Nuevas Historias Encuentro creativo entre generaciones

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EXPLORING CORPORATE PRACTICES IN MANAGEMENT ACCOUNTING FOR SUSTAINABILITY Martin Bennett, University of Gloucestershire Professor Dr Stefan Schaltegger and Dr Dimitar Zvezdov, Leuphana University BUSINESS WITH CONFIDENCE icaew.com/academic

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Durante octubre de 2013 niñas, niños, adolescentes y personas mayores de todo el país narraron a través de fotos y relatos cómo es vivir la vejez en Uruguay.La convocatoria fue el concurso Nuevas historias. De él podían participar dúos integrados por un niño o adolescente y una persona mayor. Se trataba de contar cómo viven los mayo-res, apelando a la capacidad descriptiva y a la imaginación.

Hubo tres categorías para participar, determinadas por la edad del menor. La primera de 6 a 8 años; la segunda de 9 a 11 y la tercera de 12 a 15 años.El jurado seleccionó tres productos por categoría y entregó asimismo tres menciones. Los ganadores pasaron luego por una etapa de voto popular. De esa forma la preferencia del público decidió el lugar de cada dúo.

El presente librillo recoge los nueve productos ganadores y las tres menciones entregadas y se completa con una crónica sobre los participantes escrita a partir de la ceremonia de premiación.

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La organización agradece su apoyo a las siguientes instituciones y empresas:

Fondo Concursable para la Cultura - MECArchivo General de la Nación

INJUInfantozzi materiales

Papagayo Azul - Portal ButiáCriatura Editora

Ayuí discosTelevisión Nacional de Uruguay

TV Ciudad

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Llegué a la calesita cansado. Estas piernas de abuelo no resisten tanto, pero la insistencia de mi nieta Alfonsina fue más fuerte y acá estamos. Una semana atrás esto era un baldío y en pocos días una barra de obreros de todas las edades con un capataz vetera-no, enérgico, barbudo y con una falange menos en un dedo, pusie-ron todo en orden para que el domingo sea una fiesta de ruidos, luces, frituras y millones de risas de niños ansiosos por divertirse. Alfonsina domó sin piedad los caballitos del carrusel, voló en las hamacas, se le cortó el aire en la rueda gigante, recorrió tazas gi-ratorias, aviones y autos chocadores, hasta que mi bolsillo de ju-bilado empezó a menguar. Después de un diálogo para poner fin a este hermoso domingo llegamos a un trato: emprender la reti-rada con un pancho, refrescos y palomitas de maíz de por medio. El lunes la fui a buscar a la escuela, tarea diaria de abuelo mien-tras los padres trabajan y al pasar por la calesita nos detuvimos a mirar el trabajo del viejo, como le dicen al hombre que cono-ce los oficios y secretos de estos gigantes mecánicos. Un ruido y sabe dónde está la falla de aquel motor, el cambio de remaches de aquel otro o si es necesario una mano de pintura allá. Maneja las herramientas con cuidadosa destreza y es constante fuente de consulta de mecánicos jóvenes, a quienes les responde con firmeza y respeto.

Entramos hasta el campo y su mirada tranquila invitó a la char-la y los dos, como viejos, nos dimos cuenta que teníamos mu-

cho en común: el trabajo duro, los hijos, la vida. Alfonsina nos oía con cara asombrada, cosas de abuelos, pensaría. Nos ente-ramos que hace más de 50 años trabaja en el parque y piensa seguir hasta que pueda. Y a pesar de haber perdido una parte de su dedo, nada lo desanima. Encara su tarea con ganas reno-vadas sin interesarle la paga; su preocupación es que llegue el fin de semana y todo esté en orden. Su recompensa es la ale-gría de los niños. No le importa las horas que trabaja por día, si hace calor o frío. Las risas pagan de sobra sus esfuerzos. Ya en la calle, hicimos unas cuadras en silencio, revisando mis pensamientos en comunión con ese hombre pero la voz de Alfon-sina me volvió a la realidad. -Es bueno el viejo, abuelo. Trabaja mucho para que los gurises tengamos calesita. -Sí, Alfonsina, hay gente que trabaja en el anonimato, se esfuerza y va dejando su vida para que otros tengamos nuestra porción de felicidad. Debes ver esos detalles, los viejos tienen mucho para enseñar y dar, desbordan conoci-miento y siempre tienen una mano extendida para quien la precise; hay que acercarse a escucharlos y regalarles tiempo. -Qué bien abuelo, ahora los voy a querer más y les contaré a mis compañeros lo que hablamos hoy. Apuramos el paso porque era tarde. Todavía nos faltaban dos cuadras.

El viejo de la calesitaAlfonsina Leal, 6

Nelson Leal, 75 SALTO

Ganador

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Mi abuelo Carlos tiene muchos años, su pelo es blanco como el algodón. Es igual a la piel de mi conejo “Blanquito”. Él todos los días se levanta muy, muy, muy temprano, el sol todavía no sale, es muy temprano y escucho que en su cocina charla con mi abuela. El abuelo es muy trabajador, en la mañana le da comida a los chanchitos, caballos, perros, gallinas, pajaritos que andan por ahí. Es tan lindo verlo con sus botas viejitas caminar rapidito, y con alegría cuidar su quinta.

Qué ricas son sus verduras que tanto le gustan a Blanquito. Yo a veces escondidita voy a su quinta y me como sus frutillas (por favor no le cuentes). El abuelo nos dice que es tan lindo ser buen vecino, en el barrio compran sus verduras y vienen de todos lados porque sus hojas son muy verdes y ricas. Me gusta en la nochecita cuando el abuelo y la abuela toman mate, yo le pido que me hagan tortillas de verduras.

El abuelo y sus verduras

Maite López, 7 años Carlos Duarte, 73 años

TACUAREMBÓ

Ganador

Ganador

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Hola, este es mi abuela, es la única que tengo, por eso la cuido mucho. Ella tiene muuuchoos años... me crió, y me enseñó mucho sobre las cosas. Mis primero pasos los dí con ella, pero no me podía levantar porque tiene sus nanas. Ella es de afuera, pero se vino desde muy chica para Montevideo, trabajó mucho, y acá conoció a mi abuelo. Yo de chica me dormía cuando ella me contaba sus historias del campo, hoy me cuenta como era mi barrio. Belvedere, cuando ella era joven, me contaba que pasaba el tranvía y los niños jugaban en la calle. Me contaba también de personajes de antes y que antes los vecinos eran como de la familia, ella tenía teléfono y como era la única, todos los vecinos iban a su casa para hablar.

Hoy, yo más grande, le cuento de cómo está el barrio ahora... Ella casi no sale, así que yo le cuento lo que veo. Le cuento que la calle José Llupes no tiene más raya al medio, como dice la canción, que ahora no hay más tranvías, pero hay muchos ómnibus y semáforos por todos lados. Que con mis amigas nos comunicamos por la compu, por cel, y que ahora no hay mucho tiempo como había antes... Que ahora todos tenemos teléfono. Ahora, soy yo quien le cuento historias, y ahora, es ella quien se duerme mientras yo se las cuento. Siempre que puedo me voy a la casa, ella me espera y me pregunta del barrio, nos vamos a la cama y nos intercambiamos cuentos, ahora soy sus ojos, y eso me gusta.

La luz es claraClara Fernández, 7 María Silveira, 88

MONTEVIDEO

Ganador

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PuentataLázaro Bentancor, 9

José Bentancor, 72FLORIDA

Hola me llamo Lázaro y tengo 9 años, mi abuelo o tata tiene 72 años. Estábamos en el paso de la arena con mi abuelo, yo quería llegar al río y estaba descalzo pero para eso tenía que saltar de una piedra a otra, porque en el suelo habían muchas espinas; “salta” dijo el tata, pero yo no me animaba, entonces mi abuelo puso los pies en una piedra y las manos en otra, parecía un videojuego por toda la estrategia. Mi tata se transformó en un Puentata (puente que es mi tata), de ese modo pude cruzar y llegar al río.

Ganador

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El coche del abueloSantiago Hernández, 11

Carlos Leites, 75RIVERA

Sábado, este es el día que esperamos con mucha alegría, porque el abuelo saca su “coche” y nos da una vuelta. Para él, su vehículo es muy querido, y le trae muchos recuerdos. Lo llevan a sus años de recién casado cuando recorría muchos kilómetros de cami-nos rurales, llevando a su familia hasta la ruta cuando tenía que tomar el ómnibus para ir al pueblo. Ese día cuenta él que todos ponían estaban muy contentos, porque era un acontecimiento ir a comprar las provisiones para la casa, que debían durar todo el mes.

Además cuenta que se traía la ración para el caballo, que ade-más de ser el motor de su “auto” era el que tiraba del arado para laborear la chacra, donde se cultivaba: boniato, papa, zapallo, poroto, maní, maíz y alguna otra que ya ni se acuerda. Alimentos sanos que se usan para complementar los ingredientes de la olla. Este sábado es muy divertido, porque el abuelo va al monte a traer leña para el fogón y la estufa.

Llevamos las caña de pescar, y después de cargar la leña nos vamos a la orilla del arroyo, ponemos carnada en las piolas y pasamos un largo rato controlándolas, en un silencio absoluto, pues el abuelo dice que la charla corre a los mejores peces. Un silencio en cual se escucha el hermoso canto de muchas aves que habitan los montes que bordean al arroyo. De pronto comienza

a sacudirse el trozo de ceibo que cumplía la función de boya en la piola del abuelo, de un salto la agarró y comenzó a tirarla rá-pidamente hacia la orilla, una gran alboroto armamos con mis hermanos cuando vemos que viene un pez agarrado del anzuelo, era un bagre, según dice el abuelo, son los más ricos y mejores para comer porque no tienen casi espinas.

Nosotros nos conformamos con sacar varias mojarras con migas de pan en un colador hecho precariamente con una bolsa calada de las que vienen con cebolla y un alza de alambre. Después que el abuelo sacó varios pescados, dijo que era hora de regresar a casa, pues el sol ya estaba acercándose al horizonte. El regreso fue lleno de comentarios sobre la gran pesca que habíamos he-cho, y de la rica comida que mamá prepararía. Como llegamos ya anocheciendo, papá ayudó a limpiar los pescados y a descargar la leña, mientras nosotros tomamos baño y nos preparamos para cenar, con mucha lástima que no había dado tiempo para hacer los pescados. El domingo como dicen por acá se “afloja el cuerpo” y todos nos levantamos más tarde, con la expectativa de la comi-da hecha con pescado.

A la hora del almuerzo estábamos felices, todos reunidos en la mesa degustado un delicioso “escabeche” de pescado y escu-chando las anécdotas del abuelo.

Ganador

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A mi abuela siempre le gustó viajar, pero a mi abuelo no le gusta nada, ni siquiera en internet. Fue ella que me enseñó a hacer barquitos de papel y cada vez que llueve juega conmigo como si fuera una niña. Mi abuela y yo viajamos con el dedo. Explico. En una enciclopedia buscamos la ciudad que nos interesa y partimos con el dedo haciendo la travesía. Cuando sea grande me voy a hacer un velero y voy a llevar a mi abuela donde quiera.

Viajar con el dedoJoaquín Martínez, 11

Mirta María Mondeli, 67MONTEVIDEO

Ganador

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Excursión a MontevideoMartín Fuentes, 12

René Villanueva, 78TARARIRAS

Mi abuela no sabe manejar la computadora y me ofrecí para mos-trarle la excursión a Montevideo, en muchísimas fotos. Mientras las disfrutábamos, le explicaba detalles de nuestro recorrido. Vi-sita al LATU: La guía nos llevó a los sectores: Cama de clavos, pensé que, acostado allí me pincharía todo, pero lo hice… no me pasó nada. Luego sector de energía: también creí que me elec-trocutaría, lo toqué y salí sanito. Seguimos el recorrido hacia el PALACIO LEGISLATIVO: ¡Qué enorme es! En el Salón de los Pasos Perdidos pensé: ¡cuánto trabajo para las personas que lo constru-yeron! Cada pintura que veía, me parecía tan real; me quedé allí mirando, hasta que la maestra me llamó al grupo. Cuando entra-mos a la Biblioteca: ¡que enorme y hermosa!.

El Senador Danilo Astori me dijo: “te admiro como observas este lugar”. Llegamos donde sesionan las Cámaras. Recordé que hubo un tiempo, en que nuestro país vivía muy triste, porque la de-mocracia se había perdido y estaba la dictadura. No recuerdo si me lo explicó la maestra, o me lo contó la abuela; sí sé que en la Biblioteca “Castillo Infantil”, nos leyeron un libro de cuentos, para entender esa época.

PREPARAMOS AHORA LA EXPOSICIÓN. Presentaremos a los fa-miliares y amigos las maquetas, fotos y hablaremos de todo lo

que aprendimos. Estoy muy contento porque los compañeros me votaron para “maestro de ceremonia”. La abuela también está feliz, porque dice que es el recuerdo más importante hacer ese trabajo, al finalizar mis años escolares. Me despediré de la escue-la, con una tarea que nunca hice.

UNA IDEA DE LA ABUELA. Ella dice que, como la invitación para este concurso la trajo de una Reunión del Hogar de Ancianos Ta-rariras, que fue departamental; que yo proponga a mi maestra Rossana y a la Directora Liliana de la Escuela No. 142, lo siguien-te: Que esta exposición que, desde ya sabemos que va a ser muy entretenida, la repitamos otro día, para los Residentes del Hogar.

Mi abuela dice, que es seguro, que ellos en la escuela, nunca hi-cieron un viaje así y que se sentirán felices, porque se imaginarán que cada niño de 6to. año es, su propio nieto. Mi abuela entiende mucho de ancianos porque tiene 78 años y tiene montones de amigas y amigos de su edad. Además, en el Hogar, que ella dice que es “el de ella”, hay un parque con varios juegos infantiles, donde se divierten los niños que acompañan a los mayores, en sus visitas. Así que ella cree, que tendremos suerte con esta idea.

Ganador

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En las Ruinas del Saladero del Dacá suceden cosas que son increí-bles, digo increíbles por el hecho de que nunca antes vi a un ser humano volar siendo remontado por sus propios brazos y pier-nas. En la puesta solar dicen que es cuando más gente se ve volar, muchas veces dudé de que fuera real hasta que mi abuelo me contó la verdad sobre eso, me dijo que se debía a que el sol gene-raba una energía que podía levantar los cuerpos de las personas y hacer que volaran y muchas cosas más que a lo largo de este cuento voy a ir relatando.

Una tarde ya cansada de que todos me contaran cosas y yo no poder verlas fui hasta las Ruinas, esperé el momento en que el sol se fuera ocultando lentamente, cuando de repente miro al suelo y veo que estaba muy lejos de él, por un momento me asusté y después vi que se iba acercando más gente a mi alrededor algu-nos sonrientes que sin duda alguna ya habrían experimentado lo que causaba la energía, otra gente como yo, sorprendidos con cara de absoluta felicidad. Así estuvimos remontados por los ai-res recorriendo cada parte de las Ruinas del Saladero, yo que iba acompañada de mi abuelo estaba atenta a las órdenes que me daba y las historias que me relataba de cuando él había recorrido todo este mismo lugar con mis hermanos y primos mayores.

Me fue contando cada momento de felicidad con cada uno de no-sotros y me confesó que estaba feliz de volver a volar, que su mayor sueño era hacerlo por siempre. “Hacerlo por siempre”, esas palabras quedaron rondando en mi mente hasta que me di cuenta que no era el sol que generaba esa energía, sino que era el sueño y la intensidad que le daba cada persona a sus ganas de realizar algo.

Mi abuelo quería volar, por siempre entonces le pedí que aumen-tara sus ganas de realizar su sueño, hablé con otras personas y me dijeron sus sueños y también les pedí que aumentaran sus ganas de hacerlo realidad. Miro a mi alrededor una vez más y noto que mi abuelo aun sigue por los aires, también veo que una mujer con dos niños están haciendo flotar las murallas de las Rui-nas, yo por mi cuenta deseé una visión, que me dejara ver todo lo que sucede en el mundo y también que fuese compartida con las otras personas. A raíz de mi petición un niño de no más de 5 años pidió que en todo el mundo haya amor, paz, alimentos y cuidados para los enfermos en países afectados por diferentes motivos. Después pude ver como en el mundo había amor, como las perso-nas recibían ayuda y como se producía la paz.

Me sentí orgullosa del deseo del niño, que si bien podría haber pensado en algo para él, pensó en nosotros. También me sentí feliz por mi abuelo, que por fin estaba volando para siempre.

Las ruinas sobrenaturales Sofía García, 15

María Elvira Poveda, 73SORIANO

Ganador

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Oh! la tecnologíaKaterine Abelenda, 13

Mari de León, 65ATLÁNTIDA

En la foto se encuentra la adolescente Katerin y Mari, una amiga de su abuela. Está Katerin, como siempre, con su tablet. Golpean la puerta.Kati: ¿Quién es? Mari: Yo, Mari, está Mirta? Kati: No, no está, pero viene enseguida, pasá, tomá asiento. Kati sigue ensimismada en su tablet; Mari se sienta frente a ella, pasan unos minutos y decide mandarle un mensaje a Mirta. Mari: ¡¡Esta porquería!!Kati sigue en su mundo, con su tablet; de repente sonríe, en oca-siones dice alguna exclamación, y Mari sigue tratando de enviar un mensaje. Mari: Kati, ¿Me puedes ayudar, no sé que le pasa a este celular, es espantoso como se me gastan de rápido los minutos y ni siquiera puedo mandar un mensaje.Kati: ¿Por qué no se lo mandas por WhatsApp?Mari la mira con cara de asombro: ¿De qué hablas? Kati siempre mirando su tablet le dice: - Es gratis.Mari: ¿Estás hablando conmigo?Entonces Kati deja su tablet, y le explica:- Mira, Mari, WhatsApp es una aplicación de mensajería que permite enviar y recibir mensajes mediante Internet de manera gratuita sustituyendo los

tradicionales mensajes y la mensajería multimedia. ¡¡Ah!! - dice Mari con mucho asombro.Kati: Sí, también está el sistema operativo Android diseñado para dispositivos móviles con pantalla táctil como ser los teléfonos in-teligentes o las tablets.Mari: Pantalla táctil, dijiste.Kati: Sí Mari, fíjate, como la de mi tablet, deslizas suavemente tu dedo por la pantalla y vas buscando el programa que buscas.

En eso llega Mirta y Mari la saluda y dice: Qué tal, te estaba espe-rando. Mirta: ¿Hace rato?Mari: Sí, pero fue provechoso, me enteré de muchas cosas intere-santes que existen hoy día; pero, vamos, te vine a buscar para ir a tomar unos mates a la orilla del arroyo, es muy bueno el progre-so, pero yo prefiero conversar cara a cara, debajo de un árbol y a la orilla del Solís; y entre mate y mate nos ponemos al día.

Ganador

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A veces vuelvo al pagoBruno Rossi, 8

Umberto Primo Rossi, 99 MONTEVIDEO

Mención

Mi infancia está llena de hermosos recuerdos y recordar es volver a vivir. Sumergirnos en las aguas del Santa Lucía era mi deporte favorito. Sentarme a contemplar los árboles del monte, con sus mil tonos de verde en los veranos calurosos, era un viaje a la ima-ginación donde el canto de la chicharra irrumpía inevitablemente a la hora de la siesta y donde a lo lejos el galope de algún carro cortaba tanta tranquilidad. Trinos, pájaros que se posaban me-ciéndose sin apuro en el espinillo del sauce que extendía sus ra-mas como besando las aguas del río que ya era de mi propiedad. Otros pasaban raudamente en bandadas. Me conocía a todos casi sin verlos. Sabía de qué especie se trataba cada uno. Y aquí se unían en alguna apacible tarde Jacinto, Pepe, Tito y tantos otros...

Un domingo en que mamá amasaba pan, el ruido de un motor en la puerta de casa nos inquietó. Rápidamente salió a recibir a los forasteros remangándose el delantal que venía enharinado y fro-tándose las manos aún con un poco de masa. Claro, de forasteros no tenían nada, eran ni más ni menos mi primo Albertito, tía Mima y tío Pedro. Muy ceremoniosamente de un Ford del 14 bajaron los tres, mientras el chofer permanecía al lado del auto tratando de sacar el polvo que en el camino había cubierto al vehículo. Aún recuerdo la vestimenta “pituca” de Albertito, su pelo muy peina-dito a la gomina, su ropa impecable... Aquello contrastaba con mi

modesto pantalón de “mezclilla”con remiendos discretos, mi pelo pinchudo y arremolinado. -Cata, Albertito se quedará unos día aquí, así juega con los chiquilines. Además el aire campestre le hará bien. En la capital con tantos autos ya no se puede respirar.Lo que no sabía Albertuto que su aspecto “abacanado” de niño “bien” no tendría cabida en nuestra vida y costumbres. El primer día de su estadía comenzó con un desayuno de leche recién orde-ñada y pan casero con manteca. A Albertito no le gustaba nada y a pesar de que mi mamá trataba de convencerlo no comió. Él es-taba acostumbrado a los desayunos con tetera de plata y servicio de guante blanco y mucho menos a tomar leche recién ordeñada. Con el correr de los días el apetito pudo más y se resignó a que su pancita no hiciera más ruido comiendo lo que le servían. No sabía nadar y ni ahí se tiraba al río.

A lo más se mojaba un poco porque el calor lo superaba. Otro día lo invitamos a jugar a los “exploradores”, y en nuestra imagina-ción éramos héroes, paladines de la justicia, piratas...Y, claro, nos muníamos de “espadas” que nos proporcionaba algún viejo árbol. El refugio era la copa de esos árboles. Albertito -casi obligado por nosotros- intentó subir -cual justiciero valiente-. La fortuna no lo acompañó, cayó del árbol. Entre llantos y quejidos lo llevamos a casa. Por suerte no se quebró ningún hueso. Ese mismo día mi madre se comunicó con la tía Mima para que lo vinieran a buscar y no fue fácil la comunicación desde nuestro teléfono a manija. Así muy enojada mi tía se lo llevó no sin antes sentenciar: -No son niños, son salvajes, esto no es para mi niño, Cata.

A pesar de los rezongos que me llevé, o mejor dicho nos llevamos, no puedo olvidarme de aquellos y tantos recuerdos que forman parte de mi vida y que atesoro en mi corazón. Mis nietos me pre-guntan tantas cosas y yo disfruto contándoles mi infancia. -¡Dále abuelo seguí, contá otra historia!- Sé que para ellos comprender el pasado, un pasado sin teléfonos modernos, sin televisión, sin juegos electrónicos, es difícil. Porque entonces la luna para no-sotros era parte del misterio, del ensueño; lejos estábamos del avance tecnológico que inexorablemente llegó. ¡Casi 100 años! A veces vuelvo al pago, pero no es lo mismo. Ya no están Pepe, Jacinto, Tito y mi madre Doña Cata... Pero, mi río está allí como queriendo decirme: -Nunca te olvidé. Volvé

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Hacedora de bloques y amor

Luján Duarte, 10Gloria Godoy, 63

TACUAREMBÓ

Gloria es mi abuela, es tan dulce y buena. Ella comienza su día a las cinco de la mañana, antes de irse a trabajar prepara la avena, tien-de su cama, lava los platos, barre su ranchito, pasa por la casa de doña Alba y se van al obrador del Juntos. Ella trabaja mucho. Hace bloques, por eso sus manos están desgastadas. La abuela nos enseña que hay que estudiar, ser buen compañero, y solidario.

La acompaño a las reuniones y siempre tiene la palabra correcta. Siempre tiene un chiste, una anécdota y nos cuenta su historia. La abuela nos cuida a todos y nos regala su amor. Su sueño es tener una casa nueva y linda por eso trabaja tanto, cuando sea grande quiero ser como ella.

Mención

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A Nacho le digo tío aunque somos amigos. En realidad Nacho es un señor mayor, tío de mi padre. Él vive en el campo y yo en la ciudad, pero disfrutamos juntos parte de las vacaciones. Cuan-do estoy con él, me siento cómodo porque lo veo muy seguro y tranquilo. Como que estar con él da mucha paz. Aunque en co-nocimientos el tío no se queda atrás, muchas veces recurro a mi Ceibalita. El tío Nacho es muy sabio y tenemos diálogos intere-santes. -¿Viste tío, que hay muchos renacuajos en la pileta de las plantas acuáticas? - Sí, el agua está algo turbia y eso les agrada a los sapos para dejar allí sus huevos. -¿Cómo que los dejan allí? – pregunté. - Bueno… quise decir que ponen sus huevos allí. En las plantas del estanque. -Mmmmhh, y no será tío que las hembras paren sus hijos al igual que las vacas y las ovejas? (A mí no me cerraba que pusieran huevos como una gallina.) -No. Te aseguro que ponen huevos. Yo los he visto. Son de color rosado y están todos juntos. Parece que estuvieran pegados. - Me fijo en la Cei-balita tío… Y yo me fijaba en Internet y allí decía: Ovíparos. Y eso es poner huevos. A mi tío Nacho difícil ganarle en conocimientos, sobre cosas que suceden en el campo.

Ese día era de tardecita, y tomábamos mate junto a un largo cor-dón de palmeras butiá. -Qué hermosas son las palmeras tío, dije acariciando una de sus hojas. -Sí, y además las palmeras Butiá Capitata son muy útiles. No solamente dan sombra y abrigo si no que con la fibra de sus hojas se pueden hacer artesanías y hasta techos rústicos para sombra. -Sí los he visto en la playa y quedan muy lindos. -También nos da su fruto: el butiá, que es

muy sabroso para comer, y hay importante producción de lico-res, guindados, helados, jaleas, caramelos y alguna otra cosa con su rico sabor agridulce. -¿Por eso tienes tantas palmeras?... ¿Las cultivas? – pregunté curioso como siempre. -Sí, sobrino, es nece-sario conservar la especie. Las palmeras por su falta de adecuada protección están destinadas a morir. La ganadería tradicional in-discriminada no permite que se desarrollen nuevas plantas, por lo que su exterminio es inevitable. -¡Ah, que terrible eso tío!

Yo observo el Palmar y me parece un antiguo ejército, adorna-do con grandes penachos verdes. - Tienes mucha razón, son muy antiguos los Palmares. Los ejemplares actuales tienen como 300 años o seguramente más. Nadie lo ha podido precisar. - “ Son el adorno más típico y más lindo de nuestro suelo uruguayo”, pen-sé en voz alta, con el corazón consternado. Parecen estrellas o cuando hay viento veletas que quieren girar. - Ya lo creo ¡En el atardecer, desde la lejanía, parecen estrellas sus penachos! -De-berían poder gritar a los cuatro vientos que han sido olvidados, para llamar la atención de todo el mundo. Pero el palmar no tiene voz. ¿Recuerdas aquellos versos del poema?... Hombre pigmeo/ si el mar te nutre/ te nutrió el palmar/ Más uno ruge/ el palmar es mudo. -Si, recuerdo ese poema. Voy a subirlo completo a In-ternet para que lo lean muchas personas. De pronto las voces de los poetas ayudan a salvarlo. - ¡Que chico tan maduro eres y que buen corazón que tienes! Mi tío Nacho me apretó una mano, como agradecido. A lo lejos se ocultaba el sol detrás del Palmar. Nosotros dos seguimos tomando mate.

Palmar sin voz

Christian Calimares, 15Juan Ignacio Arrieche, 65

ROCHA

Mención

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INMAYORES conversó con los ganadores del concurso Nuevas His-torias para conocer los detalles de su participación.

-Hola, ¿Lázaro? Te habla Sara del MIDES... por lo del concurso.Preguntan desde INMAYORES quince minutos antes de que tocara el timbre de salida en la Escuela Nº 4 de la ciudad de Florida.- Ajá...- Queríamos contarte que tu cuento y foto fueron elegidos por el voto popular como el primer premio.- ¿Y el viaje ese ya me lo gané?A la respuesta afirmativa de Sara se escucha, desde este lado del teléfono, una ovación de minuto y medio de los compañeritos de cuarto año, que hace pensar a un Lázaro llevado en andas. Se convirtió en el héroe de cuarto al ganar un viaje para toda su cla-se a la Colonia de Vacaciones Raigón que tiene BPS en la localidad de San José.Esta es solo una escena de las muchas emocionantes que se vivie-ron a lo largo del concurso de fotografía y relato “Nuevas histo-rias”. Un concurso que buscó dar espacio a las capacidades crea-tivas de niños, niñas, adolescentes y personas adultas mayores e indagar qué sucede cuando trabajan en equipo con un objetivo claro: pensar cómo viven hoy los viejos. 

La consigna  

La propuesta consistió en formar un dúo: una persona adulta ma-yor y un niño o joven de entre 6 a 15 años. Debían tomar una foto y elaborar un relato. Había un máximo de quinientas palabras para expresarse. En esas palabras -y en la fotografía- se buscaba que ofrecieran una reflexión sobre las distintas maneras de enve-jecer en el Uruguay de hoy. El texto era libre pudiendo ser ficción o no ficción, biografía, crónica, relato breve o lo que la imagina-ción dictara. Se presentaron más de docientos participantes de todo el país. Es de destacar que llegaron productos de los lugares menos po-blados del territorio nacional y que elegir nueve de ellos no fue tarea sencilla para el jurado integrado por el escritor y maestro Sebastián Pedrozo y el fotógrafo Nicolás Garrido, como jurados

externos. Por MIDES, integraron el jurado la fotorreportera Inés Filgueiras y la especialista en Letras, Lucía Germano. Por BPS par-ticipó la docente de literatura Silvia Quijano. Ellos debieron dedi-carle muchas horas a deliberar. Y es que entre tantos trabajos ori-ginales elegir significó sopesar entre muchos factores. El jurado eligió nueve ganadores. Los tres mejores de las tres categorías. La categoría la decidía la edad del niño, siendo de 6 a 8 años la primera; de 9 a 11 la segunda; y de 12 a 15 la tercera. Además otor-gó tres menciones, una por categoría.  Una vez que el jurado eligió los nueve ganadores, se pasó a una etapa de votación por la web de INMAYORES donde cualquier per-sona con acceso a Internet podía ingresar, leer los relatos, ver las fotografías y votar por sus favoritos en cada categoría. Si bien to-dos se llevaban gran cantidad de premios, los tres primeros pues-tos ganaban el viaje para toda la clase y el mayor ganaba, por su parte, otro viaje con un acompañante, también a la colonia de vacaciones Raigón. 

En boca de los ganadores

Sofía y MaríaSofía de 15 años, coautora de “Las ruinas sobrenaturales”, se en-teró del concurso vía sms. Le llamó la atención que la convocato-ria reuniera sus dos aficiones: la escritura y la fotografía. Confiesa ser lectora de pequeña y los efectos se hacen notar en su relato, un cuento fantástico en el que las ruinas del Saladero de Dacá de su Mercedes natal le sirven de inspiración. La fotografía está a la par de la ficción y logra captar todo el encanto del relato. Al enterarse de que fue una de las ganadoras, cuenta “estaba en la casa de una amiga y no podía creerlo. Se me llenaron los ojos de lágrimas porque nunca pensé que iba a ganar, habiendo tantos talentos que participaron”. William, el padre de Sofía, mira a su hija con profundo orgullo mientras la sostiene de sus hombros y nos dice “para nosotros es una alegría familiar, porque somos gente de trabajo y nada se nos facilita, todo es difícil. Para noso-tros que a ella se le abra esta puerta es muy importante. Quizá para otros no lo sea tanto, pero para nuestra familia, es muchí-simo. Estamos más que agradecidos de que pongan confianza en

Crónica

Tanta vida

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la juventud también. Hoy que parece estar difícil la juventud, con estas cosas queda claro que no toda la juventud es difícil”.

Clara y MaríaClara de 7 años es una niña muy despierta. Es de Belvedere, Mon-tevideo. Está en segundo año y tiene una relación muy cercana con su abuela María, de 88 años, la única que tiene. A Clara le gustan las historias, por eso disfruta mucho de que le lean cuen-tos antes de dormir. Llegó a recibir el premio con algunas ami-gas, que le hacían de hinchada cuando recibía los premios. Está entusiasmada por aprender a usar la tablet.

Martín y RenéRené de 78 años, quien participó junto a su nieto, Martín, de 12, se enteró de la convocatoria en el hogar de larga estadía de Tara-riras, donde trabaja. “Yo me enteré porque soy maestra y trabajo en el hogar y fui a una reunión de la REDAM y la referente nos contó. Como fui maestra y sigo pegada a las escuelas y mis nie-tos son muy especiales” relata con una amplia sonrisa y los ojos brillantes, “llevé la idea y lo hicimos juntos. Martín le contó a su maestra y las compañeras maestras nos invitaron a la escuela para que leamos el cuento en la clase”; “en la mañana y en la tar-de”, agrega Martín que está en 6º año, a meses de entrar al liceo. Está feliz de haber ganado el primer premio de su categoría y con él un viaje para toda su clase. “Al ser el último año de escuela y como justo hicimos una excursión unos días antes, me dijo la abuela que la escriba, con un poco de fantasía y verdad y ahí lo fuimos escribiendo.” René por su parte relata “yo después que leí lo que él puso, escribí lo mio. Y como no manejaba la computado-ra, no contaba las palabras. Él hizo un trabajo largo y yo también y se lo dimos a leer a los demás miembros de la familia y ahí nos dicen que era largo, y sí, tuvimos que recortar mucho” recuerdan y se ríen. Hicieron un gran trabajo en dúo, donde además hubo participación del resto de la familia. “Así que hicimos un trabajo en equipo, nosotros dos protagonistas y todos los demás correc-tores”. Además de la excursión a Montevideo que cuenta Mar-tín en el relato, tuvo su segundo viaje a Montevideo, esta vez en compañía de su abuela y su madre para recibir el primer premio del concurso. “Hoy los he hecho reír...” cuenta René, “yo soy de esas de antes, me opongo a la escalera mecánica. Me van a hacer tantos chistes cuando vuelva a casa” dice levantando las manos en un gesto entre divertido y no tanto.

Martín y Mirta“Yo soy la loca de la fotografía” dice Mirta que además de esa afición también cursa un taller de literatura en la UNI 3 de Lago-mar. No ha tenido oportunidad de tomar algún curso de fotogra-fía porque cuestan muy caros, aunque le encantaría. Se define, con orgullo, una autodidacta. “Una compañera que sabe que a mí me gusta todo eso, me pasó la información. Yo me encargué de la foto y Joaquín escribió el texto”. Mirta y Joaquín son los res-ponsables de “Viajar con el dedo”. Hasta que Joaquín tuvo 6 años vivían juntos. Es el nieto mayor de Mirta y son muy compinches. Hoy Martín tiene 11 y terminó mudándose a Montevideo con sus padres. Ahora debe viajar una corta distancia para visitar a su abuela. Tal como el cuento lo dice, les gusta mucho viajar. Martín sueña con viajar a Italia para rastrear su ascendencia y llevar a su abuela de camarada.

Lázaro y José“Me gustó mucho lo que escribí” dice Lázaro con sonrisa pícara a sabiendas de que su relato fue una sensación que se llevó 1150 votos por parte del público. Es coautor de “Puentata” junto a su “tata” José, el célebre “puen-tata”. A Lázaro le encantan las histo-rietas sobre todo si son de superhéroes y su favorito es Hulk. “¡Y justo me regalaron pila de historietas! Me las voy a leer todas”. Él y su abuelo son de Florida. Lázaro reflexiona y destaca de las personas adultas mayores el sentido del humor, el tomarse las cosas con mayor calma, tal como lo hace su abuelo José, quien le es muy cercano. José también viajó desde Florida, donde trabaja como apicultor, a recibir los tan merecidos premios. A pesar de ser usualmente reacio a este tipo de actividades, cuenta que se llevó una grata sorpresa con el concurso en sí y con la premia-ción “me pareció interesante desde todo punto de vista. Motivan a los niños y a las familias a participar. ¡A la clase, incluso!”. Y agrega pensativo “yo pensaba en lo simbólico del relato de mi nieto, porque ¿a qué abuelo no les gusta tratar de...? No digo eli-minar, porque las espinas van a aparecer igual, pero evitar que los dañen demasiado. Si uno puede evitar que algunas espinas que van a encontrar a lo largo del camino los lastimen, ¿quién no querría eso?”. Ahora el desafío que tienen es aprender a usar la tablet -uno de los premios compartidos- y Lázaro está ansioso por enseñarle a su abuelo “es para él, yo ya tengo una y quiero enseñarle a usarla”. Y el abuelo retruca aceptando el desafío “me dijeron que se pueden leer hasta libros”. José es lector, aunque no tanto como le gustaría ya que el trabajo le demanda mucho tiem-po. Parece que Lázaro recordará con mucha emoción el momento

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Nuevas HistoriasEncuentro creativo entre generaciones

en que se enteró que ganó el viaje para él y su clase. “Todos gri-tando. ¡Una emoción, que faaa!”.

Alfonsina y NelsonNelson de 75 años escribía “algún verso de murga” cuando era joven, pero es jubilado de panadero. Ahora cada tanto escribe algo. Vive en Salto y su nieta también. Se inspiraron en hechos reales para el relato “El viejo de la calesita”. Alfonsina tiene 6 y es fanática de la calesita peregrina. La familia también colaboró al presentarse al concurso.

Maite y Carlos“Vino Maite y me dice: te embromé abuelo, es para un concurso” y me sacó la foto. Cuenta Carlos, de 73 años, coautor de “El abue-lo y sus verduras”. Maite, de 7, estaba vergonzosa y no quería dar mayores declaraciones. Solo se animó a hablar de Blanquito, el conejo que aparece en el relato y se come las verduras de Carlos. El abuelo nos cuenta que ella le dictaba la historia y él trataba de transcribir. Vinieron de Tacuarembó a recibir los premios y están felices de haber participado. La madre, orgullosa, nos cuenta que Maite pasa todo el día pegada a su abuelo, que siempre quiere ayudarlo en la quinta y que disfruta de sacar fotos a hurtadillas. Destaca del concurso la importancia de que incluya a las per-sonas adultas mayores “se ve que de los adultos mayores no se habla mucho, están medio olvidados. Entonces también esto es lindo para mostrar que se pueden hacer cosas juntos y que está bueno”.

Katerine y MariMari, de 65 años y Katerine, de 15 son amigas. Mari es además amiga de la abuela de Katerine y de ahí se conocen. Integra la REDAM y trabaja en recreación gerontológica. “Me parece es-pectacular todo esto que se hace. E incluir a los chiquilines es importantísimo, si no queda entre viejos nomás”. Ella es adepta a varias artes: baila tango y hace teatro. Está siempre en activi-dad. Ahora, compartirá con Katerine la tablet. Su relato es “¡Oh, la tecnología!” y relata las peripecias de aggiornarse a las nuevas tecnologías.

Santiago y CarlosSantiago tiene 11 años y es la primera vez que viaja a Montevi-deo. Ha viajado desde una zona rural próxima a Minas de Corrales para recibir los premios junto con su abuelo Carlos. Está un poco aturdido entre tanto bullicio. La ceremonia que los homenajea está en la etapa del brindis y hay muchos niños que corretean

y se ríen a carcajada limpia en el piso 7 del MIDES. Al ser con-sultado, Santiago cuenta tranquilo que se enteró “por celular”. “Estaba allá con la vecina y me dio la propuesta para hacer. Y ahí él [el abuelo Carlos] llegó del campo y yo iba poniendo y él iba agregando. Y armamos el texto y después pasamos para las computadoras para corregir las faltas. Después pasamos con el celular y sacamos la foto en el carro”. El relato está inspirado en hechos reales, todos los sábados Carlos va al monte a traer leña y se lleva a sus nietos como ayudantes. Santiago ya sabe usar hacha, aunque no sea él quien corte la leña. A Santiago le gusta leer “los cuentos sobre la vida de antes” y ya había escrito varios cuentos antes de “El coche del abuelo”. Aunque dice, seguro de sí mismo, que quiere ser veterinario. “Me gusta la escritura, pero me gustan otras cosas también. Quiero hacer veterinaria”.

Por su parte, Carlos de 65 años dice “yo soy el que maneja el co-che. Y el coche lo tengo en la vuelta siempre. Traer leña. Cargar cosas para las casas. Antes hacía varios kilómetros hasta la carre-tera para ir hasta Rivera para tomar el ómnibus para Tacuarembó y traer comida para las casas. A veces lloviendo, a veces con frío, y el caballo me llevaba”. Ellos viven juntos, con los padres de San-tiago y sus hermanos.

En total Carlos tiene nueve nietos y siempre anda con los guri-ses. Disfrutó mucho de la ceremonia “lástima que tan lejos”. Pero “hoy mismo” quiere volver, dice abriendo bien los ojos y agrega “es que no estoy acostumbrado a esos aparatos, ¿cómo es qué le dicen?”, habla de los ascensores. En cambio, una de sus nietas de unos 7 años que viajó también como acompañante está entusias-mada con el ascensor y quiere subir y bajar varias veces. Carlos reflexiona sobre todo lo vivido y dice “en mi época no había estas cosas. Y están bien que haya estas cosas”.