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JSEP FERRN ESTRUCH MARTNEZ TELLZ GIRNI JRDA DURRIELS
HISTORIASDE UNSEORITOMAQUIC:\Users\FERRAN\AppData\Local\Temp\284641e.tmp\img18059.JPGDe cmo el seor Cnde y su squito se echaron al monte cuando los rojos ganarn laguerra.
A mis amigos,que me animarna continuar ya sus chascarrillos.ndice capitular.Lean el Prembulo (que para eso est)El final de la guerraLahuidaLa primera vistaLos apodosCarta a don AdolfoEl poetaLa incautacinLa tabernaEl asaltoAcciones guerrillerasEl vicarioIncursin espaTeoras macroeconmicasLa Casa del PuebloEl FALO creceLa primera bajaLa versin de la seoraOperacin reconquistaProblemas del alcaldeSan CucufatoEl hijo de San CucufatoLa represaliaPordioserosEl visitanteLa convalecenciaLas ratasEl retornoLaaudienciaEl final
Historias de un seorito Maqui Lea el prembulo (Que para eso
est)Tras la guerra civil espaola (1936-1939), miles de republicanos
huyeron al exilio y otros muchos se ocultaron en losmontes ante la
represin del bando vencedor. Comenz as la dictadura del general
Franco que se prolong durante cuarenta aos, que la verdad, tampoco
es tanto si se compara con los dos millones de aos que lleva el
hombre sobre la faz de la tierra.A partir de 1944, tras la derrota
de las tropas alemanas en la 2 guerra mundial, grupos de exiliados
espaoles en Francia (muchos de los cuales haban combatido con la
resistencia francesa al servicio del general De Gaulle y que fueron
conocidos como maquisard, -de ah el nombre de maqui-, que nada
tiene que ver con el maqui Navajas ladrn de esquinas) se
infiltraron en Espaa con el utpico sueo de reconquistar el pas
mediante la lucha de guerrillas. Intentaban contactar con el grupo
de huidos que, desde elfinal de la guerra civil, sobrevivan como
podan ocultos en los parajes serranos.Con escasos medios, los
partidos que integraron el Frente popular, fundamentalmente el
partido comunista (ya empezamos), capitalizaron una exigua
resistencia antifranquista organizando diversas agrupaciones
guerrilleras que a duras penas se mantuvieron hasta 1952. Nunca
alcanzaron su objetivo poltico por la dura represin del bando
vencedor y la falta de apoyo exterior con el inicio de la guerra
fra entre los Estados Unidos y Rusia. Que nunca supe el porqu lo de
fra, supongo que por lo de Siberia.Pero, hagamos un ejercicio
mental e imaginemos, por un momento, que la guerra civil espaola
fue ganada por los republicanos. Si, ya s que es difcil tamao
derroche imaginativo, pero habr que hacer un esfuerzo. Quienes
habran formado entonces los grupos de huidos en los montes? Se
hubieran convertido en guerrilleros, el aristcrata, el cura, el
cacique o el notario? Cules hubieran sido sus planteamientos de
resistencia antimarxista?La presente novela recrea una situacin
ficticia en la que, con grandes dosis de humor y picaresca, un
mayordomo relata los avatares del Conde de Piedrabuena, un seorito
que se vio obligado a abandonar su hacienda y convertirse en maqui
tras el sorprendente giro de los acontecimientos durante la guerra
civil.La stira especulativa de esta historia provoca esperpnticas y
divertidas situaciones en un enmarque histrico que nunca lleg a
producirse pero, cuyo planteamiento, nos hace reflexionar sobre el
origen que subyace en la anacrnica divisin de las Dos Espaas.-Djate
de rollos Ferri, que lo que t queras era que ganaran los
republicanos me dijo un da mi buen amigo.Y no es que en el fondo no
me seduzca perderme en el sueo deuna historia sin golpes de Estado
ni represin, pero la razn de Mi seorito el maqui ha sido bien
distinta.El rigorismo de la investigacin histrica y criminolgica de
mis anteriores publicaciones, con su pesada carga de sobriedad
(drogas, crmenes,crceles, guerrasah es nada), tal vez me estaba
creando la imagen esteriotipada del hombre desabrido y
circunspecto.-Es posible. Pero para m que lo que t queras es que
ganaran los rojos.-Por favor, djame concluir el prembulo.En el
trasfondo deest, mi novela, subyace algo tan sencillo como arrancar
una sonrisa (o dos) a un lector que piensa que la espaa del
estraperlo y las cartillas de racionamiento no es campo para abonar
la stira y el humor porque se sufri mucho.Que el lector sedivierta,
que pase un buen rato, que se evada, ha sido mi nico objetivo. Si
lo consigo por bien tenidas sean mis horas de insomnio. Y es que la
cultura nos da mucho juego y siempre fue muy socorrida.El
Autor.Historias de un seorito Maqui Cap. I (El final de la
guerra)
Aquella tibia tarde de abril el seorito entr en el zagun con el
semblante plido. Colg el sombrero y me arroj el abrigo.
-Evaristo, rpido la radio -me orden con sntomas de
preocupacin.
Por fin, tras interminables piezas de msica clsica que hicieron
zozobrar mi espritu, una voz ronca de vino antiguo intentaba ser
solemne.
Parte oficial de guerra del cuartel general de la presidencia
correspondiente al da de hoy, primero de abrilde mil novecientos
treinta y nueve: en el da de hoy, cautivo y desarmado el ejrcito
fascista, han alcanzado las tropas de la Repblica los ltimos
objetivos militares. La guerra ha terminado.
Cuando el seorito escuch el ltimo parte de guerra en boca del
presidente Negrn, golpe la mesa y dio un exhaustivo repaso al
santoral. Mas, no crean que blasfem con tosquedad y desmedimiento,
pues don Ramn, que as se llama el seorito, usa gran refinamiento y
mesura; y cuando lanza exabruptos sobre dios, crame que lo hace con
tal elegancia que ni dios se ofende; y conociendo su inteligencia y
buen hacer, uno se dice: pues por algo ha de ser.
-Cmo es posible tamaa catstrofe a un paso de la victoria? grit
desencajado.
Execraba y maldeca, con refinadapostura, sobre los generales Yage y
Queipo, de los que se supo que, teniendo cercados a los rojos en
sus ltimos bastiones, y con la soberba altanera de quien se sabe
vencedor, revocaron el nombramiento de Franco como Jefe del estado
en el pleno de lajunta de Defensa. En el ltimo momento entraron en
profundas disquisiciones sobre cual de ellos deba ser el Caudillo
de la Espaa liberada por el Movimiento.
Yage, en un acto de desagravio por la falta de acuerdo, retir sus
batallones de las lneas delnorte. Queipo de Llano hizo lo propio en
Andaluca y el General Franco, que no soportaba a los tiquismiquis,
abandon su cuartel general en Burgos, para perseguir y represaliar
personalmente a las tropas de los generales renegados.
As fue como los morosdel ejrcito del Sur, desorientados por el
sorprendente giro de los acontecimientos, regresaron a Africa, a la
espera de mejores tiempos para cruzar el estrecho, y los carlistas
fueron los primeros en desaparecer. Los frentes quedaron
desguarnecidos y losexiliados de la zona gubernamental, eufricos,
regresaron por la frontera francesa tras el espectacular descalabro
de los nacionales. La guerra nadie lo dira-, fue ganada en ltima
instancia por los republicanos quienes, en poco tiempo, recuperaron
el control de las ciudades y de las instituciones y comenz la
represin contra los sublevados.
Se inici, de esta manera, nuestro particular calvario. El de mi
seorito y el de todos cuantospor l vivimos. Y para que conste y sea
conocido el gran padecimiento por el que hubimos de pasar, decid
escribir estas humildes memorias del mayordomo, en las que procur
dejar
constancia de los episodios de un hroe nacional; el cual,
durante aquellos desconsolados aos, luch con ahnco y sufri grandes
privacionesen una cruzada avalada y bendecida por Dios.
Pero, volvamos al da aciago.
-Estamos perdidos, Evaristo coment Don Ramn desde la terraza norte
con los ojos perdidos en la lontananza de su hacienda.
-Si el seor lo dice
-Vamos a tener que echarnos al monte. Y pronto concluy
inquieto.-Dejar todo dispuesto, seor.
As fue como Don Ramn de la Santsima Trinidad de Furnieles y Erena,
excelentsimo seor conde de Piedrabuena, se vio en la embarazosa
tesitura de huir de las hordas rojas sedientas de venganza es una
posguerra cruenta y difcil. Los milicianos y las desvencijadas
tropas de la Repblica incrdulos ante aquel golpe de fortuna-,
organizaron batidas para dar caza a los huidos de derechas que
corran por los labrantos como almas que lleva el diablo. Quedaron
as los sotos colmados de lo ms selecto de la sociedad seoril y, a
decir verdad, nunca albergaron los campos tanta enjundia y
seoro.
Veanse cruzar por tochas y vericuetos a alcaldes y concejales,
Jefes de Falange y representantes de Accin Catlica, abogados y
mdicos, sacerdotes y nuncios, hacendados y aristcratas. Y si no
fuera por lo que vieron mis ojos, jams hubiera credo en las
facultades fsicas que derrocharon nuestros prceres conservadores;
los cules, pese a panzas prominentes y piernas enjutas y
blanquecinas, volaban por los campos con tal zancada que humillaron
a las liebres y a los galgos. Engaados nos tena el coadjutor de la
parroquia al ocultarnos su condicin atltica pues, si con la mano
diestra arremangaba la sotana hasta las ingles, con la siniestra
apoyaba el salto en valladares y cercados con la agilidad de una
gacela.
Lo atribu entonces a un trastorno colectivo, pero llegu a la
conclusin de que aquel lucimiento de diligencia responda a un
riguroso adiestramiento propio de quien cultiva con tesn el cuerpo
y el espritu. Pese a todo, la escena causaba cierta afliccin.
Pieles blancas como el ncar y manos suaves como culito de nio
mamoncete, no estn hechas para sierras speras y climas
destemplados, lugares ms apropiados para cabreros, piconeros y
otros braceros de curtida estofa.
Don Ramn, al morir su padre, hered, como hijo nico, el ttulo de
sptimo conde de Piedrabuena, junto a las once mil hectreas de su
hacienda conocida por la Florida. Y tambin otras posesiones
principales entre las que destacan el palacete de San Nicols, la
residencia de verano de Santa Cecilia, junto al ro Guadalserrn, y
la cortijada de San Cayetano, en la que se emplea casi a un
centenar de familias. Todo ello constituye un inmenso
latifundio.
La Florida es una de las fincas ms envidiadas entre la nobleza
espaola. Posee prsperas explotaciones explotaciones de vid y
olivar, cultivos masivos y rentables regados por los dosros que
atraviesan el condado, el Guadalserrn y el Arroyo de San Pedro. La
Florida abarca grandes extensiones de cereal que se expanden por la
campia sobre los que la vista no es capaz de alcanzar los lmites. Y
tambin vastos cotos de caza menor en las dehesas, donde el
horizonte se dilata en campos morados de cantueso, mejorana, romero
y brezo. Y tambin de caza mayor en sus montes poblados de
alcornoques, encinas y pinares centenarios.A sus cincuenta y ocho
aos el seorito conserva un aspecto magnfico si no fuera por su
calva antigua y la barriga sobresaliente que contrasta con unas
piernas tan delgadas que recuerdan a las cigeas de la iglesia. Pese
a todo, no desmerecen su figura que rezuma elegancia y seoro por
todas sus vertientes. Las corbatas de seda, de las que guarda una
gran seleccin, y las chaquetas de cachemira, son su predileccin.
Hay que aadir a su porte, algo sobrio y circunspecto, un bigotito
minuciosamente recortado y un monculo de cadena que le otorga
cierto aire autoritario pero distinguido y, en cualquier caso,
elegante, impecable, aseado y pulcro. A mi juicio, tan
extraordinaria apariencia se debe, qu duda cabe, a su soltera que
ces de ser impenitente pocos meses atrs.
El pasado verano la santa madre de Don Ramn, la condesa doa Mara
Esperanza de Erena y Ubaldo,que conoca bien las extraas tendencias
de su hijo, le hizo prometer en su lecho de muerte que se desposara
para garantizar la descendencia del condado. El seorito, que rebosa
un amor inconmensurable, para no decepcionarla, contrajo matrimonio
aquel mismo da con Isolina Senovilla Ortiz, hija del jardinero de
San Cayetano; una joven plebeya treinta aos menor que l, que ahora
anda obsesionada en coleccionar borcegues. Los cas el capelln de la
familia, don Casto Honrubia, quien primero ofici la boday, acto
seguido, el funeral de la condesa.
Aquella uncin slo respondi al gesto noble del hijo que desea
complacer a la madre moribunda. Pero a mi modesto ver y entender la
seora no se fue en paz y la cre convencida de que su querido hijo
era algo distrado en apetitos femeninos y emprendi el camino de la
de la Gloria sin librarse de la incertidumbre por la descendencia
del condado. Pero estos son asuntos ntimos de alcoba que no han de
ser divulgados por ser comprometidos, y porque a nadie han de
interesar.
Y al servicio del condado ste que suscribe. Que van para quince los
aos como ayuda de cmara del seor conde, Don Ramn. Y en torno a m
debo confesar que siempre me tuve por estudiante ejemplar, y me
licenci cum laude en teologa por la Universidad de Salamanca. Pero
ha de saberse que no me inici en lo cannico por vocacin propia,
sino porque en aquellos tiempos las familias humildes, para
garantizar los estudios a los hijos, nos enviaban al seminario. Con
un poco de suerte el seminarista que no ejerca de cura, encontraba
trabajo con cierta facilidad por su formacin y su presunta
honestidad. Aunque esto ltimo slo se nos supona, como el valor a
los militares.
Pero un desventurado incidente a punto de ser nombrado dicono motiv
mi expulsin del seminario secular. Y todo por un pequeo escarceo
con una joven catequista. Algo sin demasiada importancia de no ser
porque quedo un poco preada y porque, adems, se entretena en ser la
sobrina del General Cascajo. Y digo un poco porque su preezno cuajo
losuficiente para nacer vivo.
As es que repudiaron mi esplndido futuro y me vi en la calle donde
ocup diversos puestos de escribiente, hasta que una feliz
coincidencia me llev hasta el seor conde con quien repar en mis
pulcros trabajos ytermin contratado para la Florida. Y durante todo
este tiempo he permanecido fiel y honrado cumplidor de mis deberes
hasta que la odiosa guerra trunc nuestras vidas y nuestros
destinos.
Y eso es, precisamente, lo que vengo a contar en esas memorias
quealgn da sern publicadas y ledas para conocimiento de quienes
pueda interesar.
Historias de un seorito Maqui Cap. II (La huida)El da de la
huida emple todo mi esmero y dedicacin a cargar las caballeras
precisas para la marchaen la confianza de que la prosapia de Don
Ramn no sufriera menoscabo con innecesariasinfamias de un destierro
forzado.
-Habis cargado el escritorio? pregunt con gesto preocupado. -Si
seorito, y la mquina de escribir.
-Y la plata? aadi.
-Por supuesto seor, van en la segunda bestia con las manteleras y
el juego de borcegues de la seora.
-Las escrituras, que no se olviden las escrituras de las fincas
-apunt con lgico desvelo.
-No se apure seor, tambin ech la caja fuerte.
-Y el personal? insisti.
-Los manijeros, el mayoral, los sirvientes y yo mismo. Los de
confianza, todos dispuestos. La cocinera se queda, est muy mayor,
pero viene su hijo Pedro.
-El santo, acordaros del santo dijo, mientras se acomodaba en el
viejo Ford de supadre.
El seorito se refera a San Cucufato, una imagen de madera
policromada a la que tena gran devocin. Y arreamos con l no fuera a
ocurrir lo del 36, cuando los rojos quemaron iglesias y santos, y
hasta azotaron en la plaza pblica a San Vicente Mrtir (desde
entonces ms mrtir que nunca). Como si l fuera el responsable de la
poltica del gobierno.
Tengo entendido que fue el bisabuelo de Don Ramn, el excelentsimo
seor conde don Martn Elas de Furnieles y Villodres (Q.E.P.D.),
quien se hizo con la talla de San Cucufato en un anticuario de
Barcelona sobre mediados del siglo XIX. Dicen que la imagen proceda
de San Cugat del Valls, y como el seorito es hombre instruido y
sabe idiomas nos dijo, que en cataln, San Cugat quiere decir San
Cucufato, que de antao es el patrn de ese pueblo cuya onomstica
seala el santoral para el diecisis de febrero. Y asegurarn que es
el autntico, porque, tras la exclaustracin de Mendizbal, los santos
anduvieron de mano en mano y muchos acabaron en mercadillos y
anticuarios.
Dice el seorito que la vida de este santo varn es propia de ser
contada,, porque fue uno de los muchos mrtires cristianos que
dieron su vida por el nacional-catolicismo frente a las milicias
romanas, que entonces eran infieles, como los milicianos comunistas
de hoy en da. Slo que mejor organizados. Pero fue en Catalua donde
ejerci su apostolado y, precisamente all, fue hecho prisionero y
condenado a muerte por el emperador Daciano, un tipo que gastaba un
genio muy marrano y que latena tomada con los negros y con las
personas de orden. Dicenque sus verdugos lo abrieron en canal pero
cucufato se hizo el Kiri-Hara, suerte inversa del Hara-Kiri, que
consiste en meterse las tripas y coserse la herida con un cordn y
el santo sobrevivi ante la mirada atnita de propios y extraos. Ms
tarde el emperador Galerio le conden a la hoguera y Cucufato
respondi al castigo dando tal soplido que extingui el fuego
ejecutor. Despus intentaron abandonarlo para siempre en una
mazmorra, pero unfulgor celestial convirti a sus carceleros en
piadosos cristianos.
Tambin probaron enterrarlo hasta el cuello durante varias semanas
pero slo consiguieron que saliera an ms lustroso y bronceado. Y
esto ltimo, al ser negro, fue de gran mrito.
Cucufato pareca indestructible y caus tal menoscabo en la moral de
sus enemigos que pensaron que se trataba de un castigo de los
dioses romanos. Slo por peticin expresa del Santo, Dios permiti,
que al fin, lo decapitaran en Sant Cugat del Valls.
Pero retornemos al asunto que nos ocupa que no es otro que la
historia de nuestra huida y dejemos por ahora a San Cucufato del
que hablaremos ms adelante. Y es que me embeleso y, si el lector no
me avisa, me eclipso y pierdo el hilo que hilvana el relato.
Puesbien, el chofer llev al seor y la seora hasta los lmites de la
campia, donde arrancan los montes que lindan con el Sotillo, pues
la urgencia no permita mayores entretenimientos. All aguard a la
expedicin de sirvientes que acudimos a su encuentro con los
percherones de carga. Su llegada mont a lomos de Isabel II, su
potranca. Era para ver la altanera del seorito con el sombrero de
ala ancha, su chaleco y los votos camperos espoleando a su yegua
retinta recin cepillada.
El seor conde siempre mont a Isabel II con mucho gusto, pero aquel
da lo hizo con tal frenes que se corri como nunca (quien advierta
en esta ltima frase en doble sentido es porque su juicio slo
obedece a la intemperancia y a la lujuria. Si no es as, que el
Santsimo le conserve la vista).
No es para contar las fatigas y calamidades de nuestra comitiva por
sendas polvorientas y angostos desfiladeros donde merodeaban toda
clase de alimaas y peligros. Lo peor fue cuando uno de los mulos
resbal y al que deb azotar; pues a punto estuvo de echar por tierra
el dosel de caoba de la cama del seorito, primoroso relieve del
siglo XVIII.
-Parad a esa bestia! voce don Ramn desencajado.
-No se apure seor, que ya me ocupo! contest apaleando la trasera
del perchern.
-Si le digo a usted, Evaristo. Que deje de pegar al animal!
Qued as en evidencia la extraordinaria sensibilidad del seorito y
su amor por los animales.
Tras larga caminata Bernab, el capataz, detuvo la expedicin junto a
la cueva que dicen del Agua y, pese a su manantial generoso, don
Ramn no la hall a su gusto por ser estrecha ypoco acogedora para el
rango que precisa su abolengo. Por lo que decidi continuar hasta la
gruta del Salado, mucho ms amplia y confortable. Y a pesar de la
presteza en nuestra huida, llegamos tarde a su ocupacin pues de
ella hizo suya el Teniente Don Nicols Angulo, jefe de Lnea de la
Guardia civil, circunstancia que irrit mucho al seor conde.
Don Ramn se contuvo y no orden su desalojo al quedar mediado por la
presenciade la esposa del teniente y de sus nueve hijos que andaban
jugando al ftbol con el tricornio del padre. Con ellos compartan
estancia don Ricardo Alba, el anterior alcalde, y don Gins
Manzaneda, vicario de la dicesis a quien el seorito saludo
piadosamente. Los poderes fcticos unidos en amor y compaa, porque
es muy cierto lo que Dios los cra y ellos se juntan.
Dicen que don Gins huy porque su ministerio fue algo extravagante y
estaba sealado por los marxistas como enemigo del pueblo. Se le
acusde gastar los diezmos y bolos parroquiales en costosas pinturas
de artistas consagrados que colgaban de las paredes de su vivienda.
Inversiones en arte sacro, le llamaba. Conocidas eran sus jornadas
cinegticas con el teniente de la Guardia Civil y las opulentas
pitanzas a costa del cepillo de los fieles. Gastos de
representacin, deca.
Don Nicols se cuadr ante el seor conde y le dio novedades.
-A sus rdenes don ramn, nuestra cueva es su casa.
-Descanse concluy el seorito.
El teniente Angulo,que siempre fue muy novelero en presencia del
seor conde, se deshaca en plcemes y alabanzas hacia el seorito y,
sin recato, maldijo a los rojos como responsables de que personas
tan ilustres se viesen en tan apretada situacin.
Tambin se brind paradarle custodia y le ofreci un surtido armamento
que consigui distraer del cuartelillo antes de que los marxistas
tomaran el pueblo. El seorito acept agradecido tres mosquetones con
sumunicin.
El seor vicario, con una mano en su panza y la otra enel manoseado
crucifijo, asista complacido a la pleitesa del teniente.
-Que buen vasallo si hubiese buen seor! declam.
El seorito clav sus ojos en el sacerdote haciendo cbalas sobre el
contenido soslayado que habra en aquella cita del Cantar del Cid.
Pero don ramn no dijo nada por respeto a la iglesia y porque don
Gins siempre encontraba explicacin satisfactoria a sus diplomticas
puyas de las que nadie se libraba.
Y es que, en tiempos de paz, don Gins siempre se mostr solcito
con los condes de Piedrabuena y visitaba con frecuencia. La Florida
junto a don Casto el capelln. Pero en tiempos de guerra, aquellos
ministros de Dios se arrimaron a quienes posean las armas para su
defendimiento, no fuera a ocurrir lo del 36 cuando vieron sus vidas
tan precisadas. As es que, en aquella ocasin de huida, el seor
vicario, siempre lcido en lo que atae a sus intereses, dio ms valor
al tricornio que al linaje. Pero no fue el nico porque don Ricardo
Alba, el antiguo alcalde, tambin se uni al agasajo de benemrito
teniente.
-Cmo dijo un conocido General, con seis hombres como l podramos
tomar Latinoamrica concluy obviando que fue el seorito quien lo
propuso como alcalde a los de Accin Catlica.
Don Ramn, conocedor de los vaivenes en algunas voluntades
interesadas, aprovech para sacudirse.
-El servicio de informacin de la Guardia Civil debe ser el mejor
del mundo -espet don Ramn.
-Muy eficaz, s seor aadi el teniente.
-Por eso usted huyo a la sierra el primero, antes inclusode que los
frentes nacionales quedasen desguarnecidos reproch el seorito que
sembr una mueca amarga en don Gins que no encontr argucia para
responder.
Y as qued al descubierto el ficticio viaje a Roma del vicario, y la
marcha a Lourdes del exalcalde, y la supuesta enfermedad del padre
del teniente, todo ello semanas antes de que la victoria se
decantase del lado republicano. Y en secreto huyeron todos a la
cueva del salado, beneficindose de informacin privilegiada que el
teniente no lleg a compartir con el seor conde, lo que les otorg
ventaja en la carrera por la supervivencia. Pero de ello don ramn
dej cumplida cuenta anotndolo todo en su libreta. Porque cuando la
situacin cambie (porque habr de cambiar) tendrn que rendir cuentas
de aquella conjura.
Y pese a las fingidas invitaciones del clero y de la benemrita para
compartir retiro, el seor conde hubo de excusar su marcha para
hallar un lugar ms apropiado y capaz para su squito. As pues, tras
varias horas de penosa andadura por escarpados riscos, alcanzamos
la cima que dicen de la Buitrera y el acceso a la gruta que llaman
del Morcilln y que, al fin, se consider la ms idnea para nuestro
provisional exilio.
Lo primero que dispuso el seorito fue sustituir el nombre chabacano
dela gruta por el de Villa Esperanza. Palabras que mand tallar en
madera y que Bernab, el capataz coloc a la entrada en honor a la
difunta madre del conde y a los anhelos de un futuro
propicio.
Deban ver cmo los criados transformaron aquel cubil infecto en un
habitculo propio del abolengo de un miembro de la resistencia
conservadora como es don ramn. Porque, desde aquel momento, el seor
conde se convirti en todo un maqui, un guerrillero por la libertad
y, desde nuestro forzado retiro, propuso cambiar el impo socialismo
colaborando en suresistencia con todas sus energas.
Nos dijo que era absolutamente necesario continuar la santa cruzada
del general Franco y apostar por la cada de las dos plagas que
asolan a la humanidad: el comunismo y la apostasa.
Como digo, poco tardaron las habilidades de los manijeros y la
destreza de los sirvientes en convertir aquella covachuela en un
lugar honroso. Tras una larga desinfeccin se compartiment la gruta
en tres estancias. La primera haca funcin de estar-comedor con la
mesa, atildada de candelabros y otras platas; ocho sillas y el arcn
donde se ubic el receptor de radio, primorosamente acicalado con
tapetes de croch.
Una cortina de fieltro Corinto separaba la segunda estancia, que
era el despacho delseor conde con el precioso escritorio de
palillera de roble, con sus tinteros y plumas, el retrato de don
Jos Calvo Sotelo (su mrtir predilecto) y su mquina de escribir
Underwood.
Y tras una segunda cortina de seda bretona, el dormitorio familiar
concama de hermoso dosel presidido en su cabecero por un bello
tapiz veneciano. Y no faltaba su mecedora de haya y hasta su cmoda
de espejo ovalado sobre la que se alineaban las ms finas esencias y
coloniales procedentes de tierras lejanas. Y no olvidemossu
reclinatorio donde cada da el seorito ora al santsimo Y a Primo de
Rivera (Q.E.P.D.). Amplios estantes construy el capataz para la
coleccin de borcegues de la seora.
Tambin se improviso un excusado con su balcinejo que todas las
maanas se deba adecentar. Las estancias estaban bien iluminadas por
quinqus de petrleo y candiles de aceite para los que llevamos
generosa provisin de combustible. Fuera, pero en lugar abrigado de
ventiscas y aguaceros, se habilitaron unos chozos para dar cobijo
ala servidumbre. Y todo, en su conjunto, bien dispuesto y
adecenado, adquiri molicie y fue del agrado del seor conde don
Ramn.
La cueva del Morcilln conserva una honda tradicin de perseguidos e
insurrectos pues, segn dicen, fue morada de monfes rabes y de
guerrilleros anti-napolenicos. Los ms viejos aseguran que en ella
se aloj el clebre bandolero Jos Mara el Temprenillo antes de
ponerse al servicio de Guardia Civil. En esta misma cueva se
escondieron algunos rojos cuando lo del 18 de julio, yen ella pari
Nicolasa la Chochopana un hijo bastardo que la Providencia quiso
que, con el paso de los aos, el chaval tomase un sorprendente
parecido a don Casto Honrrubia, el capelln. Y como la Chochopana
era tan beata, se atribuy como negocio milagroso y a punto estuvo
de ser beatificada.
En el Morcilln sorprendieron fumando al hijo de Bonifacio el
cartero, el zangalitrn de Joselillo, que a sus cincuenta y cuatro
aos an liaba tabaco a escondidas del padre. Y ms recientemente, es
por todos conocido los dos meses de obligado destierro que sufri
Higinio, el boticario, cuando su mujer lo ech de casa.
Y es que aquel que huye siempre encuentra reparo y cobijo en las
entraas de la madre naturaleza que, por ser madre, nos ha parido y
nos alimenta, ycuando nos alcance la muerte volveremos a su lecho y
nos cubrir con su manto eterno.
Esto es todo lo que por el momento puedo contar desde nuestro
forzado retiro. Ya ir anotando las incidencias que acontezcan que
me temo han de ser muchas y sacrificadas, y ya no est uno para
estos trotes.
Otro da dar mayor cuenta de cunto vea y oiga.
Historias de un seorito Maqui Cap. III (La primera visita)Era
muy de maana cuando avistamos a dos milicianos que lucan brazaletes
de laConfederacin Nacional del Trabajo (CNT). Se dirigan a la cueva
por la senda del Este y, cuando estuvieron a tiro, les encaon con
la escopeta.
-Alto, santo y sea! grit.
-stos siempre con los santos murmur uno de ellos.
Decid asustarles para detener su marcha y dispar al aire. Pero como
siempre fui un psimo tirador, y aunque cre apuntar al cielo, a un
tris estuve de volar la cabeza de uno de ellos.
-Coo, estos tiran a dar! se lament el ms joven lanzndose a
tierra.
-Somos el Joaqun yel Genaro voce el mayor desde el suelo Traemos un
recado para el conde de parte del seor alcalde.
Cuando don Ramn me autoriz les hice pasar al estar-comedor y
quedaron sobrecogidos por la magnfica apariencia de la gruta del
Morcilln, ahora convertida en improvisada residencia de verano del
seorito.
An percibo su tosco y desaliado aspecto, sus mugrientos monos de
color indefinido que hube de cachear minuciosamente. Tan bien
recuerdo su olor a cabra y sus miradas suficientes, que se tomaron
medrosas y tmidas cuando hizo acto de presencia el seor
conde.
-Buenos das don Ramn, da usted permiso?
-Adelante, qu se les ofrece? contest algo receloso.
-Nos manda don Florencio el alcalde, que dice que, si no tiene
usted inconveniente, que le detengamos; que la guerra acab y que
los fascistas han perdido.
-Digan a ese cabestro que no me urge en la entrepierna y que vaya
pensando en liquidar lo que me debe, que esto no va a durar siempre
exclam el seorito bajo una ira poco disimulada.
-No seenoje seor conde, que nosotros somos unos mandados.
-Don Florencio pero desde cundo esa acmila tiene un Don?
reneg.
-Pierda usted cuidado. Y que pase un buen da respondi el cabo para
no aadir ms enojo.
-Que usted bendiga a Dios, don Ramncontest su compaero.
El seorito se volvi sobre s conteniendo su exasperacin y murmur
entre dientes algo sobre
el alcalde y la madre que un da lo pari, que no acert a entender
bien.
Florencio, el alcalde es ahora presidente de la Casa del Pueblo,
pero antes de la guerra trabaj para el condado en labores de siega
y trilla en las eras de San Cayetano hasta que el seorito le
despidi por contestatario. Creo que fue coincidiendo con los
desrdenes de Asturias cuando Florencio tuvo el insolentedescaro de
presentarse en el cortijo con una cuadrilla de labriegos miembros
del comit, deca-, me pedan un aumento en los jornales, el derecho
de huelga y no s cuantas chifladuras similares. Y el seorito se
pona hecho una furia y les deca que, puestos a pedir, l quera el
derecho de pernada sobre sus mujeres que de antao disfrutaron sus
ancestros.
Pero don Ramn, que siempre tuvo un corazn que no le caba en el
pecho, tras el despido de Florencio le ofreci su ayuda econmica,
cosa que hizo siempre con todos los desheredados de la fortuna, y
le prest seiscientos reales. Suma que an no ha reembolsado tal vez
en la creencia de que los avatares de la guerra hicieran a don Ramn
olvidar el emprstito; el cual, por cierto, asciende al da de hoy,
ados mil ciento veintitrs pesetas con cuarenta cntimos.
Pensar que el seor conde olvidara a uno solo de sus deudores tiene
gran mrito de Fe, pues es ms probable que las ranas se peinen a
ralla o que los sapos canten flamenco. Que la memoria de don Ramn
es digna de prodigio y, en lo tocante a sus intereses, siempre
repar en todo.
Ese es el verdadero motivo porque el alcalde no puede ver al
seorito,, y no la guerra de Espaa, ni la lucha por las libertades,
ni la distribucin de la riqueza, ni la democracia, ni otras
cantinelas que los harapientos gustan repetir una y otra vez para
no hacer frente a sus responsabilidades.
Cada noche, don Ramn repasaba su vieja libreta de cuero, tras lo
cual, quedaba pensativo, sumido en la sospecha siempre infundada-
de algn olvido involuntario.
-Tengo la sensacin de que se me olvida alguien repeta
obsesionado-
Aniceto Valverde (a) el Churro.225 pesetas.
Nicolasa Garca (a) La Chochopana.bordado de mantelera.
Jos Beltrn (a) El hijo del Bizco.150 pesetas o 15 jornales.
Joaqun Zafra (a) El Pajaloca.dos terneras y diez perdices.
Josefa Briones (a) Pisebrona.13 jornales de lavado y plancha.
Benito Guzmn (a) El Salsipuedes.Limpieza de caballerizas y
aljibes.
Y as, uno tras otro, repasaba el largo censo de atrasados
deudores.
Era difcil encontrar un vecino libre de favores o deudas con don
Ramn, el cual, a decir verdad, siempre se mostr solcito y amable
para amparar a estas pobres gentes que ahora vaya por Dios- le
acusan de faccioso. Ya no recuerdan sus caras cuando les imploraban
socorro, otrabajo, o cartas de recomendacin para el tajo en otras
haciendas. Sera de justicia reconocer, al menos en estas memorias,
los mritos del seorito que siempre fue receptivo y solidario con
las contrariedades vecinales. Pero la gente carece del decoro mnimo
y la envidia les devora.
Cuando lo del 36 hasta se le tach de usurero. Total, porque cobraba
un mdico inters del 60% sobre los emprstitos y del 85% en concepto
de demora. Yes que de desagradecidos est el mundo lleno.
Historias de un seorito Maqui Cap. IV (Los apodos)Cada da
seguamos el desarrollo de los acontecimientos de la guerra mundial
escuchando Radio Independiente, una emisora clandestina.Supimos que
los alemanes ocuparon Polonia y Dinamarca y que entraron
victoriosos en otros pases de Europa. El seorito dijo que tena
puestas todas sus esperanzas en las tropas del Eje, aunque Avelino,
el manijero, siempre preguntaba de quin era el ejeque portaban las
tropas, y eso enojaba mucho a don Ramn.Nos deca que los ejrcitos de
don Adolfo Hitler liberaran Espaa y todas las noches rezbamos para
que Dios iluminara su empresa y nos rescatar del yugo marxista.
Pero mientras ese momento llegaba nos ocupamos de vivir, que no es
poco.
Con el paso del tiempo, las provisiones escasearon y el seorito me
envi al molino de Pansillevas y al horno de los Caos que eran de su
propiedad y los tena en arriendo- con sendas esquelas escritas a
mquinay con membrete del condado.
Antonio Meds Pansillevas
M querido arrendatario:
En primer lugar vaya por delante un saludo y mi inters por su salud
de su esposa y de sus siete hijos (propios y bastardos, que ya sabe
usted que me conozco la historia).
En segundo trmino permito recordarle, por supuesto sin el menor
inters de por medio, que su deuda asciende a da de hoy a mil
setecientos veintiuna pesetas con diez cntimos, intereses
incluidos.
Ruego entregue al mayordomo portador de la presente las cantidades
de pan blanco, aceite, habas, salazn y ultramarinos que en nota
adjunta se detallan y que pueden conseguir del racionamiento del
psito. Este avituallamiento ser a cuenta de su dbito o de su
arriendo, una vez justipreciado su valor.
Dios guarde a usted muchos aos.
Fdo.: Don Ramn de la Santsima Trinidad de Furnieles y Erena.
Conde de Piedrabuena.
Mano de santo fueron las epstolas porque, aun cuando los rojos
enajenaron sus fincas, los arrendatarios del conde continuaron
solcitos con su verdadero propietario. Y de esta manera cargu dos
caballeras con serones repletos de material de intendencia.
El molino, situado a las afueras del pueblo, se convirti, segn pude
ver, en lugar de encuentro para muchos parroquianos, era un
autntico epicentro de la vida social y econmica de la
comarca.
Tras la guerra, a falta de otro sitio, el molino fue de los pocos
lugares donde se poda encontrarcomida. Tambin era lugar de asueto
donde afloraba la tertulia espontnea, y, cmo no, centro de
encuentros clandestinos donde, en las aledaas, donde los enamorados
pelaban la pava con las mozas casaderas. Y entre la maleza del ro
que mueve las piedras de molienda, que los vi ms de una vez. Y no
porque los espiara sino porque, cuando uno es joven y aprietael
encendimiento, no se repara en bsquedas lejanas para ahogar el
frenes.
Lo del horno era otra cosa. Los vecinos entregaban al hornero el
grano molido y encargaban su coccin, pero ste se quedaba con parte
de la molienda como pago de sus honorarios.A esta comisin se le
lama poya y, claro est, algunos descontentos renegaban del
porcentaje porque la poya del hornero era excesivamente grande. Y
el pueblo, que todo lo sabe, lo bautiz como: poyagorda el hornero.
Si bien es cierto que, comparando provechos, he de manifestar en
honor a la verdad, que la poya de mi seor es ms amplia y lustrosa
que la del hornero. En lo que atae a ganancias, se entiende.
Esto de los apodos es singular. Los motes son frecuentes por estos
lares y algunos de ellos sonrealmente curiosos. Cualquier defecto,
privilegio, mana, costumbre o hbito eran suficientes para
rebautizar con un mote que heredarn los hijos y los nietos, muchos
de los cuales desconocen el origen de su vitalicio apodo.
En el mbito rural es difcilidentificar a alguien por su nombre y
mucho menos por sus apellidos. En cambio por el apodo todo es ms
fcil porque no slo identifica a quien lo lleva, sino a toda una
estirpe generacional a lo que se asocia lo bueno y lo malo que la
memoria conserva.
An recuerdo el remilgado notario que se instal en el pueblo
procedente de los madriles y quien, tras tomar posesin de su cargo,
se dej ver por la taberna. Alguien se acerc y le dijo:
-Tenga usted cuidado que aqu se le coloca un mote a todo el que
llega.
-A mi no creo, porqu me iban a poner un mote?
-Pues porque todo el mundo lo tiene, uno porque es cojo, otro por
sordo, otro tartaja
-No lo entiendo, En fin, tomar mis preocupaciones.
Y desde aquel preciso momento por Precauciones se le conoce.
Nadie sabe el nombre del notario, pero todos conocen al
Precauciones. Con el tiempo termin aceptando aquel sambenito que
ayud a rebajar loa humos al estirado fedatario. Y es que la cultura
popular sabe mucho de aleccionamiento.
Dicen que Nicolasa luce el apodo de Chochopana porque ni en verano
se quita los leotardos de lana. De ah el milagro de su
concepcin.
A Camilo Zamora, el barbero de la calle los lamos, de tres
generaciones se le conoce como Elde la Hiena. Se dice que una vez
lleg alpueblo un circo italiano y de la jaula se escap una hiena
que vag varios das por las inmediaciones. Pero no lograron dar con
ella porque el abuelo de Camilo se la comi antes de que la
encontraran. Y es que el pobre pasaba mucha necesidad.
Lo de Rafalito Cagarrollo, el espartero, es otra historia, cuando
en una rifa benfica le toc el viaje a Madrid le alojaron en el
hotel Palace y tanto lujo hall que no supo usar el rollo de papel
de retrete y cada vez que evacuaba, con las dos manos lo deslizaba
por el arco de su entrepierna. Y en el ayuntamiento se enojaron
mucho cuando recibieron la factura de veintisis rollos de papel por
cinco das de estancia. Ms que nada porque en el pueblo no se
estilaba tanto refinamiento, y si en el medio urbano se usabaen el
papel de estraza o las hojas del peridico, en el mbito rural eran
las piedras del campo los tiles de limpieza trasera.
Cada apodo es el reflejo de una historia. Y me vienen a la cabeza
muchos otros como Arturo el Culomojao, Francisco el Berengeno,
Juanito el Mediaoreja, Antoito el Ladillas o Blas el Follaor.
Por cierto, mi nombre es Evaristo Cantero de la Fuente, mayordomo
del seor conde de Piedrabuena, pero se me conoce como Pichabrava,
aunque no voy a entras en ms entretenimientos sobre el origen de mi
apodo.
Historias de un seorito Maqui Cap. V (Carta a Don Adolfo)
Cuando el tedio monopolizar el tiempo y el espacio, las horas no
transcurren en el reloj y los das se vuelven largos como aos, como
siglos. En esosmomentos las mentes no dejan de maquinar
pensamientos retorcidos y abstrusos y soluciones del todo
peregrinas. Ayer el seorito ide una salida de la que dejar
constancia en estas memoriasaunque, a mi juicio, sin menoscabo del
respeto debido a mi seor,me temo que no servir para mucho, pues son
ms bien fruto del aprieto que de otras causas.
Pero Quin sabe? Cualquier cosa puede esperarse en estos tiempos
disparatados. Y yo hace tiempo que dej de poner lmites a mi
capacidad de asombro.
Aquella maana el seorito la pas pegado a la radio. Don Ramn nos
dijo que las tropas de don Adolfo, el alemn, atravesaban momentos
difciles y que era preciso animarle y primar su esfuerzo. Por la
tarde permaneci encerrado en su despacho y, a ltima hora, me llam
para darme conocimiento de una epstola perfumada con membrete del
condado. Pero antes me hizo jurar silencio y lealtad, pues era tema
de vital importancia para un futuro prximo.
-Esta carta puede cambiar nuestro destino asegur.
Con voz discreta para evitar murmuraciones, ley con
solemnidad.
Excmo. Sr. Don Adolfo Hitler.
Jefe Supremo de los Ejrcitos alemanes del mundo.
Distinguido y admirado don Adolfo:
He seguido con gran atencin sus espectaculares xitos en los frentes
de Europa y quedo realmente impresionado por la potencia de su
aparato. De su aparato militar, quiero decir.
Ya sabe usted que el maligno gobierna en Espaa desde 1936 y que los
buenos, por circunstancias de la vida que no vienen al caso,
debimos huir a los montes, donde permanecen emboscados, aguardando
el momento propicio para tomar el poder.
Me he tomado la libertad de enviarle esta humilde circular por dos
motivos fundamentales. En primer lugar porque ha llegado a mi
conocimiento su encuentro con el venerado General don Francisco
Franco Bahamonde en la estacin de Hendaya. Supongo, sin ninguna
duda, que el augusto general le habr puesto al corriente de nuestra
difcil situacin, algo que a todos los residentes nos llena de
esperanza. Somos miles, millones las personas de orden que tenemos
puesta nuestra confianza en su entrada triunfal en Espaa, por ello,
desde nuestro forzado retiro, le animo y rezamos a diario para una
victoria pronta y satisfactoria de su valedor ejrcito.
En trmino segundo me es grato informarle que,cuando sus huestes se
instalen en Espaa y expulsen a la canalla roja, tengo el honor de
invitarle a mi finca la Florida donde podr
disponer para su caza (sin lmite de piezas, por supuesto) de los
mejores ejemplares de corzos, hispnicas, venados, muflones y
jabales.
Pero no acaba aqu la cosa, porqu lo mejor ser cuando deguste el
potaje de habas y berenjenas que prepara mi cocinera y donde no lo
hay igual (con todos mis respetos) ni en su Alemania natal ni en
cualquier otro lugar del mundo.
Sinnada ms por el momento y a la espera de sus prontas noticias
reciba el testimonio de mi consideracin personal ms
distinguida.
Dios guarde a usted muchos aos.
Firmado: Don Ramn de la Santsima Trinidad de Furnieles y
Erena.
Conde de Piedrabuena.
(firma y rbrica pomposa)
Don Ramn, me aseguro que, sin duda, el potaje de habas sera
definitivo para que don Adolfo se estableciera en Espaa e, incluso
fijase su residencia habitual junto al condado.
-Usted cree que recibir la carta? pregunt con reticencia.
-Por supuesto, todo el mundo conoce a don Adolfo el alemn respondi
convencido.
-Pero el camino es largo hasta Alemania apunt recordando la
situacin blica en muchos pases europeos.
-Pues si no llega escribir otra y usted la entregar en mano espet
con cierto enojo.
-Ahora que lo pienso, estoy completamente convencido de que la
carta llegar a su destino porque, tanto el remitente como el
destinatario son ilustres y de sobra conocidos aad
precipitadamente, tras lo cual respir aliviado.
La carta fue echada al correo por Toms el vaquero. Y el seor, con
la mirada brillante y perdida en un punto cualquiera, qued ufano y
satisfecho pues ya se vea almorzando con el Fhrer en el saln de
invitados de la Florida. Algo que, sin duda, desatara la envidia de
muchos grandes de Espaa.
Historias de un seorito Maqui, Cap. VI (El poeta)
Con el paso del tiempo las noticias procedentes de los frentes de
Europa fueron poco halageas. El pasado viernes radio Independiente
inform que, desde que don Adolfo, el alemn, perdi Stalingrado y
Ucrania, la cosa anda de mal en peor. Dice Toms, el vaquero que nos
suministra la leche y que tiene un sobrino en Francia, que los
alemanes ya noson los mismos desde entonces. Asegura que en la Casa
delPueblo andan de celebraciones y jaranas por las recientes
derrotas de los Richis como as llama a los del Tercer Reich-. Pero
dice el seor que no hay que preocuparse, que los bolcheviques de
Espaa no son como los de las rusias. Que los de aqu solo
sonimitadores y, aunque tienen muy mal perder, no hay nada que no
solucione un prstamo.
Llevamos demasiado tiempo en esta reclusin. La vida en la sierra se
nos hace difcil por la inactividad y un aburrimiento que nos
anquilosa y deprime; a lo que hay quesumar el intenso fro de los
ltimos das. Si de maana an bregamos por las proximidades de Villa
Esperanza. Las noches son largas y glidas y el tiempo parece
detenerse.
Cuando la nevada, sirvientes y seores nos agrupamos en torno al
fuego y ni el vinode la taberna de Coloretes, que dice tener
propiedades excelentes, consegua enderezar los nimos. Don Ramn
rompi aquel silencio que delataba nuestra afliccin intentando
levantar la estima.
-Vamos seores, que ms se perdi en la guerra y vinieron cantando-
nos dijo no muy convencido.
Sentados junto al fuego permanecamos inmviles, afligidos, ausentes.
Con la mirada perdida en el infinito de las brasas. Todos no.
Porque la seora no paraba de probarse borceguis. Y de tanto
agacharse para abrochar sus ataduras, y del esfuerzo, se le escap
una ventosidad de ruido largusimo. Como el que hacan las bisagras
del cobertizo de San Cayetano. Se ruboriz y dej de probarse
borceguis, y todos mantuvimos la compostura a duras penas pues,
aunque nos miramos los unos a los otros, nadie os rer por respeto a
la seora.
Don Ramn, que no fue ajeno a la estrepitosa flatulencia de su
querida esposa, levant el ndice de la mano derecha y declar:
Spiracula culi foetida et iterata juvan ventrem.
Que en cristianosignifica que las respiraciones hediondas del culo,
reiteradas, alivian el vientre. Y para ms abundamiento el seorito
se adentr en Villa Esperanza y regres con un libro de Francisco de
Quevedo que ley en alta voz:
Lo del pedo es verdad que no lo sueltan los ojos; pero se ha de
advertir, que pedo antes hace el trasero digno de laudatoria, que
indigno de ella. Y para prueba de esta verdad digo, que de suyo es
cosa alegre, pues donde quiera que se suelte, anda la risa y la
chacota, y su hunde la casa, poniendo los inocentes sus manos en
figura de arrancarse las narices, y mirndose unos a otros, como
olviendo.
Y si mandan los doctores que no los detengan, y por eso Claudio
Csar, emperador romano, promulg un edicto mandado a todos pena de
la vida que (aunque estuviesen comiendo con l) no detuviesen el
pedo, olviendo lo importante que era para la salud.
En un segundo explotaron las risas contenidas y la situacin se torn
alegre y distendida, y la seora volvi a probarse borcegues.
Con aquella oportuna artimaa don ramn consigui quitar yerro al
asunto y, por una vez, nos sentimos semejantes porque la
naturaleza, que es erudita y ecunime, iguala a plebeyos y nobles en
cuestiones escatolgicas.
Contagiado por aquel sucedido y animado a retomar la intencin del
seorito de levantar espritus afligidos, colm de vino los vasos, del
que andbamos algo sobrados. Entonces propuse al seor que nos
deleitara con su obra potica, pues es sabido su aficin a la lrica y
su adoracin por los clsicos.
Accedia los ruegos, y tras un silencio expectante, mir a su querida
esposa que no cesaba de probarse borcegues. Y con una divertida
mueca, declam a Lope de Vega:
Que no sean lirios sus venas
ni sus manos azucenas,
bien puede ser.
Mas que en ellas no se vean
cuantas gracias se desean,
no puede ser.
Las risas, esta vez, fueron ms discretas por comedimiento y para no
despertar el inters de la seora que andaba ocupado en lo
suyo.
-Don Ramn le coment- acaso no conoce usted las habilidades poticas
de Avelino?
-Ah, no. Cuente usted Evaristo.
Avelino era el ms joven de los manijeros del Sotillo. Le apodaban
el Pellizas porque una vez gan una apuesta al sostener con su
miembro en ereccin una pelliza de media arroba. El chaval era algo
bruto pero en elfondo sensible, o al menos lo intentaba, tal era su
aficin a la poesa. Pese a su escasa instruccin, siempre andaba
lanzando odas al viento y soando pobre chico- por ser algn da tan
ilustre como el seorito.
-Avelino, delitenos con sus poemas solicit el seor.
-Vamos, que te lo pide don Ramn insist.
Con resignada conformidad extrajo de la chaqueta una abultada
cartera atada con una trenza de esparto y, de ella, un papelito.
Tom aire y comenz:
Camino de flores,
camino de caas,
ca-mi-no mellores,
ca-mi-no me engaas,
Intentaron contener las risas, pero result intil. Avelino tom otro
papel.
Por la calle abajo
salta un sapo,
si no lo agarro
se me escapo.
El seor conde inici un aplauso al que nos unimos todos. Para
Avelino aquel instante no fue sino paroxismo en estado puro, el
reconocimiento pblico a su ingente y callada labor potica y, ufano,
tom otro papelito.
Nace el toro,
y con el miembro que le dota la naturaleza,
apenas se le endereza,
corre detrs de la vaca.
Y la mete y la saca.
Y no erra en su destino.
Y yo, con mucho ms tino,
en la sierra la he de zurrear
por no encontrar un mohino
donde poderla alojar.
La escrib ayer concluy tmidamente entre el jolgorio
colectivo.
Aquella noche helada, al abrigo de la candela y el reparo del vino
de Coloretes, olvidamos nuestra condicin de huidos y gozamos de una
de las veladas ms entretenidas que recuerdo desdeque se inici
nuestra andadura hacia ninguna parte.
Historias de un seorito Maqui Cap. VII (La incautacin)
Sedeca, y no era patraa de los marxistas, que las tropas aliadas
estn haciendo retroceder a los ejrcitos de don Adolfo el Fhrer y,
cada da, el seorito nos invitaba a rezar el rosario para que el
Santsimo le concediera las fuerzas necesarias para recuperar las
plazas perdidas y alcanzar las fronteras espaolas. En esa esperanza
vivamos pues, segn don Ramn, el da que don Adolfo pise triunfante
suelo espaol, todos los huidos y represaliados as como su red de
enlaces, nos levantaremos para barrer de Espaa a las hordas
rojas.
Desde entonces, desconsolado por las inquietudes noticias sobre la
guerra en Europa, el seorito no pasaba sus ojos de los prismticos
vigilando lo de que desde su hacienda poda verse desde el
privilegiado mirador de Villa Esperanza. Nuestra posicin dominaba
el valle, las dehesas del Sotillo, las huertas de San Cayetano y,
al fondo, el pueblo que destacaba como una gran perla blanca.
Tambin podan verse los lmites del sur de la finca con sus campos de
olivar, y el ro Guadalserrn que serpenteaba por la vega hasta que
desapareca por las lomas de San Mauricio; y ms prximo a nosotros,
el cementerio del pueblo, muy blanco, con sus hileras de
cipreses.
-Hay mucho movimiento en el camino de La Florida alert don
Ramn.
Cuando se top con la bandera republicana que ondeaba en la ermita
que mand construir su padre (Q.E.P.D.) en honor a San Cucufato, su
corazn le dio un vuelco y deb prepararle una tisana de adormidera.
Jams vi al seor conde lanzar al viento tantos reniegosy
maldiciones. Pero lo peor an estaba por llegar.
-Seor, se acerca Joselillo, el cartero- le indiqu cuando tom el
relevo de los prismticos.
Joselillo alcanz la cima de la Buitrera casi sin resuello y me hizo
entrega de un sobre para el seor conde. Despus, tras otear el
horizonte y vindose a salvo de la vista de su padre, tom asiento en
una piedra y, con gran liturgia y ceremonial, li un cigarro, lo
encendi y le propin grandes caladas. De pronto un eco estremeci el
acantilado.
-Joselilloooooo!
-Queeeeeeeeeee? respondi.
-Qu ests fumandooooooooo?
Arroj el cigarro, torci el gesto y nos mir avergonzado. Joselillo
tena ya cincuenta y seis aos y jams consigui fumarse un pitillo
completo sin la reprimenda de su padre que gastaba ungenio terrible
y un olfato impropio de su edad. Nunca entend bien aquella extraa
habilidad parasorprenderlo en cualquier lugar por lejano que
estuviera.
-Qu harto me tiene este viejo chocho! murmuro entre dientes
mientras inici el camino de vuelta.
-Joselilloooooo!
-Queeeeeeeee?
-Ahora cuando bajes me repites lo del chocho viejoooooo!
Cuando el cartero se march el inters se centr en aquel misterioso
sobre. El remite era todo un presagio de malos augurios: Junta
Calificadora Local deIncautaciones Rsticas.
D. Aniceto Sequera Seco, secretario de la Junta Calificadora Local
de Incautaciones Rsticas, de la que es presidente el alcalde de la
ciudad D. Florencio Vielma Rojo.
CERTIFICA:
Que en da de hoy el pleno de dicha junta acord incoar expediente de
incautacin de las fincas conocidas como La Florida, San Cayetano,
San Nicols y Santa Cecilia, que han sido denunciadas como
abandonadas por su propietario, D. Ramn Furnieles Erena,
considerado faccioso y enemigo del legtimo gobiernode la Repblica y
que en la actualidad se encuentra en paradero desconocido.
En consecuencia, esta junta se incauta de las mismas en nombre del
Ilmo. Ayuntamiento en uso de las facultades que le confiere el
Decreto del Ministerio de Agricultura de fecha7 de octubre ltimo,
reservndose la Corporacin destinarlas al uso ms conveniente para
los intereses generales del Pueblo.
(Fecha y rbrica).
Las posesiones del conde cayeron en manos de los rojos que pusieron
como pretexto el abandono de las fincas. Pero no era cierto. A
cargo de la Florida quedaron Adela (el ama de llaves), Anita la
cocinera y Torcuato el forestal. Tambin qued el personal de
mantenimiento de Santa Cecilia y San Nicols, y todos los labriegos
de San Cayetano.
Al leer el acta, el seorito tuvo una nueva explosin de clera y lanz
al viento maldiciones y vituperios que resonaron por el acantilado
de la Buitrera como lo hace el trueno de una tormenta.
El eco se encarg de multiplicar los insultos y amenazas; pero una
voz procedente del barranco le cort la retahla.
-Cmo suba te deslomo, cabronazoooooooooo!
Era el padre de Joselillo, pero no se le otorg mayor inters por su
avanzada edad.
Dice don Ramn que esto es cosa de Florencio el alcalde, cuyos
niveles de resentimiento porel despido de San Cayetano estn minando
su cordura.
El apellido rojo del alcalde parece irle como anillo al dedo y
Florencio, que siempre quiso ser ms papista que el Papa, hizo
modificar su primer apellido Viedma por Vielma porque, segn l son
las siglas de Viva el Marxismo. As, cuando pronuncia su nombre de
carrerilla es como si gritara: Florencio: viva el marxismo rojo! Y
de ello gusta presumir en los plenos y en las tabernas, asegurando
poseer tendencias genticas de un marxismo ortodoxo e imperecedero
que circula por su sangre roja, muy roja.
Como un linaje bolchevique que se pierde en el horizonte de los
tiempos; en contrapartida del linaje del seorito, que se aloja en
su sangre azul, muy azul.
La enajenacin forzosa de las tierras del seorito fue la gota que
colm el vaso de su paciencia y la mecha que encendi el polvorn de
su enojo.
-La guerra no acab en el 39 exclam don Ramn. Y yo pens qu buen
titulo para un libro!
Despus aadi que declaraba oficialmente el estado de excepcinen
Villa Esperanza convertida, desde aquel momento, en cuartel general
de la resistencia conservadora. Tras lo cual todos nos arrodillamos
y juramos lealtad eterna, y ofrecimos nuestros rezos a San Cucufato
que es el patrn negro de las cosas perdidas. Ycomo el seorito perdi
su hacienda procedi como manda la tradicin, at un nudo al pico de
un pauelo y recit su oracin:
Los cojones te ato.
San Cucufato,
San Cucufato
Si encuentro bien mi hacienda,
Entonces te los desato.
Pero a m aquello me pareci de una crueldad injustificada al ver la
fuerza con la que el seorito apret el nudo. Dicen que este rezo es
muy efectivo, cosa que no es de extraar por las prisas que ha de
darse al pobre San Cucufato para librarse de tan dolorosa
apretura.
Historias de un seorito Maqui Cap. VIII (La taberna)Cuando el seorito me envi ataviado de cabrero a la taberna de Coloretes, imagin que desconoca la situacin de su estado actual. Desde haca tiempo el tabernero, aburrido de esperar clientes de pasoy casi arruinado, transformo el ventorrillo en un prspero burdel donde ahora fluye muchedumbre de toda la comarca.La taberna de Miguel Coloretes estaba situada en una cntrica calle y haca esquina con la escalinata de acceso al horno de Poyagorda. El apodo de Coloretes le vena por los tonos varicosos y rosados de su nariz y mejillas, que no eran sntomas de salud, sino estampillas que la naturaleza impone a los que adoran con vehemencia al Dios Baco.Hasta all llegu con la misin especial que me encomend el seor conde. Era domingo, da de Nuestro Seor. La taberna estaba concurrida y el vino muy requerido, como ha de ser. Algunos gitanos desastrados entonaban buleras de estrepitoso quejo y vivo comps.Con sigiloso fingimiento fui examinando los oficios de cada pupila del lupanar dejndome llevar por el ardor propio de la abstinencia impuesta. La mujer del tabernero repar en m y me observ con fijeza insinuadora, pero deban ser ms de cien las arrobas de su peso y adems luca prominente mostacho. Un escalofro recorri mi espalda y rogu a Dios, que por caridad, no tomase capricho en m, por lo que jure rezar cien rosarios en gratitud a mi alivio. Pero aquella mujer, inmensa y bigotuda, se me aproxim con un amplia sonrisa y se sent en mi mesa.Entonces tragu saliva, cerr los ojos y, mentalmente, trat de aumentar mi oferta al Todopoderoso.La enorme tabernera no cesaba en escudriar, con su mirada libidinosa, cada centmetro de mi cuerpo. Tal era as, de arriba abajo y de abajo arriba, haciendo pausas en mi entrepierna y recrendose en la zona noble que innoble se torna cuando la lujuria nos hace pecar.Al fin respir aliviado- levanto sus posaderas. Fue entonces cuando supe que el Santsimo cumpli su promesa.-Qu chica le gusta? preguntcon una voz grave, ms propia de herrador formidable que de regenta.-Slo vine a por vino respond con timidez.-S, eso dicen todos a su parienta: que voy a por vino o a por tabaco-Pues es que yo-Nada hombre, eche un vistazo a su alrededor y elija.Que todo est en venta.Y de tanto empeo hube de buscar y al fin hall algo que me agrad sobradamente, pues nunca mis ojos contemplaron tan singular belleza y tanta gracia en su ademn. Sus hombros redondos y apetecibles, perfecta la silueta de su espalda, sus manos de proporciones adecuadas y sus ojos, zarcos y profundas. Pero el pudor venci a mi deseo y no fui capaz de hacer pblica mi decisin. Porque esos bellos ojos y aquella hermosa espalda pertenecan a unfornido yegero, sobrino del Coloretes, que andaba en escarceos con una mesalina indecente. As es que guard silencio y pospuse mi encendimiento para ocasin ms propicia.-No se apure, slo vine a por la damajuana de blanco respond ocultando la verdadera intencin de mi visita, que no era otra que entrevistarme con Federico el alcalde, cliente habitual del negocio de Coloretes.La tabernera movi su bigote, me mir en silencio y sospecho que lo del vino era excusa, o que andaba verdaderamente trastornado. Tal vez por eso remov su corazn y meagasajo con gazpacho, habas verdes, pan blanco y tocino. Aquellos manjares saciaron mi estmago y calmaron mi espritu. Pero no me quitaba ojo y pens que me estaba cebando como a uno de sus marranos. Entonces or:-Gracias seor por las generosas viandasy las pintas de vino, pero no eches en olvido tu promesa, que yo cumplir la ma.En la venta, los clientes cantaban y bailaban entre tocamientos, vino y humos de taberna. Algunos entonaban la Internacional con grandes desafinos. Al fin hizo su entrada elalcalde junto a varios de sus concejales entre los que se encontraba Fermn, el hijo bastardo de Nicolasa, la Chochopana, aquel que tanto parecido guardaba con Don Casto Honrubia, el capelln.-A ver Coloretes, buen vino! exclam el alcalde.Pronto sele acercaron dos pupilas pero aquel da el alcalde no estaba de humor y las rechaz con brusquedad. Deduje, por lo que o, que su mujer lo ech de casa. Se deca que su esposa, hembra de armas tomar de casi dos metros de altura, le zurraba la badana, perol lo llevaba con verdadera dignidad.Fermn se me acerc con dos hembras entre los brazos a las que apart para hablar con discrecin.-Dgale al seor conde que todo est bajo control susurr.-Es usted un espa? pregunt intrigado.-Voy de incgnito. Creen que colgu los hbitos y que estoy con ellos respondi en tono confidencial.Fue entonces cuande repar en que no se trataba de Fermn, sino del mismsimo Casto Honrubia, capelln que ofici la boda del seor conde. El parecido fsico era sorprendente. Para que luego digan que no existen los milagros y que, de tanto rezar, las beatas no encuentran provecho a sus plegarias.Don Casto vesta de miliciano y portaba un brazalete del partido comunista. Blasfemaba sin desatino, maldeca con soltura y lanzaba a distancia sonoros escupitajos. Asist a una fascinante adaptacin al medio; como los camaleones cuando se tornan invisibles en las ramas del abedul.-Con mis respetos padre, pero cuando esto acabe va a tener que imponerse una severa penitencia apunt.-Crees que a m me gusta lo que hago? Es por el bien de la causa, hijo. Dios lo sabe y me da su bendicin.El capelln me llev ante el alcalde y luego se perdi con las golfas en una dependencia aneja. Slo espero que algn da sea reconocido elgran servicio que prest a la patria este hroe de la resistencia y los sacrificios que se vio obligado a realizar por Dios y por Espaa.El alcalde y yo quedamos en una mesa. Me mir con cierto rencor antiguo. An carcoman sus entraas el despido de SanCayetano.-El seor conde desea llegar a un acuerdo con usted inici rompiendo el silencio.-Y un mojn! contest con su elegancia habitual Ese fascista tiene lo que se merece. Ahora su finca es de los obreros que la trabajan. Se acab la explotacin ylos caciques usureros.-No ser que se resiente? Interrump.-Resentido? Cuando su jefe me despidi, me abri los ojos.Despide y arruina a los braceros, luego nos presta dinero que hemos de aceptar porque no tenemos donde caernos muertos y despus, nos sorbe la sangre con formalismos legales, para cobrar un prstamo que, en poco tiempo, se ha multiplicado por tres. Maldito usurero!-Pero usted sabe que nada es para siempre. Las ltimas noticias aseguran que a los aliados no les hace mucha gracia el gobierno de la Repblica porque Espaa se ha convertido en un satlite sovitico que slo obedece las directrices de Mosc. Eso, a los americanos, les pone de los nervios. Incluso se comenta que apoyaran un nuevo golpe de estado de la resistencia de Franco.-Patraas! exclam.-Piense usted por un momento si eso ocurriera -interrump con cierta solemnidad, tal y como me hizo ensayar don Ramn- El seor conde recuperara sus haciendas a la que aadira propiedades municipales en compensacin a su agravio.Usted dejara de ser alcalde y sera encarcelado (o fusilado), y su casa embargada por el tribunal de responsabilidades polticas. Su familia se vera en la calle. Tal vez tengan que alojarse en la cueva del Morcilln. Eso si el seorito se lo permite porque esas tierras tambin son suyas. Y la deuda de su emprstito se multiplicara por diez por va ejecutiva, y la heredaran sus hijos y nietos y nadie le apoyar porque-Basta! interrumpi con brusquedad.Florencio el alcalde hizo una mueca amarga y quedo pensativo ante el panorama desolador que describ. Bajo su atribulada mirada adivin a un idealista desalentado que trataba de calibrar la magnitud de mi exposicin y las consecuencias de un posible giro en el panorama poltico. En este pas, tal y como estaban las cosas, todo era posible. Pudimos verlo en el final mismo de la contienda.La expresin cerlea de su rostro no dejaba lugar para la duda.A Florencio lo que le preocupaba no era que lo encarcelasen, ni que lo fusilaran. Lo que verdaderamenteaterraba al alcalde es que su esposa le lleve a hostias desde la crcel hasta el Morcilln, donde tendra que vivir con ella hasta el fin de los tiempos.-Qu es lo que quiere? pregunt con voz lacnica.-Mi seor slo desea lo mejor para usted y parael pueblo.-Corte esa cantinela, Evaristo. Que me conozco las tretas de prestamistas y mohatreros. Al grano.-Quiere recuperar La Florida.-Eso es imposible, est ocupada por gentes que necesitan comer espet.-Slo tiene que impedir que los colonos destruyan y modifiquen los bienes de su hacienda. El conde desea estar informado de todo cuanto en sus tierras se haga.-Ya no son sus tierras, se han enajenado por abandono y el Estado tiene la obligacin de darle una utilidad pblica. A eso se llama distribucin de la riqueza concluy.-Si mantiene las fincas intactas, el seorito le condonar su deuda y le dar trabajo cuando todo esto acabe. Que le parecera dirigir San Cayetano? Eso es tambin distribucin de la riqueza conclu.Cuando me desped el alcalde qued con una expresin inquietante, pues adivin en sus ojos las furias de una lucha interna que aviva los rescoldos de un alma a la deriva entre el ideal y lo ideal. Fue entonces cuando comprend que los sueos del hombre tienen los lmites que otros hombres marcan. Y as es desde siempre.Y por hoy ya est bien, que la noche se precipita. Que Pedro el cocinero est algo indispuesto y me dej al cargo del puchero que es avo para maana.
Historias de un seorito Maqui Cap. IX (El asalto)
Lo que sucedi la otra noche no ser fcil de olvidar. An se remueven
mis entraas y tiembla mi mano cuando esto escribo, pues muy cerca
se anduvo de una terrible desgracia que tratar deresumir para no
extenderme en demasa.
Me corresponda la imaginara de aquella noche, pero el da fue
intenso y el vino largo, por lo que pronto qued profundamente
dormido en mi puesto de centinela. Al poco not el glido tacto de
una pistola en mi cuello. Me gir sobresaltado, eran tres los
encapuchados que me encaonaban.
-Un solo movimiento y te vuelo los sesos. Levntate y llvanos hasta
el conde dijo con voz firme el que pareca ser el jefe.
Comprend enseguida que lleg, al fin, el da aciago que tanto
temimos. Aquellos milicianos deban traer orden del alcaldeo del
juez, de prender al seor conde para darle al pasello por el pueblo
e irrogarle una muerte ejemplar. Tal vez expongan su cuerpo pens-
en la plaza de la Iglesia (llamada ahora de Pablo Iglesias) antes
de enterrarlo en una fosa comn y saquear el panten de los
Piedrabuena.
Lleg el fin triste que a todo hombre ha de llegar, pero injusto es
que el hombre mismo se arroje atribuciones que slo a Dios competen
y decida dar muerte a sus semejantes por razones que la razn no
entiende.
Encaonado entren la alcoba del seor y, al verlo tan plcido,
incomodarlo me produjo gran padecimiento. Lo despert con sumo
cuidado para no alertar a la seora que dorma con los borcegues
puestos.
-Seor, lleg la hora le susurr con gran dolor.
El seorito, al ver mi rostro circunspecto y a los tres encapuchados
tras ma, dio un respingo y supo de la llegada del juicio final para
el condado de los Furnieles; y, lo que es peor, sin dejar
descendencia del ttulo.
Se volvi haca m y me clav su mirada.
-Sabandija! Exclam- me has vendido como Judas a Cristo. Lo pagars
caro en esta vida o en la otra.
-Cierre la boca, abuelo! sentenci el que portaba el mosquetn.
El seorito, pese a la entereza propia de su abolengo, temblaba y
lloraba y daba grandes alaridos. Cuando el can del fusil toc su
pecho sus piernas enjutas le abandonaron y cay al suelo implorando
clemencia.
-No quiero morir, que soy rico. Pedid lo que estimis pero me
deis la muerte-rog besando las mugrientas albarcas de su
raptor.
-Silencio! Dnde est la caja de caudales?
-Bajo la cama contest precipitadamente.
Tomaron la caja y el seorito se prest con avidez a darle apertura,
antes incluso de que lo pidieran. De su interior extrajeron las
alhajas de oro y brillantes de su difunta madre, los aderezos y
abalorios Mara Victoria, y tambin las escrituras de las fincas,
pero no encontraron satisfaccin a lo que hallaron y no tomaron nada
de lo que en la caja se custodiaba.
-Dnde est la libreta?
-Qu libreta? contest con fingida pena.
-La de la firma de los emprstitos.
-Desconozco lo que decs, buscad y llevaros lo que os plazca.
Los milicianos montaron en clera y pusieron patas arriba Villa
Esperanza pero no lograron dar con la dichosa libreta y, enojados,
al suelo arrojaron el retrato de Calvo Sotelo.
-Vmonos, aqu no est aadi uno de ellos.
El ms alto, el del mosquetn, volvi a apuntar a la cabeza de mi seor
que reptaba por el suelo como una culebra berreando como los
venados de la dehesa en poca de celo.
-Volveremos a vernos, abuelo.
-Cmo? Ya os marchis, sin llevaros nada? exclam Don Ramn
contrariado, pues atracar a un conde y despreciar sus semovientes
es tomado a ofensa, y si aquel hecho llega a odos de otros grandes
de la regin, ser motivo de chufla durante muchos aos.
Si al menos se hubieran llevado a la seora
Gran esfuerzo deb emplear para convencerle de que no fue objeto de
traicin, sino del traidor sueo que venci al centinela que no pudo
evitar tan alevoso asalto nocturno.
-Tranquilo seor, ya pas todo le dije mientras ayudaba a incorporar
su cuerpo tembloroso y dolorido.
Y gracias a que se marcharan en breve porque, de insistir en sus
propsitos, me consta que mi seor, sucesor hidalgo de gallarda
guerrera, les hubiese hecho morder el polvo por su insolencia, como
habran de merecer.
Por fortuna todo qued en el susto. En el susto y en un pestilente
hedor que provena del camisn del seorito; pues result que la
susodicha libreta la hubo ocultado entre sus nalgas y, de la
impresin del asalto, qued toda pringada de ftida huntura que hube
de limpiar con minucioso reparo ante la insistencia del seorito de
no perder ni uno solo de sus registros y anotaciones.
Una vez repuesto el resuello y retomada la compostura propia del
hidalgo que siempre fue, el seor conde nos hizo ver la necesidad de
custodiar con vehemencia la libreta de emprstitos y defender su
guarda hasta con nuestras propias vidas si era menester. Pues qued
demostrado que los marxistas andaban empeados en su
desbaratamiento. Motivo de esperanza est, y detalle sobre el
reconocimiento de la debilidad del gobierno rojo que anda inquieto
ante futuro incierto y, acaso, intuye y teme un cambio de rgimen
que nosotros deseamos inminente.
-Esto es cosa del alcalde murmur.
Pero desde aquel da, don Ramn anduvo algo apocado y no cesaba de
observar sus canas y patas de gallo en el espejo de la cmoda. Y es
que antes nadie os llamar abuelo al seor conde.
Otro sntoma de la decadencia del sistema marxista que carecede las
mnimas reglas de urbanidad y recato para con los superiores.
Historias de un seorito Maqui Cap. X (Acciones
guerrilleras)
Comenz a despuntar el da en su alborada cuando don Ramn, que andaba
algo desvelado, se aferr a los prismticos.
-Evaristo dijo con voz pusilnime- cunto tiempo cree que mandarn los
rojos?
-Quin sabe, tal vez cuarenta aos.
-No diga usted eso respondi alarmado.
-Dicen que el presidente de la repblica declar que l slo lo sacarn
del Palacio del Pardo con los pies por delante aad.
El seorito qued pensativo, con la mirada perdida en la loma de la
ermita donde ondeaba la banderita tricolor. Debi imaginar cmo sera
su vida si los marxistas llegaran a gobernar hastamediados de los
setenta.
A lasdiez, como cada da, escuchbamos el parte de Radio
Independiente. Aunque ms vala no haberlo hecho porque los ejrcitos
de don Adolfo, que ya no contaban con el apoyo de los italianos,
estaban perdiendo sus mejores plazas. Circunstancia que nos dej
profundamente consternados.
Don Ramn, tras una meticulosa deliberacin, convoc a la servidumbre
y nos dijo que Espaa nos necesitaba, que no podamos esperar a don
Adolfo y que lleg la hora de actuar. Lo primero manifest- era
organizarse.
-No hay xitosin organizacin asegur- debemos crear una estructura
poltica que coordine las acciones de resistencia.
Con su denominacin el seorito tuvo grandes dudas pues, un principio
quiso llamarle simplemente Frente Anti-Comunista, pero comprob que
sus siglas coincidan con el apellido FRANCO que el destino reserv,
muy apropiadamente, para el intrpido General.
As que, por estar ya patentadas, opt por denominarlo Frente
Antimarxista Local Organizado (FALO) que desde aquel momento qued
oficialmente constituido.
La organizacin poltica estara apoyada por una infraestructura
militar digna de ser contada. Se constituy un regimiento del que el
seor conde ocup el generalato y la direccin de su Planta
Mayor.
El regimiento constaba de tres batallones. Deln1 al que se llam
Duque de Ahumada- tuve el honor de ser nombrado Comandante. El
joven Avelino el Pellizas era toda mi tropa.
Nuestra misin consisti en contactar con los enlaces de otros
derechistas y monrquicoshuidos para coordinar una
accinconjunta.
El 2 batalln (Viriato) estuvo compuesto por Bernab Olmedo el
capataz, y Pedro Girn, hijo de Anita la cocinera. A ellos se les
reservaran arriesgadas operaciones nocturnas que ms adelante
detallar.
Por ltimo el 3 batalln, bautizadocomo Rodrigo Daz de Vivar en honor
al Cid Campeador, lo integraban Eduardo Solera, el ebanista, y
Pablo Cejudo, un pen muy leal que desde muy joven prestaba sus
servicios en el movimiento de la hacienda. Su misin era
especialmente peligrosa, pues deban infiltrarse en las lneas
enemigas para informar de la situacin de las fincas del seor
conde.
Pronto se otorg misin al batalln de mi comandancia y a los pocos
das partimos de Villa Esperanza con direccin a la estacin del
ferrocarril situada a un par de Kilmetros del pueblo, por la
carretera que los une con las hazas de Juanito el Mediaoreja a
donde llegamos muy de maana.
All contactamos con Cipriano el guardabarrera que nos permiti
utilizar el telfono de la estacin a cambio de 25 pesetas. El
seorito propuso que, como nos pillaba de paso, echsemos al correo
unas cartas que escribi dirigidas a los morosos con el fin de
recordarles sus obligaciones de pago. Y es que el seorito est en
todo y no deja escapar detalle.
Se me dieron precisas instrucciones para contactar con doa Mercedes
Furnieles, una prima suya venida a menos y que regentaba una
mercera en la capital de Espaa especializada en ropa interior
femenina. Deba ponernos en contacto con el capitn Melchor Plaza,
lugartenientedel general Franco quienes, segn dicen, andaban
ocultos por la sierra de Guadarrama.
Desconocamos el telfono de doa Mercedes, por lo que deb llamar al
servicio de informacin. Tras mltiples intentos, al fin consegu
contactar con Madrid. Cogi el telfono una operadora de la compaa
telefnica, con una voz tan cida y desabrida, que enseguida barrunt
como fracaso para mi empresa.
-Compaa telefnica, buenos das.
-Por favor, me dara el telfono de mercera Merce?
-Un momento que miro la gua.Tras largusimos minutos
contest- pues como mercera no figura Merce.
-Y cmo Merce?
-Como Merce no figura mercera.
-Pues, mercera tan amable de mirar Bragas Merce?
-Como no me d ms datos
-Pues hombre, ella las suele llevar rosa.
-Ah s,s. Tome nota: mercera Rosa.
-No, Rosa no, Merce!
-Pues aclrese que solo tengo dos manos.
-Vamos a ver seorita, mercera Merce, en la calle Infanta
Mercedes.
-Como Infanta no figura nada, pero como Mercedes figuran varios
concesionarios
Decepcionado e indignado por la incompetencia de la operadora,
colgu el telfono y ca en la cuenta de que los cinco duros que
entregu al guardabarrera seran descontados de mis haberes si no
consegua entrar en contacto con doa Mercedes. As que busqu y
halluna solucin pronta ante aquella inesperada contingencia.
Sabiendo que Melchor era el nombre de nuestro contacto, improvise
el texto de un telegrama cifrado dirigido a doa Mercedes Furnieles,
y di precisas instrucciones al guardabarrera para su curso enla
oficina de telgrafos.
Querida prima (stop) imprescindible avisar rey Melchor para que
movilice expedicin y nos visite (stop) Esperamos ilusionados
llegada contingente generoso (stop) Saludos (stop) Tu primo
(stop)
Regresamos a nuestro centro de operaciones con la satisfaccin del
trabajo bien hecho y la complacencia del seorito quien, ufano, nos
felicit y prometi ascendernos dentro del batalln.
Pero comet un error imperdonable. Aquel radiograma cifrado bien
hubiese valido en las vsperas de losReyes Magos, pero en mi afn por
servir al seorito y no perder los cinco duros, no repar en que nos
hallbamos en pleno mes de agosto. Por desgracia el texto levant las
sospechas del telegrafista y motiv la detencin de Cipriano el
guardabarrera que fue acusado de auxilio a la rebelin.
Pero de todo ello guard prudente silencio.
EL VICARIO
Aquel da, vsperas de Pentecosts, sucedi que tuvimos una visita que
ms que cortesa fue hospedaje permanente. Hablo de don Gins
Manzaneda de la Fuente, el barrigudo vicario que apareci en Villa
Esperanza con su maleta de hebillas y su empolvada sotana
negra.
Cuando alcanz el rellano de la instruccin dej caer su pesado
equipaje y sec con un pauelo las gotas de sudor que escurran por su
papada prominente.
-La paz del Seor, est con todos vosotros dijo con voz ahogada por
el esfuerzo.
-Y con tu espritu se contest a coro.
El seorito sali a su encuentro y orden a Avelino portar la maleta.
Don Ramn siempre se mostr solicito y amable con los ministros de la
Iglesia, y no porque fuese un pecador impenitente, pues he de
insistir en la grandeza humana del seor conde, inconmensurable y
sin parangn. No es por eso, como digo. Si no porque, concluidas las
obras de su panten familiar, estaba muy interesado en adquirir una
parcela en la Gloria antes de morir, que no ha de ser inferior a
las once mil hectreas que en la Tierra de los mortales abarca La
Florida. Don Ramn nos tena dicho que el linaje, pese a lo que digan
las Sagradas Escrituras en sus contradictorias metforas (que por
cierto fueron escritas por gentes de humilde estofa y reaccionaria
condicin); el linaje, pues, ha de conservarse en la otra
vida.
San Pedro, que segn se dice es gestor incansable y eficaz portero
que criba las muchas peticiones que recibe, debera reparar en el
abolengo del nima del seorito y a buen seguro le adjudicar una
holgada finca, a la derecha, por supuesto a la derecha, de Dios
Padre. Que no en vano realiz en vida numerosas obras pas y
penitencias.
Por eso don Ramn tiene tanto apego a los que llevan sotana, que
para l no son sino corredores de fincas celestiales y de retiros
vitalicios. De ah su inversin y su adulacin perpeta de la que se
beneficia con satisfaccin el seor vicario.
Don Gins, tiene toda la estampa de quien se alimenta bien y nunca
dio palo al agua. Sus ojos, escrutadores, se ocultan tras los
reflejos de unas gafas redondas que le otorgan cierto aire
intelectual, y tiene una cara ancha y grasienta, de luna llena. Sus
dedos son cortos, regordetes, y sus orejas, como los orificios de
su nariz, son sendos floreros de pelambres que nunca se ocup de
podar. Pero lo que ms resalta es su enorme panza, opulenta,
generosa, que ni la sobria y abotonada sotana es capaz de conceder
disimulo. Sobre su barriga descansa un crucifijo que cuelga de su
cuello y que, al estar horizontal, en lugar de crucificado, parece
que duerme la siesta en mullido colchn.
El seorito condujo a don Gins al saln de estar donde tom asiento y
se ventil de un sorbo la jarra de limonada que haba preparado para
la cena.
-Uf!, es que estaba frito -se justific sin recato.
El sacerdote, que posea sorprendentes dotes de conviccin y una
verborrea hbil e incansable, departi con don Ramn los motivos que
justificaban supresencia en Villa Esperanza y se explay en animada
pltica mientras devoraba, una tras otra, las tortas de pasas y el
pan de higo que el seorito le ofreci.
Don Gins dijo que abandono la gruta del Salado porque entr en
desavenencias con el tenienteAngulo. Insalvables discrepancias en
torno a la Santsima Trinidad y otros misterios de Fe. Pero a m me
dio que el verdadero motivo de su presencia no era otro que
arrimarse a la despensa del seorito, ms nutrida de viandas que las
del teniente de la Guardia Civil. Y no haba que ser un lumbreras
para reparar en ello, bastaba con percatarse de cmo sus ojos se le
salan de las rbitas cuando le llegaba el olor de los potajes de
Pedro Girn.
-Disculpe don Ramn esto que huelo es
-Potaje de habas y berenjenas, s seor. Lo mejor del mundo se
adelant el seorito.
-Habr que bendecirlo concluy relamindose.
Y bendicindolo se meti tres platos entre pecho y espalda. Y el
guisado se torn en desaguisado porque nos dej sin rancho a la mitad
del servicio.
Pero no acab ah la cosa porque, una vez colmado y satisfecho,
acarici su panza y la observ orgulloso:
Cuerpo mo:
Has comido,
Y has bebido,
qu quieres ms?
trabajar?
Todos los gustos no se te pueden dar!
Y todos rieron la gracia del seorvicario. Todos menos yo porque,
por ms que me esforc, no logr encontrar el chiste.
-Eso padre, castguese con una buena siesta, que si no el cuerpo se
acostumbra malamente aadi Avelino.
Y dicho esto don Ramn le acompa hasta mi dependencia dondese hizo
dueo de ella y se tendi en mi jergn de farfolla bien deshojada
donde durmi tan plcido que, en segundos, roncaba y resoplaba como
un mulo asmtico.
Para entonces Avelino, por orden expresa de don Ramn, hubo sacado y
ordenado sobre estantes ycajoneras todos los abalorios que portaba
el seor vicario en su equipaje. Una casulla de peto de damasco
carmes, un misal de damasquillo blanco, un alba delgada, un frontal
de red de hilos, un candelero de nogal, una patena de plata,
estolas, manpulos,cngulos, un misal y un atril.
No faltaba ornamento alguno para decir misa. Trajo hasta una palia
y purificadores para el cliz, y una campanilla, y hasta bujas de
azfar. Todo lo necesario para el sermn y la eucarista. Y todo ello
bien dispuesto y ordenado en mi dependencia.
El seorito trat de calmar mi enojo (que a duras penas pude
disimular) y me ofreci una explicacin.
-He dispuesto que el seor vicario se aloje en su chozo por ser el
ms adecuado y limpio. Hay que estar bien con la Iglesia. Usted
puede dormir con Bernab.
-Como usted mande, don Ramn.
He de confesar (lbreme el Santsimo del pecado) que cuando vi al
cura hecho dueo de mi estancia, mi primer pensamiento fue el de
sacudirle una y otra vez con el atizador del fuego. Pero fue
unimpulso atvico impropio del buen samaritano, por lo que pens que
sera ms apropiado azuzarle un hermoso alacrn por los bajos de la
sotana y si le arrea un picotazo ha de ser porque la Providencia as
lo dicte, y no por mi responsabilidad. Como las viejas ordalas
medievales.
El seorito dijo que don Gins encajaba perfectamente en sus
proyectos de Resistencia porque un capelln castrense es muy preciso
para la direccin espiritual de los hombres y reconducirlos por el
sendero de la virtud. Y lo puso al da de todo lo concerniente a
nuestro FALO, del movimiento guerrillero y nuestra trama para
derrocar al impo socialismo. Pero, a mi juicio, lo que el seorito
quera era asegurarse las escrituras de su futura finca en la Corte
celestial. Pensaba que donGins, que siempre us mucho tiento tanto
en lo espiritual como en lo pagano, gozaba de mucha mano en el
mbito celestial, y bien podra serle til con un buen corretaje
inmobiliario para sus propsitos en la otra vida.
Y as estn las cosas en Villa Esperanza con la llegada del seor
vicario. Para m todo incomodidades porque, desde su venida, la
servidumbre tocamos a un tercio del racionado y, lo que es peor,
soportar el suplicio de dormir con Bernab el capataz. Que no es
tico ni esttico que dos hombres yazcan en el mismo lecho, y menos
an soportar los estrepitosos ruidos y los pestilentes hedores que
exhala por alguno de sus orificios.
Veremos a ver en qu acaba todo esto.
Historias de un seorito Maqui Cap. XI (Incursin espa)
Desde muytemprano el seor vicario anda movedizo de un lado para
otro. A preguntas respondi que la pasada noche le pic un alacrn y
que tiene grandes dolores y un gran hinchazn.Pero no quiso
mostrarme el lugar preciso de su dolencia porque dijo que su decoro
loimpeda, que no era lugar de ver ni lucir. No se explicaba cmo
pudo acceder hasta esa zona el maldito bichejo. Yo le rest
importancia y le dije que la Providencia (que es la que escribe el
destino de los hombres) as lo quiso, que por algo haba de ser,y que
haba que respetar a los animalitos que para eso son criaturas de
Dios.
Pese, a mi insistencia de que le convendra una estancia ms
apropiada y segura, declin la invitacin y asegur que an no haba
nacido el bicho que pueda acabar con l. En eso tena toda la razn. Y
pens que otro da habra que cambiar de estrategia, que su chozo deba
ser recuperado por su legtimo propietario.
Haca tiempo que se agotaron las bateras de la radio y no fue
posible reponerlas debido a la carencia de suministros que se
sufra. Nos llegaron rumores espordicos, poco fiables, que hablaban
de la capitulacin alemana, pero cremos que eran murmuraciones de
comunistas despechados.
Dijo el seorito que el xito de cualquier empresa, por difcil que
esta sea, se basa en la disciplina, el entrenamiento y la Fe en
Dios.
Bajo estas premisas propuso nuestro adiestramiento como intrpidos
guerrilleros antimarxistas, y si bien refiri al teniente Angulo
para esta labor, ms tarde considero que podamos apaarnos con Bernab
el capataz, a quien nombro su asesor militar con el fin de
enderezar el FALO. Instruccin militar, se entiende.
Adems el capataz presentaba un curriculum envidiable porque prest
servicio militar en un tabor de regulares en Sidi Ifni y, durante
la guerra, fue requet de la Falange.
Cada da, y durante varias semanas, nuestro instructor nos hizo
desfilar y marcar el paso al son de la banda de tambores y
cornetas, que no era sino el joven Avelino tocando el tambor con
dos palos y una lata de conservas.El mismo conde, que marcaba el
ritmo con su dedo ndice, tarareaba las marchas militares, que para
eso se saba un amplio repertorio. Y don Gins, con las manos
cruzadas sobre su panza, asista al acto con expresin satisfecha y
nos bendeca.
Al seoritose le vea ilusionado y sus ojos adquiran un brillo
especial cuando los estandartes de cada batalln que haban sido
elaborados ex profeso- pasaban ante l ondeando al viento. La jura
de bandera se celebro en un pequeo rellano anejo a la
Buitrera.
All mismo se oficio una misa de campaa con un sermn muy patritico
de don Gins. El acto estuvo revestido de toda la pompa y boato que
permita nuestra situacin y, tras la eucarista, nos dirigi un pequeo
discurso en los que se lanzaron vtores a Espaa, a Franco y a los
cados por la patria. Y sin poderse contener sus ojos enrojecieron y
los asistentes nos arrancamos enun clido y emotivo aplauso.
Cuando don Ramn consider que estbamos suficientemente instruidos
para entrar en combate, nos convoc para darnos a conocer el plan
secreto de nuestra prxima misin. Le llam Operacin Viriato de
Contraespionaje por ser el batalln con este nombre designado para
llevarla a cabo. Haba que infiltrarse en el territorio enemigo,
examinar la zona ocupada y ele