Otorres+carta+respuesta

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11 de Abril, 2011. Sr. Ignacio Larraechea Rector (s) Universidad Central de Chile Presente. Estimado Rector: He recibido su carta pública dirigida a la comunidad de docentes, y considerando el rol de los académicos tanto como formadores de nuevas generaciones en la capacidad reflexiva, como en la contribución al debate respetuoso de las ideas para fortalecer el espíritu universitario y preocupado por el futuro de la casa de estudios donde trabajo desde hace 13 años, me permito expresarle mis opiniones por el mismo canal. Valoro enormemente su reconocimiento de que la información es fundamental en el proceso que actualmente vive la Universidad, pues es lo que le permite formarse un juicio y tener una posición fundamentada a todos los estamentos de nuestra comunidad. La información para que sea útil debe ser precisa, para no confundirla con opinión. El país ha mejorado en los últimos años su legislación y sus estándares de transparencia de la información del sector público. Y no son pocas las iniciativas ciudadanas que han obligado a los organismos estatales a dar información o han obligado a los privados a hacerlo (casos FFAA, fusión Lan ChileTAM, etc.), así como la presión ha obligado a instituciones como la Iglesia a someterse a normas propias de un Estado de Derecho. En otras palabras, entregar información veraz es hoy en día un elemento clave en la confianza que se construye con el entorno y los miembros de cualquier institución. Entonces, lo que se debiera reconocer es que nuestra institución vive un conflicto desde el año 2010. Se inició en sus niveles superiores ante la proposición de concretar una “alianza estratégica” para obtener recursos que financiaran el Plan Estratégico 20102020, que intenta responder de una forma particular al entorno cada vez más competitivo de la educación superior en el país. Este conflicto ha entrado en una fase más aguda la semana recién pasada al extenderse hacia la comunidad estudiantil, tensionando la relación entre éstos y nosotros los académicos. Entre medio se ha destituido al Rector, al Fiscal, al Director de Calidad, a una Decana y la información a este respecto ha sido opaca, al punto que hay informes jurídicos que no están accesibles al Consejo de Decanos y la participación activa e interesada de la comunidad universitaria ha sido desalentada. Como usted afirma el proceso de Alianza Estratégica fue aprobado por la Asamblea de la Corporación en Agosto del año pasado y se informó que el proceso se cerraría a más

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                                                                                              11 de Abril, 2011. 

Sr. Ignacio Larraechea  

Rector (s)  

Universidad Central de Chile 

Presente. 

 Estimado Rector: 

 He recibido su carta pública dirigida a la comunidad de docentes, y considerando el rol de los académicos tanto como formadores de nuevas generaciones en la capacidad reflexiva, como  en  la  contribución  al  debate  respetuoso  de  las  ideas  para  fortalecer  el  espíritu universitario y preocupado por el futuro de la casa de estudios donde trabajo desde hace 13 años, me permito expresarle mis opiniones por el mismo canal. 

 Valoro  enormemente  su  reconocimiento  de  que  la  información  es  fundamental  en  el proceso que actualmente vive la Universidad, pues es lo que le permite formarse un juicio y  tener  una  posición  fundamentada  a  todos  los  estamentos  de  nuestra  comunidad.  La información para que sea útil debe ser precisa, para no confundirla con opinión. 

 El país ha mejorado en  los últimos años su  legislación y sus estándares de transparencia de  la  información del  sector público. Y no  son pocas  las  iniciativas  ciudadanas que han obligado  a  los  organismos  estatales  a  dar  información  o  han  obligado  a  los  privados  a hacerlo  (casos  FFAA,  fusión  Lan  Chile‐TAM,  etc.),  así  como  la  presión  ha  obligado  a instituciones como  la  Iglesia a someterse a normas propias de un Estado de Derecho. En otras  palabras,  entregar  información  veraz  es  hoy  en  día  un  elemento  clave  en  la confianza que se construye con el entorno y los miembros de cualquier institución. 

 Entonces, lo que se debiera reconocer es que nuestra institución vive un conflicto desde el  año  2010.  Se  inició  en  sus  niveles  superiores  ante  la  proposición  de  concretar  una “alianza estratégica” para obtener recursos que financiaran el Plan Estratégico 2010‐2020, que intenta responder de una forma particular al entorno cada vez más competitivo de la educación superior en el país. Este conflicto ha entrado en una fase más aguda la semana recién pasada al extenderse hacia la comunidad estudiantil, tensionando la relación entre éstos  y  nosotros  los  académicos.  Entre medio  se  ha  destituido  al  Rector,  al  Fiscal,  al Director de Calidad, a una Decana y la información a este respecto ha sido opaca, al punto que  hay  informes  jurídicos  que  no  están  accesibles  al  Consejo  de  Decanos  y  la participación activa e interesada de la comunidad universitaria ha sido desalentada. 

 Como usted afirma el proceso de Alianza Estratégica fue aprobado por la Asamblea de la Corporación  en Agosto  del  año  pasado  y  se  informó  que  el  proceso  se  cerraría  a más 

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tardar a fines de año. Hemos entrado al mes de Abril y el Ministerio de Educación aun no aprueba  las  modificaciones  estatutarias,  sin  nosotros  poseer  información  sobre  los motivos  de  esto,  lo  que  ha  abierto  una  situación  de  incertidumbre  para  todos  y  de cuestionamientos  sobre  si  ese  era  el  mejor  camino  para  obtener  recursos complementarios para la Universidad. 

 Lo anterior plantea el grave  problema de la prolongación del mandato a los delegados a la  Asamblea  de  la  Corporación.  A  mí  no  me  parece  bueno,  como  práctica  en  una institución universitaria, que  se proceda de esta manera  pues el Estatuto  se  interpreta para  la conveniencia de una mayoría  transitoria y no  se  le  respeta, al no existir motivo alguno que impida convocar a la elección de los delegados caducados. Esto deslegitima a esa  instancia y deteriora  la confianza en  las autoridades, pues es como  si  los diputados autolegislaran la prolongación de sus mandatos de 4 a 6 años para resolver sobre las leyes pendientes de su período. Por otra parte, el Grupo Norte – Sur, es un grupo empresarial que busca  invertir en nuestra  casa de estudios para obtener  rentabilidades  como  todo grupo económico y si fuese necesario en el futuro podrían deshacerse de esta  inversión, como ha ocurrido en otras universidades, dejándonos en  la  zozobra. No  se  trata de un enfoque ideológico, pues son varios los grupos económicos que han tenido un desempeño más propio de la codicia y el lucro, que de cumplir con las leyes y normas que los regulan. Entre éstos no ha estado Norte  Sur, pero otros  como  los grupos  farmacéuticos,  los del Retail  (Cencosud, CMR,  Líder),  Inverlink por nombrar algunos han dejado una estela de daños a las personas con tal de acumular ganancias. En este sentido, integrar a un grupo económico al que hacer de la Universidad es del todo discutible. 

 Es  cierto  que  la  UCEN  tiene  deudas  producto  de  las  inversiones  realizadas,  pero  son normales y cancelables en los plazos contraídos. Lo que se discute es si vender lo que nos pertenece para posteriormente arrendarlo al comprador es un “negocio estratégico” para la Universidad. En  la heterogeneidad de universidades chilenas, existen aquellas que no teniendo Facultad de Medicina están bien rankeadas (U. F. Santa María, U. Adolfo Ibáñez) y  otras  que  teniendo  masivas  cantidades  de  alumnos  no  están  bien  valoradas  en  el mercado laboral. Es decir, en mi opinión, la UCEN no necesita arriesgar hoy lo que posee para  intentar  ser  de  gran  tamaño,  toda  vez  que  ello  no  es  un  indicador  de  calidad, excelencia académica ni del prestigio del título que recibirán nuestros egresados. 

 Es obvio que títulos seguirán teniendo el nombre de  la U. Central, pero esta alianza, en ningún punto, garantiza la excelencia académica la que es la que otorga valor a los títulos. Al igual que con los principios, la excelencia no se logra ni depende de declaraciones, sólo puede ser producto de un  largo proceso, de  instancias validadas y respetadas por todos, mayoritariamente  académicas,  que  realizan  el  trabajo  real  de  la  universidad.  La Universidad no puede quedar dependiendo de directivos  sin  trayectoria  académica  y/o que  no  respetan  los  informes  académicos,  que  se  guían por  el  afán de  la  ganancia.  La confusión  entre  empresa  y  Universidad  será  fatal  para  la  excelencia  académica  y  el prestigio del título que ahora tiene la Universidad Central. 

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Es  importante que  la autoridad universitaria precise  la  información sobre  la distribución de  las  acciones  de  las  que  seríamos  propietarios,  respecto  de  los  niveles  directivos  y también de los delegados a la Asamblea que aprobó la reforma  estatutaria, toda vez que éstos últimos son transitorios y –se dice‐ habrían recibido un porcentaje mayor al que les corresponde por ser docente y su antigüedad. Esto último sería de extrema gravedad. 

 La Universidad vive momentos críticos. Los estudiantes han desarrollado un movimiento nunca  antes  conocido,  que  es  producto  de  la  confusión  generada  por  la  escasa  e imprecisa  información, la incertidumbre ante el futuro y sobre todo por su compromiso e interés en el destino de la casa de estudios que la sienten como propia. Sería lamentable que la forma de solución del conflicto fuese presionar a los académicos a realizar las clases o  dar  por  enseñadas materias  ante  las  salas  vacías,  en  un  contexto  de  formación  por competencias, que hacen indispensable la participación de los estudiantes. En ese caso es preferible  incrementar el diálogo, mejorar  la  información y buscar caminos de solución a la manera universitaria. 

  

Atentamente, 

  

  

Osvaldo Torres G 

Docente FACSO.