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EL DUALISMO ESTADO-DERECHO EN SU INTEGRACION SOCIAL Los elementos constituti\~os del Estado nioderno, se justifican por su legalidad. El poder tiene fuerza de obligar, en tanto es legítimo. Enten- demos por legalidad, lo que está dentro de la ley. O lo que la ley reconoce, de acuerdo con un principio preestablecido. La correlación entre fuerza y obediencia son términos del Estado, contrapuestos y excluyentes. El indi- viduo tiene, frente al derecho, determinadas facultades reconocidas por la norma. Tiene la atribución de desenvolverse dentro del ámbito dado por la ley. Facultad y atribución, son por consiguiente, disponibilidades del su- jeto jurídico. La atribución no es una valoración en orden a la axiologia del Estado, sino potestad sui ghzeris. Así, por amplio que sea el radio de acción que el Estado reconozca a la esfera individiral, nunca el particular crea el derecho, en tanto que particu!ar. Crear el derecho, ejecutarlo y resolverlo, so11 atrihuciones del l'stado. Facultad y atribución son con- diciones normadas. Su ámbito está definido y delimitado por el derecho positivo. El Estado como sujeto de derecho público crea la norma jurídica bien por acto directo, cuando se trata de resoluciones de determinado órgano del Estado, o indirectamente, mediante la aceptación explicita o tácita de los usos y costumbres. La labor de creación y ejecución del derecho engarza con la eficación y con la validez, como elementos obje- tivos de superaciiin jerárquica. La eficacia de la norma descansa por lo tanto en el acatamiento y reconocimiento del derecho creado. Es una sub- jetivación de la norma que se presenta aislada ile la propia norma, a di- ferencia de la validez, que precisa de la concordaticia con las normas del www.derecho.unam.mx

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EL DUALISMO ESTADO-DERECHO EN SU INTEGRACION SOCIAL

Los elementos constituti\~os del Estado nioderno, se justifican por su legalidad. El poder tiene fuerza de obligar, en tanto es legítimo. Enten- demos por legalidad, lo que está dentro de la ley. O lo que la ley reconoce, de acuerdo con un principio preestablecido. La correlación entre fuerza y obediencia son términos del Estado, contrapuestos y excluyentes. E l indi- viduo tiene, frente al derecho, determinadas facultades reconocidas por la norma. Tiene la atribución de desenvolverse dentro del ámbito dado por la ley. Facultad y atribución, son por consiguiente, disponibilidades del su- jeto jurídico. La atribución no es una valoración en orden a la axiologia del Estado, sino potestad sui ghzeris. Así, por amplio que sea el radio de acción que el Estado reconozca a la esfera individiral, nunca el particular crea el derecho, en tanto que particu!ar. Crear el derecho, ejecutarlo y resolverlo, so11 atrihuciones del l'stado. Facultad y atribución son con- diciones normadas. Su ámbito está definido y delimitado por el derecho positivo.

El Estado como sujeto de derecho público crea la norma jurídica bien por acto directo, cuando se trata de resoluciones de determinado órgano del Estado, o indirectamente, mediante la aceptación explicita o tácita de los usos y costumbres. La labor de creación y ejecución del derecho engarza con la eficación y con la validez, como elementos obje- tivos de superaciiin jerárquica. La eficacia de la norma descansa por lo tanto en el acatamiento y reconocimiento del derecho creado. Es una sub- jetivación de la norma que se presenta aislada ile la propia norma, a di- ferencia de la validez, que precisa de la concordaticia con las normas del

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eslabón superior. Elijamos, al azar, un articulo del Código de Trabajo. Como ley federal su fuente directa inmediata es la Constitiición. Si se tratara de ley local, o de un reglamento, la relación con la Constitución, como norma suprema, sería mediata ya que habrja de pasar por la concor- dancia con la ley federal dej ramo, buscando en el articulado constitu- cional la fuente de concordancia. El articulo 86 de la Ley Federal del Trabajo dice así: "Para fijar el importe del salario en cada clase de trabajo, se tendrá en cuenta la cantidad y calidad del mismo, entendién- dose que para trabajo igual, dese~npeñado en puesto, jornada y condicio- nes de eficiencia, también iguales, deberá corresponder salario igual. . . , sin que puedan establecerse diiercncias por consideración a edad, sexo o na- cionalidad". La autorización legal a dicha disposición habrá que buscarla en el Titulo Sexto de la Constitución Federal: "Del trabajo y de la pre- visión social". La fracción VII del artículo 123 dice así: "Para trabajo igual, debe corresponder salario igual, sin tener en cuenta sexo ni na- cionalidad."

Fuerza y obediencia son significados de signos contrarios. E s aqué- lla consecuencia de mando. Esta es la resultante de diversos factores del sujeto que obedece. E l acatamiento hacia los poderes constituidos y sus resoluciones goza de renovación tácita y continua, mientras no exista ma- nifestación en contrario, a diferencia con la ley, la costumbre, el precepto religioso y los convencionalismos sociales, normas que se vitalizan me- diante la manifestación expresa. Presentado el acto, o hecho jnridico concreto, consistente en un hacer, o en un abstenerse, entra la norma en acción. E s el acto (intervención de una voluntad) o el hecho (interposi- ción del azar, o de factores avolitivos) los que actualizan las normas. La ley uigente, el precepto religioso, los usos Cticos y socialcs, v i ~ e n o tienen eficacia, en tanto se produce la actividad del sujeto. Por el con- trario, el acatamiento del sujeto a las formas del Estado (soberanía) y del gobierno (órganos estatales) se debe más a la abstención u obediencia pasiva que a la manifestación activa. Cualquiera de los órganos de los tres poderes del Estado (legislativo, ejecutivo, judicial) es acatado, en tanto no es impugnado (posición pasiva). Pero sus actos, ley, atribución, sentencia o resolución, son vislumbrados en el reconocimiento o la im- pugnación (posición activa).

E l poder del Estado se justifica mediante la obediencia. Se obedece por algo, y para algo. La legitimidad de las resoluciones de los órganos del Estado no se conforman originariamente, por el contenido del acto

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en sí, sino por su procedencia. E s una posición subjetiva, de análisis del sujeto (autoridad) que di6 el acto. La legitimidad objetiva subsiguiente procede del análisis del contenido de la disposición con la finalidad de todo acto público (bien común). La legitimidad subjetiva es la tenencia de autoridad, o potestad para actuar. La legitimidad objetiva es la con- cordancia de la disposición con la base estimativa estatal. El particular carece de ambas legitimidades respecto de la creación, ejecución y rcso- lución del derecho. Su facultad consiste en poner en movimiento la nor- ma jurídica mediante la acción entablada. La acción interpuesta obedece a conflictos de intereses (públicos o privados). Pero, nunca el derecho o contenido normativo puede confundirse con su infracción. La acción del derecho, procede originariamente, de una violación normativa, de una discordancia entre el acto de consecuencias jurídicas con el deber ser de la norma. Este deber ser tiene siempre un supuesto estimativo, o base axiolhgica. Lo que regula las rclaciones del yo dentro de la colectividad no es el carácter coactivo de la norma, ni su sanción. E l no hacer daño a nadie puede ser visto como imperativo ético (sujeto y conciencia) como precepto religioso (sujeto hombre y divinidad) o como norma jurídica (sujeto y Estado). En las tres reglas la sanción es consecuencia de la infracción. Pero, así como no cabe considerar que la infracción al pre- cepto religioso constituye lo religioso, o la violación del imperativo ético sea la ética, asimismo, es inadmisible considerar que el derecho está cons- tituído por lo antijurídico. El razonamiento es extensible a la coacción. Esta existe, como acabamos de ver en las tres normas. Lo quc varia en ellas es su carácter y el sujeto que coacciona. E n la Moral el propio su- jeto (autonomía) se sanciona según su albedrío, es decir, según su grado o conocimiento moral. E n las religiones y derechos vigentes sanciona un sujeto extraño (heteronomía) de acuerdo con el canon preestablecido. Y no por ello podemos afirmar que lo religioso está constituido por este sujeto sancionador (representante de la Divinidad en la tierra) ni lo jurídico por la autoridad estatal (representante de !a sociedad integrada en el Estado). E n las tres normas lo secundario es la sanción o iiiter- vención consecuente que originan. Esta intervención es extraña a la norrna. Y cuando la proclama (derecho procesal), lo que hace es regular !a necesaria intervrnciún estatal, ya que el derecho es un genuino producto del Estado. El género próximo de las normas es su deber ser. Su dife- rcncia específica son sus axiologias, que norman la actividad del sujeto en

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la esfera de la intimidad, en el ámbito abstracto de lo supraterrenal o en el concreto de las relaciones con la comunidad.

Estado y derecho son términos dualistas. Y lo que en la esfera esta- tal constituye actividad primaria, o sea la resolución de los conflictos del derecho mediante la imposición de la sanción, en la jurídica es se- cundaria. Si el Estado puede actualizar el Derecho, es, por la previa exis- tencia del derecho. Nunca el derecho se constituye por la coacción. Lo elemental o primario de las relaciones sociales no está normado por un poder que manda. Sino por un poder que actúa por algo. Este algo es su finalidad implícita. E n la actividad social o interacción hay un deber ser (conducta adecuada) o un no deber ser (conducta inadecuada). El Estado es su consecuencia. Ec él, y no los sujetos de la relación axio- lógica, quien se encargará de su cumplimiento. Coercibilidad y coacción no son supuestos de la norma sino sus consecuencias en tanto así lo dis- pone el Estado. Lo específico de la norma jurídica es su vinculación directa con el Estado, y no con la comunidad. Lo especifico del Estado es su atribución impositiva. Es el Estado el que coacciona, y no el dc- recho. Así, el juez que sanciona, lo hace con autoridad. Tiene autoridad como funcionario del Estado. El particular no puede sancionar. Si lo hi- ciese, su resolución carecería de fuerza de obligar, por falta de recono- cimiento público.

En los propios fines del Estado, del Derecho y de la Moral, se en- cuentran su razón de ser, o diferenciación. La moral regula la actividad del "yo". El derecho, la del yo común. El Estado, como específico poder sancionador posibilita la acción reconocida por la norma. Así, una acti- vidad en concordancia con el deber ser jurídico, o con el yo común, equi- valdría tanto como a la desaparición del Estado y del Derecho. Veamos por qué. Si la conciencia colectiva realizase unánimemente el no hacer daño a nadie, saldría sobrando la existencia de un sistema normativo (Derecho) y la de un poder coercitivo (Estado, como poder judicial). La sociedad puede vivir sin códigos éticos o religiosos. La infracción de sus preceptos no atañe directamente al buen convivir dentro de la comu- nidad. No sucede así con el derecho. En sentido amplio, es derecho, la in- teractividad del individuo como yo común. O mi acción relacionada con terceros (toda acción es relación). Por consiguiente, hay actos que be- nefician a la colectividad, y actos que la perjudican. En ambos, hay ac- ciones de interés particular que están en contraposición con el interés so- cial. ¿Cómo dejar al interesado que resuelva, por sí, y ante sí, dicha an-

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tinomia? Y jcómo esperar que decida según la equidad, cuando son sus propios intereses los que están en conflicto? Se precisará de la norma jurídica, dada con anterioridad al caso concreto, de carácter general y abstracto, que nos vendrá a decir qué es lo que la comunidad o sociedad considera permisible o prohibitivo. El actuar del yo común deberá quedar supeditado al precepto. Y surgen los órganos estatales encargados de Ile- var a efecto la sanción que la infracción ocasiona.

;Cómo se realiza la acomodación entre la conducta del sujeto con el precepto riortnativo? En los primeros contactos con los abstractos y difíciles temas jurídicos, el neófito aprende que "la ignorancia de la ley no exime de su cumplimiento". Es un axioma tan antiguo como el Es- tado y el Derecho, como la comunidad y como el mismo hombre. Se ha mantenido a través del tiempo y de la distancia. Es todo un principio de derecho, y como tal, se perpetúa. Si es un principio juridico ha de servir a la finalidad intrínseca del derecho: la justicia. H a de ser, por consiguiente, justo, y ha de beneficiar la relación del yo con la comuni- dad. Pero ¿ci>mo es posible que en un momento dado, un sujeto deter- minado, actualice con su conducta el precepto jurídico que ignora? Ello nos lleva a la consideración lógica de que la raíz primaria del precepto juridico tiene una base humana, de intrínseca naturaleza humana, y como tal ética, que permite al yo común identificarse con la norma.

Pero, el interés particular tiende a explayarse sin cortapisas. La obe- diencia al Estado (imposición del bien común) pugna con la inclinación humana de orillar los obstáculos que se oponen a la satisfacción de las necesidades del individuo como ente aislado. Cuando la finalidad de esta inclinación propia coincide con la finalidad o valor de la ajena, hay una identificación de la sumisión social con la libertad, y no existe resistencia a la expansión. Si quitásemos a la libertad su acepción de servir como medio a la realización de una estimación individual, caeríamos en una de- finición niecanicista del concepto libertad. En el Estado, las acepciones mecanicistas, es decir, avalorativas, conducen a conclusiones inadecuadas. Individuo y Estado, están sostenidos por un substrato de axiologia ética. Es en la comunidad, y por ende, en el Estado, su suprema organización, donde el hombre explaya sus grandes recursos de perfeccionamiento. Ais- lado, el hombre es comienzo, y como tal, regresión al principio de la nada. En este comienzo todo fué discordia, pues lo primario en el hombre es la disparidad. Primitivismo, es acivilidad. Es en la comunidad donde el hombre aprehende el cúmulo de captaciones de sus antepasados ii hombres

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en la historia. Y donde el amor propio o supervalorización de sus propias condiciones le incita a superarse. Donde la justa precisión, cual forzada apreciaci8n infravalorativa del quehacer ajeno le estimulará el propio.

Si al individuo lo desvalorizamos, nos quedaremos con la corteza de su animalidad. Si al Estado le negamos finalidad de posibilitar mediante sus medios coercitivos la axiologia de la buena convivencia humana den- tro de la comunidad (número) o sociedad (comunidad con valoración), nos quedará el cascarón vacío de su mantenimiento mediante la fuerza. El poder de mando seria la sola justificación de la obediencia. Pero el Estado subsiste mediante la integración de los elementos de la relación social. Si el poder de mando se sostiene por la obediencia, no se justifica en ella. Es la razón del ser y existlr del Estado, lo que hace que un Estado sea. Es su axiologia. Si al Estado le absorbemos su valoración ética que posibilita la coexistencia del grupo social, no nos quedará sino un poder de mando, y una sumisión. No toparemos con la entidad abstrac- ta del Estado sino con la realidad concreta de los órganos de gobierno. La consideración de un Estado sin base axiológica lleva a la conclusión de que, tanto en su origen, como en su mantenimiento, el Estado es vio- lencia (Jellinek), bien por la diferencia de situación entre vencedores y vencidos, bien por la diferencia social o racial. El Estado no sería en- tonces sino el triunfo de una clase económica sobre otra, de una raza sobre la vencida, o de los hombres fuertes sobre los débiles, cuya debilidad des- cansa bien en desigualdades antropológicas dadas por la naturaleza, o ad- quiridas socialmente, tales como la del trabajo incorporado que trans- forma el bien vacante comunal en bien de alguien o propiedad.

Al mismo estrecho lindero nos lleva la acepción disparatada de que el Estado no es sino la relación entre gobernantes y gobernados unidos por la solidaridad social, precepto innovador de la escuela realista fran- cesa (Duguit, Hauriou, Barthelemy) con el que se pretende substituir al clásico de seguridad y paz como razón de la vivencia del Estado (Hobbes, Locke). La existencia de gobernantes y gobernados son términos de la relación estatal. Son medios de que se vale el Estado para realizar sus fines. Estos fines (bien común, buena convivencia, orden, seguridad, res- peto a los derechos adquiridos) necesarios al yo común son los que ori- ginan y mantienen el Estado. Cabría imaginarse un Estado sin espacio. No así sin sujetos pasivos en cuya voluntad o propósito de constituirse o mantenerse dentro del Estado, lo crea o mantiene. Si un día cua!quiera una comunidad decide desvincularse de su Estado, éste desaparece y con

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él la realidad étnica de la comunidad que constituye e1 pueblo. E l ele- mento esencial del Estado es la comunidad y su voluntad estatal. Esta vo- luntad o querencia se manifiesla en el tiempo. Es consubstancial a él. Luego cl tiempo, eletnento necesario de la realidad comunidad, !o es para el ser del Estado. Comunidad y Estado se integran y desintegran en el tiempo, por cuanto surgen o desaparecen en él. E n él se concretiza el yo común, o convivencia, o sea la vivencia de un Estado concreto. El tienl. po es factor esencial de un Estado dado, pues actualiza su voluntad de sub- sistencia.

La axiología del derecho lo es del Estado. ¿Qué finalidad especifica puede tenrr el Estado, que no sea la del beneficiario común? El Estado es un servidor de estos fines. Si una comunidad pudiese subsistir sin normas jurídicas, ¿quién pensaría en la existencia de un poder regulador que obligase a su cumplimiento? E s en la axiologia donde se rompe el dualismo Estado y Derecho. E s una identificación teorética, abstracta. La realidad derecho está constituída por el sistema de normas jurídicas po- sitivas, eii el tiempo; la realidad Estado, por un poder coactivo que apoya la axiología específica de una norma dada. También la moral tiene valo- raciones coincidentes con el derecho. Y a nadie se le ocurre, que sepa- mos, identificarlos. Se nos hablará, y con acierto, de una coincidencia de fines. Cuando la moral se proyecta sobre el exterior, el derecho se actualiza. Luego la moral es el derecho en potencia. O el derecho que puede ser. Pero así como el Estado tiene respecto del derecho, total identificación de fines, la moral tiene el fin peculiar del bien o perfec- cionamiento individual. Dentro de la teorética pura, ambas finalidades se identifican. Cuando esta finalidad individual entra en contacto con ter- ceros, estamos en presencia del derecho. El yo propio se ha identificado con el bien común. Luego la moral actualizada es elemento social. La mo- ral, tanto eidética, como empírica necesita del sujeto relacional. ¿Cómo ser buenos, honestos, veraces, responsables y honorables sin un sujeto pa- sivo sobre el que recaigan dichas cualidades o valores? El propósito hou- dad (moral) coincide con el precepto haz el bien (derecho). Si no se efec- tuase la identificación la vida dentro de la comunidad por insegura y desordenada sería imposible.

Lo amoral e inmoral son tan consubstanciales a la naturaleza huma- na como lo son el Mal y el Bien. El incumplimiento del precepto ético (falta de superación o perfeccionamiento del yo íntimo) como la infrac- ción a la norma jurídica, eternizan la existencia del Estado. Así, la moral

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es elemento de lo social, como lo es también, cuanta actividad tendiente a un fin se realiza dentro de la comunidad. La relación de los elementos sociales integran la realidad social.

El Estado tiene adscrita una jerarquía de valores. Cuando pensamos en uno de estos, el de la justicia, lo relacionamos con el derecho. Si en el bien, con la moral, Justicia y Bien son valores substantivos del derecho y de la Moral, pero no exclusivos, pues son a su vez, factores de integra- ción del Estado, al que configuran. Son elementos conformadores del Estado. La suma de los elementos de la relación social, integran el Es- tado. No cabe imaginarse un derecho positivo que no aspire a realizar la justicia, ni una moral sin la pragmática del bien. Como no cabe ima- ginarse un Estado que no sea poder coercitivo de algo o en función de algo. Ni un Estado sin quehacer, es decir, sin finalidad. (Cómo imagi- narse un Estado sin fines, o sea inactivo? Toda actividad lleva adscrita una finalidad. Es decir, una valoración. La valoración o fin que perse- guimos en nuestro quehacer, ya sea individual o social (interés propio o interés común) le da sentido y al dárselo, lo forma. La axiología de un Estado es su significado o forma. Un Estado informe seria un Estado inexistente. Seria una materia de Estado carente de significado. Un con- tenido formado es un significado, y por serlo es un valor o estimación del alguien por algo. El quehacer del Estado tiene, pues, el significado del bien piiblico. Los medios de que dispone el Estado para realizarlos son impositivos, pues tratándose del bien público, la entidad estatal no puede dar sugerencias ni invitaciones. Ordena por autoridad. La "au- toritas" es concepto del Estado, ya que si bien se emplea este término en el lenguaje corriente, su significación es diferente. Tener autoridad individual para algo es un reconocimiento al mérito. Tener autoridad es- tatal es, originariamente, disposición legal. Se le recoonce la autoridad, previa la existencia de una situación de derecho, que permite la actividad concreta. Autoridad no es quien dispone de la fuerza para imponerse (quien dispone de fuerza tiene fortaleza). Si un particular se sube a un estrado judicial y por la materialidad de la fuerza dispone algo, este algo carece de fuerza de obligar. No es reconocido, porque faltó en el sujeto la atribución para actuar. La atribución es, pues, la legalidad previa. A la autoridad se le reconoce porque posee atribución.

Crear el derecho, ejecutarlo y resolverlo, son atribuciones especificas del Estado. Por amplias que sean las facultades del particular frente al Estado, nunca el individuo, por sí y ante si, puede crear el derecho, si no

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sigue los procedimientos permisibles reconocidos por rl derecho positivo de un país (articulo 8 de la Constitución mexicana). U n particular puede sugerir a ambas Cámaras legislativas determinadas disposiciones. O pue- de dirigirse al Ejecutivo, o bien a cualquier órgano judicial. Puede ser presentada por el sindicato, por la asociación profesional, por los clubs de aficiones. Si la pretensión toma cuerpo, deberá seguir el camino co- rrespondientc a toda iniciativa de ley: aceptación y aprobación del Con- greso, publicación y promulgación. Luego el particular mediante la suge- rencia y el derecho de petición puede participar en la creación del dere- cho, aun cuando no pueda crearlo por si y ante si.

La facultad de acción garantiza al particular su participación en la ejecución y resoluci0n del derecho. L a comunidad le reconoce la facultad de actualizar la norma jurídica. Pero es el Estado, mediante sus órganos jurisdiccionales quien resuelve el caso concreto. Así, el derecho procesal rs un derecho substantivo de ejecución o acción. Este derecho proce- sal no queda enmarcado en los estrechos limites del proceso. Comprende desde la interposición de la acción hasta el despacho de ejecución. E l Es- tado, no es pues, "un orden válido, independiente del querer y del deseo del sujeto" (Kelsen). Por el contrario, el sujeto, como voluntad o que- rencia est5 de tal forma vinculado al Estado, que su existencia drpende <,xclusivamente de esta voluntad. Mi razón justifica en mi esfera interna al Estado. Lo pone en duda, lo rechaza, o lo acepta. Cuando la suma de estas impugnaciones son favorables a la existencia del Estado, éste sub- siste. Si es desfavorable, dejaría de existir, y la comunidad o vida común se desmoronaria. Hay pues un convenio tácito de aceptación permanente del particular frente al Estado. E1 yo común lo mantiene. Cuando el yo particular lo rechaza, el dilema se resuelve con la exclusión del grupo social. No estamos sosteniendo una posición pactista, de pacto concreto, histórico, originario del Estado. Mantenemos el convenio tácito perma- nente consistente en la aceptación o rechazo del Estado, sus formas e instituciones, del hombre que convive en un gmpo social dcterinina~lo. La existencia del Estado depende del yo común.

Cuando la relación no es de derecho interno, sino externo, es decir, cuando los sujetos de la relación son Estados, la validez depende del re- conocimiento y acatamiento. Se le reconoce a los Estados validez, o sea legalidad para convenir. Y se acata lo convenido cuando se han cumplido los requisitos legales previos en orden al procedimiento, la forma, y lo sustantivo de los términos acordados.

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El objeto del Estado es mantener el Derecho. El de éste posibilitar ia vida en común. El término de ambas dualidades coincide por cuanto tiende a la realización de fines idénticos. El fin "bien común" es amplio. Cabe en él toda una gama de valores, en la que late el valor justicia. Toda actividad del Estado tiende a la realización del bien común. Tanto cuando presta el servicio público, función esencialisima del Estado, conio cuando realiza labor de trámite, ya que ésta ha de tener como finalidad el bene- ficio de la comunidad. Lo inismo sucede con el derecho. Aun hasta cuando resuelve intereses de particulares realiza el bien común ya que estos par- ticulares son entes sociales que viven dentro de una sociedad humana determinada. El dercho que la acción puso en movimiento, no es un de- recho de A o de R, sino el acordado y dado por el grupo social para que en el caso de que A y B se sitúen en los términos de la relación norina- tiva concreta se produzca la consecuencia juridica pertinente. El derecho es social por antonomasia. Hablar de derecho público es redundancia. Sucede que, en orden a los sujetos de la relación, si el interés en conflicto afecta a dos particulares acostumbra a denominarse derecho privado. Aceptación impropia, pues no se trata de un derecho exclusivo de A y B. Tampoco seria correcta la denominación de derecho personal o de las per- sonas, empleando el término en su Única acepción posible de realidad fi- sica, ya que la acepción de persona moral, pese a la licencia jurídica, es incongruente. Persona es, en su primera acepción, "el individuo de la especie humana". Todo derecho lo es de alguien. Derecho privado es el de las personas en sus relaciones mutuas de convivencia. Es el derecho de los particulares, pero siempre el derecho es público, por estar vinculado al Estado. Nada más privado, personal, o particular que el hecho o rela- ción matrimonial. Pero la institución matrimonio es politica, y como tal, pública. Nada más privado que un testamento. E n él interviene la volun- tad particular del testador y el beneficio privado del testamentario. Sin embargo, la institución testamentaria es politica, porque está regulada por la sociedad, la que mediante las formalidades oportunas creó el derecho que lo regula. Lo mismo podríamos decir de la tutela, de la emancipa- ción, de las servidumbres de predios y del nacimiento y muerte de las personas. Hemos elegido contenidos del derecho civil por ser 10 más es- pecífico de las relaciones personales o particulares. E n el derecho mer- cantil, de trabajo, agrario etc., el razonamiento es aún más perceptible.

Las escuelas jurídicas que tratan de excluir al sujeto en la existencia del Estado pretenden hacer de éste un objeto del conocimiento cientifico.

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Este intento acertado de objetivar al Estado no excluye el elemento voli- tivo del sujeto, ya que una cosa cs el elemento Estado (con sus medios, ac- tividades y fines) y otra distinta la existencia de los sujetos o ente común cuya voluntad crea, modifica, mantiene, o extingue el Estado. Esta obje- tivación sin sujetos es una abstracción. Es, respecto del Estado, una pre- tensión tan trascendente como la pretensión de un derecho natural de origen divino, o de un monarca por la gracia de Dios, ya que en ellos no interviene la integración volitiva de los sujetos de la agrupación humana.

Cuando Kelsen afirma que "el conocimiento cientifico no puede ir más allá del dualismo de naturaleza y espiritu, de realidad y ~ a l o r , de ser y deber ser", introduce en su pretensión de objetivación estatal la voluti- tad de un sujeto. ¿Cómo imaginarse el espíritu y el mismo conocer sin un sujeto que conoce? Colocado lo material y lo objetivo en contraposi- ción del concepto naturaleza, parece como si el espirit~i fuese, por exclu- sión, lo inmaterial, volitivo o racional, principio psicológico vital del su- jeto que quiere conocer.

De aquí que una Teoría del Estado (deber ser del Estado) se pre- sente entrelazada con la política (ser del Estado), ya que se trata de un poder coercitivo que regula finalidades valorativas tendientes a su per- fección. Así, la historia de las ideas e instituciones políticas muestra la finalidad hacia el perfeccionamiento de los valores consolidados y hacia la búsqueda de nuevos valores. E s acertado el pensamiento renacentista que considera al hombre como un ser perceptible. El hombre es el solo animal que se perfecciona. Que tiene un ayer distinto al hoy y diferente al mañana. I a arana teje y la abeja construye su vivienda como la te- jieron y construyeron sus antepasadas. Pero los tejidos y las viviendas de los hombres de hoy poco se parecen a los de ayer y posiblemente sean distintos a los de macana. Porque sólo al hombre le ha sido dado crear medios de producción variados que mejoren la obra futura.

Derecho y Moral, Teoria del Estado y Política son elementos sociales relacionantes y relacionados. Su significado crece en la relación. Una norma jurídica sin valoración ética, una Teoria del Estado que no sea sino el estudio del poder coercitivo, y una política cuya acción no esté en- marcada en la trilogía precedente, nos llevaria a justificar la existencia del Estado por la violencia, por un alarde de fuerza que somete al súb- dito y esto sería la negación del perfeccionamiento histórico humano, lo- grado gracias a las instituciones jurídico-políticas de los pueblos. En toda asociacibn humana por elemental y rudimentaria que sea, existen normas

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de protección, y organismos encargados de su ejecuci8n. Si nos atenemos al número, la asociación más pequeña está formada por el número dos. La relación del hombre dentro de la comunidad es, por consiguiente, de continuas asociaciones espontáneas y transitorias que nacen, se mantienen y se extinguen con el nacimiento, mantenimiento y extinción del objeto. Hasta en la conversación disquisitiva sin finalidades prácticas, cuando los sujetos llegan a conclusiones discordantes, hay acuerdo convencional. Toda la vida social, desde el intercambio de ideas partimlares a la insti- tución política descansa en el acuerdo de voluntades. Es el elemento vo- litivo de los sujetos el que crea o extingue la vida dentro de la comunidad y las formas adoptadas. Lo fáctico como lo jurídico, lo trascendente como lo intrascendente social, toda la vida de la comunidad tiene su origen en (1 querer o acto de voluntad. Se reflexiona, y razona, porque existe la voluntad que conduce a la reflexión o al razonar. La voluntad o queren- cia es lo originario, aun cuando aquella obedezca a presiones extrañas. El hombre tiene entre sus numerosas y eternas facultades la voluntad primaria para el quehacer. Quiero un fin. Y la acción es el medio de que me valgo para realizarlo. Si mis sentidos han sido aprehendidos por algo, y mi voluntad me lleva a actuar con un fin, escojo la forma de ejecu- ción. Si el yo común está de acuerdo en vivir dentro de la comunidad, eli- je una forma determinada (instituciones políticas) para llevar a efecto la convivencia. Si el yo común decidiera su desintegración, los yo particu- lares harían desaparecer las instituciones que conforman la vida política de la comunidad. Dicen los franceses que en toda obra de un hombre "on cherche la femme". Para estudiar las instituciones sociales (jurídi- cas, éticas, económicas) de un Estado, búsquese el yo común.

Su grado de elevación nos dará la resultante Estado.