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REVISTA MENSUAL NOVIEMBRE DE 2008 AÑO VII Nº 101 DOS PESOS ISSN 1669-9122 O para pocos o para todos Ante la mayor crisis económica mundial, las posibles soluciones evidencian la tensión entre unos pocos que se quieren salvar y una solución que podamos construir entre todos.

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REVISTA MENSUAL

NOVIEMBRE DE 2008

AÑO VII • Nº 101

DOS PESOS

ISSN 1669-9122

O para pocos o para todos Ante la mayor crisis económica mundial, las posibles soluciones evidencian la tensión entre unos pocos que se quieren salvar y una solución que podamos construir entre todos.

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EQUIPO DE TRABAJO Redacción: Claudio Adrianzen Bei, José María Dunn, Sebastián Juncal, Julián Kan, Sebastián Ortiz, Mariano Ronzoni, Diego Tavormina, Fabián Ulmann, Alejandro Viegas, Martín Yuchak. Corrección: Martín Yuchak y Claudio Adrianzen Bei. Dibujo de tapa: Colectivo El Furgón Responsable de la publicación: Alejandro Viegas. Página web: www.analisisdecoyuntura.com.ar Para contactarnos: [email protected] Fuentes consultadas: EE.UU.: Wall Street Journal (WSJ), New York Times (NYT); Washington Post (WP); Usa Today (UT). – Francia: Le Fígaro (LF); Le Monde (LM) – Gran Bretaña: The Economist (TE); BBC News (BBC) – España: El País (EP); suplemento Nueva Economía de El Mundo (NEEL) – México: La Jornada de México (LJdM) – Venezuela: El Universal (EUn) – Colombia: El Tiempo (ET) – Bolivia: Los Tiempos de Cochabamba (LTC) – Perú: La República (LR) – Brasil: Folha de Sao Paulo (FSP); O estado do Sao Paulo (OSP); Folha da Tarde-Folha de Sao Paulo (FDT-FSP) – Argentina: Clarín (C); La Nación (LN); Página 12 (P/12)

O para pocos o para todos 3. Editorial 4. La tierra tiembla, cruje el capitalismo Por Sebastián Juncal y Fabián Ulmann 15. América Latina y la integración en los tiempos de la crisis Por Julián Kan 19. Directo al corazón Por Claudio Adrianzen Bei 24. La búsqueda del consenso perdido Por Sebastián Ortiz y José María Dunn 29. Plan de operaciones Por Diego Tavormina

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NOVIEMBRE DE 2008 AÑO VII * Nº 101 ISSN 1669-9122

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Editorial

La palabra crisis es reiterada casi hasta el cansancio por economistas, políticos, medios de comunicación y, en forma creciente, por más y más habitantes del pueblo en general. Pues ya no se trata de meros problemas económicos, sino que lo que comienza a manifestarse es la imposibilidad del propio sistema capitalista de dar respuesta a las crecientes necesidades de la población –llámense trabajo, alimentación, salud, educación, jubilación, etc. Los sucesos ocurridos en los últimos tiempos en el corazón del poder del capital han mostrado a las claras –y en forma descarnada–, las contradicciones básicas, inherentes al propio desarrollo del capitalismo, y que no pueden ser contrarrestadas por un gobierno o un organismo supranacional. Cuando decimos contradicción hablamos de que el propio sistema se vuelve, por un lado, contra uno de los pilares básicos que le dan existencia: la libre competencia. La compra, absorción, fusión de empresas y bancos que venimos observando diariamente nos muestra la falsedad del principio de libre competencia, cuando resulta obvio que cada vez menos capitales pueden competir libremente en el mercado mundial, que deja afuera a los capitales con menor grado de concentración. Y esto conlleva la creciente eliminación de otro de los pilares básicos del sistema: la propiedad privada. Pues cada vez más capitales son expropiados por otros que –con mayor nivel de concentración y capacidad productiva– los dejan fuera de juego, respetando religiosamente las reglas del mercado. En el mismo sentido, otra de las contradicciones inherentes al propio movimiento del capital –y que se deja observar con mayor nitidez en momentos de crisis– es el choque entre la acelerada tendencia a la socialización y mundialización de la producción y la acelerada tendencia a la apropiación individual, por parte de unos pocos, de la riqueza que deriva de dicha producción realizada por muchos. Lo individual versus lo colectivo parece ser la fórmula que sintetiza el partido que está jugando en la cancha del mundo. Dicho partido tiene momentos, sectores, zonas más pequeñas donde se realizan jugadas, enfrentamientos que no dejan de ser decisivos a la hora de medir resultados. De este modo, vivimos en América Latina un proceso creciente de freno al avance neoliberal de los ’90, que fue la expresión de la tendencia capitalista mencionada. Este proceso viene tomando formas diferentes en cada país –con ritmos desiguales, avances y retrocesos–; pero lo cierto es que se dibuja en nuestro subcontinente un movimiento que cuestiona cada vez más fuertemente el esquema de apropiación individual de la riqueza producida socialmente. En este marco, los ataques frontales de economistas y gurúes de los centros financieros mundiales, así como de la prensa local ligada los intereses de aquellos, frente a la medida impulsada por el gobierno argentino de reestatizar los fondos que los trabajadores aportan para la jubilación, resulta un hecho a tomar en cuenta a la hora de analizar el alcance real de la medida. No parece ser menor, dentro de la disputa mundial mencionada, la posibilidad de terminar con un régimen jubilatorio individualista, donde la posibilidad de vivir una vejez digna dependa de los avatares del mercado de capitales y de los intereses particulares de las AFJP, para pasar de ahora en más a un sistema más solidario, en que es el trabajador actual el que sostiene –con sus aportes a la caja común– al trabajador retirado. Se muestra así de un modo incipiente que no es fatal ni eterno el hecho de que la riqueza producida por el conjunto de los trabajadores sólo pueda ser apropiada individualmente.

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4 La tierra tiembla, cruje el capitalismo

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La crisis mundial en una nueva fase

La tierra tiembla, cruje el capitalismo Por Sebastián Juncal y Fabián Ulmann

La crisis en marchaLas convulsiones financieras que actualmente se regis-

tran en los principales mercados del mundo se convierten velozmente en una crisis de proporciones inéditas e incal-culables. A lo largo de este artículo intentaremos partir de sus manifestaciones para comprender sus fundamentos. Tenemos en cuenta que es a partir de estos últimos que una crisis se manifiesta financieramente para luego retor-nar a esos mismos fundamentos –la mal llamada “econo-mía real”– para explicitarle sus contradicciones y tensio-nes. Intentaremos describir dicho movimiento, teniendo en cuenta que a fundamentos y formas en el plano eco-nómico, donde se sitúan sus causas, corresponden formas políticas de manifestación. Dichas formas políticas entran en trance también, para conservarse, renovarse, transfor-marse o destruirse. Vale la pena anticipar un botón de muestra. Casi simultáneamente a que la principal energéti-ca privada del mundo, ExxonMobil, con asiento principal en EE.UU., anunciara que había batido nuevamente su récord de ganancias, un órgano mediático del sector des-cargaba su diatriba contra el orden existente en su edito-rial; ¿quizás anticipando su ocaso? “Cuando vemos que contra cualquier lógica que casi la única moneda que se beneficia del desca-labro es el dólar, nos preguntamos: ¿es una coincidencia? ¿O debe-mos adjudicarlo a algo que la mayoría de la gente no se atreve a pen-sar: que todo está siendo dirigido? Que todo es una acción coordinada para ‘re-encauzar’ el orden mundial, colocando a países como Rusia, Venezuela, Irán y otras naciones productoras hostiles en problemas evitando su desarrollo por la escasez de fondos, com-prando algunos países y economías de interés estratégico mediante un retiro de fondos para que entren en default y puedan ser compradas y controladas por migajas; deteniendo inversiones en refinerías y otros mega proyectos que hubieran modificado el balance hacia el Este y hacia países que insisten en la soberanía sobre sus recursos” (Alexander Oil & Gas Report 29/10).

Confesión de algunos, condena de todos A medida que avanza la crisis financiera, esto es, los

problemas que se desplegaron en la fase de circulación del dinero y sus múltiples formas sustitutas, comienzan a re-velarse detalles sólo posibles de conocer en un contexto de agudización del enfrentamiento al interior de la bur-guesía. Una de las primeras enseñanzas de toda crisis es que el camino que conduce hacia ella es pavimentado por acciones concertadas unánimemente por el capital o por una parte significativa de él globalmente considerado y aceptadas por el resto. Definir cuantitativa y cualitativa-mente esa “significación” es una tarea importante, no para fines de impartir justicia, al menos no principalmente, si-no para comprender cuáles son las posibles líneas de frac-tura sobre las que los pueblos pueden y deben operar. A medida que el abismo para el capital y, en definitiva, para

las sociedades (cuando no pueden construir una salida di-ferente) se acerca, comienzan a desplegarse los mecanis-mos acopiados permanentemente por cada fracción. La intervención simultánea y concatenada de las estrategias a que responden dichos mecanismos es, en definitiva, lo que da forma histórico-concreta a la crisis y confirma su necesidad. De ahí que esa unidad del capital, siempre for-zada, deviene en fragmentación al recorrer el sendero hacia el estallido de la crisis, momento en que la descom-posición adopta un grado máximo que deviene en enfren-tamiento. De la resolución del mismo emergen las bases de una nueva unidad, menos consistente y más exclusiva, a partir de la cual pueden descargar los efectos del movi-miento crítico del capitalismo sobre el resto de las clases.

Esta dinámica es la que permite explicar el patético e hipócrita revisionismo crítico de la historia reciente efec-tuado por conspicuos miembros de las finanzas, la mayo-ría de los cuales disfrutaron del ciclo ascendente que fina-lizó espectacularmente en la actual crisis mundial. Su difusión en los medios masivos de comunicación merece toda nuestra desconfianza. “George Soros evita usar contratos financieros conocidos como derivados ‘porque no entiende realmente como funcionan’. Felix Rohatyn, el banquero de inversión que salvó a New York de la catástrofe financiera en los ’70, describió a los derivados como potenciales ‘bombas de hidrógeno’. Y Warren Buffett afirmó esclarecidamente hace 5 años que los derivados eran ‘armas financieras de destrucción masiva, que portan peligros que, actual-mente latentes, pueden ser letales’. El mercado de derivados asciende a 531 billones de dólares, mucho más que los 106 billones que re-presentaban en 2002 y el insignificante monto de hace dos décadas. Concebidos en teoría para limitar el riesgo y brindar cobertura ante problemas financieros, estos contratos han reforzado la incertidumbre y esparcieron el riesgo ante las dudas acerca de cómo las compañías los valúan. Los derivados fueron creados para atenuar –o ‘cubrir’ en el argot de Wall Street– las pérdidas de las inversiones. A gran es-cala, estos contratos permiten a las firmas financieras y las corpora-ciones tomar más riesgos –por ejemplo, emitiendo más deuda corpo-rativa o hipotecaria. Dichos contratos pueden ser comerciados, limitando los riesgos pero incrementando la cantidad de actores invo-lucrados si ocurren problemas. En 1992, el demócrata Edward Markey, el Representante por Massachusetts titular del Subcomité de Telecomunicaciones y Finanzas de la cámara baja, encomendó es-tudiar los riesgos de los derivados a la Oficina General de Contabi-lidad del Congreso (GAO, por sus siglas en inglés). Dos años des-pués, la oficina publicó un reporte en el que identificaba ‘significativos vacíos y debilidades’ en el control regulatorio de los de-rivados. ‘La súbita falla o retirada del mercado de cualquiera de los grandes comercializadores de derivados puede causar problemas de liquidez en los mercados y poner en riesgo al resto, inclusive a bancos garantizados por el gobierno federal y a todo el sistema financiero’, afirmó Charles Bowsher, el titular de la GAO, durante su testimo-

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nio ante el subcomité en 1994. ‘En algunos casos, la intervención ha culminado y puede culminar en un rescate financiero pagado o garan-tizado por los contribuyentes’. En 1997 la Comisión del Comercio en Futuros de Mercancía (CFTC, por sus siglas en inglés), la agen-cia federal que regula el comercio de opciones y futuros, comenzó a explorar la posibilidad de regular los derivados. Su titular, la abo-gada Brooksley Born, promovía una mayor información sobre las negociaciones y reservas contra pérdidas. Su visión generó feroz oposi-ción de Alan Greenspan y Robert Rubin, por entonces Presidente de la Fed y Secretario del Tesoro respectivamente. En otoño de 1998, el fondo de cobertura Long Term Capital Management estuvo a punto de colapsar, abrumado por apuestas desastrosas en derivados, entre otras. Más de una docena de bancos aportaron para constituir un fondo de 3.600 millones de dólares para rescatarlo y evitar su quiebra, evitando el contagio. A pesar de ese evento, el Congreso congeló legislación regulatoria sobre CFTC por seis meses. Al año siguiente, Born dejó el cargo. En noviembre de 1999, los funciona-rios reguladores –incluyendo Greenspan y Rubin– recomendaron al Congreso que le quiten a la CFTC la autoridad de regular deriva-dos de manera permanente” (NYT 9/10).

La capacidad de neutralizar cualquier intento de regular las actividades financieras más rentables fue necesaria para permitir un período de fabulosas ganancias para el sector financiero en una etapa caracterizada por tasas de interés muy bajas (principalmente en EE.UU. y Japón), que actú-an como indicador de referencia para las utilidades de las finanzas. Es decir, el capital global expresó su necesidad en esas medidas combinadas (la baja en la tasa de interés y la desregulación absoluta de la actividad financiera) que le permitieron construir un período de intensa acumulación. Luego volveremos sobre los fundamentos de esa necesi-dad global. Lo que interesa resaltar por el momento es que el capital global, para reproducirse, requirió la concer-tación del sector financiero para la adecuación de la fase circulatoria a los imperativos del sistema económico glo-bal. Esas dos medidas que se compensaban para el sector financiero, permitían una mayor velocidad para el conjun-to de las actividades. Los principales beneficiados fueron aquellos grupos económicos de mayor envergadura, siem-pre que contasen con un flujo de liquidez sostenido: el capital financiero. Para el resto, la mera integración global de la economía brindaba posibilidades de acumular razo-nablemente. La complicidad, o para ser más precisos, el laissez-faire, estaba garantizado.

Era el momento de unidad posterior al languidecimien-to del ciclo expansivo anterior. Unidad que, como siem-pre, se encontraba forzada por la circunstancia de proveer los fundamentos de política económica apropiados a la necesidad de acumular intrínseca del capital. Pero en ese momento se adivinaban las líneas por donde la fragmen-tación propia del capital podía devenir en fractura. Aun-que sólo hoy se hacen observables, por las razones que di-jimos anteriormente, son las mismas empresas que durante la crisis se encontraron en el ojo del huracán, las que tuvieron a su cargo una parte importante de las tareas que requería el momento. “Las decisiones tomadas en una bre-ve reunión el 28 de abril de 2004 permiten explicar las razones de que los problemas se hayan salido de control. Los cinco miembros de

la Comisión de Valores y de Cambio (SEC) se reunieron para tra-tar un pedido urgente de los grandes bancos de inversión. Solicitaban una excepción a una vieja regulación que limita el volumen de deuda que pueden tomar. Lo cual les permitiría liberar miles de millones de dólares mantenidos en reserva contra posibles pérdidas en las in-versiones. Fondos que podrían ser invertidos en el dinámico mercado de valores respaldados por hipotecas, derivados y otros instrumentos exóticos. Los cinco bancos de inversión lideraban la iniciativa, inclu-yendo Goldman Sachs, que en ese momento era conducida por Hen-ry Paulson. Dos años después, dejó la firma para asumir como Se-cretario del Tesoro. La deuda de los cinco bancos creció permanentemente a partir de entonces. Por ejemplo, Bearn Stearns llegó a tener 33 dólares de deuda por cada dólar de inversión” (NYT 3/10).

Por supuesto, el despliegue de las mismas no se les ma-nifestó a los actores de carne y hueso de una manera abs-tracta, en tanto expresiones o personificaciones de las ne-cesidades del capital global, sino que sus acciones estuvieron motivadas por la permanente necesidad de in-crementar sus ganancias. Las formas jurídicas limitantes para los cinco bancos de inversión fue el motivo principal de sus confabulaciones. Pero también lo que las transfor-mó en el eslabón por donde la cadena se rompería, aun-que previamente fue el que la unió. Sin embargo, el desen-lace no estaba predeterminado: no todos los bancos de inversión colapsaron. No estaba escrito cuáles podrían eludir su destrucción como capital independiente (hecho vinculado centralmente con la actividad de gestionar y di-rigir capital propio y ajeno).

Probablemente la forma concreta (banca de inversión) sí estaba condenada. Siempre es necesario encontrar res-ponsables. Era el “jamón del sándwich”: ni tan regulada como la banca comercial ni tan desregulada como los fondos de capital privado, de cobertura y entidades simila-res. Quedar en el medio les restó margen de maniobra, puesto que no pudieron actuar como las fracciones del capital financiero menos controladas cuando maduraba la crisis, habiendo asumido riesgos similares. El efecto, invo-luntario pero satisfactorio, de la línea de ruptura, permitía dispersar las críticas contra la desregulación con una ade-cuada dosis de ideología. Los capitalistas excesivamente arriesgados fueron sindicados como los principales res-ponsables de un descalabro al que contribuyeron todos. Los caídos en desgracia, rumiando bronca, comenzaron a descalificar la exitosa estrategia del adversario. Cuando en realidad todo lo que deseaban era ocupar su lugar. “La presencia de Goldman Sachs en el Departamento del Tesoro y en la respuesta federal a la crisis financiera es tan importante que otros banqueros y competidores le dieron a la firma un nuevo sobrenombre: Government Sachs. Durante el verano, mientras luchaba por la su-pervivencia de Lehman Brothers, Richard Fuld, su presidente ejecu-tivo, hizo un pedido final para transformar ese banco de inversión en un holding bancario, que le hubiese permitido recibir un acceso per-manente a fondos federales. Timothy Geithner, el presidente del Banco de la Reserva Federal de New York, se negó, de acuerdo a un ejecutivo de esa firma que pidió anonimato por las investigaciones en curso sobre la quiebra. Sin opciones, Lehman quebró a mediados de septiembre. ‘Esa era nuestra idea tres meses atrás, y no nos deja-

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ron hacerlo. Pero cuando Goldman entró en problemas, hicieron jus-tamente eso. Nadie podía creerlo’” (NYT 19/10).

De la fisura a la ruptura: el exclusivo club de los ganadores

Ese corte al interior del capital acumulado, en la fase donde se expresa en valores monetarios, está personifica-do en organizaciones (empresas, grupos económicos, hol-dings, etc.). Se trata de la materialización cuantitativa del capital acumulado en el punto culminante de la circula-ción, cuando puede ser representado luego de abandonar su forma material objetivada en una cosa o un hacer. En el ejemplo más presente en los medios, el de la banca de inversión que mencionamos en el párrafo anterior, el capi-tal ya cuantificado en moneda está listo para atesorarse o volver a metamorfosearse por una cosa o un hacer. Lo primero ocurre en momentos críticos, pues la norma es que ocurra su conversión en nuevo capital que se incor-pora al proceso global. Dicho capital está organizado y acumulado en las distintas instituciones. Goldman Sachs, ganador, y Lehman Brothers, perdedor, son los extremos de una de las líneas de fuego del capital financiero. Sien-do, como dijimos, la culminación de una fase completa del proceso de acumulación (y el nacimiento de una nue-va), hay toda una serie de fases previas a ella que tienen ciertas relaciones concretas. Pero necesariamente, por su naturaleza, las fracciones de capital se combinan, entre-mezclan y difunden, complejizando su determinación. En-tonces no hay una correlación directa entre la fase que re-presentan (circulación de moneda y sus sucedáneos) y las de circulación de materias primas y mercancías y la con-cepción, diseño y fabricación de las mismas, que le ante-ceden. Como raíces que se hunden en la tierra, su trayecto está influido por múltiples circunstancias del medio y del árbol. Por añadidura, la gestión de esos fondos es, en sí misma, un hacer que resta –en la forma de comisiones, in-tereses y renta– una parte de los mismos.

Pero hay ciertas relaciones que la crisis, con su fuerza demoledora, permite conocer. Hecho adjudicable a la “destrucción creativa” que, como definió socarronamente el economista Schumpeter, caracteriza al capitalismo. Son las personificaciones del capital quienes, en un intento de rendir posiciones en las mejores condiciones posibles, se encargan de revelar las miserias del rival ocasional que no pueden ser observadas en uno. Después de todo, muchas de esas informaciones están disponibles en este mundo de la información para aquellos inversionistas, investigado-res, analistas y observadores perspicaces que entienden que es necesario que haya un diálogo, en sentido amplio y sentido estricto por igual, entre la sociedad y quienes ges-tionan sus ahorros, sea capital o que se encarguen las ins-tituciones financieras de transformarlo en capital.

Es por ello que, si taxonomizamos jurídicamente dichas organizaciones y trazamos la misma línea de gradación en-tre ganadores y perdedores en cada una de las categorías, podremos establecer un mapeo de la cúspide de las fases de acumulación: los gestores del capital en su forma mo-netizada. Es decir, nos brinda la posibilidad de rastrear

cuáles son las ramas, sectores, subsectores y actividades que conforman grupos económicos o no, pero que acu-mulan en determinada organización del sistema financie-ro, con distintos grados de asociación. En términos más simples, cómo se entrelazan el capital bancario y el indus-trial, agrario, comercial o de servicios, la mal llamada “economía real”. Para ello, debemos retroceder en el pro-ceso de acumulación de capital, remontando las fases del mismo, a lo largo del ciclo que culmina con la crisis actual. Recordemos que los fundamentos de este ciclo fueron co-locados en la crisis anterior y fueron diluyéndose con el movimiento crítico, metamorfoseando las diferentes par-tes del sistema productivo mundial.

Entonces, lo que debemos observar es la última crisis, su salida y quiénes y de qué manera acumularon a partir de ella: ni más ni menos que el período Bush (2001-2008) y los últimos dos años del período Clinton. La forma que adoptó la crisis fue el estallido de la burbuja tecnológica, que como vimos en el Análisis… anterior, fue artificial-mente postergada con el efecto Y2K.

Ese recorte precisa luego ser contrastado con las estra-tegias del plano económico y del político, principalmente. El primero de dichos planos se desarrolla de manera más discreta y sólo puede entenderse en grandes agregados, no abunda información detallada de las actividades económi-cas de las empresas en sentido estricto, excepto en lugares apropiados para tal fin, y siempre hay un límite para la cantidad de datos divulgada. El segundo, las acciones pa-laciegas, sale a la luz esporádicamente y precisa ser apun-tado cuando ello ocurre. Éstas últimas son la punta del ovillo de la indagación y a partir de ellas podemos reco-nocer cuáles son los casos que merecen ser analizados.

American International Group (AIG), probablemente la aseguradora más grande del planeta, era un candidato can-tado para morder el polvo de la derrota, de su desguace como capital organizado “autónomamente”. Pero fue res-catado por el gobierno federal norteamericano, que inyec-tó fondos a cambio de un porcentaje de la firma. Las ac-ciones quedaron en caución a la espera que AIG pudiera devolver los fondos aportados más intereses. Fue el pri-mer caso en EE.UU. de estatización de las entidades en problemas, modificando el desarrollo de la crisis. A la es-pera de que los mercados reaccionen, se preveía una re-versión de una medida tan desagradable para los adalides del liberalismo.

Años atrás, la empresa fue investigada por la Comisión de Valores y de Cambio (SEC, por sus siglas en inglés) por irregularidades contables. Su fundador y carismático presidente, Maurice “Hank” Greenberg, fue forzado a re-nunciar a principios de 2005 por esa razón. Sin embargo, se mantuvo como uno de los principales accionistas de la misma, a través de la aseguradora Starr International (SI-CO). Pero al contrario del refrán, la rabia no acabó con la muerte del perro, puesto que AIG declinó comentar co-mo usó 90.000 de los 123.000 millones de dólares que la Fed dispuso para su rescate (NYT 31/10), monto que de por sí supera la cifra de 85.000 calculada originalmente. La firma sustenta en relaciones políticas su capacidad de sub-

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sistir en la gestión del capital. No sólo por haber gastado en Lobby 72 millones de dólares en diez años, sino por-que en su directorio estuvieron Bill Clinton, su ex secreta-rio de defensa William Cohen y su ex embajador ante la ONU Richard Holbrooke. Del lado republicano, Carla Hills, representante comercial de Bush padre y cuyo espo-so fue titular de la SEC. Además, Greenberg fue uno de los recaudadores de campaña más importantes del actual presidente Bush. A tal punto llegaron sus influencias que “antes de los ataques del 11-S, Greenberg estuvo trabajando con los representantes comerciales norteamericanos y chinos para garantizar que AIG pudiese abrir y controlar sus propias oficinas de seguros en China. La entrada de China en la OMC estuvo temporariamente en vilo por las objeciones europeas al status especial de AIG. China ingresó formalmente el 15 de septiembre, después que los negociado-res norteamericanos obtuviesen la concesión para que AIG abriese más sucursales” (WP 1/10). Probablemente, su falta de re-cato mereció ser castigada: aunque estaba claro que una compañía de seguros de ese tamaño y alcance no podía quebrar, no superaría el trance absolutamente indemne. El Secretario del Tesoro, Henry Paulson, decidió reemplazar la conducción de la firma: su titular pasó a ser Edward Liddy, miembro del Directorio de Goldman Sachs desde 2003 (NYT 19/10). No era el único, poco tiempo atrás otra ejecutiva de ésta última firma, Suzanne Johnson, fue designada en el Directorio de AIG.

Un rival directo de AIG en seguros, el conglomerado Berkshire Hathaway, también se convirtió en uno de los ganadores. Pero a diferencia de la atribulada AIG, la firma presidida por el “gurú” de las finanzas Warren Buffett (de la que también es su principal accionista), no fue “res-catada” sino que ella misma se convirtió en “rescatista”. Su estrategia de acumulación de activos líquidos a la espe-ra del colapso fue un éxito, permitiéndole aprovechar oportunidades de negocios increíbles. “Berkshire Hathaway recibirá acciones preferenciales perpetuas en Goldman, que pagan un 10% anual de dividendo, o 500 millones de dólares anuales. Estos dividendos tienen precedencia sobre cualquier otro pago a accionistas comunes. Goldman tiene el derecho de recomprarlas en cualquier momento con una prima de 10%. Por añadidura, Berkshire Hat-haway recibirá opciones para comprar 5.000 millones en acciones comunes a un precio máximo de 115 dólares por acción, que pueden ser ejercidas en cualquier momento dentro de 5 años. Esas opciones ya rinden ganancia: las acciones de Goldman cerraron el jueves a 125,05 dólares, con una suba de 4,27, y volvieron a subir a 134,75 después del cierre cuando se anunció el acuerdo. La partici-pación de Buffett es difícil de calcular (...) pero ese valor en acciones comunes equivaldría al 10% de Goldman” (NYT 24/09). Días más tarde, hizo lo propio con uno de los conglomerados industriales más importantes del planeta: “Buffett anunció otro acuerdo: adquirió acciones preferidas perpetuas en General Electric por un valor de 3.000 millones de dólares” (Forbes 3/10). La firma del “oráculo de Omaha” (así se conoce a Buffett por sus pronósticos financieros) es un ganador ne-to, que sólo precisó esperar a que cunda el pánico.

JP Morgan Chase es otro ganador, pero, al igual que Goldman Sachs o AIG, para poder absorber capitales en crisis debió recurrir a maniobras políticas poco claras.

Además de salvar su banca de inversión, Morgan Stanley, y aprovechar alguna que otra alicaída compañía, obtuvo una verdadera joya: se quedó con Washington Mutual (WaMu), hasta entonces el sexto banco del país, con 307.000 millones de dólares en activos. La operación le permite a JP Morgan Chase convertirse en un banco con un alcance nacional que sólo Bank of America dispone. Es interesante observar los pormenores de la operación, reflejada como “la caída más importante de un banco en la histo-ria, superando la de Continental Illinois National Bank and Trust de Chicago en 1984, que presagió la crisis de las entidades de aho-rro y préstamo. IndyMac, que fue confiscada por el gobierno en julio pasado, era de un 10% del tamaño de WaMu. Pero a medida que el pánico por la caída de Lehman Brothers se extendía, los clientes de WaMu empezaron a retirar sus depósitos. El gobierno relanzó sus planes, que hasta entonces se habían mantenido a la espera de las conversaciones privadas de WaMu con cuatro oferentes potencia-les. El miércoles a la mañana, el gobierno pidió formalmente ofertas escritas. El jueves a la mañana, notificó a James Dimon, presidente y director ejecutivo de JPMorgan Chase que era el ganador. ‘Somos una compañía emprendedora. Somos afortunados por tener una oportunidad como esta. Siempre tuvimos el objetivo de adquirirla’ afirmó Dimon en un breve comunicado. Pero la incautación y el acuerdo con JPMorgan fue un shock para la junta ejecutiva de Washington Mutual, que se encontraba completamente en las som-bras: su presidente ejecutivo, Alan Fishman, estaba en el aire, vo-lando desde New York a Seattle cuando fue cerrado el acuerdo. La operación termina con 119 años de vida independiente de WaMu y le da a JPMorgan Chase sucursales en California y otros mercados donde no tiene una presencia importante. Hasta hace poco, WaMu era una de las firmas de Wall Street con mejor performance. Tenía buenas utilidades y su director ejecutivo, Kerry Killinger, aumentó su dimensión comprando bancos en ambas costas y creciendo en el seg-mento de préstamos hipotecarios. Su objetivo era transformar lo que alguna vez fue una pequeña entidad de ahorros de Seattle en el ‘Wal-Mart bancario’” (NYT 26/09).

Estos ejemplos son meras formas posibles del inexora-ble proceso de concentración y centralización del capital. Durante momentos de auge, el proceso adquiere formas amistosas u hostiles, pero se despliega dentro de un mar-co jurídico que lo contiene de manera más o menos en-cauzada. La crisis genera todo tipo de arrebatos que, en alguna medida, brindan cierta posibilidad de reescribir las leyes que intentan gobernar el movimiento crítico del ca-pital. Son momentos en que se condensa toda la trayecto-ria previa de la acumulación, buscando el nivel que le co-rresponde. “Michael Poulos, socio de la firma Oliver Wyman, consultora de servicios financieros afirmó que ‘en los últimos 10 días cristalizaron 10 años de concentración. La situación actual ha crea-do oportunidades de adquisición realmente sin precedentes’. Para Charles Geisst, historiador de Wall Street del Manhattan College, ‘Bank of America, Citi y JP Morgan serán entidades cuasi estata-les. Nunca se permitirá que caigan, y serán monitoreadas cuidado-samente. Son los subrogantes de la economía americana’. La ley McFadden de 1927 estableció permanentemente el sistema de la Re-serva Federal, pero como parte del compromiso político, se prohibió que los bancos abriesen nuevas sucursales en otros estados. Como re-sultado, la banca minorista estuvo fragmentada a lo largo de la na-

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ción. Esa fue la norma hasta 1994, cuando los bancos ganaron una batalla legal para cambiar la ley y permitir la creación de franqui-cias nacionales. El resultado fue una oleada de concentración duran-te el resto de los ’90 que permitió la formación de los actuales gigan-tes bancarios y un puñado de grandes prestamistas regionales. A nivel estatal, una experiencia similar ocurrió en la banca texana hacia fines de los ’80, que de alguna manera se convirtió en modelo del actual desorden. Por años, los bancos de Texas prestaron arries-gadamente a emprendimientos inmobiliarios y de petróleo y gas, con la convicción de que siempre serían honrados. Pero la caída de los precios del petróleo y un súbito cambio en las leyes impositivas hizo colapsar el mercado. El resultado fue que prácticamente todos los bancos grandes de Texas –por ejemplo, Republic Bank, InterFirst Bank, First National City Bank, y Texas Commerce Bank– que-braron o fueron absorbidos por bancos mayores de otros estados. North Carolina National Bank, que adquirió varios bancos texa-nos durante este período, es el predecesor del Bank of America. Hoy, el mercado texano está dominado por Bank of America, Wells Far-go y JPMorgan Chase. El Frost Bank de San Antonio es el único banco texano de tamaño medio que queda, junto a algunas entida-des pequeñas” (NYT 30/9).

La “realidad” de las finanzas: la economía real es la financiera

La depuración de capital que los movimientos mencio-nados en el apartado anterior expresaban, se desarrollaba fundamentalmente como un enfrentamiento entre alian-zas sociales representativas de diferentes fracciones del capital. Fue preciso recurrir al poder del Estado para ter-minar de decidir una partida que se jugaba en múltiples plazas financieras simultáneas, en donde rebotaba el eco de Wall Street. Pero la contracara de esa capacidad nece-sariamente requería una cobertura ideológica adecuada para poder mostrarse como una solución de la crisis. El rescate a las entidades financieras era congruente con la fisonomía de la facción encaramada en el gobierno fede-ral, que debía presentar al mismo como necesario aunque doloroso. Medida sólo diseñada en términos genéricos e imprecisos, comenzó a discutirse en detalle al tiempo que la caída de entidades aliviaba la presión sobre las que que-daban. “La decisión del gobierno acerca de qué activos compraría determinará qué bancos serán beneficiados. Por ejemplo, la acepta-ción de títulos respaldados por hipotecas ayudará a grandes bancos como Morgan Stanley, Goldman Sachs y Citigroup. Si el nuevo ve-hículo adquiere préstamos variables para vivienda, ayudará a las grandes entidades de préstamo a consumidores como Wells Fargo y JP Morgan Chase. De otra manera, la aceptación de préstamos mo-rosos para constructores e inmobiliarias tiende a ayudar a los bancos pequeños y medianos” (NYT 20/09). Pero la firmeza de los fundamentos de la crisis y el virulento “sálvese quien pue-da” al interior de las finanzas, hacían que la crisis se des-parrame desde la circulación de dinero hacia el resto de las actividades. Además, este proceso se replicaba en cada centro financiero regional producto de la rapidez derivada de la interconectividad global. “En los borradores de la legisla-ción hay huellas dactilares de las entidades financieras. Mientras una primera versión estipulaba que sólo firmas con sede principal en

EE.UU. estarían alcanzadas, una versión posterior no lo especifi-ca” (NYT 22/09).

Mientras tanto, las entidades que quedaban, aún enfren-tando problemas, no pudieron más que actuar como indi-ca su naturaleza. Comenzó una discreta disputa por las comisiones derivadas del asesoramiento al Departamento del Tesoro en el rescate. Con las restricciones a las remu-neraciones que se encuentran en boga como especie de “castigo” a la mala conducta corporativa, los 1.000 millo-nes de dólares anuales que pueden representar constitu-yen un botín interesante.

Comenzó entonces a vislumbrarse que el rescate tenía dispares recepciones. El interés de Wall Street estaba atra-vesado por disputas feroces por la supervivencia, que el rescate no hacía más que acentuar. Por otro lado, “tanto la American Bankers Association como la Independent Community Bankers of America afirmaron que tenían conocimiento de pocos bancos interesados en participar. ‘No creo que haya escuchado de al-guno que quiera participar. Si alguno de nuestros bancos participa, será sólo una pequeña minoría’, ratificó Karen Thomas, vicepresi-denta de relaciones gubernamentales de la segunda entidad que agru-pa unos 5.000 bancos” (WP 15/10). Es decir, una parte de los bancos deseaba fondos para solucionar sus problemas o para concretar oportunidades de negocios y otra los re-chazaba. Bastante poco. El tiempo acuciaba. El gobierno tomó la decisión de obligar a los que recibían los fondos federales a volver a prestarlos al mercado. Comienzan en-tonces las divergencias entre Wall Street y el Gobierno Federal, aunque el tiempo transcurrido entre los puntos más álgidos de la crisis para el sector financiero (y sólo para él) habían permitido recomponer posiciones. El go-bierno tentó a los bancos con una reducción del encaje, una nueva baja de tasas y la inédita “decisión de pagar intereses sobre las reservas que dejan los bancos como depósito en el banco cen-tral, que sitúa a la FED en una posición para expandir en forma significativa sus programas de préstamos” (WSJ 7/10). No fue suficiente, posiblemente el punto culminante de la crisis ya comenzaba a trasladarse a otros centros financieros y al resto de las actividades económicas, Wall Street sabía que era inevitable y, hasta cierto punto, necesario.

Teniendo en cuenta que “el mercado de papel comercial, que a mediados de año llegó a 2,2 billones de dólares, ahora es de 1,6 billones” (WSJ 3/10), la Fed comprendió que debía restituir el crédito como primer paso necesario para morigerar la crisis. No contaba para eso con el sistema financiero pri-vado, reacio a liberar a tasas bajas sus fondos. Además, la incertidumbre sobre la capacidad de pago se adueñó de casi cualquier empresa o grupo económico. Fue entonces cuando “la Reserva Federal (Fed) anunció que pasará por encima de los alicaídos bancos para prestar directamente a empresas esta-dounidenses por primera vez desde la Gran Depresión (…) con la intención de desbloquear el mercado de papel comercial, en esencia, pagarés emitidos por bancos y empresas” (WSJ 8/10). Al tomar esta decisión la Fed puso en movimiento toda una serie de relaciones entre fracciones de capital, que anteriormen-te estaban hegemonizadas por las entidades financieras. El gobierno se convirtió en un actor financiero directo, una especie de banca estatal. Pero esa decisión contenía el

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germen de mayores disputas. ¿Podía satisfacer todos los pedidos de financiación? El éxito dependía de que ocu-rriese efectivamente un derrame del crédito a partir del suministro en determinados sectores clave de la econo-mía. Sin embargo, ello no impide que tanto los grupos económicos receptores de los créditos como las entidades financieras privadas dispongan de cierta capacidad de de-cisión acerca de decidir la continuidad o la desaparición de fracciones del capital. Debido a que el crédito es el mecanismo que facilita la acumulación, al integrar todas las partes del fragmentado proceso global de producción, la decisión puso en evidencia la envergadura de la crisis y aceitó los mecanismos de transferencia de sus efectos, a otras fracciones y, sobre todo, a los trabajadores y capas medias.

La corrección en la esencia del capital sacude sus formas concretas

El rescate orquestado por Washington, limitado para cierto número de entidades extranjeras en condiciones precisas, motivó medidas similares en todo el mundo. No hacerlo hubiese significado la ruina para ellas, más tem-prano que tarde. En la reunión del G-7 del 10 de octubre en Washington fue el escenario donde esta certeza pudo adquirir una forma tenuemente concertada. El plan de cinco puntos (detallado más abajo) establece ciertos prin-cipios generales acerca de cómo debe ser el sostenimiento de las entidades financieras. Tres días después los princi-pales referentes políticos de la eurozona (que comprende 15 naciones europeas), firmaron el “Acuerdo de París”, que engloba una serie de medidas específicas para resta-blecer la confianza en el sector financiero, aunque dejó en manos de cada país la decisión de cuánto dinero utilizarán para tal fin, cuestión que adelantamos en el Análisis... an-terior.

Las características del “plan de rescate” europeo hicie-ron estallar divergencias entre los gobiernos de la Unión ya a principios de octubre, en vísperas de la “minicum-bre” entre Alemania, Francia, Italia y Reino Unido: “Las razones más profundas de esa división residen en concepciones total-mente opuestas sobre la forma en que debería organizarse el plan de rescate europeo. Para Francia y los tres países de Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), la respuesta debería ser conjunta, mien-tras que Alemania, Gran Bretaña e Irlanda sostienen que cada pa-ís debe hacer frente a sus propios problemas. Sólo dos días antes de la reunión en París, los países de la Unión Europea (UE) seguían discutiendo sobre la conveniencia de aumentar a nivel nacional las garantías bancarias para los depósitos o crear un fondo común de rescate bancario similar al plan elaborado por el secretario del Teso-ro norteamericano, Henry Paulson (…). En los últimos dos días, Francia se vio obligada a negar, por lo menos cuatro veces, haber si-do la autora de tal proposición. Poco antes, Alemania había recha-zado en forma rotunda la posibilidad de crear ese fondo común. Merkel advirtió a través de la prensa que ‘no tiene intención de dar un cheque en blanco a los bancos’. Para el gobierno alemán, las cri-sis bancarias deben ser tratadas caso por caso. Una versión europea del plan de Paulson ‘no corresponde a la estructura política de Eu-ropa’, declaró ayer Trichet, mientras que Juncker lo juzgó ‘innecesa-

rio en Europa’. Sumándose a la confusión, Holanda, que no parti-cipará en la reunión de mañana, asumió ayer por la mañana la autoría de la idea. Sin embargo, después de almorzar con Sarkozy en París, el primer ministro holandés, Jan Peter Balkenende, termi-nó declarándose partidario de ‘fondos nacionales’ de rescate bancario. Como Alemania y Holanda, también Gran Bretaña se pronunció por una solución de tipo nacional. Brown hizo conocer, sin embargo, su irritación después de la decisión irlandesa de garantizar en forma ilimitada los depósitos en los seis bancos más importantes del país. Ayer, el Parlamento irlandés aprobó esa controvertida ley haciendo oídos sordos a las protestas de otras capitales, que consideran que la medida viola las reglas de la competencia leal. Londres teme que la medida incite a los ahorristas a sacar sus depósitos de los bancos bri-tánicos para depositarlos en instituciones irlandesas. Por su parte, la Asociación Británica de Bancos (BBA, por sus siglas en inglés) de-nunció la decisión de Dublín de dejar afuera de la medida a los grandes bancos británicos que operan en Irlanda” (LN 3/10).

“Los esfuerzos de los gobiernos de Europa para apuntalar sus sistemas bancarios podrían tener una consecuencia no deseada: una fuga de depósitos de los bancos que no cuentan con la generosidad del gobierno. Al tiempo que el Reino Unido ha nacionalizado dos ban-cos en problemas e Irlanda ha tomado la extraordinaria medida de garantizar todos los depósitos en sus seis mayores instituciones finan-cieras, otros bancos han empezado a quejarse de que aquellos respal-dados por el gobierno les están quitando sus clientes. Grecia, por ejemplo, anunció ayer que garantizaría todos los depósitos de sus bancos” (WSJ 3/10). Como no podía ser de otra manera, días después, Alemania anunció que garantizaría el 90% de los depósitos. La tendencia se acentuó en todo el mundo. El repliegue hacia los estados nacionales del capi-tal y el ahorro quedaba garantizado por esta medida y por el estímulo del temor, constantemente alimentado por los medios.

EL PLAN DE CINCO PUNTOS DE WASHINGTON • Tomar acciones decisivas y todos los instru-

mentos disponibles para apoyar en forma sis-temática a instituciones financieras importan-tes y evitar su quiebra.

• Adoptar pasos necesarios para descongelar el crédito y los mercados de capitales y asegu-rar que los bancos e instituciones financieras tengan amplio acceso a liquidez y financia-miento.

• Asegurarse de que los bancos y otros gran-des intermediarios financieros puedan obte-ner capital suficiente de fuentes públicas y privadas para restablecer la confianza y per-mitirles continuar prestando a personas y empresas.

• Asegurarse de que sus respectivos progra-mas nacionales de depósitos y garantías sean robustos y consistentes para que el deposi-tante común y corriente continúe teniendo confianza en la seguridad de sus depósitos.

• Reactivar, donde resulte apropiado, los mer-cados secundarios de hipotecas y otros títu-los, con una valuación precisa e información transparente de bienes y la ejecución consis-tente de patrones contables de alta calidad.

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También se produjeron roces en la reunión de Was-hington: los integrantes europeos del G-7, a excepción de Alemania, firmaron a regañadientes el moroso “plan de cinco puntos”, por considerar que no implicaba ningún compromiso efectivo. El ministro de Economía de Italia, Giulio Tremonti, estuvo a punto de retirarse de la reunión sin firmar el documento (LF 11/10).

El desparrame desordenado de la crisis encuentra su orden y su cauce

La primacía norteamericana en las finanzas tiene una historia, que es su proceso de acumulación de capital, tan-to en su territorio como en otros a través de la exporta-ción de capital, y se refleja en el resultado actual: la crisis que se desparramó desde Wall Street hacia el resto del mundo. Esa estructuración que observamos anteriormen-te de la circulación de moneda como culminación del proceso global del capital sitúa a New York en la cima; como centro financiero expresión más acabada del capital global. Es la ciudad que lidera el espacio de acumulación que mayor proporción tiene sobre él. Vimos qué sucede a causa de la asociación con otros centros financieros, que se ven obligados a seguir sus decisiones. Ese predominio de New York tensiona en el interior de EE.UU. en mo-mentos críticos al espacio de acumulación norteamericano y al régimen político que le corresponde. Abordaremos en próximos apartados algunas formas de esa tensión.

Desde 2001 se ha acelerado un proceso de deslocaliza-ción productiva permanente hacia Asia, en particular, China. Esto acentuó principalmente la contradicción entre dos fenómenos. Por un lado, “los 1.300 millones de chinos consumieron cerca de 1,2 billones de dólares el año pasado y los 300 millones de estadounidenses consumieron 9,7 billones” (WSJ 21/10). El capital monetizado, la mayor parte en forma de crédito, que se precisa para movilizar ambos consumos (mucho más el segundo) asegura la necesaria continuidad de las finanzas en EE.UU. Pero la posibilidad de consu-mir se ve alterada por ese traslado de fases de producción y su efecto en la intervención de las finanzas en ella. “Lo que sucede en las finanzas actualmente es similar a lo que sucedió en la industria a partir de los ’70. Hasta ese entonces, la industria norteamericana daba cuenta de la mitad del total de la producción industrial. Aunque actualmente EE.UU. tiene un porcentaje im-portante de la misma, es una entre varias naciones y sólo emplea 13 millones (10% del total de la fuerza de trabajo) en un sector que a mediados del siglo XX ocupaba a un tercio de todos los trabajado-res. Algo parecido ocurre hoy con las finanzas. Aunque aún las ins-tituciones norteamericanas continúan liderando. China, el Golfo, India, Brasil y otras regiones que incrementaron su riqueza, depen-den del conocimiento, la perspicacia y el asesoramiento de Wall Street. En cualquier región del mundo el personal de los bancos cen-trales y de inversión fue educada en las escuelas de negocios de EE.UU. y posee antecedentes de haber trabajado en las institucio-nes de Wall Street. Esto esta cambiando” (WSJ 6/10).

La reorganización productiva mundial generó ingentes ganancias por los reducidos costos asiáticos y, en segundo lugar, le brindó una malla de contención en la posibilidad de acceder a un mercado asiático en expansión. Ambas

ventajas aumentaron la extracción global de plusvalía de manera excepcional en un corto tiempo. Fue necesario para ello el control de tres actividades fundamentales que permitieron apropiar buena parte del mayor valor produ-cido: la alta tecnología, la energía y las finanzas. La prime-ra comprende la innovación informática, las telecomuni-caciones, los nuevos materiales y nuevas formas de organización de la producción que fueron asentadas du-rante el proceso previo de crecimiento, cuando durante los ’90 las empresas de tecnología se encontraban en auge. El control de la energía no sólo se deriva de la fuerza mo-triz para las máquinas y plantas sino también del creciente peso del transporte para conectar las diferentes fases de producción y circulación. Por último, las finanzas permi-tieron canalizar en forma de crédito el capital acumulado para poner en acto esta nueva estructuración productiva, pero también asignaron al interior de las ramas y de las regiones las cuotas partes de ese plusvalor y brindaron su “experiencia” para forzar un crecimiento del consumo norteamericano que se encontraba contenido.

Pero el dominio, compartido, de EE.UU. y sus empre-sas en esas ramas permitiría otorgar condiciones para otra gestión de la crisis: la experiencia histórica indica que EE.UU. encontró mecanismos para transferir la crisis a países de desarrollo dependiente del capital extranjero. Es cierto, sin embargo, que las crisis promueven el aprendi-zaje de las sociedades y, habitualmente, los gobiernos que las conducen; y que ello puede incidir en dicha incapaci-dad. Algo de eso ocurre con Asia, constituido como cen-tro dinámico del ciclo expansivo que acaba de terminar. “Si se desarrolla una lucha en el Congreso sobre la participación ex-tranjera en el rescate, UBS, entre otros, está decidido a utilizar cualquier argumento en su favor. Directivos de ese banco suizo seña-laron que emplean más de 30.000 norteamericanos, negocia sus ac-ciones en la Bolsa de New York (NYSE) y es propietario de dos entidades financieras registrada bajo las leyes norteamericanas, UBS Securities y UBS Financial Services, conocidas por los americanos como la antigua unidad Paine Webber. En Asia, el plan acaparó poca atención. Los bancos asiáticos en general no invirtieron signifi-cativamente en títulos norteamericanos respaldados por hipotecas” (NYT 22/09). Los recaudos establecidos por los gobier-nos de la región lo blindaron contra cualquier ataque es-peculativo (forma habitual de traslado de los efectos de la crisis desarrollada por el capital financiero). La descrip-ción realizada en el Análisis... anterior dio cuenta de ello.

En ese marco se comprende el inesperado viaje del pre-sidente venezolano Hugo Chávez a China, luego de visitar Cuba el 20 de octubre. La excusa fue incrementar el fon-do común entre ambos países en 4.000 millones de dóla-res, lo que lo llevaría a 6.000 millones (Venezuela aportó de esa cifra 2.000 millones). Lo más importante es la po-sible concertación de medidas que acordaron en dicha reunión. Teniendo en cuenta que Chávez luego visitó Ru-sia, Francia y Portugal, y que en ese mismo momento el canciller venezolano Nicolás Maduro se encontraba en Irán negociando el establecimiento de un banco binacio-nal, está claro que hay plafón político suficiente para pre-sentar batalla a dólar. El hecho que desde inicios de sep-

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tiembre el dólar se ha fortalecido un 8% contra una canas-ta de 26 monedas de socios comerciales de EE.UU. puede ser leído de varias maneras. Por un lado, la influencia del temor en el resto del mundo y la consecuente búsqueda de un refugio seguro para los ahorros y el capital lleva a una revalorización ineludible del billete verde. Es posible, además, que incida el cambio de tendencia en el flujo de capital, ya que “después de pasar varios años enviando dinero a otros países, los inversionistas estadounidenses ahora están repa-triando esos fondos. En julio y agosto, los últimos meses de los que hay datos disponibles, los inversionistas estadounidenses vendieron 57.000 millones de dólares en acciones y bonos de otros países que los que compraron, la mayor repatriación de fondos de la historia” (WSJ 20/10). Pero si consideramos que dicha cifra ni si-quiera alcanza para cubrir un mes de déficit comercial, y que el dólar arrastraba un largo período de desvaloriza-ción, está claro que esa recuperación sólo lo lleva a niveles de comienzo de año, lejos de revertir su debilidad. Ade-más, hay un constante pregonar de líderes políticos contra la huída hacia el dólar. Tal es el caso del Presidente de Co-rea del Sur, Lee Myung-bak, país que no se caracteriza por su antinorteamericanismo, quien exhortó a corporaciones e inversionistas a que cesen de acumular dólares. “La acu-mulación de dólares crece desenfrenadamente en medio de escasez de divisas. Algunas empresas y particulares parecen creer que pueden enriquecerse acumulando dólares alocadamente, mientras el won si-gue perdiendo valor. Pero la avaricia individual debe ser puesta al costado en épocas de crisis nacional” (WP 9/10). Así y todo, el won surcoreano perdió un 40% de su valor frente al dó-lar.

El Presidente Bush entendió la movida que se tejía y llamó dos días después a una reunión del G-20 en Was-hington, el 15 de noviembre. Claramente sobrepasado por los hechos, pues ya había habido una en San Pablo poco tiempo atrás, Bush abandonó una posición detraída en materia internacional. El bajo perfil razonable para un presidente en retirada con tan poca popularidad, fue posi-ble en virtud de una cesión de rol a Sarkozy. Con alguna dosis de teatralización, pero dejando ver argumentos poco agradables para su mentor texano, el presidente de Fran-cia, en referencia a dicha reunión, sostuvo que “debe servir para cambiar las reglas del juego financiero (…). La crisis partió de EE.UU. y los líderes de la UE no tolerarán que EE.UU. bloquee las reformas (…). La época en que había una sola moneda, una di-rección y todos asentíamos, esa época ha terminado” (LM 7/11).

Pero el meollo del momento pasa por el replanteo de las relaciones con China. En el Análisis... anterior vimos los mecanismos para absorber los capitales acumulados por China para cubrir los mercados financieros norteame-ricanos. En ese momento, el Vice Premier Wang Qishan “acompañado por una delegación que incluye funcionarios del banco central y el Ministro de Finanzas, originalmente viajaba a EE.UU. el 14 de septiembre para negociaciones comerciales en Los Ángeles. Pero los acontecimientos lo obligaron a volar a Washington para encontrarse con el Secretario del Tesoro Henry Paulson. Wang buscaba seguridades de que si el gobierno chino impulsaba inversio-nes en EE.UU., los acuerdos no enfrentarían la oposición política que frustró propuestas chinas de inversión previas. Empresas nor-

teamericanas y europeas se encuentran promoviendo contactos con in-versores chinos. Pero no está claro cómo reaccionarán, especialmente debido a que la mayor inversión de ese país en Wall Street hasta hoy, la de CIC en Blackstone Group, ha sido un desastre: perdió la mitad de su valor” (NYT 20/09). Desconocemos la inciden-cia del viaje de Chávez, lo cierto es que al poco tiempo, el gobierno chino mostró su decisión, y no fue precisamente la deseada por los gestores de capital de Wall Street. En-frentaría la crisis mediante una inversión masiva de 4 bi-llones de yuanes (que equivalen a unos 600.000 millones de dólares) en su economía, a robustecer la demanda in-terna. La misma se implementará en dos paquetes en los años 2009 y 2010, básicamente enfocados en la construc-ción de infraestructura (aeropuertos, carreteras y vías fé-rreas) y en programas sociales. La crisis deprimió las ex-portaciones chinas, y esto se refleja en el ralentamiento de su crecimiento: 10,4% en el segundo trimestre, 9% en el tercero, y se calcula un 5,8% en el cuarto. Según Morgan Stranley, esta política de “modernización de infraestructuras, re-forma agraria y extensión de la protección social equivale a un New Deal con características chinas” (EP 9/11). La crisis parece haber consolidado la línea oficial del PCCh consistente en reorientar lentamente la economía hacia su interior para reducir la dependencia de las exportaciones y, al mismo tiempo, reducir el peso de los “oligarcas” de la costa y la presión social proveniente del centro y el oeste predomi-nantemente agrícolas. En última instancia, representa una movilización de reservas tituladas en dólares, aunque eso no garantiza que acabará donde fueron emitidos. Proba-blemente Pekín escuche ofertas en distintos rincones del planeta, la mayoría de ellos ávidos por conseguir la mone-da que succiona cada plaza financiera y, principalmente, Wall Street.

Gane quien gane… Hasta aquí hemos abordado la crisis en tanto enfrenta-

miento en la cúpula entre fracciones del capital financiero y entre el capital financiero y el resto del capital. En am-bos enfrentamientos la línea demarcatoria entre los ban-dos que los protagonizan es variable, está sujeta a cambios y es difusa. Sus contornos no están definidos del todo porque cada uno de ellos está atravesado por la descon-fianza: nunca es seguro donde va a pasar la fractura que determine perdedores y ganadores. En general hay una combinación heterogénea de líneas de corte, expresando la contingencia de las relaciones de fuerza. Las formas po-líticas terminan siendo las que clausuran momentánea-mente el combate interburgués, devolviendo el movimien-to crítico del capital al grado económico corporativo, de donde ninguna personificación del capital desea que salga. Cabe destacar que aún estamos lejos de ese momento de unidad del capital por el Estado. Sin embargo, aún con ese relajamiento pendiente, la burguesía ya comenzó a descargar sus efectos sobre las demás clases. Esta situa-ción, que la indefinición en la depuración del capital acen-túa, adopta formas más o menos violentas de acuerdo a las correlaciones de fuerza internas de cada país o bloque, y el rol del Estado que deviene de ellas. Asimismo, al in-

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terior de cada país tensiona el régimen político permitien-do que se desarrollen tendencias centrífugas en el poder político.

EE.UU. es el ejemplo más cabal de ello. Los efectos de la crisis en curso, contenidos imperfectamente hasta el momento, comenzaron a soltar amarras que los mantení-an latentes. Y cuando sucede adquiere la mayor rapidez, puesto que su conformación dispone de canales propicios para que los trabajadores sean derrotados. Obsérvese que las vertientes por las que se desparraman sus efectos son congruentes con el doble enfrentamiento señalado. Por un lado, el capital financiero descarga su retraimiento. “El prolongado colapso de los mercados financieros eliminó 2 billones de dólares de los ahorros jubilatorios norteamericanos en los últimos 15 meses, lo que puede forzar a los trabajadores a permanecer por más tiempo en sus trabajos de lo que habían planeado (...). Peter Ors-zag, director de la Oficina de Presupuesto del Congreso (CBO por sus siglas en inglés) sostuvo que ‘cuando los activos de los fondos de pensiones en los planes 401 (k) se reducen, el peso recae sobre los trabajadores. Cuando lo hacen en los planes con beneficio fijo, la presión es para la empresa, que debe generar la diferencia, pasando el costo a sus trabajadores, sus accionistas o los consumidores’. Las jubilaciones estatales también han sufrido. Los activos de los planes de jubilaciones de gobiernos estaduales y locales han perdido 300.000 millones entre el segundo trimestre de 2007 y el segundo trimestre de 2008, de acuerdo a información de la Reserva Federal. Cerca del 60% de los fondos de jubilaciones estatales están inverti-dos en acciones, 30% en valores de renta fija, 5% en propiedad in-mobiliaria y el 5% en otros productos” (WP 8/10). Ajuste que se combina con la forma tradicional de crisis para los tra-bajadores, debido a su desarrollo como rama de la propia actividad financiera. “Thomas Di Napoli, interventor financiero de la ciudad de New York, asegura que al menos 40.000 empleos se ven amenazados en Wall Street. Y precisa: ‘hay que saber que por cada empleo que se pierde en las finanzas, otros tres desaparecen en sectores que dependen de ellas’” (LMDiplomatique 11/2008).

Entonces, comenzaron los despidos en numerosas em-presas multinacionales: Merck, Yahoo, General Electric, Xerox, Pratt & Whitney, Goldman Sachs, Whirpool, Bank of America, Alcoa, Coca-Cola, las automotrices y las aero-líneas. Se calcula que en octubre se perdieron 160.000 empleos, mes en el cual la tasa de desempleo pasó de 6,1% a 6,5%. Se pronostica que para fin de año pasará a estar situada entre 8 y 8,5%. Son las primeras señales de la descarga de los efectos de la crisis del conjunto del capital sobre el resto de la sociedad.

En Europa la recesión hasta hace poco parecía reducida a ciertos espacios (Irlanda, Italia). Sin embargo, desde hace meses las dos principales economías continentales, Alemania y Francia, enfrentan un cuadro de crecimiento nulo. Las ventas minoristas de la zona bajaron 1,6% en septiembre último. “Apenas hace algunas semanas la pregunta principal sobre la economía de la eurozona era si se evitaría la rece-sión. La pregunta, ahora, es qué tan profunda será la caída. La re-gión luchaba contra la recesión ya antes de que la crisis financiera se intensificara a mediados de septiembre (…). Una ‘lectura de las ru-nas’ indica que lo peor está todavía por llegar (…). En octubre el

PM Index, que mide el nivel de ventas en industria y servicios, dio una baja mensual del 46,9% al 43,6%. Un número por debajo de 50 indica que la economía se está encogiendo: la lectura de octubre marca una contracción grave. Otros datos son apenas más alentado-res: la medición de la Comisión Europea sobre la percepción de los ciudadanos sobre la economía bajó a su peor nivel en los últimos 15 años. La Comisión redujo radicalmente sus expectativas de creci-miento del PBI de 1,5% a 0,1% para 2009. Incluso los datos para Alemania, la economía más robusta de la región, provocan temor: un indicador de las expectativas de negocios confeccionado por IFO, el instituto de investigación de Munich, cayó en octubre a su peor ni-vel histórico” (TE 6/11).

En Reino Unido, la producción industrial cayó un 0,6% en agosto. Según la Cámara de Comercio Británica, “Gran Bretaña ya se encuentra en recesión, que va a empeorar y el desem-pleo va a llegar a 350.000 personas el próximo año” (CL 15/10). Los despidos afectan especialmente a las automotrices. Renault anunció la supresión de 6.000 empleos en sus fi-liales en Europa, casi 1.000 de ellos en países miembros de la zona euro (el resto en Francia). Daimler, que fabrica las marcas Mercedes Benz, Smart y Maybach, planea reac-cionar a la crisis con una pausa de producción de unas cinco semanas, del 11 de diciembre al 12 de enero. Ade-más, tanto Daimler como BMW y Volkswagen reducirán masivamente el empleo de trabajadores subcontratados. Luego de un gran retroceso de la facturación en septiem-bre, BMW interrumpió la fabricación en la última semana de septiembre. En el mercado más importante, el de Es-tados Unidos, el número de autos vendidos descendió un 25% con respecto a las cifras del año anterior.

El ejemplo de las automotrices sirve para observar las tensiones que genera en el régimen político una crisis. Las dificultades de las automotrices norteamericanas llevan años incubándose y fue artificialmente postergada por las filiales de financiamiento de las tres grandes de Detroit (General Motors, Ford y Chrysler). Durante octubre se conocieron iniciativas de la más grande de ellas, General Motors, de fusionarse con una primero y con otra des-pués. Con Chrysler aún continúan negociando. Lo cierto es que comenzó a gestarse un fuerte lobby para recibir asistencia federal (reeditando los pedidos infructuosos al gobierno de Bush de los últimos años). La respuesta fue mínima. Al borde de la bancarrota, las empresas comen-zaron a gestionar a nivel estadual la búsqueda de una so-lución. A fin de octubre, los gobernadores de Michigan, Ohio, Kentucky, Delaware, New Cork y South Dakota, abandonaron la presión aislada que ejercían sobre el con-greso (y que pusieron en juego sistemática y repetidamen-te durante la crisis) y se unieron para solicitar a Bernanke y Paulson un salvataje para las automotrices.

Esta tensión se multiplicó en cada uno de los niveles de gobierno del Estado norteamericano. Gobiernos locales, municipales y estaduales reclamaron la asistencia del go-bierno federal, que no puede responde a la cantidad de re-clamos que se le realizan. Un dato interesante: son justa-mente las ciudades y los estados más grandes y poderosos económicamente quienes se encuentran en peor situación

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(estados de California y New York, ciudades como Chica-go, Los Ángeles y New York).

La luz al final del túnel… puede ser un tren que se acerca

En medio de toda esta descomposición, la sociedad norteamericana eligió presidente en unas elecciones histó-ricas. No sólo por haber elegido a un afronorteamericano (aunque mestizo) sino porque registraron cifras de parti-cipación como en mucho tiempo no sucedía. Es manifies-to el apoyo a Obama, como también lo fue a McCain, aunque no llegó a poner en riesgo su triunfo. Es decir, hay una base social importante para implementar transforma-ciones pero también la hay para resistirlos. Por supuesto, ni una ni otra promueven un rol en el mundo para EE.UU. que no sea el predominante. Cabe aclarar que to-do parecería indicar que la violencia en el ejercicio de ese rol por un gobierno tripulado por Obama es menos mani-fiesta. Pero más discreta no quiere decir menos disruptiva, sobre todo para aquellos países que buscan un camino con mayores grados de autonomía e independencia. Mu-chas veces los gobiernos demócratas han sabido transferir los efectos de las inevitables crisis del capitalismo con una sonrisa y tendiendo una mano amistosa. Probablemente Obama no sea la excepción, aunque la dimensión de la crisis y el aprendizaje de los pueblos puede una modifica-ción del rumbo. Siempre se puede.

El curso de la transición parece mostrar más de lo mis-mo. Por un lado, por los candidatos que se mencionan con insistencia para secundar a Obama. En la esfera eco-nómica: el mencionado Robert Rubin, Paul Volcker (pre-sidente de la Fed durante Carter y Reagan, mentor del for-talecimiento del dólar que devino en la crisis de la deuda latinoamericana), Warren Buffet, Timothy Geithner, Law-rence Summers y William Donaldson (antecesor del actual presidente de la SEC). El resto de las áreas no muestran mejores perspectivas.

Pero además de ello, las tareas que efectúa el actual go-bierno para preparar el nuevo ciclo, que indudablemente cuentan o contarán con la aprobación de Obama. En una doble operación tripulada por el FMI y la Fed, comenzó la transferencia de moneda a la periferia para volver a ab-sorberla luego, quizás con una elevación de tasas de inte-rés cuando el capital se haya depurado. El FMI lo realiza en aquellos lugares donde su marca indeleble no está mar-cada a fuego y es aceptado. Anunció préstamos a Islandia (2.500 millones de dólares), Ucrania (16.500) y Hungría (15.700). Éste último país parece convertirse en referencia de lo que comienza a desplegarse en países dependientes de capital extranjero: “Mientras Europa Occidental empieza a pensar que lo peor de la crisis bancaria ya pasó, sus vecinos más po-bres –que no pueden darse el lujo de inyectar miles de millones de euros en sus bancos– están perdiendo el acceso al crédito extranjero que ha propulsado su crecimiento. Hungría es el ejemplo más recien-te de una economía al borde del precipicio. El banco central subió el miércoles las tasas de interés en tres puntos porcentuales como un re-curso de emergencia para frenar la espiral descendiente de su mone-da. El primer ministro, Ferenc Gyurcsány, dijo que la moneda na-

cional, el florín húngaro, ‘está bajo una fuerte presión especulativa’. El banco central aumentó la tasa de interés de referencia de 8,5% a 11,5% para tratar de aumentar el atractivo del florín. La decisión, sin embargo, no pareció ser de gran ayuda” (WSJ 23/10). Tam-poco descarta ninguna opción, porque basa su accionar en el imperio de la necesidad. “Las reuniones del fin de semana en Washington constituyen un foro para discutir esfuerzos adicionales. El Banco Mundial está estudiando cómo ayudar a los países en vías de desarrollo que podrían verse arrastrados a la crisis. Entre los paí-ses considerados más vulnerables –porque están endeudadísimos y son susceptibles a fuertes caídas en las exportaciones– están Tur-quía, Argentina, Letonia, Hungría y Etiopía” (WSJ 6/10)

Para los casos más grandes, en donde el volumen de re-servas necesita ser manejado en otro nivel, no en un or-ganismo tan desprestigiado como el FMI y que además esta integrado por múltiples países (cuestión que incide aunque sea meramente nominal), apareció de manera di-recta la Fed. Es una situación novedosa y cuyos efectos aún no se pueden establecer de manera acabada (más aún con las versiones que circulan sobre un potencial reem-plazo del dólar por el llamado Amero), pero que precisa ser analizado principalmente porque uno de los países in-volucrados es Brasil. “Muchos bancos europeos están pagando tasas de interés por lo menos dos veces más altas que las que pagan sus colegas de EE.UU. para pedir prestados dólares de un día para otro. El dólar tiene una fuerte demanda porque en los últimos años muchos bancos extranjeros se embarcaron en préstamos en dólares a corto plazo, para financiar diferentes actividades. Ahora, una vía normal para obtener esos fondos –pedir prestado a bancos con sede en EE.UU.– se ha taponado, porque los bancos están recelosos de prestarse dinero entre sí. La demanda global de dólares obligó a la Reserva Federal de EE.UU. (Fed) a anunciar una expansión de sus líneas de ‘canje’ con otros bancos centrales, las cuales les permiten proveer liquidez en dólares a sus bancos comerciales locales. La Fed ahora tiene acuerdos con otros nueve bancos centrales, desde el Reino Unido a Australia, que en conjunto permiten acceder a 620.000 millones de dólares” (WSJ 7/10). Es decir, una transparenta-ción del status de Banco Central mundial que la Fed ejer-ce sin admitirlo de manera desembozada.

Todo esto indica que las bases para reiterar el consabi-do acuerdo entre las líneas partidarias de EE.UU. acerca de preparar los fundamentos del nuevo ciclo para el suce-sor se repiten entre Obama y Bush. Lo que funcionó para Bush del legado de Clinton quizás funcione para Obama. ¿Cabe alguna esperanza? Probablemente transformacio-nes profundas sólo encuentren en el límite medioambien-tal a la actual forma de desarrollo social el argumento para emerger, cosa que tenuemente comienza a aparecer. Obama planea la reconversión energética del país, cons-ciente de que ello supone modificar todo el sistema eco-nómico y exhortar a que el resto del mundo haga algo si-milar. Pero sobre las actuales bases todo parece indicar que será una salida para el capital y no para la sociedad humana. De todas maneras, sería todo un logro porque permitiría aliviar el riesgo que la continuidad del planeta enfrenta.

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14 América Latina y la integración en los tiempos de la crisis

La relación entre Argentina y Brasil. Los países de la región en UNASUR, ONU y Cumbre Iberoamericana

América Latina y la integración en los tiempos de la crisis Por Julián Kan

Argentina y Brasil: las bilaterales de siempre Desde que asumió Lula en Brasil y bajo la presidencia

de Néstor Kirchner en Argentina –con una continuidad bajo el mandato de Cristina Fernández– las reuniones bi-laterales o minicumbres entre Argentina y Brasil fueron una costumbre. Las mismas servían para establecer acuer-dos económicos, comerciales, financieros, etc., así como también para sellar las estrategias políticas en el plano in-ternacional. Claro está que hubo y hay tensiones, debido al diferente peso que tienen ambas economías en la región y en el mundo y, también, al recurrente desequilibrio entre ambas. La crisis obliga a hablar de más multilateralismo ante los países centrales, de mostrar mayor integración de la región ante el mundo y de intentar conciliar intereses al interior de la región. Pero esta última tarea no es fácil ya que también la crisis puede reforzar las conductas contra-dictorias y hacer más explícitos los intereses encontrados. En ese difícil equilibrio se encuentran Argentina y Brasil, mientras necesitan seguir proyectando más integración a futuro entre ambos. Integración que en el fondo quizá no sea demasiado ansiada, pero sin muchas alternativas que la concreción urgente, de la forma que sea.

A principios del mes de septiembre, en la ciudad de Brasilia, y en el marco de los festejos por el Día de la In-dependencia brasileña, tuvo lugar otra cumbre bilateral entre los mandatarios de los dos principales socios del MERCOSUR. Así, Cristina Fernández de Kirchner reali-zaba su primer viaje oficial a Brasil como presidenta y, como en reiteradas ocasiones, ambos jefes de estado vol-verían a reafirmar el estratégico vínculo entre Argentina y Brasil. La actitud estaba inspirada en hacer esfuerzos para olvidar el traspié que sufrió la relación entre ambos países hace algunos meses en el marco de la Ronda Doha, donde la actitud de Brasil fue tomar un camino unilateral en la última sesión de negociaciones, rompiendo la tradicional actuación conjunta de Argentina y Brasil en el marco del G-20, el grupo de países que le exigen a las potencias cen-trales la eliminación de los subsidios agrícolas. En el mes de agosto Lula había venido a Buenos Aires con 300 em-presarios para reafirmar ese vínculo –sobre todo el co-mercial–, minimizando la postura de Doha y ratificando como “estratégica” la relación comercial y la integración con Argentina.

El principal acuerdo lanzado en el contexto de la con-memoración de la independencia fue uno que venía dan-do vueltas hace tiempo: la eliminación del dólar para el in-tercambio comercial y su reemplazo por reales y pesos en el comercio entre ambos países. El acuerdo llegaba, así, casi anticipándose a la crisis fianciera mundial, y conti-nuando con políticas –sobre todo desde Argentina– que eviten una dependencia de divisa extanjera y de los cirtui-tos financieros internacionles. La no utilización del dólar

representa, así, una ventaja operativa y económica por parte de las empresas exportadoras de ambos países al te-ner que eliminar un paso en las transacciones que consti-tuye un ahorro directo al evitar la triangulación de divisas. Este ahorro ayudará especialmente a las empresas peque-ñas que no están en el circuito internacional del dólar y que, en caso de poder exportar al país vecino, se ahorra-rán la compra de divisa extranjera. A su vez, teniendo en cuenta el escenario de crisis que ya se presagiaba por ese entonces, la medida permitía descomprimir la demanda de dólares en los mercados locales, demanda cuya alza cons-tituye uno de los primeros sensores de especulación en los momentos de alta disrrupción de la economía.

Si bien la idea estaba en agenda desde 2005, nunca pa-saba de los borradores. El escenario ecoómico regional y global contribuyó sobremanera en los últimos meses a avanzar en esa dirección. Recordemos que el intercambio comercial entre Argentina y Brasil representa casi 80% del comercio intra MERCOSUR, cifras que rondan los 30 mil millones de dólares anuales. A su vez, para la totalidad de las exportaciones argentinas, el mercado de Brasil consti-tuye el 30%, mientras que las importaciones de ese origen rondan alrededor del 20%.

Lula aprovechó la ocasión para reafirmar sus estrategias regionales: bregar por más integración, reforzar el MER-COSUR y saldar el episodio de Doha. Así, rescató el acuerdo como un camino a una integración mayor: “El pago en moneda local es un primer paso para la integración moneta-ria regional (…). Mi querida amiga, proponemos que en la negocia-ción con otros bloques regionales el MERCOSUR hable con una sola voz (…). A los problemas del MERCOSUR se los recuelve con más MERCOSUR” (P12 9/9). Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner reafirmó: “la recuperación del peso y el real como monedas de intercambio dejando de lado el dólar no sólo tiene significación económica sino también cultural” (P12 9/9).

Acuerdos en materia de integración. Se firmaron acuerdos para la construcción de la Represa de Gabirí so-bre el Río Uruguay, la primera central hidroeléctrica bina-cional. A su vez, motivado por la estatización de Aerolí-neas Argentinas, el ministro de planificación, Julio de Vido, anunció la compra de aviones Embraer y la instala-caión en Córdoba de Embraer, por medio de un convenio con la fábrica Área Material Córdoba. De esta fusión sal-drá la construcción del vehículo militar Gaucho, de fabri-cación conjunta entre ambos países. A su vez, se rubricó un acuerdo de cooperación entre el brasileño Banco de Desarrollo Económico y Social (Bndes) y los argentinos Banco Nación (BNA) y de Inversión y Comercio Exterior (BICE), donde pusieron en marcha una línea de crédito de 200 millones de dólares para infraestructura y exporta-ciones.

La televisión digital es otra área de integación. O mejor dicho, otra área donde a Argentina no le queda otra alter-

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nativa –para seguir con coherencia sus alineamientos en el plano internacional– que optar por el camino de su prin-cipal socio regional, quien ya inició hace tiempo las tareas para adoptar la norma japonesa ISDB. Las otras dos normas existentes son la norteamericana y la europea. Ar-gentina se debate si seguir a Brasil o dejarse influir, por un lado, por los grandes multimedios económicos (algunos de los cuales tienen adaptado sus negocios a la norma norteamericana) o, por otro lado, los otros multimedios con intereses en la región y el pasís, las empresas telefóni-cas de origen europeo que hacen lobby para adoptar la norma europea. En un contexto de reforma de la ley de radiocomunicación, el escenario futuro se avizora con grandes disputas. Brasil ya eligió y parecería ser que al go-bierno actual de Argentina, a pesar de algunas idas y vuel-tas con Lula como en el tema Doha, no le queda otra al-ternativa que seguir su paso.

A su vez, la presidenta argentina se vino de Brasil con algo que también estaba en la agenda: el apoyo de Lula al ex presidente Nestor Kirchner para ocupar el cargo de se-creatario ejecutivo de la Unión de Naciones Suramericana (UNASUR), cuestión que fue ratificada por la cancillería brasileña.

UNASUR Desde la reunión extraordinaria en Santiago de Chile –

convocada en plena crisis boliviana– hasta el presente, mucho se ha hablado acerca del futuro rol político regio-nal de esta nueva instancia. Recordemos que el proyecto de la UNASUR tuvo un antecedente fallido que fue la Confederación Sudamericana de Naciones (CSN) creada en diciembre de 2004 en la ciudad de Cuzco por todos los mandatarios de la región. Incluso, se puede rastrear como antecedente de construcción de esta instancia de unidad regional el intento en el año 2000 del ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardozo, de formar un área común entre el MERCOSUR y la Comunidad Andina de Naciones (CAN), que tuvo forma en la Pimera Cumbre Sudamericana de ese mismo año. Aquella iniciativa del ex presidente de Brasil tenía un sesgo más comercial que po-lítico, producto de la presión que empezaba a ejercer el ALCA y la Unión Europea para establecer acuerdos de li-bre comercio en la región. Por el contrario, la UNASUR –al igual que en la CSN en el 2004– se plantea objetivos políticos más que comerciales, que permitan mostrar una cohesión para el exterior de la región, para alcanzar una mayor gravitación de la misma en instancias internaciona-les. Pero a la hora de avanzar en ese camino aparecen las disyuntivas y las contradicciones.

Muchos sostienen que, de no haber sido por la crisis política entre el gobierno de Evo Morales y las oligarquías de la Media Luna, la UNASUR seguiría en una linda car-peta. La rápida intervención en el conflicto de Bolivia le dio vida a un proyecto que, por un lado, sigue siendo re-sistido por países como Perú y Colombia a raíz de los proyectos políticos de sus respectivos gobiernos, y que, por otro, también arroja visiones diferentes sobre los ob-jetivos y lugares de acción que tendría en un fututo cerca-

no, incluso entre los países miembro que han apoyado su relanzamiento. Países como Ecuador, Argentina y Vene-zuela bregan por su afirmación, han arrastrado a Chile (al menos mientras gobierne Bachelet) a mirar más a la re-gión. Brasil a veces muestra resistencia cuando su supre-macía puede ser discutida, pero necesita de UNASUR pa-ra insertase con más fuerza en otras instancias internacionales. Además, también existen polémicas en torno a quién debe conducirla, en las que Uruguay ha vuelto a hacer prevalecer su disputa con Argentina como consecuencia del conflicto de las pasteras. Pero la crisis obliga a estrechar lazos en la región y a mostrar solidez hacia el exterior.

La actuación sobre Bolivia otorga algunas ideas al res-pecto. Por un lado, los principales países apoyaron al go-bierno de Evo condenando tanto un intento de golpe y de desestabilización política, como también una probable de-claración de autonomía o separatismo por parte de alguno de los 5 departamentos opositores. Por otro lado, contri-buyó a investigar la masacre de Pando y garantizó el pro-ceso de negociación política. Ambas cuestiones parecen menores salvo que se tenga bien presente el horizonte po-lítico de Evo Morales y que se vea que detrás de la deses-tabilización del primer mandatario, y de la búsqueda de autonomía de esas regiones, estaba la mano de EE.UU. y de su ya ex embajador Philip Goldberg. Esta actuación por fuera de la OEA invita a pensar la posibilidad real de construcción de un organismo político con mayores herramientas de soberanía regional, a contramano lo que podría efrecer la OEA, históricamente alineada a los in-tereses de EE.UU.

Pero no todos están a gusto. Si Brasil hubiese podido mediar en el conflicto tal como lo hiciera a principios de año entre Colombia y Ecuador, ¿hubiese apostado a la UNASUR? Claro está que luego del debut exitoso de UNASUR los mandatatarios que tuvieron un rol destaca-do en la gestación del encuentro de urgencia en Santiago de Chile le asginan a esta flamante instancia un lugar des-tacado para el futuro. Incluso Lula ha elogiado en la ONU (ver más abajo) este nuevo proyecto de integración políti-ca regional. La crisis, las negociaciones internacionales y su doctrina de multilateralismo le implican acudir a ins-tancias como UNASUR, más allá de ser, muchas veces, reticente a estas instancias cuando la misma no persigue los intereses que desde Brasilia se intenta imponer. Por ejmplo, el proyecto de defensa regional impulsado por el ministro de defensa de Lula, Nelson Jobin, el Consejo Sudamericano de Defensa (véase Análisis... Nº 98), princi-pal motivación de Brasil en la construcción de la UNA-SUR.

La UNASUR puso también sobre el tapete otros pro-blemas que acarrea el proceso de integración. En la reu-nión de Santiago de Chile se había acordado que el secre-tario de la UNASUR debía tener un respaldo de consenso por parte de todos los países miembro. A fines del mes de septiembre, el canciller de Uruguay, Gonzalo Fernández, adelantaba a la oposición política de su país (Partido Co-lorado y Partido Nacional) que el gobierno de Tabaré

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16 América Latina y la integración en los tiempos de la crisis

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Vázquez no avalaría la candidatura de Néstor Kirchner como secretario ejecutivo de la UNASUR. Los argumen-tos esgrimidos descansaban en lo “permisivo” que fue ba-jo su mandato con el corte del puente que une Guale-guaychú con Frai Bentos en protesta de la instalación de las pasteras. Los dirigentes opositores coincidieron con la postura del canciller. “Es un tema de dignidad”, sostuvo el ex candidato presidencial Larrañaga, del Partido Nacional. El canciller Fernández adelantó que transmitiría en una carta la posición uruguaya a la presidenta de Chile, Michelle Ba-chelet, a cargo pro témpore del bloque. La Cancillería ar-gentina consideró la actitud de Tabaré “un agravio a los ar-gentinos, a la Unasur y a los países que apoyan la candidatura del ex presidente Néstor Kirchner” (P12 24/9). . Por el contrario, la candidatura de Kirchner tenía apoyo en la región. Por ejemplo, el presidente de Ecua-dor, Rafael Correa, en su visita a Buenos Aires del mes de agosto, manifestó: “Es el hombre ideal para sacar adelante la Unasur”. Luego, Hugo Chávez y Lula también se mostra-ron de acuerdo (P12 24/10). El otro en carrera para el puesto es el diplomático boliviano Pablo Solón, Embaja-dor Plenipontenciario en temas de Integración, de la can-cillería boliviana. Pero Evo Morales anticipó que si iba Kirchner no tenía problemas en bajar la postulación de Solón (P12 24/10).

La región y la ONU A fines del mes de septiembre tenía lugar la 63 Asam-

blea de Naciones Unidas. Recordemos que en la asamblea del año anterior la región había dado que hablar a través de las palabras del presidente Hugo Chávez, ausente a la cita, esta vez, por razones de seguridad.

La crisis financiera dominó la agenda de la asamblea anual de las Naciones Unidas. El presidente de la Asam-blea, el nicaragüense Miguel D’Escoto, sacerdote y ex canciller sandinista, vaticinó que las consecuencias de la crisis impedirán avanzar hacia los Objetivos del Milenio, consistentes en reducir a la mitad la pobreza para el 2015: “Siempre son los pobres quienes pagan el precio por la codicia des-controlada y la irresponsabilidad de los poderosos”, sostuvo ante 120 jefes de Estado (P12 24/9). Pero también los presi-dentes barajaron la forma en que los países se pararían an-te la crisis y pusieron el eje de los floridos discursos en la cuestión del multilateralismo como herramienta para lle-gar a acuerdos, adelantando lo que más tarde constituiría la reunión del “Grupo de los 20” (el G-7 ampliado a otras potencias y a los nuevos “jugadores mundiales” como por ejemplo India, Sudáfrica, Brasil y Argentina, entre otros).

Y fue justamente Lula quien, en el primero de los dis-cursos que inauguró la sesión, defendió –como ya es un clásico– el multilateralismo: “La naturaleza global de esta cri-sis implica que las soluciones que adoptemos deben ser también glo-bales, y decididas en legítimos y creíbles foros multilaterales, sin im-posiciones”, advirtió. Al mismo tiempo, propuso repensar el sistema financiero internacional: “Las instituciones económicas hoy en día no tienen la autoridad ni los instrumentos que necesitan para evitar la anarquía de la especulación. Debemos reconstruirlas sobre bases enteramente nuevas” (P12 24/9). Luego puso

ejemplos de cómo en la región se han alcanzado logros en materia de integración y actuación conjunta entre los paí-ses. Allí es donde para afuera Brasil valora y alienta la construcción de soberanía regional, mientras que para el interior de la región, muchas veces es celoso a perder el liderazgo de la misma. Así, en su discurso Lula se despa-chó públicamente contra Philip Goldberg, el ex embaja-dor de Bush en Bolivia expulsado por el gobierno de La Paz debido a su presunta vinculación con la insurgencia separatista. Tras defender la legitimidad del gobierno bo-liviano, el brasileño resaltó, como un ejemplo de multila-teralismo, la “rápida y efectiva” actuación dada a Bolivia por los doce países de la UNASUR en la resolución del con-flicto en el país andino.

Además, Lula abogó por ya históricos reclamos en la ONU: una reforma en la cantidad de asientos en el Con-sejo de Seguridad (CS) que permita que Brasil sea miem-bro permanente del mismo: “Hace 15 años que las Naciones Unidas discuten la reforma del Consejo de Seguridad. La estructura de hoy está fija desde hace seis décadas y no está adaptada a los de-safíos del mundo de hoy (…). Su forma de representación es un obs-táculo para el mundo multilateral al que aspiramos” (P12 24/9). Hoy día, el principal órgano de decisión del organismo cuenta con quince miembros, de los cuales cinco –China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia– son permanentes y tienen derecho a veto. Quizá la crisis sea una oportunidad para que países como Brasil puedan in-sertarse en espacios geopolíticos dominados por los países centrales.

Cumbre Iberoamericana: camino al nuevo G-20 A un año de la cumbre que recorrió el mundo por el

enfrentamiento entre el Rey Juan Carlos y el presidente de Venezuela Hugo Chávez (la cumbre del “Por qué no te ca-llas!”), esta edición pasó sin grandes sobresaltos. Quizás lo más destacado fue el cambio en la agenda de la cumbre, que tenía originariamente el lema “juventud y desarollo”, pero que, ante el escenario internacional, la crisis global se convirtió en la verdadera agenda. Por otro lado, el en-cuentro sirvió para que los españoles consigan el apoyo de Argentina y Brasil para participar en la Cumbre del G-7 amplida.

La posición de algunos madatarios fue clave para inser-tar este foro en el contexto mundial actual. Por el lado de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner hizo relación entre la crisis y la situación político-económica local, es-pecíficamente sobre el tema de la estatización de las AFJP. Así, caracterzió la situación actual como resultado del “fracaso de un modelo que había dominado el escenario interna-cional de los ’90, el modelo neoliberal, el Consenso de Washington (…) mi país había sido el alumno directo de las privatrizaciones, de alejar el capital del circuito de la producción” (P12 31/10). Pala-bras que fueron acompañdas por algunos de sus pares de la región, como Michelle Bachelet, Lula Da Silva y Evo Morales. Luego explicó algunos detalles del traspaso de los fondos desde las AFJP hacia el Estado, haciendo hin-capié en que, si bien cambiaría la administración de los fondos, no cambiaría la propiedad de los mismos, ya que

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“[los fondos] no son del estado ni de los privados, son de los jubi-lados” (P12 31/10).

El primer mndatario de Brasil, Lula Da Silva, reincidió en la línea llevada anteriormente en la ONU: “es preciso re-fundar los mecanismos de gobernabilidda global, con mayor particpa-ción de los países en desarrollo”. Al respecto de la integración regional, siendo consecuente con la región pero también con las grandes potencias, aclaró: “Sólo podemos responder a la crisis con mayor integración, mayor comercio justo, menos distor-siones, y menos subsidios” (P12 31/10).

El presidente de Ecuador, Rafael Correa, retomó la lí-nea de la mandataría argentina y realizó una evaluación de las reglas financieras que imperaron desde los acuerdos de Bretton Woods hasta el presente, proponiendo otras for-mas alternativas que muy lentamente se están delineando en América Latina: “hay que construir una nueva arquitectura fianciaera regional (…) tenemos que crear un fondo regional de re-servas, crear el Banco del Sur y terminar con la autarquía de los-Bancos centrales” (P12 31/10)

Algunos días antes de la Cumbre Iberoamericana, Ra-fael Correa se había reunido con el primer mandatario de Venezuela, Hugo Chávez, para reafirmar algunos proyec-

tos de integación regional, en materia financiera y energé-tica. En la ciudad ecuatoria de Puyo, sede del encuentro, Chávez afirmó: “la crisis nos tiene que obligar a la reflexión y a la acción, a la toma de decisiones para garantizar el futuro de nues-tros países, el desarrollo humano y el desarrollo de la región” (P12 29/10). En la misma línea Correa remarcó que la crisis puede significar una oportunidad para los países de la re-gión y criticó las soluciones que se estaban adoptando en EE.UU “donde las ganancias se privatizan y las pérdidas se socia-lizan” (P12 29/10). Su ministro coordinador de política económica, Pedro Páez, afirmó “es indispensable avanzar con una agenda desde el sur, para definir acciones monetarias que eviten una guerra de devaluaciones que podrían dejar a Ecuador muy mal parado” (P12 29/10).

La Cumbre Iberoamericana terminó con un documento final consensuado entre todos cuyo epicentro fue el tema de la crisis, que no agregó mucho al escenario político in-ternacional. Pero le sirvió a España para que Argentina defienda su futura participación en el encuentro del G-7 ampliado, el denomiando “Grupo de los 20”, que tendría lugar al cierre de esta edición.

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18 Directo al corazón

NOVIEMBRE DE 2008

La estatización de los fondos previsionales

Directo al corazón Por Claudio Adrianzén Bei

Telón de fondo El mes pasado, cuando arribamos al número 100 de

esta publicación, analizábamos la crisis financiera mundial desatada en el corazón económico del planeta: EE.UU. A su vez, seguimos el debate originado –tanto a nivel local como internacional– por los anuncios, efectuados desde el gobierno nacional, de cancelación de la deuda del Estado argentino con el denominado “Club de París” y de la reapertura del canje de deuda con los bonistas que no habían aceptado las condiciones impuestas por el go-bierno del ex presidente Néstor Kirchner en el año 2005. Veíamos cómo estas dos medidas recibían loas por parte de los sectores industriales –pequeños, medianos y con-centrados, con fuerte anclaje en la Unión Industrial Ar-gentina (UIA)– en el marco de un panorama internacional de profunda retracción del crédito y en el medio de una caída pronunciada de los precios de los productos ag-ropecuarios y combustibles. Ambos habían deparado, en el último quinquenio, ingresos significativos a las arcas del estado, por medio de los gravámenes a las exportaciones.

Dichos anuncios generaban también la ira de diversos sectores del arco político opositor, de la banca más con-centrada, de las principales usinas ideológicas liberales de los Estados Unidos y de los organismos de crédito inter-nacionales (véase Análisis... Nº 100).

Septiembre terminaba así con la profundización de la crisis económica, financiera y social a nivel mundial, y agudizando la disputa política que se hizo manifiesta en el mes de octubre. El tema de discusión será la fortaleza o debilidad financiera del país; quién pagará los platos rotos de la timba financiera mundial a nivel local será el eje del enfrentamiento.

Ambos serán motivo de debate y de pugna por parte de las dos fuerzas sociales que se disputan, por una parte, el control del aparato del Estado y, por otra, el consenso ideológico-social local, desde hace al menos 60 años.

Así, el mes analizado se cerrará con otro hecho de tras-cendencia, cuanto menos regional: el proyecto del Go-bierno de crear un sistema único previsional mediante la disolución de las AFJP, con la consiguiente estatización de los aportes acumulados en estos 14 años. Esto se con-vertirá en un nuevo parte-aguas que producirá reconfigu-raciones y nuevos posicionamientos en la batalla política local.

La industria y Clarín exigen un plan financiero Hacia fines de septiembre –en el marco de la discusión

acerca de la reapertura del canje de bonos, y mientras las bolsas del mundo seguían sin dar respuestas positivas a las constantes inyecciones de fondos frescos por parte de las principales potencias mundiales–, a nivel local comen-zaron a circular –desde los sectores financieros y con la

amplificación de los principales órganos de prensa na-cionales– declaraciones acerca de supuestas imposibili-dades financieras en la economía del país, para 2009 y los años subsiguientes. En este sentido, una nota del matutino Clarín citaba voces de la consultora Finsoport, que señalaban que “en los tres años y medio de este mandato pre-sidencial vencen alrededor de US$ 45.000 millones de deuda. Y en-tre 2011 y 2017 alrededor de US$ 55.000 millones más. (...) Las cifras son desafiantes, en especial si se tiene en cuenta que los su-perávits fiscal y externo están sufriendo cierta erosión, en un contexto en el cual el crecimiento económico se debilita y la economía mundial está entrando en un túnel sin salida” (C 29/9).

Al día siguiente, el mismo diario titulaba en su sección económica: “Las acciones perdieron casi 9% y el riesgo país llegó a 947 puntos”. La bolsa de valores, el riesgo país y el valor del dólar comenzarán así a ser las tres variables que pasarán a ocupar portadas y titulares principales, día a día, de los principales medios escritos durante el mes de octu-bre, en el marco de la reaparición de un fantasma bien conocido a nivel local: la posibilidad de default con los acreedores externos, como en el cercano 2001...

Reaparecía así el intento de desestabilización, minando la confianza en la solidez de la economía local, promovido desde las usinas financieras internacionales. En una nota del diario Clarín del día 3 de octubre se consigna que “en paralelo con el desplome de los títulos públicos, el riesgo país medido por el JP Morgan superó ayer la simbólica barrera de las 1.000 unidades y en 1.103 terminó 98 puntos básicos arriba, su nivel más alto desde que se regularizó la deuda externa en 2005. (...) Si la medición del riesgo no se restringe, como en el caso del JP Morgan, a los bonos en dólares, y se incluyen los títulos en pesos, el aumento del riesgo resultó aun mayor. Ecolatina midió 1.566 puntos.” (C 3/10. Resaltados nuestros).

El mismo día, en su columna económica, el periodista de Clarín Marcelo Bonelli señalaba algunas de las claves que tendría el plan de medidas a implementar por el go-bierno nacional. Al mismo tiempo, mostraba la búsqueda por tender puentes, desde los sectores industriales que conducen la alianza social en el gobierno, con las fac-ciones políticas opositoras, en pos de aminorar la beliger-ancia del “frente interno” ante un panorama internacional poco promisorio en materia económica y financiera: “Con sigilo, ahora varios ‘popes’ de la Unión Industrial están trabajando en una idea concreta: proponer un acuerdo político entre el Gobierno y la oposición para que Argentina enfrente con mayor fortaleza la turbulencia internacional. En esa iniciativa tra-bajan Federico Nicholson, Héctor Massuh y Luis Betnaza. Ignacio de Mendiguren viajó a Brasil para buscar consensos y se entrevistó con el ministro de Asuntos Estratégicos. (...) Para los líderes fabriles un ‘acuerdo político’ viabilizaría la toma de medidas y le permitiría al Gobierno fortalecer las defensas económicas de la Ar-gentina”. Pero, párrafo seguido, Bonelli marcaba el límite objetivo de dicho acuerdo potencial: “El proyecto choca

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con la belicosidad del campo. En la banca y la industria creen que la protesta es legítima, pero ahora a destiempo”.

Asimismo, el periodista deslizará, casi como al pasar, la exigencia al Gobierno de un plan financiero que permita conocer el terreno sobre el cual deberán moverse los capi-tales nacionales: “...en lugar de anuncios imprecisos y confusos desde la Jefatura de Gabinete, es necesario –para ser creíble– que Argentina difunda un plan financiero preciso, con cifras concretas y definitivas.” (C 3/10. Resaltados en el original).

Estos mismos puntos –acuerdos políticos y planes con-cretos y explícitos– serán levantados días después desde la columna editorial del matutino Clarín: “El derrumbe de los mercados y los efectos que puede tener sobre la economía real refuer-zan la urgencia de contar con un programa explícito para hacer fren-te a la crisis, de privilegiar la búsqueda de acuerdos por sobre las ri-validades y de ajustar las demandas sectoriales a la realidad del momento. (...) El Gobierno nacional reaccionó ante la crisis en forma realista y acertada formando un comité para seguir la crisis, rompiendo la cultura de unipersonalismo y aislamiento que dominó la gestión desde el anterior gobierno. Es necesario consolidar esta actitud convocando a las fuerzas políticas y económicas para evaluar la situación y buscar formas de consenso para enfrentarla. Una iniciativa de este tipo ha tomado, correctamente, el gobierno brasileño.” (C 7/10).

En medio de una crisis mundial de dimensiones históricas, los capitales más desprotegidos vinculados a la indus-tria local exigen un plan preciso a su favor en materia de financiamiento. Cortado casi en términos absolutos el financiamiento externo, los popes industriales piden a gritos soluciones. Entre ellas el abandono de la pelea a muerte entre las distintas facciones políticas.

Pero los analistas de “la City” porteña continuarían con sus dichos agoreros luego del desplome general de las bolsas mundiales, incluyendo la local, en un “lunes ne-gro”: “Es otro mundo, ahora hay que esperar que el que tenemos no se nos caiga encima”, señalaba el economista de la CE-PAL, Daniel Heymann. “Con la soja a US$ 338 la tonelada, ya nada será lo que era para la Argentina”, afirmaba el econo-mista Luis Secco. En el mismo sentido se expresaba Mi-guel Kiguel, también conocido economista local: “Estamos revisando hacia abajo todas las proyecciones. (...) Con el nuevo pre-cio de la soja y la falta de crédito externo no sería raro crecer en

2009 por debajo del 3%; esta es la peor crisis financiera desde los años ’30” (C 7/10).

La Nación y los centros financieros internacionales aconsejan: que vuelva la Tecnocracia

Ese esbozo crítico que señalábamos en el editorial del matutino Clarín, en la primera semana del mes de octubre –cuyos ejes eran la supuesta imprecisión en materia económico-financiera del Gobierno y el “unipersonal-ismo” del ex presidente Néstor Kirchner–, sería re-tomado, con mayor grado de virulencia, por el editorial dominical del diario de la familia Mitre, La Nación. Pero esta vez con un agregado: la separación de las lides eco-nómicas de la dirección política: “Las inconsistencias de la po-lítica económica, agrava-das ahora en sus efectos por la crisis inter-nacional, encuentran al Gobierno sumergido en un largo letargo. El

signo más eviden-te de ese estado es que la histórica tormenta que se está registrando a escala global encuentra a la Argentina con su Minis-terio de Economía casi clausurado y con un Banco Central cuya autonomía fue reducida al grado cero. (...) La muestra más elocuente de esa debilidad es la escasa capacidad de anticipación que exhibe el Gobierno ante los problemas que se perfilan en el horizonte. El país está a punto de acostumbrarse a que los funcionarios operen sobre la realidad cuando esta estalla en crisis. (...) El gobierno de los Kirchner se reduce, en materias múltiples como la economía o la infraestructura, a la voluntad de un solo hombre,

que además no tiene formación académica en ninguna de las cuestio-nes involucradas. Como acaba de afirmar el ex secretario del Tesoro de los Estados Unidos Lawrence Summers, de visita en nuestro país, ‘con la crisis ha llegado el tiempo de los especialistas’” (LN 12/10).

En esta misma línea, aparecían días después “reconoci-das” voces que pedían –o que pronosticaban, según su nivel de soberbia– una fuerte devaluación para la moneda local frente al dólar para los próximos meses. Así, el día 18 se consignaba en la prensa que “el banco JP Morgan-Chase pronosticó que el dólar podría alcanzar en Argentina los 3,80 pesos hacia fin de año, para frenar la pérdida de reservas. En un informe de la entidad (...) se revela que ‘el balance del Banco Central es más ajustado de lo que muestran las reservas, por lo que las autoridades podrían concluir que las pérdidas de la moneda ex-

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tranjera son excesivas y optarían por el mal menor, es decir un shock devaluatorio” (P12 18/10). De igual manera, se afirmaba que “el padre intelectual del Consenso de Washington, John Wil-liamson, sostuvo que si la Argentina ve peligrar su superávit externo en 2009, deberá acelerar la devaluación del peso frente al dólar para corregir la situación” (LN 19/10).

La medida El día 19 un fantasma recorrió las esferas financieras de

la plaza local: el Gobierno dió a conocer un documento elaborado por la ANSES cuyo título fue: “Las promesas in-cumplidas del Régimen de Capitalización”. En él se afirma que “los haberes del régimen de capitalización han sido bajos. De los 445.000 beneficiarios del régimen de capitalización el Estado con-curre en el pago de los mismos en el 77% de los casos, 179.000 ju-bilados reciben complementos para que su haber no sea inferior a la mínima garantizada. Además hay que resaltar que 33.000 casos tienen ya su cuenta de capitalización individual totalmente consu-mida, y por consiguiente es el Estado quien paga la totalidad de sus haberes. (...) El sistema de capitalización ha demostrado ser concep-tualmente inadecuado en términos generales. La actual crisis sólo pone brutalmente en evidencia estas cuestiones. Particularmente por la caída de los activos financieros que hace evidente que el Estado tendrá que salir a rescatar de una forma u otra a los futuros jubi-lados del sistema.” (C 20/10)

Al día siguiente, desde el Gobierno se anunció el proyecto para estatizar –mediante la creación de un sis-tema unificado y con base en el sistema estatal y solidario conocido como “reparto”– el sistema previsional en manos de capitales privados, las AFJP. Este solo anuncio, aún sin concretar el pase al Congreso Nacional del men-cionado proyecto, generaba entre los consultores y economistas de “la City” los más enfervorizados recha-zos, en el medio de un día de subida del riesgo país y de una enorme caída de las principales acciones, todo lo cual generaba el clima propicio para empezar a ver signos de una corrida financiera: “Esta medida es un robo organi-zado y un saqueo. (...) Lo único que hace es aumentar la deuda pública, (...) se nota que el Gobierno no sabe dónde en-contrar dinero y agarra el de los jubilados. (...) Va a caer la bolsa abruptamente, porque toda esa plata –los aportes reali-zados años anteriores– gira todos los días en acciones que cotizan en la Bolsa. No va a ser como Wall Street, sino mucho peor”. Esto señalaba el consultor Orlando Ferreres (C 21/10. Resalta-dos en el original). En igual sentido se pronunciaban otros operadores de “la City” porteña: “El mercado hoy está muy asustado y los operadores venden sin analizar muy bien el riesgo-beneficio. (...) Cuando uno les pregunta a los operadores por qué venden, nadie sabe decir bien; lo que sí te dicen es: si me hubiera ido ayer hubiera perdido menos”, decía Eduardo Blasco, presi-dente de Maxinver Consultores (C 21/10). “Hubo una venta masiva de bonos y acciones porque los operadores ante la incer-tidumbre prefieren estar líquidos”, explicó Héctor Scaserra, titular de Arpenta Sociedad de Bolsa (C 21/10).

El que iba un poco más allá del impacto en los sectores bursátiles, y ponía también en foco de peligro a la “economía real”, era Jorge Vasconcelos, de la Fundación Mediterránea: “El riesgo país no es sólo un indicador bursátil

porque hace a la financiación de capital de trabajo de todas las em-presas productivas y comerciales” (C 21/10). Recordemos que las diez administradoras de pensión (AFJP) que funcionan hoy en el país manejan unos 1.000 millones de pesos por mes, y se calcula que cuentan con unos 97.000 millones de pesos que tienen repartidos en distintas inversiones –bonos, acciones, plazos fijos. Con lo cual, su peso es-pecífico es considerable y movimientos bruscos de esos fondos podrían acarrear serios perjuicios a la estabilidad económica local.

Desde el Gobierno, en tanto, la Presidenta comenzaba una serie de apariciones casi diarias en las cuales no ahor-raría argumentos para convalidar la medida, enmarcándola en el nuevo escenario global: “Hoy, cuando el mundo cruje preso de ese capitalismo que sólo creyó en la especulación, pero que descreyó del hombre, del trabajo, del esfuerzo y de la producción, aquí estamos parados frente al temporal con el orgullo de haber ad-vertido hace mucho tiempo que era necesario trabajar y esforzarse para ganar el pan”, señalaba desde Formosa, un día antes del anuncio oficial (LN 21/10). Asimismo, el anuncio despertaba las adhesiones de las dos centrales obreras na-cionales: “Siempre he defendido la jubilación estatal, por lo que esto es la culminación de una larga lucha y un acierto total del Go-bierno que acude en salvataje de los jubilados que han sido objeto de una de las estafas más grandes que ha sufrido el pueblo argentino”, señalaba Hugo Moyano, secretario general de la CGT. Lo mismo hacía el secretario general de la CTA, Hugo Yasky: “Es una medida trascendental para recuperar un sistema jubilatorio que no tenga exclusiones. Hay que asegurar que otra vez en nuestro país la jubilación sea un derecho social y deje de ser una actividad lucrativa, que termina confiscando una parte del ingreso del traba-jador” (P12 21/10).

Pero ya desde varios días antes de que se dieran los anuncios al respecto, el segundo de la UIA, Ignacio De Mendiguren, había señalado la clave de acción para salvar la necesidad de financiamiento: “Lo que hay que hacer es pro-fundizar el uso de instrumentos. Los fondos de las AFJP hoy su-man 14% del Producto Bruto Interno, los cuales no financian proyectos productivos. Eso es sobre lo que hay que trabajar” (P12 14/10). El planteo, entonces, es que “hay que trabajar” para que se utilicen con fines industriales los enormes capitales líquidos puestos en el colapsado juego de la bolsa y las finanzas.

Expropiación Por otra parte, comenzaban a manifestarse las voces

que, desde los distintos arcos de la arena política, expre-saban su desacuerdo ante la medida impulsada por el Ejecutivo nacional: “Las medidas del Gobierno no son para me-jorar el sistema jubilatorio sino para saquear los fondos de los jubi-lados y hacer caja”, espetaba la dirigente de la Coalición Cívica, Elisa Carrió (C 21/10). Lo mismo llegaba de boca del recientemente proclamado candidato porteño por la Coalición Cívica, Alfonso Prat Gay: “La resolución del Go-bierno es antidemocrática, porque 10 millones tomaron la decisión de seguir en el sistema privado, ante el saqueo del Gobierno nacional” (P12 22/10).

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Quien comenzaría a darle un tono distinto al rechazo a la medida sería Federico Pinedo, del Pro: “La propuesta es una maniobra para quedarse con la plata de los futuros jubilados. No se puede confiscar la propiedad privada” (C 21/10). En igual sintonía se manifestaba el diputado Francisco de Narvaez, para quien el eje de la medida ralla en lo intolerable: “No tengo dudas de que Néstor Kirchner está detrás de esto, no va a parar hasta la propiedad privada. No la respeta” (P12 22/10).

Una vez más, un editorial del diario vocero de los gran-des terratenientes, La Nación, mostrará de manera clara y explícita el nudo de la cuestión, el eje ideológico de la dis-puta. Así, vemos cómo construye paulatinamente el punto central de su oposición a la medida. Primero, fundamenta los argumentos que hemos visto expresados desde el arco opositor: “Nada bueno puede esperarse del proyecto del gobierno nacional para eliminar el sistema privado de jubilaciones y crear un único régimen previsional de reparto, administrado por el Estado. Lejos de constituir un intento de proteger los aportes de los futuros jubilados, como se ha deslizado desde el kirchnerismo, la inicia-tiva oficial implica un nuevo manotazo sobre los ahorros de la población para seguir financiando el derroche de recursos públicos”.

Luego, separa los aportes jubilatorios de su sentido econó-mico solidario origi-nal (el trabajador aporta para sostener a los ex trabajadores que ya han superado la edad laboral; luego, él mismo será sostenido con los aportes de las genera-ciones venideras): “Antes de cualquier consideración particular, corresponde recordar que los aportes que los trabajadores realizan a las AFJP no son fondos que pertenezcan a estas admi-nistradoras ni al Estado. Pertenecen a los aportantes, quienes han confiado su administración a aquellas entidades con el fin de preser-varlos de la inescrupulosidad con que, históricamente, las adminis-traciones públicas manejaron los fondos previsionales”.

Se arriba así al punto central de la discusión: “Las cuotas partes de esos fondos constituyen una propiedad del aportante y go-zan plenamente de las garantías del artículo 17 de la Constitución, que establece que ‘la propiedad es inviolable y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia funda-da en ley’. Cualquier apropiación de aquellos fondos previsionales por parte del Estado implicaría una expropiación” (LN 22/10). La medida es calificada de “expropiación”, lo cual supone un avance sobre la propiedad privada. Entramos así en el terreno constitucional de la disputa, y también en el de la lucha de ideas.

A este respecto se manifestaban dos conocidos econo-mistas y consultores financieros: “La noticia de que el gobier-no de Cristina Fernández de Kirchner pretende estatizar el sistema previsional privado, volviendo al régimen de reparto, es un error de características alarmantes. (...) Expropiar a casi 5 millones de per-sonas una suma cercana a US$ 30.000 millones es simplemente suicida”, señalaba Javier González Fraga. En sintonía con aquel, se despachaba Orlando Ferreres, quien decía: “El extraordinario aumento del gasto público, que llega este año a 115.000 millones de dólares, ha sido central en la toma de esta de-terminación. (...) Y por ese volumen exorbitante el Gobierno tiene que salir a buscar recursos. En las AFJP encuentra 30.000 mil-lones de dólares líquidos. Pero lo que hace responde al concepto in-verso de lo que está pasando en el mundo, donde el Estado ingresa

para financiar a las empresas con problemas. Acá las expropian para quitarles recursos y derivarlos al Estado” (C 22/10).

La medida era rechazada, un día después de su anuncio, con fuertes movimientos del mercado de valores local. La Nación daba cuenta de la corrida: “Contundente fue el rechazo que generó la medida en los mercados fi-nancieros. En la Bolsa de Comercio, las acciones líderes, según la medición del índice Merval, cayeron un promedio del 11 por ciento. El castigo se extendió a los bonos de deuda pública, en los que las AFJP tienen colocado el 55 por ciento de su cartera de in-versiones” (LN 22/10. Subrayados nuestros).

Dos días después, el conocido semanario financiero británico, “The Economist”, coincidía en los puntos de alarma con los consultores locales: “El sistema [las AFJP] es el más importante inversor de un agotado mercado de capitales. Su deceso hará más difícil obtener crédito, (...) habrá una lluvia de juicios, (...) se habrá minado la fe en los derechos de propiedad” (C 24/10).

El frente externo del conflicto pasaba así a engrosarse con las dudas que generaba la medida entre las empresas de capital español, quienes trasladaban la inquietud a su Gobierno: “El gobierno socialista citó en las últimas horas al em-bajador argentino en España, Carlos Bettini, para transmitirle la inquietud que generó en el país europeo el anuncio oficial sobre las jubilaciones privadas. (...) La disolución del sistema previsional que tenía a las AFJP como protagonistas provocó un derrumbe dramático de las acciones de las empresas españolas con capitales en la Argentina, ya que muchas de ellas, de Repsol YPF al BBVA, tienen un componente accionario en manos de las administradoras privadas que ahora pasaría a manos del Estado. Es decir: el Estado argentino tendría, de prosperar la iniciativa, participación en muchas firmas, en algunos casos controlando más del 20% del paquete accionario como eventualmente sucedería con Gas Natural Ban” (LN 24/10).

Mientras tanto, en el ala de las AFJP se producían di-vergencias, fracturándose la misma Unión de Administra-doras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (UAFJP) el día 24, con el retiro de Nación AFJP, perteneciente al Banco Nación. A esta seguiría días después Previsol AFJP, cuyo principal inversor es el Banco Credicoop.

El día 28 hubo una movilización convocada desde las gerencias de las AFJP y que tuvo como figuras mediáticas al dirigente agrario Alfredo De Angeli y al casi ingeniero Juan Carlos Blumberg. La protesta, que contó con la rea-parición de los cacerolazos, buscó poner el eje en la libre opción del sistema jubilatorio y en la defensa de los pues-tos de trabajo; reivindicación falaz, dado que el Gobierno manifestó que incorporaría a la totalidad de los traba-jadores de las Administradoras –unos 11.000– a la admin-istración pública, fundamentalmente a la ANSES. En relación con esto, los sindicatos que nuclean a los em-pleados de las AFJP manifestaron su apoyo al nuevo sis-tema de jubilaciones y pusieron en funcionamiento la Comisión de Trabajo para la Preservación del Empleo (P12 29/10).

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¿Y por casa cómo andamos? El día 21, en el acto sobre la vereda de la ANSES, en la

Ciudad de Buenos Aires, en el cual Cristina Fernández anunciaba el envío al Congreso del proyecto de unifica-ción de los sistemas previsionales, se hacían presentes para expresar públicamente su apoyo el pleno del gabinete nacional de ministros; los gobernadores Daniel Scioli, Sergio Urribarri, José Luis Gioja, Luis Beder Herrera, Gerardo Zamora, José Alperovich y Gildo Insfrán; el dirigente Luis D`Elia; representantes de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; el secretario general de la CGT, Hugo Moyano, así como también trabajadores del sindicato UPCN, entre otros (LN 22/10). Durante el acto, la presi-denta enmarcó la significación de la medida, una vez más, en el contexto de crisis mundial: “Estamos haciéndonos cargo de las consecuencias de las políticas de saqueo. Vivimos el final de una época a nivel mundial. Es por este contexto que decidimos avanzar en una decisión estratégica. (...) Estamos impulsando esta medida en un momento de crisis internacional, donde los países que forman parte del G-8 salen a proteger a sus bancos y empresas. En cambio, nosotros decidimos proteger a nuestros trabajadores. (...) Cuando las medidas estatistas las toma Estados Unidos, resultan simpáticas. Si las tomamos nosotros, nos tildan de setentistas. (...) Habrá muchas presiones, de toda índole. Son pocos los intereses en juego pero muchos los dividendos” (P12 22/10).

Quienes veían la maniobra como una hoja de doble filo eran los sectores dirigentes de las industrias más contradas nucleadas en la UIA: por un lado, hemos visto en los di-chos de De Mendiguren la base de apoyo del proyecto es-tatizador; por otra parte, su propia constitución de clase

propietaria los obliga a defender el núcleo de posibilidad de sus ganancias: su derecho de propiedad privada sobre los medios de producción. Así, el día del anuncio, la UIA hacía público un comunicado que advertía: “Ante el Proyecto de Ley elevado por el Gobierno Nacional que propicia la estatización de los fondos previsionales, la Unión Industrial Argen-tina expresa la necesidad de garantizar un marco que preserve la seguridad jurídica y el derecho a la propiedad. (...) Instamos a que la solución a la que se arribe garantice adecuadamente los principios constitucionales antepuestos y la estabilidad de las reglas de juego, condición esencial para el desarrollo económico con inversión, cre-cimiento y justicia social” (C 23/10).

Casi a la par del envío del Proyecto al Congreso Na-cional para su tratamiento –y ante maniobras especulati-vas con la compra y venta de dólares en el mercado local y por sumas significativamente cuantiosas–, el fiscal Gui-llermo Marijuan realizó una denuncia contra las AFJP en el juzgado federal que preside el juez Claudio Bonadio, argumentando que “no puede descartarse que las AFJP hayan efectuado ventas de sus activos en las Bolsas de Valores y mercados de capitales provocando una importante y considerable caída en los precios debido a una inmensa e innecesaria oferta de títulos” (C 22/10). Quedaban al descubierto las maniobras desestabi-lizadoras de la banca.

El mes concluyó con el comienzo del tratamiento del proyecto oficial en la cámara de Diputados, donde la ini-ciativa oficial tendría el apoyo del bloque del partido Soli-daridad e Igualdad (SI), que conduce el ex ARI Eduardo Macaluse, así como del unibloque constituido por el economista de la CTA, Claudio Lozano.

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Límites de la protesta agropecuaria

La búsqueda del consenso perdido Por Sebastián Ortiz y José María Dunn Medida terrateniente con escasez de argumentos

En nuestro último Análisis... veíamos cómo se cocinaba a fuego lento un nuevo boicot comercial agropecuario (sexto en los últimos dos años, y tercero en los diez meses que lleva al frente del Ejecutivo Cristina Fernández de Kirchner). Observábamos como destacable el hecho de que las distintas fuerzas terratenientes volvían a presen-tarse como “el campo”, manteniendo la unidad en la ac-ción lograda. A su vez, veíamos que el mayor de los pe-ligros que corrían –y percibían– dichas entidades era el de ser percibidas como “insaciables” por las capas medias ur-banas, a quienes necesitan como fuerza de choque en las ciudades para poder enfrentarse frontalmente a la alianza social en el gobierno. Por último, analizábamos cómo en esta nueva medida de fuerza el consenso se intentaba con-struir a partir del embate contra el poder del Ejecutivo de controlar la caja de recaudación fiscal y redistribuirla de acuerdo a su plan de gobierno, criticando tanto al proyecto de presupuesto 2009 como a sus herramientas de ejecución –fundamentalmente, los denominados “superpoderes”.

Nos toca ahora pasar a describir y analizar el desarrollo y conclusión de este nuevo boicot comercial terrateniente.

Todavía a fines del mes de septiembre, las encuestas an-ticipaban el desafío que el Partido del Campo tenía por de-lante. Según CEOP, “el 53% de la gente está en desacuerdo” con la medida, porcentaje que asciende al 61,7% para Rouvier, a 76,2% para Analogías (C 29/9) y al 47,8% para Clarín.com (C 2/10).

Los dirigentes rurales tomaban nota del hecho. Unos días más tarde, el presidente de la FAA, Eduardo Buzzi, señalaba: “En estos seis días hay que hablarle mucho a la sociedad, a la que debemos respetar enormemente aunque no pueda estar de acuerdo con nosotros. No obstante, centralmente, nosotros represen-tamos a productores agropecuarios y si les preguntamos a ellos si están o no de acuerdo con el paro, el resultado va a ser contundentemente a favor” (LN 2/10). Y seguidamente se preparaba el terreno, advirtiendo sobre el posible “desborde de las bases” ante una “eventual” provocación. El propio Buzzi se atajaba: “Vamos a protestar, pero no jorobando a la sociedad que transita por las rutas, salvo que haya un escenario de provocación. Lo que no está en nuestras manos es la reacción de la gente cuando haya una provocación” (C 2/10).

En estas condiciones, el viernes 3 de octubre comenzaba el sexto boicot comercial agrario en dos años, anuncián-dose una duración del mismo de 6 días, convocado por las cuatro entidades agropecuarias (SRA, CRA, Coninagro y FAA), reunidas en la autodenominada Comisión de Enlace.

El comienzo fue más bien tibio, según lo anunciaron los medios de comunicación masiva. En el corazón de la Pampa Húmeda, la FAA realizó un centenar de piquetes, fundamentalmente en el sur de la provincia de Santa Fe, sin registrarse cortes de rutas totales. Según el propio ór-gano terrateniente, el diario La Nación, cada uno de los piquetes no contó con más de 50 productores, obstaculi-zando el paso de los camiones transportadores de granos y

ganado y repartiendo volantes explicando la situación. A su vez, se realizaron asambleas en distintos puntos de la Pampa Húmeda. El clima no fue el esperado, lo cual ob-ligó a explicar la situación. En una de las asambleas, el diri-gente de la FAA entrerriana, Alfredo De Angeli, sostuvo: “Al pueblo le pedimos disculpas si tenemos que molestar, pero es por el bien de la patria. No se hace sólo por el sector agropecuario, sino por el país que queremos. Este Gobierno quiere empobrecer a la pa-tria, y nosotros no lo vamos a dejar. ¡Cuidado, porque nos quieren enfrentar con la sociedad!” (LN 4/10).

Se hacía explícita entonces la necesidad de volver a con-struir el consenso alcanzado durante el conflicto abierto entre marzo y julio de este año, cuando se había logrado identificar el interés del sector con el interés general, hecho sintetizado en la consigna “el campo somos todos”.

Había que mostrar, en primer lugar, unidad. En segundo lugar, evitar que las bases se radicalizaran, provocando una situación insostenible ante las capas medias urbanas. Y en tercera instancia, preparar el terreno para una situación de violencia, en la cual “se reaccionaría” ante una provocación externa, es decir, del Gobierno. Las tres cuestiones señala-das eran unidas conceptualmente por el editorialista del diario de la familia Mitre: “La decisión emanada de la Comisión de Enlace, conformada por las cuatros principales entidades del agro, tiene, tal como ocurrió en la gran protesta de marzo-junio, su corre-lato en acciones de productores no convocados que podrían adoptar ac-titudes algo distintas. Se trata de evitar el corte de rutas y ello resul-tará no solamente conveniente, sino absolutamente necesario, a la luz del principio central que se sustenta en que el derecho de unos termina donde comienza el de los demás. Por otra parte, el importante apoyo logrado por el agro en los grandes centros urbanos podría debilitarse en tanto se proceda sin observar tal principio. (…) Como colofón di-remos que la gravedad de la situación requiere del Gobierno decisiones y actitudes positivas en tanto el curso de la protesta evite desmesuras que perturben la relación con la sociedad y faciliten decisiones con-structivas” (LN 4/10).

Rápido ante la carencia de argumentos de los dirigentes rurales, el intelectual de estos sectores y experto en hab-larle al sentido común, Mariano Grondona, en medio del boicot intentaba aportar toda su capacidad de construcción discursiva a los argumentos terratenientes. Veamos en de-talle dicho intento de construcción, sintetizado en el título del artículo lanzado el 5 de octubre: “Kirchner contra el campo: la lucha continúa. No es el campo contra Kirchner. Es Kirchner contra el campo. Quien mire la reanudación de la pro-testa rural desde ésta y no desde aquella perspectiva, aun si no en-cuentra la solución sabrá, al menos, cuál es el problema. Como la nueva protesta que hoy se desarrolla ante nosotros partió de una de-cisión unánime de la Comisión de Enlace ante la sorpresa aparente-mente inocente del secretario de Agricultura, algunos podrían pensar que esta vez fue el campo y no el Gobierno el que reanudó las hostili-dades”.

Ya en el primer párrafo se realiza una inversión de los términos del enfrentamiento. Ya no es “el campo contra el gobierno”, sino “Kirchner contra el campo”. Recordemos que ya se venía advirtiendo que se podía dar una situación

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24 La búsqueda del consenso perdido

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de violencia en caso de que existiese una provocación por parte del Gobierno. Por lo tanto, el hecho necesitaba ser construido de manera tal que quien atacase fuese el Go-bierno y no el campo. Por otro lado –como ya hemos visto en entregas anteriores–, al poner la disputa en términos personales (Kirchner) o de unos pocos (el Gobierno) con-tra una gran cantidad de personas (el campo), se quitaba el trasfondo social que contiene el conflicto en cuestión. Si-gamos.

“En tal caso, errarían el diagnóstico. El 17 de julio, cuando a tra-vés de su histórico desempate el vicepresidente Cobos puso un techo al aumento de las retenciones que el Poder Ejecutivo había pretendido imponer el 11 de marzo, se pudo pensar que el campo había ganado. Y si ya había ganado en julio, se preguntarán algunos, ¿a qué ha vuelto en octubre a las andadas? Esta es la pregunta que conviene al Gobierno. Pero el hecho es que, desde el 17 de julio hasta el viernes último, los ruralistas intentaron dialogar con el Gobierno sin obtener ni la sombra de una respuesta. Es que el problema de fondo no era anular el nuevo nivel confiscatorio de las retenciones que había im-puesto el Gobierno y cuyo rechazo en las rutas, en las plazas y en el Senado fue, sí, una victoria para el campo. El problema de fondo no eran las retenciones, pese a que aun en el “moderado” nivel actual se vuelven insostenibles por la crisis internacional, sino algo previo y más profundo: era el cerrojo que el Gobierno ha impuesto a las exporta-ciones agropecuarias, un cerrojo que, a través de la Oncca y otros or-ganismos oficiales, abre y cierra a voluntad. ¿De qué valdría en efecto que las retenciones bajaran incluso a cero si el Gobierno mantuviera al mismo tiempo la prohibición intermitente de las exportaciones agropecuarias?

“Que la reacción del Gobierno ante esta reanudación de la protesta del campo haya sido al principio moderada se explica porque sirve a su nueva estrategia: mostrarse como la víctima inocente de la nueva embestida rural. Si uno mira las cosas desde otra perspectiva, sin em-bargo, la realidad es que, con su silencio de dos meses y medio desde el desempate de Cobos, el Gobierno provocó al campo a salir de nuevo a las rutas porque sigue apostando a separar al campo de la ciudad, cu-ya unidad en actos como el de Rosario y el de Palermo lo había pues-to a la defensiva. Los Kirchner renuevan su lucha contra el campo con la esperanza de debilitarlo hasta obtener finalmente lo que siempre quisieron: derrotarlo. Este es el verdadero argumento de lo que está pasando”.

La construcción continúa con la explicación de por qué “el campo” hace lo que hace: responde a una provocación. Y es el Gobierno el que se victimiza invirtiendo los tantos, que Grondona intenta poner nuevamente en orden. El re-sponsable es el Gobierno, quien a su vez no se va detener hasta derrotar o ser derrotado; por lo tanto, la reacción del “campo” pasa a convertirse en una cuestión de vida o muerte, en legítima defensa. Y para terminar, se insiste en el carácter de verdad de dicho argumento.

A continuación, debajo del expresivo subtítulo “Los odiadores”, se nos indica por dónde proseguirán los ar-gumentos. Allí se señala que “aunque el ex presidente rara vez deja escapar sus sentimientos como lo hizo quizá sin percatarse al de-nominar a su movimiento “Frente para la Victoria”, algunos de sus incondicionales se van a veces de boca, poniéndolos en evidencia. Cuando el diputado Carlos Kunkel, el mismo que al insultar públi-camente a Felipe Solá durante la votación del Congreso sobre las re-tenciones hizo más por exaltarlo que lo que podía hacer él mismo, dijo hace unos días, a propósito de la grave sequía que azotaba al campo, ‘que le pidan la lluvia a Bergoglio’, confirmó así en una sola frase dos de los tres odios principales que habitan a su jefe: el odio al

campo y a la Iglesia. Para completar este lúgubre ‘cuadro de honor’, sólo faltarían los militares”.

El paso siguiente consiste, entonces, en identificar las causas de la provocación. Las mismas las encuentra Gron-dona en el odio que los Kirchner tienen “al campo”, a la Iglesia, y a los militares, pilares indiscutidos de nuestro país. Continuemos.

“El problema político que hoy enfrenta la Argentina es que la agresividad del ex presidente se ha concentrado recientemente en uno de los pocos sectores que no le tienen miedo ni se han dejado seducir por sus subsidios. El campo ha levantado la bandera de la dignidad. Pero la dignidad es contagiosa. Es comprensible entonces que Kirch-ner concentre su fuego sobre el campo, quizás invitando a los gremios del transporte que le son adictos a que corten ellos mismos las rutas para agravar la confrontación. Si Kirchner y el campo no cambian sus códigos, si uno insiste en obtener la rendición que el otro no está dispuesto a ofrecerle, viene lo peor para el bien común de los argenti-nos: una lucha sin cuartel, a todo o nada”.

Frente al odio del Gobierno, se erige la “dignidad del campo”. Pero esta debe traducirse en política, en consenso, no puede mantenerse eternamente el conflicto. Y para ello, hace falta que esta dignidad se traduzca en la unidad de la oposición, algo que no parece alcanzable en el corto plazo, como veremos más adelante.

“Ahora están proyectándose en nuestro país políticos como Cobos, Binner, Macri, Rodríguez Saá, Narváez, Reutemann, Solá y tantos otros que están recogiendo la lección de Kirchner, nuestro nuevo maes-tro involuntario. Y esa lección nos dice que los países no se construyen sobre la arena movediza de las disputas facciosas, sino sobre los tra-bajosos cimientos del acuerdo y la concertación. Por eso hasta Du-halde, que todavía sobrelleva la carga de su opción por Kirchner en 2003, podría consolarse pensando que Dios escribe derecho con líneas torcidas o que, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga” (LN 5/10).

Pero los argumentos no siempre son fácilmente asimi-lables. Al día siguiente, el presidente de la SRA, Luis Biol-cati, realizaba una comparación que, más que aclarar la situación actual, oscurecía los hechos de unos meses atrás: “Este paro es distinto. No se busca agredir a la población. Es un grito, un llamado de atención, pero sin presencia activa ni corte de ru-tas” (LN 6/10).

Y dos días más tarde concluía esta nueva medida de fuerza terrateniente, sin alcanzar quizá ni el piso de con-senso obtenido entre marzo y julio pasados. La unidad en la acción de las entidades se mantuvo, al igual que las alianzas: apoyaron públicamente la medida el Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Carne, al igual que las organizaciones sociales y partidos políticos de izquierda que vienen apoyando la acción terrateniente, fundamen-talmente el MST y la CCC.

Sin Clarín y sin los gobernadores, el interés sectorial no pasó por interés general

Sin duda, uno de los elementos que explican el escaso apoyo obtenido, al menos activo, en esta oportunidad, se debe a la postura del grupo multimediático que en las jor-nadas de marzo a julio jugó el papel de agitador de masas, el Grupo Clarín. En esta oportunidad, probablemente tras un acuerdo con el Gobierno para suspender la sanción de una nueva ley de radiodifusión, el rol del diario Clarín, y de sus cadenas televisas y radiales, fue contrario al ocupado entonces.

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La construcción de la información realizada por Clarín en oposición a la medida rural fue clara. En primer lugar, la encargada de seguir el conflicto fue la periodista Alejandra Gallo, reemplazo natural en la redacción del periodista Marcelo Bonelli, hombre vinculado directamente a la Unión Industrial Argentina (UIA). Por otro lado, tanto la redacción como las imágenes publicadas durante los días de boicot apuntaban a desprestigiar la medida. Como ejemplo de ello, el miércoles 8 de octubre, se publicaba la crónica de uno de los piquetes más populares, el realizado en la ciudad de San Pedro, en los siguientes términos: “El público, escaso (la negrita es del diario) para una ciudad que supo juntar hasta 1.500 personas en la ruta, era variado: había pon-chos de lana y autos chicos, codo a codo con las camperas Columbia de dirigentes que bajaban de autos con chapa ‘G’ y faros alógenos”. La descripción apuntaba, claramente, a señalar el ais-lamiento social de la protesta.

Por otro lado, el apoyo político –sobre todo de los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, con que había con-tado la anterior protesta– no logro mantenerse. El primero en bajarse fue el cordobés Juan Schiaretti, atento al ter-mómetro social de las encuestas: “Las protestas no conducen a nada y no tiene sentido que sigamos enfrentándonos cuando lo que tenemos que pedir es diálogo” (P12 1/10). Binner, por su parte, si bien no se alejó públicamente de las entidades rurales, tampoco mostró su apoyo explícito como sí lo hizo meses atrás.

Tampoco el apoyo de las capas medias urbanas se mostró activo. Así se hizo evidente el día 7 de octubre, cuando las entidades terratenientes convocaron a una mo-vilización al Congreso contra el Presupuesto y los Super-poderes. El propio órgano terrateniente, La Nación, con-signó en su crónica: “La mayoría de los participantes eran militantes sociales. Junto a Buzzi, en primera fila, marcharon Vilma Ripoll, del MST; Juan Carlos Alderete, de la CCC, y militantes de Asambleas del Pueblo y de FTV disidente” (LN 8/10). Según Clarín, los manifestantes no pasaban de los 2000.

Al mismo tiempo, el presidente de CRA, Mario Llam-bías, se preguntaba: “Dónde están los gobernadores para pelear por la coparticipación y la plata que necesitan los pueblos de las provincias” (LN 8/10).

Al día siguiente, a la movilización convocada en San Pedro asistieron apenas 5000 personas, según los medios de comunicación. Si se comparan con las por lo menos 100 mil personas que se movilizaron primero a Rosario y luego frente al Monumento a los Españoles, hace apenas cuatro meses, las cifras son elocuentes. La descripción re-alizada en la columna dominical de Joaquín Morales Solá para el diario La Nación no deja lugar a dudas: “El campo ha concluido una protesta de seis días. Tiene los mismos problemas que tenía el día de la victoria de julio, sólo que agravados. Le valió de muy poco. Esta vez, el ruralismo no pudo convocar la masiva adhe-sión de los centros urbanos del país y se agotó en una remota queja entre propios. Los centros urbanos ya le dieron aquel triunfo y ahora están urgidos por un propio destino. Los Kirchner no les han ganado a los campesinos, pero éstos no pudieron volver a ponerlos contra las cuerdas. Es lo que pasó, guste o no” (LN 12/10).

Pero el boicot comercial agrario no fue la única tarea del mes de las patronales agropecuarias. Tal como solicitaba Grondona en el editorial reseñado, la protesta “del campo” cobraría sentido si lograra traducirse en términos políticos,

en la acción sobre todo legislativa. Lo que implica, en primer término, cierto consenso opositor.

La disputa por espacios de poder impide cualquier intento de armado opositor

Como venimos viendo, durante los últimos dos meses la patronal agropecuaria ha hecho esfuerzos desesperados para que los diferentes partidos de la oposición traben en el Congreso la ley de Presupuesto 2009 (ver Análisis… Nº 99 y Nº 100), recomendando que sean bloqueados los artículos referentes a los Superpoderes, atacando así el fi-nanciamiento que permitiría al kirchnerismo manejarse con holgura en el próximo año electoral. Pero estas recomen-daciones que la oligarquía terrateniente hace desde el matutino La Nación no logran aún la cohesión esperada.

En el primer tercio de mes, los bloques opositores se mostraron vehementes con sus posturas. Uno de los más claros, en este sentido, fue el jefe de la bancada radical en Diputados, Oscar Aguad, quien afirmó: “Hoy más que nunca debemos derogar los superpoderes, porque en tiempos de crisis el Con-greso debe ser el principal protagonista del control de los dineros públicos. Sin la opinión del Congreso se corre el riesgo de tomar deci-siones equivocadas” (C 8/10). Para reforzar esta idea, el dipu-tado de la Coalición Cívica, Adrián Pérez, subrayó que es una “prioridad que se coparticipe totalmente el impuesto al cheque por que hoy las provincias están totalmente en rojo. El Estado na-cional se queda con el 76% de la recaudación total. Si coparticipamos este impuesto, habría $5.500 millones más para distribuir en el inte-rior” (C 8/10). Con esta idea- fuerza, las dos expresiones van en el sentido en que viene trabajando la fuerza social liderada por la Mesa de Enlace del campo: la inviabilidad de una industria nacional y los trabajadores que en ella tra-bajan subsidiada por “el interior” o “el campo”, tal como ellos entienden ambas expresiones.

Una semana después, parecía que el plan de los dueños de la tierra lograría algunos resultados a su favor. Pérez afirmaría que “la última semana nos pusimos de acuerdo con una estrategia conjunta para tratar el Presupuesto, pedir la eliminación de los superpoderes y coparticipar el impuesto al cheque, y además solici-tamos una sesión especial para abordar estos temas” (LN 14/10).

Este vaticinio de unidad finalmente no se concretó. Las razones de la oposición no fueron muy claras, pero el martes 14 no hubo sesión especial. Y las explicaciones fueron que “debido al fin de semana largo varios diputados no lo-graron regresar de sus provincias” (C 15/10). Al día siguiente, el oficialismo logró darle media sanción al Presupuesto 2009, con el apoyo de varios diputados radicales K, de bloques transversales y dos fueguinos que responden a la gober-nadora del ARI Fabiana Ríos.

¿Será sólo la falta de pasajes desde el interior lo que con-spiró contra los planes de la fuerza agraria? ¿La oposición podrá darle expresión institucional a los planteos oligárqui-cos? ¿Primarán los intereses del sector o las individuali-dades de la oposición? Veamos. A principios de mes el so-cialista opositor Rubén Giustiniani, como invitado en la convención radical de Mina Clavero, Córdoba, propuso que “el año próximo debemos hacer frentes electorales y empezar a trabajar desde hoy de manera programática, porque 2009 marcará el camino irreversible hacia el triunfo de 2011” (LN 4/10). Pero Giustiniani no se manifestó dispuesto a ceder protago-nismo en esos frentes, al asegurar que “el modelo es el que im-plementamos en Santa Fe” (C 4/10). Rápidamente aparecieron

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26 La búsqueda del consenso perdido

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las diferencias en este intento de alianza electoral. Marga-rita Stolbizer, quien permanece en la UCR como aliada de la Coalición Cívica, pegó duro a todo el radicalismo: “La UCR vuelve a equivocar su estrategia destinando más tiempo a re-solver sus cuestiones internas que a atender las prioridades de la agenda social” (C 4/10).

Y no se equivocaba. Los referentes del partido cen-tenario hacían caso omiso a la orden de enfrentar al ene-migo principal del campo, la alianza social en el gobierno. El presidente del partido, Gerardo Morales, abrió la puerta del espacio a Julio Cobos, pero le anunció que debía pagar varias facturas pendientes: “Los que quieren venir que vengan. Pero los que dicen que quieren volver deben saber que hay partido porque hubo quienes se quedaron para cuidarlo y cuidar nuestra sigla” (C 5/10). El jefe del bloque radical en el Senado, Ernesto Sanz, acompañó con sus dichos a Morales en esta disputa: “Las puertas del partido están abiertas. Están abiertas, pero adentro no hay una banda de desesperados por contagiarse de en-cuestas positivas. No hay que colgarse sólo de un saco” (C 5/10). Las insistencias sobre el bipartidismo por parte de Mariano Grondona, desde su columna dominical en La Nación (ver Análisis… Nº 99), parecen no ser claras para la UCR, ya que a las posturas de Sanz y Morales se le opusieron las afirmaciones de Ricardo Alfonsín, quien no duda sobre la necesidad del regreso del vicepresidente a la estructura centenaria: “Tenemos que empezar el diálogo sincero y con gran-deza con Cobos. Debemos empezar a discutir las alianzas electorales para el año que viene” (C 5/10).

Por su parte, Stolbizer no estaba sola en el planteo de imposibilidad de este frente estratégico al que convocó Giustiniani. Elisa Carrió, con argumentos diferentes, criti-caba a Cobos por elevación y a la vieja guardia radical di-rectamente: “Nosotros estamos construyendo el futuro. No opina-mos sobre la noticia presente” (C 5/10). Sin embargo, la líder de la CC no se detuvo ahí con los “peros” sobre la construc-ción de la versión 2009 de la Alianza. Así, aclaró que su idea de armar un frente con radicales no incluye a la diri-gencia tradicional, que ella personifica en Leopoldo Moreau, Federico Storani y Enrique Nosiglia.

Por su parte, Moreau no tardó en contestarle desde la mismísima convención radical, al aseverar que “el radical-ismo nada tiene que hacer con la Coalición Cívica de Patricia Bull-rich y María Eugenia Estenssoro” (LN 5/10).

Pero como veremos a continuación, los planes de los dirigentes del campo de poner huevos en varias canastas no sólo se complican sobre el ala UCR-Socialismo-CC, sino que tampoco logran aún tomar cuerpo ni en el pero-nismo opositor, ni en el macrismo. Echemos una mirada a cómo se comporto la “pata peronista” del Partido del Campo.

En el juego de canje de figuritas y figurones, el mac-rismo decidió sumar varias a su sector. El armador de Mauricio en la provincia de Buenos Aires, su primo Jorge, se mostró exultante en el lanzamiento de Proyecto Peroni-sta: “Lo que nos reúne es la candidatura de Mauricio Macri en 2011. Lo demás es accesorio y no es lo principal” (LN 8/10). Rodeado por Juan José Álvarez y el diputado peronista Ju-lio Ledesma, Jorge Macri se distanció de su antiguo com-pañero Francisco de Narváez, que prefiere permanecer en el duhaldismo: “Él no está acá porque no quiere estar. Él está construyendo un proyecto distinto, él está con Eduardo Duhalde” (C 8/10). A su vez, los aliados peronistas de Macri en la legis-

latura porteña –Diego Santilli, Cristian Ritondo y Daniel Amoroso– no asistieron al lanzamiento del nuevo proyecto.

Tal vez el distanciamiento del macrismo radique en el repentino descarrilamiento de los dirigentes duhaldistas. El propio De Narváez, ante un reducido número de segui-dores que se concentraron para celebrar el día de la lealtad peronista en el microestadio de Ferro, en tono bélico, afirmó: “Que venga Kirchner, lo estamos esperando” (LN 18/10). Elevando el tono, Hilda “Chiche” de Duhalde –en sintonía con su conductor político y marido, quien dos meses atrás reveló que Kirchner le hacía acordar al Führer– consideró: “Que Kirchner festeje el día de la lealtad es como que Schoklender festeje el día de la madre” (LN y P12 18/10). La prensa, atenta el exabrupto, le dio la oportunidad de corregir sus declara-ciones, pero ella prefirió ratificar sus dichos: “La diferencia es que Schoklender cumplió con su condena, en cambio a Kirchner le falta cumplir la condena social a la que va a ser sometido porque no hizo lo que tiene que hacer. Además es bueno recordar aquel episodio porque Schoklender (Sergio) es abogado de las Madres de Plaza de Mayo” (C 19/10). Probablemente, la senadora por la provincia de Buenos Aires haya consultado sobre estas ideas con su marido, quien consideró que “es una frase ajus-tada a la realidad” (C 19/10).

Es así cómo la claridad inicial del duhaldismo sobre la consigna de bipartidismo o nada, emitida por el periodista Mariano Grondona (ver Análisis…99), se fue desdibu-jando.

En lo que sí está de acuerdo todo el arco opositor es en congraciarse con la dirigencia rural. Elisa Carrió declaró que “hay que bajar las retenciones al 25%, al 15 y al 0” (C 17/10). Por su parte, de Narváez sentenció: “El peronismo poco tiene que ver con pelearse con la iglesia, el campo y con los mili-tares” (P12 18/10). Mientras que Chiche Duhalde confesó que “si llegara a separarse el capital del trabajo, yo ya sé cuál es mi lugar… con los trabajadores” (P12 18/10), para luego fundirse en un abrazo con los socios del canal América y el diario El Cronista Comercial.

Para finalizar, bastan dos declaraciones y una imagen que grafican las dificultades de la fuerza social conducida por los terratenientes para lograr trabar el plan de la alianza social en el gobierno. El presidente de la FAA, Eduardo Buzzi, en una charla organizada por el duhaldista espacio del Movimiento Productivo Argentino, afirmó que “tarda-mos mucho tiempo en confrontar con mayor firmeza contra el proceso kirchnerista. (…) En 2009 tenemos que apuntalar y afirmar el proceso de cambio. Yo no me veo como candidato, francamente. Pero espero ver unos cuantos productores en el Congreso” (C 29/10).

Si los deseos de la Mesa de Enlace se hacen realidad, tendrán que lidiar con situaciones que podrían atentar certeramente contra sus planes. Para evitar estas situaciones no deseadas, pueden consultar con la diputada cordobesa Norma Morandini, quien esperó sola y en vano, sentada en su bancada, la fallida sesión organizada por la oposición para frenar el Presupuesto 2009. Morandini fue la única diputada opositora que, precavida, consiguió cómo regre-sar a la Capital Federal y continuar con el plan librecam-bista. Sólo que sus pares opositores olvidaron avisarle que no concurrirían a la sesión por falta de… ¿pasajes?

Con hechos como los descritos en estas líneas, los enojos dominicales de Mariano Grondona con la oposi-ción quedan más que justificados.

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Tiembla la alianza social en el Gobierno

Plan de operaciones Por Diego Tavormina

Defensa del modelo: “La hora de la economía real” y el contralor de los grandes grupos

Con el propósito de consolidar la compleja alianza social de la que es expresión como cabeza del gobierno del Estado, Cristina Fernández de Kirchner expuso, en los primeros días de octubre, una clara defensa del esquema de política económica oficial en el actual contexto de cri-sis: “En estos tiempos de crisis mundial que corren, esta Argentina que nos encuentra mejor parados y más sólidos confirma, no ya en la teoría ni en la doctrina sino en la práctia concreta de la política de todos los días, la importancia del rol del Estado, de su presencia, de su control, de su regulación. Tal vez en estos días advirtamos cuánto mintieron, cuánto engañaron aquellos que decían que el mercado todo lo solucionaba, todo lo arreglaba. Hoy podemos comprobar la necesidad del Estado en vivienda, en salud, en educación, pero tam-bién en el contralor de los grandes actores económicos, esos que nunca quieren que los controlen” (C 8/10).

Unos días después, y luego de agitados encuentros con las conducciones de la Unión Industrial Argentina y la Confederación General del Trabajo –entre otras entidades empresarias y laborales–, la Presidenta insistió: “Si hubié-ramos enfriado la enconomía como nos pedían, hoy la Argentina se-ría un inmenso glaciar. Ha llegado la hora de la economía real: tra-bajo y producción. Tenemos que hacer un gran esfuerzo dirigentes políticos, empresariales y sindicales para seguir creciendo y manteni-endo el nivel de actividad económica que es cuidar el empleo en la Argentina” (C 17/10).

Con ambos discuros procuraba cerrar filas en torno a la alianza social que ha venido expresándose en los gobier-nos kirchneristas, forjada entre capitales altamente con-centrados con intereses en la industria, capitales medios mercadointernistas y trabajadores formalmente ocupados; de cara al rotundo estallido de la crisis global que pon-drá fuertemente en cuestión los términos de dicha alianza.

Los primeros síntomas que anuncian el ocaso del ciclo de crecimiento económico nacional, abierto en 2003, pro-dujeron un fuerte tironeo entre los distintos intereses que poseen las fracciones de clase que constituyen la alianza político-social del kirchnerismo. Si por un lado se cer-raron algunos acuerdos clave, fundamentalmente entre la UIA y la CGT, por el otro quedaron abiertas profundas contradicciones entre dichos actores.

Las problemáticas centrales que generaron estos con-flictos fueron la falta de financiamiento para las empresas locales; la devaluación de las monedas en los países veci-nos –sobre todo en Brasil, uno de los principales socios comerciales de la Argentina–, que atenta contra la ex-portación de los productos locales y fomenta el ingreso de bienes importados; la caída de las ganancias de las empre-sas que comenzó a ser descargada sobre los trabajadores, empujando los salarios a la baja; el estancamiento en la producción y el consiguiente aumento de la desocupación.

Estas son las variables del cambiante escenario político económico local.

Un plan para el proyecto industrialista integrador En la misma línea que la expresada por la presidenta de

la Nación, Ignacio De Mendiguren, vicepresidente de la UIA y referente indiscutible de la corporación industrial en las coyunturas realmente críticas, planteó la necesidad de dar solidez al acuerdo industriales–movimiento obrero. A mediados de mes propuso: “El esfuerzo entre empresarios, trabajadores y políticos lo tenemos que hacer ahora, tomar medidas; si no se concertara en una mesa con estas pautas, se sabe que la cri-sis disciplina todo” (P12 14/10).

Lo mismo apuntó el diario Clarín en uno de sus editori-ales. El recuerdo de la crisis de 2001, en la que el mismo grupo infocomunicacional casi queda fuera de juego a manos de capitales extranjeros, bastó para que proclamara protección: “Independientemente de la evolución de Brasil, Argen-tina debe contar cuanto antes con su propio programa explícito para hacer frente al drástico cambio del escenario internacional” (C 14/10). Para ello, un día después proponía fortalecer el control aduanero: “Es necesario responder con una mayor eficien-cia de las aduanas en el control del ingreso de productos y de los pre-cios de referencia, para evitar operaciones de dumping. Hay que re-cordar que en muchos puntos del territorio los controles aduaneros presentan deficiencias” (C 15/10).

“Programa propio”, “medidas” conforme a sus intere-ses: tal fue el pedido de los industriales. La respuesta fue veloz: durante octubre la secretaría de Industria fue lan-zando normas de protección para la industria local:

• Se amplió el pedido de licencias (permisos) para el ingreso de bienes que lleguen en grandes cantidades. La medida afecta a 1200 artículos (que suman la mitad de las importaciones totales). Si bien la licencia exigida no traba el ingreso de los bienes de consumo importa-dos, sí permite realizar un puntilloso registro de los mismos y alertar cuando uno de ellos ingresa a un pre-cio “desleal” o en cantidades fuera de lo común.

• Se extendieron también las licencias no automáticas para la importación de productos sensibles. Las licen-cias no automáticas que se venían aplicando a la rama textil, calzado y juguete, se imponen ahora a determina-dos artículos metalúrgicos.

• La Dirección General de Aduanas amplió los controles al ingreso de bienes importados a precios de dumping, estableciendo precios de referencia para 120 productos que provienen principalmente de China y Brasil (electrodomésticos, textiles e insumos metalúrgi-cos).

• Se consolidó la coordinación con industrias del Brasil para que no vuelquen sus saldos exportables en el mercado argentino y para profundizar medidas antidum-ping respecto de productos asiáticos más baratos.

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28 Plan de operaciones

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• Se elevó el arancel externo común del Mercosur para 1200 productos de la industria textil y del calzado.

Hemos visto que uno de los cimientos del plan indus-

trial tiene como centro la estatización de las AFJP. Ante la falta de financiamiento externo, necesario para poner en movimiento a las usinas industriales locales, los fondos frescos en manos de la banca extranjera que provienen de los aportes previsionales se presentan, para los hombres de la industria, como un bálsamo sagrado. Recordemos las palabras citadas más arriba de Ignacio De Mendiguren.

De cara a mantener medianamente estable el salario real de los trabajadores, se forjaron nuevos acuerdos de pre-cios entre la secretaría de Comercio, a cargo de Guillermo Moreno, las grandes cadenas de supermercados y los autoservicios chinos. El convenio dicta mantener conge-lados por 90 días los precios de los productos básicos.

Veremos más adelante que con el objetivo de garantizar los puestos de trabajo, fuertemente amenazados por el ajuste económico que la crisis ya comenzó a producir, la UIA y la CGT firmaron un acuerdo para controlar con-juntamente todo cambio desfavorable en la industria que afecte el nivel de empleo. El objetivo es evitar despidos, aunque ya la UIA (también veremos en breve) se pro-clamó incapaz de cumplir esa promesa.

Cabe señalar un último elemento. La mesa de concertación a la que convoca la Unión Industrial presupone que son los empresarios industriales quienes parten y reparten la torta y que, por consiguiente, el sector del movimiento obrero convocado acepte dicha conducción. Es decir que, para la UIA, la alianza posible con la CGT es la que ga-rantiza la subordinación del movimiento obrero a sus requisitos. Para las compañías industriales, el proyecto in-dustrial significa protección aduanera de sus mercados y recepción de cuantiosos subsidios en materia de insumos, transportes, etc., entre otros beneficios especiales que ga-rantizan su supervivencia en un mercado mundial globali-zado en el cual no son competitivas. Como dichos benefi-cios se realizan tomando una porción de la renta agraria –forma en que percibe la riqueza la oligarquía terrateniente argentina–, necesitan que los trabajadores se movilicen contra los dueños de la tierra, pero permanezcan “atados” al interés estrictamente empresarial, subordinando sus reivindicaciones propias a la “competitividad artificial” del empresariado industrial local.

Esto se expresa con meridiana claridad en uno de los editoriales del diario Clarín, que a principios del mes pasado convocó a un acuerdo entre sectores, sancionando a un tiempo los reclamos de las entidades agropecuarias y las demandas del movimiento obrero: “Es importante buscar caminos de negociación para la tramitación de las diferencias y evitar la profundización de fracturas que pueden agregar costos de incer-tidumbre. Este criterio puede aplicarse tanto a los reclamos del agro como a los que se avizoran del sindicalismo” (C 5/10). En sínte-sis: apoyo al plan industrial sin exigir aumentos salariales, ni mejoras en el nivel de vida, ni –incluso– estabilidad la-boral.

El peso de la crisis Durante los últimos meses, un sector de la industira ha

venido reclamando la devaluación del peso nacional. Par-ticularmente, en octubre la caída del valor de la moneda brasileña en un 40% potenció dicha demanda. Parte de la dirección industrial hizo alusión a la situación vivida en el país en 1999, cuando el real se desplomaba y dejaba a las débiles industrias locales a merced del ingreso masivo de productos brasileños.

La presión sobre la política cambiaria fue uno de los ejes centrales de la intervención de la UIA el mes pasado, donde sus principales dirigentes remacharon la necesidad de aumentar el tipo de cambio para evitar un colapso en el sector de la producción industrial. El titular de la UIA, Juan Lascurain, señaló que “la fuerte depreciación de las mone-das en relación con el dólar afecta a la producción y el trabajo na-cional, y amenza el superávit comercial, uno de los pilares del modelo” (LN 8/10); mientras que Fernando Sibilla argu-mentaba en la misma linea: “Consideramos necesario mantener relaciones estrechas con los países del Mercosur y observar con aten-ción al Brasil, ya que es el principal destino de nuestras ex-portaciones y la baja de su moneda nos perjudicará” (C 10/10).

Durente varios meses en el anonimato, el ex ministro de Economía del período pos-devaluación, Roberto Lavagna, se sumaba a las presiones, advirtiendo: “Ignorar una devaluación de 40% en nuestro principal mercado competidor es el peor camino posible” (C 8/10).

Pocos días después, la entidad de los industriales re-alizaba un seminario titulado “El Compre Trabajo Argentino como Herramienta de Desarrollo”, en donde participaron el secretario de Industria, Fernando Fraguío y un hombre del movimiento obrero, Gerardo Martínez (Uocra). Ap-enas concluido el evento, Lascurain volvía a la carga, animándose a cuantificar un tipo de cambio aceptable para la industria: “Queremos un tipo de cambio competitivo que es distinto del que tenemos hoy. El dólar a 3,23 pesos no está bien y a 3,35 tampoco. Ir a 3,35 sería una devaluación del 10%, cuando Brasil devaluó el 40%”. A las palabreas de su titular, la UIA sumaba, en ese mismo instante, un comunicado en donde se pintaba un panorama, cuando menos, ensombrecedor, previendo olas de despidos, suspensiones y conge-lamiento de los salarios: “La reciente depreciación del real bra-sileño en más de un 40% llevó al tipo de cambio real con Brasil al deteriorado nivel de 2001. De continuar esta situación la evolución económica repetirá problemas reiterados que ha mostrado nuestro país. En primer lugar, se desacelerará el ritmo de crecimiento; esto ya se está observando. Luego comenzará a cortarse la cadena de pa-gos a proveedores, se ajustarán los ingresos del fisco para finamente impactar en el mercado de trabajo” (LN 15/10). En síntesis, el documento estimaba que “la competitividad de la industria gira en torno a los niveles de fines de 2001” (C 15/10).

Las conclusiones a las que arribaban los industriales, tras el seminario de marras, causaron estupor en el go-bierno nacional. Al punto que el secretario de Industria y participante del seminario, Fraguío, llamó apresurado a los referentes de la UIA, tras la lectura del comunicado, para increparlos, según relata Clarín, al grito de: “¿Viejos qué fumaron?”. Fraguío estimaba que la entidad celebraría

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las medidas a favor de la protección industrial. Por el con-trario, primaron una vez más la queja y las presiones.

La Cámara Argentina de la Construcción (CAC), fue la otra entidad del capital que se sumó al reclamo por “un dólar lo más alto que pueda estar” (LN 19/10).

La resistencia a una mayor devaluación estuvo protago-nizada por el movimiento obrero. Para quienes un tipo de cambio alto significará una inaceptable caída del salario real. Las diferencias en torno a una nueva devaluación fue otro de los elementos que hizo temblar a la alianza social que se expresa en el Gobierno.

A partir de esto se puede entender, en parte, que la política oficial sobre la relacion peso/dólar pivoteara en torno de lo que el mismo Banco Central (BCRA) de-nominó un sistema de flotación administrada. En este sis-tema, el peso se iría devaluando según las variaciones de las monedas vecinas, de manera paulatina. En términos prácticos esto se expresó en la activa intervención del Banco Central en la venta de millones de dólares para evi-tar una disparada de la moneda extranjera ante las ac-ciones desestabilizadoras o “corridas” generadas por la compra en masa de divisas por parte de empresas extran-jeras o fondos de inversión.

Proteger los puestos de trabajo por sobre el aumento salarial. ¿Esa es la consigna?

El mes pasado también estuvo atravesado por las de-nuncias que las organizaciones sindicales realizaron contra diversas empresas, que comenzaban a aplicar suspen-siones y/o despidos sobre sus planteles laborales.

Según el SMATA (sindicato de trabajadores mecánicos), grandes automotrices como General Motors y Mercedes Benz dejaban cesantes a 750 operarios.

La Asociación de Fábricas Autocomponentes (Afac) re-conoció estar calculando “significativas reducciones en los planes de producción” de las terminales, que significan no menos de 1100 puestos de trabajo (C 3/10). La misma entidad brindó un alarmante muestreo: de 25 empresas autopartis-tas relevadas, 12 realizaron suspensiones de personal, 5 eliminaron horas extras, 3 cancelaron contrataciones de personal temporario y 3 solicitaron ante el Ministerio de Trabajo procedimientos preventivos de crisis (paso previo a la suspensión o despido de trabajadores). El automotriz es un sector clave de la industria local: favorecido con un régimen de protección y comercialización externa espe-cial, estima para este año una producción de 620 mil uni-dades y emplea unos 62.000 operarios en todo el país.

No le fue mejor a la indsutria de la construcción. Motor de la recuperación económica, fundamentalmente en el sector de la obra pública, los efectos de la crisis global y el subsiguiente ajuste del gasto le pegó de lleno. Según datos del sindicato de los trabajadores de la construcción (UOCRA), en los últimos meses fueron suspendidos 60.000 obreros de la rama.

Lo mismo denunció el sindicato de los trabajadores bancarios: HSBC, Santander y Standar concretaban despidos, afectando por lo menos a 400 trabajadores.

Frente a este panorama, la CGT, reunido en pleno su Consejo Directivo, aceptaba plegarse a la convocatoria

lanzada por la UIA, con el objetivo de consolidar la alianza social en el Gobierno, pero marcando clara-mente los límites del acuerdo: dar marcha atrás con toda suspensión o despido de trabajadores. En palabras del secretario de Prensa de la central, y dirigente de Sani-dad, Héctor Daer: “Los trabajadores, el Gobierno y los sectores empresarios y de la industria tenemos que buscar los instrumentos para sostener el trabajo argentino, la mano de obra argentina; lo que no podemos hacer es que algún sector empresario presuponga alguna crisis que no existe hoy y esté planteando este tipo de medidas” (P12 10/10).

Sin embargo, el mismo día varias compañías automo-trices hacían pública su decisión de cesantear personal: en la provincia de Córdoba, Iveco suspendía a 998 operarios, mientras Fiat-Auto lo hacía con 880. La repentina rea-parición de los despidos en masa hacía temblar a la alianza social en el gobierno, develando los límites de la misma.

Pocos días después, el Consejo Central Confederal de la CGT, máximo órgano deliberativo de la confederación, volvía a la carga en un comunicado, donde afirmaba: “La grave crisis financiera mundial, con previsibles y variadas consecuen-cias para la economía real de nuestro país, compromete al Movimiento Obrero Organizado. La única manera de sostener el consumo es favoreciendo y fortaleciendo el mercado interno y que no ingresen productos con precios dumping que terminen dañando el po-der adquisitvo”. Hasta aquí, la coincidencia con el programa del capital industrial es casi absoluta: protección a los productos locales. Pero el documento continuaba, ahora sí diferenciándose de la patronal: “Descartamos todo intento de devaluación social. No toleraremos intentos que pretendan so-cializar las pérdidas mientras se privatizan las ganancias” (LN 15/10). Ese mismo día, el recientemente citado Héctor Daer ampliaba las conclusiones del Consejo Central, re-marcando: “Los temas que hablamos son, por un lado solicitar a los sectores empresariales que se tomen normas para proteger el tra-bajo argentino; por el otro, defender el compre nacional” (C 15/10).

Claramente, la central sindical acuerda con el protec-cionismo industrial, proponiendo por ejemplo la consigna “compre nacional”; pero al mismo tiempo exige esta-bilidad en los puestos de trabajo, hecho que la patronal no puede aceptar. He aquí el punto de tensión clave entre los actores de la alianza social: mantener el grado de ocu-pación y el nivel salarial de los trabajadores. En este sen-tido, Daer criticó “la opinión de algunos economistas que están planteando que la salida de esta crisis es con menos salarios y gasto público. Esto significa que todos seamos un poco más pobres” (C 15/10).

Frente a las presiones del movimiento obrero, la UIA y la CGT acordaban con el Gobierno monitorear conjun-tamente los cambios negativos en la industria y, funda-mentalmente, su impacto en el nivel de empleo. La meta planteada en los papeles es garantizar la estabilidad labo-ral.

Quien adhirió junto a la CGT, en la consigna de man-tener los puestos de trabajo, fue un sector de capitales pe-queños vinculados al comercio y que dependen del mercado interno para subsistir. Dirigentes de la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) se reunieron a

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mediados de mes con Hugo Moyano y firmaron un comunicado conjunto que apelaba a que la sociedad ar-gentina “ratifique su decisión de mantener su desarrollo económico, garantizar el crecimiento del empleo y sostener el valor real de las remuneraciones de los trabajadores. Lo que supone proteger nuestro mercado interno, facilitar el capital de giro para las Pymes y orientar el ahorro a la inversión productiva” (C 19/10).

Hasta aquí, la CGT asumía la defensa de la fuente labo-ral. Dejaba de lado la reivindicación por aumento salarial, evitando profundizar la contradicción interna en la alianza social con los industriales. Pero además, el acuerdo CGT–UIA para la crisis excluyó a los trabajadores no formali-zados, subocupados, en negro o directamente desocupa-dos. En ningún momento se aludió a la crítica situación de los sectores que fueron marginados del mercado labo-ral y cómo la crisis en ciernes los afectará.

Desde la otra central obrera, CTA, su secretario general, Hugo Yasky, reunido con el ministro de Trabajo, reclamó la directa prohibición de cesantear y despedir trabajadores por 180 días, y subrayó la necesidad de no abandonar la política de aumento salarial y distribución de la riqueza, argumentando que “en la Argentina hay 13 millones de pobres que no pueden esperar diez años hasta un nuevo ciclo de crecimiento económico para mejorar su situación” (P12 17/10). Aquí se diferenciaba de la CGT, en cuanto a no descartar la de-manda por recomposición salarial de los sectores más desplazados. En una entrevista del diario Página 12, Yasky incorporaba al reclamo por mejoras a “los trabajadores del NEA y el NOA, que están cobrando 300 pesos como empleados públicos. La inmensa mayoría de los empleados de los municipios de esas provincias, que cobran planes sociales por lo que debería ser trabajo conveniado, sin salario familiar. Los desocupados, los traba-jadores que figuran como ocupados pero tiene ocupaciones precarias y discontinuas. Ellos dependen de la capacidad del Estado de generar políticas públicas que garanticen un piso en los ingresos”. Am-pliando la mirada a la situación latinoamericana, Yaksy agregaba: “Es necesario mantener estos procesos en un marco re-gional, la suerte de los trabajdores de la Argentina está atada a los de Brasil, a Bolivia, hay una interdependencia. Lo que suceda a los sectores populares no va a decidirse en cada nación por separado” (P12 19/10).

Rápido de reflejos, y tratando de evitar que las contra-dicciones internas desarmen su base de apoyo, el Go-bierno reaccionó interviniendo en una decisión de la ca-dena chilena de comercios Easy, que dejaba cesantes a 350 empleados. Si bien con la intervención ministerial, Easy daba marcha atrás reincorporando a los trabajadores cesanteados, inmediatamente el parche comenzaba a ha-cer agua: pocos días después la empresa Renault echaba a 300 operarios y a decir del Sindicato de Mecánicos de Córdoba (Smata Córdoba) la medida se ampliaría a otros 200 trabajadores con contratos eventuales. La máquina de expulsar recién comenzaba a ponerse en marcha. Un día después, la primera línea del ejecutivo establecía –junto a la dirección de la CGT– que los sindicatos concentren la función de hacer un seguimiento a las empresas y denun-ciar todo cambio en la situación del empleo.

Valle de lágrimas Hemos visto recién que la “cuestión salarial” dividió

aguas, dentro de la alianza social en el gobierno, entre las distintas fracciones de clase (capital y trabajo), y en el seno mismo del movimiento obrero (entre las centrales sindica-les). Frente a las demandas que los distintos gremios vení-an desplegando desde la segunda mitad del año –por ejemplo, uno de los reclamos era el cobro de un plus ex-trarodinario de 500 pesos para los trabajadores en blan-co–, la explícita situación de crisis permitió a los represen-tantes del capital cancelar toda posibilidad de mejoras salariales.

Apenas iniciado el mes, el titular de la UIA, Juan Lascu-rain afirmaba: “El sector industrial ha recompuesto su salario un 400% desde 2002. Las condiciones nuestras son las de no poder ac-ceder a este tipo de pedidos” (C 4/10). Pocos días después, Lascurain remarcaba: “Este no es el momento de recomponer los salarios, sino de preservar el trabajo. Existe una incertidumbre que lleva a la retracción y a la suspensión de planes de inversiones. Se tienen que respetar los convenios, que en casi todos los casos son hasta el año próximo” (P12 8/10). La rotunda negativa de los empresarios llevaba la tensión al máximo, cambiando el eje de discusión. El énfasis lo ponían ahora en la frágil situación laboral, diciendo, palabras más o menos: conge-lamos los salarios hasta el año que viene o habrá despidos en masa.

Hemos visto que la CGT, desde sus máximos órganos de conducción, adhirió a esta postura, cerrando filas y evi-tando que se fracture la alianza con los sectores del capi-tal. Sin embargo, varios sindicatos que integran dicha cen-tral sostuvieron los reclamos por mejoras económicas. Tales fueron los casos de la UOM, donde el mismo An-tonio Caló se manifestó a favor de estas reivindicaciones, y de la rama automotriz, cuyos sindicatos más impor-tantes, SMATA y ACARA –que nuclea a los trabajadores de las concesionarias de venta de autos–, convocaron a dos jornadas de movilización con paros parcial y general y cortes de calle.

Sin retroceder un paso, el día 22 la UIA daba a conocer un extenso documento donde describía la críritca situa-ción económica de la producción industrial. Todos los sectores de la entidad pintaron un cuadro dramático. La industria alimenticia (Copal), la Asociación de Fabricantes de Celulosa y Papel, las Cámaras de la Indumentaria, del Plástico, las metalúrgicas (Adimra), las fábricas de com-ponentes (Afac), las ramas textil, citrícola, de maquinaria agrícola, el turismo, y el sector pyme ponderaron una caída generalizada en la producción entre el 8% y el 23%. La UIA de Córdoba denunció, por su parte, el desplome de la producción automotriz y de la cadena textil en un nivel del 35% (C 22/10).

Semejante carga de datos y ponderaciones justificaba, en primer lugar, la respuesta de Lascurain a las demandas sa-lariales: “No podemos acceder a este tipo de pedidos”; en segun-do, la inminente aplicación de ajustes en las plantas labo-rales; y por último, la sostenida presión que hemos visto durante todo el mes por parte de un sector de la Unión Industrial, para que aumente el tipo de cambio mediante una profunda devaluación del peso.