Otra Vez Marcelo

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Otra vez Marcelo Con este trabajo, se cierra la triloga de obras en las que, como Teatro de los Andes, hemos querido enfrentar lo poltico.

Texto La escena es un largo corredor de 15 metros por tres de ancho. A dos metros de altura, un hilo de nylon casi invisible atraviesa de lado a lado la escena. Mientras el pblico entra se oye la voz de Marcelo Quiroga Santa Cruz. El pblico se dispone a ambos lados de la escena. De un lado de la escena hay una silla vaca delante de un biombo en el que est dibujado el interior de una casa. Del otro lado, delante de un lienzo donde est pintada una calle con casas a ambos lados, hay otra silla vaca. La escena se oscurece. La voz de la radio desaparece. Escena 1: Cristina suea a Marcelo. Una luz tenue ilumina ambos lados de la escena. Frente al biombo, sentada en una silla, Cristina parece dormida. Del otro lado, Marcelo, sentado en otra silla, con el torso desnudo, la observa. Marcelo: Cristina... Cristina: Marcelo... Marcelo: Qu haces? Cristina: Te sueo. Marcelo: Y cmo me sueas? Cristina: Sueo que regresas. Marcelo: Dnde regreso? Cristina: Regresas a casa. Cristina se alza. Tiene en sus brazos un saco y una camisa. Marcelo: Y cmo es la casa? Cristina: Hay luz, es la tarde. Abro la puerta, te encuentro sentado. Marcelo: Sueas lo que fuimos Cristina: Sueo que ests vivo. Marcelo: Pero yo estoy muerto. Cristina se acerca. Cristina: Dnde ests Marcelo? Marcelo: No lo s Cristina. Cristina: Dnde te pusieron? Marcelo: No lo s, Cristina. Cristina: Vas a perdonarme... Marcelo: Por qu? Cristina: Por soarte tanto. Sobre el lienzo con la calle y las casas pintadas, aparecen proyectadas las fotos de Marcelo

Cristina: Dnde te pusieron? Marcelo: No lo s, Cristina. Cristina: Vas a perdonarme... Marcelo: Por qu? Cristina: Por soarte tanto. Sobre el lienzo con la calle y las casas pintadas, aparecen proyectadas las fotos de Marcelo y Cristina jvenes, juntos y separados. Las fotos deben dar la impresin de surgir del lienzo y de fundirse en el mismo. Marcelo: Yo veo tu sueo. Me has depurado de todo defecto. Soy alto en tus sueos. Soy joven. Mis rasgos son suaves. Me llevas al tiempo en que nos conocimos. Cristina: Te duele mi sueo? Marcelo: Ya nada me duele. Te duele soarme? Cristina: Me duele Marcelo. Marcelo: Y si me olvidaras? Cristina: No puedo. Cuando te mataron quera matarme. Marcelo: Por qu no lo hiciste? Cristina: Porque pens en ti. Y t no lo hubieras aprobado nunca. Marcelo: Pero yo una vez quise morir antes que perderte. Cristina: Eras un muchacho. Marcelo: Sabes? tal vez no eres t la que suea ahora. Cristina:Cmo, no soy yo? Marcelo: Tal vez sea yo que a travs de ti, quiere aparecer, y tu sueo sea la puerta en la que golpeo. Crees que me sueas pero soy yo que dentro de ti invoca ese sueo. Cristina: Qu quieres decirme? Marcelo: Quiero que me pienses. Cristina lo viste con la camisa y el saco que llevaba en las manos. Cristina: Pienso que en este momento tal vez nadie en todo el universo, piensa en ti, que slo yo te pienso, y si ahora muriese, nadie, ni yo, te pensara. Marcelo: Pero t ests dormida, tu sueo es un abismo. Yo era tu sostn, te lo he quitado, he tapizado de ausencia hasta tus sueos. Cristina: Dormida te sueo, despierta te pienso, no s por qu. A cada instante, cada minuto. Marcelo: Me piensas porque me amas, porque as regreso. Porque de algn modo sabes que pensar en un hombre se parece a salvarlo. Cristina: Te has puesto el traje que usabas para ir al Parlamento. Las fotos desaparecen.

Escena 2: La soberana Se escucha la voz de Marcelo en la radio. El actor atraviesa la escena como si intentara recordar algo. Luego retoma el texto y la voz de la radio desaparece. Marcelo: En cunto debemos tasar la soberana: diez, cuatro, cero centavos? Hay quien considera a Bolivia no como una comunidad humana en el tiempo sino como un negocio. Hay quien piensa que la soberana es slo un sentimiento inactual, semejante al del honor, por ejemplo, sentimiento que ya no debera respetarse en estos tiempos menesterosos y desde esta situacin nacional mendicante, algo que debe subastarse al mejor postor: Quin da ms por esta hermosa antigedad que es la soberana, cunto vale, diez centavos, cuatro, cero? Es que no vale nada? Ofrezcan algo por esta cosa que hace un siglo y medio tena un valor tan grande que en procura suya lucharon y murieron por aos, miles y miles de hombres, hasta que la conquistaron para nosotros. Quin da diez centavos por esta soberana que como todas las antiguedades tambin tiene su historia? Claro est que no se cotiza en la bolsa de valores, est en remate por cualquier precio, aprense a comprarla, porque ya se escucha... Se oye una cueca que aumenta de volumen. Marcelo baila torpemente mientras termina de hablar. ...como hace un siglo y medio, el rumor que la menciona en las universidades, en los sindicatos, en los cuarteles, en las imprentas; pudiera ser que este rumor se vuelva jinete armado y otra vez veamos una gran pasin cabalgando por el suelo americano, y entonces, ya no estar en venta. Cunto ofrecen por ella, diez, cuatro, cero centavos? Cambia la luz, aparece Cristina. Escena 3: El baile Cristina: Ay Marcelo, me pisaste. Marcelo: Perdn Cristina. Cristina: Eres tan distrado... Marcelo: Adems soy patadura... Bailan. Marcelo, sin quererlo la golpea. Marcelo: (Al pblico) Estbamos en un baile. Ella le haba dicho que no a todos los que la invitaron. Cristina: Quieres bailar? Marcelo: Yo? Yo no s bailar. Cristina: Hace dos horas que espero a que te animes a sacarme. Marcelo: Si no hay ms remedio. Bailan. l tropieza en ella. Deja de bailar y se sienta. Cristina: Ay Marcelo... Por qu te sientas? Marcelo: Para no golpearte. Cristina: Corra la voz que Marcelo era un bailarn. No es cierto, era yo la bailarina. Marcelo: Eso lo dijeron para tildarme de maricn, como si bailar fuera algo afeminado. Yo iba al ballet a verla danzar. Vuelven a bailar. Marcelo la sofoca sin querer, con el pauelo, en la quimba de la cueca. Cristina: Soltame Marcelo. Marcelo: Perdn, Cristina.

Se separan. El va al otro lado de la escena. Cristina: Yo tena doce aos cuando me enamor de l. Marcelo: Yo tena cinco aos ms. Diecisiete. Cristina: Soy una loca a pensar en l. Es demasiado viejo para m. Marcelo: Tiene doce aos. Es una nia. Juega con muecas. Demasiado chica para m. Cristina: Marcelo era amigo de mi hermano Miguel. Cuando saba que iba a llegar me pona a temblar. Escena 4: Marcelo evoca a Cristina Aparecen proyectadas imgenes de Cristina de nia a adulta. Mientras, Marcelo habla. Marcelo: En el viaje a Cochabamba, sabiendo que iba a verla, pensaba: Cmo ser Cristina cuando tenga veinte aos? Tendr todava el cabello largo, desordenado? Lo seguir echando a la espalda con ese movimiento de cabeza lleno de gracia, como rechazando una caricia al cuello? Y ahora, se lo habr cortado? Sus ojos no van a cambiar. Cuando se re, brillan como inundados de lgrimas. Casi uno quisiera verla llorar. Y ese vestido se lo habr puesto? No recuerdo la tela, sino la forma que le daba a la curva de su espalda, al llegar a la cintura. La proyectaba, amodorrado, en las ventanillas y en el techo del bus. Me dorma imaginando que le aferraba la mano y la llevaba a esa regin a la que nos arrastra el sueo donde sera posible alcanzar la felicidad. Escena 5: Cristina espera a Marcelo Cristina: Est por llegar. Mi vestido no est planchado. Pero es atrs. No se va a fijar. No se fijan atrs? Claro que s. A qu se dan vuelta entonces? Me pinto? No me pinto. Ah llega serenidad, serenidad. No mirar mejor mirar. No es l. Cuando llegue lo saludo casualmente: Ah, hola Una venia nada ms. Ah llega! Date vuelta. Tonta, disimula. Qu nervios! Me est mirando... El cuello me quema. Calma... Marcelo: Hola Cristina Cristina: Aaah... Hola Marcelo. Marcelo: Acabo de llegar. Voy a pasar las vacaciones aqu. Cristina: E en mi casa? Marcelo: No, en Cochabamba. Cristina: Ah Marcelo: Bueno Cristina: Aah. Marcelo: Me estn esperando. Cristina: Ah Marcelo: Te veo despus. Cristina: Cundo? Marcelo: Esta tarde? Cristina: S, bueno. A las seis? Marcelo: A las seis. Danza de Cristina Escena 6: Interpelacin por el gas. Cristina: Yo no poda imaginar que un da terminara escuchndolo hablar del gas y los hidrocarburos, con el mismo inters con que escuchaba de nia un cuento de hadas. En el Parlamento tenan miedo que el debate se prolongara y la opinin pblica reaccionara. Lo obligaron a hacer su interpelacin en una sola noche. Habl durante catorce horas seguidas.

Marcelo: ( Sobre una silla) Para concluir honorables diputados: Parecera que se incita al pas a tomar bando en dos conjuntos irreconciliables: en uno estaramos los demagogos, y crticos incapaces de aportar soluciones, y en el otro hombres con sentido de responsabilidad. Le mueven la silla. Cae de pie al suelo Hay una forma de demagogia que se expresa en solicitadas en los diarios y quiere dejar a un pueblo la impresin de que est en la bonanza cuando se encuentra en miseria Lo empujan de la silla.. Hagamos algo de historia: El cdigo que rige el petrleo fue redactado por abogados vinculados a las compaas extranjeras con el propsito de beneficiarlas en exceso, Le hacen una zancadilla a expensas de la miserable economa nacional. Su aprobacin, por un gobierno econmicamente en quiebra tuvo el carcter de una transaccin desesperada por la que se renuncia a la bolsa a cambio de la vida. Le ofrecen un vaso de agua Con permiso seores diputados... Se lo quitan antes de que logre beber.. Este Cdigo ha transferido la propiedad y el derecho de exportacin del petrleo a las empresas privadas, cosa prohibida en la Constitucin. Este cdigo no permite al Estado una fiscalizacin real de las actividades y ganancias de las petroleras concedindoles un rgimen tributario irrisorio. No establece relacin entre las reservas y la produccin. Cada vez que se levanta lo sientan a la fuerza. Luego se alza de repente. Para hacernos entender: el campesino boliviano guarda lo que necesita para el ao y vende lo que le sobra. Se quita el saco. Bolivia debera hacer algo semejante. Calcular sus reservas, estimar sus necesidades. Le quitan la silla donde iba a apoyar su saco. Necesitamos controlar el precio de los combustibles para industrializar el pas. No tendremos hornos de fundicin si los costos no lo permiten, y los costos no sern bajos si el combustible no es barato. Le quitan el saco y lo empujan. No somos nosotros quienes desestabilizamos al gobierno. Un gobierno es estable cuando entre l y el pueblo no hay un divorcio. cuando no hay una Bolivia oficial y una Bolivia real, divorciada de sus gobernantes. Un gobierno es estable cuando cuando al pueblo se le informa y no se le ocultan los acuerdos suscritos. El dominio de los medios de fuerza da poder a un gobierno, pero no le da autoridad. La autoridad es de naturaleza moral. Hacen caer una silla con estruendo. No me interrumpa seor diputado. Solicit un debate de tres das y ustedes me concedieron

slo una noche. Y toda esta noche vamos a continuar. Lo empujan y hacen trastabillar. Es irresponsable que el gobierno califique como comunistas a los ciudadanos que intentamos introducir alguna modificacin. Es una manera que ya tiene muchos aos de matar al adversario poltico. Cuando alguien quiere matar a un perro, no usa un arma de fuego. Dice, ese perro est rabioso... Le quitan la silla en la que va a sentarse. Cae al suelo. Se alza y se sienta. Otro lo matar. Qu ocurre hoy da? Le arrojan agua en la cara. Se la seca con un pauelo y camina hacia el lado opuesto. No podemos ahora abandonar una lucha para que este sea un pas digno y respetable. Vivimos la agona de una revolucin tristemente vendida y comprometida. Hemos salido de la revolucin con la sensacin de haber fracasado, ha fracasado una gran esperanza popular, hemos fracasado todos, hemos fracasado como nacin, y hoy da estamos inmersos en esa atmsfera de frustracin que inhibe la conducta del pas. Pido permiso, ya que hemos decidido continuar hasta cualquier hora, de sentarme. Se sienta. Se oye un huayno. Necesitamos motivos para creer en nosotros mismos, no es posible que el pas, todos los das, tenga que buscar en las pginas de la prensa, las declaraciones del embajador norteamericano, para saber lo que le espera al da siguiente. Tenemos que cobrar conciencia de que somos nacin independiente y autnoma, sin utopas pero tampoco con transigencias dolorosas e indignantes.

Escena 7: La declaracin Marcelo ha quedado en la silla con la cabeza baja. Cristina desde el lado opuesto llega danzando y sonriendo. Tiene una prtesis en los dientes. Mientras habla colocar el biombo entre ambos, en modo de dividir el espacio en dos. Cristina: Cuando cumpl quince aos fui a Chile a que me pusieran una prtesis en los dientes. Marcelo estudiaba all, en la Universidad. Me daba vergenza que me viera con este aparato en la boca. Lo llama. Cristina: Marcelo... me pusieron... Se va avergonzada. Marcelo se alza de la silla. Quedan cada uno a un lado del biombo. Ella del lado que representa el interior de la casa; l, del lado de afuera. Marcelo ensaya lo que quiere decirle, mientras ella se pone un camisn para dormir. Marcelo: Cristina, Tengo que decirte algo, es algo serio. No, tengo que usar otro tono, menos serio, la voy a asustar... Cristina, Tengo que decirte algo, es algo serio. Me da vergenzaNo s cmo decirlo Es una locura No, que piense lo que quiera. Se lo digo directamente... Cristina, creo yo te amo Cristina. Es algo que siento desde hace mucho tiempo. No, mejor se lo digo maana... Se va.

Cristina: Es tarde. No llega. Se habr olvidado? Cristina se ha acostado. Marcelo, desde el otro lado de la escena, tira de una cuerda y arrastra el colchn en el que ella duerme y re en sueos. Marcelo: Cristina? Vamos a pasear? Cristina re dormida. Marcelo: Te llevo al cine a ver una pelcula de terror? As te da miedo y yo puedo abrazarte O vamos al mercado a comer pescado? Pero si te atragantas con una espina me voy a ver obligado a hacerte la respiracin artificial. Cristina re dormida. Marcelo: Tengo que decirte algo. Es algo serio. Me da vergenza No s cmo decirlo Es una locura Creo yo te amo Cristina. Cristina re dormida. Marcelo: Es algo que siento desde hace mucho tiempo. Antes de conocerte yo quera ser cura.Cmo? Dijiste algo? Dijiste tambin? Cristina re dormida. Marcelo: Tambin qu? Tambin t quieres ser monja? Cristina re dormida. La cama ha llegado al lado de Marcelo. Marcelo: Entonces Puedo?... Puedo besarte? La besa. Ella duerme. Escena 8: Juicio a Barrientos Marcelo y Cristina van juntos. Ella le pasa los papeles que l lee. Recibe los que l ha usado. Los ordena. Cristina: Dos aos despus, Marcelo, como diputado, inici un Juicio de Responsabilidades al presidente Barrientos. Suena el telfono. Cristina: Marcelo, llaman de nuevo. Marcelo: (atiende) Hola... Hola? Quin habla? Hola? Quin es? Nadie responde. Cristina: Lleg una citacin para que Marcelo se presentara en el juzgado. Lo acompa. Cuando llegamos, el juez apenas nos vio, se escap de su despacho. (Arrastra a Marcelo hacia el lado opuesto) Marcelo: Se ha llegado a suplantar a las fuerzas de polica con personal norteamericano. El gobierno ha consentido la tortura de ciudadanos bolivianos por esos agentes; ha permitido a los mismos establecer un sistema de control telefnico privado con que se controlaba al mismo Ministerio de Gobierno.

Cristina le da una carta. Marcelo la abre: en la carta est escrito: Cuida tus hijos. Cristina: Lleg la noche. El juez no volvi. Los empleados del juzgado nos dijeron que nos debamos marchar. Nos negamos. Afuera haba agentes del gobierno listos para secuestrar a Marcelo. Cerraron el juzgado, nos dejaron adentro. (Lo empuja al otro lado mientras l habla) Marcelo: El imperialismo es un hbil simulador en la penetracin y explotacin econmica a la que presta la apariencia de generosa y desinteresada asistencia, y es ingenioso en el escamoteo de las huellas que deja su paso por este suburbio de occidente que es Latinoamrica. Cae el biombo con estruendo. Marcelo alza las manos. Cristina: Entraron a las dos de la maana. Rompieron puertas. Se lo llevaron. Tres horas despus, el peridico Presencia sac una edicin especial, con la noticia de que Marcelo haba sido secuestrado. Haba fotos en primera pgina del instante en que lo metian a patadas dentro de un jeep. La actriz le pone una venda en los ojos. Comienza una msica de carnaval. Baila empujando y golpeando a Marcelo mientras ste habla. Marcelo: La persona que juzgamos ha hecho las veces al mismo tiempo de alto dignatario nacional y de agente de la CIA. Los mismos hombres que desde los balcones del Palacio articulan mecnicamente la palabra revolucin, sobreviviente verbal de un repertorio de ideas en las que nunca creyeron, aceptan para conservarse en el poder, que un Estado extranjero determine la compra de dirigentes y el soborno de instituciones, de partidos, de parlamentarios y de ministros, la conscripcin remunerada de periodistas y escritores y la difamacin de aquellos que son incorruptibles. Ella lo empuja en la danza. Marcelo cae. Ocasiones como sta nos obligan a preguntar con amargura, vergenza e indignacin hasta qu punto tenemos derecho a llamarnos ciudadanos de la Repblica de Bolivia. Marcelo aferra las piernas de Cristina, que camina arrastrndolo. Cristina: Lo llevaron por horas, vendado, por caminos de tierra. Lo hicieron bajar. Le quitaron la venda... era un lugar descampado, tal vez en el altiplano. Haba una ambulancia, una camilla. Y soldados. Se dio cuenta que lo iban a matar. Marcelo: Todos los das se menciona el nombre del pueblo en este Parlamento, aunque todos los das se le cierran las puertas. Cristina: Pidieron instrucciones. El peridico ya haba salido. La Iglesia preguntaba. No podan ejecutarlo. Hubo una contraorden. Lo cargaron de vuelta. Luego lo subieron a una avioneta y lo llevaron a la jungla, a un campo de concentracin en Alto Madidi. Mientras Marcelo habla vendado, Cristina arma delante de l una pequea tumba de harina rodeada de soldaditos de juguete. Marcelo: Nada ms eficaz para destruir la comedia democrtica con que embotamos nuestra sensibilidad social, que traer aqu el luto de los que sobreviven a los mineros masacrados en el amanecer de San Juan y arrojarlo sobre las hipcritas minutas de condolencia con las que se satisfacen las morales laxas y las conciencias adormecidas por la satisfaccin material. Cristina: Avis a su familia. Su padre estaba enfermo. Una semana despus, a la una de la maana, me despert. Tena la sensacin de que alguien estaba en la habitacin. Dije: Marcelo? Eres t, Marcelo? Marcelo: No, no era yo... Cristina: Al da siguiente me avisaron... su padre haba fallecido en Cochabamba. Creo que de algn modo se vino a despedir.

Cristina le quita la venda Cristina: Retrasamos un da el funeral. Nos haban prometido que permitiran a Marcelo asistir. Pero no fue as. Lo trajeron al da siguiente. Le permitieron estar veinte minutos frente a la tumba. Marcelo se queda inmvil frente a la tumba. Se mancha el rostro con la harina. Cristina: Me dejaron verlo diez minutos. Marcelo: Cristina, lauchita. Cristina: Marcelo, mi amor, qu flaco ests. Marcelo: Cristina, compra hilo de pescar, anzuelos, latas de conserva. Nos estn matando de hambre. Compra tambin un cepillo y pasta para dientes, una polera para cambiarme, estoy hecho mugre... pastillas para potabilizar el agua, espirales para mosquitos, fsforos... y el diccionario. Zavaleta est preso conmigo y no estamos de acuerdo sobre un par de fechas de la Revolucin Francesa. Y El conde de Montecristo, la novela, la dej en la pgina 124 y me muero por saber como acaba... Cristina: S Marcelo. Marcelo: Las obras completas de Proust, un mapa de Bolivia, una brjula, un abanico. Y si fuera posible, uno de esos quesos que comprbamos en el mercado. Gracias lauchita Cristina: Consegu todo. Pesaba cuarenta kilos.Se lo llev. Lo metieron en un avin, pero el avin no parti. Estuvo horas calentando motores. Lo soltaron. Se fue a La Paz, lo arrestaron de nuevo. El cargo era por difamar al Presidente. Pas seis meses en la crcel de San Pedro. Escena 9: Noviazgo Cristina quita los objetos y cuelga unas cartas con las iniciales de Marcelo. Marcelo se quita la harina de la cara. Marcelo: Los soldados que me custodiaban tenan los mismos uniformes que aos antes haba usado en el cuartel cuando hice el servicio militar en Corocoro. Me haban impresionado mis compaeros de armas, campesinos humildes, analfabetos y las movilizaciones populares durante la guerra civil. Cristina: A nuestro noviazgo se opona mi madre. Nos veamos poco, cuando volva del cuartel y vena a visitarme. Marcelo: Fue entonces que ocurri la masacre minera en Siglo XX. Cristina: Nos escribamos, nos leamos, nos pensbamos. Marcelo: All, definitivamente, eleg el campo donde iba a estar. Mi origen de clase me llevaba a un lado. Mis ideas, mi pensamiento y sobre todo aquello que vea, me arrastraron al campo popular. Muchos no me lo iban a perdonar. Lleg el 52, la revolucin de abril. Mi familia se fue a Chile, la de Cristina a Buenos Aires. Pasaron varios meses sin que nos viramos. Pero la decisin ya la habamos tomado. El matrimonio fue celebrado en Argentina, pero ese da yo me qued en Santiago de Chile. Nos casamos por poder. Escena 10: La boda Cristina: Instrucciones para bailar con un ausente. Cristina mueve el hilo y caen las letras de Marcelo Marcelo: Tomas dos zapatos vacos. Que tengan mi talla, que sean de mi color. Te los pones. Bailas como si yo estuviera delante de ti. Me sonres, el brazo acomodado sobre mi brazo. Evocas la presin de mi mano en tu cintura. La msica es alegre, toda la alegra posible en cada detalle para impedir que mi ausencia se cobre el precio con la melancola. Al menos as, finalmente bailo bien, no peso, soy liviano gil perfecto, como si no estuviera.

Marcelo le ha puesto su saco. Del saco sale un gancho que cuelga a Cristina al hilo invisible. Baila como si fuera una marioneta. Marcelo: Instrucciones para casarse estando lejos. Cristina: Me har yo misma un traje blanco. Simple, a media agua. Nada de velos. Llegar a la iglesia. Estar tu hermano en tu lugar. Tu hermano dir que aceptas amarme para toda la vida. La mano de tu hermano me pondr tu anillo. Arrojarn arroz y luego harn la fiesta. Pero yo la pasar jugando al ftbol con mis sobrinos. Enviarn participaciones a todos menos a ti. Varios meses an antes de verte Marcelo: Hasta que finalmente Cristina: Hasta que finalmente Marcelo: Luego de varios meses, Cristina lleg a Santiago. La esper en el aeropuerto con un regalo: dos entradas para ir a ver un ballet. Se alejan. Cada uno, con un trapo hmedo, escribir en el piso el nombre del otro. Marcelo: C de calor, de casa. Cristina: M de marido, de mo. Marcelo: R de retorno. Cristina: A de amigo, de ahora. Marcelo: I de inexplicable. Cristina: R de romero, de rabia, de reencuentro. Marcelo: S de soarte. Cristina: C de compaero. Marcelo: T de tiempo, de temblor. Cristina: E de enloquecer, de extraarte. Marcelo: I de imbcil por dejarte, de iris, de insomnio. Cristina: L de locura, de lpiz con que te escribo. Marcelo: N de noche, de navo. Cristina: O de or tu voz, de ojeras, de olvido. Marcelo: A de abrigo, de amada, de ansia, de alambique. De al fin Cristina. Cristina: Al fin Marcelo. Han llegado ambos al cielo de la rayuela. Cristina le entrega los zapatos a Marcelo. Cristina: En Chile, Marcelo escribi su primera novela Los Deshabitados, con la que gan el premio Faulkner. Nacieron Marisol y Rodrigo, volvimos a Bolivia. Marcelo divida su tiempo entre la poltica y la escritura. Le apoy en ambas pasiones. Pero la poltica termin robndole el tiempo al artista. En el 69, fue ministro de minas del presidente Ovando, y redact el decreto de nacionalizacin del petrleo. Escena 11: Nacionalizacin del petrleo Proyeccin de imgenes de Bolivia: manifestaciones, rostros de personas, recortes de peridicos. Marcelo escribe y lee de espaldas a la pantalla, como si fuera parte de la proyeccin. Marcelo: Considerando que: Los yacimientos de hidrocarburos son propiedad no, propiedad no son del dominio originario de la nacin y su exploracin, explotacin, comercializacin y transporte corresponden al Estado. Que la empresa Bolivian Gulf Oil Company se ha constituido en un nuevo poder no un nuevo superestado que dispone de un poder econmico y poltico superior al del Estado boliviano. El gobierno revolucionario decreta: 1: La reversin al Estado de todas las concesiones otorgadas a Bolivian Gulf Oil Company, y

la nacionalizacin de todas sus instalaciones, inmuebles, camiones no, camiones queda mal. medios de transporte, estudios, planos, proyectos y todo otro bien sin excepcin alguna. 2: El inmediato control, por las Fuerzas Armadas de la Nacin, de todos los campos, instalaciones y dems pertenencias de la Bolivian Gulf Oil Company. Se oye el rumor de una multitud. Marcelo se para en la silla, el rumor aumenta. Saluda, hace callar el rumor. Bolivianos: han acudido ustedes a esta pequea plaza del pas ms olvidado y dependiente de Latinoamrica, para expresar un apoyo decidido, no a una persona, ni siquiera a un gobierno, sino a la decisin que en nombre del pueblo de Bolivia, hemos tomado nosotros. Merecida o inmerecidamente, nuestros nombres han despertado alguna esperanza. Estamos donde deberan estar con ms mritos que nosotros, otros que cayeron en la lucha y cuyos nombres hemos casi olvidado. Pero estamos en un puesto de vanguardia y no podemos retroceder. Si fracasamos, nuestro fracaso comprometer irremediablemente el destino de toda una generacin. El gobierno de Estados Unidos ha declarado que la democracia en Bolivia ha sufrido un retroceso. Qu democracia? Esa que se nutre de los dividendos y de las coimas de las empresas explotadoras de nuestras riquezas naturales? Esa democracia que alimenta a quienes escriben editoriales al servicio del inters extranjero? Esa democracia que distribuye dinero para corromper al dirigente sindical, para comprar la conciencia del parlamentario? De qu democracia nos hablan? Nos acaban de amenazar dicindonos que ha comenzado a correr el plazo para la aplicacin de sanciones en contra de Bolivia. Tambin nuestro pueblo en este instante ha decidido que comience a correr el plazo de nuestra paciencia. No retrocederemos. Se quiere intimidar a la opinin pblica con el rumor de que la nacionalizacin del petrleo traer la miseria para el pueblo de Bolivia. Esto no es verdad. Una revolucin que no es moral, no es revolucin. Estamos comprometidos en hacer una revolucin profundamente honesta e intransigente. Es un lugar comn el que se refiere a los militares como a reaccionarios por definicin. Tambin las Fuerzas Armadas son vctimas del sometimiento y el saqueo a que est condenado el pas al que pertenecen pero que ya no les pertenece. No pido ni espero apoyo a mi conducta funcionaria. Espero el juicio crtico, la vigilancia constante, la exigencia intransigente. Espero que el pueblo nos reemplace si no somos dignos de su confianza para realizar por s mismo la revolucin de que nosotros no seamos capaces. Se sienta y habla para s. Detrs el lienzo queda iluminado en modo de parecer un amanecer. En una madrugada de hace tres aos atraves esta misma plaza luego de 14 horas de debate sobre la poltica petrolera del gobierno, ms agobiado moralmente por la decepcin que vencido por la fatiga fsica. Esa madrugada termin en una derrota formal y una victoria moral. Esta del da de hoy ha comenzado con una victoria formal y estoy resuelto a evitar que termine en una derrota moral. Escena 12: Bnzer y exilio Cristina: Pocas semanas despus, present su renuncia. Marcelo: Estaba en desacuerdo con el monto establecido para indemnizar a la Gulf. Renunci. Meses despus fund el Partido Socialista. Cristina: Cay Ovando, subi Torres

y el da del golpe de Bnzer, Marcelo combati en La Paz junto a estudiantes y obreros, armado con un fusil. Marcelo: Yo, que siempre me opuse a que nuestro hijo comprara las pistolas de juguete... Cristina: Combatieron todo el da, hasta que la derrota fue evidente, y nosotros nos tuvimos que ocultar. Marcelo: As iniciaron los aos ms lgubres y ms tristes que vivi nuestro pas. Marcelo tiene una cesta y Cristina tiende la ropa. Pero no es ropa sino cartas, peridicos que ella coloca en el hilo que atraviesa la escena. En la proyeccin se ve la foto de Marcelo armado. Cristina: Tienes que irte ya Marcelo. Marcelo: No quiero dejarte sola. Cristina: Tienes que irte a Chile ahora antes que cierren el cerco. Marcelo: Vente conmigo entonces. Cristina: Tenemos hijos Marcelo, no podemos partir ya. Sera un riesgo para ellos. Cuando se calme todo voy a poder alcanzarte. Marcelo: Parto Cristina, adis. Cristina: De veras tienes que irte? Marcelo: Es peligroso quedarme. Cristina: Cmo voy a hacer sin ti? Marcelo: Me quedo entonces, aqu nadie me podr encontrar. Cristina: No, amor mo, vete ahora. Marcelo: Parto entonces. Cristina: Te vas ya? Marcelo: He decidido, me quedo. Cristina: Todava ests aqu? Marcelo: Adis mi lauchita, adis. Cristina: hasta la vista, amor mo... Marcelo sali al exilio. Me escriba, le escriba. Escena 13: Las cartas Estn cada uno del lado opuesto de la escena, sobre las sillas. Tiran del hilo y a cada uno les llegan las cartas del otro. Marcelo: (Lee) Todo est listo, amor mo, dentro de algunas semanas vamos a poder viajar. Qu hago con Talita y Tatu? Puedo viajar con ellos? no quisiera abandonarlos. Cristina: (Lee) Tengo trabajo, lauchita, enseo en la universidad.

Te extrao, me haces falta. Por supuesto, trae los perros son parte de la familia. Marcelo: (Lee un peridico) Han fusilado mineros, masacre en la Universidad... ley marcial. Las petroleras han regresado al pas... Strongest gole a Bolvar... Cristina: (Lee). A mis lecciones vienen estudiantes de otros cursos. Son tantos que me han cambiado a un aula mucho ms grande. Cundo vienes? Cuando llegas? Y los chicos, cmo estn? Marcelo: (Lee) Aqu ha nevado, hace fro. Rodrigo est muy resfriado, se agita tanto dormido que sus frazadas se caen. No es grave, es slo tos... (Para s) Lauchita, te lo haba dicho, tienes que ponerle chompa cuando se va a dormir. Cristina: (Lee y comenta celosa) Son tantos los estudiantes?... Y las estudiantes qu? Profesor, una pregunta Y l, ingenuo, a responder: Se equivoca seorita Se equivocan s, si creen que lo van a seducir. Se encuentran en el medio y alzan la vista de lo que leen. Se alejan rpidamente. Marcelo: Voy a esperarte, mi amor, estoy contando las horas. Cristina: Llego la semana entrante en el vuelo de las seis. La escena se oscurece un instante Escena 14: La triple A Regresa la luz. El biombo del lado de Cristina les servir para esconderse y reaparecer. Cristina: Nos reencontramos en Chile. Marcelo: Luego fuimos a Argentina, poco antes del golpe en Chile. Era el setenta y tres. Pero al cabo de dos aos, Buenos Aires se haba vuelto de una violencia inaudita. Cristina: En la universidad haba carteles contra Marcelo. Marcelo: Cristina, no mires atrs. Cristina: Qu es lo que ocurre Marcelo? Marcelo: Nos siguen, son tres, y tienen armas debajo del saco. Cristina: Qu vamos a hacer Marcelo? Marcelo: Ahora corre, ven aqu. Cristina: Nos vieron, estn corriendo. Marcelo: A la calle, donde hay gente.

Cristina: Nos van a alcanzar, Marcelo. Marcelo: Dobla aqu, sube a ese micro, rpido, que no te vean. Cristina: Subimos a un colectivo ocultos entre la gente. No nos vieron esa vez. Marcelo: Nos bajamos a diez cuadras luego de haber controlado que no nos haban seguido. Quienes quisieron matarme eran de la triple A. Tomamos un taxi y luego buscamos a nuestros hijos. Esa noche empaquetamos todo lo que tenamos. Al da siguiente nos fuimos. Cristina: Nos instalamos en Mxico. Escena 15: Mxico Fotografas de la familia en el exilio. Estn sentados y ven las fotos proyectadas sobre la pared. Marcelo: con Rodrigo y Marisol que ya eran adolescentes. Cristina: Con Elito, mi niera, niera de nuestros hijos, de los hijos de mis hijos. Marcelo: Elito era la dulzura, Elito era el amor. Cristina: As pasaron varios aos. Marcelo: De estudiar, de denunciar, de frustracin e impotencia. Cristina: De relativa calma. En Mxico era difcil que lo intentaran matar. Marcelo: Puo de hierro en Bolivia. Persecuciones y robos. Gobierno de delincuentes. Cristina: Sus notas en el peridico, salieron en forma de libro. Marcelo: Hablemos de los que mueren Cristina: Publicaron otro libro. Marcelo: Mis estudios sobre el gas, nacionalizacin del petrleo. Cmo Bnzer entreg de nuevo nuestras riquezas. Cristina: Oleocracia o patria Marcelo: Los recursos naturales no renovables son el pan de hoy y el hambre de maana. Cristina: En esa calma poda ir al parque con sus hijos. Conversar con los amigos. Marcelo: Y prepararme a volver. Escena 16: Regreso Marcelo se aleja y se coloca en la pared donde se proyectan imgenes de Bolivia.

Cristina: Marcelo se fue otra vez. Marcelo: Mi sobrino Jos Antonio organiz mi regreso. Con documentos falsos pas la frontera en Per. Cristina: De nuevo a esperar noticias. Marcelo: Una pareja de amigos me esperaba con su carro. Tenan miedo y an as me ayudaron, me escondieron. Cristina: A soarlo por la noche a rogar porque su vida no vala ni un centavo si lograban dar con l. Marcelo: Meses despus cay Bnzer. Comenzaron cuatro mujeres haciendo una huelga de hambre. Quince das ms tarde eran miles que ayunaban. Que se vaya del gobierno que vuelva la democracia. Una huelga de mujeres lo oblig a renunciar. Cristina atraviesa la escena y lo alcanza. Cristina: Part enseguida a Bolivia. Nos reunimos en La Paz. Otra vez en nuestra casa a retomar nuestra vida. Nuestros hijos ya eran grandes, iban a la universidad... Marcelo: Reorganizar el partido, discursos, las elecciones. A preparar los slogans: Sin millones, sin matones, con tu voto al Parlamento, con tu lucha al Poder. Cristina:Lo eligieron diputado. En un ao su partido era el cuarto del pas. Marcelo, en el parlamento inici el juicio a Bnzer. Escena 17: Juicio a Bnzer Marcelo: El general Bnzer y sus ex ministros no encarcelaron, asesinaron y torturaron como manifestacin patolgica de psicologas demenciales. Los funcionarios que delinquieron no lo hicieron por una tendencia compulsiva a la apropiacin de lo ajeno. La explicacin es otra y hay que decirla esta noche. Le quitan el saco Cristina: Qu te hicieron, Marcelo? Marcelo: Los hombres formados en el pensamiento fascista consideran la represin como la nica forma de imponer autoridad a una mayora explotada y hambrienta. Cmo, si no fuera por bayonetas y tanques toleraran los trabajadores el rgimen de privacin de libertades a

que han sido sometidos? Le quitan la camisa Cristina: No recuerdas? Bajaban en fila. Trataron de separarte de los dems. Con un golpe de codo te separaste y seguiste con los otros prisioneros. En el otro piso te reconocieron e increparon. Te detuviste, te diste vuelta, enfrentaste con las manos alzadas a tu verdugo. Le colocan un cohetillo pegado al cuerpo Marcelo: Por eso el rgimen presidido por Bnzer persigui, por eso tortur y asesin. En el banquillo del acusado est sobre todo una clase social que muda presidentes, ministros y gobiernos pero que jams renuncia al control del poder poltico que resulta del poder econmico que detenta. Esa clase utiliza de manera deshonesta los smbolos patrios, a los que finge respetar mientras vende lo que representan a precio irrisorio a intereses extranjeros, demostrando que jams tuvo patria sino bolsillos que defender. Cristina: Hubo una rfaga. una bala te atraves el cuerpo, el resto de los disparos dieron en Carlos Flores, que estaba detrs. Cay, t trastabillaste, te derrumbaste sobre l. Los arrastraron por las escaleras. Cargaron los cuerpos en una ambulancia y los llevaron al Estado Mayor. Algunos dicen que ya estabas muerto, que los militares abran la puerta de la ambulancia casi con temor y preguntaban: Es el Marcelo? Marcelo: Generosos crditos incobrables y decenas de miles de hectreas de las mejores tierras fiscales fueron repartidas entre ministros, parientes y amigos del rgimen, Pero no hubo tierras ni crditos para los campesinos a los que se les respondi, en Epizana y Tolata, con la represin, el genocidio y la masacre. Le ponen una caja de fsforos en la mano. Cristina: El forense que vio tus fotos declar que los golpes y heridas en tu cuerpo haban sido producidas sobre una persona viva. Viva e indefensa. Te insultaron, te torturaron, te patearon, te vejaron. Lo empujan hacia el otro lado de la escena Marcelo: El informe oficial habla de 13 muertos y diez heridos. La prensa pudo contar ochenta cadveres de campesinos. En crculos militares se mencionan doscientos muertos. Uno de los soldados nos dijo: Hemos visto montones de cadveres, como lea. No se conoce el lugar en que fueron sepultados los cuerpos recogidos en volquetas ni el destino final de treinta heridos trasladados en camillas hasta un avin militar y luego desaparecidos.. Cristina: No les bast destrozar tu cuerpo. Quisieron tambin el souvenir de su obra. Hay una foto tuya, sacada en el Estado Mayor, donde se te ve apoyado contra la rueda de un jeep y sealas algo. Que sealabas? A quien sealabas? Explota el cohetillo. Marcelo: Ciudadanos bolivianos y extranjeros fueron consignados a las dictaduras militares de los pases de los que huan, con los que se haba organizado una internacional del sable, para liquidar a todos los opositores. Cristina: No era medioda cuando te haban llevado. A las cinco de la tarde, alguien llam a la casa y dijo: no lo busquen ms, Marcelo acaba de morir. A esa misma hora, en Alemania, nuestro hijo Rodrigo despert sobresaltado y tuvo la certeza de que en ese instante, en ese preciso instante, acababas de morir. Marcelo: Las aulas de la Universidad de Santa Cruz sirvieron de celdas a cientos de presos y sus muros fueron el paredn de fusilamiento de decenas de ellos. Cristina: Te cargaron de nuevo en la ambulancia, sobre el cuerpo muerto de Carlos Flores. Arrojaron los cuerpos. Se ensaaron antes de abandonarlos. Patadas, bayonetazos, otros tiros. Remataban lo muerto. All quedaron. Al da siguiente los recogieron en una ambulancia

y los llevaron a la Morgue. Los dejaron en el suelo. Alguien tuvo tiempo de fotografiarlos. Marcelo: La deuda del pas aument en dos mil millones de dlares. Si cada boliviano deba 100 dlares antes de que entrara Bnzer, luego de siete aos deba 600. Le marcan el cuerpo con un carbn, como quien seala los lugares donde un cuerpo puede ser cortado (hombros, codos, cintura). Cristina: Un mdico iba a hacer la autopsia cuando lleg otro grupo militar. Los cargaron de nuevo, estaban nerviosos. Los volvieron a llevar al Estado Mayor. Los arrojaron en un depsito. Luego, el destino de tu cuerpo y el de Carlos se divide. Lo llevan al medio y lo acuestan en el suelo Marcelo: Quien dice haber combatido el contrabando permiti que se internaran diez mil vehculos particulares en forma ilegal; y funcionarios y parientes se enriquecieron en este trfico ilcito. Cristina: Te llevaron a un baldo, envuelto en una frazada. Te rociaron con gasolina y prendieron fuego. No saban que un cuerpo no se quema as. Luego, desesperados, te cortaron en pedazos, prendieron fuego a cada trozo, tampoco eso les bast. Finalmente te enterraron, desparramado, un pedazo aqu, otro all... Lo sientan en el suelo, lo hacen sealar al pblico. Marcelo: Este es un juicio poltico porque los que cometieron delitos, los que se enriquecieron ilcitamente, los que violaron derechos y libertades fundamentales no lo hicieron como personas privadas sino en ejercicio de funciones pblicas. En el caso de Bnzer, desde la Presidencia de la Repblica. Le ponen un espejo delante, lo hacen sealarse a s mismo. Marcelo: No queremos denigrar ni ofender a nadie. Jams nos hemos ocupado de la vida privada del Gral. Bnzer. Jams hemos levantado una acusacin que no podamos probar. Cristina: Los paramilitares que entraron en la COB eran del grupo de seguridad de Bnzer y su esposa, sus guardaespaldas. Lo acuestan y lo vuelven a sentar. Lo alzan, lo empujan. Marcelo: Podra parecer que nos nutre un sentimiento de rencor y odio personal. Queremos aclarar que no sentimos por el gral. Bnzer el rencor que cualquiera de los que le siguieron sintieron por cualquier trabajador de Bolivia a lo largo de estos siete aos. No es el odio que gua nuestros pasos, es la pasin de justicia. Lo visten con una camisa y saco idnticos, pero que tienen los fogonazos de los proyectiles y manchas de sangre. Marcelo: Sabemos, por el contrario, que todo est en contra nuestra. No controlamos los medios de comunicacin, no disponemos de proteccin alguna, sabemos que estamos hiriendo y profundamente, a esa oligarqua que tuvo en Bnzer al administrador de sus intereses y sabemos que ms pronto que tarde se cobrarn esto que estamos haciendo. Estamos dispuestos a pagar este precio, porque mucho ms temible que ese enemigo que est buscando la manera de anularnos, an fsicamente, es una conciencia culpable. Y no podramos soportarnos a nosotros mismos si no cumpliramos nuestro deber. Escena 18: Visin de Marcelo en punto de muerte. Suena el telfono. Marcelo danza una cueca lenta siguiendo el sonido del telfono. Agita un pauelo manchado de sangre. Llega hasta Cristina. Ella tiene un sobresalto y le caen al suelo los objetos para maquillarse que tiene en las

manos. Marcelo le ayuda a recogerlos. Ella los recibe pero no lo mira, como si l no estuviera all y ella slo lo recordara. Marcelo se marcha, encuentra una regadera llena de harina. Cubre con harina el telfono que deja de sonar. En ese instante ella lo ve. Cristina: Cmo fue, Marcelo, en qu pensaste? En qu pensaste cuando te mataron? Mientras l habla ella se marcar arrugas y envejecer. Marcelo regar los objetos con harina blanca y acabar envejeciendo los cabellos de ella tambin. Marcelo: Estoy regando las plantas de un jardn donde hay un campanario. Subo. Son las seis. Llegu justo a tiempo para or el taido de las campanas. Detrs el cielo empapado de una luz temblorosa, algunos techos todava teidos de sol. Miro como un viga el horizonte de casas grises. El viento se vuelve brisa, el sol entibia la maana. Algo me quema dentro Ahora escucho el aleteo de las palomas. Cuando cesa, me escucho a m mismo. Unos fantasmas me hablan, se agitan, hacen gestos que me obligan a carraspear para no ceder al llanto. Estoy en una habitacin poblada de objetos familiares. Un grifo del que siempre brota el agua, con un gorgoteo musical. Un mueble donde se guarda la ropa recin planchada. La cuna de Marisol. En la cuna un beb transparente, casi invisible. Del otro lado de la habitacin est Marisol, sentada. Sonre con una tristeza... tiene en las manos un anillo y hace un gesto, como para alcanzrmelo. Caigo Ahora voy por una galera desde cuyos costados mis parientes me siguen con la mirada, algunos estiran la mano para desordenarme el cabello. A mi derecha, camina un joven, es mi hijo. Quiere decirme algo. pero abre los brazos y sonre. Demasiado tarde, pap me dice. No es tarde, Rodrigo, respondo. No s por qu, me pongo a llorar. All estn mis hermanos. Mi madre inmvil. Con una expresin serena, aparentemente hostil, destinada tal vez a protegerla de s misma. Alguien, desde un costado -tu hermano Miguel? Quico Arnal? Me da unas palmaditas en la mejilla que son un mensaje de ternura dicho con dificultad. Me alzanme empujan, tiran mi cuerpo dentro de un vehculo. Cierran la puerta. Un poco ms all el retrato de pap. Lo sostiene un nio. Es mi sobrino Jos Antonio? soy yo? No tiene marco. Es una fotografa amarillenta, hecha por un fotgrafo ambulante. Miro el retrato, detrs ests t, lejos, y miras hacia otro lado. Pero yo s que si no mirara ese retrato, t lo miraras por m. Y t sabes que si no miraras lo que miras yo lo mirara por ti. El vehculo arranca cada sacudn me quita el aire Ya no necesitamos mirar cada uno con el otro. Sabemos que si uno de los dos falta, el otro mira lo que uno tendra que mirar. Te susurro: Somos inmortales, hemos creado una mirada que mira por los dos lo que ambos deberamos mirar cuando no estemos ya en ninguna parte. Te llevas el dedo a la boca, para que no me canse al hablar. Las sombras devoran las ltimas particulas de luz, hasta que no veo ms nada, Oscuridad. Marcelo y ella han quedado de un lado. Ella sentada y l detrs, de pie. Escena 19: Qu te hicieron Cristina? estalla una polka alegre. Ambos estn distantes. Marcelo: Y a ti, qu te hicieron Cristina? Corren al centro y se abrazan. ella resbala y l la levanta. Vuelven a separarse. Cristina: Alguien me avis que te haban herido. Fui a la sede de la COB. No se poda pasar, el trfico estaba interrumpido. Llegu a pie, estaba lleno de soldados, el pasillo lleno de sangre. Se puede entrar? pregunt. Me lo impidieron. Luego fui a casa de tu hermana

Nora. Era absurdo, nos esperaban a almorzar... Corren al centro y se abrazan. l resbala y cae lentamente a tierra. Ella lo levanta. Luego se separan. Marcelo: Tuviste que asilarte en la embajada mexicana. Das despus mi hermana Nora recibi una bolsa de plstico en la que haba unas pocas cenizas, restos de huesos, mi reloj y mi anillo. Partieron a Mxico, al exilio. Hicieron analizar los restos. Imposible saber de quin podan ser. Ningn rastro de DNA. Haban sido incinerados a una temperatura altisima. Eso mantuvo alguna esperanza que yo estuviera vivo, que me hubieran escondido en algn lugar. Corren al centro y se abrazan. Ella resbala y l la levanta. Luego l la sostiene, la lleva hasta una silla y se aleja. Se pasaron la papa hirviente entre ellos. Todos declararon que haban sido mis amigos. Bnzer, que me mand matar, Garca Meza que lo orden, Arce Gmez que lo planific. Rico Toro que lo saba todo. Hasta los mismos sicarios fingieron respeto. Aos despus, un ministro del gobierno democrtico de la Unidad Popular te cit. Tengo fotos de Marcelo muerto, te dijo. Te las mostr... Corren al centro y se abrazan. Ella resbala y l la levanta. Cristina: No es Marcelo, tiene patillas, Marcelo no usaba patillas. Se separan Marcelo: Dijo que se las haban cambiado. Te prometi otras fotos. Fuiste a verlo varias veces ms pero nunca ms te recibi. Y un da en la calle te encontraste con la revista Stern. All estaban las fotos de mi cuerpo destrozado, que ese caballero haba vendido a una agencia de informacin. Corren al centro y se abrazan. Ella resbala y l la levanta. Siguieron, por aos siguieron llamadas a mi familia. Pistas falsas. Secretos de confesin. Marcelo le levanta el brazo para sealar algo y Cristina va en esa direcin. Que mi cuerpo estaba aqu, que mi cuerpo estaba all. Y all fueron mi hijo Rodrigo, mi sobrino Jos Antonio, fuiste t Cristina, fue Marisol. Marcelo le sacuda las faldas y ella va a buscar hacia la direccin opuesta. A cavar en la cumbre, en los Yungas, en Mizque, en mil lugares ms sin encontrar nunca nada. Estremecindose ante cada huesito que poda aparecer. Marcelo le sopla en la nuca y ella va hacia otra direccin. Les chantajearon, se hicieron dar dinero por falsas informaciones, les mintieron, se burlaron, todava se burlan y sigo sin aparecer. Marcelo corre hacia ella. Resbala sobre su cuerpo y queda sentado en el suelo con ella sujetndolo. No les bast haberme matado, destrozado mi cuerpo, escondido mis restos. necesitaron tambin burlarse de mi familia, vengarse en ellos para vengarse de m. Escena 20: Juicio a Garca Meza

Cristina le saca los vestidos y lo lava. Luego lo viste otra vez. En el muro, aparecen fotografas del da de la sentencia contra el gral. Garca Meza. Marcelo: Cuando volvi del exilio Cristina haba decidido que deba haber justicia. Dos aos tard en lograr que se procediera al juicio. Y ocho aos ms de proceso para juzgar al culpable. Viajes a Sucre, a la Corte. El imputado entraba al despacho de los jueces, con regalos, como un rey. Garca Meza se burlaba, a m no me van a juzgar. La primera vez que entr en el aula del proceso los jueces, con una excepcin, se alzaron todos de pie como si entrara un monarca. No contaba con la gente, con la prensa, y el dolor de humillados y ofendidos. Lleg el da del juicio, la plaza estaba repleta, haba carteles, pancartas, que lo condenaran ya crcel al asesino... y as fue... lo condenaron. Cristina: Me abrazaba todo el mundo festejaban en la calle treinta aos al genocida, a sicarios y matones sin ningn derecho a indulto. Murmur, mientras lloraba: Ves Marcelo, que he cumplido? Por supuesto, yo saba que a quien convino su muerte el mandante, el malhechor el asesino y cobarde, no lo iba a poder juzgar. Cristina ha alzado a Marcelo. ste se dirige al lado opuesto de la escena caminando lentamente. En el muro aparecen las fotografas de los polticos que gobernaron a Bolivia en los ltimos veinte aos. Marcelo: Quedaron sin juzgar muchos deshonestos, corruptos y violentos. Nadie retom el juicio a Bnzer. Nadie recuper las tierras mal habidas. Nuestra democracia se volvi la mscara detrs de la que sigue riendo la clase social que yo intent condenar. El dolor de mi familia acompaa mis restos donde quiera que estn. Los acompaa tambin el saqueo de Bolivia, el martirio ya no me pertenece, ya no est en mi cuerpo ni en el cuerpo de los otros que desaparecieron. El verdadero martirio est en esta tierra, en su miseria, su exclusin, su hambre, su injusticia, all reside el martirio, inmenso, sin nombre, colectivo y total. All se perpetua nuestra muerte, nuestra voz silenciada, nuestras denuncias, aparentemente intiles. Hasta cundo? Hasta cundo?

Escena 21: La eternidad Del lado opuesto Cristina aparece con zapatos de bailarina, en puntas de pie, sujetndose a un andador, de esos que usan los ancianos cuando ya no pueden caminar. Cristina: Marcelo Marcelo: Mi amor. Lauchita. Cristina: Quieres bailar? Marcelo: Claro que s. Cristina avanza sostenindose en su andador. Va en puntas como una bailarina lisiada. Marcelo: Ests dentro de m, desde tu adolescencia. Me buscaste, me elegiste, fuiste mi mujer, mi compaera, y qued en ti, incrustado en ti durante esta muerte larga como tu sobrevivencia. Pero t, amor mo, seguiste viviendo. Cristina cae. Marcelo la alza. Ella sigue adelante hacia el asiento que ocupaba marcelo y Marcelo retrocede al asiento vaco del otro lado de la escena. Marcelo: Hace veinticinco aos que envejeces, que tropiezas, que te enfermas. Que me conservas intacto dentro de ti, joven an, an con fuerzas. Ahora eres una anciana, recuerdas a un joven que una vez era el ms viejo entre ambos. Has logrado el milagro, acordarte de m ya no te duele ni te pesa. Ya no hay dolor, no hay pena, ninguna enfermedad te alcanza, tus arrugas se van, el tiempo retrocede, eres joven, hermosa. Recuerdas? Iba a los ensayos a verte bailar.. Cristina llega a su asiento. Marcelo al del lado opuesto. Ambos quedan sentados como al principio de la representacin. Cristina: Marcelo. En el fondo aparecen proyectadas las imgenes de los dos, cada vez ms jvenes. La voz de Marcelo aparece en el altavoz, suave, serena. La luz se apaga lentamente. Cuando vuelve a encenderse ilumina tenuemente, la calle del lienzo y las dos sillas vacas. FIN