo mexicano.

El debate y la determinación del Presupuesto de Egre-sos de la Federación ha degenerado en los últimos años, en acuerdos cúpulares entre el gobierno federal (Los Pinos, SHCP, y SEGOB) y la alta dirigencia del PRI junto con sus gobernadores para que no cambie la política neoliberal hacia el campo, para pretender aumentar los impuestos a la gente, para mantener los privilegios a las grandes corporacions y sobre todo, para distribuir el PEC Rural como una piñata entre go-bernadores, las grandes empresas, las centrales cam-pesinas tradicionales y los diputados y las diputadas.

En unas semanas, por mandato de Ley el Poder Ejecu-tivo presentará a la Cámara de Diputados las inciativas de Ley de Ingresos y Ley de Egresos para el ejercicio presupuestal 2011, al respecto, las Organizaciones que integramos el Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (CONOC) consideramos que la inversión de recursos públicos en el campo debe tener como prioridades el combate a las causas y efectos del Cam-

bio Climático; la reactivación de la Agricultura Campe-sina y la Inversión a Políticas de impulsen la Soberanía Alimentaria, pero sobre todo, eliminar la inercía de au-mentar el presupuesto sin tener una política clara y una planeación de mediano y largo plazo.

Ante los efectos cada vez más evidentes del Cambio Climático el campo mexicano se vuelve uno de los sec-tores más vulnerables pero también más estratégicos para una contribución efectiva a la lucha contra este fenómeno y para que como país estemos preparados para enfrentar las consecuencias cada vez más fre-cuentes como son inundaciones, sequías, deslaves, frentes fríos tardíos con mayor lluvia e incertidumbre en la producción de alimentos, entre otras, debemos reorientar las políticas principales hacia el campo.

Frente al modelo que se ha venido imponiendo en las últimas décadas, es necesario impulsar un modelo de producción distinto, recobrando los elementos fun-damentales de la agricultura campesina y del manejo forestal comunitario; además proponemos reactivar y satisfacer el mercado interno para evitar en lo posible el uso excesivo e irracional del transporte de productos primarios; el impulso a las cadenas cortas de suministro promoviendo los mercados locales; manteniendo la ex-portación de productos mexicanos hacia los países que por clima no se producen; así como la sustitución gra-dual de agroquímicos vinculados a la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI); el fomento de políticas de ganadería sustentable que coexistan armónicamente con los ecosistemas forestales; el ordenamiento y regu-lación de mercados, como es el de las materias primas forestales con el fi n de reducir la demanda de madera ilegal, entre otras medidas.

CONOC llama a poner fi n a los métodos antidemocrá-ticos y autoritarios en la defi nición del Presupuesto, que han llevado a métodos cada vez más debilitados de incremento del Presupuesto de manera inercial, para lo cual:

Llamamos al impulso de un frente común de las Organizaciones Campesinas y Sociales de este país, para lograr un cambio de rumbo del mode-lo basado en los objetivos de Soberanía Alimen-taria y Agricultura Campesina.

Como anfi trión de la Cumbre de Cambio Climático México debe dar un ejemplo de congruencia en ma-teria de política pública contra el Cambio Climático.

Nos oponemos rotundamente a la pretención del Ejecutivo Federal de imponer IVA en Alimen-tos y Medicinas.

Pedimos a la Cámara de Diputados que constru-ya el método para que todos los actores poda-mos contribuir en la construcción y defi nición del Presupuesto Rural.

Atentamente:

Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas CONOC:

AMUCSS, ANEC, CNOC, CEPCO, FDC, MAIZ, Red MOCAF

www.conoc.org.mx [email protected]

21 de agosto de 2010 7

José Ascención Moreno Mena

Luego de casi cinco meses del terremoto que el 4 de abril sacudió el norte de Baja California y el sur de

California, los residentes del valle de Mexica-li son escépticos de que las promesas de los funcionarios federales y estatales se cumplan.

El valle de Mexicali, emporio algodonero en la primera mitad del siglo XX, situado en el extremo noroeste de Baja California, cuenta con 14 delegaciones; cuatro de ellas, Esta-ción Delta, Carranza, Guadalupe Victoria y Colonias Nuevas, sufrieron graves años en su infraestructura carretera, hidráulica y eléc-trica. En la región norte, poblados enteros quedaron devastados, con destrucción total en su topografía y red hidráulica, entre ellos Oaxaca, Delta, Zacamoto y Durango. Buena parte de esa zona no podrá ya ser habitada, pues aparte del hundimiento del terreno (de uno y hasta dos metros de profundidad), hay un continuo brote de aguas azufradas que inutiliza los terrenos de cultivo.

Los daños en las tierras de cultivo del valle de Mexicali son cuantiosos. Oficialmente se reconoce daño en más de 70 mil hectáreas porque su infraestructura hidráulica quedó inutilizada, y otras 28 mil fueron afectadas por falta de conducción de agua y también por salinidad, hundimientos y grietas. Debi-do al movimiento telúrico, el suelo del valle se mezcló con los minerales del subsuelo, lo que cambió su composición química, y por eso ya no es apto para la agricultura.

Como suele ocurrir en situaciones así, los más afectados fueron los pobres, en este caso ejidatarios, colonos y jornaleros. En principio se mencionó que 25 mil residentes sufrieron algún daño en sus viviendas o parcelas, pero el número aumentó cuando se realizaron los diagnósticos gubernamentales. Más de cinco mil viviendas rurales se afectaron de manera severa por los hundimientos e inundaciones y otras tantas se desplomaron literalmente.

Los productores más golpeados fueron los de trigo y alfalfa, tanto del valle de Mexicali como de su vecino valle de San Luis (ambos comparten las aguas del Río Colorado). Los daños a esos cultivos se estiman en más de 700 millones de pesos. Miles de hectáreas fueron siniestradas, unas por falta de riego y otras porque fueron anegadas con aguas azu-fradas. No obstante, el ciclo otoño-invierno 2009-2010 cerró con una producción de 612 mil toneladas en todo el valle de Mexicali, con rendimiento promedio de 6.978 tonela-das por hectárea.

La comunidad El Mayor, donde habita la ma-yoría de los cucapah –tribu milenaria en pe-ligro de extinción, situada en las faldas de la sierra Cucapah– sufrió la inundación de sus viviendas, debido a la elevación del agua en el Río Hardy como consecuencia del terremoto.

El temblor trastocó las corrientes del río, que desemboca en el Golfo de California donde los cucapah tradicionalmente pescan la es-pecie curvina lobina, Los indígenas se han visto obligados a abandonar temporalmente esta actividad, que es la principal para ellos, y su futuro es de incertidumbre.

Los indígenas de El Mayor, cucapah mes-tizo y cucapah indiviso, que se encuentran a 50 kilómetros de Mexicali, se refugiaron, unos en las colinas y otros en la frontera de Sonora-Baja California con la ayuda de sus hermanos radicados en Arizona y California y de organizaciones humanitarias. Apenas en las semanas recientes algunos se han atre-vido a regresar para reconstruir sus casas y cuidar sus pertenencias.

La miseria y el olvido en que vive esta co-munidad y la desatención gubernamental, fueron puestos en evidencia con el sismo.

El terremoto demostró la incapacidad del las autoridades estatales y municipalespara hacer frente a una catástrofe como la ocurrida. Durante las primeras 72 horas la incertidumbre de los residentes del valle de Mexicali creció al ver destruidas sus casas y no contar con alimentos ni agua para el con-sumo humano. No sabían a dónde acudir por ayuda, porque el gobierno local no actuó con celeridad para declarar al valle zona de desastre. Durante ese periodo las autoridades se dedicaron a evaluar los daños, en vez de actuar. La población sólo veía pasar las múl-tiples caravanas de funcionarios estatales que acudieron con las manos vacías.

El gobierno estatal asumió el mando de las acciones de apoyo y la rehabilitación de casas y carreteras, pero no intervino hasta que tuvo un diagnóstico completo de la situación. El

Ejército Mexicano apareció como mero es-pectador, no puso en marcha el plan de emer-gencia DN-III que corresponde en este tipo de sucesos. El presidente municipal de Mexi-cali justificó su inmovilismo, endilgando la responsabilidad al gobierno estatal que se negaba a declarar zona de desastre. Todo esto tuvo consecuencias en las elecciones locales.

Luego del movimiento telúrico llegaron al valle de Mexicali funcionarios federales que hicieron un sinnúmero de promesas, entre ellas una inversión millonaria para rehabili-tar totalmente el valle y realizar una recon-versión agrícola. Propusieron crear un nuevo modelo de desarrollo agropecuario susten-table para el valle, que permita superar el rezago y explotar las potencialidades de los productores agrícolas y ganaderos.

También, el 14 de junio de 2010, se publica-ron en el Diario Oficial de la Federación los Lineamientos del Proyecto Estratégico de Impacto Regional en apoyo a los productores del valle de Mexicali, donde se estipulaban los apoyos que recibirían los productores de trigo, alfalfa y algodón.

Actualmente hay incertidumbre en la pobla-ción del valle. Los avances son mínimos, se han reconstruido 200 de las tres mil casas que se requieren. Aunque las autoridades federales han intentado atender la situación, los programas ordinarios que se desarrollan son insuficientes.

Los recursos federales no bajan a la veloci-dad que se necesita, lo que hace pensar que las promesas del gobierno fueron hechas al calor del proceso electoral y que, pasado éste, no se convertirán en realidad. Investigador de la Universidad Autónoma de Baja California

ESTRAGOS DEL TERREMOTO EN EL VALLE DE MEXICALI

Los daños en las tierras de

cultivo del valle de Mexicali

son cuantiosos, ofi cialmente

se reconoce que más de 70 mil

hectáreas fueron afectadas

por falta de conducción de

agua ya que la infraestructura

hidráulica quedó inutilizada

Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo A.C., Facultad de Economía de la UNAM Fundar, Centro de Análisis e Investigación, A.C.Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-Xochimilco

Tienen el placer de invitarles al Seminario Internacional TRANSPARENCIA Y RENDICIÓN DE CUENTAS EN LOS SUBSIDIOS AGRÍCOLASPolíticas Públicas y Modelos de Desarrollo Rural

Fecha: 1 de septiembre de 2010Hora: 9.00-18.30Lugar: Aula Magna Jesús Silva Herzog (Edifi cio “B”)Facultad de Economía, Ciudad UniversitariaPrograma: 9.00-9.30: Registro de Participantes9.30-10.00: Inauguración10.00-12.00: Panel 1: Subsidios agrícolas y políticas agroalimentarias: Visiones globales y respuestas nacionales.

12.15-14.15: Panel 2: Derecho a la información e incidencia en las políticas agroalimentarias14.15-16.00: Receso 16.00-18.00: Panel 3: Subsidios agrícolas en México: ¿Hacia donde reorientar los subsidios?18.15-18.30: Clausura

Favor de confi rmar su asistencia con: Justine Dupuy al teléfono 55 54 3001 ext. 138.

Evento: Encuentro sobre género y cambio climático. Organiza: Red de Género y Medio Ambiente / Mujer y Medio Ambiente A.C. Fecha: 30 de agosto de 2010. Informes: Brenda Rodríguez (Mujer y Medio Ambiente, A.C.) 56-58-34-62 / 044-55-29-36-79-85 / [email protected] / CUPO LIMITADO.

Evento: Coloquio Internacional Marxismo y Antropología. Organiza: Escuela Nacional de Antropología e Historia. Lugar: Auditorio Román Piña Chan. Fecha: Del 30 de agosto al 3 de septiembre de 2010. Informes: Mauricio González - [email protected]

Evento: Defender Territorios – Defender la Vida. Organiza: Varias organizaciones. Lugar: Auditorio de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Universidad Autónoma de Querétaro. Fecha: 2 de septiembre de 2010. Informes: rema.codigosur.net / epueblos.pangea.org / lacabinaciudadana.blogspot.com

Evento: Asamblea General de ANEC, XV Aniversario. Organiza: ANEC. Fecha: Del 6 al 8 de septiembre de 2010. Lugar: Auditorio principal de la Unidad de Congresos del Centro Médico Siglo XXI. Ave. Cuauhtémoc 330, esquina Baja California, Col. Doctores, México D.F. Informes: www.anec.org.mx /56-61-59-14 / 56-62-92-97 / [email protected]

Evento: Expo Orgánica Nacional Michoacán 2010. Organiza: Centro de Agronegocios de Michoacán. Lugar: Uruapan, Michoacán. Fecha: 16 y 17 de octubre. Informes: Dr.: Fluvio Gioanetto Cuel. 01-443-2-04-11-55 y 3-14-69-65 / Ing. Bioq. Vicente Tapia Verduzco, [email protected]

Evento: II Foro sobre Indígenas en la Ciudad. Organiza: Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH). Lugar: Auditorio Javier Romero de la ENAH. Fecha: 25, 26, 27 y 29 de octubre 2010. Informes: http://antropologiayetnologia-enah.blogspot.com/

Documento: Cultivos transgénicos: Cero ganancias. Autor: Greenpeace México. Informes: http://www.greenpeace.org/mexico

21 de agosto de 20108

Milton Gabriel Hernández García

Una de las industrias más agresivas con la natura-leza es sin duda la acua-cultura capitalista que se

desarrolla a lo largo de miles de kiló-metros de litoral de aquellos países que desde el centro del sistema-mundo se les ha denominado “tercermundistas” o “subdesarrollados”. El im-pacto que genera en las comunidades rurales de pescadores ribereños y en los ecosistemas de los cuales dependen para su reproducción econó-mica ha sido un tema “poco visible” en las agen-das de los diferentes gobiernos involucrados.

Sin embargo, entre los pescadores libres, cooperativistas, comunidades y organizacio-nes sociales de varios países, se han venido desplegando una serie de acciones colecti-vas que van desde el ámbito jurídico hasta la protesta social y que “amenazan” con fra-guarse en un importante movimiento contra el crecimiento espacializado de la acuacul-tura industrial promovida por el capital.

En México, el estado de Sonora, además de Sinaloa y Nayarit, se han convertido en los principales productores de camarón de granja que se ofrece a menor precio que el capturado en bahías, esteros y mar abierto. Sin embar-go, lo que para los empresarios acuicultores es crecimiento y desarrollo, debido sobre todo a la importante demanda de este producto,

para el medio ambiente y para los pescadores ribereños equivale a despojo, devastación am-biental y empobrecimiento forzado.

Pescadores ribereños de las comunidades asentadas en la zona litoral de Guaymas y Hermosillo han señalado que en la actua-lidad lo que más afecta a los ecosistemas costeros es “la invasión de la acuacultura” en los esteros que se encuentran en estos municipios y que la principal afectación es ocasionada por las aguas residuales que son arrojadas al mar por las granjas acuícolas.

Pero ocurre que no sólo los esteros sino “el monte” desértico es avasallado para introducir los inmensos estanques. Esto ha significado la desaparición de más de mil 500 hectáreas de pitaya, biznaga, palo fierro, gobernadora, sahuaro, mezquite, ocotillo, orégano, lechu-guilla, choya y maguey, en las comunidades pesqueras de El Choyudo y Estero Tastiota.

La sustitución de los ecosistemas nativos por granjas camaronícolas ha provocado la mi-gración forzada de numerosas especies de fauna hacia zonas habitacionales. Muchas

son bienvenidas, pero otras no tanto, pues son insectos o reptiles considerados como fauna nociva en tanto que atacan a los luga-reños: serpientes venenosas, ciempiés, “ma-tavenados”, tarántulas y viudas negras.

Señala un pescador ribereño de El Choyudo: “nuestra región se está privatizando, pues los acuacultores y los empresarios del turismo se adueñan de nuestros litorales. Lo que están haciendo es autorizar un ecocidio muy gran-de, que va a acabar con todos los pescadores, porque 90 por ciento de las personas de las dos comunidades vivimos de la pesca”. Otro de los problemas registrados por los pescadores de Tastiota asociado al deterioro ambiental con-siste en que las granjas asentadas en la zona, denominadas Acuícola del Noroeste y Acuíco-la del Desierto, han bloqueado las pocas co-rrientes naturales de agua dulce que han ali-mentado históricamente al estero. Los aportes

hídricos que permitían la reproducción de su ecosistema han disminuido paulatinamente.

Pero uno de los efectos más evidentes para los pescadores y sus familias es el azolve del estero que se ha incrementado desde la entrada de las granjas camaronícolas. Los antiguos canales de navegación y zonas profundas, caracterizadas en el pasado por una importante productivi-dad de jaiba, sólo existen ahora en la memoria colectiva. Relata un pescador de la cooperativa Los Corralitos: “existe menos oxígeno en el es-tero por la descarga de aguas residuales y la jaiba se muere más pronto al sacarla del agua. Antes nos duraba más tiempo viva y por eso teníamos más chance de acomodarla en el mercado; aho-ra eso ya no se puede, la sacas y de inmediato se muere y si no la vendiste pues se echa a perder o te la pagan más barata. Todo eso es por culpa de los acuícolas que no respetan nada, ningu-na ley, no les interesa el ambiente, el estero de donde vivimos los pescadores. Tampoco les in-teresan las plantas y los animalitos del desierto, los sahuaros, los pitayos, los mezquites, todo desmontan. Y eso ya lo sabemos nosotros, que se aumenta la salinidad de la tierra, se provoca más sequía. Nosotros no vemos mal que se ha-gan empresas, pero que protejan la naturaleza, no nada más por ella, sino porque de allí depen-den más familias. Los pescadores dependen de la naturaleza; si se acaba, se acaba todo. Porque las aguas que tiran al mar vienen con un mon-tón de cal y químicos, hasta esteroides para hacer crecer los camarones y todo eso se va al mar y cómo huele feo. Eso nos afecta a la pesca. Piensan que como todo lo tiran a mar abierto no hay problema, que el mar limpia todo y eso no es cierto. El mar también se cansa”. INAH/UAM-X/CEDICAR

IMPACTO SOCIO-AMBIENTAL DE LA ACUACULTURA

Adriana Rodríguez Cabo Doria

Puerto Peñasco, “un paraí-so en el desierto con vista al mar”, el mega proyecto turístico impulsado por el

ex gobernador Eduardo Bours, mejor conoci-do como Rocky Point, fue fundado en 1927 por la abundancia de la totoaba, un pez endémico del Golfo de California que llega a medir has-ta dos metros y al que se le atribuyen propie-dades medicinales. Pescadores de diferentes puntos del estado se establecieron en el sitio dando pie al nacimiento del pueblo.

Hacia 1950 el principal producto que se captu-raba y comercializaba era el camarón. En 1980 se le conocía ya a esta pesquería como la indus-tria del “oro rosado”. Desde entonces las políti-cas de fomento a la actividad fueron orientadas hacia las grandes comercializadoras en detri-mento de las cooperativas, que carecían de los recursos para el procesamiento y almacena-

miento. Se creó en 1958 la comercializadora paraestatal Ocean Garden Products (OGP), que representó para el camarón lo mismo que Conasupo y otras paraestatales para varios pro-ductos del campo. OGP tuvo un papel de ha-bilitadora de los pescadores, lo que se traducía en una eficaz herramienta de control político.

Para 1990 los derechos sobre la recolección, producción y distribución del camarón se transfirieron a los inversionistas privados. Car-los Salinas modificó el enfoque del manejo de la industria pesquera, buscando llegar a los mercados extranjeros “para ser más competiti-vos y eficientes”. El resultado fue la reducción de la intervención directa del gobierno en la pesca y la transferencia de las concesiones de las cooperativas a manos de particulares.

En 1992 el entonces gobernador Manlio Fabio Beltrones, “buscando un cambio en la econo-mía del lugar”, y aprovechando la cercanía de esta playa con Estados Unidos, buscó promover-

la como la playa de Arizona. Tucson, Phoenix y Yuma están a sólo 350 kilómetros. Pero la crisis de 1995 obligó a detener el proyecto.

En 2000 las cosas mejoraron para el proyecto turístico; el anuncio de la carretera costera, que acercaría a la población de Arizona y California fue fundamental. También lo fue-ron el proyecto de un aeropuerto con una in-versión de 500 millones de pesos de recursos públicos y la publicidad que se pagó para pro-mover el destino. En 2000 había 20 hoteles y para 2005 eran 50, y hubo un consecuente incremento de la población que llegaba a trabajar en la industria de la construcción, lo que a su vez provocó una mayor demanda de vivienda y servicios que no podía satisfacer-se, y los recién llegados se vieron obligados a vivir en condiciones insalubres. La situación aisló paulatinamente al viejo pueblo de pes-cadores, que quedó subsumido, si no es que francamente desplazado, por la burbuja de la especulación inmobiliaria.

El desarrollo turístico tuvo su impacto también en la agricultura, que con gran-des dificultades se había desarrollado con una incipiente tecnificación en el desierto.

Para satisfacer la cada vez mayor demanda de agua de los hoteles y las torres de condo-minios, hubo necesidad de sobre-explotar los mantos acuíferos, lo que trajo como conse-cuencia el aumento en la salinidad de éstos y la pérdida de terrenos dedicados al agro.

Hacia 2005 se materializó otra política pú-blica: OGP fue privatizada y se cerró com-pletamente el esquema de financiamiento y habilitación para los pequeños pescado-res, lo que impuso condiciones todavía más desventajosas en la compra del camarón. La comercializadora se privatizó mediante una licitación muy cuestionada, que ganó el gru-po Acuícola Boca, propiedad del entonces gobernador, Eduardo Bours.

La modificación tan drástica en el paisaje ha provocado en Peñasco consecuencias igual de graves para los pescadores. Uno de los ejemplos es el estero La Pinta, que funciona-ba como criadero natural de camarones, callo de hacha y caracoles. Dado el crecimiento de la especulación inmobiliaria, resulta que lo están tapando con tierra y ello merma sus im-portantes funciones y servicios ambientales.

En resumen: la poca agricultura que había se terminó y la pesca ribereña que se da por medio de cooperativas está casi extermina-da. Los campesinos y pescadores que sobre-viven lo hacen en un ambiente en el que se han privatizado el agua, la tierra, las calles y las playas. Sin embargo, siempre se preocu-pan por dejar en claro que no están en con-tra del desarrollo. Simplemente quieren ser incluidos en él como lo que son: pescadores y campesinos. Especialista en Desarrollo Sustentable por la Universidad de Sonora

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Nuestra región se está privatizando,

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21 de agosto de 2010 9

Mayeli Irais Ruiz Lugo

Sin informarlo al ayunta-miento local ni a los medios de comunicación –y por tanto, incumpliendo el re-

glamento de impacto ambiental–, la Secreta-ría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) aprobó el 13 de octubre de 2005 el proyecto de confinamiento de residuos pe-ligrosos La Choya, en el municipio General Plutarco Elías Calles, en el noroeste de Sono-ra, en vecindad con Estados Unidos. El per-miso de operaciones fue extendido a la em-presa Centro de Gestión Integral de Residuos.

De inmediato se desató un rechazo de las comunidades pápago, presentes en este municipio, como en el lado estadouniden-se, que se aliaron con otros sectores sociales para impedir la instalación del confinamien-to. Hasta ahora, su lucha ha sido exitosa.

La manifestación de impacto ambiental del proyecto omite los efectos socio-culturales. Sólo menciona ciertos impactos sobre flora, fauna y paisaje, pero no habla de la gente. De hecho dice que no hay población susceptible de afectación. Afirma que no existe eviden-cia de asentamientos históricos ni arqueoló-gicos, es decir, ignora completamente que el lugar del proyecto está ubicado en territorio pápago y aún más, que está junto a zonas sa-gradas para esta población indígena.

Sandra Martínez Contreras, coordinado-ra ejecutiva de la Red Fronteriza de Salud y Ambiente, AC, lo describió así: “Ignoran la existencia de la laguna Quitovac. Los que conocen el desierto pueden imaginar la importancia de una laguna en un lugar tan seco, es un oasis, y para los pápagos es un lugar sagrado porque ha sido siempre un centro de reunión importante, un centro ce-remonial importante dentro de su cultura”.

La situación fue comentada por Sandra Martínez en mayo pasado, durante el Viaje Nacional de la generación 14 de la maestría de Desarrollo Rural de la Universidad Autó-noma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

La manifestación ambiental también men-ciona que las poblaciones más cercanas están a unos 40 kilómetros, que son Caborca y So-noyta, entonces “ésta es una forma de invisi-bilizar a los pueblos indios, y si ustedes toman la carretera no van a ver ningún aviso de des-viación a Quitovac. Cualquier ejido, cualquier ranchería tiene un anuncio, pero Quitovac no. Finalmente para el gobierno son indios y no existen y aquí se nota claramente, dicen que no hay población allí”, indicó Sandra Martínez.

La población está junto a la carretera que comunica a Hermosillo con Mexicali; que une a México con la península de Baja Ca-lifornia. “Es una carretera muy conflictiva porque es de sólo dos carriles, donde tran-sitan las mercancías que van hacia Baja Ca-lifornia. Hay muchos accidentes, y por eso precisamente –no sólo por la importancia del territorio para la cultura indígena–, por eso es motivo de alarma (...) El hecho de que los residuos transiten en una carretera tan peligrosa pone más en riesgo el territorio,

por posibles accidentes y derrames de los re-siduos peligrosos”.

Las acciones que tomaron los pápagos y sus aliados incluyeron el bloqueo de calles y pro-testas afuera de la sede del ayuntamiento. La comunidad no indígena que habita en Sono-yta apoyó incondicionalmente la protección del territorio indígena porque vive junto a ellos y resultaría afectada también.

Se formó una asociación civil que se llama Ciudadanos Comprometidos con Sonoyta; sus líderes fueron el párroco del pueblo, maestros y maestras de la localidad y amas de casa, siendo “en la iglesia donde había grandes concentraciones de gente para dis-cutir el problema. Esto propició que el ayun-tamiento tomara la decisión de negar el per-miso de uso de suelo. Esto fue realmente lo que frenó la instalación del confinamiento”.

La empresa no ha podido tener hasta ahora la autorización municipal de uso de suelo para empezar el proyecto, aun cuando tiene las autorizaciones federales.

El permiso que otorgó la Semarnat vence en octubre de este 2010, y como no se ha po-dido instalar otro confinamiento de residuos peligrosos, es muy probable que la empresa solicite una ampliación del plazo para ejer-cer el permiso. Pero “nosotros seguimos en estado de alerta, lo que estamos haciendo es tratar de amarrar un acuerdo con el cabildo de Sonoyta, porque ya hubo cambio en la administración. Queremos que el cabildo diga que sigue en la postura de no autorizar el permiso de suelo para ese confinamiento”, concluyó Sandra Martínez. Maestrante en Desarrollo Rural, UAM Xochimilco

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NOAL CONFINAMIENTO DE RESIDUOS PELIGROSOS EN EL DESIERTO

La Semarnat aprobó el 13 de

octubre de 2005 el proyecto

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peligrosos La Choya, en el

municipio General Plutarco Elías

Calles, en el noroeste de Sonora,

en vecindad con Estados Unidos

Jaime Simón Cortés Corman

Desde que nació, la Red Fronteriza de Salud y Medio Ambiente, AC, ha trabajado con mujeres por razones estratégicas: ellas tienen un interés

marcado en los temas ambientales y además cuentan con gran capacidad para crear redes, compartir experiencias y brindar su tiempo a favor de la protección de la salud de sus comunidades.

Así lo comentó Sandra Martínez Contreras, coordinado-ra ejecutiva de esta Red, y relató que luego de un trabajo continuo de formación de promotoras, en coordinación con diversas instituciones, con universidades y a veces con otras organizaciones no gubernamentales, en 2005 la Red pudo concretar un programa de trabajo denominado Tóxi-cos y Salud. Para ello, se alió con la Federación Cobanara.

Esta federación que es de mujeres –y cuyo nombre Coba-nara significa en lengua kaita “que gobierna”, o sea “muje-res que gobiernan”– tiene una red de promotoras en el sur de Sonora, en comunidades de los valles del Yaqui y Mayo y en la parte serrana.

Cobanara había empezado a trabajar el tema de plaguicidas y salud después de haber tenido bastante éxito desarrollando proyectos productivos. Sus comunidades sufren diversos gra-dos de marginación y son beneficiarias de programas socia-les, de combate a la pobreza. Con base en éstos, las mujeres crearon cajas de ahorro y empezaron a autofinanciar sus pro-yectos. “Fueron tan exitosas que un día dijeron: ‘queremos hacer más, no solamente queremos hacer cosas que nos den dinero para nuestras familias; estamos viendo todo el pro-blema ambiental que hay en la región y nosotras queremos

trabajar en ello’”, relató Sandra Martínez en una reunión re-ciente con estudiantes de la Maestría de Desarrollo Rural de la Universidad Autónoma Metropolitna, Unidad Xomilco.

Fue así que la Red Fronteriza comenzó a coordinarse con Cobanara y “les empezamos a ayudar a hacer sus diagnós-ticos de salud y medio ambiente, y a partir de ahí a hacer sus programas y sus campañas de trabajo”.

El programa de Tóxicos y Salud ha realizado con las promotoras varias campañas, como la emprendida contra el lindano y contra los plaguicidas caseros. En Sonora, al igual que en el resto del país, se sigue recetando lindano

para matar los piojos de los niños; forma parte del catálo-go de medicinas del gobierno federal. En Hermosillo no se utiliza, pero sí en poblaciones rurales. “Incluso llega el doctor de la clínica con una caja (de lindano) al kinder para que la maestra lo reparta”, dijo Sandra Martínez.

En la campaña de plaguicidas caseros, las promotoras fueron las primeras en hacer visitas domiciliarias; llegaban a los hoga-res y aplicaban una encuesta de ocho preguntas. Esto les servía para sentarse con las amas de casa e informarles de las conse-cuencias nocivas de esos tóxicos. Concluida la visita, la perso-na encuestada se quedaba con un folleto donde venía la in-formación de los daños que provocan los plaguicidas caseros.

Las promotoras han estado diseñado diversas formas de lle-var información a la comunidad.

El proyecto más reciente que la Red Fronteriza tiene con Cobanara es el de Monitoreo Comunitario de Plaguicidas, que es una iniciativa de la Red Internacional de Plaguici-das cuyo objetivo es documentar la exposición a plaguici-das en diferentes partes del mundo. Ya se ha desarrollado en Uruguay y Argentina.

En el caso de México, las promotoras y la Red Fronteriza es-tán haciendo este monitoreo para documentar experiencias y presentarlas en las reuniones de convenciones internacio-nales, como el Tratado de Estocolmo, donde México parti-cipa, y comprobar así cómo las trasnacionales están incum-pliendo con los acuerdos sobre el manejo de los plaguicidas.

Hay varias instituciones en el sur del estado que han documen-tado la alta incidencia en la zona de cáncer, leucemia, proble-mas en la piel y respiratorios, los cuales están estrechamente relacionados con el uso de plaguicidas, aunque la autoridad nunca aceptará esta idea. Es importante que la discusión de es-tos asuntos se haga a nivel comunitario y por eso hay que valorar el papel de las promotoras de la Federación de Cobanaras. Maestría en Desarrollo Rural, Universidad Autónoma Metropolitina

PROGRAMA TÓXICOS Y SALUD EN LOS VALLES DEL YAQUI Y DEL MAYO

La coalición plaguicidas y salud en Sonora

que conformamos la red fronteriza y una

red de promotoras que se llama Cobanaras

Federación Cobanara quiere decir en la

lengua Kaita que gobierna, entonces para

nosotros son las mujeres que gobiernan

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21 de agosto de 201010

Carlos Rodríguez Wallenius

El campo de Sonora ha sido base para la formación de los grupos empresariales más influyentes del no-

roeste del país. Negocios en la producción de trigo y maíz, vinculados a las frutas y horta-lizas de exportación a Estados Unidos y a la producción de pollos, cerdos y bovinos, así como alimentos balanceados y fertilizantes han sido claves desde la segunda mitad del si-glo XX para que un puñado de personas acu-mule y concentre capitales, constituyendo grupos agroempresariales a partir de vínculos familiares, en los que destacan los Valenzue-la, Bours, Hoeffer, Fernández y Mazón.

En años recientes, estos grupos oligár-quicos ya no dependen sólo del agro para acrecentar sus fortunas; han diversificado sus giros hacia áreas más dinámicas de la economía sonorense como la producción ca-maronera y, sobre todo, la especulación de terrenos destinados a planes inmobiliarios

cercanos a las grandes ciudades, desarrollos turísticos como San Carlos, Bahía de Kino o Puerto Peñasco o a la construcción de naves industriales y bodegas para zonas industria-les de Hermosillo y ciudades fronterizas.

El poder económico se ha apuntalado con la incursión de las prominentes familias en los liderazgos de organismos gremiales, en la política local y en la administración públi-ca, espacios que les han permitido obtener financiamientos, ampliar sus alianzas y for-talecer sus redes de control.

Sobresale el caso de la familia Bours, que tuvo su momento cúspide con la llegada de Eduardo Bours al gobierno estatal en 2004-2010. En ese período los Bours lograron amasar una fortuna sin precedentes, diver-sificando sus giros comerciales y ocupando varios puestos públicos y de representación en agrupaciones gremiales.

El clan Bours inició sus actividades mercan-tiles en los 50s con la producción avícola,

con la empresa Bachoco, la cual actualmen-te es la principal de su ramo en el país, con el 25 por ciento del mercado nacional.

Además los Bours Castelo tienen grandes extensiones de tierra con sistemas de riego y controlan Fertilizantes Tepeyac, que opera en varios estados del país. Las nuevas activi-dades del grupo incluyen la productora y co-mercializadoras de mariscos Ocean Garden, una de las más importantes en México.

Varios miembros del clan han diversificado sus actividades. Por ejemplo Ángel Bours tiene Sasa Pork (producción y comercializa-ción de productos de cerdo) y Constructora Boza (que realizó proyectos de infraestruc-tura del gobierno). También detentan repre-sentaciones gremiales: Francisco Javier Ra-mos Bours es el presidente de la Asociación de Porcicultores en el Valle del Yaqui.

Pero la más reciente incursión en el ám-bito empresarial del clan se enfoca a los desarrollos turísticos impulsados desde que Eduardo Bours asumió la gubernatura. Como lo ha mostrado la revista Proceso (edi-ciones 1565 y 1581), los negocios de los Bours se expandieron con proyectos turísticos en la Bahía de Kino, Guaymas y Puerto Peñas-co. En este último, el clan invierte en el Spa Resort, Sonoran Sun Resort y Sonoran Sea Resort. En este sitio, el gobierno de Bours fue el que otorgó la autorización del desa-rrollo turístico que permitió que se cons-truyeran cientos de condominios. Resalta Sonoran Resorts, que fue constituida por los Bours y Mazón, de Sonora, y los Mc Millan de Arizona.

Aquí podemos introducir al otro grupo hegemónico del estado: el clan Mazón, encabezado por las familias Mazón Rubio y Mazón Lizárraga, que tienen actividades empresariales en los sectores agrope-cuarios, comercialización y bienes raí-ces, y han incursionado en la política y en cargos públicos.

Resalta el caso de Jorge Mazón Rubio, ex presi-dente del Consejo Nacio-nal Agropecuario y actual vicepresidente del Consejo Mexicano del Camarón, que tiene inversiones en Norson, em-presa dedicada a la producción porcícola, y en Granjas Acuano-va, de producción y comerciali-zación de camarones. Ricardo Mazón Lizárraga, otro empresario de este clan, es compadre de los ex goberna-dores Bours y Manlio Fabio Beltrones y ha ocupado diversos puestos en el PRI estatal.

En los años recientes, la familia Mazón ha concentrado sus inversiones en Puerto Peñasco y San Carlos, además de adqui-rir reservas territoriales en puntos turísticos. Los Bours Castelo y Mazón Rubio tienen inversiones conjuntas en la empresa de tele-comunicación Megacable.

Si bien los Bours y los Mazón son los grupos oligárquicos hegemónicos, hay en el campo sonorense algunas asocia-

Ma. del Carmen Hernández Moreno

Cuando se habla del campo sonorense gene-ralmente se piensa en agronegocios exitosos,

en una agricultura con calidad de exporta-ción; en la presencia de los exclusivos cortes de cerdo en el mercado japonés; en la cap-tura y producción acuícola de camarón más importante del país, y qué decir de la mítica carne selecta de res calidad Sonora. A pocos se les ocurrirá imaginar siquiera las viscisi-tudes que enfrentan las familias rurales, eji-datarias y minifundistas para mantenerse en sus comunidades, asegurar la reproducción de sus formas de vida y preservar su posición como productoras de alimentos.

Desde los 80s el campo sonorense literal-mente se está vaciando. Hasta 2005, el éxo-do rural de la entidad había superado la me-dia nacional cuya tasa de expulsión era del nueve por ciento, frente al 15 por ciento del estado. Esto es, en términos absolutos, un 25 por ciento de la población rural del estado ha debido abandonar sus localidades ante la fal-ta de oportunidades. Si bien la migración no es un fenómeno novedoso, los motores que la promueven sí lo son. En la actualidad migrar ha dejado de ser una opción y se ha converti-do en una estrategia de sobrevivencia.

Pero ¿cuál es la razón de esta situación? En-tre los 40s y los 70s los gobiernos federal y estatal aplicaron programas y cuantiosos re-cursos para incorporar a ejidos y minifundios a las tendencias modernizadoras en la agri-

cultura y la ganadería comerciales. Se creó un modelo de especialización productiva, fincado en una gran demanda de recursos energéticos, dependientes de inversiones crecientes, cuyas expectativas descansaban principalmente en el mercado internacio-nal, en el caso de la cría de becerros, y en el nacional para cereales y oleaginosas. Las familias rurales sonorenses abandonaron la producción para el autoconsumo, apostán-dole su bienestar a los mayores ingresos que les redituaría su inserción en los mercados agropecuarios de alto dinamismo.

A la vuelta de los años el modelo mostró sus debilidades. Estas familias fueron integradas a grandes cadenas productivas, pero en el eslabón más débil, con nula capacidad de negociación y mínima apropiación del valor generado. El apuntalamiento del Estado vía subsidios, asis-tencia técnica, financiamientos blandos, etcé-tera compensó esta desventaja estructural. Bajo la lógica neoliberal, este perfil de productores se volvió disfuncional para las necesidades de reproducción del sistema agroalimentario y co-menzaron a ser excluidos. Su aportación a la pro-ducción de alimentos dejó de ser relevante y su oferta fue sustituida por productos importados.

Las familias rurales especializadas en las actividades agrícolas, ubicadas en la región costera del estado, principal asiento de la agricultura comercial, resultaron ser las primeras desplazadas. Evidencia de ello la ofrece la declaración de los propios líderes campesinos al denunciar que en Sonora 80 por ciento de las tierras ejidales está rentado y son sus arrendatarios agronegocios locales

y externos, los usufructuarios de apoyos gu-bernamentales tales como Procampo.

En el caso de las familias inmersas en la indus-tria de la carne como proveedoras de becerros en pie, el desplazamiento ha sido paulatino pero igualmente constante y creciente. Han logrado mantenerse en la actividad comple-mentando los escasos ingresos obtenidos de la cría de becerros con la producción y venta de quesos y la incursión de varios de sus miembros en actividades no agropecuarias. Los ingresos derivados de la cría ascienden en promedio a 20 mil pesos al año, luego de invertirle sus ma-gros recursos económicos y naturales, además del propio trabajo familiar, durante 17 meses.

Las familias se aferran a la ganadería bovinaporque, en su opinión, les representa “el úni-co colchón para hacer frente a los imponde-rables y a los gastos fuertes de la casa”. Para continuar en ella acentúan la especialización productiva llevando el sacrificio de sus recur-sos a un grado tal que la tierra disponible y los apoyos gubernamentales se destinan íntegros a la producción de forraje, y durante el estiaje llegan a abastecer al ganado con el agua dis-ponible para sus necesidades básicas. Estas prácticas reproducen un círculo vicioso que incrementa la degradación del ecosistema y su incapacidad para sostenerse como comunidad y proveerse de alimentos. No es casual que las zonas rurales con mayor especialización pro-ductiva sean también las que presentan mayor índice de expulsión y envejecimiento de la po-blación, y mayor índice de masculinidad. Es decir, las mujeres encuentran todavía menores oportunidades de desarrollo local.

Las repercusiones del modelo han incidido además en el incremento de los índices de obesidad, de enfermedades cardiovasculares y de desnutrición de la población rural. La pérdida en la diversidad productiva ha modi-ficado la dieta de la familia. Ante la falta de producción local, hortalizas, oleaginosas y ce-reales han sido sustituidos por alimentos alta-mente procesados y ricos en azúcares adquiri-dos en las tiendas de abarrotes de la localidad.

Por desgracia, para quienes diseñan las políticas públicas y quienes se benefician de ellas, lo que ocurre en el campo sonorense no se queda allá: se traslada con la gente a los principales cen-tros urbanos, que resultan incapaces de ofrecer opciones a los recién llegados, sobre todo en la década pasada, debido al pobre desempeño de la economía estatal. En la ciudad, el éxodo rural se manifiesta en el engrosamiento de su cinturón de miseria, en una mayor demanda insatisfecha de servicios públicos y en la cre-ciente presión sobre su ecosistema. La actual disputa sobre los recursos hídricos suscitada entre las dos principales urbes, Obregón y Her-mosillo, constituye una claro ejemplo de este proceso. De hecho, comienzan a generalizarse

LA OTRA CARA: EL ÉXODO RURAL

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RIQUEZA QUE EXCLUYE Y DESPOJA

LOS PODEROSOS

Y EL CAMPO SONORENSE

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Lourdes Edith Rudiño

“Aunque suene dramático, Sinaloa tiene en la agricultu-ra su mayor bendición pero también su condena”, es una

afirmación que hace José Antonio Mendoza Zazueta, oriundo de esa entidad del noroes-te que en el imaginario social se caracteriza como “el estado de los productores ricos, de los excedentes alimentarios, el que ha sido y sigue siendo injustamente beneficiario de inversiones y subsidios públicos”.

Cuando se califica a Sinaloa por su grado de desarrollo humano, por el tamaño de su Producto Interno Bruto, por sus índices de marginación o pobreza, ocupa el lugar 17 o 18, según se analice, señala Mendoza, y eso que puede ser sorpresivo para muchos, está estrechamente vinculado a la especialización del estado en actividades primarias (agricul-tura y pesca), y hay un dato además muy pre-ocupante: Sinaloa registra el más bajo salario promedio de cotización en el Seguro Social, debido a que predomina el jornal, trabajo no calificado y además estacional.

El entrevistado fue subsecretario de Desa-rrollo Rural durante la gestión de Francisco Labastida en la Secretaría de Agricultura en el gobierno zedillista y antes trabajó para agro-empresarios poderosos de Sinaloa (fue director de los corporativos del azucarero y ahora etanolero Jorge de la Vega y de Jesús Vizcarra, poderoso en el negocio de la carne).

Plantea: “hay que desmitificar al agro de Sinaloa”, y observar que es un estado de de-sarrollo económico medio; revisar la historia y ver sus ironías: “Con una infraestructura hidroagrícola muy importante, con más de 700 mil hectáreas de riego por gravedad y más de diez presas, a Sinaloa se le criticaba (a fines de los 80s) porque no sembraba gra-nos, en particular maíz. Siendo yo delegado de Agricultura en el estado, el entonces se-cretario Carlos Hank, me pidió implementar un programa para producir un millón de to-neladas de maíz a partir de 1991. Lo hicimos, aunque para ello pedí un precio relativo del maíz que mejorara su condición respecto de otros cultivos. Ahora Sinaloa produce cinco millones de toneladas de maíz e irónicamen-te los señalamientos hacia el estado son por-que se lleva buena parte de los subsidios de ingreso-objetivo (para apoyar el ingreso del productor y la comercialización).

Ya antes, en los años 50s y 60s la agricul-tura de Sinaloa, particularmente de gra-nos, se había beneficiado mucho de las políticas públicas. Entonces, en medio del llamado milagro mexicano (cuando éra-mos autosuficientes), se consideraba a los alimentos como bienes salarios, y para que los agricultores no demandaran mayores precios se subsidiaban los insumos; hubo todo un aparato institucional dispuesto para ello. “Eso permitió que las áreas de riego y comerciales, como las de Sinaloa y Sonora, tuvieran fuertes apoyos, y que la agricultura de subsistencia, que no entraba al mercado, quedara postergada.

“Pero luego, en los años 70s y 80s, los pro-ductores, temerosos de ser acusados de la-tifundio y acumulación de provecho, deja-ron de invertir; esto impidió que el campo se integrara mejor a los mercados”.

Y si bien es cierto –agrega Mendoza– que en esos años Sinaloa llegó a tener varios molinos de arroz, aceiteras de soya, bas-tantes despepites de algodón, molinos de trigo, fábricas de pasta de jitomate y más, todo esto se desplomó por plagas y enfer-medades de los cultivos, falta de precio, competencia de productos del extranjero y/o malas políticas públicas y no ha logrado reconstruirse. Esa integración de la agroin-dustria generaba un empleo más califica-do; hoy, sin un impulso deliberado para darle valor a la producción primaria, lo que se observa es una actividad estacional, sin suficiente diversificación de cultivos.

Hoy la mano de obra se ocupa en el ciclo oto-ño/invierno en hortalizas y caña de azúcar y menos intensamente en maíz, frijol, garbanzo y sorgo, y después viene “el tiempo muerto” y la actividad económica entera de Sinaloa decae, pues depende en gran medida del campo. A eso hay que agregar los efectos del narco: la cultura insaciada del dinero fácil, y su contribución al encarecimiento de la tie-rra. En Sinaloa la renta de una hectárea de maíz va de nueve mil a diez mil pesos, sobre dos mil o tres mil en el sureste o tres mil a cuatro mil pesos en zonas de riego de Jalisco”.

Esta situación deriva en algo que debería considerarse en la políticas públicas: “un ejidatario que renta su parcela, recibe 80 mil o 90 mil pesos por año, pero al no te-ner esquemas de ahorro que estabilicen su consumo, gasta el dinero de una tajada. Es gente que vive momentos de lotería o eufo-ria y luego de pobreza”.

Otro de los claroscuros está en la produc-ción de hortalizas. Desde principios del siglo pasado, inmigrantes, sobre todo japoneses y griegos, abrieron canales que derivaron agua de los ríos a los campos de producción y establecieron la tradición de la exportación

hortalicera a Estados Unidos (EU) desde an-tes de que se construyeran las presas. Hoy los rendimientos de las hortalizas se han incre-mentado impresionantemente –“pasaron de 30 toneladas a 200 por hectárea”– gracias a la tecnología, pero la superficie ha disminuido. “En mis tiempos de delegado había entre 80 mil y 90 mil hectáreas de hortalizas, ahora no rebasan las 60 mil”. Ocurre que Sinaloa de-pende de un solo mercado, el de EU, y al ser perecederos es difícil buscarles otro destino.

Para Mendoza Zazueta, el reto de Sinaloa está en que los productores se decidan a dar valor agregado a sus cultivos y en inte-grar un subsector pecuario más fuerte. “En lugar de vender kilos de granos, que sean kilos de carne, queso o leche”.

El entrevistado recuerda que cuando asu-mió su puesto en la Subsecretaría de Desa-rrollo Rural en 1995, y comenzó a conocer el campo del sur-sureste, “sufrí un choque cultural tremendo. Yo venía de una agricul-tura altamente comercial, donde el campo daba el porcentaje mayor del ingreso de la familia rural y de repente me encontré con una agricultura de ladera, de temporal, con gran minifundio, con poco acceso a la tec-nología o los insumos que pudieran elevar la productividad. Me preguntaba por qué la gente siembra en pendientes extremas, a piquete, en milpa, y cuando revisaba los costos de producción y los rendimientos, la conclusión era que no tenía sentido”.

Asesorado por expertos ruralistas, “fue como entendí la cosmovisión que hace de la milpa una cultura y una razón de ser”.

Con el conocimiento de las dos agricultu-ras, del noroeste y del sur, dice “soy un con-vencido de que la agricultura de corte cam-pesino debe alentarse. Es un absurdo pensar que puede eliminarse; ni los españoles, que quisieron desaparecer el amaranto –por sus implicaciones religiosas– lo lograron. Y en cuanto al noroeste, a Sinaloa, sí es cierto que los apoyos para el maíz del estado son mucha lana y deben racionalizarse, pero también hay que entender que se justifican porque la cosecha del grano de Sinaloa sirve como un

buffer (amortiguamiento, respaldo) ante un mal año agrícola de temporal en el centro sur. Lo que tendríamos que ver es cómo par-te de esa cosecha se almacena o se transfor-ma si es abundante, y entonces tendría que discutirse el tema del etanol, no satanizarlo.

Hay que considerar, subraya Mendoza, que las dos agriculturas no deben estar con-frontadas. Cada una tiene su misión y re-tos. La agricultura de Sinaloa, del noroeste, es para el mercado, y la del sur-sureste es más para el consumo local, para la subsis-tencia familiar, para la seguridad familiar alimentaria, y es una forma de vida.

CLAROSCUROS EN LA AGRICULTURA DE SINALOA• El noroeste y el sur no están confrontados: son realidades diferentes: Mendoza Zazueta

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las protestas sociales por el acceso al agua en un territorio cuya precipitación pluvial en pro-medio no supera los 250 milímetros anuales.

Así pues, ante los resultados de una estrate-gia para el campo sonorense que privilegió la producción a gran escala para la exportación y desestimó las aportaciones de la economía campesina al abasto local, bien vale la recon-sideración de los efectos multiplicadores de una adecuada política rural en los ámbitos económico, social y ambiental.

Detener “el vaciamiento” de las poblaciones rurales sonorenses resulta un imperativo im-postergable, no sólo para alcanzar los objetivos de equidad y justicia social incluidos en los planes estatales de desarrollo; también puede convertirse en la piedra angular de una estra-tegia que promueva el abasto interno de ali-mentos y ser el núcleo de una política de pro-tección ambiental que pretenda eliminar las presiones ejercidas por las altas concentracio-nes urbanas en los ecosistemas receptores. Investigadora del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo, [email protected]

ciones agroempresariales que tienen una creciente importancia regional,

como la familia Fernández, de Granos La Macarena, dedicada a la exportación de garbanzo; la fami-lia Parada Laborín, con

productos avícolas y empa-cadoras de camarón, o la familia

Rebeil, que tiene participación en Cedasa, una empresa dedicada a

la engorda y comercialización de ganado vacuno. Otros gru-pos se enfocan a la comercia-lización de productos pesque-

ros, como la familia Luebbert.

En fin, el campo sonorense ha sido origen de varias de las fortunas más importantesde la región, las cuales han tenido que di-versificarse para enfrentar la competencia y apertura con Estados Unidos, además de

consolidar sus vínculos con la clase política local, a fin de asegurarse mejores condicio-

nes para sus inversiones y el uso de recursos públicos para

fortalecer sus negocios.

La expansión de las nuevas actividades eco-nómicas, en especial las granjas acuícolas y

los desarrollos turísticos, la han realizado a costa de afectar las tierras ejidales y los terri-torios indígenas, así como comunidades de pescadores, que habitan junto a los desarro-llos turísticos. Nueva riqueza a base de ex-cluir y despojar. Coordinador del posgrado en Desarrollo Rural UAM-X

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Sinaloa registra el más bajo

salario promedio de cotización

en el Seguro Social, debido a que

predomina el jornal, trabajo no

califi cado y además estacional

TEMA DEL MES

21 de agosto de 201012

Emma Paulina Pérez López

Manuel es un norteño dedicado a la cría de becerros y forma parte de un grupo de casi

dos mil ejidatarios que tienen derechos agra-rios en una treintena de ejidos en las llanuras semidesérticas de la Costa de Hermosillo.

Cuando contaba sólo con 16 años bajó de su pueblo en la sierra con rumbo hacia el litoral a trabajar, como muchos, en las piz-cas de algodón. Eso fue hace más de medio siglo, cuando el “oro blanco” y el trigo eran los principales cultivos en el distrito de rie-go que acababa de fundarse al poniente de Hermosillo, la capital de Sonora. Al igual que miles de jornaleros que llegaron a es-tas tierras y participaron en los desmontes, las siembras y las cosechas de nuevas áreas agrícolas, Manuel tuvo que movilizarse en busca de ocupación. Así llegó a Sinaloa don-de trabajó varios años, siempre a cambio de un jornal. Allá conoció a Elena, con quien formó una familia. Era el tiempo en que el Estado apostaba por la modernización agrí-cola, y prometía un “desarrollo” que acabó por beneficiar ante todo a una elite de em-presarios agrícolas.

Al regresar a la Costa, ya en la década de los 70s, Manuel buscó la manera de trabajar en las granjas avícolas y porcícolas que había en la región; así consiguió mejor salario que siendo jornalero agrícola. Andando de granja en granja, sostuvo a sus tres hijos y tuvo la oportunidad de volverse ejidatario. Y es que en los 70s y en los 80s, por medio de la Con-federación Nacional Campesina (CNC), se entregaron más de 80 por ciento de las 86 mil hectáreas que hoy poseen los ejidos en la Costa de Hermosillo.

Con repartos ejidales el Estado respondió a la demanda urgente de los trabajadores estables al servicio de los empresarios agrí-colas, porque en muchas ocasiones había ausencia de mano de obra para levantar las cosechas pues los jornaleros preferían cruzar la frontera y emplearse a cambio de dólares. También los ejidos se fundaron para cubrir la emergencia de dar tierra a los “sin tierra” y mantener la esperanza, cuando las movili-zaciones campesinas surgían por todo el país y exigían nuevamente el reparto de la tierra y una salida a la crisis en un campo que ya suma cuatro décadas polarizado. Tan sólo en

el sur de Sonora, con la presión campesina se logró afectar a los propietarios al término del sexenio echeverrista.

Sin embargo, en la Costa más de 90 por ciento de las tierras ejidales nunca dispuso de agua para poder cultivar, y pronto se vino abajo el sueño de muchos ejidatarios de ser productores agrícolas. Y aunque un grupo de ellos se fue, otros sí se quedaron e incluso lle-garon nuevos. Según los censos recientes, hoy viven en los ejidos más de dos mil habitantes, y estimamos que entre ellos hay 400 familias que tratan de sobrevivir con una actividad productiva, principalmente pecuaria. Para ello hacen esfuerzos enormes: cuando crece la familia y tienen más brazos que ayuden, tratan de generar ahorros destinados a la com-pra de ganado. Los hijos salen de los ejidos en busca de una remuneración, e incluso llegan a arriesgar sus vidas porque cruzan la fronte-ra sin papeles y trabajan en Estados Unidos a cambio de un pago en dólares. Otros cuidan ganado ajeno y se les paga con crías.

Así, con diversas estrategias, fue como don Manuel empezó a tener ganado propio hace tan sólo 15 años, reforzando la tradición ganadera del campesino en Sonora. Primero compró a La Tontona, que fue su primera vaca, y hoy ya tiene 14, entre ellas, La Vito-la, La Suicita, La Vaguita y La Chueca. Más de la mitad de ellas paren una cría al año y, como siempre se ha hecho, las hembras se reservan para hacer crecer el hato y a los machos se les vende antes de cumplir el año.

Ni los cambios a la Ley Agraria, ni el aban-dono en que el Estado dejó a los productores del campo desde hace ya casi dos décadas, convencen a don Manuel y a otros muchos Manueles que deban desaparecer. Ellos no renuncian a su derecho de asegurar su sus-tento teniendo una economía propia, que les dé autonomía.

En pleno siglo XXI estos ejidatarios persis-ten, y nos hacen recordar que la esencia cam-pesina es la de ser productor, y que el campo mexicano, con su contribución, puede recu-perar su función de proveedor de alimentos. Y aunque en algunos estudios se insista que hoy sus habitantes han dejado la actividad agropecuaria, son muchos los campesinos de la Costa de Hermosillo que persisten en ser productores, sobreviviendo en el desierto. Investigadora independiente y estudiante del doc-torado en Desarrollo Rural de la UAM-Xochimilco

SOBREVIVIENTES DEL DESIERTO:EJIDATARIOS DE LA COSTA

Juan Luis Sariego Rodríguez

Los trabajadores del campo de Sonora conforman un pro-letariado numeroso,

complejo y en buena medida desconocido. De los casi de cuatro millones de jornaleros agrícolas que hay en México, se estima que en Sonora llegan a residir hasta cerca de 80 mil, dispersos en regiones como la Costa de Hermosillo, la zona de Guaymas-Empal-me, el área de Caborca y la micro-región de Pesqueira-Zamora cercana a Hermosi-llo. La mayoría son migrantes provenientes de Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Puebla. Abundan los indígenas nahuatls, triquis, mixes y zapotecos, pero también hay contin-gentes mayos y yaquis, así como campesinos mestizos de diferentes regiones. Muchos de ellos viven hacinados dentro de los campos, en galerones y viviendas precarias propiedad de los empresarios y sólo unos pocos residen en ejidos y poblados cercanos.

A partir de un estudio realizado entre 2000 y 2004 (Los jornaleros agrícolas, pro-ductores invisibles de riqueza. Nuevos pro-cesos migratorios en el noroeste de México, coordinado por María Isabel Ortega, Pe-dro Alejandro Castañeda y Juan Luis Sa-riego y editado por CIAD-Plaza y Valdés, en 2007), podemos señalar que casi 90 por ciento de los jornaleros agrícolas que trabajan en Sonora son migrantes y entre ellos existen dos perfiles, dependientes del tipo de cultivo en el que son contratados.

El primer perfil lo conforman jornaleros mayoritariamente indígenas, originarios de Guerrero. Oaxaca, Veracruz y Puebla y son empleados por tres meses en campos de hortalizas. Este proletariado se emplea en fa-milia, incluyendo los menores de edad, y los campos agrícolas donde laboran son los que reúnen las condiciones laborales más preca-rias en términos de salarios, trabajo infantil, vivienda, servicios sanitarios, educación y salud. Pareciera pues existir una segmenta-ción del mercado laboral y una correlación entre los niveles de calificación requeridos para cada tipo de cultivo y los perfiles étni-cos y socio-laborales de los jornaleros. Todo ello se expresa en una tendencia a que la de-manda se ajuste a las condiciones sociales de la oferta de trabajo. Así, este mercado laboral indiscriminado y abierto al que se accede sin mayores requisitos permite al jornalero y a los miembros de su unidad doméstica adap-tarse a los requerimientos y ritmos del traba-jo aunque sea en detrimento de sus niveles de bienestar social.

Estos jornaleros viven en condiciones pre-carias: hacinamiento en galerones y vivien-das de lámina o de cartón, pisos de tierra, falta de ventilación, defecación al aire libre, fogones de leña improvisados para cocinar, escasas y contaminadas fuentes de agua, carencia de sistemas de recolección de la basura, lejanía con los centros de salud y ausencia de servicios de educación y salud.

El segundo tipo de jornalero agrícola migrante es el de los campos de cultivos de exportación asociados a estrictos con-troles sanitarios internacionales, como la uva de mesa. Ahí, los dueños emplean

trabajadores jóvenes, mestizos y sin fami-lia, sobre todo de los estados de Puebla, Veracruz, Michoacán, Sinaloa y Sonora, aunque también contingentes indígenas. Los salarios y las condiciones laborales y de vida son mejores que en los demás campos, pues los procesos de trabajo es-tán más tecnificados y calificados, pero, además, porque las regulaciones inter-nacionales en materia de inocuidad ali-mentaria exigen al propietario mantener ciertos estándares de seguridad e higie-ne, lo que le lleva a estabilizar su merca-do laboral. En contraste con los campos hortícolas, los ritmos y requerimientos de productividad son aquí más estrictos y la demanda de trabajadores tiende a condi-cionar el perfil socio-laboral típicamente proletarizado del jornalero.

Estos campos agrícolas se caracterizan por contar con viviendas de ladrillo y techos de lámina, módulos sanitarios, comedores co-lectivos higiénicos, tiendas Diconsa, siste-mas de agua tratada y entubada, formas or-ganizadas de recolección y procesamiento de la basura, escuelas de nivel pre-escolar y primario, módulos de atención social o enfermería y espacios deportivos.

Más allá de estos contrastes, el mercado laboral de esta agricultura moderna sono-rense se caracteriza, antes que nada, por su inestabilidad, inseguridad e incertidumbre. Quienes pretenden acceder a esta ocupa-ción enfrentan múltiples obstáculos estruc-turales para ubicarse en los lugares y tiem-pos precisos, allá donde la oferta de empleo se ajuste a sus niveles de calificación, a sus expectativas salariales y condiciones fami-liares. Por su parte, los empleadores compi-ten entre sí para poder allegarse, en tiempo, volumen y nivel de competencia requeri-dos, la mano de obra necesaria.

Sin duda es esta inestabilidad e incertidum-bre la que explica el papel primordial que juegan los intermediarios laborales. Se tra-ta de personas que reclutan en los lugares de origen a los jornaleros, organizan y coor-dinan el trabajo de sus cuadrillas en los sur-cos. Esto les otorga una posición estratégica en el regateo de las tarifas del destajo y en la negociación de las condiciones laborales. Además asumen una posición de liderazgo y representación de sus paisanos quienes muchas veces desconocen la situación del mercado laboral al que ingresan. ENAH Unidad Chihuahua

INCERTIDUMBRE E INESTABILIDAD, MARCA DE LOS JORNALEROS AGRÍCOLAS DE SONORA

Hacinamiento en galerones

y viviendas de lámina o de

cartón, pisos de tierra, falta

de ventilación, defecación

al aire libre, fogones de leña

improvisados para cocinar,

escasas y contaminadas

fuentes de agua, carencia de

sistemas de recolección de

la basura, lejanía con los

centros de salud y ausencia de

servicios de educación y salud

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Julieta Valle

La población indígena ori-ginaria de la Península de Baja California fue diez-mada durante los siglos

XIX y XX. Hoy en día sobreviven cinco gru-pos que forman parte de la familia yumana y se encuentran asentados en pequeñas locali-dades de los municipios de Mexicali y Ense-nada. Los cucapá, quienes se encuentran en vías de extinción lingüística, habitan mayori-tariamente en la comunidad del El Mayor y dispersos en otros ejidos próximos a Mexicali y la frontera con el estado de Sonora.

El 19 de mayo dos indígenas pertenecientes a esta etnia fueron detenidos en una playa por el Ejército Mexicano, acusados de capturar ilegal-mente una totoaba, pez endémico del Mar de Cortés. La especie se encuentra protegida, jun-to con otras más, de la amenaza que representa para su supervivencia la pesca indiscriminada.

Los acusados alegaron que la captura había sido accidental, pero aun así fueron víctimas de tratos vejatorios por parte de los militares que los aprehendieron; de manera expedita recibieron auto de formal prisión. La noticia de que la ley había caído sobre ellos se difun-dió rápidamente y de inmediato la opinión pública nacional e internacional se volcó mayoritariamente para defenderlos. Se ejer-ció una presión efectiva que desembocó en la liberación de ambos luego de casi un mes de su detención. Y aunque el episodio ha caí-

do en el olvido, vale la pena abundar sobre algunas de las cuestiones que estuvieron im-plicadas y que resurgirán una y otra vez, no siempre con desenlaces justos o felices.

Ciertamente, la pesca es una de las activida-des humanas que tiene un mayor y más irre-versible impacto sobre los ecosistemas ma-rinos, y es loable que el gobierno mexicano haya contraído compromisos internacionales vectores de normas rígidas contra la captura desordenada de especies marinas, así como de sanciones severas a los transgresores. Sin embargo, la normatividad existente pasa por alto factores de crucial importancia.

Una política ambiental basada en el esta-blecimiento a rajatabla de vedas o prohi-biciones resulta insuficiente, además de que favorece actividades clandestinas, esti-muladas por el aumento exponencial de la demanda de bienes escasos o exóticos. Pero no sólo eso, también es explícitamente in-diferente ante algunos factores de carácter social que están involucrados. Nos referimos a la tensión entre determinadas actividades productivas tradicionales de numerosos gru-pos indígenas y la legítima obligación del Estado por garantizar el interés superior de la nación por proteger el patrimonio natu-ral. En definitiva, el escenario es complejo y requiere de análisis serios. Pero además, es imposible dejar de mencionar que las mis-mas obligaciones que asume la Federación bajo el esquema de “cero tolerancia” con los pescadores artesanales, son letra muerta

cuando se trata de regular la actividad de las grandes empresas.

El deterioro de los mares y sistemas lagunares, así como la caída de las poblaciones de nume-rosas especies dependen de un conjunto de fac-tores que inciden en la afectación a los mangla-res, arrecifes y litorales; la pesca es apenas uno de ellos y no siempre el de mayor peso. Las auto-ridades ambientales lo saben, y sin embargo ca-llan cuando salen a la luz pública denuncias en contra de las cadenas hoteleras y empresas de transporte y recreación que depredan y destru-yen impunemente el medio ambiente marino.

En el caso que nos interesa, esta situación ha permitido que el Mar de Cortés se encuentre seriamente amenazado por el tránsito de yates y por la desalinización de aguas, al servicio del

gran turismo. Y aunque la pesca no puede ca-lificarse como inocua, difícilmente se sostiene una regulación implacable relativa a la captu-ra de las especies amenazadas mientras se pasa por alto el impacto ambiental de otras activi-dades. Nos referimos sobre todo al crecimien-to desordenado de los servicios de hospedaje a lo largo de la franja costera, la proliferación de vertederos de aguas negras, la contaminación provocada por derivados del petróleo, las obras de reestructuración de playas y acantilados y el tránsito continuo de embarcaciones dentro de los límites de los santuarios de especies vul-nerables como la ballena gris.

Por otro lado, la reticencia del Estado mexica-no a establecer el cuerpo legislativo mediante el cual se materialice la ya legendaria firma del convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo enfrenta situaciones paradójicas como ésta. Existe un reconocimiento difuso de los derechos territoriales de los pueblos ori-ginarios, pero no se ha formalizado normativi-dad alguna que los haga valer. En el caso de los cucapá, su milenaria tradición pesquera, que debería implicar algún tipo de derecho territo-rial sobre las aguas del delta del Río Colorado y las del norte del Golfo de Baja California, se ha topado con regulaciones que, amparadas por un sedicente compromiso ecologista, crimina-lizan la actividad económica que da sustento material e identitario a sus poblaciones.

Este caso demuestra una vez más la urgencia de una legislación que recoja las demandas históricas de los pueblos indios al pleno dis-frute de sus territorios, acceso a la justicia y defensa de su cultura. ENAH-INAH

Karla Cruz-González y Sofía I. Medellín

Hace 50 años Bahía de Kino era una comuni-dad pesquera que ape-nas rebasaba los cien

habitantes. Ubicada en un lugar privilegiado por su acceso a las Grandes Islas del Golfo de California, ha sido tradicionalmente un polo de atracción debido a su intensa y productiva actividad pesquera.

Por oleadas, han llegado cientos de familias desde Sinaloa, Chihuahua, las dos Baja Ca-lifornia, Jalisco, Hidalgo, Durango, Aguasca-

lientes, Veracruz y Chiapas, que actualmente componen la población de alrededor de cin-co mil habitantes, en muchos casos arrojados de los campos agrícolas en épocas de crisis, que ante la falta de alternativas económicas, han hecho de la pesca ribereña sustento y modo de vida. Sin embargo, la extraordinaria riqueza natural del Golfo de California poco a poco se agota, producto de la sobreexplo-tación que impacta toda actividad pesquera.

El declive de la pesca en Kino ha ocasio-nado, entre otras cosas, un incremento de rivalidades por zonas y especies de pesca en-tre pescadores “kineños” y los llamados “fue-reños”, es decir, pescadores de otras localida-des que se trasladan a la costa de Kino. Si bien no es un problema nuevo, en las déca-das recientes se ha incrementado: “Siempre ha habido este conflicto, desde hace mucho tiempo, pero no se preocupaban tanto por-que había mucho producto, pero desde los 90s, ya empezó más fuerte”, dice un pesca-dor de la comunidad.

Entre los muchos intentos por defender su te-rritorio, en 2006 los pescadores tomaron las oficinas de la Secretaría de Pesca, a fin de ejercer presión para el cumplimiento de la ley marítima, y así respetar el límite permiti-do de embarcaciones por zona, exigiendo sa-car de Kino a los pescadores de otras comu-nidades. Pero no se logró una solución. Otra

propuesta que los pescadores han impulsado en varias ocasiones es la implementación de una zona de exclusividad pesquera que res-trinja el acceso a pescadores “fuereños”, tal como detentan sus vecinos seris (comcáac) en el Canal del Infiernillo. Los pescadores argumentan que además de garantizar un espacio de trabajo, se fomentaría el cuidado y buen manejo de los recursos.

Los opositores a esta propuesta son los lla-mados “dueños” de cooperativas y permi-sionarios, intermediarios que cuentan con permisos y equipos de pesca que, coludidos con las autoridades, son quienes contratan a pescadores de otras comunidades. “Los per-misionarios traen gente de fuera y no dan oportunidad a los de Kino, sobre todo porque dicen que somos muy problemáticos, pero claro, es más fácil que se aprovechen de los de afuera porque están en desventaja, fuera de sus casas y su territorio”.

Por otro lado, la pesca industrial, represen-tada principalmente por barcos de arrastre camaroneros y sardineros, también implica una competencia que pone en desventaja a los ribereños, principalmente porque los

barcos rebasan los límites de su área de cap-tura y por los grandes volúmenes de pesca incidental que extraen. Es decir, especies en edad temprana que podrían ser aprovecha-das por la flota ribereña si llegaran a alcan-zar una talla comercial.

A su vez, Bahía de Kino está considerada como un punto estratégico más del mega-proyecto turístico Escalera Náutica. La re-gionalización de las zonas turísticas descritas en el Programa Municipal de Desarrollo Ur-bano y Turístico no ha tomado en cuenta las necesidades y aspiraciones de la población. Algunas zonas con condiciones físico-bióti-cas adecuadas para la reproducción de espe-cies marinas y el aprovechamiento de ciertas pesquerías, como los linderos acuáticos de la Isla Alcatraz o el Estero Santa Cruz, se han convertido progresivamente en arenas de conflicto territorial entre el sector ribereño y operadoras turísticas.

Son múltiples los actores con los que coti-dianamente se enfrentan los pescadores ri-bereños y pocas las alternativas que ofrecen las políticas y dinámicas locales. La supuesta lucha por el cuidado del medio ambiente y el bienestar social se ve muy limitada en tanto sigue prevaleciendo el desarrollo de capitales privados que no consideran al sector ribere-ño y que incluso promueven su desaparición. Para los “kineños” la exclusión es mayor por su condición no indígena que, al menos en esta parte de Sonora, reconoció privilegios a unos y despojó a muchos otros del control de sus recursos naturales, así como de la posibi-lidad de regular localmente el acceso a los mismos. Centro de Investigación y Capacitación Rural, AC (CEDICAR)

LOS PESCADORES CUCAPÁ

A la orilla de la exclusión

EMBATES A LA PESCA RIBEREÑA EN BAHÍA DE KINO

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incidental que extraen

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Carlos Cortez Ruiz

Hace unos días la Asam-blea General de las Na-ciones Unidas aprobó una resolución que reco-

noce al agua potable como un “derecho hu-mano básico”. Pero la posibilidad real de avan-zar en la garantía de ese derecho está limitada por la oposición de los poderes mundiales y las corporaciones que consideran el agua como un bien con el cual se puede hacer negocio.

En el caso de México la resolución es fun-damental en la medida que se ha venido imponiendo el interés de lucro o las “opor-tunidades de negocio” en las decisiones re-lativas al agua, mientras amplios sectores de la población no tienen asegurado el acceso al vital líquido. El tema es particularmente importante en el noroeste del país, donde es serio el problema de la disponibilidad y el ac-ceso al agua potable y donde el modelo con que se pretende resolver la situación parece no considerar el derecho humano básico.

Sonora se ha enfrentado desde mediados de los 80s a una severa sequía que ha generado la aplicación de programas de racionamiento. En 2004 el sistema estatal de presas contaba con sólo nueve por ciento de su capacidad y, según la Comisión de Agua Potable y Alcan-tarillado del estado, 32 municipios enfrenta-ban serios problemas de abastecimiento. Ya desde entonces se alertaba sobre la insuficien-te cobertura de los sistemas hidráulicos en las principales ciudades y de la urgencia de crear infraestructura hidráulica para enfrentar los problemas de desabasto. En 2005 se anuncia-ron programas de restitución de fuentes de captación en 29 municipios, mediante accio-nes de exploración geofísica, construcción y reequipamiento de fuentes de captación, re-habilitación y profundización de pozos, entre otras obras. Sin embargo, las acciones de resti-tución no fueron suficientes y para febrero del presente año las ciudades del centro y noroes-te del estado enfrentaron la peor emergencia de su historia por desabasto de agua potable.

El 25 de enero pasado el gobernador Guiller-mo Padrés alertó a la población sobre la gra-vedad del problema y anunció la decisión de tramitar la declaración de emergencia ante la Secretaría de Gobernación por el desabas-to de agua. Acusó a los anteriores gobiernos priístas de no haber realizado inversiones suficientes para solucionar el problema, par-ticularmente grave en Hermosillo, Nogales, Puerto Peñasco, Guaymas y Navojoa. Unos meses después, las autoridades estatales y fe-derales presentaron el Plan Integral para el Abasto de Agua en Sonora, que prevé solu-cionar la escasez con la construcción de tres presas, canales y otras obras que conectarían presas de los ríos Mayo y Yaqui con Hermosi-llo. Incluye la propuesta de construir plantas desaladoras de agua de mar, para el abasto de Guaymas y Puerto Peñasco.

El 28 de julio la Comisión Nacional del Agua (Conagua) firmó un convenio con el gobier-no del estado y anunció que le otorgaría a éste asesoría técnica y apoyo financiero para las obras hidráulicas consideradas en el pro-grama Sonora Sí. Las obras (nuevas presas, una desaladora y tres acueductos) requieren una inversión superior a los 11 mil 800 millo-

nes de pesos, y se utilizarán recursos del fon-do de infraestructura, de la iniciativa privada y de programas de la Conagua. Aunque no hay información sobre la participación de los privados, se considera un esquema de “dise-ño, construcción, operación y transferencia” por un periodo de 20 años, como se aplica en otras obras de este tipo promovidas por la Conagua. Esto significa que los proyectos deberán ser “rentables” para beneficio de los inversionistas privados participantes.

Las principales obras anunciadas implica-rán inversiones de cuatro mil millones de pesos. Destaca el acueducto Independencia, que requiere una inversión de tres mil 800 millones de pesos y tiene como objetivo con-ducir agua de la presa El Novillo a la ciudad de Hermosillo para garantizar agua a 800 mil habitantes. También se anunció el finan-ciamiento y apoyo técnico para el proyecto de la planta desalinizadora que abastecerá a los municipios Guaymas y Empalme. Las obras incluyen la presa Pilares, a construirse en la parte alta de la cuenca del Río Mayo, y del acueducto Revolución, que requiere unos 80 millones de pesos y abastecerá a los municipios de Álamos, Navojoa, Etchojoa y Huatabampo.

El director de la Conagua entregó al gober-nador dos títulos de asignación de derechos de agua por casi 52 millones de metros cúbi-cos que serán conducidos por el acueducto Independencia y aseguró que no se tocará una sola gota de agua concesionada al dis-trito 41 del Valle del Yaqui. Además de los 52 millones de metros cúbicos, en trámite de cesión, para el acueducto Independen-cia, están en negociaciones el resto de los 70 millones que se necesitan en total para que el sistema entre en operación en abril de 2012, informó la Comisión Estatal del Agua (CEA).

Si bien junto con el convenio firmado se anunció que habría convocatorias para las li-citaciones de los acueductos Independencia y Revolución así como para la presa en Naco-zari, hasta el 11 de agosto no se habían dado a conocer. Estas obras no están consideradas en el Programa Nacional de Infraestructura 2007-2012. Entre los denominados proyectos estratégicos de la Conagua no existe tampo-co referencia alguna a los acueductos y sólo se menciona la propuesta de construcción de una desaladora en Guaymas, con una in-versión de 850 millones de pesos y una capa-cidad de 500 litros por segundo. Asimismo, están pendientes los derechos de vía y los estudios de impacto ambiental.

Desde sus orígenes, el plan Sonora Sí gene-ró división. Se oponen a él diversos sectores políticos y sociales, algunos de ellos agru-

pados en el Movimiento Ciudadano por el Agua (MCA). Entre los opositores se encuen-tran productores agrícolas y empresarios del sur del estado; diputados locales y federales priístas; inclusive el senador panista Javier Castelo y el ex candidato a gobernador de ese partido Adalberto Rosas. Destaca la opo-sición de autoridades de la tribu yaqui.

Al darse a conocer que iniciaría la licitación del acueducto Independencia, los opositores se manifestaron y presentaron demandas en los tribunales, con el objetivo de evitar el trasvase del agua de la presa El Novillo. Su argumento es que esta obra afectaría la disponibilidad del recurso en el Valle del Yaqui y el desarrollo de la economía del sur del estado. El MCA plantea como alternativa la construcción de una planta desaladora de agua de mar para abastecer a la capital, que requeriría una inversión 30 por ciento infe-rior. Los opositores consideran que es sólo mediático el anuncio oficial de que inicia-rán las obras de Sonora Sí, pues la ley impide trasvasar agua de una cuenca a otra o cam-biar el uso de la misma. Miembros del MCA entregaron al Congreso local una petición en contra del acueducto El Novillo-Hermo-sillo. Asimismo, el gobierno enfrentará difi-cultades para que el Congreso apruebe los créditos o las reasignaciones presupuestales que necesita para concretar el proyecto.

Hasta principios de agosto, el gobierno del estado no había informado al Congreso local de las obras contenidas en el proyecto Sono-ra Sí, ni había hecho pública información donde demuestre que éstas representan la mejor alternativa para el suministro de agua a Hermosillo.

La tribu yaqui es de las que se percibe de las más afectadas por el acueducto. Con base en decretos presidenciales emitidos a media-dos del siglo XX, debería recibir 50 por ciento del agua para riego de la presa El Novillo, pero recibe solamente 15 por ciento. En re-unión con el gobernador en mayo pasado, las autoridades tradicionales de la tribu hicieron una defensa del agua que les corresponde y solicitaron que se defina bien el decreto del general Lázaro Cárdenas respecto a a los volúmenes de la presa La Angostura y de los escurrimientos del Río Yaqui que les pertene-cen. Demandaron también el cumplimiento del decreto que los dotaría de más agua para ampliar sus siembras mediante la creación del distrito de riego de la Tribu Yaqui.

Aunque en el encuentro nunca se mencionó que la etnia cedería parte de su agua para abastecer a Hermosillo, parece imposible que el gobierno estatal convenza a la tribu de vender parte de su agua o “sus exceden-tes”, dejando de lado las demandas y la his-toria de resistencia de estos indígenas frente a los intentos de despojo de sus recursos. En

los primeros días de agosto, las autoridades tradicionales de los pueblos yaquis de Vícam y Pótam interpusieron recursos legales ante el Tribunal Unitario Agrario 35 de Ciudad Obregón contra el gobierno del estado y la Conagua, para tratar de frenar la construc-ción del acueducto de El Novillo-Hermo-sillo, coincidiendo con la lucha del MCA contra ese proyecto. En la demanda exigen que ambas partes se abstengan de celebrar cualquier convenio o licitar cualquier obra que tenga como objetivo extraer agua de la cuenca del Río Yaqui. Solicitaron al tribunal agrario que les restituyan 50 por ciento de las aguas de la cuenca del Río Yaqui.

Además demandaron que se emita una me-dida cautelar urgente y precautoria de asegu-ramiento para que tanto la Conagua como el gobierno estatal se abstengan de emitir, suscribir o establecer cualquier acto o de-creto en el que se involucren volúmenes o derechos de agua de la cuenca del Río Ya-qui. Estas demandas yaquis reducen la viabi-lidad del plan Sonora Sí. Aunque el tribunal agrario rechazara atender la demanda con el argumento de que el tema no es de su com-petencia, es evidente que los yaquis están dispuestos a acudir a instancias legales para exigir sus derechos.

La Conagua y el gobierno estatal han ad-vertido que no cederán ante la oposición. Consideran que ésta defiende intereses “partidistas”. “No vamos a claudicar, ni nos vamos a amedrentar: Vamos para adelante”, advirtió Padrés a los detractores del acueduc-to. Lo cierto es que precisamente la forma en que se han hecho las cosas hace pensar en la existencia de intereses particulares, no revelados por la falta de transparencia que ha caracterizado al Sonora Sí.

Quizá la situación permita abrir un debate sobre la compleja problemática del agua en Sonora, y así que todos los agentes involucra-dos en el asunto definan de manera trans-parente cuáles son las obras más adecuadas, pensando en el largo plazo y en modelos que ayuden a garantizar el manejo sustentable del recurso y el derecho humano al agua po-table para toda la población. Posgrado en Desarrollo Rural, UAM-X

EL AGUA EN SONORA ¿DERECHO O NEGOCIO?

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Javier Castelo (...) Destaca

la oposición de autoridades

de la tribu yaqui

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Marco Buenrostro

Hay varios lugares en el mundo donde en forma independiente se inventa, desarrolla y se difunde la agricultura. En Mesoamérica tiene

lugar un momento cumbre de la humanidad, pues aquí nuestros antepasados generaron el modelo que se conoce como milpa; en los otros lugares la agricultura se basa en un solo cultivo.

Para hacer agricultura se requiere un cuida-do sostenido durante el ciclo de cultivo, lo que demanda ser sedentario. La agricultura considerada como una tecnología para hacer lo más segura posible la cosecha, necesita de la predicción del clima; así surge la astrono-mía, que se desarrolla lo mismo que las mate-máticas y la geometría que le son necesarias.

Los diferentes hallazgos de restos arqueológi-cos relacionados con la agricultura y la conse-cuente domesticación de plantas revelan que además del maíz se domesticaron otros vegeta-les como la calabaza, el frijol, el guaje llamado botella, el epazote y el chile (MacNeish, 1946).

La difusión de la agricultura de milpa, en donde el recurso eje es el maíz, propició que los agricultores dispusieran de tiempo para otras actividades. El lenguaje para compartir los conocimientos tecnológicos también se desarrolló. En el proceso de difusión de la agricultura y el concepto milpa, las plantas domesticadas fueron adaptadas a diferentes climas, altitudes, suelos y ambientes natura-les. Cada cultura dio su particular interpre-tación al concepto milpa.

Muchos de los logros científicos de los campe-sinos e investigadores no podían difundirse con toda la información de respaldo. Así se crearon formas simples, algunas con tono religioso o lo que hoy algunos llamarían mágico; esto posibi-litó que se difundieran las prácticas de respeto a la naturaleza o ecológicas. El maíz, como los alimentos básicos en muchas otras culturas, ad-quirió la particularidad de ser sagrado. El maíz se convirtió en dios y en matriz fundadora. La milpa es un espacio ritual y sagrado.

En lo agronómico son notables dos tipos de adaptación del maíz: el primero está referi-do al conocimiento de la tecnología para el cultivo en distintos ambientes naturales. El segundo se relaciona con el diseño de maíces especializados para desarrollarse en diferen-tes períodos; así, hay maíces de ciclo corto, mediano y largo. El Vocabulario de Molina, de 1571, registra por ejemplo un maíz, el xiu-htoctepitl, como maíz que se hace en 60 días.

Sabemos que basados en la gran plasticidad de la planta que crearon nuestros antepasa-dos, se diseñaron diferentes formas de los gra-nos, así como diferencias en sus cualidades, como ser opacos y translúcidos. También se logró tener mazorcas blancas, negras, amari-llas, rojas y de color café o leonado. Molina nos da sus nombres en náhuatl clásico: yztact-laolli, yauh tlaolli o yauitl, cuztictlaulli, xiu-htoctlauli y cuappachcentlaulli. Para el maíz de diversos colores registra xuchicentlaulli.

La participación de las mujeres en la selección del maíz permitió otra adaptación más, se trata de la especialización para los usos en la coci-na; hay maíces útiles para reventar al calor en

forma de palomitas, otros más para reventar en húmedo, como el cacahuacintle, con el que se elaboran los pozoles. Los hay que tienen la plasticidad necesaria para la manufactura de tortillas, otros son especiales para hacer pi-nole, los morados poseen cualidades que los hacen mejores para fermentar y se utilizan en la elaboración de atoles ceremoniales. Por sus cualidades, muchos tienen uso múltiple.

Los campesinos en cada ciclo agrícola, y de acuerdo con sus necesidades, seleccionan el o los maíces y las plantas que sembrarán en la mil-pa; usualmente las estrategias varían de acuerdo con cada cultura y cada ambiente natural en el que se cultiva. Por esta razón se considera que la milpa es un concepto o una estrategia que tiene un mismo fin: producir alimentos y otros bienes, pero al mismo tiempo posee una estruc-tura variable de campesino a campesino y en cada ciclo agrícola. En resumen, la milpa en nuestro país rico en culturas y paisajes adquiere un carácter diferente según el medio ambiente natural y cultural donde se cultiva.

La milpa tiene además varias ventajas. De ella se obtienen productos durante gran parte del ciclo, y no sólo en la cosecha; en ella hay plantas cultivadas, otras que se inducen y otras más que se recolectan. Además en la milpa suelen cazarse pequeños animales e insectos. Como sabemos, otro concepto que nos es propio se refiere al aprovechamiento integral. Según cada cultura, se aprovecha casi toda la planta de maíz en diferentes momentos de su desarrollo y para diferentes usos, como en la cocina y en la medicina por ejemplo.

Hay otras plantas en la milpa que están cer-canas al aprovechamiento integral, como la calabaza de la cual se aprovechan los re-nuevos y las guías, así como las flores mas-culinas; los campesinos y campesinas saben seleccionarlas para dejar que las femeninas produzcan calabacitas y después calabazas. Además de aprovecharse la calabaza en dife-rentes preparaciones, sus semillas se reservan para elaborar otros guisos y dulces.

Un concepto más que nos es particular, con-siste en considerar como recurso algo que es plaga para otras culturas, por ejemplo insec-tos que son comestibles y hongos como el cuitlacoche que están presentes en la milpa.

Es conocido por muchos que los campesinos manejan con gran sabiduría lo que podemos llamar pisos y tiempos de la milpa; conocen con precisión el tiempo de plantar cada uno de los cultivos para que no compitan entre sí por la humedad, la luz solar y los nutrientes del suelo. En relación con los pisos, por ejemplo, la parte aérea de la caña del maíz puede servir de apoyo al frijol enredador; en el suelo la calabaza con sus grandes hojas limita la evaporación propor-cionando sombra cercana al piso y evita que se desarrollen malezas. En la parte subterránea las raíces de las plantas suelen estar a diferente nivel, y en el caso del frijol, éste aporta nitróge-no que le es útil al maíz para su desarrollo.

LA MILPA Y LA ESPECIALIZACIÓN DEL MAÍZ

Pablo Sigüenza Ramírez

La agronomía clásica que llegó a América Latina en la primera mitad del siglo XX, y que aún perdura en muchos centros de

estudio medio y superior, utiliza con fre-cuencia el término maleza para referirse a cualquier planta que compite por la captación de nutrientes, agua, espacio y luz frente a la especie vegetal que fi-gura como la de interés económico. Es un término de reprobación, desde esa ciencia moderna, que justifica la elimi-nación de la o las plantas indeseadas. El objetivo económico justifica la destruc-ción de las otras especies.

En antítesis a esta racionalidad, las co-munidades indígenas de Guatemala y la región mesoamericana, a raíz de su con-cepción cosmogónica, no usaron térmi-nos como maleza o plaga para referirse a otras plantas, más bien encontraron la forma de potenciar unas especies con otras. Ejemplo concreto y vivo es la cons-titución, por medio del intercambio coti-diano entre hombres, mujeres y cultivos, del complejo milpa (maíz, ayote, frijol y otras especies menores asociadas).

El maíz está en el origen de nuestra cultura maya. Relatos y textos prehispá-nicos refieren la apropiación por parte de la humanidad del grano sagrado con la ayuda de distintos animales, en una es-pecie de gesta heroica que funda la posi-bilidad de una vida digna en el mundo. En el caso de los campos llamados mil-pa, hay registros arqueológicos de que en el período Preclásico en Guatemala y El Salvador ya se cultivaba de esta manera.

El maíz es entonces el cultivo fundacio-nal de la civilización mesoamericana y es el espacio productivo que le da sentido de diversidad y comunidad a la vida indíge-na y campesina. Tan antiguo y arraigado está el concepto de milpa en la cultura de estas tierras que 70 años de invasión agro-química no han desaparecido la riqueza agroecológica de estas prácticas mile-narias. Hoy, luego del desgaste causado por la revolución verde, en los suelos de muchas regiones de Centroamérica, hay

un retorno a los conocimientos agroeco-lógicos, derivados de las prácticas indíge-nas. Los programas de aprendizaje “de campesino a campesino” desarrollados en Guatemala y Nicaragua se extienden a decenas de países del Sur económico. No es una moda ecologista, sino una alternativa clara a la crisis alimentaria y civilizatoria que la modernidad europea capitalista trajo consigo.

No todas las respuestas que necesita la humanidad para sobrevivir al siglo XXI están en los conocimientos de la milpa como modelo de producción y vida y en las prácticas de los pueblos que la desa-rrollaron, pero pueden ser una guía para empezar el camino. Es necesario ver al campo no como el atraso, sino como el futuro posible. Pero también es nuestro presente, la milpa es nuestro diario vivir y alimentar: en cada esquina una taquería en México, una tortillería en Guatemala, una venta de pupusas en El Salvador o de nacatamal en Nicaragua. Salsas de toma-te rojo, miltomate verde y chiles oscuros. Sopas de hierbas distintas; atoles y frescos de maíz. La cocina mesoamericana es diversa porque diverso es el campo que provee los alimentos y porque diversa es la cultura que cocina.

Nuestros países comparten expresiones de vida y cultura; por tanto hay que com-partir la defensa de los elementos que fundan nuestra existencia. Campañas como Sin Maíz no hay País en México y Vamos al Grano en México, Guatemala y Honduras expresan esa diversidad de la milpa y son lazos solidarios que imperati-vamente debemos fortalecer.

El nacatamal es un exquisito alimento nicaragüense. Se prepara igual que los tamales guatemaltecos, con la diferen-cia que éstos sólo llevan masa de maíz o de arroz molidos, y aquél lleva masa de maíz molido, arroz entero cocido y papa, todo mezclado con un recado de tomate, manteca de cerdo y carne de res, puerco o gallina, envuelto en hoja de plátano. En El Salvador no existe es-quina en que no se vendan pupusas. Instituto de Estudios Agrarios y Rurales, CONGCOOP, Guatemala

MILPAS EN CENTROAMÉRICA

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Para hacer agricultura se

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21 de agosto de 201016

Consuelo Sánchez

¿Qué pasó con el movimiento indí-gena a partir de 2001, luego de que los poderes políticos del país convali-daran la fallida reforma constitucio-

nal sobre derechos y cultura indígenas? El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y las organizaciones indígenas se retiraron de la escena política nacional, de-jando en claro tanto su rechazo a la refor-ma, que calificaron de burla y traición a los Acuerdos de San Andrés, como la voluntad de seguir luchando por su legítimo derecho a la autodeterminación y autonomía. Como parte de esa lucha, acordaron construir “au-tonomías de hecho” en sus comunidades, municipios y regiones. Esta posición la han sostenido hasta hoy.

La construcción de autonomías de hecho significa una acción de rebeldía frente a la injusticia derivada del incumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. Éstos represen-taban un primer paso en la corrección de la estructura de la sociedad nacional, que excluye a los pueblos indígenas y los priva de sus derechos humanos elementales y en tanto pueblos. Los actores políticos que re-frendaron la reforma constitucional conser-varon intacta la estructura nacional y, con ello, reafirmaron las relaciones de opresión del Estado y la nación hacia los pueblos in-dígenas, supeditándolos, más que nunca, a la voluntad de los gobiernos federal, estatal y aun municipal. El trasfondo de tal maquina-ción era afianzar la embestida del capitalis-mo global en los territorios indígenas.

I. El EZLN, “sin pedirle permiso al mal gobierno para gobernar en nuestro territo-rio”, avanzó en la concreción de los munici-pios autónomos rebeldes zapatistas (Marez), formados después de 1994, así como en la or-ganización de nuevas estructuras de gobier-no en cada una las cinco regiones autónomas reconocidas por los zapatistas: las Juntas de Buen Gobierno (JBG). Éstas tomaron pose-sión el 8 de agosto de 2003. La sede de las JBG son los llamados Caracoles. A partir de este valioso sistema articulado de autogobier-no (comunal, municipal y regional), los za-patistas han tratado de organizar sus propios medios de salud, educación, alimentación, impartición de justicia, etcétera.

Los zapatistas conciben su experiencia auto-nómica como una demostración �para ellos mismos y para los demás� de la capacidad de los pueblos de organizarse y autogobernarse, así como de darse una forma de gobierno colectivo basada en principios (mandar obe-deciendo, revocación del mandato, etcétera),

valores y prioridades diferentes a los que sos-tienen los “malos gobiernos”. Sin embargo, advierten las serias dificultades para sostener sus autonomías dentro de un sistema econó-mico, político e ideológico (nacional y glo-bal) adverso. De ahí que en la valoración de las autonomías zapatistas es preciso tomar en cuenta que las JBG y los consejos autónomos municipales han funcionado en condiciones hostiles y precarias, siempre bajo amenaza, hostigamiento y presión por parte de los apa-ratos del Estado, del poder económico local, nacional y trasnacionales. Por ello, como ve-remos adelante, el programa político de los zapatistas no se limita a construir espacios de autonomía en las comunidades y regiones donde tienen presencia.

Otra experiencia significativa de cons-trucción de autonomías de hecho es el Sis-tema de Seguridad, Justicia y Reeducación Comunitaria de la Montaña y Costa Chica del estado de Guerrero, conocido como la Policía Comunitaria. Ésta nació a finales de 1995, a partir de un proceso de articulación entre comunidades en torno a la organiza-ción de un sistema de seguridad propio �–la policía comunitaria�– que después incluyó el de justicia. En este proceso, las comunidades crearon una estructura regional compuesta por dos instituciones jurídicas autónomas: la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC) y la Asamblea Regio-nal de Autoridades Comunitarias, que es la máxima autoridad de la CRAC. Hasta ahora se han integrado a esta organización autóno-ma regional alrededor de 80 comunidades pertenecientes a distintos pueblos tlapane-cos, mixtecos, nahuas y mestizos.

Los actores de este ensayo autonómico valo-ran la capacidad de sus pueblos de garantizar seguridad en su territorio –lo que ninguna autoridad ni policías estatales les asegura-ron–, así como de construir un nuevo dere-cho y una nueva justicia a escala regional, a

partir de principios, normas, procedimientos e instituciones centrados en el “espíritu co-munitario”, y enriquecidos por la reflexión y la discusión entre los diversos pueblos que confluyen en la Asamblea Regional. Se tra-ta, como ellos lo caracterizan, de un derecho “antiguo y nuevo a la vez”, y de “una justicia pública y colectiva”, en la cual las resolucio-nes se toman colectivamente “para impedir que se cometan errores o arbitrariedades en la impartición de justicia”, así como “para asegurarse la justicia, la seguridad, la armo-nía en la convivencia y la paz”. Pero esta ex-periencia autonómica enfrenta, al igual que la zapatista, el hostigamiento y la amenaza constantes por parte del ejército y de la po-licía estatal.

Otras declaraciones públicas de ejercicio de la autonomía de hecho, cuyo objetivo inme-diato es recuperar y proteger sus derechos territoriales, son la Comunidad Autónoma Wixárika de Bancos de San Hipólito, mu-nicipio del Mezquital, Durango, y la comu-nidad nahua de Santa María Ostula, de la Costa de Michoacán. En ambos casos, las comunidades llevaban años de lucha en los tribunales agrarios por la restitución y el re-conocimiento de sus derechos territoriales, cercenados por resoluciones presidenciales. Estas resoluciones, a la vez, crearon una si-tuación de conflicto entre las comunidades despojadas y los grupos que pretenden apro-piarse de sus tierras ancestrales.

En el primer caso, una resolución presiden-cial de la década de los 60s separó arbitra-riamente a la comunidad wixárika (huichol) de Bancos de San Hipólito de su vínculo an-cestral con Tateikie-San Andrés Cohamiata, ubicada en Jalisco, y la anexó a la comunidad vecina de San Lucas de Jalpa, Durango, al tiempo que cercenó una parte de sus tierras ancestrales. En 2002, el consejo de ancianos y la asamblea de comuneros wixárika de Ban-cos decidieron recuperar sus tierras y ejercer su autonomía en los hechos. Para ello, inter-pusieron en el tribunal agrario una demanda de nulidad de la resolución presidencial en noviembre de 2002 y declararon a Bancos como Comunidad Autónoma Wixárika. Esta declaración implicó el desconocimiento de las autoridades agrarias de San Lucas (a las que habían quedado sujetas injustamente) y el nombramiento de sus propias autoridades agrarias. Con estas acciones iniciaron un proceso de organización y reconstrucción de su comunidad y gobierno autónomos (este último formado por un cuerpo de autorida-des civiles, agrarias y tradicionales).

Al año siguiente, en 2003, decidieron to-mar posesión de su territorio boscoso en disputa, y para resguardarlo instalaron nue-vos centros de población –la Mesa de la To-

rrecilla (Buenos Aires), Las Carreras y Mesa Alteña–, los mismos que fueron devastados por las tormentas de febrero de 2010. Para rehabilitar estos poblados, resolvieron apro-vechar los más de mil pinos derrumbados por las tormentas y hacer trabajos de limpie-za forestal para evitar que los árboles caídos se convirtieran en fuente de plagas y enfer-medades o en combustible para incendios. Después de solicitar en varias ocasiones y ob-tener el permiso de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales, el “grupo autónomo de análisis territorial y ecología” de la Comunidad Autónoma Wixárika inició los trabajos de cubicación de la madera. La comunidad también ha previsto “presentar un plan de reforestación integral en la zona afectada”. Pero el hostigamiento de los caci-ques de San Lucas ha dificultado las tareas. El 11 de agosto de 2009 el Tribunal Superior Agrario emitió su sentencia a favor de Ban-cos, esto es, anuló la resolución presidencial, aunque “únicamente en lo que respecta a la superficie en conflicto (diez mil 720 hectá-rea)”, por considerar que hubo violaciones en el procedimiento agrario, en perjuicio del “núcleo agrario de Bancos”, y dispuso que se procediera a la confirmación y titulación de ese territorio a Bancos.

En el caso de la comunidad de Ostula, los comuneros decidieron ejercer sus derechos territoriales mediante la recuperación pací-fica de unas mil hectáreas de tierras recla-madas del paraje la Canahuancera, luego de varios intentos de hacerse del lugar y de negociaciones con las autoridades estatales que se comprometían a resolver el conflicto y asegurar sus derechos agrarios, sin hacerlo efectivo. A finales de junio de 2009, cuando cientos de personas de Ostula, hombres y mujeres de todas las edades, se acercaron al paraje para tomar posesión fueron recibidos a balazos por personas que pretenden apropiar-se de sus tierras. Al día siguiente, los nahuas de Ostula lograron tomar el paraje con la nutrida participación de personas de las otras dos comunidades nahuas de Michoacán: El Caire y Pómaro. Para asegurar las tierras re-cuperadas, instalaron un campamento y eri-gieron en pocos días un nuevo poblado en la Canahuancera, que renombraron Xayakalan, su nombre original. La confluencia de las policías comunitarias de Ostula, El Caire y Pómaro fue clave en la toma del paraje, así como en el cuidado de la “seguridad de las personas” apostadas tanto en el campamento como en los nuevos poblados, y en el resguar-do de las tierras recuperadas.

Un hecho novedoso en esta lucha es la ac-tuación articulada de las tres comunidades en tanto pueblo nahua. Esta unidad se ha tra-

AVATARES DEL MOVIMIENTO INDÍGENA Y LAS AUTONOMÍAS

Una de las políticas de dominación

del Estado hacia los pueblos

indígenas, y a la que recurren

persistentemente tanto el gobierno

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tado de reforzar con la creación del Comité de Defensa del Pueblo Nahua de la Costa Sie-rra de Michoacán. Esto tiene una explicación económica y política. Primero, porque em-presas multinacionales están fuertemente in-teresadas en hacerse de las tierras de las tres comunidades, dado el gran potencial minero y turístico que poseen. Segundo, porque con la acción unida pueden conjuntar esfuerzos en la defensa de su territorio. Cabe destacar que la reunificación de las comunidades en tanto pueblo es parte fundamental del proceso autonómico. Se trata de la recons-titución de los pueblos fragmentados en el proceso histórico de dominación. Una de las políticas de dominación del Estado hacia los pueblos indígenas, y a la que recurren persis-tentemente tanto el gobierno central, como los locales y estatales, es la de provocar y sos-tener la segmentación de los pueblos en múl-tiples comunidades separadas y enfrentadas entre sí. Por consiguiente, la rearticulación de las comunidades en tanto pueblo forma parte de la batalla por la autonomía y contra las relaciones de dominación.

En uno de los primeros comunicados del Comité de Defensa del Pueblo Nahua, del 12 de marzo de 2010, las comunidades nahuas de Michoacán exigieron conjuntamente a los gobiernos federal y estatal que garantiza-ran definitivamente la tenencia jurídica de las tierras recuperadas “a favor de Ostula”, �que cuenta con títulos de propiedad de 1802 y 1803�, así como el reconocimiento del “fun-cionamiento de las policías comunitarias y su guardia comunal en las comunidades de Santa María Ostula, El Caire y Pómaro, es decir, en todo el territorio nahua de la Costa michoacana”. Las policías comunitarias son consideradas parte de su autonomía, para el resguardo del “territorio y la vida de las co-munidades”, pero también un instrumento de autodefensa contra las incursiones de gru-pos que quieren despojarlos de sus tierras.

El Municipio Autónomo San Juan Copala es otra referencia emblemática en la cons-trucción de autonomías de hecho. San Juan Copala ha sido históricamente el centro po-lítico, económico y religioso de las comuni-dades triquis de la región baja. En 1826 esta región obtuvo la categoría de municipio, te-niendo como cabecera a San Juan Copala. Pero en 1948 el gobierno de Oaxaca suprimió este municipio y creó otros para favorecer y apuntalar a los grupos de poder regional. A partir de esa fecha, San Juan Copala fue con-vertido en agencia municipal de Santiago Juxtlahuaca y, en general, el territorio y las comunidades integrantes de la región triqui baja se repartieron entre los municipios de Santiago Juxtlahuaca, Constancia del Rosa-rio y Putla de Guerrero. De esta manera, los triquis quedaron separados y sometidos eco-nómica y políticamente a las cabeceras de los nuevos municipios, sedes del poder caciquil mestizo. Las comunidades triquis solicitaron en varias ocasiones que se les restituyera su municipio, sin conseguirlo.

Según relatos de los autonomistas, un gru-po de triquis que había participado en la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxa-ca (APPO), en 2006, y que venía del Movi-miento de Unificación y Lucha Triqui-In-dependiente, preocupados por los pasos que debían dar después de esa experiencia, inició un proceso de consultas a autoridades tradi-cionales y con miembros de otras organiza-ciones sociales triquis. De ahí surgió la idea de construir un municipio autónomo. Esta propuesta fue discutida en asambleas, ba-

rrios y rancherías, de lo que resultó el acuer-do de declarar a San Juan Copala Municipio Autónomo. En enero de 2007, se realizó la ceremonia de confirmación de las autorida-des municipales autónomas, elegidas entre las comunidades que se incorporaron a este proceso autonómico. Los triquis que parti-cipan en su construcción consideran que la autonomía puede ser la “manera pacífica de alcanzar la paz en su territorio” y un medio para superar las fuertes divisiones políticas internas �entre las distintas organizaciones triquis surgidas en las décadas recientes: el Movimiento de Unificación y Lucha Tri-qui (MULT), el MULT-Independiente y la Unión de Bienestar Social Triqui, (Ubisort).

Para restablecer los vínculos entre las co-munidades triquis de la región baja (injusta-mente divididas en distintas jurisdicciones municipales) estimaron necesario declarar el municipio autónomo San Juan Copala (auto-restituyendo su categoría de municipio, supri-mida arbitrariamente en 1948) y construir “un gobierno triqui”, de modo que puedan gober-narse por ellos mismos y crear sus “propios proyectos de desarrollo en convivencia, salud, educación, cultura”, sin tener que depender de los gobiernos municipales conformados por mestizos, “que no saben gobernar”. De hecho, esta dependencia es una de las causas del conflicto violento que se vive en la región. Por ello, evalúan que con la construcción de su municipio autónomo se liberan de la opre-sión y de la explotación de los caciques mesti-zos de los municipios a los que quedaron suje-tos. También se liberan de las artimañas de las autoridades municipales para privar a las co-munidades y agencias municipales triquis de la entrega de los recursos públicos que por ley les corresponden, así como del uso faccioso y corrupto que hacen de dichos recursos para apuntalar su poder caciquil y dividir al pueblo triqui. Los autonomistas consideran que con su municipio autónomo los recursos públicos “bajarían” a todas sus comunidades, elimi-nando así una de las fuentes de conflicto. En suma, la declaración del municipio autónomo significa para sus autores la reorganización del territorio y de las comunidades de la re-gión triqui baja, así como la instauración de sus propias formas de gobierno y de decisión colectiva. Con todo ello, esperan poner fin a tanta violencia.

En todos los casos de construcción de auto-nomías de hecho mencionados, los pueblos están enfrentando el asedio y la agresión de grupos paramilitares, de elementos del ejér-cito y de policías de todo tipo. Hay denun-cias de presencia de grupos paramilitares en Chiapas, Oaxaca y en la Costa de Mi-choacán, y se sabe que estos grupos no pue-den funcionar si no es con la protección del gobierno y con el financiamiento de grupos de poder político y económico. Sin embargo, la violencia se ha extendido a todas partes del país. En realidad, el verdadero culpable de esta violencia es el capitalismo. Detrás de la presencia del ejército y de los grupos parami-

litares están las empresas mineras, turísticas, inmobiliarias, agroindustriales, carreteras, etcétera, esperando que los cuerpos represi-vos hagan su trabajo de debilitamiento de las resistencias para poder entrar a hacer gran-des negocios.

II. Las declaraciones de autonomías de hecho no se han generalizado en todos los pueblos indígenas del país, salvo los casos mencionados. Lo que no quiere decir que la autonomía no esté en el horizonte político y en las luchas que están realizando todos ellos. De cualquier manera, la mayoría de los pueblos indígenas están enfrascados en fuertes resistencias locales y regionales fren-te a las viejas y nuevas formas de explotación y despojo de sus bienes colectivos (tierras, te-rritorios, bosques, agua, biodiversidad, sabe-res), que llevan a cabo caciques, latifundistas y empresas nacionales y multinacionales con el apoyo de los gobiernos federal, estatal y municipal.

Actualmente destacan las luchas indígenas contra las múltiples y originales formas de invasión del capitalismo multinacional en sus territorios y comunidades. Son luchas puntuales y locales contra la minería a cie-lo abierto; contra la construcción de presas y parques eólicos; contra los transgénicos y en defensa de las semillas autóctonas; contra la biopiratería y la privatización de sus cono-cimientos colectivos; contra la mercantiliza-ción del agua; contra el despojo de sus tierras colectivas para grandes desarrollos turísti-cos, urbanísticos, comerciales y carreteros; contra la destrucción de los bosques comu-nales; contra los tratados de libre comercio de alimentos y la consecuente eliminación de los sistemas de producción agrícola na-tivos, y, en fin, contra la comercialización, la privatización y la “empresarialización” de la tierra, de la naturaleza, de la cultura, de la memoria y del conocimiento. Algunas de estas luchas locales se articulan en mo-vimientos nacionales o en redes, según la esfera de penetración del capital en sus res-pectivos territorios�, con el propósito de uni-ficar las resistencias dispersas en la geografía nacional (como el Movimiento Mexicano de Afectados por las Presas y en Defensa de los Ríos o la Red Mexicana de Afectados por la Minería). En algunos casos, establecen lazos solidarios con movimientos y redes de otros países que enfrentan afectaciones similares.

En la Declaración de Xayakalan, los re-presentantes de varios pueblos indígenas del

país, reunidos en la Asamblea Extraordinaria del Congreso Nacional Indígena, realizada en la comunidad nahua de Santa María Os-tula, Michoacán, en agosto de 2009, mani-festaron que “este capitalismo se comporta ahora con la mayor saña que no se haya visto en la historia, en una empecinada voracidad por nuestros recursos, agua, viento, vidas, tierras y territorios (…) Hoy como ayer nues-tros pueblos, naciones, tribus y comunidades enfrentamos en todo el continente la violen-cia sistemática, traducida en despojos, des-alojos, asesinatos, cárceles, desaparecidos, exiliados”.

En 2008, en el marco de la celebración del quinto aniversario de las JBG, el teniente co-ronel insurgente Moisés recordó que en los primeros días de 1994 el gobierno calificó a los zapatistas de transgresores de la ley. Ad-mitió perspicazmente que era cierto y que se-guirían transgrediéndola, porque “es una ley protectora de todas las agresiones que hace el mal gobierno, de todas las violaciones que hace el mal gobierno. No protege a los mi-llones de pobres en México, del campo y de la ciudad. Es una ley que está a beneficio de sus intereses de ellos (…) neoliberales”. Con estas palabras, Moisés deja ver la falsedad de la neutralidad de la ley �porque beneficia a unos cuantos (los capitalistas y neoliberales)

y desprotege y excluye a millones (los pobres de la ciudad y del campo)�. El punto es que la exigencia de respeto a la ley significa la obe-diencia a una forma de derecho estatal que implica determinadas relaciones socioeco-nómicas (capitalistas). Por tanto, respetar la ley implica aceptar tales relaciones, que producen y reproducen la desigualdad y la injusticia. Para los beneficiarios de la ley, no importa si ésta es injusta, sino que sea respe-tada. Para los excluidos y explotados, en cam-bio, respetar la ley implica dejarse explotar, despojar y excluir. Y si se resisten a todo ello son considerados transgresores. Así, todas las injusticias y las violaciones se cometen al amparo de la ley.

En consecuencia, cuando el insurgente Moisés afirmaba que los zapatistas seguirían transgrediendo la ley, estaba diciendo que seguirían rebelándose contra la explotación, la exclusión, la injusticia. Además, revirtió la acusación: “esa ley injusta es la que transgrede al pueblo”. Y apeló a otra ley por conquistar: “Nacerá otra ley que es palabra del pueblo, de todos los trabajadores. Que ellos la decidirán cómo es la ley que quieren. Para eso, compa-ñeros, compañeras, tenemos que luchar.” Antropóloga y profesora-investigadora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia

Los pueblos están enfrentando

el asedio y la agresión de

grupos paramilitares, de

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Zoila Reyes Hernández

Resumen: luego de tres deportaciones, el corredor me propone atravesar la frontera por una ruta de narcotrafi cantes. Acepté. Ya en el borde mexicano, me juntaron con otras mujeres que también querían brincar la línea.

Cruzamos la única brecha que divide a México de Estados Uni-dos, todo tranquilo y sin proble-ma; en menos de cinco minutos

estuve en Nuevo México. Llegamos a la ta-biquera que nos habían indicado y para di-simular pregunté dónde estaban los baños. Nos metimos al baño pero no podíamos que-darnos mucho tiempo porque nos dábamos a sospechar, fuimos en busca del restaurante que nos habían dicho pero no había nada, salimos de las oficinas dizque esperando a nuestros esposos. El administrador nos advir-tió que si nos veía el dueño nos iba a reportar. Así estuvimos con el Jesús en la boca y pasa-ron como 20 minutos. El raitero nunca pasó por nosotras, en cambio llegaron dos patru-llas fronterizas. Mi compañera corrió, quería burlar a la migra regresándose por donde cruzamos, a mí no me dio tiempo, dejé que me agarraran. “¿Qué haces aquí?”, me dijo un oficial. Nos perdimos –le dije– camina-mos y no nos dimos cuenta de que ya no estábamos en territorio mexicano. “Súbete”.

Mi corazón me dio un vuelco, sabía que nada me salvaba de la cárcel pero tampoco podía decir “si hubiera”, porque eso no existe y no vale la pena lamentarse. Era demasiado tarde para arrepentirme y tenía que asumir las consecuencias. Pensé que nada más a mí me habían agarrado pero los oficiales buscaron a las otras hasta debajo de las piedras y dieron con ellas. Yo estaba muy nerviosa porque lle-vaba un pasaporte falso, pero en este intento corrí con suerte porque me encerraron en una celda sin esculcarme y pude despedazar el pa-pel y echarlo al baño, con eso me sentí más aliviada. Fui la primera en declarar.

Ordenaron que me quitara los zapatos y vol-tearon mi chamarra al revés y al derecho, me quitaron el suéter. Me despojaban de mis per-tenencias para echarlas al bote de basura, de-cían que podría reclamarlas el abogado. Me encerraron en una celda que decía: “Exclusi-vo para criminales”. Yo les dije a los oficiales: “No soy criminal, mi único delito es querer trabajar, hacer el trabajo que no pueden ha-cer ustedes. Estoy segura que usted y varios de los que trabajan aquí son de ascendencia mexicana, ¿por qué nos tratan así?”. El oficial me preguntó si iba a querer un abogado. Yo le dije: “No tengo dinero”. Él me dijo: “No te preocupes, te pondrán un abogado de oficio”. Le pregunté cuánto tiempo sería mi castigo. “No lo sé, ¿tienes hambre?”. “Lo que más ten-go es sed”, contesté. “No estés triste, no te va a pasar nada”. Como a los diez minutos me llevó tres jugos de manzana y tres barras de chocolate con granola.

Al quedarme sola recé una oración a mi Dios para pedirle por mi familia que estaba en Oaxaca, por mis hijas que estaban en Den-ver y por mis hijos Joel y Miguel que están en el estado de Florida. Ellos no tendrían noticias de mí mientras estuviera encerrada. En eso estaba cuando me llevaron a firmar

mi traslado a la cárcel. Al regresar a la celda sentí un frío que jamás había sentido, una sensación de vacío en mi alma porque no sabía qué me esperaba en aquel sitio, nunca imaginé que me vería en esa situación, nun-ca había tenido miedo. Es una injusticia que manden a la gente al encierro. El sueño y el cansancio me vencieron, me recosté en una banca para dormitar pero al rato se abrió la puerta de la celda y el oficial me dijo: “Ya te vas, pon las manos”. Por segunda vez en mi vida me pusieron las esposas: una por defen-der a mi pueblo y ahora por tener un sueño, una ilusión. Eran como las 11 de la noche.

Me subieron a una patrulla para trasla-darme a la migración de Nuevo México, el oficial puso la calefacción tan alta que casi me ahogaba de calor. Llegamos al cabo de una hora y otros oficiales me pusieron una pulsera roja que significaba “criminal”, me quitaron las esposas y me encerraron en una

celda. Al entrar vi a una mujer con los ojos muy rojos, creí que era una drogadicta. “Bue-nas noches”, le dije, pero apenas me miró. Yo pensé: “Sólo falta que se levante y me apriete el cuello y me ahorque”. Ella estaba bocabajo en una banca de fierro. Vi que en su mano tenía el documento de traslado a la cárcel, eso me alivió moralmente y pensé: “Ya somos dos para ayudarnos, ya no va a ser tan pesado”. Se sentó y me di cuenta que tenía los ojos rojos de tanto llorar y que para ella también fue un consuelo que yo llegara. Me dijo: “Tengo mucha hambre y sed”, yo saqué una barra de chocolate y se la ofrecí diciéndole: “No te preocupes, cuando venga un oficial le pedimos agua”.

Se llamaba Eva María y era de Michoacán, la habían detenido en los cruces de Nuevo México. Intercambiamos nuestras experien-cias y al acercarse un oficial le dije que tenía-mos hambre y sed y frío. “Ok” –dijo– y volvió con unos jugos y chocolates y con dos cobi-jas. Le dije a Eva: “Vamos a dormir, en esta colchoneta cabemos las dos. Aprovechemos el tiempo porque no sabemos qué nos espera en las próximas horas”. Ella se arrimó a mí, se sentía muy indefensa. El sueño nos venció

y como en dos horas las puertas se abrieron y el oficial dijo: “Prepárense porque ya se van”.

Mi corazón palpitaba mas rápido que de cos-tumbre. “¡Caminen!”, ordenaba el oficial. Al salir de la migración nos esperaba una pa-trulla. Éramos dos mujeres y nueve hombres. Algunos de ellos traían la ropa totalmente mojada, temblaban de frío, les gritaban a los oficiales que quitaran el clima frío porque estábamos como en el refrigerador. Por más que les tocaron no los escucharon, el reco-rrido fue como de hora y media. Nos dimos cuenta de que habíamos llegado a la cárcel porque la entrada decía Prisión de Otero Chaparral, Nuevo México.

Era una cárcel muy grande con el contorno encorralado con una malla de acero, en lo alto tenía un alambre tipo púa con puntas peligrosas. Al abrirse la entrada a control re-moto avanzó la patrulla y una vez más le dije a Dios: “Que se haga tu voluntad”. Se abrió la última entrada y nos dijeron: “Bájense”. Al frente teníamos un pasillo con muchas rejas de acero y muchos oficiales.

Eran como las cuatro y media de la mañana cuando la oficial abrió la celda, había una litera, dos camas y un baño. Nos dijo altanera y prepotente: “Aquí se esperan”. A la media hora entró con unos uniformes color verde militar y me dijo: “A ver señora, se va a bañar, pronto, salga, sígame”. Me llevó a una rega-dera: “Quítese la ropa”. Me quité la blusa y el pantalón pero no quería quitarme la ropa interior. “Quítesela o se la quito yo. Pronto, métase a la regadera, báñese bien y échese bastante champú para despiojarse”. Yo le dije que no traía piojos. “¡Cállese!”. Quise o no, me quité la ropa. Todo fue en cinco minu-tos. Me entregó una toalla y ropa. “Cámbie-se rápido –me dijo– porque viene la otra”. Juro que el agua estaba helada pero eso no era lo peor, para mí fue humillante que nos bañaran en presencia de la oficial. No hubo privacidad y yo pensaba: “Váyanse a la frega-da. ¿Querían verme? ¡Pues véanme!”. Cuan-do Eva María volvió de su baño titiritaba y decía: “¡Son unos hijos de la chingada!, me obligaron a desnudarme frente a la oficial. Éstos piensan que venimos piojosas, de tanto champú me arden los ojos”. Los traía rojos como si le hubiera caído sangre. Como a los diez minutos entró la celadora con dos coji-nes de manta blanca, en ellos traía un papel higiénico, un rastrillo, un paquete de toallas sanitarias, dos sábanas, un champú pequeño, un minicepillo de dientes y otro para peinar-nos, playeras, una muda de ropa interior y otro uniforme.

Eran como las cinco de la mañana cuando nos llevaron un platón con tres porciones: le-che, cereal y huevo. El hambre es canija y las dos teníamos mucha. Mientras desayunába-mos escuchamos ruido de cadenas pesadas que se arrastraban, por un espacio pequeño vi que varios hombres tenían cadenas en los pies, esposas en las manos y cadenas con candado alrededor de la cintura. Le dije a Eva: “Los están sacando encadenados”. Se levantó para mirar mejor y temblando dijo: “¡Dios santo!, ¿eso nos van hacer?”. La depre-sión la dominaba. A las seis de la mañana lle-garon como diez mujeres y nos preguntaron: “¿Acaban de llegar? No se preocupen, pronto

se van de aquí”. La celadora entró con un montón de cadenas y esposas que les fue po-niendo. Eva se quedó mirando como hipno-tizada, con horror y angustia. Yo les pregunté por qué las encadenaban. “Porque vamos a ir a la Corte”.

Las mujeres salieron y los hombres también, el ruido de las cadenas se perdía por el pa-sillo. Nosotras seguimos en la celda fría sin decir palabra, la puerta se abrió nuevamente y entraron ocho mujeres. Eva estaba sufrien-do una depresión muy fuerte y una de ellas le dijo: “¿Quieres que oremos?”. Sí, dijo Eva. En el suelo la compañera empezó a orar pi-diendo por nosotras y dijo: “Suelten toda la angustia en las manos de Dios”. Eva se puso a llorar, casi gritaba, fue tanta la angustia que no podía hablar, así como 15 minutos. A todas nos rodaron las lágrimas. Cuando Eva pudo levantarse todo cambió, sonrió dicien-do: “Que sea lo que Dios quiera”, parecía que tenía confianza en sí misma. Las ocho mujeres estaban alegres porque su condena había terminado. “¡Por fin a casa!”, decían al recibir sus pertenencias, rápidamente se cambiaron, entregaron los uniformes a la ce-ladora y la migra entró por ellas.

El tiempo pasaba lentamente y el silencio nos ahogaba en esa celda fría, una y otra nos preguntábamos a qué horas vendrían por nosotras. Esperamos hasta las cuatro de la tarde. Abrieron la celda, tomamos nuestras bolsas blancas y caminamos con las manos hacia atrás. De pasillo en pasillo nos recibían diferentes celadores, las puertas estaban her-metizadas a control remoto y al final llega-mos al Tanque Alfa.

Mi número de presa era WA33. Al abrirse la puerta hermética del Tanque recorrí con la mirada todo el espacio, el color azul de los muebles, pero sobre todo el color verde mi-litar que adornaba a todas aquellas mujeres de semblante pálido y triste. Vi a una güerita con la que me había topado en mi segundo intento, el destino nos juntaba una vez más. Yo trataba de encontrar la litera WA33. Eran las cinco de la tarde y las mujeres empeza-ron a hacer fila para la cena, una de ellas nos dijo: “Prepárense con la camisa bien fajada y el gafete visible”. Salimos en silencio rumbo al comedor con las manos atrás sin mirar a ningún lado.

Al llegar al comedor se veía más bonito el co-lor verde militar, las mesas estaban llenas de mujeres de tez morena clara y en la fila aún esperaban otras, todas vestidas de verde. La oficial dijo: “Apúrense mujeres porque vie-nen más”. En menos de diez minutos tuvimos que tragar entero, no había tiempo para mas-ticar, al terminar salimos con las manos atrás y en silencio volvimos al Tanque. Tratamos de dormir temprano para olvidar un poco la realidad pero la charla de las mujeres no nos dejaba. En la madrugada lo logramos; poco después, a las cuatro de la mañana el grito de la oficial nos despertó: “¡32 y 33!”. Nos levan-tamos rápido y nos dimos un baño. A gritos, la celadora nos recordaba que teníamos que estar en primera fila porque nos tocaba ir a la Primera Corte. (Continuará...) Escritora indígena de la Mixteca oaxaqueña. El texto original ha sido editado por Gisela Espinosa Damián (UAM-Xochimilco)

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Rolando Duarte y Teresa Coello

La Franja Transversal del Norte (FTN), corredor planeado e inicia-do por el gobierno militar de Lucas García en la primera mitad de los

80s, atraviesa Guatemala desde el Caribe hasta Chiapas y se ha convertido en un activo para las inversiones en plantas de generación de energía, aprovechando los torrentes de sus numerosos ríos; en un eslabón globalizador de Centroamérica con el Norte, y en una zona de especulación con aquellas tierras mayas de gran diversidad natural. Ahí la milpa, sus creadores y mantenedores enfrentan la encru-cijada del tiempo neoliberal cuando apenas se empieza a trazar la ruta de escape de una vida semifeudal en las haciendas cafetaleras.

A fines de los 80s las comunidades kekchies y pocomchies presenciaron algo impensable hasta entonces: los terratenientes empezaron a perder y abandonar sus fincas tras la baja del precio internacional del café, la escasa demanda del mercado doméstico y la quiebra económica. Las familias habían vivido de sus milpas expandidas en las montañas dentro del perímetro de alguna hacienda, trabajan-do como esclavos, pagando con sus vidas el derecho de existir. Así fue desde los orígenes del cultivo durante el liberalismo de fines del siglo XIX hasta hace menos de 20 años.

Entonces el abandono del patrón por fin hizo florecer el sueño de una tierra libre y propia. Para quienes conocían la tierra como la pal-ma de sus manos y la habían hecho producir, significaba contar con las montañas y ríos que dan sentido a los mitos y son escenario de los ritos. Sobre todo era la oportunidad de ser due-ños, de estar en comunión con la tierra en el trabajo produciendo para sí mismos. Las mil-pas se veían engalanadas con nuevos cultivos intercalados a los consentidos maíz, frijol, cu-curbitáceas y chiles. Se incorporaron cítricos mediterráneos y raíces caribeñas y africanas.

Aprovechando el éxodo de los finqueros ale-manes, ingleses y criollos, los antiguos mozos, colonos o campesinos acasillados se valieron de distintos medios para convertir el sueño en la otra realidad. Los Acuerdos de Paz de 1996 modificaron el marco institucional y les abrie-ron la posibilidad de adquirir sus tierras por medio de un fondo de tierras. Como se sabe, ahora esta salida a la demanda agraria no lle-gó siquiera a ser una reforma, es insuficiente; no es integral, e ignora las necesidades credi-ticias, de tecnología, producción y mercado.

Otra salida fueron las medidas de hecho, las to-mas de fincas abandonadas, unas pocas fueron exitosas, otras fueron desalojadas y los campe-sinos se refugiaron en las poblaciones aledañas.

La milpa ha cumplido la función de reserva es-tratégica para la sobrevivencia cultural y social. En épocas de las haciendas en su modalidad de tumba y quema, o swadish, la milpa cumplió, vigorosa sin necesidad de fertilización quími-ca o pesticidas. Más allá de servirle a sus cul-tivadores, los terrenos ya limpios y preparados abrieron el campo para la plantación del mo-nocultivo cafetalero con sus árboles de sombra.

Los trabajadores estaban autorizados a dedicar-le a sus milpas los días de descanso (en ocasio-nes sólo contaban con el domingo) y dos sema-

nas al año, no más. Cada familia debía cultivar aproximadamente una manzana para cubrir sus necesidades y por lo general estaba retirada de sus hogares. Tanto la mano de obra como la utilización de la tierra eran intensivas; se involucraba a toda la familia, y algunas tareas, como la siembra y la preparación de la tierra, se hacían en forma compartida con otras familias.

Cuando las haciendas fueron tomadas legíti-mamente o de hecho, los cultivos de café no se encontraban en condiciones de producción, estaban enmontados, las plantas envejecidas y sin mantenimiento. La milpa sirvió de sostén a la recuperación del café por periodos de tres años o más. Para los desplazados que no tuvie-ron éxito en su gestión, las pequeñas parcelas de milpa les han permitido sostenerse mientras encuentran la ruta a sus montañas y bosques.

La milpa y la lucha. No siempre la milpa se interpreta como campo de resistencia y lucha. Para la visión científica conservadora de la se-gunda mitad del siglo pasado, la milpa es un multicultivo con plantas nativas que hicieron posible que campesinos pudieran vivir en con-diciones paupérrimas en sus parcelas y bajar a cosechar, limpiar y sembrar en las grandes fincas. El valor era de contención del sistema minifundio–latifundio. El Instituto de Nutri-ción de Centro América y Panamá (INCAP) encabezó esta postura . Afirmaba que la mil-pa permitía a los campesinos cumplir con los requerimientos nutricionales: carbohidratos con el maíz, proteínas con el frijol, vitaminas con los güicoyes y chiles y minerales con la cal utilizada para tortear, y con sólo eso ser capaces de muy alto rendimiento físico.

Otras instituciones sustentaron el modelo con generación y transferencia de tecnología, así como con créditos. Su objetivo no era que los pequeños y medianos agricultores pasaran a estados superiores de desarrollo, sino impedir su desaparición y así darle sustento a la estruc-tura agraria dominada por la hacienda agro exportadora. En los 90s estas instituciones dejaron de existir o cayeron en la inoperancia y en paralelo sucumbió la idea sublime de la comunidad campesina autocontenida y endó-gama de postal. Es la época del neoliberalis-mo, que se caracteriza en nuestro caso por la producción de hortalizas donde antes había milpa, mayor degradación ambiental, migra-ción trasnacional y especulación por la tierra.

La milpa entre las cadenas productivas. Al haber sido doblegado el modelo del desarrollo rural comunitario por uno neoliberal basado en la producción para los mercados urbanos y la expulsión de mano de obra del campo, mu-chas instituciones le ponen atención a las cade-nas productivas en las unidades de mediano a gran tamaño trabajadas y administradas por los antiguos mozos. En el Polochic se justifica en

la acumulación de conocimientos y técnicas, la infraestructura construida por los antiguos hacendados y los mercados internacionales. A la milpa se le deja a su propia suerte, como un vestigio del pasado tenderá a desaparecer.

¿Estamos diciéndole adiós a este multiculti-vo nacido en Mesoamérica y mantenedor de generaciones? Los nuevos modelos de desa-rrollo impulsados desde agencias internacio-nales y asumidos por los gobiernos apuestan hacia allá. El escenario es de fortalecimiento de empresas agrarias en monocultivo con mercados especializados, injustos o justos; mitigación de riesgos, y hambrunas con hor-talizas y rebaños caseros, mientras crece la demanda de maíz y frijol de importación.

La milpa creció cuando fue adoptada como propia por los campesinos ladinos del oriente y su principal producto, el maíz, se convirtió en parte del santoral guatemalteco al que con-tribuyó Miguel Ángel Asturias en Hombres de maíz, algunas organizaciones importantes han dado por llamar a Guatemala Iximuleu (tierra de maíz). Sin embargo en el Polochic, última frontera en el modelo globalizador de desarro-llo, la milpa está siendo empujada a su más mí-nima expresión. Como resultado se está sim-plificando en la variedad y calidad de cultivos que la componen. De los tres o cuatro tipos de maíz (amarillo, blanco, negro) sólo perdura el blanco, y sus hermanas, el frijol y las verduras, han sido sacadas de casa por los herbicidas.

¿Resistirá la milpa y sus cultivadores frente al nuevo esquema de desarrollo globalizado? ¿Resurgirá con nuevas expresiones multi-colores como la soñaron los campesinos al tomar las tierras? La boca del Polochic está a punto de morderse la cola y la historia to-mará un nuevo giro. Antropólogos

Guatemala

MILPAS EN LA ENCRUCIJADA

Lourdes Edith Rudiño

Unidas, organizaciones civiles y campesinas de Guatemala están buscando por todas las vías –la movilización social, el cabildeo en el Congreso y con alcaldes municipales y la negociación en mesas de diálogo– que se apruebe ya la inicia va de ley de desarrollo rural integral, la cual ha estado en proceso de discusión y cambios desde hace diez años.

Marco Granados Or z y Dalila Vásquez, miembros de la Campaña Vamos al Grano –la cual integra 20 organizaciones campesinas de los 22 departamentos de Guatemala– expli-caron en entrevista que la sociedad rural del país, compuesta por ocho millones de perso-nas, de un total de población de 13 millones, siente una gran urgencia por que se apruebe la ley. “Queremos que sea antes de que termi-ne este gobierno, en enero de 2012. Las elec-ciones presidenciales son en noviembre de 2011; consideramos que éste es un momento crucial y hemos estado cabildeando con los diputados representantes de los 22 departa-mentos y con los par dos polí cos”.

Las organizaciones –entre ellas las integradas a Vamos al Grano, las de la Agencia de Desarrollo Rural Integral (ADRI) y las de la Campaña Guate-mala Sin Hambre– expresan un ul mátum. “He-mos decidido que si nos ponen un alto, si no se hace algo de verdad en la Cámara que impulse la

ley, vamos a hacer una movilización grande para ejercer presión. Cada organización convocará a sus bases y haremos un solo frente”.

La desesperación es porque los campesinos están prác camente abandonados. “Des-pués de la fi rma de los Acuerdos de Paz, en el gobierno de Álvaro Arzú (1996-2000), se desmanteló el Ministerio de Agricultura y Ga-nadería de Guatemala, y lo poco que queda está al servicio de los fi nqueros, de los te-rratenientes (...) estamos pidiendo que por lo menos el tres por ciento del presupuesto asignado a este ministerio se oriente a los pequeños productores”, comentó Granados, coordinador de Proyectos de la Asociación de Desarrollo Agrícola y Microempresarial.

Las necesidades básicas de los campesinos –apo-yo gubernamental en asistencia técnica, acceso al crédito y espacios para la comercialización– son elementos claves en la ley.

La legislación considera también asuntos estructurales, como regulaciones sobre el uso del agua agrícola y la redistribución de la erra, pues “hay mucho minifundio y la mayor parte de la erra está en poder de unos cuantos”, Además la ley establece li-neamientos sobre educación, salud, cultura y otros factores orientados a que la gente del campo tenga una vida digna.

Dalila Vásquez, miembro de la Alianza de Mujeres Rurales, dijo que el gobierno fede-ral de Guatemala ene una mesa de diálogo donde se discute la inicia va de ley. En ese foro, el Comité Coordinador de Asociacio-

nes Agrícolas, Comerciales, Industriales y Financieras (CASIF), que agrupa a los empre-sarios se ha opuesto a la legislación; rechaza que se toquen los temas de erra y agua.

“Pero ni siquiera es la erra de ellos, sino la que pertenece al Estado la que estamos pidiendo que se dé a los campesinos. (Los empresarios) no quieren porque saben que si los campesinos tenemos acceso a mejor educación, mejor salud y a recursos para trabajar, ellos se van a quedar sin trabaja-dores para sus propias fi ncas, sin mano de obra barata, y van a tener que compar r el recurso agua. Además, la ley dice que hay que tomar en cuenta las decisiones de las comunidades, de las poblaciones indígenas para todo lo que se quiera hacer; a ellos esto no les parece eso porque están también in-vir endo en la explotación minera. La ley les pondría entonces un alto a eso. No están de acuerdo porque estamos tocando sus prin-cipales intereses”, dijo Dalila.

Explicaron que si bien en Guatemala la iz-quierda está fragmentada y no hay un par do polí co que abandere la causa campesina, las organizaciones que impulsan la ley suman más de cien y cuando los campesinos unidos se han movilizado, “prác camente se paraliza el país”. Y esto es importante, pues “el movi-miento de la sociedad civil ha ido creciendo”.

Precisaron que el presidente Álvaro Colom aprobó la polí ca de desarrollo rural desde que asumió el poder, pero esto de nada sirve porque falta el presupuesto que la sustente y sólo se logrará con la ley aprobada.

Guatemala

IMPULSAN LEY DE DESARROLLO RURAL

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21 de agosto de 201020

Armando Bartra

Matemático, sociólogo, miem-bro del Ejército Guerrillero Tupac Katari en los 90s del pasado siglo y por cinco años

preso político en el penal de alta seguridad de Chonchocoro, Álvaro García Linera, tam-bién conocido como Qhananchiri, es hoy presidente del Congreso y vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia que encabe-za Evo Morales Ayma. Desde la academia, la guerrilla, la cárcel y la administración públi-ca Álvaro trata de desentrañar con reflexio-nes de solvencia teórica la realidad que como militante subvierte.

Y a García Linera le llovió en su milpita. En el taller temático Tierra y Territorio organiza-do por la Vicepresidencia y realizado en La Paz los días 27 y 28 del pasado julio, hubo fi-losos cuestionamientos, no a su persona sino a la política que impulsa el gobierno del que forma parte. Porque así son las revoluciones democráticas triunfantes: las grandes líneas vienen de debajo, de los movimientos, pero es en los ámbitos del Estado donde se trans-forman en leyes y en políticas públicas. Por fortuna, la acción del gobierno está siempre bajo observación. Escrutinio crítico desde la izquierda que en la Bolivia de hoy es acogido con seriedad y respeto por los funcionarios, de modo que el vicepresidente intervino en el evento, no para defenderse “como gato boca arriba”, como me dijo coloquialmente en su despacho poco antes de integrarse al debate, sino para argumentar con sinceridad política y coherencia intelectual las posturas del go-bierno que copilotea.

Sin espacio para desarrollar las muchas anuencias y propuestas vertidas en el taller de marras, enumero sólo algunas de las discrepancias con el curso del proceso re-volucionario –a veces contrapuestas y exclu-yentes– formuladas por dirigentes sociales, académicos, miembros de organizaciones no gubernamentales y ex funcionarios públicos:

• Que subsiste y subsistirá el latifundio, am-parado por la Constitución y la Ley de Re-conducción Comunitaria de la Reforma Agraria, de 2006, la cual, además de no ser retroactiva, admite propiedades de hasta cinco mil hectáreas.

• Que el “saneamiento” de tierras que lleva a cabo el Instituto de Reforma Agraria es inne-cesario, pues la Pacha Mama no está enferma.

• Que la apuesta del gobierno por la comu-nidad sólo es declarativa y en la práctica desconfía de sus potencialidades.

• Que no se ejercen a favor de las comuni-dades los recursos públicos disponibles, ni siquiera los expresamente destinados al de-sarrollo rural y a ellas.

• Que las autonomías étnicas recién legisla-das sólo benefician a los minoritarios pue-blos del oriente y a quienes a su amparo explotan la selva.

• Que en nombre del desarrollo se está adop-tando un modelo económico extractivo y depredador.

• Que el boliviano no es un auténtico Es-tado plurinacional, pues los derechos de las naciones originarias, incluyendo el de

consulta sobre el empleo de recursos no renovables ubicados en sus territorios, son menores y acotados.

• Que los movimientos sociales no están en reflujo sino que han sido premeditadamen-te desmovilizados.

• Que por buscar gobernabilidad, la revolu-ción corre el riesgo de reproducir el modelo político liberal y el capitalismo de Estado.

Son estas algunas de las críticas a las que re-accionó el vicepresidente García Linera en su intervención de clausura. Aquí una apre-tada síntesis de sus palabras, en versión no textual de la que me hago responsable:

A diferencia de la revolución de 1952, en que el núcleo aglutinante fueron los obreros, en la pre-sente revolución lo que aglutina es el movimien-to indígena y campesino. A partir de las grandes luchas por el agua y por los recursos naturales, la reivindicación de Tierra y Territorio se ha vuelto no un componente más sino el corazón del pro-ceso boliviano. Es precisamente porque el movi-miento indígena y campesino es el sujeto, que en la cuestión Tierra-Territorio está la clave de la que dependen el mediano y el largo plazo.

Lo colectivo y lo individual. Nuestra revolu-ción democrática y cultural vive una tensión entre lo colectivo y lo individual. Una tensión que nace de la vida misma de comunidades don-de el aprovechamiento en común del agua y las tierras de pastoreo se combina con la parcela familiar. Una tensión vivificante y creativa de la que surge su capacidad no sólo de resistir sino también de expandirse. Y también en el gobierno está presente esta tensión. Así en la política del Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras y en la del Instituto de Reforma Agraria se privilegia lo comunitario. Pero a veces detrás de lo comuni-tario se oculta la privatización, como es el caso de empresas forestales que explotan madera en tierras de los pueblos originarios del oriente.

El Estado no puede crear lo comunitario, esto es tarea de las propias comunidades. Pero sí puede crear condiciones para que pasen de la propiedad en común a la producción en común, en la línea de la propuesta Década Productiva que ha pre-sentado la Confederación Sindical Única de Tra-

bajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Sin embargo, necesitaremos un tiempo para aprender a gestionar lo comunitario productivo con base en proyectos, porque 30 que se presenta-ron y recibieron recursos públicos no avanzaron y el gobierno tuvo que hacerse cargo de ellos.

Necesitamos pasar de la propiedad jurídica en común a la producción en común, desarrollan-do una gestión que no esté basada en la rentabi-lidad pero que sea sostenible. Esta será la toma del poder económico por las comunidades.

No hay recetas. Que lo colectivo es mejor que lo individual hay que demostrarlo en la prácti-ca. La revolución es revolución, precisamente porque no hay recetas.

Estado plurinacional. ¿Cómo medir la pluri-nacionalidad del Estado? Lo más importante son los grandes cambios simbólicos. Pero des-pués de esto, la mudanza más significativa más importante, lo más profundo de la plu-rinacionalidad, es que hoy en el horizonte de vida de un indígena campesino boliviano está ser canciller o albañil, ser contrabandista en pequeño o presidente. Hace unos días estaba yo sentado entre una campesina que era mi-nistra y un campesino que era senador. Esto es lo más revolucionario de Bolivia: que puedes ser ministro o legislador sin necesidad de teñir-te la piel o de cambiarte el apellido.

Otra forma de medir lo plurinacional es el pre-supuesto público, cuya distribución pasa por estructuras sindicales y comunitarias que son ex-presiones de la plurinacionalidad. Hasta el siste-ma de cuotas (“cuoteo”), por el que algunos pre-tenden que se asignen los cargos y los puestos, es una forma desvirtuada de la plurinacionalidad, porque es la organización la que decide.

Vivir bien como modelo de desarrollo. El tipo de desarrollo que alcancemos dependerá de la

correlación de fuerzas. Tenemos varios sectores de la producción: están las empresas grandes, medianas y pequeñas que acumulan, está la pe-queña producción que simplemente se reprodu-ce, está la producción comunitaria y está el Es-tado. Nosotros quisiéramos impulsar sobre todo lo comunitario, pero de momento tenemos que impulsar el fortalecimiento económico del Esta-do, como medio para generar excedentes que nos permitan apoyar a la producción comunitaria.

El paradigma Vivir Bien nace de la comuni-dad, donde hay mecanismos de desarrollo que no están basados en la rentabilidad, sino en la producción de satisfactores armoniosa con la naturaleza. Pero el Vivir Bien no se sostiene sobre la miseria. Necesitamos educación, sa-lud, carreteras, agua potable, electricidad sin que esto suponga destruir el entorno.

Las comunidades no piden recursos para acumular capital sino para mejorar sus condi-ciones de vida. Y para esto el Estado necesita excedentes económicos. ¿Cómo generar los re-cursos públicos que garanticen a la población las condiciones básicas mínimas sin afectar a la naturaleza. Equilibrio es la clave.

En Corocoro hay cobre y la comunidad pidió al gobierno que se explotara el mineral para generar empleos y desarrollo, pero otros de ahí mismo se oponen pues dicen que se daña a la naturaleza. Son tensiones que se dan en la comunidad y le toca al Estrado buscar que se puedan hacer las dos cosas. Manejar la ten-sión entre desarrollo productivo y protección de la naturaleza: eso es Vivir Bien.

Movimientos sociales y Estado. En las dé-cadas recientes los movimientos indígenas y campesinos pasaron de la resistencia a la opo-sición y de ahí al asedio del Estado neoliberal, construyendo en la lucha una correlación de fuerzas que les permitió volverse Estado y hacer de su proyecto y programa políticas de Estado.

De la posibilidad de volverse Estado se dan cuenta primero los quechuas y aymaras del altiplano y los valles, mientras que los pue-blos del oriente han seguido luchando en una cierta exterioridad. Entonces, el reto es cómo incorporarlos plenamente al nuevo Estado plurinacional.

El problema está en que después de haber construido las grandes demandas universales en los momentos de ascenso, los movimientos se están replegando a los particularismos, al localismo, al individualismo comunitario, al corporativismo.

En esta lógica me preocupa, por ejemplo, la demanda de que sea vinculante el derecho a la consulta informada que ya tienen los pue-blos originarios cuando se quiera utilizar un recurso natural no renovable ubicado en su territorio. Pues entonces, si el pueblo decide que un recurso que es de la nación no se toca, no se toca...

Hasta 2008 el interés general lo representaba el movimiento y el Estado iba a la zaga. Aho-ra es al revés. Debido al repliegue de ciertos sectores a su interés particular, el Estado debe asumir por sí mismo la representación del in-terés general. Pero esto no es lo que deseamos y debe ser temporal. Sólo temporal.

No hay revoluciones permanentes, son por oleadas. Esperamos una nueva oleada de ma-sas. Una oleada de movimientos que pasen por encima del Estado, que vayan aun más allá que el hermano Evo.

Habla el vicepresidente Álvaro García Linera

ALTAS Y BAJAS: REVOLUCIÓN AGRARIA EN TIERRAS BOLIVIANAS

¡Jallaya Bolivia! Atiendan nomás,

cojudos, que el vice no se anda con

huevadas

¡Nunca más cogoteados! La

Revolución no es para que unos cuantos

hagan quivo sino para todos vivir bien

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