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ORDEN, VELOCIDAD Y FRECUENCIA EN LA NARRACIÓN DEL QUIJOTE DE 1605 Amparo de Juan Bolufer El profesor Luis Andrés Murillo ha estudiado la configuración temporal del Quijote y ha explicado ciertas incoherencias temporales de la obra como re- sultado de la acción de dos líneas de movimiento, la primera de las cuales presenta una secuencia y duración verosímiles, y la segunda, proyecta esa secuencia sobre el tiempo narrativo de un verano inmutable, procedente de los libros de caballerías. 1 Esta comunicación tiene por objeto el estudio del tiempo en el Quijote de 1605 desde una perspectiva diferente. Nos centrare- mos en su técnica narrativa, analizando las relaciones que se establecen entre el tiempo de la historia y el tiempo del discurso. Estudiaremos las desviacio- nes cronológicas o anacronías, el ritmo narrativo o la alternancia de los diver- sos movimientos narrativos (escena, resumen, elipsis, pausa) y la relación nu- mérica entre los acontecimientos en la historia y el discurso. El instrumental teórico que manejamos es el elaborado por Gérard Genette en «Discours du récit. Essai de méthode». 2 Orden La organización general del texto es la habitual en los libros de aventu- ras. En el relato primario un narrador en tercera persona nos presenta a unos personajes, primero a don Quijote, más tarde a Sancho, que realizan un viaje y se encuentran con otros personajes en su camino. Estos últimos son los protagonistas de los relatos secundarios o de segundo nivel, que, a su vez, toman la palabra para narrar su propia historia. Estos relatos forman parte de episodios más amplios, en los cuales la organización de la materia se reali- za de forma similar: todos se originan en un encuentro casual; la narración del episodio se realiza, sin mediación del narrador, en varias tandas que se 1. Luis Andrés Murillo, The golden Dial. Temporal Configuration in Don Quijote, Oxford, Dolphin, 1975. 2. Figures III, París, Seuil, 1972. ACTAS II - ASOCIACIÓN CERVANTISTAS. Amparo De JUAN BOLUFER. Orden, velocidad y f...

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ORDEN, VELOCIDAD Y FRECUENCIA EN LA NARRACIÓN DEL QUIJOTE DE 1605

Amparo de Juan Bolufer

El profesor Luis Andrés Murillo ha estudiado la configuración temporal del Quijote y ha explicado ciertas incoherencias temporales de la obra como re­sultado de la acción de dos líneas de movimiento, la pr imera de las cuales presenta una secuencia y duración verosímiles, y la segunda, proyecta esa secuencia sobre el t iempo narrativo de un verano inmutable, procedente de los libros de caballerías. 1 Esta comunicación tiene por objeto el estudio del t iempo en el Quijote de 1605 desde una perspectiva diferente. Nos centrare­mos en su técnica narrativa, analizando las relaciones que se establecen entre el t iempo de la historia y el t iempo del discurso. Estudiaremos las desviacio­nes cronológicas o anacronías, el r i tmo narrativo o la alternancia de los diver­sos movimientos narrativos (escena, resumen, elipsis, pausa) y la relación nu­mérica entre los acontecimientos en la historia y el discurso. El instrumental teór ico que manejamos e s el elaborado p o r Gérard Genette en «Discours du récit. Essai de méthode». 2

Orden

La organización general del texto es la habitual en los libros de aventu­ras. En el relato pr imario un nar rador en tercera persona nos presenta a unos personajes, pr imero a don Quijote, más tarde a Sancho, que realizan un viaje y se encuentran con otros personajes en su camino. Estos últ imos son los protagonistas de los relatos secundarios o de segundo nivel, que, a su vez, toman la palabra para nar rar su propia historia. Estos relatos forman parte de episodios más amplios, en los cuales la organización de la mater ia se reali­za de forma similar: todos se originan en un encuentro casual; la narración del episodio se realiza, sin mediación del narrador , en varias tandas que se

1. Luis Andrés Murillo, The golden Dial. Temporal Configuration in Don Quijote, Oxford, Dolphin, 1975.

2. Figures III, París, Seuil, 1972.

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superponen o completan, por lo que se producen interrupciones en el relato, cuya intención es potenciar la curiosidad y el interés; el desenlace del episo­dio aparece representado en el relato pr imar io . 3

Cuando don Quijote y Sancho se encuentran con los personajes de los episodios secundarios, estos últimos se hallan inmersos en un determinado conflicto. Se ven obligados, a requerimiento de los otros actores, a relatar los antecedentes de su situación, la cual, por algún indicio externo (la extrañeza de la vestimenta, una acción inusual, unas palabras poco comprensibles, etc.), provoca la curiosidad de los otros personajes. En estos relatos secundarios se vuelve al pasado para explicar la situación actual. En algunas ocasiones se ha interpretado que una retrospección o anticipación presentada en estilo directo no es una anacronía real, ya que «el momento del "discurso" es simplemente parte de la historia (cronológica); el pasado o el futuro se mencionan sólo en los contenidos». 4

Aun aceptando esto, creemos que, en el caso que nos ocupa, la línea temporal es la misma tanto en el relato primario como en los secundarios. El t iempo del cautivo, de Cardenio, de Marcela, etc., es el mismo que el don Quijote y Sancho. Prueba de ello son los desenlaces «vividos» en el relato primario de estos episodios secundarios. Lo único que tiene lugar es un cam­bio de voz: de la tercera persona del nar rador a la primera, en los relatos secundarios. Pero un salto de nivel no implica un cambio en la línea tempo­ral. Y si esto es así, los relatos secundarios que supongan una vuelta al pasa­do son verdaderas anacronías; en este caso, analepsis o retrospecciones. Lo que hay que examinar es si los par lamentos constituyen una narración, un relato. Teniendo esto en cuenta, podemos establecer la forma general que las anacronías significativas que se pueden detectar en el Quijote de 1605 se en­cuentran en los relatos secundarios. El relato primario sigue una marcha li­neal, sin rupturas cronológicas importantes.

Comenzaremos por las pequeñas analepsis o retrospecciones que tienen lugar en el relato primario. Se pueden agrupar en diversos tipos, establecidos por rasgos comunes . En pr imer lugar, algunas analepsis se producen al na­rrarse una acción simultánea a otra ya relatada, lo que supone una retrospec­ción:

Ya a esta sazón estaban en paz los huéspedes con el ventero, pues por per­suasión y buenas razones de don Quijote, más que por amenazas, le habían pagado todo lo que él quiso [p. 538] . 5

[...] porque era verdad que su esposo don Fernando, alguna vez, a hurto de otros ojos, había cogido con los labios parte del premio que merecían sus deseos, [p. 552].

3. El relato de El curioso impertinente no se ajusta a este esquema (caps. 39-41). 4. Mieke Bal, Teoría de la narrativa (Una introducción a la narratología), Madrid, Cátedra, 19872,

p. 65. 5. La edición que utilizamos es la siguiente: Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don

Quijote de la Mancha (edición, introducción y notas de Luis Andrés Murillo), vol. I, Madrid, Castalia, 19843.

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Ya en esto, el cura se había concertado con los cuadrilleros que le acompa­ñasen hasta su lugar, dándoles un tanto cada día [p. 558].

Estas anacronías pueden calificarse como analepsis de simultaneidad. En otros casos, es el narrador el que señala explícitamente que se trata de dos hechos simultáneos aunque relatados suecesivamente. En una ocasión, el na­rrador utiliza de forma significativa la expresión «volver atrás»:

Pero dejémosle aquí [...] y volvámonos atrás cincuenta pasos, a ver qué fue lo que don Luis respondió al oidor, que le dejamos aparte, preguntándole la causa de su venida a pie y de tan vil traje vestido [p. 537].

Procedimiento semejante se utiliza en el episodio de la penitencia en Sie­rra Morena. Sancho parte con su embajada al Toboso: «Y así le dejaremos ir su camino, hasta la vuelta, que fue breve» [p. 318].

En el capítulo 26, el narrador describe la penitencia de don Quijote:

Y volviendo a contar lo que hizo el de la Triste Figura después que se vio solo [...] [p. 318].

Posteriormente, nar ra las peripecias de Sancho, que tienen lugar al mis­mo t iempo que la penitencia de su señor:

Y será de bien dejalle envuelto entre suspiros y versos por contar lo que le avino a Sancho Panza en su mandadería y fue que [...] [p. 321].

Parecida anacronía se produce en el capítulo 10, cuando, ya t e rminada la pelea de don Quijote con el vizcaíno, se na r r an los movimientos de San­cho mient ras du raba la cont ienda (pp. 146-147), o en el capítulo 18, en el que se presenta la misma situación, esta vez en la batalla contra los rebaños de ovejas (p. 224). E n muchas ocasiones, el na r rador se esfuerza en subra­yar la s imultaneidad de algunas acciones . 6 Todas estas analepsis son inter­nas, ya que la retrospección tiene lugar dentro del lapso tempora l del relato pr imar io .

El segundo tipo de analepsis se fundamenta en el conocimiento omnis­ciente del nar rador del relato primario. La función de estas anacronías es explicativa. Por ejemplo, la aparición de las disciplinantes es aclarada por el nar rador mediante una retrospección de este tipo:

6. «Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche» (p. 135) (al mismo tiempo que los mozos dan una paliza a Sancho); «Hecho esto, puesto ya que los otros habían pasa­do adelante en tanto que ellos se disfrazaron» (p. 367); «En tanto que los dos iban en estas pláticas» (p. 380), conversación del cura con Dorotea; «En tanto que ellos iban en esta conversación, prosiguió don Quijote con la suya» (p. 381); «y a todo esto dormía don Quijote» (p. 393); «Diole de vestir Sancho, y en el entretanto que se vestía, contó el cura a don Fernando» (p. 458); «Todo este largo preámbulo dijo don Quijote en tanto que los demás cenaban, olvidándose de llevar bocado a la boca, puesto que algunas veces le había dicho Sancho Panza que cenase; que después habría lugar para decir todo lo que quisiese» (p. 471); «En tanto que don Quijote esto decía, estaba persuadiendo el cura a los cuadrilleros cómo don Quijote era falto de juicio» (p. 548); «En tanto que las damas del castillo esto pasaban con don Quijote, el cura y el barbero se despidieron de don Femando y sus camaradas» (p. 559); «En tanto que esto pasaba [...] se llegó a la jaula donde iba su amo» (p. 573); «Todas estas pláticas pasaron entre Sancho y Juana Panza, su mujer, en tanto que el ama y sobrina de don Quijote le recibieron» (p. 603).

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Era el caso que aquel año habían las nubes negado su rocío a la tierra, y por todos los lugares de aquella comarca se hacían procesiones, rogativas y discipli­nas tp. 598].

La cita nocturna entre el arriero y Maritornes se incluiría en este tipo (p. 201), lo mismo que el relato del enamoramiento de don Quijote (p. 78). Pero el pasaje más representativo de esta clase de anacronía es la explicación que ofrece el narrador de lo que realmente es el yelmo de Mambrino:

Es, pues, el caso que el yelmo, y el caballo y el caballero que don Quijote veía, era esto: que en aquel contorno había dos lugares, el uno tan pequeño, que ni tenía botica ni barbero, y el otro, que estaba junto, sí; y así, el barbero del mayor servía al menor, en el cual tuvo necesidad un enfermo de sangrarse, y otro de hacerse la barba, para lo cual venía el barbero, y traía una bacía de azófar; y quiso la suerte que, al tiempo que venía, comenzó a llover, y porque no se le manchase el sombrero, que debía de ser nuevo, se puso la bacía sobre la cabeza [p. 253].

Los episodios de los rebaños de ovejas, del cuerpo muerto , de los batanes y del yelmo de Mambrino tienen como centro un error en la percepción del hidalgo. Tanto en el pr imero como en el último, el nar rador explica la verda­dera realidad que se oculta bajo las apariencias antes que el hidalgo, que previamente ha t ransformado esa realidad al estilo caballeresco, tome con­ciencia de su error (aunque lo justifique mediante encantamientos) . El narra­dor se adelanta al proceso de reconocimiento del personaje. En la aventura de los rebaños no existe vuelta al pasado en la explicación del narrador , lo que sí sucede en el ejemplo anter iormente citado. Los ep i sod ios del c u e r p o m u e r t o y de los batanes se diferencian de los mencionados en el mantenimiento de la focalización interna, lo que impide la aparición de una analepsis explicativa de este tipo.

En últ imo lugar, podemos señalar la presencia de una serie de analepsis cuyo desarrollo narrativo es tan pequeño que casi no merecen considerarse como verdaderas anacronías. Uno de los personajes conoce un hecho o acon­tecimiento que no le ha sido comunicado en el texto. El nar rador se apresura entonces a explicar que en un determinado momento del pasado esa informa­ción fue dada al personaje. Esto supone una retrospección aunque de desarro­llo reducido:

[...] entended que el dueño de las prendas que hallastes es el mesmo que vistes pasar con tanta ligereza como desnudez —que ya le había dicho don Qui­jote cómo había visto pasar aquel hombre saltando por la sierra [p. 289].

Habíales contado Sancho al cura y al barbero la aventura de los galeotes [...], y por esto cargaba la mano el cura refiriéndola [p. 371].

Ya en el campo de las prolepsis, podemos señalar u n grupo de anacronías que tampoco lo son en sentido estricto, ya que no tienen desarrollo narrativo. Se trata de aquellos casos en los que el narrador anuncia que algo sucederá o que se dirá, sin mencionar de qué se trata y aludiendo a la parte o capítulo

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del libro en que se nar ra rán dichos sucesos o tendrán lugar dichos par lamen­tos. La función de estas pseudo-prolepsis es potenciar el suspense y provocar la curiosidad del lector:

[...] no se desesperó de hallar fin desta apacible historia, el cual, siéndole el cielo favorable, le halló del modo que se contará en la segunda parte [p. 138].

Mas no le avino como él pensaba, según se cuenta en el discurso desta ver­dadera historia, dando aquí fin la segunda parte [p. 189].

[...] y entre otras que le dijo, fue lo que se dirá en el siguiente capítulo [p. 228].

[...] dijo Sancho [...] lo que se dirá en el siguiente capítulo [p. 236].

Y alzando los ojos, vio lo que se dirá en el siguiente capítulo [p. 265].

[...] oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración [p. 343].

Se relaciona con este tipo de anuncios la enigmática afirmación del nar rador sobre los aparejos de Sancho —«que le costaron tan caros como adelante se dirá» (p. 520)— y la calificación previa del episodio del cuerpo muerto:

Y para acabar de confirmar esta desgracia, les sucedió una aventura que, sin artificio alguno, verdaderamente lo parecía [p. 229].

Un tipo especial de prolepsis es la referencia del nar rador en la pr imera salida de don Quijote a dos aventuras que tendrán lugar en la segunda:

Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lapice; otros dicen que la de los molinos de viento [pp. 81-82].

Se p u e d e n m e n c i o n a r otras p e q u e ñ a s ant ic ipac iones :

Y así le dejaremos ir su camino, hasta la vuelta, que fue breve [p. 318].

[...] si como tardó tres días, tardara tres semanas [p. 321].

Los sucesos que se anuncian aparecen narrados poster iormente en el tex­to. Esto no sucede en otros casos:

[...] se lo vendó muy bien, asegurándole que no había menester otra medici­na, y así fue la verdad [p. 161].

[...] le dejaron y prosiguieron su camino, en el cual no les faltó de qué tratar, así de la historia de Marcela y Grisóstomo como de las locuras de don Quijote [p. 189].

En esta ocasión, los acontecimientos que se señalan tendrán lugar en el futuro, pero en una línea lateral de la historia.

Todas las prolepsis a las que nos hemos referido hasta este momento son internas, pero también existen prolepsis externas. La información sobre la tercera salida del caballero que proporciona el nar rador se refiere a sucesos que no tienen lugar en el lapso temporal de la ficción principal:

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Finalmente, ellas quedaron confusas y temerosas de que se habían de ver sin su amo y tío en el mesmo punto que tuviese alguna mejoría, y sí fue como ellas se lo imaginaron [p. 604].

[...] sólo la fama ha guardado, en las memorias de la Mancha que don Qui­jote la tercera vez que salió de su casa fue a Zaragoza, donde se halló en unas famosas justas que en aquella ciudad hicieron, y allí le pasaron cosas dignas de su valor y buen entendimiento [p. 604].

Por último, otras referencias a hechos ulteriores utilizan el adverbio «des­pués»:

[...] aunque después dijo que no lloraba él sino por vez que Dorotea no era, como él pensaba, la reina Micomicona [p. 455].

Venía en el coche, como después se supo, una señora vizcaína [p. 133].

[...] que después afirmó que sola la belleza de Luscinda podía contender con aquélla [p. 345].

Mas los que se pudieron hallar enteros y que se pudiesen leer después que él allí le hallaron, no fueron más que estos que siguen [p. 320].

Dejemos el relato pr imario para estudiar las analepsis que aparecen en los relatos secundarios, las cuales son mucho más importantes .

El episodio de Marcela y Grisóstomo se inicia en el momento en el que un mozo llega al lugar donde don Quijote y Sancho están cenando con los cabreros y proporciona a su auditorio una serie de noticias recientes: Grisós­tomo ha muer to de amores por culpa de una pastora l lamada Marcela. El relato del mozo se completa con la intervención del pastor Pedro que informa sobre los antecedentes de los dos personajes citados, conocidos para los ca­breros pero no para don Quijote ni para el lector. El relato de Pedro surge de una pregunta de don Quijote, técnica constante en la obra, ya qiue todos los relatos secundarios tienen como origen una pregunta de un personaje. El rela­to constituye una analepsis. En este caso, el narrador es testigo, no protago­nista. Comienza la narración por la historia de Grisóstomo, el cual «había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar» (p. 162) y «no pasaron muchos meses, después que vino de Sala­manca, cuando un día remaneció vestido de pastor» (p. 163), porque se había enamorado de la pastora Marcela. Éstos son los antecedentes de la historia de Grisóstomo. A continuación, se narra la de Marcela. El relato constituye una nueva analepsis de alcance mayor, ya que se inicia con la mención de los padres de la pastora. Prosigue describiendo la infancia de Marcela, la adoles­cencia («cuando llegó a la edad de catorce a quince años» [p. 164]), hasta que «remanece un día la melindrosa Marcela hecha pastora» (p. 165). Al salir Marcela a la luz pública, Grisóstomo la ve y se viste de pastor para cortejarla. Se produce entonces una intersección entre los dos relatos. El relato secunda­rio sobre Marcela comienza en el pasado pero llega hasta el presente del rela­to primario, simultáneo a la narración de don Quijote y Sancho (que a su vez es un relato en pasado), y termina con una perspectiva abierta al futuro: «es-

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tamos esperando en qué ha de parar su altivez» (p. 167). Después de la lectu­ra de la «Canción desesperada» de Grisóstomo, en la que podemos oír la voz del personaje en los momentos que precedieron a su muerte , aparece Marcela para defenderse de las acusaciones recibidas. El discurso de Marcela supone una nueva perspectiva desde la que se contempla el episodio, que, de esta forma, se completa.

La aventura de Cardenio, Dorotea, Luscinda y Fernando está estructura­da de forma que se presentan sus antecedentes de manera analéptica. Distin­tos personajes toman la palabra sucesivamente. Por ello, se pueden diferen­ciar cinco relatos secundarios de tipo analéptico dentro del episodio: el relato del pastor, el de Cardenio a don Quijote, el de Cardenio al cura y al barbero, el de Dorotea y el de Fernando. Las distintas narraciones se cruzan y se su­perponen.

Don Quijote y Sancho han llegado a Sierra Morena. Una serie de hechos —el hallazgo del maletín y la muía muerta , la visión de un hombre misterioso en la montaña— intrigan al caballero. Una pregunta de don Quijote es de nuevo el origen de un relato: el que narra el pastor con el que se han encon­t rado casualmente. Se trata de una analepsis con un alcance de seis meses, señalando de forma explícita; no como en los relatos de Marcela y Grisósto­mo, que permanecían indeterminados en cuanto a su alcance y amplitud. El pastor cuenta que hace seis meses llegó un hombre misterioso, unos días después atacó a los pastores, que le buscaron durante otros dos días. Desde entonces hasta ese momento se encontraron con él bastantes veces. La ana­lepsis es completa, pues la narración llega al momento en el que se abandonó el relato primario. Poco después de terminada la exposición del pastor apare­ce Cardenio. A petición de don Quijote, nar ra su historia comenzando en su infancia («desde mis tiernos y primeros años» [p. 292]). El día que decide pedir en matr imonio a Luscinda recibe la carta del duque Ricardo. Su amis­tad con don Fernando provoca la confidencia del amor que el último siente por una labradora. Ya en su ciudad, Cardenio confiesa a su vez a Fernando su amor por Luscinda. Al mencionar el Amadís de Gaula, termina la narra­ción de Cardenio, ya que don Quijote in ter rumpe su relato. De esta forma, la analepsis no llega a ser completa. 7

El segundo relato de Cardenio (pp. 332-342) incluye toda la narración anterior de forma elíptica:

[...] y con esto, el triste caballero comenzó su lastimera historia, casi por las mesmas palabras y pasos que la había contado a don Quijote y al cabrero pocos días atrás [p. 332].

Cardenio continúa su historia en estilo directo en el momento en el que la había dejado. La marcha lineal del relato se rompe en dos ocasiones. En pr imer lugar, existe una analepsis de tipo iterativo cuando el joven comenta cómo solían ser en el pasado sus conversaciones con Luscinda (pp. 334-335).

7. La línea temporal del relato es cronológica, con una excepción: «ya, cuando él me vino a decir esto, según después se supo, había gozado a la labradora con título de esposo» (p. 295).

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En segundo lugar, Cardenio, después de permanecer cuatro días con el her­mano de don Fernando (p. 335), recibe la carta de su amada . El hombre que se la ha traído cuenta a Cardenio cómo se hizo por tador de la misiva. El relato de este personaje supone una nueva analepsis, esta vez de alcance y amplitud más reducida: dieciséis horas. Al día siguiente, Cardenio llega a su ciudad con el t iempo justo de presenciar la boda (pp. 337-339). Al amanecer , entra en la Sierra y camina por ella durante tres días (p. 341), hasta que se encuentra con los pastores. A part i r de este momento , el relato de Cardenio coincide con el del pastor. Alcanza el momento presente; la analepsis, esta vez, es completa.

El relato de Dorotea comienza describiendo la forma de vivir que tenía en casa de sus padres en un pasado indeterminado (p. 348), hasta que aparece don Fernando. Los intentos de éste por conquistarla obtienen su fruto una noche (pp. 351-354). No vuelve a verlo «en más de un mes» (p. 354) y «de allí a pocos días» se entera del matr imonio de Fernando y Luscinda (p. 355). Después de dos días y medio de viaje hasta la ciudad donde se realizó la boda (p. 356), pregunta a la pr imera persona que encuentra por la casa de la novia. La respuesta que obtiene (en estilo indirecto) supone una analepsis, pues el relato vuelve atrás hasta «la noche que don Fernando se desposó con Luscin­da» (p. 356). La narración aporta datos nuevos: Luscinda desaparece después de la boda. Dorotea se ve obligada a salir de la ciudad y a esconderse en las montañas : «ha no sé cuántos meses que entré en ellas» (p. 358). El relato de Dorotea es una analepsis completa. Su alcance es inferior al relato de Carde­nio, con el que coincide, sin embargo, en el t iempo desde el cortejo de don Fernando.

En el relato pr imario tienen lugar toda una serie de episodios hasta la llegada de las dos parejas al escenario de la venta. Después de arreglada la situación, se pide a Dorotea que cuente su historia y ésta lo hace, aunque no aparece representado en el texto: «Ella, con breves y discretas razones, contó todo lo que antes había contado a Cardenio» (p. 455). Le toca el turno a don Fernando, el cual, mediante una analepsis en estilo indirecto, cuyo alcance coincide con el día de la boda, repite los datos que ya concemos y añade otros nuevos: «al cabo de algunos meses» (p. 455) se entera de que Luscinda está en un monasterio y «un día» (p. 455) la rapta. El relato de Fernando es tam­bién una analepsis completa.

La historia del cautivo constituye una analepsis cuyo alcance está especi­ficado por el protagonista: «Éste hará veinte y dos años que salí de casa de mi padre» (p. 475). El cautivo narra sus desplazamientos hasta que llega a la jornada de la batalla de Lepanto (1571). Se percibe una pequeña anacronía: «me vi aquella noche que siguió a tan famoso día con cadenas a los pies y esposas a las manos» (p. 477), y después explica cómo llegó a tal situación. La marcha lineal del relato se mant iene (1572, 1573, 1574) hasta el momento en el que el cautivo menciona a don Pedro de Aguilar, lo que produce una inte­rrupción por parte del auditorio:

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—Antes que vuestra merced pase adelante, le suplico me diga qué se hizo ese don Pedro de Aguilar que ha dicho [p. 482].

El cautivo tiene que dejar de nar rar su vida para referirse a la del otro personaje. Se produce entonces una pequeña anticipación de tres años con respecto al momento del relato en el que éste se truncó (p. 482). Uno de los caballeros que está escuchando la historia del cautivo resulta ser he rmano del tal Pedro de Aguilar y realiza un nuevo salto hacia el futuro, ya que nos cuenta la situación actual («ahora», p. 482) de su hermano. El cautivo reanu­da su relato donde lo dejó: «de allí a pocos meses murió mi a m o el Uchalí» (p. 482). Tras una digresión del narrador sobre los nombres árabes, éste reali­za un pequeño relato y biografía del personaje muer to , lo que supone una analepsis (p. 484). En el reparto de los esclavos tras la muerte del Uchalí, el cautivo se ve a las órdenes de un renegado veneciano, cuya semblanza supone también otra analepsis (pp. 484-485). A partir del momen to en el que el prota­gonista se ve confinado en los baños, el relato camina siguiendo una línea cronológica, interrumpida por pequeñas disgresiones en presente sobre las costumbres árabes. La retrospección del cautivo llega hasta el momento del relato primario en el que comenzó la narración del protagonista (analepsis completa).

Se pueden señalar otros pequeños movimientos temporales dentro del re­lato secundario: varias referencias al presente narrativo desde el pasado de la historia que se narra del tipo «todo lo cual era señora ésta que ahora lo es mía» (p. 497); y dos pequeñas prolepsis que utilizan el adverbio «después» (pp. 495 y 497).

Como el resto de los episodios secundarios, la historia del cautivo tiene también su desenlace en el relato primario. El cura es el encargado de contar al oidor la azarosa vida de su hermano. El relato se repite, pero de forma implícita y parcial:

De aquí fue prosiguiendo el cura; y con brevedad sucinta contó lo que con Zoraida a su hermano había sucedido; [...]. Sólo llegó el cura al punto de cuando los franceses despojaron a los cristianos que en la barca venían [p. 518].

El episodio de doña Clara y don Luis comienza con una canción, de la misma forma que otros de los ya examinados. El relato secundario de Clara se origina como respuesta a una pregunta de Dorotea. Se trata de nuevo de una analepsis completa, cuyo alcance no se puede determinar de forma exac­ta. El episodio tiene su desenlace en el relato primario.

El relato secundario del cabrero es el último del Quijote de 1605. Consti­tuye una analepsis completa como el anterior.

Todos estos relatos secundarios tienden a regresar al relato primario sin solución de continuidad entre los dos segmentos de la historia, con la excep­ción del relato de Cardenio a don Quijote. El alcance de los relatos es igual a su amplitud; la retrospección finaliza donde comenzó. Por otro lado, y a dife­rencia de las anacronías que se han detectado en el relato primario, las ana­lepsis que hemos señalado son mixtas, ya que la retrospección comienza fuera

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del lapso temporal del relato primario y termina dentro de él. Recordemos que don Quijote y Sancho viajan durante algunas semanas, mientras que el relato secundario del cautivo, por ejemplo, tiene un alcance de veintidós años.

Velocidad

Para realizar un análisis del r i tmo narrativo es necesario pr imero llevar a cabo un estudio general sobre el curso del t iempo en el relato. Conociendo el t iempo que recubren los episodios o acontecimientos, se hace posible manejar estos datos para determinar el r i tmo global.

El análisis que vamos a realizar de la cronología del relato se atendrá exclu­sivamente a la cantidad de tiempo que se menciona que transcurre o que se puede deducir que ha pasado. No tendremos en cuenta las incoherencias detec­tadas por la crítica y suficientemente explicadas, a nuestro entender, en el traba­jo de Murillo ya citado, tales como la imposibilidad de concordar el mes de julio de la primera salida del caballero con la fecha de la fiesta de San Juan de Barcelona que se menciona en la Segunda Parte. Utilizaremos las menciones a las horas, días y noches transcurridos para poder hacer un cálculo aproximado de la cantidad de tiempo ficticio que pasa. No se trata de hacer una cronología estricta, puesto que varias referencias temporales no concuerdan entre sí: el ama dice que hace tres días que don Quijote y Sancho salieron de casa, y, en realidad, solamente han pasado dos; los acontecimientos de la venta ocurren todos la misma noche, aunque se cene dos veces y dos veces se diga que «llega­ba ya la noche»; el narrador comenta que «dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta» (p. 334), cuando sólo se ha narrado un día y una noche; el párrafo que se inserta en la segunda edición y que incluye una noche en Sierra Morena altera el cómputo de días y noches según se tenga o no en cuenta. No pretendemos, pues, ser exactos.

En el capítulo I, el t iempo no se determina. Se mencionan días de la semana en relación con los alimentos que toma el hidalgo y se presentan una serie de acciones como habituales. Una de estas costumbres es la afición por la lectura: «se le pasaban las noches leyendo de claro en claro y los días de turbio en turbio» (p. 73), hasta el día en que del mucho leer «se le secó el cerebro» (p. 73) y decidió hacerse caballero andante . El arreglo de la celada le costó una semana (p. 75), cuatro días tardó en ponerle nombre al caballo (p. 76) y otros ocho en decidir el nombre que se pondría a sí mismo (p. 76). En total 19 días de preparativos.

— l . e r día (de la pr imera salida) Después de esto, «no quiso aguardar más t iempo a poner en efecto su

pensamiento» (p. 78) y una m a ñ a n a de julio sale (p. 79). Camina todo el día (pp. 81 y 82) y al anochecer (p. 82) llega a la venta.

—Noche Empieza a velar las armas cuando «comenzaba a cerrar la noche» (p. 90).

Mientras las vela acaba de cerrar la noche (p. 90). El ventero afirma que don Quijote ha estado más de cuatro horas velando (p. 92). Después de la ceremo-

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nia en la que el ventero le a rma caballero, sale de la venta don Quijote a la hora del alba (p. 94).

—2.° día Encuentro con Andrés y con los mercaderes toledanos. Un poco más tar­

de llega el labrador (p. 104) y ambos se encaminan a la aldea del hidalgo. —Noche Llegan a la hora que anochecía (p. 106). 8

—(Noche) Entre el capítulo V y VI transcurre una noche. —15 días Escrutinio. Esa noche el ama quema los libros (p. 123). El cura y el

barbero mandan tapiar el cuarto de los libros («Uno de los remedios que [...] dieron, por entonces» [p. 123]). «De allí a dos días se levantó don Quijote» (p. 123), buscando sus libros sin poder encontrarlos.

En estos 15 días, el hidalgo discute con el cura y el barbero, convence a Sancho para que le acompañe y consigue dinero para su segunda salida.

—Noche «una noche se salieron del lugar» (p. 126). — l . e r día (de la segunda salida). A la hora pr imera de la mañana (p. 127), don Quijote y Sancho conver­

san. Episodio de los molinos de viento. Llega la hora de comer (p. 131). —Noche Pasan la noche (p. 132). —2.° día Se levantan (p. 132). A las tres llegan a Puerto Lapice (p. 132). Aventura

del vizcaíno (p. 133). Comen. —Noche Se les hace de noche (p. 153). Cena con los cabreros (pp. 153 ss). Duer­

men (p. 167). — 3 . e r día Amanece (p. 167). Encuentro con Vivaldo. Entierro de Grisóstomo. Des­

pués de andar más de dos horas por el bosque (p. 190), llega la hora de la siesta (p. 190). Encuentro con los gallegos.

—Noche Llegan a la venta de noche (p. 201). Don Quijote duerme más de tres

horas por efecto del bálsamo (p. 210); Sancho cree morir durante dos horas por lo mismo (p. 211).

—4.° día Manteamiento de Sancho. Aventura de los rebaños (pp. 218 ss). —Noche «les tomó la noche» (p. 229). Episodio del cuerpo muer to . Aventura de

los batanes.

8. El ama afirma que «tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas» (p. 107). En realidad, son dos días, como ya hemos comentado.

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—5.° día (si no tenemos en cuenta el párrafo incluido en la segunda edi­ción).

Amanece (pp. 245 y 246). Descubren el secreto que se esconde tras el ruido aterrador; «de allí a poco» (p. 252), la aventura del yelmo de Mambrino . Episodio de los galeotes. Llegada a Sierra Morena. Sancho sale con su emba­jada al Toboso.

—(Noche) —6.° día «y otro día llegó a la venta» (p. 231), a la hora de comer. Encuent ro con

el cura y el barbero. —(Noche) —7.° día «Otro día llegaron» (p. 328); es un día del mes de agosto; son las tres de

la tarde (p. 329). Encuentro con Cardenio, Dorotea y Andrés. —(Noche) —8.° día «llegaron otro día a la venta» (p. 392). Lectura de la novela de El curioso

impertinente. Episodio de los cueros de vino. Llegada de Femado y Luscinda. Aparición del cautivo (p. 461).

—Noche «Llegaba la noche» (p. 464). Discurso de las a rmas y las letras. El cautivo

cuenta su historia. «En esto llegaba ya la noche» (p. 514). Aparecen el oidor y doña Clara. Han pasado las dos terceras partes de la noche (p. 520); «faltando poco por venir el alba» (p. 521), oyen cantar al mozo de muías . Relato de Clara. Aventura nocturna de don Quijote.

—9.° día «allí le tomó la mañana» (p. 529). Llegan los criados de don Luis. «Baci-

yelmo». «Dos días eran ya pasados los que había que toda aquella ilustre compañía estaba en la venta» (p. 554). Encantamiento de don Quijote. En­cuentro con el canónigo. Siesta (p. 573). Historia del cabrero. Episodio de los disciplinantes.

—6 días «al cabo de seis días llegaron a la aldea» (p. 602). Si no tenemos en cuenta el t iempo indeterminado previo, se pueden con­

tabilizar, s iempre de forma aproximada: 10 días de preparativos; la pr imera salida del hidalgo tiene una duración de 2 días y 2 noches; siguen 15 días de reposo, en la segunda salida t ranscurren 9 días y 9 noches, más 1 noche y 1 día, si se incluye el episodio del robo del asno; 6 días de vuelta a la aldea. En total, aproximadamente, 51 o 52 días (según se tenga en cuenta o no el párrafo de la segunda edición). Este relato ocupa, en la edición facsímil, 9

311 folios y med io , 1 0 si contamos desde el momen to en el que el protagonista

9. Obras completas de Miguel de Cervantes Saavedra, edición facsímil de la Real Academia Española, tomo II, Madrid, 1917, Tipografía de la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Fotograbados de Laporta.

10. Entendemos por folio el conjunto de recto y verso.

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decide hacerse caballero (313 folios desde el capítulo primero) . Los capítulos en los que don Quijote permanece en su casa son más rápidos. Los preparati­vos de la pr imera salida se llevan a cabo en 19 días, los cuales se nar ran en tres folios y medio. Entre la pr imera salida y la segunda, el hidalgo pasa 15 días de reposo en su casa. Ocupan todo el capítulo 6, con la escena del escru­tinio, 4 folios, y la mitad del capítulo 7, 2 folios y medio. En total, 15 días que se nar ran en 6 folios y medio. Los 6 días de viaje en el carro de bueyes no ocupan más que una línea del texto. Se puede percibir así la diferencia de velocidad entre estos capítulos y el resto del libro en el que se representan únicamente 11 días.

Predomina el movimiento narrativo escénico que tiende a nivelar el tiem­po de la historia con el t iempo del discurso. Se intenta crear la ilusión de isocronía temporal. Así, algunas veces, una escena ocupa una porción de t iempo que se estima necesaria para realizar una acción o llegar a un lugar. Por ejemplo, la conversación de don Quijote y Sancho dura el t iempo que hace falta para llegar al sitio donde va a ser enterrado Grisóstomo. En otras ocasiones, la escena, dialogada, intenta provocar la impresión en el lector de que ha t ranscurr ido el t iempo suficiente para que llegue la noche cuando al acontecimiento anterior ha tenido lugar al mediodía. Aquellas escenas consti­tuidas únicamente por diálogo son las más lentas. Normalmente , el nar rador nos indica quién habla en cada momento , con frases del tipo «dijo Sancho», «respondió don Quijote», «replicó Sancho», etc. También describe las accio­nes, gestos y movimientos de los personajes.

Las escenas están separadas por transiciones. Éstas pueden ser de varios tipos, oscilando entre el resumen rápido y la elipsis. Se suelen elidir algu­nas noches o días de viaje sin mayor trascendencia, como en los ejemplos siguientes:

[...] sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro día a la venta [p. 392].

De allí a dos días se levantó don Quijote [p. 123].

[...] y otro día llegó a la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta [p. 321].

[...] y al acabo de seis días llegaron a la aldea de don Quijote [p. 602].

Otro día llegaron al lugar donde Sancho había dejado puestas las señales de las ramas para acertar el lugar donde había dejado a su señor [p. 328].

[...] llegaron otro día a la venta [p. 392].

De todas formas, las elipsis no son muy abundantes y son siempres explí­citas. Se eliden días y horas que carecen de interés.

Otro tipo de transiciones se realiza mediante resúmenes rápidos. Por ejemplo, en el capítulo 2, entre la escena en la que don Quijote habla consigo mismo y la escena de la llegada a la venta, hay un párrafo en el que se nos dice que el caballero estuvo un día entero de camino:

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Casi todo el aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba [...] y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre [p. 82].

También existe una transición de este tipo en el capítulo 3, entre la esce­na en la que don Quijote pide al ventero que le a rme caballero y la escena entre don Quijote y los arrieros (p. 90) o entre la escena en la que don Quijote es hallado por el labrador y la escena siguiente:

En estas pláticas y en otras semejantes llegaron al lugar, a la hora que ano­checía; pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero. Llegada pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo [pp. 106-107]. 1 1

Esta clase de transiciones en forma de resumen rápido se puede encon­trar también con frecuencia al final de algunos capítulos, como, por ejemplo al final del capítulo 10, entre una escena de diálogo de don Quijote y Sancho y la llegada a las chozas de los cabreros, o al final de los capítulos 12 y 15.

Otro tipo de nexo entre escenas consiste en la mención del espacio reco­rrido en el camino, acompañada o no de un cambio de escenario:

Y habiendo andado como dos millas [p. 99].

Y no hubieron andado un cuarto de legua [p. 168].

[...] y, habiendo andado más de dos horas por él, buscándola por todas par­tes sin poder hallarla, vinieron a parar a un prado lleno de fresca hierba [p. 190].

Y a poco trecho que caminaban por entre dos montañuelas, se hallaron en un espacioso y escondido valle, donde se apearon [p. 2 3 6 ] . 1 2

Por otro lado, el comienzo y el fin de los capítulos no tiene por qué coincidir con los límites entre las escenas. Entre muchos capítulos se observa cont inuidad temporal . En algunos, puede producirse un cambio temático, pero la presentación escénica se mantiene, sin aparecer transiciones de nin­gún tipo. En la parte final de la obra, a part ir del capítulo 27 en adelante, se puede percibir una tendencia mucho mayor a no igualar los finales de los capítulos con los finales de escena. El límite del capítulo se coloca en medio de una escena. Los relatos secundarios generalmente forman parte de una escena amplia en la que unos personajes conversan; por ello, una misma esce­na se reparte en varios capítulos. Por ejemplo: capítulos 28-29, relato de Do­rotea; capítulos 32-35, escena de la lectura de El curioso impertinente; capítu­los 50-52, narración del cabrero. Entre los capítulos 47 al 50, se producen una serie de conversaciones sucesivas que forman una gran escena, constituida por tres diálogos diferentes, que no tienen en cuenta la división en capítulos: capítulos 47-48, diálogo entre el canónigo y el cura; capítulos 48-49, diálogo entre don Quijote y Sancho; capítulos 49-50, diálogo entre el canónigo y don

11. Otros ejemplos: «Y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino de Puerto Lapice» (p. 130); «aquella noche la pasaron entre unos árboles» (p. 132), etc.

12. Ejemplos similares en las páginas 168, 237, 286, 292, 300 y 560.

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Quijote. En algunas ocasiones, se utiliza la frase «en esto» para marca r la continuidad temporal entre los capítulos en los que aparece la presentación escénica (capítulos 6-7, capítulos 20-21, etc.).

Teniendo en cuenta las transiciones de las que hemos hablado en forma de resumen rápido o elipsis, se pueden distinguir 56 escenas en el Quijote de 1605. Estas escenas se unen, en ocasiones, para formar una unidad de distin­to tipo, que correspondería a lo que se entiende normalmente por episodio. La extensión de estas escenas varía enormente; algunas sólo ocupan una pági­na del texto (11 Ir, 227r, etc.), mientras que otras tienen una ampli tud supe­rior a un capítulo, como la escena en la que se lee El curioso impertinente y se produce el encuentro entre Luscinda, Fernando, Cardenio y Dorotea (178r-220r) o la escena del relato del cautivo (230r-257r).

Los resúmenes de cierta extensión se encuentran en los relatos secunda­rios, que, a su vez, forman parte de escenas dialogadas.

Si la escena es el movimiento narrativo que domina, esto es debido a la importancia que se concede al diálogo. Las voces de los personajes aparecen reproducidas generalmente en estilo directo, aunque también se pueden loca­lizar muchos ejemplos de estilo indirecto. La mayor parte de estos últimos posee una extensión reducida a una oración o dos:

[...] y así, le declaró que podía muy bien quejarse como y cuando quisiese, sin gana o con ella: que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de la caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respon­dióle su amo que por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se le antojase [p. 131].

Algunas veces, la utilización del estilo indirecto es mucho mayor y se extiende a párrafos o páginas enteras. Esto ocurre en el capítulo 3: la conver­sación entre don Quijote y el ventero (pp. 88-89), en la que el hidalgo pide ser a rmado caballero y su interlocutor le contesta en su mismo registro aportan­do una serie de datos que serán muy importantes para don Quijote en el futuro, como son los dineros y el escudero, se produce en estilo indirecto; lo mismo ocurre tras los incidentes con los arrieros, cuando el ventero comunica al hidalgo que será conveniente realizar la ceremonia (p. 92) y, por último, en el diálogo con la Tolosa y la Molinera (pp. 93-94) se utiliza la mediación del nar rador para representar las palabras de los personajes. Otro ejemplo exten­so de estilo indirecto tiene lugar en la página 566, en la que se realizan im­portantes declaraciones de teoría literaria sobre los libros de caballerías de esta forma. 1 3

El predominio de la presentación escénica y del diálogo en estilo directo es lo que produce la ilusión de vida «real» y lo que ha llevado a algunos críticos a comentar las características «dramáticas» o «teatrales» de la obra. Esta supuesta teatralidad no existe. Lo único que aparece es presentación escénica, que es tan narrativa como la que utiliza el resumen o sumario.

13. Otros ejemplos menores en las páginas 85, 96, 104, 105, 131, 146, 154, 158, 160, 161, 162, 168, 184, 189, 198, 213, 247, etc. hasta un total de 55 ejemplos.

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Se pueden establecer diferencias de velocidad en los resúmenes que son la base de los relatos secundarios. Por ejemplo, en la historia del cautivo, la parte inicial del relato tiene una velocidad muy rápida, mientras que la narra­ción de la escapada es más lenta. Si realizamos un cálculo aproximado obser­vamos cómo los primeros desplazamientos del protagonista se describen ve­lozmente: 1571, Lepanto; 1572, Navarino; 1573, don Juan vence en Túnez y 1574, la Goleta. En total, 4 años narrados en dos folios. En cuanto el cautivo llega a los baños, el relato se hace más lento. Desde la pr imera salida de la caña por el ventanuco (237r) hasta el viernes que se van a Argel (247r), pue­de deducirse que han pasado, más o menos, 50 días, que se describen en 10 folios. A partir de la noche en la que escapan hasta el momen to en el que ya en tierras españolas son encontrados por los caballeros (254v) han trans­currido 3 días y 3 noches; 3 días narrados en 7 folios. Podemos observar así las diferencias de velocidad: comienzo del relato, 4 años en 2 folios; estancia en los baños, 50? días en 10 folios; huida, 3 días en 7 folios.

Las pausas son poco abundantes . Se pueden diferenciar pausas de dos tipos: descriptivas y digresiones reflexivas o comentarios del narrador .

' La presencia del narrador se puede detectar en la aparición de verbos y pronombres en pr imera persona, tanto singulares como plurales. Se trata de un nar rador omnisciente que conoce los pensamientos y sentimientos de los personajes, aunque en algunos episodios pueda observarse el mantenimiento de la focalización interna (aventura de los batanes y del cuerpo muer to , por ejemplo). Este narrador se permite calificar y emitir juicios sobre los persona­jes y sus acciones. Manifiesta su subjetividad mediante exclamaciones, juegos de palabras, refranes, adjetivaciones y comparaciones personales, etc. Sin em­bargo, las intervenciones del nar rador no detienen la acción, ya que están integradas en ella, por lo que no constituyen pausa. Mencionaremos única­mente dos momentos en los que puede interpretarse que esto no es así: en pr imer lugar, la digresión irónica sobre Cide Hamete que realiza el nar rador en las páginas 201 y 202, y, en segundo lugar, la aparición de los distintos autores al final del capítulo octavo y principio del noveno, y el relato del encuentro del texto de Cide Hamete y su posterior traducción, que interrum­pen de forma significativa el episodio del vizcaíno.

El predominio de las escenas y la velocidad lenta que implica no hacen la obra morosa. El contraste que se puede percibir entre el Quijote y algunas narraciones picarescas tiene que ver con el carácter y el número de las pau­sas. En algunos relatos de picaros son frecuentes las pausas de tipo digresivo: sermones, ejemplos, fábulas, anécdotas, premáticas, etc., mientras que en el Quijote de 1605 este tipo de detención está totalmente ausente. El didactismo que acompaña a una parte de la picaresca hace que, en muchos casos, la velocidad de los relatos sea más lenta, ya que durante páginas enteras no se produce ninguna acción.

Los relatos intercalados constituirán una pausa dependiendo de la forma en la que estén integrados en la acción principal. Si el relato surge de una pausa digresiva del narrador , la velocidad será más lenta. En el Quijote los

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relatos secundarios (con la excepción de El curioso impertinente) son narrados por uno de los personajes, por lo que no detienen la acción.

En cuanto al otro tipo de pausa mencionado, no existen grandes descrip­ciones en el Quijote de 1605. Las que se encuentran son reducidas y poco detalladas. E n la mayor parte de las ocasiones, los espacios exteriores apare­cen sin calificar: bosque, prado lleno de fresca yerba, montañuela , sierra, etc. Los lugares geográficos que se citan son precisos y reales: Sevilla, Segovia, la Mancha, Toledo, Andalucía, Sierra Morena, etc.

La mayoría de las descripciones están focalizadas. Un personaje ve unos objetos, espacios, actores, y el narrador los describe al mismo t iempo que se produce la observación por parte del personaje. Esto es lo que provoca que las descripciones no constituyan una pausa en el relato. Los verbos ver, mirar, etc., aparecen siempre delante de las descripciones (con alguna excepción poco significativa):

[...] vieron que [...] bajaban hasta veinte pastores, todos con pellicos de negra lana vestidos y coronados con guirnaldas [p. 177].

[...] don Quijote alzó los ojos y vio que por el camino que llevaba venían hasta doce hombres a pie, ensartados como cuentas en una gran cadena de hie­rro [p. 265].

La descripción de Grisóstomo (p. 178) también está focalizada, lo mismo que la de la comitiva que acompaña al cuerpo muerto , ejemplo perfecto de focalización progresiva, puesto que el cortejo se va describiendo según se va acercando a los personajes que lo contemplan.

Podemos señalar como descripción curiosa la de los dibujos del cartapa­cio de Toledo (p. 144), también focalizada.

Frecuencia

Existe un predominio absoluto del relato singulativo, en el que se cuenta una vez lo que ha pasado una vez.

El relato iterativo —contar una sola vez lo que ha pasado varias veces— se puede localizar en algunos momentos muy concretos de la narración. Así, en el capítulo primero se puede observar la presentación iterativa en el retrato del hidalgo. Una serie de acciones idénticas y habituales en la vida del caba­llero se nar ran únicamente una vez, con la utilización del t iempo verbal im­perfecto: los alimentos que toma cada día de la semana, sus aficiones («se daba a leer libros de caballerías» [p. 71]), sus gustos en mater ia de lectura («ningunos le parecían tan bien como los que compuso el famoso Feliciano de Silva, porque la claridad de su prosa y aquellas intrincadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y car­tas de desafíos [p. 72]), las discusiones con el cura y el barbero de su pueblo (p. 73), etc. Debido a la repetición de una serie de acciones, presentadas de forma iterativa —«se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio» (p. 73)—, pierde el juicio («se le secó el cerebro»

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[p. 73]). Sus comentarios sobre los héroes de la caballería se presentan tam­bién en forma iterativa (p. 74).

No encontramos iteración de nuevo hasta el capítulo séptimo, en el que don Quijote, en esos quince días que estuvo en su casa, mantuvo una serie de conversaciones con el cura y el barbero, las cuales son presentadas por el nar rador una única vez (p. 125).

Volvemos a localizar este tipo de frecuencia en el capítulo 26, en el que las acciones y pensamientos del caballero durante su penitencia en Sierra Morena se cuentan una sola vez, aunque son acciones repetidas (pp. 320-321).

En los relatos secundarios puede encontrarse también presentación itera­tiva: en el relato de Cardenio se narra de esta forma el enamoramiento de Fernando y los celos que siente su amigo (p. 229) y mediante una analepsis de tipo iterativo se describen las conversaciones de Cardenio y Luscinda (pp. 334-335); y en el relato de Dorotea se utiliza la presentación iterativa al des­cribir ésta su vida en casa de sus padres (pp. 348-349) y al nar rar el asedio de don Fernando (p. 350).

Por último, algunos acontecimientos de los relatos secundarios tienen una presentación repetitiva. Esto ocurre fundamentalmente en el episodio de Cardenio, Dorotea, Luscinda y Fernando. La narración de la boda, por ejem­plo, aparece tanto en el relato de Cardenio como en el de Dorotea y en el de Fernando. Cada uno de los actores contempla el mismo acontecimiento desde su propio punto de vista. De igual forma, la narración de la estancia de Car­denio en la sierra se repite desde dos perspectivas distintas, la de Cardenio y la del pastor.

El estudio del t iempo en el Quijote de 1605 nos ha permit ido llegar a una serie de conclusiones que, esquemáticamente, son las siguientes: en cuanto al orden, relato primario con andadura lineal y cronológica, y analepsis en los relatos secundarios, las cuales pueden calificarse de completas (su alcance es igual a su amplitud) y mixtas; en cuanto a la duración, predominio de las escenas, lo que implica una velocidad lenta, separadas entre sí por elipsis o resúmenes, pausas muy escasas y resúmenes concentrados en los relatos se­cundarios; en cuanto a la frecuencia, presentación singulativa.

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