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    321ASENTAMIENTOS FORMATIVOS COMPLEJOS EN EL CENTRO-SUR ANDINO

    ISSN 1029-2004

    BOLETN DE ARQUEOLOGA PUCP / N. 10 / 2006, 321-356 / ISSN 1029-2004

    a

    ASENTAMIENTOS FORMATIVOS COMPLEJOSEN EL CENTRO-SURANDINO:

    CUANDO LA PERIFERIA SE CONSTITUYE EN NCLEO

    Lautaro Nez a

    Resumen

    En el presente trabajo se discuten las implicancias difusionistas derivadas del enfoque de las relaciones centro-periferia y latendencia a establecer vnculos de dependencia entre las sociedades de las subreas de los Valles Occidentales y la Circunpunarespecto de las tierras altas nucleares durante los periodos Formativo Temprano y Medio del norte de Chile (1500 a.C. a 400d.C.).1Mediante el anlisis de dos asentamientos complejos, Tuln-54 (3000 metros sobre el nivel del mar) y Caserones-1 (900metros sobre el nivel del mar), se advierte que ha existido una sobrevaloracin de los aportes alctonos para explicar el surgimientodel sedentarismo asociado a prcticas formativas. La identificacin de componentes arcaico-formativos transicionales sustenta latesis autoctonista, que valoriza, ms bien, el surgimiento de tempranas sociedades complejas regionales que establecieron relacionesde interaccin paritaria y multidireccional en el rea centro-sur andina.

    Palabras clave: Periodo Arcaico, Periodo Formativo, ncleo-periferia, surgimiento de la complejidad

    Abstract

    COMPLEX FORMATIVE SETTLEMENTS IN THE CENTRAL-SOUTH ANDES: WHEN THE PERIPHERY

    BECAME THE NUCLEUS

    In this paper we discuss the diffusionist implications derived from centre-periphery relationships and the establishment of depen-dency links between western valley and circunpuna societies within the nuclear zone of the central and southern highlands duringthe Early and Middle Formative periods in northern Chile (1500 BC up to AD 400). By analyzing two complex settlements,Tuln-54 (located 3000 meters above sea level) and Caserones-1 (900 meters above sea level), we have observed that there has beenan over-interpretation of foreign contributions in explaining the rise of sedentism that is associated with Formative Perioddevelopments. The identification of Archaic and Formative period components at the Tarapac and Tuln loci supports anautochthonous development, which suggests the rise of local complex societies with early multidirectional links within a frameworkof highly diversified Formative responses in the Central-South Andean area.

    Keywords: Archaic period, Formative period, nucleus-periphery, emergence of complexity

    1. La dependencia respecto de los Andes nucleares

    De acuerdo con la definicin del Periodo Formativo aplicado en los Andes centrales, las primeras evidenciasidentificadas en las regiones del sur se advertan como eventos de carcter marginal y, esencialmente,derivados de ncleos formativos complejos por carecer de profundidad cronolgica, arquitectura monu-mental y ceremonial, entre otros indicadores. As, los orgenes del Periodo Formativo meridional fueronirreversiblemente vinculados con culturas que irradiaban sus influencias, las que fueron identificadas en

    Universidad Catlica del Norte, Instituto de Investigaciones Arqueolgicas y Museo.Direccin postal: Gustavo Le Paige 380, San Pedro de Atacama, Chile.Correo electrnico: [email protected]

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    Chile con el comienzo de la arqueologa cientfica y el modelo difusionista de los inicios del siglo XX, conespecial nfasis en las ocupaciones anteriores a Tiwanaku (Uhle 1922: 67-70). El proceso sociocultural delos Valles Occidentales, desarrollado por las sociedades costeras al involucrarse con prcticas agrarias,conform las fases Azapa y Alto Ramrez, de los periodos Formativo Temprano y Medio, respectivamente(Rivera et al.1974: 104-106; Rivera 1975: 11-12; 1976: 76-80; Santoro 1980: 53-56). Dichas fases

    resultaron ser contemporneas con sociedades complejas del Altiplano Central, y se les adjudicaron vnculoscon Chiripa y Pucara, lo que dio paso a innovaciones relacionadas con supuestas migraciones entre lastierras altas y el litoral (Rivera et al. 1974: 93; Rivera 1975: 7-8).

    Las llamadas tradicin Chinchorro y tradicin Alto Ramrez no solo desconocieron la complejidadlocal, sino que, por el contrario, homogenizaron y redujeron a la sociedad de las tierras bajas a unaaltiplanizacin de sus orgenes formativos, con lo que se minimiz la identificacin de procesos inde-pendientes respecto de las tierras altas (Rivera 1975: 11-12; 1980: 93-96; 1987: 7). Es claro que estavisin fue el resultado, en parte, de la aplicacin de enfoques neodifusionistas, la carencia de marcosmetodolgicos, la ausencia de secuencias y contextos habitacionales, y la incomprensin de los eventos deinteraccin entre sociedades locales y externas en momentos en que las agrupaciones igualitarias transita-ban hacia formas estratificadas por medio de instalaciones sedentarias, supuestamente originadas por fuer-zas externas de dudosa validez.

    Situaciones diferentes se han constatado en la subrea circunpunea, en donde los desarrollos alta-mente complejos se habran derivado de procesos ms locales, reflejados en la notable profundidad tem-poral de las ocupaciones formativas reconocidas desde contextos funerarios asociados a cermica (Tarrag1989: 200-220). No obstante, aqu se han sobredimensionado los indicadores tipolgicos para la defini-cin de una evolucin cronolgica, interacciones y fases ocupacionales desprovistas de asociacioneshabitacionales, las que terminaron por transformar a la cermica en la nica pauta para establecer secuen-cias y patrones culturales, con lo que se generaron inconvenientes en la comprensin de las fuerzas in totoque condujeron al sedentarismo y complejizacin durante el Periodo Formativo Temprano (Sinclaire2004: 630-639).

    Una manera de contribuir al entendimiento de cmo y por qu surgieron los asentamientos formativoscomplejos radica en abrir una discusin terica sobre la naturaleza de ciertos espacios circunscritos,excavaciones ocupacionales extensivas centradas en este periodo especfico y, al mismo tiempo, considerara los logros arcaico-formativos en trminos de igualdad-desigualdad con independencia de los modelosexplicativos homogenizantes. Se trata de privilegiar aquellas variaciones regionales que dan cuenta decomunidades locales tendientes a procesar prcticas sociales de complejidad creciente al interior deasentamientos especficos (Raffino 1977: 90; Nez 1981: 158-164; Aschero 1994: 15). Esta problem-tica sigue vigente, ya que las propuestas actuales tienden a derivarse de marcos tericos relativistas (Giddens1979: 3-10), algo que se agrava por la aplicacin de esquemas comparativos neodifusionistas que tratan deexplicar las diferencias por medio de relaciones asimtricas como aquellas que se dan entre ncleo yperiferia (Champion 1995: 1-21). Precisamente, al ser trasladadas a la problemtica precapitalista y pre-

    histrica, las premisas sobre estas relaciones de subordinacin tomadas de Wallerstein (1974: 1-25) yaplicadas originalmente en la comprensin de la economa poltica del capitalismo han suscitado fuerteresistencia. Como se tiende a comparar territorios de alto y bajo desarrollo, se han valorado con mayornfasis las relaciones expansivas de reas generales o externas, y se ha desatendido el anlisis concreto de lascomplejidades internas (Stoddart 1995: 88-90; Dillehay et al.2006: 249-251).

    Anteriormente se intent resolver la cuestin de las relaciones de larga distancia bajo los trminos deexpansin, difusin, influencias o comercio a partir de similitudes de la cultura material en dondelos epicentros civilizadores difunden sus logros, tal como ha ocurrido al interior del modelo eurocentristaoccidental, estructurado de tal modo para legitimizar estrategias de poder y dominio. Ncleo y periferiason nociones con ventajas y desventajas (Champion 1995: 1-21; Stein 2002: 903-904), e implicaninteracciones dicotmicas entre individuos dominantes y dependientes, separados por lmites entre la

    centralidad y la marginalidad sin considerar los procesos regionales ni las causas que habran generadotales relaciones. De hecho, se ha detectado que, a lo largo del tiempo, hay ncleos que declinan, mientrasque en los bordes perifricos surgen otros con caractersticas particulares (Champion 1995: 1-21). En sus

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    planteamientos acerca de los vnculos entre ncleo y periferia, Renfrew (1986: 1-18) observa la reinvencindel difusionismo, que no solo desempolva el comparativismo de la historia cultural, sino que lleva a laexaltacin del papel de los cambios exgenos. Por cierto, su aplicacin para los centros religiosos delFormativo de los Andes centrales y de otras relaciones fronterizas ha sido cuestionado (Burger y MatosMendieta 2002: 170-171).

    Las aplicaciones regionales han observado la ubicacin de una semiperiferia en las tierras altas aleda-as, as como una periferia especfica en la vertiente occidental del norte de Chile durante etapas tardas ydurante la rbita de interaccin del Estado tiwanaku (Berenguer y Dauelsberg 1989: 137-138; Berenguer2004: 3-54). En ese sentido, cun dependiente fue la sociedad de los Valles Occidentales respecto delsuroeste del altiplano y hasta qu punto se ejercieron relaciones paritarias sin implicancias de subordina-cin entre la Circunpuna y las tierras altas limtrofes?

    El dominio de los enfoques histrico-culturales orden las relaciones entre ncleo, periferia, semiperiferiay ultraperiferia mediante proyecciones unilineales orientadas a identificar los orgenes o los ncleos dedonde habran procedido sus propuestas de tipos, estilos, iconos y todo aquello que, desde una localidaddada, les recordaba alguna coleccin determinada. De este modo, no se reconoca cun complejos ydiversos eran los procesos regionales y sus propias transformaciones, caracterizadas por interacciones exis-tentes al margen de dominios externos (Nez y Dillehay 1979: 27-29; Dillehay et al.2006: 249-251;Nez 2007: 49-52). Esta alusin a ncleos lejanos para comprender la naturaleza del cambio culturaly econmico pasa por la identificacin de brotes de soluciones locales, paralelos a posibles prstamosculturales en trminos de rechazo, aceptacin y filtros de acuerdo con los grados de complejidad local.Estos aspectos son difciles de calificar sin excavaciones adecuadas y contextos multivariados ms explci-tos que las comparaciones iconogrficas de larga distanciaper sey que no alcanzan a medir los impactosreales que subyacen en la intrusin de piezas exticas en las tramas locales. En esta direccin, las propues-tas de conectividad vial y el traslado de grupos caravaneros, fueran como fueran sus modos de interaccine intercambio, tienden a desdibujar las explicaciones difusionistas y migratorias basadas en el arribo depiezas excepcionales insertas en sociedades formativas ms autnomas de lo esperado (Santoro 1999: 250;

    Dillehay et al.2006: 249-251; Nez 2007: 1-10).Para valorar la naturaleza de los procesos regionales y locales se han seleccionado dos casos deasentamientos complejos con respuestas locales, involucrados con procesos socioculturales autctonos(Fig. 1). El primer caso es el del asentamiento del Periodo Formativo Temprano denominado Tuln-54 ysu templete asociado, ubicado en el territorio circunpuneo, en donde las bases de su complejidad se hanvinculado con un sustrato arcaico (Nez, Cartajena, Carrasco y De Souza 2006: 445-446; Nez,Cartajena, Carrasco, De Souza y Grosjean 2006b: 94-100; Nez, Cartajena, De Souza y Carrasco 2007:287-290). El segundo es el asentamiento Caserones-1, localizado en la quebrada de Tarapac, correspon-diente a los Valles Occidentales limtrofes con la costa, en donde se ha determinado otro locus, vinculadocon poblaciones arcaicas, y ocupaciones del Formativo Temprano y Medio (Nez 1966: 25-26; 1982:80-91; True et al.1970: 170-171).

    2. El asentamiento Tuln-54 en la vertiente occidental de la Circunpuna

    Se han identificado cuatro asentamientos aldeanos del Periodo Formativo Temprano en la quebrada deTuln, al sureste del Salar de Atacama, junto a un arroyo generado en vertientes en una extensin lineal deno ms de 30 kilmetros entre la alta puna y el Salar de Atacama (Tuln-122, Tuln-94, Tuln-54 y Tuln-85). Se trata de ocupaciones eficientes de la fase Tilocalar, muy circunscritas a los recursos forrajeros, conescalas demogrficas discretas, dedicadas a la intensificacin de una economa mixta de caza y crianza decamlidos. Al mismo tiempo, se destaca la complementacin de los aportes hortcolas, de recoleccin,labores minero-metalrgicas y produccin tanto especializada como excedentaria de bienes de estatus (porejemplo, cuentas de mineral de cobre y de conchas del Pacfico y de la vertiente oriental). Se trata de

    asentamientos sedentarios y dinmicos (Olivera et al.2003: 257), con un rgimen creciente de reduccinde movilidad domstica en trminos de subsistencia y manejo de redes de interaccin caravaneramacrorregionales que incluyeron a los valles transandinos en la vertiente oriental de los Andes y su conexin

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    Fig. 1. Ubicacin de los asentamientos formativos Tuln-54 (subrea Circunpuna) y Caserones-1 (subrea Valles Occidentales)(elaboracin del mapa: Lautaro Nez).

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    con la floresta tropical subamaznica (Nez, Cartajena, Carrasco y De Souza 2006: 465-466;Nez,Cartajena, De Souza y Carrasco 2007: 295-299).

    Se ha postulado que la fase Tilocalar (1200 a 400 a.C.) procede de la fase transicional Tarajne (1500 a1200 a.C.) y de la arcaica Puripica-Tuln (3000 a 1500 a.C.). Entre las aldeas de esta fase se destaca elasentamiento Tuln-52, correspondiente al Periodo Arcaico Tardo, donde se han identificado evidencias

    que continan durante la fase posterior o Tilocalar: un patrn arquitectnico de bloques verticales empo-trados en el piso bajo lajas horizontales, residencias aglomeradas subcirculares, bloques dispuestos a modode monolitos, nichos con dinteles, prcticas de molienda, fosos a nivel del piso, tecnologa ltica deperforadores y puntas, confeccin de cuentas, pirograbado sobre hueso, tcnica de pulimento, industriade lminas, grabados con incisiones longitudinales, restos de camlidos silvestres y domsticos, as comoestructuras que quedaron cubiertas bajo un montculo extenso que preserv residuos de talla, alimenta-cin, fogones y depsitos de cenizas superpuestos.

    La transicin entre la fase arcaica y el Formativo Temprano se ha identificado tambin en el asenta-miento Tuln-122, donde ambas ocupaciones comparten el mismo espacio residencial y forrajero delfondo de la quebrada. Una situacin an ms directa se advierte en el asentamiento Tuln-94, correspon-diente a la fase transicional Tarajne, con indicadores arcaicos preexistentes y las innovaciones formativasrepresentadas por la cermica propia de Tilocalar, lminas de oro, puntas de flechas pedunculadas, micro-perforadores y petroglifos intermediarios entre los estilos Kalina-Puripica y Taira-Tuln del Periodo For-mativo Temprano.

    La fase Tilocalar se ha definido con tres asentamientos aldeanos y 35 dataciones radiocarbnicas entre1200 a 400 a.C. Para nuestra propuesta se considera solo el asentamiento aldeano Tuln-54, que secaracteriza por un montculo extendido compuesto de fogones superpuestos, depsitos de ceniza y restosorgnicos, abundante talla ltica, fragmentacin artefactual y cuantiosos restos de camlidos. Estos dep-sitos cubren las estructuras que se distribuyen en diversos conglomerados de plantas subcirculares con, almenos, tres niveles constructivos en torno de un patio central donde se construy el templete propiamen-te dicho. Dos dataciones de un conglomerado residencial del entorno del templete sealan que este espa-

    cio exterior antecedi a su construccin. Por otro lado, el perfil estratigrfico transversal demuestra que elncleo de la aldea fue socavado en un promedio de 70 centmetros. Esta diferencia de profundidad entreel piso del templete y el de las residencias habra determinado su carcter semisubterrneo (Nez, Cartajena,Carrasco y De Souza 2006: 466-470).

    El templete de Tuln se ha fechado con 11 dataciones radiocarbnicas que definen un lapso entre 900a 360 a.C. y representa un caso de complejidad ritual hasta ahora no conocido entre los asentamientosformativos circunpuneos (Fig. 2). Se trata de una estructura semisubterrnea ovalada limitada por unmuro perimetral construido con bloques verticales megalticos incrustados en el piso y en donde se desta-can 12 nichos rectangulares entre jambas y dinteles (Fig. 3), algunos intervenidos con grabados de cabezasinvertidas de camlidos, mltiples incisiones longitudinales, un pequeo camlido atado y el diseo de uncazador con dardos de estilo Confluencia. Sobre estos bloques se han dispuesto rocas de manera horizon-

    tal, algunas de ellas semicanteadas con pigmentos rojos. En el centro del templete se ha ordenado, conmuros divisorios, una estructura ovalada rodeada de seis recintos adosados, conectados al exterior por elborde del naciente por medio de un terrapln inclinado ascendente. El piso del templete se encuentranivelado entre 180 y 190 centmetros bajo la superficie actual del tmulo y cubre un rea de 85 a 90metros cuadrados en la que se cavaron fosos mayormente apegados al muro perimetral para la inhumacinde 24 individuos infantiles que comprenden desde neonatos a no mayores de 12 meses (Fig. 2). Estasinhumaciones estaban asociadas a ofrendas de piezas prestigiosas, tales como cubiletes lticos con diseosde camlidos antropomorfizados, en un caso en cpula con otro inclinado o como acompaantes de unpersonaje frontal; se suman a ello lminas de oro ovaladas con rostros bivalentes, de un ser humano yanimal, otra con caras humanas y un tapn de madera con una lmina de oro repujada que presenta undiseo de cndor. Se destacan las ofrendas de gastrpodos con pigmento rojo de las yungas orientales,

    cuentas confeccionadas con conchas del Pacfico, del oriente selvtico y de rocas locales de crisocola,brocantita, sulfuro, xido de cobre, turquesa verde, dumorterita y una placa ovalada de plomo, adems decestos en espiral, punzones de hueso y restos de cebil de la vertiente trasandina (Virginia McRostie,

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    Fig. 2. Planta del templete localizado en el centro del asentamiento Tuln-54 bajo un montculo estratificado. La flecha delsector inferior izquierdo marca el muro perimetral que se presenta en la Fig. 3 (elaboracin del dibujo: Lautaro Nez yRicardo Quintanilla).

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    comunicacin personal 2007). Otros fosos contenan solo ofrendas de punzones de hueso, lminas lticasy martillos de extraccin minera con residuos de cobre (Nez et al. 2006: 103-113).

    En los depsitos que cubren el templete se han registrado abundantes restos alimenticios, principal-mente huesos de camlidos silvestres y domsticos con muchsima presencia de cermica, desechos org-nicos y superposicin de fogones asociados a capas de ceniza. Caracteriza a estos desperdicios la altafrecuencia de microperforadores, cuentas de collares, cobre triturado, implementos de molienda, puntaslticas pedunculadas principalmente de obsidiana, punzones de hueso, torteros para hilar y restostextiles con evidencias del uso de tcnicas de malla y esteras. Se han documentado, adems, fogonesestructurados con restos de camlidos, aves y roedores a modo de quemas ceremoniales. La recurrencia

    de indicadores artefactuales y ecofactuales similares entre los registros del piso y los fosos asociados deltemplete con aquellos de las capas superpuestas, sumada a su proximidad cronolgica, son indicios deeventos monocomponentes representativos de la fase Tilocalar.

    De acuerdo con las dataciones radiocarbnicas tomadas de muestras de fogones ubicados debajo ysobre los cuerpos, las inhumaciones ocurrieron entre 910 a 790 a.C. En relacin con el patrn etreoselectivo, se ha interpretado que los neonatos fueron inmolados, aunque los restos seos no muestranevidencias concretas. Sin embargo, podra sugerirse la aplicacin de asfixia de acuerdo con las prcticasetnogrficas andinas. Estos ritos ocurrieron en el contexto de festines y libaciones, lo que se infiere por losindicios de restos asociados de presas consumidas, restos de carbones in situ, fogones estructurados aleda-os, residuos de una bebida lechosa sobre el cuerpo y la ofrenda de un cubilete en el centro del templete,todo en proceso de anlisis. Se incorporaron, adems, camlidos completos que fueron sacrificados yconsumidos a modo de mesas rituales andinas, en donde los individuos inhumados podran haber sido losintermediarios entre las rogativas y los poderes ancestrales que otorgaban sus beneficios en la medida queeran alabados y atendidos por medio de sacrificios y festines (Burger y Salazar-Burger 1985: 114-115).

    Fig. 3. Detalle del muro perimetral del templete del asentamiento Tuln-54, con la disposicin de dos nichos y un bloqueintermedio que presenta un grabado de cabeza de camlido e incisiones longitudinales (foto: Lautaro Nez).

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    Este piso sacralizado se conforma de fosos donde se han introducido los neonatos y sus ofrendas sofisticadas,con profundidades de no ms de 30 a 40 centmetros, los que se rellenaron con sedimento fino, lajas amodo de pequeas bvedas y restos del consumo de alimentos hasta nivelarlos con el piso. En esta super-ficie se dispusieron fogones ceremoniales con o sin estructuras compuestas por fragmentos de manos ymetates. Posteriormente se depositaron de manera secuencial, sin intervalos de abandono, las capas que

    rellenaron el templete con componentes culturales homogneos. En efecto, las actividades ocupacionalessobre el piso inicial se desarrollaron en corto tiempo, lo que se infiere por la recurrencia de vestigiosculturales y biolgicos similares, acumulados al interior de cada una de las estructuras, con lo que seconform la superposicin de capas que termin por configurar la elevacin en forma de montculo.

    A juzgar por la datacin de una de las capas ms altas alrededor de 360 a.C., estas actividades sesucedieron in situ por unos 500 aos, ya que las secuencias de fogones y la horizontalidad de los depsitosdemuestran el desarrollo de eventos depositacionales que terminaron por cubrir gradualmente el templetecon residuos de actos rituales y domsticos. Es posible que hayan construido mitos fundacionales vincu-lados con los rituales funerarios cuando el templete estaba en uso, es decir, cuando los neonatos exhumadosintermediaban entre las rogativas y el panten andino bajo la estratificacin sacralizada, tal como pudoocurrir entre los montculos mayores del Altiplano Meridional (Bermann y Estvez 1993: 311; Nez,Cartajena, Carrasco y De Souza 2006: 468).

    Al interior del templete los depsitos presentan abundante fragmentera de cermica moncroma yhomognea de superficie negra, marrn, gris y rojiza, tanto pulida como craquelada, engobada y alisadacon paredes y antiplstico gruesos, lo que inclua abundantes fragmentos reutilizados. Los bordes sonengrosados y redondeados y entre ellos destaca un reborde con una banda ancha en las bocas de las vasijasno restringidas. Las formas de los cuerpos corresponden a vasijas subglobulares, vasos subcilndricos ygrandes ollas de boca amplia con cuerpos tiznados. En general, la cermica de la fase Tilocalar representauna produccin local con atributos similares al tipo Los Morros (Sinclaire 2004: 630-639), por lo queeste componente cubrira, por lo menos, las cuencas del Loa y Atacama durante el Periodo FormativoTemprano. En ese sentido, la familia cermica moncroma de las fases Tilocalar y Tarajne, producida en la

    quebrada de Tuln en grandes cantidades, estaba en uso desde 1500 a.C., de tal manera que se podraplantear la hiptesis en torno del inicio de una tradicin tecnolgica circunpunea con independencia deestmulos externos, a no ser que se confirmen otros locistempranos en las tierras altas y bajas aledaas, anno bien documentados (v.g., el complejo San Francisco), con efectos de cambios multidireccionales entresociedades paritarias.

    Desde un principio, los tiestos cermicos se popularizaron entre los asentamientos residenciales aglo-merados, asociados a una cultura material muy sofisticada, y reemplazaron a los contenedores lticos yorgnicos de tradicin arcaica. Sin embargo, al parecer, an no lograban un valor ritual e iconogrfico entrminos funerarios, puesto que, salvo un par de fragmentos retomados, no se han registrado en calidad deofrendas en el cementerio externo al asentamiento ni tampoco en el templete de la aldea Tuln-54 duranteeste periodo. Aqu se han observado cubiletes lticos y recipientes de cestera en espiral de ancestros arcai-

    cos asociados a las inhumaciones de los neonatos. Esta constancia demostrara lo poco que se sabe acercade la real complejidad que mantena la cermica durante los inicios del Periodo Formativo (Lumbreras2006: 1, 31-32). Es cierto que su asimilacin fue muy rpida por medio de una tecnologa experimentaday funcional, desplazada regionalmente por medio de flujos de informacin innovadora (Kalazich 2006: 1-25). Esto debi acompaarse de otras ventajas tan o ms importantes como lo fue el uso de arcos y flechas(De Souza 2006: 1-20) junto a la nueva morfologa de los implementos utilizados para molienda (Nezet al. 2006: 107).

    De acuerdo con los estudios osteomtricos y de fanreos, se ha segregado la presencia de vicua (Vicugnavicugna), alpaca (Lama pacos), guanaco (Lama guanicoe) y llama (Lama glama), con lo que se demostr lacoexistencia de prcticas de caza y crianza. Esta ltima incluy la utilizacin de fibras para prcticas decordelera e hilandera con el uso de torteras discoidales. Fuera de duda, los sacrificios de llamas y la

    presencia de fragmentos de pipas, adems del registro de alucingenos o cebil (Anadenanthera sp.), dancuenta de un intenso ceremonialismo pastoralista. A esto debe sumarse la presencia de conchas del Pacfi-co y escasa cermica modelada, corrugada, cordelada y unguiculada (con marcas de uas), lo que, junto a

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    la presencia de caracoles de las tierras bajas orientales (Sthrophocheilus oblongus), demostrara otras co-nexiones con los valles y yungas transandinas (McRostie 2006: 1-20; Nez et al. 2007: 289-293).

    Aunque es importante reconocer los focos sincrnicos de complejidad altiplnica con posibilidades deinteraccin entre ambas vertientes de los Andes, como Wankarani, resulta tambin estimulante admitircontactos con los valles y yungas transandinas mediante interacciones caravaneras multidireccionales. La

    presencia de fragmentos intrusivos de pipas, gastrpodos y cebil del oriente (Dougherty 1972: 1-3; McRostie2006: 1-20; Nez et al. 2007: 290-295), junto con la de conchas del Pacfico recobradas de Tuln-54,indicara una ampliacin de la escala arcaica de movilidad que abarc, durante el Periodo FormativoTemprano, un amplio transecto entre el Pacfico y las tierras bajas transandinas. Por otro lado, debetenerse en mente que, desde el Periodo Arcaico Tardo, se han comprobado varias patologas seas quecorresponderan a llamas especializadas en el traslado de carga precisamente en la quebrada Tuln (Cartajena,Lpez y Nez 2007: 1). Esto significa que habran existido circuitos protocaravaneros de larga distanciaentre comunidades arcaicas, los que se ampliaron durante el Formativo mediante el desarrollo de activida-des de intercambio de bienes de estatus y otros productos domsticos asociados que, por el momento, sedesconocen (Nez 2007: 33-43).

    La nocin de complementariedad trasladada al Periodo Formativo y la presencia de piezas exticas ha

    sugerido que la regin de los Valles Occidentales y la costa adjunta fueron ms dependientes de losncleos del altiplano (Rivera 1980: 93-96). Sin embargo, la escasa presencia de piezas intrusivas con valoriconogrfico en la Circunpuna no ha estimulado el dominio de explicaciones difusionistas; por el contra-rio, la identificacin de complejos procesos arcaico-formativos de carcter autctono han destacado loslogros y transformacin de la sociedad local (Nez 1992: 96-101; Cartajena, Carrasco, De Souza yGrosjean: 111-113). Por otra parte, el reconocimiento de restos culturales y botnicos provenientes de lastierras bajas del Noroeste argentino ha motivado interpretaciones no difusionistas basadas en el desarrollode circuitos de movilidad caravanera cuyos componentes se han detectado en la fase Tilocalar. Ciertamen-te, las evidencias de pipas, cebil y gastrpodos constituiran una trade ritual procedente de asentamientossincrnicos, como el complejo San Francisco de una economa basada en prcticas de horticultura, cazay recoleccin, datado entre 700 a.C. a 300 d.C. y una antigedad que podra alcanzar la fecha de 1500

    a.C. (Garay y Cremonte 2002: 38-40). Esta circulacin de bienes ceremoniales y de prestigio, muy pro-pios del Periodo Formativo Temprano, cobran mayor significado por cuanto se ha comprobado que gru-pos de ese complejo ascendieron desde las tierras bajas a los valles hmedos de Jujuy tras los recursos demayor altura, como el acceso al ganado camlido en un marco de complejidad social creciente (Garay yCremonte 2002: 48-50).

    Durante la fase Tilocalar, la dieta dominante suma a los camlidos la presencia menor de roedores(CtenomysyLagidium viscacia) y aves en baja frecuencia. Entre los recursos vegetales se cuenta con frutosde Opuntia, races de Scirpus, tubrculos (Schoenoplectus), lagenaria (de ancestro arcaico), aj (Capsicum),quinua (Chenopodium), maz (Zea mays) y algarrobo (Prosopis juliflora), este ltimo identificado en uncampamento en el oasis de Tilomonte, cercano a Tuln. Llama la atencin el cuidadoso control de susartesanas, como la cermica y la fundicin de cobre y oro con tratamiento laminado vinculado a martillosde extraccin minera, lo que corrobora el registro de tempranos focos metalrgicos al sur de los Andescentrales. Este conjunto de continuidades y cambios en la aldea Tuln-54 demuestra que la tesis delsurgimiento de complejidad formativa es coherente con la intensificacin productiva en ecorrefugios muycircunscritos, en donde las respuestas aldeanas complejas responden a estmulos arcaicos preexistentestales como la aglomeracin residencial con estructuras subcirculares. Las fases Tarajne y Tilocalar, queintegran a los asentamientos formativos ms tempranos a nivel de secuencias comparadas, documentan latesis autoctonista y, adems, sustentan la paradoja de que en territorios considerados tan perifricos, condbiles recursos hdricos, pero estables en tiempos de sequa, las ocupaciones persistieron y crecieron en elmbito local durante la recuperacin hmeda que coincide, precisamente, con la fase Tilocalar (Nez etal. 2005: 263). As, se pudieron incrementar las prcticas de pastoreo, caza, recoleccin y horticultura demanera paralela a la actividad minera que, posiblemente, fue la riqueza que facilit el intercambio y, conello, el ingreso de piezas exticas del otro lado de los Andes. Es muy posible que estos bienes de prestigiose incorporaran a la elite local emergente, con lo que se consolidaron ejes formativos de interaccin cuyaproyeccin regional se encuentra en proceso de investigacin.

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    3. El asentamiento Caserones-1 de la regin de los Valles Occidentales

    3.1. Los antecedentes arcaico-formativos

    Los estudios bioantropolgicos en los Valles Occidentales de Arica han vinculado a las poblaciones locales

    a migraciones y contactos exgenos con las tierras altas y la selva amaznica esta ltima desde las mstempranas ocupaciones costeras, influencias que se han invalidado para los periodos Arcaico Tempranoy Arcaico Medio. Solo durante el Periodo Arcaico Tardo se aprecia un incremento de complejidad socialasociado a indicadores extralocales (Standen et al.2004: 209-210). Al respecto, se ha propuesto el desa-rrollo gentico de una sola poblacin desde la ocupacin arcaica chinchorro a aquellas del Periodo deDesarrollo Regional (Rothhammer et al.1989: 405-406). Sin embargo, posteriormente se ha sealadoque habran ocurrido migraciones por cuyo intermedio se mezclaron las poblaciones locales (Rothhammeret al.1989: 405-406), con lo que se constituy un proceso integrador sociocultural de carcter arcaico-formativo que fortaleci el desarrollo entre la costa y los valles bajos alrededor de 2000 a 1400 a.C. (San-toro 1999: 246-250).

    Si bien se advierte un consenso explcito en torno de la complejidad emergente entre los periodosArcaico y Formativo Temprano de los valles costeros, no est claro cmo podran haber conducido lasinfluencias altiplnicas y amaznicas el proceso regional al margen de la sociedad local, si es que efectiva-mente existieron estas migraciones. Al respecto, se ha descrito que en el valle de Moquegua, algo ms alnorte de Arica, ocurri una directa colonizacin tiwanaku desde el altiplano (500-1000 d.C.) sin inclu-sin de las comunidades locales (Goldstein 1989: 219). Por otro lado, un estudio de ADN ha llegado aconclusiones distintas a las conocidas para los valles costeros de Arica y sostiene que hay continuidadgentica desde antes de la expansin tiwanaku, posiblemente a partir del Periodo Arcaico Tardo y, conseguridad, durante el ltimo milenio (Sutter 2006a: 63-64, 2006b: 456-458; Lewiset al.2007: 145-150). Es decir, no se constataron flujos de poblaciones alteas en los valles costeros como tampoco algunainfluencia gentica amaznica significativa, tal como se ha propuesto para los valles de Arica (Moraga et al.

    2001: 711-712; Rothhammer et al.2002: 259-260), salvo algunas leves evidencias de carcter no uni-direccional. Puesto que la cua tiwanaku s existi en el valle de Moquegua, se abre la cuestin sobre cmopudo establecerse un rgimen colonizador desde el Altiplano Central sin involucrar a las poblacioneslocales y sus elites polticas, las que fueron suficientemente complejas, tal como se conocen durante eldesarrollo postiwanaku (Zaro 2007: 161-162). Una analoga bsica podra sealar que si las poblacionesaltiplnicas de un Estado polticamente sofisticado como Tiwanaku no estuvieron presentes en los vallesde Arica, por qu los habran ocupado durante tiempos formativos?

    La diferenciacin biolgica entre la poblacin local y aquellos supuestos emigrantes result relevantepara esclarecer el rol de los componentes exgenos. Precisamente, en este escenario de cambios transicionales,la afinidad biolgica craneal ha distinguido diferencias entre las ocupaciones costeras y de los valles a partirde los inicios del Periodo Arcaico Tardo con la expresin final de Chinchorro mediante dos eventos

    colonizadores: uno que constituye a los costeos y otro que se relaciona con agrupaciones de pastores yagricultores que persistieron hasta pocas ms tardas, cada uno en sus respectivos ambientes. No obstante,ambos se habran originado en una matriz arcaica ancestral (Cosilovo et al.2001: 13-14, 17-18). Cmose correlacionan estas distinciones bioantropolgicas con los datos culturales? Si se establece un anlisiscon independencia de los escasos materiales externos, hasta ahora observados desde el Periodo ArcaicoTardo, queda la impresin, de acuerdo con la distribucin y densidad de sitios, que en el ambientecostero-vallestero se desarroll un continuo y denso poblamiento arcaico no interrumpido por cuasmigracionales y/o colonizadoras, salvo ciertos eventos menores de mezclas correspondientes, probable-mente, a la circulacin de bienes y gentes entre distintos ambientes del transecto costa-yungas-costa, untema discutido recientemente a propsito de la fase formativa Alto Ramrez (Santoro 1999: 246-251;Romero et al.2004: 261-263; Rothhammer et al.2007 ms.).

    Las relaciones de interaccin entre costa y valles representan eventos de complejidad creciente desdelas prcticas de pesca, caza y recoleccin hasta su desarrollo paralelo al comienzo de las prcticas hortcolasy agrarias. De esta manera, se cre un modelo de economa mixta sustentado por una sociedad compuesta

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    por pescadores complejos, un apelativo sinttico que se asemeja al de los cazadores complejos que van atransitar tambin hacia las prcticas hortcolas y pastoralistas, acompaando, con las caceras, el procesode innovaciones referido al Arcaico Tardo de la Circunpuna de Atacama (Nez, Cartajena, Carrasco, DeSouza y Grosjean 2006b: 93-100). En efecto, durante el desarrollo de los periodos Arcaico Temprano yMedio en los valles costeros, los datos culturales avalan mejor la hiptesis de un poblamiento netamente

    costero y un proceso de evolucin y desarrollo local para los grupos arcaicos ms que una migracin desdela foresta tropical amaznica (Standen et al.2004: 201). As, desde el comienzo del Periodo ArcaicoTardo, se intensifican las redes de circulacin en un marco local de incremento demogrfico, adems deprcticas sedentarias, inicio de produccin de alimentos, presencia de materiales complejos y las prcticasms sofisticadas de momificacin artificial, figurinas de arcilla cruda, cestera espiral, presencia de semillasdeMcuma elptica, telares de cintura y otros rasgos innovadores (Standen et al.2004: 201-202). En otraspalabras, los escasos indicadores amaznicos ocurrieron tardamente durante el nexo arcaico-formativoentre 2000 a 1500 a.C., cuando las poblaciones costeras comenzaron a controlar los valles bajos para laimplantacin hortcola al interior del circuito de bienes y gentes en el transecto costa-selva-costa, y suslogros se habran incorporado al proceso de complejidad local emergente junto al Pacfico (Santoro 1980:46-48, 1999: 247-250; Moraga et al.2001: 711).

    Existe consenso acerca de que dicha economa mixta integr los recursos proteicos del mar con aque-llos vegetales de los valles bajos, con lo que se increment la poblacin local en un escenario socioculturalsometido a condiciones ambientales cambiantes, favorables a las transformaciones formativas (Sandweissy Richardson III 1999: 179, 185-186; Santoro 1999: 243-250; Williams et al.ms.). Despus del desarro-llo chinchorro, en la costa se desarrollaron comunidades de pescadores cada vez ms complejos conindicadores arcaicos como el uso de faldellines, cestos y turbantes datados entre 1700 a 840 a.C. (Cama-rones-15, Quiani-7 y La Capilla) que interactuaron con los logros formativos, tal como se advierte en lafase Azapa (1400-600 a.C.), donde la combinacin de componentes arcaicos con las innovaciones formativascomo el ingreso de cermica y prcticas hortcolas caracterizan esta transicin en la costa y los vallesbajos (Nez 1970: 93-100; Santoro 1980: 46-48, 1999: 243-250; True 1980: 147-163). Precisamente,

    el cementerio Faldas del Morro (c. 800-750 a.C.) muestra una poblacin con turbantes que, desde unabase arcaica de sustentacin, usa las primeras cermicas con desgrasante vegetal, practica la inhalacin dealucingenos, utiliza torteras y husos de hilar, tejidos de trama y urdimbre, lminas de oro rectangularescon incisiones punteadas del patrn de Tuln-54, instrumentos de cobre, calabazas pirograbadas, agujasde maderacon cabezal de resina provisto de incrustaciones de conchas y hematita, adems de un talladode cabeza de cndor homologable al patrn mencionado (Dauelsberg 1985: 78, 39-43). Debe sumarse aestas evidencias el cementerio Morro 2/2, que presenta tumbas marcadas con postes y cermica engobadanegra y roja como la identificada en la estratigrafa de Punta Pchalo y aquella de Caserones-1. Estoscontextos se han fechado entre 800 a 750 a.C. y son equivalentes a los registros del sitio Faldas del Morro(Focacci y Chacn 1989: 56-58).

    Estos antecedentes son importantes, ya que indicaran que, durante el Periodo Arcaico Tardo, los

    pescadores complejos habran controlado los valles costeos y crearon las condiciones favorables para laimplantacin de la horticultura. Eventos de esta naturaleza ocurrieron en la quebrada de Tarapac, con loque se gener el locusformativo de Caserones, articulando, en un solo transecto ocupacional, los recursosde la quebrada y de la costa aledaa, principalmente desde Pisagua, con campamentos intermedios susten-tados en vertientes con recursos localizados en las tierras bajas cerca del Pacfico (Quiua, Tiliviche y

    Aragn). Al respecto, se han identificado ocupaciones de pescadores complejos correspondientes a losperiodos Arcaico Temprano, Medio y Tardo en campamentos sedentarizados en el oasis de Tiliviche. Allse han detectado restos de maz temprano que ameritan dataciones directas, ya que algunos se han locali-zado en pisos reocupados y parecen incrementarse durante los eventos del Periodo Arcaico Tardo debidoal desarrollo de un primer cementerio de esta poca (an sin cermica), datado hacia 1830 a.C. A juzgarpor los restos de hojas en contextos funerarios, aqu se habra cultivado maz, con lo que se consolidaron

    sus hbitos sedentarios con una base martima de sustentacin a no ms de 40 kilmetros del litoral dePisagua (Standen y Nez 1984: 147-148). Efectivamente, en el cementerio Tiliviche-2 se ha observadoque un grupo fsica y culturalmente costero ascendi hacia las vertientes de esta quebrada con su cultura

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    material, alimentos y los primeros textiles de malla con teidos escalonados, manos y morteros extendidosde patrn formativo y restos de plantas de maz. Esto implicara que las primeras cosechas habran ocurri-do entre poblaciones arcaicas tardas que iniciaron el control de los oasis en un escenario de circulacin debienes de estatus (v.g., plumas de aves tropicales) y alimentos vegetales que pudieron incorporarse desdelas tierras bajas del oriente trasandino antes del Periodo Formativo, ya que la presencia de un dardo

    pirograbado de caa de chonta involucrara a un espacio de esta naturaleza.Estas agrupaciones arcaicas portadoras de maz alcanzaron el tramo inferior de la quebrada de Tarapac,

    en donde se han ubicado 22 campamentos que conforman una secuencia entre 4880 a 1760 a.C. Estndistribuidos en los alrededores del asentamiento complejo Caserones-1 y se asocian a restos de pescados ymariscos junto a frutos de algarrobo, tamarugo (Prosopis sp.), fibras vegetales, huesos de camlidos yartefactos lticos del patrn costero, lo que evidencia el traslado de alimentos desde el Pacfico y de prc-ticas de caza y recoleccin terrestre (sitios Tarapac-14-A, 2A y 18) por parte de individuos atrados a esteambiente durante la estacin de verano (True et al.1970: 179-183; True y Nez 1974: 157-159; Tartaglia1980: 19-20; True y Gildersleeve 1980: 53-58). En un coprolito proveniente del campamento Tarapac-2A se identific, precisamente, polen de maz datado en 2250 a.C. (Kautz 1980: 205-211) y posiblesrestos de granos y de hojas parecidas a las registradas en Tarapac-14A y Tarapac-12, cuyos campamentosse ubican en el rango entre 4880 a 2830 a.C. (Williams 1980: 198-203). Debe tenerse en cuenta que lasocupaciones del Periodo Arcaico Tardo con manejo de maz y quinua han ocurrido en Quebrada Seca-3,en la puna meridional argentina, y se determinaron a partir de muestras extradas de implementos demolienda fechadas entre 2750 a 2250 a.C. Esto incluy el consumo de Phaseolus sp. alrededor de 4000a.C. (Babot 2005: 1-2). De esta manera, estos cultivos se conocan en la vecina Circunpuna en la mismapoca en que se habran readaptado a las tierras bajas occidentales mediante la circulacin de grupos depescadores y cazadores complejos. Esto explica que en la fase Azapa, durante el Periodo Formativo Tem-prano, los cultivos de maz estaban presentes como derivados de una praxis arcaica y es posible que algosimilar pudiera haber ocurrido con los de la fase Tilocalar de la Circunpuna. Es importante indicar que lasdataciones arcaicas ms tardas en las quebradas de Tiliviche y Tarapac se acercan a los inicios del Periodo

    Formativo y, como consecuencia de ello, es posible detectar una transicin entre agrupaciones de pescado-res complejos y el surgimiento del locusformativo de Caserones mediante la intensificacin de instalacio-nes sedentarias hortcolas y agrarias. Tal acercamiento se ha constatado en el locusde Tuln con respecto alambiente circunpuneo entre asentamientos estables de caza y pastoralismo del Formativo Temprano.

    La fase Alto Ramrez representa la culminacin del proceso regional de los periodos Formativo Medioy Formativo Tardo (600 a.C. a 300 d.C.) y da cuenta de la consolidacin agraria asociada a aldeas fun-cionales de tal manera que su mxima expresin, tanto simblica como territorial, fueron los tmulosfunerarios ceremoniales (Rivera et al.1974: 104-106; Romero et al.2004: 261-263). Hay evidencias deldesarrollo de una elite a juzgar por los contextos funerarios destacados lo suficientemente jerarquizadacomo para organizar los asentamientos estables (Muz 1987: 120-123; Santoro 1999: 246-250). Esdifcil entender cmo pudo operar en esta estructura social con autoridades prestigiosas la penetracin

    difusionista de la llamada Tradicin Altiplnica, sustentada empricamente en algunas piezas funerariasintrusivas (Rivera et al.1974: 104-106), si se considera que semejante materialidad extica podra vincu-larse con circuitos de intercambio de larga distancia por medio de regalos u otros procedimientos propiosde las relaciones caravaneras (Muz 1987: 120-123; Nez 2007: 33-40). En general, estos bienesforneos habran acentuado el prestigio de las elites locales, las que controlaban buena parte de la vertienteoccidental con independencia poltica y econmica del ncleo circun-Titicaca. En consecuencia, es muyposible que no existiesen cuas migratorias ni colonizadoras, puesto que, sin considerar la complejidad lo-cal, el traslado del modelo vertical hacia pocas formativas, en trminos de complementariedad, tal comoocurri en el siglo XVI, parece ser de poca aplicacin (Santoro 1999: 244). En este sentido, la presencia deiconos en textiles durante estos tiempos formativos es definitivamente excepcional (v.g., los cementeriosde Alto Ramrez [Rivera 1976: 75-79; Mujica 1985: 108-113], Chorrillos [Latcham 1938: 293], Tarapac-

    40A [Nez 1970: 85-86] y Pircas-1 [Nez 1984b: 9]). Es decir, la presencia de los estilos Pucara,Chiripa y de otros centros de altura en contextos de la fase Alto Ramrez se inserta en forma de bienes deprestigio iconogrfico en un contexto local (Goldstein 2000: 219-220; Santoro 1999: 120-123), de tal

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    modo que no es necesario que constituyan evidencias de difusin, tal como se plante para los horizontespanandinos (Bennett y Bird 1960: 193-201).

    As, los textiles formativos referidos seran componentes del ceremonialismo altiplnico inserto en lafase local Alto Ramrez, cuya complejidad deriva de la sociedad chinchorro, esencialmente costera. Noobstante, se han utilizado componentes chinchorro netamente arcaicos para caracterizar a la fase Alto

    Ramrez, con lo que se generaron confusiones cronolgicas y contextuales (Rivera et al.1974: 77-78), a loque se sum una sobrevaloracin de los aportes biolgicos y culturales altiplnicos al interior de unproceso regional que se observa, ms bien, indivisible desde el Periodo Arcaico Temprano y que culmincon el surgimiento de sociedades complejas con una base martima de sustentacin y la consecuentesedentarizacin formativa y temprana en los valles costeros una vez que las prcticas hortcolas y agrarias sesumaron a la explotacin martima.

    Durante estos eventos formativos se han identificado distintos patrones aldeanos considerados consti-tuyentes de la fase Alto Ramrez. Esto se debe a que esta succion, equivocadamente, todo aquello queha sucedido en su rango de tiempo o antes (v.g., el asentamiento Hueln-42) sin considerar la alta diver-sidad formativa de los ajustes socioadaptativos y culturales entre los Valles Occidentales y la Circunpuna,y a que ciertas analogas con objetos de los cementerios de San Pedro de Atacama lograron extender hastaaqu el modelo explicativo difusionista (Rivera 1987: 12-13). Al aceptar el surgimiento de complejidadsocial mediante un nexo entre respuestas arcaicas locales y la formacin de prcticas formativas y sedenta-rias (Nez 1992: 99-100; Santoro 1999: 245-246; Nez et al. 2006b: 94-100) es necesario cuestionarla Tradicin Altiplnica, supuestamente involucrada en las aldeas de la fase Alto Ramrez de Azapa,Guatacondo, Ramaditas y Caserones (Rivera 1976: 75; Rivera et al.1995-1996: 205). En estos asen-tamientos, el papel de la poblacin costea fue protagnico en trminos de iniciar las labores de agrorre-coleccin en los oasis aledaos con mayor concentracin y estabilidad. El caso del conglomerado deGuatacondo demuestra, con cuatro dataciones, una utilizacin desde 420 a.C. a 85 d.C., aunque no se hadeterminado su inicio especfico (Meighan 1980: 120-122). Est rodeado de cementerios que reflejandistintos momentos de la ocupacin con indicadores esencialmente costeos, como el uso de turbantes

    con plumas de hueso recortado en sus bordes, tambin registradas en el propio asentamiento, de maneraque no hay duda de que sus residentes disponan de dichos tocados. No faltan los grandes cestos, cabecerasde arpones, lminas de oro con el diseo del Hombre-Cndor, minerales de cobre de color y la tpicaescasez de tiestos cermicos ofrendados. Otro cementerio con crneos provistos de turbantes (G-12) sefech en 880 a.C., con indicadores propios del Periodo Formativo Temprano de la costa-Valles Occiden-tales, los que incluyeron plumas similares datadas, tambin de manera temprana, en el sureste de lacuenca de Atacama, as como caracoles del oriente (Meighan 1980: 120-126; Nez et al.2006b: 100;Nez etal.2007: 297-299).

    En el asentamiento de Guatacondo, a los indicadores culturales y alimenticios de la costa se sumanrestos de prcticas hortcolas (maz y porotos), adems de recoleccin de Prosopis, lo que sugiere que estaseconomas mixtas habran implicado, como se observa en Caserones, el desarrollo de un patrn de doble

    residencia entre estas quebradas bajas arreicas con el litoral por medio de instalaciones expeditivas. Porotra parte, el mismo patrn se replica en Guatacondo en la presencia de plumas de aves tropicales yBullimus sp. debido al flujo de circulacin de bienes de estatus entre la costa y la vertiente oriental, algoque se ha verificado en la quebrada de Tuln durante el Periodo Formativo Temprano (Meighan 1980:124; Nez et al.2007: 298-299).

    El sitio de Ramaditas es otro asentamiento formativo cercano a Guatacondo correspondiente a unconglomerado en parte similar con cuatro dataciones radiocarbnicas que indican que su clmax ocurrialrededor de 50 a.C., de tal modo que queda afuera de las interacciones advertidas durante el PeriodoFormativo Temprano del altiplano. En este sentido, el trfico de brochantita registrado en Chiripa (1250-850 a.C.) y Cochabamba (1200-1000 a.C.) no podra haber provenido de este lugar, pero s quizs, porsu petrografa, de otro espacio del desierto de Atacama por medio de una circulacin de bienes y materia-

    les de estatus entre sociedades paritarias durante el Periodo Formativo Temprano (D. Browman 1991,citado en Graffam et al.1996: 110). En suma, tanto en Guatacondo como en Ramaditas no se adviertenpatrones arquitectnicos ni artefactos de origen altiplnico; en ambos casos existe una intensa correlacin

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    con la costa, mientras que en el segundo se incluira una conexin con los oasis de San Pedro de Atacamadebido a su labor minero-metalrgica, que fue una actividad adicional fuera de las propiamente agrarias(Graffam et al.1996: 110-111).

    Los antecedentes expuestos indican que las piezas altiplnicas intrusivas en las tierras bajas encubren elcarcter local del surgimiento y desarrollo de complejidad, cuyo proceso se estructur con independencia

    de migraciones y colonias inexistentes procedentes del Altiplano Central y Meridional. Es decir, en el casode los Valles Occidentales del extremo norte de Chile, los estmulos formativos alctonos de las sociedadesnucleares hegemnicas, observados como focos de irradiacin de protocolonias, no habran ocupadoconcretamente los valles ariqueos con el fin de obtener bienes complementarios, tal como lo plantea latesis de la altiplanizacin del proceso regional, de acuerdo con Rivera (1980: 91-96, Rivera et al.1995-1996: 205). En realidad, no existen suficientes evidencias arqueolgicas para revelar desplazamientosverticales, ni habran datos claros en trminos de una poltica externa capacitada para controlar los vallescosteros, de tal modo que la Tradicin Altiplnica introducida en los Valles Occidentales como un fen-meno homogneo no est debidamente sustentada durante el Periodo Formativo (Santoro 1999: 247-252). Lo que se advierte, ms bien, es que las piezas intrusivas responden a relaciones simtricas deintercambios de bienes de estatus (Santoro 1999: 251-252; Nez 1999: 227; Nez et al.2007: 299-300). En este sentido, entre los indicadores especficos, solo los textiles intrusivos explicitaran ciertoscontactos con la regin circun-Titicaca (Rivera 1987: 87-88). As, los iconos esta regin y aquellos deParacas, localizados en los valles costeros del sur del Per (Silverman 1996: 95) validan la introduccinde la tapicera con estilos similares en los valles de Arica y an podran incluirse otros textiles formativosde prestigio iconogrfico intrusivos en Tarapac-40A y Pircas-1, los que, en su conjunto, sustentaron elprestigio de las elites locales (Nez 1984c: 9), pero que, categricamente, no representan relaciones desubordinacin o dependencia con el altiplano debido a la carencia de materialidad derivada de las tierrasaltas detectada durante el Formativo (Ayala 2001: 31-35).

    Por otro lado, la ausencia, hasta el momento, de asentamientos pastoralistas complejos en las tierrasaltas de los Valles Occidentales sincrnicos al complejo Wankarani no ha estimulado comparaciones al

    interior del Periodo Formativo Temprano en relacin con el Altiplano Meridional. Sobre la base de unaconfrontacin entre colecciones localizadas en el norte de Chile con aquellas propias de Wankarani, sedetermin que no habran relaciones homologables (Ayala y Uribe 2003: 25-26), pero an se sabe muypoco sobre las vinculaciones que pudieron existir con respecto a las aldeas formativas tempranas cir-cunpuneas de quebrada Tuln, toda vez que los grados de complejidad son comparables. Por lo mismo,es necesario definir mejor si ciertas recurrencias advertidas entre comunidades con fundamentossocioeconmicos, culturales y ecolgicos similares podran producir artesanas y rituales semejantes sinque existieran vnculos de interdependencia (Lincoln 1991: 11-22). Esto es, se deberan definir fasesespecficas vinculadas con los grados de autonoma y paridad sociopoltica de aquellas regiones que sonasumidas como perifricas en relacin con ciertos ncleos prestigiosos cuyas supuestas irradiaciones hanocultado los procesos regionales.

    3.2. El foco formativo de Caserones en la quebrada de Tarapac

    Se ha identificado un locusformativo compuesto por tres asentamientos densos en el curso inferior de laquebrada de Tarapac,2entre 900 a 1400 metros sobre el nivel del mar. El asentamiento Caserones-1 seconforma de recintos de planta cuadrangular y rectangular con muros confeccionados con bloques deanhidrita en costra y molida para los efectos de mortero y estuco. Se definieron 355 estructuras entreresidencias, bodegas en divisiones interiores y depsitos semisubterrneos circulares (trojas). Se ha docu-mentadoun total de 75 mdulos residenciales en cuyos muros se advierten restos de horcones verticalesinsitu, y huecos donde se empotraban dichos postes preferentemente de algarrobo sobre pasta frescacon el objeto de sustentar los techos a manera de ramadas y dejar un espacio superior abierto sobre los

    cabezales de muros para efectos de ventilacin. De acuerdo con lascomparaciones etnogrficas realizadasen el poblado de Huarasia,se ha calculado una poblacin clmax de alrededor de 450 habitantes (Nez1982: 80-92) (Fig. 4).

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    Fig.

    4.

    Plantadelasentamientoformativ

    oCaserones-1,rodeadodeundoblemurodefensivo(elaboracindelplan

    o:LautaroNez,

    LuisBrionesyJu

    anVarela).

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    En el presente caso es evidente la aplicacin de un programa arquitectnico con soluciones medianteun modo constructivo homogneo iniciado desde el borde de la quebrada hacia el interior a base degrandes mdulos multifuncionales. Cada unidad domstica incorpor actividades relacionadas tanto conlabores de subsistencia como de almacenaje de excedentes que incluyeron mltiples socavados en el pisopara cocinas, y bodegas con o sin depsitos de cermica, as como actos ceremoniales en forma de ofrendas

    entre ellos un neonato dispuesto en un cesto, adems de una tpica disposicin de estructuras para-lelas a los muros o en sus esquinas, dedicadas tambin al bodegaje (Fig. 5). Un sector con grandes bodegascirculares que contenan en su interior depsitos de cermica empotrados en el piso se concentr precisa-mente hacia el talud ms cercano al descenso de la quebrada. Las viviendas crecieron por medio de ejesperpendiculares a la quebrada, en donde se adosan estructuras conglomeradas con muros rectilneos, pero,al mismo tiempo, dejan espacios libres interiores para la acumulacin de basura. Una vez dimensionado elespacio de ocupacin y sus sectores eriazos, se levant un doble muro perimetral con el mismo patrnconstructivo de los mdulos residenciales, lo que comprendi algunos sectores con postes incrustados enlos cabezales. La presencia de muros salientes a manera de engranajes y mltiples troneras asociadasa fosos localizados inmediatamente al exterior, adems del registro de una estructura interior con la pre-sencia de un centenar de rodados para hondas en la Unidad 4 (Fig. 4), demuestran, en conjunto, laaplicacin de una estrategia defensiva apoyada por un pasadizo de circunvalacin localizado en el doblemuro perifrico. Al pie del muro perimetral en la misma Unidad 4 se identific un socavado que contenauna ofrenda compuesta por cuatro patas de llama adulta. En el sector sur se dejaron tres espacios libres deconstrucciones y el central destaca como un posible patio ceremonial debido a la carencia de basura,fogones expuestos y alteraciones morfolgicas, aunque, de manera general, no se han identificado eviden-cias de espacios y estructuras dedicadas a cultos especficos hasta el momento (Fig. 4).

    Caserones-1 presenta una particular tendencia hacia la construccin de infraestructura de almacenajevinculada con excedentes de algarrobo, maz y quinua, en este orden de prioridad. Estos se conservaronmayormente en subdivisiones al interior de cada mdulo, lo que se refleja en el denso reticulado de laplanta ocupada. Se entiende que los amplios mdulos residenciales integraron, con preferencia, las prc-

    ticas de subsistencia, artesanales y de almacenaje de productos cosechados en un ambiente clido y rido.Por la misma razn, llama la atencin el ptimo manejo de las sombras frente a las altas temperaturasdiurnas por medio de la disposicin de techos-ramadas y de recintos aglomerados. La absorcin de partede la anhidrita del calor diurno y su expulsin durante la noche permitieron un adecuado control climticodebido a que los techos se conformaban de ramas y masa compacta de anhidrita batida. Debe sumarse aello que los pozos cavados a nivel del piso permitan que las trojas mantuvieran temperaturas frescas yestables, sobre todo cuando los depsitos se disponan al interior de grandes tiestos cermicos.

    Desde el inicio, el programa arquitectnico ocup el recurso forestal aledao para el empotramientode postes destinados a mantener los techos algo separados de los cabezales de muros, por lo que este tipode materiales constituy uno de los mejores indicadores del trazado original. Por la misma razn, losmuros de la ocupacin inicial se presentan con huecos de postes alternados para sustentar los techos,

    ocasionados cuando estos fueron extrados (Fig. 5). Efectivamente, las reocupaciones se observan cuandociertos huecos se rellenaron para consolidar los muros. La excavacin de un muro completamente abatido,que sellaba actividades in situ, permiti sugerir el impacto de un sismo, lo que posibilit comprender elproceso de reconstitucin de paredes durante el primer evento ocupacional y explicar mejor las reparacio-nes detectadas. A juzgar por la datacin de un poste empotrado en un muro hacia 440-350 a.C. (True1980: 159-163), se podra aceptar que Caserones-1 estaba construido y plenamente en uso en esta poca.Sin embargo, una tumba excavada en la planicie sur del mismo asentamiento, asociada a tiestos pulidosdel patrn Caserones y fechada alrededor de 920 a.C. (D. L. True, comunicacin personal 1969), permi-tira su correlacin cronolgica con otra inhumacin del cementerio Tarapac-40A, datada en 950 a.C.(Oakland y True ms.), lo que indica que la ocupacin inicial habra ocurrido durante el Periodo Formati-vo Temprano, ya que la presencia de indicadores homlogos entre este asentamiento y el cementerio antes

    referido establece vnculos seguros (Nez 1970: 79-89).Tanto la tcnica de construccin del muro defensivo como sus sectores con postes integrados a los

    cabezales inducen a relacionarlos con el programa arquitectnico inicial. En otras palabras, este muro

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    habra protegido el plano regulado por los grandes mdulos residenciales con postes y bodegas de exce-dentes. En el espacio de circunvalacin entre ambos muros se han excavado depsitos secundarios poste-riores con dos pisos sucesivos. El primero sella el 50% del depsito y tiene una datacin de 40 d.C.,mientras que el segundo cubre un 75% de la altura de los residuos y se le asocia una datacin de alrededorde 420 d.C., lo que implica un abandono gradual entre este fechado y 620 d.C. (Oakland y True ms.).

    Un segundo episodio ocupacional sigue al patrn anterior tanto en trminos constructivos como enrelacin a la presencia de restos materiales provenientes del litoral, lo que sugiere un rgimen de trasladosintermitentes tras la ocupacin de campamentos localizados en la costa aledaa (v.g., Camo y Pisagua).No obstante, se observa que los muros con postes se suprimen por cabezales ms convencionales, ya queel acontecimiento de un incendio que se infiere por la presencia de postes quemados pudo habermotivado esta innovacin ocurrida durante las postrimeras del poblamiento original. Durante estos dosprimeros episodios ocupacionales, las conexiones con el litoral fueron de tal naturaleza que inicialmente seatribuyeron a la fase Faldas del Morro,3es decir, a poblaciones de ancestros costeros que habran ascendidohacia la quebrada de Tarapac con componentes ms dominantes que ahora se reconocen en la fase AltoRamrez, hacia 400 a.C.-100 d.C. (True 1980: 160-166; Nez 1982: 66-91; Muz 1987: 120-124).Durante el tercer episodio pudo expandirse el patrn de grandes mdulos residenciales, con lo que secubra gran parte del espacio rodeado por los muros defensivos en un momento clmax datado entre 450a 550 d.C., un rango temporal en el que se sita la mayora de las dataciones (Oakland y True ms.). Porltimo, es probable que, entre 550 a 800 d.C., ocurriese un ltimo episodio prehispnico, con reocupacionesobservadas en las subdivisiones de los mdulos mayores seguidas de algunos escondrijos del complejoPica-Tarapac entre rellenos sobre estructuras abatidas, adems de intrusiones posthispnicas en forma decobijos expeditivos y reutilizaciones muy frecuentes de parte de pastores aymaras asociados al traslado decorderos hacia la localidad de La Tirana, a lo que se suman restos de arriera criolla detectados, tambin,por medio de fecas mezcladas en los depsitos superiores.

    Fig. 5. Excavacin de un mdulo residencial del asentamiento Caserones-1, correspondiente al comienzo de la ocupacin. Seobserva un muro provisto de huecos alternados en los que se empotraron los postes para sustentar los techos-ramadas. En el

    piso se distinguen depresiones excavadas, utilizadas como cocina y bodegas (foto: Lautaro Nez).

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    Los indicadores cermicos de los episodios identificados en los grandes mdulos residenciales se carac-terizan por tratamientos alisados con brocha y textiles, principalmente sobre cermica gruesade pastacolor caf, adems del uso de contenedores ms delicados de superficie roja, negra y ploma pulida yengobada. Esto incluye piezas de bases planas con improntas de cestera y otras con tpicos bordes interve-nidos por incisiones punteadas. Escasos restos de cuellos de botellas negras pulidas con rostros figurativos

    podran asociarse con modelos similares de San Pedro de Atacama, pero aqu y en toda la superficie delsitio es notable la ausencia de cermica tiwanaku. Por otro lado, se han excavado fosos circulares en lospisos de los grandes mdulos residenciales que contenan grandes depsitos de cermica con bocas am-plias que no guardan relacin con los contenedores globulares de bases cnicas y cuellos estrechos quecaracterizan al complejo Pica-Tarapac. Sobre los pisos tambin hay restos de cestera en espiral, textiles defibra de vizcachas que indican dficit de camlidos y cuantiosa presencia de restos vegetales silvestresy domsticos. El registro de gorros polcromos de punto para disponerlos sobre los turbantes se ha cons-tatado tanto en la Unidad 1 (True 1980: 173) como en la Unidad 4 (Nez 1982: 85), con lo que sedemuestra su amplia distribucin en el asentamiento. Similares especmenes se han observado en el litoraldel sur de Iquique en su tamao real (Punta Gruesa) y, adems, en el cementerio sincrnico con Casero-nes-1 correspondiente a los sectores A y B del cementerio Tarapac-40, pero en piezas miniaturizadas(Nez 1970: figs. B11-B14). Estas evidencias sugieren que su uso ms popularizado ocurri entre 50 a420 d.C., al mismo tiempo que aparecen gorros similares en los cementerios de Qutor, que se relacionancon la fase Squitor de San Pedro de Atacama.4Esto significa que gentes con turbantes asociadas a gorrospolcromos habitaron en Caserones-1, se enterraron en Tarapac-40 y articularon la costa sur de Iquiquey Pisagua, con lo que se acentuaron los vnculos entre las poblaciones costeras con el surgimiento de losasentamientos complejos en los valles costeros.

    En el borde opuesto al asentamiento de Caserones-1, esta vez en el fondo de la quebrada, se haestudiado otra densa ocupacin compuesta de varias concentraciones correspondientes a labores de gru-pos de tareas dependientes de Caserones-1 y asociadas a la explotacin del medio fluvial, forestal y agrario,con vestigios de prcticas de caza, extraccin de maderas, produccin de artesanas en el mbito de talleres

    abiertos, y actividades de preparacin de alimentos, as como depsitos de basura de origen local y costero(Caserones Norte/Tarapac 6-7).5De acuerdo con la similitud de los implementos lticos, cermicos,textiles y cestera, se ha considerado su correlacin con el poblado de Caserones-1, de tal manera que lasdataciones logradas, correspondientes a 150 y 360 d.C., probablemente se vinculan con su clmax deocupacin, mientras que los eventos finales habran ocurrido alrededor de 780 d.C. (Oakland y True ms.).

    Se ha planteado que el asentamiento Caserones-1 presenta su cementerio en la planicie opuesta, co-rrespondiente al borde norte de la quebrada. Se trata de Tarapac-40A, en donde se excavaron aproxima-damente un centenar de inhumaciones, caracterizadas por la disposicin de cuerpos cuyas cabezaspresentan turbantes ubicados entre grandes cestos y postes marcadores (Figs. 6, 7, 8, 9). Las primerasdataciones radiocarbnicas (seccin M) se situaron entre 290 y 360 d.C. (Nez 1970: 97-100), a lo quese suman otras dos de 950 a.C. y 20 d.C. (Oakland y True ms.). Si se tiene en consideracin la magnitud

    y concentracin del cementerio, es posible proponer un rango cronolgico entre 950 a.C. y 360 d.C., ensincrona con el asentamiento Caserones-1 y los inicios de la seccin Tarapac-40B. En este ltimo sectorse han constatado 16 inhumaciones que, aunque presentan crneos con turbantes similares al anterior,tienen indicadores ms tardos, como la carencia de postes y cermica caf alisada con formas tubulares yglobulares, lo que incluye una familia de piezas en miniatura, con contenidos de harina de quinua y maz,y que fueron tapadas con objetos discoides de cermica y amarres de fibra vegetal. Estas vasijas estabanasociadas a piezas textiles tambin miniaturizadas.

    Si bien es cierto que en este sector se registra tanto cestera como textiles entrelazados y sombreros deturbantes, adems de gruesas mantas o coberturas felpudas de tradicin costea o local, llama la atencinla incorporacin intrusiva de tnicas con diseos de tapicera tiwanaku (T3/SM, T3/SS, T5/SS), dondeaparece el clsico personaje dispuesto tanto de forma perfil como frontal, con cetros en ambas manos, que

    podra relacionarse con los centros tiwanaku del altiplano o, en su defecto, con la colonizacin ocurrida enlos valles surperuanos. Estas tnicas se insertan en una sociedad local de una manera intrusiva, sin otrosindicadores tiwanaku, a manera de bienes de estatus aceptados por la poblacin de Caserones. Se han

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    fechado entre 370, 420 y 660 d.C. (Oakland y True ms.), constituyen eventos ms tempranos de loesperado y, probablemente, son una de las pocas evidencias precisas sobre contactos ocurridos entre estosasentamientos locales y las tierras altas. Debido a lo anterior, es notable la presencia casi nula de compo-

    nentes tiwanaku en el valle bajo de Tarapac, de tal modo que, en el momento en que se establecieronestas conexiones, es posible que la elite asociada a la alta complejidad formativa de los asentamientoslocales y su nfasis en la explotacin de sus recursos se habra resistido a cohabitar con agrupaciones alti-plnicas.

    Fig. 6. Turbante de una inhu-macin del cementerio Tara-pac-40A (T-71), relacionadocon el asentamiento Caserones-1. Se observa un penacho em-butido compuesto por plumascon pigmentos de color verde yrojo que imitan las plumas de

    aves tropicales. Se advierte unatrenza gruesa de fibra vegetalpara el envoltorio del fardo(foto: Lautaro Nez).

    Fig. 7. Prvulo con turbante en la cabeza. Es-t envuelto en una tnica de tejido entre-lazado y trenza vegetal (Tarapac-40A/T-50) (foto: Lautaro Nez).

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    De acuerdo con las deformaciones craneanas y la definicin de los tipos fsicos, la poblacin de loscementerios Tarapac-40A y 40-B representa a ocupaciones costeras (Juan Munizaga, comunicacin per-sonal 1968), lo que apoya, por otro lado, los antecedentes en trminos del ascenso hacia el control de losoasis interiores por parte de agrupaciones de ancestros arcaicos, algo que se sustenta, adems, por lospropios contextos culturales descritos para estos cementerios. En efecto, el registro de figurinas de arcillaen Tarapac-40A (T-88/seccin M) se asocia a un prvulo envuelto en una piel de camlido y cubiertopor dos cestos invertidos junto a ofrendas de quinua y calabaza pirograbada (Figs. 10, 11). En estos mo-delados se han representado diseos antropomorfos con turbantes y faldellines de lana amarrados a lacintura (Nez 1967: figs. V, VI). Estos rasgos, como la terminacin de las extremidades inferiores sinte-tizadas en un solo cuerpo troncocnico alargado, caracterizan a las figurinas chinchorro y, bsicamente, auna con turbante, faldelln y mascarilla facial localizada en la costa adyacente de Patillos, al sur de Iquique(Nez 1967: fig. III). Estos datos vuelven a mostrar que el surgimiento de complejidad entre la costa ylos valles bajos se fundament en prcticas rituales arcaicas transferidas hacia el Periodo Formativo juntoa marcadores tan paradigmticos como los turbantes y faldellines.

    A diferencia del caso de Tuln, los restos faunsticos vinculados con prcticas de crianza y caza sonescasos. Las evidencias de camlidos adultos se ven limitadas en los depsitos y solo en un piso correspon-diente a una estructura de corral se excavaron coprolitos de llamas asociados a fragmentos de sal y frutos de

    Prosopisen un contexto que se interpret como un espacio para prcticas de cautiverio con forraje local e

    hidratacin adecuada para el mantenimiento de recuas caravaneras. Por otra parte, hay pocos restos decuyes (Cavia sp.), vizcacha (Lagidium viscacia) y quirquincho intrusivo (Chactophractus nationi). Existaun dficit crnico debido a los lmites ambientales, con especial carencia de llamas debido al predominio

    Fig. 8. Turbante con penacho de plumas con dos cabeceras de arpones de uso costeo uno simple y otro compuestoembutidos en las madejas. Se encontraba debajo de un gran cesto invertido (Tarapac-40A) (foto: Lautaro Nez).

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    de un rgimen muy clido. En consecuencia, las vinculaciones con el litoral se amplificaron considerable-mente en trminos de equilibrio de dieta, de acuerdo con los frecuentes vestigios de pescados, mariscos,cefalpodos, aves y mamferos de mar.

    El control arcaico-formativo de los oasis fue exitoso a juzgar por la intensificacin de las labores delciclo agrario y de recoleccin en las terrazas inferiores junto al arroyo, donde se localizaron intensas laboresde molienda entre las que destaca la alta produccin de harina tanto en el fondo de la quebrada comoen Caserones-1. Los datos recobrados en los campamentos arcaicos cercanos (True et al.1970: 179-183;Kautz 1980: 205-206) indican un trnsito desde la molienda de frutos de Prosopisy granos de maz a unaintensificacin de la presencia de estos productos en los asentamientos formativos posteriores. De estemodo, en el locusde Caserones se cre un paisaje agrario y forestal estimulado por un desage permanen-te, vertientes cercanas y excepcionales temporadas estivales con intensas avenidas de agua que dieron pasoa un espacio con recursos prestigiosos articulado por la sociedad arcaica-formativa mediante instalacionesestacionales, en primer lugar, y luego estables y complejas.

    La orientacin agrorrecolectora fue gradual y dominante hasta alcanzar logros de carcter excedentariocorrelacionados con una cultura de almacenaje tanto para el autoconsumo y circulacin caravanera comopara los eventos de sequa debido a la excepcional falta de lluvias en las tierras altas durante ciertas tempo-radas estivales. La productividad ms prestigiosa se bas en la recoleccin de vainas de algarrobo, cultivosde maz y quinua asociados a otros productos del complejo tropical-semitropical, bien adaptados a los Va-lles Occidentales junto al ocano Pacfico. Se trata de una alta diversidad de especies: pallar (Phaseoluslunatus), zapallo (Cucurbitamaxima), man (Arachis hipogaea), algodn (Gossypium sp.), calabaza (Lagenariaciceraria) y papa (Solanum tuberosum). Una seal del potencial agrario se observa en las ofrendas funerarias

    en donde es comn el hallazgo de tiestos cermicos con harina de algarrobo, maz y quinua (cementerioTarapac-40B). Sin embargo, tambin exista una alta disponibilidad de productos factibles de recolectar,adems de algarrobo, identificados en menor frecuencia, como los frutos de pacae (Inga feuillei), molle(Schinus molle) y tamarugo, junto a abundantes fibras vegetales de plantas acuticas (Scirpus sp.,Typha sp.)

    Fig. 9. Inhumacin envuelta en tnica de lana entrelazada (patrn de estera), con bandas paralelas de color rojo y gris. Seasociaban a ella dos cestos polcromos con diseos geomtricos (Tarapac-40A) (foto: Lautaro Nez).

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    climtico en los valles bajos amerita una mayor investigacin para la comprensin de las causas sociales y

    ambientales que pudieron haber incidido en la disolucin de los asentamientos formativos.La construccin social y productiva del locusformativo de Caserones-1 y su entorno pudo sustentarseen una sociedad local especializada en el manejo del litoral y sus oasis asociados en un escenario abierto ainteracciones macrorregionales selectivas hasta configurar una temprana elite con transferencias inter-generacionales orientadas al control de excedentes mediante la intensificacin del almacenaje y la organi-zacin de un modo de vida que logr centralizarse en el mbito de los valles bajos y que implic elsurgimiento de autoridad, jerarqua y prestigio entre el poder poltico y ritual, tal como se reconoce en dosinhumaciones excepcionales de Tarapac-40A que contenan tpicas tnicas entrelazadas, sin uso, junto acestos polcromos, una pieza de tapicera polcroma con un motivo intrusivo serpentiforme de bordesdentados (Nez 1984a: fig. 16-c) y otra con figurinas de arcilla del tipo antes referido, los que constitu-yeron ofrendas tan excepcionales como aquellas de estatus registradas en uno de los tmulos de Azapa-71

    (Muz 1987: 120-124). Parece obvio sugerir que el levantamiento del sitio Caserones-1 implic manode obra tan especializada como aquella empleada en la produccin local de cermica, cestera en espiral,talla en madera, trfico de mediana y larga distancia y preparativos defensivos, sin detallar las labores de

    Fig. 11. Figurina antropomorfa de arcilla con modelado de peinado y aplicacin de faldelln de cuerdas de lana (Tarapac-40A/T-88) (elaboracin del dibujo: Nlida Carri).

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    molienda, almacenaje y agrorrecoleccin como indicadores de complejidad local. En otras palabras, habacapacidad suficiente para introducirse en redes de intercambio macrorregional que involucraron la recep-cin, a su vez, de piezas exgenas de alto valor iconogrfico, algo que motiv la interpretacin errada devnculos de subordinacin con las tierras altas.

    4. Discusin

    De manera general, se admite que el trnsito hacia los asentamientos formativos tempranos implic tiemposde cambios sustanciales en un marco de nuevas respuestas ante un escenario social y fsico sometido porprimera vez a innovaciones de mayor escala en trminos de produccin de alimentos. El surgimiento decomunidades formativas habra ocurrido por medio de las estrategias de apropiacin de recursos y de laconfluencia de fuerzas sociopolticas orientadas a consolidar los cambios agrcolas y pecuarios en las tierrasms altas, adems de las presiones ideolgicas orientadas a disponer las relaciones entre cultura material ysociedad al servicio de una nueva institucionalidad aldeana (Kristiansen 1984: 1-22). El desarrollo deinnovacin, jerarqua, estratificacin y ritualidad al interior de una elite emergente permiti localizar lascabeceras sociopolticas formativas entre la combinacin oasis bajos-costa en las tierras bajas, y entre lasquebradas altas y los oasis piemontanos.

    Se trata de locusformativos aislados que necesitaban acentuar el control sobre recursos silvestres ydomsticos y que, dadas las diferencias cronolgicas de la consolidacin de la va formativain toto, esposible que las elites se consolidasen por medio del otorgamiento de suficiente proteccin social y ritual yaque habran convivido con sociedades desiguales. Esto se reconoce en la construccin del muro defensivode Caserones y la acumulacin de cantos rodados para hondas, lo que guarda relacin con la concentra-cin y almacenaje de excedentes. Se suma a ello una mayor concientizacin visual (arte rupestre), nuevasartesanas (v.g., metalurgia y alfarera), renovacin de carcter filosfico (culto a los muertos y su valora-cin ancestral [Harvey 1989: 1-6]) y circulacin de bienes exticos de prestigio procedentes de las tierrasbajas orientales.

    Precisamente, en aquellos ambientes circunscritos donde fue posible el surgimiento de complejidadsocial, especializacin e intensificacin se esperara un mejor control socioeconmico sobre la produccinde bienes de subsistencia y de prestigio, los que se consideran como una riqueza en trminos de intercam-bio y que resultaron ser cruciales para la consolidacin de la elite. En consecuencia, estos asentamientosrequeran acentuar su diferenciacin del universo exterior con un soporte en trminos de trabajo coopera-tivo, manejo de prestigio y jerarqua junto a una notable valoracin ritualstica muy propia de la transicinentre el Arcaico y el Formativo (Aldenderfer 1993: 101-110; Nez, Cartajena, Carrasco y De Souza2006: 111-113; Nez, Cartajena, Carrasco, De Souza y Grosjean 2006b: 470-471).

    Al destacarse el rol de los procesos regionales se debera discutir crticamente la identificacin deposibles corrientes migratorias no solo desde su contrastacin biolgica, sino a partir de sus marcadoresculturales y ambientales. Si bien las primeras interpretaciones dieron cuenta de la presencia de individuos

    altiplnicos en los valles bajos de Arica, y de grupos migratorios con instalaciones a modo de factoras enCaserones (Nez 1984a: 219), las investigaciones posteriores han comprobado el extraordinario papelcumplido por las poblaciones locales en trminos de creacin de las condiciones necesarias para el surgi-miento de tempranas respuestas formativas en las tierras bajas de los Valles Occidentales (Santoro 1999:251-252; Muz 2004: 213; Dillehay et al.2006: 93-103). Al respecto, se ha admitido que la recupera-cin hmeda despus de los eventos secos del Holoceno Medio ocurri en la Circunpuna alrededor de1000 a.C., cuando se consolidaron los inicios de las aldeas del transecto Tuln (Abbot et al.1997: 169-170; Nez et al. 2006: 270-271). Sin embargo, si estas condiciones fueron, efectivamente, de ampliaescala, no se advierten estmulos paleoambientales como para generar desplazamientos de poblacionesentre las tierras altas aledaas, con lo que se demuestra, por el contrario, una mayor estabilidad en losasentamientos formativos tempranos en lo que respecta, por lo menos, a la vertiente occidental de la puna.

    De acuerdo con indicadores arqueolgicos especficos (Ruprez 2005: 31-38), no se dieron migracionesdurante el Periodo Formativo Temprano. En ese sentido, se ha propuesto que las crisis de recursos en lastierras altas pudieron estimular la fisin de asentamientos, un proceso por el que ciertas agrupaciones se

  • 8/13/2019 Nuez_2006_Asentamientos formativos en complejos en el Centro Sur andino. Cuando la periferie se constituye e

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    345ASENTAMIENTOS FORMATIVOS COMPLEJOS EN EL CENTRO-SUR ANDINO

    ISSN 1029-2004

    segregaron y se dirigieron hacia otras zonas con recursos disponibles (McAndrews 2005: 118). Si bien sepodra esperar que esto ocurri en la diversidad de los recursos altiplnicos, hasta el momento no se handocumentado evidencias de cermica wankarani ni de su patrn de asentamiento en la vertiente occiden-tal andina (Ayala 2001: 39; Ayala y Uribe 2003: 30). Debido a ello, es necesario esperar las actualesinvestigaciones en el Altiplano Meridional y la Circunpuna en el mbito de sus asentamientos formativos

    especficos y los respectivos vnculos arcaicos en el marco de reconstrucciones paleoambientales que pu-dieran haber restringido, estabilizado o expandido el poblamiento formativo (Bermann 1995: 1; Nez,Cartajena, Carrasco, De Souza y Grosjean 2006b: 93-97).

    No es fcil determinar las causas de los abandonos en favor de otros espacios de mayor competencia desubsistencia y distinguirlas de invasiones, migraciones sin retorno, colonizaciones temporales con distin-tas escalas demogrficas, y sus efectos de recepcin y/o expulsin respecto de la sociedad local, temas queconstituyen cuestiones metodolgicas de difcil registro arqueolgico, cultural y biolgico a la vez (RuizZapatero 1983: 147-150). Esto ocurre debido a que la nocin de periferia tiende a subvalorar a laspoblaciones hacia donde pudieron dirigirse los desplazamientos, lo que da cabida a la difusin de eventua-les cambios aloctonistas. Se suman otras modalidades basadas en intercambio como el modelo caravaneroque, durante el Periodo Formativo, ha comprobado la posibilidad de la recepcin temporal de gentes y

    bienes forneos con independencia de migraciones y de otras formas de dominio o traslados de poblacina gran escala (Nez y Dillehay 1979: 69-89). Todo esto significa que existieron relaciones de intercam-bio de bienes entre comunidades de desarrollos igualitarios, con un efecto de ida y vuelta al margen devisiones difusionistas entre ncleos y periferias (Browman 1991: 1-2; McAndrews 2005: 116; Nez etal.2007: 299-300).

    Podra aceptarse, ms bien, que la integracin de varios estmulos arcaico-formativos locales incentivaronun aldeanismo independiente de los Andes nucleares, entre los que se incluyen la concentracin y estabi-lidad del manejo de recursos productivos, silvestres y domsticos por medio de la intensificacin de laslabores comunales de pesca, caza, crianza, recoleccin, horticultura, agricultura, extraccin minera y trfi-co de recursos, lo que super el rol de las economas a escala de unidades domsticas. Como se ha obser-vado, desde muy temprano se alcanzaron respuestas culturales sofisticadas en la parte sur de los Andes

    nucleares: prcticas funerarias complejas (Standen 1997: 153-154), tcnicas minero-metalrgicas madu-ras (Lechtman y MacFarlane 2006: 503-509), domesticacin de camlidos (Cartajena, Nez y Grosjean2005: 1-2), tradiciones cermicas locales (Tarrag 1977: 50-63), patrones arquitectnicos particulares(Nez, Cartajena, Carrasco y De Souza 2006: 448-458), domesticacin de plantas (Parodi 1966: 1-25)y complejidad ritual (Nez Cartajena, Carrasco, De Souza y Grosjean 2006b: 111-113).

    5. Conclusiones

    No ha sido fcil establecer relaciones vinculantes entre la complejidad emergente y las poblaciones arcaicasque articularon la costa, los valles y oasis bajos como un solo ambiente interactivo, por el