Nuevas territorialidades

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Nuevas territorialidades en América Latina. ¿Se borran límites? ¿Se amplía ciudadanía? Prof. Leticia García Facultad de Ciencias Humanas Dpto. de Geografía La presente ponencia no es producto ni objeto de investigación personal, solo atiende a considerar algunas claves del análisis territorial en la tarea docente. A juicio de superar visiones de los territorios sujetos a límites estatales, regionalizaciones subnacionales y sujetos “abstractos” se propone mirar el territorio desde contextos más amplios y desde múltiples perspectivas. Desde ese lugar, pensar en las (re) emergencias en América Latina nos remite a las luchas contra el neoliberalismo, a procesos identitarios abiertos, a migraciones que condicionan a millones de personas sin territorios, a cómo (no) querer ser gobernado, a cómo relacionarse con los recursos naturales, con el trabajo etc. En este análisis ya no cuenta una sociedad en términos “homogéneos” sino que comienzan a develarse, a través de discursos y de acción concreta aquellos ocultados o

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Nuevas territorialidades en América Latina. ¿Se borran

límites? ¿Se amplía ciudadanía?

Prof. Leticia García

Facultad de Ciencias Humanas

Dpto. de Geografía

La presente ponencia no es producto ni objeto de investigación

personal, solo atiende a considerar algunas claves del análisis

territorial en la tarea docente.

A juicio de superar visiones de los territorios sujetos a límites

estatales, regionalizaciones subnacionales y sujetos “abstractos” se

propone mirar el territorio desde contextos más amplios y desde

múltiples perspectivas.

Desde ese lugar, pensar en las (re) emergencias en América

Latina nos remite a las luchas contra el neoliberalismo, a procesos

identitarios abiertos, a migraciones que condicionan a millones de

personas sin territorios, a cómo (no) querer ser gobernado, a cómo

relacionarse con los recursos naturales, con el trabajo etc. En este

análisis ya no cuenta una sociedad en términos “homogéneos” sino

que comienzan a develarse, a través de discursos y de acción

concreta aquellos ocultados o “subalternizados”1 en la historia y el

espacio latinoamericano.

¿Cómo relacionar esta diversidad con el territorio y cómo se

relacionan ellas con el territorio?

Es que las relaciones son constitutivas, las prácticas, las

intencionalidades tienen su impronta en el territorio y a la vez él

mismo construye relaciones (de exclusión-inclusión).

1 Esta noción extendida a los llamados “estudios subalternos”, se ocupa así de

campesinos, mujeres, trabajadores informales, o grupos relegados en función de su

origen étnico, el color de su piel, sus tradiciones religiosas, etc. No solo visibilizan

sino que apuntan a repensar las posiciones ocupadas por los grupos sociales.

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Lo nuevo en las representaciones de estas reemergencias y nuevos

movimientos sociales son sus prácticas, donde la demanda,

visibilización de inequidades, dan espacio a la necesidad de construir

nuevas nociones de ciudadanía y territorios, sobrepasando límites

estatales, conformando paisajes y nuevas fronteras.

Reconocer en el territorio los cambios de acciones colectivas

relacionadas con la democratización política, económica, social (lucha

contra la exclusión), ambiental y la equidad de género permite

superar la visión (esencialista y abstracta) de un estado inmutable y

de territorios enmarcados por líneas estatales, tensionando la

territorialidad al “conjunto de prácticas de control social orientadas a

gestionar relaciones de presencia-ausencia y de inclusión-exclusión de

personas, objetos o acciones”.

Esta concepción enmarcada en el concepto de espacio social permite

el ingreso de “la política” en la agenda teórica, variable clave para dar

respuesta a nuevos temas, nuevas preguntas en el ámbito académico

y escolar geográfico.

Claves que minan el territorio “homogéneo-isomorfo-estable”

Lo estatal

La tendencia a la trasnacionalización económica política y cultural,

implica cambios irreversibles, fundamentalmente en el concepto de

estado-nación, como unidad natural del poder autónomo y de la

soberanía territorial.

En la actualidad esta centralidad deja paso a la permeabilidad de los

límites internacionales a la globalización en la producción, comercio,

consumo en la cultura y a la pérdida de control de los estados sobre

sus destinos.

Lo cultural

La liberalización económica mundial ligó formas de liberalización

cultural transformando el sentido de las soberanías estatales en

soberanías móviles, término acuñado por A Appadurai.

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En ese sentido la movilidad creciente de la población trasciende estas

fijaciones y transplantan sus propias prácticas culturales a otros

territorios quedando desvinculados de su nuevo entorno “nacional”.

De esta manera la clásica visión de soberanía territorial como relación

jurisdiccional comienza a impregnarse de un carácter filiativo y

cultural.

Esto plantea la necesidad de repensar las relaciones entre cultura y

territorio en contextos de flujos trasnacionales y proyectos

supranacionales considerando que las relaciones se transforman

cuando las personas migran y los símbolos atraviesan fronteras.

(Grimson A 2003)

Lo político, reconocimiento y diferencia

También, las prácticas democráticas han ido perdiendo sentido de

totalidad comprensiva basadas en el sentido histórico de las

relaciones sociales (clases sociales) y el Estado (régimen político)

convirtiéndose en democracias formales.

Cabe advertir algunas paradojas, mientras las concepciones modernas

de ciudadanía2 se unen a formas de universalismo democrático,

tendientes a exigir un pueblo homogéneo con paquetes

estandarizados de derechos, las realidades del pensamiento

etnoterritoral en las ideologías culturales del Estado-Nación,

demandan que se discrimine entre diferentes categorías de 2 Ciudadanía es un concepto con una historia previa considerable y ha sido y sigue

siendo un concepto impugnado y en constante evolución. En América Latina el

dominio español dejó huellas en sus códigos legales y en una configuración cultural

que dio al catolicismo una influencia particular sobre la vida de las mujeres; el

colonialismo legó una herencia de división étnica de desigualdad racializada que

retardó la inclusión de negros e indígenas en el cálculo político de la ciudadanía

(Molyneux,M. 2001). La emancipación, con sus presupuestos de “igualdad” ante la

ley, la idea moderna de ciudadanía en la constitución de los estados modernos y la

concepción de ciudadanía global van tejiendo un campo fragmentado, recortado no

solo de derechos sino de garantías para las mujeres (otros).

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ciudadanos aún cuando todos vivan en el mismo territorio.

(Appadurai,1999)

Elizabeth Jelin, abre algunos interrogantes acerca de la

articulación e integralidad de derechos universales.

Si bien en América Latina aparecen soluciones económicas

coyunturales como condición necesaria para garantizar otros

derechos, como respuesta a la lógica individualista neoliberal, el

sistema no ha cambiado, por lo tanto no existe ciudadanía plena en

escenarios de exclusión, desigualdad, inequidad, en definitiva,

tampoco democracia porque no se incorpora a enormes masas

sociales.

Pero las numerosas e incesantes grietas de esta normalización

(las vidas que no entran en este proyecto) comienzan a ser ámbitos de

disputa.3

Los supuestos de la democracia moderna marcan un camino donde no

hay autoridad (sobrehumana) por encima de la sociedad , de esta

3 Este rasgo dinámico nos permite hablar de la ciudadanía como proceso de

«descubrimiento » y construcción de nuevos derechos. Por ello mismo, como

concepción y como práctica, como horizonte referencial de la sociedad, la

ciudadanía tiene un enorme potencial transformador. Y es que justamente por este

ambivalente y contradictorio contenido, es un «terreno de disputa». Así, es también

un principio movilizador. Lo que define el movimiento de la ciudadanía es la

dinámica de exclusión-inclusión en relación con la sociedad y sus poderes.

Las formas de expansión de las ciudadanías generalmente han correspondido a un

doble movimiento: desde abajo, a partir de las luchas de diferentes grupos no

hegemónicos que han buscado ampliar sus derechos ciudadanos; y desde arriba, ya

sea por la presión de los excluidos, o por los intentos populistas

o modernizantes de los Estados en la región. Los derechos ciudadanos otorgados

desde arriba han significado siempre una continuidad y han sido vistos o utilizados

como mecanismos de cooptación o neutralización (por ejemplo la ampliación del

voto a las mujeres por gobiernos dictatoriales), pero también han logrado ampliar el

horizonte referencial de las sociedades. La construcción de la ciudadanía desde

abajo no solo ha significado la extensión real de los derechos ciudadanos sino

también una expansión simbólica, en las sociedades y en las subjetividades, del

ejercicio ciudadano y del espacio (V Vargas Valente,1999:9)

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manera la justicia queda anclada en la existencia de un espacio

público de debate y la participación de la esfera pública se convierte

en un derecho y en un deber.

Esta perspectiva auto-referida de las nociones de derecho y

ciudadanía, según Jelin, tiene consecuencias importantes en la lucha

contra la discriminación y la opresión y habilitan espacios para

nuevas/viejas reivindicaciones.

Pero si las políticas de la ciudadanía son materia de disputa también

lo son sus supuestos fundantes. Los críticos posmodernos han atacado

su racionalismo y sus premisas universalizadoras, negando a la vez la

validez y la utilidad del concepto en un mundo caracterizado por la

fragmentación y la globalización y en el que se afirma el ciudadano

sustituido por el consumidor.

Ante la crítica que exige que la ciudadanía sea despojada de sus

pretensiones universalistas y reformulada como un medio para

promover otros principios –los de localismo, pluralismo y diferencia-;

otros no obstante, consideran que este universalismo es una defensa

necesaria y esencial frente a la creciente amenaza a los derechos de

las mujeres y las minorías.

A pesar de su diversidad4 el feminismo latinoamericano transitó por

caminos comunes: el impulso por proyectos amplios de reforma social

4 La lucha de las mujeres por la igualdad durante más de un siglo tenía como

referencia el modelo de igualdad propuesta por los hombres, lo que era incompatible

con la igualdad de género. A pesar de la antinomia el movimiento feminista en este

período fue fundamental para establecer una nueva situación social y política para

las mujeres y para su constitución como sujeto. La emergencia posterior a 1960

trajo el cuestionamiento radical a la forma en que las relaciones sociales son

estructuradas. La opresión y la subordinación de las mujeres bajo esta nueva óptica

están localizadas en el sistema de poder patriarcal todavía vigente y la

transformación de las relaciones de género pasa ser el eje principal de la lucha

feminista. A partir de allí los análisis deconstruyeron la naturalización de las

relaciones jerárquicas y señalaron caminos y medios para sus superación ( la

recreación de lo cotidiano evidenciaba la opresón y la explotación como una

construcción social) (Avila María Betania,2000)

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que hicieran realidad derechos de las mujeres (derecho al voto,

educación, al trabajo, al control de sus propios bienes…),formas de

activismo participativo en sectores populares, comunitarios, ong , y la

consideración del estado como espacio de intervención feminista5.

Esto último se refleja en ámbitos no solo deliberativos que apuntan al

sistema legal (leyes de violencia doméstica; cupo de representación

política; salud reproductiva; legalización del aborto; divorcio; patria

potestad; trata y explotación…); sino en representación estatal ante

organismos nacionales, supranacionales y cumbres.

Estas acciones enfrentan según Molineux,M algunos aspectos

diferenciales según variabilidad espacial-cultural con respecto a la

formación de género; a la existencia de brechas entre derechos

formales y sustantivos y a la presencia de una frontera móvil tanto

real como simbólica del espacio público/privado.

Según Avila, M Betania la organización alrededor de la obtención de

derechos sociales ocupa un lugar importante en la escena pública de

movimientos feministas y de otros segmentos de mujeres en América

Latina. En este contexto la lucha por una atención integral a la salud

de la mujer ha sido prioridad en el pliego de reivindicaciones. Hoy la

Salud Reproductiva de las personas aparece como un nuevo punto de

la agenda política, pero este todavía es un debate restringido y no

aparece aún como una reivindicación política. Aún son considerados

como una demanda de las mujeres para las mujeres (incluidos los

discursos en contra que los dirigen hacia las mujeres) de ahí la

necesidad de transformarlos en una cuestión de interés general.

Los derechos reproductivos tienen que ser comprendidos en una

dinámica histórica del feminismo que al superar la idea de lo

específico como aislado o apartado pueda construir conceptos y

5 Las acciones políticas dirigidas al Estado llevan a cabo una doble acción, amplían

las áreas de actuación social del estado al mismo tiempo que defiende un Estado

comprometido con el bienestar de la población…el movimiento reivindica el carácter

laico del Estado como un punto fundamental de la vida democrática (Avila María

Betania,2000:71)

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principios que sirvan como referencias para la redefinición política y

de las condiciones sociales y económicas, no solo de la vida de las

mujeres sino también de la sociedad como un todo.

Los derechos y garantías en sentido amplio y los espacios

conquistados son de permanentemente disputa; por un lado desde,

ofensivas conservadoras que equiparan ciudadanía a obligaciones,

instalando esta idea de ciudadanía contribuyente; los “desvíos” de

políticas públicas hacia “derechos tutelados” que sustentan derechos

formales sin ejercicio de ciudadanía y la idea de ciudadanía global con

su cara y contracara juegan en este escenario.

en la acción y el reconocimiento

En principio habría que considerar que estas nuevas formas de

participación parten de un contexto de crisis de representación en

toda América Latina y junto al planteo de nuevas formas de hacer

política se incorporan ciudadan@s de otras esferas para construir y

expresar colectivamente intereses, reivindicaciones y valores

comunes.

Lo novedoso es la expansión de la lucha política de los lugares de

exclusión económica a ámbitos como el género, las identidades

étnicas, religiosas y las representaciones artísticas, o aspectos de la

vida cotidiana misma como las relaciones familiares, el trabajo, y los

consumos colectivos, el ambiente. Otra cuestión novedosa es la

metodología y las formas de organización, ya que se advierte una

explosión de organizaciones de base y asociaciones locales que

cambiaron ciertas prácticas (sindicales, políticas-partidarias)

reivindicando sus propias historias y derechos.

Es interesante rescatar que un movimiento social puede reunir un

amplio número de organizaciones específicas más o menos

institucionalizadas, con diferentes ideologías y mecanismos de acción

con intereses e identidades heterogéneas. De allí que las formas de

incidir en la esfera pública y de presentar sus reclamos sean diversos

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y creativos; además de que sus acciones van dirigidas no solamente al

Estado sino a la sociedad civil.

Con respecto a las continuidades se cree que la lucha por derechos

económicos, acceso a los medios de producción es una vieja lucha que

se resignifica con el rechazo al neoliberalismo por demanda de

derechos perdidos, niveles de vida degradados, o por desempleo. El

MST, forma parte de esa demanda histórica de mayorías sin tierras,

junto a reivindicaciones sobre tenencia de la tierra rural, lo urbano se

hace sentir en el mismo sentido a través de organizaciones de base en

torno a cuestiones de vivienda, loteo y regularización de barrios,

trazados de calles y provisión de servicios. La desigualdad ha sido

parte de continuidades históricas; estas nuevas prácticas colectivas,

asociativas y diversas forman parte del escenario de ruptura, y de

posibilidades para América Latina.

A modo de síntesis

Estos campos de disputa en múltiples terrenos políticos,

sociales, económicos tienen siempre impacto en el territorio.

Alguno de ellos visibles en el paisaje, es el caso del movimiento

de los trabajadores rurales sin tierra de Brasil, quienes imponen una

racionalidad absolutamente opuesta al modelo imperante. Sus

acciones primarias de lograr reconocimiento y legitimidad proyectaron

en el ámbito de la política estatal el debate sobre la reforma agraria; y

lograron la obtención de expropiaciones para asentamientos

colectivos de pequeños productores agrícolas, conformación de

asociaciones y cooperativas de producción, crédito y comercialización,

trascendiendo objetivos individuales y potenciando la organización

colectiva.

El impacto no solo es productivo –enmarcado en la lógica de la

soberanía alimentaria y producción de alimentos “seguros”- sino que

se extiende a otros aspectos territoriales que son los sociales y

culturales, conteniendo más de 1800 escuelas en sus asentamientos

junto a planes de alfabetización para adultos

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Otro campo visible surge a partir de las experiencias colectivas

surgidas en torno a los movimientos sociales, de principios de los 90 y

hasta los primeros años del nuevo siglo, que provocaron en muchos

países de la región un desplazamiento de los modos de gobernar.

Algunos casos como el Boliviano, o el Ecuatoriano, obligaron a la

interpretación de algunos núcleos críticos manifestados por estas

nuevas insurgencias, generando un punto de inflexión al interior del

paradigma de la gubernamentalidad neoliberal. “…Interesa marcar

aquí el sentido de la secuencia: fue el poder destituyente de estos

movimientos el que impugnó y puso en crisis los dispositivos

financieros, de asistencia social subordinada, de expropiación ilimitada

de los recursos y de racismos consolidados (de la gubernamentalidad

neoliberal) y el que permitió de uno u otro modo la llegada al poder de

los gobiernos “progresistas”(Colectivo Situaciones,2009:20).

En medio de la crisis, fueron los movimientos y las experiencias de

una nueva radicalidad las que pusieron en cuestión la gestión

neoliberal del trabajo y de lo común (recursos, tierras, bienes públicos,

conocimiento,).

Otra expresión espacial, ligada a derechos en disputa, como los

derechos reproductivos, la igualdad de género, lucha por la identidad

y la diferencia son perfectamente maleables. La lucha por el Deseo a

la autodeterminación sobre el cuerpo y la sexualidad, abrieron camino

a la visibilización de violencias ejercidas sobre mujeres y otros que

hasta el momento permanecían silenciadas en el ámbito construido

como privado.

Reconocer en el territorio los cambios de acciones colectivas

relacionadas con la democratización política, económica, social (lucha

contra la exclusión), ambiental y la equidad de género permite

superar la visión (escencialista y abstracta) de un estado inmutable y

de territorios enmarcados por líneas estatales, remitiendo la

territorialidad al “conjunto de prácticas de control social orientadas a

gestionar relaciones de presencia-ausencia y de inclusión-exclusión de

personas, objetos o acciones”.

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Esta concepción asimilable al concepto de espacio social permite el

ingreso de “la política” en la agenda teórica, variable clave para dar

respuesta a nuevos temas, nuevas preguntas en el ámbito académico

y escolar geográfico.

BIBLIOGRAFÍA

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