Ontologia de La Complejidad

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ONTOLOGIA DE LA COMPLEJIDAD Francisco José Martínez (UNED) 1.-Lo primero que hay que recordar en relación con la noción de complejidad es que la misma surge como un paraguas que acoge diversas teorías científicas que rompen con el paradigma científico dominante. Casi todas estas teorías nuevas se refieren de una manera u otra a algún tipo de desorden. Desde su surgimiento la razón humana ha sido un instrumento de introducir orden en un mundo que se presentaba caótico. Tanto el mito como el logos son intentos de introducir orden en el caos. Este proceso de regularización y ordenación del mundo circundante alcanza su nivel más alto en la gran empresa de la ciencia moderna que surgió el siglo XVII a partir de las obras pioneras de Galileo y Newton. Los grandes adelantos de la ciencia moderna se obtienen gracias a una inmensa tarea de simplificación e idealización de los fenómenos naturales que los hace susceptibles de un tratamiento matemático, así como a una auto limitación que expulsa fuera del ámbito de la ciencia a todo aquello que se resiste a algún tipo de matematización. Pero a finales del siglo XIX en diversas ciencias se empieza a considerar que los fenómenos que tienen que ver con algún tipo de desorden no pueden por más

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ONTOLOGIA DE LA COMPLEJIDAD

Francisco José Martínez (UNED)

1.-Lo primero que hay que recordar en relación con la noción de complejidad es que

la misma surge como un paraguas que acoge diversas teorías científicas que rompen con

el paradigma científico dominante. Casi todas estas teorías nuevas se refieren de una

manera u otra a algún tipo de desorden. Desde su surgimiento la razón humana ha sido

un instrumento de introducir orden en un mundo que se presentaba caótico. Tanto el

mito como el logos son intentos de introducir orden en el caos. Este proceso de

regularización y ordenación del mundo circundante alcanza su nivel más alto en la gran

empresa de la ciencia moderna que surgió el siglo XVII a partir de las obras pioneras de

Galileo y Newton. Los grandes adelantos de la ciencia moderna se obtienen gracias a

una inmensa tarea de simplificación e idealización de los fenómenos naturales que los

hace susceptibles de un tratamiento matemático, así como a una auto limitación que

expulsa fuera del ámbito de la ciencia a todo aquello que se resiste a algún tipo de

matematización. Pero a finales del siglo XIX en diversas ciencias se empieza a

considerar que los fenómenos que tienen que ver con algún tipo de desorden no pueden

por más tiempo ser relegados como anomalías, sino que tienen que ser abordados para

poder seguir desarrollando la investigación. Los problemas de lo más grande y lo más

pequeño, la cosmología y la física cuántica, ponen de relieve que en ellas el orden y el

desorden están irremediablemente mezclados. El cosmos no supone una ordenación

completa del caos primordial sino que siempre se ve amenazado por él.

La noción que Guattari utiliza de caosmos, alude a este carácter mezclado del orden y

el desorden. El cosmos es simplemente un islote o mejor un archipiélago de orden en un

inmenos océano caótico, desde el punto de vista sincrónico o estructural y desde el

punto de vista genético, el cosmos es un proceso siempre parcial e inacabado de

ordenación de un caos que se resiste a ser domado y que siempre amenaza los frágiles

equilibrios que el orden introduce penosamente en su ámbito. La cosmogénesis es una

empresa inacabada, más bien inacabable y la noción de complejidad expresa esta

constatación que los científicos se ven obligados a efectuar.

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La complejidad surge cuando la ciencia se enfrenta con problemas ‘enormes’, en el

sentido literal de ‘fuera de la norma’, que generalmente interconectan diversas

dimensiones de la realidad. Complejo, com-plexus, significa lo que está trenzado de

manera conjunta, de tal forma que lo complejo se presenta como una diversidad

organizada1. La complejidad supone la emergencia de procesos, hechos u objetos

multidimensionales, multirreferenciales e interactivos o recursivos. La complejidad

produce una sensación de incertidumbre ligada al carácter aleatorio, azaroso,

indeterminado de los fenómenos que trata. Cómo dice E. Morin, la complejidad no es

una respuesta sino una forma de preguntar, no es una certeza, sino el intento de plantear

la situación de incertidumbre en la que nos encontramos y la decisión de intentar salir

de la misma. “La complejidad es una palabra problema y no una palabra solución”2.

Fundamentalmente la complejidad es una noción o mejor dicho un paradigma

epistemológico más que ontológico. La complejidad se ha articulado en primer lugar

como una nueva forma de conocer más que como una afirmación ontológica acerca de

cómo es la realidad en sí misma considerada. Desde este punto de vista la complejidad

más que una característica del sistema real sería un constructo teórico, producto de

nuestra mente. Pero es evidente que, si no se acepta una concepción puramente

instrumentalista del conocimiento científico, toda teoría del conocimiento dibuja una

ontología implícita. Incluso algunos teóricos de la complejidad como Fredéric Munné,

Catedrático de Psicología Social de la Universidad de Barcelona, que afirma de manera

explícita que el paradigma de la complejidad es un paradigma epistemológico, referido

a cómo conocemos la realidad y no a cómo dicha realidad es, no tiene más remedio que

reconocer que dicho paradigma contiene indicadores de carácter ontológico. Por su

parte, E. Morin afirma que:

“El problema de la complejidad debe plantearse correlativamente en el marco

gnoseológico (el pensamiento de la realidad) y en el marco ontológico (la

naturaleza de la realidad). Es decir, que la complejidad concierne a la vez a los

fenómenos, a los principios fundamentales que rigen a los fenómenos, y a los

principios fundamentales – metodológicos, lógicos, epistemológicos – que rigen

y controlan nuestro pensamiento3.”

1 Cf. E. Morin, El método. La vida de la vida, Cátedra, Madrid, 1983, p. 418.2 Cf. E. Morin, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Barcelona, 1994, p. 22.3 Cf. E. Morin, El método. La vida de la vida, ya citado, p. 415.

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En otro lugar Morin afirma que la teoría de la complejidad “supone y explicita una

Ontología”, ontología que privilegia la relación sobre la substancia y pone el acento en

las emergencias e interferencias que tan cruciales son para la emergencia de los objetos.

La realidad está formada por una red formal de relaciones que no dan lugar a esencias

sino a entidades compuestas producidas en los juegos sistémicos dotadas, sin embargo,

de una cierta autonomía4.

A continuación vamos a dar algunas aproximaciones a la noción de complejidad, para

entrar después a exponer los principios que configuran el paradigma de la complejidad.

2.-Bruce Edmonds ha definido la complejidad como “la propiedad de una expresión

lingüística que hace difícil formular su propio comportamiento aunque se tenga la más

completa información sobre sus componentes atómicos y sus interrelaciones”5. En esta

definición se alude al carácter de totalidad, de globalidad emergente que presenta el

sistema complejo, ya que sus características introducen una novedad radical que no se

puede deducir de las características de sus componentes y que surgen como resultado de

las interacciones entre dichas componentes. Stuart Kauffmann6 ha relacionado la

complejidad con el número de constricciones en conflicto que se dan en un problema

concreto. Por su parte, el matemático ruso Kolmogorov, pionero en el análisis de

sistemas complejos, la define como “la mínima longitud posible de una descripción en

algún lenguaje”. Por último, la complejidad en un sentido computacional se define

como la cantidad de recursos de ordenador, generalmente tiempo o memoria, que se

emplea para resolver un problema. Como vemos, estas dos últimos enfoques de la

complejidad se dirigen más a medirla en un sentido operacional que a definirla

conceptualmente.

3.-El paradigma de la complejidad se basa en varios principios y nociones básicos:

Lo complejo se da siempre en forma de sistemas organizados cuyas componentes

interactúan entre sí de una manera retroactiva y recursiva de forma tal que el resultado

de la interacción actúa a su vez sobre los elementos que interaccionan, es decir, que la

reaplicación de una operación ocurre como consecuencia de su aplicación previa. La 4 Cf. E. Morin, Introducción al pensamiento complejo, Gedisa, Barcelona, 1994, p. 76.5 Cf. B. Edmons, “What is Complexity?”, 1999.6 S. Kaufmann introduce un principio interno de autoorganización que se añade a la selección natural para

explicar la evolución. Cf. S. Kauffman, The origins of order, Oxford Univ. Press, 1992.

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recursividad hace que los efectos retroactúen sobre sus causas, introduciendo bucles de

retroalimentación en la acción. Esta recursividad introduce efectos de interdependencia

ente los diferentes elementos del sistema. Este es el principio de recursividad7.

Los sistemas complejos suelen estar compuestos de elementos heterogéneos que

coexisten entre sí conjugando sus efectos antagónicos. Esto constituye el principio

dialógico de E. Morin.

Los sistemas complejos presentan propiedades emergentes que no se deducen de las

propiedades de sus componentes. Un de estas propiedades es la autoorganización, es

decir la capacidad de generar orden a partir del desorden cuando las componentes del

sistema se encuentran en condiciones críticas. En estas condiciones las componentes del

sistema se auto organizan dando lugar a estructuras estables con capacidades de

desarrollo dinámico y evolutivo. Varela y Maturana han denominado esta capacidad de

autoorganización, autopoiesis.8

Los sistemas complejos suelen ser sistemas dinámicos cuyas ecuaciones no son

lineales lo que introduce asimetría e impredictibilidad. Además suelen ser muy sensibles

a la variación de las condiciones iniciales, lo que se denomina ‘efecto mariposa’ y

significa que sistemas semejantes que parten de condiciones iniciales muy parecidas

tienen evoluciones muy diversas.

Dichos sistemas suelen tener una frontera que les separa del entorno, pero esta

frontera a veces no está bien definida, sino que es borrosa. Por otra parte, estos sistemas

suelen entrar en coevoulción, es decir una evolución interpenetrada con su entorno, con

el que producen un acoplamiento estructural.

Estos sistemas al contrario que los sistemas de la mecánica clásica no son reversibles,

sino que evolucionan en el tiempo, es decir, tienen historia, de forma que el pasado

condiciona y limita las posibilidades actuales.

A veces estos sistemas presentan un comportamiento autosemejante, lo que hace que

sus propiedades sean independientes de la escala, es decir su estructura se mantiene, a

pesar de cambios de tamaño. Esta propiedad les da una estructura fractal9.

7 Sobre los tres principios: dialógico, recursivo y hologramático se puede consultar E. Morin, Introducción al pensamiento complejo, ya citado, pp.105-107.8 Cf. H.R.Maturana, y F. Varela, Autopietics Systems. A Charaterization of the Living Organization,

Univ. of Illinois, Urbana, 1975.

9 Cf. B. Mandelbrot, The Fractal Geometry of Nature, W. H. Freeman, San Francisco, 1982.

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Los sistemas complejos presentan un comportamiento hologramático, como dice

Morin, en el sentido de que no sólo las partes están en el todo sino que además en cada

parte se encuentra en alguna medida el todo. El paradigma de la complejidad no es

reduccionista ni holista. Ni desprecia la idea de totalidad ni la idolatra ya que parte de

que en estos sistemas el todo es más que la suma de las partes debido a las propiedades

emergentes que dan lugar al todo mediante la autoorganización de las partes. Pero, a la

vez, el todo es menos que la suma de las partes, ya que el surgimiento del todo

introduce constricciones en el desarrollo de las partes que limitan sus posibilidades. La

actualización del todo supone la virtualización de algunas propiedades y posibilidades

de sus partes constituyentes.

Por último, estos sistemas no son independientes de los observadores que los

contemplan sino que establecen una relación dinámica con los mismos. En palabras de

Maturana esta propiedad convierte al Universo en un Multiverso, ya que cada punto de

vista genera una realidad distinta, al ser el observador constitutivamente participante en

la realidad que observa.

Los sistemas complejos suelen ser morfologías naturales cuyo espacio sustrato es el

espacio-tiempo tetradimensional. Estos sistemas presentan formas que se separan y se

destacan de su entorno, es decir que son relevantes. Las formas de los sistemas cambian

según los valores de ciertos parámetros que Thom denomina ‘conjunto catastrófico’ del

sistema10. Los sistemas son discontinuos en el sentido en que cambian de forma según

los cambios de dichos parámetros; cada cambio de forma o morfogénesis, supone el

paso de un atractor a otro. Un atractor determina una situación de equilibrio estable, y se

denomina atractor porque pequeñas desviaciones del equilibrio son absorbidas por el

sistema como si los valores de los parámetros tendieran hacia el atractor. Los atractores

pueden ser simples, o bien periódicos o ciclos límites que marcan un comportamiento

repetitivo del sistema o bien pueden ser lo que se denomina atractores extraños de

geometría complicada y de comportamiento aparentemente caótico.

4.- Aunque las propiedades anteriores sena fundamentalmente epistemológicas no se

puede negar que entrañan consecuencias ontológicas evidentes. En primer lugar, que

los últimos componentes del universo no son sólo objetos sino también relaciones y que

no hay un privilegio ontológico de los primeros sobre los segundos. Un objeto sin

10 Cf. R. Thom, Stabilité estructurelle et morphogénese, Inter Edtions, París, 1977-

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ninguna relación es una mera abstracción vacía. En segundo lugar, la idea de que no

hay átomos en sentido estricto ya que hasta los últimos componentes de la realidad son

entidades complejas, sistemas con diversos componentes. Por último, la noción de

causalidad lineal se ve sustituida por una noción de causalidad recursiva en la que el

efecto retroactúan sobre las causas que los han producido.

Según E. Morin, la complejidad supone pasar del objeto al sistema. Analizando la

noción de partícula, que es el último componente de la realidad según la mecánica

cuántica, se encuentra que la misma abre una doble crisis, la de la noción de objeto y la

de la noción de elemento11. Las partículas no se pueden aislar de forma completamente

independiente en el tiempo y el espacio, según el principio de indeterminación de

Heisenberg. Por otra parte, no es independiente del observador, ya que las

observaciones la modifican. Además unas veces tiene propiedades de onda y otras veces

presente las peculiaridades de una partícula. Además aunque reciba la denominación de

elemental se encuentra formada por los quarks y es difícil individualizarla. Incluso se

las ha podido considerar como un continuo de diferentes niveles de complejidad.

La idea de autoorganización entraña un cambio en el estatuto ontológico del objeto en

el sentido de concederles una individualidad fenoménica que los hace irrepetibles, así

como en el sentido de atribuirles cierta autonomía relativa respecto de su entorno con el

que establecen una serie de relaciones de construcción mutua y de coevolución o

evolución paralela e interactiva12.

Los sistemas son entidades organizadas que dependen de las interrelaciones recursivas

entre sus elementos y que muestran una unidad global. El paso de la noción de objeto a

la de sistema entraña, según E. Morin, las siguientes consecuencias: la sustitución de las

nociones de esencia y substancia por la de organización; de las unidades simples a

unidades complejas; por último, el cambio de la idea de agregados que forman cuerpos

por la de de un sistema de sistemas jerarquizados.

Por otra parte, la idea de una causalidad lineal que fluye de forma orientada e

irreversible de la causa al efecto se ve sustituida por una causalidad recursiva que da

lugar a bucles de retroalimentación que permiten a los efectos volver a actuar sobre las

causas que los han producido. En concreto, los seres vivos evolucionan no en un

contexto dado al que se tengan qua adaptar de forma paramétrica sino que

coevolucionan con su entorno, al que modifican en la misma medida en que son

11 Cf. E . Morin, El método. La naturaleza de la naturaleza, Madrid, 1981, p. 119.12 Cf. E. Morin, Introducción al pensamiento complejo, ya citado, pp.56-57.

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modificados por él. En el caso especial de las sociedades humanas, es evidente, por un

lado, que son productos de las condiciones naturales de los ecosistemas en que surgen,

pero también cada vez es más claro que las sociedades humanas transforman dichas

condiciones naturales, como la agricultura y la ganadería demuestran desde hace miles

de años y como el cambio climático y la disminución de la capa de ozono muestra de

forma dramática en nuestros días.

5.- En concusión, el mundo que nos presentan las teorías de la complejidad es un

mundo en que orden y desorden se combinan de forma unas veces creadoras y otras

veces de forma deletérea. Un mundo aleatorio en el que las estabilidades y las

recurrencias son islotes de determinismo local en un océano inmenso de indeterminismo

azaroso. Un mundo que no tiene últimos componentes elementales sino que se articula

como una jerarquía de sistemas que integran otros sistemas. Un mundo, en resumen en

el que la complejidad produce perplejidad e inseguridad, pero a la vez se muestra como

una fuente de posibilidades inéditas que ofrecen un ámbito de creación y de

experimentación. El hombre se siente en ese mundo no como un extraño ni como su

dueño, sino como un participe que tiene que seguir y guiar a la vez a la naturaleza,

como ya dijeron hace tiempo los estoicos. La ética que se puede derivar de este mundo

es una ética de responsabilidad en el sentido de que tiene que controlar los efectos no

queridos de sus acciones; una ética de la experimentación y la creatividad porque no hay

un sistema de valores dados de una vez para siempre, no hay imperativos categóricos, y

por ello hay que inventar en cada caso concreto; una ética de la piedad que parte de la

idea de una participación responsable en la vida cósmica en su conjunto. Esta ética de la

complejidad es el resultado más de una estrategia que de un programa, es decir de una

programación flexible que juega con varios escenarios posibles que de una serie de

acciones predeterminadas y fijas.

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