Nocturno - Louise Cooper

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    NDIGO

    Libro 4

    NOCTURNO

    Louise Cooper

    Traduccin: Gemma Gallart

    Ilustracin de cubierta: Horacio Elena

    EDITORIAL TIMUN MAS

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    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni el registro en un Sistemainformtico, ni la transmisin bajo cualquier forma o a travs de cualquier medio, ya seaelectrnico, mecnico, por fotocopia, por grabacin o por otros mtodos, sin el permisoprevioypor escrito de los titulares del copyright.

    Diseo de cubierta: Vctor Viano

    Ttulo original: Nocturne (Book 4 of Indigo) 1988 by Louise CooperEditorial Timun Mas, S.A., 1990Para la presente versin y edicin en lengua castellanaISBN: 84-7722-415-3 (Obra completa)ISBN: 84-7722-518-4 (Libro 4)Depsito legal: B. 40.829-1990Hurope, S.A.

    Impreso en Espaa - Printed in SpainEditorial Timun Mas, S.A. Castillejos, 294 - 08025 Barcelona

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    Noche y silencio. Quin est aqu?Shakespeare: El sueo de una noche de verano

    Para Loma,

    que est eminentemente cualificadapara ser miembro de la Compaa Cmica Brabazon

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    PRLOGO

    En la fra, regin ms meridional de la tierra, en el linde de los enormes peascos dehielo que custodian los territorios polares, Cathlor Ryensson gobierna en paz su pequeo

    reino desde la enorme y antigua fortaleza de Carn Caille. En la sala de Carn Caille, elrostro del padre de Cathlor sonre en el retrato que cuelga desde su muerte acaecidacinco aos atrs en el lugar de honor sobre el silln del rey; y junto a ese retrato cuelgaotro, con los colores algo desvados por el aire salobre y el humo de la chimenea, que re-presenta un grupo familiar. Este cuadro es particularmente hermoso; parece tan real queresultara fcil imaginar a las cuatro figuras de la tela a punto de alzarse y, tras despere-zarse, descender del marco para atravesar el estrado y ocupar sus lugares en la mesa real.

    Pero el rey Kalig, la reina Imagen, su hijo Kirra y su hija Anghara, estn muertos hacemucho tiempo. Aniquilados por la fiebre, recordadas ahora tan slo en relatos y baladas,que cay como una plaga sobre las Islas Meridionales ms de un cuarto de siglo atrs, slose los evoca en relatos y baladas.

    O eso al menos cree la gente.Muchos de quienes pasan ahora por esta sala no recuerdan en absoluto a Kalig ni a sufamilia. Todo su inters se centra en la nueva dinasta fundada por Ryen que se prolongahoy en su hijo; y aunque algunos se detienen de vez en cuando a contemplar el retrato conadmiracin y respeto, pocos pueden acordarse ya de la graciosa voz de Imagen ni de larisa espontnea de Kalig.

    Nadie, y mucho menos el rey Cathlor, sera capaz de imaginar siquiera en sus msextravagantes sueos que un miembro de la familia de Kalig siga an con vida, ni que fueraposible volver a ver sin que hubiera envejecido ni cambiado, el rostro serio de la muchachade cabellos ligeramente rojizos que se sienta a los pies de su padre en el antiguo retrato.

    La princesa Anghara no muri con los suyos; aunque muchas veces durante estos largosaos lo haya deseado. Es ella, el nico ser humano, que conoce la autntica naturaleza dela plaga que aniquil a sus seres queridos; porque fueron su mano y su estpida eimprudente curiosidad, las que por violar una ley ancestral, arrojaron siete demonios almundo entre alaridos y risas para que esparcieran su maldicin sobre la humanidad..

    Un momento tan slo, un impulso salvaje y rebelde; ahora Anghara tiene que soportaruna carga de culpabilidad y remordimiento que la atormenta, despierta y dormida, desde elda en que perdi su nombre y su hogar, y abandon las Islas Meridionales para iniciaruna nueva y amarga vida como vagabunda. Slo ella puede reparar su culpa, buscar yeliminar los siete demonios que ella misma liber de sus cadenas. Hasta que no hayaterminado su tarea no existir el descanso para ella ni tampoco podr regresar a su pas.

    Anghara ha sido olvidada. Pero ndigo el nuevo nombre que escogi para s, que estambin el color del luto entre los. suyos vive an, y, a veces, en remotos rincones de la

    tierra, hay quienes tienen motivos para conocerla y recordarla. Ha combatido con fuego yha combatido con agua; por su mano han muerto ya dos demonios y los fantasmas demuchos seres inocentes la persiguen. Los recuerdos se agolpan en su mente y en susinquietos sueos; y cuando piensa en su hogar y en los suyos, lo hace con una tristeza quelos largos aos de exilio distancian, pero no mitigan.

    A pesar de ser inmortal y de no envejecer jams, ndigo no est sola en su bsqueda.Con ella viaja una amiga, que, aunque no pertenece al gnero humano, sabe muy bien loque significa ser un paria entre los propios congneres y ha decidido compartir tanto lamaldicin de ndigo como su compromiso; les pisa los talones un enemigo implacable yeterno: Nmesis. Nmesis acecha a ndigo como una sombra maligna donde quiera que lamuchacha vaya, ya que es parte de ella misma, creada en las profundidades ms tenebro-

    sas de su propia alma y que ha adquirido vida independiente: es la ms peligrosa de todossus adversarios, una criatura sonriente que acecha a ndigo detrs de cada sombra; un ser

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    tentador, seductor y embaucador. Mientras ndigo viva, Nmesis seguir existiendo, y suexistencia es la mayor de las amenazas.

    Guiada por la piedra-imn que le regal la Diosa de la Tierra, ndigo viaja ahora portodo el continente occidental. Durante un tiempo ha encontrado algo parecido a la paz, unmomento de calma en el frenes de su vida. Pero la calma no puede durar y sabe que muy

    pronto deber retomar los hilos de su siniestro tapiz y ponerse en movimiento de nuevo.Los nubarrones empiezan a hacer su aparicin en el horizonte; los malos augurios soncada vez ms evidentes. Y en medio de la sombra de una tierra que no es lo que parece,entre amigos y enemigos que pueden intercambiar sus papeles, ndigo debe enfrentarse a latercera y quiz la ms peligrosa de sus pruebas...

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    CAPTULO 1

    Templanza Brabazon se sacudi los cabellos, empapados por la persistente llovizna, yaguz el odo para captar el lejano silbido que le indicara que las presas se dirigan hacia l.

    Tambin sus ropas estaban empapadas la corta capa de piel que las cubra no haba sidodiseada para proteger de tanta humedad y los pies y las manos empezaban aentumecerse a causa de la inactividad y el fro. Flexion los dedos de los pies,desprendiendo gran cantidad de pizarra suelta que resbal ladera abajo desde el arrecifedonde estaba encaramado sobre el fondo del valle, y maldijo las cuerdas deshilachadas, losponis que se escapan y el horrible tiempo otoal.

    De pronto la seal que esperaba reson estridente desde el extremo opuesto del valle,hendi la hmeda neblina y se dej or con mucha ms fuerza que cualquier grito. El joven

    Templanza se inclin hacia adelante, atisbo en la oscuridad, y a lo lejos apenas pudovislumbrar la mancha borrosa de la brillante cabellera roja de su hermano Valenta quedestacaba sobre el indefinido color verde grisceo de la colina rocosa. Val silb de nuevo;

    una sucesin de cuatro notas agudas que, segn el cdigo de los hombres del pramo,significaba preprate:Templanza oy el batir de cascos y entonces tres ponis sin jinetesaparecieron al galope ante sus ojos, conducidos por el pequeo garan zaino que resoplabacomo un caballo de carrera y levantaba terrones de turba con sus peludos cascos. Unsegundo ms tarde, otros dos ponis montados por jinetes aparecieron tras los primeros,mientras lo que pareca un enorme perro gris corra por el flanco menos escarpado del vallepara disuadir al garan y su reducido squito de la idea de huir por aquella ruta.

    El joven Templanza salt del arrecife en el mismo instante en que los ponis seprecipitaban hacia el estrecho cuello del valle, y les cort el paso, gritando y agitando losbrazos. El garan se detuvo en seco, se alz sobre los cuartos traseros y agit la cabeza,pero su gesto de desafo era fingido; saba muy bien que estaba atrapado, y, cuando

    Templanza se le acerc, lanz un amistoso relincho de saludo y empez a registrar con elhocico las manos y bolsillos del muchacho en busca de golosinas. Por su parte, las yeguasbajaron las cabezas y empezaron a mordisquear el abundante pasto, mientras agitaban lascolas con indiferencia.

    Los dos ponis y sus jinetes se acercaron por detrs del pequeo grupo; los jinetes echaronpie a tierra. Franqueza, que tena diecinueve aos y era el mayor de los hermanos Brabazon,se acerc al caballo y le pas un ronzal por la cabeza, luego alz la mirada y le sonriampliamente a Templanza por entre los empapados cabellos castaos que le caan sobre elrostro.

    Bien hecho, Lanz. Por un momento pens que te iba a atropellar.Este no. Lanz dirigi una mirada al animal, quien a su vez lo mir con malicia. Es

    un aspaventero; un conejo lo vencera en una competicin de patadas. Dnde estn los

    otros ponis?Los trae Val.Eran volvi la cabeza por encima del hombro para mirar al jinete que lo acompaaba, una

    joven alta vestida con un abrigo de cuero, pantalones de montar de lana y largos cabellossujetos en una cuidada trenza, quien en ese momento colocaba el ronzal a las dos yeguas. Elanimal de pelo gris haba descendido de la ladera para sentarse, jadeante, junto a ella. Eranse acerc a l y se inclin para acariciarle la parte superior de la leonada cabeza.

    Qu, Grimya! Ha sido una buena carrera, eh?Grimya le mostr los colmillos con sonrisa canina, y agit la cola con fruicin.

    Cualquiera que no fuera natural de aquellas tierras del sudoeste habra pensado que setrataba de una perra, a pesar de su tamao y de su aspecto salvaje. Los Brabazon, no

    obstante, estaban mejor informados; a lo largo de los muchos aos que llevaban viajandohaban llegado a conocer bastante bien a las criaturas salvajes como para distinguir un lobo

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    del bosque de sus primos domsticos. Y durante los ltimos diez meses, desde que seencontraran por primera vez con ella y con su duea, Grimya se haba convertido en tanbuena amiga de la familia como cualquier ser humano.

    Fran se irgui, y se encontr con la mirada de la muchacha cuando sta volvi la cabezapara sonreira.

    Gracias, ndigo. Si hubieran conseguido salir del valle slo la Seora de la Cosechasabe el tiempo que habramos perdido persiguindolos.Tres das intervino Lanz. Es lo que tardamos la ltima vez que se comieron los

    ronzales, recuerdas? No hago ms que decirle a pap que necesitamos cuerdas nuevas,pero responde que no vale la pena.

    Tiene razn. Despus del prximo da de mercado, ser problema de otro.Lanz pareca todava contrariado, pero antes de que pudiera seguir con la discusin Fran

    estir el cuello y mir al otro lado del valle.Ah viene Val con los otros ponis. Deja de quejarte, Lanz, y regresemos a los

    carromatos antes de que nos ahoguemos en esta lluvia!

    La pequea cabalgata se puso en marcha a los pocos minutos. Fran conduca al caballomientras que Val y Lanz se hacan cargo de una yegua cada uno. Tras los hermanos, la

    joven a quien Fran haba llamado ndigo dejaba que su poni anduviera a su aire por elestrecho sendero el pramo. El tiempo empeoraba a medida que avanzaba la maana;durante los ltimos minutos la llovizna haba aumentado hasta convertirse en fuerte eininterrumpida lluvia, mientras deshilachados jirones de un gris ms oscuro se movan conrapidez bajo la amenazadora masa de nubes que se extenda de un extremo a otro del hori-zonte. La visibilidad haba quedado reducida a pocos metros; cualquier cosa situada msall quedaba oculta tras la hmeda oscuridad, y en algn lugar a su derecha ndigo podaescuchar el murmullo de un arroyo que bajaba muy crecido.

    Grimya, que trotaba unos pocos pasos delante de ella, volvi la cabeza para mirarla y unavoz habl en la mente de ndigo.

    Me alegro de que cogiramos a los ponis tan deprisa. Este es un da para pasarlo frenteal fuego, no corriendo por ah.

    El comentario hizo sonrer a ndigo, que proyect una silenciosa respuesta.No tardaremos en estar de regreso junto al fuego, cario. Espero que Caridad nos

    haya guardado un poco de desayuno!Saba que los Brabazon ignoraban la extraordinaria conversacin que tena lugar entre la

    loba y ella; la mutacin que le permita aGrimya comprender la lengua de los humanos y elextrao vnculo teleptico que ambas compartan formaba parte de un viejo y bien guardadosecreto. Durante un cuarto de siglo ndigo y Grimya haban sido compaeras en un viajeque las haba llevado a recorrer la faz de la tierra, un viaje cuyo trmino las esperaba en unlejano y desconocido futuro. El inverosmil lazo de unin existente entre una mujer, hija por

    nacimiento de un rey de las Islas Meridionales, y un animal mutante a quien sustribulaciones haban convertido en un paria entre los suyos, ocultaba un secreto msextrao y profundo. A lo largo de todos esos aos, a menudo turbulentos, que haban pasado

    juntas, ndigo y Grimya haban llevado con ellas el estigma de la inmortalidad. En el casodeGrimya se trataba de un don, otorgado a peticin propia por la Diosa de la Tierra; parandigo, en cambio, saber que no envejecera, que no cambiara, era casi una carga insopor-table, ya que era el eje central de la maldicin que su propia estupidez haba desencadenadosobre s misma y sobre el mundo. Y hasta que su viaje y su misin no finalizaran, no seliberara de ella.

    Un cuarto de siglo... Parpade para eliminar las gotas de lluvia de sus pestaas ycontempl las tres figuras pelirrojas que cabalgaban delante de ella. El ao en que Fran, el

    mayor, naci, Grimya y ella estaban en las ardientes tierras situadas ms al norte,enfrentadas a un adversario corrompido y letal cuyo recuerdo an le provocaba horribles

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    pesadillas de las que despertaba gritando y envuelta en sudor. Por la poca en que Lanzempezaba a andar, ellas haban iniciado su larga estancia en la zona este de Khimiz,atrapadas por las supercheras de la Serpiente Devoradora. Y ahora, pareca que el ciclo seiniciaba de nuevo.

    Con un gesto que a travs de los aos se haba convertido en algo tan familiar como

    respirar, ndigo levant una mano y toc una pequea bolsa de cuero que le colgaba delcuello sujeta por una correa. El cuero estaba ya viejo y agrietado; en su interior, palp elduro contorno del guijarro que llevaba consigo desde el inicio de su viaje: la piedra-imn,regalo de la Madre Tierra, que la conduca infalible e incesantemente en su misin. Portercera vez, el dorado punto luminoso que yaca en el centro de la piedra se habadespertado, para latir como un diminuto corazn vivo y hacerle saber que el nuevo combateque tendra que librar estaba ya muy cerca.

    Volvi a dejar caer la mano sobre el pomo de la silla de montar, y baj la mirada al cuelloempapado y peludo del poni que avanzaba con paso lento y torpe. Desde que la piedra-imnle empezara a transmitir su inequvoco mensaje, ndigo rezaba con frecuencia para que losBrabazon no se vieran envueltos en lo que pudiera acecharla en el camino. Haban sidoprimero salvadores y luego fieles amigos tanto de ella como deGrimya. desde su primer en-cuentro casual, y sera una amarga irona corresponder a su afecto conducindolos alpeligro. Demasiados inocentes haban muerto ya por ayudarla en su causa: no queraprovocar ms desgracias.

    Durante un rato, la comitiva avanz despacio y en silencio. Grimya,, aunque conscientede las preocupaciones de ndigo, saba tambin que a su debido tiempo las superara y nodeca nada; ninguno de los otros se senta tampoco inclinado a la conversacin. El climaapagaba hasta la fogosidad del joven semental. El sendero los conduca hacia la cima de unasuave escarpadura, en la que un pequeo rebao de ovejas desconsoladas se apelotonabacomo manchas borrosas bajo la fuerte lluvia. Alcanzaron la cresta de la elevacin, y derepente Fran alz una mano para indicar a los otros que se detuvieran. Se levant sobre losestribos para escudriar la ladera que tena ante l, luego se volvi y apremi a sus

    compaeros a que se acercaran. Cuando estuvieron todos juntos, seal hacia abajo.Mirad. Su voz era grave, tranquila. All hay otro.Unos quince metros ms abajo del lugar donde se encontraban, serpenteaba al pie de la

    escarpadura un sendero abierto por el paso de los rebaos. En ese sendero haba un jinetesolitario, sin abrigo, sin sombrero y que, al parecer, no adverta la lluvia que caa con fuerzasobre su cabeza y espalda. Sujetaba su caballo con unas riendas demasiado tirantes y sumirada estaba clavada rgidamente al frente, como si siguiera un seuelo que slo l pudieraver.

    Val silb muy bajo entre dientes, pero Lanz hizo retroceder a su caballo y mir inquietoal mayor de sus hermanos.

    Quiz no sea uno de ellos, Fran. Los que vimos se dirigan hacia el norte, no hacia el

    este.T no estabas con Val y con Esti cuando vimos al tercero de ellos dijo Fran.Aquella mujer se diriga hacia el sudoeste. Te lo contamos, recuerdas? No creo que ladireccin que sigan tenga mucha importancia.

    No obstante, puede que ste...Hay una forma de descubrirlo interrumpi Val. Saldalo, Fran. Veamos si

    responde.Fran mir inquisitivo a Lanz, quien se encogi de hombros.De acuerdo repuso Fran, y se volvi de nuevo sobre su silla, haciendo bocina con

    ambas manos.Hola! Los ponis, sorprendidos, dieron un respingo al or el grito. Forastero!

    Aqu arriba!El grito rebot y reson en los pramos, pero, aunque el caballo que estaba a sus pies

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    agit la cabeza inquieto, su jinete no respondi. Fran volvi a gritar, el caballo relinch;pero el hombre se limit a tensar an ms las riendas, obligndole a seguir adelante.

    Lanz extendi una mano y la pos sobre el hombro de Fran.Lo mejor ser que lo dejes, Fran. No podemos hacer nada.No. Fran sacudi la cabeza. Voy a bajar, lo interceptar y ver si logro descubrir

    qu podemos hacer.No puedes ir solo, entonces.Fran mir a los otros.Val? ndigo?Yo ir contigo repuso ndigo, que segua contemplando al solitario jinete.Aunque comparta la inquietud de Lanz, se haba despertado su curiosidad; por las

    profundidades de su mente rondaba una sensacin nada agradable, la intuicin le deca queaquello tena ms importancia de lo que ninguno de ellos poda imaginar an.

    Grimya, que haba captado su pensamiento, le habl en silencio.Creo que a lo mejor tienes razn. Vayamos a ver. Val decidi quedarse all con Lanz, as que Fran les entreg el pequeo semental y dio

    instrucciones a sus hermanos para que tomaran un sendero ms fcil y se reunieran conndigo y con l en el cruce de caminos situado a unos dos kilmetros de all. Los dos

    jvenes se alejaron; condujeron a los ponis hasta el borde de la escarpadura y se inclinaronhacia atrs en sus sillas para emprender el empinado descenso. Mientras los ponisresbalaban y patinaban por la ladera, ndigo observ con atencin al jinete que avanzabaall abajo y record los anteriores y sorprendentes encuentros a los que Fran se haba referi-do. Haba visto por s misma a dos de los otros viajeros: el primero, un hombre mayor, queiba a pie, haba pasado por el campamento de los Brabazon cuatro das atrs mientras unaplomiza oscuridad se adueaba del terreno, Caridad y ella estaban ocupndose del fuegopara preparar la comida y, de acuerdo con la costumbre de saludar a los forasteros parademostrar que no les deseaban mal alguno, lo haban llamado. El hombre las ignor y siguiadelante con un andar curiosamente rgido. En la penumbra cada vez mayor, ndigo haba

    observado que el rostro del hombre era de una palidez cadavrica. Dos das ms tarde, Fran,Val y su hermana Esti haban topado con un segundo caminante solitario, esta vez unamujer, con la misma palidez mortal en la piel, y que tampoco pareca advertir ID que larodeaba; y aquella misma tarde el tercer viajero haba pasado por el campamento a caballo,avanzando con la firme pero aturdida determinacin del sonmbulo o de un hombre entrance. Todos tenan ms aspecto de apariciones que de seres humanos; a ndigo le causnuseas la glida y silenciosa aureola que los rodeaba. No poda imaginar quines eran,adonde iban ni por qu. Y a pesar de su curiosidad tena la desagradable conviccin de queno quera saber la respuesta.

    Estaban ya casi a la altura del camino. Grimya, que se mova con ms seguridad poraquel terreno que los ponis, haba salido corriendo delante de ellos; al verla acercarse, el

    caballo del extrao se asust e intent salirse del camino; por reflejo el jinete volvi a darun violento tirn a las riendas para evitarlo; sin embargo, no demostr la menor seal deadvertir la presencia de los intrusos.

    El poni de Fran recorri los ltimos metros que faltaban hasta el fondo del valle, se lanza medio galope, e intercept al solitario jinete, atravesndosele en el camino. Fran levantuna mano, con la palma hacia afuera para hacer el gesto universal de saludo amistoso.

    Buen da tengis, seor!El caballo sigui adelante, ndigo alcanz a Fran, atraves su montura en el camino y

    contempl al jinete a travs de la lluvia. Se trataba de un hombre de mediana edad, bienvestido, pero con ropas ms apropiadas para estar al amor del fuego que para viajar por elpas bajo un aguacero. Su rostro mostraba una palidez mortal, lo mismo que las manos que

    sujetaban las riendas; los ojos vidriosos, sin dar seales de verla, la traspasaron. Lamuchacha haba visto aquella mirada antes, aquel horrible aire de resolucin que insinuaba

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    una obsesin lo bastante fuerte como para haber sacado a este hombre y al menos a otrostres antes que l de su casa y de entre su familia, para lanzarse un da fro y lluvioso acumplir algn inimaginable cometido.

    Yo tena razn. Tambin Fran miraba con atencin al jinete, al tiempo que sujetaba asu poni, que empezaba a ponerse nervioso a medida que el caballo del extrao se

    acercaba. Con ste son cuatro, ndigo. Cuatro, en otros tantos das. No me gusta.Ser mejor que lo dejemos en paz aconsej la muchacha. No podemos hacer nadapara que se d cuenta de nuestra presencia.

    Oh, no lo s. Quiz no debiramos dejar que ste siguiera adelante como hicimos conlos otros.

    Fran, no seas... Pero antes de que pudiera decirlo, Fran haba hecho girar su caballoy se diriga hacia el jinete que segua acercndose.

    Seor! Fran se coloc a su lado y extendi un brazo para tocar el del extrao.Seor, deteneos! Quisiera...

    ndigo tuvo una fuerte premonicin, y grit.Fran!El jinete se volvi. Su rostro rgido y plido contempl a Fran por un instante aunque

    pareca que la mente del hombre no registraba lo que vean sus ojos. Luego, con tal rapidezque Fran no tuvo tiempo de esquivarlo, un corto ltigo restall en el aire y le alcanz elhombro. Fran lanz un aullido de dolor y rabia, su poni relinch, dio un violento y bruscosalto a un lado y el muchacho sali despedido de la silla para caer cuan largo era sobre elsendero mientras el extrao y su caballo pasaban junto a l.

    Fran pareci aturdido, pero slo por un momento. Se arrodill y escupi grava; luego,solt un primitivo y furioso juramento y se puso en pie, llevndose una mano al afiladocuchillo curvo que llevaba al cinto.

    Fran! ndigo desmont y corri hacia l. No! Lo sujet con fuerza por elbrazo, y se lo retorci hacia arriba al ver que tena la intencin de correr tras el jinete que sealejaba.

    Sultame!Forceje para soltarse pero, aunque era ms menuda que l, ndigo era ms diestra en el

    arte de la lucha; le retorci el brazo un poco ms, hizo presin, y el cuchillo cay de susmanos.

    Fran se apart de ella dando un traspi y se sujet la mueca haciendo una mueca.Por qu has hecho eso? Respiraba con dificultad, apenas capaz de controlar su

    indignacin.Porque no solucionars nada atacndolo!El me ha atacado!No saba lo que haca! T lo has visto, Fran, has visto la expresin de su rostro. Ni

    siquiera saba que estabas all!

    Poco a poco el arrebato de indignacin se apag en los ojos de Fran. Sus hombros serelajaron y por ltimo volvi la cabeza a un lado, murmurando una imprecacin.Muy bien, muy bien. Lo dejar ir. Dej de prestar atencin a la mueca para fijarla

    en el hombro dolorido, que se frot mientras lanzaba una mirada cargada de veneno alextrao, que ya no era ms que una forma borrosa entre la lluvia. Pero si no fuera por eltiempo que hace y porque los otros nos esperan lo seguira para ver adonde va.

    Personalmente, ndigo se sinti tentada de darle la razn, pero lo pens mejor antes dehacerlo. Fran era impulsivo y ella tena la fuerte intuicin de que seguir al extrao, armadoscomo estaban slo con cuchillos, podra no ser sensato, aunque le era imposible racionalizaraquella sensacin.

    En parte para distraer a Fran y en parte para darle otro cariz a su propia inquietud, dijo:

    Pareca enfermo. Te has dado cuenta?Hum... Igual que los otros... plido como un pescado. Como si algo le hubiera

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    chupado toda vitalidad. Fran se ech a rer, nervioso. Esta tierra est llena de leyendasde fantasmas, hombres lobo y cosas as. A lo mejor a nuestro amigo lo ha atacado unespritu maligno. O un vampiro. Vio la expresin de ndigo y forz una sonrisa. Estoybromeando, ndigo. Al menos, eso creo.

    Ella comprendi lo que quera decirle, la referencia a la desagradable coincidencia que

    ambos haban observado antes.Espero que as sea, Eran. Recogi las riendas de su poni y se dispuso a volver amontar. Lo mejor ser que sigamos nuestro camino, o los otros tendrn que esperarnos.

    Se pusieron en marcha, y espolearon a sus monturas para que fueran al trote. Al ver queel solitario jinete apareca otra vez a lo lejos delante de ellos, ndigo condujo su poni fueradel camino para pasar de largo a una prudente distancia y se sinti aliviada cuando Eran laimit sin discutir. Mientras el jinete quedaba atrs, Eran se coloc de nuevo junto a ella eindic con el brazo el terreno que se extenda a su izquierda. Las vides crecan aqu enpulcras hileras en forma de terraza, que se encaramaban por la suave ladera orientada al sur.La cosecha otoal era inminente, pero la lluvia haba vapuleado las vides dejndolasconvertidas en una lastimosa maraa goteante. Unos cuantos das de sol antes de lavendimia las enderezaran, pero era otro tipo de dao ms insidioso el que haba llamado laatencin de Eran y el que le sealaba a ndigo.

    Ms o menos por la mitad de la ladera, hacia el extremo de esa terraza. Alz la vozpara hacerse or por encima del siseo de la lluvia y del ruido de los cascos de los ponis.Lo ves?

    La muchacha entrecerr los ojos y lo vio. Todo un conjunto de vides pareca habersemarchitado; haba perdido su esplndido colorido y adquirido un enfermizo tono grisblanquecino que le recordaba de forma desconcertante la palidez de la piel del extrao

    jinete.Ya lo veo respondi. Entonces se extiende, como dicen los rumores.Pero en parcelas aisladas como sa? No es natural. No me extraa que los granjeros

    de por aqu estn preocupados! Fran refren su montura que acababa de tropezar en un

    surco. He odo que tambin afecta a los manzanos; y en los valles la cosecha de lpulo noha sido ni sombra de lo que acostumbra ser. Y siempre la misma cosa. Ninguna sealevidente: no hay podredumbre, no hay moho. Simplemente se marchita y se seca...

    Como si algo les hubiera absorbido la vida. ndigo termin la frase por l.S repuso Fran sombro. Exactamente igual que a nuestro amigo del camino, y a

    los otros que vimos antes.Ambos se quedaron silenciosos pero ndigo saba que sus pensamientos seguan por

    desagradables derroteros paralelos. Una plaga al parecer sin forma ni origen que afectaba lacosecha en esta crucial poca del ao. Y extraos, paseantes solitarios que evidenciaban unacada en alguna forma de trance, que no parecan ser conscientes del mundo que losrodeaba, a pie o a caballo en su solitaria marcha con aquel inquietante aire de resolucin. A

    simple vista, no poda existir una relacin entre aquellos dos peculiares acontecimientos;pero Fran no era el nico que haba observado la preocupante similitud entre las blanqueci-nas cosechas que se marchitaban y el aspecto mustio de los viajeros que se comportabancomo zombis.

    El cruce de caminos apareci ante ellos. Val y Lanz los esperaban ya con los otros ponis,y cuando ndigo y l se les reunieron, Fran describi su encuentro omitiendo observndigo con cierto regocijo cualquier referencia a su frustrada reaccin ante el ultrajerecibido. Val lo escuch muy serio, luego dijo:

    Deberamos llegar a Bruhome dentro de dos o tres das. Si alguien sabe qu es lo queest pasando sern sus habitantes. Y habr mucha gente de fuera venida para la fiesta de lacosecha. Alguienpodr decirnos qu se trama.

    Los dems estuvieron de acuerdo y no se volvi a hablar del incidente. Pero mientras seponan en marcha para recorrer el ltimo kilmetro que les faltaba hasta llegar al

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    campamento, ndigo volvi la cabeza, inquieta. A su espalda el camino estaba desierto eljinete solitario an no los haba alcanzado y contuvo un estremecimiento que nada tenaque ver con el fro de la lluvia. Val estaba en lo cierto: en Bruhome, que era el eje delcomercio y de las fiestas de granjeros, pastores y vendimiadores por igual, obtendran larespuesta a sus preguntas, si es que haba respuesta.

    Y supo, con un instinto infalible, que su misin, el enigma de las cosechas arruinadas ylos extraos viajeros estaban misteriosa pero inextricablemente unidos.

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    CAPTULO 2

    Dos das ms tarde, los tres carromatos que eran el eje de la vida itinerante de la familiaBrabazon rodaban sobre el puente que seala los lmites de la ciudad de Bruhome una hora

    antes de la puesta del sol. Otra gente que cruzaba el puente se hizo a un lado y se detuvopara contemplar el espectculo: los carromatos, cada uno tirado por una pareja de bueyes demirada acuosa y estoica menos excitables y por lo tanto ms seguros que los caballos, de-claraba el cabeza de familia eran estructuras de madera de techo elevado, adornadas conprofusin y pintadas con gran diversidad de colores brillantes, colocadas sobre cuatrograndes ruedas cada una. De los cortos postes situados a cada lado de los pescantesondeaban banderines, y en los costados del carromato situado en cabeza se lea en enormesy floridas letras amarillas la siguiente inscripcin: COMPAA CMICA BRABAZON.

    Constancia Brabazon, padre de Franqueza, Valenta, Templanza y sus diez hermanos yhermanas, se sentaba muy erguido en el pescante del primer carromato; blanda un ltigoadornado de cintas multicolores y sonrea de oreja a oreja al mundo que los rodeaba. Era un

    hombre de baja estatura, fornido y slido como un roble, con una corona de rizos dellameante color rojo que apenas empezaban a encanecer y a escasear en las sienes. Durantesus cincuenta aos de vida haba sido un feriante, al igual que su padre y su abuelo antesque l. Su lecho nupcial haba sido este carromato, todos sus hijos haban nacido en lacarretera entre una ciudad y la siguiente, y durante los seis ltimos aos, desde que suturbulenta pero adorada esposa muriera al dar a luz a la ms pequea de sus hijas, habagobernado tanto a su catica familia como a su negocio con una irresistible combinacin detemible severidad y exhaustivo buen humor. A finales del invierno de este mismo ao,mientras viajaban al sudoeste desde el Mar Interior para divertir a los asistentes a un festivalde carreras de bueyes, Constancia y su tribu se haban tropezado con una forasteraacompaada de una loba domesticada, que viva de su ingenio y de su ballesta sin que lefuera demasiado bien, ndigo y Grimya haban padecido un duro invierno en un pas dondelos forasteros en especial aquellos incapaces de hablar con soltura el idioma local_ noeran acogidos demasiado bien: durante cuatro meses ndigo no haba encontrado ni trabajoremunerado ni a nadie que quisiera llevarla a las ms amistosas tierras del oeste, y con laescasez de caza debido a la poca del ao y ninguna otra solucin que no fuera recorrer loscaminos a pie, tanto ella como su compaera haban adelgazado y perdido fuerzas hasta elpunto de adquirir un aspecto demacrado. Los Brabazon las haban recogido, alimentado,cuidado; y casi sin darse cuenta ndigo y Grimya se haban convertido en miembroshonorarios de la familia y en parte integrante del squito del feriante.

    La alegra de Constan al enterarse de que ndigo tocaba y cantaba se vio eclipsada tanslo por su excitacin cuando descubri que su loba domesticada en s misma rarezasuficiente como para atraer a las multitudes, dijo pareca comprender cada cosa que se le

    deca y actuaba en consecuencia. Cuando ndigo toc por primera vez para l su pequeaarpa ante el fuego del campamento, una noche, el hombre permaneci inmvil bajo la luz delas llamas con lgrimas resbalndole por el rostro y declar que una msica as era capaz dehacer llorar a una estatua. La Madre Tierra le haba sonredo aquel da, sigui, y llenado sucliz hasta rebosar. Qu fortuna haber encontrado unas amigas y unos talentos comoaquellos: una muchacha encantadora cuyas canciones podan derretir el corazn ms duro, yun animal amaestrado para maravillar y hacer rer despus de las lgrimas! Era un hombrebienaventurado, un rey tres veces coronado, al haber recibido tal regalo cuando l no erams que un pobre, indigno comediante que se esforzaba humildemente por llevar un pocode diversin a los buenos pobladores de su pas, ndigo, mientras intentaba no echarse arer, haba comprendido la esencia de su retrica y respondido con gran seriedad que tanto

    ella comoGrimya se consideraran muy honradas si se les ofreca un lugar en la caravana delos Brabazon. As pues, con gran sorpresa por su parte, haban iniciado una nueva vida

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    como cmicos de la legua.Y hasta ahora haba sido una buena vida. Viajaban de un lugar a otro, de ciudad en

    ciudad, y en cada parada presentaban uno de los espectculos conocidos como va-riedades: una animada mezcla de msica y canciones y representaciones teatrales. Cadauno de los miembros de la familia, desde el mismo Constan hasta la benjamina, Piedad, de

    seis aos, posea algn talento o habilidad especiales, y los Brabazon estaban muysolicitados all donde fueran; incluso en aquellas zonas donde las compaas ambulanteseran contempladas con la mayor suspicacia. Nada saban de la misin de ndigo, ni de lapiedra-imn que la haba hecho tomar un camino que, afortunadamente coincida almenos de momento con el de ellos. Y por su parte ndigo haba tomado un gran cario asus nuevos amigos, y esperaba que, aunque el momento de separarse llegara de formainevitable, estuviera an muy lejano.

    La muchacha iba sentada ahora junto a Constan en el pescante, contemplando las nuevasimgenes que se revelaban ante ella mientras penetraban en la ciudad. Bruhome estabasituada entre dos pequeos ros que dividan la espectacular regin de los pramos dedicadaa la cra de ovejas y cabras de las tierras de cultivo, ms bajas y verdes: aqu, los granjeros,cerveceros y vinateros que sacaban su sustento de la tierra venan a vender el fruto de su tra-bajo, a elegir jefes, pagar impuestos y discutir de poltica; y para disfrutar de su tiempolibre. La gente de esta regin no necesitaba ms que la ms simple de las excusas paraorganizar un festival; y ahora, con la cosecha del lpulo, el ganado bien cebado con losverdes pastos de los pramos y listo para el mercado, y ya avanzada la recogida de la uva yla manzana, era el momento de iniciar la Fiesta de Otoo. La Compaa Cmica Brabazonse haba convertido en un visitante frecuente y popular en Bruhome a travs de los aos yConstan haba regalado a ndigo con descripciones de las celebraciones, que duraban sietedas y era la forma local de dar las gracias a la Madre de las Cosechas por su generosidad.Se abriran los primeros toneles de vino de la cosecha del ao anterior; habra desfiles,discursos, canciones y bailes, juegos y competiciones; y cualquiera capaz de divertir a unaaudiencia animada sera bienvenido.

    A ndigo, Bruhome le gust nada ms verla. La mayora de los edificios eran de madera;algunos tenan el techo de paja, otros de tejas, y aunque su disposicin era algodesordenada, el alegre revoltijo de casas y tabernas y hosteras, salpicado por un laberintode calles estrechas y retorcidas le conceda una sensacin de orden en lugar de caos. Casitodas las ventanas estaban flanqueadas de postigos pintados de brillantes colores, mientrasque figuras esculpidas en madera y murales adornaban los empinados tejados de dos aguas;ante la inminencia del inicio del festival, las calles estaban decoradas con verdern y guir-naldas de flores silvestres lo cual aada un toque extra a la vivida atmsfera.

    La lluvia haba dado paso por fin a un tiempo ms agradable, y los ltimos y suaves rayosde sol de un da glorioso caan oblicuamente sobre la escena. De cuando en cuando,mientras atravesaban la ciudad, a Constan lo saludaban personas que evidentemente

    conocan a la familia desde haca tiempo. Pero aunque ste saludaba con la mano y lessonrea a todos, a ndigo le pareci detectar una disminucin de su acostumbradaexuberancia; y en dos ocasiones, cuando l crey que ella no miraba, una dbil mueca deinquietud le cruz el rostro. Nadie ms pareca darse cuenta de nada raro: Fran, dentro delcarromato conGrimya, sacaba la cabeza por una ventana lateral y saludaba a todo el mundosin excepcin con gran entusiasmo, y provenientede uno de los carromatos que los seguanndigo poda or el ritmo de una pandereta y las voces de Caridad, Modestia y Armona, lastres hijas mayores de la familia Brabazon, ensayando una cancin popular.

    Sus ojos se volvieron de nuevo hacia Constan. Algo no iba bien, estaba segura; pero nopoda adivinar su causa. No vea nada inconveniente en la ciudad: muy al contrario. PeroConstan estaba inquieto, y eso no era normal en l.

    Constan? Sucede algo malo? pregunt, tocndole el brazo.La mir, y la expresin preocupada apareci de nuevo en su rostro.

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    Lo has notado?Notado el qu?Su mirada vag por la escena que tenan delante. Luego suspir, un sonido siseante que

    surgi de entre sus dientes firmemente apretados.No s. A lo mejor estoy equivocado. A lo mejor es tan slo que ha sido un da muy

    largo y todos necesitamos dormir. Se inclin y le palme la rodilla en un carioso gestopaternal. Ya hablaremos sobre ello ms tarde y averiguaremos que es qu. Vamos, ahora;sonrele a la gente. Son nuestro pblico de maana, y nuestra comida.

    En parte para apaciguar a los lugareos nerviosos ante tan grande afluencia de recinllegados, y en parte tambin para poder controlar con ms facilidad a cualquier alborotadorpotencial, se haba dispuesto un terreno en el lado oriental de la ciudad para acomodar a laabigarrada variedad de animadores ambulantes que llegaban para tomar parte en las fiestas.Aqu, donde uno de los ros se ensanchaba para convertirse en un ancho y perezoso mean-dro, haba espacio para dos docenas o ms de carretas y buenos pastos para los animales quetiraban de ellas, y una exclamacin de alegra brot de los carromatos de los Brabazoncuando atravesaron la abierta entrada y pisaron el abundante csped del otro lado.

    Empezaba a oscurecer; las estrellas haban comenzado a parpadear en el firmamento yuna o dos hogueras ardan ya en el campamento. Fran y Val desenjaezaron a los bueyes ylos ataron junto con los ponis, mientras que Constan se alejaba por el prado para ver sihaba alguno de sus amigos o enemigos entre los grupos que ya estaban acampados. Como amenudo le haba explicado a ndigo, los feriantes formaban un grupo tan variado como unsaco de accesorios teatrales, y un festival como ste era seguro que atraera a mucha lecheagria junto con la crema de la profesin. Mezclados con los autnticos actores, dijo, habragran cantidad de ladrones, rateros y vagabundos, y ellos, al igual que la buena gente deBruhome, haran bien en vigilar sus bolsas y sus espaldas.

    Mientras estaba fuera, ndigo y dos de las nias ms pequeas cogieron lea del grancesto que transportaban en la parte trasera de uno de los carromatos y encendieron unapequea hoguera. Todos estaban demasiado cansados para explorar las tabernas de

    Bruhome aquella noche; en lugar de ello comeran alrededor del fuego, luego se tumbarana dormir bajo las estrellas o en las carretas para estar descansados por la maana.

    Caridad, la mayor de los trece hijos de Constan, era la encargada de cocinar. Habacumplido veintin aos recientemente, y se haba adjudicado el papel de madre suplentepara con sus hermanos ms pequeos; una responsabilidad que se tomaba con muchaseriedad. Era una muchacha alta y esbelta con una larga melena castaa que le llegaba hastala cintura todos los Brabazon, tanto padre como hijos, tenan los cabellos de uno u otrotono rojizo que llevaba sujeta en trenzas arrolladas alrededor de la cabeza, y cuyanaturaleza soadora heredada de su abuela se vea mitigada por una vena de slido sentidoprctico. Constan podra ser la piedra angular de los Brabazon, pero Caridad era suinestimable lugarteniente, e ndigo se preguntaba a menudo qu pasara cuando como

    seguramente sucedera el tranquilo encanto y la belleza de Caridad cautivaran a algnjoven y sta escogiera abandonar a sus hermanos y hermanas por un esposo y un hogarpropio. Resultaba difcil imaginar a Modestia, la extravagante hermana que la segua enedad y cuyo nombre resultaba tan poco apropiado a su carcter, ocupando su puesto, y lasdems muchachas eran an demasiado jvenes para tal responsabilidad.

    Caridad cantaba con su clida voz de contralto mientras colocaba un caldero abollado yviejo sobre el fuego y empezaba a introducir hierbas, verduras lavadas y algunos pedazos decarne y hueso en el agua hirviendo. La cocina resultaba un sacrosanto misterio para lamayora de los Brabazon, y las habilidades de la misma ndigo eran limitadas; pero amedida que el estofado empezaba a burbujear con fuerza, y mientras Caridad colocabaalgunos tubrculos ensartados en afilados palos sobre las ascuas del fuego. para que se

    asaran, los dems empezaron a aparecer de uno en uno o por parejas, para acercarse al fuegoatrados por el aroma. La luz de las llamas envolvi sus rostros en dramticas sombras

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    cuando se sentaron frente al fuego; cabellos de color castao, cabellos cobrizos y cabellosrojo-anaranjados centellearon bajo su reflejo; se inici una relajada conversacin entretodos. Slo faltaba Constan: a ndigo le pareci vislumbrar su caracterstica cabellera entreun grupo de hombres que charlaban junto a una de las otras hogueras.

    Qu hay para comer? pregunt Lanz mientras se acomodaba sobre la hierba.

    Cordero le respondi Caridad.El mismo que Fran y Val... ?S; y que no te pesque contndole nada de esto a nadie en Bruhome! reprendi

    Caridad; luego mir con expresin adusta a los dos muchachos mayores. Robar ovejas...me avergenzo de vosotros dos!

    Fran le dedic una amplia sonrisa.Pero no demasiado avergonzada para comer parte del botn, eh, Cari?La muchacha sacudi la cabeza.Lo que est hecho no puede deshacerse. Ahora quedaos quietos y dejad que me

    asegure de que todo el mundo est aqu. Empez a contar: era un ritual innecesario perofamiliar. Franqueza, Valenta, Modestia, Templanza, Entereza, Armona, Honestidad,Sinceridad, Gentileza, Moderacin, Responsabilidad, Piedad. Luego estn ndigo,Grimya yyo: eso quiere decir que estamos todos menos pap. Satisfecha, empez a repartircucharadas de estofado dentro de los cuencos.

    Pap est all con algunos de los otros feriantes inform Val, sealando con lamano. El Burgomaestre Mischyn est ah, tambin; me parece que est haciendo unaespecie de discurso.

    Ser mejor no molestarlo, entonces. Cari sac con gran destreza una de las patatasque se asaban en las brasas y la golpe ligeramente para ver si estaba bien cocida. Fran,trae un poco de cerveza, por favor. Le pas un cuenco lleno hasta los bordes a ndigo.

    Durante unos instantes se produjo un agradable silencio mientras todo el mundo dedicabasu atencin a la comida, ndigo saboreaba su ltima patata, que haba empapado en la salsadel estofado, cuando unas pisadas anunciaron la llegada de Constan. Este acomod su cor-

    pulencia entre sus dos hijos mayores, y gru sus agradecimientos mientras Caridad llenabaotro cuenco y se lo pasaba.

    Fran estudi por un momento la expresin de su padre, luego inquiri con expresinpreocupada:

    Pap? Qu sucede?Constan se introdujo una cucharada de estofado en la boca y la engull junto con un buen

    trago de cerveza antes de contestar:Tanto da que os enteris ahora como ms tarde dijo sombro. Os lo dir ahora. La

    Fiesta de Otoo se ha acortado. Slo sern tres das, empezando maana, y se habrterminado.

    Slo Responsabilidad y Piedad, que eran demasiado jvenes para comprender el

    significado de las palabras de Constan, no reaccionaron. El resto se mostr anonadado.Tres das? Apenas si hay tiempo para hacer nada!Qu clase de ingresos podemos conseguir en slo tres das?Nos hemos estado preparando para Bruhome durante meses...Confibamos en que aqu conseguiramos dinero suficiente para pasar el invierno...

    Y la voz de Fran, elevndose por encima de las otras con la pregunta de mayorimportancia:

    Peropor qu, pap? Qu ha sucedido?Son las cosechas. Constan tom otro trago de cerveza; pareca haber perdido todo

    inters por la comida. Conocis los rumores que hemos estado oyendo sobre la plaga?Bien, pues son ciertos. El Burgomaestre Mischyn nos ha contado toda la historia.

    Se intercambiaron miradas, y Val dijo en voz baja:Esas vides marchitas que vimos...

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    No son slo las vides repuso Constan. Es el lpulo, las manzanas..., incluso lospastos se estn viendo afectados. Y nadie sabe qu lo provoca. Las plantas sencillamentepierden color, luego se vuelven blancas, y por fin se marchitan y mueren. Los granjeros depor aqu han perdido ya la mitad de su cosecha de lpulo, y ahora parece como si le tocarael turno a las vides y a los manzanos. Y tambin le est sucediendo a parte del ganado, si

    han pastado en las zonas afectadas. Cada da llegan noticias nuevas sobre ello, dice elBurgomaestre Mischyn. De modo que nadie siente demasiados deseos de celebrar nada.Modestia se inclin hacia adelante retorcindose las manos.Pero seguramente no puede durar, pap. Quiz ser un mal ao, pero cuando llegue el

    invierno seguro que esta enfermedad morir junto con todo lo dems. Por qu han dereducir la fiesta? La gente necesita que la animen!

    Si fuera slo la cosecha, Esti querida, estara de acuerdo contigo dijo Constan.Pero parece que ha habido otros acontecimientos extraos en la regin.

    Qu clase de acontecimientos?Constan apret los labios.Para empezar hay una enfermedad que afecta la ciudad. Una especie de enfermedad del

    sueo, dice Mischyn. Los que la contraen se duermen y no despiertan.Caridad lo mir alarmada.Pap, podemos contraerla!No es del tipo contagioso. Mischyn lo sabra: su propio hijo la tiene, y su buena esposa

    ha estado cuidando al muchacho da y noche sin que la haya afectado. Pero es como la plagade las cosechas: no saben qu es ni de dnde viene.

    Debe de haber un mdico en la ciudad intervino ndigo. Qu dice l?No est en condiciones de decir nada. Ha contrado la enfermedad: hace ya nueve das

    que duerme. Ah, cul fue la palabra que Mischyn utiliz? Constan chasque los dedos,en busca de inspiracin. C... algo...

    Coma?Eso es. Coma. Pero no tienen ni idea de por qu. Y luego, como si eso no fuera

    suficiente, ha estado desapareciendo gente.Se hizo un profundo silencio y unos rostros asombrados lo contemplaron desde el crculo

    de luz proyectado por el fuego. Por fin, Lanz dijo:Desapareciendo?Constan asinti.Aqu un da, desaparecidos al siguiente. Un pastor subi a los pramos, y no regres al

    atardecer. Enviaron hombres a buscarlo pero no lo encontraron. Un hombre sali aencontrarse con sus amigos en la taberna: no lleg a la taberna, no lo han visto desdeentonces. Otro hombre se fue a la cama con su esposa y cuando despert a la maanasiguiente descubri que ella se haba marchado, de sus ropas slo faltaba un chal. Seencogi de hombros de forma elocuente. Desaparecidos, todos ellos. Sencillamente se

    fueron.ndigo sinti cmo la tensin se apoderaba de ella. Mir de soslayo en direccin a Fran yvio que, tambin l, apareca inquieto. Adivin lo que el joven pensaba, y una silenciosacomunicacin deGrimya se lo confirm.

    Tambin l recuerda al jinete que vimos en el camino, creo, dijo la loba. Puedehaber alguna relacin entre ellos?

    Es posible. Record aquel rostro lvido como el de un muerto, los ojos sin expresin que parecan

    mirar sin comprender a otro mundo. Y la determinacin. Por encima de todo, la terribleaura de determinacin.

    Constan volva a hablar.

    Sea lo que sea lo que est pasando aqu, es algo a lo que nadie sabe cmo enfrentarse.Conozco al Burgomaestre Mischyn desde antes de que nacierais vosotros tres, los ms

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    pequeos, cuando acababa de heredar la cervecera de su padre, y durante todos estos aosnunca lo haba visto tan agitado coma ahora. Est asustado. Mir a ndigo y enarc unaceja irnicamente. Muchacha, antes me preguntaste qu iba mal cuando atravesamos laciudad. Ahora ya lo sabes... y si hubieras estado en Bruhome antes de hoy, habras notado ladiferencia en la actitud de la gente. Todosestn asustados; y no puedo culparlos.

    Entonces qu vamos a hacer? pregunt Val.Lo que siempre hacemos, hasta donde podamos. La celebracin tendr lugar de todasformas aunque resulte un poco atenuada, as que, como dijo Esti, haremos todo lo quepodamos para animar a esta buena gente y ayudarle a olvidar por un tiempo sus problemas.

    Y esperemos que podamos ganar dinero suficiente para ir tirando aadi Candad.Exactamente. Constan baj los ojos para mirar su cuenco de estofado. Se haba

    enfriado y empezaba a congelarse la grasa, de modo que lo dej a un lado y volvi a llenarsu jarra decerveza. Vosotros, los ms pequeos, deberais estar en la cama ya. Y el restode nosotros hara bien en tomarse un buen descanso esta noche. Por la maana, lo mejorser que le demos un buen repaso al espectculo que planeamos y veamos qu cambios hayque hacer. No estara bien representar algo que pudiera ofender la sensibilidad de loshabitantes despus de todos estos acontecimientos, no es as?

    Se trataba de una despedida tcita, y aunque los ms mayores parecan dispuestos adiscutir, algo en el comportamiento de Constan hizo que se lo repensaran. Despacio, demala gana, todos se levantaron y fueron a realizar sus ltimas tareas del da: Armona, latercera de las hijas, empuj a las ms pequeas en direccin al segundo carromato dondedorman todas las mujeres, e ndigo ayud a Caridad y a Esti a lavar los cuencos y lascucharas en el ro y a apagar luego el fuego.

    Mientras se extinguan los ltimos rescoldos y el corro del campamento se hunda en laoscuridad iluminada tan slo por las estrellas, Cari levant los ojos hacia el cielo.

    Creo que lo mejor ser que durmamos dentro esta noche dijo pensativa. Cuandono hay nubes, puede hacer fro en plena noche en esta poca del ao.

    Esa no era su nica razn para buscar la seguridad de la carreta, e ndigo lo saba; pero no

    hizo el menor comentario y se limit a asentir con la cabeza. Empezaron a dirigirse hacia lacarreta, con Grimya andando junto a ndigo; ya casi haban llegado a los peldaos cuandouna mano surgi de la penumbra y toc el brazo de ndigo.

    ndigo, antes de que te vayas a dormir. Era Eran. La condujo a un lado, pasando poralto la mirada de exasperacin de Cari al pasar junto a ellos, y baj la voz hasta convertirlaen un murmullo. Pensabas lo mismo que yo, verdad? Cuando pap nos cont lo de lagente que se desvanece. Se detuvo para escudriar su rostro. Y bien? Crees que esaspobres almas que vimos en el camino pueden ser los que han desaparecido?

    ndigo vacil, luego asinti.S, Eran; lo creo. Mir en direccin a la carreta; Cari ya haba penetrado en su

    interior. Pero no creo que debamos decir nada de ello a los otros.

    Val y Lanz ya lo han descubierto por s mismos. Tambin Esti, si es que la conozco. Ypap. Lo tena escrito en todo el rostro.Sin embargo...Lo s; lo s. Mira, no le dir nada a nadie a menos que sean ellos los que lo mencionen

    primero. Pero creo que deberamos mantener ojos y odos bien alerta maana en la ciudad.Y en particular, debiramos buscar a cualquiera que muestre un aspecto demasiado plidopara ser saludable.

    Era una sugerencia muy sensata.S repuso ndigo. Estoy de acuerdo.Se hubiera dirigido ya en direccin a la carreta, pero Fran pareca reacio a terminar la

    conversacin. De repente, dijo:

    Sobre esa enfermedad, haba una palabra para definirla; sabes cul era...Coma.

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    S. Qu significa?Es como un sueo muy profundo le respondi. Una especie de trance. Las

    vctimas siguen vivas, pero es como si sus mentes estuvieran en algo parecido a un limbo.Ah! Fran se mordi el labio inferior. Quieres decir que no se dan cuenta de nada

    de lo que sucede a su alrededor... igual que esos viajeros?

    El pulso de ndigo se haba acelerado hasta llegar a un doloroso latido muy veloz.S dijo. Exactamente igual que esos viajeros.

    Era una noche tranquila, y el interior de la carreta oscuro y acogedor: pero ndigo nopoda dormir. Permaneca tumbada en el borde de una maraa de almohadones y mantassperas extendidas sobre el suelo que formaban la cama que comparta con las hermanasBrabazon, mientras contemplaba el paso infinitesimalmente lento de las estrellas por elfirmamento que se vea ms all de la abierta media puerta. A su espalda, Esti roncabasuavemente; Gentileza y Piedad, las dos ms pequeas, haban murmurado y lanzado risitasdurante un rato hasta que una soolienta pero tajante reprimenda por parte de Can las hizocallar; ahora no se oa otra cosa que la rtmica respiracin gutural de Esti.

    ndigo no poda dejar de pensar en lo que haba dicho Fran, y sobre la conexin entre losciudadanos desaparecidos, los cuatro viajeros en trance que haban visto en la carretera, y lamisteriosa enfermedad. Fran estaba en lo cierto: coma era la palabra clave, y unadescripcin inquietantemente apropiada de los abstrados e inmutables vagabundos.

    Se tumb de espaldas, contemplando el techo pintado de la carreta. Cosechas y pastosechados a perder, que ofrecan el mismo aspecto que si algo les hubiera absorbido la esenciamisma de la vida. Animales que sufran un destino parecido. Seres humanos, descoloridos,secos, que recorran los caminos a pe o a caballo como si estuvieran en trance.Desapariciones. Una enfermedad del sueo. Era una progresin, pens; cada fase conducaa la siguiente en una especie de horrible desfile.

    Y su subconsciente le gritaba que, en algn lugar detrs de este misterio cada vez mscomplejo, se ocultaba la mano de un demonio.

    El dibujo de sombras formado por la luz de las estrellas en el techo vari de repente, endigo mir a su espalda encontrndose con que Grimya haba alzado la cabeza y laobservaba. En la oscuridad, los ojos de la loba brillaban levemente. ndigo? Estsdespierta?

    No puedo dormir, le transmiti. No puedo dejar de pensar, Grimya. Los pensamientosno me dejan tranquila. Es por lo que Fran deca? Es eso, s; y ms cosas.

    Grimya se incorpor despacio, una silueta reflejada en el marco de la puerta. Levant elhocico y olfate el aire. Es una buena noche. No sopla el viento y escucho el rumor delro. Por qu no damos un paseo? No ests cansada? No. Ya sabes que adoro lanoche. ndigo mir por encima del hombro a Esti, que dorma profundamente; luego, conmucho cuidado, se desliz fuera de la manta que la cubra. En silencio, abri la parte

    inferior de la puerta y sigui a Grimya descendiendo los peldaos y perdindose en lanoche.El aroma de hogueras apagadas, de hierba, de excrementos de animales y del ro se

    entremezcl en su olfato mientras extenda los brazos para aflojar los msculos agarrotadosde estar tanto rato inmvil. El aire posea un helor otoal, pero la tnica que llevaba, largahasta la rodilla, era proteccin suficiente, y la hierba bajo sus pies desnudos era suave yagradable. Esquivaron carretas y tiendas de campaa donde dorman otros feriantes ydescendieron la suave ladera que conduca a la ancha y llana orilla del ro. En la vegetacinque creca en la orilla algo cruji y chapote; un ave acutica se alej contonendose, altiempo que lanzaba un breve lamento. Las orejas deGrimya se irguieron con el instinto delcazador antes de que el ave nadara fuera de su alcance, y luego se relajaron, ndigo se sent

    en una mata de hierba rodeada de juncos e introdujo los pies en el agua, observando cmolas ondas centelleaban a la luz de las estrellas mientras se desparramaban en la perezosa

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    corriente.Permanecieron en silencio durante algunos minutos, hasta que Grimya. habl. Mucho

    tiempo atrs la loba haba decidido, a causa de un curioso pero en cierta forma dignosentido del orgullo, que utilizara su talento para hablar en voz alta (por muy gutural yentrecortada que surgiera su voz) siempre que no hubiera ms que ndigo para orla.

    Articulando la pregunta que ndigo no haba querido hacerse a s misma, la loba dijo:Has... miiiirado la piedra-imn?No. Le sonri, pero con cierta tristeza. No he podido reunir el valor suficiente.

    Sabemos que conduca hacia Bruhome, pero ahora...Piensas que puede mostrar que hemos llega... do a nues... tro de... destino?Es lo que me temo. Y no quiero mezclar a los Brabazon, Grimya. Han sido autnticos

    amigos para con nosotras, y recuerdo muy bien lo que le ha sucedido a todos aquellos conlos que hemos trabado amistad.

    Ha sido una buena poca sta repuso Grimya pesarosa. Es tris... te pensar queten... tenga que ter... minar.

    Lo s; y eso es otra parte de ello. ndigo dirigi la vista a las lentas aguas del ro.A lo mejor no har falta que se me... mezclen; al menos no an sugiri Grimya.

    No estamos sssseguras de lo que dice la piedra. No hasta que miremos.ndigo se senta reacia a mirar: saba cul sera la respuesta de la piedra-imn a su

    pregunta. Pero la bondadosa reprimenda de Grimya era justa: no poda posponerse elmomento eternamente.

    Se llev una mano al cuello y sac la bolsa de cuero que colgaba a su alrededor. Lapiedra pequea, lisa y totalmente corriente cay sobre su palma extendida. El doradopunto de luz de su interior era claramente visible incluso en aquella oscuridad; al cabo deunos segundos se la mostr aGrimya. Su rostro era inexcrutable.

    Grimya la mir, y dijo:Ah...El diminuto ojo dorado ya no indicaba hacia el oeste; se haba acomodado en el centro

    exacto de la piedra.Haban llegado al final de su viaje.Ninguna de las dos habl durante un largo rato. Grimya observ a su amiga con ojos

    preocupados, leyendo sus pensamientos pero incapaz de decir nada que pudiera serle dealgn consuelo. Haba finalizado el rastreo y la caza estaba a punto de empezar: aqu, eneste apacible remanso rural, algo siniestro y diablico las esperaba, y ellas deban dar laespalda al tranquilo idilio del pasado reciente y, una vez ms, enfrentarse a una nuevamanifestacin del horror que ndigo haba liberado de la Torre de los Pesares haca ya tantotiempo... El tercero de los siete demonios empezaba a agitarse. Y, sin importar a qu precio,haba que encontrarlo y destruirlo.

    Algo brill en la mejilla de ndigo, y Grimya se dio cuenta de que lloraba. Pero no haba

    ni furia ni desesperacin en sus lgrimas; eran simplemente una liberacin, un re-conocimiento y una aceptacin de su destino y un melanclico pesar porque el tranquilointerludio del que haban disfrutado debiera finalizar. La loba parpade, e intent pensar enalguna palabra de consuelo, pero antes de que pudiera hablar, ndigo se sec los ojos con eldorso e la mano.

    Estoy bien, Grimya. No te preocupes. Contempl la humedad concentrada sobre supiel, y observ distradamente que la luz de la luna la haca relucir como si fuera de plata.Plata: el color de su propia debilidad, la seal de la imperfeccin que anidaba dentro de ellamisma que era, quizs, el mayor peligro de todos. Cerr los ojos con fuerza por un instante,intentando hacer desaparecer la imagen no deseada de un rostro que haba visto demasiado amenudo ya en sus sueos. Las facciones de una criatura, dientes felinos como perlas en la

    pequea boca de sonrisa cruel, un suave halo de cabellos plateados, ojos plateadoscalculadores y burlones. Haba pasado mucho tiempo ya desde que la criatura a quien ella

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    llamaba Nmesis, el impo ser simbitico nacido de su propia naturaleza oscura y liberadoal disfrute de una vida independiente, se haba cruzado en su camino. La ltima vez que lahaba visto haba sido desde la cubierta del Orgullo de Simhara cuando zarpaban delpoderoso reino oriental de Khimiz, y an poda recordar el odio vislumbrado en los ojos dela criatura y la sensacin de una promesa silenciosa de que aquel encuentro no sera el lti-

    mo. Nmesis viva tan slo para frustrar su misin y desviarla de su resolucin, ya que conla destruccin del ltimo de los demonios tambin ella, Nmesis, morira. Y la piedra detoque de Nmesis era la plata...

    De repente la noche se torn fra, y el adormilado ro que flua con tanta suavidad entreambas orillas pareci adoptar un leve tono amenazador. Un poco ms all, los juncos seagitaron; ndigo empez a volver la cabeza, pero se detuvo, medio asustada de que simiraba, su cansado estado de nimo podra traducir el sonido y el movimiento en algomenos inocente que los caprichos de la brisa. Estrellas de plata en el firmamento; reflejosplateados sobre el agua. Se estremeci, y extendi una mano para hundirla en el spero yreconfortante calor del pelaje deGrimya.

    Regresemos dijo.Grimya comprendi. Se pusieron en pie, y pasaron despacio junto a las hogueras

    apagadas y los carromatos sin luces hasta el campamento de los Brabazon. En el aire flotabaan un dbil y agradable aroma a madera quemada; al llegar a la carreta ndigo volvi lacabeza para contemplar el terreno. Nada se mova, y con la loba pisndole los talonesascendi los peldaos y regres a la paz y seguridad de sus dormidas compaeras.

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    CAPTULO 3

    ndigo, no encuentro mi mscara!. Oh, aydame, por favor!ndigo estaba sentada en uno de los arcones de ropa con la cabeza inclinada sobre el arpa,

    ocupada en afinar el instrumento. Sobre la elevada plataforma situada detrs de la pantallaque formaba una exigua y provisional zona de preparacin para los artistas que participabanen la Fiesta una compaa de acrbatas llegaba al final de su nmero; el ruido en la plazaera estridente y resultaba casi imposible or las notas que producan sus dedos sobre lascuerdas, de modo que dej el arpa a un lado ya tendra tiempo para una ltimacomprobacin ms tarde y fue a responder a la lloriqueante splica de Honestidad.

    Qu mscara has perdido, Honi?La de la Danza del Boyero. Honestidad sostena un farol con una mano sobre una

    caja de madera y revolva frentica su contenido con la otra. Ya s que an no la necesito,pero la he de tener preparada; ms tarde no habr tiempo de buscar.

    Un destello de raso amarillo por entre un montn de capas lllam la atencin de ndigo, y

    extendi la mano.sta?Ohhh! Honestidad se llev una mano al corazn y simul poner los ojos en blanco

    como si fuera a desmayarse. Gracias!Constan apareci por detrs de las bambalinas. Se detuvo al tiempo que miraba con aire

    profesional aquel aparente caos, luego dijo:Todo el mundo listo? Los acrbatas estn a punto de terminar.De la plaza sonaron unos cuantos aplausos, mezclados con algunos vtores y alegres

    silbidos, y Fran levant los ojos mientras terminaba de atar las polainas de la pequeaResponsabilidad, de siete aos.

    Qu tal el pblico, pap? Es tan malo como temamos?Podra ser mejor, pero claro, tambin podra ser peor respondi Constan. Al

    menos no falta gente; desde la puesta del sol han llegado muchos ms y se amontonan en laplaza como gatitos alrededor de un plato de leche. Pero hay demasiadas caras tristes para migusto.

    Bien, pues tendremos que efectuar un esfuerzo extra para animarlas. Fran seincorpor, terminada su tarea, y Responsabilidad flexion las piernas de forma experi-mental.

    Se produjo entonces un sbito frenes de actividad cuando los acrbatas gente menudade las lejanas tierras del sudoeste, de piel plida y cabellos casi blancos aparecieroncorriendo por un lado de las bambalinas. Su jefe sonri e hizo una reverencia a Constan,luego el grupo se dej caer sin aliento en el suelo y empezaron a charlar entre ellos en suininteligible lengua.

    Bien anunci Constan. Ahora vamos nosotros. Tienes tu flauta, Cari? Y vosotras,las pequeas, poneos en fila, ya.

    Lanz una protesta.Maldita sea, casi lo olvidaba, Fran: vamos a suprimir la Mascarada de los Espritus

    Arbreos.Qu? Fran lo mir boquiabierto. Por la Diosa de la Cosecha, por qu? Es uno

    de nuestros mejores nmeros!Lo s. Pero empieza a correr un nuevo rumor; lo acabo de or de labios del dueo de la

    posada del Tonel de Manzanas. Al parecer la gente habla de una especie de bosque que haaparecido all donde antes no haba ninguno.

    Eh?

    Constan mene la cabeza.No me preguntes qu pasa. Todo lo que o fue un galimatas sobre bosques negros y

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    rboles que se mueven. Parece como si alguien hubiera bebido ms de la cuenta y hubieraempezado a ver visiones, pero la historia se extiende como el fuego sobre la paja. Para nodisgustar a esta buena gente, dejaremos ese nmero.

    Fran dijo algo que provoc que Cari lo mirara con profunda desaprobacin.Muy bien. Pero qu podemos poner en su lugar?

    Veremos cmo va la funcin, y lo discutiremos durante el descanso respondi supadre. Tal y como estn las cosas puede que lo mejor sea hacer que nuestra actuacinresulte ms corta de lo normal.

    Piedad, que haba sacado la roja cabeza por un extremo de la particin, dijo:Vamos, nos esperan.

    Y Constan hizo un gesto a Fran para que empezaran.Vamos, muchacho. No debemos hacer esperar al pblico.Lanz tom un tambor de cuero y, oculto todava detrs de las bambalinas, empez a tocar

    una meloda rpida y solemne. Esti se le uni con la pandereta mientras Fran y Cari sepreparaban con sus caramillos: Constan hizo un gesto con la cabeza y todos juntos atacaronuna alegre tonada, y las cuatro Brabazon ms pequeas, con Piedad a la cabeza, salieron dedetrs de las bambalinas en fila de a una y ascendieron los desvencijados peldaos que con-ducan a la plataforma.

    Se produjo una oleada de fervientes aplausos, e ndigo vio cmo una dbil sonrisacruzaba el rostro de Constan. Saba lo acertado de iniciar su actuacin con un nmero delpequeo cuarteto. Piedad, que an no haba perdido por completo el ceceo de la infancia,resultaba perfecta para el papel principal: la visin de aquella atractiva criatura con suspecas y sus brillantes rizos era seguro que conmovera los corazones del pblico y loscolocara en una atmsfera receptiva.

    La comitiva se detuvo en el centro del escenario, entonces Gentileza, Moderacin yResponsabilidad se colocaron formando una lnea, de modo que Piedad qued sola delantede ellas. La luz de las antorchas sujetas a largos postes que iluminaban la plataforma hacaque sus cabellos relucieran como una moneda de oro recin acuada, y de un grupo de

    mujeres de edad que se haban reunido en una seccin del pblico surgi un suave yafectuoso suspiro. La msica se detuvo con un sonoro redoble, y Piedad levant ligeramentesu falda y dedic una profunda reverencia a la muchedumbre all reunida.

    Buena gente del lugar, se os saluda exclam con voz aguda, con la seguridad de unaactriz consumada, y se os da la bienvenida a esta reunin nocturna. Acercaos, dejad a unlado las penas... y unios a nuestra fiesta!

    Las otras tres nias mayores se tomaron de las manos, y las cuatro entonaron a coro:

    Sabemos bailar y sabemos cantar,y estos dones os traemos,

    con msica y alegra, bromas y juegos,

    para desearos felicidad y este da festejar!

    Fran, Cari y Lanz atacaron de nuevo la meloda, esta vez en forma de alegre y vibrantetonada. Sobre el escenario, las nias empezaron a bailar. Las tablas resonaban y crujan deforma alarmante, pero nadie pareca advertirlo; detrs del tabique Constan tom su violn yVal su organillo mientras los dems ocupaban sus puestos empujndose unos a otros, ndigocogi su arpa ya no tendra ocasin de terminar de afinarla ahora, pero no importaba;cualquier nota discordante quedara ahogada en la alegre algaraba sonora general y derepente la msica de las flautas se vio incrementada, convirtindose en un torrente al tiempoque Constan conduca al resto de sus actores al escenario.

    Esti, Honi y Armona se unieron de inmediato a la danza, agitando las panderetas al

    tiempo que giraban y hacan revolotear sus faldas de vivos colores. Dos de sus hermanos seunieron tambin al baile, mientras que los msicos se alineaban detrs de los revoloteantes

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    danzarines. Una exclamacin surgi de entre la muchedumbre entonces, cuando Grimya, enel momento exacto, describi un amplio crculo alrededor del escenario y fue a detenerseante Piedad; en ese momento la exclamacin se troc en aplauso al ver cmo la lobarealizaba una muy buena imitacin de una reverencia ante la nia y ambas empezaban a darvueltas, como si bailaran juntas.

    Desde el fondo del escenario, ndigo sonri ante las cabriolas de su amiga y la reaccindel pblico. La energa de la msica y la excitacin de estar de nuevo sobre las tablasestaban disipando los tristes pensamientos de la noche anterior, y a pesar de los problemasque afectaban Bruhome, el pblico pareca bien dispuesto a dejar de lado sus problemas ydisfrutar del espectculo.

    La danza termin bajo unos aplausos entusiastas, y mientras las ms pequeas marchabancorriendo, con Piedad saludando con la mano y lanzando desvergonzados besos, losmayores corrieron a disponer la escena para la representacin de un solo acto que segua acontinuacin. Constan, muy prudente, se haba decidido por La Dama y su Indiscrecin,un melodrama cmico que permita la sobreactuacin y gran abundancia de insinuaciones ychistes salaces, ndigo no tena ningn papel en la obra, y por lo tanto se retir detrs de lasbambalinas para controlar a las pequeas y escuchar la marcha de la representacin, que eracoreada por grandes carcajadas por parte de los espectadores. Esti, que posea un grantalento cmico natural, resultaba perfecta como la Dama del ttulo, mientras que Constancomo su cornudo esposo y Val y Lanz en los papeles de sus dos candidatos a pretendientesen constante disputa la acompaaban con entusiasmo. Se escucharon vtores y aplausoscuando hicieron su ltima reverencia; seal inequvoca de que el talento de la compaa decmicos, junto con el vino y la cerveza que ahora circulaba ya libremente por la plaza,estaban obrando su propio y particular efecto sobre la gente.

    Tras la obra vino un popurr de canciones, seguido por la Danza del Boyero, y por ltimopor ms canciones, esta vez melodas populares que se anim a la concurrencia a corear,antes de un descanso de media hora para que los actores se recuperaran. Durante esta pausa,ndigo fortalecida por un pastel cosechero bien picante y una jarra de cerveza se uni a

    Esti y a Val para pasear por la atestada plaza y contemplar los adornos florales, los aromasde la comida y la bebida se mezclaban con los olores ms bsicos de la naturaleza humana yel hedor de la brea de las llameantes antorchas; mientras estudiaba rostros y captabafragmentos de conversaciones, ndigo detect muy pocas seales de las preocupaciones queacosaban Bruhome. La gente charlaba sobre cuestiones mundanas: el clima, el ltimoescndalo domstico, los defectos de este nuevo aprendiz odel dueo de la taberna. Slo enuna o dos ocasiones se interpuso una nota amarga: las palabras bosque siniestro cuandouna voz se destac por un instante por encima del barullo general; otra voz, trastornada, di-ciendo: tres ms se han visto afectados desde esta maana, segn he odo; unaconversacin susurrada, inaudible pero claramente apremiante entre dos mujeres cuyosrostros estaban crispados por el dolor, ndigo no saba si sus compaeros eran conscientes

    del tenue hilo de inquietud que se iba extendiendo por la atmsfera, y se guard muy biende llamarles la atencin sobre ello. Constan, con su conocimiento ms profundo de laciudad y de sus principales ciudadanos, averiguara qu ms haba que saber cuando llegarael momento. Hasta entonces, pens, lo mejor era olvidar aquella corriente oculta yconcentrarse en los aspectos ms alegres de la noche.

    Terminado el descanso, empez lo que Val denomin con gran pesar el autntico trabajoduro de la noche. La segunda parte del espectculo de la Compaa Cmica Brabazonconsista casi por completo en msica y danza: llegado este momento, se supona, el pblicoestara demasiado excitado, o demasiado bebido (o ambas cosas) para querer que sepusieran a prueba sus poderes de concentracin en obras de teatro y poesas. Todo lo quedeseaban era corear a grandes gritos las sencillas y viejas canciones que todo el mundo

    conoca, y con un poco de estmulo por parte de los Brabazon tomar parte en losnmeros de danza finales.

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    Las manos de ndigo estaban doloridas de tanto pulsar las cuerdas del arpa; junto a ellaVal se encorvaba sobre su organillo, los dedos se movan a toda velocidad mientras girabala rueda de madera, mientras que el violn de Constan y el caramillo de Fran desarrollabanuna rpida y compleja meloda por entre el retumbante fragor de fondo. Las muchachashaban saltado de la plataforma e invitaban a los hombres del pblico a formar pareja con

    ellas; los muchachos, imitndolas, se acercaron a un grupo de mujeres que rean entre ellasy les dedicaron sendas reverencias, extendiendo las manos. Cuando la desconfianza y latimidez se disiparon, y ms y ms personas empezaron a unirse al baile, ndigo dirigi unarpida mirada de soslayo en direccin a Constan y vio cmo la rpida y crispada mueca depreocupacin del da anterior apareca otra vez en su rostro. No estuvo all mucho tiempo estaba demasiado concentrado en su interpretacin como para distraerse durante ms de unbreve instante pero a la muchacha le result fcil adivinar su causa.

    Por fin el ltimo nmero toc a su fin. Los Brabazon que bailaban dejaron a sus parejascon besos y despreocupadas promesas que no se mantendran, y dieron una ltima vuelta alescenario, saludando al pblico. Los msicos, por su parte, dieron un paso al frente yflexionaron subrepticiamente sus cansados dedos al tiempo que sonrean y hacanreverencias. Mareada por la excitacin, alegre y triste a la vez porque los festejos y la fiestahubieran terminado por aquel da, ndigo sigui a los dems de regreso detrs de losbastidores; pero cuando sus ojos se posaron de nuevo en Constan observ que la inquietudregresaba a su rostro.

    Mi cuerpo y mi alma por una jarra de cerveza! suplic Val, y apenas dej caer suorganillo en el suelo agit las manos para mitigar la tensin.

    Esti, que estaba sentada sobre una caja tumbada desatndose los zapatos, levant los ojos.Has iniciado los nmeros de baile muy pronto, pap dijo a Constan. Unos minutos

    ms y los pies me hubieran empezado a arder... Hemos bailado durante ms de una hora, losabas?

    Algunos de los otros apoyaron su protesta, y Constan frunci el entrecejo.Mejor eso que perder a nuestro pblico, querida. Me di cuenta de que empezaban a

    mostrarse inquietos; queran tomar parte en lo que suceda, para quitarse de la cabeza otrascosas.

    Pero...Nada de peros. Cuando lleves tanto tiempo como yo en esto, sabrs cmo interpretar

    las seales si es que tienes algo de ingenio. Mir a su hijo mayor. Fran sabe de lo quehablo.

    Nos cost mucho conseguir que tomaran parte corrobor el joven. Lo normal esque los hombres se peleen por bailar con las chicas, pero esta vez... Dej que unexpresivo encogimiento de hombros terminara su frase.

    Ese es el motivo por el que has tenido que bailar tanto rato. Constan lanz a Esti unamirada furiosa. Satisfecha ahora, seorita? Alguna otra queja?

    Esti volvi el rostro. Sus ojos todava mostraban una expresin rebelde pero se guardmuy bien de discutir.Fran empez a guardar el equipo en las cajas y bales para preparar la caminata de

    regreso a las carretas.Qu hay de maana, pap? inquiri. No podemos ofrecer el mismo espectculo

    dos veces seguidas. Si tomamos la funcin de hoy como precedente necesitaremos efectuaralgunos cambios.

    Ya lo hablaremos por la maana. Constan se frot los ojos. En este instante, estoytan seco como un hueso y no deseo ms que un buen trago de algo decente. Alguien ms seviene al Tonel de Manzanas a tomar unas cuantas jarras?

    Fran, Val, Lanz y Esti enseguida acordaron acompaarlo. Cari, con cierto remilgo,

    rehus, e ndigo mene la cabeza con una sonrisa.Gracias, Constan, pero no he dormido bien esta noche pasada. Grimya y yo

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    regresaremos a las carretas con los otros.Corno quieras. Dejad lo que no podis llevar y nosotros ya lo recogeremos ms tarde.

    La milicia de la ciudad vigila para que no se robe nada.El grupo se dividi y march en diferentes direcciones. En la plaza y las calles que la

    rodeaban an quedaban algunas personas, y de todas las tabernas surga luz y ruido, pero

    para la mayora de los habitantes de Bruhome el da haba finalizado. Se haba levantadouna fresca brisa, y el cielo estaba despejado y negro como el terciopelo. La noche anteriorno haba habido luna; esta noche haba una fina y reluciente medialuna, flotando muy bajaen el este mientras iniciaba su viaje nocturno.

    El viento sopla de la luna esta noche dijo Cari en voz baja viendo el campamentodesde la orilla del ro.

    Ella e ndigo transportaban entre las dos el ms grande de los bales de ropa, e ndigomir la alta figura de la muchacha con curiosidad.

    Es eso importante? pregunt.Cari sonri.Oh, no es ms que una vieja supersticin. Dice que cuando el viento sopla del lugar

    donde se alza una luna nueva, anuncia grandes cambios.Para bien o para mal?Puede ser cualquiera de las dos cosas.Entonces, esperemos que sea para bien esta vez.S. En la oscuridad, el rostro de Cari pareca una plida mscara. Esperemos que

    as sea.

    Ante la sorpresa de todos, Constan y sus compaeros regresaron al cabo de una hora. Enel prado, mucha gente estaba despierta todava; las hogueras brillaban aqu y all, y elmurmullo ocasional de voces apagadas se dejaba escuchar por el prado. Las cuatroBrabazon ms jvenes estaban ya en cama y dorman, pero los otros, animados ligeramentepor la caminata desde la ciudad, se haban reunido en la carreta principal para beber cerveza

    especiada caliente y charlar tranquilamente sobre los acontecimientos de aquella noche. Elsonido de unas botas en los escalones los alert, y al levantar la cabeza vieron a Constan enla puerta.

    Bien dijo Constan con cierto resentimiento en la voz. Parece como si esta nochehubiera ms diversin bajo nuestro propio techo que en cualquiera de las tabernas deBruhome!

    Se apretujaron en el reducido espacio y Cari trajo ms jarras.Qu sucede, Constan? pregunt ndigo. No habrn cerrado todas?No; pero lo mejor sera que lo hicieran por la diversin que pueden ofrecer. Fuimos al

    Tonel de Manzanas; luego..., djame ver. Constan cont con los dedos: El Velln, LosCosechadoras de Lpulo y a Las Cinco Vides, y en todas partes haba lo mismo. Caras

    largas y ojos asustados. Sacudi lacabezaentristecido. Nunca haba visto nada igual.Y la conversacin interpuso Val. Rumores y ms rumores. La historia sobre elbosque ambulante est por todo el pueblo ahora.

    Grimya irgui las orejas, e ndigo inquiri intranquila:Entonces la historia es cierta?La gente se comporta como si lo fuera respondi Constan. Cada vez son ms los

    que afirman haberlo visto. rboles negros, dicen, de los que crecen espinas tan largas comoel brazo de un hombre. Y denso como la pared ms gruesa que jams se haya construido.

    Pero si realmente hubiera algo de verdad en esto, pap, lo habramos visto de caminoaqu objet Cari. O si nosotros no lo hubiramos visto, alguno de los otros viajeros lohabra hecho, y ya nos lo habran contado a estas horas.

    Constan le palme la mano.Lo s, chica, lo s. No tiene el menor sentido. Pero la gente de por aqu empieza a

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    crerselo.Y eso no es todo aadi Fran, sombro. Otras cinco personas ms han contrado

    hoy esa misteriosa enfermedad, y otras dos han desaparecido.Constan le dirigi una mirada furiosa.Te he dicho que no lo mencionaras. No delante de los ms pequeos.

    Fran se encogi de hombros.Si no se lo decimos nosotros, alguien se lo dir pronto.Pap, este lugar no es saludable dijo Lanz. Creo que deberamos irnos, antes de

    que se vuelva peor..Fran lanz un bufido desdeoso, pero Constan alz una mano.No, Fran. He estado pensando lo mismo y creo que ya he decidido qu hacer. Daremos

    un nuevo espectculo maana, tal y como hemos planeado; pero despus de esto nosdespediremos de Bruhome y seguiremos adelante.

    Y perdernos el final de la Fiesta?S. Para lo poco que va a valer la pena ahora. Constan los contempl de uno en

    uno. Bien?Se produjeron murmullos, ruido de pies sobre el suelo.T sabes lo que es mejor, pap dijo Armona.

    Y varias voces dieron su asentimiento. Fran continu ceudo, pero en su mayor parte elsentimiento pareca ser de alivio. Aunque todo el mundo finga no sentirse afectado por laplaga que flotaba sobre Bruhome no exista la menor duda de que la inquieta atmsfera dela ciudad haba dejado su huella.

    Pero mientras que sus amigos parecan alegrarse de la decisin de Constan, ndigo sinticomo si un gran peso se hubiera instalado bajo sus costillas. Mir a Grimya y supo que laloba comparta su aprensin. Un da ms, y la Compaa Cmica Brabazon seguira sucamino. Tendra que comunicarles que ni ella ni Grimya iran con ellos.

    Desde el principio haba sabido que esto acabara por llegar, pero haba alejado la idea desu pensamiento tanto como le haba sido posible, convencida de que de nada serva

    preocuparse por ello hasta que llegara el momento. Y ahora que el momentohaba llegadono saba cmo encontrar las palabras para decir adis. No lo comprenderan; creeran que sehaba cansado de ellos, que simplemente los haba estado utilizando; nunca haba podidoexplicarles la verdad...

    ndigo?Alz la cabeza y vio que Cari la miraba con gran preocupacin.Ests bien? pregunt Cari. Tienes un aspecto... bueno, raro.Estoy... bien. De veras, no es nada...ndigo, Grimya se dirigi a su mente con suavidad y tristeza. Creo que debes

    decrselo. Saben que algo no va bien,el momento no tardar en llegar, de todas formas.Dselo, ndigo. Ser mejor para todos nosotros.

    QuizGrimya tena razn. Si se andaba con rodeos, podra faltarle el valor, y entoncesqu sucedera con ella? Cari segua observndola, nada convencida por su aseveracin, endigo aspir con fuerza.

    Constan dijo. Todos vosotros. Hay algo que tengo que deciros.Se hizo el silencio. Todos la miraban ahora, y de repente el discurso que luchaba por

    formar en su mente se hizo pedazos.Eh, vamos, muchacha Constan se inclin hacia adelante y le oprimi el brazo.

    Qu sucede? Vamos; puedes decrnoslo. No somos acaso tus amigos?Era lo peor que hubiera podido decir, aunque lo hubiera hecho de forma totalmente

    involuntaria, e ndigo sinti una dolorosa sensacin de ahogo en la garganta. Abri la boca,obligndose a hablar, y empez a decir:

    Constan, yo...Y las palabras se transformaron en una sorprendida exclamacin al dejarse or por el

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    prado un espantoso gemido inhumano.Las jarras fueron a estrellarse en el suelo del carromato y slo los reflejos instintivos de

    Lanz evitaron que el pequeo hornillo de lea se volcara cuando todos se pusieron en pie deun salto.

    Por la Madre de la Cosecha! A Fran se le pusieron de punta los cabellos. Qu

    fue eso?Se dirigi hacia la puerta, pero Constan lo sujet por el brazo.Espera, muchacho! Deja que mire.Se adelantyabri la puerta superior de par en par. Al hacerlo, el terrible sonido se inici

    de nuevo; fino, fantasmal, como la voz de un alma bajo atroces tormentos. Cari gimi eintent taparse los odos; Armona y Honestidad se abrazaron, ySinceridad olvid sus ante-riores bravatas de muchacho de doce aos y corri a cogerse de la mano de ndigo. Mientrasel espantoso sonido se desvaneca escucharon gritos procedentes de otras partes del prado, yse recortaron siluetas contra los rescoldos de las hogueras a medida que otros feriantes seiban reuniendo. Grimya, con todo el pelaje erizado, empez a gruir; entonces, se oygemir por tercera vez a aquella voz horrible que surga de la noche, y en algn lugar cercadel ro una mujer chill.

    Proviene de algn lugar al otro lado del ro.Constan abri la parte inferior de la puerta y baj corriendo la escalera, con Fran, Val y

    Esti detrs; y antes de que ndigo pudiera llamarla a su lado, Grimya corri tambin trasellos, y los cinco se precipitaron a campo traviesa en direccin a la orilla.

    Pap! grit Cari, con voz aterrorizada. Pap, ten cuidado!La voz excitada deGrimya penetr en la mente de ndigo por entre todo aquel caos. La

    loba se haba adelantado a los humanos, mucho ms lentos que ella, y ya haba llegado a laorilla, donde se detuvo para olfatear el aire con el hocico.

    Oigo de dnde procede este horrible sonido, dijo. Viene de muy lejos, del otro ladodel ro, de las colinas. Y puedo oler algo; puedo hacerlo... ndigo! y la voz de Grimyairrumpi en el mundo real al transformarse en un aullido.

    Madre Todopoderosa!ndigo descendi los escalones de un salto, y mientras corra en direccin a la orilla

    escuch un temeroso lamento procedente de una de las otras dos carretas al despertarse lasdos nias ms pequeas, pero no poda detenerse a ocuparse de ellas. Haba sentido laterrible oleada de terror surgida de la mente de Grimya cuando sta aull, y en la suyaempezaba a cobrar forma ese mismo pnico.

    Grimya estaba agazapada junto a la orilla, las orejas echadas hacia atrs, sin dejar degruir. Constan haba intentado calmarla pero no se atreva a acercarse demasiado, y cuandondigo lleg corriendo levant los ojos, aliviado.

    Maldita sea, ndigo, est tan asustada como todos nosotros!Grimya! ndigo se arrodill y abraz la leonada cabeza de la loba. Tranquila!

    Todo est bien!Y aadi en silencio la apremiante pregunta:Qu has percibido?Grimya temblaba; lami la mano de ndigo para luego apretar con fuerza el hocico contra

    su cuerpo.No... lo s. Pero me dio miedo!Est bien le dijo ndigo a Constan, que segua observndola.Entonces es la nica de todos nosotros que lo est! El rostro de Constan mostraba

    un tono ceniciento.La noche volva a estar en silencio, pero en aquel silencio parecan resonar an los ecos

    de aquel terrible gemido. De las tiendas y carromatos sala cada vez ms gente que se

    aproximaba a la orilla; un caballo relinch y poco a poco las voces empezaron a romper laquietud. Un nio llorique; se escucharon susurros, preguntas, figuras vagas se apretujaban

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    en pequeos grupos para discutir y sealar al otro lado del ro. Ms atrs, se escuchaban lossollozos de ms de una persona, una reaccin refleja al temor y la sorpresa.

    Constan mir fijamente a la otra orilla. En voz baja, con los dientes apretados, sise:Por cien mil maldiciones, qu es lo que hay ah?Val sacudi la cabeza. Tambin l estaba plido.

    No preguntes, pap. Mejor no saberlo.No interpuso Fran con fiereza. Debiramos saberlo. Agit la manofrenticamente para indicar las lentas aguas. Hay algo horrible al otro lado del ro, pap,y apostara cualquier cosa a que tiene algo que ver con lo que est sucediendo en Bruhome!No deberamos quedarnos aqu quietos como un rebao de ovejas... deberamos ir tras eso,y averiguar qu es!

    No seas idiota, muchacho replic enojado Constan. Sea lo que sea esa cosa estfuera de nuestra comprensin!

    Cmo podemos saberlo a menos que vayamos a ver? persisti Fran. Pap,escchame! Si cogemos los ponis, t y yo y Val, y quiz tambin Temp si tiene valor paraello, e ndigo y Grimya; las dos son tan buenas como cualquier hombre; podemos ir y verpor nosotros mismos qu se ha de hacer.

    No!, dijoGrimyaen silencio, pero con terrible nfasis.Y de repente ndigo supo lo que la loba haba estado intentando decirle pero