NO. 96 AL ALBA. Chihuahua en tiempos del asalto al cuartel de Madera

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El 23 de septiembre de 1965, en el estado de Chihuahua, un grupo guerrillero ataca el cuartel de Ciudad Madera. En la memoria de la sociedad ese acontecimiento se convirtió en la hora cero de la guerrilla mexicana. Trece jóvenes asaltaron el cuartel. Las cosas sucedieron mal. Pensaron que enfrentarían una fuerza de dos pelotones, unos veintitantos soldados, y la guarnición contaba en realidad con más de cien efectivos. Los asaltantes habían planeado contar con 30 guerrilleros; fallas logísticas los redujeron a 13. Probablemente los estaban esperando. El saldo fue de ocho guerrilleros y cinco soldados muertos. El ataque no fue un rayo en cielo tranquilo. En realidad estaba estrechamente asociado a la larga lucha agrarista de la zona que había recorrido los caminos de la lucha legal y las ocupaciones de tierras. Habían enfrentado a un caciquismo feroz, a un latifundismo de grandes dimensiones y a un gobierno que apoyaba a caciques y latifundistas de manera incondicional.

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19 de septiembre de 2015 • Número 96

Directora General: Carmen Lira Saade Director Fundador: Carlos Payán Velver

Suplemento informativo de La Jornada

TEMA DEL MES

AL ALBACHIHUAHUA EN TIEMPOS DEL

ASALTO AL CUARTEL DE MADERA

AL ALBACHIHUAHUA EN TIEMPOS DEL

ASALTO AL CUARTEL DE MADERA

Textos de:Francisco Pérez Arce IbarraRosa Albina Garavito ElíasAleida García AguirreFritz GlocknerJesús VargasElizabeth HensonCarlos Montemayor Alma Gómez CaballeroVíctor M. Quintana S.Lorenzo MeyerVerónica Oikión SolanoMarco RascónPablo Gómez RamírezArturo Gámiz

Textos de:Francisco Pérez Arce IbarraRosa Albina Garavito ElíasAleida García AguirreFritz GlocknerJesús VargasElizabeth HensonCarlos Montemayor Alma Gómez CaballeroVíctor M. Quintana S.Lorenzo MeyerVerónica Oikión SolanoMarco RascónPablo Gómez RamírezArturo Gámiz

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ENCUENTROS EN LA SIERRA

Predominan la injusticia y la desigualdad […] Trans-formar nuestra patria para no entregarla como la he-mos recibido es misión de nuestra generación […] La

lucha será […] prolongada y hay que empezar jóvenes.

Resoluciones del Segundo Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”

En 1959 los barbudos entran triunfan-tes en La Habana, en 1960 El Che publica Guerra de guerrillas y en 1963 Guerra de guerrillas, un método.

Cinco años después del triunfo de la Revolución Cubana, en febrero de 1964 en la sierra norocci-dental de Chihuahua, un puñado de rebeldes, antecedente del que después tomaría el nombre de Grupo Popular Guerrillero se da a conocer volando un puente y poco después destruyendo una estación de radio; el 15 de julio someten a una fuerza de la policía judicial y se apoderan de su armamento; el 23 de septiembre de 1965, 13 combatientes de un contingente de 40 o 50 que no se pudo reunir completo, atacan el cuartel militar de Madera, ocho mueren en el intento, entre ellos Pablo Gómez y Arturo Gámiz.

Para muchos historiadores el breve curso que se cierra con el asalto constituye el primer caso en México de aplicación de la táctica “foquis-ta” como método revolucionario. Y sí, el éxito del Movimiento 26 de Julio encabezado por Fidel y la sistematización de su método por El Che debieron influir en el camino elegido por el Grupo Popular Guerrillero.

Pero pienso que su raíz hay que buscarla aquí: en las luchas de los 50’s y principios de los 60’s en defensa de la tierra y por la dotación de ejidos. Y sobre todo en los asesinatos, ma-sacres y arrasamiento de poblados con los que el gobierno los suprimía. En esta perspectiva, el asalto al cuartel de Madera es la prolonga-ción armada de la lucha campesina. Rebeldía combatiente que abreva tanto en la Revolución Mexicana como en la Revolución Cubana.

La trayectoria de alzados como Pablo Gómez y Arturo Gámiz, dirigentes estudiantiles y luego magisteriales que se vinculan a la lucha cam-pesina, es significativa. Pero también lo es la de rebeldes como los Gaytán: Salomón, Salva-dor y Juan Antonio, y los Scobell Gaytán: Anto-nio y Guadalupe, pertenecientes a familias de agricultores con una larga trayectoria de lucha por la tierra, en la que la autodefensa armada ya estaba presente antes de 1964 y sin que hi-ciera falta la lectura de El Che.

Posiblemente algunos activistas chihuahuenses habían leído Guerra de guerrillas, un método. Pero también leían periódicos y las conclu-siones que de ahí sacaban eran aún más apre-miantes que las que derivaban de la primera. Para ponernos en contexto, servirá la reseña de algunas noticias de tema rural publicadas entre 1962 y 1964, años en los que al calor del prime-ro y segundo Encuentros de la Sierra realizados en Chihuahua y en Durango, respectivamente, va cobrando forma el proyecto insurreccional.

En mayo de 1962 en Petlalcingo, Acatlán, Pue-bla, soldados y policías matan al campesino Antonio Herrera y detienen a 13 más, que ha-bían ocupado tierras de las haciendas Ídolo y El Mezquital y estaban construyendo una escuela. También en mayo, en Nautla, Veracruz, la poli-cía arrasa el poblado El Huanal y expulsa a los

campesinos que habían tomado tierras después de demandarlas sin éxito por cerca de 30 años. En el mismo mes, en Tlaquiltenango, Morelos, soldados al mando del capitán José Martínez y policías judiciales detienen al líder agrario y ex combatiente zapatista Rubén Jaramillo, a su es-posa Epifania García, que estaba embarazada, y a sus hijos Ricardo, Filemón y Enrique, y los conducen a las ruinas de Xochicalco, donde los ametrallan en una zanja. La causa inmediata era que en febrero de l961 Jaramillo había enca-bezado la ocupación de los llanos de Michapa y El Guarín, donde se buscaba establecer una colonia agrícola. Los ocupantes fueron reprimi-dos y desalojados y al año siguiente el ejército ejecutó al dirigente y a su familia. Además de por su dramatismo, el asunto fue sonado por-que meses antes el presidente de la República y el líder agrario se habían entrevistado y una fotografía que mostraba a López Mateos y Ja-ramillo abrazándose había sido recogida am-pliamente por la prensa. Violento la cronología para mencionar que tres años después, en sep-tiembre de 1965, otro ex combatiente del Ejér-cito Liberador del Sur y compañero de lucha de Jaramillo es asesinado junto con su esposa en Amatepec, Morelos, por defender mil 684 hectáreas propiedad de campesinos, en las que los banqueros y empresarios Legorreta, Stoner y Sustaeta querían hacer un desarrollo turístico.

En junio de 1962, en la región de La Caña-da, Michoacán, asesinan al dirigente campe-sino de Chilchota. En diciembre, en Iguala, Guerrero, un mitin donde la Liga Agraria del Sur “Emiliano Zapata” y la Asociación Cívica Guerrerense lanza a José María Suárez Téllez como candidato independiente a gobernador es asaltado por el ejército que mata a 20 perso-nas, hiere a 219 y detiene a 985.

En febrero de 1963, en el ejido de Gámbara, Nueva Italia, Michoacán, asesinos a sueldo enviados por William Jenkins, matan a Luis Ortega Manríquez, que encabezaba la lucha por recuperar tierras de Tepalcatepec que el es-tadounidense, dueño también del ingenio po-blano de Atencingo, acaparaba. En marzo, en el Ticuí, Atoyac de Álvarez, Guerrero, soldados al mando del coronel Olvera Fragoso, torturan y matan al líder cafetalero conocido como El Tabaco, para obligarlo a decir “dónde están las armas”. Durante marzo y abril, en ese mismo estado, soldados con tanquetas artilladas arra-san los poblados de La Gusanera, Papanca y Santa Lucía, en Costa Grande, y de San Ni-colás, Llano Grande, Contepec de los Cos-tales, San Luís Acatlán y La Barra, en Costa Chica, dejando a más de dos mil familias en el desamparo. En mayo y también en Guerrero, pero en San Jerónimo, matones enviados por el gobernador Abarca Calderón y protegidos por el ejército, asesinan al líder Roberto Olea Cas-tillo. Días más tarde, cinco campesinos que habían declarado como testigos del crimen son asesinados. En julio, y en el mismo esta-do, soldados detienen en San Marcos a nueve campesinos del opositor Frente Electoral del Pueblo y los entregan a las gavillas asesinas de Los Cruz y Los Zanatones, que los ejecutan; más tarde, el pueblo es arrasado y quemado. En septiembre, en Acatlán de Pérez, Oaxaca, la comunidad Macedonio Alcalá es destruida con tractores por pedir tierras. En noviembre, en Huimanguillo, Tabasco, porque sus habi-tantes habían tomado tierras de la hacienda ganadera de los Pulido, el poblado de Cuau-htémoc es incendiado dejando descobijadas a 68 familias. Cinco meses después le prenden fuego otra vez buscando que ahora sí se queme la escuela, que la primera vez se había salvado.

En enero de 1964, en Pueblo Nuevo, Ixmiquil-pan, Hidalgo, el ejército desaloja a los campesi-nos que ocupaban tierras de los latifundistas Mar-tiniano Martín y Donato Simón. En marzo, en Jujucato, Villa Escalante, Michoacán, ejidatarios que estaban en posesión de tierras de la hacienda de Chora, que se les habían dotado por resolución presidencial, son desalojados por soldados y poli-cías que matan a tres, detienen a 11, violan y gol-pean a las mujeres y saquean el pueblo.

Y también en Chihuahua. Si en Morelos excombatientes zapatistas como Jaramillo y Montiel lidereaban nuevas luchas por tierra, en el estado norteño Dionisio Sánchez Lozo-ya, que había sido teniente de la División del Norte, encabeza en junio de 1960 a dos mil familias que invaden la hacienda Santo Do-mingo, de William Stevens. Y también ahí el resultado es un violento desalojo.

Fundada en 1949 y vinculada al Partido Popu-lar Socialista, la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) impulsa en 1958 y 1959 importantes luchas por la tierra en Baja California, Sonora, Sinaloa y Nayarit. Con el tiempo, la organización se derechiza, pero en ese curso aparecen también despren-dimientos como el de Álvaro Ríos en Durango que quieren seguir en la lucha.

Este es el caso de Chihuahua, donde 300 gran-des propietarios son dueños de ocho millones de hectáreas y de 30 por ciento de las tierras de riego. Emblema del latifundismo es Bosques de Chi-huahua, de banqueros como Aníbal de Iturbide, Carlos Trouyet y los Vallina. En el otro extremo cien mil ejidatarios poseen solo 4.5 millones de hectáreas y varios cientos de miles más tienen instauradas solicitudes de dotación de tierra que se apolillan en los estantes del Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización (DAAC).

En enero de 1963 la UGOCM cobija en Chi-huahua más de 25 invasiones, que son desalo-jadas con saldo de siete muertos. En abril se reactivan las tomas y la represión militar. El gobernador promete tierra y la UGOCM da tregua. Pero como no cumple, a fines de 1963 la lucha se reanuda, ahora aglutinada en torno a la convergencia surgida del Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”, realizado en Dolores de Cebadilla, Madera, con delegados de cinco estados. En febrero de 1964 vuelven las ocupa-ciones en Delicias, Buenaventura, Madera, Ca-sas Grandes, y vuelven los desalojos militares y las detenciones, entre ellas la del dirigente es-tudiantil y magisterial Arturo Gámiz. Tercera oleada de invasiones y tercera represión militar.

No sorprende entonces que el Segundo Encuen-tro de la Sierra, realizado en febrero de 1965, en Torreón de Cañas, Nieves, Durango, se haya radicalizado políticamente y en sus resoluciones los participantes declaren que “Por nuestra cuen-ta no daremos marcha atrás en el camino de la revolución”. Y aquí entra el método guevarista.

Pero en el fondo de todo está la tierra, ancestral motor de las luchas campesinas. En un artículo publicado en El Norte el 22 de julio de 1963, Pablo Gómez da en el clavo: “No es el campesino quien invade la tierra que le dio la revolución, sino el lati-fundista que otra vez se apoderó de ella”.

Y medio siglo después se siguen apoderando.

La Jornada del Campo, suplemento mensual de La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, SA de CV; avenida Cuauhtémoc 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, delegación Benito Juárez, México, Distrito Federal. Teléfono: 9183-0300.Impreso en LC Impresos SA de CV, calzada Azcapotzalco-La Villa 160, colonia San Marcos, delegación Azcapotzalco, México, Distrito Federal. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin la autorización expresa de los editores. Reserva de derechos al uso exclusivo del título La Jornada del Campo número 04-2008-121817381700-107.

Suplemento informativo de La Jornada 19 de septiembre de 2015 • Número 96 • Año VIII

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COMITÉ EDITORIAL

Armando Bartra Coordinador

Luciano Concheiro Subcoordinador

Enrique Pérez S.Lourdes E. RudiñoHernán García Crespo

CONSEJO EDITORIAL

Elena Álvarez-Buylla, Gustavo Ampugnani, Cristina Barros, Armando Bartra, Eckart Boege, Marco Buenrostro, Alejandro Calvillo, Beatriz Cavallotti, Fernando Celis, Luciano Concheiro Bórquez, Susana Cruickshank, Gisela Espinosa Damián, Plutarco Emilio García, Francisco López Bárcenas, Cati Marielle, Yolanda Massieu Trigo, Brisa Maya, Julio Moguel, Luisa Paré, Enrique Pérez S., Víctor Quintana S., Alfonso Ramírez Cuellar, Jesús Ramírez Cuevas, Héctor Robles, Eduardo Rojo, Lourdes E. Rudiño, Adelita San Vicente Tello, Víctor Suárez, Carlos Toledo, Víctor Manuel Toledo, Antonio Turrent y Jorge Villarreal.

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Rosario Cobo, del Instituto Maya, AC; Francisco Pérez Arce, de la DEH-INAH, y Comité Primeros Vientos fueron coeditores en este número del suplemento

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maderaFOTOS: Comité Primeros Vientos

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QUERÍAN TIERRAFrancisco Pérez Arce Ibarra

El 23 de septiembre de 1965, en el estado de Chihuahua, un gru-po guerrillero ataca el

cuartel de Ciudad Madera. En la memoria de la sociedad ese acon-tecimiento se convirtió en la hora cero de la guerrilla mexicana.

Trece jóvenes asaltaron el cuartel. Las cosas sucedieron mal. Pensa-ron que enfrentarían una fuerza de dos pelotones, unos veintitan-tos soldados, y la guarnición con-taba en realidad con más de cien efectivos. Los asaltantes habían planeado contar con 30 guerrille-ros; fallas logísticas los redujeron a 13. Probablemente los estaban esperando. El saldo fue de ocho guerrilleros y cinco soldados muertos.

El ataque no fue un rayo en cie-lo tranquilo. En realidad estaba estrechamente asociado a la lar-ga lucha agrarista de la zona que había recorrido los caminos de la

lucha legal y las ocupaciones de tierras. Habían enfrentado a un caciquismo feroz, a un latifundis-mo de grandes dimensiones y a un gobierno que apoyaba a caciques y latifundistas de manera incon-dicional. El grupo que decidió la acción armada, encabezados por Arturo Gámiz y Pablo Gómez, habían vivido esa lucha agraris-ta, y habían sufrido la represión. Habían transitado incluso por la lucha electoral: Pablo Gómez fue candidato a diputado por el Parti-do Popular Socialista.

Gámiz junto a un grupo de cam-pesinos y normalistas, se había remontado a la sierra desde 1963, dos años antes de Madera, y había protagonizado hechos de armas más parecidos a la autodefensa campesina que a la guerrilla. A la pertinaz lucha agrarista sumaron las ideas inspiradas en la experien-cia de la Revolución Cubana, y se convirtieron en la primera guerri-lla socialista mexicana.

Tras la batalla de Madera, que duró más de dos horas, el gober-nador del estado, general Práxedes Giner Durán, ordenó que los guerri-lleros muertos fueran enterrados en fosa común y sin ataúdes ni ningún tipo de mortaja, y pronunció la frase famosa: "¿Querían tierra?, pues den-les hasta que se harten”. La frase es terrible, y retrata a un gobernador violento, rencoroso, artero y lleno de odio. Pero también, paradójica-mente, la frase reconoce la raíz de

su lucha: “Querían tierra”. Querían la tierra que los campesinos habían ganado en la Revolución de 1910, querían también justicia contra los caciques que asesinaban impune-mente a campesinos opositores. Y con su frase terrible negaba de paso el lenguaje oficial, difundido por la prensa, que evitaba llamar a los gue-rrilleros “guerrilleros”, y los llamaba en cambio, por consigna, “gaville-ros”. La frase terrible estaba dirigida contra los campesinos, no

EL PODER SIMBÓLICO DEL ASALTO AL CUARTEL MADERARosa Albina Garavito Elías

Hace algunos días, en lu-gar de asalto al Cuartel Madera, dije “asalto al Cuartel Moncada”. El

lapsus no hizo más que expresar en palabras la imagen que apare-ció en mi mente cuando, en agos-to de 1971, por primera vez escu-ché a Raúl Ramos Zavala hablar de ese hecho histórico. Me bastó esa mención para que a la acción del Grupo Popular Guerrillero comandado por Arturo Gámiz García y Pablo Gómez Ramírez, en Chihuahua, le otorgara el mis-mo significado que a la gesta del Movimiento 26 de Julio que dio inicio a la caída del régimen de Fulgencio Batista en Cuba. De muchos hilos seguramente se tejió la semejanza: del afán justiciero y libertario de ambos movimientos; de la unión indisoluble entre teo-ría y práctica; de la acción políti-ca como sinónimo de ética; de la utopía socialista como respuesta al rampante capitalismo. También del ingenuo deseo de que acciones audaces sean capaces de conquis-tar la victoria en tiempos relativa-mente cortos; de la vecindad geo-gráfica entre ambos países; de la cercanía en el tiempo; de la asfixia provocada por la Guerra Fría y el anticomunismo de la época, entre otros. Lo cierto es que los vasos co-municantes entre ambos hechos se percibían reales y constituían el antecedente histórico más impor-

tante para que sectores de jóvenes de la generación de 1968 viéramos en ellos la luminosa inspiración para iniciar un cambio revolu-cionario en nuestro país. Como buenos soñadores, no reparamos en las distintas condiciones histó-ricas que determinaron abismales diferencias entre los resultados de la guerrilla urbana que reconoció en el asalto al Cuartel Madera su hito fundador, y el triunfo del Movimiento 26 de Julio. Sin duda esta errónea equivalencia consti-tuye materia de investigación his-tórica, pero también es cierto que no disminuye un ápice la fuerza simbólica que adquieren las gestas heroicas en el inconsciente colec-tivo y su relevante papel en el desa-rrollo de los movimientos sociales y políticos.

Porque el asalto al Cuartel Ma-dera fue eso, una gesta heroica. La fuerza de sus imágenes y de sus relatos despojó de manera fulmi-nante a los gobiernos priistas de la legitimidad que ostentaban sin pudor como herederos de la Re-volución Mexicana. Aunque de acciones heroicas estaba plagado el camino de las luchas sociales en el México de la primera mitad del siglo XX, las causas del mo-vimiento encabezado por Arturo Gámiz y por Pablo Gómez daban un mentís rotundo al reparto agra-rio como bandera de los gobiernos

post revolucionarios, y exhibían el violento y acelerado proceso de reconstitución del latifundio. Por lo demás, en una entidad cuna de la Revolución Mexicana. En este contexto, la figura del gobernador Práxedes Giner Durán, y su ma-cabra frase pronunciada mientras enterraban a los guerrilleros muer-tos en una fosa común: “Era tierra por lo que peleaban, ¿no? ¡Pues denles tierra hasta que se harten!”, no hicieron más que dibujar de manera patética la esencia de esos gobiernos. Gesta heroica también por el martirologio que la carac-terizó: concluido el combate en el Cuartel Madera, los cuerpos de los guerrilleros fueron paseados en carretas por los alrededores, para su escarnio y el escarmiento de sus simpatizantes. Herederas inmediatas de aquel heroísmo fueron las mujeres, entre las que se encontraba Alma Gómez, hija del doctor Pablo Gómez Ramírez,

quienes fueron a limpiar la tumba y colocar flores pocos meses des-pués del asalto, rodeadas por un batallón de soldados que las apun-taba con sus armas. Gesta heroica cargada de simbolismo, además, porque el grupo de combatientes estaba formado por maestros y es-tudiantes, expresión del desarrollo urbano del país, es decir sectores urbanos aliados con el movimien-to campesino. Pecado de origen imperdonable para un régimen político construido de manera terca y contumaz con la estrategia política de la división de las luchas sociales, desde la creación en 1915 de los Batallones Rojos de la Casa del Obrero Mundial, contra las fuerzas campesinas de Francisco Villa y Emiliano Zapata.

Pocos años después del asalto al Cuartel Madera, se desarrollarían las guerrillas rurales de Genaro Vázquez y Lucio Cabañas en

Segundo Encuentro en la Sierra

"Heraclio Bernal"

RESOLUCIONESResoluciones 1 El Imperialismo

No se escoge el mundo en que se nace, no se puede señalar al gusto personal las circunstancias para vivir. El mundo ya está hecho y la sociedad organizada de una manera determinada cuando se nace, nos guste o no, y en este caso no esta-mos conformes con el orden de las cosas que prevalece, queremos transformar la sociedad en que hemos na-cido porque se basa en la injusticia, la desigualdad y la opresión .

[...]

Donde quiera que ha con-quistado el poder, la bur-guesía ha alterado todos los aspectos de la existencia; donde quiera ha contamina-do, ha contagiado, ha adul-terado, ha prostituido; nada escapa a su acción corrosiva y degenerada; ha ridiculi-zado y pisoteado todas las virtudes; ha invertido to-dos los valores espirituales, erigiendo en un pedestal y rindiendo culto al vicio y la depravación, despreciando y escarneciendo la honradez y la dignidad.

[...]

Predominan la injusticia y la desigualdad, sabemos del esfuerzo que muchos com-patriotas han hecho y hacen por remediar los males de la Patria, sabemos del sacri-ficio de generaciones pasa-das que han ofrendado su vida en una afán noble por legarnos una Patria mejor: Hidalgo, Morelos, Ocampo, Juárez, Zapata y Villa son los representantes de gene-raciones que lucharon por transformar la sociedad de miseria y explotación que ellos conocieron en una so-ciedad de bienestar y felici-dad. Su obra no se ha realiza-do. Continuarla, transformar nuestra Patria para no entre-garla como la hemos recibi-do, ES MISIÓN DE NUESTRA GENERACIÓN.

[...]

Guerrilleros antes del momento de ser sepultados.

Identificación de los cadáveres en Ciudad Madera. A la derecha, de suéter gris, el profesor Simón Gómez Ramírez, hermano del doctor Pablo Gómez.

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sólo contra los guerrilleros. Son los campesinos los que quieren tierra. Para ellos era la advertencia. Los latifundios debían ser respeta-dos, y los campesinos debían obede-cer al gobierno.

El gobierno tenía miedo de que el ejemplo cundiera. En la men-te del pequeño dictador que era Giner, el escarmiento lo daría con el espectáculo: mandó exhi-bir los cadáveres de los guerrille-ros muertos, paseándolos por la ciudad de Madera en un camión descubierto, para que el pueblo los viera. Rechazó las solicitudes de los familiares de los cuerpos de sus seres queridos para enterrarlos dig-namente. Quería dar un ejemplo a la población entera. Quería matar a los guerrilleros dos veces.

Este movimiento armado se origi-na en la lucha encabezada por la Unión General de Obreros y Cam-pesinos de México (UGOCM) contra caciques y latifundios. Los continuos atropellos y despojos, las promesas incumplidas, y el tortuguismo burocrático provo-caron varias invasiones de tierras

en 1963 y 1964. Enfrentaron sis-temáticamente a guardias blancas de las familias dueñas de tierras y bosques y la política represiva del gobernador Giner Durán.

En octubre de 1963 las organiza-ciones campesinas de la región realizaron el Primer Encuentro de la Sierra que acordó un programa de lucha que transitaría por las invasiones de los grandes latifun-dios, y por la vía política.

En 1964 el estado de ánimo había cambiado. A principios de ese año, en las resoluciones del Segundo En-cuentro de la Sierra, Arturo Gámiz escribió: “Estamos convencidos de que ha llegado la hora de hablarle a los poderosos en el único lenguaje que entienden; llegó la hora de que las vanguardias más audaces empu-ñen el fusil porque es lo único que respetan y escuchan; llegó la hora de ver si en su cabeza penetran las balas, ya que las razones nunca les entraron; llegó la hora de apoyarnos en el 30-30 y no el 30-06, más que en el Código Agrario y la Constitu-ción.” (José Luis Sierra: El enemigo interno. Contrainsurgencia y fuerzas armadas en México. Plaza y Valdés, México, 2003, p. 44).

Para un grupo de líderes campesi-nos, maestros y estudiantes, la lu-cha transita de las movilizaciones y tomas de tierras, a la vía armada. La prensa de Chihuahua el 15 de abril de 1964 informó: un “grupo de campesinos que andan levanta-dos en la sierra” atacó a judiciales, y tres días después emboscó a un pelotón de soldados del 52 bata-llón de infantería. El periódico

Acción publicó el primer comuni-cado de la guerrilla mexicana en este periodo de la historia:

“Viendo que las autoridades nunca atienden los problemas del pueblo y que a los atropellos de los caciques se suman los de las fuerzas armadas del gobierno, de-cidimos empuñar las armas para hacer justicia por nuestra propia mano, para castigar a los latifun-distas que amargan la vida de los campesinos […] El día en que se resuelvan los principales proble-mas del pueblo, que se repartan las tierras y se haga justicia al opri-mido, ese día dejaremos las armas. Antes moriremos en pie de lucha.” (Citado en José Santos Valdés: Madera, México, 1968).

La guerrilla había empezado en 1964 pero retenemos como el ini-cio de esta historia una fecha: 23 de septiembre de 1965, y un lugar: Madera. Hace 50 años de la ac-ción de esos 13 jóvenes. Los recor-damos como luchadores sociales, como guerrilleros. Vencieron el silencio y el olvido que quiso im-poner el gobierno.

Guerrero, ambos egresados de la Normal Rural de Ayotzinapa. Madera había marcado ya el cami-no, no sólo para la guerrilla rural, sino también para la guerrilla urba-na que iniciaría después de la ma-tanza del 10 de junio de 1971, cuan-do una movilización estudiantil pacífica fue reprimida por el grupo paramilitar Los Halcones. Así, los sectores de estudiantes radicaliza-dos después de la masacre de Tlate-lolco de 1968 encuentran en ese 10 de junio el eslabón necesario para reconocerse como herederos del grupo de combatientes de Madera.

Este hito histórico quedó plasma-do en la fundación de la Liga Co-munista 23 de septiembre (LC23 de Septiembre), cuando la confe-deración de grupos armados reu-nidos en Guadalajara, en mayo de 1973, así se autonombró. Raúl Ra-mos Zavala no se enteró de que su evocación fue premonitoria, pues lo mataron en febrero de 1972 en el Parque México. Y a propósito de hitos y símbolos, ahora que veo las fotografías de Arturo Gámiz, le encuentro un asombroso parecido con aquel joven regiomontano, egresado de la Facultad de Econo-mía de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), líder del llamado grupo Los Procesos, ver-tiente fundamental en la funda-ción de la LC23 de Septiembre. Arturo y Raúl eran jóvenes de complexión delgada y de mirada profunda e inteligente.

Liga Comunista 23 de Septiem-bre. ¿El grupo que realiza el asal-to al Cuartel Madera, en quien se inspira el nombre de la Liga, era de matriz marxista? ¿Pretendía, como sus herederos seis años después,

la instauración de un régimen socialista en el país? En ello tam-bién son precursores, pues a pesar de haber participado en la Unión General de Obreros y Campesi-nos de México (UGOCM) y en el Partido Popular Socialista (PPS), ambos de inspiración lombardista, rompen con ambas organizaciones tras considerar que las mismas no llevarían la lucha por la reivindica-ción agraria hasta el final. A su in-terior habían acompañado de ma-nera decidida la gestión campesina frente a la Secretaría de la Reforma Agraria, responsable del reparto agrario. Pero el mandato emana-do del artículo 27 de la Constitu-ción de 1917 fue combatido desde sus orígenes por la rica burguesía latifundista, ganadera, minera y maderera del norte del país. La de-cisión de tomar las armas en 1965 para hacer realidad el derecho a la tierra no fue más que la respuesta a la metódica represión de que fue-ron objeto los demandantes de tie-rras y sus familias. Represión que llevó al asesinato del profesor Jesús Luján Adame y del líder indígena Carlos Ríos Torres en 1963, a ma-nos de los caciques.

Así, la ideología y el programa que alimentaron los afanes revo-lucionarios de aquellos jóvenes se abrevó de las mismas demandas agrarias de la revolución iniciada en 1910, amalgamados más tarde en un materialismo histórico ele-mental y en el nacionalismo y anti imperialismo, que se alimentaron no sólo de su inicial lombardismo, sino de la lucha cotidiana contra terratenientes extranjeros. Ello se desprende de una lectura somera de los documentos elaborados y discutidos en los dos Encuentros

de la Sierra que el grupo realizó en Chihuahua y en Durango.

En la decisión del Grupo Popu-lar Guerrillero de romper con la UGOCEM y el PPS, seguramente estuvo la necesaria radicalización de su lucha frente a la obstinada represión de los gobiernos local y nacional, y también la opción por el socialismo declarada por Cuba en 1962. Elegir la vía armada y adscribirse a un marxismo ad-hoc ha sido desde entonces una cons-tante de los movimientos guerri-lleros del país para dejar claro su rechazo al capitalismo depreda-dor. En ello también marcaron la pauta. Lo cierto es que el sacrifi-cio de estos jóvenes luchadores tuvo como causa esencial la falta de cumplimiento de las demandas de Tierra y Libertad por las que se habían levantado los campesinos 50 años atrás en el país.

Esta, mi gran conclusión, muy similar al descubrimiento del hilo negro, la corroboré en Made-

ra durante la conmemoración del 40 aniversario del asalto al cuartel, cuando tuve el privilegio de cono-cer y charlar con Ramón Mendo-za. Ramón fue sobreviviente de di-cho asalto y pasó a formar parte del grupo de Óscar González –tam-bién sobreviviente-. Poco después, en otra acción plena de audacia, Ramón fue detenido en Sonora y enviado a las Islas Marías. Ahí es-tuvo preso hasta que gracias a su determinación logró escapar aso-ciado con un delincuente común. Fue una evasión preparada con paciencia, alimentada de amistad, solidaridad y llena de poesía e in-genio libertario. Pero además de la fascinación por su relato que ya me había cautivado horas antes en voz de Bertha Vega, ex militante del Movimiento de Acción Re-volucionaria (relato que inspiró a Carlos Montemayor para escribir La fuga), hubo en nuestra charla una revelación que me conmovió profundamente: mientras con mu-cho orgullo Ramón me presentaba a su hijo, un jovencito de aproxi-madamente 15 años que estaba cursando la preparatoria, me decía con igual satisfacción que por fin tenía un pedacito de tierra y una casa, que era lo que más había an-helado en la vida. ¡Por un pedacito de tierra y educación para su hijo, ese hombre desdentado, de estatu-ra baja, cabello muy negro y ojos sonrientes que estaba frente a mí, había sido capaz de tantas accio-nes heroicas! Pareciera que deci-siones firmes en torno al reclamo de derechos elementales negados de manera obstinada por los go-biernos impopulares, son la mate-ria de la cual están hechas gestas heroicas como el asalto al Cuartel Madera.

Miseria significa un cuartucho en el que se coci-na, es sala y dormitorio para una docena de personas de diferentes edades, ocupacio-nes y sexos; significa buscar trabajo con hambre, acostar-se con hambre y levantarse con hambre, significa pleitos familiares, desnutrición, ra-quitismo y lombrices, igno-rancia y prejuicios; significa vicios y desajustes en la per-sonalidad, significa promis-cuidad, madres de 14 años, violación, robo, violencia y cárcel.

[...]

La agonía del imperialismo, acontecimiento magnífico que mucho nos alegra, en-tra a graves peligros y es una etapa amarga y difícil, por-que indudablemente tratará de salvarse a expensas de nuestros pueblos; en la medi-da que se hunda en el panta-no de sus contradicciones, ja-loneará con más fuerza a los pueblos que sojuzga, inten-sificará su expoliación. Para México será particularmente difícil esta etapa por estar al pie del coloso imperialista; es indudable que no escapará a algunos zarpazos que lance en sus estertores de agonía.

[...]

Resoluciones 2 El mundo colonial y semicolonial

Para los saqueadores impe-rialistas las colonias no son naciones con personalidad jurídica y soberanía ni son pueblos integrados por se-res humanos que sufren y luchan por una vida mejor, simplemente son regiones abastecedoras de materias primas y de carne de cañón y mercados para chácharas.

[...]

Para poder seguir explotan-do tuvo el imperialismo que darle una barnizada a sus vie-jas tretas y poner una envol-tura a sus eternos propósitos de expoliación y saqueo. Ahora prefiere mandar mi-siones diplomáticas armadas de dólares y comisiones de la ONU o de la OEA a someter a los pueblos. Ahora prefiere aplastar y encadenar a los pueblos con tratados leoni-nos, con empréstitos y otras artimañas diplomáticas en lugar de con ejércitos, por-que son cadenas muy efec-tivas y además invisibles, los pueblos tardan a veces mu-cho tiempo en verlas.

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DEL ALBA Y OTRAS APUESTASFritz Glockner

¿Cuál es el mejor momento para recibir una mala noticia? ¿Quién está preparado para asimilar que el ser querido ha

caído en combate? ¿Dónde se po-dría albergar la idea de un ataque al cuartel militar de Ciudad Madera? ¿Cómo imaginar las apuestas que se sucederían sin tiempo al aliento?

Los chillantes sonidos de las ba-las cesaron la mañana del 23 de septiembre de 1965 en Madera, Chihuahua, el resultado no fue el imaginado por los integrantes del Grupo Popular Guerrillero. El sa-bor de la derrota en ese instante pa-recía una fotografía que se quedaría plasmada inamovible por el resto de la historia. La autoridad dejó ver de inmediato el color de sus entrañas bajo la consigna de “puesto que era tierra lo que peleaban, denles tierra hasta que se harten”, en voz del go-bernador del estado.

A pesar de las bajas, la voz de anhe-lo comenzó a recorrer el territorio nacional, el eco de aquel enfrenta-miento fue encontrando sus círcu-

los donde alojar nuevas sensaciones, guiños, aspiraciones, gustos, deseos, sueños, intenciones, luchas…

No existe casualidad en el hecho de que sea en los dos estados, de los cuales son originarios los dos íconos populares de la revolución mexicana, donde se aniden nuevas voces de liber-tad durante la segunda mitad del siglo XX; Rubén Jaramillo en el Morelos de Zapata y Arturo Gámiz y Pablo Gómez en el Chihuahua de Villa, desmoronando con sus actos las trom-petas de estabilidad, justicia social y de economía para el bienestar que tanto pretendía perpetuar el nuevo régimen.

Los acontecimientos de aquel jueves 23 de septiembre de hace cinco décadas van a colocar las miradas en ciertos vértices antes insospechados, convocando así a la sorpresa de los posibles actos provocados desde la población civil, la motivación de las mentes juveniles para hacer escuchar su voz y el origen de actitudes desde el Estado mismo cuyos focos rojos habían permanecido dormidos.

Los actos del Grupo Popular Gue-rrillero son el primer impulso de una acción armada concertada desde los principios ideológicos y no sólo a partir de acciones pro-ducto de la sobrevivencia o la au-todefensa, a pesar de que eviden-temente existía una enorme carga de indignación por las afrentas recibidas, la injusticia como reina de todas las demandas sociales y el coraje por el descaro de la impu-nidad. La conformación de aquel foco guerrillero se genera dentro del análisis de la situación del esta-do de Chihuahua y del país entero, bajo una metodología social y pon-derando una ideología específica.

Como reacción, se despierta al ogro con piel de cordero que ha-bitaba en los cuerpos de aquellos generales revolucionarios con medallas al pecho de las gestas de 1910 convertidos en clase política, como es el caso del general Práxe-des Giner Durán, en Chihuahua, y cabe recordar también al general Raúl Caballero Aburto, goberna-dor de Guerrero.

Ante la hazaña de aquellos inge-nuos que osaron atacar por prime-ra ocasión una instalación militar, y ante la posibilidad de que este acontecimiento sólo quedara en la anécdota llevada por los im-

El neocolonialismo se caracteriza porque los me-dios principales para efectuar el saqueo y la opresión son el control de la economía, el control del comercio exterior de la víctima, y hasta de su comercio interior, el inter-cambio desigual, acompaña-do siempre del soborno y la corrupción de los gobiernos nacionales y la acción de sus agentes quintacolumnistas y de los traidores. En su esen-cia, el contenido del neocolo-nialismo es el mismo del co-lonialismo revestido de una capa de hipocresía y disimulo. La misma explotación feroz y descarada se realiza ahora mediante el intercambio co-mercial aparentemente igual, voluntario y equitativo. Me-diante el neocolonialismo, el imperialismo conserva intac-to su control sobre naciones aparentemente soberanas, estables y en pleno desarro-llo independiente.

[...]

Aquí contamos a la India cuya población es diezmada por el hambre, en fin, aquí se inclu-yen los pueblos que por sus riquezas potenciales podrían ser completamente felices y son sin embargo los más des-dichados de la Tierra porque sobre ellos se abate la plaga más terrible y voraz de todos los tiempos: los imperialistas.

[...]

Ciertamente los sacrificios que implica la revolución son muy grandes, por ello no todos son revolucionarios, pero la sangre que se derra-mará para liberar a las ma-sas se derrama hoy estéril-mente, y cuanto más rápido se haga la revolución mejor porque serán grandes sufri-mientos estériles los que se ahorrarán en los pueblos.

Resoluciones 3 Breve resumen histórico

Los momentos en que el pueblo mexicano ha respi-rado libremente y ha he-cho valer su soberanía y su voluntad han sido pocos y efímeros, sólo han durado mientras el pueblo ha teni-do rifles en la mano, pero cada vez que lo han desar-mado le han quitado tam-bién derechos y su libertad. El pueblo mexicano ha com-probado por su propia expe-riencia que el poder, que la soberanía, los derechos y la libertad residen en el fusil.

NORMALISTAS Y MAESTROS EN LAS INVASIONES DE TIERRAAleida García Aguirre

A principios de 1964, los pri-meros normalistas involu-crados en el movimiento campesino, como Arturo

Gámiz García, Hildebrando Ga-ytán, Saúl Chacón López y Gui-llermo y Eduardo Rodríguez Ford, habían egresado de la Normal y se dedicaban al magisterio. Aunque de-jaron de ser estudiantes, los sujetos que vinculaban la Unión General de Obreros y Campesinos de Mé-xico (UGOCM) con las normales mantuvieron relaciones de diferen-te cuño con los todavía alumnos y alumnas, incluidas la Escuela de Ar-tes y Oficios y la Industrial para Se-ñoritas, incidiendo sobre su decisión de solidarizarse con el movimiento campesino.

En una carta de mayo de 1964, Ar-turo Gámiz le escribió lo siguiente a Clara Elena Gutiérrez Miramón, entonces normalista:

“No es posible describirte la satisfacción y el estímulo que hemos sentido al conocer los hechos tan brillantes que uste-des están llevando a cabo […] Este ejemplo que están dando ha renovado nuestra decisión y ha reafirmado nuestra certeza de que el camino escogido es el que conduce a la meta”.

Gámiz hacía referencia a las ac-ciones estudiantiles que durante el primer tercio de 1964 se realizaron, entrelazándose con las invasiones

de tierras y las primeras operaciones de la guerrilla. A continuación rese-ñaré la avalancha de enero-marzo de 1964.

El 31 de diciembre de 1963, 110 soli-citantes de tierras del Nuevo Centro de Población (NCP) Pancho Villa iniciaron la invasión al predio Santa Anita, municipio de Janos, la cual concluyó el 20 de enero de 1964, cuando el ejército aprehendió a un grupo de los “paracaidistas”, entre ellos a Rosario Prieto Chavira, re-conocido dirigente del NCP. Por su parte, el 15 de enero, 90 integrantes del NCP Guadalupe Victoria in-vadieron el Lote número 9 de la ex hacienda de Babícora, propiedad del español Amador Picazarri. A me-diados de febrero, varios solicitantes de tierras afiliados a la UGOCM y siete estudiantes normalistas fueron aprehendidos en el desalojo de dos invasiones en Delicias y Saucillo.

Tres días después, el 21 de febrero, hubo una manifestación en Delicias para exigir la libertad de los presos. Al día siguiente, Arturo Gámiz, y otros campesinos fueron trasladados a la penitenciaría del estado por in-vadir un predio en el municipio de Madera; Gámiz permaneció preso hasta el mes siguiente, siendo inte-rrogado en múltiples ocasiones res-pecto a la organización de las inva-siones de tierras. Entre el 20 y el 24 de febrero hubo nuevas invasiones al Lote número 9 de la ex hacienda de Babícora y el predio Las Playas, ambas por el NCP Guadalupe Vic-toria, resultando detenidos tres de sus integrantes.

Más adelante, el día 27, fueron des-alojados los 17 campesinos miembros del núcleo El Triunfo por invadir el solar El Poleo, y resultaron detenidos los hermanos Portillo Murrieta, soli-citantes de tierras y las normalistas

rurales Luz Eréndira Robles Cas-tillos y Clara Elena Gutiérrez Mi-ramón. El mismo día fueron apre-hendidos los 36 “paracaidistas” de la Hacienda de San Ambrosio, mu-nicipio de Camargo, debido a que no se localizó a ningún “cabecilla”. A principios de marzo, por segunda vez en el año, el predio Las Playas fue invadido simbólicamente y des-alojado por el ejército. En el mismo mes las normalistas Luisina Alvara-do y Ruth Meléndez participaron en la invasión de Casa Colorada en el municipio de Madera.

Como parte de la estrategia del movimiento campesino, algunos estudiantes que no invadieron, lleva-ron a cabo el “asalto al Agrario” el 22 de febrero. Esta acción consistió en la toma de la Delegación del Depar-tamento de Asuntos Agrarios y Co-lonización (DAAC) en la capital de Chihuahua por hombres normalistas de la Escuela Normal del Estado (ENE) y de la Secundaria Estatal nú-mero Uno, mientras otro contingen-te que incluía mujeres de las mismas escuelas bloqueó las calles Séptima y Ojinaga para impedir el paso al edificio. El cuerpo de granaderos repelió a los estudiantes con gases lacrimógenos, los desalojó y los detu-vo. Finalmente, sólo cuatro personas fueron procesadas: los estudiantes de la Normal Jesús Hilario Cardona Ro-dríguez, Guillermo Ramírez Guerre-ro y Jorge Rodas Rivera, y el maestro Guillermo Rodríguez Ford. Cuatro días después, el juez primero

La lucha por la tenencia de la tierra era fundamental en los años sesentas.

Manifestaciones por tenencia de la tierra. Campesinos del distrito 05.

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de distrito impuso a cada uno una fianza de diez mil pesos por los delitos de asonada y privación ilegal de la libertad; la fianza de Rodríguez Ford fue pagada por la Sección XL del Sindicato Nacional de Trabajado-res de la Educación (SNTE).

Los presos que resultaron de las invasiones de tierras y el “asalto al Agrario” condujeron a la reali-zación de mítines y marchas para exigir su inmediata liberación y el reparto agrario; la primera manifes-tación sucedió en Delicias el 21 de febrero. Tres días después hubo tres manifestaciones: las normalistas de Saucillo celebraron un mitin en el pueblo, desafiando el llamado del subdirector de Normales quien, en esa misma fecha, las convocó a que dejaran de intervenir en el problema agrario; mientras, en la capital la Fe-deración de Estudiantes de Chihua-hua (FECH) concentró a centenares de estudiantes en la Plaza de Armas donde dieron discursos de protesta normalistas y solicitantes de tierras; por la noche hubo una “quema simbólica de las autoridades, enca-bezadas por el gobernador”. El 28 de febrero arribó a Chihuahua una “marcha de protesta”, iniciada en Saucillo, que se estableció en “para-da permanente” frente al Palacio de Gobierno y a donde acudieron estu-diantes a solidarizarse. Guadalupe Jacott recuerda que durante la cara-vana, las alumnas de Saucillo

“Acordamos que no se nos diera pan de dulce ni postre, y ésa es la propuesta de que no se nos diera […] y ese dinero nos lo dieran para dárselo a los cam-

pesinos que venían en la cami-nata, entonces nos lo negaron y fuimos y abrimos la bodega y sacamos la comida [huevos, pan, panqué] y se las llevamos”.

En la tarde del mismo día, la Normal del Estado realizó un “acto fúnebre” que fue recordado por Saúl Chacón como una acción muy “ingeniosa” de los estudiantes, porque hicieron ataú-des, se vistieron de luto y usaron capa y sombrero de copa mientras la banda de guerra de la Normal del Estado marcaba toque marcial, simbolizando la muerte de la justicia y la libertad.

Las ocupaciones provisionales de tie-rras no impidieron que, en paralelo, los campesinos se reunieran con las autoridades agrarias. Por el contra-rio, la línea de la ilegalidad no se em-prendió para cancelar la legalidad sino para agilizarla y hacer pública su inconformidad con las autorida-des agrarias. Las invasiones pudieron ser un factor de presión que incen-tivara al presidente Adolfo López Mateos para derogar los certificados de inafectabilidad ganadera de cua-tro predios con más de 31 mil hec-táreas en los municipios de Aldama y Janos. Sin embargo, las derogacio-nes no significaban su entrega a los grupos solicitantes de la UGOCM, la posibilidad de entregar tierras otorgaba al gobierno federal la oca-sión para transformar la presión de la invasión en una coacción contra los individuos capacitados para que se alinearan a la organización agra-ria oficial. Teniendo en sus manos el poder para decidir quiénes eran verdaderos campesinos y quiénes –a pesar de serlo- eran manipulados por

“agitadores profesionales” o agentes “comunistoides”, las autoridades agrarias obligaban a los NCP ugoce-mistas a abandonar la afiliación di-sidente en aras de conseguir tierras. En febrero 24, después de los des-alojos y el “asalto al Agrario”, varios campesinos de Madera se reunieron con el delegado estatal del DAAC, Eduardo Juárez Santos Coy, para solicitarle que se llevaran a cabo los trabajos técnicos informativos de los afiliados a la UGOCM. A principios de marzo hubo nuevas reuniones en las oficinas del DAAC, en estas oca-siones el ex normalista Saúl Chacón López fue el representante de los peticionarios que estaban apostados en parada permanente. Paradójica-mente, las invasiones (ilegales) se realizaban para acelerar el curso del procedimiento agrario determinado por la ley.

En resumen, durante enero-febrero de 1964, las estrategias del movi-miento campesino fueron las inva-siones de tierras, la toma del edificio del DAAC en el estado, los mítines, las marchas y las reuniones con las autoridades agrarias. En estas estra-tegias participaron los normalistas: hombres y mujeres de la Normal del Estado, la Normal Nocturna y las normales rurales de Salaices y Sau-cillo, así como estudiantes de la In-dustrial para Señoritas y de la Secun-daria Estatal número Uno. En estas acciones se introdujeron variaciones a las formas de protesta tradiciona-les: la quema simbólica de las auto-ridades y el acto fúnebre convocados por los estudiantes fueron eventos que renovaron el esquema tradicio-nal de marcha-mitin-oradores.

Las negociaciones entre las delega-ciones estatales de la UGOCM y el DAAC, y la paulatina liberación de los estudiantes e invasores, con-siguieron silenciar momentánea-mente al movimiento campesino, o al menos desaparecerlo de los encabezados de periódicos locales durante las tres semanas restantes de marzo. El silencio, que se antoja sinónimo de tranquilidad en la his-toria, tenía impresos varios sellos.

En primer lugar, el de la gestación de una guerrilla rural en el norte de la Sierra Tarahumara, basada en la teoría del foco revolucionario, dirigida por Arturo Gámiz García. En segundo lugar, el de la repre-sión de las autoridades: los presos liberados bajo fianza permane-cieron dentro de la mirada penal; las normalistas de Saucillo fueron rodeadas por un destacamento militar permanente para impedir su asistencia a más invasiones y mítines, y fueron inspeccionadas por las autoridades educativas. Asi-mismo, el gobernador, general de división Práxedes Giner Durán, advirtió en un desplegado que el deber del gobierno era mantener la paz y seguridad pública y por esta razón “no [toleraría] y [reprimiría] con energía todo acto que propicie la comisión de hechos violatorios de nuestras leyes” e hizo un lla-mado a los maestros para que se dediquen exclusivamente a la do-cencia, a los estudiantes para que “acentúe[n] su amor por la Patria”, y a los padres de familia para que vigilaran que sus hijos mantengan la obligación “del estudio y el cum-plimiento de las leyes”.

pulsos irracionales, el Estado mexicano inicia su zaga editorial contratando plumas a modo para que den fe de los hechos y se se-cuestre la información, la historia, la versión y la palabra misma; de ahí el surgimiento del libro ¡Qué poca mad...era! de un tal Prudencio Go-dines Jr., como versión que contra-pone, contradice y reorienta lo que en su momento divulga José Santos Valdés en su libro Madera; y luego ya sería común la proliferación de distintos textos a modo, y para cada ocasión, como sería el caso de El Móndrigo, cuando el movimiento estudiantil de 1968 y El camarada Ernesto, en los albores del auge de la guerrilla urbana de los años 70’s.

Una vez recibido el golpe y sabien-do que en el plano militar se había logrado el escarmiento, el Estado mexicano decide la profesionali-zación de sus cuerpos de seguri-dad, aumentando la matrícula de varios alumnos en la Escuela de las Américas, y conformando el grupo especial C-047 de lucha an-tiguerrillera, cuyo primer director fue Miguel Nazar Haro. Más valía estar preparado para el futuro que volver a permitir los impulsos aven-tureros de normalistas, profesores, médicos, estudiantes, campesinos

o cualquier otro ciudadano con un manual de guerrilla en la mano, inspirado por lo que seis años atrás se habría conseguido en Cuba.

La ola expansiva de lo ocurrido en Madera no se quedó a dormir en Chihuahua, otros ya estaban esperando el llamado de aquellas voces para continuar con la ges-ta; de ahí el surgimiento del foco armado comandado por Óscar González Eguiarte, cuyo trági-co final en 1968 es similar al de 1965. Pero el impulso arriba a la ciudad de México y de ahí via-ja a Guadalajara para convocar a todos aquellos cuya apuesta es similar por cambiar el estado de cosas en nuestro país, y un lunes 5 de marzo de 1973 dan inicio los trabajos para fundar lo que será la Liga Comunista 23 de Septiembre con su medio de difusión denomi-nado Madera, grupo armado que tantos descalabros va a provocar al sistema, a la autoridad y a la clase empresarial durante cuatro años y que continúa en el imaginario co-lectivo hasta nuestros días.

Según recuerdo de la memoria arrebatada a Carlos Montemayor, él con tan sólo 18 años se impac-ta con la noticia recibida durante

aquellos lejanos días de septiem-bre de 1965; sus conocidos habían decidido la acción impensable, ¿cómo era posible que sucediera? ¿Por qué no estaba enterado de lo que pretendían? ¿Quién le había dejado fuera de la historia? Sabía de antemano que los nombres im-presos en aquel periódico mural de la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM no correspondían a unos vándalos, delincuentes, aventure-ros, o malhechores como la prensa pretendía encaramar sus existen-cias; por el contrario, podría atesti-guar que los apellidos Gómez, Gá-miz, Gaytán y Scobell pertenecían a familias honestas, con tradición de estudio y convicciones.

Como fuerza por secuestrar la pa-labra, el Estado mexicano había venido desarrollando una estra-tegia de exterminio de los lucha-dores sociales no sólo a partir de una guerra de baja intensidad por medio del asesinato, la tortura y la desaparición, sino que también en un deleite por imponer su versión de los hechos. Por ello, es apenas en 1980 cuando Salvador Casta-ñeda, con su novela ¿Por qué no lo dijiste todo?, inicia el resquebraja-miento del cerco para liberar pala-bra, pensamiento, acción, historia,

hechos y verdades sobre el periodo oscuro de la existencia de la guerri-lla en México, y que va a alimen-tar de manera inigualable Carlos Montemayor con la indignación atragantada desde aquel otoño de 1965, cuando sale a la luz en el año de 1991 su novela Guerra en el paraíso, como ejercicio de prác-tica para lograr sanar las entrañas y poder abordar la experiencia de sus antiguos amigos acribillados en Madera, que logra consolidar con la publicación de Las armas del alba en el 2003, La fuga en el 2007 y, para cerrar el ciclo con la experiencia de la visión femenina, Las mujeres del alba en el 2010.

Otros nombres se han venido a sumar en la divulgación histórica por medio de la literatura de aque-llos acontecimientos cuya claridad sigue siendo una apuesta de futuro en contra de los embates que ofre-ce la versión oficial de lo aconteci-do durante las décadas negras de los años 60’s y 70’s de nuestro país.

El alba como figura primordial de la obra literaria de Montemayor sigue siendo un camino hacia el cual se dirigen nuestras miradas cuando atravesamos la historia de lo que sucediera hace 50 años.

Resoluciones 4. Medio siglo de dictadura burguesa. La burguesía ha fracasado, es incapaz de resolver los problemas fundamentales del pueblo

El de la tierra, el del desem-pleo y los bajos salarios, el educacional, el de la vivien-da y el de la insalubridad son los problemas fundamenta-les del pueblo. Resolverlos real y cabalmente significa vivir con bienestar, salud y cultura, anhelo secular y aspiración suprema de to-dos los pueblos de la Tierra cualquiera que sean su color o sus creencias.

[...]

La obligación de los revo-lucionarios es sintetizar y racionalizar la experiencia que las masas obtienen en sus luchas e integrarla con la del movimiento re-volucionario universal, y señalar la conclusión de que solamente cambiando el sistema las masas populares podrán emanciparse y el único camino que conduce a su liberación definitiva es el de la acción revolucionaria para derribar a la burguesía.

[...]

El revolucionario no es la persona que posee un cú-mulo de conocimiento teó-rico y maneja con soltura el lenguaje dialéctico sino el que, además de esto, tie-ne una serie de cualidades, actitudes, capacidades y hábitos revolucionarios que no pueden aprenderse en ningún libro porque se ad-quieran y desarrollan úni-camente en la acción revo-lucionaria junto a las masas.

[...]

han desaparecido casi todas las escuelas Artículo 123 y no se piensa ya en llevar la educación a los rincones apartados de la Patria, bus-can la manera de liquidar las normales rurales, han cerrado varias normales ur-banas y la educación se está entregando nuevamente al clero. Se ha perdido la beca estudiantil, el internado y llegará, quien lo dude, el día que se pierda la libertad y la vida. Ese es el precio que pagan los pueblos por su li-bertad y felicidad.

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MADERA REBELDEJesús Vargas

El 23 de septiembre de 1965, a las 5:45 de la ma-ñana, un grupo armado atacó el cuartel militar

de Ciudad Madera. En menos de media hora fueron abatidos ocho de los guerrilleros y cinco lograron romper el cerco, remontándose en la sierra, donde la gente los ocultó.

De los guerrilleros muertos, siete no habían cumplido 25 años: Ar-turo Gámiz, profesor rural; Salo-món Gaytán, campesino; Antonio Scobell Gaytán, campesino; Mi-guel Quiñónez Pedroza, profesor rural; Óscar Sandoval, estudiante normalista, y Emilio Gámiz, estu-diante normalista. El octavo fue el doctor Pablo Gómez, de 39 años, profesor de la Normal rural de Saucillo.

Al fracaso de la acción guerri-llera le sobraron explicaciones: de los 30 guerrilleros que estaban comprometidos, solamente fueron 13 los que se coordinaron; del ar-mamento que se tenía disponible, sólo se pudo utilizar una parte, porque las mejores armas no lle-garon a tiempo, y la dirección del comando había recibido la infor-mación de que sólo estarían res-guardando el cuartel dos peloto-nes (22 soldados), pero en realidad sobrepasaban los cien soldados.

Ahora que se cumplen 50 años de este acontecimiento, es pertinente preguntar: ¿De dónde surgió el grupo guerrillero? ¿Qué espera-ban con esta acción?

Para responder la primera pregun-ta se tiene que hacer una retros-pectiva hasta los primeros años del siglo XX, cuando todavía estaba en el poder Porfirio Díaz.

El pueblo Madera surgió en 1906, en medio de dos grandes latifun-dios porfirianos: el de William Green, conocido como Ferrocarril del Noroeste, y el de la Compañía Babícora del magnate del perio-dismo en estados Unidos, William Randolph Hearst.

El primero de estos acaparaba 700 mil hectáreas de bosque virgen, y varias concesiones para tender vías del ferrocarril. El latifundio de la Babícora contaba con más de 400 mil hectáreas, la mitad boscosas y la otra parte ubicada en una gran altiplanicie con las mejores tierras agrícolas del estado.

En 1909, Green vendió el latifun-dio, las instalaciones del aserradero y las concesiones del ferrocarril a una sociedad anglo estadounidense que se registró como The Madera Company Limited, donde se habían concentrado más de dos mil obreros provenientes de rancherías de los alrededores. El gobierno de México apoyó a la nueva sociedad incre-mentando la concesión boscosa has-ta más de un millón de hectáreas y autorizando la construcción de nue-vos ramales del ferrocarril. Desde entonces se hizo costumbre entre la gente identificar a toda la empresa como Ferrocarril del Noroeste.

En 1917 un grupo de obreros del aserradero de Madera solicitaron tierras por la vía ejidal y en 1925 se les entregaron dos mil 500 hec-táreas, mil de las cuales pertene-cían al Ferrocarril del Noroeste y mil 500 a la Compañía Babícora. Con esta dotación, los campesinos de la región redoblaron los esfuer-zos para que se fraccionara, pero las autoridades agrarias se negaron una y otra vez.

El 13 de abril de 1939 un grupo de campesinos, asesorados por el líder Socorro Rivera, tomaron un pequeño predio de la Babícora, y fueron atacados por un grupo de policías y pistoleros de la Com-pañía. Los primeros disparos los dirigieron contra el núcleo en el que estaban Rivera y su secretario Manuel Jiménez, cayendo muertos los dos; enseguida los policías persi-guieron a los agraristas y mataron e hirieron a varios, mientras los solda-dos observaban impasibles.

En los años siguientes se agudiza-ron los enfrentamientos entre los

agraristas y las guardias blancas de la Babícora, mientras que las auto-ridades agrarias dejaban sin efecto los expedientes de varios grupos de solicitantes que reclamaban la afectación de este latifundio y de otros que habían permanecido intocables.

En 1946, poco antes de que se ini-ciara el nuevo sexenio, la sociedad anglo estadounidense vendió a Eloy Vallina, cabeza de un grupo de capitalistas chihuahuenses, la concesión boscosa y el Ferrocarril del Noroeste. La operación, en la que intervino el presidente electo Miguel Alemán, resultó un gran negocio para todos. El grupo de capitalistas encabezado por Eloy Vallina creó la empresa Bosques de Chihuahua y seis años des-pués, poco antes de que dejara la presidencia Alemán, el gobierno de México compró el Ferrocarril del Noroeste en un precio muy su-perior al que se había pagado por éste y por el bosque en conjunto.

La empresa Bosques de Chihua-hua instauró una política des-piadada contra los posesionarios que durante generaciones habían ocupado pequeños lotes que se encontraban dentro del latifundio, entre éstos una comunidad de in-dios pimas. Hasta entonces nadie los había molestado, pero duran-te la década de 1950 se agudizó este conflicto porque la empresa, con todo el apoyo del gobierno de Chihuahua, utilizó pistoleros para desalojar a las familias de los pose-sionarios, como fue la encabezada por Rosendo Gaytán, una familia muy numerosa que se había arrai-gado en el antiguo Mineral de Do-lores, muy cerca de Madera.

De manera espontánea el profesor jubilado Francisco Luján, militante del Partido Popular Socialista (PPS), se convirtió en asesor de los posesio-narios y solicitantes de tierras.

A finales de 1959 el profesor Luján fue asesinado, y la Unión General de Obreros y Campesinos de Mé-xico (UGOCM) comisionó al jo-ven Álvaro Ríos para que atendiera los problemas de la región de Ma-dera. Éste visitó a los posesionarios y solicitantes y les indicó que en adelante tratarían todos los proble-mas en conjunto.

En enero de 1960 se reunieron en un gran mitin en la plaza de Ciudad Madera más de 500 cam-pesinos. Acudieron también varios militantes del PPS, y entre los ora-dores participaron Arturo Gámiz y Pablo Gómez.

Meses después se organizó una gran caravana de Ciudad Madera a la ciudad capital Chihuahua, con el fin de entrevistarse con el presidente Adolfo López Mateos,

para solicitarle que se cumpliera con el artículo 27 constitucional y se procediera a la afectación de todos los latifundios que tenían acaparada la mayor parte de las tierras agrícolas. Con este aconte-cimiento, se inició el movimiento agrario que rápidamente se exten-dió en todo el estado, desde Villa Ahumada hasta Santa Bárbara.

Durante los años siguientes se hicieron grandes movilizaciones, surgieron cientos de grupos solici-tantes que se unieron a la UGOCM y emergieron líderes como Salva-dor y Salomón Gaytán. Los estu-diantes apoyaron organizadamente las movilizaciones. De las filas del PPS surgieron muchos líderes que se comprometieron con el movi-miento: Pablo y Raúl Gómez, Gui-llermo y Eduardo Rodríguez Ford, Emilio Gámiz, Miguel Quiñónez, Óscar González, etcétera.

En 1962 Arturo Gámiz se integró como profesor voluntario en Ce-badilla de Dolores, poblado cuyos habitantes se habían distinguido por su combatividad desde los pri-meros conflictos con Bosques de Chihuahua.

El movimiento de masas creció de manera incontenible, se hi-cieron caravanas desde distintos rumbos del estado, se tomaron simbólicamente los latifundios, se tomó en varias ocasiones el Departamento de Asuntos Agra-rios y Colonización (DAAC), se buscó la mediación del presiden-te Adolfo López Mateos... Pero nada dio resultado. La consigna del gobierno era no entregar la tierra a grupos que no pertenecie-ran a la Confederación Nacional Campesina (CNC), organización afiliada al Partido Revoluciona-rio Institucional (PRI).

Al iniciarse el año 1964 se invadie-ron simbólicamente varios latifun-dios y los campesinos hacían cam-pamento a la orilla de la carretera de forma pacífica. No obstante, el ejército intervino con violencia desalojando y aprehendiendo a los campesinos. El 21 de febrero fue detenido Arturo Gámiz, cuando estaba con uno de los grupos inva-sores en la localidad de Casa Colo-rada. Fue liberado el 4 de marzo, y cuando se despidió de su amigo el periodista Pedro Muñoz Grado, le dijo que nunca más lo iban a meter en la cárcel, que ya no lo iban a ver en las oficinas del Agrario pidien-do de favor soluciones que nunca llegaban, que de allí en adelante su lucha sería otra.

El uno de marzo, unos días an-tes de la liberación de Arturo, un grupo de campesinos dirigidos por Salomón Gaytán, quemaron un puente en el camino de Ceba-dilla de Dolores a Ciudad

Resoluciones 5. El único camino a seguir

Concebimos la reconstruc-ción del movimiento obrero, la unificación de la izquierda y la unificación del frente de-mocrático o frente nacional patriótico como frutos del proceso revolucionario ar-mado, no como sus antece-dentes o requisitos previos.

Está demostrado que no hay que esperar a que estén dadas todas las condiciones porque las que faltan surgen en el curso de la insurrec-ción armada.

[...]

No se trata de soñar gran-des operaciones tácticas sino de contestar como sea uno de los múltiples golpes que el gobierno prodiga a las masas. En el curso de las operaciones militares las guerrillas se foguearán, se consolidarán, aumentarán sus filas y se multiplicarán; la organización se irá estruc-turando poco a poco en la medida que surjan las con-diciones que los permitan, las llamas de la revolución se irán extendiendo poco a poco a más rincones de la República.

[...]

El camino que nosotros he-mos escogido está perfecta-mente claro, consideramos que ya es la hora de iniciar la revolución. Sabemos que no han madurado todas las condiciones ni vamos a sen-tarnos a esperarlas, madu-rarán al calor de las acciones revolucionarias.

La lucha será terriblemente prolongada y hay que empe-zar jóvenes.

Por nuestra cuenta no dare-mos ya marcha atrás en el camino de la revolución.

Fuente: Ediciones Línea Revolucionaria. Chihuahua, México, 1965. www.madera1965.com.mx

Manifestación de apoyo al doctor y profesor Raúl Gómez, quien había sido cesado después de una invasión de tierras.

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Madera; días después, el 5 de marzo, ajusticiaron al cacique Florentino Ibarra. A partir de ese momento el gobernador Práxedes Giner empezó a mencionar la exis-tencia de una gavilla de bandoleros en la región de Madera y se desató la represión por parte del ejército.

El día 6 de abril, el PRI organizó en la Plaza de Armas de Chihua-hua un mitin de apoyo a la can-didatura de Gustavo Díaz Ordaz. En esa ocasión alguien quemó el templete, lo cual permitió desatar

una gran campaña contra los estu-diantes y reprimir cualquier movi-lización de los campesinos.

El 25 de mayo, cuando Álvaro Ríos se encontraba en una comi-sión con el procurador de justicia, Hipólito Villa, hijo del general Francisco Villa, fue detenido y encarcelado sin ninguna justifica-ción, siendo liberado hasta el 18 de noviembre, cuando el movimiento agrario había quedado práctica-mente aniquilado por la vía de la represión militar y la cárcel.

En estas condiciones se prepara-ron las acciones que condujeron a un grupo de 13 guerrilleros a tomar por asalto el cuartel militar de Ciudad Madera el día 23 de septiembre antes del amanecer. Arturo y sus compañeros sabían muy bien que si lograban triunfar en esa acción, cientos de campesi-nos convencidos de que no había otro camino se unirían a la lucha.

Ramón Mendoza, uno de los so-brevivientes, registró las últimas palabras que les dijo Arturo antes de ocupar su posición de combate:

“Compañeros, este día 23 de sep-tiembre será un día muy grande, y de este día en adelante surgi-rán elementos muy valiosos, y si algún compañero llega a caer en este pueblo, este pueblo llevará el nombre del compañero caí-do; y si algún compañero llega a quedar herido, daremos la vida para sacarlo.”

El 11 de julio del año 2011 me reu-ní con Leonel Chávez, tesorero de la Presidencia Municipal de Made-ra en 1965, y con Pedro Muñoz, pe-riodista de El Heraldo, que estuvo en Madera al día siguiente del asal-to. Entre los dos describieron los hechos de los que fueron testigos.

Leonel Chávez comenzó la narra-ción, señalando un detalle impor-tante sobre la cantidad de soldados que se encontraban en el cuartel cuando ocurrió el asalto:

“Yo había hecho amistad en ese tiem-po, con algunos oficiales que eran jó-venes como yo. La semana anterior al asalto se les había notificado que se prepararan para salir a Ciudad Juárez el martes 21. Nos pusimos de acuer-do para despedirlos con un convivio que hicimos el sábado 18.

“En esos días sólo había dos corri-das a Ciudad Juárez, una el martes y otra el viernes. Entonces me lla-mó la atención que el martes no se fue el ejército como se había anun-ciado. Así que el 23 en la noche, estaba el destacamento completo de soldados. Por eso mucha gen-te se pregunta, ¿cómo era posible que un grupo de 13 mal armados se atrevieran a atacar un destaca-mento de ciento y fracción de sol-dados perfectamente armados?

“Después de que todo terminó, el ejército dejó que la autoridad deci-diera lo que se iba a hacer con los cuerpos. Entonces los subieron en la plataforma de un camión y lo dejaron frente a la Presidencia. Empezó a llover y ahí estuvieron

un rato, solos, mojándose. Al-guien dio la orden de que baja-ran los cadáveres y los metieran al estacionamiento-cochera de la Presidencia. La gente se empezó a acercar a verlos y fue cuando la mamá de Salomón reconoció a su hijo y exigió que se lo entregaran. Nadie hizo nada por impedirlo.”

Pedro Muñoz continúa en este punto la narración:

“En Chihuahua se tuvo conoci-miento de que habían entregado un cadáver, entonces fue cuando al día siguiente la Sección 40 del Sindicato fleta un avión para re-coger al doctor Pablo Gómez y a Miguel Quiñónez, quienes habían sido miembros de esa Sección. Yo aproveché y le pedí al fotógrafo Juanito de la Torre que me acom-pañara. Llegamos a Madera y el señor Lozoya, de la funeraria, pro-cedió a depositar los cuerpos del doctor y de Miguel en una bolsa cada uno; y cuando los estábamos metiendo a la avioneta, fue cuan-do se recibió por el radio la orden directa del gobernador Giner, de que no se debía permitir recoger ninguno de los cuerpos. Es en ese momento cuando Giner soltó la frase: ‘¿Querían tierra?, ¡denles hasta que se harten!’”.

Coronel William C. Greene durante la huelga de los mineros de 1906, Cananea, México

MADERA*Elizabeth Henson Doctora por la Universidad de Arizona. Escribe un libro que se titulará Madera 1965: Obsessive Simplicity, the Agrarian Dream, and Che, basado en su tesis

En 1899, el ranchero de Arizona William C. Greene compró una mina de cobre en Cananea, So-nora, y más adelante prosiguió

con la compra de decenas de minas y mi-llones de hectáreas de bosques en Chihua-hua. También compró la vía férrea de El Paso a Terrazas, en el norte de Madera, con la expectativa de extenderla para pro-veer de madera a la mina de Cananea. Él construyó el pueblo-aserradero de Madera y formó la Sierra Madre Land and Lum-ber Company. Madera comenzó así como un pueblo-compañía, con cien casas de madera estilo estadounidense –conocidas aún ahora como el barrio americano- para gerentes extranjeros, y otro barrio, sin agua potable ni electricidad, para los trabajado-res mexicanos.

En 1906, los trabajadores mexicanos de la mina de Cananea se declararon en huelga, demandando igualdad salarial con los trabajadores estadounidenses y una jornada de ocho horas. La huelga derivó en motín; los mineros rebeldes quemaron instalaciones de la empresa y varias perso-nas murieron. En respuesta, Greene llamó a un grupo de vigilantes estadounidenses dirigidos por los Rangers de Arizona y so-metió a los huelguistas. La huelga exhibió las endebles bases del incipiente imperio de Greene, quien se fue a la quiebra en la recesión de 1907. En Madera, dos mil trabajadores fueron despedidos después de meses de trabajo sin paga. La propiedad de Greene en la sierra pasó a las manos del estado de Chihuahua, que vendió una par-te a inversionistas estadounidenses. Estas vastas posesiones, junto con las inmen-

sas propiedades agrarias de la familia del magnate de la prensa, William Randolph Hearst, que conformaban la Hacienda de Babícora, fueron disputadas durante dé-cadas por campesinos locales, muchos de ellos pequeños propietarios despojados por la expansión de las haciendas y la construc-ción del ferrocarril en la década de 1880. En los años que precedieron a la Revolu-ción de 1910, el distrito de Guerrero -al que Fernando Jordán llamó la “Longitud de Guerra”- se rebeló una y otra vez.

En 1938, tras décadas de protesta, el pre-sidente Lázaro Cárdenas otorgó una por-ción de Babícora a la Unión de Veteranos de la Revolución, pero guardias blancas al servicio de los Hearst evitaron que la co-munidad tomara posesión. Al siguiente año, los campesinos invadieron la tierra y su líder Socorro Rivera fue asesinado.

Durante el sexenio de Miguel Alemán Valdés (1946-52) los intereses empresaria-les concentrados en el Banco Comercial Mexicano adquirieron aserraderos, vías férreas y cientos de miles de hectáreas de bosques, y formaron la compañía Bosques de Chihuahua, con sede en la ciudad de Madera. Entre los fundadores se encontra-ban el ya expresidente Alemán; Eloy Valli-na, un empresario español que había fun-dado también el Banco Mercantil y cuyos descendientes siguen siendo terratenientes importantes en Ciudad Juárez; el general Antonio Guerrero; el banquero Carlos Trou-yet; un viejo gobernador, Teófilo Borunda, y miembros de las poderosas familias Terrazas y Almeida. La compañía era dueña de cerca de 270 mil hectáreas en total, además de la

madera obtenida de propietarios privados y ejidales. El grupo llegó a fundar Comer-mex, una de las instituciones financieras más poderosas de la República. También construyó muchas fábricas en las inmedia-ciones de la Colonia Anáhuac para producir triplay y celulosa, esta última para cubrir la demanda de pulpa de madera, derivada de los cambios en el proceso de fabricación del papel. El grupo Chihuahua vendió lotes a los ganaderos aunque a veces se tratara de territorios nacionales habitados desde ha-cía muchos años. Por esta vía, José Ibarra Ronquillo, Tomás Vega Portillo, Alejandro Prieto García y Roberto Schneider forma-ron la compañía Cuatro Amigos en 1956, dedicada a la compra-venta de ganado. José Ibarra se destacaba por su crueldad y por las violaciones a las mujeres serranas que per-petraban él y sus familiares.

Con el agresivo empuje de la extracción maderera de los bosques de la sierra, los industriales respaldados por las autorida-des estatales emplearon a los caciques lo-cales, sobre todo a los Cuatro Amigos, para apropiarse de la tierra por medio de la inti-midación y la violencia. La avidez de tierra de los manifestantes reflejaba la condición precaria de cientos de rancheros en toda la zona que contaban con títulos endebles, pese a que muchos de ellos habían vivido por generaciones en las tierras ahora recla-madas por Bosques de Chihuahua o por los Cuatro Amigos.

Las zonas mineras, como Batopilas y Dolores, cerca de la frontera con Sonora, hacía tiempo que contaminaban el área circundante y con-sumían sus bosques por la demanda de madera

y combustible. Sin embargo, el impacto de la minería fue local comparado al de la extracción de madera, cuya producción se estaba incre-mentando exponencialmente para abastecer las necesidades de un mercado en crecimiento. El aumento de la tala no sostenible también amena-zaba la supervivencia de los pueblos indígenas, al socavar las bases materiales de su cultura.

Estos fueron algunos de los antecedentes de la histórica lucha del pueblo chihua-huense en pro de la justicia agraria y social durante la década de 1960. La guerrilla de Chihuahua se colocó en un punto de in-flexión entre los viejos métodos de lucha que se remontaban a la Revolución de 1910 y a batallas anteriores en la frontera, y expre-siones derivadas de la nueva izquierda y su repudio hacia los movimientos comunistas ortodoxos; esto abrió la puerta a una serie de movimientos armados cuyas demandas iban más allá del cumplimiento de las disposicio-nes agrarias de la Constitución de 1917. En medio del llamado “milagro mexicano” –crecimiento económico, urbanización y el ascenso de la clase media-, esto revelaba un profundo descontento, tanto de los campe-sinos destinados a pagar el precio, como de los estudiantes que se suponía iban a ser los beneficiarios. Los acontecimientos en Chi-huahua y en toda la República en los años 1960 y 1970 hicieron añicos lo que quedaba de las pretensiones del régimen priista de poseer una herencia revolucionaria, y abrie-ron el camino a los movimientos sociales au-tónomos que proliferaron en las siguientes décadas. Los primeros vientos barrieron lo viejo e hicieron espacio para lo nuevo.

*Traducción del texto, por Adela Cedillo.

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ALBERTINAHermana de Salomón Gaytán Aguirre, campesino, 23 años, caí-do en el asalto al cuartel Madera el 23 de septiembre de 1965

“Van a matar a mi hermano Salo-món. ¿No oyes los disparos?”, insis-tí, “están atacando el cuartel”. “No entiendo”, contestó mi hija. “Tie-nes que entender ahora, porque Salomón es de los atacantes. Recé muchas semanas para que esto no ocurriera.” El tiroteo aumentaba por el rumbo de los cuarteles y de los talleres de ferrocarriles. Había explosiones de bombas. Me asomé por la ventana: estaba oscuro, nada podía ver. Salí al corral y a lo lejos vi el espejo quieto y negro de la laguna. Olía a humedad, a lluvia reciente; la tierra en el corral esta-ba reblandecida, lodosa. Me sentía atrapada por la oscuridad, por el ti-roteo y las voces. Quise gritar tam-bién, correr hacia la laguna. Sentía la muerte, el pensamiento, la deli-cada luz del amanecer que no lo-graría soportar estas cosas. Mi hija mayor quiso tranquilizarme. “Van a matar a Salomón”, repetí. “Hace frío”, dijo mi hija, “entremos en la casa”. “No quiero, no puedo”, repetí. Presentí que iba a llorar, pero me esforcé en permanecer firme. “Deben estar ahí mis hijos Juan Antonio y Lupito”, pensé, “también Salvador. Están ahí mis hermanos y mis hijos, los Gaytán y los Scobell”. Mi hija temblaba a mi lado; era el frío, el miedo, no sé. Yo estaba mirando el cielo, buscan-do una grieta de luz, de amanecer. Cerré los ojos un momento, re-zando. Cuando los abrí, estaba de nuevo en la casa, con una taza de café caliente en las manos. Mi hija me había puesto una frazada en la espalda y me miraba con los ojos llorosos. “No estoy segura si prefie-ro que amanezca. Quiero que todo el día siga así, a oscuras”, me dije, “¿Y los otros muchachos, los que no son de aquí? ¿Qué haremos con esas familias?”, murmuró mi hija (Pág. 19).

* * * *

No soportaba continuar encerra-da en la casa. Quería salir a los cuarteles, comprobar lo que es-taba ocurriendo. La gente corría por las calles. Un vecino informó que estaban atacando el cuartel con explosivos. Yo sabía que eran mis hermanos y mis hijos. Muchos soldados acampaban fuera de los cuarteles, al otro lado de la laguna, y quizás ahora avanzaban hacia la guarnición y atacaban desde la ri-bera. Oí el silbato del ferrocarril cuando el tiroteo aún era intenso. Pensé en enviar un mensaje a mis padres, a mi marido, que estaban en el rancho. Alguien tenía que avisarles. Cuando amaneció por completo, cesaron los tiros. Los soldados pasaban corriendo en grupos por las calles, apuntando con las armas; iban persiguiendo a alguien. A lo lejos, bajando por la calle del cerro, distinguí a Mon-serrat. Venía con sus cinco hijos, los hijos de mi hermano Salvador. A él y a Salomón los han buscado con mayor tesón los soldados y los policías rurales. Tienen miedo de ambos. Pero sobre todo presionan a Monserrat, a mí, a mis padres. Nos arrestan, nos interrogan, nos incomunican, nos amenazan. Ahora ellos aquí están, ahora aquí los tienen cerca (Pág. 22).

* * * *

Lo presentí. Le tocó morir a Sa-lomón, no a Salvador. Cuando lo escuché por radio me dije: “Ahora no se equivocan. Sé que es Salo-món”. Mi hermano menor que reía, que cocinaba, que le gustaba hacer tortillas de harina, que era valiente, el más justo. Salvador era reflexivo, pensaba las cosas, actuaba con tiento. Salomón reía, actuaba con el corazón, con la fuerza del mundo, como llega el viento o inunda el calor. Él cui-dó a mis hijos, los llevó con él, los hizo justos y combativos. “Yo no les enseño, Albertina”, me dijo. “Su propia sangre les dice cómo ser. El valor no es algo que se aprenda; brota nada más. Tus hijos lo saben por su propia san-

gre. Así son Toño y Lupito, no les tengo que decir qué es lo justo y que no. Por eso nadie los va a do-blegar”. Ya era joven cuando mi hermano estudió primaria. Álvaro Ríos lo convenció y lo llevó a la ciudad de Chihuahua. Ahí estu-dió. A Salomón le gustó. Lo hizo más natural, más lo que él era; le dio más libertad para ser así. Creo que lloré mientras iba por las ca-lles. O quizás fue el frío, la hume-dad. Me parecía que atravesaba entre muertos, o entre gente que estaba a punto de morir. Iba sola, y sentía el sol que ascendía por el horizonte, que trataba de ca-lentar el lodo, que brillaba en los charcos, en el bosque, en la sierra quieta, silenciosa. Varios soldados intentaron detenerme antes de llegar a los cuarteles. “Tengo que pasar”, les contesté sin detener-me. No hice caso. Ellos estaban nerviosos y confundidos. Dos sol-dados se interpusieron en mi ca-mino y me dijeron que no podía pasar. “Vengo por mi hermano que está en el cuartel”, respondí sin detenerme, esquivándolos. “Nadie puede entrar al cuartel”, me advirtió. “No tengo por qué entrar al cuartel, voy a hablar con su superior”, repliqué sin dejar de avanzar. Al momento, llegué al cuartel. En la entrada, entre la barda de troncos, había una es-colta de soldados. “Vengo por mi hermano”, dije. Los soldados no entendían. “¿Qué quiere usted?”, me preguntó uno de ellos. “Ven-go a recoger el cuerpo de mi her-mano.” “¿Quién es su hermano?”, preguntó el mismo soldado. “Uno de los hombres que ustedes mata-ron.” “¿Es uno de los atacantes?” “Vengo por Salomón Gaytán. Es mi hermano. En el radio dijeron que ustedes tienen su cadáver.” “No estamos autorizados para dar ninguna información.” “No quie-ro información, vengo por su ca-dáver.” Se aproximaron otros dos soldados a la puerta, que portaban otras insignias, y preguntaron qué ocurría. El soldado que hablaba conmigo respondió: “Mi capitán, esta señora quiere recoger el ca-

dáver de un hermano”. El capitán se volvió a mirarme. “Vengo por Salomón Gaytán. En el radio di-cen que ustedes tienen su cadáver aquí, en el cuartel.” Intervino el que acompañaba al capitán: “Es uno de los muertos por los explo-sivos. Cayó bajo el talud de las vías del ferrocarril”. “¿Por qué quieren ustedes su cadáver? No lo nece-sitan. Yo sí”. El capitán me miró inexpresivamente. Luego dio ins-trucciones a su asistente (Pag. 27).

* * * *

Fui por la tarde a casa de mi cuña-da Monserrat. La encontré asusta-da y con la casa revuelta. Habían llegado los soldados por ella, la habían interrogado. Buscaban a mi hermano Salvador. Ignoraban quienes participaron en el ataque a los cuarteles, pero querían a Sal-vador. No a mi hermano Antonio ni a mi hijo Lupito. A Salvador. Por eso presionaron a Monserrat y a sus hijos. Le ayudé a levantar la casa. Los niños también ayuda-ban, pero no podían avanzar gran cosa (Pág. 160).

* * * *

MONSERRAT, LA MADRE“Me voy”, le dije a mi cuñada. Ella me miró de frente, muy lú-cida. “Salvador no murió en el ataque al cuartel, o no estuvo”, le expliqué. “Salvador y Antonio venían por separado. Si el cadá-ver es de tu hijo, es posible que ni Salvador ni Antonio hubieran estado en el ataque. No tiene sen-tido que me quede aquí. No tiene caso ocultarme.” Decidí regresar a mi casa antes de que anoche-ciera; aprovechar la luz que había antes de que se pusiera el sol. Yo sabía que buscarían a Salvador en la casa, que me molestarían, que me arrestarían quizás. Pero no me interesaba. Debía regresar a la casa porque en algún momen-to Salvador entraría en contac-to conmigo. “¿Por qué no te vas a Casas Grandes?”, me dijo mi cuñada. “Ahí estuviste segura el año pasado, cuando se levanta-ron en armas Salomón y Arturo Gámiz.” Sí, era cierto. Mis hijos y yo tuvimos que irnos del Mineral de Dolores a la ciudad de Casas Grandes, porque en Dolores me presionaban con una vigilancia policiaca constante. Pero le expli-qué a mi cuñada que hacía un año yo estaba embarazada y en Casas Grandes estaban también ocultos sus hermanos Salomón y Antonio, y que Salvador se presentaba ahí con frecuencia. Ahora Salomón estaba muerto y no sé dónde esta-rían Salvador y Antonio. “El año pasado todo parecía mejor”, le dije a Albertina. “Ellos atacaron la hacienda de los latifundistas de los Cuatro Amigos, quemaron el cuartel de los policías judiciales que estaban con Rito Caldera, les requisaron las armas, los dejaron

libres, participaron en las invasio-nes a tierras en el municipio de Casas Grandes y formaron nuevos cuadros armados ahí. Ahora no, Albertina. Ahora todo ha cam-biado. Me quedo aquí, no tengo a donde ir. Hasta que Salvador me avise o regrese.” Mi cuñada me abrazó y lloró, pero con mucha entereza, sin gemir. Nadie lo notó. Había llegado mucha gente al ve-lorio. En voz baja me comunicó su aflicción. “No sufro por mi hijo Lupito, pues sé que está vivo, que no cayó en el asalto al cuartel y que se mantendrá vivo y comba-tiendo mucho tiempo. Me duele que no esté aquí mi hijo Antonio, que me hayan impedido rescatar sus restos.” Salí de la casa con mis cinco hijos. El sol empezaba a po-nerse y aún había mucha luz en la calle. Rumbo al sur, rumbo a la sierra, por la cuesta de Cebadilla, por Las Lajas, por nuestra casa, la inmensa masa de los bosques se veía oscura. Hacía frío, el viento soplaba constantemente, aunque sin violencia. Pero todo me pare-cía violento y frío (Pág.46).

* * * *

MONSERRAT, LA HIJADesde el lunes en la mañana me llevé a mis hermanitos a unas oficinas del gobierno donde da-ban desayunos a niños pobres o a niños que llegaban a la escue-la sin comer. Pero hoy jueves, la directora me dijo: “Monserrat, no te puedo dar ya los desayunos, lo tengo prohibido; ya no puedo darte nada, llévate a tus herma-nitos”. También en las tiendas a donde íbamos a pedir prestado les prohibieron ayudarnos. Nada más un hombre muy valiente no se sometió a las órdenes del gobierno, Carlos Muñoz. Fue la única persona que nos ayudó; me llenaba mi bolsita de mandado con verdura, con lo poco que po-día. Querían que mi padre se en-tregara, lo querían vivo o muerto. Pensaban que con presionar a la familia mi papá se iba a entregar. A ellos les interesaba mi papá. Nunca supe que un día se lleva-ron al cuartel a mi tía Albertina a declarar, no. Mi abuelita estaba en el rancho y mi abuelito estuvo unos días con mi tía y luego se re-gresó al rancho. A mi mamá no la dejaron en paz. Se la llevaban al cuartel, como secuestrada. A todos nos llevaban con mi mamá. O en ocasiones llegaba yo de la escuela y a mi mamá ya la tenían en el cuartel con mis hermanos. La interrogaron muchas veces. Llegaban los soldados, sacaban la ropa, todo lo tiraban a patio, era una cosa muy triste. Mi mamá fue muy valiente. “Búsquenlo en la sierra”, les decía. No alcanzo a entender por qué razón mi mamá era más perseguida que mi tía. A mi tía no la acosaron, aunque sus hijos habían participado en el asalto a los cuarteles (Pág. 186).

LAS MUJERES DEL ALBA, DE CARLOS MONTEMAYOR*

Carlos Montemayor entrevistando a doña Herculana Adame de la Cruz, una de Las mujeres del alba

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HERCULANA“Nuestro hijo estaba ahí”, se lo dije, “Sabíamos que esto podría pasar, Tiburcio”. Ya estaba anochecien-do, pero todavía se columbraba un poco de luz en el horizonte. Fue un golpe muy fuerte para mí. Ti-burcio no me entendía. Claro que me dolía pensar en mi hijo Matías. Claro que sentí dolor con la noticia y claro que la muerte del doctor Pablo Gómez era una desgracia. Porque siempre seguimos al doctor. Siempre lo siguió Matías, por eso le aseguraba a mi esposo que ahí debió haber estado nuestro hijo. Ya no podíamos arreglar lo que estaba hecho. Si también había muerto mi hijo, ¿Qué hacer? Esto podía pasar, claro que sí. Pero a mí otras cosas me quitaban el dolor, pues me enojaban. Yo esperaba que vi-nieran a hablarnos, a llamarnos Lupe Jacott o los Rodríguez Ford. Porque siempre habíamos oído de ellos que si alguien caía en la lucha, surgirían otros. Y que se levantarían otros más, que esto no acabaría. “¿Y dónde están, Tiburcio?”, le pregun-taba ofendida a mi esposo. “¿Dónde están todos los que se iban a levan-tar cuando cayeran los primeros?” Esto me ofendía, pero me quitaba el dolor. No me ofuscaba el pensa-miento, porque pensaba con clari-dad. “Ya cayeron los primeros, pues. Ahora ¿Quiénes seguimos? ¿Dónde están los que debían seguir?” Ya ha-bía pasado mucho tiempo, casi todo un día. Porque los primeros cayeron al amanecer, muy temprano. Pero ya lo supimos, ya ocurrió. Ya ca-yeron los primeros que tenían que caer. ¿Y ahora qué? ¿El mundo tiene que seguir igual, sin que nada cam-bie? Eso no me parecía correcto. Es lo que no me entendía Tiburcio. Nosotros aquí, en Delicias, tan lejos

de la tierra, de nuestro hijo. Pero los demás, ¿Dónde estaban los demás que tenían que levantarse detrás de ellos? Eso me torturaba. Morirse y que ni el viento se diera cuenta. No me parecía correcto, ¡qué va! No era miedo, yo no he tenido miedo y nunca quise que mi hijo conociera ese sentimiento. Pero ya era sabido que si nos quedábamos sin ellos, otros teníamos que seguir. ¿Y dón-de estaban? Eso me torturaba, no el miedo, no, ¡qué va! Eso me ofendía (Pág. 52).

* * * *

LUPETodos los profesores tenían ideas li-berales, pero unos las manifestaban y otros no. El profesor Gonzalo, el maestro Tavares, el profesor Ramí-rez, todos participaron, todos nos dieron una formación social, cómo ir a la sierra, cómo participar, cómo aprender para que pudiéramos dar algo. Yo digo que todos influyeron. Pero, claro, por su participación

en la Unión General de Obreros y Campesinos de México y en el Par-tido Popular Socialista, el profesor Pablo fue definitivo. De manera na-tural nos llevaba a las comunidades en comisiones de ayuda, de alimen-tos, de salud. A varias compañeras nos enseñó a poner inyecciones; íbamos con él a vacunar, a ayudar a enfermos. Yo tuve a mi cargo in-yectar a una señora que estaba en los huesos, sin músculos; había adelgazado por una larga enferme-dad y le inyectábamos vitaminas. Vivimos muchas escenas de pobre-za, de hambre, de desnutrición, de enfermedades. En las marchas de campesinos, en invasiones de tie-rras, a veces se nos enfermaban los niños de paperas, varicela, muchas cosas. En el 62, en el Comité de la escuela acordamos que se nos sus-pendiera el pan de dulce y el postre y que el dinero ahorrado se entre-gara a ciertos grupos de campesinos que venían en una caminata. Pero nos lo negaron. Por eso abrimos la bodega y sacamos la comida y la donamos. Yo abrí la bodega y saqué

las cosas, huevos, pan, panqué, de todo. Esa fue mi primera partici-pación en términos estudiantiles. Cuando tuvimos la reunión en la casa de Paquita conocí a Pedro y a Juan. A Óscar Sandoval sí lo co-nocía. Lolita Gámiz y su hermano Emilio también estuvieron en esa casa. A mí me dijo el profesor que yo no iba a participar, que me fuera a alguna parte. Yo me fui para Aná-huac y estaba con unos tíos cuan-do oí la noticia. Me acostumbré a pensar en el profesor Pablo Gómez en todo momento difícil. Siempre tenía él una solución y la paciencia de ir resolviendo las cosas. Eso era importante, nunca me permitió que me sintiera frustrada, nunca, no. Yo trabajaba en las comisiones porque era parte de mi vida, porque simple y sencillamente era mi vida. Fue como mi época dorada o algo así. Porque fue donde yo me realicé como ser humano, como muchas cosas (Pág. 120).

*Selección de textos hecha por Rosario Cobo.

DOÑA HERCULANA*Alma Gómez Caballero Hija del doctor Pablo Gómez Ramírez, fallecido en el asalto a Madera, y presa política del Movimiento de Acción Revolucionaria (MAR). Trabaja en el Centro de Derechos Humanos de las Mujeres A. C. de Chihuahua

El 13 de agosto pasado murió en Ciudad Delicias, Chihuahua doña Herculana Adame de la Cruz, madre de José Juan Fer-

nández Adame, Matías, sobreviviente del asalto al cuartel militar de Madera, el 23 de septiembre de 1965, y mujer del alba.

El primer recuerdo que tengo de Usted es de la Plaza de Saucillo, en un mitin por la libertad de los campesinos presos, entre ellos Matías; asistimos las estudiantes de la Nor-mal Rural de Saucillo. Usted era una oradora formidable, con lenguaje sencillo relataba la situación del campo, expresaba el coraje contra la injusticia, reclamaba por la apatía de los funcionarios y llamaba a la lucha. En ese mitin un grupo de jóvenes, azuzados por los caciques y el cura, nos lanzaron tomates, huevos podridos, gases y víboras.

Pablo, Beatriz, Lalo y Perla recuerdan que acompañaban a mi papá a Parritas, donde usted vivía con su familia, y mientras él se

reunía con los campesinos, mis hermanos se bañaban en los canales y luego Usted les daba de comer. Pablo recuerda las tortillas de hari-na y las uvas. Lalo el pinole que guardaba en un trastero. Nunca nadie se iba de su casa con el estómago vacío.

Después de que murieron los muchachos, Usted siempre nos acompañó. Con su pre-sencia fuerte y solidaria, llegaba a nuestra casa de Delicias cargando melones, san-días y trigo, que Usted y su familia jun-taban en la pepena. El trigo mi mamá lo mandaba moler y luego comíamos tortillas de harina integral.

Antes de la muerte de Óscar y los mucha-chos, Usted me buscó en la Normal; te-nían escondido en un rancho por el rumbo de Las Varas o el Orranteño, no recuerdo bien, a un joven herido, hasta ahí me llevó para que platicara con él. Se necesitaban medicinas, viajé a la ciudad de Chihuahua a ver a algunos compañeros para que las consiguieran.

Cuando nos cambiamos a Chihuahua en el año de 1973, perdimos el contacto. Usted se vino a Chihuahua a buscarnos, no tenía una dirección ni idea de dónde vivíamos. Se fue a la parada de camiones que estaba en la calle Juárez, por la librería La Sorbona y ahí se es-tuvo preguntando a la gente si conocían a mi mamá. En ese tiempo doña Alma trabajaba en la Colonia Villa y vivíamos en la calle Al-dama y 17; por ahí de mediodía mi mamá se bajó del camión en esa parada y se encontró con Usted, una vez más su solidaridad, instin-to y capacidad para solucionar problemas le dio la razón y volvimos a encontrarnos.

Después su generosidad y solidaridad con Pa-blo (Gómez Caballero) y sus compañeros en la invasión de la Colonia Tierra y Libertad, en Delicias.

Cuando Gabino acompañó a Carlos Mon-temayor a entrevistar a los participantes en el movimiento campesino, estudiantil y ma-gisterial de Chihuahua, a los sobrevivientes del asalto al cuartel Militar de Madera y sus

familiares, vinieron con la familia Fernán-dez Adame. Salió cautivado de su persona-lidad y le dijo a Gabino: “¡qué mujer tan ex-traordinaria!, es el personaje que me faltaba para la novela, ahora si está completa”.

Carlos volvió a Delicias a entrevistarla de nuevo, Matías estaba enfermo. La foto de esa entrevista aparece en la solapa del libro Las mujeres del alba, donde Usted es perso-naje central.

Con esta sencilla convivencia quere-mos decirle que es usted de las mujeres que han forjado este país, que estamos muy orgullos@s de ser sus amig@s y compañer@s.

Es Usted una mujer del alba, una mujer del nuevo amanecer.

*Doña Herculana no asistió a la presentación en Chihuahua del libro Las mujeres del alba, de Carlos Montemayor. Las familias Quiñones Pedroza y Gómez Caballero organizamos en Delicias un convivio en su honor el 17 de octubre de 2010, donde le entregamos cartas, flores y libros.

¿QUIÉN FUE CAÍN?

Manuel Lureña Caballero

Hay en Madera un Cuartel…¿Quién fue Caín?¿Quién fue Abel?Son dos hermanos en duelo.Uno vestido de verde,otro desnudo de pueblo.

Que dirimen con fusilespleito de tierras, añejo,enlutando los perfilesde drama tan hondo y viejo.

Antes que el gallo cantaraen el Cuartel de Madera,cantó la ametralladoracon su aullido de fiera.

¡Cuánta carne destrozadacayó en la cara al cielo!¡Cuánta traición en el suelo!

La paloma de la Pazse escondió entre los pinaresbuscando en la roca durabálsamos a sus pesaresy encontró que la durezade la roca montañesasólo parió… ¡militares!

Hay en Madera un Cuartel¿Quién fue Caín,quién es Abel?

"Ellos sabían por qué". Mural de Alberto Carlos.

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FLORENCIO LUGO Y FRANCISCO ORNELAS ÚNICOS SOBREVIVIENTES VIVOS DEL ASALTO A MADERA

“PENSÉ QUE MORIRÍA, PERO ES MÁS FUERTE LA CONVICCIÓN DE ACTUAR EN PRO DE LOS MÁS NECESITADOS”:

FLORENCIO LUGO HERNÁNDEZ

Vengo de una familia de campesi-nos sin tierra, por ello anduvimos viviendo en varios ejidos como avecindados. Nací en el ejido del

Apache, municipio de Galeana, Chihuahua; cuando yo tenía unos seis años, mi fami-lia decidió cambiarse a la ciudad de Nuevo Casas Grandes. La situación económica era precaria y el trabajo escaso y mal pagado. Mis padres se separaron dos meses antes de que yo naciera, y mi mamá se dedicaba en esta ciudad a lavar platos en restaurantes o traba-jaba como camarera en un hotel. Crecí y tra-bajé de todo, fui ayudante de albañil, estuve en una “pollera”, en temporadas era jornalero agrícola, y así llegué a la edad de 20 o 21 años.

En Nuevo Casas Grandes me uní a un gru-po de solicitantes de tierra. Lo dirigía Ro-sario Prieto Chavira y era asesorado por la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM). Hicimos tres tomas de tierra para que las autoridades resolvieran nuestra solicitud de tierras; en la tercera, el grupo se hizo acompañar de mujeres y fa-milia para ejercer presión, llegó el ejército, tratamos de hacer resistencia y los soldados actuaron violentamente y nos desalojaron. Golpearon sobre todo a los dirigentes y los aprehendieron. La hija de Rosario Prieto or-ganizó un mitin, yo tomé la palabra y hablé no del hecho sino de la situación que pre-valecía, de las necesidades de la gente y de las injusticias. Me aplaudieron. Esto llegó a oídos de Arturo Gámiz, que entonces esta-ba en Chihuahua. [A varios participantes en un mitin] nos preguntaron si estábamos dis-puestos a colaborar con ellos. Arturo Gámiz llegó a la sierra y pidió gente para reforzar el grupo. Siete salimos hacia allá. Guadalupe Scobell nos internó y nos juntó con los de-más, incluidos Gámiz, Margarito Gonzáles, Ramón Mendoza… Así fue como me inte-gré al Grupo Popular Guerrillero.

El ritmo de la guerrilla es muy difícil, no resistía cualquiera, y del grupo de siete con que llegué, seis fueron pidiendo su baja. Sólo yo quedé.

Por el ajusticiamiento del cacique Floren-tino Ibarra que miembros de la guerrilla habían cometido, el gobierno estatal mandó a soldados y a un grupo de judiciales rurales, lo que se conoce en Chihuahua como “acor-dada”, a perseguir a los Gaytán [tío y sobrino, Salomón y Guadalupe]. Detuvieron a dos de la familia Gaytán y los torturaron para que dijeran dónde estaban los perseguidos.

Entonces el grupo guerrillero decidió ac-tuar para demostrar a los campesinos que estábamos dispuestos a todo y demostrar al gobierno que la guerra estaba declarada y que era a muerte. Se planeó así un ataque al cuartel donde se encontraban los judicia-les, que era la casa de los caciques Ibarra. Logramos vencerlos. En el plan estaba con-

templado fusilar al jefe del cuartel, Rito Cal-deras, pero habiéndose rendido, pensé que no era conveniente ajusticiarlo, pues enton-ces la prensa y el gobierno nos consideraba locos, malaconsejados, roba-vacas, asesinos, en fin... Le pedí a Arturo Gámiz que no lo fusilara. Se le perdonó la vida.

Posteriormente Arturo Gámiz decidió que el grupo bajara de la sierra y nos fuimos a la Ciudad de México a recibir entrenamien-to, caminatas, campamentos, tiro al blanco, fabricación de granadas caseras, manteni-miento de las armas y cuestión política. Así estuvimos un tiempo. Después, ya integrado el grupo, Arturo Gámiz y el doctor Gómez decidieron que regresáramos a Chihuahua y llevar a cabo el asalto al cuartel de Madera.

¿Por qué me involucré en la guerrilla? En los Encuentros de la Sierra organizados por Ar-turo Gámiz, uno de los acuerdos fue la crea-ción de clubes de la juventud trabajadora, con la intención de politizar, de concientizar a los jóvenes. En Nuevo Casas Grandes se formó uno de estos clubes, allí tuve oportuni-dad de leer literatura política revolucionaria. Cuando Gámiz pidió gente para ir a la sierra, yo ya iba con la convicción de la necesidad de impulsar un movimiento reivindicativo. Obviamente pensé que quizá no volvería a ver a la familia, que posiblemente moriría en el campo de batalla. Uno piensa eso, pero es más fuerte la convicción de llevar a cabo un movimiento a favor de los más necesitados.

¿Cuál fue mi experiencia en el asalto a Ma-dera? Compañeros de Chihuahua nos pro-porcionaron autos para irnos de la ciudad de Chihuahua a la sierra, hubo una parte donde tuvimos que ir caminando, y un poco más allá secuestramos un camión maderero y con él llegamos a las cercanías de Ciudad Madera. Arturo Gámiz comisionó a un sub-grupo a ir a la sierra a bajar las armas que teníamos allá, y se creó otro subgrupo que se acercó a Madera a recabar información (a ver cómo estaba la situación, cómo estaba el cuartel, cuántos soldados había), pero resul-ta que ninguno de estos dos subgrupos re-gresó con nosotros. Ya no hicieron contacto.

El plan era realizar el asalto el 15 de septiem-bre, por tratarse de un día festivo y podría

tener más repercusión la acción. Pero como no llegaban los subgrupos y había problemas por las lluvias, el asalto se pospuso hasta lle-gar al 22. Ese día Arturo dijo: “mañana en la madrugada vamos a llevar a cabo el asal-to”. Pablo Gómez le pidió posponer otra vez el asalto, esperar un mejor momento donde tuviéramos más posibilidades de triunfo. Pero Gámiz fue tajante: “Si ganamos, qué bueno; si perdemos, ni modo. Pero tenemos que lle-var a cabo una acción espectacular para que la gente de Chihuahua y la gente de México sepa lo que está sucediendo en Chihuahua”. A la fecha no sé qué pasó con el grupo que estaba comisionado para investigar, y los que fueron a bajar las armas se vieron obstaculiza-do por las lluvias y los ríos crecidos. El hecho es que en el Cuartel Madera había más de cien soldados, y nosotros éramos 13 nada más.

Yo logré salir con vida, me hirieron. La señal de ataque era el primer disparo, y la de reti-rada era la palabra “águila”. Yo alcancé a oír “águila”. Al parecer, Salomón Gaytán estaba incendiando una granada cacera para lanzar-la al cuartel, cuando fue herido y ya no pudo hacer el lance, le explotó y alcanzó también a Gámiz. Con ellos se encontraba Ramón Mendoza, pero éste no murió. Escuché “águi-la” en el estruendo de la balacera. Se lo hice ver a mis compañeros y uno de ellos dijo: “no, ha de ser algún grito de dolor de un soldado que cae herido”. Éste fue Rafael Martínez Valdivia. Y se dispuso a encender una granada para lanzarla. Un grupo de soldados corrieron de manera arrojada del cuartel hacia la barda donde estábamos parapetados. Hicieron eso porque sabían que otros soldados nos estaban rodeando. Cuando Rafael intentó encender la granada, lo hirieron y allí cayó. Ya enton-ces había caído Óscar Sandoval Salinas. Por eso me di cuenta que nos estaban rodeando. Quedábamos Guadalupe Scobell y yo; le hice saber la necesidad de abandonar el lugar, pero él dijo que no. Dijo: “aquí nos lleva la fregada pero no abandonamos el combate”. En ese momento siento el impacto de la bala, pero por suerte cayó en un cargador, porque yo te-nía un rifle 3006 y traía yo un cargador extra en la cintura. La bala se fragmentó y recibí en mi cuerpo esquirlas de bala y pedazos del mis-mo cargador. Sentí el golpe y pude permane-cer de pie. Disparé. Los solados se replegaron y yo corrí. A cierta distancia me detuve para proteger la salida de Scobell pero ya no estaba allí, entendí que corrió al mismo tiempo que yo pero no en el mismo rumbo.

Tuve que caminar varios días en la sie-rra, sin comer, sin dormir... y sin conocer la sierra, porque por es parte donde salí no habíamos andado, y desconocía. Después de cinco seis días de caminar, decidí arriesgar-me y pedir ayuda a los campesinos, pero en esa área no habíamos hecho trabajo político. Cuando oí que ladraban perros, pensé que había por allí una comunidad y en efecto era un lugar llamado El Presón del Toro; me acerqué a los campesinos, no les oculté nada, me hicieron curaciones, fueron las pri-meras; como sabía que no debía permanecer más de dos días en un mismo lugar, por se-guridad, les dije que tenía que salir adelan-te. Me orientaron para llegar a la población lIgnacio Zaragoza. Allí llegue con un tío, él estaba ya algo politizado y reaccionó con

comprensión y apoyo. Ordenó a su familia: “póngale agua para bañarse y alístenle ropa limpia”. De allí pasé a Nuevo Casas Grandes y a Valle de San Benaventura. Recibí cura-ciones y apoyo. Así salí de la zona de peligro.

En la Ciudad de México hice contacto con algunas personas, con Raúl Álvarez Encarna-ción, padre de Raúl Álvarez Garín; también con Raúl Villegas. Me acercaron con la familia de Genaro Vázquez Rojas, que era vigiladísima en esos días porque él andaba en la guerrilla.

De allí me fui a Guerrero, y con gente de la Asociación Cívica Revolucionaria de Genaro Vázquez anduve haciendo trabajo político en algunas poblaciones. En Iguala iba a hacer contacto con una persona que me llevaría has-ta donde estaba Vázquez Rojas, pero nunca llegó. Estaba yo con el dueño de la casa donde me recogerían, de nombre Elpidio, su hijo de unos 11 años y otros compañeros. Esperába-mos a esa persona que no llegaba. Un día nos dimos cuenta que la casa estaba rodeada de policías, tal vez buscaban a Genaro Vázquez, y se hizo una balacera tremenda. Por desgra-cia las balas le dieron al hijo de Elpidio. Nos rendimos y nos metieron a la cárcel. Resulté herido en la pierna derecha. Al otro día le die-ron permiso a Elpidio para que sepultara a su hijo. Estuvimos unos ocho días detenidos y la Asociación Revolucionaria puso una abogada para defendernos. Nos liberaron a los dos.

Regresé a la Ciudad de México; con la heri-da todavía fresca, hice contacto con un co-mando armado de apoyo a Vázquez Rojas. Me uní y en la primera acción que llevamos a cabo -una expropiación, me habían dicho, pero fue un asalto a una oficina del PRI-, me detuvieron junto con los otros, me lleva-ron a Lecumberri (a la Crujía O, un anexo de alta seguridad para presos peligrosos y guerrilleros) donde estuve casi cuatro años, hasta que me llegó la sentencia y de allí me pasaron a la cárcel de Santa Martha Acatit-la, donde cumplí la sentencia de 5.5 años. En esa detención fui torturado, sufrí la fa-mosa pozoleada -metieron mi cabeza en una pileta hasta que perdí el conocimiento-, me golpearon, me hicieron firmar un documen-to que ni siquiera leí. La acusación fue por asociación delictuosa y portación de armas.

Cuando salí de la cárcel, me vine a Agua Prieta, Sonora. En ese tiempo, 1976-77 el movimiento armado seguía en México pero yo me retiré. Me dediqué a trabajar como obrero, pero seguí en lo mismo; busqué siempre apoyar a los trabajadores, los ayuda-ba a abrir los ojos en cuanto a sus derechos.

Ahora estoy jubilado, me pensioné como obrero. Pero he seguido y sigo en la lucha social. Acudo a eventos donde me invitan, sobre todo este año que se cumple el 50 ani-versario del asalto al Cuartel Madera. Tengo escritos dos libros. Uno es El asalto al Cuar-tel Madera, el otro es Del cuartel a Lecum-berri. Para mí es un honor haber participado en ese asalto y haber sido un militante del Grupo Popular Guerrillero. Sufrimos una derrota en el asalto, una derrota militar, pero logramos un triunfo histórico político. Hasta la fecha sigue siendo ejemplo para las nuevas generaciones.

Dirigentes campesinos en la ciudad de Chihuahua.

TESTIMONIOS*

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“UNA LUCHA CAMPESINA, ESTUDIANTIL Y LIGADA AL DESPERTAR JUVENIL DE LOS 60’S”:

FRANCISCO ORNELAS GÓMEZ

El asalto a Madera no fue una mera ocurrencia. Fue una lucha encadena-da a otras, pues todas son una conti-nuidad, un objetivo que no termina.

Los cambios los generan los movimientos socia-les, que tienen que entrar en un largo proceso de maduración para que se dé una acción con-tundente. Ese asalto fue la primera acción fren-te a los poderes de represión, que ejercen legal-mente la policía y el ejército. Ocurrió para que el Estado se diera cuenta de que había un frente que buscaba otras vías, porque ya se habían ago-tado muchas de tipo legal. Nuestra lucha estuvo muy ligada a la lucha campesina pero también a la juvenil y al despertar estudiantil. Es un pro-ceso que se dio en muchas partes del mundo y del país en los 60’s.

¿Por qué surgió la guerrilla en Chihuahua? El régimen de Miguel Alemán (1946-52) empujó la industrialización y sacrificó a los campesinos, abaratando los precios de los granos básicos para hacerlos accesibles a los obreros y que los em-presarios pudieran pagar salarios precarios. Ale-mán dio certificados de inafectabilidad agraria a ganaderos, o sea protegió a los grandes empre-sarios que hacían negocios en el campo y que estaban ligados a los políticos que traicionaron la Revolución. Allí surgió el neo-latifundismo.

Para 1965 se vencieron esos certificados y entró en auge la lucha campesina para rescatar esas tierras por medio de la figura Nuevos Centros de Población (NCP). Los demandantes eran hijos o nietos de los hombres que tomaron las armas en la Revolución. Campesinos de 20 y tantos, 30 y tantos o 40 y tantos años que no ha-bían brincado la frontera como muchos de los braceros en los 40’s o 5’0s. Querían establecerse en unidades agrícolas.

A principios de los 60s, para rescatar esas tierras, que eran nacionales o que estaban ex-plotando los nuevos ricos aliados al gobierno, en Chihuahua, norte de Durango, Coahuila y parte de Sonora, se fue organizando una lu-cha agraria. En Chihuahua había dos Norma-les, y estaban ligadas a las luchas de la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM). Nosotros como normalistas acom-pañábamos a los campesinos a invadir latifun-dios, y sabíamos que el ejército llegaba y nos sacaba. No había represión. Era un proceso político, llegábamos, invadíamos, los poníamos en evidencia, poníamos el asunto en la prensa... Y le movíamos el tapete al gobernador Práxedes Giner Durán, un general que no había tenido mucha escuela y que finalmente fue el represor de esos movimientos.

Arturo Gámiz era un joven muy maduro y de-cidido; escribió cinco documentos con temas como el neo colonialismo, el capitalismo, el papel de los estudiantes... documentos donde se analizaba en diez, 15 páginas, el contexto de entonces, nacional e internacional. Al En-cuentro de la Sierra de Chihuahua, realizado en Madera en octubre de 1963, acudieron cam-pesinos, líderes agrarios de la región de la sierra, líderes magisteriales, estudiantes universitarios

y normalistas, y allí se acordó impulsar la lucha agraria en contra de la injusticia de los caci-ques. Luego vino el Encuentro en Durango, en Torreón de Cañas. Allí decidimos otra vía de lucha; en cortito se decidió quiénes íbamos a entrar a esa vía armada, pero sin dejar de seguir participando en la gestión agraria, sin desca-lificar la cuestión electoral y política. En esos meses fueron candidatos a puestos políticos los hermanos Gómez.

La vía armada es cuando ya se va uno a en-frentar a la muerte, se va a morir o a matar a un enemigo. De otra manera no podría haber revo-lución. En mi libro, Sueños de libertad, lo decía: no íbamos a matar soldados, íbamos a combatir la injusticia, la pobreza, el hambre, la miseria, la desigualdad tan enorme, tan vergonzosa que había y sigue habiendo en México.

En mi caso, el doctor Pablo Gómez era mi tío, hermano de mi madre -era la única hermana Gómez Ramírez-. Mi tío vio que andaba en las movilizaciones, en las invasiones de latifundios y en las luchas estudiantiles, pues entonces pu-simos hasta 15 escuelas de varias ciudades de Chihuahua en huelga. Tenía 16-17 años, pero cuando llegamos al asalto a Madera ya tenía 18.

A Madera no llegamos todos los que teníamos que llegar, no se cuidaron todos los detalles, no había la comunicación de ahora. Habíamos pla-neado contar con armas buenas, potentes, que se les había quitado a un pelotón del ejército a principios de 1965, en un ataque que hubo a una docena de soldados y a policías. Esas armas no llegaron al combate, porque las lluvias, las crecidas de los ríos julio-septiembre, no permi-tieron el traslado. Otro grupo de compañeros se adelantaron a Madera para recabar informa-ción; se veían muy obvios... el gobierno ya sa-bía que había una lucha abierta, frontal contra ellos. Ya nos estaban esperando.

Algunos se preguntan por qué entramos a una lucha siendo tan pocos; éramos 13, entramos 12 al combate, el número 13 se quedó cuidando el equipo en una camioneta. A los 12 que entra-mos nos tocaron por cabeza diez soldados; había 120 soldados en el cuartel. De los guerrilleros mueren ocho y sobrevivimos cinco, de esos que-damos vivos dos nada más. Florencio Lugo, que vive en Sonora, y yo, que estoy en Chihuahua.

Había cuatro puntos. En el más lejano a prote-gerse, a sobrevivir, a llegar a la sierra y proteger-se, mueren los cuatro, Pablo Gómez Ramírez, Miguel Quiñónez, Emilio Gámiz (hermano de Arturo) y Antonio Scobell Gaytán. En el segun-

do punto, un poco más cercano a la seguridad, mueren dos, Arturo Gámiz y Salomón Gaytán, y se salva Ramón Mendoza, quien luego estuvo en las Islas Marías y se escapó, era un excelente compañero y tirador.

En el tercer punto estaban cuatro, murieron dos: un estudiante normalista amigo migo, Ós-car Sandoval Salinas y Rafael Martínez Valdi-via. Se salvan Florencio Lugo y Lupito Scobell (hermano de Antonio).

Después a Guadalupe, Lupito, le decía su fami-lia: “hijo, tú ya hiciste tu aporte”, pero él sigue en la lucha y muere en 1968; lo apresaron, lo torturaron y lo fusilaron en Sonora junto con otros, siendo parte de uno de dos grupos gue-rrilleros que surgieron en la Ciudad de México después del asalto a Madera, Estaba en el grupo de Óscar González Iriarte.

Yo lo decía en mi libro, “del lado de nosotros, los muertos, muertos fueron, y los heridos también”. En el lado de los soldados, ellos presentaron los muertos que decidieron y una mayoría de heri-dos. Nosotros calculábamos que hubo más de 20 muertos entre los soldados, pero para ellos son números… son gente del sur. Y ellos tapan lo que quieren tapar y por eso dicen que murieron menos que los nuestros. Ellos dieron su versión.

Yo estaba en el punto más protegido, en la casa del señor Pacheco, que era el administrador de Bosques de Chihuahua; él no estaba en casa, estaba en Chihuahua en ese momento, vi a sus muchachitos allí asomándose. Yo disparaba des-de las esquinas para enfrentar al cuartel. Cuan-do terminó el combate, como no tenía yo más referencias, no me quedó más que decir “esto se acabó”. Ya no escuchaba balazos. No me quedó más que cruzar una callejuela y esconderme en un jardín; los demás que sobrevivieron eran campesinos, pero yo era más citadino, aunque soy hijo de campesinos. Aquí la cuestión es que si los soldados nos hubieran buscado, yo no esta-ría presente. No buscaron. Cuando se acabó la balacera, los soldados pensaron que allí estaban todos, los muertos, los que remataron y los que habían puesto distancia. Yo salí al mediodía. Me asomaba y veía una pareja de soldados platican-do. Me volvía a asomar e iban felices de la vida.

Al ver que los soldados iban caminando tran-quilos, salgo y me meto por campo traviesa rumbo a la sierra, y me disparan, pero ya les ha-bía yo ganado el jalón e iba yo en zig zag. No sa-lieron a buscar porque estaban impactados con sus muertos y con eso que había pasado. A una distancia de 500 o 600 metros volteé y se veían

los soldados yendo ya hacia el cuartel, pensaban “ya salimos vivos, ya no nos vamos a arriesgar”. Eso me permitió sobrevivir.

Terminada la línea de la sierra, estaba una huerta. Llegué en la noche y no llegó ningún compañero. Eso era lo que habíamos acordado. Los sobrevivientes nos íbamos a encontrar en ese punto a la noche del tercer día. Llegué lue-go al segundo punto también por la línea de la sierra, que era un faro contra incendios y bus-qué metódicamente, despacito, como nos en-señaron en las prácticas de entrenamiento que habíamos tenido en los alrededores de la Ciu-dad de México; busqué piedras, un pedazo de rama quebrada, un pedazo de zacate aplastado, señas que al caminar uno hace eso, rompe una rama, aplasta un zacate... no encontré nada. Y efectivamente nadie llegó.

Estuve ocho o nueve noches solo, caminando hacia el este, porque sabía que en esa orienta-ción estaba Chihuahua; lo que me ayudo a salir adelante fue que la temperatura no cayó. Yo an-daba muy desprotegido y me quedaba solo en la noche, mi cobija era las hojas delos pinos; en las madrugadas tenía que hacer ejercicio por-que estuve a punto de congelarme. Fue terrible, estaba solo, perdido en la sierra, tenía la perse-cución de militares y los rurales. Estuve a punto de pedir auxilio a unos judiciales rurales que andaban a caballo, pero desistí. Ellos andaban detrás de los sobrevivientes. Dios se puso a mi favor. Había guardado un billete de 50 pesos, lo traía como una cosa perdida, pero me sirvió para tomar el tren y yo sabía que iba a haber sol-dados allí. Abordé como cualquier hijo de cam-pesino, tranquilo; a mí me ha ayudado eso de que no me gana el pánico. Y he salido adelante.

Traté de salir del país por Manzanillo. No pude. Me fui a Tabasco, trabaje allí en un aserradero. Me fui a Campeche y allí termine mi carrera de maestro normalista. Luego me fui a la Ciudad de México y de allí me mandaron a Tabasco y con el tiempo me regresé a Chihuahua. Acu-mulé 42 años como maestro.

Mi compromiso social surgió por varias razo-nes: mi familia, los Gómez Rodríguez, nos die-ron de comer sopa de letras y pan de alfabeto, a mí y a mi hermano gemelo -que era líder de estudiantes y se incorporó como maestro, toda la vida hizo carrera magisterial-. Yo desde niño es-taba leyendo los periódicos en una casa de ellos. Se me abrieron muchas expectativas. Leía la Re-vista Política, de Marcué Pardiñas (algo así como Proceso); Siempre, de Pagés Llergo; el periódico El Norte, que era un buen referente, El Heraldo que entonces era de la cadena García Valseca.

Sigo en la lucha; son cosas que no terminan. Participo en la radio, en programa de televisión, dando opiniones. La lucha es una continuidad, un horizonte que va avanzando y atrás de uno vienen otros. Hoy los jóvenes y las redes socia-les juegan un papel fundamental. Estamos hoy en un momento de quiebre, de injusticias, de combatir la partidocracia, que es la que hace y deshace y a nosotros nos quieren sólo para votar. Hay que empujar las candidaturas ciudadanas, apoyar a los familiares de los normalistas desa-parecidos de Ayotzinapa...Tenemos que empu-jar el poder de los ciudadanos.

* Testimonios obtenidos por Lourdes Rudiño.

Imagen de 2003. Protagonistas de la lucha agraria de los 60's en Chihuahua y del asalto a Madera, con el escritor Carlos Montemayor. De izquierda a derecha, Álvaro Ríos, Salvador Gaytán, Ramón Mendoza, Florencio Lugo, Carlos Montemayor, Matías Fernández y Francisco Ornelas.

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MADERA 65: LOS EJES DEL CONTEXTOVíctor M. Quintana S.

El ataque al cuartel mili-tar de Ciudad Madera por el grupo guerrillero comandado por Pablo

Gómez y Arturo Gámiz, aquel 23 de septiembre de 1965, es el punto de llegada –y de rompimiento- de varios movimientos sociales. Es, a la vez, la expresión sintética de la situación social y política que se vivía en Chihuahua y el país apenas a seis años del triunfo de la Revolución Cubana, y en las pos-trimerías del ya crujiente modelo de desarrollo estabilizador. Para leer mejor Madera 65, puede ser útil recordar algunos de los ejes que caracterizan el contexto y la coyuntura de ese entonces:

El clima de polarización polí-tico-ideológica. El triunfo de la Revolución Cubana en 1959, el apoyo a ésta por amplios grupos de intelectuales y la necesidad de le-gitimarse, luego de la salida repre-siva al Movimiento Ferrocarrilero de 1959, hacen que el gobierno de Adolfo López Mateos adopte una política de no alineamiento y una retórica nacionalista. Se llega a definir incluso como “un gobierno de izquierda dentro de la Consti-tución”. En esa circunstancia, un grupo de políticos e intelectuales progresistas constituye el 5 de agosto de 1961 el Movimiento de Liberación Nacional (MLN), con las banderas de la independencia nacional, la no intervención y la solidaridad con los pueblos her-manos. Ante estos posicionamien-tos, los círculos empresariales, la Iglesia y la derecha reaccionan acusando al gobierno de ir “hacia el comunismo”. Desatan intensas campañas contra el libro de texto gratuito y se lanza el movimiento “Cristianismo sí, comunismo no”.

En Chihuahua se funda la Socie-dad Amigos de Cuba y en abril de 1961 convoca a una manifestación y un mitin que se ven muy con-curridos. Son atacados por grupos de provocadores y resulta muer-to el joven sinarquista Roberto Carranza Anchondo. A partir de aquí se suscitan refriegas, se ataca y apedrea el edificio del periódico El Heraldo de Chihuahua, en ese

entonces de la Cadena García Valseca. Son encarcelados varios estudiantes normalistas, por lo que la Escuela Normal del estado se va a la huelga. La confrontación se agudiza, se forma el Frente Antico-munista de Chihuahua y los estu-diantes de la Universidad de Chi-huahua se movilizan, protestando contra la campaña de difamación de la cadena García Valseca.

En este contexto se crea en Chi-huahua el Movimiento de Libera-ción Nacional en agosto de 1961, lo que genera una reacción aún más furiosa de las cámaras empre-sariales que constituyen la Unión Cívica de Chihuahua para comba-tir “el comunismo”. La confronta-ción debilita al gobierno de Teófi-lo Borunda, que había incluido a algunos personajes considerados de izquierda en su gabinete, y el Partido Revolucionario Institu-cional (PRI) designa a un ”duro” para sucederlo en la gubernatura, el general Práxedes Giner Durán, quien toma posesión en octubre de 1962 y se considerará como un bastión ante el avance de la “ame-naza comunista”.

El ambiente de polarización se va a agudizar con la designación de Gustavo Díaz Ordaz como candi-dato a la Presidencia de la Repú-blica y su llegada al cargo en 1964. En abril de ese año, durante el mitin de Díaz Ordaz en la ciudad de Chihuahua se producen fuer-tes protestas y luego es incendiado el templete. Son detenidos varios estudiantes normalistas, universi-tarios y campesinos de la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM).

El normalismo revolucionario. Se trata de un movimiento social que se expresa muy vigorosamente en Chihuahua desde los años 50’s y muy especialmente en la prime-ra mitad de los 60’s. El profesor Rogelio Luna identifica en él los vestigios de la educación socialista y las huellas del cardenismo en el magisterio. Lo define como “un movimiento de asimilación del marxismo, con características de-mocráticas y revolucionarias, que es

identificable con rasgos propios re-gionales en Chihuahua durante los años de la década de los cincuenta y primera mitad de los sesenta. Este movimiento se nutrió principal-mente de estudiantes normalistas y de profesores egresados de las nor-males, preparados por los maestros influidos por el cardenismo”.

Todos estos años hay luchas con-tinuas de las y los alumnos de las escuelas normales en Chihuahua: algunas veces son por demandas vinculadas a los planteles; otras, por obtener plazas como maestros; muchas, en solidaridad con los movimientos campesinos, y muy frecuentemente, contra la repre-sión de la que son víctimas, en un sistema que los criminaliza y los hostiga continuamente.

De las escuelas normales, de en-tre sus alumnos y maestros surge no sólo la base de apoyo para las luchas campesinas de esos años. Emergen también los dirigentes de la UGOCM como el doctor Pablo Gómez y Arturo Gámiz, y al radicalizarse el movimiento, el núcleo guerrillero que llevará a cabo el ataque al cuartel de Ciu-dad Madera.

El movimiento agrario de la UGOCM. Desde fines de los años 50's la UGOCM, dirigida por Jacinto López, lleva a cabo una serie de importantes movi-mientos agrarios para demandar, entre otras cosas, el reparto del latifundio de Green, en Cananea, Sonora. En Chihuahua, denuncia la UGOCM en 1960, hay ocho millones de hectáreas en manos de 300 latifundistas mientras 50 mil campesinos no tienen tierra. El bosque chihuahuense está aca-parado por cuatro concesionarios, tan sólo la empresa Bosques de Chihuahua explota un millón 200 mil hectáreas, mientras cien mil campesinos están en posesión de 4.5 millones.

Esos mismos años, a punto de que se venzan los certificados de ina-fectabilidad ganadera, otorgados por el gobierno de Lázaro Cárde-nas en 1938, la UGOCM organiza a demandantes de tierras en diver-sas partes del estado de Chihua-hua. La demanda se torna tanto más urgente cuanto en la entidad se incrementa de manera signifi-cativa el número de campesinos sin tierra y de jornaleros agrícolas desempleados con motivo de la crisis del algodón a partir de 1956.

Desde 1960, en dos frentes la UGOCM empieza a presionar por la repartición de dos latifundios: en el desierto, el de la Ex Hacienda de Santo Domingo en el municipio de Villa Ahumada, y el de Bosques de Chihuahua, en la sierra, en los municipios de Madera, Temósachi

y Casas Grandes. El 26 de noviem-bre de 1959 el profesor Francisco Luján Adame, dirigente de los campesinos y de los trabajadores de la zona de Madera que exigen la expropiación de Bosques de Chi-huahua es asesinado en su propia casa. Los campesinos responsabili-zan del atentado a los caciques de la región y emprenden una marcha a la capital del estado encabezados por el profesor Arturo Gámiz. Los reciben centenares de estudiantes normalistas y de otras institucio-nes. La lucha se intensifica con el apoyo de éstos, demandando la expropiación de las tierras. En marzo de 1960 es asesinado en el Ex Mineral de Dolores, municipio de Madera, el dirigente campesino Carlos Ríos, y se reactivan las mo-vilizaciones campesino-estudianti-les, mismas que son atacadas por los empresarios, la Confederación de Trabajadores de México (CTM) y la Liga de Comunidades Agrarias del estado.

El 30 de marzo del mismo año, campesinos veteranos de la Re-volución en su mayoría, afiliados también a la UGOCM y dirigidos por el ex teniente villista Dionisio Sánchez, ocupan las tierras de la Ex Hacienda de Santo Domingo en el municipio de Villa Ahuma-da, son desalojados parte de ellos, pero en enero de 1961 vuelven a tomar el latifundio, muchos de ellos son desalojados de nuevo por el ejército pero otros resisten y reciben la solidaridad de la sec-ción 40 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) y de la ciudadanía en ge-neral que los apoya con víveres y medicamentos. El 14 de agosto de ese año se distribuyen varios pre-dios, la mayoría de ellos a la Liga de Comunidades Agrarias que en todo momento había atacado a la UGOCM. A pesar de todo, el gru-po de Dionisio Sánchez recibe 11 mil 840 hectáreas.

El movimiento agrario de la UGOCM se reactiva en 1963 y en 1964. En enero del primer año, la organización anuncia la ocupación de latifundios en los municipios de Casas Grandes, Janos, Gómez Farías, Madera y Chihuahua. Figura como dele-gado general de la UGOCM en el estado Álvaro Ríos. Todo esto genera una intensa confrontación político-ideológica: por un lado, los latifundistas, la iniciativa pri-vada, la Confederación Nacional Campesina (CNC), el periódico El Heraldo de Chihuahua piden la intervención del ejército contra los “rojillos comunistas”. Por otro lado, los campesinos ocupantes de tierras reciben la solidaridad del Comité Provisional del MLN.

En medio de la confrontación, el Departamento de Asuntos

Reunión campesina en Parral, Chihuahua, De izquierda a derecha: David Estrada, Pablo Gómez, Álvaro Ríos, Judith Reyes, Jesús Orta, Salustio González y Arturo Gámiz.

VENCER O MORIRParticipación de los estudiantes en el movimiento revolucionario

Pablo Gómez Ramírez:

El México nuevo, donde haya una verdadera justicia social, se construirá con el dolor, el sacrifi-cio y la sangre de sus mejores hi-jos, en aras de los más sagrados ideales del pueblo.

Arturo Gámiz García:

Este movimiento es justo pues-to que tienen derecho a un pe-dazo de tierra que a otros les sobra, derecho que se ha con-quistado con la sangre de varias generaciones.

[...]

Eso de que “estudiantes con estudiantes”, “campesinos con campesinos”, “obreros con obreros“, “hombres con hom-bres”, equivale a levantar una muralla china entre unos y otros.

[...]

Los revolucionarios no deben asustarse por el crecimiento de los partidos y porque se convier-tan en vanguardia; por el contra-rio, esa debe ser su aspiración.

[...]

Porque el capitalismo sólo pue-de existir a condición de la ince-sante renovación de las fuerzas productivas y para esto le urgen obreros calificados, técnicos, investigadores, especialistas, ingenieros, administradores y abogados. Por ello crea las ins-tituciones educativas que los produzcan y, al mismo tiempo, las aprovecha para tratar de me-ter en la cabeza de los estudian-tes su concepción burguesa del mundo y la vida.

Si se quiere servir al pueblo, hay que participar en sus luchas y aquí nada tiene que ver el tí-tulo porque no se hace como profesionista sino como revo-lucionario y no hay universida-des que expidan títulos para tal profesión.

[...]

Estudiar significa conocer los problemas del pueblo, compe-netrarse de sus sentimientos y de sus aspiraciones, buscar en la palabra del maestro y en la del libro aquello que sirva para re-solver esos problemas y realizar esas aspiraciones, examinar las experiencias y las enseñanzas de las generaciones anteriores y ver cómo han afrontado las situacio-nes que les tocó vivir. Estudiar es buscar las formas de ser útil y de coadyuvar a la emancipación de los explotados. El conocimiento no es un fin sino un medio. De liberación o de esclavización se-gún quien lo maneje.

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Agrarios y Colonización (DAAC) del gobierno federal logra que se acuerde una tregua entre las partes y los campesinos empie-zan a salir de los predios invadidos. El 14 de enero se anuncia que se cancelan las inafectabilidades ga-naderas de tres predios por alre-dedor de 103 mil hectáreas y las extensiones serán repartidas entre los campesinos solcitantes. Esto no calma a la UGOCM, que en abril vuelve a la carga, ocupando los predios La Morita y Ojo de Pe-ñuelos en el municipio de Janos y otros predios de Bosques de Chi-huahua en el municipio de Made-ra. En mayo ocupan otros predios en los municipios de San Francis-co de Cochos, Buenaventura y De-licias, dirigidos por Arturo Gámiz.

A fines de mayo y principios de junio la Policía Judicial de Estado detiene a dos docenas de campe-sinos que habían ocupado predios en Saucillo y en Camargo. Luego se giran órdenes de aprehensión contra los líderes de la UGOCM Álvaro Ríos, Raúl Gómez y Sabin-bo Calderón. Previamente habían sido cesados de sus puestos como maestros los profesores Raúl y Si-món Gómez Ramírez y se había solicitado a la SEP la remoción del hermano de ellos, doctor Pa-blo Gómez, como maestro de la Escuela Normal Rural de Saucillo. El magisterio de la entidad se soli-dariza con los maestros cesados y organiza un movimiento de apoyo.

Los dirigentes campesinos son liberados, pero el profesor Raúl Gómez es enviado al remoto mu-nicipio de Manuel Benavides y el gobernador pide se saque del esta-do al doctor Pablo Gómez “porque es muy inquieto”. Sin embargo, el movimiento de la UGOCM conti-núa y en septiembre Arturo Gámiz dirige la toma de las oficinas del DAAC por un contingente de cam-pesinos y estudiantes. Presentan un pliego petitorio con demandas de repartición de tierras y libertad de presos políticos en Guerrero.

Todo el accionar de la UGOCM va logrando que el DAAC respon-da efectuando diversos repartos de tierras en varios municipios: 60 mil hectáreas en Madera; la afectación de cien mil hectáreas

del predio Santa Gertrudis, per-teneciente al Ejército Mexicano, 118 mil hectáreas más en diversas partes del estado; 18 mil en la Ex Hacienda de los Remedios.

Enero de 1964 parece una repe-tición intensificada de las movi-lizaciones de un año antes. La UGOCM despliega todo su poder en la que habrá de ser la última de sus grandes acciones de posesiona-miento de tierras. El día primero del año, cien ugocemistas invaden el predio Santa Anita, municipio de Janos, propiedad de Hilario Gabilondo. Responde el ejército enviando tropas de inmediato a la zona de Ascención y Nuevo Ca-sas Grandes. Álvaro Ríos y otros dirigentes de la UGOCM se pre-sentan a la Quinta Zona Militar a informar que el predio ha sido desalojado pero que, “de no resol-vérseles las demandas de reparto de los predios ganaderos, cuya inafectabilidad ha prescrito, conti-nuarán con las invasiones”.

El gobernador Giner y el jefe de la Quinta Zona publican un des-plegado declarando que quien in-tervenga en invasiones de predios será reprimido con todo el rigor de la ley y sin consideraciones de nin-guna especie. La amenaza se cum-ple puntualmente: son detenidos los campesinos invasores del pre-dio Las Playas y son consignados e internados en la Penitenciaría del Estado, acusados de despojo, los dirigentes del posesionamiento del predio La Morita o Santa Anita.

Se reportan luego cuatro nuevas invasiones de la UGOCM: Los Vi-llalobos y Terrenates, municipio de San Buenaventura; un predio agrí-cola en la región de Saucillo, y otro más en Delicias. La Procuraduría aprehende y consigna a los invaso-res. Ese mismo día se informa que las fuerzas federales han capturado a 20 dirigentes del movimiento de posesionarios, entre los que figuran Arturo Gámiz y algunas señoritas, estudiantes de la Normal, en los predios de Las Playas y Casa Colo-rada, en Madera. Otros normalistas y campesinos son detenidos en la Colonia Lázaro Cárdenas, tras de invadir los predios El Socorro y El Nido, propiedad de la señora Paula C. viuda de Muñiz.

Se publica una lista de los predios invadidos: La Nopalera, de 28 mil hectáreas en el municipio de Ma-dera, propiedad de Jorge Quijada; Las Playas, en el mismo municipio, propiedad de Amador Picazarri; también en Madera, el Lote nú-mero 9 del predio Casa Colorada, propiedad de Ezequiel y Omar Chávez y otro predio de Bosques de Chihuahua; Plan de Sabinos, propiedad de un estadounidense, en el municipio de Casas Grandes, y Terrenates, propiedad de Alfonso Terrazas en el municipio de San Buenaventura.

En febrero de 1964, un nutrido contingente de campesinos y es-tudiantes normalistas toman las oficinas del DAAC en Chihuahua. Son reprimidos, pero reaccionan y se enfrentan a la policía. Son dete-nidos dos maestros y cuatro estu-diantes normalistas. La presión por la liberación de éstos se deja sentir, como también la presión de la ini-ciativa privada y del PRI para que se reprima a estudiantes y campe-sinos. El gobierno de Giner se deja llevar por esta última y realiza va-rias aprehensiones de ugocemistas en los predios invadidos.

Esta represión, y la actitud colabo-racionista del PPS con el gobierno harán que el movimiento agrario se vaya transformando en uno de autodefensa campesina. En mayo de 1964, en un reporte de agentes de la Procuraduría General de la República, se empiezan a mencio-nar acciones como colocación de bombas en líneas de alta tensión en Temósachi y destrucción de un puente en Madera. Esta es la primera declaración oficial donde se vincula el movimiento campesi-no-estudiantil a las acciones de au-todefensa campesina en la región de Madera. Se empieza a mostrar aquí un nuevo giro en el desarrollo del movimiento: empiezan a perder importancia las acciones de tomas de tierras para ir dejando su lugar a las acciones políticas por la liber-tad de los detenidos, a la vez que empiezan a hacerse frecuentes las alusiones al accionar del grupo ar-mado de la sierra.

La manipulación política de la CNC y el PPS. Mucho van a con-tribuir a la radicalización y a la op-

ción por las armas de los dirigentes de la UGOCM la manipulación política de sus demandas agrarias, por un lado, y la traición del PPS –no puede llamarse de otra forma– a todo el movimiento ugocemista en Chihuahua.

Es gracias a las intensas y amplias movilizaciones de la UGOCM desde fines de los 50’s y hasta 1964 que se logra la cancelación de va-rios certificados de inafectabilidad ganadera y la repartición de varios latifundios entre los campesinos. Sin embargo, el gobierno hace la mayoría de los repartos teniendo como interlocutor y beneficiario a la CNC, buscando con ello restarle fuerza política a la UGOCM y des-alentar a sus integrantes.

Por otra parte, el gobierno manio-bra para dar un golpe definitivo a la UGOCM. Ésta se había siempre considerado el brazo agrario del Partido Popular Socialista, hecho que le daba cierta cobertura polí-tica. Sin embargo, la dirección del partido siempre se mantuvo distan-te de las luchas ugocemistas y de-masiado propensa a las negociacio-nes de cúpula con el gobierno

El día 29 de febrero se da un he-cho que habrá de resultar clave en la orientación del movimiento campesino de esos años: acuden a Chihuahua Rafael Estrada Vi-lla, secretario de organización del PPS, y Lázaro Rubio Félix, secretario de asuntos electorales. Se entrevistan con el gobernador Giner a quien le puntualizan que el PPS es ajeno a las invasiones y además las reprueba. Le ofrecen hablar con los campesinos para pedirles cordura. Meses antes, este partido se había sumado al apoyo a la candidatura de Gustavo Díaz Ordaz para la Presidencia de la República. La entrevista de la di-rección del PPS con el gobernador hace ya evidente la ruptura entre este partido y los militantes de la UGOCM en Chihuahua.

En este contexto y en esta coyun-tura, todo parece conducir a que al grupo de esforzados jóvenes maestros, estudiantes normalistas y líderes campesinos se les aísle y se les cierren todas las puertas para la lucha pacífica.

Solicitantes de tierra llegaron a Chihuahua; se hicieron manifestaciones diarias a lo largo de un mes, exigían el reparto agrario.

Lucha por la tierra. Manifestación campesina en la Plaza Hidalgo.

[...]

Es sangre joven la que está lavando todas las manchas y todas las infamias, es sangre joven la que está ahogando al imperialismo.

Pero los reaccionarios y los im-perialistas, no obstante su poder colosal y sus terroríficas bom-bas, jamás han logrado alterar para su provecho el curso de la historia, pues ésta se rige por leyes objetivas contra las cuales son impotentes sus caprichos y sus bombas.

Una de las causas de la revolu-ción de Independencia fue la influencia de la Revolución Fran-cesa. Desde entonces ningún acontecimiento había influido tanto en los pueblos de Amé-rica como la Revolución Cuba-na, nada había causado tanto impacto en la conciencia de los pueblos como la Revolución Cubana.

En la mayoría de las socieda-des de alumnos, con excepción posiblemente nada más de las normales rurales, proliferan los pequeños grupitos que viven en constante batalla campal, en verdadera guerra de guerrillas contra las organizaciones estu-diantiles amplias, incapaces de unificarse y organizarse. Hay en esas sociedades de alumnos un afán notorio por trasplantar el estilo y los métodos del PRI a sus elecciones, casi no sesionan ni hacen asambleas o congre-sos, y cuando se efectúan, las autoridades educativas, valién-dose de sus agentes, los torpe-dean. A grandes rasgos en eso consiste la crisis.

No alimentar ya ninguna ilusión en la burguesía porque es la fuente de muchos descalabros, no esperen sufrir todos en car-ne propia lo que ya saben que la burguesía es muy capaz de hacer, prever todo en cada ac-ción, tomar las medidas de pre-vención más acertadas y pasar a la ofensiva.

[...]

La influencia de la Revolución Cubana es un hecho por más que tratan de minimizarlo. Esa influencia es particularmente grande entre los estudiantes.

[...]

Tomar prevenciones, calcular bien las fuerzas propias y las del enemigo, no caer en el aventu-rerismo pero tampoco asustar-se, abandonar el puesto y correr. Esto es lo que se debe hacer; por encima de nuestra beca, de nuestro trabajo y aun de nuestra familia, están los intereses sa-grados del proletariado.

Fuente: Ediciones Línea Revolucionaria. Chi-huahua, México, 1965. www.madera1965.com.mx

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LA GUERRA FRÍA EN MÉXICO Y MÉXICO EN LA GUERRA FRÍALorenzo Meyer

Punto de partida. Entre 1946 y 1989 la llamada Guerra Fría fue, a querer que no, el gran marco en

que se desarrolló el proceso políti-co mexicano desde la presidencia de Miguel Alemán hasta la caída del Muro de Berlín. Y es en este marco que se debe situar el signi-ficado de la confrontación entre el régimen autoritario mexicano y sus adversarios de la izquierda revolucionaria en las décadas de 1960 y 1970.

A partir de 1989 el conflicto entre izquierda y derecha en México continuó, pero en un marco in-ternacional diferente al anterior y justamente por eso hubo cam-bios en la forma que asumió la confrontación.

El contexto. Cuando en 1945 George Orwell publicó una de las obras que se convertirían en clásicas de la literatura política del siglo XX –Rebelión en la granja-, el escritor británico también publicó un artículo donde sostuvo que con la aparición de la bomba atómica las condiciones en que se desarro-llarían las relaciones entre las po-tencias mundiales serían distintas a las del pasado.

En ese texto, “You and the atomic bomb” (The Tribune, Londres, 19 de octubre, 1945), Orwell supuso que en poco tiempo la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) tendría su propia arma atómica y que a partir de ese mo-mento ya no sería racional una guerra abierta entre las grandes potencias vencedoras de El Eje, pero en su lugar aparecerían “dos

o tres estados monstruosos” que concentrarían el poder mundial y que el resto de Estados serían sus subordinados políticos ,y la huma-nidad viviría una “una paz que no será paz”, es decir, una Guerra Fría. Como en otras cosas, Orwell, un socialista antiautoritario, resul-tó ser un auténtico visionario.

Tres lustros más tarde, en Méxi-co, era común encontrar el lema “cristianismo si, comunismo no” en pequeños engomados fijados en las puertas o ventanas de casas de diversas clases sociales. Detrás de esa identidad entre religión y política, estaban los esfuerzos del Secretariado Social Mexicano y de la Conferencia de Organizacio-nes Nacionales, dos instituciones mediante las cuales la jerarquía católica mexicana se empeñaba en movilizar políticamente a los ciudadanos de un país católico en su mayoría para neutralizar cual-quier esfuerzo de las corrientes de izquierda, que eran caracterizadas como instrumentos de un movi-miento internacional comunista –una fuerza atea, enemiga de la propiedad privada y de la identidad nacional-, cuyo centro era Moscú y que tenían como objetivo último implantar por medios aviesos ese sistema en México y en el mundo.

Matrioshkas. Como en las mu-ñecas rusas, el esfuerzo antico-munista de la jerarquía católica mexicana era apenas una de las numerosas manifestaciones den-tro de un empeño mucho mayor, en el que participaban lo mismo los aparatos de seguridad y de pro-paganda de los gobiernos federal y estatales, que el partido de Estado

–el Revolucionario Institucional, PRI-, otros partidos menores de derecha, las embajadas y aparatos de inteligencia extranjeros, organi-zaciones empresariales, sindicatos, universidades, grupos estudian-tiles, medios masivos de infor-mación o personajes del mundo intelectual. A su vez, esa campaña mayor estaba inmersa en un pro-ceso mucho mayor, global, pro-tagonizado por los “dos Estados monstruosos” que Orwell había vaticinado. Cada país era el esce-nario local de una pugna mundial de carácter político, ideológico, económico, militar y cultural en-tre las superpotencias nucleares de la época: Estados Unidos y la Unión Soviética. Ese antagonismo sólo desapareció con la caída del Muro de Berlín en 1989 y la diso-lución de la Unión Soviética dos

años más tarde. Sin embargo, los rescoldos y secuelas de esa lucha de 46 años aún se dejan ver y sentir en el México actual.

Cuando Estados Unidos empren-dió su lucha global contra el co-munismo en la segunda mitad de los años 1940, México simple-mente no pudo optar por quedar al margen como había ocurrido du-rante la Primera Guerra Mundial; a lo más que se aspiraba al asumir Miguel Alemán la Presidencia en 1946 era a negociar su papel como lo había hecho durante Segunda Guerra Mundial, en donde actuó como un aliado de Washington por una mezcla de necesidad y de convicción.

La nueva y peculiar tercera guerra mundial. Definición y naturaleza. Las definiciones de la Guerra Fría no escasean. Una escueta es la del historiador inglés Eric Hobsbawm: “el enfrenta-miento constante entre Estados Unidos y la URSS, potencias ven-cedoras de la Segunda Guerra Mundial”. Otra más extensa, de Ann Lane, es la que la caracteriza como “un estado de tensión, hos-tilidad, competencia y conflicto que caracterizó las relaciones de Occidente con la Unión Soviéti-ca y especialmente las relaciones estadounidense-soviéticas duran-te la mayor parte de la [segunda] post guerra [...] como consecuen-cia de un equilibrio de fuerzas entre las potencias occidentales y la Unión Soviética después de que su alianza contra el enemigo co-mún, El Eje, se disolvió al final de la guerra en medio de sospechas mutuas y conflicto de intereses [esto desembocó] en un esfuerzo concertado entre Estados Unidos y la Unión Soviética para

"MEMORÁNDUM" DEL GOBERNADOR PRÁXEDES GINER DURÁN, OBTENIDO POR LA DIRECCIÓN GENERAL DE SEGURIDAD, FECHADO EL 22 DE MARZO DE 1966.

Estoy convencido que el Gobierno Federal no me va a ayudar a hacer ninguna obra, me ha dejado solo y así estaré hasta que termine mi gobierno. También estoy convencido que no me van a quitar; me dejarán que ter-mine “mi tiempo” de gober-nador, por dos razones:

Una. Soy el único general, de los que pelearon en la Revo-lución, que es gobernador de un estado [...]

“Dos. El comunismo es un problema en México. Los comunistas se están en-frentando todos los días al Gobierno Federal. Yo soy el gobernador “más anticomu-nista” de toda la República [...] Soy amigo personal de los gobernadores de Texas y de Nuevo México [...] Soy gobernador de un estado fronterizo y en los Estados Unidos ya saben que con-migo tienen una garantía de que mientras yo sea go-bernador, el comunismo no avanzará en Chihuahua.

Tres. He tenido muchos pro-blemas con los comunistas. Mientras haya problemas el Gobierno Federal no me tocará [...] mi defensa y con-servación en el poder, está en los comunistas. Mientras que ellos me ataquen, el Gobierno Federal me sos-tendrá. Por eso mismo, me conviene que haya proble-mas [...] ¡algunos hasta he debido crearlos yo mismo! Acuérdense que yo cerré las Normales de cuatro ciudades y hubo problemas durante tres meses [...] Acuérdense que yo cerré los internados de la Normal y de la Escuela de Artes y también hubo problemas. He cesado al Prof. Rosales de Aldama y este problema durará algún tiempo. Acuér-dense que yo demoré casi tres meses la solución del problema de los maestros sin plaza [...] Cuando no haya problemas, tendremos que crearlos nosotros mis-mos [...]”

Fuente: Alberto Guillermo López Limón. Tesis profesio-nal para obtener el título de doctor en ciencias políticas y sociales. Historia de las organizaciones político-mili-tares de izquierda en México (1960-1980). Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

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Miguel Alemán y Harry S. Truman en Washington, D. C., 1947.

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lograr un modus vivendi de coexistencia pacífica”. Nótese que en ambas definiciones el acento esta puesto en la pugna Estados Unidos-URSS, pero sin mencio-nar al mundo “periférico” pese a que fue ahí donde se libró la ver-sión “caliente” de la Guerra Fría.

En el lado al que México quedó adherido en 1946 –el estadouni-dense-, la naturaleza del nuevo conflicto quedó resumida en el llamado “telegrama largo” que George Kennan envió a Washing-ton desde la embajada en Moscú en 1946 y que, en esencia, definía a la URSS como una dictadura brutal movida por un permanen-te sentido de inseguridad y que no aspiraba a coexistir con Occi-dente. Se trataba de un poder ex-pansionista “refractario a la lógica de la razón [...] pero altamente sensible a la lógica de la fuerza”, es decir, era realista en su política internacional y, por tanto, Estados Unidos debía diseñar una política de contención en cualquier lugar donde los soviéticos pretendieran extender su influencia. Esa con-tención sistemática terminaría por obligar a Moscú a cooperar con su oponente y, con el tiempo, podría incluso desembocar en la desinte-gración del mismo sistema soviéti-co. Los postulados de Kennan se convirtieron en la base de la políti-ca estadounidense posterior.

Desde el lado soviético, en sep-tiembre de ese 1946, Nicolai Novikov, embajador de la URSS en Washington, también envió a Moscú otro largo telegrama donde subrayaba el carácter imperialista y expansionista de Estados Unidos como resultado de la muerte del presidente Franklin D. Roosevelt y el ascenso de las fuerzas más reac-cionarias con la presidencia de Ha-rry Truman, En esas condiciones, el objetivo último de Washington era la “supremacía mundial” y pre-paraba ya al ejército y a la opinión pública para una futura guerra, incluso atómica, contra la URSS.

El revisionismo histórico ha termi-nado por plantear la pregunta en torno a la inevitabilidad del con-flicto ideológico y de intereses que marcó al sistema mundial de la se-gunda mitad del siglo XX. Una res-puesta es que las interpretaciones que hicieron Kennan o Novikov distorsionaron la realidad y reforza-ron la opinión y los prejuicios de los dirigentes de sus respectivos países y reafirmaron sus visiones del mun-do. Sin embargo, la URSS de Sta-lin ni podía -el costo que le implicó la Segunda Guerra fue enorme- ni quería expandir su sistema socia-lista a nivel global, sino sólo dar forma a un cinturón de seguridad efectivo en Europa oriental que le protegiera de otra agresión como la de 1941 y que terminó pagado con 26 a 27 millones de muertos.

En Estados Unidos, Roosevelt tomó decisiones que, de haberse

mantenido, hubieran podido con-ducir a un acomodo con las ne-cesidades de seguridad soviéticas, pero su muerte en abril de 1945 puso inesperadamente al mando de ese país a un vicepresidente y a un grupo político con una visión muy anticomunista y apoyada por los británicos.

El temor y la desconfianza mutuos se transformaron en un círculo vi-cioso que, pese a permitir momen-tos de deshielo, sólo se rompió, y no del todo, con la desaparición de la URSS.

Un México autoritario en el blo-que de la democracia. Vista des-de México y en el segundo dece-nio del siglo XXI, la Guerra Fría se puede analizar por los efectos que tuvo en la relación bilateral con el poder hegemónico de la zona –Estados Unidos- y, sobre todo, en el proceso político inter-

no. El sistema autoritario mexica-no de la época sirvió y se sirvió de la agenda anticomunista del gobierno de Washington y la re-lación entre los gobierno a ambas orillas del Río Bravo tuvo un ca-rácter funcional para las agendas los dos gobiernos.

El examen de cómo, cuándo, por qué y con qué resultados la diri-gencia política mexicana –y la éli-te del poder en general- jugó sus cartas de la Guerra Fría frente a Estados Unidos y cuándo y hasta qué punto se plegó a las deman-das de Washington, hace que el enfoque que liga el examen de los procesos internos de la época con las posiciones y acciones esta-dounidenses en su lucha contra el bloque soviético provea una buena parte de la explicación del proce-so político, económico, social y cultural de México en la segunda mitad del siglo XX.

Por su localización geográfica y su debilidad relativa, México, a partir de su derrota en la guerra con Estados Unidos (1846-1848), quedó como parte de un subsiste-ma internacional que surgió en la América del Norte con Washing-ton como centro, al punto que fue en Estados Unidos donde México encontró desde muy temprano el límite efectivo a su soberanía.

Tras su victoria sobre España en 1898 y, sobre todo, a raíz de su par-ticipación en la Gran Guerra Euro-pea de 1914-1918, Estados Unidos adquirió el carácter definitivo de gran potencia. La subordinación que de tiempo atrás Washington venía exigiendo a cualquier otro posible actor internacional con in-tereses en México –especialmente a Inglaterra, Francia y Alemania- se hizo realidad. Cuando estalló la Guerra Fría, México simplemente ya no tuvo otra opción que acomo-dar sus prioridades a las de la agen-da del gobierno de Washington pero sin dejar de buscar espacios de libertad de maniobra, lo que dio lugar a diferencias e incluso desacuerdos, por ejemplo, en la relación con la Revolución Cuba-na en la década de 1960, pero ya ninguno de ellos tan fuerte como los que tuvieron lugar durante los años de la Revolución Mexicana. El costo de este acomodo corrió generalmente a cuenta de las iz-quierdas mexicanas. Su represión siempre fue bien recibida y justifi-cada por Washington.

Entre el ‘mundo libre’ y el auto-ritarismo mexicano, una relación de conveniencia. El notable con-trol que el régimen mexicano logró tener sobre los procesos internos del país entre 1945 y el final de la Guerra Fría fue la principal carta en su juego con Estados Unidos, un juego que le permitió mantener una cierta autonomía en su política interna e internacional a cambio de controlar a las fuerzas de izquier-da y garantizar a los gobiernos de Washington que su gran frontera sur no serían motivo de inquietud para su proyecto internacional ni para su seguridad nacional.

Para 1946 la Revolución Mexicana había terminado por construir un nuevo autoritarismo, más complejo e institucionalizado que el de Por-firio Díaz. En el nuevo sistema el poder no estaba en manos de un dictador, sino en una presidencia renovable cada seis años, apoyada por un ejército sometido al control civil; un partido de Estado que, a su vez, tenía una amplia base social encuadrada en estructuras corpo-rativas -obreros, campesinos, bu-rócratas, clases medias-; un sector empresarial también corporativiza-do; medios de difusión controlados, y elecciones regulares pero que simplemente servían para ratificar decisiones previamente tomadas dentro de la cúpula de un sistema que mantuvo ese mecanismo du-rante 71 años consecutivos. Por otro lado, la Revolución Mexicana más los efectos de las dos guerras mun-diales, terminaron por minar la po-sición del capital europeo y aumen-tar la dependencia mexicana del capital y mercado estadounidenses.

El sistema políti co mexicano de la post revolución tuvo una forma democrática pero un contenido netamente autoritario. Sin embar-go, y pese a que el corazón ideo-lógico de la Guerra Fría desde la posición de Occidente era la lucha por defender y extender la demo-cracia política, ese no fue el caso con México y muchos otros países. El Washington oficial siempre aceptó al régimen mexicano como democrático, lo legitimó como tal y, por tanto, contribuyó a mante-ner el México antidemocrático.

Es en este gran contexto interna-cional donde la Guerra Fría justifi-có y legitimó al autoritarismo mexi-cano –uno de los más efectivos del siglo XX-, donde tuvieron lugar los hechos de Ciudad Madera, el 68 y toda la acción contrainsurgente de la década de 1970 o el fraude elec-toral de 1988. El mundo occidental justificó el autoritarismo mexicano pero, curiosamente, su adversario, el mundo socialista, no denunció la represión que el régimen mexi-cano desarrolló contra sus adver-sarios, que básicamente fueron de izquierda. Finalmente, el relativo silencio del campo socialista sobre los efectos de la lucha contrain-surgente del gobierno mexicano también se explica en buena parte como resultado de las complejida-des de la Guerra Fría: el nacionalis-mo mexicano de la época y su pe-queño margen de independencia frente a Estados Unidos resultaron ser factores que al lado socialista le interesaba preservar y fomentar incluso a costa de los intereses de la izquierda mexicana. Un ejemplo de la coincidencia de intereses en-tre el autoritarismo mexicano y el bloque socialista es la presencia de Fidel Castro en la toma de pose-sión como presidente de Carlos Sa-linas en 1988 y la aceptación tácita del fraude contra la insurgencia electoral encabezada entonces por Cuauhtémoc Cárdenas.

Conferencia de Yalta, Crimea. Churchill, Roosevelt y Stalin

Caida del Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989.

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DE QUÉ ESTÁ HECHO UN GENERAL DE DIVISIÓN:

LÁZARO CÁRDENAS EN EL LABERINTO DE MADERA*Verónica Oikión Solano El Colegio de Michoacán

Como gran maestro de la política que fue el general Lázaro Cárde-nas, no hay ninguna

anotación en sus Apuntes, o la su-primió él mismo, que corresponda al día o días siguientes del Asalto al Cuartel Madera. La primera referencia directa sobre los aconte-cimientos se encuentra en sus ano-taciones del día 5 de abril de 1966, lo que puede darnos una idea de que Cárdenas reflexionó larga-mente sobre los sucesos. Nos dice:

Saludé a las 19 horas al señor presidente Gustavo Díaz Or-daz en su despacho de Los Pi-nos […]. Hablé con él del caso de Chihuahua, ofreciéndole mi participación en estudiar el problema rural que se presen-ta en aquel Estado y aceptó agradeciendo mi ofrecimiento. Que ya daría instrucciones de que se formule una relación de las resoluciones que se han dictado en materia agraria. Que después de los aconte-cimientos registrados en Ma-dera, Chihuahua, en que un grupo de civiles atacó al des-tacamento militar, ha seguido sintiéndose agitación. Que el gobierno, manifestó, buscar la mejor forma de darle una justa solución. Le pregunté que si para el mes de mayo próximo sería aún oportuno un recorrido por aquella zona y asintió, diciendo “a usted lo escucharán y yo podré cono-cer la realidad de la inconfor-midad”. “Sé, dijo, quiénes los agitan desde aquí; pero debe haber campo propicio para que encuentre eco la agita-ción y sí deseo los detalles de las tierras que piden y las que es posible entregarles, sin perjudicar a otros campesinos que las estén trabajando”.

Por su parte, el general Cárdenas estaba muy concentrado en ese pe-riodo en llevar adelante su proyec-to para edificar un gran complejo siderúrgico en la costa michoacana con una visión nacionalista, pero estaba navegando a contracorrien-te en aguas políticas tumultuosas para conseguir su objetivo. Y creo que parte de la explicación de por qué el general Cárdenas ofreció a Díaz Ordaz tomar el pulso a los acontecimientos de Madera, fue llevar a cabo una estrategia para hacer presente su agencia en el ca-mino tortuoso para echar a andar la planta siderúrgica y a la vez sen-sibilizar al presidente en turno –ya lo había intentado en primera ins-tancia con López Mateos- sobre la necesidad de que el Estado mexi-cano se asumiera como el actor de primera línea en la integración de la industria acerera mexicana.

El general Marcelino García Ba-rragán, secretario de la Defensa Nacional, fue el conducto utili-zado por Díaz Ordaz para reite-rarle a Cárdenas su visto bueno para que visitara la zona. Cárde-nas apuntó el 3 de junio que en Chihuahua

se han registrado ataques a la guarnición, incendiando puentes del ferrocarril y re-gión en la que expediciona-ron contingentes del Ejército. Según informaciones ha ha-bido inquietudes de carácter agrario, pendientes de resol-ver y en donde han encontra-do causa que agitar elementos radicales.

Por su parte, García Barragán le informó a Cárdenas que: “a raíz del ataque al destacamento del pueblo de Madera y al ser muer-tos unos de los atacantes y otros, refugiados en la montaña, se les buscó y se dispersaron”, y que por tanto, “la región está calmada y […] no existen partidas alzadas”. A su vez, el general Cárdenas le comunicó a García Barragán que durante su viaje a Madera quería que el ejército retirara “determi-nados destacamentos, en virtud de que estimo conveniente visitar la región, hablar con los vecinos y los campesinos, sin acompañamiento de fuerza. Los hechos –reiteró- surgieron de reclamos de tierra que dieron lugar a que se agitara, tomándolos como bandera”.

El viaje se inició el día 21. Al día siguiente se trasladaron a la ciudad de Chihuahua, y hasta el día 24: “Nos encontramos hoy ya en esta ciudad Madera del Estado de Chi-huahua”. El general Cárdenas la describe así:

Madera fue bien trazada en sus calles. Su aspecto es atrac-tivo. Los bosques que la ro-dean, a pesar de estar ya muy talados, le dan belleza al con-junto. Ojalá y el vecindario sepa conservar su arbolado.

Entre el 25 y el 29 de junio, Cárdenas y sus acompañantes hicieron varios recorridos por la sierra, y arribaron a la Mesa del Huracán, núcleo de la explotación maderera Bosques de Chihuahua, que funcionaba por me-dio de contratistas. Pero a los trabaja-dores utilizados en el corte del arbo-lado por éstos llamados contratistas

no les dan las prestaciones que fija la ley. Así la empresa a través de capataces, rehúye sus obligaciones y se enrique-ce con el trabajo del campe-sino que no tiene otra fuente de trabajo en estas serranías. La comunidad de Moctezu-

ma tiene presentada solicitud de dotación hace varios años. Afectan terrenos de “Bosques de Chihuahua”, que disfruta de privilegios indebidos.

Hay que comentar aquí que el aparato de seguridad del Estado, por medio de la Secretaría de Go-bernación, interceptó una carta enviada por Cuauhtémoc Cárde-nas a su madre, Amalia Solórzano, desde Madera el día 28 de junio. La carta se encuentra en el acervo de la Dirección General de Inves-tigaciones Políticas y Sociales en el Archivo General de la Nación. La misiva es reveladora por los si-lencios y por lo que no cuenta o en lo que no se explaya el propio general Cárdenas. Cuauhtémoc le narra a su madre:

Aquí [a Madera] llegamos desde el viernes. Al principio notamos [a] la gente un poco reservada, poco a poco se fue-ron acercando y cada día co-noce uno más cosas. Hemos estado saliendo a la sierra, recorridos de unas 6 horas y me parece que eso ha creado condiciones para que tengan confianza las gentes. Es que en el último año todo el que llega es Agente de alguna policía y viene en plan de agresión. Después de hablar con mucha gente y de oír las causas del ataque a Madera el 23 de Septiembre del año pasado, y de ir también sobre la región, puede concluirse que todo no es sino defensa de los campesinos contra las

agresiones que sufren desde tiempos atrás, de ganade-ros, latifundistas apoyados y alentados por el Gobernador del Estado y agravada toda la situación por la presencia aquí de Bosques de Chihua-hua, empresa que vende la madera a las industrias de celulosa y otras, propiedad de [Miguel] Alemán, [Car-los] Trouyet, Nacional Fi-nanciera, empresa que actúa como un mal cacique en la zona, cometiendo muchas torpezas y agrediendo a los campesinos, antiguos habi-tantes de la sierra. Papy […] recibe aquí toda la informa-ción que le falta y trabaja aquí, pues lo hace con más tranquilidad que la que pu-diera tener en Chihuahua por ejemplo. Calculo aquí unos dos días más. A Méxi-co no creo lleguemos antes del fin de semana. (Carta de Cuauhtémoc Cárdenas a su madre, Amalia Solórzano de Cárdenas, Ciudad Madera, Chihuahua, 28 de junio de 1966, en Archivo General de la Nación, Fondo Dirección General de Investigaciones Políticas y Sociales, caja 3018-C, exp. s/n.)

Como se puede observar, Cárde-nas, padre e hijo, comprendían que del problema agrario se des-prendían otros numerosos ultrajes. Al hacer el recuento de la tragedia y de los agravios, el general Cárde-nas se preguntó y se contestó a sí mismo lo siguiente:

¿Qué empresa maderera ha de-jado huella benéfica en las zo-nas boscosas que ha explotado? ¿Quién se acuerda de reclamar responsabilidades de talas in-moderadas, adeudos, falta de cumplimiento de construcción de obras, como vías férreas, ca-minos, hospitales, fábricas de productos madereros que ofre-cieron cubrir empresas que ex-plotaron montes hace cincuen-ta años? ¿Tienen esperanza los afectados de que alguna vez las cumplan? Ninguna. En cam-bio, la existencia del Estado es permanente y si al explotar los bosques de las comunidades no les entrega las utilidades que les corresponden, queda el recurso a las propias comuni-dades de pedir al Estado obras que les beneficien. Pero los particulares explotadores de la riqueza forestal no devolverán la parte que indebidamente se han llevado.

Y aceptaba que: “el malestar en la zona de Madera es mayor. Se han registrado actos violentos que nacieron de la lucha por la tierra”. Además, por las pesquisas reali-zadas, Cárdenas tenía informa-ción de que: “Después del asalto al cuartel de C. Madera el 23 de septiembre de 1965, no se han vis-to en la sierra ni en las planicies ‘Guerrillas’”.

Por otro lado, llama la atención que el general Cárdenas sólo ano-tara una breve referencia a los alzados de Madera. Su actuación como puente generacional tuvo sus límites al no manifestar inte-rés directo sobre quienes integra-ban el foco guerrillero y cuál era su proyecto de revolución socialis-ta. Escuetamente consignó en sus Apuntes del día 30 de junio:

De los acontecimientos del 23 de septiembre en que fue ata-cado el destacamento federal en esta Ciudad de Madera, Chihuahua, murieron: Salo-món y Juan Antonio Gaytán, de la comunidad de Dolores, municipio de Madera, Chi-huahua, y Antonio Scobell Gaytán de aquí de Madera. Doctor y profesor Pablo Gó-mez, de Chihuahua. Profesor Arturo Gámiz, de Durango. Profesor… Martínez Valdivia. Profesor… Quiñones.

El contenido de las líneas redac-tadas en sus Apuntes es escueto y hasta cierto punto decepcionante por el carácter relevante que el propio Cárdenas le había dado a la trama de Madera. Leemos:

A las 19 horas saludé en su despacho de Los Pinos

En 1966 el general Lázaro Cárdenas hizo un viaje a la zona de Ciudad Madera con el objeto de conocer las condiciones en las que se había gestado el ataque guerrillero de un año antes. En ese viaje lo acompañaron entre otros su hijo Cuahutémoc y el antropólogo Leonel Durán. Este último hizo un registro fotográfico del viaje.

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al C. presidente Gustavo Díaz Ordaz. Le platiqué de mi recorrido por el Estado de Chihuahua, de los pro-blemas rurales de la Sierra del Noroeste, Madera, La Cebadilla, Mesa del Hura-cán, “Bosques y Celulosa de Chihuahua”. Escuchó con interés y manifestó les pondrá atención. Me reiteró su reconocimiento por este recorrido.

Comentarios finales. La proble-mática de Madera aquí planteada comprende varias aristas. Tiene tras de sí la relación entablada por Cárdenas con Díaz Ordaz, que se situó en un plano institu-cional, y si cabe hasta de recono-cimiento moral y político de par-te del presidente hacia Cárdenas, dándole un trato preferencial. Es posible que también Díaz Ordaz quisiese sondear al michoacano en el marco de su comienzo se-xenal y utilizar su imagen públi-ca para aparentar querer resolver los agravios de fondo. Recuérdese que todavía México no desembo-caba en la tragedia de 1968. En abril de 1966 tenemos a un Díaz Ordaz atento y obsequioso a los deseos del general Cárdenas “en colaborar” en el estudio del pro-blema rural de Madera. Ello, a diferencia de la relación de Cár-denas con Adolfo López Mateos, deteriorada al paso de su sexenio por el caso de los ferrocarrileros presos, y por la insolente repul-sión anticomunista de López Ma-teos hacia el activismo de Lázaro

Cárdenas al frente del Movimien-to de Liberación Nacional.

Por su parte, el general Cárdenas midió cada paso institucional que daría en el marco de esta “colaboración” ofrecida a Díaz Ordaz. La presencia de Cárdenas en Madera tuvo mucho de preo-cupación personal centrada en el problema agrario, pero también de estrategia y visibilidad política con miras a la concreción de su proyecto estratégico siderúrgico. Puede entenderse, asimismo, que Cárdenas utilizó su propia presen-cia en Chihuahua como un factor sorpresa para los distintos actores

involucrados, sobre todo segura-mente resultó incómodo y mo-lesto para el gobernador Práxedes Giner Durán y sus agentes, quie-nes formaron parte destacada de la red de victimarios de los atacan-tes del Cuartel Madera. No des-carto tampoco la genialidad del general michoacano para traducir su agencia y su carga moral y polí-tica a manera de cuña que de tan-to en tanto penetraba de manera perturbadora en los entresijos del sistema autoritario. Recordemos el dicho: “para que la cuña apriete tiene que ser del mismo palo”… o, en este caso, más precisamente de la misma madera.

A 50 años del Asalto al Cuartel Madera, podríamos decir que el general Cárdenas encontró cla-ves relevantes para adentrarse en el laberinto del Cuartel Madera. Pero quienes sacrificaron su vida por el ideal revolucionario, hasta el día de hoy esperan la dignifica-ción de su memoria con un grito desesperado: “¡Patria o Muerte! ¡Venceremos!”.

*Las citas de Lázaro Cárdenas, fueron tomadas de Obras. I-Apuntes 1957-1966, México, Dirección General de Publicaciones de la UNAM, 1973, Nueva Biblioteca Mexicana, 33, tomo III, pp. 537, 538, 561, 562, 563, 566, 567, 569, 571, 573, 574, 575 y 577. Cursivas de la autora.

50 AÑOS DEL ASALTO AL CUARTEL MADERAMarco Rascón

Mi generación fue precoz po-líticamente, por una razón particular: En 1965 la Univer-sidad de Chihuahua alberga-

ba en su campus a la Escuela Preparatoria y la Secundaria, por tanto, a los 12 años ¡ya éramos universitarios!

El día 23 de septiembre de 1965, recién in-gresado a la secundaria vimos pasar sobre nosotros pesados aviones militares que vola-ban en dirección a la sierra. A las pocas ho-ras, empezó a esparcirse la noticia: un grupo armado había atacado el cuartel militar de Ciudad Madera y había muchos muertos.

Por ello, a las pocas horas de esparcirse la noticia de las Extras ¡donde se veían foto-grafías de los cadáveres y las armas de los asaltantes del cuartel y al gobernador Giner Durán declarar: “Querían tierra. Denles hasta que se harten”!, la conmoción fue ge-neral y nadie escapaba a las conjeturas y el asombro, pues hasta el cura de Madera se negó a oficiar los sacramentos para los gue-rrilleros muertos.

¿De dónde venían? ¿Quiénes eran? ¿Cuáles eran sus motivos? ¿Qué pasaría? ¿Nos in-vadirían los comunistas? ¿Qué significaba la palabra “guerrillero”? ¿Quiénes eran los guerrilleros?

El shock en la Prepa y la Universidad vino cuando empezó a f luir la información y se conocía que los guerrilleros eran estu-diantes y maestros ejemplares no sólo de la vecina Escuela Normal a unos metros de nuestra escuela, sino que además eran maestros de la Normal Rural de Salaices, dirigentes sociales y agraristas contra los grandes latifundios.

En esos días, escuchamos por primera vez los nombres de Arturo Gámiz García, profe-sor rural y principal dirigente de la guerrilla; Pablo Gómez Ramírez, médico y profesor de la Escuela Normal Rural “Ricardo Flo-res Magón”, de Saucillo, Chihuahua; Emi-lio Gámiz García, estudiante y hermano de Arturo; Antonio Scobell, campesino; Óscar Sandoval Salinas, estudiante de la Escuela Normal del estado; Miguel Quiñones Pe-droza, profesor rural y egresado de la Es-cuela Normal Rural “Abraham González”, de Salaices, Chihuahua; Rafael Martínez Valdivia, profesor rural, y Salomón Gaytán, campesino de Dolores, Madera.

A partir de ese momento, la política y la necesidad de una nueva revolución se nos metió hasta los huesos.

En Chihuahua, ya nada fue lo mismo. Em-pezó el despliegue de luchas en la universi-

dad; la integración de la Escuela Hermanos Escobar de Ciudad Juárez; las huelgas de trabajadores de Triplay de Parral, de la Pep-sicola y de Aceros de Chihuahua, y de los electricistas de la Tendencia Democrática y los maestros de las secciones octava y 42.

La universidad se convirtió en semillero de profesionistas progresistas, comunistas y liberales radicales. La ciudad se llenó de cafés literarios, exposiciones de pintores y el teatro floreció como nunca, pasando de los clásicos a lo crítico. Los conciertos de músi-ca contestataria empezaron a presentarse en el Paraninfo y la Prepa.

Entre 1965 y 1974, Chihuahua fue un la-boratorio de lucha armada, social y políti-ca. Por ello, la oligarquía del norte exigió el aplastamiento de aquella efervescencia revolucionaria.

En 1983 la oligarquía norteña cambió de partido y vino el giro hacia la derecha y el ascenso del PAN en el norte.

Desde entonces, entre PRI y PAN han buscado acabar con la memoria de Madera 1965 y de las luchas sociales y democráticas hasta 1983.

A 50 años, recordar a los caídos en Madera, es renovar la siembra por un México mejor

Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Campaña Nacional Sin maíz no hay país. Fecha, lugar y hora: 29 de septiembre de 2015. México, D.F. Informes: www.sinmaiznohaypais.org

Evento: Día Nacional del Maíz. Organiza: Varias or-ganizaciones. Fechas, lugar y hora: 29 de septiembre de 2015. Zócalo, Cuernavaca, Morelos. 11:00 horas. In-formes: www.sinmaiznoha-ypais.org

Evento: Reunión Nacional Conocimiento y Aprove-chamiento de la Diversidad del Maíz Nativo. Organiza: Sociedad Mexicana de Fi-togenética, AC. Universidad Autónoma Chapingo y el Colegio de Postgraduados. Fecha, lugar: Del 11 al 13 de noviembre de 2015. De-partamento de Fitotecnía, UACH. Información: [email protected] / [email protected] / [email protected]

Libro: ¡La tierra no se vende! Las tierras y los territorios de los pueblos indígenas en México. De: Francisco López Bárcenas

Libro: Madera rebelde. Mo-vimiento agrario y guerrilla (1959-1965). Autor: Jesús Vargas Valdés. Ediciones Nueva Vizcaya. Se presen-tará en la Feria del Libro del Zócalo el día 13 de octubre.

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Cárdenas dialogando con campesinos en Ciudad Madera.

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EL PARACAIDISMO EN CHIHUAHUAPablo Gómez Ramírez Muerto en el asalto al Cuartel Madera; texto escrito en febrero de 1963

No es el campesino quien invade la tierra que le dio la Revolución, sino el latifundista

que otra vez se apoderó de ella, frustrando así la aplicación de la reforma agraria.

La situación impuesta al país has-ta antes de 1910, por don Porfirio Díaz, sus científicos y sus guardias blancas para sostener un régimen

caduco creador de una gran diferencia so-cioeconómica, es causa fundamental de to-das las grandes conmociones sociales en la historia de la humanidad; en nuestro pueblo humilde hizo posible la Revolución Mexica-na encabezada por Francisco I. Madero e in-terpretada fielmente en el norte por Francis-co Villa y en las sierras del sur por Emiliano Zapata, quienes dieron fuerza y contenido a la misma, principalmente este último al pro-clamar: TIERRA Y LIBERTAD y QUE LA TIERRA SEA DE QUIEN LA TRABAJA.

El éxito arrollador de estos caudillos que despertaron al pueblo fue la promesa hecha a todos y a cada uno de ellos en el sentido de que poseerían un pedazo de tierra una vez derribado el régimen. Pero en su mayoría los hombres que lucharon con las armas en la mano por un pedazo de tierra no pudie-ron estar presentes en el banquete de repar-tición de la misma, y fueron los cobardes de siempre, los que permanecieron escondidos en las ciudades de los Estados Unidos del norte, los que vinieron a recoger el fruto de la Revolución. Después de esto, el anhelo

de los campesinos de tener un pedazo de tierra fue plasmado en forma humanística en el artículo 27 de nuestra Constitución y en el código agrario que de ése deriva, pero ha sido archivado por las autoridades que debían ser las encargadas de cumplir con este mandato constitucional. Así ve-mos cómo en nuestro Estado, exceptuando el impulso que en forma tan amplia dio el General Cárdenas a la Reforma Agraria, a 23 años de aquello, ésta ha sido frenada e inclusive retrocedida, pasando el artículo 27 a constituirse en letra muerta dentro de nuestra Carta Magna.

Por otra parte, en nuestro estado, que desde el punto de vista geográfico carece de tierras aptas para la agricultura en forma extensiva por falta de cuencas hidrológicas, se ha ido agravando este problema por múltiples cau-sas, entre las que debemos citar: el haber se-cado el río Bravo nuestros “buenos vecinos”, destruyendo con ello la agricultura del valle de Juárez y toda la cuenca del mismo hasta llegar a Ojinaga; también, el gran acapara-miento que de la tierra han venido haciendo los usureros en todos los sistemas de riego del estado, en contubernio con las autoridades agrarias y de colonización, dándose el caso, para citar un ejemplo, que en el sistema de riego número 5 de Ciudad Delicias, una sola persona se ha adueñado de cerca de 40 lotes, desplazando con ello igual número de fami-lias que constituían una fuerza productiva-mente activa.

Agréguese a lo anterior al aumento de-mográfico del pueblo en los últimos 25 años. Si esto sucede en lo que se refiere a las tierras de agricultura, en los terrenos pastales y forestales la situación ha sido más aguda, pues están en manos de ban-queros, comerciantes, industriales y altos funcionarios de la administración pública, habiéndose adueñado de ellos haciendo uso de las formas más conocidas hasta la actualidad para originar el fraude, claro está, siempre en contubernio con las au-toridades agrarias, empleados de la Se-cretaría de Agricultura y Ganadería y, lo que es inconcebible, con la complicidad de los representantes de la Confederación

Nacional Campesina (CNC), y tiene que ser así, pues es la burguesía en el poder la que ha impuesto a estos empleados y re-presentantes dentro de la administración pública. Así podemos observar cómo un administrador de uno de los ranchos gana-deros más grandes del Estado ha escalado los puestos públicos más importantes, lle-gando a ser diputado federal y siendo en la actualidad digno (?) representante de los campesinos de la CNC.

[…] La gran miseria en que vive la inmensa mayoría de nuestro pueblo; […] la insultante diferencia económica entre los latifundistas de toda clase y nuestra gente humilde; […] la traición al campesinado de México por parte de autoridades agrarias y representantes. de la CNC. Todo esto ha empujado a nuestros campesinos a realizar LAS INVASIONES EN ALGUNOS DE LOS LATIFUNDIOS QUE EXISTEN, lo que la burguesía reac-cionaria denomina con el nombre de “para-caidistas”. Esto es lo que ha formado la firme determinación en los campesinos que no poseen ningún pedazo de tierraa afiliarse a la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), que en nuestro esta-do en forma tan valiente, honesta y activa ha dirigido el compañero y líder agrario Álvaro Ríos y de la cual es su dirigente nacional Ja-cinto López, única organización que defien-de, en forma verdadera, los intereses de los campesinos de México.

LA VIDA RURAL EN LA REGIÓN DE TEMÓSACHIC, MADERA Y DEL VIEJO MINERAL DE DOLORES*Arturo Gámiz Muerto en el asalto al Cuartel Madera; texto publicado en La Voz de Chihuahua, el 12 de mayo de 1963

El Mineral de Dolores es una población entre Ma-dera y el límite con Sonora. A principios del siglo tuvo

un auge económico formidable. Doscientos mineros trabajaban en las minas. Más de cien mulas lleva-ban cada mes el fruto de las entrañas de la tierra: oro y plata. El caserío se extendía de la cima de las montañas al fondo de los arroyos. Hoy resulta difícil creer todo eso. La mayor parte de las casas han sido devoradas por el monte y en época de lluvias hay unos 50 vecinos. Hace más de 20 años se paró el trabajo en las minas, las compañías extranjeras se llevaron toda la riqueza y dejaron sólo las rui-nas, montes talados y nostalgia. Pero la decadencia de toda esa inmensa región de Sonora a Temósachic, no sólo se debe a que se acabó el trabajo de las minas; hay otra causa impor-tante; se formó y enquistó un caci-cazgo, un imperio de asesinos.

Durante 20 años la sierra ha sido la tierra sin ley. Los Ibarra y los Vega, pandilla de sinvergüenzas, han sembrado el terror y la desola-ción, han llevado el luto a muchas familias, hundiendo en la miseria a otras, humillando e intranquili-zando a todos. Empezaron a apo-derarse de las tierras desde Sonora hasta Temósachic, por todos los medios fraudulentos imaginables. Cuando quieren un terreno sim-plemente lo toman y si el poseedor protesta y no desaloja el rancho, se lo queman con todas sus pertenen-

cias, le destruyen sus siembras y le matan o roban sus animales, y si el ofendido sigue protestando, lo hacen objeto de todo tipo de per-secuciones y violencias: lo matan o mandan matarlo. Por medios semejantes, han adquirido ganado.

Durante años se dedicaron a la fabri-cación clandestina de sotol. Explo-tan a sus peones y les roban el pago como en la época porfiriana. No hay espacio para relatar todas las fecho-rías de estos caciques. Los malos de las películas texanas se quedan cortos y chicos junto a los Vega y los Ibarra. Con el respaldo de la empresa Bos-ques de Chihuahua, han quemado algunos ranchos como el de Timo-teo Castellanos en el Salitre y el de los Olivas en Las Varas, dejando a las familias a la intemperie y sólo con las escasas pertenencias que lograron salvar de las llamas justo con su vida. Han matado gente en Agua Amari-lla, Carrizito, Dolores, Temósachic, en el camino real, etcétera, etcétera. Han fabricado delitos y calumnias para mandar a la cárcel a cuanto ciudadano honrado y pacífico les estorba. Han azotado a decenas, han robado mujeres. Todo impune-mente. Son amigos de Borunda y de muchos influyentazos. Compraban autoridades o las nombraban ellos. En Dolores sostuvieron durante 18 años al mismo presidente.

Esa ha sido una de las causas fun-damentales de la decadencia de la sierra. Donde hay intranquilidad,

donde no hay garantías, donde hay injusticia no puede haber progreso, pues la inseguridad en el porvenir mata la iniciativa creadora de los hombres. En esas condiciones no se le encuentra sentido y justificación al trabajo. ¿Para qué sembrar?, ¿para qué hacer casa?, ¿para qué arreglar caminos?, ¿para qué abrir magüe-chis?, ¿para qué poner huertas?, ¿para qué hacer presones, limpiar aguajes y otra obras si tal vez maña-na lleguen los pistoleros y nos que-men el rancho o nos destruyan las siembras o simplemente no echen de aquí?, ¿si tal vez mañana metan cerco para quitarnos los aguajes y las tierras que abrimos al cultivo?

Así razonan los campesinos con toda exactitud. Todavía no hace un año, por ejemplo, que a los cam-pesinos de Santa Rita, municipio de Temósachic, les quitaron las tie-rras con todo y siembras. Matar el ganado, quemar las huertas, cercar los aguajes y los pastizales, es prác-tica casi cotidiana de los caciques.

Pero no hay mal que dure cien años ni quien los aguante. La sierra vive hoy una nueva etapa que se caracte-riza por la lucha a muerte contra los cacicazgos que apadrina Bosques de Chihuahua. Esta lucha la encabeza desde hace tres años la UGOCM. Uno de sus triunfos iniciales fue que se desorganizó la compañía ga-nadero-asesinos Cuatro Amigos. En diciembre del año pasado se logró otro triunfo importante: en Dolores,

centro de operaciones y bastión de los caciques, el pueblo destituye al presidente que tenía 18 años en el poder y elige democráticamente a Salvador Gaytán, enemigo de los caciques y de la injusticia, y empie-za así una nueva etapa del progreso.

Se construye una escuela a la que asisten 65 niños y se la incorpora al sistema estatal; se arreglan la plaza, las calles, los caminos; se construyen canchas para basquet-bol y volibol; se hace una campaña de vacunación contra la viruela, la difteria, la tosferina y el tétano. Acaba de inaugurarse un puente de 40 metros de largo con altura de más de 30 metros, con bases de concreto y estructura metálica, con el cual está asegurada la comunica-

ción permanente –durante todo el año- y no sólo en los meses secos. Pronto se construirá un templo, la casa para el maestro, etcétera.

Vuelve a haber trabajo, educación, deporte, comunicaciones. El pue-blo se unifica y organiza, pierde el temor a los caciques y se dispone a luchar por su destino y por un mayor objetivo, que es el ejido. Se afecta-rán las ilegales propiedades de los caciques, quienes no se resignan ni duermen. Acostumbrados a que sus deseos eran órdenes y su palabra ley, hoy que no gozan de autoridad ni de impunidad, hoy que se les somete al orden, reaccionan violentamente. Pero conscientes de que no pueden actuar con la impunidad de antes, siguen un plan inteligente, para vol-ver por sus fueros y quitarse al nuevo presidente: azuzan a sus incondicio-nales para que lo provoquen. Porque no les permite fabricar licor clandes-tinamente, porque pide cooperación para las obras de beneficio colectivo, porque cobra las guías de ganado, porque exige el permiso correspon-diente para bailes y “gallos”, por cualquier motivo o sin él, los incon-dicionales de los caciques provocan al presidente; pero pase lo que pase, son éstos los responsables porque ellos azuzan y dirigen a los provoca-dores. La hora de los cacicazgos y de los latifundios ha sonado.

*Transcrito por José Santos Valdés en su libro: Madera, publicado en México D.F. en 1968. Pp. 69 y ss.

Pablo Gómez en el Congreso de la UGOCM, en Ciudad Madera, Chihuahua.

Arturo Gámiz.