Obras Completas de Freud

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Sigmund Freud Obras Completas Traducción de Luis López Ballesteros

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Conjunto de los obras del desarrollo teorico psicoanalitico de freud.

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  • Sigmund Freud

    Obras Completas

    Traduccin de Luis Lpez Ballesteros

  • I CARTA SOBRE EL BACHILLERATO 1873 [1941] Por la noche. Viena, 16 de junio de 1873. QUERIDO amigo: Si no temiese escribir la majadera ms abyecta de nuestro siglo majadero, con toda razn podra exclamar: El bachillerato ha muerto; viva el bachillerato! Pero este chiste me gusta tan poco que preferira haber pasado ya tambin por el segundo bachillerato. Despus del examen escrito, desperdici toda una semana preso de secretos remordimientos y de angustias, y slo desde ayer estoy en camino de recuperar el tiempo perdido y de rellenar mil y una lagunas harto antiguas. Usted, por supuesto, nunca quiso escucharme cuando yo me acusaba de pereza, pero creo que hay algo de cierto en ello y, a fin de cuentas, soy yo quien mejor debe saberlo. Su curiosidad por tener noticias de mis exmenes habr de darse por satisfecha con unas pocas sobras fras, pues llega demasiado tarde, concluida ya la comida y levantada la mesa. Desgraciadamente, ya no puedo ofrecerle una pattica descripcin de todas las esperanzas y vacilaciones, del desconcierto y del jbilo, de las luces que repentinamente se le encienden a uno y de los inexplicables golpes de la suerte que se comentan entre colegas: para todo eso, el examen escrito ha perdido ya demasiado del inters que tena para m. Quisiera escatimarle los resultados: se entiende que tuve ya suerte, ya desgracia; en ocasiones tan importantes, la benvola providencia y el maligno azar siempre meten baza. Ocasiones como stas no se ajustan al comn suceder de las cosas. En suma, ya que no quiero, despus de todo, dejarlo pendiente de algo tan trivial, le dir que en las cinco pruebas obtuve las calificaciones de sobresaliente, bueno, bueno, bueno, suficiente. En cuanto a fastidioso, bien que lo fue. En latn nos dieron un pasaje de Virgilio que casualmente haba ledo, cierto tiempo atrs, por mi cuenta; eso me indujo a hacer el trabajo precipitadamente, en la mitad del tiempo prescrito; malogrndome de tal modo el distinguido. As; otro sac esta nota, y mi trabajo fue el segundo, con bueno. La traduccin del alemn al latn pareca muy fcil, pero en esa facilidad resida su dificultad: empleamos slo la tercera parte del tiempo para hacerla, con la consecuencia de que fue un vergonzoso fracaso, o sea suficiente. Otros dos examinandos alcanzaron slo a bueno. La prueba de griego para la que dieron un pasaje de 33 versos del Edipo rey, sali algo mejor: bueno; el nico bueno que hubo. Tambin este pasaje lo haba ledo por mi cuenta, sin ocultar tal circunstancia. El

  • examen de matemticas, que habamos enfrentado temblando de pnico, fue un xito completo: anot bueno porque todava no conozco la calificacin definitiva. Por fin, asignaron un sobresaliente a mi prueba de alemn. Tratbase de un tema eminentemente moral -Sobre las consideraciones en la eleccin de una profesin-, y yo escrib ms o menos lo mismo que dos semanas antes le haba escrito a usted, sin que por ello me asignara un sobresaliente. Mi profesor me dijo, al mismo tiempo -y es la primera persona que ha osado decirme tal cosa-, que yo tendra eso que Herder tan elegantemente ha llamado un estilo iditico; es decir, un estilo que es al mismo tiempo correcto y caracterstico. Qued maravillado como corresponde por ese hecho increble, y me apresuro a difundir a los cuatro vientos un suceso tan feliz, el primero que me ocurre en su especie. Se lo comunico a usted, por ejemplo, que seguramente no se sospechaba que ha estado cartendose con un estilista de la lengua alemana. Ahora, empero, se lo aconsejo como amigo -no como parte interesada-: consrvelas, telas, gurdelas bien, que nunca se sabe! He aqu, mi querido amigo, las pruebas escritas de mi bachillerato. Deseme usted metas ms vastas, y xitos ms puros, y rivales ms fuertes, y afanes ms serios: cunto podra deserseme, sin que el resultado mejorara ni en un pice! Si el bachillerato fue fcil o difcil: no atino a decirlo en trminos generales; admita usted que fue cmodo. Estuve ya dos veces en la exposicin. Hermoso; pero no me subyuga ni me maravilla. Mucho de lo que a otros debe gustarles, ante mis ojos no sale bien parado, pues no soy ni esto ni lo otro, ni soy, en realidad, nada muy a fondo. As, slo me cautivaron los objetos de arte y los efectos generales. No pude encontrar all una vasta imagen coherente de la humana actividad, como esas lminas pretenden representarla, tal como en un herbario tampoco alcanzara a distinguir los rasgos de un paisaje. En suma, nada ms que una exhibicin de ese mundo espiritual, incauto e irreflexivo, que por otra parte tambin es el que acude a verla. Despus de mi martirierato (as deformamos entre nosotros el bachillerato) pienso ir all da tras da. Es divertido y distrae. Adems, puede uno estarse all tan maravillosamente solo, en medio del gento! Naturalmente, le escribo todo esto con pura intencin aviesa, para recordarle cun problemtico es que usted llegue a ver estas maravillas y cun dolorosa le resultar la partida, si llega a venir pronto, pues puedo identificarme perfectamente con su estado de nimo. Dejar la hermosa comarca natal, los seres queridos, los bellos alrededores, esas ruinas en la ms prxima cercana: me detengo; si no, me pondra tan triste como usted. Es usted quien mejor ha de saber lo que dejar tras s! Apuesto a que no pondra ningn reparo si a su futuro jefe se le ocurriera arrancarle dentro de un mes a las felicidades de su tierra. Ay Emil!: por qu ser usted un judo tan prosaico? En situaciones semejantes a la suya, ms de un joven artesano de fervor cristiano-germnico se echara a componer las ms hermosas de las canciones.

  • En cuanto a mis preocupaciones por el futuro, las toma usted demasiado a la ligera. Con slo temer a la mediocridad, ya se est a salvo: he aqu el consuelo que usted me ofrece. Mas yo le pregunto: A salvo de qu? No se estar a salvo en la certeza de no ser un mediocre? Qu importa lo que uno teme o deja de temer? Acaso lo ms importante no es que las cosas sean efectivamente como tememos que sean? Es evidente que tambin espritus mucho ms fuertes se han sentido presos de dudas acerca de s mismos; pero ser por eso un espritu fuerte todo aquel que ponga en duda sus propios mritos? Bien podra ser un pobre de espritu, aunque al mismo tiempo fuese, por educacin, por costumbre o quiz por el mero afn de atormentarse, un hombre sincero. No pretendo pedirle que desmenuce implacablemente sus sentimientos cada vez que se encuentre en alguna situacin dudosa; pero si llegara a hacerlo, vera cun poca certeza encuentra en usted mismo. Lo maravilloso del mundo reposa precisamente en esta multiplicidad de las posibilidades: lstima que sea un terreno tan poco slido para conocernos a nosotros mismos. Si usted no alcanza a comprenderme -pues estoy reflexionando con una filosofa un tanto somnolienta-, no haga caso alguno de mis pensamientos. Desgraciadamente, no pude escribirle de da; dentro de veintitrs das llegar por fin ese da, el ms largo de los das, ese da en el cual, etctera. Dado que en este breve tiempo debo meterme dentro la sabidura a paladas, no me queda la menor esperanza de poder escribir cartas inteligibles. Me consuelo pensando que, a fin de cuentas, no se las escribo a un entendimiento comn, y me despido de usted con toda clase de esperanzas. Suyo, Sigmund Freud.

  • II PRLOGO Y NOTAS AL LIBRO DE BERNHEIM De la Suggestion et de ses applications la thrapeutique (1888-1889) EL presente libro ya ha sido calurosamente recomendado por el profesor Forel, de Zurich, y cabe esperar que sus lectores sepan hallar en l todas las virtudes que indujeron al traductor a presentarlo en lengua alemana. Comprobarn, en efecto, que la obra del doctor Bernheim, de Nancy, ofrece una admirable introduccin al estudio del hipnotismo, un tema que ya no puede ser soslayado por el mdico; que en muchos sentidos es estimulante y hasta reveladora; que es perfectamente apta para destruir la creencia de que el hipnotismo sigue rodeado de una aureola de absurdidad, como Meynert lo sostiene. El xito de Bernheim y de sus colegas de Nancy que siguen la misma orientacin consiste precisamente en haber librado de su carcter extrao a las manifestaciones del hipnotismo, vinculndolas con los fenmenos ya familiares de la vida psquica normal y del dormir. Segn mi opinin; el principal valor de este libro radica en las pruebas que ofrece sobre las relaciones entre los fenmenos hipnticos y los procesos habituales de la vigilia y del sueo, revelando al mismo tiempo las leyes psicolgicas que rigen en ambos sectores. De tal manera, el problema de la hipnosis es trasladado ntegramente a la esfera de la psicologa, y la sugestin queda establecida como ncleo del hipnotismo y como clave para su comprensin. Adems, en los ltimos captulos se resea la importancia de la sugestin en sectores ajenos al de la hipnosis. En la segunda parte de este libro se demuestra que el uso de la sugestin hipntica dota al mdico con un poderoso mtodo teraputico, que parece ser, en efecto, el ms adecuado para combatir ciertos trastornos nerviosos y el ms adaptado a su mecanismo. Con ello, el presente volumen adquiere una extraordinaria importancia prctica. Su insistencia en el hecho de que tanto la hipnosis como la sugestin hipntica pueden ser aplicadas, no slo en casos de histeria y en los neurpatas graves, sino tambin en la mayora de las personas sanas, est destinada a extender el inters del mdico por este mtodo teraputico mucho ms all del restringido crculo de los neuropatlogos. El tema del hipnotismo ha tenido la recepcin ms desfavorable que se pueda imaginar entre las luminarias de la profesin mdica alemana, salvo escasas excepciones, como Krafft-Ebing y Forel, entre otros. No obstante, es lcito aventurarse a expresar que el anhelo de que los mdicos alemanes dediquen su atencin a este

  • problema y a esta tcnica teraputica, recordando que en el campo de las ciencias naturales slo la experiencia, y nunca la autoridad sin experiencia, puede pronunciar el veredicto final, sea ste en favor o en contra. As, las objeciones que hasta ahora se han hecho or en Alemania contra el estudio y la aplicacin de la hipnosis, slo son atendibles en virtud del renombre de sus autores, de modo que al profesor Forel le ha resultado fcil refutar en su breve trabajo una multitud de tales objeciones. Hace unos diez aos, la opinin dominante en Alemania todava era de duda en cuanto a la realidad de los fenmenos hipnticos, explicando los hechos respectivos por una combinacin de credulidad por parte del observador, con simulacin por parte de los sujetos sometidos a las experiencias. Tal posicin ya no es defendible actualmente, gracias a los trabajos de Heidenhain y Charcot, para nombrar slo a los ms famosos entre quienes profesan su creencia en la realidad del hipnotismo. Aun los ms violentos de sus opositores se han percatado de ello, y en consecuencia suelen incluir en sus publicaciones intentos de explicar la hipnosis, reconociendo as, de hecho, la existencia de los respectivos fenmenos, a pesar de que traducen todava su evidente propensin a negar la realidad de aqulla. Otro punto de vista hostil a la hipnosis la condena como peligrosa para la salud mental del sujeto, endilgndole el epteto de una psicosis experimentalmente provocada. La demostracin de que la hipnosis puede llevar a consecuencias nocivas en casos aislados no contradice, empero, su utilidad general, como, por ejemplo, la ocurrencia de casos aislados de muerte en la narcosis por cloroformo no excluye su aplicacin en la anestesia quirrgica en general. Es muy notable, sin embargo, que esta analoga no sea susceptible de extensin, pues el mayor nmero de accidentes en la narcosis por cloroformo afecta a aquellos cirujanos que realizan el mayor nmero de operaciones mientras que la mayora de los informes sobre las consecuencias nocivas de la hipnosis proceden de aquellos observadores que menos prctica han tenido con ella, mientras que todos los investigadores que disponen de una larga experiencia son unnimes en cuanto a la innocuidad de este procedimiento. Por tanto, para evitar los efectos deletreos de la hipnosis probablemente slo sea preciso aplicarla en forma cautelosa, con suficiente aplomo y seguridad, y en casos adecuadamente seleccionados. Cabe agregar que nada se gana con llamar a las sugestiones ideas compulsivas, y a la hipnosis, una psicosis experimental. Es ms probable que las ideas compulsivas puedan ser aclaradas por su comparacin con las sugestiones que recprocamente, y quien se asuste ante el epteto de psicosis bien puede preguntarse si nuestro natural fenmeno del dormir no posee por lo menos los mismos ttulos para tal calificacin, si es que algo se gana siquiera con la aplicacin de trminos tcnicos fuera de su propia esfera. No; de este sector no le amenaza a la causa del hipnotismo peligro alguno, y en cuanto un nmero suficiente de mdicos estn en condiciones de comunicar

  • observaciones tales como las contenidas en la segunda parte de este libro de Bernheim, podr darse por establecido el hecho de que la hipnosis es una condicin innocua, y su induccin, un procedimiento digno de todo mdico. EN este libro se plantea tambin otra cuestin que actualmente divide a los partidarios del hipnotismo en dos campos opuestos. Los unos, cuyas opiniones son propugnadas aqu por el doctor Bernheim, sostienen que todos los fenmenos del hipnotismo reconocen el mismo origen; es decir, que proceden de una sugestin, de una representacin consciente infundida en el cerebro de la persona hipnotizada por una influencia exterior y aceptada por aqulla como si hubiese surgido espontneamente. De acuerdo con esta concepcin, todas las manifestaciones hipnticas seran, pues, fenmenos psquicos, efectos de la sugestin. El otro partido, por el contrario, insiste en que por lo menos una parte de las manifestaciones hipnticas se fundan en alteraciones fisiolgicas; es decir, en desplazamientos de la excitabilidad en el sistema nervioso, sin participacin alguna de aquellos sectores del encfalo cuya actividad entraa la consciencia, de modo que prefieren hablar de fenmenos fsicos o fisiolgicos de la hipnosis. El tema principal de esta controversia es el grande hypnotisme, o sea el conjunto de fenmenos descrito por Charcot en sujetos histricos hipnotizados. A diferencia de las personas normales hipnotizadas, dichos casos histricos exhibiran tres niveles de hipnosis, cada uno de los cuales se distingue por determinados signos fsicos muy particulares, como la enorme hiperexcitabilidad neuromuscular, las contracturas sonamblicas, etc. Se comprender fcilmente cunta importancia tiene la citada controversia conceptual para este conjunto de hechos. Si los partidarios de la teora de la sugestin estn en lo cierto, todas las observaciones efectuadas en la Salptrire son invlidas y aun se convierten en errores de observacin. La hipnosis de las histricas no tendra entonces ninguna caracterstica propia, y cualquier mdico podra producir a su gusto una sintomatologa cualquiera en sus pacientes hipnotizados. El estudio del grande hypnotisme no nos enseara qu alteraciones de la excitabilidad se suceden en el sistema nervioso de los casos histricos como consecuencia de determinados estmulos aplicados; slo averiguaramos qu intenciones sugiri Charcot a sus sujetos de experiencia, en una forma inconsciente para l mismo, y esto sera absolutamente indiferente para nuestra comprensin de la hipnosis tanto como de la histeria. Es fcil advertir adnde conducen las implicaciones de esta concepcin y cun conveniente explicacin nos ofrece para la sintomatologa de la histeria en general. Si la sugestin por el mdico falsea los fenmenos de la hipnosis histrica, es muy posible que tambin interfiera en la observacin de la restante sintomatologa histrica; es decir,

  • que establezca para los ataques, las parlisis, las contracturas histricas, etc., ciertas leyes cuyo nico y exclusivo vnculo con la neurosis radica en dicha sugestin y que, por tanto, carecern de todo valor en cuanto otro mdico observe casos histricos en otro lugar. Esta conclusin debe ser deducida con todo rigor y en efecto, ya ha sido sustentada. Hckel ha expresado su conviccin de que el primer Transfer (transferencia de la sensibilidad de una parte del cuerpo a la parte homloga del lado opuesto) manifestado por una histrica le haba sido sugerido en cierta ocasin histrica, y que desde entonces los mdicos han seguido reproduciendo constantemente, por medio de la sugestin, este sntoma pretendidamente fisiolgico. Estoy convencido de que esta concepcin ser muy bien venida para todos aquellos que tienden a negar que los fenmenos histricos estn gobernados por leyes, opinin que an hoy predomina en Alemania. He aqu un flagrante ejemplo de cmo el descuido del factor psquico de la sugestin indujo a un gran observador al error de crear un tipo clnico falso y artificial, gracias al carcter caprichoso y fcilmente maleable de una neurosis. Sin embargo, no es difcil demostrar en detalle la objetividad de la sintomatologa histrica. Las crticas de Bernheim bien pueden estar plenamente justificadas frente a investigaciones como las de Binet y Fr; en todo caso, harn sentir su importancia por el hecho de que en toda investigacin futura de la histeria y del hipnotismo se tendr ms en cuenta la necesidad de excluir el factor de la sugestin. Los elementos principales de la sintomatologa histrica, empero, se hallan a salvo de toda sospecha de haber sido originados por la sugestin del mdico. En efecto, informes procedentes de tiempos pasados y de pases remotos, que Charcot y sus discpulos han recopilado; ya no dejan lugar a duda de que las particularidades de los ataques histricos, de las zonas histergenas, de las anestesias, las parlisis y las contracturas, se han manifestado en todas partes y en todas las pocas tal como se presentaron en la Salptrire, cuando Charcot realiz all sus memorables investigaciones sobre esa magna neurosis. Precisamente el transfert, que parece prestarse tan fcilmente para demostrar el origen sugestivo de los sntomas histricos, es sin lugar a dudas un proceso genuino. Es dable observarlo en casos de histeria que no han sido influidos en modo alguno, pues a menudo se observan pacientes cuya hemianestesia, tpica en todo sentido, deja indemne un rgano o una extremidad que en el lado insensible del cuerpo conserva su sensibilidad, mientras que la zona correspondiente del lado indemne se ha tornado anesttica. Adems, el transfert es un fenmeno fisiolgicamente explicable, pues, como lo han demostrado las investigaciones realizadas en Alemania y en Francia, constituye meramente la exageracin de una relacin que existe normalmente entre las partes simtricas del cuerpo, o sea que en forma rudimentaria puede ser producido tambin en personas normales. Otros muchos trastornos histricos de la sensibilidad arraigan asimismo en relaciones fisiolgicas normales, como tan elegantemente lo han

  • demostrado las investigaciones de Urbantschitsch. No es sta la oportunidad adecuada para justificar detalladamente toda la sintomatologa de la histeria, pero podemos dar por establecido que en lo esencial es de ndole real y objetiva y que no es falseada por la sugestin emanada del observador. Esto no implica negar en modo alguno que el mecanismo de las manifestaciones histricas sea psquico, pero dicho mecanismo no es el de la sugestin por parte del mdico. Con la demostracin de que en la histeria intervienen fenmenos fisiolgicos objetivos, ya no es necesario renunciar a la posibilidad de que el gran hipnotismo histrico presente manifestaciones que no obedecen a la sugestin por parte del observador. La demostracin de su ocurrencia real ha de quedar librada a una futura investigacin especialmente destinada a este fin. Por consiguiente, la escuela de la Salptrire deber probar que las tres fases de la hipnosis histrica pueden ser inequvocamente demostradas, aun en un sujeto recin ingresado y manteniendo el investigador la mayor escrupulosidad en su conducta frente al mismo. No cabe duda de que tal demostracin ser accesible a corto plazo, pues ya ahora la descripcin del grande hypnotisme contiene sntomas decididamente reacios a una concepcin psicolgica. Me refiero al aumento de la excitabilidad neuromuscular durante la fase letrgica. Quien haya tenido oportunidad de observar cmo durante la letargia una suave presin sobre un msculo -aunque slo se trate de un msculo facial o de uno de los tres msculos externos del pabelln auricular, que nunca son contrados en vida- precipita en contraccin tnica todo el fascculo afectado por la compresin, o cmo la presin sobre un nervio superficial revela su distribucin terminal: todo el que haya visto esto se ver forzado a admitir que dicho efecto debe ser atribuido a razones fisiolgicas o a un entrenamiento deliberado, y no vacilar en excluir como causa posible toda sugestin no intencionada. La sugestin, en efecto, no puede producir nada que no se halle ya entre los contenidos de la consciencia o que no haya sido introducido en ella. Nuestra consciencia, empero, slo conoce el resultado final de un movimiento, y nada sabe de la accin o la disposicin de cada msculo interviniente, ni de la distribucin anatmica de los nervios relacionados son aqullos. En un trabajo que ha de aparecer en breve demostrar que la caracterizacin de las parlisis histricas depende de este hecho y que se es el motivo por el cual la histeria no presenta parlisis de msculos aislados, ni parlisis perifricas, ni parlisis faciales centrales. El doctor Bernheim no deba haber dejado de producir el fenmeno de la hyperexcitabilit neuromusculaire, omisin que constituye una sensible brecha de su argumentacin en contra de las tres fases. Existen, pues, fenmenos fisiolgicos, por lo menos en el gran hipnotismo histrico; pero en el pequeo hipnotismo normal, que, como Bernheim insiste con razn, es ms importante para nuestra comprensin del problema, todas las manifestaciones obedeceran a la sugestin, se produciran por medios psquicos. Aun el mismo sueo

  • hipntico sera una consecuencia de la sugestin, apareciendo merced a la sugestibilidad normal del ser humano, cuando Bernheim suscita la expectacin del dormir. En otras ocasiones, sin embargo, el mecanismo del sueo hipntico parecera ser distinto. Todo el que haya hipnotizado asiduamente se habr encontrado con sujetos que slo difcilmente pueden ser dormidos por medio de la palabra, mientras que responden con facilidad si se les hace fijar la vista durante cierto tiempo. Ms an: quin no ha tenido la experiencia del paciente que cae en sueo hipntico sin que se lo quiera hipnotizar y sin que poseyera evidentemente, la menor concepcin previa de la hipnosis? As, una enferma toma asiento para someterse a un examen oftalmolgico o a una laringoscopia, no teniendo el mdico ni la paciente la menor expectacin del sueo hipntico; no obstante, apenas cae sobre sus ojos el reflejo de la lmpara, aqulla se duerme y, quiz por vez primera en su vida, se encuentra hipnotizada. Es evidente que en tal caso cabe excluir la intervencin de todo nexo psquico consciente. Nuestro sueo natural, que Bernheim ha comparado tan acertadamente con la hipnosis, muestra anlogas reacciones. Por lo general, nos provocamos el sueo por medio de la sugestin, mediante una preparacin y expectacin psquica del mismo pero en ocasiones nos domina sin el menor esfuerzo por nuestra parte, como consecuencia del estado fisiolgico de la fatiga. Cuando se mece a un nio para dormirlo o se hipnotiza a un animal mantenindolo inmovilizado, tampoco sera lcito invocar una causacin mental. Llegamos as al punto de vista que Preyer y Binswanger han adoptado en la Realenzyklopdie de Eulenburg: hay en el hipnotismo fenmenos psquicos tanto como fisiolgicos, y la hipnosis misma puede ser provocada de una o de otra manera. Hasta en la propia descripcin que Bernheim ha dado de su hipnosis es inconfundible la intervencin de un factor objetivo independiente de la sugestin. Si no fuera as, la hipnosis sera distinta, de acuerdo con la individualidad de cada experimentador, como lgicamente lo ha sealado Jendrssik; sera imposible comprender por qu el aumento de la sugestibilidad sigue siempre una secuencia regular, por qu la musculatura nicamente puede ser influida en el sentido de la catalepsia, y as sucesivamente. Debemos dar la razn a Bernheim, empero, en cuanto a que la divisin de los fenmenos hipnticos en fisiolgicos y psquicos despierta en nosotros una impresin harto insatisfactoria y exige urgentemente un lazo de conexin entre ambas series. La hipnosis, sea producida de una o de otra manera, es siempre una y la misma y presenta idnticas manifestaciones. La sintomatologa de la histeria insina en mltiples sentidos un mecanismo psicolgico, aunque no es preciso que ste sea el de la sugestin. Finalmente, el problema de la sugestin es mucho menos dificultoso que el de las correlaciones fisiolgicas, ya que su modo de accin es indudable y relativamente claro, mientras que nada sabemos acerca de las influencias mutuas de la excitabilidad nerviosa a las cuales deben reducirse los fenmenos fisiolgicos. En las siguientes

  • consideraciones espero poder exponer someramente el tan buscado nexo entre los fenmenos psquicos y los fisiolgicos del hipnotismo. En mi opinin, el empleo inconstante y ambiguo del trmino sugestin confiere a dicha anttesis una agudeza que no posee en realidad. Merece la pena analizar qu puede considerarse, legtimamente, como sugestin. Es evidente que dicho trmino entraa alguna especie de influjo psquico, y me inclino a opinar que la sugestin se distingue de las dems formas de influencia psquica, como la orden, la comunicacin o la instruccin, entre otras, porque en su caso se despierta en un cerebro ajeno una representacin que no es examinada en cuanto a su origen, sino que es aceptada como si hubiese surgido espontneamente en dicho cerebro. Un ejemplo clsico de tal sugestin lo tendramos cuando el mdico dice a un sujeto hipnotizado: Su brazo debe quedar en la posicin en que yo lo coloco, apareciendo a continuacin el fenmeno de la catalepsia; o bien cuando el mdico vuelve a levantar el brazo del sujeto cada vez que ste lo deja caer, hasta que aqul adivina que quiere verle levantado. En otras ocasiones, empero, hablamos de sugestin cuando el mecanismo de origen es evidentemente distinto. As, por ejemplo, en muchos sujetos hipnotizados aparece la catalepsia sin la menor orden previa: el brazo levantado permanece as espontneamente, o el sujeto hipnotizado conserva la posicin en la cual fue dormido, a menos que se intervenga en sentido contrario. Bernheim tambin llama sugestin a este fenmeno, declarando que la posicin se sugerira a s misma su propio mantenimiento; pero en este caso la parte desempeada por el estmulo exterior es evidentemente menor, y la del estado fisiolgico del sujeto mismo, que coarta todo impulso al cambio de posicin, indudablemente mayor que en los casos anteriores. La diferencia entre una sugestin directa (psquica) y una indirecta (fisiolgica) quiz se advierta ms claramente en el siguiente ejemplo. Si le digo a un sujeto hipnotizado: Su brazo derecho est paralizado; no puede moverlo, estoy impartiendo una sugestin psquica directa. En lugar de ello, Charcot aplica un leve golpe sobre el brazo del hipnotizado [y el sujeto queda incapacitado para moverlo] o le dice: Mire esa cara tan horrible; golpela!, y el sujeto la golpea, dejando caer luego el brazo, paralizado. (Leons du Mardi a la Saltrire, tomo I, 188-1888.) En estos dos casos, el estmulo exterior ha comenzado por producir en el brazo una sensacin de agotamiento doloroso, la cual sugiere a su vez la parlisis, espontnea e independientemente de toda intervencin del mdico, si es que en estas condiciones puede hablarse an de sugestin. En otras palabras, no se trata, en estos casos, de sugestin, sino ms bien de una estimulacin a autosugestiones, las cuales, como fcilmente se advierte, entraan un factor objetivo, independiente de la voluntad del mdico, y revelan una conexin entre diversos estados de inervacin o de excitacin en el sistema nervioso. Es a causa de tales autosugestiones que se originan las parlisis histricas espontneas, y la tendencia a las mismas es mucho ms caracterstica de la

  • histeria que la sugestibilidad por el mdico, con la cual aqulla no parece guardar paralelo alguno. No es necesario destacar que tambin Bernheim recurre con la mayor asiduidad a tales sugestiones indirectas; es decir, a estimulaciones de la autosugestin. Su mtodo para inducir el sueo, tal como lo describe en las primeras pginas de este libro, es esencialmente un mtodo mixto; es decir, la sugestin abre de golpe las puertas que para la autosugestin se abriran lentamente por s mismas. Las sugestiones indirectas, en las cuales una serie de eslabones intermedios surgidos de la propia actividad del sujeto se insertan entre el estmulo exterior y el resultado, siguen siendo, a pesar de todo, procesos psquicos, pero ya no se hallan expuestas a la plena luz de la consciencia, que ilumina, en cambio, las sugestiones directas. En efecto, estamos mucho ms acostumbrados a concentrar nuestra atencin en las percepciones exteriores que en los procesos internos. Por tanto, las sugestiones o autosugestiones indirectas pueden ser calificadas como fenmenos fisiolgicos no menos que psquicos, y el trmino sugestin adquiere el mismo significado que la provocacin recproca de estados psquicos, de acuerdo con las leyes de la asociacin. La oclusin de los ojos lleva al sueo porque est vinculada a la representacin del sueo, como una de sus ms constantes manifestaciones acompaantes: una de las partes de los fenmenos del sueo sugiere los dems fenmenos que integran la manifestacin total del sueo. Este proceso de vinculacin radica en la disposicin misma del sistema nervioso, y no en el arbitrio del mdico; no puede ocurrir, a menos que se funde en alteraciones de la excitabilidad de las partes respectivas del cerebro, en la inervacin de los centros vasomotores, etc., y presenta as una faz psicolgica a la vez que una fisiolgica. Como es el caso con cualquier otra conexin entre estados del sistema nervioso, tambin sta puede desarrollarse en ambas direcciones. La representacin de dormir puede llevar a sensaciones de fatiga en los ojos y en los msculos, y a un estado correspondiente de los centros vasomotores; en otras ocasiones, el estado de la musculatura o un estmulo que acte sobre los nervios vasomotores pueden, de por s, despertar al durmiente, y as sucesivamente. Slo cabe decir que sera tan unilateral considerar nicamente la faz psicolgica del proceso como atribuir a la inervacin vascular toda la responsabilidad de los fenmenos de la hipnosis. Cmo afecta todo esto la anttesis entre los fenmenos psquicos y los fisiolgicos de la hipnosis? Aqulla poda ser significativa mientras se concibiese la sugestin como una influencia psquica directa ejercida por el mdico, que a su gusto poda imponer cualquier sintomatologa al sujeto hipnotizado; pero dicha anttesis pierde su significado en cuanto se reconoce que aun la sugestin slo puede desencadenar series de manifestaciones que estn basadas en las particularidades funcionales del sistema nervioso del sujeto, y que en la hipnosis se hacen sentir tambin otras

  • caractersticas del sistema nervioso, adems de la sugestibilidad. An cabra preguntar si todos los fenmenos de la hipnosis deben pasar en algn punto a travs de la esfera psquica, o sea si los cambios de excitabilidad que ocurren en la hipnosis siempre afectan nicamente la corteza cerebral, pues ste es el nico sentido que dicha pregunta admite. Al verterla as en otros trminos parecera que ya hubisemos decidido su respuesta. En efecto, no hay justificacin alguna para establecer tal contraste entre la corteza cerebral y el resto del sistema nervioso: es improbable que una modificacin funcional tan profunda de la corteza cerebral no sea acompaada por importantes alteraciones de la excitabilidad en las dems partes del encfalo. No poseemos ningn criterio que nos permita discernir exactamente un proceso psquico de otro fisiolgico, un acto que ocurre en la corteza cerebral de otro que tiene lugar en los centros subcorticales, pues la consciencia, sea sta lo que fuere, no forma parte de todas las actividades de la corteza cerebral ni corresponde a cualquiera de ellas siempre en igual medida; no es una cosa vinculada a ninguna localizacin particular en el sistema nervioso. Creo, por consiguiente, que la cuestin de si la hipnosis exhibe fenmenos psquicos o fenmenos fisiolgicos debe ser rechazada en estos trminos generales, subordinando la decisin a una investigacin particular para cada fenmeno individual. En este sentido me considero con derecho a afirmar que la obra de Bernheim, aunque, por un lado, trasciende el campo de la hipnosis, deja, por el otro, una parte del tema fuera de consideracin. Cabe esperar, sin embargo, que tambin los lectores alemanes de la obra de Bernheim tengan ahora la oportunidad de reconocer cun instructiva y valiosa es la contribucin de dicho autor al describir el hipnotismo desde el punto de vista de la sugestin. Viena, agosto de 1888. NOTAS DEL TRADUCTOR En el captulo II de la obra citada (pg. 34 de la traduccin alemana), Bernheim describe la hipnosis de un sujeto de temperamento nervioso, sealando dos prrafos ms adelante que se trata de un hombre inteligente, que no es histrico ni nervioso en absoluto. Freud agrega la siguiente nota: Me veo obligado a sealar esta contradiccin del autor, que acaba de calificar al mismo enfermo de naturellement nerveux. En el captulo IV (Manifestaciones orgnicas de la hipnosis), al referir el autor las observaciones de estigmas por extravasacin sangunea efectuadas en sujetos

  • sugestionados por Mabille, citando el caso famoso de la estigmatizada Louise Lateau, agrega Freud (pg. 72): Vanse las experiencias similares realizadas por Jendrssik (Neurol. Centralblatt, nm. 11, 1888) y por Krafft-Ebing. En el captulo VIII (Teora del autor para explicar los fenmenos de la sugestin), Bernheim establece que las manifestaciones hipnticas obedecen exclusivamente a la sugestin, es decir, a la influencia ejercida por una idea sugerida y aceptada por el cerebro. Pero lo ms notable en el sujeto hipnotizado es su automatismo Este parece ser, a primera vista, un estado no natural y antifisiolgico Para restablecer la conexin entre los fenmenos hipnticos y los de la vida normal destaca la intervencin de mltiples mecanismos automticos en la conducta vigil, atribuyndolos a la abolicin parcial del control cerebral y a la liberacin de los mecanismos medulares. Freud discrepa de tal interpretacin en la siguiente nota (pg. 116): Me parece injustificado e innecesario admitir que un acto de ejecucin cambie de localizacin en el sistema nervioso, si ha comenzado con consciencia, para continuar luego inconscientemente. Es mucho ms probable que la zona respectiva del cerebro pueda operar con una magnitud variable de atencin (o de consciencia). Bernheim contina su argumentacin (pg.117) invocando el desarrollo del encfalo, en particular su mielinizacin progresiva en el recin nacido, y concluyendo que el cerebro no mielinizado sera inerte, sin citar en tal texto a Flechsig. Freud agrega: Este pasaje contiene algunas afirmaciones que ya no concuerdan con nuestros actuales conocimientos, sin que tal rectificacin afecte la demostracin perseguida por el autor. As, numerosas experiencias, las ltimas de las cuales han sido efectuadas por Exner y por Paneth, demuestran que la corteza cerebral tambin es excitable en el animal recin nacido. Adems, quien se inclinara a suponer que la corteza del recin nacido contient peine quelques tubes nerveux bauchs, menospreciara en grado sumo la estructura real de dicho rgano. Finalmente, es mucho ms justo atribuir a Flechsig [que a Parrot] el mrito de haber sealado la inmadurez del cerebro infantil y su paulatino desarrollo.

  • Dos notas de las pgs. 122 y 162 son simplemente aclaratorias de locuciones francesas intraducibles. En la pg. 198 Bernheim cita bibliografa alemana y Freud seala que no la ha verificado. En la pg. 244 agrega al ttulo Afecciones histricas la observacin de que el traductor no ha querido modificar la clasificacin a que el autor somete sus casos, aunque la considera decididamente objetable. Finalmente, al ttulo de la pg. 295: Neuropatas diversas, agrega: principalmente neurastnicas. EPLOGO DEL TRADUCTOR La publicacin de esta segunda parte se ha retrasado algunos meses con respecto a la fecha anunciada, debido a circunstancias personales del traductor. Con toda probabilidad, ni aun as habra llegado a concluir mi labor si el doctor Otto von Springer no hubiese tenido la inapreciable gentileza de encargarse de la traduccin de todas las historias clnicas que integran esta segunda parte, por lo cual le expreso mi ms caluroso agradecimiento. Viena, enero de 1889.

  • III ESTUDIO COMPARATIVO DE LAS PARLISIS MOTRICES ORGNICAS E HISTRICAS 1888-93 [1893] CHARCOT, cuyo alumno fui en 1885 y 1886, me confi en esta poca la labor de realizar un estudio comparativo de las parlisis motrices orgnicas e histricas, basado en las observaciones efectuadas en la Salptrire y encaminado a descubrir algunos caracteres generales de la neurosis y a conducirnos a una concepcin de la naturaleza de tal enfermedad. Causas accidentales y personales me han impedido durante mucho tiempo obedecer a su inspiracin. De este modo no quiero aportar ahora sino algunos resultados de mis investigaciones, dejando a un lado los detalles necesarios para una demostracin completa de mis opiniones. I HABREMOS de comenzar por algunas observaciones generalmente admitidas sobre las parlisis motrices orgnicas. La clnica nerviosa reconoce dos clases de parlisis motrices: la parlisis perifrico-espinal (o bulbar) y la parlisis cerebral. Esta distincin armoniza perfectamente con los datos de la anatoma del sistema nervioso, los cuales nos demuestran que no hay en el recorrido de las fibras conductoras motrices sino dos segmentos: uno, que va desde la periferia hasta las clulas de los cuernos anteriores de la mdula, y otro, que va desde ellos hasta la corteza cerebral. La nueva histologa del sistema nervioso, fundada en los trabajos de Golgi, Ramn y Cajal, Koelliker, etc., traduce estos hechos, diciendo que el trayecto de las fibras de conduccin motrices se halla constituido por dos neuronas (unidades nerviosas clulofibrilares), que se encuentran para entrar en relacin al nivel de las clulas llamadas motrices de los cuernos anteriores. Clnicamente, la diferencia esencial de estas dos clases de parlisis est en que la parlisis perifricoespinal es una parlisis detallada y la parlisis cerebral es una parlisis conjunta. El tipo de la primera es la parlisis facial en la enfermedad de Bell, la parlisis en la poliomielitis aguda de la infancia, etc. Ahora bien: en estas afecciones cada msculo, e incluso podramos decir cada fibra muscular, puede quedar paralizado individual y aisladamente. Ello no depende sino de la situacin y la extensin de la lesin nerviosa, no existiendo regla fija

  • alguna para que uno de los elementos perifricos escape a la parlisis, mientras otro la padece de un modo constante. Por el contrario, la parlisis cerebral es siempre una afeccin que ataca a una gran parte de la periferia, una extremidad, un segmento de sta o un complicado aparato motor. Jams se limita a afectar individualmente a un msculo, por ejemplo, el bceps del brazo o el tibial, aisladamente, y si existen aparentes excepciones a esta regla (la dosis cortical, por ejemplo), se ve muy bien que se trata de msculos que realizan por s solos una funcin de la cual son el nico instrumento. En las parlisis cerebrales de las extremidades podemos observar que los segmentos perifricos sufren siempre ms que los prximos al centro. As, la mano se muestra ms paralizada que el hombro. No hay, que yo sepa, una parlisis cerebral aislada del hombro, conservando la mano su movilidad, mientras que lo contrario es regla general en las parlisis que no son completas. En un estudio sobre las afasias (Viena, 1891) he intentado demostrar que la causa de esta importante diferencia entre la parlisis perifrico-espinal y la parlisis cerebral debe ser buscada en la estructura del sistema nervioso. Cada elemento de la periferia corresponde a un elemento en el eje gris, que es, segn las palabras de Charcot, su aboutissement nervioso. La periferia es, por decirlo as, proyectada punto por punto y elemento por elemento sobre la sustancia gris de la mdula. As, proponemos denominar a la parlisis perifrico-espinal detallada parlisis de proyeccin. No sucede, en cambio, lo mismo por lo que respecta a las relaciones entre los elementos de la mdula y los de la corteza. El nmero de fibras conductoras no bastara para establecer una segunda proyeccin de la periferia sobre la corteza. Hemos de suponer que las fibras que van de la mdula a la corteza no representan ya cada una a un solo elemento perifrico, sino ms bien a un grupo de ellos, y que, por otra parte, un elemento perifrico puede corresponder a varias fibras conductoras espinocorticales. Existe, en efecto, un cambio de ordenacin que ha tenido efecto en el punto de conexin entre los dos segmentos del sistema motor. As, pues, la reproduccin de la periferia en la corteza no es ya una reproduccin exacta punto por punto ni una verdadera proyeccin, sino una relacin por medio de fibras, a las que podemos calificar de representativas. En consecuencia proponemos para la parlisis cerebral el nombre de parlisis de parlisis de representacin. Naturalmente, cuando la parlisis de proyeccin es total y de una gran extensin, es tambin una parlisis de conjunto, quedando as desvanecido su gran carcter distintivo. Por otra parte, la parlisis cortical, que se distingue entre las parlisis cerebrales por su mayor aptitud de disociacin, presenta, sin embargo, siempre el carcter de una parlisis de representacin.

  • Las dems diferencias entre las parlisis de proyeccin y de representacin son harto conocidas. De ellas citaremos la integridad de la nutricin y de la reaccin elctrica en la ltima de dichas dos enfermedades. Aunque muy importantes clnicamente, no tienen estos signos el alcance terico que hemos de adscribir al primer carcter diferencial por nosotros recogido, o sea la distincin entre parlisis detallada y parlisis conjunta. Se ha atribuido con gran frecuencia a la histeria la facultad de simular las afecciones nerviosas orgnicas ms diversas. Se trata de saber si de un modo ms preciso simula los caracteres de las dos clases de parlisis orgnicas; esto es, si hay parlisis histricas de proyeccin y parlisis histricas de representacin, como en la sintomatologa orgnica. Resalta aqu un primer hecho importante: la histeria no simula jams las parlisis perifrico-espinales y de proyeccin; las parlisis histricas comparten tan slo los caracteres de las parlisis orgnicas de representacin. Es ste un hecho muy interesante, puesto que la parlisis de Bell, la parlisis radial, etc., se cuentan entre las afecciones ms comunes del sistema nervioso. Creo conveniente hacer constar, para evitar toda confusin, que trato aqu exclusivamente de la parlisis histrica flccida y no de la contractura histrica. Me parece imposible someter la parlisis y la contractura histrica a las mismas reglas. Slo refirindonos a las parlisis histricas flccidas podemos sostener que no afectan jams a un nico msculo, excepto en el caso en que este msculo es el instrumento nico de una funcin que son siempre parlisis totales y que corresponden en este sentido a la parlisis de representacin o cerebral orgnica. Adems, en lo que concierne a la nutricin de las partes paralizadas y a sus reacciones elctricas la parlisis histrica presenta los mismos caracteres que la parlisis cerebral orgnica. Si la parlisis histrica se enlaza as a la parlisis cerebral, y particularmente a la parlisis cortical, que presenta una mayor facilidad de disociacin, no deja tampoco de distinguirse de ellas por caracteres importantes. En primer lugar, no aparece sometida a la regla constante en las parlisis cerebrales orgnicas de que el segmento perifrico resulta siempre ms afectado que el segmento central. En la histeria, el hombro o muslo pueden aparecer ms paralizados que la mano o el pie. No es nada difcil producir artificialmente una parlisis aislada del muslo, de la pierna, etc., y la clnica nos presenta con bastante frecuencia estas parlisis aisladas contrariamente a las reglas de la parlisis orgnica cerebral. En este importante sentido la parlisis histrica es, por decirlo as, intermedia entre la parlisis de proyeccin y la parlisis de representacin orgnica. Si no posee

  • todos los caracteres de disociacin y de aislamiento propios de la primera, tampoco se halla sujeta a las estrictas leyes que rigen la parlisis cerebral. Con estas restricciones podemos sostener que la parlisis histrica es tambin una parlisis de representacin, pero de una representacin especial cuya caracterstica falta an por hallar. II PARA avanzar en la direccin antes indicada me propongo estudiar los dems rasgos distintivos entre la parlisis histrica y la parlisis cortical, tipo el ms perfecto de la parlisis cerebral orgnica. Hemos mencionado ya el primero de tales caracteres distintivos, o sea el de que la parlisis histrica puede aparecer ms disociada y sistematizada que la parlisis cerebral. Los sntomas de la parlisis orgnica se nos muestran en la histeria como fragmentados. De la hemipleja comn orgnica (parlisis de los miembros superior e inferior y del facial inferior), la histeria no reproduce sino la parlisis de los miembros, e incluso disocia con gran frecuencia y con la mayor facilidad la parlisis del brazo, de la pierna presentndolas separadas en forma de monoplejas. Del sndrome de la afasia orgnica reproduce la afasia motriz en estado de aislamiento, y, cosa inaudita en la afasia orgnica, puede crear una afasia total (motriz y sensitiva) para un idioma determinado, sin atacar en absoluto la facultad de comprender y articular otro distinto, fenmeno observado por m en varios casos an inditos. Este mismo poder de disociacin se manifiesta en las parlisis aisladas de un segmento de miembro, con integridad completa de todas las partes restantes del mismo o tambin en la abolicin completa de una funcin (abasia, astasia), con integridad de otra funcin ejecutada por los mismos rganos. Esta disociacin es an ms sorprendente cuando la funcin respetada es la ms compleja, pues en la sintomatologa orgnica, cuando existe una debilitacin desigual de varias funciones, es siempre la funcin ms compleja y posteriormente adquirida la ms atacada a consecuencia de la parlisis. La parlisis histrica presenta, adems, otro carcter, que es como la rbrica de la neurosis, y que viene a agregarse al anteriormente indicado. En efecto, como varias veces lo he odo al propio Charcot, la histeria es una enfermedad de manifestaciones excesivas, que entraa una tendencia a producir sus sntomas con la mayor intensidad posible. Es ste un carcter que no se muestra nicamente en las parlisis, sino tambin en las contracturas y anestesias. Sabido es hasta qu grado de contorsin pueden llegar las contracturas histricas, casi sin igual en la sintomatologa orgnica. Conocemos tambin cun frecuentes son en la histeria las anestesias absolutas y profundas, de las cuales no pueden reproducir las lesiones orgnicas sino un dbil esquema. Lo mismo

  • sucede con las parlisis. Con frecuencia son absolutas en un grado insuperable: el afsico no prefiere una sola palabra, mientras que el afsico orgnico conserva casi siempre algunas slabas, el s y el no, una interjeccin, etc.; el brazo paralizado cuelga absolutamente inerte, etc. Este carcter es demasiado conocido para que insistamos en l. Por el contrario, sabemos que en la parlisis orgnica la paresia es siempre ms frecuente que la parlisis absoluta. La parlisis histrica es, pues, de una limitacin exacta y de una intensidad excesiva. Posee estas dos cualidades a la vez, y contrasta as mximamente con la parlisis cerebral orgnica, en la cual no se asocian nunca estos dos caracteres. Tambin en la sintomatologa orgnica existen monoplejas, pero son siempre monoplejas a potiori y no delimitadas exactamente. Si el brazo se halla paralizado a consecuencia de una lesin cortical orgnica, hay casi siempre ataque concomitante menor del facial y de la pierna, y si esta complicacin no se ve ya en un momento dado, ha existido siempre al principio de la enfermedad. La monopleja cortical es siempre, a decir verdad, una hemipleja, alguna de cuyas partes aparece ms o menos borrosa, pero siempre reconocible. Para ir ms all, supongamos que la parlisis no haya afectado ms que al brazo, esto es, que se trate de una monopleja cortical pura. Veremos entonces que la parlisis es de una intensidad moderada. En cuanto esta monopleja aumente en intensidad convirtindose en parlisis absoluta, perder su carcter de monopleja pura y aparecer acompaada de perturbaciones motoras de la pierna el rostro. No puede hacerse absoluta y permanecer a la vez limitada. En cambio, nos muestra de continuo la clnica que tal simultaneidad puede darse muy bien en la parlisis histrica. Esta parlisis afecta, por ejemplo, al brazo de un modo exclusivo, sin que encontremos el menor indicio de ella en la pierna ni en la cara. Adems, al nivel del brazo es tan fuerte como lo pueda ser otra parlisis cualquiera. Esto constituye una sorprendente diferencia con la parlisis orgnica; diferencia que da mucho que pensar. Naturalmente, hay casos de parlisis histrica en los cuales la intensidad no es excesiva ni ofrece la disociacin nada singular. Estos los reconocemos por otros caracteres pero son casos que no presentan el sello tpico de la neurosis y que, no pudiendo darnos ningn dato sobre la naturaleza de la misma, no poseen inters ninguno desde el punto de vista aqu adoptado. Aadiremos algunas observaciones de importancia secundaria y que incluso van ms all de los lmites de nuestro tema. En primer lugar, haremos constar que las parlisis histricas aparecen acompaadas de perturbaciones de la sensibilidad con mucha ms frecuencia que las parlisis orgnicas. En general, tales perturbaciones son ms profundas y frecuentes en

  • la neurosis que en la sintomatologa orgnica. Nada ms comn que la anestesia o la analgesia histrica. Recurdese, en cambio, con qu tenacidad persiste la sensibilidad en los casos de lesin nerviosa. Si seccionamos un nervio perifrico, la anestesia ser menos en extensin e intensidad de lo que poda esperarse. Si una lesin inflamatoria ataca los nervios espinales o los centros de la mdula, hallaremos siempre que la motilidad sufre en primer lugar y que la sensibilidad permanece indemne o queda tan slo algo debilitada, pues persisten siempre en alguna parte elementos nerviosos que no se hallan totalmente destruidos. En los casos de lesin cerebral, conocemos la frecuencia y la duracin de la hemipleja motriz, mientras que la hemianestesia concomitante es indistinta, fugaz, y no aparece en todos los enfermos. Slo algunas localizaciones completamente especiales pueden producir una afeccin de la sensibilidad, intensa y duradera, e incluso este hecho no est exento de dudas. Esta manera de ser de la sensibilidad, diferente en las lesiones orgnicas y en la histeria, no es an explicable hoy en da. Parece existir aqu un problema, cuya solucin nos revelara quiz la naturaleza ntima de las cosas. Otro punto que me parece digno de mencin es la existencia de algunas formas de parlisis cerebral que no aparecen realizadas en la histeria, como tampoco las parlisis perifrico-espinales de proyeccin. Dbese citar, en primer trmino, la parlisis del facial inferior, manifestacin la ms frecuente de una afeccin orgnica del cerebro, y permitindonos pasar por un momento a las parlisis sensoriales, la hemianopsia lateral homnima. Sabemos que es una temeridad querer afirmar que un determinado sntoma no se encuentra en la histeria, cuando las investigaciones de Charcot y de sus alumnos descubren en ella, casi cotidianamente, sntomas nuevos insospechados antes. Pero no es preciso tomar las cosas tal y como actualmente se hallan. La parlisis facial histrica es muy discutida por Charcot, y si hemos de creer a los partidarios de este hombre de ciencia, se trata de un fenmeno extraordinariamente raro. La hemianopsia no ha sido an vista en la histeria, y, a nuestro juicio, no lo ser jams. Pero ahora, de dnde viene que las parlisis histricas, no obstante simular muy precisamente las parlisis corticales, difieren de ellas en los rasgos distintivos que hemos intentado enumerar? Y cul es el carcter genrico de la representacin general al que habremos de enlazarlas? La respuesta a estas interrogaciones contendra una parte muy considerable e importante de la teora de la neurosis. III

  • No cabe ya la menor duda sobre las condiciones que dominan la sintomatologa de la parlisis cerebral. Tales condiciones estn constituidas por los hechos de la anatoma, la construccin del sistema nervioso, la distribucin de sus vasos y la relacin entre estas dos series de hechos y las circunstancias de la lesin. Hemos dicho que el menor nmero de fibras que van desde la mdula a la corteza, en comparacin con el nmero de fibras que van desde la periferia a la mdula, es la base de la diferencia entre la parlisis de proyeccin y la de representacin. Igualmente todo detalle clnico de la parlisis de representacin puede hallar su explicacin en un detalle de la estructura cerebral, e inversamente, podemos deducir la construccin del cerebro de los caracteres clnicos de las parlisis. Creemos, pues, en la existencia de un perfecto paralelismo entre estas dos series. De este modo, si para la parlisis cerebral comn no hay una gran facilidad de disociacin, es porque las fibras de conduccin motrices se hallan, en un largo trecho de su trayecto intracerebral, demasiado prximas para ser lesionadas separadamente. Si la parlisis cortical muestra una mayor tendencia a las monoplejas, es porque el dimetro del haz conductor braquial, crural, etc., va creciendo hasta la corteza. Si de todas las parlisis corticales es la de la mano la ms completa, ello proviene, a nuestro juicio, de que la relacin crucial entre el hemisferio y la periferia es para la mano ms exclusiva que para cualquier otra parte del cuerpo. Si el segmento perifrico de una extremidad sufre ms de la parlisis que el segmento central, supondremos que las fibras representativas del segmento perifrico son mucho ms numerosas que las del segmento central, de manera que la influencia cortical se hace ms importante para el primero que para el segundo. Si las lesiones algo extensas de la corteza no llegan a producir monoplejas puras, concluimos que los centros motores existentes sobre la corteza no se hallan precisamente separados entre s por campos neutrales, o que existen acciones a distancia que anularan el efecto de una separacin exacta de los centros. Igualmente, si en la afasia orgnica hay siempre una mezcla de perturbaciones de distintas funciones, ello se explica por el hecho de que todos los centros del lenguaje se hallan alimentados por ramas de la misma arteria, o, si se acepta la opinin enunciada en mi estudio crtico sobre la afasia, por la circunstancia de no tratarse de centros separados, sino de un territorio continuo de asociacin. Las singulares asociaciones que tan frecuentemente se observan en la clnica de las parlisis corticales -afasia motriz y hemipleja derecha, alexia y hemianopsia derecha- se explican por la vecindad de los centros lesionados. La hemianopsia misma, sntoma muy curioso y extrao para el espritu no cientfico, no se comprende sino por el entrecruzamiento de las fibras del nervio ptico en el quiasma, constituyendo la expresin clnica del mismo como todos los detalles de las parlisis cerebrales constituyen la expresin clnica de un hecho anatmico.

  • Dado que no puede haber sino una sola anatoma cerebral verdadera, y sta ha de hallar su expresin en los caracteres clnicos de las parlisis cerebrales, es evidentemente imposible que tal anatoma pueda explicar los rasgos distintivos de la parlisis histrica. Por esta razn no es admisible deducir para la anatoma cerebral conclusiones basadas en la sintomatologa de estas parlisis. Seguramente es necesario tener en cuenta la naturaleza de la lesin para obtener esta espinosa explicacin. En las parlisis orgnicas, la naturaleza de la lesin desempea un papel secundario, siendo ms bien la extensin y la localizacin de la lesin las que en las condiciones estructurales dadas del sistema nervioso producen los caracteres antes indicados de la parlisis orgnica. Cul podr ser en la parlisis histrica la naturaleza de la lesin que por s sola domina la situacin, independientemente de la localizacin de la extensin de la lesin y de la anatoma del sistema nervioso? Charcot afirma repetidamente que se trata de una lesin cortical, pero puramente dinmica o funcional. Es sta una tesis de la que se comprende bien el lado negativo. Equivale a afirmar que en la autopsia no se hallar modificacin alguna apreciable en los tejidos. Pero desde un punto de vista ms positivo, su interpretacin est muy lejos de hallarse exenta de equvocos. Qu es, en efecto, una lesin dinmica? Estoy seguro que muchos lectores de Charcot creen que la lesin dinmica es desde luego una lesin, pero una lesin de la cual no se encuentra en el cadver huella alguna, como un edema, una anemia o una hiperemia activa. Pero tales lesiones existen y son verdaderas lesiones orgnicas, aunque no persistan despus de la muerte y sean ligeras y fugaces. Es necesario que las parlisis producidas por lesiones de este orden compartan en todo los caracteres de la parlisis orgnica. El edema y la anemia no podran, mejor que la hemorragia y el reblandecimiento, producir la disociacin y la intensidad de las parlisis histricas. La nica diferencia sera que la parlisis por el edema, por la constriccin vascular, etc., debe ser menos duradera que la parlisis por destruccin del tejido nervioso. Todas las dems condiciones les son comunes, y la anatoma del sistema nervioso determinar las propiedades de la parlisis, lo mismo en los casos de anemia fugaz que en los de anemia permanente y definitiva. No creo que estas observaciones sean del todo gratuitas. Si leemos que debe de existir una lesin histrica en tal o cual centro, el mismo cuya lesin orgnica producira el sndrome orgnico correspondiente, y recordamos que se ha tomado la costumbre de localizar la lesin histrica dinmica del mismo modo que la lesin orgnica, nos inclinaremos a creer que bajo el trmino de lesin orgnica se esconde la idea de una lesin como el edema o la anemia, que son realmente afecciones

  • orgnicas pasajeras. Por el contrario, afirmo yo que la lesin de las parlisis histricas debe ser completamente independiente de la anatoma del sistema nervioso, puesto que la histeria se comporta en sus parlisis y dems manifestaciones como si la anatoma no existiese o como si no tuviese ningn conocimiento de ella. Muchos de los caracteres de las parlisis histricas justifican en verdad esta afirmacin. La histeria ignora la distribucin de los nervios, y de este modo no simula las parlisis perifrico-espinales o de proyeccin. No conoce el quiasma de los nervios pticos, y, por tanto no produce la hemianopsia. Toma los rganos en el sentido vulgar, popular del nombre que llevan: la pierna es la pierna hasta la insercin de la cadera, y el brazo es la extremidad superior tal y como se dibuja bajo los vestidos. No hay razn para unir a la parlisis del brazo la parlisis del rostro. El histrico que no sabe hablar carece de motivo para olvidar la inteligencia del lenguaje, puesto que la afasia motriz y la sordera verbal no poseen afinidad ninguna para la nocin popular, etc. No puedo sino asociarme plenamente en este punto a la opinin que Janet ha expuesto en los ltimos nmeros de los Archivos de Neurologa. Las parlisis histricas la demuestran tan bien como las anestesias y los sntomas psquicos. IV INTENTAR, por ltimo, exponer cmo podra ser la lesin causa de las parlisis histricas. No quiere esto decir que vaya a mostrar cmo de hecho es tal lesin. Trtase tan slo de indicar la trayectoria mental, susceptible de conducir a una concepcin que no contraiga las propiedades de la parlisis histrica, en cuanto difiere de la parlisis orgnica cerebral. Tomaremos los trminos lesin funcional o dinmica en su sentido propio de alteracin de una funcin o de un dinamismo, o alteracin de una propiedad funcional. Una tal alteracin sera, por ejemplo, la disminucin de la excitabilidad o de una cualidad fisiolgica, que en estado normal permanecen constantes o varan dentro de lmites determinados. Se nos dir quiz que nada nos impide considerar la alteracin funcional como uno de los aspectos de la alteracin orgnica. As, una anemia pasajera del tejido nervioso disminuir su excitabilidad. Mas, por nuestra parte, intentaremos demostrar que puede haber alteracin funcional sin lesin orgnica concomitante, o, por lo menos, sin lesin reconocible, aun por medio del ms sutil anlisis. O dicho de otro modo: intentaremos dar un ejemplo apropiado de una alteracin funcional primitiva. No pedimos para hacerlo ms que el

  • permiso de pasar al terreno de la Psicologa, imposible de eludir cuando de la histeria se trata. Con Janet, afirmamos que en las parlisis histricas, como en las anestesias, es la concepcin vulgar, popular, de los rganos y del cuerpo en general la que entra en juego. Esta concepcin no se funda en un conocimiento profundo de la anatoma nerviosa, sino en nuestras percepciones tctiles y, sobre todo, visuales. Si tal concepcin es la que determina los caracteres de la parlisis histrica, esta ltima deber mostrarse ignorante de toda nocin de la anatoma del sistema nervioso e independiente de ella. La lesin de la parlisis histrica ser, pues, una alteracin, por ejemplo, de la concepcin o idea del brazo. Pero, de qu clase es esta alteracin para producir la parlisis? Considerada psicolgicamente, la parlisis del brazo consiste en que la concepcin del brazo queda imposibilitada de entrar en asociacin con las dems ideas que constituyen el yo, del cual el cuerpo del individuo forma una parte importante. La lesin sera, pues, la abolicin de la accesibilidad asociativa de la concepcin del brazo. El brazo se comporta como si no existiese para el juego de las asociaciones. Seguramente, si las condiciones materiales que corresponden a la concepcin del brazo se encuentran profundamente alteradas, tal concepcin se perder tambin, pero habremos de demostrar que puede ser inaccesible sin hallarse destruida y sin que su substrato material (el tejido nervioso de la regin correspondiente de la corteza) se halle lesionado. Comenzaremos por algunos ejemplos tomados de la vida social. Conocida es la historia cmica del sbdito entusiasta que jur no volver a lavarse la mano que su rey se haba dignado estrechar. La relacin de su mano con la idea del rey parece tan importante a la vista psquica del individuo, que l mismo rehsa hacerla entrar en otras relaciones. Al mismo impulso obedecemos nosotros cuando rompemos la copa en la que hemos bebido a la salud de unos recin casados. Asimismo las antiguas tribus salvajes, que con el cadver de su jefe quemaban su caballo, sus armas e incluso sus mujeres, obedecan a esta idea de que nadie deba tocarlos despus de l. El motivo de todos estos actos es bien transparente. El valor afectivo que atribuimos a la primera asociacin de un objeto nos impide hacerlo entrar en una nueva asociacin con otros, y de este modo hace inaccesible a la asociacin la idea de tal objeto. En los dominios de la psicologa de las concepciones sucede algo idntico. Si la concepcin del brazo ha entrado en una asociacin de un gran valor afectivo, ser inaccesible al libre juego de las dems asociaciones. El brazo quedar paralizado en proporcin a la persistencia de dicho valor afectivo o de su disminucin por medios psquicos apropiados. Tal es la solucin del problema que antes planteamos, pues en

  • todos los casos de parlisis histrica se comprueba que el rgano paralizado o la funcin abolida se hallan en una asociacin subconsciente, provista de un gran valor afectivo, y se puede demostrar que el brazo queda libre en cuanto dicho valor afectivo es hecho desaparecer. En este punto, la concepcin del brazo existe en el substrato material, pero no es accesible a los impulsos y asociaciones conscientes, porque toda su afinidad asociativa se halla integrada en una asociacin subconsciente con el recuerdo del suceso traumtico que ha producido la parlisis. Charcot ha sido el primero en ensearnos que para la explicacin de la neurosis histrica es preciso recurrir a la Psicologa. En nuestra Memoria preliminar sobre el mecanismo psquico de los fenmenos histricos hemos seguido Breuer y yo su ejemplo. En esta Memoria demostramos que los sntomas permanentes de la histeria llamada no traumtica se explican (excepcin hecha de los estigmas) por el mismo mecanismo que Charcot ha reconocido en las parlisis traumticas. Pero exponemos tambin la razn por la cual estos sntomas persisten y pueden ser curados por medio de un procedimiento especial de psicoterapia hipntica. Todo suceso, toda impresin psquica, se hallan provistos de un cierto valor afectivo, del cual se libert el yo, bien por medio de una reaccin motriz, bien mediante una labor psquica asociativa. Si el individuo no puede o no quiere poner en prctica estos medios, el recuerdo de la impresin de que se trate adquirir la importancia de un trauma y se constituir en causa de sntomas permanentes de histeria. La imposibilidad de la eliminacin se impone cuando la impresin permanece en lo subconsciente. Esta es la teora a la que hemos dado el nombre de derivacin por reaccin de los incrementos de estmulo. En resumen: de acuerdo con la opinin general que sobre la histeria hemos formado, segn las enseanzas de Charcot, hemos de aceptar que la lesin existente en las parlisis histricas no consiste sino en la inaccesibilidad de la concepcin del rgano o de la funcin para las asociaciones del yo consciente; que esta alteracin, puramente funcional (con integridad de la concepcin misma), es causada por la permanencia de esta concepcin en una asociacin subconsciente con el recuerdo del trauma, y que esta concepcin no se liberta y hace accesible en tanto que el valor afectivo del trauma psquico no ha sido eliminado por medio de la reaccin motriz adecuada o del trabajo psquico consciente. De todos modos, aunque este mecanismo no tenga afecto y sea siempre necesaria para la parlisis histrica una idea autosugestiva directa, como en los casos traumticos de Charcot, habremos conseguido mostrar de qu naturaleza debera ser en la parlisis histrica la lesin, o ms bien la alteracin, para explicar sus diferencias con la parlisis orgnica cerebral.

  • IV UN CASO DE CURACIN HIPNTICA Y ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA GNESIS DE SNTOMAS HISTRICOS POR VOLUNTAD CONTRARIA 1892-1893 ME decido a publicar aqu la historia de una curacin obtenida mediante la sugestin hipntica por tratarse de un caso al que una serie de circunstancias accesorias de mayor transparencia y fuerza probatoria de las que suelen entraar la mayora de nuestros resultados teraputicos de este orden. La mujer a la cual me fue dado auxiliar as, en un momento muy importante de su existencia, me era conocida desde muchos aos atrs, y permaneci luego varios otros sometida de mi observacin. La perturbacin de la cual le libert la sugestin hipntica haba ya surgido una vez con anterioridad, siendo ineficazmente combatida e imponiendo a la sujeto una penosa renuncia, que la segunda vez logr evitarle con mis auxilios. Todava, un ao despus, volvi a presentarse, por vez tercera, la dicha perturbacin, para ser de nuevo suprimida con iguales medios, pero ahora ya de un modo definitivo, no volviendo a atormentar a la sujeto en todo el tiempo que hubo de ejercer la funcin sobre la cual recaa. Adems, creo haber conseguido en este caso descubrir el sencillo mecanismo de la perturbacin y relacionarlo con procesos anlogos del campo de la neuropatologa. Trtase, para no continuar hablando en adivinanzas, de un caso en el que una madre se vio imposibilitada de amamantar a su hijo recin nacido hasta la intervencin de la sugestin hipntica, y en el cual lo sucedido despus de un parto anterior y otro posterior permiti una comprobacin, slo raras veces posible, del resultado teraputico. El sujeto del historial clnico que sigue es una mujer joven, entre los veinte y los treinta aos, a la que casualmente trataba yo desde sus aos infantiles, y que por sus excelentes cualidades, su serena reflexin y su naturalidad, no haba dado jams, ni tampoco a su mdico de cabecera, una impresin de nerviosismo. Teniendo en cuenta los sucesos que a continuacin me propongo relatar, hemos de considerarla, siguiendo la feliz expresin de Charcot, como una hystrique d'occasion categora perfectamente compatible con las mejores cualidades y una intacta salud nerviosa en todo otro punto. De su familia conozco a su madre, mujer nada nerviosa, y a una hermana menor, muy semejante a ella y perfectamente sana. En cambio, un hermano suyo padeci una neurastenia juvenil, que ech por tierra todos sus planes para lo futuro. La etiologa y el

  • curso de esta enfermedad, cuyo desarrollo, muy parecido siempre, tengo todos los aos repetidas ocasiones de observar, me son bien conocidos. La buena constitucin primitiva del sujeto pereci asaltada por las corrientes dificultades sexuales puberales, el trabajo excesivo de los aos de estudios y su intensificacin al llegar el examen final, una gonorrea y, enlazada a ella, la sbita explosin de una dispepsia, acompaada de un tenaz estreimiento, de intensidad casi increble, que meses despus desapareci, siendo sustituido por pesadez de cabeza, mal humor e incapacidad para el trabajo. A partir de este momento se desarroll una alteracin del carcter del sujeto, que le convirti en constante tormento de su familia. No me es posible decir, de momento, si esta forma de la neurastenia puede o no adquirirse en su totalidad. As, pues, y teniendo, adems, en cuenta que no conozco a los restantes parientes de mi enferma, dejar indecisa la cuestin de si hemos de suponer en su familia una disposicin hereditaria a las neurosis. Al nacimiento de su primer hijo haba tenido la paciente intencin de criarlo sin auxilio ninguno ajeno. El parto no fue ms difcil de lo habitual en las primerizas, terminando con una leve aplicacin de frceps. Pero la madre no consigui, a pesar de su excelente constitucin fsica, su ilusin de ser una buena nodriza. Tena poca leche, senta intensos dolores al dar el pecho al nio. Perdi el apetito, tom repugnancia a la comida y pasaba las noches insomne y excitada. De este modo, y para no poner en grave peligro la salud del nio y la suya propia, hubo necesidad de declarar fracasada la tentativa, a los catorce das, y buscar un ama, desapareciendo enseguida todas las molestias de la madre. Har constar que de esta primera tentativa de lactancia no puedo informar como mdico ni como testigo. Tres aos despus tuvo la sujeto su segundo hijo, y tambin por circunstancias exteriores resultaba deseable evitar la lactancia mercenaria. Pero los esfuerzos de la madre en este sentido parecieron tener an menos xito y provocar fenmenos ms penosos que la vez primera. La joven madre vomitaba todo alimento, no dorma y se manifestaba tan deprimida por su incapacidad, que los dos mdicos de la familia, los acreditados doctores Breuer y Lott, se opusieron a toda continuacin de la tentativa, aconsejando como ltimo medio experimentable la sugestin hipntica. De este modo, el cuarto da, por la tarde, fui llamado a la cabecera de la enferma. A mi llegada, la encontr en la cama, con las mejillas muy arrebatadas y furiosa por su incapacidad para criar al nio incapacidad que creca a cada nueva tentativa, no obstante poner ella todo su esfuerzo en dominarla. Para evitar los vmitos no haba tomado alimento en todo aquel da. El epigastrio apareca abultado, y colocando la mano sobre el estmago, se advertan continuas contracciones. La enferma se quejaba, adems, de un constante mal sabor de boca. Ni ella ni sus familiares me recibieron como

  • a persona de quien se espera auxilio, sino slo en obediencia a lo indicado por los otros mdicos. No poda, pues, contar con gran confianza de su parte. En el acto intent producir la hipnosis, haciendo fijar a la paciente sus ojos en los mos y sugirindole los sntomas del sueo. A los tres minutos yaca la enferma en su lecho, con la tranquila expresin de un profundo reposo, sirvindome entonces de la sugestin para contradecir todos sus temores y todas las sensaciones en las que dichos temores se fundaban: No tenga usted miedo; ser usted una excelente nodriza y el nio se criar divinamente. Su estmago marcha muy bien; tiene usted un gran apetito y est deseando comer, etc. La enferma continu durmiendo cuando la abandon por breves instantes, y al despertarla mostr una total amnesia con respecto a lo sucedido durante la hipnosis. Antes de marcharme hube an de rechazar una observacin del marido sobre el peligro de que la hipnosis perturbarse para siempre los nervios de su mujer. Los hechos que al da siguiente me comunicaron los familiares de la enferma, a los cuales no parecan haber causado impresin ninguna, constituyeron para m una garanta de xito. La sujeto haba cenado sin la menor molestia, haba dormido bien y se haba desayunado, a la maana, con gran apetito. En todo este tiempo haba amamantado a su hijo sin la menor dificultad. Pero a la vista del almuerzo, demasiado copioso, despert de nuevo su repugnancia, y antes de haber probado nada reaparecieron los vmitos. Desde este momento le fue imposible volver a dar el pecho al nio, y a mi llegada mostraba los mismos sntomas que el da anterior. Mi argumento de que no tena por qu preocuparse, una vez comprobado que su malestar poda desaparecer y haba, en realidad, desaparecido por casi medio da, no le hizo efecto ninguno. Recurriendo, pues, de nuevo a la hipnosis, desarroll una mayor energa que el da anterior, sugirindole que cinco minutos despus de mi partida haba de encontrarse, un tanto violentamente, con los suyos y preguntarles cmo es que no le daban de cenar, si es que se haban propuesto matarla de hambre, si crean que de este modo iba a poder criar a su hijo, etc. A mi tercera visita no precisaba ya la sujeto de tratamiento alguno. Nada le faltaba ya; gozaba de buen apetito, tena leche bastante para el nio, no le causaba dolor ninguno darle el pecho, etc. A su marido le haba inquietado que despus de mi partida hubiera dirigido a su madre speros reproches, contra su general costumbre. Pero desde entonces todo iba bien. Mi intervencin termin aqu por esta poca. La sujeto amamant a su hijo durante ocho meses, teniendo yo ocasin de comprobar varias veces en este perodo el buen estado de salud de ambos. Unicamente hube de encontrar incomprensible e irritante que nadie de la familia volviera a hablarme del buen resultado obtenido con mi intervencin.

  • Pero un ao despus obtuve mi desquite. Un tercer hijo plante de nuevo el problema, presentndose otra vez la imposibilidad de criarlo. Encontr a la sujeto en el mismo estado que la vez anterior, indignada contra s misma al ver que toda su fuerza de voluntad no llegaba a vencer la repugnancia a alimentarse y los dems sntomas. La primera sesin de hipnosis no produjo otro resultado que el de desesperanzar ms a la enferma. Pero despus de la segunda qued de nuevo tan completamente anulado el complejo de sntomas, que no hubo necesidad de ms. La sujeto cri tambin a este nio, que hoy tiene ya ao y medio, sin molestia alguna, y goza de buena salud. Ante esta repeticin del xito teraputico, modific el matrimonio su actitud para conmigo, y me confesaron el motivo a que obedeca. Me daba vergenza -dijo la mujer- reconocer que el hipnotismo consegua lo que toda mi fuerza de voluntad no era suficiente a lograr. De todos modos, no creo que ni ella ni su marido hayan dominado la aversin que les inspiraba la hipnosis. PASAMOS ahora a explicar cul fue el mecanismo psquico de la perturbacin de nuestra paciente, suprimida por sugestin. No tuve como en otros casos, de los que ms adelante tratar, noticia directA de dicho mecanismo, sino que hube de adivinarlo. Existen representaciones con las cuales se halla enlazado un afecto expectante, y son de dos rdenes: representaciones de que haremos esto o aquello, o sea propsitos, y representaciones de que nos suceder algo determinado, o sea expectaciones. El afecto a ellas enlazado depende de dos factores: en primer lugar, de la importancia que el suceso pueda tener para nosotros, y en segundo, del grado de inseguridad que entraa la expectacin del mismo. La inseguridad subjetiva, la contraexpectacin, aparece representada por una serie de representaciones a las que damos el nombre de representaciones contrastantes penosas. Cuando se trata de un propsito, dichas representaciones contrastantes son las de que no conseguiremos llevarlo a cabo por oponerse a ello tales o cuales dificultades, faltarnos las cualidades necesarias para alcanzar el xito y saber que otras personas determinadas han fracasado en anlogas circunstancias. El otro caso, o sea el de la expectacin, no precisa de esclarecimiento alguno. La contraexpectacin reposa en la reflexin de todas las posibilidades con que podemos tropezar en lugar de la deseada. Continuando la discusin de este caso, llegaramos a las fobias que tan amplio papel desempean en la sintomatologa de las neurosis. Por ahora permaneceremos en la primera categora, o sea en los propsitos. Habremos de preguntarnos, en primer lugar, cul es el destino de las representaciones contrastantes en la vida mental normal. A nuestro juicio quedan inhibidas, coartadas y excluidas de la asociacin, a veces hasta tal extremo, que su existencia no se hace evidente, casi nunca, frente al propsito, siendo nicamente el estudio de las neurosis el que nos las descubre. En cambio, en las neurosis -y no me refiero solamente a la histeria;

  • sino al status nervosus en general- existe, primariamente, una tendencia a la depresin anmica y a la disminucin de la consciencia del propio yo, tal y como la encontramos, a ttulo de sntoma aislado y altamente desarrollado, en la melancola. En la neurosis presentan, asimismo, gran importancia las representaciones contrastantes con el propsito, por adaptarse muy bien su contenido al estado de nimo propio de esta afeccin o quiz porque la neurosis hace surgir representaciones de este orden, que sin ella no se hubieran constituido. Esta intensificacin de las representaciones contrastantes se nos muestra, en el simple status nervosus y referida a la expectacin, como una general tendencia pesimista, y en la neurastenia de ocasin, por asociacin con las sensaciones ms causales, a las mltiples fobias de los neurastnicos. Transferido a los propsitos, crea este factor aquellas perturbaciones que pueden ser reunidas bajo el nombre de folie de doute, y cuyo contenido es la desconfianza del sujeto con respecto al propio rendimiento. Precisamente en este punto se conducen las dos grandes neurosis -la neurastenia y la histeria-de un modo por completo distinto y caracterstico para cada una. En la neurastenia; la representacin contrastante patolgicamente intensificada se une a la representacin de la voluntad positiva para formar un solo acto de consciencia, y sustrayndose de ella da origen a aquella falta de voluntad de los neurastnicos, de la cual se dan perfecta cuenta estos enfermos. En la histeria, el proceso se diferencia de ste en dos puntos, o quiz en uno slo. Como corresponde a la tendencia de la histeria a la disociacin de la consciencia, la representacin contrastante penosa, aparentemente coartada, es disociada del propsito y perdura, inconsciente para el enfermo, en calidad de representacin aislada. Es caracterstico de la histeria el hecho de que esta representacin coartada se objetiviza luego, por inervacin somtica, cuando llega el momento de realizar el propsito, con igual facilidad y en la misma forma que en estado normal la representacin de la abolicin positiva. La representacin contrastante se constituye, por decir as, en una voluntad contraria, y el enfermo se percata con asombro de que toda su voluntad positiva permanece impotente. Tales dos factores se funden, quiz, en uno slo, como ya antes indicamos, sucediendo muy probablemente que si la representacin contrastante encuentra un medio de objetivizarse es porque no se halla coartada por su enlace con el propsito en la misma forma que ella lo coarta. En nuestro caso, de una madre a la cual una perturbacin nerviosa impide amamantar a su hijo, una neurastnica se hubiera conducido en la forma siguiente: hubiera sentido graves temores ante la labor maternal que se le planteaba y dado infinitas vueltas en su pensamiento a todos los accidentes y peligros posibles, acabando, sin embargo, por criar a su hijo perfectamente, aunque atormentada por constantes dudas y temores, a menos que la representacin contrastante resultara victoriosa, en cuyo caso habra abandonado la sujeto su propsito, considerndose incapaz de llevarlo a cabo. La

  • histrica se conduce en forma muy distinta. No tiene, quiz, consciencia de sus temores, abriga la firme intencin de llevar a cabo su propsito y emprende, sin vacilacin alguna, el camino para lograrlo. Pero a partir de este momento se comporta como si abrigase la firme voluntad de no amamantar al nio, y esta voluntad provoca en ella todos aquellos sntomas subjetivos que una simuladora pretendera experimentar para eludir el cumplimiento de sus obligaciones maternas, o sea la falta de apetito, la repugnancia a todo alimento y la imposibilidad de dar el pecho al nio a causa de los terribles dolores que ello le originaba. Pero, adems, como la voluntad contraria es superior a la simulacin consciente, en lo que respecta al dominio del cuerpo, presentar la histrica toda una serie de sntomas objetivos que la simulacin no consigue hacer surgir. En contraposicin a la falta de voluntad de la neurastenia, existe aqu una perversin de la voluntad, y en vez de la resignada indecisin de la neurastnica, muestra la histrica asombro e indignacin ante la dualidad para ella incomprensible. Creo pues, justificado considerar a mi paciente como una hystrique d'occasion, dado que bajo la influencia de un motivo ocasional le fue posible producir un complejo de sntomas, de mecanismo tan exquisitamente histrico. Como causa ocasional podemos considerar aqu la excitacin anterior al primer parto o el agotamiento consecutivo puesto que el primer parto constituye la mayor conmocin que el organismo femenino puede experimentar; conmocin despus de la cual suele producir la mujer todos aquellos sntomas neurticos a los que se halla predispuesta. El caso de mi enferma es, probablemente, tpico para una amplia serie de otros en los que la lactancia u otra anloga funcin quedan perturbadas por influencias nerviosas y nos aclara su naturaleza. Pero como en l no se me revel directamente el correspondiente mecanismo psquico, sino que llegu a l por induccin especulativa, me apresur a asegurar que la investigacin de los enfermos en la hipnosis me ha revelado muchas veces la existencia de un mecanismo psquico semejante de los fenmenos histricos. Expondr aqu uno de los ms singulares ejemplos de este orden. Hace aos tena sometida a tratamiento a una seora histrica, de voluntad muy enrgica para todo lo que no se relacionara con su enfermedad, pero gravemente afectada, por otro lado, de numerosas y tirnicas incapacidades y prohibiciones histricas. Entre otros sntomas presentaba el de producir de cuando en cuando a manera de un tic, un sonido inarticulado, un singular chasquido o castaeteo, que se abra paso entre sus labios contrados. Al cabo de varias semanas le pregunt en qu ocasin haba surgido por vez primera aquel sntoma. La respuesta fue: No lo s. Hace ya mucho tiempo. De este modo me inclinaba ya a considerarlo como un tic autntico, cuando un da se me ocurri interrogar de nuevo a la paciente, hallndose sta en un profundo sueo hipntico. En la

  • hipnosis dispona esta enferma -sin necesidad de sugestin ninguna- de todo su acervo de recuerdos o, como estoy muy inclinado a afirmar, de toda la amplitud de su consciencia, restringida durante el estado de vigilia. A mi pregunta de cundo se haba producido por vez primera aquel sntoma, respondi en el acto: Lo tengo desde que una vez me hallaba velando a mi hija menor, enferma de gravedad, y me propuse guardar el ms absoluto silencio para no perturbar el sueo que por fin haba conciliado, despus de un da de continuas convulsiones. Luego desapareci y no volvi a molestarme hasta muchos aos despus, consecutivamente al suceso que voy a relatarle. Yendo en coche con mis hijas a travs de un bosque, nos sorprendi una tormenta, y los caballos se espantaron al caer un rayo en un rbol cercano. Entonces pens que deba evitar todo ruido para no asustar ms a los caballos; pero contra toda mi voluntad produje el chasquido que desde entonces me es imposible reprimir. Una vez referido en esta forma el singular chasquido a su fuente de origen, desapareci por completo y para muchos aos, convencindome as que no se trataba de un tic autntico. Fue sta la primera ocasin que se me ofreci de comprobar la gnesis de un sntoma histrico por objetivacin de la representacin contrastante penosa, o sea por voluntad contraria. La madre, agotada por el temor y los desvelos que le ocasiona la enfermedad de su hija, se propone guardar el ms absoluto silencio para no perturbar el anhelado reposo de la enferma. Pero hallndose en un estado de gran agotamiento, la representacin contrastante de que acabara por producir algn ruido demuestra ser la ms fuerte, consigue dar origen a una inervacin de la lengua, inervacin que el propsito de permanecer en silencio haba, quiz, olvidado de impedir; rompe la contraccin de los labios y produce un ruido, el cual adquiere un carcter fijo a partir de este momento, especialmente despus de la repeticin del mismo suceso. Para llegar a una completa comprensin de este proceso hemos de atender an a una determinada objecin. Podr, en efecto, preguntrsenos cmo, dado un agotamiento general -que establece, desde luego, la disposicin a tal proceso-, vence, precisamente, la representacin contrastante. Nuestra respuesta sera que dicho agotamiento no es tan slo parcial. Se hallan agotados aquellos elementos del sistema nervioso que constituyen los fundamentos materiales de las representaciones asociadas a la consciencia primaria. En cambio, las representaciones excluidas de esta cadena de asociaciones -del yo normal- no se hallan agotadas, y predominan as en el momento de la disposicin histrica. Ahora bien: todo conocedor de la histeria observar que el mecanismo psquico aqu descrito aclara no slo algunos accidentes histricos aislados, sino amplios sectores del cuadro sintomtico de la histeria y uno de sus rasgos caractersticos ms singulares. Nuestra afirmacin de que las representaciones contrastantes penosas, coartadas y rechazadas por la consciencia normal fueron las que pasaron a primer trmino y hallaron

  • el camino de la inervacin somtica en el momento de la disposicin histrica, nos da tambin la clave de la peculiaridad de los delirios que acompaan a los ataques histricos. No es un hecho casual el que los delirios histricos de las monjas, en las epidemias de la Edad Media, consistieran en graves blasfemias y un desenfrenado erotismo, ni tampoco que precisamente los nios mejor educados y ms formales sean los que en sus ataques histricos se muestren ms groseros, insolentes y maosos. Las series de representaciones trabajosamente reprimidas son las que quedan en estos casos convertidas en actos, a consecuencia de una especie de voluntad contraria, cuando la persona sucumbe al agotamiento histrico. Esta relacin es aqu ms estrecha que nunca, pues precisamente es dicha laboriosa represin la que provoca el referido estado histrico, en cuya descripcin psicolgica no hemos entrado, por limitarnos en el presente trabajo a la explicacin de por qu -dado previamente tal estado de disposicin histrica- aparecen los sntomas en la forma que los observamos. La histeria debe a esta emergencia de la voluntad contraria aquel carcter demonaco que tantas veces presenta y que se manifiesta en que los enfermos se ven imposibilitados, en ciertas ocasiones, de realizar aquello que ms ardientemente desean, hacen precisamente lo contrario de lo que se les ha pedido y calumnian aquello que les es ms querido o desconfan de ello. La perversin del carcter, propia del histrico; el impulso a hacer el mal o a enfermar cuando ms desea la salud, constituye una coercin a la que sucumben los ms intachables caracteres cuando quedan abandonados por algn tiempo a la accin de las representaciones contrastantes. La interrogacin referente al destino de los propsitos inhibidos parece carecer de sentido por lo que se refiere a la vida intelectual normal. Podra contestarse diciendo que no llegan a existir. Pero el estudio de la histeria muestra que, por el contrario, toman vida; esto es, que la modificacin material a ellas correspondiente queda conservada, sobreviviendo tales propsito