LA FUNDACIÓN GERALD NYENHUIS A.C y el departamento de educación cristiana . INP berith

invitan a este curso todo los

Domingos 10:30 hrs. Nave Principal abril-agosto 2016

ORIGEN &

MANIFESTACIÓN DE LA IGLESIA

Un estudio del libro de los hechos

Prefacio e Introducción

C.M. Sandoval

Prefacio Dentro de los denominados “libros” del Nuevo Testamento, encontramos diversos géneros literarios, autores, estilos y destinatarios entre quienes circularon estos documentos hasta la integración de un canon definitivo en los primeros siglos de nuestra era. Esta diversidad de textos constituye finalmente una unidad que da cuerpo al sistema de fe cristiano; el cual, a su vez, presenta una correspondencia narrativa y teológica con el Antiguo Testamento. Es decir, la historia y enseñanzas del Nuevo Testamento tienen su raíz y fundamento en el conjunto de textos judíos que eran reconocidos como Palabra Divina por Jesús, sus discípulos y otros apóstoles que participaron en la escrituración del Nuevo Testamento. Antiguo y Nuevo Testamentos deben ser considerados entonces como una unidad indisoluble si se quiere profundizar en las enseñanzas de cualquiera de sus partes. Esta realidad encuentra una de sus mejores explicaciones en la Confesión de Fe de Westminster la cual comienza su resumen de la doctrina cristiana precisamente con el punto de las Escrituras, su autoridad y su interpretación. Así en el inciso i del primer capítulo titulado “De las Santas Escrituras” podemos leer lo siguiente: “La regla infalible para interpretar la Biblia es la Biblia misma, y por tanto, cuando hay dificultad en cuanto al sentido verdadero y pleno de un pasaje cualquiera (cuyo significado no es múltiple, sino uno solo), este se debe buscar y establecer por otros pasajes que hablen con más claridad del asunto”. Esto lo establece fundamentado en las siguientes citas bíblicas: Hch. 15:15,16; 2 Pedro 1:20,21; Jn. 5:46; Mt. 4:5-7 Lo anterior es importante cuando tratamos de explicar qué es la iglesia a partir de lo que la Biblia expresa, dependiendo esencialmente en la comprensión textual por encima de cualquier tradición, práctica, hábito, criterio organizacional, liderazgo personal, etc. Esta noción de la iglesia tiene que ser congruente con todas las partes de lo que los cristianos consideran la Revelación Escrita.

Desde otro punto de vista, si el concepto de lo que es iglesia no está fuertemente anclado en lo que la Biblia, en todas sus partes, establece en cuanto a ella, es imposible que dicho concepto tenga congruencia con el resto de las doctrinas que la Biblia sostiene, lo cual acarreará serios problemas en la convivencia y desarrollo de la vida cristiana. Para lograr esto, necesitamos ser conscientes de la estructura general de esta colección de libros, a fin de armonizar nuestra idea de lo que es la iglesia con el resto de sus enseñanzas (Cristología, Doctrina de Dios, el Pacto, Doctrina de la Salvación, Doctrina del Pecado, etc.) Esta tarea ha ocupado a un gran número de teólogos durante veinte siglos, no sin dificultades y controversias, y de estos esfuerzos han surgido obras muy importantes desde el tiempo de la iglesia primitiva hasta nuestros días; y, aunque siempre será algo que ocupe la atención de los estudiosos, ya para el siglo XVII se fueron conformando documentos que establecen un criterio doctrinal unificador en la forma de credos y confesiones en el ámbito reformado como una respuesta teológica a los desvíos de la iglesia medieval en lo relativo al evangelio, incluyendo por supuesto la doctrina de la iglesia. Sin embargo, aunque estos resúmenes de la fe ya tienen muchos siglos de circular entre nosotros es notable la ignorancia que en muchos casos la comunidad cristiana tiene de ellos y siempre es necesario perseverar en su estudio; pero sobre todo, volver directamente nuestra atención a la fuente primaria, es decir la Escritura, para profundizar en las características y principios que han marcado a la iglesia en todo su proceso histórico. Esta es la intención concreta del estudio que ahora estamos presentando. Cuando se piensa en el origen y la manifestación de la iglesia en la era cristiana, uno de los primeros documentos que vienen a la mente es el relato escrito por Lucas al cual conocemos como el libro de “Hechos” o “Hechos de los Apóstoles”. Existe controversia en cuanto al título de esta obra, el cual definitivamente no le fue asignado por el autor, pues para muchos no refleja el contenido del texto. Mencionamos esto porque es un síntoma de la complejidad de este documento el cual, aunque tiene un componente histórico en su estilo, también incluye grandes exposiciones doctrinales en forma de resúmenes de sermones y discursos de diversos personajes. Para el erudito Alonso Schökel

“La expansión del evangelio” o “El avance de la salvación” podrían ser títulos más adecuados para esta obra. La naturaleza de este documento tampoco se puede entender si dejamos de lado el hecho de que en realidad es la segunda parte de una narración que inicia en el “Evangelio de Lucas” ambos textos son esencialmente una unidad y no se deben tratar separadamente como lo exigiría cualquier otra obra con estas características. A esto todavía habría que añadirle el hecho de que todo lo que hizo y dijo Jesús y sus apóstoles, y que Lucas consigna en su obra, solamente puede ser interpretado correctamente a la luz de lo establecido en el Antiguo Testamento. Una vez más volvemos al punto en que toda doctrina de la iglesia, del Espíritu Santo, de Cristo, de la salvación, del bautismo o de cualquier otro asunto que se quiera extraer del libro de los Hechos debe tomar en cuenta esta interconexión de toda la Biblia. De manera que la comprensión de estas enseñanzas solamente será efectiva si se considera a la Escritura como una manifestación progresiva de Dios mismo y específicamente de aquello que desde el principio fue denominado como “Pueblo de Dios” y que en tiempos de la era cristiana es conocido más comúnmente como “Iglesia”. Esta exigencia metodológica, que para algunos puede sonar demasiado estricta, es un requisito indispensable para todo estudio que considere seriamente la doctrina de la inspiración y unidad de las Escrituras. No podemos hacer demasiado énfasis en este punto pues nuestro tiempo en el enfoque crítico de diversos estudios académicos prefiere segmentar esta unidad hablando entonces de un Dios del Nuevo Testamento distinto de el del Antiguo Testamento, un Jesús histórico distinto a el Cristo de la fe y un Pueblo de Dios, básicamente judío, distinto de la Iglesia Cristiana; como si el pacto y el plan descritos en el Génesis fueran distintos de lo que Jesús y los apóstoles enseñaron como base para la formación de la Iglesia. Si queremos realizar un estudio teológico, e incluso literario, asumiendo la unidad de la Biblia como un sistema coherente de doctrina, tenemos que tener la paciencia y el cuidado de hacer una lectura orgánica del texto a fin de que nuestro concepto refleje

fielmente el carácter histórico y progresivo de la revelación conduciéndonos finalmente a la comprehensión de un sistema de fe congruente con todas las partes de la Escritura. Así, el libro de Hechos constituye un puente narrativo entre los evangelios y las epístolas, pues provee al lector de contexto para cada una de ellas y sugiere algunos rasgos importantes tanto de los escritores como de los receptores de estos documentos en su tiempo. La estrecha colaboración de Lucas con la mayoría de los autores de estos tratados doctrinales garantiza de alguna manera la fidelidad, congruencia y pertinencia de su obra la cual se convierte entonces en un complemento indispensable. Este relato es el único documento con un tratamiento estilístico histórico, según cierta tradición académica, que da fe del desarrollo de la iglesia cristiana primitiva y que cae dentro del canon bíblico. De manera que el recuento de Lucas tiene una función específica en el marco de la expresión completa de Dios (la totalidad de la Biblia) explicando detalles en cuanto a su voluntad y sus promesas, así como la manera concreta en que Cristo conduce a la Iglesia y cumple sus propósitos a partir de la era inaugurada con su presencia en la tierra (evento crístico), la cual culminará en el momento en el que Cristo vuelva a reunirse corporalmente con la totalidad de la iglesia. El definir históricamente este proceso es algo indispensable para contemplar íntegramente el desarrollo narrativo que presenta la Biblia, las diferencias y continuidades de esta etapa con relación a la descrita en el Antiguo Testamento y sobre todo para apreciar el verdadero esplendor del evangelio de Cristo y sus apóstoles. Finalmente es necesario estar conscientes de que dentro del Nuevo Testamento hay otro libro al que podríamos considerar igualmente histórico bajo supuestos muy especiales, al cual tenemos que considerar cuando leemos el libro de los Hechos. La sombra de este libro ha marcado el imaginario cristiano en cuanto al devenir de la historia mucho más que cualquier otro posiblemente, nos referimos al libro de Apocalipsis. Aunque dentro de toda lógica humanista el carácter histórico de un documento tiene como base el consignar hechos pasados y sus consecuencias, el libro del Apocalipsis no solo trasciende este límite

sino que más bien, a través de un lenguaje simbólico, expresa el sentido de la historia desde el punto de vista cristocéntrico, estableciendo un marco de interpretación para eventos tanto pasados, como presentes y futuros. En este relato sin duda la iglesia es uno de los personajes principales, su naturaleza y destino son claramente ilustrados aunque de manera, para algunos, demasiado misteriosa e incomprensible. Estos dos tratados, el de Lucas explicando los sucesos terrenales con un estilo histórico y el de Juan contextualizando estos sucesos desde un plano simbólico y celestial con un marcado estilo profético, deben de combinarse en nuestra mente en el proceso de articulación del concepto de lo que es la iglesia. Dios habla a través de la historia. Sus actos, visibles a los ojos de todo aquel que contempla la historia natural y humana, pueden ser interpretados adecuadamente en términos de la verdad expresada literariamente en la forma de historias y enseñanzas doctrinales las cuales se encuentran plasmadas en la Escritura. El libro de hechos es una buen ejemplo de la combinación de ambos, historia y doctrina. Dios se describe a Sí mismo insertándose como el personaje principal de la historia, y especialmente en la persona de Jesucristo, mostrando su fidelidad a través de los siglos en la revelación progresiva de su salvación, del cumplimiento de su promesa. Como se puede notar, la complejidad de esta tarea es grande, casi interminable para aquel que estudia, pero es una de las actividades que continuamente deben ocupar a la iglesia para saber con precisión qué es ella misma de manera que realice su tarea satisfactoriamente observando un comportamiento acorde a su esencia. Toda práctica organizacional, administrativa, política y social de la iglesia debe, si afirma su lealtad a la Revelación de Dios, basarse en los principios doctrinales que resulten de este proceso de reflexión y aprendizaje en las Escrituras. El libro de los Hechos de los Apóstoles es sin duda un muy buen lugar para empezar (o continuar) esta labor que ha caracterizado al pueblo de Dios desde el principio y a lo largo de los siglos.

Introducción Características generales del libro, el autor y el escritor Cuando comenzamos a leer el libro de Hechos debemos observar algunas características del estilo en que está escrito y el género (o combinación de géneros) al que pertenece. En primer lugar debemos notar que Lucas atiende de manera selectiva el asunto central del crecimiento de la iglesia de Jerusalén en una ruta muy precisa hacia el noroeste, la cual cubre las regiones de Palestina, Siria, Asia Menor, Macedonia, Grecia y finalmente Roma. Esto quiere decir que no se ocupa de la totalidad de la expansión del evangelio sino que más bien realiza su recorrido narrativo siguiendo a determinados personajes. En cuanto al período que cubre este relato, este es de aproximadamente 33 años, los cuales sumados a los 33 que cubre el evangelio del mismo escritor da un total de 66 años por lo menos. Por esta razón, el tratamiento que le da a cada uno de los episodios que describe es sumamente breve y muy cuidadosamente seleccionado a fin de que cumpla con el propósito del autor a la hora de escribir su obra. Cada uno de estos episodios cuidadosamente hilados se encuentra respaldados por testigos oculares de los hechos y ministros de la Palabra como el mismo autor asevera desde el principio de su evangelio. Esto no solo provee a la obra de precisión histórica sino del debido enfoque espiritual y doctrinal que es necesario para poner en el contexto de la fe los datos y hacer la selección de qué elementos son útiles a fin de afirmar las convicciones de los creyentes de su tiempo hasta nuestros días. Algunos de estos testigos oculares con los que Lucas tuvo contacto directo fueron Pedro, Santiago, Pablo, Silas y Timoteo. Aunado a esto, el autor mismo acompañó a Pablo en su segundo y tercer viajes misioneros siendo él mismo una fuente de primera mano para la confección del relato.

Aparentemente, fue durante el período en que Pablo estuvo preso en Jerusalén cuando Lucas tuvo la mejor ocasión para organizar toda su investigación y darle forma a su libro; algunos expertos creen que hubo una alta probabilidad de que en ese momento el escritor tuviera acceso a documentos escritos por los propios apóstoles, esto por supuesto es muy difícil de comprobar pero no deja de ser lógico. En cuanto a Lucas mismo, Eusebio registra en su obra “Historia Eclesiástica” escrito en la segunda mitad del siglo segundo, que el escritor era oriundo de Antioquía de Siria; donde conoció a Bernabé y fue colaborador y testigo del crecimiento de esta primer iglesia gentil (Hech. 11:24) de manera que el relato recoge varias observaciones personales tanto del predicador como de mucha gente que participó en la iglesia en aquel lugar. En Cesarea se hospedó en casa de Felipe de quien obtuvo detalles sobre su trabajo y del desarrollo de la iglesia en Samaria. De manera similar tuvo la oportunidad de conocer a diversos personajes que luego aparecerían en su obra. El prólogo anti-marcionita a Lucas escrito entre los años 160-180 de nuestra era menciona algunos breves, pero significativos, detalles de este personaje: ”Lucas es un Sirio, natural de Antioquía, médico de profesión. Fue discípulo de los apóstoles y posteriormente acompañó a Pablo hasta el martirio de éste. Sirvió al Señor sin perturbación, sin esposa, sin hijos y a los ochenta y cuatro años de edad durmió en Bitinia, lleno del Espíritu Santo” Tal es el grado de detalle del libro que se mencionan por nombre a más de un centenar de personas, incluyendo en muchos casos sus títulos, lugar de residencia anterior y su trasfondo; también se incluyen descripciones geográficas y temporales. Añadamos a esto el meticuloso registro, o bitácora, de los viajes misioneros de Pablo, los cuales incluyen términos náuticos y hasta climáticos. Los Discursos Cuando leemos esta obra tenemos que considerar que casi la mitad de la misma está compuesta por discursos, sermones o interlocuciones de diversos personajes este tema es muy relevante

pues levanta cuestionamientos en cuanto a la fidelidad de lo registrado por el autor con referencia aquello que originalmente otra persona dijo. Resulta admirable que aún la selección del vocabulario en el idioma original refleja el uso diverso del lenguaje cuando los personajes tienen un trasfondo hebreo o cuando tienen un manejo más sofisticado del griego, lo cual es una señal de la confiabilidad del escritor al realizar su labor como historiador. Así en este libro encontramos la siguiente relación de discursos e interlocuciones hechas por personajes diferentes: 9 Sermones de Pablo; 8 Discursos de Pedro; 1 Sermón de Esteban; 1 Explicación de Cornelio; 1 Alocución de Jacobo; El registro del consejo dado a Pablo por parte del concilio de Jerusalén e Intervenciones de Gamaliel, Demetrio, el escribano de Éfeso, Tértulo y Festo. Además de esto, se recoge el contenido de dos cartas, una del concilio de Jerusalén y otra escrita por Claudio Lisas al gobernador Félix. Debemos recordar que todo esto se realizó en contacto directo con la mayoría de los interlocutores quienes muy seguramente estuvieron al tanto del trabajo de Lucas y pudieron ver sus notas. También es importante tomar en cuenta que Lucas tuvo acceso de primera mano al menos a las epístolas paulinas, las que seguramente comentó con el autor, y que también es altamente probable que hubiese leído de primera mano el resto de los escritos apostólicos. Esta posibilidad de compartir experiencias y recibir instrucción de los apóstoles, especialmente de Pablo, hace de Lucas un personaje que no solamente conocía técnicamente la manera de elaborar un relato histórico (con capacidad de investigar rigurosamente los hechos) que manejaba el griego a un muy alto nivel sino que también lo hicieron un cristiano de fuertes convicciones y profundo conocimiento teológico, lo cual se ve reflejado en su obra. De manera que podemos estar seguros de que el enfoque doctrinal de cada uno de los sermones y debates teológicos que presenta fueron de absoluta confiabilidad a los ojos de los primeros

apóstoles y son una guía segura para definir el rumbo de la iglesia hasta nuestros días. Esta seguridad en cuanto al énfasis doctrinal es importante por cuanto uno de los temas centrales de esta obra es la gran determinación de la iglesia de anunciar el evangelio a los gentiles por la expresa voluntad de Dios, además de dejar un testimonio muy importante que pone como ejemplo para la cristiandad el comportamiento de la iglesia de los primeros días después del pentecostés y la manera teológica en la que enfrentaron sus problemas. Esto quiere decir, la manera en la que buscaron, a partir de la comprensión del evangelio, tomar las mejores decisiones de acuerdo a la voluntad de Dios en un ambiente de adversidad externo y de problemas internos. La etapa final de la historia es esta época del Espíritu, el cual se manifiesta en concordancia con la Palabra cuya obra central es la expansión del reino de Dios utilizando la predicación (enseñanza del conocimiento teológico) como su medio principal. Es deber de la iglesia pensarse a sí misma en términos de ser un instrumento de la salvación y su eficacia está fuertemente ligada a su capacidad para comprender y obedecer el mensaje del evangelio. El relato de Lucas cumple en este sentido con los requisitos teológicos e históricos para nuestro beneficio explicándonos con gran profundidad la naturaleza de esta etapa final o “últimos tiempos” como teológicamente se encuentra definida en la Biblia. La Escrituración del Libro Hablar de la manera en la que el libro de Hechos fue confeccionado nos obliga a repasar un dogma fundamental del sistema de fe cristiano y reformado que en nuestros días es fuertemente atacado: la doctrina de la inspiración. ¿Podemos aceptar que la gran y complicada tarea que realizó el médico Lucas es fruto puramente de sus esfuerzos intelectuales y experiencias, o Dios mismo es el autor de este libro? ¿Cómo debemos entender la relación entre estas entidades, Dios y Lucas, a la hora de plasmar a través del lenguaje escrito este importante mensaje?

Este es un asunto que atañe no solamente al caso de Lucas sino que trasciende a toda la Biblia y no está de más mencionarlo brevemente pues afectará la manera en la que nos acercaremos a la lectura que nos ocupa. Para explicar este asunto, el Dr. Nyenhuis en su libro “Yo sé y Estoy Seguro” apela a la interpretación de dos versículos del Nuevo testamento: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” 2 Timoteo 3:16,17 En el caso de este pasaje escrito por Pablo a Timoteo, la palabra griega que se traduce como inspiración es teopneustos, que literalmente se traduce como soplado por Dios. En opinión del Dr. Nyenhuis esto describe el origen o fuente de la Palabra utilizando metafóricamente la manera en la que el cuerpo humano emite el habla empujando el aire desde los pulmones hasta emitir la voz. Cuando decimos entonces que la Palabra es inspirada por Dios estamos diciendo que Él es el verdadero origen. “Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.” 2 Pedro 1:18-21 En el caso de la carta escrita por Pedro, la frase que se traduce como “siendo inspirados” corresponde al griego “feromenoi”, la cual se traduce literalmente como “siendo cargados” o “siendo llevados”. Esta expresión explica entonces el proceso, o método, a través del cual Dios guía a los distintos escritores de la Biblia siendo Él mismo el verdadero autor; como cuando el padre sienta al hijo en sus piernas y le permite tomar el volante del automóvil o una cosa semejante.

Este segundo aspecto de la inspiración es el que mucha gente encuentra problemático, por esta razón vamos a ofrecer otro tipo de acercamiento teológico que nos ayude a definir con mayor precisión esta cuestión. Aunque es un tema evidentemente complejo, haremos un esfuerzo por resumirlo siguiendo el pensamiento del propio Dr. Nyenhuis recogido en el libro “Naturaleza de la Inspiración y la Teología” (p 62). Técnicamente esta línea de pensamiento lleva por nombre “Teoría de la inspiración orgánica”. Ésta implica que Dios no utilizó a los escritores de la Biblia de manera mecánica como si se trataran de un aparato, sino que actuó en coordinación perfecta con la totalidad del ser que escogió como su instrumento, siendo estos hombres agentes activos en la plasmación de la Palabra. Esto implica que Dios aprovechó el carácter, temperamento, talentos, educación, experiencias, el vocabulario, competencias lingüísticas, rasgos culturales y psicológicos, etc. es decir, todas sus circunstancias y su ser. La única libertad que no les permitió en el proceso fue la de equivocarse. Dios tiene el control perfecto de sus instrumentos pues los conoce perfectamente incluyendo sus defectos, de manera que esto no lo obstaculizó en ningún momento para poder cumplir el propósito de revelarse a su pueblo con perfecta verdad. Así, Dios iluminó la mente de cada uno dirigiendo su voluntad y sus emociones restringiendo el efecto del pecado de manera que toda selección lingüística del escritor coincidiera con el pensamiento de Dios resultando así en un fiel reflejo de Su voluntad en lenguaje humano. Los escritores, como Lucas, realizaron grandes esfuerzos de investigación, dejando huella de su personalidad en su trabajo; los elementos estilísticos son entonces parte de la Revelación y no podemos dejarlos fuera. De alguna manera podemos decir que Dios soberanamente le permitió a estos escritores percibir Su mente y observar en ella el mensaje que quería comunicar; esta percepción de la verdad se realizó con la guía de Dios mismo estimulando la voluntad de sus siervos a fin de que ellos, con todas sus particularidades, seleccionaran la estructura lingüística en la que el mensaje de Dios

tomaría forma, libres de error pero siendo ellos mismos quienes escribían. El Dr. Nyenhuis concluye este asunto con una frase que resulta esclarecedora en referencia al trato de Dios con los escritores de la Palabra: “Dios mismo fue quien los seleccionó y los dirigió. El Espíritu Santo no suprimió la personalidad de ninguno de ellos. Él les llamó, capacitó, dirigió y cuidó y de este modo inspiró orgánicamente los libros de la Biblia. “ EL ESTUDIO DE LA IGLESIA: SU ORIGEN Y MANIFESTACIÓN El estudio de la iglesia no se limita al tema de su gobierno, su organización ni a su actividad; estos aspectos están supeditados a lo que entendamos que es la esencia de la iglesia; nosotros sostenemos que esta esencia es de carácter espiritual y está estrechamente ligada a su origen. Vamos a explicar muy brevemente este concepto para desarrollar, a partir de esta base, lo referente a la manifestación histórica de la iglesia primitiva registrada en el libro de los Hechos a partir de estos dos aspectos: el poder espiritual de la iglesia y el gobierno espiritual de la iglesia. El origen de la iglesia se encuentra en la voluntad de Dios concebida antes de la fundación del mundo, y juega un papel en el cumplimiento del propósito del Creador. ¿Cuál es esta voluntad entonces? Glorificarse a Sí mismo en Cristo. Creación, redención y nueva creación son de manera muy general el proceso en el que se desenvuelve la historia del universo desde el punto de vista del propósito de Dios. El ser de la iglesia, o el pueblo de Dios, y su actividad son la manifestación de la nueva creación producto de la redención. Este proceso se lleva a cabo mediante la acción de Dios expresada en sus atributos, de manera que el amor de Dios, su justicia, su

providencia, su sabiduría, su eternidad, etc. son palpables en cada instancia en la que observemos el desenvolvimiento de la iglesia. Como explica la Escritura a través de la pluma de Pablo cuando se dirigió a los Efesios en su famosa carta comenzando con una bella doxología, o palabra de alabanza: “¡Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesús Mesías, que, por medio del Mesías, nos ha bendecido desde el cielo con toda bendición del Espíritu! Porque nos eligió con él antes de crear el mundo, para que estuviéramos consagrados y sin defecto a sus ojos por el amor; destinándonos ya entonces a ser adoptados por hijos suyos por medio de Jesús Mesías –conforme a su querer y su designio-, hacer un himno a su gloriosa generosidad. La derramó sobre nosotros por medio de su hijo querido, el cual, con su sangre, nos ha obtenido la liberación, el perdón de los pecados; muestra de su inagotable generosidad. Y la derrochó con nosotros –y ¡con cuánta sabiduría e inteligencia-, rebelándonos su designio secreto conforme al querer y proyecto que Él tenía para llevar la historia a su plenitud: hacer la unidad del universo por medio del Mesías de lo terrestre y de lo celeste. Por su medio, pues por Él Dios hizo de nosotros su heredad (a esto habíamos sido destinados conforme al proyecto de aquél que activa el universo según su plan y su designio), para que los que ya estábamos en el Mesías fuéramos un himno a su gloria. Y por Él también ustedes, después de oír el mensaje de la verdad, la buena noticia de su salvación, por Él, al creer, fueron sellados con el Espíritu Santo prometido, garantía de nuestra herencia para liberación de su patrimonio, para himno a su gloria.” Efesios 1:3-14 Es muy importante reconocer en el “nosotros” implícito en cada frase a la iglesia; es a ella a quien Dios eligió, predestinó, adoptó, redimió, liberó, llenó de sabiduría e inteligencia revelándole su voluntad, la cual no es otra que la de exaltar a lo sumo a Cristo como punto de unión entre el cielo y la tierra, y finalmente ser hecha su herencia para lo cual se encuentra sellada por el Espíritu Santo. Toda la experiencia cristiana cabe perfectamente en este concepto y explica el origen y la posición de la iglesia con referencia al propósito de Dios. Todo lo que leamos en el recuento

histórico-doctrinal del libro de los Hechos cobra su verdadero sentido en términos de la eternidad a la luz de este planteamiento. Ahora volvemos al punto en el que todo este entendimiento se desprende de la Palabra de Verdad, medio por excelencia que Dios utiliza para cumplir con su gran propósito. Estamos hablando entonces de la Biblia, a la cual debemos creer. Por tanto, es muy importante fundamentar nuestro estudio en las verdades bíblicas que para nosotros constituyen la clave para entender la esencia de la iglesia. Un concepto equivocado en cuanto a lo que es la iglesia conduce a la frustración de los esfuerzos que se realizan para edificarla, organizarla o plantarla en algún lugar. Es igualmente vital tener en cuenta que la doctrina de la iglesia es una parte esencial del evangelio mismo, puesto que el evangelio contempla los efectos de la predicación de su mensaje, de los cuales uno de los más notables e importantes es la creación y mantenimiento de la iglesia de Cristo. Muchas disciplinas del saber humano se han abocado al estudio de la iglesia desde sus respectivos enfoques. Tal es el caso de quienes estudian a la iglesia como agente político, económico, filosófico o social. Como ya hemos establecido, nosotros dirigiremos nuestros esfuerzos hacia el entendimiento de lo que es la iglesia como iglesia, partiendo del punto de vista de las Escrituras y privilegiando su sistema doctrinal. Nuestro enfoque particular en este estudio es de carácter teológico y se encuentra sujeto a la cuidadosa lectura del tratado de Lucas en su relación orgánica con el resto de la Escritura. En este sentido es imprescindible entender que uno de los propósitos principales de Dios al crearla fue que la iglesia se comportara como tal, y para ello se vuelve necesario que la iglesia adquiera el concepto que Dios tiene de ella y piense en sí misma en dichos términos. De esto se desprende la dimensión ética de nuestro estudio. Método del estudio Muchas de las maneras de hacer ciencia estructuran sus metodologías a partir de categorías como la observación, medición, análisis material y experimentación en laboratorios para

construir modelos y clasificar objetos. En el caso de la iglesia es imposible acceder a ella a través de técnicas propias de las ciencias naturales o las matemáticas; aún las herramientas de las llamadas ciencias sociales y humanísticas son insuficientes en este caso, dado que nuestro propósito es el de estudiar a la iglesia desde el punto de vista espiritual a partir de las definiciones que nos brinda el texto bíblico. En el caso particular de este estudio, vamos a recurrir a un concepto filosófico denominado fenomenología como una de nuestras herramientas principales aunque no será la única. La fenomenología establece que nuestro objeto de estudio no es una cosa tal como se entiende en las ciencias naturales - no podemos tocarlo ni aún verlo de esa manera - y sin embargo existe por cuanto se da. Un ejemplo de este tipo de objetos es la belleza, la cual es imposible de pesar, medir o tocar pero se da, la reconocemos, la percibimos y aún la disfrutamos como un fenómeno. Muchos aspectos de la religión pueden ser tratados bajo esta forma de conocer y es importante hacerlo. Así, podemos asegurar que la religión y la iglesia existen; pues a pesar de que somos incapaces de encerrarlas en un laboratorio, ni aún en un libro, existen como fenómenos y lo que podemos observar de ellas son sus manifestaciones. Es claro que estas manifestaciones son contradictorias entre sí en un gran número de casos, lo cual es evidencia de que no existe una sola religión sino que en realidad lo que hay es una variedad de ellas. La doctrina de la iglesia es muy amplia y tiene múltiples conexiones con otras doctrinas sin las cuales no se entiende adecuadamente. Comprende aspectos tales como quienes la conforman, es decir los seres humanos; lo cual por implicación exige tocar el tema de la naturaleza humana y dar razón de lo que entendemos por el ser humano redimido. Una vez más nos topamos con un concepto que deriva de otro que igualmente debe ser atendido: la redención. Dentro de este mismo sistema, la doctrina de la iglesia aborda el tema de las actividades que este grupo de seres humanos redimidos desarrolla, sus manifestaciones, entre las que destaca el culto, cuyo estudio corresponde a la litúrgica. En cuanto a las cualidades espirituales de la iglesia, la Escritura menciona, entre otras, que la iglesia de Cristo es santa, unida y

diversa en talentos y etnicidad - esta idea se encuentra recogida en los credos que la iglesia ha formulado a lo largo de la historia - explicar esto en términos esenciales así como identificar las manifestaciones concretas que derivan de este hecho también es materia de la eclesiología (estudio de la iglesia). Ponemos estos breves ejemplos a fin de hacer patente la complejidad y abundancia de asuntos que habremos de estudiar e interrelacionar a fin de desarrollar en nosotros un concepto Bíblico de lo que es la iglesia. Podemos resumir esta parte diciendo que vamos a considerar a la iglesia como un objeto real, como un objeto que se da, como un fenómeno que no se puede observar directamente sino que se hace visible a través de sus manifestaciones. También dijimos que no podemos limitarnos al análisis de simples experiencias sino que vamos a recurrir al pensamiento de Dios mismo en su Palabra y específicamente apegándonos al orden presentado por la lectura del libro de los Hechos. Es la auto-revelación de Dios la que define las características de la comprensión verdadera de lo que es la iglesia. LUCAS: METODOLOGÍA Y PROPÓSITO DE SU OBRA Para conocer la manera en la que el autor de Hechos desarrolló su texto y lo que lo motivó a hacerlo, tenemos que revisar las primeras frases del evangelio que el propio Lucas escribió, es decir, al principio de la primera parte de su obra. Allí encontramos las siguientes afirmaciones: “Excelentísimo Teófilo: muchos han tratado de componer un relato de los hechos que se han verificado entre nosotros, siguiendo lo que nos han transmitido los que fueron testigos oculares desde el principio y luego se hicieron predicadores del mensaje. Por eso yo también, después de investigarlo todo cuidadosamente desde los orígenes, he resuelto escribírtelo por su orden, para que compruebes la solidez de las enseñanzas que has recibido” Lucas 1:1-4

Lo primero que tenemos que establecer es quién es esta persona llamada Teófilo a quien el autor dirige su obra, este personaje vuelve a ser llamado por nombre al comienzo del libro de Hechos por lo que sin duda llama nuestra atención. Algunos piensan que se trataba de una persona ilustre o de un discípulo de la segunda generación de cristianos que ya no atestiguaron ocularmente ni la vida de Jesús ni la obra de los primeros apóstoles. Algunos otros especulan en cuanto a la etimología del nombre griego de este personaje que se podría traducir como ”Afecto a Dios” dándole una connotación metafórica de manera que se pudiese interpretar como que el libro está dirigido a todo aquél que ama a Dios, o a todos los miembros de la iglesia en este sentido. Lo cierto es que en cualquiera de los dos casos habría que entender que este tratado, escrito en dos partes, se dirigía a alguien que ya había sido instruido en el seno de la iglesia y que requería una mejor comprensión de aquello en lo que había sido enseñado. La segunda cosa que salta a la vista es que Lucas advierte que ha habido ya varios intentos de conformar un relato acerca de los hechos de Jesús y de su iglesia en los primeros años, así como la manera en la que sus enseñanzas habían de ser entendidas en un contexto histórico. Sin duda esta no era una tarea sencilla, y si varias personas se encontraban haciendo intentos fue porque seguramente era una necesidad para la iglesia establecer una versión confiable acerca de sus orígenes y enseñanzas. Esta es una seria necesidad que la iglesia de todos los tiempos tiene y fue precisamente a través de la pluma de Lucas y demás escritores del Nuevo Testamento como finalmente pudo ser satisfecha. Tan seria es esta necesidad que habría de solventarse recurriendo a las fuentes más confiables, esto es, testigos oculares de todo el proceso que además fueran avezados predicadores del Evangelio y servidores sufridos de la iglesia, que hubieran aprendido directamente de Jesús o de sus apóstoles el verdadero sentido doctrinal y misión de la iglesia, que fueran experimentados en su cuidado y alimentación cuyo testimonio fuese confiable para todos.

Esta combinación entre ser testigo ocular y fiel siervo de Jesús y seguidor de sus enseñanzas fueron características que la propia iglesia exigió de quien ocupara el lugar de Judas entre los apóstoles como se lee en los primeros capítulos de Hechos. Este tipo de testigos y maestros son a los que Lucas dio crédito para realizar su investigación. Así, el autor se dedicó durante un largo tiempo a reunir testimonios, escuchando sermones, rastreando lugares y viviendo en carne propia el principio de la propagación del evangelio entre los gentiles para poder explicar “desde los orígenes” la fuente de las enseñanzas que ahora la iglesia está encargada de preservar. Es muy interesante como Lucas define como origen de su mensaje una escena previa a la concepción de Juan el Bautista y su relación con las profecías, las cuales se pueden rastrear textualmente hasta Moisés pasando por Isaías y Malaquías. Obviamente merece un estudio aparte todo este tema y la manera como se conecta con el ministerio de Jesús, sin embargo baste decir por el momento que el escritor da por sentado que su relato es una continuidad de algo que Dios ha venido desarrollando históricamente desde hacía muchos siglos. Es entonces cuando Lucas revela el criterio que utilizará para presentarnos la historia: dice textualmente “escribírtelo por su orden” esto que a simple vista puede parecer que está por demás decirlo (quién se esmeraría por investigar meticulosamente algo para luego escribirlo desordenadamente) conlleva un profundo entendimiento de la naturaleza tanto de la creación como del evangelio y por consecuencia de la iglesia. El concepto que tenemos que desarrollar entonces es el del “orden” . ¿A qué se refiere Lucas cuando habla de ello, simple orden cronológico, de importancia, narrativo, doctrinal, temático? ¿Qué tipo de orden es el que nos presentan los tratados de Lucas? Esta respuesta no es sencilla y tomará mucho trabajo establecerlo detalladamente siguiendo un estudio estilístico del texto; Sin embargo, podemos decir sin temor a equivocarnos que la manera en la que el conocimiento capaz de consolidar las enseñanzas que conforman al evangelio de Cristo es ordenadamente.

A tal grado es importante este método que Dios se preocupó por inspirar a Lucas para realizar su tarea, larga y esforzada, siguiendo este criterio de orden. Dios es un Dios de orden en todos los aspectos de su creación. Aún más cuando se trata de su Revelación Escrita y de la enseñanza en la iglesia, en la manera en la que debe ser alabado y aún en la manera en la que procura salvación para su iglesia (Ordo Salutis) La mente ordenada por el Espíritu de la Palabra es la que comprueba la solidez de su enseñanza, purificando así a la comunidad de la fe a través del conocimiento. El tratado de Lucas responde a esta necesidad y es deber de quien escudriña el texto tomarse en serio este principio. No podemos esperar obtener un verdadero entendimiento del origen y manifestación de la iglesia descrita en las Escrituras si no disciplinamos nuestra mente para seguir este orden. Igualmente peligroso es tratar de aplicarle otro orden, un orden extraño que provenga de otro tipo de enfoques que contradigan los principios de la fe y la revelación provocando interpretaciones inconsistentes con el sistema de verdad de la Biblia, el cual muestra un Dios de amor, de justicia, de santidad y de orden. Este tema es tan trascendental que la iglesia reformada estableció que el nivel de pureza de la misma va ligada a este principio, así leemos en el inciso d y e del capítulo 25 de la Confesión de fe de Westminster lo siguiente: d: “Esta iglesia católica ha sido más visible en unos tiempos que en otros. Y las iglesias específicas que son parte de ella son más o menos puras, de acuerdo a como se enseñe y abrace la doctrina del evangelio, se administren los sacramentos y se celebre con mayor o menor pureza el culto público en ellas”. e: “Las más puras iglesias bajo el cielo están expuestas tanto a la impureza como al error; y algunas se han degenerado tanto que han llegado a ser, no iglesias de Cristo, sino sinagogas de Satanás. Sin embargo, siempre habrá una iglesia en la tierra para adorar a Dios conforme a su voluntad”. La confesión de fe pone como el primer criterio para definir la pureza de la iglesia el “cómo se enseñe y abrace la doctrina del

Evangelio” y en ello queda implícito el orden, este mismo criterio ocupa a Lucas en un sentido profundo a la hora de recoger no solo información histórica sino también enseñanzas teológicas en diversos sermones y contextualizaciones que incluye en los hechos que relata. Esforcémonos pues por comprobar la solidez de la enseñanza que hemos recibido junto con Teófilo procurando una lectura disciplinada del libro de los Hechos. Bibliografía selecta del curso LA BIBLIA. Traducción de los idiomas originales dirigida por los profesores L. Alonso Schökel y Juan Mateos. Ediciones Cristiandad. Edición popular Madrid 1986 Juan Calvino. LA NECESIDAD DE REFORMAR LA IGLESIA . Landmark project press. Canada 2009 Juan Calvino. INSTITUCIÓN DE LA RELIGIÓN CRISTIANA. Editorial Feliré. Barcelona 1944 Tomo II Libro cuarto Juan Calvino. COMMENTARY UPON THE ACTS OF THE APOSTLES. Baker Books. USA 2099. Vol I y II Gerald Nyenhuis. NATURALEZA DE LA INSPIRACIÓN Y LA TEOLOGÍA. Logoi. EU 2000 Gerald Nyenhuis. LOS CONOCIDOS DE PABLO. Fundación Gerald Nyenhuis AC. México 2012 Gerald Nyenhuis. LA IGLESIA LOCAL . Fundación Gerald Nyenhuis AC. México 2013 SÍMBOLOS DOCTRINALES DE LA IGLESIA CREDOS, CONFESIONES Y CATECISMOS DE LA IGLESIA NACIONAL PRESBITERIANA DE MÉXICO. El faro. México 2013 Simon J. Kistemaker. COMENTARIO AL NUEVO TESTAMENTO HECHOS. Libros Desafío. Michigan 2001