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OCUPACIÓN Y USO DEL TERRITORIO EN EL SECTOR CENTROMERIDIONAL DE LA CUENCA DEL DUERO ENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA ALTA EDAD MEDIA (SIGLOS I-XI D.C.) OCCUPATION AND LAND USE IN THE CENTRAL- SOUTHERN SECTOR OF THE DUERO BASIN BETWEEN ANTIQUITY AND THE EARLY MIDDLE AGES (1 ST TO 11 TH CENTURIES A.D.) ANTONIO BLANCO GONZÁLEZ Dirección General de Patrimonio Cultural. Junta de Castilla y León JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ y LOURDES LÓPEZ MERINO G.I. Arqueobiología. Instituto de Historia, CCHS, CSIC RESUMEN Los autores plantean una lectura de síntesis sobre las di- námicas de asentamiento y explotación de los territorios com- prendidos entre el Sistema Central y las campiñas al sur del río Duero entre la implantación romana y los momentos altome- dievales. Para estudiar el poblamiento se ha recurrido a los datos de prospección extensiva de los inventarios provincia- les, con el concurso de los resultados de recientes excavacio- nes en yacimientos rurales y urbanos. A partir de esta infor- mación arqueológica se ha ensayado una evaluación cuantitativa de los usos del suelo en el Valle Amblés (Ávila), midiendo los territorios de explotación de algunos sitios me- diante un Sistema de Información Geográfica. Se integra la información paleopalinológica procedente tanto de sondeos en turberas como de muestreos en yacimientos excavados. El tra- bajo atiende a la transformación de las pautas agropastoriles desde la colonización altoimperial y hasta la ocupación aldeana de comienzos del Medievo, siguiendo unos ejes diacrónicos que pivotan sobre la proliferación del hábitat rural, la creciente intensificación agraria y la especialización productiva. SUMMARY The authors propose an overview of the dynamics of set- tlement and land use in the region between the Central Sys- tem and the territory south of the Duero River. The time span is the period between the Roman establishment and the Ear- ly Middle Ages. In order to study the settlement patterns, data from a field survey contained in the provincial inventories have been used. In addition, information from recent excavations in rural and urban sites has also been taken into account. Based on this data, a quantitative evaluation of land use in the Amblés Valley (Ávila) has been attempted. To do so, Geographi- cal Information Systems have been applied in order to meas- ure land exploitation. As a complement, palaeopalynological data both from peat bogs and from samples from archaeolog- ical sites have been added. The paper focuses on the agro- pastoral transformations that took place from the Flavian col- onization up to the Early Middle Ages. The main aspects dis- cussed following a diachronic point of view are: the spread of the rural habitat, the increasing agrarian intensification and the growing specialization of production. PALABRAS CLAVE: Poblamiento romano, tardoantiguo y altomedieval, análisis palinológicos, análisis de territorios de explotación, Sistema de Información Geográfica, Sub- meseta Norte. KEY WORDS: Late Antiquity and Early Medieval Roman settlement, pollen analysis, site exploitation analysis, Geo- graphic Information System, Northern Plateau. INTRODUCCIÓN La evaluación de los sistemas de poblamiento y explotación de territorio, en la transición entre la Antigüedad y el Medievo, se está convirtiendo en un foco prioritario en la investigación arqueológica, por proveer de informaciones relevantes sobre los pro- fundos cambios que caracterizan tal coyuntura (Ha- merow 2002: 52-124; Wickham 2005: 259-264). En este trabajo se avanza un esbozo de la dinámica del asentamiento y su correspondiente impacto en los paisajes vegetales a lo largo de diez siglos 1 . Se ha 1 Todas las fechas mencionadas en el texto pertenecen a nuestra era —salvo indicación expresa de lo contrario—. Las fechas de calendario, obtenidas a partir de la calibración del radiocarbono, se acompañan de la expresión cal AD. Archivo Español de Arqueología 2009, 82, págs. 275-300 ISSN: 0066 6742 doi: 10.3989/aespa.082.009.011

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OCUPACIÓN Y USO DEL TERRITORIO EN EL SECTORCENTROMERIDIONAL DE LA CUENCA DEL DUEROENTRE LA ANTIGÜEDAD Y LA ALTA EDAD MEDIA

(SIGLOS I-XI D.C.)

OCCUPATION AND LAND USE IN THE CENTRAL-SOUTHERN SECTOR OF THE DUERO BASIN BETWEEN

ANTIQUITY AND THE EARLY MIDDLE AGES(1ST TO 11TH CENTURIES A.D.)

ANTONIO BLANCO GONZÁLEZDirección General de Patrimonio Cultural. Junta de Castilla y León

JOSÉ ANTONIO LÓPEZ SÁEZ y LOURDES LÓPEZ MERINOG.I. Arqueobiología. Instituto de Historia, CCHS, CSIC

RESUMEN

Los autores plantean una lectura de síntesis sobre las di-námicas de asentamiento y explotación de los territorios com-prendidos entre el Sistema Central y las campiñas al sur del ríoDuero entre la implantación romana y los momentos altome-dievales. Para estudiar el poblamiento se ha recurrido a losdatos de prospección extensiva de los inventarios provincia-les, con el concurso de los resultados de recientes excavacio-nes en yacimientos rurales y urbanos. A partir de esta infor-mación arqueológica se ha ensayado una evaluacióncuantitativa de los usos del suelo en el Valle Amblés (Ávila),midiendo los territorios de explotación de algunos sitios me-diante un Sistema de Información Geográfica. Se integra lainformación paleopalinológica procedente tanto de sondeos enturberas como de muestreos en yacimientos excavados. El tra-bajo atiende a la transformación de las pautas agropastorilesdesde la colonización altoimperial y hasta la ocupación aldeanade comienzos del Medievo, siguiendo unos ejes diacrónicos quepivotan sobre la proliferación del hábitat rural, la crecienteintensificación agraria y la especialización productiva.

SUMMARY

The authors propose an overview of the dynamics of set-tlement and land use in the region between the Central Sys-tem and the territory south of the Duero River. The time spanis the period between the Roman establishment and the Ear-ly Middle Ages. In order to study the settlement patterns, datafrom a field survey contained in the provincial inventories havebeen used. In addition, information from recent excavationsin rural and urban sites has also been taken into account. Basedon this data, a quantitative evaluation of land use in the AmblésValley (Ávila) has been attempted. To do so, Geographi-cal Information Systems have been applied in order to meas-ure land exploitation. As a complement, palaeopalynologicaldata both from peat bogs and from samples from archaeolog-

ical sites have been added. The paper focuses on the agro-pastoral transformations that took place from the Flavian col-onization up to the Early Middle Ages. The main aspects dis-cussed following a diachronic point of view are: the spreadof the rural habitat, the increasing agrarian intensification andthe growing specialization of production.

PALABRAS CLAVE: Poblamiento romano, tardoantiguo yaltomedieval, análisis palinológicos, análisis de territoriosde explotación, Sistema de Información Geográfica, Sub-meseta Norte.

KEY WORDS: Late Antiquity and Early Medieval Romansettlement, pollen analysis, site exploitation analysis, Geo-graphic Information System, Northern Plateau.

INTRODUCCIÓN

La evaluación de los sistemas de poblamiento yexplotación de territorio, en la transición entre laAntigüedad y el Medievo, se está convirtiendo en unfoco prioritario en la investigación arqueológica, porproveer de informaciones relevantes sobre los pro-fundos cambios que caracterizan tal coyuntura (Ha-merow 2002: 52-124; Wickham 2005: 259-264). Eneste trabajo se avanza un esbozo de la dinámica delasentamiento y su correspondiente impacto en lospaisajes vegetales a lo largo de diez siglos1. Se ha

1 Todas las fechas mencionadas en el texto pertenecen anuestra era —salvo indicación expresa de lo contrario—. Lasfechas de calendario, obtenidas a partir de la calibración delradiocarbono, se acompañan de la expresión cal AD.

Archivo Español de Arqueología 2009, 82, págs. 275-300 ISSN: 0066 6742 doi: 10.3989/aespa.082.009.011

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elegido este intervalo temporal por ser lo suficien-temente amplio como para asistir al reemplazo de lasestructuras sociales y políticas antiguas por otras detipo feudal. El interés por enfocar el análisis en estazona del interior peninsular viene determinado por laspeculiaridades de las tierras entre el Duero y el Sis-tema Central, con un proceso histórico afectado porclaras rupturas sociopolíticas y que adolece de unaescasa contrastación entre el discurso histórico y unregistro arqueológico sólo incipientemente sistema-tizado. Por encima de sus carencias, para la zona yel tramo cronológico elegidos, disponemos sin em-bargo de indicios relevantes que jalonan e iluminanel proceso. Se trata de informaciones dispersas yheterogéneas que permiten una puesta en común.Nuestra pretensión es pues plantear un marco inter-pretativo provisional, que a modo de esquema detrabajo —ni siquiera formalizado como hipótesis—recoja tales informaciones y las organice en un dis-curso coherente. Sin duda futuros estudios se encar-garán de refutar o matizar esta línea argumental, afi-nando cronologías y completando las lagunas.

Para ello se recurre a un enfoque a distintas es-calas, aplicando metodologías de intensidad y reso-lución variadas, en un intento de integrar informacio-nes complementarias sobre esta compleja realidad.Por una parte se efectúa una lectura del registro ar-queológico, desde los datos de excavaciones —en

gran parte inéditas, fruto de actividades preventivastuteladas por la administración— hasta la dinámicadel poblamiento rural a partir de prospecciones ex-tensivas. Por otra parte se recurre a informacionesrespecto al impacto antrópico sobre las formacionesvegetales y las pautas de uso del suelo, mediante losregistros palinológicos —obtenidos sobre contextosarqueológicos o en depósitos naturales higroturbo-sos— y explorando la propia información territorialde los asentamientos mediante un SIG.

1. ÁREA DE TRABAJO

Para aproximarnos a la problemática expuesta,hemos seleccionado un espacio de trabajo rectangularde unos 7.680 km2, definido sobre el contorno de quin-ce hojas del Mapa Topográfico Nacional a escala1:50.000 y que abarca parte de las provincias de Va-lladolid, Salamanca, Ávila y Segovia. En este territorioquedan comprendidas tanto las campiñas sedimenta-rias al sur del río Duero —representadas por las uni-dades paisajísticas de La Moraña, la Tierra de Medi-na y la Tierra de Pinares— como los bloques mediosy bajos del Sistema Central —con las cadenas monta-ñosas de la Sierra de Ávila, las Parameras, la Sierra deOjos Albos y la Sierra de Guadarrama— así como elvalle intramontañoso del Amblés (Fig. 1).

Figura 1. Situación del área de trabajo en el sur de la Submeseta Norte.

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Se trata de un territorio que, si bien pudo quedarrepartido entre varias circunscripciones administra-tivas, responde a una evolución política homogénea,tanto bajo el dominio romano como durante el rei-nado visigodo y, especialmente tras la disolución deéste, permanece como un territorio intersticial des-organizado, entre los dos más dinámicos focos al surdel Duero que lo rodean, a Oriente y Occidente. Ensu interior encontramos además unidades ecológicassuficientemente contrastadas y de acusada persona-lidad geográfica como para comprobar la complemen-tariedad entre las campiñas, los valles y las sierras,de usos agroganaderos y forestales tradicionales bienimbricados (Clément 2002: 56-67).

2. EVOLUCIÓN DEL POBLAMIENTO

El estudio de la ocupación del territorio se habasado en los datos recuperados en las sucesivascampañas de prospección extensiva o selectiva paraelaborar el Inventario Arqueológico de Castilla yLeón —en adelante IACyL— en las cuatro provin-cias incluidas en nuestra zona de trabajo2. La carac-terización de cada momento se ha apoyado en losdatos de las excavaciones arqueológicas efectuadaso en curso de realización, así como en la bibliogra-fía existente al respecto.

El tipo de informaciones recopiladas y el propioestado de los debates historiográficos han aconseja-do agrupar los datos sobre el poblamiento en clasifi-caciones que atienden fundamentalmente al materialarqueológico al que se asocian y a grandes hitos his-tóricos muy generales, entre los cuales se sitúan. Así,si bien la referencia a las etapas altoimperial y tardo-romana no plantea excesivos problemas, las atribucio-nes crono-culturales visigoda y altomedieval son encambio un convencionalismo muy polisémico, sintraducción directa a una lectura histórica.

A modo de introducción, una evaluación prelimi-nar del poblamiento a partir de los datos de prospec-ción extensiva disponibles (Fig. 2) permite efectuardos afirmaciones. La primera pasa por caracterizarel primer milenio d.C. por la progresiva y definitivaimplantación y ocupación integral del territorio es-tudiado. Desde un punto de partida en el Hierro II,

que evidencia unas estrategias de autosuficiencia, nuladispersión poblacional y débil integración política delas comunidades, se asiste a un claro fenómeno decolonización rural y promoción de pequeños peroactivos centros urbanos desde época altoimperial.

En efecto, si apartamos de momento el problemaque plantea la atribución cronológica del material desuperficie post-romano, atisbamos una tendenciaprogresiva al aumento del número de sitios —tantosi consideramos los visigodos y altomedievales porseparado, y por tanto consecutivos, como si los va-loramos en un mismo bloque— que veremos conso-lidada en el poblamiento aldeano de época de repo-blación, a mediados del siglo XII. A lo largo de lossiguientes epígrafes iremos matizando esta ten-dencia general, que será relacionada con dinámicasconcatenadas, como las de intensificación agraria,integración sociopolítica, extensión de los espaciosproductivos o concentración del hábitat.

En segundo lugar, el resumen gráfico de los da-tos compilados permite valorar la creciente extensiónde la incertidumbre en las atribuciones crono-cultu-rales, paralela a la escasez de fósiles-directores comoreferentes de los conjuntos cerámicos hallados ensuperficie.

2.1. IMPLANTACIÓN DEL SISTEMA ROMANO EN ÉPOCA

ALTOIMPERIAL

En nuestro estudio partimos de reconocer unanotable coherencia y homogeneidad en las estrate-gias de ocupación y uso del territorio vigentes durante

2 Un listado inicial de yacimientos nos fue facilitado des-de la Dirección General de Patrimonio Cultural de la Juntade Castilla y León. Posteriormente, en los Servicios Territo-riales de Cultura de Valladolid, Salamanca, Ávila y Segoviaprocedimos a revisar las fichas actualizadas de yacimientos,así como algunas memorias técnicas de excavaciones arqueo-lógicas.

Figura 2. Histograma sobre la evolución del número de yaci-mientos arqueológicos por atribuciones crono-culturales,

según datos del IACyL.

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toda la época imperial. Por tanto, aunque a efectosde análisis respetemos la distinción arqueológica entreuna etapa altoimperial y otra tardía, en su interpre-tación histórica trataremos los datos obtenidos comopertenecientes a un sistema ordenado e interrelacio-nado, por encima de las normales diferencias dematiz.

La organización territorial prerromana supone unnecesario contrapunto que permite apreciar el signi-ficado del impacto romano al sur del Duero. La ocu-pación por las comunidades de la Segunda Edad delHierro del extenso territorio estudiado se efectuó através de menos de una decena de sitios, de caracte-rísticas homogéneas y política y funcionalmente au-tónomos. Se trata de aldeas de mediano y gran tamañodistantes entre sí, sobre relieves prominentes y biendelimitados —por la topografía y por obras artificialesde cierre—, exponentes de un alto grado de concen-tración poblacional. En el paisaje campiñés respon-den a este arquetipo los enclaves de Sieteiglesias

(Matapozuelos, Valladolid) (Bellido; Cruz 1993);Cauca y la Cuesta del Mercado (Coca Segovia) (Blan-co García 1994; Pérez; Reyes 2007b), o el Cerro dela Virgen de Tormejón (Armuña, Segovia) (BlancoGarcía 2006: 50-51); y ya en el Sistema Central loscastros clásicos del Valle Ambles y sierras aledañas(Álvarez-Sanchís 1999: 115-164). Aunque a menu-do se alude a la presencia de asentamientos subsidia-rios en el llano como complemento de las aldeasfortificadas en alto (Ibidem: 117; Blanco García 2006:41; Barrio Martín 1999: 166-167), lo cierto es quehasta el momento tales alquerías se resisten a serdetectadas, siendo un comportamiento, al parecer,exclusivo de esta época, pues no afecta a los yaci-mientos de cualquier otro momento. Cuando se hanefectuado prospecciones intensivas, como en la co-marca salmantina de La Armuña, tales asentamien-tos menores no aparecen (Ariño; Rodríguez 1997:287; Ariño et al. 2002: 305). Cuando han sido mí-nimamente reconocidos (p.e. Blanco García 2006:

Figura 3. Ocupación del área de trabajo en época altoimperial. Sitios mencionados en el texto:1. La Calzadilla (Almenara de Adaja); 2. Cauca (Coca); 3. Segovia; 4. El Vergel II (San Pedro delArroyo); 5. La Laguna de los Casares (Ávila); 6. Avela (Ávila); 7. San Nicolás (Ávila); 8. La Pared

de los Moros (Niharra).

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43), los materiales que deparan —cerámica tardocel-tibérica y de tradición indígena— cuadran mejor enel contexto de dominio político romano.

Por contra, los primeros indicios de ocupación delas campiñas en época romana caracterizan un asen-tamiento rural disperso, mediante núcleos de natura-leza muy heterogénea y funcionalmente complemen-tarios. La imagen obtenida presenta grandes vacíosque han de explicarse por la desigual intensidad delas campañas de prospección (Fig. 3). En todo casoqueda patente la efectiva ocupación y uso de am-plias comarcas de alto valor agrario —tradicionalestierras de cerealicultura extensiva—, yermas denúcleos residenciales durante al menos los cuatrosiglos previos. Este fenómeno de colonización fueimpulsado por Roma, marcando una acusada discon-tinuidad con el poblamiento y las estrategias desubsistencia previas. Así, la ocupación del territorioen época altoimperial muestra caracteres propios ydistintivos que responden a un esquema integral,abarcando diversos nichos ecológicos y una comple-mentariedad de recursos entre las campiñas y lassierras.

A menudo se ha considerado que la presenciaefectiva y la explotación del territorio al sur del Duerofue inestable y minoritaria hasta época tardo-roma-na (Mariné 1995: 290; Barraca 1998: 354). Confor-me a lo que sabemos en otras regiones cercanas (Ari-ño et al. 2002: 287) el fenómeno que estamosdescribiendo, y que implicó la implantación del sis-tema vilicario en la región, se explica bien como elresultado de una colonización de datación inauguralflavia. Las excavaciones van precisando la relativaantigüedad de la puesta en funcionamiento de estesistema integral de explotación desde mediados delsiglo I d.C, y ello a pesar del frecuente enmascara-miento de los restos julioclaudios y flavios debido ala monumentalización rural del siglo IV. En efecto,en las villae del siglo IV es común reconocer una fasede ocupación altoimperial, si bien en muchas ocasio-nes resulta difícil caracterizar su naturaleza. Así ocu-rre, dentro de la zona de trabajo, en La Calzadilla(Almenara de Adaja) o en El Vergel II (San Pedro delArroyo), donde las fases altoimperiales presentanrestos mal conservados, y no puede asegurarse suidentificación con villae (García Merino y SánchezSimón 2001; Serrano 2007).

Sin embargo, otros testimonios son más explíci-tos y apuntan a que en ese momento funciona ya unentramado vilicario que vamos conociendo progre-sivamente. Así, entre las villae activas como centrosagrarios y residencias aristocráticas desde ese momen-to cabe citar la suburbana de San Nicolás (Ávila),

inmediata a la civitas de Avela (Quintana y Cente-no 2006: 98), la villa de la Pared de los Moros (Ni-harra) (Martínez Pañarroya 2003), o las instalacio-nes residenciales no monumentales de La Laguna delos Casares (Ávila), tal vez la pars rustica de una villa(Strato 2001).

Esta temprana implantación y su consecuentedinámica de ocupación y explotación del territoriovendrían además avaladas por los datos paleoambien-tales, fundamentalmente de índole palinológica. Eldiagrama polínico de alta resolución obtenido en elPuerto de Serranillos, acotado por tres dataciones 14C(López Sáez et al. 2009), indica la introducción delolivo hacia 100 cal AD en el Valle del Tiétar, al surdel área de estudio. Su importancia radica en testi-moniar una explotación de rendimientos aplaza-dos en plena zona serrana —considerada de másdébil ocupación altoimperial— desde momentos an-tiguos. Parece claro pues el mencionado contraste anivel regional respecto a la ocupación y explotacióndel territorio en época prerromana, lo cual se hapuesto en relación con un proceso de creciente in-tensificación económica (Martínez Caballero 2000:19-23).

2.2. LA ÉPOCA TARDO-ROMANA

Esta etapa ha de considerarse como la prolonga-ción y consolidación del sistema implantado desdeépoca flavia, en un proceso que matiza la supuestacrisis de finales del siglo III en las tierras del interior(Chavarría 1994-1995: 189), que en todo caso se debea cambios no estructurales. Así, el papel de las civi-tates en la zona de estudio, aunque modificado res-pecto a la fase altoimperial, sigue siendo relevanteen el ámbito de la administración del territorio (Blan-co García 1998; Pérez; Reyes 2007b). Estos núcleosurbanos, de relativamente escasa entidad monumentaly poco claro papel en la articulación de un comer-cio local, seguirían siendo el referente territorial dela organización jurídico-política.

La ocupación del área estudiada en época tardo-romana pone de manifiesto que se trata de un esta-dio avanzado del proceso iniciado unos siglos antes(Fig. 4). En estos momentos la unidad básica de ocu-pación y explotación parece ser la villa, si bien hoyno puede despreciarse el papel de otros establecimien-tos rurales dispersos, que funcionarían como unida-des polifocales (Martín Viso; Barrios 2000-2001:64-65; López Quiroga 2006: 32) o instalaciones se-cundarias de las propias villae, bien caracterizadasmediante prospección intensiva en zonas próximas

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(Ariño et al. 2002: 289-291). Junto a ellos en la re-gión de estudio asistimos al surgimiento de ciertosasentamientos en altura que prolongarán su vida enépoca visigoda.

A menudo se menciona la relativa abundancia yrepresentatividad de los complejos vilicarios en laregión (p.e. Mariné 1995: 315-317; Juan Tovar; Blan-co García 1997: 173-174, fig. 1; Martínez Caballe-ro 2000: 38-40; García Merino 2008). Aquí hemosempleado el restrictivo criterio de considerar comovillae sólo aquellos ejemplos mejor documentadosmediante excavación arqueológica o mediante foto-grafía aérea a baja altura, a sabiendas de que muchosmás ejemplares sin confirmar pertenecerán a tal ca-tegoría. El mapa del poblamiento resultante (Fig. 4)permite avanzar algunas características de relieve.

Así, con los datos actuales, queda patente la gene-ralización de los restos monumentales tardo-romanos,repartidos desigualmente por la zona de estudio. Seconfirma por tanto la mayor densidad de las villaeen las campiñas septentrionales, frente a unas mani-festaciones más esporádicas —y que las excavacio-nes caracterizan como más modestas— conforme nosadentramos en el Sistema Central (TIR 1993; Mari-né 1995: 315-317).

A nivel de las relaciones entre yacimientos, seaprecia la imbricación de los centros vilicarios enuna malla de ocupación del territorio encabezada porlas civitates, y en la que las villae parecen com-portarse como focos de referencia para otros sitiosmenores, posiblemente instalaciones agrarias subsi-diarias.

Figura 4. Ocupación tardorromana del área de trabajo. Sitios mencionados en el texto: 1. La Calza-dilla (Almenara de Adaja); 2. Los Pozuelos (Villeguillo-Llano de Olmedo); 3. Las Pizarras (Coca);4. Cauca (Coca); 5. El Pinar Nuevo (Coca); 6. Los Hornillos (Santiuste de San Juan Bautista); 7. ElTorreón (Nava de Arévalo); 8. Cerro del Castillo (Bernardos); 9. Cerro de la Virgen de Tormejón(Armuña); 10. Los Casares (Armuña); 11. Segovia (Segovia); 12. El Vergel II (San Pedro del Arro-yo); 13. La Claverona (Mancera de Arriba); 14. Abula (Ávila); 15. La Pared de los Moros (Niharra);

16. La Cabeza de Navasangil (Solosancho).

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Sobre la estructura interna y la organización ar-quitectónica de estos centros, hay que señalar quemuestran la magnificencia de las aristocracias pro-pietarias durante el siglo IV, cuando este tipo de in-fraestructuras rurales se convierten en efectivos cen-tros de representación del poder (Chavarría 2006;García Merino 2008). Mencionaremos los ejemplosmás destacados.

Entre las documentadas de antiguo y sin trabajosrecientes destacan los hallazgos abulenses de mosai-cos polícromos en La Claverona (Mancera de Arri-ba, Ávila) y la Torre Vieja o El Torreón (Magazos,Nava de Arévalo), esta última con restos escultóri-cos en mármol (Mariné 1995: 315-316). Algunasposibles villae periurbanas nos son conocidas a par-tir de restos de superficie en la periferia de Coca: LosPozuelos, Los Hornillos y El Pinar Nuevo (BlancoGarcía 1997: 389). Entre las mejor conocidas, porhaberse beneficiado de sucesivas campañas de exca-vación, está la vallisoletana de La Calzadilla (Alme-nara de Adaja), en la que las recientes intervencio-nes entre 1998 y 2002 han permitido la totalexhumación de la pars urbana, un complejo residen-cial de unos 2.500 m2 del siglo IV y en uso hasta fi-nes del V, así como conocer las instalaciones, bastantearrasadas, de las partes fructuaria y rustica, y tam-bién un balneum (García Merino; Sánchez Simón2001; ídem 2004). En el municipio segoviano deCoca, desde el año 2000 se viene excavando el com-plejo vilicario de Las Pizarras, que comprende tan-to la pars urbana de una villa de peristilo como supars frumentaria (Blanco García 1997: 380-383;Pérez; Reyes 2005 y 2007a). Destaca la variedad desolados musivos efectuados en diversos opera, queincluye técnicas mixtas —así lithostroton y opussectile—. Existen diversas zonas funerarias tardo-romanas y visigodas, especialmente visigodas en lapars rustica de la villa (Pérez; Reyes 2007b: 165-170). Las excavaciones en el término municipal deSan Pedro del Arroyo (Ávila) han permitido docu-mentar una necrópolis tardía, posiblemente asocia-da a un centro cultual en el pago de El Vergel I. Porsu parte, en el foco de El Vergel II los trabajos encurso3 están exhumando más de 1.000 m2 de la parsurbana de una villa monumental vigente entre lossiglos II y V, caracterizada por la exuberancia de ladecoración musivaria polícroma de tres de los espa-cios documentados —con temas geométricos y figu-rativos como el mito de Meleagro y el jabalí de Ca-lidón— y su reutilización funeraria en época visigoda

(Serrano 2007). La imponente villa de peristilo de LosCasares (Armuña) es conocida por fotografía aérea,mostrando una pars urbana de extraordinarias dimen-siones, con aula biabsidada cruciforme, para la quese reivindica el patronazgo de un importante posses-sor, posiblemente de alto rango en la administraciónimperial teodosiana (Regueras; Olmo 1997). En fe-chas recientes ha sido objeto de algunas excavacio-nes de urgencia que parecen confirmar tales extremos(Gonzalo 2008: 624-25).

Por último, el esquema del poblamiento romanotardío se complementa con ciertos poblados amura-llados, según la terminología de Abásolo (1999: 95).Algunos son apenas conocidos mediante prospección,como el Cerro de la Virgen de Tormejón (Armuña,Segovia) (Juan Tovar; Blanco García, 1997: 174 -75;Blanco García 2003: 156; Gonzalo 2007: 21). Otrosasentamientos fortificados han sido ya objeto deexcavaciones de envergadura y sus característicascomienzan a ser resaltadas. En La Cabeza de Nava-sangil (Solosancho) se documenta una primera fasede ocupación datada según sus excavadores (Caba-llero Arribas 2001; Fabián 2007: 105) entre finalesdel siglo IV hasta su destrucción antes de comenzarel siglo VI. Algo posterior sería el momento funda-cional del Cerro del Castillo (Bernardos), donde sehan documentado algunas estructuras domésticasintramuros correspondientes a la fase más antigua,ubicada en la segunda mitad del siglo V (Fuentes;Barrios 1999; Gonzalo 2007: 34 y 35).

2.3. ÉPOCA VISIGODA

El estudio del poblamiento en época visigodapresenta como principal inconveniente la laxitud eimprecisión de las cronologías. No obstante, en re-giones vecinas se ha conseguido una buena caracte-rización del poblamiento y la cultura material de estemomento. En Salamanca ha sido posible combinan-do prospección intensiva con muestreo no selectivodel material de superficie en La Armuña (Ariño;Rodríguez 1997; Ariño et al. 2002) junto a fotogra-fía aérea oblicua y excavaciones puntuales por laprovincia, en contextos que abarcan toda la secuen-cia (Ariño 2006). Por su parte, en la campiña madri-leña se ha asistido a una verdadera revolución delconocimiento sobre los enclaves visigodos tras laexcavación en área de enormes superficies de ellos(Vigil-Escalera 2000, 2003a y 2006), integrando enel análisis una secuenciación de la cerámica comúna partir de criterios tecnológicos (Vigil-Escalera2003b).

3 http://villaromana.diputacionavila.es/ (acceso: noviembre2008).

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Nuestra aproximación parte, como se ha explica-do, de la información contenida en los inventariosarqueológicos de las provincias de Valladolid, Sego-via, Salamanca y Ávila, obtenida por tanto median-te prospección extensiva o selectiva. Estas fuentespermiten disponer de un nutrido conjunto de sitioscon las atribuciones crono-culturales de visigodo yaltomedieval cristiano, que han de corresponder alcomplejo intervalo entre la desarticulación estatalromana en la segunda mitad del s. IV y la ordenaciónfeudal del territorio a finales del siglo XI. Se trata deun grupo de yacimientos, mal caracterizados y data-dos, que representan la ocupación del territorio com-prendida entre la Antigüedad Tardía y los tiemposaltomedievales (Fig. 5).

Como rasgos característicos del repertorio ma-terial que marca esta cronología se puede aludir a

ciertas formas y decoraciones bien acotadas en lasmencionadas regiones del interior peninsular (Ariño;Rodríguez 1997; Larrén et al. 2003; Vigil-Esca-lera 2003b; Ariño; Dahí 2008) dentro de unosrepertorios dominados por alfarería común y de co-cina. A partir de la revisión de las fichas de yacimien-tos del IACyL es de destacar la débil presencia decerámicas de calidad o con decoraciones elabora-das en los sitios rurales4, frente a su mejor represen-tación en los centros urbanos o en aquellos lugaresde altura.

La imagen que ofrece este poblamiento post-ro-mano responde a las densidades ya documentadas

Figura 5. Ocupación de época visigoda y altomedieval (s. VI-XI d.C.). Sitios mencionados en el texto:1. La Huesa (Cañizal); 2. El Pleito (Rubí de Bracamonte); 3. Cauca (Coca); 4. Brittablo (Cerro delCastillo, Bernardos); 5. Cerro de la Virgen de Tormejón (Armuña); 6. Segobia (Segovia); 7. SanJuan (Ojos Albos); 8. Abula (Ávila); 9. La Cabeza de Navasangil (Solosancho); 10. Los Henrrenes

(Cillán); 11. La Lancha del Trigo (Diego Álvaro).

4 Los lotes alfareros más significativos proceden de laexcavación de extensas superficies, como ocurre en El Plei-to (Rubí de Bracamonte, Valladolid) (Larrén et al. 2003:287-288).

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dentro de la propia zona de trabajo y en regionespróximas. En efecto, la prospección intensiva de untransecto entre los ríos Adaja y Voltoya permitióregistrar cierta proliferación de núcleos datados eneste momento (Quirós; Vigil-Escalera 2006: 105 y106, fig. 18). En cuanto al comportamiento en zonasvecinas, cabe destacar las imágenes obtenidas en laArmuña salmantina (Ariño et al. 2002: 290, fig. 5),en el sureste de la provincia de Valladolid (Calleja2001: 127-128, fig. 1) o ya en la vertiente sur delSistema Central, en la sierra de Guadarrama y lacampiña meridional de Madrid (Vigil-Escalera 2006:104, fig. 3; Quirós; Vigil-Escalera 2006: 85, fig. 3).

Tres notas parecen caracterizar los esquemas deocupación y explotación del territorio en la zona trasla disolución del sistema romano: la discontinuidadfísica de los espacios residenciales respecto a losnúcleos romanos —muy evidente en cuanto al aban-dono aristocrático del medio rural, convertido así enámbito residencial campesino (Isla Frez 2001; Cha-varría 2004-2005: 187)—; la posible continuidad enel uso de las infraestructuras agrarias, de la que se-ría buena prueba el establecimiento en torno a las ins-talaciones vilicarias romanas (Ariño et al. 2002: 306;Vigil-Escalera 2007: 250-251; Ariño 2007: 319) y unadecidida proliferación del hábitat rural —frente alcriterio de Blanco García (2003: 150)—, que respondeahora a una tipología heterogénea (López Quiroga2006: 28-33; Vigil-Escalera 2006; Ariño 2007: 333).

En gran medida la ocupación del territorio en lazona de trabajo responde a tales pautas. Se asiste ala aparición de nuevos asentamientos rurales en llano(Guerra 2007: 167, fig. 8), en gran parte abiertos(Figs. 2 y 5), con una cultura material relativamen-te pobre y una escasa inversión en las infraestruc-turas. Pueden apreciarse diferencias regionales en sudensidad, conformando agrupaciones lineales entorno a los principales ejes fluviales (Quirós; Vigil-Escalera 2006: 90-91 y 104). Si bien este incrementocuantitativo del hábitat rural frente a la época tar-do-romana ha de relativizarse, debido al amplio lapsotemporal que cubren las atribuciones visigoda y al-tomedieval —un intervalo de unos cinco siglos— suimportancia cualitativa es manifiesta. En términoshistóricos supone el punto culminante de la tenden-cia de ocupación integral del territorio desencade-nada desde la colonización altoimperial, y su visi-bilidad arqueológica contrasta vivamente con loacontecido tras el siglo VIII. Para algunos autores setrata sin duda de un sistema aldeano, fruto de pro-cesos de ordenación política sobre amplios territo-rios (Quirós; Vigil-Escalera 2006; Vigil-Escalera2006 y 2007).

En cuanto a la morfología interna de los sitiosrurales, siguen características perfectamente docu-mentadas en regiones colindantes (Vigil-Escalera2000, 2003a; Ariño et al. 2002: 290-291) y confir-madas en las excavaciones de establecimientos cam-piñeses de cabañas rehundidas y hoyos, como losvallisoletanos El Pleito (Rubí de Bracamonte) (La-rrén et al. 2003: 287-288) o ya al norte del río Due-ro, en Vega de Duero (Villabáñez) (Bellido Blanco1997). Entre estos asentamientos cabría hablar tan-to de instalaciones residenciales eventuales (Ariño2006: 319) como de granjas y aldeas estables, segúnla tipología arqueológica propuesta por Vigil-Esca-lera (2006; 2007). Tales sitios agrarios abiertos po-drían responder a ciertas categorías de la documen-tación textual, como la de villulae (Isla Frez 2001:19) o los loca mencionados en las pizarras inscritascoetáneas (Martín Viso 2007b: 181).

La densa malla de sitios rurales aparece salpica-da de otros centros de mayor rango territorial (Fig.5). Se trata de los asentamientos concentrados, civi-tates y castella, que parecen funcionar como núcleosresidenciales de las aristocracias locales propietarias(Chavarría 2004-2005: 198-199; Vigil-Escalera 2006:94) y desde donde se organizaría la explotación agra-ria y la recaudación de rentas (Martín Viso 2006,2007b, 2008). Con seguridad la única civitas del te-rritorio estudiado, convertida ahora en sede diocesana,es Abula (Balmaseda 2006: 237), pero si bien secuestiona que Cauca alcanzara tal condición (Mar-tín Viso 2007b: 280), se van conociendo suficientesindicios —algunos aún inéditos— como para nodudar de su carácter urbano5. En ambos sitios lasexcavaciones están permitiendo conocer detallessobre su organización urbana, destacando los recien-tes hallazgos en la parte alta de Ávila (Centeno 2007;Fabián 2007) o la documentación de una vivienda conpatio del s. VI en Coca (Pérez González; Reyes 2007b:169-170).

Junto a las civitates, a cierta distancia de las mis-mas, encontramos núcleos concentrados rurales queresponden a la tipología de castella o castra (Fig. 5),es decir, sitios en altura y fortificados. A juzgar porlos contextos fundacionales —carentes de datacio-

5 El enclave caucense rondaba en época visigoda entre 13y 15 ha de extensión; dispuso de al menos seis necrópolis asu alrededor (Cantosal, El Tinto, Sta. Rosalía, Cinco Caños,La Plaza y Las Pizarras), la primera de ellas organizada encalles (Blanco García 2002); de este núcleo procede una nu-trida colección de pizarras de tipo Lerilla (unas 60, en granparte inéditas); contó con instalaciones alfareras fijas (tam-bién inéditas) y la producción de cerámicas más importantede la zona segoviana. Estas informaciones nos han sido ama-blemente facilitadas por J. F. Blanco García.

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nes de radiocarbono y por tanto, abiertos a su discu-sión—, tales testimonios formarían parte del paisajede fragmentación política del interior peninsular, to-davía en época bajoimperial (Escalona 2006; MartínViso 2008, e.p.). Sin embargo, se trata de un aspec-to que futuros trabajos habrán de precisar. Por lo quesabemos hoy en día, algunos de ellos constituyenreocupaciones de castros prerromanos abandonadosa mediados del s. I a.C., en la línea documentada enla vecina provincia de Salamanca (Ariño 2007: 331)como el Cerro de la Virgen de Tormejón (Armuña,Segovia) (Blanco García 2006: 50-51), y tal vez SanJuan (Ojos Albos, Ávila). En otros sus fases de épo-ca visigoda suceden a niveles tardo-romanos y pro-longan su vida hasta comienzos del s. VIII, como enLa Cabeza de Navasangil (Solosancho) (CaballeroArribas 2001; Fabián 2003: 277-278) o incluso has-ta avanzado el siglo X, como se ha propuesto en elCerro del Castillo (Bernardos, Segovia) (Gonzalo2007: 85). En efecto, se ha apuntado que dentro delespectro de sitios visigodos, serían precisamente losestructuralmente más complejos los que alcanzaríanmomentos más tardíos (Ariño 2006: 334). Pensamosque su relevante papel en los esquemas del poblamien-to ha de explicar su vitalidad durante varios siglos. Laspotestades atribuidas a tales centros de poder (Qui-rós; Vigil-Escalera 2006: 90), —donde sistemática-mente aparecen concentraciones de pizarras numera-les— se ejercerían sobre sus circunscripcionesterritoriales, a través de una gradación jerárquicadentro de su común consideración como nodos parala ordenación del espacio campesino en el ámbitolocal (Martín Viso 2006: 277). Así, en nuestra zona(Fig. 5) es manifiesto el reparto político del territo-rio rural entre verdaderos núcleos urbanos —Abula ySegobia— , núcleos semiurbanos como Cauca, yuna serie de sedes rurales intermedias —Cerro delCastillo (Bernardos), identificado por Martín Viso(ibidem: 280) con Brittablo, o la Cabeza de Nava-sangil—, ocasionalmente de naturaleza eclesiástica—como la Dehesa del Castillo (Diego Álvaro, Ávi-la)— (ibidem: 280-282).

Todo ello habla a las claras de una ocupacióndensa, con una proliferación del hábitat rural —so-bre cuya naturaleza apenas contamos en la zona condatos arqueológicos— y una explotación distinta delterritorio, protagonizada por el campesinado.

2.4. POBLAMIENTO ENTRE LOS SIGLOS VIII-XI

Tras la desarticulación del aparato estatal del reg-num de Toledo y sus ramificaciones tributarias locales

y hasta la integración política feudal de repoblación,la región constituye una tierra de nadie. Incluso enmomentos tan avanzados como a finales del siglo IX

los poderes en pugna en el escenario peninsular noafectaron sustancialmente a este sector. Las expedi-ciones asturleonesas al sur del Duero, orientadas haciael curso medio del Tormes y el valle del Duratónapenas significaron para nuestra zona la mera perma-nencia bajo el área de influencia cristiana. Las raziasamiríes coetáneas tampoco la afectaron en su obten-ción de botín, pues se centraron en las mencionadasregiones, más pobladas y organizadas (Barrios 2000:201-205).

Sin embargo la región no quedó yerma (Barrios1983; Villar 1986; Zamora 1997) y a los mermadoscontingentes que permanecieron ha de atribuirse unacultura material y unas formas de asentamiento sóloreconocidos de manera incipiente. En este contextoel análisis del poblamiento altomedieval está adqui-riendo tanto entre los medievalistas (p.e. Barrios;Martín Viso 2000-2001: 57) como entre los arqueó-logos (Ariño et al. 2002: 303; Quirós; Vigil-Escale-ra 2006: 95) una importancia creciente. Si bien la ideaque trasciende es la de ruptura en las pautas de ocu-pación del territorio frente al mundo visigodo (Ari-ño 2007: 334), las fórmulas adoptadas y los ritmosdel proceso muestran un gran polimorfismo.

Así, en las campiñas septentrionales del área es-tudiada los sitios rurales ocupados durante los siglosVIII y IX son difícilmente distinguibles de los de épocavisigoda (Fig. 5). En el caso del sitio vallisoletanode El Pleito (Rubí de Bracamonte) la perduración enel siglo VIII es poco firme debido a la escasez dematerial cerámico (Larrén et al. 2003: 287 y 291).Por el contrario, en el zamorano de La Huesa (Ca-ñizal) el lote documentado es muy expresivo (Presaset al. 1994; Nuño 2003: 184-193). Allí las cabañasrectangulares, rehundidas en el suelo y con zócalosde mampostería, se distribuyen a lo largo de una granextensión, separadas por espacios yermos, y tal vezarticuladas en torno a un edificio de culto (Larrén etal. 2003: 288; Nuño 2003: 141-142).

En la región meridional del área estudiada secomienzan a conocer los contextos arqueológicos detal coyuntura, además de las frecuentes sepulturasrupestres, que han servido para rellenar los indiciossobre la ocupación del espacio entre el siglo IX y elXI (Zamora 1997: 420). En plena Sierra de Ávila sedocumentan pequeños asentamientos serranos (Fabián2007: 107) de los que el mejor exponente es el des-poblado abulense de Los Henrrenes o San Cristóbal(Cillán). Se trata de una aldea campesina parcialmentedelimitada por una cerca pétrea —aspecto que de

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momento no ha de emplearse con valor cronológi-co6— que informa de cierta planificación del asen-tamiento. Recientes excavaciones en este enclave(Díaz de la Torre 2005) han documentado sencillasestructuras domésticas de planta rectangular, de entorno a 70 m2, similares a las halladas en 1958 en laLancha del Trigo (Diego Álvaro, Ávila) (GutiérrezPalacios et al. 1958) y que parecen traducir su ocu-pación por familias nucleares. Para ambos sitios, quetraslucen una ocupación no muy dilatada —ausenciade superposición de suelos, escasa estratificación—se ha propuesto una datación laxa, posterior al sigloVIII y previa a comienzos del XII (Díaz de la Torre2005; Martín Viso 2006: 276).

Los problemas de la cerámica altomedieval enesta zona son acuciantes: ausencia de productos pa-leoandalusíes, monotonía y larga perduración de lostipos, ausencia de ornamento, predominio del reper-torio común y de cocina (Ariño; Dahí 2008). Se re-quieren secuencias sobre repertorios de cerámica co-mún obtenidos en lecturas estratigráficas, acotadasmediante el radiocarbono. Sin embargo, con la in-formación disponible, tales enclaves rurales permi-ten algunas precisiones. Así, a partir del escueto lotealfarero recuperado en el serrano de Los Henrrenes(Díaz de la Torre 2005) y del más representativocampiñés de La Huesa (Nuño 2003: 170-180 y 186-190), comprendidos entre el s. VII avanzado y el s.IX. Como notas distintivas se podría enarbolar elpredominio de formas cerradas —especialmente ca-charros de cocina—; el empleo exclusivo de fuegosreductores, una relativa recuperación del uso deltorno rápido, la desaparición de la decoración estam-pillada o los rasgos de tradición clásica e, incluso,la presencia esporádica de los primeros bruñidos li-neales verticales (Larrén et al. 2003: 304; Ariño;Dahí 2008).

Previsiblemente más claro resultará el panoramaen aquellos centros que no respondan a una natura-leza agraria y rural, como los de carácter urbano—a pesar del actual desconocimiento al respecto7—o tal vez incluso militar, como se ha propuesto en elsegoviano Cerro del Castillo (Bernardos), en cuya

acrópolis pudo haberse establecido una guarnición,tal vez omeya, entre la segunda mitad del siglo VIII

y mediados del siglo X (Gonzalo 2007: 97 y 105). Conindependencia de tal hipótesis, sin duda polémica, porsu volumen cabría clasificar este sitio entre el redu-cido número de plazas urbanas que consiguen eludirla generalizada ausencia de restos materiales anda-lusíes al norte del Sistema Central (Larrén et al. 2003:277; Ariño; Dahí 2008). En efecto, allí la denomi-nada cerámica común imitación de sigillata (JuanTovar; Blanco García 1997) perdura hasta comien-zos del VIII y es sustituida por un repertorio ajeno ala tradición local (Gonzalo 2007: 63-65). Se trata decerámicas de cocción oxidante a torno rápido, contonalidades claras y rojizas, superficies de tacto ás-pero y alguna pintura vinosa, que bien pudieran til-darse de andalusíes (ibidem: 81-90). Precisamente porla falta de dataciones absolutas, la amortización deciertas pizarras visigodas en estructuras constructi-vas8 ha llegado a convertirse en un referente post quemmás para este horizonte (Martín Viso 2006: 276).

En definitiva, a partir del siglo VIII se asiste aldesmantelamiento de la tupida red de ocupación yuso del sector vigente bajo dominio político visigo-do, conforme a lo conocido en otras zonas del inte-rior (Vigil-Escalera 2006, 2007; Ariño 2007). Tansólo podemos mencionar la perduración de unospocos sitios, desde los que tuvo que ejecutarse la ex-plotación agraria de un territorio políticamente des-articulado. Si bien el papel de las ciudades nos esprácticamente desconocido, es previsible que adqui-rieran cierta relevancia en el cuadro de un pobla-miento rural ralo. Por su parte, en el campo pareceafianzarse un hábitat campesino, orientado a activi-dades agropastoriles de subsistencia, que podríamoscalificar como concentrado en el Sistema Central—La Lancha del Trigo, Los Henrrenes— y más ten-dente a la dispersión en las campiñas al sur delDuero —La Huesa—.

Sobre estas infraestructuras agrarias y de pobla-miento se instalarán desde finales del s. XI los con-tingentes repobladores, procediendo a una nuevaordenación jurídico-política que conllevó una dina-mización de los procesos de intensificación agrariay concentración del hábitat.6 Poblados delimitados con cercas se están datando entre

el siglo VI, como el segoviano de la Cárcava de la Peladera(Hontoria) (Larrén et al. 2003: 281-283) hasta comienzos delVIII, como en el salmantino de La Legoriza (San Martín delCastañar) (Gómez Gandullo 2006).

7 En las excavaciones urbanas en Ávila los contextos ar-queológicos de los siglos XI y X se resisten a aparecer (Fabián2007: 86; Estremera 2006: 45), mientras que en Coca parecehaber continuidad, si bien la información permanece inédita(Pérez; Reyes 2007b). Nada se sabe sobre el origen de losactuales pueblos, mencionados documentalmente a comien-zos del s. XII.

8 Así ocurre en el poblado abulense de la Lancha del Tri-go (Diego Álvaro) (Gutiérrez Palacios et al. 1958: 78) o enlas estructuras de época emiral del segoviano Cerro del Cas-tillo (Bernardos) (Gonzalo 2007: 90-91), frente a su hallazgoen relación con contextos de uso en la Cabeza de Navasangil(Caballero Arribas 2001) y en la ciudad de Ávila (Centeno2007: 129-130).

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3. CONTRASTES EN EL USO DEL SUELO: ELVALLE AMBLÉS

La necesidad de obtener informaciones alternati-vas sobre estos procesos de larga duración nos lle-vó a aproximarnos a los usos del suelo en el inter-valo tratado. Se ha ensayado una evaluacióncuantitativa de la accesibilidad desde los asentamien-tos a distintos tipo de terrenos clasificados según sucapacidad agrológica. Para ello, se ha seleccionadouna zona de estudio menor dentro del área de traba-jo: el Valle Amblés, en el sector central de la pro-vincia de Ávila (Fig. 6), por contar con un volumenmanejable de sitios de atribución segura y cuyas in-formaciones han sido comprobadas. Se trata además

de una zona perteneciente al Sistema Central, don-de los contrastes entre el llano y la montaña resul-tan más acusados en distancias reducidas, lo quepermite valorar suelos más variados que los que ca-racterizan las campiñas.

En este espacio de unos 1.650 km2 se ha aplica-do una medición sistemática y uniforme de los tiposde suelos en el entorno de los yacimientos con da-tación segura comprendidos en las tres etapas mejorconocidas: altoimperial, tardorromana y visigoda. Laescasez y precariedad de nuestros conocimientossobre los sitios que prolongan su ocupación más alládel siglo VIII impide por el momento incluirlos en elanálisis. El estudio de los territorios de explotación—site exploitation analysis— de tales sitios se ha

Figura 6. Situación el área del Valle Amblés (Ávila) dentro de la zona de trabajo. Cartografía de calidad agrológicade los suelos con los yacimientos arqueológicos y ejemplos de los territorios de explotación de media hora y una

hora generados mediante un SIG.

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empleado con una finalidad comparativa y no recons-tructiva, como vía indirecta de observación de losusos del suelo9.

Hemos usado la rutina de un Sistema de Informa-ción Geográfica que, sobre un modelo de coste-dis-tancia, permite dibujar los territorios de explotacióncomo polígonos isócronos para, a continuación, medircon tales plantillas los tipos de suelos. El SIG hasimulado, pues los trechos recorridos a pie desde cadasitio estudiado en media hora y 1 hora de marcha yha empleado tales halos para medir —en hectáreas—las superficies de las distintas categorías de suelosque contienen. Se ha utilizado la cartografía de Cla-ses Agrológicas del Ministerio de Agricultura por usarun sistema cualitativo de clasificación basado enfactores estructurales del suelo, sin mecanización niaportes agroquímicos modernos.

Para facilitar la interpretación de los resultados,las seis clases agrológicas comprendidas se han agru-pado en tres bloques de suelos homogéneos (Fig. 6)según sus usos tradicionales preferentes:

- Grupo A: Usos agropastoriles intensivos. Cul-tivos permanentes y pastos (Clases II+III). Terrenosplanos más feraces, únicos que permiten una horti-cultura en zonas concretas, así como la cerealiculturade secano y un uso intensivo de las praderas parapastos.

- Grupo B: Usos pastoriles extensivos y agríco-las de secano con limitaciones (Clases IV+V). Ad-miten métodos de explotación no permanentes, conestrategias de descanso y bonificación.

- Grupo C: Usos silvopastoriles extensivos y fo-restales (Clases VI+VII). Suelos pedregosos y pocopotentes de vocación pascícola, silvoforestal y cine-gética.

Un estudio como el ensayado informa, pues, dela importancia relativa que pudo jugar la accesibili-dad a determinados terrenos agrarios y forestales enla elección del asentamiento. Partimos de la premi-sa de que las comunidades campesinas estudiadasdesarrollaron una perfecta integración de la agricul-tura y la ganadería, siguiendo estrategias de regene-ración de nutrientes y descanso de los campos bienconstatadas ya desde época prehistórica y que handejado una importante huella tanto en la documen-tación medieval como en los usos del suelo tradicio-nales (Barrios 1983; Clément 2002: 61-62).

Los resultados para las tres etapas consideradasmuestran una gran coherencia entre sí, lo que ha deexplicarse como una notable continuidad en las pautasde ocupación del territorio, si bien se pueden resal-tar algunos matices (Figs. 7 y 8).

9 Los planteamientos teórico-metodológicos, sus proble-mas y limitaciones así como los detalles técnicos del estudioemprendido pueden consultarse en los trabajos de uno denosotros (Blanco González 2008 y e.p.).

Figura 7. Gráficos de caja y arbotante comparando por épo-cas las superficies de suelos (en hectáreas) accesibles en 30minutos desde los yacimientos. La línea de puntos blanca mar-ca la mediana, y cada caja recoge el 50% de las mediciones.Los círculos señalan los valores atípicos, situados desde elumbral más próximo a una distancia entre 1,5 y 3 veces la dis-persión central o longitud de la caja. Las «x» indican los ca-

sos aislados, más allá de ese punto.

En general, en el entorno inmediato a los asen-tamientos estudiados (Fig. 7) la proporción de lasmejores tierras agrarias es muy similar a lo largo deltiempo, como muestra especialmente el valor de lasmedianas, en torno a las 100 ha. Las tierras del GrupoB, de usos pastoriles extensivos y una agricultura conrestricciones, resulta algo más importante en las tresetapas. Pensamos que su mayor representación enépoca visigoda puede relacionarse con la extensióndel terrazgo agrícola hacia suelos de peor calidad, talvez considerados marginales en época romana10. Enel caso de las tierras de uso silvoforestal —Grupo C—queda clara la progresiva tendencia diacrónica a re-ducir su importancia en las inmediaciones de lossitios.

En cuanto a las mediciones en el entorno a me-dia distancia —una hora de marcha a pie desdelos sitios— los resultados (Fig. 8) muestran unaleve tendencia a la disponibilidad de mejores tierras

10 Una interpretación similar se ha planteado para la colo-nización del páramo leonés (Gutiérrez González 2008: 219 y225-229).

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agrarias —Grupo A— en época visigoda y sobre todoconfirma lo observado previamente: el decrecimientoen la disponibilidad de terrenos de uso no agrícola,que en época altoimperial parecen adquirir una no-table presencia.

Dado el carácter experimental y no reconstructi-vo de la metodología empleada, estos resultados hande tomarse con cautela. En efecto, se trata de la ex-ploración sobre una muestra de sitios que aunqueconsideramos representativa del panorama comarcal,es muy reducida11. En todo caso la distinción netaentre la etapa altoimperial y tardorromana resulta porel momento artificiosa, pues la propia reocupaciónde los sitios es muestra de la continuidad en las pautasde asentamiento y explotación del paisaje.

4. DINÁMICA DE LOS PALEOPAISAJES

Como complemento al estudio del poblamiento ylos usos del suelo incluimos a continuación los re-sultados de varios estudios paleopalinológicos queinforman directamente del intervalo temporal contem-plado. Dos yacimientos romanos abulenses de recien-te excavación han podido ser muestreados: El Ver-gel II y la Laguna de los Casares (Fig. 9), ofreciendoimágenes explícitas sobre el impacto antrópico en lazona del Sistema Central y en la transición hacia las

campiñas sedimentarias. Por otra parte, se ha estu-diado una turbera inserta en plena zona de trabajo:la secuencia de Ojos Albos (Ávila), en el macizo delmismo nombre, que permite obtener una lectura dia-crónica de la dinámica de las formaciones vegetalesen los últimos dos milenios. La extrapolación deconclusiones generales a partir de registros puntua-les es una preocupación implícita en cualquier estu-dio paleoambiental con un mínimo de rigor, y lasadvertencias sobre las limitaciones de tal enfoque(p.e. Lewit 2009: 78) se hacen extensivas a nuestrotrabajo. Sin embargo, tendiendo muy presentes esasconsideraciones, la mejor forma de ir perfilandonuestras carencias es abordarlas con estudios concre-tos, dirigidos a caracterizar esta oscura etapa. Por todoello, ha resultado conveniente comparar estos regis-tros polínicos con otros obtenidos en zonas colindan-tes al área de estudio, como es el caso del sondeo enla vega húmeda campiñesa del Prado de la Vega(Ariño et al. 2002) y el depósito de montaña delPuerto de Serranillos (López Sáez et al. 2009), quecuentan con dataciones absolutas y un registro deaceptable resolución. Por contra, los estudios reali-zados sobre depósitos del Valle Amblés (Andrade1994; Andrade et al. 1994; Ruiz Zapata et al. 1996)apenas permiten afirmar algo, debido a la pérdida dedetalle por su baja resolución muestral y una presen-

Figura 8. Gráficos de caja y arbotante con mediciones (en hec-táreas) de los grupos de suelos accesibles en 1 hora desde losyacimientos. Los casos atípicos se simbolizan mediante círcu-

los y los extremos mediante «x».

11 Tras efectuar diversas pruebas con todos los yacimientosinventariados, finalmente el estudio de los territorios de ex-plotación se ha efectuado sólo con los de cronología segura:6 sitios altoimperiales, 16 tardorromanos y 13 visigodos.

Figura 9. Zona de trabajo y registros arqueopalinológicos: 1. Son-deo del Prado de la Vega (Monterrubio de la Armuña, Salaman-ca); 2. Villa tardorromana de El Vergel II (San Pedro del Arro-yo, Ávila); 3. Sitio altoimperial de la Laguna de los Casares(Ávila); 4. Turbera de Ojos Albos (Ávila); 5 Turbera

del Puerto de Serranillos (San Esteban del Valle, Ávila).

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cia sólo esporádica de fechas de radiocarbono, queno ayudan a acotar los sedimentos correspondientesal tramo aquí estudiado.

4.1. MUESTREOS ARQUEOPALINOLÓGICOS EN YACIMIEN-TOS ARQUEOLÓGICOS

Laguna de los Casares (Vicolozano, Ávila)

Este sitio fue objeto de una campaña de excava-ción en extensión en 2001, que puso al descubiertolos restos estructurales de un área residencial y po-siblemente artesanal y productiva, datada entre lossiglos I y II (Strato 2001). El análisis polínico (Fig.10) se efectuó sobre dos muestras, procedentes res-pectivamente del núcleo 1 (cuadro 5, hoyo 1) y nú-cleo 4 (zona 2, nivel de ocupación). Ambas muestranuna cobertura arbórea del orden del 33-37%, dondesobresale la encina (19-21%). De igual manera, ele-mentos regionales como el melojo (3-4%) y el pinoalbar (2-3%) muestran también porcentajes testimo-niales. En cambio, el fresno es abundante (5-6%), se-guramente como reflejo del entorno húmedo y lagunaren el que se sitúa este yacimiento. La cobertura ar-bustiva es igualmente escasa (2-4%), siendo la jarapringosa (2-3%) su elemento más significativo. Talreducción de las formaciones forestales, sobre todode aquéllas de carácter local como el encinar, abo-garían por la deforestación del bosque climácico dela zona, el encinar. Esta hipótesis viene avalada poruna considerable representación porcentual de lacobertura herbácea (59-65%), en la cual son prepon-derantes los elementos correspondientes a los pasti-zales de vocación ganadera o antropozoógenos (47-51%), así como la importancia del porcentaje deprados nitrófilos (33-42%) combinado con el culti-vo del cereal (3-5%).

En conclusión, el estudio polínico de Laguna deCasares demuestra que el paisaje inmediato a esteenclave agrario sufrió un impacto antrópico muyimportante, centrándose primordialmente en la ex-plotación pastoril del encinar y en el desarrollo enel entorno inmediato del yacimiento de cultivos decereal. En paralelo a estos últimos, también se do-cumenta el cultivo del olivo, pues polen de Olea eu-ropaea aparece con un 3-4%. Relacionándose contodo lo anterior, la antropización del paisaje cir-cundante al yacimiento fue importante, cobrandogran importancia los pastos nitrófilos como conse-cuencia de una intensa explotación agropastoril delterritorio.

El Vergel II (San Pedro del Arroyo, Ávila)

La villa de El Vergel, de cuyos hallazgos ya he-mos hablado (Serrano 2007), también ha sido obje-to de un estudio polínico (Fig. 11) a partir de otrasdos muestras procedentes de las UUEE 118 (interiorde ollita) y 175 (cenizal), es decir, de la ocupacióndel siglo IV. Los resultados muestran un paisaje re-lativamente forestado, con una cobertura arbórea máso menos densa (43-45%), en la cual el elementofundamental es la encina (Quercus ilex tipo) con un23-25%, y en menor medida el roble melojo (Quer-cus pyrenaica tipo, 9-10%), el pino albar (Pinus syl-vestris tipo, 6-8%) y el fresno (Fraxinus, 3-4%). Lacobertura arbustiva es escasa (6-8%) y apenas estáconstituida por jaras pringosas (Cistus ladanifer, 4-5%) y diversas labiadas (2-3%).

Estos datos apuntarían por tanto la existencia, enel entorno inmediato de la villa, de un encinar bienconservado y relativamente denso, aunque escaso enelementos arbustivos, posiblemente como reflejo dela presión pastoral que soportaría este bosque. Dehecho, entre las herbáceas, que representan el 47-49%, los principales elementos florísticos pertenecena los prados antropozoógenos (30-37%), de vocaciónganadera y en los cuales prosperarían elementos comoPlantago lanceolata tipo, Urtica dioica tipo o Che-nopodiaceae-Amaranthaceae entre otros. Aludiendoa esta presión pastoral, sobre los encinares próximosa El Vergel, se documentan ascosporas fúngicas dehongos coprófilos (Sordaria y Sporormiella) con un5-7% (López Sáez et al. 1998, 2000). Lógicamenteel porcentaje de éstos no es demasiado elevado dadoque las muestras polínicas proceden del interior dela villa que no del exterior, donde hipotéticamentese situarían esos pastizales ganaderos ricos, sobretodo, en gramíneas.

Figura 10: Histograma palinológico de la Laguna de losCasares (Vicolozano, Ávila).

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El porcentaje de roble melojo es relativamentebajo, lo mismo que el del pino albar, reflejando laprocedencia regional de ambos: en el primer caso delos primeros contrafuertes montañosos del piso su-pramediterráneo en el entorno de las serranías gre-denses; en el segundo, con seguridad, desde cotasaltitudinales más elevadas en los pisos supramedite-rráneo superior y oromediterráneo de las cumbres dela Sierra de Gredos. En el caso del fresno, su porcen-taje es igualmente bajo, lo cual podría aludir tanto aun impacto antrópico pastoril sobre la fresneda comoa la especial ubicación de esta formación en las zo-nas riparias de la comarca.

Aunque el porcentaje de prados nitrófilos es delorden de un 13-19%, éste tampoco es demasiado ele-vado dado el carácter zoófilo de los principales pa-linomorfos aquí incluidos (Cichorioideae, Cardueae,Aster tipo, etc), por lo que podría sostenerse que labuena conservación del encinar antes señalada ven-dría consentida por un impacto antrópico no dema-siado elevado en el entorno inmediato, conservándoselos bosques y su vegetación.

Por último, en ambas muestras ha podido identi-ficarse polen de cereal, un 4% en la UE 118 y un 2%en la UE 175. Al menos para la primera, el porcen-taje de cereal resulta suficiente para admitir la exis-tencia de cultivos cerealísticos muy próximos a lavilla (López Sáez; López Merino 2005).

sito higroturboso nos permite reconstruir la paleove-getación de dicha sierra desde al menos el siglo IVcal AD (Fig. 13), para lo cual nos hemos apoyado enla información aportada por 6 dataciones radiocarbó-nicas (Fig. 12). En la Fig. 13 se muestra una escalacon la edad estimada en fechas calibradas cal AD,obtenida mediante un modelo edad-profundidad in-terpolando los ritmos de acumulación entre cadadatación. Para realizar estas interpolaciones se hanutilizado las dataciones calibradas en años cal AD a2 ó, y dado que las calibraciones son intervalos deprobabilidad, se ha escogido el punto de mayor pro-babilidad del intervalo de calibración para cada da-tación. Este punto de mayor probabilidad se ha ob-tenido con el programa de calibración CALIB 5.0.2,como referencia para los cálculos de las edades.

Entre los siglos IV y V cal AD, el paisaje de laSierra de Ojos Albos parece dominado mayoritaria-mente por formaciones herbáceas, especialmente degramíneas (Poaceae, ca. 40-50%), siendo el porcen-taje de palinomorfos arbóreos realmente escaso, en-tre los cuales deben destacarse, no obstante, la pre-sencia de diversas especies de pinos (Pinus pinaster,Pinus pinea tipo, Pinus sylvestris tipo), todos elloscon carácter alóctono, ya que con toda seguridad noestaban presentes en nuestra área de estudio sino enzonas circundantes relativamente alejadas de la Sierrade Ojos Albos. Así, en el caso de los dos primerospinos citados, probablemente provendrían de laszonas de fondo de valle de la Comarca de Pinares,al sur, donde actualmente prosperan densas forma-ciones mixtas de pinares piñoneros y resineros. Enel caso de Pinus sylvestris tipo, tales palinomorfos,con toda seguridad, hacen referencia a la existenciade pinares altimontanos en las mayores cotas de laszonas montañosas aledañas, probablemente en LasParameras e incluso en las zonas más occidentales dela Sierra de Guadarrama. Entre el resto de taxonesarbóreos cabe sólo señalar una presencia testimonialde la encina (Quercus ilex tipo) y con mayor porcen-taje del roble melojo (Quercus pyrenaica tipo, ca.10%). Con todo ello, el paleopaisaje de Ojos Albosen estos siglos mostraría un grado de deforestaciónmuy alto, pues si eliminamos los diversos tipos depinos, entre la flora arbórea apenas se detecta un 20%de robles y encinas. Entre la flora arbustiva, igual-mente escasa, se han identificado las jaras (Cistuslaurifolius tipo) y los brezos (Erica arborea tipo).Aparte de las gramíneas, antes nombradas, entre laflora herbácea cabe señalarse la identificación de unelenco de flora nitrófila reseñable (5-17%), que in-dicarían una presión antrópica sobre el medio de estasierra en tal marco cronológico. Otros palinomorfos

Figura 11: Histograma palinológico de El Vergel II (SanPedro del Arroyo, Ávila).

4.2. LA TURBERA DE OJOS ALBOS Y SU SECUENCIA

POLÍNICA

La turbera de Ojos Albos se localiza en el senode una vaguada de inundación en la cabecera delarroyo afluente del río Voltoya en la Sierra de OjosAlbos (Fig. 9). El estudio palinológico de este depó-

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herbáceos, de naturaleza antropozoógena (< 10%)indicarían cierto tipo de presión pastoral, en todo casoresidual o esporádica. Se ha identificado polen decereal aunque en porcentajes bajos (< 3%), lo que nonos permite confirmar su cultivo local pero sí en lasinmediaciones próximas, posiblemente en el fondo devalle anexo (López Sáez; López Merino 2005).

La presencia de polen de olivo (Olea euro-paea) es constante en este intervalo temporal (siglosIV-V cal AD), aunque con valores que no superan el1%, y que únicamente supondrían una procedenciaextra-regional del taxón desde zonas alejadas al áreaestudiada, donde probablemente se cultivaba graciasa la benignidad climática del periodo cálido roma-no que duraría aproximadamente hasta mediados delsiglo V cal AD (Desprat et al. 2003). Estos datoscoinciden con los aportados por el estudio palinoló-gico de la turbera del Puerto de Serranillos (LópezSáez et al. 2009) que igualmente demuestran el cul-tivo del olivo en tales fechas.

En cambio, el centeno (Secale cereale) empezóa ser cultivado en Ojos Albos sólo hacia el siglo V

AD, en paralelo a la ralentización del cultivo del olivoy cierto retroceso del robledal, posiblemente en re-lación con la primera influencia de un periodo demarcado detrimento climático, el llamado periodo fríoaltomedieval, que se extendería desde la segundamitad del siglo V cal AD hasta la segunda mitad delsiglo X cal AD (Desprat et al. 2003).

Entre los siglos VI y XVIII cal AD la paleovegeta-ción apenas difiere sensiblemente de los siglos pre-cedentes con presencia alóctona, a veces importan-te, de diversas especies de pino (sobre todo en el sigloXIV cal AD), con presencia local mínima de meloja-res en la Sierra de Ojos Albos y de encinares en suscotas más bajas, así como de todo un elenco de flo-ra nitrófila o antropozoógena que darían cuenta deprocesos de antropización del paisaje de esta sierra,mayoritariamente mediados por la presencia de ga-

nado en su entorno. Al igual que antes, se sigue do-cumentando polen de cereal pero en porcentajes ba-jos, redundando en su carácter extra-local, posible-mente a partir de aportes de las zonas de valleinmediatas. Estos hechos parecen confirmar que laSierra de Ojos Albos ha sido siempre, predominan-temente, una zona ganadera, y con toda probabilidaden las épocas estivales. De hecho, en este marco cro-nológico, siguen siendo abundantes los pastos antro-pozoógenos (más importantes que en los siglos IV-V

cal AD), pero sobre todo se produce un aumentoespectacular de los hongos coprófilos que nos indi-carían la presencia de ganado in situ (López Sáez etal. 2000).

Dentro de este amplio marco cronológico de lossiglos VI a XVIII cal AD, el diagrama polínico permi-te percibir periodos de mayor cambio en la paleove-getación y gestión del territorio de la Sierra de OjosAlbos, que a continuación se describen.

Entre los siglos X y XIII cal AD se produce un au-mento muy significativo de las quercíneas caducifo-lias, del roble melojo, coincidente con una mayorproliferación de la maquía termófila de jaras y brezos,momento que además conlleva un mayor grado deantropización de la sierra y con la mayor presencia delcereal, así como con un máximo muy importante delos pastos húmedos. Todo esto nos haría pensar enunas condiciones más benignas a nivel climático, detipo templado-húmedas, que se corresponderían conel denominado periodo cálido bajomedieval, y enparalelo con el hecho de que la repoblación de la zonase iniciara hacia el año 1087 d.C. Este periodo tam-bién se ha confirmado en el Puerto de Serranillos(López Sáez et al. 2009), y a lo largo de él los cerealesy el centeno se cultivan entre los siglos X-XII cal AD,posteriormente se abandonan y se recupera el cultivodel olivo a partir del siglo XIII cal AD.

Dentro del intervalo de los siglos X-XIII cal AD,hay un momento en el que se rompe la dinámica antes

Figura 12.: Dataciones radiocarbónicas de la turbera de Ojos Albos (Ávila) y su edad calibrada a 2 σ.

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expuesta, justo en la transición entre los siglos XII-XIII cal AD, en el cual el pinar de Pinus sylvestrissufre un retroceso muy importante bajando del 5%,coincidiendo con la progresión del jaral de Cistuslaurifolius, el completo cese —como vimos— delcultivo de diversos cereales incluyendo el centeno y,también, cierto retroceso en la presión pastoral. Esprobable que estos hechos tengan alguna vinculacióncon un periodo más árido, pues de hecho los pastoshúmedos se reducen sensiblemente, así como con uncambio sustancial en la gestión de estos territorios,pues justo a continuación, como se dijo, se recuperael cultivo del olivo y la presión pastoral se hace muyimportante a partir del siglo XIII cal AD.

Durante los siglos XIV y XV cal AD, el diagramapolínico muestra máximos de todos los indicadoresde actividades ganaderas, tanto de los pastos antro-pozoógenos como ante todo de los hongos coprófi-los. Todo ello coincide, a su vez, con una disminu-ción importante de los pastos húmedos de Cyperaceaey de los pastos graminoides. En este mismo marcocronológico, el pino albar (Pinus sylvestris tipo)aumenta considerablemente (> 30%) y desaparecencasi todos los indicadores de antropización de lospastizales antrópico-nitrófilos. Estos datos nos hacenpensar en una fase seca importante, lo cual redundaríaen la progresiva desaparición de los pastos húmedos,facilitando así la llegada de la cabaña ganadera alseno mismo de la turbera, y al aumentar la presiónsobre los pastos locales desaparecería la mayor par-

te de las gramíneas. De igual forma, este marco tem-poral coincidiría quizá con la mayor presión pasto-ral de la sierra derivada del trasiego de los ganadosmesteños bajomedievales, para los cuales Ojos Al-bos fue una vía de paso importante.

5. SÍNTESIS

A partir de las informaciones presentadas, quedaclaro que todo intento de interpretación global delintervalo y la zona en estudio adolecerá de la ausenciade precisión en las cronologías y de falta de unacaracterización más detallada de muchos aspectos,apenas esbozados. Sin embargo, la integración de lasinformaciones reunidas permite plantear un marcoexplicativo preliminar. Aunque los ritmos concretosde los diversos procesos interrelacionados en examennos son sólo parcialmente conocidos, se intuyen yadinámicas discontinuas de dispersión y agrupación delhábitat, de extensión y reducción del espacio agra-rio, de intensificación agraria o de permanencia yeventualidad del hábitat rural. La lectura en el tiempolargo (longue durée) permite resaltar así ciertas re-ferencias nítidas del proceso histórico.

El punto de arranque coincide con el fuerte impac-to de la colonización romana, que implicó la sustitu-ción de las estrategias del Hierro II —de débil inte-gración política, autosuficiencia productiva y absolutaconcentración del hábitat en aldeas fortificadas— por

Figura 13. Diagrama palinológico sintético de la secuencia de Ojos Albos (Ávila).

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otras nuevas. Su implantación habría acaecido enépoca altoimperial, antes de lo admitido por algunosautores. El deforestado entorno registrado mediante elpolen en el yacimiento de la Laguna de Los Casareshacia el siglo II, en un medio geográfico de medianacalidad agraria y donde es desconocida la ocupacióndel Hierro II, refleja un alto impacto antrópico, expli-cable como el efecto de varias generaciones de prác-ticas agroforestales de cierta intensidad. La implan-tación de este sistema romano respondería a unfenómeno de colonización de espacios de alto poten-cial agrario, como las campiñas, y abarcaría una no-table diversificación productiva. Así parece mostrarlola temprana ocupación de los distintos nichos ecoló-gicos del área estudiada. No puede descartarse cier-ta especialización productiva, como, de estar en locierto, podría indicar la preponderancia de las tierrasde uso no agrícola —Grupo C— en el entorno de lossitios altoimperiales del Valle Amblés.

En época tardor-omana documentamos las conse-cuencias de varios siglos de funcionamiento del sis-tema romano: la ocupación del territorio alcanza aconfigurar una nutrida red de asentamientos agrariosdispersos, que giran en torno a las villae. Algunosestablecimientos amurallados en altura completan unesquema territorial complejo, dirigido probablementea la intensificación de la producción agraria. Loscomplejos vilicarios del siglo IV funcionan comopujantes residencias aristocráticas y dinámicos cen-tros de producción agraria, según muestran los resul-tados polínicos en la villa abulense de El Vergel II.Las estrategias de ocupación del territorio priman losentornos campiñeses, donde la densidad de villae esmayor que en el Sistema Central (Fig. 4). La explo-tación agropastoril de las llanuras sedimentarias pa-rece pues un rasgo relevante entre los regímenes detenencia y gestión agraria de las grandes propieda-des fundiarias. Estos dominios aristocráticos —queen casos como el de la villa segoviana de Los Casa-res pudieron pertenecer a individuos de alto rangoadministrativo en época teodosiana— estarían forma-dos por heredades de mediana y gran extensión ca-racterizadas por su dispersión geográfica. Tal vez porello el estudio mediante SIG de los suelos en losentornos más cercanos a los sitios tardorromanos delValle Amblés apenas nos ha permitido caracterizarleves tendencias, en una línea marcada por la conti-nuidad de las estrategias productivas. Aun así, losenclaves en tal dominio serrano tienden a situarseen terrenos de potencialidad agraria más equilibra-da aún, con un leve repunte de la disponibilidad detierras óptimas para usos agropastoriles permanentes—Grupo A— (Fig. 7).

Todo apunta, por tanto, hacia unos procesos deintensificación agraria a lo largo del sistema romano,dirigidos desde núcleos de poder rural en los que nofaltan ciertos hitos territoriales —como los pobladosamurallados— complementarios de las villae y lasurbes. En un estadio avanzado, hacia el s. V, la turberade Ojos Albos acusa una mermada cubierta forestal,con melojares y encinares en retroceso, y la extensiónen ese medio serrano de los pastizales antropozoóge-nos (Fig. 13). El intercambio de productos agrarioscomo factor dinamizador de la especialización produc-tiva pudiera quedar avalado por el cultivo del olivo,que aparece bien constatado en estos momentos, tantoen El Vergel II como en Ojos Albos.

No tenemos suficiente resolución cronológicacomo para enlazar el sistema romano con la coyun-tura que sobrevino tras el desplome de la estructuraimperial (p.e. Quirós; Vigil-Escalera 2006: 86-90).En efecto, nuestro enfoque en el tiempo largo tien-de a realzar los efectos acumulativos, consumados,de la ordenación y uso del territorio sobre el territo-rio analizado. Así, alcanzamos a definir el poblamien-to vigente en un momento avanzado del regnum to-ledano como probable resultado de un ejercicio depromoción política tendente a una ocupación integraldel territorio (Fig. 5), pero desde una lógica de apro-piación del mismo muy distinta. Además se confor-mó una malla rural aún más nutrida, implicando elinterés por espacios productivos antes considera-dos marginales, mejor adaptados a estrategias exten-sivas y diversificadas según micro-regiones (Lewit2009: 79-82). Tal red de humildes asentamientoscampesinos parece adecuarse a una eficaz organiza-ción del territorio, que probablemente conllevaría sucontrol desde un conjunto jerarquizado de centros enaltura.

Tanto el estudio de los usos del suelo en el Va-lle Amblés a partir de tales sitios, como las secuen-cias polínicas diacrónicas coinciden en señalar cier-ta estabilidad de las estrategias productivas respectoal panorama precedente, tal como se constata en otrasregiones europeas entre los siglos V y VI (ibidem: 79).En concreto, en época visigoda los usos del suelosimulados mediante SIG en este valle intramontaño-so muestran unas proporciones de clases de terrenosmuy equilibradas, que no permiten confirmar unaposible tendencia ganadera y forestal en relacióndirecta con el tipo de poblamiento elegido, comoprevisiblemente indicaría un incremento en los va-lores de suelos del Grupo C. Es decir, que la presuntaderiva hacia un régimen de ganadería extensiva pudohaberse emprendido sin que afectara a la localizacióndel asentamiento.

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En cambio, del estudio de los usos potenciales delsuelo junto al hábitat rural visigodo sí es posibleadvertir la importancia relativa que adquirieron losterrenos de calidad agraria intermedia o Grupo B (Fig.7). El beneficio de estos suelos requiere unas prác-ticas agroganaderas diversificadas e integradas, y unaserie de técnicas de regeneración de nutrientes—abonado, cultivo al tercio, empleo de leguminosaspara nitrogenar las parcelas, etc.— y costosas infra-estructuras agrarias, como bancales para corregir lapendiente o zanjas de drenaje para evitar el anega-miento; todos ellos requisitos materiales bien cons-tatados entre comunidades coetáneas (Quirós y Vi-gil-Escalera: 109-110; Vigil-Escalera 2006, idem2007: 272-273). Además el cultivo del centeno (Se-cale cereale) que según el diagrama polínico de OjosAlbos se emprende en estos momentos (Fig. 13), pudohaber jugado un importante papel, en consonancia consu auge en la Europa altomedieval (p.e. Behre 1992:149-152; Hamerow 2002: 135-137; Lewit 2009: 81).En efecto, se trata de un cereal más resistente que eltrigo, mejor adaptado a las exigencias de una posi-ble ampliación del terrazgo agrícola: en ecotonos demayor altitud soporta las heladas, precisa de relati-vamente menor aporte hídrico y prospera en suelosde mediana calidad.

En definitiva, los campesinos de época visigodaestarían en condiciones de apropiarse y sacar buenpartido del uso agrario de esta clase de terrenos,ganados al bosque mediante su roturación. La capa-cidad de aprovechamiento agrario de los suelos delGrupo B sería pues un requisito necesario para apo-yar la hipótesis de la colonización y aprovechamientode nuevos espacios agroforestales, como se ha pro-puesto para el Valle Amblés (Blanco González e.p.),dentro de estrategias de diversificación productivapropias de comunidades campesinas. Esta serie deanotaciones no constituyen sin embargo una expli-cación del fenómeno: en último término la decisiónde ampliar el terrazgo partiría de unos concretoscondicionantes sociales, políticos y demográficos.

Junto a la importancia de la cerealicultura de se-cano y de ciertos productos de huerta en zonas irri-gadas —que han quedado bien documentados en épo-ca romana—, cabe resaltar ahora la importancia dela arboricultura mediterránea. En efecto, desde estemomento tanto el olivo como la vid —ésta últimapeor representada en los espectros obtenidos, pues sucarácter zoófilo limita la dispersión polínica— alcan-zan un gran papel. El interés de estos cultivos radi-ca en su probable destino comercial (Quirós; Vigil-Escalera 2006: 109), pues si bien se insertaría dentrode limitados circuitos intercomarcales, se trata de una

actividad claramente excedentaria. En la zona bajoestudio no se han detectado aún estructuras de estaépoca relacionadas con la producción oleícola y vi-naria, como las conocidas en su entorno (Ariño et al.2004-2005; Vigil-Escalera 2006: 106, fig. 7; Ariño2007: 326-328). Sin embargo el polen de olivo (Oleaeuropaea) se detecta ya hacia 100 cal AD en la tur-bera del Puerto de Serranillos (López-Sáez et al.2009) y en Ojos Albos comparece desde el comien-zo de la secuencia. Por el bajo porcentaje en épocaromana no podemos admitir su cultivo local en lasierra, aunque sí en un ámbito extra-regional. Signi-ficativamente el olivo se mantiene estable durante lossiglos V y VI, alcanzando su máximo valor en el pa-linograma entre los siglos VII-VIII cal AD (Fig. 13),momento en que puede afirmarse su cultivo comar-calmente, al menos en las zonas más bajas de la Sierrade Ojos Albos (Fig. 13).

Otro aspecto de importancia en la historiografíaactual, ya aludido, ha sido la búsqueda y explicaciónde cambios en las pautas agroganaderas en épocavisigoda. En el registro de Ojos Albos, sobre tododesde el VI en adelante, se asiste a un importanteincremento de los taxones antrópico-nitrófilos: tan-to los pastos antropozoógenos como los hongos co-prófilos están presentes de una manera constante ycon porcentajes cada vez más importantes. Podemosrelacionar este hecho con una presión humana y pas-toril mucho más intensa en estas zonas de montaña.Fenómenos como éste ya han sido advertidos en otrasregiones, y se han relacionado con el desarrollo deunas estrategias extensivas, que favorecerían la de-dicación ganadera a costa de la actividad agrícola(Ariño et al. 2002: 308; Chavarría 2004-2005: 198-199; Gutiérrez González 2008: 219). Interpretaciónesta última no exenta de detractores (Hamerow 2002:112; Quirós; Vigil-Escalera 2006: 83) que no consi-deran válidos tales argumentos para afirmar una pre-ponderancia ganadera.

Con los datos presentados aquí no apreciamos unamerma significativa de la actividad agrícola, ni en losusos del suelo cerca del hábitat ni en las secuenciaspolínicas. En cambio sí constatamos reiteradamentefenómenos asociados al clareo del bosque y la exten-sión de los pastos en época visigoda. Al respecto, seha dudado de la existencia real de una deforestacióna partir del siglo V tras comparar el alto porcentajede polen arbóreo (AP) en los entornos de un conjuntode sitios visigodos frente a otros tardorromanos, tam-bién muestreados (Quirós; Vigil-Escalera 2006: 109-110). Pensamos que este tipo de contrastes, sobremuestreos polínicos en sedimentos arqueológicos, sonidóneos para estudiar los ámbitos agrarios —que tan

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bien reflejan la cerealicultura y la actividad ganaderaen pastos de cercanía—, mientras que su interpreta-ción en términos de las dinámicas de antropizaciónde ámbito regional resulta más problemática. Comoalternativa hemos recurrido a sondeos polínicos dia-crónicos, de alta resolución muestral y acotacióntemporal mediante radiocarbono, efectuados sobredepósitos naturales de montaña. A partir de los re-gistros de que disponemos, hemos verificado la ten-dencia a una progresiva deforestación en los entor-nos boscosos serranos, aquellos no directamenterelacionados con los ámbitos de residencia y presen-cia permanente de la población. En efecto, es allídonde se manifiesta en estos momentos la presiónhumana sobre las masas forestales altimontanas (Pi-nus sylvestris y/o P. nigra) y sobre los melojares amedia altura. La recesión en los valores regionalesde AP obtenidos en la turbera de Ojos Albos pareceindicar una intensificación de las cortas forestales apartir de mediados del V —para madera o leña— yla introducción del ganado, deducida del aumento delas herbáceas y los elementos antrópicos-nitrófilos(Fig. 13). Eventos semejantes se documentan en elPuerto de Serranillos (López Sáez et al. 2009), don-de en época visigoda se produce una profunda defo-restación del pinar altimontano, provocando el desa-rrollo de matorrales degradativos de estos bosques.

Las dificultades para reconocer formas de hábitatrural en las serranías (Fig. 5) nos hace plantearnos queel fenómeno probablemente respondería a campañasde trabajo ganadero y forestal estacionales. Se retro-traerían por tanto hasta estos momentos unas prácti-cas tradicionales de cooperación comunitaria de lasque disponemos de numerosos testimonios12.

Por otra parte, a la vista de los registros polínicoscabe argumentar que el impacto ecológico sobre lasmasas forestales fue muy importante. Al respecto nocontamos con indicios claros sobre la práctica de rozascon fuego, pero este tipo de usos no son en absolutodescartables, como parecen apuntar algunos testimo-nios. Así, en el yacimiento salmantino de Los Mel-gares (La Vellés), en las campiñas de la Armuña, enuna reciente excavación preventiva se ha detectado unextenso depósito ceniciento de arrastre, datado enépoca visigoda, que se ha relacionado con el empleode rozas para clarear el bosque, unido a consiguien-tes fenómenos erosivos (Ariño; Dahí 2008).

Es más, aparte del efecto combinado del impac-to antrópico y de la cabaña ganadera, estas dinámi-cas de deforestación del bosque se verían agudiza-das por la concurrencia del cambio hacia un climamás frío y seco; el periodo frío altomedieval ca. 450-950 cal AD. Este cambio climático, bien registradoen otras regiones europeas (p.e. Cheyette 2008:157ss), ha podido ser acotado en la secuencia polí-nica de Ojos Albos y en depósitos higroturbososcercanos, como la zona VEG-F del Prado de la Vega(Ariño et al. 2002: 297) o el Puerto de Serranillos(López Sáez et al. 2009) y supuso el descenso de lastemperaturas y un régimen pluviométrico inestable,con sequías severas (Desprat et al. 2003: 72-73). Talvez un reflejo indirecto de esta degradación climá-tica pudiera verse en los cambios del propio patrónde asentamiento (p.e. Cheyette 2008: 162-163). Enefecto, aun con las reservas que nos plantea la esca-sa resolución cronológica de los datos de superficie,parece desprenderse un establecimiento en virtud dezonas húmedas que en época romana probablemen-te quedarían anegadas. Se trata de localizaciones noya estrechamente asociadas a la red fluvial —siguien-do una tendencia secular—, sino en entornos inclu-so eventualmente encharcados de esas vegas y ribe-ras (p.e. Ariño 2007: 335) o inmediatas a humedales—los bodones o lavajos— en las campiñas al sur delDuero (p.e. Calleja 2001: 126), que en el ValleAmblés se traduce en la ocupación de zonas de to-pografía deprimida, como la misma plataforma deinundación del río Adaja (Fig. 5).

A partir del siglo VIII el cambio es patente a todoslos niveles. Parece claro que las transformacionesresponden a un contexto de desarticulación política yeconómica (Castellanos; Martín Viso 2005), si bienfalta una contrastación arqueológica de las propues-tas interpretativas generales apuntadas para el interiorpeninsular (p.e. Martín Viso 2007a: 34-35; Vigil-Es-calera 2006: 97). En las extremaduras del Duero pa-rece asistirse a fenómenos de diversificación regional(Martín Viso e.p.) como ya hemos apuntado. Entre losrasgos ubicuos destaca la tendencia a una mayor even-tualidad del hábitat, que tan bien contrasta con elmodelo tardoantiguo de la villa señorial (Ariño 2007:335). Las soluciones que adopta el asentamiento noestán claras: una opción parece consistir en la reuniónde unidades familiares dentro de un concepto cerca-no al de las comunidades de aldea —probables casosde Los Henrrenes (Díaz de la Torre 2005) o la Lan-cha del Trigo (Gutiérrez Palacios et al. 1958)—; mien-tras que otras fórmulas pudieran indicar una agrega-ción laxa de ocupaciones domésticas, como el enclavezamorano de La Huesa (Nuño 2003).

12 En tal sentido resulta significativa la presencia, cerca dela turbera sondeada por nosotros, de sitios serranos como ElCastillejo-El Castrejón (Ojos Albos), un posible recinto ga-nadero, bien conservado y de difícil datación por la ausenciade material asociado. Agradecemos la información a Francis-co Fabián.

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En cuanto a las pautas de subsistencia, poco puedeasegurarse con certeza, si bien cabe un replanteamien-to de la dinámica expansiva altomedieval a partir delas trayectorias precedentes, que poco a poco vansiendo mejor conocidas (Vigil-Escalera 2009: 218-219). Tras desarticularse los flujos de intercambioentre comarcas y diluirse la presión de los aristócrataslocales, el espectro de opciones pudo ser amplio,dentro de una básica orientación hacia la autosuficien-cia. De nuevo encontramos propuestas sobre la di-versificación productiva de las comunidades, y so-bre todo se enfatiza la especialización ganadera quepudieron adoptar tales grupos. Ya en las primeras in-vestigaciones sistemáticas y documentadas sobre laregión, como la de Barrios (1983: 122), se pronosti-caba una especial dedicación ganadera entre los gru-pos que permanecieron hasta época de repoblación.Tal estrategia respondería a la inestabilidad política,las adversidades climáticas y la ocupación de suelospobres serranos, que daría lugar a un paisaje carac-terizado por el predominio del saltus sobre el ager.Los datos disponibles no permiten desmentir esaimagen, aunque sí matizarla, reivindicando ciertacontinuidad de las actividades agroforestales. Así, enOjos Albos el taxón Cerealia marca la perduraciónde la cerealicultura de secano hasta el siglo XII y algosimilar cabe decir respecto al cultivo del centeno (Fig.13). En cuanto a las masas forestales —especialmentepinares y melojares—, cabe señalar su eventual re-cuperación entre 850 y 950 cal AD, posible reflejode la merma demográfica, que conllevó la recesióndel impacto sobre el bosque. Esta regeneración de lasformaciones boscosas es también patente en las cam-piñas meridionales del Duero, como muestra la zonaVEG-E del sondeo de La Armuña (Ariño et al. 2002:300).

Respecto al clima cabe señalar que durante estaetapa se asiste al Periodo Cálido Medieval (ca. 950-1400 cal AD) caracterizado por un aumento de lapluviosidad y las temperaturas, que haría más agra-dable la ocupación de entornos serranos como loselegidos por los poblados abulenses de la Lancha delTrigo o Los Henrrenes.

Por último, el proceso repoblador desde finales delsiglo XI implicó el aprovechamiento y potenciaciónde las estructuras agrarias y de poblamiento preexis-tentes en la zona. La ordenación feudal del territo-rio estudiado probablemente conllevó la consolida-ción y promoción de gran parte de los procesos delarga duración mantenidos de manera fluctuante du-rante siglos. De esta forma, habría que revalorizar lalarga historia agraria del sector y el protagonismo delcomponente campesino autóctono. Ello conlleva re-

formular el significado histórico de los paisajes agra-rios feudales en su justa medida, en el contexto delargos procesos en los que cuadran mal las ideas sobreunos medios naturales prístinos (Barrios 1983, 2000).

A modo de colofón de cuanto venimos señalan-do, entre los procesos implicados en la organizaciónplenomedieval del territorio cabría destacar la con-centración del poblamiento, que queda reducido de-finitivamente y hasta nuestros días a las aldeas y villasurbanas. En sintonía asistimos a la proliferación delhábitat rural —debido a un despegue demográficohacia 1200 sin precedentes—, de la que da sobradamuestra la extensa red aldeana documentada haciamediados del XIII en las extremaduras (Barrios 1984:14-23; Villar 1986). Entre los aspectos productivos,se asiste a un momento álgido de la intensificaciónagraria: la roturación y ampliación del terrazgo a unaescala desconocida, así como la extensión de la ca-baña ganadera, o del cultivo de la vid y el olivo. Setrata ya sin duda de actividades especializadas, in-sertas en una economía de mercado y un sistema depercepción de rentas dinamizado por las aristocraciasfeudales (Barrios 1983: 155; Villar 1986: 135-153).Estas dinámicas han quedado bien reflejadas en laturbera de Ojos Albos (Fig. 13), con una cadenciaprogresiva sólo interrumpida por algunos posibleseventos cortos de cambio climático, como el acae-cido entre los siglos XII-XIII cal AD. Igualmente serastrean en el Puerto de Serranillos (López Sáez etal. 2009) y en el sondeo polínico del Prado de la Vega—zona VEG-D— donde la intensificación de la ac-tividad pastoril se ha relacionado con la formacióndel paisaje adehesado (Ariño et al. 2002: 300-301).

En definitiva, a lo largo del texto se han apunta-do algunos elementos legibles y reiteradamente cons-tatados en las formas de ocupación y uso del terri-torio, que servirán para articular hipótesis de trabajosobre las bases materiales del proceso histórico en elprimer milenio d.C. La investigación futura en laregión presenta el reto de verificar el grado de de-sarrollo que alcanzaron algunos de esos vectoresinfraestructurales entre la Antigüedad y el Medievo,así como esclarecer los factores históricos que expli-carían las dinámicas aquí apenas esbozadas.

AGRADECIMIENTOS

Los autores quieren reconocer la ayuda y facili-dades que en la obtención de los datos del IACyL yen la consulta de las fichas de yacimientos y lasmemorias de excavación nos han dispensado Mila-gros Burón, Francisco Fabián y Jorge Santiago. La

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versión preliminar del trabajo se ha beneficiado delos comentarios, referencias bibliográficas e informa-ciones de Alfonso Vigil-Escalera, Juan FranciscoBlanco García, Iñaki Martín Viso, Santiago Castella-nos y Enrique Ariño. Del texto final y las opinionesvertidas en él somos los únicos responsables.

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Recibido el 27-11-08Aceptado el 18-05-09