No me gustan las rabietas
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No me gustan las rabietas
Irene Mariñas
http://ta-lentosediciones.com/book/creo-que-aprendi-en-la-cuna-que-para-que-me-hagan-caso-tengo-que-armar-mucho-ruido/
Ta-Lentosediciones.com
No me gustan las rabietas, de verdad que
no, después siempre me siento triste
porque sé que lo he hecho mal y que se
han enfadado mucho conmigo. Pero es
que, cuando me viene una, no puedo
evitarlo.
Creo que todo comenzó antes de que yo
naciera, cuando aún estaba en la barriga
de mamá y alguien le dijo que los bebes
tienen que llorar para que se les hagan
los pulmones más fuertes o algo así y que
además si me cogía en brazos en cuanto
comenzase a llorar me convertiría en un
caprichoso y mimado y después no la
dejaría ni dormir tranquila. Así que, mi
mamá me dejaba llorar mucho rato antes
de venir a cogerme. A veces yo tenía que
llegar a berrear y ponerme todo colorado
para que alguien me hiciera caso.
Creo que aprendí en la
cuna que para que me
hagan caso tengo que
armar mucho ruido.
No creáis que no he intentado conseguir
las cosas siendo un niño bueno, lo he
intentado un montón de veces.
Cuando en el súper a mí me apetece
una chocolatina y pido que me la
compren, resulta que siempre es casi ya
la hora de comer o cenar y claro, no me
la compran y me quedo con las ganas,
pero si monto una pataleta en medio del
pasillo de los dulces, mi madre, mi padre
o mis abuelos parecen entenderme mejor
y me la compran.
Si estoy en casa jugando
tranquilamente con mis piezas de
montar castillos y llamo a mamá o papá
para que vengan a ver la magnífica
muralla que he construido, la respuesta
suele ser: “Ahora no puedo cariñito,
después voy”. Así que, si quiero que
vengan a ver lo que estoy haciendo,
tengo que tirar las piezas por la ventana
o algo parecido.
A la hora de comer pasa igual. Odio
una verdura verde, como unas hojas, que
están ¡puag! Asquerosísimas, pues mi
madre se empeña en que me las coma
porque son muy buenas, mentira
podrida, son malísisimas y, claro, si le
digo que no me gustan no me hace ni
caso, se empeña en que abra la boca. La
única manera de librarme de esa comida
es escupiéndola y llorando, como siempre.
Hace un rato que hemos llegado del
parque, he ido con mis abuelos y cuando