Opinion Es
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Memorias de un juez nos permite fortalecer nuestra vocación y ser inspiración de
una justicia pronta y predecible. Se ha dicho siempre que una verdadera justicia es
realizada por un ser humano con condiciones especiales. En ese sentido, García
Rada exige que un magistrado debe ser honrado, tener formación profesional,
seguridad en la orientación de los procesos y dedicación absoluta, concluyendo
que la honradez es la primera y más importante condición que debe tener un juez:
faltando ella, falta todo. Más que jueces sabios, necesitamos jueces honestos,
decía.
Para ser un buen magistrado es necesario tener el sentimiento de justicia y dolor
por la injusticia, que no sea indiferente al conflicto humano, que nunca se abrume
a la carga procesal y no permita convertirse en un ser insensible e impasible con
la justicia; que entienda que un expediente judicial, compuesto por una serie de
papeles, contiene vidas humanas que tienen sed de justicia.
Como no identificarse con Memorias de un juez si cada relato nos marca un
derrotero, una línea de conducta; además, nos enseña y nos recuerda que “la
circunstancia de que el magistrado tenga en sus manos la suerte de una familia, el
porvenir económico de un hogar, la vida, la libertad y dignidad de la persona
humana, la estabilidad de un matrimonio, hace que reúna en sus manos tal suma
de atribuciones que ningún otro funcionario lo iguala”.
Por ello, afirmaba el honorable magistrado, que ser al mismo tiempo juez y
hombre es un dilema dramático porque para administrar justicia con imparcialidad,
el juez debe despojarse de sus debilidades, prejuicios y deseos.
Estas breves anotaciones solo intentan recuperar y poner en vigencia la memoria
de un magistrado que nos permite a los jueces fortalecer nuestra vocación, así
como motivar a los jóvenes que pretenden seguir la magistratura a asumirla con
honestidad.
El doctor Domingo García Rada, en su libro Memorias de un Juez, señala: "El
magistrado tiene en sus manos la suerte de un patrimonio, el honor de una familia
o la vida de un individuo, es decir tal suma de poderes, facultades de tanta
importancia para el ser humano, que ni el mismo jefe de Estado las posee. Podrán
los políticos manejar los grandes intereses del país, los legisladores las leyes que
enrumben a la nación, pero queda a los jueces procurar la felicidad del pueblo.
Los jueces honestos y sabios aseguran las paz social y los individuos podrán estar
tranquilos sabiendo que en caso de conflicto con particulares o de abuso del poder
público, tienen quien defienda y ampara sus derechos... De muchas cosas puede
prescindir el Estado moderno; de lo que no puede privarse es de la judicatura.
Existen países que no tienen ejército, pero no los hay sin jueces; si lo suprimimos
volvemos a la ley de la selva, regresamos a la justicia por mano propia,
retrocedemos miles de años de civilización".