NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

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Preston Blake miraba por la ventana de su despacho, en los Estudios Mutual de la

Avenida Griffith, en Hollywood. Sus cabellos empezaban a encanecer, pero en nada

se parecía al tipo de productor cinematográfico corriente. Medía un metro ochenta y

cinco y tenía un aspecto vigoroso y elegante, con una cicatriz sobre el ojo derecho

que no dejaba de recordarle, cada vez que se miraba en el espejo, sus inicios en los

barrios bajos. Se acercó a la mesa y pulsó un timbre.

- Anna.

Una voz contestó a través del interfono.

- Diga, sr.Blake.

- ¿Quién tenemos?

- A Andrew Moore y Beulah Jorgensen.

- ¿Beulah?

- Sí, señor, y ha dicho que es importante.

- ¿Cómo viene, con ojeras y aliento de whisky?

- Pues… no, señor, se le ve aseado y con el rostro luminoso.

- ¿Luminoso? Vendrá con alguna idea descabellada, como siempre. Primero que

pase Moore, por favor- exigió Preston.

Anna asintió y desconectó el interfono.

Andrew Moore era un hombrecillo bajo con un traje gris y llevaba un bastón con la

empuñadura dorada. Se quitó sombrero de fieltro al ver a Blake.

- Buenos días sr. Blake.

- Buenos días- contestó con desgana mirando unos papeles que había encima de la

mesa- ¿Y bien?

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- Sr. Blake, tengo una gran estrella entre manos que puede ser un bombazo. Joven,

morena, veinte añitos…

- ¿Tiene alguna experiencia?

- No, no creo…- balbuceó Moore- pero la he visto en unas pruebas.

- ¿Pruebas? ¿De qué tipo?

- Eran para un book, para una revista de moda.

Blake continuó mirando los papeles sin levantar la vista de ellos. Se hizo un silencio

en el despacho. Moore daba vueltas al sombrero visiblemente nervioso.

- ¿Te has comprometido a algo con ella?- preguntó Preston.

- A darle un papel en su próxima película, sr. Blake. Un papel corto, naturalmente,

pero que sea lúcido e intenso, opino yo.

- Si…algo así- el tono de Blake era algo irónico- pero ahora tenemos muchos

problemas, no podemos competir económicamente con otras compañías, los

accionistas me están acosando y no tengo tiempo para hacer pruebas a chicas

monas además embarazadas. Estamos en 1947, ha habido una guerra, la gente

vuelve a sus casas y sus familiares les esperan. Las cosas que se cuentan ahora no

serán las mismas que se contaban antes de que toda esa gente se fuera al frente.

Véte a ver al Dr. Ritter y que atienda a esa chica en todo, ¿de acuerdo?

- Si, sr. Blake- dijo Moore con la mirada en el suelo.

Preston le fulminó con la mirada y Moore cerró la puerta inclinando la cabeza.

- Anna, ¿quedaba alguien?

- Beulah aún no se ha marchado y hace un minuto llegó Maurice Berger.

- ¿Quién? ¿Maurice? ¡Vaya! dígale que pase, haga el favor.

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Maurice Berger entró vestido con una chaqueta amarilla, un pañuelo rojo en el

cuello, un pantalón blanco y zapatos impecables. Era alto, moreno y con un bigotito

que le daba aspecto de italiano romántico.

- ¿Cuál es el problema ahora?- preguntó Preston con rapidez.

- Mira Preston, yo no puedo trabajar con esa actriz- refunfuñó Maurice.

Blake miraba al techo con las manos cruzadas sobre el pecho.

- ¿Por qué?

- Es absorbente, tiránica, en fin, una bruja. Ya lo se, es una estrella ¡pero yo

también!

Preston bajó la vista y la dirigió a Maurice sin decir nada. Se levantó de la silla y

empezó a pasear por el despacho ahora con las manos atrás, mientras Maurice

estaba hundido en sillón y observaba los movimientos del jefe. Éste se detuvo y le

volvió a mirar.

- Maurice, hace cinco años que soy productor-jefe de estos Estudios. ¿No es así?

- Si, claro- contestó con la expresión de un borrego que va al matadero.

- Bien- prosiguió- ¿Y sabes que un cargo de esta naturaleza da muchos problemas,

verdad?

Maurice asintió con la cabeza mirando al suelo enmoquetado.

- Sabes que no es la primera vez que vienes aquí a contarme una sarta de

estupideces. Que si la estrella esto, que si la estrella lo otro, que si cobro menos que

ella, que si el guión no está a tu altura, que si las fotos de estudio no son como te

mereces…Y yo tengo que aguantar tu paranoia, porque tengo la desgracia de

haberte conocido hace tiempo, Maurice, circunstancia de la que te aprovechas muy

bien. Vienes constantemente a este despacho a lloriquear un trato de superestrella y

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luego presumes por ahí de que consigues de mi lo que quieres. Pues todo eso se

acabó- concluyó Preston con dureza.

Maurice se arrojó a sus pies y le agarró las piernas, sollozando como un niño.

- Por favor, Preston, ayúdame.

Blake se inquietó de la reacción de su amigo y aguardó a que se incorporara.

- Preston no es la actriz, es mi mujer, tengo muchos problemas con ella.

- ¿Qué tipo de problemas, Maurice?

Se secó las lágrimas y se acercó a él.

- Si se separa me suicido, Preston.

- Pero Maurice… si no la quieres. Ahora se nota que eres actor. Escucha, lo se hace

tiempo.

Berger miró a Blake con cara de alucinado.

- La odio, es verdad- dijo con voz ronca- mi carrera no va bien, eso lo se, no hago

mas que estúpidos papeles de galán latino y ella además tiene a su poderoso padre,

por lo tanto si me separo de ella nadie me dará trabajo y me arruinaré en pocos

meses. Por eso te pido que me ayudes como amigo, no como jefe…

Preston suspiró profundamente.

-¿Qué quieres que haga?- preguntó con resignación el productor mientras la cara de

Maurice pareció iluminarse.

- Habla con ella, dile que tienes un papel serio para mi que me devolverá el

prestigio, que el asunto con esa joven es una aventura pasajera debida a mi fama.

- ¿Qué asunto?- jugueteaba Blake.

Maurice puso la expresión propia de sus papeles.

- Bueno, sabes que siempre me gustaron las jovencitas y ésta no hace más que

acosarme.

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- Y te han descubierto a través de los detectives de tu suegro, ¿verdad?- afirmó

Preston con la seguridad de un fiscal.

- ¿Cómo demonios lo sabes?

- Lo se y basta- dijo Blake mientras se levantaba y le agarraba del brazo para

acercarle a la puerta- Hablaré con ella, a ver qué puedo hacer.

- Gracias, Preston.

Maurice le besó las manos y se despidió con un semblante nuevo. Confiaba

plenamente en su jefe.

Preston cerró la puerta y volvió al interfono.

- Anna ¿sigue ahí Beulah Jorgensen? Dígale que pase.

Cuando Beulah entró en el despacho, Blake estaba sentado en el sillón de cuero

rojo y no le saludó, sólo le invitó a sentarse y esperó. Beulah era un hombre de unos

treinta y cinco años con el pelo negro medio rizado y vestía un jersey azul sin

corbata, un pantalón gris y zapatillas de deporte. Preston rompió el silencio.

- Bien Jorgensen, supongo que el problema será importante porque tú no sueles

venir a menudo.

Beulah no contestó, bajó la cabeza y se sacudió con tranquilidad las arrugas del

pantalón para después hablar.

- ¿Por qué me vigilas?

Blake le miró con cara de asombro.

- ¿Qué yo te vigilo? ¿Pero de qué estas hablando? Supongo que te refieres a que

como productor superviso las secuencias rodadas cada jornada. Si te parece… no lo

hago.

- No, Preston, no es ése tipo de vigilancia a la que me refiero.

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Blake estaba algo desconcertado, sabía que Beulah era un hombre serio y no

hubiera venido a verle por un asunto banal.

- Dime, ¿por qué hay un hombre todos los días en el plató tomando notas de todo lo

que digo y de todo lo que hago?

-¿Desde cuándo ocurre eso?- preguntó Preston algo ensimismado.

- Al segundo día de rodaje. Mi ayudante le preguntó qué hacía allí y le dijo que

tomaba notas de los decorados y de las luces y no se de cuántas cosas más para

una revista de decoración de amplia tirada en Hollywood- explicó Beulah.

Blake se acercó al teléfono y marcó un número.

- Soy Blake, póngame con la entrada principal. Harry, ¿ha entrado alguien en los

Estudios sin autorización últimamente.

Sonó una voz a través del auricular mientras Blake movía la cabeza negativamente.

- Bien…no, no, impídale la entrada si vuelve y avise a Anna, gracias.

Preston colgó el teléfono con gesto de preocupación y se sentó en el sillón. Beulah

le observaba porque no era frecuente que Preston Blake tardara en tomar

decisiones.

- Beulah, dudo que ese hombre sea un especialista en menaje…lo que me extraña

es que sólo haya ido por nuestro set.

- Quizá sea porque es el más importante- dijo Beulah con gesto divertido e imitando

a los monos como si se pusiera una corona.

- Déjate de bromas, esto no me gusta.

Beulah corrigió su comicidad con facilidad porque no podía ocultar una extraña

inquietud inconsciente.

- Bueno, ¿y quién es ese tipo?

- Es un agente del FBI- dijo Blake.

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- ¿Del FBI? Vamos, no sabía que a esos bastardos les gustara el cine- opinó

Jorgensen.

Blake se levantó de nuevo, se acercó a la ventana y encendió un cigarrillo. Su

compañero enseguida comprendió que algo serio estaba sucediendo y el productor

descolgó de nuevo el teléfono.

- Anna, pónme con Norman Elliott, es urgente.

Beulah permanecía prudentemente en silencio con los brazos cruzados. No

transcurrió un minuto cuando Anna transfirió la llamada.

- Sr. Blake, el Sr. Elliot por la dos.

- ¿Qué tal, Norman? Te llamo porque voy a dar una fiesta de fin de rodaje de la

película de Tyrone, que se que a tu esposa le gusta mucho y quisiera que viniérais,

tu hijo también claro. Por cierto, Elliott, ¿te gustan las revistas de decoración? ¿No?

¿Entonces por qué me mandas a nuestros platós a uno de tus esbirros?

El tono de Preston era ahora más duro porque efectivamente estaba preocupado.

- ¿Cómo que es sólo en un estudio, me tomas el pelo, Norman?

Blake se quedó callado mientras Norman le iba contando y con la mirada en Beulah

prendió otro cigarrillo.

- Bien, bien, pues díle a tu secuaz que venga cuando le plazca, la Mutual invita a

desayunar, te espero con tu familia en la fiesta- cerró con ironía-. Adiós.

Beulah se removió nervioso en su asiento.

- ¿Qué es lo que pasa?

- Os están vigilando, a ti y a Fred Ames. Lo acabo de confirmar a través de Elliott.

- Esto es el colmo… ¡ni que fuéramos delicuentes por hacer películas!

- Escucha, Beu… En la última fiesta me encontré con Jonathan Owens, el hijo del

productor que ya conoces y cuando se despidió me dijo que me cuidara de varios

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personajes que estaban a mis órdenes, que eran elementos peligrosos y me iban a

crear problemas. La verdad es que nunca he tomado en consideración a ese pobre

diablo y pensé que me lo dijo por los martinis de más que se había tomado, pero

quizá esto vaya más en serio de lo que creemos.

- Si te soy sincero Preston, yo sigo sin entender nada.

- Me temo que estos individuos no pululan únicamente en nuestra Compañía y que

tendrán agentes en todos los Estudios, grandes y pequeños. Espero que mañana

los retiren por si lo denunciamos. No obstante, no es eso lo que más me preocupa.

- ¿Entonces?

- Parece ser, según Norman Elliott, que habrá llamadas para comparecer ante una

Comisión del Senado.

- No lo puedo creer- replicó Beulah.

- Y también parece ser que en esa lista apareceis tu y Ames.

- Bueno, pues no pierda más el tiempo, haga de una vez la carta de despido, no

pienso trabajar en estas condiciones, me iré- dijo indignado Beulah Jorgensen.

- Vamos, tranquilízate, no pienso hacer semejante tontería, yo también formo parte

de este embrollo ¿no crees? Oye dime, ¿dónde se reúnen los escritores?

- En el club el 21- informó Beulah.

- Bien. Hablaré con Ames y después veremos- templó Preston-pero la verdad

tampoco acabo de entender todo esto. Se deben aburrir los políticos cuando no

tienen guerras que declarar.

Beulah cambió súbitamente de actitud para ser algo más enérgico.

- ¿Qué veremos, sr. Blake? Nos hablaste de un proyecto que nos entusiamó, que no

era otro que mostrar la corrupción de esta sociedad con presupuestos baratos.

Grandes directores y grandes escritores para rodar temas sociales, competir con

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talento con otros presupuestos multimillonarios…por supuesto, y hacemos dos

películas y ya tenemos problemas. Tu viste los guiones y los aprobaste y

diariamente supervisas la proyección de lo que se rueda.

Blake asintió con la cabeza.

- ¿Entonces, qué les pasa ahora a los señores del Senado? ¿De qué tienen miedo,

de que se denuncie a una sociedad que tiene mucho que ocultar? Y a éste le llaman

el país de la libertad…- concluyó Beulah.

- El problema son los accionistas. Se asustarán y retirarán su confianza y su dinero

del proyecto y tendremos que volver a las comedias musicales, a los temas

religiosos o al western, que siempre es muy socorrido. No olvides que esto es una

industria.

Había sido un verano largo y caluroso. Iba a comenzar un otoño difícil. Cuando

Preston Blake se dirigió al Club el 21, lugar donde se reunían los escritores que

trabajaban en los Estudios el tiempo era frío y desapacible. En realidad iba a entrar

a la que llamaban “la jaula”, una especie de garito donde sus adeptos siempre

acababan borrachos y violentos. Apenas lo frecuentaba y aunque era algo

humillante para él tenía que hablar sin falta con Fred Ames. Atravesó la barra del

bar y las mesas, que tenían una mampara individual cada una en dirección al salón

verde, estancia cotidiana del gremio literario. Este grupo aglutinaba gente de todo

tipo: alemanes que habían huído del régimen de Hitler, franceses pedantes o

italianos vocingleros la mayoría. Fred Ames era americano, de New York y en cierto

modo menos vulnerable a una posible amenaza de repatriación por parte de las

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autoridades. Preston se acercó a un camarero y le dijo que le avisara, que él le

esperaba en la barra. El camarero asintió con un movimiento de cabeza y se dirigió

al salón verde. Al poco tiempo un hombre alto de unos treinta y ocho años con el

pelo negro y una ondulación tan precisa que parecía peinada por un peluquero del

Estudio se acercó a él para estrecharle la mano. Preston se fijó en su porte elegante

y refinado y en su traje azul, su corbata rosa y chaleco florido.

- ¡Qué sorpresa sr.Blake, usted por esta cloaca!- dijo Ames con su voz agradable y

varonil- Supongo que será importante, de otro modo no encontraría justificada su

presencia aquí.

- Sentémonos- cortó Blake con un fuerte tono de mando en su amable consejo.

Ames le llevo a un rincón solitario de la sala y se sentaron.

- ¿Quiere tomar algo, sr. Blake?

- No, gracias.

- Yo tomaré un whisky- pidió un cutty sark con hielo- Bueno, usted dirá.

- Escuche Ames, tenemos problemas con las últimas películas.

- ¿Puede ser con las que tratan de temas sociales?-preguntó irónico el guionista-

Recuerde sr. Blake que nadie en el mundo tiene el poder sobre la vida y la muerte

en el mundo del espectáculo…

- Esta mañana ha estado en mi despacho Beulah Jorgensen. Vino a quejarse de

que le están vigilando. Un individuo tomaba notas de los diálogos y decía que era

para una revista de decoración, pero en realidad es un agente federal.

- ¿Cómo dice?- dijo Ames mitigando su inicial prepotencia.

- Sr. Ames, yo no le debo a usted nada, es más, debería considerarle mi enemigo

profesional siguiendo la antigua tradición de que el productor difiere en todo con el

escritor…

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- Si, si, las estúpidas tradiciones… ¿se ha comprobado que es del FBI?

- ¿Usted cree que estaría aquí si no tuviera la certeza?

- Claro que no, claro que no.

- He hablado con uno de los superiores de ese agente, Norman Elliott, el cual me ha

confirmado que hay un hombre recopilando información en cada estudio de la

Compañía, pero parece ser que ya los han retirado.

- Vaya…escuche sr. Blake, me gusta usted, tiene clase y talento, no es el productor

al uso. Estoy muy contento con el trabajo que hago y con el enorme e inmerecido

salario que recibo y para un hombre con mis debilidades trabajar para usted es

como para un drogadicto hacerlo en una fábrica de heroína.

-Gracias. Esto es lo que vamos a hacer. Necesito una relación de todos los

proyectos de sus colegas escritores que estén bajo contrato en la Mutual. Eres el

presidente del gremio de escritores y puedes hacerlo.

Ames se acarició el cabello y miró al techo.

- Tendrá esa relación mañana.

- Bien. El proyecto no se va a detener porque es necesario salvar a la Compañía. No

podemos competir con los presupuestos de nuestros rivales, por eso tenemos que

hacer un cine económico pero brillante.

- Y comprometido- añadió Ames.

- Si, también y ahí reside la mayor dificultad. Los accionistas tendrán muchas dudas

al respecto porque son los que más sufren por los dividendos.

- ¿Pero y si tenemos un par de éxitos de taquilla y de crítica?

-Entonces todo será más fácil, desde luego, por eso necesito todos los proyectos

que tengáis en la cabeza.

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Fred Ames asintió con la cabeza. Blake se ajustó la corbata y su gesto denotaba

que estaba satisfecho con el encuentro. Ames, con una media sonrisa, le miró con

simpatía, ignorando que Blake no le había dicho que podría ser citado para una

comparecencia en el Senado.

Estaba de pie en una sala de estar que tenía dos sillones, una mesa de cristal entre

ellos con ceniceros, revistas de modas y de actualidad sobre ella y por la ventana

entraba un tibio sol de otoño. Andrew Moore tenía su sombrero de fieltro en la mano

y con un pañuelo se secaba el sudor de la frente y de la cara mientras paseaba

intranquilo. Gladys Dempsey estaba sentada en uno de los sillones y miraba a

Moore. Era una chica rubia, pero ni fea ni guapa. Tenía los ojos azules y el pelo muy

bien arreglado. Parecía algo temerosa y encendió un cigarrillo.

- Andrew, me estás poniendo nerviosa con tanto paseo.

Su voz nasal y desagradable se dejó oír en la salita. Andrew le miró enfurecido pero

no dijo nada al instante, después exclamó sin dejar de pasear:

- ¿Pero cuándo demonios va a salir ese médico?

Cuando una de las puertas de la salita se abrió, apareció un hombre de unos

cuarenta y cinco años con el pelo rubio y un bigote pelirrojo, con cara de pocos

amigos. Moore se acercó al doctor visiblemente alterado.

- Vengo de parte del sr. Blake- dijo enseñándole una tarjeta.

- Ya lo se. ¿Es esa la chica?

- Si.

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- ¿De cuántos meses está?

- ¡Ah, no lo se!- masculló Moore.

- Pregúntela- ordenó el Dr. Ritter.

- Gladys, cariño, pregunta el doctor que cuantos meses hace que estás

embarazada.

- No lo se con exactitud, yo no me fijo en esas cosas- dijo Gladys con gesto distraído

mientras fumaba y se miraba las uñas.

El Dr. Ritter suspiró mirando a la chica.

- Está bien, pase a la sala y desvístase.

- Andrew, ¿qué van a hacer?

- Gladys, es una simple exploración de tus pechos y de…bueno,¡no se!-dijo Moore.

- Señorita, ignoro quien es usted pero no me importa- dijo el doctor con voz ronca y

autoritaria- pero supongo que sabrá que vamos a practicarle un aborto.

Gladys le miró con los ojos muy abiertos y empezó a llorar. Andrew Moore se inclinó

y le agarró de las manos con delicadeza.

- Cariño, es una cosa muy fácil y sin ningún peligro.

El Dr. Ritter apartó a Moore de la chica para evitar escenas.

- Señorita…

- Dempsey- dijo Gladys.

- Todos los abortos tienen sus riesgos y su peligrosidad depende sobre todo de los

meses de gestación del embrión, por eso tiene que decirme el tiempo de su

embarazo.

Gladys le miró aterrada y contestó con un hilo de voz.

- Hace seis meses que me falla la regla.

- ¡Seis meses!- tronó Ritter mirando fijamente a Andrew.

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- Doctor, yo no sabía nada ¡se lo juro!

- Está bien, pase al cuarto y desnúdese, señorita Dempsey.

- Si doctor, lo que usted diga.

- Y usted espere aquí- le dijo a Moore con cierto desprecio-o váyase a tomar una

copa al bar de aquí al lado porque esto puede tardar.

- Bien doctor. ¿No habrá ningún peligro, verdad?- preguntó Moore con una mirada

pícara y maliciosa. Ritter le volvió a mirar con desdén.

- ¿Sabe una cosa, representante? Cada día odio más a la gente del cine, no porque

no me guste, sino por la gentuza que le rodea. Usted ha traído a mi clínica a esa

chica engañada con falsas promesas que usted sabe que no va a cumplir. Estas

ingenuas se lo creen y vienen a esta ciudad dispuestas a comerse el mundo. Se

acuestan con el primer desaprensivo que les ofrece un triunfo rápido y presumen de

sus contactos en la Industria, gente importante que le dará un papel en su próxima

película.Y ahora no sólo no tiene el papel prometido sino que estará dentro de un

momento en la mesa del quirófano. Pero tenga usted en cuenta, famoso

representante, que tengo mis dudas sobre el éxito de la operación porque el

embarazo está muy avanzado. De hecho, creo que no practicaré este aborto. La

chica tendrá a la criatura. No aquí, desde luego, sino en un hospital.

- Pero Blake me dijo que…-interrumpió Moore.

- Blake no le dijo nada, sólo que la trajera aquí para ver cómo estaba, nada más.

- ¿Y si pasara algo, doctor?

- A pesar de que a usted no le importaría nada por ella sino por su carrera, desde

luego pase lo que pase no será en mi clínica.

Ritter entró en la sala, donde le esperaban Gladys y la enfermera y Moore bajó al

bar de la esquina. Pidió un whisky y marcó un número en el teléfono del local.

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Contestó una voz femenina. Andrew asentía con la cabeza mientras su rostro se iba

transformando de la tensión al alivio hasta llegar a una sonrisa.

- Gracias, gracias, te llamaré luego- dijo al colgar.

El representante se encaminó de nuevo a la barra del bar y se bebió el whisky de un

trago, después se frotó las manos de alegría. Pagó y subió rápidamente a la clínica,

dejó el sombrero en el sofá y se acercó a recepción.

- ¿Falta mucho?

- Creo que está acabando la exploración- contestó la enfermera con voz mecánica.

- ¿Pero no habrá intervenido?

- No lo se- le contestó enojada y mirando unos papeles.

- Por favor,¿quiere usted mirar y decirle al Dr. Ritter que no haga nada?- suplicó

Moore angustiado.

Ella accedió y entró en la sala. Moore fumaba aceleradamente. Al poco tiempo salió.

- El Dr. Ritter saldrá enseguida, señor.

El doctor apareció quitándose unos guantes de goma de las manos.

- ¿Qué ocurre sr. Moore, a qué vienen ahora esas prisas?

- Doctor, no le habrá intervenido, ¿verdad?

- Pues más bien no, sr, Moore- contestó extrañado- ¿es que ya ha cambiado de

idea, así, en quince minutos?

- Me la llevaré enseguida y no se preocupe, yo cuidaré de ella.

- Escuche sr. Moore, si esa chica sale de aquí y va a otro médico a que le provoque

el aborto puede morir, y si muere, yo mismo le denunciaré ¿está claro?

- Oh, no se preocupe, nada de abortos- concluyó Moore.

En ese momento salió Gladys arreglándose el vestido.

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- Andrew, no me han hecho nada, el doctor ha sido muy amable- dijo con tono

mimoso.

- Claro cariño, ya te lo dije- contestó Moore alegre.

Ritter miraba confuso la escena. Andrew le agarró levemente del brazo y le apartó

de Gladys y de la enfermera para hablar con él en clave confidencial.

- Escuche, doctor. Tengo un papel para esa chica. Me han llamado de la oficina y

tengo que ir mañana con ella. No harán falta ni pruebas, la contratarán. ¿Qué

importa su estado? Le pondrán una faja para disimular su tripita y listo, porque no

tiene que hacer ninguna escena de ropa interior.

- Pero piense que una faja le puede provocar hemorragias con fatales

consecuencias, sr. Moore.

- Bueno ¿y eso qué importa? Estaba trabajando… ¿Cómo podía yo adivinar que

estaba preñada?- dijo haciendo gala de su cinismo.

Ritter suspiró y se retiró sin decir nada pero no podía ocultar su contrariedad y

negaba con la cabeza.

- Gladys, cariño, vamos, que mañana tenemos que trabajar- se regodeaba Moore.

La chica se puso el abrigo y se dirigió al doctor para darle la mano. Este le miró con

compasión y algo de temor y después miró a Moore.

- No olvide lo que le he dicho, representante.

- No se preocupe, gracias, y pase la minuta a mi oficina.

Andrew agarró del brazo a Gladys y se dirigió a la puerta con rapidez, no sin antes

dedicarle una última sonrisa a Ritter.

- Pobre chica- le dijo al doctor a la enfemera con tono apenado.

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NEW YORK

Una larga limusina azul rodaba por las calles. Preston Blake mal dormía en el

asiento trasero. Acababa de llegar de Los Ángeles para entrevistarse con los

accionistas de la Compañía. Si conseguía convencerles de que el proyecto podía

ser rentable y además proporcionar prestigio a los Estudios se salvarían de la

quiebra muchas familias. Pero el proyecto, aún saliendo adelante, podía convertirse

en blanco de las investigaciones del Senado norteamericano. A pesar de las

palabras tranquilizadoras de Elliott, su agente amigo del FBI, no se fiaba del todo.

Tenía profesionales a su cargo bajo una extraña sospecha y no tenía demasiada

confianza en que los miembros del Consejo de Administración lo ignoraran. Sólo

tenía la certeza de que tres de los accionistas estarían con él de antemano, pero el

grupo de los accionistas del sur siempre se mostraba receloso a nuevos proyectos.

Pero si Preston Blake estaba al frente de la producción de los Estudios Mutual era

porque el mayor accionista de la Compañía no era otro que su suegro, Chester

Cross y eso siempre era una garantía para él. Estos y otros pensamientos acudían a

su mente mientras el coche se deslizaba por Madison hacia la Quinta Avenida, lugar

donde se celebraría la reunión. Al llegar al edificio Moran el coche se detuvo. Blake

se apeó con un sombrero en la mano y un abrigo en la otra, era una mañana muy

desapacible. Se dirigió con paso rápido a la entrada principal, donde un portero

uniformado le saludó llevándose la mano a su gorro. El ascensor le subió al piso 37.

Al salir, vio que el secretario de la reunión le estaba esperando.

- Buenos días, sr. Blake.

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Un largo pasillo con una alfombra roja les condujo a la sala de reuniones donde

esperaba el Consejo. Al entrar, Preston pudo ver la larga mesa repleta de carpetas,

bolígrafos, ceniceros, vasos y pequeñas botellas de agua mineral, en cuyo centro

había un enorme ramo de flores. Era el último en llegar y Edward Qualen se levantó

con una sonrisa para darle la bienvenida.

- ¿Qué tal el viaje, Preston?- preguntó con amabilidad.

- Espero que menos turbulento que esta reunión.

Edward soltó una carcajada y le acompañó a su asiento, mientras la mayoría de los

asistentes le saludaba con la mirada. Blake se sentó a la derecha del presidente, su

suegro Chester Cross. Abrió la carpeta y depositó un montón de papeles sobre la

mesa. El humo de los puros comenzaba a colapsar la estancia de calor humano y

Chester indicó al secretario que pusiera en marcha el extractor. Blake rechazó

amablemente un habano y bebió un poco de agua. Cuando todo el mundo se hubo

sentado en su lugar, Chester Cross se levantó. Era un hombre alto con el pelo

blanco y llevaba un traje azul marino con una corbata gris perla, al que se le

empezaban a notar los achaques de su edad y de su cargo.

- Señores, estamos reunidos en Asamblea general extraordinaria de accionistas a

petición del jefe de producción de los Estudios, el señor Preston Blake, para quien

pido un cálido aplauso.

Todos los presentes soltaron sus puros y aplaudieron a Blake, que observaba a

todos mientras saludaba con la cabeza agradecido.

- Los aquí presentes sabemos que este tipo de reuniones extraordinarias sólo se

producen una vez al año- prosiguió Chester- y aún desconocemos el motivo de ésta,

pero si el señor Blake se ha dignado a venir- le sonrió- es que debe ser de la

máxima importancia- hizo una pausa-. Casi todo el mundo en este país nos tiene en

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muy baja estima, ya que dicen que llegamos aquí con veinte dólares cosidos al forro

del abrigo, que nos dedicábamos al oficio de sastres y nos hemos hecho ricos

especulando. Lo cierto es que, sea como fuere, tenemos en nuestro poder medios

culturales de la magnitud del cine y algunas emisoras de radio, además de algunas

rotativas de prensa. No hemos reparado en gastos a la hora de emprender

proyectos dignos a favor del entretenimiento de la sociedad. Algunas cosas no están

mal, digo yo- risas-. Quizá es por eso por lo que Preston nos va a hablar de su

nuevo proyecto, en el que a nivel personal sospecho que no a va a revertir enormes

beneficios a la Compañía a cambio de obtener prestigio- concluyó-. Bien Preston,

cuando quieras.

Preston se levantó y se hizo un silencio expectante en al sala.

- Señores, en primer lugar hay que concentrar los recursos y buscar los medios de

volver a atraer al público al cine. El descenso del número de espectadores de las

últimas películas es ya suficientemente preocupante como para no pensar en

ello. Todos ustedes saben que el Departamento de Justicia ha intentado varias

veces quebrar el control y dominio sobre nuestras producciones,

afortunadamente sin éxito. Hoy en día, también los exhibidores quieren una

mayor participación sobre las producciones que ofrecemos. Tenemos la mayoría

de los mercados cerrados, la subida de los precios, las nuevas escalas

salariales, los sindicatos, que ya no se dejan sobornar y tenemos también que el

Gremio de escritores piensa nombrar a Fred Ames como candidato a

Gobernador de California, sin olvidar que la televisión ya se ha convertido en un

peligro real. Además, una gran parte de la población se ha ido a vivir al campo

por la carestía de la vida, con lo que los circuitos de exhibición en las grandes

capitales se han resentido claramente a la baja de forma alarmante. Nuestra

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Industria ha tenido siempre el suficiente talante conciliador con el Poder como

para evitar problemas y escándalos, pero últimamente me preocupa que

cualquier Comisión del Senado se ponga a investigar, primero nuestras finanzas

y segundo, los comportamientos supuestamente “liberales” de nuestros

miembros. No olviden que tenemos a Fred Ames bajo contrato en nuestra

Compañía.

Los accionistas escucharon a Preston la mayoría con cierta expresión de

asombro y se hizo un silencio sólo roto por el agua derramándose en algunos

vasos.

- Lo que me extraña- continuó Blake- es que ustedes no parezcan estar al

corriente a juzgar por la expresión de sus rostros.

- Si estamos informados, Preston- levantó la voz Chester Cross-. Lo que has

expuesto es desde luego muy grave para nuestros intereses y los de la Industria

¿pero sabemos de las otras Compañías?

- Están como nosotros, asustados- dijo Blake.

- Pero como tú has dicho, Preston, siempre hemos colaborado para que no

hubiera nada que comprometiera al Departamento de Justicia-intervino Lenny

Cougar, accionista de Chicago-.

- Lo se, pero esto es otra cosa. Durante más de una semana hemos tenido

agentes del FBI rondando por los Estudios.

Se escucharon sonidos de sorpresa en la sala. Los accionistas encendieron de

manera agitada los habanos y murmuraban sin parar.

- Preston ¿por qué no has empezado por ahí?- le preguntó su suegro.

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- Porque en principio no era mi intención comunicarlo a la Junta, pensé

solucionarlo a mi modo, pero las cosas ya no se pueden arreglar con simples

componendas- explicó Blake.

Chester se llevó las manos a la nuca y miró pensativo a los asistentes, mientras

Preston continuó su discurso.

- Calma, por favor, calma. He traído los guiones de los últimos trabajos de los

escritores que tenemos en nómina.

- ¿Y eso que quiere decir?- preguntó una voz del fondo.

Preston iba a responder cuando Chester Cross dejó la postura que había

adoptado y se levantó.

- Preston, perdona. ¿Has hablado con Elliott sobre esa vigilancia?

- Desde luego.

- ¿Y?

- Que no debía preocuparme y que retiraría la vigilancia, que era pura rutina.

- ¿Y tú lo crees?- preguntó Lenny Cougar.

- Por supuesto que no, conozco a Elliott.

- ¿Puede ser Fred Ames el motivo?- inquirió de nuevo el de Chicago.

- Es posible, si.

Chester Cross se volvió a sentar y dedicó a todos una sonrisa socarrona.

- Vamos a tener una tarde bastante larga. Señorita, tome nota y tráiganos café y

canapés variados.

Más que a la tarde, a la mañana siguiente se abrió la puerta de la sala. Chester

Cross y Preston Blake salieron juntos. Preston se alisaba el cabello y arreglaba

la corbata y Chester encendía un cigarrillo.

- Has fumado mucho esta noche, Chester.

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- Ya lo se.

- Eso no es bueno.

- Hombre, ¿ahora te preocupas por mi salud?

- No es tu salud lo que me preocupa, sino tu posición en la Compañía y tu

sentido de los negocios, y tu inteligencia al respecto, desde luego. Te estoy muy

agradecido, si no hubiera sido por tu apoyo todo hubiera fallado.

Chester le miró con la sonrisa fácil y le echó la mano por el hombro.

- Shakespeare decía que los puñales, cuando no están en las manos pueden

estar en las palabras, que mentir sólo conviene a los comerciantes. El destino,

querido Preston, es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que las

jugamos. Dejemos que todos los rumores y las malas noticias que todos

tememos se revelen por sí solas si lo tienen que hacer y cuando lo hagan,

descargaremos el golpe, puedes estar seguro. ¿Cuándo sales para Los

Ángeles?

- Quiero irme esta misma tarde. Tengo que convencer a Ames para que se retire

de la candidatura a Gobernador.

- ¿Crees que aceptará?- preguntó Chester.

- Ames es un hombre razonable. Además, de presentarse, dudo que gane, sólo

hace ruido y la verdad que tanto ruido para tan poco no beneficia a nadie, ni a la

Compañía ni a él mismo, que su función es la de escribir guiones.

Chester asintió con la cabeza mientras pulsaba el botón del ascensor.

- Hasta la vista, Preston.

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Preston llegó a Los Ángeles y el día también estaba lluvioso. Un coche le esperaba

en el aeropuerto. Sin pasar por su casa, se dirigió rápidamente a su despacho,

saludando con la cabeza a todo el que se cruzaba con él por los pasillos. Anna, su

secretaria le recibió con su sonrisa habitual.

- Buenos días, sr. Blake, como usted me dijo, el sr. Ames le espera en su despacho.

- Bien, gracias, Anna, no me pase llamadas.

Preston entró.

- Te encuentro bien a estas horas de la mañana.

Ames, a través del humo que expulsó de su cigarrillo le miró con tranquilidad.

- Preston, no creo que la hora que sea te importe demasiado. Algo grave está

ocurriendo o va a ocurrir.

Blake encendió un cigarrillo y preparó café del termo que Anna siempre dejaba en la

mesa.

- No, no me importa, Fred.

- ¿Qué tal por N.Y.?

- Ya te puedes figurar, una reunión de veinte horas- dijo Blake bostezando.

- Caramba ¿y cómo está Chester?

- Bien, demasiado bien, se está confiando otra vez. Fuma y bebe como si tuviera

cuarenta años y después del infarto que tuvo el año pasado debería cuidarse mucho

más, pero ya sabes como es.

- Si, claro, de la vieja escuela.

Se hizo un pequeño silencio.

- ¡Ah! y también se puso poeta.

- ¿Poeta?- preguntó extrañado Ames.

- Si, me recitó unos pasajes de Macbeth.

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- Bueno, Preston ¿vamos al grano?- cortó Fred.

- Si, bueno, gran parte de la reunión giró en torno a tu candidatura para Gobernador

de California.

- Vaya, no sabía que fuera tan importante.

- Quieren que no te presentes a las elecciones- dijo más sombrío.

- No creo que suponga un problema, ya que el Gremio de escritores se ha tomado la

molestia de retirar la candidatura por mí.

- Eso aclara bastante las cosas.

- Si, supongo.

Ames no le quiso dar más importancia al asunto.

- ¿Y sobre el listado que te di de los guiones, qué dijeron?- preguntó mirándose las

uñas con frialdad.

- Quise dejar claro que vamos a operar sobre una base muy distinta, de una forma

completamente independiente en el aspecto creador, que creo que ya iba siendo

hora, pero he tenido que aceptar que impongan a Edward Qualen de New York

como supervisor y enlace entre la Junta de Accionistas y yo.

- Qué pasa ¿ya no se fían de ti?

- Si, pero porque Chester me apoya y porque han ganado mucho dinero en estos

años. No saben como va a responder la taquilla y es lógico que se quieran cubrir las

espaldas. Ellos también son los que invierten, Fred.

- Qué perros, siempre juegan a caballo ganador- maulló Ames indignado.

Blake sonrió.

- ¿Te acuerdas de aquel tipo, cómo se llamaba?...Moses Hatling ¿aquel productor

que nunca se embarcaba en presupuestos de más de tres millones de dólares?

Tenía claúsulas de penalización, a los actores les hacía sudar tinta y aunque la

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película fuese un éxito y recaudara veinte millones si el presupuesto en la siguiente

película se sobrepasaba, penalizaba a la compañía…era un personaje, pero ese

cabrón tenía talento para la organización.

- Si, y tu empezaste con él- puntualizó Ames.

- Cierto, así que empecé a comprender no sólo a ese tipo, sino a todo lo que rodea

la Industria. Todos aspiraban a conquistar su puesto, sobre todo por lo que

significaba a nivel social, de poder poseer mansiones, propiedades, mujeres

elegidas a dedo…pero no se daban cuenta de que no tenían el olfato de Moses y

que dilapidaban sus ganacias en pocos años en fiestas privadas. Mientras, el

avispado productor estaba siempre a la caza de nuevos talentos y guiones eficaces.

Aprendí el oficio y sobre todo que tres millones de dólares bien administrados

pueden dar mucho de sí. Lo digo porque creo que eso es precisamente lo que

vamos a hacer y de lo que vamos a disponer para el nuevo proyecto. No vamos a

hacer “Lo que el viento se llevó” o “Guerra y Paz”. Tenemos que canalizar nuestras

energías y recursos en que con presupuestos moderados podemos hacer películas

magnificas y para eso, entre otras cosas, necesito buenos escritores.

- Yo te digo los temas- interrumpió Ames-. La calle, la vida, los problemas

cotidianos, la gente humilde, las lacras que padece este país y todos las callan.

Llevamos veinte años contando lo que le pasa a los ricos y si narramos historias de

gángsters que se salen del arroyo al final los mandamos a la silla eléctrica, cuando

todos sabemos que ese cruel instrumento tenía que ser sufrido por otras personas

más responsables de los delitos que se cometen. Uy, uy, uy, Preston, me parece

que sueña a quimeras y a comunismo- sonrió Ames con escepticismo.

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- Los comunistas no son liberales, Fred- contestó Blake- En fin, necesito que contéis

conmigo para hacer lo que siempre habéis necesitado, lo que siempre habéis

querido contar.

- ¿Y Edward Qualen?

- De eso se encarga producción. De todos modos, si alguien va a dificultar nuestra

empresa hay que mirar mucho más allá de Qualen.

Sonó el teléfono. Blake levantó el auricular. Era Anna.

- ¿Maurice? Sabes que con él no hay peros que valgan- dijo enérgico Preston.

- Bueno Preston, hay te dejo con esa gloria. Hasta la vista.

Ames se dirigió a la puerta y salió. Maurice Berger entró en el despacho con la

mirada algo extraviada.

- Preston, necesito que me ayudes.

- Maurice ¿ahora qué te pasa?

- Mi mujer, la muy perra, quiere el divorcio.

- Pues concédeselo- dijo Blake frío como el hielo.

- No puedo Preston, sería mi ruina, ya lo sabes. Estoy acorralado. Preston, necesito

un papel importante, un papel dramático, algo que me saque del encasillamiento en

el que estoy. Me asustan los nuevos valores, la nueva plantilla de actores jóvenes,

porque yo ya estoy algo pasado. No, mejor dicho ¡estoy acabado!- gritó.

- ¿Qué quieres que haga? Ya sabes que estoy contigo.

Maurice comenzó a calmarse un poco, se acercó a Preston y le dijo con voz grave:

- Mi representante me ha dicho que algo se está cociendo en tu cabeza, que tienes

un gran proyecto en marcha, dime que es verdad.

- ¿Y tú qué demonios sabes?- preguntó Preston algo ofendido.

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- Sabes que ella es una rata y siempre escucha y no olvides que también es agente

de algunos escritores- explicó Maurice.

- Pues ya lo sabes. Y que me vas a pedir ¿que te dé el protagonista, verdad?

- Preston, tú sabes mejor que nadie que he dado a ganar mucho dinero a la

Compañía y ahora exijo un papel más acorde con mi fama- dijo con tono altivo.

Preston suspiró y encendió un cigarrillo.

- Bien Maurice, parece que quieres enfrentarte de una vez con la realidad, con tu

realidad. Pues sea.

El tono de Preston no era paciente y comprensivo sino desafiante y amenazador.

- Lo necesito.

- Y no creas que me has hecho ganar tanto dinero a mí y a la Mutual porque tus

últimas películas han sido un fracaso de taquilla y ya no tienes ese gancho que

tuviste en otros tiempos, porque sí es cierto que algunas de tus películas fueron

éxitos hace diez años, pero últimamente has cosechado fracaso tras fracaso y

ningún film ha recuperado ni siquiera los costos de producción. ¿Y que me dices de

los constantes escándalos que he tenido que tapar para que tu imagen y tu vida

privada no se haya visto perjudicada? ¿Te acuerdas de aquella menor, Maurice?

Tuve que pagar a los mejores abogados para que no acabaras en la cárcel. Además

no se si recordarás que he convencido una y mil veces a tu mujer para que no inicie

el proceso de divorcio. ¿Crees que alguien te va a creer haciendo el papel de un

honrado trabajador y padre de familia?

Maurice estaba hundido en el sofá. Se había derrumbado y no dejaba de llorar.

Preston le miraba con gesto compasivo y recordaba cuando entraba en el despacho

con unos veintiséis años de manera jovial, elegante, con su pelo negro y su bigotito

que hacía furor entre las señoras. Pero ahora tenía más de cuarenta y aunque no

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era una edad peligrosa para la profesión, las continuas juergas, el alcohol, las

drogas y el sexo habían deteriorado aquel bello rostro y lo habían convertido en una

especie de máscara llena de arrugas y ojos prominentes. Aquello ya no era un

galán, era un producto de la sala de maquillaje, algo así como Frankenstein. Preston

se acercó a él, le agarró por los hombros y le levantó. Le secó las lágrimas, le

colocó el pañuelo que llevaba al cuello, le pasó la mano por el pelo y le acarició

brevemente la mejilla. Maurice estaba inmóvil como un niño, sin decir nada.

- Ahora vete a casa, date una ducha y acuéstate. Veremos a ver lo que puedo

hacer.

Le acompañó hasta la puerta. Maurice se volvió y le dio las gracias de todo corazón

a su amigo.

- Anda, anda, ya hablaremos, Maurice. Adiós.

Al salir Anna le miró con ternura. Preston reaccionó con rapidez.

- Anna, nunca te compadezcas de un actor. ¿Cuántas llamadas quedan?

- Su mujer, le espera en el Club de tenis para comer.

Llegó sobre las trece horas al Club de tenis. A lo lejos se veía un lago rodeado de

altos y frondosos árboles. Marcia, su mujer, raqueteaba precisamente con la todavía

esposa de Maurice Berger. Preston la saludó y le indicó donde les esperaba.

Acababan de terminar el partido y se dirigían a las duchas. Preston pensaba que era

un buen momento para hablar con Virginia Christine y si debía decírselo primero a

Marcia, concluyendo para sí que él era el productor y él era el que arreglaba los

problemas. Virginia Christine era hija única de uno de los banqueros más poderosos

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de Nueva York. Al casarse con Maurice, se trasladó con él a Los Ángeles. Era de

estatura media, pelo castaño, ancha de caderas y un poco dada a la obesidad.

Parecía una mujer sana y con sentido del humor, como cualquier chica americana

de su posición. Marcia Cross, en cambio, era alta, morena, con una mirada

penetrante y muy dada a la ironía, de principios muy fuertes y arraigados como su

padre, Chester Cross.

Blake estuvo quince minutos esperando hasta que se encontraron los tres en la

mesa.

- ¿Quién ha ganado?- preguntó Preston.

- Ella, como siempre-dijo Virginia señalando a Marcia- siempre gana, esperaba que

una derrota le hiciera más humilde.

- Idiota- sonrió Marcia secándose el cabello.

Blake llamó al camarero y pidieron unas bebidas, después miró fíjamente a Virginia.

- ¿Qué tal Maurice?

- ¿Y tú me lo preguntas? Tú sabrás, pasa más tiempo contigo que conmigo.

-¿Has visto su última película? Está muy gracioso, muy varonil- templó Marcia.

- Será en la pantalla, porque en casa es un verdadero desastre- matizó Virginia.

Se hizo un silencio. Marcia daba vueltas a la bebida con la mirada en la pista de

tenis y al ver que su esposo encendía un cigarrillo esperaba a que Preston le dijera

algo importante.

- Escucha Virginia, no creas que estoy aquí para hacerme el encontradizo contigo,

para actor ya tenemos a tu marido. Marcia me ha llamado al despacho y hemos

quedado para comer, ha sido una casualidad el verte aquí, que quede claro. Todos

sabemos que Maurice está pasando por una mala racha. Tienes razón, sú última

película no tenía gracia y él no estaba varonil como dice Marcia. Está muy

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desanimado, pero más por tu petición de divorcio, creo yo, o más bien amenaza de

separación.

- ¿Amenaza? No, no es una amenaza, voy a separarme de él.

El tono indiferente y despreciativo de Virginia enfurecía por dentro a Preston.

- Está bien- dijo Preston con ira contenida- puedes separarte si así lo deseas, ya

que es tu vida y tu matrimonio, pero sabes muy bien que Maurice es débil y está en

su peor etapa profesional, no creo que sea lo más adecuado abandonarle en estos

momentos.

- Para eso estás tú, su gran amigo, para ayudarle.

Marcia se percató de que Preston estaba alterado.

- Vamos a ver ¿por qué no me habías dicho nada? Soy tu amiga, Virginia.

- No merecía la pena, me separo y ya está. Si no quisiera hacerlo te habría pedido

consejo, pero es una decisión tomada en firme, así que Maurice se las arregle como

pueda.

- Bien, bien, te separas y ya está- dijo Marcia- pero al menos cuéntanos los motivos.

- ¿Motivos? Ese idiota ni siquiera los merece. Es un engreído y todavía se cree que

es un galán que hace desmayar a las mujeres a su paso… ¡es patético!

- No decías eso cuando hace diez años me suplicabas que te lo presentara-

intervino Preston con aire rencoroso.

- Si, es cierto, pero como bien dices fue hace diez años y era una aventura que

podía ser divertida, pero me he dado cuenta que ese espadachín macho y tenorio

de la pantalla no es más que un fantoche. Me enamoré de una ilusión, una de tantas

que el maldito cine nos hace creer, cosas que en realidad no son más que tramoyas.

Es inculto, presumido y sin una pizca de sentido común, bebe mucho y se que juega

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con jovencitas, aunque él dice que es para promocionar sus películas, como si yo

fuera tonta, vamos por favor.

- Pues has tardado en darte cuenta ¿no crees?- reprochó Blake.

- Te equivocas, me di cuenta hace mucho tiempo, pero quise darle algo de

esperanzas, sobre todo para no darle un disgusto a mi padre. Pero ya hay poco que

ocultar, ya se lo explicaré.

- Entonces está decidido- dijo Marcia apesadumbrada.

- Desde luego- contestó tomando un trago de su gin-tonic.

Blake permaneció callado, su táctica no había dado el resultado que esperaba y no

sabía cómo continuar la defensa de su amigo. Prefería además que su esposa no se

enterara de más desmanes de Maurice por la lengua viperina de Virginia. Trató de

relativizar el problema, no le parecía tan grave si lo enfocaba de un modo práctico

en términos de publicidad de la nueva película. Más incierto era cómo encajaría

Maurice la oleada de los medios de comunicación y la más que segura campaña de

desacreditación hacia él de Virginia en la prensa sensacionalista. Pensaba que

mucho tendría que haberle gritado en sus continuas borracheras, porque una mujer

no hablaba con ese resentimiento de un hombre si no había sido herida en lo más

profundo. Las preocupaciones aumentaban y sentía sinceros deseos de degollar a

su amigo. En el fondo Maurice era un buen hombre, pero siempre fue un ingenuo. Si

entró en el cine fue porque le ayudó y también le presentó a Virginia, siendo

después el padrino de su boda. No sabía que hacer con él. Sólo podía confiar en

que Beulah Jorgensen, el director, sacara lo mejor de él en la película.

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Andrew Moore consiguió el papel para Gladys en la película. Todo marchaba sobre

ruedas para el representante. Gladys trabajaba contenta y llena de ilusión. Una faja

muy apretada disimulaba su embarazo. A la semana de rodaje, había una escena

en la que tenía que interpretar a la novia de un gánsgter, tenía una fuerte discusión

con él, retrocedía a la ventana y él la empujaba al vacío.

- ¡Corten! –gritó el director- muy bien, positiven.

Un colchón había amortiguado la caída, pero por las piernas de Gladys corría un hilo

de sangre y una acusada palidez asomaba en su rostro. Se limpió discretamente

con una toalla y se dirigió al camerino, pero antes de llegar se desmayó y cayó

inconsciente en el Estudio, mientras una gran mancha sanguínea se extendía sobre

su vientre. Llamaron a una ambulancia que le condujo al hospital.

- ¿Qué ha ocurrido?-preguntó asombrado el director.

- Nada, se ha debido hacer daño al caer- contestó un ayudante.

- Estos actores de hoy en día parecen de cristal. ¿Tiene alguna otra escena?

- No, ninguna. Ya la hemos matado.

Andrew Moore estaba en una comida de negocios cuando le llamaron de la agencia

para comunicarle el accidente. Con gesto preocupado se despidió y rápidamente se

dirigió al hospital Central de Los Angeles. Preguntó en recepción.

-¿En qué habitación está Gladys Dempsey, por favor?

- Déjeme ver…-dijo mirando el registro de ingresos- No, no está en ninguna señor,

lleva cerca de una hora en quirófano.

- ¿Quirófano? ¡Pero si ha sido un accidente sin importancia!- bramó.

La recepcionista le miró por encima de sus lentes.

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- Por lo que veo en el parte esa muchacha ha ingresado con un derrame interno

muy fuerte como consecuencia de su embarazo. ¿Es usted su esposo?

- No, soy Andrew Moore, su representante.

- Entonces espere en la sala, por favor.

Andrew se dejó caer sobre un sillón y encendió un cigarrillo con el pulso tembloroso.

Habían pasado dos horas cuando un doctor apareció en el hall y habló brevemente

con una enfermera. Ella señaló con la cabeza el lugar donde se encontraba el

representante y el médico se dirigió hacia él.

-¿Sr. Moore?

- ¿Es usted familiar de la joven?

- No, doctor, solo su representante artístico.

- ¿Sabe usted si la señorita Dempsey tiene familiares en Los Angeles?

- No…no lo sé.

- Bueno ¿pero habrá venido de alguna parte, no?

- Creo que es de un pueblo de Minessotta.

- ¿Es usted padre del niño?

- ¡Por Dios santo, qué dice!

-¿Podría usted ponerse en contacto con su familia?

- Pues me temo que no, doctor, esas chicas no acostumbran a dar direcciones

fiables. Pero dígame, ¿qué es lo que ocurre, cómo está?- preguntó aterrado.

- Lo siento. La chica ha muerto, por la fuerte hemorragia perdió mucha sangre y no

hemos podido hacer nada, tampoco por el bebé, han debido sufrir un fuerte golpe o

una caída. ¿Sabe usted algo al respecto?

- ¿Yo? Absolutamente nada. Éstas vienen aquí y se creen estrellas nada más hacer

las pruebas y no se dan cuenta de que para ser una estrella se necesita talento

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natural y no sólo una buena fotogenia, hay que pasar por muchas etapas y supongo

que una de ellas le ha costado la vida, digo yo.

- Dígame, sr. Moore ¿quién se hará cargo del cadáver?

- Yo lo haré, pagaré el entierro y el funeral.

- Muy bien, ahora debo dejarle sr. Moore, tengo que atender a otros pacientes,

gracias.

Le estrechó la mano y se alejó por el pasillo. Moore se volvió a sentar, dando

vueltas a su sombrero mientras pensaba.

Preston estaba desayunando y mientras saboreaba un café caliente echaba un

vistazo a los titulares de la prensa. Marcia se acercó a la mesa dándole los buenos

días.

- Vaya, parece que iba en serio.

- ¿Quién?- preguntó Marcia.

- Tu amiga Virginia, mira- y le entregó el periódico.

En primera plana, con grandes fotos, se podía leer:

“Virginia Christine, hija del poderoso banquero del mismo apellido, se ha divorciado

del astro de la pantalla Maurice Berger”.

- Maurice…-susurró Marcia.

Preston se levantó casi de un salto y llamó por teléfono.

- Anna, localiza a Maurice, dile que quiero verle en mi despacho dentro de una hora.

No hay peros que valgan. Si no lo encuentras llama a Archie Stoll. Si, nuestro

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relaciones públicas. Que le traiga a rastras si es necesario, y si está borracho,

también. Adiós.

Preston colgó y miró a Marcia.

- Cariño, voy a hacer de Maurice un verdadero actor.

Beulah Jorgensen saludó a Anna.

- ¿Está el jefe?

Anna le miró e hizo un gesto con la mano como avisando de que no estaba el horno

para bollos.

Beulah comprendió y sonrió.

- Al menos avísale de que estoy aquí.

- No hace falta, te está esperando.

Beulah empujó la puerta y entró en el despacho, donde Preston hablaba casi a

gritos por teléfono con Archie Stoll.

- ¡Le quiero aquí en veinte minutos!- colgó y saludó a Beulah.

- Hola Beulah ¿has leído ya el guión de Fred?

- Si.

- ¿Y?

- Que se puede hacer una excelente película.

- Eso espero, porque tú te encargarás de dirigirla.

- Bien. ¿Cuándo empiezo?

- Desde este momento- dijo autoritario.

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- ¿Quieres algo más, Preston?

- El papel del padre lo va a hacer Maurice Berger.

Beulah levantó la cabeza y le miró asombrado.

-¿Maurice?

Una carcajada resonó en el despacho. Beulah no paraba de reír.

- Ríete, Jorgensen, ríete lo que te plazca, pero tienes que sacar de él todo lo que

lleva dentro. Entrégate, pon todo tu arte y empeño y sobre todo ten paciencia. Si

durante el rodaje no te veo por aquí serán buenas noticias. ¿De acuerdo?

- Creo que lo he entendido, jefe.

- Además, he hecho de esto algo personal, hay alguien que quiero que lo disfrute en

especial- añadió Preston.

Beulah comprendió que Preston Blake seguía defendiendo a sus amigos y una

ojeada a un periódico que estaba encima de la mesa lo aclaró todo.

- Sr. Blake, le meteremos en las nominaciones de este año.

La mirada de Jorgensen era de respeto hacia el productor pero también de empatía

con el delicado momento por el que estaba pasando el actor principal.

El entierro de Gladys Dempsey se celebró en una fría y lluviosa mañana del mes de

diciembre, en el pequeño cementerio de las colinas. Un clérigo dio un breve

responso y la pequeña Gladys se fundió con la tierra. Sólo una mujer de unos treinta

años vestida de negro acompañó el cadáver, depositó una rosa sobre el féretro e

indicó a los dos sepultureros que procedieran. Recibió el pésame del cura y se

dirigió al taxi que le esperaba.

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En un bar de la calle 51 se reunían los médicos para tomar el aperitivo y compartir

las experiencias del gremio o contar chistes. El doctor Ritter saludó a varios colegas

y pidió un martini, después escuchó sonriendo lo que decía el doctor Schlosser.

- El lunes tuve un día agotador. Tres quirófanos.

- ¿Y todo fue bien?- preguntó Ritter.

- Bueno, todo no. Tuve un caso de hemorragia interna de una joven embarazada y

no pude hacer nada después de una intervención de tres horas. Una pena. Después

salí y vi a un tipo algo estrafalario que dijo que se encargaba de todo, pero ni

siquiera era familiar suyo.

Ritter se quedó pensativo.

- Ese tipo del que hablas ¿tenía la nariz aguileña y ojos de lechuzo y por casualidad

daba vueltas con la mano a su sombrero?

- Pues ahora que lo dices…creo que sí- contestó Schlosser.

Ritter se tomó de un trago la bebida y se dirigió a un teléfono. Habló durante un

tiempo y se reincorporó a la reunión, que ya no tenía un tono tan distendido.

- Parece que le conoces- observó Schlosser.

- Si. Dices que la mujer estaba embarazada ¿verdad?

- Eso fue precisamente lo que causó la hemorragia que le causó la muerte. El tipo

me dijo que era su representante y se comportó de un modo extraño.

- Miserable- musitó Ritter.

- Qué pasa William, ¿de qué lo conoces?

- Le vi en el despacho de Preston Blake, el productor de cine- improvisó- y ahora me

van a tener que disculpar de nuevo, tengo que irme.

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Al llegar a los Estudios Mutual el Dr.Ritter no tuvo que esperar porque ya se había

citado con Preston. En su interior podía sentir cómo le había enfurecido el relato del

Dr.Schlosser, ya que desde el principio había temido lo peor para Gladys.

- Hola doctor.

- Buenas tardes, sr. Blake.

- Bien, dígame lo que ha ocurrido y no se altere, doctor.

- Ese tipo, Moore, estuvo en mi clínica y me entregó una tarjeta suya. Yo no pude

practicarle el aborto por miedo a que la chica se me quedara allí y le recomendé que

fuera a un hospital, a lo que Moore no parecía muy dispuesto, pero mientras le hacía

la exploración a la chica bajó al bar y volvió con un talante totalmente distinto,

incluso me dijo que ya no hacía falta hacer nada porque la chica tenía un papel en la

película y se marcharon. Hoy me he enterado de que la chica ha muerto y estoy

pensando denunciarlo a la policía.

Blake aguardó un instante.

- No, doctor, no vamos a denunciarle. La chica está muerta y enterrada. Su familia

parece ser que vive en Minessotta y estarán muy afligidos. Nosotros no sabemos

nada de este asunto. Su colega practicó una operación y se produjo un derrame

fatal, un lamentable accidente.

- Pero Blake, ¡yo sospeché de Moore desde el principio!- gritó.

- Usted no podía prever que esa pobre chica iba a acabar así. Desde luego Moore

es un miserable, ha estado actuando y haciendo extrañas gestiones por su cuenta.

Aquí no volverá a poner los pies, eso se lo prometo, pero dejémoslo estar. Creo que

a ninguno de los dos nos conviene que salga a la luz en la prensa ¿no cree?

- No, desde luego, podrían implicarnos.

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- Entonces vuelva tranquilo a su casa o a su clínica, doctor. Le agradezco su

prudencia en venir a verme.

Le acompañó a la puerta, le dio la mano y cerró.

Archie Stoll era el clásico relaciones públicas. Dicharachero, simpático y elegante.

Su problema inmediato era encontrar a Maurice Berger, pero no tardó demasiado en

hacerlo. Estaba en un bar frecuentado por irlandeses, de muy dudosa categoría

para los autóctonos, pero era el último que quedaba abierto de la zona. Sentado en

una mesa, dormía con la cabeza apoyada sobre sus brazos. Una botella de whisky

vacía estaba junto a él. Archie le recogió, le metió en un taxi y se dirigieron a los

Estudios Mutual. En el plató, un cartel en la puerta indicaba la película que se

estaba rodando.

Titulo: El dique invisible

Director: Beulah Jorgensen

Era el inicio del rodaje y todo el mundo estaba nervioso. Voces del director de

fotografía indicando las luces, golpes del trasiego de los decoradores, movimiento

incesante de todo el equipo…Beulah se acercó al camerino donde el maquillador

trataba de acentuar las arrugas y ojeras de Maurice.

- Vamos al revés de cómo lo habíamos hecho en los últimos años. Hola Maurice

¿qué tal, cómo te encuentras?

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- Me duele un horror la cabeza, pero bien- contestó con un pañuelo a modo de

babero sobre el pecho.

- Supongo que ya habrás repasado el guión, vamos a empezar tomándote un

primer plano de tus ojos mientras miras la ciudad- ordenó el director.

- De acuerdo- contestó sumiso Maurice.

- Bueno, cuando acabes con Maurice da unos toques a la señorita McGuire sobre

los ojos, también tiene un primer plano- dijo al maquillador.

Cuando Maurice entró en el set una vez finalizado el maquillaje fue recibido con

aplausos por el resto del equipo. Maurice, emocionado, gimoteaba apurado en el

hombro del ayudante de dirección mientras saludaba a todos con la mano. Beulah,

sentado ya en la grúa-cámara, miraba complacido la escena real, ya que lo había

preparado con la intención de que su actor se sintiera cómodo y motivado en el

lugar donde a partir de ese momento iba a trabajar.

- Bueno, bueno, ¡ya está bien! Maurice, a tu posición, McGuire, a la tuya. ¡Cámara!

- Lista.

- ¡Sonido!

- Listo.

- ¡Luces!

- Ok.

- ¡Claqueta!

- Si.

- ¡Acción!- gritó jubiloso Beulah.

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Andrew Moore se acercaba a su coche cuando un hombre que estaba oculto le

encañonó con un revólver y le forzó a subir al suyo. Después de un breve recorrido

el desconocido le obliga a parar en un lugar solitario. Andrew bajó del coche y

trataba de descubrir la identidad de aquel hombre, que continuaba oculto en la

sombra.

- ¡Qué quieres de mi!

- Tu cadáver.

Era una voz ronca y terrorífica.

- ¿Mi cadáver, por qué? ¿Quién es usted?- temblaba Moore.

- No te importa, yo no tengo historia. He venido de Minessotta, ¿te suena? A vengar

la muerte de una chica llamada Gladys Dempsey. ¿Tampoco te suena ese nombre?

Andrew se quitó el sombrero y se secó los sudores.

- Oiga…se equivoca, fue un accidente en el rodaje de una escena, yo no tuve nada

que ver. Además, corrí con todos los gastos del entierro ¿qué otra cosa podía

hacer?

- Es inútil que te justifiques, Moore. No sabías que Gladys compartía departamento

con una amiga que me escribió una carta contándome cómo te aprovechaste de ella

y lo del aborto y todo lo demás. Lo se todo- concluyó el anónimo verdugo.

- ¡Pero yo hice lo que pude por ella, se lo juro!- gimió.

- Todo lo que digas ya está enterrado en una tumba del cementerio de las colinas.

Sólo su amiga fue a ese maldito entierro. Por Dios, ni tan siquiera tuvo un funeral

digno, así que no pretendas hacerme creer que eres un hombre generoso, bastardo.

Andrew Moore comenzó a llorar mientras daba vueltas a su sombrero. De las

sombras donde se ocultaba Jack Dempsey, hermano de Gladys, salió una ráfaga

compacta y Moore se inclinó súbitamente sobre la carrocería del coche y trataba en

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vano de tapar la herida de bala del cuello. Jack se mostró a luz y su figura se hizo

visible con el resplandor de la luna. Era alto, llevaba un pantalón vaquero con

camisa a cuadros y un sombrero de cow-boy. Se acercó más a la víctima, que tenía

los ojos fuera de órbita y permanecía aferrado de mala manera a la puerta del

coche.

- Esto de parte de Gladys.

- Y le descargó dos balazos más, uno en el vientre y otro en el pecho.

Andrew Moore, el brillante representante de estrellas, perecía en el suelo en un

charco de sangre con el sombrero aún en su mano.

Archie Stoll llegó muy temprano al despacho de Preston Blake.

- Jefe, ¿se ha enterado de lo de Andrew Moore?

Preston miraba por la ventana de espaldas a Stoll.

- Si, lo he leído hace unos minutos.

- ¿Qué opina?

- Pues que a veces quizá uno piensa que es mejor estar capado- contestó Preston

con sequedad.

- Desde luego- dijo sonriendo Stoll. ¿Cree usted que ha sido un asunto de faldas?

- Que va a ser si no, Archie- dijo dándose la vuelta.

- Claro, que va a ser si no, siempre o faldas o dinero.

- Oye Archie, no quiero hablar más de Moore. ¿Qué tal se porta Maurice?

- Pues está muy raro- contestó con extrañeza- Desde que acaba la jornada en el

estudio se marcha directamente a su casa. Siempre lleva una especie de cuaderno

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bajo el brazo, él que no leía ni las revistas de humor, y pásmese, no va a los bares

de costumbre y no se junta con sus habituales, ni tampoco me consta que haya

pasado mujer alguna por su casa últimamente. Creo, jefe, que ha hecho usted un

milagro.

- Nada de beatitudes, Archie.

- Si no quiere más de mí…

- No Archie, gracias de nuevo, pero continua atento. Irás al funeral de Moore en

representación de los Estudios.

Archie le miró sin comprender muy bien pero asintió y se dirigió a la puerta, que dejó

a su espalda.

Preston y Beulah llevaban treinta años haciendo películas que reflejaban cómo

debía ser América pero ahora tenían que reflejar cómo era, con sus defectos y sus

virtudes. El director se mostraba contento.

- ¿Y por fin los sastres y los banqueros judíos no nos van a decir cómo hacer una

película? No me lo acabo de creer, es demasiado bonito.

- Ellos nos necesitan, pero nosotros también a ellos- matizó Preston.

- ¿Nosotros?

- Si, porque ellos son los que ponen el capital.

- Evidente.

- Sin el cual no podríamos trabajar en este negocio. ¿Está todo preparado para la

proyección?

- Preparado, y te vas a llevar una sorpresa, ya verás- sonrió Beulah.

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- Cita a todo el equipo mañana a las nueve de la mañana en la sala de proyección.

- De acuerdo.

Anna, Beulah, Maurice, Fred Ames, el montador, el decorador, el técnico de sonido,

el jefe de vestuario, el maquillador y el director musical estaban sentados esperando

con impaciencia. Ahora eran ellos los espectadores ansiosos de visionar su propio

trabajo. Habían pasado diez minutos sobre las nueve de la mañana cuando Preston

Blake hizo su aparición en la sala. Se sentó delante del equipo junto al director.

- ¿Está todo listo, Charlie?- preguntó Preston.

- Cuando quieras- se escuchó desde arriba.

Se apagaron las luces y el foco mágico iluminó la pantalla. Durante los noventa

minutos que duró la proyección no se oyó ni respirar. Cuando apareció el rótulo the

end se apagó el proyector y se encendieron las luces. Todos estaban expectantes

hacia la actitud del Jefe de Producción, que se levantó y encendió un cigarrillo. Se

volvió lentamente hacia todo el equipo y miró fijamente a Maurice Berger, que

permanecía mordiéndose un pañuelo.

- Has hecho un trabajo soberbio, digno del Oscar, y todos ustedes. Les felicito- dijo

como si la película no le hubiera sorprendido.

Los componentes del equipo se levantaron súbitamente y empezaron a aplaudir y a

gritar alrededor de Maurice. Éste empezó a llorar como un niño y eso animaba a que

se exaltaran aún más las felicitaciones hacia él, que se cubría el rostro con las

manos, mientras Preston, con una media sonrisa y algo altivo se dirigió a la salida.

Al pasar junto a Maurice le pasó suavemente la mano por la mejilla y las lágrimas le

mojaron las manos.

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Sobre las nueve de la noche Preston llegó a su casa. Marcia le esperaba en el salón

junto a la chimenea. El reflejo de las llamas le daba cierto aspecto fantasmagórico a

la estancia, pero resultaba muy acogedora. Preston entró seguido de un perro que

agitaba alegremente su cola. Se sentó al lado de Marcia y se acurrucó en sus

rodillas.

- ¿Qué tal la proyección?- susurró ella.

- Magnífica, estoy feliz, Marcia, muy feliz.

- ¿La película es buena?

- No sólo por eso, también porque creo que hemos recuperado a un ser humano.

- ¿Maurice, verdad?

- Si.

- Le tienes un gran afecto ¿no es así?

- Es mi amigo, cariño.

- Si, lo se, pero tienes muchos amigos y sin embargo por ninguno tienes la

preocupación que demuestras por Maurice. ¿Te preparo una copa?- Marcia se

levantó y se acercó al mueble-bar.

- Si, whisky con hielo- contestó reclinándose en el sofá- ¿Sabes, Marcia? Cuando te

ha costado tanto conseguir algo y lo has hecho codo con codo con alguien se

establece inevitablemente una especie de aprecio mutuo, que aunque pasen los

años siempre se refuerza…

- Te refieres a Maurice, claro.

- Ven, siéntate aquí, preciosa.

Ella se acercó y se sentó como una niña en las rodillas de Preston.

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- Conozco a Maurice desde que éramos niños. Nacimos en el mismo barrio y nos

criamos juntos. En aquellos tiempos todo era difícil, muy difícil, aunque no

dejábamos de soñar y tener esperanzas. Como era lógico no sabíamos cual iba a

ser nuestro camino en la vida…

1903. EN UN BARRIO IRLANDÉS DE NUEVA YORK

Mi padre era un irlandés católico chapado a la antigua que tuvo que dejar su país

por la tremenda misería que allí había y, enemigo acérrimo de los ingleses, les

culpaba de todos sus males. Su deseo era que yo estudiara y tuviera una sólida

preparación para que pudiera abrirme camino aquí, un país para nosotros

totalmente desconocido. Yo tenía en esa época unos cuatro años y no comprendía

nada de las eternas discusiones entre mi madre y mi padre. El abuelo, que siempre

se sentaba cerca de la ventana que daba a la calle, los miraba con la pipa entre los

dientes y sonreía socarrón. Mi hermana, que tenía dos años más que yo, siempre

jugaba con su muñeca de trapo preferida en el suelo. Por entonces mi padre había

empezado a trabajar de peón en una fábrica. El sueldo era escaso y prácticamente

no llegábamos a fin de mes pero mi madre procuraba que no nos faltara comida y

cena. Pero éste era el país de las oportunidades, o por lo menos eso decían. Es

curioso, pero cuando la gente es más pobre cree que todo el mundo es más

solidario al nacer y se comprometen con su pobreza de modo natural. En aquellos

tiempos en que jugaba con las fuentes de la calle y las tapas de los cubos de basura

yo no conseguía nada y después comprendí que esa condición humana de bondad

inherente a nuestro comportamiento estaba más lejos de lo que yo pensaba. Pero

no me arrepiento de haberme percatado de ello cuando era todavía un adolescente,

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porque te crea el caparazón necesario para la vida y es una verdad que cuanto

antes se asuma, mejor. Siempre recordaré un dicho que mi abuelo repetía mucho:

“Cuando no hay harina, todo es mohína”. Yo entonces no comprendía el mensaje,

pero con el paso de los años se hizo evidente. Se puede ser generoso cuando se

tiene, pero cuando careces de lo más elemental temes que lo poco que tienes te

puede ser arrebatado y eso hace que sentimientos que nunca deberían aflorar con

los demás, se muestren. Era sin duda una situación triste y deprimente, pero yo

aprendía a asimilarla.

- ¿Y Maurice?- preguntó Marcia.

- Viene ahora, paciencia.

Conseguimos montar un pequeño taller en el barrio en el que arreglábamos todo

tipo de aparatos. Un tal Mike, que era muy habilidoso, nos ayudaba, y así

sacábamos unos dólares. Un día apareció en el taller un tipo con aspecto de

gángster, llevaba un traje a rayas, un sombrero de ala ancha y una corbata chillona.

Nos preguntó si sabíamos arreglar un proyector de cinematógrafo. Le contestamos

que sí, que conocíamos ese tipo de artilugios y Mike sonreía con aires de

superioridad, pues sabía que Maurice y yo no teníamos ni remota idea.

- De acuerdo, mañana tenéis que presentaros en esta dirección- y nos dio una

tarjeta.

- Si, señor- contestamos.

Se despidió con un extraño gesto con la mano y desapareció. Nos precipitamos los

tres a la puerta del taller y vimos que subía a un coche que al volante tenía un

chofer con cara de pocos amigos. Llenos de alegría nos felicitábamos pues era el

primer encargo serio que nos hacían, aunque sin Mike no podríamos hacerlo y no

hizo falta mucho esfuerzo para convencerle porque él tampoco tenía nada fijo, no

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sin antes hacerse algo el interesante y que no le gustaba servir a domicilio, pero

cedió.

Maurice y yo íbamos al cine tres o cuatro veces por semana. El nuevo medio nos

tenía fascinados y cada vez faltábamos más a la escuela. Maurice decía que era

capaz de enamorar a todas aquellas primeras divas del cine mudo mientras yo

maquinaba cuánto dinero se podría ganar con una película.

- ¡Ah, el productor precoz!- dijo Marcia.

- Ya lo ves – dijo Preston mientras le acariciaba los cabellos. Pero ahora vamos a

comer algo y te seguiré contando.

Preston y Marcia se fueron a la cocina. Al poco tiempo volvieron a sentarse en el

mismo lugar y con la misma actitud de ternura. Preston miró sonriente a su mujer,

encendió un cigarrillo y continuó el relato.

A la mañana siguiente de la visita de aquel personaje, Maurice, Mike y yo nos

disponíamos a salir hacia la dirección que indicaba la tarjeta cuando un coche paró

delante del taller. Se bajó el individuo que era nuestro cliente y nos dijo que

subiéramos. Lo hicimos en los asientos traseros y el hombre se sentó junto al

conductor, el mismo personaje con la expresión malhumorada. No habían pasado

más que unos diez minutos y nos encontrábamos frente a una casa impresionante,

sólo su jardín era más grande que mi humilde hogar. Subimos por un estrecho

sendero con árboles tras atravesar una verja hasta llegar a la mansión. Nos bajamos

del coche con una sencilla caja de herramientas en la mano. Maurice miraba con

asombro aquel vergel. Mike mascaba chicle y también estaba extrañado de todo

aquello pero estaba tranquilo y a mí algo me decía que podrían cambiar nuestras

vidas radicalmente. Entramos en un gran salón y esperamos al hombre del traje a

rayas. Éste sacó el proyector de un armario y lo puso en el suelo. Después puso un

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trípode delante de nosotros, nos miró y nos ordenó que nos pusiéramos manos a la

obra porque su jefe quería ver una película enseguida. Se retiró y nos dejó con

aquel artefacto. Maurice y yo esperábamos indicaciones de Mike, que no dejaba de

mascar chicle hasta que nos tranquilizó al decir que era “pan comido”.

Había pasado una hora, Mike se sentó en un sillón. Esperamos junto al proyector sin

decir nada. De repente se abrió la puerta y apareció un hombre en bata con un puro

en la boca. Tenía unos treinta y tantos años, moreno de piel con el pelo negro y

lacio, de estatura media y unos ojos oscuros y penetrantes.

- ¿Está arreglado?- nos preguntó.

Miramos a Mike, que se levantó del sillón, miró con insolencia al hombre y le

preguntó si tenía una película a mano para comprobar si funcionaba el aparato. El

anfitrión hizo una seña y le pasaron a Mike una lata metálica que tenía dentro un

rollo de película. Mike, sin perder la tranquilidad puso la bobina en las ruedas del

proyector con sumo cuidado y el hombre de la bata se sentó en otro sofá más

alejado de nosotros. Se apagaron las luces y Mike se situó junto al haz de luz que

desprendía la imagen proyectada. Salieron los títulos de crédito. Era la película “El

gran desfile”, de King Vidor y nosotros rezábamos para que no ocurriera ningún

contratiempo. Dos horas después el hombre se levantó secándose las lágrimas con

un pañuelo, lo que nos pareció normal aún sin haber prestado toda la atención a la

trama porque era muy emotiva.

Para nuestra sorpresa nos dijo que fuéramos tres veces por semana ¡a ponerle la

misma película! Después vino el hombre del traje a rayas y nos dio dos dólares a

cada uno, para nosotros un buen dinero, pero cuál sería nuestro asombro cuando

del bolsillo interior de su chaqueta sacó otro fajo de billetes y nos lo entregó para

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que nos compráramos ropa nueva. Nos acompañaron a la puerta e incluso nos

llevaron de vuelta al taller. Fue una de las mañanas más felices de nuestras vidas.

En los días siguientes traté que las cosas fueran a un ritmo normal. Poco antes de

que tuviéramos que volver a la mansión decidí hablar con Maurice y Mike. Nos

sentamos en un banco de la calle. Les dije que podríamos sacar mucho partido a

esas proyecciones debido a que ese hombre de la bata era muy probable que fuera

un gángster importante. Después les conté que en cuanto tuviera oportunidad

pensaba exponerle a ese hombre una idea que me rondaba la cabeza.

Un día más llegó el coche que esperábamos y una mano que se divisó por la

ventanilla nos indicó que subiéramos. El coche rodaba por la autopista cuando me

percaté de que íbamos por un camino diferente del habitual. Tomamos una salida

más lejana pero al fin a lo lejos vimos la mansión. Volvimos al mismo salón y allí

estaban el proyector y la pantalla blanca esperándonos. Mike depositó la caja de

herramientas en el suelo y se quitó su chaqueta y sombrero nuevos. Ya vestíamos

como ellos. Entró el jefe con el mismo porte y apariencia. Sabíamos perfectamente

lo que quería. De nuevo vimos “El gran desfile” y de nuevo vivimos la misma

sensación. El hombre se secó las lágrimas, nos volvió a pagar muy bien y nos dio

las gracias. Fue cuando decidí dirigirme a aquel peculiar personaje no sin antes

respirar hondo.

- Sr. Dunne.

Él se detuvo en seco y se dio la vuelta lentamente.

- ¿Quién ha mencionado mi nombre?

- He sido yo- contesté algo asustado.

- ¿Has sido tú? Bien. ¿Y cómo sabes mi nombre jovencito?

- Por mi padre, señor.

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- ¿Tu padre? ¿Y quién es tu padre?

- Estuvo trabajando de jardinero en su finca, durante un mes. Cuando le conté de

donde había sacado el dinero con que usted nos paga me dijo que usted es un gran

caballero irlandés que ayuda a sus paisanos. También me dijo que ya no quedan

hombres como usted, sr. Dunne.

Dunne me miró, pero de su rostro había desaparecido esa actitud amenazadora y

ahora era de curiosidad.

- Así que sois irlandeses.

- Si señor- contestamos los tres.

- Muy bien- dijo dirigiéndose a mi- ¿Para qué me has llamado?

- Sr. Dunne, como parece que le gusta mucho el cine, había pensado proponerle

una idea que tengo en la cabeza.

Mike y Maurice cada vez estaban más tensos. Ya nos veíamos en la calle echados a

patadas de la casa, pero no fue así.

- Y… ¿se te ha ocurrido a ti solo?

- Si, señor.

De pronto comenzó a reír y sus hombres, que estaban en la puerta, le imitaron. El

salón se llenó de risotadas. Nosotros también reímos, pero a la defensiva y mis

amigos me miraban asustados.

- Bueno, te escucho. Yo siempre escucho a un irlandés decidido- dijo cruzando las

manos sobre el pecho.

En pocas palabras le expuse lo que tenía pensado. Que el cine era un negocio, que

podríamos hacer nuestras películas y exhibirlas en los cines del barrio, que

teníamos el equipo técnico, actores, directores y guionistas, en fin casi todo, pero

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que nos faltaba lo más importante, el dinero para llevarlo a cabo. Después de

soltarlo todo me sequé el sudor y le observé. Dunne sonreía.

- ¿Y cuánto sería la inversión?

- Todavía no he hecho los números, pero tenga por seguro que la primera película

no sería muy costosa.

- Bien.

Dunne dio por terminada la conversación, pero antes de salir se volvió y me dijo:

- Tráeme una relación completa de los gastos y un proyecto de lo que quieres hacer.

Lo quiero aquí mañana a las diez en punto. Os recogerá el chofer. ¿De acuerdo?

- Si, señor, gracias- contesté.

De nuevo en el barrio, nos pusimos a trabajar. Aquella noche la pasamos en vela

haciendo números ficticios, incluyendo a actores y actrices inaccesibles y guiones

sin sentido, pero empezaba a germinarse un sueño. El presupuesto ascendió a un

total de mil dólares. Al día siguiente temíamos que el sr. Dunne no tomara en serio

la propuesta pero sonrió agradecido al observar los papeles que le entregamos.

- Está bien, os facilitaré ese dinero, confío en mis paisanos. Hablar con mi contable.

Tu, Preston, te encargarás de la administración y responderás ante mí ¿está claro?

Otra cosa, Mike se quedará conmigo en la casa, necesito alguien permanente para

el proyector.

Mike se encogió de hombros tan frío como de costumbre, yo no cabía en mí de gozo

y Maurice todavía no se lo creía. Así pues alquilamos una pequeña oficina y

pusimos un anuncio en el periódico, ya que necesitábamos personal y material para

hacer la película. Los primeros días se presentó una cantidad inesperada de gente y

en una semana ya habíamos completado la plantilla, muy reducida pero plantilla en

definitiva, la primera de Producciones Green.

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Director y guionista: Preston Blake

Primer actor: Frank O´Connors (Maurice)

Primera actriz: Mary O´Senna

Decorados: Jack Gunny

Fotografia: Steve Morrison

Después necesitábamos un exhibidor que canalizara comercialmente la película en

los cines de la zona. El sr. Allen, un judío que tenía dos de ellos, fue la primera

opción. Me entrevisté tres veces con él pero el muy cerdo se negaba una y otra vez.

Decía que éramos muy jóvenes y que no teníamos experiencia. Yo le suplicaba que

por lo menos viera una copia, pero nada. Estaba desesperado. Teníamos la

película, pero nos faltaba el cine. Por fin conseguí que viera una copia en el taller

pero nos dijo que era una basura y se marchó. Estaba ya dispuesto a renunciar,

pero después pensé que era sólo la opinión de ese tipo, nada más. Entonces se

presentó en la oficina un individuo que venía de parte del sr. Allen. ¡Estaba

dispuesto a exhibir la película! Solo que sus condiciones eran que no obtendríamos

ningún beneficio por ser la primera vez. ¡El viejo cabrón! No tenía más remedio que

hablar con el sr. Dunne, que me recibió amablemente.

- ¿Qué ocurre, Preston?

- Lo siento sr. Dunne, pero me temo que le he fallado.

- Qué pasa, ¿al primer tropiezo te rindes?- me preguntó mirándome fijamente -¿Has

traído la película?

- Si, señor.

- Mike, pónla.

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Se apagaron las luces. Dunne se sentó en su sillón y recuerdo que llevaba su

pañuelo en la mano. Los tres rollos de la película fueron pasando lentamente y

cuando acabó la proyección se levantó.

- ¿Qué ha dicho ese judío?

- Que es basura- contesté.

- ¡Basura!- exclamó indignado- Véte a la oficina y empieza otra película. Chico,

tienes talento. Y no te preocupes del judío, déjame hacer a mí- me dijo dándome un

golpecito en la mejilla.

Empezamos a rodar de nuevo. La película se llamaba “La hija del mal”. Maurice

estaba muy interesante haciendo de amado sufridor y Mary estaba bellísima. Una

vez que empezamos se nos olvidó el miserable Allen y cuando terminamos el rodaje

!a las tres tardes! recibimos una visita inesperada del propio Allen. Maurice y yo nos

miramos estupefactos. ¿Qué había ocurrido para que se presentara allí? Se sentó

en una silla mientras nosotros le observábamos callados. Empezó a balbucear,

diciendo que la película no era tan mala y que sólo pagaríamos el alquiler del cine.

El resto sería para nosotros. Se levantó y se fue. Enseguida me di cuenta de que

todo había sido obra de Dunne y sus hombres.

Marcia Cross bostezó y estiró los brazos.

- Que interesante, amor. ¿Nos vamos a dormir y mañana me cuentas más?

- Si, yo también estoy cansado.

Preston se levantó, puso el brazo sobre el hombro de ella y se dirigieron al

dormitorio. Marcia se detuvo.

- ¿Cómo te acuerdas tan bien de todo?

- Siempre he escrito una especie de diario, y sabes que tengo buena memoria.

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Una vez recostados, Marcia le miró con ternura y apoyó su cabeza en el pecho de

Preston, que continuó la historia…

La semana siguiente a la visita de Allen a las oficinas Green fue vertiginosa. La

película se estrenó en dos cines en programa doble. Maurice y yo fuimos a verla,

confundidos entre un público muy vocinglero, pero a medida que avanzaba la gente

se iba interesando y al final la mayoría aplaudió y pataleó. Maurice estaba contento

con su actuación y pronto se propagó la voz entre la gente del barrio. En la siguiente

sesión el cine estaba lleno. Sobre todo las jovencitas se ruborizaban y hablaban de

lo guapo que era Maurice, que ya comenzaba a saborear las mieles del estrellato

cuando comenzaba a ser abordado por sus vecinas que le pedían autógrafos.

Estaba entrando en otro mundo, al igual que Mary, su compañera habitual de

reparto. Cariño, la fama es algo que crece como un reguero de pólvora, y nos venía

de perlas. Yo pensaba que esa pareja iba a triunfar. “El sultán” se mantuvo en cartel

una semana y cuando acabamos “La hija del mal” se la entregamos a Allen, que

estaba más amable con nosotros.

Aquel año ocurrieron hechos que iban a ser determinantes en mi vida. Primero, la

muerte de mi madre, que llevó a mi padre a una inevitable y larguísima tristeza, a un

carácter ya para siempre reservado y silencioso. Se apartó de la gente, hasta tal

punto que una mañana la policía nos avisó para que fuéramos al depósito de

cadáveres. Apareció flotando en el río. No lo puedo olvidar. Me hice cargo de mi

hermana, que después por medio de un amigo de Dunne ingresó en un colegio

interno católico.

Marcia agarró la mano a Preston.

En cuanto a Dunne, mi protector irlandés y romántico, fue acribillado a balazos en su

mansión por una banda de asaltantes mientras veía “El gran desfile” en su sillón.

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Mike estaba allí y también murió mientras operaba con el proyector y según nos

informaron después la imagen quedó congelada con la palabra The end. Qué ironía,

el hombre del traje a rayas que descubrió nuestro taller fue el que acabó con su jefe,

aunque también murió en el tiroteo.

A partir de aquel momento ya no estábamos protegidos y nuestras vidas peligraban.

Allen nos volvió a perder el respeto y de nuevo exgía el cien por cien de las

ganancias, así que Maurice y yo decidimos emigrar. Nuestro destino fue éste,

California, porque ya sabíamos que Hollywood estaba en plena ebullición y era la

incipiente meca de la fábrica de hacer sueños. El viaje lo pudimos hacer gracias al

dinero que conseguimos ahorrar. Antes de marchar visité a mi hermana en el

colegio y le dije que en cuanto me asentara me la llevaría a Los Angeles. La madre

superiora fue muy comprensiva y accedió a cuidarla el tiempo que fuera necesario.

Y así, una hermosa mañana de 1926 Maurice y yo tomamos el tren rumbo a la costa

oeste, dejando atrás todo lo que habíamos vivido hasta entonces.

- Así empezó el productor que tienes delante de ti, Marcia.

Ella, emocionada, le besó.

- Lo siento por tus padres y por Mike, pero hiciste lo que debías, te admiro por ello.

A la mañana siguiente Preston Blake se levantó temprano. Marcia, en la cocina, le

preparaba el desayuno.

- Oye, Preston.

- Dime- contestó mientras tomaba café.

- ¿Por qué se llama Maurice si su nombre es Frank?

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- Él dice que suena muy bien en francés y ya sabes que los americanos, cuando

mueren, no quieren ir al cielo, sino a París.

- Qué bonito…

Cuando Blake llegó al despacho Anna le esperaba de pie y extendió sobre la mesa

una gran cantidad de papeles y de periódicos que en las portadas hacían alusión a

la película “El dique invisible”. La prestigiosa crítica del Tribune, Eleanor Franklin la

alabó sin reservas y en especial el trabajo de Maurice, al que le consideró el nuevo

Lionel Barrymore. Preston pensó que Archie Stoll había hecho un buen trabajo de

promoción. Mientras seguía leyendo las críticas, entró exultante el relaciones

públicas.

- ¿Ha visto las críticas? Hasta esa arpía se ha rendido.

- Archie, ¿cuánto nos ha costado su artículo?- preguntó Preston.

- Bueno, la señora Franklin tiene mucha tirada diaria.

- ¿Cuánto?- insistió.

- Cinco de los grandes.

- Algo elevado, pero tendremos mucho público potencial en el bolsillo ¿verdad?

Archie y Anna sonrieron y afirmaron con la cabeza.

Avanzada la tarde, en el Stock, con Maurice, Beulah y Fred Ames, Preston recibió

una llamada de Chester Cross. Después de felicitarle por la acogida de “El dique

invisible” le comunicó que llegaría a Los Ángeles al día siguiente. Preston volvió a la

mesa con gesto preocupado.

- ¿Qué te preocupa?- preguntó Fred ¿Es esa llamada?

- Es muy extraño que mi suegro quiera venir ahora.

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- La película está siendo un éxito y la han nominado para los Oscars, será por eso-

conjeturó el guionista.

- Chester no se altera por esas cosas- respondió tomando un trago de coñac.

- Bueno, sea lo que sea, pronto lo sabremos, no nos precipitemos- soltó Beulah.

Había pasado una hora desde la llamada y la reunión se tornó divertida y agradable

mientras el alcohol protagonizaba a ritmo creciente la sobremesa, pero Preston, al

ver la expresión de Maurice comprendió que alguien inesperado había entrado en el

restaurante que no era de su agrado. Miró a través del espejo y vio a Virginia

Christine acompañada de una especie de gigoló rubio con cara de lascivo. También

llevaban bastante alcohol puesto. Maurice estaba pálido, pero continuaron la charla

con buen humor y se tomaron otro trago. Una voz, fuerte y sonora, se estrelló contra

la nuca de Preston.

- ¡Oooh, el sr. Blake, el último prodigio de Hollywood!

Preston se volvió y encontró a John Robbins, un viejo actor que había sido una

estrella en los años veinte y treinta y que ahora vivía de las invitaciones de los

amigos. Alto, educado, bien vestido y con clase, fue sobre todo un gran actor de

teatro. Todavía se recordaba una interpretación que hizo en el Teatro Stemberg de

Broadway del príncipe Hamlet, pero el cine y los excesos acabaron con él.

- Majestad ¿cuándo acabaréis con el invierno de nuestro descontento?- recitó.

- Ahora mismo- dijo Preston alargándole un vaso de whisky.

- Gracias, majestad. Ahora estoy bajo el glorioso sol de York y todas las nubes que

se encapotan sobre mi frente estarán sepultadas en el seno de este vaso- dijo

Robbins mientras fulminó el brebaje- ¿Me permitís que tome asiento en tan noble

reunión?

El grupo, sonriente y jubiloso, le ofreció asiento.

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- Y decidme, príncipe de las letras ¿esos asnos os han invitado a la coronación?-

preguntó Robbins a Ames.

- ¿La coronación?- preguntó Maurice.

- Si, el Oscar- aclaró Ames.

- Es usted un gran escritor, pero le advierto que es peligroso ser tan humilde.

- Gracias, John. Nunca oídos tan paganos fueron tan bien recompensados.

De la oscuridad del fondo surgió una figura que se acercó tambaleándose a la mesa

en que se encontraban. Se situó entre Robbins y Blake.

- ¡Vaya, el viejo actor recordando tiempos caducos! ¿Es el alcohol el que hace que

tu memoria pueda recordar tantas tonterías? Estoy harto de tus peroratas Robbins

¿o debo llamarte como a ese personaje que vociferas constantemente?

Se hizo un embarazoso silencio y todas las miradas del restaurante se dirigieron a la

mesa.

- ¡Y ahora bébete eso y lárgate de aquí, éste no es tu sitio y me estas molestando!-

ordenó el tipo a Robbins.

El viejo actor hizo ademán de levantarse para irse pero Preston le agarró del brazo y

enérgicamente le obligó a sentarse de nuevo, mientras miraba desafiante a

Jonathan Owens, hijo de uno de los jefes más importantes de la colonia

cinematográfica, un verdadero tirano temido por todos.

- Que ocurre Blake ¿ahora te dedicas a proteger borrachos? Bueno, en realidad

siempre lo has hecho- atacó mirando a Maurice, que ya estaba hebrio y con la

cabeza baja.

- Escucha- la voz de Preston era pausada pero firme- eres el hijo de Owens y por

eso crees que puedes tratar a la gente como te plazca, no eres más que un niño

malcriado al que nunca le dicen lo que realmente piensan de él. Ahora estamos aquí

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y si no recuerdo mal nadie te ha invitado a esta reunión y te permites el lujo de

insultar a mis amigos. Mira bien, todos los que estamos en esta mesa contribuimos

a que tanto tú, como tu padre, un gran productor, no lo niego, así como los consejos

que dirigís se llenen los bolsillos a manos llenas. Hasta de nuestros errores viven los

parásitos como tú, con yates, piscinas, juergas, mujeres…y en cuanto al sr.

Robbins, al que llamas borracho, con una sola actuación siempre será más grande

de lo que podrás ser en toda tu absurda vida…

- ¡Blake!- gritó furioso Owens.

- ¡A pesar de tu corte de aduladores, que además no te siguen por lo que eres sino

por lo que tienes! Así que, por favor, si eres tan amable, vuelve por donde viniste a

fanfarronear de tus últimas conquistas.

De nuevo se hizo el silencio en el salón. Jonathan Owens tenía la suficiente

soberbia como para no consentir que le dejaran en ridículo públicamente.

- ¡Aquí tenemos al generoso Preston Blake!- dijo dirigiéndose al local- el amigo de

sus amigos, el buen samaritano ¿Por qué no en lugar de dedicarte al cine no has

puesto una clínica para sanar almas desgraciadas como la tuya?

Beulah Jorgensen carraspeó y trató de incorporarse para espabilarse de la

borrachera, pero Preston le hizo desistir. Jonathan continuó cada vez más grosero.

- Qué ocurre ¿se ha ofendido el caballero?- mirando a Beulah- Por cierto ¿es sueco

o noruego? Bueno, es lo mismo, vienen aquí, comen de nuestra mano y luego la

muerden… ¿pero qué se han creído estos comunistas que se disfrazan de

progresistas?

Preston no pudo evitar la reacción de Jorgensen, que con un movimiento brusco y

fugaz soltó el puño, que se estrelló en la boca de Jonathan, que cayó al suelo. Todo

el personal que trabajaba en el Stock se arremolinó junto al cuerpo del provocador,

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que trataba inútilmente de incorporarse. Al fin, ayudado por los camareros, lo hizo,

con los ojos inyectados en sangre.

- Estás acabado, bastardo, nunca trabajarás más en el cine. Ya puedes hacer tus

maletas y marcharte de este digno país que repudia a la gentuza como tú.

- ¡Me iré cuando me de la gana, mequetrefe!- gritó Beulah.

El maitre del restaurante se acercó muy nervioso. Jonathan Owens salió.

- Sr. Blake ¿qué ha ocurrido?

- Nada, sólo un hijo de mala madre se ha metido donde no le llaman. Pase la factura

de los daños a mi secretaria y de todo esto, por favor.

- Cómo no, señor- se relajó el maitre.

Se volvieron a sentar. Robbins lloraba.

- Vamos, John- le animó Ames.

- Es la primera vez desde que caí en desgracia que alguien me defiende- se volvió

hacia Preston con los ojos llenos de lágrimas- Jamás olvidaré lo que ha hecho por

mi, ese cerdo necesitaba que alguien le dijera lo que le has dicho y que le pusieran

la cara del revés-mirando también a Beulah-. No creo que ese histérico pueda

cumplir su amenaza, se le va la fuerza por la boca. Han arriesgado por un viejo que

además ha sido el causante de todo esto. Son ustedes unos caballeros, gracias.

- Vamos, vamos, John, que nos vamos a poner todos a llorar- le dijo Beulah- ese

moscón se lo estaba buscando, como siempre.

Tomaron un par de copas más, pero ya en silencio. Después se levantaron y se

dirigieron a la salida. Ames se llevó a Beulah y a Robbins en su coche. Maurice y

Preston se fueron paseando por el bulevar. Ya estaba amaneciendo.

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Marcia y su padre Chester se encontraban comiendo en el jardín cuando apareció

Preston, descamisado y todavía algo bebido.

- ¿Qué tal, genio?- saludó alegre Chester- Anda, tómate esto, es bueno para las

resacas.

Se sentó. Mientras bebía el jugo de tomate con un toque de almeja notó como le

observaban y apuró sobresaltado la bebida.

- Qué ocurre ¿habéis visto un fantasma?

- Supongo que algo nos tienes que contar ¿no crees?- le dijo Marcia.

- Vaya, es eso… Nada, Owens junior, encontró lo que hace demasiado tiempo

merecía.

- Ese gracioso es un mal bicho Preston, no te confies- advirtió Chester.

- Lo se.

- ¿Cómo llegásteis a ese extremo, cariño?

- ¿Me podéis decir cómo os habéis enterado tan pronto?

- ¿Sabes qué hora es, querido?

- No ¿qué hora es?

- Las dos. Los periódicos han publicado la foto de Jonathan en el suelo y chorreando

sangre- dijo Chester con aire distraído.

- Ese indeseable empezó a insultarnos a todos, traté de calmarle pero eso le ensañó

aún más. Tuvimos que aguantar su viperina lengua que además estaba empapada

en alcohol. El director, Beulah Jorgensen casi nos quitó a todos de golpe la

borrachera con el puñetazo que le dio. Lo demás supongo que estará en el cotilleo

del día.

- El viejo Owens ha llamado hace una hora- dijo Chester en otro tono.

- ¿Y?

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- Ya te puedes figurar, que despidas a Beulah ipso facto- parafraseó.

- ¿Y quién es ese hombre para darnos órdenes? No despediré a Beulah, Chester.

- ¿Y si yo te lo pido?

- Has sido como un padre para mí, te quiero y te respeto, pero si ahora cedemos a

las presiones de este picatoste porque su hijo es un caprichoso insolente ¿en qué

posición quedaremos ante la Industria? Beu y Maurice están nominados al Oscar a

la mejor dirección y mejor actor principal. Supondría un gran desprestigio para el

talento que estamos vendiendo a millones de espectadores en todo el mundo, un

desprestigio para la película y para nuestra compañía, Chester, y eso es

precisamente lo que buscan. Ya estoy viendo los titulares. “Owens manda en

Hollywood. “ El candidato al Oscar de la Academia no podrá trabajar en la Industria

por los caprichos del hijo del Zar”… Nos convertiríamos en una filial sometida a los

Owens.

Chester miró a Marcia y se levantó.

- Tienes razón, con todos mis respetos que le den por el culo al hijo de Owens y si

no tiene cojones para defenderse de un puñetazo que le mande su papa a veranear

a Florida. No se despedirá a Jorgensen- concluyó Cross- Por cierto ¿la próxima

película?

- “La delación”- contestó con seguridad Preston- y la dirigirá Beulah si no hay

inconveniente.

- Sabes que siempre consigues todo de tu suegro- intervino Marcia

Blake le miró con admiración porque había recuperado el coraje que parecía haber

perdido en los últimos meses. Marcia se apoyó delicadamente en su hombro.

- Chester, ahora si no es indiscreción ¿qué tal si nos dices a tu hija y a mi para qué

te has presentado?

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- Quería hablarte de una frase de “El dique invisible”. El obispo de Nueva York me

sugirió que debíamos suprimirla, así como algunos planos comprometedores.

- ¿Qué frase?

-“Cada uno tiene un dios”- dijo Chester, que al ver la reacción de su yerno pareció

cambiar de idea- ¿Qué te hace tanta gracia?

- Querido Chester, creo que el Código Hays ya pasó a la historia y lo sabes. Sabía

que sólo habías venido a ver a tu encantadora Marcia.

Los tres rieron sonoramente.

Pocos meses después comenzó la producción de “La delación” con Beulah

Jorgensen como director y guión de Fred Ames, prácticamente el mismo equipo de

“El dique invisible”. Después de la firmeza de Chester Cross en el asunto Beulah,

Owens no volvió a ser incómodo, aunque muchos sabían que el hijo rumiaba alguna

jugada vengativa. Se acercaba la ceremonia de entrega de los Oscars y todos

estaban alterados. La película estaba nominada en siete apartados. Chester envió

un telegrama confirmando su asistencia. Sus más directos competidores eran

precisamente los Estudios de Harry Owens, con una película que optaba a los

mismos apartados: película, director, guión, actor principal, montaje, banda sonora y

maquillaje. “Los años felices” era su título.

Preston recibió la visita de John Robbins. Quería recoger una invitación para dicha

ceremonia y por supuesto, para la fiesta que se daría a continuación. Gran parte del

consejo de administración tampoco se lo quería perder por lo que Preston tuvo que

arreglárselas para conseguir veinte invitaciones para ellos y sus señoras. Anna, la

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secretaria, estaba feliz y era mucho más amable que de costumbre con las personas

que venían a ver a su jefe. Era lógico. La Mutual llevaba más de cinco años sin estar

nominada a los Oscar y ahora después del éxito comercial podía llegar el artístico a

nivel mundial, que aumentaría paralelamente la cifra de ganancias para la

Compañía.

Y llegó el día. Todos estaban listos. Eran las cinco en punto cuando Preston,

Chester y Marcia subieron al coche que les esperaba en la puerta principal de su

casa y que había enviado el Estudio con un gran ramo de flores. Marcía, vestida de

un flamante amarillo, sublimaba la creencia de algunas culturas en la mala energía

de ese color y derrochaba la alegría natural y desbordante de sus mejores tiempos.

Cuando el coche empezó a rodar los tres charlaban de temas de interés popular y

de chistes fáciles. El sentido del humor era la única terapia para aplacar la tensión y

hacer más ameno el trayecto al chofer. Al bajar, ya había olor de multitudes en el

Pavillion y se oían a lo lejos gritos que aclamaban a Maurice, que lucía radiante, con

un smokin negro, pajarita roja y unas cuantas capas de maquillaje. Su pelo negro y

su bigote seguían siendo de un extraño atractivo. Preston le miraba complacido y no

recordaba en ese momento un rostro que contuviera tanta felicidad. Avanzaron a

paso de tortuga hasta sus asientos y pudieron deleitarse con la espectacular

decoración de la enorme sala y el abarrotado aforo. Preston paseó su mirada entre

el público y sus pupilas se saturaron de glamour y expectación. Maurice estaba

sentado a su izquierda y se comía literalmente el pañuelo y a una seña de su jefe lo

guardó en un bolsillo. Marcia a su derecha abría los ojos como una niña. Fred Ames

estaba unos asientos más allá apoyado en su fino bastón y se mostraba más sereno

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y seguro de sus posibildades. Después su vista topó accidentalmente con Virginia

Christine, que se sentaba cinco filas más allá junto a Jonathan Owens. Marcia

también se percató y apretó la mano de Preston, que hizo una mueca como si fuera

previsible.

Se apagaron las luces y apareció el presentador de la gala. Los tiempos entre

premio y premio se cubrían con variedades musicales y artísticas muy vistosas. El

mejor maquillaje fue a parar a manos de Ray Connelly, por su gran trabajo de

caracterización de Maurice. El montador hizo lo propio y Preston estaba cada vez

más nervioso. El de mejor actriz principal fue para la señorita Angela Vickers, de

“Los años felices” y los Owens comenzaban a frotarse las manos. Jonathan

aplaudía como un poseso y miró desafiante y con una sonrisa estúpida a Preston

como diciendo que ya no iban a parar. Después, el presentador, genial durante toda

la ceremonia, anunció los nominados al mejor guión original. Preston miró de reojo a

Fred Ames, que se estremeció ligeramente. Se abrió el sobre y fue nombrado, pero

al levantarse no hizo sino sonreir contenido. Marcia, Chester y Anna fueron más

expresivos, aplaudiendo sin parar. Ames subió al escenario y recibió el premio de

manos de Billy Santer, otro famoso guionista ganador de la edición anterior. Le dio

las gracias e hizo mención al valor y tenacidad del productor Preston Blake, que le

guiñó el ojo agradecido. Después se retiró.

Entonces llegó el momento que muchos estaban esperando en la sala y fuera de

ella. Se habían desatado grandes quinielas para saber quien iba a ser el mejor actor

del año. Spencer Underwood tenía los sobres en la mano y con una mirada pícara

retardaba voluntariamente su apertura.

- Calma…no hay más que uno.

Por fin abrió el sobre, miró al auditorio y dijo el nombre del ganador.

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- ¡Maurice Berger, por El dique invisible!

Una gran ovación acompañó el fallo. Preston, sin dejar un instante de aplaudir

estaba conteniendo las lágrimas. Marcia gritaba en medio de una gran algarabía y

Chester por primera vez hizo un gesto. Maurice se levantó y abrazó con la mirada a

Preston. Su ya ex esposa Virginia y Jonathan aplaudían tímidamente, pero sus

rostros eran un poema, digno del Oscar a la hipocresía, sobre todo el de ella que no

daba crédito a lo que veía. Una vez que se calmó con la ayuda de Spencer, Maurice

dio las gracias a la Academia y a sus compañeros. Fue uno de los momentos de la

noche pero aun quedaban los premios gordos, el de mejor director y mejor película.

Si el viejo Owens ganaba estos dos galardones sería el auténtico vencedor, pero si

los perdía a favor de Mutual Beulah y la compañía estarían a salvo

profesionalmente hablando. Ahora era Preston el que apretaba la mano a Marcia.

Salió a la palestra George Dore, un prestigioso director que tenía dos estatuillas en

su palmarés.

- Mejor director… ¡Beulah Jorgensen, por El dique invisible!

Las reacciones fueron muy similares. Preston se sentía ahora mucho más aliviado y

a la vez orgulloso de ver cómo su trabajo sería reconocido en todo el mundo. Beulah

recogió el premio visiblemente emocionado y fue el único momento que Preston

temió alguna actitud fuera de tono hacia los Owens de su director, dado su impulsivo

carácter. En ese momento hubiera pagado por tener un cigarrillo en la boca, pero

Beulah estuvo a la altura de las circunstancias que la ocasión exigía. Preston miraba

después a Chester Cross, que se mantenía envarado como si estuviera en otros

pensamientos.

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- Le dedico este valioso premio al mejor productor que haya dado el cine, Preston

Blake. Gracias, sr. Blake, gracias Mutual, gracias a todos- dijo Beulah levantando el

Oscar mientras salió acompañado de George Dore por el foro.

Ya sólo quedaba la película. No era muy normal, pero en ocasiones se había

otorgado el premio a un director y la película había sido otra y la Academia podría

compensar el balance premiando a Owens.

Thomas Greenway, uno de los colegas más admirados por Preston era el

encargado de la entrega, pero antes hablaba sobre el valor de los premios y de la

dedicación a la Industria de los miembros de la Academia y una vez que terminó su

breve pero para muchos eterno discurso de rigor, se preparó para abrir el sobre.

Levantó la cabeza con solemnidad y de sus labios El dique invisible se convertía en

el film del año. Preston besó apasionadamente a su esposa y todos los miembros de

la administración, incluídos los neoyorkinos, explotaron de júbilo por primera vez en

toda la velada. A Fred Ames hasta se le cayó el bastón del frenesí y Robbins estaba

por primera vez borracho sin haber bebido. Preston subió la gran escalinata al

compás de la banda sonora de la película, que era de un músico que él mismo

había elegido. Después de los agradecimientos habituales se podía permitir el lujo

de un minuto más para hablar porque la publicidad y el share de audiencia estaban

en lo más alto.

- Damas y caballeros, si me lo permiten quisiera leerles un consejo de un amigo mío

antes de retirarme.

Hijo, nunca pienses que vuelas en el mundo si eres idolatrado. Recuerda cómo

posaron sus alas los grandes hombres de la Historia y cómo sus huesos fueron a

parar al suelo. Volemos sólo por la mañana, cuando la luz de la luna se desvanece.

Escucha cómo ladran los perros y mira cómo llegan los mendigos a la ciudad.

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Muchos visten con harapos y otros con pingajos y otros lucen manto de raso que

creen que les hace volar… ¡Muchas gracias!- finalizó Preston.

La ovación duró más de lo normal. Cuando Preston pudo volver a hablar por el

micro, explicó la procedencia del poema.

- Estos versos me los ha enseñado un amigo que está hoy entre nosotros… el señor

¡John Robbins! ¡John, por favor, pónte de pie!- señaló Preston.

Robbins, que había olvidado esas palabras y en que momento las dijo, le lanzó un

beso a dos manos y saludó al público, que le dedicó una gran ovación mientras

medio mundo le veía y escuchaba su nombre de nuevo.

Dos meses después de la gloriosa noche, como diría Robbins, Preston se reunió

con Fred Ames y Beulah Jorgensen para concretar sobre detalles de “La delación”.

-¿Has rodado la parte del chivato?- preguntó Blake.

- No, me falta el actor, no me convence el que me mandaste.

Preston se quedó pensativo.

- Oye, ¿qué os parece si se lo damos a Robbins?

- ¿Qué?- exclamaron los dos.

- ¿Es que se te han subido los Oscars a la cabeza?- bromeó Ames.

- Le podría venir muy bien ese papel. Lo admito, creo que me encanta restaurar

momias.

Beulah miró a Fred, que sonreía.

- Un poco de maquillaje que le de un aspecto siniestro y mantenerle sobrio puede

ser suficiente. Sería otro bombazo- opinó Beulah.

Ames se levantó.

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- Como veo que ya habéis tomado la decisión voy a reescribir el papel de nuevo.

Beulah se incorporó también.

- Cuando me retire del cine voy a trabajar en una clínica antialcohólica- rió Beulah.

Preston llamó a Anna.

- Pónme con Chester Cross en Nueva York.

Preston esperaba con el auricular en la mano. El mensaje a través del hilo le dejó

helado y colgó.

- ¡Anna, pónme con mi mujer, rápido! Marcia, soy yo. He comunicado con Nueva

York para hablar con tu padre y me han dicho que le han llevado de urgencia al

Hospital Central. Supongo que un infarto otra vez, pero tranquila, no es grave, está

fuera de peligro. Iré enseguida. Adiós- colgó y miró el retrato de Chester que tenía

colgado en la pared del despacho. Tras una breve pausa volvió al trabajo.

- Anna, pásame con Charlie O´Rourke, que venga.

Un irlandés pelirrojo, grandón y robusto de unos cincuenta años entró en el

despacho. Era el administrador de la Compañía. Tenía una carpeta bajo el brazo y

un palillo en la boca.

- Buenos días.

- Siéntese, por favor.

- Charlie, tienes que hacer un contrato a nombre de John Robbins.

O´Rourke abrío desmesuradamente los ojos.

- ¿Ocurre algo?- preguntó desafiante Blake.

El irlandés no contestó y se llevó de nuevo el palillo a la boca.

- Tendrá un salario no menor de dos mil dólares semanales durante un mes.

Llámele y dígale que venga a firmarlo.

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- Lo que usted diga- dijo Charlie que se levantó hacia la puerta con gesto de

extrañeza- usted sabrá, sr. Blake, pero creo que Robbins está acabado y en esta

inversión hay riesgos.

- Si, si, Rourke- le ignoró Preston dirigiéndose una vez más al teléfono.

- Anna, me voy a casa. Si hay algo me llama allí.

Se subió al coche que le esperaba muy preocupado por su suegro.

La gestación de “La delación” continuaba a buen ritmo. Preston exigió a Beulah que

le avisara el día que fuera a rodar con Robbins. Quería verle sobre el terreno porque

llevaba más de diez años sin trabajar. Después llamó a Fred Ames, que entró en el

despacho apoyándose en su bastón.

- ¿Por qué has incluido esa escena de amor entre el abogado y el fiscal?- preguntó

el productor al guionista.

- Es una idea que me dio una guionista una noche que estaba chispada. ¿No te

gusta?

- No está mal, le da humanidad al personaje.

- Eso creo-contestó Ames- Por cierto ¿cómo va tu suegro?

- Bien, saldrá de ésta, es un tipo duro- respondió Preston encendiendo un cigarrillo

para después cambiar el gesto.

- Oye Ames, dime ¿esa guionista lo hace tan bien en la cama que por eso has

aceptado esa escena en tu guión?

Fred se miró las uñas.

- No se le escapa una ¿verdad jefe?

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- Algunas si, Fred, algunas si.

- Es cierto, me engatusó, pero no fue en la cama porque no quise acostarme con

ella, estaba demasiado bebido.

-¡No me digas!- exclamó asombrado Preston.

- Pues así es, soy una especie de rara avis- se quejó Ames.

- La escena creo que tiene gancho ¿Había leído ella el guión de base?

- No- Ames encendió un cigarrillo- Preston ¿crees que puede tener posibilidades?

- Si por una escena ya la consideras guionista…enhorabuena, pero se podría

probar, hay que estar atento a todo nuevo valor que se pueda poner a nuestro

servicio. ¿Sabe adaptar una novela?

- Leer ha leído y parece culta. ¿Qué estas pensando Preston?

- En la adaptación de una novela inglesa del siglo XVIII sobre una mujer que hace

carrera en la corte.

- Moll Flanders- adivinó Ames.

- Exacto. Que haga un preguión y luego lo revisaremos tu y yo, pero te aconsejo que

no te comprometas a nada por lo que pueda pasar ¿comprendes?

- Sus deseos son órdenes, jefe, gracias.

La voz de Anna se escuchó por el interfono.

- El sr. Stoll está aquí.

- Que pase.

El relaciones públicas era un hombre optimista y siempre estaba sonriendo.

- Buenos días, sr. Blake.

Con él nunca se sabía porque estaba a la última de todo. Si eran buenas como

malas noticias siempre las enunciaba con el mismo tono y con el mismo gesto.

-¿Qué ocurre, Archie?

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- Jefe, se quien paga a los periódicos y revistas para publicar esos artículos.

- ¿Qué dicen esos artículos? Con la enfermedad de Chester no he tenido tiempo ni

de ojear la prensa, aquí de la noche a la mañana eres un novato.

- El último artículo relatado por Eleanor Franklin es veneno.

- ¿Pero no estaba en nuestra nómina?

- Alguien paga más, es una mercenaria y ya sabe cómo se las gasta.

- Owens ¿Habla pestes sobre mi, verdad?

Archie se rebuscó en la chaqueta y encontró unos recortes de prensa que se puso a

leer después de ajustarse las gafas.

- “ Y el señor Blake, afamado productor ganador de un Oscar de Hollywood, se

dedica a obras de caridad tales como rehabilitar alcohólicos y conseguirles papeles

para sus películas, mientras profesionales honrados y más serios que tienen mayor

proyección esperan una oportunidad que nunca llega”(…)

- Maldita chaquetera- dijo Stoll indignado.

- Sigue, por favor.

(… )“ Lo peor de todo es lo patético que resulta hacer sufrir a una pobre reliquia los

avatares de un rodaje de este calibre. Es posible que lo haga para abaratar costes,

enmascarando así una actitud explotadora que se disfraza de liberalismo después.

El sr. Blake, después del infarto de su suegro, el potentado Chester Cross, dueño de

los Estudios Mutual, ha perdido poder y capacidad de decisión en los mismos y se

aprovecha de lo que tiene más a mano. Es lo de siempre, después del éxito viene la

relajación y el ahorro chapucero que ya no se lleva en los nuevos métodos de

producción. Espabile, sr. Blake, que ya no se puede engañar a nadie con sus trucos

de magia condescendiente y magnánima”. Por Eleanor Franklin.

- Es indignante ¿no cree jefe?

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- Convoca una rueda de prensa para mañana. Cuando te pregunten el motivo diles

que para defenderme de una campaña difamadora.

Archie salió del despacho como había entrado, sonriendo. Preston se reclinó en el

sillón con las manos en la nuca.

A la mañana siguiente se había organizado un set de más de veinte fotógrafos y

periodistas que se agolpaban en el Estudio y Archie trataba de situarlos

ordenadamente. Pasaron a la sala de prensa y Preston se disponía a hablar ante el

micrófono.

- Buenos días, señoras y caballeros. El motivo de esta convocatoria es contestar a

una serie de artículos publicados estos días en una revista y un periódico de tirada

nacional, en los cuales se difama mi persona y el nombre de los profesionales de

esta casa. ¿Desde cuándo ser liberal en el país de la libertad es un delito? Porque

eso parece que quieren decir. Si una de las bases de nuestro sistema se asienta en

la generosidad ¿desde cuando se nos puede reprochar conceder oportunidades a

actores de reconocido prestigio? Vaya pecado, señores- dijo Preston mostrando el

periódico y señalando con el dedo los párrafos donde estaban escritas las ofensas.

Los flashes de las cámaras y los micrófonos estaban a pleno rendimiento. Preston

levantó el tono de voz.

- ¡Me parece que este tipo de declaraciones no hacen más que resucitar el espíritu

inquisitorial y repugnante de otras épocas que debemos enterrar para siempre! ¡Esta

claro que todavía hay muchas mentes caducas en nuestro digno país!- dijo haciendo

una pausa para beber agua de un vaso.

Se hizo un enorme revuelo en la sala.

- ¡Sr. Blake, sr. Blake, una pregunta!- decían ansiosos los periodistas mientras

también se oían algunos aplausos.

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Archie Stoll comunicó a los profesionales de prensa que dijeran su nombre y el

medio en el que trabajaban y que se calmaran para poder proceder adecuadamente.

- Oscar Smith, de Variety. Sr. Blake, ¿qué tiene usted que decir con respecto a las

acusaciones de comunista?

- ¿Comunismo? Yo no he visto ningún comunista por aquí. ¿Pero quién ha hablado

aquí de comunistas? Creo que usted exagera, como lo hacen muchos otros que

creen en las llamadas herejías sociales- respondió Preston.

- ¿Piensa usted llevar este asunto a los tribunales?

- Eso lo decidirá nuestro gabinete jurídico.

- Laura Frasier, de Cosmopolitan. Sr. Blake, si usted dice que en su Compañía no

hay comunistas ¿cómo explica usted que haya hecho un contrato a una guionista

que precisamente ha estado en prisión por disturbios y atentar contra el orden

público, en contra de los principios de nuestra Constitución?

Preston se sintió confundido y miró a Stoll que le devolvió la expresión de sorpresa y

se encogió de hombros.

- Señorita, disculpe, pero no la comprendo ¿qué insinúa, que contraté a una

comunista?, ¿de donde ha sacado semejante información? Esto es absurdo, aquí

todo el mundo se debe estar volviendo loco- dijo Preston fuera del micro.

- Es secreto profesional, sr.Blake- dijo burlonamente.

- Ya, ya, no pretendo que usted lo revele ahora, pero dudo mucho de la fiabilidad de

su fuente, ya que yo no he hecho ni pienso hacer un contrato a ninguna guionista.

¿Alguna pregunta más?- dijo recuperando la firmeza inicial.

Sonó una voz al fondo. Preston apenas distinguía su cara.

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- Soy Dorothy Sandler, del News. Sr. Blake, ¿no sospecha usted que esta campaña,

a su juicio difamatoria, está orquestada por medios de mayor influencia política muy

cercanos al poder?

- Señorita Sandler, a eso, si es que se demuestra, contestarán mis abogados. Y

ahora gracias por haber venido y buenos días a todos.

Un día después Preston entró en el despacho bastante enfadado y le dijo a Anna

que buscara a Fred Ames con urgencia y le trajera los periódicos del día. Preston

buscaba las columnas donde se hacía la reseña de la rueda de prensa. News,

firmado por Dorothy Sandler, comentaba con tono enigmático que Preston ocultaba

a la prensa mucha información para no provocar un escándalo. Cosmopolitan, con

firma de Laura Frasier, elogiaba la forma en la que Preston había llevado la

entrevista y cómo con habilidad había eludido responder a las preguntas más

escabrosas, incluso hablaba de su vestimenta. En Variety, Oscar Smith hacía un

encendido elogio de las declaraciones de Blake.

Apareció Ames con cara de no haber dormido mucho.

- Hola, Preston, siento el retraso. ¿Y esta urgencia?

- Como ya sabrás, ayer tuve un encuentro con la prensa aquí en los Estudios.

- Lo sé.

- ¿Cómo una periodista de Cosmopolitan sabía que estábamos probando a una

guionista? Por lo visto ha estado detenida por altercados con las autoridades. Tú no

me avisaste, Fred.

- Si no te lo dije es porque no lo sabía.

- Entonces no se me ocurre quien habrá informado a esa jovencita.

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- Owens tiene muchos espías dispersos por ahí, Preston.

-Fred, te digo que sólo tu yo lo sabíamos. ¿No sería que ella tomara unas copas de

más y presumiera en algún bar de por aquí de su nuevo trabajo?- conjeturó Preston.

- Imposible- dijo Ames encendiendo un cigarrillo.

- ¿Por qué?

- Porque no se lo he dicho todavía- respondió tranquilamente el guionista.

Preston se quedó en silencio.

- Supongo que no pensarás que yo…

- No. Le encargaré este asunto a Stoll.

Se fueron a comer juntos, pensando en quien podría ser el topo de la Mutual.

Cuando entraron en el Stock, Archie Stoll estaba en la barra del bar charlando con

unos periodistas. Se sentaron en una mesa del restaurante y el maitre se acercó

muy solícito al momento.

- Buenas tardes señores- dijo Marcel indicando que atendieran la mesa.

Preston hizo una seña a Archie, que rápidamente se acercó.

- Hoy seremos tres para comer, gracias.

El maitre hizo un chasquido con sus dedos y trajeron otro cubierto.

- Archie, esto de la guionista nos tiene intrigados. ¿Has hablado con tus amigos

periodistas?

- No saben nada, Preston- respondió ojeando la carta de vinos.

- Creo que lo mejor será esperar, hay que mantener la calma e intentar que no

sospechen que este asunto nos preocupa- señaló el productor.

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Sobre las ocho, Preston llegó a casa. Marcia estaba contenta.

- Preston, ven.

Él se acercó y se extrañó al ver que Marcia se reía a carcajadas, pero se

contagió y también sonrió con ternura a su mujer, que le agarró de la mano y le

llevó a la mesa del jardín.

- ¿A que no sabes quien ha llamado?

- Cómo lo voy a saber.

- Maurice.

- Bueno ¿y eso que tiene de gracioso?

Marcia seguía riendo a carcajadas, luego paró y se secó las lágrimas que le

producían las risas.

- Sr. Preston Blake- dijo solemne- el sr. Maurice Berger ha llamado a esta

mansión para solicitar de su señoría la venia para el próximo enlace

matrimonial con la señorita Pilbrooke Smooth- y de nuevo le ganó la risa.

- ¿Cómo has dicho que se llama? Ja, ja, ja.

- ¡Pilbrooke Smooth!- Marcia no paraba de reir- Qué valor, éste Maurice…

quiere que seamos sus padrinos de boda.

- ¿Qué? ¡Dios mío!- dijo con fingido abatimiento- ¡Dios mío!

- Dice que está enamorado como nunca, que es la mujer de su vida, la que

siempre buscó.

- Eso mismo dijo cuando se casó con Virginia.

- Si, pero ahora hay intereses económicos de por medio, supongo. No, no

supongo, seguro- dijo Marcia ahora sólo sonriendo- Vaya nombrecito.

- Bueno ¿y qué le has dicho?

Page 80: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- ¡Ah!- seguía en tono jocoso- yo sin el consentimiento de mi señor no tomo

decisiones drásticas- y alzaba las manos hacia arriba recordando a las actrices

del cine mudo.

Después se sentó en sus rodillas y le pasó el brazo por el cuello para juntar

después su frente con la de él.

- Señor… ¿dais vuestro consentimiento?

Preston se pasó el dedo por debajo de la nariz simulando un bigote abriendo

mucho los ojos, ella le seguía el juego y le abrazaba sin dejar de besarle.

- Dime cariño ¿y a qué se dedica esa tal señorita Smooth?

- Creo que es guionista, pero no me hagas mucho caso- respondió dudosa.

- Lo que nos faltaba, pero si, tiene mi bendición sra. Blake, ¡que se case si eso

le hace feliz! Y no te preocupes que aunque se que ya habías pactado con

Maurice, seremos los padrinos del enlace.

Agarrados de la cintura volvieron al interior de la casa. Preston miró socarrón a

Marcia.

- ¿Por qué nunca te dedicaste a la interpretación?

- No había papeles de mi categoría- y cruzó el umbral de la puerta como si

fuera una reina ofendida.

Page 81: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

Había un gran movimiento en el despacho.

- Anna, llama a Archie Stoll, que venga inmediatamente.

- Sr. Blake, ha llamado Beulah, que ya está preparada la proyección del sr.

Robbins.

- Bien. ¿A qué hora la tiene prevista?

- Cuando usted quiera.

- Perfecto, de todos modos búsqueme a Stoll.

Preston bajó a la sala de proyección. Beulah y el montador, Donald Gleason,

ya estaban allí. Blake se sentó en su butaca como de costumbre. La voz del

proyeccionista, que a Preston siempre le recordaba a su amigo Mike de Nueva

York, se hizo escuchar.

- ¡Cuando usted quiera señor Blake!

- Adelante, Charlie.

Las imágenes se iban deslizando por la pantalla. Era un muelle. Unos obreros

se dirigían en fila hacia un lugar. La cámara describió una panorámica y

sentado en una escalera apareció Robbins. La cámara se acercó lentamente

hasta un primer plano de éste con los ojos entornados mirando a los obreros.

Su mirada era muy expresiva y el maquillaje subrayaba las órbitas de sus

ojeras. La vieja momia cinematográfica transmitía una potencia visual muy

realista y Beulah había aprovechado la mayor virtud de los actores desde que

el cine es el cine. La escena finalizaba. Robbins hablaba con el capataz de la

fábrica y le señalaba un número determinado de individuos. El capataz le

entregaba un sobre y Robbins se lo agradecía con un leve y ligero movimiento

de cabeza. Era la paga por la delación de sus compañeros, que estaban de

Page 82: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

espaldas a la cámara y en plano general Robbins se unía a ellos poniéndose la

gorra.

Se encendió la luz.

- ¿Qué te parece?- preguntó el director.

Preston no contestó de inmediato. Encendió un cigarrillo.

- ¿Tenías alguna duda?- dijo por fin.

- Al principio muchas pero después me ha emocionado. Éste es el arranque de

la película. ¿Te gusta así o lo retocamos?

- No hace falta. Jorgensen, cada vez derrochas más talento- opinó Preston

ante la atenta mirada del montador- El guión me encanta, ahora sólo falta

acabar de ponerle imagen, que se que no es fácil, pero lo harás muy bien,

porque eres un director que sabe llevar lo escrito a la pantalla.

- Así es, Preston, elige un guión cualquiera que sea bueno, una historia de las

mil que nos llegan todos los días que a lo mejor no sale una buena película, no

están a la altura de ese guión, pero de un mal guión se puede hacer una buena

película – explicó Beulah.

Preston sonrió al escuchar lo que él también pensaba y el montador asentía del

mismo modo.

- Bueno, maestro, ¿qué tal el con el sr. Robbins?

- Espléndido, ni una copa- dijo Beulah.

- Me alegro.

Preston se levantó, se dirigió a la puerta y animó a Gleason alabando su

trabajo y después volvió al despacho.

- ¿Qué tal el sr. Robbins?- preguntó Anna.

- Estupendo. ¿Has localizado a Archie?

Page 83: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- No. Seguiré intentándolo.

Poco después Preston recibió una llamada de Chester Cross, lo que le produjo

una gran satisfacción. No hablaba con él desde hace tiempo, aunque no era

una llamada familiar, era profesional.

- Hola, Preston, voy a ser claro y directo. Tengo noticias de que se está

formando un Comité, llamado de Actividades Antiamericanas, presidido por un

senador de Georgia al parecer muy ambicioso e influyente que encuentra

enemigos donde no los hay. Nos observan Preston, mantén los ojos bien

abiertos y la boca cerrada.

Se escuchó la voz de Anna en el interfono avisando de la llegada de Archie

Stoll. Preston le dio paso pero estaba absorto y no escuchó realmente el saludo

del relaciones públicas, que se sentó sin esperar a que le dieran permiso.

Preston colgó con lentitud el auricular porque aún trataba de procesar una

información como esa y miró a Stoll con una expresión muy enigmática.

Después pareció volver en sí.

- Archie, necesito que hagas un trabajo muy fino, discreto y por supuesto

confidencial. ¿Ya conoces a esa guionista que anda metida entre los escritores

deseando colocar un guión y que le gusta la bebida?

-Tengo idea de una rubia de muy buen ver que podría ser, pero no estoy

seguro.

- Presiento que puede ser la clave de algo importante. Necesito que averigues

todo sobre ella. Dónde nació… cuánto tiempo hace que conoce a Ames y la

posible relación que pueda tener con Maurice Berger y si es así desde cuándo.

¿De acuerdo?

- Sr. Blake ¿qué tiene que ver Maurice en todo esto?

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- Limítate a hacer tu trabajo, por favor. No pierdas de vista a Ames y a Maurice.

Te pagaré el servicio extra, no te preocupes.

- Gracias, pero lo haré por el mismo sueldo.

- Archie, es posible que hayan intervenido este despacho.

Stoll sintió un escalofrío, pero reaccionó rápido.

- No se preocupe, sr. Blake, es pan comido. ¿Desea algo más?

- Si, otra cosa. Si te hacen falta colaboradores elige bien y ándate con cuidado,

el ambiente va a estar un poco raro. Que sea alguien que te deba un favor o

que esté necesitado de dinero ¿comprendes?

- Desde luego.

Archie ya iba a cerrar la puerta cuando Preston le interrumpió.

- El informe lo quiero aquí lo antes posible.

Archie asintió con la cabeza. Preston se reclinó sobre el sofá y miró al techo.

Pensaba que Archie era un tipo de confianza, que hacía bien su trabajo, como

un bombero que apagaba todos los fuegos y si no lo conseguía facilitaba la

manguera para apagarlos, pero le invadía un cierto desasosiego. Se sentía

más como un detective que como un productor de cine. En su inconsciente la

presencia de ese Comité no le sorprendía del todo, porque sabía que en los

últimos tiempos la situación de la Industria se estaba saliendo de sus cauces

normales. No le gustaba nada el escenario y las consecuencias que podrían

derivarse de todo aquello, con la sombra de una inminente investigación

gubernamental a gran escala.

Page 85: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

Al día siguiente, después del almuerzo, Preston volvió a su sala de

operaciones, en la que ni siquiera sabía si gozaba de intimidad y empezaba a

sospechar hasta de su secretaria. Anna le había dejado unas notas encima de

la mesa. Estaban escritas con bolígrafo verde y las que eran más urgentes con

rojo. Entre éstas había una que decía:

Archie Stoll espera desde hace una hora. Está muy nervioso y parece que no

ha dormido.

Preston se inquietó porque era inusual que Archie estuviera en apuros. Llamó a

Anna.

- No está aquí el sr. Stoll, se fue a tomar un café.

-Pues que venga enseguida- dijo con un tono más áspero que el habitual.

No habían pasado diez minutos cuando apareció. El relaciones públicas tenía

un aspecto lamentable, con los ojos hinchados, descamisado y sin su generosa

sonrisa. Se sentó, dejó un cigarrillo en el cenicero de la mesa y suspiró

profundamente.

- Aquí tiene, el informe que me pidió.

- Estupendo, pues comencemos.

Archie comenzó el relato de la noche anterior.

- Sobre las ocho me pasé por el 21. Había muy poca gente. Tomé un par de

copas e hice tiempo. Después de una hora apareció un guionista que estaba

bastante bebido. Le saludé y se sentó conmigo en la mesa. Empezó a farfullar

sobre las penurias que pasan en su trabajo. Que si no estaban valorados, que

si todo el mundo se aprovechaba de sus ideas… Yo ya me estaba aburriendo

de la charla cuando dijo algo que me interesó de veras: ¡esa puta guionista! Le

tiré un poco de la lengua mientras pedíamos otra copa.

Page 86: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- ¿Qué puta?

- Hay tantas… pero ésta putita se mete en nuestras reuniones y pregunta sobre

nuestras cosas ¿sabes?

- ¿Qué clase de cosas?- le pregunté.

- Archie, eres un buen tipo, un buen tipo, de veras- me dijo.

- Si ya lo se, pero ¿qué cosas pregunta esa mujer?-insistí, pero estaba tan

ebrio que no podía seguir la conversación con una mínima coherencia, lo que a

mi me venía bien para que no sospechara que yo investigaba a propósito.

Después volvió a agarrar el hilo en el que divagaba.

- ¿Qué nos preguntaba? ¿Qué nos pregunta? Pues te lo voy a decir. Esa zorra

está pagada por el hijo de Owens. ¿Te acuerdas de la rueda de prensa que dio

Preston Blake?

- Claro que me acuerdo, yo la organicé.

- Bueno, pues esa golfa fue la que le dio la información a una periodista que

nos acusó de comunistas y liberales y de esa golfa salió lo de que Preston

ayuda a los borrachos por caridad. ¡Esa hija de perra!

Preston escuchaba concentrado. Archie continuó.

- Dejé al guionista durmiendo en el 21 no sin antes haber pagado los whiskys.

Salí un poco embotado. Estaba lloviendo, cuando de pronto me llamaron desde

un coche. Era Fred Ames, que me invitó a subir. Fuimos al Sleeper, un lugar

bastante escondido que no conocía, donde había un grupo de escritores que

estaban bastante alegres.

- ¿Qué hizo Fred?- interrumpió Preston.

- Me agarró del brazo y me dijo que no aguantaba a una mujer que estaba

enfrente. Era la guionista.

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- ¿Por qué sabías que era ella, Archie, no dijiste que no la conocías?

- Lo supe después, jefe.

Preston hizo un leve gesto de inquietud pero seguía confiando en la lealtad de

Stoll, que siguió sin alterarse con su exposición.

- Nos sentamos en una mesa más alejados de ella y reanudé las pesquisas

que había iniciado en el 21.

- Fred, esa que dices que no aguantas está muy solicitada. ¿Quién es?

- Es la logrera que quiere que le presente un guión suyo a Preston.

- ¿Y lo vas a hacer?

- Un cuerno. En un principio pensé que podría ser válida, pero en poco tiempo

se ve que esa cabrona se trae algo entre manos. Es capaz de vender a su

propia madre por sacarle partido a lo que ella llama guiones.

- Fred, quizá yo pueda decirte algo sobre esa turbadora rubita que tiene

embobados a sus oyentes.

- Dime, Stoll.

- En el 21 me he encontrado a un guionista y me ha contado cosas sobre ella,

pero el caso es que no se cómo se llama este guionista.

- ¿Cómo era exactamente?

- Parece ser que su formación y acento me hacen pensar en un estudiante

aventajado, puede que de la Universidad de Yale. Es rubio, de estatura media,

con cara lacónica… ¿te suena?

- Claro. ¿Estaba borracho por un casual?

- Por un casual no, por el bourbon.

- No hace falta que te pongas ingenioso, no estoy de humor, Stoll. ¿Qué te ha

contado?

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- No ha sido muy fino con esa guionista. Yo no sé de qué la conoce, llegué a

pensar que todas las groserías que decía sobre ella eran producto de su

imaginación distorsionada. Me dijo que trabaja pagada por Jonathan Owens.

- Ese chico se llama Peter, Peter Drake. Escribió un guión para la Compañía de

Owens, alguna vez le vi con el desgraciado de Jonathan. Si algo le ha ido mal,

quizá haya sido por la rubita.

- ¿Cómo es que pensaste ayudarla, Fred?

- En ocasiones uno cree en las personas, Stoll, lo peor es que una noche casi

acabamos en la cama.

- ¿Cómo se llama?

- Smooth, Pilbrooke Smooth.

Aunque de algún modo lo sospechaba, Preston confirmó lo que quería saber y

miró a Archie con talante de agradecimiento.

- ¿Qué tal va ese hígado?

- Como el paté, jefe.

- Ahora véte a descansar, seguiremos en contacto.

- Adiós, Preston.

Blake llegó a casa sobre las siete. Decidía su propio horario y esa tarde estaba

más cansado de lo habitual. Marcia estaba hablando por teléfono y le llamó

tapando con la mano el auricular.

- Es Maurice.

- Precisamente quería hablar con él- dijo Preston dejando la cartera en el sillón-

Pásamelo. ¡Maurice! ¿Dónde estas? ¿Dónde, en Florida?

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Preston asentía con la cabeza las explicaciones de Maurice.

- ¿Cuándo vuelves? Estupendo, hasta entonces pues, a la hora que sea. Adiós

Maurice, un beso de Marcia.

Preston colgó y miró sonriente a su mujer.

- Algo me estás ocultando que yo no sé, Preston, te conozco.

- A mí que me registren.

Parecían dos jovencitos en la escuela, Marcia le persiguió por todo el salón hasta

que Preston cayó rendido en el sillón.

- Cuéntamelo todo.

- De acuerdo, de acuerdo, basta, Marcia- dijo recuperando las pulsaciones.

- ¿Y bien?

- Parece que se resuelve un rompecabezas que me estaba volviendo loco y creo

que estamos a tiempo de salvar a Maurice de una buena, una de cuidado, Marcia.

La que parece ser su futura esposa, la señorita Smooth, es una guionista pagada

por Jonathan Owens que le sirve a éste de comodín para perjudicar a la Compañía,

por la vía profesional y a la vez por medio de Maurice, que ha caído en la ratonera

como un ingenuo, porque por lo visto es atractiva.

Marcia cambió el gesto.

- ¿Cómo te has enterado?

- Archie Stoll, el relaciones, siempre ha sido muy eficaz. Las intenciones de la

señora Smooth no están guiadas por el romanticismo, mi amor. Es un veneno.

- Me dejas atónita. ¿Y ahora qué vas a hacer?

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- Para mí, más allá de lo que pueda hacer en contra de Mutual, lo que más me

preocupa es Maurice. Trataré de que sea lo menos desagradable para él. Si hablas

con tu padre pónle inmediatamente al corriente, eres mi mejor consejera.

- ¿Mejor que Anna?- preguntó con malicia.

- Anna sólo es mi secretaria, tontorrona.

- ¿Es que sabes lo eficiente que es en otros lugares?

Preston se echó a reír mientras la envolvía en sus brazos y la llevó al dormitorio

como hacen los recién casados.

Al día siguiente por la tarde regresó Maurice de Florida y se citó con Preston en un

viejo bar que llevaba un mexicano. Para ellos era un lugar que tenía connotaciones

sentimentales, habían pasado momentos muy agradables allí sobre todo al llegar a

Los Angeles hacía más de dos décadas. El propietario no había cambiado y su

familia seguía allí. Preston, al llegar con Archie Stoll miró el cartel de la fachada, que

conservaba los rótulos de siempre: Casa Joaquín-Comida corrida. No era muy

amplio, tenía unas ocho mesas, una barra a la derecha pero sus grandes ventanas

dejaban que el sol le diera calidez y amplitud. La pared estaba llena de fotografías

enmarcadas. Maurice aparecía en varias de ellas acompañado de bellas señoritas,

vestido de pirata, de vaquero, de conquistador, y en otras Joaquín compartía

encuadre con Preston y otros muchos artistas y profesionales que pasaron por

Mutual. El dueño reconoció al instante a Blake y salió a recibirle dando gritos de

alegría mientras llamaba también a voces a su mujer, que apareció limpiándose las

manos en el mandil.

- ¡Prestiton, qué gusto verte!

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Joaquín y su esposa le abrazon con efusividad. Archie miraba un poco sorprendido.

- Vamos, vamos, Prestiton- agarró del brazo al productor y le dirigió a la barra donde

le esperaba Maurice, que sonrió de oreja a oreja con un tequila en la mano.

Se sentaron en la mesa más próxima una de las ventanas mientras otros

comensales miraban con curiosidad. El menú era de tacos con chile picante y frijoles

con papas, las especialidades de la casa. La variedad de salsas llamó la atención de

Stoll.

- ¿Te acuerdas, Frank? Hace ya veinte años que nos sentamos en esta mesita a

comer por primera vez los exquisitos tacos de Lupita.

- Cómo olvidarlo.

- ¿Cómo es que le llamas Frank?- preguntó Archie curioso.

- Es su verdarero nombre, Frank O´Connors.

Estuvieron un momento en silencio. Maurice tomaba el tequila echándose sal en la

boca. Después Preston fue directo al asunto.

- Maurice ¿estás seguro de que quieres casarte con esa mujer?

- ¡Desde luego! Me he citado con ella esta noche, es un encanto, la tienes que

conocer.

Preston se pasó la mano por el pelo y miró de reojo a Archie.

- ¿No sería mejor que anularas esa cita?

- ¿Por qué?- protestó extrañado Maurice.

Preston se inclinó sobre la mesa y se aproximó a su amigo para hablar con más

intimidad.

- Maurice ¿te he engañado alguna vez?

- Nunca.

- ¿He sido un buen amigo?

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- El mejor. ¿Pero a qué viene esto ahora?

- Y si te pido que no quedes con ella…

- Sabes que siempre sigo tus consejos pero quiero saber a qué se debe éste,

Preston- dijo apurando otro tequila.

Blake hizo un gesto a Archie para que se lo explicara con más detalle, lo que hizo en

su particular tono neutro. Después de hacerlo Maurice se quedó consternado,

consciente de que su capacidad de seducción estaba pasando a la historia.

- ¿Y cómo estáis tan seguros de esta conspiración, cómo os habéis enterado?

- Ahora eso ya no importa mucho- dijo Preston. Tengo grandes proyectos para ti,

entre ellos la interpretación de un personaje que siempre te ha gustado, el de un

joven enamorado que es arrastrado al asesinato pasional.

-Ya.

Maurice estaba confuso, apenado y se sentía frustrado, pero trataba de no

derrumbarse.

- Yo ya no tengo edad para hacer de un joven apuesto. Se que me lo dices para que

olvide todo esto pero creo que no hace falta… ojalá se arreglara todo con el trabajo,

pero ni aún ganado tres Oscars seguidos más, es inútil amigos, mil gracias, pero

tengo que admitir que he de morir solo.

- No digas eso, se que todo esto parece una broma pesada, pero creo que es mejor

que sigas sólo a que te destruya una mujer sin escrúpulos como esa. No me

gustaría que cometieras otro error como el de Virginia. Desgraciadamente te ciega

la necesidad de amar. Ésta señora es de armas tomar y sólo te utilizará para

hacerte a ti y a nosotros el mayor daño posible y eso si que es duro Maurice, que te

des cuenta cuando ya es demasiado tarde, y ya pasaste por una situación similar e

igualmente dolorosa. Antes de saber nada de esto ya viste que Marcia estábamos

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orgullosos de ser tus padrinos. ¿Crees que esto a mi me agrada? Esa guionista

empieza a ser como una chincheta en el zapato, créeme.

- Escucha Maurice- intervino Archie- esa culebra, si me permites, insistió con Fred

Ames, antes probablemente había seducido al guionista Peter Drake y ahora quiere

casarse contigo. ¿No crees que eso son algo más que meras inclinaciones

afectivas? Todo son artimañas para conseguir otros objetivos. Es un topo de los

Owens y tú eres el cebo perfecto.

- ¿Me estás llamando estúpido, Archie?

- No me interpretes mal. Acabas de ganar el Oscar y su lanzamiento sería

fulgurante. Ames también fue premiado, todo encaja.

- ¿No te extrañó su premura en casaros?- preguntó Preston.

- Me dijo que estaba locamente enamorada de mi- empezó a llorar, abatido.

- Escucha amigo mío, Jonathan Owens quiere desbancarnos y hará cualquier cosa

para conseguirlo. Se que es muy triste que te sientas utilizado pero insisto en que es

mejor saberlo ahora ¿no crees?

Maurice no contestó, ahogando la pena en el tequila.

- Es un hecho que Pilbrooke Smooth está jugando a dos barajas- dijo Archie

mientras se secaba el sudor y saboreaba una rodaja de limón.

Maurice se levantó súbitamente.

- ¡Perra!… ¿cómo pueden ser tan perras? ¿Cómo? ¡No sabe de lo que soy capaz!

Los clientes que no se habían marchado miraron a la mesa sobresaltados por el

ruido pero al ver las fotografías de Maurice giraban la cabeza mucho más

interesados. Maurice les ignoró y siguió vociferando y Joaquin no le llamó al orden.

- ¿Pero por qué me tengo que equivocar siempre? ¿Sabeis que os digo? ¡Que se

vaya al infierno! ¡Tomemos un tequila para celebrarlo!

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Pidieron dos botellas de tequila que Joaquin trajo al instante.

- Órale, que disfruten el festejo, amigos- dijo amable el dueño.

- Voy a celebrar que ya no me caso, Joaquin.

- Mujer perdida es mujer ganada, carnalito- dijo lúcido el mexicano.

- ¡Salud!- se animaba Maurice- ¡Joaquin, toma asiento!

- Ándale, tomaré un trago, ya sólo quedamos nosotros. ¡Lupita, ven y trae a los

chamacos!

- Preston, Joaquín ¿recuerdan lo que era esta calle y en lo que se ha convertido

ahora?

- Claaaro, cómo no sr. Francisco- dijo Joaquin traduciendo el nombre de pila de

Maurice al castellano.

- Escucha, Archie- siguió Maurice- no había semáforos, los caminos eran de arena,

los indios que trabajaban en las películas no hablaban inglés y también se veían

vaqueros, mucho más sucios de cómo los hemos visto en el cine y los carruajes se

mezclaban con los coches que iban apareciendo poco a poco.

Preston escuchaba nostálgico. Maurice se levantó e hizo una representación de

Preston Blake con veinte años.

- ¡A ver esas cámaras! ¿Esa escalera está ya en el camión?, !Luces! ¿Dónde están

los focos? ¡Exteriores!... y ¡Maurice la máxima estrella del firmamento

cinematográfico!

Joaquín, Lupita y los niños reían a carcajadas con el gran Maurice Berger, bello,

divertido, atolondrado, una delicia humana en estado puro. Joaquín se levantó y

volvió con una cámara fotográfica.

- Por favor, señor- dijo dirigiéndose a Stoll-¿puede tomarnos una foto?

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Maurice, Preston y los mexicanos posaron para la posteridad y el actor no iba a

encontrarse esa noche con la señorita Pilbrooke Smooth.

1951

Las cuestiones relativas al cine como forma de expresión artística habían sido

tratadas en los escritos teóricos ya durante la época del cine mudo. El cine era un

fenómeno comercial, popular y tecnológico, es decir, principalmente industrial.

Todos estos términos no suelen encajar muy bien o son difíciles de vincularse con

las ideas que conciben el cine como un arte en estado puro. Así las cosas se puso

en marcha un sistema de producción que se alimentaba de un consumo masivo.

Preston Blake ya había sobrepasado los cincuenta años y seguía manteniendo que

dentro de la producción había que dejar sitio a la libertad creativa. Sin embargo, las

condiciones imperantes en Hollywood no eran las más cómodas para llevar esto a

cabo. De hecho a Preston le gustaba argumentar que todas las películas tenían

varios autores, mientras los críticos de la nueva hornada defendían la idea del autor

total, sobre todo en el contexto europeo, pero también en sectores de la

intelectualidad estadounidense. Por ello iba a suponer un gran esfuerzo adaptarse a

los nuevos vientos de generaciones tan pujantes como la que llegaba sin que se

resintiera demasiado la salud financiera de las Compañías cinematográficas.

Una mañana del mes de noviembre Preston observaba por la ventana y se

acariciaba la cicatriz que tenía encima de la ceja como de costumbre. Habían

pasado ya algunos años desde aquella reunión en Casa Joaquín, la tasca mexicana.

Durante ese tiempo la Mutual había tenido un auge espectacular gracias a la

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inyección de prestigio y beneficios que supusieron los premios de la Academia. Con

las películas de aventuras, los musicales y las comedias las ganacias no solían

bajar de los quince millones de dólares. Después de El dique invisible y La delación

la Compañía también fue tomada en serio por la crítica mundial.

En todo ese tiempo Preston no dejó descansar a Maurice, que alternaba papeles

cómicos con sórdidos dramas, lo que demostraba su gran versatilidad. En cuanto a

la guionista, Pilbrooke Smooth, no se la volvió a ver. Una mañana, Archie Stoll envió

a la ambiciosa rubia un ramo de flores con una nota firmada por Maurice en la que

comunicaba que su maniobra había sido descubierta, lo que impidió su deseo de

introducirse en los Estudios.

A John Robbins, después del éxito de La delación, le salieron dos contratos en Italia.

Ya no iba como un “had been”, sino como un actor de reconocido talento mundial

con tres magníficas interpretaciones secundarias a sus espaldas.

Preston seguía pensando. Había terminado una década. Los Estudios temían que la

bonanza económica estaba a punto de llegar a su fin y había que adaptarse a las

nuevas tecnologías. Los grandes temas se estaban acabando y las películas ya se

miraban con otros ojos. El público ya no era tan ingenuo. No obstante, Chester

Cross le había enviado un telegrama felicitándole por su gestión de parte del

Consejo de Administración. Pero intuía que ya todo no sería igual. Se imponían

cada vez más criterios en función de las modas, pero paradójicamente el fenómeno

se estaba invirtiendo, ahora era la sociedad la que, por así decirlo, presionaba a las

Compañías a adaptarse a sus demandas. No eran menos importantes los

problemas laborales que había, en aumento día tras día. Los sindicatos eran más

fuertes y exigían una reducción del número de extranjeros de las plantillas técnicas

para facilitar la colocación de técnicos norteamericanos en paro. Preston tuvo que

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rescindir el contrato a un director de fotografía por la presión sindical. De todos

modos el Estudio aún no había sufrido ninguna huelga importante. La periodista

Lambert señalaba en su periódico que era muy extraño que Mutual no tuviera los

conflictos internos de otras Compañías. Pero quizá lo que más preocupaba a Blake

era la presencia del Comité de Actividades Antiamericanas, que hacía tres años que

operaba, con una intensidad creciente, cada vez más populista y exaltada. El mundo

de Hollywood era una gran caja de resonancias para el resto del mundo y un

escaparate demasiado tentador para cualquier político ambicioso. Pero se sentía

orgulloso de lo que significaban de honestidad artística La delación y El dique

invisible.

Por su parte, Beulah Jorgensen, se encontraba rodando una historia sobre la

persecución de un asesino con una enfermedad contagiosa ambientada en Nueva

York. Después de reflexionar, Preston se acercó a su mesa.

- Anna

- Dígame, sr. Blake.

- Convoque una reunión para las tres en la sala de Juntas.

- Si, señor.

Preston necesitaba conocer más de cerca la opinión de sus compañeros respecto a

lo que se avecinaba.

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La sala de Juntas estaba situada en la última planta del edificio. Tenía una mesa

con capacidad para unas veinte personas con un gran ventanal al fondo desde el

que se divisaban gran parte de los decorados de los Estudios. A la hora prevista

comenzaron a aparecer Thomas Greenway (productor), Beulah Jorgensen, Edward

Qualen (consejero), Archie Stoll (ahora jefe de prensa y publicidad), Mervin Wells

(decorador), Donald Gleason (montador), Ray Connelli (maquillador), Fred Ames,

Anna y todos los fijos de Preston y algunos más. Maurice no compareció. Cuando

Blake entró todos estaban en sus sillas y él se puso a la cabecera de la mesa entre

Anna y Archie Stoll.

- Buenos días a todos. El motivo de esta reunión es intercambiar opiniones sobre la

actual situación en la que se encuentra esta casa y sobre la adaptación de nuevos

comportamientos de producción. Habrá en esta asamblea cinco puntos con un

responsable para cada parcela. Comenzaremos por Fred Ames.

Éste se levantó con su acostumbrada parsimonia y en el momento en que iba a

comenzar a hablar se abrió la puerta y entró Carl Smond, el jefe de Administración.

Era calvo, bajito, con lentes y bastante mal vestido, el aspecto del clásico contable.

Llevaba un montón de carpetas y su voz era pastosa y sin matices.

- Lo siento, perdonen el retraso.

- Siéntese por favor- dijo Blake- Puede comenzar, sr. Ames.

- Señores… quizá no conozcan Ricardo III, de William Shakespeare, pero hay una

frase de esa obra muy acorde con lo que pienso, la que le dice Clarence al rey

Ricardo:

“Por los cielos, creo que nadie está a salvo”.

- Como todos sabéis- continuó Ames- el Comité de Actividades Antiamericanas está

hurgando por todas partes para desenmascarar, según ellos, una peligrosa red de

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comunismo existente en Hollywood. Un buen número de amigos míos ya están

citados para declarar ante dicho Comité. Sinceramente, estoy muy preocupado

porque este Estudio siempre se ha caracterizado por sus ideas progresistas y

somos un blanco fácil. En fin, creo que todo esto estará bullendo en la cabeza de

muchos de ustedes. Tengo que decirles que hasta ahora he tenido bastante libertad

para contar historias y narrar en función de lo que quería expresar, pero parece ser

que eso se puede convertir en otro falso sueño americano. De todos modos, creo

que seguimos trabajando como si toda esa paranoia colectiva no nos afectara.

Tenemos en redacción varios guiones y otros están listos para rodarse. Hay una

historia sobre un boxeador sonado, otra de la fuga de un grupo de prisioneros de un

campo de concentración, otra sobre un revolucionario mexicano… la vida sigue

damas y caballeros. Si tienen alguna pregunta, adelante- concluyó Fred.

Thomas Greenway, el productor que entregó el Oscar a Preston, tomó la palabra.

- Señores, no es mucho lo que tengo que decir. Si los presupuestos que confecciono

no los rechaza el señor Smond, es que la cosa va bien.

Todos fueron exponiendo sus opiniones y problemas más inmediatos. Daniel Butler,

el delegado sindical de los técnicos, comenzó a hablar, y no estaba precisamente

muy calmado.

- No es muy agradable lo que voy a decir. Quiero que sepan que el Sindicato

General de Técnicos ha aprobado por unanimidad que todos los extranjeros que

trabajen en Hollywood tendrán que estar afiliados y por otro lado, si en la misma

categoría profesional hay un estadounidense que no trabaje, no podrá hacerlo él

tampoco.

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Muchos de los presentes comenzaron a protestar enérgicamente tachando de

incomprensible la decisión sindical.

- Y también- siguió Butler- esa pequeña grúa que se usaba en los años treinta y que

hoy está fuera de servicio hay que ponerla en marcha, así el operario que la

manejaba podrá ocupar un puesto de trabajo en lugar de estar su nombre de adorno

en un archivo.

Con esta última exigencia, Butler cedió el turno. Su tono en clave prepotente hacía

intuir a los miembros presentes que ese hombre representaba a un colectivo cada

vez más poderoso que estaba en condiciones de imponer criterios y modos de

actuación en la empresa.

- ¿Ha terminado, sr. Butler?- preguntó Preston.

- Por hoy si, gracias.

Preston se dirigió a Beulah.

- Es su turno, sr. Jorgensen.

- Sr. Blake, ¿se acuerda del altercado con Jonathan Owens en el Stock?- dijo

incorporándose del asiento.

- De eso hace mucho tiempo, no se a qué viene ahora.

Beulah estaba visiblemente enojado y perdió la compostura.

- Pues parece que a ese cabrón no se le ha olvidado.

Se llevó la mano al bolsillo y sacó un papel que a través de Anna llegó a las manos

de Preston.

- ¡Léelo, léelo!- gritó Beulah.

Preston comenzó a leer en voz alta.

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“El Comité de Actividades Antiamericanas cita para el día 7 de diciembre de 1951, a

las 13 horas, al sr. Beulah Jorgensen a declarar ante una Comisión del mismo. La

no comparecencia podrá ser utilizada como motivo de sospecha hacia su persona y

la Ley se reserva el derecho a actuar en consecuencia de la manera que estime

oportuna”.

Preston dejó el papel encima de la mesa pensativo. Recordaba la amenaza que le

hizo Owens y la misteriosa llamada de Norman Elliot, agente del FBI, que le alertó

de que se prepararan para acontecimientos inesperados. Todos en la sala

permanecieron en silencio hasta que Preston habló.

- ¿Alguno de ustedes tiene una citación parecida?

Todos negaron con la cabeza. Preston se tocó la cicatriz.

- Anna, localiza a Willy Wolf y que venga enseguida- ordenó Preston.

Mientras la secretaria trataba de contactar con uno de los mejores abogados de

Hollywood, Preston continuó.

- Mucho me temo, caballeros, que vamos a tener muchos problemas de ahora en

adelante. Los que han declarado como amenazas para el país fueron nuestros

aliados en la guerra, pero parece que volvemos a la histeria de 1938. ¿Lo

recuerdan? La guerra de los mundos de Orson Welles en la radio, la locura

colectiva. Señores, no quiero dramatizar, pero se nos avecina una tormenta y

tenemos que estar preparados. ¿Se podía imaginar alguien hace veinte años que

una huelga de mayoristas podía paralizar Hollywood? Pues ha ocurrido, y todos

ustedes lo saben. Todos hemos trabajado para crear la fantasía más cara de la

Historia humana y ahora la fantasía se vuelve contra nosotros. Si la federación

norteamericana del trabajo y la confederación de profesionales cinematográficos

continúan con los incrementos de los salarios y si los sindicatos intervienen

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directamente en la redacción de los contratos imponiendo una serie de cláusulas

¿cómo vamos a controlar los gastos y los caprichos de cada uno? Este es sólo un

peldaño de la infinita escalera de costes y por si no fuera suficiente ahora tenemos

éstos problemas políticos que se han sacado de la manga- concluyó Preston

contrariado.

Anna comunicó la llegada de Willy Wolf. Era un tipo alto, vigoroso y con el pelo

blanco a la altura de las sienes. Dirigía el bufete de asuntos legales de la Compañía

por recomendación de Chester Cross.

- He venido lo más rápidamente posible.

El resto de los miembros de la reunión se quedaron en la sala expectantes porque

se habían ido separando de la mesa hacia la puerta. Preston le entregó la citación

de Beulah al abogado, que la leyó con detenimiento y cuando acabó suspiró.

- Esto es delicado, Preston.

- Por eso está usted aquí, sr. Wolf.

El letrado se llevó la mano al pelo, se arregló la corbata y se dirigió a los asistentes.

- ¿Alguno de ustedes ha recibido algo parecido?

Al ver la negativa general se volvió hacia Preston.

- Sr. Blake, parece que la citación del sr. Jorgensen es la primera, pero no dude de

que llegarán más, se lo aseguro, y se tendrán que acostumbrar a trabajar bajo

sospecha durante un tiempo indeterminado.

- Eso me temía, todo esto ha ido a más desde hace tiempo y no hemos podido

evitarlo. Ahora de lo que se trata es que nos aconsejes lo que debemos hacer-

respondió Preston.

- ¿Hacer? No se puede hacer nada legal. Si no nos presentamos ante el Comité nos

pueden acusar de desacato como poco, cuando no de deserción o traición a la

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patria… y si una vez allí nos negamos a responder a sus preguntas tendremos

graves problemas porque no contemplan la quinta enmienda como derecho. Si

contestamos tendremos que dar nombres, Blake. Eso es lo que quieren, nombres,

hacer mucho ruido y qué mejor escaparate que Hollywood- advirtió Wolf.

- Escuche- dijo Beulah- yo me puedo presentar y contestar a esas preguntas

siempren que aludan a mi persona, no tengo ningún miedo, ahora bien, si tengo que

mezclar a compañeros de otras acusaciones me negaré a dar nombres.

- Eso será interpretado como obstrucción a la Justicia, sr. Jorgensen- dijo Wolf

mientras se tocaba la nariz con los ojos muy abiertos.

- Me acogeré a la quinta enmienda- afirmó Beulah.

- Y eso será no colaborar y pueden arruinar para siempre su carrera profesional,

téngalo muy presente, sr. Jorgensen- replicó el abogado.

- Hay personas, compañeros, que se han negado a colaborar con el Comité- apuntó

Fred Ames.

- Cierto ¿y dónde están ahora? En las listas negras. No es sólo el Comité, después

actúa la Liga Americana por la Decencia, que tiene sus propias listas negras, todo

es una cadena que acaba por anularte y echarte de este negocio…Consiguen cerrar

las puertas incluso en otros países, es el fin… Escuchen, todos los profesionales

tienen miedo de formar parte de alguna de esas listas. Si el sr.Jorgensen se negara

a colaborar podría ser denunciado después por otro compañero que quiera

congraciarse por el Comité y eso sería aún peor. Por lo tanto mi consejo es que se

presente y tenga buena predisposición ante el tribunal. Soy consciente de que le van

a exigir que reconozca una culpabilidad dudosa y que posiblemente tendrá que dar

nombres de amigos y compañeros, pero creo que es lo más adecuado, se pueden

evitar muchos problemas.

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El productor, el director y el guionista se quedaron completamente atónitos.

- Si, ya se que puede resultar muy duro, pero es mejor tener el favor del Comité. Si

pretendemos ser siempre revolucionarios contra el Sistema, la propia revolución

será nuestro fin. Hay que tener visión de futuro. Blake, me has pedido consejo y te

expuesto la situación y la situación es ésta- dijo con arrogante frialdad.

- Entonces ¿cuál es la estrategia?- preguntó Beulah.

- Ya se lo he dicho, declare- susurró con tono cansado-, trague por un momento el

anzuelo de que es comunista arrepentido y de nombres de personas poco

relevantes, nombres que obren a favor del Comité, y no habrá problemas. Hay

tantas peticiones de comparecencia que pasarán muchos nombres de largo,

hágame caso.

Preston miraba fijamente a su director.

- No delataré a nadie – dijo por fin con cara de circunstancias.

Wolf jugaba con su bolígrafo y miraba al suelo.

- Aquí nadie está seguro- dijo Ames.

- Ustedes sabrán. Bien, si no quieres nada más Preston… me esperan en una

reunión muy importante.

- No… nada más… ya te llamaré, gracias por venir. ¡Hemos terminado, vuelvan a

sus puestos de trabajo!- ordenó Preston a los demás.

Todos se levantaron y fueron despejando la sala. Daniel Butler, el sindicalista, se

acercó.

- No se olvide del tema de la extranjería ¿de acuerdo?

- Si, no se preocupe- dijo Preston con poca convicción mirando de reojo a Beulah.

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Martes, 7 de diciembre de 1951. Había una gran expectación, cámaras de televisión,

periodistas, fotógrafos y un gran número de espectadores preparados para ver y oír

a una gran figura del cine. La mesa de la comisión la formaban cinco senadores de

raza blanca y ninguno era de segunda fila. Sonó el mazo del presidente, que mandó

guardar silencio. Beulah estaba sentado en una pequeña mesa frente al tribunal y

no le acompañaba ningún abogado. Entre ellos sólo había un micrófono.

- ¿Quiere decirnos, por favor, su nombre, lugar de nacimiento y edad?

- Me llamo Beulah Jorgensen Jones, nacido en Estocolmo, Suecia. Tengo 37 años.

- Sr. Jorgensen, ¿ha pertenecido o pertenece al partido comunista?

- No.

- ¿Ha asistido alguna vez a reuniones con miembros de dicho partido?

Beulah vaciló un momento.

- ¿Sr. Jorgensen?

- No.

Los miembros del tribunal se miraron entre sí y el portavoz se dirigió a un ujier, que

a los pocos segundos le entregó un sobre, que después le mostró Beulah. Lo abrió y

en él tenía unas fotografías.

- Entonces… ¿quiere decirnos que hace usted en esta reunión según se demuestra

en estas fotografías?

Beulah se quedó helado. Bebió un poco de agua y respiró todo lo que pudo.

- ¿Reconoce a esas personas?

El ujier le acercó las fotografías.

- Si, son compañeros de profesión.

- Sr. Jorgensen, ¿puede usted explicarnos sobre qué temas hablaban en esas

reuniones?

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- Se hablaba de muchas cosas- dijo nervioso.

- Entre ellas, la desestabilización del sistema americano ¿no es así, sr. Jorgensen?

- No, no exactamente. Alguna vez debatimos sobre cómo a través del cine se

podrían mostrar a los ciudadanos los problemas y lacras de ese sistema, los

problemas reales en sí mismos, los que se sufren día a día.

- ¿Y cuáles, según usted, son esos problemas, sr. Jorgensen?

- Pues…- balbuceó- el racismo, las condiciones de vida de algunos sectores

sociales, la intolerancia rural y urbana, las desigualdades en general…

- ¿Quiere eso decir que ustedes tienen una alternativa mejor que nuestro sistema

americano?

- No, señor, no se habló de sustituir nada.

- ¿De mejorarlo, quizá?

- Digamos que algo parecido- dijo Beulah empapado en sudor aunque la sala estaba

refrigerada.

- Vamos sr. Jorgensen, tenemos grabadas las frases y reconocidas las voces de

casi todos los que asistieron a esas reuniones y muchos ya lo han reconocido.

- ¿Reconocer el qué, señorías?

- ¡Que son ustedes comunistas!

En ese momento Beulah comprendió que el Comité interrogaba sobre seguro. No

sabía cómo actuar. Se sentía como un criminal al que le esperaba una condena.

Fred Ames, Daniel Butler y Donald Gleason, el montador, se encontraban entre el

público y seguín muy interesados la sesión. Preston Blake escuchaba por la radio la

intervención de su amigo.

- Sr. Jorgensen ¿sería usted tan amable de darnos los nombres que nos faltan?

- ¿Y si me niego?- preguntó Beulah algo dudoso.-

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- Sr. Jorgensen, para esta Comisión la quinta enmienda puede ser interpretada

como obstrucción a la autoridad ya que no estamos en un juicio y su persona

jurídica a partir de ese momento pasaría a grado de elemento sospechoso para la

comunidad americana, con lo que eso supondría para su actividad profesional…

Beulah notaba que no podía controlar sus emociones y estaba realmente asustado,

temía que pudiera ser deportado y que se acabara para él la profesión de director de

cine. Pensó en las palabras de Willy Wolf y dio una pequeña relación de nombres,

técnicos en su mayoría, que-pensó- podrían reciclarse mejor después en la Industria

si las cosas iban mal.

- Gracias, sr, Jorgensen, ha sido usted sensato. ¿Se arrepiente de haber asistido a

esas reuniones?

- Me arrepiento, señorías.

Sus amigos le miraron con compasión. No había soportado la presión y se convirtió

en un testigo estrella para las actuaciones del Comité. Beulah Jorgensen, siempre

tan seguro de sí mismo, se había hundido.

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Marcia Cross preparó una copa a su marido y se sentó a su lado.

- Ya he escuchado en las noticias lo de Beulah. Qué espectáculo tan cruel.

- Si, una pena. Es inmoral, inadmisible… que un hombre de su categoría, ni otro

cualquiera, tenga que soportar esa humillación pública. Ni tampoco me parece digno

de este país que se limiten nuestras libertades de esta manera tan neurótica por la

ambición y temores infundados de una minoría que solo protege su esfera de poder.

- Ha llamado papá de Nueva York. Tanto él como el consejo de Administración te

felicitan por lo bien que has llevado el asunto. Creen que la colaboración de uno de

los más importantes Estudios y uno de sus directores más prestigiosos será

suficiente para que no nos acosen más- dijo Marcia con entereza.

- ¡Al infierno el consejo de Administración! Te aseguro que no he movido ni un dedo

para evitar que Beulah pasara por esta situación, ni tampoco he sabido aconsejarle

en lo que tenía que decir a ese diabólico tribunal. La situación me ha desbordado y

el Comité ya tiene culpables para unos meses más.

Marcia agachó la cabeza y asintió.

- ¿Te dijo algo más?

- Si, que ahora hagas una película que denuncie el auge del comunismo.

- Vamos, nena, debe ser una tomadura de pelo.

Marcia comenzaba a dudar sobre quien merecía más admiración de los dos

hombres más importantes de su vida.

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En el club de tenis había mucha animación aquella mañana. Preston buscaba con la

mirada a Willy Wolf, que estaba charlando con varios de sus socios. Cuando vio a

Preston le saludó con la mano, se disculpó de sus colegas y ambos se sentaron en

una mesa próxima a las pistas. El abogado le pasó la mano por el hombro.

- Bueno Blake, otro triunfo en tu brillante carrera.

- Es la segunda felicitación que recibo por algo que no he hecho.

- Venga, productor, no seas tan humilde. Beulah no hubiera actuado así sin tu

consentimiento, te lo aseguro.

- Te pedí ayuda porque no supe cómo actuar en una situación tan surrealista como

ésa, no trates de hacerme responsable de lo que hizo Beulah porque él siguió tu

consejo al pie de la letra, Wolf.

- Lo importante, Preston – dijo jovial- es que la Compañía esté a salvo. No creo que

os molesten de ahora en adelante.

- No estoy tan seguro.

Pidieron whisky con agua y ginebra con tónica.

- ¿Y quién dices que también te ha felicitado?

- El consejo de Administración de Nueva York.

- No me extraña, el asunto era muy delicado y mucha gente invierte su dinero en

este negocio. Si Beulah no llega a declarar te hubieras visto obligado a rescindirle el

contrato con Mutual y un director como ese no se consigue todos los días. Me alegro

por ti, Preston- dijo después de saborear la copa.

- Escucha Wolf. ¿Crees que todo esto es tan sencillo? Ahora es cuando Beulah va a

tener verdaderos problemas y a ti eso parece no importarte lo más mínimo o no

quieres entenderlo.

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- No te alteres Blake. ¿Qué tipo de problemas, de conciencia? ¡Bah!- exclamó con

tono cínico el abogado.

Preston bebió de la copa y cambió de expresión.

- Cuando llegué a Hollywood todo era más ingenuo, más limpio, aunque es verdad

que siempre hemos tenido problemas. Con la gran depresión del 29 las estrellas que

no se adaptaron al cine sonoro prácticamente desaparecieron, temo que Beulah no

soporte la presión de su propio entorno. Le van a ver como a un soplón, a él… ¡a el

director de ¡La delación!… -bebió otro trago- Entonces teníamos lo que llamábamos

los cuatro jinetes del cine: el sonido, el color, la radio y las intervenciones bancarias.

Luego vino la guerra y los tiempos de opereta y del gordo y el flaco habían

terminado, el sueño americano se tambaleaba.

- Pero todo eso ya ha pasado, Preston- dijo Wolf indiferente.

- No, no ha pasado como pasa un tren. Los cuatro jinetes cabalgan de nuevo

aunque tengan otro aspecto.

- ¿Y…cuáles son ahora esos jinetes… como tú dices?- preguntó con ironía.

- La televisión, los sindicatos, los bancos y el maldito Comité de Actividades

Antiamericanas. Me gustaría saber si vamos a tener más citaciones para ese

espectáculo de feria.

- Está bien, Blake, te voy a ser franco- dijo mirando a la pista de tenis- hay una lista

negra de escritores en la cual está Fred Ames.

Preston desparramó el gin tonic.

- ¡Fred Ames lleva en esa lista demasiado tiempo! ¡Pues te aseguro que si lo citan

no se va a presentar! ¿Me explico, sr. Wolf?

- Desde luego.

- ¿De dónde diablos sacas la información?

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- El hombre que tengo en el Comité me ha dicho que esa lista no está terminada,

que aún la están redactando- explicó Wolf.

Preston le miró indignado y algo sorprendido.

- ¿Y no se ha podido hacer nada por Beulah?

- Llegamos un poco tarde, amigo mío.

Preston seguía con la mirada fija en el abogado.

- ¿De qué te extrañas, Blake?

- Por momentos creo que formas parte de esta paranoia.

- Alguien tiene que velar por esta pura y santa tierra, siempre amenazada de

escándalos y seres perversos… ¡Camarero, lo mismo!

Preston telefoneó a Chester.

- Te he mandado una copia de la carta, ¿la recibiste?

- Esta mañana.

- ¿Qué te parece?

- Muy propia de ti, no era de esperar tu silencio después de lo que ocurrió con

Jorgensen.

- Chester, estoy preocupado. Toda la Industria está amenazada por el Comité y sus

tentáculos en la sombra que propagan la psicosis a todos los rincones de América.

- Estoy de acuerdo, y lo peor es que lo disfrazan de patriotismo.

- Ya sabes lo que dijo Samuel Johnson.

- No, ¿qué dijo?

- El patriotismo es el último refugio de los canallas.

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- Ahora hay que tener calma, Preston. Esta fiebre pasará, te lo aseguro.

- ¿Pero a qué precio, Chester?

- Estos hombres son como Napoleón, su ambición les obligará a que no cesen de

buscar enemigos y cuándo ya no tengan a quien denunciar su propia sed les

asfixiará.

- A pesar de todo voy a mandar esa carta y quiero saber si estas conforme.

- Y qué importa eso, la vas a mandar igualmente.

- Me conoces demasiado, suegro.

- No creo que tengan pelotas para citar a Ames.

- Chester ¿te encuentras mejor?

- Adiós, Preston- colgó.

Carta de Preston Blake al Comité de Actividades Antiamericanas. 12 de diciembre

de 1951.

“Señores del Comité:

“Observo con creciente aprehensión y asombro las sesiones de su comisión y

pienso que no es el modo precisamente más americano de hacer las cosas. Ningún

Comité del Congreso o del Senado de este país tiene la potestad de decidir si una

persona debe o no trabajar en una determinada profesión o si tiene o no unas

determinadas creencias o simplemente unas u otras inclinaciones políticas, es una

mancha contra los principios de nuestra Constitución que amparan la libertad de

pensamiento y la libertad de expresión. La Industria cinematográfica, por citar el

sector particular en el que nos sentimos afectados, está siendo injusta víctima de

graves acusaciones que ni siquiera tienen base legal porque se sustentan en el

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espionaje y la intimidación premeditada, atentando ilegítimamente contra la

intimidad más básica del ser humano.

Quisiera concluir manifestando que si continúan las citaciones a cualquiera de

nuestros miembros y persiste el hostigamiento moral y psicológico hacia nuestros

trabajadores, pondremos en marcha toda nuestra maquinaria publicitaria para

difundir una campaña de resistencia civil y profundo desacuerdo con la naturaleza y

existencia de su Comité en todos los medios de comunicación, si es necesario a

nivel mundial”.

De no ser así, mis saludos.

Preston Blake, productor-jefe de los Estudios Mutual.

En los días siguientes no hubo ninguna citación del Comité. Willy Wolf llamó a

Preston y le comunicó que había sido archivada la investigación sobre Fred Ames.

Quizá la firmeza de Blake había disuadido al Comité, pero lo cierto es que los

Estudios pudieron centrarse en su trabajo. La falta de nuevas estrellas que llenaran

los cines y los titubeos con la utilización de nuevas tecnologías como el color,

estaban provocando un desconcierto en los accionistas similar al que se produjo con

el paso del cine mudo al cine sonoro.

Otra mañana se encontraron Blake, Stoll y Ames. Fred tenía los guiones que

describió en la junta prácticamente terminados y Archie por su parte llevaba consigo

una lista de jóvenes promesas.

- ¿Por dónde empezamos?- dijo Blake.

Fred le mostró el guión del revolucionario mexicano traicionado y asesinado en una

emboscada.

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- Fred ¿el traidor quién es?

- Un asesor del presidente de la República.

- ¿Americano?

- Desde luego.

- Me gusta. Que se ocupe Beulah- exigió el productor.

Fred sacó de su carpeta otro guión.

- El gángster con epidemia- dijo.

Preston le echó un vistazo.

- ¿Es tuyo?

Fred se levantó.

- Me ayuda una nueva guionista, es muy buena. Pero descuida, no será otra

señorita Smooth, la relación es puramente profesional.

Preston le miró con ciertas reservas.

- Archie, ¿qué nos traes?

Stoll le enseñó una sesión de fotografías de un casting. Preston las observó

detenidamente.

- ¿Qué le parecen?- preguntó impaciente Archie.

- Parecen fabricadas en serie. Pero oye, ¿ésta rubia no es la que tiene un pequeño

papel en La jungla de asfalto?

- Así es.

- ¿Tiene contrato con la Metro?

- ¿Esa le gusta más que las otras?

- Te hice una pregunta, Stoll.

- Pues creo que no, es medio tonta, jefe- dijo riéndose.

- ¿Cómo lo sabes?

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- Todo el mundo habla pestes de ella. Llega tarde a los rodajes, es caprichosa, en

fin… insufrible para cualquier director, por lo visto nunca se aprende el guión, no

creo que sea una buena inversión- concluyó.

- Durante mucho tiempo hemos dirigido a los actores pensando en los espectadores.

Ahora los nuevos divos proceden de lo que llaman el método y del teatro. Las

minorías están felices y aunque seguimos apostando por la calidad, no podemos

negar que todavía estamos dentro del star system. Necesitamos rostros y también

cuerpos que lleguen al nuevo público y ésa chica puede hacerlo- explicó Preston.

- ¡Caramba!- dijo Ames- siempre has querido hacer películas de tema social

comprometido esquivando temas más superficiales y ahora te vuelcas en la pura

imagen. ¿Y eso?

- Independientemente de lo que a mí me guste tengo que dirigir un Estudio que

demanda beneficios constantemente, y aquí también hay sastres, maquilladores y

decoradores, sólo por citar algunos profesionales que saben explotar las

posibilidades que ofrece la imagen. Como bien sabes, el cine es literatura hecha

imagen.

- Literatura rubia y voluptuosa, Preston, no divages- dijo Ames sonriendo.

- Si rubia y voluptuosa, eso es. Archie, búscame a esa chica y si no tiene

compromisos con ningún Estudio quiero verla personalmente.

- Muy bien, jefe- dijo Stoll resignado.

Después de que Stoll y Ames salieron del despacho, entró Carl Smond, el

administrador, con semblante muy serio.

- Buenos días.

- ¿Qué ocurre Smond?

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- Sr. Blake, el sr. Edward Qualen, de Nueva York, ha estado en mi despacho- dijo

irritado- y me ha recomendado que tenga mucho cuidado con los presupuestos.

¿Pero qué me tiene que decir a mí ese fantoche?

- Tranquilízate, Carl.

- ¡Veinte años de profesión y viene un imbécil a decirme que tenga cuidado! ¿Pero

dónde vamos a ir a parar? Si no le gusta como trabajo me despide, sr. Blake y en

paz, pero no me envíe a personajes como ése.

- Nadie le va a despedir. Ignoraba que Qualen se dedicara a ir por los

departamentos a dar consejos.

- ¡No son consejos, son amenazas! Es intolerable.

- Claro, Carl. Pero dime… ¿he tenido confianza en ti?

- Si, desde luego.

- Entonces no hay razón por la que preocuparse. Estamos un poco nerviosos

últimamente, son demasiadas cosas las que están ocurriendo. Hablaré con Qualen,

no tema, y continúe con su trabajo- terminó Preston que llamó por el interfono a la

secretaria- Anna, busque a Edward Qualen y dígale que venga inmediatamente a mi

despacho.

Habían pasado quince minutos cuando Qualen abrió la puerta.

- Hola Preston. ¿Querías algo?- preguntó despreocupado.

- Siéntate, por favor. Escucha Qualen. ¿Sabes que este Estudio lo dirijo yo, verdad?

- ¿Estás de guasa?

- Te explicaré unos detalles, entre ellos cómo se hace una película.

Qualen le miró sorprendido y después miró su reloj.

- Ah, parece que ya lo sabes.

- ¿Para qué me has llamado, para darme lecciones?

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- Quizá te hagan falta. Escucha, hay magníficos directores pero son controvertidos.

Si dirigen una película que tiene éxito piden más dinero para la siguiente y si es un

fracaso le echan la culpa al guionista, al productor o si hace falta al director de

fotografía. Ellos no se equivocan. No tienen humildad. Los actores, normalmente,

tampoco. Ha estado aquí Smond, mi administrador. En todo este tiempo apenas me

ha dado problemas. Espero que no tenga que decirte que tampoco tienes humildad.

- Sólo hago lo que me piden los accionistas, Preston.

- Hay que respetar el trabajo de otros compañeros, no se puede avasallar, Qualen.

- Hasta cierto punto…

- Anoche- interrumpió Blake- cené con un matrimonio muy agradable. Ella había

sido compañera de la escuela de Marcia, mi mujer. Lo pasamos muy bien, una

velada estupenda que terminó a las tres de la madrugada. Bien, pues a las seis la

señora tenía que estar maquillada y vestida para empezar a rodar. Supongo que no

durmió, pero seguro que ha dado la talla. Éste no es un trabajo cualquiera, los

actores actúan dentro y fuera de la pantalla, las veinticuatro horas del día. Smond es

contable, sabe de números y yo soy productor, aunque te aseguro que en este

despacho he hecho las mejores interpretaciones de mi vida, algunas incluso mejores

que muchos actores que yo mismo he contratado.

Preston se levantó y quiso hacer una demostración de su talento. Puso el cuerpo

encorvado como si fuera un jorobado, cojeando y con un brazo totalmente pegado al

cuerpo. Preston era el rey Ricardo III, se dirigió a la puerta, se volvió y miró

fijamente a Qualen.

- “Ahora nuestras frentes están ceñidas con guirnaldas victoriosas. Las alegres

reuniones se tiñen de amenaza, con músicas de marcha y danza deliciosas…”

Qualen le miraba con cara de pasmo.

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- ¿Comprendes ahora?

- Si, si-balbuceó mientras se levantaba y disculpándose salía del despacho como

alma que lleva el diablo.

Preston no podía contener la risa. Anna entró en el despacho sorprendida.

- ¿Qué le pasaba al sr. Qualen? Uno diría que ha visto al mismísimo diablo…

- Es que ha visto al mismísimo diablo, Anna.

- ¡Cielo santo!- dijo la secretaria persignándose- ¡No lo dudo!

Archie Stoll, con su rostro jovial y andares de atleta irrumpió de nuevo. Preston

levantó su vista de una interminable lista de cifras.

- ¿Qué hay tan pronto?

- Jefe, no tiene compromiso alguno.

- ¿Cómo?

- ¡Nora Brown!

- ¿Nora Brown? ¿Quién es Nora Brown?

- La rubia que hizo un pequeño papel en la película de gángsters, jefe.

- Ah si, perdona, ya recuerdo.

- He comprobado lo cursi que puede llegar a ser.

- Ahórrate los comentarios, Stoll. ¿Cuándo puedo verla?

- Cuando usted quiera. Está abajo, en mi coche.

- Bien.

Preston se arregló la corbata y llamó a Anna.

- ¿Tenemos un ramo de flores a mano?

- Pues…no, señor Blake.

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- Llame a decoración, allí siempre hay flores, dígale por favor a Odette que lo lleve a

la entrada principal, a la señorita Nora Brown cuando entre en el edificio. Y tú baja a

acompañarla, Archie. Oye dime, ¿has sabido algo más sobre ella?

- Lo que ya le he dicho, pero no hay duda de que es una belleza inusual- dijo al salir

sin mirar a Preston.

Sonó el interfono.

- Sr. Blake, ya le han entregado las flores.

Preston no contestó y encendió un cigarrillo, arregló un poco el despacho,

colocando los papeles en su sitio, levantó las persianas para que entrara más luz y

respiró hondo tras pasarse la mano por el pelo.

- Sr. Blake, la señorita Brown.

Nora, acompañada de Archie Stoll, traía bajo el brazo un enorme ramo de flores y

llevaba un vestido azul muy ajustado con un generoso escote y zapatos de tacones

muy altos. Era de estatura media, con los labios cargados de carmín y una caída de

ojos muy particular que fue lo que más le gustó al productor, que se acercó a ella

con la mano extendida.

- ¿Qué tal señorita Brown? Soy Preston Blake. Siéntese, por favor. Archie, gracias,

ahora déjanos solos y pon las flores en agua.

- ¿Café, té, unas pastas quizá?

- No, gracias, sólo un poco de tónica- contestó Nora, que tenía una insinuante voz.

Preston ofreció de pitillera de plata un cigarro a Nora, que lo rechazó con un gesto.

- Bueno señorita Brown, como verá en esta Compañía somos una pequeña gran

familia.

- ¡Pero si no he visto nada!- dijo con un alarido.

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- Claro, claro, no ha visto nada y supongo que se preguntará por qué esta usted

aquí ¿verdad?

- Pues si, más o menos, aunque Archie Stoll me ha dado alguna pista.

- ¿Ha visto usted a mis estrellas?- preguntó Preston señalando los cuadros de la

pared- Fíjese, ése es Maurice Berger vestido de espadachín, uno de nuestros

actores más queridos. Ahora está trabajando en Florida.

- Pues a mí siempre me pareció un actor corriente hasta que hizo El dique invisible,

en esa me gustó mucho.

- Vayamos al grano, srta. Brown. Estamos elaborando un guión que hemos pensado

que puede ajustarse muy bien al tipo de actriz que buscamos. Se trata de una mujer

casada con un hombre mayor que ella que está un poco trastornado como

consecuencia de las secuelas de la guerra. Ella le engaña con otro hombre más

joven y en una especie de fiesta que preparan, él la mata.

- ¡Qué espanto!

- Cuando el público no pierde de vista los movimientos de la protagonista, es ahí

donde la actriz tiene que saber utilizar sus recursos expresivos y atributos visuales,

además de la credibilidad comunicativa, por supuesto…

- O sea, interpretar Hamlet con el cuerpo.

- ¡Exacto, eso es! Interpretar también con el cuerpo. Me ha dado usted una buena

idea para la frase de lanzamiento publicitario. Nora, le ofrezco hacer el papel de la

protagonista. Si la película tiene éxito y el impacto que esperamos tendrá un

contrato de siete años con status de gran estrella. ¿Qué le parece?

- De acuerdo ¿y si no se produce ese impacto, sr. Blake?

Preston se preguntaba que revista rosa se habría encargado de difundir la supuesta

ignorancia de Nora Brown.

Page 121: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- Se producirá. Llevo mucho tiempo en este corral. De cualquier modo usted cobrará

quinientos mil dólares por hacer ese papel.

- Ok- dijo como si esa oportunidad se la brindaran todos los días- ¿dónde tengo que

firmar?

- Espere, aún no se ha redactado el contrato.

Preston llamó a Carl Smond y Nora le dedicó una deslumbrante sonrisa al productor

jefe de la Mutual.

Reflexionaba sobre el director que podría dirigir a Nora. Estuvo toda la tarde reunido

con Thomas Greenway, su productor adjunto, que propuso a Henry Havers.

- ¿Havers? Está acostumbrado más a lo westerns…

- Si, pero ya sabes que su cultura cinematográfica es muy amplia, podrá hacerlo. No

es el gran creador, pero cuando lo tiene claro lo hace realmente bien, como habrás

podido comprobar alguna vez- expuso Greenway.

Preston lo meditó un instante.

- ¿Está disponible ahora?

- Si.

- Pues manos a la obra, quiero que esta película sea el bombazo erótico de la

década. Escucha Thomas, nuestras actrices son buenas interpretando, pero les falta

carisma sexual. Con Nora Brown conseguiremos ambas cosas, el cócktail perfecto.

Adelante Tom, encárgate de la producción, quiero que se estrene el próximo mes de

junio.

Greenway asintió con seguridad e ilusión de principiante, pero no disponía de

mucho tiempo.

Page 122: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

NEW YORK

Durante las siguientes semanas la actividad de los Estudios fue a un ritmo

desmesurado, una de las primaveras más frenéticas de Mutual. Se rodaba Celos

con Nora Brown, Beulah continuaba La Revolución engañada y Epidemia en la

ciudad, ambas con guiones de Fred Ames, la dirigía un director francés que

acababa de llegar a Hollywood con dos sonados éxitos a sus espaldas. No se

olvidaron las películas de aventuras, los musicales y las comedias. El Comité de

Actividades Antiamericanas no cesó las investigaciones, las listas negras no

desaparecían y Hollywood seguía “depurándose”, avivándose todavía las cenizas de

los despropósitos. Todo el mundo dudaba y estaba bajo sospecha como en una

burbuja empapada por el terror de una presencia totalitaria. Mantenerse inmune era

pues el deseo de todos, pero no era fácil. Sin embargo, Mutual seguía sin recibir

citaciones directas, lo que facilitaba la labor de producción que Preston había

diseñado.

Una mañana recibió un telegrama de Chester. Le citaba para la reunión anual de

accionistas el 25 de junio en Nueva York. Preparó toda la documentación del último

año y voló con su mujer a la cuidad de los rascacielos. Mientras Marcia dormía

sobre su hombro, pensaba en las nuevas tendencias literarias. Los títulos de la

época reflejaban unos Estados Unidos habitados por multitud de gente solitaria que

intentaba escalar en la jerarquía social, por hombres de negocios llenos de ambición

que servían a una élite poderosa y buscaban el éxito a cualquier precio. Las

entrañables comedias familiares de los años 30 y 40 habían sido desplazadas por el

realismo en el retrato de unas clases media y baja norteamericanas condicionadas

en extremo por la cruenta carrera de seguir viviendo. Era llamativo que aunque

Hollywood vivera una de las mayores convulsiones de su historia, respondió con

Page 123: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

eficacia a la necesidad social de hacer grandes superproducciones y películas más

espectaculares que nunca. Preston se preparaba para responder a cualquier

pregunta que se le hiciera sobre los nuevos sistemas industriales. La televisión era

el gran enemigo, no había duda y una película de bajo presupuesto estaba batiendo

récords de taquilla. Era la historia de un humilde carnicero y una solterona, rodada a

modo de telefilm en blanco y negro ambientada en Nueva York. Televisión y Cine

todavía no hermanaban y las empresas televisivas empezaban a alejar a la gente de

las salas.

A las once de la mañana aterrizó el avión en el aeropuerto de La Guardia. Chester

esperaba próximo a la salida con una limusina. Marcia abrazó feliz a su padre.

- Papá ¡qué alegría verte!

Chester estrechó la mano a Preston.

- Hola, genio.

El coche se puso en marcha y salió del aeropuerto. Poco después Preston se

percató de que no iban en dirección al edificio Morgan.

- ¿No vamos a la reunión?

- A última hora se ha aplazado, para mañana. Ahora os voy a llevar a comer a un

restaurante, lo más exclusivo de Nueva York, pero no veréis a ninguna estrella de

cine.

- ¿Cómo se llama?- preguntó Marcia.

- Tony´s.

Se detuvieron en la puerta del local. Un portero uniformado abrió la puerta del coche

y al bajar estaban sobre una larga alfombra roja. La quinta avenida lucía rebosante

de movimiento a esa hora del día. Una vez en el interior Chester se dirigió a un

teléfono. Marcia observaba el lugar.

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- Desde luego… es el último grito, ¿verdad cariño?- dijo mientras caminaban

agarrados del brazo.

- Si, es cuestión de tiempo que tengamos uno igual.

- ¿Por qué todo tiene que ir a Hollywood?- preguntó curiosa.

- Porque también allí está el dinero fácil, querida.

Chester se reunió con ellos.

- Ya se ha confirmado la reunión, mañana a las doce, así que tenemos toda la tarde

y toda la noche para nosotros- dijo jovial.

Se acercó un hombre alto con un smoking negro y una flor en la solapa. Se movía

de forma grácil y elegante.

- Buenas tardes, señor Cross.

- Buenas tardes, le presento a mi hija Marcia y a mi yerno, Preston Blake.

- ¡Oh, el señor Blake! Disculpe, no me había dado cuenta. Soy Tony, es un orgullo

para esta casa tenerles con nosotros.

Hizo un gesto enérgico con la mano al maitre que se acercó como una bala. Le

susurró algo al oído y les acompañó a una mesa mientras Tony se dirigía a la

orquesta. A los pocos segundos interpretaron la melodía de El dique invisible.

Preston se giró y miró agradecido a Chester.

- Yo no he sido, esto es idea de Tony, es un gran profesional- dijo riendo Cross.

Los clientes comenzaron a buscar con la mirada la relación de la música con las

personas a las que estaba dedicada y cuando dieron con ellas aplaudieron

amablemente. Marcia se reía como una niña. Se sentaron en una mesa después de

que el maitre retirara de ella un gran ramo de flores.

Page 125: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- Preston, quiero que sepas que lo de aplazar la reunión ha sido a proposición mía.

Necesitaba hablar antes contigo para ponerte en antecedentes- dijo Chester más

serio.

Preston se inquietó ligeramente del enigmático tono de su suegro. Marcia hacía un

gesto de contrariedad porque volvían a hablar de negocios.

- Hay bastantes accionistas preocupados por los últimos acontecimientos.

- ¿Preocupados?

Chester encendió un enorme puro.

- No se cómo, pero por lo visto se ha hecho un contrato muy arriesgado a una

promesa medio tonta que ya ha sido rechazada por otros Estudios, entre ellos

Owens. No es por ofenderte, pero he pensado que ese contrato es responsabilidad

tuya. Me han dicho que hasta te tiene comido el seso y temen un escándalo.

Marcia clavó una mirada de desconfianza en su marido. Preston sonrió y miró

divertido a Chester.

- Vaya, vaya, así que trata de eso. Ya ves, Marcia, nuestro matrimonio peligra.

-Muy gracioso- contestó mirándose en un pequeño espejo que había sacado del

bolso.

- Efectivamente, a la señorita Brown le hice un contrato, por una película que ya está

en la recta final de rodaje en la frontera canadiense. Si funciona en taquilla, como

espero, se acordó prorrogarlo por siete años. El resto son todo bobadas, ya sabes la

cantidad de chismes que publican las revistas y lo que pueden llegar a pensar las

mentes más calenturientas del consejo de Administración, más en estos tiempos tan

revueltos. Personas como la periodista Eleanor Franklin pueden hacer creer de la

noche a la mañana que alguien es capaz de caminar sobre las aguas y a la semana

siguiente decir lo contrario. Son mercenarios que se venden al mejor postor. Con lo

Page 126: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

que venden de supuestos rumores les sobra para pagar los pleitos por los que son

denunciados.

Chester y Marcia saboreaban un exquisito caviar.

- ¿Qué me dices de sus capacidades interpretativas? Me han dicho que es un

arenque- dijo Cross.

- No te preocupes, sabe quien es el príncipe Hamlet. Es un diamante en bruto que

sólo necesita ser pulido. El guón le viene como anillo al dedo. Es una inversión de la

que no te arrepentirás.

Los Cross parecían convencidos, pero Marcia reaccionó con cierto resentimiento

debido a unos celos inesperados e infantiles.

- ¿No te equivocas nunca, querido?

- Me he equivocado muchas veces y no me agrada que parezca que lo desees,

Marcia.

Ella miró a la mesa y evadió la mirada en la lujosa comida.

- ¡Uuum! Está riquísimo, comed, comed, y dejar un poco el celuloide, por favor.

Chester no hizo caso de su hija.

- Pero Preston, ¿cómo crees que se han enterado de la trayectoria de Nora Brown y

de su supuesta personalidad?

- Chester, Chester, estás perdiendo facultades. Sólo hay que pensar en lo que

llaman la atención ese tipo de bellezas y el aura de ambición y envidias que generan

al instante a su alrededor. Incluso ella misma ha podido hablar de sus proyectos a

espaldas de Archie con otros periodistas.

- ¿No será un poco descarada la nueva fierecilla? A saber de lo que será capaz

cuando tenga fama y dinero- dijo Chester recuperando la lucidez.

Marcia, como mujer, decidió intervenir.

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- Papá, no seas tan retorcido. Simplemente hace promoción de si misma, está en su

derecho. Lo que digan y cotorreen después los medios de comunicación es

problema suyo, además indirectamente le conviene. Cuanto más bombo y platillo,

más morbo y más expectación. Incluso le ahorra a Archie Stoll gastos de

lanzamiento.

- Pero cómo se nota que eres hija de tu padre, Marcia- dijo Cross orgulloso.

- ¡Eso!- apoyó Blake.

El pequeño banquete transcurrió en un tono más amable y distendido, cuando

Marcia golpeó con el codo a Preston señalándole con los ojos hacia la entrada para

que viera a alguien. Jonathan Owens y Virginia Christine entraban en ese momento

en el local. Chester también se cercioró.

- Vaya, la verdad es que prefiero ver verdaderas estrellas antes que a ésa infame

pareja- dijo mientras paladeaba una imponente langosta.

Ambos se aproximaron y no pudieron evitar verles.

- ¡Hombre, si aquí está el mecenas!- dijo Owens que tenía la lengua afilada como

siempre- ¡Buen provecho!

- ¿Conoces a mi suegro?-dijo irónico Preston.

- ¿Me tomas el pelo?- dijo estrechando la mano de Cross sin mirarle.

Virginia se dirigió a Marcia con total naturalidad.

- ¿Cómo estás, Marcia?

- Bien, gracias- contestó fríamente sin ninguna intención de darle conversación

mientras continuaba con la sopa de mariscos.

- ¿Sabe usted señor Cross, que su genio ha hecho un fichaje que tiene el nivel de

inteligencia de un mosquito y que es una migaja de nuestros Estudios?-preguntó

Page 128: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

Owens- Si ya decía yo que debería ser monje de la caridad, ja, ja, ja. ¿Y a su

eficiente Archie Stoll, le ha despedido ya?

- No, pero se que te encantaría para tu plantilla- dijo Preston con los ojos clavados

en la comida- Ni he prescindido de él ni pienso hacerlo, Owens. ¿Algo más? Porque

se me va a indigestar este delicioso plato.

- Esa monada nos paró un plano durante tres horas, si, tres horas, porque no sabía

decir una frase, ja, ja, ja. ¡Sólo una maldita frase!

- Os estaba tomando el pelo- replicó Chester con ironía.

- ¿Qué quiere usted insinuar, sr. Cross?

- Nada, que si estaba allí para verlo ¿o es usted estúpido?

- Vaya con el carcamal, si es más ácido de lo que yo pensaba, más que mi propio

padre, le felicito.

Owens tenía la intención de seguir atacando ahora con más violencia pero Virginia

le agarró del brazo y se lo llevó.

- ¿Y éste es el idiota que nos ha complicado tanto la vida?- preguntó Chester

mientras se sentaba.

- En vivo y en directo, no se cómo Virginia pudo dejar a Maurice por ese trapo- dijo

Marcia contrariada.

Después de acabar los manjares, los Cross y Preston dieron un paseo por la ciudad,

visitaron el Museo de Arte Moderno y tomaron una copa en Manhattan.

Page 129: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

Por la mañana un coche pasó a recogerles a la mansión de Chester. Preston besó a

Marcia.

- Hasta luego, cariño.

- ¿A qué hora nos vemos?

- Estas reuniones se sabe cuando empiezan pero no cuando acaban.

- Entonces iré a dar un paseo por la gran manzana. Seguramente encuentre alguna

prenda que le va a salir un poco cara, sr. Blake.

- Cómprate lo que desees y procura que no sirva para nada- sonrió.

- Preston, vámonos- apremió Chester.

Cross se subió al coche sin mirar a su hija pensando en lo tarde que se estaba

haciendo pero el edificio Morgan no quedaba muy lejos. Una vez en el umbral de la

sala de reuniones Chester se dirigió a Preston con gesto preocupado.

- Todo el mundo está muy nervioso y hoy van a estar más agresivos que otras

veces.

Entraron en la sala y saludaron a los presentes, la mayoría accionistas

desconocidos para Preston, pero Chester seguía siendo el hombre fuerte de Mutual

y comenzó la sesión con talante enérgico y decidido.

- Señores accionistas, visto el balance económico que nos ha presentado el jefe de

Administración tenemos motivos para estar satisfechos. Las cifras reflejan unos

beneficios de veinte millones de dólares con respecto al ejercicio del pasado año.

Quizá el problema es que en esas cifras no se especifica el rendimiento de nuestra

mayor fuente de ingresos, los Estudios cinematográficos, y quisiera saber a qué se

debe- expuso.

- Es conveniente que sea el propio Preston Blake el que nos lo explique- dijo un

miembro de Chicago.

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- Por eso está aquí, caballeros.

Preston, pensativo, no perdía detalle del clima de la reunión y efectivamente la

tensión se podía percibir en las miradas. Ignoraba qué era lo que les preocupaba

que no fuera del ámbito de la Compañía de cine que con parte de su capital se

financiaba.

- Bien, sr. Blake, suya es la palabra y el tiempo que necesite- dijo Chester.

- Señores consejeros. Las cifras que tengo en mis manos sobre los resultados del

último año en cuanto a taquilla son satisfactorias. En cuanto a prestigio…

- Usted sabe, sr. Blake- interrumpió el consejero de Georgia- que cuenta con toda

nuestra confianza respecto a la eficacia de su gestión, pero la cuestión no es ésa.

Ha llegado a nuestras oficinas una carta en la que se nos informa de la contratación

de una supuesta, por usted, estrella, no muy recomendable vistos sus desmanes y

comportamiento inmoral y no se puede arriesgar así nuestro dinero.

Preston se empezaba a cansar de la misma canción.

- ¿Arriesgar? ¿Comportamiento inmoral? Señores, creo que la concepción que

tienen de la situación es desproporcionada y completamente alejada de la realidad,

al menos en la cuestión de dicho contrato. Esta actriz sólo ha firmado por una

película, después veremos. Parece como si fuera la primera vez que contrato a

alguien y me hacen sentir como si fuera un principiante. El comportamiento de la

señorita Brown no es nuevo en este negocio, me ocuparé de apaciguar su gusto por

el protagonismo público.

- Sr. Blake, creo que no ha entendido usted bien- continuó el consejero de Georgia.

- ¿A qué se refiere?- se extrañó el productor.

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- Señores consejeros, la tal señorita Brown no creo que nos beneficie, puede ser

escandaloso y bochornoso para nuestra reputación. Además de inoperante es una

inculta, caballeros. ¿Por qué tengo que invertir mi dinero en ese saco de patatas?

Algunos de los accionistas le apoyaron y soltaron algunas carcajadas.

- Calma, calma- dijo Preston- Sólo pretendo que Celos sea la sensación no del año,

sino de la década y después la mandaré a la Guerra de Corea si es preciso para

que eleve la moral de nuestras tropas, ya que tanto le gusta llamar la atención, pero

confíen en mi instinto, por favor.

De nuevo las risotadas hicieron eco en la sala y los consejeros se miraban unos a

otros algo confusos.

- En cuanto a la carta que han recibido- prosiguió- debería servirles de lección de

cómo, en el fondo, nuestros competidores tienen miedo a que de nuevo

desequilibremos las recaudaciones aprovechando lo que ellos no supieron ver

antes. Por eso les ruego que mantengan la serenidad y no se preocupen por los

dividendos, Mutual siempre apuesta sobre seguro. ¿Algún problema más?

Chester miró a Preston esperando cómo iba a recibir las siguientes cuestiones

porque iba adelantado en el guión. No quiso avisarle con antelación porque confiaba

demasiado en él.

- Sr. Blake- intervino el consejero de Boston- el Comité de Actividades

Antiamericanas nos ha notificado que están molestos porque no colaboramos lo

suficiente. ¡Que no colaboramos lo sufiente cuando el mejor director de la Compañía

ya ha pasado por esa humillación!

- ¡Si, eso! ¡Si!- vociferaron.

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- Mi jefe de guionistas también ha sido citado, a lo que respondí con una enérgica

protesta que la mayoría de ustedes conocen y lo cierto es que ha parecido dar

resultado- informó Preston.

- ¿Insinúa que desafiemos al Comité?- preguntaron.

Un personaje algo misterioso con gafas oscuras alzó la voz. Era el consejero de

Nueva York.

- La mayoría de los presentes aquí reunidos no estamos de acuerdo con algunas

cosas del Comité de Actividades pero tenga en cuenta sr. Blake que somos el único

Estudio que no ha hecho una película que apoye las tesis de dicho Comité.

Preston trató de mantener la frialdad.

- ¿Es que no tienen ya bastante publicidad? Y pretenden que la hagamos gratis

porque no hacen nada para financiarla. Con todo respeto, me parece un grupo de

oportunistas sin entrañas y yo estoy aquí para hacer películas, no para alimentar el

integrismo de fanáticos cómo esos.

- Pero usted sabe los riesgos que eso conlleva. Nos pueden hacer mucho daño si

seguimos ignorando sus peticiones- advirtió el miembro de Florida- ¿Tampoco le

preocupa eso?

- Hasta ahora hemos trabajado con bastante independencia respecto a las

restricciones del Comité y no veo por qué no va seguir así. Están dominados por el

miedo y precisamente el pánico es lo que mantiene su farsa. De todos modos,

estimados socios, hay algo de lo que quiero hablarles- dijo desviando la cuestión

con astucia.

Todos escuchaban interesados.

- En todas las reuniones del Consejo de Administración se habla ahora de lo que

ha significado la televisión para la industria cinematográfica. Que si va a ser

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nuestra ruina, que si habrá que reducir gastos… bueno, pues ni nos vamos a

arruinar ni vamos a tener que disminuir la producción, al contrario, haremos

películas más atrevidas que socaven definitivamente la mediocridad imperante

que parece imparable ¿y qué mejor exhibidor que la televisión de todos los

hogares de América y el resto del planeta? El nuevo medio permitirá que muchos

sectores plagados de ignorancia puedan enriquecer algo más sus vidas. Durante

casi cincuenta años las películas han sido el mayor entretenimiento de las masas

y la censura se preocupó sobre todo de que la realidad se proyectara en la

pantalla sólo en pequeñas dosis. No pretendo que hagamos un cine puramente

documental, pero si seguir apoyando una cualidad de nuestro cine que se basa

en la idea de no tener en una nube a los espectadores. Ése es el equilibrio, el

equilibrio de nuestras propias sombras que se proyectan en la sociedad. La

imagen de nuestras películas tiene que ser luz, pero no sólo dentro de las salas,

señores, también fuera de ellas. Debemos hacer soñar, si, pero también enseñar

a despertar y la televisión puede dar solución a muchos de nuestros problemas

para que nuestras convicciones lleguen a los más insospechados rincones de la

humanidad. Los elementos de la calaña del Comité se tendrán que doblegar ante

la diversidad de canales, no podrán controlar todo. Las superproducciones son

únicas para el cine, porque la televisión no puede sufragar esos gastos y esa es

nuestra tabla de salvación. Esa es nuestra ventaja, la gran pantalla y por eso no

debemos temer la presencia del nuevo medio, ambos son, y deben ser,

compatibles.

Se escucharon aplausos y vítores en la sala. Chester llamó al orden a los presentes

porque Preston no había terminado su discurso.

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- Caballeros, el sueño americano es lo mejor a lo que podemos aspirar, pero miles

de hombres viven en la marginación y muchos otros mueren día tras día en Corea.

¡Despertemos de una vez!

Ahora fue Chester el que interrumpió a Preston.

- Proceda, sr. Blake, a exponer los proyectos de la Compañía.

Preston bebió agua y recuperó el ritmo cardíaco normal.

- La marcha del estudio, señores, va a toda máquina. Tenemos en producción doce

películas de las cuales nueve se pueden considerar de alto nivel y las otras tres se

reparten entre comedias musicales y comedias más ligeras. Esperamos en breve el

estreno de Celos con la controvertida Nora Brown y Beulah Jorgensen va a marchar

a México a rodar los exteriores de una película sobre la revolución de ese país

llamada La Revolución engañada. También tenemos en incipiente cartelera

Epidemia en la ciudad, que contamos con ella para las estatuillas. Esa es, a grandes

rasgos la actualidad de la Mutual.

Preston se sentó y pudo intuir al momento que había impregnado de optimismo a los

desconfiados accionistas. Parecía haberles quitado mil toneladas de preocupación.

Había cumplido el objetivo. Chester miró a los consejeros.

- Pues si no hay más cuestiones, se levanta la sesión.

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Celos se estrenó en julio de 1952. Nora Brown resultó ser un tipo de “bomba erótica”

completamente distinto, un éxito inmediato y arrollador. Todo el mundo hablaba de

aquella rubia con cara de niña buena y un cuerpo de auténtica mujer voluptuosa.

Aquella mañana se respiraba alegría en el despacho de Preston. El jefe había vuelto

a acertar a pesar de todas las dudas, obstáculos y opiniones. Esperaba la llegada

de Tom Greenway, su productor adjunto, que cuando entró le guiñó un ojo.

- Parece que la rubia está poniendo en órbita a todo el mundo.

- Cuéntame ¿cómo ha ido el rodaje?- preguntó sonriente Preston.

Thomas Greenway se sentó y encendió un cigarrillo.

- El primer día Nora llegó tarde al rodaje.

- ¿Cómo de tarde?

- Dos horas.

- Continua.

- El resto del día estuvo caprichosa e insolente, tanto con el equipo como con

Havers. Menos mal que Henry se las sabe todas y tiene más paciencia que un

santo. Poco a poco fue entrando en vereda y se recuperó el tiempo perdido. Lo que

más me ha extrañado es que siempre estaba contando cosas de su infancia y de lo

mal que le había tratado la vida.

- ¿Repitió mucho las tomas?

- En ocasiones teníamos que repetir diez o doce veces porque se le escapaba

alguna frase, y frases sencillas. Sin embargo, al otro día tenía seis páginas de guión

bastante complicadas y las decía de un tirón. Qué mujer más peculiar, pero todo ha

ido finalmente bien como has podido comprobar por ti mismo.

- Bueno, pues ahora tenemos que atar bien atada a esa joya- dijo Preston dando

vueltas a la pluma con la mano.

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- Será una buena inversión, siempre que de este nivel.

- Archie ha hecho un buen trabajo como siempre. Su lanzamiento de las dos últimas

semanas ha sido clave para atraer al público.

Greenway se levantó y se dispuso a salir del despacho.

- Habéis hecho un magnífico trabajo, Thomas.

- Gracias- y salió.

En ese momento recibió un telegrama. Lo firmaba Chester Cross con las

felicitaciones una vez más del Consejo de Administración por el recibimiento de

Celos. Preston estaba orgulloso y se le acumulaban las razones. El periódico de ese

día dedicaba un titular a la boda de John Robbins, el viejo actor borrachín, con la

condesa de Frascatti, de 68 años, en Roma y en adelante viviría una segunda

juventud. Por su parte Maurice Berger había terminado el rodaje de El pirata negro

en Florida, un papel que había interpretado quince años atrás, pero ahora haciendo

de ministro. Preston aguardaba a verle de un momento a otro. Miraba por la ventana

y recordaba cuántas veces habían pasado por lo que hoy era una gran avenida

buscando trabajo y soñando tener algún día un despacho y dirigir a mucha gente.

Sumido en sus recuerdos, no se percató de que Anna le miraba con su carpeta

entre las manos. Una ligera tos le hizo volverse.

- ¿Qué ocurre?

- Está la directora de la revista Cosmopolitan con dos fotógrafos. Parece que quiere

hacerle una entrevista- dijo con su típico tono asustadizo.

- ¿Una entrevista a mí? Eso es para las estrellas. ¿Qué interés puedo tener yo para

esos lectores si ni siquiera soy fotogénico?

Anna no supo qué responder y se tapó con la mano la sonrisa.

- Bueno, bueno, digale que pasen.

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Se abrió la puerta y entró la señora Pauline Russell con sus dos colaboradores.

Preston se levantó del sillón y con una sonrisa se acercó a estrecharle la mano.

- Es una sorpresa verla por nuestra casa, perdonen el desorden, póngase cómoda-

dijo Preston con tono agradable y educado.

La periodista, con un traje de chaqueta azul, un elegante sombrero y guantes

blancos, se sentó agradeciendo la amabilidad del productor.

- Gracias, sr. Blake, mi revista y mis lectores tienen interés en conocer algo más

sobre usted, sobre su vida.

- ¿Sobre mi vida? Por favor, señorita Russell, si no salgo de este despacho. Unas

dieciséis horas diarias. ¿Qué interés puede tener un hombre como yo?

- Sr. Blake, con todos mis respetos, no sea usted tan modesto. La última vez que

nos vimos fue en la entrega de los Oscars. Me presentó a su amigo Fred sin saber

que fuimos compañeros en Yale ¿recuerda?- preguntó Pauline.

- Pues, la verdad, no lo recuerdo, disculpe- se quedó pensativo.

- Bien, no se preocupe. Sr. Blake, me gustaría abrir este número de la revista con

esta entrevista, si no tiene inconveniente…

- No, ninguno, pero repito que no se que interés puede tener…

- Eso déjemelo a mí.

- De acuerdo, cuando quiera.

Los fotógrafos tomaron posiciones y Pauline puso en marcha una pequeña

grabadora.

- Sr. Blake, es de todos sabido su origen irlandés y que está casado con Marcia

Cross, la hija del gran magnate Chester Cross, pero hay una pregunta que se hace

el mundo del cine y de la calle… ¿por qué no tienen ustedes hijos?

Preston no contestó de inmediato porque no esperaba la pregunta.

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- Tuvimos uno hace tiempo, pero falleció en un accidente- dijo cabizbajo- Tenía

cinco años… sólo cinco años.

- Lo siento.

Pauline detuvo unos momentos la grabación y esperó con tacto a que Preston

recuperara el ánimo.

- ¿Podemos continuar sr. Blake?

- Si, adelante.

De nuevo conectó el aparato.

- No se le conoce ningún escándalo, teniendo tantas mujeres bellas a su alrededor y

tanto dinero y prestigio ¿no es eso ser un bicho raro en Hollywood?

- En la imaginación colectiva han debido pasar muchas mujeres por mi alcoba, pero

la realidad es que siempre le he sido fiel a Marcia. La última según la farándula ha

sido Nora Brown.

- Sr. Blake, todos los Estudios tienen o han tenido problemas sindicales, huelgas,

paros, interrupciones de rodajes… y sin embargo, en el que usted dirige no hay

nada de esto.

- Por eso la veo a usted poco por aquí.

- ¿Cuál es el secreto?

- No hay ningún secreto, el Estudio paga religiosamente a la plantilla y trata dentro

de lo posible comprender la situación laboral de sus trabajadores, ya que sin ellos

aquí nada funcionaría. He visto a mucha gente que se abierto camino haciendo de

todo.

- ¿Qué es hacer de todo?

- Llevar raíles de travellings, ayudar al electricista, escribir guiones, coordinar a los

decoradores, actuar, y finalmente hacer presupuestos…

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- Parece como si usted hubiera hecho todo eso, sr. Blake.

- Y así es. Este oficio requiere mucho aprendizaje previo porque hay muchos

elementos que participan en la elaboración de una película.

La entrevista se prolongó una hora, en la que se alternaron preguntas inteligentes

con cotilleos banales que tanto gustaban a los lectores de Cosmopolitan.

- Sólo me queda volver a lo que le pregunté antes y por favor, no me considere

morbosa. ¿Por qué no tuvieron más hijos?

Preston se acarició la nariz, después la cicatriz y suspiró.

- Mi esposa quedó muy afectada por la tragedia y decidimos no tener más hijos, así

de sencillo. Yo pensé que con el tiempo recapacitaríamos, pero no fue así y nos

quedamos como estábamos.

- Y su suegro, Chester Cross, ¿no dijo nada?

- Ya- dijo Preston algo ofendido- La maldita herencia, si, ya sé que esto no es

publicable. Chester Cross es un caballero y quiere mucho a su hija. Después de la

tragedia más si cabe, por lo que hubiera sido mezquino por su parte exigirle tener o

no tener más hijos. Además, tiene otra hija que ha tenido cinco vástagos, así que

nietos no le faltan.

- Gracias por haberme dedicado tanto de su precioso tiempo.

Pauline Russell apagó el magnetófono y dio por concluida la entrevista. Los

fotógrafos hicieron una última y rápida sesión de flashes y después salieron del

despacho. Preston cerró la puerta, encendió un cigarrillo y preparó una copa

pensando en aquel pequeño que encontró tan rápido la muerte. Algunas lágrimas

cayeron en aquella montaña de papeles que tenía sobre el suelo esperando a ser

revisados.

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A la mañana siguiente de la entrevista con Pauline Russell, Preston tomaba café en

su despacho mientras repasaba unos guiones.

- Sr. Blake, el sr. Wolf quiere verle- avisó Anna desde el interfono.

- Muy bien- contestó mirando su reloj.

- Buenos días, productor.

- Wolf, esta hora es prohibitiva para ti. ¿Has sabido andar con esta luz por la

ciudad?

- Déjate de bromas. Ha venido un abogado de Nueva York. Quiere verte- dijo el

letrado con el ceño fruncido.

- ¿Quién es?

- Pues aunque no lo creas no tengo ni la más remota idea.

- Que venga y saldremos de dudas.

Wolf se levantó, se dirigió a la secretaria y le entregó un papel.

- Por favor, llame a este número. Que le pongan con el sr. Crosby, Ron Crosby.

Dígale que dentro de media hora le espera el sr. Blake. ¿De acuerdo?

- Claro, sr. Wolf.

El abogado volvió al despacho.

- Dime algo de lo que puede querer ese tipo, Willy.

- ¿Pero qué diablos quieres que te diga si no se nada? Lo único que se es que ha

conseguido mi número y me ha dicho que quiere verte, eso es todo.

- Pues tu número no lo consigue un cualquiera y ese hombre no lo es.

Anna anunció la llegada de Ron Crosby, que llegó con diez minutos de antelación.

- El sr. Blake, supongo.

Preston le estrechó la mano.

- Siéntese, por favor.

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Crosby lo hizo después de dejar su cartera encima de la mesa. Sacó la pitillera de

plata y encendió un cigarrillo turco de boquilla larga. Wolf se situó de pie detrás de

Preston.

- ¿Quiere tomar algo, café, whisky?- preguntó Blake.

- Café, por favor.

Preston le sirvió una taza de su cafetera y le miró con paciencia.

- ¿Ya le ha dicho Wolf quién soy?- preguntó con una sonrisa forzada.

- Vagamente, sr. Crosby, esa es la verdad.

- Mi jefe, el sr. O´Malley, me ha enviado para que hable con usted sobre un

muchacho irlandés al que tiene mucho cariño.

Preston hizo un claro gesto de no comprender. Wolf le miró comprendiendo.

- Me explicaré mejor… ¿Conoce usted al sr. O´Malley, sr. Blake?

- No.

- Es un hombre muy poderoso y tiene amistades influyentes. ¿Me sigue?

- Estupendo. ¿Y…?

- Mi jefe quiere que le haga un favor, sr. Blake. Ese muchacho irlandés es su ahijado

y canta en el coro de San Patricio. Al sr. O´Malley le gustaría que le dieran una

oportunidad al chico en alguno de sus musicales, de esos tan buenos que hace

usted.

Preston se pasó la mano por la cabeza.

- Sr. Crosby, desgraciada o afortunadamente, como más le guste, éstos ya no son

los años veinte.

- Comprendo, desde luego. El sr. O´Malley lo único que quiere es que al chico le

hagan una prueba para comprobar sus verdaderas posibilidades. Desde luego,

aptitudes no le faltan, sr. Blake.

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- Lo que mejor hace ese chico es cantar, ¿verdad? Tendremos que alquilar una

orquesta y eso no es gratis- informó Preston encendiendo un cigarrillo.

- Por el dinero no se preocupe. Usted le hace la prueba y la grabación la llevamos a

Nueva York para que la vea el sr. O´Malley y la madre del chico. Si no resulta, al

menos se dará cuenta por sí mismo que no es nada fácil trabajar en el cine y todos

tan contentos. ¿Qué dice?

Preston se quedó pensativo. Había algo amenazador en la aparente fragilidad y

elegancia de Ron Crosby y presintió que no le estaba pidiendo un favor, sino que se

lo estaba ordenando con la sutileza que sólo conocen los gángsters de élite, que él

había conocido bien. Apagó el cigarrillo y le miró a los ojos.

- De acuerdo. ¿Cuándo puede pasarse el chico a hacer la prueba?

- Mañana mismo, si le parece sr. Blake- fingió educación Crosby una vez más

demostrando que no esperaba una negativa.

- A las nueve de la mañana le recogerán en el Hotel Rex- dijo Preston sin reparos-.

Tendremos todo preparado antes de que ustedes lleguen a los Estudios.

Crosby se levantó y estrechó la mano a Blake y a Wolf.

- Ha sido un placer, sr. Blake. Mi jefe no olvida nunca los favores que le hacen, y

más si son sus paisanos.

- Si, los irlandeses somos muy generosos con nuestra gente fuera de Irlanda- sonrió

Preston acompañando a la puerta al persuasivo abogado. Una vez que cerró se

volvió hacia Wolf enfurecido.

- ¡Pero qué es esto! ¡Este tipo me recuerda a mi primer mecenas! ¡Pistoleros!

Wolf seguía sentado tranquilamente.

- ¿No conoces a Jimmy O´Malley?

- ¡No! ¿Es que tengo que conocer a todos los irlandeses que hay en esta ciudad?

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- No ha llegado a la amenaza, eso ya es algo, Preston.

- Muy agudo Willy, pero ha sido gracias a mi enorme condescendencia y

generosidad.

- Uno de los principales sindicalistas del Estudio está pagado por O´Malley, quizá

por eso Mutual no haya tenido tantos problemas laborales como otros- precisó Wolf.

- Vamos, vamos, no me sorprendas, los Owens han despilfarrado todos los dólares

que han podido en desprestigiarnos y no han podido, porque esta empresa funciona

según unos principios que otros directivos ni siquiera contemplan, no siempre se

compra todo Willy.

El letrado se rió.

-¿De veras? ¿Y a quién acaban de extorsionar, mi decente productor?

- Lo he tolerado porque lo cierto es que nos hacen falta nuevas voces. La prioridad

es Mutual. No sé por qué los abogados sois tan retorcidos.

- Ley de vida, Preston, ley de vida. Ten por seguro que O´Malley ya sabe el

resultado de esta reunión.

- La prueba se le hará y no hay más que hablar. Ahora, Wolf, tengo cosas que

hacer.

- Adiós- se despidió Willy Wolf.

- Anna, localiza a Greenway y al director de orquesta. También a Henry. Los quiero

aquí en media hora.

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A las 8.45 Preston, acompañado de Greenway, se dirigía al estudio de pruebas

sonoras. Greenway, después de dar un sorbo a un café, miró a Preston con cara de

circunstancias.

- Demasiado alboroto para una prueba.

- Si, demasiado- dijo lacónico Blake-. ¿Tienes todo preparado, Thomas?

- Treinta músicos, equipos de audio, decorado, iluminación…

- Gracias, Tom- dijo Preston acercándose a Anna, que estaba sentada con un

bocadillo en la mano sin decir nada.

- ¿Le dijiste la hora?

- A las nueve en punto- contestó masticando.

Blake miró su reloj y en ese momento aparecieron Wolf, Crosby y un joven moreno

de unos 25 años, altísimo, vestido con un traje blanco y una corbata roja y con una

expresión parecida a la que se tiene al contemplar la Capilla Sixtina por primera vez.

Preston se adelantó a saludar a Crosby, que le presentó al galán.

- Sr. Blake, “el gran Caruso”, Ray McDonald.

Preston le estrechó la mano al muchacho, que sonrió tímidamente.

- Bien. Vamos a empezar. ¡Henry!

El director se acercó y explicó a Ray como se iba a desarrollar la pieza musical.

- ¡Luces, sonido, cámara, motor! ¿Estamos?

El maquillador, Ray Connelly dejó listo al aspirante en cinco minutos. Después

Henry le repitió los detalles y el orden de la prueba y la acción y se comenzó a

rodar. McDonald tenía que cantar con una actriz del Estudio. Preston iba indicando

al operador como quería los planos. McDonald estaba de espaldas a un decorado

que representaba el mar y el cielo azul y empezó a cantar, volviéndose poco a poco

a la cámara que iniciaba en un plano medio hasta llegar, con un movimiento de

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grúa, esa vieja grúa que se puso en marcha gracias a la iniciativa del sindicalista

Daniel Butler, hasta un plano general.

La prueba duró una hora y se decidieron veinte minutos válidos. Era un lujo que una

prueba ocupara tanto tiempo y medios a Preston Blake y Thomas Greenway. Blake

se levantó, dió las gracias y se dirigió a su adjunto.

- Positívalo. Hay que verlo en proyección.

- Bonita voz- dijo Greenway.

- Sonido, ¿qué te ha parecido, ahí en cabina?

- Puede valer.

- ¿Y a ti, Stanley?- mirando al director de fotografía.

- Por mi, vale. ¿Quién es la estrella?

- El hijo del presidente- dijo irónico Blake.

Ron Crosby estaba satisfecho, pero su expresión no lo demostraba.

- Señores, muchas gracias. ¿Cuándo podré llevarme la prueba para que la vea el sr.

O´Malley?

- Ya está en laboratorio, tranquilo, no tardará- dijo Greenway.

- Tengo que tomar el primer avión de la tarde a Nueva York.

- Dígale al sr. O´Malley que nosotros le enviaremos la prueba, y por lo que he

visto…es muy posible que también le mandemos una copia del contrato que le

haremos al chico. Quiero que ruede una película con nosotros.

Crosby miró agradecido a Preston y asintió, pero continuó con el rictus serio de

matón.

- Si, sr. Crosby, ¡me alegro yo más que usted! – se burló Preston. Creo que ese

chico tiene algo, en unas semanas le convertiremos en una estrella.

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- Se lo comunicaré al sr. O´Malley enseguida. Gracias, sr. Blake- se marchó con el

pupilo que no cabía en sí de gozo.

Greenway se acercó a Preston.

- ¿No crees que te estás precipitando? Ni siquiera has visto el material editado.

- He visto espíritu, porte, expresividad….

Greenway torció los labios.

- Va a tener tirón con el público femenino- vaticinó Blake.

- Cada vez estoy más seguro de que ves el talento donde no lo hay. Serás irlandés,

pero eres como los judíos, que de un desierto haces un vergel.

- Ése es el verdadero productor, mi querido colega.

La intuición de Preston volvió a funcionar. Ésta vez el consejo de Administración

confió en él sin condiciones. Ray McDonald iba a firmar por dos películas con

Mutual. Al día siguiente, Preston recibió un telegrama de New York.

“Sr. Blake, el sr. O´Malley ha visto la prueba de Ray y está emocionado. La madre

del chico también está muy orgullosa. Ambos están de acuerdo en que el chico haga

las dos películas. Le envío documentación de conformidad con las condiciones del

contrato”.

Un saludo

Ron Crosby

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Una carcajada resonó en el despacho.

- ¡Maricón! ¡Ése cabrón sabe!- dijo Archie Stoll.

Preston sonrió.

- Encárgate de la campaña de lanzamiento de ese chico y prepárame los billetes

para Nora Brown. Se va a Corea como reclamo para distraer a las tropas.

- ¿Bromeas? ¿Crees que Nora va a acceder?

- Tiene un contrato que lo especifica, pero tu lo arreglarás sin necesidad de

recordarle las cláusulas, Archie.

Fred Ames daba vueltas a su fino bastón de marfil.

- Fred, que alguien de tu departamento prepare un guión sobre una comedia

musical.

- ¿Sabe bailar?- preguntó Ames.

- Si no sabe le enseñarán, que escriban para él de igual modo. ¿Acaso eres nuevo,

Fred?

- De acuerdo, de acuerdo, qué genio.

Thomas Greenway miró a Preston cuando éste se dirigió a él.

- ¿Y Beulah?

- Sigue en México, le faltan los exteriores.

- No es normal en Beulah, vamos retrasados con esa película.

- Podemos recuperar el tiempo perdido.

- Tenemos que estrenar a finales de septiembre, es nuestra baza para el Óscar.

- También tenemos problemas con las secuencias del puerto de Epidemia en la

ciudad- añadió Greenway-. Los demás permisos de rodaje van bien, pero en la zona

del puerto los sindicatos ponen muchas trabas y dicen que no dejamos trabajar a los

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empleados del muelle y pierden dinero. Me temo que si no hacemos nada no nos

van a dejar terminar.

Preston aguardó un instante.

- Archie, toma nota. Vamos a hacer una campaña de protesta contra las

dificultades que ponen los sindicatos al desarrollo cultural de nuestro país.

Después veremos.

Aquel fin de semana se presentaba algo más tranquilo. Marcia y Preston aceptaron

la invitación de Fred Ames para que fueran a su casa de Malibú, una enorme

mansión con piscina climatizada y pista de tenis. Estaba separada del Océano por

una franja acantilada rocosa de gran altitud que hacía las veces de malecón contra

el fuerte oleaje. Era una de esas reuniones informales en que por una vez todo el

mundo vestía de manera informal. Preston estaba interesado en conocer a una

crítica que se estaba haciendo famosa por sus vastos conocimientos sobre cine y

por una cultura no muy normal entre los críticos. Había muchos invitados, entre ellos

Beulah y Maurice. Cuando el matrimonio Blake entró en el jardín, Ames les recibió

con su típico talante aristocrático.

- Bienvenidos- dijo agarrándoles del brazo y llevándoles a una mesa repleta de

platos y bebidas- Supongo que querréis conocer a Clara Donan- dijo mirando a

Preston.

- De no ser por ella no hubiera venido, Fred- bromeó Blake.

- Venid, la conoceréis.

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Se dirigieron a un grupo que charlaba animadamente. Clara Donan llamaba la

atención. Ames la llamó.

Cuando se volvió su rostro no tenía nada de vulgaridad, estaba iluminado por la

inteligencia y claridad de pensamiento. Se acercó a ellos con una copa en la mano.

- Hola, Fred.

- Mira Clara, te voy a presentar. Preston Blake y su esposa, Marcia Cross.

Les estrechó la mano. Vieron que tenía unos ojos azules muy expresivos.

- Caramba, sr. Blake, es un placer conocerle.

- Sentémonos- dijo Fred.

Los cuatro fueron a una mesa a la sombra de un magnífico árbol. Preston miraba

detenidamente a Clara y se preguntaba por qué la gente de su medio la tenía tanto

miedo.

- Sr. Blake ¿usted cree en los momentos decisivos?- le preguntó Clara.

- Claro, sin ellos la vida y las películas no tendrían sentido, ni emoción. Y nos

podemos tutear.

- ¿Consideras al director más importante que el guión?

- En la mayoría de los casos es posible, pero un mal director nunca podrá sacar

nada de un buen guión y sin embargo de un mal guión un buen director puede hacer

una obra de arte. De cualquier modo, el cine es una obra de equipo y ambos deben

ser considerados por igual, digamos que deben estar en armonía para lograr un fin

concreto.

- Sra. Blake, ¿qué tal se convive con un hombre como Preston Blake?

- Bastante bien, porque nos vemos poco- bromeó Marcia- No es cierto, le quiero

mucho.

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De repente, todos rieron y se escuchó un murmullo. Clara, Marcia y Fred volvieron

la vista. Nora Brown acababa de entrar. Cuando logró salir del revuelo, se acercó

donde estaba el anfitrión.

- ¡Hola! , ¡Vaya, si están aquí mi jefe y su señora!

Fred y Preston se incorporaron para saludarla.

- ¿Es éste un momento decisivo?- dijo Clara Donan.

Nora no pudo evitar escuchar el comentario de la crítica y se dirigió a ella con su voz

insinuante.

- Todos mis momentos son decisivos, señora. ¿Verdad, jefe?

- Desde luego Nora, desde luego- respondió Preston mecánicamente.

- Señorita Brown, ¿qué opinión le merecen los críticos?- preguntó Clara con frialdad.

- ¿Los críticos? Son adorables, por lo menos a mí me adoran- respondió mirándose

las uñas.

Clara miró a Preston, que sonreía, y le susurró:

- Está bien enseñada.

- Pues eso es de su cosecha, se lo aseguro.

- Me habían dicho que era poco menos que idiota.

- También me lo dijeron a mí.

- ¿Y se lo creyó?- preguntó Clara.

- Después de conocerla, de ningún modo- respondió Blake manteniendo la

discreción.

- Y a usted, la crítica, ¿qué le han parecido mis películas?- preguntó Nora

desafiando a Clara, pero con el tono suave del que algo busca.

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- Pues a mi personalmente no me han convencido del todo… pero no debe

preocuparse, ya solamente su presencia es un buen reclamo para llenar las salas,

aunque sea de un público más superficial, claro.

Nora miró a Preston con los ojos muy abiertos.

- ¿Eso es bueno o es malo, jefe?

- Quiere decir que eres una estrella, Nora.

- ¡Fidel, trae a Sherlock!- gritó Nora.

Se acercó un jovencito filipino de unos quince años con un perrito en los brazos y lo

puso en las rodillas de Nora.

- ¡Qué nombre más raro para un perro!- dijo Ames.

- Es que es muy listo y siempre está averiguándolo todo, como Sherlock Holmes-

aclaró Nora mientras le acariciaba.

La tarde estaba cayendo y se podía escuchar el relajante sonido del mar, que

estaba cubierto por una capa verdosa, pero tranquilo y majestuoso.

- Sr. Blake, usted empezó cuando empezó el cine, ¿no es así?- volvió a preguntar

Clara. Marcia la miró seria y bostezó al oír cosas que no le aportaban ninguna

novedad. Preston contestó amablemente después de dar un trago a su copa de

whisky.

- Si, creo que soy un dinosaurio de este oficio, en 1920 el cine ya tenía sus obras

maestras.

- Si usted tuviera que hacer una lista con las mejores películas de la historia, ¿cuál

sería la primera?- continuaba preguntando Clara, ávida de aprender.

- Perdona Preston, pero eso de las listas es como la droga- intervino Ames- todo el

mundo tiene su lista de mejores películas y luego no pasa mucho tiempo para que

tengan que cambiarla, es absurdo.

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- Es cierto. He llegado a ver listas que hoy son ya películas olvidadas- dijo Blake-

por eso es muy relativo. No podemos incluir en el mismo saco a las películas mudas

y las sonoras, no me parece correcto.

- ¿Entonces, cómo haría usted esa lista?- insistió Clara.

- Si me lo permite, se lo diré en otro momento- se evadió Preston.

Maurice Berger apareció de pronto, saludó a todos los amigos y se fijó en Clara.

- ¡Horror, en guardia!- exclamó haciendo el gesto de desenvainar una espada-

¡nunca se puede tener al enemigo tan cerca!- y se sentó a su lado.

Clara reía a carcajadas y Preston miraba a Marcia, que le devolvió un gesto

llevándose un dedo a la sien y haciéndolo girar.

- Qué diferencia con los actores de hoy, todos tan serios y preocupados, tan

forzosamente trascendentes…- dijo Clara.

- Si, puede ser, pero lo cierto es que ahora están más preparados, investigan más

sus personajes y tratan de no declamar para que sus expresiones sean de dentro a

fuera. Economía de gestos y miradas intensas… tú misma lo has escrito Clara- dijo

Ames.

- Si, ahora lo recuerdo, es que añoraba un número de este tipo. Si, es evidente que

tenemos otra generación de actores.

- ¿Me está diciendo que soy un viejo, señorita?- volvió a bromear Maurice con Clara,

que hizo una mueca algo forzada porque quería alargar la conversación en tono

serio.

- Todo es producto de la guerra, que lo ha cambiado todo. Los métodos de

producción, las estructuras narrativas, el lenguaje, y por supuesto la psicología de la

interpretación- dijo Preston.

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- En eso es usted pionero, sr. Blake- opinó la crítica. Sus películas nunca alejan la

mirada del entorno.

- Hemos impuesto modas en el vestir y tipos de comportamiento, sin olvidar nunca

que podemos influir sobre la forma de pensar. El caso es manipular…

- ¿Y que opina Maurice?-dijo relajándose Clara, que estaba acaparando la

conversación y se daba cuenta.

- Yo he tenido la suerte de tener un amigo como Preston Blake, él siempre ha

pensado por mí. Pero señora crítica, el cine, a pesar de esos actores intelectuales,

siempre estará necesitado de rostros y de cuerpos, y estoy de acuerdo con lo que

ha dicho Fred alguna vez que ¡todo son poses! Ahora veo que llevan la contraria

constantemente al director y parece que no les preocupa en qué ángulo está la

cámara pero también aconsejan al operador cómo se han de encuadrar los planos,

lo cual me parece el colmo.

Beulah Jorgensen entró en la fiesta, que ya había pasado de ser algo informal a

algo más parecido a una fiesta. Maurice estaba completamente borracho haciendo

numeritos a Clara Donan y a Nora Brown, que había soltado al perrito Sherlock por

la finca y algunos de los presentes bailaban al son de Frank Sinatra en el centro del

jardín. Ames, también algo bebido, se dirigió a recibir a su amigo el director.

El carácter de Beulah había cambiado desde aquella comparecencia en el Comité

de Actividades Antiamericanas. Aún se sentía culpable por el acoso gubernamental

y los despidos que sufrieron los técnicos y compañeros que él mismo delató.

Todavía tenía que soportar las recriminaciones de muchos profesionales del Estudio

cuando se cruzaban o coincidían con él en algún rodaje, provocando conflictos con

el gigantón sueco. Estaba algo hastiado y se reflejaba en su expresión.

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- Pasa, pasa, Beulah, has llegado a la Babilonia que necesitas. Música, mujeres y

diversión. ¿Una copa?

- No, prefiero dos, y que sean dobles.

- Fidel, pon dos dobles al sr. Jorgensen, por favor.

Maurice se acercó tambaleándose.

- ¡Qué tal maestro! ¿Vienes con unas magníficas señoritas? ¡Las tengo en el bote!

- Estoy seguro de que puedes con las dos- dijo Beulah.

- ¡Oh, qué bonitas son algunas apariencias!- dijo mientras volvía con Clara y Nora

que con unos martinis más lograron caerse bien.

Fred y Beulah se fueron a la barra del jardín. El guionista, ya algo chispado,

aturullaba la cabeza del director con nuevas ideas y con nuevos proyectos que tenía

en mente, pero Jorgensen estaba absorto en una mujer que estaba al otro lado sin

que Ames se percatara. A los pocos minutos le cortó y se dirigió con decisión a

conocerla.

- Dígame, ¿qué hace una chica tan atractiva como usted en casa de un personaje

como Fred Ames?

- Es amigo mío. Le considero un gran guionista, señor Jorgensen.

- Vaya, veo que ya me conoce.

- ¿Cómo no conocerle?

- ¿Cómo te llamas?

- O´Hara. Patricia O´Hara. Soy escritora. He escrito una tercera parte del guión de

Epidemia en la ciudad con el sr. Ames.

- ¿Me tomas el pelo? No me dijo nada. ¿Así que eres su nueva colaboradora?

- En la sombra, pero sí, aunque todas las flores sean para él, por algo se empieza,

¿no cree?- dijo terminando la copa.

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- La felicito. Camarero, lo mismo por favor- dijo Beulah, que a medida que el alcohol

iba calentando su estómago recuperaba la alegría que parecía haber perdido para

siempre. Fred Ames les vió y le dijo a los músicos que tocaran una canción lenta.

- ¿Bailamos?- dijo Beulah.

- No habrá mujer más feliz- dijo decidida.

Se agarraron románticamente y bailaron más de una canción. Beulah seguía

experimentando sensaciones que le desconcertaban. Se mezclaban en él la tristeza

y la ilusión de amar de nuevo después de tanto tiempo dedicado a crear amores en

la ficción. Ahora se sentía protagonista de su propia realidad y le gustaba la

compañía de aquella mujer, que seguía colgada de él como una colegial. Se acercó

Fred Ames.

- Lo siento, tortolitos, pero por si no os habéis dado cuenta se ha marchado todo el

mundo y la musica se ha acabado. Escuchad el mar, ¡qué maravilla!

Beulah y Patricia se separaron como despertados de un plácido sueño.

- Venga, amigos, tengo que descansar.

- Me tomaré un café en el bar de Johnny- dijo Beulah.

- Voy contigo-dijo Patricia.

- Muy bien- os veré por los Estudios- Ciao.

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Apenas se escuchó el silbido de un pájaro, pero el amanecer se imponía sobre la

noche. El director y la escritora entraron al bar de Johnny. El local estaba vacío,

todavía con el aroma a mugre y nocturno de hacía un momento, y el dueño, Johnny,

estaba reventado.

- Buenas noches- dijo Beulah.

- Yo diría más bien buenos días- gruñó el barman.

- ¿Estás cerrando o abriendo?

- Ni una cosa ni otra, grandullón. ¿Qué queréis?

- Un café bien cargado que tengo mucho que hacer y otro para mi amiga.

Patricia se quitaba el rimel de sus labios.

- Está bien, sentáos, pero rapidito que me quiero dormir un rato. ¿La leche caliente?

- Tibia, por favor.

Cuando el barman se acercó reconoció a Beulah.

- ¡Vaya, sr. Jorgensen, si no me había dado cuenta que ha venido nuestro querido

soplón!

Patricia sintió un espantoso escalofrío deslizarse por su vestido recién comprado,

pero esperó la reacción de Beulah.

- Dedícate a servir los cafes y cálmate.

- Beulah, vámonos. Hay miles de cafés en California- apremió Patricia.

- Vamos allá al fondo, será como si éste payaso no estuviera.

- Está bien.

Se sentaron uno frente al otro, en una mesa que aún no estaba en las mejores

condiciones, pero no les importó. Beulah le miró con una sonrisa algo pícara.

- Ahora dime, el problema sanitario de Epidemia en la ciudad no ha debido ser

agradable de escribir, ¿no es así?

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- Pues no, no lo ha sido, pero es el precio que ha de pagar un guionista

comprometido con una imaginación tan peligrosa como el mensaje de la mayoría de

nuestras películas.

Beulah se sentía muy atraído por ella. No dejaba de mover el pie izquierdo y Patricia

gesticulaba como una de sus mejores actrices.

- Oye, Johnny, si no tienes mucho que hacer, que creo que no ¿te importaría

ponernos otros dos?

- El negocio es el negocio- gruñó mientras se le caía un vaso al suelo y armaba un

gran escándalo.

- Bueno, bueno, no hace falta ponerse nervioso, ya sabes que yo no soy violento-

ironizó Beulah.

Patricia disfrutaba con la actitud que de él había estado esperando respecto al

despreciable Johnny y prefirió no intervenir por si la disputa iba a mayores, pero

Beulah volvió a ignorar al camarero.

- Patricia, cuénteme algo que no verse sobre cine, por favor.

- Me resulta difícil- vaciló.

La guionista captaba el sutil nerviosismo del director y a la vez el suyo propio, que

también brotaba con naturalidad, y encendía un nuevo cigarrillo.

- ¿Qué te parece lo de Corea?- inquirió Patricia súbitamente mientras exhalaba el

humo por sus delicados labios sin carmín.

- Que como el ejército yankee sea como el café que hace Johnny no vamos a

solucionar el conflicto.

Patricia estalló a reír como una chiquilla y a Beulah le produjo un gran placer

escucharla.

- Ríete otra vez.

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- ¿Pero, como?

Johnny traía los cafés con un gesto que oscilaba entre la ebriedad y la tentación

violenta de arrojárlos de mala manera pero los dejó en su sitio y continuó su

quehacer sin decir nada.

- ¡Yo creo que los coreanos deberían tener un paralelo menos, jajaja!- bromeó ella.

- Ja, ja, ja… ¿has oído eso Johnny?

Johnny no contestó. No estaba por la labor de seguir importunando a una pareja que

parecía que llevaba unida toda la vida. Ambos quedaron en silencio

simultáneamente y se miraron a los ojos. Fue un silencio mágico, cinematográfico.

No hubo palabras, sólo miradas limpias, tan espontáneas que auguraban un nuevo

amanecer. El cantar de algunos pájaros, que habían brillado por su ausencia, aportó

la banda sonora perfecta.

- ¿Qué tal si te acerco a casa, yo me voy a la mía y mañana podemos trabajar como

dos personas normales?- preguntó suspirando Beulah.

- Pero si ya es hoy…

- ¿Ya es de día? Vaya…

- Me pareció oír a los pájaros.

- Hay pájaros que cantan de noche ¿lo sabías?- preguntó Beulah mientras se

levantaba de su silla de madera.

- ¿De veras? No, no lo sabía- y se levantaba recogiendo su bolso.

- Bueno, Johnny, ya sabes que dentro de un par de horas vienen los del estudio 12

a tomar algún coñac que otro. Que te vaya bonito y apunta esos cafés que no llevo

nada encima- se despidió Beulah con arrogancia.

- Invita la casa.

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Patricia no hizo gestos. Estaba deseando salir de aquel maloliente, aunque sin

embargo en aquel momento, agradable lugar. La luz del día fue testigo de cómo

entraban en el auto de Beulah, que accionó la llave del contacto.

- Estos cacharros de hoy, menos mal que tienen ruedas.

- También tenemos piernas y en ocasiones no sabemos por qué ni adonde

andamos- comentó filosófica Patricia.

Sentían la brisa de la costa. Beulah pensaba que no faltaría mucho para llegar a la

residencia de la guionista, pero quiso disimular sus instintos como mal que bien lo

había hecho hasta entonces.

- ¿Queda mucho para su morada, señora?

- No.

Patricia entraba en un profundo sueño y se durmió a pesar del cargado café de

Johnny. Beulah continuó conduciendo unos minutos más y después decidió detener

el coche cerca de un cerro desde el que se divisaba la inmensidad del Pacífico.

Patricia abrió los ojos y vió el espectáculo.

- ¡Oh, dios mío! ¿Estamos en Corea?

- Si, pero en una Corea en paz- respondió hipnotizado.

Ella volvió su cara hacia la de él y de nuevo se produjo un silencio, sólo turbado por

la brisa marítima. Los cabellos de ambos se debatían entre la calma y la tempestad,

como sus corazones.

- Odio la guerra- susurró Patricia sin dejar de mirarle.

- Odio hablar- replicó mientras acercaba lentamente sus labios a los de ella, sin que

ésta ofreciera la menor resistencia.

Después de un tierno y cálido beso se quedaron abrazados.

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- Adoro El dique invisible- dijo Patricia con una placidez que a Beulah le pareció

sonido de ángeles.

- Es demasiado moralista- dijo mirando otra vez a la costa.

- Ay…. dormiría aquí hasta mañana…

- Sigue siendo mañana, cariño- dijo él encendiendo un cigarrillo ofreciéndole otro a

ella.

- Lo se, pero tenemos que trabajar.

- Trabajar… a veces sólo somos eso… trabajo.

Ron Crosby, el abogado de O´Malley, fue a ver a Preston tres días después de la

fiesta en casa de Ames. Éste leía en la prensa reacciones a su favor en el conflicto

que le enfrentaba a los sindicatos, por el rodaje de las secuencias de Epidemia en la

ciudad en el puerto de Nueva York.

- Sr. Blake, la madre de Ray le envía este obsequio- dijo Crosby que le acercó un

paquete que contenía una tarta de fresas.

- Muy amable- dijo pellizcando y probando la tarta con el dedo.

- El sr. O´Malley está encantado con la película. A su parecer, el chico está

estupendo. Ya le dije que no olvida los favores-comió también- Supongo que sus

problemas sindicales habrán acabado. ¿No es así?

- Parece ser que en la última parte del rodaje todo el mundo ha colaborado

cordialmente, según la prensa- dijo con sarcasmo.

- Eso está bien.

Ambos hicieron un silencio cómplice y después el abogado cambió el gesto.

Page 161: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- Por cierto, ¿Ray no le ha contado nada últimamente?

- ¿Sobre qué?

- Un representante quiere dirigir su carrera. ¿No lo sabía?

- En absoluto, pero no puede ser, su representante es Mutual.

- Tranquilícese, sr. Blake. Por lo que sabemos hay un personajillo que le ha obligado

a firmar un contrato que le da derecho a su propiedad.

- ¿Me toma el pelo, abogado? Archie Stoll me hubiera avisado.

- Si, sabemos que Archie no le pierde de vista y hasta le acompaña al bungalow.

Pero hace un par de noches, una vez que Archie le dejó en la puerta, alguien le

llamó y le convenció para dar un paseo. Le obligó a tomar un par de copas. Ya sabe

que Ray no bebe para cuidarse la voz, pero le hizo firmar allí mismo un contrato que

el pobre ni sabía que consecuencias traería. Se trata del hombre de quien le hablo,

que se ha convertido en una especie de protector para él.

- Ese contrato no es válido. Haré que ese tipo se lo trague- dijo Preston.

- No es necesario, sr. Blake. Ya nos hemos encargado de eso- dijo Crosby

degustando la tarta.

Preston le miró comprendiendo.

- ¿Está muerto?

Crosby sacó de su cartera un papel.

- Aquí tiene el contrato. Ese tipejo está en el hospital. Sólo tiene una fractura en la

pierna y ocho dedos de la mano rotos. ¡Ah! y una pequeña conmoción cerebral, pero

se recuperará en dos o tres semanas, no tema.

- ¿Y qué me dice del sindicalista, Butler?

- Un accidente fortuito- dijo el abogado sacudiéndose la nata de su chaqueta.

- Ya… Tengo que hablar con el muchacho, debe estar asustado con todo esto.

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Crosby se levantó y se dirigió a la puerta.

- El sr. O´Malley está encantado con usted- cerró guiñándole un ojo.

Al comprobar la intacta vigencia de estrategias gangsteriles, Preston se tuvo que

tomar una copa. Después se acercó a la mesa para ver ese contrato y vio con

sorpresa que uno de los firmantes le resultaba familiar. Era amigo de Jonathan

Owens.

Preston disfrutaba cuando se sentaba en la sala de montaje con los editores y el

editor y había que tomar decisiones sobre lo que había de hacerse con las

pequeñas y grandes imágenes cambiantes de celuloide. Era como la cocina de un

gran restaurante. Allí se cocían y mezclaban todos los ingredientes para ofrecerlos a

los ojos y oídos de la humanidad que podía permitirse el lujo de ir a una sala de

cine. Se podían retocar multitud de cosas, desde lo más banal a lo más relevante. El

montaje era darle pulsación, ritmo, vida a la película.

Aquellos tiempos fueron buenos para el Estudio. Ray McDonald, con su tercera

película, se convirtió en el nuevo galán romántico del musical y Nora Brown era el

símbolo sexual de América y del Mundo. Sus cintas abarrotaban los cines, pero su

vida privada era cada vez más difícil, lo que se dejaba notar en el trabajo y en su

actitud en los rodajes, cada vez menos soportable para el director y el equipo. Todo

eran caprichos y comportamientos de adolescente y cada vez la odiaba más gente

en el Estudio, pero era un cheque en blanco para la Compañía y ella lo sabía.

La revolución engañada y Epidemia en la ciudad fueron nominadas a los Oscars,

pero la Academia esta vez volcó todo el prestigio en las superproducciones. Los

pioneros estaban dando al Séptimo Arte sus últimas obras maestras, porque iban

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desapareciando poco a poco y nuevos realizadores, procedentes de la televisión

traían nuevas técnicas y empezaban a ocupar mayoritariamente las nóminas de

todos los Estudios, incluídos Mutual.

Estas y otras reflexiones ocupaban a Preston Blake aquel día de 1953 en la sala de

montaje.

En el despacho de Jonathan Owens reinaba una gran agitación. El viejo Owens

gritaba como un poseso mientras se peinaba los pocos cabellos canos que le

quedaban.

- ¿Dónde está el imbécil de mi hijo?

La secretaria le contestó con el block en la mano.

- No lo se, sr. Owens.

- ¿Y mi jefe de prensa, y el de producción? ¿Es que me han abandonado? ¡Estoy

sólo en este Estudio! ¡Inútiles, sabandijas, moveos! ¡Cobráis una fortuna y no

hacéis nada, me estáis chupando la sangre!- bramaba el viejo productor.

Su hijo entró en el despacho.

- ¿Pero qué pasa?

- ¿Que qué pasa?- rugió- ¡Teníamos un contrato firmado con Ray McDonald y el

representante que habíamos enviado sigue en el hospital con medio cuerpo

destrozado!

- ¿Ray le dio una paliza? No me lo creo, si es medio marica- dijo sonriendo el hijo.

- ¡Pues claro que no ha sido Ray, imbécil! Y quita esa sonrisa de tu cara,

mamarracho. Ese cabrón de Blake…

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- Bueno, papa, tampoco es tan grave. Es sólo un cantarín que no tiene mucho

futuro.

- ¿No tiene futuro, eh? ¿Se te ha ocurrido por casualidad mirar los rankings de

taquillas?

- No, siempre mienten.

- ¡Tú me aseguraste que estaba en el bote y que se lo arrebataríamos a Mutual!

- Lo sé- respondió resignado.

- ¿Y qué ha ocurrido? Que una partida de matones le ha pegado una paliza a

nuestro representante como en los años treinta y nos hemos quedado sin estrella.

Estupendo, hijo, estupendo.

- Les podemos denunciar.

- ¿Denunciar? ¿A quién? Dime a quien.

- A Blake.

- ¿Qué pruebas tienes para denuciar a Preston? ¿Crees que es tan tonto como tú?

El hijo cambió la mirada de miedo a odio.

- Me voy, tengo que cerrar el contrato con ese nuevo director de la televisión.

- Si, véte- dijo abatido el viejo Owens- y véte con tu Virginia a hacer el pendejo

donde te plazca, será mejor así.

De nuevo sólo, el veterano productor hizo una llamada.

- Con el teniente Buddy. De parte de Jonathan Owens, padre… Hola Buddy. ¿Cómo

están tu mujer y tus hijos? Me alegro. Oye, un representante que trabaja para la

compañía está en el hospital central, me acaban de envíar las facturas. ¿Sabes

quién le ha podido dar semejante paliza? ¿Que no sabe? ¡Ah, que serán

profesionales! Ya, claro. Lo suponía. Bueno, gracias Buddy, saluda a tu mujer y si

descubres algo comunícamelo, ¿de acuerdo? Gracias, adiós teniente.

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Owens tosió y colgó el teléfono de mala gana.

Era un día lluvioso en Los Ángeles y Fred Ames indicó a sus invitados que pasaran

al salón para estar a cubierto. Maurice Berger, Archie Stoll y Nora Brown se

acomodaron en unos confortables sofás que hacían juego con las plantas exóticas.

Ames preparaba unas tazas de té calientes.

- A mí tráeme un whisky, Fred- dijo Maurice.

- Enseguida- dijo afable el guionista, ya que no estaba su criado filipino.

Nora se secó el cabello con las manos y resultó muy sensual.

- ¿No va a venir el sr. Blake?- preguntó.

Se hizo un breve e inquietante silencio en salón.

- Me temo que no, Nora- dijo apenado Maurice después de beber de su copa.

- ¿Por qué?

- Está en Nueva York. Chester Cross ha muerto. Hoy es el funeral- intervino Ames.

Nora se puso pálida.

- Oh, el sr. Cross, qué pena… con lo bueno que era.

- Sí- acompañó Maurice.

- El mejor- se apenaba también Archie Stoll.

De nuevo nadie supo qué decir y sólo se escuchaba la lluvia chapotear en los vidrios

de las ventanas. Poco después alguien llamó a la puerta. Fred Ames se levantó a

abrir.

- El sr. Blake debe estar roto- dijo Nora.

Page 166: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- Imagínate su mujer.

Maurice se sirvió otro whisky y se quedó paralizado al ver que Jonathan Owens y

Virginia Christine estaban allí, en la misma habitación que él.

- Dama, caballeros. ¿Cómo están?- saludó Owens con prepotencia.

Maurice continuó de pie, estupefacto. Archie Stoll sabía fingir una sonrisa y Nora

Brown abrió sus enormes ojos.

- Espero que seas breve, Owens, tus palabras no son bien recibidas en mi casa- dijo

Ames.

- Supongo, por sus caras de tristeza, que ya sabrán que Mutual se ha quedado sin

su mayor accionista y que Preston Blake se quedará de patitas en la calle ¿no? ¿O

se van todos a la calle?- inquirió Owens con resentimiento.

Maurice tiró deliberadamente el vaso de whisky al suelo.

- ¡Largaos de aquí, vivoras! ¡Te voy a romper tu asqueroso cuello, Owens!

- ¿Quién tú?- desafió.

- Te voy a…

Ames se interpuso entre ellos. Nora y Archie contemplaban inmóviles la escena.

- Escuche, Owens. Ni Mutual va a desaparecer ni el sr. Blake se va a quedar sin

empleo. Tu ambición no te deja ver las cosas con claridad.

Owens se volvió a arreglar la corbata y se peinó precipitadamete con un peine de

mano.

- ¿Usted se cree que soy tonto, guionista invertido?-replicó.

- Pues francamente, sí. ¿No sabía usted que Preston Blake va a adquirir su propia

productora?

- Es usted un ingenuo.

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-¿Ah sí?- sonrió Ames- Me explicaré mejor. Los accionistas de Mutual han decidido

por unanimidad invertir en un nuevo proyecto que era iniciativa de Preston sin

dudarlo un instante y le dan su plena confianza. Eso de que el sr. Blake está

acabado sólo se lo creen usted y su fulana.

Virginia ni se inmutó, pero Owens estaba repleto de ira.

- ¿Y qué me dicen ustedes? ¿Qué harán sin su ángel de la guarda? Ni se les pase

por la cabeza que nuestra Compañía les abrirá sus puertas de par en par- advirtió

Jonathan.

- Ni muertos de hambre trabajaríamos en algo que llevara su firma- dijo Maurice,

que no dejaba de atravesar con la mirada a su ex mujer.

- Sr. Owens, es usted patético- intervino de nuevo Ames- Se ha pasado más de la

mitad de su estúpido tiempo preocupado por el daño que puede hacer a los demás.

Casi le destrozas la vida a Maurice y Preston Blake ha sido tu obsesión gratuita

entre otras muchas, pero tu rencor sólo ha servido para que ellos hayan ganado en

categoría y estima y para que tu te hayas convertido, a voluntad, en un fantoche

para todo el mundo, incluída tu compañera y tu propio padre. Qué aburrida debe ser

tu vida, Owens, siempre pendiente de lo que hagan los demás.

Jonathan Owens se quedó mudo, con la mirada perdida. Después agarró de la

mano a Virginia y salieron apresurados de la sala. Antes de que atravesaran la verja

Maurice les gritó.

- ¡Virginia, no te olvido, ja, ja, ja! ¡Adiós, Owens, que Dios os bendiga, ja, ja, ja!

Fred Ames encendió un cigarrillo. Archie y Nora le miraban con admiración.

Jonathan y Virginia subieron al coche. Él lo puso en marcha y se marcharon a toda

velocidad.

- ¡Malditos sean, se arrepentirán de esto!- gritaba Owens enfurecido.

Page 168: NOVELA. Equilibrio en la sombra. ERNESTO RAMÍREZ

- ¿Y qué vas a hacer, querido, asesinar a Blake, o quizá mejor a Ames, o quizá tal

vez a mi ex marido?

Owens aumentaba la velocidad por la principal avenida de la carretera costera.

- Jonathan, vas muy rápido, frena un poco- dijo Virginia.

- No saben con quien se están enfrentando. Pronto lo sabrán.

- ¿Quieres hacer el favor de ir más despacio?- insistió Virginia.

Owens no escuchaba e incluso aceleró la velocidad de su deportivo. En una curva

muy cerrada perdió el control del coche, que derrapó con la humedad del asfalto,

rompió la barrera de seguridad y se despeñó aparatosamente por el acantilado.

Maurice sonrió y miró a Ames.

- Fred, has estado soberbio. Eso le ha dolido más que diez puñetazos. ¿Has visto

cómo se ha ido? ¡Con el rabo entre las piernas!

Nora se echó a reir.

- Es verdad, estaba tan asustado que me recordó a mi perro Sherlock.

Archie se levantó.

- ¡Bravo por Fred, el puñal de Mutual!

Ames sonrió sin darle demasiada importancia.

- Tomemos una copa por Chester, amigos- propuso apoyado en su bastón.

- ¡Si, brindemos por Cross!- arengaron todos.

Después todos pensaron en el gran magnate. Fred suspiró y se dirigió a Maurice,

que ya estaba casi ebrio.

- Bueno Maurice, sin Cross al frente y si Preston abandona Mutual, ¿qué harás?

- No lo se, Fred… pero está claro que estaré donde esté Preston. Toda la vida

hemos estado juntos. Se lo debo todo. ¿Y tú, qué piensas hacer?

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- Hablaré con él, y dependiendo del camino que tome actuaré en consecuencia.

Desde luego que muchas historias y guiones quedan por salir de mi pluma- explicó

Ames.

- Si se va Preston le echaré mucho de menos- dijo Nora nostálgica- Es el mejor

productor que he conocido, apostó por mi sin dudarlo.

- Nuevos tiempos, nuevos valores. La renovación inevitable. Es una ley que no

perdona a nadie. Sin esa ley no habría evolución, ni progreso, que precisamente es

lo que hemos mostrado en nuestras películas, por eso no hay que temer a la

modernidad, amigos- dijo Ames emocionado.

- Pues a mi no me gustan los nuevos tiempos. Me pasa como a Preston, que nos

pesa demasiado el pasado como para olvidarlo o menospreciarlo por los cambios,

por muy necesarios que éstos sean. Por cierto, Fred, eso de, eso de, nuevos

tiempos nuevos no se qué ¿es de tu cosecha?- dijo Maurice.

- No, es de un buen amigo mío. Oscar Riskin.

- ¿Riskin? ¿El homosexual?- preguntó Maurice.

- Un gran escritor, mejor que yo- aclaró Fred.

- Vamos, vamos, Fred, a veces creo que los escritores sois algo raros y que os

movéis entre dos mundos… -insinuó Maurice.

- Mi querido actor, tú deberías saber mejor que nadie que eso es imprescindible

para desarrollar la imaginación. Se trata de crear otro mundo, pero no hace falta ser

homosexual para eso, sólo escribir bien. Maurice, si tomas más de ese escocés vas

a parecer uno de los miembros del Comité de Actividades… -dijo sin alterarse- Todo

eso que dices son habladurías mi querido amigo. Además, de ser verdad ¿qué

incoveniente habría?

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- Lo sé, era una broma, perdona, todavía estoy pensando en esos cretinos. Pero…

¿qué me dices de las miraditas que le echas a ese filipino que trabaja aquí? Ja, ja,

ja.

- Me has descubierto. Estoy locamente enamorado de él- dijo Ames tumbándose en

el sofá.

Archie Stoll y Nora Brown se despidieron. Fred y Maurice se acabaron la botella.

Preston miraba los féretros de Owens y Virginia, sepultados juntos en el enorme

panteón californiano de gentes ilustres. Todo lo contrario al entierro de Gladys

Dempsey. Éste estaba lleno de personas famosas y populares, periodistas,

fotógrafos y limousinas. Marcia y él habían ido por respeto al anciano Owens, pero

sus rostros de dolor tenían un origen muy distino. Maurice también estaba, pero no

derramó una sola lágrima por Virginia y pensaba para sus adentros que ambos se lo

habían buscado. Al salir del cortejo fúnebre terminado el oficio religioso Preston dio

un sincero pésame a Owens.

- Gracias, sr. Blake. Como bien sabes, era un testarudo. Siempre presentí que tenía

que acabar así, trágicamente. Nunca me hizo caso. Siento todo lo que le ha hecho

pasar, de veras.

- No se disculpe, le sucede a todo aquel que se ve invadido por una codicia excesiva

y un orgullo desmedido. De todos modos, lo siento, me da mucha lástima verle así,

sr. Owens. Al fin y al cabo, somos del gremio- dijo estrechándole la mano.

- No se tiene que compadecer de mí. Mi estima por mi hijo se fue difuminando con el

tiempo y no me afecta mucho más de lo que pueda afectarle a usted, Preston. Más

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me duele la responsabilidad que pueda tener yo en cómo ha entendido la vida y en

cómo se ha convertido en un ilustre, un ilustre villano.

- Es cierto, se lo reprocharán.

- Mea culpa. Aprovecho para darles también mi más sincera condolencia por la

pérdida del admirable sr. Cross, un hombre de un gran corazón.

Marcia lloró desconsolada.

- Gracias, sr. Owens, ahora hemos de irnos- dijo agarrando a su marido del brazo.

Antes de que subieran a su coche, se giraron a la voz de Owens, que hacía caso

omiso de las personas que se dirigían hacia él en procesión.

- Sr. Blake, ¿trabajaría conmigo? – gritó.

- Me halaga, sr. Owens, gracias, pero no lo veo muy coherente por mi parte. ¡Adiós!

- Adiós, sr. Blake- dijo para sí mismo Owens.

Preston y Marcia llegaron a casa muy tristes y abatidos. Ella tenía la expresión

desencajada y pálida, con los ojos hinchados de llorar y de no poder dormir. Preston

no estaba tan erosionado externamente pero la amagura se había apoderado de él

con una intensidad parecida a los tiempos de la pérdida de su hijo y también las

dudas sobre su futuro profesional. Hacía demasiado tiempo que no se encontraba

tan indeciso e inseguro, además de apático.

- Marcia, ya se que no es muy buen momento, pero necesito hablar contigo.

- No, no es un buen momento, pero la vida sigue. Dime- dijo frotándose la cara con

una toalla húmeda y sentándose en el sofá.

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- Como sabes, ahora que papá no está estoy en manos de la Junta de Accionistas.

Ellos ya me han ofrecido un puesto “importante”. Director de un famoso programa de

televisión o bien hacer películas para el nuevo medio. No se si aceptar.

Marcia se quedó pensativa.

- Te sientes menospreciado, ¿verdad, cariño?

- En cierto modo, sí, pero tengo que empezar a aceptar que eso del viejo productor

con plenos poderes se está extinguiendo. Ahora las cosas no son como antes. Para

cada profesional hay cada vez más asesores y colaboradores y las decisiones

tienen que pasar por muchos más filtros, reuniones, pruebas… en fin, la

democratización del arte, que por otra parte no niego que sea necesaria, pero mis

funciones ya no pueden tener la misma esencia. Por supuesto el productor-jefe

sigue siendo importantísimo y ni mucho menos es un comparsa, al contrario, pero

en la televisión mi libertad de creación si que va a estar plenamente sometida a la

directiva y tendré que trabajar algo así como un autómata en función de una

audiencia tan variable como las mareas de la playa y yo soy un artista, mi amor-

dijo tomándola de la mano.

- Siempre me lo has parecido. Mi artista y mi hombre. Nunca te consideré un

banquero sin escrúpulos como algunos crápulas del cine.

Preston le besó cariñosamente.

- No se qué habría sido de mí de no estar tú a mi lado.

Marcia siguió abrazada a él.

- Que el cine no sería cine, sería un entretenimiento más. Haz lo que la mente y el

corazón te dicten.

- Te quiero, Marcia.

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LA FIESTA

1954

Todos los miembros de Mutual estaban invitados a la cena-homenaje que se

organizó en memoria de Chester Cross en el Pavillion de Hollywood. Sólo el alquiler

del local había costado un cuarto de millón de dólares. Por supuesto también iban a

asistir importantes personajes ajenos a la Industria que habían conocido a Chester.

Preston y Marcia se arreglaban para el evento.

- Preston ¿los zapatos negros o los azules claritos?

- A mi me gustan más los negros- contestó Blake- Vamos, dáte prisa, mujer, que

vamos a llegar tarde.

- Pues que esperen. Además, no me gustan nada los homenajes porque siempre

llora la gente, y éste es tan especial que yo…

- Tu padre se lo merece, Marcia- dijo Preston mientras se ajustaba la pajarita del

smoking y se acicalaba con su fragancia favorita.

- Uggg, Preston ¡Huele que apesta! ¿Nunca vas a cambiar de colonia?- preguntó

Marcia frunciendo el ceño.

- ¿Te gustaría que cambiara de esposa?- replicó.

- Que cosas tienes, pero no presumas que ya estás mayor para cambios.

- ¿Estas ya?

- Cuando quieras.

Salieron de punta en blanco y subieron al coche que les esperaba en la puerta.

Marcia estaba más emocionada que la triunfal noche de los Oscars. Preston miraba

por la ventanilla con una expresión ambigua y nostálgica. Era el último adiós público

a uno de los fundadores de una Compañía en la que había trabajado durante treinta

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años. Pasado, presente y futuro desembocaban simultáneos y veloces en la mente

de Preston. Cuando se detuvo la limousina no había una gran multitud en la entrada.

Al penetrar en el enorme salón, vieron con ojos generosos que había más de

quinientas personas. Enormes fotografías en blanco y negro de Chester Cross

decoraban el fondo de la tarima donde se entregaban los Oscars cada año. Marcia

se puso las manos en la boca de admiración y no pudo evitar derramar algunas

lágrimas. Poco después se repusieron del impacto y caminaron como dos reyes por

el pasillo central. Los invitados que quedaban a un lado y a otro se iban levantando

de sus asientos a su paso, recibiéndoles con una calurosa y estruendosa ovación.

Marcia no se sentía tan feliz desde que quedó embarazada y miró a Preston con

una ternura que al productor le atravesó el alma. Los aplausos se mantuvieron

durante unos larguísimos dos minutos. Sin embargo, les esperaba otra sorpresa.

Preston vio que iba a compartir mesa con alguien muy especial. Allí estaba, con su

hábito, Katherine Blake, su hermana, a la que no veía desde que se marchó a Los

Ángeles. Se miraron sin decir nada y se fundieron en un efusivo abrazo. Todos

fueron testigos de un glorioso momento. Marcia se sorprendió gratamente porque no

la conocía personalmente. Maurice, sentado junto a ella, hizo un gesto a su amigo

expresándole que él la había convencido para que fuese a la cena.

- ¡Kate!...Kate- dijo emocionado Preston.

La cena de la mesa anfitriona estuvo cargada de recuerdos y anécdotas de la

infancia y adolescencia de los Blake, y de Maurice cuando empezaba como actorcito

en aquel barrio irlandés de Nueva York. Kate Blake tenía algo menos que contar, ya

que apenas salió al mundo exterior. Aquel festejo lleno de luces y bullicio le llamó

mucho la atención, pero no lo llegaba a comprender del todo. Era otro mundo, el

mundo del cine.

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Cuando estaban pidiendo los postres se escuchó un sonido de aviso por megafonía.

Se anunciaba una actuación especial. El telón de la tarima se levantó y apareció

Ray McDonald, el joven tenor, recibido con un gran aplauso, sobre todo del sr.

O´Malley, que no quiso perdérselo. Se apagaron las luces y un foco cenital dio todo

el protagonismo a Ray. Sin ningún preámbulo, una orquesta de fondo dio entrada

con sus acordes a una versión de Tosca de Puccini que el cantante interpretó de

manera brillante. Al encenderse de nuevo las enormes lámparas de piedras

preciosas, Marcia, Preston, Maurice e incluso Kate se sonaban con sus respectivos

pañuelos.

- Esta pieza está dedicada al señor Cross. ¡Gracias, sr. Cross!

La ovación fue digna de cualquier ceremonia de entrega de entrega de premios,

quizá más sincera. Poco a poco los comensales fueron finalizando sus cubiertos,

otros se marchaban y otros iban pasando al café bar, ambientado para la ocasión.

Allí se encontró Preston con Beulah y Patricia, que estaban realmente radiantes.

- Me alegro de verte, Beulah. ¿Cómo estás?

- Muy bien- contestó el director.

- ¿Me presentas a esta encantadora dama?

- ¿No la recuerdas? Es Patricia O´Hara, estuvo en una de las fiestas que dio Fred.

- Pues que yo sepa, no coincidimos.

- Patricia, te presento a Preston Blake.

- Encantada, tenía ganas de conocerle personalmente. Siento lo de su suegro.

- Si, yo también lo siento mucho, es un palo para todos- añadió Beulah.

- Gracias. Vamos a esa esquina, aquí no se puede hablar. ¿Una copa?

- Claro- dijeron los dos.

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- Bueno, Jorgensen. Ahora que no está el gran jefe. ¿Qué será de nosotros?-

preguntó Preston.

- Es algo que llevo pensando mucho antes de que falleciera Cross. El Comité de

Actividades Antiamericanas cambió el rumbo de mi vida como jamás habría

imaginado- contestó Beulah.

- Si, ha sido traumático, y más para ti, lo se, pero lo has soportado dignamente,

como el gran profesional que eres y descubrí hace ya muchos años en aquel

cuchitril de teatro en el que andabas. Lo que has conseguido como persona y como

director no lo logra cualquiera. Además, ese Comité ya está de adorno, gracias a

Dios. Pero bueno, tomemos una copa y cambiemos de tema, que esto parece una

despedida- sonrió Preston.

Beulah continuó serio como en su nórdico semblante solía ser habitual.

- Has sido de gran ayuda para mí en este calvario. Preston, creo que ya no encajo

en este negocio. Los tiempos están pasando factura a todos.

- ¿A qué te refieres? ¿Estás enfermo?- preguntó Blake.

- No, no es eso. Lo que está enfermo es nuestro cine. Hemos ganado en medios y

en tecnología, pero las historias que se hacen son cada vez más vacías de

contenido. Todo es una falacia, como siempre.

- Sigue habiendo historias profundas, Baeulah, y las seguirá habiendo- intervino

Patricia.

- Si, pero cada vez se llevan menos a la pantalla y se quedarán en papel mojado.

- Yo no pienso así, siempre habrá algo que contar y siempre habrá alguien que

tenga curiosidad por nuevas historias- dijo ella con entusiasmo.

- Estoy de acuerdo- dijo Blake- lo que ocurre es que estamos agotados de hacer

tantas películas, y sí, se van notando los años, Patricia.

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- Preston, yo no me siento cansado, va más allá de eso. De hecho, me voy a

Europa. Mejor dicho, nos vamos. Tengo ofertas interesantes de Italia, Francia y

Suecia. Allí se está haciendo el cine por el que apostamos pero aún más

comprometido. Es una oportunidad que no puedo desaprovechar.

Preston pidió otra copa. Bebió y les miró con trascendencia.

- Me alegro mucho por vosotros, estoy seguro de que triunfaréis.

En ese momento aparecieron Maurice y Fred completamente ebrios y abrazados

como niños.

- ¡Hola, gentuza!

- ¿Sabes, Beulah?- dijo Ames- hoy he conocido a la mujer más bella de Hollywood.

- ¿De veras, y quién es?

- La hermana Kate Blake, monja católica de Nueva York.

Preston se echó a reir y Patricia le miró extrañada.

- Qué callado te lo tenías- bromeó Ames.

- ¿Y para qué iba a deciros nada si no la ibáis a ver?

Todos comenzaron a reír a carcajadas.

- Ahora dime, Fred, aunque dudo que estés en condiciones- dijo Preston- ¿Te

apuntarías al equipo de televisión que voy a dirigir?

Maurice se dio por aludido.

- ¡Si!

- Tu no lo dudo, amigo mío- dijo mirando a Ames- ¿Y bien?

-¿Televisión? Cambiarán de principio a fin mis diálogos y mi trabajo se reducirá a

escribir frases inconsistentes y comerciales. ¿Y qué pasa con el cine, Preston?

¿Crees que ha muerto como Chester?

Preston se quedó pensativo.

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- ¿Qué le quedaría a Mutual si me llevo la mejor cosecha? Pero no olvides que

siempre tendrás las puertas abiertas., Fred. Lo mismo te digo, Beulah.

- Greenway será un gran jefe de producción, si le designan- opinó Beulah.

- Si es así, quedará en buenas manos, pero dudo de las demás decisiones que

tomen los accionistas que compren la parte de Chester- presagió Preston.

Beulah apuró su bebida y miró a Preston.

- Sr. Blake, nos vamos. Gracias. Ya nos veremos.

- ¿Cómo que ya nos veremos, grandullón? ¡Ven aquí y dame un abrazo!

Preston y Beulah se despidieron como lo que eran, dos grandes amigos.

- Adiós. Fred, Maurice… hasta la vista- dijo Beulah Jorgensen emocionado.

Fred y Maurice levantaron a Patricia como si fuera una reina y la cubrieron de besos

mientras cantaban O sole mio. Preston no daba para emociones. Ames,

tambaleándose, se dirigió a la barra.

- Póngame una copa. Mejor, una botella de malta, porque estoy pensando que mis

palabras se oirán por televisión. ¡Seré la conciencia del país!

Preston y Maurice se reencontraron con Marcia y Kate y salieron del bar para hablar

en el vestíbulo.

- Bueno, hermanita, ¿qué te parece el mundo de los vivos?- preguntó Preston.

- Que si esto es estar vivo, yo estoy soñando- dijo hosca.

- ¡Ja, ja, ja!.... de eso se trata Kate, de eso se trata, ¡de soñar! ¡Ja, ja, ja!- se

desternillaba Preston mientras ellas le miraban como si estuviera loco.

Salió del Pavillion abrazado de Maurice y poco a poco se liberaron de la multitud.

Preston tenía que hacer fuerza para que Maurice no se cayera y agarrados

caminaban en la oscuridad de la noche.

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Todo se fue quedando cada vez más solitario y las luces del Pavillion ya sólo eran

pequeñas chispas luminosas en la lejanía de una noche esplendorosa. Iban sin

rumbo, pero tenían claro el camino que segurían. Maurice se sentó en una

barandilla que encontró al azar y miró a Preston. Después de balbucear consiguió

articular unas palabras.

- Oye, Preston. ¿Sabes que nunca me has dicho cuál es tu película favorita?

- Lo se.

-¡Bueno! ¿Y cuál es?

Preston encendió un cigarrillo y después de exhalar el humoy mirar a los lejos el

Pavillion contestó a su amigo Frank O´Connors.

- El gran desfile.

FIN

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