Origen de los menonitas: Los anabaptistas no violentos del siglo XVI

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    Origen de los menonitas:Los anabaptistas no violentos del siglo XVI

    por Dionisio Byler1

    1 Este trabajo es una versión parainternet , de una conferencia leída en el II Encuentro Menonita Español, Zaragoza, 9-11 septiembre 1994, con el título de «Los anabaptistas del siglo 16 y los españoles del siglo 21»

    I. Historia del movimiento anabaptista¿«Anabautistas» o «anabaptistas»?

    Ambas formas de la palabra son corrientes.Muchos prefieren escribirla con «u», por su eufo-nía y concordancia con el cambio ortográfico delgriego al español que vemos, por ejemplo, en lapalabra «bautismo». Aquí hemos preferido ceñir-nos a la «p» por un motivo muy sencillo: es asícomo figura esta palabra en los diccionarios yenciclopedias.

    Trasfondo cultural y social del anabaptismo delSiglo XVI.

    Europa se hallaba a caballo entre la Edad Me-dia y el mundo moderno. Tocaba su fin un mileniolargo de sociedad unificada en torno a la religióncristiana. La palabra «cristiandad» describe launidad absoluta entre sociedad, iglesia, y un mar-co geográfico que abarcaba a toda Europa, que sepretendía como valor indiscutible. Sin embargo al

    arrancar el Siglo XVI la sociedad europea habíaempezado ya el camino hacia el nacionalismo, porun lado, y los intereses comerciales e industriales,por otro lado, en sustitución de la religión cristia-na como fuerza impulsora de la sociedad. En esepreciso instante surge como un estallido, en bocade los anabaptistas, el concepto de iglesia libre, delibertad de conciencia religiosa personal. A pesarde hallar una resistencia sin concesiones, ese con-cepto tan revolucionario pudo salir victoriosoporque en los siglos siguientes la religión ya no

    sería indispensable como fuerza impulsora de lasociedad, salvo en algunos movimientos extrema-damente retrógradas.

    Por otra parte, a principios del Siglo XVI, elmundo se halla en un período de grandes contras-

    tes socioeconómicos. En la época en que surgieronlos anabaptistas, los campesinos de Europa centralprotagonizaron alzamientos revolucionarios co-ntra la nobleza que les tenía oprimidos bajo el yu-go pesado de una sociedad feudal. Estos alzamien-tos fueron aplastados sin misericordia con el alien-to de las autoridades eclesiásticas, tanto las católi-cas como las protestantes. Los ideales de solidari-dad fraternal que inspiraron a los anabaptistas acompartir lo que tenían, ideales que en algún caso

    llegaron a generar comunidades de bienes, supu-sieron un reto no violento al sistema social y eco-nómico imperante. Varios siglos antes de Marx, basándose sencillamente en el evangelio como yaantes lo había hecho Francisco de Asís, los ana- baptistas montaron un reto a la opresión y la injus-ticia.

    Inicio del movimiento anabaptista.

    A. Los Hermanos Suizos.

    1. Zurich. Parahablar del co-mienzo de losHermanos Sui-zos es necesariosituarnos en es-cena con la re-forma de Zuinglio en Zurich. Zuinglio empezó apredicar los puntos elementales de una reformafundamental del cristianismo cuando todavía notenía el poder para realizarlo. Cuando por fin em-pezó a influir en el Concejo de Zurich con el fin deque cambiaran las cosas, se encontró con la típicasituación política en la que «el peor enemigo de loposible es lo perfecto». Ya que Zuinglio creía pro-fundamente en los cambios que proponía y era a

    el tema que se-llaría la divisiónsería el del bau-tismo

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    la vez un ciu-dadano pa-triótico, prefi-rió la lentitudde las transi-

    gencias políti-cas a la mar-ginaciónanecdótica delos radicales.

    Sin em- bargo algunosde sus másíntimos se-guidores nocomprendie-ron ni com-partieron estaactitud. Alparecer el ca- becilla de es-tos radicalesera Conrado

    Grebel, un joven humanista de familia noble quehacía poco había vuelto de la Universidad de Pa-rís. Otros eran los sacerdotes Simón Stumpf, Jorge(Cajacob) «Blaurock», Guillermo Reublin, JuanBrotli; y Félix Manz, joven estudiante como Gre- bel.

    Aunque el primer desacuerdo entre estos jóve-nes radicales y el reformador protestante fue sobreel tema de la eucaristía, el tema que sellaría la di-visión sería el del bautismo. Se sabe que en losprimeros meses de 1524 Reublin y Brotli ya predi-caban en contra del bautismo infantil y se negabana bautizar a los recién nacidos en las parroquias desus pueblos. Meses más tarde el grupo de los radi-

    cales en torno a Grebel escribió cartas a varios lí-deres protestantes, exponiendo sus razones sobrediversos puntos. En cuanto al bautismo sólo paracreyentes, esgrimen dos argumentos: que el bau-tismo admite al creyente al cuerpo y la disciplinade la comunidad cristiana, y que ha de ser reflejode su experiencia y compromiso personal.

    Al finalizar ese año (1524) la situación se halla- ba tan confusa que el Concejo ordenó a Zuinglioreunirse todos los martes con el grupo de los radi-cales hasta que se pusieran de acuerdo. Zuinglio

    se reunió dos veces con ellos y se hartó de su acti-tud. Entonces Félix Manz presentó un recurso pi-diendo que el tema se debatiera públicamente ante

    el Concejo. Se convocó una reunión, pero en lugarde permitir un debate libre sobre el tema, el Con-cejo resolvió que todos los niños debían bautizarsey que cualquier matrimonio que se negara a bauti-zar a sus hijos sería expulsado del cantón. Era el 18

    de enero de 1525. Con esta sentencia se daba avisode que en adelante se emplearía la fuerza paraobligar la conformidad.

    La respuesta del grupo de Grebel fue reunirsepara orar. Tenían una semana para responder. El21 de enero estaban reunidos en casa de la madrede Félix Manz. A todo esto la cuestión había sidosiempre que si bautizar a los bebés. La cuestión desi volver a bautizar a los adultos no figuraba. Diceasí la antiquísima historia conservada por los her-manos hutteritas.

    Llevaban bastante tiempo reunidos y una profundaangustia se apoderó de sus corazones. Empezaron a do-blar la rodilla ante el Dios que es exaltado en los cielos,clamando a él como a quien sabe lo que hay en los cora-zones de los hombres, rogando que les permitiese hacersu voluntad divina y que les mostrara su misericordia; porque la carne y la sangre y la imaginación humanano era lo que les impulsaba. Bien sabían lo que tendríanque sufrir y aguantar por causa de ello.

    Después de la oración Jorge Cajacob se levantó y le

    pidió a Conrado Grebel que por amor de Dios le bauti-zara con un bautismo cristiano verdadero, como conse-cuencia de su fe y su confesión. Y ya que estaba de rodi-llas, rogándole con un deseo tan conmovedor, Conradole bautizó, porque no había presente ningún ministroordenado para hacer tal cosa. Una vez hecho esto, losdemás de la misma manera rogaron a Jorge que les bau-tizara, lo cual hizo porque se lo pedían. Así con grantemor de Dios se encomendaron unos a otros al Nombredel Señor, se reconocieron mutuamente como ministrosdel Evangelio, y empezaron a predicar y guardar la

    fe.De este modo comenzó la separación del mundo y susobras perversas.

    Observemos: (a) Si la narración que nos ha lle-gado es fiel al espíritu de la ocasión, esto no fuealgo premeditado ni preparado, sino una respues-ta sorprendente del Espíritu ante el clamor y laangustia que estaban pasando. El Espíritu desblo-queaba así la situación al inspirar una medida tanradical que ya no podían volver atrás. (b) Al decirel relato que «no había nadie presente ordenadopara bautizar», observamos que estaban recha-zando también el sacerdocio católico, ya que lamayoría de los presentes eran curas. Es que de

    En esta calle de Zurich estaba lacasa donde vivió Conrado Grebelen los años 1508-14 y 1520-25.

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    verdad consideraban que con el bautismo empe-zaban de cero.(c) El bautismo no fue por inmer-sión; fueron los bautistas ingleses un siglo mástarde los que restaurarían la forma del bautismo.

    El resultado fueuna iglesia alterna-tiva. Grebel y susamigos se lanzaroninmediatamente auna actividad fre-nética. En los días sucesivos fueron por la ciudady la comarca bautizando a los que ya desde antessimpatizaban con ellos y a otros muchos que con-vencían. Les valía cualquier pedazo de pan y cual-quier vaso de vino que encontraban en la cocina,para tomar la comunión por las casas, en los gra-neros y en el campo abierto. A todo esto —y parasituarnos en el tiempo— tanto Lutero como Zuin-glio seguían celebrando la misa según el rito cató-lico; por lo que este grupo constituyó la primera y másantigua de las iglesias reformadas.

    El movimiento se extendió rápidamente a al-gunos de los cantones vecinos y a la frontera aus-tríaca. En el pueblo austríaco fronterizo de Walds-chut, por poner un ejemplo, para Semana Santa de1525 la mayoría de la parroquia se había bautiza-

    do, siguiendo la enseñanza de su cura, BaltasarHubmaier. Posteriormente Hubmaier tuvo quehuir, pero no sin antes dejar varias obras escritas,entre las que figura un importante tratado sobre el bautismo.

    2. El Acuerdo de Schleitheim (1527).

    La persecución y las dificultades no se hicieronesperar.Hacia principios de 1527 el movimientoanabaptista se veía amenazado con la desintegra-ción. El joven y más prometedor líder, Conrado

    Grebel, había muerto de una enfermedad pocodespués de su bautismo. A Félix Manz le habíanahogado en el río (lo cual demuestra que los pro-testantes suizos tenían sentido de humor: «Ya quete gusta el agua… ¡Toma!»). Jorge Blaurock y Bal-tasar Hubmaier habían salvado la vida con el exi-lio. Los demás líderes estaban bajo orden de buscay captura.

    Luego estaban los excesos y desequilibrios. Losanabaptistas gozaban de muchos simpatizantes,pero pocos estaban dispuestos a jugarse el tipo. Alotro extremo se encontraban los que, fanatizadospor la persecución, decían recibir visiones y profe-

    cías alocadas, o extremaban el rigor en la conductaexigida o, todo lo contrario, se declaraban libres enel Espíritu para vivir en toda suerte de pecados yabominaciones.

    Así las cosas, se celebró en un pueblito suizollamado Schleitheim, una reunión que resultó pro-videncial. No se sabe quién convocó la reunión, niquiénes asistieron. Parece ser que los líderes allíreunidos venían con puntos de vista muy diversossobre una cantidad de temas, reflejando la confu-sión que imperaba en el movimiento en general.Pero, al igual que había sucedido aquella noche delos primeros bautismo en casa de Félix Manz, fue-ron tocados poderosamente por el Espíritu Santo.Entonces encargaron a un tal Miguel Sattler (antesprior de un importante monasterio benedictino)que redactara lo que habían sacado en limpio delencuentro. Sattler escribió una carta de presenta-ción para los siete artículos del acuerdo, dondepone:

    Amados hermanos y hermanas, nosotros que noshemos reunido en el Señor en Schleitheim del Randenanunciamos (...) a todos los que aman a Dios, que encuanto a nosotros respecta, Dios nos ha unido para quenos mantengamos firmes en el Señor como hijos de Diosobedientes, hijos e hijas, quienes nos hemos apartado(...) del mundo en todo lo que hacemos y dejamos dehacer. Además (la alabanza y la gloria sean sólo paraDios) ningún hermano se muestra en desacuerdo conesta unidad, sino que nos hallamos todos en completa paz. En esto hemos sentido la unidad del Padre y denuestro Cristo común, hechos presentes con nosotros por medio de su Espíritu. Porque el Señor es Señor de paz y no de contiendas, como indica Pablo.

    Los siete artículos en los que el Espíritu leshabía unido son los siguientes:

    el resultadofue una iglesiaalternativa

    Portada del Acuerdo de Schleitheim, 1527

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    (1) El bautismo. Sólo ha de administrarse a losque creen.

    (2) La separación de los que caen en el error oel pecado. Aquí sencillamente siguen las instruc-ciones de Mat. 18.

    (3) El partimiento del pan. Aquí defienden loque se conoce como «comunión cerrada», o seaque sólo pueden participar los que son miembroscomprometidos de la comunidad y viven en san-tidad.

    (4) Apartarse de todo tipo de pecado , maldad,idolatría y abominación. Los pecados proscritosincluyen el frecuentar los bares y las iglesias, y elempleo de armas incluso en defensa propia.

    (5) Los pastores. Sobre ellos se dice que debengozar de buena reputación dentro y fuera de lacomunidad. Y que cuando uno es conducido a lacruz (o sea cuando muere mártir), esa misma horaha de ordenarse otro, con el fin de impedir la des-trucción de la comunidad.

    (6) La espada: La espada ha sido ordenada porDios para las autoridades civiles, pero fuera de laperfección de Cristo. En la perfección de Cristo só-lo se emplea la separación. Así como Cristo nopermitió que le hicieran rey, el cristiano evitará

    servir como magistrado; el magistrado emplea lasarmas de la carne, pero el cristiano las del Espíritu.Por todos estos motivos el cristiano no puede por-tar armas en defensa del orden y de la sociedad.

    (7) El juramento. Aquí siguen las instruccionesde Jesucristo en el Sermón del Monte: El cristianodebe decir siempre la verdad y nunca jurar.

    Miguel Sattler selló su fe con el martirio enmayo de 1527, tres meses después de esta reunión.

    B. El anabaptismo en Europa central.

    1.Algunas figuras señeras:

    Hans Denk († 1527). Una de sus cualidadesmás destacadas fue su espíritu pacífico; detestabala cerrazón con la que cada cual, tanto los Refor-madores oficiales como sus propios colegas ana- baptistas, se encerraban en sus cuatro doctrinaspredilectas. Fiel sucesor de la corriente místicamedieval, Denk prefería antes que nada hablar delamor de Dios. Era éste el tema que de verdad leapasionaba. En cuanto a las Escrituras, no compar-

    tía la convicción reformada (compartida tambiénpor muchos anabaptistas) de que con la Biblia solase bastaban. Le parecía que tan importante como

    las Escrituras, e in-dispensable paracomprenderlas, esel Espíritu de Cris-to. Denk insistía

    que Dios se siguecomunicando conel ser humano me-diante su presenciay su amor, que no solamente por medio de la Bi- blia. Otra de sus convicciones inamovibles era laque expresa su frase más famosa: «Nadie puedeconocer de verdad a Cristo a no ser que le siga enla vida».

    Pilgram Marpeck († 1556). Fue un ingeniero

    hidráulico de capacidad excepcional. Fue tan soli-citado como ingeniero que se salvó del martirio apesar de que de todos era conocida su defensa delanabaptismo. Después de Menno Simons, Mar-peck es el pensador anabaptista del Siglo XVI quemás obras escritas nos ha dejado. Lo más destaca- ble de su pensamiento tiene que ver con el lugardel Antiguo Testamento en el pensamiento cris-tiano. Para los Reformadores de Estrasburgo, porejemplo, la Biblia era toda de una pieza; gozaba dela misma autoridad el ejemplo de los reyes David

    y Salomón, que el de Jesucristo. De ahí justificabantoda una manera de entender la sociedad cristianay la relación entre la iglesia y el estado. Marpeckveía la relación entre los testamentos como una depromesa y cumplimiento. Hablaba de dos pactosen la Biblia: el antiguo, de esclavitud; el nuevo, delibertad. El pacto antiguo obliga a obedecer por lafuerza; el pacto nuevo deja en libertad para obede-cer voluntariamente. De esto se desprenden con-secuencias prácticas respecto a la tentación por ellegalismo en la vida cristiana, respecto a la natura-

    leza voluntaria de la iglesia, respecto en últimainstancia a la libertad de conciencia y la libertadreligiosa.

    Hans Hut († 1527). Evangelizadorfogoso, se calcula que en tan sólo dosaños de ministerio antes de morirmártir, produjo más convertidos queel total de todos los demás anabap-

    tistas. En tres aspectos la prédica de Hut eran bas-tante distinta a la de los Hermanos Suizos. (1) Eraenorme su fascinación con el regreso de Cristo. Sedice que llegó a precisar la fecha para ello: Pente-costés de 1528. Sabemos que Denk le aconsejó que

    «Nadie puedeconocer deverdad a Cristoa no ser que lesiga en la vi-da». Hans Denk

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    se moderara en este tema. (2) Predicaba una iden-tificación mística con los sufrimientos de Cristo,que de alguna manera hacía del cristiano un partí-cipe de la obra redentora de los padecimientos delSeñor. Aunque los demás anabaptistas esperaban

    el sufrimiento como consecuencia natural de se-guir a Cristo, negaban que este sufrimiento contri- buyera a la salvación. (3) Hut predicaba un mensa- je radical acerca de compartir los bienes materia-les. Aunque este mensaje era típico de todos losanabaptistas, en Hut era una columna central delmensaje. En su juicio se le acusó de promocionaruna revolución comunista, cosa que él negó; aun-que también es cierto que no medía sus palabras yalgunas personas parecen haberse llevado estaimpresión cuando le escuchaban.

    2. Los Huteritas.

    La incomprensión y persecución a que fueronsometidos los anabaptistas en todas partes hacíanatural la emigración hacia las tierras que se mos-traran algo más tolerantes. Tal fue el caso de Mo-ravia, donde fueron a parar varios miles de suizos,alemanes y especialmente austríacos. La persecu-ción en Austria fue especialmente severa. El ar-chiduque Fernando llegó a establecer un cuerpoespecial, losTäuferjäger o «cazadores de bautiza-

    dores» con la misión de recorrer el país espiando einvestigando, cazando y dando muerte a los ana- baptistas como si se tratara de alimañas. Aunqueel archiduque Fernando era también soberano deMoravia, la nobleza morava no hacía mucho casode Viena. Así es como muchos nobles moravosaceptaron la presencia pacífica de inmigrantesanabaptistas en sus tierras.

    El primer centro anabaptista en Moravia fueNicolsburgo. Se calcula que en 1527 vivían unos12.000 anabaptistas allí. Entre ellos se hallaba Bal-tasar Hubmaier, el sacerdote del pueblito austría-co de Waldschut que había (re-)bautizado a casi

    toda su parroquia antes de darse a la fuga. A prin-cipios de 1527 surge un desacuerdo entre los ana- baptistas sobre el tema de si pagar los impuestosmilitares para defender a Austria del avance turco.Hubmaier siempre había sido de la opinión de queDios ha establecido las autoridades civiles paramantener el orden y que el cristiano debía pagarsus impuestos sin escrúpulos. A todo esto llegaHans Hut con un grupo de refugiados. Como yahemos mencionado, Hut pensaba que se acercabael cataclismo final de la historia humana. Él estaba

    seguro que Dios iba a usar a los turcos para casti-gar a una Europa apóstata. En su opinión apoyaral gobierno en su defensa contra los turcos era lu-char contra los propósitos de Dios.

    Con el debate entre Hubmaier y Hut los ana- baptistas de Nicolsburgo se dividieron entre «losde la espada» y «los del cayado». «Los del caya-do», además de insistir en un pacifismo radical eindefenso, empezaron a predicar que era necesariocompartirlo todo en comunidad de bienes. Decíanpor ejemplo que si un noble se convertía y se bau-tizaba debía renunciar a sus títulos y poner sustierras en común con los hermanos. Poco despuésHut fue arrestado y muerto en Augsburgo. Hub-maier también fue arrestado y conducido a Viena,donde ardió en la hoguera. Su mujer fue ahogadapocos días después.

    Con la muerte de Hubmaier la facción de «losde la espada» se acabó desvaneciendo. Sinembargo «los del cayado» decidieron emigraral pueblito de Austerlitz, también en Moravia,

    donde se les prometía tolerancia. Al salir deNicolsburgo estos refugiados, unos doscientosadultos, echaron todos sus objetos de valorsobre una manta, con el objeto de poder aten-der así a las necesidades de todos durante elviaje. Aunque inicialmente esta fue una medi-da de emergencia, decidieron seguir teniéndo-lo todo en común. Pero la realidad de la vidacon comunidad de bienes resultó no ser tanmaravillosa como lo pintaba el idealismo. Elgrupo se dividió.

    En 1533 llegó un tal Jacobo Hutter , a la ca- beza de un contingente fuerte de refugiadosTortura de una anabaptista. Grabado de Jan Luykens

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    tiroleses. Hutter fue el líder necesario para organi-zar la convivencia en comunidad de vida de talmanera que se solucionaron los problemas. En só-lo dos años dotó a la comunidad con unas estruc-turas tan sabias y estables que permanecen hasta

    hoy. Sin embargo la persecución arreciaba y te-miendo por la vida de su líder, los hermanos leaconsejaron que volviera al Tirol. Allí él y su mu- jer fueron sorprendidos por las autoridades unanoche, en casa de unos amigos. A pesar del marti-rio inoportuno de Hutter, su influencia fue tal quehasta hoy existen comunidades que se llaman a símismos «Hermanos Hutterianos», o huteritas.

    C. El Anabaptismo en los Países Bajos.

    1. Melchor Hoffman parece haber

    sido la conexión entre los brotesanabaptistas de Suiza y el sur deAlemania, y los de Holanda y el nor-te de Alemania. Empezó su carrera

    como predicador luterano con cierto éxito en Sue-cia, Dinamarca y el norte de Alemania. Pero susideas fueron evolucionando, primero hacia Zuin-glio, luego hacia el anabaptismo, a la vez que seradicalizaba su interpretación de las profecías deDaniel y del Apocalipsis de Juan. Parece haberseconvencido de que el fin del mundo llegaría en

    1533. En 1530, habiendo adoptado definitivamenteel anabaptismo en Estrasburgo, empezó un minis-terio de evangelizador itinerante en el norte deAlemania y los Países Bajos.

    En 1533, de vuelta en Estrasburgo, escribió unacarta al Concejo explicando que el reino de Dioshabía llegado por fin y tendría su comienzo preci-samente en Estrasburgo, después de una terriblematanza de hombres impíos. El Concejo respondiómetiéndole en la cárcel. Hoffman, que era un paci-fista convencido, agradeció con emoción el arresto,puesto que con su arresto empezaban a cumplirsesus profecías. Murió en la cárcel 10 años más tar-de.

    2. Mientras tanto las ideas apocalípticas de Hoff-man habían prendido fuego en el polvorín que erael norte de Alemania y los Países Bajos, dando lu-gar en la ciudad alemana deMünster al episodiomás oscuro del anabaptismo del Siglo XVI, episo-dio que los historiadores siempre han pintado co-mo típico del anabaptismo.

    Las clases sociales inferiores de aquella regiónestaban tan oprimidas y vivían en tal desespera-

    ción que el mensaje del regreso de Cristo en 1533fue recibido con alborozo alocado por las masaspopulares. Cuando Hoffman fue arrestado, un tal Jan Matthys se declaró su sucesor y envió 12 após-toles para que recorrieran la tierra de dos en dos.Una de estas parejas apostólicas descubrió que enla ciudad de Münster los pastores protestantesconfirmaban las profecías del fin del mundo e in-vitaban a Matthys a la ciudad. Hoffman había de-

    clarado que la Nueva Jerusalén sería Estrasburgo;ahora Matthys recibió una nueva revelación en laque se anunciaba que la Nueva Jerusalén seríaMünster, y que la ciudad debía armarse para la batalla final. A Münster empezaron a acudir en-tonces grandes números de anabaptistas fanatiza-dos.

    El obispo católico de Münster, que era tambiénel soberano de la ciudad, asedió la ciudad con laayuda de varios príncipes alemanes y con la inten-ción de arrebatársela a los anabaptistas. Matthyspereció en una escaramuza, pero le sucedió Jan deLeiden, que declaró ser el nuevo Rey David e ins-tituyó la poligamia, a la vez que gobernaba la ciu-dad con mano de hierro en nombre del Señor. Porfin, después de un asedio prolongado, cayó la ciu-dad ante las fuerzas del obispo. El Rey de la Nue-va Jerusalén, junto con sus dos lugartenientes, fue-

    en la ciudad alemana deMünster sucedió el episodiomás oscuro del anabaptismodel siglo XVI

    Las jaulas enque fueron ex-hibidos pública-

    mente «el Reyde la Nueva Je-rusalén» y suslugartenientes.

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    ron exhibidos públicamente en jaulas de hierro yluego ejecutados con crueldad ejemplar. Las jaulastodavía se pueden ver en la torre de una de lasiglesias de Münster.

    3. MennoSimons (1496-1561). El holan-dés Menno eraun típico sacer-dote alegre ydespreocupado,cuyo pasatiem-po predilecto erauna buena par-tida de cartas y

    unas copitas devino. Pero sehalló con que leasaltaban lasdudas acerca dela transubstan-ciación cuando consagraba el pan y el vino en laeucaristía. Cuando ni la confesión ni la oración leayudaron a vencer sus dudas, decidió estudiar laBiblia al respecto, con el resultado lógico de que seconvenció de que la Iglesia Católica erraba en este

    tema. Poco después se enteró de que en un pueblovecino habían tenido que ejecutar a un vecino porrebautizarse. Esta vez Menno fue directamente alas Escrituras, donde no halló ni una palabra a fa-vor del bautismo infantil. Preocupado al veradonde le conducían sus ideas, decidió leer a losreformadores protestantes, pero halló que en sudefensa del bautismo infantil no empleaban la Bi- blia. De todas maneras sus dudas no impidieronque fuera ascendido a párroco de Witmarsum, supueblo natal.

    Sin embargo esa vida doble entre sus convic-ciones y su sacerdocio católico no podía durar.Trescientos anabaptistas fanáticos y violentos, quesimpatizaban con los rebeldes de Münster, toma-ron un monasterio cercano a Witmarsum. En la batalla posterior hubo muchísimas muertes, entre

    ellas la de un tal Pedro Simons, probablementehermano de Menno. Este evento aguijoneó la con-ciencia de Menno, que se dio cuenta de que losanabaptistas eran como ovejas sin pastor; en mu-chas cosas tan en lo cierto, y en otras presa tan fá-

    cil para embusteros y embaucadores. El 30 de ene-ro de 1536 anunció a su parroquia sus conviccio-nes anabaptistas pacifistas, tras lo cual pasó a laclandestinidad.

    Pasó entonces un año estudiando las Escritu-ras, al cabo de lo cual se le presentó una delega-ción de líderes anabaptistas, que le rogó aceptaraser nombrado ministro y anciano. Menno se lopensó largamente, pero por fin consintió. Lospróximos 25 años, Menno fue un luchador infati-gable en defensa de un anabaptismo rigurosamen-te bíblico. Defendió el anabaptismo de enemigosexternos e internos con una impresionante pro-ducción literaria, y viajó por toda la zona desdeBélgica hasta Dinamarca y el norte de Polonia,alentando a los hermanos y ayudándoles a organi-zar su vida ordenadamente como comunidadescristianas. Casi se podría decir que donde no paróMenno, el anabaptismo norteño no echó raíces. Apesar de los 100 florines de oro que se ofrecían porsu cabeza, Menno fue uno de los pocos dirigentesanabaptistas de su generación que murió en supropia cama, ya anciano. Su mujer y dos de sustres hijos no habían podido sobrevivir la durezade la vida de prófugos.

    D. Persecución.

    Ya hemos mencionado en varias ocasiones laintensidad y crueldad de la persecución. Comonos hemos referido muy especialmente de los di-rigentes varones del anabaptismo, sólo es justoque hagamos ahora mención especial de las mu-chas hermanas que pagaron el precio por su fe convidas de exilio, huidas y marchas forzadas con ni-ños pequeños. Hermanas que perdieron embara-zos e hijos pequeños por las condiciones de refu-giadas en las que vivían. Hermanas que vivieronla angustiosa preocupación de saber que sus ma-ridos iban por ahí predicando el evangelio, jugán-dose la vida. Y luego, por supuesto, muchas her-manas defendieron su fe con heroísmo medianteel martirio.

    Veamos, como botón de muestra, un extracto

    del relato sobre una de estas hermanas, recogido

    Menno, luchador infatigable endefensa de un anabaptismo ri-gurosamente bíblico, defendióel anabaptismo de enemigosexternos e internos

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    8 Origen de los menonitas

    en el gran martirologio menonita titulado"El re-flejo de los mártires" :

    «M aeyk ens W ens y algunas de sus compañeras enla fe, quemadas por el testimonio de Jesucristo en Am-

    beres, 1573» Una mujer piadosa llamada Maeykens Wens, era

    mujer del fiel ministro de la iglesia de Dios llamado Mateo Wens, de profesión albañil. En el mes de abril de1573 ella y algunas compañeras de la fe fueron apre-hendidas en Amberes, y encerradas en la cárcel más du-ra del la ciudad. Entonces los eclesiásticos la sometierona mucho conflicto y tentación, intentando apartarla dela fe. Pero cuando de ninguna manera, ni siquiera conlas torturas más severas, pudieron obligarla a apartarsede su fe, el día 5 de octubre de 1573 fue leída su senten-

    cia. Ella y sus compañeras, que también se habían man-tenido en la fe, serían quemadas públicamente comoherejes hasta que no quedara más que las cenizas.

    [Esta sentencia se ejecutó el día siguiente.]El hijo mayor de Maeykens, llamado Adrián, tenía

    unos 15 años, y no pudo resistir el deseo de ver la ejecu-ción. Cogió en brazos a su hermanito de tres años, lla-mado Juan, y se subió a un banco en la plaza, no lejosde donde estaban preparadas las estacas, para contem- plar la muerte de su madre. Pero cuando la trajeron y la

    ataron a la estaca, Adrián se desmayó y se cayó al suelo,donde permaneció inconsciente hasta que su madre ylas demás ya habían ardido. Después, cuando la gen-te se hubo marchado, habiendo recobrado el conoci-miento, fue al lugar donde habían quemado a su ma-dre y hurgó entre las cenizas. Encontró el tornillocon el que le habían sujetado la lengua y se lo quedócomo recuerdo de su madre.

    [Aclaración : Era muy frecuente el recursode sujetar la lengua de los mártires con una es-pecie de gato a rosca.De lo contrario los márti-res solían testificar, cantar y alabar a Dios, cau-sando entre el pueblo una impresión contrariaa los intereses de las autoridades.]

    «Ul t i ma car ta de Maeykens Wens a su hijo Adrián»

    O mi querido hijo, aunque ahora aquí te sea qui-tada tu madre, esfuérzate desde tu juventud en eltemor a Dios para que la puedas recibir otra vez arriba,en la Nueva Jerusalén, donde nunca más habrá separa-ción. Mi querido hijo, espero ahora ir delante tuyo; sí-

    gueme así como que valoras tu propia alma, porqueaparte de este no hay otro camino a la salvación. Ahorate encomiendo al Señor, que te guarde. Confío en el Se-

    ñor que él lo hará, si tú le buscas. Amaos unos a otrostodos los días de vuestra vida; coge en brazos a Juanito por mí de vez en cuando. Y si vuestro padre también oses arrebatado, cuidaos unos a los otros. El Señor os guarde a todos. Mis queridos hijitos, daos unos a otrosun beso por mí, para recordarme. Adiós mis queridoshijos, cada uno. Mi querido hijo, no temas este sufri-miento; no es nada en comparación con aquello que

    permanece para siempre. El Señor quita todo temor; yono sabía qué hacer, fue tan inmenso el gozo que sentícuando me sentenciaron. Por tanto no dejes de temer aDios, por causa de esta muerte pasajera; no puedo ex- presar mi gratitud a Dios por la gracia que me ha mos-trado. Adiós una vez más, mi querido hijo Adrián;siempre se bueno, te pido, con tu padre todos los días detu vida, y no le des preocupaciones; esto os pido a todos, porque lo que pongo para el mayor va también para elmenor. Ahora os encomiendo una vez más al Señor. Heescrito esto después de oir mi sentencia a muerte por el

    testimonio de Jesucristo, el día 5 de octubre de 1573.

    los mártires solían cantar, tes-tificar y alabar a Dios, causan-do entre el pueblo una impre-sión contraria a los interesesde las autoridades

    Adrián Wens, hurgando entre las cenizas de su madre.Grabado de Jan Luykens.

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    Motivos para recurrir a la violencia no faltabanen la Europa central del XVI. Por una parte existíala presión por defender a la Europa cristiana delos avances turcos. Bien es cierto que en la Penín-sula Ibérica los cristianos acababan de echar a los

    moros. Sin embargo en Europa central la civiliza-ción cristiana nunca se había visto tan amenazadacomo ahora por el peligro turco, que desde su basesólida en Estambul, la antigua Constantinopla, su- bía por los Balcanes. Habiéndose tragado el impe-rio cristiano oriental, los turcos ahora batían co-ntra las puertas del imperio austríaco.

    Pero al que no le convenciera el llamado a de-fender la civilización cristiana, bien le podía apelarel llamado a la revolución de los campesinos co-ntra la opresión feudal. Tomás Munzer, que habíaempezado colaborando con Lutero, optó al finalpor soliviantar a los campesinos con una prédicaal estilo de algunos teólogos de la liberaciónmarxistas. Y ya hemos descrito la debacle de laNueva Jerusalén proclamada por fanáticos ana- baptistas en la ciudad de Münster.

    ¿De dónde sacan entonces otros anabaptistasideas tan claras como para jugarse la vida a favorde la objeción de conciencia contra las guerras, co-ntra la pena capital y toda suerte de violencias su-

    puestamente justificadas? Del mismo sitio dondeya habían recogido ideas similares Pedro Valdés ysus seguidores en el Siglo XII, Francisco de Asís ysus seguidores en el Siglo XIII, o Pedro de Chel-cicky y sus seguidores checos en el Siglo XV. Nadamás y nada menos que del evangelio de NuestroSeñor Jesucristo. Hoy, finalizado ya el siglo más bélico, cruel y violento de toda la historia de lahumanidad, hace falta recuperar la claridad espiri-tual que mostraron aquellos cristianos del pasado.Hace falta declarar otra vez, inequívocamente, que

    la destrucción de la vida humana nunca se justifi-ca. Y que quienquiera mantenga lo contrario senci-llamente no ha comprendido el evangelio.

    D. Pluralismo.

    Por último, recojo con la perspectiva que nosotorga el paso de los siglos, una observación basa-da en la multiforme variedad que prodigó el mo-vimiento anabaptista del Siglo XVI. Lógicamente,muchos pensadores menonitas al examinar el mo-vimiento anabaptista del que procedemos nos aca- bamos alarmando ante algunas de las ideas fanáti-cas y extremistas de algunos anabaptistas. Puestoque para ser anabaptista lo único que hacía faltaera defender el bautismo de adultos en lugar deniños, cualquier loco podía resultar ser anabaptis-ta. Hay que recordar que la palabra «anabaptista»era el peor insulto posible en aquella era. Desper-taba la mezcla de horror y odio que siempre des-piertan los que cuestionan las mismísimas basesde la sociedad.

    Los anabaptistas mismos, especialmente aque-llos que se ceñían cuidadosamente a las Escriturasy al ejemplo de Jesucristo, veían esta diversidadcomo algo negativo. Es mayor el porcentaje de losescritos de Menno que atacan extremismos y fana-tismos anabaptistas, que los que defienden contraerrores en el catolicismo o en los Reformadores delprotestantismo oficial.

    Sin embargo el Siglo XXI va a requerir un cris-

    tianismo que abrace la riqueza que sólo se puedehallar en la diversidad. Los legalismos siempreacaban siendo más peligrosos que el desorden.Mal que nos pese, el cristianismo vivo y dinámicoque requerirá el Siglo XXI tendrá que ser, como lofue el anbaptismo, un movimiento. No una insti-tución centralizada.Tendrá que gozar de unaflexibilidad ejemplar para adaptarse a una socie-dad que huye del conformismo y la uniformidad.

    El mundo que nos aguarda en este nuevo siglorequiere cristianos que se dediquen con sencillez aseguir a Jesús de Nazaret. Cristianos que en lugarde combatir contra aquellos con los que no esténde acuerdo, puedan dar con sus vidas ejemplos desantidad, justicia, amor, mansedumbre, fe, gozo ypaz en un mundo que se debate entre la vida y lamuerte.

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    Algunos elementos sobresalientes de la fe anabaptista.La lista a contiuación no pretende ser una des-

    cripción exhaustiva de las convicciones anabaptis-

    tas. Tan sólo se trata de algunos elementos resal-tados por su enorme potencial para orientar unavisión de trabajo para el futuro de auellas iglesiascristianas en España que desean construir sobreeste legado.

    A. Estilo de vida cristiana: seguir a Cristo —Espiritualidad personal, devoción sentida

    (derivada del misticismo medieval)—Discipulado y disciplina: santidad y moral

    personal (derivado de las corrientes más severas

    del monaquismo medieval)—Ética de amor indefenso: objeción de con-

    ciencia, no violencia.B. Eclesiología:separación del mundo —Comunidad de hermanos y hermanas: La

    iglesia es «libre» en 2 sentidos:(1) participación voluntaria;(2) independencia del Estado.—Solidaridad en necesidades materiales (lle-

    gando en algunos grupos a poner en común susposesiones).—Inconformismo con el mundo; conformismo

    con las reglas de la comunidad (nótese otra vezcierta influencia del monaquismo).

    —Células pequeñas, íntimas, de compromisohasta la muerte (por persecución y clandestini-dad). Casi siempre carecían de estructuras másallá de la célula local (salvo predicadores itineran-tes).

    —Visión por la evangelización de un mundoperdido (celo compartido con católicos españoles

    y portugueses: los protestantes del Siglo XVI nomostraron ningún interés en este tema).—Sectarismo: certeza de poseer la verdad que

    ningún otro poseía.C. Hermenéutica: el lugar de la Biblia en la

    iglesia —Apego radical a la Biblia: ni credos ni papas

    ni concilios ni teólogos universitarios, sino la Bi- blia leída por ellos mismos, frecuentemente cam-pesinos sencillos.

    —Ellugar para estudio bíblico que pueda valercomo autoridad: la comunidad de fieles (no la uni-versidad).

    —El principio cristológico en la lectura bíblica.Marpeck: la relación entre los testamentos es depromesa y cumplimiento. Conocer a Jesús modifi-ca todo lo demás: él determina nuestra aplicaciónde todo el texto bíblico.

    D. Pluralismo. Este pluralismo no es un ideal que ellos man-

    tuvieran. Muchos grupos anabaptistas tenían unamentalidad extremadamente sectaria: se creían losúnicos poseedores de la verdad cristiana. Sin em- bargo, la realidad del anabaptismo del Siglo XVIes una de impresionante variedad, desde las co-munidades de bienes de los huteritas, pasando porlos revolucionarios apocalípticos de Münster, has-ta el pacifismo evangélico de Menno.