Only one. Libro 5.5

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TAMMY FALKNER

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Nick a luz del sol se filtra a través de mi ventana y ofende a la parte

posterior de mis párpados. Miro hacia la cabeza rubia que está

metida contra la almohada a mi lado. ¿Quién diablos es ésta?

Cepillo su cabello de su cara y gimo interiormente. ¿Cómo diablos llegó

Jack a mi cama? Su nombre es Jackie, y la he conocido toda mi vida. A

veces me despierto, y ella encuentra su camino a mi cama. Ni siquiera

recuerdo invitarla a entrar anoche, pero eso no siempre es necesario en el

mundo de Jack. Ella hace lo que quiere, cuando quiere.

Mi suposición es que las cosas no fueron bien en casa y su papá

empezó a balancearse otra vez, así que ella vino aquí. Esa parte no me

molesta. Por qué está en mi cama es otro tema. La dejo dormir y ruedo

fuera de la cama.

Sólo estoy agradecido de que usé mis bóxers cuando fui a la cama.

No que Jack no me haya visto desnudo. He visto todo de ella, y ella ha

visto todo de mí, pero eso es sólo porque se emborracha a menudo y

tengo que arrastrar su trasero desnudo a casa. Nunca hemos ni tendremos

jamás sexo. Nunca.

Somos mejores amigos, sin celos. Nuestra relación es libre y fácil, y no

somos territoriales cuando se trata de relaciones con otras personas. Eso es

lo que es tan genial sobre nosotros. A veces la soledad me sobrepasa y

cedo a la necesidad de sentir a alguien cerca de mí. A Jackie no le

importa. Soy un chico y absolutamente odio estar solo. A veces el silencio

se convierte en más de lo que puedo soportar.

Entro en la cocina y encuentro a mi compañero de cuarto Malone

con su mano en el jarrón de galletas. Literalmente, los codos profundo en

el contenedor de Winnie the Pooh de mi mamá.

Él me sonríe, una hebra de su cabello oscuro cayendo sobre su ojo.

—Buenos días —dice, y luego mete un puñado de galletas en su

boca. Cuando termina de masticar, me mira y menea sus cejas—. ¿Jack te

encontró anoche?

—Aparentemente —murmuro—. ¿Quién la dejó entrar?

—No podía dejarla afuera.

—¿Por qué eligió mi cama?

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Se encoge de hombros.

—Ella estaba destrozada.

Siempre lo está.

—La próxima vez, ponla en el sofá, ¿sí?

Me mira tímidamente.

—Intenté eso anoche, pero ella te quería, hombre.

Sí, pero yo no la quiero. Al menos no permanentemente. No para más

de lo que ya tenemos.

—¿Marty vino a casa anoche? —pregunto. No sé por qué siento la

necesidad de revisar a nuestra última compañera. Ella ni siquiera duerme

aquí cada noche. Es mayor que nosotros —veintiuno comparado con

nuestros diecinueve. Ella es como la madre que nunca queremos cuando

está aquí, haciéndonos limpiar detrás de nosotros y bajando el asiento del

baño. Pero paga la renta, y eso es todo lo que necesito. No puedo pagar

por este lugar yo solo, no importa cuántos trabajos tenga.

Miro alrededor. No es mucho, pero es mío. Recuerdo cuando mis

padres lo compraron. Estaban tan orgullosos. Es un remolque casi del

tamaño de una estampilla postal, pero está en la costa, y es valioso para

mí sólo por los recuerdos.

—No he visto a Marty —dice Malone. Va y golpea suavemente en su

puerta, y entonces la abre y mete la cabeza—. Nop —dice—. No está. —

Rasca su estómago desnudo—. Creo que voy a volver a la cama.

—¿Te comiste todas las galletas? —Levanto la cabeza de Pooh y miro

abajo. Me dejó algo de polvo de Oreo—. Idiota —murmuro.

Se ríe y entra a su habitación. La puerta se cierra detrás de él.

Ordeno a través del correo en el mostrador y me emocionó cuando

veo una carta de Patty Michaels. La abro y miro al cheque. La Sra.

Michaels me paga por mantener su jardín cuando no está aquí. Por lo

general, ella sólo envía un cheque cada mes —un generoso cheque— y

nunca escucho de ella de otro modo, al menos que necesite reunirme con

el exterminador o algo por ella. Pero una nota cae del sobre.

Nick,

Estaré llegando después de la graduación. ¿Puedes asegurarte de que el AC está atendida, la casa abierta, y poner en orden el patio? ¡Nos vemos en una semana!

Los mejores deseos,

Patty Michaels.

Mi corazón cae todo el camino hasta mis pies. Si los Michaels están

viniendo a la playa, entonces eso significa que Carrie está volviendo a la

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playa. Carrie es su hija. Ella no ha estado aquí en al menos tres veranos. No

desde que sus padres se separaron.

Carrie es la que se escapó. Ella fue mi primer beso. Mi primera

acurrucada con una chica con pechos. Mi primera erección en los brazos

de una chica. Mi primer amor. Ella tenía catorce y yo quince la última vez

que la vi. ¿Puedes enamorarte así de joven? Mi corazón dice que sí.

Carrie era diferente de todas las que conocí. Ella podía hacerme reír y

hacerme llorar todo en el mismo aliento. Una mirada a ella y supe que

quería por el resto de mi vida.

He visto el ejemplo de lo que el amor puede ser en mis padres, así que

sentí como que lo supe cuando lo encontré. Entonces ella se fue y nunca

volvió. La vida sigue, pero no ha sido la vida que quería. O al menos no

después de que mis padres murieron.

Me saco de mis recuerdos y miro la nota de la Sra. Michaels otra vez.

Carrie está volviendo a la playa. Silbo mientras vuelvo a mi habitación.

Jack está acurrucada en mi almohada, y me doy cuenta que no está

usando nada más que sus bragas. Las sábanas están empujadas alrededor

de sus pies y está sobre su estómago, sus brazos metidos a sus lados.

Me siento al lado de la cama y cepillo su cabello hacia atrás. Ella

murmura algo que no puedo entender.

—Jack —susurro.

Ella no se agita.

—Jack —digo un poco más fuerte.

Ella gime en mi almohada pero no abre sus ojos.

—¡Jack! —grito. Abre sus ojos y me mira, entrecerrando los ojos contra

el sol. Trazo un pequeño círculo contra su espalda—. Hey, linda —digo. Ella

sonríe en la almohada, pero todavía no se mueve—. Tienes que salir de

aquí.

—¿A dónde se supone que vaya? —pregunta.

—No me importa a donde vayas, pero no puedes quedarte en mi

cama. —Lo digo en serio. No puede, porque Carrie está volviendo. No

estoy seguro de qué día, pero estoy seguro como el infierno que no quiero

que encuentre a Jack en mi cama cuando venga—. ¿Dónde está tu

ropa?

Se encoge de hombros.

—¿Tenías ropa puesta cuando llegaste aquí?

Se sienta, apretando mis sábanas contra su pecho.

—No recuerdo —admite.

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—Tienes que parar de hacer esto —advierto.

—Lo sé. —Cae contra mi almohada.

Tiro una de mis playeras en mis manos y la deslizo por su cabeza. Ella

mete sus brazos en los agujeros y trata de cerrar los ojos otra vez.

—¡Fuera! —digo. Tiro de sus piernas sobre el lado de la cama y tiro de

la playera que está usando hasta que se sienta—. Ahora.

Se levanta, inclinándose sobre sus piernas temblorosas como un potro

recién nacido. Camina hacia la puerta.

—Hey, Jack —digo suavemente. Ella me mira, sus ojos meras rendijas.

—¿Qué? —pregunta.

—Tienes que parar de hacerte esto, ¿está bien?

—Lo sé. —No dice nada más que eso. Sólo sale de mi habitación en

mi playera y sus bragas. La miro, porque no quiero que se vaya luciendo

así. Pero tengo la sensación de que sé a dónde va. Justo como pensé, va

a la habitación de Malone y empuja su puerta abierta. Él cuidará de ella.

Tengo que alistarme para Carrie. ¿Qué si tiene un novio? ¿Qué si no

me recuerda? ¿Qué si no es más la persona que recuerdo? ¿Por qué no

envió una carta de condolencias cuando mis padres murieron? ¿Por qué

no volvió? ¿Nunca?

Tengo mucho que hacer para estar listo. Así que empiezo por cambiar

mis sábanas. Entonces tengo que conseguir el AC atendido en la casa de

Carrie. Todavía tengo una foto en mi vestidor que tomé en una cabina

fotográfica hace tres años. Es una tira de cuatro fotos. Carrie tiene su

lengua de fuera, sus labios fruncidos en un beso en otra, y una con sus

labios presionados en mi mejilla. La última está mirando a la lente de la

cámara mientras la miro.

Me pregunto si cambió. Y cuánto.

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Carrie ubro la boquilla y trato de no respirar lo suficientemente pesado

como para que me escuchen.

—Ya hice los arreglos para tener la casa en la playa

abierta y todo. Simplemente déjame tenerla este verano. —Mi madre

suplica. Su voz se rompe sobre la línea.

Por favor, no dejes que me tenga este verano, pienso a mí misma. Yo

no quiero ir.

No he visto a mi madre en cuatro años. No desde que decidió dejar a

nuestra familia. Conoció a un hombre al que amaba más que a nosotros, y

un día simplemente se fue. Era algo así como si ella nunca hubiera existido,

una vez que mi papá consiguió terminar su ataque de ira. Él arrojó todas

las cosas de ella, o al menos lo que dejó en la casa, en el pozo de fuego

en el patio trasero y cantó "Living on a Prayer" a todo pulmón hasta que no

quedó nada, excepto una resaca y cenizas.

Papá gimió.

—¿A dónde la llevarás?

Su voz es tranquila.

—Pensé que iríamos a la playa.

Papá da un suspiro.

—Patty —dice en un respiro. Me lo imagino apretando el lugar entre

sus ojos en la parte superior de su nariz entre su pulgar y el dedo índice.

—Hemos tenido un montón de buenos recuerdos en la playa —dice

ella, su voz suave y tan familiar que hace doler mi tripa. Pero ella no es mi

madre nunca más. Ella es esa mujer que se fue. Ella es esa mujer que

nunca regresó—. Tú podrías ir con nosotros, si estás preocupado —dice. Su

voz suena... ¿esperanzadora? Ni siquiera sé cómo describirlo.

—Sabes que yo no puedo hacer eso —dice él.

—¿A tu novia le importaría? —pregunta.

Papá no tiene una novia. Él nunca lo hizo después de que ella se fue,

pero me da la sensación de que él le dijo de manera diferente.

—Ella no lo aprobaría —dice.

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—Oh —suspira Mamá—. ¿Pero todavía podría conseguir a Carrie?

¿Para el verano? Esta es la última vez que voy a preguntar. No voy a ser

capaz de oscurecer tu umbral después de esto.

¿Qué significa eso?

—Nunca tendrás que tratar conmigo de nuevo. Sólo quiero tener esta

última temporada. ¿Por favor? —Su voz se rompe.

—Patty. —Papá respira. Y escucho los resortes de su cama chirriar a

través del teléfono. Casi puedo imaginar sus rodillas volviéndose débiles,

porque eso es lo que ella le hace a él.

—John, ¿por favor? —ruega.

—Está bien —dice en una exhalación pesada—. Bien. Puedes tenerla

para el verano. Si... las cosas no fueran... como son... Yo nunca lo permitiría.

Lo sabes, ¿verdad?

—Sí —dice en voz baja—. Sé eso. Y entiendo por qué.

—Tengo una condición —dice.

—¿Qué es?

—Tú tienes que decirle acerca de tu diagnóstico antes de que las dos

se vayan. Y tú tienes que prometer que la enviaras a casa en el minuto en

que estés demasiada enferma para cuidar de ella.

¿Qué? ¿De qué está él hablando?

—Se lo diremos juntos.

Entro en la puerta del dormitorio de mi padre, el teléfono todavía

agarrado a mi oído. Él está sentado exactamente como lo imaginé, con su

dedo índice y pulgar presionado contra el puente de su nariz, sus ojos

cerrados.

—¿Van a decirme qué? —pregunto.

—¡Carrie! —jadea mamá.

Papá salta a sus pies.

—¿Cuánto tiempo has estado escuchando?

Dejé que el teléfono inalámbrico cayera a mi lado.

—Lo suficiente.

Puedo oír a mi madre llamando mi nombre desde abajo por mi rodilla.

—No queríamos que lo averiguaras de esta manera —dice Papá,

apurándose hacia mí.

—¿Averiguar qué? —espeto, puntuando las palabras con la

mandíbula apretada.

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Papá habla al teléfono y no a mí.

—Deberías venir, Patty. Ahora.

Él asiente y murmura, se aparta de mí para hablar tranquilamente con

ella durante un minuto. Entonces él da la vuelta. —Ella está en su camino.

—Lanza el teléfono sobre su cama.

—¿Qué está pasando, papá? —pregunto. Mi corazón late como si un

pájaro carpintero loco vive dentro de mi pecho.

—Ella está en camino, y debe ser la única para decirte.

—¿Decirme qué? —Finalmente grito. Se detiene y me mira. Sus ojos

son amables. Ellos siempre son amables. Papá lleva gafas y tiene el pelo

rubio rojizo. Él tiene un poco de barriga que no puede deshacerse, no

importa su dieta, así que no se preocupa por eso. En este momento, su

cara es de color rojo brillante y se ve como si acabara de correr una milla.

—Tu mamá tiene cáncer, Carrie —dice, y hace una mueca cuando

las palabras salen de su boca. Abre sus brazos y me caigo en ellos. Él me

atrapa, como siempre lo hace. Todo lo que puedo pensar mientras sollozo

en su hombro es que me alegro de que me lo dijera antes de que ella

llegue aquí, porque si ella supiera que me importaba si vive o muere,

tendría poder sobre mí otra vez.

Papá me sostiene cerca y me permite sacar todo. Cuando termino,

me aparto y limpio mis ojos.

—¿Ella está muriendo? —pregunto. Me muerdo el interior de mi mejilla,

tranquilizada por el sabor metálico de la sangre cuando me muerdo

demasiado duro.

Él asiente.

—Sí, este será su último verano.

—¿Estás seguro? —Espero. El reloj de la pared hace tictac. Uno. Dos.

Tres. Cuatro.

Asiente.

—Estoy seguro.

—Bueno —espeto.

—No quieres decir eso —regaña.

—Sí, lo hago.

Voy dentro de mi habitación para serenarme. Mi madre está en

camino a decirme que se está muriendo y tengo que pasar su último

verano con ella. Pero mi madre murió en mi corazón hace tres años

cuando se fue. Me niego a lamentarme por ella dos veces.

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Tengo tiempo casi suficiente para arreglar mi cabello y mi maquillaje

antes de que llegue. Oigo el golpe en la puerta principal, pero me niego a

salir hasta que ellos me obliguen. Mamá y papá hablan suavemente en la

cocina y puedo oler el suministro de café. Mi mamá es una fanática del

café, pero mi papá lo odia.

Un golpe suena a mi puerta.

—Hey, Carrie —llama Papá. No respondo, así que abre la puerta y

asoma su cabeza en el interior—. Tu mamá te quiere ver —dice. Me lanza

una mirada cuando ve que estoy en mis pijamas, bajo las sábanas.

—¿Qué? —pregunto, lanzando mis manos en alto.

—Levántate —dice. Él de repente es ese papá. Él es el único que tiene

un tono agudo y nunca-darse-por-muerto actitud. Cuando él es ese papá,

tengo que escuchar. Lanzo mi libro y sacudo las mantas. Piso fuerte junto a

él, simplemente porque puedo—. Carrie —dice en voz baja.

—¿Qué? —pregunto cuando me agarra del brazo para detenerme.

Niega con la cabeza. —No importa. —Hace un gesto para que yo

proceda—. No tienes que hacer esto difícil, ¿sabes? —dice a mi espalda

mientras me sigue por el pasillo.

—Yo no soy la que lo hizo difícil —siseo por encima del hombro.

Entonces la veo.

Me detengo.

Ella está sentada en la mesa con una taza de café en sus manos. Me

mira, y ya hay lágrimas en sus ojos.

—Hola, Carrie —dice en voz baja. No se levanta o se mueve hacia mí

o se extiende hacia mí en cualquier manera.

—Hola, Patty. —Arrojo de regreso. Voy a la nevera y consigo una

botella de agua.

Papá se estremece, pero mamá se ríe. No me esperaba eso.

La última vez que vi a mi mamá, ella estaba agradablemente

regordeta. Llevaba Spanx y camisas holgadas y pantalones con cintura

elástica.

Ahora no es ella.

Ella es otra persona.

Ella es una persona delgada con el pelo corto y rubio irregular que

sobresale en ángulos extraños. Levanta su mano y acaricia distraídamente

en la parte superior de su cabeza cuando me ve mirándolo. Doy un paso

más cerca de Papá. Quiero que me toque. Quiero que me obligue a

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quedarme en tierra. Quiero que lo haga todo bien. Pero él sólo engancha

su cadera en el mostrador.

Mamá se aclara la garganta.

—Entonces, acerca del verano —dice. Traga tan fuerte que puedo

escucharlo.

—Acerca del verano —repito como un loro. No sé qué más hacer o

decir. Levanto mi botella de agua para mis labios y tomo un trago.

—Por lo tanto, no quieres ir conmigo, ¿verdad? —pregunta. Ella mira

esperanzadamente hacia mí.

—No.

—Tienes dieciocho años. Yo no te puedo obligar. —Se encoge de

hombros.

—Yo puedo —murmura papá. Levanto la vista hacia él y me mira de

vuelta. Quiero sacar mi lengua, pero es ese papá en este momento.

—Podemos salir a navegar. —Ella canta—. Podemos volar cometas.

Siempre te gustaba volar cometas.

—Cuando tenía ocho años.

—Podemos tomar largos paseos por la playa. Solías amar buscar

conchas marinas.

—Cuando tenía cinco años.

—Algunos de tus amigos aún viven allí.

—¿Cuáles? —pregunto, antes de recordar que se supone que debo

permanecer al margen.

—Amber y Rose. —Me mira desde pestañas bajas—. Y ese chico que

te gustaba.

—Cuando tenía catorce años.

—Podríamos irnos justo después de la graduación. Yo te recojo, y

todos podemos ir a cenar para celebrar, y luego podemos ir a la playa.

Miro a papá. —¿Vas, también?

Sacude la cabeza y finge ordenar a través del correo.

—No esta vez.

¿Pero no se supone que es la última vez?

—Por lo tanto, está decidido. —Mamá canta de nuevo. Ella desliza

una mano por debajo de su nariz y estornuda—. Vamos a ir a la playa.

—Yay —digo, inexpresiva.

—Carrie —gruñe Papá.

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Me fuerzo las esquinas de mis labios para subir.

—Yay —canto, bombeando mi puño en el aire—. ¡Vamos a la playa!

—Miro a papá—. ¿Puedo volver a mi habitación?

Él mira hacia mi madre y ella simplemente se encoge de hombros. Se

inclina y besa mi frente. Él huele como virutas de madera y después del

afeitado.

Empiezo hacia el pasillo, y la voz de mi madre me llama.

—Carrie —dice. Miro hacia atrás hacia ella—. Pienso que se supone

tengo que decirte que me estoy muriendo y que este será mi última hurra y

que quiero compartirlo contigo. Pero sólo voy a decirte que quiero pasar el

verano contigo, incluso si actúas así todo el tiempo, porque llevaré lo que

puedo conseguir.

Lágrimas empiezan a arder mis ojos y las parpadeo de vuelta con

furia. —Iré —susurro.

Papá pone sus manos sobre mis hombros desde atrás y aprieta.

—Pero ella promete no disfrutar un solo minuto de ello.

Mamá se ríe. Pero es un sonido con ninguna alegría en él en absoluto.

—Me lo llevo.

Asiento y corro hacia mi habitación. Me voy dentro de ella y me

inclino fuertemente contra la pared. Dejo mi puerta agrietada por lo que

puedo oír lo que están hablando. Pero están tan tranquilos que no puedo

oír nada. Sé, sin embargo, que mi mamá no se va hasta las primeras horas

de la mañana.

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Nick ntro en la casa de la playa de los Michaels y la reviso. Ésta no ha

sido abierta por un tiempo, probablemente años. Al menos unos

tres años. No recuerdo ver a la señora Michaels por aquí incluso

después de la separación. Estoy bastante seguro que ella consiguió la casa

en el divorcio, porque es la única que me envía los cheques.

Me encantaría saber lo que sucedió para causar la separación. Y me

gustaría inclusive más saber qué provocó que Carrie me abandonara por

completo. Una carta de vez en cuando hubiera estado bien. O un correo

electrónico. Hay muchas formas de comunicación hoy en día que no

puedo ni siquiera pensar en todas las maneras en que ella pudo haberme

contactado.

Me paseo lentamente por su casa y quito los cobertores de los

muebles. Esto me hace estornudar y que mis ojos se irritan, pero alguien

tiene que hacerlo. Hurgo por debajo de su cocina hasta que encuentro

algo de cera para muebles, y voy alrededor y me deshago del polvo que

queda y paso la aspiradora. He hecho cosas peores por dinero, y la señora

Michaels es más que generosa. Ella me ha pagado mucho por cuidar de

su césped por bastante tiempo. Doy un paso fuera cuando oigo la puerta

de un coche, creyendo que es el técnico del aire acondicionado que está

aquí para hacer el trabajo. Pero cuando bajo las escaleras, justo veo al hijo

del vecino mientras sale de su camioneta.

Nunca he odiado tanto a alguien como odio a ese chico. Su familia

alquiló la casa justo al lado de la de Carrie todo el verano pasado, y llegué

a conocerlo bastante bien durante ese tiempo. Incluso lo invité a que

pasara el rato conmigo y Malone unas cuantas veces. Hasta que conoció

a Jackie. Luego pasé todo mi tiempo manteniéndolo lejos de ella, hasta

que finalmente me rendí y dejé que ella consiguiera su corazón roto. Él es

parte de la razón del porque ella es de la manera que es ahora. Ya no

confía en sí misma para tomar buenas decisiones con los hombres.

Él levanta su mano y me saluda.

—Nick —dice. Señala hacia la casa de los Michaels—. ¿Alguien va a

venir? —pregunta. Ya había quitado las contraventanas para huracanes y

abierto la casa.

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—Nadie que necesites conocer —le contesto. Lo que quiero decir es

“metete en tus propios asuntos” pero mantengo esa parte para mí.

—Hey —me llama, y me sigue por la esquina de la casa—. ¿Sabes

dónde puedo encontrar a Jackie? —Me sonríe perezosamente cuando se

apoya contra la casa, mientras yo quito la tapa del aire acondicionado.

—¿Porque la quieres a ella? —le pregunto sin mirarlo.

—Ella es un polvo entretenido, hombre. Sabes eso.

Su nariz está torcida desde la última vez que lo golpeé. Y eso había

sido por Jack, también.

—Ella está fuera de los límites —le digo, gruñéndole mientras muevo el

pesado metal.

Se frota el puente de su nariz, su sonrisa perezosa volviéndose una

mueca.

—¿Te lo estás haciendo de nuevo con ella?

—No es de tu incumbencia —le digo.

—Entonces no te importará si voy y la busco.

Me pongo de pie y avanzo rápidamente, con tanta rapidez que él

trastabilla hacia atrás inclinándose contra la casa. Sostengo su barbilla con

mi antebrazo, y se retuerce hasta que se da cuenta que no va a conseguir

librarse. Él solo se mantiene en equilibrio allí sobre sus puntillas, intentando

respirar.

—Mantente alejado de Jack —le digo—. Y de Amber y Rose y

particularmente de la chica que vive aquí. —Le permito bajar y señalo

hacia la casa—. Ella está fuera de los límites, también.

—¿Quién es ella? —pregunta, y me maldigo a mí mismo por incluso

llevarlo a ella porque acabo de dibujar una gran diana en su espalda.

—Ve al pueblo y escoge tus mujeres. Pero deja en paz a mis amigas.

—Déjame en paz. Considero a Jack, Amber, Rose y el resto de los clientes

habituales de verano para estar fuera de los límites. Y Carrie –ella es mía.

Toda mía. Hasta que me diga lo contrario.

—Veremos —me dice sobre su hombro mientras se aleja.

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Carrie apá me fulmina con la mirada desde el otro lado de la mesa, y

hago una mueca de dolor cuando me da un golpe con la punta

de sus zapatos en mi pierna. Él cabecea hacia mi madre como si

quisiera que le prestara atención. Está sentada junto a él en frente de mí y

no sé qué decirle. Mis sentimientos hacia ella no han cambiado. Ella nos

dejó. No quiero tener nada que ver con ella.

—Así que, Carrie —dijo—. Pedí que alguien arreglara la casa de la

playa.

Asiento, y mastico mi berenjena con parmesano lentamente.

—Eso está bien —mascullo después de que trago.

Se ríe.

—El pobre chico se quedó con todo el trabajo fuerte. —Miró a papá—

. John, ¿te acuerdas lo difícil que fue el primer día en la playa?, ¿bajando

las persianas y arreglando todo para la temporada?

Papá le da una mirada distante, pero asiente.

Lleno mi boca para así no tener que hablar.

—Nadie ha ido desde la última vez que fuimos como familia.

Tenía quince años desde la última vez que usamos la casa de la

playa.

—¿Por qué? —dejé escapar.

—¿Por qué, qué? —pregunta, mirando confundida.

—¿Por qué no la has usado? —Ella amaba la casa de la playa.

—Simplemente no sería lo mismo… —Dejó que su voz se apagara

—¿Nunca lo llevaste ahí? —pregunté. Me niego a decir su nombre. El

hombre por el que nos dejó a nosotros no merece un nombre o una cara.

Su cara enrojece y mira hacia su comida.

—No. —Eso es todo lo que dijo. Sólo eso.

Eso me sorprendió. Ella realmente amaba esa playa. Pensé que ella

había querido compartirla con él.

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—Entonces, ¿encontraste a alguien para que la abriera? —pregunta

Papá. Él está tratando. No sé por qué quiere, pero lo hace.

—Encontré a uno de los chicos locales —dice. Le sonríe—. Me gustaría

que fueses con nosotras.

Niega.

—No puedo. —No la mira. Él sólo está mirando su plato.

Mamá pone su tenedor hacia abajo y dice:

—Bueno, creo que ya deberíamos irnos. Tenemos un largo camino por

delante.

Dejo caer mi tenedor en el plato con un fuerte ruido.

—Bien —dije. Lanzo la servilleta en mi plato y me levanto.

—¿Necesitas ir al baño o algo? —pregunta Mamá.

—Patty, tengo dieciocho años. Creo que sé cuándo necesito ir al

baño. —Ella levanta sus manos como si se estuviera rindiendo.

Papá desliza mi maleta en la parte posterior de la Jeep de mamá.

Luego camina hacia mí. Caigo en su contra y froto mi mejilla sobre su

pecho.

—Voy a extrañarte —susurré.

—También te extrañaré. —Frota mi espalda suavemente—. Se amable

con tu madre —instó.

—¿Por qué? —murmuro.

Me mueve hacia atrás y levanta mi cara.

—Este es su último verano. Haz algunos recuerdos.

—Está bien —suspiro. Pero sé que no lo haré.

Entramos en el Jeep y pude notar que el techo no estaba y las

ventajas estaban abajo. Ella no estará planeando conducir desde

Charlotte hasta la costa de Carolina así, ¿verdad?

—¿Podemos poner el techo? —pregunto.

Ella se pone sus gafas de sol, y niega.

—Nop.

Luego acelera fuera del estacionamiento tan rápido que tengo que

alcanzar manejar el oh—mierda. Mientras sale a la carretera, mi largo

cabello rubio comienza a volar alrededor de mi cara. Me mira, sonríe de

nuevo y abre la guantera. Ella busca en ella hasta que encuentra una

banda elástica para el cabello. La sostiene entre su pulgar y el índice. La

tomo y tiro de mi cabello hacia atrás.

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Ella pasa una mano sobre su cabello corto.

—Esto es lo bueno de la quimio —dice, encogiéndose de hombros.

Me volví y miré por la ventana abierta.

—¿Vas a hablar conmigo en todo el viaje? —pregunta. Pero no se ve

alterada. Sólo curiosa.

— Probablemente no. —Me inclino hacia atrás en el asiento y me

quito las sandalias de mis pies. Los levanto para que descansen en el

tablero.

—Está bien entonces —dice. Y luego enciende la radio tan alta como

sea posible, hasta que mis pies están saltando y mis oídos vibrando.

No puedo evitar preguntarme quien estará en la playa cuando

lleguemos ahí. ¿Todas las personas que conocí una vez? ¿Amber? ¿Rose?

¿Nick? Oh Dios, Nick. Me pregunto cómo es ahora. Me pregunto si todavía

sigue ahí. Quiero preguntarle a Patty todas éstas preguntas, porque puede

que sepa las respuestas, pero tendría que hablar con ella para hacer eso.

Mamá descansa su muñeca izquierda en el volante y la derecha en la

palanca de cambio. Una vez que estuvimos en la carretera, éramos toda

brisa y ruido. Y estoy bien con ello ya que no tengo que hablar con ella. Ni

siquiera tengo que pretender que me gusta.

Me despierto con una sacudida y unos chirridos de frenos, abro mis

ojos. Mi piel está arenosa, y nunca me había sentido menos yo como en

éste momento. ¿Dónde estamos?

Estamos en la entrada del camino de la casa de la playa. Eso luce

más familiar. Pero tengo que parpadear antes varias veces para recordar

como llegue hasta aquí.

—¡Estamos aquí! —Mi madre canta. Empuja mi hombro—. Ayúdame a

descargar las cosas.

Es tarde. Casi medianoche.

—¿No podemos hacer eso mañana?

—Nop. —No dice más nada que eso. Ella sólo empuja mi hombro de

nuevo y salgo del auto. Comienzo a descargar las maletas, las cajas de

comida y suministros.

La casa luce diferente. La recuerdo más grande que la vida. Pero no

es. Es pequeña y pintoresca. Es toda playera, con signos de pesca que

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cuelgan en la cochera y redes de pesca que adornan el espacio. Ninguno

de nuestros peces. Nunca entendí esos que estaban ahí.

El interior era como lo recordaba, pero más pequeño. Está pintado en

tonos amarillos, azules, verdes y colores amelocotonados. Y los muebles

eran como brillantes. Camino y empujo la puerta de cristal que se desliza,

paso a la cubierta y el viento del océano vuela alrededor de mí,

llenándome de mojado, cálido, y refrescante aire.

Levanto mi cara a la brisa y cierro mis ojos, inhalando profundamente.

Por un segundo, la vida era perfecta. Entonces ella entra a la cubierta, y

no es.

Bajo por las escaleras que llevan al mar y dejo que mis pies se hundan

en la arena. Escucho la puerta de cristal cerrarse detrás de mí con un ligero

sonido. Ella se ha ido. Bien. Camino por la orilla hasta que la arena empieza

a chupar mis pies.

Éste lugar solía ser mágico. Pero ahora sólo es el lugar que le

pertenece a mi madre. El agua salada cae sobre mis piernas, tirándome a

sus ávidas garras. Tal vez si trato de concentrarme en el océano, puede

hacer que esto funcione. Éste viaje no tiene que ser solo sobre ella. Puede

ser un poco sobre mí, también, ¿verdad?

Me di la vuelta y miro la parte posterior de la casa. La luz de la sala

está apagada. ¿Qué? Empiezo a caminar a esa dirección y deslizo la

puerta de cristal. La puerta del cuarto de mamá está cerrada. ¿Ella sólo se

fue a la cama?

—Buenas noches, Patty —susurro, levantando mis manos.

Tomo una ducha rápida y voy a mi antiguo cuarto. Las sabanas están

sobre la cama, así que las pongo y luego me deslizo entre ellas en una

camiseta y mi suéter. No puedo creer que se haya ido a la cama sin

decirme nada. Entonces me recuerdo a mí misma que se supone que no

debo de preocuparme por ello.

Me despierto la mañana siguiente y tropiezo en el pasillo. Puedo oler

café y camino hacia ello. Si hay algo que tengo de mi mamá, es el amor

por el café. Puedo tomarlo helado, hecho en casa, instantáneo o de

alguna otra manera que quieras dármelo. Como si tuviera piloto

automático, camino hacia la cocina.

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Escucho un ruido y veo que el refrigerador está abierto y alguien está

hurgándolo. ¿Ella está usando pantalones? ¿En la playa?

Pero luego la persona se levanta, y no es mi madre en lo absoluto. Él

es rubio y alto y él... no es mi madre. Sus ojos están amplios por un segundo

y se congelan. Luego empiezan a deslizarse hacia abajo sobre mi cuerpo.

Mi gravemente cuerpo poco vestido.

Cruzo mis brazos sobre mi pecho, ya que no estoy usando sostén.

—¿Quién eres? —pregunto. Doy un paso detrás del mostrador,

tratando de poner algo entre él y yo mientras tiro del dobladillo de mi

camisa.

Sus cejas se levantan. Él tiene el extremo de un dedo de queso

colgando entre sus labios. Lo muerde con fuerza y mastica por unos

segundos con los ojos cerrados. Entonces sonríe.

—Con que rapidez ella olvida —dice. Pone su cadera contra el

mostrador y me mira. Ahí una sonrisa peculiar en sus labios y me encuentro

con ganas de sonreír con él. Bueno, lo haría si no estuviera usando poca

ropa.

—No te acuerdas de mí, ¿no es así?

Me golpea con una tonelada de ladrillos cuando me doy cuenta de

quién es.

—¿Nick? —dije con voz entrecortada.

Sonríe y sé que estoy en lo correcto. Como no me di cuenta para

empezar, nunca lo sabré.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto.

Él apunta hacia la puerta.

—He venido a cortar el jardín, y tu mamá estaba saliendo para la

quimio, y me dijo que me preparara algo de comida. Así que lo hice. —

Sonrió de nuevo.

—¿Se ha ido?

Asiente, con una curiosa expresión en su rostro.

—Al hospital. Una amiga la recogió.

—Oh. —Juego con un hilo suelto de mi camisa, porque no sé qué

decirle.

—Ella no está bien, ¿eh? —pregunta. Su mirada curiosa, creo. No

simpática.

—Supongo que no —digo.

Él extiende su medio palito de queso sin comer.

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—¿Quieres algo de queso?

—Ew, no gracias.

Sus ojos se estrechan.

—Me parece recordar que hubo un tiempo que intercambiábamos

más saliva que en este pedazo de queso. —Él se ríe mientras un calor se

arrastra en mis mejillas—. ¿Eres consciente de que estás en paños

menores? —pregunta.

—Tuve una pequeña esperanza de que no lo notaras. No sabía que

alguien estaba aquí.

Él apunta hacia mi cara.

—Y tienes marcas de almohada en tu rostro.

Froto una mano sobre mi mejilla. Probablemente tengo marcas

oscuras debajo de mis ojos por el rímel, también.

Su voz se suaviza.

—Y luces caliente como el infierno con ese aspecto —dice en voz

baja.

Mi corazón salta.

—Dios —respiro.

Él sonríe.

—Tengo que ir a trabajar —dice. Sacude su queso hacia mí—. Te

estaré viendo por ahí.

—Está bien —le dije suavemente con un gesto.

Se ríe y cierra la puerta. Escucho algunos ruidos y luego el

cortacésped arranca. Me hundo contra el mostrador. Mierda. No era así

como esperaba que sería. Ver a Nick otra vez, había esperado estar

bonita. Y estar juntos. Y estar mejor que la última vez que me vio. Pero no

fue ninguna de esas cosas.

Era sólo yo. Y sólo yo no era suficiente para mantener a nadie a mí

alrededor.

Vierto un poco de café y voy a mi habitación. Mi reflejo se burla de mí

desde el espejo del tocador.

De hecho, tengo oscuras marcas de rímel debajo de mis ojos, y mi

cabello luce como si le hubiesen metido ratas e hicieron resistencia. Dios,

¿Por qué tuvo que suceder así? ¿Por qué no pude saber que él estaba

aquí para estar preparada? Y, ¿por qué está cortando nuestro césped? Y,

¿por qué mi madre no me dijo que se iba a la quimio?

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Lavo mi rostro, me cepillo los dientes, y me pongo mi traje de baño.

Estoy en la playa, y tengo intención de tomar ventaja de ello. No tengo ni

idea cuando mi madre volverá. Tomo un vaso de agua, una camisa, y una

toalla y me pongo cómoda en la playa para así comenzar a conseguir mi

bronceado de verano. El sol puede ser engañoso incluso cuando no se

siente caliente. Me acuesto y cierro los ojos. El calor del sol se filtra en mi

piel, y me siento toda suelta y liquida en poco tiempo.

Fue bastante extraño ver a Nick después de todo éste tiempo. Ha

crecido. Supongo que yo también, pero mi edad no parece tan distinta. La

última vez que vi a Nick, aún tenía frenillos, porque recuerdo que él lastimó

mis labios cuando me besó por primera vez. Fue en mi fiesta de

cumpleaños número catorce. Estábamos bailando en la arena una lenta

canción sonando de los altavoces que Papá arrastró al porche sólo para

mi fiesta.

Su cabello luce como si ha sido besado por el sol y es más amplio de

lo que recuerdo. Tan amplio como una puerta. Solía ser delgado, pero

ahora no... Lo es. Él es sexy. Luce mucho más mayor que yo. Ambos

tenemos diecinueve, y estoy segura que se graduó este año así como yo.

Amber y Rose tenían nuestra misma edad. Creo que mamá había dicho

que estaban aquí también. Ellas eran personas de verano así como

nosotros.

Nick fue el único que estuvo con nosotras que realmente vivía aquí,

aparte de los amigos que trajo. Sus padres tenían un tráiler en un parque

cercano. No era como nuestras casas, que se sientan directamente a la

playa. Lo conocimos un día caminando por la playa al atardecer. Nunca

olvidaré ese día.

—Ustedes tres parece que podrían necesitar algunas direcciones. —

Una voz gritó desde debajo del muelle.

Amber me agarró del brazo y Rose silbó en voz baja.

—Dios mío, él es guapo —soltó Amber.

—No estamos pérdidas —le dije—. Pero gracias.

Estaba de pie en el muelle con otros dos chicos. Se reían para sí

mismos, pero él no lo hacía. Seguimos caminando, y trotó hacia delante

de nosotros poniéndose de espaldas, sin siquiera molestarse en mirar y ver

a dónde iba.

—¿Estás segura de que no estás perdida? Debido a que podría haber

jurado que estabas tratando de encontrar tu camino hacia mi corazón. —

Él puso su mano en su pecho flaco y bateó sus pestañas rubias

dramáticamente—. Es fácil. Chocolate y besos. No necesariamente en ese

orden. —De repente, tropezó y cayó sobre su espalda. Él simplemente se

quedó allí y se rió.

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Amber rió. Rose resopló por la nariz. Y al instante y de manera

irrevocable me enamoré.

Agua fría me sacude de mi estupor inducido por el sol. Miro hacia

arriba y veo el pelo rojo de Rose antes de ver cualquier otra cosa. El sol

trazaba su figura, y ni siquiera puedo ver sus facciones, pero sé que es ella.

Ella se ríe mientras vierte agua fría sobre mi espalda caliente.

—Chica, no puedo creer que hayas venido a la playa y no me

invitaras a pasar el rato contigo. —Ella se ríe y cae en la arena junto a mí.

Me siento y sacudo el letargo de mi cerebro.

—Chica, no puedo creer que no hayas traído a Amber contigo —le

lanzo de regreso.

Ella mueve un dedo por encima de su hombro, y veo a Amber de pie

justo detrás de ella. Ahora el verano puede comenzar oficialmente. Amber,

Rose, y yo seguimos el contacto entre nosotras por Facebook. No es como

la vida real, pero me pongo a ver fotos de ellas y ellas pueden ver fotos de

mí, así que verlas ahora no era nada como estaba viendo a Nick de

nuevo. No tenía ni idea de qué esperar sobre él en absoluto.

Amber cae sobre la arena junto a nosotros.

—¿Cómo sabían que estaba aquí? —pregunto, completamente

desconcertada por su presencia. No les dije porque seguía esperando

poder encontrar una manera de salirme de este viaje. Eso no ocurrió,

obviamente.

Amber se encoge de hombros.

—Tu mamá llamó a nuestras mamás.

—Oh. —¿Por qué no puede simplemente dejar su intromisión?—. ¿Qué

más te dijo?

Miro hacia la arena, porque no quiero ver la compasión en sus rostros.

Amber se encoge de hombros otra vez.

—Sólo que ella iba a estar ocupado mucho este verano, y quería

organizar que todas nos reuniéramos y jugáramos. —Amber se ríe a

carcajadas. Pero entonces se pone seria—. Mientras que ella consigue la

quimioterapia. —Ella mira a la playa en vez de a mí.

Rose pone una mano en mi brazo.

—¿Qué tan malo es?

Me doy la vuelta más para poder enfrentar la arena.

—Todavía le quedan un par de meses —digo. Pongo mi cara abajo

en mi toalla.

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—¿Es por eso que quería que vengas con ella este verano? —

pregunta Rose.

Levanto los hombros en un medio encogimiento de hombros.

—No lo sé. —En realidad, sí lo hago. La culpa la hizo querer que venga

este verano. Eso es todo lo que era. Ella no quería que yo comparta sus

últimas horas. Ella no quería morir con nadie pensando que era la madre

que se fue.

—¿Estás triste?

—Sólo de que ustedes están bloqueando la vista. —Señalo hacia un

joven tendido unas cuantas sillas delante de nosotros—. Míralo.

Amber gira. —No te molestes —dice ella, haciendo un puchero—. Él es

un idiota.

Me doy la vuelta y me incorporo.

—¿Quién es él?

—Sus padres alquilaron la casa junto a la tuya el año pasado, y de

nuevo este año. Él estaba en la explosión de la playa anoche. —Ella

entrecierra sus ojos en mí—. Y es un idiota. Confía en mí. —Amber mira

hacia mi casa, con una mano protegiéndose los ojos—. ¿Quién está

cortando tu césped? —pregunta.

—Nick —le digo, soltando aire.

Las cejas de Amber se elevan.

—Guau. Que rápido, ¿eh?

—¿Qué rápido? —Miro de Amber a Rose y de regreso.

—Él ha estado actuando todo raro desde que se enteró que ibas a

venir. —Ella mira a todas partes, menos a mí.

—¿Qué quieres decir por raro?

Rose le da un codazo a Amber.

—Cállate —dice—. Ella se refiere a más raro de lo normal.

Me incorporo y me pongo mi camiseta encina de mi traje de baño.

—¿Cuándo chicas llegaron aquí?

—¿Hace una semana? —Amber mira a Rose y ella asiente.

—Entonces, ¿qué ha estado pasando en los últimos tres veranos?

¿Cualquier noviecita de la que necesito saber?

Amber roe su labio inferior mientras piensa en ello.

—No es nada que te sorprendería.

—¿Qué no me estás diciendo?

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Amber se encoge de hombros.

—Los últimos veranos han sido libres de angustia.

Rose se ríe.

—O por lo menos con poca angustia.

Los veranos nunca tienen poca angustia. Siempre están llenos de líos

de una sola noche. Chicas de vacaciones tratando de encontrar chicos

costeros. Y los chicos costeros en buscan de chicas de vacaciones. Esa es

la forma de las cosas.

De repente, la arena vuela en mi cara. Me froto los labios y escupo. Y

una vez que he parpadeado el sol fuera de mis ojos, puedo verlo de pie

sobre mí. Él está usando un traje de baño ahora, sin embargo, y nada más.

Y maldita sea, es aún más grande de lo que pensaba que era.

—Dios, Nick —le digo—. Ten cuidado.

—Parece que necesitas mojarte —dice, con voz excitada mientras se

frota las manos.

—Estoy bien como estoy. —Levanto un dedo para advertirle, pero es

demasiado tarde.

Me recoge bajo mis brazos y lo siguiente que sé, estoy por encima de

su hombro. Lo golpeo en la espalda, pero él camina rápidamente hacia el

océano y actúa como si ni siquiera lo sintiera. Así que le pellizco el culo. Se

detiene y se da vuelta como si quisiera mirar mi cara. Pero lo único que

hace es hacerme marear.

—Si tengo un moretón en mi nalga mañana, voy a hacerte uno

también —dice con una risa.

Mi corazón se acelera. Le pellizco de nuevo, porque no hay nada más

que pueda hacer. —Bájame —chillo. Las olas están bordeando sus

pantorrillas—. Bájame —grito un poco más fuerte.

De repente, me rebota en su hombro. Cierro los ojos y contengo la

respiración, porque espero obtener una cara llena de agua. En su lugar,

me deslizo lentamente por el frente de él, con las manos en movimiento

hasta sostener mis caderas y lentamente deslizándose hasta mi cintura

desnuda.

—Nick —me quejo.

El agua baña en nuestros puntos medios, y me muevo para

apartarme de él, pero él envuelve sus brazos alrededor de mí y caemos

juntos en un montón en las olas. Todo lo que puedo hacer es agarrar sus

hombros y colgarme de él con fuerza. Así que lo hago. Envuelvo mis brazos

alrededor de su cuello y cuando se para de nuevo, me aferro a él, con mis

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piernas alrededor de su cintura y mis brazos abrazándolo con fuerza.

Nuestras caras son un pelo de distancia.

—Eso no fue muy agradable —digo, soplando el agua de mis labios.

—Estaba caliente y sudoroso —dice.

Camina más y más adentro del mar, hasta que estamos siendo

zarandeados por las olas. Pero él es constante. Me muevo a desenvolver

mis piernas de alrededor de su cintura. Él coge mis muslos y los vuelve a

envolver.

—Yo no lo estaba —protesto—. Estaba bien. —Miro hacia donde

Amber y Rose están riendo. Ambas me dan un pulgar hacia arriba.

Traidoras.

—Te vi mirando al idiota —dice.

—¿Qué idiota?

—El tipo que se hospeda en la casa junto a la tuya. —Su mano se

desliza hacia mi trasero, y sus dedos se deslizan a lo largo de la banda

elástica. Llevo mi mano hacia atrás y tomo la suya y la ubico de nuevo en

mi cintura. Se ríe.

—¿Qué pasa con él? —pregunto—. ¿Y por qué a todo el mundo le

disgusta tanto?

—Porque es un idiota —gruñe y siento sus labios rozando mi cuello—.

Salado —dice.

Mi corazón tartamudea.

—Voy a decirte cómo va a ser este verano —dice—, antes de que

siquiera comience.

—¿Cómo va a ir? —Deshago mis piernas de alrededor de su cintura,

sólo para encontrar que no puedo tocar el fondo. Las envuelvo de vuelta

alrededor de su cintura y le dejo hacer todo el trabajo de mantenernos a

flote. Él todavía está en pie, aparte de la ola ocasional que nos hace

rebotar.

—Tú y yo, vamos a pasar algo de tiempo juntos, porque quiero llegar a

conocerte de nuevo. ¿Eso está bien contigo? —pregunta.

Me limpio el agua de la cara.

—¿Por qué?

—Porque me gustas. Siempre me has gustado. Y me rompiste el

corazón cuando te fuiste y no volviste. Así que, sí, te digo cómo va a ser.

—Ni siquiera me conoces más —protesto.

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Él me sacude en sus brazos. —Lo sé. Es por eso que dije que íbamos a

llegar a conocernos el uno al otro. ¿Me estás escuchando? —gruñe

juguetonamente.

—Sí, estoy escuchando —digo en voz baja.

—Bien, porque eres todo en lo que pienso cuando es verano. —

Sacude mi pelo de mi cara y recoge un mechón de mis labios—. Tú y el

verano van de la mano. Al igual que el helado y el jarabe de chocolate. Al

igual que las palomitas de maíz y la sal. Al igual que... tú y yo, un

muchacho veraniego y una chica de vacaciones. No hay verano sin ti. Son

sólo temporadas sin fin sin lo perfecto.

Abro la boca para hablar, pero sólo un chillido mortificante sale.

Se ríe.

—Sí, me siento de esa manera. —Él me empuja de nuevo en sus

brazos—. Me entiendes, ¿verdad?

—En realidad no —reconozco.

—Estoy tan contento de que estés aquí —dice y besa la punta de mi

nariz—. Tengo que ir a trabajar. ¿Puedo venir a verte esta noche? Salgo a

las ocho.

—¿Trabajo? Es verano.

—Es verano para ti. Es un trabajo para mí, todo el camino hasta el

verano. Así que, ¿puedo venir y verte luego?

—Supongo. No creo que mi mamá le importe.

Él se burla. —Tu mamá me ama.

Si sólo ella me amara lo suficiente como para quedarse.

Él empieza a caminar hacia la orilla, sosteniendo mi trasero en sus

manos. Le toco el hombro.

—Bájame.

Se ríe y me baja cuando el agua está hasta mi cintura. Pero entonces

él toma mi mano y la sostiene todo el camino fuera del agua. Me detengo

y me acomodo el pelo cuando estamos delante de Amber y Rose.

De repente, tira de mi brazo y me presiona contra él. —Quiero besarte

—dice al lado de mi oreja—. Pero no quiero echar a perder nuestro primer

beso intentando hacer enojar al imbécil ese.

—Simplemente podrías orinar un círculo a mi alrededor y terminar con

eso de una vez. —Porque él sabe que esa volcada en el océano no fue

por nosotros. Fue sobre el chico que ni siquiera he conocido aún.

Él sonríe.

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—Es posible que te gusten esas cosas pervertidas, pero sólo quiero

besarte, para empezar. Vamos a llegar a lo demás en buen momento. —

Se ríe y me besa en la mejilla. Luego acaricia la parte superior de la

cabeza de Rose y alborota el pelo de Amber—. Nos vemos más tarde,

damas —dice. Él mira a mi nuevo vecino. Tengo que averiguar de qué se

trata.

Amber, Rose y yo miramos su trasero mientras corre por la arena y

llega a mi terraza. Sus caderas son estrechas y sus hombros son anchos.

Tiene un tatuaje en el hombro superior que parece que podría ser un barco

de vela.

—Seguro que creció —murmuro para mis adentros mientras me dejo

caer en la toalla en la arena junto a mis amigas.

Amber resopla.

—Por arriba, y hacia fuera, y sus alrededores. Ese chico está caliente.

—¿Acaba de coquetearte abiertamente en el océano? —Rose

susurra en voz alta, tomando su mano alrededor de su boca como que no

quisiera que nadie lo oyera. Si no quiere que nadie escuche, realmente no

debería susurrar-gritar.

Me rasco la cabeza.

—Algo así. —Todavía estoy un poco confundida al respecto.

—¿Qué te dijo? —pregunta Amber.

—Creo que él me invitó a salir, pero no estoy completamente segura.

Viene a las ocho. —Me encojo de hombros. Mi cara está en llamas con

todo el escrutinio.

—Huh —gruñe Amber.

—¿Por qué ese ruido?

—Nada.

Le golpeo el hombro.

—Dime.

—Es sólo que... —Ella mira a Rose como queriendo pedirle permiso.

Rose sólo levanta las cejas—. Es sólo que no ha querido una novia desde el

accidente. —Ella levanta un dedo—. Conexiones, sí. Novias, no.

—¿Qué accidente? —pregunto.

—¡Oh, Dios mío! —grita Rose—. ¿No lo sabías?

Pongo mis manos en alto.

—¿Saber qué?

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—Su mamá y papá murieron hace dos años. En un accidente de

navegación.

Mi corazón se salta un latido.

—No tenía ni idea. —Veo en la dirección que se fue, lista para ir tras él

y preguntarle por qué nadie me había dicho. Tendría que... ¿Qué habría

hecho yo? Probablemente nada.

—Pensé que tu madre te había dicho.

Niego.

—Mi madre y yo no hablamos. —Levanto mis uñas para mi boca y las

muerdo.

—Entonces, ¿quién se hace cargo de él? —pregunto. Tengo tantas

preguntas.

—Vivió con su tío por un tiempo. Pero cuando tenía casi diecisiete

años, se aplicó para obtener una emancipación y la consiguió. Así que fue

oficialmente un adulto antes de comenzar su último año de escuela

secundaria.

Vive con un par de compañeros de cuarto en la antigua casa de sus

padres.

—Así que por eso él poda nuestro césped. —Estoy conmocionada.

Atónita.

—Y trabaja en el puerto deportivo. Y en la tienda de surf. Y trabaja en

el parque acuático también. Trabaja todo el tiempo.

—¿Va a la universidad?

Ámbar niega.

—Él no dijo nada al respecto ayer por la noche.

—¿En la fiesta de la playa? —Hay una fiesta cada año. Acabo de

perderla, supongo.

Amber asiente.

—Él era el DJ. —Se ríe—. Lo sé. Uno de sus muchos puestos de trabajo.

—Su rostro se suaviza—. Ha tenido un momento difícil desde que te fuiste —

dice en voz baja—. Así que estoy un poco sorprendida de que fuera tan

cariñoso contigo, sobre todo porque no te ha visto en mucho tiempo.

Sí. Yo también.

—Entonces, ¿qué vas a ponerte esta noche? —me pregunta Rose.

—Ni siquiera sé lo que vamos a hacer.

—Deberíamos ir a revisar lo que trajiste y elegir algo.

—Todavía tengo unas ocho horas hasta la cita.

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—Exactamente. —Amber y Red visten idénticas expresiones de

sorpresa—. ¡Puede que tengamos que ir de compras! —Amber acaricia mi

rodilla y se levanta, desempolvando sus manos mientras camina hacia mi

terraza.

No tengo más remedio que seguirla.

Mientras camino pasando al vecino, él alza su mano y sonríe

tímidamente a mí. Saludo con la mano de vuelta. ¿Qué otra cosa se

supone que debo hacer?

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Nick a casa que la señora Michaels posee es enorme. Y hay una aún

más grande a la izquierda, y en la que se aloja el idiota está a la

derecha. Mientras camino alrededor de la esquina de la casa, me

paro cuando veo a un grupo de hombres descargando un camión. Son

todos rubios y tienen tatuajes por todas partes. Uno de ellos me mira y

levanta la mano.

—Hola —le digo, y corro hacia ellos—. ¿Necesitan ayuda?

Tienen la parte trasera de un camión totalmente cargado con

hieleras, maletas, y cosas de bebé. ¿Cosas de bebé?

—No creo —dice el más grande. Me resulta familiar, pero no puedo

identificar de dónde lo tengo visto.

Saco mi mano.

—Soy Nick.

Él se acerca y toma mi mano mientras los otros guardan en la casa las

cosas que acarrean.

—Paul —dice.

Entonces me doy cuenta. Sé quiénes son. Mierda. Miro hacia la puerta

por la que los otros se fueron. Son los Reed de ese nuevo programa de

televisión.

—¿En serio? —digo. Una sonrisa que es, probablemente, la cosa más

cursi jamás, tira de mis labios.

Se rasca la cabeza.

—Estamos como de vacaciones —dice.

—Oh. —Probablemente son reconocidos donde quiera que vayan—.

No quieren que nadie lo sepa.

L

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Niega.

—No, no en absoluto. Estamos aquí por un mes. Estaremos filmando en

el festival de la playa.

—¿Haciendo tatuajes? —pregunto.

Asiente.

—Las chicas estarán aquí pronto con los niños. —Señala la casa de

Carrie—. ¿Vives allí?

—No, mi novia lo hace. Bueno, ella aún no es mi novia. Pero lo va a

ser. Sólo que no lo sabe todavía. —No puedo creer que haya dicho todo

eso. Mierda.

Él se ríe y se pasa una mano por la cara como si quisiera borrar su

sonrisa. No funciona sin embargo. Probablemente piensa que soy un idiota.

—¿Así que traerán a todos los niños? —pregunto. Tienen un montón.

Sus ojos se estrechan un poco.

—¿Miras el programa?

—Todas las semanas. —Me paso una mano por el cabello, tratando

de parecer como si no fuera un fanático—. No es como si fuera un

acosador ni nada, sin embargo.

—No imaginaba que lo eras. —Él saca unas cuantas cajas hasta el

borde de la puerta trasera. Los hermanos llegan a la puerta, con los brazos

vacíos. Mierda. Esos son Logan, Pete, Matt, y Sam. ¡En la vida real!

—Está bien, podría ser un poco acosador —admito. Ellos se presentan

y me quedo allí como un niño esperando un cono de nieve en un día

caluroso de verano—. Pero, del tipo “realmente los admiro”. No del tipo

“quiero robarles sus efectos personales”.

Paul asiente.

—Está… bien —dice lentamente. Él levanta una mano hacia mí y se

va dentro, sonriendo todo el camino.

—Supongo que los veré alrededor —le grito.

—Hey, espera —llama uno de ellos. Me doy la vuelta y veo que es

Matt—. ¿Sabes dónde podemos conseguir un poco de leña?

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—Es verano —le recuerdo.

—Queremos tener una pequeña fogata en la playa. Asar algunos

malvaviscos.

Duh. Por supuesto que sí.

—Puedo conseguirte algo.

Sus cejas se alzan.

—¿Antes de esta noche?

Asiento.

—Me encargaré de ello.

—Gracias, hombre —dice, y se va dentro. Él asoma su cabeza de

vuelta—. ¿Nos vemos más tarde?

Asiento.

Acabo de conocer a los malditos Reed.

Una serie de coches llega a la entrada. Las mujeres comienzan a salir

de los vehículos, junto con los niños. Sonrío, porque sé quiénes son todos.

Hasta el último. Los saludo y me alejo. Pero espera... Friday ya no está

embarazada. Ella todavía estaba embarazada la semana pasada en el

programa. Saca un asiento de coche con un bebé en él. Creo que sé

dónde está el niño ahora.

Tengo que ir a trabajar, o voy a llegar tarde.

Después del trabajo, voy y recojo leña para los Reed, y la apilo

limpiamente junto a la puerta del garaje. Ellos están abajo en la playa con

toda la familia, y parece que hay un equipo de cámara con ellos. Una

pequeña multitud se ha reunido alrededor, pero unos tipos grandes están

sosteniendo el perímetro. No tengo idea de lo que se siente ser famoso,

pero imagino que es difícil.

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No necesito molestarlos, porque van a encontrar la leña cuando

vuelvan de la playa.

Me voy a casa a tomar una ducha rápida. Malone está allí cuando

llego y puedo oírle quejarse con Jackie desde fuera. Entro en el tráiler y

cierro la puerta detrás de mí. Inmediatamente se callan.

—¿Qué pasa? —pregunto. Miro de uno a otro y viceversa. Ambos

evitan mi mirada, sin embargo.

—Nada —gruñe Malone. Él se deja caer en el sofá y enciende el

televisor.

Jackie me sigue a mi habitación y se sienta en el borde de mi cama.

—¿Qué hiciste ahora? —pregunto, mientras saco mi camisa sobre mi

cabeza y camino hacia el cuarto de baño.

—Él está cabreado innecesariamente porque me atrapó hablando

con Dale. —Ella se recuesta y se escabulle hasta poner su cabeza en mi

almohada.

Me congelo. ¿Fue a ver al idiota?

—¿Por qué estabas hablando con él?

Se encoge de hombros.

—No lo sé. —Su voz es pequeña.

—Después de lo que te hizo el verano pasado, es mejor que seas lo

suficientemente inteligente como para permanecer lejos de él. —Me

quedo ahí parado y espero hasta que asiente. Se muerde el labio inferior y

se limpia las lágrimas de sus ojos.

Él realmente la dejó en una mala posición. Estaba embarazada, y a él

no le importó. Pensé que había aprendido su lección, pero supongo que

no. Yo fui el que le sostuvo la mano a través de todo eso. Fui el que se

quedó despierto con ella toda la noche mientras tuvo un aborto. Fui el que

la vio culparse por cómo había terminado.

Enciendo la ducha, sabiendo que ella me va a seguir ahí en un

minuto. Tan pronto como pongo mi cabeza bajo el chorro, ella empieza a

hablar.

—Dale fue y habló con mi padre.

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Empujo la cortina.

—¿Y?

—A papá le gusta. —Ella se sienta en la tapa del inodoro.

—¿Y? —Su padre no es uno de los mejores ejemplos brillantes de la

humanidad.

—Entonces, me sugirió que fuera a tomar un helado con Dale. Así que

lo hice. Eso es lo que vio Malone. Eso es todo lo que vio. Nada más.

Exhalo un suspiro.

—Si lo dejas entrar de nuevo, no voy a tratar de detenerte esta vez. —

Lo haré, sin embargo. Siempre lo haré. Pero no quiero hacerlo.

—Era un idiota. Sigue siendo un idiota. Incluso trató de agarrar mi

pecho.

—¿Y qué hiciste? —Soplo agua de mis labios y espero.

Ella no dice nada, así que miro hacia fuera y la encuentro haciendo

una mueca de dolor.

—¿Qué hiciste? —pregunto de nuevo.

—Como que empujé mi helado en sus pantalones. Sólo agarré su

cintura y lo metí justo ahí abajo. Creo que pensó que iba por su pene, pero

lo que sea. —Se encoge de hombros.

Cierro el agua y estiro mi brazo hacia afuera, porque sé que ella

estará allí con una toalla. Siento cuando la coloca en mi mano y la meto

en la ducha.

—Estoy orgulloso de ti —le digo.

Ella sonríe cuando salgo de la ducha. Me encanta cuando Jack está

feliz. No sucede a menudo, pero cuando lo hace, es digno de tomarse el

tiempo para disfrutar de ello.

Espanto a Jack fuera de mi habitación y me visto con unos

pantalones cortos color caqui y una camisa polo, y sacudo mi cabeza en

lugar de cepillarme el cabello. A mí me funciona. Me pongo unas chanclas

y coloco un beso en la frente de Jack.

—¿Vas a pasar el rato aquí?

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Asiente.

—Por un tiempo.

Ella mira a Malone, quien está ocupado ignorándola en el sofá. Se

encoge de hombros hacia mí. Ella lo esperará, y luego van a hablar. Es la

forma en que lo resuelven.

—Diviértete esta noche —dice. La saludo con la mano y salgo.

Es un paseo corto hasta la casa de playa de Carrie.

Llamo a la puerta, pero nadie viene a saludarme. La puerta trasera

está cerrada, y sé que podría usar mi llave, pero no quiero entrar y

encontrarla en su ropa interior de nuevo…

Tachemos eso. Quiero verla en su ropa interior. Es sólo que no quiero

sorprenderla. Corro en torno al lado de la playa y me paro en seco

cuando la veo sentada en la cubierta con el idiota.

Ella salta a sus pies.

—Nick —dice, como si estuviera sorprendida de verme.

—Carrie —digo. Asiento con la cabeza hacia el idiota—. Dale.

Escuché que te congelaron tus nueces hoy —lanzo. Doy un paso al lado

de Carrie en la cubierta y tomo su mano con la mía. Ella se sobresalta por

un segundo, pero deja que enrede mis dedos con los suyos.

—Jackie tiene una boca grande —dice Dale. Entonces, dice

sonriendo—: Pero ya sabemos lo grande que es todo lo que tiene, ¿no? —

pregunta, entrecerrando los ojos mientras me desafía.

No voy a responder a eso, así que tiro de los dedos de Carrie y digo:

—¿Estás lista para irnos?

Ella asiente. Pero me está mirando con curiosidad. Y luego, a Dale.

—Fue un placer conocerte —dice ella.

—Nos vemos alrededor —dice, pero me mira a mí en lugar de a ella.

Se levanta y salta los escalones hacia su propia casa.

—¿Tu mamá está aquí? —pregunto.

Ella asiente.

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—Llegó a casa hace un rato, pero no se sentía bien así que se fue a

acostar.

—Quería decirle hola.

—¿Tal vez mañana? —apunta.

Espero un latido, y luego pregunto:

—¿Va a estar bien?

Niega con la cabeza.

—No. —Ella finalmente encuentra mi mirada—. Se está muriendo. —

Mira hacia otro lado—. ¿Podemos hablar de otra cosa?

Miro hacia el océano, ya que siempre ha sido un lugar tranquilo para

mí. Tomo una respiración y trato de avanzar más allá de la sensación que

tengo.

—Estaba pensando que podríamos caminar hasta el muelle y comer

en el restaurante allí.

—Suena genial.

—¿Necesitas decirle a tu madre que te vas?

Niega con la cabeza.

—No. No necesito chequear nada con Patty.

Caminamos por las escaleras hasta llegar a la arena, y se detiene

para sacarse sus zapatos y engancharlos en las yemas de los dedos de su

mano libre.

—¿Por qué la llamas Patty?

Su mandíbula se aprieta.

—No quiero hablar de mi mamá.

—Está bien —le digo lentamente.

—¿Vas a la universidad? —pregunta.

—No, la universidad no es para mí. Tengo mucho que hacer aquí.

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Ella se inclina y recoge una bonita concha, dándole vueltas en la

mano. La sostiene hacia arriba.

—Mira, es el color del cielo —dice y luego la desliza en su bolsillo. Me

sonríe, y juro que casi me derriba.

Está usando un vestido bonito y coqueto que se mueve alrededor de

sus rodillas con el viento. Es suave y tenue, y también lo es su cabello. Me

estiro y retiro un mechón que está pegado a sus labios.

—¿Tú vas a la universidad? —pregunto.

Asiente y salta delante de mí para recoger un trozo de vidrio del mar.

—UNC Charlotte1.

—Quedándote cerca de casa, ¿eh? —pregunto.

Asiente.

—No quiero dejar a mi padre solo.

—Él no vino este año, ¿verdad?

—No, están divorciados.

—Carrie —le digo en voz baja—, ¿por qué no hablas de tu madre?

Se encoge de hombros.

—Ella ya no es mi madre. Sólo es la mujer que me dejó.

—No entiendo.

—Ella se fue. Y nunca regresó. Nunca vino a verme o dejó que la

visitara. Sólo se fue. Se fue con su novio y desapareció. Se olvidó por

completo de mí. Así que, ahora que está muriendo, quiere reconstruir lo

que derribó. No estoy interesada. En absoluto.

—Pero se está muriendo —digo en voz baja.

—Eso no cambia nada —dice ella con terquedad.

Pero lo hace. Lo cambia todo. Absolutamente todo.

1 Universidad de Carolina del Norte en Charlotte.

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Carrie sa fue la peor cita en la historia de las citas. Nick estuvo callado

en la cena, traté de hablar con él sobre todas las cosas que

usualmente hablo con un chico —escuela, amigos, eventos

sociales— pero parecía como si no estuviese disfrutando nuestra

conversación. Creo que no le gusto nuestra cita en lo absoluto. De hecho,

creo que preferiría haber sido colgado de las uñas de sus pies en un

tendedero y ser golpeado.

Caminamos en silencio detrás del restaurante Pier, sólo que él está a

unos pocos pasos en frente de mí sobre la arena. Podría estar también a

kilómetros lejos de mí, porque así es como se siente.

—¿Hice algo para molestarte? —pregunto con voz baja.

—¿Qué? —Volvió su cabeza en mi dirección.

—¿Qué está mal? —Me detengo y pongo mis manos en mi cadera. Él

mira hacia la luna en lugar de mí y respira profundamente.

—Es solo que… —Comenzó. Pero luego se detuvo. Incluso a la luz de

la luna puedo ver el tic de su mandíbula mientras la aprieta—. Nada.

—¿Estás molesto porque Dale estaba en mi casa?

Tic.

—No lo invité. —Me apresuro a explicar—. Me vio sentada en la

cubierta y él llego y se presentó.

Tic.

—Estuviste bastante callado en la cena.

Tic.

—Después de la manera en que me trataste en la playa, pensé que al

menos te gustaba. —Ojala no hubiese dicho eso.

—Bueno, muchas gracias por la cena —digo. Así que empiezo a

caminar.

—Espera —me llama. Corre detrás de mí y gentilmente jala de mi

codo—. Por favor espera.

—¿Qué ocurre? —pregunto.

E

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—Estoy… un poco decepcionado.

Inclino mi cabeza hacia atrás, mis cejas probablemente se alzaron en

mi frente.

—¿Por mí?

—Sí —La palabra es más que un suspiro—. Bueno, no por ti —dice un

poco más alto—. Es la situación con tu mamá. No sé cómo explicarlo.

Dejo escapar un huff.

—Perfecto —murmuro—. Ahora ella está arruinando esto también.

Sacude su cabeza hacia la mía y entrecierra los ojos.

—¿Por qué no puedes verlo? —dice. Niega—. No lo entiendo.

Levanto mis manos. —Entender, ¿qué?

—Simplemente no lo entiendo. Si tuviera un momento más… —

Levanta un dedo y su voz se quiebra. Se aclara la garganta—: Si tuviera un

momento más con mis padres, lo tomaría y lo usaría todo, disfrutaría cada

segundo. Y tú sólo lo estás tirando a la basura.

Miro a todos lados menos a su rostro. Él es muy intenso para mí en este

momento. Pero toma mi barbilla en su puño y me hace mirarlo.

—Estás perdiendo tiempo —dice.

Me sacudo libre de su agarre.

—Tú no entiendes la situación —gruño—. Me estás juzgado y no tienes

ni idea de lo que ella me hizo.

—¡Entonces dímelo! —exclama—. Cuéntame sobre ello. Sácalo de tu

pecho para que puedas superarlo.

—¡Ella me abandonó! ¡Nunca regresó! —grito. Hay tanta furia en mi

voz que me sobresalto yo misma—. ¡Ella eligió a un hombre sobre mí y mi

papá y ella sólo se fue!

—¡Ella está aquí ahora! —Me grita en mi cara. ¿Cuándo estuvimos tan

cerca? Apunta hacia la casa de la playa—. Ella está adentro y está

tratando de llegar a ti. Tómalo. Tómala, antes que sea demasiado tarde.

Cruzo mis brazos.

—No puedo.

— Entonces no eres la persona que creía que eras. —Da un paso

hacia atrás, y me siento como si hubiera un enorme abismo entre nosotros.

—Tal vez no.

—Va a dolerte como el infierno cuando ella se vaya —dice.

—No, no lo hará.

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—Sí, lo hará.

—No te creo.

—Créeme. Eso te va a destrozar.

—No. —Sólo esa palabra. Eso es todo lo que me queda.

—Necesitas perdonarla. —Él acuna mi cara de nuevo, pero sus manos

son gentiles y también lo son sus ojos—. Necesitas dejarla que se perdone a

sí misma. Te arrepentirás sino aprovechas todo éste tiempo con ella.

—No te recuerdo a ti siendo un gran hijo, sabes.

Se ríe.

—Tienes razón. Era horrible. Pero si tuviera un momento… —Sacude su

cabeza.

—¿Qué harías? —Le aclaro—. En ese momento especial. ¿Qué harías?

—Les haría saber cuánto los amo. De cuan agradecido estoy que me

dieran la vida y que me regalaron tantos recuerdos para atesorar. Les diría

que clase de padre seré, y que lo aprendí viendo a mi padre. Y les diría

con qué clase de mujer me casaré, porque buscaré cualidades de mi

madre en todas las mujeres que conozca. Les diría tantas cosas. Pero no les

puedo decir todas esas mierdas nunca más. No y estoy seguro que están

escuchando.

Sacudo mi cabeza ya que no puedo protestar a eso.

—Ellos se han ido. —Se apresura a decir—. Pero tu mamá no. Ella está

adentro, tratando de llegar a ti. —Su voz es tan suave que apenas puedo

oírla—. Perdónala. Es fácil.

Farfullo:

—No es fácil.

—Si lo es. —Me corrige—. Pruébalo. Dilo. Te perdono. ¿Ves? fácil —

Sonríe.

—Gracias por la cena —digo. Me vuelvo para irme.

De repente agarra mi mano y me arrastra contra él. Su brazo se

desliza alrededor de mi cadera y susurra en mi oído.

—No pierdas el poco tiempo que te queda.

Tomo su rostro en mis manos y presiono mis labios con los suyos, lo

hago sobre todo porque quiero que se calle, pero tengo otra razón

también. Quiero ver si aún tenemos esa chispa. Una pequeña chispa que

salta por mi columna, a pesar de que sus labios estén congelados contra

los míos. Entonces me besa. Su boca es suave y gentil, pero luego no lo es.

Me besa y es como ninguno otro beso que haya recibido. Su lengua se

desliza tiernamente en mi boca y tentativamente lo alcanzo y lo toco. Mi

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corazón salta y mi vientre se contrae. Pero luego pone sus manos sobre mi

hombro y me empuja hacia atrás. Estoy de pie, meciéndome con mi

pierna temblorosa como un potro recién nacido.

—Guao —dice.

—Sí —respiro, mi corazón acelerado.

Me voltea hacia la casa y me da una nalgada. Grito y lo miro.

—Ve a trabajar en esas otras cosas. Mientras puedas. —Se ríe—.

Buenas noches.

—No me estás gustando mucho en este momento —digo mientras

subo las escaleras.

—Me gustas a mí lo suficiente para los dos. —Lo veo ajustar sus

pantalones y me hace reír.

Empujo la puerta y tropiezo cuando encuentro a Patty sentada en el

sofá. Me sonríe y pasa una mano sobre su cabello corto.

—¿Te divertiste? —pregunta.

—Algo como eso.

Sonríe.

—¿Te besó?

Toco mis labios con la yema de mis dedos y asiento. Me besó. Dios,

me besó.

Ella pone su taza de café en la mesa auxiliar.

—¿Quieres caminar hasta el faro conmigo? Puedes hablarme sobre

Nick y tu cita —dice—. Podría utilizar un poco de aire fresco. —Espera un

segundo—. ¿Te acuerdas cuando solíamos ir ahí, nos sentamos en la base,

y mirábamos las estrellas? Pondrías tu cabeza en mi regazo y hablaríamos.

Ella acariciaría mi cabello y nos gustaría hablar, hablar y hablar. De

repente, las emociones cerraron mi garganta y no pude hacer más que

asentir.

—Lo recuerdo. —Me atasqué.

—¿Así que quieres ir? —Se mueve para ponerse de pie.

—No. —Aclaro mi garganta—. No, gracias.

—Oh. —Ella visiblemente se desanima.

¿He sido estúpida? ¿He estado manteniendo este estúpido rencor

cuando debería estar haciendo más?

—Me voy a la cama.

—Está bien —dice suavemente.

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Me voy a mi puerta y entro, pero en el último momento me regreso.

—Patty —digo. Se da la vuelta para mirarme, una sonrisa amarga en

su rostro—. ¿Crees que podemos dejarlo para después?, ¿Tal vez

podríamos ir al faro mañana?

Asiente, y veo una lágrima caer sobre su mejilla.

—Por supuesto —dice con voz baja—. Lo que quieras.

Entro a mi cuarto, cierro mi puerta, y me inclino contra ella. Necesito

pensar sobre esto. Necesito pensar sobre lo que me dijo Nick. ¿Importa?

¿Es demasiado tarde?

Me despierto con un golpe afuera de mi puerta. ¿Qué fue eso? Salgo

de mis sábanas y camino hacia la puerta. La abro y miro hacia afuera, y

encuentro a mi mamá parada en frente del armario del pasillo. Ella tiene

una toalla metida bajo su nariz, y otra se encuentra en sus pies. ¿Es eso

sangre?

—¿Mamá? —Ella se vuelve hacia mí, aun sosteniendo la toalla debajo

de su nariz. Sus ojos son grandes y temerosos. Ella sacude su cabeza y

murmura algo pero no puedo escucharla.

Camino hacia ella.

—¿Mamá? —digo de nuevo. Alcanzo la toalla y tiro de ella. Está

empapada de sangre. Extiende su mano y la pone contra la pared, sus

ojos se cierran —. ¡Mamá! —grito mientras cae al suelo.

Ella gorjea como si se ahogara, así que la hago rodar de lado. Se

vuelve sin fuerzas.

—¡Mamá!

Me levanto y corro hacia el teléfono para llamar al 911. Confirmo la

dirección. No, ella no está respondiendo. Sí, ella ha ido a la quimio. Ella

hace un ruido de gorgoteo de nuevo. Tiro el teléfono y corro, y ruedo sobre

ella. Estoy aterrada que vaya a ahogarse con su propia sangre.

Corro hacia la puerta y veo a un hombre sacando algo de un carro

de al lado.

—¡Ayúdame! —lloro. Entonces vuelvo de nuevo con mamá.

El hombre abre la puerta. Es rubio y está cubierto de tatuajes, pero no

me importa. Él podría ser un asesino serial y le daría la bienvenida sólo por

algo de ayuda. Levanto a mamá de modo que está recostada contra mí,

rodeada por mis brazos. Ella está apenas consiente.

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—¡Ayúdame! —sollozo.

Corre hacia adelante, y una mujer viene detrás de él.

—¿Llamaste al 991? —pregunta él.

—Están en el teléfono —digo. La mujer recoge el teléfono y empieza a

hablar con ellos.

—Están en camino —dice. Se queda con ellos al teléfono mientras el

hombre se arrodilla junto a mí.

—Mi nombre es Matt —dice. Su voz es calmada, a pesar de que sus

músculos están fuertemente acoplados. Sus ojos están serios mientras toma

la situación—. ¿Qué clase de tratamiento está teniendo? —pregunta.

—Yo… yo no sé —digo. De repente odio ese yo no sé.

Toma una esquina de la toalla y limpia el rostro de mamá con mucha

suavidad. ¿Por qué no se me ocurrió antes?

—¿Cuál es tu nombre? —pregunta.

—Carrie. —Me ahogo. Comienzo a mecer. Mamá gime en mis brazos

así que me detengo. Aprieto su agarre, porque no sé qué más hacer.

—Carrie —dice suavemente—. ¿Estaría bien si tomo a tu mamá por ti

para que puedas ir a cambiarte? —Mira hacia abajo y veo que estoy

usando una camisa y un pantalón corto para dormir.

—Vas a querer viajar en la ambulancia. Quiero que estés lista. —Me

hace un gesto como si estuviera pidiendo permiso para tomar a mi mamá.

Me deslizo fuera y él muy suavemente toma mi lugar. Siente su pulso a

la vez y le dice algo a la mujer que lo acompaña. Corro a mi habitación y

salto a ponerme un par de pantalones cortos y un sujetador. Ni siquiera me

quito mi pantalón de dormir. No tengo tiempo. Me apresuro a salir con mi

mamá.

Los paramédicos están en la casa, y hay una gran actividad mientras

traen la camilla dentro.

—¿Estás sola aquí, Carrie? —pregunta Matt.

Asiento.

—¿Necesitas llamar a alguien para decirle lo que pasó? —pregunta.

—Mi papá —digo. Doy un paso hacia atrás mientras el paramédico se

apresura delante de mí—. ¿Ella está bien? —Le pregunto tímidamente. No

hubo respuesta.

—¿Quieres darle a Sky el número de tu papá para que ella lo llame

por ti?

Levanto la vista hacia él. Sus ojos son suaves.

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—¿Qué? —pregunto. Lo escuché claramente, pero no tengo idea de

lo que está hablando.

—Tenemos que dejar que tu papá sepa lo que está sucediendo —

dice suavemente.

—Yo puedo hacerlo. —Saco el teléfono de mi bolsillo y marco. Suena

dos veces.

—Carrie —ladra Papá. Su voz suena gangosa por dormir—. ¿Qué está

mal?

Mi voz se quiebra.

—Papi… —susurro.

—¿Qué pasa, Carrie?

Ellos llevan a mamá fuera de la puerta en la camilla, y los sigo. La

mujer del vecino llamada Sky pone un par de sandalias en mis pies. Sigo

caminando, el teléfono presionado contra mi cara mojada. Observo

mientras ponen a mamá en la ambulancia.

Me hacen un gesto para que entre también, así que lo hago, y me

ponen el cinturón.

—¡Carrie! —grita Papá a través del teléfono. Las puertas de la

ambulancia se cierran—. ¡Carrie, tienes que hablar conmigo!

Trago con fuerza.

—Creo que perdí mi último momento —susurro.

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Nick i cama se hunde y ruedo hacia el centro.

—Nick —dice alguien con impaciencia, llamándome por

mi nombre. Abro los ojos y veo a Jack.

—Sal de mi cama, Jack —le digo, y entierro mi cara en mi

almohada, poniéndola debajo de mi cabeza y acomodándola bien.

—Nick —dice ella, un poco más impaciente. Ella me empuja el

hombro—. ¡Levántate!

Abro los ojos.

—¿Por qué? —Ella tiene su ropa y sus ojos son claros. No está

borracha.

—Es Carrie —dice.

Mis ojos se abren.

—¿Qué hay de Carrie?

Se levanta y abre mis cajones, pasándome una camisa y pantalones.

—Vístete —dice—. Es su mamá.

Empiezo a tirar de mis pantalones.

—¿Qué pasa con ella?

—Mi tía trabaja en el hospital, y estaba allí cuando la trajeron, pero no

me pudo dar más información. Carrie está sola, a excepción de algunos

hombres extraños que nadie conoce. —Me empuja de nuevo—. Ve —

dice, y señala hacia la puerta.

Atasco mis pies en mis zapatillas. Camino al lado de Jack y me

detengo rápidamente para darle un beso en la frente. Ella arruga la cara y

me empuja lejos. Se seca una mano por la piel.

—Eww —dice. Pero está sonriendo.

—Gracias —le digo.

Ella se tira sobre mi cama y jala las sábanas bajo su barbilla.

—Sólo voy a quedarme aquí —dice.

M

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No tengo tiempo para moverla fuera de mi cama, así que dejo que se

quede. No puede ir a casa a estas horas de la noche de todos modos.

Apago la luz de camino a la salida.

Salto en el jeep viejo de mi papá y conduzco al hospital. No es

demasiado lejos, pero se siente como si se tardara una eternidad antes de

ver los grandes carteles que anuncian que estoy cerca de la sala de

emergencias. Por fin, estoy allí, y me estaciono.

Voy a través de las puertas de emergencia y allí está ella. Está

sentada en una silla con las piernas recogidas cerca de la barbilla, como si

estuviera tratando de acurrucarse en una bola. Matthew Reed está

sentado junto a ella, y casi me tengo que parar y hacer una doble toma

cuando lo veo.

—Carrie —clamo. Ella se asusta y me mira, con los ojos llenos de

lágrimas de inmediato.

—Nick —dice mientras me pongo de rodillas delante de ella. Ella está

en mis brazos antes de que pueda parpadear. Los sollozos sacuden su

cuerpo y parece tan pequeña, de repente.

Me tumba y me hundo de nuevo en el suelo sobre mi trasero, y viene

abajo en mi regazo. No podría separarla de mí ni con una barra de hierro,

sin embargo, y no lo haría de ninguna otra manera.

Froto su espalda y paso mi mano a lo largo de su cabello hasta que se

sienta. Esnifa, se limpia la nariz en mi camisa.

—Lo siento —susurra, mientras se limpia los mocos en mi camisa.

Me río y la abrazo con fuerza.

—¿Qué pasó? —pregunto—. ¿Cómo está tu mamá?

Esnifa de nuevo y entierra su cabeza en mi camisa.

Matt habla por ella, gracias a Dios. —Está teniendo una reacción a la

quimioterapia. Es bastante normal, pero realmente aterrador.

Estiro mi mano hacia Matt para sacudirla.

—Gracias por pasar el rato con ella.

Él sonríe y me estrecha la mano.

—No me importa.

De todas las personas en el mundo, uno de los Reed vino al hospital

con ella. Entonces levanto la mirada y veo a Paul dando la vuelta en la

esquina. Mi corazón casi se detiene. Le entrega a Matt una taza de café.

—Hola, Nick —dice.

Mierda. Él acaba de decir mi nombre. Se acuerda de mí. —Paul —le

digo con una inclinación de cabeza.

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Carrie mira hacia arriba.

—¿Ustedes se conocen?

Matt asiente.

—Nick fue lo suficientemente agradable para llevarnos un poco de

leña. —Busca en su bolsillo—. Todavía te debemos por eso.

Yo agito mi mano.

—No. No me costó nada.

Saca su mano de su billetera.

—Gracias, hombre —dice. Me sonríe.

—¿Ya puedo volver a verla? —pregunta Carrie, su voz suave y

húmeda.

Paul niega.

—Acabo de ver a la enfermera en el pasillo. Dijo que llamaron al

oncólogo de tu mamá y él está con ella ahora. Estará fuera para hablar

contigo en pocos minutos.

—No es bueno, ¿verdad? —pregunta.

Sacude la cabeza y mira a Matt.

—Probablemente no —dice.

—Metí la pata, Nick —dice—. Cometí un error en mi último momento

—susurra, mirándome—. ¿Por qué hice eso?

—Shh. —La abrazo más fuerte—. Ella todavía está aquí. Tendrás otros

momentos. Todavía hay tiempo.

—Realmente la cagué.

—Shh —le digo de nuevo, porque no sé cómo consolarla.

La abrazo hasta que el médico viene a hablar con ella. Ella se

apresura fuera de mi regazo y se sienta en una silla, así que me siento a su

lado.

El médico mira encima de la montura de sus gafas.

—Le dije a tu madre que no se hiciera más quimioterapia —dice.

Sopla un suspiro pesado—. Fue una elección entre tener cuatro buenas

semanas o seis semanas malas, pero ella optó por las malas semanas

porque dijo que tenía algunos asuntos pendientes. Pero en este punto, no

puedo continuar con la quimioterapia. Es el momento de dejar el

tratamiento.

Carrie tiembla a mi lado, así que tomo su mano y la aprieto.

—¿Ya no más quimioterapia? — pregunta Carrie.

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Él asiente.

—¿Cuánto tiempo más? —pregunta.

Mi corazón se aprieta por ella, y ya me siento como si alguien me

abriera por la mitad y estuviera sangrando en el piso, y yo sólo estoy

viendo. No puedo ni imaginar cómo se siente.

—Alrededor de un mes. —Él mira hacia abajo a sus notas—. Todos

ustedes deben ir a casa. Ella no puede ver a nadie hasta mañana.

Carrie salta a sus pies. —¿Ni siquiera yo?

Sacude la cabeza, pero Paul y Matt se ponen de pie, también.

—Dele dos minutos —dice Matt.

El médico niega de nuevo.

—¡Dos minutos! —ladra. Es grande y físicamente intimidante. El médico

está un poco sacudido, te lo puedo decir—. Dos minutos —dice Paul en

voz más baja.

El médico asiente.

—Bien. Dos minutos. Sígueme. —Le hace un gesto a Carrie para que lo

siga con sus dedos. Matt va con ellos.

Yo estoy en el pasillo con Paul. —Gracias —le digo.

Se encoge de hombros como si nada.

Entonces recuerdo a Matt. Recuerdo su tratamiento contra el cáncer,

y de repente sé por qué está aquí.

—¿Matt va a estar bien con esto? —pregunto.

Paul asiente.

—Si no hubiera venido, él no estaría bien con esto. Se preocuparía, y

desearía poder haber hecho algo por ella.

—Es por eso que viniste con él.

Se encoge de hombros otra vez. —Es lo que hacemos.

Me gustaría tener a alguien para hacer eso.

—Si los tabloides se enteran que estamos en un hospital, van a

anunciar mañana que uno de nosotros ha tomado mucho o algo así. —Se

ríe.

Es tan fácil olvidar que son famosos.

—Hay que irnos antes que la gente con cámaras aparezcan.

Niega.

—Voy a esperar a Matt.

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Carrie sale sólo un minuto más tarde, y se ve más tranquila de lo que

hizo cuando entró.

—¿Estás bien? —pregunto. Envuelvo mi brazo alrededor de ella y la

atraigo hacia mí para besarla en la mejilla.

—Estoy bien —dice ella—. Ellos van a mantenerla aquí, al menos

durante la noche.

—¿Vendrá tu papá?

—Él está en camino.

—Está bien —le digo—. ¿Estás lista para ir? Tengo mi jeep afuera.

—Podemos llevarla —dice Matt.

Niego.

—Yo puedo hacerlo. —No voy a dejarla. Ahora no.

Matt me hace un gesto hacia la puerta principal y le sigo. De repente,

se vuelve y me atrae hacia él, su mano fuerte en mi cuello. Me estremezco,

pero no me aparto.

—Su papá no está aquí, y nadie más está aquí para cuidar de ella

mientras que es vulnerable. Así que, ¿por qué debería confiar en ti para

hacer eso? —Me mira a los ojos.

—No me aprovecharía de ella —le digo. Me encojo de hombros fuera

de su control, y se ve sorprendido por eso.

—De hecho, soy el que va a protegerla de cualquier cosa. Así que no

asumas ahuyentarme con ser intimidante.

Él sonríe. —Me gustas. —Da un paso atrás—. ¡Nos vemos en la

mañana! —Él llama por encima del hombro. Paul lo sigue hasta su

camioneta, deteniéndose sólo un momento para darme una palmadita en

el hombro y decir:

—Buen chico.

Me río. Paul me habla como si fuera un cachorro. —Que te jodan —le

digo a su espalda en retirada. Él se ríe de mí. He visto todas las palabras

que filtran de su boca en el show. Dudo que lo pueda sorprender.

Sacudo la cabeza y me vuelvo a Carrie. Bosteza, y parece que

apenas puede mantenerse en pie.

—Vamos —le digo—. Vamos a llevarte a casa.

Llegamos a su casa y ella sale del jeep. Entro con ella, y camina

directamente a su dormitorio. ¿Quiere que la siga? Lo hago de todos

modos, porque no puedo soportar tener tanto espacio entre nosotros. Casi

siento como que se va a romper, y tengo que estar allí para recoger las

piezas. Tal vez incluso para ponerla de nuevo juntos.

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Retira su cobertor de la cama y se quita sus pantalones vaqueros.

Entonces hace ese truco que las mujeres deben nacer sabiendo —cuando

desabrochan el sujetador y lo sacan de su manga.

—¿Quédate conmigo? —dice en voz baja. Se queda mirándome,

viendo mi cara. Me pongo de nuevo al otro lado de la colcha y le doy una

patada en los zapatos. Me deslizo bajo sus sábanas con la ropa puesta y se

da la vuelta hacia mí—. Tuve un minuto más —dice en voz baja—. Dos, en

realidad.

Ella pone su cabeza en mi pecho y envuelve su brazo alrededor de mi

pecho con tanta fuerza que llega a entrelazar sus manos.

—¿Cómo te fue? —pregunto.

—Sólo fue.

—¿Bien?

—Sí —suspira—. Gracias.

Le beso en la frente.

—De nada.

Bosteza contra mi pecho, y puedo sentir el cálido aliento de su

exhalación a través de mi camisa.

—No vas a irte, ¿verdad? —pregunta en voz baja.

—No, no me voy a ir.

—¿Lo prometes?

—Sí, lo prometo.

—Bien. —Se acurruca en mi pecho, y me imagino que nuestros latidos

del corazón se han alineado, al igual que nuestras respiraciones y nuestros

cuerpos. No estoy seguro de que nuestros mundos se pueden alinear de la

forma más limpia.

Es probablemente un par de horas más tarde, cuando escucho la

puerta abierta. Me despierto de golpe y levanto la mirada para encontrar

a su padre de pie junto a la cama, mirándome. Luego se da la vuelta y

sale de la habitación. Él deja la puerta abierta, así que ruedo de debajo

de ella y lo sigo en la cocina, donde se está sacando una botella de agua

de la nevera. —Sr. Michaels —digo.

—Nick. —Él no se fija en mí. Sólo se queda mirando la nevera.

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—Um... —Yo agito el pulgar hacia el dormitorio—. Estaba haciéndole

compañía a Carrie. No quise que ella estuviera sola.

—Um-hmm —tararea.

—De verdad, señor —le digo—. No lo hice... no lo haría... —Mierda. Me

paso una mano por el rostro.

Él me mira.

—¿No podías hacerle compañía y no estar en la cama?

—Bueno, ella como que me necesitaba, señor.

—¿Te necesitaba en su cama? —Sus cejas forman una uve.

—Necesitaba a alguien para abrazarla. Estaba teniendo un momento

muy difícil.

—¿Papá? —dice Carrie desde el pasillo.

—Care —dice en voz baja.

Ella cae en él y él la abraza con fuerza. —Estoy tan contenta de que

estés aquí.

Él me mira por encima de su cabeza. Luego la aleja un poco.

—No más chicos en tu habitación, Care —dice.

—Oh, sí. —Ella me mira con timidez—. Lo siento. No estábamos

haciendo nada. No fue nada.

—No se parece a nada —dice. Él hace que Carrie levante la

cabeza—. Parecía algo. A los papás no les gustan algunas cosas cuando

se trata de sus hijas.

Ella se ríe. —Lo entiendo, papá. —Extiende la mano en busca de la

mía—. ¿Puede quedarse Nick?

Él resopla. —No en tu cama.

Ella asiente, y él le besa la frente.

—Voy a acostarme. Quiero ir a ver a tu madre mañana temprano.

Él entra en el dormitorio principal y cierra la puerta tras él.

Carrie gruñe.

—Esa es la habitación de mamá —dice.

Le cepillo el pelo de la cara. —Creo que él lo sabe.

—Gracias por quedarte.

—De nada.

—¿Te vas a quedar un poco más? —Me mira, parpadeando los ojos

muy abiertos—. Ven y siéntate en el sofá conmigo.

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Asiento.

—¿Va a estar enojado conmigo por eso?

Ella se ríe.

—Si estuviera enojado de verdad, no habría ido a la cama.

Me lleva al sofá, y me siento. Ella se mete en mi regazo y mete la

cabeza debajo de mi barbilla. Luego comienza a hablar.

Ella me dice todo acerca de lo que pasó con su mamá, su mamá y su

papá y el novio de su mamá. Entonces se asienta en mi contra, una vez

que la historia está ahí fuera y fuera de su pecho. Yo la sostengo hasta que

sus respiraciones son constantes y está dormida. Entonces cierro los ojos

también.

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Carrie e despierto sola en el sofá. Cuando me dormí, Nick estaba

envuelto alrededor de mí, pero ahora se ha ido. Me doy vuelta y

huelo el divino olor del café. Papá está sentado en la mesa,

hablando con alguien. A primera vista creo que es Nick, pero no es. Es el

hombre de anoche, y su esposa, la que llamó al operador del 911 para mí.

Me levanto y me pongo algo además de mis pijamas, y entonces

salgo a unirme a ellos. Toco a Papá ligeramente en el hombro y aprieto. Su

mano sube a cubrir la mía. Me inclino y beso su mejilla.

—¿Has hablado con Mamá hoy?

Asiente.

—Ella está despierta y lista para venir a casa. —Barre una mano por su

cara—. Sólo tengo que desarmar la cama y mover algunas cosas, y luego

iré a recogerla.

—¿Por qué tienes que desarmar la cama?

—Cariño, el hospicio envía una cama de hospital y suplementos. —Se

detiene y me mira.

—Oh —respiro.

Matt rompe el estancamiento.

—¿Por qué no dejas a mis hermanos y a mí mover los muebles por ti?

Podemos conseguirlo hecho más rápido. Y lo hemos hecho antes.

—Oh, no —dice Papá—. No podemos dejarlos hacer eso.

Matt mueve una mano en el aire.

—No es nada. Y mis hermanos no son felices al menos que los dejes

ayudar. Han estado muriendo por venir desde ayer, pero les dije que no

podían. —Ríe—. Son ruidosos.

—¿Por qué te importa? —espeto.

—Carrie —me regaña mi Papá con sólo esa palabra, y el calor crepita

en mi cara.

—Lo siento —murmuro. Ocupándome sirviéndome una taza de café.

M

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Matt tira de su manga y me muestra la cinta del cáncer tatuada en su

bíceps.

—Soy un sobreviviente.

Me dejo caer en una silla al lado de Papá.

—¿De cáncer?

Asiente y toma un sorbo de su café.

—Sí. —La mano de su esposa se desliza bajo la suya sobre la mesa y él

la mira con una sonrisa.

—Así fue como nos conocimos —dice ella. Saludándome—. Soy Sky,

por cierto.

—¿Se conocieron por el cáncer? —pregunta Papá.

Ella niega.

—Nos conocimos por nuestros hijos, en realidad. Matt conoció a mi

media hermana cuando ambos estaban en tratamiento. Ella tenía tres

hijos, y yo los tomé cuando murió. Y conocí a Matt en el proceso. Se

quedaron. Los niños y el hombre.

—Para hacer la historia corta —dice Matt—. Estaremos felices de

mover tus muebles, así puedes conseguir alguna otra cosa hecha. —

Apuntó con un pulgar hacia el pasillo—. ¿Quieres mostrarme lo que

necesitas mover?

Papá lo siguió al corredor y miré. Sky dice suavemente.

—Matt tiene un corazón tierno. Ha enfrentado su propia mortalidad

más de una vez, así que sabe por lo que tu madre está pasando.

—Sobrevivió, sin embargo —digo. La emoción se hincha dentro de mí,

justo cuando menos lo espero, y tengo que tragar duro para empujarlo

abajo—. Mi mamá no va a hacerlo.

—Lo sé —dice. Sus ojos vidriosos y pestañea duro para evitar que las

lágrimas caigan. No dice nada. Sólo mira a su café. Finalmente, dice en

voz baja:

—Eres afortunada, ¿sabes?

Mi cabeza se levanta y espeto:

—Define afortunada.

—Mi chico mayor, Seth, daría lo que fuera por tener unos minutos más

con su madre. Así que no lo des por sentado.

—He sido un poco perra, últimamente —admito.

Se ríe.

—Eres una adolescente. Eso viene con el territorio. Tu mamá sabe eso.

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—No es sobre cosas de adolescentes normales. Ni chicos. Ni periodos.

Ni maquillaje o ropa. Sino sólo sobre la vida.

—A veces la vida nos convence de que apesta. Y a veces nos

convence de que nosotros apestamos. Sucede. Lo superas. Apuesto a que

tu mamá no va a tomarlo en tu contra.

La miro a los ojos.

—¿Lo prometes?

—Soy una mamá. Así que, sí, lo prometo.

Asiento.

Papá y Matt vuelven por el pasillo y se detienen a sacudir manos. Matt

y Sky se van de la mano, y Papá se va a recoger a Mamá. Miro alrededor y

me pregunto qué diablos se supone que estoy haciendo. Pero entonces un

golpe suena en la puerta y Matt entra solo. El hospicio está aquí con los

muebles y los suplementos, así que les muestra donde poner todo.

Siguiéndolo están cuatro hombres más iguales a él, y luego uno que no se

parece a él en absoluto.

Matt presenta a sus hermanos y a su hijo, Seth. Seth es tan

malditamente apuesto que desearía haber cepillado mi cabello cuando

me desperté.

Ellos se ocupan sin ayuda mía, y luego mueven la cama de Mamá,

haciendo espacio suficiente en la habitación para una cama de hospital y

equipo. No les toma mucho tiempo, pero tienen que reordenar la

habitación entera.

Se van de la misma manera en que llegaron, sin absolutamente

ayuda mía. Los dos que lucen iguales chocan los cinco, y uno besa a Seth

en la mejilla. Seth lo empuja y lo agarra en una llave de cabeza, hasta que

Paul les grita. Él los corre fuera de la puerta con disculpas hacia mí.

—Te veremos más tarde —dice Matt. Se va, pero entonces asoma su

cabeza en la puerta—. ¿Estás bien? —Su ceño se frunce.

De repente, recuerdo que no sé qué pasó con Nick.

—¿Sabes dónde está Nick? —pregunto.

Sonríe.

—Oh, tu papá lo sacó del sofá esta mañana y le dijo que fuera a

casa. Dijo que te vería esta noche.

Rasco mi cabeza.

—¿Papá lo sacó del sofá?

Se ríe.

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—Deberías preguntarle a él sobre eso. —Se despide otra vez—. ¡Nos

vemos! —Entonces desaparece.

Ahora necesito encontrar a Nick y preguntarle qué pasó entre él y

Papá. Pero Mamá estará en casa pronto.

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Nick i mente no está en el trabajo en absoluto. Está en Carrie. Ayer

por la noche, dormí en su cama hasta que vino su padre a casa.

Sosteniéndola al lado mío se sentía... bien. Es lo único que se ha

sentido bien para mí en un muy largo tiempo. Siento que mis días son todo

trabajo. Mis noches son más trabajo. Y todo a lo que puedo aferrarme es al

lugar de mis padres en la playa.

Recuerdo cuando la compraron. Ellos estaban tan emocionados.

Pagaron por ella en su totalidad y se suponía que permaneceríamos allí

sólo mientras trabajaban para conseguir algo un poco más grande. Pero

ese día nunca sucedió. Estábamos felices de todas formas. Yo sería feliz allí

para siempre, pero ahora los impuestos a la propiedad y seguros me están

matando.

Cuando miro a Carrie, veo posibilidades. Veo un futuro que olvidé que

podría ser capaz de tener. Veo la universidad y el noviazgo y el

matrimonio. Incluso podría ver niños un día. Pero en este momento, nunca

tendré el futuro que quiero porque estoy trabajando demasiado

condenadamente duro.

Lanzo una lata de atún en el estante sólo un poco demasiado duro y

el gerente de la tienda me frunce el ceño.

—Lo abollas, lo compras —dice.

Miro hacia abajo. De hecho, me vendría bien una lata de atún

porque mis armarios están vacíos. Vivo en su mayoría en favores. Hay

tantas personas que me deben favores que siempre tengo lo suficiente

para comer, pero no mucho más. Al igual que cuando tomé la leña de los

Reeds, hago eso todo el tiempo. Recibo de una persona para dar a otra,

creando favores. Entonces a veces colecciono. El resto lo mantengo en

cuenta. Para la leña, ayudé a un chico a limpiar pescados que atrapó

después de un día en su barco. Olía como pescado por lo que parecía

una semana, pero él me dio un poco de pescado para llevar a casa, y

conseguí la leña de él cuando lo necesitaba.

Esa es la forma en que mi vida funciona. A veces me siento como si

estuviera robando a Peter para pagarle a Paul. Estoy cansado. Tan

cansado.

M

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Hablando de Pete y Paul, veo dos de los Reeds caminando por los

pasillos de la tienda. Cada uno tiene un niño en la cadera, y hay tres niñas

en sus pies.

—Hey Nick —dice Paul, y me da los cinco mientras pasa. Él establece

uno de los niños hacia abajo para poder mirar algunos cubos, y el niño se

tambalea por el suelo lo más rápido que cualquier cosa que he visto. Paul

se levanta y lo ahueca en sus brazos justo antes de que pueda tumbar una

demostración de galletas de peces de colores. Paul le hace cosquillas a su

vientre y él se arruga, su carita se rompe en una sonrisa.

—¿Puedo ayudarte a encontrar algo? —pregunto, llegando a mis

pies.

Paul sostiene al niño a mí, con los pies agitando.

—Sostén esto por un segundo —dice. Me lo llevo y lo asiento en mi

cadera. Él atasca sus dedos en su boca, y luego llega y los atasca en mi

boca. ¡Puaj!

—¿Tiene un nombre? —pregunto alrededor de los dedos del chico.

—Ese es Matty —dice Pete. Él sostiene el otro fuera—. Sostén éste por

un segundo, también. —Asienta la niña en mi cadera—. Compórtate,

Hoppy —dice con un movimiento de su dedo. Sigue a Paul y las tres niñas a

otro pasillo.

Ésta no le caigo bien casi tanto como al otro y sus ojos se llenan de

lágrimas. —Um, muchachos —llamo. Pero han dado la vuelta de la

esquina. Mierda. No tengo ni idea de qué hacer con los bebés—. Hey —

llamo.

—Hey. —La niña hace eco, y sonríe.

—Oh, puedes hablar —digo, y salta en mis brazos, tirando sus manos

alrededor. Está usando un traje de baño y un pequeño sombrero para el

sol, y ellos parece que acaban de poner protector solar en ella porque

huele a coco y está un poco resbaladiza. En particular, cuando hace esa

cosa de salto que está haciendo.

Matty todavía tiene sus dedos atascados en mi boca, y me doy

cuenta de que él sabe un poco como la mantequilla de maní. ¿Y

mermelada? Sí. Definitivamente mermelada. Supongo que podría ser peor.

Paul llega alrededor de la esquina con un cubo y lo sostiene.

—¿Azul está bien, Hop? —pregunta.

Ella balancea sus brazos un poco más y él pone el mango del cubo

de plástico en sus dedos.

Ella inmediatamente tira de nuevo y me golpea en la cabeza con

ello. Paul se ríe y camina de vuelta alrededor de la esquina. Él regresa con

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una amarilla. Corro hacia el otro pasillo antes de que pueda darle a Matty.

Un niño golpeándome en la cabeza es bastante malo.

Cuando rodeo la esquina, me tropiezo con Carrie.

—Oh mi Dios. —Ella respira. Pero inmediatamente rompe con una risa.

—Me estoy muriendo aquí —digo.

—¿Quieres un poco de ayuda?

—Por favor.

Se detiene frente a Hoppy aplaude sus manos y hace una cara tonta.

Hoppy salta y ese maldito cubo me golpea en el ojo. Pero ella va a Carrie

y sin ninguna queja. Gracias a Dios.

—Eso es un gran cubo —dice Carrie, hablando en lenguaje infantil.

Froto mi ojo. Es un enorme cubo. Ella curiosea el cubo de la mano de la

niña y lo reemplaza con una pelota suave, blanda que quitó de un

cercano estante. Hoppy inmediatamente lo mete en su boca—. Ellos

tienen que probarlo antes de que puedan jugar con él, supongo —dice

Carrie.

Señalo al mío.

—Éste sabe a mantequilla de maní y mermelada.

Carrie se encoge de hombros.

—Podría ser peor. —Se ríe.

—Cierto —exhalo un suspiro. Alrededor de los dedos.

—Te fuiste antes de que pudiera decir adiós hoy —dice en voz baja.

Yo reboto a Matty en mi cadera, porque está empezando a

retorcerse.

—Oh, sí. Tu padre me echó.

—No lo hizo —protesta.

Asiento con la cabeza.

—Él lo hizo.

Sus cejas forman una V.

—¿Por qué hizo eso?

—Um, bueno... —Es terriblemente inapropiado decirle que los chicos

se despiertan con erecciones matutinas y que a los papás no les gusta

mucho. Así que solo digo—: No le gusta que me quede a dormir. —Me

encojo de hombros. —No puedo decir que lo culpo.

—Me gustaba tenerte allí —dice en voz baja. Su cara se pone roja y

puedo ver el pulso en la base de su cuello saltando.

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—¿Puedo ir a verte esta noche? —pregunto—. Si a tus padres no les

importa.

Ella asiente.

—Me gustaría eso.

Miro mi reloj.

—Tengo que ser socorrista desde dos hasta ocho.

—Está bien —dice.

Paul y Pete regresan alrededor de la esquina.

—Oh, hey, Carrie —dice Paul. Toma el bebé que Carrie tiene, pero me

deja con el mío—. Eres buena con ella. ¿Alguna vez haces de niñera?

Ella asiente.

—A veces.

—Bueno, haznos saber si estás interesada. Nos vendría bien un poco

de ayuda.

Ella asiente de nuevo y sonríe.

—Está bien.

Paul estrecha sus ojos en mí.

—Nick, ¿alguna vez haces de niñero?

Asiento, también. Yo hago lo que sea que hará ganar dinero.

—A veces.

—Bien —dice con un guiño—. Puede ser que los tome a los dos para

mantener a todos ellos en línea.

—¿Cuántos hay? —pregunta Carrie.

—Un montón —dice Pete divertido—. A veces no puedo contarlos

todos.

Carrie se ríe.

—Hágannos saber si necesitan ayuda.

—Lo haré —dice Paul. Pete toma a Matty de mí. Luego Matty deja

escapar el pedo más fuerte que nunca escuché, y Pete gime.

—Juro por Dios que no fui yo —dice Pete, levantando una mano

como si estuviera testificando.

—No puedo creer que estés culpando un pedo como ese a un bebé

indefenso —dice Paul, pero él se está riendo también, y de repente no

puedo dejar de hacerlo yo mismo.

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—Tú estás cambiándolo. —Pete advierte a medida que avanzan

hacia la puerta. Las chicas les siguen, con sus cubos, palas y otros juguetes

de playa en la mano.

—¿Necesitas ayuda para encontrar algo? —le pregunto a Carrie.

Realmente sólo quiero una excusa para hablar con ella un poco más.

—Flores —dice—-. Quiero conseguirle a mi mamá unas flores.

—¿Cuál es su favorita?

—No sé. —Se muerde la uña del pulgar—. A ella le gustan las rosas.

A mi mamá le gustaban las rosas también. Así que sé justo donde

puede conseguir un poco. Le doy instrucciones a mi casa y le digo que

tome lo que sea que quiera.

—Yo no puedo hacer eso. —se queja.

—Sí, puedes. Alguien tiene que disfrutar de ellas.

—¿Estás seguro?

—Positivo. A mi mamá le gustaría que tu mamá los esté disfrutando.

—Está bien, gracias. —Ella sonríe tímidamente a mí.

—¿Así que puedo venir a verte esta noche? —pregunto.

Ella asiente. Luego pisa de puntillas y aprieta sus labios en mi mejilla.

Ella permanece allí sólo el tiempo suficiente para mí para atrapar el olor de

ella, y luego se ha ido.

Pero la veré más tarde. Ese pensamiento me calienta por todas

partes, y siento algo que no he sentido en un muy largo tiempo.

Esperanza.

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Carrie uando llego a casa, el auto de papá ya está ahí. Tengo un gran

ramo de rosas y varios dedos pinchados. Las rosas tienen

espinas cuando las cortas directamente del arbusto,

aparentemente. Levanto mi herido pulgar a mi boca y trato de succionar

el dolor lejos. No funciona.

Entré a la casa y no vi a Mamá o Papá por ningún lado, así que entro

en la cocina y pongo mis rosas en un florero. Entonces voy a ponerlas en su

habitación, pero abro su puerta y me detengo. Escucho el murmurar

desde el baño y voy de puntitas lo suficientemente dentro que puedo

verlos.

Me detengo en seco. El florero se inclina, y agua cae en el suelo.

Enderezo el florero y limpio con mi pie por el lugar donde se desparramó la

humedad. Me paro muy quieta así no sabrán que estoy aquí.

Mamá está desnuda, reclinada en la bañera. Papá está arrodillado a

su lado y está flotando un paño enjabonado por sus hombros. Él está

vestido como estaba esta mañana, pero ella no está usando nada. ¿Está

ayudándola a tomar un baño? ¿Qué?

Mamá agarra su mano y él se detiene, suspirando pesadamente.

—No puedes decirle. Si lo haces, nos odiará a los dos.

Papá inclina su frente en su rodilla arqueada y respira pesadamente.

Apenas puedo escuchar su voz, y estaba congestionado como que había

estado llorando.

—Tengo que decirle —dice—. Voy a hacerlo cuando vuelva.

Inmediatamente. Debería haberle dicho hace mucho tiempo.

Mamá tiene oscuros círculos bajo sus ojos y está llorando, también. No

sé qué pasó cuando me fui, pero quería saber. Sólo no quería saber esto.

—No creo que deberías —dice Mamá.

Papá enjabona el paño y levanta su brazo, lavándola suave y

lentamente. Íntimamente. Como amantes. Como marido y mujer. Él

arrastró el paño por la cicatriz de su mastectomía en lentos, dulces, suaves

barridos.

—Desearía haber estado contigo a través de esto —dice él.

C

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—No estaba ni siquiera conmigo cuando lo averigüé al principio,

John.

—Lo sé. Eso no lo hace mejor.

—No se pone mejor. —Ella agarra su mano otra vez y la sostiene

apretada contra su corazón—. Tengo un mes, si es tanto tiempo. ¿Puedes

quedarte?

Papá se rompe. Un sollozo sacude sus hombros.

—Ven aquí —dice Mamá, y abre sus brazos, sentándose un poco. Ella

lo sostiene y él corre sus manos arriba y abajo por su cuerpo desnudo.

—Tanto tiempo perdido —dice él—. No quiero desperdiciar más.

Casi puedo ver a Mamá visiblemente relajada. Ella se sienta un poco y

mira a su cara.

—¿Estás seguro? —pregunta en voz baja.

—Te amo, Pattycakes. Siempre te he amado. Déjame tener este

último mes, ¿Sí?

—Está bien —dice ella en voz baja. Entonces lo besa. Y él la besa de

vuelta. Es suave y dulce al principio, y luego se vuelve más. Más de lo que

estoy cómoda mirando. Dejo las rosas en el vestidor y salgo de la

habitación. Entonces les dejo una nota y voy a encontrar a Amber y Rose,

y finjo que no acabo de ver lo que vi. Principalmente porque no sé qué

hacer con eso.

A las ocho en punto, dejo a Amber y Rose, a pesar de sus protestas.

Voy a casa, pero sólo porque sé que Nick va a estar ahí. Él va a venir y

encontrarme, y espero que me lleve lejos de lo que sea que está pasando

entre Mamá y Papá.

Entro por la puerta trasera y encuentro a Mamá de pie en la cocina.

Ella levanta la mirada, y sus mejillas están enrojecidas. ¿Sabe que lo sé?

Papá está de pie a su lado cortando vegetales. Ella está bebiendo una

copa de vino, y no puedo evitar sino recordar que así es como solía ser

antes de que ella lo jodiera todo. Éramos felices. Éramos así.

—Carrie —dice Mamá—. Estoy feliz de que volvieras. Justo a tiempo

para cenar.

—¿Cómo te sientes? —pregunto.

—Mucho mejor. Lo siento si te asusté anoche.

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Asiento y robo un pedazo del calabacín qué está partiendo Papá. Él

golpea mi mano con un rollo de papel de aluminio.

—Luces mucho mejor que anoche —le digo a ella.

—Me dieron algo de sangre. Plasma. Algo. Se siente mejor sólo dejar la

quimio, honestamente.

Papá le pasa el cuchillo.

—¿Se siente lo suficientemente bien para cortar? —pregunta.

—John —advierte—. No.

Miro de él a ella.

—¿No qué?

Ella niega y empieza a cortar.

—Vamos a dar un paseo —dice Papá. Tira de su cabeza hacia las

puertas correderas de cristal que dirigen a la playa.

Mamá muerde sus labios juntos como que quiere decir algo, pero no

lo hace. Sólo corta.

Papá y yo salimos a la arena y está en silencio mientras caminamos

hacia el agua.

—¿De qué querías hablar? —pregunto mientras giramos hacia el faro.

No dice nada. Sólo mira hacia el horizonte y roe el interior de sus

mejillas. Quiero que salga. Finalmente me mira.

—Toma dos personas para hacer un matrimonio —dice.

Espero, porque no creo que terminó.

—Y dos personas para romper un matrimonio —continúa diciendo.

—Es-está bien —digo lentamente, arrastrando la palabra como un

soplido.

—Tu mamá y yo hemos caído en un ritmo. Uno al que solía estar

acostumbrado. Ella también. Pero estaba luchando más de lo que me di

cuenta.

Caminamos en silencio.

—Debería haber sabido —dice—. Debería haber puesto más

atención, pero estaba ocupado con el trabajo, y ambos estábamos

ocupados contigo.

Caminar. Silencio.

—Tu mamá estaba realmente deprimida, y no me di cuenta. Ella vino

a mí y me dijo lo infeliz que era, y lo ignoré porque teníamos la vida

perfecta. Teníamos una maravillosa hija y grandes empleos y una gran y

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antigua casa. Teníamos el sueño americano. Pero su sueño era una

pesadilla y no me di cuenta.

Más caminar. Más silencio.

—Pensé que ella lo superaría. Pero no lo hizo. Entonces un día, se fue.

Sé ahora lo que estaba en su camino al aislamiento, alimentando por su

depresión. Pero en el momento, culpé a un hombre que ni siquiera existía.

Tu mamá nunca engañó. Ella se fue. Pero lo hizo porque se sentía sola

incluso en una casa llena de gente. Incluso en una habitación llena, se

sentía como si nadie más estuviera ahí con ella.

—¿No hubo un hombre?

Niega.

—Juré que tenía que haber, porque qué otra razón tendría para irse,

¿sabes? —Levantó sus manos—. Creí con todo mi corazón que había

alguien más.

—Ella todavía se fue, Papá.

—Se fue porque tenía que, no porque quisiera, Carrie. Eso es lo que

necesitas saber.

—Ella nunca vino a verme, Papá —protesto—. Ni una vez.

Deja de caminar y me gira para enfrentarlo, sosteniendo mis hombros.

Me mira a los ojos.

—No la dejé. Ella trató. Pero estaba molesto, celoso y enojado y no la

dejé volver a nuestras vidas. Ni siguiera a la tuya.

Jadeo. No hay forma de que hiciera eso.

—¿Ella lo intentó?

—Sí, trató. Trató muy duro. Empezó viendo a un doctor por sus dolores

de cabeza. ¿Recuerdas lo malo que solían ser?

Asiento.

—Ellos la pusieron en una baja dosis de antidepresivos para su dolor, e

inmediatamente comenzó a sentirse mejor, como podía. Así que empezó

con terapia, y consiguió la dosis correcta de antidepresivos, y empezó a

hacer ejercicio, y comenzó a vivir otra vez.

—Pero todavía no volvió.

—Estaba a punto. Entonces enfermó por primera vez. Decidió que no

te había visto en un tiempo y que no quería que la vieras enferma, cuando

había tomado mucho tiempo. Así que fue a través del tratamiento y la

mastectomía completamente sola. —Muerde su mandíbula junta y

lágrimas llenan sus ojos—, nunca me perdonaré por no estar ahí para ella a

través de eso.

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—Pero incluso entonces…

Él levanta una mano.

—El cáncer nunca se fue. Ella sigue en tratamiento, incluso después

de su operación, sólo se demoró. Ella seguía pensando que mejoraría, pero

no lo hizo. Entonces preguntó por ti este verano incluso aunque sabía que

había terminado. Los tratamientos han terminado y ella va a morir. Y es

todo porque no puse demasiada atención cuando me necesitó para

darme cuenta por lo que estaba pasando.

Una lágrima rueda por su mejilla.

—Papá —suspiro—. Eso no es tu culpa.

—¿Por qué puedes perdonarme, pero no a ella? —pregunta. Su voz es

acusadora, y me erizo. Me paro un poco más derecha—. Soy tan culpable

como ella. Lo causé justo tanto como ella, y te dejé creer que nos dejó por

sus razones egoístas, cuando ese no fue el caso. —Sostiene mi hombro otra

vez—. Ella nunca fue egoísta, y todavía no lo es.

—Está muriendo —digo en voz baja. Y mi voz se rompe.

Él me tira contra él y me deja sollozar en su camisa. Me siento como

que acaba de sacar mi corazón por mi garganta. Como que me ha

destripado. Estoy absolutamente sorprendida por el odio que tenía en mi

corazón por tanto tiempo que finalmente libro liberarlo.

—Lo siento mucho —dice. Corre una mano por mi cabello.

—Yo también.

—¿Ahora qué hacemos?

Giro y camino de regreso a la casa de la playa, y él toma mi mano

como solía hacer cuando tenía tres años. Salto en el agua poco profunda

y pateo una ola con él.

Limpia su cara con el dobladillo de su playera.

—No puedo creer que hicimos eso —dice. Pero está sonriendo así que

no me preocupo.

—Vamos a estar bien, Papá —le digo. Entonces pateo más agua

hacia él.

—Sí, lo estaremos —responde. Entonces se gira hacia mí y me levanta

lanzándome directamente en una ola.

Salgo farfullando.

—No puedo creer que hiciste eso —digo. Entonces una ola golpea

sobre él, también, y cae sobre su trasero a mí lado. Se ríe y ríe, hasta que

me doy cuenta que está llorando. Me levanto y tomo sus manos, tirando

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de él del agua—. Vamos —digo—, estamos desperdiciando tiempo no

estando con Mamá.

Sus ojos se encuentran con los míos en una luz menguante.

—¿No estás molesta?

—No tengo tiempo para estar molesta —digo, saltando hacia atrás.

Entonces grito—. ¡Carreras! —Y corro hacia nuestro piso. Él viene justo

detrás de mí.

—¡Oh mi Dios! —grita Mamá mientras entramos por la puerta. Está de

pie en el mostrador de la cocina con Nick y ambos están cortando. Papá y

yo corremos a ella y la aplastamos entre los dos como si fuera el relleno de

un sándwich—. ¡Están todos mojados! —grita.

Nick lanza su cabeza hacia atrás y ríe.

—¿Oh, quién quiere ser el siguiente? —insinuó. Él esquiva alrededor del

mostrador y me esquiva.

—¡Vayan a cambiarse de ropa! —grita Mamá, lanzando su dedo

hacia el pasillo—. ¡La cena estará en cinco!

Vamos por el pasillo riendo. Cierro mi puerta y me inclino contra ella

duro.

Lo que Papá no sabe es que ya la perdoné. Y a él, también.

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Nick

s bueno pasar tiempo en familia con la familia de Carrie. Muy

bueno. Yo solía hacer esto con mis padres, y no me di cuenta de

lo mucho que lo eché de menos. El Sr. Michaels ha puesto unos

filetes en la parrilla, y le hace unas señas a Carrie para que lo siga fuera a

comprobarlos. Yo estoy en el mostrador con la señora Michaels y ayudo a

preparar una ensalada. Lo que significa que prácticamente sólo la observo

mezclar las verduras.

—¿Cómo le va a Carrie, Nick? —pregunta.

Levanto mi mirada a su cara. Ella me mira fijamente, con los ojos tan

parecidos a los de Carrie que es sorprendente.

—Está luchando —le digo.

Ella resopla.

—¿No lo estamos todos?

Carrie y el Sr. Michaels regresan a la casa, llevando una bandeja

cargada de carnes y papas al horno. Se están riendo juntos, y ella se ve

tan condenadamente bonita que no puedo dejar de mirarla. La señora

Michaels estira su brazo y cierra mi boca por mí. Sonrío y ella me devuelve

la sonrisa.

—Siempre me has gustado, Nick —dice.

—Siempre me ha gustado usted también, señora Michaels —admito.

Sus ojos se suavizan. —Te pareces tanto a tu padre.

—A veces me olvido cómo lucía. Cómo sonaban. —No sé por qué dije

eso.

—Puedo entender eso. Hice una serie de videos para Carrie para

cuando me haya ido. Una especie de cosas como “el día de tu boda” y

“de tu primer bebé”. Algo que ella pueda mirar en días especiales y ya no

esté allí.

—¿Ella sabe al respecto?

Menea la cabeza.

—Nadie lo hace.

—Eso fue inteligente. Me gustaría tener eso.

E

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Se frota el hombro. —El accidente de tus padres no fue exactamente

algo que podían planear.

El Sr. Michaels entra en la cocina.

—¿Cuáles son tus planes para la universidad, Nick? —pregunta. Se

inclina y besa a la señora Michaels en la mejilla. Ella se sonroja.

—Oh, no voy —le digo. Le resto importancia a la pregunta, porque no

quiero decirles que lo que quiero más que nada es ir a la universidad.

Quiero hacer todo lo que mis padres planearon que hiciera, y para ser

exitoso.

Su frente se surca.

—¿Por qué no?

—Hay mucho que hacer aquí —me quejo.

La señora Michaels hace señas a todos a la mesa y nos sentamos

juntos. Me siento un poco fuera de lugar, pero luego Carrie se acerca y me

aprieta la rodilla debajo de la mesa y me siento mejor inmediatamente. Le

sonrío, y enredo mis dedos con los de ella.

La señora Michaels insiste en que la llame Patty. Y me dice que llame

John al Sr. Michaels, pero él me mira mal cuando ella lo dice. Me paso una

mano por la cara para ocultar mi sonrisa.

Patty pasa una hora contándome historias de cuando Carrie era

pequeña, y John interviene en momentos inapropiados y hace reír a todos.

Carrie se mueve nerviosamente como si no estuviese muy segura de qué

hacer con esta cosa nueva familiar, pero ella está disfrutando mucho,

puedo notarlo.

Cuando todos terminan de comer, Patty dice:

—John, debemos dejar que los niños laven los platos. —Ella se estira—.

Estoy muy cansada. Le dispara a John una mirada cargada y esta vez es él

quien se retuerce.

—¿Ya estás listo para ir a la cama? —pregunta.

Él arroja su servilleta en el plato y se levanta.

—No puedo pensar en ningún lugar en el que prefiera estar —dice.

Toma su mano en la suya y la ayuda a levantarse.

—¿Se van a la cama juntos? —espeta Carrie.

John y Patty se miran el uno al otro.

—Estamos muy cansados —dice John sobre una risa. Él lleva a Patty

hacia el dormitorio, y cierra la puerta detrás de ellos en medio de

murmullos y risitas.

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—Bueno, eso es raro —dice Carrie. Se para y mira fijamente a la

puerta.

Me río.

—Creo que es dulce.

Está callada mientras rápidamente cargamos el lavaplatos y

limpiamos los restos de la cena, pero no hay mucho que hacer y hemos

terminado en cuestión de minutos. La sigo hasta el sofá. Eso es cuando

escuchamos el golpe suave.

—¿Qué es eso? —pregunta Carrie.

—Umm...

—¿Has oído eso? —pregunta. Ella pasa de puntillas hacia el pasillo.

—Carrie —le susurro.

—No, de verdad —dice—. ¿Qué es ese ruido?

Bump. Bump. Bump. Bump.

Trato de no reírme, pero no puedo evitarlo.

Deja caer su cara entre las manos y dice en voz baja:

—Mis padres están teniendo sexo.

—Al parecer —digo. Retiro las manos por debajo de su cara, porque

sus hombros están temblando, y creo que está llorando. Pero rápidamente

me doy cuenta de que las lágrimas son porque está conteniendo su risa.

Ella agita su pulgar hacia el dormitorio.

—¡Mis padres están teniendo sexo! —como que susurra y grita.

—Claro, suena como eso. —Me muevo sobre mis talones.

—Como en serio sacudiendo la cama.

—Mm-hmm.

—Realmente duro.

—Sí.

Se ríe.

—¿Quieres ir a sentarte en la terraza?

Oh, gracias a Dios.

—¡Sí, por favor! —digo rápidamente.

Ella sale por la puerta corredera de cristal y salta hacia abajo desde la

cubierta hasta la arena. Está descalza, así que me quito los zapatos

también y la sigo.

—¡Oye Nick! —Una voz llama desde abajo de la playa.

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Miro y veo una pequeña fogata parpadeante en la arena, y todos los

Reed están sentados alrededor de ella. Saludo con la mano en ellos.

—¡Ven y únete a nosotros! —Alguien llama.

Miro a Carrie y ella sólo sonríe y se encoge de hombros. Tomo su mano

y caminamos hacia las llamas.

Paul está sentado con Friday casi en su regazo, y hace un gesto para

que tomemos un asiento en una toalla de repuesto. Carrie se sienta. Ella ya

conoce casi a todo el mundo aquí, excepto que ella no podría conocer a

Reagan, Emily, o Friday, por lo que las presento.

Sam camina abajo de la casa, y lleva una guitarra en una mano y un

bulto en la otra. Le pasa la guitarra a Emily, y le da el bulto a Paul.

—No podía dormir, ¿eh? —Paul le pregunta a Sam.

—Creo que él quiere un poco leche —dice Sam.

—Bueno, que suerte que tengo algo de eso —dice Friday. Ella toma el

bebé de él, lo arrulla por un minuto y luego se ajusta la blusa, lo acuna.

Paul lanza una manta sobre ellos y el bebé se tranquiliza. Y lo mismo ocurre

con Friday. Ella se inclina en contra de Paul y se vuelve a besarla muy

rápido.

—Tienes suficiente leche para alimentar a diez de ellos —Emily chirria.

Friday recoge un malvavisco y lo tira hacia ella. Logan lo coge y se lo

come. Friday hace una mueca.

No puedo creer que estoy sentado con los Reed alrededor de una

fogata. —¿No hay cámaras? —pregunto, mirando alrededor.

—Tenemos tiempo libre a veces —dice Paul.

—¿Dónde están los niños? —Carrie pregunta, mirándolos a la cara.

—Los buenos niños están durmiendo. Y el otro está alimentándose —

dice Matt.

Esta vez, Paul lanza el malvavisco y golpea a Matt en el medio de la

frente. Logan lo atrapa en el rebote y se lo mete en la boca. Se encoge de

hombros cuando Matt hace una mueca.

—Tenemos una niñera como parte del equipo de producción cuando

viajamos. Es algo agradable por la noche cuando están durmiendo —

explica Paul. Él mira con cariño hacia su propio pequeño—. O no

durmiendo, como sea el caso.

Sky está sentada con sus piernas estirados delante de ella hacia el

fuego, y la cabeza de Matt está en su regazo.

—¿Cómo se está sintiendo tu mamá? —le pregunta a Carrie. Sky

arrastra sus dedos por la longitud de su pelo largo, y se ve tan contento.

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—Mejor —dice ella—. Gracias por la ayuda la otra noche. Y a todos

ustedes por el traslado de los muebles.

Apuesto a que está deseando que ellos hubieran reforzaron esos

pernos de la cabecera en el cuarto de sus padres justo ahora.

—No te preocupes por eso —dice Matt ondeando su mano—. Me

alegro de que se sienta mejor.

Emily comienza a rasguear su guitarra y todo el mundo se queda en

silencio. No puedo creer que esté sentado aquí escuchando a Emily Reed

tocar su guitarra. Ella es famosa por tocar con Fallen From Zero. Luego

escribió una canción que se suponía iba a ser una casualidad, pero

despegó y llegó a las listas hace un par de semanas. Es una hermosa

canción sobre el amor y la pérdida y encontrar donde se supone que

debes estar.

—Estoy tomando las peticiones —dice ella.

Toca un par de canciones optimistas que conozco, y hace su solo, y

tengo que pellizcarme porque todavía no puedo creer donde estoy y lo

que estoy haciendo.

—Oye Nick —dice Pete.

—Sí —le contesto. Apenas lo puedo ver por encima de las llamas, pero

sé que está ahí.

—¿Conoces a algún predicador?

La guitarra y todos se quedan en silencio.

—Unos pocos, ¿por qué? —respondo. Inmediatamente pienso en el

funeral de Patty, y le ruego a Dios que no vaya a preguntar sobre eso.

—Bueno, Reagan y yo estábamos pensando que nos gustaría

casarnos en la playa mientras estamos aquí. —Él espera.

Todas los Reed estallan a la vez, saltando a sus pies para abrazar a

Pete y Reagan.

—¿Hablas en serio? —pregunta Paul.

—Completamente —dice Pete. Se sienta con Reagan de nuevo y la

mira a los ojos—. No quiero estar en ningún otro lugar.

—¡Entonces ustedes dos pueden tener algunos bebés también! —grita

Sam, como si estuviera fingiendo entusiasmo. Luego pretende vomitar.

Reagan resopla.

—¿Cuánto has tenido de beber? —pregunta—. No.

—Oh, vamos —dice Sam—. Sabes que quieres niños también. Ratas

de alfombra. Ladrones de cereal. Rellenadores de pañales.

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—Tal vez algún día —dice Pete, mirándola a los ojos. Ella asiente hacia

él y mi corazón repiquetea por ellos. Quiero esa mirada. Quiero esa vida.

—Justamente, conozco a un predicador que me debe un favor —le

digo.

—Hablando de niños... —dice Matt.

Todo el mundo se queda en silencio.

—De ninguna manera maldita —Sam respira.

Matt pone una mano sobre el estómago de Sky.

—Sí, mucho —dice.

Carrie niega y se ríe cuando ellos hacen toda la cosa de las

felicitaciones de nuevo.

—¿Ya averiguaste de donde están viniendo esas cosas? —pregunta

Paul cuando se sienta otra vez.

Sky se sonroja y Matt se ríe.

—Sí.

Sam imita el tono de Paul.

—¿Necesitas conseguir un condón del cajón?

Pete profundiza su voz también.

—Tienes que envolver bien tu mierda. —Él hace un círculo con el dedo

en el aire. Matt se ríe. —Bueno, eso es suficiente —advierte—. Sabemos de

dónde están viniendo. —Él mira a Sky—. Puedes usarme en cualquier

momento que desees quedar embarazada, bebé —dice. Ella empuja su

pecho cuando él le tira hacia abajo para que pueda besarla.

Paul empala un malvavisco y me lo da. Se lo ofrezco a Carrie y ella

asiente. Tuesta el malvavisco y lo retira cuando ya está dorado. Lo sopla,

sonriéndome sobre la parte superior de la misma.

Está feliz en este mismo momento. Y no puedo dejar de pensar que es

la chica más guapa que he visto alguna vez.

Y no quiero estar en cualquier lugar excepto aquí, a menos que se

vaya. Entonces me iría con ella. Estoy refiriéndose a la fogata. Eso creo.

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Carrie o puedo creer que encantadores son todos ellos. Han acogido a

Nick como si fuera parte de la familia. Y a mí, también, para el

caso. Sam y Pete acababan de entrar en un combate de lucha

libre en la arena y Nick me inclinó hacia atrás para que me apoyara

contra su pecho, así manteniéndome fuera de sus caminos, pero creo que

solo quería una excusa para poner sus brazos sobre mí. Se siente tan bien y

seguro cuando me está sosteniendo, así que me apoyo y miro hacia el

cielo oscuro, con mi cabeza sobre su hombro.

Entrecierro mis ojos cuando veo dos formas viniendo de las sombras.

—¿Amber? —pregunto.

—¿Carrie? —pregunta. Ella está caminando cogida de la mano con

Seth, el hijo mayor de Matt. Se deja caer a mi lado, y Seth se sienta a su

lado.

—Hey Carrie —dice Seth.

—¿Dónde han estado chicos? —les pregunta Matt.

—Estábamos caminando por el muelle —dice Seth. Él se ve

avergonzado, y Amber se sonroja. Puedo ver el indicio de color en sus

mejillas.

—Nosotras tenemos que hablar mañana —le susurro a Amber. Ella

asiente y me sonríe. Veo los dedos de Seth colocados sobre los de ella en

la arena y esto me hace sentir una calidez en mi interior.

—¿Te gustaría caminar por el muelle? —me pregunta Nick. Asiento y

dejo que me levante, quitándome la arena de mi trasero mientras me

pongo de pie.

—¿Tus padres saben dónde estás? —me pregunta Paul.

Asiento.

—Ellos están un poco ocupados —le digo. Miro hacia la casa y

muerdo mi lengua, porque no quiero decir nada más.

Matt se ríe.

—Bien por ellos.

—No se demoren mucho —nos dice Paul.

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Nick me mira y sonríe.

—Sí, señor —dice con una sonrisa.

Paul se encoje de hombros.

—No puedo evitarlo. Soy un padre con una hija.

—No nos tardaremos mucho tiempo —le digo. Jalo los dedos de Nick

y caminamos hacia la playa.

—No puedo creer que acabáramos de estar sentados alrededor de

una fogata con los Reeds —dice Nick.

—¿Eres un fan, eh? —Miro hacia él. Todavía se ve un poco

deslumbrado.

—El mayor —dice—. Ellos solo son como se ven en el programa, pero

mejor.

—Son bastantes encantadores.

—¿Encantadores? —exclama—. ¡Son increíbles! Emily Reed acaba de

tocar una canción para nosotros.

—No tenía ni idea de quién era ella hasta que empezó a cantar.

—¿Así que ya sabes?

—Debería haber vivido debajo de una roca para no conocer esa

canción.

Él se ríe. Luego se queda en silencio. Caminamos todo el camino

hasta el muelle con nada más que el sonido de las olas y el viento.

De repente se gira hacia mí y toma mi rostro en sus manos. Me

sobresalto un poco, pero él solo me sostiene tiernamente.

—Quiero besarte —me dice.

—Tú absolutamente deberías.

—Pero no creo que pueda.

Mi corazón deja de latir por un momento.

—¿Qué? —pregunto. Cubro sus manos con las mías.

—Vas a dejarme con el tiempo —dice—. Tienes que ir al colegio, y yo

no iré. Estaré devastado. No estoy seguro de que pueda perder a alguien

que me importa tanto como me importas tú.

—Podrías venir y visitarme.

Niega con la cabeza.

—No puedo. Tengo demasiado que hacer aquí.

—¿Así que es eso? —le pregunto. Con el corazón en mi garganta.

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—Creo que deberíamos ser amigos —susurra.

—Pienso que deberíamos ser amigos que se besan —le susurro de

vuelta en broma. Excepto que sé que está hablando en serio. Él me dice

que no.

—¿Pueden los amigos besarse? —pregunta. Sus ojos buscando mi

rostro a la luz de la luna.

Me pongo de puntillas y toco mis labios con los suyos. Él duda por un

segundo, y me preocupa que haya cometido un error. Me besa, sus labios

tiernos y suaves al principio, pero luego gruñe y envuelve sus brazos a mí

alrededor. Sus manos se deslizan debajo de mi camiseta y me acarician

arriba y abajo por mi espalda mientras sus labios devoran los míos. Ávidos y

fantásticos dedos se deslizan dentro de la cinturilla de mis pantalones

cortos y se extienden sobre mi trasero, y luego me jala hacia su dureza.

Puedo sentir cada centímetro de él y puedo decir lo mucho que me

quiere, pero él alza su cabeza y entierra su rostro en mi cuello.

—No me puedo enamorar de ti —dice en voz baja.

Levanto mi vista hacia él y aparto un mechón de cabello de su frente.

—Haré mi mejor esfuerzo.

Caminamos de nuevo hacia mi casa agarrados de la mano,

absorbiendo el silencio. El viento hace cosquillas en mi piel casi tanto como

su proximidad. Saludamos a los Reeds mientras caminamos y me lleva

hasta la puerta. Me besa suavemente y con rapidez, después se detiene y

respira profundamente en mi cabello. Puedo sentir la tensión en sus brazos

y quiero sostenerlo. Pero algo me dice que él no quiere ser abrazado.

—Buenas noches —dice.

—Buenas noches —le respondo. Se queda de pie allí mientras abro la

puerta, y luego lo veo desaparecer en la oscuridad.

Encuentro a mi madre sentada en el sofá cuando entro, y ella me

sonríe.

—¿Así que te besó? —me pregunta. Me acuerdo de lo mala que fui

con ella la última vez que me preguntó y me arrepiento de ello.

Me siento junto a ella y dejo que mi hombro toque el suyo. –—Sí, él me

besó.

Ella se ríe.

—Cuéntamelo —dice.

Nos quedamos hablando casi toda la noche. Hasta que el amanecer

se alza sobre el océano y mi padre viene a llevársela a la cama de nuevo.

Me quedo viéndolos alejarse juntos y la gratitud aumenta en mí por los

regalos que me han dado.

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Nick asé el día de hoy pescando con John. Patty me dice que lo

llame John, pero él me frunce el ceño cada vez que ella lo dice.

Así que lo llamo John en mi cabeza y Sr. Michaels cuando estoy

con él.

En realidad, John estaba pescando y yo estaba trabajando. Tengo un

amigo que es dueño de un barco de pesca, y a veces salgo y le ayudo. Lo

convencí para que John vaya con nosotros. Él tenía un buen día, creo,

pero ahora está mirando su reloj y creo que está listo para regresar.

Los Michaels han estado aquí por dos semanas y Patty está

empezando a estar más y más delgada. A ella le resulta más difícil

mantener los batidos de proteínas que le dan, y termina vomitándolos más

de lo que ella los toma. A veces lo oculta, pero creo que se está haciendo

más difícil para ella.

Cada noche, Patty y Carrie caminan hasta el faro. Se sientan en la

base del mismo y hablan. Pero anoche Patty estaba demasiado cansada

para caminar, así que no fueron.

Las seguí una noche, sólo para poder ver lo que hacen cuando van

allí. Se sientan en la base del faro en un lugar de arena, y se acuestan lado

a lado y miran a las estrellas. Con la mano de Carrie estrechada entre las

suyas, Patty habla. Carrie habla. Ellas hablan la una a la otra. Luego

caminan de regreso, y Patty y John van a la cama. Juntos.

Hoy sigo a John en la puerta de atrás y encuentro a Carrie y Patty en

el sofá. Patty está sentada, y Carrie está recostada con su cabeza en el

regazo de su madre. Están viendo alguna película romántica en la

televisión y las dos están llorando.

—Amigo. —John me dice, deteniéndose en el umbral—. Tenemos que

ir a tu casa en cambio.

Me río. John es en realidad bastante divertido. Asiento hacia él.

—La tuya parece un terreno peligroso.

Él camina dentro de todos modos, y se va a tomar una ducha. Ojalá

pudiera también. Carrie y Patty ni siquiera miran hacia arriba, así que voy a

la cocina y consigo una soda. Mientras la levanto a mis labios, siento brazos

deslizándose alrededor de mi cintura y sonrío.

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—Te extrañé —dice Carrie en voz baja—. ¿Tuviste un buen día?

—Sí, pero yo tipo apesto —le advierto.

Ella se ríe y entierra su cara en mi espalda.

—No me importa —murmura. Su voz es suave y baja y dispara

directamente a mi polla.

—Necesito una ducha —protesto—. Voy a correr a casa por unos

minutos.

—Yo voy contigo —dice ella. No me da tiempo para responder—.

¡Hey, mamá! —grita. Voy a lo de Nick por unos minutos, ¿de acuerdo?

—Seguro. —Su mamá le grita de vuelta, pero su voz es débil—. No

estés fuera demasiado tiempo. Tu papá está haciendo la cena.

Ella toma mi mano y tira de mí hacia la puerta y hacia mi jeep. Entro y

pone una mano sobre mi rodilla. La miro.

—¿Segura que quieres ir a mi casa? —pregunto.

Ella asiente, y tira su labio inferior entre sus dientes.

—Estoy positiva.

—Está bien. —Cierro los ojos y tomo un respiro.

Carrie ha estado en mi casa, y ella ha estado incluso en el interior,

pero nunca se ha quedado mucho. Sólo el tiempo suficiente para mí para

tomar algo o para cambiarme de ropa. Ahora voy a estar desnudo en una

habitación mientras ella está en otra.

Hemos estado juntos desde hace dos semanas. Dos semanas desde

que le dije que no me haga enamorarme de ella. Estoy condenado.

Absolutamente condenado. He estado enamorado de ella desde que

tenía catorce años. Desde ese día que estaba caminando en la playa con

mis amigos y la vi. Me caí sobre mi trasero tratando de impresionarla, y ella

sólo se rió de mí.

Caminamos dentro, y es tan malditamente caliente en el interior del

remolque que lamento inmediatamente traerla aquí.

—Lo siento —digo.

—Me encanta estar aquí —dice ella. Deambula alrededor y mira las

fotografías de la pared—. Recuerdo cuando lucías de esta manera.

—¿Vas a estar bien aquí mientras tomo una ducha?

Ella asiente y sigue caminando, absorta en los recuerdos.

Enciendo el agua y paso bajo la ducha. Me estabilizo, tratando de

averiguar lo que voy a hacer con Carrie. Ella está yéndose en unas pocas

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semanas para ir a la universidad, y no sé si alguna vez va a estar de vuelta.

Se va a llevar a mi corazón con ella.

Oigo la cortina moverse detrás de mí y ni siquiera puedo obligarme a

dar la vuelta. Sé que es ella y sé que ella está desnuda. Sé que me va a

dar todo de sí misma porque me ama también. Puedo sentirlo dentro de

mí, pero yo no sé qué hacer con ello.

—¿Nick? —pregunta, y pone sus dedos tiernamente en mi espalda.

Miro por encima de mi hombro hacia ella y tiene una pregunta en sus

ojos—. ¿Está esto bien?

—Sí —digo—. Está bien.

Ella toma una barra de jabón y alisa sus manos con ella, y luego las

pone en mi espalda y lentamente las barre alrededor. Traza mis tatuajes

con los dedos y tengo que reforzarme sobre mis codos en la pared. Mis

rodillas se sienten que pueden fallar en cualquier momento.

—¿Quieres que me vaya? —Su voz tiembla.

Yo no podría echarla ahora por nada.

—No.

—Está bien —dice.

Ella toma el jabón de nuevo y lo desliza sobre mis hombros y mi

espalda, luego hacia abajo sobre mi nalgas y la parte posterior de las

piernas. Sus manos no vacilan en absoluto, pero puedo sentir su agitación.

Sus respiraciones cepillan el dorso de mis rodillas y luego empuja mi cadera

para hacerme dar la vuelta. Ella todavía está bajo por mis pies, pero

aprieto los ojos cerrados herméticamente y me giro. Hace un pequeño

ruido, pero soy una gallina así que ni siquiera la miro.

Ella enjabona hasta la parte delantera de mis piernas y más de mis

caderas a cada lado. Luego se pone de pie y marcas pequeños círculos

sobre mi pecho y mis brazos hacia abajo. Levanta mi brazo y lava mi axila

y la hace reír.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunto.

—Tú lo eres —dice ella—. Estás mirando a todos lados menos a mí.

Toma una botella de champú y comienza a lavar mi pelo.

—No tienes que hacer eso —digo.

Espera un segundo, y luego dice:

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que alguien ha cuidado de ti,

Nick? —Inclina mi cabeza hacia atrás y enjuaga el jabón de mi pelo, y me

alegro de lo que hace, porque maldición si las lágrimas no van bien en mis

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ojos. Ha sido un largo tiempo desde que alguien ha cuidado de mí, desde

que alguien le ha importado lo que me pasa.

Pero a Carrie le importa. Puedo notar que ella lo hace. Puedo notar

que tiene verdaderos sentimientos por mí. ¿Pero serán suficiente para

nosotros? Eso es lo que no estoy seguro.

—Ha sido un largo tiempo —susurro, y tiro de su cuerpo desnudo

contra mí.

—Déjame cuidar de ti —dice.

Asiento en su cuello.

Sus dedos resbaladizos se envuelven alrededor de mi polla y comienza

a acariciar. Abro la boca para gemir, y su lengua se desliza dentro de ella,

y empieza a besarme mientras me acaricia, tirando mi alma de mi cuerpo

con cada tirón de sus tiernos pequeños dedos.

—Carrie —gruño.

—¿Qué? —susurra contra mis labios—. Déjame cuidar de ti —dice de

nuevo—. Sólo confía en mí.

¿Confiar en ella? Yo no confío en nadie. En realidad no.

Hasta ahora.

—Está bien —digo.

Sus dedos se tensan infinitamente, y de repente siento como que mis

bolas están tratando de arrastrarse fuera por mi garganta. Me vengo con

sus pequeños dedos agarrándome, salpicando su vientre, y ella sólo susurra

animándome mientras yo muero un poco la muerte en sus manos.

Tengo que hacerla parar ahora porque estoy demasiado sensible, así

que tomo su mano y la levanto, presionándola y a ella contra la pared,

con mis manos sosteniendo las suyas por su cabeza.

—¿Por qué hiciste eso? —pregunto con mi cabeza enterrada en su

cuello.

—Quería hacerte sentir bien.

—No tienes que hacer eso para hacerme sentir bien.

—Lo sé. —Su frente se arruga—. ¿No te gustó?

Me río y recojo el jabón. Lavo su vientre y su piel se ondula mientras la

toco.

—Yo creo que hay un montón de pruebas que lo hice. —Sonrío.

Se ríe mientras la limpio.

—¿Qué sobre ti? —pregunto. La beso, y ella tira la cabeza hacia atrás

de mí.

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—Le dije a mis padres que no estaríamos fuera mucho.

—Pero eso no es del todo justo —protesto.

Se ríe de nuevo y sale de la ducha. Voy a tener la imagen de su

cuerpo desnudo en mi cabeza desde este momento en adelante, sin

embargo, por el resto de mi vida. La envuelvo en una toalla y la seco

realmente rápido, y ella se viste de nuevo.

Volvemos en mi jeep y la llevo a casa. El viento sopla su cabello seco y

se ríe cuando tomamos una curva demasiado rápido, agarrando las barras

de arriba.

—¡Nick! —llora. Me detengo. Entonces ella me sonríe y dice—: ¡Hazlo

otra vez!

Así que lo hago. Y otra vez, y otra vez, y otra vez.

Pero cuando llegamos a su casa, hay una ambulancia en la entrada.

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Carrie s el momento hospicio para venir. Mientras nos íbamos, mamá

tuvo una apoplejía y eso asustó la mierda fuera de papá, así que

él llamó al 911. Ellos pasaron el día en el hospital y cuando

volvieron a casa, y una enfermera apareció esa noche. Mamá todavía

podía levantarse de vez en cuando, pero estaba tan cansada que no

dura mucho tiempo. Ellos tuvieron que decirnos que teníamos un mes, pero

que no se veía como si ese fuse a ser el caso.

Cuando llegamos a casa, Matt y Sky vinieron y llevaron la cena. Es

muy dulce de ellos, y empecé a llorar por su generosidad. No pude

evitarlo. Matt me tira hacia él y me sostiene por un segundo,

murmurándome que todo iba a ir bien. Eso veré. Lo entenderé. Pero no. Y

probablemente nunca lo haré.

Seth me pregunta si quiero dar un paseo con él, mientras que el resto

de ellos hablan. De acuerdo, porque Nick tenía que irse a trabajar. No

tenía nada más que hacer, y no creo que a Nick le importase.

—Mi madre murió de cáncer hace algunos años —me dice Seth al

minuto que nuestros pies están en la arena—. Sólo quería contarte eso. —

Me miró—. Matt puede contarte que él sabe por lo que estás pasando,

pero no. No realmente. Él no vio a su madre consumirse y sentirse

impotente porque no podía hacer nada. Así que sólo… Sólo quería

contarte que sé lo que estás pasando y estaría feliz de escucharte si

quieres hablar.

—Gracias —digo. Pero no tengo nada en mi cabeza que quiera decir

ahora mismo—. Podría llevarte hasta eso más adelante.

Caminamos en silencio.

—Así que, tú y Amber, ¿huh? —pregunto con un guiño.

Él sacude su cabeza.

—No, ella conectó con algún chico llamado Dean anoche. —dice.

Hace una mueca—. No sé lo que pasó allí.

Caminamos y hablamos un poco mientras que finalmente volvimos.

Friday y Reagan estaban con mamá cuando llegué allí, y todos ellos

estaban hablando. Me quedo en la puerta y escucho. Escucho a mamá

decir.

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—Si pudiese hacer algo diferente, nunca me habría divorciado. Deseo

que estuviésemos casados ahora. Pero supongo que es muy tarde.

Mamá se queda dormida, y Reagan hace un ademán hacia mí fuera

de la habitación con el torcer de su dedo.

—Tengo una idea. —dice ella.

Reagan y Pete se supone que se casaban hoy, en una ceremonia

hermosa en la playa, pero en el último minuto, mujeres asaltan la casa.

Ellas corrieron a papá a pesar de sus ponderosas protestas, y yo sólo sonrío

y lo empujo a los hombres Reed, quienes lo llevan a comprar por una hora,

y espero que le estén contando el plan.

Reagan baja las escaleras junto a mamá y toma su mano.

—Así que, tengo esta diminuta y pequeña boda planeada —dice ella.

Mamá asiente.

—Estoy planeando estar allí, incluso si ellos tienen que llevarme.

Reagan sacude su cabeza.

—Pero decidí que no quiero hacerlo hoy. —Ella hace un gesto hacia

Friday en la habitación, y Sky detrás. Ellas están llevando tipos de

maquillaje y ropa en bolsas grandes—. Pete y yo hablamos sobre eso, y

decidimos que preferimos verlos a ti y a John casarse hoy.

—¿Qué? —Los ojos de mamá se llenaron de lágrimas—. No puedo —

protestó ella, como pensamos que haría.

—Puedes. No tomaré un no por respuesta. —Reagan es inflexible.

Mamá llora. Yo lloro. Todo el mundo llora.

—¿Qué pasa si John no quiere? —pregunta ella.

Friday bufa—. No creo que ese sea el caso. —Nosotras miramos hacia

la puerta y encontramos a papá de pie allí, viéndose hermoso en un

esmoquin.

—Prepárate, Pattycakes —dice él—. Te estoy llevando por el pasillo, si

no te encuentras conmigo al final de el. —Su voz atrapa la última frase, y él

se aleja frotándose los ojos.

Mamá levanta sus manos.

—Bueno, supongo que eso es un sí —dice ella.

Hicimos el cabello y el maquillaje, y luego Reagan bajó su propio

vestido de novia por la cabeza de mamá. Es un poco grande porque

mamá había perdido mucho peso, pero se ajustaba bastante bien. La

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mamá de Reagan, quien voló con su padre y su hermano pequeño para

la ceremonia que ahora no está sucediendo, mamá dice que el vestido se

ve mucho mejor en ella de lo que lo hizo en Reagan. Mamá se ríe. Es

bueno para ella decir eso. E incluso mejor que Reagan dejó su día.

Mamá aprieta la mano de Reagan—. Estoy tan agradecida. —

Reagan limpia una lágrima.

—¿Estás lista? —pregunta Matt desde la puerta—. John está

esperando abajo en la playa.

Mamá sonríe—. Sí, estoy lista.

Matt empuja la silla de ruedas en la habitación.

—No —dice mamá—. Estoy caminando.

—Mamá —protesto.

Ella levanta una mano.

—Estoy caminando. —dice ella.

Asiento y limpio una lágrima de mi cara.

—Vale —grané. Tomo su brazo y la dejo apoyarse en mí, y caminamos

sobre la cubierta.

Ella se detiene para mirar la belleza de ello. Justo en frente de nuestra

cubierta ellos han puesto sillas y un cenador de flores. Papá está de pie en

frente de eso, y él sostiene su mano hacia fuera y dice—. ¡Todo esto es

para nosotros, Pattycakes!

Camino por el pasillo con Mamá sosteniéndose de mí, pero entonces

se la paso a Papá y voy a sentarme con Nick. Él toma mi mano y me sonríe.

Limpio las lágrimas de mis mejillas y me concentro en la belleza del

momento. Mamá y Papá declaran su amor, y entonces Papá desliza su

anillo de regreso a su dedo, y ella hace lo mismo con el suyo.

Había equipos de cámaras allí por los Reeds, pero Matt me segura

que ellos van a hacer un video que sólo será para nosotros, algo que mirar

atrás.

Veo el viento a la vez que golpeaba a través del cabello de mamá y

una sensación de paz se hundía sobre mí. Nick aprieta mi mano y beso su

pecho.

Después de que ellos dicen.

—Acepto. —Papá la levanta y lleva a la cubierta, donde él se sienta

en un sillón con ella reclinándose contra él. Le escucho preguntarle.

—¿Estás bien? —Ella asiente, se vuelve a acostar con él.

Emily saca una guitarra y empieza a tocar. Ella tocaba su canción,

cuando de repente mamá pregunta—. ¿Conoces “I’ll Fly Away”?

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Emily asiente y empieza a cantar sobre un buen día cuando su vida

acaba y vuela lejos. Mamá canta también, y todo el mundo en la cubierta

se une. No había un ojo seco en la cubierta cuando se acabó.

Mamá está cansada, pero ella se mantiene despierta hasta el

amanecer, nosotros vivimos, reímos y amamos. Entonces ella me pide que

la ayuda a cambiarse de ropa.

—Quiero ir al faro —dice ella.

—Vale —digo dudosamente. Voy y le pregunto a Nick si hay algún

camino hasta allí.

Él arrancó su Jeep hasta la playa donde nos subimos. Papá lleva a

mamá al faro, y entonces él y Nick nos dejan allí por un momento.

Mamá y yo hablamos. Nosotras hablamos sobre ella y papá, y la vida,

y Nick y yo. Y es la mejor conversación que nunca he tenido. Una Estrella

fugaz parpadea cruzando el cielo y mamá susurra:

—Pide un deseo.

Cierro mis ojos y deseo. Pero no puedo decirlo en voz alta para lo que

es, porque entonces no se hará realidad.

Y necesito desesperadamente que se haga realidad.

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Nick a mamá de Carrie murió el domingo. Carrie y yo nos sentamos en

la terraza por horas después, sin decir nada. Ella estaba devastada,

pero era un tipo de pérdida buena, del tipo donde tenías que estar

agradecido porque alguien ya no estaba sufriendo. Del tipo que te

enferma, porque nunca volverás a verlos otra vez, pero te alivia saber que

su dolor ha terminado, cuando alivio es lo opuesto a lo que quieres sentir.

Los Reed pasan el rato con nosotros, trayendo la comida y saludando

a los invitados. Finalmente Matt y Logan se sientan a nuestro lado en la

terraza mientras el sol está a punto de ocultarse.

—Fue un hermoso servicio—dice Logan.

Carrie asiente. Está un poco ahogada, porque su padre acaba de

darle el video diario, y puso el video “en el día que muera”. Hay un video

para todo tipo de ocasiones, y Carrie está determinada a no mirarlos hasta

que alcance esos marcadores de millas.

Pero en el video “en el día que muera”, Patty le admitió algo a Carrie.

Supongo que puedo decírtelo ahora, ya que no estoy. Pero deseo

que seas capaz de verme en lo extraordinario. ¿Recuerdas cuando

estábamos acostadas en el faro en esa última noche, y la estrella fugaz

paso volando? Deseo que me veas en cosas inusuales. En un arcoíris

después de la lluvia. En el brillo de una estrella. En la mariposa que aterriza

en tu hombro. En la brisa mientras caminas por la playa. Veme. Siénteme.

Porque siempre estaré allí.

Matt también escuchó el mensaje, y él también estaba un poco

emocionado. De repente, Matt se sienta.

—Bueno, ¿mirarás eso? —respira. Luego se da cuenta de que lo dijo

en voz alta y luce un poco avergonzado.

—¿Qué? —pregunta Carrie. Y luego ella también la ve. Hay una

mariposa en la barandilla del porche. Esta abre sus alas y las cierra—. Wow

—respira Carrie.

Estoy estupefacto. Completamente estupefacto. La mariposa

revolotea y se posa en el hombro de Carrie. Ella está absolutamente

quieta.

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Logan saca un anotador de su bolsillo y empieza a dibujar. La

mariposa se queda allí en tiempo suficiente para que capture la imagen

en lápiz. Carrie se sienta allí con una mariposa en su hombro,

completamente quieta todo el tiempo. Luce en paz. También la mariposa.

Logan arranca la página y se la da. Ella le agradece, y siento como si

mi corazón estuviera en mi garganta. Pero siempre lo hace cuando estoy

con Carrie.

—Matt, ¿crees que puedes tatuar esto en mi hombro? —pregunta

Carrie

Él asiente.

—Creo que puedo.

Al día siguiente, pone la imagen en su hombro. Logan la dibuja, y es

una imagen tridimensional que luce como si se estuviera levantando de su

piel. Es una de las cosas más hermosas que he visto.

Además de Carrie, lo es.

Carrie se fue el viernes. Y tengo miedo de que se haya llevado mi

corazón con ella. Tiene que ir a casa para empacar sus cosas de la

universidad antes de dirigirse a los dormitorios. Su papá aún está aquí,

porque está cerrando la casa. Miro mis recuerdos y sé lo que tengo que

hacer.

Tengo que irme. Tengo que vender la casa. Solo tengo que hacerlo.

Voy a visitar al papá de Carrie, porque sé que es un agente de bienes

raíces. Espero que tenga algunas sugerencias sobre cómo empezar.

—Así que, ¿quieres ir a la universidad? —pregunta.

—Sí, señor —digo.

Levanta sus cejas.

—¿Quieres ir a la misma universidad con Carrie?

—Apliqué el año pasado. Sólo en un golpe de suerte, usted sabe. Y

tengo un aplazamiento. Pero llamé y dijeron que puedo ir. Sólo tengo que

llegar a la matricula.

—Y crees que necesitas vender la casa para hacer eso —ni siquiera es

una pregunta.

—Sí señor.

—Y quieres esto lo suficiente para hacerlo.

—Sí señor. Más que nada.

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Va hacia el cajón de la cocina y saca una chequera. Comienza a

escribir, luego lo arranca y me lo da a mí.

Bajo la mirada. Hay un montón de ceros.

—¿Qué es esto?

—Estoy comprando tu casa. Entonces te la voy a devolver. Alquílala

para pagar la renta del lote y el seguro mientras estás en la universidad.

—No puedo aceptar esto —digo. Trato de devolvérselo.

—Patty y yo hablamos de esto antes de que muriera —dice.

Me congelo.

—Ella quería que tuvieras cada oportunidad. —Se ríe—. Creo que ella

quería decir cada oportunidad para acercarte a nuestra hija, pero me

gusta pensar que sólo quería decir oportunidades normales como

educación.

No sé qué decir.

—Yo… yo no puedo.

Él se aleja.

—No voy a tomarlo de regreso —dice sobre su hombro.

Santa mierda.

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Carrie e sentía extraño no tener a mamá con nosotros, cuando papá me

deja en la residencia de estudiantes. Llevo la última de las cajas

arriba de las escaleras, y tropiezo con una parada cuando doblo

la esquina. Porque quedándose de pie allí con su espalda contra la pared,

un pie descansando tras él, está Nick.

Tiro lo que está en mis manos y traquetea en el suelo.

—Aquí, déjame ayudarte. —dice él, y empieza a levantar mis cosas y

ponerlas de vuelta en la caja.

—¿Qué estás hacienda aquí, Nick? —pregunto cuando finalmente

puedo recuperar el aliento.

—Estoy ayudándote levantando tus cosas. —Levanta la mirada y me

sonríe.

—No, quiero decir aquí. ¿Qué estás hacienda aquí? En la escuela.

—Oh, estoy yendo aquí también. —dice. Luego sonríe.

—¡Cállate! —digo. Mi corazón se salta un latido—. ¿Hablas en serio? —

Me lanzo a mí misma a él y tropieza contra el muro, pero me atrapa. Me

aprieta estrechamente a él.

—No podía vivir sin ti. —dice él. Me aprieta incluso más

estrechamente.

Río contra su cuello—. No puedo creer que estés aquí. ¿Cómo lo…?

¿Qué hiciste…?

—Responder preguntas después. —dice papá uniéndose a nosotros—.

Desempaca ahora. —Él choca los cinco con Nick. ¡Él lo sabía!

—¡Lo sabías! —grito.

—Tú y tu madre no son las únicas quienes tienen secretos —dice él—.

Nick y yo tenemos una alianza.

No tengo ni idea de lo que eso significa.

—Él me quiere ahora. —explica Nick.

Papá lo mira ferozmente.

—Yo no iría tan lejos.

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Nick se ríe por lo bajo. Pero ayuda a papá a mover mis cosas y

hablan. Todos nosotros nos vamos a cenar, y luego papá nos deja en la

residencia de estudiantes. Por alguna racha de buena suerte estoy

viviendo yo sola, sin compañero de cuarto, así que invito a Nick.

Cuando estamos dentro, me lanzo a mí misma y envuelvo mis brazos

alrededor de su cuello. Lo beso. Lo beso como si nunca hubiese un

mañana.

—¿Cómo hiciste todo esto? —pregunto contra sus labios.

—Tuve algo de ayuda de tu mamá.

—¿Hablas en serio?

—Y tu padre.

Descanso mi oreja contra su corazón, y escucho el latido de su

corazón.

—Le gustas, incluso si no lo quiere admitir.

—Hay tanto que tengo que decirte. —Él se apresura a decir—. Le

renté mi habitación a Jack, así que entre ella y Malone, mis cuentas están

pagadas. Sólo espero que ellos puedan mantenerse de matarse el uno al

otro. —Estoy tan feliz que esté aquí que podría hasta reventar. Quiero saber

tantas cosas, como la forma en la que ha conseguido poner todo esto

junto, y que pasó entre Amber y Seth después de que me fui, y estoy

esperando realmente que alguien haya pateado el culo de Dean. Pero

puedo saber todo eso después.

Justo ahora, sólo quiero besarlo. Y nunca parar.

Nick cepilla el cabello de mi cara—. Carrie, me imagino que si solo

tuviese un último momento, sólo uno, no me gustaría desperdiciarlo. Quiero

estar contigo. Así que aquí estoy. —Él se encoge de hombros.

—Bueno, voy a contarte cómo va a ir este año. —digo. Vuelvo su cara

hacia mí y miro sus ojos—. Nos vamos a amar el uno al otro como locos.

Luego vendrás a casa conmigo por las vacaciones, porque papá

probablemente no lo quiera de otra manera. Luego en verano, podemos ir

a la casa de la playa. Y entonces, cuando ya hayamos terminado la

escuela, vamos a tener trabajos geniales y hacer algunos bebés. Y

entonces vamos a llevarlos a la casa de la playa, donde volaremos

cometas y caminaremos por la playa en busca de conchas. Y si tenemos

una hija, la llevaré al faro y me tumbaré con ella bajo la sombra de él y

hablar.

—Eso suena como más de un año —dice él, pero está asintiendo—.

Pero estoy de acuerdo. Acepto. Digo que sí. Quiero lo que quieras. Y

quiero tenerte desnuda.

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Paro de respirar—. Sí.

—Necesito correr a mi habitación y conseguir algunas… cosas. —Su

cara se vuelve roja.

—Iré contigo.

Él sonríe y toma mi mano. Abrimos la puerta y miramos hacia fuera en

la barandilla. Había una gran mariposa cola de golondrina amarilla

revoloteando sus alas. La miro—. Mira eso, Carrie. —dice él.

—La veo. —La veo en sus alas. En todas partes. Todo el tiempo. En el

viento que sopla, en la música en la radio, en las gotas de lluvia que

golpean en mi parabrisas.

Porque no es sólo un momento el que define una vida. Son un montón

de momentos, y me deleito en todos ellos.

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