Nueve Viento

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Escuela Secundaria técnica 5EspañolProfra.Alumno

DANIEL MORALES VIOLANTE1º

Mitos y leyendas

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INDICE

MITOS Nueve viento 4

El faisan, el venado y la serpiente de cascabel 5

Zamná y el henequén 6

Kulkan 7

El pájaro azul y el coyote 8

El coyote y el pinole 9

Suruán y el diablo 10

La carta 11

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Omácatl dos cañas, el alegre 12

Tzapotlatena y el úxitl 13

LEYENDASDomo y lituche 15

Historia de la montaña que truena 17

Tente-Vilu y Caicai – Vilu 19

El millalobo 20

El Tatú y su capa de fiesta 21

El inicio de mundo 23

Las onas y la luna 24

Kamshout y el otoño 24

El origen del calafafe 25

Yincihaua 26

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MITOS

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Nueve Viento

La Serpiente Emplumada mixteca era el nahual de Nueve Viento. En el contexto personal se

llamaba Coo Dzavui; es decir, Serpiente de Lluvia, dios muy venerado por los mixtecos antiguos,

sobre todo durante el Período Posclásico mesoamericano. Nuevo Viento tuvo la suerte de nacer

de un pedernal, y en su llegada al mundo fue dotado de divinidad por el Señor Uno Ciervo-

Serpiente de Jaguar y por Uno Ciervo-Serpiente de Puma, los creadores dioses primarios del

universo. Así, Nueve Viento poseyó la máscara de pájaro y demás atributos de su divina nobleza.

Una vez convertido en dios, bajo a la Tierra desde el Cielo, acompañado de diversos dioses

portadores de la Casa del Sol y de la Casa de Xipe. Pasado cierto tiempo, en el año 6-Conejo, llevó

a cuestas la bóveda celeste y dividió al Cielo de la Tierra, tanto era su poderío. Otra de sus hazañas

consistió en horadar las orejas de los cuarenta personajes que dieron inicio a los señoríos

mixtecos, quienes nacieron en el Árbol sagrado de Apoala donde se puede encontrar al Yutatnoho,

el Río de los Linajes. Nueve Viento, el héroe cultural por excelencia de los mixtecos, enseñó a los

seres humanos a aprender las artes y las ciencias que propiciaron su desarrollo. Debido a tantos

dones que ofreció a la humanidad se le veneraba en las cavernas, sitios sagrados, en tanto que

deidad agrícola, asociada con Dzahui, el dios tutelar. En su advocación de Coo Dzavui, dios

acuático, se le representó con orejeras, bigotera y colmillos, y a veces aparecía bajando del Cielo

con una olla de agua, con la cual mojaba a los señores del reino mixteco. Su principal centro

ceremonial estuvo en Achiutla, Ñuu Ndécu, adorado en forma de envoltorio o bulto sagrado.

Actualmente, los mixtecos adoran las piedras en forma de gotas de agua que son sagradas y

representan al dios Coo Dzavui, como es el caso del poblado de San Juan Mixtepec, a las que sus

pobladores llaman Piedras de Savi.

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El Faisán, El Venado, y la Serpiente de

Cascabel

Un buen día, Itzamná tuvo el capricho de crear El Mayab, un lugar paradisíaco en la Tierra que

fuera muy bello. La lleno de plantas y flores, de cenotes y de cuevas. Cuando estuvo listo, regaló el

Mayab a los hombres. Agregó tres animales para que vivieran siempre es esa hermosa región: el

Faisán, el Venado y la Serpiente de Cascabel. Todo era felicidad y paz en El Mayab, hasta que

cierto día los Chilam, los sacerdotes sagrados, convocaron a todos los habitantes para anunciarles

que pronto llagarían a las tierras en que vivían unos extraños hombres que llegarían de lugares

muy lejanos. Vendrían armados con poderosas armas y pelearían y matarían a muchas personas. Y

todos serían esclavizados. Al oír estas terribles palabras de los Chilam, el Faisán se escondió de

inmediato en la selva y dejó de volar, como antes lo hacía. Cuando el Venado se enteró de lo que

le esperaba a los mayas, lloró tanto que sus lágrimas formaron aguajes y sus lindos ojos quedaron

húmedos para siempre. La Serpiente de Cascabel cuando supo de la inminente catástrofe que se

acercaba, decidió luchar contra los enemigos, y se inventó un nuevo sonido en sus crótalos.

Llegaron los conquistadores y vencieron a El Mayab. El más importante de los sacerdotes decretó

que los tres animales creados por Itzamná tendrían una importante tarea que cumplir en la Tierra:

-¡Mientras en El Mayab existan las ceibas y las cavernas continúen abiertas, siempre habrá la

esperanza de que llegará un día que los mayas recobren sus tierras unidos en el combate.

Recibirán tres señales: la primera será cuando vean al Faisán volver a volar muy alto sobre los

árboles; la segunda señal la traerá el Venado, cuando sea capaz de atravesar las tierras de El

Mayab de un solo salto; la tercera señal estará dada por la Serpiente de Cascabel, que recuperará

la hermosa música que producía con sus crótalos y deja el horrible sonido que ahora escuchamos.

Estas serán las señales de que nuestra victoria se acerca. Ese glorioso día aún no ha llegado, pero

los sagrados animales están listos y preparados: el Faisán alisa y cuida sus alas; el venado afila y

limpia sus pezuñas; y la Serpiente de Cascabel frota sus cascabeles continuamente.

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Zamná y el henequén

Hace muchos siglos Zamná, el héroe deificado por sus acciones benéficas para los itzáes, llegó a los

territorios de la ahora ciudad de Izamal, situada a sesenta kilómetros de Chichén Itzá. En la región

no había nada de agua, ni ríos ni montañas. De pronto, surgieron unas oscuras nubes en el cielo y

empezó a caer una pertinaz lluvia. Todos los itzáes se pusieron muy contentos. Zamná, al ver tanta

agua, decidió ir a buscar adónde podría guardar un poco para los momentos de escasez.

En esas estaba cuando se acercó a una planta cuya espina se le clavó en el muslo; la sangre brotó

inmediatamente. Sus compañeros, al ver que el dios-hombre estaba herido se pusieron a cortar

las hojas de la planta y a azotarlas contra unas grandes piedras planas y lisas que se encontraban

cerca, para castigarla por el daño ocasionado al dios. Al ver lo que hacían sus súbditos, Zamná se

dio cuenta que de las hojas se desprendían unas fibras largas y muy fuertes, y pensó que serían de

mucha utilidad para todos. Entonces, el héroe bondadoso, enseñó a los itzáes a trabajar el

henequén para obtener buenas fibras para hacer cestos, ropa, cuerdas, morrales, y poder atar lo

que se necesitase.

Así fue como Zamná dio a los hombres el henequén y fundó en ese sitio la noble ciudad de Izamal,

como le fuera señalado por los dioses.

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Kukulkán

Serpiente de Plumas, el dios maya del agua, el viento y de Venus, se conoció entre los chontales

como Mukú Leh Chan, y por los quichés como Q’uk’umatz. El mismo Quetzalcóatl tolteca o tal vez

el dios olmeca, “el de la voz poderosa”. De antigüedad anterior a los mayas peninsulares y a los

fundadores de Chichén Itzá, donde se encuentra la famosa pirámide de su descenso en los

equinoccios de marzo y septiembre, durante la fiesta llamada por Diego de Landa Chickabán,

celebrada el mes Xul, en la cual el jefe de los guerreros, Nacom, se sentaba en el templo

sahumado con copal a presenciar la danza Holkanakot, realizada por los guerreros, el sacrificio de

un perro, y la ruptura de las ollas que habían contenido bebidas sagradas. Cuando la celebración

daba término, el Nacom era conducido a su casa. Los señores del Mayapán, se reunían para la

fiesta ostentando cinco estandartes de plumas, y se dirigían al Templo de Kukulkán a orar en su

honra durante cinco días, hasta que el dios venerado descendía por la pirámide.

El Popol Vuh nos presenta a Kukulkan como uno de los dioses creadores, y como el dios eterno de

los vientos. Venerado por los itzáes, los cocomes del Mayapán, y los tutl xiúes de Maní, todos ellos

linajes de estirpe maya. En tanto que persona llegó un cierto día del siglo XI desde el Poniente, a

fundar y reinar en Chichén Itzá, nunca tuvo esposa ni hijos. Cuando partió del Mayapán, se dirigió

al centro de México para convertirse en Quetzalcóatl.

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Dios del trueno entre los mayas, cuyo aire sale de la boca en sus representaciones estelares,

aparece en varios códices representado con una nariz larga y mocha, con signos de los elementos

de la naturaleza: la tierra, como espiga de maíz; el pez como el agua; el buitre como los aires; y el

lagarto como el fuego. Va sobre el agua con antorchas prendidas, para sentarse en el árbol-cruz de

los cuatro vientos, y desde ahí regir las cosechas y esperar el término de los tiempos.

El Pájaro Azul y el Coyote

Cuentan los abuelitos que hace ya mucho tiempo, el hermoso Pájaro azul tenía las plumas

descoloridas y muy feas. Pájaro Azul vivía cerca de un lago cuyas aguas tenían un bellísimo color

azul. Cada día Pájaro Azul se bañaba en el lago cuatro veces y cantaba feliz:

Hay un agua azul.

Se encuentra aquí.

Yo entré al agua,

Y me puse todo azul.

El cuarto día que Pájaro Azul se bañó en el lago, todas sus plumas se le cayeron y salió del agua

completamente desplumado. Pero el quinto día, al salir del agua vio que sus plumas volvieron a

crecer y eran azules.

Durante todos estos días, el dios Coyote había estado observando a Pájaro Azul para cazarlo, pues

estaba famélico, pero le daba miedo entrar al agua azul. Al quinto día, Coyote le preguntó al ave: -

¿Podría usted decirme cómo fue que sus feas y descoloridas plumas se le convirtieron en esas

plumas azules y hermosas? Es usted la más bella ave que vuela por los cielos. ¡Yo también quiero

ser azul! Pájaro Azul le respondió que se había bañado en el lago cuatro veces, mientras cantaba

una canción. Como el pájaro era muy bueno, le enseñó la canción a Coyote. Esperanzado con ser

azul, Coyote hizo su miedo a un lado y se arrojó al agua, acción que repitió durante cuatro días, sin

olvidar la canción que le enseñara el ave. Al quinto día, Coyote lucía un esplendoroso color azul.

Muy orgulloso de su nuevo color, se puso a pasear por todos lados, miraba a todas partes para ver

si alguien se daba cuenta de lo fino y hermoso que se veía.

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Entonces se puso a correr rápidamente mirando hacia el suelo para ver si su sombra era también

azul, tan ocupado estaba que no se dio cuenta que chocaba contra un tocón de un árbol, el cual se

cayó y levantó un montón de polvo de tierra por todos lados que la cayeron a Coyote en su pelaje.

Desde entonces, todos los coyotes son del color del polvo de la Tierra.

El Coyote y el pinole

Tradicionalmente, el Coyote aparece como un dios, o un animal sagrado, en muchas religiones y

mitos de las culturas indígenas de casi toda América. Se trata de un personaje generalmente de

sexo masculino, aunque también lo encontramos como hembra, como hermafrodita, o como

poseedor de la capacidad de cambiar de género a su arbitrio. A veces la mitología lo

antropomórfica, pero sin perder su condición fundamental de animal: su piel, sus orejas en punta,

sus garras y sus ojos color amarillo. Es un ser mítico escurridizo, astuto, hábil, embaucador;

además de mentiroso, chistoso y, a veces, malvado al que le gusta sembrar la discordia entre los

hombres. Sin descartar que pueda llegar a ser avaro, envidioso, irreflexivo, imprudente y lúbrico,

como puede comprobarse en la narración referente a Huehuecóyotl, el Coyote Viejo, dios de la

música, cuando sedujo a la diosa del amor Xochiquetzal y la hizo su amante.

En un mito pima Coyote aparece como ladronzuelo. La historia nos cuenta que hace mucho

tiempo cuando el mundo acaba de crearse, Ban, el Coyote, le robó a una anciana mujer su chu’i, o

sea, su pinole. Inmediatamente, el jefe del poblado, enterado del hurto, salió a buscarlo con el

propósito de atraparlo y castigarlo. Pero Coyote, ante el peligro, voló hacia el Cielo donde escupió

el pinole robado. El jefe le persiguió volando también hacia arriba. Cuando lo consiguió atrapar, lo

alzó y lo aventó hacia la Luna. Es por ello que en las noches de luna llena todos los coyotes miran a

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la Luna, y todos podemos ver el pinole que quedó grabado en la faz del hermoso satélite y que

semeja manchas.

Suruán y el Diablo

Hace mucho tiempo que Suruán, (llamado también Taretzuruán) un hermoso cerro de la Meseta

Tarasca, que tiene la apariencia de un murciélago, fue a visitar a Marijuata, un cerro cerca de

Paracho, para pedirle que contrajera matrimonio con él, y a cambio le proporcionaría mucha agua.

Pero Marijuata, indignada por tal atrevimiento, contestó que no, y además le pegó con una vara

en su brazo izquierdo, al que dejó más bajo que el otro, como puede apreciarse en un ala del

murciélago (cerro). El desdeñado Suruán decidió que se casaría con Cheranguerán, un pueblo que

se localiza cerca de la población de Cupatitzio, en la parte alta de Uruapan, y le otorgaría toda su

agua al hermoso Uruapan.

Mientras tanto, la Marijuata contraía matrimonio con Cuicuintacua, un cerro que se encuentra

cerca de pueblo localizado hacia el norte de Ahuirán, en el hoy municipio de Paracho. Dicho cerro

era sumamente seco.

Los buenos propósitos de Suruán de darle agua a Uruapan no se podían realizar, por la terrible

oposición del Diablo. Cada vez que Suruán enviaba el agua, el Diablo impedía a toda costa que

pasara. Suruán se encontraba muy consternado por no poder enviar el agua, pues se daba cuenta

de que tanto los animales como los hombres necesitaban con urgencia el preciado líquido y

estaban sufriendo mucho por la escasez.

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El Diablo insistía en impedir que el agua bajara hasta Uruapan. Sin embargo, un buen día se

formaron arriba del cerro unas nubes y remolinos, el agua empezó a tomar fuerza en el cerro y fue

descendiendo. El Diablo empleaba todo su poderío para detenerla; en esas estaba cuando de

repente resbaló y cayó con una rodilla sobre una piedra. Y cayó con tanta fuerza y presión que la

rodilla quedó marcada para siempre en el lugar donde surge el río Cupatitzio, lugar conocido como

La Rodilla del Diablo, y que aún puede verse en el Parque Nacional Eduardo Ruiz de Uruapan.

La carta

Tres hermanos que vivían en la región huave salieron un día a buscar trabajo. Cuando iban

caminando el mayor de ellos se encontró a un viejo que le pidió un favor, pero el joven se negó. Lo

mismo sucedió con el hermano siguiente. Al pedirle el favor al hermanito menor, aceptó; entonces

el viejo le dijo que llevara una carta al otro lado del mar, le dio un burro y le recomendó que

cuando el animal empezase a entrar en la mar se afianzara bien y no jalara la rienda para atrás.

También le dijo que cuando hubiese cruzado el mar, se iba a encontrar con otro que se movía

mucho, como si estuviera hirviendo. Después se toparía con otro océano de sangre, y que debía

cerrar los ojos para que no se asustase. Pasada dicha mar, el muchacho llegaría a un potrero

donde había mucha agua y los animales estaban muy flacos. En seguida, debía pasar otro potrero

en el cual los animales eran todos gordos. El viejo le dijo que siguiese adelante, hasta encontrar

dos cerros que se peleaban, en cuyo medio se encontraba un camino que solamente podría pasar

si confiaba en su palabra. Más adelante encontraría a cada lado del camino dos serpientes

luchando, debía pasarlas con los ojos cerrados y no volver la cabeza atrás. Poco después, el joven

debía llegar a donde se encontraba un viejecito que esperaba la carta.

Todo salió bien, el viejito recibió la carta y el muchacho regresó. Al verlo el viejo le preguntó si

había obedecido en todo, el joven asintió. –Bueno, en vista de que fuiste obediente y entregaste la

carta, y como sé que estás buscando trabajo, dime que es lo que quieres, que yo te lo daré.

Entonces, Juanito, que así se llamaba, dijo que quería ser un buen pescador. El viejo dijo que

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tendría mucha pesca de peces y camarones en todos los mares, pero que solo llenara una canasta

con los peces que no se acorazase y así, si lo obedecería, nunca le faltara qué pescar.

Lo que nunca supo Juanito, o tal vez lo intuyó, es que ambos viejecitos eran el mismo Jesucristo

que se le había aparecido para ayudarlo como premio a su obediencia y buen comportamiento.

Omácatl Dos Cañas, el AlegreHubo una vez un dios al que le gustaban los festejos, las celebraciones y los convites, que las

personas celebraban para agasajar a sus familiares y amigos con comidas, danzas y bailes.

Omácatl, Dos Cañas, como se llamaba, también conocido como Huitznáhuac, aparecía en todas

estas celebraciones, ya que era obligado que aquél que diese una fiesta debiera tener en la casa la

imagen del dios; los encargados de llevarla desde el templo eran los sacerdotes, de no hacerlo así,

el festejante tendría terribles pesadillas en las que vería a Omácatl reconviniéndole de esta

manera: - Tú, mal hombre, ¿por qué no me has honrado como convenía? Yo te dejaré, yo me

apartaré de ti y tú me pagarás muy bien la injuria que me has hecho. Era tal el enojo de Omácatl

que, vengativo, ponía en la comida y la bebida de la fiesta cabellos para que el anfitrión quedase

mal parado, lo cual era terrible, pues el convite entre los señores mexicas era una manera de

obtener prestigio y estatus social; por lo tanto cada convite era una orgía de bebida y comida en la

que los señores daban regalos a los invitados consistentes en mantas, tabaco, pañuelos, y flores.

Cuando amanecía, el anfitrión sacaba una figura de un hueso grande, representativo del dios, que

los principales y los teopixques habían elaborado con tzoalli, la masa de amaranto sagrada. El

hueso se comía entre los invitados al festejo, acompañándose con jícaras de pulque. Previamente,

le picaban la panza al dios-hueso y lo dividían para distribuir los trozos. Se trataba de una especie

de sagrada comunión con Omácatl, el alegre. Aquellos que comían de la imagen estaban obligados

a contribuir para la fiesta comunal de Omácatl. Aquellos que deseaban obtener buena suerte, se

llevaban la imagen del dios a su casa por doscientos días, así sus riquezas aumentaban porque

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Omácatl, que simbolizaba una de las tantas advocaciones de Tezcatlipoca, compartía un signo

fausto Ome Ácatl.

Nuestro dios se representaba acuclillado sobre un haz de juncias, una planta de varas triangulares

de bordes ásperos, gustaba pintarse la cara de negro y blanco, y se colocaba en la cabeza una

banda de papel que anudaba por detrás, adornada de muchas borlas y piedras chalchihuites.

Omácatl se cubría el cuerpo con una manta de fina tela, adornada con una franja en la que

estaban tejidas bellas flores; llevaba un escudo con borlas en la parte baja y en la mano derecha

portaba un magnífico cetro semejante a una herradura con mango, cuyo nombre tlachialoni

significaba “miradero” y por el cual veía las acciones humanas.

Tzapotlatena y el úxitlMi madre me contaba la historia de una diosa llamada Tzapotlatena que había inventado una

resina medicinal llamada úxitl, un aceite que se extrae de la resina del pino. Esta resina es muy

buena para curar las bubas que produce la enfermedad conocida como quaxococihuiztli, y alivia

también la chaquachiuhuiliztli. Mi padre que es tícitl, médico, la emplea constantemente cuando

acude a curar a los enfermos de la ciudad de Tenochtitlan que queda un kilómetro de nuestra

casa. Esa úxitl es también muy efectiva para curar los males de la garganta, especialmente la

ronquera, y las grietas de los labios y los pies, por eso los que recogen la resina y los que la venden

veneran a la diosa, le hacen sus festividades y le ofrendan hule, copal, papel y hierbas aromáticas y

medicinales. Mi tata nunca deja de poner la ofrenda destinada a Tzapotlatena, pues es muy

devoto de ella.

Parece ser que antes de convertirse en diosa, Tzapotlatena fue una hermosa mujer muy sabia que

contaba con la capacidad de curar cualquier enfermedad por extraña que fuese. Descendía de

mujeres de linaje del poblado de Tlayolan. Me cuenta mi madre que en una ocasión fue a buscar a

Tzapotlatena un niño para que atendiera a su mamá que se encontraba en trabajo de parto y el

bebé se negaba a salir. La joven acudió en seguida a ver a la parturienta, y como los remedios que

le ofreció fueron inútiles ordenó que le llevasen resina de pino, con la cual preparó emplastos que

colocó en el vientre de la mujer sufriente. El remedio fue eficaz y al poco tiempo el niñito nacía

perfectamente sano.

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Ante esta maravilla Tzapotlatena empezó a emplear el úxitl, no solamente para ayudar en los

partos difíciles, sino para curar muchas otras enfermedades como las que he mencionado.

Un nefasto día a la curandera la mordió una víbora en extremo venenosa, y de nada sirvieron sus

remedios. Pasados dos días Tzapotlatena murió. Se la sepultó con honores que se merecía por su

talento y porque todos en su comunidad la adoraban por buena y sabia. Así se convirtió en

divinidad, patrona de los curanderos y los tícitl, a quienes legó sus conocimientos y remedios, y el

arte de curar con la resina mágica. Incluso su pueblo empezó a ser nombrado como Tlayolan-

Tzapotlan en honor de la bella y sabia Tzapotlatenantzin.

Esta es la historia que me contó mi madre un día, yo se la repito a usted para que sepa apreciar el

poder curativo del úxitl y la sabidurúa de Tzapotlatena.

LEYENDAS

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