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ALEJANDRO BACA apertura al cielo

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ALEJANDRO BACA

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PagafantasAlejandro Espinosa

La noche en el espejoArturo Pedroza

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Entre líneasMiguel Galván

Las entrañas del norte Alejandro García

aperturaa l c i e l o

Alejandro Baca (Estado de México, 1990). En-sayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Ór�co de poesía y artes visuales y sonoras. Edi-tor en Cuadrivio Edi-ciones. Ha publicado en periódicos y revistas como El columnista, El clarín, Revista Ritmo, Revista Flint, Invisible Gazzete, entre otras. Este es su primer libro publicado.

Apertura al cielo traza un viaje eólico que sabe tanto de la grieta de un roble como del cielo y sus volcanes. Su apertura es un candelabro de lluvia. El trayecto que recorre y culmina va más allá del nombre o del lugar común: su sino es la precisión y la medición exacta de sus cuerdas en el fraseo. Cada poema es una cuerda que apertura su propio enjambre: el celaje viaja, la calle señala su propia voz, el amor es un presagio para los buenos días, y el mañana casi una torre inalcanzable. Aun así, esa torre va alcanzando el cielo y la voz de la calle, la paja del viento, el árbol que siempre fue. Las cuerdas bien templadas de Alejandro Baca aperturan un decir que nada tiene que ver con el canto, sino más bien con un suspiro cenizo. Su poesía es un aire refrescante, una �or que crece ante lo oscuro.

Miguel Ángel Zapata

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Alejandro Baca (Estado de México, 1990). En-sayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Ór�co de poesía y artes visuales y sonoras. Edi-tor en Cuadrivio Edi-ciones. Ha publicado en periódicos y revistas como El columnista, El clarín, Revista Ritmo, Revista Flint, Invisible Gazzete, entre otras. Este es su primer libro publicado.

Apertura al cielo traza un viaje eólico que sabe tanto de la grieta de un roble como del cielo y sus volcanes. Su apertura es un candelabro de lluvia. El trayecto que recorre y culmina va más allá del nombre o del lugar común: su sino es la precisión y la medición exacta de sus cuerdas en el fraseo. Cada poema es una cuerda que apertura su propio enjambre: el celaje viaja, la calle señala su propia voz, el amor es un presagio para los buenos días, y el mañana casi una torre inalcanzable. Aun así, esa torre va alcanzando el cielo y la voz de la calle, la paja del viento, el árbol que siempre fue. Las cuerdas bien templadas de Alejandro Baca aperturan un decir que nada tiene que ver con el canto, sino más bien con un suspiro cenizo. Su poesía es un aire refrescante, una �or que crece ante lo oscuro.

Miguel Ángel Zapata

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[Apertura al cielo]AlejAndro BAcA

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Primera edición, 2014No puede reproducirse, almacenarse en un sistema de recuperación, o transmitirse en forma alguna por medio de cualquier procedimiento, sea este, mecánico, electrónico, de fotocopia, grabación, o cualquier otro, sin el previo permiso del autor o coordinador editorial.

Derechos reservados © 2014 respecto de la primera edición de Apertura al cielo por Alejandro Baca.

ISBN: 978-607-9330-14-9

NaveluzSecretaría General, Departamento de Comunicación, Programa de Proyectos Editoriales y Departamento de Impresiones del CCH Naucalpan.Calzada de los Remedios 10, Colonia Los Remedios,Naucalpan, México, CP. 53400

Naveluz

Benjamín BarajasDirector de la colección

Édgar MenaEditor

Isaac Hernández HernándezArte y Diseño

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cellisca

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La brisa se llevó el último diente de leónque creció sobre la acera.

En tus ojos, el viento en remolino,en los míos, la clara inmensidad:

un naufragio.

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Primera cuerda

el sabor de la lluvia no cambiael otoño entre mis labios.la lluvia sabe a sangre,Tres reflejos llenan mi lengua de vino yno hay pan en la alacena,solo sal:

los pétalos vuelan cerca de mis manos.

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Segunda cuerda

siento la ternura entre mis dedos,somos uno con el tiempo.¡No duramos lo suficiente para el amor!

Mis ojos se abochornan, ansío dormir entre tus piernas.el letargo se sostiene del aleteo desmesurado:

ya no recuerdo nada de mi patria,sólo ansío dormir entre tus piernas.

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Tercera cuerda

los volcanes sonríen tranquilamente,el amor se consume ante mis ojos.los arroyos vuelven desde la montañamis pies arden:

todos ardemos.

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Cuarta cuerda

los caballos corren sobre el derrumbe:una flor crece en la penumbra.

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Quinta cuerda

las estrellas caen sobre mis manos,busco la sombra del ocasoy te encuentro postrada al horizonte:

los sueños húmedos arden como mariposas;mariposas de obsidiana al atardecer.

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Sexta cuerda

el aleteo blanco es tan suave,que no quisiera despertar cada mañanasin haberlo conocido.

¡Yo también quiero un báculo!¡Yo también quiero matar serpientes!(Grito bajo la lluvia, bajo sus alas)

ellas bailan y cantan / cantan y bailan.Nunca al tiempo / siempre al ritmo.

en el océano crecen flores blancas.

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Séptima cuerda

Qué lejos estamos de la costa,los pájaros vuelven sus alasy su brisa es el recuerdo con el que reconstruyenlas praderas:

nada sé sobre mi madre.

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DerruMbe iNverNal

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La neblina se fuga de mis ojosy como el incienso de la mañanainunda las vidrieras de las torres.

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[Ahora que del cielo...]

ahora que del cieloel menguar clarece,y del silencio;el timbre, es el colormás confortable,recuerdo los paisajes marinosde estrellas reflejadasentre las montañas,los bosques de orozuzy el trino que al frotarse en la humedadse esconde.Pues el recuerdo como las piedrasal envejecer de verde se van pintando.ahora que el flujo fluviales la vena más cobarde del ocasoy de los dragonessólo quedan algunas vigasblanquecinas:reptílico néctar del que hoyse nutren mis ciudades.Puedo ver el cristal quebradoy las fatídicas sombras que me llaman.Puedo ver,y el clamor de los volcaneses la erupción cetrina

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que hizo de los diarios infantilesun obituarioque se extiende como la explosiónde un disparo a lo lejos,entre la soledad de los lupanares.

Hoy,que me pregunto si la muerteviene del sur o del este,por el placer de morira los ojos del amanecerque, contrahecho,siempre aparece bajo las pestañas.

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[Alguna vez…]

alguna vez alguien me hablóde los rojos atardeceresy los cúmulos que se enroscanentre los montesantes de la primera llovizna de octubre.Fue un poetacon la cara manchada de verdey la mirada heterocrómica.ese alguien me contóque los dragones siempre volvíana las grutas del mar Mediterráneoa custodiar los cristalesmás hermosos del océano.Desde aquí sólo logro ver una paredtan gris y las pinturas rupestresque la humedad conforma.

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No debes tocar el suelo

De Ícaro tienes el rubor y las alas rotas,y creo que la belleza escurrepor las hendiduras de tu rostro ensangrentado.¿Quién pensaría que te escondíasdetrás de las canciones de la lluvia?¿Quién pensaría que te encontraríacon tu lamentodetrás de la granada?Yo, que abordé un tren lleno de carbónpara vivir siempre amaneciendo.Para hacer del fulgor la nochey nunca temer a la amargura del olvido.No debes tocar el suelo, y ya te balanceasmoribundo,mientras te sostienes con tu brazodesgarrado.Te advirtieron que no descendieras más alládel cúmulo celeste,y dejaste que el sonido del rocío te cautivara.ahora pendes de un hilo floraly no debes tocar el suelo.No conoces el rencor que se respira en la tierra,el sabor de la carne roja y algún disparo al cielo.Tus hermanosnunca te perdonarían

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si llegaras con los mantos enlodadosy tu quebrada mandolina.Hermoso y curioso,no debes tocar el suelo.¿Quién podría pensar que te encontraríay bebería tu sangre?Tan dulce y cariñosa.¿Quién creería que ciego y desahuciadosería capaz de atravesar tu torsocon mis flechas mal talladas?un par de lágrimas escurren de tu rostroy no debes tocar el suelo.¿Quién pensaría que ver llorar un ángelsería tan bello,tan placentero?

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[Y como en todas las tormentas...]

Y como en todas las tormentaslas gotas fueron seccionadaspor tamaño y color.las más grandes cayeronsobre las montañas,en la cima de los rascacielos.las verdes, rojas y amarillasinundaron los bosquesde niebla baja,donde nos acariciamosy susurramos al oídode los árboles agrietados.las azulescayeron sobre los profundos secretos del monte,y sólo los hombres que vistenla huella de los lobos las vieron caer.Y como en todas las tormentas,la suave brisareveló los secretos del cielodetrás de los tambores.¿aquí?aquí las gotas fueron diminutas,casi trasminares.se llevaron algunos recuerdos,

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sin limpiar el cielo.empaparon las miradas,limpiaron lágrimas.cayeron los relámpagosantes del trueno.Y como en todas las tormentas…remolinos de aguase formaron sobre las aceras,nos permitieron sacar la carapor la ventanay observar el cielo,nos obligaron a sonreír un poco…Pudimos darnos cuenta que la nochehabía llegadocon la humedad. sonreímos.las gotas fueron seccionadasy aquí sólo cayeron gotas frías,sin color.

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[Mi patria es el diluvio]

Mi patria es el diluvioque no terminó de caeralguna vezen alguna parte.el temblor de los trenespor la mañana,esos trenes de arenaque delineanlas mañanasde las tardes,las tardesde las noches.Mi patria no es de pan y vino.el vino lo bebemos,el pan lo almacenamosen alacenas derruidas.Mi patriason las alacenas derruidasque nos alejande los gusanos-devora-sueños.es la madera carcomida de sol y sombra.Mi patria es la lluvia que hizo de la alacenaun hervidero de musgo.Mi patria no es el musgo,es la combustión

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y el desconsuelo.algunos que como yoescapamos del derrumbeacomodamos la humedadque se forma en nuestras sienesy nos preguntamos¿quiénes somos?también nos preguntamos¿dónde somos?por último nos preguntamos¿qué somos?Nos sabemos tan perdidoscomo el pan que nos forma,Nos sabemos al vino agrio,a la ventisca.sabemos que afuera lluevey cada pasoes un dado arrojado al abismo.un siete.un grito exorbitado que se pierdeen la intermitencia de los grillos,en el diluvio que alguna vezno terminó de caer.Mi patria no es mi lenguapues los que abandonamos la colmenanunca nos comprendimoscon el resto de los refugiados.Hoy nos reconocemosal tocar nuestra espalda,al tacto helado que nos enmascara.Mi patria es el camino,los cuarenta días,las cuarenta noches.

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Mi patria somos y nosotros somoslos que comemos, bebemosy nos formamos del diluvio.las gotas secas,la intermitencia.alguna vez alguien nos hablóde las tierras blancasde las tierras de miel tan agriaque empalaga.ese día algunos creímos.ese día comenzaron las preguntas,el camino,y mi patria fue el temblorde los trenes por la mañana.

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Otra vez soñé con ella

como si fuera agostola luna estremeció los mares secossobre los que cimentamosnuestras ciudadesy el balanceo desnudólas paredes agrietadasque descansan mi dolor.

el cielo tornó de volcán los ojosy paralizados nos sosteníamos del vientoque volvía desde el oriente.¡No! No comprenderías la inmovilidadque provocan las campanasdentro del sauce.

la fragancia fue silencio luctuosoy de carne, pan y vino,me arrodillé bajo las estructuras insomnesde carmín y agua sana.

como si las gárgolaslloraran en los bosques.

la noche descendióbajo las cercas pintadas de blanco

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y de azul austríacodesperté gritando ¡Otra vez soñé con ella! ¡Otra vez soñé con ella!

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[Ángeles vuelan...]

Ángeles vuelan cerca de mis manos,en las llanuras incandescentesse respira el olor a barrocon el que moldearon las figurasde mis ojosy sólo un aleteo bastó para formar,de las grietas,el holocausto seminaldel que hoy brotan las almendras.

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[Duermes...]

A Joana Medellín

Duermes, caligrama de campanassobre las alabardas sin filo,y como en jaula de líneas blancasno ha parado de llover en todo el día.

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[La tormenta se ha ido]

la tormenta se ha idocon la intermitenciade los grillosy el ladrido de una nocheque no termina de ser nombrada.Quizá nunca fue tormenta,ni cárcel constelada.Quizá la arena de los parquessólo fue húmeda en mis sueñosy el canto fue un zumbidode verde cargado.Quizá te hablo de una mujerque caminópor la orilla del mundoy nunca aprendió sostenerun diente de leóncon la mirada.la tormenta se ha idoy el ladridoque inunda las ventanases el eco de un aviónque ha perdido el rumbo.

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[Mujer incandescente]

Mujer incandescenteque habita los terrores de la luna,escucha las canciones de tus hijosy bríndanos la sangre necesaria.Madre de la palabra,del precipiciode la tinta negra y blanca.Madre de nosotroslos bastardos,los sanguinarios,de todos nosotroslos que vivimosen el borde de los barrancos;y no conocemos el sabor del néctar,sólo el agrio frenesíque brota de entre tus piernas.

Otórganos las floresy permítenos marchitarlascon nuestras propias manos.Otórganos las espinasy nosotros sangraremoshasta quedar desiertos.sabes que beberemospara reconstruirnos.

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sabes que beberemospara reconfortarnosy brindaremos en tu nombre:razón del sufrimiento,madre de todo.

Perdona por escribir versosde amor,por buscar en otros pechosla dulzura de tus leches,por tallar figuras con tu rostro.Perdona si alguna vezte olvidamos,pues fuiste túquien nos dio cobijo y opiocuando nos expulsaronde las ciudades.

Fuiste tú la locura en el bosque,la flama de los hornos,la lluvia,los lupanares.escucha el canto de tus hijos.

Diosa blanca.escucha el grito fluvialque hunde los barcos,el trueno centimanodestructor de ciudades.Madre de nosotros los bastardos,los nigromantes.escucha nuestro canto.Mujer precipicio,

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mujer poesía.Madre-vida, Madre-muerte.

escucha nuestro canto.

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[Los ángeles hablan lentamente]

los ángeles hablan lentamentey entre sus alasllevan las tormentasque inundan las ciudades.se paran a la orilla de las torresy esperan.Yo,polilla entre las alas,recuerdo que los diluviossiempre terminan en la costay del cielo,no se ve el fin.la noche amanece cada díay los ahogados llevan mortajasbordadas de antiguos rezos.No me atrevería a descendery a nadie le importaver destruidas las catedrales,hemos olvidado las tardesde tallar roca blanca,hemos olvidadoy eso nos permite andarcon la mirada perdida.

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[Los ángeles vuelan]

los ángeles vuelancerca de mis manosse escondenen el parpadeo de las mañanasen las turbas revoltosas de las avestormenta que en grisse desvanecelos ángeles viven en abril,en sus lluvias de soly viento,en el azul de sus farosrotos.

en las heridas de los niñosque guardan navajas en las cicatrices.a veces quisiera gritar un poco,olvidar mi nombre,recordar los meses fríos,la aridez del pavimento,y antes de arrancar tres letrasde mi cuello aparece abrily los ángeles vuelan cerca de su rostro.

las flores se marchitanante la exhumación del viento

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y de la blancura del inviernosólo queda la miradaen la que se bañan todas las palomas.

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Ángeles guardianes

A Itzel García

aquí nunca hubo molinos de vientoni hombresque se transformaban en insectos.el viento pasaba de largoen calles que se volvían cada vezmás oscuras,en calles que se volvían cada vezmás pantanos.vimos nuestros rostros reflejadosy poco a poco,se fueron los árboles deshojandohasta convertirse en sillas maltrechasdonde buscar a venusentre cinco o seis estrellas...una noche entera.vimos endurecer la tierraen concreto y hacerse tierraen tus manos, en la mías,en todas aquellas figurasque sostuvieron nuestra sombra.los díaspasaron como el temblor de los trenespor la mañanacuando pensábamos

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que también nos traían los atardeceres.aquí nunca hubo ángeles guardianes,sólo nieblay la ceniza de un volcánque sin darnos cuentanos hizo cada día más viejos.No, nunca hubo ángeles,sólo sombras y manosque nos recogíancuando quedábamos hechos pedazospor la calley como figuras de arcillanos volvían a formar.aquí se aprendióa soplar el vidrio de los ojos,a vivir sin luz.aquí se aprendió a nadarentre las aguas que brotabande las coladerasy a sonreírcada que una ráfaga nos atravesaba el alma.

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Grietas

¡Qué profundas son las grietasde los robles!cuando al secarsedeforman la vozque desciende de la montañay arroja perdigonescargados de tizne.No conozco las palabras airosasni el batido de los ángelesque rondan,sólo escucho un aletearoscuroy el reflejo sinuosode los bosquesen los ríosque son pantanosagolpados de anamnesis.el flujo del vientoen los roblesy el rizo dragado de las aguashan hecho correr lobos.los he visto postrarse unos segundosy soltar un largo aullido.

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[Te busco...]

Te buscoen las grietas de las iglesias,en el borde de los cristalesen el párpado de los niños,también en su parpadeo.Y no duermocuando sueño con tu rostroabro los ojos en la oscuridadpara encontrarteporque el sabor de tu caricia;suena,como suenan los cablesque nutren las farolasy hacen de mi noche,un poco más nochey de mis sueños,un poco más sueños.en mis desvelosen los que descalza,danzas a los piesde la madrugadalanzando arroza las palomas de Oriente.como si a tu paso el rocíoescurriere

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el azabache de las montañas,de las Torres.Y te busco,en los bosques enrejados,en la cintura de las ninfas.en todos y cada uno de los vagonesde los trenesque sólo llevan carbón a la costa.una tarde,abordaré ese navío de rielesal mar,hasta la orilla de piel mestizade mi tierra,beberé las lágrimasque inundaron el otoñobajo las olasy podré dormir.sin esperar la madrugada.

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[Tiro los ruegos...]

Tiro los ruegos al vientoy sólo la luna refleja los rostroscarcomidos por las charcas.una noche creí escuchar al albaposarse en los alambresque se enredanfrente a mi ventana,sólo era un ave.un aveque se miraba en el aguaestancadacon el rostro de la nochey plumas.

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Un ave

entre las nubes se escondeun avede plumas acuáticasy garras que destellansobre las Torres de aceroy cristal.

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[Una tarde...]

una tarde vi el cielo tan claroque se reflejaron los ríos de asfaltoen mis ojos,y una lágrima no bastópara cubrir la bóveda cetrinadel desagüe.el viento desnudó las buganviliasy los huesos en la paredme recordaron el vuelode ese enorme pájaroque dejó la costay vino a anidar a la puntade un rascacielos.

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[¿Cuántos llevamos?]

¿cuántos llevamos la voz miserablede un río seco,del bosque en tala?¿cuántos corremos buscando las veredasen los pastos labrados en concreto?¿Dónde puedo encontrar a las bestiasestrelladas?si habito las ciudades que constelanla tierra entre volcanes,el reflejo del cielo oculto,el desconsuelo.Me pregunto si como yo,¿alguien arranca las hojasde los árbolesque el humo extinguebuscando las letras mudas?O ¿sólo soy la sombra de un hombreque sueñay cada que el sol se ponedesaparezco?

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[El cielo es...]

el cielo es un pénduloque va y no vuelve.el cielo,silbido que se desvanecemientras tú duermes.

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aPerTura al cielO

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En noches como esta me pregunto¿si este susurro de concreto y olas negras

son el canto y rezo de una ciudad inundada?

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Princesa Rusa

A Marina Tsvietáieva

No sé de dónde viene el vientoque enfría mis manosy no permite que desenredeel pelo que cubre tus ojos:reflejo invernal.cuando petrificas los senderosy sacudo mis piespara no hacer el alba cetrina.Por eso ando con los pies heladosy los guantes invertidoscomo me enseñaronsus plegarias.No sé de donde vienen los vientosni a donde vany me encuentro con un pie al airede tanto caminaren la premura de los llanos.esos llanos de brisa y recuerdos de: ¡Oh Pare!Tus manos son tan fríasPrincesa rusa,que no dejas desenredar tu peloy me dejas petrificadoen la llanura.

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II

No sé de dónde viene el vientoni a donde va.siempre me encuentrotu rostro lleno de paz,como los bordes de las montañasque te asemejan.cada que al grito del cielodejas caer tu manto heladosobre mis flores de néctary bebemos una tarde nublada más.¡una tarde nublada más!Porque tus ríosdevoraron las praderasy yo,me senté a tus piesa tirar granos en la tierra,de los que cimentar una mezquita,donde sonar las campanas,donde desenredar tu pelomientras la ciudad crecíafundando los horizontes.

III

Tus manos son tan fríasPrincesa rusaque tejiste margaritas en mi cielo, una cada otoño,una cada otoño.Hasta que mi rostroescribió tu historia

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y mis manosse cansaron de parar los flujosque fundaron mares en mi espalda.

IV

ahora que de los ríossólo el clamor brota,me encuentro petrificadoen la llanuray los pastos secos me anuncianque tu ciudad fue derrumbadapor los bárbarosque llevaron el fuegoa la cima de tus Torres;montañas,y quemaron sus manosde no saber nombrarcada estrellacon su debido tiempo.

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Dios de los cuervos

A Pamela Torres

suelo pensar en tierras fríasy de pocas palabras,en las nubesque sólo mis ojos conocencuando me sostengo de los rascacielos y caigo con la mirada al suelo.una mañana,mandé a Munin y Hugin en busca de la razón celeste,y de sus plumascubiertas de nievecreí ver la tregua del olivoposarse en mis hombros.sólo me trajeron tu miraday tus pies descalzos, con los que recorreslos campos de azucena,sin mancharte los dedosde fragancias. ahora comprendoque vas calzada de caminos y fue tu miradaquien me trajo.

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[Suelo pensar…]

suelo pensar en las tierras blancas.en los volcanes donde se forjaron mis cadenasy en el ojo que arrojé, para mirarte.

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[Alguna vez...]

alguna vez has sentido que la nochete abordapor la comisura de los labios,y se esparce entre los andenesde un cuerpo siempre paralelo.Has sentido el frío;te pregunto,el temor, el miedo.la inexorable tristeza de no saberla hora exactadel amanecer o del ocaso.cuando el repetido e incesantegoteode la lluvia que se ha idose cuela por la ventana,y sordo te preguntassi todos los naufragios iban cargadosde piedras preciosaso sólo llevaban troncos partidospara apuntalar las fortalezas.Yo sé que lo has sentido,sé bien que tu espalda ha tembladoy te has enroscado del dolorbajo los árboles sin sombra,que sembrados una noche de verano

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nos enmarcan.sabes tan bien de la intermitenciade los ríosy la dieta de las sirenas(que nadan en la gruta).

Y todavía te atreves a llorar frente a mis huesos.

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PeNuMbra

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Al levantar la mirada al horizonte;encuentro la brillante oscuridad,

el amanecer de las mariposas obsidiana:un sol negro

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Umbra

en la ciudad,una mujer se esconde.

en el subterráneo, en las torres, en las charcas,en todos aquellos filamentos cubiertosde tizne;donde se genera la oscuridad del concreto.en esas redes que cuelgan de los techosy nos electrifican.(cuando alzamos los ojos, buscando un aleteo desmesurado)

una mujer se esconde,y es hermosa.

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Antumbra

entre siluetas,somos:un retrato de grafito, un grabadoen las paredes,en las calles.un hilillo de humo que se desvaneceal pasar la manoy toma la forma de todas aquellas bestiasque no podemos tocar, ¡Que no podemos nombrar!porque nos faltan los sagrados nombresde la niebla.

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Penumbra

una mujer se esconde.

los dioses le negaron el reflejo, y en sus manossólo ve la ceniza que arrojan los volcanes.

Y se piensa, el incendio de los bosques,de los vados.así que huye y se oculta,debajo de las bancas, de las faldas colegiales,debajo de las suelas de los ancianos cuando salen a pasear

por la mañana.sólo se asoma unos instantes, para sumergirse en las aguas

negras que llevan las cloacashasta el mar.

la encontré una tarde, cuando se hundía entre las montañasy su cabello de azabache me ocultabaen el tibio calor de sus ojos.

Vie crépuscule.

una mujer se escondeen la penumbra.

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Ocaso

Tú, que en las plumas llevas la noche,pintaste las praderas y los montes.

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La bruma

los hombres hablan de piedras solarescon las que toman baños de niebla,y creo que me voy acercando a la moradade los dioses,donde la mujer se esconde por las nochesy se envuelve con las nubes y la bruma de los marescomo si fuera el manto de los cielosquién te guarda,

quién te encubre.

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La niebla

la niebla de los temazcales arrancólos violetas y los (r)ojosde mis manos.estoy ciego y las mujeres me llaman poeta,cuando alzo las piedras y devorolos insectosque se hospedan en las aguas calmasdonde se refleja mi rostro taciturno.

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exPiacióN Del cielO

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La lluvia de San Juan se detuvoy tengo las manos frías de sostener la madrugada.

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[Suena el mar...]

suena el mar lejanodentro de mi ciudad de luces blancas.Mi ciudad, en espiral de concha grabadacon las plegarias de un pueblo cansadode construir escaleras al cielo.cansado de ver caer la nochecomo una columna que se desmorona.un reloj de arena cargado de algunas piedras raras.suena el mar lejano,como el eco de algún llantoque aún no termina de ser derramado.un dolor que se estampa contra las murallas,al ritmo de la luna,una y otra vez.suena el mar lejanodentro de un vaso de agua.Y yo canto, y todos cantamos.Dentro de la concha de mar el mar,dentro de un vaso la concha,dentro de mi ciudad el vaso,la luna y ella, y sólo ella.

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[De azul...]

De azul,la media tarde fue el goteoque escurre sobre las vasijas rotas.¡Para qué llorarsi el barro se quiebra en nuestras manos!¿Para qué llorar?la lluvia partió de nuestros ojosy a lo lejos se mezcla un horizonte;siempre inconcluso.

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Al filo del templo comienza el cielo. Un suspiro cenizo.

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Índice

celliscaPrimera cuerda 10Segunda cuerda 11Tercera cuerda 12Cuarta cuerda 13Quinta cuerda 14Sexta cuerda 15Séptima cuerda 16

Derrumbe invernal[Ahora que del cielo...] 20[Alguna vez…] 22No debes tocar el suelo 23[Y como en todas las tormentas...] 25[Mi patria es el diluvio] 27Otra vez soñé con ella 30[Ángeles vuelan...] 32[Duermes...] 33[La tormenta se ha ido] 34[Mujer incandescente] 35[Los ángeles hablan lentamente] 38[Los ángeles vuelan] 39Ángeles guardianes 41Grietas 43[Te busco...] 44[Tiro los ruegos...] 46

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Un ave 47[Una tarde...] 48[¿Cuántos llevamos?] 49[El cielo es...] 50

apertura al cieloPrincesa Rusa 54Dios de los cuervos 57[Suelo pensar…] 58[Alguna vez...] 59

PenumbraAntumbra 65Penumbra 66Ocaso 67La bruma 68La niebla 69

expiación del cielo[Suena el mar...] 74[De azul...] 75

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Apertura al cielo es el tercer título de la colección Mandrágora de Naveluz, se terminó de imprimir la mañana del 17 de abril de 2014 en los talleres del Colegio de Ciencias y Humanidades Naucalpan. La edición consta de ciento cincuenta ejemplares,

firmados y enumerados por el autor.

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DIRECTORIO

UNAMDr. José Narro Robles

RectorDr. Eduardo Bárzana García

Secretario GeneralIng. Leopoldo Silva Gutiérrez

Secretario AdministrativoDr. Francisco José Trigo Tavera

Secretario de Desarrollo InstitucionalEnrique Balp Díaz

Secretario de Servicios a la ComunidadLic. Luis Raúl González Pérez

Abogado GeneralDr. Héctor Hernández Bringas

Coordinador de Planeación,Presupuestación y Evaluación

Renato Dávalos LópezDirector General de Comunicación Social

CCHDr. Jesús Salinas Herrera

Director General

CCH NAUCALPANDr. Benjamín Barajas Sánchez

DirectorMtro. Keshava Quintanar Cano

Secretario GeneralMtra. Ana María Córdova Islas

Secretaria AcadémicaLic. Raúl Rafael Rodríguez Toledo

Secretario AdministrativoMtra. Olivia Barrera Gutiérrez

Secretaria DocenteMtro. Ciro Plata Monroy

Secretario de Servicios EstudiantilesBiol. Guadalupe Mendiola RuizSecretaria Técnica del SILADIN

Ing. Víctor Manuel Fabian FaríasSecretario de Cómputo y Apoyo al Aprendizaje

C.P. Ma. Guadalupe Sánchez ChávezSecretaria de Administración Escolar

Lic. Alfonso Flores VerdiguelUnidad de Planeación

Mtra. Reyna Rodríguez RoqueJefa del Depto. de Comunicación

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ALEJANDRO BACA

Títulos anteriores

CirconstanciasOctavio Barreda

SonetosMiguel Garza

El Monstruo y otras mariposasHiram Barrios

PagafantasAlejandro Espinosa

La noche en el espejoArturo Pedroza

Próximos títulos

Entre líneasMiguel Galván

Las entrañas del norte Alejandro García

aperturaa l c i e l o

Alejandro Baca (Estado de México, 1990). En-sayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Ór�co de poesía y artes visuales y sonoras. Edi-tor en Cuadrivio Edi-ciones. Ha publicado en periódicos y revistas como El columnista, El clarín, Revista Ritmo, Revista Flint, Invisible Gazzete, entre otras. Este es su primer libro publicado.

Apertura al cielo traza un viaje eólico que sabe tanto de la grieta de un roble como del cielo y sus volcanes. Su apertura es un candelabro de lluvia. El trayecto que recorre y culmina va más allá del nombre o del lugar común: su sino es la precisión y la medición exacta de sus cuerdas en el fraseo. Cada poema es una cuerda que apertura su propio enjambre: el celaje viaja, la calle señala su propia voz, el amor es un presagio para los buenos días, y el mañana casi una torre inalcanzable. Aun así, esa torre va alcanzando el cielo y la voz de la calle, la paja del viento, el árbol que siempre fue. Las cuerdas bien templadas de Alejandro Baca aperturan un decir que nada tiene que ver con el canto, sino más bien con un suspiro cenizo. Su poesía es un aire refrescante, una �or que crece ante lo oscuro.

Miguel Ángel Zapata

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Alejandro Baca (Estado de México, 1990). En-sayista, crítico y poeta. Director del Colectivo Ór�co de poesía y artes visuales y sonoras. Edi-tor en Cuadrivio Edi-ciones. Ha publicado en periódicos y revistas como El columnista, El clarín, Revista Ritmo, Revista Flint, Invisible Gazzete, entre otras. Este es su primer libro publicado.

Apertura al cielo traza un viaje eólico que sabe tanto de la grieta de un roble como del cielo y sus volcanes. Su apertura es un candelabro de lluvia. El trayecto que recorre y culmina va más allá del nombre o del lugar común: su sino es la precisión y la medición exacta de sus cuerdas en el fraseo. Cada poema es una cuerda que apertura su propio enjambre: el celaje viaja, la calle señala su propia voz, el amor es un presagio para los buenos días, y el mañana casi una torre inalcanzable. Aun así, esa torre va alcanzando el cielo y la voz de la calle, la paja del viento, el árbol que siempre fue. Las cuerdas bien templadas de Alejandro Baca aperturan un decir que nada tiene que ver con el canto, sino más bien con un suspiro cenizo. Su poesía es un aire refrescante, una �or que crece ante lo oscuro.

Miguel Ángel Zapata