OPINIÓN CRÍTICA
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El lenguaje clásico de la arquitectura: desde L.B. Alberti a Le Corbusier Miguel Churruca Echeverria John Summerson
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OPINIÓN CRÍTICA
El libro que se nos presenta trata de una recopilación de entrevistas radiofónicas, con un claro fin didáctico,
no se trata de un artículo de divulgación científica. Es por esto que comienza en su primer capítulo (Lo
esencial del clasicismo) a darnos una serie de claves, que se supone conocemos de sobra, y que tendremos
que tener en cuenta durante el resto de la publicación.
Tal y como su propio nombre indica, nos indica grosso modo, lo más importante del mundo clásico: dónde
se desarrolla, cuáles son sus elementos principales, cómo han llegado a nuestros tiempos... La antigüedad
clásica a la que se refiere constantemente es Grecia y, mucho más especialmente, Roma.
De estas culturas nos habla de su arquitectura basada en la columna: el elemento arquitectónico de mayor
importancia, y que más tarde recobrará la importancia que pierde tras el Medievo. El orden viene recogido
desde la antigüedad en los 10 libros de Vitruvio, de Architectura. En este documento viene recogido los tipos
de órdenes que se usaban y el porqué de cada cual, el dórico se supone representa el vigor de un hombre, el
corintio el de una mujer joven, y el jónico está a caballo entre ambos.
El uso de estos órdenes es lo que el carácter propio de cada edificio y la superposición de los órdenes es la
herramienta utilizada por los arquitectos en obras que van desde el Coliseo hasta el Palacio Rucellai más de
1400 años después.
Aparte de elementos físicos, la arquitectura de aquella época tiene unas leyes o reglas intrínsecas que han
llegado a épocas posteriores, como la simetría, o la proporción que prácticamente marca toda la
composición. La proporción es una cualidad de los edificios que supone la tradición clásica están bien
construidos. No por esto debemos considerar, dice Summerson, que todos los edificios proporcionados son
clásicos.
Ya en el segundo capítulo, La gramática de la antigüedad, Summerson comienza a analizar en detalle los
órdenes y las piezas de los que se componen, las basas, los frisos, el conjunto de los entablamentos… Nos
explica que no existía un orden dórico puro o canónico, ni uno jónico, sino que existían diferentes
variaciones dentro de cada orden, dependiendo de la obra en la que se encontrase o el arquitecto que lo
realizase.
Además, dice Summerson, la columna en Roma, a diferencia de en Grecia, no es un simple elemento de
sustentación, es el elemento compositivo principal de una obra, y se puede encontrar en diferentes
posiciones. Habla de las columnas exentas, de las que tienen medio cuerpo introducido en el muro, de las de
tres cuartos, y de las pilastras, como proyección plana de la columna o quizá como columna de sección
cuadrada. La utilización de estas posiciones de la columna iban determinadas por el arquitecto, según
quisiera que el volumen sobresaliera más o no, o según quisiera que la columna fuera estructural o
simplemente ornamental y compositiva.
Summerson también empieza en este capítulo a analizar la importancia del intercolumnio y de las medidas
de este. Muchas de estas distancias son proporcionales al diámetro de la columna, por lo que es muy
importante dar con una proporción adecuada ya que la sensación que produce cada intercolumnio depende
en gran medida de estas proporciones.
Durante el tercer capítulo, Summerson nos introduce en el Renacimiento, y principalmente en la evolución
que se da desde el primer Renacimiento de Bramante, con sus modos de hacer arquitectura tan canónicos,
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hasta el ya casi manierismo de Miguel Ángel. Sin embargo no se detiene demasiado en la explicación de las
características de este movimiento arquitectónico, aparte de decir que se sustenta en la tradición clásica
Romana, y que tras la traducción de los libros de Vitruvio los órdenes acaban siendo canonizados, casi
sagrados. Por esta razón los primeros arquitectos del Renacimiento son tan fieles a la cultura clásica, pero
siempre entendiendo que se encuentran en un periodo muy posterior, y que sus obras no son copias de lo
clásico, sino adaptaciones contemporáneas o evolución de la poco explotada arquitectura en la Roma
clásica.
Uno de las obras más representativas de Bramante es el Templete de San Pietro in Mantorio, que, tal y cómo
hemos dicho, se trata de una reinterpretación de la cultura romana (los tholos) que nos da a entender como
son las obras del Renacimiento más canónicas. Es un templo de planta circular, con columnas rodeando el
perímetro del mismo, y en el espacio que en la tradición clásica sería la cella, proyecta las columnas a modo
de pilastras intentando demostrar la perfección de los órdenes en la arquitectura. Sin embargo, en esta obra
coloca una linterna en la parte superior de la cúpula.
Este lenguaje arquitectónico de base en la tradición clásica y unos cánones tan marcados, va evolucionando
a medida que diferentes autores van añadiendo su propia interpretación de lo clásico, flexibilizando de
alguna manera los cánones e incluso llegando a una subcorriente del Renacimiento que podría ser el
manierismo, que manipula los cánones para dar al edificio otro carácter más marcado.
Un referente del Renacimiento Alto podría ser Giulo Romano, precursor de la utilización del sillar
almohadillado, como bien se explica en este capítulo, y que llega al culmen de su obra con el Palazzo de Te,
en el que combina este almohadillado rústico, con elementos característicos de la antigüedad clásica, quizá
para reivindicar la monotonía del Renacimiento.
Para finalizar este tercer capítulo, el autor nos habla de Miguel Ángel. Este artista del Alto Renacimiento se
considera a sí mismo escultor, aunque sus obras de arquitectura no tienen par. Lo que le diferencia del resto
es que sigue esta tendencia manierista iniciada por Giulio.
Miguel Ángel introduce en la arquitectura de la época elementos arquitectónicos como el orden gigante, o
los frontones y entablamentos quebrados, la combinación de un frontón triangular y otro semicircular etc.
Una de las obras más destacadas citadas en este libro es la Capilla Nueva de los Médici, en la que se toma
una libertad escultórica nunca antes vista y con la que genera un juego de luces y sombras provocado por los
volúmenes salientes y entrantes nunca antes visto. La composición parietal de esta obra se sale por todos los
lados de los cánones establecidos anteriormente.
En el siguiente capítulo habla del origen del Barroco como una evolución del manierismo, es decir que el
manierismo pudiera ser un estilo de transición entre el Renacimiento y el Barroco, aunque seguidamente se
retracta. Sin embargo, el manierismo sirve de referencia de otras corrientes arquitectónicas futuras como el
estilo victoriano.
Dentro del estilo Barroco uno de los arquitectos más influyentes de la época es Bernini. El autor nos habla
de cómo ha cambiado la proporción en esta época y pone como ejemplo la plaza de Bernini con su bosque
de columnas de 15 metros en el que te ves albergado y el sol apenas penetra. El tipo de columnas que coloca
también es de estilo completamente suyo, aunque se dice que son dóricas por el capitel.
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Otra obra que contiene este lenguaje barroco, es la fachada oriental del Louvre, ya en Francia. Este proyecto
que salió a concurso y en el que participó Bernini, fue encargado finalmente a 3 franceses, Le Vau, Le Brun y
Perrault. La obra es un completo acierto dentro del contexto de la arquitectura barroca, que plantea un
retranqueo en el muro que propicia un pórtico a sus pies.
En el quinto capítulo, Summerson explica cómo la sociedad había estado buscando referentes de la
antigüedad prácticamente para cualquier obra arquitectónica. Sin embargo, el referente de toda esta cultura
ha sido siempre el romano, quizá por cercanía geográfica. Sin embargo, es por todos sabido que la cultura
romana debe la gran mayoría de sus tradiciones a la cultura anterior griega. Lo que plantea el filósofo
francés Laugier es echar la vista más atrás de Roma, y fijarse en la cultura de la que es deudora, Grecia. De
esta manera se quiere conseguir un referente más puro y más primitivo también que la tradición que solían
escoger como referente.
Sin embargo, la Grecia de aquella época apenas había sido estudiada ya que pertenecía al Imperio Otomano
y por tanto era un territorio ciertamente hostil. A pesar de eso, se llegó a ir a Grecia y se volvió con
numerosas traducciones y dibujos que contaban cómo era la Grecia clásica.
Estos descubrimientos llevaron a la creación de una corriente alternativa, llamada greek revival , que aparte
de tener un éxito escaso, lo que consiguió, en opinión del autor del libro es, un paso atrás en la arquitectura
de aquella época, surgiendo edificios cuya manera de interpretar la cultura griega es simplemente adherir
unas cuantas columnas griegas a cualquier edificio.
Esta corriente también hizo que surgiera gente como John Soane, que lejos de colocar unas cuantas
columnas, se centró en la arquitectura primitiva griega, la cabaña, y con lo cual, dejó de lado los órdenes, y
de paso cualquier tipo de ornamento.
En el último capítulo, el autor nos habla de las corrientes arquitectónicas más cercanas a las
contemporáneas, la arquitectura moderna. El movimiento moderno se origina en 1914 y de manera casi
opuesta a las corrientes surgidas hasta entonces, tiene una razón de ser puramente funcionalista. A partir
de este momento se queda atrás cualquier tipo de formalismo y los arquitectos centran su atención en la
manera de construir sus obras, y su eficiencia funcional. Todo lo que se aparte de eso, no es necesario de
construir.
Una corriente arquitectónica surgió a partir de la mirada a las catedrales góticas. De ese reto tecnológico que
supusieron, algunos arquitectos comenzaron a introducirse en el mundo del hierro y el vidrio.
Otros arquitectos como Behrens o Perret, rechazaban también los órdenes clásicos, no obstante, la manera
de componer no se alejaba demasiado de las arquitecturas clásicas. Le Corbusier, sin embargo, deja atrás
cualquier tipo de vestigio clásico e introduce una manera de componer que nunca se había visto antes, la
modulación.
Fue Le Corbusier un pionero en introducir el concepto de la medida humana en la arquitectura. Creó un
sistema de proporciones, a partir de un arquetipo de hombre de 1’83 metros, de manera que la arquitectura
que crea está pensada para la escala humana.
John Summerson dice que a día de hoy, se ha perdido el contacto con el lenguaje clásico, y que es
ciertamente difícil encontrar cualquier tipo de referencia de Grecia o Roma en la arquitectura actual.
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Sin embargo, yo opino que no es que se haya perdido o disipado de algún modo aquella manera de
proyectar. Mi opinión es la de que la arquitectura actual es la herencia de todas las etapas por las que ha
pasado. No se puede olvidar la historia, y aunque ahora no se tomen referentes clásicos, se siguen tomando
referentes de manera que la historia sigue vigente de algún modo.
Además, la mayoría las obras de arquitectura universales, desde el Partenón hasta la Villa Saboya de Le
Corbusier siempre son utilizados como ejemplos del culmen de diferentes etapas por lo que es bastante
ingenuo pensar que se va a perder el contacto con ellos.