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56 HISTORIA Y VIDA HISTORIA Y VIDA 57 ORELLANA Hace quinientos años nacía Francisco de Orellana, el explorador extremeño que más tarde demostraría la navegabilidad del río con mayor longitud y caudal del planeta: el Amazonas. Aunque su epopeya no estuvo exenta de adversidades, enemigos y, tras su regreso, polémica. De hecho, los rumores acerca de la “traición de Orellana” llegaron al reino de España antes que él. ANABEL HERRERA, PERIODISTA ORELLANA,  DESCUBRIDOR  DEL AMAZONAS VISTA AÉREA DEL AMAZONAS, en el actual Brasil. Orellana exploró el río en el siglo XVI.

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hace quinientos años nacía Francisco de orellana, el explorador extremeño que más tarde demostraría la navegabilidad del río con mayor longitud y caudal del planeta: el amazonas. aunque su epopeya no estuvo exenta de adversidades, enemigos y, tras su regreso, polémica. de hecho, los rumores acerca de la “traición de orellana” llegaron al reino de España antes que él.

anaBel Herrera, PEriodista

orellana,  descubridor  del amazonas

vista aérea del amazonas, en el actual Brasil. orellana exploró el río en el siglo xvi.

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 eran los últimos días de noviem­bre de 1546. En una de las ori­llas del curso principal del Ama­zonas, bajo un árbol cualquiera, una veintena de hombres reci­

taban oraciones mientras una joven llo­raba desconsolada ante la tumba de su marido. Había muerto, exhausto y ago­nizante, el trujillano Francisco de Orella­na, con la gloria de haber sido el primero en descender en su totalidad por el río más largo y caudaloso del planeta. Pero sin haber llegado a culminar su ambicio­so proyecto de conquista.En el contexto en que el extremeño ini­ció sus empresas, las arcas públicas es­pañolas no atravesaban su mejor mo­mento. El país entero estaba sumido en el desasosiego por las numerosas cam­pañas militares que se libraban en Euro­pa. Con semejante panorama, las noti­cias que llegaban sobre descubrimientos en América eran un estímulo para aque­llos hombres que, desprovistos de fortu­na, querían dejar todo atrás y vivir una aventura en el Nuevo Continente. Entre ellos había alrededor de diez mil truji­llanos, de varias generaciones.

la valentía de el tuertoEl ambiente que se respiraba en Trujillo (Cáceres) durante las primeras décadas del siglo xvi estaba ya impregnado de tintes americanos. No eran pocos los ex­tremeños que habían conseguido ele­varse a la categoría de héroes gracias a sus hazañas al otro lado del charco. Her­nán Cortés era conocido por haber con­quistado el Imperio azteca, hoy el centro de México. Y lo mismo estaba haciendo Francisco Pizarro con el Imperio inca, cuyo núcleo de gobierno se ubicaba en el actual Perú. Vasco Núñez de Balboa, por su parte, se erigió en el primer europeo en atisbar el océano Pacífico.No es de extrañar que el joven Orellana decidiera seguir los pasos de Pizarro, con cuyo linaje estaba emparentado. Se sabe poco de su infancia y de su adolescencia, tan solo que debió de ser bastante culto, algo poco frecuente en los exploradores de la época. También se ha confirmado que, más o menos a los quince años de edad, se trasladó a Sevilla, la capital en la que se gestaban los preparativos de las expediciones trasatlánticas.

Aparecen noticias intermitentes de la es­tancia de Francisco de Orellana en Cen­troamérica a partir de 1527. Unos años más tarde viajó a Perú para alistarse en las tropas de Francisco Pizarro. Junto a él libró algunas batallas, como la de Puerto Viejo, en la que perdió un ojo. A partir de entonces, siempre tapó la cicatriz con un pequeño parche negro, y pasó a conocér­sele con el sobrenombre de El Tuerto. Del reparto de territorios tras la batalla de Las Salinas (el enfrentamiento entre Pi­zarro y Diego de Almagro por la pose­sión de la ciudad de Cuzco), el joven sa­lió bastante beneficiado: fue nombrado gobernador de la Culata, una provincia costera en el actual Ecuador que aún no estaba pacificada. Allí fundó una ciudad,

Santiago de Guayaquil, en nombre de Dios y del emperador Carlos V.Cuando ya estaba adaptándose a esta nueva vida de riquezas, Orellana empezó a interesarse por dos de las leyendas a las que la población autóctona hacía refe­rencia a menudo. Una era la del País de la Canela, una zona del oriente ecuato­riano difícil de situar con exactitud, en la que crecían abundantes árboles de la preciada especia. Otra hablaba de un príncipe que, cubierto de un fino polvo de oro, se bañaba diariamente en un lago (el mito de Eldorado, aunque parece ser que estaba inspirado en hechos parcial­mente verídicos). El impulso del extre­meño por embarcarse hacia lo descono­cido se vio fomentado por la noticia de

que Gonzalo Pizarro, el menor de la fa­mosa familia, estaba preparando una ex­pedición. Orellana no dudó en presen­tarse en Quito para ofrecer sus servicios a Pizarro, y los dos trujillanos acordaron abordar juntos la nueva campaña.

empieza la expediciónEn diciembre de 1541, Orellana regresó a Santiago de Guayaquil para organizar los preparativos del viaje. Mientras tan­to, Gonzalo Pizarro reclutó a 200 espa­ñoles y a unos cuatro mil indígenas, ade­más de reunir un gran número de cerdos, llamas, caballos, perros y otros animales. Cuando Orellana volvió a Quito, donde iba a reencontrarse con Pizarro, recibió con sorpresa la noticia de que éste había

emprendido el viaje unos días antes. To­dos le aconsejaron abandonar la empre­sa, puesto que solo contaba con 23 hom­bres, pero se negó a renunciar y partió de inmediato en busca de Pizarro. Tras ha­ber recorrido unas treinta leguas, marca­das por la escasez de víveres, logró re­unirse con el grupo principal.La tropa descansaba en el valle de Zuma­co, al pie del volcán del mismo nombre,

cuando Pizarro pensó que sería buena idea adelantarse con un pequeño grupo de hombres, unos ochenta, para explorar la región. Setenta días de expedición le bastaron para advertir que los árboles de la canela existían, pero no crecían agru­pados, sino dispersos en el bosque, lo cual dificultaba su explotación. Además, ni siquiera se trataba de la “verdadera” canela, la que procedía del sudeste asiáti­co, del género cinnamomum, sino de la especie ishpingo, de vainas muy aromá­ticas pero no demasiado intensas.Pizarro no se dejó llevar por el desenga­ño. Reorientó el rumbo hacia Capua y Guema, al nordeste, con la esperanza de encontrar Eldorado en su demarcación. Allí los indígenas le hablaron de la exis­tencia de ricos poblados aguas abajo, así que decidió enviar un aviso a Orellana para reencontrarse con él junto al río Co­ca, afluente del Napo. Los dos explora­dores coincidieron en que lo más conve­niente era construir un bergantín de apoyo para proseguir el viaje con mayor seguridad. Habían pasado ocho meses y medio desde el comienzo de la expedi­ción cuando el San Pedro (nombre que recibió la nave) se botó al río cargado de provisiones y armas. Orellana lo capita­neaba. Pizarro continuaría por tierra con las tropas y con los caballos.A medida que los aventureros se aden­traban por la singular orografía de la re­gión, las adversidades se cebaban en ellos. Pronto apareció el fantasma del hambre, pues ya habían consumido la mayoría de los víveres de que disponían,

cuando orellana llegó a quito para iniciar la expedición con pizarro, éste ya se HaBía ido sin él

eldorado, mítico reino al que se atribuían fabulosas riquezas. obra de teodoro de Bry, 1595.

busto de francisco de orellana, ubicado en trujillo (Cáceres), la localidad donde nació.

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orellana

GUYANA

SURINAM GUAYANA FRANCESA

Río Napo

Río Madeir a

Río Negr o

Río Amaz onas

A N T I L L A S

Boc as del Amaz onas

B R A S I L

V E N E Z U E L A

C O L O M B I A

P A N A M Á

P E R Ú

ECUADOR

P e queña s Antilla s

TRINIDAD Y TOBAGO

O C É A N O P A C Í F I C O

Macizo de las Guayanas

An

de

s

L lanur a del Amaz onas

Río

C auc

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Río Mar añón

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Río Japur á

Río P uru

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Río

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Río Tocantins

Río Gua viar e

O C É A N O A T L Á N T I C O

Río

N

hamundá

Río Orinoco

An

de

s

M A R D E L A S

Guayaquil

Quito Guema

Ymara

Leticia

Machiparo

Bogotá

Caracas

Georgetown

Paramaribo Cayenne

Macapá

Belém

Nueva Cádiz C ub agua

Isla de Mar garit a

Pará

Nhamundá

0 400 km

too

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y comenzaron a alimentarse de los frutos y raíces que encontraban por el camino. De vez en cuando tenían suerte y conse­guían cazar algún animal. Los hombres empezaron a solicitar el abandono de la misión. Para sofocar sus quejas, Orellana se ofreció a seguir adelante en el bergan­tín con un grupo reducido: así encontra­ría algún poblado y podría retornar con provisiones. “El capitán Orellana tomó consigo cincuenta y siete hombres, con los cuales se metió en el barco ya dicho y en ciertas canoas que a los indios se ha­bían tomado, y comenzó a seguir su río abajo con propósito luego de dar la vuel­ta, si comida se hallase; lo cual salió al contrario de como todos pensábamos, porque no hallamos comida en doscien­tas leguas.” Así relata el episodio fray Gaspar de Carvajal, que se convertiría en el cronista oficial de la aventura.

la traición de orellanaComo explica el religioso, la falta de al­go que llevarse a la boca iba a hacer me­lla entre los navegantes, que, desespera­dos, llegaron incluso a ingerir cuero y suelas de zapatos antes de encontrar una sola población. Sin la fortaleza que pare­cía infundirles Orellana, se habrían deja­

do llevar por el desaliento. El extremeño también se apoyaba en el poder de la pa­labra para convencer a los nativos de sus propósitos, que no eran otros que abas­tecerse de provisiones y someterlos a la Corona española. Cuando, por fin, tras innumerables penurias, se toparon con un poblado, sus habitantes se presenta­

ron como los imarais, tributarios del se­ñor de Aparia, del que dependían una docena más de poblaciones.Durante las semanas siguientes fueron llegando los jefes de estas aldeas veci­nas, que honraban a los viajeros con nu­merosos presentes y les hablaban del oro de un poderoso señor, de nombre Ica,

que vivía algo más abajo en el curso del río. Pero Orellana ya no pensaba en El­dorado: a esas alturas estaba convencido de que hallaría la salida al mar. Sin em­bargo, no quería hacerlo solo. Su deseo era, como había prometido, volver aguas arriba para abastecer a los hombres de Pizarro. Lo que no se esperaba era la ne­

gativa de sus propios soldados, que fir­maron un documento argumentando los obstáculos que tendrían que vencer para navegar unas doscientas leguas contra­corriente. “Buscando el consejo de lo que se debía de hacer, platicando nuestra aflicción y trabajos, acordóse que eligié­semos de dos males el que al Capitán y a todos pareciese menor, que fue ir ade­lante y seguir el río o morir [retrocedien­do]”, narra el fraile. Aquella huida hacia delante acabaría pasando a la historia como “la traición de Orellana”.Por entonces el bergantín se hallaba ya en un estado pésimo, así que los 48 su­pervivientes se apresuraron a construir una segunda nave, el Victoria, y se echa­ron al río en ambas embarcaciones, rum­bo a lo desconocido. En febrero de 1542, pasado un año de la partida desde Qui­to, navegaban por el curso principal de

la gigantesca red fluvial amazónica, aun­que eso todavía no lo sabían.El grupo llegó a las tierras del señorío de Machiparo, pero las poblaciones con las que se encontraron no parecían dispues­tas a mantener una relación pacífica con los aventureros. Más bien al contrario: constantemente eran atacados por nati­vos que les lanzaban flechas envenena­das, desde la orilla o utilizando canoas. Los viajeros tuvieron que continuar su odisea navegando por la parte central del río. Solo recalaban en tierra firme si era estrictamente necesario saquear una aldea para abastecerse de alimentos.

el ataque de las amazonasTras contemplar la afluencia del cauda­loso río Madeira y pasar por la última de las poblaciones de la provincia de las Pi­cotas, como ellos la bautizaron, el día de

San Juan llegaron a las cercanías del río Nhamundá, donde volvieron a ser ata­cados. A fray Gaspar Carvajal una de las flechas le causó la pérdida de un ojo. En­tre sus atacantes pudieron observar a unos guerreros muy peculiares: unas mujeres altas, pálidas y de pelo largo a las que, haciendo honor al famoso mito griego, llamarían amazonas.Estas mujeres, según les explicó un indí­gena que habían capturado en la zona, vivían en al menos sesenta aldeas del in­terior. Estaban solas, sin varones, aun­que de vez en cuando recibían la visita de los hombres de poblados cercanos pa­ra unirse sexualmente a ellos. “Y después que se hallan preñadas les tornan a en­viar a su tierra sin hacerles otro mal; y después, cuando viene el tiempo que han de parir, que si paren hijo le matan […], y si hija, la crían con gran solemnidad y

un dEsCEnso intErminaBlEla expedición de orellana, siguiendo el curso del amazonas

Con sus 6.742 kilómetros de recorrido, el río Amazonas es el más largo y caudaloso del mundo. Su cuenca hidrográfica abarca en la actualidad siete países (Perú, Colom­bia, Ecuador, Brasil, Venezuela, Guyana y Bolivia), y en su ribera viven 22 millones de personas. Algunas de ellas pertenecen a tribus indígenas con las que aún no se ha entrado en contacto.Con su recorrido fluvial, Orellana marcó un hito casi impensable a mediados del siglo xvi. Le llevó poco más de un año finalizarlo, un período marcado sobre todo por el hambre y los ataques de algunos pueblos nativos, pero tan extraordinario que le hizo olvidar su antigua búsqueda de Eldorado.

a principios de 1541, Orellana parte de la localidad de Guayaquil con 23 hombres para reunirse con Gonzalo Pizarro en Qui­to, desde donde se inicia la expedición.

cuando llega a quito, en marzo, recibe la noticia de que Pizarro ya ha em­prendido la marcha unos días antes, con más de cuatro mil hombres. Los alcanza a unas treinta leguas al este, en el valle de Zumaco.

pizarro se adelanta con algunos hombres para explorar la región y halla el supuesto País de la Canela, pero, al no po­

der explotar la especia, decide ir a Guema, al nordeste, en busca del mítico Eldorado.

pizarro y orellana se reencuen­tran junto al río Coca, afluente del Napo, y de­ciden construir un bergantín para proseguir la navegación con mayor seguridad. En noviem­bre reemprenden el viaje. A finales de año, Orellana se separa del grupo principal y parte con varios hombres para buscar comida.

a comienzos de 1542, Orellana y sus soldados recalan en la región de Ymara y deciden seguir el río para encontrar una sa­lida al mar, en lugar de regresar 200 leguas atrás para llevar víveres a los hombres de Pi­zarro como habían acordado.

tardan un mes en construir un nuevo navío, el Victoria. El 2 de febrero parten desde las inmediaciones de la actual población de Leticia, en la frontera entre Colombia y Bra­sil. Navegan, sin saberlo, por el curso princi­pal de la gigantesca red fluvial amazónica.

en mayo entran en la región de Ma­chiparo. En las aldeas por las que pasan son tratados con mucha hostilidad. Los indígenas les atacan con flechas desde la orilla o utili­zando canoas. A partir de entonces, solo re­calan en tierra para abastecerse de alimentos.

el 10 de junio descubren la afluencia de un caudaloso río, el Madeira. A partir de este punto, las poblaciones con que se van encontrando se muestran mejor organiza­das y más desarrolladas tecnológicamente que las anteriores.

en las inmediaciones del río Nhamundá, afluente del Amazonas en el actual Brasil, en junio de 1542 son ataca­dos por una tribu de mujeres, las guerre­ras que inspiraron a Orellana para bautizar el río con el nombre de Amazonas.

el 24 de agosto llegan a la desem­bocadura del río, en lo que hoy es la región brasileña de Pará. El grupo ha logrado encon­trar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el océano Atlántico. Deciden navegar hacia el norte siguiendo la costa.

el 11 de septiembre las naves San Pedro y Victoria, que se habían perdido de vista durante el trayecto, se reencuentran. Sucede en Nueva Cádiz, ciudad fundada por los españoles en Cubagua, una isla del Cari­be ubicada al nordeste de Venezuela.

orellana ya no pensaBa en eldorado, sino en la salida al mar, que ya deBía de estar cerca

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orellana y Pizarro tenían opiniones muy diferentes sobre el trato que debía dispensarse a los indígenas.

Por las BuEnas o Por las malas

ante todo, diplomacia Al parecer, los dos trujillanos se avinieron a la perfección durante el tiempo en que compartieron aventuras. Sin embargo, Gonzalo Pizarro y Orellana eran como la noche y el día. La personalidad de éste se caracterizaba por la amabilidad y las bue­nas maneras. Cuando entraba en contac­to con algún poblado indígena, le gustaba anotar en unos pliegos las palabras que conseguía identificar en su conversación, con el fin de elaborar un vocabulario para entenderse con los nativos.

el recurso a la violencia Los métodos utilizados por Pizarro para recabar información eran más crueles. Si no obtenía respuestas convincentes de los indígenas al interrogarlos, o si quería evi­tar la huida de los que iba reclutando a lo largo del camino, no dudaba en castigar­los con atroces tormentos. Los más fre­cuentes consistían en quemarlos vivos o arrojarles a los perros, que estaban ex­presamente adiestrados para la tortura. De ello surgirían el término aperrear y la expresión sinónima: “echar a los perros”.

biograFÍadÍaz, rafael. Francisco de Orellana. Madrid: Historia 16/Historia Viva, 1987.muÑiz, mauro. Orellana, el tuerto del Amazonas. Madrid: Alderabán, 1998.

ensayocebriÁn, juan antonio. La aventura de los conquistadores. Madrid: La Esfera de los Libros, 2006.

internetAño Orellana. Sitio web oficial del V cen­tenario del nacimiento de Orellana.http://trujilloenelamazonas.com

Para saber másla imponen en las cosas de la guerra.” Así describe el religioso a las guerreras en las que se inspiró Orellana a la hora de bautizar el río explorado. Algunos histo­riadores sostienen, en cambio, que el nombre proviene en realidad de la pala­bra indígena amassona (“destructor de naves”), cuya pronunciación era similar a “amazonas” a oídos de los españoles.

la salida al marEl viaje prosiguió. Creían que, tras haber recorrido 1.600 leguas, la salida al mar no podía estar lejos. En efecto, el 24 de

agosto de 1542 cumplieron su proyecto de encontrar una vía de comunicación entre las tierras altas del Perú y el océano Atlántico. Orellana se convertía en el pri­mero en comprobar la navegabilidad del río más largo y caudaloso de la tierra. Los aventureros no sabían dónde se en­contraban exactamente. Su prioridad en aquel momento era llegar a tierra de cris­tianos para, desde allí, llevar la buena noticia a la corte española. Navegaron siguiendo la costa atlántica y, aunque la tripulación del Victoria –en el que iba Orellana– perdió de vista al San Pedro

durante unos días, los dos barcos se reen­contraron la mañana del 11 de septiem­bre en Nueva Cádiz, ciudad fundada por los españoles en Cubagua, una isla del Caribe al nordeste de Venezuela.Orellana estaba ansioso por gobernar las tierras que había descubierto en su peri­plo. Tras un breve descanso en Cubagua, contrató una nave en la isla Trinidad pa­ra trasladarse a España, pero una tem­pestad le obligó a desembarcar en las costas de Portugal. La noticia llegó rá­pidamente a la corte del rey lusitano, Juan III, que hizo llamar al explorador para ofrecerle un trato con que benefi­ciarse de su hazaña. Orellana pensaba que era el monarca español quien debía decidir sobre el poblamiento y la con­quista de las tierras descubiertas. Pero cuando por fin llegó a su destino, no en­contró la atención que esperaba.

la corte españolaGonzalo Pizarro, que había entrado en Quito al mando de 80 cadavéricos sol­dados justo el mismo día en que los hom­bres de Orellana eran atacados por las amazonas, se había encargado de hacer llegar una carta a Carlos V informándo­le de la traición de Orellana y de las pe­nurias por las que pasaron tras su mar­cha. Éste pudo defenderse mostrando el documento en que sus súbditos se nega­ron a regresar en busca de Pizarro. Aun así, la situación económica del país era desastrosa, y los miembros del Consejo de Indias dudaban de la importancia del río Amazonas. Además, existía la sospe­cha de que se trataba de otro río, al que los portugueses llamaban Maranhao, sujeto a la soberanía de éstos.Pero Orellana no se rindió. Aprovechaba cualquier oportunidad para proclamar las riquezas que albergaban los nuevos territorios, y escribió un memorial al Em­perador para manifestarle su deseo de poblarlos. La resolución llegó el 13 de fe­brero de 1544. El príncipe de Asturias (futuro Felipe II) firmó, en ausencia de Carlos V, una capitulación en la que se admitía que al explorador le había resul­tado imposible socorrer a Pizarro. Tam­bién se le otorgaban los títulos de ade­lantado, gobernador y capitán general. Orellana debía fundar dos ciudades en los límites de las 200 leguas de terreno

que se le concedían en la orilla izquierda del río. Le correspondían asimismo una renta vitalicia de 5.000 ducados anuales y una doceava parte de lo que produje­sen aquellas tierras. A cambio, debía su­fragar los gastos de la nueva expedición.Pero, ¿cómo organizar la vuelta sin dine­ro? Como ya hiciera en su juventud, Ore­llana se trasladó a Sevilla y empezó a es­tablecer relaciones con prestamistas e inversores para convencerles de la renta­bilidad del proyecto. Al mismo tiempo, reclutaba hombres en las proximidades del puerto. Las cuatro naves que había comprado se revelaron más deterioradas de lo que parecía, y tuvo que entrar en pleitos con los vendedores. La cosa iba a empeorar: las embarcaciones fueron trasladadas a Sanlúcar de Barrameda, en Cádiz, para realizar una inspección ruti­naria que nunca llegaron a pasar. Según el documento real, Orellana no contaba con artillería ni con caballos, y la mayo­ría de sus marineros eran extranjeros.

el último viajeEl trujillano, consciente de que no podría pagar los mil ducados que necesitaba pa­

ra emprender legalmente su aventura, no tuvo mejor idea que tomar sus naves y huir con sigilo la noche del 11 de mayo de 1545. Llevaba consigo a más de cua­trocientos hombres (además de a su re­ciente esposa, Ana de Ayala, una joven que había conocido en Sevilla) y no con­taba con víveres suficientes para todos. Para remediarlo, primero recaló tres me­ses en Santa Cruz de Tenerife. Después, dos meses más en Cabo Verde. Allí mu­rieron casi un centenar de hombres, a causa de una alguna enfermedad o epi­demia, y otros tantos renunciaron a la empresa y volvieron a España.Pero el extremeño seguía empeñado en hacerse a la mar rumbo a las costas brasi­leñas. Y lo consiguió, a finales de año, no sin antes haber perdido la mitad de las embarcaciones y de tripulantes a causa de las tormentas. Las desgracias se segui­rían sucediendo mientras el grupo inten­taba alcanzar el curso principal del Ama­zonas. Primero les acechó el hambre. Luego tuvieron que vérselas con el labe­rinto de canales y corrientes fluviales en­tre islas. Por último, la única nave que les quedaba encalló y quedó destrozada.

El final estaba cerca para el explorador extremeño, que cayó enfermo. La fiebre y la debilidad, provocadas quizá por la disentería, no le permitieron mantenerse en pie. En 1546, a finales de noviembre, murió con 35 años de edad, acompaña­do por su mujer y la veintena de hom­bres que habían logrado sobrevivir. El fracaso de su expedición desvió los inte­reses de la Corona. España tardaría casi un siglo más en retomar la conquista de nuevos territorios en el Amazonas.

el dato los nuevos “eldorados”Trujillo encabeza numerosas iniciati­vas en este V centenario. Entre ellas, la promoción de Viaje al traspasado corazón del mundo, libro de Francis­co y Juan Carlos de la Cal que sigue los pasos del explorador y descubre los “eldorados” actuales: el petróleo, la madera, el agronegocio... Las imá­genes, como la que acompaña este recuadro, son de José F. Ferrer.