NOCHE DE PAZ

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1 NOCHE DE PAZ Luis Matilla 1

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Obra de teatro de Luis Matilla para 4 personajes.

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NOCHE DE PAZ Luis Matilla

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PERSONAJES SANDRA………………. Madre ÁLVARO…………………Padre TONY…………………… Hijo CELIA…………………….Hija

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DECORADO Salón de una casa acomodada. Un confortable sofá y varias butacas. Junto a una de ellas, un velador en la que se hallará el teléfono. Al fondo, gran mesa de comedor alargada, con sus correspondientes sillas alrededor. Sobre ella se encuentra colocado un mantel de fiesta sobre el que se sitúan los platos de una de esas vajillas utilizadas en las grandes ocasiones. Candelabros con las velas apagadas y algunos adornos a medio colocar. Faltan por llegar las copas y los cubiertos. En un extremo se hallará instalado el árbol de Navidad y, junto a él, un mueble bar y un aparador en el que podrán encontrarse la cristalería y algunos otros utensilios domésticos. En el lateral izquierdo, la puerta que se supone comunica con las habitaciones interiores. En el derecho, la que conduce al recibidor y entrada a la vivienda. La acción tendrá lugar en la actualidad durante la noche del veinticuatro al veinticinco de diciembre.

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ESCENA PRIMERA

Al iniciarse la acción Sandra, una mujer de aproximadamente cuarenta y cinco años, permanece sentada en una de las butacas junto al velador. Habla por teléfono. Vocaliza las palabras de un modo afectado, intentando transmitir a su interlocutora una pose de elegancia artificiosa. También los movimientos de la mano que mantiene libre resultarán amanerados. SANDRA.- Te puedes suponer, atareadísima. Trabajando fuera de casa, estas fechas terminan contigo. (Escuchando a su interlocutora) Sí, vendrán todos, incluso la niña. Sí, lo he conseguido, aunque según dice ella, odia las Navidades. Ya sabes, los jóvenes lo odian todo, confiemos en que no nos odien también a nosotros. (Riendo) Tienes razón, que nos odien ma non troppo ¡Cómo los conoces, cómo los conoces! (Pausa. Escucha) Pues Álvaro, muy preocupado con los negocios ya sabes, la crisis nos toca a todos. (Escucha) Eso es cierto, a unos más que a otros, pero aunque sea menos, es más de los que nos tocaba antes, que apenas era nada. No claro, hay que resignarse y confiar en Dios que es quién todo lo ve y todo lo soluciona. (Escucha) Pues mira, voy a poner una poularde rellena de todo, acompañada de ciruelas y patatas souffle. Naturalmente, antes pondré unos aperitivos exóticos variados y un mousse de limón al marrasquino, que he encargado en la delicatessen de abajo. (Escuchando) Si la poularde es una especie de faisán pero como más extraño, no sé cómo decirte, raro, raro. ¿Me comprendes? (Pausa) No, no es que sea un menú muy original, pero en casa, excepto a la niña, nos gusta lo tradicional, cumplir con lo establecido. ¿Y vosotros? (Escucha) A tu marido siempre le ha gustado mucho la cocina fusión. (Pausa) ¿Qué os lo envían todo del Wellington?, ya, mucho más cómodo. Lo malo es que se enfríe por el camino. Otros años nosotros hacíamos lo mismo, pero éste nos apetecía cambiar. ¿Os mandan también el

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servicio? (Escucha) No me hables, no me hables, la nuestra nos ha dejado plantados, se marchó a casa de sus padres. Les pagas durante todo el año y cuando más las necesitas, se van a casa de sus padres. Seguro que a los del Wellington los cogen sin padres, es la forma de tenerlos disponibles a todos en Navidad y Año Nuevo. Yo hubiera querido marcharme fuera, pero Álvaro está muy estresado con los problemas que le están surgiendo…, aunque yo tampoco ando muy tranquila con la marcha de mi pasarela. Ya sabes la campaña que tenemos encima con eso de las tallas. (Escucha) Exacto, puro sensacionalismo. Este año la prensa se ha empeñado en denunciar que ponemos en la pasarela chicas muy delgadas, casi anoréxicas, ¡imagínate! Mañana les dará por decir que las ponemos gordas. Un aburrimiento, no sé dónde vamos a llegar. La censura nos quiere controlar ya hasta nuestro propio cuerpo. (Escucha. Asiente a los comentarios de su interlocutora) Claro, claro, se lo están cargando todo, no sé qué va a ser de nuestra sociedad. (Transición) Bueno, te voy a dejar que tengo que meter la poularde en el horno y terminar de poner la mesa. Todavía no ha venido nadie, pero están a punto de llegar. Que tengáis una feliz noche. Igualmente. Saluda a todos los tuyos de nuestra parte. Sandra cuelga el aparato. Se levanta del sillón y lo observa todo con cierto agobio. No parece tener muy claro cuál será su siguiente acción. La casa parece venírsele encima en un día en el que debe cumplir con las obligaciones domesticas que un día tan señalado implican. Extrae del aparador las servilletas y las coloca sobre cada plato. A continuación, dispone los cubiertos y ordena las cuatro sillas en los extremos y centro de la gran mesa en las que se situarán los comensales., Sale de escena.

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ESCENA II

Procedente de la calle entra en escena Tony. Es un joven de unos veintidós años, perfectamente trajeado, con aire de superioridad, Se nota que las copas consumidas con las que llega a casa le aportan una actitud distendida. Esta apariencia se irá incrementando a medida que avance la acción. Viste traje de chaqueta sin corbata. Lleva el abrigo en la mano. Lo tira sobre el sillón y canturrea una cancioncilla. Tras las dos primeras estrofas, intenta continuar sin conseguir encontrar la letra correcta. TONY.- Noche de paz. noche de amor… todo luce al rededor, todo tiene resplandor. ¿Qué es lo que luce al rededor, las bombillas, las velas, los faros de los coches? ¡Vaya canciones absurdas! Empiezan, pero luego nadie sabe como terminan. (Reparando en la mesa) ¡Qué bonito, qué bonito! La casa lista para la gran noche en la que todos nos sentimos hermanos de todos, aunque al día siguiente las cosas vuelvan a la normalidad. Faltan las copas, y las copas no pueden faltar en una cena y mucho menos en una cena de Navidad.

Entra Sandra con una bandeja con ocho copas. Inmediatamente repara en el abrigo que se encuentra sobre el sillón.

SANDRA.- No te había oído llegar. Por favor, Tony, cuelga el abrigo en el recibidor, es de muy mala educación dejar la ropa en los sillones del salón. TONY.- (Con desgana) ¡Ya estamos mamá!, una noche es una noche y ésta es una noche de paz, ¿no irás a regañarme como todos los días? SANDRA.- (Inflexible) Tony, el abrigo al perchero. TONY.- El abrigo al perchero, el abrigo al perchero, ¿dónde podría estar un abrigo si no hubiera perchero?

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SANDRA.- Solo te pido un poco de orden. No creo que sea demasiado. Sandra toma las copas del mueble aparador y comienza a situarlas en la mesa. Tony bromea con su madre, la coge por la cintura y pretende dar unos pasos de baile. TONY.- (Gesticulando con grandes aspavientos) ¡Las copas!, aquí están las copas que no podían faltar en una mesa tan elegante como la nuestra. SANDRA.- Tony, ¿qué te pasa? ¿No habrás bebido? Me vas a tirar. Cuidado con las copas, son las de la cristalería de las grandes ocasiones. TONY.- (Falsamente ofendido) Por favor, señora, todas nuestras cristalerías son para las grandes ocasiones, de lo contrario nunca las habría comprado papá. SANDRA.- (Burlando el cerco de su hijo) A lo mejor ya no las podemos volver a comprar. TONY.- ¿Estás de broma? SANDRA.- (Mientras coloca las copas en la mesa) No, no estoy de broma. TONY.- (Burlón) ¿No me digas que te has creído lo de la crisis? SANDRA.- Yo no, pero tu padre me temo que sí. TONY.- Venga, venga, ¿quieres que me ponga a temblar? SANDRA.- (Molesta) No creo que lo que está ocurriendo sea para tomárselo a broma, Tony TONY.- A papá nunca le irán mal los negocios. Nunca le han ido mal y nunca le irán. Afortunadamente tiene los mejores amigos que se pueden tener. No podemos dejarle que se desanime y, lo que es más importante, que nos desanime a nosotros. Al contrario, tenemos

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que derrochar optimismo (Al dar un inesperado giro a su cuerpo, tropieza con algún mueble, aunque inmediatamente recompone la figura) El optimismo se contagia, eso lo sabe todo el mundo. No vamos a permitirle que nos meta el miedo en el cuerpo y menos en un día como hoy en el que de lo único que se preocupa la gente es de divertirse. En Navidad no ocurre nada, nada de nada, absolutamente nada. Mamá, espero que no le consientas que hoy nos pegue su aburrimiento. SANDRA.- (Mirando a su hijo con cierta extrañeza) ¡Qué nos pegue su aburrimiento!, es eso lo que piensas de tu padre? TONY.- Únicamente intento decir que no estoy dispuesto a que me deprima con el mal humor que se le ha puesto de repente. SANDRA.- ¿Nunca tienes problemas, Tony? TONY.- Los problemas son para la gente que se pasa la vida comiéndose el coco y yo no me lo como. Tengo otras cosas más importantes que hacer. Tony da algunos pasos sin rumbo fijo hasta que decide circular alrededor de la mesa, sin prestar demasiada atención a los preparativos que su madre realiza en ella. SANDRA.- ¿Te dieron las notas de los parciales? TONY.- Sólo me presenté a dos asignaturas y para dos no merece la pena recoger los resultados, prefiero tenerlos todos juntos en junio. SANDRA.- ¿Crees que es mejor así? TONY.- Mucho mejor mamá, mucho mejor. SANDRA.- (Con cierta precaución) Este año…espero que no repitas curso, ¿verdad Tony? TONY.- Por favor mamá, nadie repite dos veces, lo del año pasado fue un accidente y cualquiera puede tener un accidente. Seguro que tú y papá también los tuvisteis.

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SANDRA.- Nosotros únicamente queremos que triunfes en la vida. Que consigas ser un brillante economista. Se te olvidó colgar el abrigo en el perchero. TONY.- Triunfaremos, mamá, triunfaremos, ya lo verás. Tony toma el abrigo y sale por donde ha entrado para regresar ya sin la prenda. TONY ¿De dónde nos traen la cena? SANDRA.- Esta noche cocino yo. TONY.- Me lo podías haber dicho. Los padres de Vicky me habían invitado. SANDRA. ¿Los prefieres a tu familia? TONY.- A sus padre tal vez no, pero a su cena, me temo que sí. SANDRA.- Así desprecias la comida de esta casa. Tony de nuevo vuelve a realizar carantoñas a su madre, incluso intenta volver a dar algunos pases de baile con ella. TONY.- Era broma, mamá SANDRA.- ¡Basta Tony, me vas a tirar! Podías ir colocando los aperitivos en la mesa. Las bandejas están en la cocina. TONY.- (Quejándose) Aquí al que llega pronto, le toca la china. SANDRA.- ¿Tan fatigado estás, hijo? TONY.- No sabes lo que cansan las vacaciones. Tony se dirige a la misma salida escénica utilizada por su madre. Mientras, Sandra da los últimos toques a la mesa colocando unos lazos dorados en el mantel y los cubiertos que ha extraído de uno de los cajones

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del aparador. Él joven regresa con dos bandejas plateadas repletas de extraños aperitivos. TONY.- ¡Pero qué cosas más raras has hecho, mamá! SANDRA.- No solo los Nuño Prieto van a cenar cocina de fusión, nosotros, también. TONY.- Estos parecen medusas hinchadas. SANDRA.- Suflé de vieira al hidrógeno líquido. Me prestó la máquina mi hermana, se la compró en el curso de alta cocina que hizo en Niza. TONY.- ¿Se trajo el hidrógeno de Niza? SANDRA.- El aparato, únicamente el aparato. TONY.- (Vuelve a reparar en una de las bandejas) ¡Qué asco! ¿Y esto alargado? Sandra se aproxima para contemplar lo que su hijo le indica con rostro de horror. SANDRA.- Timbal de fruit de mer sobre lecho de aletas de tiburón flambeadas al vino de Madeira. TONY.- Tal como están las cosas, seguro que habéis tenido que pedir un crédito para comprar todo esto. SANDRA.- Muy gracioso, Tony, ¿Vas a estar toda lo noche igual de simpático? TONY.- Descuida, en cuanto llegue Celia se me acabará el humor. SANDRA.- Me prometiste comportarte. TONY.- (Bromeando) ¿Cuándo te lo prometí?

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SANDRA.- El día que supiste que por fin había aceptado venir tu hermana y yo te pedí que al menos por una noche olvidaras todo lo ocurrido. TONY.- Me debiste coger en un momento bajo de defensas SANDRA.- (Orgullosa) Un día es un día y éste es el más hermoso de todo el año. TONY.- No se te puede dejar sola en casa. SANDRA.- Lo he hecho con todo el cariño, sobre todo pensando en tu hermana que se ha dignado, ¡por fin!, volver al redil…por una noche TONY.- Allá ella, ya tiene lo que quería, (Abriendo los brazos con un gesto grotesco) ¡la libertad!, no necesita para nada de ningún redil. SANDRA.- (En tono de reproche) Es tu hermana, Tony. TONY.- Ya lo sé, mamá. (Con resentimiento) Es mi hermana, pero no nos aguantaba a ninguno de nosotros, por eso se fue, ¿no? SANDRA.- Espero que te comportes, te lo pido por favor. No sabes lo que me costó convencerla para que viniera. TONY.- Seguro que a mí no me lo hubieras pedido con tanta insistencia. SANDRA.- Ella hace dos años que no pasa la Navidad con nosotros. Tú estás en casa Tony, llevas veintidós años en ella, va para veintitrés. TONY.- (Molesto) ¿Te parecen muchos? SANDRA.- Son los que son, eso es todo. TONY.- (Con cierta agresividad) Ella no nos soportaba, le parecíamos, demasiado normales. ¿A que sí mamá, a que somos una familia demasiado normal?

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SANDRA.- (Sin demasiado convencimiento) Celia, no es como nosotros, pero también tiene otras cualidades. Está trabajando. TONY.- ¿Llamas trabajar a lo que hace? SANDRA.- A ella le gusta y no pide nada a nadie TONY.- Sólo escribe en periodicuchos cutres y en una televisión de barrio. SANDRA.- Ya es mayor de edad, igual que tú, Tony. TONY.- Nunca será nada. SANDRA.- Ya no podemos cambiarla. Únicamente darle ejemplo con nuestra conducta. TONY.- Siempre has dicho que te parecía horrible el trabajo que hacía. SANDRA.- Sí, pero no se lo vamos a echar en cara precisamente esta noche en la que debe reinar la paz en nuestro hogar. Todo lo que teníamos que decirle ya se lo dijimos en su día TONY.- Por eso se marchó. SANDRA.- (Con un cierto tono de culpabilidad) Sí, tal vez por eso se marchó. TONY.- Me voy al ordenador y a ponerme una corbata para la fiesta. ¿Cuál prefieres, mamá la amarilla, la azul o la marrón? SANDRA.- Si te vas a quedar con ese traje, te irá mejor la azul. TONY.- ¿La azul con pintitas amarilla, o la azul con rayas rojas? SANDRA.- La azul con rayas rojas esta más vista. TONY.- Está más vista, ¿dónde?

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SANDRA.- Quiero decir que es más tradicional. TONY.- De acuerdo. SANDRA.- Por favor, antes de irte enciende las velas de los candelabros. TONY.- Si las prendo ahora, se gastarán antes de sentarnos a la mesa. SANDRA.- No importa, tenemos más. Hacen bonito y dan calor. TONY.- Yo ya estoy asfixiado. SANDRA.-. (Harta con la actitud de su hijo) Asfíxiate un poquito más por tu madre, anda, Tony. Tony saca su mechero y se dirige hacia la mesa. TONY.- Tendremos que abrir las ventanas. Tras encender los candelabros, Tony sale de escena.

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ESCENA TERCERA

Se escucha el sonido de una llave girando en la cerradura. A los pocos instantes entra Álvaro. Representará unos cincuenta años. Sus gestos denotan cansancio y preocupación. Camina hacia el sofá, se despoja del abrigo y, cuando se dispone a dejarlo encima del asiento, repara en la presencia de Sandra. Toma de nuevo la prenda y desaparece por donde entró para regresar sin ella. Se deja caer derrengado en sofá. SANDRA.- (En tono de reproche) ¿Tenías que llegar a estas horas en un día como hoy? ÁLVARO.- No tuve más remedio que ver a alguien. A pesar de ser una fecha tan señalado, me hizo el favor de recibirme. (Molesto) Te puedes imaginar que no lo he hecho por gusto. No resulta nada agradable lo que está ocurriendo. SANDRA.- (En tono forzadamente despreocupado) En Navidad no podemos permitir que ocurran cosas desagradables. ÁLVARO.- Pero ocurren, aunque nosotros no queramos, ocurren SANDRA.- Lo malo es que a ti se te nota enseguida cuando las cosas no marchan como tú quieres. ÁLVARO.- En cambio a ti, da la sensación de que todo te resbala. SANDRA.- No es que me resbale, lo que ocurre es que sé controlar los nervios, querido. ALVARO.- Envidio tu equilibro, Sandra, de verdad que lo envidio. SANDRA.- Últimamente te lo tomas todo como si se estuviera hundiendo el mundo. ÁLVARO.- No se hunde, simplemente se tambalea.

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Se produce un largo silencio. Sandra parece inquieta, temerosa de que su marido pueda informarla de una realidad que ella lleva tiempo eludiendo. SANDRA.- ¿Te has fijado de lo bonita que ha quedado la mesa? ÁLVARO. (Sin cambiar su mirada de dirección) Preciosa. SANDRA.- ¿Preciosa porque te gusta, o preciosa porque te trae sin cuidado.? ÁLVARO.- (Abstraído) ¿Cómo dices?

SANDRA.- No puedes imaginarte la cara que tienes. Al parecer no te das cuenta del agobio que produces en la gente que estamos a tu lado. ÁLVARO.- ¿Qué papel quieres que represente para que te sientas dichosa? SANDRA.- Simplemente el de un marido que llega a su casa para disfrutar de una noche feliz con su familia. ALVARO.- ¿Y si no le ocurre nada para sentirse feliz? SANDRA.- ¿Pues lo suyos le piden que cuelgue en el perchero sus preocupaciones, por lo menos hasta mañana. Se produce una larga pausa en la que Álvaro pasa sus manos por el rostro con gesto de intranquilidad. ÁLVARO.- Llevo semanas intentando tragármelo todo, pero no es fácil. A veces ya no te caben las preocupaciones en el cuerpo y necesitarías… SANDRA.- ¿Me ayudas a poner las estrellitas sobre la mesa? Están en aquel sobre transparente. ÁLVARO.- (Abrumado) No tengo ánimos para eso, Sandra.

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SANDRA.- (Intentando disuadir a su esposo de cualquier confidencia) A ningún marido se le ocurre traer las preocupaciones a casa en un día como hoy. ÁLVARO.- Nunca es el día. Esperaba que me preguntaras, que te dieras cuenta de que algo lleva marchando mal desde hace bastante tiempo. SANDRA.- Jamás me he entrometido en tus negocios. Te respeto demasiado como para pedirte explicaciones. ÁLVARO.- (Decepcionado) Es cierto, nunca te has querido enterar de nada. SANDRA.- Menos mal que lo reconoces. ÁLVARO.- Yo me callaba y tú no preguntabas, la combinación perfecta. SANDRA.- ¿Qué quieres decir, hay algo que debería haber sabido? ÁLVARO.- No lo sé. Me parece que ahora ya es demasiado tarde para hacer esa pregunta. SANDRA.- Me estás alarmando, nunca te había visto así. ÁLVARO.- Tal vez no te fijaste demasiado. SANDRA.- ¡Qué cosas dices, Álvaro! ÁLVARO.- Tampoco yo pensé que llegarían unos momentos como estos. SANDRA.- (Intentando quitar importancia a la cuestión) Están llegando para todos. No hay nadie que no se queje. Si escucharas lo que dicen las señoras de la peluquería…Todas se lamentan de sus maridos. (Rectificando) Quiero decir que todas se lamentan de lo preocupados que andan sus maridos ÁLVARO.- No creo que la situación sea igual para todos.

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SANDRA.- (Evadiendo entrar en el tema) Bueno vamos a dejar el tema. Ahora lo importante es disfrutar de una noche tan especial. Voy a ver como anda el horno. Cuando Sandra se dispone a salir, la voz de Álvaro corta en seco su movimiento. ÁLVARO.- Han bloqueado mis cuentas. (Pausa) No se trata de una confiscación, únicamente de una intervención temporal, hasta que se aclaren los hechos. (Pausa, angustiado) No tengo más remedio que compartir contigo esta situación. Te ibas a enterar pasado mañana cuando fueras a sacar dinero del banco. Era lo único que necesitaba que supieras, del resto me seguiré preocupando yo…(En tono apagado), como siempre. (Se produce un largo silencio) Siento habértelo tenido que decir esta noche, pero no podía ocultártelo por más tiempo. SANDRA.- (Anonadada. Sin saber como reaccionar) Lo…lo podíamos haber hablado mañana. ÁLVARO.- (Dolido por la incomprensión de su mujer) Sí, lo podíamos haber hablado mañana. Se produce una larga pausa durante la cual Sandra pasea nerviosa, intentando cambiar algunos de los objetos que se encuentran sobre la mesa, sin dar sentido alguno a su acción. SANDRA.- Tus socios tendrán que echarte una mano. ALVARO.- Bastante tienen ellos con salvar su pellejo. Sandra intenta improvisar alternativas con las que zafarse de una situación que nunca se figuró tendría que sumir algún día. SANDRA.- Conoces a bastantes políticos. ÁLVARO.- A los políticos no los conoces nunca, aunque te pasaras toda la vida intentándolo, no lo conseguirías.

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SANDRA.- Les ayudaste. ÁLVARO.- Ahora las cosas han cambiado. SANDRA.- No puedes darle tanta importancia. Seguro que será situación pasajera. Como tú dices, no se trata de algo definitivo, sino de una medida cautelar. (Por primer vez preocupada) Esto no llegará a la prensa, ¿verdad, Álvaro? ÁLVARO.- (Intentando sobreponerse a la situación) No, no creo. Se están dando casos de situaciones parecidas que no han transcendido a la opinión pública…por el momento. SANDRA.- Sería tremendo que se enterara la gente que participa en mi pasarela de alta costura, ¡con la campaña en contra que tenemos encima por haber permitido desfilar a chicas de la talla treinta y seis! ÁLVARO.- (Tristemente lacónico) Sentiría que esa gente que tanto te preocupa llegara a hacerse una idea… equivocada de nosotros. SANDRA.- (Incómoda) No quería decir eso. (Moviendo la cabeza, como si con ello intentara espantar los malos augurios) No va a pasar nada, absolutamente nada. Vamos a olvidarlo todo durante unas horas, como si no hubiéramos tocado el tema. Tenemos que vivir una hermosa noche. ¿Me lo prometes? Hoy y mañana no puede ocurrir nada, absolutamente nada. Afortunadamente todo está cerrado y el mundo entero ha decidido olvidar sus problemas. ÁLVARO.- (Ensimismado) Antes no ocurría nada en Navidad, pero hoy creo que las malas noticias, ni siquiera respetan estas fechas. SANDRA.-. Sírvete algo. Los aperitivos ya están en la mesa. Voy a cambiarme y bajo enseguida. Sandra sale de escena.

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ESCENA CUARTA

Álvaro se deja caer abatido en uno de los sillones. Repentinamente comienza a pasar las manos por su rostro como si intentará apartar de si la pesadilla que ha comenzado a vivir. Entra Tony. Luce una detonante corbata, que nada tiene que ver con la que su madre le sugirió. Al ver a su padre, intenta mostrar un desbordante optimismo. TONY.- Ganaron los Celtics. Me debes una comida. Álvaro eleva su rostro sobresaltado. ÁLVARO.- ¿Cómo? TONY.- Los Celtics de Boston, ganaron ayer. ÁLVARO.- Hace días que no veo la televisión. TONY.- Si no ves la televisión, es como si no estuvieras en el mundo. ¿De que hablas entonces con tus amigos? ALVARO.- (Mira a su hijo con gesto de incomprensión) No sé de cosas del trabajo, de problemas, de… Ante el rictus de desaliento de su padre, Tony fuerza su gesto de euforia. TONY.- Todo va marchando, ¿a que sí? ÁLVARO.- Marchando, aunque no sé muy bien en qué dirección. TONY.- Menos mal, me habías asustado. Tienes una cara como si llevaras varios días sin dormir. ÁLVARO.- Esta semana ha sido muy dura. Ya sabes lo que ocurre todos los fines de año. TONY.- (Frívolamente) Que empieza un año nuevo.

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ÁLVARO.- (Como si contemplara a un extraño) Tú lo has dicho, acaba un año y empieza otro. TONY.- Era una broma. ÁLVARO.- Ya. Se produce una larga pausa durante la cual Tony estudia como abordar a su padre. TONY.- (Tanteando el terreno) A propósito, dentro de nada estaremos en enero. ÁLVARO.- Me lo acabas de decir, acaba un año y empieza otro. Hasta ahí llego. TONY.- No me refería a eso. ÁLVARO.- ¿Entonces? TONY.- No sé si recordarás que tenemos un compromiso. ÁLVARO.- ¿Tú o yo? TONY.- Bueno yo, pero tú eres el que responde para que pueda cumplirlo. ALVARO.- ¡Ya!, yo respondo, ¿me puedes explicar de qué? TONY.- La matrícula del máster en Estados Unidos. Empieza en Julio, pero hay que pagar en enero. Me lo prometiste y lo prometido es deuda. ÁLVARO.- (Tras un largo silencio) Es posible que lo tengas que dejar para el próximo año. TONY.- (Sorprendido) ¡Cómo!, ¿quieres decir que no vas a cumplir tu promesa?

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ÁLVARO.- (Remarcando sus palabras) No la voy a poder cumplir este año. TONY.- Este año es cuando lo necesito. ÁLVARO.- Un curso en el extranjero se puede hacer en cualquier momento. TONY.- Me había comprometido para este año con dos compañeros de la facultad. No puedo dejarles tirados. Yo fui el que les animó a matricularse en la Columbia University. ÁLVARO.- Se trata de un contratiempo familiar, Tony. (Recalcando) A veces surgen contratiempos familiares. Seguro que tus amigos lo comprenderán. TONY.- Pero no es cierto lo del contratiempo. Lo único que ocurre es que no te da la gana que vaya a Estados Unidos como hacen la mayoría de los estudiantes universitarios. Desde el principio te opusiste. Si no hubiera sido por mamá… ÁLVARO.- ¿No conoces a ningún padre de alguno de tus compañeros que se encuentre en dificultades? TONY.- (Fastidiado) No, a ninguno. ÁLVARO.- (Lentamente) Pues ya conoces a uno. TONY.- ¿Cómo? (Con gesto de fastidio) ¡Venga! Tú nunca has tenido dificultades. Siempre nos dijiste que no teníamos que preocuparnos por nada, que tú siempre estarías detrás de nosotros. ÁLVARO.- Lo siento, pero me temo que a partir de hoy vas a tener que preocuparte por algo. TONY.- Si me lo hubiera dicho antes… ÁLVARO.- ¿Qué habría ocurrido, te hubieras marchado de casa como tu hermana?

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Tony se mueve inquieto por la habitación resistiéndose a admitir que su padre pueda encontrarse en dificultades. TONY.- Las persona como tú, no se quedan sin nada así como así, eso sólo ocurre en las películas. La gente lista guarda el dinero en sitios donde nunca se lo encuentran. ÁLVARO.- Hoy es Navidad, tu madre quiere pasar una noche feliz, así que tranquilo…de momento… (Enfatizando) Yo sigo estando detrás de ti. Lo único a lo que vas a tener que renunciar, por ahora, es a tu viaje a Estados Unidos. (Lacónico) ¿Podrás soportarlo, Tony? Con lo que está cayendo, no creo que te estoy pidiendo suponga un gran sacrificio para ti. (Intentando trasmitir un precario optimismo) Cuando quieras nos hacemos la cena que te debo por la victoria de los Celtics y hablamos, ya tienes veintidós años. TONY.- Eres la segunda persona que me lo recuerda esta noche. ÁLVARO.- Lo siento, pero es la primera vez que yo te lo menciono. TONY.- Te parezco demasiado mayor para estar en casa. ÁLVARO.- (Flemático) No, en absoluto. Me lo pareces para estar todavía en segundo de carrera. TONY.- Otros compañeros están más retrasados y no tienen ningún problema en su casa. ÄLVARO.- Tu tampoco lo has tenido nunca, Tony. TONY.- ¿Pretendes organizarla en una noche como esta? ÁLVARO.- ¿Organizarla? Te voy a hacer una pregunta bastante simple, Tony, ¿qué es lo que más te molesta, hacerte mayor o darte cuenta de que no vas a tener más remedio que empezar a responsabilizarte de tu propia vida? TONY.- Llevo muchos años responsabilizándome de mi vida.

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ÁLVARO.- A partir de ahora vas a tenerlo que hacer con mucha más intensidad. Tony se muestra nervioso. Camina hacia el mueble bar y toma una copa para servirse de la botella que ha seleccionado. ÁLVARO.- (Con cierta dureza) Todavía no hemos empezado a cenar. Tony deja la copa con malos modos. La botella golpeará contra la bandeja produciendo un ruido contundente. Álvaro observa a su hijo con gesto de decepción.

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ESCENA QUINTA

Sandra entra en escena vestida y enjoyada como si se dirigiera a una fiesta de alta sociedad, Álvaro y Tony fijan su mirada en ella. Ambos parecen desbordados por el vestido y los complementos que luce la mujer. ÁLVARO.- Por favor, Sandra, ¡es una cena en familia! SANDRA.- No, Álvaro, es nuestra cena de Navidad. TONY.- Mamá, estás guapísima. SANDRA.- Menos mal que alguien lo reconoce. (A Álvaro) ¿Te importaría cambiarte? Lucía está a punto de llegar y la poularde, la tendremos lista dentro de nada. ÁLVARO.- (Incómodo) Ya había pensado cambiarme de corbata y también de traje. SANDRA. Perfecto. Tenemos que estar todos muy guapos. ÁLVARO.- ¿Tienes alguna preferencia? Al comprobar que su mujer no le responde, ya que se encuentra dando los últimos toques a la mesa, Álvaro se levanta del sofá con visible esfuerzo y muy lentamente camina en dirección al lateral. Cuando está a punto de salir, Sandra le hace una última recomendación SANDRA.- Múdate también de camisa, ésa, la tienes muy arrugada. Álvaro desaparece de escena. Sandra repara en Tony que pasea inquieto. SANDRA.- Puedes sentarte, me pone nerviosa la gente moviéndose continuamente. (Reparando en la corbata) Te has puesto una corbata horrible. TONY.- No encontré la azul.

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SANDRA.- ¿Quieres tomar algo? TONY.- Ya me lo sirvo yo. SANDRA.- Me refería a los aperitivos. Tony, se sirve la copa que antes interrumpió su padre. La actitud inquieta de su hijo llama la atención de Sandra. SANDRA.- ¿Ocurre algo, Tony? TONY.- (Señalando hacia el lugar por el que desapareció su padre) Hoy está insoportable. SANDRA.- Tiene problemas. Se le pasará como en otras ocasiones. TONY.- Esta vez está más insoportable que de costumbre. SANDRA.- (Refrenando sin demasiada contundencia a su hijos) ¡Tony, por favor! TONY.- Aunque no lo digas, tú también piensas lo mismo. SANDRA.- (Dando unas palmadas con las que intenta escapar del conflicto) Olvidémoslo, a partir de este momento empieza nuestra gran noche. TONY.- (Con rabia) No habrá viaje a Estados Unidos. SANDRA.- ¿Cuándo te has enterado? TONY.- Me lo acaba de decir papá. SANDRA.- ¿Te dio alguna razón? TONY.- Excusas, simples excusas. Habla de dificultades, pero ¿cuándo ha tenido él dificultades?, ¡nunca! El día que lleguen de verdad, no tiene más que descolgar el teléfono y llamar a sus amigos, los tiene por todos lados.

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SANDRA.- A los mejor no es tan fácil en…en estos momentos. TONY.- No te pongas de su parte. SANDRA.- No es eso, Tony. TONY.- Tú siempre dices, que a veces se le cruzan los cables. (Pausa. Volviendo a su tema) Él sabe que sin un master no se es nadie con el Plan Bolonia. Todos mis compañeros han salido alguna vez al extranjero. SANDRA.- ¿Cuántas vacaciones hemos pasado fuera, Tony? TONY.- No hablo de vacaciones, sino de viajes de estudio. SANDRA.- Cálmate, mañana lo hablaremos tranquilamente. TONY.- A él le importa un carajo mi porvenir. SANDRA.- Yo sé lo importante que es para ti ir a Estados Unidos y las ilusiones que habías puesto en el viaje, pero todavía no está todo perdido, ya veras cómo las cosas se solucionan. TONY.- Un carajo, un carajo le importa mi vida. SANDRA.- (Molesta) Tony puedes hablar así a tus amigos, pero no a mí. (Preocupada ante la actitud de su hijo) Veré lo que puedo hacer, lo comentaré con una de mis clientas, su marido está en el Ministerio. Es posible que allí concedan becas. TONY.- ¿Tan mal estamos como para tener que pedir una beca? SANDRA.- No lo sé, ya no sé nada. TONY.- (Exigente) Pero yo no puedo esperar, tengo que pagar la matrícula a primeros de mes. SANDRA.- (Suavemente para no contrariar a su hijo) Tony, los master se hacen al final de la carrera, tú todavía estás en segundo.

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TONY.- No se trata de los master que se hacen con la carrera ya terminada, sino de uno de tres meses. Costaba la mitad. (Dramatizando para conmover a su madre) por eso lo escogí ¿Cómo voy a lograr la excelencia que se nos exige, si no consigo ir a Estados Unidos? Sandra se dirige a la mesa y tras tomar una de las bandejas se la tiende a Tony. SANDRA.- Prueba este aperitivo. Es algo fantástico, ¿a que no sabes con qué está hecho? TONY.- Se me han quitado las ganas, mamá. SANDRA.- Alu Ki Tikki, pastelitos de patata con hojas frescas de cilantro y perejil sobre lecho de papadam (Muy didáctica) que es una tortita muy fina de harina de dal frita. TONY.- Mamá, de verdad que no tengo gana. SANDRA.- Bueno, haces bien, resérvate para la poularde. Hace aparición Álvaro. Se ha cambiado de chaqueta, camisa y corbata. Sandra lo observa de arriba abajo. Tony deja disimuladamente la copa sobre el aparador. SANDRA.- Esos zapatos no te van nada con la chaqueta que te has puesto. ÁLVARO.- Son los más cómodos que tengo. SANDRA.- No sabes combinar. ÁLVARO.- (Fastidiado) Lo siento, pero me quedo con ellos… (Lacónico) si no te importa. SANDRA.- ¿Quieres un aperitivo? Suena el timbre de la puerta.

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ESCENA SEXTA

Todos dirigen su mirada hacia el lateral en el que se supone debe encontrarse el recibidor y la puerta de entrada a la vivienda. SANDRA.- Ésa es Celia. Sandra sale de escena. Al poco tiempo reaparece seguida por Celia, una joven de diecinueve o veinte años, la cual viste un abrigo informal de grandes botones, botas y calcetines con rayas de chillones colores a juego con un divertido gorra de lana provista de una visera que nos recordará al niño protagonista del filme “The Kid” de Charles Chaplin. En el ambiente se nota cierta tensión debido al tiempo que Celia lleva sin aparecer por el hogar paterno. La chica porta en sus manos tres pequeños paquetes confeccionados con papel de ingenuos dibujos, posiblemente pintados por ella misma. La chica se despoja del abrigo. Bajo él luce una juvenil vestimenta, compuesta por un pantalón vaquero de peto y una blusa azul marina plagada de estrellas blancas. El contraste con el atuendo del resto de su familia, resultará abismal. Deposita los paquetes sobre una silla. CELIA.- (Con un desenfadado gesto de saludo) Buenas noches a todos. ¡Feliz Navidad!

Se dirige a su padre, le besa. La reacción del padre será correcta, aunque distante. Al dirigirse a su hermano, éste la corta con una fría salutación.

SANDRA.- Nos alegramos tanto que estés con nosotros esta noche…

TONY.- Hola, por fin te has dignado. SONIA.- Me invitó mamá. ÁLVARO.- Te invitamos todos. CELIA.- (Con espontaneidad) ¡Claro!, me supongo que todos deseabais que viniera. Lo que quise decir que fue mamá fue la que me llamó. Como las navidades pasadas no pude estar aquí…

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ÁLVARO.- Llevas mucho tiempo sin estar aquí. CELIA.- (Con voz dulce) Esta noche me tenéis enterita, eso es lo único que importa. SANDRA.- Por favor Celia, deja el abrigo en el recibidor. CELIA.- Perdona, mamá, ya no me acordaba de las normas de la casa. Celia sale con el abrigo entre la manos. SANDRA.- (A Álvaro) Está más delgada, ¿no? ÁLVARO.- Con esa ropa, lo parece, pero está igual. TONY.- Con esa gorra está hecha un chicazo. SANDRA.- Ahora se llevan así. TONY.- ¿Quién las lleva así? SANDRA.- Me figuro que las muchachas jóvenes… TONY.- Querrás decir las muchachas jóvenes raras. Las chicas con las que yo salgo no visten así. Celia regresa sin el abrigo. CELIA.- Estáis elegantísimos. Yo también conseguí algo para la cena. Encontré esta camisa. Me la compré porque tenía estrellas. De pequeños siempre llenábamos el árbol de estrellas. (Buscando con la mirada el árbol de Navidad del salón) El de este año tiene muchas menos. TONY.- A nosotros también nos llegaron los recortes de estrellas, ¿no lo sabías? Celia sonríe.

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SANDRA.- Tony, por favor. CELIA.- Tú siempre tendrás las estrellas que quieras, Tony, para eso tienes a papá. Sandra parece inquieta ante el previsible enfrentamiento de sus hijos. Lanza una absurda risa con la que pretende relajar el ambiente. SANDRA.- Bueno, vamos a sentarnos a tomar los aperitivos. En veinte minutos cenamos. ¿Qué, vais a beber? (Mirando a Tony) Tú hasta la cena, nada. TONY.- Dejé mi copa allí. (Al ver que su madre no le hace ni caso) No pienso esperar hasta la cena. SANDRA.- ¿Qué vas a tomar, Álvaro? ALVARO.- Güisqui con hielo. Se dirige al mueble bar y lo sirve. Desde allí, pregunta a su hija. SANDRA.- ¿Y tú, Celia? CELIA.- Si tienes zumo de tomate te lo agradezco, con un poquito de pimienta, por favor. SANDRA.- Pues yo me voy a poner un Jerez. CELIA.- (Realizando una rápida inspección de la habitación) Mamá has cambiado las cortinas y…y, a ver que más. Has pintado las puertas de otro color y… SANDRA.- También son nuevos los almohadones de las butacas. TONY.- Yo también tengo un empaste nuevo, hermanita. (Mostrándole la boca abierta) Mira, es en esta muela de arriba. SANDRA.- (Sin prestarle demasiada atención) Me alegro mucho Tony, así podrás masticar mejor.

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Sandra recoge una bandeja y se acerca al lugar donde los demás se han sentado. Sirve las bebidas y toma de la mesa del comedor algunos aperitivos para situarlos cerca de ellos. La interpretación de Celia en este primer tramo de la obra, tendrá una dulzura e ingenuidad con la que logrará paliar, momentáneamente, los resentimientos derivados de su abandono prematuro del hogar. Más tarde, al producirse las diferencias, el enfrentamiento provocará en la joven un cambio de actitud motivado por la incomprensión que el comportamiento de su familia le produce. Tony, se dispone a llamar la atención sobre los aperitivos realizados por su madre. Señala hacia una de las bandejas. TONY.- Son…son aperitivos durmientes. Mamá los ha metido a cada uno en su lecho. Éste creo que está sobre lecho de alas de tiburón, cubierto por sábanas de patatán. SANDRA.- (Corrigiendo a su hijo) Papadan, Tony, papadan. TONY.- (Inmutable) Y este otro…. SANDRA.- No metas el dedo, Tony. TONY.- Debe ser un lecho de hierbas salvajes. ¿Los veis?, están todos dormidos. No se os ocurra despertarles, porque se pueden cabrear. SANDRA.- No le hagáis caso, son especialidades fusión, que es lo que ahora se lleva. Cuanta más fusión, más se valoran y, por supuesto, más caros son. TONY.- Menudos jetas son esos cocineros modernos. Lo mismo les crujen a los ricos, que les venden a los pobres hamburguesas de autor a treinta bolos la pieza. SANDRA.- Cada día hablas peor, Tony. ¿Quién te ha enseñado esas absurdas palabras? Gracias a esos cocineros, que a ti no te gustan, somos conocidos en el mundo entero.

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TONY.- (Despectivo) Paso de sus historias. SANDRA.- Celia, cuéntanos, (Con un sutil tono de reproche) cuéntanos qué has hecho en el tiempo que no te hemos visto. CELIA.- Realmente no he avanzado demasiado. Sigo estudiando, periodismo, trabajo en dos revistas alternativas y continúo en la televisión de barrio donde empecé. ÁLVARO.- ¿Para eso te vale estudiar una carrera universitaria? CELIA. Bueno estoy empezando y me gusta mi trabajo. Puedo decir cosas que no me dejarían contar en otros medios, o que me harían contarlas de otra forma. En mi tele puedo ofrecer buenas noticias; en cambio en las grandes cadenas, solo nos colocan hechos terribles y violentos, como si en el mundo no ocurriera nada positivo. Ya no se sabe si es lo que pide la gente o es lo único que les ofrecen. Por eso es necesario que existan periodistas diferentes aunque solo puedan realizar su trabajo en una televisión de barrio; para intentar contar cosas que otros no cuentan, porque no les interesa o porque no les produce demasiados beneficios. ÁLVARO.- ¿Has terminado? (Escéptico) Tranquilízate desgraciadamente no vamos a arreglar el mundo por más que nos lo propongamos y menos tú, hija, con una audiencia de mil o dos mis espectadores. CELIA.- (Orgullosa) No, no, en hora punta es posible que lleguemos a tener más de cuatro mil. TONY.- (Cáustico) Frente a los tres millones de las grandes cadenas no está mal, (Burlón) pero que nada mal. Te felicito, Celia CELIA.- También cuatro mil personas tienen derecho a ver algo diferente, ¿no os parece? ÁLVARO.- ¿Crees que les interesa lo que tú les cuentas? La gente lo que quiere es entretenerse, divertirse, llegar a casa y que no les hablen de cosas si8ciales, como me figuro quer vosotros hacéis.

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SANDRA.- (Intentando evitar cualquier confrontación) Lo importante es que lo que hagáis vosotros consiga ser tan bueno como lo que nos ofrecen los profesionales. CELIA.- Papá, ¿de verdad crees que porque una cadena tenga dos millones de personas lo que os ponen es bueno? ÁLVARO.- Por lo menos a la gente les gusta y la gente no suele confundirse, ¿o eres de las que creen que todo el mundo se equivoca menos tú? SANDRA.- (Convencida) Si fueran malos nadie los vería, eso está claro. CELIA.- (Sonríe, intenta quitar importancia a lo que va a decir) Perdona Mamá, ya se que te va a sonar un poco grosero y que tu siempre nos enseñaste a hablar bien, pero hay un dicho popular que dice… (Con una candidez totalmente premeditada) “porque cien millones de moscas coman caca, la caca no es buena” TONY.- ¡Qué pasada! Las cosas que sabe la niña. SANDRA.- ¡Qué grosería, Celia!, estamos a punto de cenar. ÁLVARO.- ¿Es eso lo que os enseñan en la Universidad? CELIA.- No, papá, (Con ironía) cosas así no se aprenden en las clases, sino en las horas de prácticas que hacemos en la calle. ÁLVARO.- ¿Nunca vas a intentar trabajar en una empresa seria? CELIA.- ¿A qué llamas una empresa seria, papá? ALVARO.- A aquellas que son capaces de formar a buenos profesionales. CELIA.- ¿Son buenos profesionales los que hacen esos programas donde lo único que les interesa contar son las miserias de todos esos que venden sus vidas a cambio de millones?

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De nuevo Sandra intentará salir al quite ante cualquier atisbo de violencia, ya que para ella la Navidad es una fecha en la que el mundo se detiene y las buenas obras invaden los hogares. SANDRA.- Bueno, bueno, cambiemos de tema. Nos has convencido de que eres muy feliz haciendo lo que haces y nosotros de tener reunidos en casa a nuestros hijos. Yo creo que estás más alta, pero un poco más delgada. ¿Qué te parece a ti, Álvaro? ÁLVARO.- (Sin prestar demasiada atención) Está igual, ya te dije que me parecía que estaba igual. CELIA.- ¿No he cambiado en nada, papá? Álvaro se queda pensativo. La pregunta le ha pillado desprevenido. Intenta buscar una respuesta que le evite ampliar la cuestión que le plantea su hija. ÁLVARO.- Sí, me figuro que en muchas cosas. Todos hemos debido cambiar en estos dos años. Tony se levanta y toma la copa que había dejado sobre alguno de los muebles. Tras comprobar que aún le queda un poco de contenido, eleva su copa disponiéndose brindar con cómica solemnidad. TONY.- ¡Por los cambios experimentado por papá en los últimos tiempos! SANDRA.- (Incómoda) Anda, deja la copita, hijo. TONY.- ¡No me digas que no vamos a poder brindar en toda la noche! SANDRA.- Tengo una sorpresa para todos. Toma una bolsa que se encontrará escondida en algún lugar del decorado y comienza a repartir una serie de ridículos gorros de cartón a todos los presentes.

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ÁLVARO.- El cotillón se hace noche de fin de año, pero hoy es Nochebuena. SANDRA.- Pues me hacía ilusión hoy. Con los gorritos puestos es imposible hablar de cosas serias, sólo con mirarnos a la cara, no tenemos más remedio que echarnos a reír. TONY.- ¿Es obligación reírse? SANDRA.- Pues sí, es obligación. Tony se queda mirando el gorro tipo fez, confeccionado con fieltro rojo en forma de cubilete invertido con una borla que cuelga de la parte superior y que se utiliza en países como Turquía. TONY.- Mamá, bastantes inmigrantes tenemos ya, como para que encima me hagas disfrazarme de moro. SANDRA.- No es moro, sino turco, que es muy diferente TONY.- Pues a mí me parece igual. SANDRA.- Pensé que te haría ilusión TONY.- Te agradezco la intención, pero no me apetece reírme, ni que nadie se ría de mí.

Celia se coloca de buena gana su ridículo sombrerito de astronauta. ÁLVARO.- (Intentando ser cordial) A mamá le hace ilusión. Es sólo por esta noche. SANDRA.- Con vosotros es imposible animar una velada. Mirad, Celia es la única que se lo ha puesto. TONY.- Bueno, es normal, ella ya venía disfrazada. Las estrellas le hacen juego con el sombrero. Ante el comentario de su hermano, Celia se quita el gorro que la había correspondido

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CELIA.- Tal vez algún día se ponga de moda tu disfraz. Imitarte puede resultar más divertido que ponernos esto en la cabeza. TONY.- Hay que tener mucho estilo para imitarme a mi, bonita. SANDRA.- (Recogiendo los sombreros) En vista del éxito, vamos a reservar los adornos para cuando nos hagamos la foto después de la cena. TONY.- (Retomando las anteriores palabras de su hermana) Aquí la única que va disfrazada eres tú. CELIA.- Unos se disfrazan por fuera y otros intentan hacerlo por dentro, pero no lo consiguen, se les ve el plumero. Así es la vida, Tony. TONY.- (Retador) No te consiento que en mi casa… CELIA.- Es la casa de papá y mamá, Tony, la casa de papá y mamá. ALVARO.- (Mirando a sus hijos con un gesto de reprobación) Ya es suficiente, ¿no os parece? SANDRA.- Deberíamos contarnos lo que nos ha ocurrido en el tiempo que no nos vemos (Intentando buscar algún tema con el que romper la situación creada) Tony ya tiene novia. CELIA.- Me alegro por él. SANDRA.- ¿Tienes algún chico?, Celia? CELIA.- (Cogida de improviso, duda) Bueno…varios. SANDRA.- Perdona, ya no me acordaba que ahora ya no se tiene uno, sino varios. Nosotras éramos demasiado tradicionales. Teníamos uno y nos duraba bastante tiempo, a algunas, incluso toda la vida. TONY.- Qué aburrido, ¿no?

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CELIA.- Quiero decir que no tengo a nadie fijo. Prefiero no complicarme la vida. SANDRA.- Yo sí me la quise complicar y mira lo bien que me ha salido. CELIA.- Me alegro mamá. SANDRA.- Fíjate, a mi me costaría trabajo vivir como tú vives. CELIA.- ¿Cómo vivo yo, mamá? SANDRA.- Con más gente, incluso con otros chicos. Todos mezclados. CELIA.- (Realiza un gesto de asombro) No estamos mezclados, simplemente compartimos piso, es la forma de que nos salga todo más barato. También compartimos los gastos y…las ideas. Al volver del trabajo solemos contarnos cómo nos fue el día. Nos vemos cuando queremos y nadie tiene que soportar al otro cuando no lo desea. ÁLVARO.- ¡La libertad! CELIA.- (Con un divertido mohín) La libertad no existe, papá, se consigue día a día, hay que irla ampliando a medida que nos vamos haciendo mayores. ÁLVARO.- ¿Hasta dónde debemos ampliarla según tú? CELIA.- Hasta donde cada uno necesite. ÁLVARO.- Pero existen barreras, éticas, morales, sociales. TONY.- Celia siempre se saltó las barreras, seguro que sus amigos son igual que ella. Se deben pasar el día saltando barreras.

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CELIA.- Pero tú que sabes de mi y de mis amigos, hablas de lo que oyes, pero jamás te molestaste lo más mínimo en venir a verme, ni en saber cómo vivo. TONY.-Ni lo sé, ni me importa. SANDRA.- No es que quiera quitarte la razón, Celia, pero en parte yo estoy de acuerdo con tu padre, sin moral no puede haber libertad. A partir de este momento, Celia se transformará. Sin perder su dulzura y su tono suave, mostrará una profunda convicción en sus planteamientos. Frota suavemente las manos mientras habla, como si quisiera dar más fuerza a sus argumentos. Su voz surge llena de ternura en un intento por no disgustar a su padre. CELIA.- Papá, ¿crees que lo que está ocurriendo en el mundo es justo, ético y moral? ¿Es justo que porque los bancos paguen millonadas a sus presidentes y a sus consejeros tengamos que rescatarlos a costa de recortar gastos sociales de nuestros países? ¿Es ético que mueran millones de personas en el tercer mundo debido a que las farmacéuticas no consienten en bajar los precios de los medicamentos? ¿Es moral el hambre en África? ¿Es decente que las grandes multinacionales contaminen el mundo y destruyan las pocas selvas que aún nos quedan? (Pausa. Con suavidad) Papá, ¿como me puedes hablar de barreras morales cuando los que gobiernan el mundo son incapaces de impedir todo lo que está ocurriendo? ÁLVARO.- Si no te gusta lo que hay, elige a otros gobernantes. Para eso están las elecciones cada cuatro años. Celia se sonríe. Como si le viniera a la memoria algo divertido. ÁLVARO.- ¿Te ríes de lo que estoy diciendo? CELIA.- No, no, simplemente estaba recordando algo que me contaron en… (Burlona) bueno en una de esas clases prácticas que suelo recibir en plena calle. A alguien se le ocurrió decirme que si las elecciones fueran capaces de cambiar el mundo, hace mucho

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tiempo que las habrían prohibido. (Al observar la reacción del padre) Perdona papá, es una broma, no te pongas tan serio. TONY.- ¿Vais a estar así toda la noche? Ni con una copa os soporto Tenía que haberme ido a cenar con la familia de Vicky. Este es el último año que os aguanto. Tony pasea nervioso sin saber qué hacer.. ÁLVARO.- Ya terminamos, Tony, no merece la pena seguir discutiendo. (Como si hablara para si mismo) Lo critican todo, pero terminan tragando con lo que les echen. No les gusta nada de esta sociedad, pero se aprovechan de todas sus ventajas y, naturalmente, del esfuerzo de los que trabajamos mientras ellos viven a cuerpo de rey sin pegar ni golpe. CELIA.- (Dolida) ¿De quién hablas papa? ¿Quién no trabaja, quién ha venido a pediros algo en los últimos dos años? Sandra esta a punto del ataque de nervios. Ha seguido la discusión con verdadera preocupación ante la perspectiva de que la reunión familiar termine en un absoluto fracaso. Está a punto de romper a llorar. SANDRA.- Por favor, no me hagáis esto. No nos hemos reunido para discutir, sino para pasar una Navidad en paz. Si seguís así me va a dar algo, os lo pido por favor. Dejad la conversación para mañana o para el mes que viene o para nunca, mejor para nunca. CELIA.- (Preocupada) Mamá no te pongas así. Yo no he sacado la conversación ha sido papá el que me ha dicho cosas con las que no estoy de acuerdo. (Conciliadora) Lo normal es que una familia pueda hablar tranquilamente de sus ideas y de las cosas que les preocupan. Siempre me habéis dicho lo que vosotros pensabais, hoy únicamente me he permitido responder a lo que me preguntabais. No quiero volver a ser aquella niña que no podía opinar porque nadie la escuchaba. He crecido y empiezo a saber lo que no me apetece y lo que me gustaría cambiar. SANDRA.- (Implorante) No me hagáis esto, por favor. Os pido por lo que más queráis que dejéis esta conversación. No es una noche para

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discutir, ni para regañar, ni para enfrentarse. Celia, por favor somos tus padres, no tus amigos con los que por lo visto te encanta pelearte. ¡No puedo más! Odio la política y a los políticos. Todos son iguales. Lo único que quiero es vivir tranquila. No me importa lo que les pase a los otros, bastante tengo con lo que me ocurre a mí. CELIA.- Yo no he empezado el tema. Me preguntasteis por mi vida y yo os he dicho lo que hacía, después papá me y tú me habéis comentado las cosas con las que no estabais de acuerdo y yo he tratado de daros mi versión. No ha pasado nada extraordinario. Es lo que hago todos los días con mis compañeras ¿Cómo podemos entendernos sin hablar?

Sandra se levanta y cambia las bandejas por otras que se encontraban en la mesa central. Habla nerviosa, intentando sacar un tema que evite el enfrentamiento entre Celia y su padre y que al mismo tiempo la permita abandonar el salón. SANDRA.- ¿Queréis que os explique de qué están hechos? (Al no obtener respuesta alguna desiste de su intento) Están riquísimos. He tardado casi cuatro horas en prepararlos. (Buscando el escape) En la cocina tengo más, voy a por ellos. TONY.- Te acompaño mamá. Esto no hay quién lo aguante. Ambos salen de escena.

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ESCENA OCTAVA Celia observa a su padre con una mezcla de cariño y de tristeza. Incluso intentará coger una de sus manos, aunque él rechazará inmediatamente el gesto de su hija. CELIA.- (Dulcemente) Papá, tú crees en los políticos porque los conoces muy bien, los necesitas y ellos te necesitan a ti. Pero muchos jóvenes no les tenemos demasiada confianza. Ellos lo organizan todo, se meten en todo. Se han apropiado incluso de los sitios que les pertenecen a los jóvenes y, a pesar de eso, hacemos cosas, trabajamos en movimientos ciudadanos, en asociaciones, en ONGs. Luchamos para que no desfiguren nuestras ideas, pretendemos que se nos escuche, a pesar de las dudas que tenemos encima ¿Te parece mucho pedir? ¿Es tan difícil de comprender nuestra postura? Seguro que tú pensabas igual cuando fuiste joven, lo que pasa es que ya no te acuerdas. ÁLVARO.- ¡Qué tremenda contradicción! Rechazáis la política, pero tarde o temprano, también vosotros terminaréis haciéndola (Con resentimiento) Os lo dimos todo hecho y ahora comprendemos lo inútil que ha sido nuestra lucha. (Dramatizando) Os sentiríais felices contemplando cómo nuestro mundo se derrumbará. CELIA.- Papá, por favor. Yo no quiero que nada se derrumbe, pero me gustaría que comprendieras que algunas cosas no funcionan. ÁLVARO.- (Abrumado por su situación y la insistencia de su hija) Yo vivo en la misma sociedad que tú, ¿sabes? Soy consciente de que se necesitan algunas transformaciones. Pequeños cambios, retoques. Pero las estructuras resisten. (Angustiado) Es necesario que resistan, porque nosotros nos encontramos debajo.

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CELIA.- Lo siento papá, no quisiera molestarte, pero a lo mejor esas estructuras de las que hablas ya no valen para todos. Tal vez son demasiado grandes y demasiado pesadas para algunos de nosotros. ÁLVARO.- (Desfallecido) Desgraciadamente. Se produce un tenso silencio. Celia parece meditar una respuesta. Respira profundamente intentando conservar la serenidad. CELIA.- (Muy pausadamente) Cuando vivía aquí, apenas podía hablar con vosotros. Trabajabais demasiado, viajabais continuamente, tú con tus negocios, mamá con los desfiles de moda. ÁLVARO.- Sigues siendo tan injusta como cuando te marchaste. CELIA.- No, papá, simplemente pretendo ser sincera. He procurado hablaros de mis ilusiones, de mi vida, de mis pensamientos que, aunque diferentes, no creo que sean peores que los vuestros. Intento trabajar en una profesión que me gusta, aunque no me dé tanto dinero como a vosotros. (Pausa) No sólo existe el mundo en el que vosotros creéis, también está el nuestro, aunque a veces nos cueste tanto encontrarlo. Creo que tenemos el derecho a construirlo, a pesar de las dudas y de las inseguridades. Al menos deberíamos tener la posibilidad de intentarlo. (Anhelante) ¿O no la tenemos? Dime papá, ¿la tenemos, tenemos derecho a intentarlo?? ÁLVARO.- (Defraudado) ¿Tan mal te encontrabas (Señalando a su alrededor) en…en nuestro mundo? CELIA.- Por favor, papá no confundas mis palabras. ÁLVARO.- Me costó mucho llegar a donde he llegado. Los jóvenes hoy pensáis que se puede conseguir todo sin esfuerzo. Yo tenía una familia detrás y fui consciente de mis responsabilidades y las asumí con compromiso e integridad. CELIA.- Papá, ¿qué me estás diciendo? Yo nunca te pedí tanta responsabilidad. En el momento que pude, empecé a responder de mi propia vida. Hablas de integridad, pero la integridad no solamente está en nosotros, sino en las personas de las que nos

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rodeamos. ¿Alguna vez les preguntaste a tus inversores de dónde procedía el dinero que te confiaban para que lo hicieras crecer? ¿Nunca se te pasó por la cabeza que muchos de tus íntegros clientes lo que pretendían era evadir y ocultar las ganancias obtenidas de mala manera? ¿Nunca lo pensaste, papá? ÁLVARO.- (Irritado) ¿Estás acusándome de algo, Celia? CELIA.- (Con ternura) ¡Claro de que no papa!, no tengo ningún derecho a hacerlo. Tan sólo pretendía decirte, que no podemos presumir de ser los únicos íntegros y decentes. Que en la vida todos cometemos errores y que la única forma de poder estar juntos es aceptándonos como somos, pero al mismo tiempo intentando cambiar aquellas cosas que no funcionan, que no deberían valernos, porque perjudican a otros.

Álvaro se dispone a responder violentamente a su hija, Inesperadamente, un pensamiento negativo cruza por su mente. Una sombra de inquietud se refleja en el rostro. Responde con un cierto ensimismamiento que nada tiene que ver con su anterior agresividad. ÁLVARO.- Si preguntáramos por la procedencia del dinero que movemos los inversores, el mundo se detendría. Cuando de verdad te enfrentes a la vida, también tú perderás la inocencia. CELIA.- (Muy lentamente) Creo que ya la he perdido, papá

Entran es escena Sandra y Tony, el cual parece muy excitado. Al ver que Celia continúa hablando con su padre, se dirige a ella de forma insolente. Los efectos de la bebida se hacen patente en su arrebato y en la forma de modular las frases.

TONY.- Ya está bien Celia, se acabó. Mamá ha estado llorando y mira la cara de papá. No tienes ningún derecho a hacer lo que estás haciendo. Se acabó, Celia, no te consiento que nos vengas a fastidiar la cena de Navidad. CELIA.- ¿Cómo dices?

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Sandra intenta contener a Tony, aunque ni ella misma parece encontrarse bajo control. SANDRA.- Por favor Tony, tengamos la fiesta en paz. TONY.- (Brusco) ¿Qué fiesta, mamá, qué fiesta? SANDRA.- (Con un tono infantil)) La que íbamos a celebrar. TONY.- (A Celia) Para esto podías haberte quedado en tu casa.

CELIA.- (Desconcertada) Lo siento mamá, pensé que esto era una cena de familia y que después de tanto tiempo íbamos a poder hablar de nosotros, de lo que nos preocupa. (Pausa) Que si me habías llamado era porque tal vez existía la posibilidad de reencontrarnos, Imaginé que ya me considerabais mayor y deseabais escucharme. (Angustiada) Perdonadme, lo siento verdaderamente.

SANDRA.- (Con efectista tono de desmayo) Díos mío ¡que horror! Lo que estás haciendo pasar a tus padres. Se produce un tenso silencio. Tony avanza con paso indeciso hasta el lugar donde se encuentra su hermana. La señala amenazadoramente con el dedo hasta casi tocarla el rostro. TONY.- Hermanita, ¿sabes lo que te digo?, que no tienes vergüenza. Celia se levanta muy lentamente. Parece aturdida, incapaz de tomar una decisión. La situación se desborda. Muerde sus labios con fuerza. Está a punto de romper a llorar. Se produce una larga pausa durante la cual los personajes permanecen inmóviles. Tendremos la sensación de que la escena ha quedado congelada. CELIA.- (Con un hilo de voz) Lo siento, lo siento de verdad, me hubiera gustado encontraros de nuevo. Celia se dirige hacia el lateral donde nos imaginamos que se halla el vestíbulo. Sale de escena. Tras una pausa se escucha el ruido de una puerta al cerrarse.

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ESCENA NOVENA Los tres personajes permanecen inmóviles. Tony es el único que no

parece excesivamente afectado. Mueve su copa frívolamente.

TONY.- Muerto el perro, se acabó la rabia. ¡A cenar! Paso de aperitivos, vamos directamente al plato que ha hecho mamá. SANDRA.- ¡Cállate, Tony! TONY.- ¿También me tengo que callar? Creía que la que os faltó al respeto fue ella y no yo. SANDRA.- Ha sido terrible. Nunca pensé que fuera a ocurrir algo así. ÁLVARO.- Lo hicimos con nuestra mejor voluntad. SANDRA.- (En tono dramático) No podía soportar otra Navidad sin tenerla en casa. ÄLVARO.- Te advertí de que no iba a salir bien. TONY.- (Levantando su copa) La señora se equivocó, pero ahora todo ha vuelto a la normalidad. La cena será como debe ser una cena de Navidad. (Toma el gorro que le ofreció su madre) Con nuestros gorritos y con nuestra alegría, Mira por donde ahora tengo ganas de ponerme alegre. SANDRA.- ¿En qué nos equivocamos? ÁLVARO.- Tú te empeñaste en que viniera… SANDRA.- Era una noche especial. TONY.- Efectivamente os ha salido especial, pero que muy especial.

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Se produce una larga pausa durante la cual, tanto Sandra como Álvaro intentan buscar alguna explicación para la situación creada ÁLVARO.- (Anonadado) A los dos los educamos igual, y fíjate la diferencia. SANDRA.- No es nuestra culpa, Álvaro. ÁLVARO.- Tal vez nos faltó energía. SANDRA.- Energía y exigencia. ÁLVARO.- Energía, exigencia y voluntad. SANDRA.- Energía, exigencia, voluntad y orden ÁLVARO.- Energía, exigencia, voluntad, orden y… TONY.- ¿Vais a estar así toda la noche? SANDRA.- Tiene razón Tony. No adelantamos nada martirizándonos. ÁLVARO.- Tenemos problemas más importantes en los que pensar. SANDRA.- (Gritando inesperadamente) ¡Dios mío, la poularde!, no la he sacado del horno! TONY.- La culpa no es tuya mamá, sino de la niña. Si no le hubieras hecho tanto caso, no se te habría ido el santo al cielo. SANDRA.- Por favor, idos sentando, vuelvo enseguida. Sandra sale corriendo en dirección a la cocina. Álvaro y Tony se dirigen hacia la mesa alargada y toman asiento, respectivamente, en cada uno de sus extremos, con lo cual quedarán desproporcionadamente distanciados. Se observan con la mirada perdida, como si se tratara de dos desconocidos. Sandra regresa con una fuente en la que aparece la pularda,

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que difícilmente podremos reconocer, ya que se encuentra absolutamente chamuscada. La coloca con sumo esmero sobre la mesa como si se tratara de un espléndido manjar. Ella permanece unos instantes contemplando el ave con gesto desolado, actitud que también contemplaremos en Álvaro y Tony. SANDRA.- (En tono compungido) Tenía que haberla sacado antes, pero con todo lo que ha ocurrido… (Pausa) Lo tostadito está solo en la parte de arriba, por dentro la poularde está en perfectas condiciones. Os voy a ir sirviendo. ÁLVARO.- (Apenas audible) A mi media ración. SANDRA.- (Con nulo convencimiento) En…en la receta dicen que tostadita está mucho más sabrosa. Sin apercibirse del gesto de prevención de Álvaro y Tony, Sandra procederá a trinchar el ave y depositar la consiguiente ración en cada uno de los platos. SANDRA.- (Descorazonada) ¡Cómo me ha podido pasar una cosa así! ÁLVARO.- (Intentando consolarla) A lo mejor se puede comer. Con esto de la cocina de fusión nunca se sabe. SANDRA.- ¿La has mirado bien? ÁLVARO.- Prefiero no hacerlo, si no te importa. Sandra de deja caer en la silla que se encuentra en el centro de la mesa, con lo cual la distancia entre los tres se hará evidente. Se miran largamente sin decir palabra. De nuevo el silencio se hará tan profundo que resultará embarazoso para lo tres personajes. Tony estará grotesco con su ridículo sombrero ladeado. SANDRA.- Qué dolor para unos padres. TONY.- ¿Os referís a mí?

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SANDRA.- Por favor, Tony, no estaba pensando en ti. TONY.- (Con dificultades para que las palabras le salgan fluidas) Si te refieres al pollo, estoy completamente de acuerdo contigo, no solamente es un dolor para unos padres, sino también para un hijo, que es el que va a tener que comérselo. SANDRA.- Por favor, Tony no es un pollo es una poularde. La poularde es mucho más cara que el pollo y mucho más fina. TONY.- Siento haberme confundido, si me hubieras presentado antes de condenarla a la hoguera, la hubiera reconocido al momento.

Se produce una larga pausa durante la cual nadie se atreve a iniciar la degustación de la abrasada pularda. SANDRA.- (Con la mirada perdida) Lo importante es que somos una familia unida y así, sí que es hermosa la Navidad. TONY.- (Levantando su copa) Tienes razón. Mamá, eso es lo único importante ¿No os vais a poner gorritos? Sin gorrito no hay Navidad, ni unida, ni desunida. SANDRA.- (Adoptando una postura de oración con las manos entrecruzadas) Bendice Señor los alimentos que vamos a comer y también bendice a quién los cocinó para su familia con amor y dedicación. ÁLVARO.- (Con la mirada perdida) Amén. SANDRA.- Amén. Tony parece alucinado ante la presunción de su madre como cocinera. Dirige su dedo acusador hacia la pularda chamuscada. TONY.- ¡Mamá, espero que Dios no te tenga en cuenta la poularde de esta noche!

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Las figuras quedan congeladas. Se escucha en la lejanía el villancico tradicional “Noche de paz” mientras la luz comienza a descender. Al mismo tiempo un pequeño foco iluminará intensamente los regalos que dejó Celia sobre una de las sillas. Esta luz permanecerá fija sobre los tres pequeños paquetes mientras se va produciendo el oscuro en el resto de la escena. Con dicha imagen finalizará la representación. Marzo, 2010 (Copyrights reservados)

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