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Encuentro Solidario 2013 Alfonso Sánchez, CSsR Orar con los Salmos

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Encuentro Solidario 2013 Alfonso Sánchez, CSsR

Orar con los Salmos

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Introducción

“Los salmos son una joya lírica hebrea, tesoro de lahumanidad. Aquí el hombre se trasciende y se sienteinterlocutor de Dios. No tienen igual en la literatura religiosauniversal”.

“Los salmos son oraciones universales al alcance de todos.Oraciones profundamente antropológicas, humanas, comosi nacieran de las mismas entrañas del ser humano: semillasde Dios sembradas en el corazón del hombre”.

Los salmos son oraciones del pueblo judío, escritos en unmomento determinado que responden a su historia encircunstancias muy concretas. Con todo, los rasgos máscaracterísticos responden al ser humano. Los sentimientosque expresan y se repiten son muchos y variados. En ellosconstatamos la alabanza, el canto y acción de gracias, elgozo y la confianza, el arrepentimiento y temor, la aflicción,compasión y el dolor… “Los salmos son en gran parte líricade sentimientos expresados delante de Dios”. Como signode belleza y sentido religioso enumero unos cuantos,“flechas o jabalinas disparadas hacia lo alto, que atraviesanlas nubes y llegan al cielo”.

� En paz me acuesto y enseguida me duermo,porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo.� Da luz a mis ojos, que no duermanel sueño de la muerte.� Tú, Señor, enciendes mi lámpara,Dios mío, tú alumbras mis tinieblas.� El Señor es mi luz y mi salvación.El Señor es la defensa de mi vida.� Aunque mi padre y mi madre me abandonen,el Señor me acogerá.� Me han olvidado como a un muerto,me han desechado como a un cacharro inútil.� Porque en ti está la fuente vivay tu luz nos hace ver la luz.� Y aunque camine por cañadas oscurasnada temo porque tú vas conmigo.Tu vara y tu cayado me sosiegan.� Misericordia, Dios mío, por tu bondad,por tu inmensa compasión borra mi culpalava del todo mi delito y limpia mi pecado.� El Señor es compasivo y clemente,paciente y misericordioso…Como un padre se enternece con sus hijos,así se enternece el Señor con sus fieles.

A partir del escenario de la creación, se repiten de continuoen los salmos la alabanza, bendición y la acción de gracias,y el canto de júbilo con toda clase de instrumentos. Elsentimiento del hombre creyente reconoce ante Dios sugrandeza por la creación, porque él es el único que salva. Elpobre, el desvalido, tullido y ciego, como la viuda y elhuérfano, están en las manos de Dios. La justicia humana noatiende las voces del indefenso. Dios está pendiente detodos sus hijos. Es el sentir de muchos de los salmos. Estapresencia de Dios Salvador invita al creyente a cantar entodo momento su misericordia, y a darle gracias. “El orantecontempla el rostro de Dios, oye su voz, toca su diestra, gustasu dulzura, se arrima a él y siente su palma. Intentos deexpresar la experiencia inefable”.

“Yo soy pobre y desgraciado, pero el Señor cuida de mí” Elsalmista refleja con exactitud lo que verdaderamente piensael hombre en esos momentos de sinceridad consigo mismo:soy pobre, limitado, me rodea la desgracia e incapacidad;a pesar de todo el hombre creyente levanta los ojos a Dios

inmediatamente y siente la cercanía de Él que lo acoge: “ElSeñor cuida de mí”.

Los salmos están cargados de fe en el Señor, Dios Creador,que perdona y tiene entrañas de misericordia. “Mis culpassobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas.Mis llagas están podridas y supuran por causa de miinsensatez; camino encorvado y encogido… Yo confieso miculpa, me aflige mi pecado. No me abandones, Señor”. Estees el hombre pecador e insensato que confiesa su pecado.Y sigue: “Mis huesos no tienen descanso a causa de mispecados”. Todo un acto de sinceridad, de humildad ysúplica al Señor de la misericordia.

El hombre se acerca a Dios para pedirle perdón; centra lasúplica en su “inmensa compasión”, en su ternura y bondad.La rectitud, sinceridad y humildad son el camino paraacercarse a Dios. “Yo reconozco mi culpa…, te gusta uncorazón sincero… Crea en mí un corazón puro”. Aquí nocaben los sacrificios de becerros. La ofrenda que Diosacepta es la del corazón humillado, de donde nace laalabanza, el gozo y la alegría de la salvación. La oraciónsurge desde el interior; los labios son sólo el camino paraexpresar los sentimientos íntimos, profundos y rectos.

Pensamos ahora en el hombre cansado por tantascircunstancias o necesidades que le rodean; no presenta aDios un sacrificio, como han hecho según la historia todos lospueblos. No es así. El hombre creyente habla directamentecon Dios de tú a tú y le dice: Tú no quieres sacrificiosexpiatorios ni ofrendas; me pides que realice tu voluntad,que cante tus alabanzas y maravillas, y cuente tu fidelidad ysalvación, tu misericordia y lealtad ante la gran asamblea.“El que me ofrece acción de gracias, ése me honra”.

¿Cómo huir de la presencia del Señor, de su mirada, si delejos penetra todos los pensamientos del hombre? “Ni latiniebla es oscura para ti, y la noche es clara como el día… Siescalo el cielo, allí estás tú, si me acuesto en el abismo, allí teencuentro… Allí me alcanza tu izquierda, me agarra tuderecha”. “Señor, tú me sondeas y me conoces”. Esta es laoración del hombre piadoso y creyente, pues sabe muy bienque Dios lo llena todo, que en todo momento loacompaña, y que desde muy dentro de su ser lo anima a lavida, a la creatividad… La Creación es obra de sus manos. ElEspíritu de Dios alienta a la creación, al hombre, la obra desus manos.

El hombre agradecido y contemplativo canta a Dios por lascosas más sencillas, puntuales y visibles: por los ríos dondebeben las fieras del campo, por las hierbas que alimentan alos ganados, por el vino que alegra el corazón del hombre yel aceite que da brillo a su rostro. Toda la vida del hombreestá recogida en los salmos.

La mayor parte de los salmos se mueven en el ámbito de laconfianza absoluta en Dios. El hombre es dichoso y felizcuando sigue los caminos del Señor y cumple sus mandatos.Es dichoso porque sabe que Dios cuida del pobre ydesvalido; siente una gran felicidad y por eso bendice alSeñor; Dios es rico en misericordia, ternura y bondad; nopiensa como los hombres; no guarda rencor ni recuerda lospecados del hombre. Dios no puede olvidar ”la vida de sutórtola”, tampoco puede abandonarla.

Alfonso Sánchez Sánchez, CSsR

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LA ORACIÓN con los SALMOS en la comunidad parroquial SALMO 1 La ley del Señor es luz en el camino del hombre; quien la acepta es feliz y dichoso. Comprender la voluntad de Dios es un don, una gracia. La imagen es muy expresiva: el hombre es feliz como el árbol junto a la acequia. Es el sauce que crece y se inclina hacia las aguas del arroyo, y acoge a todos los pajarillos de la ribera. La ley del Señor es la Palabra de Dios, alimento que fortalece al hombre. Pablo en la carta a los Efesios expresa el pensamiento de esta forma: la Palabra es la espada del Espíritu. El Espíritu Santo guía e ilumina el camino del hombre, gracias a la lectura reflexiva de la palabra hecha oración. Ant. El justo camina en la presencia del Señor. Dichoso el hombre que pone su gozo en la ley del Señor y la medita día y noche. Será como un árbol plantado al borde de la acequia, da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin. El Señor protege el camino de los justos. Ant. El justo camina en la presencia del Señor. SALMO 3 Oración-súplica de confianza en el Señor. (Aunque esté rodeado de enemigos). El orante se encuentra acogido en los brazos de Dios; puede dormir y descansar tranquilo. No teme porque la salvación viene del Señor. La confianza en Dios es un sentimiento profundo del creyente, que se repite continuamente en los salmos. Confiad y no temáis, dice también Jesús a sus discípulos, y a Pedro cuando se hundía a causa de las olas del lago. El orante se presenta ante el Señor porque confía en Él. Ant. Señor, tú eres mi salvación. Tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito invocando al Señor él me escucha. Puedo acostarme, dormir y despertar, porque el Señor me sostiene. Nunca temeré.

Levántate, Señor, sálvame, Dios mío. De ti, Señor, viene la salvación y bendición sobre tus fieles. Ant. Señor, tú eres mi salvación. SALMO 4 Oración y súplica confiada. (Un hombre pobre y sencillo se lamenta porque lo acusan injustamente).El salmista amonesta a amigos -enemigos - pecadores. ¿Pensáis que Dios ha huido, (que no existe), y se ha apartado de nosotros? Es tanta la confianza del orante en el Señor, como si abundara en trigo y en vino, en paz y alegría, y en toda clase de bienes. Descansa sereno en los brazos de Dios. Ant. Señor, escucha mi oración. Escúchame cuando te invoco, Dios, defensor mío. Ten piedad de mí y escucha mi oración. El Señor me escucha cuando lo invoco. Temblad y no pequéis, reflexionad en el silencio de vuestro lecho y confiad en el Señor. Muchos dicen: ¿Quién nos hará ver la dicha si la luz de tu rostro ha huido de nosotros? Tú, Señor, has puesto en mi corazón más alegría que si abundara en trigo y en vino. En paz me acuesto y en seguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo. Ant. Señor, escucha mi oración. SALMO 5 Este salmo es una oración individual. Un hombre se acerca al Señor. Tiene enemigos. El orante con toda sencillez, desde el primer momento del día, camina a su encuentro. “Dios madruga y está atento a las súplicas de sus hijos”. El hombre creyente se dirige a la casa de Dios apoyándose en su bondad. (Por tu gran bondad entraré en tu casa). Es el mejor argumento para alcanzar la bendición. El salmo termina invitando al gozo a todos aquellos que aman el nombre del Señor. Ant. Por tu gran bondad entraré en tu casa. Señor, escucha mis palabras, atiende a mis gemidos, haz caso a mis gritos de auxilio, Señor y Dios mío.

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A ti te suplico, Señor. Por la mañana escucharás mi voz, por la mañana expongo mi causa y me quedo aguardando. Tú no amas la maldad. Yo por tu gran bondad entraré en tu casa, me postraré en tu templo santo con toda reverencia. Señor, guíame con tu justicia, alláname tu camino. Que se alegren los que se acogen a ti con júbilo eterno. Protégelos para que se llenen de gozo los que aman tu nombre. Porque tú, Señor, bendices al justo y como un escudo le rodea tu favor. Ant. Por tu gran bondad entraré en tu casa. Del Evangelio de San Mateo. 6, 5 - 8 Cuando oréis no hagáis como los hipócritas, que gustan rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas para exhibirse a la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Cuando tú vayas a orar, entra en tu habitación, cierra la puerta y reza a tu Padre a escondidas. Y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará. Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. SALMO 6 El salmista se apoya en la misericordia del Señor. Algo fuerte le sucede: dolor físico, psicológico… Angustia interior, miedo a la muerte, conciencia de pecado… Los huesos los tiene dislocados, está roto, precipitado a la muerte y abismo. Sin aliento de vida. “Riego mi cama con lágrimas”. Este hombre está en una situación límite. Busca la liberación. ¿A dónde acudir? “Escucha, Señor, mis sollozos”. La confianza corona la oración: Acepta mi súplica. Ant. Sálvame, Señor, por tu gran misericordia. Misericordia, Señor, que desfallezco; Cura, Señor, mis huesos dislocados. Tengo el alma en delirio, y tú, Señor, ¿hasta cuándo? Vuélvete, Señor, libera mi alma, sálvame por tu misericordia. En el reino de la muerte nadie te invoca; ¿quién te alabará en el abismo?

Estoy agotado de gemir; de noche lloro sobre el lecho, riego mi cama con lágrimas. Mis ojos se consumen irritados, envejecen por tantas contradicciones. Señor, escucha mis sollozos; escucha mis súplicas, Señor, acepta mi oración. Ant. Sálvame, Señor, por tu gran misericordia. SALMO 8 Los salmos son oraciones, cantos, himnos y alabanzas… Este salmo es un himno al Creador, y un canto al hombre creado a imagen de Dios, a quien le entrega la creación: “Qué es el hombre para que te acuerdes de él. Lo coronaste de gloria y dignidad y todo lo sometiste bajo sus pies”. La gloria de Dios, su presencia, se revela en la creación; y hasta los niños de pecho lo reconocen. Dios todo lo llena. Y el hombre, su rostro, es la huella más perfecta, templo de Dios. Ant. Señor, te canto con toda la creación. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! De la boca de los niños de pecho has sacado una alabanza. Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos. la luna y las estrellas que has creado, ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los Ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos, todo lo sometiste bajo sus pies. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar que trazan sendas por el mar. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra! Ant. Señor, te canto con toda la creación.

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SALMO 9 Este salmo es una pieza preciosa del pobre acorralado por el prepotente. La acción de gracias y el canto en honor del Señor van tejiendo el salmo con la súplica de cada una de las estrofas. Dios nunca olvida el grito del pobre y humilde. La esperanza del humilde nunca perecerá. Dios está cerca del dolor de sus hijos. Jesús sentía compasión por todos los abandonados. Curaba toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Aquí está Dios escuchando la súplica de los atribulados. Técnicamente este salmo es más complejo. Ant. Señor, tú jamás olvidas al pobre. Te doy gracias, Señor, de todo corazón y proclamo tus maravillas. Me alegro y exulto contigo. Canto en honor de tu nombre, oh Altísimo. Tú eres el refugio del oprimido. En ti confían quienes conocen tu nombre porque no abandonas a los que te buscan. Cantad en honor del Señor, proclamad sus hazañas a todos los pueblos. Él no olvida el grito de los humildes. Ten piedad, Señor, mira cómo me afligen. Levántame del umbral de la muerte para que pueda cantar tus alabanzas y gozar de tu salvación. Tú jamás olvidas al pobre, ni la esperanza del humilde perecerá. Levántate, Señor. Ant. Señor, tú jamás olvidas al pobre. SALMO 12 Diálogo urgente –lamento- entre Dios y el hombre creyente; le acecha la muerte. “¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? Estoy con el corazón apenado todo el día”. El hombre se rinde ante Dios: “yo confío en tu misericordia. Alegra mi corazón con tu auxilio”. Este es el núcleo de la oración aunque el salmista exprese su dolor al sentirse abandonado. Final precioso: “Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho”. Ant. Dios mío, confío en tu misericordia. ¿Hasta cuándo, Señor, seguirás olvidándome? ¿Hasta cuándo me esconderás tu rostro? ¿Hasta cuándo he de estar preocupado con el corazón apenado todo el día? Atiéndeme y respóndeme, Señor, Dios mío; da luz a mis ojos para que no me duerma en la muerte.

Yo confío en tu misericordia. Alegra mi corazón con tu salvación, y te cantaré, Señor, por el bien que me has hecho. Ant. Dios mío, confío en tu misericordia. Del Evangelio de San Juan. 4, 21 – 24. Jesús dice a la Samaritana: «Créeme, mujer, que llega la hora en que, ni en este monte, ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos… Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad.» SALMO 14 Este salmo puede responder a una situación litúrgica o a una experiencia personal del orante que vive en comunión con Dios. La presencia del Señor se realiza en el templo, en su “tienda”, y de forma excepcional en el corazón del humilde y sensato, que busca a Dios en verdad. ¿Quién puede subir al monte del Señor? El hombre honrado. Dios no habita en la falsedad ni en el desprecio, sino en el bien. ¿Es posible encontrar a Dios en la injusticia, en la mentira, en la superficialidad y corrupción? Dice Pablo a los cristianos de Roma que el culto –la liturgia- que deben presentar a Dios es distinguir cuál es la voluntad de Dios; lo bueno, lo agradable y perfecto. Ant. Señor, ¿quién puede habitar en tu casa? Señor, ¿quién puede entrar en tu casa y habitar en tu monte santo? El que procede honradamente y practica la justicia; quien tiene intenciones leales y no calumnia con su lengua. El que no hace mal a su prójimo ni difama a su hermano y considera despreciable la maldad y honra a los que buscan al Señor. El que así obra nunca fallará. Ant. Señor, ¿quién puede habitar en tu casa? SALMO 15 El salmista goza de buena salud espiritual, ha tenido una experiencia fuerte de Dios. Está lleno de alegría y desde lo más profundo de su ser –corazón, entrañas- confía en Dios, está en sus manos. Vive bajo su presencia. Dios es la mejor herencia para el salmista, es la alegría perpetua. El aire que se respira en este salmo 15 es de optimismo y

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esperanza. Toda la vida del salmista, aún pensando en la muerte, está en las manos de Dios, no teme conocer la corrupción. La vida y la muerte están en el Señor. Con este espíritu, ¡qué bien se puede orar diciendo al Señor: “protégeme, Dios mío, que me refugio en ti!” Ant. Tú me sacias de gozo en tu presencia. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti. Yo digo al Señor: Tú eres mi bien. El Señor es el lote de mi heredad, mi suerte está en su mano: me ha tocado un lote hermoso, me encanta mi heredad. Bendeciré al Señor que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré. Por eso se me alegra el corazón, se gozan mi entrañas y mi carne descansa serena. No me abandonarás en la muerte ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha. Ant. Tú me sacias de gozo en tu presencia. SALMO 16 Oración de súplica humilde de un inocente perseguido injustamente. “En mis labios no hay engaño ni mi boca ha faltado, yo te invoco porque tú me respondes”. Esta es la confesión del hombre creyente que se acerca a Dios y le suplica para que le libere de todo peligro. “Tú, Señor, inclina el oído, escucha mis palabras, tú me respondes”. Pero no sólo con actitud de humildad el creyente se acerca a Dios; también se presenta con espíritu familiar: “guárdame, Señor, como a la niña de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas”. En estos versos se respira la humildad y la confianza familiar ante el Dios cercano, Padre que oye a sus hijos. Ant. Escóndeme, Señor, a la sombra de tus alas. Señor, escúchame, atiende a mis clamores, presta oído a mi súplica, en mis labios no hay engaño. Aunque sondees mi corazón visitándolo de noche,

aunque me pruebes al fuego, no encontrarás malicia en mí. Mi boca no ha faltado. Según tus mandamientos yo me he mantenido en la senda establecida. Mis pies estuvieron firmes en tus caminos y no vacilaron mis pasos. Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío. Inclina el oído y escucha mis palabras, muestra las maravillas de tu misericordia a quien se refugia a tu derecha. Guárdame como a las niñas de tus ojos, escóndeme a la sombra de tus alas. Levántate, Señor, yo vengo a tu presencia al despertar me saciaré de tu semblante. Ant. Escóndeme, Señor, a la sombra de tus alas. SALMO 17 Este salmo es largo, descriptivo, con rasgos históricos. El salmista expresa ágilmente su amor y confianza en el Señor. Le libró de la muerte, de muchos y graves peligros. El Señor es roca firme y baluarte que protege; la única salvación y fuerza liberadora. “Me envolvían los lazos de la muerte, invoqué al Señor y quedé libre de todo peligro”. También aquí encontramos la cercanía de Dios. “Él alarga su mano y me agarra…, y me enseña el camino recto”. Dios no está al margen de la vida del hombre. Ant. Yo te amo, Señor, te doy gracias. Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador. Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío. Mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de todo peligro. Me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte, invoqué al Señor, grité a mi Dios, y mi oración llegó a sus oídos. Desde el cielo alargó la mano y me agarró; el Señor fue mi apoyo, me libró porque me amaba. Con el fiel, tú eres fiel; con el íntegro, tú eres íntegro; con el sincero, tú eres sincero. Tú salvas al afligido.

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Señor, tú eres mi lámpara; Dios mío, tu alumbras mis tinieblas. Perfecto es el camino de Dios, es escudo para los que se acogen a él. Dios me ciñe de valor y me enseña el camino recto. Viva el Señor, bendita sea mi roca; sea ensalzado mi Dios y Salvador que me libró de todo peligro. Por eso te daré gracias y cantaré en honor de tu nombre. Tuviste misericordia de mí. Ant. Yo te amo, Señor, te doy gracias. Evangelio de San LUCAS. 18, 9 – 14. Por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador. El fariseo, de pie, oraba así en voz baja: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto poseo. El recaudador, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten piedad de este pecador. Os digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado. SALMO 18 Empieza el salmo con un canto de alabanza al Creador. La creación entera es un pregón, un canto a Dios; revela su presencia y gloria; se manifiesta también en sus leyes, como expresión de su voluntad: “La ley del Señor es descanso del alma y alegra el corazón”. “Su norma es límpida y da luz a los ojos”. ¿Qué nos dice la experiencia del que vive bajo la mirada amorosa de Dios? A pesar de todo el orante está atento a todo atisbo de arrogancia, vigila para no caer en la desgracia del pecado. El salmista no quiere caer en la prepotencia del fariseo que va al templo y se encuentra justificado por todo lo que hace. Presenta ante Dios todos los méritos de la arrogancia y prepotencia, del saber y entender. La clave está en la súplica, “absuélveme de lo que se me oculta”. Ant. Los mandamientos del Señor son rectos. El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos, su pregón alcanza a toda la tierra. La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma;

el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos. La voluntad del Señor es pura y eternamente estable. Los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos. Más preciosos que el oro, más que el oro fino; más dulces que la miel de un panal que destila. Aunque tu siervo vigila para guardarlos con cuidado ¿quién conoce sus faltas? Absuélveme de lo que se me oculta. Preserva a tu siervo de la arrogancia para que no me domine. Así quedaré libre del gran pecado. Que te agraden las palabras de mi boca y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, Salvador mío. Ant. Los mandamientos del Señor son rectos. SALMO 21 Un hombre profundamente creyente, hundido y abatido, se presenta ante Dios y le dice: “Soy un gusano, no un hombre, vergüenza y desprecio de la gente; se burlan de mí. Tengo los huesos descoyuntados. Mi corazón se derrite como cera en mis entrañas. Mi garganta está seca como una teja y la lengua se me pega al paladar. Me taladran las manos y los pies y puedo contar mis huesos”. ¿Puede Dios quedar en silencio ante el grito de este hombre que se siente abandonado de todos? “Nuestros padres” gritaban y quedaban libres, confiaban y quedaban salvos. En la segunda parte del salmo se repite sin cesar la acción de gracias y la alabanza porque Dios salva y libera. Muchos afirman que Jesús pronunció este salmo desde la cruz. Jesús era un judío religioso y sin duda alguna sabía de memoria las oraciones y salmos del pueblo creyente. Es fácil que en aquel momento, mirando a los cielos, pronunciara unas cuantas frases de este salmo o de otros. Él depositó durante su vida una confianza absoluta en el Padre. No necesitaba respuesta inmediata. Estaba en sus manos. “A tus manos encomiendo mi espíritu”.

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Ant. Señor, no me abandones. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A pesar de mis gritos mi oración no te alcanza. Dios mío, de día te grito y no me respondes; de noche y no me haces caso. En ti confiaban nuestros padres; confiaban y los ponías a salvo; a ti gritaban y quedaban libres; en ti confiaban y no los defraudaste. Pero yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo; al verme se burlan de mí. “Acudió al Señor: ¡Que lo ponga a salvo! ¡Que lo libre, si tanto lo quiere!” Tú, Señor, me sacaste del vientre materno, me confiaste a los pechos de mi madre. Desde el vientre materno tú eres mi Dios. No te quedes lejos que el peligro está cerca. Estoy como agua derramada, tengo los huesos descoyuntados; mi corazón se derrite como cera en mis entrañas. Mi garganta está seca como una teja, la lengua se me pega al paladar, me aprietas contra el polvo de la muerte. Me taladran las manos y los pies y puedo contar mis huesos. Ellos me miran triunfantes, se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica. Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a socorrerme. Líbrame a mí de la espada, salva a este pobre de la garra del mastín. Contaré tu fama a mis hermanos, en medio de la asamblea te alabaré. Fieles del Señor, alabadlo. Tú no has sentido desprecio ni repugnancia hacia el pobre desgraciado. No le escondiste tu rostro y cuando pidió auxilio lo escuchaste. Tú inspiras mi alabanza en la gran asamblea: cumpliré mis votos delante de sus fieles y alabarán al Señor los que le buscan.

Ant. Señor, no me abandones. SALMO 22 Este salmo 22 es una expresión bella –parábola- que recoge escenas de la vida agrícola del pueblo: el pastor conduce a sus ovejas hasta las praderas, a las fuentes de agua fresca y al reposo. Nunca las abandona. El Pastor, Dios, conduce a su pueblo, lo alimenta y perfuma, y lo rodea de bondad y misericordia todos los días. Este salmo es un acto de fe y confianza del hombre creyente. ¡Hermoso pensamiento sobre Dios! Dios es el pastor que mima a sus ovejas. Jesús recoge esta misma imagen; más todavía; es la misma vida entregada, hecha pan, bondad, compasión y misericordia. Ant. Tu bondad y misericordia me acompañan siempre. El Señor es mi pastor, nada me falta, en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan. Preparas una mesa ante mí, me unges la cabeza con perfume y mi copa rebosa de alegría. Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida. Habitaré en la casa del Señor por años sin término. Ant. Tu bondad y misericordia me acompañan siempre. De San Pablo a los Romanos. 8, 26 - 27 De ese modo el Espíritu socorre nuestra debilidad. Aunque no sabemos pedir como es debido, el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inarticulados. Y el que sondea los corazones sabe lo que pretende el Espíritu cuando suplica por los consagrados de acuerdo con Dios. SALMO 23 Este salmo es un canto procesional. El creyente camina hacia la casa del Señor y con el corazón en la mano se pregunta: ¿quién puede habitar en la casa del Señor? La respuesta es clara y contundente: el hombre de manos inocentes; el que procede honradamente y vive en rectitud con el prójimo. Esto recuerda la frase de Jesús. El amor, la adoración y alabanza a Dios están estrechamente ligados con el amor al prójimo. Nos

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dice Jesús: cuando vayas a poner la ofrenda en el altar, y allí mismo te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja la ofrenda y primero reconcíliate con tu hermano. Al Padre hay que adorarlo en espíritu y en verdad. Con un corazón recto. Ant. El hombre de manos inocentes habitará en la casa del Señor. Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes. ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su casa? El hombre de manos inocentes y puro corazón, quien no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso. Ése recibirá la bendición del Señor y alcanzará la salvación. Estos son los que buscan al Señor y vienen a su presencia. Ant. El hombre de manos inocentes habitará en la casa del Señor. SALMO 24 Oración confiada y súplica de perdón: “En ti confío, Dios mío; los que esperan en ti no quedan defraudados”. El salmista se apoya en la bondad misericordiosa de Dios: “su ternura y misericordia son eternas”. El humilde mira al Señor porque es bueno, recto y sus caminos son misericordia y lealtad. Este salmo es un acto de fe del creyente en la misericordia del Señor. En este camino de oración encontraremos repetidamente que su bondad, ternura y misericordia permanecen para siempre. Jesús así nos reveló al Padre. Ant. Tu bondad y misericordia son eternas. A ti, Señor, levanto mi alma; Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado pues los que esperan en ti no quedan defraudados. Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad; enséñame porque tú eres mi Dios y Salvador y todo el día estoy esperándote. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; no te acuerdes de los pecados ni de las maldades de mi juventud;

acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es bueno y recto y enseña el camino a sus hijos; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña sus caminos a los humildes. Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. Por el honor de tu nombre, Señor, perdona mis culpas que son muchas. Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí que estoy solo y afligido. Ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones. Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados. Guarda mi vida y líbrame, no quede yo defraudado de haber acudido a ti. La inocencia y la rectitud me protegerán porque espero en ti, Señor. Salva, Señor, a tus fieles. Ant. Tu bondad y misericordia, son eternas. SALMO 26 La súplica y la confianza se repiten en cada una de las estrofas del salmo. El orante deposita su fuerza en el Señor. “el Señor es mi luz y salvación, ¿a quién temeré? No tiembla, no duda. Insiste: No me abandones, no me deseches, no me escondas tu rostro. Respóndeme. Impresiona la fortaleza y el ánimo del salmista, su empuje en la súplica confiada, multiplicando expresiones, aunque sean repetitivas. Más todavía; la confianza llega al extremo: “si mi padre y mi madre me abandonan el Señor me recogerá”. El creyente no duda del Señor Dios. Espera gozar de la dicha del Señor. Ant. El Señor es mi luz. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor viviendo en su templo.

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Escúchame, Señor, que te llamo, ten piedad, respóndeme. Oigo en mi corazón: buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro. No rechaces a tu siervo porque eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación. Si mi padre y mi madre me abandonan el Señor me recogerá. Señor, enséñame tu camino, guíame por la senda llana. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor. Ant. El Señor es mi luz. SALMO 27 “Líbrame, Señor, te invoco, Roca mía”. Es la súplica del hombre creyente. Le pide al Señor que lo auxilie y lo libre de todo mal, de los enemigos, de los que llevan la maldad en el corazón. Poco a poco apreciamos que la oración de súplica confiada en el Señor se repite. El hombre se siente muy limitado, le rodean los problemas, el dolor, el sufrimiento, las dudas… ¿A quién puede recurrir? Dios es la única esperanza, por eso le canta agradecido. Ant. El Señor escucha mi voz suplicante. A ti, Señor, te invoco, Roca mía, no seas sordo a mi voz. Escucha mi voz suplicante cuando te pido auxilio, cuando alzo las manos hacia tu santo templo. Bendito el Señor que escuchó mi voz suplicante. El Señor es mi fuerza y escudo, mi corazón confía en él. Me socorrió y mi corazón se alegra y le canta agradecido. El Señor es fuerza para sus fieles, apoyo y salvación. Sálvanos, Señor, y bendice tu heredad, sé su pastor y guíalos siempre. Ant. El Señor escucha mi voz suplicante.

Del Evangelio de San Marcos. 1, 14 – 15. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. SALMO 29 Un enfermo ora al Señor. Está al borde del abismo y de la muerte, ya está perdido. No encuentra salida alguna, “sólo en tu bondad, Señor, me apoyaba”. Y qué bien describe el final, “cambiaste mi luto en danza, me has vestido de fiesta”. A pesar del dolor, del llanto y de la muerte se impone siempre la fe – confianza – en el Dios que salva. La oración del salmista culmina: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado, te doy gracias por siempre”. ¡Cuántos se acercaron a Jesús destrozados por la enfermedad o por el pecado y encontraron salvación! Jesús les decía: ten fe. Después glorificaban a Dios porque nunca habían visto cosa igual. Ant. Te ensalzaré, Señor, tú me has librado. Señor, Dios mío, a ti grité y tú me salvaste. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando estaba perdido. Tocad para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo que su bondad es eterna. Al atardecer nos visita el llanto, por la mañana el júbilo. Yo pensaba muy seguro no vacilaré jamás. En tu bondad, Señor, me apoyaba pero escondiste tu rostro y quedé desconcertado. A ti, Señor, llamé, supliqué a mi Dios: Escucha, Señor, y ten piedad de mí, Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danza, me has vestido de fiesta. Te cantará mi alma sin callarse. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre. Ant. Te ensalzaré, Señor, tú me has librado. SALMO 30 El salmo 30 presenta la oración de un hombre enfermo, anciano y perseguido… Confía profundamente en Dios. Está destrozado: “mis ojos se consumen de dolor, mi garganta y mis entrañas…, me han despreciado como un

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cacharro inútil…, todos se ríen de mí”. Más no se puede decir. Describe real y dramáticamente su situación: “Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo”. Para este hombre la única ayuda es el Señor y así termina el salmo, insuperable final: “a tus manos encomiendo mi espíritu… Yo confío en el Señor, su misericordia es mi gozo y alegría.” Estas palabras las ponen en boca de Jesús cuando estaba en la cruz. El Hijo de Dios perseguido por los hombres, asumiendo el dolor, como todos los hombres, -varón de dolores- se pone también en las manos del Creador. “En tus manos encomiendo mi espíritu”. Ant. Tú eres mi Dios, en ti confío. A ti, Señor, me acojo: no quede nunca defraudado; tú que eres justo ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí. Ven de prisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve, tú que eres mi roca y mi baluarte. Por tu nombre dirígeme y guíame, líbrame de todo peligro, porque tú eres mi amparo. A tus manos encomiendo mi espíritu, tú, el Dios leal, me librarás. Yo confío en ti, Señor; tu misericordia es mi gozo y alegría. Te has fijado en mi aflicción, velas por mi vida. Has puesto mis pies en un camino ancho. Piedad, Señor, que estoy en peligro, se consumen de dolor mis ojos, mi garganta y mis entrañas. Mi vida se gasta en el dolor, mis años en los gemidos; mi vigor decae con las penas, mis huesos se consumen. Soy la burla de todos, la irrisión de mis vecinos, el espanto de mis conocidos: me ven por la calle y escapan de mí. Me han olvidado como a un muerto, me han desechado como un cacharro inútil. Oigo el cuchicheo de la gente y todo me da miedo. Pero yo confío en ti, Señor; te digo: Tú eres mi Dios.

En tus manos está mi vida, líbrame de todo peligro. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Qué bondad tan grande, Señor, reservas para tus fieles, y concedes a los que a ti se acogen. Bendito eres, Señor, tú has hecho prodigios de misericordia, escuchaste mi voz suplicante cuando yo te gritaba. Amad al Señor, fieles suyos, sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor. Ant. Tú eres mi Dios, en ti confío. Evangelio de San Marcos. 1, 32 – 39. Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios… De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios. SALMO 31 “Quien confía en el Señor le rodea la misericordia”. Así termina el salmo, y con una aclamación gozosa para los rectos de corazón: “alegraos, justos, en el Señor”. Este final es el sentimiento profundo del hombre que confiesa su pecado, y siente la dicha de la bondad misericordiosa de Dios. “Había pecado, lo reconocí, no te oculté mi delito”. Este salmo es una escuela de humildad, que, a imagen del publicano del Evangelio, se presenta ante Dios; ni se atreve a levantar la cabeza. El publicano marcha del templo justificado, no así el fariseo. Quien confía en el Señor le rodea la misericordia. Dichoso el que está absuelto de su culpa y a quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito. Había pecado, lo reconocí, no te encubrí mi delito; me propuse confesar al Señor mi culpa, y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. Tú eres mi refugio, me libras del peligro, me rodeas de cantos de liberación. Quien confía en el Señor le rodea la misericordia.

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Alegraos, justos, y gozad con el Señor, aclamadle los de corazón sincero. Quien confía en el Señor le rodea la misericordia. SALMO 32 Este salmo es un canto de alabanza y acción de gracias de toda la asamblea al Señor porque es bueno, y su misericordia llena toda la tierra. Dios mira a todos sus hijos y los libra de todo peligro; los reanima en todo momento. El pueblo, la asamblea, espera en el Señor. El final es un acto de confianza en la bondad de Dios: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”. La oración de los salmos no siempre es individual; repetidamente el salmista invita a la asamblea a la oración, al canto de alabanza o acción de gracias. El pueblo de Dios, hoy la Iglesia, asamblea santa –Cuerpo de Cristo- se congrega con los fieles para el canto y la alabanza, para la celebración. En el libro de los Hechos está clara la referencia de la congregación de los bautizados para escuchar la Palabra, la Oración y la Fracción del pan. Cantad al Señor un cántico nuevo. Aclamad justos al Señor que merece la alabanza de sus fieles. Dad gracias al Señor con la cítara, tocad en su honor el arpa de diez cuerdas, cantadle un cántico nuevo. La palabra del Señor es sincera y todas sus acciones son leales; él ama la justicia y el derecho y su misericordia llena la tierra. El Señor mira desde el cielo, se fija en todos los hombres; desde su morada observa a todos los habitantes de la tierra. Él modeló cada corazón y comprende todas sus acciones. Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia para librar sus vidas del peligro y reanimarlos en todo momento. Nosotros aguardamos al Señor, él es nuestro auxilio y escudo; con él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre confiamos. Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti. Cantad al Señor un cántico nuevo.

SALMO 33 El hombre bueno y piadoso bendice y alaba al Señor. Al mismo tiempo invita a vecinos y amigos, a los fieles del Señor, a la bendición y alabanza: “proclamad conmigo la grandeza del Señor”. Este hombre bueno y creyente dialoga con el Señor, “le consulta y le responde”. Cuantos se acerquen a él no marcharán defraudados. “Porque si el afligido invoca al Señor, lo escucha y lo libra de sus angustias”. El salmista ahora se plantea el problema de cómo ser feliz y dichoso. La sabiduría humana y popular indica el camino para ser feliz: “Obra el bien, apártate del mal, guarda tu lengua y tus labios de toda mentira y falsedad, busca la paz y corre tras ella”. Lección más que suficiente. Termina el salmo invitando a la confianza. “El Señor está cerca de los atribulados y abatidos; cuida de todos sus huesos. El Señor salva a sus siervos”. La fe y confianza absoluta en Dios es lo que se respira a través de todo el salmo; a la vez que la experiencia y cercanía de Dios. Gustad y ved qué bueno es el Señor. Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor, que los humildes lo escuchen y se alegren. Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor él lo escucha y lo libra de sus angustias. El Señor está en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a él. Venid, hijos, escuchadme, os instruiré en el camino del Señor. ¿Hay alguien que ame la vida y desee días de prosperidad? Guarda tu lengua del mal, tus labios de la falsedad; apártate del mal, obra el bien, busca la paz y corre tras ella. Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos. Cuando uno grita el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias. El Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

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Aunque el justo sufra muchos males, el Señor lo libra de todos; él cuida de todos sus huesos, ni uno solo se quebrará. El Señor salva a sus siervos, a todos los que se acogen a él. Gustad y ved qué bueno es el Señor. Del Evangelio de San Lucas. 4, 16 – 19. Vino a Nazaret, donde se había criado y, según su costumbre, entró en la sinagoga el día de sábado, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el volumen del profeta Isaías y, desenrollando el volumen, halló el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor. SALMO 37 Oración del enfermo y afligido, del perseguido y del pecador…¿Qué bien describe la situación! “Mis llagas están podridas y supuran, por causa de mi insensatez voy encorvado y encogido”. ¿El salmista está enfermo físicamente o le aflige su pecado? “Yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado”. Reconoce que está destrozado, solo; sus amigos y parientes se alejan de él, tan alejado que es como un ciego y sordo que no ve ni oye. “Hasta le falta la luz de los ojos”. Aquí se respira la humildad del creyente en Dios, el único que puede salvar. Modelo de oración, de humildad y confianza, a pesar del pecado. Yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado. Señor, tu mano pesa sobre mí. No hay parte ilesa en mi carne ni tienen descanso mis huesos a causa de mis pecados. Mis culpas sobrepasan mi cabeza, son un peso superior a mis fuerzas. Mis llagas están podridas y supuran por causa de mi insensatez; voy encorvado y encogido, todo el día camino sombrío. Tengo las espaldas ardiendo, no hay parte ilesa en mi carne, estoy agotado, destrozado. Señor, mis gemidos no se te ocultan, siento palpitar mi corazón; me abandonan las fuerzas y me falta la luz de los ojos.

Mis amigos y compañeros se alejan de mí. Mis parientes se quedan a distancia. Me tienden lazos los que atentan contra mí, los que desean mi daño me amenazan de muerte. Todo el día murmuran traiciones. Pero yo, como un sordo, no oigo, como un mudo no abro la boca, soy como uno que no oye y no puede replicar. En ti, Señor, espero, tú me escucharás, Señor, Dios mío. Mi pena no se aparta de mí. Yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado. No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven aprisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación. Yo confieso mi culpa, me aflige mi pecado. SALMO 38 Reflexión un tanto trágica y realista de la vida: ¿cuál es la medida de mis años? “El hombre se pasea por la vida como un fantasma”…, no es más que un soplo; atesora sin saber para quién. El hombre creyente a pesar de sentir la tragedia de la existencia acude a Dios: “Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto”. “Señor, dame respiro antes de que marche para no ser”. Este hombre lucha en su interior. ¿Qué sentido tiene la lucha, el trabajo, la fatiga, el dolor, el sufrimiento…, y toda clase de éxitos si después el hombre se marcha “para no ser”? El salmista termina: “Mi esperanza está en ti”. Señor, huésped tuyo soy. Señor, dame a conocer mi fin y cuál es la medida de mis años para que comprenda lo caduco que soy. Me concediste un palmo de vida, mis días son nada ante ti; el hombre no dura más que un soplo; pasa como una sombra, por un soplo se afana, atesora sin saber para quién. Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda? Tú eres mi confianza, líbrame de mis iniquidades. Escucha, Señor, mi oración, haz caso de mis gritos, no seas sordo a mi llanto.

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Soy huésped tuyo, forastero como todos mis padres. Señor, huésped tuyo soy. SALMO 39 El salmista canta al Señor un himno de acción de gracias, le ha librado de la “charca fangosa”. El hombre es dichoso si confía en el Señor. En la mayoría de los salmos la oración de confianza en Dios es insistente. Pero algo nuevo presenta este salmo 39: el sacrificio y holocausto que le agrada al Señor es cumplir su voluntad, y no los sacrificios de los becerros. La ley del Señor está gravada en el corazón. Sigue el salmista proclamando la fidelidad de Dios en la asamblea litúrgica. El salmo termina con un acto de humildad: “soy pobre y desgraciado”, pero el Señor me cuida, es mi liberación. En este salmo como en otros el orante siente los empujones de familiares, amigos, conocidos…, muchos le hacen el mal. Piensa, reflexiona, se da cuenta de que ante Dios no merece la pena la guerra y la enemistad. Confía en el Señor y es dichoso. “Sólo Dios basta”. Proclamo la salvación del Señor ante la gran asamblea. Yo esperaba con ansia al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito. Me levantó de la fosa fatal, de la charca fangosa; afianzó mis pies sobre roca y aseguró mis pasos. Me puso en la boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios. Son muchos los que confían en el Señor. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor. Cuántas maravillas has hecho, Señor, Dios mío. ¡Cuántos planes a favor nuestro! Intento proclamarlas, decirlas, pero superan todo número. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído. No pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo aquí estoy para hacer tu voluntad. Dios mío, lo quiero y llevo tu ley en mis entrañas. He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios,

Señor, tú lo sabes. He contado tu fidelidad y tu salvación, tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea. Señor, no me cierres tus entrañas, que tu misericordia y tu lealtad me guarden siempre. Son muchas mis culpas, más que los pelos de mi cabeza. Señor, dígnate librarme; Señor, date prisa en socorrerme. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan. Digan siempre: ¡Grande es el Señor! Los que desean tu salvación. Yo soy pobre y desgraciado pero el Señor se cuida de mí. Tú eres mi auxilio y mi liberación, Dios mío, no tardes. Proclamo la salvación del Señor ante la gran asamblea. Del Evangelio de San Juan. 10, 10… Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas… Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí… y doy mi vida por las ovejas. SALMO 40 En estos versículos del salmo 40 apreciamos que el hombre es feliz y dichoso cuidando al pobre y desvalido. Lo que engrandece al hombre es el amor, y muy especialmente el amor para con el necesitado. Estos versículos terminan alabando y bendiciendo al Señor. Señor, sáname, apiádate de mí. Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; el Señor lo guarda y conserva en vida para que sea dichoso en la tierra. El Señor lo sostendrá en el lecho del dolor, calmará los dolores de su enfermedad. Yo dije: Señor, ten misericordia, sáname porque he pecado contra ti. Tú, Señor, apiádate de mí. Bendito el Señor, Dios nuestro, ahora y por siempre. Amén, amén. Señor, sáname, apiádate de mí.

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SALMO 41 El salmo 41, que guarda cierta unidad con el 42, empieza con una expresión muy gráfica, la búsqueda de Dios. El ansia de contemplar su rostro es como el deseo de la cierva que busca las corrientes de agua para saciar la sed. Esto es lo que ambiciona el hombre que vive la lejanía de Dios, la soledad y la flaqueza. En esta situación, recuerda los días gozosos del encuentro con el Señor en el templo; aunque las lágrimas, (problemas, dificultades, contrariedades, enfermedad, soledad, traición, enemistades, hasta el pecado) sean el pan de cada día. El orante, a pesar de la lucha interior, confía en el Señor, volverá de nuevo a cantar sus alabanzas. “Espera en Dios que volverás a alabarlo”. Espera en el Señor, volverás a alabarlo. Como busca la cierva corrientes de agua así mi alma te busca a ti, Dios mío. Tiene sed de Dios, del Dios vivo, ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? Las lágrimas son mi pan noche y día, mientras todo el día me repiten ¿dónde está tu Dios? Recuerdo otros tiempos y desahogo mi alma conmigo, cómo marchaba a la cabeza del grupo, hacia la casa de Dios entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta. ¿Por qué te acongojas, alma mía, por qué te me turbas? Espera en Dios que volverás a alabarlo, Salud de mi rostro, Dios mío. De día el Señor me hará misericordia, de noche cantaré la alabanza del Dios de mi vida. Diré a Dios: Roca mía, ¿por qué me olvidas? ¿Por qué voy andando sombrío? Se me rompen los huesos. Todo el día me preguntan: ¿Dónde está tu Dios? ¿Por qué te acongojas , alma mía, por qué te me turbas?

Espera en Dios que volverás a alabarlo, salud de mi rostro, Dios mío. Espera en el Señor, volverás a alabarlo. SALMO 42 Para el salmista Dios es el Dios de la alegría, el que habita en el monte santo. ¿Por qué ahora siente el rechazo de Dios? Alma mía no te acongojes, espera en el Señor. La confianza en Dios se repite constantemente. La fe y la confianza se dan la mano. Me acerco al altar de Dios con cantos de alegría. Oh Dios, sálvame. Tú eres mi Dios y protector, envía tu luz y tu verdad, que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío. ¿Por qué te acongojas alma mía, por qué te turbas? Espera en Dios, que volverás a alabarlo: Salud de mi rostro, Dios mío. Me acerco al altar de Dios con cantos de alegría. SALMO 46 Invitación a todos los pueblos a la alabanza y al canto: “Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo”. A partir de esta invitación a la alabanza divina surge la pregunta. ¿El sentimiento religioso es solamente de unos pocos? ¿La búsqueda de Dios desde cuándo existe en el corazón del hombre? ¿No es verdad que la religión, por un motivo o por otro, ha movido a los pueblos? Qué bien lo expresa el salmo invitando al canto y a la alabanza a todos los pueblos. Dios está con todos los pueblos. Cantad al Señor con gritos de júbilo. Pueblos todos, batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo porque el Señor es sublime, Dios de toda la tierra. Tocad para Dios, tocad, tocad para el Señor, tocad, tocad con maestría. Dios está con todos los pueblos. Cantad al Señor con gritos de júbilo.

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Evangelio de San Mateo. 5, 1 – 12. Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. Tomó la palabra y los instruyó en estos términos: Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos los afligidos, porque serán consolados. Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa. Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante. De igual modo persiguieron a los profetas que os precedieron. SALMO 49 Este salmo es una clase sencilla y diáfana de espiritualidad. ¿Qué pide Dios al hombre creyente? ¿Sacrificios de becerros y de cabritos? Dios no necesita ese tipo de liturgias. La alabanza, la oración humilde, la acción de gracias, cumplir los votos al altísimo, es lo que le agrada. La liturgia de torcer la cabeza de un lado para otro como un junco, y después correr con el ladrón, mezclarse con el adúltero…, hablar en contra del hermano, eso no le agrada al Señor. ¿Me voy a callar, dice el Señor? “El que sigue el buen camino le haré ver la salvación”. Cumple tus votos al Altísimo. Escucha, pueblo mío, voy a hablarte, yo, Dios, tu Dios. No te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mí. Pero no aceptaré un becerro de tu casa ni un cabrito de tus rebaños pues las fieras de las selvas son mías y hay miles de bestias en mis montes; conozco todos los pájaros del cielo. Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo. Invócame el día del peligro y te libraré, y tú me darás gloria. ¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandatos? Cuando ves a un ladrón corres con él, te mezclas con los adúlteros,

sueltas tu lengua para el mal, tu boca urde el engaño. Te sientas a hablar contra tu hermano, deshonras al hijo de tu madre; esto haces. ¿Me voy a callar? El que me ofrece acción de gracias, ése me honra; al que sigue buen camino le haré ver la salvación de Dios. Cumple tus votos al Altísimo. SALMO 50 El hombre penitente después del pecado se acerca a Dios y le suplica el perdón: “borra mi culpa por tu bondad, por tu inmensa compasión”. Muy importante este rasgo: La bondad de Dios brota de sus entrañas, de lo más íntimo de su ser, y se manifiesta en la compasión y el perdón. Efectivamente. Reconocer el pecado, el delito, con el corazón recto, es el camino necesario e imprescindible para acercarse a Dios; siempre será la bondad de Dios “lo que impulsa al pecador a la conversión”. El creyente –penitente- se pone en camino porque sabe que Dios es misericordia, y es su bondad y compasión quienes infunden confianza. A Dios le gusta un corazón recto y sincero. Este es el sacrificio que le agrada, y no los sacrificios de becerros. Cuántas veces recuerda Jesús que la rectitud y la humildad son el preámbulo para el encuentro con Dios. Sirva de ejemplo la oración del publicano y el fariseo en el templo. Las copas y vasijas no hay que limpiarlas por fuera, sino por dentro… Por eso el salmista suplica al Señor que lo renueve interiormente. Este es el sacrificio que Dios acepta. Desde aquí brota el canto a la misericordia de Dios, y que se abran los labios para proclamar su alabanza. Este salmo 50 es una escuela de espiritualidad cristiana. En este salmo están plasmados muchos pensamientos y actitudes de Jesús. Cantaré al Señor por su bondad y misericordia. Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado. Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre. Te gusta un corazón sincero y en mi interior me inculcas sabiduría.

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Rocíame con hisopo, quedaré limpio, Lávame, quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa. Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu. Devuélveme la alegría de tu salvación, Dios, Salvador mío. Mi lengua cantará tu misericordia, me abrirás los labios y mi boca proclamará tu alabanza. Ahora te presento mi sacrificio, el dolor de mi espíritu, porque tu no desprecias un corazón destrozado y humillado. Cantaré al Señor por su bondad y misericordia. SALMO 54 “Poema patético e intenso”. Oración –súplica- llena de un gran realismo. El orante se encuentra en una situación límite, agitado y perseguido por enemigos, y hasta por un gran amigo y confidente. El salmista, envuelto en “pavor mortal”, pide a Dios que lo libere, que escuche su oración. Si pudiera huir y volar como un águila, marcharía al desierto para liberarse del huracán y de la tormenta. (La violencia también está en la ciudad, crueldad y engaño que no se apartan de sus calles). “Yo invoco a Dios y el Señor me salva por la mañana, a mediodía y al atardecer”. “Dios escucha mi voz, en paz rescata mi alma. Yo confío en ti, Señor”. Es fundamental subrayar la fe-confianza de estos hombres. Sólo en Dios ponen la salvación. No encuentran respuesta inmediata; no importa; saben que en Dios está la salvación. Jesús sufrió la persecución hasta la cruz. La historia de la Iglesia también está escrita con sangre. Seguir a Jesús significa lucha y fortaleza, seguir sus mismas huellas. “Confía y no temas”; ahí está la salvación. (Ya) La paz de Dios rescata mi alma. Dios mío, escucha mi oración, no te cierres a mi súplica; hazme caso y respóndeme, me agitan mis ansiedades. Se me retuercen dentro las entrañas, me sobrecoge un pavor mortal, me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto.

Y pienso: ¡Quién me diera alas de paloma para volar y posarme! Emigraría lejos, habitaría en el desierto. Me pondría a salvo de la tormenta, del huracán que me devora, Señor. Yo invoco a Dios y el Señor me salva, por la tarde, en la mañana, al mediodía. Dios escucha mi voz, su paz rescata mi alma de la guerra que me rodea. Encomienda a Dios tus afanes, que él te sustentará; no permitirá jamás que el justo caiga. Yo confío en ti. La paz de Dios rescata mi alma. Del Evangelio de San Marcos. 2, 15 – 17. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y publicanos, decían a los discípulos: “¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y pecadores?” Al oír esto Jesús, les dice: “No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” SALMO 55 Este salmo 55 es la oración confiada de un hombre perseguido. (Son muchos los enemigos que tengo, me acechan, me espían). “Yo confío en ti, Señor, no temo, qué podrá hacerme un mortal”. El orante se compromete a vivir rectamente, a cumplir los votos que hizo a Dios, a caminar en su presencia. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz. Misericordia, Dios mío. Levántame en el día terrible, yo confío en ti. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo, Anota en tu libro mi vida errante, recoge mis lágrimas en tu odre, Señor, Dios mío, yo te invoco. En Dios, cuya promesa alabo, en Dios confío y no temo,

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Te debo, Dios mío, los votos que hice, los cumpliré con acción de gracias porque me libraste de todo peligro. Caminaré en presencia del Señor a la luz de la vida. Tu luz, Señor, nos hace ver la luz. SALMO 56 Dice el salmista: mírame, Señor, vuelve tu corazón, tus entrañas de padre y madre, me siento en tu regazo. La fe y la confianza se repiten. Esto nos obliga a pensar que los salmos son oraciones llenas de un gran sentimiento filial. Es el hijo que mira al padre o está sentado en el regazo de la madre. Y el salmista, aunque esté rodeado de “leones y le hayan tendido una trampa”, puede cantar y tocar para el Señor; porque la bondad y fidelidad de Dios permanece para siempre. Te cantaré, Señor, ante los pueblos. Misericordia, Dios mío, misericordia, mi alma se refugia en ti; me refugio a la sombra de tus alas mientras pasa la calamidad. Invoco al Dios altísimo, al Dios que hace tanto por mí; desde el cielo me enviará la salvación, me enviará su gracia y su lealtad. Elévate sobre el cielo, Dios mío, que tu gloria llena la tierra. Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar: despierta, gloria mía; despertad, cítara y arpa; despertaré a la aurora. Te daré gracias ante los pueblos, Señor; tocaré para ti ante las naciones por tu bondad, que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes. Elévate sobre el cielo, Dios mío. Tu gloria llena la tierra. Te cantaré, Señor, ante los pueblos. SALMO 60 Oración breve. El salmista se acerca a Dios sabiendo que le escucha, aunque esté lejos. “Te invoco desde el confín de la tierra…” Admirable la fe y confianza del salmista; aunque tenga el corazón abatido, no teme, vive bajo las alas del Señor.

Habitaré al amparo de tus alas. Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. Te invoco desde el confín de la tierra con el corazón abatido. Tú eres mi refugio. Habitaré siempre en tu morada, refugiado al amparo de tus alas; porque tu, oh Dios, me escuchas y me das la heredad de los que veneran tu nombre. Yo cantaré siempre en tu honor y cumpliré mis votos día tras día. Habitaré al amparo de tus alas. SALMO 61 Ante Dios ¿qué significa el poder, la riqueza, los años de la vida? Todo es como un soplo, apariencia, pura mentira. La actitud del salmista nos es negativa: piensa, reflexiona…, su experiencia le indica la temporalidad de la vida y de las cosas. Dios es el que permanece para siempre, y en él encuentra la fuerza. El hombre creyente descansa en el Señor, de él viene la salvación. Descansa en el Señor, alma mía. Sólo en Dios descansa mi alma porque de él viene mi salvación; sólo él es mi roca y mi salvación, mi alcázar; no vacilaré. De Dios viene mi salvación y mi gloria, él es mi roca firme, Dios es mi refugio. Pueblo suyo, confiad en él, desahogad ante él vuestro corazón que Dios es nuestro refugio. Los hombres no son más que un soplo, los nobles son apariencia, todos juntos en la balanza subirían más leves que un soplo. Dios tiene el poder y el Señor tiene la gracia. Descansa en el Señor, alma mía. Del Evangelio de San Mateo. 18, 12 – 14. ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma

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manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños. SALMO 62 El salmo 62 es una expresión viva del hombre creyente, que vive en comunión estrecha con Dios y ansía el encuentro con él. Lejos de su mirada es como tierra reseca, agostada y sin agua. En el descanso de la noche, de madrugada, o a mediodía, siempre está bajo las alas de Dios. Goza en su presencia. Fe, confianza, cercanía y comunión con Dios se repiten de continuo. Jesús oraba al Padre al atardecer, de noche o de madrugada. Mis labios te alabarán jubilosos. Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti, mi carne tiene ansia de ti como tierra reseca, agostada, sin agua. Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria. Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote; mis labios te alabarán jubilosos. En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti porque fuiste mi auxilio y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti y tu diestra me sostiene. Mis labios te alabarán jubilosos. SALMO 64 Este salmo parece estar dividido en dos partes. Todo él es una alabanza a Dios Creador. El canto de alabanza y súplica primero se dirige a Dios. Él perdona los delitos y es la esperanza de los pueblos. Sigue el canto al Creador por los campos, las cosechas, el agua que corre por las acequias y praderas, por los trigos y rebaños. Preciosa alabanza al Dios Creador. Tú mereces un canto de alabanza. Oh Dios, tú mereces un canto de alabanza en tu santo templo. Tú escuchas nuestras súplicas. A ti acude todo mortal a causa de sus culpas. Nuestros delitos nos abruman pero tú los perdonas.

Dichoso al que tú llamas para vivir en tus atrios. Que nos saciemos de los bienes de tu casa, de los dones sagrados de tu templo. Tú eres nuestro Salvador, esperanza de los pueblos. Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida; la acequia de Dios va llena de agua, preparas los trigales. Riegas los surcos, igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos, bendices sus brotes; coronas el año con tus bienes, tus carriles rezuman abundancia. Rezuman los pastos del páramo y las colinas se orlan de alegría; las praderas se cubren de rebaños y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan. Tú mereces un canto de alabanza. SALMO 65 El creyente canta a Dios, le da gracias e invita a todos a su mismo cántico. Los sentimientos del hombre ante Dios se repiten: Cantar, tocar instrumentos, postrarse en tierra… Así actúa el hombre que pone su confianza en el Señor. Él es la única salvación y merece la alabanza de todos los pueblos, de toda la tierra. Muchos son los versículos de otros salmos que invitan a la creación al canto: la luz, las aguas, los pájaros, las bestias del campo. Dios libera, merece la alabanza de sus fieles. Cantad las alabanzas del Señor. Aclamad al Señor, tierra entera, tocad en honor de su nombre, cantad himnos de gloria. Que se postre ante ti la tierra entera, que toquen en su honor, que toquen para su nombre. Venid a ver las obras de Dios en favor de los hombres. Alegrémonos con Dios que gobierna eternamente. Bendecid, pueblos, a nuestro Dios, haced resonar sus alabanzas porque él nos ha devuelto la vida y no dejó que tropezaran nuestros pies. Entraré en tu casa con cantos para cumplir los votos

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que mis labios pronunciaron y mi boca prometió en el peligro. Fieles de Dios, venid a escuchar, os contaré lo que ha hecho conmigo, a él gritó mi boca y lo ensalzó mi lengua. Dios me escuchó y atendió mi voz suplicante. Bendito sea Dios que no rechazó mi súplica ni me retiró su favor. Cantad las alabanzas del Señor. Del Evangelio de San Lucas. 15, 8 – 10 y 6, 36 – 38. ¿Qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca cuidadosamente hasta que la encuentra? Y cuando la encuentra, convoca a las amigas y vecinas, y dice: ""Alegraos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido."" Del mismo modo, os digo, se produce alegría ante los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta…. Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. SALMO 66 Este salmo 66 es un cántico de alabanza y acción de gracias. “Que todos los pueblos canten al Señor”. Se repiten los mismos elementos de canto, alabanza y acción de gracias. Sin embargo, el hombre en este salmo suplica que Dios le bendiga. Es la novedad. Al mismo tiempo esta bendición es extensible a toda la comunidad. Es notoria la espontaneidad del creyente: “que canten de alegría las naciones”. Esta palabra, normal en nuestra conversación, es todo un gesto. En el canto y la alabanza la persona en su totalidad expresa los sentimientos a Dios Padre. No son palabras que brotan de los labios, es la persona la que se dirige al Señor. El creyente se encuentra con Dios en todos los acontecimientos de la vida, lo siente muy cerca, y hasta en los frutos de la tierra. (La oración, y más si está acompañada del canto, es un encuentro de la persona con Dios) Que todos los pueblos te alaben. El Señor tenga piedad y nos bendiga, ilumine su rostro sobre nosotros; conozca la tierra tus caminos, todos los pueblos tu salvación. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben.

Que canten de alegría las naciones porque riges el mundo con justicia, riges los pueblos con rectitud y gobiernas las naciones de la tierra. Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. La tierra ha dado su fruto, nos bendice el Señor, nuestro Dios. Que Dios nos bendiga; que le canten hasta los confines de la tierra. Que todos los pueblos te alaben. SALMO 67 Los justos rebosan de alegría; ¿por qué? Dios es el padre de los huérfanos, el protector de las viudas, prepara casa para los desvalidos, libera a los cautivos…, alivia la tierra extenuada y la prepara para los pobres… Nuestro Dios es un Dios que salva, él lleva nuestras cargas. ¿Cómo definir este salmo? Dios Padre es el Creador y Señor de todos; mira con ojos de bondad al pobre y afligido. Su mirada está en el desvalido. Esta es la fe del creyente, que siente la cercanía de Dios en todo momento de la vida y muy principalmente en el dolor y tribulación. Dios se manifiesta y se revela como amigo del hombre, del bien, de su vida. Vela por todos los que sufren. La postura del hombre creyente –justo- es gozar, alegrarse en el Señor; su bondad sale al encuentro del hombre. Dios es amigo de la vida, no del dolor y sufrimiento. Jesús nos revela esta maravillosa realidad: “venid a mí todos los cansados y atribulados…” Bendito sea Dios, él nos da la salvación. Los justos se alegran, gozan en la presencia de Dios, rebosan de alegría. Cantad a Dios, tocad en su honor, alfombrad el camino porque viene el Señor. Alegraos, justos, en su presencia. Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios vive en su santa morada. El Señor prepara casa a los desvalidos, libera a los cautivos y los enriquece. Derramaste en tu heredad, oh Dios, una lluvia copiosa, aliviaste la tierra extenuada y tu rebaño habitó en la tierra que tu bondad, oh Dios, preparó para los pobres. Bendito el Señor cada día. Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación.

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Nuestro Dios es un Dios que salva, el Señor Dios nos hace escapar de la muerte. Dios sea bendito. Bendito sea Dios, él nos da la salvación. SALMO 68 El salmista describe la situación de un hombre hundido y abatido por el desprecio. ¿El pecado es la causa de tanto gritar al Señor? Tiene ronca la garganta. Su vida está ante Dios, a quien no se le oculta nada. La bondad y compasión del Señor le invitan a la oración. El orante es “un pobre malherido”. (Algunos versículos recuerdan los últimos momentos de la muerte de Jesús, abandono, desprecio, “se burlan y se ríen de mi”…, “le dan a beber hiel y vinagre”). No quiere que por su causa los creyentes marchen defraudados de la presencia de Dios; más bien, pide que los humildes se alegren en el Señor. “Dios escucha a sus pobres, no desprecia a los cautivos”. Sorprende la fe de este hombre. No sabemos cuál es su situación: ¿enfermedad, pecado –delito-, persecución, desprecio…? Siente muy cerca la bondad y ternura de Dios. El salmista termina invitando a los pobres a la confianza. Que los pobres y humildes se alegren en el Señor, nunca los olvida. Señor, escúchame por tu gran bondad. Dios mío, sálvame. Estoy agotado de gritar, tengo ronca la garganta; se me nublan los ojos de tanto aguardar a mi Dios. Dios mío, tu me conoces, no se te ocultan mis delitos. Que por mi causa no queden defraudados los que esperan en ti, Señor. Que por mi causa no se avergüencen los que te buscan, Señor. Mi oración se dirige a ti, Dios mío, el día de tu favor. Que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude. Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; por tu gran compasión vuélvete hacia mí; (Por tu inmensa ternura vuelve a mí tus ojos) no escondas tu rostro a tu siervo, estoy angustiado, respóndeme enseguida. Yo soy un pobre malherido; Dios mío, tu salvación me levante. Alabaré el nombre de Dios con cantos, proclamaré su grandeza con acción de gracias.

Los humildes y los pobres alegraos, buscad al Señor y revivirá vuestro corazón. Que el Señor escucha a sus pobres, no desprecia a sus cautivos. Alábenlo el cielo y la tierra. Señor, escúchame por tu gran bondad. SALMO 69 Súplica confiada al Señor. Es un grito de urgencia: ven pronto a socorrerme. El orante se presenta en una situación de peligro y con actitud de pobreza, “soy un desgraciado”. Pero los que buscan al Señor gozan y se alegran porque Dios es liberación. En parte se repiten los mismos sentimientos del salmo anterior. Que se alegren los que buscan al Señor. Dios mío, dígnate librarme, Señor, date prisa en socorrerme. Alégrense y gocen contigo todos los que te buscan. Digan siempre los que desean tu salvación: “Dios es grande”. Yo soy pobre y desgraciado: Dios mío, socórreme, que tú eres mi auxilio y mi liberación. Señor, no tardes. Que se alegren los que buscan al Señor. Del Evangelio de San Juan. 8, 1 – 11. Jesús se fue al monte de los Olivos. De madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» Inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»

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SALMO 70 “Señor, tú eres mi esperanza desde mi juventud”. Este es el resumen precioso del salmo 70. El creyente se acerca a Dios porque es la única esperanza de salvación en todo peligro. En cada una de las etapas del hombre allí está Dios: “en el vientre materno me apoyaba en ti, de niño estaba en tus brazos, tú me sostenías; en la juventud y ahora en la vejez y las canas, siempre he confiado en ti”. La vida está tejida por la presencia de Dios. El salmista, viendo el final de sus días, confía en el Señor y canta sus alabanzas. La súplica, la alabanza y la acción de gracias se repiten generosamente en el salmo. Tú fuiste mi esperanza desde mi juventud. A ti, Señor, me acojo, no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído y sálvame. Sé tu mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y alcázar eres tú. Dios mío, líbrame, tú fuiste mi esperanza, Señor, desde mi juventud. En el vientre materno ya me apoyaba en ti, en el seno tú me sostenías, siempre he confiado en ti. Muchos me miraban como a un milagro porque tú eres mi fuerte refugio. Llena estaba mi boca de tu alabanza y gloria todo el día. No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones. Dios mío, no te quedes a distancia, ven aprisa a socorrerme. Yo seguiré esperando, redoblaré tus alabanzas; mi boca contará tu auxilio y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud y hasta hoy relato tus maravillas; ahora en la vejez y en las canas no me abandones, Dios mío. Me hiciste pasar por peligros muchos y graves, de nuevo me darás la vida, me harás subir de lo hondo de la tierra.

Acrecerás mi dignidad, de nuevo me consolarás y yo te daré gracias, Dios mío, con el arpa por tu lealtad. Tocaré para ti la cítara, te aclamarán mis labios, y mi lengua todo el día recitará tu auxilio. Tú fuiste mi esperanza desde mi juventud. SALMO 72 EL salmista siente la tentación –envidia- porque al malvado y arrogante todo le va bien. “Casi resbalaron mis pisadas”. El hombre creyente reacciona: “Dios es bueno para el justo…” “Lo bueno es estar junto a Dios, ¿qué me importa la tierra?” Con la paz del orante está la lucha interna, los violentos e injustos –malvados- gozan de “buena Salud”, su collar es el orgullo. Cuando el salmista entra en el misterio de Dios comprende su destino, y “hace del Señor su refugio, su lote perpetuo”. Esta es la escuela de la experiencia de la vida del creyente. Al final se entrega en los brazos de la voluntad de Dios que nunca defrauda. El salmista medita, ora individualmente, delante de sus ojos tiene la sabiduría de la vida. Mi recompensa es el Señor. ¡Qué bueno es Dios para el justo, el Señor para los limpios de corazón! Yo por poco doy un mal paso, casi resbalaron mis pisadas. Señor, yo siempre estaré contigo, tú agarras mi mano derecha, me guías según tus planes y me llevas a un destino glorioso. ¿No te tengo a ti en el cielo? Y contigo ¿qué me importa la tierra? Se consumen mi corazón y mi carne por Dios, mi lote perpetuo. Para mí lo bueno es estar junto a Dios, hacer del Señor mi refugio y contar todas tus acciones. Mi recompensa es el Señor. SALMO 73 Salmo conmovedor. El hombre pobre, humilde y sencillo, que sólo confía en Dios, se pone delante de él y le habla con toda sinceridad y urgencia. Su vida, la vida del pueblo, la presenta tal como la vive. “No me abandones, Señor. Acuérdate de la comunidad, de tu pueblo; piensa en tu alianza, en tu fidelidad para con nosotros”. Cercanía y realismo el de este hombre creyente. Mira a Dios y le suelta

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un “Tú”. “No entregues a los buitres la vida de tu tórtola”. No es poesía. Y continúa. No olvides sin remedio la vida de tus pobres. ¿Dónde está tu amor? Que los pobres, humildes y afligidos no marchen defraudados. “Defiende tu causa”. La comunidad entra también interpelando y urgiendo a Dios para que intervenga. ¿Dios ajeno al dolor y sufrimiento humano? ¿Estuvo Jesús ajeno al dolor humano? No. La fe y esperanza iluminan al salmista. No olvides la vida de tus pobres. Señor, no me abandones. Acuérdate de la comunidad que adquiriste desde antiguo y rescataste para posesión tuya, de tu monte santo. Ya no vemos nuestros signos ni hay profeta. Nadie entre nosotros sabe hasta cuándo. No entregues a los buitres la vida de tu tórtola, ni olvides sin remedio la vida de tus pobres. Piensa en tu alianza. Que el humilde no se marche defraudado, que pobres y afligidos alaben tu nombre. Levántate, oh Dios, defiende tu causa. No olvides la vida de tus pobres. SALMO 76 ¿Este salmo es una súplica centrada en la desgracia? Sorprende la fe de estos hombres. Se acercan a Dios con el peso de la vida. Gritan, gimen y desfallecen. ¿Dudan de la misericordia, de la bondad de Dios? ¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y se ha agotado su misericordia? Los caminos de Dios son santos. Así es, sorprende la fe de estos hombres. La misericordia del Señor permanece para siempre. Alzo mi voz a Dios gritando, alzo mi voz a Dios para que me oiga. En mi angustia te busco, Señor mío; de noche extiendo las manos sin descanso y mi alma rehúsa el consuelo. Cuando me acuerdo de Dios gimo y meditando me siento desfallecer. Sujetas los párpados de mis ojos y la agitación no me deja hablar. Repaso los días antiguos, recuerdo los años remotos; de noche lo pienso en mis adentros y meditándolo me pregunto:

¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos? ¿Se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa? ¿Es que Dios se ha olvidado de su bondad y nos cierra sus entrañas? Dios mío, tus caminos son santos. La misericordia del Señor permanece para siempre. Del Evangelio de San Marcos. 2, 18 – 22. Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y le dicen: “¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?” Jesús les dijo: “¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras el novio está con ellos?” Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar. Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día. Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un desgarrón peor. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos: sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos. SALMO 78 La profanación, el llanto y la muerte se ciernen sobre el pueblo de Dios; más todavía, la sangre empapa la tierra. ¿El pecado es la causa de la desgracia? Llega el momento de la súplica humilde y confiada: “Que tu compasión nos alcance, Señor, pues estamos agotados; socórrenos, Dios Salvador nuestro… Perdona nuestro pecado por tu gran misericordia”. El salmista en nombre de la comunidad acude al Señor implorando su compasión. Los fieles lo aclamarán y le darán gracias. Este salmo, como todos los demás, expresan el sentido religioso, de Dios, arraigados profundamente en el corazón del pueblo. La vida de todos los días, la vida del pueblo y del hombre está estrechamente vinculada con Dios, por eso lo llaman y lo invocan. Viven la cercanía con Dios. Da la sensación de que estos hombres, con todas sus debilidades, caminan de la mano de Dios. Señor, que tu compasión nos alcance. Dios mío, han entrado y profanado tu santo templo. Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra. Derramaron su sangre como agua y nadie la enterraba.

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Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto pues estamos agotados. Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, por el honor de tu nombre. Líbranos y perdona nuestros pecados por tu gran misericordia. Llegue a tu presencia el gemido del cautivo. Con tu mano poderosa salva a los que están en peligro. Mientras, nosotros, pueblo tuyo, ovejas de tu rebaño, te daremos gracias siempre, contaremos tus alabanzas de generación en generación. Aclamad al Señor nuestro Dios. SALMO 81 Dios sale en defensa del pobre y desvalido. Defended al débil e indigente dice el Señor a los jueces. Los jueces juzgan injustamente, ellos caerán y morirán. Dios es el Señor de todos los pueblos. El Señor protege la vida de los indefensos. Dios se levanta en la asamblea divina: ¿Hasta cuándo daréis sentencia injusta poniéndoos de parte del culpable? Proteged al desvalido y al huérfano, haced justicia al humilde y al necesitado, defended al pobre y al indigente sacándolos de las manos del culpable. Levántate, oh Dios, sálvanos, tú eres el dueño de todos los pueblos. El Señor protege la vida de los indefensos. SALMO 83 Este salmo 83 es la expresión gozosa del hombre que vive bajo la mirada de Dios noche y día. Los que habitan en la casa de Dios, en su presencia, gozan de paz y felicidad. Peregrinar al templo, a Jerusalén, es ir al encuentro del Señor, al encuentro de la gracia y gloria de Dios, que no niega al que camina con rectitud. Y termina el salmista: “Dichoso quien confía en el Señor”. ¿Dónde está la felicidad y la paz? La paz es el conjunto de todos los bienes, la cumbre de la felicidad, y Dios la concede a todos aquellos que viven bajo su mirada. Jesús cuando despide a la viuda, al paralítico, a la

pecadora y al ciego, les dice, id en paz, Dios está contigo, no temas. El gorrión, la golondrina -Jesús nos dirá que también los lirios del campo- han encontrado su nido dentro de la casa de Dios. En la gloria y presencia de Dios el hombre encuentra la felicidad. Quiero vivir en la casa del Señor. ¡Qué deseables son tus moradas, Señor, Dios nuestro! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo. Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor, Dios mío. Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación. Cuando atraviesan áridos valles los convierten en oasis, como si la lluvia temprana los cubriera de bendiciones; caminan de baluarte en baluarte hasta encontrarse contigo, Señor, Dios. Escucha mi súplica, atiéndeme, fíjate, oh Dios, mira. Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa. Prefiero por siempre tu casa, Señor. Porque el Señor es sol y escudo, él da la gracia y la gloria; el Señor no niega sus bienes a los de conducta intachable. Dichoso el hombre que confía en el Señor. Quiero vivir en la casa del Señor. SALMO 84 Este salmo 84 es un cántico a Dios. El creyente canta a Dios y le da gracias por todo: reconoce la misericordia de Dios, le ha perdonado sus pecados, los ha “sepultado”. La lluvia, los frutos de la tierra son obra de la bondad de Dios. Con el canto de acción de gracias está la súplica a Dios, fuente de todo bien, de donde procede la restauración del pueblo, la misericordia y salvación, la justicia y la paz. Todo viene de Dios. Esta es la fe del creyente, del que confía en Dios. ¿Que los repatriados alcanzan la restauración del templo y de la ciudad

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santa y ven cómo se anticipan los dones mesiánicos…? Lo importante es la fidelidad de Dios para con el pueblo y la fe de los creyentes. Dios anuncia la paz. Señor, has sido bueno con tu tierra, has perdonado la culpa de tu pueblo, has sepultado todos sus pecados. Restáuranos, Dios Salvador nuestro. ¿No vas a devolvernos la vida para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos, Señor tu misericordia y danos tu salvación. Voy a escuchar lo que dice el Señor: Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos y a los que se convierten de corazón. La salvación está ya cerca de sus fieles y la gloria habitará en nuestra tierra; la misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan. El Señor nos dará la lluvia y nuestra tierra dará su fruto. Dios anuncia la paz. Del Evangelio de San Mateo. 12, 1 – 8. En aquel tiempo cruzaba Jesús un sábado por los sembrados. Y sus discípulos sintieron hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerlas. Al verlo los fariseos, le dijeron: «Mira, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado.» Pero él les dijo: «¿No habéis leído lo que hizo David cuando sintió hambre él y los que le acompañaban, cómo entró en la Casa de Dios y comieron los panes de la Presencia, que no le era lícito comer a él, ni a sus compañeros, sino sólo a los sacerdotes? ¿Tampoco habéis leído en la Ley que en día de sábado los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el sábado sin incurrir en culpa? Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el Templo. Si hubieseis comprendido lo que significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio, no condenaríais a los que no tienen culpa. Porque el Hijo del hombre es señor del sábado.» SALMO 85 En este salmo se repite con insistencia la súplica humilde del “pobre y desamparado”, que acude a Dios porque el “Señor es bueno y clemente, rico en misericordia”. La súplica como el recurrir a la misericordia de Dios se entremezcla hasta el final del salmo. Se repite la fe y confianza en el Dios Salvador. Todos los pueblos vendrán al encuentro del Señor, su bondad está abierta a todos. Dios no es propiedad de nadie, es el Padre de todos. Es

importante subrayar la súplica insistente de muchos versículos: inclina tu oído, escúchame, protege mi vida, salva a tu siervo, alegra el alma, escucha mi oración, enséñame, mírame, ten compasión de mí. Esto significa fe, confianza, humildad… Tú eres bueno y clemente, rico en misericordia. Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo que confía en ti. Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo pues levanto mi alma hacia ti. Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica. En el día del peligro te llamo y tú me escuchas. Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: ¡Grande eres tú y haces maravillas; tú eres el único Dios! Enséñame, Señor, tu camino para que siga tu verdad. Mantén mi corazón entero, Señor, en tu presencia. Te alabaré de todo corazón, Dios mío; daré gloria a tu nombre por siempre, por tu gran piedad para conmigo porque me salvaste del abismo profundo. Tú, Señor, Dios clemente y misericordioso, rico en piedad y leal, mírame, ten compasión de mí. Da fuerza a tu siervo, salva al hijo de tu hija porque tú, Señor, me ayudas y consuelas. Tú eres bueno y clemente, rico en misericordia. SALMO 87 Este salmo es la oración del anciano, del enfermo, del pobre y abatido, del que ve su alma al borde del abismo. Tiene la muerte delante de si, le embarga el terror y el espanto. “Me has colocado en el hondo de la fosa, abandonado de todos, repugnante, mi compañía son las tinieblas”. El único

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camino que encuentra el salmista para escapar de la muerte, con todo el significado cultural que arrastra, es la oración confiada en el Señor. ¿Qué gana el Señor con la muerte? Es la vida quien alaba al Señor. Cada uno de los versículos, el conjunto de las estrofas, describen los sentimientos del hombre creyente que está a las puertas de la muerte; abandonado y alejado de amigos y conocidos, su único auxilio es el Señor. Qué bien se puede recitar este salmo con el pobre, abatido y abandonado de nuestras calles. ¿Cuántos le hacen caso? Señor, mis manos se dirigen hacia ti. Señor, Dios mío, de día te pido auxilio, de noche grito en tu presencia; llegue hasta a ti mi súplica, inclina tu oído a mi clamor. Mi alma está colmada de desdichas y mi vida está al borde del abismo; me cuentan con los que bajan a la fosa, soy como un inválido. Tengo mi cama entre los muertos, como los caídos que yacen en el sepulcro. Me has colocado en lo hondo de la fosa, en las tinieblas del fondo. Mis conocidos se han alejado de mí, soy repugnante para ellos. Los ojos se me nublan de pesar. Todo el día te estoy invocando, tiendo las manos hacia ti. ¿Se anuncia tu misericordia en el sepulcro, tu fidelidad en el reino de la muerte? Desde niño fui desgraciado y enfermo, mis amigos y compañeros se alejaron de mí, mi compañía son las tinieblas. Pero yo te pido auxilio, por la mañana irá a tu encuentro mi súplica. Señor, no me rechaces, no me escondas tu rostro. Señor, mis manos se dirigen hacia ti. SALMO 88 Pablo le recuerda a Timoteo: “Si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo”. Preciosa afirmación de Pablo, “Dios no puede negarse a sí mismo”. Este salmo 88 proclama también la fidelidad de Dios, su misericordia, que, como un gran edificio, permanecen para siempre. De ahí el canto jubiloso del creyente y el compromiso de caminar siempre bajo la luz de su mirada. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor. Anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Tu misericordia, Señor, es un edificio eterno. Tu fidelidad permanece para siempre. El cielo proclama tus maravillas, Señor, tu fidelidad la asamblea de los Ángeles. Dichoso el pueblo que sabe aclamarte: caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro; tu nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo. Bendito el Señor por siempre. Amén, amén. Cantaré eternamente Las misericordias del Señor SALMO 89 El salmo 89 presenta a un hombre que piensa en voz alta sobre la caducidad de la vida. “Mil años en tu presencia, Señor, son como un ayer que pasó, una vela nocturna”. Descripción perfecta, real. El hombre corre, se fatiga y afana… Su vida es como la hierba del campo que crece y de inmediato se seca. ¿Qué significan ochenta años ante la eternidad? El salmista es prudente, sólo quiere un corazón sensato. La vida, la creación, todo pertenece a Dios. El creyente inicia el salmo con una súplica y termina la oración pidiendo que venga sobre nosotros, sus siervos, la bondad del Señor. Este salmo recuerda la parábola de las diez vírgenes. Las sensatas estaban preparadas con el aceite necesario para entrar en las bodas. Se habían preocupado de lo esencial. Las necias se entretuvieron demasiado en otras cosas. “Señor, enséñanos a calcular nuestros años y que adquiramos un corazón sensato”. Una vez más asoma en el corazón del hombre la sabiduría, la sensatez. ¡Ojo! El salmista no es negativo ante la vida: “llena a tus hijos de júbilo y alegría, que tus siervos vean tu gloria… Y alcancemos la prosperidad de nuestras manos”. Mi vida en tu presencia es alegría y júbilo. Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre tú eres Dios. Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna. Los siembras año tras año como hierba que se renueva, que florece y se renueva por la mañana y por la tarde la siegan y se seca. Aunque uno viva setenta años

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y el más robusto hasta ochenta la mayor parte son fatiga inútil porque pasan aprisa y vuelan. Enséñanos a calcular nuestros años para que adquiramos un corazón sensato. Vuélvete, Señor, ten compasión de tus siervos. Por la mañana sácianos de tu misericordia y toda nuestra vida será alegría y júbilo. Llena a tus hijos de alegría. Que tus siervos vean tu gloria. Baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos. Mi vida en tu presencia es alegría y júbilo. Del Evangelio de San Marcos. 1, 35 – 39. Muy de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, se levantó, salió y se dirigió a un lugar despoblado, donde estuvo orando. Simón y sus compañeros lo buscaron y cuando lo encontraron, le dijeron: Todos te están buscando. Les respondió: Vámonos de aquí a las aldeas vecinas, para predicar también allí, pues a eso he venido. Y fue predicando en sus sinagogas y expulsando demonios por toda Galilea. SALMO 90 El hombre bueno, justo y creyente, confía en el Señor, lleva una vida digna. La sombra de Dios lo protege y lo cubre con sus plumas; hasta los ángeles le quitan las piedras del camino para que no tropiece y caiga. El salmo no solamente inspira confianza, sino que describe con términos expresivos la presencia y cercanía de Dios, que libera, guarda y protege a sus hijos de toda tribulación. Una vez más se confirma en el salmo, como en tantos otros, la presencia de Dios en el mundo, en el hombre necesitado; y al mismo tiempo, el hombre reconoce que Dios no se desentiende de la vida. Bajo la sombra de tus alas nunca temeré. Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Señor, di al Señor tu Dios: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti. Él te librará de todo peligro, te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás. No temerás las tinieblas de la noche porque hiciste del Señor tu refugio; tomaste al Altísimo por defensa.

No se te acercará la desgracia, porque ha dado órdenes a sus Ángeles para que te guarden tus caminos. Te llevarán en sus palmas para que tu pie no tropiece en la piedra. Se puso junto a mí: lo libraré. Lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré, lo saciaré de largos días y le haré ver mi salvación. Bajo la sombra de tus alas nunca temeré. SALMO 91 Este salmo es un canto de acción de gracias y alabanza al Señor. El salmista se encuentra feliz y contento por las obras de Dios. “¡Qué magníficas son tus obras, Señor!... El necio no las entiende”. Crece como una palmera y en la misma vejez da sus frutos. Está lleno de esperanza e ilusión sin frustración alguna, porque sus raíces se hunden en los atrios del Señor. Rebosa de frescura y lozanía. Es lógico que cante con instrumentos la fidelidad y la misericordia del Señor desde las primeras horas del día, como al finalizar la jornada en las horas de la tarde. El salmo rebosa optimismo, alegría y paz en el Señor. Todo el salmo tiene un tono jubiloso; el canto está acompañado de instrumentos: las acciones del Señor son alegría y júbilo. Te damos gracias, Señor. Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad, con arpas de diez cuerdas y laúdes, sobre arpegios de cítaras. Tus acciones, Señor, son mi alegría y mi júbilo las obras de tus manos. ¡Qué magníficas son tus obras, Señor, qué profundos tus designios! El ignorante no los entiende ni el necio se da cuenta. Tú en cambio, Señor, eres excelso por los siglos. El justo crecerá como una palmera, Se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios. En la vejez seguirá dando fruto, Y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, mi Roca, en quien no existe la maldad.

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Te damos gracias, Señor. SALMO 94 Este salmo es un canto procesional que invita a los creyentes a la aclamación: “Cantemos gozosos al Señor es “la Roca” que nos salva”. En la roca estaba edificado el templo de Jerusalén. Allí estaba el Señor, su presencia. De la roca brotó agua para saciar al pueblo. Esta roca es Dios, el Señor, el Creador, el Pastor que guía a su pueblo. Pero el pueblo dudó, se apartó del camino, “endureció su corazón”. El salmo 22 terminará proclamando que la bondad y misericordia del Señor, a pesar de todo, “nos” acompaña todos los días de “nuestra” vida. Venid y escuchemos la voz del Señor. Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos en su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos. Porque el Señor es nuestro Dios. En sus manos está la creación. Suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos. Entrad, postrémonos por tierra bendiciendo al Señor, creador nuestro, porque él es nuestro Dios y nosotros su pueblo. Ojalá escuchéis hoy su voz: No endurezcáis el corazón, como hicieron vuestros padres aunque habían visto mis obras. Venid y escuchemos la voz del Señor. SALMO 95 En un momento de gozo y alegría Jesús exclamó: “Padre te doy gracias porque estas cosas las has revelado a los pequeños…” Sí, el canto alegre, la acción de gracias, la alabanza al Padre, brotan del corazón sencillo, porque en cualquier rincón de la vida encuentra la mano de Dios. Este salmo expresa e invita al canto, a bendecir el nombre del Señor… y que las familias de los pueblos aclamen a su Señor… El cielo, la tierra y el mar y los campos igualmente han de cantar al Señor. Todos han de participar en la fiesta y la alabanza, Él ha hecho maravillas. En otras ocasiones el salmista, como ya hemos visto, expresa sentimientos de dolor, cansancio y frustración ante las dificultades y problemas de la vida. Ahora todo es canto. Familias de los pueblos, cantad al Señor. Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor toda la tierra;

Cantad al Señor, bendecid su nombre. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria del Señor, aclamad la gloria del nombre del Señor. Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque. Porque el Señor ya llega, viene para regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad. Familias de los pueblos, cantad al Señor. Del Evangelio de San Marcos. 1, 40 – 45. Se le acercó un leproso y [arrodillándose] le suplicó: Si quieres, puedes sanarme. Él se compadeció, extendió la mano, lo tocó y le dijo: Lo quiero, queda sano. Al punto se le fue la lepra y quedó sano. Después le amonestó y le despidió encargándole: Cuidado con decírselo a nadie. Ve a presentarte al sacerdote y, para que le conste, lleva la ofrenda de tu sanación establecida por Moisés. Pero al salir, aquel hombre se puso a pregonarlo y a divulgar el hecho, de modo que Jesús ya no podía presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba fuera, en despoblado. Y aun así, de todas partes acudían a él. SALMO 97 Los salmos son escuela de oración; el hombre se presenta ante el Señor lleno de fe y confianza; lo mismo pone en sus labios la súplica, el dolor del pecado, como el canto de alabanza y acción de gracias con toda clase de instrumentos. ¿Qué caracteriza esta oración? Es la fe en Dios personal, cercano, como un tú. Es la confianza del hijo que se acerca al padre. Puede ser que los salmos den la sensación de “rezar” a Dios hasta cansarlo. No. En los salmos encontramos el corazón recto y sencillo del cual brota la oración. En este salmo un hombre se encuentra victorioso por algún acontecimiento y expresa su alegría. Canta a Dios por sus éxitos. Lo importante en los salmos es la espontaneidad del hombre que habla a Dios de todo; hoy es la victoria, en otras ocasiones es el dolor que oprime, la enfermedad, la vejez, la soledad ante la muerte, o el deseo ardiente de un corazón recto, bueno y justo. Así la oración es un encuentro con Dios. Que todos los pueblos canten al Señor. Cantad al Señor un Cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra;

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cantad al Señor, bendecid su nombre. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. El Señor es grande y muy digno de alabanza. Familias de los pueblos, aclamad al Señor, aclamad la gloria del Señor. Aclamad la gloria del nombre del Señor, Entrad en sus atrios trayéndole ofrendas. Postraos ante el Señor en el atrio sagrado. Alégrese el cielo y goce la tierra. Que todos los pueblos canten al Señor. SALMO 99 El salmo 99 es un canto procesional. El hombre creyente, envuelto en júbilo y alegría, camina a la casa del Señor. Entramos en su corazón. Ha tenido un día feliz, le ha ido bien. Los negocios, el trabajo, la familia… todo está perfecto. Es más, se detiene, piensa y mira hacia atrás y ve que los meses y el año han transcurrido en una situación inmejorable. Se siente feliz y muy contento. Necesariamente ha de caminar a la casa del Señor, levantar los brazos, cantar a Dios y darle gracias. Esto es lo que expresa el salmo 99. Cantad al Señor, su misericordia es eterna. Aclama al Señor tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores. Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre. El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades. Cantad al Señor, su misericordia es eterna. SALMO 100 El salmista canta al Señor, busca sus caminos, “andaré con rectitud de corazón… Lejos de mí el corazón torcido”. Cuántas veces Jesús se enfrenta con los fariseos; viven una religiosidad superficial, de labios hacia fuera. Su corazón está lejos de lo que dicen. La sabiduría del hombre creyente y fiel es la rectitud del corazón; su compromiso es cumplir la voluntad de Dios, porque al Señor no le agradan los corazones arrogantes.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. Voy a cantar la bondad y la justicia: para ti es mi música, Señor. Voy a explicar el camino perfecto. ¿Cuándo vendrás a mí? Andaré con rectitud de corazón dentro de mi casa. No pondré mis ojos en intenciones viles. Aborrezco el mal, lo detesto. Lejos de mí el corazón torcido. No apruebo la maldad. Pongo mis ojos en los que son leales, ellos vivirán conmigo. El que sigue un camino perfecto será mi consejero. Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. SALMO 101 Hoy podemos salir a nuestras calles, a los suburbios de muchas capitales del mundo, a los hospitales y refugios de pobres y desamparados, y poner en la boca de todos los marginados las mismas palabras de este salmo. (El salmista describe la desgracia de la ciudad destrozada y la del hombre que vive el “día de la desgracia”). “La vida se agota, los huesos queman como brasas, el corazón está agostado como hierba seca…” Nada le queda al hombre. Es como lechuza en la estepa. Es el hombre desvalido de ayer y de hoy. La situación se repite “de generación en generación”. “Los días se alargan como una sombra”. ¡Señor, danos un corazón sensato! Levántate y ten misericordia; mira la obra de tus manos. Ante la impotencia surge la mirada, lejos de uno mismo, a quien siempre permanece. “Señor, mira desde el cielo y escucha los gemidos del cautivo, libra los condenados a muerte”. Desde la oración con este salmo surge necesariamente la comunión con todos los pobres de la tierra. El Señor escucha el gemido del cautivo. Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco escúchame enseguida. Mis días se desvanecen como humo, mis huesos queman como brasas; mi corazón está agostado como hierba. Me olvido de comer mi pan. Con la violencia de mis quejidos se me pega la piel a los huesos.

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Estoy como lechuza en la estepa, como búho entre ruinas; estoy desvelado, gimiendo como pájaro sin pareja en el tejado. En vez de pan como ceniza, mezclo mi bebida con llanto. Mis días son una sombra que se alarga, me voy secando como la hierba. Tú permaneces para siempre. Levántate y ten misericordia que ya es hora y tiempo de misericordia. El Señor mira desde el cielo para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte. El Señor escucha el gemido del cautivo. Del Evangelio de San Lucas. 18, 9 – 14. Por algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, les contó esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, el otro recaudador. El fariseo, de pie, oraba así en voz baja: Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres, ladrones, injustos, adúlteros, o como ese recaudador. Ayuno dos veces por semana y pago diezmos de cuanto poseo. El recaudador, de pie y a distancia, ni siquiera alzaba los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Oh Dios, ten piedad de este pecador. Os digo que éste volvió a casa absuelto y el otro no. Porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado. SALMO 102 Empieza el salmo alabando y bendiciendo al Señor: “Todo mi ser a su santo nombre alabe”. La persona del orante en su totalidad quiere cantar y dar gracias al Señor. El motivo está claro: Es el perdón, la ternura y la compasión de Dios hacia sus hijos, “porque la misericordia del Señor permanece para siempre”. El salmista es consciente de sus limitaciones e impotencia. Dios sabe muy bien cuál es la urdimbre del hombre. Fue modelado con un puñado de arcilla y masa. ¿Qué es lo que puede brotar del barro de la tierra? Unas cuantas hierbas florecen y pronto el viento las roza y desaparecen. También delitos. Esta es la realidad del hombre experimentada tantas veces. Y junto a la pequeñez y sentimientos de toda creatura surge la presencia del Creador en bondad sin límites. El creyente en este salmo se regocija en Dios que mira a sus hijos con cariño, bondad y ternura, compasión y perdón. El Señor es compasivo y misericordioso. Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre.

Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. El perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. Él sacia de bienes tus anhelos y como un águila se renueva tu juventud. El Señor defiende a todos los oprimidos. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo. No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. Como se levanta el cielo sobre la tierra se levanta su bondad sobre sus fieles; como dista el oriente del ocaso así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre siente ternura por sus hijos siente el Señor ternura por sus fieles; porque él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro. Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como la flor del campo que el viento la roza y ya no existe, su terreno no volverá a verla. Pero la misericordia del Señor dura siempre para los que guardan su alianza y recitan y cumplen sus mandatos. Bendecid al Señor, ángeles suyos, bendecid al Señor, servidores del Señor. Bendice, alma mía, al Señor. El Señor es compasivo y misericordioso. SALMO 103 “El Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas” para dar vida. Esta es la expresión bella de este salmo. Es todo un canto a Dios, a su Espíritu que alienta a toda la creación. El creyente no puede cerrar los ojos, guardar silencio ante lo que ve y contempla: el cielo, los vientos, el fuego, las aguas… ¿Cómo guardar silencio ante las flores, los campos, los pájaros y toda clase de animales? ¿Cómo es posible que todo surja espontáneamente y por su propia fuerza? El pan, el vino que alegra el corazón, el aceite que da brillo…, todo es obra de sus manos. Imposible guardar silencio. Cantad, tocad al Señor. ¡Bendice alma mía al Señor! “Jesús lleno de gozo y de alegría exclamó diciendo: Te doy gracias, Padre, porque estas cosa sólo las comprenden los pequeños…” Y Pablo también

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habla a los cristianos de Roma: “Lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se manifiesta a la inteligencia a través de sus obras”. La creación revela la gloria de Dios. El salmista canta y bendice al Creador presente en todas las criaturas. Grandes son tus obras, Señor. Bendice, alma mía, al Señor. ¡Dios mío, qué grande eres! Te vistes de belleza y majestad, la luz te envuelve como un manto. Extiendes los cielos como una tienda, construyes tu morada sobre las aguas; las nubes te sirven de carroza, avanzas en las alas del viento; el viento te sirve de mensajero, el fuego llameante de ministro. De los manantiales sacas los ríos, para que fluyan entre los montes; en ellos beben las fieras de los campos, el asno salvaje apaga su sed; junto a ellos habitan las aves del cielo y entre la fronda se oye su canto. Desde tu morada riegas los montes y la tierra se sacia de tu acción fecunda; haces brotar hierba para los ganados y forraje para los que sirven al hombre. Él saca pan de los campos y vino que alegra el corazón y aceite que da brillo a su rostro y alimento que le da fuerzas. Se llenan de savia los árboles del Señor, los cedros del Líbano que él plantó. Allí anidan los pájaros, en su cima pone casa la cigüeña. Los riscos son para las cabras, las peñas son madrigueras de erizos. Cuántas son tus obras, Señor, y todas las hiciste con sabiduría. La tierra está llena de tus criaturas. Si escondes tu rostro, expiran, vuelven a ser polvo. Envías tu aliento de vida, y los creas. Tú repueblas la faz de la tierra. Gloria a Dios para siempre, goce el Señor con sus obras. Cantaré al Señor mientras viva, tocaré para mi Dios mientras exista: que le sea agradable mi poema y yo me alegraré con el Señor.

Bendice, alma mía, al Señor. Grandes son tus obras, Señor. Del Evangelio de San Mateo. 23, 1 – 12. Entonces Jesús se dirigió a la gente y a sus discípulos y les dijo: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos. Haced, pues, y observad todo lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y las echan a las espaldas de la gente… quieren el primer puesto en los banquetes… y que la gente les llame Maestro. Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar Maestro, uno solo es vuestro Maestro; y vosotros sois todos hermanos. Ni llaméis a nadie ""Padre"" vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo… El mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado; SALMO 110 “Ratificó para siempre su alianza”. El salmista proclama la fidelidad de Dios. Dios siempre junto al hombre, no lo puede olvidar, él es piadoso y clemente. “Dad gracias al Señor en la asamblea en compañía de los rectos de corazón”. ¿Cuántas veces cantan los salmos la fidelidad, la misericordia del Señor y su alianza? La piedad y su bondad permanecen para siempre. Grandes son tus obras, Señor. Doy gracias al Señor de todo corazón en la asamblea, en compañía de los rectos. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman. Esplendor y belleza son su obra, su generosidad dura por siempre; ha hecho maravillas memorables. El Señor es piadoso y clemente. Él da alimento a sus fieles recordando siempre su alianza. Justicia y verdad son las obras de sus manos, todos sus preceptos merecen confianza. Envió la salvación a su pueblo, ratificó para siempre su alianza. Su nombre es sagrado. La bondad del Señor dura por siempre. Grandes son tus obras, Señor. SALMO 111 Dichoso y feliz el hombre que camina bajo la mirada del Señor. Feliz porque tiene un corazón bueno. En medio de tinieblas y pecado es luz, ejemplo y camino. Siente compasión ante la desgracia. Ama sin falta al pobre. No teme las malas noticias. ¿Qué nos cuenta el salmista?

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¿Increíble? No. El salmista describe al hombre que en el centro de su corazón sólo habita Dios. El Espíritu de Dios es el que actúa desde muy dentro de él. Es un pincel dócil en la mano de Dios. Está identificado con Dios y vive en comunión perfecta con él. “Su corazón está firme en el Señor”. Porque “si alguno me ama y guarda mis palabras, mi Padre le amará, y haremos morada dentro de él”. Este hombre fiel al Señor, es fiel con el pobre. La comunión con Dios la realiza en solidaridad con el pobre. Dichoso quien reparte limosna a los pobres. Dichoso quien busca al Señor y ama de corazón sus mandatos. La descendencia del justo será bendita. Su caridad es constante, sin falta. El que es justo, clemente y compasivo, brilla en la tiniebla como una luz. Dichoso el que se apiada y presta y administra rectamente sus asuntos. El Justo jamás vacilará, su recuerdo será perpetuo. No temerá las malas noticias, su corazón está firme en el Señor. Su corazón está seguro. Reparte limosna a los pobres; su caridad es constante, sin falta. Con dignidad realizará su camino. Dichoso quien reparte limosna a los pobres. SALMO 112 El salmista alaba y bendice al Señor. Es la oración que se repite continuamente. Siempre la alabanza en labios del hombre creyente, bendición y alabanza que ha de repetirse desde la mañana hasta el atardecer. Y es que la gloria de Dios y su presencia lo llenan todo. Pero es sintomático y hasta curioso, muy importante: Dios no está lejos de sus criaturas, de sus hijos y principalmente de los pobres y necesitados: “levanta del polvo al desvalido, alza de la basura (del estiércol) al pobre y a la estéril le da un puesto en la casa, como madre feliz de hijos”. ¿Qué significan todas estas expresiones? Dios es Padre y siente amor, ternura y compasión por sus hijos a quienes acompaña y nunca abandona. Esta es la oración del hombre de fe. Bendito sea el nombre del Señor. Alabad, siervos del Señor, alabad el nombre del Señor. Bendito sea el nombre del Señor ahora y por siempre:

de la salida del sol hasta su ocaso alabado sea el nombre del Señor. El Señor se eleva sobre todos los pueblos, su gloria sobre los cielos. Levanta del polvo al desvalido, alza de la basura al pobre, a la estéril le da un puesto en la casa como madre feliz de hijos. Bendito sea el nombre del Señor. Del Evangelio de San Mateo. 11, 25 – 30. En aquella ocasión Jesús tomó la palabra y dijo: ¡Te alabo, Padre, Señor de cielo y tierra, porque, ocultando estas cosas a los sabios y entendidos, se las diste a conocer a la gente sencilla! Sí, Padre, ésa ha sido tu elección. Todo me lo ha encomendado mi Padre: nadie conoce al Hijo sino el Padre; nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo decida revelárselo. Acudid a mí, los que andáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y os sentiréis aliviados. Porque mi yugo es blando y mi carga es ligera. SALMO 114 Este salmo es una confesión. Primero, tristeza y angustia ante los lazos de la muerte. Segundo, Dios es compasivo, benigno y justo. Guarda a los sencillos, ¿por qué temer? El salmista tiene la experiencia de la intervención de Dios que “arrancó su alma de la muerte, de las lágrimas, de la caída”. Y tercera confesión, con la que inicia el salmo, “Amo al Señor”. Dios se deja querer por la súplica del creyente. Aquella mujer del evangelio sólo quería tocar el manto de Jesús, su fe llegaba hasta allí, después lo haría todo él. Es la fe del grano de mostaza. Nuestro Dios es compasivo. Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí el día que lo invoco. Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y en angustia. Invoqué el nombre del Señor: Señor, salva mi vida. El Señor es benigno y justo, nuestro Dios es compasivo; el Señor guarda a los sencillos: estando yo sin fuerzas me salvó. Alma mía, recobra tu calma que el Señor fue bueno contigo:

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arrancó mi alma de la muerte, mis ojos de las lágrimas, mis pies de la caída. Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida. Nuestro Dios es compasivo. SALMO 116 Exhortación universal a glorificar y alabar al Señor: Dios es fiel para siempre. Dice Pablo a Timoteo: Dios no puede negarse a sí mismo, Su bondad y misericordia permanecen para siempre. Dios es así. Que todos los pueblos te alaben. Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos. Firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre. Que todos los pueblos te alaben. SALMO 117 Este salmo es un canto litúrgico de acción de gracias. Canta la asamblea o también un creyente. El hombre, el pueblo, proclama a Dios como liberador, actúa en su favor en todo momento; recuerda hechos históricos, las intervenciones del Señor en situaciones difíciles de la historia. Dios siempre actúa en bondad y en misericordia. Lo importante ahora es subrayar que Dios sigue actuando en favor de sus fieles. “Escuchó mi voz suplicante y me puso a salvo. El Señor está conmigo y no temo”. La misericordia del Señor es eterna. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Digan todos los pueblos: Eterna es su misericordia. Digan los fieles del Señor: Eterna es su misericordia. En el peligro grité al Señor, me escuchó y me puso a salvo. El Señor está conmigo, no temo. ¿Qué podrá hacerme el hombre? El Señor está conmigo y me auxilia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres. El Señor es mi fuerza y salvación. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación. Este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo.

Señor, danos la salvación. Bendito el que viene en nombre del Señor. El Señor es Dios, él nos ilumina. Tú eres mi Dios, te doy gracias. Dios mío, yo te aclamo. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. La misericordia del Señor es eterna. Del Evangelio de San Marcos. 12, 28 – 34. Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús le contestó: “El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No existe otro mandamiento mayor que éstos”. Le dijo el escriba: “Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que El es único y que no hay otro fuera de El, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios.» Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas. SALMO 118 Unos cuantos pensamientos del Evangelio nos ayudan a orar con el resumen de este salmo. “Mi alimento es hacer la voluntad del Padre”. “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. Jesús nos traza el camino del gozo y la alegría cumpliendo la voluntad de Dios. La ley del Señor es la palabra de Jesús, la Espada del Espíritu, dice Pablo. El tema preferido de este salmo es la ley, la voluntad de Dios; no excluye la súplica, la acción de gracias… La ley de Dios es la delicia del hombre creyente, su esperanza y consuelo. Otras veces el salmista se encuentra hundido y acude al Señor como el pecador que se dirigió al templo a orar. No se atrevía a levantar su mirada, “porque su alma estaba pegada al polvo y lloraba de tristeza”. Como siempre, la súplica se dirige a Dios porque es bueno, “por tu bondad consuélame, ten piedad, de tu bondad está llena la tierra, trata con misericordia a tu siervo. Grande es tu ternura, Señor”. Innumerables veces Jesús manifiesta en su vida la bondad, misericordia y ternura para con todos los que se acercan a él. Sentía compasión de todos. Jesús es expresión viva y definitiva del amor de Dios revelado en los salmos. Confía en la palabra y promesa del Señor

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I.- Dichoso el que con vida intachable camina en la voluntad del Señor; dichoso el que guardando sus preceptos lo busca de todo corazón. II.- Te busco de todo corazón, no consientas que me desvíe de tus mandatos. En mi corazón escondo tus consignas. Bendito eres, Señor, enséñame tus leyes. Mi alegría es tu camino, tu voluntad mi delicia, no olvidaré tus palabras. III.- Ábreme los ojos y contemplaré las maravillas de tu voluntad. Soy un forastero en la tierra, no me ocultes tus promesas. IV.- Mi alma está pegada al polvo, reanímame con tus palabras. Mi alma llora de tristeza, consuélame con tus promesas. Dame la gracia de tu voluntad. Señor, no me defraudes. VII.- Tu palabra es mi esperanza y mi consuelo. De noche pronuncio tu nombre, Señor, y velando medito en tus preceptos. VIII.- De todo corazón busco tu favor: ten piedad de mí según tu promesa. A media noche me levanto para darte gracias. Señor, de tu bondad está llena la tierra. IX.- Has dado bienes a tu siervo, Señor. Enséñame a gustar y a comprender tus mandatos. Tú eres bueno y haces el bien. X.- Tus manos me hicieron y me formaron, que tu bondad me consuele. Cuando me alcance tu compasión viviré. XI.- Me consumo ansiando tu salvación y espero en tu palabra. Mis ojos se consumen

ansiando tus promesas mientras digo: ¿Cuándo me consolarás? Estoy como un odre puesto al humo. Protégeme, por tu bondad dame vida. XII.- Tu palabra, Señor, es eterna, tu fidelidad va de generación en generación. Soy tuyo, sálvame. XIII.- Cuánto amo tu voluntad: todo el día la estoy meditando. Aparto mi pie de toda senda mala para guardar tu palabra. No me aparto de tus mandamientos porque tú me has instruido. Qué dulce al paladar tu promesa más que miel en la boca. Odio el camino de la mentira. Confía en la palabra y promesa del Señor. Del Evangelio de San Juan. 1, 9 – 17. Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor. Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando… Lo que os mando es que os améis los unos a los otros. SALMO 118 (BIS) Tus mandamientos son mi delicia XIV.- Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero; guardaré tus mandamientos. Estoy afligido, Señor, dame vida según tu promesa. Acepta, Señor, mis votos, enséñame tus caminos. Mi vida está siempre en peligro pero no olvido tu voluntad, la alegría de mi corazón. XV.- Tú eres mi refugio y escudo, yo espero en tu palabra. Sostenme con tu promesa y viviré, que no quede frustrada mi esperanza. Dame apoyo y estaré a salvo. XVI.- Trata con misericordia a tu siervo,

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yo soy tu siervo, dame inteligencia. Yo amo tus mandatos más que el oro purísimo por eso detesto el camino de la mentira. XVII.- Vuélvete a mí y ten misericordia como es tu norma con los que aman tu nombre. Asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine. Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, pues de mis ojos bajan arroyos de lágrimas. XVIII.- Señor, tú eres justo, tus mandamientos son rectos. Soy pequeño y despreciable, tu voluntad es verdadera. Dame inteligencia y tendré vida. XIX.- Te invoco de todo corazón, respóndeme, Señor. A ti grito, sálvame. Pidiendo auxilio me adelanto a la aurora. Espero tus palabras. Mis ojos se adelantan a las vigilias meditando tu promesa. Escucha mi voz por tu misericordia, tú, Señor, estás cerca. XX.- Grande es tu ternura, Señor, por tu misericordia dame vida. Tu palabra es la verdad. XXI.- Yo me alegraba con tu promesa como el que encuentra un rico botín. Detesto y aborrezco la mentira, amo tu voluntad. Siete veces al día te alabo por tus justos mandamientos. Mucha paz tienen los que aman tus leyes; Señor, yo aguardo tu salvación. XXII.- Que llegue mi clamor a tu presencia, Señor, con tus palabras dame inteligencia; que mi súplica llegue a tu presencia, líbrame según tu promesa. De mis labios brota la alabanza. Mi lengua canta tu fidelidad. Que tu mano me auxilie. Ansío tu salvación, Señor.

Tu voluntad es mi delicia. Que mi alma viva para alabarte. Tus mandamientos son mi delicia. De la carta a los Romanos. 13, 8 – 10. Con nadie tengáis otra deuda que la del mutuo amor. Pues el que ama al prójimo, ha cumplido la ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su plenitud… Pues toda la ley alcanza su plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. (Gálatas. 5, 14). SALMO 120 Oración de confianza. El auxilio, la ayuda viene del Señor. Él te guarda de todo mal. Si Dios da el alimento a los pájaros del cielo y cuida de ellos; si viste a los lirios del campo, ¿cabe alguna duda de abandono para con sus hijos? “El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha”. Se repite una vez más “Dios está más cerca de ti, que tú de ti mismo”. Dios dentro de nosotros, como templos suyos que somos, nos cuida y nos empuja a la paz, al sosiego, a la confianza. El auxilio me viene del Señor. Levanto mis ojos a los montes, ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor que hizo el cielo y la tierra. No permitirá que resbale tu pie, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel. El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha; de día el sol no te hará daño ni la luna de noche. El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma: El Señor te guarda ahora y por siempre. El auxilio me viene del Señor. SALMO 121 Este salmo es un canto procesional -de alegría desbordante- del peregrino que camina hacia la casa del Señor. En la casa del Señor, en su presencia, -en el Señor- está la rectitud, la justicia y la paz. En la paz está toda clase de bienes, la felicidad completa. Esto es lo que busca el peregrino que camina hacia Jerusalén y encuentro

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del Señor. “Dichoso el que busca al Señor y sigue sus caminos”. Alegres vamos a la casa del Señor. Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén. Jerusalén está construida como ciudad bien compacta, allá suben las tribus, las tribus del Señor; según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia, En el palacio de David. Saludad con la paz a Jerusalén: Vivan tranquilos tus amigos; haya paz en tus murallas, tranquilidad en tus palacios. Por mis hermanos y compañeros Voy a decir: la paz contigo. Por la casa del Señor nuestro Dios te deseo todo bien. Alegres vamos a la casa del Señor. SALMO 122 Ante el desprecio y humillación, la súplica al Señor, “a ti levanto mis ojos”, apiádate de mí. Estamos hartos de desprecios. Súplica del creyente humillado o del pueblo saturado de burlas. Sin querer recordamos a Jesús en el proceso de su condenación: traición, burlas, bofetadas… Después, la súplica. ¡Padre, si es posible que pase de mí este cáliz!. Señor, esperamos tu misericordia. A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Misericordia, Señor, misericordia que estamos saciados de desprecios; nuestra alma está saciada del sarcasmo de los satisfechos, del desprecio de los orgullosos. Señor, esperamos tu misericordia. SALMO 125 Empieza la jornada, “la peregrinación”, un nuevo trabajo, difícil y arduo… No sabemos cómo ha de terminar. A veces también asoman las lágrimas y el cansancio. Este salmo nos trae la esperanza gozosa. Al atardecer vuelve uno del “campo” con

las gavillas repletas en medio de cantares. Los salmos presentan la vida de todos los hombres, los sentimientos más profundos. Es la sabiduría popular del hombre reflexivo, creyente y sensato. Y así es la vida de todos los días. El salmista sin duda alguna está pensando en el retorno del destierro. Más de cuatro veces el dolor vino sobre el pueblo, y con el dolor también los deseos de convertirse a Dios. Ahora regresan a su tierra cargados de gozo y alegría para encontrarse de nuevo con su tierra y pueblo, con la vida que les habían arrancado. Señor, tú eres bueno, te canto con alegría. El Señor está grande con nosotros, estamos alegres. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares. Al ir iba llorando, llevando la semilla; al volver vuelvo cantando, trayendo las gavillas. Señor, tú eres bueno, te canto con alegría. De San Pablo a los cristianos de Roma. 3, 21 – 26. Pero ahora, prescindiendo de la ley, aunque atestiguada por la ley y los profetas, se revela esa justicia de Dios que salva por la fe en Jesucristo; válida sin distinción para cuantos creen. Todos han pecado y están privados de la presencia de Dios. Pero son absueltos generosamente y sin merecerlo por el rescate que Jesucristo entregó. Dios lo destinó a ser con su sangre instrumento de expiación para los que creen. Dios mostraba así su justicia cuando pacientemente pasaba por alto los pecados de antaño, y demuestra su justicia en el presente siendo justo, y haciendo justos a los que creen en Jesús. SALMO 126 Expresivo y realista este salmo 126. El hombre se afana y muchas veces por cosas inútiles. Vela, madruga; cunde el nerviosismo en la jornada, en la vida…, y casi sin darse cuenta se precipita con el final de la vida, teniendo la sensación de haber perdido el tiempo. Esto es muy normal. Dios nos llama a la sensatez, a la responsabilidad y a la serenidad. Ciertamente que debemos vigilar y poner los cimientos sobre roca al construir la casa. Pero también es verdad que la simiente nace y crece por sí sola. Esta es la fe del creyente, “porque si el Señor no construye la casa…” Sólo en Dios descansa mi alma. Si el Señor no construye la casa en vano se cansan los albañiles;

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si el Señor no guarda la ciudad en vano vigilan los centinelas. Es inútil que madruguéis, que veléis hasta muy tarde, que comáis el pan de vuestros sudores: Dios lo da a sus amigos mientras duermen. Sólo en Dios descansa mi alma. SALMO 127 La imagen del hogar patriarcal la encontramos en este salmo 127. El Padre de familia realiza su vida en presencia y bajo la voluntad de Dios. Es feliz y dichoso. Su esposa es como viña fecunda donde sus hijos se alimentan y recrean bajo el calor del hogar. El salmo termina deseando la paz para el pueblo. La paz es el don supremo de Dios para el hombre. El hombre que busca al Señor alcanza el supremo don de la paz y el conjunto de todos los bienes. El corazón del justo se alegra en el Señor. Dichoso quien busca al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien. Tu mujer como viña fecunda en medio de tu casa. Tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa. Esta es la bendición del hombre quien busca al Señor. Que el Señor te bendiga, que veas la prosperidad todos los días de tu vida. Que veas a los hijos de tus hijos. Paz para mi pueblo. El corazón del justo se alegra en el Señor. SALMO 129 Este salmo presenta a un hombre hundido, abatido. ¿Es la enfermedad? ¿Acaso el pecado? Lo cierto es que, ante esta situación de hundimiento, se dirige a Dios primero con la oración de súplica, y después confiesa su pecado y delito. Pero no teme a Dios, más bien confía en él, en su misericordia, “porque de Dios proviene la misericordia, la redención abundante, copiosa”. Este hombre creyente, enfermo o pecador, confía en el Señor, y, si cabe, resalta por encima de todo su misericordia. Repetidamente encontramos en la oración de los salmos el amor misericordioso de Dios. Ante esta sublime realidad, ¿dónde quedan los juicios condenatorios? Es una ofensa a Dios negar o

regatear las entrañas misericordiosas con las que acoge siempre al pecador. Jesús así nos lo revela. Por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz; estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica. Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto. Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra. Mi alma aguarda al Señor como el centinela a la aurora. Aguarda al Señor como el centinela la aurora; del Señor viene la misericordia copiosamente. Él te librará de todos tus delitos. Por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. SALMO 130 Oración preciosa de un corazón humilde, que se pone en los brazos de Dios “como un niño en los brazos de su madre”. Qué bueno sería analizar los sentimientos, la psicología profunda de un niño cuando descansa plácidamente sobre el pecho de su madre. Le rodea la paz y la felicidad, no aspira a nada más, en aquellos momentos vive en plenitud; “no pretende grandezas”. ¿Qué significa descansar en los brazos de Dios, reposando en confianza absoluta? Jesús se retiraba a la oración al descampado en el silencio de la noche o al despuntar la aurora. Buscaba en el descanso encontrarse con el Padre después de la actividad del día. Lo aclamaban, se admiraban de sus palabras. Él huía del ruido, no pretendía grandeza alguna. Alegraos los humildes, buscad al Señor. Señor, mi corazón no es ambicioso ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad sino que acallo y modero mis deseos como un niño en brazos de una madre. Espera en el Señor ahora y por siempre. Alegraos los humildes, buscad al Señor. De la carta a los Romanos. 8, 14 – 17. En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un

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espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. SALMO 132 Salmo breve que canta a la fraternidad, a la convivencia entre hermanos. Emplea imágenes culturales de la época como ungir con perfume al invitado o huésped de honor, o el rocío mañanero del Hermón. Esto nos recuerda cuando ungieron a Jesús con perfume de gran precio en casa de los hermanos María, Marta y Lázaro. Lo interesante, no es tanto la imagen cultural del perfume, sino más bien la acogida, la fraternidad y la convivencia. Y, si es posible, resaltar el gozo interior que uno siente porque es amado y acogido. Vivir la experiencia de tener amigos. Decía Jesús a sus discípulos, también en el ambiente de una cena muy entrañable: “ya no os llamo siervos, sino amigos”. Que se alegren los que viven contigo. Vez qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos. Es ungüento precioso en la cabeza que va bajando por la barba, que baja por la barba de Aarón hasta la franja de su ornamento. Es rocío del Hermón sobre el monte Sión. Allí el Señor nos bendice y da vida por siempre. Que se alegren los que viven contigo. SALMO 133 Este salmo es una oración breve de alabanza a Dios al finalizar el día. Los siervos del Señor son el sujeto de la oración, los que pasan los días en su casa. El hecho de levantar las manos refleja el acto litúrgico del atardecer en el que se ofrece a Dios el día que finaliza. Es la ofrenda vespertina. El siervo de Dios con este gesto trasmite la entrega de su vida al Creador. Alabad el nombre del Señor. Y ahora bendecid al Señor los siervos del Señor, los que pasáis la noche en la casa del Señor. Levantad vuestras manos y bendecid al Señor.

El Señor te bendiga, que hizo el cielo y la tierra. Alabad el nombre del Señor. SALMO 134 Este salmo 134 repite la alabanza y el canto de los siervos del Señor, de los que habitan en su casa. Se subraya el motivo del canto: el Señor es bueno. Termina el salmo exhortando a todos sus fieles a bendecir al Señor. Nos preguntamos: ¿Qué sentimientos esconde este salmo, que se repiten tan a menudo? Una vivencia religiosa profunda. Fe en Dios, en su presencia, que abarca toda la vida, la actividad del pueblo. A veces meten a Dios hasta en los conflictos bélicos. La fe en Dios bueno y lleno de ternura y misericordia, ¿es un mero sentimiento de impotencia, de conformismo ante la precariedad de la vida, de conflictos y problemas…? No. El creyente mira a Dios como Hacedor, como alguien totalmente distinto de sí mismo, que está dentro de sí, pero que está fuera. Dios habló desde antiguo, se reveló a los profetas, al pueblo. Dios no es un mito, algo creado por el hombre. Está cerca, y con él se puede hablar. Es un Dios “persona” que mira por sus criaturas. El hombre tiene conciencia de libertad, es libre; cuando peca y comete delitos siente la responsabilidad. No lo conduce el destino ciego. El hombre creyente habla con Dios, sabe que lo encuentra cuando actúa con un corazón recto. Dios no está detrás de la mentira o falsedad. Bendice, canta, alaba y da gracias a Dios con sus labios desde un corazón recto, con las manos elevadas hacia el cielo, ya de madrugada, o a mediodía, bien al atardecer. Dios es el Tú con el que el hombre puede hablar. Fieles del Señor, bendecid al Señor. Alabad el nombre del Señor, alabadlo, siervos del Señor, que estáis en la casa del Señor, en los atrios de la casa de nuestro Dios. Alabad al Señor porque es bueno, cantad para su nombre que es amable; porque él se escogió a su pueblo para posesión suya. Yo sé que el Señor es grande. Señor, tu nombre es eterno; tu recuerdo de edad en edad. El Señor gobierna a su pueblo y se compadece de sus siervos. Fieles del Señor, bendecid al Señor. Bendito el Señor que habita en su pueblo. Fieles del Señor, bendecid al Señor.

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SALMO 137 Canto al Señor donde se unen y estrechan los sentimientos del creyente. Acción de gracias por la misericordia y la fidelidad de Dios. El Señor escucha la oración de sus hijos, acrecienta en ellos el valor y la fortaleza. Esta actitud personal es para todos los pueblos. El Dios de los salmos, de la Biblia, es universal y para todos. Todos reciben la acción y la fuerza de Dios, por lo mismo todos deben alabar y dar gracias a Dios. Dad gracias al Señor, eterna es su misericordia. Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tocaré para ti. Me postraré y daré gracias a tu nombre. Tu misericordia y lealtad, y tu promesa superan tu fama. Cuando te invoqué me escuchaste, acreciste el valor en mi alma. Que te den gracias, Señor, todos los pueblos de la tierra. Canten los caminos del Señor porque la gloria del Señor es grande. El Señor es sublime, se fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros me conservas la vida, extiendes tu brazo y tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. Dad gracias al Señor, eterna es su misericordia. De la carta a los Romanos. 8, 31 – 39. Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió; más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?..., Estoy seguro que en todo esto salimos vencedores gracias a aquél que nos amó. Pues ni la muerte, ni la vida…, ni lo presente ni lo futuro…, ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.

SALMO 138 (“Este salmo es sin duda uno de los más bellos del salterio, reconocido y alabado con profusión”). Canto maravilloso a la presencia de Dios. Dios todo lo abarca, nada hay oculto a su presencia. Los sentimientos más íntimos del hombre están iluminados por su presencia. “Penetras mis pensamientos, distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares”. ¿Cómo escapar de la presencia del Señor? ¿Dónde huir lejos de su aliento? Para Dios la noche es clara como el día. La presencia de Dios en el hombre arranca desde el principio de su existencia; en el seno materno allí estaba la fuerza de Dios, su Espíritu, entretejiendo el ser humano. “Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno”. La vida del hombre está escrita en el libro de Dios. Después de este canto a la presencia de Dios, ¿qué más nos puede decir? “El creyente contempla el conocimiento incomprensible e indescriptible de Dios, que todo lo ve y todo lo penetra: el nacer de las palabras, el crecer del embrión, todo lo abarca en el tiempo y el espacio. No puede el hombre esconderse ni huir, lleva sobre sí la palma de Dios, al que implora en su camino”. Este salmo es un acto de fe en Dios Creador; fe en su presencia. Todo es hechura de Dios. El hombre camina apoyado, agarrado de la mano de Dios. “Guíame por el camino eterno”. Señor, me sondeas y me conoces. Señor, tú me sondeas, me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos, distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares. No ha llegado la palabra a mi lengua y ya, Señor, la conoces. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime y no lo abarco. ¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro; Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha. Si digo: que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí. Ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

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Tú has creado mis entrañas, me has tejido en el seno materno. Te doy gracias porque me has escogido. ¡Qué admirables son tus palabras! Conocías hasta el fondo de mi alma. Cuando en lo oculto me iba formando y entretejiendo en lo profundo de la tierra, tus ojos veían mis acciones, se escribían todas en tu libro; calculados estaban mis días antes que llegase el primero. Qué incomparables encuentro tus designios, Dios mío. Señor, sondéame y conoce mi corazón: ponme a prueba y conoce mis sentimientos. Mira, si en mi camino me desvío, Señor, guíame por el camino eterno. Señor, me sondeas y me conoces. SALMO 140 Oración insistente de un hombre que busca el bien. No quiere difamar con sus labios. Lejos los sentimientos perversos que brotan del corazón y se convierten en crímenes y delitos. “Crea en mí, Señor, un corazón recto”. Porque del corazón, nos dice Jesús, sale toda clase de pecado. Este hombre llama a Dios, ora para que sus manos, labios y corazón, toda su persona sea una auténtica oración y ofrenda. Dios no quiere sacrificios de animales ni holocaustos, sino la verdad en el vivir. Es la mejor ofrenda. Pero este hombre, consciente de su debilidad, le dice al Señor que no lo deje indefenso y que nadie le seduzca al mal. Tú eres mi refugio, atiende a mi súplica. Señor, te estoy llamando, ven de prisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde. Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios; no dejes inclinarse mi corazón a la maldad, a cometer crímenes y delitos. Aunque el justo me golpee y el bueno me reprenda, yo seguiré rezando. Señor, mi ojos están vueltos a ti,

en ti me refugio, no me dejes indefenso; guárdame de todo peligro. Tú eres mi refugio, atiende a mi súplica. SALMO 141 Súplica de un hombre que sufre el dolor, la persecución y el desprecio… Es una oración que brota del corazón angustiado y despreciado, “nadie me hace caso”. “El salmista ora en voz en grito” porque sabe que Dios es el único refugio. Expresión viva de fe en Dios. El hombre solo no puede salir de la “prisión”, del dolor y del hundimiento, o de cualquier desgracia, por eso acude a Dios. La oración se convierte en un acto de fe en el Dios Padre y Salvador. “Ante él me desahogo y expongo mi angustia”. Los enfermos acudían a Jesús, les pedía fe y confianza, les imponía las manos y marchaban curados. Este salmo-súplica termina con una acción de gracias: “Te daré gracias, Señor, porque me has dado tu favor”. El acto de confianza en el Señor ocupa un puesto fundamental. Señor, que mi grito llegue hasta ti. A voz en grito clamo al Señor, a voz en grito suplico al Señor; desahogo ante él mis afanes, expongo ante él mi angustia hasta que me falte el aliento. Pero tú conoces mis senderos, el camino por donde avanzo. Mira a la derecha, fíjate: nadie me hace caso; no tengo adónde huir, nadie mira por mi vida. A ti grito, Señor, te digo: Tú eres mi refugio y mi lote en el país de la vida. Atiende a mis clamores, que estoy agotado; líbrame de todo peligro, yo no puedo resistir. Sácame de la prisión y daré gracias a tu nombre: me rodearán los justos cuando me devuelvas tu favor. Señor, que mi grito llegue hasta ti. De la carta a los Efesios. 2, 4 – 10. Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor que nos tuvo, estando nosotros muertos por nuestros pecados, nos hizo revivir con Cristo Jesús, -por pura gracia estamos salvados- con Cristo Jesús nos resucitó y nos sentó en el cielo, para que se revele a

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los siglos venideros la extraordinaria riqueza de su gracia y la bondad con que nos trató por medio de Cristo Jesús. Porque os ha salvado por la fe, no por mérito vuestro, sino por don de Dios; no por las obras, para que nadie se jacte. Somos obra suya, creados por medio de Cristo Jesús para realizar las buenas acciones que Dios nos había asignado como tarea. SALMO 142 Oración bella, completa, perfecta. El salmista acude al Señor porque Dios es fiel y justo, “por tu clemencia sácame de la angustia”. El hombre “no es inocente”, no puede presentarse ante Dios. De aquí surge el motivo de la oración, cargado de realismo: me falta el aliento, estoy como los que bajan a la fosa, me persigue la muerte, el peligro… Soy un pobre hombre, no me escondas tu rostro. “Estoy como tierra sedienta”. Se respira la sencillez, la verdad, la indigencia. Ante esta situación el orante suplica al Señor su gracia. “A ti levanto mi alma”. “Señor, consérvame vivo”. Es importante resaltar, casi al terminar este recorrido con los salmos, los sentimientos que comunican. La mayoría son oraciones de súplica, con la alabanza y la acción de gracias, donde se respira la fe y la confianza en Dios. Muchas veces el problema que presenta el salmista es agudo, fuerte, casi invencible, pero por encima de cualquier dificultad, por muy grande que sea, siempre se impone la grandeza de Dios que salva. Los salmos rezuman fe y esperanza. Tú eres mi Dios, guíame por tierra llana. Señor, escucha mi oración; tú, que eres fiel, atiende a mi súplica; tú, que eres justo, escúchame. No llames a juicio a tu siervo, pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti. Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones, considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti: tengo sed de ti como tierra reseca. Escúchame enseguida, Señor, que me falta el aliento. No me escondas tu rostro como haces a los que bajan a la fosa. En la mañana hazme escuchar tu gracia pues confío en ti. Indícame el camino que he de seguir pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del peligro, Señor, que me refugio en ti. Enséñame a cumplir tu voluntad pues tú eres mi Dios. Tu espíritu que es bueno me guíe por tierra llana. Por tu nombre, Señor, consérvame vivo, por tu clemencia, sácame de la angustia. Tú eres mi Dios, guíame por tierra llana. SALMO 144 Himno de alabanza a Dios por su bondad, porque es clemente y misericordioso, rico en piedad. Cariñoso con todas sus criaturas. Termina exhortando a la acción de gracias y a proclamar la gloria del Señor. Externamente estos son los sentimientos del salmo. ¿Qué más nos quiere decir? Es la oración de un hombre que vive en comunión íntima con Dios, que ha sentido su bondad y misericordia. ¿Cómo es posible cantar a Dios, darle gracias sin vivir su presencia, amor y ternura? “El Señor es fiel, cariñoso con todas su criaturas, abre sus manos y sacia de bienes a todo viviente”. Este salmo como tantos otros son miradas de amor del hombre creyente dirigidas a lo más alto del cielo. El Señor es bueno y Justo con todos. Te ensalzaré, Dios mío, bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás. Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza. El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. Que todas tus criaturas te den gracias, te bendigan tus fieles y proclamen tu gloria, Señor. El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan. El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones; cerca está el Señor de los que le invocan, de los que le invocan sinceramente.

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Atiende a los deseos de sus fieles, escucha sus gritos y los salva. El Señor guarda a los que le aman. Pronuncie mi boca la alabanza del Señor, los vivientes bendigan su santo nombre por siempre jamás. El Señor es bueno y Justo con todos. De la carta a los efesios. 4, 1 – 6. Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos. SALMO 145 ¿Cuál es la fe de este hombre que alaba a Dios? Dios mantiene su fidelidad perpetuamente con el oprimido y el hambriento. Libera al cautivo y abre los ojos al ciego. Estas son las páginas repetidas del Evangelio. El Reino de Dios llegó en Jesús curando y levantando a pecadores, prostitutas, ciegos, tullidos… ¡Alaba, alma mía, al Señor! Es la mejor expresión ante la experiencia de Dios, como Padre o Madre. Es indiferente. Dios es amor que atiende a sus hijos, a todos, justos o pecadores. ¿Dios está lejos del mal, del sufrimiento, de tanta miseria que rodea nuestro mundo? ¿Cuál es el testimonio de los salmos? ¡Dichoso quien confía en el Señor! Este salmo también nos recuerda el programa de Jesús que expuso en la sinagoga de Nazaret. El Espíritu lo ungió para sanar los corazones afligidos y proclamar la bondad del Señor. El Señor Hace justicia a los oprimidos y libera a los cautivos. Alaba, alma mía, al Señor: alabaré al Señor mientras viva, cantaré a mi Dios mientras exista. No confiéis en los príncipes, seres de polvo que no pueden salvar; exhalan el espíritu y vuelven al polvo. dichoso quien confía en el Señor que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él. Él mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos y da pan a los hambrientos. El Señor libera a los cautivos, el Señor abre los ojos al ciego,

el Señor endereza a los que ya se doblan. el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda y confunde el camino del mal. El Señor reina eternamente, el Señor Dios de edad en edad. El Señor Hace justicia a los oprimidos y libera a los cautivos. SALMO 146 La espontaneidad y la sencillez brotan de este resumen del salmo 146. Alabanza a Dios y acción de gracias. ¿Por qué? Sana los corazones destrozados, venda sus heridas, sostiene a los humildes, aprecia a los que confían en su misericordia. El salmista repite muy a menudo que Dios no está con la arrogancia. Hasta la tierra, los árboles y los pájaros reciben la lluvia del Señor. Esta es la experiencia del hombre creyente. Tiene los ojos muy abiertos mirando hacia el cielo y con sus pies en la “pobreza” de la tierra. El Señor sostiene a los humildes. Alabad al Señor, que la música es buena; nuestro Dios merece una alabanza armoniosa. Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas. El Señor sostiene a los humildes. Entonad la acción de gracias, tocad la cítara para nuestro Dios que cubre el cielo de nubes y prepara la lluvia para la tierra. Hace brotar la hierba en los montes, da su alimento al ganado y a las crías de los pájaros. No aprecia el vigor de los caballos ni estima la fuerza del hombre. El Señor aprecia a sus fieles que confían en su misericordia. El Señor sostiene a los humildes. SALMO 148 Toda la creación ha de ser un canto de alabanza a Dios. Todo ha existido por su poder. Los niños, los jóvenes junto con los ancianos deben cantar y alabar al Creador; y a ellos han de unirse el sol y la luna, las estrellas y espacios celestes. Que todos alaben al Señor. Proclamad la grandeza del Señor.

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Alabad al Señor en el cielo, alabad al Señor en lo alto. Alabadlo todos sus ángeles; alabadlo todos los pueblos. Alabadlo sol y luna; alabadlo estrellas lucientes. Alabadlo espacios celestes y aguas que cuelgan en el cielo. Alaben el nombre del Señor porque él lo mandó y existieron. Alabad al Señor en la tierra, en los abismos del mar. Pueblos del orbe, reyes de la tierra, jóvenes y también las doncellas, los mayores junto con los niños, alaben el nombre del Señor. Proclamad la grandeza del Señor. SALMO 150 Termina el libro de los salmos con un canto de alabanza a Dios. Que toda la creación se postre delante del Señor cantando en el templo de la vida con tambores, arpas y cítaras. Y que todo ser que tenga vida alabe al Señor. A ti gloria y alabanza por los siglos. Alabad al Señor en su templo, alabadlo en su fuerte firmamento. Alabadlo por sus obras magníficas, alabadlo por su inmensa grandeza. Alabadlo tocando trompetas, alabadlo con arpas y cítaras. Alabadlo con tambores y danzas, alabadlo con platillos vibrantes. Todo ser que alienta alabe al Señor. A ti gloria y alabanza por los siglos. Del Evangelio de San Juan. 20, 30 – 31. Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.

NUEVO TESTAMENTO MAGNIFICAT. Lc. 1, 46 – 55 Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador; porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia como lo había prometido a nuestros padres a favor de Abrahán y su descendencia por siempre. BENEDICTUS. Lc. 1, 68 – 79. Bendito sea el Señor, Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su pueblo, suscitándonos una fuerza de salvación en la casa de David su siervo, según lo había predicho desde antiguo por boca de sus santos profetas. Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos y de la mano de todos los que nos odian; realizando la misericordia que tuvo con nuestros padres, recordando su santa alianza y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán. Para concedernos que libres de temor, arrancados de la mano de nuestros enemigos, le sirvamos con santidad y justicia, en su presencia todos nuestros días. Y a ti, niño, te llamarán profeta del altísimo, porque irás delante del Señor a preparar sus caminos, anunciando a su pueblo la salvación, el perdón de sus pecados.

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Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombras de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz. BENDITO SEA DIOS. Efesios. 1, 3... Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bendiciones espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Éste es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra. DE SAN PABLO A LOS FILIPENSES. Flp. 2, 6... Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió

el Nombre sobre todo nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es señor, para gloria de Dios Padre. CRISTO PADECIÓ POR NOSOTROS. 1 Pedro. 2, 21... Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca; cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas; al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente. Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado. APOCALIPSIS. 19, 1 Aleluya, amén La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Aleluya, amén. Alabad al Señor, sus siervos todos, los que le teméis, pequeños y grandes. Aleluya, amén. Porque reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo. Alegrémonos y gocemos y démosle gracias. Aleluya, amén. Llegó la boda del cordero, su esposa se ha embellecido. Aleluya, amén.

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EPÍLOGO La Oración con los Salmos en la Comunidad Parroquial Hecho ya el recorrido de los salmos, me sorprenden cuantiosos sentimientos sobre estas oraciones, cantos o himnos. ¿Qué expresan? ¿Algo simbólico, cuando el pobre se encuentra perseguido y siente la liberación después de acudir al Señor? ¿Qué clase de esperanza vive el anciano próximo ya a la muerte, que mira la tumba, con los pies al borde de la fosa? La fe de este anciano arrugado y enjuto como una teja le hace saltar de júbilo, y el sayal de luto que lo envolvía se convierte en danza de salvación. ¿Qué puede esperar el pobre perseguido injustamente o encarcelado? ¿Qué le aguarda a la viuda o al huérfano de los jueces corruptos? Increíble. Todos estos hombres, hecha su oración, salen airosos; sienten y viven la presencia y cercanía del Dios bueno y justo. Él es el único que los salva. Esta, y no otra, es su experiencia. Dios es el Padre, el Tú, cercano al problema de sus hijos, que vela a su lado desde la madrugada hasta el atardecer. Los gritos del alma de estos hombres llegan al corazón de Dios. Es la fe y la esperanza de todos ellos. Más. Se ven libres de toda esclavitud. El dolor, la enfermedad, la muerte, todo sufrimiento o mal, están vencidos ante la presencia salvadora de Dios. Acuden a Dios y confían en él por su bondad y misericordia. Si miramos a los salmos penitenciales, Dios es el Padre de la ternura y misericordia, de toda compasión; sólo exige humildad y rectitud de corazón. El orante confiesa el pecado, se apoya en la bondad de Dios. Dios no guarda rencor perpetuo ni se acuerda de los pecados del hombre. A veces pienso, -tengo cierta sensación-, que los sentimientos de fe y esperanza de estos hombres son ilusiones, como si intentaran echarse un velo sobre sus cabezas y no ver el problema existencial de la vida. Como que huyen. Pero después de un examen del contenido de los salmos, cantos e himnos, el salmista manifiesta la realidad de la vida: Ama la naturaleza y canta al Creador; reconoce lo bello del paisaje, la fuerza de las aguas marinas, la alegría de los pájaros, y contempla a los peces que discurren por las aguas cristalinas del río. El hombre no es para el salmista cualquier criatura, es la imagen de Dios, señor y dueño de la creación que tiene que amar y conservar. Es responsable de la creación, obra de las manos del Señor. Todo ha salido de sus manos. Para el salmista la creación es vida. Existe el mal, el dolor, la muerte. El hombre de los salmos es consciente del hombre perverso, de la muerte injusta del inocente, del crimen, de la corrupción, de la injusticia, del dolor de los pobres y atribulados. Igualmente es consciente del hombre

“sabio” –libre y responsable- que sigue los caminos del bien. El salmista detrás de sus oraciones desgarradoras busca y anhela la dignidad humana. En este camino, existencial y antropológico, Dios es el que permanece fiel. Es la verdadera fidelidad, porque su amor permanece para siempre. Los salmos no son sentimientos alienantes, Jesús mismo oró con los salmos. Y, en estrecha comunión con Dios, luchó en contra del mal, y siempre a favor de la dignidad humana en los más pobres y desclasados. El hombre no está abandonado a la nada. El hombre viene de la vida y camina hacia la vida. El corazón del hombre está confiado a Dios; reconoce su gloria y grandeza; de ahí que le cante agradecido e invite a todos los pueblos a cantarle. Esta es la fe y esperanza de los hombres que oran y cantan al Señor. El hombre de los salmos es un hombre místico, y tiene una fuerte experiencia de Dios. Toda su vida está llena de la presencia del Altísimo.

ÍNDICE TEMARIO DE CADA SALMO SALMO 1 (La paz del hombre que busca a Dios) SALMO 3 ( Oración de confianza vespertina) SALMO 4 (La paz del que confía en el Señor. Súplica) SALMO 5 ( Oración de confianza. Súplica matinal ) SALMO 6 (Oración de un enfermo) SALMO 8 (Canto de alabanza al Creador) SALMO 9 (Canto de acción de gracias del pobre) SALMO 12 (Súplica de confianza) SALMO 14 (¿Quién puede estar en la casa del Señor?) SALMO 15 (El Señor es la heredad del Justo) SALMO 16 (Dios es la esperanza del inocente perseguido) SALMO 17 (El Señor es amor, refugio y fortaleza…) SALMO 18 (La ley del Señor es perfecta) SALMO 21 (La muerte del siervo de Dios) SALMO 22 (El Buen Pastor) SALMO 23 (¿Quién puede entrar en la casa del Señor) SALMO 24 (Súplica confiada ante la misericordia y perdón de Dios? SALMO 26 (El Señor es mi luz y mi salvación…) SALMO 27 (Súplica y acción de gracias) SALMO 29 (Acción de gracias y aclamación jubilosa por La salvación) SALMO 30 (Súplica confiada del pobre, enfermo y anciano. Dios es el único que salva) SALMO 31 (Acción de gracias por el perdón) SALMO 32 (Himno de alabanza y acción de gracias) SALMO 33 (Aclamación, alabanza. Confía en el Señor. Busca la paz)

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SALMO 37 (El pecador, el enfermo, ante la muerte se siente culpable, pecador, mas confía en el Señor) SALMO 38 (Oración ante el final de la vida) SALMO 39 (Súplica, acción de gracias y disponibilidad ante la voluntad de Dios) SALMO 40 (Oración de confianza del enfermo, en su vida ha cuidado del pobre) SALMO 41 (Confía sin límites en el Señor) SALMO 42 (Súplica ante el altar de Dios) SALMO 46 (Aclamación al Señor) SALMO 49 (El verdadero culto) SALMO 50 (Súplica penitencia por la bondad y Misericordia de Dios) SALMO 54 (Oración ante la persecución) SALMO 55 (Confianza ante el peligro) SALMO 56 (Oración, canto y acción de gracias del afligido) SALMO 60 (Oración de un desterrado) SALMO 61 (Sólo en Dios encuentra la paz) SALMO 62 (El alma sedienta de Dios canta y alaba al Señor) SALMO 64 (Acción de gracias por la salvación, el perdón, la vida y la creación) SALMO 65 (Himno. Canto procesional de entrada) SALMO 66 (Que todos los pueblos alaben al Señor) SALMO 67 (Alabanza del pobre y desvalido) SALMO 68 (Oración confiada y humilde del pecador) SALMO 69 (súplica del pobre) SALMO 70 (Oración en la vejez) SALMO 72 (Paz en el Señor) SALMO 73 (Lamentación. No abandones la vida de tus pobres) SALMO 76 (Confía en el Señor, su misericordia permanece par siempre) SALMO 78 (Súplica, lamento, perdón y confianza) SALMO 81 (Defended al Pobre) SALMO 83 (Vivir en la casa del Señor) SALMO 84 (La salvación y la misericordia del Señor están cerca. La paz y la justicia se besan) SALMO 85 (El pobre confía en la misericordia del Señor) SALMO 87 (Oración de un enfermo ante la muerte) SALMO 88 (Canto a la fidelidad del Señor) SALMO 89 (La vida, los años, los días… ante el Señor) SALMO 90 (El Señor nos protege bajo sus alas) SALMO 91 (Oración de gracias y alabanza) SALMO 94 (Invitación a la alabanza. Canto procesional) SALMO 95 (Canto al Señor ) SALMO 97 (Canto al Señor) SALMO 99 (Canto de entrada en el Templo) SALMO 100 (La voluntad de Dios) SALMO 101 (Oración en el desprecio, en la persecución, en la soledad...) SALMO 102 (Alabanza por la entrañable misericordia de Dios) SALMO 103 (Himno a Dios Creador) SALMO 110 (Grandes son las obras del Señor)

SALMO 111 (La vida del justo) SALMO 112 (Bendito sea el nombre del Señor) SALMO 114 (Caminaré en presencia del Señor) SALMO 116 (Alabanza al Señor) SALMO 118(La ley del Señor es perfecta… ) SALMO 120 (El Señor guarda a su pueblo) SALMO 121 (Canto procesional) SALMO 122 (Súplica del humilde) SALMO 125 (La alegría de la recompensa) SALMO 126 (Gratuidad de Dios) SALMO 127 (Bendición de la familia) SALMO 129 (Súplica de perdón) SALMO 130 (Oración del humilde) SALMO 132 (Convivencia en el amor, en la paz y en la armonía) SALMO 133 (Acción de gracias al finalizar el día) SALMO 134 (Alabanza y bendición) SALMO 137 (Acción de gracias. el Señor siempre socorre) SALMO 138 (La presencia del Señor) SALMO 139 (El Señor es el socorro del pobre) SALMO 140 (Oración, súplica) SALMO 141 (Oración del preso, perseguido y solitario) SALMO 142 (Oración matinal del enfermo, del pobre) SALMO 144 (Alabanza por la misericordia y fidelidad del Señor) SALMO 145 (Dios es el que salva al pobre, al ciego…) SALMO 146 (Alabanza, acción de gracias, confianza en el Señor) SALMO 148 (Que la Creación alabe al Señor) SALMO 150 (Alabad al Señor) HIMNOS DEL NUEVO TESTAMENTO MAGNIFICAT. Lc. 1, 46 – 55 BENEDICTUS. Lc. 1, 68 – 79. BENDITO SEA DIOS. Efesios. 1, 3... DE SAN PABLO A LOS FILIPENSES. Flp. 2, 6... CRISTO PADECIÓ POR NOSOTROS. 1 Pedro. 2, 21... APOCALIPSIS. 19, 1 NOTA ACLARATORIA: En este libro no están todos los salmos, y muchos de ellos tampoco están completos. Presento sólo una selección de salmos y estrofas. Este conjunto está pensado y dirigido a la comunidad parroquial; se trata de un medio sencillo, oportuno y muy de actualidad para orar y encontrarse con el Señor, y dejarse guiar de los variados sentimientos de los salmos. Al principio de cada salmo pongo un comentario sencillo, no es técnico ni exegético. De esta forma se puede comprender mejor el contenido del salmo. Después de recitar tres o cuatro salmos nos encontramos con un texto bíblico. Así, la oración culmina con la Palabra de Dios. Al finalizar el recorrido se consignan algunos himnos del N. T.

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Una lectura reflexiva, en el silencio del corazón, encontrará laextraordinaria sabiduría que recogen estas oraciones bíblicas.Alguien puede preguntar: ¿Y qué decir de algunos salmos, estrofas,versículos que expresan odio, venganza…, que ponen a Dios comoautor de la muerte cruel de los enemigos? Todos estos salmos Yexpresiones, que hoy nos pueden llamar la atención, no están aquírecogidos. La situación en la que se escribieron esos salmos era muydiversa: persecución, injusticia, destierro…, y en un contexto culturalque no se parece al nuestro. No se intenta justificar los sentimientosperversos del hombre, con los que no podemos hacer oración hoyal Dios de la paz y del amor. Pero sí podemos entender, cómo elhombre siendo profundamente religioso, -no con nuestramentalidad calculadora y matemática-, ve a Dios aún en losmomentos cruciales de su propia historia y de la historia del pueblo.

¿Podemos orar hoy con los salmos? Jesús es el punto de referencia:Jesús oró con los salmos. Al finalizar la Cena el texto evangélicocomenta: “cantando los himnos salieron hacia el huerto...” Muchosdicen que Jesús recitó en la cruz algunos versículos de los salmos.“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Es lo máslógico. Jesús, como un judío fiel, oró con las oraciones propias de supueblo. Muchos salmos nos recuerdan los sentimientos y lasactitudes de Jesús. Cuántas frases recitadas por él fueron copiaexacta de los salmos: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”,“no se haga mi voluntad sino la tuya”. Y todo tan normal. De los labiosde Jesús brotaban los sentimientos de un fiel creyente. En aquelpueblo -y era normal en todos los pueblos antiguos- las tradiciones–más aún- los sentimientos profundos del pueblo, expresados aquíen oraciones, los aprendían de memoria. Jesús recitó lo salmos.

Antes de presentar los salmos nos hacemos una pregunta: ¿Por quéla oración? Una primera respuesta ya está expuesta en las líneasanteriores: el hombre siente interiormente la necesidad de expresarsus sentimientos. Se interroga por la vida, la muerte, la enfermedad,la misma creación; expresa el gozo y alegría, el canto y júbilo, laacción de gracias, y sus deseos de paz y felicidad; también el dolorpor sus faltas y limitaciones… El Salmista expone ante la mirada deDios todos estos sentimientos, interrogantes y vivencias profundas sinbuscar respuesta alguna. Cree y confía. Se presenta ante Dios consu pequeñez y -sobre todo- confiando profundamente en él, en subondad y misericordia. Hacemos oración porque miramos a Jesús.Jesús oró y enseñó a orar a sus discípulos. Siente muy dentro de sí larica tradición de la oración, la de un pueblo orante. Empieza su vidapública retirándose al desierto para encontrarse con el Padre.Momento decisivo para Jesús. La oración en el desierto como en loalto del monte, es un encuentro de luz y búsqueda bajo la mirada delPadre. De madrugada, por el día y en la noche, a solas o con susdiscípulos, se retira a hacer oración. Enseña a sus discípulos a orar, yles presenta lo más íntimo de su vida: El Padre Nuestro. Les dice:cuando oréis no hacer como los escribas y fariseos. Dios no necesitapalabrería, ve lo más íntimo del corazón. “Entra en tu cuarto, cierra lapuerta y desde allí habla a tu Padre que ve lo escondido”. “Porque losverdaderos adoradores del Padre lo adorarán en espíritu y enverdad”. Jesús en su oración alaba al Padre porque revela las “cosas”a los pequeños y se las oculta a los sabios y entendidos. Antes de lamultiplicación de los panes y los peces, en el momento de laresurrección de Lázaro, en la última cena, bendice al Padre y le dagracias. Jesús ora intensamente en el Huerto de los Olivos, y desde lacruz grita al Padre. En él deposita toda su vida. En Jesús la oración esencuentro de comunión con el Padre.

¿Y la oración de súplica? Jesús nos dice: “Pedid y recibiréis, buscad yencontraréis, llamad...” “El Padre os dará cosas buenas”, y también“el Padre os dará el Espíritu Santo...” Dios siempre nos envuelve en suamor y bondad. Nos mira; siempre está con nosotros; “nos agarra desu mano” y su acción es continua (no es intermitente...). No necesitanuestras plegarias ni nuestras bendiciones. Pero sí es necesario queestemos abiertos a su acción, a su Espíritu. Este es el significado de laoración. (Pablo dice a los cristianos de Roma: el Espíritu ora en vuestrointerior. La oración es la acción del Espíritu de Dios en el corazón delhombre).

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