Orlando Lafuente - Arte, sociedad y política: perspectivas desde la sociología del arte.

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1 Arte, sociedad y política: perspectivas desde la sociología del arte. Orlando Lafuente Ramírez. I. Introducción. La historia social del arte, en los aspectos de su desarrollo como esfera cultural autónoma, como en su relación con el resto del entramado social, presenta una amplia gama de pliegues, matices y transformaciones. Se le han atribuido diversas tareas, así como se han elaborado numerosos discursos legitimadores de las prioridades prácticas e ideológicas para con el arte. Estos discursos y atributos han sido elaborados tanto como de sectores y grupos interesados por el arte por razones políticas, culturales o religiosas, como por los mismos artistas. Y las opiniones respecto a estas relaciones van desde la completa subordinación del arte a otro tipo de intereses, como a la reivindicación de la libertad total del arte, a posiciones que buscan elaborar un compromiso del arte con sectores inmersos en la lucha por la transformación del tejido social. ¿Bajo qué parámetros se ha establecido esas relaciones entre el arte y el conjunto de la realidad social? ¿De qué manera la emergencia de las vanguardias artísticas cambia esa relación entre arte y política? Las perspectivas sociológicas sobre estos temas son muy diversas y en muchos casos contradictorias, sin embargo, las reflexiones aquí presentadas tienen como punto de referencia los aportes que Arnold Hauser, Raymond Williams y Andrea Giunta han diseñado para la discusión de la relación entre arte, sociedad y política. Además, se tomarán en cuenta las observaciones más recientes sobre cómo concebir ciertas prácticas artísticas específicas, en este caso las actividades del teatro y la literatura, para esos temas de tomará como referencia a Jacques Rancière y a Bernard Lahire. II. De las funciones del arte a las vanguardias artísticas. Arnold Hauser analiza el tema del papel que cumple el artista con el resto de la realidad social, teniendo en cuenta la trama histórica por la cual se ha desarrollado y transformado ese papel. El punto clave en este análisis histórico es la idea de la función social que se le otorga a los artistas y al arte en general, ya que para Hauser las formas y contenidos de las artes se transforman en relación a la función que la sociedad le otorgue al arte, se podría

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Las reflexiones aquí presentadas tienen como punto de referencia los aportes que Arnold Hauser, Raymond Williams y Andrea Giunta han diseñado para la discusión de la relación entre arte, sociedad y política. Además, se tomarán en cuenta las observaciones más recientes sobre cómo concebir ciertas prácticas artísticas específicas, en este caso las actividades del teatro y la literatura, para esos temas de tomará como referencia a Jacques Rancière y a Bernard Lahire.

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    Arte, sociedad y poltica: perspectivas desde la sociologa del arte.

    Orlando Lafuente Ramrez.

    I. Introduccin.

    La historia social del arte, en los aspectos de su desarrollo como esfera cultural autnoma,

    como en su relacin con el resto del entramado social, presenta una amplia gama de

    pliegues, matices y transformaciones. Se le han atribuido diversas tareas, as como se han

    elaborado numerosos discursos legitimadores de las prioridades prcticas e ideolgicas para

    con el arte. Estos discursos y atributos han sido elaborados tanto como de sectores y grupos

    interesados por el arte por razones polticas, culturales o religiosas, como por los mismos

    artistas. Y las opiniones respecto a estas relaciones van desde la completa subordinacin del

    arte a otro tipo de intereses, como a la reivindicacin de la libertad total del arte, a

    posiciones que buscan elaborar un compromiso del arte con sectores inmersos en la lucha

    por la transformacin del tejido social. Bajo qu parmetros se ha establecido esas

    relaciones entre el arte y el conjunto de la realidad social? De qu manera la emergencia

    de las vanguardias artsticas cambia esa relacin entre arte y poltica? Las perspectivas

    sociolgicas sobre estos temas son muy diversas y en muchos casos contradictorias, sin

    embargo, las reflexiones aqu presentadas tienen como punto de referencia los aportes que

    Arnold Hauser, Raymond Williams y Andrea Giunta han diseado para la discusin de la

    relacin entre arte, sociedad y poltica. Adems, se tomarn en cuenta las observaciones

    ms recientes sobre cmo concebir ciertas prcticas artsticas especficas, en este caso las

    actividades del teatro y la literatura, para esos temas de tomar como referencia a Jacques

    Rancire y a Bernard Lahire.

    II. De las funciones del arte a las vanguardias artsticas.

    Arnold Hauser analiza el tema del papel que cumple el artista con el resto de la realidad

    social, teniendo en cuenta la trama histrica por la cual se ha desarrollado y transformado

    ese papel. El punto clave en este anlisis histrico es la idea de la funcin social que se le

    otorga a los artistas y al arte en general, ya que para Hauser las formas y contenidos de las

    artes se transforman en relacin a la funcin que la sociedad le otorgue al arte, se podra

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    decir entonces que el artista es la criatura de la funcin que realiza en la vida de la

    sociedad (Hauser, 1975, pg. 313). La constante histrica en esta funcin social del artista

    es la de ejercer un papel ideolgico por medio de los objetos artsticos, el arte y los artistas

    encuentran su razn de ser en la realidad social mientras que transmitan de alguna manera

    los universos simblicos que permiten y mantienen la dominacin de determinados grupos

    sociales: En cualquier caso, el artista es un instrumento con el que se puede ejercer

    influencia, ya sea directa o indirectamente, a impulso propio o ajeno, en su calidad de

    transmisor de propaganda manifiesta o de ideologa latente (Hauser, 1975, pg. 313).

    Vemos as que el arte mantiene una subordinacin hacia otros aspectos de la vida social, a

    pesar de que la manera en que esto se ha desarrollado no ha sido igual en distintas pocas

    histricas: en la prehistoria el arte tiene como funcin ayudar a los rituales mgicos, en el

    antiguo oriente auxiliaba al culto hacia los emperadores, en la antigedad clsica tuvo las

    funciones de apelar a las proezas de una clase privilegiada, ya sea la nobleza o la oligarqua

    (aunque aqu se desarrolla tambin el tema de la individualidad), y en la edad media el arte

    transmite la infinita y absoluta autoridad y poder de las instituciones eclesisticas.

    En todas estas etapas histricas el carcter pragmatista del arte siempre fue una constante,

    siempre el arte era definido por sus capacidades prcticas, considerado una labor ms, de

    ah que tambin el prestigio y la posicin social del artista se calificara por medio de la

    valoracin del trabajo que deba cumplir, ejemplo de esto es la antigedad clsica y su trato

    diferenciado entre poetas y otro tipo de artistas:

    Al poeta se le suelen conceder elevados honores, el artista plstico, por el

    contrario, sigue siendo el personaje sin importancia al que se le paga por su

    trabajo y que no tiene porqu aspirar a ms. El servicio de propaganda que

    realiza no mitiga en lo ms mnimo el prejuicio contra el trabajo manual

    (Hauser, 1975, pg. 340).

    Sin embargo hay un punto de quiebre en el desarrollo del arte en relacin con su funcin, y

    para Hauser se da en el renacimiento. Lo caracterstico del renacimiento y lo que lo hace

    ser un punto de quiebre es que aqu se despliega la toma de conciencia de la subjetividad en

    el arte, lo que hace que se d un giro, y que de ahora en adelante la autonoma del arte y la

    subjetividad sean los puntos de vista privilegiados:

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    El Renacimiento seala el comienzo del proceso, y la situacin especial, nica

    hasta entonces, en la que a partir de ahora se encuentra el artista, queda

    explcitamente de manifiesto en su lealtad, dividida entre el pasado y el

    presente, entre la tradicin y la innovacin, entre formas impuestas y

    libremente elegidas (Hauser, 1975, pg. 357).

    A pesar de este quiebre, la funcin del arte como propaganda se mantiene en la vida

    cortesana y en los momentos de politizacin del arte cuando este se asocia a movimientos

    revolucionarios (como en la Ilustracin o en las revoluciones de 1848). Sin embargo, es

    fuerte y constante el desarrollo de modelos de soberana autonoma como autoimagen del

    arte, como las reflexiones sobre el proceso de creacin del arte en el Romanticismo, con sus

    apelaciones al irracionalismo y a la soledad. De ah que haya un giro que va de la extrema

    politizacin del arte (cuyo pinculo son las convulsiones de 1848) a un distanciamiento del

    arte hacia todo lo que no tenga que ver con s mismo, los movimientos artsticos tpicos

    para cada caso seran el naturalismo y el impresionismo. El ciclo lo cerrara el surgimiento

    de la doctrina del art pour lart, en donde el arte es considerado como la nica

    compensacin de los desengaos sufridos, como autntica realizacin y perfeccin de una

    existencia que en s es incompleta e insustancial (Hauser, 1975, pg. 390). El gran

    problema es que aqu se completa la total autorreferencialidad del arte: se trata de un arte

    elaborado para el disfrute y entendimiento de los mismos artistas. Se ha pasado de una

    subordinacin a la funcin social a una ideologa del arte como fin en s mismo. Sin

    embargo, la vinculacin del arte con una funcin volvera con el surgimiento de las

    vanguardias artsticas.

    La vinculacin entre arte y poltica por medio de las vanguardias artsticas es trabajada por

    Raymond Williams en relacin con el tema del modernismo. Williams identifica tres etapas

    en el desarrollo de las vanguardias artsticas, en donde se aprecia gradualmente su

    vinculacin con la poltica: en un primer momento consistan en movimientos cuyas

    prcticas estaban orientadas a la autoconservacin frente al mercado y la academia, en su

    segundo momento consistieron en organizaciones con pretensiones autrquicas, para

    desembocar en un tercer momento en movimientos realmente opositores a todo orden

    social. El aspecto ms interesante de este desarrollo de las vanguardias es la imagen de

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    cambio que proponan, en donde se mezclaban una agresividad y un optimismo sobre el

    cambio social que podran elaborar:

    El Modernismo haba propuesto una nueva clase de mundo social y perceptivo.

    La vanguardia, agresiva desde el principio, se vea a s misma como la brecha

    hacia el futuro: sus miembros no eran los portadores de un progreso ya

    repetitivamente definido, sino los militantes de una creatividad que reanimara

    y liberara a la humanidad (Williams, 1997, pg. 73).

    Sin embargo, las vanguardias artsticas no fueron un fenmeno homogneo y uniforme.

    Haban ciertas percepciones que, aunque compartidas, diferan en algunos matices,

    llevndolas a ser posiciones contradictorias. Entre estas posiciones compartidas pero

    diferenciadas est la conceptualizacin de la burguesa, la cual, aunque siempre fue la idea

    opositora de las vanguardias, la masa que el artista creativo deba ignorar y evitar, o bien

    sacudir, ridiculizar y atacar cada vez ms (Williams, 1997, pg. 76), tambin era una idea

    que cambiaba de lado a lado; esta diferencia para Williams radica en trminos histricos, ya

    que dependa de la posicin de clase sobre la cual se elaboraba la idea de burgus:

    Para la corte y la aristocracia, el burgus era a la vez mundano y vulgar,

    socialmente pretencioso pero obstinado, moralista y estrecho de espritu. Para

    la clase obrera que recin se organizaba, sin embargo, en el centro del

    escenario no slo estaba el individuo burgus con su combinacin de

    moralidad egosta y comodidad a su propio servicio, sino tambin la burguesa

    como una clase de empleadores y controladores del dinero (Williams, 1997,

    pgs. 76-77).

    Otro punto de divergencia lo constituyen las intersecciones con los movimientos polticos.

    Estas intersecciones fueron muy diversas, y van desde las asociaciones con el socialismo y

    el anarquismo hasta las simpatas con el fascismo. El tema de la violencia y la guerra

    fueron fundamentales en estas simbiosis, especialmente con la coyuntura de la Primera

    Guerra Mundial, puesto que en el caso del futurismo italiano, antes del ao 1917 tanto

    violencia revolucionaria como violencia blica eran sinnimos, pero despus de esa fecha

    se realiza una separacin entre concepciones, ejemplificada por artistas referentes del

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    movimiento: por entonces, dos futuristas, Marinetti y Mayakovsky, se haban movido en

    direcciones absolutamente opuestas: Marinetti con su apoyo al fascismo italiano,

    Mayakovsky con su campaa a favor de una cultura popular bolchevique (Williams, 1997,

    pg. 79). Un rasgo que caracteriz a las vanguardias de este momento fue su carcter

    cosmopolita y mvil, en constante conexin y dilogo con los centros culturales ms

    importantes en donde residan las vanguardias artsticas, que como era de esperarse, tenan

    como escenario espacios urbanos.

    Si bien argumenta Williams que despus de la Segunda Guerra Mundial hubo un declive en

    este tipo de movimientos artsticos, adems de una esterilizacin y un vaco de contenido

    de cierto tipo de prcticas que en un momento se consideraron extravagancias creativas y

    experimentales, hay una serie de lecciones que aprender de este tipo de movimientos,

    lecciones centradas en las ideas de inconformidad y transformaciones sociales

    desgarradoras: Lo que era absolutamente seguro, desde las primeras agitaciones del

    Modernismo hasta las formas ms extremas de la vanguardia, es que nada poda mantenerse

    del todo como era: que las presiones internas y las contradicciones intolerables forzaran

    algn tipo de cambios radicales (Williams, 1997, pg. 87). Con esto queda de manifiesto

    que la acumulacin de contradicciones sociales siempre tendrn coyunturas oportunas para

    elaborar prcticas artsticas que desemboquen en experimentos de valioso contenido a nivel

    sociolgico, y en lo que a vanguardias artsticas se refiere y a coyunturas oportunas para

    cambios radicales se trata, el caso de Amrica Latina nunca se queda corto en experiencias

    de este tipo.

    Trasladando las reflexiones de Williams a un plano concreto, tenemos el anlisis de Andrea

    Giunta de las vanguardias artsticas argentinas en la dcada de los sesenta. Similar al

    desarrollo de las preocupaciones, inclinaciones y prcticas de las vanguardias elaborado por

    Williams, Giunta identifica una serie de procesos en la vinculacin del arte y la poltica

    relacionados con coyunturas histricas especficas de la historia argentina de la poca, que

    permitieron un paso que va desde la problematizacin de esa relacin, a los primeros

    intentos por elaborarla.

    Las primeras preocupaciones giraban entorno a la bsqueda por un modelo ideal para la

    vinculacin de estas dos instancias y que resultara satisfactorio. El descontento con las

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    formas dominantes de realismo (el realismo socialista y el muralismo mexicano) y la

    necesidad de mantener a la vez un carcter nacional, moderno, e internacional en las

    expresiones artsticas, hacen que la obra Guernica de Pablo Picasso se vuelva un punto de

    referencia e inspiracin para la manera en que arte y poltica puedan ser combinados

    exitosamente:

    Este cuadro condensaba soluciones capaces de superar todas las objeciones: no

    trabajaba desde formas vacas pero tampoco se justificaba por el tema, sino por

    el hecho de constituir, con el tema, un artefacto, una mquina en la que la

    realidad, aun siendo dramtica, era recorrida por la configuracin y la

    articulacin interna de la obra (Giunta, 2004, pg. 343).

    La inspiracin de Guernica llev a tomar en cuenta el tema de la autonoma de la obra de

    arte bajo en enfoque en el que los aspectos contradictorios se disolvan para formar esa

    mezcla perfecta entre arte y poltica, de una manera radical. Es as como se comenz a

    pensar y optar por el montaje y por pensar la obra de arte como un artefacto conceptual, en

    este caso la obra de Len Ferrari constituye el siguiente movimiento de la historia de la

    vanguardia artstica argentina. El montaje preparado por Ferrari en 1965 titulado La

    civilizacin occidental y cristiana era ya la primera manifestacin de la mezcla entre arte y

    poltica que rompiera los esquemas y revitalizara la militancia artstica en la vida social en

    base al modelo inspirado por Guernica, su xito consista en la manera en que la obra

    transgreda e intervena polmicamente tanto por su contenido como por su presencia en un

    espacio institucional, de esta manera, su obra quera ser una intervencin y una

    declaracin polmica: una imagen-manifiesto (Giunta, 2004, pg. 354).

    La crisis poltica de Argentina en 1966, seguida de los acontecimientos mundiales de 1968,

    inspiran y marcan el periodo ms importante en la convergencia entre arte y poltica en

    relacin a acciones colectivas. El evento realizado en 1968 en Argentina conocido como

    Tucumn Arde, orientado a comunicar sobre los problemas de la regin de Tucumn al

    pblico, y para desmontar la opinin de los medios oficiales de comunicacin, fue el

    punto de convergencia no slo de artistas dispuestos a elaborar un trabajo colectivo

    orientado a integrar fuerzas polticas, sino que permiti la integracin y cooperacin entre

    sectores de la clase trabajadora y de cientficos sociales, de ese modo la radicalizacin y la

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    experimentacin por parte de las vanguardias artsticas tuvo xito en la medida que se

    jugaron, prcticamente en una nica apuesta, el conjunto de recursos acumulados a lo largo

    de la dcada (Giunta, 2004, pg. 368).

    La experiencia de Tucumn Arde puso a prueba el alcance que poda tener un proyecto de

    vanguardia artstica cuyos objetivos eran la colaboracin para la transformacin del orden

    social, de ese modo el grado de ruptura que se produjo en 1968 no se explica

    exclusivamente por la voluntad de politizacin, sino tambin por la bsqueda de una

    experimentacin extrema desde la cual los artistas se propusieron pensar tambin la

    politizacin (Giunta, 2004, pg. 363). Tal bsqueda y tal experimentacin, unida al

    momento coyuntural de la poca, permiti establecer el clima cultural perfecto para que las

    vanguardias artsticas agotaran y radicalizaran todo el repertorio posible de opciones, a

    miras de obtener el resultado tan esperado de generar un verdadero corto circuito. Son

    pocas las veces en la historia de los movimientos artsticos que se presenta una oportunidad

    as, e independientemente del grado de xito o no que tengan este tipo de actividades, son

    un registro histrico valioso sobre cmo generar otras formas de hacer arte y poltica, e

    inclusive, son material para reflexionar sobre el sentido de las conceptualizaciones que hay

    sobre arte y poltica.

    III. Otras formas de concebir las actividades artsticas: el caso del teatro y la

    literatura.

    De las funciones del arte y los artistas en la sociedad a las perspectivas sobre vanguardias

    artsticas, pasamos a las miradas sociolgicas sobre las formas de concebir las prcticas

    teatrales y literarias. En cuanto al teatro, Jacques Rancire nos sumerge en el enfoque de

    concebir el acto de observar una obra de teatro como una prctica con capacidades

    emancipadoras. Estableciendo primero lo que se conoce como la paradoja del espectador,

    en donde ser espectador de una obra de teatro constituye lo que es una obra teatral, pero

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    est definido en trminos contrarios al conocimiento y a la actividad prctica (es decir, el

    espectador como mera pasividad), Rancire argumentar que ser espectador es siempre una

    forma de actividad: mirar es tambin una accin que confirma o que transforma esta

    distribucin de las posiciones (Rancire, 2010, pg. 19). Las posiciones que Rancire

    menciona son posiciones de dominacin y sujecin, que estn presentes tanto en la relacin

    maestro-alumno como en la relacin dramaturgo-espectador: lo que el alumno debe

    aprender es lo que el maestro le ensea. Lo que el espectador debe ver es lo que el director

    teatral le hace ver (Rancire, 2010, pg. 20) .

    La relacin que elabora Rancire entre teatro y emancipacin intelectual est referida a la

    recuperacin de esa conceptualizacin de la observacin como actividad, pero definida bajo

    sus propios medios, y reconociendo la igualdad entre la vista del dramaturgo y la vista del

    espectador, ya que ser espectador no es la condicin pasiva que precisaramos cambiar en

    actividad. Es nuestra situacin normal (Rancire, 2010, pg. 23), y por ende, recurrir al

    modelo de la observacin de una obra de teatro en donde se ha perdido una propiedad que

    debemos recuperar es un error. Lo que se debera establecer son los parmetros por los

    cuales se pueda elaborar una libre asociacin y disociacin de interpretaciones e

    interacciones sobre las obras de teatro que se observen, de manera que asistir al teatro sea

    homologable con la narracin de una historia, la lectura de un libro o la mirada posada en

    una imagen (Rancire, 2010, pg. 27).

    En cuanto a la literatura, Bernard Lahire nos ofrece una propuesta de anlisis centrado en

    concebir la lectura como un tipo particular de experiencia, en donde las mismas obras son

    objeto de diferentes usos e investiduras sociales, a veces de carcter opuesto o

    contradictorio (Lahire, 2004, pg. 180). En esas formas de experiencia literaria pueden

    diferir en cuanto a la posicin social de los individuos, pero para Lahire el nfasis sobre el

    anlisis de estas formas de experiencia reside en las maneras en que se practica la lectura,

    en los usos que se le da a literatura, y en qu momentos y espacios ocurre la lectura, de ah

    que argumente que la lectura en cuanto experiencia social no puede ser abordada a partir

    de una sociologa del consumo cultural; se sita por derecho propio en el marco de una

    teora de la accin individual (Lahire, 2004, pg. 188). Hay una serie de caractersticas en

    los usos de la literatura como una experiencia que permiten hacer una distincin de esas

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    formas entre lectores profanos e intelectuales, a pesar de que hay rasgos en comn. La base

    de esas distinciones reside en las disposiciones ticas o estticas que se le d a la lectura de

    un libro: una disposicin esttica pretende acentuar los aspectos formales de un texto a la

    hora de ser ledo y socializado, mientras que una disposicin tica tiene como objetivo

    insertar el texto en los sentimientos y valores del lector.

    Ms all de esa tipologizacin, la importancia de la actividad literaria es que permite

    reelaborar los esquemas de experiencia y la identidad (Lahire, 2004, pg. 185), de manera

    que los individuos adaptan temas, acontecimientos y personajes que tengan que ver con

    experiencias previas o futuras de la vida cotidiana de los mismos, de esa manera los textos

    literarios son entonces disparadores de sueos en vigilia que permiten prolongar,

    acompaar, preparar o volver sobre la accin (Lahire, 2004, pg. 190). La experiencia que

    pueda desarrollar un individuo con las lecturas que haga entonces est determinada ms por

    la situacin cotidiana en que se encuentre que por una cuestin de capital cultural, y

    dependiendo de esa situacin cotidiana acentuar algunos rasgos del contenido del texto

    que lea, preferir ciertos temas a otros, se decantar ms por cierto tipo de gneros

    literarios, entre otras cosas. Las experiencias literarias son oportunidades para proyectar en

    ellas la manera en que se percibe y vive la realidad social, ya que esta experiencia funciona

    de contrapeso y de espejo por medio del cual se puede reelaborar la valoracin individual

    de esa realidad social.

    IV. Conclusiones.

    Las lecciones ms importantes en cuanto a las capacidades que tiene el arte de establecer

    una relacin satisfactoria con el resto de la totalidad social parecen provenir de las

    experiencias de las vanguardias artsticas. Sea cual sea el momento histrico-social que se

    analice en su trama de desarrollo, sea cual sea la coyuntura especfica en donde se detengan

    las observaciones de carcter sociolgico, las vanguardias artsticas son un testamento de

    que el arte puede atribuirse a s mismo una funcin social que no constria sus

    posibilidades y que tampoco la encierre en la tautologa de las formas puras de elaborar

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    practicas y productos artsticos. El legado de las vanguardias artsticas entonces es la de

    poder equilibrar funcin, compromiso, creatividad y autonoma, y en los casos en donde

    sucedi, la de lograr combinar esfuerzos de trabajo con otro tipo de disciplinas, como las

    ciencias sociales. ltimamente hay sectores del campo artstico que lamentan la

    sociologizacin del arte, sin embargo, esto lejos de ser una desventaja, puede ser ledo

    como una ampliacin de los mrgenes de las capacidades del arte en todos sus sentidos, las

    vanguardias artsticas son un antecedente de lo fructfera que puede ser una simbiosis de

    ese tipo, ya que el lenguaje del arte permite transmitir por medio de otro tipo de canales

    preocupaciones de ndole crtica que provienen de las ciencias sociales, pero que topan con

    la dificultad de tener siempre una desventaja comunicativa. Sin embargo, hay que tomar en

    cuenta que para llegar a este estado cultural muchos aspectos de la realidad social debieron

    transformarse para conseguir este grado de autonoma y estas posibilidades de

    combinaciones, las cuales se vuelven las condiciones sin las cuales no podran darse

    situaciones como las vanguardias. La posibilidad de mantener proyectos de la misma ndole

    est determinada en la medida en que esas condiciones histrico-sociales se mantengan

    para desarrollar favorablemente el arte, de manera que no vuelva a ser considerado un mero

    instrumento.

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    Bibliografa

    Giunta, Andrea (2004). Vanguardia, internacionalismo y poltica. Arte argentino en los

    aos sesenta. Buenos Aires: Paids.

    Hauser, Arnold (1975). Sociologa del arte. Madrid: Guadarrama.

    Lahire, Bernard (2004). Sociologa de la lectura. Del consumo cultural a las formas de

    la experiencia literaria. Barcelona: Gedisa.

    Rancire, Jacques (2010). El espectador emancipado. Buenos Aires: Manantial.

    Williams, Raymond (1997). La poltica del modernismo. Contra los nuevos

    conformistas. Buenos Aires: Manantial.