Orígenes de Hispania. La España Romana y Prerromana

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I. LOS ORÍGENES: La España primitiva y prerromana

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I. LOS ORÍGENES:

La España primitiva y prerromana

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En la región sita entre el Tajo y el país de los ártabros [norte y noroeste de la Península Ibérica] habitan unas treinta tribus. Esta región es naturalmente rica en frutos y ganados, así como en oro, plata y muchos otros metales; sin embargo la mayor parte de estas tribus han renunciado a vivir de la tierra para medrar con el bandidaje en luchas continuas contra las tribus vecinas. Pero los romanos, poniendo fin a este estado de cosas, las han obligado en su mayoría a descender de las montañas a los llanos, reduciendo sus ciudades a simples poblados, mejorándolos también con el establecimiento de algunas colonias entre ellos. El origen de tal anarquía está en las tribus montañesas, pues habitando un suelo pobre y carente de lo más necesario, deseaban, como es natural, los bienes de los otros. Mas como estos a su vez tenían que abandonar sus propias labores para rechazarlos, hubieron de cambiar el cuidado de los campos por la milicia, y en consecuencia la tierra no sólo dejó de producir aquellos frutos que crecían espontáneos, sino que además se pobló de ladrones.

ESTRABON, Geografía, 3,3,5.

2

Comen sentados sobre bancos construídos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades. En el interior, en lugar de moneda practican el intercambio de especies o dan pequeñas láminas de plata recortadas. A los criminales se les despeña, y a los parricidas se les lapida, sacándolos fuera de los límites de su patria o de su ciudad. Se casan al modo griego. Así viven estos montañeses que, como dije, son los que habitan en el lado septentrional de Iberia; es decir, los calaicos, astures y cántabros, hasta los vascones y el Pirineo, todos los cuales tienen el mismo modo de vivir.

ESTRABÓN, Geografía, 3,3,6.

3

Se han visto y se han dicho muchas cosas acerca de todos los pueblos ibéricos en general, y en particular de los septentrionales (...). Las mujeres cultivan la tierra; apenas han dado a luz, ceden el lecho a sus maridos y los cuidan.

ESTRABÓN, Geografía, 3,4,17.

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Se cuenta también de los cántabros este rasgo de loco heroísmo: que habiendo sido crucificados ciertos prisioneros, murieron entonando himnos de victoria. Tales rasgos denotan cierto salvajismo en sus costumbres. Mas otros, sin ser propiamente civilizados, no son, sin embargo, salvajes. Así, entre los cántabros es el hombre quien dota a la mujer, y son las mujeres las que heredan y las que se preocupan de casar a sus hermanos; esto constituye una especie de ginecocracia, régimen que no es ciertamente civilizado.

ESTRABÓN, Geografía, 3,4,18.

5

Estos dos pueblos, los iberos y los celtas, en otros tiempos habían peleado entre sí por causa del territorio, pero, hecha la paz, habitaron en común la misma tierra; después, por medio de matrimonios mixtos, se estableció afinidad entre ellos, y por esto recibieron un nombre común [el de celtíberos].

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 5,33.

6

El más culto de los pueblos vecinos [de los celtíberos] es el de los vacceos. Cada año se reparten los campos para cultivarlos, y dan a cada uno una parte de los frutos obtenidos en común. A los labradores que contravienen la regla se les aplica la pena de muerte.

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 5,34,3.

7

En los bosques de los tartesios, en los que se dice que los titanes hicieron la guerra a los dioses, habitaban los curetes, cuyo Rey antiquísimo, Gargoris, fue el primero que inventó el uso de recoger la miel.

Éste, como por el estupro de la hija le viniese un nieto, avergonzado quiso de varias maneras matar al niño; pero preservado en todos los casos por cierta fortuna, al final, apiadado de tantos peligros, llegó al reino.

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Primero de todo, como hubiese mandado exponerle, cuando al cabo de unos días mandó buscar el cuerpo del expósito, se le encontró alimentado con la leche de varias fieras.

Luego, llevado a la casa, en una senda estrecha, por la que los ganados mayores acostumbraban a pasar, mandó arrojarle, con tanta crueldad que prefería se pisotease al nieto a que muriese de simple muerte.

Mas como allí resultase intacto y no careciese de alimentos, le arrojó primero a los perros atormentados con ayunos y abstinencias de muchos días, y luego también a los cerdos.

Pero como no sólo no le dañasen, sino que incluso le nutriesen con sus ubres, por último mandó arrojarle al océano.

Entonces, manifiestamente por la voluntad de los dioses, entre el oleaje furioso y las olas que entrechocaban, como una nave, no llevado por las olas, suavemente fue depositado en la orilla, y poco después se presentó una cierva que ofreció las ubres al niño. Y así, más tarde, por la convivencia con esta nodriza, el niño tuvo extraordinaria ligereza, y recorría con los rebaños de ciervos largamente los montes y los bosques con no menor velocidad.

Por último, cazado a lazo, fue dado como regalo al Rey. Entonces, por la semejanza de los rasgos y las señales del cuerpo que se habían hecho al niño, el nieto fue reconocido.

Con la admiración, pues, ante tantos casos y peligros, fue designado por él como sucesor en el reino.

Impuesto a él el nombre de Habis, cuando tomó el reino fue de tanta grandeza que se vio que no en vano la majestad de los dioses le había librado de tantos peligros. Pues sometió al pueblo bárbaro a las leyes, y fue el primero que enseñó a uncir los bueyes al arado y a buscar el trigo en el surco, y que forzó a los hombres a aborrecer los alimentos agrestes por otros más dulces, por lo que él había pasado.

Sus aventuras se considerarían fabulosas si no se mostrase que los fundadores de los romanos fueron alimentados por una loba, y Ciro, Rey de los persas, amamantado por una perra.

Además, prohibió al pueblo los oficios serviles, y lo dividió en siete ciudades.

Muerto Habis, el reino fue retenido por sus sucesores durante muchos siglos.

JUSTINO, Epitoma historiarurn philippicarurn, 44,4.

8

[Año 195 a. de C.]. De todos los españoles se tiene como los menos belicosos a los turdetanos (...). Los túrdulos toman a sueldo a diez mil celtiberos, y con estas tropas preparan la guerra.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 34,17.

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[Los turdetanos y los túrdulos] tienen fama de ser los más cultos de los iberos; poseen una gramática, y tienen escritos de antigua memoria, poemas y leyes en verso que ellos dicen de seis mil años. Los demás iberos tienen también su gramática, mas ésta ya no es uniforme porque tampoco hablan todos la misma lengua.

ESTRABÓN, Geografía, 3,1,6.

10

[En el año 2 a. de C.] Acces, [hijo] de Licirno, intercatiense, hizo contraseña de hospitalidad con la ciudad Palantina, para sí y sus hijos y sucesores.

Pacto de hospitalidad entre una persona y una ciudad (Palencia, siglo 1 a. de C.).

11

Lámina de bronce de forma rectangular, de Luzaga [¿siglo 1 a. de C.?], en letra y lengua celtibéricas.

Lámina de bronce recortada con la silueta de un caballo, en letra y lengua celtibéricas: Los libienses, contraseña de hospitalidad.

Lámina de bronce, de Sasamón, en letras latinas.

Lámina de bronce recortada con la silueta de dos manos enlazadas, de Paredes de Nava (Palencia), en letras latinas.

Lámina de bronce, de Ciudad Rodrigo (Salamanca), en latín:

Los caurienses hacen contraseña de hospitalidad a los magistrados de Turibriga [o al magistrado Turi].

Pactos y contraseñas de hospitalidad.

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[En el año 27] la gentilidad de los Desoncos, de la gente de los Zoelas, y la gentilidad de los Tnidíavos, de la misma gente de los Zoelas, renovaron su antigua y vetusta hospitalidad, y todos ellos, unos a otros, se recibieron en su fe y clientela, y en la de sus hijos y descendientes. Actuaron [siguen los nombres de los intervinientes]; hecho en Curunda.

Pacto de renovación de hospitalidad entre gentilidades (Astorga, siglo 1).

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[En el año 152] la misma gentilidad de los Desoncos y la gentilidad de los Tridiavos recibieron en la misma clientela y la misma alianza: de la gente de los Avolgigoros, a Sempronio Perpetuo Orniaco; y de la gente de los Visáligos, a Antonio Arquio; y de la gente de los Cabruagénigos, a Flavio Fronton Zoelas. Actuaron: Lucio Domicio Silo y Lucio Flavio Severo, en Astúrica.

Pacto de hospitalidad entre gentilidades y particulares (Astorga, siglo II).

14

A los Dercinoassendenses, aldeanos de los Clunienses, y a sus hijos y descendientes, el Senado y el pueblo Termestino concedió que tuvieran el mismo derecho en Termis que los ciudadanos Termestinos.

Pacto de recepción como ciudadanos de los aldeanos de otra ciudad (Soria, siglo II).

15

Costumbre ibérica es también la de llevar un veneno obtenido de cierta planta parecida al apio y que mata sin dolor, con lo que tienen un remedio siempre pronto contra los acontecimientos imprevistos; igualmente es costumbre suya la de consagrarse a aqué-llos a quienes se unen, hasta sufrir la muerte por ellos.

ESTRABÓN, Geografía, 3,4,18.

16

Siendo costumbre entre los españoles que los que hacían formación aparte con el general perecieran con él si venía a morir, a lo que aquellos bárbaros llamaban consagración, al lado de los demás generales sólo se ponían algunos de sus asistentes y amigos, pero a Sertorio le seguían muchos millares de hombres resueltos a hacer por él esta especie de consagración. Así se dice que, en ocasión de retirarse a una ciudad, teniendo ya a los enemigos cerca, los españoles, olvidados de sí mismos, salvaron a Sertorio tomándole sobre sus hombros y pasándoselo así de unos a otros hasta ponerlo encima de los muros; y luego que tuvieron a su general en seguridad cada uno se dio a la fuga.

PLUTARCO, Vidas paralelas. Sertorio, 14.

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Sobre todo en esta ocasión muchos soldados de Sertorio se pasaban a Metelo. Por lo que Sertorio, exasperado, trató a muchos con tan bárbara crueldad que llegó a hacerse odioso. Los soldados le reprochaban sobre todo que llevase siempre consigo lanceros celtíberos en lugar de romanos, confiando a ellos la guardia de su persona.

APIANO ALEJANDRINO, Guerras civiles, 1,112.

18

De la otra parte de la ciudad sale Adiatunno, que tenía el mando supremo, con seiscientos consagrados [devotos] a los que llaman soldurios, cuya condición es ésta: que en vida disfrutan en común con ellos de todos los provechos de aquéllos a cuya amistad se dan, pero si a alguno de estos le ocurre una desgracia, o la sufren con ellos o han de darse muerte; y no se ha encontrado memoria de hombres de que alguno, muerto aquél a cuya amistad se consagró, se niegue a morir.

JULIO CÉSAR, De bello gallico, 3,22.

19

[Año 206 a. de C.]. Algunos, que no podían o no querían resolver sus cuestiones mediante la discusión, decidieron por un pacto entre ellos que se resolviesen por las armas y la cosa siguiese al vencedor. No eran hombres de oscuro linaje, sino claro e ilustre, Corbis y Orsua, primos hermanos que ambicionaban el principado de una ciudad que se llamaba Ibis, y que decidieron resolverlo por el hierro. Corbis era mayor en edad, y el padre de Orsua había sido el último príncipe, que había recibido el principado después de la muerte del hermano mayor. Como Escipión quisiera con las palabras calmar su ira, ambos dijeron haberse negado a los parientes comunes y que no habían de tener otro juez, de los dioses y los hombres, que a Marte. Orgulloso el mayor con su fuerza, el menor con la flor de la edad, prefiriendo morir en la lucha antes que someterse al poder del otro, como no quisieron renunciar a tanto odio, ofrecieron al ejército un espectáculo notable, y una lección ejemplar de cuán malo es entre los mortales el afán de poder. El mayor, por su astucia y destreza en las armas, fácilmente venció sobre la fuerza bruta del menor.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 28,21.

20

Lucio Emilio [Paulo], hijo de Lucio, Emperador, decretó que los siervos de los Hastenses [de Asta Regia, hoy Mesa de Hasta (Cádiz)] que habitasen en la torre Lascutana, fuesen libres. El campo y el lugar fortificado que en aquellas turbulencias poseyesen,

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mandó poseerlo y tenerlo del mismo modo mientras el pueblo y el Senado romanos quisieran.

Edicto del pretor Lucio Emilio Paulo

(bronce de Lascuta, año 189 a. de C.).

21

Primeramente los empuritanos se establecieron en cierta islita cercana, que hoy llaman “Ciudad antigua”; pero ahora viven ya en la tierra firme. La ciudad forma una ciudad doble [dipolis], dividida por un muro, porque en sus comienzos algunos indigetes que vivían e nsuproximidad, y con el fin de gozar con seguridad de su propia administración, quisieron tener un recinto separado del de los helenos. Mas, con el tiempo, formaron una sola ciudad, mezclándose las leyes helenas con las bárbaras, como acaece asimismo en otros muchos lugares.

ESTRABÓN, Geografía, 3,5,8.

22

Hay aún otras islas frente a Iberia, entre ellas, las que los griegos llaman Gymnesiai, porque sus pobladores viven desnudos durante el verano. Los indígenas y los romanos llámanlas Baliarides, porque sus habitantes lanzan, mejor que ninguna otra gente, grandes piedras con sus hondas. (...). La mayor (...) cría muchos ganados de todas clases y principalmente mulos, que son de gran alzada y se distinguen por su fuerza. Ambas islas tienen tierras frugíferas y están ocupadas por más de treinta mil habitantes. De entre los productos agrícolas carecen por completo de vino, por lo que todos lo aprecian mucho. Por ser raro, carecen igualmente de aceite, pero éste lo obtienen del lentisco; mezclándolo con grasa de cerdo untan sus cuerpos. (...). Habitan en las concavidades de las peñas; abren sus cuevas en lugares escarpados y, en resumen, hacen sus habitaciones excavando por todas partes galerías subterráneas dentro de las cuales viven, buscando en ellas, a un tiempo, abrigo y seguridad. No usan en absoluto moneda alguna, ni de plata ni de oro, y no permiten que en la isla entren de ningún modo. Dicen que la causa de esta prohibición es que en lejanos tiempos Herakles hizo la guerra a Geryon, que era hijo de Chrysaor, el cual tenía gran cantidad de plata y de oro. Por ello, y consecuentes con este criterio, en las campañas llevadas a cabo en tiempos anteriores por los soldados mercenarios al servicio de Cartago no llevaban a su patria dinero alguno, sino que, gastando sus haberes en la compra de mujeres y vino, despilfarraban así sus soldadas de mercenarios.

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 4,17-18.

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En efecto, luego de las islas antes citadas está la llamada Pithyoussa, conocida por tal nombre por la multitud de pinos que en ella crecen. (...). Su fertilidad es mediana, teniendo poca tierra dedicada a viñedos y olivos injertos en acebuche. La lana que en ella se recoge es apreciada como excelente por su calidad. Tiene por doquier bellísimos campos y colinas; además, una ciudad llamada Ebyssos, colonia de los cartagineses. Posee también buenos puertos y murallas muy grandes y casas en gran número y bien construídas. La pueblan gentes no griegas procedentes de todos los lugares, pero principalmente fenicios. La colonización de la isla se llevó a cabo ciento sesenta años después de la fundación de Cartago.

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 4,16.

24

Los cartagineses, una vez aquietada la situación en África, reunieron un ejército y lo enviaron a España bajo el mando de Amílcar [año 237 a. de C.]. Éste, tomando al ejército y a su hijo Aníbal, entonces de nueve años de edad, y pasando el estrecho de las Columnas de Hércules, restableció en España las posesiones de los cartagineses. Permaneció en estos lugares cerca de nueve años, sometiendo a Cartago muchos pueblos ibéricos, unos por la fuerza y otros con negociaciones, y al final terminó su vida de una manera digna de sus anteriores hazañas.

POLIBIO, Historia romana , 2,1,5.

25

Asdrúbal, yerno de Amílcar (...) proclamado general por el ejército y los cartagineses, eligió cincuenta mil soldados entrenados, seis mil caballos y doscientos elefantes. Venció primero al Rey Oriso [de los orises u oretanos], castigando a los culpables de la derrota de Amílcar. Recibió la sumisión de sus ciudades, en número de doce, y finalmente sometió todas las de España. Contrajo matrimonio con la hija de un Rey ibero, y fue proclamado por todos los iberos general con plenos poderes.

DIODORO DE SICILIA, Biblioteca histórica, 25,12.

26

Éste [Asdrúbal, en España], más con el consejo que con la fuerza, más gestionando la hospitalidad de los reyezuelos y atrayendo por la amistad de los príncipes a los nuevos pueblos que con la guerra o las armas, aumentó el poder de los cartagineses.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 21,2.

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27

El centro de la ciudad está en un hondo: por el lado meridional tiene una entrada llana viniendo del mar; pero por las partes restantes está rodeada de colinas, dos altas y escabrosas y otras tres mucho más bajas (...). De estas colinas la mayor se halla al oriente, se extiende hasta el mar, y sobre ella se ve el templo de Asklepios.

Hacia el occidente le corresponde otra de igual situación, sobre la cual está levantado un magnífico palacio, obra, según dicen, de Asdrúbal, cuando afectaba la monarquía. Las otras colinas, menos altas, circundan la ciudad por el septentrión (...).

POLIBIO, Historia romana, 10,7,8

(descripción de Carthago Nova).

28

[En el año 212 a. de C.] como ya las cosas de España fuesen prósperas, se avergonzaron los romanos de haber dejado la ciudad de Sagunto, que había sido causa de la guerra, durante ocho años bajo el poder de los enemigos. Así pues, expulsada la guarnición pánica por la fuerza, tomaron esta ciudad y la restituyeron a sus antiguos habitantes, los que habían quedado tras de las violencias de la guerra; y a los turdetanos, que con los cartagineses habían provocado la guerra, sometidos a su poder, los vendieron bajo la co-rona, y a su ciudad la destruyeron.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 24,42.

29

[En el año 206 a. de C.] Magón, cuando volvía a Gades, al ser rechazado por ésta, tomó tierra en Cimbios, lugar que está próximo a Gades, y envió legados para preguntar por qué se le habían cerrado las puertas, siendo aliado y amigo; mientras ésta lo justificaba por un motín de la multitud airada por ciertos pillajes de los soldados desembarcados de las naves, atrajo a una conversación a sus sufetes, que son los más altos magistrados de los púnicos junto con el cuestor, y, maltratados con tormentos, los mandó crucificar.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 28,37.

30

(En el año 206 a. de C., Escipión sitió Kostaba o Cástulo,) pero se abstenía de asaltarla y de luchar para dar tiempo a que los ciudadanos reflexionasen, lo que sabía que hacían ya. Y efectivamente, después de atacar y vencer a la guarnición (¿,cartaginesa?) que se oponía

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a sus proyectos, entregaron la ciudad a Escipión. Este impuso una nueva guarnición a la ciudad, y encomendó su gobierno a uno de sus ciudadanos, reputado por su honradez.

APIANO ALEJANDRINO, Las guerras ibéricas, 32.

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II. LA ROMANIZACIÓN:

El Derecho de la España romana.

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De España vino [al Senado] una legación de un nuevo género de hombres. Más de cuatro mil hombres nacidos de los soldados romanos y de mujeres españolas, con las que no tenían connubium, decían que se les diese una ciudad en que habitar. El Senado decretó que diesen sus nombres al [pretor] Lucio Canuleyo, y aquellos a los que manumitiese, los estableciese en Carteya, junto al océano. Los carteyenses que quisieran permanecer en su casa, podrían hacerlo, y serían contados en el número de los colonos a los que se asignasen tierras. Y sería llamada colonia latina de libertos.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 43.

32

[Los de Certima] se entregaron. Se sacaron de ellos ochenta mil sextercios y cuarenta jinetes nobles, no a título de rehenes, pues se les mandó militar, sino para que con esto fueran prenda de fidelidad.

TITO LIVIO, Ab Urbe condita, 40,47.

33

Los mismos cántabros, que de todos estos pueblos [montañeses del noroeste y norte de la Península] eran los más aferrados a sus hábitos de bandidaje, así como las tribus vecinas, han sido reducidos por César Augusto; y ahora en lugar de devastar, como antes, las tierras de los aliados del pueblo romano, llevan sus armas al servicio de los mismos romanos, como acaece precisamente con los coniscos y con los pleutauros, que habitan hacia las fuentes del Ebro. Tiberio, además, por indicación de César Augusto, su predecesor, ha enviado a estas tierras un cuerpo de tres legiones, cuya presencia ya ha hecho mucho, no sólo pacificando sino también civilizando una parte de estos pueblos.

ESTRABON, Geografía, 3,3,8.

34

Luego, se tuvo [con los astures] una fe cierta y una paz eterna, tanto por el ingenio de estos, dispuesto para las artes pacíficas,como por la previsión de César [Augusto], que temiendo el amparo de los montes en que se refugiaban, les mandó habitar y establecerse en sus campamentos, que estaban en el llano; que en éste estuviera la asamblea del pueblo y que se guardase como su cabeza. Favorecía esta medida la naturaleza de la región circundante, abundante en oro, malaquita, minio y en otros productos. Para ello mandó excavar la tierra. De este modo, los astures comenzaron a conocer las riquezas que brillan en lo profundo y las riquezas apetecidas por otros.

FLORO, 2,33,59

(19 a. de C., vencidos los astures por Augusto).

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[En el año 132 a. de C., después de la destrucción de Numancia], los romanos, según su costumbre, enviaron diez senadores para organizar el estado de los pueblos de España que Escipión, y Bruto antes que Escipión, habían conquistado o recibido en sumisión.

APIANO ALEJANDRINO, Las guerras ibéricas, 98.

36

Entre ellas [las ciudades de la Bética] destacan Córdoba, fundación de Marcelo, y por su gloria y poderío, la ciudad de los gaditanos; ésta sobresale además por sus empresas marítimas y su adhesión a su alianza con los romanos y aquélla, que domina un gran trecho del Betis, por su fecundidad y amplitud de su territorio. Habitáronla desde el comienzo un núcleo selecto de romanos y de indígenas vecinos, pues fue esta la primera colonia que los romanos enviaron a dicho territorio. La más ilustre, después de esta ciudad y de la de los gaditanos, es Híspalis, también fundación de los romanos. Su emporio aún hoy pervive pero su importancia ha sido superada desde que hace poco se establecieron en Betis soldados de César, colonia sin embargo no muy ilustre en su fundación.

Tienen los turdetanos, además de una rica tierra, costumbres dulces y cultivadas debidas a su vecindad con los celtas o, como ha dicho Polibio, a su parentesco, menor no obstante para aquéllos, pues la mayor parte viven en aldeas. Sin embargo, los turdetanos, sobre todo los que viven en las riberas del Betis, han adquirido enteramente la manera de vivir de los romanos, hasta olvidar su idioma propio; además la mayoría de ellos se han hecho latinos, han tomado colonos romanos, y falta poco para que todos se hagan romanos. Las ciudades ahora colonizadas, como Paz Augusta, entre los celtas; Augusta Emérita, entre los túrdulos; César Augusta, entre los celtíberos, y otras semejantes, muestran bien claro el cambio que se ha operado en su constitución política. Llámase “togados” [togatoi] a los iberos que han adoptado este régimen de vida; los celtíberos mismos se cuentan hoy día entre ellos, aunque hayan tenido fama en otro tiempo de ser los más feroces.

ESTRABÓN, Geografía, 3,2,1.

37

Cneo Pompeyo, hijo de Sexto, Emperador, que convirtió en ciudadanos romanos, como premio a su valor, a los soldados de caballería hispanos, en el campamento de Asculum, el día 14 antes de las calendas de diciembre, en virtud de la Lex Julia [a continuación se reseñan los nombres de los soldados agraciados].

Bronce de Áscoli (año 89 a. de C.).

38

[En el año 49 a. de C., siendo César dueño de Hispania, en Cádiz] (...) concedió

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honores a muchos, tanto privada como públicamente; concedió la ciudadanía a todos los gaditanos, lo que más tarde fue ratificado por el Senado.

DIÓN CASIO, Historia romana, 41,24.

39

Ha nacido, jueces, la causa de Cornelio, de aquella ley que dieron Lucio Gelio y Cneo Cornelio [en el año 72 a. de C.] por acuerdo del Senado, por la cual vemos como santo que sean ciudadanos romanos aquellos a los que por Cneo Pompeyo, de acuerdo con su Consejo [militar], se donó individualmente la ciudadanía. Que se dio a Lucio Cornelio, lo dice Pompeyo aquí presente, lo indican las tablas [registros] públicas. El acusador lo confiesa, pero opone que ninguno de un pueblo federado, si dicho pueblo no hubiera consentido en ello, puede llegar a la ciudadanía.

CICERÓN, Pro Lucio Cornelio Balbo oratio (año 56 a. de C.).

40

Primera fórmula. Sean jueces quienes del Senado contrebiense se hallaren presentes. Si resulta probado que el terreno que los Salluienses compraron a los sosinestanos para construir una canalización o hacer una traída de aguas, de cuyo asunto se litiga, lo ven-dieron los sosinestanos con pleno derecho a los salluienses [aun] contra la voluntad de los allavonenses, en tal caso, si así resulta probado, sentencien estos jueces que el terreno, de cuyo asunto se litiga, lo vendieron los sosinestanos a los salluienses con pleno derecho; si resulta probado que no, sentencien que no lo vendieron con pleno derecho.

Segunda fórmula. Sean jueces los mismos suprascritos. Si la ciudad sosinestana fue por donde los salluienses recentísimamente amonjonaron [terrenos] de manera oficial, de cuyo asunto se litiga; si podían los salluienses con pleno derecho hacer la canalización a través de un terreno público de los sosinestanos, por el interior de esos mojones; o silos salluienses podían, con pleno derecho, hacer la canalización a través de un terreno privado de los sosinestanos, por el cual tendría que discurrir la canalización, a condición [en tal caso] de que los salluienses pagaran dinero en la cuantía en que fuera tasado el terreno por el que discurría la canalización. En tal caso, si así resulta probado, sentencien que no pueden hacerlo con pleno derecho.

Tercera fórmula. Si sentenciaran que los salluienses podían hacer la canalización, que los salluienses paguen entonces corporativamente por el campo privado por el que será conducida la canalización de acuerdo con el arbitraje de cinco [miembros] que la ma-gistratura contrebiense designe [a tal fin] de su Senado.

Sanción. Sancionó aprobatoriamente este procedimiento judicial Cayo Valerio Flaco, hijo de Cayo, general en jefe [procónsul de la Provincia Hispana Citerior].

Fallo. Manifestaron [los jueces] esta opinión: “puesto que poseemos la facultad de juzgar, fallamos en el asunto de que se litiga a favor de los salluienses”.

Intervinientes. Cuando este asunto fue juzgado, estos fueron los magistrados contrebienses: Lubbo, de los Urdinos, hijo de Letondo, pretor Lde Contrebia]; Lesso, de

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los Sirisos, hijo de Lubbo, magistrado; Babbo, de los Bolgondisos, hijo de Ablon, magistrado; Segilo, de los Annios, hijo de Lubbo, magistrado; [...]ato, de los [...]ulovios, hijo de Uxentio, magistrado; Ablón, de los tindilios, hijo de Lubbo, magistrado. La causa de los salluienses la defendió .... ]assio, hijo de .... ]ehiar, salluienses. La causa de los allavonenses la defendió Turibas, hijo de Teitabas, allavonense.

Actuado en Contrebia Belaisea, en los idus de mayo, siendo cónsules Lucio Cornelio [Cinna] y Cneo Octavio. [15 mayo 87 a. de C.].

Bronce latino de Contrebia Belaisca.

41

El derecho latino es mayor o es menor: es derecho latino mayor cuando estos que son elegidos decuriones y aquellos que desempeñan algún honor o magistratura consiguen la ciudadanía romana; derecho latino menor es cuando tan sólo estos que desempeñan una magistratura o un honor llegan a la ciudadanía romana. Y esto se determina en muchas epístolas de los príncipes.

GAYO, Instituciones, 1,96.

42

El Emperador Augusto Vespasiano dio a toda la Hispania entera, superadas las turbulencias que agitaron la República, el derecho latino.

PLINIO, Historia natural, 3,30.

43

Cómo se consigue la ciudadanía romana en ese municipio. Aquellos magistrados que, entre los senadores, decuriones y conscriptos del municipio Flavio irnitano han sido o serán nombrados como se establece en la presente ley. Estos, al cesar en su cargo, serán ciudadanos romanos, juntamente con sus padres, cónyuges y los hijos habidos de ese matrimonio legítimo que se hallen bajo la potestad de sus padres, así como los nietos y nietas habidos de un hijo que se hallen, ellos y ellas, bajo la potestad de sus padres, y que no resulten más ciudadanos romanos del número de magistrados que se pueden nombrar en virtud de la presente ley.

Ley Flavia municipal.

44

Al augusto Apolo, los munícipes Igabrenses que, por el beneficio del Emperador César Augusto Vespasiano, han conseguido, con los suyos, la ciudadanía romana, mediante el

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honor, en el sexto consulado de Vespasiano. Marco Elio, hijo de Marco, y Níger, ediles. Por decreto de los decuriones.

Inscripción votiva (Cabra, Córdoba, año 75).

45

Los munícipes del municipio que, por el beneficio del Emperador César Augusto Vespasiano y de Tito César Augusto, su hijo, siendo cónsules por sexta vez, han conseguido, con todos los suyos, la ciudadanía de los romanos, mediante el honor del dunvirato.

Inscripción sobre adquisición de la ciudadanía (Zambra, Jaén, año 75).

46

El Emperador César Marco Aurelio Severo Antonino Augusto dice: Es menester ante todo referir a la divinidad las causas y motivos [de nuestros hechos]; también yo tendría que dar gracias a los dioses inmortales porque con la presente victoria me honraron y guardaron salvo. Así, pues, creo de este modo poder satisfacer con magnificencia y piedad su grandeza al asociar al culto de los dioses cuantos miles de hombres se agreguen a los nuestros. Otorgo [pues], a todos cuantos se hallen en la orbe, la ciudadanía romana, sin que quede nadie sin una ciudadanía, excepto los dediticios. En efecto, conviene que todos no sólo contribuyan en todo lo demás sino que participen también de la victoria. Y esta constitución nuestra manifiesta la grandeza del pueblo romano.

Constitución de Antonino Caracalla.

47

Confirmamos todos los escritos de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano y Modestino, de tal manera que acompañe a Gayo la autoridad que acompaña a Paulo, Ulpiano y a los restantes, y se reciten las lecciones de toda su obra. Establecemos que sea aprobada tam-bién la ciencia de aquellos cuyos tratados y opiniones mezclaron todos los mencionados en sus obras, así la de Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo, y la de todos aquellos que dieron a conocer; se. confirman sin embargo sus libros por la colocación de los códices a causa de las opiniones, vencerá el número mayor de los autores, y si el número es igual, preceda la autoridad de aquella parte en la cual aparezca Papiniano, varón de excelente ingenio, quien así como vence a cada uno de ellos, así cede ante dos. Mandamos también que sean anuladas las notas de Paulo y Ulpiano hechas en la obra de Papiniano, como ha sido desde hace tiempo establecido. Donde, sin embargo, se reciten opiniones pares de estos, de los cuales se establece por autoridad, la templanza del juzgador elegirá a los que deba seguir.

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También mandamos que valgan siempre las opiniones de Paulo [Pauli Sententiae].

Interpretación. Esta ley muestra las opiniones de cuales creadores de derecho valgan, esto es de Papiniano, Paulo, Gayo, Ulpiano, Modestino, Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo; de los cuales, si fueran ofrecidas diversas opiniones, venza aquella donde el mayor número juzgara lo mismo [coincidiera en lo mismo]. Y si quizá sea igual el número en una y otra parte, preceda la autoridad de aquella parte en la que Papiniano coincida con igual número; porque de la misma manera que Papiniano los vence de uno en uno, así cede ante dos. Escévola, Sabino, Juliano y Marcelo no se encuentran en sus obras, pero se encuentran insertos en la obra de los citados. Por lo tanto esta ley prescinde de [los códigos] Gregoriano y Hermogeniano, porque son confirmados en sus autoridades por una ley anterior, en el título “de las constituciones de los príncipes y de los edictos”. Pero de todos estos consultores de derecho elegimos de Gregoriano, Hermogeniano, Gayo, Papiniano y Paulo, aquellas cosas que parecían necesarias para las causas de los tiempos presentes.

Código Teodosiano, 1,4,3.

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III. EL REINO VISIGODO: EL DERECHO DE LA ESPAÑA VISIGÓTICA

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48

Las costumbres de los germanos son muy diferentes. Pues ni tienen druidas que hagan oficio de sacerdotes, ni se curan de sacrificios. Sus dioses son solos aquellos que ven con los ojos y cuya beneficencia experimentan sensiblemente, como el sol, el fuego y la luna; de los demás ni aun noticia tienen. Toda la vida [la] gastan en caza y en ejercicios de la milicia. Desde niños se acostumbran al trabajo y al sufrimiento. Los que por más tiempo permanecen castos se llevan la palma entre los suyos. Creen que así se medra en estatura, fuerzas y bríos. El conocer mujer antes de los veinte años es para ellos grandísima infamia, y es cosa que no se puede ocultar, porque se bañan sin distinción de sexo en los ríos y se visten de pellicos y zamarras, dejando desnuda gran parte del cuerpo. No se dedican a la agricultura, y la mayor parte de su vianda se reduce a leche, queso y carne. Ninguno tiene posesión ni heredad fija, sino que los alcaldes y regidores, cada año, señalan a cada familia y parentela que hacen un cuerpo, tantas yugadas en tal término, según les parece, y el año siguiente los obligan a mudarse a otro sitio. Para esto alegan muchas razones: no sea que encariñados al territorio dejen la milicia por la labranza, que traten de ampliar sus linderos, y los más poderosos echen a los más débiles a su pertenencia (...).

JULIO CÉSAR, De bello gallico, 6, 21-22.

49

Más tarde, reinando Sitalco Buruista entre los godos, Dicineo vino a Gotia en la época en que Sila se adueñó del principado de los romanos [82 a. de C.], y Buruista, recibiendo a Dicineo, le dio una potestad casi regia. Por su consejo, los godos abandonaron las tierras de los germanos que ahora tienen los francos. El cual [Dicineo], viendo que sus ánimos [los de los godos] eran de obedecerle en todo y que tenían ingenio natural, les instruyó en casi toda la filosofía, pues era maestro perito en ella. Les enseñó la ética, para que abandonasen sus mores bárbaros. Dándoles la física, les hizo vivir naturalmente con las propias leyes, a las que, redactadas, hasta ahora llaman belagines. Instruyéndoles en la lógica, les hizo expertos en la razón sobre los otros pueblos. Mostrándoles la práctica, les persuadió para vivir de buena manera. Mostrándoles la teoría, les enseñó a contemplar los doce signos, y por ellos el curso de los planetas y toda la astronomía.

JORDANES, De rebus geticis, 11,67.

50

Los alanos, vándalos y suevos entran en las Españas en la era 447 [año 409] según unos recuerdan el día 4 de las calendas y según otros el 3 de los idus de octubre [28 de septiembre y 13 de octubre, respectivamente], que era la tercera feria, en el octavo consulado de Honorio y el tercero de Teodosio, hijo de Arcadio (...). Los bárbaros que habían entrado en las Españas, como enemigos roban y matan. La peste hace estragos entre

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ellos. [Año 410]. Desenfrenados por las Españas los bárbaros, y recrudeciéndose en todas partes la peste, el depredador tiránico roba las riquezas y las provisiones guardadas en las ciudades, y el soldado las agota: se ceba el hambre, tanto que por la fuerza del hambre fueron devoradas carnes humanas por el género humano; hasta las madres, muertos y cocidos por ellas, comieron los cuerpos de sus hijos. Las bestias, acostumbradas a los cadáveres de los muertos por la espada, el hambre y la peste, matan hasta a los hombres más fuertes, y alimentadas con sus carnes, en todas partes matan a los hombres. Y así, con las cuatro plagas de la guerra, del hambre, peste y de las fieras asolando todas las partes, se cumplieron las predicciones del Señor hechas por sus profetas. [Año 411]. Destruídas con las citadas plagas las provincias de España, convertidos los bárbaros a la paz por la misericordia del Señor, se dividieron por la suerte, para habitarlas, las regiones de las provincias. Galecia la ocupan vándalos y suevos, situada en la extremidad occidental que da al océano. Los alanos las provincias Lusitanica y Cartaginense. Y a los vándalos llamados silingos les corresponde por suerte la Bética. Los españoles que quedaron de las plagas en las ciudades y los castillos se someten a la servidumbre de los bárbaros que dominan las provincias.

HIDATIO, Cronicón.

51

Pero luego que murió Teodosio [año 395], amante de la paz y de las cosas de la estirpe de los godos, comenzaron sus hijos [Honorio y Arcadio] a arruinar, viviendo libremente, a una y otra República, y a quitar a sus aliados, esto es, a los godos, los donativos acostumbrados. Muy pronto creció entre los godos su descontento, y temiendo que una larga paz relajase su fuerza, ordenaron como Rey sobre ellos a Alarico, que pertenecía a la nobleza de los Balthos, la segunda después de los Amalos por el admirable origen de la estirpe, (...). Luego que el citado Alarico fue creado Rey, deliberando con los suyos, les persuadió que buscasen con esfuerzo reinos, en vez de permanecer por el ocio bajo otros; y tomando el ejército y siendo cónsules Estilicón y Aureliano [año 400], a través de las Panonias y dejando a la derecha a Firmio, entró en Italia, casi vacía de fuerzas y sin que nadie apenas se opusiera. Así pues, cuando el ejército de los visigodos hubo llegado a su proximidad [de Rávena], envió a ella una legación para que permitiera que los godos, pacificados, residiesen en Italia, de tal modo que, podía creerlo, vivirían con el pueblo de los romanos como si ambos pueblos fuesen solo uno; o que en otro caso se decidiera por la guerra quién había de salir, y el que resultara vencedor dominase ya seguro. Pero el Emperador Honorio, asustado por ambas propuestas y consultando a su Senado, deliberaba cómo expulsarles de la frontera de Italia. Se tomó al fin la decisión de que las provincias situadas muy lejos, esto es, las Galias y las Españas, que estaban ya casi perdidas y que devastaba la invasión de Giserico, Rey de los vándalos, si podían, las reivindicase Alarico con su pueblo para sí como los propios lares. La donación, confirmada con sagrado oráculo, fue aprobada por los godos, y se pusieron en marcha hacia la patria que se les había concedido.

HIDATIO, Cronicón.

52

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En la era y año indicados [año 416], Valia, sucediendo a Sigerico, tuvo el reino durante tres años; hecho príncipe de los godos con motivo de la guerra, aunque ordenado para la paz por la providencia divina. Pues luego que comenzó a reinar celebró un tratado con el Emperador Honorio. Su hermana Placidia, que había sido capturada por los godos en Roma, se la devolvió honrosamente, prometiendo al Emperador tomar parte en toda batalla por la República. De esta manera fue llamado a España por el patricio Constancio. En nombre de los romanos causó numerosos muertos a los bárbaros: extinguió a todos los vándalos silingos en la Bética mediante la guerra; a los alanos, que dominaban a los vándalos y suevos, tantos mató que muerto Atace, Rey de estos, los pocos supervivientes, olvidado el nombre de reino, a Gunderico, Rey de los vándalos que residían en Galicia, se sometieron bajo su gobierno. Terminada pues la guerra de España, Valia volvió a las Galias, donde el Emperador le dio, en premio de la victoria, la Aquitania Segunda con ciertas ciudades en los confines de las provincias hasta el Atlántico. En la era 457 [año 419], en año 25 del imperio de Honorio y Arcadio, muerto el Rey Valia, sucedió en el reino Teodorico durante treinta y tres años. El cual, no contento con el reino de Aquitania, rechazó el tratado de paz romana y ocupó muchos municipios de los romanos vecinos a sus sedes. Hecha luego la paz por Teodorico con los romanos de nuevo, contra los hunos que devastaban despoblándolas las provincias de las Galias y destruían muchas ciudades, en los campos Cataláunicos, con el auxilio del duque romano Ecio, entabló combate, y allí, luchando vencedor, murió[año 451].En la era 491 [año 453], Teodorico [II], porque había ayudado al Emperador Avito a alcanzar la supremacía imperial con ayuda de los galos, de la Aquitania pasó a España con multitud de ejército y con licencia del mismo Emperador Avito (...). Pero en las Galias, el conde Agripino, émulo del conde romano Egidio, para ganarse la ayuda de los godos, entregó Narbona a Teodorico

SAN ISIDORO DE SEVILLA, Historia gothorum.

53

[Año 453]. Turismundo, Rey de los godos muere asesinado por la enemistad de los hermanos Teodorico y Federico. A él le sucede Teodorico [II] en el reino. [¿Año 466?]. Por Teodorico es enviado Sala como legado al Rey Remismundo de los suevos, el cual, al regresar a las Galias, le encuentra muerto por su hermano Eurico. Eurico, con igual crimen que el hermano, sucede en el reino. Y elevado con este honor y crimen, envía legados al Emperador y al Rey de los suevos.

HIDATIO, Cronicón.

54

De ella [la muerte de Teodorico II], su hermano Eurico, sucediéndole con ávida precipitación, incurrió en siniestras sospechas. Pero mientras estas y otras cosas ocurrían respecto del pueblo de los visigodos, el Emperador Valentiniano fue muerto dolosamente por Máximo, y el mismo Máximo invadió el reino de modo tiránico. Oyendo esto, Giserico, Rey de los vándalos, vino de África a Italia con una escuadra armada y, entrando en Roma, lo devastó todo. Pero al huir Máximo fue muerto por cierto Urso, soldado romano. Después de esto, por mandato de Marciano, el Emperador oriental, tomó Mayoriano el Imperio occidental para gobernarlo. Pero éste no reinó mucho, pues cuando

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se dirigía con el ejército contra los alanos que infestaban las Galias, fue muerto en Dertona, junto al río llamado Ira. En su lugar entró Severo, que en el tercer año de su imperio murió en Roma. Viendo esto el Emperador León, que había sucedido a Marciano en el Reino oriental, ordenando príncipe a su patricio Antemio, le envió a Roma. Entonces Eurico, Rey de los visigodos, viendo el frecuente cambio de los príncipes romanos, trató de ocupar las Galias bajo su derecho. Informado de esto el Emperador Antemio, pidió la ayuda de los bretones (...). A los cuales el Rey de los visigodos, Eurico, puso en fuga. Y como viese Eurico, Rey de los visigodos, la vaci1ación del Reino romano, sometió a Arlés y a Marsella a su propio dictado. Pues Giserico, Rey de los vándalos, le comprometía con sus regalos para hacerlo, pues éste, para precaverse de las asechanzas que le dirigían León y Zenón, hizo que los ostrogodos devastaran el Imperio oriental y los visigodos las Hespérides, pues teniendo que decidir en una y otra República contra los enemigos, él reinaría tranquilo en África. Tomando esto Eurico de buen grado, y teniendo todas las España y las Galias en su propio derecho, sometió además a los burgundios, y estando en Arlés, en el decimonono año de su reinado, quedó privado de vida. Le sucedió su propio hijo Alarico [II]

JORDANES, De origine actibusque getarum.

55

En la era 606 [año 568] Leovigildo, tomando el principado de España y las Galias, determinó ampliar el reino con la guerra y aumentar el poder. Y ciertamente, con la constancia y con el favor concordante del ejército, consiguió muchas preclaras victorias. Pues él mismo obtuvo a los cántabros, él mismo tomó Aregia, Sabria fue vencida por él. También cayeron por las armas los muchos rebeldes de las ciudades de España. E hizo huir en diversas batallas a las tropas de Justiniano, y ciertos castillos por ellos ocupados, los recibió luchando. Luego, a su hijo Hermenegildo, tirano de su imperio, cercado, le venció. Después llevó la guerra a los suevos y su reino lo transfirió con admirable rapidez al derecho de su pueblo, quedando dueño de la mayor parte de España, pues antes la gente de los godos se comprimía en estrechos límites. Pero ofuscó en él el terror de la impiedad la gloria de tanta virtud. Por lo que repleto del furor de la perfidia arriana, movida persecución a los católicos, relegó al exilio a muchos de los obispos. Mas fue pernicioso para muchos de los suyos, pues a cuantos vio nobilísimos y poderosísimos o les cortó la cabeza o les envió proscritos al exilio. Fue éste el primero que enriqueció el fisco y el primero que aumentó el erario con lo que robó a los ciudadanos y con los despojos de los enemigos. Fue el primero entre los suyos que, cubierto con vestiduras reales se sentó en el trono, pues antes de él el hábito y el asiento eran comunes: como el del pueblo, así era el del Rey. Fundó también una ciudad en la Celtiberia a la que, del nombre de su hijo, llamó Recópolis (...).

SAN ISIDORO DE SEVILLA, Historia gothorum

56

En la era 592 [año 554]. Como éste [Atanagildo] con anterioridad hubiera tomado la tiranía y se esforzara en privar del reino a Agila, solicitó el Emperador Justiniano tropas que le auxiliasen, las cuales, fortificadas, no pudo después alejar de las fronteras del reino. Con

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ellas hasta hoy se está en conflicto: antes con frecuentes combates mortales, pero ahora con muchas incursiones y escaramuzas. En la era 641 [año 603], Witerico (...), aunque combatió muchas veces contra las tropas romanas, no alcanzó gloria bastante, aparte la que obtuvo por sus generales sobre ciertas tropas en Gisgonza. En la era 648 [año 610], Gundemaro (...) devastó en una expedición a los vascones y en otra cercó a las tropas romanas. [Sisebuto fue] esclarecido en las lecciones de la guerra y en la victoria. A los astures rebeldes, enviando su ejército, los redujo a su dictado. A los rucones, cercados por todas partes en los montes escarpados por los duques, los venció. Sobre los romanos, hallándose presente, triunfó felizmente dos veces y sometió luchando ciertas ciudades de ellos; hasta tal punto fue clemente después de la victoria que a muchos enemigos capturados por su ejército y reducidos a servidumbre, los dejó en libertad dando el precio, y del tesoro salió la libertad de los cautivos. Éste [Suintila], habiendo alcanzado bajo el Rey Sisebuto el oficio de duque, dominó los castillos romanos, venció a los rucones (...). Pero luego que ascendió a la cumbre de la supremacía Real, las otras ciudades que en España había en manos de los romanos, entablando batalla, las obtuvo; y aumentada la gloria del triunfo sobre los otros Reyes con felicidad admirable, de toda España, hasta el estrecho del océano, fue el primer dueño de la Monarquía del reino, que ningún príncipe anterior había reunido. Acrecienta la virtud de su título haber vencido en el combate a dos patricios: a uno lo hizo con la prudencia, y al otro sometió con valor. Tuvo al comienzo de su reinado una expedición contra las incursiones de los vascones que infestaban la provincia Tarraconense, donde hasta tal punto los pueblos montaraces fueron abatidos por el terror, que al punto, como conociendo los derechos debidos, dejadas las armas, con las manos suplicantes extendidas para rogar, sometieron sus cuellos, dieron rehenes, fundaron Ologico, ciudad de los godos, con sus estipendios y trabajos, prometiendo estar en su reino y dictado y hacer cualquier cosa que se les mandase.

ISIDORO DE SEVILLA, Historia gothorum.

57

¿Y juzgamos que somos indignos de la pena de la severidad divina, cuando nosotros siempre castigamos de dicha manera a los pobres; o creemos, cuando nosotros somos permanentemente inicuos, que Dios no deba ser justo con nosotros realmente? ¿Dónde pues, o entre quiénes son estos males, sino tan sólo entre los romanos? ¿De quiénes tanta injusticia sino nuestra? Pues los francos desconocen este delito; los hunos están inmunes de estos delitos; nada de estas cosas existe entre los vándalos; nada de estas cosas entre los godos; que ni los romanos, ciertamente, que viven entre ellos, sufren estas cosas. Así pues, allí es uno solo el voto de todos los romanos: que no les sea necesario alguna vez pasar al derecho romano [someterse al poder romano]. Una sola y unánime allí es la súplica de la plebe romana: para que les sea lícito llevar la vida que llevan con los bárbaros. Y nos admiramos si los godos no son vencidos por los nuestros cuando los romanos prefieren estar entre ellos que entre nosotros. Así pues, no sólo no quieren de forma absoluta nuestros hermanos desertar de ellos a nosotros sino que huyen a ellos, abandonándonos.

SALVIANO DE MARSELLA, De gubernatione Dei, 5,8,36-37.

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58

Los visigodos (...) estaban dudosos y pensando durante mucho tiempo hasta que de común acuerdo enviaron legados a la Romania[=al Imperio Romano], al Emperador Valente, hermano del Emperador Valentiniano el Viejo, que se someterían a vivir bajo sus leyes y sus órdenes, si les entregaba una parte de la Tracia o de la Moesia para cultivarla; y para que tuviera mayor confianza en ellos, prometieron que se harían cristianos, si les diera doctores de su lengua.

JORDANES, De rebus geticis, 25, 131

59

Los godos habían pedido antes por medio de legados suplicantes que les enviaran obispos de los cuales aprendieran la regla de la fe cristiana. El Emperador Valente, con perversidad funesta, les envió doctores de la doctrina arriana. Los godos se mantuvieron fieles al rudimento de la primera fe. Y así, por justo juicio de Dios, incendiaron a éste [al Emperador Valente] vivo los mismos que han de arder muertos también a causa de éste por el vicio del error.

PAULO OROSIO, Historiae adversum paganos, 7,33,19

60

Los Emperadores Arcadio y Honorio, augustos, a Osio, maestre de los oficios. En cualquier ciudad en que Nos mismo estuviéremos o en la que residieren los que nos sirven en la milicia, para quitar toda iniquidad, tanto de los medidores como de los huéspedes, el dueño posea sin miedo y con seguridad dos partes de su propia casa, y se entregue la tercera al huésped; de este modo que, dividida entres partes la casa, el dueño tenga la facultad de elegir la primera, el huésped elija la segunda, la que quiera, y la tercera quede al dueño. Pues es en todo conforme con la equidad y la justicia que, quien la disfruta por sucesión o la goza por compra o edificación, tenga en primer término la cosa elegida a su juicio, y la dejada. Pero los almacenes en que se depositan las mercancías no se sometan a la injuria de dicha división, sino que queden quietos y libres y defendidos de toda injuria de la hospitalidad, y sirvan sólo a los dueños y arrendatarios. Pero si [el] establo, como suele ocurrir, le faltare al militar en la tercera parte de la casa, se le entregará de los almacenes, con arreglo al número de animales y calidad de la casa, a no ser que esto lo proveyere el dueño de cualquier manera.

Código Teodosiano, 7,8,5.

61

[276]. Y si los linderos se hallaren en las tercias que tienen los romanos, entren entonces los godos en el terreno de los huéspedes y lleven el lindero al sitio en que se había señalado. Entonces el juez haga prestar juramento a las personas que encuentre más fidedignas de que indicaron el lindero sin engaño alguno. Nadie fije un nuevo lindero sin el consorte de la otra parte o sin un vecino inspector. Si un hombre libre lo hiciere, sufra la

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pena que se contiene en las leyes para el invasor de lo ajeno. Si lo cometiera un siervo sin conocimiento del amo, reciba lo expuesto al público doscientos azotes, y no tenga el dueño más perjuicio por ello. [277]. Las parcelas góticas y la tercia de los romanos que no fueron revocadas en un plazo de cincuenta años, no puedan ser en modo alguno reclamadas. Asimismo no sea lícito revocar a servidumbre a los siervos fugitivos que no fueron hallados en un plazo de cincuenta años. Ordenamos mantener los antiguos linderos tal como ya mandó en otra ley nuestro padre de digna memoria. Y todos los otros litigios, justos o injustos, incluso los penales, que no fueron fallados en el plazo de treinta años, o los esclavos que hubieran sido objeto de reclamación, o las deudas que no fueron cobradas, de ningún modo sean ya reclamados. Y si alguno intentara mover el litigio transcurrido este plazo de los treinta años, o los esclavos que hubieran sido objeto de reclamación o las deudas que no fueron cobradas, de ningún modo sean ya reclamados. Y si alguno intentara mover el litigio transcurrido este plazo de los treinta años, opóngasele este plazo y pague una libra de oro a quien el Rey ordenare. No permitimos en absoluto remover los litigios, justos o injustos, que fueron concluidos reinando nuestro padre de digna memoria, mas los que los juzgaron rindan sus cuentas a Dios. Ordenamos que se nos refieran aquellos litigios en los que hay dos sentencias, a fin de que deba aprobarse por nuestro mandato aquella que parezca emitida conforme a la ley.[305]. Respecto a aquellas donaciones que los Reyes hacen o hicieron en otro tiempo a personas libres, ordenamos se observe lo que estableció la benignidad de mi padre de gloriosa memoria o nuestros antecesores, porque sería injusto despojar de las cosas donadas.

Código de Eurico, 276-277 y 305

.

62

De la división de las tierras hecha entre el godo y el romano. La división hecha entre el godo y el romano de una parte de las tierras o de los bosques no se altere por ninguna razón si se probase que se celebró la división, y de las dos partes del godo, el romano no pretenda o reclame nada para sí, ni de la tercia del romano el godo se atreva a usurpar o reclamar nada para sí, sino acaso lo que por nuestra largueza les fue donado. Pero, lo que por los padres o los vecinos se ha dividido, los venideros no traten de cambiarlo. De los bosques dejados indivisos entre el godo y el romano. De los bosques que por acaso quedaren sin dividir, si el godo o el romano los tomare para sí e hiciere cultivos, establecemos que, si aún queda bosque de donde se deba compensar con una parte de tierra de igual calidad, aquel al que se deba no rechace aceptar el bosque. Pero si no fuere el bosque de igual calidad que la que se compensa, lo que se sacó para cultivo se divida. Que si los godos tomaren algo de la tercia de los romanos, a instancia del juez lo devuelvan íntegramente a los romanos. Los jueces de cada ciudad, los vilicos y prepósitos, quiten las tercias de los romanos a quienes las tienen ocupadas y restituyan a los romanos sin ninguna dilación lo que [se] les quitó, para que nada se pierda por el fisco, a no ser que les exceptuase el cómputo o tiempo de cincuenta años.

Liber iudiciorum, 10,1,8, antiqua

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63

De los cerdos tomados entre los consortes para aprovechar la bellota en el fruto común. Si entre los consortes naciere disputa sobre las bellotas porque uno tiene más cerdos que otro, en tal caso, el que tuviere menos pueda, tal como se divide la tierra, tomar en su parte cerdos para pastar, con tal que se ponga igual número por una y otra parte; luego dividan las décimas tal como dividieron las tierras.

Liber iudiciorum, 8,5,2, antiqua.

64

El glorioso Rey Flavio Recesvinto. Sobre las leyes derogadas de otros pueblos. Permitimos y aceptamos que se estudie en las leyes de otros pueblos para buscar su utilidad, pero las rechazamos y prohibimos para la discusión de los negocios. Pues aunque brillen en la exposición, presentan sin embargo dificultades. Por ello, como basta para la plenitud de la justicia el examen de las razones y el orden debido de las palabras, las que es sabido se contienen en el conjunto de este Código, no queremos sufrir ya más las leyes de los romanos o las instituciones extrañas.

Liber iudiciorum, 2,1,10.

65

[El glorioso Rey Flavio Recesvinto]. Que en ningún caso se vuelva sobre las causas terminadas, las otras se concluyan por el tenor de este libro, quedando los príncipes en libertad de añadir leyes. Cualesquiera negocios de las causas que se hubieren incoado y aún no estuvieren concluidos, mandamos se determinen según estas leyes. Pero aquellas causas que ya justamente antes de que estas leyes se enmendasen por nuestra gloria están falladas legalmente, esto es, según el modo legal que se ha observado en el pasado desde el primer año de nuestro reinado, no puedan ser resucitadas en ningún caso. Pero de adicionar leyes, si lo exigiere la justa novedad de los pleitos, tiene facultad el arbitrio del príncipe, las cuales, al igual que las presentes leyes, recibirán fuerza plenísima.

Liber iudiciorum, 2,1,14

66

Que los juezes no oyan nengún pleyto sinon aquel que es contenudo en las leyes. Ningún juez non oya pleitos sino los que son contenidos en las leyes. Mas el sennor de la cipdad o el juez, por sí mismo o por su mandadero, faga presentar amas las partes antel Rey, quel pleito sea tractado antel e sea acabado mas aina; e que fagan ende ley

Fuero Juzgo, 2,1,11.

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67

Sidonio a su Agrícola, salud. Muchas veces me pediste que, pues la fama ha extendido por los pueblos la civilidad del Rey delos godos Teodorico [II], te explicase por carta tanto su aspecto como su manera de vivir. Con gusto lo haré en cuanto pueda ser en el texto de una carta, pues me satisface la buena intención de tu delicado interés. Pues, ciertamente, el hombre es digno de ser conocido por quienes le tratan menos familiarmente, de tal modo en su persona Dios y la razón natural acumularon reunidas todas las dotes de la plena felicidad, pues sus costumbres son de tal modo que las alabanzas de las mismas no defraudan en nada los deseos del reino. Me preguntas por su aspecto: cuerpo justo, menor que los más altos y bien superior a los medianos. Si quieres saber cuál es su vida diaria, en lo que tiene de pública, antes de que sea de día se dirige con una mínima comitiva a la reunión de sus sacerdotes, a los que venera grandemente, aunque diré, en secreto, que podrás darte cuenta de que observa esto por costumbre más que por razón de reverencia. El resto de la mañana lo dedica al cuidado de administrar el reino. Junto a su silla está el conde armero, a la vista se admite una masa de satélites con pieles pero, para que no hagan ruido apartados de tal modo que puedan hablar, fuera de las cortinas y dentro de las puertas. En esto, introducidas las legaciones de los pueblos, oye a muchas, responde a pocas; si se trata de algo, lo difiere; si ha de resolverse algo, lo acelera. Cuando es la segunda hora se levanta del solio y se dedica a inspeccionar los tesoros o los establos. Si va a alguna caza anunciada lleva colgado el arco sin cuidarse de la gravedad Real (...). Volvamos a donde quedamos. Luego de comer casi nunca duerme la siesta, siempre breve. Cuando ha de jugar deja por un tiempo al lado la severidad Real para que haya en el juego libertad y comunidad. Diré lo que siento: teme ser temido. Se alegra con la turbación del vencido y ve que no se ha dejado ganar el compañero cuando testimonia su victoria el enfado ajeno. Y lo que es más de admirar, muchas veces, con ocasión de la alegría de las cosas pequeñas, llega el éxito para los negocios importantes. Entonces, a peticiones antes largo tiempo fracasadas por la intervención de los patrocinios, se abre de repente el puerto de la concesion:¿no he de considerarme feliz yo también al ser vencido, cuando pierdo en el juego para que la causa se salve? Hacia la hora de nona se activa la tarea de reinar. Vuelven los peticionarios, vuelven los intrigantes; en todas las partes runrunea la tramitación de los asuntos que se prolonga hasta la víspera; es raro que se trate en la cena Real; y luego se distribuye entre los áulicos según la diversidad de los patronos hasta el tiempo en que se monta la guardia por la noche para dormir (...). Cuando se levanta [de la cena] comienza la guardia nocturna en el Palacio Real; los armados de la Casa Real están en las puertas vigilando las primeras horas del sueño. Pero ¿para qué estas cosas si prometí decirte no mucho del reino sino poco del Rey? Debo ya poner fin a la pluma, pues quisiste conocer al hombre más que los actos de la persona, y yo quise escribirte no una historia sino una carta. Salud.

SIDONIO APOLINAR, Epistolae, 1,2.

68

Sidonio a su Ecdicio, salud. Dos males afligen ahora juntamente a tu Auvernia. ¿Cuáles?, dirás. La presencia de Seronato [gobernador de la Aquitania] y tu ausencia. Hablo de Seronato (...), este Catilina de nuestro siglo ha vuelto nuevamente a Aduris para que la sangre y las haciendas de los desgraciados, que se ha sorbido en parte, se agotasen totalmente. Has de saber que por estos días se ha despertado en él su espíritu furioso, largo tiempo disimulado: odia abiertamente, finge con abyección, servilmente se ensoberbece,

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manda como dueño, exige como tirano, adjudica como juez, calumnia como bárbaro; armado todo el día por el miedo, en ayunas por la avaricia, cruel por la vanidad, no cesa de castigar y de cometer hurtos a un tiempo; en público, delante de jocosos amigos, eructa peleas entre los ciudadanos y cartas entre los bárbaros; apenas iniciado en las primeras letras, dicta públicamente con jactancia epístolas, y las corrige con descaro; compara casi todo lo que desea, despreciativo, no da el precio, e impaciente, no recibe los documentos; en el concilio manda y en el consejo calla, en la iglesia juega y en el banquete perora, en el lecho lastima y en la investigación dormita; llena a diario los bosques de fugitivos, las villas de enemigos, los altares de reos y las cárceles de clérigos; ensalzando a los godos e insultando a los romanos, burlándose de los prefectos y jugando con los numerarios, despreciando las leyes teodosianas y usando de las teodoricianas, castiga las viejas culpas y exige nuevos tributos. Por tanto, explícame rápidamente tu tardanza y dime qué es lo que te retiene. Te espera la última libertad de los ciudadanos anhelantes. Todo lo que quepa esperar o desesperar queremos que se a hecho por medio de ti, bajo tu dirección. Si la República no tiene ninguna fuerza y ninguna defensa, si el príncipe Antemio tampoco tiene medios según se rumorea, la nobleza ha decidido ponerse bajo tu dirección y abandonar la patria o sus cabellos. Adiós.

SIDONIO APOLINAR, Epistolae, 2.

69

Eurico, estando cierto día reunidos los godos en asamblea, observó que las lanzas que todos llevaban en sus manos cambiaron durante algún tiempo por la parte metálica (...). En su reinado, los godos empezaron a tener leyes escritas, pues anteriormente se regían sólo según sus usos y costumbres. Eurico murió en Arlés de muerte natural.

Isidoro de Sevilla, Historia gothorum, 35.

70

Derecho es un nombre genérico; ley es un aspecto concreto del derecho. Se llama derecho porque es justo. Todo derecho está integrado por leyes y costumbres. Ley es una disposición escrita. Costumbre es una práctica avalada por la antiguedad, viene a ser una ley no escrita. Ley deriva de leer, ya que está redactada. La costumbre, en cambio, es una práctica de larga tradición y referida únicamente a los usos. Por lo tanto, la costumbre es una especie de derecho instituido por la práctica y utilizado como ley cuando ésta no existe. Y no importa que una norma tenga su base en la escritura o sólo en la razón, ya que la razón es lo que avala a cualquier ley. Pues bien, si toda ley tiene su fundamento en la razón, será ley todo lo que esté fundado en ella, con tal de que esté de acuerdo con la religión, convenga a la doctrina y aproveche para la salvación. Se llama costumbre por que son de uso común.

Isidoro de Sevilla, Etimologiae, 5,3.

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71

En este libro se contienen leyes y especies de derecho sacadas del Teodosiano y otros varios libros, explicada según lo mandó el Rey Alarico el año 22 de su reinado, por intermedio del ilustre varón el conde Goyarico. Copia oficial. Conmonitorio al conde Timoteo. Trabajando con el favor de Dios en provecho de nuestros pueblos, hemos determinado corregir con mejor deliberación las cosas injustas que se hallan en el derecho; y tomando el parecer de los sacerdotes y personas de la nobleza, queremos disipar la oscuridad del derecho antiguo y de las leyes romanas, de modo que no quede en ellos ninguna disposición antigua que sea origen de disputas diarias y de una multitud de pleitos. Declarados estos puntos y recopiladas en un libro por varios jurisconsultos las leyes escogidas e interpretadas con toda claridad, han merecido el asentimiento de los venerables obispos y de los nobles romanos de las provincias elegidos por Nos. Suscrito el libro tuvimos a bien enviarlo al conde Goyarico para que lo pusiese en observancia, a fin de que con arreglo a él se decidan todas las causas que se ofrezcan, pues es nuestra voluntad que ningún otro texto de leyes o de derecho pueda citarse en los pleitos, sino éste que remitimos firmado de nuestra orden por el espectable Aniano. Mandámoste, pues cuidar de que en los tribunales de tu jurisdicción no se presente ni admita ninguna otra ley ni fórmula de derecho, bajo pena, si no lo hicieres así, de muerte o confiscación de tus bienes. Y para que todos tengan presente nuestra voluntad y sepan la pena en que incurren los desobedientes, hemos mandado incluir nuestro decreto en todos los ejemplares que enviamos de este libro. Aniano, varón espectable, por mandato del gloriosísimo Rey Alarico, nuestro señor, ha dado y firmado este Código, compuesto en Aduris, de las leyes de Teodosiano, de las sentencias del derecho y de otros varios libros, en el año 22 de dicho Rey. Cotejado. Dado en Tolosa el 2 de febrero del año 22 del Rey Alarico.

Breviario de Alarico II. Commonitorium.

72

En el nombre de Dios. El glorioso Rey Flavio Ervigio. Sobre el tiempo en que deben valer las leyes corregidas. Atribuyendo a las leyes corregidas su finalidad, esto declaramos en el primer orden y lugar del preámbulo: que así como la claridad de las leyes es útil para los excesos de los pueblos, la oscuridad de las sanciones perturba el orden de la equidad. Por eso, muchas que, aunque bien ordenadas en unas cosas, se expresan con palabras oscuras, alimentan la repugnancia hacia ellas, porque no evitan, con la lucidez, las controversias de los litigantes, de modo que con lo que debieran poner fin a las demandas, con ello preparan nuevos lazos de engaño contra ellas. De ello nace la multitud de los pleitos, de ello se derivan las controversias de los litigantes, de ello nace también la duda de los jueces, de manera que ignoran cómo poner término a las demandas, despachándolas u oponiéndose, pues siempre se encuentra en todo vacilación y duda. Por ello, porque no pueden con poca complicación corregir todo lo que acaece en la controversia, ni siquiera dirigir la asamblea, se impuso a los pensamientos de nuestra gloriosa excelsitud corregir especialmente lo que hubiere en este libro. Y una vez corregido, con honesta decisión decretamos ordenar, esto es, con evidencia en lo dudoso, con ventaja en lo dañoso, con más clemencia en lo mortal, abriendo lo cerrado y perfeccionando lo establecido, lo que a los pueblos de nuestro reino, a los que la unidad y paz de nuestro régimen abarca, en adelante sujete y mantenga por esta institución de las leyes corregidas. Por tanto, la corrección de estas leyes y la elaboración ordenada de las sanciones de nuestras novelas tal como está puesto y escrito en este libro y en los títulos ordenados de la serie subsiguiente, desde el 12 de las calendas de noviembre

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del año segundo de nuestro reinado [21 octubre 691],sobre todas las personas y gentes sometidas a la plenitud de nuestro imperio, por nuestra gloria obtenga firme valor, y el inconmovible oráculo de la celebridad mantenga las que han de valer. Pero las leyes que nuestra gloria promulgó contra los excesos de los judíos decretamos sean valederas desde el momento en que en ellas imprimirnos con nuestros rasgos la confirmación de nuestra gloriosa serenidad

Liber iudiciorum, 2,1,1.

73

Flavio glorioso Recesvinto Rey. Que sea sometida a la reverencia de las leyes tanto la regia potestad como la universalidad de los pueblos. Con alegría pues, aceptando los mandatos celestes, damos modestas leyes al mismo tiempo a nosotros y a los súbditos. A las cuales, así también sea la clemencia de nuestra grandeza, la novedad futura de los Reyes sucesores, junto con la universal multitud de nuestro general regimiento, se manda obedecer y se manda someterse; a fin de que la persona de cualquiera o la potencia de la dignidad, por ningún medio se vuelva ajena a la custodia de las leyes que se imponen a los súbditos; ya que la necesidad impele a los sometidos a la reverencia de la ley, a los príncipes la voluntad.

Liber iudiciorum, 2,1,2

74

De aquellos que, fuera de los notarios públicos, se atreviesen a recitar o escribir los mandatos y leyes de los príncipes. La perversidad de las acciones ilícitas exige poner leyes para el futuro, para que aquellos a los que no corrige la disciplina de las palabras, por lo menos enmiende, castigándolos, la censura de la ley. Y porque supimos que muchos, no sólo escriben los mandatos Reales, sino también los recitan y los presentan escritos a los notarios para que los confirmen, por donde se introducen variantes en estos preceptos de nuestro reino, o también dictando y escribiendo cosas malas se intenta añadir algo, que ni ha sido dispuesto por la moderada ordenación de nuestra excelsitud, ni dispone bienes al pueblo de Dios, ni establece rectamente la verdad, con lo que se producen daños gravísimos, robos y molestias a los pueblos sometidos a nuestro mandato; por ello concedemos el edicto de sanción a esta novela. Que ninguno de los notarios, ni cualesquiera gentes o clases de hombres, fuera de los notarios públicos o los propios de la regia excelsitud y de sus siervos, y aquellos a los que instituyó el precepto del príncipe, se atreva a recitar, o pretenda escribir explicaciones, mandatos o instituciones diversas que se prescriban en nombre del Rey, y ninguno piense dar al notario para su roboración ningún recitado o escrito. Sino que sólo aquellos notarios públicos y los nuestros propios o los de nuestros sucesores en el reino, o aquellos a los que por nuestra clemencia o por estos se ordenase, tengan licencia para recitar o escribir los mandatos y cualesquiera preceptos reales. Si fuese cogido cualquiera de aquellos a los que estuviese prohibido, tanto si es ingenuo como siervo, a instancia del príncipe o del juez, sufra 200 azotes, sea decalvado torpemente y además sufra que se le corte el pulgar de la mano derecha, porque trató de realizar actos que no le eran lícitos contra lo establecido en este edicto

Liber iudiciorum, 7,5,9 (añadido en la redacción Vulgata).

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75

Mas lo que en un principio nos pareció, cuando con la ayuda de Dios mandábamos hacer esta obra, nos parece oportuno sancionarlo al presente. Que nadie, ni de los que al presente poseen la pericia del derecho ni de los que la tengan después, se atreva a agregar comentarios a estas leyes, sino tan sólo si quiere, traducirlas a la lengua griega (...). Pero otras interpretaciones de las leyes, que más son perversiones, no les concedemos que hagan, para que su verbosidad no cause a nuestras leyes, por su confusión, desdoro (...). Si alguno no obstante se atreviere a hacer tal cosa, quede constituido en reo de falsedad y sus libros sean destruidos por completo. Pero si algo como arriba se ha dicho, pareciere ambiguo, esto se comunique por los jueces a la supremacía imperial y se declare por la autoridad augusta, solo a la cual se ha concedido dictar e interpretarlas leyes.

Digesto. Constitución "Tanta ", De confirmatione Digestorum (año 523).

76

[Año I del reinado de Recaredo, 587]. Recaredo, en el décimo mes del primer año de su reinado, con la ayuda de Dios, se hace católico, y dirigiéndose a los sacerdotes de la secta arriana más con la prudente conversación que por la fuerza, les hace convertirse a la Fe católica, y atrae a todo el pueblo de los godos y de los suevos de nuevo a la unidad y paz de la Iglesia cristiana. La secta arriana, por la gracia divina, viene al dogma cristiano (...). El Rey Recaredo restituye apaciblemente los bienes ajenos sustraídos por sus predecesores y agregados al fisco. Se hace fundador y donante de las iglesias y monasterios. [Año II]. Algunos de los arrianos, esto es, el obispo Sunna y Segga, con algunos otros, son descubiertos al desear asumir la tiranía. Convictos, Sunna es enviado al destierro, y Segga, con las manos amputadas, es enviado al destierro en Galicia.[Año III]. El obispo Uldida, con la Reina Gosuinda, se manifiesta conspirando contra Recaredo, y se hace público que la comunión de la Fe católica, bajo la forma cristiana, haciendo que la tomaban, la arrojaban. Puesta esta maldad en conocimiento de los hombres, Uldida es condenado al destierro, pero Gosuinda, que siempre fue hostil a los católicos, entregó su vida en este tiempo. [Año IV]. Se reúne un santo sínodo de los obispos de toda España, Galia y Galicia en la urbe toledana por mandato del príncipe Recaredo, en número de setenta y dos obispos. En cuyo sínodo intervino el recordado cristianísimo Recaredo, que presentó a los obispos la forma de su conversión y la confesión de todos los sacerdotes y el pueblo godo en un libro [tomo] escrito de su mano, en el que se declara todo lo que pertenece a la profesión de la Fe ortodoxa, y decretó que el santo sínodo de los obispos añadiese el orden de este tomo a los escritos canónicos. Sin embargo, la totalidad del negocio sinodal incumbió al santo Leandro, obispo de la iglesia hispalense, y al beatísimo Eutropio, abad del monasterio Servitano

JUAN DE BICLARO, Cronicón.

77

Que una vez al año se reúna el concilio, y estén presentes los jueces recaudadores del fisco. Manda este santo y venerable Concilio que conforme a lo prescrito en los cánones antiguos

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que ordenaban reunir los concilios dos veces cada año, en atención a la lejanía y pobreza de las iglesias de España, los obispos se reúnan tan sólo una vez al año en el lugar elegido por el metropolitano. Y los jueces de los distritos y los encargados del patrimonio fiscal por mandato del gloriosísimo señor nuestro acudirán también al concilio de los obispos en la época del otoño el día 1 de noviembre, para que aprendan a tratar al pueblo piadosa y justamente, sin cargarles con prestaciones ni imposiciones superfluas, tanto a los particulares como a los siervos fiscales, y conforme a la amonestación del Rey inspeccionen los obispos cómo se portan los jueces con sus pueblos, para que avisándoles se corrijan o den cuenta al Rey de los abusos de aquéllos. Y en el caso de que avisados no quisieran enmendarse les aparten de la comunión y de la iglesia. Y deliberen los obispos y magnates qué tribunal deberá instituirse en la provincial para que no sufra perjuicio. El concilio no se disolverá sin haber designado antes el lugar donde ha de volver a reunirse, para que no tenga el metropolitano necesidad más tarde de enviar la convocatoria para el concilio, ya que en el último concilio se les ha anunciado a todos el lugar y la época siguiente.

Concilio III de Toledo, canon 18.

78

Ley promulgada en el mismo concilio por el glorioso príncipe Recesvinto. En el nombre del señor Rey Flavio Recesvinto. Se prueba que lo más alto del encumbramiento humano ansía las cosas más elevadas y lo más útil, cuando sirve de provecho a la salud del prójimo con benévola compasión, por lo cual suele ocurrir que procura más el provecho de la salud ajena que recibir la utilidad propia de cada uno. De manera que, frecuentemente, cuando se procura la salud de muchos, se percibe mayor suma de bienes, mientras que cuando se desea el provecho de la utilidad particular resulta insuficiente, pues alcanza para uno solo el premio de los beneficios, de ahí que sólo debe buscarse aquella salud de la plebe regida, que no encierra sus fines en los deseos privados, sino que defiende con la ley común los límites de la prosperidad de todos. Por lo cual, para que no parezca que el orden saludable se ha obtenido más bien con palabras de imperio que con hechos, inclinamos nuestra voluntad a las súplicas de una consideración detenida sobre las adquisiciones de la sublimidad, para que con ello aproveche la compasión saludable y la multitud de la plebe consiga el fin de su oración. Por tanto, como en la serie de los tiempos precedentes la avaricia in-moderada de los príncipes se extendió fácilmente, expoliando a los pueblos y aumentando el censo de sus propios bienes en el infortunio lleno de lágrimas de los súbditos, después de examinado lo anterior con el soplo de la inspiración divina, para dar leyes con reverencia a los súbditos, ponemos también templanza a los excesos de los príncipes. Por consiguiente, con sincera deliberación de mansedumbre, tanto a nosotros como a todos los sucesores de nuestra gloria que nos han de suceder Dios mediante, ponemos la ley y promulgamos este decreto de observancia Real. Que ninguno de los Reyes por propio impulso o por cualesquiera coacciones o fuezas, altere o haga que se alteren en su favor las escrituras de cualesquiera cosas que se deban a otro, de manera que pueda ser privado injustamente, contra su voluntad, del dominio de sus cosas. Y si por voluntad espontánea de alguno, el Rey hubiese recibido alguna cosa de cualquiera, u obtuviese algún lucro por una prestación manifiesta, en la misma escritura se anote la voluntad patente y la condición de la concesión, para que así se descubra clarísimamente la presión del príncipe o el fraude de quien da la cosa. Y si apareciese que la escritura fue hecha sin querer, corríjase la malicia del príncipe, y pierda éste lo que adquirió malamente;

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o, ciertamente, después de su muerte, se devuelvan aquellas mismas cosas, sin demora, a aquel a quien le fue arrancada la escritura, o a sus herederos. Mas aquellas cosas sobre las que no ha habido ninguna coacción pasen directamente a poder del príncipe, y permanezcan para siempre en su derecho, y lo que sobre estas cosas quisiere ordenar el príncipe, esté en el arbitrio de su poder. Mas para que la sinceridad de la verdad corrobore todo el negocio de este acto, cuando las escrituras de cualesquiera cosas estuviesen hechas en nombre del príncipe, al punto sean interrogados diligentísimamente los testigos que figurasen como suscriptores en la misma escritura por aquellos a quienes eligiere el príncipe, y si no encontrasen indicio de coacción del príncipe o de fraude, o de algo análogo de quien hiciere la escritura, permanezca el contexto de la escritura según costumbre, o en caso contrario, hecha írrita, se esfume. También debe observarse un orden semejante acerca de las tierras, viñas y familias, en el caso de que se hiciese cualquier declaración sin texto de escritura y solamente ante testigos. Mas acerca de todas las cosas adquiridas por los príncipes desde el tiempo del Rey Suintila hasta aquí o de las que han de ser adquiridas en adelante, aquellas cosas que acaso deja o dejare el príncipe sin ordenar, si se comprobase que fueron adquiridas por la autoridad regia, decretamos que pertenezcan únicamente al sucesor, de manera que tenga poder para que cuanto quiera hacer libremente de aquellas cosas, pueda hacerlo. Mas aquellas cosas que ellos mismos recibieron por sucesión de los bienes paternos o de cualesquiera parientes, correspondan manifiestamente en derecho al mismo príncipe y a sus hijos, o si no hubiese hijos, también a los legítimos herederos, de igual forma que ocurre claramente con las demás cosas por ley de la sucesión. Y si fuese manifiesto que ha llegado a su derecho alguna cosa de sus padres o parientes, no por herencia, sino incluso por cualquier contrato, y acaeciere que dejare esto sin disponer de ello, no pertenecerá al sucesor del reino, sino íntegramente a los hijos o al heredero de aquel que lo adquirió particularmente. Mas acerca de aquellas cosas que se sabe que tenía el mismo príncipe antes de alcanzar el reino, de lo propio o de lo adquirido justísimamente tendrá potestad de hacer lo que quisiere con orden irrevocable, o dispondrá ciertamente la herencia completa, o si faltaren los hijos será lícito a los legítimos herederos tomar en herencia aquellas cosas que haya dejado sin disponer de ellas. En verdad la sentencia de esta ley ha de ser observada en solos los negocios de los príncipes y así ha de valer para siempre, de tal modo que nadie suba al trono Real sin antes prometer con pacto de juramento cumplir esta ley en todos sus puntos. Y todo aquel del que constase que ha recibido la cumbre de la dignidad pública por la turbulencia de la plebe o por secretas intrigas, sea anatematizado inmediatamente; con todos los que consintieron con él tan perversamente, pierda la comunión de los cristianos y sea tan castigado con la venganza del azote de la maldición que todo el que honra el orden divino que se atreviese a comunicar con él perezca a su lado con semejante castigo y se consuma con esta pena. Y si alguno del oficio palatino quisiere romper el tenor de esta ley arrebatándola malvadamente o destruyéndola, o si se viere que había encubiertamente en contra de ella murmurado callada o abiertamente, al punto sea desnudado de la dignidad palatina y de toda participación y cargos, pierda la mitad e todas sus cosas, y conducido a un lugar determinado, permanezca separado de la compañía de todo el Palacio. Asimismo, el religioso que incurriere en la misma culpa será sometido a semejante pago de las cosas de su propiedad

Liber iudiciorum, 2,1,6 (Concilio VIII de Toledo, año 653).

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79

Edicto del Rey confirmando el Concilio. El [gloriosísimo] Rey [nuestro señor] Recaredo. De todos los que están bajo el poder de nuestro reinado, haciéndonos amantes suyos, la verdad divina inspiró de modo principal nuestros sentidos para que, con motivo de la instauración de la Fe y de la disciplina eclesiástica, mandáramos a todos los obispos de España presentarse ante nuestra supremacía. Procediendo, pues, diligentemente, y con cauta deliberación sobre lo que conviene a la Fe y se refiere a la corrección de los mores, consta haberse ordenado con toda madurez de sentido y ponderación de la inteligencia. Por tanto, nuestra autoridad manda a todos los hombres que pertenecen a nuestro reino, que lo que se ha definido en este santo Concilio, tenido en la ciudad toledana en el cuarto año de nuestro feliz reinado, nadie pueda contradecirlo ni nadie se atreva a pasar sobre ello. Pues los capítulos gratos a nuestros sentidos y conformes a la disciplina, que ahora han sido escritos por el Sínodo, han de mantenerse con toda autoridad, y ser observados, tanto por los clérigos como por los laicos o por cualquier hombre. Esto es: I. Sobre la observancia de los anteriores. II .Sobre el Símbolo que ha de ser dicho por los pueblos en la Iglesia .III. Sobre los obispos, que no les sea lícito enajenar las cosas de la Iglesia. [Enumera los XXIII cánones]. Todas estas constituciones eclesiásticas que sumaria y brevemente tocamos como más plenamente se contienen en los cánones, sancionamos que permanezcan con estabilidad perenne. Pero si algún clerígo o laico no quisiere obedecer estas sanciones, si fuere obispo, presbítero, diácono o clérigo, quede excomulgado por todo el Concilio. Pero si es laico y persona de lugar más honesto, pierda la mitad de sus bienes, que se aplicarán al fisco; y si es persona de lugar más inferior, será multada con la pérdida de sus bienes y enviada al destierro. El Rey Flavio Recaredo, esta deliberación que definimos con el santo Sínodo, subscribí, confirmándola. Masona, en el nombre de Cristo, obispo metropolitano de la Iglesia católica emeritense de la provincia de Lusitania, estas constituciones en que intervine en la ciudad toledana, las suscribí, consintiéndolas (...).

Edicto de Recaredo I confirmando el Concilio III de Toledo. (año 589).

80

Lo que en primer lugar se me ocurre decir es que al suceder a nuestro divino padre y suegro Real [Ervigio] en semejante supremacía, me siento comprometido por dos juramentos, de tal modo que si guardo uno de ellos con el cuidado de observarlo veo que caigo entonces en crimen de perjurio respecto del otro (...). Pues como el tenor de estos dos pactos es inevitablemente opuesto entre sí, el que exige de mí la protección de sus hijos y el que establece para mí la preferencia de las exigencias del reino, lo he remitido a vuestras paternidades para que lo traten, pidiendo (...) conocer, informado por las reglas de vuestra sanción, el camino por el que he de caminar para no incurrir en perjurio. [Actas de las sesiones del Concilio. Texto del juramento privado exigido por Ervigio y prestado por Egica]. "Para con mis parientes, vuestros hijos, que parecen haber sido engendrados en vuestra gloriosa cónyuge la Reina Liuvigotona, mi señora, prometo mostrarme y ser tan querido amigo con amor en mente sincera sin fraudulenta astucia, y prometo vivir con ellos de tal modo con dulce afecto y caridad en todos los días de mi vida que no deberé inquietar o molestarles a ellos ni a los de su parte por cualquier capítulo, orden u ocasión en ningún tiempo; ni abrigaré o imaginaré en mi corazón y en mi alma ningún dolo ni ninguna malicia contra ellos, ni ahora ni nunca, ni alimentaré ninguna ocasión o motivo por los que a vuestra citada criada [hija] mi esposa, o a los ya mencionados hijos vuestros que son engendrados en dicha clementísima cónyuge vuestra, mi señora la Reina Liuvigotona, en

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mucho o en poco se conturbe o moleste, excepto por justísimas causas de cuya verdad [justicia] legal me fuese manifiesta, las cuales me reservo la facultad de examinarlas con los mismos parientes míos. Y también que nunca me apartaré de su muy manifiesto amor y caridad, si no que sus causas, las que ellos tengan contra cualquier persona o la que cualquiera intente contra ellos por cualquier cosa, de tal modo, mientras viva, en ayuda de vuestros hijos, con toda la intención de mi mente y en cuanto valga y Dios pueda darme, alzaré y sostendré, como si fuesen una causa mía propia, para que no reciban de ello daño o perdición alguna, y su negocios, con el auxilio de Dios, con mi intervención, acción y prosecución, lleguen rápidamente a efecto, etc." [Decisión del Concilio]. Por tanto, ya está dispuesto cual de los dos [juramentos] ha de preponderar con saludable piedad: por tanto, sean mas inviolables los que se han prometido con juramento para la salud de la patria que los que se han prometido para utilidad de una sola casa. Pero con esto no decimos que los que primero se han jurado para los parientes sean totalmente destruidos, sino más bien que uno y el mismo efecto se guarde con los pueblos y parientes, que de los dos se componga uno, que exhalando la gracia de la unidad no los separe (...). Por tanto, ha de refundirse uno en otro y recogerse en una sola regla (...) no para que aquí o allí se tolere la dispensa de la fe prometida, sino para que junta y refundida en uno se experimente el beneficio de la defensa común (...) para que tanto en los negocios de los pueblos como de los parientes se guarde una misma y única fe, para que no se trate con otro afecto a los parientes que a los pueblos.

Tomo del Rey Égica al Concilio XV de Toledo (año 687).

81

Amonestación al pueblo para que no peque contra los Reyes .Después de haber establecido algunas cosas tocantes al orden eclesiástico, y decretado medidas disciplinares que tocan a algunas personas, la última decisión de todos nosotros, los obispos, ha sido redactar en la presencia de Dios el último decreto conciliar que fortalezca la situación de nuestros Reyes y dé estabilidad al pueblo de los godos. Tal es la doblez del alma de muchas gentes, como es sabido, que desprecian guardar a sus Reyes la fidelidad prometida con juramento, y mientras en su corazón abrigan la impiedad de la infidelidad, con las palabras aparentan la fe del juramento, pues juran a sus Reyes y después faltan a la fe prometida. Ni temen aquellas palabras acerca del juicio de Dios, por las que se maldicen y conminan con graves penas a aquellos que juran mentirosamente en nombre de Dios. ¿Qué esperanza les quedará a tales pueblos cuando luchan contra sus enemigos? ¿Cómo se les podrá creer en adelante que vivirán en paz con otras gentes? ¿Qué pacto no será violado?¿Qué promesa jurada a los enemigos permenecerá firme cuando no guardan la fe que juraron a sus propios Reyes? ¿Quién está tan loco que con su propia mano se corte la cabeza? Aquellos, como es sabido, se matan con su propia mano olvidándose de su propia salvación cuando dirigen sus fuerzas contra sí mismos o contra sus Reyes; diciendo el Señor: "no toquéis a mis ungidos", y David añade: "¿quién extenderá la mano contra el ungido del Señor y será inocente?" Para los tales no es perjurio el evitar los peligros, ni el causar la pérdida a sus Reyes. Con los enemigos se guarda ciertamente la fe pactada y no se viola; luego si en la guerra se guarda lo pactado, ¿cuánto más hay que guardarlo con los suyos? Sin duda que es un sacrilegio el violar los pueblos la fe prometida a sus Reyes, porque no sólo se comete contra ellos una violación de lo pactado, sino también contra Dios, en el nombre del cual se hizo la dicha promesa. De aquí procede el que la ira del cielo haya trocado muchos reinos de la tierra de tal modo que, a causa de la impiedad de su fe y de sus costumbres, ha

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destruido a unos por medio de otros. Por lo cual, también nosotros debemos guardarnos de lo sucedido a estas gentes, para que no seamos castigados con una repentina desgracia de esta clase, no padezcamos pena tan cruel.

Concilio IV de Toledo, canon 75.

82

De aquellos que viviendo todavía el Rey tratan de asegurarse para sí o para otros el reinado siguiente. Y de las personas a las que se prohíbe alcanzar el trono. Aunque en el Concilio anterior que se celebró el año primero de nuestro gloriosísimo príncipe ya se dicto una norma acerca de esta misma cuestión, sin embargo tenemos por bien reiterar lo que conviene guardar. Por lo tanto, viviendo aún el Rey, nadie, sea seglar de cualquier posición u hombre consagrado con el orden del episcopado, del presbiterado o del diaconado, o entregado a los otros ministerios clericales, ande preparando una candidatura Real con obras o con consejos en deservicio del Monarca reinante, y de seguro contra su voluntad, ni empleando halagos o persuasiones en tal empresa atraiga a otros para sí, ni se comprometa él mismo para otro. Pues debe ser tenida por los cristianos, como cosa inicua y muy detestable, el andar preparando algo ilícito por los tiempos venideros, y el ignorante del tiempo que va a vivir, andar disponiendo de las cosas futuras. Y si alguno ha deliberado y maquinado ya tales iniquidades con cualquiera, sepa que le ha sido concedido por la templanza de los obispos el que pueda declarar delante del príncipe sin tardanza lo que ha maquinado sin ser castigado, pero si obstinadamente no quisiere descubrir sus maquinaciones, sea castigado con el peor de los anatemas, y una vez muerto el Rey, nadie se apoderará del trono tiránicamente, ni tampoco el que haya sido tonsurado bajo el hábito religioso o vergonzosamente decalvado, ni aquel que proceda de familia servil, ni ningún extranjero, sino que será designado para la jefatura del reino un godo por la sangre y de costumbres dignas. Y el quebrantador de esta nuestra ley santísima, sea castigado con un anatema perpetuo. De la protección de la vida de los príncipes, y como los sucesores deben defender a los Reyes precedentes. Ya en el Concilio general consta que se trató de la protección de la vida de nuestros Reyes, pero nos place reiterar lo bien decretado y confirmar con el prestigio de la autoridad lo rectamente ordenado. Por lo tanto, proclamamos delante de Dios y de todos los ángeles, delante de los coros de los profetas, de los apóstoles y de todos los mártires, delante de toda la Iglesia católica y de la asamblea de los cristianos, que nadie pretenda la muerte del Rey, que nadie atente contra la vida del príncipe, que nadie arrebate las riendas del reino, que nadie tiránicamente usurpe para sí la jefatura del reino, que nadie, intrigando contra los intereses de aquel, gane para sí un grupo de conjuradores. Y si alguno de nosotros temerariamente incurriere en alguna de estas cosas, sea herido con el anatema divino y condenado en el eterno juicio sin remedio alguno. Y el que alcanzare el trono de aquel, si quiere estar limpio de un crimen tan horrendo, castigará su muerte como la del propio padre. Y todas las fuerzas del reino godo le ayudarán en esta obra de protección, pero si por desidia o falta de celo no quisieren castigar un crimen tan funesto, sean todos por nuestra sentencia oprobio para los demás pueblos.

Concilio IV de Toledo, cánones 17 y 18.

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Page 38: Orígenes de Hispania. La España Romana y Prerromana

Al Rey Chindasvinto. Sugerimos a nuestro gloriosísimo señor el Rey Chindasvinto, Braulio y Eutropio, obispos, vuestros siervecillos, con los presbíteros, diáconos y todos los que por Dios les están encomendados, así como Celso, vuestro siervo, con los territorios que por vuestra clemencia tienen a sí encomendados. El que tiene en su mano los corazones de los Reyes como tiene nuestra fe rige a todos. Por ello, no carece de su inspiración lo que deseamos sugerir a vuestra clemencia. Que, señor piadoso, recibas de buen grado los ruegos de tus siervos, lo que ves que anhelan con fiel intención. Pues con esperanza y frecuente reflexión cada uno desea la tranquilidad de su vida y evita las situaciones peligrosas, considerando de uno y otro lado, al recordar las diferencias pasadas, cuántos peligros, cuántas necesidades, cuánto sufrimos con las incursiones de los enemigos, a los que vos arrojásteis por la misericordia celeste, y vimos cómo por vuestro régimen fuimos elevados con gran contemplación, y pensando en vuestros trabajos y mirando por el futuro de la patria, vacilando entre la esperanza y el miedo, venciendo con la confianza al miedo, decidimos recurrir a tu piedad, para que, pues nada hay más provechoso y tranquilo para la vuestra, ni más propicio para vuestro caso, en tu vida y con tu beneplácito nos des a tu siervo el señor Recesvinto como señor y Rey, que pues está en edad de combatir y soportar el sudor de las guerras, con el auxilio de la gracia suprema, pueda ser nuestro señor y defensor y descanso de vuestra serenidad, de modo que se apacigüen las insidias y tumultos de los enemigos y permanezca segura y sin miedo la vida de vuestros fieles. Pues vuestra gloria no puede ser discutida por tal hijo, y tanto provecho al hijo se debe al padre. Por tanto, pedimos con ruegos suplicantes al Rey de los cielos y al rector de todas las cosas, que como constituyó a Jesús sucesor de Moisés y en el trono de David a su hijo Salomón, insinúe clemente en vuestra alma lo que sugerimos, y perfeccione con el auxilio de su omnipotencia en vuestra alma lo que en su nombre decidimos pedir. Y si acaso incurrimos en la temeridad con la petición, no es por presuntuosa insolencia sino, como dijimos, como consecuencia de la reflexión.

SAN BRAULIO, Epístola, 37.