Operacion valkiria jesus hernandez

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Año 1943.

El coronel Claus Schenk vonStauffenberg acababa de sertrasladado a Berlín bajo las órdenesdel general Friedrich Olbricht,miembro de un comité de resistenciaque empieza a maquinar un planpara dar muerte a Hitler. Olbricht yatiene entrelazados a más de 200implicados en distintos estratos dela sociedad alemana e incluso de lasección de inteligencia ycontraespionaje. El objetivo eseliminar a Hitler, Goering y Himmler,

neutralizar a las SS e instalar ungobierno provisional que intentaríahacer las paces con occidente ydetener la guerra.

Von Stauffenberg, a pesar de suslesiones de guerra (ha perdido unojo y varios dedos de la mano),quiere realizar el atentado. Losconspiradores dudan. ¿Tendrácapacidad para activar la bomba?Finalmente aceptan porqueentienden que su invalidez es lacoartada perfecta y que nolevantará sospechas. El coronel VonStauffenberg intenta varias vecescumplir su misión, pero no consigue

nunca encontrar juntos a los quedeben morir.

Finalmente, el 20 de julio de 1944 seda la ocasión perfecta. El altomando se reúne en el cuartelgeneral de Hitler, ubicado cerca deRastenburg. Von Stauffenberg portaun maletín con un explosivo inglés de1 kg que se activa mediante undetonador químico absolutamentesilencioso.

Todo es perfecto. Se sienta junto allíder nazi. Solo queda esperar elmomento…

Jesús Hernández

OperaciónValkiria

ePub r1.0Banshee 26.12.13

Título original: Operación ValkiriaJesús Hernández, 2008

Editor digital: BansheeePub base r1.0

Introducción

El 20 de julio de 1944 es una fechadestacada en la cronología de laSegunda Guerra Mundial. Ese día, elcoronel Claus von Stauffenberg colocóuna bomba a un metro escaso de AdolfHitler, mientras se celebraba unaconferencia en el Cuartel General delFührer en Rastenburg. El artefactoestalló, pero una increíble cadena decasualidades y coincidencias hizo que eldictador germano saliese ileso delatentado. El golpe de Estado que sedesarrolló en Berlín a continuación

también sería víctima de la fatalidad, loque le condenaría al fracaso. Nuncaantes estuvo el régimen nazi tan cerca deser derribado, pero de forma milagrosaéste sobrevivió, al igual que su líder. Escomprensible que Hitler quedaseconvencido tras el frustrado intento deasesinato de que la Providencia estabade su parte.

Las doce horas transcurridas entre elestallido de la bomba y el aplastamientofinal del golpe han sido narradas eninnumerables libros, y han sido llevadasal cine en varias ocasiones. Difícilmenteencontraremos otro hecho histórico quehaya sido analizado tan minuciosamente,

prácticamente al minuto. Eso puedellevar a creer que conocemos conexactitud todo lo ocurrido ese día, peronada más alejado de la realidad;paradójicamente, los historiadores no seponen de acuerdo sobre muchos de losdetalles que conformaron esa históricajornada. Si tomamos al azar dos obrasreferidas al 20 de julio, comprobaremosde inmediato cómo difieren lasversiones presentadas por cada uno delos autores, llegando seguramente acontradecirse.

Para confeccionar el presentetrabajo ha sido necesario llevar a cabouna investigación más propia de las que

suelen aparecer en las novelaspolicíacas. En esos casos, ante unmismo hecho criminal, el inspectorprocede a recoger las versionesproporcionadas por los testigos; pese alo reciente del hecho, estos testimoniosdiferirán enormemente dependiendo dellugar que ocupaba en ese momentopreciso cada uno de los quepresenciaron el crimen, aunque al final,para asombro del lector, el protagonistalogrará encajar todas las piezas delrompecabezas, descubriendo así alculpable. Pero en el caso del complotdel 20 de julio, hay que tener presenteque casi todos los testigos fueron

ejecutados o se suicidaron antes delfinal de la guerra y que lossupervivientes no dejarían susimpresiones por escrito hasta una, dos oincluso tres décadas después del suceso.

Portada de la revistaalemana Der Spiegel de

julio de 1994, dedicada a

la conmemoración delcincuenta aniversario del

atentado del 20 de julio. Laacción de Stauffenberg se

sigue recordando cada añoen Alemania, como

homenaje a todos aquellosque se enfrentaron a la

dictadura de Hitler.

En estas circunstancias, intentarreconstruir lo ocurrido aquel día seantoja una misión imposible. En cuantoel investigador cree haber completado elrompecabezas de las diferentesversiones, encajando una pieza aquí yotra allá, siempre aparece una nueva a laque no se le encuentra acomodo y que

amenaza con poner en entredicho eltrabajo de reconstrucción realizadohasta ese momento. Intentar conocer endetalle lo que pasó el 20 de julio de1944 se ha convertido en un trabajo deSísifo que ha puesto a prueba lapaciencia de los historiadores.

Como se ha apuntado, los elementoscon los que cuentan los investigadoresson muy limitados. La mayor parte delos documentos relativos al complotfueron destruidos por los propiosconspiradores o sus familiares y amigos.Los que cayeron en manos de lasautoridades nazis serían destruidostambién, después de servir para

incriminar a miles de sospechosos, y lospocos documentos que sobrevivieronperecerían bajo los bombardeos.

La fuente principal de informaciónes el trabajo llevado a cabo por laGestapo en los días posteriores alatentado, recopilado en unos informesque eran remitidos diariamente a Hitler,y que son conocidos como los InformesKaltenbrunner. Pero el valor de estosinformes es muy discutible, puesto queno se citan largas declaraciones, sinofrases aisladas, fuera de contexto, yaderezadas con comentarios delcompilador, más preocupado porestablecer la bajeza moral de los

implicados que de descubrir la verdad.Además, muchas manifestaciones no sonreflejadas de forma textual, sino que sonexpuestas en palabras del funcionario dela Gestapo encargado del interrogatorio.

A esta escasez de fuentes fiables,hay que sumar las especialescircunstancias que vivió Alemania enlos años posteriores. Hasta el final de laguerra, el recuerdo del atentado del 20de julio se fue diluyendo hasta olvidarsecasi por completo; los alemanes,intoxicados por la propaganda yaterrorizados por la represión policial,llegaron a convencerse de que, tal comohabían repetido hasta la saciedad las

autoridades nazis, el complot había sidoobra de “una reducida camarilla deoficiales criminales”. La brutalvenganza contra los conjurados disuadióa los sectores descontentos del Ejércitode intentar organizar otro golpe. Losalemanes cerraron filas con el régimennazi y, de hecho, ya no se produciríaningún nuevo intento de atentado.

Tras la derrota de Alemania, a losvencedores —tanto los occidentalescomo los soviéticos— no les interesóque aflorase el conocimiento de lasactividades llevadas a cabo por laresistencia al régimen nazi, másnumerosa y organizada de lo que se

suele creer. Es posible que los Aliadosquisieran evitar que quedase así aldescubierto su falta de apoyo a estosmovimientos, o que deseasenculpabilizar al conjunto de la sociedadalemana, sin excepciones, de haberservido de sustento a la causa nazi, parapoder así disfrutar de una superioridadmoral sobre los vencidos que lesayudase a imponer las nuevas reglas.Las autoridades ocupantes se oponían ala publicación de artículos o librossobre el tema. Sea por la razón que sea,la oposición al nazismo se convirtió enun tabú que sólo un par de décadas mástarde comenzó a ser derribado, cuando

los alemanes se decidieron a restituir asu país el crédito moral perdido en eltraumático período del Tercer Reich.

El complot del 20 de julio quedótambién oculto tras esa cortina desilencio. La consecuencia es que, talcomo se ha avanzado, cuando lostestigos rompieron a hablar ya habíapasado demasiado tiempo. Losrecuerdos ya no tenían la frescuranecesaria y se confundían unos hechoscon otros, o se fundían en uno solo.Además, no eran pocos los que habían“elaborado” esos recuerdos con el fin,consciente o no, de atribuirse unaimportancia en el complot mayor de la

que se tenía en realidad, o los quedecían haber presenciado escenas que secontradecían con la lógica temporal. Laconsecuencia de todo ello es que loshistoriadores han debido hacer unesfuerzo titánico para reconstruir deforma aceptable lo ocurrido ese día, yhan tenido que aceptar que algunospuntos permanecerán para siempre en laoscuridad, ante la imposibilidad deestablecer una verdad históricainequívoca.

Por lo tanto, el lector ha deacercarse a este trabajo consciente deestas limitaciones. Por mi parte, heintentado ceñirme lo más posible a la

versión de los hechos comúnmenteaceptada. Todo el relato que figura acontinuación ha sido elaboradosiguiendo las conclusiones de losinvestigadores. Cada diálogo aquíreproducido está basado en fuentesprecisas y dignas de credibilidad.Cuando una afirmación ha sido objeto decontroversia entre los historiadores, seindica la existencia de estadiscrepancia. Con todo ello se haintentado confeccionar un relato lo másajustado posible a la realidad.

Pero si, tal como se ha señalado,resulta difícil ofrecer garantías de que lanarración de lo sucedido el 20 de julio

responda efectivamente a la verdad,cuando intentamos aproximarnos a lapersonalidad del gran protagonista deaquella jornada, Claus von Stauffenberg,nos encontramos, por desgracia, en lamisma tesitura.

Si el coronel Stauffenberg hubieralogrado su propósito, con toda seguridadhoy conoceríamos casi todos losdetalles de su vida y su personalidad. Sisus biógrafos hubieran nadado endocumentos relativos a él,dispondríamos de sus escritos y suscartas, por lo que no sería muy difícilhacernos una idea de cómo era aqueldecidido soldado que tomó sobre sus

hombros esa ciclópea responsabilidad.Sin embargo, el destino no quiso que

Stauffenberg consiguiese su objetivo. LaHistoria reservaba seguramente un lugardestacado para él, pero la fatalidadquiso que en un solo día pasase depoder convertirse en el verdugo delrégimen nazi a ser asesinadoprecisamente por ese régimen quedeseaba con todas sus fuerzas verhundido. Su nombre quedaría ya ligadopara siempre al fracaso del golpe del 20de julio de 1944.

Con Stauffenberg muerto, la Gestapollevó a cabo un meticuloso registro en suvivienda de Berlín y en casa de su

familia, en Bamberg. Sus familiaresquedaron de inmediato sometidos a unaestrecha vigilancia. La policía naziconfiscó todos los documentos quehallaron, sin olvidar el más pequeñopapel. Ese material, que hubiera sido deenorme interés para los historiadores, noha podido ser recuperado; se desconocepor completo su paradero. Es muyposible que esa documentación quedasedestruida en cualquier bombardeo, perono es descartable que los soviéticos seapoderasen del archivo en que debíanfigurar esos papeles. Las pesquisasrealizadas en los archivos occidentaleshan dado todas resultado negativo; no se

conserva ni uno solo de sus papeles.Quizás, las notas de Stauffenbergreposan hoy en una polvorienta caja deun vetusto archivo ruso.

Los únicos testimonios personalesde Stauffenberg con los que cuentan losinvestigadores son algunas cartaspostales hoy en poder de susdestinatarios, una orden de la época dela campaña de Francia, un trabajomecanografiado con algunas notasmanuscritas y, por último, el textoeditado de una conferencia pronunciadapor Stauffenberg. Sin duda, la Gestapono facilitó el trabajo de los futuroshistoriadores. Aparte de estas fuentes

que proceden directamente deStauffenberg, sin intermediarios, surastro puede seguirse en otrosdocumentos menores[1]. Y éstas sontodas las fuentes primarias con las quecuentan los investigadores.

Claus Shenck vonStauffenberg, el autor del

atentado contra Hitler. Susbiógrafos se han

encontrado con muchasdificultades para trazar surecorrido vital, ya que casi

toda la documentación

relativa a su personadesapareció.

Evidentemente, con estosescasísimos mimbres, la misión deconfeccionar una biografía del personajese antoja casi como imposible. Por lotanto, los historiadores han debidorecurrir al testimonio de todos aquéllosque le conocieron. Afortunadamente, seconserva la transcripción de susdeclaraciones, recogidas sobre todo enla década de los sesenta. Ésta es unafuente que resulta de gran utilidad, pesea aparecer mediatizada porapreciaciones personales y subjetivas.

Por tanto, el presente trabajo, cuyoobjetivo es trasladar al lector todo losucedido aquel 20 de julio de 1944, seránecesariamente incompleto. No obstante,considero que con la información quecontamos puede tejerse de formafidedigna el argumento de aquelepisodio. Además, mi intención esofrecerlo de modo que se mantenga elinterés a lo largo de todo el relato, pesea que el desenlace sea ya conocido.

Para cumplir con este segundoobjetivo, me he visto en la necesidad dedescartar información cuya inclusión enla presente obra podía lastrarinnecesariamente la narración. Hay que

tener en cuenta que en el complot del 20de julio intervinieron, de un modo uotro, cientos de personas y que al menosvarias decenas merecen ser nombradas,pero las referencias a estos implicadoshabrían desviado la línea del relato,además de que nos habría llevado porlas infinitas ramificaciones de losmovimientos de resistencia al nazismo.

Mi intención ha sido la desimplificar al máximo el volumen deinformación, en aras de la agilidad y laamenidad del texto, por lo que creopertinente ahorrar al lector el abrumadoraluvión de datos que suelenproporcionar las obras de corte

académico. De todos modos, paraproporcionar al menos una referencia aestos personajes secundarios, al finaldel libro he incluido un capítulodedicado a los protagonistas másdestacados del episodio, en el queaparece un buen número de ellos.Además, ese capítulo puede serutilizado por el lector como dramatispersonae para situar de inmediato cadauno de los nombres que van apareciendoa lo largo del libro.

Espero que esta narración de losantecedentes, el desarrollo y lasconsecuencias del golpe del 20 de juliode 1944 no acuse los condicionantes

aquí referidos y que el lector, además deconocer la historia, pueda disfrutar conel relato de la misma como si de unanovela se tratase. El argumento ofrecetodos los alicientes para ello; ahora esresponsabilidad del autor trasladar alpapel la emoción, la inquietud, lafrustración, el miedo y la resignación —por este orden— que se vivió en aquellaintensa jornada que a punto estuvo decambiar la historia del siglo XX.

En la guerra, causas trivialesproducen acontecimientostrascendentales.

JULIO CÉSAR

Al encuentro de lahistoria

Para comprender un acontecimientohistórico, no hay nada másrecomendable que acudir al lugar en elque ese hecho tuvo lugar. Cuando unoconoce un episodio concreto de lahistoria mediante la lectura, como suelesuceder en la inmensa mayoría deocasiones, ese hecho llega a nosotros através de un único sentido: la vista.Aunque uno pueda gozar de granimaginación, y en su mente tomen vidasus protagonistas y se plasmen sus

escenarios, es indudable que lacapacidad para penetrar en suconocimiento es forzosamente limitada.

En cambio, cuando uno visita ellugar en el que ese suceso se desarrolló,pasan a intervenir los otros sentidos.Llegan a nosotros los sonidos y losolores que seguramente percibieron losque entonces actuaron en ese mismolugar. Y también interviene un sextosentido, difícil de definir o clasificar; setrata de una vibración especial, lainquietante sensación física de que allí,en ese mismo sitio, pervive de un modou otro la emoción, el drama, el miedo ola alegría que unas décadas o unos

siglos antes —qué más da—experimentaron los que ocupaban esemismo espacio. En ese momento, eltiempo pasa a ser una variableirrelevante; lo que realmente importa esque tanto los personajes históricos comoel visitante comparten las mismascoordenadas, hay una coincidencia realentre ambas realidades, y esaconfluencia provoca un efecto tanpoderoso como indescriptible.

Un ejemplo es el lugar actual bajo elque se encuentran las ruinas del búnkerde Adolf Hitler, en Berlín. Allí fuedonde el Tercer Reich vivió sus últimasjornadas, en las que discurrieron

episodios dramáticos como el suicidiode Hitler y Eva Braun, y su inmediataincineración, o el de la familiaGoebbels al completo. Tras la guerra,los rusos dinamitaron esa sólidaconstrucción; sus gruesos murospermanecieron incólumes, pero losrestos quedaron tapados por toneladasde tierra. La zona del búnker, que estabasituada en el Berlín Oriental muy cercadel Muro, fue reabierta en 1989 paraconstruir unos bloques de viviendas y unaparcamiento de superficie para losvecinos. En la actualidad, eso es loúnico que puede verse, un paisajeurbano como el de cualquier barrio

residencial de cualquier ciudad. Sinembargo, la afluencia de aficionados ala Historia, y de turistas en general, esininterrumpida.

Aspecto actual del lugarbajo el cual se encuentra elbúnker de Hitler, en Berlín.

La habitación en la que eldictador y Eva Braun se

suicidaron el 30 de abril de1945 se localiza

aproximadamente a unos15 metros bajo el soporte

de la barrera de entrada alaparcamiento.

La mayoría de los que acuden allugar en el que se hallaba el Führerbunker, y que de hecho se encuentra casiintacto a quince metros de profundidad,lo hace por simple curiosidad. Tras unrápido vistazo en derredor, y comprobarque lo único que recuerda la existenciadel búnker es un panel de informaciónturística colocado sobre el césped

contiguo al aparcamiento, la mayor partede los turistas, tras un gesto dedecepción, despliegan sus mapas de laciudad y encaminan sus pasos hacia otroobjetivo que resulte más agradecido consus cámaras, como el CheckpointCharlie, en donde incluso podránencontrar figurantes disfrazados desoldados norteamericanos de la época,con los que podrán fotografiarse acambio de una propina.

Pero hay otros visitantes que, trasleer atentamente todas las explicacionesdel panel, comienzan a deambularlentamente por el aparcamiento,comprueban en algún mapa la

orientación y la extensión del búnkerque en ese momento tienen bajo sus pies,miden mentalmente sus lados y sudistribución, intentan imaginar sobre quéhabitación o sala se encuentran, eintentan descubrir el lugar exacto bajo elcual existe aún la estancia en la que eldictador nazi y su esposa se quitaron lavida.

Para el que realmente quiereconocer lo que allí ocurrió, tiene pocaimportancia que su sentido de la vistasólo capte unos edificios impersonales,un aparcamiento con su correspondientebarrera de paso y unas suavesondulaciones de cuidado césped. Su

sexto sentido le hace percibir una difusacorriente que procede del subsuelo, quele transmite pequeños y casiimperceptibles fogonazos de las trágicasescenas que allí mismo, en ese exactolugar, tuvieron lugar hace variasdécadas. Al alejarse de allí, uno tiene lasensación de haber estado compartiendouna parte infinitesimal, pero real, deaquel drama wagneriano que supuso elúltimo acto del hundimiento del TercerReich.

En busca de sensaciones similares,partí a finales del verano de 2007 rumboa uno de los lugares más significativosde la Segunda Guerra Mundial, pese a

ser casi desconocido para el granpúblico. Se trata de la conocida comoGuarida del Lobo, Wolfsschanze enalemán o Wolf ’s Lair en inglés. Fue allíen donde la historia de Europa y delmundo pudo haber cambiado en menosde un segundo; en aquel mismo lugar, el20 de julio de 1944, una bomba dejadapor el conde Claus von Stauffenbergestuvo a punto de acabar con la vida deHitler.

Esas instalaciones militares, quepermanecen en un aceptable estado deconservación, se encuentran actualmenteen Polonia, pero durante la guerraestaban situadas dentro del territorio

alemán. El desplazamiento de fronterasdecidido por Stalin y refrendado por susaliados occidentales hizo que este lugar,situado en la Prusia Oriental, pasase aser territorio polaco, quedando situadoen el extremo nororiental del país. Sonéstas unas tierras llanas y fértiles,punteadas por pequeños bosques, y queentonces estaban cuarteadas en extensasfincas; sus propietarios eran noblesgermanos, los junkers, cuyas familiaslas poseían desde la época medieval.Allí, en esa región escasamente pobladay cercana a la frontera rusa, Hitlerdecidió en el verano de 1940 laconstrucción de un cuartel general. Se

construyeron barracones de madera, asícomo búnkers con muros de tres metrosde espesor. Con toda seguridad, ya enese momento su mente estaba en lacampaña contra la Unión Soviética, quesería lanzada el 22 de junio de 1941.

A partir de esa fecha, con la quedaba comienzo la Operación Barbarroja,la Guarida del Lobo pasó a ser elprincipal Cuartel General de Hitler.Estas instalaciones se encuentran a seiskilómetros de la ciudad polaca deKetrzyn. Esa ciudad era conocida,cuando formaba parte de Alemania, conel nombre de Rastenburg, por lo quemuchas veces se denomina a ese cuartel

con el nombre de la ciudad. Rastenburges pequeña y agradable, y puedeadvertirse claramente la herencia delperiodo alemán, por la inconfundiblesilueta de sus iglesias y edificios. Lalarga era comunista ha dejado comoherencia muchos bloques residencialestípicos de esa época, lo que desluceconsiderablemente el conjunto de laciudad. Aunque se percibe un intento decontrarrestar esa uniformidad de estilosoviético con la rehabilitación de losedificios supervivientes de la épocagermana, es necesario realizar unesfuerzo para visualizarla como eraentonces.

Durante la guerra, los habitantes dela apacible Rastenburg sabían que allícerca había una base militar, pero nadiese imaginaba que allí pudiera estar elFührer. El temor de la población a lapolicía política del régimen hacía quenadie formulara preguntasinconvenientes, por lo que la presenciade Hitler en la zona pasó inadvertidapara todos ellos.

En la actualidad, la Guarida delLobo sigue siendo, en cierto modo, tanignorada para sus habitantes como lopudo ser en aquel momento. Ketrzyn, laantigua Rastenburg, no es un polo deatracción turística; los enclaves que

atraen a los visitantes se encuentran másal este, en los lagos Masurianos. Allípueden acampar, realizar rutas fluviales,practicar deportes acuáticos o descansaren alguno de los numerosos hoteles de lazona. Pero Ketrzyn no ofrece ninguno deesos atractivos, y tiene que conformarsecon ser una lánguida ciudad provinciana,en la que se intuye que disfrutó detiempos mejores, pero que hoy habita enla nostalgia por ese esplendor pasadoque difícilmente volverá.

Imagen del centro deKetrzyn. Cuando esta

localidad polacapertenecía a Alemania, su

nombre era Rastenburg, unnombre por el que también

era conocido el CuartelGeneral de Hitler, situado

a sólo seis kilómetros.Durante la guerra, sushabitantes no supieron

nunca nada de la cercanapresencia del dictador.

Aun así, cuando llegué a Ketrzyn,pude advertir el encanto de las escasascalles que conservan aún el ambientegermano de aquella época. Los aires delBáltico, trasladados de formainconfundible a la arquitectura,transportan al visitante a esos tiemposque movían a la reflexión y a lamelancolía, un bálsamo en la ajetreadavida moderna. Tenía la sensación que,de un momento a otro, iba a cruzarmecon Immanuel Kant, el filósofo prusianoque vivió toda su existencia en lacercana Königsberg, hoy ciudad rusacon el nombre de Kaliningrado, y cuyospuntuales paseos servían —según cuenta

la leyenda— para que sus vecinospusieran en hora los relojes.

A la antigua Rastenburg habíallegado yo como los auténticos viajeros,ligero de equipaje. Pero eso no habíasido por decisión propia, sino por laincompetencia de la compañía aérea queme había llevado hasta Varsovia. Lainexplicable pérdida de la impedimentafacilitaba, eso sí, la capacidad dedesplazamiento de mi expediciónunipersonal, pero en ese momento nodejé de acogerla con un gran fastidio. Loque no sabía era que, como se verá másadelante, el destino me tenía reservadauna razón para agradecer ese extravío.

Desde Ketrzyn me dispuse a ir a laWolfsschanze. Existe una línea dedesvencijados autobuses que une lasaldeas de la zona y que tiene parada enese lugar, pero debido a sus erráticoshorarios fui aconsejado de tomar un taxi,lo que hice a primera hora de la mañana.El amable conductor me llevó por laestrecha carretera que, serpenteandoentre huertos, campos y algún riachuelo,lleva hacia el pueblo de Gierloz, cuyonombre era Görlitz en la época germana.Antes de llegar a él se encuentra elcuartel general de Hitler, que lospolacos llaman Wilczy Szaniec, detraducción “la Guarida del Lobo”.

En un inglés básico, el conductor mehabló de las citas que mantenía elFührer con su girlfriend Eva en unpequeño refugio situado a la derecha dela carretera que cruza el cuartel,recomendándome que acudiera a verlo.Los turistas a los que, seguramente, solíarepetir una y otra vez esa historia, nodebían saber que Eva Braun nunca visitóesas instalaciones, pero simulésorprenderme por la revelación y leprometí que iría a ver la cabaña en laque se celebraban esos encuentrosrománticos.

El taxi siguió rodando por labucólica carretera, meciéndome con sus

suaves curvas, hasta que comenzó adescender en línea recta hacia un bosqueque quedaba oculto tras un cambio derasante. De inmediato supe queestábamos a punto de adentrarnos en laGuarida del Lobo. El luminoso díaquedó velado por las hojas de los altosy frondosos árboles, sumiéndonos en unarepentina penumbra. Casi de golpe, latemperatura en el interior del taxi bajóunos grados.

El conductor paró el vehículo en lapuerta de acceso al recinto y, trasrecibir una generosa propina, se ofrecióa venir a buscarme cuando acabase mivisita. Al contemplar la desangelada

parada de autobús situada al borde de lacarretera, en un estado de abandono queera difícil pensar que allí hubiera sidorecogido algún pasajero en los últimoslustros, acepté sin dudar la oferta deltaxista. Tras acordar que viniese abuscarme dos horas más tarde,emprendió el regreso a Ketrzyn.

Allí estaba yo, a las puertas de loque había sido el Cuartel General deHitler. Entonces había tres entradas, unaen el este, otra en el oeste y la última alsur, así como tres zonas de seguridadantes de entrar en el perímetro delcomplejo propiamente dicho, conalambradas y zonas minadas. Hoy se

accede directamente al interior de lasegunda y, a diferencia de entonces,pude franquear ese perímetro sinninguna dificultad, tan sólo satisfaciendoel pago de una entrada de importe másque moderado.

Lo primero que hallé fue un par deedificios bajos, pintados de color verde,que formaban una “L”. Uno era unrestaurante y otro un pequeño hotel. Enla documentación de que disponíacomprobé que esos dos edificios unidosestaban destinados a alojar a losoficiales que visitaban el cuartel. Muypróximos a estos dos edificios seencontraban los barracones de la

guardia de las SS, el punto que marcabala entrada a la zona de seguridadmáxima del Cuartel General de Hitler.

El cuartel era en realidad unconjunto de casi cien construccionesbajas de hormigón, distribuidas por elbosque, en un orden aparentementealeatorio. Había búnkeres, barracones,almacenes, oficinas, incluso unapequeña sala de cine. Los búnkeresestaban construidos con muros dehormigón de hasta diez metros deespesor, dispuestos con cámarasintermedias para aminorar el impacto delas explosiones.

El conjunto ocupa una extensión de

2,5 kilómetros cuadrados, sobre los 8 dela extensión total del bosque de Gierloz,que antaño fue un área de caza y recreo.En su construcción participaron 3.000obreros alemanes; todo era alemán,incluso el cemento y el acero, que fuetransportado expresamente desdeAlemania. La primera estancia de Hitlertuvo lugar a finales de junio de 1941.

El complejo tenía la ventaja de estarcerca del territorio soviético y, además,estar protegido por la frontera naturalque forman los lagos masurianos. En losalrededores de la Guarida del Lobo seestablecieron otros centros de mando,todos ellos en un radio de cincuenta

kilómetros; Secretaría del Tercer Reich,Jefatura del Ejército de Tierra, unCuartel de Himmler, un Centro deEspionaje de la SS y un Centro deEspionaje militar.

Para que el Cuartel General deHitler no pudiera ser detectado desde elaire, se camuflaron esos edificios eincluso los caminos, cubriéndolos conredes de hojas simuladas, que ibansiendo cambiadas según la época delaño, para confundirse perfectamente conel bosque.

En 1942 y 1943 se siguieronhaciendo trabajos de construcción,reforzando con hormigón los barracones

de madera que habían sido instaladosanteriormente. Entre febrero y octubrede 1944 se construyeron dobles búnkers,cubriendo los muros de tres metros degrueso con una nueva estructura decuatro metros de grosor, dejando mediometro de espacio y rellenando esteespacio con piedra molida, paraabsorber mejor los impactos.

Este edificio destinado alalojamiento de los oficiales

que acudían al CuartelGeneral de Hitler enRastenburg es en la

actualidad un restaurante.

Ante la proximidad de las tropasrusas, Hitler abandonó el CuartelGeneral el 20 de noviembre de 1944. El

4 de diciembre se cursó la orden secretade destruir todo el complejo, con elnombre en clave de Inselsprung (“volarla isla”), pero ésta no sería puesta enpráctica hasta el 24 de enero de 1945.Se utilizaron entre ocho y diez toneladasde explosivos para volar cada búnker,pero esa cantidad no fue suficiente paradestruirlos.

Tras la guerra, los rusos decidierondestruir lo que quedaba aún en pie. En elintento de demolición de cada búnker sevolvieron a emplear unas diez toneladasde explosivos pero las sólidasconstrucciones tampoco no pudieron servoladas por completo. Gracias a la

solidez de sus muros, aquellos búnkersse conservan hoy en un aceptable estado.El trabajo que los soviéticos sículminaron fue el de la desactivación delas más de 55.000 minas que rodeabanel complejo, una labor que les ocupóentre 1952 y 1955.

En la actualidad, se hace evidenteque el lugar merecería estar mejorconservado, pero las autoridades selimitan a controlar el acceso y a pintarunos carteles con el aviso de “¡Peligro!”en varios idiomas, que indican que espeligroso meterse entre las ruinas de losbúnkeres, un aviso que los turistassuelen ignorar.

EL LUGAR DE LA EXPLOSIÓN

Teniendo toda esa informaciónpresente, inicié el recorrido. Gracias ami mapa, sabía que lo primero queencontraría, a mi derecha, sería el lugarque ocupaba el barracón en el queestalló la bomba de Stauffenberg.Caminando a paso rápido por el senderoque allí conducía, mi corazón seaceleraba, más que por el esfuerzo, porla emoción al acudir a ese encuentro conla Historia. A distancia, un claro en elbosque al lado derecho del camino meadvertía de que aquél había sido elemplazamiento de aquella construcción;

me aproximé y, en efecto, allí delantetenía el lugar que a las 12.42 del 20 dejulio de 1944 sirvió de escenario paraaquella tremenda explosión.

Despacio, me acerqué al sitioconcreto en el que se produjo ladeflagración: una viga de hormigón quehabía servido entonces de cimiento a laestructura. El punto exacto, ennegrecidoaún por el efecto de la explosión, estabaseñalado con una pequeña placa. Puse lapalma de mi mano sobre ella. Era difícilreprimir un estremecimiento alcompartir el espacio físico con aquelestallido brutal de luz amarillenta ycalor infernal, aquella detonación seca

que rompió los tímpanos, que hizo volarastillas y cristales, que hirió y mató enun instante. Todo ello lo capté en eseemocionante momento, como si el frío yhúmedo hormigón quisiera transmitirmea través de la placa metálica suelocuente testimonio.

Una vez saboreado el plato fuertenada más comenzar la visita, el resto dela misma amenazaba con convertirse enun tedioso anticlímax, pero nada máslejos de la realidad. Seguí caminandopor el sendero marcado, contemplandolos restos de varios edificios auxiliares,como el barracón destinado a lasmecanógrafas, que aún se conserva en

buen estado.Al cabo de un rato, cuando comenzó

a diluirse la excitación provocada por elcontacto con el lugar exacto de lacélebre explosión, sentí por primera vezcomo un frío húmedo penetraba a travésde mi fina camiseta veraniega. En esemomento me acordé, y no en términosmuy favorables, de la línea aérea que mehabía traído a tierras polacas, y su faltade cuidado en la custodia de miequipaje, aligerándome así de cualquierropa de abrigo. Conforme fuiadentrándome en el bosque, la sensaciónde humedad iba incrementándose. Laspartes del suelo más sombrías aparecían

embarradas y de las enmohecidasestructuras de hormigón pendíanpequeñas estalactitas.

Aquí explotó a las 12.42del 20 de julio de 1944 el

artefacto explosivo dejadopor Claus von Stauffenberg

unos minutos antes. Laplaca señala el lugar

exacto de la deflagración.

La sensación de frío fue máxima alllegar al búnker marcado con el número13. Su ocupante, como no podía ser deotro modo, había sido Adolf Hitler. Fueen ese momento cuando comprendí queel destino me había reservado la mismaexperiencia que tantos visitantes a laGuarida del Führer habían sentido en supropia piel. Todos los que acudieronallí a la llamada del tirano coincidiríanen el ambiente frío y húmedo que, encualquier estación del año, rodeabaaquel lugar. Además, Hitler odiaba elsol y el calor, por lo que renunciabaincluso a la calefacción en su búnker.Ese ambiente gélido suponía una

pesadilla para las secretarias que debíantrabajar a sus órdenes.

Así pues, la experiencia en laWolfsschanze era ya completa. Entendíperfectamente el estado depresivo quese abatía casi de inmediato sobre lamayoría de los que visitaban aquelcomplejo. El frío, la niebla, la densahumedad, conformaban una atmósferaopresiva e insana. Pero,afortunadamente, el destino no considerónecesario que conociera otro elementohabitual, como eran las nubes demosquitos que solían infestar aquellazona semipantanosa.

Vistos esos dos puntos de interés, el

emplazamiento del barracón en el queestalló la bomba de Stauffenberg y elbúnker de Hitler, tan sólo restaba pasearentre los numerosos búnkers y edificiosauxiliares distribuidos por el bosque.

Pero aún me quedaba por vivir otraexperiencia excitante. Una vía férreaatraviesa el cuartel y a la entrada de ésteexistía un apeadero, al que llegabantanto Hitler como sus visitantes,incluyendo jefes de Estado como elitaliano Mussolini o el rumanoAntonescu. Llevado por el atractivo quepodía desprender ese lugar histórico, meencaminé hacia él. Llegué hasta la vía ycomencé a caminar por ella, buscando

con la mirada el célebre apeadero,tantas veces reproducido eninnumerables fotografías; seguí andandomás y más, alejándome del recinto yextrañándome de que pudiera estar atanta distancia.

Continué caminando hasta que, trasuna curva, perdí de vista el cuartel. Ellugar había adquirido ya un aire irreal.La hierba alta cubría buena parte de losraíles y las traviesas, y podían verse enel suelo unas extrañas babosas deenorme tamaño, de un color naranja muyvivo. El zumbido de algún insectorompía de vez en cuando el inquietantesilencio. Entonces, allí, en mitad de la

vía, tuve la sensación de que encualquier momento iba a surgir de lacerrada curva una humeante locomotoranegra, escupiendo vapor y dirigiéndosea toda velocidad sobre mí. Quizás, delmismo modo que el frío hormigón mehabía transmitido todo aquello de lo quehabía sido testigo, las oxidadas vías ylas traviesas de madera podrida meestaban traspasando sus experiencias alservir de camino férreo a aquellostrenes que iban o regresaban de laWolfsschanze.

La maleza cubre parte delas vías de la línea férrea

que comunicaba el Cuartel

General de Hitler con elexterior. Al final de la

curva se llegaba alapeadero del recinto, a

donde llegó Mussolini elmismo día del atentado.

Los restos del edificiodestinado al personal del

Ministerio de AsuntosExteriores. El efecto de los

infructuosos intentos de

volarlo desde el interior,por parte de alemanes y

soviéticos, se puedeapreciar claramente en la

grieta horizontal que partede la ventana.

Como el tiempo ya apremiaba,renuncié a seguir buscando el apeaderoy emprendí el regreso. Pero cuando yame encontraba cerca del recinto,distinguí al borde de la vía, entre latupida vegetación, lo que parecía ser elborde de una plataforma. Sí, allí estabael andén, o lo poco que quedaba de él,pero el bosque se lo había tragado casipor completo. Abriéndome paso entre

unas zarzas, pude adivinar unos pocosmetros más allá los restos de unapequeña construcción, seguramente lacaseta del encargado de la estación. Esoera todo lo que quedaba de aquel lugaral que los jerifaltes de los paísesdominados por el Tercer Reich acudíana rendir pleitesía al que entonces eradueño de casi toda Europa.

Miré el reloj y vi que aún disponíade algún tiempo antes de la horaprevista para el regreso del taxista.Paseé por el área que no había visitado,reflexionando sobre todo aquello queestaba viendo. Vinieron a mi mente esospasajes de la literatura fantástica, en las

que el espíritu del mal, en forma dedragón o de cualquier animalmitológico, habita en un pantano, deentre cuyas fétidas aguas surgen gruesosárboles con enmarañadas raíces. LaGuarida del Lobo aparecía como elescenario perfecto para una de esasleyendas. Y allí, del mismo modo quesucede en esas historias, entró el héroedispuesto a acabar con la encarnacióndel mal; Stauffenberg, desafiando alterrorífico dragón, acudió hasta su cubildecidido a darle muerte. Pero lo quesuele funcionar en las historias deficción no siempre soporta su descensoa la realidad; la espada de Stauffenberg

no acertó con el corazón del dragón, y elhéroe acabó siendo devorado por éste.

La visión del lugar desde el queHitler dirigió la guerra durante losochocientos días que allí residió mehizo comprender de inmediato, comoningún libro podrá hacerlo, la irrealidadque rodeó al dictador germano; lasfronteras, los ejércitos, la vida demillones de personas, todo setransformaba allí en fríos informesbasados en fríos números, y quellevaban a adoptar frías decisiones.Estaba claro que de allí, un tétrico yoscuro pantano, no podía salir nada quepudiera resultar benéfico para ningún

ser humano.A la hora convenida, apareció el

taxista. Ya dentro del coche, mepreguntó muy sonriente si, tal como mehabía recomendado, había visitado lacabaña en la que Hitler y Eva Braunmantenían sus encuentros. Aparentandoun despiste, le confesé que no. Pero leprometí que la próxima vez sí que leharía caso. Ya tenía una excusa pararegresar allí algún día.

Capítulo 1

La resistencia

El atentado contra Hitler del 20 de juliode 1944 fue el gran éxito, yparadójicamente el mayor fracaso, delmovimiento de resistencia al régimennazi. La bomba que estalló ese día en elCuartel General del Führer, y que apunto estuvo a acabar con la vida deldictador, constituyó la culminación deuna serie interminable de esfuerzos, quehabían comenzado hacía más de unadécada, y cuyo objetivo era librar aAlemania de la pesadilla

nacionalsocialista.Antes de ese intento, fueron muchos

los que se sacrificaron por conseguirderrocar a Hitler. Hay que tenerpresente que cualquier acto de rebeldíaante el sistema totalitario creado por losnazis podía tener fatales consecuencias.Un simple comentario crítico con elrégimen en un autobús, escuchado poroídos dispuestos a delatar aldescontento, podía desencadenar unainvestigación de la Gestapo. Durante laguerra, sintonizar una emisora extranjeraequivalía a una condena a muerte si unoera descubierto. Las denuncias entre lapoblación estaban muy extendidas; los

vecinos se denunciaban entre ellos eincluso entre miembros de una mismafamilia.

Pero sobre los opositores al régimenno sólo pendía la amenaza de los riesgosfísicos. El hecho de mostrarseabiertamente crítico con losnacionalsocialistas, y ya no hablemos enel caso de implicarse en algúnmovimiento de resistencia, suponíapadecer un distanciamiento de amigos ycompañeros, e incluso de la mismafamilia, y entrar en un mundo incierto deaislamiento social, ideológico e inclusomoral. Como en todos los sistemastotalitarios, la disidencia era una opción

que no resultaba recomendable paraaquél que quisiera llevar una vidatranquila y sin sobresaltos.

Es difícil imaginar la atmósfera deterror que impregnaba la vida diariadurante la época nazi. Y en ese ambienteopresivo, asfixiante, en el que encualquier momento uno podía versearrojado a los pies del aparatorepresivo del régimen, hubo quienestuvo dispuesto a enfrentarse a él.

Pero en este caso David no podríavencer a Goliat. Como marca la lógica,el fuerte se impondría al débil. Enningún momento, excepto durante lasinciertas horas que siguieron al atentado

del 20 de julio de 1944, el poder deHitler estuvo realmente en peligro. Laoposición, pese a sus loables intentos devariar el terrible rumbo que estabatomando la nave alemana, no logrósocavar los cimientos del sistema. Lafalta de coordinación, las dudas, lospersonalismos, la ausencia de unprograma común y, cómo no, el miedo,hicieron que el trabajo de los que seoponían al nazismo no diese su fruto.Pese a que fueron numerosos lospolíticos, militares y dirigentes socialesque se conjuraron para combatir lamarea nacionalsocialista, fueron muypocos los que pasaron de los

conciliábulos a la acción.Significativamente, los mayores logrosde la oposición fueron losprotagonizados por elementosindividuales, actuando a veces casi ensolitario.

A continuación conoceremossucintamente la historia de la oposiciónal régimen nazi, en la que hay queenmarcar el golpe del 20 de julio. Unaexposición más amplia de estemovimiento tan heterogéneo rebasaríalos límites de la presente obra; por suspropias características, la oposiciónantinazi fue un fenómeno enormementecomplejo, con inabarcables

ramificaciones, que incluso llegaban alcírculo dirigente del propio sistema,como por ejemplo al jefe de losservicios de Inteligencia del Reich, elalmirante Wilhelm Canaris.

DESDE EL PRIMER DÍA

Aunque la resistencia a la dictadurade Hitler se mostró más activa cuando elEjército alemán empezó a cosechar losprimeros fracasos, y especialmente trasel desastre militar sin precedentessufrido en Stalingrado, la oposición a ély a su régimen había comenzado muchoantes del inicio de la contienda. Se

puede afirmar que la resistencia contrael Tercer Reich era tan antigua comoéste mismo.

Hitler accedió al poder el 30 deenero de 1933, cuando fue nombradocanciller por el presidente de laRepública, el mariscal Paul vonHindenburg. Pese a que Hitler, nada mástomar el mando del gobierno, creó losmecanismos para reprimir cualquiercontestación, durante ese añopervivieron grupúsculossocialdemócratas y comunistas queintentaron socavar el nuevo régimen,pero la feroz represión lanzada sobrelos sectores izquierdistas frenó

cualquier posibilidad de acción en losaños sucesivos. Así pues, la oposiciónactiva contra Hitler estuvo,curiosamente, en manos de los círculosconservadores. Estos elementoscontaban a su favor con que nolevantaban sospechas inmediatas, comosí sucedía con los activistas deizquierdas, bien conocidos por lapolicía, por lo que gozaban de unamayor libertad de acción.

Los resistentes conservadores fueroninvolucrándose cada vez más en lasacciones contra Hitler cuando fueevidente que llevaría a Alemania a ladestrucción. Entonces muchos de los que

en principio fueron sus partidariospasaron a oponérsele activamente,favorecidos por el hecho de conocerperfectamente los entresijos del poder y,en algunos casos, el tener acceso directoa su persona. Por ejemplo, existía elFrente Negro, un círculo denacionalsocialistas renegados yradicales, como Otto Strasser, que aojos de Hitler era “peor que los judíos”.En la zona alemana en la que dominabanlos evangélicos nació la IglesiaConfesional, que pretendía salvaguardarla libertad de la fe frente al totalitarismodel Estado. No obstante, su objetivo nofue, en principio, derribar por la fuerza

al tirano.

Gracias a la brutal

Gracias a la brutalrepresión que puso en

marcha desde el primermomento, Adolf Hitler

logró desarticular todoslos movimientos de

oposición organizados,como el de la Capilla Roja,

impulsado por loscomunistas.

Ya en 1937, nació un primer núcleoresistente, organizado por CarlGoerdeler, que había sido alcalde deLeipzig y antiguo Comisario para losPrecios. Goerdeler trató de obtener elapoyo de la vieja aristocracia y de laclase militar, que veían con gran receloel ascenso de Hitler, al no considerarlo

c o mo uno de los suyos. MientrasGoerdeler lideró este movimiento deoposición, la doctrina tendía hacia ladestitución de Hitler y poner freno de laexpansión del Tercer Reich, aunque semantenía viva la idea de una “granAlemania”.

Conforme la resistencia crecía y seorganizaba, aumentaban las relacionesde sus líderes con las otras potencias.Los ingleses, por ejemplo, disponían debuena información gracias al católicoJosef Müller, quien se había puesto encontacto con Londres después de recibirel beneplácito del papa Pío XII. Elembajador alemán en Roma, Ulrich von

Hassel, que también formaba parte delgrupo de opositores al régimen, era otrode estos informadores. De hecho, lasdiferentes Iglesias alemanas confiaronen la ayuda de los británicos paraintentar provocar un cambio en ladirección de Alemania; el contacto amás alto nivel se produjo en Sueciaentre el pastor Dietrich Bonhoffer y elobispo Bell de Chichester. Pero ladecepción para el eclesiástico germano,y para la resistencia antinazi en suconjunto, fue enorme cuando el obispoinglés le transmitió la respuesta delministro británico de AsuntosExteriores, Anthony Eden, a su petición

de ayuda: “Los alemanes debenarreglárselas solos”. Eso es lo queacabaron haciendo los alemanes.

MILITARES DESCONTENTOS

El Ejército sería el principalencargado de mantener viva la llama dela oposición. La vieja clase militar sefue incorporando poco a poco a laresistencia y ya había un nombreescogido para tomar las riendas de lanación en caso de que Hitler fueraderribado: el general Ludwig Beck,antiguo jefe de Estado Mayor, dimitidoen 1938 por su falta de sintonía con la

política expansiva de Hitler.Pero también se consolidó una trama

civil, el llamado Círculo de Kreisau, deorientación socialcatólica, que teníacomo líder al conde Helmuth James vonMoltke, descendiente del famosogeneral. El conde Von Moltke, expertoen derecho internacional en el MandoSupremo de la Wehrmacht, puso adisposición de un nutrido grupo dedisidentes su castillo familiar deKreisau, en la Baja Silesia. Este gruporeunía a altos funcionarios, científicos,pedagogos, eclesiásticos e intelectuales.

Los miembros del Círculo deKreisau no eran simples conjurados

contra Hitler. Pretendían elaborar uncriterio sobre una futura Alemania quesustituyese a la nazi, una vez que sehubiese perdido la guerra ydesapareciese Hitler, dos factores quese daban ya por seguros. El programa dereformas elaborado por este grupollevaba en su seno una clara influenciasocialista. Algunos miembros de estecírculo de discusión teórica pasaríanfinalmente al de los conspiradoresactivos, entre los que figuraría elcoronel Von Stauffenberg.

Moltke estaba también relacionadocon los militares al ser consejero legaldel Servicio de Información del

Ejército: el Abwehr. Sería precisamentee l Abwehr un puntal de la resistenciaantinazi, con nombres como el yaapuntado de Canaris y el de Oster, jefede Estado Mayor del contraespionaje.

Efectivamente, la resistencia queestuvo más cerca de conseguir suobjetivo, eliminar al dictador, sería laque anidaba en el Ejército. Desde sullegada al poder, Hitler habíaproporcionado a los militares un enormepotencial armamentístico. Además, leshabía concedido títulos,condecoraciones y favores de todo tipoen cantidades enormes. Pero Hitler y elEjército se miraban con mutuo recelo.

Los militares no podían dejar de ver ene l Führer al soldado que no habíapasado del grado de cabo durante laPrimera Guerra Mundial. Y Hitlerobservó desde siempre con gran receloa los oficiales de la Wehrmacht.

Los primeros éxitos de la agresivapolítica exterior de Hitler, refrendadospor los grandes logros militaresobtenidos durante la primera fase de lacontienda, consiguieron que la mayorparte del Ejército mantuviera sufidelidad al Führer. Pero el fracaso dela guerra relámpago en Rusia en elotoño de 1941, y la consiguiente llegadade una campaña invernal para la que el

Ejército germano no estaba preparado,comenzó a provocar las primerasdisensiones serias en las altas esferasmilitares. El malestar entre los altosoficiales iría creciendo conformeavanzaba el conflicto; de él nacería elintento de atentado del 20 de julio de1944.

LOS COMUNISTAS

Como se ha indicado, la fuerza de laresistencia antinazi procedía de lossectores más conservadores, puesto quelos opositores izquierdistas, fácilmenteidentificables, padecían una brutal

represión que les impedía organizarsede manera efectiva. No obstante, estepanorama quedaría incompleto sin unareferencia a las actividades de loscomunistas que intentaron plantear algúntipo de dificultad al régimen de Hitler,como por ejemplo los encuadrados en laorganización conocida despectivamentepor la Gestapo como la Orquesta Roja,después de que descubriera suexistencia en 1942.

La Orquesta Roja no eraexplícitamente una organizacióncomunista. Estaba mayoritariamenteintegrada por artistas, escritores eidealistas de todo tipo, pero muchos de

sus miembros no llegaron a enterarse deque el núcleo dirigente estaba formadoen realidad por comunistas convencidos:el teniente de la Luftwaffe HarroSchulze-Boysen, sobrino segundo delalmirante Von Tirpitz, y Arvid Harnack,del Ministerio de Economía del Reich,sobrino del historiador Adolf vonHarnack.

La resistencia llevada a cabo poreste grupo se concretó en un enormecaudal de información enviado a Moscú,ya que se mantenía en estrecho contactocon el servicio secreto soviético. Loscomunistas no tenían los reparos éticosde otros miembros de la resistencia,

sobre todo los militares, en cuanto quepara aquéllos la alta traición en tiemposde guerra no equivalía a la traición a lapropia patria. Para unos y otros elasesinato de Hitler estaba moralmentejustificado, pues la muerte violenta deldictador parecía el único medio quequedaba para restablecer el estado dederecho.

Los círculos conservadores deresistencia al régimen apenas prestaronatención a los opositores comunistas.Éstos, por su parte, desconfiaban de laoposición conservadora porque temíanque ésta llegase a establecer un régimenmilitar, pero aun así seguían con mucha

atención sus maniobras para estar biensituados en caso de un bandazo político.De momento, la tarea de los comunistasera renovar la lucha de masas en lasempresas, la distribución de propagandamarxista en ellas, la formación decélulas o el establecimiento de contactoscon prisioneros de guerra rusos o civilesalemanes recluidos en campos deconcentración.

Desde Alemania se tendían tambiénhilos hasta el Comité NacionalAlemania Libre, que funcionaba enMoscú bajo el control de los soviéticosy que tenía como integrantes a oficialesgermanos que habían sido capturados.

El balance de estos esfuerzos de loscomunistas por levantar a las masascontra el nazismo sería desolador. Lapropaganda y el miedo harían que lostrabajadores alemanes siguierancumpliendo con sus horariosestajanovistas en la industria de guerracasi hasta el último día de la contienda.La ansiada rebelión del proletariado nosería más que una utopía; de hecho,Hitler siempre contempló a los obreroscomo unos aliados fieles, encontraposición a las clases altas, de lasque siempre desconfió.

En suma, los movimientosorganizados contra el régimen totalitario

de Hitler, si nos atenemos a losresultados, obtuvieron un rotundofracaso. Las estructuras del nazismo notemblaron en ningún momento, y sólo sedesplomaron cuando las tropas aliadasocuparon el territorio alemán.

De todos modos, ese fracaso globalde la oposición no puede empañar laactitud heroica de los pocos que seenfrentaron a cara descubierta alrégimen, de aquéllos que no se quedaronen las palabras y pasaron a la acción.Para concluir este capítulo, creoconveniente referir los dos casos másanecdóticos pero más representativos deesa resistencia personal a la barbarie

nazi.Sin contar con medios ni apoyos,

algunos jóvenes rechazaron launiformidad impuesta por ese sistematotalitario y decidieron enfrentarse a él,sin esperanzas de conseguir vencerle,pero con el convencimiento de queestaban haciendo lo correcto; unosfueron los llamados jóvenes del swing yotros los integrantes de la Rosa Blanca.

Hitler durante un desfile,en un acto del Día del

Partido en 1935.

Desde el propio PartidoNacionalsocialista

surgirían maniobras paraapartarle del poder.

JÓVENES CONTRA HITLER

La oposición al nazismo no se dabasólo en el Ejército, las Iglesias o losmovimientos obreros. Existía unpequeño pero voluntarioso sector de lajuventud que lograba resistir la intensalabor de adoctrinamiento y manipulaciónque el régimen ejercía en las escuelas.Uno de estos grupos era el conocidocomo los jóvenes del swing(swingjugend, en alemán), que

expresaban su contestación al régimenimitando la última moda inglesa yestadounidense.

Estos chicos swing, que lucían elpelo largo, acostumbraban a llevarabrigos exageradamente grandes,sombreros tipo bombín y un paraguasnegro, aunque hiciera buen tiempo. Lamayoría de ellos tenía entre catorce ydieciocho años, eran de clase mediaalta, aunque también los habíaprocedentes de la clase trabajadora, yresidían en Hamburgo y Berlín. Paraesos muchachos, el mensaje de libertadde la música swing estadounidense lesaportaba un poco de aire fresco para

sobrellevar la monolítica e irrespirableatmósfera política y cultural de laAlemania nazi, negadora de cualquieratisbo de libertad individual.

Enamorados del baile, estaban alcorriente de las últimas novedades deljazz que llegaban de Norteamérica. Estamúsica era su principal enseña, ungénero que era considerado ofensivo porla propaganda nacionalsocialista, al sernormalmente interpretado por músicosafroamericanos. El régimen pretendíadegradarlo calificándolo de “músicanegra” y colocándole la etiqueta de “artedegenerado” (entartete Kunst). Pero esoimportaba poco a los jóvenes rebeldes,

que solían organizar conciertos de jazz,concursos de baile y fiestas en las quesonaban discos recién llegados del otrolado del Atlántico. La libertad que serespiraba en esas reuniones despertabalos recelos de los nazis; éstos enviabana miembros de las JuventudesHitlerianas de incógnito, en cuyosinformes aparecían referencias a la“depravación moral” que se daba enellas.

L o s swingjugend no aspiraban aconvertirse en opositores al régimen. Enocasiones, la rebeldía tomaba la formade parodia del saludo nazi —HeilHitler!—, transformándolo en un festivo

Swing Heil!, así como la utilización deuna jerga cargada de términos en inglés,en unos momentos de exaltación delnacionalismo germano. Lascaracterísticas de este grupo tenían másque ver con un movimientocontracultural que con uno político, perola confrontación con el nazismo seríainevitable.

Cartel anunciador de laexposición “Música

degenerada” (Entartete

Musik), celebrada en 1938.Para los nazis, el jazz y elswing eran contrarios al

espíritu alemán.Algunos jóvenes

inconformistas se hicieronentusiastas de esta música

como respuesta a laopresión del régimen.

De todos modos, el régimen intentóganarse a esos jóvenes descontentospromoviendo un jazz germanizado,menos trepidante que el norteamericano,y que debía ser interpretado bajo unaestricta regulación. Esa vía de escapetuvo un cierto éxito; en 1940, unconcierto de jazz alemán en Hamburgo

atrajo a medio millar de jóvenes. Peroe l jazz domesticado no sirvió paradomar a los swingjugend.

Hitler advirtió la potencialpeligrosidad de esa muestra de rebeldíajuvenil, que podía transformarse encualquier momento en un movimiento derebeldía política. El aparato represivonazi cayó sobre ellos, lo que les obligóa desarrollar sus actividades en laclandestinidad. El 18 de abril de 1941,unos trescientos swingjugend fueronarrestados por la Gestapo. Los castigososcilaron entre un corte de pelo al cero,el envío a una escuela controlada o, enel caso de los líderes, el internamiento

en un campo de concentración.Paradójicamente, el incremento de lapresión policial, así como el cansanciocon el orden y la disciplina queimponían las Juventudes Hitlerianas,generó nuevos movimientoscontestatarios, integrados sobre todo pormuchachos procedentes de las clasesbajas, como los Piratas Edelweiss(Edelweisspiraten), aunque la dinámicade estos grupos podía asimilarse al delas bandas juveniles.

La represión también provocó quealgunos chicos del swing tomasenconciencia política, llegando a repartirpropaganda antinazi. Heinrich Himmler

decidió acabar de raíz con elmovimiento, por lo que en enero de1942 impartió órdenes precisas para elarresto y el envío a campos deconcentración de todos sus miembros.En una carta dirigida al jefe de laSeguridad del Estado, ReinhardHeydrich, Himmler lamentaba que hastaese momento sólo se hubieran tomadomedias medidas y que era necesario queel movimiento fuera exterminadoradicalmente, estableciendo para elloque sus líderes fueran internados durantedos o tres años en régimen de trabajosforzados. Según Himmler decía en lamisiva, “sólo mediante la brutalidad

seremos capaces de impedir la peligrosaextensión de las tendencias anglófilas,en estos tiempos en los que Alemanialucha por su supervivencia”.

A partir de esa orden de Himmler, laGestapo llevó a cabo redadas en loslocales en los que se reunían losswingjugend, procediendo a ladetención de sus miembros enviándolosa los campos de concentración. Losnazis consiguieron su propósito defulminar ese movimiento opositor, peroel ejemplo de esos rebeldes quedaríacomo la prueba palpable de que no todala juventud alemana siguió a Hitler, talcomo el Tercer Reich pretendía hacer

ver.Aunque los swingjugend no habían

llegado a involucrarse formalmente en laoposición política al régimen, habíanexistido contactos en Hamburgo con unmovimiento juvenil de resistencia que síestaba dispuesto a luchar contra elnazismo: la Rosa Blanca.

LA ROSA BLANCA

Cinco estudiantes de la Universidadde Munich, Hans Scholl y su hermanaSophie, Christoph Probst, AlexanderSchmorell y Willi Graf, a los que se lesunió un profesor, Kurt Huber, decidieron

unirse para combatir, en la medida desus escasas posibilidades, el sistematotalitario en el que se veían obligados avivir. El impulsor del grupo era HansScholl; un estudiante de medicinadesengañado con el nazismo. Él, al igualque todos los muchachos de su edad,había formado parte de las JuventudesHitlerianas. Allí descubrió el sentido dela camaradería, la emoción de lasmarchas entonando cantos marciales o laaventura de las excursiones, peroconforme fue creciendo fuecomprendiendo la gran mentira en la quese basaba todo ese adoctrinamiento. Yaen la Universidad, un día recibió una

carta anónima en su buzón que conteníaun sermón del obispo Galen, quien habíacondenado públicamente el asesinatosistemático de enfermos mentales. Hans,animado al ver que otros compartían susideas, decidió buscar a otroscompañeros de estudios que pensasencomo él. El fruto de esos encuentrossería la formación de un grupo que seríabautizado como la Rosa Blanca (WeisseRose), un nombre que quería evocar elconcepto de pureza.

Los integrantes masculinos de estegrupo conocían la vida en el frente, alhaber estado en Francia y en Rusiadestinados en los cuerpos sanitarios. No

era necesario que nadie les explicase eldrama que suponía la continuación de lacontienda. Habían sido testigos de lasatrocidades nazis contra la poblacióncivil rusa y lo eran también de lapersecución lanzada contra los judíos,tanto en Alemania como en los paísesque estaban bajo su dominio. A ellos seuniría más tarde la hermana de Hans,Sophie.

Las líneas ideológicas de la RosaBlanca eran los principios cristianos yel rechazo al militarismo prusiano. Suideal era una Europa federada, unida porla libertad, la tolerancia y la justicia. Ensus escritos citaban, además de la

Biblia, a pensadores como Lao Tse yAristóteles, y a escritores alemanescomo Goethe y Schiller.

En una primera fase, a principios de1942, las actividades de la Rosa Blancafueron muy limitadas, reduciéndose alreparto de octavillas mediante envíosmasivos por correo en diferentesciudades de Baviera y Austria, alconsiderar que el sur de Alemania seríamás receptivo a su mensajeantimilitarista. En la segunda mitad delaño estas actividades cesaron, puestoque los estudiantes de medicina teníanque pasar sus vacaciones semestrales endistintos puntos del frente oriental. Pero

la noticia de la capitulación alemana enStalingrado el 2 de febrero de 1943 fuela espoleta que puso en acción el grupo,ya reunido de nuevo tras ese paréntesis,al comprender que tarde o tempranotoda Alemania sería víctima de undesastre similar al que la Wehrmachthabía sufrido a orillas del Volga.

Hans Scholl, uno de losjóvenes líderes de la Rosa

Blanca, hermano de

Sophie.

La primera acción, casi suicida, fuerealizar pintadas antinazis en las callesde Munich. Una mañana, las paredes dela Ludwigstrasse amanecieronmostrando, hasta setenta veces, laconsigna “Abajo Hitler”. La Gestapoinició sus pesquisas y, pese a que noconsiguió descubrir quién estaba detrás,comenzó a sospechar que el núcleoresistente podía proceder de laUniversidad.

Los integrantes de la Rosa Blancacelebraron el éxito de su acción.Animados por éste, decidieron dar otro

sonoro golpe, como era llevar a cabo unreparto masivo de octavillas en laUniversidad. En ellas se hacíareferencia a la reciente tragedia deStalingrado, cuyos dramáticos detalleshabían dejado a la población alemana enestado de shock:

“Trescientos treinta milalemanes han sido condenados amuerte y a la perdición por lagenial estrategia, irresponsable ysin sentido, del cabo de laPrimera Guerra Mundial.Führer, te damos las gracias”.

Más abajo podía leerse: “El día delajuste de cuentas ha llegado. ¡Libertad yhonor! Durante diez años, Hitler y suscamaradas han exprimido, estranguladoy falseado las dos grandiosas palabrasalemanas como sólo pueden hacer losadvenedizos que arrojan a los cerdos losmás sacrosantos valores de una nación.”El 18 de febrero de 1943, el ministro dePropaganda del Reich, JosephGoebbels, proclamaría la guerra totalante un auditorio enfervorizado, con elobjetivo de superar el trauma provocadopor el revés sufrido en Stalingrado. Peroese mismo día, en la Universidad deMunich tendría lugar el gran acto de

resistencia de la Rosa Blanca.Aprovechando el momento en el que nohabía nadie en los pasillos, alencontrarse todos los alumnos yprofesores en clase, Hans y SophieScholl comenzaron a colocar montonesde octavillas en el suelo y sobre lasbalaustradas. Con la mayoría de losfolletos ya repartidos por todo elrecinto, Sophie decidió subir lasescaleras hasta el piso superior del hallcentral y lanzar los últimos en forma delluvia sobre los estudiantes, que en esemomento salían de clase.

Pero en el momento el que Sophierealizaba su arriesgada acción fue vista

por un conserje, miembro del partidoNazi, que ordenó cerrar de inmediatotodas las puertas y ventanas. La policíasecreta del Estado, alertada por unallamada telefónica del conserje, acudiórápidamente y arrestó a los doshermanos. Seguidamente se produjo unaamplia redada, en la que caerían losotros miembros del grupo, así comootras personas que habían colaborado endistinto grado con ellos.

Los hermanos Hans y Sophie Scholl,junto a Christoph Probst, comparecieronante el tribunal cuatro días más tarde,tras ser sometidos a severosinterrogatorios. En ellos, los acusados

intentaron minimizar el alcance de suconspiración, para proteger a los otrosmiembros. Insistieron en que actuabansolos, sin la ayuda de cómplices.Durante el juicio, presidido por RolandFreiser, el Juez Supremo del Tribunaldel Pueblo de Alemania, se limitaron areconocerse autores de los hechos deque se les imputaban. Sophie declaró:“Lo que dijimos y escribimos locomparten otros muchos. Lo que ocurrees que no se atreven a confesarlo”.

Sophie Scholl, en unaimagen tomada durante eljuicio al que fue sometida,en el que fue condenada a

muerte.

Los tres fueron declarados culpables

y condenados a ser ejecutados en laguillotina, una pena que se cumplió esemismo día. Los otros miembros delgrupo también serían juzgados,condenados y decapitados cinco mesesdespués. Todos aquellos de los que sesospechaba alguna relación con el grupofueron sentenciados a penas de prisiónentre seis meses y diez años, incluidoslos que habían organizado una colectapara la viuda e hijos pequeños deProbst.

Tras la caída del Tercer Reich, laRosa Blanca se convirtió súbitamente enun símbolo de la resistencia a la tiraníanazi. Por ejemplo, el compositor Carl

Orff aprovechó este repentinoreconocimiento para alejar de élcualquier sospecha de colaboración conel régimen; declaró a sus interrogadoresaliados que fue un miembro fundador dela Rosa Blanca, siendo por elloliberado, aunque lo único que le unía algrupo era que conocía personalmente alprofesor Huber.

La Rosa Blanca fracasó en suvoluntarioso intento de minar ladictadura nazi, pero su ejemplo serviríaa las generaciones posteriores comotestimonio de que, aun bajo las mástemibles amenazas y con los medios máslimitados, es posible poner en evidencia

la fragilidad intrínseca a todo sistematotalitario[2]. Mientras que la mayoría dejóvenes alemanes se mostraroninconscientes, indiferentes o inclusoentusiastas hacia el nazismo, loshermanos Scholl y sus compañeroshabían adoptado un rechazo frontal haciael régimen que aplastaba su libertad. Labrutal represión de que fueron objeto nohizo más que inmortalizar la llama queentonces encendieron.

Monumento a la RosaBlanca, en la Universidad

de Munich.

La Rosa Blanca se limitó a oponersede manera simbólica a la dictadura. Suresistencia podría calificarse depacífica, pero hubo otros que noconfiaban en que ese tipo de actuacionesfueran a derribar el régimen de terrorimpuesto por Hitler. Como veremos acontinuación, esos otros alemanesestaban convencidos de que sólo con lamuerte del dictador se podía acabar conla pesadilla nazi.

Capítulo 2

Los atentados

Si la resistencia contra el nazismosurgió desde el primer momento en elque los nacionalsocialistas llegaron alpoder, los intentos de atentado contra lavida de Hitler también fueronsucediéndose casi sin interrupción desdeese mismo momento. El historiadorRichard Overy llegó a contabilizar untotal de 42 atentados; de todos modos,es muy difícil realizar un recuento deesos planes de asesinato, pues escomplicado delimitar la frontera entre lo

que es ya una operación avanzada, conposibilidades reales de pasar a laacción, y lo que no es más que un planque se encuentra en su fase inicial.

Acabar con Hitler se habíaconvertido en un objetivo ansiado pormuchos, incluso cuando éste aún era unafigura secundaria en el panoramapolítico alemán. En los primerostiempos de ascenso del nazismo, Hitlerya contaba con detractores dispuestos aeliminarle. No es de extrañar que estofuera así, teniendo en cuenta elenfrentamiento encarnizado que elPartido Nacionalsocialista mantenía conlos partidos de izquierda.

Pero los planes para acabar con éltambién partieron de miembrosdescontentos del propio partido. En esaprimera fase, Hitler se vio envuelto envarios tiroteos, como en 1921 en elHofbräuhaus de Munich y en 1923 enLeipzig. Cuando, al inicio de la décadade los treinta, se advertía la posibilidadde que Hitler pudiera alcanzar el poder,los intentos de atentado se hicieron másfrecuentes. En marzo de 1932 su cochefue tiroteado en Munich, y en junio de1932 se colocó un artefacto explosivopor el lugar donde iba a pasar, en lascercanías de Stralsund.

LA SUERTE, CON EL FÜHRER

Hitler protagonizó un par decuriosos incidentes que demostraron quela suerte estaba siempre de su lado. En1936, Hitler asistió en Wilhelmhaven auna ceremonia fúnebre en honor devarios marinos muertos durante laGuerra Civil española. Para desplazarseallí utilizó su tren especial. Tras el acto,ya de noche, emprendió el regreso aBerlín.

Durante el viaje, Hitler reparó enque el marcador de velocidad situado enel vagón restaurante marcaba 125kilómetros hora. De inmediato, el

Führer dio la orden de que se bajara lavelocidad a unos prudentes 80kilómetros por hora. El maquinistaprotestó, pues debía cumplir con unasdeterminadas previsiones de paso, perono tuvo otro remedio que obedecer. Alcabo de unos pocos minutos, el trenfrenó con unas violentas sacudidas,rechinando las ruedas sobre los raíles.La causa de la detención había sido elimpacto con un autobús que se habíasaltado un paso a nivel. El accidenteprovocó varios muertos y heridos entrelos ocupantes del autobús, pero no huboningún daño entre los pasajeros del tren.El maquinista confesó más tarde que si

se hubiera mantenido la velocidad de125 kilómetros por hora el trenseguramente habría descarrilado; esoimpresionó vivamente a Hitler, queconfirmó su intuición de que el destinole proporcionaba algún tipo deprotección.

Otro suceso demostraría que Hitlercontaba con un sexto sentido que leprotegía en los casos en los que su vidacorría peligro. En otra ocasión, viajandoen automóvil de Berlín a Munich bajouna intensa tormenta, los farosiluminaron a un hombre que, en mitad dela calzada, pedía auxilio con unalinterna. El chófer paró a su lado para

ofrecerle ayuda y el desconocidoaseguró haberse perdido, solicitandoque le indicasen la dirección del puebloa donde se dirigía. En ese momento,Hitler ordenó al chófer que arrancaseenseguida y escapase a toda velocidad.Mientras se alejaban, escucharon tresdisparos. A la mañana siguiente, elchófer examinó el coche y observóatónito que las tres balas habíanrebotado muy cerca de la ventanillajunto a la que se encontraba Hitler. Mástarde hubo una explicación al extrañosuceso; un demente armado, que yahabía sido detenido por la policía, habíaatracado a varios vehículos después de

escaparse de un manicomio cercano.La intuición había salvado de nuevo

a Hitler, pero éstos no serían los únicoscasos. Resultaría muy prolijo describirtodos y cada uno de los intentos deatentado que sufrió Hitler, por lo que acontinuación se referirán los tres quemás cerca estuvieron de conseguir suobjetivo.

UN ESTUDIANTE SUIZO

En noviembre de 1938, la vida deHitler estuvo próxima a ser segada porlos disparos de un joven suizo,estudiante de teología, Maurice Bavaud.

Nacido en Neuchatel en 1916, Bavaudconsideraba a Hitler un peligro para laindependencia suiza, el catolicismo enAlemania y la humanidad en general.Decidido a poner remedio a esaamenaza, resolvió acabar él mismo conla vida del dictador. Para ello,aprovechando unas vacaciones en el mesde octubre del seminario francés en elque estudiaba, Maurice fue a Alemania avisitar a unos familiares en BadenBaden, asegurando ser un ardienteadmirador del Führer.

Afortunadamente para él, entre susfamiliares estaba Leopold Gutterer, unalto funcionario del Ministerio de

Propaganda de Goebbels, encargado decoordinar los actos públicos en queparticipaba Hitler. Así, Gutterer le ibainformando del calendario deactividades previstas. Al cabo de unosdías, el suizo consiguió comprar un armay munición, con lo que el atentado ibatomando forma.

Bavaud acudió a varios actos,buscando una oportunidad paraacercarse a Hitler, pero pronto se diocuenta de que las medidas de seguridadque rodeaban al Führer hacían de él unobjetivo nada fácil. En un café deBerchtesgaden —el pueblo más cercanoal refugio alpino de Hitler—, el joven,

haciéndose pasar por periodista,conoció al mayor Deckert, quien semostró dispuesto a ayudarle cuandoconoció el deseo de Maurice porconocer a Hitler en persona. Noobstante, Deckert enfrió el entusiasmodel suizo cuando le explicó lo difícilque era poder entrevistarsepersonalmente con él. Además, en eseotoño de 1938 Hitler estabacontinuamente de viaje, lo quedificultaba aún más un posible encuentroen Berchtesgaden.

El estudiante suizo deteología Maurice Bavaudestuvo muy cerca de poder

disparar contra Hitler.

El militar aconsejó a Maurice acudira Munich el 8 y el 9 de noviembre, en

donde Hitler se hallaría para celebrarlos actos conmemorativos delaniversario del intento de golpe deEstado de 1923, en esa misma ciudad.El animoso helvético siguió el consejode Deckert y acudió en tren a Munich,estableciéndose en un lugar cercano adonde estaba previsto que pasase lacomitiva de Hitler. Tras algunos intentosfallidos, logró un pase en la Oficina dePrensa Extranjera, en donde asegurótambién ser un periodista suizo. Esepase le permitiría el 9 de noviembreocupar un asiento en un sitio idóneo parasu propósito, en el que el cortejo debíapasar por una calle estrecha antes de

entrar en la Marienplatz. Los días quequedaban para esa fecha fueronaprovechados por Maurice para hacerprácticas de tiro a las afueras deMunich, en el lago Ammer. Allíalquilaba un bote y hacía puntería conlos barcos de papel que arrojaba alagua.

A primera hora de la mañana del 9de noviembre, el suizo ocupó su asientoen la tribuna de prensa con muchaantelación, sorprendiéndole el hecho deque nadie le requiriese el pase. Tenía lapistola oculta en el bolsillo de suabrigo. Su plan era abandonar el asientoy acercarse lo suficiente a Hitler para no

errar el disparo. Finalmente, llegó elmomento esperado; la comitiva se ibaacercando al lugar en el que seencontraba. Pero Maurice advirtió congran pesar que la gente se estabaarremolinando al borde de la calle conlos brazos en alto, haciendo el saludonazi. En esas circunstancias, en las queni siquiera podía ver a su objetivo, eraimpensable poder efectuar un disparocon un mínimo de garantías, por lo querenunció a intentarlo. Con un gransentimiento de frustración, abandonó ellugar, pero no estaba dispuesto deningún modo a rendirse en su propósito.

Al día siguiente, volvió a

Berchtesgaden pensando que Hitler seencontraba allí, pero le dijeron quehabía emprendido un nuevo viaje. Elsuizo intentó por todos los mediosconseguir una entrevista con Hitler,desplazándose a donde él se encontrabaen cada momento, pero el tiempo ibapasando y sus peticiones quedabansepultadas bajo las otras miles desolicitudes que requerían lo mismo. Susfondos acabaron resintiéndose por esecontinuo ir y venir, hasta que el suizodecidió regresar a Francia para haceracopio de fuerzas y de dinero. Pero eneste viaje por ferrocarril Bavaudcometió un error fatal, al no proveerse

de un pase válido. La irregularidad fuedescubierta en una inspección rutinariadel personal ferroviario, que enseguidalo puso en conocimiento de la Gestapo.El suizo fue arrestado, interviniéndoselela pistola, que estaba en su poder.

Sometido a interrogatorios, Bavaudacabó relatando toda la historia delintento de atentado. El 18 de diciembrede 1938 fue juzgado por el Tribunal delPueblo y condenado a muerte. Elgobierno helvético intentó que se leconmutara la pena máxima por otra deprisión pero, al parecer, esos esfuerzosno serían demasiado insistentes; dehecho, el embajador suizo en Berlín,

Hans Fröhlicher, llegó a condenarpúblicamente el intento de atentado. El14 de mayo de 1941, Maurice Bavaudpasaría por la guillotina, en la prisiónberlinesa de Plötzensee.

Después de la guerra, el padre deBavaud intentó rehabilitar el nombre desu hijo. Eso lo consiguió en parte el 12de diciembre de 1955, cuando untribunal alemán conmutó la pena demuerte por otra de cinco años deprisión, al considerar que la vida deHitler estaba protegida por la ley comola de cualquier otra persona. Pero elprogenitor de Bavaud no estuvo deacuerdo con esta resolución, por lo que

apeló. Al año siguiente hubo un nuevoveredicto, por el que se anulaba tambiénla pena de prisión y se ordenaba alEstado alemán pagar 40.000 francossuizos a la familia de Bavaud enconcepto de indemnización por lo que seconsideraba que había sido unasentencia injusta.

Desde entonces, Maurice Bavaud hasido objeto de una cierta idealización.Para algunos suizos, se trata de un nuevoGuillermo Tell. Esa reivindicación desu figura tuvo su plasmación en 1989 yen 1998, en sendas declaraciones delConsejo Federal Helvético por las quese admitía que las autoridades suizas de

la época no hicieron todo lo que estuvoen sus manos para salvar la vida deljoven condenado por la justicia nazi.

UN CARPINTERO SOLITARIO

La mayor parte de los intentos deacabar con el régimen nazi mediante laeliminación física del dictador fueronfruto de iniciativas individuales, talcomo hemos visto con el caso deBavaud. Pero Georg Elser, un decididocarpintero de Königsbronn, estaríamucho más cerca de conseguirlo que elestudiante suizo.

Cuando intentó matar a Hitler, Elser

tenía treinta y seis años. Era bajo deestatura, con el cabello oscuro yondulado. De personalidad solitaria,tenía pocos amigos, pero los que loconocían tenían un buen concepto de él.A Elser no le interesaba la política;aunque había ingresado en unaorganización comunista, la Liga Roja deCombatientes del Frente, y habíapertenecido al sindicato de lostrabajadores de la madera, noparticipaba en decisiones políticas y nosabía demasiado de ideologías.

Sin embargo, Elser observaba eldeterioro del nivel de vida de la claseobrera y las limitaciones a su libertad,

así como los peligros para la paz queentrañaba la política expansionista deHitler. Tras el Pacto de Munich, Elserconsideró —acertadamente— que enlugar de garantizar la paz en Europa enrealidad se había dado un paso hacia laguerra, por lo que sólo la eliminación dela cúpula dirigente del régimen podríaimpedir una nueva conflagración. Así,en el otoño de 1938 Elser decidió que élmismo efectuaría la eliminación delmáximo dirigente del Tercer Reich.

Elser había leído en los periódicosque la próxima reunión de los jefes delpartido se iba a celebrar en laBürgerbräukeller de Munich el 8 de

noviembre de 1939. En esa fecha secelebraba el aniversario anual delfallido Putsch de Hitler de 1923, y sereunirían figuras destacadas del régimenjunto al propio Führer y la viejaguardia del partido. Elser viajó aMunich y allí llegó a la conclusión deque el mejor sistema para llevar a cabosus planes era una bomba de relojería,colocada dentro de la columna situadaen el lugar donde Hitler hablaría, aespaldas del estrado que acostumbrabana montar para Hitler el día de lacelebración del aniversario.

Georg Elser logró ocultaruna bomba de relojería en

el lugar en el que Hitler

debía pronunciar undiscurso.

Durante los meses siguientes, Elserrobó explosivos de la fábrica dearmamento donde trabajaba en esemomento. Para fabricar el temporizadorde la bomba, usó los conocimientosadquiridos previamente, cuando estuvoempleado durante cuatro años en unafábrica de relojes.

A principios de abril, pidió una bajalaboral y volvió a Munich. Hizo unreconocimiento minucioso, tomandobocetos y medidas. Consiguió un nuevotrabajo en una cantera, que le permitió

robar dinamita. Durante los mesessiguientes efectuó ensayos previos conla bomba diseñada por él, que tuvieronéxito. Volvió a Munich en agosto, ydesde entonces hasta noviembre llegó aesconderse hasta treinta veces en lacervecería sin que le descubrieran, puescada mañana salía a escondidas por unapuerta lateral, sin ser visto. Allí sededicaba a practicar un agujero en lacolumna deseada, tras el revestimientode madera. Su trabajo fue tan meticulosoque incluso llegó a recubrir el agujerocon estaño para que la bomba no semoviera o no sonara a hueco. La bombaquedaría instalada y lista el 6 de

noviembre, pero al día siguiente Elservolvería a la cervecería para asegurarsede que seguía funcionando. A la mañanasiguiente, Elser se despidió de suhermana, que vivía en Stuttgart, le pidióalgo de dinero y se dirigió hacia lafrontera suiza.

La duración habitual del discurso deHitler era desde las ocho y media de latarde hasta, aproximadamente, las diezde la noche, para luego permanecervarios minutos más conversando con losantiguos camaradas del partido. Paraasegurarse de que la bomba estallaríacuando Hitler estuviera en el estrado,Elser programó la explosión para las

nueve y veinte minutos.Pero, para desgracia de Elser y del

futuro de Alemania, las condicionesespeciales de la guerra variarían aquelaño el horario de la celebración. Hitlerempezó su discurso a las ocho y diezminutos y lo terminó poco después delas nueve. Una vez acabado se dirigiórápidamente hacia la estación para cogerel tren de las nueve y media haciaBerlín, ya que el mal tiempo le impedíavolver en avión, una de las razones queinfluyeron también en la decisión deacortar el discurso.

Tal como estaba previsto,exactamente a las 21.20 horas estalló la

bomba de Elser, que destruyó lacolumna situada detrás del lugar dondehabía estado Hitler diez minutos antes, yparte del techo de la galería superior.Tras la marcha de Hitler, mucha gentehabía decidido abandonar el local, conlo que es imposible saber con exactitudla magnitud de la explosión en lascondiciones en las que Elser la habíaplaneado. El resultado final fue de ochopersonas fallecidas y sesenta y tresheridas, dieciséis de ellas de gravedad.

De inmediato, el Servicio deSeguridad del Reich se dispuso adescubrir a los responsables delatentado. Las primeras sospechas

recayeron sobre el servicio secretobritánico. Pero los trabajos en laBürgerbräukeller permitieron descubrirrestos de una bomba artesanal y untemporizador; el tipo de explosivo era elhabitual en las minas, y el autor habíausado placas de estaño y corcho de unmodelo poco habitual. Por tanto, lascaracterísticas caseras de la bomba nocorrespondían con el tipo de artefactoque emplearían unos agentes enviadospor una potencia extranjera.

La policía interrogó a un relojeroque recordaba haber vendido a unhombre con acento suabo dos relojes delmismo tipo que el usado en la bomba.

También fue interrogado el comercianteque vendió las placas de corcho. Porúltimo, la investigación llevó a uncerrajero que había prestado su taller aun suabo para trabajar en “algo de suinvención”. La descripción hecha porlos tres hombres fue idéntica.

Hitler, durante un discursoen la cervecería de Munich

en la que Elser colocaría subomba con temporizador.

El dictador abandonaría ellocal antes de que hiciera

explosión.

A raíz de estas investigaciones, lapolicía descubrió que un hombre querespondía a esa descripción había sidovisto las últimas semanas cerca de laBürgerbräukeller, y que en algunaocasión había sido sorprendido en loslavabos tras la hora del cierre. HeinrichMüller, jefe de la sección IV de laGestapo, recibió un telegrama que leinformaba de la detención de unsospechoso que correspondía a la

descripción hecha por los comerciantes,en la frontera con Suiza.

Elser ya había sido detenido, deforma casual, a las nueve menos cuartoen el puesto aduanero de Constanza, enla frontera helvética. Era una simpledetención rutinaria de alguien queintentaba pasar la frontera de formaclandestina. Pero unas horas después,los funcionarios de fronteras empezarona relacionar a Elser con el atentado, alencontrar en sus bolsillos una postal del a Bürgerbräukeller con una columnamarcada con una cruz roja, un fragmentode detonador y una insignia comunista.Pese a las evidencias, Elser negó

cualquier relación con el atentado.Elser fue conducido a Munich para

ser interrogado por la Gestapo, dondecontinuó negando su participación en loshechos a pesar de las pruebas en sucontra, como, por ejemplo, los rasguñosde sus rodillas a consecuencia depermanecer horas arrodilladoexcavando en la columna. Tras sertorturado la noche del 12 al 13 denoviembre, confesó el 14 de noviembre.Días después hizo una confesióncompleta, con detalles de la bomba y losmotivos que le habían impulsado acometer el atentado. Tras la confesiónde Munich, Elser fue llevado a la sede

del Servicio de Seguridad del Reich, enBerlín, donde volvió a ser torturado.Himmler no creía que un carpintero, sinapenas medios y educación, hubieraestado tan cerca de asesinar al Führer,sin contar con cómplices y estabaconvencido de que existía algunaconexión con el servicio secretobritánico.

Sello alemán dedicado aGeorg Elser, en

reconocimiento a su acción.

Elser permaneció en Berlín hasta1941. Tras comenzar la invasión de laUnión Soviética, el 22 de junio de 1941,fue trasladado al campo deconcentración de Sachsenhausen, para,

en 1944, ser enviado al campo deDachau. En ambos lugares,curiosamente, recibió trato de prisioneroprivilegiado. Se ha especulado con queHitler estaba esperando el momentopropicio para organizar un juiciodestinado a demostrar que Elserformaba parte de una conspiraciónorganizada por los servicios secretosbritánicos, pero la razón última de esaactitud benévola con Elser sedesconoce.

El Ayuntamiento de Munichdedicó una plaza a Georg

Elser.

Sin embargo, el 5 de abril de 1945,cuando la guerra estaba ya a punto definalizar, Hitler ordenó que fueranejecutados los prisioneros especiales deDachau, entre los que se encontraban elalmirante Wilhelm Canaris y Georg

Elser. Cuatro días más tarde, un oficialde las SS, Theodor Heinrich Bongartz,ejecutó a Elser con un tiro en la nuca.

Los dos intentos que se han relatado,el de Bavaud y el de Elser, sonrepresentativos de los planes tramados yejecutados por una sola persona. Acontinuación conoceremos otro caso, eneste caso protagonizado por variaspersonas, que constituyó la ocasión en laque Hitler estuvo más cerca de lamuerte, antes del atentado deStauffenberg.

EL ATENTADO DE LASBOTELLAS

Este intento de asesinato tuvo lugarel 13 de marzo de 1943, cuando variosjóvenes oficiales pusieron en práctica unplan para acabar con su vida. Elmalestar entre los oficiales alemanesdestinados en el frente ruso se arrastrabadesde el primer invierno, en diciembrede 1941, pero en esos momentos laoposición de los militares al modo comoHitler estaba dirigiendo la guerra eramás que visible.

Un mes y medio antes de eseatentado se había producido el desastrede Stalingrado. El VI Ejército delgeneral Paulus había sido hechoprisionero por los soviéticos, después

de sufrir inenarrables penalidades enesa ciudad situada a orillas del Volga.Ésa fue la primera gran derrota en elfrente ruso, lo que extendió la sensacióngeneralizada de que la guerra estabairremediablemente perdida.

No obstante, ya en el verano de1942, el general de 41 años HenningVon Tresckow y el comandante FabianVon Schlabrendorff, de 36, tantearon algeneral Hans Von Kluge para queparticipase en una conjura contra Hitlerque conllevaría su eliminación física. Setrataba de la denominada OperaciónFlash, que no era vista con malos ojospor el máximo responsable de los

servicios secretos germanos, elalmirante Wilhelm Canaris. Pero VonKluge, quizás pensando que la situaciónmilitar tenía visos de ser reconducida,prefirió mantenerse al margen de estearriesgado proyecto, cuyo objetivoúltimo era negociar una paz honorablecon las potencias occidentales paraseguir la lucha en el este.

Esta iniciativa quedó aplazada al nolograr los conjurados casi ningún apoyoentre los generales, pero la catastróficaderrota en Stalingrado les hizoreaccionar. Las órdenes dadas porHitler al general Paulus de queresistiese “hasta el último hombre y la

última bala”, en lugar de replegarse auna línea defensiva más segura, repugnóa todo el generalato, e hizo que VonKluge se mostrase más proclive aaceptar las propuestas de los oficialesrebeldes.

Conscientes de que era el momentoidóneo para llevar adelante su plan, losconspiradores lograron, esta vez sí, laparticipación activa de Von Kluge. Loúnico en lo que tenía que colaborar VonKluge era en invitar a Hitler a quevisitase su cuartel general en Smolensk.E l Führer, que se encontraba en suCuartel General de Vinnitsa, en Ucrania,debería entonces hacer una escala en

Smolensk, para después proseguir suviaje hasta su Cuartel General deRastenburg. El plan consistía en colocaruna bomba en el aparato durante laescala en Smolensk para que explotaseen el trayecto a Rastenburg. El resultadosiempre podría ser presentado como unaccidente o un ataque de aviones rusos,por lo que se evitaban losinconvenientes que presentaba laconstatación inmediata de que se habíaproducido un atentado.

De todos modos, la bomba en elavión era la segunda opción. El tenientecoronel Georg Freiherr Von Boeselagerestaba al mando de un pequeño grupo de

oficiales dispuesto a acribillar a balazosal Führer, aunque era tanto el odio quehabía acumulado contra el tirano que sehabía decidido a disparar él mismo.

El 13 de marzo de 1943 se llevó acabo esa visita que debía acabar con lamuerte del dictador germano. El FockeWulf 200 Condor de Hitler tomó tierraen el aeródromo de Smolensk almediodía. Von Kluge y Von Tresckowlo recibieron al pie de la escalerillapara darle la bienvenida, estrechándolecordialmente la mano. Pero el Führer nose dejaba llevar por las apariencias,siendo muy consciente de la atmósferahostil que allí iba a encontrar, por lo que

en todo momento estaría rodeado por suescolta. Uno de los miembros del cuerpode seguridad aseguraría más tarde queese día Hitler iba provisto de un chalecoantibalas. Además, Hitler llevabaconsigo sus propios alimentos y a sucocinero para evitar algún intento deenvenenamiento.

Tras una breve visita a lasinstalaciones, toda la comitiva se dirigióal comedor de oficiales. Aunque elambiente era tenso, la comida discurríacon toda normalidad. Era el momento dedisparar contra él, pero al estar Hitlersentado junto a Von Kluge, VonBoeselager prefirió no hacerlo entonces

para no poner en riesgo la vida delgeneral involucrado en la conspiración.

Von Boeselager decidió quedispararían contra él cuando saliese delcomedor. Pero la suerte se aliónuevamente con Hitler; mientras lostiradores estaban apostados en la puertaque daba directamente al aeródromo,Hitler, quién sabe si alertado por suproverbial intuición, prefirió salir porotra puerta, dando un rodeo parainspeccionar de nuevo el cuartel. Elprimer plan para asesinar al dictadorhabía fracasado, pero aún quedaba lasegunda opción, que parecía tener másposibilidades de éxito.

El artefacto que debía acabar con lavida de Hitler ya estaba listo.Aparentemente no eran más que dosbotellas envueltas en papel de regalo yatadas con un lazo, pero en realidad setrataba de una potente bombaprogramada para hacer explosióncuando el avión del Führer estuviera enpleno vuelo.

La bomba estaba en manos de estosoficiales desde el verano del añoanterior, cuando un oficial germanohabía logrado escamotear variosexplosivos británicos encontrados en laplaya de Dieppe, tras el raid aliado del19 de agosto de 1942. El artefacto,

compuesto por dos minas adhesivas, erade las que los británicos solían enviar ala resistencia francesa para susoperaciones de sabotaje. El grupo deTresckow y Schlabrendorff pudo llevara cabo varios ensayos con esteexplosivo, comprobando su enormepotencia, suficiente para derribar envuelo el avión en el que viajaría Hitler.

Cuando el Führer dio por terminadala visita, Von Tresckow entregó alcoronel Heinz Brandt, un miembro de lacomitiva oficial, el paquete quesupuestamente contenía las dos botellas,pidiéndole que, cuando llegasen alcuartel de Hitler en Rastenburg, lo

remitiesen al general Helmut Stieff,destinado en Berlín. Para justificar elaspecto cuadrado del paquete, le aclaróque se trataba de dos botellas deCointreau, cuyos conocidos envases devidrio son de forma cuadrada.

Antes de entregarlo, Von Tresckowhabía activado la cápsula de ignición,accionando un mecanismo desde elexterior del paquete. Brandt se hizocargo de la encomienda, algo habitual eneste tipo de desplazamientos, y subió alavión con ellas, depositándolas en elcompartimento del equipaje. Elaeroplano, con Hitler en su interior,rodó por la pista de despegue y se elevó

con la bomba en su interior. Eran las15.19 horas.

Schlabrendorff se dirigió a sudespacho y comenzó a llamar porteléfono a los oficiales que estaban alcorriente de la operación. Empleandoclaves acordadas de antemano paraesquivar posibles escuchas, les indicóque todo se había desarrollado según loprevisto y que debían estar atentos a lainminente noticia del fallecimiento delFührer en un “accidente aéreo”, paratomar el mando de la situación.

A partir de las 15.45, el momentocalculado para la explosión, Tresckow,Schlabrendorff y los otros participantes

en el complot esperaron impacientes unallamada telefónica comunicándoles el“accidente” sufrido por el Condor en elviaje de regreso.

A las 16.04, la torre de control delaeródromo de Smolensk recibió unmensaje desde el campo de aviación deRastenburg. Un ayudante entró en eldespacho de Schlabrendorff y le entregóel papel. El lacónico contenido delmensaje era tan concluyente comodecepcionante: “Führer llegado sinnovedad”.

Al instante, la perplejidad y eldesánimo se apoderó de losconspiradores, que no entendían cómo

podía haber fallado la bomba. Más tardese sabría que, para evitar lasturbulencias de una tormenta, el pilotoelevó el avión, provocando que latemperatura descendiese bruscamente enel compartimento en donde estaba elpaquete. Al helarse el ácido queformaba parte del mecanismo, el finoalambre que sujetaba el percutor y quedebía corroerse al contacto con el ácidono cedió.

No obstante, no está claro el motivopor el que el artefacto falló. Otrasinvestigaciones apuntan a que lacalefacción del aparato no funcionócorrectamente durante el viaje, lo que

hizo descender la temperatura con elmismo resultado. Al respecto, el propioVon Schlabrendorff se contradiríadespués de la guerra, pues en unaocasión afirmó que el ácido se heló,inutilizando el mecanismo, mientras queen una entrevista posterior aseguró quela espoleta funcionó correctamente peseal frío, responsabilizando del fiasco alexplosivo británico, que era defectuoso.

Sea como fuera, la realidad es queHitler llegó sano y salvo a Rastenburg.Pero la enorme decepción producida porel fracaso no impidió a Von Tresckowcaer en la cuenta de que, al no haberexplotado, la existencia del artefacto

explosivo iba a revelar el intento deatentado, pues el general Stieff, a quieniban destinadas las botellas, nada sabíadel complot. De inmediato, envió unmensaje a Rastenburg en el que advertíaque había habido un error, pues habíacolocado unas botellas de cognacfrancés en lugar de las de Cointreau.Para poder recuperar el paqueteincriminador, les anunció queSchlabrendorff tenía previsto viajar deinmediato a Berlín para unos asuntospersonales y que él llevaríapersonalmente las botellas después depasar por Rastenburg.

Afortunadamente, nadie reparó en

ese extraño interés por el destino de lasbotellas y Schlabrendorff pudorecuperar el artefacto. La OperaciónFlash había fracasado, pero losconjurados no habían sido descubiertos.

Un Focke Wulf 200 Condorcomo el utilizado

habitualmente para eltransporte de Hitler. El 13

de marzo de 1943, unos

oficiales lograron colocaruna bomba en su avión,

camuflado como unpaquete con botellas, lo

que llevaría a conocer estaacción como el atentado de

las botellas.

Éstos son sólo algunos de losintentos de asesinar a Hitler previos alque protagonizaría Claus vonStauffenberg. Hubo otros planes, yafuera individuales o colectivos, cuyoobjetivo era acabar con la vida deltirano nazi. Pero de forma tanincomprensible como desesperante, elfactor suerte estaría en todo momento a

favor del dictador alemán.Como veremos en los siguientes

capítulos, en el intento del 20 de julio de1944, objeto del presente libro,proseguiría ese particular idilio entreHitler y la suerte, tan beneficioso para élpero tan perjudicial para la vida demillones de personas inocentes.

Capítulo 3

Stauffenberg

El complot del 20 de julio de 1944 nopuede entenderse sin conocer a fondo lapersonalidad de su máximo impulsor,Claus von Stauffenberg, la auténticafigura clave de este episodio histórico.

El descontento contra Hitler en elseno del Ejército necesitaba de unpotente reactivo para manifestarse y él,Von Stauffenberg, sería ese elementoimprescindible para que la mecha de laconspiración prendiese. Eran muchoslos que participaban de la necesidad de

dar ese vigoroso golpe de timón aldestino de Alemania, pero nadie seatrevía a tomar sobre sus hombros esaresponsabilidad. El conde VonStauffenberg se ofrecería a asumir esepapel.

¿Qué llevó a ese aristócrata a poneren riesgo su vida y el porvenir de sufamilia para intentar derrocar al régimennazi? Con el fin de encontrar larespuesta a esta cuestión es necesarioconocer su biografía, pues ella es la queproporciona las claves para comprendersu comportamiento en esos momentostrascendentales para la historia deAlemania.

EL ORIGEN DE LA FAMILIA

Claus Philipp Maria Schenk, condede Stauffenberg, nació el 15 denoviembre de 1907 en la poblaciónbávara de Jettingen. Era el tercer hijodel conde Alfred Schenk vonStauffenberg. Sus hermanos Berthold yAlexander, mellizos, habían nacido dosaños antes que él. Claus tuvo también unhermano mellizo, Konrad, pero fallecióal nacer.

Su familia procedía de la primitivanobleza suava. La ascendencia de esetronco familiar, sin interrupción alguna,comienza en 1382, con Hans Schenk von

Stoffenberg (sic). Pero sus orígenespodrían remontarse incluso más atrás,hasta 1262, cuando por primera vezquedó constancia documental delapellido, con Hugo von Stophenberg. Elcastillo que dio el nombre deStauffenberg, hoy en ruinas, se encuentraen los alrededores de Hechingen.

Su bisabuelo, el barón Ludwig vonStauffenberg, poseía el título hereditariode consejero de la corona de Baviera.Fue elevado a la categoría de conde en1874 por el rey Luis II. Según la leyendafamiliar, al cumplir el barón setentaaños se hizo acreedor de una gracia real;expresó al canciller que aceptaría con

gusto cualquier recompensa excepto untítulo nobiliario. Al parecer, Ludwig sehabía hecho antipático al monarca por sutenacidad, así que el rey vio laoportunidad de concederle una graciaque le disgustase, por lo que le concedióel nombramiento de conde.

El padre de Claus von Stauffenberg,Alfred, desempeñó durante años un altopuesto estatal, mayordomo mayor delrey de Württemberg, hasta que estecargo fue suprimido tras la caída de lamonarquía en 1918. Alfred Schenk vonStauffenberg era un católico convencido,de pensamiento conservador, dotadopara las formas estrictas de

representación y el ceremonial de lacorte.

Pero no hay que tener una imagenpresuntuosa de su progenitor, ya quetambién se desenvolvía a la perfecciónen las cuestiones más prácticas, comopodía ser la reparación de unaconducción eléctrica, el tapizado de unmueble o el cuidado de un huerto. Unamigo de la familia, Theodor Pfizer lorecordaba “arrancando la maleza de loscaminos, injertando árboles frutales orecogiendo alcachofas”. Esa mezclaentre tradición, dominio de las formas y,a la vez, una actitud eminentementepráctica, pasaría a formar parte de los

genes de Claus.

La familia Stauffenberg en1923. Arriba, el padre,

Alfred, y al lado su mujerCaroline. Abajo, de

izquierda a derecha: Claus,

Berthold y Alexander.

El hecho de que su padre no fuera unaristócrata al uso tuvo quizás suexpresión filial en que Stauffenbergmostrara a lo largo de toda su corta vidaun carácter indómito. Uno de suscomandantes de división diría de él queel corte de pelo, el arreglo personal y elmodo de llevar el uniforme leimportaban bien poco. Sus compañeroscoincidirían en que prestaba pocaatención al aspecto externo. Sin duda,Stauffenberg no pretendía versereconocido como aristócrata, sino comouno más.

La nobleza también le llegaba aStauffenberg por vía materna. Su madreera la condesa Caroline Üxküll, bisnietadel mítico general prusiano AugustGneisenau (1760-1831). Ella era laantítesis de su padre, pues no compartíacon su esposo esa habilidad paraafrontar las cosas prácticas de la vida.Podríamos decir que su madre reunía lostópicos que se les suponen a losaristócratas. Criticaba a su marido y asus hijos que hablasen entre ellosatropelladamente, mediante expresionessonoras y breves, en lugar de conversarcorrectamente. Sentía un gran interés porla música y la literatura; era capaz de

recitar de memoria largos pasajes deGoethe y Shakespeare.

El rancio origen aristocrático deStauffenberg no es sólo una necesarianota biográfica, sino que es un hechoclave para comprender la naturaleza delcomplot impulsado por él, y su posteriorrepresión. Hay que tener presente que larelación entre los nacionalsocialistas yla nobleza era extraordinariamentetensa. Los aristócratas sentían unamezcla de prevención y desprecio porlos nazis; las diferencias de clase eranabrumadoras, puesto que buena parte delos cuadros nacionalsocialistas estabanformados por personas procedentes de

sectores obreros o de clase media. Elobservar cómo gentes con escasa culturay desconocedores de las buenas manerasaccedían a puestos de dirección políticaque durante siglos habían estadoreservados para ellos, produjosarpullidos en la aristocracia.

A su vez, los nazis estabanconvencidos de que no lograríanmoldear a su antojo la mentalidad de losnobles, pues ésta estaba ligada a latradición, al contrario que las masasobreras, a las que era más fácil inculcarnuevos principios. Sabían que nunca seganarían a los aristócratas para su causa.De hecho, al principio de la guerra,

Himmler y Goebbels habían dado aentender que después de la contienda sellevaría a cabo una ejecución en masade los nobles alemanes en el Lustgardende Berlín. El propio Himmler confesóen una ocasión a su masajista suconvencimiento de que “los príncipes noson mejores que los judíos”. Un informeen poder de Martin Bormann, elsecretario de Hitler, fechado el 22 dejulio de 1944, dos días después delatentado, calificaba a la nobleza de“sarna y epidemia intelectual de lanación”.

Con este caldo de cultivo, es másfácil entender la oposición decidida del

conde Stauffenberg al régimen nazi, asícomo la reacción desmedida del aparatorepresor nazi al conocer la presencia deun aristócrata en el puente de mando delcomplot.

INFANCIA Y JUVENTUD

Claus pasó los primeros años de suvida en Stuttgart, asistiendo al LiceoEberhard-Ludwig, que contaba con unalarga tradición pedagógica. El ideariode esta escuela se basaba en el espírituhumanista, que caló en el jovenStauffenberg, despertando su interés porlos clásicos. En sus tiempos de soldado

leería textos antiguos en la lenguaoriginal, lo que sorprendía a suscompañeros.

Hasta finalizar sus estudios debachiller, Claus manifestó su intenciónde ser arquitecto —curiosamente lamisma vocación de Hitler, el hombre alque intentaría matar años después—, yllegó a pensar en ser músico. Claustocaba el violoncello y daba conciertospara la familia junto a sus hermanos, eincluso llegó a actuar fuera del círculofamiliar. Pero un día llegó a laconclusión de que nunca destacaría enese campo, por lo que renunció parasiempre a interpretar música.

El derrocamiento de la monarquía alfinal de la Primera Guerra Mundialsupuso un terremoto para la familia.Tuvieron que trasladar su vivienda en lasegunda planta del palacio de los condesy duques de Württemberg a una casa másmodesta en la ciudad. Los padresobservaron con preocupación eldesplome casi instantáneo de lasbarreras sociales en la posguerra y lainfluencia de las nuevas ideas en sushijos.

Stauffenberg se sentía pertenecientea una élite, pero ni él ni sus hermanosaspirarían a un reconocimiento socialpor el mero hecho de su origen noble, tal

como intentaban transmitirles suspadres, sino que más bien loconsiderarían un estímulo para asumirresponsabilidades.

Pese a que Claus enfermaba concierta frecuencia, no dudó en adherirse agrupos juveniles junto a su hermanoBerthold, para realizar excursiones yparticipar en trabajos voluntarios. Supadre no veía con buenos ojos estasactividades, ni tampoco contempló conentusiasmo la relación de sus hijos conel poeta Stefan George. Berthold yClaus, y poco después tambiénAlexander, fueron admitidos en elcírculo de amistades del poeta. George

tendría una influencia determinante enStauffenberg, y éste lograría transmitir elentusiasmo por su poesía al resto deconjurados.

George no sólo enseñaba poesía,sino que intentaba trasladar a suspupilos el deseo de impulsar la capaespiritual de Alemania por encima de ladispersión espiritual, moral, política yartística que podía percibirse entoncesclaramente en la sociedad germana. Elpoeta odiaba el pensamiento burgués,los convencionalismos, la religiónimpostada o el falso patriotismo, y acambio ofrecía la vinculación a unosnuevos y más auténticos valores. La

conciencia nacional de George no teníanada que ver con las ideas racistas delos nazis y su nacionalismo vulgar. Laética del poeta era una ética de laacción, una necesidad de la vida, en laque cada uno debía entregarse a sudeber. Este mensaje halló enStauffenberg terreno abonado paragerminar. Los planteamientos de StefanGeorge tendrían una importanciadecisiva a la hora de conformar loscimientos ideológicos del complot del20 de julio.

El escultor Frank Mehnertrealizó este busto de Clausvon Stauffenberg en 1929.

VOCACIÓN MILITAR

De los tres hermanos, Berthold erael más brillante intelectualmente; estudióDerecho y llegaría a ser una figurajurídica relevante en la Marina alemana.Alexander estudió también Derecho,pero finalmente se decidió por laHistoria.

En marzo de 1926, Stauffenbergterminó el bachillerato. Sus notas fueronbrillantes, pese a que, al haber padecidovarias enfermedades, había tenido quequedarse en casa durante largosperíodos, recibiendo clases particulares.Las mejores notas las alcanzó en

matemáticas, historia y francés. La peorcalificación, un “suficiente”,correspondió a la asignatura de latín.

Como se ha apuntado, durante suadolescencia, Stauffenberg habíaexpresado su deseo de ser arquitecto,incluso poco antes de acabar susestudios de bachillerato; sin embargo,de forma sorprendente, decidió hacerseoficial. Se desconoce la motivación quele llevó a este cambio brusco. Se hahablado de la posibilidad de que fueraStefan George el que le hiciera variar ensus intenciones iniciales; la vida militarera vista en la Alemania de ese momentocomo un camino para intervenir, de un

modo u otro, en el rumbo de la historiade la nación, y quizás Stauffenberg sevio impelido a tomar esaresponsabilidad.

Stauffenberg entró como cadete en1926 en el Regimiento 17º de Caballeríaen Bamberg, una unidad que estabaligada por tradición a su familia. Traspasarse un año realizando los trabajosmás simples, como marcaba elreglamento de la formación de losoficiales, al año siguiente fue enviado ala escuela de infantería de Dresde.

Tras esa temporada, marchó a laescuela de caballería de Hannover. Desu estancia en esta escuela ya contamos

con testimonios sobre su personalidad.Gozaba de gran confianza de sus jefes yde inmediato se hizo popular entre suscompañeros, que le escogieron delegadode la clase. Demostró una habilidadinnata para interceder en los conflictosque se producían.

Destacaba también Stauffenberg porla armonía de sus rasgos, lo que le valióservir de modelo para un bustoesculpido por el joven escultor FrankMehnert, una obra que su futura esposase encargaría de conservar. En ese bustopueden apreciarse las característicasdescritas por otro escultor, LudwigThormaelen, integrante del círculo de

poeta Stefan George: “Una de las cosasque llamaba la atención en Stauffenbergeran los ojos; permitían reconocer sufirmeza y nobleza de espíritu, su vivezay bondad. Eran azul oscuro metálico. Elóvalo de la cara era ancho sin serredondo. Sus acusadas mandíbulas, juntoa la barbilla saliente, le daban aire defirmeza, mientras que la ancha frenteatestiguaba su serenidad y reflexión, sugran capacidad de observación, su fuertevoluntad y decisión. Tenía una nariz muybien formada y una boca firme. Tan sólolas mejillas podían parecer sensibles.Posteriormente adquirieron el signo dela dureza de la vida del soldado. El

pelo, oscuro, brillante y ligeramenteondulado, lo llevaba hacia un lado”.

Su único punto débil era la salud,que aún arrastraba las consecuencias desus dolencias infantiles, pero su fuerzade voluntad le ayudó a superarse en elplano físico, llegando a alcanzarresultados brillantes en la prácticadeportiva. Al acabar ese período deinstrucción, regresó a su regimiento deBamberg, donde fue ascendido alugarteniente.

El año 1933 sería catastrófico parael destino de Alemania, puesto que vio aHitler encaramarse al poder, al sernombrado canciller el 30 de enero, pero

para Stauffenberg sería un añoextraordinario; el 1 de mayo recibió sunombramiento de teniente primero y el26 de septiembre se casó con labaronesa Nina von Lerchenfeld. Ninahabía nacido en Kaunas —entonces enRusia y hoy en Lituania—, el 27 deagosto de 1913. Conoció a Claus cuandoella tenía 16 años. Como la familia deClaus, la de ella también pertenecía a lanobleza originaria de Baviera.

Stauffenberg y la baronesaNina von Lerchenfeld se

casaron el 26 deseptiembre de 1933.

Tras su ascenso, Stauffenbergmarchó por segunda vez a la escuela de

caballería de Hannover. Allí semanifestó definitivamente su inclinaciónpor la hípica. Junto a su suegro compróun bello ejemplar, Jagd, que le facilitóconseguir el supremo grado de doma decaballos. En 1935 consiguió el gradoobligatorio en sus estudios, en cuyosejercicios de equitación lograría superara varios de los posteriores vencedoresen los Juegos Olímpicos de 1936.

Además de por la hípica,Stauffenberg mostró un interés especialpor el dominio del idioma inglés,buscando especializarse como intérpretemilitar. Pero sus intereses no secentraban solamente en aquello que

hacía referencia al ámbito de suprofesión; estudiaba también historia,literatura, arte, filosofía, política, yasistía con frecuencia a conferencias yconciertos, además de mantener unamplio círculo de amistades.

STAUFFENBERG Y EL NAZISMO

En cuanto a sus posiciones políticasen esa época, todo son suposiciones. Seha especulado con que pudo participaren una manifestación callejera de apoyoa Hitler cuando éste alcanzó el poder,pero las investigaciones de loshistoriadores no han podido concederle

a ese extremo ninguna veracidad. Lostestimonios más creíbles apuntan, eso sí,a que Stauffenberg aceptó de buen gradoel nacionalsocialismo. Seguramentecompartió el sentimiento del resto deoficiales, que su jefe de escuadrón, HanzWalzer, describió así: “Quedamossorprendidos por el nombramiento deHitler como canciller del Reich, y nopuede hablarse en absoluto deentusiasmo. Pero esperábamos queterminara con eso la disputa entrepartidos y se diera paso a una políticarecta y estable bajo la influencia delnoble mariscal y presidente del Reich(Paul von Hindenburg)”.

Pero disponemos de un testimonio,el del profesor Rudolf Fahrner, queconcreta la actitud de Stauffenberg antela toma del poder por Hitler: “Todainformación despreciativa sobre Hitlerera recibida escépticamente por Clausvon Stauffenberg, que tenía gran interésen conseguir un juicio objetivo.Stauffenberg comprendía que Hitler,pese a todas las bajezas de su carácter,también tenía cualidades excepcionalespara una renovación y para conseguiruna influencia indirecta sobre hombresde ideales y altos fines”.

De aquí se desprende que en 1933 eljoven Stauffenberg albergara esperanzas

de que el liderazgo de Hitler fuerapositivo para la nación alemana. Pero lallamada “Noche de los cuchilloslargos”, por la que las SA de ErnstRöhm fueron decapitadas por orden deHitler en un sangriento ajuste de cuentasentre los propios nazis, supusoseguramente un aldabonazo en laconciencia de Stauffenberg. Existentestimonios que aseguran que pocodespués de esos hechos ya comenzó adiscutir la posibilidad de unaeliminación violenta del régimen nazi.Su jefe de escuadrón afirmaría queStauffenberg, durante una conversación,se mostró partidario de que esa

eliminación se desarrollase “desdearriba, pues una revolución desde abajo,que partiera del pueblo, no podríapreverse dada la influencia y los mediosde poder del partido”.

Sería muy arriesgado situar en esacharla el origen de la acción quellevaría a cabo diez años más tarde.Otras conversaciones posteriores deStauffenberg denotarían que su confianzaen el nacionalsocialismo no se habíaborrado de repente. Un compañero deacademia aseguraría que a finales de1936 Stauffenberg “no rechazaba elnuevo espíritu”, y el profesor Fahrnerafirmaría que “veía en Hitler el tipo del

moderno dirigente de masas, con unasombroso poder de resonancia, quetomaba las ideas que la época lebrindaba y era capaz de simplificarlas yconvertirlas en eficaces políticamente y,por consiguiente, lograba entusiasmar,provocando entrega y sacrificio”.

Es difícil extraer conclusiones deestos testimonios, puesto que no hay queolvidar que fueron posteriores a laSegunda Guerra Mundial y que, portanto, estuvieron influidos por elconocimiento de la posterior evolucióndel personaje, pero podría aventurarseque Stauffenberg se debatía en esa épocaentre apoyar o no a un régimen que

proporcionaba estabilidad, encomparación con la agitada vida políticay social de la República de Weimar,pero cuyos valores no correspondían alos suyos propios. Por un lado, debíasentirse disgustado porque el poderestuviera en manos de unos dirigentesque, en ocasiones hacían gala de suincultura, pero por otro debía simpatizarcon el movimiento nacional proclamadopor ellos.

UN OFICIAL PROMETEDOR

En septiembre de 1936, Stauffenbergviajó dos semanas a Inglaterra, gracias a

sus excelentes calificaciones comointérprete. Allí visitó la célebre escuelamilitar de Sandhurst, en donde pudomantener una discusión con los cadetesque estudiaban alemán. En octubre deese año, fue enviado a la Academia dela Guerra, para prepararse a entrar en elEstado Mayor. En enero de 1937 recibiósu ascenso a capitán de caballería.

En la Academia de la Guerraconocería a otro oficial que tambiénparticiparía en el complot del 20 dejulio, Albrecht Ritter Mertz vonQuirnheim, al que el conde llamaba Ali,que estaría junto a él en los momentosmás comprometidos del golpe de

Estado.Stauffenberg destacó a todos los

niveles, pero sobre todo por sutratamiento científico de los problemasmilitares. Fruto de ello fue un trabajoteórico que regiría como obra básicadurante la guerra: “La defensa contra lasunidades paracaidistas”[3].

Además de este trabajo escrito sobretropas aerotransportadas, impartióconferencias sobre el mismo tema, yconfeccionó otro sobre el papel de lacaballería. Sin embargo, este segundotrabajo no tendría el éxito del primero;sus planteamientos eran demasiadoavanzados para esa época, pues

consideraba a la caballería como unarma anacrónica, que debía ceder ante elempuje de los carros de combate.Durante su estancia en la Academia dela Guerra mostró interéscomplementario por la geopolítica y laeconomía, así como por la historia deInglaterra y de Estados Unidos.

En el verano de 1938, después determinar sus estudios en la Academia dela Guerra, fue trasladado a la 1ªDivisión, en Wuppertal, en donde sepondría a las órdenes del tenientegeneral Hoepner, que también tendría unpapel destacado en la conjura del 20 dejulio. Allí obtuvo el cargo de oficial

segundo del Estado Mayor, cuya misiónera organizar el aprovisionamiento delas tropas. Desde que ocupó ese puesto,Stauffenberg dio muestras de suparticular manera de trabajar; la puertade su sala de trabajo estaba siempreabierta y todos podían entrar en ella sinanunciarse. Aunque estuviera muyocupado, Stauffenberg siempre tenía unmomento para atender a todo aquél queacudiera a él para pedir consejo odiscutir cualquier asunto.

Aparentemente, su método de trabajoera caótico, puesto que su mesa estabasiempre ocupada por montañas dedocumentos, caminaba por el despacho

con un cigarrillo en la mano mientrasdictaba una carta o mantenía unaconversación, y era interrumpidocontinuamente por las visitas o lasllamadas telefónicas. Pero después deesas pausas reemprendía el trabajo en elmismo punto en el que lo había dejado, yllevaba un control escrupuloso de todolo que hacía, pues siempre estabatomando anotaciones.

La presión inherente a las complejastareas con las que debía lidiar a diariono hacía ninguna mella en él. Unordenanza aseguró después queStauffenberg “nunca se dejaba arrastrarpor el malhumor, sino que siempre

mantenía un tono cordial y afectuoso”.

Stauffenberg, retratado

Stauffenberg, retratadocomo oficial del 17º

Regimiento de Caballeríade Bamberg, en 1934.

LAS PRIMERAS MISIONES

La entrada en acción de Stauffenbergtuvo lugar en octubre de 1938, cuandolas tropas alemanas penetraron en laregión checoslovaca de los Sudetes, traslos acuerdos del Pacto de Munich. Suunidad fue recibida con euforia en lasciudades de población alemana, perocon frialdad en las que predominaba lapoblación checa. Stauffenberg estabaencargado del avituallamiento de las

tropas y del aprovisionamiento de lapoblación. Este segundo objetivo no eranada fácil, puesto que la región, alquedar desgajada del resto deChecoslovaquia, debía comenzar arecibir inmediatamente los productosbásicos desde Alemania, sin una fase detransición.

Stauffenberg se dedicó con granenergía a esta misión, plagada dedificultades. Por ejemplo, de repente alos panaderos les faltó levadura paraamasar el pan, o los bares se quedaronsin cerveza. Stauffenberg tuvo quemovilizar infinidad de recursos paralograr que la población bajo el control

de su unidad no padeciese escasez deartículos de primera necesidad.

Al llegar la Navidad, Stauffenberg,en un encomiable gesto de generosidad,renunció al permiso especial al quetenía derecho para que un compañeropudiera visitar a su familia. Otro gestoque también sirve para trazar supersonalidad fue su indignación por elcomportamiento de algunos soldadosalemanes, que se aprovecharon de lanecesidad de la población de losSudetes de adquirir marcos, paracomprarles así sus mercancías a bajoprecio. Stauffenberg dispuso deinmediato que se prohibieran esas

compras abusivas y que se devolviera locomprado de forma tan oportunista.Stauffenberg siguió destinado en losSudetes hasta que estalló la guerra.

Con el objetivo de la invasión dePolonia, su división pasó a formar partedel grupo de ejércitos del Sur, bajo lasórdenes del general Gerd von Rundstedt.Ese ejército constituía el lado sur de latenaza que se cerraría sobre Polonia. Launidad de Stauffenberg no tuvodificultades para avanzar por lasllanuras polacas, pero cuando conocióla entrada en la contienda de Francia eInglaterra hizo la siguiente observación:“Si queremos ganar esta guerra, se trata

de una cuestión de poder mantenerla, yentonces esa guerra, con toda seguridad,durará sus buenos diez años”.

Claus y su mujer, Nina.

Stauffenberg se equivocaba en elpronóstico sobre la duración de lacontienda. Pero su concepto de la guerraque acababa de estallar estaba máscercano a la realidad de los que creían,Hitler entre ellos, que ésta se resolveríafavorablemente para Alemania tras unarápida y demoledora blitzkrieg (guerrarelámpago), ante la que las potenciasoccidentales permanecerían comosimples espectadores, sin atreverse aactuar.

Polonia fue conquistada en menos deun mes, pero Stauffenberg no se relajó.Advirtió que la campaña polaca reciénconcluida podía ser utilizada como un

banco de pruebas idóneo para extraerconsecuencias de cara a nuevas yambiciosas campañas. Así pues, decidióconfeccionar una encuesta, comenzandopor el comandante y acabando por elúltimo soldado, para conocer lasposibles mejoras de armas, equipo,camiones, víveres, cuidado de losheridos, etc. El cuestionario fueelaborado por él mismo y luego seencargó de recoger las conclusiones enun extenso informe.

Otro episodio significativo paraconocer su carácter se produjo enfebrero de 1940, cuando el puesto deprimer oficial del Estado Mayor en su

división quedó vacante. Todos estabanconvencidos de que Stauffenberg iba aocuparlo, pero finalmente fue otro elescogido. El nuevo oficial tuvo queenfrentarse a la hostilidad de los demás,que consideraban una injusticia queStauffenberg no hubiera sido ascendido,pero el propio Stauffenberg se encargóde facilitar su trabajo, favoreciendo suintegración en el grupo. Aunque esseguro que ese fracaso personal ledoliese, Stauffenberg siguiómanteniendo la misma camaradería queantes y dedicándose a su labor comosegundo oficial con el mayor esfuerzo.

UN EXCELENTE ORGANIZADOR

En la campaña de Francia, iniciadael 10 de mayo de 1940, la 6ª DivisiónBlindada, en la que estaba encuadradoStauffenberg, fue incorporada a laofensiva de las Ardenas. Durante estacampaña, recibió el nombramiento parala sección de organización del EstadoMayor. Su misión pasó a ser elaborar laorganización y la estructura de los altosdepartamentos del ejército en batalla,del ejército de retaguardia y de losterritorios ocupados. En estas complejaslabores del Estado Mayor, Stauffenbergse mostró como un excelente

organizador. En la sección deorganización permanecería hastamediados de 1943.

Su trabajo le obligaba a realizarcontinuos viajes, por los que debíainspeccionar las tropas auxiliares,acudir a Berlín a ver al jefe del Ejército,visitar las escuelas de oficiales y tratartemas de su formación u organizarasuntos relativos al personal sanitario.Se ganó muy pronto la confianza de sussuperiores, que sabían que podíandelegar en él todo tipo de cuestiones,incluso algunas que excedían a sucompetencia.

Imagen tomada en 1940,cuando Stauffenberg

estaba asignado a la 6ª

División Panzer.

De él valoraban que alcanzara deinmediato resultados positivos en lasmisiones encomendadas, teniendo lahabilidad de crear a su alrededor unclima de buen humor y simpatía.También agradecían el hecho de queStauffenberg tuviera valor para hacerlesllegar las observaciones que los demásno se atrevían a hacer; era capaz detransmitirles la opinión más áspera deun modo que resultase constructivo, yesa sinceridad era muy valorada.

El constante trato con el cuartel demando, en contacto con los dirigentes

máximos del Ejército, le permitiría mástarde entrar en el círculo de la oposicióna Hitler. En ese camino tuvo unaimportancia capital su amistad con elgeneral Halder desde 1940, uno de losprincipales opositores a Hitler en elinterior de las fuerzas armadas.

LAS PRIMERAS DUDAS

Durante el desempeño de sus tareas,probablemente Stauffenberg pudocomprobar que la máquina de guerragermana no era tan perfecta comoaparentaba. Pese a los éxitos militares,Stauffenberg se mostraba escéptico

respecto a la conducción de la guerra.Se ha conservado una frase quepronunció en 1941 en una conferenciaque dio en Berlín, en la Academia de laGuerra:

—Nuestro mando en esta guerra estan imbécil que no podría serlo más silos mejores oficiales del Estado Mayorhubieran sido encargados de hallar unaforma lo más absurda posible.

No obstante, no hay que deducir quedurante ese año Stauffenbergdesconfiaba ya de la capacidad deHitler para reconducir la dirección queestaba tomando la contienda. Todavía enabril de 1942, comentó a su antiguo

comandante de división, Von Loepner,que aprobaba la decisión de Hitler deintentar tomar Moscú a las puertas delcrudo invierno ruso, pues “debía jugarsetodo a una carta para alcanzar unobjetivo definitivo, y la conquista de lacapital enemiga era ese objetivo”. Peroen esa misma conversación,Stauffenberg se mostró crítico con lasúltimas decisiones políticas de Hitler,que suponían la entronización de lajusticia arbitraria, por encima de lasleyes.

Pese a que se intuye que en laprimavera de 1942 Stauffenberg aúnconfiaba en la capacidad militar de

Hitler, es difícil creer que esa opiniónse mantuviese después del verano de eseaño. La campaña iniciada el 28 de juniocon el objetivo de avanzar, en el sur,hacia el Cáucaso, y en el norte haciaLeningrado, no comenzó con los mejoresaugurios. Stauffenberg, desde su puesto,tuvo que ser testigo de primera línea dela falta de medios con la que ésta seinició, pues las necesidades sólopudieron ser cubiertas en parte; unexperto en aprovisionamiento como éltuvo que advertir de inmediato que lacampaña estaba condenada al fracaso.

El 13 de septiembre de 1942,Stauffenberg manifestó abiertamente su

oposición al modo como se estaballevando a cabo la guerra contra laUnión Soviética. Entre sus amistadesafirmaba que se debía renunciar a laconcepción nacionalsocialista de quelos hombres del Este eran inferiores.Esta crítica la hizo llegar al EstadoMayor en un documento en el queexponía que el trato a la población civilrepresentaba una “provocaciónirresponsable”.

De forma significativa, esta críticade Stauffenberg no significó sudefenestración, como solía suceder conlos oficiales que mostraban algún tipode disidencia, sino que le supuso el

encargo de organizar un servicioespecial para las unidades devoluntarios, integradas por armenios,georgianos o cosacos. Sin embargo, losabusos y crímenes contra la poblacióncivil continuaron produciéndose, lo queno pudo pasar desapercibido paraStauffenberg.

Stauffenberg con dos desus hijos.

Sería precisamente durante esasegunda mitad de 1942 cuandoStauffenberg llegó a la conclusión deque era necesario el desplazamiento deHitler del poder. De esa época contamosya con manifestaciones inequívocas enese sentido. En una conversación con sujefe, Burkhart Müller-Hillebrand,exclamó:

—¿Es que en el Cuartel General delFührer no se encuentra ningún oficialcapaz de dispararle?

En otra ocasión, en mitad de unacharla en la que uno de los asistentespropuso que lo que era necesario eradecir la verdad a Hitler, Stauffenberg le

respondió:—No se trata de decirle ninguna

verdad, sino de derrocarle y para esoestoy yo dispuesto.

Los compañeros de Stauffenberg notuvieron entonces la impresión de queestuviera hablando seriamente deorganizar un atentado contra Hitler. PeroStauffenberg comenzó durante losúltimos meses de 1942 a averiguar siexistían oficiales influyentes dispuestosa derrocar al dictador.

Conversó con varios generales ymariscales, pero sus tanteos no dieronningún resultado. Todos le decían quecomprendían que las cosas no podían

continuar de ese modo, pero ninguno seofrecía a tomar la iniciativa.

Por ejemplo, el mariscal VonManstein relataría así su entrevista conStauffenberg: “Acudió a mí comorepresentante de la sección deorganización para hablar de la cuestióndel aprovisionamiento de nuestroejército. Me rogó entonces quetuviéramos una conversación privada.En ella me manifestó su disconformidadcon la dirección errónea de la guerra, esdecir con Hitler. No pude más que darlela razón, y le dije además que tambiénme daba cuenta de los errores de Hitlery era de desear un cambio en la

dirección militar. Yo era partidario delnombramiento de un jefe responsabledel Estado Mayor de la Wehrmacht, queera la que debía tener en sus manos ladirección. Yo prometí procurar deHitler conseguir eso. De sus expresionesno pude colegir de que Stauffenbergactuara contra Hitler, más bien tuve laimpresión de que él dudaba acerca de sien el Estado Mayor se podía conseguiralgo”.

De estas palabras se desprendeclaramente que Von Manstein no quisoentender el mensaje que, sin duda,Stauffenberg quiso transmitirle en esaconversación sin testigos. La prueba es

que Stauffenberg aseguraría después a sumujer, Nina, que “ésa no es la respuestaque puede esperarse de un mariscal”.

DESTINADO A ÁFRICA

El 1 de enero de 1943, Stauffenbergfue ascendido a teniente coronel.Inmediatamente después fue destinado aÁfrica, sin que él lo hubiera solicitado.La guerra en el desierto ya no ofrecía elhalo de emoción y romanticismo quehabían creado los éxitos de Rommel alfrente del Afrika Korps. Los tiempos enlos que las divisiones alemanas habíanamenazado el Canal de Suez ya

quedaban lejos, y los alemanes,arrinconados en tierras tunecinas trassucesivas retiradas, intentabanúnicamente aplazar el momento en elque se verían forzados a abandonar elcontinente. De todos modos, parece serque Stauffenberg no acogió este trasladocon disgusto.

Stauffenberg (derecha)conversando con el barón

von Broich durante la

campaña de Túnez, en laprimavera de 1943.

Una vez en Túnez tomó posesión desu nuevo puesto como primer oficial delEstado Mayor de la 10ª División Panzer.Visitó a su antecesor, el mayor Bürklin,que estaba gravemente herido. Demanera premonitoria, Bürklin leaconsejó que tuviera cuidado con losaviones enemigos.

Stauffenberg se vio sorprendido porel tipo de guerra que se desarrollaba enel teatro africano, pues las tácticascambiaban continuamente. Ataques,defensas, retiradas, contraataques, se

sucedían un día tras otro, pero él supoadaptarse bien a ese cambio. La tropatuvo siempre la impresión de que estababien dirigida, pues Stauffenberg sabíacaptar de inmediato la complejidad dela situación que se presentaba. Allí seganó la amistad y el reconocimiento delos soldados. El coronel Heinz Schmidtsubrayó su excelente relación con latropa: “Al poco tiempo era querido porla División a causa de sus cualidades:su lealtad y capacidad de trabajo, asícomo también su espíritu solidario y sucordialidad. Pese a las muchas tareasque en su puesto tenía, hallaba siempretiempo para relacionarse con los

soldados. Con frecuencia visitaba losregimientos y batallones para hablar consus comandantes sobre cuestiones deservicio o personales. Tenía granhabilidad y tacto para el trato humano ytodo el mundo se sentía de inmediatoatraído por él”.

Un joven oficial, Friedrich Zipfel,también señalaría la especial aptitud deStauffenberg para las habilidadessociales: “Quedé profundamenteimpresionado por el conde Stauffenberg.Me pareció el ideal de un oficial. Anteél se sentía total confianza y en pocosminutos había logrado romper el hielode la diferencia de grado. Por otra parte,

la justeza y exactitud con que hablabainspiraban respeto a la autoridad que sucomportamiento imponía. Locaracterístico era que parecía interesadoen que todos aprendieran rápidamentecómo debía ejercerse el mando. Estonaturalmente no era habitual entre losjefes. El contacto con los inferioresmuchas veces adolecía de rigidez yfrialdad”.

A primeros de abril, cuando secontemplaba ya como inminente el finalde la campaña tunecina y, por tanto, elfin de la presencia germana en África, aStauffenberg se le comunicó que debíaregresar a Alemania, en donde sería más

útil. Pero antes de emprender el viaje,Stauffenberg debía cumplir una misiónpor la que debía dirigirse a la zona decombate para coordinar una retirada.Así pues, el 7 de abril de 1943, la 10ªDivisión Panzer inició el repliegue deBiar Zelloudja a Mezzouna.

Stauffenberg fue autorizado por elmayor general Freiherr Von Broch paradirigir la retirada desde su vehículo,mientras Von Broch les seguiría una vezque los últimos elementos de la divisiónhubieran cruzado el paso de El-Hafay.Stauffenberg fue advertido nuevamentede que tuviera cuidado con la aviaciónenemiga, en esta ocasión por Von Broch.

AL BORDE DE LA MUERTE

Stauffenberg, acompañado poralgunos vehículos blindados, cruzó elpaso de El-Hafay y llegó a Sebkhet. Eneste momento, se le unió la 5ª compañíadel 10º Batallón de Motocicletas. Alalcanzar el estrecho terreno entreSebkhet y el paso de Chabita-Khetati, lacaravana de vehículos fue atacada poraviones enemigos; la mayoría desoldados y oficiales tuvieron tiempo dedispersarse por el campo.

Cuando regresaron a la columna,comprobaron horrorizados que el cochede Stauffenberg había sido acribillado.

El conde estaba gravemente herido, yfue trasladado de inmediato a unhospital de campaña en Sfax. Mientrasun enfermero atendía sus heridas,Stauffenberg, que no había perdido laconciencia, le preguntó su nombre. En elhospital comprobaron que su manoderecha había quedado prácticamentedestrozada por una ráfaga deametralladora, por lo que los médicosdecidieron amputarla por encima de lamuñeca. Había perdido el ojo izquierdo.Dos dedos de la mano izquierda, elmeñique y el anular, también seríanamputados. Además, presentaba unaligera herida en una rodilla y en la

cabeza, a causa de la metralla.El 10 de abril fue trasladado al

hospital de Cartago. Cinco días mástarde llegó en un barco hospital alpuerto italiano de Livorno y enviado portren a Munich, a donde llegó el 21 deabril, siendo ingresado en el 1º HospitalGeneral. Durante varios días sufriófiebre muy alta y los médicos temieronpor su vida.

Ante la adversidad, Stauffenberg diomuestras de una fuerza de voluntadencomiable. Rechazó los medicamentosque le ofrecían para calmar el dolor yfacilitarle el sueño. Los que lo visitabanse admiraban de que su buen ánimo

continuara inalterable. Pese a susproblemas de movilidad, pronto logródesnudarse y vestirse con la ayuda desus tres dedos de la mano izquierda y laboca.

El departamento de personal habíaprevisto, una vez que estuvierarecuperado, enviarle a Berlín como jefedel Estado Mayor en la jefatura de laoficina central del Ejército. Allí tendríacomo superior al general Olbricht, quientambién tendría un papel predominanteen el complot del atentado contra Hitler.A principios de mayo, Stauffenbergdictó a su mujer una carta por la queaseguraba a Olbricht que en tres meses

podría ponerse ya a sus órdenes enBerlín.

Como vemos, una corrientepoderosa e invisible, ante la queStauffenberg nada podía oponer, lellevaba a la capital del Reich y almismo centro de la conjura paraderrocar a Hitler. Como si el destino lehubiera elegido a él para imprimir esegiro dramático al rumbo de Alemania, elataque sufrido en Túnez era el renglóntorcido por el que ahora iba aencontrarse con la oportunidad, un añodespués, de ser la persona en cuya manoestuviera el futuro de la nación. Contoda seguridad, en el viaje de Munich a

Berlín no se le pasó por la cabeza laabrumadora responsabilidad quedebería afrontar en una calurosa jornadadel verano del año siguiente, ni laoportunidad única de que iba a gozar dedestruir la cabeza del régimen que esemomento ya sólo le merecía odio ydesprecio.

LOS RASGOS DE SUPERSONALIDAD

Pero antes de entrar en la narraciónde cómo se urdió el complot quedesembocaría en el intento de asesinatodel dictador germano el 20 de julio de

1944, aún podemos conocer mejor lapersonalidad del que sería su granprotagonista.

Como se indicó en la introducción,la pérdida de los documentos relativos asu vida no ha permitido a losinvestigadores conocer con detalle subiografía. Pero, afortunadamente, esrelativamente fácil dibujar los rasgos desu carácter, pues la casi totalidad de lostestimonios que accedieron a describirlecoinciden en sus apreciaciones.

Stauffenberg aparece ante nosotroscomo un ser diáfano, claro, transparente;no parecen existir en él ni loscomponentes poliédricos ni esos

recovecos oscuros de otros personajeshistóricos. Todo apunta a la conclusiónde que se mostró siempre franco yabierto, pues no hallamos en su carácterzonas de penumbra en los que su actitudpueda contemplarse desde ópticassujetas a controversia.

Todos los que le conocieron lodescriben como una persona optimista,alegre, enormemente trabajadora,constante, que hacía sentirse bien atodos los que tenía a su alrededor. Noobstante, es necesario insistir de nuevoen que la casi totalidad de testimoniosfueron recogidos mucho tiempo despuésde su muerte. Es muy posible que los

que entonces trabaron relación con él lohubieran heroificado inconscientementedespués de convertirse en un personajehistórico; no podemos descartar que sialguno de ellos recordase algún hechoen que el que la reputación deStauffenberg no saliese bien librada, loolvidase o prefiriese no relatarla parano empañar su figura. Pero con todoello, la coincidencia y la claridad de lasdescripciones, descartando algúnexagerado panegírico, llevan a creerque, efectivamente, la personalidadmagnética de Stauffenberg suscitabasiempre la admiración y la confianza detodos aquellos que le trataban.

El escultor Thormaelen valoraba deStauffenberg el que fuera un hombre deacción: “Rapidez, acción inmediata,dispuesto siempre a la acción que supensamiento y corazón creyeran querequerían las circunstancias. No se dabaen él separación alguna entre pensar yhacer, entre sentir y actuar”.

El carácter alegre y extrovertido deStauffenberg quedaría reflejado en estaspalabras de 1962 del entonces capitánBurkhart Müller-Hillebrand, suposterior jefe en el Estado Mayor: “Enaquel tiempo (finales de 1930) conocíen él a un compañero que destacaba porsu inteligencia, personalidad y cultura.

A eso se añadía su carácter alegre,aunque no por ello superficial, como eraen aquellos tiempos frecuente entremuchos oficiales”.

El coronel Bernd von Pezoldrecordaría en 1963 el magnetismo deStauffenberg, que se manifestaba en todomomento: “Era imposible que no sedestacara de todos, incluso aunqueestuviera en reuniones numerosas. Aunsin querer, pronto se convertía en elcentro de toda la reunión; de él partíauna fuerza de atracción notable. Inclusoaunque estuviera debatiendo entrehombres de mediana cultura, lograbatrasladar las discusiones a un nivel

elevado”.En 1962, el coronel Wilhelm

Bürklin, coincidía con la apreciación deVon Pezold de que Stauffenberg teníaesa capacidad para elevar el nivel decualquier discusión: “Le caracterizabasu especial camaradería cordial ytotalmente natural. Esto era más devalorar por cuanto se reconocía engeneral su capacidad y dotes por encimadel término medio. Toda conversaciónalcanzaba de inmediato un alto nivel;gustaba además de las discusionesanimadas, que no se agotaban debido asu apasionado temperamento”.

Esa admiración por el carácter de

Stauffenberg podía llegar a los límitesde este compañero suyo, EberhardZeller: “Se percibía en él fuerzasgeniales inalcanzables, que hacían quesiempre estuviera en el lugar dirigente, yque lograra despertar la alegría de estarcon él, de trabajar con él. Las sospechasque fuerzas bajas e innobles pretendíanhacer recaer sobre él, desaparecían encuanto se le miraba. Su figura daba laimpresión de que en él se conjugabanfuerza y nobleza”.

El que fuera ayudante del generalGuderian, Bernhard Freytag vonLoringhoven, lo vio solamente en unaocasión, en 1940, después de la

campaña contra Francia, en eldepartamento de organización delEstado Mayor del Ejército, pero dejó enél un recuerdo imborrable, tal comodejaría reflejado en sus memorias,escritas en 2006: “Hablamos unos veinteminutos; no recuerdo cuál fue el tema denuestra conversación, pero me causó unafuerte impresión. Alto y delgado, llenode vitalidad, Claus Schenk vonStauffenberg tenía la prestancia de uncaballero suabo, una mirada cálida y unapresencia inolvidable. Estaba destinadoa hacer una gran carrera militar”.

Para finalizar, el mejor resumen delas cualidades de Stauffenberg, y de

alguno de sus defectos, sería el informeque su jefe de escuadrón elaboró enoctubre de 1933. Su valor radica en queno recoge un testimonio confeccionadodécadas después de su muerte, como enlos casos anteriores, sino que fueredactado en un momento en el que nadahacía prever que fuera a convertirse enun personaje de relevancia histórica:“Posee un carácter fiel e independiente,con criterio y voluntad propios. Atesoradotes excepcionales por encima de locomún para cuestiones tácticas ytécnicas.

Escena familiar en el hogarde los Stauffenberg.

Ejemplar en el trato con suboficialesy con la tropa, se preocupa de laformación propia.

Es sociable y cordial, sin prejuicios.Manifiesta mucho interés por cuestionessociales, históricas y religiosas. Muy

buen jinete, diestro, con amor ycomprensión por el caballo.

Junto a esas excelentes cualidadesno deben dejar de mencionarse laspequeñas debilidades y defectos.Consciente de sus dotes militares y de susuperioridad intelectual, se inclinaocasionalmente a manifestarlo frente asus compañeros, con los que a vecesbromea, aunque nunca llega a herir.

Algo descuidado en su aspecto yvestidos; su porte como oficial deberíaser algo más enérgico. Es propenso ainflamaciones amigdalares, por lo que laresistencia física suya se resiente. Desdeluego, intenta superar esos

inconvenientes con fuerza de voluntad.Apto para proseguir sus estudios con

los mejores augurios”.Con estos testimonios de primera

mano podemos hacernos una ideabastante fidedigna de cómo eraStauffenberg. Sus dotes de hombre deacción, su capacidad para motivar ycontagiar alegría a sus compañeros, asícomo su idealismo y su espíritu elevado,tendrían su máxima expresión en elmomento cumbre de su vida, el momentopara el que el destino le había escogido.

Capítulo 4

La conjura

A mediados de 1943, en Alemania, lasituación militar no movía precisamenteal optimismo. En el este, aún resonabanlos ecos del gran cataclismo deStalingrado, en donde el VI Ejército delmariscal Friedrich Paulus había sidoderrotado. En África, las últimas tropasdel antes temible Afrika Korps estabanreembarcando a toda prisa rumbo aItalia, un aliado en el que la posición deMussolini era cada vez más precaria.Por otro lado, cada noche cientos de

bombarderos aliados sobrevolaban lasciudades alemanas arrojando su cargade bombas sobre la población civil, queveía cómo la guerra que habíaemprendido Alemania cuatro años antescon la invasión de Polonia llegaba ahorahasta sus propios hogares.

Los militares germanos habíanasistido al progresivo derrumbe de lasexpectativas de una victoria rápida.Desde el fracaso de la ofensiva alemanasobre Moscú, en el invierno de 1941,las dudas sobre la conducción de laguerra habían anidado en los altosmandos del Ejército; de hecho, algunosgenerales se habían enfrentado a Hitler,

poniendo en entredicho sus decisionesmilitares, lo que les había supuesto ladestitución. Pero la oposición a Hitleren el interior del Ejército era muyreducida, pues el juramento de lealtad alFührer tenía un enorme peso en unafuerza que bebía de las fuentes delmilitarismo prusiano. La disciplinaseguía imperando en el seno del Ejércitoy eran muy pocos los que se atrevían adar un paso al frente.

El coronel Albrecht Mertzvon Quirnheim, gran amigo

de Stauffenberg.

Aun así, ya desde el comienzo de lacontienda e incluso antes, tal comovimos en el primer capítulo, habíaelementos de las fuerzas armadas quedeseaban apartar a Hitler del poder.Mientras la guerra relámpago ibacosechando éxitos por la geografíaeuropea, estos audaces planteamientosno eran escuchados, pero conforme lacontienda fue avanzando, con lasconsiguientes decepciones yfrustraciones, eran cada vez más los queprestaban oídos a estas propuestas. Eldeterioro de la situación militar en elfrente ruso, especialmente tras eldesastre de Stalingrado, supuso la

alarma que indicaba que había que haceralgo, y lo más pronto posible. Pese aque el Ejército alemán en Rusia eratodavía una fuerza temible, no habíademasiadas esperanzas de que sepudiera retomar la iniciativa.

LA OPOSICIÓN SE ORGANIZA

Era necesario tomar decisionesinteligentes en ese frente para evitar quelos soviéticos, cuyo potencial crecía aojos vista, lograsen desbordar las líneasgermanas y lanzarse sobre el territoriodel Reich. Ya no estaba en juego laconquista del vasto territorio ruso sino

la supervivencia de Alemania. Y sihabía que afrontar ese reto tomando lasdecisiones acertadas, Hitler no era lapersona más adecuada. Su absurdatáctica de obligar a las tropas a lucharhasta el último hombre y la última balaantes que ordenar una retirada ya habíacostado muchas vidas, además dedemostrarse muy poco eficaz desde elpunto de vista militar. Fueron numerososlos generales que intentaron influir sobreHitler para que cediese el mando delEjército y se dedicase únicamente a lascuestiones políticas, pero todos estosintentos resultaron inútiles. MientrasHitler siguiera detentando el poder, las

posibilidades de que Alemania sufrierauna derrota aplastante aumentaban día adía.

Ante este panorama, en el seno delEjército comenzó a desarrollarse unaoposición organizada, cuyo objetivo yano era que Hitler reconsiderase suactuación al frente del esfuerzo deguerra, sino proceder directamente a sueliminación física. Sería muy prolijoenumerar los distintos movimientos quese produjeron dentro de las fuerzasarmadas, pero el episodio másimportante fue el intento de asesinato delFührer del 13 de marzo de 1943,utilizando una bomba oculta en un

paquete que simulaba un par de botellasde Cointreau, y que el lector tuvoocasión de conocer en detalle en elsegundo capítulo.

Por lo tanto, mientras Claus vonStauffenberg se encontrabaconvaleciente en el hospital de Munich,el movimiento de oposición en elEjército se encontraba en plenaebullición. Es difícil conocer lo que enesos momentos Stauffenberg sabía de laresistencia en las fuerzas armadas, y sialbergaba deseos de sumarse a ella. Alparecer, según testimonio posterior delcoronel Wilhelm Bürklin, en el hospitalrecibió la visita de su tío, el conde Von

Üxküll, que era un miembro activo de laresistencia, y seguramente le informó delo que se estaba cociendo, invitándole aparticipar en la conjura. Su tío conocíaal general Olbricht, el futuro jefe de susobrino, y sabía que formaba parte de laoposición. Es de suponer que VonÜxküll le aleccionó sobre cómo servir ala resistencia desde su próximo destinoa Berlín bajo las órdenes de Olbricht.

Pero hay algunos datos que pondríanen duda esta supuesta decisión deStauffenberg de sumarse a la oposiciónactiva contra el régimen nazi. El generalKurt Zeitzler recordaría más tarde queStauffenberg le había pedido ser

trasladado al frente en cuanto estuvierarecuperado de sus heridas, lo quepondría en entredicho su declaradodeseo de ponerse bajo el mando deOlbricht en la capital del Reich, sinduda el lugar más adecuado para llevara cabo un golpe de timón.

El general FriedrichOlbricht impulsódecididamente la

organización del golpe,trabajando junto a

Stauffenberg.

STAUFFENBERG DA EL PASO

En agosto de 1943, Stauffenberg setrasladó a su nuevo destino, Berlín. Sinduda, Olbricht no tardaría mucho enexplicarle los planes conspiratorios.Stauffenberg se puso de inmediato atrabajar por el éxito de la conjura; losmédicos le comunicaron que debíanrealizarse dos intervenciones, pero éllas rechazó, al ser advertido de quedebería pasar un largo período dereposo. Stauffenberg sabía que el

momento de acabar con Hitler estabamuy próximo, y debía estar plenamentedisponible.

A partir de aquí, es difícil establecercon claridad la cadena deacontecimientos que desembocaría en elatentado del 20 de julio de 1944. Hayque tener presente, tal como se advertíaen el prólogo, que casi todos losprotagonistas murieron o fueronejecutados antes del final de la guerra, yque la documentación fue destruida. Delmismo modo, la existencia de variastramas paralelas para acabar con Hitler,que coincidían o divergían con el pasode los meses, hace que sea

extraordinariamente complejoconfeccionar un argumento que englobela totalidad del movimiento deoposición a Hitler en el Ejército. Por lotanto, a continuación se ofrecerá unatrama necesariamente simplificada, auna riesgo de dejar fuera a personajes quefueron muy relevantes, pero cuyaenumeración y encaje en la líneaargumental lastrarían innecesariamentela narración.

Así pues, Stauffenberg, pormediación del general Olbricht, entró delleno en la oposición. De inmediatoconvenció a su hermano Berthold paraque también se sumase al movimiento.

Por entonces, su esposa, Nina, advirtióun cambio en el carácter de su marido;pasó a ser más reservado y no exponíasus opiniones con la misma vehemenciaque antes. Nina le preguntó abiertamentesi estaba conspirando, pero él lerespondió con evasivas. Seguramente, élno deseaba ver a su mujer involucradaen tan arriesgada empresa.

Ya a finales de agosto, Stauffenbergse vio envuelto en un trabajo frenéticode contacto con los círculos opositores.Su amigo Henning von Tresckow —participante en el atentado de lasbotellas— le introdujo entre losresistentes que vivían en Berlín, como el

doctor Goerdeler. Von Tresckow eraalto, calvo, de carácter serio, frío yreservado, pero poseía a la vez unapersonalidad fuerte y enérgica, con graninfluencia sobre Stauffenberg, quien lellamaba “maestro” (Lehrmeister). Habíasido un temprano admirador de Hitler,pero se había convertido pronto encrítico inflexible de los excesoscometidos por el régimen. Tresckowsería descrito más tarde por la Gestapocomo “sin duda, una de las fuerzasimpulsoras y el espíritu diabólico de loscírculos golpistas”.

Con Tresckow y con Olbricht,Stauffenberg planeó en detalle el

conjunto de medidas militares y civilesque debían tomar en el momento dedeclarar el estado de excepción tras ladesaparición del Führer; detención deministros y otros altos dirigentes nazis,toma de la radio y las agencias denoticias, así como el control de losferrocarriles y los puntos estratégicos.

Un decisivo puntal de apoyo paraStauffenberg sería su primo el condeYorck von Wartenburg, en quiendepositó una confianza ciega. Hay quiencree que, sin la influencia de su primo,Stauffenberg no hubiera dadoposteriormente el paso radical derealizar él mismo el atentado.

En noviembre de 1943 seincorporaría al complot el tenientecoronel Werner von Haeften, ayudantede Stauffenberg en el trabajo militar, yque le acompañaría a la Guarida delLobo a cometer el atentado. El hermanode Von Haeften, Bernd, que eraconsejero del departamento derelaciones externas, ayudaría aStauffenberg a encontrar nuevos yvaliosos colaboradores.

Claus y Berthold von Stauffenbergcompartían un piso en la Tristanstrasseberlinesa, en donde a veces recibían lavisita de su tío, el conde Üxküll.Afortunadamente, contamos con la

opinión del tío de Stauffenberg sobre lasposibilidades de éxito del complot, pormediación de su hija Olga: “Cuando mehabló por primera vez de la conjura, enoctubre de 1943, mi padre me dijo: Heintentado durante años convencer a losjóvenes de que debe hacerse algo en lapropia Alemania contra este régimen.Ahora es el momento.Desgraciadamente, he de confesarte queahora considero que ya es tarde, puestoque se ha dejado pasar el momento;naturalmente, aunque así lo considere,continuaré esforzándome, puesto quetiene el sentido siquiera de mostrar elcamino para cortar el paso a ese

criminal”.El conde Üxküll, en palabras de

Olga, estaba convencido del papelfundamental que jugaba su sobrino Clausen la conspiración:

“Si es que toda esa conjura tienealguna posibilidad de éxito, será debidoa lo que Claus aporta. En estosmomentos, es la fuerza motriz, la fuerzaque ha dado forma a todos los esfuerzosnuestros de tantos años. Sin él, todo elasunto perdería dirección y sentido. Esinimaginable la fuerza que desprende deese hombre, pese a su estado físico”.

Pese al gran concepto que, sin duda,tenía el conde Üxküll de su sobrino, la

realidad era que Stauffenberg no era elpersonaje central de la trama. Por depronto, nadie podía aventurar, y éltampoco, que finalmente iba a ser él elque tomase la responsabilidad de acabarcon Hitler. Sus condiciones físicas ledescartaban para esa misión, y ademássus dotes de organización le situaban enel centro director del complot, enBerlín, y no en el brazo ejecutor delatentado.

En los meses posteriores,Stauffenberg se prodigó en encuentroscon todos los miembros de la oposiciónal nazismo. Por desgracia, hasta esemomento las discusiones se centraban en

cómo debía configurarse políticamentela nueva Alemania surgida del golpe deEstado, más que en cómo realizarlo. Eltiempo iba pasando y, como bienapuntaba el conde Üxküll, el mejormomento para llevarlo a cabo ya habíapasado. La situación militar ibaempeorando cada vez más, lo quesuponía que los Aliados se iban amostrar cada vez menos interesados enapoyar los esfuerzos para derrocar aHitler. Era lógico pensar que losAliados prefiriesen gestionar unaAlemania totalmente derrotada y sin uninterlocutor político válido, que unaAlemania deseosa de buscar una paz

negociada y regida por unos gobernantesque habían repudiado la dictadura nazi.

Además, el frente del esteamenazaba con derrumbarse encualquier momento. Von Tresckowapremiaba para que se lanzase el golpede Estado a la mayor brevedad posible.Pero el ingenuo doctor Carl Goerdeler,que estaba previsto que se convirtieseen el canciller del nuevo gobierno,todavía confiaba en que Hitler aceptaraun ultimátum si éste le era presentadopor un número apreciable de dirigentesmilitares. Estas diferencias de criterioen el seno de la oposición redundaríanen nuevos retrasos.

El general Henning vonTresckow, aquí con sus dos

hijos, participó en elatentado de las botellas y

luego se sumó a losconjurados del 20 de julio.

Stauffenberg le llamaba“maestro”.

EL PLAN “VALKIRIA”

Stauffenberg siguió trabajandofebrilmente junto a Olbricht en laorganización del golpe de Estado. Laclave estaba en el plan “Valkiria”(Walküre), cuya preparación databa deprincipios de 1942, aunque en aquellaépoca no tenía ningún tipo de relacióncon la resistencia.

El general Friedrich Fromm, comojefe del Equipamiento del Ejército deTierra, había diseñado por aquellasfechas las medidas necesarias paracubrir los huecos que se ibanproduciendo en las tropas destinadas alfrente oriental. Consistían en utilizar alos trabajadores de la industria y los

enfermos y heridos que se ibanrecuperando para ese fin. Esta llamada afilas en caso de necesidad fueestablecida formalmente bajo laspalabras en clave “Valkiria 1” y“Valkiria 2”, según el grado demovilización.

Pero en el verano de 1943,“Valkiria” pasó a tener un significadomuy diferente. Dejó de ser un plan paracubrir las bajas del Ejército y pasó aconvertirse en una operación parareprimir cualquier disturbio interno. Enesos momentos existía una gran fuerzade trabajadores extranjeros yprisioneros en el interior de Alemania, y

se temía que pudiera organizarse algúntipo de levantamiento. “Valkiria 1” pasóa denominar la disponibilidad inmediatade las tropas para ese cometido y“Valkiria 2” se convirtió en la orden deentrada en acción de esas fuerzas decombate.

Hitler estuvo de acuerdo con esecambio impulsado por el generalOlbricht. Pese a que al Führer no lefaltaba astucia para advertir cualquiermaniobra encaminada a socavar supoder, en esta ocasión tragó el anzuelo.La entrada en vigor del plan “Valkiria”suponía que el Ejército del Interiorpodría movilizarse y tomar sus propias

decisiones aun en el caso de que larelación entre éstas y Hitler quedaranrotas. De forma sorprendente, Hitleraceptó esta propuesta y autorizó que sehicieran los preparativos. Sin serconsciente de ello, estaba dando luzverde al mecanismo que iban a emplearlos conspiradores para intentarderrocarle. El plan “Valkiria” iba apermitir llevar a cabo el golpe deEstado sin quebrar, en apariencia, lalegalidad vigente.

Stauffenberg y sus compañerossiguieron trabajando en los detalles delplan “Valkiria”. Era necesario redactarlas órdenes que serían radiadas o

confeccionar las listas de los objetivos aocupar. Para ello, con el fin de evitarmiradas indiscretas, los conjurados sereunían en el bosque de Grünewald.Allí, las esposas de Tresckow y delbarón von Oven acudían con máquinasde escribir portátiles para confeccionarlos documentos. Escribían con finosguantes para no dejar sus huellasdactilares. Después de ser utilizadas, lasmáquinas de escribir eran guardadas enlugares secretos.

Tras una de estas reunionesclandestinas en el bosque, se produjouna escena propia del mejor thriller. Yade noche, la esposa de von Oven

caminaba junto a Tresckow yStauffenberg de regreso a casa, llevandoen una cartera los documentos quehabían redactado esa tarde. De pronto,una patrulla motorizada de las SSapareció y se detuvo justo al lado deellos. Los hombres de las SSdescendieron rápidamente del vehículoy los conjurados comprendieron almomento que era inútil escapar; estabanperdidos sin remedio. Pero la patrulla nisiquiera prestó atención a los tresviandantes, sino que entraron a todaprisa en una casa para hacer un registro.La mujer de von Oven recordaría mástarde que sus dos compañeros

palidecieron notoriamente.La habilidad para encubrir la

preparación del golpe de Estadomediante la utilización de “Valkiria”merecería posteriormente elreconocimiento, aunque a disgusto, de lapropia policía: “En conjunto, todo eseplan “Valkiria” estaba perfectamenteencubierto y disimulado porStauffenberg y la camarilla deconjurados, en forma refinada”.

Stauffenberg tuvo en PeterYorck von Wartenburg unode sus más firmes apoyos.

EL GENERAL FROMM

Una de las piezas clave de laconspiración era el general FriedrichFromm, el diseñador del plan original“Valkiria” y jefe directo del generalOlbricht. Estaban bajo su mando todaslas fuerzas disponibles en el interior deAlemania. De cincuenta y seis años,había alcanzado el grado degeneraloberst y sólo le faltaba escalarel último peldaño: ser nombradomariscal. Sus dos metros de estaturahacían de él una figura imponente. Teníaun carácter autoritario, a lo que leayudaba su físico, y era muy ambicioso,

por lo que no tenía reparos en aparentarfidelidad a los principios delnacionalsocialismo si ello le ayudaba ensu carrera.

Pero Fromm no era un generalestimado por sus subordinados, puesnunca salía en su defensa en caso dedificultades. Acostumbraba a eludirresponsabilidades, evitarcomplicaciones siempre que fueraposible, y prefería dedicarse a la caza ya la buena vida en vez de atender lasnecesidades de los hombres que tenía asu mando.

Sin embargo, Fromm era inteligentey tenía una gran habilidad para nadar

entre dos aguas. Cuando Stauffenbergfue nombrado nuevo jefe de su EstadoMayor, éste expresó a su superiorabiertamente su falta de confianza en elfuturo de Alemania en la guerra; Fromm,en lugar de recriminarle su pesimismo yllamarle al orden, prefirió mantener unprudente silencio. Esto fue interpretadopor los conjurados como un deseo deincorporarse al complot, lo que laactitud ambigua de Fromm no ayudó adesmentir. Por ejemplo, un día queStauffenberg y Olbricht insinuaron en supresencia la posibilidad de un golpe deuna actuación violenta contra la cúpulamilitar del Reich, Fromm, que odiaba a

muerte al mariscal Keitel, el jefe delAlto Mando de la Wehrmacht (OKW),les dijo:

—Si dais el golpe, no os olvidéis deKeitel… Esta confidencia, entre otrosgestos de simpatía hacia el complot,hizo aumentar el optimismo entre losconspiradores, puesto que el concursode Fromm era casi indispensable paraque el golpe tuviera éxito. El planconsistía en que, una vez conocida lamuerte de Hitler, Fromm debía difundirla palabra clave “Valkiria” para queentrasen en vigor las medidas destinadasa asegurar el orden, pues era el únicoque tenía potestad para hacerlo. Pese a

que Fromm no participaba directamenteen el complot, era difícil pensar que,llegado el momento, se negase a emitiresa orden. Pero, en todo caso, si Frommdudaba en dar la consigna, el generalOlbricht estaba dispuesto personalmentea darla; cuando la orden hubiera salidopor telégrafo, las tropas ya no podríancomprobar si se trataba de una ordendada de forma autorizada o no, y tansólo los oficiales más próximos podríancomprobarlo mediante una consultatelefónica directa.

Por su parte, pese a no estar alcorriente de los detalles, Fromm noignoraba que se estaba preparando un

golpe de timón, así que deseaba estarbien considerado por los conjurados porsi éstos se alzaban con el poder. PeroStauffenberg y sus compañeros nopodían confiarse; si conocíanmínimamente a Fromm seríanconscientes de que éste se guardaría lasespaldas hasta el último momento parano quedar expuesto en el caso de que elcomplot fracasase.

Así pues, la maquinaria de laconspiración dependía de una pieza dela que no podían asegurarse suinfalibilidad. Naturalmente, eranecesario afrontar algunos riesgos; lapostura del calculador Fromm ante el

golpe era uno de ellos y, tal como severá, no el menos grave.

EL SUSTITUTO DE HITLER

Los conjurados ya habían decididoquién debía ser el nuevo Jefe del Estadouna vez que hubiera triunfado el golpe,es decir el hombre que debía sustituir aHitler al frente de la nación. Estaresponsabilidad recaería sobre elgeneral Ludwig Beck. De sesenta ycuatro años de edad, procedía de unafamilia renana, y había crecido en unambiente de burguesía católica.Participó en la Primera Guerra Mundial

como oficial de Estado Mayor.Como la mayoría de los conjurados,

era un hombre más inclinado hacia lateoría y a la reflexión que hacia lapráctica y la acción; los grandesproblemas de estrategia político-militarle habían apasionado siempre. Fruto deello sería la redacción del libro“Instrucción del modo de dirigir lastropas”, resumen de la doctrina delEstado Mayor alemán, una obra quesería atentamente estudiada en losejércitos extranjeros. Además, Becktenía una vasta formación intelectual, enla que destacaba su interés por lahistoria, la filosofía, la economía y el

derecho, además de por la música,especialmente la de Bach.

En 1931 Ludwig Beck fue nombradogeneral, poniéndose al mando de unadivisión de caballería. En 1935 fuedesignado jefe del Estado MayorGeneral del Ejército, un puesto desde elque asistió con preocupación a losmétodos del nuevo régimen,comprendiendo los peligros queentrañaba la expansión del TercerReich. Él era consciente de que lapolítica de Hitler iba a conducir aAlemania a una guerra total que nuncapodría ganar. Beck intentó convencer aotros destacados militares de los

peligros que aguardaban al país, pero noobtuvo ningún apoyo, lo que le llevó apresentar la dimisión en agosto de 1938y a abandonar el Ejército poco después.Ya como civil, Beck estableciórelaciones con miembros de laoposición, que le llevarían finalmente ainvolucrarse en el complot para asesinara Hitler.

La elección de Beck sería la muestrapalpable de que las personas encargadasde dirigir el golpe de Estado contraHitler no eran las más adecuadas paraeste cometido, como se verá másadelante. Tenía un carácter vacilante, notenía resonancia entre la tropa y no era

dado a tomar resoluciones. Los oficialesque habían estado a sus órdenes sequejaban de que Beck, en lugar deapoyar sus iniciativas, solía disuadirlesde cualquier acción emprendedora,interponiendo continuos obstáculos eimpedimentos. Si había que intentarderribar el régimen nazi, no hay duda deque Ludwig Beck no era la persona másadecuada para encabezar esa operación.

NUEVOS INTENTOS

Conforme se iban puliendo losplanes para llevar a cabo el golpe deEstado, el punto relativo a la

eliminación física de Hitler no avanzabaal mismo ritmo. Todos sabían que ésaera la clave de todo el complot, y nadiese atrevía a afrontar ese espinoso ytrascendental asunto.

Goerderler, el elegido para el puestode canciller, aún dudaba si ése era elmejor método para apartar a Hitler delpoder. Hubo quien abogó por enviar unregimiento al Cuartel General deRastenburg y proceder a la detención deldictador, para someterlo después a unjuicio público. Otros, como Yorck,creían que debía seguir madurando elplan militar antes de pasar a unhipotético atentado, pero Stauffenberg y

Tresckow eran firmes partidarios deactuar de inmediato. Ellos, comomilitares que eran, sabían que si seesperaba más tiempo la previsiblederrota alemana iba a hacer ya inútilcualquier intento de alcanzar el poder.Además, sabían que el golpe de Estadosólo podía tener éxito si Hitler no seguíacon vida, puesto que muchos de losmejores oficiales y soldados confiabantodavía en él, sin contar con eljuramento de fidelidad.

Al final, Stauffenberg y Tresckowlograron imponer su punto de vista. Elatentado contra la vida del Führer serealizaría lo más pronto posible. Con

indisimulada desgana, el resto deconjurados aceptó el plan.

El hombre que resultaba el másindicado para atentar contra Hitler era eljefe de la sección de organización delEstado Mayor del Ejército, el generalHelmuth Stieff. Él era el único de losconjurados que tenía acceso a lasreuniones militares en las queparticipaba Hitler. En octubre,Tresckow entregó material explosivo deorigen inglés a Stauffenberg, que a suvez lo pasó a finales de ese mes a Stieff.Sin embargo, el general no tuvoposibilidad de dejar la bomba en la salade conversaciones, o al menos eso es lo

que comunicó a los participantes en elcomplot, por lo que ese primer intentose saldó con un fracaso.

Al general Helmut Stieff sele encargó cometer elatentado, pero nunca

llegaría a encontrar elmomento adecuado para

llevarlo a cabo.

Posteriormente, tras el atentado del20 de julio, Stieff diría a susinterrogadores de la Gestapo que enrealidad ni siquiera llegó a intentardepositar la bomba, pues no estabadispuesto a realizar la acción. Nosabemos si Stieff tuvo en algún momentointención real de acabar con Hitler, y siun hipotético intento se abortó por faltade valor o de oportunidad, pero la únicaverdad es que el atentado previsto nollegó a producirse.

El siguiente que se ofreció a intentar

eliminar a Hitler fue el capitán Axel vondem Bussche. Este oficial estabadispuesto a emprender una misiónsuicida; con motivo de una visita deHitler prevista a una exposición enBerlín del nuevo uniforme militar deinvierno, Von dem Bussche planeóacercarse al dictador y saltar sobre élencendiendo sus propias ropas, quedebían estar previamente cargadas conmaterial explosivo. Sin embargo, laceremonia de la aprobación del nuevouniforme a la que debía asistir el Führerfue aplazada en varias ocasiones.Cuando finalmente, en noviembre de1943, parecía que iba a celebrarse, la

línea ferroviaria que debía trasladar aHitler a Berlín desde Prusia Oriental fuedestruida por un bombardeo y laceremonia se suspendió. Antes de que sefijara una nueva fecha, Von dem Busschefue trasladado al frente.

Durante las Navidades de 1943 seprodujo supuestamente un nuevo intentode atentado, aunque no conocemosningún detalle del mismo. Al parecer,Stauffenberg avisó al doctor Goerdelerde que todo estuviera dispuesto los días25, 26 y 27 de diciembre para poner enmarcha el golpe de Estado, puesto que laacción se produciría uno de esos días.Algún historiador, aunque sin citar

fuentes, ha afirmado que en esa ocasiónStauffenberg acudió con una bomba a laGuarida del Lobo en sustitución deOlbricht, que se fingió enfermo, peroque en el último momento se suspendióla reunión. Este episodio es improbable,aunque lo que es incontrovertible es quenada sucedió. Goerdeler amonestógravemente a Stauffenberg, pues sehabía alertado a todo el aparato opositorsin que nada hubiera ocurrido, corriendoel enorme riesgo de que la Gestapohubiera reparado en esos movimientos.

El resuelto capitán Axelvon dem Bussche estaba

dispuesto a emprender unamisión suicida paraasesinar a Hitler.

En enero de 1944, los conspiradores

se reunieron para hacer balance de loconseguido hasta la fecha. Los planespara el golpe de Estado estabanplenamente desarrollados y listos paraentrar en acción, pero lo más importante,acabar con Hitler, parecía cada vez másun objetivo irrealizable. Era necesarioobtener nuevos explosivos; el coronelWessel Freytag von Loringhoven afirmóque se esforzaría en conseguirlos[4].También se habló de que en la próximavisita de Hitler al frente algún oficial ledisparase, pero el dictador no teníaintención de efectuar más visitas, quizástemiendo una reacción de este tipo.

Un sonriente Stauffenbergjunto a Mertz von

Quirnheim, en un momento

distendido. Los días tensosllegarían más tarde.

El siguiente plan para atentar contraHitler se produciría con ocasión de otraceremonia de presentación de un nuevouniforme. En este caso el que seencargaría de la acción iba a ser elmariscal Ewald von Kleist. El 11 defebrero de 1944 debía celebrarse elacto, pero fue suspendido.

Ante ese nuevo fracaso, el turno lecorrespondería a otro oficial, el capitánVon Breitenbuch. Como ayudante delmariscal Busch, le acompañó a unaconferencia en el Cuartel General de

Rastenburg a la que debía asistir Hitler.Breitenbuch estaba dispuesto a disparara quemarropa al Führer en mitad de lareunión, pero cuando estaba a punto deentrar en la sala le fue prohibido elpaso, pues en el último momento sehabía decidido celebrarla sin laasistencia de los subalternos.

Naturalmente, la tensión entre losconjurados ya era máxima. Desde hacíavarios meses, la orden “Valkiria”parecía inminente, pero aún no habíasido posible lanzarla. Como era deprever, tantos preparativos no habíanpasado desapercibidos a la Gestapo.Himmler estaba convencido de que

había un complot en marcha, perodesconocía el alcance de ese círculo. Laprueba es que comunicó sus sospechasal almirante Canaris, creyéndole leal alrégimen nazi. Canaris advirtió deinmediato al general Olbricht que laGestapo ya estaba tras la pista de losconjurados, y Olbricht comunicó lainquietante noticia a Stauffenberg y losdemás. Había que actuar de inmediato,ya no se podía perder más tiempo.

Capítulo 5

Los preparativos

En los primeros meses de 1944, lapreocupación y el desánimo fueroncundiendo entre los conjurados. Lossucesivos intentos de acabar con la vidade Hitler habían acabado en sendosfracasos; cuando no había fallado elvalor del hombre que estaba decidido aatentar contra él, se había producidoalguna imprevisible contingencia quehabía desbaratado el plan. Daba lasensación de que el dictador germanoera un coloso indestructible, cuyo aura

aniquilaba cualquier intento dedestruirle. El convencimientoinconsciente de los conspiradores deque la Providencia estaba de su partehacía que cada vez fuera más difícilreunir los ánimos suficientes paraorganizar un nuevo atentado.

Por otro lado, el cerco de la Gestapose estaba cerrando cada vez más sobrelos participantes en el complot. En enerode 1944, la policía de Himmler habíadetenido a varios miembros de uncírculo de opositores cercano a laconjura de Stauffenberg.Afortunadamente para ellos, la Gestapono logró descubrir los lazos que unían a

ambos círculos, pero se extendió laimpresión de que en cualquier momentoel complot podía ser descubierto. Estasituación llevó a que se extremasen lasmedidas de seguridad y que serestringiese el flujo de información. Seimpartieron consignas para que, en casode que alguien cayese en manos de laGestapo, no facilitase informaciónalguna que pudiera dañar a losimplicados en el asunto.

Por último, la situación militar deAlemania iba cada día de mal en peor.El frente oriental amenazaba con quedarroto en cualquier momento y en el frenteoccidental se esperaba el más que

anunciado desembarco aliado en elcontinente. En la península italiana losalemanes se limitaban a resistir lasacometidas anglonorteamericanas, sin lamás mínima esperanza de pasar a laofensiva. En cuanto a la guerra aérea,los aviones aliados encontraban todavíamenos oposición en los cielos alemanesy la población civil pagaba lasconsecuencias padeciendo atrocesbombardeos. Esto hacía que losconjurados tuvieran cada vez más difícilobtener algún tipo de apoyo entre losAliados y, en el caso de que el gol petriunfase, conseguir una paz negociada.

EL “TRABAJO SUCIO”

Así pues, era urgente efectuar elatentado contra Hitler. Stauffenbergllevó a cabo una ingente labor debúsqueda de todo aquél que estuviera encondiciones de poder acercarse alFührer, y que pudiera ser receptivo alplanteamiento de asesinar al dictador.Uno de los contactados fue el mayorMeichssner, que tenía acceso al CuartelGeneral en Rastenburg. Stauffenbergintentó convencerle, pues sabía queMeichssner veía con buenos ojos elderrocar violentamente el régimen nazi,pero el mayor no se encontraba en

buenas condiciones, al haber comenzadoa abusar del alcohol, por lo que declinóla proposición del conde.

Haeften, el ayudante de Stauffenberg,también rechazó la propuesta de llevar acabo el “trabajo sucio” —el eufemismocon el que se conocía el intento deasesinato—, aduciendo motivosreligiosos. En cambio, no eran pocos losoficiales jóvenes que sí que estabandispuestos a disparar a Hitler, pero notenían acceso personal al Führer, o biense hallaban destinados en un puestodesde el que era difícil actuar.

Se estudió incluso la posibilidad depreparar una entrevista personal de

Hitler con alguno de los conjurados,para asegurar así el éxito de la acción.En este caso, sólo podía conseguirse esareunión si el que la solicitaba era unprestigioso jefe militar que tuviera laplena confianza de Hitler, pero no sehalló a nadie que encajase en ese perfil.

A la tensión resultante de la falta deresultados esperanzadores en relación alatentado, se unió la que surgía de losdistintos planteamientos políticos de losimplicados. De manera un tantosurrealista, las discusiones giraban enocasiones en torno al número deministerios con el que debía contar elnuevo gobierno, en lugar de sobre la

manera más rápida y eficaz de acabarcon la vida de Hitler. La tensión seacrecentaba también por la batallainterna que se daba entre el sector“civil” y el “militar”. Por ejemplo,Stauffenberg reclamó para sí una mayorparticipación en el diseño de la nuevaadministración, una intención que fuerechazada airadamente por Goerdeler, elfuturo canciller, que exigía que fueranlos civiles los únicos que se encargasende las cuestiones políticas. Por otrolado, la figura de Goerdeler también eradiscutida, puesto que algunosconjurados, como Stauffenberg, noconsideraban que tuviera el carisma

necesario para presentarse a losalemanes como el nuevo canciller.

Los debates internos entre losconjurados se producían también enotros terrenos. Existía un sectordecidido a hacer la paz con los aliadosoccidentales y a proseguir la guerracontra los soviéticos, y otro a la inversa.Los planteamientos políticos másconservadores tenían a sus partidarios,sobre todo los de más edad, mientrasque los oficiales jóvenes, comoStauffenberg, estaban dispuestos aafrontar políticas arriesgadas, incluso decorte revolucionario, para ganarse elapoyo de las masas obreras. Estas

discusiones de altura políticademostraban que existía unapreocupación por diseñar el futuro deAlemania, no sólo por derribar elsistema existente. Pero a la hora de laverdad, estas controversias bizantinasno resolvían los problemas acuciantes alos que tenían que enfrentarse losconjurados, y lo único que lograban erahacer peligrar la solidez del complot.

CONTACTOS CON LOS ALIADOS

Un aspecto importante para losparticipantes en la conjura era el de lasimplicaciones exteriores. Era necesario

conocer la reacción de británicos ynorteamericanos en el caso de que laAlemania surgida del golpe de Estadopropusiese el inicio de negociaciones.Stauffenberg consideraba que elgobierno de Londres debía estarinquieto ante el amenazador crecimientodel poder de la Unión Soviética y que,por tanto, no vería con malos ojosalcanzar un acuerdo con una Alemanialibre del nazismo, para poner freno así alas ambiciones de Moscú.

Aunque se ha especulado con queStauffenberg sentía simpatía por lossoviéticos, y que era partidario de hacerla paz con Stalin antes que con los

aliados occidentales —lo que le supusoposteriormente ser considerado como unhéroe en la Alemania Oriental—, lasinvestigaciones de los historiadores handemostrado más bien lo contrario.Stauffenberg era partidario de alcanzarun acuerdo con los ingleses yestadounidenses y, de hecho, rechazóalguna sugerencia de colaboraciónprocedente del comité Alemania Libre,controlado totalmente por Moscú.

A través de Suecia, un enviado delos conspiradores, Adam von Trott,tanteó la actitud de los aliadosoccidentales ante un nuevo gobiernoalemán. Las peticiones fueron modestas,

como por ejemplo la detención de losbombardeos sobre Berlín si el golpetriunfaba, pero ingleses ynorteamericanos, especialmente losprimeros, se negaron a cualquier tipo deconcesión. Cuando el mensaje llegó aBerlín, los conjurados no quisieroncreer que esa intransigencia fuera cierta,y la achacaron a una táctica de jugadorde póker. Por ejemplo, Stauffenbergestaba convencido de que Churchillvariaría esa postura al vislumbrar laposibilidad de un armisticio en el frenteoccidental, lo que permitiría queAlemania se centrase en defender eloriental, convirtiéndose así en un dique

al expansionismo ruso.Stauffenberg creía, de forma un tanto

ingenua, que los aliados occidentalesaceptarían la propuesta de paz delgobierno salido del golpe de Estado, porlo que preparó un documento en el mesde mayo, junto al capitán Kaiser, querecogía un total once puntos con los quesentarse a dialogar con losrepresentantes de Londres y Washington:

1. Cese inmediato de losbombardeos sobre Alemania.

2. Detención de los planes deinvasión.

3. Evitar más víctimas.4. Mantenimiento de la capacidad

militar en el este.5. Renuncia a toda ocupación.6. Gobierno libre y constitución

independiente.7. Total cooperación para el

cumplimiento del armisticio.

El primer ministrobritánico, WinstonChurchill, rechazó

proporcionar cualquiertipo de apoyo a la

oposición germana. Losconjurados pidieron ayuda

a los ingleses, mediantecontactos en la neutral

Suecia, pero Londres sólopensaba en la derrota total

de Alemania.

8. Delimitación de las fronteras de1914 en el este, mantenimiento deAustria y de los Sudetes, autonomía paraAlsacia y Lorena.

9. Colaboración en la reconstrucciónde Europa.

10. Juicio de los criminales contra elpueblo.

11. Recuperación de la dignidad y elrespeto.

No está confirmando que estedocumento llegase a manos de losAliados, pero no es aventurado suponerque, si la entrega se produjo, lapropuesta no mereciera ningunaatención. Estaba claro que después decasi cinco años de lucha y con elEjército germano en retirada en casitodos los frentes, no podía ponersepunto y final a la contienda premiando aAlemania con la conservación de losterritorios ocupados durante suexpansión.

Además, la renuncia a cualquier

ocupación por parte de los Aliadosequivalía a reincidir en el mismo errorque se había cometido al final de laPrimera Guerra Mundial. SiStauffenberg era un iluso idealista o, porel contrario, era un hábil negociador alplantear esa oferta de máximos, es algoque no sabemos. De lo que sí estamosseguros es de que los Aliados negarontodo apoyo y ayuda a un levantamientocontra Hitler llevado a cabo por lospropios alemanes, pese a que, con totalseguridad, el éxito de esa maniobrahubiera salvado miles de vidasbritánicas y norteamericanas.

“CUESTE LO QUE CUESTE”

A finales de mayo de 1944, seintensificaron aún más los planes paraeliminar a Hitler, bajo el impulso delgeneral Olbricht. Se obtuvo una cantidadde explosivo de procedencia alemana,que fue guardada en la casa deStauffenberg en Berlín. Pero eseexplosivo no llegó a utilizarse; se creeque el general Fromm, pese a no formarparte de la conjura, frenó el atentado alpedir a Olbricht tiempo para conseguirel apoyo de más generales.

Entonces sucedió un hechoprovidencial. Como si la corriente

arrastrara nuevamente a Stauffenberghacia su ineluctable destino, el condefue propuesto por el general HeinzGuderian para sustituir al generalHeusinger en la jefatura de la Secciónde Operaciones. El que Guderian lecalificase “como el mejor del EstadoMayor” convenció a Himmler para laidoneidad de su nombramiento.

Friedrich Olbricht, a la

Friedrich Olbricht, a laizquierda, durante unos

ejercicios de la Escuela delEjército de Montaña en la

primavera de 1944. En esasfechas estaba plenamente

centrado en elplaneamiento del golpe.

Stauffenberg no deseaba ese puesto,y a punto estuvo de rechazarlo, peroenseguida comprendió las enormesposibilidades que se le abrían. Graciasal nuevo cargo tendría acceso máspronto o más tarde al Cuartel General deHitler, así que aceptó. Además, pudocolocar a su amigo Metz von Quirnheimen el puesto que anteriormente ocupaba.

Excepto el general Fromm, que jugabacon dos barajas, el resto de la cúpuladel Ejército de reserva estaba ya bajo elcontrol de los conjurados.

El 7 de junio de 1944, un díadespués del desembarco aliado enNormandía, Stauffenberg fue llevado porFromm sin advertencia previa aBerchtesgaden, la residencia alpina deHitler. Allí, Stauffenberg participaríapor primera vez, en calidad de jefe deEstado Mayor del Ejército territorial, enuna conferencia de mandos militaressobre la situación de los frentes.Además de Hitler, a la reunión asistiríantambién Heinrich Himmler, el jefe de la

Luftwaffe Hermann Goering y elministro de Armamento Albert Speer.Stauffenberg fue presentado al Führer yéste le invitó a acercarse al lugar de lamesa en la que estaban extendidos losmapas, en atención a su problema devisión. A la salida de la reunión, estuvodepartiendo unos minutos con Speer.

Stauffenberg gozó de larecomendación del general

Heinz Guderian parasustituir al general

Heusinger en la jefatura dela Sección de Operaciones.Guderian dijo de él que era

“el mejor del Estado

Mayor”.

Años después, la esposa deStauffenberg afirmaría que su maridosintió el ambiente “podrido ycorruptor”, y que el único dirigente quele pareció normal fue Speer, mientrasque a los demás los calificó de“manifiestos psicópatas”.

En esa primera reunión Stauffenbergno intentó atentar contra Hitler. Algunosaseguran que ese día llevaba ya labomba en su cartera, pero que no teníaprevisto activarla porque simplementedeseaba probar sus nervios, pero esto noes más que una conjetura poco probable.

Si su cartera realmente contenía labomba, hay que pensar que queríaemplearla. En este caso, no se sabe si nola activó porque no encontró la ocasiónde hacerlo o porque le surgieron dudassobre la conveniencia de seguir adelantecon el golpe de Estado después deldesembarco aliado. El conde aseguró aalgunos conjurados que ya no teníasentido continuar con el plan, pues losAliados no aceptarían una paz negociaday que, por tanto, quizás era mejor quefuera el régimen nacionalsocialista elque llevase a la nación a la derrotaabsoluta, y no ellos.

Pero las razonables dudas de

Stauffenberg quedaron despejadasdespués de que su amigo von Tresckowle dijese estas palabras, que se haríanfamosas: “El atentado ha de llevarse acabo, cueste lo que cueste. Aunquehubiera de fracasar ha de ser intentadoen Berlín. Ya no se trata del objetivopráctico, sino de que la oposiciónalemana haya intentado el golpedecisivo, ante el mundo y la historia.Todo lo demás, aquí, es indiferente”.

Después de la visita aBerchtesgaden, Stauffenberg acudió aBamberg para ver a su mujer, Nina, queestaba embarazada, y a sus cuatro hijos;Berthold, Heimeran, Franz Ludwig y la

pequeña Valerie. Se cree que la relaciónentre Claus y Nina no atravesabaentonces por su mejor momento. Élhabía intentado mantener a su mujeralejada del círculo de conspiradorespara protegerla, pero Nina eraconsciente de que su marido estabainvolucrado en un asunto en el que, deno salir como estaba previsto, podíaperder la vida. No es difícil suponer queella le recriminó que pusiera en riesgoel futuro de su familia e, igualmente, noes difícil imaginar la respuesta deStauffenberg. A la luz de los hechos,entre sus responsabilidades familiares yla defensa de sus ideales hasta las

últimas consecuencias, Stauffenberg seinclinó por esto último. No hay quedescartar que se viera sometido a ungran sufrimiento al verse obligado apasar por ese dilema, pero al final sevio impelido a actuar así por su innatosentido del deber. Stauffenberg ya novolvería a ver más a su familia.Tampoco llegaría a conocer a su hijaConstanze, nacida el 27 de enero de1945.

La situación militar germana seagravó más aún el 22 de junio de 1944,cuando los soviéticos lanzaron una granofensiva contra el Ejército alemáncentral. En sólo tres semanas, el ataque

ruso derrotaría a 27 divisionesalemanas. El temor a que el Ejércitorojo se plantase a las puertas de Berlínen pocos meses era palpable. Losconjurados acordaron que era necesario,en caso de triunfar el golpe de Estado,mantener el frente del este a cualquierprecio; para ello era necesario trasladarfuerzas desde el frente occidental.

En ese escenario de tantaimportancia estratégica, el frente deloeste, con París como centro neurálgico,los conspiradores contaban con algunosapoyos destacados entre los oficialesdel Ejército, dispuestos a facilitar lairrupción de las tropas aliadas para

evitar derramamiento de sangre yalcanzar un rápido armisticio.

El jefe de la Luftwaffe,Hermann Goering. Losconspiradores querían

acabar también con suvida, pues era el sucesor

oficial de Hitler.

LA CONEXIÓN PARISINA

Aunque el centro de la conspiraciónse hallaba en Berlín, la capital deFrancia se había convertido en un puntode atención preferente para losconjurados. De cómo se desarrollasenlos acontecimientos en la capitalfrancesa podía depender el éxito o elfracaso del golpe de Estado paraderribar a Hitler.

París era el centro de decisiones delfrente occidental. Desde allí, el mariscal

Günther von Kluge, comandante en jefede las fuerzas del Oeste, coordinaba losesfuerzos del Ejército germano parahacer frente a las divisiones aliadasdesembarcadas en las playas deNormandía el 6 de junio de 1944. VonKluge había sustituido el 3 de julio almariscal Von Rundstedt, que, al nohaber podido impedir el desembarco delos Aliados ni haberlos arrojadorápidamente al mar, había perdido laconfianza de Hitler, siendo dado de bajapor “motivos de salud”.

El mariscal von Kluge era unapersonalidad militar de primer orden,que había demostrado su habilidad

táctica mientras estuvo destinado alfrente oriental[5]. Allí, estando al frentedel Grupo de Ejércitos Centro, habíatenido a sus órdenes a algunos de losprincipales miembros de laconspiración, como el coronel vonTresckow o el lugarteniente de laReserva Von Schlabrendorff. Von Klugesiempre se había mostrado muy críticocon Hitler, pero nunca se atrevió a darel paso de integrarse de lleno en laoposición. Aun así, permitió a sussubordinados emprender las accionesnecesarias para derrocar al dictador,como el atentado de las botellas del 13de marzo de 1943.

Ignorante de estas maniobras delmariscal en la cuerda floja, Hitlerconfiaba plenamente en Von Kluge. Ledio libertad de acción en el oeste y leproporcionó nuevos efectivos. Elmariscal se sintió adulado por estasconcesiones del Führer, pero suagradecimiento sería mayor cuando, conocasión de su 60º cumpleaños, recibióde Hitler un cuarto de millón de marcos.Desde su nuevo puesto, Von Klugesiguió mostrándose ambiguo respecto alcomplot que se estaba gestando. A suvez, los conspiradores tenían sus dudasde que el mariscal se uniese a elloscuando llegase el momento de la verdad.

En cambio, Stauffenberg y suscompañeros confiaban ciegamente en elgeneral Karl-Heinrich von Stülpnagel,que ejercía las altas funciones de jefemilitar de Francia desde marzo de 1942.Stülpnagel había podido comprobar deprimera mano los errores cometidos porel gobierno nacionalsocialista en supolítica de ocupación del país galo, y sehabía mostrado crítico en muchasocasiones, lo que le había valido sertildado de excesivamente comprensivoante los intereses de Francia.

Otro personaje en el que losconjurados tenían depositada toda suconfianza era el mariscal Erwin

Rommel, que había sido precisamentecompañero de Stülpnagel en la escuelade infantería de Dresde. Los impulsoresdel complot deseaban tener a Rommelde su parte, en razón de su prestigio ypopularidad. Tenían previsto ofrecerlelas responsabilidades de comandante enjefe de las Fuerzas Armadas y quizás lade jefe provisional del Estado.

El 15 de mayo de 1944, Rommel yStülpnagel se reunieron en una casa decampo de Mareil-Marly para tener uncambio de impresiones sobre la actituda tomar ante el cercano golpe de Estado.Pero Rommel nunca se mostró partidariode la eliminación física del dictador;

estaba convencido de que el puebloalemán, intoxicado por la hábilpropaganda de Goebbels, haría de Hitlerun mártir. Aun así, los conjurados no sedesanimaron y trataron de persuadir alZorro del Desierto para que seinvolucrase totalmente en el complot.

Los alemanes en París.La capital francesa era el

punto desde el que se

coordinaba la lucha contralas tropas aliadasdesembarcadas en

Normandía. Su control seconvirtió en un objetivo

para los conjurados.

Tras el fracaso alemán al intentarcontener a los Aliados en las playas,Rommel intentó convencer a Hitler paraque intentase alcanzar un acuerdonegociado que evitase la inexorablederrota que se produciría en el caso deseguir combatiendo ante el enormepotencial desplegado por sus enemigos.Pero Hitler le contestó secamente:

—No se inquiete por la continuación

de la guerra, mariscal. Piense sólo en sufrente de combate.

Todo cambiaría bruscamente el 17de julio, mientras Rommel hacía suhabitual visita al frente. Poco despuésde las seis de la tarde, su vehículocirculaba por la carretera de Livarot aVimoutiers cuando aparecieron dosaviones enemigos. El chófer acelerópara tomar un camino que había a laderecha, a unos trescientos metros, parapoder refugiarse, pero no le dio tiempode efectuar esa maniobra. Los aparatosaliados, en vuelo rasante a granvelocidad, llegaron hasta el coche deRommel. Abrió fuego el primero de

ellos, alcanzando el costado izquierdodel vehículo. Rommel sufrió heridas enel rostro y un golpe en la sien izquierda,que le dejó sin conocimiento. El chóferperdió el control del coche, que fue achocar contra un árbol, para caerfinalmente en un foso después de dar unavuelta de campana. Rommel había sidoproyectado fuera del auto. El segundoavión lanzó sin acierto algunas bombas.El mariscal tenía el rostro cubierto desangre y presentaba heridas en su ojoizquierdo y en la boca. Fue atendido deurgencia en un pequeño hospitalregentado por religiosas y después fuetrasladado al hospital de Bernay, en

donde se le diagnosticaron heridasgraves en el cráneo.

El Zorro del Desierto había quedadofuera de juego, lo que suponía un durogolpe para los conjurados; supersonalidad hubiera resultado decisivapara lograr el apoyo de las tropas delfrente occidental una vez desatado ellevantamiento. Además, la ausencia delmítico militar restaba peso político a losconspiradores, ya que su enormeprestigio en el campo aliado leconvertía en el interlocutor idóneo paraunas conversaciones de paz.

Ahora, todo dependía de la actituddel mariscal Von Kluge. Aunque la

fiabilidad del general Stülpnagel eraabsoluta, su radio de acción se limitabaal ámbito administrativo, al no disponerde tropas. Por tanto, la gran incógnitaera lo que haría Von Kluge en elmomento que llegase a París la noticiadel atentado contra Hitler. ¿Se pondría alas órdenes de las nuevas autoridades opermanecería leal a los jerarcas nazis?

El mariscal Erwin Rommel,el mítico Zorro del

Desierto.

Los conjurados teníanprevisto confiarle la

dirección de las FuerzasArmadas tras el golpe.

STAUFFENBERG, DECIDIDO AACTUAR

A finales de junio, Stauffenberg semostró firmemente decidido a realizar élmismo el atentado. Pese a que éldisponía ya del ansiado acceso alCuartel General de Hitler, losconjurados estaban convencidos de quesu puesto debía estar en Berlín,dirigiendo el golpe. Pero el conde eraconsciente de que no podrían encontrar a

nadie que hiciera el “trabajo sucio”. Élse encargaría de ello.

No sabemos si antes de esas fechasStauffenberg había decidido atentar élmismo, pero lo que es seguro que en esaúltima semana de junio comunicó a suscompañeros que quería hacerlo, y asíconsta en algunas cartas personales quese han conservado, como en una misivade su ayudante, von Haeften, en la queaseguraba que “Claus piensa en hacer élmismo el acto”.

A primeros de julio se aceleró elritmo de las reuniones clandestinas parafijar por enésima vez los detalles delgolpe. En esos días se celebraron

numerosos encuentros y conversacionesen Berlín, mientras que el general Beck,el futuro presidente de Alemania,continuaba buscando apoyos entre losAliados para derrocar el régimen,mediante sus contactos en Suiza ySuecia.

Era ya difícil que aumentase aún másla tensión, pero ésta estuvo a punto deestallar cuando el 5 de julio la Gestapodetuvo a Julius Leber, al ser reconocidopor un delator de la policía cuandointentaba entrar en contacto condirigentes obreros con el fin deganárselos para la causa de losconjurados. Leber, de ideología

socialdemócrata, había contado con elapoyo de Stauffenberg y otroscompañeros suyos para disputar elpuesto de canciller a Beck. No formabaparte del círculo de decisiones, peroestaba claro que para la Gestapo no ibaa ser muy difícil tirar del hilo quellevaría hasta el corazón del complot.

Stauffenberg, que había sidoascendido a coronel el 1 de julio, fuepresionado para que llevase a cabo elatentado de una vez. Al día siguiente dela detención de Julius Leber, el 6 dejulio, acudió a unas conversacionesprevistas en el Cuartel General de Hitleren Berchtesgaden, llevando la misma

cartera que llevaría el día del atentado,el 20 de julio. Desconocemos también siese día su cartera contenía la bomba,aunque lo más probable es que sí, encaso de ser cierto lo que más tarderecordaría el general Stieff ante laGestapo. Stauffenberg estuvo presenteen dos conferencias, deaproximadamente una hora de duracióncada una, con Hitler, Himmler y Speer,entre otros. Una se desarrolló entre lascinco y las seis de la tarde y la segundaentre la medianoche y la una de lamadrugada. Es de suponer que aStauffenberg no le surgió la posibilidadde activar la bomba.

El 11 de julio Stauffenberg acudióde nuevo a presencia de Hitler, tambiéna Berchtesgaden. A esta reunión, en laque estaba prevista la asistencia deHeinrich Himmler, sí que es seguro queasistió con el artefacto explosivo,dispuesto a hacerlo estallar. Fueacompañado por el capitán FriedrichKarl Klausing, un joven oficial, que leesperaría en un vehículo aparcado cercadel Berghof para poner rumbo alaeropuerto, en donde tenían un Heinkel111 a su disposición. Stauffenbergasistió a la conferencia de la mañana,que se desarrolló entre la una delmediodía y las tres y media de la tarde.

En Berlín los conjurados esperaban lanoticia del atentado, pero no sucediónada.

Cuando Stauffenberg abandonó laresidencia de Hitler, explicó al capitánKlausing que no había accionado labomba porque contrariamente a loprevisto, Himmler no había tomadoparte en la conferencia. El jefe de las SSestaba considerado como el sustitutonatural de Hitler, pese a que ese honorcorrespondía formalmente a Goering, asíque los conspiradores creían necesarioeliminarlo al mismo tiempo que Hitlerpara descabezar así el régimen nazi.

De todos modos, existen bastantes

dudas y contradicciones sobre elsupuesto intento del 11 de julio. Lasúnicas informaciones disponibles sobreeste episodio son las procedentes de losinterrogatorios efectuados por laGestapo después del 20 de julio.

Es posible que ese día Stauffenbergse limitara a tantear las posibilidades derealizar el atentado, como si de unensayo general se tratase, con vistas auna oportunidad posterior. El hecho deque ese 11 de julio su primo, el tenientegeneral Caesar von Hofacker, que debíacoordinar el golpe en París, seencontrase en Berlín para reunirse conel general Beck, hace pensar que no se

contaba con que Stauffenberg atentaracontra Hitler ese día. En cambio, hayotra versión, la que asegura queStauffenberg, al enterarse de queHimmler no participaría en la reunión,telefoneó a Olbricht unos minutos antesde la una para consultarle si debíaseguir adelante con el atentado, y querecibió una respuesta negativa.

La siguiente oportunidad llegaríacuatro días después. El 15 de julio, elgeneral Fromm y Stauffenberg fueronconvocados para unas conversacionesmilitares en el Cuartel General, en estecaso en la Guarida del Lobo, enRastenburg. El conde creyó ver llegado

el momento idóneo para realizar elatentado. Acudiría a la reunión con unartefacto explosivo que le había sidoentregado a principios de junio. No seha podido establecer con seguridad elorigen de ese material; si era deprocedencia británica, alemana, o unamezcla de ambas. Se cree que losconjurados lograron obtener explosivoalemán procedente de un depósito deingeniería del frente del este, gracias alos hermanos Georg y Philipp vonBoeselager, y que el coronel WesselFreytagh von Loringhoven adjuntómaterial británico, gracias a suscontactos en el servicio de Inteligencia.

Las investigaciones posteriores delServicio de Seguridad del Reichapuntarían a que todo el explosivo eragermano y que la aportación aliada seredujo a los detonadores, pero no hay uncriterio claro al respecto[6].

Stauffenberg estaba convencido deque esta vez sí podría hacer estallar labomba junto a Hitler, tal como lodemuestra el que hubiera hablado conOlbricht de que el plan “Valkiria” fuerapuesto en práctica dos horas antes de lacomisión del atentado, para no dartiempo de reacción a sus adversarios.

Ese 15 de julio, Fromm yStauffenberg, acompañados por el

capitán Klausing, aterrizaron en elaeródromo de Rastenburg a las 9.35horas. Desayunaron en el casino deoficiales, como solía ser habitual enestos casos, permaneciendo allí unostres cuartos de hora.

Sobre las once, Fromm, Stauffenbergy Klausing fueron conducidos al áreacentral de la Guarida del Lobo, dondetuvieron un encuentro informal con elmariscal Keitel, al que Frommconsideraba su “buen amigo”.

A las 13.00 horas, Fromm, Keitel yStauffenberg se dirigieron al llamadoinforme matinal, que se iba a celebrar enun barracón cercano al búnker del

Führer. En la puerta departieron detemas triviales con el general de laLuftwaffe Karl Bodenschatz hasta que,unos diez minutos más tarde, llegóHitler, acompañado por el almirante vonPuttkamer, un guardaespaldas y su jefede fotógrafos.

Keitel saludó de forma servil aHitler, como en él era habitual. Elfotógrafo apuntó y tomó el momento enel que Bodenschatz hacía una ligerareverencia al dictador, mientras seestrechaban las manos. En esa imagen,Stauffenberg aparecería en posición defirmes, con la espalda recta, mirando endirección a Hitler.

Para romper el hielo, Keitel empezóa narrar a Hitler los detalles de la últimacacería en la que había participado, eintentó introducir a Stauffenberg en laconversación, halagando el hecho de quepudiera montar a caballo pese a susimpedimentos físicos. A continuación,todos entraron en el barracón para darinicio a la reunión.

Esta conferencia duró sólo mediahora. Aunque después se celebraron dosreuniones más, igualmente breves,seguramente Stauffenberg no encontró elmomento adecuado para armar laespoleta, una acción para la que serequerían unos minutos. Únicamente

contamos con el testimonio de Berthold,el hermano de Stauffenberg, paraintentar averiguar por qué no se produjoel atentado. En sus declaracionesposteriores a la Gestapo afirmó: “Mihermano me dijo que las conversacionesfueron interrumpidas de improviso,pidiéndose a Claus que informarapersonalmente de ciertas cuestiones, porlo que no pudo realizar el atentadoplaneado”.

Esta hipótesis es verosímil, perootras fuentes aseguran que, ante laausencia de Himmler y Goering en lareunión, Stauffenberg salió de la salapara llamar a Berlín y pedir consejo.

Esta versión fue la que la mujer deMertz von Quirnheim dejó escrita en sudiario; según su testimonio escrito, pocoantes de la reunión Stauffenbergpreguntó telefónicamente a Olbricht sidebía seguir adelante pese a la ausenciade ambos jerarcas nazis, y tras unintercambio de opiniones bastante largoentre los conjurados se le dijo que noactuase. Pero Von Quirheim actuódespués por su cuenta y, tomando elaparato, recomendó a su amigoStauffenberg que hiciera estallar labomba de todos modos. Al parecer,Claus coincidió con él en que eso era lomás acertado, pero al regresar

comprobó que Hitler se había marchadoya.

Fotografía tomada el 15 dejulio de 1944 en la Guarida

del Lobo.

Stauffenberg, a laizquierda, observa a Hitler.

Cinco días despuésatentaría contra su vida.

Sea como fuere, antes de dirigirse alaeropuerto para regresar a Berlín,Stauffenberg telefoneó a Olbricht paracomunicarle brevemente que el planhabía fracasado. Esta noticia produjo enlos conspiradores una gran decepción,además de un enfado considerable,puesto que se había lanzado ya laprimera fase de “Valkiria”, haciendocaso a Stauffenberg. Rápidamente seabortó el proceso, pero la alarma yahabía sido dada. Naturalmente, desde el

Alto Mando se pidieron despuésexplicaciones a esa sorprendente puestaen práctica del plan “Valkiria”, peroOlbricht se mostraría eficaz a la hora deconvencerles de que no se trataba másque de un simulacro, concretamente “unejercicio táctico para comprobar lacapacidad de acción del Ejércitoterritorial”.

CRECE AÚN MÁS LA TENSIÓN

Los conspiradores pudieron respirartranquilos, pero estaba claro que nopodían permitirse ni un error más. Elnerviosismo cundía entre los

implicados, que temían versedescubiertos de un momento a otro.Comenzó a extenderse por Berlín elrumor de que “el Cuartel General delFührer va a estallar por los aires”. Eraimprobable que alguien del círculo deconjurados hubiera cometido esaindiscreción, pero esos comentarios nopasaron desapercibidos a los oídos dela Gestapo, que extremó las pesquisaspara descubrir lo que había de verdaden ese más que inquietante rumor. Esasinvestigaciones pusieron a la Gestapo enla pista del doctor Goerdeler, el quedebía convertirse en el próximocanciller en caso de triunfo del golpe;

Stauffenberg le aconsejó que semantuviera escondido y pidió al resto deconjurados ser más prudentes que nunca.

Los días posteriores al frustradoatentado del 15 de julio fuerontranscurriendo en medio de una tensióninsoportable. Cuando alguno de losimplicados en el golpe oía que alguienllamaba a su puerta o a su teléfono, sesobresaltaba al creer que la Gestapo lehabía descubierto. Era cuestión de días,si no de horas, el que la policía deHimmler procediese a detenerlos atodos. En esas jornadas Stauffenberg seesforzó en aparecer cordial y tranquilo,intentando transmitir algo de serenidad

en un ambiente que rezumaba ansiedad.Por suerte para Stauffenberg y los

conjurados, el conde fue convocado denuevo al Cuartel General en Rastenburg.Debía acudir a la reunión de situación oFührerlage[7]. Allí tendría laoportunidad de estar junto a Hitlerdurante más de dos horas, por lo quedispondría del tiempo necesario paraactivar la bomba y situarla a su lado.Por fin se presentaba el momento deculminar todo el trabajo realizado en losmeses anteriores.

Pero, llegados a este punto, ya noestaba en juego sólo el futuro deAlemania, sino la propia supervivencia

de los implicados en el complot. Siregresaba de esa reunión con la bombaen su cartera, tan sólo les quedaríaesperar a que la Gestapo se presentasepara arrestarlos a todos. Sin duda, éstaera la última oportunidad.

Capítulo 6

La Guarida del Lobo

Al amanecer del 20 de julio de 1944, yase sentía en Berlín el tibio calor que ibaa preceder a un día tórrido. La noche nohabía traído fresco alguno y la jornadase anunciaba a tan temprana hora tancalurosa como la anterior.

Stauffenberg se levantó antes de lasseis y se vistió hábilmente con sus tresdedos, ayudándose de sus dientes.Seguramente intercambió unas palabrasde ánimo con su hermano Berthold, quehabía dormido en una habitación

contigua, preparándose ambos para laintensa y crucial jornada que iban avivir, y de la que iba a depender eldestino de Alemania y de toda Europa.

Claus y Berthold subieron alvehículo que les conduciría hasta elaeródromo de Rangsdorf, cercano aBerlín. El chófer era el cabo Schweizer,que era ajeno al propósito de loshermanos Stauffenberg. Durante eltrayecto tuvieron que pasar por calles enlas que se amontonaban las ruinasprovocadas por los constantesbombardeos, lo que probablemente leshizo pensar que, de tener éxito el golpe,esa pesadilla podía estar a punto de

acabar. Por el camino recogieron alteniente Werner von Haeften y a suhermano Hans Bernd. Haeften tenía lamisión de ayudar a Stauffenberg apreparar el atentado.

Un Heinkel 111despegando. Un aparato

como éste fue utilizado porStauffenberg para volar

hasta el Cuartel General de

Hitler en Rastenburg yregresar después a Berlín.

En el aeródromo les esperaba unHeinkel 111, un avión correo que habíasido puesto a disposición de losgolpistas por el general Wagner.Stauffenberg estaba contento de podercontar con ese aparato en lugar de loslentos Junker 52 que solían efectuar eserecorrido. No obstante, esa ventaja severía anulada; estaba previsto que elavión despegase a las siete en punto,pero la salida se retrasó hasta las ocho.Mientras tanto, apareció el generalStieff, que se incorporó al reducido

pasaje.Finalmente, poco antes de las ocho,

Stauffenberg se despidió de su hermanoBerthold y subió al aparato acompañadodel teniente Haeften, que a su vez sedespidió de su hermano. Ya en el avión,el coronel entregó a Haeften su cartera,que contenía las dos bombas, y éste ledejó la suya. El teniente debíaencargarse de su custodia hasta quellegase el momento de activarlas. Elavión, después de elevarse, puso rumboa Rastenburg, distante unos seiscientoskilómetros.

EN LA GUARIDA DEL LOBO

A las 10.15, el Heinkel 111 tomótierra en el aeródromo de Rastenburg.Al bajar del aparato, Stauffenberg,Haeften y Stieff encontraron un vehículoa su disposición para conducirles hastala Guarida del Lobo. Stieff, acompañadode Haeften, continuaría su camino haciael Cuartel General del Ejército, elMauerwald, pues Haeften debía asistirallí a una reunión. El piloto del aviónfue avisado de que tenía que estarpreparado desde las doce del mediodíapara emprender el vuelo de vuelta, peroesta vez sin demoras de ningún tipo.

El trayecto del coche hasta elCuartel General del Führer, a seis

kilómetros del aeródromo, duró unosescasos diez minutos, sin que surgieseningún obstáculo. Hasta llegar a laresidencia de Hitler debían atravesartres puestos de control, numerados conlas cifras romanas III, II y I. Una vezsuperado este último puesto,Stauffenberg descendió del auto yHaeften continuó junto a Stieff endirección al Mauerwald. Haeften, queseguía llevando la cartera con las dosbombas, debía regresar en un par dehoras, para poder ayudar a Stauffenberga realizar el atentado, y debía ocuparsede asegurar la disponibilidad delvehículo para el momento en que, una

vez consumada la acción, se dispusierana regresar al aeródromo para tomar elavión de vuelta a Berlín.

Stauffenberg, llevando la cartera deHaeften, se dirigió al casino de oficialesy allí se encontró una mesa situada alaire libre, a la sombra de un frondosoroble, en la que desayunabancopiosamente varios conocidos.Algunos le esperaban allí desde lasnueve, la hora prevista para su llegada.Estaban presentes el capitán Pieper, eldoctor Walker, el doctor Wagner, elteniente general Von Thadden y elcapitán Von Möllendorf. Como veremosmás adelante, su amistad con éste último

le resultaría providencial en un momentode grave dificultad, durante la huida del a Wolfsschanze. Stauffenberg fueinvitado a sentarse y estuvo departiendocon ellos. El café de que disponían en laGuarida del Lobo tenía muy poco quever con el sucedáneo al que se debíarecurrir en Berlín, por lo que es desuponer que el coronel se sintióreconfortado y animado por esedesayuno, que se prolongó hasta lasonce.

El teniente Werner vonHaeften acompañó a

Stauffenberg a la Guaridadel Lobo para ayudarle en

los preparativos delatentado. Haeften se

mostraría fiel al condehasta el final.

Stauffenberg telefoneó al ayudantede Keitel, el mayor Ernst John vonFreyend, para confirmar sus reunionesdel día. La que contaría con la presenciade Hitler se celebraría a las 13.00 en elbarracón de conferencias, como erahabitual[8]. Entonces se dirigió a laprimera conferencia en la que debíatomar parte, dirigida por el generalBuhle, jefe del Estado Mayor delEjército. En la sofocante cabaña en laque esa reunión tendría lugar, la del AltoMando del Ejército, se discutió sobre lacreación de dos nuevas divisiones paraPrusia Oriental, con reservistas de laGuardia del Interior. El balance de una

media hora de discusión fueron unascuantas observaciones generales que nodesembocarían en ninguna decisiónconcreta.

UN ADELANTO IMPREVISTO

Más relevante era la siguientereunión a la que debía asistirStauffenberg, en este caso con elmariscal Keitel. Mientras se estabadesarrollando el encuentro, entró unasistente y comunicó a Keitel que laconferencia diaria, en la que tomaríaparte Hitler, se había adelantado unahora, como consecuencia de la visita

oficial que debía realizar Mussolini,cuya llegada se esperaba hacia las14.30. Así pues, la reunión, previstainicialmente para las 13.00, tendríalugar a las 12.30.

Stauffenberg no sabía nada de eseadelanto imprevisto; el atentado se veíaentonces amenazado de un nuevoaplazamiento, debido a que los dosartefactos se hallaban en la cartera de suayudante, que desconocía también eladelanto de la conferencia. Por suerte,poco después de concluir la reuniónpresidida por Keitel, el teniente Haeftense presentó, llegando así a tiempo deproporcionar las bombas a Stauffenberg,

pero había que apresurarse para poderactivarlas a tiempo.

El adelanto de la reunión provocóotro inconveniente; al prever que seríacorta y de que, por tanto, no se trataríantemas esenciales, tanto Himmler comoGoering, que solían asistir a lasconferencias diarias, decidieron nopresentarse. El objetivo de losconjurados era eliminar también aambos jerarcas, pero eso ya no seríaposible. Las coincidencias y lascasualidades comenzaban a conjurarse,irónicamente, contra los conjurados…

Pero ésa era una cuestión menor allado del problema más perentorio:

montar las bombas. Era necesariobuscar un lugar adecuado para esa tarea,por lo que Stauffenberg pidió alcomandante Von Freyend poderdisponer durante unos minutos de unahabitación en donde cambiarse decamisa. Éste le ofreció un pequeñodormitorio, en donde entró Stauffenbergacompañado de Haeften, lo que eraexplicable pues podía necesitar ayudapara vestirse. Una vez en la habitación,procedieron a activar las bombas.

Mientras tanto, los relojes yamarcaban las 12.30, y Von Freyend, queestaba esperando en el pasillo, se sentíacada vez más inquieto, pues debía

conducir a Stauffenberg a la sala atiempo para la reunión, cuando ésta yahabía comenzado.

En ese momento hubo una llamadadel general Erich Fellgiebel, jefe decomunicaciones del Alto Mando de laWehrmacht, que se encontraba en laGuarida del Lobo. Fellgiebel tambiénparticipaba de la conjura, y tenía lamisión de bloquear todas lascomunicaciones del Cuartel General deHitler con el exterior. La llamada fuerecibida por Von Freyend; le dijo quetenía que hablar con Stauffenberg y lepidió que le pasara el aviso de que lellamara. No había tiempo para que el

coronel le devolviera la llamada, peroFreyend envió al sargento mayor WernerVogel a comunicar a Stauffenberg elmensaje de Fellgiebel y a decirle que sediera prisa.

El sargento intentó entrar en lahabitación sin llamar. Al abrir la puertade manera impetuosa, ésta impactó en laespalda de Stauffenberg, que seencontraba de pie justo detrás de ella. Elsargento se disculpó y dijo que le habíancomunicado que no podía hacerseesperar a Hitler, por lo que el coroneldebía presentarse de inmediato.Stauffenberg replicó de manera bruscaque ya se estaba apresurando y volvió a

cerrar la puerta. Más tarde, ese sargentodeclararía ante los funcionarios de lapolicía criminal lo que había vistofugazmente al abrir la puerta: doscarteras colocadas encima de la cama,además de algunos papeles y un paquete.El testigo interpretó que ambas carterashabían sido vaciadas.

No sabemos lo que ocurrió en lahabitación. Lo que es evidente es que laprimera bomba sí fue activada. Para elloes posible que fuera Stauffenberg,ayudado de una tenaza[9], quienrompiese la cápsula de ácido delmecanismo; a partir de ese momento,una pequeña cantidad de ácido quedaba

liberada para que pudiera corroer unfino alambre colocado dentro de unaampolla de cristal, que sujetaba eldisparador que debía provocar ladetonación. El tiempo necesario para lacorrosión completa del alambre era dediez minutos; ya era imposible impedirla explosión, así que Stauffenberg nopodía volverse atrás.

Es posible que luego intentasenmontar el mecanismo de la segundabomba. Quizás la entrada del sargento seprodujo mientras lo estaban intentado ya partir de ahí no lograron concentrarseo, para no entretenerse más,Stauffenberg decidió acudir a la

conferencia únicamente con ese kilo deexplosivo ya activado, una cantidad másque suficiente para matar a Hitler encondiciones normales. De un modo uotro, sólo una de las dos bombas fueactivada[10].

Es comprensible que Stauffenberg,terriblemente presionado por lascircunstancias, sólo consiguiese activaruna bomba, pero igualmente cometió unerror colosal. Introdujo la bombaactivada en su cartera y entregó la otra asu ayudante; en ese momento no fueconsciente, pero acababa de condenar elatentado al fracaso. Si, en vez deentregársela a Haeften, la hubiera

colocado también en su cartera pese ano estar activada, el estallido de laprimera hubiera hecho explotar tambiénesa segunda. Está claro que esterazonamiento, que a nosotros nosaparece de una forma tan clara, noacudió a su mente, al estar sometido auna gran presión y estar forzado a tomardecisiones transcendentales en décimasde segundo. De este modo, renunciandoa la posibilidad de que la explosiónfuera doblemente letal, Stauffenbergquedaba en manos de los factoresaleatorios que finalmente salvarían lavida al Führer.

COMIENZA LA CONFERENCIA

Mientras Stauffenberg y Haeftenestaban montando las bombas, laconferencia de situación había dado yacomienzo, con la presencia de Hitler,quien había llegado directamente desdesu búnker.

El dictador germano llevaba en subúnker una vida casi monacal. En suhabitación había una espartana cama decampaña y una mesita de noche, sobre laque se podía ver el retrato de su madre,una fotografía que también leacompañaría en sus últimos días en elbúnker de Berlín.

Ese 20 de julio se había despertadosobre las diez de la mañana, después deque no pudiera conciliar el sueño hastalas seis o las siete de la mañana. Trastomar un baño de agua muy caliente,había sido visitado, como era habitual,por el doctor Morell.

Éste le había examinado brevemente,comprobando sobre todo los tembloresde sus manos. Siguiendo con la rutina, elgaleno procedió a inyectarle un cóctelde sustancias destinadas a mantener lacapacidad de trabajo de Hitler[11].

Una vez que el Führer entró en lasala de conferencias, el primero enhablar fue el general Heusinger que, en

nombre del general Zeitzler, pasó aexponer la situación en el frente del este.

Heusinger intentó restar dramatismoa la situación por la que atravesaban lastropas alemanas, pero no podía ocultarque la gran ofensiva lanzada por losrusos el 23 de junio contra el Grupo deEjércitos Centro estaba consiguiendocontinuos éxitos.

Hitler preguntó a Heusinger:—¿Qué sucede en el frente rumano?—Nada de particular —respondió el

general.—¿Dónde están las fuerzas

blindadas enemigas?—Desde hace algún tiempo es

imposible localizarlas por radio admitióHeusinger.

—¿Qué sucede al este de Lemberg?—inquirió Hitler.

—Allí la situación es cada vez mástensa, ya que pronto se unirán los dosfrentes de ataque rusos.

Heusinger no podía ocultar a Hitlerla situación crítica en la que seencontraba el frente oriental. El empujeruso era cada vez más intenso en todoslos sectores del frente y, si el EjércitoRojo conseguía abrir una brecha endirección a Lemberg, las consecuenciassobre el conjunto del frente serían unauténtico desastre.

Este monolito recuerda hoydía el emplazamiento delbarracón de conferencias

en el que Stauffenbergcometió el atentado. La

base de hormigón que sirvede soporte a la piedra

conmemorativa formabaparte de dichaconstrucción.

Tras activar la bomba, Stauffenberg

y Haeften salieron del cuarto y seencontraron al general Buhle y alcomandante Von Freyend, con los querecorrieron el camino hacia el barracón,en el que ya había comenzado laconferencia. Buhle y Freyend trataron deayudar al coronel mutilado, llevándolela cartera, pero éste rechazó de unamanera un tanto áspera el ofrecimiento,aduciendo que prefería llevarla élmismo.

Sin embargo, antes de entrar en elbarracón, el coronel entregó la cartera aFreyend y le rogó que, siendo ésteayudante del mariscal Keitel, leacercase lo más posible, a él y a su

cartera, al lugar que ocupaba el Führer.La primera razón era que él mismodebía presentar un informe y que porello debía encontrarse cerca de Hitler y,en segundo lugar, porque así podríaseguir mejor sus observaciones, puesdijo ser un poco duro de oído.

Los tres llegaron al barracón. Erauna pequeña construcción de una solaplanta; las paredes eran de cartón deyeso reforzado con fibra de vidrio y unacapa de entablado de madera, todo ellocubierto por un material a prueba debalas. Para el propósito de Stauffenberghubiera sido más conveniente que lareunión se celebrase en un recinto de

hormigón, para que la onda expansivaquedase contenida entre sus paredes yno escapase al exterior, como eraprevisible que sucediese en ese endeblebarracón.

Para llegar a la sala tuvieron queatravesar un vestíbulo en el que había unvestuario, un lavabo y una centralitatelefónica. En el vestuario, Stauffenbergdejó su cinturón, su arma y la gorra.Después se dirigieron a la sala. Elgeneral Bukle abrió la puerta y, tras él,entraron Stauffenberg y Freyend. Eranlas 12.37.

Hitler se encontraba de pie junto a lagran mesa cubierta de mapas, detrás de

la puerta y de espaldas a ella. A suderecha se hallaba Heusinger, queinterrumpió su exposición al prestaratención a los recién llegados. A laizquierda de Hitler se encontraba elmariscal Keitel, que tenía al lado algeneral Alfred Jodl, jefe del EstadoMayor de la Wehrmacht.

La intervención de Heusinger quedóasí momentáneamente en suspenso.Keitel taladró con su mirada a losrezagados que acababan de entrar en lasala e informó a Hitler que habíallegado el coronel conde VonStauffenberg, intercambiándose ambosun breve saludo:

—Tendrá que esperar, Stauffenberg—le dijo el dictador—, quiero que antestermine Heusinger.

Mientras, Freyend estaba ocupadoen pedir en voz baja al almirante Voss,que se encontraba inmediatamente a laderecha del general Heusinger, quecediese su lugar al coronel. El almirantecedió amablemente y se trasladó al otrolado de la mesa, exactamente enfrente deHitler, mientras el coronel ocupaba supuesto, dándole las gracias por laatención que había tenido con él. En esemomento, Freyend entregó la cartera aStauffenberg y éste la colocó a su lado.

—Continúe, Heusinger —dijo

Hitler.Estaba previsto que cuando

Heusinger terminase con su intervenciónle correspondiese a Stauffenberg tomarla palabra. Pero el coronel no teníaninguna intención de esperar su turno,pues sabía que el mecanismo de labomba seguía su curso imparable y queen cualquier momento el ácido podíaacabar de corroer el fino alambre, porlo que no se podía predecir el momentoexacto en el que el artefacto haríaexplosión.

Así pues, Stauffenberg empujó lacartera hasta situarla en el punto en queel efecto letal de la deflagración sería

mayor; la detonación alcanzaría de llenoa Heusinger y Hitler, y después a los quese encontrasen en los dos lugares máscercanos a ellos. La onda expansiva sedirigiría hacia la posición de Hitler,pues hacia el otro lado ésta chocaría conla gruesa pata de la mesa. La posiciónque ocupaba la bomba en ese momentoera la idónea para conseguir el objetivodeseado por los conjurados.

STAUFFENBERG ABANDONA LASALA

Stauffenberg había conseguido lomás difícil. Ahora sólo le quedaba

desaparecer lo más rápidamente posiblede aquel barracón que en unos pocosminutos iba a convertirse en un infiernoen llamas. Tenía que marcharse de allísi no quería morir víctima de su propiabomba.

Probablemente, antes de salir,advirtió que las ventanas estabanabiertas de par en par, para que corriesealgo de aire en esa calurosa mañana.Esa circunstancia no ayudaba a que losefectos de la bomba que estaba a puntode estallar fueran más letales, alpermitir el escape libre de la ondaexpansiva, pero su única preocupaciónen ese momento debía ser salir de la

sala de inmediato.Con suma discreción, Stauffenberg

se dirigió a Von Freyend para decirleque debía efectuar una llamada urgenteen relación al informe que debíapresentar, y éste le indicó con un gestoque le acompañase a la centralita.Stauffenberg murmuró entonces aloficial que se encontraba a su derecha,el coronel Heinz Brandt[12], que levigilase la cartera durante su breveausencia, pues ésta contenía documentossecretos, a lo que el coronel Brandtaccedió solícito.

Stauffenberg abrió despacio lapuerta mientras todas las miradas

estaban centradas en el mapa queilustraba el diálogo entre Heisenger yHitler, y salió discretamente al pasilloacompañado por Von Freyend. Sialguien advirtió la salida del coroneltampoco pudo extrañarse de eserepentino abandono de la sala, puestoque las conferencias presididas porHitler eran más desordenadas de lo quecabría pensar; era frecuente que losparticipantes entrasen y saliesencontinuamente, que hubiera diálogosparalelos o que se impartiesen órdenes alos ayudantes. Tan sólo de vez encuando alguien reconvenía a lospresentes para que mantuvieran el orden.

Una vez en el pasillo, Stauffenbergdijo a Freyend que debía devolverle lallamada a Fellgiebel, la llamada sobrela que el sargento mayor Vogel le habíainformado de forma inoportuna mientrasestaba montando las bombas junto aHaeften. Freyend se asomó al pequeñocuarto en el que se encontraba lacentralita y pidió al oficial de guardia,el sargento Adam, que llamase aFellgiebel. Mientras se establecía lacomunicación, Freyend dijo aStauffenberg que debía regresar a la salay se marchó, es de suponer con granalivio para el coronel, pues así podríaescapar sin tener que ofrecer

explicaciones.El sargento Adam localizó a

Fellgiebel e indicó a Stauffenberg quepasase a la cabina contigua para tomarel auricular. Stauffenberg entró, tomó elauricular y lo dejó descolgado,marchándose a toda prisa, pues no habíatiempo que perder. La bomba podíaestallar en cualquier momento. Avanzópor el pasillo a largas zancadas y, sintan siquiera detenerse a recoger la gorray el cinturón, salió en dirección albarracón de los ayudantes de laWehrmacht, para reunirse de nuevo conHaeften y emprender la huida hacia elaeródromo.

Mientras tanto, la reunión seguíadesarrollándose con normalidad.Durante el informe de Heusinger, Hitlerhabía planteado una cuestión que, segúnel general Buhle, caía perfectamente enel campo que le correspondía aStauffenberg, en calidad de jefe delEstado Mayor del Ejército territorial,quien podría dar respuesta exacta a laconsulta. En ese momento se echó enfalta al coronel. El coronel Brandtcomunicó entonces que Stauffenberghabía tenido que ausentarse paraefectuar una llamada telefónica urgente.

Visiblemente molesto, el mariscalKeitel salió al pasillo y se dirigió a la

centralita, mientras el general de laLuftwaffe Korten daba a conocer lasúltimas novedades en lo que se refería ala aviación. En la central de teléfonos,el oficial de guardia informó a Keitelque, efectivamente, “el coronel de unsolo brazo y un parche en el ojo” habíapedido una conferencia con Berlín, peroque se había marchado enseguida.Keitel, enojado y desconcertado a partesiguales, regresó a la sala de reuniones yenvió al general Buhle a localizar porteléfono al coronel.

Cuando Buhle regresó sin haberpodido tampoco encontrar aStauffenberg, el coronel Brandt se

acercó a su jefe, Heusinger, con laintención de observar más de cerca undetalle en el mapa que se encontraba enese momento extendido sobre la mesa.Al intentarlo, dio involuntariamente ungolpe con el pie a la cartera dejada porStauffenberg. Como le estorbaba paramoverse, la tomó y la colocó al otrolado de la gruesa pata de la mesa.

Hitler interrumpía con frecuencia aHeusinger durante su intervención:

—¿Cómo está la situación en elCentro?

—Un ligero alivio en el sector Sur.La llegada de refuerzos se deja sentir.Llegaremos quizás a detener a los rusos

en la frontera polaca.—Se conseguirá —afirmó Hitler,

optimista—, y después podremoseliminar la cabeza de puente deLemberg.

—Los rusos se acercan a PrusiaOriental —sentenció Heusinger.

—No entrarán —le tranquilizóHitler—, Model y Koch me logarantizan.

Heusinger prosiguió con suexplicación, insistiendo en que el Grupode Ejércitos del Norte debía retirarseurgentemente del lago Peipus:

—Las fuerzas rusas, en númeroabrumador, están efectuando un

movimiento envolvente hacia el norte, aloeste del Dvina. Las vanguardias estánya al sudoeste de Dvinsk…

Hitler se interesó por el puntoconcreto del mapa al que hacíareferencia el general, en el extremosuperior del plano; el Führer se echósobre la mesa, apoyando todo el troncosobre ella para estudiarlo con su lupa.

—Si nuestro Grupo de Ejércitos nose retira del lago —explicaba Heusinger—, nos enfrentaremos a una catástrofe…

Justo en ese momento, el alambredel temporizador, corroído por el ácido,dejó de sostener el resorte del percutor.Eran exactamente las 12.42.

Capítulo 7

La explosión

Stauffenberg, tras salir a paso rápido delbarracón de conferencias, llegó enmenos de un minuto al edificio de losayudantes de la Wehrmacht, distanteunos doscientos metros. Allí, además desu ayudante Haeften, le esperaba el jefede transmisiones de las FuerzasArmadas, el general Erich Fellgiebel,que también participaba en laconspiración. Como se ha apuntado, lamisión de Fellgiebel era trascendentalpara el desarrollo del golpe; una vez

consumado el asesinato de Hitler, debíaponerse en contacto telefónico con losconjurados de la Bendlerstrasse paracomunicarles la noticia einmediatamente cortar todas lascomunicaciones de la Guarida del Lobocon el exterior.

Cuando Stauffenberg entró en elbarracón, encontró a Fellgiebeldepartiendo con el teniente LudolfGerhard Sander, que no sabía nada delcomplot. El coronel hizo un gesto aFellgiebel y éste salió al exterior, aesperar junto a Stauffenberg el momentode la explosión. Por su parte, Haeften sehallaba ultimando una gestión para

conseguir un vehículo. Para disimular,Stauffenberg y Fellgieble iniciaron unaconversación referida a lasfortificaciones en el frente oriental, a laque se sumó Sander, que acababa desalir del edificio.

Posición de los presentesen la sala en el momentodel estallido del artefactodejado por Stauffenberg.

De repente, se escuchó una fuerteexplosión. Fellgiebel, pese a saber quela deflagración era inminente, no pudoevitar lanzar una mirada de sorpresa aStauffenberg y éste se encogió dehombros. Sander no pareció inmutarse,puesto que los animales que habitabanlos alrededores solían detonar las minasque rodeaban el recinto y lo achacó aese motivo. Desde allí era imposiblealcanzar a ver el barracón deconferencias, ya que había edificios yárboles que tapaban la vista[13].

Imagen zenital de la placasituada en el punto exacto

donde se encontraba elmaletín que contenía el

artefacto explosivo.

Haeften se presentó casi en esemismo momento con un vehículo listopara emprender la fuga hacia elaeródromo, en donde debían tomar elavión que les trasladaría a Berlín. Pero

Stauffenberg se dio cuenta de que teníantambién a su disposición el mismoautomóvil que les había llevado hastaallí. Los dos subieron a este último. Elchófer dijo a Stauffenberg:

—Coronel, se olvida la gorra y elcinturón.

—Usted limítese a conducir, ¡yarranque el coche de una vez! Al pasarcerca del barracón de conferencias,Stauffenberg pudo comprobar lasconsecuencias de la reciente explosión.Del edificio, ahora en ruinas, salía unadensa humareda y una nube de papelesardiendo. Los heridos intentabanescapar de los restos de la cabaña;

posteriormente aseguraría haber visto aunos enfermeros llevarse a una personaen camilla con la capa de Hitlercubriéndole el rostro, como si estuvieramuerta[14].

Así quedó la sala deconferencias después de la

explosión.

LA HUIDA

Aprovechando los primerosmomentos de confusión en laWolfsschanze, pudieron cruzar sinningún contratiempo el puesto deguardia del área de seguridad I. Losdocumentos personales del coronelfueron suficientes.

Pero el jefe del puesto del área II, alhaber escuchado la explosión, habíadecidido por iniciativa propia cerrar labarrera y no permitir el paso a nadiehasta recibir órdenes. Stauffenberg nologró convencer al guardián para que ledejase pasar; enojado, salió del

vehículo y se dirigió a la caseta delcuerpo de guardia y, ante el jefe delpuesto, simuló hablar por teléfono conalguien. Volviéndose a él, le dijo:

—Bueno, ya ve usted, puedo pasar.La seguridad aplastante exhibida por elcoronel logró romper la resistencia deljefe del puesto; la artimaña funcionó ypudieron así franquear la penúltimabarrera.

Pero las dificultades serían mayoresen el último puesto de control, el delárea III. Poco antes de llegar a él, se diola alarma en todo el Cuartel General. Laguardia de ese puesto, además demantener cerrada la barrera, había

colocado dos obstáculos contracarrosinterceptando la carretera, con soldadosapostados tras ellos. Stauffenberg fueconsciente en ese momento de que debíasacar todo el provecho de su acreditadopoder de persuasión para poder superarla única barrera que le separaba delcampo de aviación.

Tras hacer detener el auto, el jefedel puesto, el sargento Kolbe, delBatallón de la Guardia del Führer,comunicó a sus ocupantes que teníaórdenes tajantes de no dejar salir anadie del Cuartel General. Stauffenbergintentó convencerle de que debía dejarlepasar, al tener que tomar un avión dentro

de pocos minutos, pero chocó con laintransigencia del sargento, decidido aobedecer a rajatabla las órdenesrecibidas.

El conde salió del vehículo y, conpaso firme, se dirigió a la caseta delpuesto, con la intención de repetir elmismo truco empleado en la barreraanterior. Pero el sargento no se dejóimpresionar por el impulsivo coronel yfue él mismo el que tomó el auricular,solicitando a Stauffenberg el nombre deloficial con el que deseaba hablar.

Stauffenberg, muy contrariado, le dioel nombre del capitán de caballería VonMollendorf —con quien había

desayunado esa mañana— y el sargentopidió que le pusieran en comunicacióncon él. Cuando el capitán se puso alaparato, Kolbe pasó el teléfono aStauffenberg; éste preguntó al capitán elmotivo de que se le retuviese en esepuesto de control, pues no podía haceresperar a su avión. Afortunadamente,Von Mollendorf desconocía en esemomento que se hubiera atentado contraHitler, por lo que le concedió elpermiso para abandonar laWolfsschanze en dirección alaeródromo. Stauffenberg ya iba a colgarcuando el desconfiado sargento Kolbe learrebató el auricular y se hizo repetir

por Von Mollendorf el permiso. Trasrecibir la confirmación del capitán,Kolbe ordenó apartar los obstáculoscontracarro y levantar la barrera. Yanada se interponía entre los conjurados yel avión que debía trasladarles a Berlín.

Stauffenberg ordenó al conductorque acelerase a fondo. A todavelocidad, el coche se dirigió al campode aviación. Por el camino, Haeftensacó de su cartera la carga explosivaque no había dado tiempo de activar y sedeshizo de ella, arrojándola a un ladodel camino. Esta acción no pasódesapercibida para el conductor, puesadvirtió la acción de Haeften reflejada

en el espejo retrovisor; más tarde lareferiría a los investigadores delatentado, lo que les permitiría encontraresa segunda bomba.

Poco después de la una, el automóvilse detuvo a unos cien metros del Heinkel111 que les estaba aguardando; los dosconspiradores subieron al aparato y enunos minutos, a las 13.15, éstedespegaba sin novedad rumbo a lacapital del Reich.

A bordo del avión, Stauffenberg yHaeften debieron derrumbarse sobre susasientos, agotados por la terrible tensiónnerviosa que habían acumulado, perofelices y satisfechos, convencidos de

que habían cumplido con su arriesgadamisión.

UN RELÁMPAGO CEGADOR

Los conjurados creían que habíanlogrado su propósito de acabar con lavida de Hitler. La bomba dejada porStauffenberg en la sala de conferenciashizo explosión cuando las agujas de losrelojes marcaban las 12.42[15].

La potente carga estalló tal comoestaba previsto. Se produjo un cegadorrelámpago amarillo y una detonaciónensordecedora. Volaron puertas yventanas, se proyectaron en todas

direcciones astillas y cristales, y se alzóuna nube de humo. Parte de los restosdel barracón estaba en llamas. Laexplosión derribó a la mayoría de lospresentes, lanzando a algunos al exteriorde la sala, y había quien tenía el cabelloo la ropa ardiendo. Se oían gritosdesesperados demandando socorro.

Aparentemente, Stauffenberg habíaconseguido su objetivo, pero en realidadel efecto de la explosión había sido muydistinto al buscado por él. Como elgeneral Brandt había movido la carterade sitio, colocándola tras la gruesa patade la mesa, ésta había hecho de pantalla,dirigiendo la onda expansiva hacia el

lado contrario al que se encontraba elFührer.

Esta mastodónticaconstrucción es el búnker

de Hitler, a donde se retiróel dictador tras sufrir elatentado. Los intentos

posteriores de volar losgruesos muros del refugio

fracasarían debido a su

grosor.

Además, como Hitler se encontrabaen ese momento totalmente apoyado enla mesa, sosteniendo su barbilla con elcodo, la tabla de la mesa actuó como unimprovisado y eficaz escudo protector.A Brandt, próximo al artefacto, laexplosión le arrancó de cuajo una piernay su cuerpo quedó acribillado al instantepor una miríada de astillas. Estas gravesheridas le producirían la muerte. Ése erael destino reservado para Hitler, siBrandt no hubiera cambiado el rumbo dela historia involuntariamente, almodificar el lugar original de la cartera.

Además de Brandt, morirían en elatentado el general Korten, el generalSchmundt y el estenógrafo Berger. Losdemás resultarían con heridas más omenos graves[16]. Todos ellos quedaronafectados por conmociones cerebrales yroturas de tímpanos, incluso los heridosleves. Sólo hubo una excepción: elmariscal Keitel, que no sufrió ningúndaño.

El propio Hitler resultó levementeherido; sufrió conmoción cerebral condesfallecimiento transitorio, perforaciónde ambos tímpanos, contusiones en elcodo derecho, quemaduras en laspiernas, erosiones en la piel y unos

cortes en la frente. El dictadorexplicaría más tarde que sintió laexplosión “como una llama repentina deuna claridad infernal” y “un estallidoque rompía los tímpanos”.

Hitler se levantó de entre aquellasruinas humeantes con la caraennegrecida, apagándose las llamas delos pantalones y de la parte posterior dela cabeza, que le quedó chamuscada.

Keitel, que en ese momento no podíaver a Hitler debido al humo y a laconfusión, gritaba:

—¿Dónde está el Führer? ¿Dóndeestá? Al verlo, Keitel se abalanzó sobreél, ayudándole a incorporarse del todo y

gritando mientras le abrazabaefusivamente:

—¡Mi Führer, está usted vivo! ¡Estáusted vivo! El mariscal le tomó por loshombros y salió con él de lo que unossegundos antes era el barracón deconferencias. Los otros supervivientesaparecían dando traspiés entre las ruinashumeantes. Todo aquél que podíamoverse por sí mismo buscabaansiosamente salir de allí. Temían quehiciera explosión una segunda bomba, yesto hizo que todos se apresuraseninstintivamente alejarse del lugar todo lorápido que les permitía su estado físico.

Hitler aparecía totalmente cubierto

de polvo y con los pantalones rasgados,doliéndose sobre todo de las numerosasastillas que había penetrado en suspiernas y advirtiendo, bastantesorprendido, que su temblor habitual enla pierna izquierda había desaparecidocasi por completo. Desentendiéndose delos heridos y rechazando a quienes seapresuraban a prestarle ayuda, Hitlerpidió a Keitel que le condujese deinmediato a su búnker, en donde estaríaseguro en caso de que el ataque sereprodujese.

El doctor Morell acudiórápidamente al búnker para examinarle.También entró en el búnker Linge, su

sirviente. Hitler, que estaba tranquilo,dijo a Linge con una amarga sonrisa:

Un oficial muestra elestado en el que quedaron

los pantalones que vestía el

Führer en el momento de laexplosión. Hitler los

enviaría después a EvaBraun para que los

guardase como recuerdo.

—Alguien ha intentado matarme…El mariscal Keitel, después de

ayudar a Hitler a que llegase a subúnker, regresó al lugar del atentado. Lasupervivencia del autócrata le habíaprovocado un entusiasmo incontenible:

— ¡ E l Führer! ¡La Providencia!¡Nuestro Führer vive! ¡Y ahora hacia lavictoria final! —exclamaba enfebrecidoel mariscal.

Below, ayudante de la Luftwaffe de

Hitler, que había sobrevivido también alatentado, tuvo la sangre fría, a pesar delas heridas leves que sufría, de correrhasta el barracón de comunicaciones ydar la orden de bloquear todas las líneastelefónicas que salían del CuartelGeneral, prohibiendo las llamadas queno fueran de Himmler, Keitel y Jodl.Pero esa orden llegó tarde, puesFellgiebel, como veremos después, yahabía podido telefonear a los conjuradosde Berlín.

Hitler permanecía sentado en elinterior de su búnker, con un gesto dealivio en la cara tras haber superado unaprueba tan grave. Se interesó por

conservar el uniforme que vestía en elmomento de la explosión; el pantalónestaba hecho jirones y la guerreraofrecía un gran agujero en la espalda. Elpantalón sería profusamente exhibidocomo prueba de que la Providenciaestaba con él. Según su secretaria,Christa Schroeder, Hitler le pediría díasmás tarde que enviase las dos piezas deropa a Eva Braun para que las guardase.

Nadie tenía aún una idea exacta delo que había ocurrido. La primeraimpresión era que el barracón deconferencias había sido alcanzado poruna bomba de aviación lanzada desdegran altura. Pero la mayoría se inclinaba

por que había estallado una minasupuestamente colocada por lostrabajadores que habían estado untiempo en el cuartel general reforzandoel recinto contra los ataques aéreos. Estahipótesis fue rechazada por Hitler, alintuir desde el primer momento que setrataba de un atentado organizado por elEjército.

Pasó más de una hora hasta quealguien advirtió la desaparición deStauffenberg, lo que hizo recaer sobre éltodas las sospechas. En cuanto esainformación llegó a Hitler, éste vioconfirmado su convencimiento de que elEjército estaba detrás del intento de

asesinato. Aseguró entonces que estabadispuesto a desencadenar una venganzabrutal contra los que habían intentadoacabar con él. No tardaría en cumplir suamenaza.

Capítulo 8

Bendlerstrasse

Durante el trayecto aéreo entreRastenburg y Berlín, es de suponer queStauffenberg no disfrutó del paisaje quepodía observarse desde las ventanillasdel Heinkel 111. Las suavesondulaciones de Prusia Oriental,punteadas por pequeños bosques dealtos árboles, no debían ejercer en esemomento ningún atractivo para elcoronel. Su pensamiento debíaencontrarse ya en el lugar a donde sedirigía: la sede del mando del Ejército

de Reserva, en Berlín, en donde leesperaban el resto de implicados en elgolpe.

Ese lugar era conocidoindistintamente por dos nombres;Bendlerstrasse, por la calle en el queestaba situado, y Bendlerblock, enreferencia al edificio propiamentedicho. Allí residía el centro neurálgicodel golpe. Según lo previsto, en cuantoFellgiebel telefonease a Berlín paracomunicar la muerte de Hitler, desde laBendlerstrasse se tomarían las primerasmedidas para lograr el control de lacapital del Reich. Cuando llegaseStauffenberg, el golpe debía estar ya

iniciado. Pero el coronel no tenía modode saber lo que estaba ocurriendomientras él se encontraba allí, en el aire.

Aspecto actual del patio delBendlerblock, a dondellegó Stauffenberg en

automóvil, procedente delaeródromo de Rangsdorf, a

las 16.15 horas.

PRIMERAS DIFICULTADES

La impaciencia de Stauffenbergdurante su viaje aéreo a bordo delHeinkel 111 tuvo que ser mortificante, alcomprobar que la llegada a Berlín seretrasaba. Posiblemente, el aireturbulento de un día especialmentecaluroso obligó al aparato a ascender ydescender continuamente. El hecho esque el avión tomó tierra en el aeródromode Rangsdorf entre las 15.45 y las16.00, con cerca de media hora deretraso. Stauffenberg esperaba encontrarel mismo vehículo que esa mañana lehabía llevado hasta allí, esperándole

para trasladarlo rápidamente a laBendlerstrasse.

Sin embargo, sorprendentemente,allí no había nadie; estalló en cólera, alno entender cómo era posible que sehubiera cometido ese error, cuando nohabía un segundo que perder[17]. En esemomento, es probable que por la mentede Stauffenberg comenzara a abrirsepaso la inquietante idea de que en Berlínlas cosas estuvieran rodando de unmodo muy diferente al que él habíaprevisto.

Su compañero, el teniente Haeften,llamó desde un teléfono del aeródromoal despacho de Olbricht y se puso en

comunicación con el jefe del EstadoMayor, el coronel Mertz von Quirnheim.Para desesperación de los reciénaterrizados, éste no tenía ni idea delasunto del coche. Pero ése era unincidente menor comparado con lapetrificante noticia que Quirnheim lescomunicó: pese a que hacía tres horasque se había producido el atentado, elgolpe de estado aún no había sidopuesto en marcha.

Stauffenberg, enfurecido y fuera desí, cogió el auricular y exigió a gritosque se pusiera en marcha de manerainmediata la Operación Valkiria:

—¡Hitler ha muerto! —exclamó a

viva voz—, ¡yo mismo lo he visto!Sin rebajar el tono de su enfado

volcánico, espetó a su amigo Ali vonQuirnheim que cualquier vacilaciónsuponía un suicidio, y que eraperentorio lanzar “Valkiria” alinstante si no se quería que todo elesfuerzo hubiera sido en vano.

¿Qué había sucedido para que sehubiera producido esa inexplicableparálisis?

En esos momentos, en laBendlerstrasse reinaba una totalconfusión, pues no se sabía con certezasi Hitler estaba vivo o muerto. Habíanestado esperando la llamada del general

Fellgiebel desde la Guarida del Loboanunciando la muerte de Hitler. Esallamada se produjo poco después delatentado; Fellgiebel llamó al generalThiele, jefe de las transmisiones deBerlín, pero con tan mala fortuna queéste se encontraba en ese momentoausente, por lo que dejó un mensaje a susecretaria, pero en unos términos untanto ambiguos. Cuando Thiele recibióel mensaje, poco después de las 13.00,comprendió que algo había fallado, porlo que a partir de ese momento supensamiento se centró más en cortaramarras con el resto de conspiradoresque en ayudar a que el complot triunfase.

Thiele se decidió a avisar de esallamada a Olbricht, por teléfono pese aencontrarse ambos en el mismo edificio,aunque se limitó a decirle que seesperaba un comunicado del CuartelGeneral del Führer y que no teníaninguna noticia más. Las ratascomenzaban a abandonar el barco yThiele era la primera de ellas[18].

Poco después, Thiele volvió allamar a Olbricht, en esta ocasión paradecirle únicamente que se habíaperpetrado un atentado en laWolfsschanze. Olbricht no podía estarmás tiempo sin saber si Hitler estabavivo o muerto, por lo que decidió pedir

una conferencia telefónica con laGuarida del Lobo. Cuando comprobóque se establecía la comunicación debióextrañarse, puesto que habían acordadocon Fellgiebel que, de tener éxito elatentado, éste cortaría de inmediatotodas las comunicaciones telefónicascon el cuartel general.

Olbricht ya tenía al otro lado delhilo a Fellgiebel, quien se limitó apronunciar una astuta frase:

—Ha ocurrido algo terrible. ¡ElFührer vive! Si había alguien a laescucha, creería que con el adjetivoterrible se calificaba el intento deasesinato, no el inesperado fracaso del

atentado. Pero seguramente Olbricht noprestó atención a esos juegossemánticos, sino a lo realmenteimportante: Hitler seguía con vida. Si eldictador nazi estaba vivo, no eraaventurado pensar que ellos estaríanmuertos más pronto que tarde.

Teniendo en cuenta que el complotestuvo a punto de ser descubierto el 15de julio, después de que se pusiera enpráctica de forma precipitada el PlanValkiria pese a que no se habíaproducido el atentado contra Hitler,Olbricht optó por no hacerabsolutamente nada. Esta actitud puedeser comprensible hasta cierto punto ante

las desesperanzadoras noticias quellegaban de Rastenburg pero, aunqueparezca increíble, Olbricht y Thiele sefueron a almorzar como si nadaestuviera ocurriendo. Más quedespreocupación, esa apariencia denormalidad era quizás debida a unintento de borrar su participación en unaconjura que comenzaba a tomar aires defracaso.

El general Fritz Thiele, jefede las transmisiones deBerlín, fue el primero en

darse cuenta de que lascosas no iban según lo

previsto. A partir de ahí, sededicó a torpedear el golpe

desde dentro delBendlerblock.

La afirmación rotunda deStauffenberg desde el campo deaviación de que Hitler estaba muertovino a romper esa incomprensibleinactividad en la Bendlerstrasse. Pero escasi seguro que Olbricht creyese más enlas palabras que había escuchado deFellgiebel desde la Wolfsschanze que eltestimonio del coronel. De hecho,Olbricht se mostró remiso a lanzar la

consigna “Valkiria” que debía poner enmarcha el golpe. El coronel Mertz vonQuirheim tuvo que insistir ante Olbrichtpara que sacaran de un armario blindadolas órdenes cuidadosamente preparadaspara que fueran transmitidas deinmediato.

EL PLAN VALKIRIA, EN MARCHA

Antes de lanzar la OperaciónValkiria, era necesario para losconjurados saber si contaban o no con elapoyo del general Fromm, sin duda lapieza clave para el éxito o el fracaso delcomplot.

Con ese propósito, el generalOlbricht se presentó en el despacho deFromm, interrumpiendo una reuniónrutinaria que en ese momento se estabacelebrando con algunos subalternos. Losreunidos salieron del despacho yOlbricht dijo que acababa de llegar deRastenburg una comunicación urgente:

—Mi general —dijo Olbricht—, lecomunico por obediencia superior quee l Führer ha sido víctima de unatentado. Hitler ha muerto. Al parecer setrata de un golpe de las SS.

Olbricht propuso al general quedifundiera la palabra clave “Valkiria”,con el fin de asegurar el mantenimiento

del orden. Pero el astuto Fromm debióadvertir algún indicio de inseguridad ensu interlocutor, porque se mostródubitativo a aceptar la veracidad de esaextraordinaria información.

—No hay que precipitarse. ¿Estáusted completamente seguro de lo quedice? ¿Quién se lo ha dicho?

Olbricht contestó, sin atenerse a laverdad, que había sido el generalFellgiebel, desde la Wolfsschanze,quien le había dado la noticiapersonalmente. Fromm, antes de dar elpaso de unir su suerte a los conjurados,prefería cerciorarse de que la noticiafuera totalmente cierta. Seguramente

supuso que, de haberse producido elatentado, el mariscal Keitel, con el quetenía contacto directo, le habría llamadopara comunicárselo. Además, aún debíatener presentes los violentos reprochesdel mariscal Keitel por lanzar“Valkiria” el 15 de julio.

Así pues, Fromm creyó que la mejorsolución para clarificar el confusopanorama era hablar personalmente conKeitel, por lo que pidió que le pusieranen comunicación telefónica con laWolfsschanze.

Olbricht debía sonreír satisfecho,pues estaba convencido de que a esashoras Fellgiebel había logrado bloquear

ya todas las comunicaciones. Pero paraenorme sorpresa de Olbricht, Frommconsiguió a las 16.10 establecer líneacon Keitel sin ningún tipo de problema einvitó al perplejo Olbricht a seguir laconversación desde un segundo aparato:

—Aquí en Berlín circulan rumoresfantásticos —dijo Fromm—, ¿hasucedido algo en el Cuartel General?

—¿Qué quiere que pase? —contestóevasivamente Keitel, dejando lainiciativa a Fromm.

—Se dice que ha habido unatentado…

—Todo está en orden —afirmóKeitel—. En efecto, ha habido un

atentado pero, gracias a Dios, el Führersólo ha resultado levemente herido.Ahora mismo está hablando conMussolini. A propósito, ¿dónde está eljefe de su Estado Mayor, el condeStauffenberg?

—Todavía no ha regresado de suviaje a Rastenburg —respondió Fromm,sin sospechar en absoluto que susubordinado podía estar detrás delatentado.

Keitel y Fromm se despidieron. Trascolgar los auriculares, Olbricht y Frommdebieron cruzar una significativamirada. Éste último se dirigió a suinterlocutor diciéndole:

—¿Ve como no conveníaprecipitarse? No hay ninguna razón parainiciar la Operación Valkiria, así queprohíbo que se adopte ningún tipo demedida extraordinaria.

Olbricht, perplejo y confundido,abandonó el despacho de Fromm.Seguramente Olbricht debía estarinmerso en un mar de dudas. Si seretiraba en ese momento de laconspiración, al igual que Fromm, queactuaba como si nunca hubieran habladodel complot, aún podría albergaresperanzas de que su traición quedaseoculta. Pero si optaba por seguiradelante con el plan previsto, ya no

habría ninguna posibilidad de volverseatrás.

El encargado de que Olbricht, quizása su pesar, viese quemadas sus naves,sin que le quedase otra opción queponerse al frente del golpe de Estado,fue el coronel Mertz von Quirnheim.Tras la reunión, Olbricht explicó aQuirnheim la conversación con Keitel, yes posible que le plantease iniciar unamaniobra de discreta retirada. Pero elimpulsivo Quirnheim ya había tomadosus propias decisiones; adelantándose alfinal de la entrevista, había ordenadopor su cuenta y riesgo poner enmovimiento la Operación Valkiria,

actuando de forma improcedente ennombre de Fromm.

Olbricht ya no tenía otro remedioque impulsar la Operación Valkiria,pues estaba en juego su propiasupervivencia personal. Can celar elplan una vez iniciado, tal como se hizoel 15 de julio, no evitaría que todas lassospechas recayesen sobre él; se habíaido ya demasiado lejos, y había quejugarse todo el destino a una sola carta.Olbricht, junto a Quirnheim, se pusomanos a la obra para lograr el éxito. Derepente, el Bendlerblock se vio agitadopor una actividad febril; como si sequisiera recuperar el tiempo perdido,

los conjurados comenzaron a impartirórdenes a toda prisa.

El mayor Von Oertzen fue elencargado de dar las órdenes oportunasal general Von Kortzfleisch, quemandaba la Región Militar de Berlín-Brandeburgo, el cual fue citadourgentemente en la Bendlerstrasse. Paraganar tiempo, el teniente coronelBernardis impartió por teléfonoinstrucciones previas al Estado Mayorde la Región Militar.

El general Paul Von Hase,comandante de Berlín, puso enmovimiento a las unidades disponiblessin esperar a las órdenes de su jefe, Von

Kortzfleisch. Von Hase, de cincuenta ynueve años, estaba plenamenteinvolucrado en la conjura desde queOlbricht lo reclutó a finales de 1943.

Las órdenes iban firmadas por elgeneral Olbricht y el coronel Quirnheim“por encargo del comandante en jefe dela reserva, general Fromm”, pese a nocontar, obviamente, con el permiso deeste último.

Poco antes de que llegaseStauffenberg, se presentó en laBendlerstrasse el general Beck, elhombre que debía convertirse en jefe delEstado en sustitución de Hitler. Nollevaba puesto el uniforme, para mostrar

el carácter civil que quería dar al golpede Estado.

LLEGADA DE STAUFFENBERG

A las 16.15, el coche deStauffenberg, procedente del aeródromo,fue anunciado en el patio delBendlerblock. El coronel, con semblanteserio y preocupado, entró a la carrera enel interior del edificio seguido porHaeften y subió de dos en dos losescalones, hasta llegar al despacho deOlbricht. Sin perder el tiempo ensaludos, un sudoroso Stauffenbergacribilló a Olbricht a preguntas, sobre

todo para saber por qué no habíacomenzado la Operación Valkiria en sumomento, lamentándose de que sehubieran perdido unas horas preciosas.

Olbricht le expresó brevemente susdudas de que el dictador hubiera muertoen el atentado, basándose en el mensajetransmitido por Fellgiebel desde elCuartel General, a lo que el coronelexclamó:

—¡Hitler ha muerto!, ¡yo he vistocon mis propios ojos cómo lo sacabande entre los escombros!

Con tono seguro y triunfante,Stauffenberg hizo un atropellado relatode la explosión en la sala de

conferencias, el barracón destruido, lasllamas y la humareda.

—No sólo Hitler está muerto, sinoque es probable que no haya habidoningún superviviente. La explosión —añadió el coronel— ha sido comparablea la de una granada de 150 milímetros.

Olbricht insistió en que hacía sólounos minutos había escuchado al propioKeitel, presente en la sala en elmomento del atentado, decir que Hitlerseguía vivo, lo que indignó al coronel,tanto por lo que él creía una mentira delmariscal destinada a ganar tiempo, comopor la ingenuidad de sus compañeros decomplot en creerla.

De todos modos, puesto que lapalabra clave “Valkiria” había sidolanzada ya, había que seguir adelantecon el golpe, sin perder un minuto más.Acto seguido, Stauffenberg tomó elteléfono y pidió hablar con París. Allí,su primo, el teniente coronel Caesar vonHofacker, también participabaplenamente de la conspiración. Hofackerse había puesto de acuerdo con elcoronel Fickh para tomar el control dela capital francesa.

Tanto el comandante de París, comolos mandos militares en general, asícomo el comandante supremo del frenteoccidental, el mariscal Günther von

Kluge, veían con indisimulada simpatíala posibilidad de un golpe de timón. Dehecho, los rumores de que Von Klugeestaba decidido, a espaldas de Hitler, aentrar en contacto con las potenciasoccidentales para acordar un armisticio,corrieron como la pólvora, no sólo en elfrente del oeste sino también en eloriental. Sin duda, la proximidad de lastropas aliadas, que seis semanas anteshabían desembarcado en Normandía,hacía que la confianza en Hitler paraconducir la guerra hubiera disminuidode forma apreciable.

Así pues, en París se esperaba lanoticia del golpe de Estado para ponerse

mayoritariamente de parte de losconjurados. Stauffenberg comunicó a suprimo que Hitler había muerto,añadiendo con un fingido entusiasmoque “aquí, en Berlín, ya está en marchael golpe de Estado, ha sido ocupado elbarrio del Gobierno”.

“PARA MÍ, ESE HOMBRE ESTÁMUERTO”

En esos momentos llegó alBendlerblock el conde Helldorf, jefe dela policía de Berlín, que había sidorequerido telefónicamente por Olbricht,además de otros conjurados, como el

conde Bismarck y el doctor Gisevius.Olbricht comunicó en persona al jefe

de Policía de Berlín que el Führer ya novivía y que la policía debía ponersebajo el mando de las Fuerzas Armadas.Helldorf empezó de inmediato a dar lasórdenes precisas. Cuando el jefe de lapolicía se marchó, intervino el generalBeck para admitir que existían dudassobre el resultado del atentado y que,pese a las afirmaciones de Stauffenberg,lo más probable era que Hitler aúnestuviera vivo. Pero Beck declarósolemnemente el principio que debíaregir a partir de ese momento entre losconjurados:

—Para mí, ese hombre está muerto.No podemos claudicar de esteconvencimiento si no queremos llevar eldesconcierto a nuestras propias filas.

Hay que admitir que el análisis deBeck, que coincidía en el fondo con elde Stauffenberg, era el correcto. SiHitler no estaba muerto, había queactuar como si lo estuviese. Ya no eraposible retroceder, había que ir haciadelante con resolución. Beck confiabaen que aún tuvieran que transcurrirvarias horas hasta que el CuartelGeneral pudiera ofrecer pruebasirrefutables de que el atentado habíafracasado. Si, llegado ese momento, los

conjurados ya habían tomado el controlde Berlín, el golpe tendría muchasposibilidades de triunfar.

Pero para que los conjuradospudieran imponerse en la capital delReich era poco menos que decisivocontar con el apoyo del general Fromm,que unos minutos antes había rechazadounirse al complot después de laclarificadora conversación telefónicasostenida con Keitel.

Con la Operación Valkiria enmarcha, había llegado la hora de laverdad, en la que no valían mediastintas; había que obligar al generalFromm a sumarse a la conjura o, en caso

contrario, prescindir de él.Olbricht, acompañado ahora de

Stauffenberg, lo intentaría por segundavez. Ambos irrumpieron en su despacho.Olbricht se dirigió al gigantesco Fromm,que permanecía sentado:

—Stauffenberg acaba de regresar del a Wolfsschanze y ha visto cómosacaban a Hitler muerto del barracón —afirmó con rotundidad Olbricht—. Nohacen falta más pruebas.

—Pues Keitel en persona me hadicho lo contrario —replicó Fromm.

—¡Keitel miente! —intervinoStauffenberg—, el mariscal Keitelsiempre miente. ¡Yo mismo he visto a

Hitler muerto cuanto lo transportaban encamilla!

—Y como está demostrado que elFührer ha muerto —dijo Olbricht—, seha lanzado la palabra clave “Valkiria” alos comandantes de las regionesmilitares.

Fromm se levantó de un salto ybramó:

—¿Cómo? ¡Esto es un caso dedesobediencia! ¿Quién ha dado esaorden?

—El jefe de mi Estado Mayor, elcoronel Mertz von Quirnheim respondióOlbricht.

Fromm, enfurecido, golpeó con

fuerza la mesa y ordenó que sepresentase de inmediato Quirnheim. Ésteapareció y reconoció que había puestoen marcha los planes previstos paraevitar que se produjeran disturbios.Fuera de sí, Fromm le dijo que desdeese mismo momento estaba arrestado, yque cursase las órdenes precisas paracancelar la Operación Valkiria yainiciada.

Von Quirnheim, con gran sangre fría,tomó una silla y se sentó, ante laperplejidad de Fromm.

—No pienso moverme de aquí —sentenció Ali Quirnheim—. Si estoyarrestado, no tengo libertad de

movimientos para cumplir con lo queusted me ha dicho.

Antes de que Fromm estallase de iraante esa provocación, Stauffenberg tomóla palabra y, con toda calma, declaró:

—Mi general, yo soy el que hapuesto la bomba durante la conferenciad e l Führer. Y le aseguro que laexplosión ha sido tan potente que no hapodido sobrevivir nadie.

En un primer momento, Fromm sequedó de piedra ante la confesión delcoronel. ¡El jefe de su propio EstadoMayor había cometido el atentado!Seguramente, enseguida ató cabos; ahoraentendía por qué Keitel le había

preguntado sobre el paradero deStauffenberg…

Pero el veterano Fromm no perdió lacompostura ante esa sorprendenterevelación. Dirigiéndose a Stauffenberg,le dijo en tono despectivo:

—Desengáñese, su atentado hafracasado. Keitel ha dicho la verdad: elFührer vive. ¿Tiene un arma?

Stauffenberg, desconcertado, hizo ungesto afirmativo.

—Bien —prosiguió Fromm—, lomejor que puede hacer es pegarse untiro, coronel.

—De ningún modo lo haré —replicódesafiante Stauffenberg.

Olbricht aún confiaba en hacerentrar en razón a Fromm para que sesumase al golpe. Con grandes dosis deingenuidad, le habló de que eranecesario actuar con energía, había queactuar para evitar que el país continuaracaminando hacia el desastre. Entérminos patéticos, casi imploró aFromm que se uniese al levantamiento.

Por toda respuesta, Fromm exclamó:—¿Así que usted también está

involucrado en esta conspiración? ¡Estáusted arrestado!

—Mi general —respondió Olbricht—, usted no se hace cargo de lasituación. No puede arrestarnos porque

somos nosotros los que podemosarrestarlo a usted, y eso es lo quehacemos en este momento. ¡Considéresearrestado!

Fromm dio un salto y sacó supistola, apuntando a Olbricht. Pero enese instante entraron en el despacho elteniente Von Haeften y otro oficial.Entre todos lograron reducir, no sindificultades, al corpulento Fromm, quefue conducido a un despacho vecino, enel que quedaría custodiado por el mayorVon Leonrod. Luego se le permitiríatrasladarse a sus dependencias, en elmismo edificio, tras dar su palabra deque no intentaría huir.

Algo similar ocurriría con losoficiales que se mostraron reticentes atomar parte en el golpe. Entre los quequedaron detenidos por los sublevadosestaba también el coronel Glaesemer,comandante de la escuela de carros consede en Krampnitz. Según el plan, susblindados debían ser la fuerza de choquedel golpe de Estado. Pero Glaesemer, alver que existían serias dudas sobre lamuerte del Führer, se resistió acolaborar, por lo que corrió la mismasuerte que Fromm.

NO HAY VUELTA ATRÁS

El general Olbricht dijo entonces algeneral Hoepner que a él lecorrespondía sustituir a Fromm en susfunciones. Hoepner había sido destituidopor Hitler al caer en desgracia aprincipios de 1942, prohibiéndolevolver a vestir el uniforme. Sindemostrar excesivo entusiasmo,Hoepner aceptó el nuevo cargo ofrecidopor Olbricht, aunque demandó una ordenescrita, denotando un absurdopuntillismo legalista. Después deponerse el uniforme que había traído enuna maleta —había llegado vestido decivil— se instaló en el despacho deFromm, desde donde emitiría órdenes en

nombre del general depuesto.Aunque Hoepner ostentaba el poder

nominal, éste pasó a ser ejercido defacto por Stauffenberg. El coronelestableció inmediatamente unas estrictasmedidas de seguridad en el edificio delBendlerblock. Colocó en todas lassalidas hombres de guardia que sólopermitían el paso a los que poseían unaautorización firmada por el propioStauffenberg.

Pero estas medidas no debían serdemasiado efectivas porqueStauffenberg recibió en el despacho queocupaba en ese momento una inesperadavisita. Se trataba de un jefe de las SS

muy fuerte, de anchas espaldas,acompañado de dos individuos vestidosde paisano, funcionarios de la policíacriminal, como luego se comprobaría.

—¡Heil Hitler! —saludó el hombre—. Busco al coronel conde vonStauffenberg.

El coronel, tranquilo ydespreocupado, respondió:

El general Erich Hoepner,sustituto de Fromm.

Su falta de resolución fuemuy perjudicial para el

desarrollo del golpe.

—Sí, soy yo. Diga, por favor.—Soy el oberführer Humbert

Pifrader —se presentó el visitante—.Vengo de parte del DepartamentoCentral de Seguridad del Reich y tengoque formularle algunas preguntas.

Stauffenberg, solícito, se mostródispuesto a atenderle amablemente, porlo que le rogó que le acompañasen a unasala contigua para poderles atender máscómodamente. El jefe de las SS y susayudantes entraron con él en la sala, endonde, para sorpresa de Pifrader, seencontraban a punto dos jóvenes

oficiales, el coronel Jager y el tenienteVon Kleist, armados con pistolasametralladoras.

Pifrader y sus acompañantes fueronrápidamente desarmados y puestos bajovigilancia en una habitación próxima.Entre tanto, los dos guardias de las SSque esperaban en el patio a Pifraderfueron también detenidos.

Poco después hubo otra visita, eneste caso del general Von Kortzfleisch,que estaba al mando de la región deBerlín-Brandeburgo. Bernardis le habíallamado por teléfono para decirle quedebía tomar las medidas previstas en elPlan Valkiria con el fin de evitar que se

produjesen desórdenes, peroKortzfleisch intuyó que algo extrañoestaba sucediendo y exigió que fueraFromm el que le diese la orden enpersona.

Cuando Kortzfleisch acudió alBendlerblock, fue conducido no anteFromm, que estaba detenido, sino antesu sustituto, el general Hoepner.Kortzfleisch no reconoció su autoridad yse negó a decretar el estado deexcepción en la región que tenía a sucargo. Para él, no había ninguna pruebade que Hitler estuviera muerto, tal comoaseguraban los conjurados, y por lotanto seguía vigente el juramento de

fidelidad hecho a su persona. Olbricht yBeck intentaron hacerle entrar en razón;replicaron que, en todo caso, Hitlerhabía traicionado cien veces eljuramento hecho al pueblo alemán, y quepor lo tanto no podía invocar unjuramento de fidelidad hecho a unhombre semejante. Pero estaargumentación no minó lo más mínimo lainconmovible resolución de Kortzfleischde negarse a obedecer a los conjurados,lo que no dejó otro remedio queproceder a su detención.

De todos modos, la obstinadaresistencia de Kortzfleisch, pese a ser unimportante contratiempo, no había

supuesto una sorpresa para losconspiradores, por lo que ya tenían en larecámara un sustituto, el general VonThüngen, que enseguida tomó el mandode la región militar.

A las cuatro y media ya se habíatransmitido la primera ordenfundamental[19], que llevaba la firma delnuevo comandante en jefe de las FuerzasArmadas, el mariscal de campo Erwinvon Witzleben —pese a que aún no sehabía presentado en la Bendlerstrasse—. Esta orden se envió a una veintenade destinatarios, incluyendo los jefessuperiores de las tropas combatientes delas regiones militares de Alemania y los

territorios ocupados.Una hora más tarde, el coronel Mertz

von Quirnheim envió la segunda ordenbásica[20], destinada a los jefes de lasregiones militares, en este caso con lafirma del general Fromm.

En el Cuartel General de Hitler nose disponía aún de noticias concretassobre lo que estaba ocurriendo enBerlín, pero en la capital del Reich elgolpe iba tomando cuerpo. Al fin lascosas se ponían en marcha y un aire deoptimismo comenzaba a respirarse entrelos conjurados, cuando no una ciertaeuforia.

Stauffenberg había logrado

transmitir su ánimo y su autoconfianza asus compañeros. Con las decisiones quehabían tomado, ya no había vuelta atrásposible, y tenían la sensación de que yanada podría pararles. Sin embargo,estaban muy equivocados.

Capítulo 9

Hitler reacciona

El golpe de Estado no había comenzadocon la fluidez que habían previsto losconjurados. El retraso había sidoimportante y se había perdido laoportunidad de actuar con el factorsorpresa a favor pero, gracias sobretodo a la fuerza de voluntad deStauffenberg, se estaba recuperando eltiempo perdido a marchas forzadas y losimplicados vislumbraban ya laposibilidad cierta de que su acciónpudiera verse culminada con el éxito.

Pero, mientras tanto, ¿qué sucedía enla Guarida del Lobo?

Tras el atentado, Hitler habíaexpresado a todos los que le rodeabanque él ya sabía, desde hacía muchotiempo, que se estaba preparando unatentado contra él. Rabiosamente,aseguraba una y otra vez que ahorapodría descubrir a los traidores yhablaba de los terribles castigos que lesesperaban. También agradecía, en ciertomodo, el intento de asesinato porquehabía reforzado su convencimiento deque la Providencia estaba de su parte.Mostraba a todos sus pantalonesdesgarrados, así como su guerrera con

un gran agujero en la espalda, como sise tratasen de la prueba palpable de quese había “salvado milagrosamente” yque, por lo tanto, era un elegido.

Hay que reconocer que el dictadorgermano conservaba todavía algo deaquella intuición genial que le habíaayudado a ascender de forma irresistiblehasta la cúspide del poder. Ante lacontrariedad del atentado, por el que seevidenciaba tanto la debilidad delrégimen al no haber descubierto laconjura, como la fuerza de la resistenciaal haber logrado llegar hasta él, Hitlerdetectó de manera instantánea las dosgrandes oportunidades que se le abrían.

Por un lado, podría transmitir a lapoblación germana que su supervivenciaera la prueba de su indestructibilidad, ypor otro, el atentado era la excusaperfecta para aplastar brutalmentecualquier intento de oponerse alrégimen.

Por lo tanto, esa acción que, pese asu fracaso en el objetivo de acabar conla vida del dictador, denotaba que elrégimen nazi tenía enfrente enemigos conla capacidad de derribarlo, pasaba a serun elemento que en realidad iba aayudar, de forma involuntaria, aapuntalarlo. A la luz de losacontecimientos posteriores, no hay

duda de que Hitler acertó en suplanteamiento de primera hora, puestoque la resistencia antinazi quedaríaprácticamente borrada del mapa y elrégimen nazi quedaría firmementeasentado, desplomándose sólo cuandofue derrotado militarmente.

LA VISITA DEMUSSOLINI

El atentado no alteró la agenda deHitler para ese día. La visita deMussolini se llevaría a cabo tal comoestaba previsto. Hacía exactamente unaño que los dos dictadores se habíanreunido por última vez, el 20 de julio de

1943 en Feltre, cerca de Bellune, en elnorte de Italia. Ahora volvían a verse,pero Mussolini no era ya el Duce detoda Italia, sino de una fantasmalrepública creada en el norte de lapenínsula, la República Social Italiana,controlada por los alemanes.

El intérprete del Führer, PaulSchmidt, relató en sus memorias comose desarrolló la entrevista en la Guaridadel Lobo. Curiosamente, Schmidt pudocomprobar, muy a su pesar, elreforzamiento de las medidas deseguridad que enseguida se desplegaronen la Wolfsschanze; cuando acudió allíen coche, sin saber que se había

producido el atentado, fue detenido enla primera barrera:

—Aunque el mismo emperador de laChina le hubiese dado un salvoconducto,no podría dejarle pasar —le dijo elcentinela.

—Pero ustedes ya me conocen —protestó Schmidt—, soy el intérprete delMinisterio y tengo orden de presentarmeen el apeadero a las tres de la tarde,hora en que llegará una visita. ¿Por quéno puedo pasar?

—Por el acontecimiento —respondió el soldado de forma lacónica.

El intérprete insistió en que teníaque entrar, hasta que el centinela se

decidió a telefonear al oficial deguardia. Luego le dejó pasar.

Schmidt no se enteraría delacontecimiento al que hacía referenciael soldado hasta que, ya en el apeadero,habló personalmente con el médico deHitler, quien le relató los pormenoresdel suceso.

—Parece que ni siquiera se haalarmado —le explicó el doctor—.Cuando lo examiné para ver si teníaalguna lesión interior, su pulso estabacompletamente tranquilo, y tan normalcomo los días anteriores.

Cuando el médico iba aproporcionarle más detalles, Hitler se

presentó en la estación. Según Schmidt,nada en su aspecto exterior denotaba loocurrido tan sólo dos horas antes. Unosminutos más tarde, cuando llegóMussolini, sí que advirtió las secuelas,pues dio al Duce la mano izquierda parasaludarle, y luego se fijó en que semovía con mucha lentitud y que lecostaba trabajo levantar el brazoderecho. Mussolini no sabía tampocoabsolutamente nada sobre el atentado, yse enteró por boca de Hitler,quedándose lívido al momento.

Hitler y Mussolini cubrieron a pielos escasos centenares de metros queseparaban la estación de los barracones

y búnkers del Cuartel General. Duranteel paseo el dictador germano refirió alitaliano lo sucedido. Al intérprete lesorprendió el monótono tono de vozempleado por Hitler, mientras en elrostro de Mussolini se dibujaba el terrorque le producía el que hubiera sidoposible sufrir un intento de asesinato enun lugar tan aparentemente seguro comoése. Quizás estaba pensando en que esomismo le podía ocurrir a él.

Hitler y Mussolini,sonrientes, en una visita a

Munich en 1940.El encuentro entre ambos

del 20 de julio secelebraría en unascircunstancias muy

diferentes.

E l Duce miraba aún al Führer conojos desorbitados cuando ambos

entraron en el barracón en el que sehabía producido la explosión. La puertaque daba a la sala de conferenciasestaba destrozada, y la estancia mismaaparecía totalmente devastada, como sihubiera caído sobre ella una bomba deaviación de gran calibre.

Las mesas y las sillas estabanreducidas a astillas. Las vigas se habíandesplomado y las ventanas, junto a susmarcos, habían sido proyectadas alexterior. La gran mesa de mapas, que enúltimo término había salvado la vida alFührer, no era ya más que un montón detablas destrozadas.

—Aquí fue —dijo Hitler

tranquilamente—. Aquí, junto a estamesa, estaba yo de pie. Así me hallaba,con el brazo derecho apoyado en lamesa, mirando el mapa, cuando depronto el tablero de la mesa fue lanzadocontra mí y me empujó hacia arriba elbrazo derecho —hizo una pausa—.Aquí, a mis propios pies, estalló labomba.

Según el intérprete, Hitler explicabael hecho indiferente y como absorto, deuna manera bastante extraña. Mussolini,lleno de terror incrédulo, no hacía másque mover la cabeza.

Después, Hitler le enseñó eluniforme que llevaba en el momento de

la explosión, que aparecía destrozadopor la presión del aire, y le señaló unpunto de la nuca en donde tenía el pelochamuscado.

Los dos dictadores permanecieronun largo rato sin decir nada. DespuésHitler se sentó sobre un cajón vueltohacia abajo y el intérprete fue en buscade una de las pocas sillas que quedabanintactas para que Mussolini pudieratambién sentarse.

—Cuando me represento toda laescena de nuevo —dijo Hitler en un tonomuy bajo— comprendo, por misalvación milagrosa, que mi destino esque no me suceda nada, ya que ésta no

es la primera vez que escapo a la muertede manera tan providencial. Otros queestaban en esta sala han resultadogravemente heridos y uno incluso fuelanzado a través de la ventana por laonda expansiva.

Estas palabras impresionaron muchoa Mussolini. Hitler prosiguió con sumonólogo:

—Después de librarme hoy de estepeligro de muerte tan inmediato, estoymás convencido que nunca que midestino consiste en llevar a cabofelizmente nuestra gran causa común —e l Duce asintió con la cabeza—.Después de lo sucedido —dijo

señalando los escombros—, estoyplenamente convencido de ello, lomismo que usted. ¡Ésta es unainequívoca señal del cielo!

Durante unos minutos, los dosautócratas estuvieron allí sentados ensilencio, en medio de los escombros. Alcabo de un rato, Mussolini felicitó a suanfitrión por haberse salvado de formatan milagrosa.

Al fin se levantaron, dirigiéndose auno de los refugios, para cambiarimpresiones. Según Schmidt, laconversación de ambos fue tranquila einsignificante, como una especie dedespedida. Quizás ambos intuían que ésa

era la última vez que se veían, como asífue. Pero Hitler no mantendría esa calmadurante mucho tiempo.

REUNIÓN EN EL BUNKER

En el transcurso de la tardeaflorarían en el dictador alemán losnervios reprimidos tras el traumáticosuceso. Sobre las cinco, Hitler sepresentó con Mussolini en su búnker.Allí estaban el ministro de AsuntosExteriores, Joachim von Ribbentrop y eljefe de la Marina de guerra, el almiranteKarl Doenitz, además de Goering, Keitely Jodl.

La conversación comenzó siendodistendida, en torno a la Providenciaque había permitido al Führer seguircon vida para cumplir con su misión alfrente de Alemania. Pero conformeavanzaba la conversación fuerondeslizándose veladas acusaciones entrelos contertulios, que poco a pocodejaron de ser sutiles para convertirseen explícitas e hirientes.

Doenitz, con el apoyo de Goering,acusó al Ejército de traidor, paracriticar después a la Luftwaffe su faltade actividad, lo que enojó al obesomariscal del Reich. Goering pagófinalmente su enfado con Ribbentrop, al

que reprochó su fracasada políticaexterior, tachándolo de “vendedor dechampán” —su actividad anterior a sucarrera política— y llegando aamenazarle con su bastón de mariscal.

Mientras se desarrollaba estalamentable escena, Hitler permanecíahundido en su mullido sillón,manteniendo en la boca una pastilla quele había proporcionado el doctorMorell, mentalmente ausente de esatrifulca entre los jerifaltes del TercerReich, y de la que era perplejo testigo eldictador italiano.

Pero cuando uno de los presentes serefirió al asunto de Ernst Röhm y la

consiguiente noche de los cuchilloslargos, en la que las SS ajustaroncuentas pendientes con las SA, Hitlersaltó como un resorte. Se puso de piecon una inesperada agilidad y,recordando aquel episodio, bramóasegurando que el juicio que organizócontra aquellos traidores no sería nadacomparado con el que le esperaba a losque habían intentado matarle unas horasantes.

El diálogo que hasta ese momentohabían mantenido los presentes seconvirtió en un largo monólogo quenadie se atrevía a interrumpir, en el queHitler, fuera de sí, juraba una y otra vez

que exterminaría a los culpables, perotambién a sus mujeres y a sus hijos.Palabras como sangre, venganza, horcao muerte salían como un torrente de laboca crispada del Führer, mientras loscriados de las SS, silenciosamente,seguían sirviendo tazas de té.

A las 16.10, el mariscal Keitel diocuenta al Führer de la conversación queacababa de mantener con el generalFromm sobre el atentado, y le comunicóque Stauffenberg aún no había regresadoa Berlín. También le explicó que habíahablado con Goebbels y que éste lehabía dicho que todo estaba tranquilo enla capital, pero Keitel añadió que en la

Bendlerstrasse había un grupo deoficiales que estaban propagando elrumor de que el Führer había muerto.

Las peticiones de aclaraciónarreciaron sobre el Cuartel Generalcada vez en mayor número y másapremiantes. Los comandantes en jefe delos frentes y los jefes de las regionesmilitares querían oír del propio Keitel odel general Jodl la confirmación delfracaso del atentado. Mientras tanto,llegó desde Berlín la noticia de que sehabía lanzado el Plan Valkiria, lo queprodujo gran inquietud. El mariscalKeitel trató de anular estas medidas deexcepción, pero no pudo comunicar con

los generales Fromm u Olbricht.

Hitler muestra al Duce elestado en el que había

quedado la sala yMussolini, estupefacto

comprueba los efectos de laexplosión en el barracónde conferencias. Luego,

ambos dictadorespermanecieron sentados

entre los escombros largorato, sin pronunciar

palabra.

El jefe de las SS, HeinrichHimmler, fue nombrado deinmediato por Hitler jefe

del Ejército del Interior ensustitución de Fromm, con

plenos poderes parareprimir el golpe que

estaba desarrollándose enesos momentos en Berlín.

Con la llegada de este dato, elnerviosismo aumentaría en laWolfsschanze, donde Himmler decidióincrementar aún más las medidas devigilancia, ordenando que una compañíade las SS acudiese desde su cuartel enRastenburg. Sin embargo, al estarcompuesta por reclutas, la llegada deesta compañía tan sólo contribuiría aaumentar la confusión en el Cuartel

General.Sobre las cinco y media, Hitler hizo

llamar a Goebbels al teléfono y leordenó que emitiese por la radio unacomunicación en la que se precisase queel atentado era obra de una pequeñacamarilla de oficiales ambiciosos ycriminales, y que el Führer seencontraba sano y salvo y en compañíadel Duce. Otra orden de Hitler fue la denombrar a Heinrich Himmler jefe delEjército del Interior, en sustitución delgeneral Fromm.

Durante esa tarde, Hitler no dejaríade manifestar su cólera contra elEjército, que consideraba en su conjunto

reacio a seguir sus directrices. Peroafirmaría también que ese estado decosas cambiaría en breve; la primeramedida, tomada en esos mismosmomentos, fue decidir la sustitución deljefe del Estado Mayor General, elgeneral Zeitzler, cuya cooperación conHitler no era demasiado entusiasta, porel general Heinz Guderian, que fuereclamado con urgencia con el propósitode meter en cintura al Estado Mayor.

El mariscal Wilhelm Keitelcelebró con entusiasmo el

que Hitler hubierasobrevivido al atentado.

Creyó que era una señal dela Providencia, queanunciaba la futura

victoria de Alemania. En laimagen, diez meses

después, firmando larendición ante los Aliados.

El séquito del Duce había sido casiignorado por los alemanes, pero losrepresentantes italianos consiguieron almenos que los 700.000 soldadostransalpinos desarmados y detenidostras la caída del fascismo e internadosen campos de concentración alemanesfueran considerados y pagados comotrabajadores libres. Esta petición habíasido rechazada en varias ocasiones porHitler pero en esta ocasión, quizás porel efecto de la dramática jornada vivida,la aceptó de buen grado; los prisionerosserían liberados en seis semanas.

Hitler acompañó a Mussolini a laestación. Intercambiaron promesas de

volver a verse pronto y reafirmaron suvoluntad de luchar hasta el fin. Trasdespedirse del Duce, Hitler regresó deinmediato a su búnker; debía poner todasu energía en combatir el golpe deEstado que amenazaba su despóticopoder.

Capítulo 10

La respuesta

Mientras tanto, en Berlín, con arreglo alo estipulado en el Plan Valkiria, elcomandante Otto-Ernst Remer, jefe delBatallón de la GuardiaGrossdeutschland, condecorado con laCruz de Caballero con hojas de roble, sepresentó en el despacho del comandantede la ciudad, el general Von Hase, pararecibir instrucciones. Allí se le ordenóocupar la Casa de la Radio, ponerguardia de protección en laBendlerstrasse, aislar la central de la

Gestapo y el Departamento Central deSeguridad del Reich, y tomar elMinisterio de Propaganda, reteniendo alministro, Joseph Goebbels.

Posiblemente, el comandante Remertuvo que contemplar con extrañeza estasdisposiciones, en especial lo que hacíareferencia a las medidas contra laGestapo y el Ministerio de Propaganda,pero no dudó en comenzar a impartir lasórdenes pertinentes para cumplir con losobjetivos que se le habíanencomendado.

Durante la planificación del golpe,los conjurados no habían previsto queRemer pudiera causarles ninguna

dificultad. Estaba considerado como unsoldado disciplinado, que cumpliría arajatabla las órdenes de su superior.Remer, a diferencia de los impulsoresdel complot, era un hombre de acción;no se le conocía un criterio propio, sinoúnicamente su disposición férrea acumplir con la misión encomendada. Encierto modo, Remer era un perro depresa preparado para ejecutar sincontemplaciones las órdenes de su amo.

Los conjurados no se equivocaron lomás mínimo en su análisis de lapersonalidad de Remer. Pero lo que nopudieron prever es que ese carácter iríaprecisamente en contra de la suerte del

complot, contribuyendo decisivamente asu aplastamiento.

LAS SOSPECHAS DE UN DOCTOR

Un amigo de Remer, uninsignificante teniente que se encontrabacasualmente en Berlín, imprimiría unvuelco imprevisto a la marcha de losacontecimientos. Era el doctor HansHagen, que, debido a las graves heridasrecibidas en el frente, había sidoliberado del servicio y se dedicaba aescribir una historia delnacionalsocialismo por encargo delPartido. Su cargo era el de oficial de

enlace entre el Batallón de la GuardiaGrossdeutschland y el Ministerio dePropaganda. Ese mismo día, entre lastres y las cuatro de la tarde, el doctorHagen había impartido una conferenciasobre cuestiones de mando antesuboficiales del Batallón de la Guardia.Después se trasladó al domicilio delcomandante Remer para tomar una copa.

Mientras estaban departiendoamigablemente, entró en el salón elayudante de Remer, el teniente Siebert, einformó a aquél que el general Von Hasehabía dado orden de ejecutar “Valkiria”.Remer recabó más información ycompartió con Hagen la noticia del

atentado sufrido por Hitler y de que laWehrmacht había asumido el poder.

Hagen cayó entonces en la cuenta deque la noche anterior había creído ver almariscal Von Brauchitsch en unautomóvil que pasó por delante de él.Entonces pensó que se había confundido,pero ahora se confirmaba su primeraimpresión; el antiguo comandante en jefedel Ejército podía tener algo que vercon la Operación Valkiria. En realidad,Hagen estaba errado en su apreciación,ya que Von Brauchitsch no se encontrabaentonces en Berlín, pero por ese caminoequivocado había llegado igualmente auna conclusión acertada, pues de él

había partido la idea de un golpe deEstado.

Sobre las 17.30, Remer marchórápidamente a iniciar los movimientosprevistos en el Plan Valkiria. A esahora, Goebbels recibió la llamada delCuartel General del Führer ya referida,por la que se le pedía que emitiese uncomunicado por radio anunciando queHitler seguía vivo. Sin embargo, pese ala urgencia que requería esa actuación,Goebbels se tomaría su tiempo antes deradiarlo. El motivo esgrimidoposteriormente fue que al ministro no legustó el redactado de sus ayudantes, yque él mismo procedió a confeccionarlo,

pero no es aventurado suponer que enrealidad Goebbels prefirió esperaracontecimientos.

Goebbels había presidido a últimahora de la mañana una conferencia sobrela producción de armamento que habíapronunciado Albert Speer en elMinisterio de Propaganda. Tras el acto,Goebbels, que estaba departiendo conSpeer, fue avisado de que se habíaproducido el atentado, pocos minutosdespués de que éste tuviera lugar.Goebbels comentó entonces que lo másprobable es que los responsables delatentado fueran los obreros de laOrganización Todt que estaban

trabajando en la Guarida del Lobo, yreprochó a Speer —el responsable deesa fuerza— que no hubiera tomadomedidas de precaución suficientementerigurosas para impedir que sucedieraalgo así.

Durante la comida en su domicilio,junto a Speer, el ministro de Propagandaestuvo silencioso y pensativo —algoinusual en él—, y después se retiró adormir su siesta habitual, algo muysorprendente teniendo en cuenta lascircunstancias. Se despertó entre las dosy las tres y a partir de ese momentoestuvo en todo momento en contacto conel Cuartel General del Führer.

GOEBBELS TELEFONEA AHITLER

Mientras Remer llevaba a cabo lasinstrucciones recogidas en el PlanValkiria, el doctor Hagen seentrevistaba sobre las 17.45 conGoebbels en el domicilio particular delministro, para avisarle de la posibilidadde que la puesta en práctica de“Valkiria” encubriese un golpe deEstado. Cuando

El ministro de PropagandaJoseph Goebbels, durante

uno de sus encendidos

discursos. Su intervenciónsería decisiva para

aplastar el golpe en Berlín,pese a que a primera hora

de la tarde se mantuvoprudentemente a la

expectativa.

Goebbels, asomándose por laventana, comprobó que había soldadostomando posiciones tras los setos queseparaban su casa de la calle —cumpliendo con las órdenes impartidaspor Remer—, concedió veracidad a lahipótesis planteada por el doctor Hagen.Las tropas estaban poniendo cerco albarrio de los ministerios.

Inmediatamente, el ministro dePropaganda levantó el auricular delFührerblitz —una especie de teléfonorojo por el que podía ponerse de formainstantánea en contacto con el CuartelGeneral de Hitler— y explicó su terribleimpresión de que los golpistas tenían elcontrol militar de la ciudad. Desde laGuarida del Lobo le conminaron a queactuase rápidamente para abortar ellevantamiento. No obstante, lo primeroque hizo Goebbels fue ir a sudormitorio, coger una cajita de pastillasde cianuro y guardarla en su bolsillo.Probablemente, estaba tambiénpreocupado por el hecho de que no

había podido contactar aún conHimmler; quizás había caído en manosde los golpistas o incluso él podía estardetrás del golpe…

El ministro encargó a Hagen quefuera a llamar a Remer, esperando poderretenerlo para la causa del régimen nazi,pues le constaba que era fanáticamentefiel a Hitler. Si Goebbels no lograbaganarse al jefe del Batallón de Guardia,nada podría impedir ya que lossublevados tomasen el control de lacapital del Reich.

Hagen, convertido en improvisadoapagafuegos del golpe, acudió a todaprisa ante Remer e intentó convencerle

para que revocase las órdenes queacababa de dar. El comandante lecontestó:

—Soy un militar y cumplo órdenesde mis superiores, por lo que no mecomplico la vida —dijo Remer.

Finalmente Hagen logró sembrar laduda en Remer y éste comenzó a temerque estuviera siendo utilizado por sussuperiores para ejecutar una acciónilegal. Remer se avino a acudir aldomicilio de Goebbels aunque,temiendo que le hubieran tendido allíuna trampa, dijo al oficial Buck quetuviera dispuesta fuera de la casa unafuerza de choque y que, si en veinte

minutos no salía de ella, entrase ydetuviera a Goebbels.

Cuando Remer entró en el despachode Goebbels, el ministro le recordó sujuramento de lealtad al Führer. Elcomandante replicó:

—Soy leal a Hitler, pero como hamuerto debo obedecer al general Hase ydetenerle a usted.

—¡Pero si el Führer vive! ¡Hehablado con él! —exclamó el ministro—. Ha de saber, Remer, que unacamarilla de generales ambiciosos hapuesto en marcha una rebelión. Y ustedestá obedeciendo órdenes de unosoficiales desleales.

Remer vaciló y, a medida que elgenio de la propaganda le hablaba, elministro de Armamento, Albert Speer,presente en la reunión, pudo ver latransformación de Remer.

—Una gigantesca responsabilidadhistórica pesa sobre usted —dijoGoebbels, viendo a su interlocutor apunto de ceder—. Raras veces eldestino reservó tal oportunidad a un serhumano. De usted, Remer, dependeaprovecharla.

Goebbels dio paso entonces a sugran golpe de efecto. Tomó el auriculardel Führerblitz y telefoneó a Hitler a laGuarida del Lobo.

—¡Heil, mi Führer! A mi lado seencuentra el jefe del Batallón de laG u a r d i a Grossdeutschland, elcomandante Remer. Ha recibido de losgolpistas la orden de sitiar el barrio delGobierno.

El ministro escuchó un momento aHitler y de pronto extendió a Remer elauricular del teléfono:

—El Führer desea hablar con ustedpersonalmente —dijo el ministro.Remer, quizás pensando que todo era unmontaje o una broma macabra, dudóantes de tomar el auricular de manos deGoebbels:

—¿Reconoce usted mi voz? —se

oyó a través de la línea.—¡Sí, mi Führer! —contestó Remer,

poniéndose instintivamente en posiciónde firmes, entrechocando los talones.Unas semanas antes, Remer habíaconocido a Hitler en persona, por lo queaún tenía reciente el recuerdo del timbrede su voz.

—¡Comandante Remer, le hablocomo jefe supremo de la Wehrmacht dela Gran Alemania y como Führer suyo!Como puede comprobar, el atentadocontra mí ha fracasado. Le transmito unaorden: aplaste toda resistencia con rigorabsoluto. Comandante Remer, queda amis órdenes directas en tanto no llegue a

Berlín el jefe de las SS del Reich,Heinrich Himmler. Óigame, Remer, conefecto inmediato le asciendo a coronel.¡Actúe implacablemente! ¡Tiene plenospoderes para aplastar el levantamiento!

Remer quedó así al cargo de laseguridad en Berlín en lugar de VonHase. Esa conversación entre Hitler yRemer marcaría el punto de inflexióndel golpe de Estado. El complot sehabía iniciado de modo titubeante, perola llegada de Stauffenberg lo habíarevitalizado. Cuando Remer se disponíaa obedecer las órdenes de Von Hase deocupar los puntos estratégicos de laciudad, el éxito del golpe parecía a

punto de fraguarse. Sin embargo, laaparición del doctor Hagen fue el factorque quebró esa dinámica favorable a lasublevación. La consiguienteintervención de Goebbels,adelantándose a la acción de losconjurados, dio como resultado esaconversación telefónica que supondríael inicio de la cuenta atrás del fracasofinal del golpe. La disponibilidad deRemer con sus superiores había cesadode repente y el jefe del Batallón de laGuardia pasaba a obedecer las órdenesdirectas del dictador germano.

Como se ha apuntado, el flamantecoronel Remer era eminentemente un

hombre de acción. Impulsivo y dispuestoa enfrentarse a cualquier peligro, losconspiradores no podían haberencontrado un adversario peor. Remerera la antítesis de los oficialesconjurados, puesto que, con laexcepción de Stauffenberg, la mayoríade ellos eran más bien remisos aemplear la fuerza, y esperaban ganar conargumentos y una actitud caballerosa loque otros, como Remer, preferíanconseguir por la vía de la imposición.

Así pues, el barrio del Gobierno,que debía haber quedado ocupado portropas leales a los conspiradores, sehabía convertido en una fortaleza bajo el

poder del Batallón de la Guardia.Ahora, el objetivo para Remer era tomarla Bendlerstrasse, el centro neurálgicodel complot que el Führer le habíaordenado aplastar sin piedad.

CONFUSIÓN ENTRE LOSCONJURADOS

Al cuartel de los conjuradoscomenzaron a llegar evidencias de quealgo había fallado. A las 18.30, seinterrumpió la música que hasta esemomento emitía Radio Berlín, y que sepodía escuchar a través de los aparatosde radio del Bendlerblock que

permanecían encendidos a la espera denoticias. De repente, se escuchó la vozdel comentarista jefe de la emisoraberlinesa, el doctor Fritzsche:

El mayor Otto Remer notuvo dudas de que el

Führer había sobrevividoal atentado, tras escuchar

su voz al teléfono.

Hoy se ha cometido un atentado, pormedio de una bomba, contra el Führer.De las personas que le rodeaban hanresultado heridas de gravedad el generalSchmundt, el coronel Brandt y elasistente de Estado Mayor Berger.

Han sufrido heridas menos graveslos generales Jodl, Korten, Buhle,Bodenschatz, Heusinger y Scherff, losalmirantes Voss y Von Puttkamer, elcapitán de navío Assman y el tenientecoronel Borgmann.

El Führer sólo ha sufrido ligeras

quemaduras y contusiones.Inmediatamente ha vuelto a su trabajo y,como estaba previsto, ha recibido alDuce para una larga conferencia. Pocodespués del suceso, el ReichsmarshallGoering visitó al Führer.

Todos los presentes se quedaron depiedra al escuchar esas palabras. Seformaron grupos, se entablarondiscusiones en las que no faltaban losreproches. Pronto empezó a extendersela inquietud y la desconfianza, pues seconsideraba muy improbable que laradio oficial emitiese una noticiaerrónea.

Otto Remer vivió susúltimos años en España.

Aquí, Remer en una imagentomada poco antes de su

muerte, ocurrida en 1997.

Stauffenberg intentó contrarrestar el

demoledor efecto del mensaje afirmandocon contundencia que la información eratotalmente falsa, insistiendo en queHitler estaba muerto y que la emisión noera más que una maniobra desesperada.Pero, aunque se le pudiera conceder aStauffenberg la posibilidad de que esofuera así, el mensaje radiadodemostraba que el Batallón de laGuardia no se había apoderado de laemisora, tal como se había previsto.Algo tan importante para los conjuradoscomo era la radio había escapado a sucontrol. El que el golpe no marchaba delmejor modo para los conjurados eraalgo que ahora estaba fuera de toda

duda.Pero las consecuencias de esta

información en el departamento detransmisiones de la Bendlerstrasseresultarían devastadoras. Estedepartamento, instalado en los sótanosdel edificio como protección ante losataques aéreos, era el encargado detransmitir las comunicaciones de losconjurados a los distintos jefesmilitares.

Allí se encontraba de servicio elsubteniente Röhring, ajeno al complot;su trabajo era puramente mecánico, puestenía que limitarse a transmitir lasórdenes y mensajes que le iban

entregando y comunicar los que recibía.A lo largo de la tarde había estadocumpliendo con su cometido, sin que suscrecientes sospechas de que hubiera enmarcha una conspiración le disuadiesende cumplir con las órdenes recibidas.

Pero Röhring, al escuchar elcomunicado difundido por la radio, vioconfirmados sus temores, por lo queconfió su inquietud a uno de sussuboficiales adjuntos. Éste, que habíaseguido también con cierto recelo elinusual tráfico de mensajes, estabaigualmente convencido del carácteranormal de las órdenes transmitidas.Röhring y su ayudante dieron parte de

sus sospechas a otros oficiales,extendiéndose así la defección entre elpersonal del Bendlerblock. No tardaríanen acudir a Stauffenberg y suscompañeros en demanda deexplicaciones.

Pese a este inesperado y amargocontratiempo, que enfrió de formaapreciable los ánimos en laBendlerstrasse, en ese momento losconspiradores no eran conscientes aúndel giro inevitable que habían dado losacontecimientos. La noticia de lasupervivencia de Hitler al atentado noera más que el preludio de los terriblessucesos que estaban a punto de suceder.

La cuenta atrás para el aplastamientocompleto de la rebelión habíacomenzado…

Capítulo 11

París se une al golpe

Al mediodía de ese 20 de julio de 1944,en París, el coronel Finckh, maestregeneral del Oeste, estaba atendiendollamadas rutinarias procedentes de todoel frente occidental. Peticiones demunición, carburante, piezas derecambio o apoyo aéreo iban llegandouna tras otra a su receptor telefónico.Pero de repente llegó una llamadapreferente desde el cuartel de Zossen,cerca de Berlín. El mensaje fuelacónico, tan sólo una palabra: Ubung

(ejercicio).Seguramente, después de escuchar

esa palabra a Finckh comenzó a latirlemás rápido el corazón. En dos díasanteriores había recibido una llamadaidéntica, y en ambas ocasiones habíaesperado inútilmente la siguientepalabra: Abgelaufen (terminado). Peroesta vez estaba convencido de queescucharía por el auricular ese“terminado” que significaba que elatentado contra Hitler no sólo estaba apunto de intentarse —que ése era elsignificado en clave de “ejercicio”—,sino que se había consumado.

Hasta que llegase esa confirmación

tan sólo tenía la certeza de que estabaprevisto que el atentado se produjese enlas próximas horas. La insoportableespera acabó a las dos y media de latarde. Desde Berlín llegó el ansiadoAbgelaufen, pero seguidamente, pormotivos de seguridad, se puso finabruptamente a la comunicación.

Así, en el aire quedaron variaspreguntas sin respuesta: ¿Cuál habíasido el resultado del atentado? ¿Hitlerestaba muerto o herido? ¿Cuáles habíansido las reacciones? Sobre losconjurados de París recaía entonces laenorme y arriesgada responsabilidad detener que actuar casi a ciegas.

Aunque el coronel Finckh no poseíaninguna información sobre lo ocurrido,más allá de la confirmación de que sehabía producido el atentado, decidiójugar de farol ante los generales ajenosal complot. Al general Blumentritt leaseguró que Hitler había muerto víctimade una agresión de las SS y que seacababa de formar un nuevo gobierno.

Blumentritt, a la vista de losacontecimientos, decidió ponerse dellado de los nuevos gobernantes y sedirigió al castillo de La Roche-Guyon,el Cuartel General del mariscal VonKluge, pero éste había salido a girar unavisita al frente. Cuando Von Kluge

regresó, a las cinco y media de la tarde,encajó sin mover un músculo de su carala noticia de la muerte del Führer.

Es imposible saber lo que pasó enesos momentos por la mente de VonKluge. Pero el veterano militar,superviviente en cien batallas, demostróque no estaba dispuesto a dar un pasodel que después tuviera quearrepentirse. Consideró que lo mejor eradejar pasar el tiempo para contar así conmayor información, por lo que se limitóa convocar una reunión para las ocho dela tarde, a la que debía acudir el generalStülpnagel, además del mariscalSperrle, comandante de la Tercera Flota

Aérea.Stülpnagel no había conocido la

secuencia de los dos mensajes en clavepor mediación del coronel Finckh, sinoa través de Caesar Von Hofacker, primode Stauffenberg, que la había recibidodirectamente desde la Bendlerstrasseberlinesa. Después de mantener unencuentro con otros implicados,Stülpnagel decidió actuar sin pérdida detiempo; no esperaría a conocer lareacción de su jefe, Von Kluge.

El general Carl Heinrichvon Stülpnagel hizo todo lo

que estuvo en su mano

para que el golpe triunfase.

En la capital francesa estaba todopreparado para secundar el golpe. Asíque de inmediato se sacaron de loscajones los planos de la ciudad en losque se indicaban los puntos vitales aocupar, así como las listas de los jefesde las SS a detener.

STÜLPNAGEL SIGUE ADELANTE

Entonces llegó el requerimiento deVon Kluge para que Stülpnagel sepresentase en La Roche-Guyon a lasocho. Desde las seis ya estaban

circulando rumores en París de que elatentado había fracasado y que Hitlerseguía con vida. A las siete menoscuarto, el comunicado oficial difundidopor radio desde Berlín confirmaba esosrumores; Hitler estaba sano y salvo.

Media hora después, Stülpnagelrecibió una llamada desde Berlín; elgeneral Beck admitía que el golpe nodiscurría como se había planeado, peroaun así le ordenaba que actuase según loprevisto:

—Llegados a este punto —le dijoBeck—, ya no podemos retroceder. Elgeneral Stülpnagel, en una decisión quedemostraba su compromiso total con el

movimiento de oposición, decidió seguiradelante pese a la evidencia de que elgolpe estaba en vías de fracasar.Prometió a Beck —que seguramente enese momento ya era consciente de quenunca juraría el cargo de Jefe del Estado— proceder a la detención del personalde las SS y de los servicios deSeguridad en Francia.

Beck le preguntó:—¿Qué dice Von Kluge? ¿Está con

nosotros?—Bueno… —respondió dubitativo

Stülpnagel—, creo que lo mejor es quele llame usted mismo al castillo de LaRoche-Guyon.

—Así lo haré —concluyó Beck.Al cabo de unos minutos, Von Kluge

recibió la llamada procedente de laBendlerstrasse:

—Mariscal Von Kluge, Hitler hamuerto —afirmó rotundamente Beck—.Le ruego que mantenga los compromisosadquiridos y ponga fin a las hostilidadesen el Oeste, para salvar al país deldesastre.

—General Beck, usted sabe queapruebo la acción contra Hitler, pero¿ha muerto? Los informes loscontradictorios. En el comunicado de laradio se afirma que el atentado no hatenido éxito. Para mí, la condición sine

qua non para el levantamiento es que elFührer esté muerto. Si no es así, meconsidero desligado de toda promesaanterior —le contestó Von Kluge.

El mariscal Günther vonKluge, pese a sentir

simpatías por losconjurados, se desdijo desus compromisos cuandosupo que Hitler no había

muerto.

—Verá, mariscal, reconozco que nopuedo dar una respuesta concluyente asu pregunta de si ha muerto el Führer.Es verdad que los mensajes soncontradictorios, pero Stauffenberg estáseguro de que Hitler ha muerto, elcamino está libre.

Von Kluge respondió con una seriede objeciones a la prosecución dellevantamiento, ante las que Beck admitióque ya no era relevante que Hitler

estuviera vivo o muerto, sino que habíaque seguir hasta el final.

Como la conversación entre ambosno llegaba a ninguna conclusióndefinitiva, Beck le formuló la preguntadecisiva:

—Bien, ¿aprueba el mariscal VonKluge el movimiento y se pone a lasórdenes del Gobierno del que yo, elgeneral Beck, asumo la dirección? ¿Sí ono?

—Verá, debe usted comprender queuna decisión de tanto alcance no sepuede tomar a la ligera. Antes depronunciarme quiero tener noticiasciertas y, además, consultar a mis

colaboradores. Dentro de una mediahora le llamaré, general Beck, paradarle a conocer mi decisión.

Von Kluge no se atrevía a dar elpaso de unir su destino a los conjurados.Pero esa reacción del mariscal no era uncaso aislado. Como veremosseguidamente, Stauffenberg y suscompañeros se estaban encontrando conmuchos más jefes militares que preferíanesperar antes de tomar una decisión dela que luego pudieran arrepentirse. Elgolpe de Estado comenzaba a haceraguas.

Capítulo 12

Intuyendo la catástrofe

Sobre las ocho de la tarde, el panoramapara los conjurados no era demasiadoalentador. El mariscal Von Witzleben,en cuyo nombre se firmaban las órdenesmás importantes, no había llegado aún ala Bendlerstrasse. El general Hoepner seencontraba sentado tras la mesa deescritorio de Fromm, deprimido,encerrado en un silencio hermético.

No había noticias del condeHelldorf, que tenía que haber detenido alos jerarcas nazis. Tampoco había

noticias del Gruppenführer SS Nebe,que tenía que haber puesto a disposicióndel golpe a la policía criminal. Ambosse encontraban retenidos en los localesde la policía a la espera de algunaorden. Por otro lado, los carros de laescuela de blindados de Krampnitz síque se habían puesto finalmente encamino hacia Berlín, pero habían sidodetenidos por el Batallón de la Guardia,por orden de Remer.

El general von Witzlebenapareció por la tarde en el

Bendlerblock, pero semarchó de inmediato,

disconforme con el modocomo se estaba

conduciendo el golpe.

Pese a estas contrariedades, en laBendlerstrasse no había cundido todavíael desánimo, aunque no eran pocos losque ya intuían la catástrofe que estabacerca de venírseles encima.Stauffenberg, Olbricht y Ali Quirnheimno paraban ni un momento de impartirórdenes, atender una llamada telefónicatras otra o de hacer alguna corrección deúltima hora a un comunicado. Laemisión radiofónica anunciando lasupervivencia de Hitler habíaprovocado un aluvión de llamadassolicitando la confirmación de lasórdenes que se habían estadoimpartiendo hasta ese momento. Por otra

parte, desde la Guarida del Lobo, losgenerales fieles a Hitler habían estadotambién llamando a los jefes militaresadvirtiendo de que la Bendlerstrasseestaba en manos de traidores.

De todas partes, de los estadosmayores de las regiones militares, de losaltos mandos del frente, de los paísesocupados, llegaban demandas deexplicaciones que no siempre eranatendidas de forma convincente.

En unos momentos en los que eranecesario más que nunca mostrarsefirmes para conseguir que el complotcuajase, los conjurados evidenciaronuna debilidad que fue captada de

inmediato por aquéllos que debíancumplir las órdenes que emanaban de laBendlerstrasse.

HOEPNER, POCO RESUELTO

Posiblemente, el gran responsablede esa falta de autoridad fue el generalHoepner, el sustituto de Fromm.Hoepner se dio cuenta de que no bastabaponer una firma al pie de una orden paraasegurar que ésta fuera cumplida. Trasla noticia radiada en la que secomunicaba que Hitler estaba vivo,Hoepner tuvo que responder a lasapremiantes preguntas que le llegaban

de todas partes.Pero Hoepner no tenía la fuerza ni el

convencimiento, que sí le sobraban aStauffenberg, para imponer su autoridadsobre los jefes de las regiones militares.Éstos le referían la orden del mariscalKeitel en la que les prohibía obedecerle,ante lo que Hoepner se limitaba areplicar lastimeramente: “Hagan ustedeslo que consideren que deben hacer”.

Llegaron a darse episodios de humorsurrealista, como cuando el jefe militarde la ciudad de Stettin, el generalKienitz, recibió la orden de Keitel antesde que le llegase el comunicado deBerlín. Kienitz telefoneó a Hoepner para

salir de su confusión:—Hoepner, he recibido una orden

de Keitel en la que me prohíbe obedecersus órdenes. Le pido una explicación —exigió Kienitz.

—Le ruego que me explique elcontenido de esa orden —contestóHoepner.

—No puedo hacerlo, pues se me haexigido guardar el secreto sobre estacuestión.

—Bien, entonces yo tampoco puedodecirle nada —admitió un resignadoHoepner—. Si usted no ha recibidoórdenes de nosotros, ¿cómo las va acumplir? Por lo tanto, no tiene más

remedio que acatar las de Keitel.Las conversaciones de Hoepner con

el resto de jefes militares fueron de untono parecido. En Viena, en donde lasautoridades militares llevaron adelantelas primeras órdenes de los conjuradosarrestando a algunos funcionarios de lasSS, tras escuchar el mensaje radiado yla orden de Keitel trasladaron suinquietud a Hoepner; éste comprendiólas dificultades que entrañaba mantenerlas detenciones, por lo que, desalentado,no insistió y les dijo que cumpliesen lasdisposiciones de Keitel. Los detenidosfueron liberados.

El teniente coronel RobertBernardis trabajó hasta la

extenuación para que el

golpe tuviera éxito.

En otras plazas el levantamiento sesaldó con un fracaso absoluto. Porejemplo, el general al mando de laregión de Stuttgart colgó directamente elteléfono a Hoepner tras sostener unabreve conversación. En Hamburgo, eljefe de Estado Mayor de la regiónmilitar se presentó en la residencia delgauleiter —el jefe del Partido— y ledijo que tenía orden de detenerlo; elgobernador le dijo que debía tratarse dealgún estúpido error y le propusocompartir una botella de vino hasta quese aclarase todo, a lo que el militar

accedió, y ahí acabo todo.En la Bendlerstrasse, los ánimos

entre los conjurados no eran escasos. Lafuerza interior la daba la desesperación,pues eran conscientes de que sólo teníanante sí dos escenarios de futuro, sintérmino medio: imponerse o morir. Peroen el desarrollo del golpe se percibía acada momento la falta de previsión deque había adolecido. En algunosmomentos el ambiente en elBendlerblock era poco menos quecaótico; sólo el empuje de Stauffenberg,inasequible al desaliento, mantenía vivoel impulso del golpe.

LLEGADA DE VONWITZLEBEN

En medio de esta confusióngeneralizada, el mariscal VonWitzleben, el hombre escogido por lossublevados para ponerse al mando delEjército, apareció en el patio deledificio en un Mercedes descubierto.

El militar bajó del vehículo y lossoldados de guardia se quedaronimpresionados al verlo luciendo eluniforme de gala, adornado con unaristra de medallas. Pero al intentarentrar en el edificio se topó con unestricto capitán que no estaba dispuestoa dejarle entrar si no contaba con una

autorización firmada por Stauffenberg.—¡Yo soy el mariscal de campo Von

Witzleben!—Por supuesto —ironizó el capitán

—. ¿Cómo puedo saberlo?Ante el enfado monumental del

mariscal, el capitán telefoneódirectamente a Stauffenberg, que leordenó que dejase pasar a Witzleben deinmediato. El condecorado militar entróen el Bendlerblock hecho una furia ysoltando maldiciones. Caminaba agrandes zancadas con la gorra en lamano, el rostro congestionado ybalanceando su bastón de mariscal. Elpersonal iba apartándose a su paso.

Se dirigió sin vacilar al despachoocupado por Stauffenberg y, a modo desaludo, le espetó:

—¡Bonita chapuza! (SchöneSchweinerei, das). De inmediatopresentó sus respetos con el bastón demariscal al “jefe del Estado”, elgeneral Beck, también presente en eldespacho diciéndole, en unindisimulado tono cáustico:

—Estoy a su servicio, señor. Yenseguida Witzleben comenzó a bramar,dando puñetazos en la mesa:

—¡Fantástica manera de dirigir unainsurrección! ¿Cómo se atreve aimplicarnos en algo tan ambiguo? —

rugió mirando a Stauffenberg—. ¿Hitlerha muerto o no? ¿Estamos enfrentados aun hecho o a suposiciones infantiles?¿Cuál es la verdad? ¿Hay algún dato?¡Nuestras vidas penden de un hilo! Encuanto a usted… —dijo dirigiéndose aBeck.

—Yo no tengo tropas a midisposición —se excusó Beck,interrumpiendo a Witzleben—, sólo soyun civil…

Witzleben rechazó con un gestoamargo los tímidos pretextos de Beck ycontinuó situando a Stauffenberg en supunto de mira, recriminándole quehubiera insistido en llevar adelante el

golpe de Estado pese a las evidenciasde que el atentado había fracasado.

—Keitel miente, Hitler está muerto—afirmó Stauffenberg.

—¡Vamos! ¿Cómo lo sabe? —preguntó Witzleben, sin esperar recibiruna respuesta.

La discusión se prolongó duranteunos cinco inacabables minutos, hastaque Witzleben, un poco más sereno, diopor zanjada la cuestión:

—Me lavo las manos en todo esteasunto. Ustedes, caballeros, no estáncapacitados para dirigir un espectáculode segunda categoría interpretado pormonos. Adiós, les veré cuando el

verdugo reciba invitados.A regañadientes, Witzleben estampó

su firma en un télex con el que se tratabade confirmar que el Führer había muertoy que se le había transferido el mandosupremo sobre la Wehrmacht.

El mariscal, maldiciendo entredientes, pasó ante Stauffenberg y suscompañeros y bajó al patio para subir enel Mercedes que le había traído hastaallí. De este modo abandonaba a lossublevados, que quedaron desolados alcomprobar como uno de los puntales dellevantamiento daba ya por fracasado elgolpe.

Stauffenberg intentó subir la moral

de sus compañeros, reclamando firmezaen unos momentos en los que era difícilconfiar en el éxito del complot:

—Si os dais por vencidos ahora,estamos acabados —dijo el coronel—.¡Por Dios, os pido que confiéis en mí!Me ocuparé de que todo salga bien, perosólo pido que me concedáis el día dehoy.

Ante la dura realidad de los hechos,Stauffenberg ya apelaba a la fe, a laconfianza ciega en una victoria final quea cada minuto parecía más lejana.

Para recuperar los ánimos y lasfuerzas, Olbricht pidió a los ordenanzasque les sirvieran una cena fría. Todos se

sentaron a comer excepto Olbricht yStauffenberg, que seguían atendiendollamadas telefónicas. No obstante, loscomensales no tenían demasiado apetito,pues el queso y la ensalada desalchichas de que constaba la cenaacabarían casi intactos. Luego se sirviócafé.

Capítulo 13

Reunión en La Roche-Guyon

En París, von Kluge estaba atravesandoindudablemente un momento dramático.No hay duda de que el corazón de vonKluge estaba con los conjurados, perosu cabeza le decía que debía esperarantes de dar el paso definitivo. Noobstante, no podía esperar mucho;comenzaron a telefonearle desde variospuntos del frente, a donde ya habíallegado la noticia del atentado,pidiéndole consignas sobre la actitud a

tomar. A las siete y media le llegó untélex de la Bendlerstrasse por el que elmariscal von Witzleben afirmaba que elcomunicado emitido por Radio Berlínera falso y que Hitler había muerto.

Para acabar de arrojar más dudassobre el ya de por sí dubitativo VonKluge, llegó a sus manos el mensajeprocedente del Cuartel General delFührer en Rastenburg y firmado por elmariscal Keitel, por el que prohibía alos comandantes en jefe poner enpráctica las órdenes de Witzleben.

Fue entonces cuando se produjo elpunto de inflexión. Von Kluge decidiórecabar información directamente de la

Guarida del Lobo. De ello se encargó elgeneral Blumentritt, pero no consiguióestablecer comunicación. Al cabo devarios intentos, logró telefonear a laJefatura Superior del Ejército, elMauerwald, a pocos kilómetros delCuartel General de Hitler.

Desde allí, el general Stieff leconfirmó con total seguridad que elFührer había sobrevivido al atentado.Blumentritt comunicó la noticia a VonKluge y éste despejó todas sus dudas degolpe. No participaría en ellevantamiento. La suerte del complot enParís estaba echada.

VON KLUGE SE DESENTIENDEDEL COMPLOT

A las ocho de la tarde, tal comoestaba previsto, Stülpnagel,acompañado de Von Hofacker, aparecióen el castillo de La Roche-Guyon paraasistir a la reunión convocada por VonKluge. Stülpnagel, que no sabía que suinterlocutor tenía información deprimera mano sobre el resultado delatentado, intentó ingenuamenteconvencerle de que Hitler habíafallecido y que el comunicado de RadioBerlín era falso. Después habló el primode Stauffenberg en el mismo sentido.

El mariscal Von Kluge les escuchóen un enigmático silencio, hasta que,cuando concluyeron en su exposición,les enseñó el mensaje del mariscalKeitel.

—Está claro —les dijo— que laempresa ha fracasado. Seguir con estaaventura sería cosa de insensatos. Novoy a mezclarme en este asunto.

Stülpnagel y Hofacker se quedaronatónitos. Todo lo que había dichoanteriormente Von Kluge —aunqueciertamente nunca se habíacomprometido con los golpistas— habíaquedado en nada.

—Pero, señor mariscal —balbuceó

Stülpnagel—, yo creía que estaba ustedal corriente de todo.

—¿Yo? —dijo Von Klugeaparentando total tranquilidad—. Yo nosé nada.

Los conjurados intentaron por todoslos medios convencer al mariscal paraque se pusiera de su lado. Inclusoestablecieron comunicación con laBendlerstrasse para que desde allítrataran de ganarse la voluntad de VonKluge, pero todo fue en vano.

Imagen actual del castillode La Roche-Guyon. Aquí,

el general Stülpnagelintentó sin éxito convencera Von Kluge para que sesumase al levantamiento.

Entonces, en un gesto cordial peroinesperado vistas las circunstancias,Von Kluge invitó a cenar a los dos

conspiradores. Sorprendentemente, éstosaceptaron y pasaron todos al comedor.La cena discurrió en un ambienteglacial, en el que el mariscal conversabade asuntos que nada tenían que ver conlos momentos cruciales que estabanviviendo. Los dos conjurados apenasprobaron la comida, pero en cambioVon Kluge demostró no haber perdido elapetito.

Sin esperar a que la cena terminara,Stülpnagel puso fin a la farsa y selevantó, comunicando a Von Kluge que,por propia iniciativa, había ordenadoantes de salir de París la detención delos jefes de las SS y de la policía.

A Von Kluge se le atragantó elpostre y gritó indignado:

—¡Lo siento por usted, Stülpnagel!¡Yo no tengo nada que ver con eso!

Al momento, Von Kluge llamó aParís y dijo:

—¡Anulen inmediatamente lasórdenes que se han dado! Stülpnagel yHofacker aún hicieron un último intentopor lograr que el mariscal se uniese allevantamiento. Le dijeron que la suertede millones de alemanes estaba enjuego, y que dependía de la decisión quetomase en ese mismo momento. PeroVon Kluge les cortó en seco:

—No —aseveró de forma rotunda.

Después, se dirigió a Stülpnagel y,expresándole una cierta solidaridad consu más que oscuro horizonte, le dijo:

—Creo que sólo le queda unasalida: vestirse de paisano ydesaparecer.

Los dos conjurados comprendieronque cualquier esfuerzo por atraerse aVon Kluge era ya totalmente inútil. Sedespidieron de él sin darle la mano ysubieron al coche que les había llevadohasta allí. Pusieron rumbo a París.Faltaban pocos minutos para las once dela noche.

Mientras en el castillo de La Roche-Guyon se había desarrollado esa tensa y

dramática escena, los partidarios dellevantamiento se habían adueñado de lascalles de París. A las diez de la noche,las tropas ya habían completado sudespliegue por los puntos estratégicosde la capital. A las diez y media, elteniente coronel Von Kräwell irrumpióen el Cuartel General del Servicio deSeguridad, sin que los puestos deguardia opusieran resistencia, ante laabrumadora fuerza de los rebeldes.

E l obergruppenführer Oberg, jefede los servicios de Seguridad y de laPolicía en Francia, fue detenido yconfinado en una sala del HotelContinental. Entonces se llamó a los

jefes de las SS que no estaban en elCuartel General y se les fue deteniendoconforme fueron llegando. En menos deuna hora, unos 1.200 detenidos quedaronen poder del Ejército. Se decidió que enveinticuatro horas fueran juzgadossumariamente y que las sentencias seejecutasen al momento.

Capítulo 14

El golpe, aplastado

Sobre la nueve de la noche, llegaron alas inmediaciones del Bendlerblock lastropas del Batallón de la Guardia,comandados por el resuelto Remer. Seapostaron en las calles adyacentes y,sorprendentemente, a los conjurados nose les ocurrió pensar que llegaban con laintención de sofocar el levantamiento;pensaban que acudían a proteger eledificio. Los conspiradores tampocosabían que unidades acorazadas lealesal gobierno se estaban acercando en

esos momentos al centro de Berlín.Pero lo que los implicados en el

golpe menos podían sospechar es que laamenaza más inmediata para lossublevados procedía del interior delpropio Bendlerblock. Un grupo deoficiales de Estado Mayor, insatisfechoscon las pobres explicaciones queproporcionaban los conjurados a lasacuciantes dudas que iban surgiendo acada minuto, acabaron por rebelarse. Nosabemos hasta qué punto influyó en estadecisión el sentimiento de fidelidad aHitler o si, más bien, era una reacciónlógica para salvar el pellejo al verseinvolucrados en una acción condenada

al fracaso.Poco después de las nueve, los

integrantes de este grupo, encabezadospor el teniente coronel Franz Herber, seprocuraron armas sin que nadie se loimpidiese y se dispusieron a doblegar laresistencia de los sublevados desde elinterior del Bendlerblock.

Los oficiales llegaron hasta Olbrichty exigieron que les explicara lo queestaba ocurriendo en realidad.

—¡Olbricht!, ¿qué es lo que estápasando? —preguntó Herber en tonoamenazador—. ¿Contra quién debemosproteger el edificio? Tenía entendidoque estábamos aquí para proporcionar

refuerzos a los ejércitos del frente…pero, en cualquier caso, ¿qué es eso deuna conspiración?

El general Olbricht, con gestoapesadumbrado, se dirigió a losoficiales:

—Caballeros, durante largo tiempohemos observado el desarrollo de lasituación militar con gran ansiedad. Nosencaminamos indudablemente hacia unacatástrofe. Ha sido necesario tomarmedidas… y dichas medidas se estánllevando a cabo en este momento.Solicito su apoyo. Eso es todo.

Estas palabras ya no dejaban lugar adudas:

—¡Estamos ante un alzamiento! —exclamó el coronel Herner. Losoficiales, apartando momentáneamentesu atención de Olbricht, comenzaron ahablar entre ellos. Todos coincidían enque, ante la evidencia de que estabaninmersos en una conspiración, lo quedebían hacer era desvincularserápidamente de ella si no querían correrla misma suerte de los sublevados.

La mejor manera de apartarse delcomplot era actuar decididamente contraél. El grito de guerra lo dio uno de losoficiales:

—¡El juramento! ¡Están contra elFührer! Los oficiales leales al gobierno

exigieron a Olbricht poder hablar conFromm, y Olbricht les dijo que estabarecluido en su apartamento. Un gruposalió del despacho y se dirigiórápidamente a liberarlo; blandiendo susarmas, iban preguntando a todos los quese cruzaban con ellos:

—¿Con el Führer o contra elFührer? Obviamente, todas lasrespuestas eran afirmativas y el grupo defieles a Hitler fue creciendo pormomentos. Cuando llegaron alapartamento de Fromm, la guardia queestaba encargada de su vigilancia ya sehabía esfumado y Fromm fue liberado.

Mientras tanto, Olbricht intentaba

todavía convencer a los oficiales que elFührer al que permanecían leales ya novivía:

—Se ha recibido un informe de lamuerte de Hitler —explicó el general—.Pero también hay noticias en sentidocontrario —acabó por admitir Olbricht,tras una pausa—, la situación esenormemente compleja.

Olbricht no tuvo éxito en su empeñoen sembrar la duda entre susinterlocutores y fue detenido sin queopusiese resistencia.

Una secretaria que se dirigía aldespacho de Olbricht vio comoapuntaban al general. Se detuvo y dio la

voz de alarma:—¡Problemas! ¡Apuntan a Olbricht!

Los gritos atrajeron a algunos oficialesfavorables a los conjurados, entre ellosStauffenberg. Acudieron corriendo, perose detuvieron en seco al escuchardisparos procedentes del despacho. Losoficiales leales al gobierno les estabantiroteando, en medio de una confusiónterrible.

—¡Debajo de la mesa! —gritóalguien a las secretarias, que se hallabanen la línea de fuego.

Stauffenberg resultó herido en elbrazo, pero aun así pudo amartillar lapistola y disparar.

El coronel retrocedió corriendo ysubió al piso superior, hacia eldespacho de Fromm, en donde seencontraba el “jefe de Estado” Beck y suamigo Ali Von Quirnheim, además delgeneral Hoepner. Stauffenberg había idodejando tras de sí un rastro de sangre.

Desde el despacho de Fromm, elcoronel que había sido el alma dellevantamiento telefoneó una vez más, laúltima, en este caso al coronel VonLinstow, que se había sumado al golpeen París:

—Todo se ha perdido, todo haterminado —lamentó Stauffenberg—.Yo mismo he recibido una bala en el

brazo.Luego, Von Linstow oyó a través del

auricular ruido de lucha y disparos.Finalmente volvió a escuchar la voz deStauffenberg, sin aliento, entrecortada:

—¿Me oye? Mis asesinos están ahífuera, en el pasillo… Después se hizo elsilencio. El propio Stauffenberg u otrohabía colgado el teléfono. Comoveremos después en detalle, el generalStülpnagel, jefe de la conjura en París,al conocer el dramático fracaso de lasublevación en Berlín por boca de VonLinstow, se vería obligado a interrumpirla marcha de la misma en sucircunscripción.

El general Fromm formó unconsejo de guerra

sumarísimo y ordenó elfusilamiento de los

principales implicados lamisma noche del 20 de

julio.

FROMM TOMA EL CONTROL

Fue en ese momento cuando elgeneral Fromm, flanqueado por oficialesfieles al gobierno y ansioso de revancha,se presentó en la puerta del despachodel que había sido desalojado unashoras antes. Ahora el corpulento Frommtenía ante sí a los golpistas, pero en unaactitud muy diferente a la que mostrabanen el momento de su arresto. Estabanabatidos, conscientes de que habíanluchado por una causa perdida.

—Bien, caballeros —proclamóampulosamente Fromm—. Ahora lesharé yo a ustedes lo que esta tarde me

hicieron ustedes a mí. Deponganinmediatamente las armas.

No obstante, la afirmación deFromm no se correspondería con larealidad. Los conjurados se habíanlimitado esa tarde a destituirle y aencerrarle en su apartamento,proporcionándole un tentempié y algo devino. Quizás, en un primer instante, laintención de Fromm era recluirlos a laespera de poder ser entregados a lasautoridades militares correspondientes,pero es muy probable que enseguida sediese cuenta de que en ese caso losconjurados no tardarían en implicarle enel complot. Aunque Fromm no había

participado en él, tenía conocimiento desu existencia y siempre había mantenidouna ambigüedad que no le iba a ayudarahora a mostrarse totalmente ajeno a laconspiración.

—Han sido atrapados en un acto detraición —prosiguió Fromm—. Seráninmediatamente juzgados por un consejode guerra que ahora convoco.

A Fromm no le quedaba otra opciónque garantizarse el silencio eterno deaquellos hombres. Es probable que lossublevados comprendiesen de inmediatoel dilema al que se enfrentaba Fromm y,por lo tanto, lo que significaba enrealidad ese “consejo de guerra”.

—¡Abajo las armas! —ladró Fromm—. ¡Se lo digo por segunda vez!

Stauffenberg accedió a entregar supistola, pero Beck repuso:

—No le permito que me dé unaorden a mí, que he sido su superior.Sacaré la conclusión que crea oportunade esta desgraciada situación…

Fromm, intemperante, añadió:—Muy bien, haga usted después lo

que le parezca. Pero ahora cumpla loque le ordeno.

—Le ruego que me permitaconservar mi pistola para finespersonales —suplicó Beck—. Esperoque no privará a un viejo camarada de

un antiguo privilegio.Todos los presentes comprendieron

al momento lo que esa petición suponía.Beck quería ser él mismo el que pusierafin a su vida. Fromm, incómodo, accediócon un gesto:

—Bien, pero mantenga la pistolaapuntada hacia sí mismo. Beck intentódiferir patéticamente el momento dedispararse en la cabeza:

—En un momento como ésterecuerdo los viejos tiempos, cuando…Fromm le interrumpió:

—No nos interesa oír eso ahora. Leruego que deje de hablar y haga lo quetenga que hacer ¡Vamos! ¡Dese prisa!

Era lógico que Fromm acuciase aBeck para que se disparase. Sabía que silas SS irrumpían en el edificio, se haríancargo de los prisioneros y no lescostaría arrancar de ellos una confesiónen la que él aparecería de un modo uotro involucrado en el golpe. Susprisioneros debían estar muertos antesde que eso sucediese.

Beck, tras dirigir una miradadesesperada a todos los presentes,condujo lentamente la pistola hacia lasien izquierda y apretó el gatillo. Sonóla detonación, pero el general no sedesplomó. En el último instante habíadirigido el cañón hacia arriba, por lo

que la bala ni tan siquiera le rozó.—¿No lo he hecho bien? —preguntó

el suicida con voz trémula.Fromm se dirigió entonces a un

capitán:—¡Ayude al viejo! —gritó—.

Quítenle la pistola.—¡No! —exclamó Beck—, por

favor, permítame intentarlo de nuevo.Esta vez no fallaré.

El capitán llevó a Beck a un sillón.Allí, entre sollozos, Beck dirigiónuevamente la pistola a la sien, perofalló otra vez en su propósito. En estaoportunidad la bala sí que le rozó, porlo que comenzó a manar de su cabeza un

fino reguero de sangre, pero el disparono había sido mortal. Beck fue entoncesconducido por un sargento a unahabitación contigua y los presentesescucharon a los pocos segundos el tirode gracia.

CONSEJO DE GUERRA

Todos los conjurados fueronconscientes de que su destino no iba adiferir mucho del que acababa de sufrirel “jefe del Estado”.

—Muy bien —dijo Fromm fríamente—. Si quieren poner algo por escrito,aún les quedan unos minutos.

Con ese gesto, Fromm daba aentender que el resultado de ese consejode guerra estaba ya más que establecido.

—Sí —respondió Olbricht—,quisiera escribir algo.

El general Hoepner también señalósu deseo de escribir y Fromm invitó aambos sentarse junto a una mesaredonda. Fromm abandonó el despachojunto a algunos oficiales pararepresentar la farsa de que iban adeliberar, constituidos en un tribunalsumarísimo encargado de juzgar lainsurrección.

Al cabo de unos minutos, queseguramente Fromm aprovechó para

impartir las órdenes necesarias paraorganizar la inmediata ejecución de losimplicados, éste regresó al despacho.Hoepner colocó su escrito sobre la mesay Olbricht pidió un sobre y guardó enella la carta, cerrándolo personalmente.

Ludwig Beck, quien debíahaberse convertido en Jefe

del Estado, optó por el

suicidio, pero falló dosveces y tuvo que ser

rematado.

Entonces, Fromm se dispuso apronunciar la “sentencia”:

—En nombre del Führer, un consejode guerra sumario convocado por mí hallegado al siguiente veredicto: elcoronel del Estado Mayor GeneralMertz von Quirnheim, el generalOlbricht, el coronel… —hizo un gestocomo si no recordase el nombre deStauffenberg—, y el teniente VonHaeften son condenados a muerte.

—Hay una cosa que quiero decir enmi defensa —dijo sorprendentemente el

general Hoepner, que no había sidoincluido en el cuarteto de condenados ala pena máxima—. Yo no tuve nada quever con todo esto.

—Asumo la responsabilidad de todo—dijo, en cambio, Stauffenberg—.Quienes están aquí han actuado comosoldados y subordinados. Lo único quehan hecho es cumplir órdenes. De ningúnmodo son culpables.

Fromm simuló no haber oído estasalegaciones. Se dirigió a uno de losoficiales leales, el teniente Schlee,señalando con el dedo a los cuatro queiban a ser fusilados:

—Este caballero, el coronel; el

general con la Cruz de Caballero; estecoronel del Estado Mayor General y suteniente. La sentencia del tribunal secumplirá de inmediato en el patio, a tirode fusil.

—Y escolte a este oficial —señaló aHoepner— a la prisión militar deLehrter Strasse —concluyó Fromm.

—¡No, no soy un canalla! —protestóHoepner, pese a haberse librado de laejecución—, ¡no lo soy!

—Lléveselo ahora —ordenó Fromm.

EL FUSILAMIENTO

Pasaban unos minutos de la

medianoche cuando los cuatrocondenados fueron conducidos al muroposterior del patio del mismo bloque dela Bendlerstrasse. Stauffenberg, que aúnperdía sangre por la herida en el brazo,fue ayudado por dos hombres.

Cuando llegaron al patio, cuyo sueloestaba salpicado de ladrillos rotos ytrozos de pizarra por el efecto de losbombardeos, quedaron deslumbradospor la tétrica luz de los faros de losvehículos del Batallón de Guardia, quehabían sido colocados en semicírculopara iluminar el lugar de la ejecución;un montículo de arena extraído de unaexcavación en el patio.

Placa que recuerda hoy loscuatro ejecutados en elpatio del Bendlerblock:

Olbricht, von Quirnheim,Von Stauffenberg y Von

Haeften, además delgeneral Beck.

—¡De prisa! —dijo alguien—,acaba de sonar la alarma de un ataqueaéreo.

Los pusieron a todos en un costado;serían fusilados de uno en uno. Dossuboficiales adelantaron a Olbricht unosmetros hasta situarlo ante el pelotón deejecución. Éste, deslumbrado totalmentepor los faros de los vehículos, entornólos ojos para distinguir a sus verdugos.

En el patio resonó una orden y lossoldados dispararon sobre Olbricht, que

fue impulsado hacia atrás, quedandoapoyado su cuerpo contra el montón dearena. A continuación, los dossuboficiales buscaron a Stauffenberg ylo condujeron al mismo punto, sin llegara tocarle, quizás por consideraciónhacia su sangrante herida.

Stauffenberg ya estaba delante delpelotón y unos instantes antes de que ledisparasen gritó con todas sus fuerzas:

—¡Viva la sagrada Alemania![21]

Justo en el momento en el que lossoldados apretaban los gatillos, su fielHaeften se arrojó ante Stauffenberg enun gesto instintivo para interceptar elcamino de las balas. Ambos cayeron a la

vez bajo el fuego del pelotón.Mertz Von Quirheim fue el cuarto y

último en verse deslumbrado por losfocos de los coches antes de seguir elmortal destino de sus compañeros.Cuatro tiros de gracia certificaron elcumplimiento de la condena. Pasabanveintiún minutos de las doce de lamedianoche. Todo había terminado.

Capítulo 15

La voz del Führer

Cuatro de los principales implicados enel golpe, Olbricht, Von Quirnheim,Haeften y el propio Stauffenberg,además del frustrado suicida Beck, yahabían pagado con la vida su intento dederrocar el criminal régimen nazi. Suscadáveres fueron a parar al cementeriode Mattäikirche, cargados en un camiónconducido por un sargento.

El sargento encontró cerrada lapuerta del cementerio. Fue a casa delsacristán, lo despertó y le dijo:

—Cinco cadáveres. Me hanordenado oficialmente que los entierreaquí. No se mencionarán nombres ynadie debe saber dónde está la fosa.

Al poco rato, el sargento, un soldadoy tres policías locales estaban cavandoun agujero en el suelo del cementerio, ala luz de las linternas. Después, loscadáveres fueron arrojados a la fosa y lasepultura fue tapada a toda prisa. Elcamión regresó a la Bendlerstrasse.

Sólo dos horas más tarde, llegó alcementerio el general de las SS RolfStundt con la orden de desenterrar loscadáveres. El sacristán abrió la puertadel camposanto y los soldados que

acompañaban a Stundt comenzaron laexhumación de los cuerpos. Con lasprimeras luces del alba, tomaronfotografías con flash de cada uno deellos y después fueron enviados a uncrematorio. Himmler había ordenadoque los cuerpos de los traidores fueranquemados y sus cenizas esparcidas.

Ése fue el triste destino que tuvieronlos cinco conjurados víctimas delgeneral Fromm y su intento desesperadopor desligarse del complot. Lo que nopodían imaginar los que se libraron deesa primera ola de castigo es queacabarían envidiando la suerte de suscompañeros.

Pero retrocedamos al momento en elque los cadáveres de los cuatrofusilados en el patio del Bendlerblockse encontraban derrumbados, comomuñecos rotos, sobre el montón dearena. De inmediato fueron arrastrados aun lado. Sobre ellos arrojaron el cuerpotambién sin vida del suicida Beck. Elgeneral Fromm, encaramado a uncamión, arengó brevemente a lossoldados, concluyendo con tresatronadores Sieg Heil.

LAS SS TOMAN EL MANDO

Mientras, a la vuelta de la esquina,

el jefe de la Gestapo, ErnstKaltenbrunner, charlaba con sussubordinados bajo los árboles. Sumisión era detener a los participantes enla conjura, pero, inexplicablemente,permaneció imperturbable mientras seoían los disparos de los fusilamientos.

Al poco rato, se presentó OttoSkorzeny, el liberador de Mussolini desu prisión del Gran Sasso tras unabrillante operación aerotransportada, yque estaba considerado por los Aliadoscomo “el hombre más peligroso deEuropa”. Ambos dejaron que el Ejércitoresolviese sus asuntos dentro de supropio cuartel. Quizás pensaron que era

mejor permitir ese purificador primerbaño de sangre antes de que los hombresde las SS irrumpiesen en elBendlerblock para tomar el mando de lasituación.

Albert Speer, el ministro deArmamento, llegó hasta esos doshombres en un pequeño coche deportivo,acompañado por Remer, a quien Hitlerdebía el aplastamiento del golpe[22].

—Acabamos de estar con el doctorGoebbels. Venimos a detener el consejode guerra convocado por el generalFromm.

—Nosotros no queremos mezclarnosen las cosas del Ejército —dijeron casi

al unísono Kaltenbrunner y Skorzeny—,además, seguramente todo ha terminadoya.

De todos modos, Speer avanzó en lapenumbra, dirigiéndose con paso firmehacia la entrada del Bendlerblock. Unvisiblemente nervioso Fromm recibiócon incomodidad al ministro:

—El levantamiento ha sidoaplastado. Acabo de impartir lasórdenes necesarias a todos los cuerposdel área de los cuarteles generales…Durante horas me he visto privado deejercer mi mando sobre el Ejército delInterior, incluso me encerraron en unahabitación.

—¿Y bien? —le interpeló Speer.—En mi condición de autoridad

designada, mi deber era celebrar deinmediato un consejo de guerra sumarioa todos los implicados en lasublevación. El general Olbricht y mijefe de personal, el coronelStauffenberg, ya han sido ejecutados.

—Hubiera sido más convenientepara usted no haberlo hecho. Hitler ledestituyó a las seis de la tarde, parasustituirle por Himmler. Desde esemomento carecía de cualquier autoridadpara fusilarlos. La rapidez con la quelos ha ajusticiado, Fromm, le deja enuna posición sospechosa. Acompáñeme

a mi Ministerio y pensaremos cómopuede salir de ésta.

Kaltenbrunner se acercó eintercambió un frío saludo con Fromm,mientras Skorzeny se mantenía alejado,por si debía actuar ante alguna maniobradesesperada de Fromm para escapar asu negro destino. Fromm declinó elofrecimiento de Speer:

El general de las SS ErnstKaltenbrunner participó en

la represión de losimplicados en el golpe.

—No, gracias. Tengo que llamar alFührer y ver al doctor Goebbels.

Después me marcharé a casa adescansar, ha sido un día muy duro.

Es probable que en ese momentoFromm ya fuera consciente de que susprisas por suprimir incómodos testigosno habían servido para nada. Habíaeliminado a los principales cabecillasdel complot, pero ya no tendría tiempode ajusticiar de forma sumaria a lasegunda línea de implicados. En esosmomentos, otros compañeros deStauffenberg, como su propio hermanoBerthold, Peter Yorck o Bernardis,permanecían arrestados, a la espera decorrer la misma suerte que los queacababan de caer bajo las balas del

pelotón de fusilamiento.

ALOCUCIÓN DE HITLER

Sobre la una de la madrugada, OttoSkorzeny se decidió a entrar en eledificio del Bendlerblock, con unapotente fuerza de miembros de las SS,que ocuparon todas las oficinas ymontaron guardia en todas las salidas.Aunque los conjurados habían hecho loposible por quemar los documentoscomprometedores, no habían podidoabrir la gran caja fuerte del despacho deOlbricht, que contenía información queresultaría especialmente suculenta para

los sabuesos de la Gestapo.Skorzeny, conduciéndose con

corrección, se dirigió personalmente alos conspiradores arrestados. Lesinformó de que no serían juzgadossumariamente como sus compañeros.Registró personalmente a cada uno deellos, y procedió a arrancarles lascondecoraciones con las manos,arrojándolas en un casco de acero vueltodel revés.

De fondo, por un receptor de radio,se oía por primera vez desde el atentadola voz del Fürher, al que Frommpretendía apelar en busca de un más queimprobable gesto de perdón. Era la 1.30

de la madrugada.Deutsche Volksgenossen und

Volksgenossinnen![23]

Hitler, en tono que ya anunciaba laterrible venganza que se iba a abatirsobre los implicados en el complot,achacó el atentado a “una insignificantecamarilla de oficiales ambiciosos, sinhonor y de una criminalidad estúpida”.En su alocución explicó algunos detallesdel atentado: “Una bomba colocada porel coronel conde Stauffenberg haestallado a dos metros de mí, a miderecha, y ha herido gravemente avarios de mis fieles colaboradores. Unode ellos ha muerto. Yo estoy

absolutamente indemne. Sólo he sufridoligeras erosiones, contusiones yquemaduras”. Y señaló a la Providenciacomo su salvadora, confirmándose asíque se le había confiado una importantemisión, que debía seguir adelante[24].

Pero la frase más significativa fue:“Esta vez ajustaremos las cuentas comonosotros, los nacionalsocialistas,tenemos costumbre de hacerlo”. Era elanuncio de una venganza brutal eimplacable, como pocas veces se hadado en la historia.

Capítulo 16

La calma llega a París

La llamada telefónica de Stauffenberg alcoronel Hans-Otfried Von Linstow, quedirigía en París las operaciones desde elHotel Continental, para comunicar quela situación en la Bendlerstrasse era yadesesperada, cayó como un mazazo entrelos participantes en el levantamiento. Apesar de que el futuro se presentababastante sombrío para ellos, optaron poresperar el regreso de Stülpnagel de lareunión con Von Kluge en el castillo deLa Roche-Guyon.

Cerca de la medianoche, en el HotelRafael se celebraba con gran alboroto ladetención de los miembros de las SS. Elchampagne corría entre los oficiales,ajenos al fracaso del levantamiento.

En ese momento entró Stülpnagel enel salón; se hizo entonces el silencio, ala espera de sus palabras. Stülpnagel selimitó a sonreír nerviosamente y a decirque Von Kluge no había resuelto nadaaún, y que su respuesta se demoraríahasta las nueve de la mañana, así que lacelebración podía continuar.

Hitler se dirige por radioal pueblo alemán en la

madrugada del 21 de julio,desde un barracón de la

Guarida del Lobo. Elmensaje desactivó por

completo el levantamientoen París.

Los oficiales siguieron bebiendochampagne despreocupadamente, hasta

que la radio del vestíbulo, que hasta esemomento estaba emitiendo música,anunció que Hitler iba a hablar enbreves minutos. Todos se acercaron alaparato, con los vasos en la mano.Cuando estaban arremolinados en tornoa la radio, expectantes, se escucharonpor el altavoz del aparato las mismaspalabras que en ese momentoretumbaban también en el patio delBendlerblock:

Deutsche Volksgenossen undVolksgenossinen!

A los oficiales que hasta esemomento estaban celebrando su victoriasobre los odiados jefes de las SS se les

heló la sonrisa y es posible que a algunose le cayese la copa de las manos. Hitlerdetalló los poderes que, ante la situaciónde emergencia que vivía el país, habíadado al jefe máximo de las SS, HeinrichHimmler. Con toda seguridad, a todosles entró un sudor frío cuandoescucharon al dictador proclamaramenazadoramente:

—Esta vez ajustaremos las cuentascomo nosotros, los nacionalsocialistas,tenemos la costumbre de hacerlo.

Los oficiales reunidos en el HotelRafael comprendieron al momento quehabían estado luchando en el bandoequivocado. Stülpnagel y Von Hofacker

fueron conscientes también de que labatalla en la que tantos esfuerzos habíanvertido estaba ya totalmente perdida.

Ante la amenaza de que las tropas dela Marina y la Luftwaffe destinadas enParís, totalmente leales a Hitler, seenfrentasen al Ejército, los conjuradosdecidieron arrojar la toalla. Había queaceptar las órdenes oficiales.

Cerca de las dos de la madrugada, elgeneral Linstow cursó la orden de poneren libertad a los detenidos. Oberg, eljefe de los servicios de Seguridad quehabía sido encerrado en una sala delHotel Continental, fue liberado. Ante lalógica demanda de una explicación por

la detención de que había sido objeto,Oberg fue conducido a la presencia deStülpnagel; éste le dijo que todo erafruto de una confusión, lo queobviamente, no fue aceptado por elindignado Oberg. Pero las dotesdiplomáticas del embajador Abetz,presente en el encuentro, lograronconvencer al jefe de los servicios deSeguridad que Stülpnagel había obradode buena fe, pero que había sidoconfundido por los mensajescontradictorios que le habían estadollegando de Berlín y Rastenburg.

Oberg se declaró satisfecho por lasexcusas de Stülpnagel e hizo correr

entre sus compañeros liberados laexplicación de que todo el embrollohabía resultado ser un simulacro, peropuesto en práctica con demasiadorealismo.

Aunque pueda resultar increíble, laexplicación fue aceptada por los jefesde las SS detenidos y liberados; al cabode unos minutos, ya se pudieron ver avarios de ellos compartiendo una copaen el salón del Hotel Rafael junto a losoficiales del Ejército, que tres horasantes habían participado en sudetención.

Sobre las tres de la madrugada, elefecto del alcohol y el cansancio

acumulado por tan intensa jornada hizoque la mayoría de los oficiales fueranregresando a sus acantonamientos. Pocodespués, la tranquilidad en las calles deParís ya era absoluta.

Pero al amanecer, un telegramafirmado por el mariscal Keitel ordenabaal general Von Stülpnagel que sepresentase de inmediato en Berlín. Lametódica venganza a sangre fría contralos participantes en el complot del 20 dejulio había comenzando a desatarse.

Capítulo 17

Venganza

En los días siguientes a la dramáticajornada del 20 de julio de 1944, la sedecentral de la Gestapo en Berlín, en elnúmero 8 de Prinz Albrecht Strasse, seconvirtió en un infierno para lossospechosos de haber estado implicadosen el complot. Las salas deinterrogatorios, situadas en el tercerpiso, se utilizaban las veinticuatro horasdel día. Los gritos de dolor se podíanescuchar hasta en las celdas del sótano,en donde decenas de hombres y mujeres

esperaban su turno.El jefe de las SS, el abyecto

Heinrich Himmler, extendió lapersecución no sólo a los conspiradores,sino a sus familiares. El 3 de agosto, enuna reunión de gauleiters celebrada enPosen, Himmler declaró:“Introduciremos una responsabilidadabsoluta de parentesco. Nosotros yahemos procedido en consecuencia ynadie debe venir y decirnos que es algopropio de los bolcheviques. No, esto noes cosa de bolcheviques, sino algo muyantiguo y muy usual entre nuestrosantepasados. Para convencerse, sólo espreciso que lean las viejas sagas.

Cuando proscribían a una familia y ladeclaraban fuera de la ley, o si existíaen una familia la venganza de sangre, seera del todo consecuente. Si la familiaera declarada fuera de la ley y proscrita,decían: “Este hombre ha cometido unatraición; la sangre es mala, en ella haytraición y ha de ser exterminado”. Y enlas venganzas de sangre se eliminabahasta el último eslabón de todo elparentesco. Así pues, la familia delconde Stauffenberg será exterminadahasta el último eslabón”.[25]

Hitler, en una fotografíacaptada al día siguiente del

atentado. Aunqueaparentemente salió ileso,

el dictador sufriríasecuelas tanto físicas como

psíquicas.

HITLER, FURIOSO

En un primer momento, Hitler

expresó también su deseo de desatar unavenganza bárbara y cruel sobre losparticipantes en el complot: “Se debeexpulsar y exterminar a todas esasvulgares criaturas que jamás en lahistoria han llevado el uniforme desoldados”.

Hitler visita en el hospitalal general Schmundt, que

fallecería pocos días mástarde a consecuencia de las

heridas. El atentadoprovocó en el Führer una

insaciable sed devenganza.

El deseo de revancha de Hitlercontra los conspiradores no teníalímites. Aseguraba que los “barrería yerradicaría a todos”. Según dejó escritoGoebbels en su diario el 23 de julio,refiriéndose a un encuentro con Hitlercelebrado el día anterior: “El Führerestá muy furioso con los generales,sobre todo con los del Estado MayorGeneral. Está absolutamente decidido a

dar un ejemplo sangriento y a erradicara la logia masónica que ha estadooponiéndose a nosotros todo el tiempo yque sólo esperaba su oportunidad paraapuñalarnos por la espalda en elmomento más crítico. El castigo que sedebe imponer ahora debe tenerdimensiones históricas. El Führer estádecidido a extirpar de raíz a todo el clande los generales que se han opuesto anosotros para derribar el muro que esacamarilla de generales ha erigidoartificialmente entre el Ejército, por unaparte, y el partido y el pueblo por laotra”.

Pero enseguida el dictador nazi se

dispuso a diseñar con frío cálculo larepresentación de su venganza:

“Esta vez el proceso será muy corto.Estos criminales no deben ser juzgadospor un consejo de guerra, ante el que sehallan sentados sus ayudantes y dondesufren retrasos los procesos. Todosellos deberán ser expulsados de laWehrmacht y comparecerán ante untribunal popular. Ellos no se han hechomerecedores de una bala de fusilhonrada: ¡serán colgados como vulgarestraidores! Un tribunal de honor deberáexpulsarlos de la Wehrmacht, yentonces podrán ser considerados comociviles, para no ensuciar el nombre del

Ejército. Deben ser procesados con larapidez del relámpago, sin consentirlesque hablen. ¡Y a las dos horas dedictarse la sentencia, ésta se cumplirá!Han de colgarlos inmediatamente, sincompasión alguna. Y lo más importantees que no se les conceda tiempo paraque puedan hablar. Pero Freisler ya seencargará de todo”.

FREISLER, UN JUEZ INFAME

Hitler llamó a la Guarida del Lobo ados personajes siniestros. Uno era eljuez en el que él confiaba para llevaradelante el proceso; Roland Freisler, el

presidente del Tribunal del Pueblo. Elotro era Röttger, el verdugo que iba aencargarse de ajusticiar a los primeroscondenados.

No sabemos lo que el autócrata dijoa Freisler, pero en vista a cómo sedesarrollaron los juicios, es de suponerque le dio carta blanca para ridiculizar,injuriar y degradar a los acusados aúnmás de lo que hacía habitualmente. Detodos modos, no era necesario queFreisler fuera motivado por Hitler paraactuar así, pues a lo largo de su infamecarrera había dado suficientes ejemplosde cómo se podía reducir a un acusadoal silencio más vergonzante.

Roland Freisler, nacido en 1893,había sido militante comunista, hasta quese integró en el partido nazi. Hitler solíareferirse a él como den altenBolschewiken (ese antiguo bolchevique)y también como “mi Wyschinski”, enreferencia al implacable juez soviéticoque dictaba las penas de muerte durantelas purgas stalinistas.

Quizás por ese pasado comunista,del que deseaba hacerse perdonarmostrando la fe del converso, Freislerera visto con cierto desprecio por losjerarcas nazis, pero éstos también eranconscientes de que no encontrarían anadie mejor como Presidente del

Volkergerichtshof o Tribunal Popular.Esta institución, cuya relación con lajusticia tal como la entendemos nosotrossólo es nominal, fue utilizada por elrégimen nazi para dar una pátina delegalidad a sus actuacionesdescarnadamente arbitrarias.

El juez Roland Freislerrecibió indicaciones

expresas de Hitler paraque humillara sin límite a

los acusados.

El Tribunal Popular se creó en 1934como un órgano judicial especialencargado del enjuiciamiento y condenade los actos de traición contra el EstadoNacionalsocialista cometidos en Berlín.Dos años más tarde, en 1936, seconvirtió en un órgano judicial común yplenamente integrado en la plantajurisdiccional alemana. Los acusados nocontaban con una defensa efectiva, sevulneraban las mínimas garantías deimparcialidad y las penas solían serextremadamente severas; no era

infrecuente que un pequeño robo fueracastigado con la pena de muerte.

Freisler accedería a la presidenciadel Tribunal Popular en agosto de 1943.Una estadística muy significativa es queel número de sentencias de muertedictadas por el Tribunal del Pueblo enel año 1941 fueron 102, mientras que en1944, con Freisler al frente, pasaron a2.097.

Las actuaciones de Freisler pocotenían que ver con las propias de unjuez. Solía dirigirse de manerahumillante a los encausados, quenormalmente se

Roland Freisler, al iniciode una de las sesiones del

Tribunal del Pueblo.

Veían obligados a sujetarse lospantalones con una mano, pues teníanprohibido usar cinturón. El acusadocarecía del elemental derecho de libredesignación de su abogado defensor. Elescrito de acusación de la Fiscalía

solamente se daba a conocer al acusadoy a su abogado unas pocas horas antesdel inicio de las sesiones del juicio oral.Era frecuente prohibir todo contactoentre abogado y cliente antes del juicio,de modo que éstos se conocían porprimera vez en la misma sala. En loscasos de traición y alta traición, elpenado no tenía derecho a recibir unacopia de la sentencia, sino únicamente aleerla bajo la vigilancia de unfuncionario de la Administración deJusticia. Además, era indudable lamaestría de Freisler en el manejo de lostextos legales, su deslumbrante agilidadmental y, por supuesto, su fuerza verbal

abrumadora, unas aptitudes con las quelograba aplastar sin piedad cualquierintento del encausado de demostrar suinocencia.

Una prueba de la catadura moral delhombre que debía juzgar a losencausados por el complot del 20 dejulio es que llegó a participar comorepresentante del Ministerio de Justiciaen la tristemente célebre Conferencia deWannsee, donde se decidió llevar acabo la “Solución Final” del problemajudío en Europa, lo que iba a suponer elexterminio de millones de personas.

En febrero de 1943, tal como vimosen el capítulo correspondiente, Freisler

dirigió los juicios contra los jóvenesestudiantes de la Rosa Blanca,ordenando la ejecución sumaria de loshermanos Sophie y Hans Scholl, asícomo de los demás miembros de estaorganización disidente. Fue Freisler elque exigió que las ejecuciones fueranllevadas a cabo de inmediato en laguillotina.

EXPULSADOS DEL EJÉRCITO

Con estos antecedentes, es fácilimaginar lo que le esperaba a losimplicados en la conspiración paramatar al Führer. Pero, tal como se

apuntaba, existía un obstáculo legal queimpedía a la mayoría de los implicadosen la conjura ser juzgados por elTribunal del Pueblo: su pertenencia alestamento militar. Este impedimentoquedó borrado al instante cuando Hitlerordenó que fueran sometidos a un“proceso de honor”, por el que quedaronexpulsados de las Fuerzas Armadas. Eltribunal estaría presidido por elmariscal de campo Von Rundstedt,siendo vocales el teniente generalGuderian y los generales Schoth, Specht,Kriebel, Burgdorf y Maisel[26].

El 4 de agosto, los miembros de este“tribunal de honor” expulsaron del

Ejército, de forma vergonzosa, aveintidós oficiales, entre ellos unmariscal de campo y ocho generales, sinni siquiera tomar declaración a losinteresados. El ser expulsados lessituaba ya fuera del ámbito de lajurisdicción militar, por lo quequedaban ya en manos de RolandFreisler.

Si ya se ha apuntado que noconocemos cómo fue la conversaciónentre el dictador alemán y el juezFreisler, tampoco conocemos en detallecomo discurrió el diálogo de Hitler conel verdugo pero, teniendo en cuenta elmodo inhabitual como se produciría la

ejecución, es seguro que le expresó sudeseo de que los condenados fuerancolgados como reses en una carnicería.De todos modos, el hecho de que, antesdel juicio, el autócrata ya estipulase lamanera cómo debían ser ejecutados losacusados no dejaba dudas de lanaturaleza fraudulenta del juicio.

El propio Goebbels tambiénintervino en el dibujo de los detalles delproceso contra los implicados en elintento de golpe de Estado. Se reuniócon Hitler y ambos decidieron que lassesiones no fueran públicas; el ministrode Propaganda se encargaría de queestuviesen presentes en los juicios

periodistas leales que escribiesenreportajes sobre las sesiones para elpúblico en general. Goebbels estabatambién muy interesado en que semantuviese la ficción de que losconjurados habían sido sólo unapequeña camarilla, para no involucrar alconjunto del Ejército, con el que seesperaba ajustar cuentas en una fechaposterior.

LAS SECUELAS DEL ATENTADO

La crueldad que desataría Hitlercontra los implicados en el golpellegaría a sorprender incluso a los que

lo conocían mejor. Hasta entonces, eldictador había demostradosobradamente su afición por la venganzay la represalia, tanto contra personasconcretas como contra ciudades ycomunidades. Pero su reacción contralos que participaron de un modo u otroen la gestación o la puesta en prácticadel levantamiento superaría, tal comoveremos, esas cotas de iniquidad.

Algunos han explicado eseensañamiento por una reacciónpsicológica a consecuencia del atentado.Según testigos, como el general HeinzGuderian, tras ese día su desconfianzacasi enfermiza, habitual en él, se tornó

en odio profundo. Además, pasó cadavez más de la aspereza a la crueldad, dela inclinación a engañar con falsasapariencias, a la falta de veracidad; amenudo decía mentiras, sin darse cuenta,y presuponía que los que le rodeabanquerían engañarle continuamente.

Por orden suya, se comprobaban lasmedicinas y los alimentos que tomabapara ver si contenían veneno Losalimentos que le regalaban, comochocolate o caviar —que le gustabamucho, se destruían todosinmediatamente. Las medidas deseguridad, pese a que se incrementaron,no pudieron modificar en nada la

profunda conmoción que le causó elhecho de que algunos de sus generalesse hubiesen vuelto contra él. El trato conHitler, que antes ya era bastante difícil,se convirtió progresivamente en untormento. Su lenguaje fue haciéndosemás violento, perdía a menudo eldominio de sí mismo y se dejaba llevarpor sus impulsos.

Además de daños psicológicos, labomba de Stauffenberg también le dejósecuelas físicas. Pese a la euforia delprimer momento al ver que había podidoescapar casi ileso del atentado, el pasode los días y los meses demostró queesa primera apreciación era precipitada.

Dos semanas después, aún se filtrabasangre a través de las vendas de lasheridas de la pierna. Sufría doloresfuertes, sobre todo en el oído derecho, yperdió audición. Se tuvo que recurrir alos servicios de dos médicosespecialistas en garganta, nariz y oídos,los doctores Giesing y Von Eicken, perono pudieron evitar que los tímpanosrotos siguieran sangrando durante variassemanas. Se llegó a pensar que del oídoderecho no se recuperaría nunca. Laslesiones en el oído interno afectaron a susentido del equilibrio, lo que le hacíadesviar los ojos hacia la derecha ytambién inclinarse a la derecha al

caminar. No podía permanecer de piemucho tiempo, temía un ataque repentinode mareo y le preocupaba también nopoder caminar erguido.

Hitler pasó a tener la presiónarterial muy alta y a padecer malestar ymareos frecuentes. Los que le vieron enlas semanas siguientes al atentadocoincidían en que parecía viejo yenfermo. En el mes de agosto, eldictador le confesaría a Morell, sumédico, que aquellas semanastranscurridas desde el atentado habíansido “las peores de su vida”, aunquetampoco habría que tomarlo al pie de laletra, ya que Hitler solía expresar

afirmaciones de este tipo a menudo.Curiosamente, el temblor que tenía antesen su pierna había desaparecido con laexplosión, pero a mediados deseptiembre el temblor había vuelto.

Pero posiblemente, la secuela másgrave del atentado, y más perjudicialpara el futuro de los alemanes, fue elreforzamiento de su idea de que era eldestino el que le guiaba. Estabaconvencido de que la Providenciaestaba de su parte; el haberse salvadosuponía para él la garantía de que iba acumplir, pese a todo, su misiónhistórica. Ese mesianismo le llevó aafirmar en una charla informal ante sus

secretarias:Esos criminales que querían acabar

conmigo no tenían ni idea de lo que lehabría sucedido al pueblo alemán. Noconocen los planes de nuestrosenemigos, quieren aniquilar a Alemaniapara que no vuelva a levantarse nunca.Si las potencias occidentales creen quepueden mantener a raya al bolchevismosin Alemania se engañan. Yo procuraréque nadie pueda frenarme o eliminarme.Soy el único que conoce el peligro y elúnico que puede impedirlo.

Pero antes de centrar sus esfuerzosen vencer en los campos de batalla a losenemigos de Alemania, su atención

estaba centrada en urdir su venganzacontra sus enemigos personales, los quehabían intentado apartarle violentamentedel poder el 20 de julio. Y el primeracto de esa venganza estaba a punto derepresentarse, en forma a la vez de farsay tragedia, en la sede del Tribunal delPueblo, muy cerca de la céntricaPostdammer Platz berlinesa.

Capítulo 18

El juicio

El Tribunal del Pueblo entró enfunciones el 7 de agosto de 1944 parajuzgar a ocho encausados por el complotdel 20 de julio. Éstos eran Witzleben,Stieff, Von Hase, Hagen, Bernardis,Klausing, Yorck y Hoepner. Esecaluroso día, a media mañana, losacusados fueron arrastrados por parejasde policías por la larga sala rectangularen donde se iba a desarrollar el juicio,adornada por los bustos de Hitler y deFederico el Grande, y tres grandes

banderas con la esvástica. Debido alcalor, las cinco ventanas altas de una delas paredes estaban completamenteabiertas.

Freisler, envuelto en una voluminosatoga color burdeos, observó con unamedia sonrisa la entrada de esos ochohombres que ofrecían un estadodeplorable, en raídas ropas de paisano ysin afeitar. En la sala había ochoabogados de la “defensa” con togasnegras. Unos doscientos espectadores,en su mayoría funcionarios, así como losperiodistas escogidos por Goebbels,serían testigos de la farsa de juicio queestaba a punto de iniciarse.

Imagen de uno de losnumerosos juicios contra

los implicados en el golpe.Esta corresponde a uno

celebrado en septiembre de1944.

Después de llegar al sitio que debíanocupar durante la sesión, cada acusadotenía que adelantarse para ser

identificado, escoltado por sus dospolicías. El mariscal Witzleben fue elprimero; en cuanto oyó su nombre selevantó de su asiento y de formamecánica esbozó un saludo con la manoderecha. Freisler no tardó ni un segundoen estrenarse en su misión de humillar alos acusados:

—¿Qué derecho tiene usted, dada susituación, a usar el sagrado saludo de lacausa que ha traicionado?

Witzleben, confuso, no suporesponder nada. Los demás, conforme sefueron identificando, fueron recibiendosendos comentarios vitriólicos del juez,destinados a minar su ya escasa moral.

El primero en ser interrogado por eljuez fue Stieff. Su aspecto era penoso;sin corbata ni cinturón y el pelo echadohacia atrás pegado por el sudor. Surostro denotaba el desgaste padecidopor los largos interrogatorios; estabademacrado y tenía los ojos hundidos ysu nuez subía y bajaba nerviosamente.Las ardientes lámparas situadas en lasala para las cámaras cinematográficas,y que le enfocaban directamente, leforzaban a entornar los ojos.

Reseñar el inicio de suinterrogatorio es suficiente para ilustrarhasta qué punto Freisler estabadispuesto a satisfacer a Hitler,

reduciendo a los acusados a carnepicada:

—Supongo que no exagero —dijoFreisler— si afirmo que todo lo que dijoen principio a la policía era mentira. ¿Esasí?

—Bueno, yo…—¿Sí o no? —rugió el juez—.

¡Responda a eso!—No mencioné ciertas cuestiones…

—admitió Stieff.—¿Sí o no? ¿Mintió o dijo la

verdad? —Freisler hizo una pausa—.¿Está despierto?

—Dije toda la verdad…posteriormente —contestó Stieff sin dar

muestras de nerviosismo.—¡Le he preguntado si dijo toda la

verdad durante el primer interrogatoriopolicial!

—En esa ocasión —acabó poradmitir Stieff— no dije toda la verdad.

—Muy bien, entonces —sonrióFreisler triunfante—. Si usted, Stieff,tuviera algo de valor, me habríarespondido directamente: “Les dije unasarta de mentiras”.

El diálogo entre juez y acusadosiguió la misma dinámica, en la queFreisler aprovechó cualquier pequeñaoportunidad para ridiculizar e insultar aStieff. Freisler reprochó duramente a

Stieff “no haber derribado de unpuñetazo” al primer conspirador que lehabló del complot. De todos modos,Stieff conseguiría mantenerse erguido yhasta cierto punto desafiante ante loscada vez más estentóreos bramidos deljuez, que provocaron que el cámaratuviera que advertirle que estabadestrozando la banda sonora de lagrabación.

Después de verter sobre Stieff todotipo de groserías y sarcasmos, Freislerconcluyó repentinamente, despidiendo alacusado como indigno de seguir siendointerrogado.

HUMILLADOS ANTE ELESTRADO

El siguiente fue Hagen, que admitióhaber entregado el explosivo aStauffenberg, sufriendo también loscrueles comentarios de Freisler, quienlo calificó de “imbécil”, preguntándose“cómo era posible que hubiera aprobadolos exámenes de Derecho”.

El mariscal Witzleben ofrecería laimagen más patética. En todo momentodebía sujetarse los pantalones,demasiado grandes, al no tener nisiquiera un botón. Además, le habíanprivado de su dentadura postiza. Su

aspecto no recordaba en nada a aquellaaltiva y uniformada figura, cubierta demedallas y condecoraciones, queirrumpió en la Bendlerstrasse en la tardedel 20 de julio, recriminando aStauffenberg la pésima dirección delgolpe. Ahora, delante de Freisler, era unanciano desvalido, listo para serinsultado y degradado.

—¿Por qué se tienta la ropa? ¿Notiene botones? ¿Ningún botón? —leespetó Freisler.

Witzleben se limitó a encogerse dehombros y mascullar un casi inaudible“yo…”. A partir de ahí, ante lasaceradas preguntas del juez, el mariscal

contestó sólo con monosílabos, lo queenfureció a Freisler. Esta provocacióndel acusado excitaría, más si cabe, lainquina del juez:

—Usted padecía de úlcera, ¿verdad?Y también de hemorroides… ¡Oh,pobre! Estaba usted muy enfermo, ¿no?

—Sí —contestó Witzleben mientrasse sujetaba con pantalones.

—Así que estaba usted enfermo paracomandar un ejército, pero no lo estabapara meter las narices en esaconspiración, ¿verdad?

Witzleben, consciente de quecualquier respuesta no haría otra cosaque empeorar las cosas, bajó los

párpados. Freisler siguió golpeándolecon un torrente de acusaciones hasta queel mariscal, sorprendentemente, reuniófuerzas para preguntarle:

—¿Me informará finalmente de cuálconsidera que es mi parte en toda estacuestión?

Freisler, quizás cansado por uninterrogatorio en que él no habíaobtenido más que monosílabos comorespuesta, decidió poner punto finalafirmando:

—Eso está suficientementeestablecido. Usted mismo nos hainformado al respecto. Se haautocondenado.

Con un gesto, Freisler ordenó a lospolicías que arrastraran a Witzleben a suasiento. Allí se derrumbó sin poderevitar que su desdentado rostro reflejaseel fracaso de una situaciónespecialmente dolorosa para todo unmariscal de campo.

Después de una pausa para elalmuerzo, la sesión se reinició por latarde. El siguiente en sufrir lashumillaciones del juez sería Hoepner,quien se había librado del fusilamientoen la noche del 20 de julio gracias a lainesperada benevolencia del generalFromm. Visiblemente adelgazado y conla mirada perdida, intentaba ofrecer un

rostro amable, sin llegar a sonreír.Vestía unos pantalones de monta, que leproporcionaban una cierta dignidadmilitar, y una vieja chaqueta de punto.

Freisler vio en Hoepner una víctimapropiciatoria para sus mofas, pues teníamuy presente que fue destituido en 1941por desobediencia. Freisler hizoreferencia a la maleta que utilizó parallevar su uniforme cuando acudió a laBendlerstrasse:

—¡Qué bien que se olvidara deponer en la maleta su Cruz de Caballero!¡Al fin y al cabo fue destituido porcobardía! —gritó Freisler remarcandoesta última palabra.

Freisler continuó burlándose deHoepner, sin darle la oportunidad deresponder, aunque es posible que elencausado lo agradeciese, puescualquier respuesta hubiera hechoaumentar el escarnio que estabasufriendo.

—¿Por qué no se suicidó como hizoBeck?

—Pensé en mi familia —balbuceóHoepner—, había prometido a mi mujerque la acompañaría a probarse unosabrigos…

—¡Vamos! —le interrumpió el juez—, ¡diga!, ¿por qué no se suicidó? ¡Secomportó como un cerdo, tenía que

haberse disparado!—¡No, yo no soy un cerdo! —dijo

con firmeza, en un intento desesperadode conservar alguna dignidad.

Freisler se acomodó en su silla ysonrió. Hoepner le ofrecía ahora elflanco descubierto, listo para sergolpeado, y Freisler no estaba dispuestoa dejar pasar esa oportunidad. El juez seacercó al micrófono:

—¡Así que no es usted un cerdo! —tomó aire y volvió a rugir—. ¡Dice ustedque no es un cerdo! Pues si no es uncerdo, díganos qué clase de animal esusted, díganos cuál es la clase zoológicaa la que pertenece. ¡Vamos!

Peter Yorck declarandoante el juez Freisler.

Fue condenado a muerte.

Al acuciante requerimiento deFreisler siguió un largo silencio porparte de Hoepner. En la atestada salasólo se escuchaba el zumbido de lascámaras que estaban rodando la escena.Es posible que por la mente de Hoepner

pasara la posibilidad de pronunciar unarespuesta desafiante, consciente de quenada podría librarle ya de una muertecierta. Pero se impuso la necesidad deresponder exactamente como queríaFreisler. Quizás pasaron por su cabezalas represalias a las que se deberíaenfrentar su familia, o la esperanza depoder elegir el modo en que iba a serejecutado.

—Y bien, ¿qué es usted? —insistióFreisler.

—Un burro… —dijo Hoepner,apurando el cáliz de la humillación.

Freisler, más triunfante que nunca,asintió con la cabeza satisfecho, y

ordenó que arrastraran a Hoepner,reducido a poco más que una piltrafahumana, a su asiento.

Después le tocó el turno a PeterYorck, que no estaba tan dispuesto comoHoepner a dar concesiones a suinterrogador. Freisler cargó deinmediato contra él, pero Yorck semostró como un hombre de hielo, al queno se afectaban en absoluto loscomentarios sardónicos sobre supersona. El juez intentó atacarle por sufalta de pertenencia al partido nazi:

—¿Nunca se afilió al Partido?—No, no me uní al Partido —

contestó Yorck sin inmutarse.

—¿Y por qué demonios no lo hizo?—En principio, porque no era

nacionalsocialista. Yo no aprobaba…—¡No aprobaba! —Freisler creyó

haber encontrado el flanco débil—.¡Usted declaró que era contrario anuestra política de extirpar a los judíosy que no aprobaba el conceptonacionalsocialista de la justicia!

Pero Yorck no bajó la cara anteFreisler y con toda calma, como siestuviera impartiendo una lección,comenzó a disertar sobre el controltotalitario del Estado sobre elciudadano. El juez, enfurecido, rechazócontinuar por ese terreno y derivó de

inmediato el interrogatorio a lospormenores la jornada del 20 de julio,sin que lograse tampoco quebrar laimagen de integridad que Yorck ofrecióen todo momento.

Los siguientes en pasar por lasgarras de Freisler esa tarde fueronKlausing —que se dio por vencidodesde el comienzo—, y Bernardis, queno ofreció resistencia a los argumentosdel juez al hallarse profundamentedeprimido.

Sobre las siete de la tarde, el fiscalLautz denunció a los acusados entérminos formales y solicitó la pena demuerte en la horca para cada uno de

ellos. Freisler ordenó un receso paracontinuar la sesión a la mañanasiguiente. Los ocho encausadosvolvieron en camión a sus celdas, apasar la que estaban convencidos de quesería su última noche con vida.

LA SEGUNDA SESIÓN

Al reiniciarse la sesión en la mañanadel 8 de agosto, los asistentes al juiciopudieron comprobar que el aspecto delos acusados era aún más penoso que enla jornada anterior. Caminaban comosonámbulos; era evidente que no habíanpodido dormir en toda la noche.

Witzleben fue nuevamenteinterrogado. La primera pregunta deFreisler, formulada a voz en gritosobresaltó a todos los presentes:

—¿Por qué pensó que unaconspiración podía tener éxito?,¡vamos!, ¡despierte!

—Creí que disponíamos de unidadesen las que podíamos confiar —dijo elmariscal mientras le costaba mantener elequilibrio por la falta de sueño.

Freisler insistió en preguntasdirigidas a demostrar que eran pocos losoficiales involucrados en el complot yque éstos en modo alguno representabanal Ejército. Witzleben aceptaba una y

otra vez todas las afirmaciones deFreisler, deseando que el interrogatorioacabase cuanto antes. Tampoco lecontradijo cuando afirmó:

—De hecho, esta camarilla deoficiales estaba pagada por los Aliados.Eran todos agentes aliados. ¡Pero cómoles hubieran traicionado si el golpehubiera triunfado! Sólo desean ladesgracia alemana.

Quizás Freisler acertaba al suponerla actitud de los Aliados con losgolpistas triunfantes, pero lo que estabaclaro era que los Aliados no habíantenido nada que ver con el complot. Detodos modos, Witzleben estaba tan

cansado que no tenía fuerzas parareplicarle. Fue llevado nuevamente a suasiento.

El excomandante municipal PaulVon Hase le tomó el relevo. Freislerintentó también destruirle con algunosgolpes certeros sobre su tempranaimplicación en el complot, pero Hase,con las manos cruzadas en la espalda yla cabeza erguida, resistió lasembestidas con frases concisas yafiladas.

El juez, por cuyo rostro ya asomabangotas de sudor, vio que sus gritos nohacían mella en Hase y puso fin alinterrogatorio, dando paso a las

intervenciones de la “defensa”.Tomó la palabra el representante de

Witzleben, el doctor Weissman:—Podríamos preguntarnos qué

sentido tiene llevar adelante una defensade estos encausados. Lo estipulan lasleyes y, más aún, en una época comoésta consideramos que es parte de latarea de la defensa ayudar al tribunal aemitir un veredicto. Pero no hay duda deque, en un caso como éste, resultaráimposible incluso para el mejorabogado decir algo en defensa o endescargo del acusado… En realidad,requiere un esfuerzo sobrehumanoencontrar una palabra que decida en su

favor. ¿Witzleben? No es más que unahiena ulcerosa.

El discurso de los otros sieteabogados redundó en la repugnancia quesentían al haberles correspondido laingrata labor de defender a sus“clientes”. Por su parte, el fiscal Lautzvolvió a exigir la pena capital para cadauno de ellos.

Freisler, después de asistirsatisfecho a las más que previsiblesexposiciones de los abogados y delfiscal, ofreció a los encausados laposibilidad de dirigir al tribunal unasúltimas palabras.

Witzleben fue el primero al que se le

permitió tomar la palabra. El mariscal,ahora plenamente convencido de queningún milagro podría salvarle de lahorca, se decidió a hablar sincortapisas:

—Pueden entregarnos al verdugo.Pero sepan que en tres meses el puebloenfurecido y atormentado les pedirácuentas y los arrastrará vivos por elestiércol de las cloacas.

Freisler asistió al desafío deWitzleben con gesto de suficiencia, sindarse por aludido. Dio entonces lapalabra a Stieff:

—Lo hice por Alemania —dijomecánicamente, como un autómata—.

Solicito ser fusilado.El juez tampoco realizó ningún

comentario, ignorando la petición. Stiefffue arrastrado hasta su silla.

El resto de encausados fueronsiguiendo su turno:

—No tengo nada que decir —anunció Yorck imperturbable.

—Culpable —se limitó a decirBernardis, quizás con la esperanza deobtener una ejecución piadosa.

—Culpable —proclamó tambiénKlausing—. Fusilamiento, por favor.

—No actué para mi beneficiopersonal —dijo Hoepner, en un absurdointento de impedir que el adjetivo de

traidor quedase unido a su nombre—.Solicito que se dé una pensión a mifamilia.

—En realidad no sabía para quéeran los explosivos —afirmó Hagen demanera un tanto desconcertante.

Después de que hubieran habladolos acusados, Freisler tuvo un recuerdopara el suicidado Beck y los conjuradosque habían sido fusilados en el patio delBendlerblock. Refirió que ellos yahabían pagado su traición, dejando claroque los ocho hombres que tenía delantela pagarían también con su vida. El juezlevantó la sesión para almorzar.

A primera hora de la tarde, Freisler

abrió la sesión ofreciendo un extensoresumen, repleto de inacabablesrecapitulaciones, de todo lo dicho en lasala a lo largo de las dos jornadas. Losencausados, que parecían dormidos, noprestaron atención a las monótonaspalabras de su juzgador, hasta que a lascuatro y media pronunció, una detrás deotra, las ocho previsibles condenas amuerte.

El implacable magistrado sonriósatisfecho; el juicio se habíadesarrollado tal como él había previsto,cumpliendo sobradamente con lasexpectativas de Hitler. Freisler habíacumplido con su trabajo[27].

Capítulo 19

Ejecución

Después de la lectura de la sentenciapor parte del juez Freisler, loscondenados fueron arrastrados fuera dela sala, siendo empujados coninnecesaria fuerza. Una vez en elexterior, fueron subidos al camión quedebía conducirles de regreso a la cárcel,en donde todo estaba preparado parallevar a cabo las ejecuciones. Losconvictos llegaron a las cinco y cuarto, yunos minutos más tarde ya estabanequipados con ropas carcelarias y

zuecos de madera. Cada uno de los reosfue enviado a su celda. Las puertaspermanecieron abiertas durante un largorato para que las cámarascinematográficas pudieran filmarles.

Cuando los relojes marcaban lassiete de la tarde, los condenados fueronsacados de las celdas y, después deformar una fila, se les hizo marchar porel patio de la prisión camino de la salade ejecuciones, un breve trayecto delque las cámaras tampoco perdierondetalle. Una columna de oficialescerraba la siniestra comitiva.

Vista aérea de la prisión dePlötzensee, en dondefueron ejecutados losprimeros condenados.

GANCHOS DE CARNICERO

El lugar de la ejecución no podía sermás siniestro. Era una habitación desuelo de hormigón y de paredesencaladas aunque cubiertas de moho,

atravesada por una viga situada justobajo el techo. A la parte inferior de laviga estaban fijados ocho ganchos quealguien había ido a buscar a unacarnicería del barrio, para cumplir asícon el deseo expreso de Hitler.

En un rincón de la sala estaba lacámara cinematográfica que debía rodarla ejecución, tal como también habíadispuesto el Führer, ansioso por vercómo sus enemigos tenían un final tanmacabro como deshonroso. Los potentesfocos necesarios para captar con todanitidez la escena daban a la estancia unaire irreal.

Junto a una pared había una mesa

con una botella de aguardiente y unosvasos, por si los encargados de llevaradelante la ejecución necesitaban reunirfuerzas y ánimo para cumplir con sutrabajo. En otro rincón de la habitaciónestaba la guillotina, aunque ese día iba aquedar relegada a favor de un métodomucho más cruel, por su lentitud.

Sala de ejecuciones de la

prisión. Pueden apreciarselos ganchos de carnicero

que fueron utilizados paracolgar a los reos.

El acceso a la sala estaba tapado porun tupido telón negro. Los condenadosse alinearon a un lado del telón,esperando que fueran llamados uno poruno para pasar al otro lado, en donde lesesperaba el verdugo.

El primero en pasar al lugar de laejecución fue Witzleben. Fue situadobajo la viga. Le quitaron las esposas y lacamisa. Alrededor de su cuello fuecolocado un lazo de cáñamo delgadopero muy resistente. Después de alzarlo

entre dos guardias, la parte posterior dellazo fue introducida por el extremo delgancho. Luego lo fueron bajando poco apoco, con lo que la cuerda de cáñamofue apretando cada vez más el cuello.

Witzleben empezó a ahogarsemientras la cámara no perdía detalle dela agonía. Sus zuecos cayeron al suelo,sobre el charco que se estaba formandobajo sus pies. Para aumentar el grado devejación, le bajaron los pantalones.Cuando su cuerpo dejó de retorcerse,fue cubierto con un gran paño negro.

El siguiente en ser reclamado tras lacortina fue Paul von Hase. Manteniendola compostura, pese a contemplar a

Witzleben sin vida colgando de uno delos ganchos, fue situado debajo del quele correspondía a él. Sin ofrecer lamenor resistencia, e inclusomostrándose hasta cierto puntocolaborador, fue elevado por losguardianes y colgado del mismo modo.

Stieff también mantuvo la sangre fríacuando le tocó el turno. Momentos antesde ser alzado, soltó una risa ronca. Unaactitud parecida, entre arrogante ydesdeñosa, mostrarían los otroscondenados que, sucesivamente, fueronpasando por manos del verdugo: Hagen,Bernardis, Klausing y Yorck. El últimosería Hoepner, a quien dejaron para el

final con el propósito de hacerlo sufrirmás.

Los cadáveres de los conspiradoresfueron trasladados al Instituto deAnatomía de la Universidad de Berlínen unos pequeños camiones. El directordel Instituto, que conocía personalmentea algunos de los ajusticiados, dioórdenes de que los cuerpos fueranincinerados intactos y enterrados enurnas en el cementerio de Marzahne.Pero el ministro de Justicia OttoThierack impidió esa maniobra deldirector y se los llevó, enterrándolosclandestinamente en el claro de unbosque de su finca del distrito de

Teltow.

LEYENDAS Y RUMORES

La película de la ejecución, de 25minutos de duración y sin sonido, fuevista por Hitler esa misma noche, junto aGoebbels y el SS-GruppenführerHermann Fegelein[28]. Al parecer, elministro de Propaganda apartó la vistaal ver la agonía del primero de losajusticiados, pero Fegelein, el maridode la hermana de Eva Braun, contemplócon mucha atención todo el metraje ylamentó en voz alta que Stauffenberg nohubiera sido ahorcado junto a ellos.

El general Paul von Hase,comandante de Berlín,

sufrió la muerte humillante

prescrita por Hitler.

El teniente Albrecht vonHagen fue uno de los

ajusticiados el 8 de agostode 1944. Confesó haber

proporcionado los

explosivos a Stauffenberg.

Posteriormente, se hizo unaexhibición de la película en la Guaridadel Lobo para los miembros de las SS,pero no acudió un solo oficial, quizásporque ninguno tenía muy claro si algúndía podía llegar a ser el protagonistainvoluntario de otro film igual. Laaleccionadora película se pasó tambiéna un grupo de cadetes de Berlín, pero elefecto sobre su moral, que se pretendíaelevar, en realidad fue demoledor.

Los comentarios de todo aquel quecontemplaba esas bárbaras imágenesacabaron por convencer a Hitler y

Goebbels que lo mejor era retirar lapelícula. Finalmente, fue destruida y sedesconoce si sobrevivió algunacopia[29].

Unos días después de la ejecución,durante una reunión diaria deinformación en la Guarida del Lobo,Fegelein irrumpió en la sala,interrumpiendo bruscamente laexposición que en ese momento estabaofreciendo el general Guderian sobre lasituación en el frente del este, y arrojóun fajo de fotografías sobre la mesa demapas del Führer. Se trataba de lasimágenes de los ajusticiados el 8 deagosto.

Hitler se puso las gafas, agarróávidamente las macabras fotografías ylas contempló durante un buen ratoevidenciando un placer morboso.Después de que las viese Hitler, fueroncirculando de mano en mano.

Después de la guerra, esta ejecuciónsería objeto de numerosas leyendas yrumores. Se ha hablado de que seutilizaron cuerdas de piano, o incluso seha afirmado que a los condenados se lesintrodujo el gancho en el cuello, pordebajo del mentón. También se haasegurado que los verdugos alargaron laagonía de los condenados durante diezinterminables horas.

Nada de ello es cierto, pero el relatode la ejecución, tal como se desarrolló,es suficiente para evidenciar la crueldady el ensañamiento con que fuerontratados los que se atrevieron aconspirar contra el dictador nazi. Elajuste de cuentas de losnacionalsocialistas respondería a loanunciado por Hitler en su alocuciónradiofónica de la madrugada del 21 dejulio.

SUICIDIOS

A finales de agosto se desató unaoperación policial a gran escala contra

los sospechosos de haber participado deun modo u otro en el complot,denominada Gewitteraktion (AcciónTormenta). El hecho de que fuerandetenidas e interrogadas más de cincomil personas lleva a pensar que estaacción fue más bien una excusa paradetener de forma indiscriminada a losopositores del régimen y extender elterror entre la población.

El mariscal Rommel se vioobligado a suicidarse, por

su relación con los

conspiradores. Así evitó unproceso público y lasrepresalias contra su

familia.

Juicios y ejecuciones similares a losaquí descritos se repetirían sin descansoen los meses posteriores. La mayoría delos condenados a muerte fueronahorcados poco después de ser dictadaslas sentencias, pero hubo otros que nofueron ejecutados hasta meses después,cerca ya del final de la guerra. Cuandoterminó la ola de venganza levantadapor Hitler, el número de muertos entrelos supuestamente implicados en elgolpe ascendía a más de doscientos.

El destino de los que habíanparticipado realmente en el complot fuepoco envidiable. El doctor Goerdeler,quien tenía que haber tomado el cargode canciller en caso de triunfar el golpe,logró huir pero no pudo encontrarrefugio, pues se había advertido a lapoblación que el que ayudase a unsospechoso de haber participado en elgolpe se expondría a la pena de muerte.Así pues, Goerdeler se vio obligado avagar por los campos de PrusiaOriental. Hambriento, Goerdelerdecidió entrar en un pequeñorestaurante, pero tuvo la desgracia deser reconocido por una auxiliar

femenina de un campo de aviacióncercano, que avisó a la policía. Se lecondenó a muerte el 7 de septiembre,pero su ejecución se demoró hasta el 2de febrero de 1945. La razón de esteretraso es que, paradójicamente, losnazis se interesaron mucho por las ideasque tenía para la reorganización delEstado y le obligaron a ponerlas porescrito, dando como resultado un trabajode cientos de páginas.

Otros, sabiendo que intentar huir erauna aventura inútil y que cuando fuerandetenidos tendrían que sufrir torturas einterrogatorios, teniendo la horca comoineludible destino, decidieron poner

ellos mismos fin a sus vidas. Fue el casodel general Henning Von Tresckow,destinado en el frente oriental. En lamañana del 21 de julio, Tresckowavanzó por tierra de nadie disparandovarios tiros para simular que estabaahuyentando un grupo de guerrilleros y,cuando se encontró solo, cogió unagranada, sacó la clavija y la apoyócontra su pecho. Su hermano Gerd, queera teniente coronel, también se suicidó.

En el frente occidental los suicidiostambién estuvieron a la orden del día. Elgeneral Von Stülpnagel, que había sidocitado en Berlín por el mariscal Keitel,se despidió con normalidad de sus

colaboradores en la mañana del 21 dejulio y emprendió viaje por carretera ala capital del Reich. Al llegar a laregión de Verdún, donde Stülpnagelhabía combatido durante la PrimeraGuerra Mundial, hizo parar el coche,anduvo unos pasos y se descerrajó untiro en la cabeza. Sin embargo, noconsiguió matarse, sólo quedarse ciego.Fue conducido a Berlín y juzgado por elTribunal del Pueblo junto a loscoroneles Von Linstow y Finckh y lostenientes coroneles Von Hofacker,Smend y Rathgens, siendo todoscondenados a muerte y ejecutados.

Estas dos placas recuerdanel lugar en el que Rommelse quitó la vida el 14 de

octubre de 1944.

Otro que optaría por el suicidiosería el mariscal Von Kluge. Despuésdel 20 de julio, Von Kluge mantuvo ladirección de las operaciones destinadasa evitar los avances aliados enNormandía. Parecía que el veteranomilitar había logrado esquivar cualquiersospecha sobre su estrecha relación conlos conjurados. Pero los interrogatoriosde los implicados fueron señalando suimplicación indirecta en el complot. El17 de agosto, Von Kluge perdió laconfianza de Hitler; fue sustituido por elmariscal Walter Model y reclamado en

Berlín. Para evitar sufrir un agónicoproceso y una segura ejecución, duranteel trayecto hizo también parar suvehículo y, en este caso, ingirió unacápsula con veneno, poniendo fin a suvida.

Meses más tarde, la venganza deHitler llegaría a recaer incluso sobre suantes admirado mariscal de campoErwin Rommel. El Zorro del Desiertofue amenazado con un proceso y conrepresalias contra su familia por suparticipación, aunque tangencial, en elcomplot del 20 de julio. Los generalesBurgdorf y Maisel acudieron a verle y leofrecieron una cápsula con veneno.

Rommel aceptó el sacrificio el 14 deoctubre de 1944 por el bien de sufamilia, y fue enterrado con todos loshonores.

Otros implicados que se quitaron lavida fueron el general Wessel Freytagh-Loringhoven, el mayor Ulrich Oertzen,el teniente coronel Hans-Alexander vonVoss, el general Eduard Wagner, elcoronel Siegfried Wagner o el tenientecoronel Karl Michel, además de laesposa del general Lindemann.

El general Fromm, cuya actitudhabía perjudicado tanto a los conjuradospese a que les había dado esperanzas decontar con su apoyo, no se libró de un

severísimo castigo. La prisa con la quemandó fusilar a Stauffenberg y suscompañeros despertó de inmediato lassospechas de Himmler, ya que daba todala sensación de ser una maniobradesesperada para reducir al silencio aunos testigos incómodos. Por tanto, fuedetenido por orden del jefe de las SSantes del amanecer del 21 de julio. Lainstrucción de la causa contra Frommduró varios meses y hasta febrero de1945 no se le condenó a muerte, unasentencia que se cumplió el 19 de marzoen la prisión de Brandeburgo. En todomomento dijo haber permanecido fiel alFührer, pero lo único que consiguió fue

ser fusilado en vez de ahorcado.Sus últimas palabras fueron: Heil

Hitler!

Capítulo 20

¿Por qué fracasó el golpe?

El levantamiento que debía iniciarse trasla explosión de la bomba introducidapor Stauffenberg en el cuartel general deHitler fue un completo fracaso, tal comohemos visto en las páginas precedentes.El artefacto estalló a las 12.42 de lamañana del 20 de julio; menos de docehoras más tarde los principalesconjurados yacían sin vida en el patio dela Bendlerstrasse. ¿Qué errores conteníael plan de los conspiradores para queéste fallase de forma tan estrepitosa?

LA SUPERVIVENCIA DE HITLER

La respuesta que parece evidente aesa cuestión es que Hitler, el objetivo dela bomba de Stauffenberg, sobreviviómilagrosamente a la explosión. Noobstante, la planificación de losconjurados al respecto había sidoexhaustiva, y se había intentado no dejarnada a la improvisación. El explosivo yel dispositivo de cebo habían sidoprobados en repetidas ocasiones. Losperitos consultados habían aseguradoque con una carga de un kilogramo erasuficiente para obtener un resultadopositivo, en un local cerrado, tal y como

se creía que se desarrollaría la reunióndurante la cual se depositaría la bomba.

Stauffenberg cumplió con su papel.Logró dejar el artefacto a menos de dosmetros de Hitler, lo que teóricamenteaseguraba su muerte. Pero el hecho deque el barracón estuviera con lasventanas abiertas, debido al intensocalor, hizo disminuir el efecto mortal delexplosivo. Además, la débil estructuradel barracón, al ser una construcciónmuy ligera, no opuso resistencia a laonda expansiva, lo que no hubieraocurrido de haberse celebrado laconferencia en un búnker de hormigón.Stauffenberg tampoco podía contar con

que la cartera sería movida del lugar enel que la había dejado, siendo colocadatras un grueso zócalo de madera, queactuó como pantalla de protección.

Esa conjunción de circunstanciasadversas, ante las que Stauffenberg nadapodía hacer por corregirlas en direccióna sus intereses, provocó que el objetivode matar a Hitler no pudiera lograrse.No hay duda de que la inesperadasupervivencia del dictador restó muchasposibilidades de éxito al plan de losconjurados, pero se puede afirmar queese factor, con ser muy destacado, no fuedeterminante para el éxito o fracaso delgolpe.

EL CONTROL DE LASTRANSMISIONES

La muerte de Hitler era necesariapara seguir adelante con el plan, peroéste podía desbaratarse pese a ladesaparición del Führer o, por elcontrario, podía triunfar aunque eldictador hubiera salvado la vida. Laclave era la posesión de lastransmisiones.

Los conjurados debían habervalorado de forma adecuada este factor,y no lo hicieron. Aunque Hitler hubieracaído, al no estar presentes en aquellasala los grandes jerarcas del Tercer

Reich, como Heinrich Himmler oHermann Goering, éstos podían habertomado las riendas de la situación,debido a su control directo sobre las SSy sobre el personal de la Luftwaffe,respectivamente. El ministro dePropaganda, Joseph Goebbels, tambiénera un elemento importante, al contarcon todo el aparato de comunicación delReich. Era impensable creer que estosdirigentes iban a permanecer de brazoscruzados mientras se estabadesarrollando un golpe de estado enBerlín.

Portada del diario naziVölkischer Beobachter, del

22 de julio de 1944,informando del

aplastamiento del golpe

contra Hitler.

La solución para atar de pies ymanos a esa oposición frontal al golpeera reducirla al silencio. Si no podíanponerse en contacto con sus tropas niemitir un mensaje a la población al nocontar con la radio, un teléfono o unteletipo, todo su poder en aparienciaomnímodo se vería reducido a la mínimaexpresión.

En cambio, si los conspiradoreslograban hacerse con esas herramientasde comunicación, apareciendo ante elEjército y la población como la únicafuerza visible, las posibilidades de éxito

se multiplica rían. En cuanto el nuevopoder estuviera asentado, el siguientepaso, la neutralización física de losdefensores del régimen nazi, podríadesarrollarse sin obstáculos. Aunque elFührer hubiera sobrevivido al atentado,en este escenario favorable losconjurados tendrían múltiplesmecanismos para apartarlodefinitivamente del poder.

Pero, como se ha indicado, eraabsolutamente imprescindible controlarlas transmisiones, y eso era algo que losconspiradores no habían comprendido.El gran error fue permitir que el generalThiele, jefe de transmisiones de Berlín,

fuera el encargado de este aspectocrucial. En cuanto se cometió elatentado, Thiele recibió un mensajedesde Rastenburg, enviado porFellgiebel, que le anunciaba la muertede Hitler. Sin embargo, el mensaje deFellgiebel era un tanto ambiguo, por loque Thiele interpretó que el Führer nohabía fallecido, por lo que considerabaque las acciones previstas en Berlín notenían ya sentido.

El escepticismo del general Thiele,que veía la operación como un actoinsensato, tuvo efectos devastadores. Suescasa fe en el éxito del golpe setrasladó al personal del departamento,

que pronto se convertiría en clarahostilidad hacia los propósitos de losconjurados. Por ejemplo, el subtenienteRöhring se dedicaría a partir de las ochode la tarde a sabotear la transmisión delas órdenes.

Al situar en la espina dorsal delgolpe, las transmisiones, acolaboradores tan poco fiables comoThiele, los conspiradores habíancometido un error irreparable, que enúltima instancia condenaría el golpe alfracaso. Posiblemente, los oficiales deEstado Mayor que participaron en laconjura confiaban en que sus órdenesserían obedecidas ciegamente, por lo

que consideraban que cada una de laspiezas de la maquinaria del golpefuncionaría de forma mecánica. Seequivocaban, y ese error de apreciación,al verse evidenciado en el crucialdepartamento de transmisiones, lopagarían muy caro. Por el contrario, elrégimen nazi contaba con todos losrecursos comunicativos intactos.

Además, la fecha elegida para llevara cabo el golpe, el 20 de julio, fue sinduda la más desfavorable que podíadarse en lo que hace referencia alcontrol de las transmisiones. El avancede los ejércitos soviéticos habíaprovocado unos días antes la decisión

de trasladar el Cuartel General delEjército desde Angerburg a Zossen,cerca de Berlín; el 20 de julio eraprecisamente el día señalado para hacerel traslado de todo el equipo detransmisiones, por lo que se habíantomado medidas especiales para que lascomunicaciones no sufrieran ningún tipode interrupción. Por lo tanto, esa jornadano era la más indicada para llevar acabo un golpe de Estado.

La consecuencia de estos graveserrores de planificación fue que,mientras que los conjurados tropezabancon dificultades insalvables paratransmitir sus órdenes —de hecho, la

mayor parte de ellas no llegaron a sudestino—, los leales a Hitler no tuvieronla menor dificultad para emitir las suyas.El mensaje clave para abortar el golpefue el que Goebbels lanzó por la radionotificando la supervivencia de Hitler alatentado. Ese comunicado oficial hizoque se extendieran las dudas sobre lalegitimidad de las órdenes que en esemomento partían de los conspiradores y,en último término, provocara lasdefecciones que darían al traste con elintento de golpe.

FALTA DE CONFIANZA

El llevar a cabo un golpe en unEstado totalitario supone un esfuerzoexcepcional, y para acometerlo esnecesario contar con personas queposean también un empuje excepcional.Esta condición se daba de sobras en elcaso de Stauffenberg, pero no en el restode los conjurados.

El propio Stauffenberg se dio cuentade que sus compañeros no estaban a sumisma altura en este aspecto en cuantollegó a Berlín procedente de Rastenburg.Para su perplejidad y asombro, no sehabía hecho prácticamente nada durantelas horas que habían transcurrido desdeel atentado. Tuvo que ser él el que

tomase la iniciativa y comenzase aimpartir las primeras órdenes. A lolargo de la tarde, las dudas eindecisiones de sus compañerosacabarían por desinflar toda laoperación.

Pero Stauffenberg podía haberprevisto que algo parecido podíasuceder, ya que la selección de laspersonas que debían participar en elgolpe no había sido la más afortunada.Tal como se indicó en el capítulodedicado a la conjura, el general Beck,un hombre de gran cultura, destacabapor sus buenas maneras pero no era unhombre de acción. Goerdeler le llamaba

“olímpico señor”. Además, al haberseretirado seis años antes, sólo erapopular entre los antiguos oficiales deEstado Mayor, pero era casi undesconocido entre las tropas y los jefes,por lo que era difícil que fuerareconocida su autoridad.

También estaba retirado el mariscalVon Witzleben y, además, su salud seencontraba muy resentida. Él era elencargado de desempeñar las funcionesde comandante en jefe de las FuerzasArmadas, pero en ningún momento pudodarse esta posibilidad. En cuanto llegó ala Bendlerstrasse, dejó clara sudisconformidad con el modo como se

estaba llevando el golpe y mantuvo unaagria disputa con el general Beck. Alcomprender que el plan estabacondenado al fracaso, prefiriómarcharse a su casa a esperartranquilamente que la Gestapo acudieraa detenerle.

El general Hoepner tenía comomisión asumir las funciones del generalFromm y restablecer el orden lo máspronto posible. Sin embargo, Hoepnercarecía del prestigio necesario paraimponer sus órdenes a los jefes de lasregiones militares; había sido destituidopor Hitler tras el fracaso de la toma deMoscú y se le había prohibido vestir de

uniforme. Esa disposición le hacíaparecer, aunque de forma injusta, comoun cobarde e incompetente ante lamayoría de oficiales. La sospecha deque se había sumado al golpe comovenganza personal por esa afrenta no leayudaba en su propósito.

Por su parte, el general Olbricht,junto al coronel Mertz von Quirnheim,su leal colaborador, luchó tenazmentepara que el golpe pudiera tener éxito.Intentó levantar el ánimo a los másvacilantes y transmitir al resto deconspiradores una dosis de confianza,aunque, desde el primer momento, suactitud dejaba traslucir un cierto

escepticismo. Olbricht no era la personamás adecuada para sostener buena partedel peso del golpe, pues no ejercíaningún mando ni disponía de tropas asus órdenes. Dirigió todo el golpe desdesu despacho, y así era difícil asegurarseel control de los puntos vitales, comopodía ser una emisora de radio.

El fracaso del golpe hizo

que la guerra se alargaseinnecesariamente, con un

coste enorme de vidas.Hitler enviando a la

batalla a un grupo demuchachos en abril de

1945, en una de sus últimasfotografías.

Por tanto, el único que presentaba elperfil idóneo para llevar a cabo el golpeera Stauffenberg; joven, resuelto ycarismático, no le faltó empuje niconfianza para impulsar el plan. Fracasóen su intento de acabar con la vida deHitler, pero su empeño en actuar comosi el Führer hubiera resultado muerto enel atentado no era desacertado. Una vez

desatado el golpe, era necesario seguirhasta el final, sin ninguna otraconsideración. Si los participantes en elcomplot resultaban derrotados, sabíanque sus horas de vida estaban contadas,por lo que debían lanzarse por lapendiente con todas las consecuencias.Por eso no se entiende que semantuvieran actitudes caballerescas quesólo podían perjudicar al desarrollo delplan, como fue el débil encierro al quefueron sometidos Fromm, Piffrader yKortzfleisch, del que pudieron escaparsin ningún tipo de dificultad.

Uno de los conspiradores, HansBernd Gisevius, preguntó por qué no

habían sido “inmediatamente colocadosante un paredón”, después de serarrestados, aquel jefe de las SS y elcomandante fiel a Hitler que seopusieron a los rebeldes en laBendlerstrasse. Según Gisevius, “elgolpe de Estado hubiera realmenteinflamado los espíritus, adquiriendo,además, carácter de máximo desafío”.Esa falta de contundencia contra los quese negaron a obedecer las órdenes delos conjurados animó a los que noacababan de identificarse con ellevantamiento; si hubiera existido laperspectiva de un castigo brutal einmediato, es obvio que muchos de ellos

se hubieran sumado al golpe, ni quefuera por conservar su vida.

Aunque hay que valorar desde elpunto de vista humano que losconjurados no optasen por laeliminación física inmediata de los quese oponían al golpe, no es menos ciertoque fue una muestra de ingenuidadrayando en la inconsciencia el pensarque unos oficiales podían serneutralizados simplementeencerrándolos con llave en un despacho.Estaba claro que los enemigos del golpeno iban a tener esas mismasconsideraciones con ellos.

MENTALIDAD CADUCA

Entre los motivos del fracaso, hayque destacar uno un tanto difícil deapreciar, pero que marcó de formadecisiva el desarrollo del golpe; elhecho de que los militares encargadosde llevarlo a cabo no pudierandesembarazarse del peso de la tradicióninherente a su estamento. Los conceptosde obediencia y lealtad, tan imbricadosen la mentalidad prusiana, acabaríanvolviéndoseles en contra.

En un momento en el que había queactuar con rapidez y decisión, losconspiradores quisieron atenerse

absurdamente al reglamento, con el finde mantener la ficción de la OperaciónValkiria como un “golpe de Estadolegal”. Por ejemplo, tal como se indicó,el general Hoepner no asumió el mandodel Ejército de Reserva hasta querecibió el correspondientenombramiento oficial, por el que seconfirmaba la legalidad de su nuevocargo. Naturalmente, este respeto alprocedimiento imprimiría al golpe unalentitud exasperante.

Aunque es loable ese propósito deseguir unas reglas que sus enemigos sesaltaban a diario, no era ése el mejormodo de enfrentarse al régimen nazi, que

había demostrado sobradamente andarfalto de los escrúpulos que les sobrabana los participantes en el levantamiento.

Esa actitud moral se mantendríaincluso después de fracasado el golpe.En lugar de intentar escapar, la mayoríade conjurados esperó a susperseguidores. Theodor Steltzer,incluso, regresó de Noruega paraentregarse. En los interrogatorios,muchos se autoprohibieron mentir pormotivos morales, lo que tendría efectosterribles tanto para ellos como para losnombres que aparecieron en esasconfesiones.

MANDO SIN TROPAS

Al planificar un golpe de Estado, esevidente que se necesitarán tropas lealesdispuestas a llevar a la práctica deforma incondicional las órdenes de losconspiradores. Sin embargo, el complotdel 20 de julio no contaba con eseelemento crucial.

El levantamiento debía poner enacción el número de tropas necesariaspara tomar los puntos más sensibles,detener a los dirigentes y a los oficialesque permaneciesen fieles al régimennazi y, como era fácilmente previsible,enfrentarse con éxito a las SS, de las que

no se podía esperar que obedeciesen lasórdenes procedentes de laBendlerstrasse. Pero los conjurados nodisponían de esa fuerza.

Aunque disponían de simpatías ycomplicidades entre los jefes de lasunidades situadas en los alrededores deBerlín, no tenían el control directo sobreesas tropas. Además, por motivos deseguridad, tampoco se les informó de lainminencia del golpe, por lo que muchosde ellos acogieron con sorpresa lasprimeras órdenes emitidas por el grupode Stauffenberg. En lugar de obedecerde forma incondicional, tal comopensaban los conjurados que sucedería,

esos jefes militares demandaron másinformación antes de cumplir lasmisiones que se les encargaban. Comolas explicaciones no les parecierondemasiado convincentes, la mayoría deellos prefirió dejar transcurrir el tiempoa la espera de que se aclarase lasituación en uno u otro sentido. Losmensajes radiados que anunciaban elfracaso del atentado acabaron de frenarla prevista salida de las tropasapoyando el golpe. Los oficiales optaronpor mantenerse fieles al juramento defidelidad a Hitler.

Los conjurados confiaban en lasunidades de la Escuela de Infantería de

Doeberitz para tomar las calles deBerlín. Pero ese recurso falló; pordesgracia para ellos, el general queestaba al frente de la Escuela, que erafavorable al complot pero quedesconocía la fecha en la que se llevaríaa cabo, se encontraba ausente de lasinstalaciones en ese día. Los intentos demovilizar a esas unidades desde laBendlerstrasse resultaron inútiles.

Siguiendo esa dinámica propia de uncírculo vicioso, la falta de efectivos delos conjurados hizo desistir a losvacilantes. Hay que pensar que si loshombres de Stauffenberg hubieranlogrado realizar una manifestación de

fuerza, otras unidades se habrían unidoal levantamiento por efecto del contagio,pero se produjo exactamente locontrario. Conforme fueron pasando lashoras, los oficiales de los que se podíaesperar su colaboración pasaron de serpasivos a mostrarse hostiles con elcomplot.

En cambio, en París los hechos sedesarrollaron tal y como debían habersucedido en Berlín. Allí, el general VonStülpnagel no se limitó a dar las órdenesdesde un despacho, sino que obligó porla fuerza a ejecutarlas. La detención delos jefes y del personal del servicio deSeguridad quebró cualquier intento de

resistencia al golpe.

FALTA DE APOYO POPULAR

Es innegable que la resistencia alrégimen nazi no contaba con apoyopopular. En otras circunstancias, elrumor de un golpe de Estado hubierasacado a la población a la calle,dispuesta a apoyar el levantamiento.Pero los alemanes percibieron larebelión del 20 de julio como unauténtico crimen, al que asistieron conuna mezcla de rechazo y desinterés.

A esas alturas de la guerra, pese alas derrotas militares y los bombardeos

aliados, Hitler contaba aún con un granapoyo entre la población. El prestigiodel Führer seguía intacto; aunque ya noexistía la admiración de tiempo atrás, lamayoría de los alemanes se sentíanunidos al dictador, con un sentimientocargado de cierto fatalismo. De formaparadójica, albergaban la vagaesperanza de que Hitler les pudierasacar de la desgracia en la que él mismoles había metido. Esa expectativa seveía consolidada por la propaganda y lapresión intimidatoria de la Gestapo y losdelatores, en un autoengaño masivo quetendría fatales consecuencias.

Quizás de forma inconsciente, la

posibilidad de que el derrocamiento deHitler situase a los alemanes ante laabyecta realidad de un régimen al queestaban apoyando, aunque fuera poromisión, les hizo rechazar ellevantamiento. Prefirieron dar por buenala versión oficial de que los impulsoresdel golpe eran “un reducidísimo grupode oficiales ambiciosos, estúpidos,desalmados y criminales”, tal como dijoHitler en su discurso radiado en lamadrugada del 21 de julio.

Por su parte, los conjurados tampocohicieron ningún esfuerzo por ganarse lasimpatía de las masas. En su mentalidadprusiana, creyeron que un golpe de

timón en las altas instancias militaressería suficiente para conseguir derribarel régimen; no creyeron necesario contarcon apoyos entre los ciudadanos.Stauffenberg y los oficiales más jóveneseran partidarios de un acercamiento alos sectores obreros, pero ése era untrabajo que, de todos modos, escapaba asus posibilidades.

MALA FORTUNA

Ante la puesta en práctica decualquier plan hay, indefectiblemente, unespacio que queda en manos del azar. Elobjetivo ha de ser reducir al máximo la

influencia de esos aspectosimponderables. En este caso, losconjurados permitieron que la suerte, omejor dicho la mala suerte, disfrutara deuna preeminencia que debía haber sidoacotada estableciendo una mayorprevisión.

Hay que reconocer que hubocircunstancias ante las que nada podíanhacer los conspiradores; el hecho de quela conferencia de la mañana del 20 dejulio en la Guarida del Lobo secelebrase en un barracón en lugar de unbúnker, o que las ventanaspermaneciesen abiertas, con lo que, talcomo se ha explicado anteriormente, el

resultado de la explosión fue menor delo previsto. Pero, obviamente, elmomento en el que la mala suerte secebó con los conjurados fue cuando elcoronel Brandt movió la cartera deStauffenberg unos centímetros,colocándola tras la pata de madera de lamesa que actuaría como pantalla,protegiendo a Hitler de la ondaexpansiva.

Todo ello hizo que el intento degolpe comenzase en las peorescircunstancias posibles. Aun así, eraobligación de los conspiradores haberconsiderado la posibilidad de que elatentado fallase y, en ese caso, poner en

marcha un Plan B. Sin embargo, encuanto comenzaron a llegarinformaciones a Berlín que apuntaban ala supervivencia del Führer, el complotse vio desnortado; ese plan alternativo,sencillamente, no existía. La únicasolución, la que puso en marchaStauffenberg, fue actuar como si Hitlerhubiera muerto. En ese momentoseguramente fue la mejor opción, por serla única que les quedaba, pero estabaclaro que con Hitler vivo lascircunstancias cambiaban totalmente.Dejando en manos del azar talposibilidad, el grupo de Stauffenbergcometió un gran error.

Además, una vez iniciado el golpe,pese a todas las dificultades con las quetuvo que batallar para ponersepesadamente en marcha, la mala suertesiguió persiguiendo a los conjurados.Como hemos visto, casualmente ese día,el general que debía movilizar laEscuela de Infantería de Doeberitz no seencontraba en su puesto. Y tambiéncasualmente, el doctor Hagen seencontraba en el batallón de guardia;éste determinaría el comportamiento dela unidad, pues aseguró a su jefe, elmayor Remer, que había creído ver pormañana en la ciudad al general retiradoVon Brauchitsch vestido de uniforme, lo

que le había “olido muy mal”. Fue élquien impulsó a Remer a acudir areunirse con Goebbels y sería finalmentesu batallón el que se encargaría deahogar la rebelión y fusilar aStauffenberg y sus compañeros.

Tampoco ayudó a los conspiradoresel que el mariscal Rommel resultaseherido sólo tres días antes de esajornada, con lo que perdieron unvaliosísimo activo. Si el 20 de julioRommel hubiera dado un paso al frente,poniéndose del lado de los oficialesrebeldes, su prestigio y su ascendentesobre las tropas alemanas, incluso entrelas SS, habría dado un impulso, quizás

determinante, al éxito del golpe.Como vemos, la Diosa Fortuna no se

vio seducida por los hombres deStauffenberg, que vieron cómo ésta seles mostró desafiantemente esquiva,cuando más la necesitaban.

¿UN GOLPE CONDENADO ALFRACASO?

Con todo lo expuesto anteriormente,puede llegarse a la conclusión de que elgolpe no tenía posibilidades de triunfar.Los graves errores de planificación y deejecución despojaron a los conjuradosde cualquier opción de conseguir sus

objetivos. La prueba es que durante esasdoce horas que duró la sublevación, elgrupo de Stauffenberg no logró imponersu voluntad en ningún sitio y en ningúnmomento.

De todos modos, la Historia no estánunca escrita de antemano, y habría queimaginar lo que hubiera ocurrido siHitler hubiera resultado muerto en elatentado. Entonces, ¿el golpe hubierafracasado?

Es muy posible que eso hubierasucedido igualmente, pero es indudableque la desaparición del dictador habríaabierto múltiples interrogantes. En esecaso, la confusión generalizada en las

filas nazis habría hecho crecer de modoapreciable las posibilidades de éxito delcomplot. No sería aventurado creer que,tras la desaparición de Hitler, muchosalemanes, tanto civiles como militares,habrían mirado a los oficialesconjurados como una referencia sólidaen esos momentos de desconcierto, loque les habría proporcionado lalegitimidad buscada.

HISTORIA ALTERNATIVA

Aventurar lo que hubiera ocurrido enel caso de que el golpe hubiera triunfadoes algo que no deja de ser un ejercicio

lúdico. Pero, aun así, puede ser útilplantear esa historia alternativa, con elfin de comprender mejor lascircunstancias en las que se desarrollóel golpe del 20 de julio.

Lo primero que hay que tenerpresente es que, si bien los participantesestaban de acuerdo en acabar con elpoder de Hitler, a partir de aquí lasposiciones sobre cómo debíaorganizarse la nueva situación erandiscrepantes. Como hemos visto, lasdiferencias ya habían comenzado en elmomento de decidir el modo deneutralizar al autócrata nazi, puesto queno eran pocos los que desaprobaban el

recurso al asesinato, aunque finalmentese vieron obligados a aceptarlo aregañadientes.

Si el golpe hubiera triunfado y sehubiera consolidado esa nueva direccióndel país, el criterio para abordar losproblemas sociales, políticos yeconómicos de Alemania no estabaconcretado en absoluto. Es muyprobable que se hubiera producido unchoque entre los planteamientosrevolucionarios de los jóvenes y los másconservadores, defendidos por los másveteranos. También había que contar conla oposición socialista y comunista que,presumiblemente, irrumpiría para

reclamar su cuota de poder en ese nuevogobierno antinazi. Estas profundasdivergencias en la oposición al régimenhacen imprevisible el camino quefinalmente hubieran podido tomar losacontecimientos.

Por otra parte, habría que considerarel efecto que ese terremoto en la cúspidepolítica del Reich hubiera tenido en lamarcha de la guerra. No hay quedescartar que algunos jefes leales a losprincipios nazis utilizasen sus tropascontra el nuevo gobierno, dando lugar auna guerra civil. Pero la consecuenciamás temida habría sido ladesmoralización, el hundimiento de los

frentes y el caos, una situaciónequiparable a la sufrida por Rusia en1917, en plena Primera Guerra Mundial.La indiferencia que los conjuradosencontraron entre las potencias enemigashacen pensar que el establecimiento deese nuevo gobierno no habríamodificado esos planteamientos, por loque lo más probable es que la exigenciade la capitulación incondicional, sumadaa la férrea unión entre la UniónSoviética y los aliados occidentales, nohabría librado a Alemania de la mismaderrota total y absoluta que se daría diezmeses más tarde. Pero lo que esprácticamente seguro es que esa

capitulación se habría producido muchoantes, evitándose así la destrucción delpaís y la pérdida de miles de vidas.

Del mismo modo, en el caso de queHitler hubiera muerto en el atentadopero el golpe no hubiera triunfado, unaposibilidad con más visos de ser cierta,los acontecimientos también habríansido muy diferentes a como sedesarrollaron. Es impensable que elenroque suicida del Tercer Reich antelos avances aliados en ambos frentes,alentado por un Hitler más fanatizadoque nunca, se hubiera producido conotro dirigente nazi, sea cual fuera, en elpoder. El hecho de que tanto Himmler

como Goering tanteasen a los Aliados enlas últimas boqueadas de la contiendapara alcanzar un acuerdo con laspotencias enemigas hace pensar queambos, de haber alcanzado el podersustituyendo a Hitler, habrían hecho loposible por poner lo más pronto posiblefin a la guerra, presumiblemente acambio de mantener su poder político enla Alemania de la posguerra. Larespuesta de los Aliados ante estahipotética oferta es previsible, laexigencia de la rendición incondicional,pero no hay duda de que el desarrollo dela conflagración hubiera sido muydistinto sin Hitler, y es altamente

improbable que los alemanes hubierancontinuado luchando desesperadamentehasta mayo de 1945.

Para algunos historiadores, como IanKershaw, de haber tenido éxito elatentado posiblemente hubierandisminuido, en lugar de aumentar, lasprobabilidades de una rápidainstauración de la democracia. Segúnesta paradójica conclusión, se habríacreado sin duda una nueva leyenda de lapuñalada por la espalda, como sucediótras la Primera Guerra Mundial, lo quehabría ido en detrimento de los quehubieran apostado por una salidademocrática, como sucedió después de

la Gran Guerra con la fracasadaRepública de Weimar. Tampoco hay queolvidar que las figuras destacadas de laconspiración contra Hitler no erandemócratas, y que algunos pretendíanincluso mantener los territoriosconquistados por los nazis, lo quevendría a apoyar esta hipótesis. Segúneste planteamiento, fue mejor queAlemania sufriera una derrota total,infligida por fuerzas del exterior, paraque los alemanes también pudieran vertoda la dimensión del desastre que elnazismo supuso para su país y para elmundo entero.

La estatua de Stauffenbergaparece desamparada en elpatio del Bendlerblock. Él

hizo todo lo que estuvo ensu mano, pero la deficienteplanificación del golpe lo

condenó al fracaso.

Dejando de lado las especulaciones,de lo que no hay duda es que el atentadodel 20 de julio de 1944 marcó unmomento crucial en la historia, no sólode la Segunda Guerra Mundial, sino detoda Europa y del mundo. Si losacontecimientos hubieran discurrido dediferente modo, si aquella cartera no sehubiera movido unos centímetros, cabepensar que la historia del siglo XXhabría podido ser muy distinta. Nosabemos lo que pudo haber pasado, por

lo que debemos centrarnos en lo que,efectivamente, ocurrió. Y lo que sucedióes que un grupo de alemanes actuaronsegún les dictaba la conciencia ydejaron constancia de su repulsa alrégimen nazi intentando acabar con él.

No lo lograron, pero el testimoniode aquellos hombres valientes quedócomo muestra de que no todos losalemanes se dejaron arrastrar a la locurapor Hitler. Claus von Stauffenberg, elalma de los conjurados, fracasó en suplan para derribar al dictador, peroalcanzaría una brillante victoriapóstuma; hoy, Stauffenberg tiene elhonor de contar con una calle en Berlín,

mientras que el nombre de los dirigentesde ese régimen criminal que él trató devencer han quedado para siemprehundidos en la vergüenza y el oprobio.

Anexo 1

Ideas para la defensa contraunidades de paracaidistas en

territorio nacional(FRAGMENTOS) POR EL

CONDE DESTAUFFENBERG

(…)Tras esa breve panorámica sobre

posibles y probables objetivos enemigosen territorio nacional, pasaré ahora a losnuevos medios para su realización.

Aquí, en primer lugar, se presenta unhecho: una parte de las misiones puederealizarse sin combates, pero otra parteno puede prescindir de ellos.

Al primer grupo pertenecen todas lastareas que caen dentro de lacompetencia de los agentes, así comoaquellos destrozos que pueden realizarhombres solos o pocos y con escasomaterial y breve tiempo. Los gruposdedicados a esas acciones deparacaidistas los denominaremoscomandos paracaidistas.

Al contrario de esos grupos deparacaidistas, las unidades que habránde entablar lucha abierta las denominaré

tropas paracaidistas de combate. Lossupuestos tácticos de esas unidades sediferencian básicamente entre sí.También, a su vez, los problemas dedefensa son distintos en ambos casos.

Es característico de los comandosparacaidistas que no puedan ni debanentablar combate. Avión y paracaídasson los medios para introducirse en elpaís inadvertidamente. Lo esencial esque su vuelo y descenso quedentotalmente ignorados; de lo contrario, elcumplimiento de su misión resultaimposible.

(…)Ahora me ocuparé de las tropas de

combate. Deben estar preparadas paraluchar. En ese supuesto se basa suequipamiento personal y material. Suformación será parecida a la de unaunidad mixta de tropas de tierra. Lafuerza depende de las misiones que sehayan de cumplir. Pero habrá siempreque medirlas de modo que sean capacesde tener fuerza propia. Por eso no estarácasi nunca por debajo del batallón.

Unidades de este tipo necesitan —indistintamente de si deben saltartotalmente o en parte mientras aterrizanotras unidades— gran cantidad deaviones de transporte. Que su aterrizajeresulte inadvertido para el enemigo es

algo con lo que no se puede contar. ¡Seha de combatir incluso para poderaterrizar!

(…)

Anexo 2

Balance de víctimas delatentado

A continuación se enumeran los 24asistentes a la reunión que seencontraban en la sala a las 12.42,momento que hizo explosión la bombadejada minutos antes por el coronelClaus von Stauffenberg, indicando losdaños sufridos por cada uno de ellos.

Partiendo de la posición de Hitler enla mesa, los siguientes nombres estánordenados según la posición queocupaban alrededor de la misma, en el

sentido contrario a las agujas del reloj.La bomba se encontraba delante delcoronel Brandt (4).

* Adolf Hitler. Heridas leves.

* General Heusinger, vice-jefe delEstado Mayor general. Ileso.

* General de la Luftwaffe Korten,jefe del Estado Mayor de laAviación. Muerto aconsecuencia de las heridasrecibidas.

* Coronel Brandt, ayudante deHeusinger. Muerto por lasheridas recibidas.

* General de la LuftwaffeBodenschatz, oficial de enlacede Goering con el cuartel generalde Hitler. Heridas graves.

* General Schmundt, ayudante enjefe del Führer. Muerto pocosdías después por las heridas.

* Teniente coronel Borgmann,ayudante de Hitler. Gravementeherido.

* Contralmirante Von Puttkammer,ayudante del Führer para laMarina. Heridas leves.

* Secretario Berger. Muerto en elatentado.

* Capitán de navío Assmann, oficialdel Estado Mayor delAlmirantazgo. Ileso.

* General Scherff, comisarioespecial de Hitler para lahistoria militar. Heridoligeramente.

* General Buhle, jefe del EstadoMayor del Ejército. Heridoligeramente.

* Contralmirante Voss, representantede la Marina ante el cuartelgeneral. Ileso.

* General de las SS Fegelein,

representante de las SS ante elcuartel general. Ileso.

* Coronel Von Below, del EstadoMayor, ayudante del Führer parala aviación. Ileso.

* Capitán de las SS Gunsche,ayudante de Hitler. Ileso.

* Hagen, taquígrafo. Ileso.

* Teniente coronel Von John, delEstado Mayor, ayudante deKeitel. Ileso.

* Mayor Büchs, del Estado Mayor,ayudante de Jodl. Ileso.

* Teniente coronel Weizenegger, del

Estado Mayor, ayudante deKeitel. Ileso.

* Von Sonnleithner, representantedel ministerio de AsuntosExteriores ante el cuartel generaldel Führer. Ileso.

* General Warlimont, vice-jefe de laoficina de operaciones de lasFuerzas Armadas. Contusiones.

* General Jodl, jefe de la oficina deoperaciones de las fuerzas armadas. Herido ligeramente.

* Mariscal de campo Keitel, jefe delmando supremo de las fuerzasarma das. Ileso.

Anexo 3

Orden No 1

EL TEXTO ORIGINAL EMPEZABACON LAS PALABRAS: “EL FÜHRERADOLF HITLER HA MUERTO”, QUEFUERON SUPRIMIDAS

Trastornos en el interior: Unapandilla de hombres sin escrúpulos, dejefes del Partido que nunca han estadoen el frente, ha intentado aprovecharsede la situación atacando por la espaldaal Ejército, enzarzado en una luchacruel, y adueñarse del poder con mirasexclusivamente personales.

En estos momentos de grave peligro,el Gobierno del Reich, para mantener latranquilidad y el orden, ha declarado elestado militar de excepción y, al mismotiempo, me ha conferido el poderejecutivo, así como el mando de lasFuerzas Armadas.

En consecuencia, dispongo lo quesigue: Transmito el poder ejecutivo —con el derecho de delegación en losjefes territoriales— en todo el territorionacional al jefe del Ejército de Reserva,al que, al propio tiempo, nombrocomandante en jefe del TerritorioNacional; en los territorios ocupadosdel Oeste, al comandante en jefe del

Oeste (comandante en jefe del Grupo deEjércitos D); en Italia, al comandante enjefe del Sudoeste (jefe del Grupo deEjércitos F); en los territorios ocupadosdel Este, a los comandantes en jefe delos Grupos de Ejércitos de Ucrania delSur, de Ucrania del Norte, del Centro,del Norte y al comandante en jefeOstland, cada uno para su zona demando respectiva; en Dinamarca yNoruega, a los jefes de las FuerzasArmadas.

A los que ostentan el poderejecutivo están subordinados: Elconjunto de los servicios y de lasunidades de las Fuerzas Armadas que se

encuentran en su jurisdicción de mando,incluso los que pertenecen a las WaffenSS, al servicio del Trabajo y a laorganización Todt.

Todas las autoridades de losservicios públicos (del Reich, de lospaíses y de las comunas), especialmenteel conjunto de la policía del servicio deorden, de seguridad y administrativa.

Todos los jefes de los servicios y delos organismos del PartidoNacionalsocialista y de los organismosanexos.

Los servicios de comunicación yavituallamiento.

Las Waffen SS quedan en su

totalidad integrados en el Ejército conefecto inmediato.

Los que ostentan el poder ejecutivoson responsables del mantenimiento delorden y de la seguridad pública.Especialmente, tiene que velar sobre:*La seguridad de las instalaciones detransmisiones. *La eliminación de losservicios de la Seguridad. Todaresistencia al ejercicio del poder militardebe ser reprimida sin consideraciones.

En este momento de grave peligropara la patria, la cohesión de lasFuerzas Armadas y el mantenimiento deuna estricta disciplina son la leysuprema. Por eso encargo a todos los

jefes del Ejército, la Marina y laAviación que apoyen por todos losmedios de que dispongan a losresponsables del poder ejecutivo en sudifícil tarea y se aseguren de que susinstrucciones son observadas por losservicios subordinados.

El soldado alemán se encuentrafrente a una misión histórica. De suenergía y de su actitud dependerá lasalvación de Alemania. Las mismasresponsabilidades incumben a todos losjefes territoriales, los jefes superioresde las Fuerzas Armadas y a los jefesdirectamente subordinados al Ejército,la Marina y la Aviación.

El Jefe Superior de las FuerzasArmadas: VON WITZLEBEN,

GENERALFELD MARSCHALL

Anexo 4

Orden No 2

Al jefe de la Región Militar Nº…En virtud de los poderes que me ha

transmitido el comandante en jefe de lasFuerzas Armadas, delego el poderejecutivo en las regiones militares a losjefes de estas regiones. Con el poderejecutivo pasan a los jefes de la Regiónlas atribuciones de los comisarios dedefensa del Reich.

Han de adoptarse inmediatamentelas siguientes medidas: Instalaciones detransmisión. La seguridad de las

construcciones más importantes y de lasinstalaciones de la red de transmisionesdel Correo y de las Fuerzas Armadas(incluso las instalaciones de radio) sehan de asegurar sistemáticamente. Lasfuerzas que se destinen a este efectodeben ser evaluadas de modo que seimpidan las intervenciones noautorizadas y las destruccionesviolentas. Las instalaciones técnicasimportantes de transmisiones deben serocupadas por oficiales.

Arrestos. Deben ser relevadosinmediatamente de sus funciones ysometidos a arresto especial individual:todos los gauleiters, reichstatthalters,

ministros, presidentes superiores, jefessuperiores de las SS y de la policía,jefes de la Gestapo y directores de losservicios de las SS, de los servicios depropaganda, y de los kreisleiter.

Campos de concentración. Debenocuparse con urgencia. Los jefes de loscampos quedarán detenidos, y losguardias desarmados y acuartelados.Debe hacerse saber a los detenidospolíticos que han de abstenerse hasta suliberación de toda manifestación yacción individual.

Waffen SS. Si hay dudas en cuanto ala obediencia de los jefes deformaciones Waffen SS o de los jefes

locales más antiguos de las Waffen SS,o si se juzgan sospechosos, han de serarrestados y sustituidos por oficiales delEjército. Los destacamentos de WaffenSS cuya subordinación sea dudosadeben ser desarmados. En este caso,importa intervenir con fuerzassuperiores, a fin de evitar efusiones desangre considerables.

Policía. Las oficinas de la Gestapo ydel Servicio de Seguridad deben serocupadas. Además, la policía de ordendebe utilizarse ampliamente paradescargar a las Fuerzas Armadas. Eljefe de la policía alemana difundirá lasórdenes por la cadena de mando de la

policía.Marina y Aviación. Debe

establecerse el enlace con los jefes de laMarina y la Aviación. La acción comúndebe asegurarse.

Para todas las cuestiones políticasque surjan del estado de excepcióndelego cerca de cada jefe de Región unapoderado político. Este asumirá hastanueva orden las funciones de jefe de laAdministración y aconsejará al jefe deRegión en toda cuestión política.

El servicio que actuará cerca delcomandante en jefe del territorionacional para tratar toda cuestiónrelativa al poder ejecutivo será el

Estado Mayor del territorio nacional, elcual enviará un oficial de enlace a losjefes de Región para la comunicaciónrecíproca de la situación y de losproyectos.

En el ejercicio del poder ejecutivono se pueden tolerar actos arbitrarios nide venganza. La población debe darsecuenta de que el poder ejecutivo repudialos métodos arbitrarios de los que hanejercido el poder hasta hoy.

El Jefe Superior del territorio deguerra nacional:

FROMM, GENERALOBERST.Coronel conde Stauffenberg

Anexo 5

Discurso del Führer del 21de julio

¡Camaradas alemanes y alemanas!No sé cuántos atentados han sido

proyectados y ejecutados contra mí. Sios hablo hoy es, sobre todo, por dosrazones: para que oigáis mi voz y sepáisque estoy sano y salvo y para queconozcáis los detalles de un crimen queno tiene equivalentes en la historiaalemana.

Un insignificante grupo de oficialesambiciosos, sin honor y de una

criminalidad estúpida, ha tramado uncomplot cuya finalidad era suprimirme yeliminar al mismo tiempo al EstadoMayor de las Fuerzas Armadas. Unabomba colocada por el coronel condeStauffenberg ha estallado a dos metrosde mí, a mi derecha, y ha heridogravemente a varios de mis fielescolaboradores. Uno de ellos ha muerto.Yo estoy absolutamente indemne. Sólohe sufrido ligeras erosiones, contusionesy quemaduras. Considero que misalvación confirma que la Providenciame ha confiado una importante misión yque debo seguir adelante por la ruta demi destino, como he hecho hasta ahora.

Porque puedo afirmar solemnementeante la nación entera que, desde el díaen que entré en la Wilhelmstrasse, no hetenido más que un pensamiento: cumplircon mi deber como mejor pueda hacerloy con toda conciencia. Desde que viclaramente que la guerra era inevitable yno se podía retrasar, no he tenido másque preocupaciones y trabajo. Duranteinnumerables días y noches en vela, sólohe vivido para mi pueblo.

Ahora que los ejércitos alemanesestán enzarzados en los más duroscombates, se ha descubierto enAlemania, como en Italia, un pequeñogrupo que creía poder dar una puñalada

por la espalda, lo mismo que en 1918.Pero esta vez los conspiradores se hanequivocado del todo. La afirmación deestos usurpadores de que he perdido lavida queda desmentida desde elmomento en que os hablo, mis queridosconciudadanos.

El círculo de estos conspiradores esinsignificante. No tiene nada común conlas Fuerzas Armadas alemanas, sobretodo con el Ejército. Es un reducidísimogrupo de elementos criminales cuyaimplacable eliminación ha empezado ya.

En consecuencia, ordeno:1º Que ninguna autoridad civil

acepte orden alguna de los servicios que

estos usurpadores se atribuyen.2º Que ninguna autoridad militar,

ningún jefe de tropa, ningún soldadoobedezca orden alguna de estosusurpadores; que, por el contrario, todostienen la obligación de detener en elacto a todo hombre que transmita o détales órdenes, y, si se resiste, darlemuerte inmediatamente.

A fin de restablecer definitivamenteel orden, he nombrado al ministro delReich, Himmler, jefe del Ejército delInterior.

He designado al general HeinzGuderian jefe del Estado Mayor Generalpara reemplazar al anterior,

incapacitado por enfermedad, y henombrado para secundarle a un segundojefe procedente del frente del este.

En todos los demás servicios delReich, nada se modifica. Estoyconvencido de que con la eliminación deesta pequeña pandilla de conspiradoresy traidores crearemos al fin, y tambiénen la retaguardia, la atmósfera quenecesitan los combatientes. Porque esinadmisible que mientras en lavanguardia cientos de millares devalientes se sacrifican hasta el fin, unadiminuta banda de criaturas ambiciosasy miserables intente constantemente enel interior sabotear tal proceder.

Esta vez ajustaremos las cuentascomo nosotros, los nacionalsocialistas,tenemos costumbre de hacerlo.

Estoy convencido de que todooficial responsable y todo soldadovaliente comprenderá esta resolución.

La suerte que se habría abatidosobre Alemania si el atentado hubiesetenido éxito, pocos pueden imaginarla.Personalmente, doy gracias a laProvidencia y a mi Creador no porhaberme salvado —mi vida no es másque preocupación y trabajo por mipueblo—, sino por haberme dado laposibilidad de continuar sobrellevandoestas preocupaciones y proseguir mi

trabajo lo mejor que pueda y aconciencia.

Todo alemán, cualquiera que sea,tiene el deber de oponerse por todos losmedios a estos elementos, de detenerlosen el acto o, si se resisten, darlesmuerte. Las órdenes han sidotransmitidas al conjunto de las tropas.Serán ejecutadas ciegamente, con ladisciplina tradicional del Ejércitoalemán.

Deseo sobre todo saludar una vezmás con alegría a mis antiguoscompañeros de combate por habermelibrado de nuevo de una suerte que paramí no tiene nada de terrible, pero que

habría sembrado el terror en el puebloalemán. Veo también en ello un signo dela Providencia: es necesario que prosigami obra y, por consiguiente, laproseguiré.

Anexo 6

Proclama del mariscalGoering a la aviación

Camaradas de la Luftwaffe: En nombrede una detestable camarilla deantiguos generales expulsados por sucomportamiento, el coronel conde vonStauffenberg ha intentado hoy unatentado vil contra nuestro Führer.

Mediante órdenes falsificadas, esoscriminales tratan ahora de provocar eldesorden entre las tropas. Ordeno que elgeneral comandante de cuerpo deejército Stumpf, en calidad de jefe de

Aviación del Reich, mande en minombre todas las formaciones de laLuftwaffe en el interior del territorioalemán. Sólo deberán ser obedecidasmis órdenes y las suyas.

Todas las autoridades de laLuftwaffe deberán apoyar lo másactivamente posible al Reichsführer delas SS Himmler. No podrán efectuarsetransportes de correo en cualquieraparato más que con mi autorización o lasuya. Los oficiales y soldados, así comolas personas civiles que tomen partidocon esos criminales usurpadores, y quetraten de ganaros para sus proyectos,deberán ser detenidos y fusilados sin

consideración.Allí donde tengáis necesidad de

extirpar a los traidores deberéis actuarcon la mayor energía.

Los oficiales que participen en estecrimen se colocan fuera de la comunidadde su pueblo, fuera de las fuerzasarmadas alemanas y fuera del honor delsoldado, fuera de su juramento y sufidelidad. El aniquilamiento de lostraidores nos dará una fuerza nueva.

Frente a la traición, la Luftwaffemanifiesta su fidelidad inquebrantable ysu ardiente cariño hacia el Führer, asícomo su adhesión sin reservas paraconseguir la victoria.

¡Viva nuestro Führer, a quien DiosTodopoderoso ha salvado hoy!

20 de julio de 1944

Anexo 7

Proclama del almiranteDoenitz a la Marina

Al eliminar al Führer, la camarilla decriminales traidores quería sustraernosal duro, pero inevitable, combate quenos ha sido impuesto por el destino. Ensu mezquindad de espíritu no se dabancuenta de que su acto criminal nosarrastraría a un terrible caos y nosentregaría a merced de nuestrosenemigos. Las consecuencias serían elhambre, la miseria y la desesperaciónpara nuestro pueblo.

La Marina de guerra alemanarepudia a los traidores y fiel a sujuramento estrecha sus filas alrededordel Führer con el mismo sentimiento deadhesión y con el mismo espíritucombativo de siempre.

La Marina no acepta más órdenesque las que recibe de mí, que soy sucomandante en jefe, o de sus propiosjefes. Con suprema energía aniquilará atodos los que se conduzcan comotraidores.

¡Viva nuestro Führer, Adolf Hitler!20 de julio de 1944

Anexo 8

La noticia del atentado en laprensa alemana

“Con profundo agradecimiento aldestino, observamos que la perfidia y labajeza no han alcanzado lo que seproponían. Sin dejarse abatir por nada,e l Führer reanudó inmediatamente sutrabajo. Sabe que sus soldados luchan ylucharán con el mayor vigor y sabe queel conjunto de la nación seguirá firme yfuerte. El 20 de julio constituirá unanueva corriente de fuerza para la naciónalemana y esta corriente estimulante

pasará por todas sus comarcas. Elpueblo alemán se sitúa nuevamentedetrás de su Führer y le asegura suinviolable fidelidad y le promete poneren acción cada pensamiento y vibrarhasta lograr la victoria”.

(Voelkischer Beobachter, 21-7-1944)

“La lucha formidable que libramosexige ahora, después de que laProvidencia se ha manifestado una vezmás sobre el Führer, una intensidadacrecentada. Alemania se comprometesolemnemente después de esteacontecimiento a aumentar su decisióncombativa, ya testimoniada hasta ahora,

y a abrigar la certidumbre de lavictoria”.

(Deutsche Allgemeine Zeitung, 21-7-1944)

Anexo 9

La noticia del atentado en laprensa española

“Un atentado ha sido realizado hoycontra el Führer por medio de unexplosivo. Hitler no sufrió más queligeras quemaduras y contusiones. De suséquito resultaron gravemente heridos elteniente general Schmundt, el coronelBrandt, el teniente coronel Borgmann yel colaborador Berger. Resultaronligeramente heridos el general Jodl, losgenerales Korten, Bulhe, Bodenschatz,Heusinger, Scherff y los almirantes Voss

y Von Puttkammer. Inmediatamentedespués del hecho, el Führer reanudó sutrabajo y recibió, como estaba previsto,al Duce, para una larga entrevista. Pocotiempo después del atentado, el mariscalGoering acudió al lado del Führer”.

(Agencia EFE, 20-7-1944)

“El complot contra el Führer hafracasado por completo, según seanuncia oficiosamente, y susorganizadores han huido en parte y enparte han sido fusilados por batallonesdel Ejército alemán. Entre éstos últimosse encuentra el autor del atentado,coronel conde von Stauffenberg (sic).

No se han registrado incidentes enningún sitio”.

(Ya, 21-7-1944)

“Todos los periódicos hanpublicado ediciones especiales, en lasque al lado de la fotografía del Führerse lee la declaración oficial y, al lado,las alocuciones de Goering y Doenitz.En sus comentarios se dice que no esésta la primera vez que, durante laguerra actual, se ha atentado contra lavida de Hitler. Después de manifestaralegría y satisfacción, los periódicosdicen unánimemente que el puebloalemán seguirá trabajando

tranquilamente y redoblará susesfuerzos”.

(Resumen de prensa transmitido porla Agencia EFE desde Berlín el 21-7-1944).

“El conde Von Stauffenberg,de treinta y siete años de edad,que fue fusilado a mediodía deayer (en realidad fue amedianoche del día anterior),es el autor material del atentadoal depositar una bomba conmecanismo de relojería junto alFührer, al tiempo que era elintermediario de un grupo de

ambiciosos, que estaba enestrecha relación con unapotencia enemiga, según pudocomprobarse por ladocumentación encontrada horasdespués del fracasado intentocontra el Führer. Durante elinterrogatorio que precedió almomento de pasar por las armasa los principales conjurados,éstos hicieron declaraciones queprueban este hecho. La camarillase componía de algunosgenerales destituidos y unpuñado de oficiales, queocupaban importantes puestos en

el Ejército de reserva, y quepueden ser considerados losinspiradores del hecho.Anteriormente a la guerra notenían ninguna posicióndestacada, ni jugaron un papelimportante alguno en el Ejércitoalemán, pero ahora se ha sabidoque estaban en relaciones desdehace tiempo con una potenciaenemiga. El hecho de que laWehrmacht no tenga nada quever con el atentado demuestraque ninguno de los conjuradosestaba en contacto con losfrentes”.

(El Alcázar, 22-7-1944)

Anexo 10

Entrevista con Berthold vonStauffenberg

En julio de 2007, con ocasión del 63ºaniversario del atentado contra Hitler, lacadena estatal alemana de informacióninternacional DW-WORLD entrevistó alhijo de Stauffenberg, Berthold MariaSchenk Graf von Stauffenberg.

Ésta es la transcripción de dichaentrevista:

Tenía 10 años cuando su padre murió.¿Sabía usted o el resto de su familia

algo de su participación en elmovimiento de la resistencia alemana?

Por supuesto que no. Todo eso teníaque ser un secreto. Si nosotros, losniños, nos hubiéramos enterado,hubiésemos corrido el riesgo de quehabláramos de más. Mi madre sí sabíaalgo y lo consintió. Pero nosotros no nosdimos cuenta de nada.

¿Y cuándo lo descubrió su madre?

Se dio cuenta de que algo pasababastante pronto y mi padre se lo dijo. Nosé cuánta información le proporcionó.Mi madre sabía que tenía un plan entremanos. Pero lo que ella sí que no sabía

era que mi padre iba a ser quiencolocase la bomba.

¿Cómo y cuándo se enteró del atentado?¿Qué pensó y qué sintió? Oí en la radioque había ocurrido un atentado. Al díasiguiente nuestra madre nos dijo a unode mis hermanos y a mí que había sidonuestro padre, cosa que no pudimoscomprender. Nos conmocionó mucho.Aquella misma noche se llevaron a mimadre. No la volvimos a ver hasta juniode 1945.

Ha hablado de conmoción, ¿fueporque se enteró de que su padre habíamuerto o porque estaba involucrado en

el movimiento de resistencia?Por ambos motivos. Hoy en día

cuesta creerlo, pero en aquel entonces lamuerte no era nada fuera de lo normal.Casi la tercera parte de mis compañerosde clase habían perdido a sus padres;era algo con lo que había que contar; lamuerte podía llegar de muchas maneras,por bombardeos desde el aire porejemplo. Pero también fue por lascircunstancias de su muerte, porque seenfrentó al jefe del Estado. Eso erainimaginable para nosotros. Nospreguntamos cómo pudo hacer algo asícontra el Führer. Nuestra madre noscontestó que lo tuvo que hacer por

Alemania. Entonces no alcancé acomprenderlo del todo. Me llevó tiempohasta que lo entendí.

¿Fue usted educado de acuerdo a lospreceptos de la época?

Sí, pero no como nazis verdaderos.Pero es que el entorno era así. Como yahe dicho, mis padres tuvieron queandarse con cuidado. Delante nuestro nocriticaban el sistema, aunque tampoco loalababan. Sin embargo, en la escuelarecibí una educación nazi.

¿Qué ocurrió después de que se llevasena su madre?

Mi familia se desintegró. La mayorparte de los adultos de mi familia fueronllevados a campos de concentración,incluso aquellos que visiblemente noestaban involucrados. Entonces seaplicaba la llamada “corresponsabilidadfamiliar”, es decir, que toda la familiapagaba por las acciones del padre. Mimadre y mi tía pasaron mucho tiempo enprisión preventiva, porque queríandescubrir si ocultaban información. Perono consiguieron nada. A nosotros nosllevaron a un orfanato especialmentehabilitado para los hijos de losinvolucrados en el atentado del 20 dejulio y los del General Seydlitz, que hizo

propaganda contra Hitler.Permanecimos allí hasta la llegada

de los norteamericanos.

¿Marcó el atentado el camino que tomódespués en su vida?

Siguió la carrera militar… Quizá“marcar el camino” sea decir mucho,pero sí que tuvo una influencia sobre mí.Si tu nombre es conocido, y el nuestro loera, no puedes llevar la misma vida quesi fueras un personaje anónimo. Por logeneral, todos los trabajos son difíciles,pero cuando sigues los pasos de tupadre, lo es aún más. Me metí a militarporque pensé que me gustaría. No lo

hice ni para seguir la tradición, ni pormi padre, sino pese a él.

¿Existe alguna idea equivocada sobre supadre que a usted le enerveespecialmente?

Bueno… Siempre se comenta que alprincipio era nazi y que luego cambió deparecer. Eso suena excelente, suena bienpara aquellos que fueron nazis. Yo notendría nada en contra, en caso de queesa fuese la verdad. Pero no es así. Alprincipio mi padre no era ni nazi, niantinazi, sino que quería ver qué iba apasar y juzgar imparcialmente. Por aquelentonces no sólo se mostró contrario a

los partidarios del nazismo, sinotambién a los opositores declarados. Laimparcialidad era algo a lo que él ledaba mucha importancia.

¿Qué pinceladas le faltan a la imagenque se tiene hoy de su padre?

Eso yo no lo puedo juzgarcorrectamente, porque no llegué aconocerlo tan bien. Él no era un“superhombre”, o “super estrella” comose dice hoy, y tampoco era un hombrecualquiera. Yo creo que era una personamuy dotada.

Se han rodado varias películas y

documentales sobre su padre. ¿No tienela sensación de que los medios se estánapropiando de su historia personal?

Por supuesto que los medios se hanapropiado de la historia de mi padre. Enla literatura se pueden encontrarejemplos tanto opuestos o refractarioscomo mezquinos, y eso sin mencionarlas tan benevolentes películas que se hanhecho sobre él.

Y, sin embargo, su familia no se hacerrado a los medios decomunicación… No. Nosotros nocreemos que el honrar o no honrar laacción de mi padre sea asunto de nuestrafamilia, sino que deberíamos

mantenernos al margen de eso. Lo cualno significa que estemos en contra o queno apoyemos sus actividades. Pero nonos pronunciamos activamente.

Con el paso de los años, la imagen de supadre como líder de la resistencia hacambiado mucho. Primero se ledenunció; luego se le idealizó, despuésllegó una mezcla de ambas opiniones…¿Se aproximan las nuevas valoracionesa la realidad?

Sesenta años son muchos años. Yaquedan muy pocas personas que hayanparticipado activamente en la guerra.Incluso sus hijos son ya ancianos.

Obviamente su imagen ha idocambiando. Ahora está dejando depertenecer a la memoria activa y aformar parte de la historia, en la que sevan colando errores. Eso ha sidosiempre así; la historia que conocemosseguro que está repleta de inexactitudesque ni conocemos ni se pueden detectar.

¿Qué significado cree que tienen losacontecimientos del 20 de julio de 1944para Alemania? ¿Y en el marcointernacional? ¿Y para usted?

No quiero aleccionar ni a losalemanes ni al resto del mundo, pero talvez sí se pueda decir algo, y es que si

uno siente una obligación moral,entonces hay que ser coherente con ella.No se trata de si lo que hizo mi padrefue políticamente bueno o no; no es unacuestión de política. Tampoco escuestión de si uno es demócrata o no. Esuna cuestión moral. ¿Puede uno tolerar,si se tiene la posibilidad de evitarlo,que un pueblo viva gobernado porcriminales?

(DW-WORLD, 20 de julio de 2007)

Cronología del 20 dejulio de 1944

6.00: El coronel Claus von Stauffenbergsale de su casa y sube al automóviloficial que le ha de conducir alaeropuerto berlinés de Rangsdorf.

7.00: El avión oficial en el que viajaStauffenberg despega rumbo al cuartelgeneral de Hitler, en Rastenburg, PrusiaOriental.

10.00: El avión aterriza en el aeródromocercano al Cuartel General del Führer.

12.30: Las personas convocadas a lareunión presidida por Hitler se dirigenal barracón de conferencias y dacomienzo la misma.

12.32: Stauffenberg pone en marcha elmecanismo de detonación de la bombacon la que va a cometer el atentado.

12.37: Stauffenberg coloca la cartera quecontiene la bomba bajo la mesa de lasala.

12.42: La bomba hace explosión.Stauffenberg sale rápidamente delcuartel general hacia el aeropuerto.

13.07: El avión de Stauffenberg despega delaeródromo de Rastenburg de regreso a

Berlín.

16.00: Stauffenberg aterriza en Berlín. Sedirige de inmediato al ministerio de laGuerra, en donde se entera de que losconjurados aún no han hecho nada de loplaneado.

17.00: Hitler entra en su búnker conMussolini.

18.45: La radio informa del atentado y deque Hitler ha sobrevivido al intento deasesinato.

19.15: Von Stülpnagel, al frente de laconjura en París, recibe órdenes delgeneral Beck de seguir los planesprevistos.

23.00: Un grupo de oficiales, dirigido por elteniente Von der Heyde, arresta a losprincipales conspirados.

24.00: Los detenidos son ejecutados tras unbreve consejo de guerra presidido por elgeneral Fromm.

Los escenarios

POLONIA

GUARIDA DEL LOBO

El Cuartel General de Hitler en PrusiaOriental se encuentra a cinco kilómetrosde la localidad polaca de Kertrzyn(Rastenburg). Pese a los trabajos dedemolición emprendidos por losalemanes en su retirada, y por lossoviéticos tras la guerra, el complejo debarracones y búnkeres se encuentra enbuen estado y es posible hacerse una

idea fidedigna del aspecto que teníanentonces.

El punto exacto en el que estalló la bombacolocada por Claus von Stauffenbergestá señalado con una placa.

Se admiten visitas turísticas e incluso esposible pernoctar en un hotel emplazadoen el mismo recinto, en el edificio de laguardia de las SS.

Dirección: Wilczy Szaniec, Gierloz.

Horario de visita: Consultar web

Página web: www.wolfsschanze.home.pl

ALEMANIA

BENDLERBLOCK

El Ministerio de la Guerra del Reich, enBerlín, fue el centro neurálgico delintento de golpe del 20 de julio. Aquíresidía el Mando Supremo de laWehrmacht, bajo jurisdicción directa deHitler desde 1938.

El patio del edificio conocido comoBendlerblock, al estar situado en laBendlerstrasse, fue el escenario delfusilamiento de Stauffenberg y suscompañeros. Como recuerdo y homenajea Stauffenberg, se le erigió una estatua

de bronce. En una pared —rodeadasiempre de coronas de flores— estáninscritos los nombres de los conjuradosque fueron fusilados frente a esteparedón.

El Bendlerblock acoge hoy día un museodedicado a la resistencia alemana. En lasegunda planta se exponen numerosasfotografías, anotaciones y documentossobre la actividad de los diferentesgrupos integrantes de la resistencia alrégimen nazi.

Dirección: Stauffenbergstrasse, 13-14.(Metro Postdammer Platz).

Horario de visita: Lunes, martes, miércoles

y viernes, de 9 a 18 horas. Jueves, de 9a 20 horas. Sábados y domingos, de 10 a18 horas.

Página web: http://www.gdw-berlin.de/indez-e.php

CUARTEL CENTRAL DE LAGESTAPO

El número 8 de la Niederkirchnerstrasse deBerlín aparece hoy al visitante como unextenso solar, atravesado por un fosoaccesible que se abre paralelo a lacalle, en la que se conserva todavía unlargo tramo del Muro de Berlín. En ese

foso se encuentra la exposición al airel i b r e Topographie des Terror(Topografía del Terror), que yaproporciona una idea de lo que antesocupaba ese terreno.

Allí estaban el Hotel Prinz-Albert y elPrinz-Albert Palais, en donde entre 1933y 1945 se establecieron las sedes de lapolicía secreta estatal, la temibleGestapo, y las SS. Entonces la calle erala Prinzalbertstrasse, nombre que seríadespués de la guerra cambiado por el dela luchadora antinazi KatiaNiederkirchner.

A esos edificios fueron conducidos a partir

del mismo 20 de julio de 1944 lossospechosos de participar en el golpe,en donde fueron sometidos a terriblestorturas para obtener nombres de otrosimplicados.

Derruidos ambos edificios durante laguerra, una especie de olvido sumió estaparcela de terreno en un total abandonohasta que, en 1986, fuerondesescombrados los sótanos que habíanservido de calabozos de la Gestapo.

En 1987 se montó en las ruinas laexposición “Vigilancia, persecución yasesinato por toda Europa bajo losnazis”, base de la exposición actual. El

conjunto respira un aire deprovisionalidad, a la espera de que seconstruya en el solar un centro deinterpretación, aunque los problemaspresupuestarios hacen pensar que esteproyecto aún tardará en ser una realidad.

Dirección: Niederkirchnerstrasse, 8.

Horario de visita: Todos los días de 10 a 20horas. En invierno hasta las 18 horas.

Página web:http://www.topographie.de/en/index.htm

TRIBUNAL DEL PUEBLO

La sede del Tribunal del Pueblo, en Berlín,en el que fueron juzgados los implicadosen el golpe del 20 de julio, bajo laautoridad del juez Roland Freisler,resultó destruida el 3 de febrero de1945, a consecuencia de un bombardeoaéreo.

Hoy no queda nada de aquel edificio, perouna placa erigida entre el moderno SonyCenter y el parque Kleist, cerca de laPostdammer Platz, señala lalocalización de aquella ignominiosainstitución, que condenó a muerte a4.951 hombres y mujeres desde agostode 1934 al final de la guerra.

Dirección: Bellevuestrasse, 15 (MetroPotsdammer Platz).

PRISIÓN DE PLÖTZENSEE

La prisión de Plötzensee fue construida en1879, a las afueras de Berlín. Bajo elrégimen nazi, unos 3.000 opositores alrégimen fueron ejecutados en este lugar.La mayoría de los sentenciados a muertepor su participación en el complot del20 de julio vieron aquí cumplidas suspenas; la primera ejecución se efectuó el8 de agosto de 1944.

Plötzensee es actualmente un reformatorio

juvenil rodeado de canales. Los altosmuros de la prisión encierran unpequeño recinto pavimentado rodeadode árboles. En 1951, en un pequeñoedifico de la penitenciaria se instaló elPlötzensee Memorial, en donde seexponen fotografías de los ajusticiados,así como documentos que ilustran sobrelas prácticas judiciales y penales delrégimen nazi. La cámara de ejecucioneses hoy un memorial dedicado a lasvíctimas. Fuera del edificio hay una granurna con tierra de todos los campos deconcentración.

Dirección: Hüttigpfad (MetroBeusselstrasse).

Horario de visita: Todos los días, de marzoa septiembre de 9 a 17 horas. Entreoctubre y febrero de 9 a 16 horas.

Página web: http://www.gedenkstaette-ploetzesee.de/index_e.html

FRANCIA

CASTILLO DE LA ROCHE-GUYON:

El castillo de La Roche-Guyon se encuentraen el pueblo del mismo nombre, en eldepartamento de Val d’Oise. Construidoen el siglo XII y ampliado en el XVIII, fue

elegido en febrero de 1944 por elmariscal Rommel para albergar elCuartel General del Grupo de EjércitosB.

Aquí, en la tarde del 20 de julio de 1944,los oficiales implicados en el complotintentaron ganarse el apoyo del mariscalVon Kluge, pero éste rechazó suspresiones y se mantuvo leal al régimennazi.

En los sótanos del castillo se construyeronbúnkers que fueron utilizados comodepósitos de armas, y que hoy se puedenvisitar. En agosto de 1944, la aviaciónaliada bombardeó el pueblo por error y

ocho bombas cayeron sobre el castillo;los daños fueron muy grandes y se tardóveinte años en devolver a la fortaleza elaspecto que tenía antes de la guerra.

Dirección: Rue de l’Audience, 1. La Roche-Guyon.

Horarios de visita: Consultar web.

Página web:http://www.chateaudelarocheguyo.fr

Los protagonistas

BECK, coronel general Ludwig. Educado enla tradición militar, llegaría a la jefaturadel Cuarto Militar del Reich en 1935,pero el creciente poder de las SS y lapolítica expansionista de Hitler lellevaron a presentar su dimisión en1938. Tras un período de retiro, se unióa la resistencia. En caso de triunfo delgolpe del 20 de julio hubiera sidonombrado jefe del Estado. Tras seraplastado el complot, se le permitiósuicidarse; erró el tiro en dos ocasionesy fue rematado.

BERNARDIS, teniente coronel Robert.Miembro del Estado Mayor General.Trasladado por razones de salud alMinisterio del Ejército en 1942.Participó en el golpe. Condenado yahorcado el 8 de agosto de 1944.

BOESELAGER, Barón Georg von.Hermano mayor de Philipp. Tenientecoronel de Caballería. Se implicó en elcomplot desde el primer momento.Planeó disparar a Hitler durante unavisita al frente ruso en 1943, pero notuvo ocasión de hacerlo. En el golpeayudó a conseguir una parte de losexplosivos y, junto a Philipp, hacérselosllegar a Von Stauffenberg. Pudo escapar

a la represión contra los implicados,pero murió en combate contra los rusosel 27 de agosto de 1944.

BOESELAGER, Barón Philipp von.Hermano menor de Georg. Teniente deCaballería. Su misión en el golpe eratrasladar una unidad de caballería desdeel frente a ruso a Berlín para ocuparvarios cuarteles de las SS. Al enterarsede que el atentado había fracasado, eltraslado se canceló. Boeselager seconvertiría en el último supervivientedel grupo de conspiradores, falleciendoel 1 de mayo de 2008 a los 90 años.

BONHOEFFER, Dietrich. Teólogo

protestante y profesor, miembro delServicio de Inteligencia (Abwehr).Sobrino del general Paul von Hase,implicado en el golpe.

BRANDT, coronel Heinz. Miembro delEstado Mayor General, asistente delgeneral Heusinger. Participó en elatentado de las botellas del 13 demarzo de 1943. En el atentado deStauffenberg fue quien cambió de sitio lacartera con la bomba, por lo que, enúltima instancia, fue quien salvó la vidaa Hitler. Murió en la explosión.

CANARIS, almirante Wilhelm. Jefe delServicio de Inteligencia (Abwehr).

Enfrentado a las SS, mantuvo contactoscon la resistencia. Tras el atentado fuearrestado y enviado al campo deconcentración de Flosenbürg. Fueejecutado el 9 de abril de 1945.

CORDS, capitán Helmut. Estaba a cargo dela seguridad de la Bendlerstrasse el 20de julio de 1944.

FAHRNER, profesor Rudolf. Miembro delcírculo de Stefan George. Catedrático dela Universidad de Heidelberg.

FEGELEIN, general de División de la SSHerman. Representante personal deHimmler en el Cuartel General deHitler. Estaba casado con Gretl,

hermana de Eva Braun. Sería ejecutadoel 28 de abril de 1945 acusado dedeserción.

FELLGIEBEL, general Erich. Jefe deComunicaciones de la Wehrmacht.

FINCKH, coronel Eberhard. Miembro delEstado Mayor General. Amigo deStauffenberg, de los tiempos del Colegiodel Estado Mayor. Oficial deIntendencia del Grupo de Ejércitos Suren Stalingrado. En junio de 1944 fuetrasladado a París como asesor delcomandante en jefe del frente occidental.Fue detenido tras el golpe, y ejecutadoen la cárcel de Plötzensee el 30 de

agosto de 1944.

FREISLER, Roland. Abogado y políticonazi. Presidente del Tribunal del Pueblode Berlín entre 1942 y 1944. Fue elencargado de juzgar a los implicados enel golpe.

FROMM, coronel general Friedrich (Fritz).Comandante en jefe del Ejército deReserva, en la Bendlerstrasse.Stauffenberg fue nombrado jefe de supersonal en junio de 1944. Ordenó elmismo 20 de julio la ejecución deStauffenberg y sus colaboradores, peroeso no le libró de ser posteriormenteejecutado a su vez por su relación con

los implicados en el golpe.

GEORGE, Stefan. Poeta. Era amigo de lostres hermanos Stauffenberg, de RudolfFahrner y del hermano mayor de AlbertSpeer. Stauffenberg lo consideraba elmás grande poeta de la época.

GERSTENMAIER, doctor Eugen. Profesorde teología de la Universidad de Berlín.Fue condenado a muerte por el Tribunaldel Pueblo, pero salió en libertad traspasar siete años en la cárcel. Sobrevivióa la guerra y llegó a ser presidente delBundestag.

GISEVIUS, Hans Bernd. Anteriormentemiembro de la Gestapo. Trabajó para el

Abwehr de Canaris desde Suiza.

GOEBBELS, Joseph. Ministro dePropaganda desde 1933. Estaba enBerlín el día del atentado y suintervención fue decisiva para sufracaso, aunque en un primer momentose mantuvo a la expectativa. Se suicidóel 1 de mayo de 1945.

GOERDELER, Carl Friedrich. Alcalde deLeipzig entre 1930 y 1937. Desde eseaño fue el principal líder de laresistencia entre la generación de másedad. Fue confidente de numerososcontactos fuera de Alemania, como losbanqueros suizos Jacob y Marcus

Wallenberg, a los que informaba sobrelos planes bélicos germanos. Tras elatentado contra Hitler buscó refugio enel campo, pero fue detenido, arrestado yconfinado en la cárcel de Plötzensee.Murió en la horca el 2 de febrero de1945.

GOERING, Hermann. Comandante en jefede la Luftwaffe. Pese a que estabaprevista su presencia en la conferenciaen la que estalló la bomba, no acudió aella. Condenado a muerte en Nuremberg,se suicidó el 15 de octubre de 1945.

HAEFTEN, Hans Bernd von. Antiguoalumno de Cambridge. Destinado en el

ministerio de Asuntos Exteriores durantela guerra. Colaboró con su hermano,Werner von Haeften.

HAEFTEN, teniente Werner von. Asistentede Stauffenberg. Anteriormente fueasesor jurídico. Se sumó al ministeriode Olbricht en noviembre de 1943.Ayudó a Stauffenberg a ejecutar elatentado, acudiendo con él a la Guaridadel Lobo. Fue fusilado junto aStauffenberg en el patio delBendlerblock, la misma noche del 20 dejulio.

HAGEN, teniente Albrecht von. Asesorjurídico de un banco antes de la guerra.

Prestó servicios con Stauffenberg enÁfrica del Norte, en la 10ª DivisiónAcorazada. Junto con Klamrothproporcionó los explosivos para elatentado del 20 de julio. Condenado amuerte y ahorcado el 8 de agosto de1944 por su implicación en el golpe.

HALDER, coronel general Franz. Jefe delEstado Mayor General entre 1938 y1942, cuando fue destituido por Hitler.Stauffenberg estuvo próximo a él desde1940, como subordinado y amigo.

HALEM, Nikolaus von. Trabajó en elMinisterio de Industria del Reich, enBerlín. Conspirador independiente, fue

uno de los primeros partidarios deasesinar a Hitler.

HANSEN, coronel Georg. Sustituyó aCanaris al frente del Abwehr en 1944.Se reunió a menudo con Stauffenberg enjunio y julio de 1944.

HARDENBERG, conde Carl Hans von.Terrateniente asociado a Von Tresckow.Se casó con Margarete von Oven.

HASE, teniente general Paul von.Comandante de Berlín. Tío del teólogoDietrich Bonhoeffer. Condenado amuerte y ahorcado el 8 de agosto de1944 por su implicación en el golpe.

HAYESEN, mayor Egbert. Ayudante de

campo del comandante municipal Paulvon Hase el 20 de julio. Uno de losoficiales de enlace del golpe.

HELLDOORF, conde Wolf Heinrich von.Presidente de la Policía de Berlín. Susegundo era Fritzi von der Schulenburg.

HIMMLER, Heinrich. Fundador de las SS.Jefe de la Gestapo desde 1936. Ministrodel Interior desde 1943. Pese a queestaba prevista su presencia en laconferencia del 20 de julio, no acudió aella al preverse breve por la visita deMussolini. Fue nombrado ese mismo díajefe del Ejército de Reserva paraabortar el golpe. Se suicidó el 23 de

mayo de 1945.

HOEPNER, coronel general Erich.Comandante de las fuerzas blindadas.Hasta noviembre de 1938, comandantede la 1ª División Ligera, en Wuppertal,a la que Stauffenberg se unió en veranode ese año. Destituido en diciembre de1941 por desobedecer instrucciones enel frente ruso. Durante el golpereemplazó a Fromm como comandantedel Ejército de Reserva, pero se mostródébil y poco resolutivo. Condenado amuerte y ahorcado el 8 de agosto de1944.

HOFACKER, teniente general coronel

Caesar von. Oficial de la Luftwaffe,prestó servicios como miembro delpersonal de Stülpnagel en Francia.Primo de Stauffenberg, fue iniciado en laconspiración el 25 de octubre de 1943,con ocasión de una visita a Berlín parauna boda familiar.

KALTENBRUNNER, teniente general delas SS Ernst. Jefe de Seguridad delReich. Participó en la represión delgolpe del 20 de julio. Responsable delos llamados Informes Kaltenbrunner aBormann y a Hitler relativos al atentado.Sentenciado a muerte en el Proceso deNuremberg y ejecutado el 15 de octubrede 1946.

KEITEL, mariscal de campo Wilhelm. Jefedel Alto Mando de las Fuerzas Armadasalemanas (OKW). Consejero militar máscercano a Hitler. Resultó ileso en elatentado del 20 de julio y ayudó a Hitlera salir del barracón en ruinas.Condenado a muerte en Nuremberg yejecutado el 15 de octubre de 1946.

KLAMROTH, teniente coronel Bernhard.Miembro del Estado Mayor General. Secree que, junto con Albrecht von Hagen,proporcionó los explosivos utilizados enel atentado. Fue detenido por suimplicación en el golpe y ejecutado el15 de agosto de 1944.

KLAUSING, capitán Friedrich Karl.Gravemente herido en el frente oriental,fue destinado al Ministerio del Ejércitoen 1944. El 11 y el 15 de julioacompañó a Stauffenberg al cuartelgeneral de Hitler, pues Werner vonHaeften estaba enfermo. Se interesó porla conspiración a través de Fritzi vonder Schulenburg. Condenado a muerte yahorcado por su implicación en el golpeel 8 de agosto de 1944.

KLUGE, mariscal de campo Günther von,también conocido como Hans.Comandante del Grupo de Ejército enFrancia. Era reacio a unirse a laconspiración y negó su apoyo a los

conjurados el 20 de julio, pero fueposteriormente destituido por Hitler, quedudaba de su lealtad. Optó por elsuicidio cuando fue reclamado a Berlín.

KRANZFELDER, capitán de corbetaAlfred. Oficial de enlace entre el AltoEstado Naval y el Ministerio deRelaciones Exteriores. Se unió aStauffenberg en cuanto éste llegó aBerlín para sumarse al personal deOlbricht. Intimo amigo de Berthold vonStauffenberg.

LANCKEN, teniente coronel Friedrich vonder. Ayudante de campo de Olbricht.Guardó en su casa de Potsdam los

explosivos utilizados en el atentado del20 de julio.

LEBER, Julius. Líder socialista alemán.Pasó cuatro años internado en camposde concentración. Estaba previsto quefuera ministro del Interior en caso detriunfar el golpe.

LERCHE, Anni. Secretaria de Olbricht en laBendlerstrasse.

LERCHENFELD, barón Gustav von. Suegrode Stauffenberg.

LINDEMANN, general Friedrich. Oficial deArtillería del Alto Mando. Su principaltarea consistió en realizar sondeos enlos cuarteles generales del Cuerpo,

cuyos comandantes o jefes eran antiguoscolegas suyos. Amigo de Stieff.

LINSTOW, coronel Hans Ottfried von.Miembro del Estado Mayor General.Jefe de personal del general Stülpnagel.

MANSTEIN, mariscal de campo Erich von.Se negó a implicarse en la conspiración,pese a la insistencia de Stauffenberg. En1949 sería condenado a dieciocho añosde prisión por un tribunal británico, peroposteriormente fue puesto en libertadpor motivos de salud.

MEICHSSNER, teniente coronel Joachim.Miembro del Estado Mayor General.Compañero de Stauffenberg en el

Colegio del Estado Mayor,permanecería leal a él. Al principioestuvo destinado en la SecciónOrganizativa del OKW, con acceso aHitler. Luego fue destinado al OKW enPotsdam-Eiche, pero todavía con accesoa Jodl o Keitel.

MERTZ VON QUIRNHEIM, coronelAlbrecht Ali Ritter. Miembro del EstadoMayor General. Fue un nazi convencidohasta que los excesos del régimencomenzaron a resultarle repugnantes.Amigo de Stauffenberg en el Colegio delEstado Mayor, le sucedió como jefe depersonal de Olbricht en junio de 1944.Su esposa Hilde llevaba un diario en el

que relataba los movimientos de losconjurados. Fue fusilado junto aStauffenberg.

MÜLLER, teniente general de la SSHeinrich. Jefe de la Gestapo. Eraconocido como “Gestapo” Müller.Participó en la represión del golpe.

MUMM VON SCHWARTZENSTEIN,doctor Herbert. Ex diplomático. Fuecolaborador de Nikolaus von Halen.

OERTZEN, mayor Hans Ulrich von.Miembro del Estado Mayor General.Oficial profesional en Comunicaciones.Íntimo amigo de Von Tresckow.

OLBRICHT, coronel general Friedrich. Jefe

de la Sección de Suministros delEjército de Reserva, luego comandantedel Ministerio del Ejército. Aunquesiempre receló de Hitler, le sirvió conbrillantez y abnegación, destacando porsu eficacia en las campañas de Francia yPolonia. Una vez que optó porinvolucrarse en la conjura, suparticipación sería decisiva en el diseñodel Plan Valkiria. Si Hitler hubieramuerto, estaba previsto que Olbrichtpasase inmediatamente a ocupar laOficina de Guerra, comandada ésta porel general Fromm. Una vez ahogado elgolpe, fue ejecutado por orden deFromm en el patio del Bendlerblock.

OVEN, Margarete von. Secretaria deStauffenberg y Von Tresckow.

REMER, mayor Otto Ernst. Comandante delBatallón de Guardias de Berlín, de laD i v i s i ó n Grossdeutschland. Alprincipio del golpe obedeció lasórdenes de los conjurados, pero despuéscontribuyó a sofocar la rebelión,siguiendo órdenes directas de Hitler.

ROMMEL, mariscal Erwin. Comandante delAfrika Korps y después del Grupo deEjércitos B en Francia. Se oponía alasesinato de Hitler. Los conspiradorestenían previsto ofrecerle el mando delEjército. Su implicación periférica en la

resistencia le supuso ser obligado asuicidarse el 14 de octubre de 1944. Fueenterrado con todos los honores.

SANDER, teniente coronel Ludolf Gerhard.Oficial de comunicaciones de laWehrmacht en la Guarida del Lobo.

SAUERBRUCH, profesor Ferdinand.Médico cirujano en cuya casaStauffenberg, que era amigo de su hijoPeter, conoció a otros conspiradoresmás veteranos.

SCHLABRENDORFF, mayor Fabian von.Oficial del personal de Von Tresckowen el frente oriental y oficial de enlaceentre éste y Berlín. Fue uno de los

impulsores del fracasado atentado delas botellas contra Hitler, el 13 demarzo de 1943.

SCHULENBURG, conde Friedrich Dietlofvon der. Vicepresidente de la Policía deBerlín bajo la presidencia de Helldorf.

SCHWEIZER, cabo Karl. Chófer deStauffenberg. No estaba implicado en elcomplot.

SCHWERIN VON SCHWANENFELD,conde Ulrich Wilhelm, capitán deIntendencia General. Actuó comointermediario entre los conspiradoresmayores.

SKORZENY, capitán de las SS Otto. Se

hizo célebre por rescatar a Mussolinidel Gran Sasso en 1943. Acudió a laBendlerstrasse para reprimir el golpe deEstado.

SPEER, Albert. Ministro de Armamentos yMuniciones. Estuvo junto a Goebbels el20 de julio. Condenado en Nuremberg aveinte años de prisión.

SPEIDEL, teniente general doctor Hans.Jefe de Personal de Rommel en el Grupode Ejército B, en La Roche-Guyon. Fuedestituido tras el atentado. Después dela guerra se incorporó al Ejército de laRepública Federal de Alemania.

STAUFFENBERG, conde Alexander von.

Hermano mayor de Claus y mellizo deBerthold. No estuvo implicado en laconspiración.

STAUFFENBERG, conde Alfred Schenkvon. Padre de Claus.

STAUFFENBERG, doctor Berthold Schenkvon. Hermano mayor de Claus, del queera muy amigo.

STAUFFENBERG, condesa CarolineSchenk von. De soltera, condesa VonÜxküll-Gyllenband, madre de Claus.

STAUFFENBERG, conde Claus Schenkvon. Hijo de una familia aristocrática,destacaba por su simpatía, elegancia,carisma y poder de persuasión. Al

principio aceptó la hegemonía nazi,hasta que la política de exterminio deque fue testigo en el frente del este leabrió los ojos sobre la verdaderanaturaleza del Tercer Reich,decidiéndose a conspirar contra él. Pesea la pérdida de un ojo, una mano y dosdedos en un ataque aéreo sufrido enTúnez, tomó la responsabilidad dellevar a cabo personalmente el atentado.Su intento de asesinar a Hitler fue el quemás cerca estuvo de su objetivo. Muriófusilado por orden del general Frommantes de que acabase esa misma jornada.

STAUFFENBERG, condesa Nina Schenkvon. De soltera, Freiin von Lerchenfeld,

esposa de Claus. Con él tuvo cincohijos: Berthold (1934), Heimeran(1936), Franz Ludwig (1938), Valerie(1940) y Constanze (1945).

STIEFF, general de División Helmuth. Jefede la rama organizativa del OKH,Mauerwald. En 1944 era el más jovenentre los generales. Supuestamente,intentó en alguna ocasión atentar contraHitler. Amigo de Lindemann.

STÜLPNAGEL, coronel general KarlHeinrich von. Gobernador militar enFrancia entre 1942 y 1944. Primerinstigador del golpe en Francia. Intentó,sin éxito, ganarse al mariscal Von Kluge

para la conjura. Tras el fracaso delgolpe se disparó en la cabeza, pero sólologró quedarse ciego. Fue ejecutado.

STUNDT, teniente general de las SS Rolf.Comandante de formación de las WaffenSS hasta que se le retiró de la acciónmilitar por cuestiones de salud.Desapareció en 1945.

THIELE, teniente general Fritz Walter.Oficial mayor de Comunicaciones en elOKH, Bendlerstrasse. Reclutado para laconjura por Fellgiebel, terminaronsiendo ejecutados juntos, pese a queintentó desmarcarse del golpe desde elprimer momento.

TRESCKOW, mayor general Henning von.Jefe de personal del Grupo de EjércitoCentral en el frente oriental. Uno de losprimeros instigadores de la conjura ycreador de la Operación Valkiria para latoma del poder. Un año antes ya habíaintentado matar a Hitler con un artefactocolocado en su avión. Su esposa, Erika,fue secretaria de Stauffenberg en Berlín.Al conocer el fracaso del golpe, huyóhacia el este, suicidándose con unagranada de mano.

WAGNER, general Eduard. General deIntendencia en el OKH, Zossen; encontacto diario con los departamentosde Fromm y Olbricht; se suicidó en

Zossen el 23 de julio de 1944.

WITZLEBEN, mariscal de campo Erwinvon. Comandante en jefe del Grupo deEjército Occidental desde marzo de1941 hasta febrero de 1942, año en elque se unió a la conspiración. Fue unode los conjurados de mayor edad. Dehaber triunfado el golpe, habría sidonombrado comandante en jefe delEjército alemán. Fue condenado amuerte y ahorcado el 8 de agosto de1944, en la cárcel de Plötzensee.

YORCK VON WARTENBURG, condePeter. Pertenecía al DepartamentoOriental del Ministerio de Economía

Militar. Anteriormente prestó servicioscomo oficial de tanques en la campañade Polonia. Primo de Stauffenberg, teníauna gran influencia sobre él. Fueahorcado el 8 de agosto de 1944 por suimplicación en el golpe.

ZEITZLER, coronel general Kurt. Jefe delEstado Mayor del Ejército que destinó aStauffenberg a África del Norte. Fue elsucesor del general Franz Halder.

ZIEGLER, Delia. Secretaria de Olbricht yStaffenberg en la Bendlerstrasse.

Filmografía

ES GESCHAH AM 20. JULI (1955)

País: Alemania.

Director: Georg Wilhelm Pabst.

Guión: Gustav Machaty.

Intérpretes: Bernhard Wicki, Karl LudwigDiehl y Carls Wery.

LA ROSA BLANCA (1982) Titulo original:Die weisse Rose.

País: Alemania.

Director: Michael Verhoeven.

Guión: Michael Verhoeven y Mario Krebs.

Intérpretes: Lena Stolze, Wulf Kessler yOliver Siebert.

THE PLOT TO KILL HITLER (1990)Producción para TV

País: Estados Unidos.

Director: Lawrence Schiller.

Guión: Steven Elkins.

Intérpretes: Brad Davis, Madolyn SmithOsborne y Ian Richardson.

REBELDES DEL SWING (1993) Título

original: Swing Kids.

País: Estados Unidos.

Guión: Jonathan Marc Feldman.

Director: Thomas Carter.

Intérpretes: Robert Sean Leonard, ChristianBale y Frank Whaley.

DIE STUNDE DER OFFIZIERE (2004)Producción para TV.

País: Alemania.

Director: Hans-Erich Viet.

Guión: Hans Christoph Blumenberg.

Intérpretes: Harald Schrott, Bernard Schütz

y Tilo Prückner.

OPERACIÓN WALKIRIA (2004) Títuloo r i g i n a l : Operation Valkyrie.Producción para TV

País: Alemania.

Director: Jo Baier.

Guión: Jo Baier.

Intérpretes: Sebastian Koch, ChristopherBuchholz y Ulrich Tukur.

SOPHIE SCHOLL: LOS ÚLTIMOS DÍAS(2005) Título original: Die letzten Tage.

País: Alemania.

Director: Marc Rothemund.

Guión: Fred Breinersdorfer.

Intérpretes: Julia Jentsch, Alexander Held yFabian Henrichs.

VALKYRIE (2009)

País: Estados Unidos-Alemania.

Director: Bryan Singer.

Guión: Christopher McQuarrie y NathanAlexander.

Intérpretes: Tom Cruise, Carice van Houten,Kenneth Branagh y Stephen Fry.

Bibliografía

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El autor agradecerá que se le haga llegarcualquier comentario, crítica osugerencia a las siguientes direcciones

de correo electrónico:

[email protected]

[email protected]

Notas

[1] En los Archivos Nacionales deEstados Unidos en Virginia se encuentrael diario de guerra de la sección deorganización del Estado Mayor, queproporciona información de ciertointerés sobre las actividades deStauffenberg. En unos archivosalemanes, en Freiburg, se hallan algunasórdenes que Stauffenberg elaborócuando era director del Grupo II de laSección de Organización. <<

[2] La plaza en la que se encuentra el hallcentral de la Universidad de Munich, endonde fueron arrojadas las últimasoctavillas, fue rebautizada después de laguerra como “Geschwister-Scholl-Platz” (Plaza de los Hermanos Scholl),en recuerdo de Hans y Sophie Scholl, yla plaza contigua recibió el nombre de“Professor-Huber-Platz”, comohomenaje al profesor Huber. Hoy díapueden encontrarse por toda la geografíaalemana colegios, calles y lugares quellevan el nombre de los miembros de laRosa Blanca. <<

[3] Ver Anexo 1. <<

[4] El coronel barón Von Freytagh-Loringhoven había sido jefe del Abwehren el Grupo de Ejércitos Centro, delfrente oriental, donde el general VonTresckow era el cerebro de laoposición. A finales de 1943, VonFreytagh-Loringhoven accedió a lajefatura de la sección de sabotaje delservicio central del Abwehr en Berlín,bajo las órdenes del almirante Canaris.Gracias a su cargo, es de suponer quepudo interesarse sin despertar sospechaspor los explosivos que solían lanzar losingleses desde el aire con destino a lossaboteadores de los territorios

ocupados. <<

[5] El momento más difícil a lo largo dela carrera militar de Günther Von Klugefue cuando se encontraba a las puertasde Moscú, en diciembre de 1941.Advirtiendo la necesidad imperiosa deuna retirada limitada, telefoneó envarias ocasiones a Hitler para que lepermitiese ordenar el repliegue, perochocó siempre con la irracionalobstinación del Führer. Obligado amantener las precarias posicionesdefensivas que ocupaban en esemomento, Von Kluge actuó con decisióny logró evitar que los rusos rompiesen elfrente y provocasen una desbandada en

las tropas alemanas.

Aunque Von Kluge era una de las figurasmás respetadas en el Ejército alemán,eso no fue obstáculo para que fueraobjeto de las envidias de suscompañeros, que lo apodaron “Hans, elsabio” (Kluge Hans), haciendo un juegode palabras con el nombre por el que seconocía a un famoso caballo que, aprincipios de siglo, había demostradoposeer una asombrosa capacidad pararealizar operaciones matemáticas. <<

[6] Los ensayos realizados con losexplosivos británicos demostraron susuperioridad respecto a los germanos, alproporcionar una gran potenciadestructora en un tamaño muy reducido.Además, el sistema de explosión deestos artefactos ideados por los inglesesera sencillo y silencioso, sindesprendimiento del habitual humodelator, pues bastaba con romper unaampolla de cristal que contenía ácido;este ácido se encargaba de corroer unalambre fino que sostenía un resorte, elcual, al saltar tras la rotura del alambre,liberaba el percutor que provocaba la

explosión. Este sistema permitía decidir,con un margen de error no muy elevado,el momento en el que debía estallar labomba; existía una gama de alambresque, dependiendo de su diámetro,tardaban un tiempo determinado enromperse. Aunque hoy día puedaparecer un método muy pocosofisticado, en ese momento eraconsiderado innovador. Stauffenbergdispondría de ese sistema de activaciónde la bomba para llevar a cabo suatentado. <<

[7] Esa conferencia diaria era el actocentral en la vida cotidiana de Hitler;además de ser el eje de su rutina diaria,constituía la máxima expresión de sumando militar. En el verano de 1944, laépoca en la que se efectuaría elatentado, esas reuniones se celebrabanhacia el mediodía o a primera hora de latarde, normalmente a la una.

La llegada de Hitler a la sala seanunciaba con las palabras “MeineHerren, der Führer kommt!” (“Señoresmíos, viene el Fürher”). Todos losasistentes le saludaban a la manera nazi

y Hitler estrechaba la mano a cada unode los presentes. Con la ayuda degrandes mapas confeccionados por losdepartamentos de operaciones de losestados mayores, Hitler era informadode las últimas noticias en el frente.

Las conferencias se solían prolongar almenos dos horas pero, si la situación lorequería, podían durar hasta cinco oseis. Las Führerlage no se desarrollabansegún criterios operativos; cuando untema centraba su atención, Hitler podíaestar hablando durante horas, disertandosobre las características técnicas delarmamento o cifras de producción, paralo que tenía una memoria asombrosa.

Además, Hitler se implicaba en lasdecisiones tácticas más insignificantes,dando órdenes de desplazamiento detropas a escala de batallón o compañía,transmitiéndose de inmediato a lospuestos de mando sobre el terreno parasu ejecución. Para disponer de másinformación, el dictador reclamabamapas más precisos, lo que suponía unacarga extra de trabajo. Todo ello hacíaque los generales que acudían a estasreuniones diarias se desesperasen alcontemplar semejante pérdida de tiempopero, obviamente, nadie se atrevía aplantear una queja. <<

[8] Aunque es frecuente encontrar fuentesque aseguran que la reunión se celebróen un lugar distinto al habitual, en elInforme Kaltenbrunner se indicaríaclaramente lo contrario: “El lugar delacto fue la sala en la que siempre semantenían las conversaciones”. Asípues, no es cierto que Stauffenberghubiera tenido que realizar el atentadoen un lugar imprevisto, tal como suelecreerse. <<

[9] La tenaza estaba especialmenteadaptada para Stauffenberg, teniendo encuenta que sólo contaba con los tresdedos que le quedaban en la manoizquierda. No se sabe si fue él o bienHaeften el que rompió esa primeracápsula, pero es probable queStauffenberg, a quien no le gustabaeludir ninguna responsabilidad,asumiese ésta sin dudarlo. <<

[10] Existen otras versiones sobre esosinstantes. Algunos autores, como IanKershaw, apuntan a que Stauffenberg nocerró la puerta tras la irrupción delsargento Vogel, sino que ésta quedóabierta, con Vogel esperando en elumbral, y que Freyend gritó desde elpasillo a Stauffenberg para que se dieraprisa. Si sucedió así, está claro que nohubo ninguna opción de montar elsegundo detonador. <<

[11] El doctor Morell se había convertidoen el médico personal de Hitler. Era elespecialista de moda en Berlín paraenfermedades de la piel y venéreas, ytras obtener la confianza del Führer,desbancó a los otros médicos que seencargaban de su salud, que le acusabande ser un charlatán. Morell inyectaba aHitler, casi a diario, una cantidaddesmedida de sustancias: sulfonamidas,hormonas, productos glandulares osimple glucosa. Se cree que llegaba aadministrarle un total de 28 específicosdistintos. Con el paso del tiempo,Morell tuvo que recurrir a

medicamentos cada vez más fuertes yfrecuentes, lo que le obligaba ainyectarle después sedantes paracontrarrestar el efecto de los primeros.Esta medicación contraproducentepodría explicar algunas de las, cada vezmás frecuentes, reacciones explosivasde Hitler. <<

[12] Brandt había participado el añoanterior en el atentado de las botellas,ayudando a introducir la bomba en elavión de Hitler. Tras ese fracaso, sehabía desligado de los conspiradores,por lo que desconocía que estaba apunto de realizarse el atentado. <<

[13] Otra versión apunta a que losconspiradores no esperaron el estallidode la bomba, sino que rápidamentesubieron al vehículo para emprender elcamino del aeropuerto antes de que laalarma impidiese el paso por lospuestos de control. Según esta versión,que denotaría un comportamiento máslógico de los implicados, cuandoexplotó el artefacto Stauffenberg yHaeften ya habían pasado por la barreradel área de seguridad I y se dirigían a ladel área II. <<

[14] Esta observación de Stauffenbergtiene pocos visos de ser cierta. Siemprendieron la huida en cuanto estallóla bomba, es improbable que al pasarjunto al barracón de conferencias yaestuvieran los equipos sanitariosponiendo a salvo a los heridos. Tambiénes poco probable que esperasen en elvehículo a que éstos llegasen, puestoque la prioridad era traspasar lospuestos de control antes de que se diesela alarma. Así pues, todo indica que fueuna fabulación de Stauffenberg parasostener su afirmación de que Hitlerhabía resultado muerto en el atentado.

<<

[15] Aunque está comúnmenteestablecido que la explosión se produjoa las 12.42, realmente se desconoce lahora exacta en la que ésta se produjo.Joachim Fest (Staatsreich, 1994) yNicolaus von Below (Als HitlerAdjutant, 1980), entre otros, adelantandos minutos el momento del estallido,pero lo máximo que se puede concretares que la deflagración ocurrió entre las12.40 y las 12.50. <<

[16] Para conocer el balance completo devíctimas, ver Anexo nº 2. <<

[17] El que el avión de Stauffenbergllegase a Rangsdorf es un dato sujeto acontroversia. Ian Kershaw cree que elHeinkel 111, por motivos desconocidos,se vio forzado a aterrizar en elaeropuerto de Tempelhof o en cualquierotro aeródromo de Berlín, lo queexplicaría el hecho de que Stauffenbergno hallase ningún vehículo a sudisposición. Si sucedió así, puede quesu chófer, Schweizer, le estuvieraesperando en Rangsdorf, al suponer queaterrizaría allí. <<

[18] Las versiones sobre cómo seprodujeron las llamadas entre losconjurados de la Guarida del Lobo y laBendlerstrasse son muy divergentes. Laaquí referida es una más, sin que tengamás visos de ser cierta que otras. Porejemplo, algunos apuntan a que laprimera llamada desde el CuartelGeneral de Hitler no la hizo Fellgiebel,tal como estaba previsto, sino su jefe deEstado Mayor, el coronel Hahn. Otrasversiones prescinden del capítulo de lasecretaria de Thiele y aseguran que ésterecibió directamente la llamada desde laWolfsschanze. Lo único fuera de toda

duda es que las informaciones eran losuficientemente ambiguas como para quelos conjurados percibiesen de inmediatoque el atentado no había salido según loprevisto. <<

[19] Ver Anexo 3. <<

[20] Ver Anexo 4. <<

[21] Existen varias versiones sobre lasúltimas palabras de Stauffenberg. Engeneral, está aceptado que fueron lasque aquí se reflejan, pero según elhistoriador Wolgang Müller fueronsimplemente “¡Viva Alemania!”, o“¡Viva Alemania libre!” para elhistoriador Hans Hagen. Según otros,Stauffenberg se limitó a gritar“¡Alemania!”. <<

[22] Antes del fin de la guerra, Remerlogró los brillantes para su Cruz deCaballero y ascendió a mayor general.Tras la contienda fue el autor del mitodel Dolschloss, que sostiene que elderrotismo de los conspiradores impidióa Hitler la victoria. Tal mentira seincorporó al ideario del PartidoSocialista Alemán, de carácter neonazi,que fundó Remer en 1950. La justiciaalemana le condenó en octubre de 1992a veintidós meses de cárcel por“incitación al odio, la violencia y elracismo”, al publicar en la revistaRemer Depeche que las cámaras de gas

de los campos de concentración noexistieron, y que fueron un invento delos judíos para “extorsionar al puebloalemán”.

Otto Remer falleció el 4 de octubre de1997, a los 84 años de edad, en su casade Marbella. Postrado en un sillón yconectado a una bombona de oxígeno,Remer pasó allí los tres últimos años desu vida junto a su esposa, tras serprotagonista de una inesperadacontroversia judicial. Ante la solicitudde extradición por parte de la justiciagermana, el juez Baltasar Garzón ordenóel 1 de junio de 1994 la detención delexmilitar nazi en el aeropuerto de

Málaga, dictando prisión atenuada. Peroen febrero de 1996 la AudienciaNacional denegó la extradición deRemer, al no existir ese delito enEspaña. En los últimos años de su vida,Remer guardó silencio ante los mediosde comunicación, a los que acusó de“manipular” su comportamiento. <<

[23] ¡Camaradas alemanes y alemanas!<<

[24] Para conocer el texto completo de laalocución radiofónica de Hitler, verAnexo nº 5.

A continuación se escuchó un mensajede Goering al personal de la Luftwaffe,reproducido en el Anexo nº 6, y otro deDoenitz al de la Marina de guerra,transcrito en el Anexo nº 7.

Se desconoce la razón por la que Hitlertardó tanto en emitir un mensajeradiofónico. A media tarde preguntócuándo estaría todo preparado parapoder radiarlo, y le dijeron que sobrelas seis de la tarde, pues el equipo para

la transmisión debía llegar por carreteradesde Königsberg. Sin embargo, pareceser que los técnicos de la emisorahabían ido a la playa para combatir elcalor, y que no regresaron hasta últimahora de la tarde. A este retraso se uniódespués el desinterés de Hitler porefectuar la alocución, por lo queGoebbels insistió telefónicamente anteel dictador para que éste dirigiese unaspalabras al pueblo alemán. <<

[25] De acuerdo con los principiosexpuestos por Himmler, fuerondetenidos todos los familiares de loshermanos Stauffenberg, incluyendo a unniño de tres años y al padre de un primosuyo, de ochenta y cinco años de edad.Afortunadamente, los deseos deHimmler de exterminar a toda la familiaStauffenberg “hasta el último eslabón”no se cumplirían. La extensión de laresponsabilidad a toda la familia sí quealcanzó a otros implicados, comoGoerdeler, Von Tresckow, Von Kleist,Yorck o Haeften, entre muchos otros. <<

[26] El Tribunal de Honor militar sereunió por primera vez el 4 de agosto de1944. En esta sesión y las tressiguientes, celebradas el 14 y 24 deagosto, y el 14 de septiembre, fueronexpulsados del Ejército un total de 55oficiales. El general Guderian escribiríamás tarde que participó en el procesoporque recibió orden de asistir, y que lohizo a regañadientes, faltando a algunassesiones. <<

[27] Roland Freisler continuaríaejerciendo su detestable labor como juezdel Tribunal del Pueblo hasta la mismafecha de su muerte, el 3 de febrero de1945. Ese día, este tribunal estabacelebrando un juicio contra el tenienteFabian von Schlabrendorff, tambiénimplicado en el complot del 20 de julio.En el curso del interrogatorio, Freislertrató de intimidar a Schlabrendorffdiciéndole que, si de él dependiera, “lofusilaría y lo mandaría directo alinfierno”, a lo que Schlabrendorff ledesafió replicando que “con sumo gustole permitiría que fuera delante”. El

juicio hubo de ser momentáneamentesuspendido debido a una alarma aérea.A resultas del bombardeo aéreo, uno delos más duros que sufrió Berlín, la sededel Tribunal del Pueblo quedódestruida. Entre las víctimas del ataquehubo que contar al propio RolandFreisler. El magistrado nazi fueencontrado debajo de una columna, conel expediente de Schlabrendorff en lamano. El juez que le siguió en la causaabsolvería a Schlabrendorff por falta depruebas. Freisler fue enterrado en elmausoleo familiar de forma anónima. Nose le rindieron funerales de Estado porórdenes expresas de Hitler, quizás

debido a su pasado comunista. Sus hijos,avergonzados por la abyecta trayectoriade su padre, dejaron de utilizar elapellido Freisler, aunque su viuda siguiócobrando la pensión de viudedad muchotiempo después de haber concluido laguerra. <<

[28] Aunque la lógica hace pensar queHitler tuvo que ver la película de lasejecuciones, tal como aquí se refleja,este dato está sujeto a controversia. Nohay acuerdo sobre si realmente eldictador vio la cinta y, si fue así, encuántas ocasiones asistió a suproyección. Por un lado, Albert Speerexplicó en junio de1971, en unaentrevista para la revista Playboy, queHitler la vio muchas veces, en una claramanifestación de sadismo; en el otroextremo, Walter Frenz, cámara deHitler, aseguraría mucho después de laguerra que, en efecto, la película llegó

hasta la Guarida del Lobo, pero que eldictador no mostró interés por asistir asu proyección y que el único que la viofue Fegelein. <<

[29] Una referencia a la proyección deesta película formaría parte de unincidente diplomático entre Alemania eIsrael en mayo de 1981. A su regreso deun viaje a Arabia Saudí, el cancillerfederal Helmut Schmidt manifestó quelos palestinos “tienen derecho a laautodeterminación y a la creación de unEstado”. Estas palabras no sentaron bienal primer ministro israelí, MenahemBeguin, que acusó al canciller federal deestar “ansioso de dinero” y de ser“arrogante”.

Pero Beguin fue todavía más lejos,

cuando habló de “la arrogancia de unhombre que en una sala determinada, enpresencia de Hitler, fue testigo de cómofueron ahorcados con las cuerdas depiano los generales que en 1944quisieron liquidar al demonio. Yo creoque no soy el único que sabe quiénestuvo allí presente, cuando Hitler y suscompañeros de ideología aplaudían,mientras los generales moríanlentamente”. Beguin sacó así a relucir unpunto oscuro de la biografía de Schmidt,que ha sido motivo de discusión.Durante la Segunda Guerra Mundial, elentonces teniente Schmidt asistió alproceso contra los militares que

atentaron contra la vida de Hitler en1944; este hecho está comprobado, perola afirmación de Beguin de que Schmidtasistió a la proyección de la película enuna sala donde estaba Hitler es bastanteimprobable. <<