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Dirección General de Divulgación de la Ciencia UNAM • Número Carl Sagan Siempre es interesante conocer los pun- tos de vista de los grandes maestros de la divulgación científica. El siguiente frag- mento, tomado del libro El mundo y sus demonios, muestra algunas de las opinio- nes del famoso Carl Sagan, quien inspiró a muchos de los que hoy nos dedicamos a compartir nuestro gusto por la ciencia. No existen las preguntas tontas 1 enero – abril 2006 ¿Por qué es difícil para los científicos comunicar la ciencia? Algunos científi- cos, incluyendo algunos muy buenos, me dicen que les encantaría divulgar, pero sienten que carecen de talento en esa área. Saber y explicar, dicen, no son la misma cosa. ¿Cuál es el secreto? Sólo hay uno, creo yo: no le hables al público general como le hablarías a tus colegas científicos. Hay términos que comunican lo que quieres decir en for- ma inmediata y precisa a tus colegas ex- pertos. En tu trabajo profesional puedes hablar sólo tres frases al día. Pero ante una audiencia de no especialistas, eso no sirve más que para causar confusión. Usa el lenguaje más sencillo posible. Sobre todo, recuerda cómo era antes de que tú mismo comprendieras lo que sea que estás explicando. Recuerda los malenten- didos en los que casi caíste, y menció- nalos explícitamente. Mantén muy en mente que hubo un tiempo en que tú tam- poco entendías nada de esto. Recapitula los primeros pasos que te llevaron de la ignorancia al conocimiento. Nunca ol- vides que la inteligencia está ampliamen- te distribuida en nuestra especie. De he- cho, es el secreto de nuestro éxito. El esfuerzo que esto requiere es pe- queño; los beneficios, grandes. Entre los escollos potenciales están la sobre- simplificación, la necesidad de ser cauto con las cualificaciones (y las cuanti- ficaciones), no dar el crédito adecuado a los muchos científicos involucrados, y no hacer las distinciones suficientes entre una analogía útil y la realidad. Sin duda, habrá que hacer concesiones. Conforme vayas haciendo más presentaciones de este tipo, es- tará más claro qué funciona y qué no. Habrá una selección na- tural de metáforas, imágenes, analogías, anécdotas. Después de un tiempo encontrarás que puedes llegar casi a donde quie- ras, caminando sobre piedras probadas y garantizadas. Enton- ces podrás afinar tus presentacio- nes según las necesidades de cada audiencia particular. Al igual que algunos editores y productores de televisión, cier- tos científicos creen que el pú- blico es demasiado ignorante o estúpido para entender la cien- cia, que la empresa de la divul- gación es fundamentalmente una causa perdida, o incluso que equivale a fraternizar, si no es que abiertamente cohabitar, con el enemigo. Entre las muchas crí- ticas que se podrían hacer de este tipo de juicios además de su insufrible arro- gancia y su desdén por los numerosos y muy exitosos ejemplos de divulgación de la ciencia, es que se auto-confirman. Y también, para los científicos involucra- dos, se auto-derrotan: El apoyo amplio del gobierno a la cien- cia es bastante nuevo; data sólo desde la segunda guerra mundial, aunque el pa- trocinio de unos pocos científicos por los ricos y poderosos es mucho más viejo.

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Dirección General de Divulgación de la Ciencia� UNAM • Número ��

Carl Sagan

Siempre es interesante conocer los pun-tos de vista de los grandes maestros dela divulgación científica. El siguiente frag-mento, tomado del libro El mundo y susdemonios, muestra algunas de las opinio-nes del famoso Carl Sagan, quien inspiróa muchos de los que hoy nos dedicamosa compartir nuestro gusto por la ciencia.

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¿Por qué es difícil para los científicoscomunicar la ciencia? Algunos científi-cos, incluyendo algunos muy buenos, medicen que les encantaría divulgar, perosienten que carecen de talento en esaárea. Saber y explicar, dicen, no son lamisma cosa. ¿Cuál es el secreto?

Sólo hay uno, creo yo: no le hables alpúblico general como le hablarías a tuscolegas científicos. Hay términos quecomunican lo que quieres decir en for-ma inmediata y precisa a tus colegas ex-pertos. En tu trabajo profesional puedeshablar sólo tres frases al día. Pero anteuna audiencia de no especialistas, eso nosirve más que para causar confusión. Usael lenguaje más sencillo posible. Sobretodo, recuerda cómo era antes de que túmismo comprendieras lo que sea queestás explicando. Recuerda los malenten-didos en los que casi caíste, y menció-nalos explícitamente. Mantén muy enmente que hubo un tiempo en que tú tam-poco entendías nada de esto. Recapitulalos primeros pasos que te llevaron de laignorancia al conocimiento. Nunca ol-vides que la inteligencia está ampliamen-

te distribuida en nuestra especie. De he-cho, es el secreto de nuestro éxito.

El esfuerzo que esto requiere es pe-queño; los beneficios, grandes. Entre losescollos potenciales están la sobre-simplificación, la necesidad de ser cautocon las cualificaciones (y las cuanti-ficaciones), no dar el crédito adecuado alos muchos científicos involucrados, y nohacer las distinciones suficientes entreuna analogía útil y la realidad. Sin duda,habrá que hacer concesiones.

Conforme vayas haciendo máspresentaciones de este tipo, es-tará más claro qué funciona yqué no. Habrá una selección na-tural de metáforas, imágenes,analogías, anécdotas. Despuésde un tiempo encontrarás quepuedes llegar casi a donde quie-ras, caminando sobre piedrasprobadas y garantizadas. Enton-ces podrás afinar tus presentacio-nes según las necesidades decada audiencia particular.

Al igual que algunos editoresy productores de televisión, cier-tos científicos creen que el pú-blico es demasiado ignorante oestúpido para entender la cien-cia, que la empresa de la divul-gación es fundamentalmenteuna causa perdida, o incluso queequivale a fraternizar, si no esque abiertamente cohabitar, conel enemigo. Entre las muchas crí-

ticas que se podrían hacer de este tipode juicios además de su insufrible arro-gancia y su desdén por los numerosos ymuy exitosos ejemplos de divulgación dela ciencia, es que se auto-confirman. Ytambién, para los científicos involucra-dos, se auto-derrotan:

El apoyo amplio del gobierno a la cien-cia es bastante nuevo; data sólo desde lasegunda guerra mundial, aunque el pa-trocinio de unos pocos científicos por losricos y poderosos es mucho más viejo.

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Tomado del libro The demon-hauntedworld, science as a candle in the dark,Nueva York, Random House, 1996,capítulo 19. Traducción de Martín BonfilOlivera (publicado en español como Elmundo y sus demonios, Planeta, 1997).

Richard Dawkins, en biología; StephenWeinberg, Alan Lightman y Kip Thorneen física; Roald Hoffman en química; ylos primeros trabajos de Fred Hoyle enastronomía. Isaac Asimov escribiótalentosamente sobre todos los temas. (Y,aunque su lectura requiere conocimien-tos de cálculo, me parece que el trabajode divulgación más consistentementeemocionante, provocativo e inspirador delas últimas décadas es el volumen I delas Lecciones de física de RichardFeynman.) Sin embargo, los esfuerzosactuales están muy lejos de estar en pro-porción a las necesidades públicas. Y,desde luego, si no sabemos leer, no po-demos beneficiarnos de estas obras, noimporta qué tan inspiradoras resulten.

[...]Sostengo que la ciencia es una he-rramienta absolutamente esencial paracualquier sociedad que quiera tener al-guna esperanza de sobrevivir en el nue-vo siglo con sus valores fundamentalesintactos. No sólo la ciencia como la prac-tican sus profesionales, sino la cienciaentendida y adoptada por la comunidadhumana entera. Y si los científicos no lollevan a cabo, ¿quién lo hará?

en libros de texto, no al leer los trabajosde grandes científicos o incluso las con-tribuciones de cada día a la literaturacientífica. El científico principiante, a di-ferencia del humanista principiante, notiene un contacto inmediato con el ge-nio. De hecho[...] los cursos escolarespueden atraer a la ciencia precisamenteal tipo equivocado de persona: chicos ychicas poco imaginativos a los que lesgusta la rutina.»

Sostengo que la divulgación de la cien-cia es exitosa si, en principio, no hacemás que encender el sentido de lo ma-ravilloso. Para hacerlo, basta con pro-

porcionar un vistazo de loshallazgos de la ciencia sinexplicar detalladamente có-mo fueron logrados. Es másfácil mostrar el destino queel viaje. Pero, cuando sea po-sible, los divulgadores debe-rían tratar de relatar algunosde los errores, comienzos fal-sos, callejones sin salida, y laconfusión aparentemente

irremediable a lo largo del camino. Almenos de vez en cuando deberíamos pro-porcionar la evidencia y dejar que el lec-tor sacara sus propias conclusiones. Estoconvierte la asimilación obediente denuevos conocimientos en un descubri-miento personal. Cuando uno logra el ha-llazgo por sí mismo, aun si es la últimapersona en la tierra en darse cuenta delas cosas, nunca lo olvida.

Cuando yo era joven, me inspiraba enlos libros y artículos de divulgación cien-tífica de George Gamow, James Jeans,Arthur Eddington, J. B. S. Haldane, JulianHuxley, Rachel Carson y Arthur C. Clarke,todos ellos con formación científica, ymuchos de ellos practicantes destacadosde la ciencia. La popularidadde los libros de ciencia bienescritos, bien explicados,profundamente imaginativos,que tocan nuestros corazones así comonuestras mentes, parece mayor en los úl-timos veinte años que nunca antes, y elnúmero y la diversidad de disciplinas delas que provienen los científicos que losescriben tampoco tiene precedentes. En-tre los mejores divulgadores contempo-ráneos de la ciencia considero a StephenJay Gould, E. O. Wilson, Lewis Thomas y

Mivisión

Con el final dela guerra fría, el pretexto de la

defensa nacional, que había servidopara apoyar todo tipo de ciencia funda-mental se volvió virtualmente inacepta-ble. Es sólo por esta razón, creo, que hoymuchos científicos aceptan la idea de di-vulgar la ciencia. (Como casi todo el apo-yo para la ciencia viene de las arcaspúblicas, si los científicos se opusieran ala divulgación competente estarían coque-teando con el suicidio.) Es más probableque el público apoye lo que entiende yaprecia. No me refiero a escribir artícu-los para Scientific American, digamos, queson leídos por en-tusiastas de la cien-cia y científicos deotros campos. Noestoy hablando só-lo de impartir cur-sos introductoriospara estudiantes delicenciatura. Hablode esfuerzos paracomunicar la sus-tancia y el enfoque de la ciencia en pe-riódicos, revistas, en radio y televisión, enconferencias para el público general, y enlibros de texto elementales, de enseñan-za media y de bachillerato.

Desde luego que hay que establecercriterios en la divulgación. Es importanteno confundir ni ser condescendiente. Aveces, al intentar estimular el interés delpúblico, los científicos han ido demasia-do lejos por ejemplo, al sacar conclusio-nes religiosas injustificadas.

[...]Las publicaciones periódicas y latelevisión pueden iniciar una reaccióncuando nos permiten echar un vistazo ala ciencia, y esto es muy importante. Peroaparte de talleres, clases y seminarios bienestructurados, la mejor manera de popu-larizar la ciencia es a través de libros detexto, libros populares, cd-roms y discosláser. Uno puede repasar las cosas una yotra vez, ir a su propio paso, revisar laspartes difíciles, comparar textos, excavarprofundo. Tiene que hacerse bien, sinembargo, y en las escuelas normalmenteno se hace así. En ellas, como comenta elfilósofo John Passmore, la ciencia muchasveces se presenta «como una cuestión deaprender principios y aplicarlos median-te procedimientos rutinarios. Se aprende

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por Sergio de Régules

En los países democráticos (¡lejanas tierras!)todo el mundo tiene derecho a hablar. Québueno. Lástima que, al mismo tiempo, sea ra-rísimo que un ciudadano que ejerce ese dere-cho tenga algo interesante que decir. Y comoes cada vez más común que cualquiera lo hagaa la menor provocación y en cualquier lugar,es muy difícil que los otros ciudadanos ejer-zan a su vez su derecho a no escucharlos. Lasideas fluyen libremente, imparables. Se metenhasta por debajo de las puertas. El flujo de lasideas se convierte en un fin en sí mismo y noimporta si las ideas quefluyen son áridas, abu-rridas o tontas. Esto fa-vorece que fluyan sobretodo ideas áridas, abu-rridas y tontas.

En México eso todavía no sucede (¡qué suer-te!), pero podemos figurarnos lo que es viviren una nación donde uno no puede refugiarsedel flujo de las ideas examinando el conteni-do de cualquier boletín extranjero de noticiascientíficas y tecnológicas. «Las arañas hacenmejores notitas adheribles Post-it», dice una no-ta de Science Daily. ¿Y a mí qué me importa?A lo mejor las arañas también hacen mejoresrefrigeradores donde pegar sus notitas Post-it,pero eso no va a resolver los problemas delmundo. «Las personas que beben piensan me-jor», anuncia otra nota de la misma fuente.¡Qué novedad! Cuando los redactores de Elmuégano divulgador (excepto el editor, que esdesvergonzadamente abstemio) nos ponemoshasta las manitas de vino en un restaurant du-rante nuestras cenas de trabajo, pensamos tanbien que resolvemos los problemas del mun-do mejor que la araña más pintada.

Las noticias de ciencia y tecnología necesitanmás punch. Esto me lo enseñó un periodista

Noticias de ciencia

de Iguala, Guerrero, hace muchos años. Sin aso-mo de malicia me contó que de vez en cuandoinventaba noticias para insuflarle acción al pe-riódico de ese apacible lugar. Un día, por ejem-plo, había inventado que en la sierra cercana sehabía visto caer un meteorito, mentirita que nole hacía daño a nadie (el equipo de astrónomosque despachó la UNAM a la sierra de Guerrerocon peligro de sus vidas y un gasto de miles depesos no cuenta).

Yo soy partidario de que novelemos un po-quito para darles sabor a nuestras noticias. Porejemplo, si se anuncia que Domino’s Pizza tie-ne un sistema informático que les permite saberde dónde llama uno (y así distribuir las llama-das a la sucursal más cercana), podríamos añadirque en nuestra universidad se está desarrollandoun sistema mejor, que permite saber no sólo dedónde llamas, sino de qué quieres tu pizza eincluso antes de que lo sepas tú. Es más, encuanto te dices «ay, cómo se me antojaría unapizza», suena el timbre y ahí está el repartidor,podríamos agregar.

¿La única noticia que tenemos por anunciares que las arañas hacen mejores notitas Post-it?Añadamos que ya tienen planes para comercia-lizarlas fuera del mundo arácnido y van a vercómo caen lectores en nuestras redes comomoscas. ¿Que el planeta Urano tiene un anillode un bonito color azul neón? Sazonemos estanoticia con el complemento de que el telesco-pio espacial Hubble acaba de detectar en eseanillo un letrero que dice «Compre petacas Mi-guel» y nuestro impacto alcanzará alturasastronómicas.

Se me acaba el espacio y además esto de te-ner tantas buenas ideas me está dando hambre.Se me antojaría algo italiano, no sé, espagueti ala boloñesa, o....

Suena el timbre. Voy a ver quién es.

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La comunicación del conocimientocientífico es una labor muy amplia, tantopor los campos que cubre como por elpúblico a quien está destinada. La exten-sión disciplinaria hace que esa labor re-quiera del concurso de personas condistintas formaciones profesionales, y lapráctica muestra que es necesario reali-zar tal labor en forma interdisciplinaria.Por otra parte, las diferentes clases de des-tinatarios hacen indis-pensable establecer lacomunicación de laciencia en varios nive-les a fin de lograr laparticipación buscada.

La comunicación dela ciencia que se rea-liza en nuestra univer-sidad fue originadadentro de la tradiciónacadémica y formaparte de la función que desempeña la uni-versidad en nuestro país. En esa labor decomunicación se pueden distinguir as-pectos educativos y de investigación, y elpersonal que la realiza ha ido profe-sionalizándose en los años recientes.Como la investigación científica misma,la comunicación profesional de la cien-cia requiere de grupos bien integradosde personas que complementen sus ex-periencias y dotes para el avance de la

Investigacióny comunicación de la ciencia

En la labor de comunicar la cienciaprofesionalmente se realizan diversasactividades de investigación que, en tér-minos generales, tienden a caer en dosgrandes grupos: 1) el estudio y análisisde las disciplinas científicas mismas, y2) el de las formas y medios para comu-nicar la ciencia.

En el primer tipo de investigación elinvestigador-comunicador comparte conel científico el interés directo por el avancedel conocimiento comso tal, esto es, par-ticipa del lenguaje y de la visión de lascosas de las comunidades científicas.Pero, por otro lado, se acerca al conoci-miento científico con la «distancia» quele exige su especialidad. Le interesa en-contrar en las tramas conceptuales de lasciencias aquellos elementos (analogías,metáforas, símiles) que sirvan para esta-blecer comunicación con el lenguajenatural de las comunidades exteriores.

El segundo tipo de investigaciones paracomunicar la ciencia, aquella de losmedios y formas, está obviamente muyvinculado a los hallazgos del primero, ypor otro lado implica explorar con aten-ción las posibilidades expresivas ycomunicativas de los lenguajes a los quese vertirá la información científica. Co-municar la ciencia implica no una traduc-ción en su sentido lato, sino la creación

Extraemos de los archivos el presentedocumento, que consideramos valioso nosólo como parte de la historia del antiguoCentro Universitario de Comunicación dela Ciencia de la UNAM, hoy DirecciónGeneral de Divulgación de la Ciencia, sinocomo motivador para reflexiones sobre loque ha sucedido desde entonces en nuestrainstitución. Esperamos las reacciones denuestros lectores.

recuperando la memoria ••••

La comunicaciónde la ciencia

como labor académica

disciplina. Es una tarea con altos gradosde complejidad que requiere de una capa-citación especial.

Elementos para lacomunicación de la ciencia

Confluyen en una divulgación de laciencia profesional por lo menos los siguien-tes aspectos:

1. Una cultura científica amplia y pro-funda, es decir, la capacidad de entendera fondo las líneas fundamentales de argu-mentación de las disciplinas científicas.

2. Un acercamiento peculiar a la cien-cia (al conocimiento y a sus nexos con otrosámbitos) en el que predomina la intenciónde comunicarse con no especialistas.

3. La capacidad de dominar el lenguajenatural y sus recursos para expresar conclaridad y sutileza las exploraciones con-ceptuales de la ciencia. Un texto claro y

bien estructurado esel mejor punto departida para cual-quier comunicaciónde la ciencia.

4. La creatividadpara el manejo de losmedios de comuni-cación que serán em-pleados, trátese detextos, dibujos, foto-grafías, diaporamas,

videos, exposiciones, actividades públi-cas, espacios museográficos, cine, radio,etcétera. Un aspecto de esta creatividades encontrar las formas más eficaces deestablecer el puente comunicativo en-tre el auditorio y los conceptos de laciencia, o la recreación que se haga deéstos.

5. Un espíritu crítico, analítico, queposibilita evaluar la eficacia y la origina-lidad de las obras de divulgación.

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de lenguajes-puente que permitan rela-cionar el mundo de la ciencia y la culturacolectiva. La investigación sobre el uso deltexto escrito, de las imágenes, de los es-pacios y ambientes, y de los medios au-diovisuales caben en esta categoría.

Otros aspectos de la investigación delas formas de comunicarla ciencia consisten en in-dagar las características eintereses del público aquien se dirige el mensaje:estudiar las respuestas aeste mensaje y buscar losmedios que garanticen laretroalimentación perma-nente en el proceso decomunicación buscado. En síntesis, lasinvestigaciones en la divulgación de laciencia desarrollan modelos de comuni-cación de conocimientos generales cu-yos contenidos están regidos tanto porsu trascendencia dentro de la cienciacomo por su interés en el desarrollo cul-tural del país.

Como la investigación científica misma,la investigación para la comunicación dela ciencia sólo puede ser eficaz con laretroalimentación de la experiencia. Exis-ten también, como en la ciencia, obrasejemplares de comunicación de la cien-cia en donde se ven claramente expues-tas las distintas características y actitudesque puede cobrar la investigación espe-cífica en esta actividad.

La labor de comunicar la ciencia esta-blece líneas generales de investigaciónque se avocan fundamentalmente a:

l. Descubrir nuevas facetas del cono-cimiento científico.

2. Descubrir relaciones entre temas dedistintas disciplinas.

3. Visualizar la ciencia de manera diferente.

4. Crear una atmósfera cultural que in-cluya a la ciencia.

5. Revisar y criticar la presentación dela ciencia.

6. Analizar ante el público la informa-ción científica.

7. Discutir en términos accesibles losproblemas conceptua-les básicos de una des-cripción científica.

8. Desarrollar unlenguaje científico enespañol.

9. Crear sistemas deevaluación acerca dela adaptación y capta-ción de la información

científica.Es obvio que en muchas obras de di-

vulgación científica se traslapan dos o másde las líneas mencionadas. El común de-nominador de todas las obras divulgatoriasen las que es posible encontrar altos ni-veles de calidad es que en ellas haya lavez un profundo y apasionado conoci-miento de la ciencia y una firme volun-tad de crear vínculos comunicativosfirmes y confiables con el público gene-ral. No hay recetas. La investigación se-ria y bien ceñida es indispensable.

Un perfil para el (grupo)comunicador de la ciencia

Bajo las anteriores consideraciones sevuelve ineludible la pregunta de cuálesson las características que debe reunir uncomunicador de la ciencia; esto es, quétipo de aptitudes de formación académicay de experiencia profesional resultan idó-neas para el desempeño de esta tarea.

Como ya se apuntó, no se suelen teneren una sola persona reunidos todos losatributos; son grupos de individuos com-

Documento elaborado por el CentroUniversitario de Comunicación de laCiencia. Fue visto con beneplácito por suComité Técnico y por la Comisión Especialque ayudó a evaluar los méritos de suprimer grupo de personal académico el 14de enero de 1988.

plementarios los que en general funcio-nan mejor.

Es importante que todos los miembrosde un equipo de comunicación de la cien-cia sientan un interés vivo por el conoci-miento científico; de ahí que es muchomis común encontrar aptitud entre quie-nes se han formado en licenciaturas enciencias. Esto no excluye sin embargo queotras formaciones universitarias puedanser un buen principio. Lo importante espartir de una sólida formación académi-ca y ganar experiencia con la práctica enun medio profesional.

La preocupación por llegar a la clari-dad en la comunicación escrita es unacomponente ineludible tanto para la gene-ración de textos para su publicación comopara la escritura de guiones base para ra-dio, audiovisuales, televisión, y eventosmuseográficos. Complementario a esto esel manejo de las imágenes fijas y en mo-vimiento, de las bandas sonoras y de losespacios; de ahí la necesidad tanto de pro-fesionales como de técnicos en la integr-ación de los equipos de comunicación dela ciencia.

Finalmente, los divulgadores de la cien-cia son también promotores de la investi-gación científica universitaria, ya que sulabor académica fortalece y organiza elconocimiento científico dentro y fuera delámbito universitario.

La comunicación de la ciencia reali-zada en forma profesional es un reflejode la labor científica institucional.

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El siguiente texto fue publicado en la re-vista de cultura y divulgación científicaElementos, de la Universidad Autónomade Puebla, la cual recomendamos amplia-mente a nuestros lectores. Está tomado dellibro Uno y el universo, de Ernesto Sábato(1945).

Lo imprescindibleLo imprescindible

CienciaErnesto Sábato

Durante siglos el hombre de la calle tu-vo más fe en la hechicería que en la cien-cia: para ganarse la vida, Kepler necesitótrabajar de astrólogo; hoy los astrólogosanuncian en los diarios que sus procedi-mientos son estrictamente científicos. Elciudadano cree con fervor en la cienciay adora a Einstein y a madame Curie.Pero, por un destino melancólico, en estemomento de esplendor popular, muchosprofesionales comienzan a dudar de supoder. El matemático y filósofo inglés A.N. Whitehead nos dice que la cienciadebe aprender de la poesía; cuando unpoeta canta las bellezas del cielo y de latierra no manifiesta las fantasmas de suingenua concepción del mundo, sino loshechos concretos de la experiencia «des-naturalizados por el análisis científico».

Probablemente, este desencuentro en-tre el profesional y el profano se debe aque el desarrollo de la ciencia a la vezimplica un creciente poder y una crecien-te abstracción. El hombre de la calle sólove lo primero, siempre dispuesto a aco-ger favorablemente a los vencedores; el

teórico ve ambos aspectos, pero elsegundo comienza a preocuparleen forma esencial, hasta el punto

de hacerle dudar de la aptitud de laciencia para aprehender la realidad.

Este doble resultado del proceso científi-co parece contradictorio en sí mismo. Enrigor es la doble cara de una misma ver-dad: «La ciencia no es poderosa a pesar desu abstracción sino justamente por ella».

Es difícil separar el conocimiento vul-gar del científico; pero quizá puede de-cirse que el primero se refiere a loparticular y concreto, mientras que el se-gundo se refiere a lo general y abstracto.«La estufa calienta» es una proposiciónconcreta, hasta doméstica y afectiva, conreminiscencias de cuentos de Dickens.El científico toma algo de ella que nada

tiene que ver con estas asociaciones: pro-visto de ciertos instrumentos, observaráel medio ambiente y que el calor pasade aquélla a éste. En la misma forma exa-minará otras afirmaciones parecidas,como «la plancha quema», «las personasque se retardan toman el té frío». El resul-tado de las reflexiones y medidas será unasola y seca conclusión: «El calor pasa delos cuerpos calientes a los fríos».

Todavía esto es bas-tante accesible para lamente común: el de-sideratum del hombrede ciencia es anunciar

juicios tan generales quesean ininteligibles, lo que

se logra con la ayuda de la matemática. Elenunciado anterior todavía no le satisfacey sólo queda tranquilo cuando puede lle-gar a decir: «La entropía de un sistema ais-lado aumenta constantemente».

Del mismo modo, cuestiones como lacaída de la manzana sobre la cabeza deNewton, la existencia de las cataratas delIguazú, la fórmula del movimiento ace-lerado y el accidente de Cyrano puedenreunirse exitosamente en la proposición:«El tensor U es nulo», que, como obser-va Eddington, tiene el mérito de la con-cisión, ya que no el de la claridad.

La proposición «la estufa calienta» ex-presa un conocimiento y por lo tanto daalgún poder al que lo posee: sabe que sitiene frío será conveniente acercarse auna estufa. Pero este conocimiento esbastante modesto, no le sirve para nin-guna otra situación.

En cambio, si alguien tiene pleno co-nocimiento de que la «entropía de un sis-tema aislado aumenta constantemente»,no sólo buscará una estufa para calen-tarse –resultado muy magro para veinteaños de estudio– sino que podrá resol-ver una enorme cantidad de problemas,

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nuosidades, logaritmos, letras griegas,triángulos y ondas de probabilidad. Y loque es peor: nada más que eso. Cualquiercientífico se negará a hacer consideracio-nes sobre lo que podría estar más allá dela mera estructura matemática.

La relatividad completó la transfor-mación del universo físico en fantasmamatemático. Antes, al menos, los cuerposeran trozos persistentes de materia quese movían en el espacio. La unificacióndel espacio y del tiempo ha convertidoal universo en un conjunto de «sucesos»,y en opinión de algunos la materia es unamera expresión de la curvatura cósmica.Otros relativistas imaginan que en el uni-verso no hay pasado, ni presente, ni fu-turo; como en el reino de las platónicas,el tiempo sería una ilusión más del hom-bre y las cosas que cree amar y las vidasque cree ver transcurrir apenas serían fan-tasmas imprecisos de un universo eternoe inmutable.

La ciencia estricta –es decir, la cienciamatematizable– es ajena a todo lo que esvalioso para un ser humano: sus emocio-nes, sus sentimientos de arte o de justiciafrente a la muerte. Si el mundo matema-tizable fuera el único mundo verdadero,no sólo sería ilusorio un palacio soñado,con sus damas, juglares y palafreneros,también lo serían los paisajes de la vigiliao la belleza de una fuga de Bach. O porlo menos sería ilusorio lo que en ellos nosemociona.

dades Ångström; elmanso ruido es captadopor micrófonos y descom-puesto en un conjunto de ondascaracterizadas cada una por un número;en cuanto al olvido del oro y del centro,queda fuera de la jurisdicción del cientí-fico, porque no es susceptible de conver-tirse en matemática. El mundo de laciencia ignora los valores: un geómetraque rechazara el teorema de Pitágoraspor considerarlo perverso tendría másprobabilidades de ser internado en unmanicomio que de ser escuchado en uncongreso de matemáticos. Tampoco tie-ne sentido una afirmación como «tengofe en el principio de conservación de laenergía»; muchos hombres de cienciahacen afirmaciones de este género, perose debe a que construyen la ciencia nocomo científicos sino simplemente comohombres. Giordano Bruno fue quemadopor haber cantado frases por el estilo de«creo exaltadamente en la infinidad deluniverso»; es explicable que haya sufri-do el suplicio por esta frase en tanto quepoeta o metafísico; pero sería penoso quehaya creído sufrirla como hombre deciencia, porque en tal caso habría muer-

to por una frase fuera dellugar.

Estrictamente, losjuicios de valor notienen cabida en laciencia, aunque inter-vengan en su cons-trucción; el hombrees como cualquiera y

es natural que trabaje contoda la colección de prejuicios y tenden-cias estéticas, místicas y morales que for-man la naturaleza humana.

Pero no hay que cometer la falacia deadjudicar estos vicios del mundo científico.

De este modo, el mundo se ha idotransformando paulatinamente de un con-junto de piedras, pájaros, árboles, sonetosde Petrarca, cacerías de zorro y luchaselectorales, en un conglomerado de si-

desde el funcionamiento de un motorhasta la evolución del universo.

Así, a medida que la ciencia se vuelvemás abstracta y en consecuencia más le-jana de los problemas, de las preocupa-ciones, de las palabras, de la vida diaria,su utilidad aumenta en la misma propor-ción. Una teoría tiene tantas más apli-caciones cuanto más universal, y por lotanto cuanto más abstracta, ya que lo con-creto se pierde con lo particular.

El poder de la ciencia se adquiere gra-cias a una especie de pacto con el diablo:a costa de una progresiva evanescenciadel mundo cotidiano. Llega a ser monar-ca, pero, cuanto lo logra, su reino es ape-nas un reino de fantasmas.

Se logra unificar todas aquellas propo-siciones porque se eliminan los atributosconcretos que permiten distinguir unataza de té, una estufa y personas que seretardan. En este proceso de limpieza vaquedando bien poco; la infinita variedadde concreciones que forma el universoque nos rodea desaparece; primero que-da el concepto de cuerpo que es bastanteabstracto, y si seguimos adelante apenasnos quedará el concepto de materia, quetodavía es más vago: el soporte o el mani-quí para cualquier traje.

El universo que nos rodea es eluniverso de los colores, sonidos yolores; todo eso desaparece fren-te a los aparatos del científico,como una formidable fantasmago-ría. El poeta nos dice:

El aire el huerto oreay ofrece mil olores al sentido:los árboles meneacon un manso ruidoque del oro y del cetro pone olvido.

Pero el análisis científico es deprimente:como los hombres que ingresan en unapenitenciaría, las sensaciones se convier-ten en números. El verde de aquellos ár-boles que el aire menea ocupa una zonadel espectro alrededor de las 5,000 uni-

Ernesto Sábato (Argentina, 1911) estudiófísica, pero en 1945 decidió dedicarse porcompleto a la literatura. Entre sus obrasmás conocidas están El túnel (1948),Sobre héroes y tumbas (1961) y Laresistencia (2000). 7

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para un diplomadoVíctor Hugo Rosales Salyano

Bitácora de vuelo

En diciembre de 2005 se clausuró la déci-ma edición del Diplomado en Divulga-ción de la Ciencia de la Dirección Generaldel mismo nombre, de la UNAM. Como par-te del evento, uno de los alumnos egre-sados ofreció la presente crónica de laplacentera y fructífera ruta seguida duran-te un año, y que, seguramente, seguirá es-tando disponible durante muchos más paraformar nuevos y mejores divulgadores.

¿Cómo te explico...?

Cuando éramos niños nos divertíamosviendo las peripecias de un extraterrestrevenido del planeta X. En la secundaria laX nos atormentaba, pues teníamos queresolver ecuaciones donde la incógnitatenía la misma forma que la figura conque nos calificaba el profesor: un tache.La X nos ha acompañado toda la vida, latenemos hasta en el gentilicio, pues es-cribimos mexicanos con X y no con J.Así que les contaré la historia de otra X,la X del décimo Diplomado en Divulga-ción de la Ciencia.

Todo empezó co-mo una aventura in-telectual más, comouna manera de en-

grosar el currículum o quizácomo una forma de pasar las tar-

des de los lunes y los miércoles (loque es no tener quehacer, diría mi

abuela). Todavía recuerdo la cuarta deforros de la revista ¿Cómo ves? de octu-bre del año pasado, donde impresa sobrepapel couché y en 4 x 4 tintas (¿estoy enlo correcto, maestro Juan Tonda?), estabala convocatoria al «X Diplomado en Di-vulgación de la Ciencia». Con este rim-bombante nombre nos invitaban a todosaquellos neófitos en el tema a participar,y el texto estaba acompañado por las imá-genes de unas lindas mariposas (muyecológicos éstos cuates de la DGDC, penséentonces). Tras pasar el examen de admi-sión, y todavía con la cuesta de enero porrecorrer, empezó a escribirse nuestra bitá-cora de vuelo.

Como rito de iniciación en esto de ladivulgueada, Gerardo Hernández nos li-bró de las malas influencias con unamalteada de sesos de la cual aún no merepongo, pues sigo sin saber que es esacosa llamada ciencia. Después, con un

biólogo metido a filósofo de la ciencia(quien por cierto es muy buen escri-

tor: Carlos López Beltrán), debati-

mos un rato sobre el papel de la cienciaen el mundo actual, sobre el ethos del cien-tífico y las cajas negras de Bruno Latour,para posteriormente entrar en el túnel deltiempo y enterarnos que la ciencia occi-dental entendida como eso, como cien-cia, inició su camino en los tiempos deGalileo Galilei y, ya entrados en gastos,una bióloga, simpática y pecosita llama-da María Emilia Beyer, nos contó todoslos chismes de cómo empezó la divulga-ción: que si Diderot y la enciclopedia, quesi la Royal Society, que si la Royal Institu-tion, que si el royalque mi mamá lepone a los pastelessirve para divulgarque el carbono libe-rado por acción delcalor hace que seesponje el pastel...¡bueno!

Para el mes de marzo yanos sentíamos divulgadoriblastostotipotenciales. Entonces Luis Estrada, unhombre sabio, con un largo camino reco-rrido en la divulgación de la ciencia enMéxico y que lo mismo escribe de Físicaque de la Naturaleza, nos hizo conocerel panorama actual de la ciencia. A con-tinuación, «¡creatividad!» fue lo único quenos pidió Gloria Valek, esa dulce comuni-cadora que nos hizo escribir por primeravez en el diplomado, cerrando sus clasescon la proyección de videos, algunos delos cuales demostraban que la creatividadno se compra en los supermercados.

Y cuando todo parecía ser cada vez mássencillo, voilá, se plantó frente a nosotrosLourdes Berruecos, una menudita docto-ra en lingüística, famosa por su frase «nohay palabra inocente». Si esto es cierto,entonces todas mis palabras son convic-tas. Ella literalmente pintó de colores lostextos con sus soberbias clases sobre eldiscurso de la divulgación, e hizo que más

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Víctor Hugo Rosales Salyano nació en laregión más transparente cuando el EjeCentral todavía se llamaba San Juan deLetrán. Fue alumno del Diplomado enDivulgación de la Ciencia de la DGDC. Ensus ratos libres es médico internista.Comentarios:tunocremas@yahoo�com�mxComentarios:tunocremas@yahoo�com�mxComentarios:tunocremas@yahoo�com�mxComentarios:tunocremas@yahoo�com�mxComentarios:tunocremas@yahoo�com�mx

de uno sintiera como ajeno el idioma es-pañol (está bien, lo acepto, modalicé unpoco y tal vez debí usar el «nosotros» in-clusivo). Pero no sólo bastaba escribirbien; por delante teníamos la difícil tareade reconstruir, replantear, recrear ycontextualizar el conocimiento científicopara hacerlo atractivo a las personas, yMaría Trigueros, pedagoga egresada de laComplutense, nos indicó el camino a se-guir. Ahora sí, ya estábamos listos, «id ydivulgad» era ya nuestro lema, pero JuanTonda, un físico metido a editor, nos en-señó que el papel de una servilleta no esel más apropiado para imprimir un bole-tín o una revista, que con un pliego depapel puedo escribirle cartas a 16damiselas, y que mi hermana siempre tra-baja a 1 x 1 tintas cuando anuncia su ba-zar sabatino en una cartulina.

El mes de julio nos deparaba una granalegría. «¿Lo dices porque tenemos clasecon Rolando Ísita?», preguntó, por puracuriosidad, uno de mis compañeros.«¡No!» le respondí, «lo digo porque ha-brá vacaciones». Después de veranear,Ísita nos mostró lo difícil que es co-municar la ciencia en este mundo.Supongo que lo dice porque coneso de que trabaja en el Institu-to de Astronomía, él siempreestá en otra galaxia.

Nos acercábamos al final del re-corrido, y nos encontramos conun personaje que todo love con Ojo de mosca, queno duda en disparar A que-marropa cuando siente quealguien no está escribiendobien y que todavía nos debe elúltimo número de El muégano di-vulgador. La lectura de muchos delos textos seleccionados por MartínBonfil nos mostró qué delgada es lalínea entre la literatura y la buena di-vulgación escrita. Por cierto, dentro

dejamos las tardesde café y galletas enla Sala Juárez delUniversum, pero lasimágenes de nues-tros compañeros se

quedan en cada unode nosotros. No sólo

aprendimos cómo divul-gar, también aprendimos a ir al

infinito y más allá, que los viajes ilustran,que un sinónimo de etcétera puede ser«shalalá-shalalá», que no debemos decir-les "changos" a los monos y que puede unodebatir con todo respeto, pero sobre todocon mucho cariño.

Conocimos cómo se puede volar deba-jo del agua, que existe un fuego místicoque mueve a la economía mundial, quelas matemáticas son una obra de arte delintelecto humano y que las hormigas notienen sindicato. Aprendimos también quedebe existir una visión menos antropo-céntrica de la vida, que hay inteligenciaanimal e inteligencia artificial, que en elmundo existe un teporingo sismólogo yunas trillizas poliméricas, y que los geó-logos regalan rocas en vez de flores a laspersonas que estiman. Es más, aprendimosque las galletas que disfrutábamos durantelos recesos podrían ser fortificadas convitaminas y hierro. De forma personal,aprendí que la X me acompaña hasta enmi frase de batalla: «¿cómo te eXplico?».Bueno, ¿cómo les explico que los voy aextrañar?

de su clasificación dedivulgadores no incluyóal «ejército diplomacistade divulgación nacio-nal», grupo clandestinoal que pertenecemos al-gunos ejemplares.

«¿Dónde esta la cien-cia?». Escuchamos esta pre-gunta y todavía nos sentimos en laredacción de un diario, perseguidos porun jefe inquisitivo que nos pide que en-trevistemos al mismo Newton si es nece-sario, con tal de ejercer un periodismo deciencia serio. Además de aprender sobreel mundo del periodismo, más de uno denosotros salió experto en Helicobacterpylori tras el módulo de Javier Crúz. Porcierto, aún tengo incertidumbre de saberqué demonios haremos cuando se termi-ne el petróleo.

La travesía llegaba a su fin y ¿quémejor idea que terminar disfru-

tando, al lado de una alber-ca imaginaria, de unarticulo sobre ciencia

escrito como sólo Sergiode Régules sabe hacerlo?

Lo más importante de la ex-periencia con Sergio fue des-

cubrir que podemos divulgartan bien o tan mal como cual-

quiera. No, si no hay malos artícu-los de divulgación, lo que hay son

malos momentos para escribirlos o situa-ciones inadecuadas para leerlos. Algunos

decidieron que era mejor disfrutar deun paseo por los museos y centros deciencia y disecaron las entrañas deestos sitios con Carmen Sánchez

Mora.Sin embargo, sigo sin saber qué tienenque ver las mariposas con la divulga-

ción (aunque en este momento laemoción que me embarga es tal que

siento mariposas en el estómago). Y así9

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por Hércules Delgadillo

La columna de Hércules

Julia Tagüeña PargaDirectora General

Juan Tonda MazónSubdirector de Medios de ComunicaciónJuan Manuel Valero CharvelSubdirector de Prensa y Radio

Martín Bonfil OliveraEditor

Lourdes Arenas BañuelosNemesio Chávez ArredondoSergio de RégulesJuan Tonda MazónRedacción

Ma. del Carmen MercadoDiseño original

Alejandra [email protected] Chávez Gó[email protected] [email protected]ño y diagramación electrónica

El muégano divulgador, boletín mensual editado porla Subdirección de Prensa y Radio de la DirecciónGeneral de Divulgación de la Ciencia de la UNAM; 2o.piso de Universum, zona cultural de CU, Coyoacán. Tel:5622-7315. E-mail: [email protected]

Las opiniones expresadas en los textos son responsa-bilidad de sus autores y no necesariamente reflejan elpunto de vista de la institución. El material se publica conpropósitos de difusión y sin fines de lucro. Para cualquieraclaración, favor de ponerse en contacto con el editor.

DIRECCIÓN GENERAL

DE DIVULGACIÓN

DE LA CIENCIA

EL MUÉGANO

DIVULGADOR

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Cuando se llega a mi respetable edad se suelepensar que, excepto el morir, y no como hechosino en tiempo y forma, pocas sorpresas deparaya la existencia. Cree uno, como en el Eclesias-tés, que no hay nada nuevo bajo el sol. Sin em-bargo, tardías experiencias me enseñan que enmateria de mutabilidad humana no hay nadaescrito. Soy un ejemplo vivo de lo que afirmo.

Antaño, y por influencia de mi desaparecidaesposa, tuve que trocar mi misoginia natural poruna apertura, a ratos espontánea y a ratos simu-lada, hacia las mujeres y su contribución a laciencia. Ella, mi otra mitad, feminista a su ma-nera, no tenía empacho en negociar la elabora-ción de unas magníficas entomatadas a cambiode escucharla despotricar contra el sistema cien-tífico que ha favorecido lo masculino. Así, enaras de la paz conyugal y de mi buena nutrición,hube de conocer el triste caso de RosalindFranklin, experta cristalógrafa a la que, se diceen las historias feministas, se le arrebató el pre-mio Nobel para dárselo únicamente a unos cientí-ficos cuya peor característica no era ser varones,sino inmorales, ventajosos y cínicos. Las protes-tas por el vergonzoso hecho, que las hubo, fueronacalladas por parte de los voceros competentes,aduciendo que el antesdicho premio no se otor-gaba póstumamente, y que la doctora Franklinhabía tenido la desgracia de morirse a destiem-po y, para colmo, de un cáncer femenino (lo quepara las feministas le daba un giro aún más injusto).

Muchos años después he leído, ya sin el te-mor de la inquisición hogareña, el clásico deWatson, La doble hélice. Y les afirmo, aunquelos demonios de la misoginia me castiguen, quede no haber fallecido la doctora Franklin de uncáncer de ovario, me habría sido imposible sa-ber, ni por su desempeño ni por su carácter nipor su ambición, que se trataba de un ejemplarfemenino.

He dicho.

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Piscolabis

«Los textos de divulgación son un poco

como cuentos para adultos.»

Pierre Laszlo

La vulgarisation scientifique

11comentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mxcomentarios: mbonfil@servidor�unam�mx

por Martín Bonfil Olivera

no divulgarás

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Es sabido que uno de los problemas de la divulgación científica y demuchas disciplinas jóvenes es que no cuenta con una definición única yuniversalmente aceptada.

Uno de los puntos más debatidos es la relación entre divulgación yenseñanza (prefiero esta palabra, más concisa, que «educación», consus múltiples significados).

Aunque puede justificarse una divulgación científica de objetivo pe-dagógico, que busque enseñar (producir un conocimiento perdurableen su público), creo que el espíritu de lo que generalmente se entien-de como «divulgación» es ajeno a esta idea.

La razón es sencilla: la enseñanza –y su producto, el aprendizaje–son resultado de un proceso complejo que no sólo involucra la ge-neración y recepción de mensajes, sino también su asimilación paraintegrarse en la estructura conceptual del receptor. Sólo así puedelograrse que el conocimiento adquirido, además de perdurable,sea significativo (y no memorístico). En cualquier caso –inclusoen el memorístico–, el aprendizaje requiere de un trabajo inte-lectual relativamente arduo por parte del receptor/alumno, sin elcual no se produce.

Un proceso de comunicación de contenidos científicos pue-de también buscar otros objetivos menos ambiciosos que elaprendizaje propiamente dicho. Se puede conseguir, por ejem-plo, interesar al receptor en el tema del que se está hablando,e incluso se puede lograr que se comprendan los conceptossin que necesariamente se los asimile permanentemente.

Estos procesos pueden potenciarse secuencialmente unosa otros: aprender algo resulta más sencillo si primero se hacomprendido, y la comprensión se facilita mucho si existeun interés previo.

Pero, a diferencia de la enseñanza, la divulgación cientí-fica no cuenta con lo que llamo un contrato educativo: elcompromiso que el alumno adquiere de seguir las indica-ciones del profesor y someterse a una evaluación paraverificar que el aprendizaje haya tenido lugar. Aunque laenseñanza pueda ser más eficiente si resulta interesan-te, el contrato educativo asegura que, aun si no lo es, elalumno tiene la responsabilidad de comprender y apren-der, so pena de recibir una evaluación reprobatoria.

El trabajo del divulgador, en cambio, al no contarcon un contrato similar, tiene por necesidad que re-sultar interesante (si no, simplemente no hay comu-nicación). Y puede aspirar a lograr la comprensiónen su receptor. Pero buscar el aprendizaje es pedirdemasiado a una forma de comunicación que pordefinición es voluntaria.

Pedirle a la divulgación más de lo que puededar es una de las más frecuentes causas de su fra-caso. Se enseña en la escuela; la divulgación cien-tífica está para otra cosa.

El contrato educativo

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H en gaussHumor involuntario

La ciencia de la adivinación

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Texto recibido por internet.

«Hipnotizar es fácil,Hipnotizar es peligrosamente fácil»

Nos lo hubieran dicho antes: si para resolver los problemaspsíquicos debe explorarse en vidas pasadas, podríamosahorrarnos muchas horas de terapia inventando unamáquina del tiempo, ¿no? Sirva este texto para ejemplificaralgunas de las muchas estrategias que un embaucadorpuede usar para engañar al incauto.

Chile (Santiago de Chile) Uruguay (Montevideo) Argentina(Buenos Aires y La Plata)

El psicólogo argentino licenciado Armando M. Scharovskyes uno de los miembros fundadores de ALADHIC, AsociaciónLatinoamericana de Hipnosis Clínica.

Ha desarrollado técnicas propias que agrupó bajo la deno-minación genérica de Hipnosis clínica reparadora que se apli-can a la reparación de traumas de la infancia y al tratamientoy cura de fobias, pánico, depresión, angustia y enfermedadespsicosomáticas.

Es un investigador de las regresiones a vidas pasadas y a laniñez y tiene centenares de casos registrados.

Ha publicado numerosos artículos en la prensa y hasido entrevistado por diarios, revistas, radio y televi-sión en muchas oportunidades.

Si visita su página web: <http://www.scharovsky.com/www.scharovsky.com encontrará registrado el audio de

un caso de xenoglosia: una paciente en hipnosis hablan-do en un dialecto europeo antiguo.

Usando una técnica propia que denomina «Enseñanza encírculos» ha logrado enseñar a realizar regresiones con hip-nosis en cursos de sólo 20 horas.

OPORTUNIDAD ÚNICA:El psicólogo argentino Armando M. Scharovsky visitanuevamente México y dictará cursos de dos jornadas enMonterrey, Distrito Federal y otras ciudades paraaprender prácticamente hipnosis y regresio-nes a vidas pasadas Curso dirigido a psicó-logos y profesionales de la salud paraadquirir una potente herramienta terapéuti-ca que se completará en un segundo nivelque se dictará un mes después, donde apren-derán a reparar traumas de la infancia y a curarfobias, pánico y enfermedades psicosomáticas para en-contrar respuestas profundas a sus inquietudes espiritua-les, y el conocimiento necesario para ayudar a sus seresqueridos y a sí mismo.

El curso es el mismo que el dictado internacionalmenteen España (Barcelona y Bilbao) México (Distrito Fede-ral, Monterrey, Xalapa, Querétaro, Torreón y Tampico)