Notas de maje - concejodecabrales.com · Y la conversación gira en derredor de la solemnidad...

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Notas de maje ESPflÑfl PINTORESCA DESDE CflNGRS DE ONIS ñ LOS PIC» ÜÉ aquella mañana una de las más hermosas q u e el incomparable otoño asturiano brinda al turista ^L para realizar excursiones por la montaña. El cronista había planeado matemática- mente su gira. Salgo tal día -—se había dicho—; llego á tal hora á Cangas, almuerzo opíparamente en casa de Baldomero, tomo el tranvía de las seis cuarenta y cinco, y á las siete y media, estrecho en Covadonga la mano del hospitalario y caballeroso canónigo D. Ma- nuel Alea; luego, de sobremesa, combino asesorado por el simpático Enrique Victore- ro, director del Gran Hotel Pelayo, mi ex- cursión al lago Enol. Pero por algo reza el viejo adagio caste- El camino desde Cangas de Onís á Covadouga

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Notas de maje

ESPflÑfl PINTORESCA

DESDE CflNGRS DE ONISñ LOS PIC»

ÜÉ aquella mañana una de las máshermosas q u e el incomparableotoño asturiano brinda al turista

^L para realizar excursiones por lamontaña.

El cronista había planeado matemática-mente su gira.

Salgo tal día -—se había dicho—; llego átal hora á Cangas, almuerzo opíparamente

en casa de Baldomero, tomo el tranvía delas seis cuarenta y cinco, y á las siete ymedia, estrecho en Covadonga la mano delhospitalario y caballeroso canónigo D. Ma-nuel Alea; luego, de sobremesa, combinoasesorado por el simpático Enrique Victore-ro, director del Gran Hotel Pelayo, mi ex-cursión al lago Enol.

Pero por algo reza el viejo adagio caste-

El camino desde Cangas de Onís á Covadouga

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llano que, <el hombre propone y Dios dis-pone.» Esta vez Dios delegó en mi excelen-te y noble amigo el conde de la Vega delSella, que ya en la estación de los Econó-micos, en Oviedo, me detiene cariñosamen-te y me dice: .

—¿Dónde va el cronista?—A Covadonga,—Imposible.—¿Cómo que imposible?—replico.—Estáis comprometido de modo inexcu-

sable para asistir á una importante ce-remonia.

—Pero, si...—No hay excusa...Y el conde me muestra una carta de

Pepe Saro, en la que se me conmina, bajopena de excomunión, á asistir á la boda desu encantadora hermana Amalia.

En aquel momento llega el marqués deSanta María de Carrizo con su bellísima hijaIsabel.

—¿Vamos á la boda?—Nos dice, despuésde cambiados los saludos de rúbrica.

— Decididamente—respondo.Y la conversación gira en derredor de la

solemnidad nupcial que espera á AmaliaSaro y á su prometido Julio Piernas de Ti-neo, primogénito de los marqueses de VistaAlegre.

A las cinco y un minuto la locomotoralanza el silbido anunciador de la partida, yfatigosa al principio, veloz después, noslleva á través de esta rica y bella campi-ña asturiana.

Durante el camino se habla de todo: depolítica, de arte, de sociedad.

Lo que de política se habló, es fácilmentepresumible, sabiendo que el Marqués deSanta María de Carrizo es un senador fervo-rosamente maurista y católico convencido.Consiguientemente el Marqués dijo pestesdel Gobierno actual por sus recientes dispo-siciones sobre materia religiosa, y tambiénpor sus complacencias con los enemigos dela dinastía.

De arte, comentamos los atrevimientos delgenialísimo pintor gijonés Evaristo Valle,que se dispone á reanudar su invernada ar-tística en París al lado del gran Zuloaga, yde los positivos adelantos de otro pintor,también gijonés, Nicanor Pinole, que pre-sentó varios lienzos en la Exposición Inter-nacional de Buenos Aires, donde acaba doobtener una tercera medalla.

El resto del tiempo que invertimos en elviaje, nos lo absorbió la feliz pareja que nosesperaba.

Pondré punto final a este grato episodioinicial de mi viaje, diciendo que la boda se

celebró con la munificencia que es la prin-cipal característica de los marqueses de Ar-guelles, en cuyo soberbio palacio de Llanesse festejó el enlace. A la fiesta concurriólucidísima representación de la nobleza as-turiana, y muchas distinguidas personalida-des de la provincia.

A la mañana siguiente, después de serhonrado con la noble hospitalidad de loscondes de la Vega del Sella, el conde y yonos dirigimos á Covadonga, deteniéndonosantes en Cangas de Onis. Quería yo aprove-char las horas que nos restaban de la tardepara visitar la histórica capilla de SantaCruz, edificada por D. Favila en conmemo-ración de la batalla ganada por su padre donPelayu á los sarracenos en el campo de laCruz, de donde toma su nombre el antiquí-simo y pequeño templo. Había yo leido queen él existía el documento auténtico más an-tiguo del tiempo de la Reconquista, deseabaverlo, y siendo el Conde el dueño de la his-tórica Capilla, nunca mejor que aquella oca-sión para saciar mi curiosidad.

El tranvía nos condujo rápidamente desdeArriondas á Cangas. Al pasar por Villanuevael Conde me dijo:

—Qué lástima que venga usted con tantaprisa, porque podíamos detenernos á visitarel Monasterio que fundó D. Alionso el Cató-lico. Es curiosísimo, aun cuando está ya de-talladamente descrito por todos los historia-'dores.

—Prefiero visilar la Capilla, que no ¡a co-nozco. El Monasterio de San Pedro de Villa-nueva, lo he visitado ya en compañía de miculto y bohemio amigo Enrique Laria.

Y seguimos á Cangas.Desde la estación nos dirigimos en línea

recta al campo llamado de la Cruz, atrave-sando el río Güeña por un rústico paso de pe-ñas que el Conde,impenitente cazador, salvócon la ligereza de un corzo, y que yo nece-sité Dios y ayuda para no hacer el ridículoante unas garridas mozas que ya empezabaná mirarme maliciosamente, como esperando-el momento en que iba á zambullirme en lacorriente.

Pronto estuvimos en el memorable Cam-po. La capilla se alza sobre un montículo, yestá edificada sobre un dolmen, que se velevantando 1 a tarima que cierra una es-pecie de cisterna seca. Con ayuda de unaluz pudo mostrarme el Conde el monumentoque sirve de cimiento á la Capüla.

En realidad ni la fábrica ni sus añososmuros, ofrecen interés; pero no ocurre asícon la lápida de piedra que en la parte nortey al lado del Evangelio, á una altura que nopermite distinguir los caracteres en ella gra-

NOTAS DE VIAJE 377

bados, está embutida en la pa-red. Mediante una escalera lo-gré contemplar de cerca aquellaantiquísima escritura.

La lápida tiene una inscrip-ción en latín bárbaro, que tra-ducida dice así:

«Esta santa máquina se le-vanta por inspiración divina;este templo en su obra hermo-sa, resplandezca manifiesta-mente en la devoción cristiana,con sagrados presidios, mani-

Una carreta del país

festando la señal de la SantaCruz. Sea agradable á Cristoesta iglesia por el trofeo de laCruz, la cual su siervo Fabilaedificó en su probada fé conFroiliuba su mujer, y las pren-das de sus hijos, los cuales portus merecimientos ¡Oh, Gristo!tengan cumplida gracia y des-pués de esta vida misericordiaeterna. Dios te conserve en este

Paisaje en Cangas de Onís

lugar, como altares consagradosá Cristo Señor Nuestro. Fechaá trescientos años del tiempo yen la sexta edad del siglo (quees el año de la creación delmundo, s e i s mil trescientostreinta y nueve.)»

Salimos de la capilla, y elConde me declaró sus sospe-chas de que aquel montículo yla pequeña zona de tierra que

Efecto de niebla

Los Picos de Europa desde elLago Enol

le rodea, hubiera sido en remo-tas épocas cementerio romano,pues en algunas excavacioneshechas no há mucho tiempo,habíanse encontrado varios es-queletos humanos completosque yacían en hileras regulares,pero sin ataúd, hallándose en-tre la tierra removida algunasmonedas romanas.

No sería difícil que el Condede la Vega se decida algún díaá proseguir sus investigaciones

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grabar en la roca la misma ins-cripción, desapareciendo desdeentonces la cruz que venía sien-do renovada por los de Suevos,desde hace más de mil años.

Regresamos á Cangas y toma-mos nuevamente el tranvía quenos llevó en poco más de mediahora, hasta el apeadero de Co-vadonga, desde el cual se ve al-zarse imponente y magnífica, laenorme peña, en cuya cúpula seyergue la románica catedral ba-sílica, que proyectara el inolvi-dable cardenal Sanz y Flores.

Por un tosco camino salimosá la carretera que conduce á lasanta meseta. Algunos cochesesperan al turista para hacerlemás suave la subida. Preferimoshacer el recorrido á pié. Es tanbelio, tan augusto el paisaje que

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Vista de la gruta y hospederíavieja de Covadonga

arqueológicas, q u e pudieraumuy bien resultar interesantes.

Desde el montículo se divisaun frondoso panorama, y elmonte donde está enclavado elhistórico pueblo de Sueve. Ensus cercanías, cuenta la tradi-ción, fue muerto D. Favila porel oso, y es tal la precisión conque la leyenda señala el suceso,que hasta se sabe el punto enque el Rey fue sorprendido ydespedazado por la fiera. Allí seconservaba hasta el año 1857una cruz de madera con unainscripción recordatoria del epi-sodio, que decía: L'n oso tnafóal Bey Rabila.—An. d 730,

El duque de Montpensier ensu visita á Cangas durante elreferido año de 1857, mandó El paisaje de CovadoiigtTdesilela Basíl¡ca

NOTAS DE VIAJE

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'" Camarín de la Virgen de Covadonga en la Basílica

me pareció disfrutaría menos de él si me incomparables lugares se han pronunciadoencajonara en el coohe. y se han escrito, y mi memoria recordó

Y comenzamos la ascensión rememoran- aquellos sublimes párrafos del elocuentísimodo las hermosas descripciones que de estos discurso que e! Sr. Pidal pronunció en el so-

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Estación del tranvia de Covadonga

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lemne acto de la inauguración del Centro deAsturianos de Madrid. Yo no puedo resistirmi deseo de resucitar aquella imponderabledescripción que de la gloriosa epopeya y dellugar donde se desarrolló, hacía el insigneorador.

Mirad ahora—exclamaba-—volved los ojosy escuchad. ¿No oís? Es el rugido de los leo-nes del desierto; es el África que cae sobrenosotros; son las huestes de Muza y de Ta-rik; son los soldados de Alkamak, que hanpasado las aguas del Estrecho y corren ásangre y fuego España entera. Vedlos llegar;nada les detiene. Europa va á caer en susmanos, y el Koran va á destruir el Evange-lio. Mas no; que allí en aquella montuosaregión donde anidan las águilas; sobre aqueltorrente deslumbrador que se despeña porlos riscos; en el centro de aquella peña colo-sal que rasga las nubes, abre sus negros an-tros una cueva, y en ella brilla una imagencelestial de la Virgen de las Batallas. A suspies ora un guerrero, en una mano una cruz,¡a cruz de la victoria, y en la otra una espa-da, la espada de Pelayo. En torno de él seagrupan los valerosos montañeses. Ya suenatonante en el espacio ía señal de acometer;rasga los aires estentóreo clamor; chocan loscielos y la tierra; el abismo abre sus faucesespantosas; las nubes truenan y se desgajanen diluvio torrencial; el rayo incendia lastinieblas; las montañas vacilan, se derrum-ban y caen sobre los hijos de Mahoma, y enaquel cataclismo universal de horrores y deprodigios, solo se escucha distinta, sobre losgritos de espanto y de dolor de los vencidosy los estruendos de la naturaleza perturba-da, la voz vibrante de Pelayo que, levan-tando en alto la cruz de tosco leño, apellidaá los asturianos 6 invoca como el grito deguerra en la batalla y como la única espe-ranza de redención, el santo nombre deNuestra Señora de Covadonga.»

Todo el vigor que D. Alejandro Pidal po-ne en su cálida palabra, todo el deslumbran-te colorido de que la reviste, el fuego abra-sador que de ella brota, es preciso para queel que oye se forme siquiera aproximadaidea de lo que es este grandioso retiro deMontsacro y de lo que debió ser aquella su-blime epopeya de la Reconquista.

Comentándolo, llegamos á la explanadadel Hotel.

Enrique Victorero saliónos al encuentro,no tardando en presentarse el canónigo ar-chivero de la colegiata nuestro querido ami-go Alea.

Solo faltan ya dos,—dijo el Conde estre-chando cariñosamente entre las suyas lasatildadas manos del canónigo:—Acebal y el

Inglesín. Y como si las palabras del Condefueran mágico conjuro, allí aparecieron losdos queridísimos amigos.

D. Ricardo Acebal es uno de los asturia-nos más conocedores de estos contornos. In-geniero de montes; prestando muchos añosservicio en esta provincia; propietario en lascercanías del lago Enol; turista intrépido,muy amigo del Conde de Saint Saut, y caza-dor impertérrito, es efectivamente compa-ñero indispensable del que por primera vezse decida á hacer una excursión por estasabruptas montañas. De conversación ame-nísima, el Sr. Acebal es para el turista uncicerone modelo; él os hablará de Sanz yForés, de quien fue gran amigo y fervoroso-admirador; de Frasinelli, el gran arquitectoy docto anticuario de Schulce; de Labrou-che; de Negrín; del Marqués de Pidal, en unapalabra, de cuantas personalidades y alpi-nistas han recorrido y explorado desde Co-vadonga hasta Peñasanta, el más alto de. loscélebres picos de Europa, y os contará cu-riosas anécdotas, que un ribazo, un risco,un precipicio ó una choza despiertan en suprivilegiada memoria.

De no menos atractivo personal es Mr. Wi-lliams M. Kenzie, á quien los naturales deestos contornos llaman familiarmente «elinglesín de Covadonga». Este simpático in- •glés es el director-gerente de las minas dehierro manganesífero de la Ercina,quecuen-ta con la instalación eléctrica más completaen su género, de España, para aprovechare!salto de agua de los lagos de Enoi y la Er-cina, sobre la vega de Cornelia, donde se le-vantan los grandes depósitos de la Compa-ñía minera.

Tales fueron nuestros acompañantes en lainolvidable excursión.

Durante la opípara cena Mr. Williams,nos habló extensamente de sus ricas minas,á las que calcula una explotación de 30.000toneladas anuales por un tiempo mínimo de30 años.

Al siguiente día, muy de mañana, aban-donamos todos el lecho, dirigiéndonos á lacueva á visitar la milagrosa santina, á iaVirgen de la Batallas.

Ante el sepulcro de D. Pelayo, recordóel Sr. Acebal la visita del malogrado reyD. Alfonso XII, siendo Obispo de Oviedo eiCardenal Sauz y Forés, y dijo:

—Siempre que aquí vengo, se me repro-duce la emocionante escena que presencié >ante la tumba del rey Pelayo, y de !a cualfue protagonista S. M. D. Alfonso XII. Elobispo preguntó al rt y si deseaba ver abier-to el sepulcro, y contestándole el monarcaque si contenía algunos restos, los venera-

NOTAS DE VIAJE

Desfiladero del Sella

ría con mucho gus-to, dio orden de quese dejara al descu-bierto el interior dela tumba. Inmediata-mente fue cumplidala orden quedando ála vista de S. M. loshuesos que, según latradición, pertenecie-ron al esqueleto delhéroe de la Recon-quista.

D. Alfonso tomóun fémur, que por sutamaño acusaba en elrey Don Pelayo unagran corpulencia , yprofundamente emo-cionado lo contemplódurante algunos mi-nutos. Comprendien-do el prelado la in-mensa impresión queaquellos reslos cau- Laso de Enol

Vista desde el túnel dela carretera del Pontón

saban ,en el sobera-no consiguió distraerla atención de D. Al-fonso, que, extasia-do, se dejó llevar dela mano el augustodesp o j o, quedandoprofundamente pen-sativo.

Hecha la visita alcamarín de 1 a Vir-gen, p r o s e güimosnuestra excursión álos lagos, decidiéndo-nos por e 1 caminomenos cómodo y máslargo, pero más pin-toresco: el de ¡a de-recha del valle, su-biendo por encima de¡a Cueva.

La ascensión resul-taba ciertamente pe-nosa, pues se efectúapor roca viva, en la

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que el tránsito de infinitos caminantes halabrado así como una tosca escalera, que endias de niebla, como aquel, sobre ser áspe-ra, es peligrosamente resbaladiza.

Poco á poco fue amortiguándose la con-versación, reanimándola cuando llegamosá dominar la peña de Auseba,.en la poéticavega de Orandi, nombre que atribuyen losnaturales á una corrupción de la frase «aho-ra anda,» que cuentan pronunció D. Pelayo,en este sitio para animar á su corcel.

En esta vega—dijo el Conde—se oculta elrío Deva para reaparecer en forma de cas-cada bajo los pies de la Virgen, después deatravesar toda la peña.

Proseguimos nuestro camino, disfrutandodel soberbio paisaje, entrando poco despuésen la amplia vega de las Mestae; continua-mos desviándonos del monte Retortorio, quedejamos á la derecha, llegamos á la majadade Tresllué, en lo alto de la cumbre quelleva su nombre, y allí cambiamos de direc-ción hacia la izquierda, entrando en la deSeverín y atravesando la de Fana, dandopoco después vista al lago Enol.

Guando traspusimos la pequeña colina pe-lada, surgió ante nosotros el inmenso anfi-teatro que forma el lago, dominado por elenorme mogote calizo, que lleva de nombre«La Porra de Enol» sirviendo de horizonteá tan bella decoración la inaccesible Peña

Santa, de 800 metros de altura y á 2.680sobre el nivel del mar. Es el verdadero Fi-nisterre, por ser la última tierra de Europa,que divisan desde el mar, los navegantes quemarchan á América.

Schulce,que ha vivido tres años por estasmontañas haciendo el estudio geológico delos Picos de Europa, publicará muy pronto,si no la ha publicado ya, una obra para to-mar parte en las oposiciones á una cátedrade geología de una universidad de Alemania,estudio impuesto por el tribunal examina-dor. Esto prueba la inmensa importanciaque en el extranjero se concede á los Picosde Europa, tan poco conocidos de los espa-ñoles; bien es verdad que lo mismo ocurrecon todo ó con casi todo lo notable que te-nemos en nuestro país. Los únicos escritosque se conocen acerca de esta prolongaciónde los Pirineos, son de extranjeros, los yareferidos Conde de Saint-Saut, Labrouche ySchulce.

Más que el lago, cuyas aguas oscuras ytranquilas nos daban una impresión de pro-funda tristeza, nos encantaba y atraía aquelinmenso telón de colosales, misteriosas mon-tañas, escudriñando con los potentes geme-los de campaña el lugar donde cual inmensosuspiro se eleva hasta el cielo el célebreNaranjo de Balnes que ?e consideró inac-cesible hasta que en Agosto de 190-4 lo escaló

Vista general de Covadonga

NOTAS DE VIAJE

acompañado del famoso guía Gregorio Pé-rez, el Marqués de Villavieios» de Asturias,y días después y solo, lo salvaba el doctorSchulce, circundándolo. Esta enorme peñapertenece al grupo oriental de los Picos deEuropa y su altura es de ochocientos me-tros, estando casi rodeada d e pavorososprecipios, que hacen peligrosísima el es-calarla.

Ea la imposibilidad de poder trasladarnosal Naranjo de Cuines para contemplarlo entoda su salvaje é imponente belleza, nosdecidimos á proseguir nuestra excursión porlos lagos.

El Sr. Acebal nos proporcionaba detallesinteresantísimos sobre sus particularidadesmás notables.

Estos lagos, nos decía, tienen once hectá-reas de superficie cada uno. El de Enol, se-gún cálculos hechos, aumenta, no por verte-dero exterior sino por-filtración,un centíme-tro diario, ó sea, tres metros sesenta centí-metros al año.

El más alto es de la Ercína, de modo quepodría hacérsele desaguar si se quisiera, ende Enol por medio de un pequeño túnel. Lasociedad inglesa explotadora de las minasde hierro manganesífero, toma de ellos elagua necesaria para la explotación.

Es muy curioso lo que respecto á la exis-tencia de estos lagos nos ilustraba el doctoingeniero.

Sepan ustedes—decía-—, que si la indus-tria ó cualquiera otra razón poderosa deconveniencia lo exigiese, podríase desaguarun lago ó los dos. si se considerase necesa-rio. La vega de Llagonencina, que afecta laforma de un anfiteatro, si se revistiese deun múrete de un metro de espesor, quedaríaconvertida en lago como lo es hoy el de laErcina ó el de Enol, y hay motivos científi-cos para suponer que lo haya sido ya, comosu mismo nombre lo indica. Cuando regíaesta diócesis el sabio Sanz y Forés, quetantos cariños puso en el santuario de Co-vadónga, hice yo un proyecto para conver-tir en lago la vega de Orandi, utilizando elrío Deva ó Diva que reaparece en cascadapor debajo de la Cueva de Covadonga.

Estas obras son aquí facilísimas, pues lap&rosidad de las montañas contribuye á quese reproduzca el fenómeno del Guadiana.Los ríos en estas desapariciones súbitas,pueden ser fácilmente conducidos, receban-do los lugares por donde se quiera que pa-sea. De ahí la facilidad de poder suprimirlagos y hacerlos si la reforma fuese reque-rida por conveniencia de positiva utilidad.SÍ se llegara á fomentar el turismo por estaspintorescas comarcas, insuperablemente be-

llas, podrían hacerse prodigios sin que des-mereciera un ápice la grandiosidad y lo bra-vio de esta privilegiada naturaleza.

El lago, ó por mejor decir los lagos, tienentambién su poéticaleyenda: laxana, que decreer á estos sencillos montañeses vive eter-namente en esta gran meseta, habiendo es-cogido al lago Enol de nocturno asilo.

Nadie á visto á la xana, pero cuandohuye el Sol lanzando su llamarada postrerasobre e 1 inaccesible pico de Peña Santasemejándole á un inmenso taro rojo, y caela noche sobre este paisaje de rocas cali-zas sembradas de miserables matas, y lasinmóviles aguas toman los negros tintes dela obscuridad, entonces nuestros montañesesde Covadonga presiente la xana, y aseguranque sobre la jaspeada superficie del lagoEnol aparece un tronco blanco, muy blanco,fijo, inmóvil, que asemeja un cadáver, peroque en realidad es ia xana, que se bañapara prepararse á hacer sus correrías por lasmajadas, aterrando a los pastores.

La melancólica leyenda nos acompañahasta la llamada casa de los ingleses, dondese nos tiene preparada una suculenta co-mida.

Ai regresar teminamos nuestra excursiónen el auto del Conde por la carretera deOseja, contemplando la Peña Real, subiendoá Sahagún á la izquierda. Esta peña tieneuna hendidura en forma de gigantesca R queen el período de las lluvias se destaca pode-rosamente por el desarrollo que alcanza lahiedra que en ella nace.

Muy de noche, nos restituíamos á la Aba-día, donde impaciente, nos esperaba el buenamigo Alea.

—¿Qué tal la gira? Nos preguntó.—-Admirable, le respondí. Solo falta que

la Colegiata pueda en día no lejano reuniren estos sitios aquellas comodidades queinviten al turista á visitarlos.

El canónigo m e hizo o i r acentos deprofunda y legítima esperanza:

—Puede ustedasegurarque no tardaremosen instalar el funicular que enlazará con el.tranvía de vapor. La Colegiata cuenta yamodernísimo y cómodo aposentamiento y simi próximo viaje á Cuba para hacer propa-ganda en favor de este Santuario produceel resultado que esperamos de nuestros en-tusiásticos paisanos de América, yo le ase-guro que Covadonga atraerá más peregrinosy turistas que ningún otro del mundo.

Al siguiente día, pergeñadas ya estas no-tas, me despedí de mis compañeros de ex-cursión, y al hacerlo del canónigo, le dijecorrespondiendo á su cariñoso apretón demanos:

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Bien merece Covadonga los patrióticos habrán hecho sino mostrarse agradecidosdesvelos de ustedes; se han congregado aquí con la Naturaleza que les ha regalado conlas más soberbias maravillas naturales, y la esplendidez soberana, sus más sublimes be-fé ha elegido tan augusto lugar para templo, llezas.Si llegan ustedes á emplear bien su esfuer- .zo y atraer á estos santos sitios, á estos de- ÜMiuo (JAKUA Dü I AKtDübiiciosos parajes, á creyentes y turistas, no Oziedo,