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Todo los derechos reservados.Registro Propiedad IntelectualInscripción Nº 216.941Tanto las ilustraciones como la novela son propiedad de la autora.El contenido de esta publicación no puede ser registrado, ins-crito, ni comercializado sin permiso previo por escrito del au-tor.

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Seis de la tarde al fin, se terminó la clase más tediosa de toda la semana. A mediados de Julio, viviendo en la costa y con este frío, es una tortura tomar el metro tren para llegar a casa.“Margarita”, la profesora de guión más estricta de toda la universidad nos pidió un guión literario de 300 páginas para el examen final. Siendo yo una estudiante de guión no debería resultarme muy com-plejo dicho trabajo, pero tengo un bloqueo creativo hace ya más de dos semanas que me está empezando a jugar en contra.

El frío no me deja pensar y sólo tengo cinco meses para escribir una novela que me haga obtener una nota excelente y una publicación.

Al tomar el metro tren sentí un aire extraño, me senté en el mismo asiento de siempre, pero algo era diferente. Me puse los audífonos para lograr un nivel de concentración un poco mayor del que tenía en ese momento.

Tal vez podría escribir sobre un pájaro que conoce a una pájara y se enamoran, luego hacer que de alguna manera la pájara muera y el pobre quede desconsolado, para finalmente, al darse cuenta que no va a poder superar su dolor termina suicidándose. No lo sé...... Cómo puedo lograr contar esa historia en 300 páginas.

Necesito más calcetines de lana, todos los que tengo están rotos, tal vez Sabrina tiene razón y los de polar son mucho más cómodosycalientitos.¡Ya! Sol, concéntrate en algo importante. Historia, historia, historia...Perros, pájaros incluso podría crearla sobre ovejas, no puedo pensar

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en algo que no incluya animales. Me rindo. Tal vez pueda soñar algo interesante.

Ésta es mi estación, adiós gente aburrida del metro tren, voy a tratar que mi vida no tome el mismo rumbo que la de ustedes.

Me bajé llena de pensamientos, acomodé mis guantes y me puse el bolso cruzado entre los hombros. Era un viejo bolso color azul mari-no que solía usar mi abuelo, tenía grandes bolsillos y hebillas que colgaban hacia adelante los que le daban un toque antiguo y gastado.

Las calles estaban oscuras y frías y el olor a humedad se impreg-naba en la ropa de todas las personas que caminaban por la avenida aquella oscura y turbia noche. Las olas del mar golpeaban furiosas la orilla de la playa creando un canto lleno de ira entre ola y ola.Caminé hacia el puente de peatones con el vapor saliendo de mi boca y nariz, era tanto que casi me impedía ver el camino.Cuando estaba por llegar al puente vi a un hombre sentado en una banca, tenía una expresión confusa, era una mezcla de preocupación y tristeza. Era bastante joven, quizás sólo un poco mayor que yo, llevaba puesta una delgada chaqueta color negra muy delgada, una gran capucha le cubría la cabeza y gran parte del rostro. No parecía tener frío o estar preocupado de lo helada que estaba la noche.Cuando estaba ya casi al lado del hombre, levantó la cabeza y me quedó mirando, como no me despegó la vista le dije: “buenas noch-es”, para romper el incómodo momento que había generado mi paso por ese lugar. El hombre levantó los hombros sorprendido de mi saludo y dijo muy despacio “buenas”.Su voz sonó vacía y al mismo tiempo llena de emociones que no pude descifrar.

Seguí mi camino algo incómoda, odiaba cruzar el puente de noche, estaba tan oscuro que casi no podía ver por donde caminaba.Le temo tanto a cruzar sola a esas horas, que si hubiese otro camino para llegar a casa, por más largo que fuese, yo lo tomaría.

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Me acerqué a la entrada del puente, era viejo y estaba bastante de-teriorado. Sentí que era como una boca gigante de cemento que me tragaba, sus paredes tenían grandes agujeros por donde pasaban pequeños rayos de luz de las farolas de la calle.Entré en la oscuridad densa del túnel y mi corazón comenzó a latir cada vez más rápido, sentía que la oscuridad me envolvía y que había mucha gente en las sombras mirándome, mi bolso de repente lo sentía mucho más pesado que antes y me imaginaba que el hombre que había saludado venía detrás mío para matarme, como si sintiera su presencia en mi espalda.Me quedaban casi dos metros para salir del puente cuando una som-bra se abalanzó sobre mí y me lanzó contra la pared de éste, los bordes de los agujeros de las paredes se enterraron en mi espalda como cuchillos que me dejaron inmovilizada. Era un hombre mayor muy alcoholizado que no dejaba de repetir “entrégame todo”.Cada vez que el viejo abría la boca un olor a alcohol y animal muerto salían de ésta provocándome náuseas. Yo entré en pánico y no pude moverme, el hombre al ver que no reaccionaba sacó un cuchillo y lo puso contra mi cuello, su filo se en-terró levemente en mi cuello rasgando mi piel. Lo apretaba cada vez más impidiendo mis movimientos, traté de levantar el pesado bolso lleno de libros por encima de mis hombros, pero antes de lograrlo un hombre apartó de mí al vago, lanzándolo del otro lado del puente sin dejarle tiempo a reaccionar y le plantó un puñetazo en la cara.El vago cayó al suelo gritando de dolor, manchando de sangre el suelo del puente, el hombre lo levantó, le quitó el cuchillo y volvió a golpearlo. -Sal de aquí, corre -, dijo el hombre mirándome.La fuerza con la que golpeó al vago me pareció fuera de lo normal, me sentí como si de repente estuviera dentro de una película de ac-ción. Su tono de voz era agresivo, pero se podía notar que no era una mala persona. Fue ahí cuando noté que él era el hombre al que había saludado del otro lado del puente, la luz que lograba entrar al interior del puenteentre las formas de concreto de la pared me dejaron ver sólo la mitad de su rostro, pero aunque pasaran los años jamás lo olvidaría, porque era diferente a todos los que conocía.

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Su voz ya no parecía vacía, todo lo contrario, estaba llena de energía y de una ira incontrolable que erizó mi piel e hizo que mi respiración se detuviera por unos segundos.Sujeté mi bolso y corrí tan rápido como pude, subí las intermina-bles escaleras para poder llegar a la calle donde descansaba mi casa. Sentía que el aire no era suficiente, me estaba ahogando, pero en ese momento no me importaba nada más que llegar a mi hogar.Metí la mano al bolso y busqué desesperada mis llaves entre los li-bros, cuadernos y todo el desastre que tenía dentro para tenerlas a mano y poder entrar apenas llegara.Abrí la reja torpemente, me costaba meter la llave en el pequeño agu-jero, sentía que en cualquier momento aparecería el vago y quizás que pasaría.Una vez adentro dejé en el suelo todas mis cosas y me detuve un se-gundo para poder llenar mis pulmones de aire. Mis manos tiritaban, mi corazón latía tan acelerado que llegué a pensar que podría explo-tar. Tenía el cuerpo caliente y la mente alborotada.Afortunadamente no había nadie en casa que pudiera notar mi agi-tación y prefería que mi madre no se enterara de lo ocurrido para no alterarla, después de todo tengo que seguir cruzando el maldito puente todos los días.

Entré a mi cuarto y me dejé caer sobre la cama, me sentía exhausta. Cuando recuperé la calma analicé la situación, todo me parecía ir-real, no podía creer que me hubiese pasado algo así a mí. Jamás me habían asaltado y estaba segura de no querer volver a pasar nunca más por una situación igual. Me levanté y saqué de debajo de la almohada mi pijama, al poné-rmelo noté que mis manos seguían tiritando, entré en la cama y me cubrí por completo con la colcha, me puse en posición fetal para sentirme más segura y después de un rato pude quedarme dormida. Tuve sueños extraños toda la noche, nada que pueda recordar a la mañana siguiente, pero me sentía cansada, como si hubiese corrido toda la noche.

De camino a la universidad pasé por ese maldito lugar, el estómago se me apretó y mis piernas comenzaron a sentirse débiles.

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Tomé aliento y bajé las largas escaleras que me llevaron hasta la en-trada del puente, miraba atentamente a mi alrededor sin saber qué buscaba. Una mancha de sangre llamó mi atención, era la mancha que había dejado el vago al caer luego de aquel golpe que lo derribó por completo.Sentí escalofríos al recordar el sonido de aquel golpe y luego recordé al hombre que había salvado mi vida la noche anterior. Tenía su voz grabada en el cerebro y lo que me dijo se repetía una y otra vez im-pidiéndome olvidar lo ocurrido.

Entré a la sala de clases y vi a cinco de mis compañeras agrupadas en las mesas del final de la sala, no tenía muchas ganas de sentarme con ellas, pero Dana al verme se levantó de su asiento y me hizo señas para que fuera con ellas.Todas llevaban puestas unas pequeñas faldas acompañadas de col-oridas y glamorosas chaquetas.Después de un rato de escuchar sobre lo aburrida que había estado la charla vocacional del día anterior y de lo guapo que estaba el nuevo ayudante de la clase de Literatura, todas se dirigieron hacia mí esper-ando mi aporte a la conversación. Les conté mi trágica historia, las cinco no hicieron más que pregun-tarme qué tan guapo era aquel hombre, que para ellas no era más que un súper héroe encubierto, ya que no había absolutamente nada más que explicara la fuerza que él tenía.

No logran tomar nada en serio, cada vez que intento tener algún tipo de conversación con alguien de mi curso termino arrepentida de haberlo intentado, “debe ser porque son dos años menor que yo”, repito en mi cabeza para evitar que el tema no me moleste tanto, pero sé que no tiene nada que ver con la edad, sólo que no tenemos el mismo tipo de conversación.

Javiera es la única que puede entender lo que me ocurre con mis compañeras, ya que a ella le sucede lo mismo. Y si no le pasara, por el hecho de ser mi mejor amiga podría comprenderlo de todas formas.Esa tarde nos juntamos después de clases. Los miércoles tenemos el mismo horario, y siempre nos juntamos alrededor de las cuatro de

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la tarde en un café que queda frente a la costa. Una vez que escuchó mi historia, me dio una opinión más realista que mis compañeras. -Tal vez estaba bajo el efecto de alguna droga y por eso tenía esa fuerza brutal - me dijo Javiera, dándole un gran sorbo a su jarrón de café con leche. -¿Tú crees?, no tenía cara de estar drogado - sin quererlo mi tono sonó a la defensiva, como si no fuera a permitir que nadie hab-lara mal del hombre que había salvado mi vida esa noche. -Bueno, para mí es la explicación más lógica. -No sé, tal vez sólo era… fuerte- le dije en voz baja, perdiéndome en mi tazón de café. -Cuando vuelvas a verlo lo vamos a averiguar -dijo Javiera con un tono juguetón, como si fuera nuestra misión desenmascarar a un adicto-. -Qué te hace pensar que voy a volver a verlo, debe ser de esas personas que no vuelves a ver nunca más.

- Hey Sol, que tal -, Jorge siempre aparece en un mal momento. - Hola Jorge- le dije levantando la mano vagamente. - Este viernes es mi cumpleaños y no puedes faltar- dijo con una sonrisa tan exagerada que me produjo un poco de ternura.

Jorge tenía el don de invitar siempre a las chicas a salir, el problema era que ninguna le decía que sí, ésta era la quinta vez que me hacía algún tipo de invitación, así que no podía rechazarlo el día de su cumpleaños, después de todo no tendría que estar a solas con él.No es que él sea una mala persona, es sólo que sus grandes dientes sujetos por frenillos, llenos de pan, su cabello opaco por la grasa, junto a su olor a fritura, no son muy agradables. - Lo voy a celebrar en el nuevo pub de la costa - dijo alegremente. - Bueno, ahí voy a estar - le respondí tratando de ser agradable.Jorge se fue tan rápido como llegó y Javiera me dijo indignada: -¿Qué acaso soy invisible?Yo ni siquiera me había dado cuenta que Jorge la había pasadopor alto, como si en verdad fuera invisible. -Quizás no te vio – le dije yo para calmarla. -Sí, por supuesto, quién podría pasar por alto estos ojos -

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dijo Javiera con tono sexy y a la vez burlón.Las dos nos reímos a carcajadas, seguimos conversando y bebiendo nuestro café.

El viernes terminaba, el sol se escondía en el mar y las nubes ata-caban el cielo tapándolo de neblina y dejando la noche muy negra. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que salí con mis com-pañeros, no es que les tenga algo en contra de ellos, es sólo que no me siento cómoda. Prefiero salir con mis compañeras del colegio, con ellas me siento bien y a pesar de ser todas muy distintas podemos hablar de todo, creo que tantos años juntas hicieron que podamos tolerar nuestras diferencias hasta el día de hoy.Aunque no las vea casi nunca, cuando nos juntamos es como si sigu-iéramos en el colegio.Pero en fin, ya me comprometí con el pobre de Jorge y si no voy, lo voy a tener toda la semana preguntándome por qué no llegué. Me va a hacer bien salir un poco, a ver si puedo olvidar lo que pasó en el puente hace unos días.

Llegué al bar, que más que bar parecía una disco. Dejé mis cosas en las casillas de guardarropía y me dispuse a saludar a cada conocido. El lugar estaba lleno, me detuve a observar un segundo para encon-trar más personas conocidas.Toda la gente bailaba apegada y compartían el sudor que generaba el ambiente encerrado. El alcohol fermentaba de los cuerpos de cada una de ellas en el bar y se mezclaba con el olor a cenicero que im-pregnaba sus ropas.

Encontré a Jorge y a todos mis compañeros de universidad sentados en una mesa especialmente reservada para los invitados. Jorge estaba distinto, al parecer se había dado una larga ducha acom-pañada de mucho shampoo y vestía una elegante camisa con unos pantalones de tela. Nada que ver al resto de la gente que vestía ropa muy casual y despreocupada.Todos en conjunto comentaban que no tenían esperanzas de verme ahí esa noche, yo no los tomé en cuenta y me senté con mis com-pañeras, las cuales ya estaban en su tercer vaso de ron.

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Después de una hora apareció Tamara entre la masa de gente, que había estado bailando, y nos dijo extasiada: -Vamos a bailar-. Liz y yo nos levantamos y la seguimos a la pista de baile, la verdad yo no tenía ganas de bailar, pero no quería ser la única sentada en los sillones, no sé en cuál de los dos lugares estaría más incómoda.Después de casi diez minutos de bailar y compartir el sudor con la gente que estaba a nuestro alrededor, un grupo de chicos se acercó a nosotras y nos invitaron a bailar. Uno de ellos se puso frente a mí como si me hubiese elegidodesde antes de que se presentaran, no era feo, pero tenía algo en su aspecto que no me gustaba.Alto, flaco, con unos jeans y una camisa a cuadros sobre una polera. Su cara era igual de flaca, tenía unos grandes pómulos que le so-bresalían, su pelo era rizado y estaba mojado por el sudor, sus ojos oscuros estaban llenos de arrogancia, seguramente él conseguía todo lo que quería.

Tocaban música electrónica, todos los cuerpos se agitaban moviendo brazos y piernas en distintas direcciones. -Cómo te llamas- me gritó en el oído para que pudiera es-cucharlo. Tenía un agradable aroma a perfume de hombre y jabón. -Sol, le respondí yo con un grito- ¿y tú? - -Gaspar.

Bailamos por unos cinco minutos al ritmo de la electrónica hasta que Gaspar comenzó a sacarle provecho a la situación. Se acercó y pasó sus manos por debajo de mis brazos tomándome las caderas con ambas manos, ellas me seguían en los movimientos que hacía.En alguna otra circunstancia o quizás con otra persona no me habría molestado, pero hasta ese momento él me desagradaba profunda-mente y no por su físico, era más que nada su actitud la que no me gustaba.Di un paso hacia atrás para que sacara sus manos de mí y tomar distancia, pero él no entendió el mensaje y volvió a acercarse. Esta vez cruzó sus manos por mi cintura hasta mi espalda y me arrastró hasta él, dejando caer su boca en mi cuello, sentí su asquerosa lengua

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recorrer rápidamente desde mi mentón hasta el final de mi cuello. Yo tomé sus manos y las desenredé de mi espalda dando un paso atrás. -Vámonos de aquí- me dijo acercándose. -No, gracias. -Vamos, te mereces más de mí- respondió.Su comentario me sobrepasó, ¿de verdad te funciona eso con las mu-jeres, estúpido arrogante?

-No me interesa tener nada de ti- le contesté, intentando ser desagradable para que se fuera. -No te creo-.Una vez más me tomó de la cintura y me arrastró hasta él con fuerza, sujetó mí cara con dos dedos, me apretó la mandíbula y golpeó su asquerosa boca contra la mía.Traté de soltarme, pero me apretaba cada vez más fuerte, mis amigas y los amigos de Gaspar comenzaron a hacer alarde creyendo que nos estábamos besando a voluntad.Me sentía atrapada y asqueada, su boca estaba helada y tenía sabor a alcohol mezclado con cigarrillos. Después de intentar quitármelo de encima sin resultados, no pude aguantar más, levanté mi rodilla impactando con la mayor fuerza posible en su entrepierna.Gaspar cayó casi como en cámara lenta al suelo, revolcándose de do-lor entre la multitud que bailaba desenfrenada. -¿Qué te pasa?- me preguntó Tamara exaltada dándome un golpe en el brazo. -Me besó en contra de mi voluntad- le grité para que pudiera escuchar mientras pasaba por mi boca la manga de mi polera. Los amigos de Gaspar lo ayudaron a levantarse y se lo llevaron. -Deberías agradecer que alguien te presta atención- me dijo Liz enojada por interrumpir su coqueteo con uno de los amigos de-bió auxiliar a Gaspar.Después de esa escena intenté durar el mayor tiempo posibleen la fiesta, pero después de las doce de la noche todo me parecía absurdo. Tomé mis cosas de guardarropía y me despedí de Jorge, que al parecer era el más sobrio.Le dije que podía irme sola, pero el insistió que era su deber

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acompañarme hasta el taxi. Mi casa quedaba sólo a cuadras, pero prefería esperar. Estuvimos cuarenta minutos y no pasó nada, ni siquiera un perro callejero. Jorge no encontró mejor solución que acompañarme cami-nando a casa, a mí no me gustaba la idea de caminar, pero no parecía haber otra alternativa.Caminamos lo más rápido posible, el aire estaba seco y era tan hela-do que la cara nos comenzó a doler. Los faroles no dejaban de titilar, era como si en cualquier momento se fueran a apagar. Jorge hablaba de cualquier cosa para romper el hielo, pero el frío y las ganas de llegar a mi casa no me permitían ponerle atención. Cuando vi el puente oscuro todos los recuerdos que tenía difusos vinieron a mi mente, más nítidos que nunca, pero sobre todo el re-cuerdo de él. No sé qué tenía aquel hombre que me ayudó esa noche que no podía olvidarlo. - No te quedes atrás Sol, esto está muy peligroso, voy a lla-mar a un taxi desde tu casa si no te importa- interrumpió Jorge en mis pensamientos. - Sí, sí -le respondí. De pronto Jorge se detuvo en seco haciéndome chocar contra su espalda, cuando levanté la cabeza vi a cinco tipos parados frente a nosotros. Comenzaron a rodearnos, reían y decían cosas que no lograba entender. Jorge me puso tras él para protegerme, pero uno de los borrachos me tomó de los hombros y me lanzó hacia el otro tipo que estaba del otro lado del círculo.Comenzaron a lanzarme de un lado al otro diciendo cosas morbosas y tocándome cada vez que podían. Jorge estaba tan angustiado que se cruzó en mi camino y me tomó entre sus brazos hundiendo su ca-beza en mi espalda y mirando por sobre mi hombro lo que sucedía. Yo no podía creer lo que estaba pasando, Jorge me apretaba tan fuerte que sentía su corazón latiendo desesperado en mi espalda.No tenía esperanzas de salir de ahí con vida, el miedo era tan grande que no sentía el cuerpo, sólo el corazón latiendo en la garganta.Únicamente miraba a los tipos que estaban frente a mí, tenían la ropa rasgada y dos de ellos lucían grandes cicatrices que les cruzaban toda la cara.

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Un grito sordo nos hizo dar vuelta, un hombre parecía no ser del grupo había golpeado a uno de los antisociales con tal fuerza que no necesitó más que un puñetazo para romperle la cara. No pasó más de un segundo cuando me di cuenta que era él, el hombre del puente estaba de nuevo ayudándome.Caminó directamente hacia el líder de los antisociales, el borracho sacó de su bolsillo una pistola y la apuntó en el pecho del hombre, éste en menos de un segundo le tomó la mano y la desvió haciendo que el borracho le disparara a uno de sus acompañantes en el brazo.Le quitó el arma de las manos al tipo y le disparó en la pierna, todo esto pasó tan rápido que nadie había podido reaccionar a los mov-imientos de este hombre. Levantó el arma y los apuntó uno a uno en la cabeza diciendo: -Voy a contar hasta tres para que todos ustedes se vayan de acá-. Su voz sonaba tan poderosa como aquella vez, su velocidad y fuerza habían dejado a todos paralizados, incluyéndonos a nosotros.Los tipos corrieron sin pensarlo, incluso los que estaban heridos de-saparecieron enseguida. El hombre se acercó a nosotros mientras se guardaba la pistola entre sus ropas, no dijo ni una palabra, pero con su mirada dio a entender que debíamos ser más cuidadosos. -Éstas no son horas para caminar- dijo él alejándose.Nosotros seguíamos paralizados, Jorge todavía me apretaba con sus brazos. Me aparté de su lado y corriendo seguí al hombre. - Espera- le dije jadeando. - Se dio la vuelta y me esperó. - Tú me ayudaste hace un par de días en el puente y no pude agradecerte-. - Él miró hacia un lado y luego volvió la vista a mí. -Bueno, de nada- dijo con una pequeña sonrisa .Ahora que lo veía de cerca podía notar lo bello y distinto que era.Su piel era tan blanca que me parecía transparente y sus ojos eran de un color que no podía reconocer. Noté que si bien hacía mucho frío él no exhalaba vapor cuando respiraba. -Hace mucho frío, permítenos invitarte un café- le dije con la voz entrecortada de tanto tiritar.El miró a Jorge que venía hacia nosotros rascándose los ojos, parecía

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que todavía estaba nervioso por lo ocurrido y mientras se acercaba no dejaba de mirar al hombre con cara de extrañeza. Volvió la vista hacia mí y dijo: - No tomo café, pero gracias-. Volvió a mirar a Jorge que ya casi nos alcanzaba - Me tengo que ir, espero no volver a encontrarte en alguna situación extraña-.Dio la vuelta, se metió las manos en los bolsillos y se fue.Me quedé parada viendo cómo se alejaba, hasta que Jorge me tomó del hombro y dijo: -¿Podemos irnos ya?-

El resto del camino lo recorrimos en un profundo silencio, ninguno de los dos quiso hablar de lo que acababa de pasar.Llegamos a casa y le presté el teléfono para que llamara a un taxi. -¿No notaste algo extraño en ese hombre?- me preguntó con voz cuidadosa-. - Si, ésta es la segunda vez que me ayuda- respondí mirando al suelo. - No, pero a él, ¿No lo veías distinto, como borroso?Yo me largué a reír y le dije: -No, cómo lo voy a ver borroso, ¿qué te fumaste?- y seguí riendo. - No importa, debe ser el alcohol que me hace ver cosas.Era tan nítido para mí que no podía sacarlo de mi cabeza, pensaba y recordaba nuestra pequeña conversación una y otra vez, tratando de entender por qué me parecía tan distinto de los demás.

Pasé el resto del fin de semana más sola de lo normal, cada vez que la lluvia empañaba mi ventana yo dibujaba el rostro de ese hombre que no podía olvidar. Comencé a escribir en mi diario todo lo que me había pasado desde que me bajé del metro tren esa oscura noche.Lo escribí todo en tercera persona sin darme cuenta, estaba tan acos-tumbrada a hacerlo que no podía evitarlo, ni siquiera al escribir en mi diario.

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La semana transcurrió entre la universidad y mi casa, fundida en mis pensamientos.El jueves llegó, mi día libre de la semana, me tomé mi tiempo para levantarme, pero a eso de las once de la mañana mi madre irrumpió en mi cuarto. -Tu perro lo hizo de nuevo- gritó furiosa y lanzó junto a mi cama el tapete de entrada, me levanté lentamente y le dije: -De todas formas era horrible-. -Ve a comprar otro- dijo saliendo del cuarto.Por lo general ella no se enoja con nada, pero siendo el tercer tapete que Sazo rompe, es entendible que esté furiosa.Me levanté de mala gana y me vestí, me dirigí lentamente a la puerta pasando junto a mi madre. -Supongo que corre por mi cuenta- -Supones bien querida- me dijo sin dejar de mirar su tejido.Tomé la correa del perro y salí de la casa, todo el camino hasta la tienda fui regañando a Sazo por romper sistemáticamente el tapete. -Rompe otra cosa… no sé… una maceta, pero no más el tapete, ¿entiendes?-

Claro que entiendes, pero no me lo vas a decir, así podrás seguir rompiendo todo.Doblé en la esquina y clavé la vista en un hombre que entró en la tienda, era él, el hombre de la otra noche.Corrí hasta la tienda y amarré a Sazo afuera, entré y recorrí la tienda con la mirada, pero no estaba.

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Me dirigí hasta la sección “tapetes”, que no eran más que dos op-ciones de recibidores, uno con diseño de huellas de pies y el segundo con un diseño no menos feo de una casita en la pradera.Los dos daban pena, pero se notaba que cumplían su función.Tomé uno de los tapetes igual de feo que el que teníamos, lo pagué y salí. Miré hacia la esquina por la que había doblado y lo vi de nuevo. Tenía unos pantalones oscuros y una chaqueta con capucha, era él... igual de lindo que esa vez, corrí hasta la esquina y doblé, pero no estaba.Estaba furiosa, mi mente me estaba jugando una mala pasada, como podía ser que lo viera en cada rincón. -Me estoy volviendo loca- pensé.Cada vez que alguien me hablaba me daba cuenta que estaba pen-sando en él, memorizando cada parte de él. Tenía miedo de olvidar su rostro y su voz, no volver a escucharla nunca más. Salía a caminar con la esperanza de encontrarlo sentado en alguna banca o de verlo caminando por la playa, pero no pude hallarlo.

El domingo mamá y yo nos preparamos para recibir a mi hermana, ella vivía en la ciudad con su novio y un par de veces al mes iba a visitarnos.Mi mamá me pasó una lista con cinco cosas que le faltaban para hacer su almuerzo especial, me puse algo un poco más decente que los shorts rotos que llevaba y la polera con tiritas y salí.A una cuadra de mi casa hay una pequeña tienda llamada “María no fía”, que tiene un poco de todo y como no tenía ganas de seguir caminando hasta el supermercado pasé a ésa.Tomé pan, carne molida, queso, lechuga y salsa de tomates, me puse a la fila, todavía estaba dormida, caminé lentamente mientras me acercaba a la señora María.Puse las cosas sobre el recibidor de vidrio, la señora María me pasó unas bolsas para que guardara las cosas mientras ella hacía la boleta. Me pegué a la mesa y apoyé mi cartera en ella y busqué dinero para pagarle, cuando di un paso para atrás para tomar las bolsas pisé a la persona que estaba detrás de mí. -Disculpa- dije girando para ver quién era.Puse las bolsas a la altura de mi estómago cuando lo vi, no lo re-cordaba tan alto, era casi una cabeza más alto que yo.

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Mi corazón se aceleró, había esperado tanto volver a verlo y ahora estaba frente a mí, parado sin decir nada, con sólo una pequeña son-risa en su rostro. -Hola. me dijo al fin- después de unos segundos que para mí parecieron minutos. -Hola- parecía una tonta parada frente a él clavada en sus ojos sin decir nada más. Una ráfaga de viento entró a la tienda y me hizo despertar- ¿vas a comprar algo? -No, no encontré lo que buscaba, me respondió-, su voz grave me taladró los pulmones dejándome sin aire.Cuando me di vuelta para salir de la tienda vi que la señora María me miraba con extrañeza, sus manos llenas de joyas estaban apoyadas sobre la mesa y cuando pasé frente a ella las retiró como si yo tuviera una enfermedad o estuviera loca.Salí mirándola, tratando de entender por qué. -¿Viste cómo me miró?- Le pregunté al hombre que venía detrás de mi -Sí, pero no te preocupes- dijo mirándola. -¿Vives por acá?- le pregunté mientras caminábamos -Sí, doblando por esa esquina hacia la derecha, ¿y tú? -Justo acá- le dije señalando la casa.Los dos nos detuvimos frente a ella y nos quedamos parados en si-lencio por unos segundos, no sabía que decirle, pero no quería que se fuera. -Bueno, espero que tengas una linda tarde- me dijo, levan-tando levemente la mano para despedirse y luego guardándola en su bolsillo. -Adiós- le dije yo haciendo la misma seña con la mano.Saqué lentamente la llave de mi bolso para poder verlo doblar en la esquina, cuando desapareció en ella di un suspiro que hizo que las llaves resbalaran de mi mano como jabón.Entré a la casa con una sonrisa que me cubría toda la cara.Mi madre lo notó, pero no me dijo nada porque estábamos atrasadas con el almuerzo.Cuando mi hermana me vio, antes de saludarme dijo: -Quien era ese hombre estupendo con el que estabas hablan-do - y me abrazó. -Alguien que conocí- le dije yo nerviosa

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Ella se rió y las tres nos sentamos a comer. -Adivinen el caso que me dieron esta semana- dijo Magdale-na exaltada. -Con lo extraños casos que siempre te dan, ya no sé qué im-aginar- le dije yo riendo. -No es nada gracioso- dijo ella tratando de ponerse seria- es un asesinato.Mi madre y yo nos quedamos en silencio y la escuchamos atenta-mente, de pronto la conversación había tomado una dirección inte-resante. -Un tipo, de unos 27 años aproximadamente, ingresó a 40 casas y mató a todas las mascotas que habían en ellas, casi unos cien animales. En dos de las casas intentaron detenerlo, pero este loco mató también a todo el que se interpuso en su camino. ¿Puedes cre-erlo?Mi madre y yo quedamos unos segundos en silencio. -¿Dónde fue eso cariño?- le preguntó mi madre con tono preocupado. -En la ciudad, pero dudo que exista otro loco como él. - ¿Le preguntaron por qué lo hizo?- le dije yo asombrada a Magdalena. -Porque alguien mató a su perro por ladrar durante las noches-.No puedo creer que exista gente tan loca. -Supongo que tú no estás defendiendo al asesino- le dije mirándola directamente a los ojos. -Por supuesto que no, cómo crees- dijo ella. Las tres nos sentimos ligeramente aliviadas y seguimos disfrutando nuestra comida. Nos habló sobre su trabajo, sobre su novio y de muchas otras co-sas. A mí me encantaba escucharla y disfrutaba siempre sus visitas, aunque no duraran mucho.Somos muy parecidas físicamente, sólo que ella es más alta que yo. Tiene el pelo corto color chocolate, unos enormes ojos verdes de gato y una figura de modelo.Yo por desgracia no soy tan alta, tengo el pelo largo y mis ojos son color miel, pero nuestro parecido iba más allá del físico, teníamos

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los mismos gustos en comida, ropa, libros, películas y más, claro que por el trabajo ella ha tenido que dejar su ropa favorita para los fines de semana.A veces nos sentíamos conectadas en los pensamientos, aunque ella viviera a kilómetros de distancia, muchas veces nos encontrábamos pensando lo mismo o llamándonos simultáneamente.Era un ejemplo a seguir para mí, ella lo tiene todo.

El sábado por la noche Javiera me invitó a salir con su novio, con quien tenía una relación desde hace dos años, como llevaban tanto tiempo no era incómodo salir con ellos.Llegué a su casa y me recibieron los dos muy alegres. Javiera llevaba un lindo vestido negro abotonado de arriba abajo, acompañado de unas zapatillas negras y Claudio vestía como siempre, un polerón con diseño y unos jeans celeste.Nos reímos un rato, luego ordenamos pizza y la comimos viendo un programa de comedia que daban en el canal nacional todos los sábados.Cuando ya era casi medianoche decidimos que era hora de salir. Tomé mi cartera que se había caído bajo el sillón y me dirigí al baño para arreglarme un poco mientras Javiera decidía que aros ponerse.Sin darme cuenta, mientras yo estaba en el baño, Javiera y su novio comenzaron a discutir.No lograba entender a qué se debía la discusión, venían de acá para allá gritándose.Yo me senté esperando que la pelea terminase, pero después de diez minutos Javiera se encerró en el cuarto dejando a su novio y a mi afuera.Claudio le decía a través de la puerta que lo olvidara y nos fuéramos a bailar. Pero ella no lo escuchaba. Luego de diez minutos más de estar afuera escuchando como Clau-dio intentaba disculparse con Javiera, decidí que era mejor olvidar la salida y dejarlos solos resolviendo sus problemas.

-Sol, lo siento- dijo Claudio. -No te preocupes, mejor dejémoslo para otro día-. -Déjame llevarte a casa-.

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-Ni lo pienses, arregla tus problemas con Javiera antes de que le explote la cabeza- le dije yo riendo. -Bueno, gracias, nos vemos-.

Caminé cerro abajo para poder tomar un taxi en la avenida, el frío me carcomía los huesos. El vapor que exhalaba era tan denso que no se deshacía, caminé con los pies congelados por el medio de la calle, para calzar justo abajo de la luz de los faroles.El callejón me parecía eterno, pero cuando llegué a la avenida me di cuenta de mi error. Noche de sábado a las doce y media de la noche. No era el mejor momento para estar ahí. En cada esquina había una botillería llena de hombres y mujeres al-coholizados y entre cada botillería habían otros hombres peleando. -¿Qué le dijiste idiota?- le dijo un hombre empujando a otro que estaba frente a él. -Tú no te metas- le dijo el tipo casi sin poder modular de lo borracho que estaba. -Ella es mi perra, nadie la toca- le volvió a gritar tomando fuertemente por la cintura a una mujer que no hacía más que reír y controlar sus grandes senos, los que intentaban escapar del grosero escote que llevaba.Al instante los hombres comenzaron a pelear, más bien, el tipo que estaba borracho recibió una gran golpiza.Era como el infierno y yo nuevamente estaba sola en medio de las calles oscuras.Paré un taxi, pero al meter la mano en mi bolso noté que mi billetera no estaba. Afligida abrí la puerta del taxi y le dije que no tenía din-ero para pagarle, pero que le podía pagar cuando llegara a casa, al parecer, al taxista siempre le decían lo mismo y lo estafaban, porque al escucharme decirlo se enojó y me sacó casi a patadas de su taxi.

Me tomé un segundo para analizar la situación y decidí volver a la casa de Javiera a buscar mi billetera y pedirle a Claudio que me lle-vara a casa. Pero cuando me di vuelta para comenzar a caminar vi que por la calle que había bajado venía un grupo de casi diez hombres borra-chos, cantando, gritando y haciendo destrozos.

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No sabía si era un juego o dos de los hombres estaban peleando en serio, se golpeaban y maldecían.A cada persona que pasaba a su lado le gritaban o molestaban.Mi corazón se paralizó,- ahora qué hago, estoy rodeada-.Pensé en buscar un lugar en donde esconderme para poder sacar mi celular y llamar a alguien, pero no veía ningún lugar seguro. Sentí un nudo en el estómago al ver que de una casa no dejaban de salir prostitutas.El ambiente se enrarecía cada vez más, en cualquier momento algo iba a pasar. Los hombres que venían bajando por el callejón estaban cada vez más cerca de mí, yo sólo quería pasar lo más desapercibida posible, me puse la capucha de mi polerón y comencé a rezar, no era algo que acostumbrara hacer, pero estaba tan desesperada que no se me ocurrió nada más. Tenía los ojos cerrados y el cuerpo tenso, imaginaba que venía un taxi y me llevaba a casa, cuando de pronto escuché: -Tú, de nuevo en un lugar inapropiado-.Me paralicé por un segundo, sentí un frío intenso recorrer todo mi cuerpo. Me aferré a mi cartera y me di la vuelta para ver quién me hablaba con esa voz que parecía sacada de una película.Para mi sorpresa era él, sentí un alivio inmediato al ver su rostro amigable. - Tú, ¿qué haces aquí?- le pregunté con la voz firme, pero por dentro estaba más feliz que nunca de verlo. Todos mis músculos comenzaron a relajarse, no tenía miedo si estaba con él. Salí a comprar, te vi y me pareció que éste no es un lugar para que estés sola-. - No sabes lo que me pasó, perdí mi billetera y no tengo cómo ir a casa. Y para empeorarlo todo, hice un gesto con los brazos, señalando el desastre que había a mi alrededor. - Bueno, algo tenemos que hacer porque no te puedes qu-edar acá-.

El grupo de pandilleros ya estaban casi a mi lado, él estaba parado justo frente a mí. Los hombres pasaron a mí alrededor y pareció como si yo no existiera, ninguno me miró siquiera.

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Me sentí aliviada. -No sé por qué, pero apareces cada vez que te necesito- le dije yo algo sonrojada.El pareció ponerse nervioso con mi comentario, estiró su mano y le hizo señas a una patrulla de policías que pasaba por detrás de mí. Me di vuelta y el copiloto del auto bajó la ventanilla mientras el conductor detenía el auto a mi lado. -Usted no debería estar aquí, es peligroso-. -Si lo sé, lo que pasa es que perdí mi billetera y no tengo dinero para un taxi.- -Nosotros podemos llevarla a casa- dijo el copiloto abrién-dome la puerta desde adentro.Yo miré al hombre con cara de pregunta. - Vamos-dijo él.

Abrí la puerta del auto y me subí dejándole un espacio a él para que pudiera sentarse junto a mí, pero él cerró la puerta y se quedó afuera.Los policías se miraron extrañados entre sí al ver que la puerta se había cerrado y comenzaron a andar.No entendía por qué había hecho eso, por qué me dejó sola después de ayudarme, si me dijo que iba a venir conmigo. Me fui mirando por la ventana de atrás, viéndolo alejarse. -No debería andar sola en estos sectores- dijo uno de los policías. -Sí, no va a volver a ocurrir. Pero de todas formas no estaba sola-. -¿Esperaba a alguien entonces?- preguntó el conductor. -No, estaba con él-.Los policías se miraron de nuevo con una mirada extraña. -¿Con quién?- -Estaba con el hombre que estaba junto a mí- les respondí con la voz un poco más elevada. -No había nadie a su lado señorita- me dijo el copiloto dán-dose la vuelta para decirlo y mirándome con la misma cara con la que se interroga a un loco.Cada segundo que pasaba en ese auto me sentía más estúpida,

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¿cómo que no había nadie?, pensaba. Tal vez no lo vieron porque estaba muy oscuro y él estaba vestido de negro.Ni siquiera pude preguntarle su nombre.Detuvieron el auto frente a mi casa. -Gracias, buenas noches-.

Me pasé casi todo el resto de la noche intrigada, no podía dormir pensando en él.Tenía su perfume impregnado en la nariz, era como si de vez en cu-ando se paseara por mi casa dejando su olor por los pasillos.Escribí en mi diario cada detalle de él: sus ojos grises, su piel que parecía ser de aire, su delicada y desordenada barba, su pelo corto color miel y sus labios adornados de una fina capa desordenada de bigotes.Mientras volaba en mis pensamientos escuché un ruido en el pasillo, mi madre estaba durmiendo, así que no podía ser ella. Mi corazón se paralizó ante la idea de que hubiera un ladrón en la casa.Me levanté lentamente, pero no volví a escuchar nada, salí al pasillo y caminé hasta la puerta de entrada, entonces sentí un ruido de vid-rios en la cocina, como dos vasos golpeándose. Fui hasta allá y en el camino tomé un bastón de decoración que mi madre había pues-to hace unos meses junto al sillón. Caminé muy lento y me quedé parada en la puerta de la cocina sin cruzar el marco, estiré la mano rápidamente y prendí la luz volviendo mi mano al bastón para estar preparada.

-¿Quién está ahí?- dije asustada, pero con voz fuerte.Era obvio que no había nadie, la cocina estaba vacía. En un segun-do Sazo se puso a ladrar furioso en el patio delantero, corrí hasta la ventana para ver si había alguien, hice a un lado la cortina y vi a una señora cruzando la calle debido a los ladridos del perro. No tenía pinta de ser peligrosa, llevaba una pesada bolsa en cada mano y caminaba con apuro.Mi cabeza permaneció enterrada en la ventana durante unos minu-tos hasta que escuché una voz: -¿Qué haces?Me di la vuelta rápidamente y pegué un grito que hasta la vecina

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podría haber escuchado. -¡Mamá!- ¿qué haces aquí? -Escuché un ruido y vine a ver, ¿qué haces con mi bastón?- se acercó y me lo quitó para ponerlo nuevamente en su lugar-, vete a acostar es tarde. -No puedo dormir-. -Bueno hazte un té- dijo dando la vuelta y volviendo a la cama.Un té no me va a ayudar a dormir, pensé, pero de todas formas lo hice.Salí lo más rápido posible de la cocina y caminé a mi cuarto sin mirar hacia atrás, sentía una extraña presencia en la casa.

Cuando al fin pude dormir, soñé con él estábamos en la playa to-mando jugos tropicales, el mar estaba sereno y el sol estaba radiante, pero no nos quemaba. La brisa estaba hacia mí y me traía consigo su perfume.En el sueño los dos teníamos la piel brillante y transparente, cuando nuestras manos se tocaban salía luz dorada de nuestros dedos. No necesitábamos hablar, porque podíamos escuchar nuestros pen-samientos. No recuerdo bien de qué hablamos, sólo recuerdo que me dijo su nombre, más bien lo pensó y yo lo escuché dentro de mi cabeza como si fuera un canto celestial -Alfonso-. Desperté con el cuerpo lánguido y entumido, como si no me hubiese movido en toda la noche.Tomé desayuno y traté de recordar mi sueño, pero me era imposible. Sentía cierto alivio al saber que había soñado con él, pero luego caía en cuenta de que no sabía cuándo volvería a verlo.

Me pasé el día sentada con la mente en blanco, la tarde fue un poco de lo mismo.Cuando la noche llegó, comencé a leer mi diario, me parecía que la historia era interesante para tratarla como una novela y escribir 300 páginas o más.Cuando terminé de leerla noté algo extraño, él solamente aparece cuando tengo miedo o cuando necesito que alguien me ayude.

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¿Cómo puede llegar en el momento preciso a cada lugar? comencé a acelerar mis pensamientos con suposiciones. Tengo que ponerlo a prueba, tengo que ir a un lugar peligroso y es-perar que él llegue.¿Y qué pasa si no llega?, tendré que correr a casa.Pero tiene que llegar, si ha hecho lo mismo sistemáticamente en las últimas semanas tiene que hacerlo nuevamente.

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La playa es el mejor lugar para descubrirlo, voy a ir a la zona del bosque.Me preparé, dejé todas mis cosas en casa, no quería arriesgarme a que me las robaran, le dije a mi madre que iría a casa de Javiera. Caminé hasta llegar a la larga escalera que llegaba al puente, lo pensé un momento, pero después de recordar lo que había pasado en ese lugar decidí no pasar por ahí de noche.Comencé a caminar por las calles oscuras bajo la luz de los faroles, eran las nueve de la noche, pero como era domingo las calles per-manecían vacías por largos períodos de tiempo, hasta que uno o dos autos pasaban por la costa.Las luces de los faroles se hacían cada vez más distantes unas de otras, dejando entre cada una un espacio oscuro, pero éstas no du-raron mucho en mi camino, cuando llegué a la playa la oscuridad que venía de ella era profunda y aterradora.La playa estaba vacía, me detuve unos minutos a reflexionar sobre lo que estaba haciendo y me llené de fuerzas para seguir.Mis pies pisaron la arena, mis botas no permitían que la arena ent-rara, pero sentía su textura a través de ellas. Avanzaba por la playa a paso lento y dudoso. Mientras más me adentraba en ella y más me alejaba de la civilización, más me arrepentía de lo que estaba haci-endo. Las olas rompían cada vez más fuerte, los grillos comenzaban a chirriar sin cesar con cada paso que yo daba. Ya no había faroles cerca, pero el último de la playa todavía ilumi-naba mi camino, a mi izquierda estaba el mar levantándose cada vez más como si me tratara de envolver.

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Mientras que a mi derecha habían metros de terrenos vacíos y os-curos. El viento golpeaba mis orejas con graves aullidos, haciéndome es-cuchar ruidos extraños a medida que me adentraba en la oscuridad.Tal vez era mi imaginación la que creía que él tenía un secreto, tal vez era sólo un hombre al cual tuve la suerte de conocer en esos mo-mentos difíciles, pensé.De pronto me vi buscando excusas para dar la vuelta y volver cor-riendo a casa.Me detuve, dudé un segundo sobre si debía volver o seguir mi cami-no,Si sigo caminando no hay vuelta atrás, si camino más y no me en-cuentro con él, de seguro me voy a encontrar con algo más.Es ahora o nunca pensé, son estos momentos los que definen tu vida y te incluyen en uno de los dos tipos de personas que existen, las que se arriesgan y las que no, pero estoy segura que no quiero pasar el resto de mi vida en la seguridad de mi hogar, quiero vivir algo que nadie más haya vivido, quiero ser diferente y para eso me tengo que arriesgar. Ahora y siempre, estoy segura que va a aparecer, tengo que seguir.Cuando me volví para retomar mi camino, no alcancé a dar un paso cuando lo vi entremedio de las sombras de los faroles.Antes de reconocerlo grité con toda mi fuerza del susto que me dio. -Tranquila, soy yo-. -¡Qué estás haciendo aquí!- le grité indignada y con el corazón acelerado por el susto. -Estaba por acá, y... -Mentira, siempre dices lo mismo, dime la verdad- le dije furiosa interrumpiéndolo.Él se quedó en silencio. - Dime, ¿cómo sabías que iba a estar acá? ¿Por qué siempre llegas cuando estoy sola? ¡RESPONDEME!- Le decía yo casi gritán-dole. Pero él no decía nada.Al ver que no respondía, me puse más inquieta y comencé a gritarle. -¿Me estás siguiendo? Ah?, dime- y lo empujé con fuerza en el pecho.

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Él me miró como si no se esperara mi reacción, no hizo nada y yo volví a empujarlo. -¿Por qué me estás siguiendo?- le gritaba exaltada -. ¿Por qué los policías no te vieron? ¿Ah?, cuando lo iba a empujar por ter-cera vez él me tomó las manos con mucha fuerza y dijo: -¡Escúchame!, no te estoy siguiendo- quería decir algo, pero se notaba que no sabía cómo.Al ver que no me soltaba las manos comencé a asustarme. -Suéltame- le dije tranquila. -No, déjame explicarte-. Tomó una bocanada de aire y dijo: - Yo no soy real-. Y siguió apretando mis manos. -¿Como que no eres real? Suéltame-, dije aún más alterada. -Tranquilízate y escúchame, porque lo que estoy tratando de decirte no es fácil- dijo con su voz grave y tajante.Yo me quedé quieta y lo miré fijamente. -Tu eres la única persona que conozco que puede verme.- Yo no entendía a qué se refería. -No sé de qué me estás hablando, suéltame me quiero ir-. -Viniste hasta aquí buscando una respuesta ¿no? Bueno, ésa es, yo no soy real, no existo-. -Qué estás diciendo, cómo no vas a ser real si puedo sentirte, te siento en este momento tocándome. -Si lo sé… y no puedo entenderlo, no comprendo por qué sólo tú puedes verme y sentirme-.Comenzó a apretarme cada vez más fuerte hasta que sus dedos se deshicieron en mis manos, atravesándolas.Yo me quedé paralizada, no podía creer lo que estaba viendo, era como un fantasma atravesando mi cuerpo y cada vez que lo hacía sentía mis manos heladas. Ya no sabía si tenerle miedo o no.Me quedé muda, no sabía qué decir o hacer, solamente lo miraba. -Dime algo- me dijo con voz suave.Me quedé un momento en silencio, pensando en cómo hacerle la pregunta para no sonar grosera. -Entonces... tú...¿Estás muerto?- le pregunté. -Sí, ya han pasado dos meses desde….-me dijo sin terminar la frase y se sentó en la arena.Mi corazón latía acelerado, no podía entender lo que estaba pasando, me tomó un par de minutos asumir que estaba frente a alguien

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que ya no estaba vivo. Todo este tiempo he estado soñando con al-guien que no es real. Quería salir corriendo de aquel lugar, pero por alguna extraña razón mi cuerpo no me permitía alejarme de él. -Te entiendo si estás paralizada del miedo, pero yo no quiero asustarte-. -Perdón, es que no comprendo nada ¿por qué sigues aquí?- -No lo sé, supongo que hay algo que tengo que hacer, pero ya no quiero seguir aquí-. -¿Y qué puede ser eso que tienes que hacer?- Le pregunté mientras me trataba de calmar para sentarme a su lado. Era algo que no podía evitar, su cuerpo era un imán para el mío, casi no podía controlar mis movimientos y sentimientos cuando estaba con él.Era como si mi corazón latiera por dos y mi respiración se hacía torpe y descoordinada.

-Sinceramente, no tengo idea. Pero creo que tiene que ver contigo-. -¿Por qué conmigo?- le pregunté sorprendida. -Porque tú eres la única que puede verme cuando nadie más lo hace, con la excepción de mi hermana pequeña, pero asumo que ella puede hacerlo porque es sólo una niña-. -Pero, Jorge sí pudo verte y los hombres de esa noche tam-bién-. -Sí, pero yo quería que me vieran-. -No entiendo nada- le dije dejando caer mi cabeza sobre su hombro- para mí eres más real que nadie. -Gracias, voy a tomar eso como un cumplido- dijo soltando una pequeña sonrisa.

Nos quedamos en silencio por un rato sentados, tenía la cabeza he-cha un lío. Yo lo sentía, sentía en ese momento mi cabeza apoyada en su hom-bro, sentía sus músculos moviéndose, como si fuera cualquier per-sona. Hasta podía sentir su sangre corriendo por sus venas al mismo ritmo que la mía. -¿Y puedo saber cómo pasó?- le pregunté

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-Sí, aunque no creo que sea algo muy agradable de escuchar- me dijo, apoyando sus codos en las rodillas. - Estaba de aniversario con mi novia y habíamos quedado de acuerdo en que yo la iba a pasar a buscar a las ocho de la noche para ir a comer. Había hecho reservaciones para pasar la noche en el hotel “Alta Montaña”, la verdad es que estaba enamorado de ella.Llevábamos dos años juntos, pero nuestra relación era muy extraña, hay muchas cosas de ella que ahora recién logro entender.Llegué a su casa un poco antes, le había comprado una cadena de oro con un colgante de diamante, no sé en qué estaba pensando.Ella me había entregado hace poco una copia de las llaves de su casa, entonces sólo entré. Al principio pensé que no había nadie, pero después escuché un sonido extraño que venía de su cuarto.Me acerqué y como la puerta estaba un poco abierta pude verla con otro, bueno, tú te podrás imaginar que estaban haciendo- me dijo riéndose, yo no entendía que tenía de gracioso-. Entonces, después de aquel espectáculo me fui de la casa, ella nunca supo que la vi. Estaba tan enojado que no podía controlarme, pasé por la playa y lancé al mar la cadena de oro. Caminé hasta el puente y antes de poder cruzar tres tipos se me acercaron y me preguntaron la hora.Eran muy parecidos a los tipos que te atacaron cuando estabas con tu amigo, llenos de cicatrices y odio. Yo no les respondí y seguí de largo golpeando en el hombro a uno de los tipos. Ellos me agarraron entre los tres y me tiraron al suelo, yo me levanté y le pegué en la cara a uno de ellos, pero entre los tres me volvieron a tirar al suelo y comenzaron a patearme, mientras uno me robaba todo lo que tenía los otros dos me seguían pateando. Finalmente, cuando terminaron la golpiza me dejaron tirado y comenzaron a alejarse, pero uno de los tipos volvió con una mano en el bolsillo y cuando estuvo a mi lado la sacó con un enorme cuchillo y lo enterró en mi cuerpo dos veces, una vez en el estómago y la otra en el pecho, luego los tres corrieron.Yo no podía moverme y tampoco tenía la fuerza, estaba empapado por la sangre que perdía, me quedé tendido casi veinte minutos hasta que comencé a morir.Sentía un pito cada vez más fuerte y era como si poco a poco fuera quedando ciego, sentía como el frío me congelaba lentamente,

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no podía ver ni sentir mis manos, estaba inmóvil del dolor.De pronto dejé de sentir dolor y frío y pude ver de nuevo. Me encon-traba parado junto a mi cuerpo, pero todavía no me daba cuenta que estaba muerto.Pasaron las horas hasta que una pareja pasó por ahí y me vio, la mu-jer no dejaba de gritar y llorar mientras llamaba a la ambulancia y el hombre me tomó el pulso, pero notó enseguida que ya no tenía.Nunca imaginé que tanta gente iría a mi entierro, y a pesar de que siempre creí que había algo más después de la muerte, nunca vi la luz, nunca nadie vino a buscarme y desde ese día no volví a sentir nada.Hasta que te conocí, ese día, por primera vez en todo este tiempo pude sentir-. -¿Sentir qué?- le pregunté muy intrigada. -Sentir miedo, alivio, tranquilidad. Sentí mi corazón latir, porque el tuyo estaba latiendo junto al mío.Cuando te vi esa noche y me saludaste junto al puente, mi corazón revivió. Cuando estoy junto a ti siento la sangre correr por mis ve-nas, siento el aire entrar a mis pulmones, no sé por qué me pasa esto contigo.Por eso te seguí cuando entraste al puente y cuando el viejo te agarró y tu corazón se volvió loco, el mío también, mi respiración se volvió cortada igual que la tuya, sentí tu miedo físicamente.Entendí por qué mi cuerpo se sentía tan extraño cuando estaba junto a él. Éramos el uno al otro, atraídos por su muerte y mi vida. No supe que responderle, sólo me sentía feliz de haberlo encontrado y no lo iba a dejar ir.

Pasamos horas frente al mar hablando de todo, me contó que estudi-aba cine, que su casa quedaba muy cerca de la mía. Infinitos datos que nos hicieron pensar que de todas formas nos íbamos a conocer en algún momento.

-Tenía ganas de ir a la feria literaria- dijo con voz de nostal-gia. -Yo voy a ir- le dije - ¿por qué no vienes conmigo? -Porque no puedo andar contigo por ahí, la gente va a

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pensar que estás loca. Mira ahí va la loca que habla sola y comenzó a reír. -A mí no me importa lo que diga la gente, en todo caso, ya para la mayoría soy una extraña-. -Entonces, ¿no te importa que todos te escuchen hablar sola y crean que tienes un amigo imaginario? -Claro que no, aparte prefiero estar contigo y que la gente crea que estoy loca, a no estar contigo y pensar todo el día en ti.Él me lanzó una pequeña sonrisa y me miró de una forma de la que nunca antes nadie me había mirado, parecía estar sonrojado. No qui-ero volver a pasar un segundo sin él. -Puedo simular que hablo por celular cada vez que alguien pase-.Se rió y me dijo que era una idea estupenda.

Me contó de su novia, de la forma que ella siempre pareció utilizarlo. -Fui un idiota, le creí todos sus cuentos-. -No te culpes, estabas enamorado.- -No sé si estaba enamorado, tan solo… ella parecía ser perfecta en todo y cada vez que hablábamos me hacía sentir que la necesitaba para lograr mis sueños. Y terminé creyéndolo… -¿Era compañera tuya en la universidad?- le pregunté poniéndome de pie. -Íbamos a la misma facultad, pero ella estudiaba Relaciones Públicas. -Al parecer se le daba bien lo de las relaciones- le dije yo riendo y animándolo a levantarse.

Él se puso de pie y me siguió.Caminamos lentamente por la orilla de la playa, me contó de los proyectos que tenía, sus ideas, en fin un montón de cosas que había dejado inconclusas.

-¿Recuerdas que ayer soñaste conmigo?- me preguntó. -Cómo sabes tú eso- le pregunté levantando mi cabeza. -Porque para mí no fue un sueño, yo estaba ahí contigo, sólo que para ti únicamente era tu inconsciente.-

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-Espera, entonces ¿te llamas Alfonso?- -Sí, yo te lo dije ayer. Bueno no te lo dije, porque no era necesario hablar. -Esto es demasiado extraño, yo casi no puedo recordarlo. Cuéntame más-. -Bueno en ese sueño tuyo... lo pasé mejor que en toda mi vida- me dijo parándose frente a mí.

Yo sentí como mi cara se ruborizaba y no supe que decirle, pero él se adelantó y dijo: -Debería llevarte a casa, ya es muy tarde-.Caminamos muy cerca uno del otro, pero sin tocarnos, como si nos diera miedo tener algún tipo de contacto físico.Ya era la una de la mañana, sin duda habíamos estado mucho tiem-po hablando de todo. Cuando llegamos a mi casa, yo no quería en-trar, me quería quedar toda la noche con él. -¿Tendré que ir a la playa cada vez que quiera verte?- le pre-gunté con un tono juguetón. -No, no deberías volver a hacer eso… fue algo estúpido- dijo muy tranquilo y con voz dulce.Yo lo miré sorprendida de lo que acababa de decirme. -¿Me acabas de decir estúpida?- le dije sonriendo. -No, sólo dije que lo que hiciste fue estúpido, podría haberte pasado algo- me susurró despacio mientras pasaba sus dedos por mi frente llevando un mechón de pelo detrás de mi oreja. Sus dedos se sentían como plumas, pero a la vez muy fuertes. -¿Entonces qué tengo que hacer para volver a verte?-. -Desearlo- dijo él metiendo sus manos en los bolsillos del pantalón. -¿Desearlo?- le dije yo aturdida por la respuesta. -Voy a aparecer cuando menos lo esperes- dijo con una son-risa- ahora entra, hace frio-.Yo saqué las llaves de mi bolsillo las puse lentamente en la reja, quería alargar ese momento lo más posible. -Buenas noches- le dije cerrando la reja desde adentro, él seguía parado con las manos en los bolsillos esperando que yo ent-rara a la casa.

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-Buenas noches- me dijo mordiendo suavemente su labio inferior.

Cuando entré, pude escuchar un grito casi de espanto provenir de la boca de mi madre. -¿Dónde has estado?- preguntó muy enojada. -Te dije que iba a ir a casa de Javiera-. -La llamé hace una hora y me dijo que no estabas ahí, donde fuiste-. -Lo que pasa mamá, es que me encontré con un amigo cu-ando venía a casa y nos quedamos hablando un buen rato, nada más. -Bueno no quiero que andes en la calle tan tarde, eso no es de señoritas-. -Daaah- dije yo mirando el techo, caminando hacia mi cuar-to arrastrando los pies- buenas noches-.No podía importarme menos lo que dijera mi madre, acababa de pasar la mejor noche de toda mi vida.

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De una noche a otra la vida, como la conocía, había cambiado por completo, nunca volvería a ser la misma, ni a pensar lo mismo. Ahora veía la vida con otros ojos, los ojos que saben que hay otras cosas que no vemos.Alfonso comenzó a formar parte de mi vida y eso me encantaba.

El martes por la mañana me levanté para ir a la universidad, a eso de las seis treinta, me vestí y arreglé por si en algún momento del día me topaba con Alfonso.Salí del cuarto y pasé al baño, lavé mis dientes y me quedé unos se-gundos arreglando mi vestido que tenía pequeñas arrugas. Caminé hasta la puerta de entrada y me detuve, un aire fresco recorrió mi cuello, cuando me di vuelta Alfonso estaba frente a mí, radiante como siempre. -Hola- le dije yo feliz de verlo. -¿Te gustaría que te acompañe hasta la universidad? -¡Me encantaría!

Caminamos por la calle hasta llegar a las escaleras que llegaban al puente, los recuerdos de esa noche me atormentaban cada vez que pasaba por ahí, pero ahora no.Me acerqué a él y tomé su mano, me miró y dijo: -¿De verdad puedes sentirme? -Sí- le respondí, tomándolo con una mano y pasando los dedos sobre su palma, pero se siente distinto, como si fuera de por-celana, sin huellas. Sólo piel lisa y fría.

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Alfonso puso la vista al frente como si lo que le acababa de decir le doliera.Nos subimos al metro tren y no sentamos frente a una pareja de ado-lescentes, no deben haber tenido más de 16 años. -A esa edad el amor es tan profundo- le comenté despacio para que nadie más escuchara. -así debería ser siempre- respondió él.Me quedé mirando a la pareja y luego levanté la mirada hasta la ventana que había sobre ellos, me veía reflejada en ella. Mi cabello se desordenaba con el viento que entraba por la ventana, traté de peinarlo con mis dedos y entonces lo noté, Alfonso no se reflejaba, estaba únicamente yo.Eso era lo que la gente veía, sólo a mí y siempre sería así.

Llegamos a la universidad y subimos hasta el cuarto piso, cuando llegamos a la sala Alfonso se quedó afuera. -Ven a clases conmigo- le dije yo, actuando como una niña. -Prefiero que no, debes poner atención-. -Pero en esta clase me va muy bien, por favor-. -¿Con quién hablas?- me dijo Dana asomándose sobre mi hombro.Yo me quedé paralizada y le dije: -Con nadie-.Alfonso aprovechó ese momento para alejarse de nosotras haciendo un gesto de despedida con la mano y la cara llena de risa.Y comenzó otra aburrida clase, sin emoción.

Los días comenzaron a pasar, las horas se me hacían eternas cuando él no estaba.Iba a clases, trataba de concentrarme, pero él siempre aparecía en mi cabeza. Me sentía más plena que nunca, nada me hacía falta; podría pasarme el resto de mi vida así, pero nadie lo entendería nunca.¿Por qué es necesario ser como los demás para pasar desapercibido?, yo sé que en un tiempo más la gente se va a preguntar por qué no me interesa estar con nadie, por qué nunca he tenido una pareja o por qué siempre estoy sola.

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Sólo cuando muera voy a poder estar con la persona que quiero de verdad, ¿entienden eso?, claro que no. No entienden nada de lo que no ven.

El viernes en la tarde Javiera me llamó para invitarme a su casa, hace tiempo que no nos juntábamos, pero tanto ella como yo estábamos perdidas en nuestra relación, así que no nos sentimos mal y no se lo reprochamos a la otra. De camino a su casa me puse a pensar, ¿qué diferencia tendrá su relación con Claudio de la mía con Alfonso?Ya sé, él está vivo y Alfonso no, pero más allá de eso, ¿acaso no es lo mismo?Ellos se aman, se cuidan el uno al otro, tienen puntos de vista difer-entes, se besan, se sienten y no pueden estar sin el otro. Creo que las diferencias son más notorias, no puedo presentarle a mi madre la persona que quiero, no puedo llevarlo a casa de mis amigas, no me preocupa cómo se llevarán, no puedo enviarle un mensaje de texto, pero sobre todo, tengo dos vidas. La vida sin él y la que tengo cuando estoy con él.Me pregunto adonde irá cuando no está conmigo, quizás a ver a su familia, me gustaría conocerlos.Que difícil pensar que tan solo una circunstancia cambió tanto la vida de alguien.Si la novia de Alfonso hubiese recordado que estaban de aniversario o si Alfonso se hubiese retrasado camino su casa, no la hubiera en-contrado así.Él estaría vivo y tal vez en un tiempo más nos habríamos conocido.Al llegar a la casa de Javiera nos pusimos al día, ya que no nos veía-mos unos cuantos días.Era difícil contarle algo que no incluyera a Alfonso, como si no hubiese pasado nada en mi vida hace semanas.Claudio estaba ahí, me encantaba verlos juntos, cuando no estaban discutiendo. Él llevaba una camisa a cuadros ajustada que tenía las costuras rotas, era algo hecho a propósito por supuesto, unos panta-lones oscuros, era un estilo que a mi parecer era algo extraño, ya que se notaba que todo su conjunto era nuevo, pero estaba rasgado por todas partes, es una moda que no lograré entender.

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Si tienes ropa nueva, que parezca nueva, si está vieja, que lo parezca. Eso de aparentar que no te importa que tu ropa esté rota, pero a la vez que sea nueva, no lo entiendo.

-Cuéntanos de tu vida, dijo Claudio, no dejes que Javiera sea el florerito toda la noche-.Yo no tenía nada que contarles-. Em… bueno, no lo sé-.Mientras pensaba en algo que contarles, junto a Javiera y Claudio apareció Alfonso, se sentó junto a Javiera.Debo haberme alterado un poco sin poder disimularlo, porque en-seguida Claudio me preguntó qué me pasaba. -Nada, nada, dije yo, estoy pensando qué contarles-. No podía evitar mirar a Alfonso y ponerme nerviosa. Javiera miraba hacia su derecha, pero obviamente no veía nada. -¿Qué miras?, me dijo con la voz pausada. -Nada, dije con voz de pregunta. ¿Tú tampoco ves nada? -¿De qué estás hablando?, te pasa algo, me preguntó altera-da. - No, no, nada- Alfonso parecía disfrutar de lo estaba que pasando, ya que se reía silenciosamente.Yo comencé a sonreír, no podía evitarlo, me parecía todo muy di-vertido. -¿De qué te ríes Sol?, me estás asustando-. -De nada, es sólo que me acordé de algo. -¿Volviste a ver al tipo del puente?, preguntó Claudio termi-nando con el momento incómodo.Javiera pareció olvidar que yo estaba rara y se entusiasmó con el tema. -No, no volví a verlo, pero me habría encantado. Era tan hermoso que todavía no puedo olvidar su cara, dije mirando a Al-fonso, quien pareció sonrojarse. -Te imaginas hubieses vuelto a verlo y se enamoraban, habría sido la historia más romántica del mundo, dijo Javiera de-jando caer su cuerpo en el sillón.Alfonso se levantó caminó hacia mí y dejó caer su cuerpo junto al mío en el sillón, estábamos de frente al sofá en donde se encontraba Javiera y Claudio.

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-¡Claudio viste eso!, exclamó Javiera apuntando a mi dere-cha. -¿Que, qué cosa? no vi nada.Yo me inquieté, pensé que ella había visto a Alfonso. -No quiero asustarte Sol, pero junto a ti vi que se hundió el almohadón, como si alguien se hubiese sentado junto a ti.Alfonso me miró algo inquieto, -no es nada, dije yo, no vas a creer en fantasmas- y lancé una carcajada nerviosa.

Luego de unos diez minutos sonó el timbre y Claudio se levantó rápi-damente para abrir la puerta, al volver, detrás de él venía un apuesto joven amigo de Claudio.Era alto con pinta de jugador de básquetbol, tenía el pelo rubio que caía desordenado y unos agradables ojos azules. -Sol te presento a Alex, un compañero de la universidad-. -Yo me estiré para recibir el beso en la mejilla del chico-. Él me saludó y luego se acercó Javiera, para después intentar sen-tarse a mi lado, yo estiré las manos sobre Alfonso y le dije: -Lo siento, este puesto está ocupado.- -De qué hablas Sol- dijo Javiera.Yo no supe de inmediato que responder, pero el chico entendió que no quería que se sentara junto a mí y dijo: -No te preocupes, me sentaré aquí-, sentándose en una silla junto al sillón.Javiera me lanzó una mirada fulminante desde el otro sillón, pero yo no le presté atención y me incliné hacia Alfonso acurrucándome en su brazo, sin que se viera extraño.El chico me hizo un par de preguntas y al ver que no le prestaba ni la más mínima atención dejó de interesarse.

-Tranquila, me dijo Alfonso- únicamente quiere ser agrada-ble-. -Alex, cuéntale a Sol sobre el premio de cine que ganaste-. -No creo que a ella le interese- contestó Alex con una sonrisa irónica. -No, adelante cuéntame- le dije con tono exagerado miran-do luego a Alfonso -feliz- le susurré con una sonrisa en la cara

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que intenté disimular. -Bueno, lo que pasa es que yo soy un estudiante de cine muy destacado en mi universidad y los profesores me adoran, entonces me pidieron que trabajara con ellos en un proyecto de cortometraje.La historia era sobre un padre que golpeaba a su esposa e hijos, trabajé como productor y actor, ganamos el premio “hormigas de fuego”, ¿has oído hablar de él?, es bastante conocido-. -No, nunca lo he oído nombrar- lo interrumpí. -Bueno, lo gané, junto con un nuevo equipo de filmación y mucho dinero en efectivo. -Presumido- dijo Alfonso dejando de prestarle atención.Yo comencé a reír, por el comentario que había hecho Alfonso después de defenderlo. Qué te parece tan gracioso- me dijo Alex poniéndose serio. -Nada, nada- dije yo tapando mi boca. -Eres extraña- refunfuñó AlexYo dejé de reír, y le dije: -Sí, lo siento es que tengo un problema- mirándolo fija-mente. -Dile que puedes hablar con los muertos- dijo Alfonso muerto de la risa. -No le voy a decir eso- dije en voz altaJaviera ya había notado que sólo quería molestarlo y se rió sin decirme nada. -¿A quién le hablas Sol?- dijo Alex con cara de desconcierto. -Al hombre que está detrás de ti- le dije señalando a su dere-cha.Le hice una pequeña seña a Alfonso para que se parara detrás de él y lo molestáramos un rato.Alex miró sobre su hombro y obviamente no vio a nadie. -No hay nadie- dijo. -Claro que hay alguien, ¿Javiera tú lo ves?-. -Sí, sí, lo veo- dijo ella siguiéndome el juego. -Están locas- dijo Alex sin prestarnos atención. En ese momento Alfonso le tocó el hombro y Alex se levantó de golpe gritando: -Algo me tocó el hombro-.

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Javiera se quedó muda en un segundo. -Te lo dije-le repliqué yo mirando hacia el otro lado del liv-ing.Dejamos de molestarlo y después de un rato se olvidó del asunto, pero no volvió a dirigirme la palabra por el resto de la velada.

Pasamos el rato riendo y hablando tonterías, Alfonso pareció dis-frutarlo, tenía una expresión de agrado que no se borraba con nada. -Ya es tarde, dije levantándome. -Deberías llamar a un taxi, dijo Javiera -No, estoy bien así, buscaré uno en la avenida.

Cuando caminábamos hacia la puerta, Javiera se adelantó para abrir-la, ella tiene esto de los modales bastante presente.Me despedí de ella y luego de Claudio y justo en ese momento se cayó un cuadro que estaba sobre la mesa de entrada. Javiera gritó del susto y abrazó a Claudio.Yo miré a Alfonso que tenía cara de “lo siento”, él había pasado muy cerca de la mesa golpeando con su chaqueta el pequeño cuadro. -Viste eso ¡viste eso Claudio!, es la segunda cosa extraña que pasa hoy, tengo miedo, tendrás que dormir conmigo esta noche, por favor.Compadezco al pobre de Claudio, no debe ser fácil pasar una noche entera con Javiera alterada. -¿Vas a tomar un taxi o prefieres caminar?, me dijo Alfonso.Yo esperé estar más lejos de la casa de Javiera para responderle, para que nadie pudiera escucharme-. Me gustaría caminar-. -Creo que nos pasamos de la raya con Alex- le dije -Tú empezaste linda, yo solo te apoyé-. -Tú no viste su cara cuando le tocaste el hombro, por un momento pensé que lloraría-.Alfonso se rió fuertemente sujetando su estómago.Me encantaba, sentía que él era mucho más que un chico, era mi ami-go, mi cómplice. Y eso, es mucho más fuerte que cualquier relación.Tomé su mano y comencé a balancearla. -Cuéntame de tu familia-. -Qué quieres saber- me dijo él con su voz suave. -Todo lo que quieras contarme-.

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-A ver, mis padres se separaron unos meses antes de mi muerte, no se soportaban, pero ahora que cada uno tiene su espacio las cosas entre ellos han mejorado.Tengo una pequeña hermana, su nombre es Julieta y casi tres veces a la semana o más le pregunta por mí a mi madre.Es triste ver esa escena y ver la cara de mi madre al no saber que re-sponderle, pero Julieta no entiende que yo estoy muerto-. -¿Pero tu madre se lo ha dicho?- -Sí, pero Julieta puede verme, igual que tú, por eso no en-tiende cuando mi madre le dice que no volveré nunca o que no me va a volver a ver porque estoy en el “cielo”, por suerte a Julieta no se le ocurre decirle “pero si yo lo veo”, ahí sí que mi madre colapsaría, -dijo riendo fuertemente-.

Mientras caminábamos mis piernas comenzaron a tiritar y un mareo me hizo tener que aferrarme a Alfonso. -¿Estás bien?, me preguntó preocupado, estás muy pálida-. -Nada, sólo un mareo- le respondí con una mano en su hombro y la otra en mi frente. -Cómo nada, estás helada y tan pálida que puedo ver tus venas. Para ese taxi –dijo- señalándome al taxi que venía hacia no-sotros.Le hice señas, cuando paró y me subí me dejé caer en el asiento. Le indiqué al chofer mi dirección con mucha dificultad. -¿Se encuentra bien señorita?, dijo él mirándome por el es-pejo retrovisor. -Sí, no es nada, sólo me duele la cabeza.

Cuando llegamos a casa lo único que quería era acostarme, el dolor de cabeza me estaba matando, ni siquiera me podía concentrar en lo que me decía Alfonso.Caminé hasta mi cuarto tratando de que mi madre no notara mi presencia y dejé caer mi cuerpo violentamente en la cama.Mi madre escuchó el golpe y fue hasta mi cuarto. -¿Estás bien querida? -Sí, estoy muy cansada, podrías cerrar mi puerta para poder dormir.

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-Como no cariño, buenas noches-, dijo cerrando suave-mente mi puerta. -¿Por qué no le dijiste que te sentías mal?, me dijo Alfonso sentándose junto a mí. -Porque no quiero preocuparla, de todas formas voy a amanecer bien.Tiré lejos mis zapatos y me metí a la cama. -¿Te quedarás conmigo, cierto?- le pedí mirándolo con cara de cachorro. -Claro, me respondió acomodándose junto a mí.Era tan dulce, se quedó conmigo acariciando mi cabeza por un largo rato.Era extraña la sensación de sentir sus dedos entre mi cabello, ro-zando mis orejas, pero no sentir su cuerpo en mi espalda.Levanté levemente mi cuerpo y giré mi cabeza hacia él, parecía un ángel, quizás el más perfecto de todos. Giré mi cuerpo para quedar de frente, él me miraba y en sus ojos se podía la pena que cargaba. Lentamente recosté mi cabeza sobre su brazo, permanecimos sin despegar la mirada el uno del otro por un largo rato, él seguía pase-ando sus dedos por mi cabeza y de vez en cuando, cuando lograba juntar algo de fuerzas yo también lo acariciaba.Se levantó ligeramente y comenzó a acercarse lentamente hasta que sus labios chocaron con los míos, su boca tenía un sabor tan maravil-loso que no sé con qué podría compararlo, quizás con el sabor de las guindas, la guinda más jugosa y roja de toda la canasta.Sus labios eran tan suaves que una vez que estuvieron contra los míos no podía dejar de besarlo.Tendría que pasar toda mi vida besando a cada hombre que se cru-zara en mi camino para encontrar a alguien que bese mejor que él, dudo poder encontrarlo.

Después de ese beso que me llevó al cielo y me regresó de golpe, sentí como el dolor de cabeza desapareció repentinamente.El dejó caer su liviano cuerpo sobre la cama y yo me acurruqué en su pecho pasando su brazo por alrededor de mi cuello.Nunca en mi vida había dormido tan bien como esa noche.

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Nos volvimos inseparables, hacíamos todo junto, pero de vez en cu-ando él me dejaba sola para que yo hiciera mis trabajos universi-tarios y me juntara con mis amigas, sobre todo con Javiera, que era la más demandante de tiempo y atención. Yo amaba a mis amigas, sobre todo a Javiera, pero ya no sentía ganas de juntarme con ella tan seguido, no sabía de qué hablarle. No podía contarle nada de lo que me pasaba, Alfonso se convirtió en mi mejor amigo.Pero a él no le agradaba mucho la idea de que me alejara tanto de la vida real, decía que estaba dejando de lado muchas cosas, pero la verdad es que ya nada me llamaba la atención.Claro que Javiera y el resto de la gente se preocupaba cada vez más de mi actitud “autista”, siempre que alguien me lo reprochaba hacia oídos sordos, no necesitaba que la gente me dijera lo que ya sé. Ellos nunca podrán entender el por qué de mi lejanía.

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La mayoría de las tardes íbamos a pasear con mi perro por la playa, era un enorme quiltro color café con leche y tenía todas las patas blancas, lo que parecían ser cuatro pequeños guantes. Tenía el hocico rosado, la nariz roja y una enorme mancha blanca en el ojo derecho y amaba a Alfonso.Cada vez que Alfonso aparece en casa, Sazo se vuelve loco de la emo-ción, mi madre siempre me dice que el perro está loco.

Una tarde como ésas, nos encontrábamos en la playa sentados, Sazo corría de acá para allá buscando y regresando con una pequeña pelo-ta que Alfonso lanzaba lejos.El mar estaba inquieto, las nubes cubrían todo el cielo, grises y ne-gras.Casi no había gente en la playa, cuando Alfonso le quitaba la pelota a Sazo y la lanzaba lejos, yo me preguntaba qué pensaría la gente si viera eso... La pelota se lanza sola, me divertía pensarlo.El viento nos golpeaba en las orejas, pero no nos impidió escuchar el grito de una niña. -¡Foncho!-Alfonso y yo nos dimos vuelta, caminando en la playa se encontraba su madre con su pequeña hermana Julieta.La cara de Alfonso se desfiguró y la de su madre también al escuchar lo que su hija acababa de gritar corriendo hacia mí. -Es mi madre- exclamó Alfonso con voz de emoción, la mis-ma voz con la que uno saluda a alguien a quien no ha visto

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hace años.Sazo corrió hasta Alfonso con la pelota en la boca y él se aferró al perro para que su madre pensara que Julieta le gritaba al perro.Julieta por supuesto fue hasta Sazo y le dijo -Foncho, donde estu-viste-.Yo me levanté y saludé a la señora. -Discúlpala, le gustan los perros. ¿Cómo se llama el tuyo?- dijo con una voz de vergüenza e intriga. - Foncho se llama. Ella ya lo había visto, por eso lo conoce- le respondí muy nerviosa. -Ah ¿sí? y, ¿de dónde lo conoce?, un día creo que mientras lo paseaba pasé frente a su casa y estaba ella y lo vio-. Las frases me salían raras, no podía concentrarme, tenía frente a mí a la madre de Alfonso, lo que me ponía extremadamente nerviosa, pero ella era muy agradable así que mi nerviosismo no duró mucho. -Foncho, que lindo nombre. Así le decía ella a mi hijo, nunca pudo pronunciar bien su nombre, dijo lanzando una pequeña carca-jada para luego quedarse con la mirada perdida por unos segundos, seguramente recordando a Alfonso.Si pudiera decirle que él está ahí, junto a ella, sería tan feliz. O tal vez no, quizás la haría más infeliz saber que su hijo está junto a ella y no puede verlo.

-Quiero jugar contigo a las escondidas de nuevo, ¿por qué ya no vas a casa?- no dejaba de repetir la pequeña Julieta. -Pronto voy a ir, te lo prometo- le decía él con lágrimas ro-dando por sus mejillas. -Cómo se te ocurre que el perro va a jugar contigo a las es-condidas, dijo la madre de Alfonso a la pequeña. -No el perro mamá, Foncho. ¿Ella es tu novia?- le preguntó risueña mirándome. -Sí, ella es mi novia- le respondió, dándole pequeños golpecitos con la punta de su dedo sobre la nariz de Julieta.Era la niña más hermosa que había visto, se notaba su parecido con Alfonso.Tenía la piel blanca como la nieve, grandes ojos color miel y unos hermosos risos color castaño anaranjado.

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Unas cuantas pecas adornaban su cara, estaban tan bien ubicadas en su pequeño rostro que parecía que un ángel las hubiese pintado con extrema delicadeza con el más fino pincel. -Al parecer se enamoró de tu perro- comentó la madre to-mando la mano de la pequeña. -Vamos hija-. -No, yo me voy a quedar con Foncho- dijo firmemente, sen-tándose en la arena junto a Alfonso. -No hija, nos vamos- tomó su mano y la levantó suavemente.Al ver los pucheros que comenzó a hacer la pequeña me apresuré a decirle. -No te preocupes Julieta, Foncho y yo iremos pronto a visi-tarte, ¿te gustaría?Su expresión cambió drásticamente, como la de todo niño al es-cuchar lo que quiere-. -Sí, quiero jugar con Foncho-. La madre aprovechó el momento para encaminarla a casa dicién-dole: -¿escuchaste Julieta?, otro día vas a seguir jugando con Fon-cho-. Me miró y me dio las gracias por ayudarla, continuando su camino.

Yo tomé la correa de Sazo y se la puse en el collar. Le tomé la mano a Alfonso que permanecía mirando como su madre y hermana se alejaban sobre la arena.Los dos caminamos en silencio hasta la casa, yo no dejaba de acari-ciar el costado de su mano con mi dedo pulgar.Al llegar, los dos nos recostamos sobre el sillón de la sala de estar, sin decirnos ni una palabra.Nos sentíamos cansados y nostálgicos, no era necesario que lo di-jéramos, estábamos tan unidos que sabíamos lo que el otro estaba sintiendo y la mayoría de las veces teníamos el mismo humor.

-Hija, voy al negocio a comprar lo que me hace falta para el kuchen- me dijo mi madre, tomando las llaves de la mesa y saliendo de prisa de la casa. Yo no alcancé a responderle cuando ya se había ido.

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Alfonso se levantó y cogió la guitarra que descansaba sobre un atril, llena de polvo se la llevó hasta el estómago y sentándose junto a mí comenzó a tocar. -No sabía que tocabas- le dije. -No lo hago, sólo me sé una canción-. -¿Cuál?, pregunté intrigada y emocionada de escucharlo cantar. -Mi favorita, Lili- de Aaron- pero no esperes mucho, no canto bien y ya no recuerdo mucho como son los acordes. Aunque nadie sabe, tal vez ahora que estoy muerto cante bien.Yo me acomodé y él comenzó a tocar.

Lili, da otro paseo fuera de tu falso mundoPor favor aleja las drogas de tu manoVerás que puedes respirar sin ayudaHay tantas cosas que tienes que entender.

Su espalda seguía la forma redondeada del respaldo del sillón, sus ojos tristes se hacían más intensos con cada frase, tenía unas grandes ojeras de cansancio que le hacían contraste con el blanco perfecto de su piel.Sus dedos estaban armónicamente sincronizados golpeando cada cuerda.Por supuesto, mintió, su voz era perfecta y tan melancólica como la canción.

En cada paso de cada caminoEn cada ciudad y en cada pensamientoYo seré tu guía

Lili, tu sabes que sigue existiendo un lugar para gente como nosotrosLa misma sangre corre por ambas manosVes no son las alas las que hacen al ángelSólo tienes que sacar los murciélagos de tu cabeza.

Lili, fácil como un beso vamos a encontrar la respuestaDeja todos tus miedos atrás en las sombras

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No te conviertas en un fantasma sin colorPorque tú eres la mejor pintura que en la vida jamás se ha hecho.

Continuó tocando hasta terminar la canción, yo me quedé estupe-facta junto a él. -¿Qué tal?- me preguntó, dejando a un lado la guitarra. -No sé qué decirte, le respondí apoyando mi cabeza en su pecho. -He olvidado todas las canciones que conocía, menos ésa- dijo y recorrió todo mi brazo con sus dedos hasta llegar a mi hom-bro, se detuvo un momento ahí y luego siguió hasta mi cuello.Sus manos ya no estaban tan frías como de costumbre y sus dedos se sentían como plumas, cuando me dispuse a besarlo sentí el cerrojo de la puerta de la entrada y un grito de mi madre: - Llegué-.Al verme sentada en el mismo lugar puso cara de interrogación, caminó hacia la cocina.La puerta de ésta apuntaba hacia donde estábamos nosotros.Comenzó a tararear una canción mientras sacaba todos sus materi-ales para hacer su kuchen, tenía los ojos llenos de lágrimas y un sem-blante de tristeza la cubría, sus manos hacían suaves y firmes mov-imientos al mismo tiempo para amasar la masa de su dulce, el que hacía de vez en cuando con mucho amor para recordar a mi padre. Hace meses que no hacía un kuchen, qué bicho le habrá picado.Luego, en silencio, sacando cuentas recordé que ese día era el aniver-sario de muerte de mi padre, ya han pasado 15 años desde que se fue.El amaba los kuchen de mi madre, la verdad es que amaba todo lo que ella hacía.

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Llevaba puesto el vestido azul que le regaló mi padre para la últi-ma Navidad que pasamos juntos, sobre él un delantal viejo con flores desteñidas, su cabello estaba tomado formando una rosa. Recordé que todos los años se arregla de la misma manera para esta fecha.

Estaba tan inmersa en su postre que preferí dejarla sola e ir con Al-fonso al cuarto, los dos estábamos melancólicos y silenciosos. -¿Te gustaría ver una película?- le pregunté. -La verdad no tengo muchas ganas, pero tú ve lo que qui-eras-. -Tampoco tengo ganas… Hoy es el 15º aniversario de la muerte de mi padre-.Nos recostamos en la cama mirando al techo. -¿En serio?, no había querido preguntarte por él, pero nunca pensé que estaba muerto. -¿Tú ves a la otra gente muerta?, le dije mirándolo y luego volviendo la mirada al techo. -Sí, pero solamente veo a las personas que están en la misma situación que yo, a los que están en la nada, creo que si él estuviera acá podrías verlo al igual que a mí-. -Lo extraño- le expresé, dando la vuelta y recostándome so-bre su pecho.Él me rodeó con sus brazos y después de unos minutos nos queda-mos dormidos.

La semana transcurrió tranquilamente, hicimos lo de costumbre.

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Nunca me había sentido más plena que ahora. No necesitaba nada más, me iba cada vez mejor en la universidad.Lo único que rompía con mi paz era el horrible taladrar en mi cabeza, cada día los dolores se hacían más fuertes, pero tenía que asumir la decisión que había tomado, ya es suficiente con que mi madre no esté de acuerdo con ella, tengo que mantenerme más firme que nunca.Lo peor de todo es que los remedios poco a poco dejan de tener ese efecto curativo en mí y comienzan a tomar un rumbo anestesiante, lo que me pone en una lucha constante con mis estados de ánimo para evitar que Alfonso note mi malestar.Pero cada día se me hace más difícil pasar desapercibidos los hor-ribles dolores de cabeza que me provocan mareos, náuseas e incluso he perdido el equilibrio varias veces, lo bueno es que he logrado salir del apuro sin que Alfonso ni mi madre se den cuenta.

El viernes de esa semana nos la pasamos en una tienda de discos, comentando y criticando cada una de las bandas y sus carátulas, claro que yo hablaba con susurros y cuando nadie más nos veía. El arte para algunas personas es algo natural, mientras que para otras es algo más allá de un desafío, algo que ni siquiera se atreven a poner a prueba. Cuando se nos agotaron los discos retomamos el camino a casa, yo tomé su mano sin importarme lo ridícula que debía verme y la llevé de arriba abajo con un suave balanceo que Alfonso parecía disfrutar. Afuera de mi casa había estacionado un auto hermoso que parecía ser del mismo presidente, supuse que alguien lo había estacionado ahí sin importarle que alguien más quisiera usar ese lugar.

Cuando entramos a la casa vimos que mi madre tenía compañía.Una esbelta señora llamada Beci, amiga de mi madre del club de teji-do, descansaba su delgado cuerpo sobre el sillón del living, llevaba puesto un traje muy bien combinado color damasco y con unos za-patos de tacos que le hacían juego.Junto a ella un joven muy alto y robusto, parecía ser parte de algún club de futbol por el tonificado de sus brazos y piernas. Vestía un chaleco marca Polo color cielo, con unos pantalones que parecían estar hechos a su medida y unas zapatillas recién compradas.

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Era casi chistoso ver la diferencia evidente entre él y Alfonso que vestía una polera negra muy delgada de cuello en V, una chaqueta negra llena de cierres y con capucha, unos jeans oscuros, ni muy ajustados ni muy sueltos, rotos por todas partes y por último, unos bototos negros muy viejos. El chico era enorme en comparación con Alfonso, quien de todas formas era robusto. -Hola cariño, ven te quiero presentar a Beci y a su hijo Ser-gio-. -Hola- dije algo confundida- sí, conozco a Beci, es tu com-pañera en el club de tejido.Me acerqué para besar la mejilla del muchacho y su madre. -Sergio vino para invitarte a salir- dijo mi madre con un tono que la delató, ella sabía que la idea no me parecería. -¿Qué?- exclamé yo con tono desentendido. Alfonso se paró junto a mi madre y dijo con una sonrisa fingida. -Está bien linda, ve a divertirte un rato. -Lo siento, tengo cosas que hacer- les dije con tono cortés. -Pero Sol, vamos a tomarnos un helado, si te aburres de mí te traeré de vuelta apenas me lo ordenes- dijo Sergio con una sonrisa tan falsa que le desfiguraba la cara.No necesitaba escucharlo más, su tono de voz ya me había hartado, habla como ese tipo de gente que cree saberlo todo y tenía un aire extraño en la mirada, cómo si pensara que ya me tenía rendida a sus pies.Alfonso parecía estar de acuerdo con aquel espectáculo, lo que me hizo sentir impotencia. -Voy a mi cuarto un momento- dije, lanzándole una mirada asesina a Alfonso para que me siguiera.Cerré la puerta y esperé que él viniera, atravesó la puerta sin ninguna dificultad. -¿Qué pasa Alfonso?, ¿por qué estás de acuerdo en que salga con ese tipo? -No sé, creo que te hará bien pasar un poco de tiempo con alguien vivo, -me contestó- colocándose frente a mí.-¿Acaso no entiendes lo que es esto?, es un arreglo, una cita a ciegas. Él no es un posible amigo, mi madre me está buscando un preten-diente-

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le dije alterada- pero con la voz muy baja para que nadie más pudi-era escucharme. -Lo sé y estoy de acuerdo- dijo cruzándose de brazos.Yo no podía más con la rabia que sentía, tenía unas descontroladas ganas de echarlos a todos de mi casa, incluyendo a mi madre por hacer esto. -¡BIEN!- le dije yo enojada, tomé mi cartera y salí del cuarto golpeando mi hombro contra el de Alfonso. -Vamos- le dije abriendo la puerta de entrada. -Sol, ¿cómo te ha ido con el doctor?- preguntó Beci.Que descarada, no le bastaba con estar metiéndose en mi vida senti-mental, ahora también quería controlar mi salud. -Bien- le respondí, sin importarme sonar grosera.Sergio sacó las llaves del auto de su bolsillo y lo abrió con el control inalámbrico, se me adelantó para abrir mi puerta. No importaba cuán educado fuera él, no podía agradarme. Me llevó a una heladería cercana mientras trataba de mantener una conver-sación conmigo, claro que no se la hice simple.Mientras me hablaba, una canción sonaba muy despacio en la radio último modelo que tenía el auto. -Amo esta canción- dije subiendo el volumen de la radio a más no poder.La cara de Sergio pareció sufrir al escuchar la estruendosa canción que sonaba a todo volumen, era una canción rockera de los 90’s.De vez en cuando sentía que quizás estaba siendo muy dura con Sergio, pero luego un sentimiento mucho más fuerte me decía que él no era lo que se veía desde fuera. Podía sentirlo, esta “cita” no podía salir bien de ninguna manera y yo iba a descubrir qué se tramaba el señor deportista al salir conmigo.

Entramos a la heladería, yo estaba de tan mal humor que el hecho de que las decoraciones fueran tan vistosas me enojaba aún más.Sergio caminó hasta una de las esquinas con grandes y cómodos sil-lones que combinaban con la decoración del lugar y se dejó caer en él, poniendo sus manos detrás de la cabeza y con un tono superior dijo: -Tú escondes algo- dijo intentando sonar interesante.

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-¿Tú crees?, le respondí con un aire de ironía. Llegó el mesero con un delantal color naranja flúor y nos tomó la orden. -Tráenos un banana split, si es posible con crema baja en calorías, no quiero que Sol se sienta mal después de haber comido como un pequeño cerdito- le dijo al mesero con un tono burlesco, haciéndolo sentir tan incómodo que prefirió irse y que otro tomara nuestra mesa. -Qué pretendes con esto Sergio, porque supongo que no tienes ningún interés en mí- le dije con las manos entrecruzadas en el estómago. -Pretendo que la gente me vea como lo que soy, una buena persona-. - ¿Quieres decir que para ti esto no es más que un acto de caridad?- -Si lo dices de ese modo va a sonar mal, pero digamos que nos beneficia a los dos-.No podía creer que estaba perdiendo mi tiempo con ese idiota. No era más que un arrogante preocupado del exterior, su cara era tan perfecta que si no tuviera barba creería que es una chica y no pude dejar de notar que hasta se había preocupado de depilarse las cejas. La impotencia me carcomía por dentro. -¿De qué manera me podría beneficiar salir contigo?, le dije algo enojada. -Pues mírame, dijo echándose a reír, ¿quién no querría estar conmigo? y a decir verdad, tú tampoco estás nada mal, si te tomaras un poco más de tiempo antes de salir de tu casa podrías verte has-ta….atractiva.

Yo no le respondí, estaba tratando de controlar mi ira y mis ganas de lanzarle la silla en la cara y salir corriendo de ese circo de colores. Pensaba qué hacer para acabar con esto de raíz. -Si usaras un poco de maquillaje - continuó- y eligieras me-jor tu ropa, podrías ser una buena pareja para mi reputación. -Sabes qué Sergio- al verte me di cuenta enseguida que eras un tarado, pero nunca pensé que podrías llegar a ser tan arrogante y estúpido.

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Me levanté y me puse la cartera cruzada al cuello, vi que venía el camarero con el helado que él había pedido, tendría que comérselo solo. -Puedo aceptar que soy un poco arrogante, pero al menos no hago de mi enfermedad una obra de teatro, dijo acomodándose en el asiento.No podía creer lo que había dicho, odiaba a la señora Beci en ese momento por tener un hijo así y sobre todo por haberle contado, ahora todo encajaba, mi madre le había ido con el cuento a su amiga Beci de lo que me sucedía.Levanté el helado de la bandeja con las dos manos y lo derramé so-bre Sergio, sobre cada milímetro de su chaleco Polo.Me quedé mirándolo unos segundos, su reacción no fue más que sorpresa por lo que le acababa de hacer. Se levantó del sillón mien-tras yo me alejaba y trató de limpiar su ropa con las servilletas que le había alcanzado el mesero.

Salí del lugar, la sangre me hervía, me fui a la playa para calmar mi enojo. Caminé alrededor de una hora, cuando ya me encontré más tranquila me senté en la arena, me quité los zapatos y hundí lenta-mente mis pies en la espesa y húmeda arena. Repasé cada segundo de lo ocurrido en mi mente, sabía que Sergio tramaba algo. Cómo pudo pasarle por la cabeza que mi enfermedad le beneficiaría de alguna manera.Me sentía orgullosa de mí y de mi intuición, pero a la vez me sentí desilusionada de lo que pasaba a mí alrededor. Cómo pudo mi madre exponerme ante ese idiota, mi salud es mía, estaba harta de que todos quisieran opinar.Puse mis brazos sobre mis rodillas y apoyé mi cabeza en ellos, luego sentí una mano fría en mi espalda. Disimulé el pequeño susto que me dio Alfonso al aparecer así como así, pero no dije nada y me di vuelta dándole la espalda. -¿Qué pasó?, Sergio llegó cubierto de helado y se llevó a su madre sin dejarla despedirse. -Pasa que me obligaron a salir con un tarado que pretendía usarme para aumentar su fama.Le dije parándome y caminando lejos, él se apareció bruscamente

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frente a mí, me tomó los hombros y dijo: -¿Por qué estás enojada conmigo?- -Porque me di cuenta que no te importo nada- le dije triste. -Qué te hace pensar que no me importas- dijo tomando mi cara con sus manos grandes y fuertes. -Que estuviste de acuerdo en que saliera con Sergio, aun conociendo sus intenciones-. -Tú no entiendes que no puedo ser tan egoísta y no dejarte vivir, tienes que entender tus opciones y una de ellas es salir con otras personas. -¿Y qué sucedería si a mí me pasaran cosas con alguien?- ¿te importaría tal vez?- le dije cruzando los brazos. -Tendría que entenderlo y dejarte ir-. -Entonces no te importaría, ¿acaso no sientes algo por mí?, porque siento que soy la única que lo está dando todo-. Le dije sin poder evitar que unas lágrimas se dispararan de mis ojos.Alfonso se acercó, pasó sus dedos entre mi pelo y dijo: -Hermosa, si tuviera una vida te la daría, si tuviera un cuer-po sería tuyo y si tuviera familia te haría parte de ella. Pero no tengo nada para ofrecerte.Sólo el gran amor que siento por ti y el hecho de estar profunda-mente enamorado no te va a servir nunca de nada, porque jamás voy a poder darte lo que Sergio o cualquier otro hombre puede en-tregarte. Si en algún momento conoces a alguien que te haga sentir enamorada, voy a tener que comprenderlo y dejarte ser feliz, por más que eso me destruya. -Pero yo no quiero a nadie, solamente a ti- le dije hundién-dome en su pecho sin poder controlar el llanto.El me rodeó con sus enormes brazos, haciéndome sentir segura como siempre. -Yo voy a estar contigo hasta que no me quieras más, me dijo con una sonrisa en su hermosa cara- si no quieres salir con nadie, no lo hagas, pero tienes que tener claro que yo no lo voy a impedir, por más que te ame y quiera que seas solo mía.Tomó mi cara con sus grandes manos, secó las lágrimas que rodaban por mis mejillas y me dijo: -¿Entendido?

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-Entendido-.Me tomó la mano y me llevó a dar un pequeño paseo por la playa, ya había pasado el mal rato y escuchar de su boca que me amaba no podría haberme hecho sentir más feliz. -Ahora cuéntame con detalles cómo lanzaste sobre él todo ese helado-.Yo me reí y le conté lo que había pasado, mientras caminábamos por la orilla de la playa.

Los días fueron más intensos que nunca, el amor que nos unía era tan grande que ya había perdido las palabras para poder explicarlo, iba más allá de todo lo que conocía.Cómo se le pasaba por la cabeza que querría cambiarlo por algún niño tonto, nadie podía compararse con Alfonso.Me encantaba la manera que tenía de ver el mundo, sobre todo me encantaba que tenía una respuesta para todo. Cada pregunta que pa-saba por mi cabeza, por más tonta que fuera, él podía responderla para mí sin dificultad.

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Esa semana me bajaron las ganas de tener una pecera, así que Al-fonso me acompañó a conseguir todo lo que necesitaba. Encontré en una tienda una pecera redonda como una burbuja, compré también la arena y una pequeña planta de adorno.Elegí dos peces hermosos, la verdad es que pensaba tener sólo uno, pero luego me di cuenta que sería muy cruel de mi parte tenerlo solo. El primero era un regordete, color verde musgo y su compañero era amarillo limón.Nos pasamos horas frente a la pequeña pecera admirando la grácil manera de nadar y sus vivos colores.Luego, con el pasar de los días, fuimos colocando en la pecera peque-ños caracoles y adornos, era tanta nuestra fascinación con los peces que sentíamos que cada uno tenía su propia personalidad, a veces hasta creíamos que entre ellos hablaban. -Qué hermosos peces tienes ahí- dijo mi madre casi metien-do la cabeza dentro de la pecera. -Cierto, son relajantes ¿no crees?- -De todas maneras, ¿ya les pusiste nombres? -Sol y Alfonso- le dije, dándome cuenta de lo ridículo que sonaba. -¿Y de donde salió Alfonso, algún amigo tuyo?- me preguntó con aire de interrogación.-Se podría decir que sí- -Bueno, espero que algún día me lo presentes-comentó, sali-endo de mi cuarto.

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El jueves por la noche me empeciné en hacer llorar a Alfonso con alguna película de drama. -No entiendo por qué haces esto- me dijo secando de mi cara las lágrimas. -Porque no puedo creer que ninguna de estas películas te de pena, no lo entiendo-Ya íbamos en la tercera película de drama romántico y él no había sido capaz de derramar ni una lágrima, mientras que yo no podía dejar de llorar. -Es que no he logrado sentirme identificado con alguna de ellas-. -Yo tampoco me siento identificada y mírame- dije señalán-dole mi cara.-Él se echó a reír y dijo- lo que pasa es que tú eres una niña y las niñas lloran con estas cosas. -No lo sé- dije yo con cara pensativa- estoy segura que Sergio habría llorado más que yo-.Nos reímos a carcajadas de aquel comentario, yo había olvidado que mi madre estaba en casa y no se tardó en venir a mi cuarto a ver de qué me reía tanto.

-¿Qué haces hija?- me gritó desde la puerta.Yo alcancé a tomar mi celular y hacer como que hablaba- lo alejé de mi oreja y tapando el auricular le contesté: -¿Qué cosa mamá? -No, nada linda, quería saber de qué te reías-. -Javiera me está contando algo que le pasó hoy en el metro tren-. -Ah bueno, mándale saludos- dijo cerrando la puerta. -Uf, casi quedas como loca- dijo Alfonso muerto de la risa. -Ya es tarde, ¿no tienes sueño linda?- dijo poniendo detrás de mi oreja un mechón de pelo que se deslizó por mi cara. -Sí- le dije yo recostándome sobre su pecho- pero no quiero dormir. -¿Por qué?- dijo acariciando mi espalda. -Porque quiero estar contigo- le dije escondiéndome bajo su brazo, avergonzada.

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-Pero si voy a estar aquí contigo-. -Sí, pero quizás tenga algún sueño desagradable. -Bueno, dime dónde quieres ir en tus sueños y te llevo-.Yo me levanté bruscamente acorralándolo contra el colchón. -¿Puedes hacer eso?- le pregunté muy intrigada. -Claro, la última vez que soñaste conmigo, yo te llevé a la playa-.Me quedé un momento en silencio pensando adonde quería ir. -Sorpréndeme- le dije acercándome a su boca y luego besán-dolo. -Duerme- dijo acurrucándome entre sus brazos.

Después de un rato, me quedé profundamente dormida, cuando me di cuenta estaba parada en medio de un parque, a mí alrededor flotaban flores y peces dentro de burbujas de agua, me quedé unos minutos jugando con éstos, metiendo la mano dentro de la burbuja de agua flotante para poder sacar las flores. Eran pequeñas marga-ritas con el centro amarillo, que al sacarlas de su hogar flotante se desvanecían en mis manos.Luego llegó Alfonso y me tomó la mano llevándome a dar un paseo. -¿Dónde estamos?- le pregunté, las voces sonaban lejanas y celestiales, como si fueran muchas voces en una sola. -Ya vas a ver- dijo él.Caminamos largo rato de la mano por el interminable parque lleno de cosas extrañas. Había árboles que en su copa en vez de tener ho-jas eran un conjunto de millones de pájaros de diferentes colores, el pasto era color carmín en algunas partes, una pareja de perros caminaba en dos patas y llevaban puesto trajes antiguos y elegantes.En un lugar del parque junto a nosotros vimos aparecer a un hombre con un bebé en los brazos, llevaba puesto un pijama largo de invier-no y cobijaba tiernamente al bebé con una manta rosa. Caminaba de acá para allá tratando de hacerlo dormir, con toda la ternura y suavi-dad posible, susurrando una canción de cuna que recordé enseguida. -¿Papá?- dije dando un paso adelante. -No puede escucharte- dijo Alfonso, tomó mi mano y me guió para que siguiéramos caminando.

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Yo caminé mirando hacia atrás, no quería perder a mi padre de vis-ta, pero al dar vuelta la mirada para continuar el camino apareció él nuevamente, pero esta vez el bebé tenía casi dos años, le ayudaba a caminar.La pequeña tenía un vestido con flores rosa y mi padre llevaba unos pantalones de trabajo y una camisa desabrochada en la parte supe-rior.Lentamente la guiaba con palabras dulces y no soltaba su mano.Luego lo vimos enseñando a andar en bicicleta a la pequeña niña, a ella le daba terror que su padre la soltara del asiento de la bicicleta. -No te voy a soltar, no te voy a soltar- repetía mi padre. -Yo recuerdo eso- dije soltando una lágrima. -Son los recuerdos de tu padre, éste es su cielo-. Me quedé sin apartar la vista de esos bellos recuerdos, un poco más a la derecha de todos ellos apareció el último. Mi padre y yo sentados en una banca tomando helado. Lo recuerdo como si fuera ayer. Yo tenía un helado de frambuesa y el de él era de chocolate con almendras. Había cumplido siete años hace muy poco y me había prometido ir al parque a tomar helado antes de irse de viaje. -¿Papá, por qué los perros no pueden caminar en dos pa-tas?- le preguntó la pequeña. -Por la misma razón que no pueden llevar un traje elegante- le respondió él, manchando la nariz de la niña con helado -Esa fue la última vez que fuimos al parque… al día sigu-iente… le dio un ataque al corazón cuando iba camino al trabajo- le conté a Alfonso, sin poder contener las lágrimas.Alfonso se acercó y me abrazó, en el sueño era como si estuviera vivo, podía sentir su piel tibia y el calor de su cuello en mi cara. Además podía tocar las pequeñas arrugas que se le formaban en sus manos.Me escondí en su pecho para calmar la pena que tenía en el corazón. -¿Por qué me trajiste aquí?- le pregunté levantando la ca-beza.No respondió enseguida, solo me miraba directamente a los ojos. -Porque el paseo todavía no termina- dijo tomándome de los hombros y girándome.

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Frente a mí, más nítido que cualquier recuerdo que pudiera tener de él, se encontraba mi padre, su expresión me decía que me había estado esperando. -Esta visita, ¿no significa que tú estás….?- me dijo mi padre tomando mis hombros y con voz preocupada. -No papá, estoy viva le contesté- y de inmediato me lancé a sus brazos para que me diera ese abrazo que añoraba tanto.Mi padre me apretó con más fuerza que nunca y no me soltó por un largo rato. -Estás tan grande y hermosa- me dijo secando las lágrimas de mi cara. - y tú estás igual que la última vez que te vi-. Alfonso fue a sentarse en una banca que descansaba en la mitad del parque, junto a los perros con traje, mientras yo disfrutaba a mi pa-dre.Caminamos de la mano recorriendo el parque, todo lo que ahí había tenía relación con lo que alguna vez le había preguntado. -¿Recuerdas esa pregunta?- me dijo señalando las burbujas flotantes. -No mucho- le dije riendo. -Esa vez me preguntaste por qué los peces no pueden salir del agua, te respondí que necesitaban el agua para vivir, entonces tú me preguntaste si era posible sacarlos de la pecera en pequeñas bur-bujas de agua, para que así pudieran venir al parque con nosotros.Era verdad, yo le había hecho esa incoherente pregunta hace tantos años que ya la había olvidado y él la puso en su cielo para record-arme, no podía creerlo. La emoción de estar con él en ese momento me brotaba por todos lados, mi cuerpo se estremecía de felicidad.Seguimos el paseo hablando y recordando todo. -¿Cómo está tu madre?- me preguntó. -Bien, hace poco hizo el kuchen, para el aniversario de tu muerte. -Mm… el kuchen de tu madre está en mi corazón, al igual que ella, Magdalena y tú, por supuesto. -Me has hecho tanta falta papá-. -Tú no sabes cuanta falta me has hecho tú a mí también, pero hija, todo pasa por algo, tal vez tu vida tenías que vivirla sin mí.Alfonso me tomó el hombro y me dijo:

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-Ya es hora de irnos-. -Pero si apenas hemos estado un momento- le dije algo mo-lesta. -En los sueños el tiempo pasa más rápido-. -Papá- voy a volver a visitarte, te lo prometo. -Hija preocúpate de vivir, cuida tu cabeza, ya nos vamos a ver cuándo estés vieja y sea tu hora de partir. -Nos vamos a ver antes- le dije y luego lo abracé con fuerza.

Alfonso tomó mi mano y desperté de golpe.Giré la cabeza lentamente y vi el reloj. -¡Son las once de la mañana!, tengo que ir a clases-.-Supuse que estar con tu padre te iba a importar más que una clase- me dijo con una sonrisa. -Sí, me despertaste justo para llegar a tiempo al examen de gramática.- le repliqué mientras me vestía.Me acerqué a él rápidamente y lo besé. -Gracias mi amor, quédate y descansa-. -Suerte-.

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El sábado en la mañana recibí una llamada de Javiera invitán-dome al cumpleaños de Claudio, lo iban a celebrar por adelantado porque él iba a viajar. -Espero que vengas, la verdad, no lo espero, ¡te obligo!- dijo ella con una voz que nadie querría desafiar. -Claro que voy a ir, ¿a las diez está bien? -Sí, perfecto. Tengo unos compañeros que me gustaría pre-sentarte- dijo con voz picarona -No lo hagas Javiera, tú sabes que no me interesa estar con nadie-.Alfonso me miraba, sabía exactamente de lo que estaba hablando con Javiera. -Bien, nos vemos en la noche.

Llegó la tarde, Alfonso me ayudó a vestirme no tan desastrosa como siempre. -Esa falda te queda estupenda- se notaba que le gustaba mu-cho. -Tú crees, tal vez me queda un poco ajustada- le señalé, sa-biendo yo que no era cierto, sólo quería escuchar más de sus elogios. -No creas, te queda de maravilla, pero tal vez no deberías ponértela porque mis instintos animales están comenzando a salir, enseguida me agarró por la cintura y me llevó hasta la cama. -¡Oh no, un animal salvaje!- grité yo poniéndole drama.Me puso las manos arriba de la cabeza como si fuera su rehén y comenzó a besar mi cuello, bajó suavemente hasta mi pecho.

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Sus labios se sentían tan suaves como pétalos de rosas deslizándose delicadamente por todo mi cuerpo, haciendo que un escalofrío re-corriera desde mis costillas hasta mi estómago.Llevó sus manos hasta mi cintura por debajo de la polera y comenzó a subirla para sacarla. El contacto de su piel fría con mi piel tibia creó un gran contraste de temperaturas que me hizo estremecer.Lanzó mi polera lejos y comenzó a besar mi ombligo y a subir muy lentamente.Estábamos tan inmersos en lo nuestro que no advertimos los pasos de mi madre dirigiéndose a mi cuarto. -Sol- dijo moviendo histéricamente la manilla de la puerta, por suerte ésta estaba con llave. -Sol por qué está cerrado-. -Mamá me estoy cambiando- le contesté, levantándome br-uscamente.-Bueno, pero ábreme la puerta, porque tengo toda tu ropa limpia acá. -Maldición- dije en voz baja.Alfonso pasó su mano por mi espalda. -No importa hermosa, tenemos toda tu vida- dijo y luego me besó.

Después de acomodar la ropa limpia que había traído mi madre, busqué todas mis cosas para poder irnos. El celular entre las almo-hadas, el lápiz labial entre los cosméticos y saqué las llaves del col-gador.Caminamos la distancia que había a la casa de Javiera más enamo-rados que nunca, en ese momento nada podía interrumpir mi feli-cidad. Yo iba balanceando la mano de Alfonso de arriba abajo, sin impor-tarme lo ridícula que debía verme y juntos íbamos tarareando una canción, él hacía las bases y yo el ritmo. De vez en cuando uno de los dos se perdía en la melodía y teníamos que volver a empezar, sin no antes reírnos a carcajadas por el espanto de canción que sonaba entre cada confusión.

Llegamos a la casa de Javiera, estaba llena de gente.

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Ella llevaba un hermoso vestido informal con unas botas de taco y Claudio una chaqueta de mezclilla con unos pantalones ajustados. -Sol, pero mírate, te ves hermosa- exclamó Javiera -Creo que quiere impresionar a tus amigos- dijo Claudio con tono burlesco. -No es cierto, me arreglé para otra persona- enseguida me di cuenta que no debería haber dicho eso. -¿Qué?, ¿para quién?- preguntaron los dos al unísono. -Nadie que conozcan- les respondí caminando hacia la ter-raza.Mientras cruzaba el living lleno de gente, un chico salió de entre los invitados y se plantó frente a mí, no era nadie más que Alex, el pre-sumido amigo de Claudio de la universidad.Se quedó parado frente a mí tapando el camino hacia la terraza, es-taba algo borracho, con los brazos cruzados y su cara de sabelotodo dijo: -Sol - tomando un sorbo. -Alex- le dije yo imitando su postura. -Trajiste a tu amigo imaginario hoy-. -Claro que sí, ¿quieres jugar con él?- le dije en tono sarcás-tico. -No, no voy a perder mi tiempo con un niño imaginario- dijo dando un gran sorbo a su vaso. -Qué pena, lo vas a dejar con las ganas- le respondí tratando de moverlo para pasar, Alfonso observaba toda la escena sonriendo junto a mí.Alex me detuvo parándose nuevamente frente a mí y dijo: -¿Cuándo vas a parar con tu jueguito?- -De qué jueguito hablas, sólo quiero irme de acá-. -El jueguito de tu amigo imaginario- me dijo tomando otro gran sorbo y cruzándose de brazos nuevamente. -Alex, tú inventaste a mi “amigo imaginario”- le dije yo, moviendo mis dedos para darle énfasis a lo ridículo que sonaba. -Y tú lo volviste real- me respondió apuntándome con el dedo índice. -Sí, yo le di vida Alex, de hecho está junto a ti- le dije in-dicándole con el dedo a su derecha.

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El giró la cabeza hacia ese lado y miró sobre su hombro, pero obvia-mente no vio a nadie. Volvió la cabeza hacia mí y antes de que dijera cualquier cosa lo desafié: -¡Esta vez conseguiré hacerte llorar!- dije haciendo un mov-imiento con la cabeza a cada palabra que salía de mi boca.Él avanzó hacia mí diciendo: -No le tengo miedo a tus juegos-.Al dar yo un paso hacia atrás el volvió a dar otro al frente. -Uu, mira quién se siente acorralada- dijo- mientras ponía su perfecta cara a centímetros de la mía. -Aléjate de mí- le dije apartándolo con las dos manos.Alex tomó una de mis manos con la suya apretándome fuertemente. Alfonso se dio cuenta que el juego había dejado de ser un juego y que él estaba muy borracho para notarlo. Se acercó a Alex y agarró con el doble de fuerza la mano con la que él me apretaba.La cara de Alex se desfiguró al sentir la presión de la mano de Al-fonso sobre la suya, yo lo miré y le dije: -Suéltame-.Alex me soltó, pero Alfonso todavía lo sujetaba fuertemente. -Algo me está sujetando- dijo tratando de mover la mano sin éxito. -A mi amigo no le gusta que me toquen- le repliqué yo. -Bueno dile que me suelte- me pidió Alex muy alterado. -Creo que me gusta tu cara de pánico- lo miré cruzándome de brazos. -Sol, ¡dile que me suelte!- dijo esta vez, mucho más alterado al ver que no lograba mover su mano.Yo dejé caer mis brazos y puse los ojos en blanco mientras le decía a Alfonso: -Amigo, ¿serías tan amable de soltar al pobre niño Alex an-tes de que llore?Alfonso lo soltó, Alex se acarició la muñeca con la otra mano, como si el contacto con Alfonso le hubiese dejado la piel adolorida. -Eres un bicho raro- me dijo y se fue lo más rápido que pudo metiéndose entre el grupo de personas.

Afuera el ambiente no era tan tenso, Javiera tenía una hermosa casa

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con un gran jardín trasero.Casi nadie salía porque hacía frio y la música no alcanzaba a llegar al jardín.Estuvimos unos diez minutos en la terraza sentados, hasta que Al-fonso puso cara de espanto, como si hubiese visto un fantasma. -¿Qué pasa, Por qué tienes esa cara?- le pregunté. -Clara esta acá- me dijo con la voz tensa. -¿Quién es Clara?- le pregunté mirando hacia adentro. -Mi ex novia, de la que te hablé-. -Wuo, ¿estás seguro?, que haría ella aquí. ¿Cuál es?- le pre-gunté muy intrigada. -La que está viniendo hacia nosotros con un chico-. -¿Y él…?- -Sí, es el mismo de esa noche- respondió con desgano. -¿Quieres que vayamos a casa?- le pregunté. -No te preocupes, es que no la veía desde ese día-.Era alta y su cabello rojo color vino caía largo y ondeado hasta su cintura, llevaba puestos unos pantalones apretados color rosa y un top blanco con una chaqueta de cuero negro. Era linda, tenía unos grandes ojos azules, tan intensos que parecían de mentira. -¿Usa lentes de contacto?- le pregunté a Alfonso. -Sí- respondió él, sin mirarla.La chica y su pareja se sentaron un poco más allá de nosotros, nos quedamos unos minutos en silencio hasta que Alfonso me dijo: -¿Tu podrías decirle algo de mi parte? -¿Qué?, ¿estás loco?- susurré. -Es qué necesito que sepa que la vi-. -¿Y por qué me creería?, va a pensar que estoy loca, no qui-ero ir-. -¿Cuándo te ha importado lo que piensen de ti?, por favor, lo necesito.Me quedé en silencio por un rato, pensando si ir o no. -Voy a decirle, pero estoy segura de que no me va a creer, además voy a esperar que él se vaya.- -Te amo, ¿lo sabes?- dijo apoyando su cabeza en mi hombro. -Lo sé, yo también te amo.El chico en ese instante entró a la casa y comenzó a bailar,

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tenía pinta de que iba a pasar un largo rato adentro. -Ve ahora- me dijo Alfonso. -No entiendo por qué quieres que ella lo sepa-. -Mírame- estoy muerto por su culpa, debería saberlo.

Me acerqué a ella y la saludé. -Hola Clara -Hola, ¿nos conocemos?- dijo ella con una voz amigable. -No, la verdad es que nadie nos ha presentado, mi nombre es Sol- no tenía idea como iba a decírselo. -¿Eres amiga de Javiera o de Claudio? Era linda y además parecía ser muy tierna, nunca habría pensado que es del tipo asquer-osamente infiel. -De los dos- dije yo- pero la verdad es que vine a decirte algo-. -Claro, dime-. -¿Tú eras novia de Alfonso?, cierto. -Sí- respondió ella mirando disimuladamente al cielo. -Bueno, lo que pasa… me vas a tomar por loca cuando te diga esto-. -Qué pasa, dime- dijo tratando de alentarme. -Alfonso me ha pedido que te diga algo-.Su cara se transformó enseguida, no tenía idea de lo que le estaba hablando. -No entiendo, Alfonso está muerto-. -Si…, lo sé y entiendo que no me creas…No sabía cómo decirle, estaba a punto de arruinar todos los recuer-dos que ella tenía con Alfonso. Claro que ella no pensó en nada de eso cuando se encamó con ese otro idiota, comencé a enojarme y lo escupí: -Alfonso antes de morir te vio en la cama con otro-.La cara de Clara se desfiguró totalmente, no podía creer lo que esta desconocida acababa de decirle. -¡Qué estás diciendo!, eso es ridículo, cómo se te ocurre que te voy a creer. -Entiendo que no me creas Clara, pero él me lo contó. -Cómo que te lo contó- él está muerto, ¿entiendes eso?

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-Sí, lo que tú no estás entendiendo es que yo puedo verlo. El está aquí esta noche y quiere que tú sepas que él te vio. -¿Por qué el querría hacerme daño diciendo algo así?, eres una loca y una mentirosa, dijo Clara alzando la voz, creo que ella parecía más loca que yo. -Está bien, me rindo. No me creas, de todas formas sabía que ibas a actuar como una así.-Le di la espalda y escuché un gemido de terror, me volví hacia ella y la vi mirando fijamente a Alfonso. Estaba petrificada, no dijo ni una palabra. -Es verdad todo lo que Sol te contó Clara- le dijo con su voz suave, al ver que ella no respondía el continuó- te vi en la cama con otro y por eso ahora estoy muerto, tú hiciste que me mataran-, ex-clamó, acercándose a ella.Ella dio un paso hacia atrás y dijo: -No, esto no puede ser. -¿Por qué lo hiciste? Yo te lo di todo.Clara reventó en llanto y fue hacia adentro haciendo un escándalo. Tomó sus cosas y se fue corriendo de la fiesta.

Los dos nos quedamos parados en silencio un momento, hasta que le dije: -Sabíamos que esto iba a pasar- poniendo mis manos en su espalda, él se dio la vuelta para quedar frente a mí, pasó sus brazos por mi cintura y apoyó su cabeza en mi hombro. -Odio verte triste, maldita Clara-. -Ya no quiero estar aquí- me susurró en el oído. -Vamos- le dije caminando hacia la puerta. Entramos al living que estaba atestado de gente, la música estaba muy fuerte y todos bailaban alocadamente. Caminamos entre la masa mirando a todas partes tratando de encontrar a Javiera para decirle que me iba.De pronto Alex aparece otra vez frente a mí y dice: -Aquí estás rarita, ¿ya te vas? -Alex déjame tranquila- le dije muy alterada. -¿O qué?, ¿qué vas a hacer al respecto?- me dijo acercando su cara a centímetros de la mía.

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Estaba demasiado borracho y cada vez que repetía esa frase su al-iento a vodka chocaba contra mi rostro. -¡Quítate de mi camino Alex!- le grité.El dio otro paso hacia mí y Alfonso cansado de la insistencia del adolescente alcoholizado lo empujó haciéndolo caer al suelo entre la gente que bailaba. -Vamos- dijo luego tomándome del brazo y guiándome a la salida.

Camino a casa sentía como la energía de Alfonso cambiaba de tris-teza a ira.No me hablaba y caminaba rápido, casi arrastrándome tras él, llega-mos a casa y su humor no pareció cambiar. -Buenas noches- me dijo sin cruzar la puerta. -¿No te vas a quedar?- le pregunté. -No quiero arruinarte la noche.- me contestó muy serio. -Pero Alfonso, entiendo que estés enojado, pero ya pasó, nada de lo que hagamos va a cambiar el pasado. -Tú no entiendes lo doloroso que es estar en mi lugar Sol, pero bueno, no espero que lo entiendas. -Pero ya estamos aquí, disfrutemos lo que tenemos-. -Cómo puedo disfrutar de la vida si no la tengo- me dijo alterado-. ¿Sabes todo lo que podría hacer si estuviera vivo? -Sí, me lo imagino-. -Lo dudo- me respondió dándome la espalda. -Entiendo que sientas ira por todo lo que ha pasado, no debe ser fácil para ti verla, pero yo no tengo nada que ver con esto, así que no tienes derecho a descargarte conmigo.No sabía cómo sentirme, sabía que lo que yo imaginaba no era ni siquiera la mitad de lo que Alfonso realmente sentía, pero sólo quería ayudarlo.

Entré a la casa y cerré con llave, dejando a Alfonso afuera, caminé hasta mi cuarto con mucha dificultad.Me sujeté de las paredes del pasillo, repentinamente me sentí cansada y mareada, mis piernas temblaban y tenía un zumbido en la cabeza que no me permitía escuchar bien, entré en el cuarto casi a

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punto de desmayarme.Ese horrible dolor de cabeza me comenzó a molestar de nuevo, era como si mi cerebro palpitara descontroladamente, sentía náuseas y el calor subía por todo mi cuerpo.El miedo se apoderó de mí, sentía que estaba muriendo, pero sa-bía que esos eran síntomas de mi enfermedad, no podía evitarlos y quería desesperadamente que el martilleo de mi cabeza cesara. -Lo siento, no quise hacerte sentir mal- dijo Alfonso apare-ciendo junto a mí. -No importa, ándate- le contesté, dejando sobre la mesa un frasco de pastillas.Me tendí en la cama tratando de disimular el dolor y el malestar que sentía, no quería que Alfonso lo notara. -¿Qué estás tomando?- me preguntó, cogiendo el frasco de la mesa. -Nada, sólo me duele la cabeza- dije yo, dándole la espalda en la cama.Él se sentó a mi lado y tomándome por los hombros me dio la vuelta, yo ya no tenía control de mi cuerpo, mis molestias habían comen-zado a empeorar hace unas semanas, ya me era imposible seguir di-simulándolas. -Estás pálida- me dijo tocando mi cara. -Creo que la situación me desequilibró- le contesté, tratando de despreocuparlo- sólo tengo que dormir y se me pasará. -Espera, algo no está bien- me dijo pasando las manos sobre mi cuerpo- dime la verdad ¿qué tienes?- -Te dije que me duele la cabeza, no es para tanto-le dije eno-jada para que no hiciera más preguntas.Puso sus dedos sobre mi cuello y sintió que mi ritmo cardíaco estaba exageradamente acelerado, aunque no fuera necesario que lo hiciera, ya que él sentía lo mismo que yo, debe haber notado que mi corazón estaba acelerado antes de aparecer. -Esto no es normal, ¿estás segura de que sólo te duele la ca-beza?- dijo preocupado -Sí Alfonso, por favor déjame dormir-.¿Se habrá dado cuenta de que le estoy escondiendo algo?, en ese mo-mento no me importaba nada, sólo quería dormir para dejar

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de sentir esos profundos dolores. Si Alfonso supiera la verdad tal vez todo sería más fácil, pero sé que no me apoyaría, nadie lo ha hecho.

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Por la mañana las cosas no mejoraron, mi cabeza seguía ado-lorida, pero por suerte las náuseas desaparecieron. Me levanté con dificultad, me puse algo en los pies y caminé hasta el comedor. -Buenos días linda-dijo mi madre asomando la cabeza por la puerta de la cocina-. ¿Cómo te sientes? -No muy bien- le respondí mirando a todas partes para ase-gurarme de que Alfonso no estuviera.Ella se acercó a mí y me puso la mano en la frente. -¿Te duele la cabeza?- -Me duele todo- le dije dejando caer el cuerpo sobre la mesa. -No deberías ir a esos lugares con música fuerte y sería me-jor aún si te decidieras por hacer el tratamiento. -Mamá ya hablamos de esto. -Está bien, no quiero discutir contigo, voy a servirte desayu-no-¿a qué hora es tu cita con el doctor?- -Ahora- le dije yo recostando mi cabeza sobre la mesa.

¿Dónde estará Alfonso?, ¿a qué hora se habrá ido?, la verdad es que nunca odié a nadie, nunca me preocupó tanto una persona como para odiarla, pero con Clara era distinto.Ella provocaba algo en mí que no sabía cómo explicar, de verdad deseaba verla muerta por el gran dolor que le ha causado a Alfonso.Claro que frente a él intento disimularlo, ya tiene bastante con su propio odio.

Mi madre me sirvió un gran tazón de café con leche y dos tostadas

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con mermelada de frambuesa, por Dios que voy a extrañar estos sab-ores. -Suerte- me deseó mi madre, ojalá el doctor pueda con-vencerte de algo- me dijo caminando hacia su cuarto.Claro que lo hará, pensaba yo, por eso no iré.

Al terminar mi desayuno, sin que ella se diera cuenta, tomé la correa de Sazo y lo llevé a dar un paseo. Recorrimos las calles caminando tranquilamente.El día estaba despejado, no había ni una sola nube en el cielo, los ár-boles estaban brillantes. La verdad, es que ese día en particular tenía un brillo especial, subimos por la avenida principal en busca de una tienda de mascotas, cuando la encontramos entré para comprarle una galleta a Sazo, tenía unas ganas enormes de regalonearlo lo más posible.Nos detuvimos en la plaza que está a dos cuadras de mi casa para que corriera un rato y comiera su galleta.Me senté en el pasto y Sazo apoyó su hocico en mis piernas, tenía un aire melancólico en la mirada, como si supiera que las cosas no están yendo bien, lo acaricié suavemente pasando mis dedos por entre sus ojos, luego bajé hasta su barbilla y se la rasqué.Sazo estaba disfrutando de la sesión de cariños, pero ya era hora de irnos a casa.

Antes levantarme del pasto, oí un grito. -¡Amiga!, que haces acá-. Era Javiera, venía con Claudio, los dos tenían una cara horrible, seguramente por la gran fiesta de la noche anterior. -Hola, ustedes que hacen acá- les respondí, golpeando el pasto para que se sentaran junto a mí. -¿A qué hora te fuiste y por qué no te despediste de mí?- me dijo sentándose junto a Claudio. -Me fui temprano, te busqué y no pude encontrarte-. -Estuvo de locos, ¿no crees?- -Había tanta gente- dijo Claudio apretando su cabeza con ambas manos.Javiera me comentó todo lo divertida que estuvo la fiesta, hasta

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que gritó: -¡Ahora me acordé!, explícame por qué le pegaste a Alex-.Claudio me miró con unos grandes ojos y dijo: -¿le pegaste a Alex?- -De qué hablas, ¿quién te dijo que le pegué?- -Una chica me contó, pero estaba tan borracha que no le creí, luego escuché a unos chicos fuera del baño hablar de eso- cuén-tame, me dijo, con una sonrisa en la cara, como si fuera el chisme del año. -No lo golpeé, no le hice nada-. -Pero cómo, entonces que pasó en verdad, preguntó ella de-silusionada. - Alex es un burro, me estaba molestando y alguien lo em-pujó, al parecer me echaron la culpa a mí- les dije tratando de sonar convincente. -Lo que pasa es que a Alex le gusta la Sol- dijo Claudio mi-rando a Javiera. -¿Qué?, ¡no!- dije yo. -¿Cómo sabes eso?- dijo Javiera mirando a Claudio -Me preguntó tres veces si ibas a ir a la fiesta, luego me pre-guntó si ibas a ir sola y después por qué tardabas tanto. Está loco por ti- me dijo. -Bueno después de lo de ayer no creo que siga “loco por mí”- dije, haciendo una seña con los dedos.

Me despedí de ellos y me encaminé a casa, alargué el camino lo más posible, tomando las calles más largas. Por alguna extraña razón sentía que no tenía que llegar a casa, mi intuición me decía que algo iba a pasar.Entré al jardín delantero y le saqué la correa a Sazo, tomé su plato y lo llené de agua fresca.Sazo me miró con cara de gratitud y se abalanzó sobre el plato, acabando con él de inmediato.Me apresuré a sacar la llave y abrir la puerta, quería saber qué iba a pasar, ya no podía con la angustia, tenía un nudo en el estómago que me llenaba de sensaciones extrañas, sentía que caía de un precipicio todo el tiempo.

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Entré, la casa estaba vacía. Mi madre había salido, lo noté porque dejó una nota en la mesita de la entrada que decía que había ido a visitar a su amiga Lucy.Caminé por el pasillo hasta mi cuarto, la casa estaba tan silenciosa que se escuchaba cada uno de mis pasos, como un salto que sacudía las paredes.Cuando entré al cuarto lancé mi bolso sobre la cama, cuando di la vuelta para cerrar la puerta apareció Alfonso de repente dándome un susto tremendo. -Alfonso, me asustaste- exclamé, soltando un suspiro.El no dijo nada, se quedó parado mirándome con una cara muy ex-traña. Sus cejas caían sobre sus ojos cansados y tristes, estaba real-mente enojado, no parecía él. La forma en que me miraba era dis-tinta, no entendía qué le pasaba hasta que dijo: -¿Dónde estabas? -En la plaza con Sazo, ¿por qué? -¿O sea que perdiste tu hora al doctor?-. -¿Qué?- no fue mi intención, pero mi tono sonó ligeramente desafiante.Él dejó caer sobre la cama un sobre del centro médico lleno de exámenes, mis exámenes.Yo quedé paralizada no sabía que decirle. -¿Cuándo pensabas decirme- o es que acaso no pensabas hacerlo?- Su voz rugió como un demonio, casi sentí como las pare-des vibraron con su gravedad.Yo me quedé en silencio, lo que confirmó que no pensaba decirle nada. -¿Cómo puedes haberme ocultado algo así?-, ¿sabes lo deli-cado que es tener un tumor cerebral?Sentía desesperación combinada con desilusión en el tono de su voz y yo estaba tan atónita, nunca antes pensé siquiera lo que le iba a decir, jamás creí que él lo descubriría. -Dime algo- dijo alterado, tomando mis hombros y zamar-reándome suavemente. -No sé qué decirte, no esperaba que lo supieras-. -Pero, por qué ocultarme algo así Sol, ¡en qué estabas pen-sando!

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-No lo sé, no quería que me trataras de una manera espe-cial-. Él se alejó de mí y me dio la espalda, después de unos segundos se dio la vuelta me dijo: -Debo suponer que estás haciendo un tratamiento o algo-. No dije nada, sentía un nudo en el corazón y en la garganta que no me dejaba responder, ni siquiera podía pensar, pero al mismo tiem-po tenía la cabeza llena de imágenes indescriptibles. -¡Dime que te estás tratando!- me gritó. -¡No!- le respondí- no valía la pena que lo hiciera, tenía sólo un 35% de probabilidades de que funcionara, ¿entiendes eso? -Un 35% es lo suficiente como para intentarlo Sol- dijo frus-trado. -¿Pero que no ves?, esta es la oportunidad que necesitábamos para estar juntos, le dije, acurrucándome en su pecho. -¡No vuelvas a repetir eso!- me tomó de los hombros y me alejó de él. -¿Pero por qué?- le contesté enojada- Nunca vamos a poder estar juntos de verdad y cuando el tiempo pase y me vuelva una se-ñora no me vas a querer, ésta es la mejor manera de continuar juntos. -¿Cuándo supiste que lo tenías?- preguntó enojado. -Una semana antes de conocerte en el puente-. -Tienes que tratarte- me dijo dándome una orden. -No- le dije firme- ¿por qué nadie es capaz de entender la decisión que tomé?- -Porque tu decisión es una locura Sol, ¿Quién en su sano juicio querría morir sin intentarlo todo? -Alguien con miedo a perder lo que tiene, pero yo no voy a perder nada, estar contigo es lo que más deseo y si tengo que morir para poder hacerlo ¡lo voy a hacer! Porque tengo la oportunidad, le dije más desafiante y enérgica que nunca. -No voy a permitirlo-. Dijo él dando un paso atrás. -¿Y qué piensas hacer para evitarlo?- -Si yo soy la razón que tienes para morir, está más que claro, me voy-. -No- grité con tono desesperado-. -¡Todo esto es culpa de esa perra!, si ella no hubiera hecho lo

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que hizo no me habrían matado y tú no pensarías en morir por mí.Se acercó bruscamente a mí y me tomó los hombros con fuerza. -Tú vas a ir a hacerte el maldito tratamiento y te vas a olvidar de mí-.Me soltó de golpe sin que yo pudiera decirle algo y se fue corrien-do, atravesando todas las paredes. Yo me quedé con un nudo en el corazón, no terminaba de asimilar lo que había ocurrido.Me tomé un segundo para pensar dónde se había ido y salí corrien-do tras él. Suponía que el único lugar donde el querría ir es a casa de Clara, lo terrible era pensar en lo que iba a hacer una vez allá.Yo no tenía idea donde vivía Clara, pero seguía corriendo como si alguien me estuviera guiando, subí por una calle que estaba a dos cuadras de mi casa, corrí sin parar hasta llegar a la esquina, ahí me detuve. No sabía hacia dónde seguir, comencé a girar para ver si mi intuición podía ayudarme, pero estaba completamente perdida.

Mi corazón latía tan fuerte que sentía como golpeaba contra mis costillas y no dejaba de jadear, pero no me importaba nada, tenía que encontrar a Alfonso y hacerlo entrar en razón. Esto no podía terminar así, él lo era todo para mí.Seguí parada en aquella esquina sin saber para adonde ir, los minu-tos pasaban como horas y ya no podía con la pena que se apoderaba de mi cuerpo.De pronto un grito de pánico recorrió toda la calle, yo sólo seguí corriendo con la esperanza de encontrarme con Alfonso.

De una de las casas salió una pareja aterrada, cuanto estuve más cer-ca divisé a Clara y a su novio. Ella lloraba sin parar y él tenía una cara de ultratumba, se notaba que no podía hablar y lo único que hacía era sujetar a Clara que gritaba y se dejaba caer en sus brazos.Cuando llegué hasta ellos les pregunte qué había ocurrido. -Es Alfonso- gritó Clara- está destruyendo la casa, casi nos mata-. -¡Qué!- grité yo asustada. -No vimos nada- decía el chico con voz de ultratumba- en un instante comenzaron a volar los muebles y a romperse las

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cosas. -¡Yo lo vi!- seguía gritando Clara-. Estaba furioso, no dejaba de arrojarnos cosas-.Entré corriendo a la casa y Alfonso estaba en medio del desastre, en una de las esquinas del living agarraba y lanzaba lejos todo lo que podía. Las plantas estaban en el suelo, levantó la mesa de centro que era de vidrio y la azotó contra el suelo.La ira lo había sobrepasado, ya no tenía control de lo que hacía. -¡Basta!- le grité- ¡Esto no va a cambiar nada!- intentando avanzar un poco entre los vidrios y los muebles rotos.

Él se dio vuelta advirtiendo mi presencia y soltó con fuerza lo que tenía en las manos, caminó acelerado hacia mí. Yo me asusté mucho al ver la expresión de su rostro, por un momento se me pasó por la cabeza que me golpearía.Lanzó lejos un sillón que se interponía entre él y yo, cuando estuvo frente a mí, me tomó por los hombros y me llevó con fuerza hasta la pared. -¡Escúchame bien, tú vas a vivir y te vas a olvidar de mí! ¡Está claro!- No podía creer lo que me estaba diciendo, sentí como mi corazón se trizaba. -No Alfonso, por favor-. -¡Dime que lo vas a hacer!- no dejaba de gritar y hacer presión en mi cuerpo contra la pared. -Está bien- dije yo estallando en llanto- pero por favor no me dejes sola-.Él se serenó un poco al escucharme decir que aceptaría el tratami-ento, pero su ira seguía siendo aterradora. -Más te vale hacerlo- dijo golpeando la pared con tal fuerza que su mano la atravesó dejando un gran agujero. Me soltó y mien-tras se alejaba dijo: -Olvídate de mí Sol- es mejor para los dos.

Caí al suelo de rodillas sin poder creer que lo había perdido, me que-dé en esa posición por un largo rato llorando de manera incontrola-ble, mi cuerpo no tenía la fuerza necesaria para levantarse.

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Después de unos minutos Clara y su novio al ver que no había más movimiento entraron, yo seguía tendida en el suelo llorando.El novio de Clara se acercó a mí y dijo. -¿Estás bien? - ¿Qué pasó?Yo me levanté y les grité: -¡Todo esto es su culpa, si ustedes dos no fueran unos menti-rosos, Alfonso seguiría vivo! Los aparté a los dos y me fui lo más rápido posible de esa casa.

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Es extraño sentir que lo tienes todo y de un segundo para otro ya no tienes nada.No puedo hacer esto sola, no le había temido a la enfermedad hasta este momento, ¿qué pasaría ahora? ¿Encontraré a Alfonso cuando muera o estaré sola durante toda la eternidad?

Los días pasaban y no tenían ni un sentido para mí, comencé a faltar a clases, no encontraba ni un tipo de motivación. Todo pierde sen-tido cuando pierdes lo que amas, era como si se hubiera llevado una parte de mi alma con él.

La primera semana fue la más dolorosa, casi no salí de la cama, me pasaba horas seguidas viendo a los peces nadar. Ese pez color verde musgo era todo lo que me quedaba de él, ya no tenía más lágrimas para seguir llorando, quería morir en ese momento.Mi madre comenzó a preocuparse al verme tendida en la cama día tras día. Ella pensaba que era por mi enfermedad, no tenía idea que tenía el corazón destrozado.Lo peor de todo es que no podía contarle a nadie lo que me pasaba, deseaba que alguien me consolara y me dijera que él iba a volver, pero no era así, nunca más lo vería de nuevo.

La segunda semana traté de salir de la casa después de ver lo preocu-pada que tenía a mi madre, quería demostrarle que no me sentía mal, el maldito tumor era lo que menos me importaba en ese momento.

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Fui a la universidad e intenté ponerme al día, pero sabía que lo hacía en vano, mi cuerpo ya comenzaba a mostrar los deterioros. Mi cara había cambiado totalmente, ahora tenía una expresión sin vida.Todos mis compañeros pudieron notarlo y no hizo falta que lo co-mentaran, porque entre ellos se miraban las caras y se daban cuenta que estaban pensando lo mismo.Mientras estaba en clases tenía la esperanza de verlo aparecer como lo hacía antes, pero nunca apareció.

En el metro tren, cuando volvía a casa, el corazón me dolía más y más, cada vez que pasaba por el puente comenzaba a llorar.No sentía ni un tipo de superación con respecto al tema, todo lo contrario, cada día mi agonía se hacía más intensa.

El miércoles de esa semana traté de sobrellevar mejor las cosas e in-tenté seguir con mi vida, pero el solo hecho de pensar que ya nada iba a ser como antes me rompía en mil pedazos el alma.A eso de las cuatro de la tarde, fui al supermercado con la débil ex-cusa de comprar comida de perro, caminé lentamente por las calles, cada paso que daba era una puntada en el corazón y otra en la cabeza.El supermercado tenía una pequeña tienda de animales, así que me desvié y entré, me entretuve mirando a los peces, pájaros y pequeños cachorros.Luego retomé mi camino y recorrí los largos pasillos llenos de arte-factos y mercadería.

Busqué el pasillo de los animales y leí una por una las etiquetas de comida para perros, sólo quería matar el tiempo.Elegí la que me pareció mejor dentro de las diferentes marcas, cami-né hasta el fondo del pasillo y al llegar ahí una señora muy apurada me arrolló con su carro. -Discúlpame- dijo la señora muy sorprendida de su torpeza, se le notaba muy distraída.Me demoré unos segundos en darme cuenta de que era la madre de Alfonso, ella notó quien era yo casi al mismo tiempo. -Hola, me recuerda- le dije yo tratando de ahogar el grito de dolor de mi alma al verla.

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-Sí - dijo ella con la voz cortada-. Dejó el carro a un lado y se acercó a mí. -He querido ubicarte, pero no sabía dónde buscarte- me dijo nerviosa. -En qué puedo ayudarla- le dije, tratando de pasar por alto su nerviosismo. -Es que quiero preguntarte algo- decía mientras se abrochaba y desabrochaba la pulsera.Yo la miré fijamente, esperando intrigada. -Bueno, a ver, como te digo-.Yo no sabía qué decirle y cada segundo que pasaba se me hacía más grande el nudo del estómago al ver que ella no decía nada. -Mi hija, ¿la recuerdas?- al fin soltó.- Ella el otro día me ha-bló de ti-. -¿De mí?- le dije yo, esperando que no sea nada de lo que imagino. -Va a sonar muy tonto lo que voy a decirte, pero necesito sacar la duda de mi cabeza-. -Qué pasa- le dije yo tratando de parecer paciente. -Bueno ella me dijo el otro día… que tú eras la nueva novia de Alfonso y a mí me pareció muy raro, porque tú sabes… Alfonso está muerto-.Sentí palidecer mi cara, pero seguía muy atenta a lo que ella decía. -Luego me dijo… que ella podía verlo, que siempre lo veía-.Sentí como mis ojos se secaron y mi cuerpo se tensó. -Mi pregunta es: ¿es eso cierto?, ¿es eso posible siquiera?, me imagino que la única respuesta a lo que me dice mi hija de 3 años es que Alfonso se pasea entre la dimensión de la muerte y la nuestra y que tú y mi hija son capaces de verlo por alguna razón y yo no-.Yo estaba a punto de colapsar en ese momento, no sabía si tenía que contarle la verdad o no a la pobre señora, me quedé parada frente a ella y mis ojos se llenaron de lágrimas y comencé a balbucear in-tentando decirle algo, pero las palabras no salían de mi boca, luego una lágrima rodó por mi mejilla y la madre de Alfonso dijo: -Es cierto entonces-.Yo tragué saliva y asentí con la cabeza. -Siempre me pregunté si debía decirle a usted la verdad,

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pero no sabía cómo iba a reaccionar.La madre de Alfonso se quedó paralizada unos segundos, hasta que comenzó a sonar su celular, ella no contestó, volvió la mirada hacia mí y dijo: -¿Te puedo pedir un favor? -Claro- le dije yo, secándome las lágrimas con la manga del polerón. -¿Podrías venir mañana a mi casa?, la verdad es que tengo muchas preguntas y ahora me urge atender un problema que acaba de tener mi hija.-Sí, no hay problema, voy a contestar todas sus dudas-. Ella se acercó a mí y me abrazó con fuerza, me dio la dirección de su casa y me dijo que fuera a eso de las cinco de la tarde.

Pagué la comida de perro y me fui a casa lo más rápido posible, sin dejar de pensar en Alfonso, en qué pasaría si se enterara que le dije a su madre la verdad, ¿se enojaría?, ¿se sentiría aliviado? Tenía esa duda carcomiéndome las venas cada segundo que pasaba.

Dormí peor que nunca, estaba tan nerviosa por lo que acontecería al día siguiente, que mis sueños se trasformaron en pesadillas.

A la hora indicada me vi tocando el timbre de la casa de Alfonso, las manos me sudaban y mis rodillas temblaban. La señora abrió la puerta y sonriendo me invitó a pasar. Su energía había cambiado, ya no estaba tensa ni nerviosa, estaba feliz.-Hija mía, adelante- dijo dándome un fuerte abrazo. Perdóname lo maleducada, se me ha olvidado preguntarte el nombre. -Sol- le dije yo muy nerviosa. Me sentía una traidora al estar ahí con la madre de Alfonso, a quién le revelaría la verdad de su hijo. Ya no había como escapar de esa situación, sólo me quedaba afron-tarla.La casa era hermosa, al entrar a su derecha estaba el living y a la izquierda el comedor, con una puerta corredera que daba a la cocina.Me hizo sentar en el living, en un pequeño sillón muy antiguo con bordes de madera tallada. Me pregunto dónde estará la pequeña Juli-eta.

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-Yo me llamo Gloria- me dijo caminando hasta la cocina y volviendo con una bandeja con té y galletas.Yo permanecí en el sillón con las manos entre las rodillas, sin saber que decir. Ella tomó un sorbo de su té y dijo: -Y bien, ¿cómo conociste a mi hijo?- con una gran sonrisa en la cara.Era muy extraño escucharla hablar de Alfonso como si él siguiera vivo. -Bueno yo… lo conocí dos meses después de que…- no quería decirlo, pero la madre de Alfonso sabía perfectamente a que me refería. -No puedo creerlo, ¿cómo pasó eso?, ¿cómo es que tú puedes verlo?- dijo con intriga en sus ojos.

La verdad es que se me dio fácil hablar con ella y contarle cómo conocí a Alfonso, porque ella tenía una energía cálida, acogedora y por sobre todo, no me veía como una amenaza o un bicho raro. Estaba tan intrigada por el hecho de que yo pudiera ver a su hijo que no podía despegar sus ojos y su gran sonrisa de mí. -Pero usted debe saber algo- le dije presintiendo que la sigu-iente pregunta era ¿está aquí ahora?- Yo ya no puedo verlo, él se fue. -¿Se fue?, ¿cómo que se fue?, ¿dónde?- -No sé exactamente, probablemente Julieta siga viéndolo-. -¿y por qué tú ya no lo ves?- las preguntas de Gloria comen-zaban a ponerme nerviosa. -Hemos tenido algo así como una discusión, hace semanas que no lo veo. -Pero, ustedes mantenían una relación- ¿cierto?Yo asentí con la cabeza. -Claro que no era nada físico- le dije soltando una peque-ña risa.- él siempre me habló mucho de usted, de lo mucho que la quiere.Ella miró al suelo un tanto desilusionada por lo que acababa de decirle. -¿Por qué estabas con mi hijo, habiendo tantos muchachos guapos, vivos?- -Porque uno no elige de quien enamorarse- le dije fijando

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mis ojos en los de ella. -¿Todavía lo amas?- -Cada segundo que pasa-. -No sé qué decirte pequeña, daría lo que fuera porque me hijo estuviese vivo y fuera feliz contigo.

Tras terminar la conversación con Gloria me dirigí a mi casa sola y abrumada por la situación que estaba viendo. El sol se estaba escon-diendo. Extrañaba tanto a Alfonso.Mi corazón se estaba secando sin él.

Al día siguiente decidí que era momento para contarle a Javiera sobre mi situación, sabía que se iba a enojar mucho conmigo por haberlo ocultado, pero sabía que no tenía mucho tiempo más.Me pasé horas repasando lo que le iba a decir y cómo, lo tenía todo perfectamente ensayado, ahora tenía que armarme de valor y con-tarle. Fui a su casa sin avisarle, ella se encontraba con Claudio to-mando once. -Sol, qué haces aquí, los dos me recibieron muy alegres como siempre. -Vine a decirles algo- entré muy seria a la casa, ellos notaron enseguida que algo no estaba bien. -Siéntate dijo Claudio- poniendo frente a mí una silla junto a la de ellos.Yo me senté y repasé lo que había pensado, tenía perfectamente or-denado en mi cabeza todo lo que les iba a decir, pero cuando pre-tendía comenzar lo olvidé todo. -¿Qué pasa amiga? ¿Por qué tienes esa cara?- me preguntó, sentándose junto a mí y poniendo suma atención a lo que les iba a decir.Yo suspiré y sentí como mis ojos se llenaban de lágrimas. -Me van a odiar por no decirles antes lo que les voy a contar.Sus caras estaban llenas de suspenso, los dos me miraban como si no existiera nada más que yo. -Anda Sol, que puede ser tan terrible que haga que te od-iemos.- dijo Javiera. -Confía en nosotros linda, eres nuestra amiga- soltó

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Claudio, con un tono de impaciencia que no podía ocultar. -Lo que pasa es….- Mi voz salía quebrada y mis manos su-daban sin parar. -…. Que tengo una enfermedad-. -¡Una qué!- gritó Javiera- ¿de qué? -Déjala que termine- le dijo Claudio. -Tengo un tumor cerebral- les dije y me quedé en silencio.Los dos se quedaron callados y se miraron. -Pero… ¿es tratable cierto?- preguntó Claudio dándole la mano a Javiera que había comenzado a sollozar. -En este momento lo dudo, hace un tiempo me dijeron que tenía un 35% de probabilidades de vivir con un tratamiento, pero lo rechacé. -¿Y por qué hiciste eso?- me dijo Javiera alterada. -Porque en ese momento no lo pensé bien, mi madre no tiene el dinero para el tratamiento y con un 35% pensé que sería una pérdida de tiempo y dinero. -¿Y tu mamá?, ¿aceptó esa estupidez?- dijo Javiera ya muy enojada y levantándose de la silla. -Ya tranquila, Javiera- le dijo Claudio. -Mi mamá por supuesto que no estuvo de acuerdo, aún más, hasta el día de hoy intenta convencerme. -¿Y qué vas a hacer?- dijo Javiera. -Mañana tengo hora al doctor, pero dudo que pueda hacer algo al respecto. -¿Cómo te sientes?- me preguntó Claudio tomando mi mano. -Claro, tú eres el comprensivo y me haces parecer una bruja.-dijo Javiera. -Me siento bien, sólo quiero disfrutar lo que me queda ¿está bien? -¿O sea que no hay vuelta atrás?- dijo Javiera pasando su mano por sus mejillas empapadas. -Lo dudo- le dije yo levantándome y abrazándola.Claudio se unió a nuestro abrazo y dijo: -Te vamos a aprovechar todo lo que podamos ¿está bien? -Claro, pero no quiero nada de tratos especiales- dije yo,

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riendo y secando mis lágrimas con la manga de mi polerón.

Pasamos la tarde juntos, Claudio se empecinó en que nos tomára-mos una foto los tres. -Mira nuestras caras Claudio, no estamos de humor para fotos-. -No quiero que me recuerden con este rostro hinchado y lloroso- les dije yo riendo. -Pero, tal vez si van al cuarto, se arreglan y se ponen bellas, podríamos tomarnos unas fotos.- Él estaba tan emocionado con lo de las fotos que le hicimos caso y nos arreglamos. Javiera me prestó una falda floreada horrible de los años 80 y una polera flúor color amarilla. -¿Qué es esto?- le dije yo mirándola con la cara desfigurada. -Hagámoslo entretenido- dijo ella, poniéndose unos pan-talones largos que le llegaban hasta la cintura con un chaleco que parecía ser de su abuela.Salimos del cuarto totalmente disfrazadas y Claudio se echó a reír. -Qué hicieron, parecen cualquier cosa- dijo tirado en el sillón, riéndose a carcajadas. - Oye, di que nos vemos hermosas- le dije yo, tirándole en la cara un almohadón.Tomamos millones de fotos, lo pasamos increíble. De repente no era tan malo tener trato especial.

Me fui a casa antes de que oscureciera para poder disfrutar del atardecer caminando, definitivamente me dispuse a vivir feliz mis últimos días. Sabía que aunque quisiera hacer el tratamiento ya era demasiado tarde. Sentía lo diferente que estaba mi cabeza, no sabía qué pasaba ahí adentro, pero era como si al moverla sintiera mi cerebro chocar con el cráneo. Tal vez era solo idea mía, no sé siquiera si eso era posible.

A dos cuadras de mi casa vi a unos pandilleros, eran dos que caminaban hacia mí. En ese instante mi cabeza se llenó de pen-samientos, ¿qué pasaría si ellos me atacaran? ¿vendría Alfonso a ayudarme?

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Cuando pasé junto a ellos choqué mi hombro contra uno de los ti-pos. -Oye idiota ten cuidado- me gritó el pandillero dándose la vuelta. -Tú, ten cuidado ¿o es que la estupidez te impide ver?- le contesté yo, con un aire desafiante. Tenía el corazón latiendo a más no poder, ¿vendría Alfonso a ayudarme o se había alejado de mí completamente? .Ahora iba a descubrirlo.El tipo al escuchar lo que le había dicho se detuvo por un segundo sin poder creer lo que esta chica le había dicho, me tomó de la polera y me acercó a él. -Vuelve a repetirlo y sabrás lo poco que respeto a las mu-jeres- me dijo a pocos centímetros de mi cara.Yo respiré profundo y le grité: -Te dije estúpido- sin importarme qué me hiciera, solo quería descubrir si Alfonso aparecería.Él me soltó y tomó vuelo con todo su cuerpo para darme un puñeta-zo en la cara, yo caí al suelo aturdida y puse mis manos en mi mejilla, el dolor era insoportable. El tipo tomó mi cartera, sacó el celular y la billetera y me la lanzó. -Maldición- susurré yo acomodándome en el suelo y todavía con las manos en la cara.Después de unos segundos, cuando se fueron, me levanté con difi-cultad y caminé el resto del camino a casa lentamente.

Al llegar lancé lejos mi cartera vacía, estaba muy enojada y triste, ahora sí que me sentía más sola y vulnerable que nunca. -¡Qué te pasó en la cara hija!- gritó mi madre desesperada. -Nada mamá, me asaltaron-, le dije dejando caer mi cuerpo en el sillón.Ella corrió a la cocina y volvió enseguida con una bolsa llena de hielo. -Toma, póntela en la cara- mañana esto va a ser un moretón horrible. -Gracias- le dije yo acomodando la bolsa en mi cara. -¿Te hicieron algo más?- dijo preocupada. -Nada-.

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No quería saber nada de nadie, me levanté de mala gana y me fui a mi cuarto. Me tendí sobre la cama y no pude evitar comenzar a llorar.Definitivamente no está, no sé cómo voy a seguir sin él. Todo lo que sé en este momento es que lo odio. No puedo seguir viviendo sin él y definitivamente no quiero morir sin él, todo lo que tenía perdió sentido.

Con el pasar de los días me fui hundiendo lentamente en un pozo sin fondo y todas las noches soñaba que me perdía y no sabía a quién pedirle ayuda o que estaba sentada en la playa esperando que él vini-era, pero nunca llegaba.

Mi cuerpo comenzó a acalambrarse debido a la depresión que me tenía todo el día acostada, así que el día que los calambres fueron insoportables decidí a eso de las ocho de la noche ir a caminar para soltar un poco las piernas. -Mamá iré a caminar un rato- le grité desde la puerta. -¿No es un poco tarde para eso?- me dijo con tono preocu-pado. - No es tan tarde, además mis piernas necesitan moverse, están agarrotadas-. -Está bien, ¿quieres que te acompañe?- -No gracias, no me demoro nada, voy a dar una vuelta a la manzana, le dije yo saliendo rápido. La verdad es que quería estar sola.

Di la vuelta a la cuadra, la noche estaba perfecta para caminar, así es que seguí avanzando por la calle junto al mar, no había tanta gente, la mayoría de las personas que pasaban por ese lugar estaban haciendo ejercicio o paseando a sus mascotas.Las luces iluminaban todo el camino, la noche estaba fresca y la brisa del mar me rozaba las mejillas dejándome la cara con su olor a sal marina. Mientras caminaba pensaba qué iba a pasar conmigo, perdí mi úl-tima cita con el doctor, cuando se enteren todos me van a regañar.No quiero que nadie me diga qué hacer, yo sé que no tengo remedio y tampoco quiero tenerlo, de todas formas no

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encajo en esta vida. Cómo podría vivir feliz sabiendo que la persona que amo no vive en el mismo universo que yo, tendría que nacer de nuevo para poder disfrutarla y ser feliz.

Cuando retomé el camino a casa sentí varias puntadas en la cabeza, el dolor era tan insoportable que tuve que parar. Miré a mí alrede-dor para ver si había alguien que pudiera ayudarme, un poco más adelante venían dos personas trotando, al parecer una señora y un hombre joven.Un pito comenzó a zumbar en mis tímpanos y puntos blancos llen-aron mi campo visual. Me sostuve de un poste de luz que había junto a mí, poco a poco perdía mis fuerzas y ya casi no podía ver; luego sentí que mi cuerpo cayó y unos brazos fuertes me sujetaron y me llevaron lentamente hasta el suelo.

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Abrí los ojos y me vi sentada en un cuarto de hospital frente a una cama en la que descansaba mi cuerpo inconsciente. El ambiente era relajante y silencioso, una enfermera muy dulce entró para chequear mi cuerpo. Yo veía del otro lado del cuarto cómo ella revisaba los cables de ox-ígeno, las máquinas del corazón y otras cosas que no sabía para qué eran, todas hacían un sonido especial.Escribió un par de cosas en unos papeles que estaban en mi cama y se fue apresurada, seguramente a hacer lo mismo en otro cuarto.Me quedé mirándome un rato, luego sentí que Alfonso aparecía jun-to a mí, pero no lo miré.Los dos nos quedamos en silencio mirando mi cuerpo recostado, mi cara estaba más pálida que nunca y tenía grandes ojeras azules. -Mi corazón no ha vuelto a latir desde que me fui- dijo Al-fonso sin dejar de mirar la cama. -Tu quisiste dejarme- le respondí sin energía. -Pero no quería que esto pasara-. -No quiero morir sola Alfonso- le dije girando la cabeza ha-cia él. -No puedo verte morir, lo siento- dijo levantándose y sali-endo de la habitación.

Me desperté en la Clínica diecisiete horas después, más o menos a las tres de la tarde. Junto a mí estaba mi madre, durmiendo en un incómodo sillón de cuerina color blanco enfermo.Yo estaba llena de agujas con suero y muchas cosas que no entendía, atrás de mi cabeza colgaba una máquina que sonaba como si estuvi-era recibiendo fax cada cinco segundos.

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Mi cabeza palpitaba sin cesar, pero no me dolía. Me quedé recostada mirando el techo, recordé que había estado con Alfonso.Las lágrimas corrieron por mi cara y cayeron en mi pelo.

Pasé el resto del día sola con mi madre, no me permitían tener visi-tas todavía. -Javiera llamó-, dijo mi madre mientras acariciaba mi ros-tro, le dije que mañana podía venir a visitarte-. -Mamá, ¿sabes que te amo cierto?- le dije yo mirándola a los ojos. Ella rompió en llanto y me dijo que sí lo sabía, que ella también me amaba. -Todavía me queda un tiempo, no creas que me voy a morir en este hospital- le dije yo, tratando de subirle el ánimo, pero sólo lo empeoró. -No hables de morir querida, todo va a estar bien- -Ese día va a llegar, así que mejor es que lo tengas claro-le dije yo. -Deberías seguir durmiendo tienes cara de cansada- me dijo para dejar el tema.

Después de unas horas el doctor entró al cuarto y me miró con ges-to de enojo, lo entendía, después de todo había faltado a cada cita agendada y ahora estaba muriendo.No quise hablar con él, así que me di vuelta en la cama dándole la espalda, sabía que estaba actuando de una manera infantil, pero no quería que nadie me dijera nada.

No le quedó otra que hablar con mi madre y decirle con cierta deli-cadeza que no me quedaba mucho tiempo.

Al día siguiente recibí un llamado de Javiera contándome que no podría venir a verme porque tenía que cuidar a su hermana peque-ña. Estaba muy preocupada al igual que Claudio.Me prometió que al día siguiente vendría.

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El día trascurrió aburrido y extremadamente lento, lo único que podía hacer era ver televisión y comer yogurt.Las enfermeras venían de vez en cuando a chequear que todo estuvi-era en orden y luego se retiraban. -¿Mamá?- -Dime cariño-. -La verdad es que no tenemos que quedarnos otra noche más, estoy bien- le dije sentándome en la cama para que pudiera notarlo. -No empieces por favor. Vamos a irnos cuando el doctor au-torice.Dejé caer mi cuerpo en la cama y me resigné a pasar otra noche en ese horrible lugar.

A las seis en punto, lo sé porque no había dejado de mirar el reloj, tocaron la puerta. Mi madre se levantó a ver quién podría ser, ya que las enfermeras no tocan la puerta.Al volver, detrás de ella se asomó la cabeza de Alex. Traía un gran ramo de rosas rojas en la mano. -¿Alex?- dije yo con extrañeza. No tenía idea qué podría es-tar haciendo él aquí. -Sol, hola. ¿Cómo estás?- me dijo dejando las rosas sobre la cama. -Bien, ¿qué haces aquí?- me extrañó la familiaridad con la que entró, como si fuéramos los mejores amigos. -Claudio me dijo que estabas aquí y quise venir a verte, es-pero que no te moleste- dijo, mirando al suelo- también quería hab-lar contigo- volvió la mirada discretamente hacia mi madre, quien reposaba en el sillón leyendo una revista de tejido.Mi madre entendió enseguida la mirada cómplice de Alex y se le-vantó apurada dirigiéndose a la puerta diciendo que quería tomar café.Cuando mi madre ya no estaba, Alex se acercó algo avergonzado a mí y dijo: -Quería pedirte perdón por lo estúpido que me comporté contigo en la fiesta de Javiera-. -Alex, estabas borracho, no tiene importancia-.

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-Es que yo sé lo idiota que me pongo cuando bebo, por eso cuando me contaron que me habías golpeado supuse que había ac-tuado como un tarado… no sabes cuánto lo siento-. -Alex, yo no te golpeé- le dije riendo. -¿A no?- -No, solo te empujé, pero creo que eso no cambia las cosas-. -Perdón, me comporté como un tarado seguramente, la ver-dad es que no lo recuerdo-. -¿No recuerdas lo que pasó?- le pregunté, tratando de aco-modarme en la cama. -No, sólo recuerdo que me provocabas una mezcla entre ter-ror y adicción, sé que suena extraño, pero es todo lo que recuerdo-. -O sea que eres un masoquista- le dije yo riendo. -Algo así- dijo Alex nervioso, como si quisiera decirme algo, sin saber cómo hacerlo- la verdad Sol que la razón por la que me comporto como un idiota cuando estoy contigo es porque me gus-tas-.

Mi cara se desfiguró al oír estas últimas palabras, estaba yo tendida en una cama de hospital, no me bañaba hace días, tenía el pelo en-redado y opaco, en la cara unas grandes ojeras y frente a mí un gua-písimo jugador de basquetbol diciéndome que le gustaba.

No sabía que decir, la verdad es que, por más guapo que sea, por más que su cuerpo de atleta esté seductoramente rendido a mis pies, no me provoca ni la quinta parte de lo que me provoca Alfonso tan solo con mirarme. -Alex, no sé qué decirte- le dije con la voz entrecortada por los nervios. -Dime que yo también te gusto- dijo acercándose lenta-mente a mí con la aparente intención de besarme.Yo lo atajé antes de que pudiera seguir y le dije: -Alex, yo no-…Antes de terminar Alex se alejó y dejó caer su cuerpo a los pies de mi cama. -Sol, me gustas mucho, quiero estar contigo-. -Lo que pasa Alex, es que yo no puedo darte nada de lo que

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tú mereces. A mí no me queda mucho tiempo de vida-.Él agachó la cabeza y miró el suelo con una mirada de profunda tristeza. -Me gustaría cuidarte hasta entonces- dijo volviendo la mirada hacia mí. -No puedo pedirte algo así-. -Pero yo quiero hacerlo Sol, déjame acompañarte hasta que tus fuerzas se agoten…Alex le ponía un tono dramático a la conversación, como si estuvi-era interpretando el papel de un hombre profundamente enamo-rado a punto de perder al amor de su vida. -Eso no es lo que quieres Alex, ¿quién podría querer algo así?, no quiero que sufras y la muerte es dolorosa, prefiero que deje-mos las cosas como están. -Déjame demostrarte lo que soy capaz de darte y después decides-. -No, no quiero que pierdas tu tiempo conmigo Alex. Mírate, eres guapísimo, disfruta y busca a una muchacha que pueda devolverte todo el amor que tú le vas a dar. Yo no puedo, no quiero que nadie lo pase mal con esto. ¿Entiendes?- le dije buscando su mirada.Él entendió y después de un rato tomó sus cosas y se fue, no antes de poner en un florero las hermosas rosas y besarme la frente.

Cuando me encontré sola, sentí una impotencia que me carcomía todo el cuerpo, desde la piel a los huesos, recordar que Alfonso me había dejado en el peor momento y que un casi desconocido me ofreciera su amor después de lo mal que me había portado con él, me hicieron sentir peor que nunca.

Al caer la noche convencí a mi madre de que se fuera a casa para que no tuviera que dormir nuevamente en ese incómodo sillón. Después de un rato de insistirle, ella aceptó. -Me preocupa dejarte sola, ¿y si te pasa algo?- -Mamá, basta, tengo aquí todo lo que puedo necesitar-. -De acuerdo, iré a hablar con las enfermeras de todas man-eras para que estén atentas.-

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-Buenas noches mamá, te amo mucho-. -Buenas noches mi amor-.

La última enfermera pasó por mi cuarto para ver si necesitaba algo, ya que era la última ronda que harían hasta la mañana.Cuando se fue intenté dormir, pero la habitación era fría y grande, sentía que había mucha gente mirándome.

Abrí los ojos de golpe, un ruido me despertó a eso de las tres de la mañana, pero no vi nada.Me levanté despacio y lentamente me dirigí al baño para tomar un poco de agua, mientras volvía a la cama sentí el perfume de Alfonso, que más que perfume era su olor corporal. El agradable olor de su cuerpo inundaba mi cuarto, mis ojos se llenaron de lágrimas, pero las reprimí.Me prometí a mí misma no volver a llorar por él, estaba muy eno-jada, lo odiaba por dejarme sola y me odio a mí por seguir pensando en él e imaginándome su olor y esas tonterías. -Él no va a volver Sol- me dije a mi misma-. Nada de lo que puedas sentir es real, ni siquiera su olor, todo está en tu imaginación, deja de ser tan patética, ahora estás sola-.Me sentí un poco más fuerte después de esa declaración a mí misma, corrí hasta la cama y me obligué a dormir.Apreté lo más fuerte que pude mis ojos para reprimir las lágrimas. Y me dormí.

En la mañana abrí los ojos y noté que los tenía adoloridos, fui al baño a lavar mi cara y cuando volví a la cama una enfermera entró. -Hola linda, ¿cómo te sientes hoy?- me preguntó, dejando sobre la mesa una bandeja con el desayuno. -Bien, gracias-. -¿Dormiste bien?- me preguntó intrigada. -Sí, dormí bien, gracias.Su cara dudaba, como si no me creyera. -Cualquier cosa me llamas- dijo saliendo del cuarto.A los diez minutos entró mi madre apurada con un café en la mano. -Mamá son las siete de la mañana que haces aquí- le pregun

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té con una sonrisa en la cara, la verdad es que me alegraba mucho de verla. -Hija es que no pude dormir sabiendo que estabas aquí sola-, dijo sentándose en el sillón.Al rato se quedó profundamente dormida. Yo revisé su bolso y en-contré un libro que había traído para mí, me di cuenta enseguida, ya que era un libro de romance fantástico y ella no lee esas cosas.Me entretuve toda la mañana leyendo hasta que al caer la tarde llegó Javiera y Claudio.No pude evitar reírme al verlos, Javiera venía dándole órdenes a Claudio que en una mano traía un ramo enorme de flores con un globo y en la otra una caja de bombones. -Amiga-, perdón por no haber venido antes. Me moría de ganas de venir, pero todo estaba en mi contra…Antes de que pudiera terminar de sentirse mal le dije: -No importa linda, estoy feliz de que estés acá ahora-.Ella me abrazó más fuerte que nunca y después de que Claudio de-jara todas las cosas sobre la mesa, él también vino a mi lado y me abrazó fuertemente. -¿Cómo te han tratado?- me preguntó Claudio dejando caer junto a mi madre su pesado cuerpo en el sillón. Ella despertó lenta-mente y al ver que tenía visitas aprovechó para ir a comprar un café. -Claudio querido, ¿quieres un café?-le preguntó mi madre. -Tía me encantaría, muchas gracias-. -Acompáñala mi amor, no la vas a hacer venir hasta acá con tu café- le dijo Javiera. -Pero linda, no es ningún problema, quédate aquí con Sol-, le dijo mi madre.Javiera le lanzó una mirada fulminante a Claudio y él accedió a ir con mi madre.En cuando salieron del cuarto, Javiera se abalanzó sobre la cama junto a mí. -Necesitaba que se fueran, tengo que contarte algo que escu-ché en el pasillo- me dijo apoyando su cara sobre sus dos manos. -¿Qué pasó?- le pregunté intrigada.- -Yo sé que te puedo contar esto, porque tú no crees en fan-tasmas, entonces sé que no te vas a asustar-.

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Mi estómago se apretó al escuchar la palabra “fantasma”, yo la quedé mirando esperando que me contara lo que la ponía tan nerviosa. -Lo que pasa es que cuando estábamos en la recepción es-perando que nos dijeran en que habitación estabas, escuché a unas enfermeras hablando de ti-. -¿De mí?- le pregunté yo, no me imaginaba qué podía tener que ver las enfermeras con Alfonso. -Sí, una de ellas le estaba contando a la otra que el guardia de turno, el que está encargado de las cámaras, había visto un fantasma en tu cuarto-. -¿Pero qué tipo de fantasma?- la interrogué yo, no creía posible que hubieran visto a Alfonso, nadie puede verlo. -No sé bien, sólo escuché que el supuesto “fantasma” había entrado a tu habitación y se había quedado junto a tu cama por horas mientras tú dormías. Ella me quedó mirando con una sonrisa en la cara. -¿Crees que sea cierto? -Yo me quedé en silencio un segundo y le dije: -La verdad, no-. -Sabía que no ibas a creerlo, pero tenía que contártelo, después de todo estaban hablando de ti.Las dos nos reímos del tema y seguimos conversando otras cosas, me contó sobre su día, de la universidad y de todas esas que yo tenía y que en cualquier momento perdería.

Al rato volvió mi madre con Claudio y se sentaron junto a nosotras y nos contaron un par de chismes que habían escuchado en el ascen-sor, de gente que iba y venía de visita.

Esa noche me quedé despierta hasta tarde para ver si Alfonso aparecía, pero no lo hizo.No lo vi, pero no dejaba de sentir su olor, como si estuviera junto a mí todo el tiempo. -No te molestes en venir, no quiero volver a verte- dije en voz alta, esperando que Alfonso escuchara.Me acosté en posición fetal y me cubrí hasta la cabeza con la frazada.Y esperé que fuera un nuevo día para poder volver a casa.

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Al día siguiente pudimos volver a casa, mi madre me suplicó que me quedara en cama un día más.Ella no quiso decirme, pero yo había escuchado de todas formas. El doctor le dijo que me llevara a casa, que no había nada más que hacer que esperar. -Está bien, me voy a quedar en cama a cambio de que mi ataúd sea color verde-. -Sol por favor, basta ya de hablar de muerte- me dijo con voz nerviosa. -Mamá- le dije yo tomándola por los hombros- tienes que aceptar las cosas, la muerte no es más que otra etapa de la vida, yo siempre voy a estar contigo en tu corazón-.Se le llenaron los ojos de lágrimas y antes de que saliera le dije: -Además siempre quise un ataúd verde-, ahora o en setenta años más.Ella lanzó una pequeña sonrisa y me sentí aliviada. No quería que nadie sufriera con mi partida, sé que me aman y yo a ellos, pero el amor es más fuerte que la muerte, ahora lo sé.Al caer la tarde Javiera vino a visitarme nuevamente, bajo el brazo traía un paquete de regalo y su cara estaba llena de emociones, que yo creo que ni ella podía descifrar.Se sentó junto a mí en la cama y me entregó el paquete. -¿Y esto?- le dije yo con tono risueño. -Es algo que hice para ti-.Lo abrí y dentro había un cuaderno viejo de la escuela. -Recuerdo este cuaderno, es el que usábamos para mandar

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mensajes en clases-. -Sí, lo llené de todo lo que tenía de las dos-.Comencé a verlo página por página. En las primeras tenía fotos de nosotras en el colegio, no teníamos más de trece años. Las fotos eran hermosas, aparecían nuestras compañeras y compañeros. -¿Recuerdas a Luis?- me preguntó riéndose. -Como no recordarlo, me decía cabeza de caracol-. Javiera se rió más fuerte al recordarlo también.En las páginas de más adelante estaban pegados algunos de nuestros mensajes-. -Este mensaje te lo había quitado el profesor de inglés, ¿cómo lo recuperaste?- le pregunté. -Tenía que hacerlo, había escrito que el nuevo profesor de matemáticas estaba guapísimo-. -Verdad- exclamé yo- no podían castigarnos por tener bue-na vista, ¿en qué curso habrá sido esto? -No lo recuerdo, creo que fue el último año- dijo Javiera mi-rando el para recordar.Más adelante en el cuaderno habían más fotos y sobres pegados a las páginas, que contenían las cartas que nos habíamos escrito a lo largo de la vida, era hermoso, todos nuestros recuerdos en un cuaderno. -Todavía tiene hojas en blanco, ¿te molesta si las relleno con las fotos y recuerdos que tengo yo de nosotras?- -Cómo se te ocurre que me va a molestar, ¡es una idea ge-nial!- -Después… quiero que tú te quedes con el cuaderno- le dije mirándola a los ojos. -No quiero que hablemos de después- me dijo pasándose la mano por los ojos y levantándose de la cama. - Yo… todavía no asimilo que tú te vas a ir- sus ojos explotaron en lágrimas y se acercó a mí y la abracé. -Eres mi mejor amiga Sol, ¿qué se supone que voy a hacer sin ti? -Vas a seguir tu vida tan feliz como siempre amiga, yo siem-pre voy a estar en tu corazón-. -Pero, a quién le voy a contar mis cosas, mis secretos, mis miedos- ¿quién me va a decir por dónde ir cuando me pierda?-

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-Yo te voy a decir, cuando quieras puedes hablar conmigo en tus sueños. Voy a estar contigo siempre, siempre te voy a cuidar- le dije abrazándola más fuerte y dejando caer mis lágrimas en su pelo-. -¿Me lo prometes?- -Te lo prometo-.

Nos quedamos unas cuantas horas recordando viejas historias del colegio y de nuestros compañeros, a eso de las siete de la tarde llegó Claudio a buscarla, se sentó en una silla junto a nosotras y nos re-cordó otras historias que habíamos olvidado. Javiera y Claudio habían empezado su relación antes de graduarnos, se conocen desde los quince y siempre se habían gustado hasta que fueron lo bastante maduros como para declararse.-Hablando de declaraciones- dije yo- Javiera y Claudio clavaron sus ojos en mí. -¿Alex?- preguntó Claudio. -Tú lo mandaste al hospital, sabías exactamente lo que iba a pasar- le dije apuntándolo y riéndome. -Bueno, me tenía nervioso, me llamaba todos los días para preguntarme como estabas después de que le conté lo que pasó. En-tonces le dije que fuera el mismo a verte ya que nosotros no había-mos podido ir. -¿Y qué pasó?- gritó Javiera, que al parecer no estaba en-terada de nada.Cuando iba a responderle sentí el aroma embriagador de Alfonso, mi corazón se aceleró y se me hizo un nudo en el estómago. Después de unos segundos apareció él lentamente junto a Claudio, yo sentí cómo mi cara palideció y mis pulmones se apretaron.Pero no le presté atención, Javiera estaba exaltada esperando una respuesta, o más bien, el chisme de lo que había pasado ese día.Yo estaba cada vez más nerviosa al ver que Alfonso no se iba, hasta que al fin dijo algo. -Necesito hablar contigo-.Yo lo miré y despacio dije: -Ahora no-. -¿Qué cosa?- preguntó Claudio -Ahora… no recuerdo bien como fue- dije nerviosa. -Cómo puedes haberlo olvidado Sol- me dijo Javiera

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con un tono desesperado. -Yo sé todo lo que pasó- dijo Claudio-, ya que después Alex fue a lloriquearme su historia-. -Por qué no me habías contado antes- le dijo Javiera lanzán-dole un almohadón. -Porque Sol te tenía que contar, pero ya que misteriosamente no lo recuerda tendré que ayudarla-Yo no dejaba de lanzarle miradas asesinas a Alfonso para que se fuera. -Pasó que Alex, se le declaró a Sol, le dijo que quería estar con ella en estos difíciles días, que quería ser su apoyo- contó Clau-dio. -¿Y qué le dijiste tú?- exclamó Javiera mirándome. -Le dije que no quería que perdiera su tiempo conmigo y que… ya no recuerdo que más- dije mirando mis manos, que repo-saban sobre mis rodillas. -Bueno ese chico está loco por ti, tal vez deberías dejarte querer un poco- dijo Claudio. -Si… tal vez debería- murmuré despacio levantando la mi-rada hacia Alfonso que seguía ahí.

Mi madre entró al cuarto con una bandeja y me dijo que era hora de comer. -Mamá no tengo hambre-. -El doctor dijo que tenías que comer, así que vas a comer-. -Nosotros nos vamos, ya es tarde- señaló Javiera. -No, no es necesario que se vayan- les dije yo. -No te preocupes linda vamos a volver, te lo prometo- me dijo Javiera besando mi mejilla.

Y de un segundo al otro me quedé sola con Alfonso.Me levanté y cerré la puerta de mi habitación y volví a la cama, Al-fonso estaba sentado en la silla en la que había estado Claudio.Me senté en la cama y miré hacia la ventana para que Alfonso notara que no tenía intenciones de hablar con él. -Sol, lo siento tanto… no puedo seguir sin ti-. -¿Por qué?, ¿porque te quieres sentir vivo de nuevo?... ¿es

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eso?- le pregunté yo, mirándolo con rabia. -No, porque te amo y te extraño más que nunca-. -Alfonso, yo sé que puedo vivir sin ti lo que me queda de vida, sé que puedo dejar de amarte y sé que tú puedes encontrar a alguien más que te haga sentir vivo-. Por favor, ándate-y volví la vista a la ventana.Alfonso se levantó y se sentó junto a mí. -Sol, mírame. No quiero a nadie más, te quiero a ti, te amo. Sé que fui un imbécil al irme y dejarte, pero no sabes cuánto me ar-repiento. Eres todo lo que me importa y sin ti la vida o la muerte no tienen sentido- dijo tomándome de los hombros. -No sabes lo difícil que ha sido vivir sin ti- le dije llorando. -Perdóname por favor- me decía mientras apoyaba su ca-beza en mi estómago y rodeaba mi cintura con sus brazos - no quiero que dejes de amarme-. Lo miré y vi como sus lágrimas caían silenciosas sobre mis piernas, sentí su piel contra la mía, era suave como la seda y estaba fría. Aca-ricié su pelo tiernamente y le dije: -Tendría que reencarnar un par de veces para poder dejar de amarte, pero nunca voy a olvidar todo lo que pasó-.Él levantó la cabeza, me tomó la cara con sus grandes y fuertes ma-nos y me besó tan intensamente que por un momento pude olvidar todo lo que pasaba a mí alrededor.Se acostó junto a mí y me rodeó con sus enormes brazos dejándo-me refugiada en su pecho, no dejaba de apretarme y besarme, yo no hacía más que disfrutar de su amor. -Así que quieres un ataúd verde- me dijo golpeando suave-mente la punta de mi nariz con su dedo. -¿Y tú?, ¿por qué sabes eso?- le pregunté. -Eres como un imán para mí, no podía estar lejos de ti aunque lo intentara y no quiero volver a estarlo- me dijo besando mi frente y rodeándome nuevamente con sus brazos.Me encantaba esa sensación, me sentía tan pequeña y segura.

Pasamos los días siguientes juntos, día y noche, dejábamos que Sazo estuviera en el cuarto con nosotros para que no pasara sólo en el patio delantero.

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Alfonso se encargaba de alimentar a los peces y de abrirle la puerta de vez en cuando a Sazo para que hiciera de las suyas.Al igual que mi madre, no me permitía salir de la cama, ya que el “doctor” dijo que si permanecía tranquila, no tendría tantas moles-tias. No había escuchado al doctor en todo el año, ¿por qué empezar aho-ra?

Juntos vimos algunas fotos que tenía guardadas, me ayudó a poner-las en el cuaderno de recuerdos que me había dado Javiera, las cartas, los mensajes y todo lo que encontré, también me tomé un tiempo para escribirle mis últimas palabras y agradecerle por todos los años de amistad. Ese cuaderno era la prueba de que ella era la mejor ami-ga que alguien podría tener.

Escribí también en mi diario toda mi aventura con Alfonso, quería que algún día alguien lo leyera y supiera por lo que había pasado.

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La semana siguiente mi madre me avisó que mi hermana estaba en camino. -Está ansiosa por verte, se tomó un par de días para estar acá-, dijo mi madre.Magdalena, mi hermana como buena abogada está llena de trabajo, hace años que no vive con nosotras, pero cada vez que viene es como si nunca se hubiese ido.

-A ver qué prefieres… le pregunté juguetona a Alfonso, ¿una patada en la ceja o una patada en tus zonas bajas-? -¿Qué?, qué significa esa pregunta. -Sólo elige un lugar, insistí-. -Ninguno de los dos, me respondió-. -Pero si te tuvieran que pegar una patada, sí o sí, en donde la prefieres… ¿en la ceja o… ahí? -Yo diría que en la ceja-. Los dos nos echamos a reír sin parar. -Y tú que prefieres… ¿Poder controlar el tiempo o que Sazo hable?- -Esa pregunta es muy difícil- le dije lanzándole un almo-hadón en la cara. -Responde- dijo el riendo.-Que Sazo hable, definitivamente-.Cuando dije eso Alfonso miró a Sazo y le dijo: -Escuchaste perrito, Sol quiere hablar contigo- no sé si Sazo lo habrá entendido, pero caminó hasta mí y me lamió la cara,

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luego se recostó a mi lado.Mientras pensaba en otra pregunta la puerta de mi cuarto se abrió, entró mi hermana y corrió a abrazarme. -Magda llegaste- le dije yo apretándola fuerte. -Sí hermanita te echaba de menos- me dijo y miró a Alfon-so.- No sabía que estabas acompañada-. Alfonso se acomodó en la silla al darse cuenta que mi hermana podía verlo, ella se acercó a él y lo saludó con un beso en la mejilla.Yo me quedé pasmada, no me imaginaba que eso podría pasar. -¿Son compañeros de universidad?- nos preguntó. -Sí- dije yo rápido para evitar que Alfonso contestara otra cosa. -¿Cuántos años tienes?- le preguntó casi comiéndoselo con la mirada. -Veinticuatro- dijo Alfonso muy nervioso. -Es lindo- me susurró- bueno chicos voy a ordenar mis cosas y ayudarle a mamá.

Cuando salió del cuarto los dos nos miramos con pánico. -¿Qué fue eso?- dije despacio. -No tengo idea. -Tal vez es mejor que te vayas, estoy segura que le va a decir a mi madre y ella va a querer conocerte. Se acercó a mí, me besó tiernamente y luego desapareció.Salí del cuarto y mi mamá me bombardeó con sus preocupaciones. -Por qué estás levantada, anda a acostarte, te va a doler la cabeza-. -¿Quieres que almuerce en la cama y ustedes a mi alrede-dor?- le dije ayudándola a poner la mesa. -Mamá, no pasa nada si almuerza con nosotras- le dijo Mag-da. -Bueno, pero anda a sentarte, nosotras terminamos con esto-. -¿Tu amigo va a comer con nosotras?- preguntó mi hermana asomándose por la puerta de la cocina. -Eh… No- le dije yo metiendo en mi boca un pedazo grande de tomate.

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-¿Y dónde está? -Ya se fue- le contesté. - Y cómo no lo vi pasar-. -Es que se fue por la ventana, ya sabes, como Sam de Clar-issa. -¿Qué es eso de Clarissa? -El programa que veíamos juntas “Clarissa lo explica todo” ¿recuerdas? -Ah, sí lo recuerdo. -Dile a ese niño que está escapando de mí, que lo quiero conocer- dijo mi madre dejando el arroz en el centro de la mesa. -Ok, le diré- respondí.

Cuando olvidaron a Alfonso pude relajarme, almorzamos y conver-samos las tres como antes. Lo único que había cambiado era que en ese momento sabíamos que todo iba a terminar pronto, pero nin-guna tocaba el tema.Por un momento las tres nos quedamos en silencio, absortas en nuestros pensamientos. Fue ahí cuando recordé que la última vez que vino Magdalena también vio a Alfonso, en ese entonces yo no sabía que Alfonso estaba muerto y me había parecido natural que me preguntara por él.

Me pregunto por qué nosotras tenemos este don, de ver gente que no está, o por lo menos, a algunas personas. De hecho el no darme cuenta que estoy viendo a una persona muerta me parece realmente escalofriante.

Al día siguiente nos pasamos todo el día en la cama. Conversamos toda la tarde, hablamos de todo, una de las cosas que me alegró es que Magdalena no veía la muerte como algo malo, ni como el fin. Ella entendía que yo iba a seguir en otro lugar, ojalá pudiera ex-plicárselo a mamá. -Magda, prométeme que vas a cuidar a mamá, no quiero que se quede sola y triste- le pedí. -No te preocupes por eso, yo me voy a encargar de todo-.Ella siempre lo hacía, se encargaba de todo y siempre lo hacía de

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corazón. -Puedo preguntarte algo- me dijo. -Claro, dime- -¿Estás asustada?- -Claro que no- le contesté- sé que papá me está esperando-. -¿Y si pudieras llevarte algo contigo, que te llevarías-?Que difícil pregunta, me quedé en silencio refleccionando, pero después de unos segundos la respuesta me pareció muy obvia. -Me llevaría a Sazo, odio dejarlo solo. - Olvidé preguntarte cómo se llama tu amigo- me dijo aco-modándose en la cama. -Se llama Alfonso- le dije yo aparentando que no era impor-tante. -¿Y ustedes…? -Bueno, nos hemos estado viendo, pero no sé-. -¿Es el mismo que vi la última vez que vine cierto-Cómo lo recuerdas, fue hace mucho y sólo lo viste unos segundos. -Yo no olvido las caras lindas- dijo riendo- además hay algo en él distinto- -Distinto cómo qué- le pregunté. -No lo sé, distinto, como si fuera más puro, además que te miraba con ojos de enamorado, eso sí pude notarlo.Yo no pude evitar sonrojarme.

Los dos días que se quedó Magdalena, Alfonso y yo casi no nos vi-mos, él aparecía en la noche cuando yo ya estaba durmiendo, me daba un beso de buenas noches y se iba.

Al día siguiente en la madrugada Magdalena se fue, tenía que llegar a las ocho en punto a trabajar en un caso. Desde ese día mi estado de ánimo y mi salud en general cayeron en picada, ya no podía salir de la cama por más que quisiera, me dolía todo el cuerpo y el malestar que sentía en la cabeza cada día se hacía más intenso.Alfonso estuvo cada momento a mi lado, tratando de ayudarme a su-perar el dolor y las molestias. La verdad es que si él no hubiese vuelto, probablemente ya habría muerto.

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Llegó el día miércoles, nunca voy a olvidar ese día. Mi cabeza estaba a punto de estallar, las lágrimas corrían por mi rostro del do-lor que sentía. Alfonso se empeñaba en hacerme dormir para que pudiera dejar de sufrir por unos momentos.Estaba recostado junto a mí y sus hermosas y suaves manos acaric-iaban mis brazos.De vez en cuando masajeaba suavemente mi cabeza apretándome las sienes, eso hacía que el dolor disminuyera por unos segundos, pero luego volvía más intenso.Yo no podía evitar que las lágrimas salieran de mis ojos y capta-ba la impotencia que sentía Alfonso al no poder hacer nada para ayudarme.Dulcemente pasaba sus dedos por mis mejillas para secar las lágri-mas.Después de un rato logré quedarme dormida, tuve un sueño muy extraño que no sé cómo explicar. Me veía corriendo en una calle llena de casas idénticas, sentía que el tiempo se detenía y luego volvía a la normalidad, seguido de muchas voces mezcladas. Era más bien como una pesadilla, pero luego me desperté sintiendo voces, muchas voces que no lograba entender de dónde venían.Abrí los ojos con dificultad y me incorporé para entender qué pa-saba, la puerta de mi cuarto estaba entreabierta y afuera podía ver a tres hombres viejos.El que estaba más cerca de mi puerta tenía pinta de ser el más viejo, traía puesto un traje muy antiguo, un pantalón de la misma tela que la chaqueta, una camisa con el cuello alto que tenía una corbata de lazo y un sombrero de copa. Tenía unos prominentes bigotes y un

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anteojo con un grueso gastado vidrio y del cual colgaba una cadena muy fina.El otro señor que podía ver tenía puesto un traje a cuadros, camisa blanca sin corbata y el pelo muy bien peinado hacia atrás.Junto a él había otro hombre, pero la puerta no me dejaba verlo, sólo podía escucharlo: -Es hora de irnos Alfonso-. -Lo siento, pero me voy a quedar acá- respondió Alfonso. -No es una pregunta- le dijo el señor con traje a cuadros. -Entiendan yo no me voy a ir ahora, no puedo-. -Tienes que venir ahora, después no vas a poder subir- insis-tió. -Abuelo, no voy a ir con ustedes, voy a quedarme con Sol, ella me necesita-. -Hijo mío- le dijo el hombre, que al parecer era su abuelo- si no vienes ahora te vas a quedar aquí abajo para siempre-. -No me interesa- exclamó Alfonso- le prometí que no la de-jaría-. -Vas a venir con nosotros quieras o no- dijo a toda voz el hombre con sombrero de copa.Pude ver que Alfonso se acercaba al hombre hasta quedar frente a frente con él y con aire desafiante le dijo: -Oblígame-. -Agárrenlo- dijo el hombre con sombrero y todos se lan-zaron sobre él.Alfonso entró corriendo a mi cuarto para que no lograran atraparlo. -¿Alfonso qué pasa?- le pregunté inquieta. -Nada linda, no te preocupes- se dio vuelta y golpeó a uno de los sujetos en la cara, pero el golpe lo atravesó en vez de hacerle daño.Mientras los hombres lo sujetaban y le ataban las manos Alfonso me miró y me dijo: -Perdóname hermosa, búscame en el cielo, te voy a estar es-perando. Te amo-. Cuando pronunció esas dos últimas palabras los tres hombres y Al-fonso se desvanecieron en el aire. Yo me volví loca y comencé a gri-tar: -Noo, no te vayas- ¡NO SE LO LLEVEN!, por favor.

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Mi madre entró asustada luego de escuchar mis gritos y me vio ll-orando desconsoladamente. -Mi amor qué pasa- me dijo y me abrazó. -Mamá se lo llevaron- le dije yo y la abracé con toda mi fuer-za. -¿A quién? ¿A quién se llevaron mi amor? -Por qué mamá, se lo llevaron- yo no dejaba de repetirlo, mi madre debe haber pensado que estaba alucinando, ya que sólo se quedó en silencio y me consoló hasta que estuve más tranquila.

Lloré hasta quedarme dormida, el dolor de cabeza se hizo más in-tenso después que Alfonso se fue.Ninguno de los remedios que tomaba me hacían mucho efecto ya.No puedo sola, sin él no tengo fuerzas para seguir luchando, sentía que mi cerebro estaba desintegrando mi cráneo, sentía como si éste se trizara, por lo menos eso creía.

-Mamá- grité abriendo los ojos. -Aquí estoy querida- me dijo ella con la voz quebrada y la cara llena de lágrimas. -Mamá… te amo mucho… le dije con dificultad. -No digas nada mi amor-. -Gracias por estar siempre conmigo-. -De nada mi cielo, descansa, todo va a estar bien-.

Luego logré dormir de nuevo por unas horas, a eso de la una de la mañana me desperté de golpe, mi corazón latía más fuerte que nun-ca, estaba cansado, podía sentirlo.Mi cabeza ya no me dolía, pero no tenía fuerza para nada.Mi madre estaba durmiendo profundamente en el sillón que tenía junto al escritorio, me quedé mirando el techo por un largo rato hasta que un ruido me llamó la atención, más que ruido eran voces.Una voz que sonaba como si fueran miles me estaba hablando, pero no lograba entender. -¿Qué?- dije despacio. -Cuenta veinte árboles antes de que el tiempo cambie- dijo la voz y su eco de mil voces retumbó en las paredes de mi cuarto.

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-¿Qué significa eso?Las voces se alejaron por el pasillo repitiendo esa frase sin sentido, eran como un millón de niños hablando con una voz angelical y en-trecortada.Mi cuerpo recibió un golpe frío de repente, sentía que algo estaba cambiando. ¿Acaso estaba muriendo?

Comencé a sentirme mareada, luchaba por mantener mis ojos abier-tos sin poder lograrlo. Cuando los abría veía mucha gente alrededor de mi cama, pero al pestañear y abrirlos de nuevo ya no estaban, pero luego volvían a aparecer. Las voces iban de acá para allá.En una de las veces que pestañeé y abrí los ojos, vi a mi padre frente a la cama. -¡Papá!- él se acercó lentamente a mí y dijo en susurros. -Tienes que encontrar el camino cuando esto termine-. -De qué estás hablando- me parecía que todos estaban locos. Mi madre seguía durmiendo, al parecer no podía escuchar todo el ruido, los gritos y voces que yo escuchaba. -Escúchame hija, cuando el tiempo se detenga… te lanzas-. -No entiendo, de qué hablas-

Al pestañear, nuevamente todos desaparecieron: las personas, mi pa-dre, los gritos. Me quedé en el silencio. Me pesaban cada vez más los ojos y sentía como se me tapaban los oídos, un pito inundaba mis sentidos, acompañado por escalofríos. Yo me rehusaba a morir, estaba aferrada a mi cama, con las uñas enterradas en el colchón, hasta que me cansé. Lentamente dejé de aferrarme a la cama, boté todo el aire de los pulmones y sentí como todas mis molestias se apagaban.Cerré los ojos y comencé a flotar, no quería abrirlos, ni ver qué había pasado. Mi cuerpo era liviano y no sentía ningún dolor.

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Después de unos minutos abrí los ojos y me vi frente a mí, yo estaba flotando de pie, a cinco centímetros del suelo, y en mi cama se encontraba mi cuerpo sin vida.Di un paso y toqué el suelo, caminé hasta el velador y me acerqué al cuerpo vacío que había sobre mi cama.Puse ambas manos sobre mi rostro muerto y levanté suavemente cada extremo de la boca para dibujarle una sonrisa, así cuando mi madre me viera, vería una cara más tranquila y no sufriría tanto.Me acerqué a mi madre que seguía durmiendo en el incómodo sillón y la besé la frente. Luego caminé por el pasillo de mi casa hasta llegar al living junto a la puerta de salida, el sonido del mar me perseguía donde fuera.Salí al patio delantero y Sazo se levantó y vino a saludarme. -¿Puedes verme pequeño?- le dije dando palmaditas en su cabeza. -Claro que te veo-. Al escuchar eso me quedé paralizada… la voz no había salido de la boca de Sazo, pero sabía que era de él, simplemente la escuchaba en mi cabeza. -¿Puedes hablar amigo?- le dije arrodillándome junto a él. -Siempre pude, lo que pasa es que ahora tú puedes escucha-rme- su voz era dulce y masculina, pero a la vez algo juvenil. -¿Alfonso hablaba contigo? -Claro que sí, todo el tiempo, lo que sucedía es que tú sólo lo escuchabas a él. -¿Celoso?- le dije pasando mi mano por su cabeza como

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juego. -Claro que no, soy un perro maduro, claro que el ridículo nombre que me pusiste no lo denota- -Sazo es un nombre hermoso- le dije riendo. -Como sea- me dijo él y lamió mi cara como muestra de afecto. -¿Sabes adonde tengo que ir ahora?- le pregunté.Él corrió a buscar su pelota y la dejó junto a mí. -Vamos a la playa- dijo saltando y dando vueltas. -Tengo que encontrar a Alfonso- le dije abrazándolo. -¿Puedo ir contigo?Yo lo pensé unos segundos y le respondí: -Pero después tienes que volver a casa ¿de acuerdo? -Bueno, bueno- dijo corriendo hasta la reja.Caminamos por las calles, todo tenía un color distinto y un aire dulce. Después de que amaneció llegamos a la playa. -¿Por qué hay tanta gente de repente?- -Porque ahora los ves a todos-Dijo Sazo.Yo levanté la vista y noté que no todos eran iguales. Muchas de las personas que veía tenían la piel muy blanca, los ojos grises y parecían brillar como Alfonso, mientras que otros tenían un color normal y vivo como el de mi madre y como el que yo tuve hasta hace poco.

Caminamos largo rato por la playa, pero no sabía que tenía que bus-car, no sabía dónde tenía que ir.La arena bajo mis pies se sentía distinta, como si fuera de algodón y no sentía el sol en mi piel, podía mirarlo el tiempo que quisiera y los ojos no me dolían.Tal vez deberíamos volver a casa, necesito alguna pista de dónde tengo que ir.Salimos de la playa y caminamos por la vereda, había mucha gente, casi todos eran muertos.

Cada vez que pasaba una persona viva atravesaba a todos los fantas-mas que cruzaban su camino, sin siquiera darse cuenta.Una señora muy gorda venía en dirección contraria hacia mí y sin siquiera yo percatarme pasó a través de mí.

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Me quedé parada y me di vuelta para mirarla, ella no lo notó y siguió su camino muy apurada.Retomé mi sendero a casa muy desorientada, no sabía muy bien cómo era el camino. -Sazo, no recuerdo como llegar a casa-. -Sígueme- dijo él.Lo seguí por las calles, se me hacían muy familiares todos los lugares por los que pasamos, pero no podía recordar bien por qué.Llegamos a casa y noté que había mucha gente, no sabía qué hora era, pero de seguro mi madre ya habría notado que yo había muerto.Entré y le abrí la puerta a Sazo, el ingresó a la casa y mi madre se abalanzó sobre él llorando. -Perro tonto, no vuelvas a escapar, me tenías muy preocu-pada, que diría Sol si te perdiera-Sazo me miró sin saber que decir, pero no importaba, ya que ella no podría escucharlo.Había muchas personas en la casa, amigas de mi madre, el doctor y muchas más que no conocía.

Las amigas de mi madre estaban en una esquina consolándola, mien-tras el doctor llamaba por teléfono quizás a quién.Al rato llegó mi hermana y puso orden, habló con mi madre y le dijo que se tranquilizara, que ella se iba a encargar de todo.¿Podrá verme?- me preguntaba yo.Sacó su teléfono celular de la cartera y marcó un número. Me paré delante de ella para saber si podía verme, ella caminaba de acá para allá hablando y mirando al suelo, no debe haber notado que era yo por la cantidad de personas que había en la casa.Cuando levantó la mirada clavó sus ojos en los míos. Yo la quedé mirando. -Después te llamo- y colgó- Sol… dijo despacio. -¿Pasa algo?- le dijo el doctor pasando junto a ella- estas pálida-. -No, nada doctor-. -Ven- le dije yo, guiándola a mi cuarto. Cuando entramos las dos nos quedamos paradas mirando mi cuerpo blanco sobre la cama.

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Yo la miré y le dije que estaba bien. Ella levantó lentamente sus ma-nos y las pasó sobre mi rostro. -Puedo sentirte- me dijo dejando caer unas lágrimas. -¿Recuerdas a Alfonso?- le dije yo. -Sí, que pasa con él- -Él también estaba muerto Magda, las dos podemos ver a personas muertas-.Ella se quedó callada por unos segundos poniendo su mano sobre la boca. -Ahora entiendo tantas cosas- dijo agarrándose el pelo, caminando en círculos. -Escúchame, necesito encontrar la manera de irme de aquí. Un portal o algo, necesito tu ayuda-. -A ver, déjame pensar-.Yo caminé hasta la cama y me quedé observando un momento mi cuerpo, estaba tan vacío. Lo toqué y noté lo fría que estaba mi piel. -¿Estás bien?- me preguntó Magda. -Sí, solamente estaba… -Mira sé algo, pero no sé si pueda servirte- me dijo tratando de recordar- después de que papá murió lo vi, era de noche, yo me desperté y fui a la habitación de mamá y ahí estaba él.Se estaba despidiendo, claro que ella no podía verlo, él se dio cuenta que yo sí lo veía y me acompañó a mi cuarto, se sentó junto a mí para que me quedara dormida y me contó que tenía que irse. Por supuesto yo le pregunté a dónde. Me dijo que tenía que marcharse al bosque a buscar una puerta que lo llevaría al cielo.En ese momento pensé que era una metáfora, pero tal vez eso tienes que hacer- me dijo. -Mmm… al menos tengo que intentarlo. -Por favor quédate hasta que me vaya, quiero aprovechar que puedo verte antes de que partas para siempre.Yo la abracé y le dije que lo haría.En ese momento entró una señora que decía ser la persona que me iba a arreglar para el funeral, mi madre entró corriendo tras ella y le dijo a Magda: -Sol quería un ataúd verde-. -Bueno mamá- yo lo consigo.

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Magdalena me miró y me dijo: -Solo a tí se te ocurren esas cosas.-La señora que estaba en el cuarto con nosotras la miró con cara de loca.

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Maquillaron y arreglaron mi cuerpo, mi madre me puso un ves-tido blanco con pequeños puntos negros que tenía el escote recto y llegaba hasta las rodillas.No es lo que yo habría elegido, pero no quise decir nada. Mi mamá se había preocupado de plancharlo y quitarle las manchas, a decir verdad era muy lindo, aunque no concordara conmigo.

Mi ataúd llegó a casa, preferí esperar afuera de mi cuarto, ya era muy fuerte ver mi cuerpo sin vida, no quería ver cómo me metían a ese cajón.Me senté en la escalera de la puerta principal, Sazo no se alejó de mí ni un segundo.Doblando en la esquina venía Javiera y Claudio.Ella traía su pelo largo y castaño suelto, con un pinche de rosa negro entrelazado a éste. Un vestido oscuro con escote recto, que le caía suelto desde la cintura hasta las rodillas y unos tacos negros muy de su estilo. Hasta de luto lograba verse impresionantemente hermosa.Llevaba su rostro cubierto con unos grandes lentes de sol que le de-jaban a la vista sólo su hermosa boca y bien marcada de rojo.Claudio venía simple, unos pantalones negros, zapatos, polera negra y también unos grandes lentes oscuros.Se notaba lo triste que venía Javiera, pude notarlo aún a veinte met-ros de ella, tenía un semblante triste y de dolor. Claudio como siem-pre la sujetaba y contenía, ella lo era todo para él, se acercaron muy lentamente de la mano, es como si hubiesen querido alargar el cami-no lo más posible.

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Se detuvieron frente a la casa, estaban frente a mí, Javiera comenzó a sollozar } -No puedo hacer esto, no puedo entrar-.Claudio la abrazó y se mantuvo fuerte, aunque se notaban los deseos que tenía de llorar. -Mi amor, todo está bien. Ella está mejor ahora, tú lo sabes-. -Sí lo sé- dijo ella pegándole una patada al suelo - pero tengo rabia… porque se fue-. -Escúchame- murmuró él levantando la cara de Javiera tier-namente con una mano- ella va a vivir en tu corazón por siempre.- -Sí- Javiera respiró profundamente y al exhalar se llenó de energía positiva y fuerza.Se pararon frente a la puerta, Javiera se puso de rodillas junto a Sazo y lo abrazó. -Hola amiguito- dijo -Hola Javiera- le respondió Sazo lamiéndole el brazo. Claro que sólo yo lo escuché.Ella se quedó por unos segundos acariciando al perro y luego se puso de pie. Entraron silenciosos y yo fui detrás de ellos.

Tenía unas ganas enormes de abrazar a Javiera, pero no podía hacer nada más que verla de lejos, no quería hacer nada que pudiera asus-tarla.Javiera y Claudio, antes que todo, fueron donde mi madre y la abrazaron fuertemente.Yo caminé hasta Magdalena que contemplaba todo desde una es-quina de la casa, se notaba triste y absorta por la situación. -Esto es muy triste- le dije yo poniéndome junto a ella para ver observaba. -Imagínate cómo es para nosotros que no volveremos a verte-. -Sí lo harán, los voy a visitar en sus sueños-. -No es lo mismo hermanita- dijo girando la cabeza hacia mí.Javiera llegó hasta nosotras para saludar a Magdalena. -Hola Magda, tanto tiempo- le dijo abrazándola. -Hola hermosa- le contestó ella, apretándola más aún. -Dile que la quiero mucho- le susurré yo a mi hermana.

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-Tú sabes que Sol te quiere mucho- le dijo algo nerviosa. -Me quería- dijo ella mirando al suelo. -No, te quiere y siempre te va a querer- le contestó ella tra-tando de subirle el ánimo.

Un segundo después llegó mi madre con un regalo para Javiera. -Esto te lo dejó Sol- le dijo muy triste.Javiera comenzó a llorar, ella sabía lo que contenía el paquete. Clau-dio enseguida se acercó a ella y le dio su apoyo. Todos se quedaron esperando que Javiera abriera el paquete.Cuando lo hizo, todos comenzaron a llorar, pero en especial Javiera y mi madre. Avanzó hasta lo que yo había puesto, vio todas las fotos que yo había encontrado pegadas en las hojas con pequeños mensajes que decían dónde estábamos en ese momento y lo que recordaba de ese día.La última hoja tenía un mensaje de despedida.

Amiga:Es triste pensar en la muerte, así que no lo vamos a hacer.Tienes que recordar, al igual que yo, todo lo hermoso que vivimos juntas. La verdad es que mi vida sin ti no habría tenido el mismo sabor. Fuiste el mejor regalo que pudo darme la vida y ahora es mi turno cuidarte desde donde esté.Cuando te sientas perdida, escucha bien a tu alrededor y abre la mente, porque yo te voy a estar guiando siempre. Te quiero de acá al infinito.

Gracias por ser mi amiga. Te voy a estar esperando.Con amor -Sol.

Terminó de leer el mensaje y entre sollozos dijo: -Es el mejor regalo que me podría haber dejado- abrazando el viejo cuaderno entre sus brazos como si fuera un tesoro.Todos se quedaron en silencio al escuchar el mensaje, mi madre ya había leído el que le había dejado a ella. Creo que ya no le quedaban más lágrimas, porque al fin había dejado de llorar.

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La señora encargada de arreglarme se acercó a ella y le dijo algo en el oído. -Bueno, el que quiera puede pasar al cuarto de Sol a des-pedirse de ella- dijo mi madre.

Lentamente fueron entrando, yo me senté en una silla que estaba en un rincón del cuarto y escuché lo que la gente me decía. Creo que ellos sabían que en ese momento yo podía escucharlos.Ingresaron y poco a poco fueron llenando con rosas y pequeños re-galos el ataúd que estaba en el lugar de mi cama.

Llegó mucha gente, mis amigas, compañeras de universidad, incluso Sergio con su madre.La visita que más me sorprendió fue la de Clara con su novio, ella se acercó mucho a mí, dejando una rosa blanca sobre mi pecho y dijo:-Sé que estás con Alfonso, te deseo la mayor felicidad junto a él, estén donde estén-.

Me sorprendí de lo rápido que corrió la noticia de mi muerte y la cantidad de personas que llegó a despedirme.Alex entró al cuarto luego de que todos salieron, traía un girasol en sus manos y lo dejó junto a mí, lloraba en silencio. No dijo nada, sólo se acercó lentamente a mí y me besó suave y tiernamente en la boca. Luego se fue rápido sin mirar atrás.

Al caer la noche, cuando ya todos se habían ido fui al cuarto de mi madre. Estaba acostada con Magdalena en la cama, yo entré y me acurruqué junto a mi hermana. Ella me vio, pero no me dijo nada, sólo tomó mi mano y las tres nos quedamos mirando el techo hasta que se quedaron dormidas.

Al día siguiente fue mi entierro. La gente llegó muy puntual con un aire nostálgico y se sentaron en las sillas que habían puesto alrededor del ataúd, en un hermoso cementerio lleno de flores y árboles.Llegó el mismo número de gente o quizás más de las que fueron a la casa a darme el último adiós.Sazo como siempre estuvo junto a mí toda la ceremonia. Y yo como

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como siempre junto a mi madre y a mi hermana.El cura habló sobre la muerte como si la conociera, pero no puedo recordar nada de lo que dijo, únicamente intenté memorizar todas las caras de las personas que estaban ahí, no quería olvidarlos ni lo que había vivido con ellos.Bajaron suavemente el ataúd y la gente hizo una fila para lanzar rosas y flores de todo tipo al gran agujero.

-¿Te vas a quedar conmigo cierto? -escuché la voz de Sazo en mi cabeza- desvié mi mirada hacia él, tenía sus enormes orejas hacia atrás, su lengua le colgaba fuera de la boca y me miraba esperando una respuesta. Me arrodillé junto a él y le acaricié la cabeza. -Lo que pasa… es que donde voy yo… no sabía cómo expli-carle la situación-. Cuando uno muere puede ir a lugares a los que la gente normal no puede.Él me miró y giró su cabeza sin entender. -Pero yo quiero ir contigo, voy a hacer lo que tú me digas- me dijo, acostándose en el suelo y girando para quedar de espaldas, pasando su pata por mi brazo. Yo acaricié su barriga y le contesté: - Perdóname Sazo, no puedes venir-. Se levantó de golpe y comenzó a llorar, hacía pequeños gemidos que toda la gente pudo escuchar.Luego se enrolló en su cuerpo y se quedó echado emitiendo suaves sollozos.A mí se me partió el corazón, pero no sabía que hacer al respecto.

Luego de largas horas de que la gente se despidiera de mi madre, mi hermana y se fueran lentamente por los jardines del cementerio, nos quedamos los cinco.Javiera y Claudio se habían quedado hasta el final. La prima-vera estaba comenzando y el día estaba hermoso, claro que la pena de todos rompía con esa armonía.Comenzamos a caminar hacia la salida, Sazo venía a mi lado.Mi madre se dio la vuelta y con la poca fuerza que le quedaba lo llamo:

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-Sazo, venga, venga, nos vamos a la casa-.Yo miré a Sazo sin entender, levanté la vista hacia donde había estado echado y su cuerpo seguía ahí.Magdalena y mi madre corrieron hacia él. -Vamos Sazo, levántate- dijo Magda.Mi madre se arrodilló junto a él, pero al moverlo notó algo extraño. Su cuerpo estaba quieto, sin vida, miró a mi hermana, quien estaba atónita por la situación y exclamó: -No puede ser, está muerto-. -Se fue con Sol- dijo mi madre.Magdalena me miró y yo le asentí con la cabeza, al parecer ella no podía verlo. -Sazo, qué hiciste- le pregunté. Él me miró con su tierna cara diciéndome,- yo no hice nada, solo sentí mucha pena de repente, fue cada vez más intensa hasta que dejé de sentirla-.Su ingenua explicación me enterneció el corazón, él no entendía lo que pasaba, no sabía que estaba muerto. -Bueno hermoso, puedes venir conmigo ahora, vamos a es-tar juntos por siempre-.Sazo comenzó a saltar y a girar de la felicidad, a decir verdad, yo también estaba más feliz que nunca.Mi madre habló con el encargado para que enterraran el cuerpo de Sazo junto al mío.

Luego, al llegar a casa, fue el momento del último adiós. -Sol, quiero que te vayas tranquila, mamá va a venir a vivir conmigo a la ciudad, vamos a estar bien-.Sus palabras me reconfortaron, ahora podía irme sin miedo a que mi mamá estuviera.La abracé y le pedí que le dijera lo mucho que la amaba y por su-puesto le dije lo mucho que la amaba a ella también.Vi de lejos a mi madre por última vez y emprendí mi búsqueda con Sazo.Al salir de la casa mi sorpresa fue enorme, no había nada más que una calle larguísima y por los dos lados estaba mi casa una y otra vez, repetida una al lado de la otra.

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Yo no entendía nada. ¿Dónde estoy?, ¿Cómo podré llegar al bosque si todo ha cambiado?Caminé por la larga calle mirando todas esas casas, eran mi casa, pero todas tenían algo distinto.Eran de otros tiempos, me acerqué a una de ellas, una de las que es-taba en la vereda derecha y eché un vistazo por la ventana. Sentí un apretón en el estómago al ver aquella escena. Era mi madre junto a mi padre en la cocina de la casa, Magdalena era solo una niña y mi madre estaba embarazada, seguramente de mí.Me alejé de esa casa y corrí hasta otra que estaba más adelante. En ésta, vi a mi madre preparando el almuerzo, yo estaba en una sil-lita para bebés junto a ella, no tenía más de dos años y mi hermana estaba sentada junto a mí dibujando. Mi padre no estaba, seguramente a esa hora estaba en el trabajo.

Me alejé nuevamente de esa casa y corrí mucho más adelante y sin pensarlo entré en una de ellas.Observé que era de noche y nos estábamos preparando para dormir.Yo estaba acostada y mi padre se estaba tendiendo a mi lado para leerme un cuento, mi favorito, “El fantasma del palacio”. Creo que tenía cerca de cinco años, mi madre estaba regañando a Magdalena porque no había estudiado para el examen que tenía al otro día.Pero a mi nada de eso me importaba, la hora del cuento era mi hora preferida del día porque tenía a mi padre para mí solita.

Me alejé de esa puerta, dejando atrás todos esos bellos recuerdos, de-cidí que no quería ver más, tenía que buscar la forma de llegar donde estaba mi padre y Alfonso.Caminé por la larga calle, era eterna, no recordaba mi vida tan larga.Cuando ya había avanzado unos diez minutos escuché la voz de Sazo. -Mira, es Alfonso-.Yo miré una de las casas y lo vi parado frente a ella, corrí hasta él. -Alfonso- le grité.Pero él no me escuchó. -Creo que al igual que los demás no puede verte- dijo Sazo.Me volví hacia Sazo y salté de susto al verlo, ya no era mi perro color té con leche, al girar la cabeza hacia él me vi frente a frente con una

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pantera, di un paso hacia atrás y dije: -¿Sazo?- aterrada. -Soy yo, no te asustes-. -¿Por qué ya no eres perro?- -Porque ahora puedo ser lo que quiera- dijo con tono juguetón.La verdad es que me alegraba por él, pero a mí no me interesaba ex-perimentar cambiando de forma, quería llegar rápido a un lugar en el que me sintiera segura.

Nos quedamos mirando a Alfonso, él venía de acá para allá sin decid-irse, luego entró a la casa atravesando la pared, nosotros lo seguimos.Recordaba ese día, yo estaba parada en el living caminando hacia la cocina con un bastón en la mano porque había escuchado un ruido.Era él, siempre fue él. Estaba en la cocina y cuando yo prendí la luz él desapareció.

Más adelante me vi saliendo de la casa, era aquel día en el que me dirigí a la playa a buscar a ese hombre misterioso, lo que yo no sabía era que él había caminado todo ese tiempo detrás de mí.

Todo estaba ahí en esa interminable calle, cosas que ni siquiera había notado, cosas que pasaron y nunca supe.Luego, en otra de las casas, vi cuando nos encontrábamos llegando el día que conocí a Sergio, todo lo que viví estaba ahí.

Seguí avanzando hasta llegar al momento de mi vida en el que Al-fonso ya no estaba.Para mi sorpresa nunca se fue. Todo ese tiempo estuvo ahí, únicamente que no podía verlo.

Luego las casas se acabaron y sólo había una última escena de mi vida. La noche que salí a caminar y me desmayé.“unos brazos fuertes me sujetaron y me llevaron lentamente hasta el suelo.”También era él.

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Luego de recordar mi vida por escenas, una tras otra, me vi en una calle vacía. -¿Ahora qué?- le dije a Sazo mirándolo. Esta vez era uno oso pardo.Me miró con sus enormes ojos de oso y dijo: -No lo sé-.Caminamos sin vacilar por la larga y desierta calle, con cada paso que dábamos la calle se desvanecía un poco más, hasta que no quedó más que tierra.Seguimos nuestro camino por la tierra hasta que de ésta comenzaron a brotar árboles.Comenzaban como pequeños brotes, pero en cuestión de segundos eran árboles enormes y robustos.Cuando al fin nos encontramos en medio del bosque no sabíamos hacia dónde seguir.Me quedé un buen rato sin saber cuál era el camino indicado. -Sol- escuché.La voz era dulce y masculina y resonaba como mil ecos en el viento. -Sigue mi voz-. La voz se hacía cada vez más clara y fuerte, era Alfonso, es-taba segura. -Alfonso- grité.Sazo, quien había vuelto a su forma de perro estaba cada vez más inquieto, se movía de un lado a otro sin alejarse mucho. -Creo que la voz viene de esa dirección- me apuntó con su gran nariz el camino.Avanzamos en esa dirección sin detenernos, adentrándonos en el in-menso bosque que comenzaba a florecer de todos colores. -Sigue mi voz- decía Alfonso- estás preciosa-. -¿Puedes verme?- grité. -Claro que puedo-. -Dónde estás, por qué yo no puedo verte-. -Ya me verás- dijo con su voz dulce.Caminamos por minutos que parecieron horas, sentía que los ár-boles se movían quedando todos en paralelo, formando un camino perfecto frente a mí, obviamente Sazo y yo lo seguimos. Estábamos ansiosos y caminábamos cada vez más rápido.

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-18, 19, 20- dijo Sazo en susurros. -¿Qué?- le dije yo, pero él no me respondió. Estaba muy con-centrado, como si supiera perfectamente el camino, de pronto el suelo comenzó a avanzar con nosotros, como si nuestros pasos no tocaran la tierra.El cielo se puso de un tono miel y los árboles comenzaron a vibrar. Sus hojas crecieron alcanzando su máximo tamaño en cosa de segundos, pero segundo siguiente se estaban secando como en otoño y luego caían. Todos los árboles hicieron lo mismo, como si el tiempo hubiese avanzado en unos minutos todo el año. Luego las hojas comenzaron a brotar de nuevo y volvieron a acercarse, nosotros seguíamos avan-zando y los dos mirábamos los árboles muy concentrados.

Hasta que llegamos al final del camino, era un precipicio que al fondo tenía un mar de luz. Nos quedamos parados con el tiempo transcur-riendo a nuestro alrededor, hasta que repentinamente se detuvo por completo. -Lánzate- me susurró Alfonso, tan cerca que pude sentir su aliento en mi oreja.Yo miré a Sazo y los dos nos lanzamos al vacío al mismo tiempo.Caímos entrando en una nube enorme de luz, pero nunca tocamos el suelo, sólo nos quedamos inmóviles hasta que la nube de luz se disipó. -Bienvenida a tu cielo, hermosa- me dijo Alfonso, aparecien-do entre la bruma del ambiente.Sazo se lanzó sobre él y lo lamió con ternura. -Veo que viniste acompañada-.Yo me abalancé sobre él también, haciendo a un lado a Sazo quién corrió más allá.Luego levanté la vista para ver dónde se había ido y escuché: -Hija mía- corrí a los brazos de mi padre y lo abracé más fuerte que la última vez. Estaba con los dos hombres que más amaba en el mundo… bueno, los tres hombres que más amaba en el mundo. -¿Por qué mi cielo no es como el tuyo papá?- -Porque tú tienes que crearlo- me respondió él. -Puedes llenarlo de lo que desees- dijo Alfonso- recuerdos, olores, sabores, lo que más te haya gustado de la vida.

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Y así me pasé el resto de la “vida”, si es que se puede llamar así, bus-cando los recuerdos más bellos para llenar mi cielo junto al hombre que me hacía sentir viva, mi padre y mi mejor amigo.

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Agradecimientos

Hay muchas personas a quién agradecerles, pero vamos a partir por las más importantes.Cony Salinas .Debo decir que sin tu ayuda, y con ayuda me refiero a: muchos tés, muchos cigarros y largas lluvias de ideas, éste libro no sería como es. Tú me motivaste a seguir escribiendo cuando ya se habían agotado las ganas.Tuviste la paciencia y las ganas de escucharme y leer la his-toria en cada cambio.Eres una amiga maravillosa, nunca cambies.Madre, por supuesto tu siempre apoyándome, Y aunque no supiste de la historia hasta que ya estaba escrita, me sostuviste cuando el peso del proyecto me estaba haciendo caer. Claramente sin ti, esto no existiría ahora.Gracias a todos mis amigos y familia, quienes se hicieron el tiempo para leer y comentar.Gracias a todos los que creyeron en mí.

Sara Luna. :)

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