Nueva York

3886

description

Novela historica de la ciudad de Nueva York

Transcript of Nueva York

  • Novela-ro centrada en la historia dela pequea ciudad que en 1664 loscolonos holandeses fundaron con elnombre de Nueva msterdam y quecambi de nombre al pasar adominio ingls. Abarca hasta el 11de septiembre de 2001, fecha claveen la historia de los Estados Unidos.El argumento se apoya en lassucesivas generaciones de variasfamilias de colonos de distintosorgenes holands, alemn,ingls, irlands, etc. yprocedentes de sectores sociales yeconmicos tambin diferentes,

  • cuyos destinos se entrecruzan paraformar la trama humana de la ahoraemblemtica ciudad.

    El autor se muestra muy hbil en lacaracterizacin de los personajes,cada uno de ellos reflejo de unosrasgos que harn de Nueva York unlugar a donde se llega para ser libre,movidos por deseos de prosperidad,econmica o intelectual. Laextensin de la novela y el grannmero de personajes que incorporaexigen una lectura pausada yprolongada, pero los episodiosestn bien concebidos y seencadenan entre s de forma fluida y

  • consecuente.

    La amplia documentacin reunidapermite que Rutherfurd, aun dentrodel terreno de la ficcin, ofrezca unaplausible y verosmil versin delproceso histrico que permiti yfoment la creacin de la gran urbe.El estilo, correcto y ameno, y lalograda ambientacin logran unafcil y fluida comunicacin entre ellector y el texto.

    Los 400 aos de Historia de laciudad de Nueva York se conformande miles de historias, escenarios ypersonajes extraordinarios.

  • Partiendo de la vida de los indiosque habitaban sus tierras vrgenes ylos primeros colonos holandeseshasta llegar a la dramticaconstruccin del Empire StateBuilding o la creacin del edificioDakota en el que viva John Lennon.

    Durante la Guerra de laIndependencia de los EstadosUnidos, Nueva York fue territoriobritnico; tiempo ms tarde, losneoyorquinos crearon canales y vasferroviarias que abrieron las puertasa la America del Oeste.

    La ciudad ha estado en el centro del

  • huracn en buenos y malosmomentos, como lo fueron el crashdel 29 o el ataque del 11 deseptiembre. Grandes personajeshan poblado su historia: Stuyvesant,el holands que defendi Nuevomsterdam; Washington, cuyapresidencia arranc en Nueva York;Ben Franklin, que abog por laAmrica britnica; Lincoln, que diouno de sus mejores discursos en laciudad Pero, ante todo, para m,se trata de la historia de genteordinaria: indios locales, pobladoresholandeses, comerciantes ingleses,esclavos africanos, tenderos

  • alemanes, trabajadores irlandeses,judos e italianos llegados va EllisIsland, puertorriqueos,guatemaltecos y chinos, gente debien y gngsters, mujeres de la calley damas de alta alcurnia. A estospersonajes, la mayora de ellosannimos, los descubr cuando medocumentaba para el libro. Eran unamilsima parte de todos aquellosque llegaron a Nueva York, aAmrica, en busca de la libertadalgo que, la mayora acabencontrando.

    Edward Rutherfurd

  • Edward Rutherfurd

    Nueva York

    ePUB r1.1Carlos. 24.07.13

  • Ttulo original: New YorkEdward Rutherfurd, 2009Traduccin: Mara Dolores GallartIglesiasIlustraciones de mapas: Mike Morgenfeld

    Editor digital: Carlos.ePub base r1.0

  • Este libro est dedicado, con todami gratitud,

    a Eleanor Janet Wintle

  • MAPAS

  • Nueva York en sus inicios

  • Nueva York en los siglos XIX yXX

  • Regin de Nueva York

  • PrlogoNueva York es antes que nada una

    novela. Todas las familias en cuyasperipecias se basa la narracin sonficticias, como lo es tambin suparticipacin en los acontecimientoshistricos descritos. No obstante, aldesgranar la historia de estas sagasimaginarias en el curso de los siglos, heintentado insertarlas entre las personas yhechos que o bien existieron o bienpudieron haber existido.

    Los nombres de las principalesfamilias protagonistas del libro han sidoelegidos para representar las tradiciones

  • de sus lugares de origen. Van Dyck es unapellido holands corriente, fcil derecordar. Master es un apellido bastantehabitual en Inglaterra, aunque deboconfesar que al plantearme el destino deesta familia, como comerciantes yagentes de Wall Street, la expresinMaster del Universo surga de formaautomtica en mi cabeza. White es otroapellido tpicamente ingls. Keller, quesignifica bodeguero, es elquincuagsimo apellido ms usado enAlemania. ODonnell es un apellidoirlands muy conocido, Caruso es unfamoso apellido originario del sur deItalia y Adler, que significa guila en

  • alemn, es frecuente en toda Europacentral. En el caso de los personajes queaparecen brevemente, la familia Riverses inventada; la familia de Albionapareca en mi libro El bosque. Para laeleccin del nombre de Juan Campos,me inspir en el famoso compositorpuertorriqueo Juan Morel Campos. Elapellido Humblay no existe, que yosepa, pero es una antigua variante dehumbly (humildemente) que consta enlos libros de oraciones del siglo XVI. Enlo tocante a la procedencia de losnombres Vorpal y Bandersnatch, remitoal lector al poema Jabberwocky, deLewis Carroll.

  • A lo largo de esta narracin apenashe tenido que inventar gran cosa en lorelativo a los acontecimientoshistricos. De vez en cuando, a fin demantener el hilo narrativo, he recurridoa algunas simplificaciones de unacompleja secuencia o detalle histrico,pero sin llegar nunca a desvirtuar, o aslo espero, el marco histrico global.Aun as, considero necesarias ciertaspuntualizaciones que guen al lector enla interpretacin histrica.

    Las tribus indias americanas. Hehecho alusin a determinadas tribuslocales, como los tappan y loshackensack, cuyos nombres perduran

  • an en la topografa de la zona. Noobstante, en la regin de Nueva Yorkhaba tal multiplicidad de grupostribales que no he querido confundir allector mencionando demasiados. Enlugar de ello, a menudo he recurrido auna prctica habitual que consiste endesignar a dichas tribus con el nombrede su grupo lingstico comn, que erael algonquino. De la misma manera, parareferirme a las tribus del norte uso confrecuencia el trmino iroqus que erasu lengua, aunque en ocasionestambin efecto distinciones entre tribusconcretas, como la de los mohawks. Esposible que ms de un lector se

  • sorprenda al ver que en la primera partede la novela no he utilizado el trminolenape para aludir a los pueblosindgenas de la zona de Manhattan. Enrealidad, esta denominacin se aplic adichos grupos en un periodo histricoposterior y por ello he preferido nousarla en un marco histrico en que nohubiera significado nada para laspersonas descritas.

    Algunos libros de historia, enparticular The Island at the Center ofthe World, la admirable obra de RussellShorto sobre Nueva msterdam,destacan la tradicin de libertadpersonal y cvica que los holandeses

  • legaron a Nueva York. Por mi parte, hetratado de reflejar el contenido de estaobra en mi relato, teniendo en cuentatambin que los progresos en el terrenode la independencia cvica se habaniniciado ya en la Edad Media enInglaterra y en buena parte de Europa.

    La visin que reflejaba en mi primerborrador, segn la cual los ingleseshabran sido ms duros en el trato conlos esclavos que los holandeses, se viomodificada a raz de las conversacionesmantenidas con el profesor GrahamHodges, que trata a fondo dicha cuestinen su libro Root & Branch.

    He escogido la opcin de creer que

  • el gobernador ingls, lord Cornbury, eraefectivamente un travesti y variosprestigiosos historiadores han tenido laamabilidad de corroborar que es muyprobable que as fuera.

    Mi opinin sobre las cambiantesrelaciones mantenidas entre ingleses ynorteamericanos experiment unaprofunda evolucin en el curso de laelaboracin de esta novela gracias a lasconversaciones que mantuve con elprofesor Edwin G. Burrows, eldestacado coautor de Gotham, quepublic hace poco un libro consagrado aesta cuestin titulado ForgottenPatriots.

  • La ciudad de Nueva York, una de lasms complejas del mundo, ofrece unvastsimo tema. Cualquier novelista quetrate su amplia historia tendr querealizar elecciones o descartes a cadapaso. Mi nico deseo es que el lectorencuentre que este libro transmite, por lomenos, algo de la historia y el espritude este lugar, por el que yo siento tantoafecto.

  • Nueva msterdam 1664

    De modo que aquello era lalibertad.

    La canoa se deslizaba con lacorriente del ro, afrontando con la proael embate del agua. Al mirar a la nia,Dirk van Dyck se pregunt si aquel viajeno sera una terrible equivocacin.

    Un extenso ro lo atraa hacia elnorte; un extenso cielo lo atraa hacia eloeste. Era aqulla una tierra de muchos

  • ros, una tierra de muchas montaas, unatierra de muchos bosques. Hasta dndellegara? Nadie lo saba; en todo caso,no con certeza. Ms arriba de dondevolaban las guilas, slo el solalcanzara a ver, en su inmenso viajehacia el oeste, toda su extensin.

    S, en aquellos territorios desiertoshaba encontrado la libertad y el amor.Van Dyck era un hombre corpulento;vesta pantalones anchos al estiloholands, botas con caa vuelta y jubnde piel. Como se aproximaban al puerto,se haba puesto tambin un sombrero deala ancha adornado con una pluma.

    Mir a la nia: era su hija. Una hija

  • del pecado, por el cual, segn losdictados de su religin, mereca castigo.

    Cuntos aos tena? Diez, once?Se haba puesto contentsima cuando lhaba aceptado llevarla ro abajo. Tenalos ojos de su madre. Era una nia indiapreciosa: su pueblo la llamaba PlumaPlida. Slo la blancura de su pieldejaba traslucir la otra parte de suascendencia.

    Pronto llegaremos.El holands habl en algonquino, la

    lengua de las tribus de la regin.Nueva msterdam era un

    emplazamiento comercial, constituidoslo por un fuerte y una pequea ciudad

  • rodeados de una empalizada. De todosmodos, era una pieza importante en elamplio imperio comercial controladopor los holandeses.

    Van Dyck estaba orgulloso de serholands. Pese a que su pas erapequeo, sus indmitos habitantes lehaban plantado cara al poderosoimperio espaol y haban logrado laindependencia. Haban sido ellosquienes haban construido los grandesdiques que mantenan extensas franjas detierra frtil al abrigo de la clera delmar. Eran los holandeses quienes, con suespritu marinero, haban puesto en pieun imperio comercial que era la envidia

  • de todas las naciones. En aquella pocadorada que haba propiciado laexistencia de Rembrandt y Vermeer, susciudades msterdam, Delft, Amberes, con sus hileras de altas y picudascasas majestuosamente dispuestas a lolargo de los canales y ros, eran unrefugio para artistas, eruditos ylibrepensadores llegados de todaEuropa. S, estaba orgulloso de serholands.

    En su curso bajo, el ro estaba sujetoal influjo de la marea, que aquellamaana discurra en direccin alocano. Por la tarde, invertira latendencia para fluir hacia el norte.

  • La nia miraba hacia delante, en elsentido de la corriente. Sentado frente aella, Van Dyck recostaba la espalda enel gran montn de pieles, en su mayorade castor, dispuestas en el centro de lacanoa. Se trataba de una embarcacinancha y espaciosa, resistente y ligera ala vez, construida con corteza de rbol yque impulsaban remando cuatro indios,dos en la proa y dos en la popa. Casipegada a ellos los segua otraembarcacin, tripulada por sus propioshombres. Haba tenido que llevaraquella canoa india para transportartodo el cargamento que haba comprado.En aquel da de finales de primavera,

  • dejaban atrs un cielo cargado de nubesde tormenta y, aunque viajaban inmersosen un ambiente gris, el agua aparecaluminosa ms adelante.

    De improviso, entre las nubes surgiun potente rayo de sol. El ro produjo unruido seco al chocar contra el costadode la barca, como un tambor indio quetransmitiera un aviso. Sinti en la caraun hormigueo provocado por la brisa,tan ligero como el burbujeo de un vinoespumoso. Entonces volvi a hablar;aunque no quera ofender a la nia,aquellas palabras eran necesarias.

    No debes decir que soy tu padre.La nia baj la mirada hacia el

  • colgante de piedra que penda de sucuello. Era una diminuta cara esculpida,pintada de rojo y negro, que llevabacolgada boca abajo segn la costumbreindia. En realidad, tena su lgica: as,cuando uno lo levantaba para mirarlo,quedaba perfectamente encarado hacialos ojos. Era un amuleto de la suerte,que representaba al Enmascarado, Seordel Bosque, el que mantena elequilibrio de la naturaleza.

    Sin contestar nada, Pluma Plidasigui con la vista fija en la cara deldios indio. Qu estara pensando?Acaso lo entendera? Van Dyck noestaba seguro.

  • Desde detrs de los acantilados quese sucedan en la orilla occidental cualaltas empalizadas de roca resonentonces un lejano retumbar de truenos;la nia sonri. A sus compatriotas, queeran gente marinera, no les gustaban lostruenos, pens el holands. Para ellosrepresentaban perjuicios y temores; encambio, los indios eran ms sabios.Ellos conocan el significado de la vozdel trueno: cuando hablaba, los diosesque moraban en el ms bajo de los docecielos estaban protegiendo al mundo delmal.

    El sonido se alej ro abajo hastadisolverse. Pluma Plida dej caer el

  • colgante con un leve y delicado gesto ydespus levant la mirada.

    Conocer a tu esposa?Dirk van Dyck tuvo un breve

    sobresalto. Su esposa Margaretha notena ni idea de que estaba tan cerca,porque no le haba avisado de suregreso. Cmo poda haber pensadoque poda llevar a la nia en la barca yocultarla ante su mujer? Haba sido unalocura. Se revolvi y acab posando,turbado, la vista en el ro. Ya habanllegado a la punta septentrional delestrecho territorio llamado Manhattan yla corriente los impulsaba hacia abajo.Era demasiado tarde para retroceder.

  • Margaretha de Groot aspir entresus sensuales labios una lenta calada dela pipa de arcilla y, observando con airepensativo al hombre de la pata de palo,se pregunt cmo sera acostarse con l.

    Pese a su pelo cano y a su edad, yamadura, aquel individuo alto y erguido,de aspecto decidido, segua teniendo unaspecto indmito. La pata de palo, porotro lado, era un blasn, un recordatoriode sus batallas. Aquella herida habramatado a muchos hombres, pero no aPeter Stuyvesant. A pesar de la piernaortopdica caminaba por la calle a unavelocidad sorprendente. Mirando la

  • dura madera pulida, ella experiment untenue escalofro del cual l no sepercat.

    Qu pensara de ella? Le gustaba,estaba segura. Y por qu no, adems?Era una hermosa mujer en la plenitud dela treintena, de cara ancha y con unalarga cabellera rubia. No habaengordado, como les ocurra a muchasholandesas, todava luca una buenasilueta y posea una especie devoluptuosa aureola. En cuanto a suaficin a fumar en pipa, la mayora delos holandeses la tenan, tanto hombrescomo mujeres.

    Al verla, l se detuvo y sonri.

  • Buenos das, Greet. La haballamado Greet, con familiaridad. Aligual que la mayora de las holandesas,a Margaretha van Dyck se la conocapor su nombre de soltera, Margaretha deGroot, y as haba esperado que sedirigiera a ella. Claro que la conocadesde que era una nia, pero aun asl era por lo general una persona muyformal, pens, casi ruborizada. Anest sola?

    Se encontraba delante de su hogar,una tpica casa urbana holandesa, unasencilla vivienda rectangular de dospisos con madera en los costados y unaestrecha y picuda punta en la fachada. La

  • suya luca una bonita combinacin deladrillos negros y amarillos y unospocos escalones comunicaban la callecon la puerta, que era amplia y estabaabrigada con un porche de estiloholands. Aunque las ventanas no eranamplias, el conjunto resultabaimpresionante gracias a la escalonadapunta por la que los holandesesmostraban predileccin; tras ella sealzaba una veleta, asentada sobre elcaballete del tejado.

    An sigue vuestro marido en elnorte? repiti Stuyvesant. Ella asinti. Cundo va a volver?

    Quin sabe? contest,

  • encogindose de hombros.No poda quejarse de que su marido

    tuviera que desplazarse tan lejos pararealizar negocios. El comercio depieles, en especial de castor, habaalcanzado grandes dimensiones y losindios de la zona cazaban tantosanimales que casi los haban llevado ala extincin. Van Dyck debadesplazarse a menudo al interior a fin deaprovisionarse con los iroqueses. Habaque reconocer, adems, que siempreconsegua adquirir abundantes reservasde mercanca.

    No estaba segura, sin embargo, deque tuviera que permanecer ausente

  • tanto tiempo. En la primera poca decasados, sus viajes duraban slo un parde semanas, pero poco a poco stos sehaban ido prolongando. Cuando estabaen casa era un buen marido, atento conella y carioso con sus hijos. Aun as,experimentaba un sentimiento deabandono. Esa misma maana su hijamenor le haba preguntado cundovolvera su padre.

    En cuanto pueda le habarespondido a la pequea con una sonrisa. De eso puedes estar segura.

    Pero no estara evitndola? Acasohaba otras mujeres en su vida? Lafidelidad era importante para

  • Margaretha de Groot. No era pues deextraar que, al recelar que su maridopudiera engaarla, se dijera a s mismaque estaba aquejado de debilidad moraly, mientras soaba hallar consuelo enotros brazos ms justos, diera cabida ensu pensamiento a una voz que lesusurraba: Si al menos fuera un hombrecomo el gobernador Stuyvesant.

    Vivimos tiempos difciles, Greet.En la voz de Stuyvesant eraperceptible una tristeza que no dejabatraslucir en su rostro. Ya sabis quetengo enemigos.

    Se sinti emocionada al darse cuentade que le estaba haciendo una

  • confidencia. Le dieron ganas deapoyarle la mano en el brazo, pero no seatrevi.

    Esos malditos inglesesLa mujer asinti.Si el imperio comercial de los

    holandeses se extenda desde el Orientehasta las Amricas, el de los mercaderesingleses no le iba a la zaga. Enocasiones los dos pases protestantesactuaban juntos frente a sus enemigoscomunes, los imperios catlicos deEspaa y Portugal, pero por lo generaleran rivales. Desde haca quince aos,despus de que Oliver Cromwellderrocara con su ejrcito puritano al rey

  • Carlos de Inglaterra decapitndolo depaso, la rivalidad se habaincrementado. Los holandesesrealizaban un lucrativo trfico deesclavos entre frica y el Caribe. Laintencin de Cromwell estaba muyclara: Inglaterra deba controlar eltrfico de esclavos.

    Eran muchos los holandeseshonrados que abrigaban dudas sobre lamoralidad de aquel brutal trfico deseres humanos; los buenos puritanosingleses no tenan, en cambio,semejantes escrpulos. Cromwell nohaba tardado en arrebatar Jamaica a losespaoles a fin de utilizarla como base

  • para el comercio de esclavos, y tras sumuerte, acaecida cuatro aos despus ya la que haba seguido la restauracin deotro rey Carlos en el trono britnico,Inglaterra haba proseguido con lamisma poltica. Hasta Nueva msterdamhaban llegado noticias de que losingleses haban atacado los puertos quelos holandeses utilizaban para embarcaresclavos en la costa guineana de frica.A travs del ocano se transmitatambin el rumor de que no slo queranquedarse con el trfico de esclavos, sinotambin con el puerto de Nuevamsterdam.

    sta no era una gran ciudad. Contaba

  • con un fuerte, un par de molinos deviento, una iglesia con un afiladocampanario, un pequeo canal que enrealidad no pasaba de ser una zanjaancha, unas cuantas calles flanqueadasde casas y algunos huertos y parcelascercados por un muro que iba de este aoeste en la punta meridional deManhattan. Pese a su modesta condicin,tena ya una historia tras de s. Diezaos antes de que el Mayflower sehiciera siquiera a la mar, la CompaaHolandesa de las Indias Occidentaleshaba percibido el potencial de aquelvasto fondeadero natural y habaestablecido all una base comercial.

  • Ahora, despus de medio siglo deirregular desarrollo, se haba convertidoen un activo puerto con asentamientosperifricos diseminados en un radio devarias decenas de kilmetros quedelimitaban a grandes trazos unterritorio al que los holandesesdenominaban los Nuevos Pases Bajos.

    ste posea ya un carcter propio; alo largo de dos generaciones, losholandeses y sus vecinos francfonosprotestantes, los valones, haban luchadopor independizarse del dominio de lacatlica Espaa, y al final habanlogrado su objetivo. Holandeses yvalones se haban instalado juntos en la

  • Nueva msterdam. De hecho fue unvaln, Pierre Minuit, quien se habaencargado cuarenta aos atrs de lasnegociaciones con los indios del lugarpara comprar el derecho a asentarse enManhattan. Desde su fundacin, aquelloscomerciantes protestantes infundieron aaquel sitio su espritu de tenacidad eindependencia.

    La baza ms importante era, contodo, su situacin. Aun sin componer unaimponente silueta a ojos de un militar, elfuerte dominaba el extremo meridionalde la isla de Manhattan en la punta quedestacaba entre las aguas de unmagnfico y amplio puerto natural. El

  • fortn dominaba adems la entrada delgran ro del Norte. Y Peter Stuyvesantera el gobernador de aquellos dominios.

    El enemigo ingls se encontraba yacerca. Las gentes de Nueva Inglaterrainstaladas en Massachusetts y enespecial en Connecticut, dirigidas por sumaquiavlico gobernador Winthrop,trataban constantemente de arrebatarterritorios a los asentamientosperifricos holandeses. CuandoStuyvesant hizo erigir el slido muro yla empalizada en el lmite norte de laciudad, a los ingleses se les dio unaeducada explicacin: Es para impedirque entren los indios. Sin embargo,

  • nadie le crey: el muro era paramantener a raya a los ingleses.

    El gobernador segua observando aMargaretha.

    Ojal los ingleses fueran misnicos enemigos.

    Ay, pobre hombre. Era demasiadobueno para ellos, los indignos habitantesde Nueva msterdam.

    La ciudad albergaba en torno a milquinientas personas: unos seiscientosholandeses y valones, trescientosalemanes y casi la misma cantidad deingleses, que haban elegido vivir bajoel dominio neerlands. El resto provenade todos los pases del mundo, e incluso

  • haba algunos judos. Sin embargo, ellano estaba segura de que hubiera muchaspersonas justas y honradas entre ellos.

    Margaretha no era una mujerreligiosa. La Iglesia ReformadaHolandesa era rgida, de tendenciacalvinista, y ella no siempre estaba deacuerdo con sus dictados. Aun as,admiraba a los pocos hombres fuertesque se atenan a ellos, como Bogard, elviejo predicador dmine, y Stuyvesant.Ellos al menos preservaban el orden.

    Cuando Stuyvesant pona coto a losexcesos de las borracheras en la ciudad,prohiba algunas de las festividadespopulares de tendencia marcadamente

  • pagana o intentaba mantener al margende la ciudad a los insensatos cuqueroso a los miserables anabaptistas, eranmuy pocos los comerciantes que leprestaban apoyo. Ni siquiera podacontar con la Compaa de las IndiasOccidentales, al servicio de la cual noobstante trabajaba. Cuando lleg ungrupo de judos sefardes procedentesde Brasil y Stuyvesant les dijo que semarcharan, la compaa orden:Dejadlos entrar. Son buenos para losnegocios.

    Nadie poda decir que hubiera sidoun mal gobernador. Los dirigentes que lohaban precedido haban sido en su

  • mayora bufones corruptos. Un idiotahaba emprendido una innecesariaguerra con los indios que por poco haballevado a la colonia a la destruccin.Stuyvesant, por su parte, habaaprendido a gobernar con tino: en elnorte mantena a raya a los ingleses; enel sur, cort por lo sano la nacientecolonia sueca del ro Schuylkill cuandocomenz a suponer una molestia. Habafomentado el comercio de azcar ycomenzado a traer ms esclavos. Todoslos barcos llegados de Holandatransportaban, como lastre, los mejoresladrillos holandeses para poderconstruir las casas de la ciudad. Las

  • calles estaban limpias, disponan de unpequeo hospital y en la escuela seimpartan clases de latn.

    Y la gente estaba agradecida porello? Por supuesto que no. Lesmolestaba que los gobernara, e inclusopensaban que podan hacerlo ellosmismos, los muy necios. Ella, por suparte, no los vea lo bastante capacespara tal cometido.

    El peor de ellos haba sido unabogado hipcrita, un tal Van der Donck.Lo llamaban el Jonker, elterrateniente. Se dedicaba a intrigar aespaldas del gobernador, dirigiendocartas a la compaa de las Indias

  • Occidentales y publicando quejas con laintencin de destituir a Stuyvesant. Ypara qu?

    El Jonker es un amante de lalibertad sola decirle su marido.

    Sois todos unos necios protestaba ella. Slo se ama a smismo. Ser l quien te gobierne enlugar de Stuyvesant si le dais la menorocasin.

    Por suerte, el Jonker no habalogrado destruir a Stuyvesant, pero s selas haba arreglado para hacerse con unagran finca situada al norte de la ciudad.Incluso haba escrito un libro sobre losNuevos Pases Bajos que, segn

  • aseguraba su marido, era de calidad. Elmiserable ya estaba muerto ahoragracias a Dios! Los habitantes deNueva msterdam, sin embargo, anseguan llamando su extensa propiedadLa Finca del Terrateniente, como si elhombre siguiera all. Su ejemplo habacundido tanto entre los comerciantesque, en su opinin, a Stuyvesant no leconvena confiar en ninguno de ellos.

    Puedo contar con vos, Greet? pregunt el gobernador, posando en ellasu acerada mirada.

    El corazn le dio un vuelco. Nopudo evitarlo.

    Desde luego.

  • l estaba casado y era feliz en sumatrimonio; al menos eso suponaMargaretha. Viva con Judith Bayard ensu bouwerie, como los holandesesllamaban a sus granjas, y todo indicabaque estaba satisfecho. Judith era mayorque Peter. Fue ella quien lo cuid hastasu restablecimiento despus de queperdiera la pierna, y despus se casaron.Hasta donde saba Margaretha, slohaba tenido otra relacin con una mujer,y eso fue cuando era joven, mucho antesde conocer a Judith. Aquello fue unpequeo escndalo, pero ella tena anmejor concepto de l a causa delincidente. De no haber sido por aquello,

  • podra haber llegado a ser ministrocalvinista, en lugar de enrolarse en laCompaa de las Indias Occidentalespara ir a buscar fortuna en lejanosmares.

    Y vuestro esposo? Puedo contarcon l?

    Mi esposo?Su marido, dondequiera que

    estuviese, evitndola.En todo caso, aquello estaba a punto

    de cambiar. Durante su ausencia,Margaretha haba estado pensando en elasunto y haba ideado un plan para sufuturo que sera ms satisfactorio. Erauna suerte que la tradicin holandesa

  • proporcionara a las mujeres mucha mslibertad, y tambin poder, que a las deotros pases. Tambin haba queagradecer a Dios los acuerdosprematrimoniales holandeses. CuandoDirk van Dyck regresara a casa leexpondra sus planes, que ya tena bienperfilados.

    Oh, s repuso. Har lo que lepidis.

    Me dirijo al fuerte dijoStuyvesant. Querrais acompaarme?

    Aqul era un hermoso da deprimavera en Londres. El ro Tmesis

  • estaba abarrotado de barcos. ThomasMaster observaba el navo, tratando detomar una decisin.

    En la mano tena la carta de suhermano Eliot, en la que ste lecomunicaba la muerte de su padre. Tomera demasiado sincero para fingir que losenta. Tena veintids aos, y ahora eralibre. Por qu se decantara? PorInglaterra o por Amrica?

    A su izquierda se alzaba la granmole gris de la Torre de Londres,silenciosa, hermtica. A su espalda, elelevado tejado del Viejo Saint Paul letransmiti un sentimiento de reprobacincuando se volvi a mirar. Pero qu

  • censuraba? A l mismo, sin duda. Al finy al cabo, lo haban mandado a Londrescubierto de vergenza.

    Treinta aos atrs Adam Master, dela costa este de Inglaterra, y AbigailEliot, de West Country, se conocieron enLondres. Para aquellos dos jvenes yfervientes puritanos, la capital deInglaterra resultaba un lugarescandaloso. El rey Carlos I reinabaentonces; tena una esposa catlicafrancesa y trataba de gobernar Inglaterracomo un dspota. Su nuevo hombre deconfianza, el arzobispo Laud, estabadecidido a imponer a todos los ingleseslas grandilocuentes ceremonias y la

  • altanera autoridad de una iglesiaanglicana que, al final, era igual depapista que la catlica. Despus decasarse, Adam y Abigail se quedaronunos aos en Londres con la esperanzade que mejoraran las cosas. Para lospuritanos todo fue a peor, sin embargo,de modo que Adam y Abigail seincorporaron al gran flujo emigratoriocon destino a Amrica.

    Los ingleses se haban instalado enVirginia desde haca dos generaciones.Por la poca en que el Globe Theatrerepresentaba las obras de Shakespeareen la orilla sur del Tmesis, la mitad dela poblacin de Londres fumaba tabaco

  • de Virginia en sus pipas de arcilla. Noobstante, el nmero de personas que sehaban trasladado all era an muy bajo.Unos cuantos aguerridos viajeros sehaban aventurado a ir a Massachusetts yhaban nacido, asimismo, otrosasentamientos, pero apenas se podahablar de una verdadera emigracin.

    En la segunda mitad del reinado delrey Carlos, la tendencia se invirti porcompleto, sin embargo. Los puritanos deInglaterra comenzaron a irse. Venidosdel sur, del este o del oeste, reunidos engrupos o a veces en familias, o encomunidades enteras, se embarcabanpara cruzar el Atlntico. Apenas

  • transcurra semana en que no partiera unnavo de un puerto u otro. A partir de1635, el rey Carlos de Inglaterra perdien torno a una quinta parte de sussbditos de esta manera. Personas defortuna como Winthrop, jvenes deposibles como Harvard, comerciantes ymenestrales, labradores y predicadorescon sus esposas, hijos y criados todosembarcaron hacia Amrica para evitaral rey Carlos y a su arzobispo. Aquelflujo de personas, que se desarroll enmenos de una dcada, supuso la primerarepoblacin real de las coloniasamericanas.

    Carlos I nunca manifest el menor

  • pesar por aquella prdida. Para lsupona ms bien una ganancia. En lugarde granjearle conflictos en Inglaterra,donde trataba de afianzar su autoritariogobierno, se haban ido a instalar porvoluntad propia en las enormesextensiones de ultramar de su reino.Dondequiera que fueran en aquel vasto einexplorado continente haran que dichoterritorio fuera Inglaterra, puesto quean seguan siendo sbditos suyos, delprimero al ltimo. En cuanto a lalibertad de culto de que gozaban,quedaba a recaudo de la vista, yprobablemente se podra corregir msadelante.

  • Adam y Abigail Master fueron aBoston. Les haba gustado la lnea dedevocin dura y en ocasiones cruel de lacongregacin all asentada. Al fin y alcabo, ellos no buscaban tolerancia; slopretendan fundar el reino de Dios. Suhijo mayor Eliot haba seguido de cercalos pasos de sus padres. Concienzudo,prudente, decidido, era un hijo modlicosegn los cnones de la comunidad deBoston. Tom era harina de otro costal.

    Tom Master era rubio, de ojosazules. Pese a la leve prominencia de sudentadura, las mujeres lo encontrabanatractivo. De nio era delgado, movido,imaginativo. En la adolescencia, slo

  • con su porte dejaba traslucir agudeza ysentido del humor. Rebosaba vigor. Suconducta y los amigos de que se rodeabadejaban, sin embargo, mucho que desear.

    Lo cierto era que ya por aquelentonces no eran pocos marinos ypescadores, comerciantes y granjeros,por no mencionar los representantes deoficios ms viles quienesdemostraban ms inters por el dineroque se poda ganar en Massachusetts quepor la salvacin de sus almas. Lacongregacin impona su voluntad hastadonde poda, pero haba muchosrenegados.

    Y el joven Tom, muy a pesar de sus

  • padres y de su hermano Eliot, parecadestinado a seguir la ruta del infierno.No renda en los estudios; aunque tenacapacidad, no se aplicaba. Seemborrachaba y frecuentaba malascompaas. En una ocasin, falt inclusoal oficio del domingo. Su padre, que nohaba escatimado correctivos con l, alfinal tuvo que reconocer que no era unacuestin de disciplina ni de preceptos.En el interior de Tom haba algo muyhondo que su padre no saba cmomodificar.

    Adam Master se haba labrado unslido porvenir practicando la abogaca.Haba comprado una granja y era

  • propietario de un barco. Eliot habaestudiado derecho, pero quera serpredicador. Tom haba trabajado deaprendiz con un comerciante y mostrabaaptitudes para los negocios. Eso eraalgo, al menos.

    Dos sucesos haban roto, noobstante, el corazn de su padre. Elprimero tuvo lugar cuando Abigail sehallaba en el lecho de muerte. Mandllamar a su segundo hijo y, en presenciade su padre, le rog que le jurase quenunca volvera a tomar una gota de licoren su vida. De este modo esperaba que,realizando aquel primer paso, lograravolver sobre el buen camino. Y cul fue

  • la respuesta de l?Por Dios, mam. Sabes que no te

    puedo prometer eso.Eso fue lo que le dijo a su madre

    moribunda. Adam nunca pudoperdonrselo. No se peleaba con Tom,pues saba que Abigail lo habra queridoas; era educado y haca cuanto seesperaba de un padre, pero saba queTom no era bueno.

    Por ello cuando, a los diecinueveaos, Tom tuvo su primera relacinamorosa con la esposa de un virtuosomarino mientras ste se encontraba deviaje el propio capitn del barco delque era dueo Adam, su padre se

  • esforz por mantener en secreto elasunto para no perjudicar a Eliot, peroorden al joven Tom que abandonaraMassachusetts de inmediato. Lo mand,provisto de una seca carta depresentacin, a ver a un comerciante queconoca en Londres, con instruccionesde que no regresara jams.

    Tom haba partido exiliado al ViejoMundo. No era digno del Nuevo.

    A Tom le gust Londres. El ambientede la ciudad se adaptaba a su carcter.Pese a que Cromwell y los puritanoshaban gobernado Inglaterra durante unadcada, el gran experimento de dirigirun pas sin un rey haba degenerado al

  • final en una confusin que conllev laimposicin de una ley marcial. A lallegada de Tom, los ingleses habanrestaurado en el trono al hijo del difuntorey, Carlos II, que era un monarcaalegre. Su hermano menor James, duquede York, era rgido y altanero, pero elrey era flexible y prudente; no tenadeseos de ser derrocado como su padre.Despus de aos de exilio, queradivertirse y vea con buenos ojos quesus sbditos disfrutaran tambin. Eramujeriego y le encantaban las carrerasde caballos y asistir a lasrepresentaciones de teatro. Demostraba,asimismo, un genuino inters por la

  • ciencia.El Londres que encontr Tom se

    hallaba en un momento de transicinentre dos mundos: el medieval y elmoderno. Gracias a la expansin de losdominios britnicos de ultramar, losmercaderes londinenses tenan muchasoportunidades de hacer fortuna. Losricos aristcratas y terratenientes dabanel tono en las tendencias de moda. Habatoda clase de diversiones yespectculos, y Tom lo pas muy biendurante un ao.

    Al cabo de un tiempo, no obstante,comenz a aorar Amrica. No echabade menos Boston ni su puritana familia,

  • sino otro tipo de cosas que le costabadefinir, cierta sensacin de espacio, decontacto con nuevas fronteras, de laposibilidad de rehacer el mundo. En ellohaba un anhelo de libertad, la libertadde la naturaleza virgen, tal vez, aunqueno alcanzaba a expresarlo en palabras.

    Ahora, con la muerte de su padre, nohaba seguramente nada que le impidieravolver.

    Haba tambin otra cuestin quetener en cuenta. En Londres corra elrumor de que el rey Carlos II y suhermano James dedicaban un crecienteinters a las colonias americanas. De sercierto, aquello podra ser un acicate

  • para un joven ambicioso como l paravolver a asentarse en Amrica.

    Qu deba hacer, pues? Quedarse ydisfrutar de las diversiones de Londreso aventurarse a cruzar el ocano? Serafcil explicar al comerciante para el quetrabajaba que, debido a la muerte de supadre, Eliot reclamaba su presencia encasa. En todo caso, con sus escasaspertenencias, no le llevara muchotiempo preparar el equipaje. El barcoque tena delante zarpaba al dasiguiente hacia Boston y el capitn lereservaba una litera. Debaaprovecharla?

    Puso fin a las reflexiones y, con una

  • carcajada, sac una moneda del bolsilloy la lanz al aire. Cara: Boston. Cruz:Londres.

    Ms arriba en el norte, el truenodejaba or su voz, pero al frente, dondeel gran ro se una a las aguas del vastopuerto, haba un lago de oro lquido.

    La noche anterior, Van Dyck habaintentado hacer comprender a PlumaPlida el significado de aquel lugarusando un mapa que l mismo habadibujado.

    Esta lnea que corre recta dearriba abajo explic, sealando con

  • la caa de la pipa es el Ro del Norte.Si se viaja muchos das por su curso seencuentran grandes lagos y otros rosque llegan hasta las regiones de hielo. Ala izquierda del ro movi la pipasobre el papel se extiende todo elcontinente de Amrica. A la derecha apunt una inmensa cua de tierra deforma triangular, cuya ancha basebaaba el Atlntico estn losterritorios de Connecticut,Massachusetts y muchos otros lugares. Yaqu al lado est el gran ocano queatraves mi pueblo. Traslad la pipaal extremo meridional de la cua paradestacar otro sitio donde una larga isla,

  • de unos treinta kilmetros de ancho yunos ciento cincuenta de largo, bordeabaen paralelo la cua en medio delAtlntico, separada de ella por un largoy resguardado brazo de mar. Tupueblo vivi durante muchasgeneraciones en toda esta zona aadi, sealando la parte inferior de lacua y el cercano extremo de la isla.Y esto es Manhattan especific, dandoun golpecito a la punta del sur de lacua.

    Manna hata era un nombre indioque, por lo que l saba, significabasimplemente la isla. En realidad erauna estrecha pennsula, pero en su lmite

  • norte un estrecho desfiladero permita elpaso de un canal de agua que desde elRo del Norte se verta en el brazo demar contiguo a la isla larga (LongIsland), lo cual converta Manhattan,tcnicamente, en una isla. De no habersido por aqulla, que la protega comoun rompeolas por el lado del ocano,Manhattan habra estado expuesta a losembates del Atlntico. No obstante,gracias a aquella feliz circunstancia, aldesembocar en la punta de Manhattan, elRo del Norte entraba en una esplndiday acogedora ensenada de unos seiskilmetros de ancho y diez de largo, unespacioso fondeadero al que los

  • marineros llamaban Upper Bay (laBaha de Arriba). Aquellas idneascondiciones se completaban con los dosbancos de arena que impedan por el surel contacto directo con el oleaje delAtlntico formando la Lower Bay oBaha de Abajo, tan vasta que en suinterior podran haber atracado todoslos barcos del mundo.

    sta es la puerta de entrada haciael norte haba explicado.

    Pluma plida no comprendi, sinembargo. Y aunque sigui hablndoledel comercio y el transporte, l advirtique no alcanzaba a captar el significadodel mapa del hombre blanco.

  • Desde los tiempos de CristbalColn hubo blancos que acudieron aaquellos territorios. Al principio iban enbusca de oro, o trataban de encontrar laruta hacia Oriente. De un tal Verrazano,que lleg en 1524, qued constancia desu nombre, pero otros muchos cayeronen el olvido. Y no siempre fueronblancos: el capitn portugus Gomez eranegro. ste se detuvo all paraapoderarse de unos sesenta indios de lazona con intencin de venderlos comoesclavos, tras lo cual se alej de nuevopor el horizonte. Fue la llegada de otroblanco lo que entra un cambio radicalpara el pueblo del gran Ro del Norte y

  • su baha.Henry Hudson era un ingls que

    contrat la potencia rival, Holanda, paradescubrir una ruta martima hacia Chinapor el este. Despus de inspeccionar ellegendario paso del noreste por el ladode Rusia y llegar a la conclusin de queera inviable, busc una posible va porel noroeste. Fue Hudson quien seaventur a entrar en la baha situadadebajo de Manhattan y quien remont elgran ro durante das hasta dictaminarque por all no se llegaba a China.

    Aunque no conduzca a China inform a los holandeses a su regreso,el territorio es magnfico, y hay

  • muchsimos castores.Las gentes del norte de Europa

    sentan una codicia insaciable en lo quea los castores se refera.

    El castor es una criatura muy tilaleccionaba Van Dyck a sus hijos.Su aceite cura el reumatismo, el dolorde muelas y el malestar digestivo. Elpolvo de sus testculos, disuelto en agua,puede devolver la cordura a los idiotas.Su piel calienta mucho.

    En realidad, lo que realmentedespertaba las ansias de los hombres erala suave piel que tenan bajo lapelambre por un motivo concreto:porque poda transformarse en fieltro.

  • Los sombreros se confeccionaban confieltro y todo el mundo quera poseeruno, pese a que slo los ricos podanpermitrselo. Los sombrereros que loshacan se volvan locos a veces,envenenados por el mercurio que seusaba para separar el fieltro de la piel.Van Dyck reconoca para sus adentrosque tambin era una locura que tan slopor la moda de llevar cierta clase desombrero se llegara a fundar unacolonia, un imperio tal vez, para lo cuallos hombres arriesgaban la vida ymataban a otros. As eran las cosas, sinembargo. Si la costa nororiental delAtlntico la haban colonizado a fin de

  • comerciar con el pescado, la gran bahade Nueva msterdam y su gran Ro delNorte atraa a los colonos por elproceso de fabricacin del sombrero defieltro.

    Como muestra de gratitud alintrpido explorador, al referirse al granro del norte, Van Dyck y loscomerciantes de pieles como l amenudo lo llamaban el ro Hudson.

    Aqu la tienes. La Nuevamsterdam.

    El holands sonri al ver que su hijase estremeca de alborozo. Ante ellos, la

  • punta meridional de Manhattan surgaentre la inmensidad de la baha. Lasgaviotas revoloteaban sobre las suavesolas del agua. El aire tena unvigorizante olor salobre.

    Pluma Plida observ las grandesaspas del molino de viento y lacompacta masa del fuerte que presidalos muelles. Mientras bordeaban elextremo de Manhattan, donde las casasde los comerciantes se concentrabanformando un simulacro de calles, VanDyck fue sealndole algunos lugaresdestacados.

    Ves esas casas que hay cerca delfuerte? Tu pueblo tena un campamento

  • all antes de que llegaran los blancos.Dejaron unos montones tan grandes deconchas de ostra que le pusimos elnombre de De Peral Straet, la calle delas perlas. Esa casa de color claro es deStuyvesant. La llaman la MansinBlanca.

    Despus de doblar la puntameridional, se desviaron por el largo yancho canal que ascenda por el ladooriental de Manhattan. Pese a que no setrataba de un ro, a aquel curso de agualo denominaban el East River. Van Dyckseal el terreno que se extenda en laotra orilla.

    Brooklyn. Los holandeses le

  • haban puesto el mismo nombre que unalocalidad prxima a msterdam.

    La tierra de mi pueblo dijo lania.

    S, all era.El muelle lo haban construido en el

    lado oriental de la punta. La canoa sedirigi hacia l. No lejos, haba variosbarcos fondeados en el East River. Unbuen nmero de miradas se posaron enellos cuando atracaron.

    Enseguida llegaron a un acuerdopara trasladar las pieles a losespaciosos almacenes de la Compaade las Indias Occidentales por medio deunas grandes plataformas de traccin

  • manual. Van Dyck caminaba junto a stasen compaa de Pluma Plida,saludando con sobrias inclinaciones decabeza a los conocidos con los que secruzaba. En las proximidades del puertohaba gentes de toda especie: marinerosde camisas desabrochadas, comerciantesde pantalones abombachados y hastaalgn dmine tocado con su altosombrero cnico de ala ancha. Mientrasse alejaban de los muelles, seencontraron con dos comerciantes,Springsteen y Steenburgen, acaudaladospersonajes que merecan que efectuaraun alto para intercambiar saludos.

    Vuestra esposa estaba

  • conversando con Stuyvesant al lado delfuerte, meinheer Van Dyck le informSpringsteen.

    Podris verla en cuestin de unminuto aadi Steenburgen.

    Van Dyck lanz una maldicin parasus adentros. El da anterior habaconcebido un sencillo plan que ahora sedesbarataba: sus empleadosdescargaran la barca y la canoa india ylos indios esperaran la marea alta pararegresar; con eso tendra tiemposuficiente para mostrarle la ciudad aPluma Plida y darle unas cuantasgalletas holandesas a modo de agradableculminacin del escaso tiempo que

  • haban pasado juntos. Entonces losindios se la llevaran de nuevo roarriba y l se ira con su esposa y sushijos.

    En principio, aun cuando Margarethase enterase de que estaba en el muelle,deducira que tena que ocuparse de susnegocios y el almacenamiento de lamercanca y lo esperara en la casa. Nohaba previsto que se encontrara al ladodel mar, en el fuerte.

    Bueno, de todos modos mantendrala promesa que le haba hecho a su hija,pero tendra que proceder con cautela.

    Vamos, Pluma Plida dijo.No era fcil mantener la guardia alta

  • por si apareca su esposa y ensearle ala vez las cosas a Pluma Plida. sta semostraba, con todo, satisfecha, y l sedio cuenta de que estaba orgulloso de laciudad. No se poda negar queStuyvesant haba introducido mejoras.Se haba adoquinado la amplia y fangosaavenida contigua al agua, e incluso en lazona de mayor actividad, prxima almercado, las picudas casas disponan deespaciosos y cuidados jardines.Siguiendo hacia el este, atravesaron elpequeo canal y llegaron alayuntamiento, el Stadt Huys. Era unedificio provisto de una puerta central,tres hileras de ventanas y otras dos ms

  • en la empinada mansarda, rematada conuna plataforma rodeada de unabarandilla. Se elevaba entre medio de ungrupo de otros edificios como una detantas sedes comerciales, contemplandoimperturbable el East River. Delante delStadt Huys haba un par de picotas paracastigar a los malhechores. Tuvo queexplicar a Pluma Plida cmo exponanen ellas a las personas a la humillacinpblica.

    Ms all continu, sealandootro punto cercano a la orilla,tenemos tambin un patbulo dondeestrangulan hasta morir a los que hancometido delitos ms graves.

  • Mi pueblo no tiene esa costumbrecoment la nia.

    Lo s repuso l con ternura,pero nosotros s.

    Se haban detenido delante de unataberna donde beban unos cuantosmarineros cuando desde detrs de unaesquina, vestida con un holgado vestidoy con una pipa en la mano, salicaminando tranquilamente Margarethavan Dyck.

    Margaretha observ a su marido y ala nia. Haca tan slo unos minutos quela esposa de meinheer Steenburgen le

  • haba informado de que Van Dyck estabaen la ciudad. Tal vez fueranimaginaciones suyas, pero cuando lamujer le dio la noticia, Margarethacrey advertir en sus ojos un curiosobrillo, la clase de mirada que se dedicaa la esposa cuyo marido ha sido vistocon otra, y aquello la haba puesto enguardia.

    Le hara algo as Dirk, en pblico?Pese al fro que de repente la invadi,logr dominarse y sonrer a la comadrecomo si hubiera estado esperando lallegada de su marido para ese mismoda.

    Y all estaba con una nia india. No

  • con una amante, en cualquier caso, sinocon una nia que se vea de piel unpoco demasiado clara para ser de puraraza india, tal vez.

    Ya has vuelto dijo, antes dedispensarle un somero abrazo. Luegoretrocedi.

    S. Estamos descargando en elalmacn.

    Estaba nervioso? Quiz.Ha sido fructfero el viaje?Mucho. He trado todas las pieles

    que necesitaba y tambin una canoaindia, para que vuelvan en ella.

    Estupendo. Mir a PlumaPlida. Quin es esta nia?

  • Dirk van Dyck lanz una ojeada aPluma Plida y se pregunt sicomprendera lo que deca. De repentese dio cuenta de que no tena modo desaberlo. Algunos indios hablabanholands, pero l siempre haba habladocon su hija en su lengua materna. Parasus adentros, se puso a rezar.

    Ha venido con los indios en lacanoa respondi con frialdad. Esdel clan de la Tortuga.

    Entre los indios de la zona, lapertenencia al clan, o la fratra, setransmita por lnea materna, de talmodo que uno perteneca al clan de lamadre y no al del padre.

  • Yo soy amigo del clan de laTortuga aadi Van Dyck.

    Margaretha observ a Pluma Plidacon aire pensativo.

    Conoces a la madre?No. Est muerta.Esta nia parece mestiza.Lo habr adivinado?, pens con

    un arrebato de miedo que procursofocar.

    A m tambin me lo parece.Y el padre?Quin sabe? contest,

    encogindose de hombros.Su esposa dio una chupada a la pipa.Estas indias son todas iguales.

  • Era curioso, medit Van Dyck. Pesea su religin calvinista, las mujeresholandesas solan tener amantes antes decasarse, y aquella prctica era tolerada.Sin embargo, debido a que algunasindias cuyo pueblo se haba vistodesposedo de todo por los blancos sehaban visto obligadas a vender sucuerpo en las bases comerciales acambio de unas reducidas sumas dedinero cuyo valor no comprendan, suesposa crea que todas las indias eranprostitutas.

    Eso tampoco es cierto seapresur a disentir Van Dyck.

    Es una preciosidad. Margaretha

  • expuls el humo por la comisura de laboca. Lstima que luego se vuelvanfeas de mayores.

    Tena razn? Se volvera fea suhija antes incluso de que l hubieramuerto? Advirti que Pluma Plidatenda la mirada al frente, comoparalizada. Dios santo! Habracomprendido lo que decan? O lohabra acaso adivinado por el tono delas voces?

    Dirk van Dyck amaba a su esposa.Quiz no la quera tanto como debera,pero reconoca que a su manera era unabuena mujer, y tambin una buena madrepara sus hijos. Sospechaba que ningn

  • matrimonio era perfecto y pese a losdefectos que aquejaban el suyo, sabaque en ese sentido era tan culpable lcomo ella. Le haba sido fiel siemprecon una excepcin, la de la madre dePluma Plida, a la que considerabacomo un caso especial.

    En cualquier caso, Margaretha notena motivos para suponer que PlumaPlida era su hija. Eso descontando suintuicin femenina, desde luego.

    No la traigas a casa le dijo envoz baja Margaretha.

    Por supuesto que no respondide manera mecnica.

    Lo haba adivinado; estaba casi

  • seguro de ello. Lo iba a abrumar conacusaciones cuando llegara a casa? Lehara una escena? Era posible. En talcaso no tena ms que negarlo conaplomo, con lo cual ella quedara comouna necia. Margaretha era demasiadoorgullosa para exponerse a eso.

    De todos modos, esperaba nohaberla herido.

    Mndala a otro lado le indiccon firmeza Margaretha. Tus hijos teestn esperando.

    Despus dio media vuelta paramarcharse.

    No poda reprochrselo. Enrealidad, admiraba su actitud. Estaba

  • reaccionando con dignidad, preservandola unin de su familia.

    Entonces mir a Pluma Plida.Aunque segua con la mirada tendida alo lejos, la consternacin de suexpresin era inconfundible: lo habacaptado todo a partir del tono de lasvoces y las caras. El tiempo mgico quele haba prometido se estabatransformando en pena y dolor. Sinquererlo, la haba traicionado. Asaltadopor una intensa oleada deremordimientos, sinti que no podaabandonarla de ese modo.

    Margaretha se alejaba. El dolor quepudiera haberle causado se lo haba

  • infligido ya. Adems, ella era un mujeradulta y fuerte, mientras que la nia eraun ser inocente, arguy para s mientrastrataba de idear una estrategia.

    Todava me quedan cosas porterminar, Greet, despus de que se vayanlos indios le dijo, elevando la voz.Tengo que ir a la bouwerie de Smit; yasabes que una cuarta parte de las pielesson para l. Era verdad que deba ir aver al granjero, aunque en principio notena intencin de hacerlo ese da.Diles a los nios que ir a casa maana.

    Y cundo tienes pensado volvera marcharte? plante ella,volvindose.

  • Marcharme? Esboz unasonrisa. Dentro de unos meses.

    Margaretha asinti. La habratranquilizado la respuesta?

    Hasta maana entonces dijo.Permanecieron callados un rato.

    Tena ganas de abrazar a Pluma Plida,de consolarla, pero no se atrevi.Caminaron pues en silencio por la calle,hasta que por fin ella habl.

    Es tu esposa?S.Es una buena mujer?S, una buena mujer.Siguieron andando unos pasos.Me vas a enviar de vuelta ahora?

  • No. Ven conmigo, hija ma ledijo, sonrindole.

    Tard menos de una hora en tenerlotodo listo. Mand a uno de susempleados a buscar su caballo. Tambincompr comida y dos mantas. Luego,despus de administrar instrucciones alos indios, se puso en marcha encompaa de Pluma Plida.

    La va principal de salida de Nuevamsterdam era una ancha carretera quetena su inicio en el mercado, delantedel fuerte, y atravesaba la mitadoccidental de la ciudad hasta llegar a la

  • empalizada.Van Dyck cabalgaba despacio.

    Pluma Plida caminaba satisfecha a sulado. Las casas holandesas prontodieron paso a primorosos terrenos decultivo y huertas. Luego salieron de laciudad por una puerta de la empalizadadotada de un baluarte de piedra. Elamplio camino se prolongaba en lnearecta durante un centenar de metros,dejando atrs un cementerio y un molino,y despus giraba a la derecha. En laorilla del East River pasaron junto a unapequea plantacin de tabaco y unpantano. Poco despus encontraron, a laizquierda, un gran estanque. A partir de

  • all, la carretera segua en direccinnorte hasta el extremo de la isla.

    La isla de Manhattan era un lugarextrao: slo tena un par de kilmetrosde ancho ms o menos, pero una longitudde cuarenta y cinco. En su estadooriginal, compuesta de pantanos, pradosy bosques salpicados de cerros y riscos,haba sido un magnfico territorio decaza para los indios. De hecho, aquellamisma ruta por la que transitaban habasido ya un antiguo sendero indio.

    Los indios que haban ocupado laisla se llamaban manates. Eran tan slouno de los numerosos grupos de pueblosde lengua algonquina que tenan

  • asentamientos en la zona. Al otro ladodel East River, en Brooklyn, estaban losindios canarsi; en el otro margen de labaha, en la amplia franja de tierra a laque los holandeses denominaban StatenIsland, vivan los raritan. Un poco msal norte, junto al gran ro, se encontrabanlos hackensack y los tappan. Haba unaveintena de grupos distintos. Desde elcomienzo, los blancos haban advertidoque todas aquellas gentes eran bienparecidas: los hombres eran altos yairosos y las mujeres tenan unasfacciones delicadas. Al bajar la miradahacia la nia que caminaba a su lado,Van Dyck experiment un sentimiento de

  • orgullo.Eran, no obstante, pocos los blancos

    que se dignaban observar a los indios.Tal vez ni l mismo lo habra hecho, deno haber sido por la madre de la nia.

    Hasta el asentamiento de Manhattanhaba nacido rodeado de confusin.Cuando los indios locales aceptaron unpaquete de mercancas de manos dePierre Minuit, lo hicieron pensando quelos blancos les ofrecan el regalo quehabitualmente se reciba por el derechode compartir los terrenos de cazadurante una temporada o dos. Segn laprctica de los europeos, aquello eracomparable a un alquiler. Dado que los

  • indios no posean individualmente latierra, ni siquiera eran capaces deconcebir la idea de que Minuitpretendiera comprarles el territorio aperpetuidad. De todas maneras, tampocoa los buenos burgueses de Nuevamsterdam les habra importado muchoaquello si lo hubieran entendido, penscon irona Van Dyck. La nocin dederechos sobre tierras que tenan losholandeses era prctica y simple: quiense instalaba en ella, pasaba a ser supropietario.

    No era de extraar, pues, que sehubieran producido fricciones a lo largode los aos. Agraviados, los indios

  • haban atacado. Los asentamientosperifricos de la parte superior habansido abandonados. Incluso all enManhattan, la aldea de Bloomingdale,situada unos kilmetros ms al norte enel lado occidental, y la de Harlem, en elnorte, haban sufrido graves daos.

    Al final, sin embargo, siempre era elblanco el que acababa quedndose conms territorio. A los patronosholandeses se les concedan vastasextensiones de tierra en la zona contiguaal ro. Un dans llamado Bronck habapagado a los indios para quedesalojaran la enorme finca que poseajusto al norte de Manhattan. En los

  • terrenos de Bronck y en las partes msdesiertas de Manhattan todavasubsistan algunos reducidos grupos deindios. Eran los ltimos.

    Despus de recorrer unos sietekilmetros, al llegar a una zona boscosadel centro de la isla Van Dyck decidiparar a comer. Por un estrecho senderoque segua en direccin oeste, entrevalles y riscos, llegaron a un clarodonde las fresas silvestres daban unanota de color a la hierba. Van Dyckdesmont all y at el caballo a un rbol.Despus extendi una manta en el sueloe invit a Pluma Plida a sentarse.

    Ahora veamos qu ha trado tu

  • padre dijo, sonriendo.Haba sido bastante sencillo

    comprar gachas de maz, pasas, nuecesamericanas y unos pedazos de carneahumada la combinacin que losindios llamaban pimekan. Tambinhaba adquirido ensalada de repolloholandesa y pan de centeno. Adems,haba trado algunas golosinasholandesas, como chocolate y galletas,capaces de hacer las delicias decualquier nio. Sentados uno junto alotro, padre e hija compartieron conalegra la comida. La pequea acababade comer la primera galleta cuando sevolvi hacia l para hacerle una

  • pregunta.Crees que debera hacerme un

    tatuaje?Van Dyck call un momento,

    observndola con embeleso. Llevaba lospiececillos calzados con mocasines y lalarga cabellera negra atada con unacorrea. Al igual que la mayora de niasindias de su edad, durante los meses decalor slo se cubra la parte inferior delcuerpo con una falda de piel de ciervoque le llegaba a las rodillas. En el torsodesnudo descansaba slo el pequeocolgante; an no haban comenzado adespuntarle los pechos. Su piel, queprotega del sol y de los mosquitos una

  • fina capa de aceite de mapache, eraperfecta. Cuando fuera mayor,seguramente se aplicara un poco depintura roja en las mejillas y maquillajeoscuro en torno a los ojos. Hastaentonces, l deseaba que siguiera siendola misma nia encantadora de siempre.Tampoco era que las mujeres indias seadornaran con grandes tatuajes como loshombres, pero aun as

    Creo que deberas esperar a quete cases opin con tacto, paraelegir entonces un tatuaje que sea delagrado de tu marido.

    La chiquilla asinti tras un instantede reflexin.

  • Esperar.Luego permaneci en silencio, pero

    l tuvo la impresin de que estabacavilando algo. Al cabo de un poco sedecidi a hablar.

    Has matado alguna vez un oso?se era el rito inicitico. Entre su

    pueblo, para convertirse en un hombretodo el mundo deba haber matado unciervo segn el debido procedimiento.As se demostraba que se era capaz dealimentar a una familia, pero parademostrar que uno era realmentevaliente, deba culminar una proeza msdifcil y peligrosa: matar un oso. Elhombre que lo lograba estaba

  • considerado como un autntico guerrero.S respondi. Siete aos atrs,

    estando en territorio iroqus, los indiosle haban avisado de que varios hombreshaban sido atacados haca poco en elsendero de montaa por el que iba aviajar. Los osos no solan atacar, perocuando lo hacan eran temibles. Semarch pues preparado. Cuando la fieraapareci de repente y se abalanz a todavelocidad hacia l, tuvo suerte dematarla de inmediato con un solodisparo de mosquete. Era un osonegro explic, fue en las montaas.

    Lo mataste solo?S.

  • Aunque no efectu ningncomentario, l percibi que lecomplaca saber que su padre era unverdadero guerrero.

    Era poco despus de medioda. Elsol entraba a raudales entre las hojas,desparramndose sobre la hierbasalpicada de fresas. Con un sentimientode paz, Van Dyck recost la cabeza. Elplan que haba elaborado de forma tanrepentina consista en pasar todo el dacon ella. A la maana siguiente, losindios se reuniran con ellos en la puntanorte de la isla y se llevaran a PlumaPlida en la canoa. Entonces l podravolver pasando por la bouwerie de Smit

  • y estar de regreso en casa mucho antesdel anochecer. Era un buen plan que lesproporcionaba tiempo de sobra. Cerrlos ojos.

    Deba de llevar unos minutosdormitando cuando, al incorporarse,advirti que Pluma Plida habadesaparecido.

    Mir en derredor. No haba rastro deella. Torci el gesto y, por un momento,sinti que le atenazaba el miedo. Y si lehaba ocurrido algo? Estaba a punto dellamarla cuando percibi un levemovimiento. A unos cien metros dedistancia, entre los rboles, un ciervohaba levantado la cabeza.

  • Instintivamente, se mantuvo quieto, sinhacer ruido. El animal mir hacia l,pero no lo vio. Luego agach la cabeza.

    Entonces vio a Pluma Plida. Estabaa la derecha, junto a un rbol, a contraviento en relacin al ciervo. Se llev losdedos a los labios para reclamarlesilencio y despus sali de su escondite.

    Van Dyck haba presenciado muchasveces cmo se acechaba al ciervo, ytambin lo haba practicado l mismo,pero nunca haba visto nada igual aaquello. Deslizndose cautelosamenteentre los rboles, ella pareca ms ligeraque una sombra. Aguz el odo paracaptar hasta el ms tenue roce de los

  • mocasines en el musgo. Nada. A medidaque se acercaba, se iba encogiendo igualque un gato en pos de una presa, cadavez ms abajo, caminando como ensuspenso, ligera como un cabello. Seencontraba ya detrs del ciervo, a tanslo quince metros luego diezcinco. El animal an no se habapercatado de su presencia. Van Dyck nose lo poda creer. La pequea estabadetrs de un rbol, a tres pasos delciervo, que pastaba como si nada. Ellaesper. Luego el animal levant lacabeza y al cabo de un minuto la volvia agachar. Entonces Pluma Plida dio unbrinco y surc el aire como un

  • relmpago. Sobresaltado, el ciervo dioun salto y se alej corriendo entre losrboles antes, sin embargo, la nia lohaba tocado, lanzando un grito dejbilo.

    Despus, se fue riendo al encuentrode su padre, que la recibi con losbrazos abiertos. El holands Dirk vanDyck tom conciencia de que nuncahaba experimentado, ni experimentara,un orgullo ms profundo por cualquierade sus hijos del que senta en esemomento por aquella elegante hijitaindia.

    Lo he tocado! grit conalborozo.

  • S confirm, abrazndola.Era increble que l fuera el padre

    de una criatura que era perfecta, penssacudiendo la cabeza con asombro.

    Permanecieron as sentados, juntos,un rato. A ella no pareca molestarle queno hablaran. l se planteaba si nodeberan ponerse en marcha cuando lania inici una conversacin.

    Hblame de mi madre.Veamos dijo a modo de

    prembulo. Era hermosa. T erescomo ella.

    Rememor su primer encuentro en elcampamento del brazo de mar, donde supueblo sola recoger moluscos en

  • verano. En lugar de las alargadasconstrucciones comunitarias, su tribueriga tipis cerca del agua. Despus desecar los crustceos, los raspaban paradesprender las conchas, que enterraban,y guardaban las ostras, mejillones yalmejas secos para utilizarlosposteriormente para la preparacin desopas. Por qu le llam tanto laatencin aquella mujer en concreto?Porque no tena pareja? Tal vez. Habaestado casada pero haba perdido a sumarido y a su hijo. Aunque tambinpodra haber sido por el brillo especialde curiosidad que haba en sus ojos,desde luego. La atraccin fue mutua.

  • Entonces tena, sin embargo, asuntos queatender y entre ellos slo medi unaconversacin antes de que volviera aponerse en camino.

    Una semana despus, regres alcampamento.

    Fue durante el tiempo que pas conella cuando de veras lleg a conocer alos indios. Comprendi, asimismo, porqu algunos colonos holandeses, al notener mujeres de su pas, se casaban conindias y despus se negaban a dejarlaspese a la presin de las autoridadesreligiosas. Ella era gil como un animalsalvaje y, sin embargo, cuando estabacansado o enojado, poda mostrarse ms

  • tierna que una paloma.La queras mucho?S, mucho. Era cierto.Y despus me tuvisteis a m.Segn los usos de su pueblo, en la

    gran familia compuesta por el clan de lamadre siempre se haca un hueco paraaquellos nios llegados de formairregular.

    Si no hubieras tenido una esposaen el puesto de comercio de los blancos,te habras casado con mi madreverdad?

    Por supuesto. Era una mentira,pero la formul con buena intencin.

    Siempre volvas a verla.

  • Hasta aquella terrible primavera dehaca tres aos, cuando al llegar alpueblo se enter de que la madre dePluma Plida estaba enferma.

    Ayer estuvo en la choza parasudar le explicaron, pero nomejor. Ahora estn con ella loschamanes.

    Conoca sus costumbres. Inclusopara una fiebre acusada, los indios seretiraban a una pequea cabaa quecalentaban con piedras candentes hastaque adquira la temperatura de un horno.Despus de permanecer sentado allsudando por todos los poros, el enfermosala y se sumerga en las fras aguas del

  • ro. Luego se envolva con una manta yse secaba junto al fuego. Aqueltratamiento a menudo daba resultado. Encaso contrario estaban los chamanes,especialistas en curas a base de hierbas.

    Cuando se acercaba a la casa dondeyaca, de ella sali un anciano.

    Slo los meteinu pueden ayudarlaahora le anunci con pesar.

    Los meteinu tenan poderesespeciales, superiores a los de loschamanes normales. Ellos secomunicaban con el mundo del espritu yconocan el secreto de los hechizos. Sislo podan ayudarla ellos, era queestaba en el umbral de la muerte.

  • Qu enfermedad padece? pregunt Van Dyck.

    Unas fiebres. El hombre esbozuna mueca. La piel

    Pareci que sealaba marcas deviruela, antes de alejarse.

    Marcas de viruela. El holands seestremeci de miedo. La peor maldicinque haba trado el hombre blanco aAmrica era la enfermedad. Gripe,paperas, varicela enfermedadesfrecuentes en el Viejo Mundo frente a lascuales los indios no tenan resistenciaalguna. A causa de ellas haban perecidopueblos enteros. La mitad de lapoblacin autctona de la regin

  • probablemente haba desaparecido deese modo. La malaria haba llegado conlos barcos de los blancos, y tambin lasfilis, pero la dolencia de importacinms temible fue la viruela. El aoanterior, sin ir ms lejos, aquel terribleazote haba exterminado a una tribu queviva al sur de los Nuevos Pases Bajos,y despus se haba declarado incluso enNueva msterdam. Sera viruela?

    Entonces hizo algo terrible. Podaaportar una explicacin para ello, desdeluego. Deba pensar en s mismo, en suesposa e hijos, en las buenas gentes deNueva msterdam. El dmine le habradicho que optase por el bien mayor. Su

  • actuacin estuvo justificada, s. Obr demanera correcta cuando tras un momentode vacilacin, evitando incluso a PlumaPlida, se apresur a regresar a su barcapara alejarse ro abajo.

    No habra podido esperar, sinembargo, en lugar de huir como uncobarde? En el momento en que sufamilia se preparaba para estar a sulado, l haba abandonado a su mujerindia. No podra al menos haber visto ala nia? El dolor y el atroz sentimientode vergenza lo seguan atormentandoan. Varias veces al ao se despertabaen plena noche, llorando horrorizadopor lo que haba hecho.

  • Un mes despus, a su regreso,encontr a Pluma Plida a buen recaudoen el seno de su amplia familia.Entonces supo que su madre muri unda despus de que l huyera, no deviruela, sino de paperas.

    Intent compensar su error de cara asu hija. Cada ao, cuando su pueblocelebraba la festividad de los difuntos,acuda a su lado. Normalmente nadiehablaba de los muertos, pero en esasfechas del ao era correcto hacerlo yrezar por sus almas. Eso era lo quehaba estado haciendo los das previos,antes de llevar consigo a Pluma Plidaen la canoa.

  • Dime lo que recuerdas de mcuando era ms pequea le pidi lania.

    Deberamos continuar dijo.Te lo contar de camino.

    Dejaron pues atrs el claro dondeabundaban las fresas para retomar elantiguo sendero indio, y mientrasseguan adelante, l hizo lo posible porevocar todas las pequeas ancdotasque recordaba de su niez, de los dasque haba pasado junto a ella y sumadre. Aquello pareci complacer aPluma Plida. Al cabo de un rato,aunque no estaba cansada, la subi alcaballo delante de l.

  • Llegaron a la punta de Manhattanmucho antes del anochecer y acamparonen un elevado terreno, encima de unascuevas indias. Envueltos en las dosmantas, contemplaron el despejado cielotachonado de estrellas.

    Sabes dnde est ahora mimadre? pregunt la pequea.

    S. Estaba al corriente de lascreencias de los indios. Con el brazoseal la franja de la Va Lctea. Suespritu ha viajado por la senda de lasestrellas hasta el decimosegundo cielo.Est con el Creador de todas las cosas.

    La nia guard silencio, tanto que lpens que quiz se habra dormido, pero

  • entonces volvi a hablar, con vozsoolienta.

    Yo pienso a menudo en ti.Yo tambin pienso en ti.Aunque no me puedas ver,

    siempre me puedes or.Dime cmo.Cuando sopla una brisa suave,

    escucha la voz del viento que suspira enlos pinos. Entonces me oirs.

    Escuchar le prometi.A la maana siguiente descendieron

    hasta la costa y encontraron a los dosindios con la gran canoa. All sedespidieron y luego Dirk van Dyck sefue a casa.

  • Margaretha van Dyck esper tressemanas. Era una tarde de domingo. Sumarido haba ledo un cuento a losnios, incluido Quash, el nio esclavo,en el saln mientras ella escuchabasentada en un silln. Aqullos eran losmomentos en que ms le gustaba sumarido. Su hijo Jan era un nio fuerte detrece aos, con una abundante mata depelo castao, que admiraba a su padre yquera seguir sus pasos. Dirk lo llevabaal almacn de la compaa, le explicabael funcionamiento de los barcos, lospuertos donde hacan escala y las rutascomerciales que deban seguir sus

  • capitanes. A ella Jan le recordabatambin a su propio padre. Era denaturaleza menos rebelde que Dirk, msaficionado al hogar y a las cuentas.Seguramente le ira bien en la vida.

    Unos aos atrs haban perdido doshijos a causa de unas fiebres. Haba sidoun golpe tremendo. La llegada de lapequea Clara haba supuesto, noobstante, una compensacin. A los cincoaos, con su cabello rubio y ojos azules,pareca un ngel. Era una nia dulce,magnfica. Su padre la adoraba.

    En lo tocante al nio esclavo, Quash,todo se desarrollaba bien. Tena ms omenos la misma edad que Jan, con quien

  • le haban permitido jugar cuando erams pequeo. Tambin era muy buenocon Clara, aunque saba mantenerse enel lugar que le corresponda.

    Observando a su marido mientraslea con satisfaccin el cuento a lafamilia, Margaretha pens que quiztodava haba posibilidades de que sumatrimonio fuera feliz, siempre y cuandointrodujera ciertos cambios.

    Por ello cuando, una vez terminadala lectura, mientras los nios estaban encasa de un vecino, su marido le comentque pronto tendra que realizar otroviaje ro arriba, asinti tranquilamente.A continuacin, tendi la trampa.

  • Estaba pensando, Dirk, que eshora de que te integres en un sindicato.

    No me lo puedo permitir.Aun as, ella advirti que haba

    prestado atencin.Dirk van Dyck era un lince para el

    negocio de las pieles. Un cuarto de sigloatrs, cuando la Compaa de las IndiasOccidentales todava mantena elmonopolio del comercio del puerto,habra sido una figura ms destacada.Desde entonces, no obstante, laeconoma de Nueva msterdam se habadiversificado y prosperado de maneraconsiderable; y era el selecto crculo delas familias principales los Beekman,

  • los Van Rensselaers, los Van Cortlandt yunos cuantos ms quienes formabanlos sindicatos que financiaban eltransporte por barco del tabaco, azcar,esclavos y otras mercancas. Aqul eraun sector donde uno poda hacer fortuna,a condicin de pagar el precio inicial.

    Es posible que tengamos msdinero del que piensas seal ella.Haba empleado el plural, que losenglobaba como un equipo a ambos,marido y mujer. Lo haba dicho como siambos compartieran el dinero, pese aque saban que no era as. A la muertede su padre, acaecida seis meses atrs,Margaretha haba recibido su herencia y,

  • segn los acuerdos prematrimoniales, sumarido no tena ningn control sobre sufortuna. Tampoco ella le haba dejadoentrever hasta dnde alcanzaba sucuanta. Yo creo que podramosinvertir un poco en un sindicato aadi.

    Entraa un riesgo advirti l.Ella lo saba. Algunos de los

    principales inversores de la coloniaeran viudas y esposas ricas. Las habaconsultado a todas.

    Desde luego. Pero yo tengoconfianza en tu buen juicio.

    Observ cmo reflexionaba.Probablemente haba adivinado qu

  • intenciones la guiaban, pero de todasmaneras su oferta era de las que no serechazaban as como as. Al final, lsonri.

    Mi querida esposa repuso conafectuoso tono, me honra la confianzaque depositas en m y har todo lo quepueda por el bien de nuestra familia.

    Haba sido la mujer ms rica de lacolonia, una viuda que acababa decasarse por tercera vez con un hombrems joven que ella, la que le habadispensado un til consejo.

    No intentes mandar a tu marido.Lo que hay que hacer es preparar lascondiciones en las que l toma sus

  • decisiones.Margaretha calculaba que Van Dyck

    no tardara mucho en tomar el gusto a lastransacciones financieras de mayorcuanta y a la vida social queconllevaba. Pronto estara demasiadoocupado en Nueva msterdam para irsepor aquellos mundos de Dios en buscade indias. Y una vez se hubieraacostumbrado a aquella nueva vida,tendra demasiado miedo de que ella lodejara sin financiacin, aun cuandoestuviera tentado de descarriarse.

    De todas maneras tendr que ir alnorte seal.

    Ah, s? inquiri, frunciendo el

  • entrecejo.No puedo abandonar los negocios

    que tengo entre manos. Por lo menos, notodava. An necesitamos tener entradasde dinero no?

    La mujer vacil. En realidad, lasganancias que l lograba eran tiles, y ano ser que quisiera especificarle decunto capital dispona exactamente, suargumento era sensato. De todasmaneras, perciba sus intenciones.Pretenda desprenderse del anzuelo, elmuy maldito. Tendra una mujer poraquellos parajes salvajes? O varias?Aquella nia india era hija suya, estabasegura. Aquello poda acarrearle graves

  • complicaciones. Movido por su pasinpor el orden moral, Stuyvesant haballegado a declarar ilegal el hecho demantener relaciones sexuales con losindios. No obstante, pese a sumortificacin, tampoco resolvera nadahaciendo comparecer a su marido ante eltribunal del gobernador. No, tena quemantener la calma. Que se debatieratanto como quisiera, porque al final ellalo ganara a base de astucia. Lomantendra tan ocupado que no tendratiempo para irse largas temporadas a losterritorios del norte.

    Tienes razn concedi condulzura, para que creyera que se sala

  • con la suya.

    Las semanas siguientes fueron muyfructferas para Dirk van Dyck. Prontose asoci con un grupo de mercaderesque mandaban tabaco a las grandesfbricas de la vieja msterdam, al otrolado del Atlntico, donde se mezclaba yaromatizaba. Junto con Margaretha,acudi a recepciones en las casas deimportantes comerciantes donde apenashaba puesto los pies con anterioridad.Se compr un sombrero nuevo e inclusounas cuantas medias de seda fina. En sucasa decoraron la chimenea del saln

  • con bonitos azulejos azules y blancos.Margaretha incluso tom a su cargo alchico esclavo Quash, que antes seocupaba de diversas tareas domsticas,lo visti con uniforme y le ense aservir la mesa. Cuando el ancianodmine les hizo el honor de acudir a sumorada, no escatim elogios alabando laelegancia del pequeo esclavo.

    Un da de junio, cuando Van Dyckdio por concluida una partida de bolosen una taberna, un joven comercianteholands se dirigi a l dndoletratamiento de Jefe. Cuando un holandslo llamaba a uno baas, significabaque era un hombre importante, digno de

  • respeto. Aquello le insufl una nuevaconfianza. Su mujer, adems, parecaencantada con l.

    Por ello, cuando se declar ladisputa, lo tom desprevenido.

    Fue una tarde de julio. A la maanasiguiente tena que irse ro arriba.Margaretha lo saba desde haca tiempo.Por eso no le pareci muy razonable sucomentario.

    Creo que no deberas irte maana.Por qu no? Los preparativos ya

    estn hechos.Porque no deberas dejar a tu

    familia cuando hay tanto peligro.Qu peligro?

  • Lo sabes muy bien. Los ingleses.Ah. Se encogi de hombros.

    Los ingleses.Tena su parte de razn, desde luego.

    El comerciante Springsteen, cuyaopinin tena por buena, se lo habaexpuesto con claridad unos das atrs:

    Los ingleses quieren quedarse connuestras pieles y nuestro trfico deesclavos, claro. El tabaco que se cargaen este puerto les reportara diez millibras al ao. Pero sobre todo, amigomo, si se apoderan de Nuevamsterdam, tendrn a su disposicin elro y as podrn controlar todo el norte.

    Las agresiones de los ingleses eran

  • cada vez ms frecuentes. All en la islalarga stos, que controlaban la puntams alejada, siempre haban dejado alos holandeses el territorio prximo aManhattan. El ao anterior, sin embargo,el gobernador Winthrop de Connecticuthaba exigido impuestos a algunos de loscolonos holandeses, y no todos sehaban atrevido a negarse.

    En los ltimos tiempos se habansuscitado temores por un peligro mayor.Aunque el rey Carlos II de Inglaterra eraun individuo simptico, su hermanomenor James, duque de York, era muydistinto. Eran pocas las personas quesentan simpata por l. En general se lo

  • consideraba una persona orgullosa,inflexible y ambiciosa. Por eso lanoticia caus consternacin: El rey hacedido las colonias americanas a suhermano, desde Massachusetts hasta casiMaryland. Aquel territorio abarcabalos Nuevos Pases Bajos. Adems, elduque de York iba a enviar una flota aAmrica para imponer susreivindicaciones.

    Stuyvesant haba reaccionado conextremo frenes, afianzando defensas ydestacando centinelas. Aunque no habaenviado ni tropas ni dinero, laCompaa de las Indias Occidentales lehaba ordenado defender la colonia. El

  • gallardo gobernador estaba decidido aconservar Nueva msterdam, cuandomenos.

    Despus, de Holanda lleg otromensaje de muy distinto signo. Elgobierno ingls asegur a losholandeses, de forma clara y categrica,que no tena ambiciones sobre sucolonia, y que la flota se diriga aBoston. Poco despus recibierontranquilizadoras noticias: la flota haballegado a Boston y permaneca all. Elconflicto haba terminado. Stuyvesant sehaba ido ro arriba para resolverciertas diferencias con los indiosmohawk que vivan ms all.

  • Por eso, cuando Margaretha us elpretexto de la amenaza inglesa paradecirle que no se marchara, Van Dyckvio claramente que aquello era unaestratagema. Ella pretenda controlarlo yl no estaba dispuesto a permitrselo.

    Y mis negocios? pregunt.Pueden esperar.Yo no lo creo as. Abri una

    pausa mientras ella lo observaba. Ty los nios no vais a correr ningnpeligro aadi.

    Eso es lo que dices t.Porque es verdad.Significa eso que te niegas a

    quedarte aqu?

  • Hasta el duque de Moscovypiensa que ahora estamos seguros seal.

    Los habitantes de Nueva msterdam,a menudo resentidos por los mtodosdictatoriales de Stuyvesant, lo llamabanmuchas veces as a sus espaldas.

    No hay necesidad de referirse algobernador con ese estpido mote espet ella con enojo.

    Como quieras contest con unencogimiento de hombros. Ser Patade Palo si lo prefieres.

    Lo cierto era que Stuyvesant nodespertaba muchas simpatas entre losmercaderes, ni siquiera entre los ricos

  • amigos de su mujer, ni en el seno de laCompaa de las Indias Occidentales.Van Dyck estaba convencido de que aalgunos no les importaba mucho qunacin se fuera a quedar con la colonia,con tal de que no los importunaran ensus actividades comerciales. Encontrabagracioso que los amigos de su esposacoincidieran ms con su punto de vistaque con el de ella.

    l vale diez veces ms quecualquiera de vosotros! grit,encolerizada.

    Vaya por Dios se mof.Cualquiera dira que ests enamorada del.

  • Se haba excedido. Ella estall.Es eso lo nico que se te ocurre

    pensar? Quiz valdra ms que juzgarasa los otros aplicando tu mismo patrn.En cuanto a esas visitas que dedicas alos indios Dej caer las palabrascon amargo desdn, dejando quedestilaran un inconfundible sentido.Ms vale que ests de vuelta antes detres semanas, si quieres seguir utilizandomi dinero.

    La ltima amenaza la expres avoces, mientras se pona en pie sacandochispas por los ojos.

    Volver cuando termine lo quedebo hacer replic l con

  • imperturbable frialdad.Ella ya haba abandonado, sin

    embargo, la habitacin con la furia de unvendaval.

    Al da siguiente Dirk van Dyck semarch al amanecer, sin haber vuelto aver a Margaretha.

    En aquella esplndida maana deverano, la barca de tingladillo navegabarumbo norte impulsada por cuatroremeros. En lugar de remontar el granro Hudson, Van Dyck haba iniciado esavez su viaje por el otro lado deManhattan, en el East River. En el centro

  • de la embarcacin haba un gran montnde aquella gruesa y resistente telafabricada en Holanda, la lona. Se tratabade un cargamento legal que sofocaracualquier posible sospecha.

    Con su pacfico aire, la barcaborde una larga lengua de tierra quequedaba en el centro del cauce paraluego doblar a la derecha, a unas ochomillas del muelle de Nueva msterdam,y dirigirse a un pequeo espign dondelos aguardaban unos hombres con uncarro lleno de barriles. se era elverdadero cargamento.

    Tardaron un rato en cargar todos losbarriles. Luego el responsable, un

  • corpulento granjero holands, preguntsi quera probar la mercanca.

    Es la misma que otras veces? pregunt Van Dyck.

    Exactamente la misma.Me fo de ti. Ya haban hecho

    negocios en mltiples ocasiones.Se trataba de aguardiente. A los

    indios les encantaba. En realidad,vender aguardiente a los indios era unaactividad ilegal.

    Pero el delito es menos grave le haba informado con picarda a VanDyck el genial capataz porque lo heaguado.

    Slo un poco total los indios no lo

  • notaban, pero con ese pocoaumentaban los beneficios de Van Dyck.Una vez hubieron cargado todos losbarriles, la barca se alej por el ro.

    Aquella operacin conllevaba sloun problema: el cargamento debaefectuarse en la parte superior del EastRiver. Si no quera rehacer todo elcamino pasando por Nueva msterdamtena que continuar subiendo por laorilla oriental de Manhattan para salir algran Ro del Norte, el Hudson, y elloentraaba ciertos peligros.

    Las aguas del East River sebifurcaban ms arriba. A la izquierda, unestrecho canal permita rodear la punta

  • norte de Manhattan. A la derecha, otrocanal ms ancho conduca al inmensobrazo de mar cuyas plcidas aguas seextendan a lo largo de casi cien millasprotegidas del ocano por la isla larga.El peligro se hallaba en la bifurcacin,sometida a una confluencia de mareas ycorrientes que producan una complejaagitacin hidrulica cuya localizacinacababa de complicar la presencia dediversos islotes. Incluso en los das decalma en que en la ensenada apenas semovan las caas, cualquier marinoinexperto que llegara a ese conflictivopunto se encontrara con que losremolinos aspiraban su embarcacin

  • para proyectarla contra una pared deagua que pareca haber surgido de lasprofundidades a la manera de uncolrico dios. Puerta del Infiernollamaban a ese lugar, que ms valaprocurar evitar.

    Con lgica cautela, sin alejarse de lacosta de Manhattan, entraron en elangosto canal de la izquierda, y aunquese vieron zarandeados, lograronatravesarlo sin percance.

    A su izquierda quedaba el pequeoasentamiento de Harlem. Pese a quecontaba con tan slo un kilmetro deancho, aquella parte septentrional deManhattan tena unas impresionantes

  • elevaciones de terreno. A la derecha seiniciaba la propiedad de Bronck. Laangosta va navegable se prolongabaunas cuantas millas hasta conducir,despus de unas antiguas cuevas y basesde campamentos indios, a un tortuosodesfiladero que desembocaba en el granRo del Norte. Tambin all haba otropeligroso paraje en que haba quesortear las corrientes. Una vez se hallen el cauce del gran ro, Van Dyckexhal un suspiro de alivio.

    A partir de all, la ruta era fcil.Cuando la marea del Atlntico entrabapor la baha, invirtiendo con su suaveimpulso el flujo de las aguas del ro, la

  • corriente retroceda hacia arriba a lolargo de muchos kilmetros. Entonces lamarea obraba a su favor. Los remerosapenas tuvieron que esforzarse para queel cargado barco se desplazara a buenritmo hacia el norte. A la derechadejaron atrs la finca de Jonker; a laizquierda, las altas defensas de piedrade la orilla occidental se prolongabanan hasta que al fin se interrumpieronjunto a una roma colina. Entonces, a laderecha, Van Dyck avist su punto dedestino, el poblado indio emplazado enla ladera de la orilla oriental.

    Descansaremos aqu hasta lamaana indic a los remeros.

  • La pequea estaba tan contenta deverle que lo llev a recorrer el pueblopara que saludara a todas las familias.Las casas, construidas con dctilestroncos de rboles jvenes, atados ycubiertos de corteza, estaban dispuestasen un saliente de tierra, cerca del agua.El edificio de mayores dimensiones, unavivienda larga y estrecha, acoga a cincofamilias. Al lado de aquella casacrecan dos nogales y en los arbustos deatrs trepaban las parras silvestres.Abajo, en la orilla, haba unas enormesredes de pesca dobladas sobrebastidores. Los cisnes y nades reales

  • coman al lado de los juncos.Aun siendo pobre pens van

    Dyck, mi hija no vive peor que yo.Despus de medioda comieron un

    delicioso pescado capturado en el ro.An quedaban bastantes horas de luzcuando Pluma Plida le pidi que dieranun paseo por la ladera para subir a unapea que proporcionaba una magnficavista. l advirti que llevaba unpequeo objeto envuelto en hojas.Cmodamente sentados, con el sol delatardecer contemplaron las guilas quevolaban en lo alto.

    Tengo un regalo para ti le dijo,poco despus, la nia. Lo he hecho

  • yo.Le entreg el paquetito. Al

    desenvolver las hojas, l sonriencantado.

    Wampum! exclam. Esprecioso.

    Seguro que haba pasado un nmeroincalculable de horas elaborndolo. Elwampum era una obra artesanalrealizada con cuentas procedentes deconchas de moluscos. Slo seaprovechaba la parte central de sta, quese recortaba y pula para luegoensartarla en cordeles o tendones. Lascuentas blancas provenan de losbgaros y las prpuras y las negras de

  • las almejas, que eran ms duras. Lassartas se entretejan para confeccionarcinturones, diademas y toda clase deadornos. Aparte, el wampum serva demoneda de cambio. Los indios lo usabancomo ofrendas para las bodas,peticiones de mano y pago de tributos.Dado que era un smbolo de riqueza, loscaudillos de la tribu siempre procurabanque el wampum quedara distribuido deforma equitativa entre las diversasfamilias.

    Aquel artculo no slo serva deadorno y de moneda de cambio, sino quevehiculaba un sentido. El blancosignificaba paz y vida; el negro

  • significaba guerra y muerte. Alincorporarlos al atuendo era factiblecomponer intrincados dibujos ypequeos pictogramas geomtricos quese podan leer. Los enormes ylargusimos cinturones ceremonialeseran indicativos de importantesacontecimientos o tratados. Loschamanes llevaban wampum consmbolos de complicada interpretacin.

    Los holandeses no haban tardado endescubrir que podan comprar pielescon wampum. Los puritanos inglesesinstalados en Massachusetts haban ido,por su parte, ms lejos.Tradicionalmente, los indios

  • recolectaban en verano las conchas en laarena y reservaban para el invierno eltedioso trabajo de perforarlas con unpunzn de piedra. Utilizando taladros deacero que permitan acelerar laproduccin, los ingleses habancomenzado a fabricar su propiowampum, eliminando la competencia delos indios de la regin. Lo peor era que,a medida que aumentaban las existenciasde ste y que se incrementaba a la vez lademanda de mercancas, se necesitabams wampum para adquirir los mismosartculos. Para los comerciantesholandeses e ingleses aquella inflacinera algo normal, pero los indios,

  • acostumbrados a atribuir un valorintrnseco a la belleza del wampum,tenan la impresin de que los blancoslos estaban estafando.

    Lo que Van Dyck tena ahora en lasmanos era un cinturn. Tena varioscentmetros de ancho y ms de metro ymedio de largo, por lo que tendra quedarle varias vueltas en torno a la cintura.Sobre el fondo de conchas blancasdestacaban unos pequeos motivosgeomtricos de color prpura que lania seal con ademn de orgullo.

    Sabes lo que dice? pregunt.No confes.Dice Padre de Pluma Plida

  • explic, recorrindolo con los dedos.Lo vas a llevar? inquiri con unasonrisa.

    Siempre prometi.Qu bien.Lo mir con satisfaccin mientras se

    lo pona. Despus permanecieronsentados largo rato, contemplando elrojo sol que poco a poco se ocultabatras los bosques del otro lado del ro.

    Antes de marcharse, a la maanasiguiente, le prometi que pasara averla en el viaje de regreso.

    Dirk van Dyck disfrut de una

  • placentera expedicin aquel verano. Eltiempo era magnfico. En la orillaoccidental se extendan las vastasregiones boscosas que todavacontrolaban las tribus de lenguaalgonquina, como la de su hija. Pasandojunto a la confluencia de afluentes queconoca bien viaj, tal como le agradabadecir, como husped del ro. Aquelpoderoso flujo de la marea llegado delocano dejaba sentir su impulso hastatrescientos kilmetros ms arriba por elcauce del ro Hudson, llegando hastaFort Orange. En verano, incluso lasalada agua del mar remontaba hastams de cien kil