Nuestra declaración de Fe -...

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Nuestra declaración de Fe Doctrinas fundamentales del Ministerio Cristiano Fundamento para la Familia www.mc.isffamilia.org www.hectorsalinas.net Dr. HECTOR SALINAS AYALA Director General 2013

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Nuestra declaración de Fe

Doctrinas fundamentales del Ministerio Cristiano Fundamento para la Familia

www.mc.isffamilia.org www.hectorsalinas.net

Dr. HECTOR SALINAS AYALA Director General

2013

IDENTIDAD

Fundamento de la Familia es un ministerio cristiano sin fines de lucro que promueve los valores en la sociedad con énfasis en la familia; implementando programas y servicios que respondan a las necesidades de los grupos vulnerables o en riesgo en coordinación con las comunidades locales, organizaciones religiosas o de la sociedad civil e instituciones públicas y privadas. La formación de capital humano es prioridad en nuestras actividades porque creemos que la verdadera medida de nuestra valía se compone de todos los beneficios que los demás han obtenido de nuestro éxito. El único capital que realmente importa es el capital humano. Ayudar a las familias es la razón por la que trabajamos cada día. Nuestro deseo es que las familias nos conozcan y encuentren apoyo. Estamos aquí para ayudarte a mejorar tu matrimonio, su familia, y su vida personal a través de nuestros programas. Estamos convencidos de que una teología sana será favorable para la construcción de individuos, familias y sociedades sanas. Es por eso que en este material explicamos ''Nuestra Declaración de Fe", a fin de contribuir a la formación de congregaciones, iglesias, líderes, pastores y familias con quienes compartimos relaciones firmes dentro del Reino de Dios. Deseamos que junto a tu familia y con Biblia en la mano dediques tiempo a estudiar estas doctrinas, envíes las tareas y reflexiones personales a tu líder.

Dios te bendice.

DR. HECTOR SALINAS AYALA Director general del Ministerio

Fundamento para la Familia

[email protected]

EN QUE CREEMOS - NUESTRO CREDO

1. LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS: Creemos que la Biblia

es la Palabra de Dios, nuestra única regla infalible de fe y

conducta, por haber sido inspirada por el Espíritu Santo.

2. EL DIOS ÚNICO Y VERDADERO: Creemos que hay un solo Dios

verdadero, que se ha revelado como el Creador de todas las cosas,

y que existe eternamente. En la unidad esencial de Dios hay

distinción de personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Este

misterio de un solo Dios que subsiste eternamente en tres

personas es llamado la trinidad.

3. EL HOMBRE, SU CAÍDA, REDENCIÓN Y ESPERANZA: Creemos

que el hombre fue creado por Dios en estado de inocencia, pero a

consecuencia de la desobediencia adquirió una naturaleza

pecaminosa y quedó sujeto a la condenación eterna. Su única

fuente de redención y esperanza de vida eterna está en el

sacrificio de Jesucristo en la cruz del Calvario y su resurrección de

entre los muertos.

4. LA SALVACIÓN DEL HOMBRE: Creemos que la salvación se

obtiene cuando el hombre se arrepiente de sus pecados y acepta

por la fe el perdón de Dios ofrecido a través de Jesucristo. Además,

el Espíritu Santo le da seguridad interna de que ha sido hecho hijo

de Dios. A partir de este momento el hombre salvo debe vivir una

nueva vida, recta y santa.

5. LA SANTIFICACIÓN DEL CREYENTE: Creemos que la

santificación es un estado de gracia al cual entra el creyente al

aceptar a Cristo, e implica separarse de la mundanalidad y

consagrarse a Dios, procurando vivir en un estado de pureza

moral mediante la ayuda diaria del Espíritu Santo.

6. EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO: Creemos que el

bautismo en el Espíritu Santo es una experiencia espiritual

diferente a la salvación y posterior al nuevo nacimiento en Cristo.

Una de las manifestaciones que se recibe es hablar en otras

lenguas, no por propio impulso del hombre, sino bajo la dirección

del Espíritu Santo. Es dado para capacitar al creyente en el

cumplimiento de la gran comisión.

7. LA SANIDAD DIVINA: Creemos en la sanidad divina, sanidad

del alma y sanidad del cuerpo, y ésta se recibe por fe con base en

el sacrificio expiatorio de Cristo.

8. LA IGLESIA: Creemos que la Iglesia es el cuerpo místico de

Cristo, está compuesta por cada creyente nacido del Espíritu cuyo

nombre está escrito en el libro de la vida y su propósito es adorar

a Dios, evangelizar al mundo, edificar a los fieles y llevar a cabo la

obra social. En un sentido amplio todo creyente es un ministro,

llamado para servir, testificar, interceder y contribuir, aunque

también han sido provistos un llamamiento específico y un

servicio escrituralmente ordenado por Dios para los ministros de

la Palabra. Los dones y los Ministerios fueron entregados a los

hijos de Dios para este propósito. Creemos que aún siguen

presentes, como en la época de la iglesia primitiva, los dones

espirituales y los cinco ministerios; Apóstoles, Profetas,

Evangelista, Pastores, y Maestros.

9. LA MAYORDOMÍA FINANCIERA: Creemos que la mayordomía

financiera es deber y privilegio de todos los cristianos, que como

fieles mayordomos de Cristo contribuyen al sostenimiento y

extensión de la obra con sus ofrendas, primicias y diezmos.

10. EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA: Creemos que el

arrebatamiento de la Iglesia ocurrirá cuando Jesucristo regrese

por los suyos, en este momento los que hayan muerto siendo

salvos serán resucitados primero y trasladados junto con aquellos

creyentes que se encuentren vivos, para estar con el Señor por la

eternidad. Este acontecimiento puede ocurrir en cualquier

momento y será antes de la gran tribulación.

11. LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO Y EL REINO MILENIAL:

Creemos que la segunda venida de Cristo en gloria será cuando el

Señor regrese con sus santos a la tierra para establecer su reinado

físico y visible por mil años. Este reino milenial traerá paz

universal y el cumplimiento de las promesas hechas a Israel en el

Antiguo Testamento.

12. EL JUICIO FINAL DE LOS INCRÉDULOS: Creemos que el juicio

final será para todos los impíos que rehusaron aceptar a

Jesucristo. Ellos, junto con Satanás y los ángeles caídos, serán

arrojados al lago de fuego donde estarán por la eternidad.

13. ELOS CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA: Creemos que habrá

cielos nuevos y tierra nueva, donde morará la justicia. Allí vivirán

todos los santos por la eternidad.

14. EL BAUTISMO EN AGUA: Creemos en el bautismo en agua

por inmersión, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu

Santo. Es un sacramento para la Iglesia, un testimonio público de

la fe del creyente que ha aceptado a Jesús como su Salvador.

15. LA SANTA CENA DEL SEÑOR: Creemos que la santa cena es

también un sacramento para la Iglesia, del que participan los

miembros de la congregación que ya fueron bautizados en agua,

como un símbolo de nuestra unión con Cristo, un recordatorio de

su sufrimiento y muerte y un anuncio de su inminente retorno.

16. LA DESAPROBACIÓN DE DOCTRINAS ERRÓNEAS: Creemos

que la desaprobación de doctrinas erróneas es necesaria para

evitar confusiones y herejías, preservando la sana doctrina y la

unidad del cuerpo de Cristo.

C A P Í T U L O I

LOS CREDOS

Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras

( 1 C o . 15:3-4).

LA FORMACIÓN DE LOS CREDOS

La palabra credo viene de un término latino que significa yo creo.

Y consiste en una declaración hecha con autoridad de los artículos

principales de la fe cristiana.

Los verdaderos creyentes siempre han hecho declaraciones

condensadas de su fe. Con la muerte de los apóstoles y al cerrarse

el canon de las Escrituras, se fue haciendo necesaria la

elaboración de un credo donde se plasmara en un resumen las

doctrinas principales de la fe cristiana, y de esta manera

preservarla de las falsas enseñanzas que la amenazaban.

EL CREDO EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

El judaísmo confesaba la absoluta unidad y singularidad de Jehová

por medio de un credo sencillo al que llamaba Shemah, el cual es

tomado literalmente de la Biblia, dice: Oye, Israel: Jehová nuestro

Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu

corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas

palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las

repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y

andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y

las atarás como una señal en tu mano, y estarán como

frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu

casa, y en tus puertas (Dt. 6:4-9). Este credo fue introducido en

todo el pueblo de Israel hasta que se estableció la costumbre de

recitarlo dos veces al día.

EL CREDO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Los símbolos de la iglesia, como también se le llama a los credos

desde tiempos antiguos, consistían en declaraciones de fe y

adoración contenidas en el Nuevo Testamento. Con la confesión

Jesús es Señor (Ro. 10:9; 1 Co. 12:3), los cristianos del primer siglo

reconocieron que debían hablar de Jesús de Nazaret en los

mismos términos que de Jehová, con todos los atributos y

majestuosidad que el Antiguo Testamento le atribuye a Dios.

Desde los primeros días del cristianismo ya había una

temprana declaración de fe. Cuando Felipe le compartió el

evangelio al etíope eunuco, encontró una disposición para aceptar

la salvación, de tal forma que llegaron a cierta agua, y dijo el

eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado?

Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Entonces

aparece la declaración de fe que tal parece se pedía de todo recién

convertido; esta declaración representa una afirmación cristiana

bautismal de la iglesia naciente: respondiendo, (el etíope) dijo:

Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios (Hch. 8:35-37).

Otras formas de credo que el Nuevo Testamento contiene

afirman la encarnación de Cristo, su muerte salvadora y su

gloriosa resurrección: Acerca de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo,

que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo

de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la

resurrección de entre los muertos (Ro. 1:3-4).

A finales del primer siglo en su lucha contra la herejía del

gnosticismo (doctrina que afirmaba que Jesús era una

representación de Dios y por consiguiente, no había venido en

carne), el apóstol Juan elabora una declaración de fe contundente

que no sólo refuta el error, sino además enfatiza la sana doctrina:

En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que

confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo

espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no

es de Dios (1 Jn. 4:2-3).

Otro de los pasajes que contiene grandes declaraciones de fe

sobre la humillación y exaltación de Jesucristo es el que presenta

el apóstol Pablo a la iglesia de Filipos: ...el cual, siendo en forma

de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que

aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de

siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la

condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose

obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios

también lo exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es

sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble

toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y

debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el

Señor, para gloria de Dios Padre (Fil. 2:6-11). Hay indicios de

que no sólo era un himno que se cantaba en las reuniones

congregacionales y bautismales, sino además se esperaba que

fuese memorizado y recitado por los recién convertidos.

Otra declaración temprana de fe que fue influyendo en la

formación de los credos se encuentra en la carta a la iglesia de

Corinto donde se afirma la unidad y la cooperación del Padre con

su Hijo Jesucristo: Para nosotros, sin embargo, sólo hay un

Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros

somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son

todas las cosas, y nosotros por medio de él (1 Co. 8:6).

Finalmente hay en el Nuevo Testamento declaraciones

confesionales trinitarias que llegaron a ser la fuente para la

elaboración de credos posteriores. Una de ellas es la fórmula

bautismal descrita por Jesús en la gran comisión: Por tanto, id, y

haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el

nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).

También encontramos otra declaración en la bendición apostólica

expresada por Pablo en su segunda carta a los corintios: La gracia

del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del

Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén (2 Co. 13:14).

LOS PADRES APOSTÓLICOS Y LOS CREDOS

Se les llama padres de la iglesia o padres apostólicos a los líderes

que surgieron después de los apóstoles en los siglos que siguieron

a la formación del canon, es decir, después de completarse el total

de libros inspirados de la Biblia. Durante esta época se empezó a

dar forma a declaraciones de fe más elaboradas. Surgieron

predicadores, maestros y escritores conocidos como apologistas,

quienes en medio de una proliferación de doctrinas falsas,

elaboraban una colección creciente de enseñanzas en donde

exponen la esencia de la fe cristiana.

Lo que los estudiosos llaman el antiguo credo romano, era una

forma bautismal trinitaria ampliada: Creo en Dios el Padre

todopoderoso y en Cristo Jesús su Hijo, nuestro Señor, y en el Espíritu

Santo, la santa Iglesia y en la resurrección de la carne.

En los escritos de los líderes destacados de la época, tales como Ireneo, Clemente de Alejandría, Tertuliano e Hipólito, se encuentran algunas declaraciones bíblicas doctrinales llamadas las reglas de fe o la tradición. Estas eran una colección informal de enseñanzas que se les proporcionaba a los recién convertidos.

EL PROPÓSITO DE LOS CREDOS

La formación de los credos cumplió con varios propósitos. Y contribuyeron al desarrollo de la iglesia.

Algunos de los resultados que sobresalen son:

EN LAS DECLARACIONES DE FE. Se crearon credos como el de los apóstoles, el credo de Nicea y el credo de Atanasio, los cuales son declaraciones de fe elaborados para refutar herejías que surgieron en su momento.

EN EL BAUTISMO. Inicialmente los credos se usaban en un contexto bautismal. El responder a preguntas o recitar ciertas fórmulas que más tarde llegaron a ser fijas para el candidato al bautismo en su confesión de fe en Cristo. Además, los credos se usaban para discipular e instruir a los nuevos convertidos en los fundamentos de la fe.

EN REFUTAR LA HEREJÍA. Los credos también eran usados con fines confesionales, es decir, para refutar y poner al descubierto

las enseñanzas falsas que atentaban contra la sana doctrina.

EN LA LITURGIA. Los credos desempeñaron un propósito litúrgico a medida que fueron recitados en varias partes de los servicios de adoración en las iglesias.

LA AUTORIDAD DE LOS CREDOS Las iglesias ortodoxas orientales atribuyen autoridad a los credos de los siete concilios ecuménicos. Desde el primer Concilio de Nicea (325), hasta el llamado segundo concilio de Nicea (787). Las iglesias orientales no han aceptado los credos occidentales. Roma, por otro lado, reclama infalibilidad para todos sus pronunciamientos oficiales. El credo de los apóstoles, el de Nicea y el de Atanasio eran conocidos tradicionalmente como los tres símbolos. Según Roma, las antiguas fórmulas de credos contienen verdades reveladas por Dios y tienen autoridad para todos los tiempos.

Los reformadores protestantes aceptaron el credo de los

apóstoles y los decretos de los primeros cuatro concilios en virtud

de su concordancia con la Escritura, la única regla de fe y

conducta.

EL CREDO APOSTÓLICO

Desde muy temprano la iglesia tuvo que luchar contra las

desviaciones doctrinales que eran introducidas por personas sin

escrúpulos. En aquellos primeros siglos llegaban a la fe gente de

todo tipo de trasfondo religioso y cultural. Era de esperarse que

estos conversos interpretasen el cristianismo según su formación

anterior, pero algunos llegaban a tal extremo que despojaban a su

nueva fe de su carácter único. Así empezó a surgir una

sorprendente variedad de doctrinas que pretendían ser cristianas,

pero que atacaban y olvidaban aspectos básicos de la fe.

La existencia de esta diversidad de doctrinas se manifestaron en el

Nuevo Testamento, cuyos escritores se esforzaron en detener. La

epístola a los Gálatas y a los Colosenses, toda la literatura de Juan

y 1 Pedro dejan ver el vigor con que los primeros cristianos se

opusieron a tales desviaciones.

Fue después del año 100 d.C., cuando ya no estaba presente

ninguno de los apóstoles, que estas doctrinas se lograron

desarrollar tanto que provocaron una reacción importante en la

historia del pensamiento cristiano.

La necesidad de un credo cada vez se fue haciendo más urgente.

Se deseaba condensar las doctrinas fundamentales del

cristianismo, y dar respuesta a las enseñanzas falsas que surgían.

Entre las doctrinas que se refutaban se pueden mencionar la de

los judaizantes, quienes prescribían la observancia de

ceremonias judaicas. Los ebionitas, los cuales negaban el

nacimiento virginal de Jesús. El gnosticismo, grupo variadísimo

de doctrinas religiosas que negaban la humanidad de Cristo,

afirmando que no pudo haber venido en carne, que era sólo una

apariencia corporal y que sus sufrimientos y muerte no fueron

reales.

Uno de los maestros más peligrosos de la herejía fue Marción. Él

enseñaba que el mundo y la materia eran malos y que un Dios

santo no podía ser su Creador ni vivir en él. También creía que el

Dios del Antiguo Testamento no era el mismo que el del Nuevo

Testamento. Según Marción, uno era justiciero y vengativo,

mientras que el otro era amoroso. También surgieron los

montanistas quienes proclamaban una nueva revelación por obra

del Espíritu Santo, y por otro lado, un grupo al cual se le denominó

los monarquianos, pues defendiendo la monarquía de Dios

negaban la divinidad de Jesús.

EL CREDO COMO RESPUESTA DE LA IGLESIA

Ante el impacto de las herejías que florecieron en el siglo II, los

cristianos se vieron obligados a tomar medidas para evitar su

propagación. Una de éstas fue la fijación del canon del Nuevo

Testamento, es decir, hacer una lista fidedigna de los libros

verdaderamente inspirados.

Al mismo tiempo que comenzaba a forjarse el canon del Nuevo

Testamento, iba formándose una fórmula que habría de ser luego

el credo apostólico.

La teoría según la cual fueron los doce apóstoles quienes

compusieron el credo, señalando cada uno una cláusula que debía

incluirse en él, aparece por primera vez en la literatura cristiana

en el siglo IV, y carece de fundamento histórico, pues desde sus

inicios se sabe que aunque representa fielmente la doctrina

apostólica, sin embargo, no fue escrito por los apóstoles.

Al parecer el credo apostólico surgió no como una fórmula

afirmativa, sino como una serie de preguntas que se le hacían al

convertido en el acto del bautismo. Estas preguntas eran tres y

seguían la antigua fórmula tripartita del bautismo. Al principio se

limitaban a preguntar al que se bautizaba en agua si creía en el

Padre, en el Hijo y en el Espíritu Santo.

Pronto se vio la necesidad de que estas preguntas sirviesen para

determinar la fe verdadera de quien recibía el bautismo. El punto

que se debatía era sobre todo la cuestión cristológica. Se

añadieron varias cláusulas a la segunda pregunta. De ese modo

surgió una fórmula bautismal de carácter interrogativo: ¿Crees en

Dios Padre...? ¿Crees en Cristo Jesús, el Hijo de Dios...? ¿Crees en el

Espíritu Santo...?

ADICIONES AL CREDO APOSTÓLICO

A pesar del paso de los años el Credo Apostólico casi no sufrió

modificación alguna y las que hubo fueron variantes que no

alteraban la sana doctrina. Para el siglo IV el Credo se declaraba

de la siguiente manera: Creo en Dios Padre todopoderoso; y en

Cristo Jesús único Hijo, nuestro Señor, que nació del Espíritu Santo, y

de María la virgen, que bajo Poncio Pilato fue crucificado y murió, al

tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está

sentado a la diestra del Padre, de donde vendrá a juzgar a los vivos

y a los muertos; y en el Espíritu Santo, la santa Iglesia, el perdón de

pecados y la resurrección de la carne.

La única adición es la referente al perdón de los pecados. En cuanto a su forma se ha pasado de un credo interrogativo a uno afirmativo. Se deduce entonces que los rasgos esenciales de este credo ya se habían empezado a usar desde el primer siglo y los encontramos bien estructurados en los siglos siguientes. En

cuanto a estructura, el credo es una extensión de la antigua serie tripartita de preguntas bautismales.

ANÁLISIS DE LA FORMACIÓN DEL CREDO APOSTÓLICO

Cada cláusula del Credo Apostólico enfatiza una verdad bíblica y refuta una o varias doctrinas falsas.

En la primera parte lo que se debe señalar es la unión de los términos Padre y Todopoderoso. El término griego que se emplea para señalar el carácter de Dios no significa simplemente Todopoderoso en el sentido de que tiene poder para hacer cualquier cosa que sea su voluntad, sino más aún, que todo lo gobierna. Contrariamente a lo que afirmaba Marción, el que gobierna todo el mundo es también el Dios Padre y no es posible separar entre un mundo espiritual en el que Dios reina y un mundo material que existe fuera o aparte de la voluntad de Dios.

De la segunda cláusula puede decirse que muestra interés en contrarrestar la falsa doctrina. En primer lugar el adjetivo posesivo su que se destaca en el texto griego más que en el castellano, establece claramente la identidad de naturaleza del Padre con su Hijo Jesucristo y como el Dios que gobierna el mundo, cosa que Marción negaba rotundamente.

Por otra parte, la referencia a María la virgen, que indudablemente excluía a los ebionitas quienes negaban el nacimiento virginal de Jesús y señalaba el hecho de que había nacido de una mujer, y de una mujer en particular; doctrina que la mayoría de los docetistas gnósticos no podían aceptar, pues ellos creían que Jesús no era real y que no había nacido en carne, sino que era una emanación.

La referencia a Poncio Pilato como un modo de establecer una

fecha, subraya el carácter histórico y no simplemente la expresión

teórica de la crucifixión y sepultura de Cristo.

Por último, la referencia al juicio final contradice la doctrina de

Marción de la distinción absoluta entre el Dios justo del Antiguo

Testamento y el Dios amoroso y perdonador del Nuevo.

En la tercera cláusula la referencia a la resurrección de la carne es

una clara argumentación y refutación a la herejía, pues tanto los

gnósticos como Marción rechazaban la doctrina de la resurrección

y hablaban en cambio de una inmortalidad natural del espíritu

humano.

CONCLUSIÓN

En términos generales los credos exponen lo que siempre se ha

creído, en todas partes y por todo el mundo. Pero finalmente aun

las mejores fórmulas humanas deben ser regidas por la Palabra

infalible de Dios. En suma, por virtud de su concordancia general

con la Escritura, los credos con sana doctrina proveen un resumen

valioso de las creencias cristianas universales, refutando aquellas

que son ajenas a la Palabra de Dios. Los credos son benéficos para

la instrucción y la adoración cristiana.

La amenaza de las herejías provocó toda una serie de reacciones

que tendría grandes consecuencias para la vida futura de la

Iglesia. El credo apostólico y la formación del canon del Nuevo

Testamento son dos de estas reacciones y nos muestran el celo

con que la iglesia de ese tiempo defendió la fe. En la actualidad

enfrentamos retos que demandan que con diligencia atendamos a

lo que a nuestra fe se refiere, para conocerla y defenderla con celo

y sabiduría.

El valor de este credo y su confirmación es incalculable. La preser-

vación de la sana doctrina se logró por la intervención directa de

Dios al usar a sus siervos como elementos fundamentales en cada

etapa de la iglesia. Podemos agradecer al Señor su provisión y

disponernos a defender la fe recibida con la misma convicción.

AHORA ES TU TURNO

CONTESTA LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿QUÉ ES UN CREDO?

2. ¿CUÁL ERA EL CREDO DE LOS JUDÍOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO?

3. ¿CUÁLES SON ALGUNAS DECLARACIONES DE FE EN EL NUEVO TESTAMENTO?

4. ¿CUÁL ES EL VALOR DE LOS CREDOS?

5. MENCIONE LOS CREDOS ESTUDIADOS EN ESTA LECCIÓN.

CAPÍTULO II

BASES FUNDAMENTALES DE LA DECLARACIÓN DE FE

Cuatro son las columnas fundamentales que sostienen nuestra fe

cristiana.

CRISTO SALVA

Creemos en la salvación como un don de la gracia divina que es

obtenida únicamente a través del sacrificio de Cristo, el cual

recibimos por la fe (Hch. 4:12).

CRISTO SANA

La doctrina distintiva del movimiento del Espíritu Santo es la

sanidad. No se refiere a los recursos médicos, sino como una

promesa de Jesús (Mr. 16:18) y como resultado de su sacrificio en

la cruz (Is. 53:4-5). El cristiano puede experimentar la sanidad de

su cuerpo a través de la oración de fe (Stg. 5:14-15).

CRISTO BAUTIZA EN EL ESPÍRITU SANTO

Otra doctrina distintiva es el bautismo en el Espíritu Santo.

Promesa de Dios hecha realidad para nuestros días, la cual se hace

evidente en las señales como el hablar en lenguas (Hch. 2:4). Esta

doctrina incluye las manifestaciones del Espíritu como señales,

prodigios, milagros y los dones del Espíritu Santo que son para

edificación de la iglesia y testimonio al inconverso (1 Co. 12:4-11:

14:12. 22-25).

CRISTO VIENE

La escatología nuestra se centra en el pronto retorno de Cristo. El

rapto o arrebatamiento de la Iglesia sucederá antes de la gran

tribulación. La Biblia no registra una fecha para este

acontecimiento, lo que nos debe alentar a consagrarnos al Señor y

a trabajar en su obra (1 Ts. 4:13-18).

LA DECLARACIÓN DE FE DE FUNDAMENTO PARA LA FAMILIA

Tiene 16 puntos doctrinales que describen perfectamente la

doctrina ortodoxa pentecostal. 1. La inspiración de las Escrituras,

2. Dios, 3. El hombre, 4. La salvación, 5. La santificación, 6. El

bautismo en el Espíritu Santo, 7. La sanidad divina, 8. La Iglesia, 9.

La mayordomía financiera, 10. El arrebatamiento de la Iglesia, 11.

La segunda venida y el reino milenial de Cristo, 12. El juicio final,

13. Cielos nuevos y tierra nueva, 14. La santa cena, 15. El bautismo

en agua, 16. La desaprobación de doctrinas erróneas.

CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO DEL ESPIRITU SANTO El avivamiento que trae el Espíritu Santo no es exclusivo de un grupo de terminado, ya que ha continuado derramándose en pentecostales y grupos evangélicos históricos. No ha sido sencillo para la iglesia entender los acontecimientos que se dan en torno a estos avivamientos, particularmente en las expresiones de gozo y afectación de la liturgia que cada denominación en su tradición va estableciendo. Fundamento para la Familia, así como cualquier otro movimiento pentecostal destaca el testimonio de persona a persona, la evangelización transcultural sembrando nuevas iglesias, un fuerte énfasis en la vida de santidad de cada creyente y la búsqueda de Dios en ferviente vida de oración. Respetamos la liturgia y la expresión genuina que cada congregación pueda tener bajo la influencia del Espíritu Santo.

CONCLUSIÓN La fe cristiana que vive bajo la influencia del Espíritu Santo ha sido objeto de críticas, y la mayoría de ellas se dieron por la incomprensión de los sucesos espirituales que se han suscitado desde su nacimiento. Por supuesto la base de nuestra fe no se establece en lo sucedido en los últimos cien años, sino en la afirmación bíblica que demuestra que desde la iglesia primitiva se ha hecho énfasis en la manifestación, guianza y poder del Espíritu Santo (Hch. 1:8; 6:3; 13:2,4). Nos corresponde agradecer a Dios la oportunidad de recibir la sana doctrina, afirmando nuestra vida sobre sus principios y defendiéndola contra toda herejía.

AHORA ES SU TURNO

CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿DÓNDE SE ENCUENTRA EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO? 2. ¿CUÁLES SON LAS CARACTERÍSTICAS DEL MOVIMIENTO DEL ESPÍRITU SANTO? 3. MEMORICE LOS 16 PUNTOS DOCTRINALES DE NUESTRA FE. 4. ¿CUÁLES SON LAS CUATRO VERDADES FUNDAMENTALES QUE CARACTERIZAN NUESTRA LA FE EVANGÉLICA? 5. MENCIONE ALGUNAS CARACTERÍSTICAS QUE IDENTIFICAN AL CRISTIANO DIRIGIDO POR EL ESPÍRITU SANTO.

CAPITULO III

LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, afín de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Ti. 3:16-17). LA INSPIRACIÓN DE LAS ESCRITURAS La Biblia afirma de sí misma su carácter divino y autoridad eterna e infalible, sin dejar de lado su declaración de colaboración divino-humana en su elaboración. ¿Qué queremos decir exactamente cuando afirmamos que la Biblia es inspirada? Para decirlo de otra manera, ¿qué tenemos en mente cuando decimos que la Biblia es la Palabra de Dios? Aunque esta no sea una -pregunta fácil de contestar, el cristiano necesita enfrentarla, pues de su respuesta dependerá el lugar que otorgue a la Biblia en su vida y fe. Así se expresa William Barclay para iniciar su estudio de la inspiración de las Escrituras. Reflexionaremos sobre la razón de tal declaración. La doctrina de la inspiración de las Escrituras es pieza fundamental en el esquema doctrinal, no únicamente de los que creemos en el movimiento del Espíritu Santo (pentecostales), sino también de todas las iglesias evangélicas que se definen así desde la Reforma del siglo XVI. Esta es la base y principio de toda declaración de fe y sobre ella descansa la teología posterior, y por ende la forma de vivir el cristianismo. NATURALEZA DE LA INSPIRACIÓN SU DEFINICIÓN Por inspiración divina entendemos la activa participación de Dios en la elaboración total de los documentos originales que escribieron los autores de los libros que forman el canon de las Sagradas Escrituras. Esta inspiración se basa sobre la obra del Espíritu de Dios, de tal manera que escribió exactamente lo que Dios deseaba que se escribiera. Su característica más importante y discutida a la vez es la implicación de una obra sobrenatural en la inspiración. Lo segundo que se presta a discusión es la relación divino-humana en su

elaboración. Tales temas se abordarán en el estudio de las teorías de inspiración. SU RELACIÓN CON LA REVELACIÓN Existe una relación estrecha entre revelación e inspiración, por su trascendencia doctrinal en común interés de asegurar la infalible declaración divina de las Escrituras. Sin embargo, son acciones que aunque se unen en ciertos puntos de comunicación de Dios con el hombre, tienen su énfasis en aspectos diferentes de la misma. Como explica Francis Chafer, que multitudes de personas oyeron la voz de Dios cuando escucharon las misericordiosas revelaciones que constituyen la substancia de la predicación de Cristo, pero ninguno de ellos, excepto los discípulos escogidos, fueron llamados para ejecutar las funciones de escritores inspirados. TESTIMONIOS DE INSPIRACIÓN TESTIMONIO BÍBLICO Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento aseveran su inspiración. Jesús mismo la sostuvo y la afirmó, y los apóstoles la reconocían aun en los escritos que ya se producían para el Nuevo Testamento (2 P. 3:15-16). Tomaremos dos expresiones que afirman su carácter divino-humana. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (2 Ti. 3:16). La pala-bra griega que se traduce por inspirada es theopneustos. Menzis y Horton dicen que significa soplada por Dios. Por el soplo y poder divinos el Espíritu Santo dirigió a los autores humanos de la Biblia con tal precisión que la obra refleja exactamente la intención de Dios mismo. Puede afirmarse que no hay mejor palabra que se hubiera podido escoger. Este soplar de Dios o aliento divino es el derramamiento del poder sobrenatural en la vida humana. Por eso Pablo afirma que toda la Escritura es producto de una operación divina. Porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo (2 P. 1:21). Tomamos la declaración de José Silva al respecto: Lo que el texto nos muestra aquí es que la profecía, o el mensaje de los profetas, no se originó en ellos mismos, sino en el Espíritu Santo que los impulsó a hablar.

TESTIMONIO PRÁCTICO En su testimonio práctico, Pearlman desglosa su pensamiento en que: a) afirman ser inspiradas, con referencia a su contenido, b) tienen toda la apariencia de inspiradas, donde describe la singular uniformidad de pensamiento en la Biblia que demuestra su inspiración, c) uno siente que son inspiradas, en el que se ocupa de demostrar la manifestación del Espíritu Santo que testifica al corazón sobre la inspiración del Libro Sagrado, d) demuestran ser inspiradas, en que concluye que todo argumento se derrumba ante la prueba del uso y aplicación del mensaje divino en las Escrituras a la vida personal. TEORÍAS SOBRE LA INSPIRACIÓN En el siglo XIX surgió un movimiento que cobró fuerza en contra de las Escrituras, denominado la alta crítica. Desde entonces surgieron diferentes teorías relacionadas con la inspiración, que no son más que un intento por desacreditar la inspiración de las Escrituras. A este ataque la Iglesia le hizo frente con la ortodoxia bíblica y nos legó su fundamentalismo en la teoría de la inspiración verbal y plenaria que concuerda con el tenor bíblico de la doctrina y refuta las posturas contrarias. INSPIRACIÓN NATURAL Consiste en que los autores bíblicos recibieron la misma inspiración que quienes escriben libros de la literatura universal como La divina comedia o El Quijote de la Mancha. Esta teoría no es otra cosa que la negación de la intervención divina en las Escrituras. La unidad escritural a pesar de las distancias geográficas y cronológicas de sus autores y el cumplimiento exacto de sus profecías, son razones suficientes para desechar esta postura. INSPIRACIÓN PARCIAL Es un conjunto de teorías que enseña que la Biblia tiene partes inspiradas y lo demás es cuestión cultural. Su problema estriba sobre todo a la hora de marcar la línea que divide lo inspirado de lo natural. INSPIRACIÓN DE CONCEPTOS Afirma que Dios inspiró los conceptos dejando al hombre decidir cómo escribirlos. Aunque aparentemente a algunos les parezca una

teoría correcta, implicaría que Dios no cuidó las palabras exactas que se usaron para la Biblia y la convierte en una inspiración parcial. INSPIRACIÓN MECÁNICA Esta teoría afirma que Dios usó como secretarios o robots a los escritores, despojándolos de todo pensamiento. Lleva la intención de defender la inspiración total, pero descuida el hecho de que Dios respetó la personalidad de cada escritor, según lo revelan los variados estilos en que fue escrita la Biblia. INSPIRACIÓN VERBAL PLENARIA Esta es la teoría que tradicionalmente ha afirmado la Iglesia en todos los tiempos. En ella se sostiene que la inspiración, cuya única fuente es Dios, abarca el contenido total de la Biblia. Se declara la intervención del Espíritu Santo para dirigir a los escritores empleando su personalidad, estilo y capacidad para redactar sin error alguno las verdades divinas. El Espíritu Santo les hizo saber con exactitud la revelación de Dios y consignar lo que directamente se les mandaba escribir. Con esta teoría también se afirma la participación activa del hombre. Si como se ha visto la Biblia puede demostrar su inspiración divina, entonces la altura que adquieren sus demandas se vuelven no sólo genuinas sino fundamentales para la vida del ser humano. La Escritura es la revelación de Dios escrita para beneficio del hombre en cualquier tiempo. LA AUTORIDAD DE LAS ESCRITURAS Este libro adquiere una autoridad suprema y absoluta por cuanto es la voz de Dios y la declaración de su voluntad.

REGLA INFALIBLE DE FE Y CONDUCTA Con esta declaración evangélica se establece que en ella se encuentra la voluntad de Dios para el hombre y es incuestionable la infalibilidad de su doctrina y la veracidad de sus mandatos.

SUPERIOR A LA RAZÓN Afirmamos que pese a la existencia de innumerables libros de gran valía para la vida cultural, científica, histórica e inclusive religiosa del hombre, pruebas indudables de la capacidad de raciocinio y de conciencia humana, la Biblia es superior a todo. Superior en sabiduría (Sal. 119:98), en propósito (2 Ti. 3:16-17) y en vigencia (Is. 40:8).

CONCLUSIÓN Existe un estribillo que afirma: La Biblia es cual martillo que parte la roca en dos; es lámpara que alumbra el camino que lleva a Dios. La Biblia es cual espejo en el cual puedo ver mi mal, de Dios el Padre celestial es libro sin igual. Exaltemos la misericordia divina que nos proveyó tan perfecta revelación escrita de su voluntad. Haremos bien en oír, creer y practicar sus preceptos (Stg. 1:22). Si sobre ella nos fundamentamos, nuestras vidas estarán bien cimentadas y nada nos podrá derribar (Mt. 7:24-25). AHORA ES SU TURNO PONGA UNA F SI LA DECLARACIÓN ES FALSA O UNA V SI ES VERDADERA

1. LA INSPIRACIÓN IMPLICA LA PARTICIPACIÓN SOBRENATURAL DE DIOS ( )

2. REVELACIÓN E INSPIRACIÓN REFIEREN LA MISMA ACCIÓN DE DIOS ( )

3. TODAS LAS TEORÍAS DE LA INSPIRACIÓN SON CORRECTAS ( )

4. LA BIBLIA ME ENSEÑA LO QUE DEBO CREER Y LO QUE NO DEBO HACER ( )

CAPÍTULO IV

EL DIOS ÚNICO Y VERDADERO Dios es Espíritu infinito, eterno e inescrutable en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad. EL DIOS ÚNICO Y VERDADERO El conocimiento más hermoso que podemos tener es saber de dónde venimos, el por qué estamos aquí y hacia dónde vamos. Esta verdad nos la ha revelado el Señor, Dios único y verdadero, quien nos da la vida, nos ofrece el plan de redención y ha preparado un lugar en los cielos para nosotros. Por ser único no hay otro fuera de él y por ser verdadero todos los demás son falsos. El Dios en quien creemos es uno y es único. De todos los dioses que se nombran en el mundo, el único que es verdadero es el Dios de Israel. Los demás dioses son falsedad, obra de manos de hombres. Él vive desde siempre y no depende de ser reconocido por el hombre para existir. Además, Dios es uno porque no hay dos o tres dioses iguales. La doctrina que ahora estudiamos es la base de la cristiandad. LA EXISTENCIA DE DIOS Dios no argumenta a favor de su existencia, simplemente la manifiesta. El libro de Génesis no comienza con un discurso argumentativo de su existencia, inicia con una afirmación: En el principio creó Dios los cielos y la tierra (Gn. 1:1). El Señor quiere revelarnos el principio de su creación y sus planes futuros. Además, él da por hecho que el hombre tiene implícito ese conoci-miento, y al que lo niega Dios no lo define como ateo, sino como necio (Sal. 14:1). Podemos definir a un necio como aquel que teniendo argumentos convincentes frente a él, se obstina en negarlos. Entonces, ¿por qué hablar de la existencia de Dios? ¿Para qué exponer sobre la existencia divina? La principal razón será para fortalecer la fe de los que ya creen en él; también para que nazca la fe en aquellos que sinceramente buscan a Dios, y además para que los necios o ateos reflexionen sobre su posición de negar a su Creador.

Cuando Dios envió a Moisés a Egipto, él cuestionó al Señor: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros (Ex. 3:13-14). No hay un argumento extenso, sencillamente ellos tenían que saber quién era el YO SOY. El hombre por ser hecho a la imagen y semejanza de Dios lleva impreso en su espíritu y alma el sello del Creador. Quien niega la existencia de Dios está enfermo, según Blas Pascal, famoso filósofo y teólogo francés: El ateísmo es una enfermedad. En su concepto, cuando el hombre pierde su fe en Dios no se debe a ningún argumento, no importa cuanta lógica exprese su negación, sino a un quebranto interno, traición o descuido, o de lo contrario algún ácido destilado en el alma que ha disuelto la perla de gran precio. EVIDENCIAS DE LA EXISTENCIA DE DIOS Hay tres áreas generales donde podemos encontrar evidencias de la existencia de Dios. EN LA CREACIÓN E L ORIGEN DEL UNIVERSO O ARGUMENTO COSMOLÓGICO. La razón nos dice que todo efecto tiene una causa. Existen miles de galaxias en constante movimiento y en la vía láctea se encuentra nuestro sistema del que es parte este pequeño planeta llamado Tierra. El universo tiene leyes y principios que lo rigen, un orden preestablecido, y en las últimas cuatro décadas el hombre ha empezado a entender las maravillas del universo. La Biblia no es un volumen de ciencia, es la revelación del Dios todopoderoso, único, verdadero y Creador de todas las cosas (Gn. 1:1; He. 11:3). Si nos enseñan un reloj de pulso, una manzana o una pequeña ave, la razón no acepta que este objeto y los seres vivos surgieron de la materia, la energía y la casualidad. Hubo una mente inteligente que les dio forma y los creó con un propósito definido. La razón nos dice que detrás de este universo que aún no podemos conocer plenamente, está la mente suprema de Dios; a este argumento se le

llamad teleológico, del vocablo teleos, cuyo significado es diseño o propósito. Dos cosas me llenan de asombro, dijo Kant el filósofo alemán, los cielos tachonados de estrellas sobre mí, y la ley moral dentro de mí. EN LA NATURALEZA HUMANA Dios ha creado a toda la raza humana y a donde quiera que vaya el hombre, sin importar cuán primitiva o adelantada sea su cultura, siempre expresa un creer en algo más poderoso y lo desarrolla en forma de una religión. Los expertos en antropología y religión saben que toda cultura estudiada ha tenido una manera de relacionarse con un dios o dioses. Esto no quiere decir que han creído en el Dios único y verdadero, sencillamente que en su interior cada hombre ha sentido la necesidad de creer en ese algo o alguien superior. ¿Cómo se originó esta creencia?, ¿acaso un grupo de teólogos se reunió en tiempos ancestrales y la difundió a todas las razas de la tierra de todos los tiempos? Por supuesto que no. Así como los estudiosos de la genética no inventaron el ADN, ni los físicos teóricos dieron origen al universo, tampoco son los teólogos los que inventaron esta necesidad. El hombre lleva impreso en su ser el creer en un Dios y el deseo de relacionarse con él. LA HISTORIA HUMANA La marcha de los acontecimientos en la historia mundial proporciona pruebas de que existe una fuerza y una providencia que los rige. La historia bíblica narra la intervención de Dios en los asuntos humanos. Los principios del gobierno moral de Dios se manifiestan en la historia de las naciones tanto como en la experiencia del hombre, escribió el Rvdo. D. S. Clark (Dn. 2:21; 5:21). La historia del mundo, la caída y resurgimiento de naciones como Babilonia y Roma, demuestran que el progreso acompaña al uso de facultades que Dios ha otorgado, y a la obediencia de sus leyes, y que a la desobediencia sigue la decadencia y caída (D. L. Pierson). LA NATURALEZA DEL DIOS ÚNICO Y VERDADERO Hay una excelente definición de Dios en el catecismo de Westminster que dice: Dios es Espíritu, infinito, eterno e inmutable en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad.

La naturaleza de Dios la podemos conocer a través de sus nombres más empleados en la Biblia.

ELOHIM Insinúa el poder creador y la omnipotencia de Dios. Su forma plural simboliza su manifestación en tres personas (trinidad) y la plenitud de poder. JEHOVÁ O YAVEH En el hebreo procede del verbo ser y puede significar: El que fue, es y será, en otras palabras el Eterno. Este es el Dios creador y omnipotente que se relaciona con sus criaturas, ya que su nombre significa: Me he manifestado, me manifiesto y me manifestaré a mí mismo. La relación de Dios con Israel queda demostrada por medio de sus nombres, que también corresponden a Jesús. Jehová-Rafa, yo soy Jehová tu sanador (Ex. 15:26). Jehová-Nissi, Jehová mi bandera (Ex. 17:15). Jehová Shalom, que significa Jehová es paz (Jue. 6:24). jehová-Ra’ah, Jehová es mi pastor (Sal. 23:1). Jehová-Tsidkenu, Jehová justicia nuestra (Jer. 23:6). Jehová-Yireh, Jehová proveerá (Gn. 22:14). Jehová-Shama, Jehová está allí (Ez. 48:35). EL (DIOS) Es empleado en el idioma hebreo en palabras compuestas como en: El- Elyon, El Altísimo, exaltado sobre todos los dioses (Gn. 14:18-20). El Shaddai, el Dios suficiente para las necesidades de su pueblo (Gn. 28:3). ADONAI (SEÑOR) Expresa la idea de gobierno y dominio (Ex. 23:17). Lo que él es y ha hecho le da autoridad para reclamar para sí el servicio y obediencia de su pueblo. Todos estos nombres nos revelan al Dios verdadero, infinito, eterno e inmutable en su ser. LA SANTÍSIMA TRINIDAD La doctrina de la santísima trinidad está considerada como una de las verdades más sagradas de la Iglesia cristiana. El Antiguo Testamento enseña que Dios es uno (Dt. 4:39; 6:4). El Nuevo Testamento retiene la misma enseñanza (Jn. 17:3; Gá. 3:20). Dios es una esencia o

naturaleza divina y en esa misma naturaleza hay tres personas distintas: Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. No son tres dioses, sino un solo Dios, y aunque son distintos nunca se contradicen ni se separan. Cuando Dios salva al creyente le produce una experiencia con las tres benditas personas: el Padre ama, el Hijo redime y el Espíritu Santo aplica el amor de Dios y la obra redentora. La importancia de la doctrina de la trinidad está fuera de toda discusión. Una mala interpretación de este misterio bíblico derivaría en la deformación de la naturaleza de nuestro Dios, teniendo resultados catastróficos sobre las demás doctrinas. La salvación, por ejemplo, peligraría ante quienes afirman que Jesús no es Dios al igual que el Padre, pues la eficacia de su sacrificio expiatorio por la remisión de los pecados del hombre se pierde por no ser de naturaleza divina, perfecta y eterna. Entronar a Jesucristo por encima del Espíritu Santo y del Padre, haciendo de éstos figuras de Jesús es una aberración que borra la visión antiguotestamentaria de Jehová de los ejércitos, del Ángel de Jehová y del Espíritu Santo. Su importancia El profesor Kenneth Grider en su artículo La santa trinidad dice: Por favor, quitemos el calzado de nuestros pies, porque la santa trinidad es terreno santo... aquí no basta la lógica ni las matemáticas, más bien es necesario un oído santo... una disposición a adorar y un cuidadoso compromiso con las Sagradas Escrituras. Estas palabras nos ubican en la realidad de la imposibilidad humana para comprender totalmente la revelación sobre un Dios en tres personas distintas. Por otro lado, el hecho de que sea un misterio no es motivo para rechazar la doctrina, después de todo, Dios es infinitamente mayor que el hombre, por lo que no es de extrañarse que haya mucho en él que el hombre no pueda comprender. Sin embargo, aunque la trinidad es una verdad que está más allá de la razón, no es contraria a ella. Donde no puede bucear la razón, puede nadar la fe. La doctrina de la trinidad es importante y no se puede renunciar a ella, porque está vitalmente relacionada con la salvación. Su origen El término trinidad viene de la raíz latina trinus (tres en uno), de la cual se han derivado expresiones como trina deidad, santísima trinidad y trinidad divina para referirse a la misma verdad de un Dios

en tres personas. Tertulio, Anastasio, Agustín y Juan Crisóstomo entre otros, son algunos de los personajes más destacados que usaron este término para probar la divinidad de Cristo y su relación en la trinidad. Así fue que al escudriñar las Escrituras al respecto, se definió y confirmó que Cristo era la segunda persona y el Espíritu Santo la tercera persona en la trinidad. Al definir esta doctrina se contrarrestaron herejías como el arrianismo, el monarquianismo, el sabelianismo y el triteismo. De éstas, algunas manifestaciones se filtran hasta nuestros tiempos con otros nombres. Entre los más destacados se encuentran los Testigos de Jehová y los Unitarios, estos últimos bautizan sólo en el nombre de Jesús. Para ellos el Padre y el Espíritu Santo son meros títulos del único Dios que es Jesús. Otra corriente peligrosa que se observa en la actualidad es la forma moderna de invocar a un dios sin nombre ni personalidad, éstos usan la palabra dios y aconsejan que le pidan como cada quien lo conciba y según lo crea. Entre los promotores se encuentran artistas famosos, astrólogos y psíquicos de la nueva era.

DERIVACIÓN BÍBLICA DE LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO La mayoría de los eruditos ortodoxos están de acuerdo que la doctrina de la trinidad no aparece de manera dogmática, pero sí latente en el Antiguo Testamento, especialmente en aquellos pasajes en donde Dios habla de sí mismo en plural con términos como nosotros y nuestro (Gn. 1:26; 3:22; 11:7; Is. 6:8). También observan un destello de la trinidad en el término Elohim, el cual es un nombre en plural que viene de la raíz hebrea El que significa poder o el que es poderoso y Alah que significa jurar o pactar. Dios se manifiesta como quien tiene una alianza o pacto en sí mismo, es decir, pluralidad en la unidad. El ángel de Jehová a quién se identifica como a Cristo en el Antiguo Testamento aparece en una relación de intimidad especial con Dios, también es presentado como una persona divina (Gn. 22:15-16; 31:11-13; 32:24,30; 48:15-16; Ex. 3:2-12; Jue. 6:18-22). Hay pasajes que mencionan a una persona de la trinidad refiriéndose a las otras dos o al menos haciendo diferencia entre una y otra en la divinidad (Is. 48:16; 61:1; Lc. 4:18). El monoteísmo del Antiguo Testamento presenta a Dios como uno, pero sólo para distinguirle de los demás dioses y nunca para referirse a su naturaleza interna. Yahvé es único y uno solo (Is. 46:9).

En conclusión, el Antiguo Testamento hace cierta referencia que apunta hacia al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. No que los autores tuvieran la intención de presentar y explicar esta doctrina, pero sí que estaba en el plan de Dios revelar este misterio progresivamente. EN EL NUEVO TESTAMENTO La doctrina trinitaria no contradice en manera alguna la verdad fundamental del monoteísmo judío. El Nuevo Testamento no enseña que hay tres dioses sino tres personas en un solo Dios. Se sigue manteniendo la premisa de Deuteronomio 6:4 Jehová Dios, Jehová uno es. No se cambia dicha doctrina, sino que se explica a la luz de la divinidad de Jesús, el Hijo de Dios, y de la personalidad divina del Espíritu Santo. El Nuevo Testamento hace una distinción entre el Hijo y el Padre (Mt. 11:27; 27:46; Jn. 5:20-22; 14:16). Pero también declara que el Hijo es divino y es uno con el Padre (Jn. 1:1,14; 10:30). En cuanto a la persona del Espíritu Santo establece que es diferente al Padre y al Hijo (Jn. 14:16,26; 15:26; 16:7-15) y también se declara que es Dios (1 Co. 2:10-11; 12:4-6). Hay otros pasajes que prueban la doctrina de la trinidad a través del Nuevo Testamento. Aunque no siempre aparecen en el orden en que fueron revelados como Padre, Hijo y Espíritu Santo, sí se deja traslucir la existencia de una relación entre los tres (Mt. 3:16-17; 12:28; Lc. 10:21; Hch. 1:4-5; 7:55: Ro. 8:2-3,11: Gá. 4:6: 2 Co. 1:21-22; Ef. 3:14-17; 5:18- 20; 1 Ts. 1:3-5; 5:18-19; 2 Ts. 2:13; He. 9:14; 1 P. 1:2; 1 Jn. 3:21-24; 4:2,13-14; Ap. 1:9). TRES PERSONAS, UNA MISMA NATURALEZA Naturaleza tiene que ver con qué soy y es lo que me distingue de los seres de otra especie. Persona tiene que ver con quién soy y es lo que me distingue de otros seres de mi misma naturaleza. Ahora bien, con respecto a Dios no se debe entender como tres personas en una persona, ni tres naturalezas en una naturaleza, sino tres personas de una misma naturaleza. Lo que significa que el Padre posee toda la naturaleza de Dios como suya propia. El Hijo de Dios posee toda la naturaleza como suya propia. El Espíritu Santo posee toda la naturaleza de Dios como suya propia. Consecuentemente cada una de las tres personas de la trinidad, al poseer totalmente la naturaleza divina, pueden hacer todo aquello que es realizable por Dios mismo.

En la trinidad tenemos tres personas distintas de una misma naturaleza. En una perfecta unidad, que son iguales en dignidad, con funciones propias, pero un mismo y eterno propósito. Tres personas distintas en un solo Dios. DIOS PADRE ¿En qué pensamos cuando invocamos a Dios? Podría ser que lo veamos como Dios de justicia, como el Dios todopoderoso o quizá pensemos que es el que creó todas las cosas y que las sustenta y las cuida. Todo esto y más sería posible reconocerle. Pero la manera más bella y apasionante con que podemos verle cuando nos dirigimos a él, es como Jesús nos enseñó, Padre nuestro que estás en los cielos. Aquí es donde resaltamos la paternidad con su Hijo Jesucristo y para con los redimidos. Es necesario valorar adecuadamente su paternidad. Nuestro Padre, hace referencia a un privilegio que no tan solo debemos agradecer sino también compartir.

EL DIOS que es Padre La idea fundamental de Dios en las enseñanzas del Nuevo Testamento tiene que ver con su paternidad. Esta verdad determina todo lo que se afirme de él y cada aplicación que se haga de la paternidad eterna y exclusiva con su único Hijo Jesucristo (Ef. 1:3). Este concepto no sólo se encuentra en el Nuevo Testamento, también las religiones universales y los filósofos griegos hablaron de Dios como un Padre (aunque cada quien lo concebía a su manera). Por ejemplo, las religiones universales lo concebían en el sentido de procedencia, autoridad y misericordia; en el caso de los filósofos, lo veían como el origen y fuente natural de su procedencia (Hch. 17:28). Este concepto definido, corregido y ampliado en el Nuevo Testamento tiene sus raíces en la revelación antiguotestamentaria. Donde dicha paternidad se comprendía primeramente como Padre de todo lo creado y por lo tanto, de todos los hombres (1 Co. 8:6; Ef. 3:15; He. 12:9). En segundo lugar se le conocía como el Padre de Israel, por haberlo escogido como su pueblo (Ex. 4:22: Is. 63:16; Jer. 31:20; Mal. 1:6). En tercer lugar, como Padre de individuos (2 S. 7:3-14; 27:10; Mal. 2:10).

En cuarto lugar, como el Padre del Mesías esperado (Sal. 2:7; Zac. 3:8). La Biblia revela a Dios como Padre compasivo (Sal. 103:13; Lc. 15:20), como Padre Redentor (Is. 63:16; Ef. 1:3,7), como Padre adoptivo (Sal. 27:10; Jer. 3:19; Ef. 1:3,5), como Padre que no hace acepción con sus hijos (Mal. 2:10). El Nuevo Testamento y especialmente las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo presentan a Dios el Padre en una relación personal y de intimidad con el Hijo. EL PADRE DE JESUCRISTO Jesús en su propia vida y enseñanza nos presenta a Dios como Padre. Es el nombre con el que frecuentemente se refiere a él, distinguiendo de manera muy marcada la naturaleza de la paternidad de Dios en relación con él mismo como el Unigénito y con los redimidos quienes son hijos por adopción. En el primer caso Jesús usa el término mi Padre o el Padre (Jn. 5:43; 6:32; 8:19; 10:17; 20:17), para denotar que la relación Padre-Hijo es de primer orden, es decir, por naturaleza. En el segundo caso usa el término vuestro Padre para marcar que la relación de la paternidad con su pueblo es por adopción (Mt. 5:48; 6:15,26,32; 7:11). Si observamos, Jesús nunca usó el término nuestro Padre, excepto cuando lo asocia con los redimidos. Con esto podemos entender que el Padre no lo es porque nosotros seamos sus hijos, sino porque Cristo es su Hijo lo que convierte a Jesús en la razón de la paternidad eterna. Y es en este sentido de igualdad en naturaleza y dignidad al ser co-eternos, co-creadores y conjuntamente soberanos en su gobierno que el Hijo es llamado Dios fuerte, Padre Eterno (Is. 9:6), estableciendo que es de orden infinito y totalmente igual al Padre (Fil. 2:6). Una palabra que emplea Jesús para dirigirse al Padre es el vocablo Abba. Esta expresión era una de las primeras palabras que el niño aprendía y pronunciaba para dirigirse tiernamente a su padre; era una forma llena de confianza, de intimidad y de respeto. Nunca antes los judíos usaron o escucharon esta expresión para dirigirse al Todopoderoso. El Antiguo Testamento aunque presenta la imagen de Dios como Padre, no registra ninguna oración dirigida a su persona de esta manera.

Es Jesús como Hijo el único que tiene la absoluta familiaridad e inti-midad para dirigirse al Padre como Abba (Mr. 14:36). A través de esta palabra identifica y proclama su propia unidad e igualdad con el Padre. Si a la iglesia se le autoriza usar este término es porque en Cristo Dios es nuestro Padre que nos ve, atiende y bendice a través de su Hijo, por lo que podemos dirigimos a él como Abba Padre (Ro. 8:15). DIOS nuestro Padre El propósito predominante de Jesús al enseñarnos su relación con el Dios del Antiguo Testamento, es resaltar que es su Padre y nuestro también, y de este entendimiento depende la riqueza de nuestra relación con el Dios del cielo. San Pablo toma este mismo tema con insistencia para ampliar la misma enseñanza de Jesucristo. Resalta la paternidad del Señor Jesús (Gá. 1:1; Ef. 1:3; Col. 1:3), quien es Dios bendito por siempre (Ro. 1:25). Y que de esta filiación de Jesús con el Padre participa también el creyente. Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo... Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo... para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo... (Ef. 1:3-5). Cierto es que se reconoce a Dios como Padre de toda la creación, de Israel como nación y de ciertos individuos. Con todo, sólo la paternidad de su Hijo Jesucristo y la paternidad de los hijos redimidos en adopción toman un valor de mayor relevancia en las Sagradas Escrituras. Y es que en sentido estricto Dios es Padre sólo de los que están en Cristo, los cuales han nacido de nuevo. Es precisamente cuando nacemos de nuevo que el estado de hijos de Dios toma una posición de tal magnitud que hace una realidad esta experiencia y no meramente en el aspecto jurídico (Jn. 3:3; 2 Co. 5:17). La posición que se adquiere cuando se es hijo de Dios por adopción nos pone en un nivel espiritual elevado (Jn. 3:6), y ha de ser concebida en el mismo plano ya que el hombre carnal no lo puede entender (Jn. 3:4; 1 Co. 2:13-16). El ser humano tiene que ser regenerado para que pueda entrar en ese reino espiritual (Jn. 3:3,5). De ahí en adelante el Espíritu Santo le da al hombre la seguridad de que es hijo de Dios, produciendo la impresión en su corazón redimido de que puede dirigirse a su Padre con absoluta confianza (Ro. 8:14-16: Gá. 4:6).

Pablo utiliza el término adopción sólo para distinguir nuestra filiación de la de Cristo. Jesús es Hijo de Dios por naturaleza, mientras que nosotros llegamos a ser hijos de Dios cuando nacemos de nuevo. En este sentido es que participamos de la naturaleza divina estableciendo así nuestra dignidad de hijos sólo por debajo de la de su Hijo Jesucristo (2 P. 1:4). Los que han recibido la potestad de ser hechos hijos de Dios pueden llamarse hermanos (Jn. 1:12-13). Los que lo rechazan tienen otro padre y no pueden ser nuestros hermanos (Jn. 8:44). DIOS HIJO La evidencia bíblica no deja lugar a dudas respecto a la naturaleza de Jesucristo. Los títulos usados referentes a su persona, los atributos que demostró tener, las prerrogativas de las que hizo uso durante su ministerio terrenal dejan de manifiesto que Cristo fue más que un simple hombre. Sí se acepta el testimonio de las Sagradas Escrituras debe admitirse que Jesús por lo que hizo, por lo que dijo y por las cosas que se dijeron de él, demostró que era Dios manifestado en carne. Hablar de Jesús es hablar de un ser particular y singular quien es al mismo tiempo el Hijo del Hombre y el Hijo del Dios viviente (Mt. 16:13-16). La cristología es el centro de la vida del cristianismo pentecostal. Todos los beneficios de la vida cristiana, sean terrenales o celestiales, físicos o espirituales, temporales o eternos, provienen del sacrificio del Hijo unigénito de Dios obtenida en la cruz del Calvario. Eliminar una sola de las características que la Biblia declara sobre la divinidad de Jesús, significaría cercenar las principales doctrinas en relación a la trinidad y sus implicaciones en cuanto a la salvación. Por lo tanto, es fundamental que nos detengamos a revisar detenidamente la enseñanza bíblica sobre Jesucristo. JESÚS EL HIJO DE DIOS Algunos lo llaman Hijo de Dios únicamente por su nacimiento virginal (Lc. 1:32,35). Pero lo es más por ser el unigénito del Padre desde la eternidad (Jn. 1:14,18: 1 Jn. 1:1-3). EL TESTIMONIO DE SU PROPIA CONCIENCIA Jesús desde muy temprana edad tenía conciencia plena de que Dios era su Padre y que era uno con él (Jn. 10:30) y que había sido enviado

a cumplir una misión (Lc. 2:49). No que él sea menor que el Padre, no que se haya separado de su divinidad, sino que voluntariamente se somete humillándose a sí mismo (Jn. 10:17-18). EL TESTIMONIO DE SU PADRE Este testimonio es muy importante para demostrar que no es Jesús el único que asegura ser el Hijo de Dios, sino que el Padre lo avala y lo confirma. En la conciencia de su Hijo (Sal. 2:7; ¡Mr. 1:11); ante sus discípulos (Mt. 17:5-6) y ante las multitudes (Mt. 3:17). EL TESTIMONIO GENERAL Otros testificaron avalando que Jesús nunca negó ser el Hijo de Dios: El testimonio de sus discípulos (Mt. 14:33; Jn. 6:69): el de sus enemigos (Mt. 27:43; Mr. 14:61-62; Jn. 19:7) y la confesión de los mismos demonios (Mt. 8:29). EL HIJO DEL HOMBRE La expresión el Hijo del hombre es un título cristológico que identifica al Mesías en su humanidad como el hombre perfecto y el hijo de David prometido (Lc. 1:31-33). El Mesías como el Hijo del hombre nace, sufre, muere y resucita. Además, no se debe olvidar que Jesús es verdadero hombre, pero sin pecado (He. 7:26; 1 P. 2:22). En esta condición la Biblia le confiere el nombre divino Emanuel (Mt. 1:23), y en ese mismo estado fue exaltado a la diestra de la Majestad en las alturas. EL HIJO IGUAL A DIOS EL PADRE Son los ebionitas y arríanos en la iglesia primitiva y los Testigos de Jehová en nuestra época quienes ven a Jesús como un hombre bueno, santo y ejemplar. Simplemente un hombre que alcanzó honores divinos, pero no igual a Dios. De este modo le arrebatan su divinidad. Sin embargo, las Escrituras lo reconocen como Dios todopoderoso (Is. 9:6; Jn. 1:1-3; He. 1:1-3; Ap. 19:16). EL CONOCIMIENTO DE LOS DISCÍPULOS Es probable que al principio del ministerio de Cristo los discípulos te-nían la idea de que Jesús era hijo en el sentido del Mesías escogido (Jn. 1:49). Veían en su persona el cumplimiento de la esperanza judía del Rey-Mesías que vendría (Is. 42:1-6; Mt. 12:16-21). Pero paulatinamente se les fue abriendo el entendimiento respecto a la

dimensión de Jesús como Hijo de Dios en sentido único y eterno. Por los hechos que rodearon su nacimiento virginal (Mt. 1:23: Lc. 1:31,35). Por los milagros que lo acompañaban (Hch. 2:22). Por su vida intachable (He. 7:26; 1 P. 2:22). Por la revelación a Pedro (Mt. 16:16). Por su sacrificio en la cruz (1 Co. 15:3; 2 Co. 5:21). Con mayor intensidad por la resurrección y exaltación a la diestra de Dios (Mt. 28:6; Hch. 1:8-11; Fil. 2:9-11). IGUALDAD Y UNIDAD CON EL PADRE La igualdad del Hijo con el Padre queda establecida por las siguientes verdades: Porque tiene vida en sí mismo (Jn. 1:4; 5:26). Por su existencia eterna e infinita, pues él es antes que todas las cosas y nunca cambia (He. 1:8-12; 7:3; 13:8; Ap. 1:8). Porque posee igualdad y unidad de naturaleza con su Padre (Jn. 10:30; Col. 1:15; He. 1:3). Podemos afirmar que en el plano de lo humano se puede notar toda clase de diferencias entre el Padre que le transmitió su naturaleza y el Hijo que la recibió. No es así en el caso de Dios el Padre y su Hijo Jesucristo, aunque son diferentes como personas, son perfectamente iguales en esencia o naturaleza, porque no poseen ciertos rasgos de la divinidad, sino que cada quien posee toda la divinidad, lo que los hace perfectamente iguales en naturaleza. Así lo declara el Credo de Nicea: Es igual en todo a Dios porque procede de Dios y es de Dios, Hijo único de Dios, nacido del Padre más de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de luz, verdadero Dios de Dios verdadero, engendrado no hecho. EL HIJO COMO COPARTÍCIPE EN LAS OBRAS DIVINAS En la creación, el Padre aparece dando origen a todo (Neh. 9:6; Is. 44:24; Jer. 27:5; Hch. 14:15). Y el Hijo igualmente con él (Jn. 1:3,10; 1 Co. 8:6; Ef. 3:9; Col. 1:16; He. 1:2,10). El Padre sostiene y conserva todas las cosas (Sal. 104:5-9; Jer. 5:22; 31:35). El Hijo hace lo mismo (Col. 1:17; He. 1:3, Jud. 1). El Padre es el que da origen a la redención, pero es el Hijo quien la lleva a cabo y ésta redención según el Nuevo Testamento es trinitario ya que intervienen las tres personas divinas. La obra salvífica la inicia el Padre, la realiza el Hijo y la imparte el Espíritu Santo. TIENE ATRIBUTOS DIVINOS Es omnipresente, es decir, puede estar en distintas partes al mismo tiempo (Mt. 28:20; Jn. 1:48; 3:13).

También posee el atributo de la omnisciencia, porque lo conoce todo (Mt. 9:4; 12:25; Lc. 6:8; 9:47; Col. 2:3). En muchos niveles se demuestra que es omnipotente, o sea, que tiene autoridad sobre todas las cosas, por ejemplo: Es Señor del sábado (Lc. 6:5). Es comandante de los ángeles (Mt. 13:41). Puede perdonar pecados (Mt. 9:2). Tiene autoridad sobre la muerte y el infierno (Mt. 9:24-25; Lc. 7:14; Jn. 11:43-44; Ap. 1:18). Tiene poder sobre el destino de todos los hombres (Mt. 13:39-43; 25:31-33; Jn. 5:22-23; Hch. 10:42; 2 Co. 5:10). EL HIJO RECIBE HONRA DIVINA Todo estudioso de las Escrituras sabe que Dios exige que se le adore sólo a él. Adorar a cualquier otro ser o cosa se constituye en idolatría (Ex. 20:3-6; Dt. 6:13-15). Jesús lo confirmó (Mt. 4:10), sin embargo, aceptó ser adorado como Dios por los sabios del oriente (Mt. 2:11), por los discípulos cuando estaban a punto de perecer en el mar (Mt. 14:33), por las mujeres después de la resurrección (L. 24:52). Es importante notar que en ninguno de estos casos Jesús rechazó que le adoraran. Lo que nos lleva a la conclusión de que Cristo es Dios y digno de tal honor. DIOS ESPÍRITU SANTO La iglesia cristiana reconoce al Espíritu Santo como la tercera persona de la trinidad, doctrina debidamente confirmada y aprobada por la Santa Biblia. Se le presenta como Dios igual que al Padre y al Hijo, pero con su propia personalidad y misión. En cuanto a su origen y envío a la tierra procede de las otras personas de la trinidad y es enviado en nombre y a petición del Hijo (Jn. 14:16,26; 15:26; 16:7-15). Su misión es continuar la obra y ministerio de Cristo en la tierra y hacerla efectiva en los corazones. De esta manera exalta el nombre de Jesús y él mismo es honrado con todos los honores divinos (Mt. 28:19: 2 Co. 13:14). Vivimos en la época del Espíritu Santo, pues es él quien guía a la iglesia. La Biblia dice que estará con nosotros y en nosotros (Jn. 14:17). Las corrientes doctrinales que desvirtúan al Padre o al Hijo, también se han ocupado en tergiversar el concepto bíblico de la persona del Espíritu Santo. ¿Es o no una persona? ¿Es o no miembro de la trinidad? ¿Es Dios como el Padre y el Hijo?

Estas son las preguntas más comunes sobre el tema que nos motivan a consolidar nuestra fe en la verdad bíblica. ES UNA PERSONA Las palabras ruach (hebreo), pneuma (griego) y espíritus (latín) sugieren la idea de aliento, hálito, soplo o movimiento de aire y son las que se utilizan en la Biblia para referirse al Espíritu Santo (Gn. 1:2: Job 33:4; Jn. 3:8; 20:22; Hch. 2:2-4). No hay duda de que en las Escrituras el Espíritu Santo es una persona, sin embargo, la razón por lo que su personalidad no está comprendida plenamente en el Antiguo Testamento y sí encuentra su expresión completa en el Nuevo, se debe en primer lugar al desarrollo gradual y progresivo de la revelación de la persona del Espíritu Santo (Gn. 1:2). En segundo lugar, al hecho de que el hombre no estaba preparado para recibir, asimilar y experimentar dicha revelación. En tercer lugar, Cristo no había aparecido en la escena del programa divino de redención. Es el Hijo el que marca la diferencia en la identidad y manifestación de las personas de la trinidad. Es sólo por la persona de Jesús que el Espíritu Santo (con su personalidad divina), podía manifestarse sin medida ni reservas. El Espíritu Santo no es una influencia o emanación divina, sino una persona (Jn. 14:16-17; 15:26; 16:7-8). Es Espíritu porque no tiene un cuerpo visible como el de Cristo, pero el no tener cuerpo material no es una condición para la existencia personal; por ejemplo, los animales tienen cuerpo y los objetos inanimados son de sustancia material y ni en uno ni en otro caso puede decirse que existe una persona. Por otra parte, hay que aclarar que se llama tercera persona de la trinidad no porque sea inferior en tiempo (puesto que es eterno), en dignidad (puesto que es Dios) o en naturaleza (puesto que es un ser único), sino porque su obra y manifestación hacia el hombre fueron posteriores a la del Padre y el Hijo. El concepto de persona se identifica en la posesión de las características de la personalidad. Y el Espíritu Santo tiene cada una de estas características como son: El corazón, en relación a los sentimientos y afectos (Hch. 9:31; Ro. 15:30; Ef. 4:30). La mente, como la fuente de inteligencia, razón y conocimiento (Ro. 8:27; 1 Co. 2:10-13). Y la voluntad, haciendo referencia a la toma de decisiones, actuar y la capacidad de expresarse (Hch. 10:19- 20; 16:6-7; 1 Co.

12:11). Todas ellas se reflejan claramente y sin lugar a dudas en la persona del Espíritu Santo. Además, el Señor Jesucristo le dio reconocimiento como persona (Jn. 14:16-17). También existen infinidad de pasajes que describen sus acciones tales como hablar (1 Ti. 4:1; Ap. 2:7), clamar (Gá. 4:6), abogar (1 Jn. 2:1), testificar (Jn. 15:26-27), enseñar (Jn. 14:26; 16:12-14), guiar (Ro. 8:14), interceder (Ro. 8:26; He. 7:25). No debemos referirnos al Espíritu Santo como un algo o una cosa, o simplemente como “una fuerza superior” puesto que la Biblia usa pronombres personales como él o aquel para referirse a la tercera persona de la trinidad y no impersonales como eso o aquello. Si el Espíritu Santo fuera únicamente una fuerza, como lo cree el unitarismo, sería absurdo que la Escritura nos exhorte a preocuparnos por el trato que le otorgamos, ya que una influencia no tiene capacidad de identificar si está siendo maltratada como se dice del Espíritu Santo (Is. 63:10; Mt. 12:31-32; Hch. 5:3; Ef. 4:30). Además, se le encuentra participando en relación conjunta siempre de persona a persona como en el caso de los apóstoles y el Señor Jesucristo (Hch. 15:28; 1 P. 1:1-2). SU DIVINIDAD Al Espíritu Santo se le identifica siempre actuando en el mismo nivel que al Padre y al Hijo. Myer Pearlman observa una participación perfecta entre los tres miembros de la divinidad en la creación, redención y santificación. El aspecto bíblico respecto a la divinidad del Espíritu Santo puede demostrarse por un número considerable de pasajes que se refieren a él como Dios, otorgándole actos divinos (1 Co. 3:16; He. 3:7-9; 2 P. 1:21), atributos divinos como omnipresencia (Sal. 139:7-19), omnisciencia (Is. 40:13-14), omnipotencia (Lc. 1:35; Ro. 15:19; I Co. 12:11), es eterno (He. 9:14). Se le atribuye también obras divinas como la creación (Gn. 1:2; Job 26:12; 33:4), renovación (Sal. 104:30), regeneración (Jn. 3:5-6; Tit. 3:5), resurrección (Ro. 8:11). También se le reconocen honores divinos, lo cual le hace objeto de adoración (Mt. 12:31-32; 28:19; Hch. 5:3-4; Ro. 9:1; 2 Co. 13:14). La Biblia establece un paralelo entre Dios Padre y Dios Espíritu: tem-plos y morada de Dios (1 Co. 3:16), y templos y morada del Espíritu (1 Co. 6:19). Y entre Dios Hijo y Dios Espíritu: justificados en Cristo (Gá.

2:17) y justificados en el Espíritu (1 Co. 6:11); sellados por Cristo (Ef. 4:30) y sellados por el Espíritu de Dios (Ef. 1:13); circuncidados en Cristo (Col. 2:11) y en el Espíritu (Ro. 2:29); mantenerse en Cristo (Fil. 4:1) y en el Espíritu (Fil. 1:27); participar en Cristo (1 Co. 1:9) y en el Espíritu (2 Co. 13:14; Fil. 2:1).

En el ministerio cristiano Fundamento para la Familia promovemos de manera muy entusiasta no solamente la manifestación del Espíritu en nuestras reuniones, sino también los frutos del Espíritu Santo en la vida cotidiana del creyente.

SU RELACIÓN CON EL PADRE Y EL HIJO

Concluimos entonces en que el Espíritu Santo es igual al Hijo, y es de

la misma esencia del Padre y consubstancial con él. En el Sínodo de

Toledo de 589 d. C. se declaró que creemos en la tercera persona de

la trinidad que procede del Padre y del Hijo, de la misma sustancia e

igualdad en poder y gloria, y juntamente con el Padre y el Hijo debe

ser objeto de fe, adoración y obediencia a través de todas las edades.

A esta procedencia se le conoce como espiración (Jn. 15:26). El

término engendrar se aplica sólo para explicar la procedencia de la

segunda persona de la primera. El Padre y el Hijo no engendran al

Espíritu Santo, sino lo espiran, y esta es la palabra que se usa para

explicar la procedencia del Espíritu Santo. De esta manera, el Padre

engendra al Hijo y el Padre y el Hijo espiran al Espíritu Santo.

Aunque el término procedencia nos hace pensar en una

subordinación del Espíritu Santo al Padre y al Hijo, ésta es sólo por

causa y motivo de su misión hacia el hombre y no en cuanto a su

dignidad o divinidad. Su misión es continuar el trabajo del Hijo (Jn.

16:13), así como el Hijo lo hace con respecto al Padre: Mi Padre

hasta ahora trabaja, y yo trabajo (Jn. 5:17).

BENDICIONES DE SUS OPERACIONES

Finalmente, el Espíritu Santo atestigua su propia divinidad por medio

de las múltiples bendiciones de su ministerio hacia su creación (Gn.

1:2), hacia Jesucristo (Hch. 5:30-32), hacia el hombre natural (Jn.

16:8-11) y hacia los creyentes en quienes su obra es más abundante.

Los regenera (Tit. 3:5), los fortalece (Ef. 3:16), da testimonio de que

en verdad son hijos de Dios (Ro. 8:16), los capacita para poseer y

demostrar el carácter cristiano (Gá 5:22-23), los guía y enseña (Jn.

16:13; 1 Co. 2:9-15), los capacita para comunicar efectivamente la

verdad del evangelio (Hch. 1:8), fortalece la vida devocional (Ro. 8:26;

Ef. 6:18; Jud. 20), llama a los creyentes al servicio cristiano (Hch. 8:26;

13:2; 16:6-7) y los purifica por la fe (Hch. 15:8-9).

CONCLUSIÓN A pesar de que muchos niegan la existencia de Dios o se han fabricado otros dioses, tenemos evidencias en la creación, en la naturaleza del hombre y en la historia de la humanidad de que nuestro Dios es único y verdadero. A través de las Escrituras podemos conocer, aunque no totalmente, la naturaleza de Dios y la forma como él se relaciona con el hombre.

Para creer en Dios no necesitamos hacer un suicidio intelectual,

podemos aplicar la razón y las evidencias que tenemos en nuestro

derredor para experimentar su existencia.

Por eso el salmista podía expresar: cuando veo tus cielos, obra de

tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el

hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para

que lo visites? (Sal. 8:3-4). Entonces podemos afirmarnos en la fe al

tiempo que le amamos profundamente por revelarse al hombre y

hacernos sus hijos a través de la gracia de Cristo.

La doctrina bíblica de la trinidad es uno de aquellos misterios su-

blimes y gloriosos que la mente del hombre jamás podrá comprender

en su totalidad mientras viva. Pero con la revelación que tenemos en

las Escrituras es suficiente para ser bendecidos por ella.

Aun cuando la razón no esté en condiciones de comprender el

credo trinitario, numerosos himnólogos, músicos, adoradores y

cristianos piadosos intentan ilustrar y celebrar la trinidad. Como

Adam Clark, roguemos: Oh, que Dios el Padre me adopte como su

hijo. Que Dios el Hijo more en mi corazón por la fe. Que Dios el

Espíritu Santo purgue de mi conciencia todas las obras muertas, y

purifique mi alma de toda injusticia. ¡Que la trinidad santa, bendita y

gloriosa me tome a mí y a los míos sellándonos como suyos ahora y

por la eternidad!

La relación del Señor Jesús con el Padre es única, sin paralelo: es

el Hijo eterno, increado, preexistente, igual con el Padre e Hijo por

naturaleza. En cambio nuestra relación con el Padre es por adopción,

la cual es un acto divino en la que se les asigna a los creyentes en

Cristo la posición y el privilegio de hijos por gracia. Por tanto, la

manera y conciencia con la que debemos dirigirnos al Padre es como

nos lo enseña Jesús. Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la

tierra... (Lc. 10:21). Padre, gracias te doy por haberme oído (Jn.

11:41). Cuando los discípulos pidieron que se les enseñara a orar,

Jesús les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro... (Lc. 11:1-2). La

misma confianza con que se dirigía a Dios es la que se nos indica que

debemos usar también nosotros. Que nuestro corazón se llene de

gozo ante esta bendición, al tiempo que nos proponemos compartir

la gracia de su paternidad a todo el mundo.

Para nosotros no sólo es un deber adorarle y doblar nuestras rodillas

ante él, sino un gozo indecible en el Espíritu. Sigamos cantando en

nuestro diario vivir Jesús es mi rey soberano.

AHORA ES SU TURNO

CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿POR QUÉ DIOS NO ARGUMENTA SOBRE SU EXISTENCIA?

2. ¿CUÁLES SON LAS EVIDENCIAS QUE NOS HABLAN DE LA EXISTENCIA Y PODER DE

DIOS?

3. ¿CÓMO PODEMOS APLICAR A NUESTRA VIDA EL SIGNIFICADO DE LOS NOMBRES DE

DIOS?

4. ¿CUÁL DEBE SER NUESTRA ACTITUD ANTE LA REVELACIÓN DEL DIOS ÚNICO Y

VERDADERO?

5. EXPLIQUE EN SUS PROPIAS PALABRAS LA DOCTRINA DE LA TRINIDAD.

6. PRESENTE LOS ARGUMENTOS BÍBLICOS SOBRE LA DEIDAD DE CRISTO.

7. PRESENTE LOS ARGUMENTOS SOBRE LA PERSONALIDAD DEL ESPÍRITU SANTO.

CAPÍTULO V EL HOMBRE, SU CAÍDA Y REDENCIÓN

Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de justicia (Ro. 5:17). El hombre es el ser más importante de la creación. Cuenta con un sin número de habilidades y destrezas que lo colocan por encima de todo lo creado. No obstante, con todo lo que el hombre es y el enorme potencial que tiene, padece la desgracia de poseer una naturaleza caída y pecaminosa que lo nulifica y lo reduce a la infidelidad. Según Romanos 3:23 el hombre está bajo condenación y es merecedor de un castigo eterno. Sin embargo, Dios ha tenido misericordia del hombre y ha provisto un plan maestro de redención mediante el cual puede salvarse y recobrar su posición original ante Dios. La desobediencia del primer Adán causó la caída de todo el género humano; la obediencia del segundo trajo la salvación a todo aquel que crea en él. Entender nuestro origen y conocer las manos que nos formaron del polvo, hace que valoremos nuestro lugar en los propósitos eternos de Dios. Así mismo, la caída y degradación humana se clarifican cuando las observamos a la luz de las Escrituras, al tiempo que nos maravillamos de la provisión divina redentora.

Esta doctrina es fundamental para entender el pasado del

hombre, su realidad actual y la perspectiva de su eternidad.

SU ORIGEN

CREACIÓN DIRECTA E INMEDIATA

El hombre es creación divina e inmediata de Dios, en estado de

inocencia.

Esta expresión hace referencia a la manera directa e instantánea de

cómo Dios creó al hombre. En este sentido existen dos direcciones.

En la expresión: Hagamos al hombre a nuestra imagen, confor-

me a nuestra semejanza (Gn. 1:26), se resalta que a diferencia de

otras criaturas Dios creó al hombre en forma directa e inmediata, es

decir, personalmente. La frase hagamos al hombre denota una

decisión en la que intervienen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El

resultado es un hombre que a semejanza de Dios posee una

naturaleza trinitaria (1 Ts. 5:23).

El hombre es creación inmediata de Dios en el sentido de que no

hubo proceso de selección natural o evolución. El ser humano fue

creado con el mismo grado de perfección y desarrollo físico y mental

que posee hasta el día de hoy. Nunca tuvo nada que ver con simios o

primates como algunas teorías sostienen.

EL ESTADO DE INOCENCIA

Según la Biblia el hombre fue creado en estado de inocencia. No

había malicia, pecado, vergüenza o miedo en él, ni nada negativo que

empañara su relación con Dios. Y estaban ambos desnudos, Adán y

su mujer, y no se avergonzaban (Gn. 2:25).

La caída

El hombre voluntariamente pecó, perdiendo así su estado original.

Tal estado de inocencia se perdió una vez que fue consumado el

pecado de la desobediencia cuando Adán y Eva comieron del fruto

prohibido. Mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;

porque el día que de él comieres, ciertamente morirás (Gn. 2:17). Y

una vez que comieron fueron abiertos los ojos de ambos, y

conocieron que estaban desnudos (Gn. 3:7). Cuando Dios buscaba al

hombre en el Edén ¿Dónde estás tú? (Gn. 3:9), se descubre en la

respuesta de Adán una serie de reacciones que quedan descritas en

Génesis 3:9-12. Veamos algunas de ellas:

Tuve miedo y me escondí porque estaba desnudo.

MIEDO

Después de haber pecado, cuando el Señor les habla, Adán responde:

Tuve miedo. La conciencia de pecado produce miedo. El miedo

produce una urgente necesidad de escapar, de buscar una salida a

esa intimidación que se apodera de nuestro ser, lo cual sabemos no

viene de Dios, porque él nunca intimida sino que produce paz y

tranquilidad. Pero al ellos pecar la reacción es adversa, se produce

miedo porque hubo una desobediencia, se quiso hacer la voluntad

propia y cuando esto se intenta el miedo llega a nuestras vidas ya que

es producto de nuestra caída.

VERGÜENZA

Cuando la gente es confrontada con su pecado se esconde de Dios.

Actúa de una manera similar a la de Adán y Eva, siente vergüenza y

trata de alejarse de la vista de Dios. Una de las cosas que tenemos

que estar seguros es que nadie se puede esconder de Dios.

El Señor en su amor busca al hombre, no porque éste tenga éxito en

esconderse de él, sino porque él quiere que el hombre salga del lugar

o situación en la que se encuentra por causa de la vergüenza que lo

tiene alejado de su Creador.

MALICIA

Todo se perdió con el pecado y el hombre quedó expuesto al mal. Me

escondí porque estaba desnudo. El estado de inocencia con el que

fueron creados se afectó con su caída en la desobediencia. Por

primera vez se dan cuenta que sus cuerpos estaban desnudos y lo

ven con malicia.

La mente del hombre quedó afectada por la maldad. Su naturaleza se

depravó, por lo tanto, la raza humana experimentaría la inmanente

inclinación al mal.

CULPA A OTROS POR SU FRACASO

La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.

Como consecuencia de la caída el hombre se autojustifica y peor aún,

tiende a echarles la culpa de sus errores y fracasos a los demás. Adán

se escudó en su mujer y ella a su vez en la serpiente. Incluso en la

respuesta de Adán se nota que está haciendo responsable a su

Creador por haberle dado a la mujer.

Definitivamente la inocencia de Adán se perdió. Ahora es un ser

incapaz de responder al llamado de Dios y no puede restablecer su

comunión con él. Al igual que Adán, toda la raza humana quedó bajo

condenación (Ro. 5:12).

SU REDENCIÓN

Su única esperanza de redención está en Jesucristo el Hijo de Dios.

Sostenemos según lo enseñan las Escrituras que no existe para el

hombre ninguna manera de salir de la condición de pecado y

condenación, heredada por el primer Adán, fuera de la provista por

nuestro Señor Jesucristo.

¿Cómo puede el hombre recuperar su comunión con Dios?

¿Cómo puede llegar a ser de nuevo inocente y santo como en el

Edén? Aunque el hombre de diversas maneras ha intentado alcanzar

su propia redención, la Biblia enseña que nada puede lograr por sí

mismo (Sal. 49:6-9). De manera extraordinaria los delantales de

higuera que se hicieron Adán y Eva, tipifican aquellos esfuerzos

humanos por los cuales el hombre intenta su propia redención y

perfección, tales como la ciencia, la religión, las buenas obras y la

filosofía.

Ninguno de estos métodos puede cambiar o mejorar la condición

del hombre con respecto a Dios. Solamente el Creador puede hacer

algo por él. Las túnicas de pieles de Génesis 3:21 en cambio, sí

pudieron cubrir la desnudez de Adán y su mujer con eficacia, pues

Dios fue quien las hizo. De igual forma el Padre ha provisto a través

del sacrificio de su Hijo Jesucristo el plan o método perfecto de

salvación mediante el cual el hombre es limpiado de su pecado,

restableciendo así su comunión con Dios. Notemos que las túnicas de

pieles implicaban el sacrificio y la sangre de los animales de los cuales

fueron tomadas. Y sin derramamiento de sangre no se hace remisión

de pecados (He. 9:22).

Jesucristo es la única esperanza de redención para la humanidad,

porque el pecado trajo condenación eterna. El precio fue la sangre

del Cordero de Dios derramada a favor del pecador (1 P. 1:18-20).

SU ESTADO FINAL

Vida eterna o condenación eterna, dependiendo de su aceptación o

rechazo de la oferta de gracia dada por Dios, por medio de Jesucristo.

El estado final del hombre depende de la relación que haya tenido

con su Creador y será únicamente en dos sentidos, la vida eterna o la

condenación eterna. Media en estos dos destinos el Cristo resucitado

y la decisión del ser humano como explica el Diccionario Teológico

TELL: El destino del hombre no es una mera existencia sin fin sino que

es una vida redimida y preparada para la eternidad, o bajo el

perpetuo juicio de Dios.

VIDA ETERNA

Aun cuando el pecado deformó la imagen de Dios en el hombre, no

obstante, este sigue llevando en sí mismo un deseo innato de vivir

por toda la eternidad (Ec. 3:11). Este anhelo sólo puede ser satisfecho

mediante la fe en Jesucristo. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la

vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (Jn. 11:25).

Jesucristo ganó para nosotros una vida eterna a su lado en las

moradas celestiales (Jn. 3:16).

CONDENACIÓN ETERNA

Muchos han querido mutilar la revelación divina negando la realidad

de un infierno literal, argumentado que un Dios de amor jamás

podría condenar a sus criaturas al infierno. Otros evaden esta

realidad diciendo que el infierno está aquí en la tierra y que los

sufrimientos que se puedan padecer en este mundo son el único

castigo que el hombre sufrirá según su comportamiento. Y qué decir

de los que creen que después de la muerte simplemente dejamos de

existir. Sin embargo, si creemos en la Biblia como la revelación

directa de Dios que supera la lógica y la razón, hemos de creer que

afirma la existencia de un lugar de condenación en donde los

pecadores no arrepentidos serán atormentados por toda la eternidad

(Mt. 5:22; 10:28; Lc. 16:24,28).

CONCLUSIÓN

El hombre padece las consecuencias del pecado por la desobediencia

de Adán y Eva y ningún esfuerzo humano podrá sacarle de su

condición. Sólo existe un camino eficaz de salvación, el cual es

Jesucristo. Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al

Padre, sino por mí (Jn. 14:6). Aquellos que crean en Jesucristo les

está reservada la vida eterna con Dios en el lugar que él ha preparado

para los redimidos. Y quienes rehúsen creer en Jesús serán

condenados en el infierno por toda la eternidad. Hagamos pues de

nuestras vidas un instrumento útil en las manos de Dios para que por

medio de la predicación y el testimonio alcancemos a los pecadores

para que reciban el regalo de amor que Cristo tiene para ellos (Mr.

16:15).

AHORA ES SU TURNO

PONGA UNA F SI LA DECLARACIÓN ES FALSA O UNA V SI ES

VERDADERA

1. EL HOMBRE ES UN SER ESENCIALMENTE BUENO QUE A TRAVÉS DE LA

EDUCACIÓN PUEDE SALVARSE ( ) 2. EL HOMBRE FUE CREADO A TRAVÉS DE UN PROCESO DE EVOLUCIÓN ( ) 3. LA IGLESIA TIENE PODER DE SALVAR AL HOMBRE DE SU PECADO ( ) 4. LA ÚNICA ESPERANZA DE RENDICIÓN ESTÁ EN JESUCRISTO ( ) 5. EL INFIERNO ESTÁ AQUÍ MISMO EN LA TIERRA ( )

CAPÍTULO VI

LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él (Jn. 3:17).

LA SALVACIÓN DEL HOMBRE

Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida

eterna (Jn. 3:16). Así se expresa el escritor sagrado en el versículo

que resume el evangelio.

La salvación del hombre es el propósito eterno de la mente y el

corazón de Dios; por eso proveyó de todo lo necesario para su

realización perfecta. Además, es el Espíritu el que confirma en el

hombre no sólo la salvación recibida, sino también lo ayuda para dar

evidencia externa de que tal obra de gracia ha sido efectuada en su

interior.

Por supuesto, en la responsabilidad que el hombre adquiere para

con Dios y la salvación que éste le otorga, media la intercesión

permanente de Jesús a favor de los suyos, y la obra de santificación

que realiza el Espíritu Santo, por lo que la tarea de cuidar la salvación

es realizable con estos recursos.

La creencia en un ser divino siempre ha llevado como compañera

inseparable la enseñanza de algún medio para iniciar y sostener una

relación favorable con ese ser supremo.

Las formas en las que se pretende alcanzar el acceso a las

deidades es diversa en cada creencia, desde la salvación por las

buenas obras, hasta el extremo de acciones aberrantes como la

quema de los niños a Baal.

En este contexto la doctrina de la salvación que nos enseña la Biblia

brilla con luz propia, y es la proveniente de la gloriosa obra redentora

del monte Calvario para alcanzar a toda la humanidad. Este mensaje

comprende una salvación que no se obtiene por obras, basada en el

hecho de que Cristo mismo tendió el puente con su entrega

expiatoria para dar al hombre que lo reciba por fe el beneficio de la

salvación que le restaure su lugar que se perdió en el Edén.

Tal doctrina no puede dejarse de predicar por ser la única

esperanza que el hombre tiene para salvarse.

UN PLAN ETERNO

Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir,

la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles,

como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un

cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes

de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros

tiempos por amor de vosotros (1 P. 1:18-20).

La enseñanza bíblica marca que Dios planeó detalladamente la

forma en que proveería la salvación del hombre desde antes de la

fundación del mundo.

El primer pasaje en las Escrituras que describe el intento de Dios

por salvar a la humanidad es Génesis 3, pero la intención del Señor

de dar al hombre la salvación que iba a necesitar se encontraba en su

corazón mucho antes de la creación del universo (Ef. 1:4).

Una vez que el pecado hizo su aparición en el mundo, dicho plan

comenzó a desarrollarse con firmeza hasta llegar al sacrificio perfecto

de su Hijo Jesucristo.

El Señor instruyó al hombre para que éste entienda que

solamente con su ayuda podría ser salvo (Gn. 3:7,21). Después le

enseñó que siempre sería necesaria la fe para acercarse a él (He.

11:4-13), e instituyó la ley como un medio para llevarlo a aceptar al

Cordero divino del que todos los sacrificios de la ley eran sombra

imperfecta (He. 9:23-28).

REQUISITOS PARA SER SALVOS

El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;

arrepentíos, y creed en el evangelio (Mr. 1:15).

El mensaje de salvación que Dios ofrece consiste en la perfecta y

absoluta provisión que Cristo obtuvo al ofrecer su vida en la cruz. Sin

embargo, la inutilidad de las obras que el hombre hace para

alcanzarla no lo libra de la responsabilidad de hacer algo por su

salvación. Este algo consiste en dos pasos que cada persona debe dar

según el libre albedrío que le fue dado desde un principio.

El arrepentimiento y la fe constituyen los dos elementos

esenciales de la conversión. Comprenden un apartarse de algo, esto

es, el arrepentimiento, y un volverse hacia algo, esto es, la fe.

ARREPENTIMIENTO

Dios pide al hombre que se arrepienta de sus malos caminos, siendo

encausado a reconocer su estado de pecado y la necesidad de un

cambio.

No se puede leer el Nuevo Testamento sin darse cuenta de lo

mucho que insiste en el arrepentimiento. Dios manda a todos los

hombres en todo lugar, que se arrepientan (Hch. 17:30). El mensaje

inicial de Juan el Bautista (Mt. 3:2), de Jesús (Mt. 4:17), y de los

apóstoles (Hch. 2:38) era: ¡Arrepentios! Todos deben arrepentirse,

puesto que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios

(Ro. 3:23).

Fe

Pablo lo explica magistralmente cuando dice: que si confesares con

tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le

levantó de los muertos, serás salvo (Ro. 10:9); y aún añade que esta

fe se fundamenta en la Palabra del Señor: La fe es por el oír, y el oír,

por la palabra de Dios (Ro. 10:17).

La conversión implica un alejarse de algo, pero de igual manera

involucra un volverse hacia algo. Somos salvos por gracia por medio

de la fe (Ef. 2:8). La fe en el Hijo de Dios conduce a la vida eterna (Jn.

3:16). Sin fe no podemos agradar a Dios (Ele. 11:6). Por lo tanto, la fe

es la actitud de confianza obediente y segura en Dios y en su

fidelidad que caracteriza a todo verdadero hijo de Dios. Es lo que nos

da vida espiritual (Gá. 2:20).

La obra de gracia que Dios ofrece se condiciona únicamente a

estos dos requisitos. Cuando el hombre de cualquier condición, por

pecaminosa que sea, voluntariamente camina en ellos, la salvación se

realiza de manera completa y perfecta.

EVIDENCIAS DE LA SALVACIÓN

Existen por lo menos dos evidencias fundamentales que confirman y

demuestran al interesado y a los demás que la obra de salvación ha

sido realizada.

LA EVIDENCIA INTERNA

El enemigo de Dios no tardará en sembrar la duda en el corazón de

aquellos que recientemente aceptaron a Jesucristo, y lo intentará

también en quienes pasan por crisis y son sensibles a sus ataques.

Para esas circunstancias la presencia del Espíritu Santo hace la

labor de testificar al interior de cada creyente la seguridad de su

salvación. Así lo explica el apóstol Pablo a los Romanos. El Espíritu

mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios

(Ro. 8:16).

Esta seguridad interna de la salvación cumple su objetivo cuando

afirma la fe del creyente, pero al mismo tiempo es efectiva para dar

el siguiente paso en la confirmación de la salvación.

LA EVIDENCIA EXTERNA

La forma más visible de comprobar la salvación de una persona se

encuentra en los profundos cambios en el temperamento o carácter

del individuo, se espera que se den conforme va avanzando en el

desarrollo y madurez de su vida cristiana.

Los cambios inmediatos que se han de mostrar externamente son

los siguientes:

La comprensión de su nuevo estado de vida, y un entendimiento

de los principios divinos marcados en la Escritura.

El gozo de saberse perdonado, y la desaparición de la terrible

carga de pecado.

Un deseo ferviente por compartir con otros el mensaje de la

salvación que ha experimentado.

Una comprensión de la santidad recibida y un compromiso en

agradar a Dios viviendo en su voluntad.

Si estos principios aparecen en la vida del recién convertido,

podrán testificar la genuina salvación y continuará sanamente su

desarrollo posterior. De aquí vendrá la manifestación de las obras

que corresponden a un hijo de Dios y que serán la pauta de una

nueva vida en Cristo.

CUIDANDO LA SALVACIÓN

Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las

cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. ¿Cómo esca-

paremos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? (He.

2:1,3).

Para la edificación adecuada del cuerpo de Cristo Dios ha provisto

de los ministerios que ejercen una labor fundamental para guiar,

capacitar, motivar y extender el trabajo de la iglesia (Ef. 4:11-13).

Pero ninguno de estos elementos al servicio del Señor tiene la

responsabilidad de cuidar la salvación, ya que ésta es personal y ha

de ser cada creyente el encargado de cuidar este tesoro eterno.

Es cada persona la que debe actuar a favor del cuidado de su vida

espiritual, manteniéndose en actitud de alerta para desechar todo

aquello que pudiera hacerle resbalar y perder la salvación recibida

(Fil. 2:12).

Sobre esta exhortación debe recordarse que el camino de la vida

cristiana no puede depender del ayer, sino que vive el día y lo afronta

con valor y humildad. Pablo lo confirma cuando dice: no pretendo

haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente

lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo

a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo

Jesús (Fil. 3:13-14).

Es importante mantener una relación íntima y permanente con

Dios a través de la vida devocional (Mt. 6:5-6; Jn. 5:39), y congregarse

para ser edificados unos con otros dentro del cuerpo de Cristo (He.

10:25).

CONCLUSIÓN

Conocer el plan de Dios para nuestra salvación, trazado desde la

eternidad, es motivo de reconocer su grandeza. Entender las

condiciones para la salvación debe guiarnos a valorar su provisión

perfecta y a depender del Espíritu Santo para hacer evidentes en

nuestra vida las obras de uno que ha recibido los beneficios de la

salvación. Además, debemos recordar que la salvación ha de

cuidarse, buscando cada día vivir con la dignidad de un verdadero

hijo de Dios.

AHORA ES TU TURNO

PREPARE UN MENSAJE ESCRITO CON LA CUATRO VERDADES APRENDIDAS EN ESTA

LECCIÓN Y COMPÁRTELAS CON LAS PERSONAS QUE NO CONOCEN AL SEÑOR.

CAPÍTULO VII

LA S A N T I F I C A C I Ó N D E L C R E Y E N T E

Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios

(1 Co. 6:11).

LA SANTIFICACIÓN DEL CREYENTE

Dios ha provisto de todos los medios para la santidad de cada uno de

sus hijos. El plan es de Dios. Su anhelo es la santificación del mundo

entero. Jesucristo murió para hacer posible ese designio, pero su

obra en la cruz ya es completa (Jn. 19:30; He. 10:10-14). El agente

activo hoy en la santificación es el Espíritu Santo. Su papel principal

en este proceso queda indicado por su nombre más frecuente, el de

Espíritu Santo, y los símbolos de purificación con los que se le

representa en las Escrituras: el agua y el fuego.

CONCEPTUALIZACIÓN

En cuanto a los términos santificar, santo o santidad, el Diccionario

de la Santa Biblia (Caribe) describe lo siguiente.

SANTIFICAR

Significa hacer sagrado, apartar, consagrar. En el Antiguo

Testamento la palabra santificación denota frecuentemente la

consagración ceremonial o ritual de alguna persona o cosa a Dios. Por

ejemplo, los hebreos eran un pueblo santo al Señor (Dt. 7:6); el

tabernáculo y sus utensilios, el altar y sus sacerdotes estaban

solamente apartados para el servicio divino (Lv. 8:10- 12). En un

sentido semejante también se santificaban aquellos hombres que se

preparaban de una manera especial para estar en la presencia de

Dios (Ex. 19:10), y en su culto (Ex. 19:22). Todos estos ritos daban

testimonio de su santidad y denotaban la necesidad de ser

purificados para poder estar delante del Señor (Lv. 11:44).

Por otra parte, están las exhortaciones al pueblo de Israel para

que santifique a Dios (Nm. 20:12; Is. 8:13). Esto significa separar a

Dios de una manera real y evidente de cualquier otro ser, elevándole

sobre todas las cosas como al objeto de mayor reverencia y

obediencia, contribuyendo así a la manifestación de su gloria.

En su sentido doctrinal, la santificación es la obra en la cual se

hace verdadera y perfectamente limpio lo que antes era inmundo y

pecaminoso. Es una obra instantánea y progresiva que por la gracia

divina se efectúa en el alma.

SANTIDAD

El significado primitivo de esta palabra es separación o apartado para

vivir y servir a Dios. La verdadera santidad caracteriza los actos

externos, pero sobre todo las intenciones del corazón. No

meramente rectitud o benevolencia externa o alguna otra excelencia

moral, sino la armoniosa y perfecta combinación de todo.

SANTO

Es una persona separada del mundo para el servicio a Dios (Mr. 6:20).

Aunque el creyente esté rodeado de maldad e inmundicia, puede

permanecer siendo santo aun en medio de la corrupción y la maldad.

De hecho, es muy común en las Escrituras llamar santos a todos los

cristianos (Ro. 1:7; Ef. 1:1; Ap. 8:3). Esta palabra no implica

perfección, sino la determinación de caminar hasta llegar a la

estatura del varón perfecto.

La costumbre de restringir el uso de santo a los apóstoles y a un

grupo selecto de personas piadosas a quienes se da tributo y honores

en su carácter de santos, fue introducida en la iglesia junto con otras

corruptelas alrededor del siglo IV. La iglesia Católica Romana se

atribuye el poder de convertir en santos a los individuos que en vida

hicieron grandes y bondadosas obras. A estos personajes se les eleva

a la posición de santos y se enseña a los fieles a venerarlos y a

comunicarse con ellos para solicitarles determinados favores. Este

concepto es contrario a las Escrituras ya que se otorga esta dignidad

sólo a unos cuantos y por otra parte se ultraja la dignidad intercesora

de Jesucristo (1 Ti. 2:5; He. 7:25).

CONCEPTOS RELACIONADOS

Hay ciertas palabras que están implicadas en la santificación y nos

ayudan a entenderla.

CONSAGRACIÓN

El término en el Antiguo Testamento alude a la dedicación de un

nazareo (Nm. 6:12), sacerdote (Ex. 29:9) y ofrendas (Ex. 29:31). En el

tiempo de los padres de la iglesia era relacionada con el momento

del bautismo y la persona bautizada. En este sentido el creyente, por

voluntad propia, consagra su vida al Señor, lo demuestra con el

bautismo y lo confirma con su entrega diaria en sacrificio vivo a su

Salvador (Ro. 12:1).

SEPARACIÓN

Implica una distinción entre los hijos de Dios y los que no lo son. Es

actualmente una demanda para el creyente (1 Ti. 6:5). Representa la

necesidad del creyente de apartarse de todo lo malo.

Apártese del mal, y haga el bien... (1 P 3:11). Hay que aclarar que

esta separación no se refiere a no entablar amistad con los

incrédulos, como lo interpretaron los esenios, grupo que se alejó de

la civilización hasta el grado de irse a vivir en lugares apartados. El

Señor Jesús es un claro ejemplo de que no se refiere a una

separación física, ya que nunca dejó de relacionarse con los

inconversos, por el contrario, se acercó a ellos para compartirles las

buenas nuevas. Podemos concluir, entonces, que la separación se

refiere a no practicar el pecado. Estar entre ellos, pero no ser como

ellos.

PURIFICACIÓN

Este concepto está relacionado con el Antiguo Testamento y se

refiere a la limpieza exterior de las cosas y las personas (Lv. 15:10-

13). En el Nuevo Testamento estas ceremonias de limpieza dan paso

a la purificación del corazón mediante la sangre de Cristo (He. 1:3).

LA SANTIFICACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO La santificación se ve completada y entendida plenamente en todo

sentido en el Nuevo Testamento. De aquí en adelante ya no se refiere exclusivamente al hecho de separar y dedicar cosas o personas como un rito exterior, sino que adquiere el sentido de separación de todo pecado para vivir de acuerdo al carácter santo de Dios (1 P. 1:14-15).

Mientras que el Antiguo Testamento menciona objetos que se

santifican, el Nuevo pone énfasis en las personas. Todo aquel que

haya aceptado a Jesucristo se convierte en santo (1 Co. 1:2). Dios

santifica a sus redimidos en su transitar en esta tierra en lo que él

viene por ellos (1 Ts. 5:23), y Cristo ruega al Padre por esa

santificación, dejando ver que es el anhelo de su corazón (Jn.

17:17,19).

La palabra “háguios" en singular se traduce como santo y se usa

con frecuencia como adjetivo para describir a Dios, a su Espíritu, a

Jerusalén... En plural se usa a menudo con respecto al pueblo de Dios.

Entonces se suele traducir como los santos. Este término es muy

común en el Nuevo Testamento (aparece 60 veces) y constituye una

sólida evidencia de que los primeros cristianos comprendían su propia

cualidad distintiva: Dios los había hecho santos (Teología Sistemática.

Horton, p. 413).

IMPLICACIONES DE LA SANTIFICACIÓN

Como parte de la salvación, la santificación se recibe por gracia. Todo

aquel que acepta a Jesús puede ser denominado, según las Escrituras,

un santo. Incluso los corintios a quienes Pablo exhorta para corregir

su mala manera de vivir se les trata como a santos (1 Co. 6:11).

De esta manera, podemos decir que la santificación es un hecho

consumado en el sacrificio de Cristo. Pero al mismo tiempo es una

demanda concreta y continua para el creyente (Ro. 6:19-22; 2 Co.

7:1; 1 Ts. 4:3-7). En este sentido, se considera que la santidad

también es progresiva. Esto implica un crecimiento incesante,

eliminando todo aquello que no agrada a Dios.

La santificación es un estado, pero también es una práctica

continua y exponencial. Todos somos santos porque adquirimos tal

carácter por nuestra posición de redimidos en Jesucristo, por lo

tanto, debemos procurar la santidad en la vida diaria. Vemos, por

ejemplo, que en 1 Corintios 3:3 se llama carnales a quienes en

primera instancia se denominó santificados en Cristo (1 Co. 1:2).

Pearlman explica que eran santos y santificados en Cristo, pero

algunos de ellos estaban lejos de serlo en su vida cotidiana. Habían

sido llamados a ser santos, pero no caminaban dignos de la vocación

a la cual habían sido llamado

LOS MEDIOS DE LA SANTIFICACIÓN

Ambas partes entran en juego en la santificación, Dios y el hombre.

Del lado divino, el Padre santifica (1 Ts. 5:23; 1 P. 5:10). El Hijo

también santifica (He. 2:10-11; 10:10; 13:12 !. De igual forma el

Espíritu Santo (Ro. 8:13: 1 P. 1:2), quien produce en nosotros el fruto

que necesitamos en nuestro carácter (Gá. 5:22-23).

La persona debe depositar su fe en Cristo (Hch. 26:18). Cuando

uno cree en Cristo es santificado posicionalmente. Esta obra ocurre

en el momento de la regeneración. Más por él estáis vosotros en

Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios... santificación (1 Co.

1:30).

Aunque es un hecho que el hombre no puede santificarse a sí

mismo, es Dios quien produce el querer como el hacer (Fil. 2:13). En

la obra de santificación Dios ha establecido los medios que el hombre

tiene que emplear para obtener esta gracia.

EL ESPÍRITU SANTO

La obra del Espíritu Santo no cesa cuando una persona admite su

culpa ante Dios. Podemos demostrar esto con facilidad en las

Escrituras. Veamos estas palabras de Pablo: Pero nosotros debemos

dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados

por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para

salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la

verdad (2 Ts. 2:13). En este pasaje observamos claramente que uno

de los medios de Dios en este tiempo de gracia para ayudarnos en

nuestra consagración es el Espíritu Santo.

LA PALABRA DE DIOS

La Escritura es otro de los medios que el Señor nos ha dado para

santificarnos cada día. Ella nos revela el estado de nuestros

corazones y el remedio para nuestro fracaso. Es la verdad de Dios la

que nos muestra cómo agradarle. Es cual espada de dos filos que

penetra hasta lo más profundo de nuestro ser produciendo lo que

por nuestra propia inteligencia y sabiduría nunca podremos alcanzar

(Jn. 17:17; i P. 1:22-23).

LA SANGRE DE CRISTO

¿En qué sentido una persona es santificada por la sangre de Cristo?

La santificación es el resultado de la obra consumada del Hijo de Dios

cuando se ofreció a sí mismo para quitar de en medio el pecado a

través del sacrificio en el Calvario (Col. 2:14). En virtud de esa

ofrenda, el creyente ha sido para siempre apartado para Dios,

dándole el poder de que su conciencia sea transformada de la

inmundicia a la de un adorador santo (He. 2:9-11).

También se insinúa un aspecto progresivo o continuado de la

santificación por la sangre del Cordero. Para que pueda existir

comunión entre un Dios tres veces santo y el hombre pecador, debe

existir una provisión que remueva el pecado, ya que éste limita y

estorba la comunión con Dios. La sangre de Cristo ha quitado esa

barrera, ahora lo único que tenemos que hacer es confesar nuestro

pecado con un corazón arrepentido (1 Jn. 1:8-9).

CONCLUSIÓN

Desde el ministerio cristiano Fundamento para la familia motivamos

a todos los grupos quienes están bajo nuestra cobertura que no

perdamos de vista la necesidad de mantenernos en una vida limpia y

agradable a Dios, ya que se nos advierte que sin santidad no

podremos ver al Señor (He. 12:14). La entrega de nuestra vida a Dios

es la condición suprema de la santificación práctica (Ro. 6:13,19-22;

12:1). Entregarse por completo tiene un poderoso resultado ya que

una persona será instrumento para honra, santificado, útil al Señor,

y dispuesto para toda buena obra (2 Ti. 2:21).

El Espíritu Santo terminará esa obra en el hombre cuando Cristo

venga por su Iglesia, pero hasta entonces, tenemos la

responsabilidad de mantenernos en pureza.

Ahora es tu turno

CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. EXPLIQUE QUÉ SIGNIFICA LAS PALABRAS SANTIFICAR, SANTIDAD, CONSAGRACIÓN Y PURIFICACIÓN 2. ¿A QUIÉNES SE LES LLAMA SANTOS EN LA ESCRITURA? 3. ¿CUÁLES SON LOS MEDIOS QUE DIOS HA ESTABLECIDO PARA

SANTIFICAR AL CREYENTE? 4. ¿DE QUÉ MANERA EL ESPÍRITU NOS SANTIFICA? 5. ¿DE QUÉ MANERA LA PALABRA DE DIOS NOS PURIFICA? 6. ¿DE QUÉ MANERA LA SANGRE DE CRISTO NOS LIMPIA?

CAPÍTULO VIII

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días (Jl. 2:28-29).

EL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO

La frase bautismo en el Espíritu Santo se origina en una fraseología similar usada por los escritores sagrados. Ejemplo de esto lo encontramos en Mateo 3:11, Marcos 1:8 y Lucas 3:16 en donde Juan el Bautista afirma: pero él os bautizará con Espíritu Santo. De nueva cuenta en Hechos 1:5 Jesús utiliza este término para dirigirse a sus discípulos: Mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Lucas utiliza una vez más esta frase en Hechos 11:16 al explicarles a los creyentes de Jerusalén la experiencia de Cornelio.

El bautismo en el Espíritu Santo es el sello que distingue a los grupos pentecostales y carismáticos. Por ello es de suma importancia analizar el contenido bíblico de esta doctrina, su naturaleza general, su evidencia inicial, las manifestaciones que le acompañan y los propósitos del por que nos fue enviado el Consolador. Sin duda este tema nos conducirá al anhelo de la experiencia vivificante y poderosa que se inicia con la llenura del Espíritu.

SU OBRA EN EL HOMBRE

El Espíritu Santo tiene diferentes funciones en la obra que realiza en el hombre. Él convence de pecado, según dijo el Señor: Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8). Acto seguido e instantáneo cuando el corazón ha sido redargüido y convencido, viene la regeneración o nuevo nacimiento (Jn. 3:3), haciendo morada en el creyente (Jn. 14:17,23). Es un hecho que el Espíritu no abandona al hijo de Dios, por el contrario, camina con él y lo guia a toda verdad como el Señor declaró en Juan 16:13: Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad.

Como estudiamos en el tema anterior también se dedica a santificar al creyente (2 Ts. 2:13). Pero su obra no termina aquí, todavía hay una experiencia que está íntimamente relacionada con la misión del creyente de predicar las buenas nuevas, y esa experiencia es el bautismo con el Espíritu Santo.

UNA EXPERIENCIA DIFERENTE A LA REGENERACIÓN

En Juan 20:22 encontramos una experiencia que suele relacionarse

con el bautismo en el Espíritu: Y habiendo dicho esto, sopló y les

dijo: Recibid el Espíritu Santo. Esta frase se dijo el mismo día que

Jesús resucitó (Jn. 20:19), 40 días antes de su ascensión, por lo tanto,

50 días antes del Pentecostés. Aunque algunos tratan de ver aquí el

cumplimiento de la promesa de Juan 14:17, e inclusive, del bautismo

en el Espíritu. Habría que considerar algunas cuestiones que

demuestran todo lo contrario.

La Biblia Vida Plena establece que antes de esta ocasión, los

discípulos eran creyentes y seguidores verdaderos de Jesús, y salvos

según lo estipulado en el antiguo pacto; pero todavía no habían sido

regenerados en todo el sentido del nuevo pacto. Sólo en ese momento

los discípulos entraron en el nuevo pacto basado en la muerte y

resurrección de Cristo. Esto significa que la salvación como se enseña

en el Nuevo Testamento es imposible sin el sacrificio de Cristo, por lo

que en ese sentido sus seguidores fueron salvos y por consiguiente,

recibieron la presencia del Espíritu Santo regenerándolos y haciendo

morada en ellos, para que días después fueran investidos con el

poder de lo alto (Hch. 1:8). Cosa que ocurre así, pues el Espíritu Santo

no mora en la persona sino hasta el momento en que ésta acepta a

Jesús y es regenerada.

El libro de Hechos es clave para demostrar la diferencia de estas

dos experiencias. Como explica Horton, los 120 del día del

Pentecostés eran creyentes antes del derramamiento del Espíritu en

aquel día. Antes de este suceso ya se habían arrepentido y entrado

en una nueva vida en Cristo. Los samaritanos ya habían llegado a la fe

en Jesucristo y bautizados en agua por Felipe antes de que Pedro y

Juan orasen por ellos para que recibiesen el don del Espíritu Santo.

De igual manera el caso de Pablo, se había convertido y vuelto un

hombre nuevo en Cristo en el momento de su visión camino a

Damasco. Tres días más tarde recibió el Espíritu de una manera

nueva y especial cuando Ananías oró por él. El caso de Cornelio en

Hechos 10 y el de los discípulos de Éfeso es una situación singular:

experimentaron el bautismo en el Espíritu Santo en el mismo

momento en que fueron regenerados. Sin embargo, aun en estos

casos, hubo alguna distinción de tiempo entre su conversión y el

bautismo en el Espíritu.

Podemos concluir con la declaración de la Biblia Vida Plena. No

debe identificarse el bautismo en el Espíritu Santo con recibir el

Espíritu Santo en la regeneración. Esas son dos obras distintas del

Espíritu con frecuencia separadas por un período de tiempo.

CARACTERÍSTICAS DEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU

ES UNA PROMESA

Lo que ocurrió en el día de Pentecostés y ha seguido ocurriendo en la

vida de la Iglesia es resultado de una promesa que databa ocho siglos

atrás, hecha por Dios a través del profeta Joel. Juan el bautista

profetizó que el que viene tras mí... es más poderoso que yo; él os

bautizará en Espíritu Santo y fuego (Mt. 3:11). Jesús mismo recordó

la promesa de su Padre. Por lo tanto, Pedro no tuvo ningún temor al

citar a Joel y decir a los reunidos alrededor del aposento alto: Mas

esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros días, dice Dios,

derramaré de mi Espíritu sobre toda carne (Hch. 2:16-17).

LA EVIDENCIA INICIAL

En la Biblia vemos que la primera evidencia para probar que alguien

ha sido bautizado en el Espíritu Santo es el hablar en otras lenguas.

Así pasó en el aposento (Hch. 2:4), así ocurrió con Cornelio y su

familia (Hch. 10:34-46) y sobre los discípulos (Hch. 19:1-7), por citar

algunos casos.

Nuevas y viejas corrientes doctrinales han tratado de negar esta

verdad. Desde los que afirman que no es la única evidencia, tratando

de sustituirla con experiencias o manifestaciones espirituales

(muchas de ellas manipuladas), hasta los que la niegan

rotundamente, como los evangélicos tradicionales.

Algunos me preguntan frecuentemente cuál es el propósito por el que

Dios escogió las lenguas como primera evidencia. No lo sabemos con

exactitud pero el Apóstol Pablo señala en su primera carta a los

Corintios que la lenguas nos fueron dadas para edificación propia (el

que habla en lenguas a sí mismo se edifica), lo que me sugiere que

probablemente la primera acción del Espíritu Santo al bautizarnos es

darnos una “herramientas” con que edificar nuestro ser interior.

Dr. Héctor Salinas Ayala

[email protected]

SU PROPÓSITO

La razón de ser de esta experiencia queda claramente expuesta en

Hechos 1:8 en donde el Señor dice que este poder es para ser sus

testigos. No hay duda que este don tiene que ver con la naturaleza de

la gran comisión que el Señor dejó a su pueblo, la de predicar el

evangelio a toda criatura (Mt. 28:19-20). Todo el poder y las señales

que conllevan esta experiencia han de ser única y exclusivamente

para la proclamación del evangelio. Horton señala: A partir del día de

Pentecostés, vemos al Espíritu Santo activo en la vida de la Iglesia...

en la labor de propagar el evangelio y establecer la Iglesia.

LA MANERA DE RECIBIR EL BAUTISMO ¿PARA QUIÉN ES?

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para

todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios lla-

mare (Hch. 2:39). No hay en la Escritura ninguna base que permita

limitar a un sector de personas este derramamiento del Espíritu

Santo.

Mientras dure la gracia, todos los hombres en todo lugar y en todo

tiempo podrán ser recipientes en dónde se vierta la presencia

poderosa del Espíritu de Dios. No hay acepción de personas, es para

todo aquel que lo quiera recibir.

¿CÓMO PODEMOS RECIBIRLO?

Aunque no se puede describir un proceso específico en la manera de

su recepción, sí tenemos por lo menos los siguientes parámetros.

Haber aceptado a Jesús en forma genuina y recibir el testimonio en

nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Ro. 8:15-16); desear y

anhelar esta experiencia (Jn. 7:37-39). Los 120 en el aposento alto

clamaban al Señor esperando esta promesa, y la mayoría de los casos

que se mencionan del bautismo ocurrieron estando ellos en la

oración. Nosotros también debemos orar y pedir este bautismo. Por

último, debemos perseverar el tiempo que sea necesario y creer que

esta promesa es nuestra.

¿QUÉ HACER DESPUÉS DE RECIBIRLO?

Creer que al recibir el bautismo en el Espíritu lo es todo, es un error.

Realmente sólo es la puerta a una nueva etapa de servicio en la vida

cristiana. De hecho el creyente ha de mantenerse llenándose de Dios

ya que el descuido de esta relación resultará en un impedimento

para servir con poder en la obra del Señor.

Hay que tener claro que el bautismo en el Espíritu Santo no es la

experiencia final para el creyente. Se debería reconocer... que las

lenguas sólo son la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu

Santo... De hecho, siempre se debería tener presente que el bautismo

en el Espíritu Santo no es una experiencia cumbre... Sólo es una

puerta hacia una relación creciente con el Espíritu (Teología

Sistemática, Stanley M. Horton).

CONCLUSIÓN

La Iglesia no debe descuidar este don maravilloso, va que de hacerlo

quedaría incapacitada para cumplir su misión. Es imprescindible que

busquemos no sólo tener el conocimiento de esta doctrina, sino

hacerla una realidad en nuestra vida.

Únicamente de este modo se puede cumplir con éxito la gran

comisión y prevalecer contra las obras de las tinieblas. El tiempo que

vivimos, tornan aún más difícil la predicación de la Palabra del Señor.

Son muchos los obstáculos, el desafío es grande, la necesidad es

urgente; y sólo llena del Espíritu la Iglesia podrá avanzar y establecer

el reino de Cristo en los corazones. Y ni mi palabra, ni mi predicación fue con palabras persuasivas

de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder (1 Co. 2:4). AHORA ES TU TURNO

PONGA UN F SI ES FALSO Y UNA V SI ES VERDADERO

1. EL ESPÍRITU SANTO MORA EN LAS PERSONAS DESDE ANTES DE ACEPTAR A JESÚS ( ) 2. JUAN 20:22 HABLA DE LA REGENERACIÓN Y HECHOS 1:8 HABLA DEL BAUTISMO EN EL

ESPÍRITU ( ) 3. SE PUEDE ENSEÑAR AL CREYENTE A HABLAR EN OTRAS LENGUAS PARA RECIBIR EL

BAUTISMO ( ) 4. EL OBJETIVO DEL BAUTISMO EN EL ESPÍRITU ES QUE SEAMOS TESTIGOS DE CRISTO (

) 5. PARA RECIBIR EL BAUTISMO NO NECESITAMOS HACER NADA DE NUESTRA PARTE ( )

C A P Í T U L O I X

LA SANIDAD DIVINA

Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, y

sanó a los que de ellos estaban enfermos(Mt. 14:14).

LA SANIDAD DIVINA

En la actualidad existen personas que ofrecen el remedio a los males

de nuestra sociedad adolecida y necesitada de salud. Esta sanidad le

ha costado un alto precio a la gente que ha caído en las redes de

estos charlatanes y embusteros que buscan estafar y en muchos

casos engañar a los que ignoran la Palabra haciéndolos esclavos del

enemigo.

Por otro lado, en el área médica, el enemigo no ha perdido la

oportunidad de infiltrar métodos profesionales como la

Parapsicología y la hipnosis. Esto no quiere decir que descartamos lo

que la ciencia y la medicina pueden hacer para prevenir o corregir

alguna enfermedad, ya que la fe y la medicina como ciencia no están

en conflicto, ambas vienen de Dios. La fe en Jesucristo para ver

milagros, sanidades, liberaciones y maravillas. La ciencia como un

beneficio a la humanidad entera a través de los dones dados a los

hombres. Ejerzamos nuestra fe, pero seamos responsables con

nuestra salud usando los recursos que Dios ya ha puesto a nuestra

disposición.

Recientemente un grupo de investigadores de la salud y del

comportamiento hicieron una encuesta entre varios sectores de la

población preguntando a qué podrían atribuir su salud física;

Algunos, por supuesto, lo atribuyeron a su médico particular y otros

simplemente a la medicina, pero entre los que se declararon

evangélicos coincidieron en afirmar que ha sido la confianza que

pusieron en las promesas de la Biblia.

EL ORIGEN Y NATURALEZA DE LA ENFERMEDAD

¿Dónde tuvo su origen la enfermedad? ¿Quién es el culpable de la

existencia de males y sufrimientos? La Biblia enseña que la

enfermedad es consecuencia de la caída de Adán en el Edén y nunca

fue la voluntad de Dios que el hombre sufra.

Para dar paso a la sanidad divina necesitamos entender que el ori-

gen de la enfermedad y la muerte deben ser buscados,

evidentemente, en la caída de Adán. El hombre hecho a la imagen de

Dios como creación perfecta estaba destinado a una vida venturosa y

eterna, y no a los sufrimientos físicos y morales en los que se

encuentra ahora (Gn. 3:22-24). Por el pecado la muerte hizo su

aparición, y por consecuencia arribaron las enfermedades y dolencias

que llevan al acortamiento de nuestros días (Ro. 5:12; 6:23).

LA SANIDAD EN EL ANTIGUO TESTAMENTO

La imagen de Jehová Rafa (sanador) se presenta como un aspecto

central en la relación de Dios con su pueblo. Este nombre señala la

misma esencia de la naturaleza divina (Ex. 15:26).

El Antiguo Testamento revela que la salud está relacionada a la

obediencia total a los mandatos divinos. Ciertos sufrimientos, como

los de los egipcios, eran producto de la desobediencia, lo cual indica

que la obediencia trae salud. Herodoto, historiador griego, declaró

que los egipcios eran la nación más rica de la antigüedad hasta que

su desafío a Dios hizo legendarias sus enfermedades y plagas.

La primera sanidad que se menciona en el Antiguo Testamento se

derivó de la intercesión de Abraham por la infertilidad de las familias

de Abimelec (Gn. 20:17). El caso de Job enseña que no siempre la

enfermedad es consecuencia del pecado. La enfermedad de una

persona puede no tener absolutamente nada que ver con lo que haya

hecho o dejado de hacer. En Job el origen de su enfermedad fue

producto de la acusación satánica en contra suya. El libro muestra el

poder restaurador de Dios y el deseo de Job por sanar. Porque él es

quién hace la llaga, y él la vendará; él hiere, y sus manos curan (Job

5:18).

En los salmos encontramos en repetidas ocasiones el perdón y la

sanidad como el resultado del clamor del penitente (Sal. 30:2; 41:4;

103:3;

107:19-20). Y qué decir de Elías y Elíseo los cuales contemplaron per-

sonas levantarse de entre los muertos a lo largo de su ministerio.

Para nadie es una sorpresa la sanidad del general Naamán (2 R. 5:1-

27) y la de Ezequías, la cual da una clara muestra de la confianza que

el pueblo tenía hacia su Creador (Is. 38:1-9).

El último libro del Antiguo Testamento concluye con la profecía

del Mesías que traería la esperanza de redención no sólo del alma,

sino también la del cuerpo (Mal. 4:1-2).

LA SANIDAD EN EL NUEVO TESTAMENTO

Es en los evangelios y en el ministerio de Jesús en donde

encontramos la mayor cantidad de sanidades en la Biblia, aunque

también se menciona este poder sobrenatural obrando a través de

los apóstoles. Además, es de Jesús de quien tomamos la mayoría de

las enseñanzas relacionadas con la sanidad divina. Mateo 14:14 nos

dice que saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de

ellos, y sanó a los que de ellos estaban enfermos. La sanidad fue una

de las principales características del ministerio de nuestro Señor,

como lo explica Pedro tiempo después. Jesús Nazareno, varón

aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y

señales que Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros

mismos sabéis (Hch. 2:22). De su ministerio de sanidad

desprendemos aspectos que sobresalen en el ministerio de los

apóstoles.

LA AUTORIDAD DE JESÚS

Antes de su sacrificio en la cruz Jesús efectuó un ministerio de

sanidad basado en la obediencia a la voluntad del Padre (Jn.10:36-

38). La profecía mesiánica establece que el ministerio del siervo

sufriente sería integral (Is. 61:1; Lc. 4:18), por lo que la ministración al

cuerpo de las personas también era parte de lo que haría en su

primera venida. Sin embargo, la efectividad de su ministerio era

temporal y para que los beneficios de la sanidad divina se

extendieran a todas las generaciones era necesario legar esa

autoridad a sus discípulos (Lc. 9:1-2). Así lo hizo durante su

ministerio, pero sobre todo al momento de su sacrificio en la cruz,

pues como lo explica Isaías: Ciertamente llevó él nuestras

enfermedades, y sufrió nuestros dolores.. .y por su llaga fuimos

nosotros curados (Is. 53:4-5). Es a través del sacrificio expiatorio que

recibimos la salvación de nuestras almas y la sanidad para nuestros

cuerpos.

EL MODELO DE JESÚS

Es casi imposible encontrar un modelo concreto en la forma que

Jesús obraba las sanidades, y precisamente en ello hay una gran

enseñanza. La obra la hace como él quiere, no como el hombre

establece. Ejemplo de esto lo hallamos en Jesús (Mr. 8:22-26), en

Pedro (Hch. 5:15), y en Pablo (Hch. 19:12).

SANIDAD INTEGRAL

La relación que hace Jesús de la sanidad del cuerpo con el perdón de

los pecados tiene una enseñanza fundamental para el cristiano (Mr.

2:5-12; Jn. 8:7-11). Jesús está más interesado en la sanidad espiritual

que en la física. Al proveernos del recurso de la sanidad divina espera

que le demos lugar para que obre en nuestro ser entero. Su voluntad

es que el hombre esté sano de una manera integral (1 Ts. 5:23).

LA IMPORTANCIA DE LA SANIDAD DIVINA

No ha faltado quien afirme que las manifestaciones sobrenaturales

como las sanidades y los milagros fueron para la iglesia primitiva y no

para nuestros tiempos. Sin embargo, existen razones por las cuales la

sanidad divina aún es para nosotros, aquí y ahora.

La Biblia no marca límites de tiempo para la manifestación de

estas maravillas. En la Palabra del Señor no hay una sola mención en

referencia a que este don se haya extinguido en algún momento de la

historia de la Iglesia. En cambio la sanidad divina es un instrumento

fundamental en la propagación del evangelio de Cristo. Es en el

contexto del mandamiento a predicar que aparecen las señales que

han de seguir a quienes prediquen el evangelio. Una de esas señales

es la sanidad en las personas (Mr. 16:15-18).

Otra razón de la importancia de esta doctrina es que de esa forma

se cumplen las promesas de la Biblia, ya que si la sanidad hubiese

estado restringida no serían válidas para nuestro tiempo, lo que

implica a su vez que

Dios no cumple sus promesas. Pero la enseñanza bíblica es que el

Señor es fiel a sus promesas y por lo tanto, creer la sanidad divina es

una forma de declarar la fidelidad de Dios (2 Ti. 2:13; 1 P. 2:24).

Siempre que Dios efectúa una sanidad, su propósito es llevar a la

persona beneficiada a una contrición de espíritu que le permita

rendir su vida entera a Jesús. Cuando esto sucede no solo el cuerpo

es restaurado, sino el ser entero.

CÓMO RECIBIR LA SANIDAD DIVINA

Se requiere entender los propósitos de la salvación. De esta manera

se evitará buscar el beneficio de la sanidad por conveniencia y se le

dará el valor que realmente debe ocupar en la iglesia.

Es necesario comprender que la manifestación sobrenatural de la

sanidad proviene únicamente de la gracia de Jesús, otorgada al

hombre a través de su sacrificio en la cruz. No está en las manos de

los hombres decidir quién ha de sanar y quién no, ni es del que

ministra el poder para ejercerlo a su gusto y antojo, sino que

solamente es el instrumento de Dios para obrar la sanidad. Es

necesario mencionar que a todo cristiano se le dio la autoridad de

orar por los enfermos (Mr. 16:18), aunque Dios otorga el don de

sanidades a quien él desea,(l Co. 12:9-11).

Por último, es fundamental recordar que la sanidad divina se obra

por la fe depositada en Jesús (Hch. 4:10), y que es deber del cristiano

estar presto para orar por los que necesitan un toque sanador (Stg.

5:14-16).

En muchas ocasiones hay personas que necesitan un proceso de

consejería cristiana con un especialista cristiano para su readaptación

espiritual, otras veces la sanidad se produce durante este proceso y

otras veces el Consejero cristiano ayuda a la persona a madurar en la

fe a fin de que el paciente acepte por fe, reciba y viva su sanidad

interior.

CONCLUSIÓN

De todos los lenguajes que nos enseñan del amor de Dios, la sanidad

es el más fácil de entender. Al tocar y sanar el cuerpo Dios está

diciendo: Te amo y estoy listo para hacer lo mismo en tu alma. La

visión bíblica de la sanidad divina puede ser resumida en las palabras

del Señor Jesucristo: Yo he venido para que tengan vida, y para que

la tengan en abundancia (Jn. 10:10).

La sanidad divina no es una doctrina secundaria, es parte integral

del mensaje de la Biblia. El Maestro nos ha llamado a predicar un

evangelio completo que incluya su toque sobrenatural del alma como

la del cuerpo.

AHORA ES SU TURNO

NADA MEJOR PARA CONCLUIR ESTA LECCIÓN QUE UNA ORACIÓN

POR LAS NECESIDADES FÍSICAS.

COMO TAREA PARA ESTA SEMANA, IDENTIFIQUE A UNA PERSONA

ENFERMA FÍSICAMENTE Y PRESÉNTELE EL MENSAJE DE CRISTO QUE

INCLUYE LA SANIDAD DEL CUERPO.

C A P Í T U L O X

LA I G L E S I A

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la

principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio,

bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor

(Ef. 2:20-21).

LA IGLESIA

Las Escrituras, junto con la historia del desarrollo y la expansión del

cristianismo, ofrecen una gran riqueza de comprensión en cuanto a la

naturaleza y razón de ser de la Iglesia.

La doctrina de la Iglesia es fundamental para tener una

perspectiva completa y equilibrada sobre la forma en que se debe

aplicar y vivir la teología en la vida diaria.

EL ORIGEN DE LA IGLESIA

La Iglesia la conforman aquellos que han sido reconciliados con Dios

por medio de Jesucristo, quien también es su fundamento. Es

creación y diseño de Dios; es su método para proporcionarle al

creyente el alimento espiritual y una comunidad de fe a través de la

cual es proclamado el evangelio, y el conocimiento de su voluntad es

presentada a cada generación.

El término Iglesia se compone de la preposición ek, fuera, y el

verbo kaléo, llamar. Por tanto, ekklesía denotaba originalmente a un

grupo de ciudadanos llamados de donde estaban y reunidos en

asambleas con un propósito concreto. La mayoría de las veces que

aparece esta palabra en el Nuevo Testamento tiene una aplicación

referente a aquellos que Dios ha llamado del pecado para que entren

en una comunión con su Hijo Jesucristo y que se han convertido en

conciudadanos de los santos (Ef. 2:19).

Uno de los aspectos que se discuten con mayor frecuencia sobre su

origen es el tiempo de su fundación. Ciertos teólogos opinan que su

inicio es tan antiguo como la misma humanidad; es decir, desde Adán

y Eva, pasando por todas las personas que de alguna manera han

centrado su fe en Dios. Otros piensan que tuvo su origen en el

Antiguo Testamento, argumentando que Moisés dirigió a una gran

congregación de escogidos por el desierto. Algunos más indican que

se fundó durante el ministerio de Cristo y el llamamiento de sus

discípulos. Están los que afirman que nació en el Calvario, donde la

muerte de Cristo habría iniciado el nuevo pacto. Y qué decir de los

que declaran que empieza en el ministerio del apóstol Pablo y sus

viajes misioneros.

La mayoría de los eruditos, sean de fondo pentecostal o no, creen

que las evidencias bíblicas sobre la inauguración de la Iglesia

favorecen el día de Pentecostés en Hechos 2. Es ahí donde los

creyentes en Cristo tienen su reconocimiento público y su punto de

partida. Y es en ese momento que los discípulos llenos del Espíritu

Santo están listos para proclamar la salvación en Cristo desde

Jerusalén y hasta lo último de la tierra.

Es en Mateo 16:18 cuando el Señor dice edificaré mi Iglesia. El

verbo edificar es futuro, prueba de que la institución referida no exis-

tía en los tiempos de Cristo. Otro pasaje es 1 Corintios 12:13 donde

se dice que por un solo Espíritu todos fuimos bautizados en un cuer-

po. Comprendemos que el cuerpo de Cristo comenzó en el descenso

del Espíritu Santo. Este Espíritu, llamado también el Consolador,

habría de venir según promesa del Señor Jesús después de su

ascensión.

Concluimos que la Iglesia es una institución del Nuevo

Testamento que comenzó el día del Pentecostés.

LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA

La nota triste de este tema es que aunque existen personas que

piensan pertenecer a la Iglesia, ya sea porque son familiares de

verdaderos creyentes o porque simplemente les llama la atención

algunos aspectos como la liturgia, la comunión o los variados

programas de la misma, lo cierto es que para serlo es necesario

cumplir con lo establecido en la Palabra por el Señor Jesucristo.

Un claro ejemplo de que no basta tener conocimiento o ser

partidario de una religión, es el caso de Nicodemo. Un hombre que

no sólo era judío, sino un principal entre ellos. Jesús lo confrontó con

su condición espiritual dejando en claro que aquellos que forman

parte del Reino de Dios son los que han nacido de nuevo (Jn. 3:3). Es

entonces requisito indispensable nacer de nuevo para formar parte

de la familia de Dios. Es nuestra acta de nacimiento espiritual la que

nos identifica como miembros del cuerpo de Cristo.

En Juan 1:12 encontramos otra declaración que no da lugar para

buscar otro camino o forma de entrar y ser parte del pueblo de Dios.

Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les

dio potestad de ser hechos hijos de Dios. Este pasaje afirma que para

ser hijos de Dios y por consecuencia miembros de su Iglesia, hay que

recibir a Cristo.

Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de in-

corruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para

siempre (1 P. 1:23). El Espíritu Santo ilumina nuestro entendimiento

por medio de la Palabra de Dios para hacernos ver nuestra condición

de pecado y de miseria moral y espiritual, pero también para

revelarnos su amor y su gracia manifestada en la persona y obra

redentora de nuestro Señor Jesucristo, de tal forma que nos

entreguemos a él y conformemos su cuerpo.

EL REGLAMENTO LOCAL

Fundamentado en la Palabra de Dios, el Reglamento de la iglesia local

establece ciertas normas para ser miembro de una congregación, de

las cuales enumeramos las siguientes:

1. Haber experimentado la salvación por la fe en el Señor Jesucristo,

confesando el propósito de seguirle hasta el fin (Ro. 10:9-10).

2. Haber sido bautizado en agua por inmersión, según la fórmula

dada por el Señor Jesucristo (Mt. 28:19; Ro. 6:3-5).

3. Estar legalmente casado (1 Co. 7:2,11,20; He. 13:4; 1 P 2:13-14).

Esta norma no se aplica a los solteros.

4. Ser recibido oficialmente en la ceremonia correspondiente,

habiendo firmado el pacto del feligrés.

El propósito de un reglamento es fijar un mínimo de normas

basadas en la Escritura que sirvan como base para la comunión y

práctica entre los miembros de la iglesia local, el pastor y la iglesia

nacional. Cada miembro debe cumplir con sus privilegios, así como

con sus responsabilidades que como feligrés le corresponde.

EL MINISTERIO DE LA IGLESIA ADORAR A DIOS

La iglesia adorando es la expresión más veraz del ministerio, ya que

fuimos creados para darle gloria a Dios (Is. 43:7). Como miembros del

cuerpo de Cristo le alabamos en el entendido de que es nuestro

privilegio más exaltado. La alabanza es necesaria porque Dios desea

que le expresemos nuestro amor a través de la adoración. El

compañerismo de Adán y Eva con Dios antes que pecaran nos da una

indicación de lo que Dios quiere restaurar en nuestras vidas a través

de Cristo.

LA EVANGELIZACIÓN DEL MUNDO

La función de la Iglesia es esencialmente misionera, ya que es la

encargada de promover el propósito redentor de Cristo a favor de la

humanidad. Esta tarea no ha terminado, continuará realizándose

hasta el fin del tiempo de la gracia.

Esta responsabilidad se fundamenta en la orden de Jesús de: Id y

predicad este evangelio a toda criatura (Mt. 28:18-20; Mr. 16:15-17:

Lc. 24:46-49; Jn. 20:21-23; Hch. 1:8).

La única esperanza de salvación para el mundo depende de que la

Iglesia cumpla con su misión evangelizadora. No hay un plan de

contingencia, hay uno solo y es que en este tiempo de gracia seamos

testigos de Cristo, embajadores de Dios, real sacerdocio, anunciando

las virtudes de aquel que nos sacó de las tinieblas a su luz admirable.

LA EDIFICACIÓN UNOS A OTROS

La iglesia es una comunidad de creyentes. La idea de comunidad

incluye compartir, demostrar amor e interés hacia los demás. Cada

creyente debe llegar a ser un miembro responsable. Cuando cada

integrante del cuerpo funciona bien, éste va creciendo y

desarrollándose en amor (Ef. 4:16). La tarea que Cristo dio a la iglesia

de edificarse unos a otros no es fácil. Pero para ayudarnos a

obedecer su mandato el Señor nos envió al amigo y ayudador, al

Espíritu Santo (Jn. 14:16,26; 15:26; 16:7).

LA OBRA SOCIAL

Jesucristo estableció su Iglesia con un propósito: Continuar su

ministerio sobre la tierra. Aunque la prioridad para el pueblo de Dios

debe ser la predicación del evangelio, no obstante, su trabajo hacia

los perdidos es exten- sible en el ámbito social. Al ser ungido con un

caro perfume, Cristo hizo ver a sus discípulos que pobres siempre

habría (Jn. 12:4-8). La reconciliación de multitud de hombres y

mujeres con Dios por medio de Cristo, constituye la relación primaria

de la iglesia con el mundo. Existe también una relación secundaria

definida como servicio social. Esta ayuda cristiana abarca todas las

buenas obras que el cuerpo de Cristo es capaz de hacer en el mundo.

Es el resultado necesario del nuevo nacimiento.

Las implicaciones sociales tienen que ver con mostrar la solución

a los problemas de una humanidad que anhela ser restaurada. Esto

debe llevarse a cabo sin perder de vista la función primordial de la

Iglesia de Cristo sobre la tierra. Santiago presenta esta labor como

parte del verdadero cristianismo (Stg. 1:19-27). Evangelismo y labor

social, una amalgama que da resultados sorprendentes.

Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, tiene

implicaciones muy importantes (Stg. 1:27). Al realizar este servicio de

amor hacemos los sacrificios que a Dios le agradan (He.13:15-16). Es

aquí donde se debe comenzar el trabajo de ayuda comunitaria. En

nuestra colonia siempre habrá niños de la calle, mujeres que se

quedaron solas por diversas circunstancias de la vida. Esa gente

también ha de ser nuestro blanco en donde debemos enfocar

nuestro tiempo, recursos y habilidades que Dios nos regaló. Sirviendo

a estos niños y mujeres estamos invirtien- do para el reino de Dios.

Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma (Stg.

2:17). Así de sencillo, ni por donde buscarle cuestiones teológicas

para calmar nuestra conciencia de vivir en una fe cómoda y pasiva. La

conclusión es: La fe sin obras es muerta. Somos la sal de la tierra y la

luz del mundo. La gente está harta de palabras solamente, de oír al

que predica el amor pero que no demuestra con hechos lo que

proclama. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que

vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está

en los cielos (Mt. 5:16). Muchos artistas hacen obras altruistas para

que los medios de comunicación saquen a relucir sus nombres y

reconozcan lo buenos seres humanos que son. Los hijos de Dios solo

buscan agradar a su Señor, anhelando que el único nombre que sea

levantado sea el de Jesucristo de Nazaret.

CONCLUSIÓN

La Iglesia de Cristo es la empresa más importante de todos los

tiempos. Requiere de hombres comprometidos con Dios y con una

visión clara de su voluntad.

No debemos olvidar que el Señor nos envía al mundo en un minis-

terio lleno de compasión e inspirados por el Espíritu Santo. Entramos

en esta batalla con gozosa expectación. Stanley Frodsman lo resume

bien cuando escribe: Queda poco tiempo; se acerca la venida del

Señor; las oportunidades presentes para el evangelismo no van a

durar mucho. Gracias a Dios, él está derramando poderosamente su

Espíritu en los últimos días. El fuego sigue ardiendo... y seguirá

ardiendo hasta aquel día feliz en el que el Señor Jesucristo descienda

desde el cielo para recoger a su Iglesia, que estará con él para

siempre.

AHORA ES SU TURNO

ESTUDIE SUS RESPONSABILIDADES Y PRIVILEGIOS EN EL REGLAMENTO DE LA IGLESIA

LOCAL.

C A P Í T U L O X I

LA MAYORDOMÍA FINANCIERA

Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos

ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de

lo recibido de tu mano te damos (1 Cr. 29:14).

LA MAYORDOMÍA FINANCIERA

El principio fundamental de la buena administración de los recursos

económicos se encuentra en aceptar el señorío de Dios en todas las

cosas que poseemos. Aceptar los privilegios y responsabilidades que

conlleva el ser administradores de las bendiciones de Dios, dándole a

él y a su obra la prioridad que merecen, nos hace cumplir en lo que le

corresponde a Dios. Por consiguiente, aplicar el consejo bíblico y

práctico de una buena administración traerá como resultado la

bendición de Dios sobre lo que quede en nuestras manos.

La mayordomía financiera trasciende en los distintos ámbitos de

nuestra vida, pues los resultados de su práctica incluyen no

solamente beneficios directos a la cartera, sino también de índole

familiar, laboral y al testimonio cristiano. Por supuesto, cumplir con

la responsabilidad del sostenimiento de la obra de Dios a través del

pago de los diezmos y la generosidad en nuestras ofrendas, infiere un

beneficio más allá de lo material y lo pasajero. Esta doctrina nos

enseña a sembrar en lo material para cosechar en lo espiritual, a dar

en lo terrenal para recibir en la eternidad.

LA MAYORDOMÍA EN SU SENTIDO GENERAL

Mayordomía es una palabra que proviene del vocablo griego

oikónomos, que se usa en sentido de un administrador de la casa (Lc.

16:2; 1 Co. 4:1). El mayordomo era un sirviente responsable y de

confianza a quién se le encargaba la responsabilidad de una hacienda

o negocio.

La doctrina de la mayordomía por creación declara que Dios es el

originador y sustentador de todas las cosas en los cielos y en la tierra

(Gn. 1:1; He. 1:3) y que delegó al hombre el cuidado de la tierra. De

esta manera se constituyó al ser humano en mayordomo, para que

señorease y cuidase sobre las obras de Jehová (Gn. 1:28; 2:15). El

Creador no entregó la propiedad de la creación, sino su cuidado, su

administración.

EL DUEÑO DE TODAS LAS COSAS

El mismo término de administradores o mayordomos implica la

responsabilidad de cuidar algo que no es de nuestra propiedad. Por

lo que desde ahí se establece que el título de dueño le corresponde a

otra persona. De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo y los que

en él habitan (Sal. 24:1). Job declara que nada es nuestro, pues nada

trajimos a este mundo y nada nos llevaremos de él (Job 1:21) y Pablo

lo ratifica cuando dice que nada hemos traído a este mundo, y sin

duda nada podremos sacar (1 Ti. 6:7).

LA RESPONSABILIDAD DEL CREYENTE

Al entender y aceptar la soberanía y autoridad de Dios sobre lo

creado, incluyendo nuestra vida, queda allanado el camino para

reconocer las responsabilidades que implica la autoridad que Dios le

ha dado al hombre de ser su administrador (Gn. 1:28). La parábola

del mayordomo (Mt. 25:14- 30) nos enseña que Dios ha puesto a

nuestro cuidado lo que es suyo y que al final pedirá cuentas de la

administración hecha.

ADMINISTRADORES DEL DINERO

Sobre el dinero Dios establece: Mía es la plata y mío es el oro (Hag.

2:8). David así lo entendió al afirmar de las ofrendas que daba a Dios,

que de lo recibido de tu mano te damos (1 Cr. 29:14). Al aplicar este

principio al manejo financiero de la iglesia encontramos lo dicho por

el Señor Jesús y el apóstol Pablo.

JESÚS

Dos referencias destacan con relación a los diezmos. Jesús afirma la

permanencia de este principio, sin descuidar el mandato de justicia

que también se debía observar (Lc. 11:42). En segundo lugar, Cristo

refiere la importancia de las ofrendas en el caso de la viuda y sus dos

blancas (Lc.

21:1-4); es aquí donde demuestra la importancia del corazón sincero

más que la cantidad que se ofrenda. Aunque algunos interpretan en

este pasaje un cierto desprecio de Jesús por los recursos económicos,

más bien parece dimensionarlos en el lugar que les corresponde,

pues él mismo se valió de ellos en más de una ocasión (Lc. 8:1-3; Jn.

13:29).

PABLO

La teología de Pablo en cuanto a las ofrendas se desprende de dos

momentos: la ofrenda para la iglesia de Jerusalén y la defensa que

hizo de los derechos de un apóstol. Del primero encontramos

consejos prácticos de cómo realizar nuestras ofrendas (2 Co. 9:6-7),

expresiones que revelan su programación anticipada (1 Co. 16:1-2), el

cuidado en su manejo (2 Co. 8:19-21) y las promesas divinas para

quien cumple adecuadamente con este mandato (2 Co. 9:8-15).

Cuando hace referencia a los derechos ministeriales es muy claro al

demostrar que Dios siempre se ha ocupado de las necesidades de sus

siervos, anteriormente por medio de la ley, ahora a través de la

iglesia (1 Co. 9:6-14).

ERRORES EN LA MAYORDOMÍA FINANCIERA

LAS DEUDAS

La Biblia enseña que el tener deudas no es la voluntad de Dios (Pr.

22:7; Ro. 13:8; 1 Co. 7:23). En muchos casos se llega a sufrir el

descrédito ante los demás y en casos más extremos es causa de

divisiones en el hogar, en la iglesia y entre amigos.

Generalmente los problemas económicos son el resultado de un

mal uso del dinero. Gastamos lo que no tenemos, para comprar las

cosas que no necesitamos, para impresionar a gente para pretender

ser lo que no somos.

EL DINERO COMO CENTRO DE LA VIDA

El Señor nos advierte sobre no dejar que las riquezas ocupen el lugar

que solamente a él le corresponde, el trono (Mt. 13:22; 19:23-24;

Lc. 12:15-21). Es una realidad que el hombre no puede servir a dos

señores al mismo tiempo (Lc. 16:13). Pablo lo subraya al señalar esta

importante verdad: ...ni pongan la esperanza en las riquezas, las

cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas

en abundancia para que las disfrutemos (1 Ti. 6:17).

Proverbios 28:22 enseña que la persona que se apresura para

hacerse rico, generalmente tiene intenciones egoístas.

FALTA DE GENEROSIDAD Y FIDELIDAD

El Señor enseñó que la clave de la bendición está en dar y recibir (Lc.

6:38). Debemos dar en tres esferas: hacia Dios (Pr. 3:9-10), hacia

otros (1 Ti. 6:18), hacia los pobres (Pr. 14:21; Lc. 3:11). La Biblia

enseña que al que añade se le da más (Pr. 11:24-25).

EL AFÁN EN EL TRABAJO

Cuando las prioridades son alteradas se presentan los problemas.

Cada persona debe hacerse la pregunta: ¿Cuál es el orden de

prioridades que debo tener según las Escrituras? ¿Qué ha de ir en

primer lugar en mi agenda personal? Pablo advierte sobre el peligro

de poner en primer lugar las riquezas o los negocios (1 Tí. 6:9-10).

Nuestra perspectiva acerca del dinero es muy importante, ya que

si nuestra vida tiene razón de ser sólo por los bienes materiales,

entonces estaremos enfocados en el trabajo, descuidando lo que

debe ocupar el primer lugar en nuestra vida, Dios. Otra de las

prioridades que se descuida muy a menudo por el afán en el trabajo

es la familia. Hay que hacer caso al refrán: Menos pan y más casa.

LA MAYORDOMÍA FINANCIERA QUE AGRADA A DIOS

RECONOCER EL SEÑORÍO DE DIOS

Debemos reconocer que Dios es el propietario de todo el universo,

incluyendo nuestras pertenencias personales, y que él desea que su

perfecta voluntad se cumpla en todas las áreas de nuestra vida, no

sólo en cuestiones espirituales. Cuando esto sucede no podemos más

que rendirnos a Dios (1 Co. 4:1), y todo lo que hemos recibido (1 Co.

4:7), así como lo que hacemos (1 Co. 4:2).

Es menester que tengamos presente que no somos dueños, sino

administradores, y que hemos de rendir cuenta de todo lo que

nuestro Amo y Señor a depositado en nuestras manos (1 Co. 3:12-

14).

Dios no nos obliga a cumplir con este mandamiento, él espera

que voluntariamente actuemos rindiendo todo lo que tenemos a su

servicio.

EL DINERO Y EL REINO DE DIOS

Es un deber y un privilegio participar en el sostenimiento de la obra

del Señor con nuestros diezmos, ofrendas y primicias. Las

necesidades en la obra de Dios son fundamentalmente el sustento

pastoral y los proyectos de trabajo local, nacional e incluso tiene que

ver con la evangelización del mundo entero. Debemos estar

agradecidos con Dios por permitirnos engrandecer su reino con los

recursos financieros que nos ha dado. No debemos dejar que el

egoísmo nos domine y nos ciegue a tal punto de quedarnos con lo

que no nos corresponde.

Como administradores debemos seguir el ejemplo del apóstol

Pablo: Procurando hacer las cosas honradamente, no sólo delante

del Señor sino también delante de los hombres (2 Co. 8:16-21).

CONSEJOS PRÁCTICOS

A continuación algunos consejos para la aplicación bíblica de la

mayordomía financiera que agrade a Dios y beneficie a nuestra

familia.

LIBRARSE DE DEUDAS

No gastes tu dinero antes de ganarlo (Thomas Jefferson). En la

actualidad las tarjetas de crédito están accesibles casi para cualquier

persona. Las empresas que se dedican a dar préstamos están

proliferando ya que algunos se sienten vulnerables por sus

necesidades económicas. La ignorancia de los principios de

administración financiera llevan a ser esclavo de las deudas (Pr. 22:7;

Ro. 13:7-8).

Habrá casos en los que se considere indispensable el conseguir un

crédito y por tanto contraer una deuda. Aunque tales circunstancias

no son las deseables, cuando no exista otra opción viable se debe

emprender un cálculo minucioso de la situación y posibilidad real de

pago, incluyendo intereses.

ESTABLEZCA UN PRESUPUESTO

Un presupuesto es la previsión de gastos e ingresos para un

determinado lapso de tiempo. Tome en cuenta los siguientes factores

al elaborar su presupuesto:

Elabore una lista de ingresos y egresos mensuales. Gastos fijos

(diezmos, ofrendas, impuestos, alimentación, colegiaturas, vivienda).

Gastos variables (ropa, recreación, regalos). Determine el rubro

correspondiente a sus ingresos mensuales. Todas las percepciones de

la familia con las que podamos contar. Si usted tiene un ingreso

mensual variable calcule un promedio.

Compare los ingresos con los gastos. Si el ingreso total supera al

de los gastos, haga ajustes tomando en cuenta a los afectados para

que cuadre su presupuesto. Ore al Señor pidiendo su sabiduría para

poner en orden sus finanzas. Es probable que el proceso resulte

doloroso ya que se habrá de renunciar a ciertas comodidades que

están fuera de las posibilidades económicas.

APRENDER A AHORRAR

Génesis 41:17-26, habla de la importancia del ahorro, e incluye

importantes principios de planificación financiera que podemos

aplicar a nuestra economía. Esta historia es un magnífico ejemplo de

sabiduría en cuanto al ahorro para el futuro. Algunas personas al

llegar a la vejez pasan verdaderas carencias económicas ya que en su

juventud no cultivaron un espíritu de ahorro.

Esto no implica únicamente el abrir una cuenta bancaria, cosa por

demás sana que nos conduce al hábito del ahorro, sino más bien en

la capacidad de pensar antes de abrir la cartera para gastar.

PAGAR HONESTAMENTE EL DIEZMO

El pago del diezmo es un mandamiento que lleva aparejada una

promesa. Si obedecemos tendremos todo tipo de prosperidad en la

tierra. Este bienestar consiste en algo más que bienes materiales,

incluye el gozar de salud y progreso espiritual. Poner a Dios en primer

lugar siempre será la mejor decisión que tomemos pues nos traerá

grandes dividendos.

CONCLUSIÓN

El tiempo que nos toca vivir está plagado de materialismo. Si a esto le

añadimos la filosofía que se tiene del dinero, entonces tenemos los

factores que propician una administración financiera con prioridades

distorsionadas, ajenas y alejadas de los principios bíblicos. También

están los agentes que contribuyen a que el creyente tenga su

economía llena de deudas. Si no queremos que esto continúe

dañando a los hijos de Dios, será de carácter urgente que como

iglesia enseñemos y prediquemos la revelación bíblica acerca de la

mayordomía financiera. No perdamos la oportunidad de oír de los

labios de nuestro buen Señor: Bien, buen siervo y fiel; sobre poco

has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor

(Mt. 25:23).

AHORA ES SU TURNO

DE MANERA PERSONAL ELABORE UN PRESUPUESTO EQUILIBRADO SEGÚN LO

APRENDIDO EN ESTE TEMA. AL FINALIZAR HAGA LOS AJUSTES NECESARIOS PARA LLEVARLO A CABO. SI LOS AJUSTES AFECTAN A LA FAMILIA, LA RECOMENDACIÓN ES

INVOLUCRARLOS E INFORMARLES ANTICIPADAMENTE PARA QUE ESTÉN

CONSCIENTES DE LA RAZÓN DEL CAMBIO Y PARTICIPEN CON ALEGRÍA.

C APÍTULO XII

El A R R E BA T A M I E N T O D E

L A IGL E S I A

.. .y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos

siempre con el Señor (1 Fs. 4:16-17).

EL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA

El acontecimiento más grande que la Iglesia todavía espera es el

retorno del Señor Jesucristo por segunda vez, pero ahora sin relación

con el pecado.

Conocer esta esperanza nos capacitará para distinguir aquellas

posturas que aunque pudieran ser bien intencionadas, alejan al

creyente de la sana doctrina. Además de esto, sin duda será

motivado a llevar una vida siempre acorde con la expectativa del

inminente regreso de Cristo.

Tal vez la cuestión más importante que ayude al creyente a

conservarse vigilante de su fe, es la expectativa que tiene respecto al

retorno de Cristo. El descuido de esta esperanza puede convertir su

fe en una práctica moralista y religiosa.

LA DOCTRINA DE LA INMINENCIA

¿Cuándo regresará Cristo a la tierra por segunda ocasión?

Parece que los primeros cristianos creían que sería en su época (1 Ts.

4:16-17). De hecho, cada generación ha esperado estar viva para el

retorno de Cristo. Algunos líderes con un mensaje apocalíptico y

sensacionalista osadamente se han atrevido a establecer

determinadas fechas para el regreso del Señor. Esto ha afectado a

creyentes sinceros que al sentirse defraudados han perdido la fe.

Existen circunstancias y acontecimientos que pueden ser tomados

como un indicador profético del retorno de Cristo.

Algunos consideran que si Dios trabajó seis días en la creación y

descansó el séptimo, entonces ellos creen que el hombre trabajará la

tierra por seis mil años y luego vendrá un milenio de reposo. Otros

han interpretado los diferentes números que aparecen en Daniel y

Apocalipsis para establecer fechas exactas o aproximadas. Hacer esto

siempre será temerario. El Señor advirtió claramente de la necesidad

de no dejarse engañar (Mt. 24:2-14).

Contra la tendencia de fijar fechas al advenimiento del Señor, el

dispensacionalista irlandés J. N. Darby, elaboró lo que hoy

conocemos como la Doctrina de la inminencia, esto es, que la venida

de Cristo está próxima y puede suceder en cualquier momento, lo

que concuerda con la frase de Jesús cuando dijo que no sabremos el

día ni la hora de su venida (Mt. 24:42; 25:13), porque él vendrá

cuando menos se piense (Mt. 24:44). Por lo tanto, fijar una fecha

para el retorno de Cristo es antibíblico.

INTERPRETACIONES SOBRE EL TIEMPO DE SU VENIDA

Algo que debe quedar claro es el hecho indiscutible de que en el

arrebatamiento Cristo viene a recoger a su Iglesia. Cuando los judíos

le rechazaron, él se volvió a los gentiles (Jn. 1:11-12). Dios interrumpe

su trato con Israel hasta concluir el tiempo de la plenitud de los

gentiles (Ro. 11:25). Esta plenitud es la era de la Iglesia, desde su

inicio, hasta que Cristo venga por ella. El Señor prometió a sus

discípulos que volvería por ellos (Jn. 14:2-3).

Hay ciertos pasajes de la Biblia que requieren de una

interpretación sabia y cuidadosa, más aquellos que son de contenido

profético. En relación a la venida del Señor existen varias opiniones

en cuanto al tiempo en que ha de suceder. La aceptación o rechazo

de estas teorías repercute y afecta la interpretación de

acontecimientos como la gran tribulación.

ARREBATAMIENTO PARCIAL

Quien sostiene esta teoría cree que en el arrebatamiento se irán sólo

los creyentes espirituales y la iglesia carnal será purificada en la gran

tribulación. MIDTRIBULACIONISTAS

Creen que la Iglesia será arrebatada después de los primeros tres

años y medio de la gran tribulación. Este punto de vista enseña que la

Iglesia pasará por la mitad de la tribulación.

ARREBATAMIENTO PRE-IRA

Consideran que la Iglesia pasará por la gran tribulación como forma

de purificación y será levantada antes de las siete copas de la ira de

Dios. Este punto de vista enseña que los creyentes pasarán por la

mayor parte de la tribulación.

POSTRIBULACIONISTAS

Un grupo de creyentes creen que no habrá arrebatamiento antes de,

sino que la Iglesia pasará por toda la gran tribulación. Cuando Cristo

regrese visiblemente a la tierra, entonces se encontrarán con él. Así

que este punto de vista enseña que la Iglesia pasará por toda la

tribulación.

POSICIÓN PRETRIBULACIONISTA

La Iglesia será levantada en un abrir y cerrar de ojos (1 Co. 15:52),

dando inicio con ello a la semana setenta de Daniel, los siete años de

la gran tribulación (Dn. 9:27).

La mayoría de las iglesias de fe pentecostés como el ministerio

fundamento para la familia, además, de algunas históricas, creen que

la segunda venida de Cristo tiene dos fases: la primera es cuando la

Iglesia se reúne con Jesús en el aíre (1 Ts. 4:17), en él Cristo no será

visible al mundo (1 Co. 15:52). Mientras que en la tierra se desarrolla

la gran tribulación, en el cielo Cristo celebra el juicio de las obras del

creyente (2 Co. 5:10), y las bodas del Cordero (Ap. 19:6-10).

La segunda parte de este acontecimiento es la segunda venida,

cuando Jesús desciende sobre la tierra (Zac. 14:4) para pisar en el

lagar a sus enemigos (Ap. 19:15). En la primera etapa de su venida se

lleva a todos sus santos; en la segunda etapa sus santos vienen con él

( 1 Ts. 3:13; Jud. 14).

Las diferencias entre el arrebatamiento y el retorno visible de

Cristo como dos acontecimientos distintos son armonizados de

manera natural por la Escritura y concuerdan perfectamente con la

postura pretribulacionista, mientras que las otras interpretaciones no

pueden explicar estas distinciones.

DIFERENCIAS ENTRE EL ARREBATAMIENTO Y LA SEGUNDA VENIDA

Los siguientes son algunos contrastes entre estos dos eventos:

ARREBATAMIENTO SEGUNDA VENIDA

Hay traslación de creyentes No hay traslación de creyentes

Cristo viene por los santos Los santos vienen con Cristo

La tierra todavía no es juzgada La tierra es juzgada y se

establece la justicia divina

Afecta sólo a los creyentes Afecta a todos los hombres

Es antes de la gran tribulación Es después de la gran tribulación

No será visible al mundo Todo ojo le verá Da comienzo a la gran tribulación Da comienzo al milenio

¿POR QUÉ LA IGLESIA NO PASARÁ POR LA GRAN TRIBULACIÓN?

LA DISTINCIÓN ENTRE ISRAEL Y LA IGLESIA

Basta una sencilla mirada a los registros bíblicos para notar que el trato de Dios con Israel y la Iglesia no se mezcla ni se confunde. Cuando Dios trató con Israel en el Antiguo Testamento la Iglesia como tal no existía. Cuando un gentil se convertía al Dios de Israel debía asumir las prácticas judías y ser aceptado como un prosélito. Por otra parte, cuando surge la Iglesia en el Nuevo Testamento, judíos y gentiles son incluidos en un sólo cuerpo. En cuanto a Israel, se mantienen las promesas futuras.

ACCIÓN DEL ESPÍRITU SANTO

Pablo hace referencia al inicuo que es detenido. La interpretación de que al presente le impide manifestarse es el ministerio del Espíritu Santo que habita y obra por medio del cuerpo de Cristo. Este es un argumento que afianza la verdad bíblica de que la Iglesia no pasará por la gran tribulación. Por cuanto el inicuo no puede manifestarse

hasta que quien al presente lo detiene... sea quitado de en medio (2 Ts. 2:7-8). Es evidente que a quien se hace referencia en estos versículos como impedimento para el mal, es al Espíritu Santo (Jn. 16:7-11; 1 Jn. 4:3-4). Cuando la Iglesia sea levantada, la abundante gracia del Espíritu Santo se acabará. Aunque ya está en acción el misterio de iniquidad, cuando sea quitado el Espíritu Santo, el anticristo dominará la tierra.

LAS PROMESAS DE DIOS

El Señor le promete a su pueblo un trato diferente al de los demás.

Al justificarnos con su sangre nos salva de la ira (Ro. 5:9). A los que han dejado la idolatría y se han convertido al Dios vivo se les promete que Jesucristo vendrá por ellos y los librará de la ira venidera (1 Ts. 1:9-10; 2 Ts. 3:3). En Apocalipsis 3:10 Dios promete guardar a su Iglesia de la hora de la prueba que ha de venir sobre el mundo entero.

CONCLUSIÓN

Saber que Cristo puede venir en cualquier momento nos ayudará a mantenernos velando en oración, así como a desarrollar nuestra mayordomía fielmente (Mt. 24:45-51). Este fundamento de esperanza bienaventurada tiene su dimensión práctica, pues se espera que fomente en cada cristiano la vida de santidad que se le demanda (He. 12:14). Como se ha dicho ya, debemos vivir como si Cristo fuese a venir en el siguiente segundo; y trabajar como si fuese a tardar muchos años más.

AHORA ES SU TURNO

C O N T E S T E L A S S I G U I E N T E S P R E G U N T A S

1. MEMORICE MATEO 25:13.

2. ¿CUÁLES SON LAS CORRIENTES DOCTRINALES SOBRE EL TIEMPO

DEL ARREBATAMIENTO DE LA IGLESIA?

3. MENCIONE LAS DIFERENCIAS ENTRE EL ARREBATAMIENTO Y LA

SEGUNDA VENIDA.

4. ¿QUÉ ARGUMENTOS AFIRMAN QUE LA IGLESIA NO PASARÁ POR LA

GRAN TRIBULACIÓN?

5. ¿QUÉ O QUIÉN AL PRESENTE DETIENE LA MANIFESTACIÓN DEL

ANTICRISTO?

C A P Í T U L O X I I I

LA SEGUNDA VENIDA D E C R I S T O

Entonces aparecerá la señal del hijo del hombre en el cielo; y

entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al hijo del

hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria

(Mt. 24:30).

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

La separación de tiempo entre el arrebatamiento de la Iglesia y la

segunda venida visible de Jesús a este mundo es un período de siete

años, conocido como la gran tribulación, pero que incluye otros

sucesos para los redimidos que gozaron el arrebatamiento. Cuando el

tiempo sea cumplido Jesús vendrá otra vez a la tierra y entonces la

esperanza de Israel empezará a brillar una vez más.

En su primer advenimiento Cristo vino para redimirnos del

pecado, lo que le significó la muerte, pero resucitó y fue exaltado a la

diestra del Padre donde intercede por su pueblo. Sin embargo, en su

segunda venida ya no tiene relación con el pecado (He. 9:28), sino

viene en relación a la salvación del pueblo de Israel (Ro. 11:26-27).

Cuando el Señor vino a la tierra fue manso y humilde, ahora lo hará

con poder y gloria. Fue rechazado por los hombres, ahora será juez y

Señor de todos. Cuando se hizo carne trajo salvación para judíos y

gentiles, ahora traerá el juicio. Con su muerte juzgó a Satanás y lo

derrotó, ahora aplicará este juicio atándolo por mil años.

ACONTECIMIENTOS EN EL CIELO

EL TRIBUNAL DE CRISTO

Las Escrituras señalan dos juicios que con relación a los creyentes se

efectúan: el juicio por los pecados y el de las obras. El primero ya fue

realizado por Jesucristo en la cruz del Calvario, quien siendo inocente

y sin mancha se entregó por nosotros para darnos vida eterna. El

segundo, el de las obras, es posterior al arrebatamiento y antes de la

segunda venida de Cristo. Es necesario aclarar que este juicio no

tiene relación con el pecado, por lo que la creencia de que se

presentará a cada redimido una larga lista detallada de todos sus

pecados es totalmente errónea, ya que la palabra griega que se usa

en Romanos 14:10 es bimá que era usada para nombrar el estrado

donde se coronaba a los atletas triunfadores.

Los que participarán de este juicio serán los miembros de la

Iglesia de Cristo, y lo que se juzgará serán las obras realizadas desde

el momento de haber recibido a Jesús como Salvador personal (2 Co.

5:10).

Recordemos que Dios en este juicio no tiene el propósito de

castigar sino de recompensar el servicio de sus hijos, y esta

recompensa es simbolizada por las coronas de vida, incorruptible, de

justicia y de gloria que el Señor dará a sus hijos (1 Co. 9:25; 2 Ti. 4:8;

Stg. 1:12; I P. 5:4!.

LAS BODAS DEL CORDERO

Por fin la esposa (la Iglesia) y el esposo (Cristo) se reunirán en una

gran celebración llamada las bodas del cordero (Ap. 19:7-9). Este

acontecimiento describe la relación de Cristo con su Iglesia y será el

comienzo de la fiesta eterna, del gozo y la alegría que nada ni nadie

empañará. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no

habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor... (Ap. 21:4)

¡Qué momento de gozo y deleite será ese banquete de bodas!

Estas bodas tienen lugar después del tribunal de las recompensas,

pero antes de la venida visible de Cristo a la tierra y representa la

unión eterna entre Cristo y su Iglesia.

ACONTECIMIENTOS EN LA TIERRA

LA GRAN TRIBULACIÓN

Mientras en el cielo la gloria de Dios es disfrutada por la Iglesia a

través de las recompensas y el banquete de las bodas del Cordero,

los que quedaron en la tierra experimentarán los juicios de la ira de

Dios.

Cuando Cristo explicó este período dijo que era un tiempo cual no

lo ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni lo habrá

(Mt. 24:21). Esto se confirma cuando vemos las principales

características de este tiempo y su alcance mundial. Ningún ser

humano que haya quedado escapará de los sufrimientos que le

sobrevendrán a la tierra. La segunda característica es que el hombre

será dominado por el terror que vendrá sobre su corazón y mente.

La gran tribulación se inaugura con la firma de un tratado de paz y

la cooperación de una federación de estados y el pueblo judío. La tan

anhelada paz en Medio Oriente parecerá haberse alcanzado por tres

años y medio, durante los cuales el templo de Jerusalén será

reconstruido con toda su actividad de sacrificios. Cuando todo

parezca marchar feliz las naciones vecinas de Israel lo rodearán

nuevamente para destruirlo, y su aliado, a quien ellos

equivocadamente considerarán el Mesías, los traicionará dando su

apoyo a los enemigos de Israel. El anticristo suspenderá entonces

todas las actividades del templo y reclamará para sí toda la

adoración. El pueblo judío se dará cuenta de su error y tratará de huir

del anticristo, quien juntará a todos los ejércitos de la tierra para

marchar contra Israel y destruirlo.

Esta parte final de la gran tribulación recibirá también los juicios

más fuertes de parte de Dios, pero el hombre estará tan duro de

corazón que ni aun así se volverá a Dios (Ap. 9:20-21).

Por supuesto que este período estará bajo el control de Dios, de

tal forma que nada sucederá fuera de su voluntad y usará estos

momentos difíciles para tratar con Israel (Jr. 30:7-10), y preparar a la

humanidad para la manifestación en gloria de su Hijo Jesucristo.

LA REVELACIÓN DE JESUCRISTO

Justo en el momento que Israel esté perdido y acorralado por el

anticristo y todos los ejércitos que subirán para cubrir la tierra (Ez.

38:16), la señal del Hijo del Hombre se verá en los cielos (Mt. 24:30),

y se dispondrá la batalla de Armagedón contra el que montaba a

caballo, y contra su ejército (Ap. 19:19).

Ahí habría que responder algunas preguntas que generalmente se

hacen sobre el tema de la segunda venida de Cristo:

¿CÓMO SERÁ EL REGRESO DE JESÚS?

Será personal (Jn. 14:3; 21:22), inesperado (Mt. 24:32-51), glorioso

(Lc. 19:11-27) y vendrá en forma física como lo dijeron los ángeles a

los discípulos el día de la ascensión (Hch. 1:11). ¿PARA QUÉ VENDRÁ OTRA VEZ?

Básicamente para juzgar y castigar al ejército que luchará contra él, al

Anticristo y al falso profeta quienes serán finalmente enviados al lago

de fuego (Ap. 19:20). También a Satanás quien será atado en el

abismo (Ap. 20:2-3), y a las naciones aliadas en contra de Dios (Mt.

25:31-46).

Este momento será de pena y gloria para los judíos, quienes verán

a Jesús y reconocerán en él al Mesías que traspasaron y mataron

(Zac. 12:10).

¿QUIÉNES VENDRÁN CON ÉL?

En contraste con el arrebatamiento de los creyentes, la segunda

venida será un proceso desde el cielo hacia la tierra, incluyendo a los

ángeles (Mt. 25:31), así como a los santos de todos los tiempos (Jud.

14-15), que ya para entonces estarán resucitados y galardonados.

Entre este grupo de santos está la Iglesia que fue arrebatada siete

años antes, ahora vestida de lino fino, limpio y resplandeciente (Ap.

19:8). También participarán los santos del Antiguo Testamento,

desde Israel hasta Juan el Bautista, y los que salgan victoriosos de la

gran tribulación.

Por supuesto que tal evento no será acompañado de dicha y

felicidad sino de la justa aplicación de la ira de Dios sobre los ejércitos

que peleen contra el Señor, los cuales serán destruidos

absolutamente con el poder de la Palabra del que viene coronado de

toda gloria para pisar el lagar de la ira de Dios (Ap. 19:15).

Aunque algunos enseñan que Jesús ya regresó en el día de

Pentecostés, o en la conversión de cada creyente, lo cierto es que su

venida tal como lo enseña la Escritura no debe ser espiritualizada,

pues es física y literal.

LOS JUICIOS EN LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO

Una vez que la batalla de Armagedón termine y que Israel haya sido

librado de sus enemigos, el mundo será testigo del inicio del reinado

milenial de Cristo, pero para ello será necesario pasar por su juicio

para mirar quienes son dignos de entrar a este período.

Los primeros que probarán el juicio de Dios serán los judíos

sobrevivientes. De todos ellos sólo el remanente fiel pasará al reino

milenial de Cristo (Ez. 20:24-40; Mt. 25:1-30).

Enseguida serán juzgadas las naciones. Este juicio se inicia con la

destrucción de los ejércitos en la batalla de Armagedón, pero

después se continúa con el juicio directo de cada nación sobre la faz

de la tierra. Esto lo explica claramente Jesús en Mateo 25:31-46

donde hace un contraste entre los cabritos y las ovejas que son

puestos en lugares distintos.

Los juicios no están completos hasta que los personajes que

provocan todo el mal sean juzgados. En un juicio fulminante y

consumatorio, el anticristo y el falso profeta son juzgados y

condenados al lago de fuego, siendo así sus primeros ocupantes (Ap.

19:20-21), mientras que Satanás con todas sus huestes son apresados

y encerrados en un lugar llamado abismo por todo el período que

dura el reinado milenial de Cristo en la tierra (Ap. 20:2-3).

CONCLUSIÓN

Conocer los acontecimientos de la segunda venida de Cristo debe

servir para motivar al creyente a un profundo agradecimiento a Dios

por la oportunidad de salvación que hoy tiene. Al tiempo que

demuestra tal gratitud con una vida de consagración y servicio, y

predica su inminente venida a quienes viven lejos de su misericordia,

de tal manera que más personas sean partícipes de esta venida, pero

no contemplándola desde la tierra sino viniendo al lado de Jesús

como parte de su ejército.

AHORA ES SU TURNO

EXPLIQUE CUÁL ES LA DIFERENCIA ENTRE EL ARREBATAMIENTO Y

LA SEGUNDA VENIDA DE CRISTO.

CAPÍTULO X I V

EL M I L E N I O

Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus

manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años (Ap. 20:4).

EL MILENIO

El milenio según la Biblia es un período de mil años en el que Cristo

con todos los partícipes de la primera resurrección reinarán sobre la

tierra. En este tiempo se cumplirán todas las promesas de los pactos,

Israel y las naciones salvas tendrán admisión en este reino

caracterizado por la paz y la justicia.

Su sentido teológico está basado en Apocalipsis 20: 2-7. A pesar

de lo difícil que pueda parecer este tema, el estudio del mismo es

sumamente provechoso puesto que nos permite conocer las

bendiciones que nos aguardan en el futuro, cada vez más cercano, y

nos motiva a servir al Señor poniendo la mirada en lo que nos espera

con Cristo.

CARACTERÍSTICAS DEL REINO MILENIAL

EL CUMPLIMIENTO DE LOS TIEMPOS

Con el fin de la gran tribulación termina el tiempo de los gentiles y

Dios volverá a tratar con Israel. Aunque ya lo empezó a hacer en

forma casi di-recta, en este período de juicio se mostrará claramente

en el momento en que se revele a ellos la gloria del Mesías que

rechazaron. Cuando esto suceda e Israel reconozca su error, Dios

volverá a obrar en ellos y comenzará a cumplir todas las profecías

faltantes relacionadas con su pueblo escogido. De hecho, el reino

milenial es una profecía directamente relacionada con Israel, pues es

a ellos a quienes se promete el reinado perfecto del Mesías

descendiente del rey David (Is. 11:4-10). Es en este tiempo que Israel

experimentará el cumplimiento de todas las promesas de Dios para

ellos; desde la restauración de la nación así como la relación perfecta

de Dios con Israel (Ez. Cap. 36, 37).

FORMA DE GOBIERNO

El Antiguo Testamento afirma claramente que el reino milenial estará

bajo la dirección del Mesías (Is. 9:6-7; 11:1-10). Los evangelios

establecen el derecho de Cristo de asumir el trono (Mt. 1:20). Por

otra parte el apóstol Pablo declara que a Cristo se le ha dado dominio

en virtud de su obediencia (Fil. 2:6-11). Su reinado será universal y

todo lo que exista en el milenio tendrá su origen en él. En calidad de

monarca juzgará la injusticia y toda forma de violencia. La manera en

que gobernará el Mesías se describe con el vocablo regir que aparece

en Apocalipsis 19:15 y que significa literalmente pastorear. lo que

enseña que no será un gobierno tiránico, sino que regirá a las nacio-

nes como un pastor cuida de su rebaño (Is. 40:10-11). Quienes

reciben la facultad de juzgar y reinar juntamente con Cristo,

corresponde a la Iglesia triunfante, y a los santos del Antiguo

Testamento, a los mártires de la gran tribulación y los que no

adoraron a la bestia ni a su imagen, ni recibieron su marca, todos

ellos son partícipes del reinado de Cristo durante mil años.

CONCEPTOS ERRÓNEOS DEL MILENIO

La iglesia primitiva se mantuvo expectante ante la idea del pronto

retorno de Cristo a la tierra, pero conforme pasó el tiempo este

concepto fue cambiando y dio paso a diferentes posturas que

trataron de acomodar el reino milenial a criterios antibíblicos.

Quienes prefirieron hacerse del poder, cuando la Iglesia pasó a

ser la religión del imperio romano, comenzaron a enseñar una

postura pos-milenial basada en la idea de que el reino milenial de

Cristo ya está en funciones desde la resurrección del Señor, haciendo

de ella el agente que manifiesta y ejecuta ese dominio.

Otros enseñaron que no habría ningún tipo de reinado milenial; a

éstos se les conoce como los amilenaristas. Para que este sistema

funcione es necesario hacer a un lado todas las aplicaciones literales

a la restauración del pueblo de Israel y espiritualizar todas sus

promesas aplicándolas únicamente para la Iglesia, cosa difícil de

lograr cuando la Biblia es tan específica en acontecimientos que

involucran directamente a Israel.

Pero el reino milenial es literal y futuro, como lo explica la visión

de la estatua de Nabucodonosor en Daniel 2 que es representativa de

un sistema mundial e histórico de los gobiernos que han surgido en la

tierra. Sólo cuando la piedra golpea la estatua es que ésta cae y se

desmorona y la piedra que la derrumba se vuelve una gran montaña

que cubre toda la tierra. Así será en el tiempo del fin, literalmente

han existido estos reinos y un orden mundial que será quitado para la

presentación de uno nuevo.

La posición doctrinal que describe el concepto de un reino

milenial literal, enseguida de la gran tribulación, se conoce como

premilenarista y es la que concuerda con el concepto bíblico que

incluye la necesidad de juicio para las naciones, y del cumplimiento

de las profecías dadas al pueblo de Israel así como la ubicación

correcta de la Iglesia en todos estos acontecimientos. Como lo

establecen Horton y Menzis: El concepto premilenario es el único en

que se interpreta la Biblia tan literalmente como Dios quiere. Los que

lo sostienen estiman que Dios cumplirá las promesas que hizo tanto a

la Iglesia como a la nación de Israel. Esperan que Jesús vuelva y

cumpla la promesa de que se sentará en el trono de David y

establecerá su reino sobre la tierra.

CONDICIONES DE VIDA EN EL MILENIO

PAZ Y SEGURIDAD

Las guerras en el milenio serán conjuradas mediante la unificación de

las naciones del mundo bajo el mando, autoridad y dirección del

Mesías (Is. 2:4; 9:6-7; 54:13; Ez. 34:25; Os. 2:18; Mi. 4:3; Zac. 9:10).

Todos los hombres disfrutarán de plena paz y seguridad viviendo sin

el constante temor que caracteriza la edad presente.

JUSTICIA

La corrupción, la injusticia y la opresión serán olvidadas en el milenio.

El reinado del Mesías se caracterizará por la justicia. La Escritura

menciona que será como resplandor, y su salvación se encienda

como una antorcha. Entonces verán las gentes tu justicia, y todos

los reyes tu gloria... (Is. 62:1-2). Sión será llamada ciudad de justicia

(Is. 1:26). La perfecta administración de juicio y justicia será para

todos sus habitantes (Is. 32:16; 42:1,4).

Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán

del fruto de ellas. No edificarán para que otro habite, ni plantarán

para que otro coma; porque según los días de los árboles serán los

días de mi pueblo, y mis escogidos disfrutarán la obra de sus manos

(Is. 65:21-22). Por fin el trabajo será fructífero para el hombre. Bajo la

dirección del Mesías las necesidades del hombre serán plenamente

satisfechas y el trabajo no será en vano.

LAS BENDICIONES DEL REINO MILENIAL

Aparte de las condiciones favorables existentes en el reino milenial

esta época tiene otra clase de bendiciones. Todas las promesas

contenidas en los pactos del Antiguo Testamento tendrán su pleno

cumplimiento (Jer. 31:31-34; Ez. 36:24-28).

El reino milenial será un gobierno glorioso en todos los sentidos.

La gloria del Señor se manifestará por todo el mundo (Is. 35:2), habrá

conocimiento de Dios y su verdad en toda la tierra (Is. 11:9; Jer.

31:33-34). Este conocimiento será el resultado de la instrucción

impartida por Dios.

Toda la tierra se unirá en adoración a Dios y la presencia del Señor

será plenamente manifiesta (Is. 45:22,24; Zac. 2:10-13), y el Espíritu

Santo será derramado sobre toda carne (Ez. 36:25-31; 37:14).

Así mismo, la maldición que pesa sobre la creación será anulada,

los animales perderán su veneno y ferocidad y la enfermedad y la

muerte sólo existirán como medida penal (Is. 65:25; Jr. 30:17; Ez.

34:16; 47:12). El mal, aunque esté presente en el corazón humano no

será estimulado por tentaciones externas, puesto que Satanás estará

preso todo ese tiempo.

CONCLUSIÓN

Nos alienta saber que pese a la injusticia social, el racismo y la

corrupción política y social que son parte de los males de este

mundo, al final Dios saldrá triunfador y los que hayan decidido

seguirle recibirán los beneficios eternos de su victoria total. Durante el tiempo que falte para el cumplimiento de todos estos acontecimientos, la Iglesia como representante del reino de Cristo debe mantenerse fiel a los principios que enseñan las Sagradas Escrituras, dando testimonio de la gloria de Dios y de la oportunidad de llegar al milenio sin la necesidad de atravesar por el crítico período de la gran tribulación, consientes que estos mil años serán la antesala de lo que les espera en laeternidad a los que sean fieles a Dios.

AHORA ES SU TURNO CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿QUÉ RELACIÓN TIENE EL REINO MILENIAL CON EL PUEBLO DE

ISRAEL?

2. MENCIONE QUIENES VAN A PARTICIPAR EN EL MILENIO.

3. MENCIONE LAS CORRIENTES ANTIBÍBLICAS EN CUANTO AL

MILENIO.

4. ¿BAJO QUÉ CONDICIONES DE VIDA SE DESARROLLA EL

MILENIO?

5. ¿QUÉ ENSEÑANZAS PRÁCTICAS OFRECE EL ESTUDIO DEL REINO

MILENIAL DE CRISTO?

CAPÍTULO X V

EL JUICIO FINAL DE LOS INCRÉDULOS

Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban

escritas en los libros, según sus obras (Ap. 20:12).

EL JUICIO FINAL DE LOS INCRÉDULOS

Creemos en un juicio final en el cual los impíos serán resucitados y

juzgados según sus obras. A diferencia de la primera resurrección en

la que vemos a los santos recibiendo recompensa, esta segunda

resurrección tendrá lugar inmediatamente después de poner fin al

pecado, al dolor y a la muerte en la última revuelta satánica, después

de concluido el reino milenial de Cristo sobre la tierra. De esta forma

se manifestará la final vindicación de la justicia divina.

La Biblia no hace mención de ningún juicio general en donde sean

partícipes todos los seres humanos. Los juicios difieren en cuanto a

tiempo, lugar, sujetos y naturaleza. Por ejemplo, el juicio del pecado

en la cruz del Calvario, el juicio de los creyentes después del

arrebatamiento en el tribunal de Cristo, el juicio de las naciones al

final de la gran tribulación y el juicio final.

TRASFONDO HISTÓRICO

El credo de los apóstoles afirma con respecto al juicio final que

vendrá Cristo a juzgar a los vivos y a los muertos. Esta doctrina se

encuentra ampliamente relacionada con la resurrección de los

muertos y la destrucción final del mundo. Entrada la Reforma no se

hicieron muchos cambios en estos conceptos, y la mayoría de las

confesiones protestantes no encuentran mayor conflicto de la

misma. Históricamente la corriente premilenarista se adhiere al

concepto de tres juicios de los cuales el último es el juicio final.

ERRORES EN SU CONCEPTUALIZACIÓN

JUICIO METAFÓRICO

Se interpreta simbólicamente toda referencia a un juicio final el cual

es considerado como una referencia a la separación de la Iglesia y el

mundo. Sin embargo, Berkhof aclara que es una explicación que

seguramente no hace justicia a las fuertes afirmaciones de la

Escritura respecto del juicio futuro considerado como una declaración

formal, pública y final.

JUICIO INMANENTE O PERMANENTE

Amparado en el concepto de que el juicio de Dios está vigente a

través de los resultados de las acciones buenas o malas de la

humanidad, con esto se descarta el concepto bíblico que muestra el

juicio como externo y visible, además de especificar su tiempo.

JUICIO INNECESARIO

Basado en el concepto de que con la muerte se determina

inmediatamente la salvación o condenación de las personas haciendo

por tanto superfluo un juicio por algo ya definido. También entran en

este concepto los que afirman que después de que el hombre muere

deja de existir quedando de más un juicio. Pese a esto, la Biblia

enseña la existencia de este juicio final en donde los muertos sin

Cristo serán resucitados para ser juzgados.

CARACTERÍSTICAS DEL JUICIO FINAL

EL TIEMPO DEL JUICIO

Será inmediatamente después de la última revuelta satánica sobre el

reino de Cristo, rodearán el campamento de los santos y la ciudad

amada, pero de Dios descendió fuego del cielo, y los consumió (Ap.

20:7-9).

Este juicio tendrá como preámbulo la segunda resurrección y a su

vez servirá como preludio al estado eterno de la creación, de los

cielos nuevos y la tierra nueva junto con la morada eterna de los

santos, la nueva Jerusalén.

EL LUGAR DEL JUICIO

La Biblia hace referencia a un gran trono blanco en donde pasarán los

que serán juzgados. El color blanco del trono según Lockyer,

corresponde a la responsabilidad del que lo ocupa. Ha dispuesto su

trono para juicio. Él juzgará al mundo con justicia, y a los pueblos

con rectitud (Sal. 9:7-8). La blancura del trono simboliza la pureza y

rectitud del juez en los juicios, representa el fuego de la santidad,

justicia y pureza divina.

LOS SUJETOS DEL JUICIO

LOS IMPÍOS

Apocalipsis 20:13-14 declara que no habrá lugar que no entregue a

sus muertos, nadie escapará de presentarse ante este juicio. El mar

entregará sus muertos, la muerte y el Hades entregarán los suyos.

Entiéndase aquí que estos muertos serán aquellos que no probaron

de la primera resurrección y que, por lo tanto, son todos aquellos que

en el transcurso de todos los tiempos se rebelaron al precepto divino.

LA MUERTE Y EL HADES

El apóstol Pablo enfatiza que el último enemigo que destruirá el

Señor Jesucristo será a la muerte y después Dios será todo en todos

(1 Co. 15:26-28). La inclusión del Hades en este juicio confirma la

imposibilidad de escapar del juicio divino.

SATANÁS

Tanto el diablo como la bestia y el falso profeta habrán recibido ya la

aplicación del juicio. Los dos últimos, inmediatamente después de la

gran tribulación (Ap. 19:20), y Satanás al término de su final intento

bélico contra Dios (Ap. 20:10).

EL JUEZ JUSTO

La dignidad del gran Juez corresponde exclusivamente a nuestro

Señor Jesucristo, un lugar otorgado por Dios para dictar juicio. Como

explican Menzis y Horton, aunque este trono es el trono de juicio de

Dios el Padre, Jesús declaró: El Padre a nadie juzga, sino que todo

juicio dio al Hijo (Jn. 5:22). El único mediador entre Dios y la

humanidad se convierte en juez en el juicio. Jesús tiene toda potestad

para juzgar al mundo (Mt. 28:18; Jn. 5:22,27; Hch. 10:42; 17:30-31;

Ro. 2:5-8,16).

LAS BASES DEL JUICIO

JUZGADOS SEGÚN SUS OBRAS

Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en

los libros, según sus obras (Ap. 20:12). Estos libros a que hace re-

ferencia el pasaje confirman la sabiduría de Dios que guarda

testimonios específicos con qué comprobar al hombre sus acciones.

Definitivamente no hay escapatoria ya que al ser abiertos estos libros

cada persona tendrá la verdad sobre su vida y su constante rebelión a

la voluntad de Dios.

EL LIBRO DE VIDA

Pese a descubrirse todas las acciones pecaminosas del hombre, lo

decisivo para la condenación eterna no serán los pecados cometidos

durante la vida; es decir, no se condenará al hombre sólo por ser

adúltero, borracho, mentiroso... sino por no haber aceptado a su Hijo

Jesucristo como Salvador (Jn. 3:16-17; Hch. 4:11-12; 10:42-43;

Ro. 3:23-25; 6:23: 10:8- 11).

Será el testimonio contra aquellos que pretendan ser lo que no

son. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos

en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu

nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca

os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (Mt. 7:21-23).

EL ESTADO FINAL DE LOS IMPÍOS

EL VEREDICTO FINAL

La Biblia describe el destino final de los malvados como algo tan

terrible, que desafía toda imaginación. Y el que no se halló inscrito

en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego (Ap. 20:15). El

versículo que antecede explica que esta es la muerte segunda. Si la

muerte física es la separación del alma del cuerpo, luego entonces,

podemos entender que la muerte segunda será la separación eterna

del hombre de la presencia de Dios.

EL LUGAR DE TORMENTO ETERNO

El lugar del destino final es caracterizado por el tormento donde el

gusano nunca muere, y el fuego nunca se apaga (Is. 66:24; Mr.

9:48); el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos (Ap.

14:11); será el lloro y el crujir de dientes (Mt. 24:51); castigo eterno

(Mt. 25:46). Lo más terrible de este castigo será el tener la conciencia

de que por la eternidad se estará separado de la presencia de Dios y

de los seres amados que permanecieron fieles a Cristo.

Jesús utilizó la palabra géenna como el término para referirse a

este lugar. Géenna es la forma griega tomada por el nombre arameo

del valle de Hinom, una estrecha quebrada situada al oeste y sur de

Jerusalén. Durante la decadencia del pueblo de Judá, los judíos

apóstatas ofrecían allí a sus hijos en un sacrificio de fuego al dios

amonita Moloc (2 R. 23:10; Jer. 7:31). Por esta razón, los judíos

hicieron de él un basurero de la ciudad en tiempos del Nuevo

Testamento, y había fuego ardiendo siempre allí, así que Jesús lo usó

como símbolo del lugar definitivo del castigo, el lago de fuego. Allí,

las llamas de azufre ardiente nos indican lo desagradable que será

ese fuego. Las tinieblas indican la separación de la luz de Dios.

EL FIN DE LOS TIEMPOS

Con la llegada del juicio final sólo quedan trascendentales sucesos

por ocurrir, entre los que se destacan la creación de cielos nuevos y

tierra nueva (Ap. 21:1-8), la llegada de la majestuosa ciudad de Dios,

la Nueva Jerusalén (Ap. 21:9-27), y el estado final de las cosas creadas

(Ap. 22:5).

CONCLUSIÓN

El padre de mentira ha tratado de desvirtuar y negar esta doctrina

cegando el entendimiento del hombre. Sin embargo, no se puede

ocultar que la Biblia revela un panorama amplio y claro al respecto

haciendo imposible negar la veracidad de un juicio final.

El llamado en este tiempo de gracia es que alcancemos la

misericordia divina a través de Jesucristo. Bienaventurado y santo el

que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no

tiene potestad sobre éstos (Ap. 20:6). Claudicar sería no sólo ser

partícipes de este juicio, sino tener la conciencia de que se tuvo la

gracia de la salvación, pero se perdió por descuido y negligencia.

Nunca tal cosa ocurra, sino por el contrario, mantengamos nuestras

vidas en santidad para serle agradables hasta la muerte (Ap. 2:10).

Proclamemos el evangelio, dando a conocer la verdad de la vida

eterna para que quienes van camino a la condenación tengan la

oportunidad de escapar de ella.

Ahora es su turno

CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. LA BIBLIA DESCRIBE EL JUICIO FINAL COMO ALGO SIMBÓLICO Y NO

LITERAL ( ) 2.EL JUICIO FINAL SERÁ EN ALGÚN LUGAR DEL UNIVERSO ( ) 3. TODOS LOS SERES HUMANOS ESTARÁN PRESENTES ( ) 4.EL LIBRO DE LA VIDA SERÁ TESTIGO DE LA REBELDÍA HUMANA ( ) 5.LA MUERTE SEGUNDA ES LA SEPARACIÓN

ETERNA DE DIOS ( )

CAPÍTULO XVI

CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA

Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia

(2 P. 3:13).

CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA

Después de la destrucción mediante el fuego del planeta que

habitamos (2 P. 3:6-7), Dios según su promesa creará un cielo nuevo

y una tierra nueva (Ap. 2 1 :1 ). Esto será necesario para poder

establecer el nuevo estado eterno de las cosas y la gran ciudad santa

de Jerusalén, de la cual Dios es su gloria y el Cordero su lumbrera.

Porque también la creación misma será libertada de la

esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con

dolores de parto hasta ahora (Ro. 8:20-22). La creación de un nuevo

estado iniciará la presentación de los cielos nuevos y la tierra nueva

que han de ser para regocijo de la gloria de Dios y de sus santos. Los

días oscuros de la humanidad acabarán y comenzará el nuevo orden

de Dios.

LA PROMESA DE UNA NUEVA CREACIÓN

Las promesas para los santos en el Antiguo Testamento hacen

referencia a pasar una eternidad con Dios (Gn. 17:7-8; 2 S. 7:13,16).

Esto nos lleva a la siguiente verdad: que si hay una eternidad con el

Señor, entonces hay un lugar, una morada eterna.

En el Nuevo Testamento la promesa de Cristo es: voy, pues, a

preparar lugar para vosotros... para que donde yo estoy, vosotros

también estéis (Jn. 14:2-3). El apóstol Pablo agrega: y así estaremos

siempre con el Señor (1 Ts. 4:17).

Este lugar donde el creyente pasará la eternidad al lado de su

Creador será una nueva creación que Dios preparará. El profeta Isaías

declara que de lo primero no habrá memoria, ni más vendrá al

pensamiento (Is. 65:17). Este mismo concepto es presentado por los

apóstoles Pedro y Juan confirmando el mensaje de Isaías y ampliando

su descripción (2 P. 3:13; Ap. 21). La trascendencia de esta promesa

radica en que esta nueva creación será para regocijo de Israel y de la

Iglesia (Gn. 17:7; 2 S. 7:14-16; 2 Co. 6:16-18; Gá. 3:29).

LA NECESIDAD DE CIELOS NUEVOS Y TIERRA NUEVA

El apóstol Juan declara: Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque

el primer cielo y la primera tierra pasaron (Ap. 21:1). La necesidad

de una nueva creación no es difícil de entender ya que la actual por

estar contaminada a causa del pecado será destruida mediante el

fuego. Lockyer comenta al respecto: Es necesario un nuevo cielo

intermedio debido a que el actual ha sido contaminado por Satanás y

el pecado de los hombres... puesto que el tercer cielo es la morada

eterna de Dios, no estará sujeto a cambio alguno. Los cielos nuevos

nos sugieren una transformación de los cielos atmosféricos y

astronómicos de tal manera que el sol, la luna y las estrellas no serán

necesarios.

¿DESTRUCCIÓN LITERAL O SIMBÓLICA?

Algunos teólogos interpretan simbólicamente la creación de cielos

nuevos y tierra nueva, aduciendo que solamente habrá una

purificación de carácter espiritual, pero que no habrá tal destrucción.

La forma en la que el apóstol Pedro nos explica este tema aporta

valiosa información para aclarar el asunto.

Pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados...

para el fuego... en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y

los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que

en ella hay serán quemadas (2 P. 3:7,10). La forma en que el apóstol

se expresa no puede ser tomada en forma metafórica. Las palabras

pasarán, deshechos y quemadas hacen referencia a un hecho real

que indica el acto de consumir, destruir y el desvanecimiento de lo

existente.

Como lo explican Menzis y Horton, Pedro profetizó que este juicio

sería por fuego que haría que los mismos elementos del universo (las

estrellas y los planetas) desaparecieran en medio de un calor

ardiente. En otras palabras, les ocurriría lo mismo que sucede cuando

se unen la materia y la antimateria (como un electrón y un protón). Se

produce una emisión de energía, se disipa como calor y después no

hay nada. Pero Dios lo hace; la desaparición de la tierra y los cielos

actuales abrirá el camino para la creación de tierra y cielos

totalmente nuevos.

Es evidente que el nuevo cielo y la nueva tierra que se nos

presenta en Apocalipsis 21:1, no son simplemente el antiguo cielo y

la antigua tierra renovados, sino un acto de nueva creación. Al usar la

palabra griega nuevo no usa el adjetivo néos sino kainós. El adjetivo

néos connota algo que no existía antes, en cambio el adjetivo kainós

expresa algo reciente en el tiempo, pero cuya íntima esencia puede

ser la misma.

LAS NUEVAS CONDICIONES DE VIDA

Se destaca la frase en la visión apocalíptica, y el mar ya no existía

más (Ap. 21:1). Como símbolo de los problemas y la inestabilidad es

factible entender la desaparición de todos los mares, pero en

cuestión física, su presencia en la actualidad es vital por la presencia

de microorganismos que ayudan a la producción del oxígeno y a

mantener el equilibrio de la atmósfera.

La falta de sol, luna y estrellas parece ser también una realidad en

el nuevo entorno de la creación futura (Ap. 21:23), con lo que

desaparecerá no sólo el día y la noche, pero además de esto toda

forma de medir el tiempo. Las labores que hoy realizan estos

elementos a favor de la vida en el planeta serán sustituidas por Dios

mismo quien alumbrará con su misma presencia (Ap. 22:5).

Hay que tener presente que las condiciones de vida que habrá en

este tiempo final tiene relación con el cuerpo glorificado que tendrán

los hijos de Dios, los cuales al igual que Cristo no estarán limitados

físicamente (Jn. 20:19), y no dependerán de alimento sólido o

material (Lc. 24:41-42).

LA NUEVA JERUSALÉN

UNA CIUDAD REAL

En Apocalipsis 21:2 Juan revela lo siguiente: y yo Juan vi la santa ciu-

dad, la nueva Jerusalén, descender del cielo... Todos los amilena-

ristas, incluidos los exégetas de la iglesia de Roma, alegorizan esta

ciudad, diciendo que es símbolo de la Iglesia, pero hay suficientes

razones para declarar que la nueva Jerusalén es una ciudad literal.

Para empezar, destaca la descripción del proceso de medición de la

ciudad: 1 2 , 0 0 0 estadios que equivalen a 2,300 kilómetros (Ap.

21:16).

SUS HABITANTES

Esta ciudad está reservada para los fieles del Antiguo Testamento, el

remanente de Israel y la Iglesia redimida por el Cordero (Jn. 14:1-3;

He. 11:10-16: 12:22-24).

LAS OCUPACIONES DE SUS HABITANTES

El exterminio de toda fuente de maldad, así como de todo aquello

que produce dolor y muerte (Ap. 21:4), serán las condiciones ideales

para establecer el nuevo gobierno teocrático y eterno de Dios. La

eternidad con Dios no será ociosa sino llena de actividad (Ap. 7:15;

22:3).

ADORACIÓN

Apocalipsis capítulos 4 y 5 declaran que la adoración ha de ser

nuestra primordial ocupación en el cielo. Oí una gran voz de gran

multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación y honra y gloria y

poder son del Señor Dios nuestro (Ap. 19:1). F. Martínez García

resume esta verdad cuando dice: Ser cristiano es alabar, y salvarse es

alabar eternamente (Sal. 84:4).

SERVICIO

No cabe duda que este acto glorioso y sublime que es el servicio

continuará como lo expresa Apocalipsis 22:3, y sus siervos le

servirán.

COMUNIÓN

Hebreos 12:22-24 nos describe esta comunión al declarar que

tendremos la compañía de muchos millares de ángeles, a la

congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a

Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a

Jesús...

Qué compañía más gloriosa que esta para pasar la eternidad. ¿Quién

no deseará encontrarse allí con Pablo, Pedro o Juan, y escuchar de

sus labios las grandes maravillas que hizo el Señor? Pero, sobre todo,

el anhelo de estar a los pies del Maestro contemplando su

hermosura.

CONCLUSIÓN

La enseñanza que nos deja este tema es que no debemos aferramos

a las cosas materiales, descuidando las que son importantes y

perdurarán por la eternidad. Asegurémonos que nuestro nombre

esté escrito en el libro de la vida del Cordero ya que de esa manera

veremos y seremos partícipes de su gloria que está por manifestarse

(Ap. 21:24-27; 22:4-5).

La esperanza del creyente es entrar por las puertas de la ciudad

celestial a este nuevo estado que gozarán los redimidos de Jehová, y

poder contemplar el rostro de nuestro Salvador. Mantengamos

nuestra vida en comunión con Dios para llegar victoriosos hasta el fin

de los tiempos (Ap. 21:7-8).

A H O R A E S S U T U R N O

PARA FINALIZAR CON LOS ACONTECIMIENTOS FINALES ELABORE EN

UN PERIÓDICO MURAL LOS EVENTOS ESCATOLÓGICOS EN ORDEN

CRONOLÓGICO

CAPÍTULO XVII

EL BAUTISMO EN EL AGUA

Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).

EL BAUTISMO EN AGUA

El cristianismo nació en medio del judaísmo, por lo que podemos

afirmar que el Nuevo Testamento es el cumplimiento de las profecías

del Antiguo Testamento.

En ese mismo orden, Juan el Bautista adaptó el bautismo judío

dándole un nuevo significado. Esto implica que el bautismo cristiano

fue una adaptación del practicado por Juan, que a su vez, tomó un

sentido nuevo e importante con el de Jesús y su enseñanza sobre el

tema.

ANTECEDENTES

EL SIGNIFICADO ETIMOLÓGICO

La palabra que se usa en el Nuevo Testamento para bautizo es

baptizein, proveniente del verbo baptein que significa sumergir. La

raíz es bath que significa profundidad (bathos profundo y bathys

profundidad). En la Septuaginta (versión de los setenta) aparece 16

veces, generalmente para traducir el término hebreo tabhal,

sumergir. El verbo baptein indica que la persona ha de sumergirse en

algo (Mt. 3:13-16; 18:19; Mr. 16:16; Hch. 2:38). Lo cual nos lleva a

concluir que la forma de bautismo en el Nuevo Testamento es por

inmersión.

EL BAUTISMO DE PROSÉLITOS JUDÍOS

El bautismo de prosélitos judíos es el antecedente más inmediato.

Era una ceremonia de iniciación llevada a cabo una sola vez realizada

ante testigos, acompañada por una solemne exhortación.

El significado de este bautismo señala la entrada a Israel como

una nueva persona que había pasado por un cambio moral. El

prosélito debía circuncidarse, llevar un sacrificio y estar dispuesto a

enfrentar el sufrimiento que pudiera sobrevenirle como

consecuencia de su decisión.

El rito era realizado en presencia de por lo menos dos testigos (los

instructores del prosélito); debía ser una inmersión total del cuerpo

en agua, y debía administrarse de noche, en sábado o en días de

fiesta. Era una señal de limpieza que presuponía la confesión y el

perdón.

EL BAUTISMO DE JUAN (MT. 3)

Esta ceremonia tiene algunas similitudes con el bautismo de

prosélitos judíos, aunque con algunas diferencias muy marcadas.

Era un rito de iniciación que señalaba la entrada a una nueva

comunión de judíos que esperaban el reino de Dios (Mt. 3:2). El

arrepentimiento era imprescindible para ser bautizado. Podía ser

negado a personas que no mostraban señales de arrepentimiento

(Mt. 3:8; Lc. 3:8). Arrepentirse, metaboein, significa cambiar de

mente, en griego, y el término hebreo equivalente shubh, darse la

vuelta, implica un cambio total de actitud hacia Dios.

La forma de administrar este bautismo era en público, y

administrado por un agente. Juan fue conocido como el bautista o

bautizador por su ministerio de bautizar en agua (Mr. 6:14).

Bautizaba por inmersión total (Mt. 3:16); se realizaba en agua común

y corriente (Mt. 3:6). Declaraba que la confesión de pecados (Mr. 1:5)

y la práctica de justicia social (Lc. 3:10-14) eran evidencias de un

cambio radical y de arrepentimiento genuino.

EL BAUTISMO DE JESÚS

El inicio supremo del bautismo cristiano es Jesucristo. Su bautismo en

agua al principio de su ministerio provee la verdadera base para la

práctica y significado de este sacramento.

El bautismo de Jesús fue un caso excepcional. Jesús vino de

Galilea para ser bautizado por Juan al Jordán. En este acontecimiento

surgen dos preguntas: ¿Por qué Jesús fue bautizado por Juan?, y ¿por

qué se sometió al bautismo de arrepentimiento? En primer lugar,

conviene aclarar que Cristo vino voluntariamente y tomó la iniciativa

para ser bautizado (Mt. 3:13). En segundo lugar, no vino

arrepintiéndose, pues él jamás cometió pecado alguno. Juan mismo

se opuso a bautizar a Jesús reconociendo que era el Hijo de Dios.

Sencillamente el Señor reconoció que el bautismo de Juan era un

llamado de Dios al declararle al profeta: porque así conviene que

cumplamos toda justicia (Mt. 3:15). Fue una oportunidad para

identificarse desde el principio de su ministerio con los pecadores a

quienes vino a salvar (Mr. 2:17).

EL BAUTISMO CRISTIANO

El bautismo cristiano es diferente al de Juan y al de Jesús. Para ellos

tenía un significado diferente que el que tiene para nosotros ahora.

Jesús asumió nuestro pecado, pero él era sin pecado y no necesitaba

arrepentimiento. Para nosotros el bautismo en agua es señal de

arrepentimiento, limpieza, muerte a la vida pasada y resurrección a

una nueva. Ejemplo tenemos en Cristo para que sigamos sus pisadas

hacia las aguas del bautismo.

SIGNIFICADO DEL BAUTISMO CRISTIANO

El bautismo cristiano es una proclamación de que el reino de los

cielos ha llegado a nuestra vida. Es la forma exterior de lo que ha

sucedido en el interior del corazón en el cual uno es llevado a la

unión con Cristo. La inmersión en agua es el testimonio al mundo de

la nueva vida bajo el señorío del Salvador Jesucristo. Participamos

con el Señor en su muerte, en su sepultura y en su resurrección (Ro.

6:3-4). Este sacramento se debe dar en el seno del Cuerpo de Cristo

(1 Co. 12:13). Cuando obedecemos este mandato hacemos público

que hemos nacido de nuevo y que somos parte de la Iglesia redimida

con la sangre preciosa de Cristo.

PREPARACIÓN PARA EL BAUTISMO EN AGUA

El libro de los Hechos muestra la secuencia de lo que se requiere para

estar listos y ser bautizados en agua: Predicación; enseñanza (Hch.

8:31- 35); convicción por la obra del Espíritu Santo (Hch. 2:37; 10:44);

arrepentimiento y la confianza o fe en el sacrificio de Cristo (Hch.

16:30-34).

LA FÓRMULA BÍBLICA

El bautismo no era administrado por cualquier persona, sino por

aquellos que tenían un llamamiento divino. Como ejemplo podemos

mencionar a Juan el bautista (Jn. 1:6).

Existen corrientes doctrínales que enfatizan que la forma de

bautizar en agua es invocando únicamente el nombre de Jesucristo,

basándose en Hechos 2:38, y dejando de lado el resto de la Escritura.

Cuando el apóstol Pedro les dijo: bautícese cada uno de vosotros en

el nombre de Jesucristo, es evidente que no estaba estableciendo

una nueva fórmula para el bautismo, más bien recalcó la autoridad y

fe en Jesús, ya que le estaba predicando a gente que no conocía ni

aceptaba a Cristo como el Mesías, mientras que con la persona del

Padre y del Espíritu Santo no había duda de su aceptación.

Como ya vimos la Biblia no se contradice ya que es Jesucristo el

que establece la forma para el bautismo en agua: bautizándolos en el

nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt. 28:19).

EL BAUTISMO DE INFANTES

En el Ministerio cristiano Fundamento para la Familia no practicamos

el bautismo de los niños ya que ellos no pueden cumplir con los

requisitos que la Palabra enseña, como el creer en su Salvador y

arrepentirse de sus pecados. Al estudiar la Biblia no encontramos

casos en donde se bautice a los infantes. Todos los que recibieron

este sacramento tenían pleno uso de razón de lo que estaban

haciendo.

CONCLUSIÓN

El bautismo es un mandato de Jesucristo para todos aquellos que han

nacido de nuevo. No es para salvación, sino porque somos salvos es

que damos ese paso. Tampoco es para santificación, ya que somos

santos desde el momento de la regeneración. Obediencia y

testimonio público de nuestra fe ha de ser lo que lleve a todo

creyente a bajar a las aguas del bautismo. No es congruente que si un

persona dice ser hijo de Dios no quiera dar este paso en obediencia a

Dios. Una evidencia natural que se produce en el que se ha

arrepentido de sus pecados es el anhelo de proclamar a todo el

mundo de su Salvador, y el bautismo es la proclamación pública de

nuestra fe. Hay que examinar el corazón para vencer aquello que nos

impide cumplir con la orden del Rey y Señor de nuestras vidas.

AHORA ES SU TURNO

CAPÍTULO XVIII

LA SANTA CENA DEL SEÑOR

Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga (1 Co.

11:26).

LA SANTA CENA DEL SEÑOR

La cena del Señor es un recurso perfecto para mantenernos ubicados

en el aprendizaje de la salvación por gracia y no por obras. Gratitud

en el corazón por la reconciliación con Dios es lo que ha de

caracterizar esta celebración. Una vida en santidad es a lo que somos

confrontados cada vez que estamos ante la comunión y participamos

en ella.

El Señor Jesús la instituyó en la celebración de la pascua (Lc.

22:19- 20). De ahí en adelante fue practicada por la iglesia primitiva

de manera frecuente en sus reuniones (Hch. 2:42,46; 20:7,11; 1 Co.

11:20; Ap. 3:20). Para el creyente nunca ha de ser un acto litúrgico

más, sino una fiesta espiritual y de regocijo.

NOMBRES BÍBLICOS

Cada una de las maneras que la Biblia llama a este sacramento nos

revela su naturaleza y propósito.

SI AÚN NO FUE BAUTIZADO EN AGUA INSCRÍBASE AL CURSO

PREBAUTISMAL DE SU IGLESIA PARA DAR ESTE PASO EN OBEDIENCIA AL

SEÑOR. SI YA LO ES CONTINÚE SU PROCESO DE DISCIPULADO EN EL SIGUIENTE

NIVEL EDUCATIVO QUE SU IGLESIA IMPARTE.

LA CENA DEL SEÑOR

La designación cena del Señor aparece en el Nuevo Testamento en 1

Corintios 11:20. En este pasaje Pablo exhorta a los creyentes de

Corinto, va que la forma como la estaban celebrando refleja que no

habían comprendido cómo practicarla. No es una cena o comida en el

sentido material, sino es en un marco espiritual que ha de ser llevada

a cabo. Los elementos mismos nos marcan la pauta de su naturaleza,

ya que únicamente se ordena la utilización de dos elementos: El pan

sin levadura y el jugo de la vid (Mt. 26:26-29). Este nombre implica

que somos muchos miembros, pero un solo cuerpo.

EL PARTIMIENTO DEL PAN

La expresión partir el pan fue empleada por los primeros cristianos

para describir un ambiente de compañerismo, fraternidad y

comunión entre el pueblo de Dios (Hch. 2:42; 1 Co. 10:16). Este

nombre hace énfasis en la koinonía que es posible por la identidad

que tenemos al aceptar su gracia y ser lavados con la sangre del

Cordero. En la cultura judía sentarse a la mesa es señal de

compañerismo y de relación comprometida.

LA COMUNIÓN

El sentido neotestamentario de esta palabra es evidente, ya que la

exhortación al participar de esta santa institución ha de ser con un

corazón que no alberga ningún sentimiento negativo en contra del

prójimo (1 Co. 11:18; 11:27). De igual forma se espera que la relación

con el Señor esté en perfecta armonía, ya que de esta manera se

experimentará la comunión de Cristo al ocupar un lugar en su mesa.

Examinar nuestra relación con el prójimo y con Dios ha de ser nuestra

obligación cada vez que seamos invitados a esta fiesta gloriosa (1 Co.

11:31).

LA EUCARISTÍA

La palabra eucaristía es un término que en el griego significa acción

de gracias, y se usa como un nombre para referirse a la santa cena, la

cual se daba como práctica judía en todas las comidas, ya que cada

una de ellas tenía un significado religioso (Lc. 22:19-20; 1 Co. 11:24).

SIGNIFICADO DE LA CENA DEL SEÑOR

CRISTO NUESTRA PASCUA (1 Co. 5:7-8)

La pascua era una celebración importante para los judíos, pues con

ella recordaban el día cuando Dios los liberó de la esclavitud en la

que habían vivido en Egipto durante 430 años (Ex. 1 2 ). Los

elementos de la pascua como el cordero, los panes sin levadura, las

hierbas amargas, eran un símbolo del sacrificio del Señor Jesús en el

Calvario para librarnos de la esclavitud del pecado.

La sangre del cordero pascual protegió de la muerte a los judíos. La

sangre de Cristo nos libra del pecado y de la condenación (Jn. 1:29;

Is. 53:7; 1 Jn. 1:7; Ap. 1:5). Los redimidos con esa preciosa sangre

derramada en la cruz ya no tienen que celebrar la pascua. No

tenemos que hacerlo porque Cristo es nuestra pascua ( 1 Co. 5:7).

Para la Iglesia, Jesús ordenó una ceremonia diferente a la pascua, la

santa cena.

NOS RECUERDA LA MUERTE DE CRISTO (1 Co. 11:26)

La institución de la cena del Señor se da en un contexto del anuncio

de su muerte expiatoria (Mt. 26:2, 12, 18). La iglesia ha de

conmemorar esta celebración, no olvidando que tiene tal privilegio y

bendición por medio de la muerte de aquel que se ofreció

voluntariamente para salvar al perdido.

No éramos dignos, pero Cristo nos hizo dignos al llevar sobre sí el

castigo de todos nosotros. Es por eso que debemos acercarnos a la

mesa del Señor con la conciencia de que si no fuera por su sacrificio

no tuviéramos la salvación y la esperanza de la vida eterna que ahora

podemos disfrutar.

NOS RECUERDA EL NUEVO PACTO

El Señor Jesucristo al instituir la santa cena incluye la bendición de un

nuevo pacto. El apóstol Pablo confirma esta verdad al señalar: Esta

copa es el nuevo pacto en mi sangre (1 Co. 11.25), refiriéndose a la

provisión de Dios para reconciliar al hombre consigo mismo.

La cena del Señor es un recordatorio de la manifestación de su

amor al tomar la iniciativa de perdonar nuestros pecados (Mt. 26:28).

NOS RECUERDA LA PROMESA DE SU VENIDA

En la santa cena anunciamos y recordamos que él viene a buscar a los

suyos para llevarlos al lugar que tiene preparado según su promesa (1

Co. 11:26; Mt. 26:29). Esta verdad alienta el corazón del creyente y

produce en él una actitud de estar vigilantes y preparados en todo

tiempo ante tal acontecimiento.

De alguna manera podemos decir que este sacramento es un

ensayo de lo que será el día glorioso en el que todos los santos estén

reunidos en las bodas de Cristo con su Iglesia. Qué hermoso será

contemplar al Señor en aquel día en el que su promesa será una

realidad.

QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR (1 Co 11 27-29)

Aquellos que son convocados a participar en la comunión son los que

han nacido de nuevo. Cuando los judíos celebraban la pascua era

prohibido que los extranjeros participasen. Y cuando Cristo instituyó

la santa cena la celebró con sus discípulos. El apóstol Pablo al hablar

de este sacramento hace un llamado a tomarla dignamente y con

plena certidumbre de estar bien con los demás hermanos en la fe.

Por ello, por lo general sugerimos a los grupos que están bajo la

cobertura de Fundamento para la Familia, que en la santa cena

participen los creyentes que hayan sido bautizados en agua.

CÓMO SE DEBE PARTICIPAR

Antes de participar de la cena del Señor se requiere examinarnos

para distinguir si estamos viviendo una vida que cumpla con la

expectativa bíblica. Hay que examinar sí hay raíces de amargura en el

corazón en contra de los hermanos. Se demanda estar dispuestos a

pedir perdón y a perdonar aun cuando el ofensor no hayamos sido

nosotros, siguiendo así el ejemplo de Cristo. No se requiere

perfección, sino una actitud sincera y el anhelo de agradar cada día al

Señor en espera de su pronta venida.

Arrepentimiento es la actitud que se espera en el creyente

cuando éste se da cuenta de su pecado. De no arrepentirse y

participar indignamente haciendo caso omiso de la exhortación

bíblica, las consecuencias pueden ser mortales para quien tal haga.

Por eso hay entre ustedes muchos débiles y enfermos, e incluso

varios han muerto (1 Co. 11:30) (NVI). No permitamos que lo que el

Señor instituyó como una bendición para su pueblo se convierta en

una maldición para nosotros.

CONCLUSIÓN

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos

bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en

Cristo (Ef. 1:3). Qué privilegiados son los hijos de Dios ya que en la

mesa del Señor ocupan un lugar especial. Concédanos el Señor su

gracia, y ser tenidos por dignos de aquel encuentro maravilloso,

cuando llegue el día prometido en el que la esposa y su Amado se

encuentren para nunca separarse.

Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y

nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e

imperio por los siglos de los siglos. Amén.

AHORA ES SU TURNO

CONTESTE LAS SIGUIENTES PREGUNTAS

1. ¿EN QUÉ DIFIEREN EL BAUTISMO DE PROSÉLITOS JUDÍOS CON EL

DE JUAN Y EL BAUTISMO CRISTIANO?

2.¿QUÉ ENSEÑANZA NOS DEJA CADA NOMBRE DE ESTE

SACRAMENTO?

3. ¿CUÁL ES EL PROPÓSITO DE LA MESA DEL SEÑOR?

4.¿QUIÉNES PUEDEN PARTICIPAR DE LA COMUNIÓN?

5.¿QUÉ CONSECUENCIAS HAY PARA EL QUE PARTICIPA

INDIGNAMENTE?

CAPÍTULO XIX

DESAPROBACIÓN DE DOCTRINAS ERRÓNEAS

Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren (1 Ti. 4:16).

DESAPROBACIÓN DE DOCTRINAS ERRÓNEAS

El peligro de las doctrinas erróneas es una realidad presente en las

iglesias. Conocer las características y los efectos de los distintos

vientos doctrinales erróneos que azotan en contra del creyente nos

ayudará a pelear la buena batalla de la fe y a salir victoriosos y

triunfantes en la carrera cristiana.

CARACTERÍSTICAS DE LA FALSA DOCTRINA

LA BIBLIA ES DESPLAZADA A UN SEGUNDO PLANO

En muchas ocasiones declaran a la Biblia como inspirada por Dios,

aunque ello no precisamente signifique que ésta sea su norma única

de fe y práctica. Además de la Escritura presentan otra fuente de

autoridad, como la tradición, las palabras de un líder, “profeta” o

“Apóstol”, un libro que fue revelado a su fundador o algún otro

documento normativo que sustituirá a la verdad bíblica o la relega a

un segundo plano.

Es notable que la enseñanza de estas sectas va en contra de la

verdad, porque en lugar de la Escritura se presentan ideas de

hombres que no se conforman a las sanas palabras de nuestro

Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad (1 Ti.

6:3).

PREDICAN UN EVANGELIO DIFERENTE

Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea

anatema (Gá. 1:8-9).

La predicación de la Palabra ha de ser Cristocéntrica y no sobre la

personalidad carismática y atrayente de un hombre que suele ser el

fundador o líder de la secta. Casi siempre, para arrastrar al error

suelen usar artimañas como el misticismo y un disfraz de piedad,

pero por dentro no son más que lobos rapaces (Mt. 7:15).

CAUSAN CONFUSIÓN Y DIVISIÓN EN LA IGLESIA

Normalmente los promotores de las sectas son cuidadosamente

instruidos para hacer labor de proselitismo. Por lo general tienen

bien memorizadas las citas bíblicas a utilizar, lo cual les da la

apariencia de un conocimiento bíblico superior. Además, la seguridad

con la que expresan sus conceptos les ayuda a ejercer presión

psicológica sobre los creyentes que no tienen fundamento bíblico. Se

presentan como personas comprometidas con la verdad,

preocupadas por el bienestar espiritual de la gente, interesadas de

librarlas del error. La insistencia y la disciplina que muestran es

admirable y en gran parte de esto depende su éxito.

Hay que estar atentos y preparados para enfrentar a todos

aquellos que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina...

La orden es: que os apartéis de ellos (Ro. 16:17), porque la herejía

es un peligro latente que puede romper la unidad de la iglesia y sobre

todo dañar y confundir a los nuevos conversos.

EL ORIGEN DE ESTAS DOCTRINAS

La descripción de los líderes y seguidores de la doctrina torcida y falsa

nos enseña de dónde proceden estas corrientes del error.

No sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vien-

tres... (Ro. 16:18). Se sirven a ellos mismos y en lo último que estos

individuos están pensando es en el bienestar de la gente que cae en

sus redes.

…escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios

(ITi. 4:1). Quien está detrás de la mentira y el error que se enseña a

través de estos falsos predicadores es el diablo y sus demonios. No es

un juego, debemos estar preparados para presentar defensa de

nuestra fe, no sólo para salvarnos a nosotros mismos, sino para

ayudar a los que nos rodean y nos oyen.

En 2 Timoteo 3:1-4 se nos advierte que en los postreros días vendrán

tiempos y hombres peligrosos que serán amadores de sí mismos, sin

afecto natural, implacables, con apariencia de piedad... Estemos

sobrios y despiertos ante tales personajes que proliferan en todos los

tiempos.

EL DESAFÍO DOCTRINAL DE LA IGLESIA

PRESENTAR DEFENSA DE NUESTRA FE (1 P 3:15)

El tiempo actual en donde la herejía amenaza la fe cristiana reclama a

la iglesia creyentes forjados en la Palabra, de tal manera que sean

competentes para enfrentar el error con efectividad y aportar un

testimonio adecuado en la defensa de la sana doctrina.

Ante todo la iglesia ha de procurar instruir y discipular a sus

miembros ya que es la única manera de salvaguardarlos del error. El

conocimiento que tengamos al escudriñar las Escrituras será nuestra

barrera protectora contra todo dardo del enemigo. Sin el conocimiento

de la Palabra, el pueblo perece y es destruido.

LA SANA DOCTRINA, BALUARTE DE LA FE

Los vientos de la herejía azotan con fuerza a las congregaciones

cristianas. De ahí la responsabilidad de la iglesia de cimentarse en la

sana doctrina. Cada feligrés debe contar con un buen programa de

discipulado que lo ayude a crecer saludablemente en el seno de su

congregación. El resultado de una continua enseñanza bíblica dará

como dividendos creyentes sanos y fuertes doctrinalmente (Jud. 3).

LA BIBLIA, ÚNICA REGLA DE FE Y CONDUCTA

La Escritura es la verdad absoluta de Dios para el hombre, sus

palabras son fieles y verdaderas (Ap. 21:5; 22:6). La fe cristiana no

debe reconocer otra revelación o enseñanza extrabíblica. Una

enseñanza centrada en la persona y obra de Jesucristo es

característica inherente de la iglesia que preserva la sana doctrina.

CONCLUSIÓN

Confusión y duda es lo que caracteriza a nuestro tiempo. Tal y como

lo muestra la revelación bíblica, han salido todo tipo de doctrinas de

demonios y hombres falsos que predican un evangelio diferente al

que nos fue legado en la Palabra. Es nuestra consigna preservar la

sana doctrina y la unidad del cuerpo de Cristo.

Por eso se desaprueba todo credo herético que se oponga a la

sana doctrina contenida en la Biblia y que sea contraria a lo

expresado en nuestra Declaración de Fe, por la confusión y división

que causan en el pueblo del Señor (Gá. 5:20; Tit. 2:1: 3:10; 2 P. 2:1; 2

Jn. 10).

A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatán-

doos del fuego... (Jud. 22-23). AHORA ES SU TURNO

www.mc.isffamilia.org www.hectorsalinas.net

Dr. HECTOR SALINAS AYALA

Director General 2013

HAGA UN PACTO CON DIOS PARA ESCUDRIÑAR LAS SAGRADAS

ESCRITURAS DE MANERA DISCIPLINADA Y SISTEMÁTICA

BIBLIOGRAFÍA

• Apuntes de investigaciones personales del Dr. Héctor Salinas Ayala. www.hectorsalinas.net. • BARCLAY, William. El Nuevo Testamento Comentado. La Aurora; Buenos Aires, Argentina, 1973. • BERKHOF, Louis. Teología Sistemática. T. E. L. L.; Jenison, Mi., E. U. A., 1995. • CHAFER, Lewis Sperry. Teología Sistemática. Tomo I. Publicaciones Españolas; Milwaukee, Wi., E. U.A., 1974. • Constitución de El Concilio Nacional de las Asambleas de Dios. A. R. ECCAD. México, D. F. 2009. • Diccionario de la Santa Biblia. Editorial Caribe; San José, Costa Rica, 1980. • Diccionario de Teología. T. E. L. L.; Jenison, Mi., E. U. A., 1993. • El Espíritu Santo Hoy. ECCAD; México, D. F., 1997. • HORTON, Stanley M. Teología Sistemática. Editorial Vida; Deerfield, FL, E. U. A., 1996. • LACUEVA, Francisco. La persona y la obra de Jesucristo. Clie: Terrasa. Barcelona, España, 1989. • MENZIS, William W., HORTON, Stanley M. Doctrinas Bíblicas, una perspectiva pentecostal. Vida. Deerfield, FI. 1996. • Nuevo Diccionario Teológico Beacon. Casa Nazarena de Publicaciones; Kansas City, Mo.. E. U. A., 1998. • PEARLMAN, Myer. Teología Bíblica y Sistemática. Editorial Vida; Deerfield. Fl., E. U. A., 1992. • PENTECOST, Dwight. Eventos del Porvenir. Editorial Vida; Deerfield, FL, E. U. A.. 1995. • SILVA D., José. El libro siempre nuevo. Vida: Deerfield, Fl. 1996. • STAGG, Frank. Teología del Nuevo Testamento. Casa Bautista de Publicaciones; El Paso, Tx., E. U. A., 1987. • VINE, W. E. Diccionario expositivo de la Biblia. Editorial Caribe. Nashville, TN. 1999.