OBITUARIO #36
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«A menudo se quedaba mirando algo, con la labor entre las manos,
hasta hacerse uno con el objeto que estuviera contemplando,
por ejemplo aquella luz»
MADREPERLA A Viktoria Lukas
Bajo la nube de un hayedo,
exhausta de superficie, te vi.
Zurcías palabras a lumbre mansa;
senderos pletóricos de tritomas y dalias; un Roble
incendiario
en el pecho de Orlando; tu cuarto propio en un bastidor de horas
al faro.
Todo te expresaba:
La absoluta sencillez. La playa ventosa.
Esa escena inventada frente a la casa de tu infancia.
Siempreviva te vi.
Pese a la crueldad del cuerpo y
las heladas de la época.
¿Quién te culpará de irradiar en un soplo
la belleza del mundo?
¿Quién cambió por piedras las nueces
de tus bolsillos?
Mujer Ciervo
La hoja del álamo se desprende
del marzo de un otoño que no existe
y en su desgana de flotar se hunde
bajo el peso de una piedra.
El verdor de su limbo se deshace
en las aguas del Ouse
y ella se pierde en lo profundo
de su lecho.
Paola G. Sepúlveda
LOS PLANES
—Una mujer debe tener un río cerca y piedras en los bolsillos si desea
dejar de escribir ficción.
—¿Qué estás murmurando, Virginia?
—Nada, Leonard, cosas mías.
Gabriel Noguera
Imagínate si tuviésemos un chalet tipo Charleston. Bloomsbury revisited.
M. Rual
habría una manta gris de flores
un abrazo perpetuo
como perpetuo el humo
nacarado
de la amistad
habría violetas
y valor
habría acción sin pausa
violencia suave
mindscapes acrílicos
manos
el miedo no existe
pero ayuda a que perseveremos
en el letargo de la hierba
habría impulso
habría impulso
habría orgía
de pétalos y empresas
habría calor irremediable, personas
María Schmetterling
LAS HIJAS DE TUS PALABRAS
Nosotras, las mujeres que quisimos
penetrar en lo salvaje, anhelamos saborear
tu ser, así que nos introdujimos en la
estancia que de ti heredamos
y allí desgarramos los vestidos
que nos habían impuesto.
En medio de la sinceridad de la desnudez
posamos nuestros labios en los surcos
que desgarraban el suelo
y descubrimos en él la savia
expulsada por tus senos.
Nos extasiamos.
Reflejamos nuestra imagen en
tu espejo con la esperanza
de avistar en él tu esencia,
pero sólo hallamos la muda seca
de una robusta serpiente
y la posibilidad abierta
de transitar por una nueva senda.
Nos adentramos.
Nos adentramos e iniciamos
la travesía de la salvación.
Ahora, acechantes, observamos
quiénes son aquellos que
desde el otro lado
nos deshonran
o nos niegan.
En los continuos ataques nos afirmamos y, cuando las fuerzas escasean, volvemos la vista hacia el envés del espejo, donde siempre encontramos el impulso de tu mirada. Somos las indómitas hijas engendradas por tus palabras que usan el agua del río y las piedras para limpiar todos los úteros mancillados.
Tamara Andrés
ANALEPSIA
Me he sentado al borde de la cama, frente al espejo.
Bostezo, me siento restablecida y vuelvo hacia atrás.
El reflejo se sorprende al verme, nos sorprendemos los dos,
seguro que piensa: «había estado viva, ahora está muerta».
Estoy llena de sentimientos, en mi mente he corrido millas en círculos.
Estoy pegada al borde de la cama, frente al molde de mí misma
del que me he desdoblado después, en el arrecife y el arroyo.
La luz atraviesa las membranas de tela, me hace creer que es de día
Y que soy capaz de cosas inmensas dentro mi habitación.
No pienso, estoy plantada al borde de mi cama;
me pregunto si podré saltar hacia atrás, al recuerdo y al color.
Soy el ama y dueña de la casa de mi propio ser,
balanceo mis pies en el cerco de la imaginación.
Estoy dispuesta a deconstruir la historia y las sinuosidades
del universo en la convalecencia final y estrepitosa.
Despierto del sueño, por un momento no he sentido miedo;
bajo el vestido ondula mi corazón, tiemblo, al borde de la cama.
Y no, no lo dicen todo las palabras: son sólo estruendo, explosión
que agita momentáneamente la angustia cotidiana.
Afuera escucho el silencio, siento que algo me abandona
para ir al encuentro de mí misma.
Observo el perchero y agarro mi abrigo, escribo una nota.
Recojo unas piedras, camino y finjo haber desaparecido
sumergida en la agitación final de la enfermedad.
Entre el agua escucho mi mente fragmentada y en la corriente
me convierto nuevamente en embrión sensible, magnético…
Diego Mercado Villarroel
ABANDONO
Dejarse mecer
por la brisa de la ola y, dar suaves vueltas de campana
una tras otra. Aterrizar,
dulcemente y
a cuatro ruedas, en
una
nube
negra.
Blanca Victoria de Lecea
«La vida no es una serie de farolas ordenadas simétricamente: la vida
es un halo luminoso, una envoltura semitransparente que nos rodea
desde el inicio de nuestra conciencia hasta su final».
Virginia Woolf
COLABORADORES
Tamara Andrés
Tamara Boiso
Luis Vicente Carretón
Mujer Ciervo
Angie Couple
David Durán
Paola G Sepúlveda
Blanca Victoria de Lecea
Lola Marín
Añeta Martin
Diego Mercado Villarroel
Gabriel Noguera
Pigeon P.
Francisca Pageo
María Schmetterling
Rebeca Tizón Rey
DIRECCIÓN
Sonia Marpez
Gabriel Noguera
DISEÑO
Sonia Marpez
Obituario N.36 – Virginia Woolf
Publicado el 28 de marzo de 2016
obituariomag.blogspot.com